El investigador militante, ensayista y docente Diego Sztulwark, se ha convertido a través de sus intervenciones, sus notas en el blog Lobo suelto! y los libros que ha publicado en una figura central del debate teórico-político actual. Luego de publicar en 2018 Vida de perro. Un balance político de un país intenso, del 55 a Macri, en conversación con el escritor y periodista Horacio Verbitsky, bajo el sello de la editorial Siglo XXI, llegó en el segundo semestre de 2019 su libro más reciente llamado La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, de la Editorial Caja Negra.
Han pasado los meses y la tinta desde que salió a la luz el texto, cambió el signo político del gobierno nacional y nos encontramos en el medio de una pandemia que al trastocar de lleno nuestra “normalidad”, ha provocado un impasse profundo en la reproducción del Capital. ¿Qué elementos, entonces, podemos encontrar en este escrito para pensar lo que ya está ocurriendo?
Foucault definió que “no hay plusvalor sin subpoder”, y Marx en el primer tomo de El Capital expuso que el análisis de la mercancía “demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas”. Bajo la estela de estos autores y estas preocupaciones, Sztulwark sostiene en los primeros trazos del texto que “la teoría política del Estado ya no es suficiente para explicar el orden, se precisa un suplemento”. Y ese suplemento lo encuentra en la analítica del tipo “micropolitica”, es decir, un tipo de análisis que implica que las preguntas giren en torno a la microfísica del poder (plano “molecular”) y de cómo éste se teje, tensa, entrelaza, refuerza o entra en contradicción con su plano macropolitico (o “molar”). Se trata de un nivel infinitesimal en el que se ponen en juego afectos, sensibilidades, tácticas de la vida cotidiana, saberes, sueños… la subjetividad misma. Dicho esto, la atención del autor está puesta en esa “política silenciosa” porque allí se cocina tanto la percepción y adaptación a la norma como también la posibilidad de subvertir jerarquías y poner en discusión la normalización del Capital, porque allí diversas escalas de tiempos y espacios se conjugan de manera híbrida “para luego sedimentar, repercutir o bien proyectar sobre la escena de la política visible” favoreciendo o bloqueando acontecimientos históricos. Ergo, Sztulwark realiza en este escrito una lectura micropolitica de la coyuntura argentina que va de 2001 a 2019 partiendo del “potencial epistemológico y político de la crisis”, en nuestro caso la del 2001, y su “valor cognitivo”, pero también de lo que él llama “crisis de la inteligencia”, su desconexión con lo sensible, y de una “sensibilidad dañada” profundamente. De ahí que el autor señale como tendencia una imposibilidad generalizada de poner en juego empatía más allá de lo reglado, codificado o no dicho ni visto. La sensibilidad aparece entonces como problema crucial; para el autor argentino, resulta imposible relanzar lo político sin una nueva centralidad de lo erótico, lo sensual y lo sensible (Sztulwark, D. 2019:27). No hay batalla cultural sin una ofensiva sensible porque el gobierno de las emociones y sus técnicas son una pieza clave del mando neoliberal.
Mediante un enorme acervo de autores y autoras en el que cruza pensamiento europeo y latinoamericano, y retomando también discusiones contemporáneas elaboradas en nuestro país, el autor que nos convoca piensa al neoliberalismo como una “realidad de larga duración” que no se reduce a un partido político ni a una coyuntura específica y que no necesita ganar elecciones para gobernar. En palabras del filósofo español Amador Fernández-Savater, amigo y colega del pensamiento con Sztulwark, el neoliberalismo “no ha sido simplemente un ataque a la composición obrera y al salario, es también un contragolpe en términos de deseo”. En ese marco, el libro expone puntos endebles y “pobrezas” en la teoría política populista de Laclau, entre ellas su poca capacidad para “pensar la persistencia e influencia de las micropoliticas neoliberales, que no necesitan controlar el Estado para crear modos de vida”. Así, el autor afirma que la racionalidad neoliberal despliega su potencial colonizador “sobre todo en el plano de los hábitos colectivos e individuales, y opera sobre las zonas ciegas de la razón populista, con la que comparte parcialmente una compleja genealogía que se remonta a las tecnologías de poder del cristianismo y de periodo colonial”. Si “aun en crisis, el neoliberalismo es la política de la verdad de nuestro tiempo”, el problema no solo es conceptual, sino que también de estrategia, exhorta Sztulwark. Contra el cerrojo neoliberal que pretende neutralizar lo político y que en la micropolitica no se abran nuevos horizontes, el autor encuentra en Maquiavelo y en la izquierda inspirada en él piezas centrales. Ante la pregunta, actualmente en discusión, acerca de la forma que toma El Príncipe contemporáneo, sostiene que si ponemos en el centro la potencia subjetivadora de la ley del valor que rige en nuestras sociedades y partimos de que la valorización capitalista está atada a la efectuación de mundos, tendremos que hablar de un Príncipe más bien colectivo: en línea con Toni Negri y su libro El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad, Sztulwark se nutre de un “maquiavelismo desde abajo” para abrir el concepto de lo político y que este no se reduzca a la mera gestión estatal, sino que se articule fundamentalmente con la idea de Poder Constituyente y así construir un “nexo entre desterritorialización y pueblo nuevo”. Como refiere Toni Negri, “el Príncipe es el poder constituyente, y el pueblo es el Príncipe cuando toma las armas”, es decir, cuando se organiza en tanto multitud para enfrentar al poder constituido y abrir un tiempo otro, porque al fin y al cabo es el Trabajo Vivo el que mueve y produce al mundo. Pero más allá de la multitud, la clase o el “campo popular”, el autor oriundo de Buenos Aires establece una distinción central: emerge de las fracturas de la dominación lo plebeyo como aquella vida que no se deduce de la axiomática capitalista, que se sustrae a la estandarización y sus mandatos. En tanto oleaje irreverente de fenómenos individuales y colectivos que intempestivamente ponen en duda nuestras maneras de vivir y sentir, lo plebeyo constituye el reverso de lo político y la posibilidad de releer o actualizar su concepto en clave democrática y no servil ante el modo de producción de subjetividad neoliberal.
Una de las preguntas básicas de este libro es: ¿de dónde saca sus fuerzas el fenómeno neoliberal? Recuperando la corriente de análisis que toma como punto de partida El Nacimiento de la Biopolitica de Foucault, ubicada a contrapelo de las lecturas economicistas o súper-estructurales de este fenómeno, que ponen el acento en la libertad (de ser empresario de mí mismo) como tecnología de gobierno, Sztulwark señala que el orden neoliberal conlleva una profunda intolerancia frente a lo que él denomina “síntoma”, más precisamente, que frente a la incapacidad de recuperar ciertos equilibrios sociales básicos, el neoliberalismo devela su carácter fascista: busca desplegar su rodillo compresor contra todo aquello que aparezca como sintomático o anómalo y busque sus propias verdades sin plegarse a la empresa capitalista como modo de vida. Vemos entonces que el programa neoliberal, en estado de crisis global, empieza a sostenerse cada vez más en base al neofascismo, como los de Trump a Bolsonaro y tantas otras expresiones. En ese contexto, el sujeto sintomático entendido como aquel que “no logra adaptarse a las exigencias conectivas de los modos de vida triunfantes”, y es expulsado de ellas, es tratado de una manera específica en esta racionalidad. Sea por el coaching o desde una dimensión intolerante y represiva, se busca el control del síntoma para evitar que ponga en tela de juicio la valorización capitalista y la adecuación del deseo a la mercantilización. Hay una pedagogía clara: o la espectacularización de la violencia y la represión con sus técnicas necropoliticas, o la socialización de un diagnóstico de cómo manejarse en el estado actual de incertidumbre cotidiana. Se trata de una fobia al síntoma (a la diferencia sexual, racial, clasista) que expresa horror ante “la tendencia a la autonomización de las formas de vida” y “las subjetividades de la crisis”, desplegando un ataque virulento y organizado ante ello. Lo sensible así deviene foco de todo tipo de ofensivas y contraofensivas, sostiene Sztulwark. Dicho esto, si con el biopoder los mecanismos de explotación penetran hasta en nuestra intimidad, en este libro podemos encontrar algunas premisas sobre qué Ciencia Política practicar ante este panorama: por un lado, no se la puede desligar de la lucha de clases ni del antagonismo social; por otra parte, debe poner en su centro la incalculabilidad de lo social y lo aleatorio como forma privilegiada de la multiplicidad, de modo tal que “el saber finito de la política” aumente su potencia y erija nuevos posibles a partir de estos “movimientos anarquizantes” de la sociedad.
Estas reflexiones se conectan con una serie de conclusiones que el autor esboza a raíz de la aturdidora derrota del kirchnerismo frente a la “cultura de la normalidad” macrista en 2015. Una de ellas indica que la micropolitica neoliberal creció al calor del estímulo al consumo desplegado por los gobiernos del denominado “ciclo progresista” porque las iniciativas de su “voluntad de inclusión” se desarrollaron sobre la base de la empresa neoliberal de rendimiento, sin discusión alguna, y por lo tanto terminaron conectando directamente con su régimen de modelización e individuación empresarial. Politizar el consumo, entonces, implica actualizar la consigna marxiana de la “socialización de los medios de producción” y desplegar una imaginación política que ponga en el centro de la toma de decisiones al poder popular.