Un año del desalojo de la toma en Guernica se cumplió el otro día y no olvido la bronca y la tristeza; el punto crítico (crisis, criterio, etimológicamente «cortes») donde el ministro de seguridad del gobernador «Kiss and love», judío formado en marxismo, que fue «el» acierto más descollante de Cristina, respondía con evidente goce las ordenes de una justicia íntima con la intendencia peronista íntima de la propiedad privada de los ricos. No solo los desalojaron, les prendieron fuego las casillas. Berni había pasado de ser, en los primeros años nestoristas, el nexo operativo con los MTD’s desde el Ministerio de Desarrollo, a encabezar otro punto de inflexión, que fue cuando el gobierno de Cristina abandonó la decisión de no responder con represión a la protesta social. El Coronel, autodenominado «político de derecha», llegó a declarar que los laburantes de automotrices que cortaban la Panamericana «no son trabajadores, son energúmenos». A sus anchas se lo vio dirigir el operativo en que de madrugada pegaron fuego a los ranchos de las familias pobres. El día antes, el boletín oficial informaba, también con orgullo, una ronda de encuentros de Alberto Fernández con Rocca, Bulgheroni, Coto, etc. También recuerdo que después del desalojo muchos militantes, funcionarios y comunicadores avalaron la solución represiva -a medida del capital- diciendo que la mayoría de la gente de la toma era de organizaciones de izquierda. También recuerdo militantes kirchneristas expresando su rechazo al desalojo. A veces pienso que el famoso «hay que hacerse peronista porque no se puede ser feliz en soledad» es una verdad de alto riesgo, porque para ser felices capaz nos hacemos les boludes de maneras importantes, llegando incluso a crueldades acaso involuntarias, asordinadas por el ser muchos y felices. Pensar la política es muy difícil y seguro el trabajo de gestión de los poderes ejecutivos del Estado es mil veces más difícil, sobre todo si algunxs lo hacen con intenciones y pasión democratizantes. Pero, desde el lugar en que cada quien esté, hacerse el boludo tiene un efecto: te hacés boludo de verdad, y después te sorprende la realidad y no podés creer lo que pasa. Vimos al ministro Berni comandar la tropa del Estado en la quema de ranchos y represión a sus precarizados habitantes para despejar un descampado y que pueda ser del San Cirano country club: ni olvido ni perdón.
Querida arma humeante // Franco «Bifo» Berardi
Al igual que las algas mutantes y monstruosas que invaden la laguna