¿Animal temido? ¿Fantasma de manipulación y captura? ¿Realidad de nuestra existencia hiperconectada? ¿Sueño de un territorio de invención? ¿cuán cerca o cuán lejos estamos nosotros del universo de redes de telarañas? ¿Existe un modo arácnido de vida?
La red como modo de ser existe, y se refiere a esas existencias que viven más tramando que de otra manera. Fernand Deligny dice que cuando el espacio se vuelve concentracionario, la red crea un territorio diferente que permite a lo humano sobrevivir. Así “lo arácnido” deviene territorio de invención y singularización, espacio que se va conquistando, no por gusto, sino por necesidad. Estas existencias errantes nunca carecen de material, puesto que lo fabrican. Tienen una fábrica incorporada, funcionan de un modo maquinal.
Son vidas que van al encuentro del azar y que están al acecho. Existencias en red que cuelgan de un hilo como de un paracaídas, puro riesgo de una aventura inconforme. Así, la casa desaparece como arquitectura y se dibuja como trayectos sin centro -como las líneas que se cruzan en la palma de una mano, trama que a su vez dibuja nuestro ser tramado-; recorrido vago de hilos que se unen porque crean ocasión en el encuentro.
El tramar arácnido aparece así como “puro actuar”, depurado de todo simbolismo, intencionalidad y voluntad. Y el actuar es ávido de coincidencias, les permite su duración, liviandad e inconsistencia. Teje una galaxia rica en formas, una constelación llena de conexiones, justamente porque prescinde de todo proyecto ideado. No se priva de los juegos y rodeos que hay que andar. Es la existencia que se está tramando obstinadamente con la incertidumbre.
Para tramar, hay que poder desertar el camino del querer, del interés, del cálculo, de las garantías. Lo que puede tramarse entre unos y otros es propiamente del orden de lo incalculable, de lo inimaginable. Es la posibilidad de lo humano que se abre precisamente cuando se deja de aspirar al desarrollo, a la evolución, a la forma preconcebida.
La aragne construye un mundo sensible desde la tela donde está parada, donde existe, anulando toda distancia y exterioridad con las cosas, porque está implicada en ellas. La existencia social arácnida nos enseña que TRAMAR es lo que importa. Conectar con nuestra interioridad no programada, buscar esa experiencia informe con la vida cuando no está sujeta a la obediencia. Tramar laboriosamente lo que una red puede, hasta el infinito.
Muchos pasajes de este artículo me remiten a situaciones, preguntas, cuestiones que insisten desde nuestros oficios, en tanto educadores, acompañando situaciones difíciles.
Resulta muy potente pensar en lo humano (con lo que allí hay de inhumano) como algo cuya estructura se relaciona con lo arácnido que de los monos. En esta línea, también resuena la posibilidad del armado de una red que no responda tanto a un «para» -esto es a la consecución de un fin, de un objetivo, de un resultado- sino a un «porque», porque estamos se nos impone ese intento , el de un tejido que nos sostenga.
Deligny, inagotable, un loco sabio que nos devuelve una y otra vez la pregunta sobre si es posible una existencia por fuera del ser y el tener.
Gracias Ana Laura por compartirlo y por el esfuerzo y los matices que siempre supone toda traducción, cuestión que ya nos advirtió Joseph Jacotot ….. o Ranciêre?