Primer parte: Crónica de la psicodeflación
15 de marzo
En el silencio de la mañana, las palomas desconcertadas miran desde el techo de la iglesia y parecen aturdidas, atónitas. No pueden entender ese desierto urbano que están viendo. Yo tampoco puedo.
Leo el primer borrador de Offline, un libro de Jess Henderson que va a salir en unos meses (o que debería salir, pero quien sabe ya). Hoy, la palabra “offline” adquiere un significado filosófico: es un modo de definir la dimensión física de lo real en oposición o, mejor dicho, en sustracción a la dimensión virtual.
Me pregunto cómo está cambiando la relación entre lo offline y lo online durante la propagación de la pandemia, y trato de imaginarme las consecuencias .
En los últimos treinta años, la actividad humana ha cambiado profundamente su naturaleza relacional, proxémica y cognitiva: un número creciente de interacciones se ha desplazado de la dimensión física, conjuntiva- donde los intercambios lingüísticos son imprecisos y ambiguos (por lo tanto, infinitamente interpretables), y toda acción productiva consume algún tipo de energía física, dado que los cuerpos se tocan y se entrelazan en un flujo de conjunciones- a una dimensión conectiva, en la cual las operaciones lingüísticas están mediadas por máquinas informáticas y, por lo tanto, responden a formatos digitales. Cualquier actividad productiva está, parcialmente, mediada por automatismos, y la gente interactúa cada vez más, aunque sus cuerpos nunca se encuentren. La existencia cotidiana de poblaciones enteras está cada vez más ligada a dispositivos electrónicos capaces de almacenar una enorme cantidad de datos. La persuasión fue reemplazada por la impregnación, ya que la psicósfera ha sido inervada por los flujos de la infósfera. La conexión presupone una precisión sin pelo y sin polvo. Los virus informáticos pueden interrumpir o desviar esta exactitud, que desconoce la ambigüedad de los cuerpos y no contempla la inexactitud como posibilidad.
Ahora, un agente biológico se introduce en el continuum de lo social, lo hace implosionar y nos fuerza a la inactividad. La conjunción, esfera que ha sido largamente reducida por las tecnologías conectivas, es la causa del contagio. Encontrarse en el espacio físico se volvió el peligro absoluto. La conjunción debe ser evitada, impedida: no salgas de tu casa, no vayas a ver a tus amigos, mantenete a dos metros de distancia, no toques a nadie en la calle.
Lo que experimentamos en estas semanas es una gigantesca expansión del tiempo que pasamos conectados, en línea, y no puede ser de otra manera porque las relaciones afectivas, productivas y educativas deben ser transferidas a la esfera en la que no nos tocamos, en la que no nos encontrramos. Cualquier sociabilidad que no sea puramente conectiva deja de existir.
¿Y después? ¿Qué va a pasar? ¿Que pasa si esta ón termina rompiendo el hechizo?
Lo que quiero decir es que, tarde o temprano, la epidemia va a desaparecer (si esto pasa alguna vez, dicen que en Italia va a pasar el 25 de abril) ¿No tenderemos a vincular nuestra vida en línea con la enfermedad? Imagino una explosión de cuidados y caricias, induciendo a una gran parte de los jóvenes a cerrar sus pantallas conectivas, como una reminiscencia de este desafortunado período solitario.
Intento no tomarme demasiado en serio, pero lo pienso.
16 de Marzo
La Tierra se rebela contra el mundo. La contaminación cae. Es evidente. Los satélites mandan fotos de China completamente diferentes de las que solían mandar hace dos meses. Lo siento en mis pulmones, que no habían estado respirando bien durante los últimos diez años, cuando fui diagnosticado con un asma severa causado por el aire de la ciudad en la que vivo.
17 de Marzo
El colapso de la bolsa es tan grave y persistente, que ya no es noticia.
El sistema bursátil se ha convertido en la representación de una realidad desaparecida: las economías de oferta y demanda están inestables y permanecerán indiferentes, por un largo tiempo, a la cantidad de dinero virtual que circula en el sistema financiero. Pero lo que esto significa es que el sistema financiero está perdiendo su control: en el pasado, las fluctuaciones matemáticas determinaban la cantidad de riqueza a la que todos podían tener acceso. Ahora no determinan nada. Ahora, la riqueza ya no depende del dinero que tenemos, sino de lo que pertenece a nuestra vida mental.
Debemos pensar en esta suspensión del funcionamiento del dinero, porque, tal vez, sea la piedra angular para salir de la forma capitalista- romper definitivamente la relación entre trabajo, dinero y acceso a los recursos. Afirmar una concepción de riqueza diferente, entendida no como el equivalente monetario que tengo, sino como la calidad de vida que puedo experimentar.
La economía está entrando en una recesión, pero esta vez las políticas en favor de la oferta no son muy útiles, ni tampoco las de impulsar la demanda. Si las personas tienen miedo de ir a trabajar, si la gente muere, la oferta no se puede aumentar. Y si estamos confinados en nuestras casas, no se puede reactivar la demanda, por un mes, o dos, o tres…
Suficiente como para bloquear la máquina. Un bloqueo que tendrá efectos irreversibles. Aquellos que hablan sobre la vuelta a la normalidad, esos que piensan que puede reactivarse la máquina como si nada hubiera pasado, no entendieron nada de lo que está pasando.
Para que la máquina vuelva a ponerse en marcha, será necesario inventar todo de cero. Debemos estar preparados para prevenir que funcione como en los últimos treinta años: la religión del mercado y el liberalismo privatista deberán ser considerados crímenes ideológicos. Los economistas que han venido prometiendo durante los últimos treinta años que la solución a cualquier enfermedad social era reducir el gasto público y privatizaciones deberán ser socialmente aislados si intentan abrir sus bocas otra vez. Deberían ser tratados por lo que son: unos idiotas peligrosos.
Durante las últimas dos semanas, estuve leyendo Cara de Pan de Sara Mesa, Lectura Fácil de Cristina Morales, y la fulminante Chanson Douce de la horrible Leila Slimani. Actualmente, estoy leyendo a Babine, una escritora azerbaiyana , que cuenta sobre Bakú a principios del siglo XX, y sobre la repentina acumulación de riqueza por medio del petróleo, su adinerada familia, que había perdido todo durante la revolución soviética.
Más por suerte que por elección, este año solo leí escritoras, empezando por la fantástica novela de Négar Djavadi, Disoriental, que cuenta la historia de la violencia islamista, el exilio, la soledad y la nostalgia.
Pero ahora, suficiente con las mujeres y las tragedias humanas. Basta es basta. Volví a un libro relajante, Orlando Furioso, narrado por Italo Calvino (narración en prosa del poema de Ludovico Ariosto). Cuando enseñaba, siempre se lo recomendaba a los jóvenes. Leí algunos capítulos. Lo habré leído diez veces y siempre soy feliz cuando lo vuelvo a leer.
18 de marzo
Hace unos años, con mi amigo Max, insipirados por nuestro amigo Mago, publicamos una novela para la que no teníamos título. Nos gustaba el nombre KS y Gerontomachia. Pero el editor que tue tuvo que publicarlo (después de que varios, comprensiblemente, lo rechazaran) impuso un título más feo, pero más popular: Morte ai Vecchi (muerte a los viejos). Al libro no le fue nada bien, pero contaba una historia que todavía me resulta relevante. Una especie de epidemia inexplicable estalla. Los niños de trece, catorce años matan a los viejos. Primero unos casos aislados. Pero después se vuelven cada vez más frecuentes y, finalmente, termina sucediendo en todas partes. Les voy a ahorrar los detalles, o los puntos tecnico-místicos de la trama. El punto central es que los jóvenes decidieron matar a los viejos porque envenenaron el aire con su tristeza.
Esta noche se me ocurrió que todo el asunto del coronavirus podría leerse, metafóricamente, de la siguiente manera: el 15 de marzo del año pasado, millones de niños y niñas tomaron las calles gritando: “nos entregaron un mundo donde no se puede respirar, llenaron de porquería la atmósfera, ahora es el momento de frenar esto que hicieron y reducir el consumo de petróleo y carbón”. Quizás esperaban que los gobernantes del mundo escucharán sus pedidos. Pero como todos sabemos, se sintieron decepcionados. La cumbre de Madrid en diciembre, la última entre innumerables eventos sobre el cambio climático, fue solo otro fracaso más. La emisión de sustancias tóxicas no disminuyó para nada en la última década, y el calentamiento global fue avanzando felizmente. Las grandes corporaciones de carbón y derivados del petróleo no piensan parar. Entonces, los jóvenes se enojaron e hicieron una alianza con Gea, la divinidad protectora del planeta tierra y lanzaron juntos una advertencia. Así los viejos empezaron a morir como moscas.
Finalmente, todo se frena, todo quedó detenido. Después de un mes, los satélites muestran fotos de una tierra muy diferente de lo que era antes de la gerontomaquia.
19 de Marzo
Como no tengo televisor, sigo los acontecimiento por internet: CNN, The Guardian, Al Jazeera, El País… A la hora del almuerzo, escucho las noticias en la radio.
No existe más nada, el mundo desapareció de las noticias. Solo existe el coronavirus. Hoy no hubo más noticias en el informativo de la radio que la epidemia. Un amigo de Barcelona me cuenta que habló con un editor la televisión española: parece que cuando transmiten noticias más allá del contagio, la gente llama enojada a insultar, o insinúa que algo les están escondiendo.
Entiendo la necesidad de mantener la atención del público concentrada en las medidas de prevención y me es clara la necesidad de repetir cien veces al día “tenes que quedarte en tu casa”. Pero este tratamiento mediático tiene un efecto ansiógeno completamente innecesario. Además, se ha vuelto prácticamente imposible saber qué está pasando en el Norte de Siria. Hace tan solo unos días, ocho escuelas fueron bombardeadas en un solo día. ¿Y que está pasando en la frontera entre Grecia y Turquía? ¿Ya no hay más barcos llenos de africanos en el Mediterráneo que corren el riesgo de hundirse o que son detenidos y enviados de vuelta a los campos de concentración libios? Claramente que hay. Ayer encontré la noticia de un barco, con ciento cuarenta personas a bordo, que la guardia costera maltesa mandó de regreso.
Para mantenernos al día, y dejar conocimiento, acá tienen una lista parcial, desde el primero de marzo hasta hoy, de lo que está pasando en el mundo, además de la epidemia. Desde el sitio web de PeaceLink transcribo los conflictos armados que no se han detenido en las últimas tres semanas, mientras nosotros estabamos preocupados por el hecho de no poder salir de nuestras casas.
Libia: Enfrentamiento violentos estallan en el Norte, a medida que las fuerzas del Ejército Nacional de Libia intentan avanzar. Libia: Las fuerzas de Haftar bombardean dos escuelas en Trípoli. República democrática del Congo: al menos 17 muertos en enfrentamientos con las Fuerzas democráticas aliadas (ADF) en Beni. Somalía: cinco miembros de Al-Shabaab murieron en un solo ataque aéreo estadounidense. Nigeria: seis muertos en un ataque de Boko Haram en la base militar de Damboa. Afganistan: las fuerzas talibanas y afganas se enfrenta en la provincia de Balkh. Tailandia: un soldado muerto y otros dos heridos en enfrentamientos entre militantes en el sur. Indonesia: cuatro rebeldes del Ejército de Liberación de Papua Occidental murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en Papua. Yemen: 11 muertos en enfrentamientos entre rebeldes hutíes y el ejército yemení en Taiz. Yemen: 14 rebeldes hutíes asesinados en enfrentamientos con las fuerzas del gobierno yemení en la provincia de Al-Hudaydah. Turquía: derriban un avión de guerra sirio sobre Idlib. Siria: 19 soldados sirios muertos en ataques con drones turcos.
Un amigo me envió un video que muestra una fila de camiones militares en Bérgamo. Es de noche, proceden lentamente. Llevan, algo así, como unos sesenta ataúdes al crematorio.
20 de marzo
Me despierto, me afeito, tomo mis pastillas para la hipertensión, prendo la radio… mierda… El himno. ¿Alguien me puede explicar que mierda tienen que hacer los himnos nacionales en situaciones como esta? ¿Por qué revivir el orgullo nacionalista? Este mismo himno llevó a los soldados a Caporetto, donde murieron más de cien mil.
Apago la radio, y me afeito en silencio. Un silencio sepulcral.
Jun Fujita Hirose es un amigo japonés que escribe libros sobre cine. Recientemente, estuvo presentando su libro Cine-Capital. Tenía planeado, a su vuelta de Buenos Aires, pasar por Madrid y Bologna, donde Billi y yo lo estábamos esperando. Es una persona muy agradable e ingeniosa y hospedarlo, cada vez que pasa unos días por Italia, es siempre un placer.
Cuando la infección llegó a Madrid y explotó, él se quedó varado. Se vio obligado a quedarse, y ahí lo hospeda otro queridísimo amigo, Amador Savater. Así que ahora pasan el tiempo juntos, y envidio un poco a Amador porque Jun es también un gran cocinero, y a mi me gusta mucho la comida japonesa. También aprovechan para hacer un poco de cine-debate. Hace unas noches vieron La cosa de John Carpenter, una película que viene perfecto para la ocasión. Después, Amador escribió un artículo que leí en la revista argentina Lobo Suelto. Ahí escribe: «Pero, ¿no es también La Cosa una ocasión de pensamiento? Sólo es posible pensar en la interrupción: la interrupción de los automatismos, de los estereotipos, de las evidencias. La Cosa es un agujero en el sistema de evidencias establecido. Nos invita a repensarlo todo de nuevo: la salud y la sanidad, las ciudades y la alimentación, los vínculos y los cuidados.».
Cuando la cuarentena termine -si termina, y no es seguro que eso vaya a pasar-, estaremos desprovistos de reglas, pero también desprovistos de automatismos. Los humanos, entonces, recuperaremos un papel no dominante en relación al azar, pero sí significativo (el virus nos enseña que la voluntad humana nunca fue decisiva). Tendremos la chance de reescribir las reglas y de romper los automatismos. Pero es bueno saber que esta no sucederá pacíficamente.
No podemos prever qué formas asumirá el conflicto, pero debemos empezar a imaginarlas. Quien imagina primero, gana. Es la ley universal de la historia. Al menos, eso creo.
21 de Marzo
Cansancio, debilidad física, leve dificultad para respirar. Nada nuevo, me pasa seguido. Es culpa de las pastillas contra la hipertensión y también de mi asma, que fue amable conmigo durante el último mes. Quizás porqué no quiere asustarme con síntomas ambiguos.
Es un día dulce y soleado, con un cielo claro en el primer día de la primavera.
Un amigo de Buenos Aires me escribe:
“Llego el terror,
se huele desde la ventana
como una flor cualquiera”
22 de marzo
El vicepresidente de la Cruz Roja China, Yang Huichuan, llegó a Italia, acompañado por los doctores Liang Zongan y Xiao Ning, profesor de medicina pulmonar en el Hospital de Sichuan y director adjunto del Centro Nacional para la Prevención, respectivamente. Cincuenta y ocho médicos expertos en enfermedades infecciosas llegaron de Cuba.
Hace unos pocos días, el ministro de economía alemán, Peter Altmaier, respondió a una solicitud de Trump, rechazando su pedido de cesión exclusiva de los derechos sobre el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus estudiado por una empresa privada en Tubinga. Según los avances publicados por Die Welt, Estado Unidos le había ofrecido a la compañía farmacéutica alemana CureVac, que está desarrollando la vacuna, la cifra de mil millones de dólares para adquirir el derecho de industrializar y, por lo tanto, vender, en exclusividad, el producto, una vez completadas las pruebas.
En exclusiva. America First. En el país de Trump, se multiplican las filas en los negocios de armas. Además de whisky y papel higiénico, todos compran armas. De forma disciplinada, mantienen la distancia reglamentaria de un metro, y las filas se pierden en el horizonte.
Mientras tanto, el Partido Demócrata se deshace de Sanders, matando la esperanza de que se pueda cambiar el modelo que ha reducido a la vida a la forma actual. El 81% de los republicanos sigue apoyando a la bestia rubia de Trump.
No sé qué pasará cuando termine este flagelo, pero estoy prácticamente seguro que la humanidad entera va a desarrollar el mismo sentimiento en relación al pueblo estadounidense, que se extendió al pueblo alemán después de 1945: enemigos de la humanidad.
Estaba mal entonces, porque muchos alemanes antinazis fueron perseguidos, asesinados, exiliados. Y está mal ahora, porque millones de jóvenes estadounidenses apoyan al candidato socialista, que intenta ser eliminado por la máquina del dinero y los medios de comunicación.
Poco importa si está bien o mal. Esta no es una cuestión política: el horror no se elige de forma racional, se siente, involuntariamente. Es el horror hacía una nación nacida del genocidio, la deportación y la esclavitud.
23 de marzo
El médico que ha tratado mis oídos durante quince años es un profesional con una agudeza diagnóstica extraordinaria y es un cirujano excepcional. Me operó seis veces en 10 años, y en cada operación tuvo resultados impecables, permitiendo prolongar mi capacidad auditiva. Hace unos años decidió abandonar el hospital público en el que atendía y, desde ese momento, me vi obligado a ir a una clínica privada para aprovechar de los beneficios de sus habilidades. Como no entendía su decisión, me dijo sin vueltas: el sistema público de salud está al borde del colapso por culpa de la situación financiera actual.
Es por eso que el sistema de salud italiano se encuentra en ruinas, es por eso que el 10 por ciento del personal se infectó, es por eso que las unidades de terapia intensiva no son suficientes para tratar a los pacientes. Porque quienes gobernaron en las últimas décadas siguieron los consejos de criminales como Giavazzi, Alesina y compañía. ¿Estos sinverguenzas continuarán escribiendo sus editoriales? Si el coronavirus nos forzó a aceptar el arresto domiciliario, ¿es demasiado pedir que estos individuos tengan prohibido para siempre el acceso a la palabra pública?
No se si saldremos vivos de esta tormenta, pero si eso pasa la palabra privatización deberá ser catalogada en el mismo registro que la palabra «Endlösung» [Solución Final].
La devastación producida por la crisis no debería calcularse en los términos que propone la economía financiera. Tendremos que evaluar los daños y las necesidades sobre la base de la utilidad. No tenemos que plantearnos el problema de hacer que cierren las cuentas del sistema financiero, sino que tenemos que garantizar la cobertura de las cosas básicas y útiles que todos necesitamos. ¿Existe alguien al que no le guste esta lógica porque le recuerda al comunismo? Bueno, si nadie encontró una palabra mejor, o más moderna, tenemos derecho a usar la misma. Tal vez sea una palabra antigua, pero es muy atractiva.
¿donde vamos a encontrar los medios para enfrentar la devastación? En las arcas de la familia Benetton, por ejemplo. O sino en las arcas de los que se aprovecharon de políticos serviles para apropiarse de bienes públicos, transformándolos en instrumentos de enriquecimiento privado, dejando todo caer en ruinas, al punto de matar a cuarenta personas que andaban por un puente genovés.
En un revista online de psiquiatría, Luigi D’Elia escribió un artículo llamado “La pandemia es como el Ttatamiento de Salud Obligatorio”. Recomiendo leerlo, así que solo voy a resumirlo brevemente. El TSO (el término italiano para Tratamiento involuntario) se practica cuando las condiciones psíquicas de una persona la vuelven peligrosa para sí o para otros. Sin embargo, todo psiquiatra medianamente inteligente sabe que no es una terapia recomendable. En verdad, no es realmente una terapia.
D’Elia aconseja a los que estamos en confinamiento transformar la actual condición preventiva obligatoria en una activamente terapéutica, pasando de TSO a TSV (tratamiento de salud voluntario). Es decir que debemos transformar nuestro estado de detención necesaria en un proceso de autoanálisis, abierto al autoanálisis de los otros.
D’Elia nos aconseja a todos los que estamos en reclusión transformar la actual condición preventiva obligatoria en una condición activamente terapéutica, pasando de TSO a TSV (Tratamiento de Salud Voluntario); decimos por lo tanto que debemos transformar nuestro estado de detención necesaria en un proceso de autoanálisis abierto al autoanálisis de otras personas. Creo que esta es una de las sugerencias más precisas, no solo psicológicamente sino, también, políticamente.
Debemos ser capaces de transformar la prisión cotidiana en una asamblea de autoanálisis de masas. D’elia sugiera algo todavía más preciso: el objeto de nuestra atención análitica debe ser, esencialmente, el miedo. «El miedo cuando está bien enfocado es el principal impulsor del cambio. Jung lo dice claramente: “donde hay miedo, ahí está la tarea”», escribe. ¿Cuál es el objeto del miedo? Más de uno: miedo a la enfermedad, miedo al aburrimiento y miedo a lo que el mundo sea cuando finalmente salgamos de casa».
Pero dado que el miedo es el motor del cambio, lo que necesitamos hacer es crear condiciones consicentes para el cambio. El aburrimiento puede ser elaborado de manera psicológicamente útil, porque, como dice D’elia, “El aburrimiento no es la apatía. La apatía es la resignación en la impotencia, la calma absoluta, la inercia. El aburrimiento es inquietud, es muy vital, es insatisfacción, agitación. El aburrimiento grita: este no es el lugar donde debería estar, esto no es lo que debería estar haciendo. Debería estar en otro lugar, ocupado en otra cosa”
Justo antes de la medianoche
Catorce de veintiséis países europeos decidieron cerrar sus fronteras. ¿Que queda de la Unión? Lo que queda es el Eurogrupo que se reunió para discutir medidas a tomar para hacer frente al previsible colapso de la economía europea.
Se enfrentan, cara a cara, dos tesis: por un lado, la de los países más afectados por el virus, que piden poder hacer algún tipo intervención en relación al gasto público, no vinculadas al criminal pacto fiscal basado en el equilibrio presupuestario, que la improvisada clase política italiana ha constitucionalizado. La respuesta de alemanes, holandeses y otros fanáticos es No. Solo pueden gastar bajo la condición de llevar adelante las reformas adecuadas. ¿Qué significa? Por ejemplo, ¿que la reforma del sistema de salud reduzca aún más las unidades de terapia intensiva y los salarios de los trabajadores de los hospitales?
Me parece que Dombrovski, ex primer ministro de Letonia y actual vicepresidente de la Comisión Europea, es el más fanático de todos. Y debería conseguirse un trabajo en una funeraria, ya que tiene el physique du role y es un rubro donde cada vez hay más demanda, gracias a personas como él.
24 de marzo
Mientras que la Confederación General de la Industria italiana (Confindustria) se opone al cierre de empresas no esenciales, mientras sostienen la movilización diaria de millones de personas obligadas a exponerse al peligro de la infección, la pregunta que surge es por los efectos económicos de la pandemia. En la portada del New York Times, apareció un editorial de Thomas Friedman que lleva el muy elocuente título “Get America back to work – and fast” (Hagamos que Estados Unidos vuelva al trabajo, y rápido).
Todavía nada se detuvo, pero los fanáticos ya tienen la preocupación por hacer esto rápido, por volver pronto a trabajar y, por sobre todas las cosas, volver al trabajo como era antes.
Friedman (y Confindustria) tienen un excelente argumento a su favor: un bloqueo prolongado de las actividades productivas llevarán a consecuencias inimaginables desde un punto de vista económico, organizativo e, incluso, político. Todos los peores escenarios pueden ocurrir en una situación donde los bienes empiezan a agotarse, donde el desempleo se extiende.
Por lo tanto, el argumento de Friedman debe considerarse con sumo cuidado y debe ser descartado con habilidad. ¿Por qué? No solo por la obvia razón de que si se frenan las actividades por un par de semanas y luego se vuelve al trabajo como antes la epidemia brotará con una furia renovada, matando a millones de personas y devastando a la sociedad para siempre. Está claro que esta es solo una consideración marginal, desde mi modesto punto de vista.
La consideración que me resulta más importante (de la que tendremos que desarrollar sus implicaciones en las próximas semanas) es precisamente la siguiente: nunca más debemos volver a la normalidad. La normalidad es lo que ha vuelto al organismo planetario tan frágil para dar lugar a la pandemia.
Incluso antes de que la estallara la pandemia, la palabra extinción había comenzado a aparecer en el horizonte del siglo. Incluso antes de la pandemia, el 2019 había mostrado un crecimiento impresionante de colapsos ambientales y sociales que culminaron en Noviembre, con la pesadilla irrespirable de Nueva Delhi y los terribles incendios en Australia.
Los millones de jóvenes que marcharon en las calles en distintas ciudades el 15 de marzo del 2019 para pedir la detención de la máquina de muerte, han llegado al centro de la cuestión y la dinámica del cambio climático fue interrumpida por primera vez.
Después de un mes de encierro y confinamiento, el aire padano se ha vuelto respirable. ¿A qué precio? A un precio altísimo, pagado en vidas perdidas y un miedo desenfrenado, que mañana se pagará con una depresión económica sin precedentes.
Pero este el efecto de la normalidad capitalista. Volver a la normalidad capitalista sería una idiotez colosal, que la pagaríamos con una aceleración hacia la extinción. Si el aire padano se volvió respirable gracias al flagelo, sería una idiotez colosal reactivar la máquina que hace que al aire del valle se vuelve irrespirable, cancerígeno y, en última instancia, una presa fácil para la próxima epidemia viral.
Este es el tema en el que debemos comenzar a pensar rápida y desprejuiciadamente.
La pandemia no provoca ninguna crisis financiera. Es claro que las bolsas de valores se caen a pique y seguirán en esa dirección, y alguien propondrá, provisoriamente, cerrar todo.
Impensable es el título de un artículo de Zachary Warbrodt publicado en POLITICO, donde examina con terror la posibilidad de cerrar las bolsas.
Pero la realidad es más radical que cualquier de las hipótesis más radicales: las finanzas ya cerraron, aún cuando las bolsas de valores permanecen abiertas, y los especuladores ganan su dinero sucio apostando a la bancarrota y la catástrofe, como los senadores republicanos Barr y Lindsay.
La crisis que vendrá no tiene nada que ver con la del 2008, cuando el problema fue generado por los desequilibrios de las matemáticas financieras. La depresión por venir depende de la intolerancia del cuerpo y de la mente hacia el capitalismo.
La crisis en curso no es una crisis real. Es un RESET. Se trata de apagar la máquina y volverla a prender, después de un tiempo. Pero cuando la reiniciemos, podemos decidir que funcione como antes, corriendo el riesgo de encontrarnos a nosotros viviendo la misma pesadilla una y otra vez, o podemos decidir reprogramarla, de acuerdo a la ciencia, la consciencia y la sensibilidad.
Cuando esta historia se termine, (en cierto sentido, nunca terminará, porque el virus puede retroceder sin desaparecer, y aunque inventemos vacunas, siempre se puede adaptar) tendremos que enfrentar un período de extraordinaria depresión. Si solo pretendemos volver a “lo normal” tendremos que enfrentar violencia, totalitarismos, masacres, y la extinción de la raza humana antes del fin del siglo.
La normalidad no debe volver.
No debemos preguntarnos qué es lo bueno para los mercados, o para la economía de la deuda y la ganancia . Las finanzas se fueron a la mierda, no queremos escuchar nada más sobre eso. Tendremos que preguntarnos qué es lo verdaderamente útil. La palabra útil debe ser el alpha y el omega de la producción, de la tecnología y de la actividad.
Me doy cuenta que estoy diciendo cosas que me superan, pero debemos prepararnos a nosotros para enfrentar grandes decisiones. Y si queremos estar preparados para cuando esta historia termine, es necesario empezar a pensar qué es útil y cómo podemos producirlo sin destruir el ambiente y el cuerpo humano
Y, también, tenemos que pensar la pregunta más delicada de todas: ¿Quién decide? Cuando la pregunta sobre quién decide llega trae consigo la pregunta sobre cuál es la fuente de legitimidad. Esta es la pregunta con la que empiezan las revoluciones. Lo queramos o no, es la pregunta que tenemos que hacernos.
Traducción: Martín Rajnerman para Lobo Suelto!
excelente «Bifo» No he leido nada sobre la pandemia del COVID19, tan inteligente y sensible. Además de altruista y solidario
Excelente. necesito seguir pensando fuer de la «caja de opciones», muy limitada por cierto. este planteo abre para mi nuevas herramientas, horizontes, sentidos.
diario bien redactado aunque típica reflexión apocalíptica para bajar línea ideológica. el capitalismo puede y debe mejorarse pero sigue siendo el sistema más potable de todos los que se han visto en la historia de la humanidad
Hay que reconocer que el pensamiento de Bifo es tierno, erótico y sofisticado. Linda pluma, además. Cuando uno se hace la pregunta del destinatario de esta clase de textos aparece el interrogante sobre quién el sujeto transformador al que le habla y allí aparece también el feedback. Esta advertencia es la condición de posibilidad para la única lectura posible desde el sur global
[…] #1 // Parte #2 // Más allá del […]