“Debió de ser entonces cuando trabajar con imágenes y con la escritura empezaron a estar conectados a la noche.” Gloria Anzaldúa
1 Dos nenas custodian el cuerpo
Estamos reunidos en lo de mi abuela. Observo la mesa desde el ángulo de la puerta que da al pasillo. Un hombre, que no conozco ni conoceré, se levanta de la silla y sale. Lo sigo. Solo veo su espalda, ancha. Tiene una remera celeste y bombacha de campo. Debo ser una niña porque mis ojos están a la altura de la faja. Cruza el patio, rodea el galpón donde mi abuelo guarda el auto. Lo sigo en silencio. Al llegar a la parte trasera una escena nos detiene: un hombre tirado en el piso, con los hombros y la cabeza debajo del galpón. Solo sus piernas se agitan, se mueven para arriba y para abajo queriendo salir, se está asfixiando. Sobre el pecho del hombre enterrado, dos niñas, una a cada lado del torso, toman el té con un jueguito de tazas verde lima. El hombre que sigo, se agacha y tira de las piernas del hombre enterrado. Este, saca la cabeza y se incorpora. Es un soldado de las milicias de la conquista del desierto. Tiene un rémington. Se sacude la tierra y toma posición militar. Las niñas han desaparecido.
Este sueño me persigue hace tiempo. La noche que lo soñé me desperté muy perturbada, como si realmente hubiese estado ahí. Me senté en la cama, me levanté, di una vuelta por la casa tratando de orientarme respecto a lo que sucedía. Volví a acostarme. Pasé largo rato repitiéndolo en la cabeza. Toda la secuencia una y otra vez. Repasé cada detalle como si estuviese haciendo un recorrido por el museo. No debía olvidarlo. Temía que de seguir durmiendo posiblemente el sueño se diluyera con el resto de la noche y así perderlo para siempre. No sé tampoco por qué lo hice. El sueño me guiaba aun cuando ya estaba despierta. Hasta que finalmente me dormí. A la mañana siguiente ni bien me desperté, escribí el sueño en una libreta tal cual lo menciono ahora.
No hay asociación posible, pero está ahí, sigue en mi cuerpo esperando su momento. Sé que me trae un mensaje, no porque tenga que ser develado, sino porque habla del lugar de donde vengo. Italó. Médano grande en lengua ranquel. Italó, lugar donde terminaría la zanja de Alsina, Italó con su fortín de más de 150 años alojado en los médanos, Italó ese vocablo que no es castellano y lo digo desde que nací, junto a otras palabras que vuelven mi lenguaje fronterizo. Italó, un pueblo ubicado al sur de la provincia de Córdoba.
Desde que murió mi abuela, todos mis sueños transcurren en Italó.
2 Los sueños están en el cuerpo
Los sueños han sido estudiados por varias disciplinas. El psicoanálisis hizo del sueño su gran aliado, uno de los garantes de la existencia del inconscientes y medio para trabajar la cura. El sueño importa, pero no tanto. Jung hizo su tesis en base a los sueños, pero fue expulsado.
De todos modos, ya no solo me interesan esas lecturas. Si no también las otras. Las paganas, las olvidadas, las desterradas, las que se llevó y se lleva la colonia. Y también ese cruce. Esas marcas. Silvia Rivera Cusicanqui usa la expresión chixi para nombrar ese entramado donde convive lo europeo y lo indio, ese telar que une lo que está separado, incluso contradictorio, esa disputa de lenguas y culturas contrariadas. Para la chicana Gloria Anzaldúa es la conciencia mestiza, y aunque es una fuente de dolor intenso, su energía procede de un movimiento continuo de creación que rompe constantemente el aspecto unitario de cada nuevo paradigma.
En mi casa si soñabas con un muerto, era porque el muerto te extrañaba y había que prender una vela, o porque no estaba tranquilo y quería descansar. Los sueños si se contaban en ayunas, se cumplían. Otros indicaban suerte y había que jugarlos a la quiniela. También estaban aquellos que traían la imagen de personas de las cuales no se sabía nada hacía tiempo y era señal de retomar el contacto. Y, además, estaban los premonitorios. Algo en su estructura o en su paisaje hacía saber a los soñantes que era una información del futuro. Los sueños eran parte de la vigilia. Tenían la misma jerarquía que cualquier otro saber, o incluso más porque no podían contradecirse. Decían la verdad y en un registro que no admitía más que su obediencia. Era un saber trasmitido, vaya a saber desde dónde desde cuándo, y era parte de la vida.
Los sueños implicaban un movimiento, una acción en la realidad, una operación sobre las cosas del mundo. Es por eso que están en el cuerpo, son manifestaciones del cuerpo. No solo porque traen junto a las imágenes, afectaciones, sentencias, verdades que retumbaban en los órganos, en las vísceras, en el humor del cuerpo, sino porque lo pone en un movimiento inesperado. La incertidumbre, la angustia, la sorpresa, la inminencia, la alegría. Soñar con un muerto era volver a verlo. Anoche soñé con tal, estaba bien, se reía. Era una visita. Algo de esa frontera que separaba vivos y muertos, se rompía, como se cerraba esa zanja entre sueño y vigilia, como así también algo se modificaba en la rutina y la mecánica de los días.
Los cuerpos quedaban alegres o triste, colmados de mensajes se convertían en carteros y allá iban tras la orden del sueño: hacer un llamado telefónico, un juego, prender una vela, ir al cementerio. El sueño intensificaba la vida, la engrosaba, había datos que llegaban desde otro lugar. Los sueños aplacaban la planicie de la realidad. Pasaban cosas del otro lado del umbral y nos llegaban noticias.
3 El umbral
¿De dónde vienen los sueños? ¿desde dónde llegan esas imágenes? ¿cómo se edita la película que proyecta el inconsciente? ¿es el cuerpo el telón de fondo que necesitan las imágenes para mostrarse?
Freud teorizó sobre el sueño y eso le permitió teorizar sobre el inconsciente. Los restos diurnos, los deseos reprimidos que buscan burlar la censura disfrazados de imágenes afines, el trauma que insiste desde el dolor para quedar unido a una imagen, poder acceder a la lógica del principio de placer y dejar de vagar, como un fantasma. Condensación y desplazamiento en la isla de edición armando la película.
Pero pareciera que solo a partir de los traumas de guerra, el componente social e histórico se hace evidente, sino el sueño es parte de un reducto individual y familiar, edípico, un carro tirado por los caballos de la neurosis de cada quien.
Carolina Meloni, retoma la tesis de Charlotte Beradt, periodista y amiga de Anna Arendt, quien se dedicó a recopilar sueños de hombres y mujeres que convivían a diario con el régimen totalitario durante la segunda guerra mundial. Así llamó sueños políticos a aquellos sueños que no son individuales ni neuróticos, sino que son el producto de un espacio público alterado. Mapas oníricos que no derivan de la experiencia personal del soñante, sino que poseen cierta remanencia comunitaria de lo que sucede en el espacio público. En su contenido aparecen imágenes ligadas a la sumisión, al castigo, al vaciamiento de los cuerpos y de la subjetividad. Estos sueños transparentes no tienen ninguna fachada que los disimule, no hay distinción entre lo manifiesto y lo latente. El trabajo de asociación que se le demanda en un análisis, ya viene hecho en el mismo sueño.
Estos sueños provienen de una memoria epidérmica ubicada en nuestras entrañas y órganos, que se activa en los sentidos mismos y hace que el cuerpo entero se agite y tiemble ante un estímulo exterior.
De este modo, el sueño se convierte en un umbral que nos permite atravesar las fronteras espaciales, temporales e históricas. Un ojo para mirar lo que ya no está.
4 Las imágenes
Pero ¿qué hace que un sueño traiga imágenes de 100 o 150 años atrás, específicamente situadas, en ese lugar y no en otro? ¿Quién es ese soldado a medio sepultar, vivo debajo del galpón de la casa de mi abuela? ¿Quiénes son esas nenas tomando el té con el jueguito verde lima que fue de mi mamá? ¿Y el hombre, a quién seguí como si fuera su sombra?
Las imágenes. Gloria Anzaldúa dice que los indios trabajaban con las imágenes, los chamanes, las machis, con el sueño y también la imaginación. Hay un conducto que conecta de modo directo con el pasado. No con cualquier pasado, con el pasado silencioso, silenciado y negado.
Meloni me presta palabras para nombrar de modo más elegante algo que yo identifico en determinados sueños: el sueño es un mensaje cuando una parte viene subrayada, resaltada con fibrón. Es lo que ella llama sueño escritural. El sueño acontece como una escritura, algo queda allí plasmado y sobre eso algo más, otra imagen que se pliega y resignifica, como la pizarra mágica de Freud. La inscripción y las huellas, luego la escritura, luego la lectura en forma de jeroglíficos.
Si los sueños políticos son aquellos determinados por el terrorismo de estado, entonces el sueño de las nenas no ingresaría en esta categoría, ya que aún no había un estado consolidado en ese momento. Fue quizás la llegada de los remintogns la que apuró el asunto, garantizando la matanza y el extermino de los indios. El lugar donde mi sueño transcurre se lo conocía como tierra adentro, era una zona inclasificable y desconocida, pero con gran potencial para su explotación económica. Así nace la fundación del desierto. Un desierto poblado de abundancia, por eso la disputa, por eso la matanza.
¿Dónde están las imágenes de esos sucesos? ¿Dónde quedan asentadas las pablaras, las voces, de los indios, de los criollos, los mestizos, las cautivas, los esclavos?
4 Soñar es escribir
El sueño puede un ser un mojón, una apacheta que marque e indique cierto camino, una cruz de sal que diluya la tormenta de significados y abra el campo de conocimiento en sentido opuesto. Ir hacia atrás como si atrás estuviese adelante.
El sueño puede ser también un compañero, un aliado, un ayudante en la investigación sobre los orígenes, los propios, pero también los sociales e históricos, como dice Davoine cuando la historia con minúscula se cruza con la historia con mayúscula.
Hay un gran agujero en la historia de la fundación de nuestro país. Masacres, desapariciones, violaciones, muertes, fosas comunes, cementerios perdidos por la basta llanura pampeana. Casi no hay carteles ni señales en el espacio público que indiquen el campo de lucha y muerte que fue esa zona durante la conquista del desierto. Un desierto creciente. Solo bustos de los conquistadores y pueblos con nombres de los generales. Aunque también, en menor medida, quedan lugares que fueron bautizados con nombres originarios: Italó, Pincén, Ranqueles, Huinca Renancó, por nombras algunos.
¿Qué significa esa persistencia del origen? ¿Qué fuerzas actuaron y actúan allí para que esos nombres perduren como enigmas que deberían hacernos preguntas? Consultarles como al oráculo, que nada dice ni calla, solo indica por signos.
Los sueños son amuletos, protecciones, imágenes encadenadas que nos recuerdan que aún quedan sucesos por nombrar y esclarecer. Un umbral para que pasen todos los nombres y no solo el nombre del padre. Los sueños nos hacen testigos, nos requieren, nos llaman a un trabajo para el que no hemos dado consentimiento, pero allí estamos convocados por la imagen. Nos ponen a trabajar para que el hilo histórico se intensifique en esos puntos donde hubo silencio. Soñar es escribir. Atrapar una señal, un indicio, la fugacidad que no nos pertenece, pero nos causa, habla de quienes somos.
Los sueños son también pequeñas ofrendas que nos traen los muertos, para que no los olvidemos, para que le sigamos las huellas una vez cruzada la frontera y los acompañemos a buscar otros muertos que no han corrido con la misma suerte de la inscripción y el recuerdo.