Solo la literalidad nos hará valientes // Diego Sztulwark

 

¿Qué significa “querer el acontecimiento” cuando el miedo a la catástrofe se ha convertido en el único pensamiento posible? El triunfo de la derecha en el pensamiento se hace evidente toda vez que se nos vuelve imposible imaginar el futuro de otro modo que como proyección del presente. “Lo que viene” es representado como amenaza, la actualidad como un bien en peligro a defender. De ahí que no haya disposición izquierdista a asumir relaciones nacientes.

En este contexto, se vuelve indispensable la lectura del bellísimo libro La literalidad y otros ensayos sobre el arte (Editorial Cactus, 2023), de François Zourabichvili, el más deleuziano de los pensadores de la obra Gilles Deleuze. El que mejor entiende la filosofía de Deleuze a partir de sus irresoluciones. La literalidad es, para Zourabichvili, el procedimiento deleuziano menos explorado y a la vez el que nos podría ofrecer nuevos nexos entre actualidad e imaginación y entre presente y futuro. Pero crear nuevos nexos supone poner en marcha ciertos desplazamientos, cierto cuestionamiento de la propia idea del pensamiento como algo que solo adquiere legitimidad cuando se confina a dar cuenta de lo dado. Las claves de una nueva percepción comienzan a gestarse ni bien se trabaja sobre las consecuencias de afirmar la equivalencia entre literalidad e inmanencia, según la cual la producción de sentido no surge de cruzar un sentido propio con otro figurado (metáfora), sino de crear zona de inmanencia a partir de aquellos signos que nos violentan. Puesto que no hay más ser que aquel que surge de sucesiva síntesis univocas. Esta sola idea, según la cual la inmanencia se crea en función de signos provocadores, ya es una valiosa delimitación respecto de un tipo de inmanencia siempre ya dada como naturaleza empírica. Hay una despolitización en ciernes en la idea según la cual el ser pertenece al ente: antes que una contemplación complaciente de la naturaleza armónica, lo que fuerza a pensar es el signo heterogéneo. Lo que disyunta, y lo que reúne lo diferente en su diferencia. La literalidad refiere a la capacidad asignificante de los signos de poner al pensamiento en conexión con las intensidades de la vida. Esos signos, a menudo palabras o frases, no valen como representaciones, sino como operadores inadvertidos de fuerzas actuantes. La literalidad del signo no lee esencias, sino conexiones no obvias con la intensidad (conjunciones, síntesis disyuntivas) tal y como solo pueden ser captadas en la experiencia. Por lo tanto, literal no es la letra al lado de otra letra, sino la reunión de lo que difiere, en la que un trazo transversal liga un plano (signos) con otro (intensidades).

Su ejemplo es Kafka, para quien la invención narrativa (el proceso ficcional) no tiene ningún sentido interpretable por fuera de su relación con una narrativa oblicua, de tipo intensivo, respecto de la cual funciona su querer decir. La ficción no dice. Lo que dice es el juego de disyunciones y conjunciones entre afecto y lenguaje: El castillo narra el amor por Milena. Deleuze llamará “cristal” a este perpetuo desdoblamiento no metafórico del sentido. No en el sentido de un lente óptico de aumento, sino en el de una relación no fijada entre lo material y lo imaginario (entre actual y lo virtual). Narrar sería tocar con el relato ficcional las torciones intensivas de una vida. En palabras de Zourabichvilli: “Kafka, al escribir, se esfuerza por encontrar una salida a los bloqueos u obsesiones de su vida sentimental, y por diagnosticar las nuevas potencias del mundo”.

Las irresoluciones de Deleuze son su filosofía, como las de Kafka su literatura. De allí que ambas sean irreductibles a una doctrina o a un estilo. En ambos casos, la intranquilidad triunfa sobre la representación. Son ejemplo de una relación izquierdista con el lenguaje. Ambos interesan en la medida en que llevan lo desconcertante mismo a la enunciación, arruinando el sistema de las pertinencias por medio de una transversal de los saberes dados. Solo esa transversal nos puede reconciliar con lo naciente.

 

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