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- El concepto de belleza
El concepto de belleza fue variando en nuestra historia occidental junto con las culturas, la ciencia, la religión y también la filosofía. La belleza de la armonía y la proporción en las obras artísticas griegas quedó lejos del concepto de bellezas artística de los siglos XIX y XX en las que lo aberrante podía ser también expresión de lo bello. Sin detenernos en estos recorridos históricos, proponemos aquí una primera aproximación –parcial, atendiendo sólo a algunos aspectos– a lo que ocurre en nuestra contemporaneidad.
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- Un lema en la génesis de la Edad Contemporánea
Resulta muy difícil especificar los comienzos y los finales de los períodos históricos. Sin embargo, pareciera haber una convención acerca de que la Edad Contemporánea comenzó en 1789 con la así llamada Revolución Francesa. Este acuerdo considera que la Edad Contemporánea se extiende hasta nuestros días.
Ocurrió que el lema “Libertad, igualdad y fraternidad” se estrelló con las evidencias de la vida que el capitalismo generaba. Mediante la propiedad privada, la libertad de comercio y –sobre todo– con la Revolución Industrial en Inglaterra que trajo la producción en masa y también la explotación del asalariado, se fue intensificando la concentración de las riquezas y la expansión colonial. Todo ello consolidó la instauración del modo de producción capitalista tiñendo las subjetividades de los ciudadanos mediante los valores del mérito personal, la competencia y el individualismo. Este capitalismo se volvió una forma de vida dominante. Las personas se vieron enredadas entre las consignas del lema francés y la realidad de la brutal utilización de los cuerpos para el usufructo del capital.
El divorcio entre la vigencia discursiva del lema y la realidad miserable de las vidas concretas de aquellos tiempos no fueron toleradas de manera pasiva. Así, se produjeron grandes revueltas sociales que fueron acalladas por la Gran Guerra. Aún no se sabía que los horrores de tales beligerancias contemporáneas recién comenzaban. La búsqueda de la dominación, junto con la necesidad que los hechos que estaban teniendo lugar fuesen aceptados, hicieron que la hipocresía impregnara todo tipo de comunicados. De modo tal que esa hipocresía tuvo una función práctica: la aceptación de esos mismos hechos.
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- Lo minoritario y la aberrancia
Al abordar el concepto de lo minoritario, Deleuze y Guattari (Deleuze, Guattari, 2012) nos advierten que esta noción nada tiene que ver con el número; lo minoritario no es simplemente un grupo pequeño dentro de una sociedad, sino una forma de ser, un devenir. Se trata de aquello que aparece sin una predefinición, se presenta de manera intempestiva. Tal rasgo condiciona tanto un movimiento continuo con sus potenciales cambios, como la construcción de realidades insospechadas, lejos de las normas que homogenizan a las personas mediante sus representaciones y percepciones. Se trata de la aparición de pensamientos y conductas desviadas con respecto a las representaciones previas dominantes que uniforman los modos de percibir y de sentir (y entonces, de pensar y actuar en consecuencia). Lo minoritario aparece a partir de una transformación de aquello que se considera “normal”, descentrándose de lo habitual, alterando y desarticulando estructuras. Es, en el fondo, una lucha contra la subjetividad instituida.
En la filosofía de Deleuze el concepto de lo minoritario está íntimamente entrelazado al de la aberrancia (Deleuze, 2012). Los movimientos aberrantes los descubre en los flujos vitales que terminan siendo disruptivos frente a los dispositivos del poder capitalista. Es una fuerza creativa que se aparta del orden instituido y que carece de las formas habituales de producción del arte. Nuestros autores encuentran este tipo de movimientos en la literatura kafkiana.
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- Lo aberrante en las letras y la filosofía
4.1. Franz Kafka
La obra de Kafka estremece nuestra sensibilidad con interrogantes existenciales frente a la obligatoriedad cruel que impone el sistema social. ¿Qué sentido tiene la vida en esta sociedad que angustia y despersonaliza, que obliga a la obediencia a-crítica y opresiva? Una obediencia que no ofrece explicaciones, que aliena y que es injusta, que posee una lógica de procedimientos que encierra y no ofrece salida alguna. Nada se comprende.
Ante estas confusiones no hay evasivas. Frente a tal omnipotencia sólo queda el acatamiento, la despersonalización o bien, como lo hizo Kafka, desertar de ella describiendo las conmociones que esta realidad social provoca.
Los escritos de Kafka sólo traían inquietudes y angustias personales sin desenlaces de ningún tenor. La escritura de este autor resultó extremadamente controversial para su época: sus textos fueron considerados tan aberrantes que Kafka mismo no osó seguir publicándolos[1].
4.2. Antonin Artaud
La obra de Antonin Artaud, poeta y dramaturgo, también resultó controversial para su época. Lo fueron tanto sus obras teatrales como su poesía. Ese rechazo continúa aun hasta hoy.
¿Cuál fue la búsqueda de Artaud a través de su labor artística? Artaud desconfiaba del arte hegemónico, del que creía que sólo conseguía el endurecimiento de los sentimientos mediante el raciocinio. Desafiándolo, quiso que tanto el teatro como su poesía dejasen huellas emocionales que sensibilizaran las críticas sociales que en él anidaban. Cuerpo y emoción fueron indisolubles para Artaud. De allí, su invención del teatro de la crueldad con el uso del lenguaje no verbal. La desarticulación de la lengua en el teatro y en su poesía destrozaban los protocolos convencionales.
Consideró la locura (su locura) como una especie de manantial del que surgían descubrimientos inesperados y sorprendentes, puesto que, en la locura, el mundo real aparece y se exhibe desenmascarado en su irracionalidad[2].
Además –y al igual que ocurrió con Kafka– creaba tensiones sin resolución. Su producción fue rechazada por escandalosa, por su crudeza y porque fue considerada aberrante[3].
4.3. Friedrich Nietzsche
La potencia de los escritos nietzschianos atravesó muchos otros espacios fuera del suyo propio. Incluso fueron usados políticamente. Considerado un “Anti Cristo”, tanto él como sus producciones fueron vistos como aberrantes. Su valoración negativa de la cultura occidental por su incapacidad de incorporar al caos en su pensamiento y en las ciencias, fue en contra de la racionalidad absoluta occidental. Nietzsche pensaba la exclusión del azar como una debilidad de los sujetos de esta cultura.
Sus críticas a la filosofía griega y a las religiones, en especial a la fe cristiana y su moralidad, cuyo efecto despreciable es la esclavitud psicológica, le valieron la impugnación absoluta de toda su obra.
Derribando certezas, desechando la compasión y los resentimientos, produciendo un cambio en los valores establecidos (transvaloración), fue y es considerado un pensador que ataca los cimientos de Occidente.
Su método para entender los valores sociales y religiosos se valía de la investigación de los orígenes de estos valores, demostrando que se trataba de construcciones. Este hecho resultó ser una afrenta a la cultura occidental que se basaba –y se basa– en la trascendencia de los valores sociales y religiosos. Para Niestzche estos no eran eternos ni objetivos[4].
No sólo cierta literatura fue considerada aberrante. Veamos algunos casos de la pintura.
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- Lo aberrante en la pintura
5.1. Edvard Munch
En los finales del siglo XIX, la situación general en Europa mostraba una inestabilidad creciente debido a huelgas de trabajadores, conmociones políticas, y la depresión económica a la que se le dio el nombre de “Pánico de 1893”. Ese mismo año, el noruego Edvard Munch presentó su obra El Grito. Esta pintura es una más de una serie llamada “Friso de la Vida” en la que el artista hace palpable las angustias que depara la modernidad en el amor y en la muerte. Sin embargo, en El Grito se evidencia la desesperación angustiante que provocaban los cambios sociales. Allí encontramos una figura humana aterrorizada a la que el miedo la deforma, que impacta con sus manos, sus ojos desorbitados y su boca abierta.
También esta obra resultó escandalosa. Incluso, como en el caso de Artaud, el artista fue considerado fuera de quicio. Las duras críticas emergieron por el desconcierto y el rechazo que provocaba la presentación de una figura tan aberrante. Al igual que las demás producciones aquí señaladas, y por el rechazo en su aceptación inicial, podemos considerarla como un arte minoritario.
5.2. Pablo Picasso
Años antes del Guernica, también Picasso exhibió en sus obras la demolición de aquello que se consideraba coherente como forma de figurar tanto el cuerpo humano como los paisajes. En sus obras, las morfologías presentan un interior y un exterior simultáneos. Una de las formas es la aceptable socialmente. La otra, oculta en función del disimulo social, resulta monstruosa, atroz. La primera es consciente. La otra, velada para la persona misma, resulta casi amenazante. Ambas son nuestras, existen en todos los convivientes de nuestra civilización, y se encuentran entrelazadas en la vida sociopolítica.
En 1937, con las ascensiones de los fascismos en los gobiernos europeos, realiza el Guernica en el que resume no sólo las atrocidades de las guerras, sino también la sociedad que las produce. Una sociedad que conlleva infelices desastres para las vidas que de ella dependen. Su obra, en un principio, resultó minoritaria, ya que fue una crítica a lo establecido y a los absolutismos.
5.3. Otros casos
Podríamos agregar a Egon Schiele con sus rostros cadavéricos, a Vincent van Gogh con sus hermosos floreros con algunas margaritas fláccidas o una bella noche estrellada con un hálito siniestro que la recorre, etc.
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- La belleza de lo atroz
¿Qué tipo de belleza puede tener lo que fue considerado atroz? Si observamos lo ocurrido con los casos revisados en este escrito, encontramos se trata de obras que se desvían de la belleza tradicional, armónica, narcótica y placentera. Figuras e imágenes sin proporciones fueron rechazadas por los críticos literarios y los del arte pictórico.
Si hacemos un listado de los rasgos observables en las obras, tanto en la literatura como en la poesía podemos encontrar algunos tópicos que insisten: desde el dolor y el sinsentido de la vida de la modernidad, mostrando lo cruel y absurdo de su organización, hasta la burla de sus valores y sus normas. La rebeldía de tener que adecuarse a lo inadecuado y el sufrimiento subjetivo que este hecho suscita. Ninguno explica nada: sólo muestran dolorosamente que se trata de un sistema tenebroso. Es una belleza que duele, en la que hay torturas del alma y del cuerpo en las que los deseos no tienen lugar. Sólo muestran mutilaciones que no cesan, lesiones que no curan, putrefacción. Una intensidad inquietante que perturba, fastidia. Expresan un malestar colectivo desde la experiencia personal; sin embargo, todos coinciden en señalar la hipocresía social que incluye el sufrimiento subjetivo. Perceptos y afectaciones que conmueven a través de la visión y de la lectura.
Veamos qué ocurre con el concepto y los criterios de belleza en nuestra actualidad.
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- El cinismo y la hipocresía
Durante la presentación de su libro[5] Paula Sibilia[6] puntualizó algunos cambios civilizatorios de nuestra coyuntura. Una de las realidades consiste en que la tecnología abrió la laxitud en los tiempos y los espacios. Tan ilimitada es esta apertura que ya no se comparten realidades sociales. El deseo, afección que en la actualidad resulta abierta a lo infinitamente posible, sustituye al deber.
Agrega Sibilia que el criterio de verdad es el “yo” como autorreferencia desde donde surge esta verdad. Tenemos numerosos ejemplos de gobernantes que administran según su propia “verdad” en la que advierten sólo sus deseos. Estas características fundamentan el nombre de su libro: De la vieja hipocresía al nuevo cinismo. Desde aquí nos preguntamos ¿Cuál es la diferencia de estas posturas?
Separadas ambas de cualquier ética, las diferencias basculan entre la moral y la verdad. El cinismo desprecia a ambas. No toma en cuenta ni le interesan los juicios ajenos a pesar de que lo que dice es injurioso, insultante, infame y humillante. Además de grosero. Es “honesto”, “sincero”. No finge. La hipocresía, en cambio, oculta su verdadera conducta e intención. Su apariencia es engañosa ya que exhorta a la conducta moral.
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- El descaro de lo aberrante
Desde aquí, podríamos decir que no toda la hipocresía mutó en cinismo. Este último enajena, aturde y desorienta la visión de la hipocresía, que se mantiene necesaria para que el texto enloquecido envuelva y dificulte la comprensión de lo básico: la concentración cada vez mayor de poder y de recursos apelando a cualquier medio por más letal que éste sea. Para sostener esto, en las nuevas políticas, las concretas vidas humanas no entran en consideración: son ignoradas.
Ahora bien: si hemos visto que la belleza de las obras del siglo XIX y XX tiene que ver con el develamiento de la falsedad que la hipocresía social y política ocultaba, y que esta impostura estaba custodiada precisamente por toda la cultura mayoritaria, nos preguntamos en qué consistirá la belleza de las producciones contemporáneas, siendo que la “verdad y sinceridad” del cinismo es hegemónica en el mundo actual.
Si la intencionalidad del sojuzgamiento y de la destrucción es manifiesta, pero textualmente el fingimiento de la acumulación de poder y riquezas está oculta, ¿cómo será la nueva producción de obras bellas? ¿Deberíamos complacernos viendo la exhibición del arte de la destrucción mostrado impúdicamente, tal como se lo está haciendo? Lo aberrante cambió de lugar y de sentido; ya dejó de ser minoritario: está gobernando, teñido de la omnipotencia que le otorga su cínico descaro.
Fuentes y referencias
Deleuze, G. y Guattari, F. Mil mesetas- Capitalismo y esquizofrenia. Traducción José Vázquez Pérez. Pretextos. España, 2012.
Nietzsche, F- Así habló Zarathustra : un libro para todos y para nadie. Editorial Alianza 1972
¿De la hipocresía al cinismo? Desplazamientos del suelo moral – FyP Abierto con Paula Sibilia // www.youtube.com/watch?v=wKBz7LGENzY
[1] En En la colonia penitenciaria la tortura del «aparato peculiar» que se describe consiste en la escritura en la carne humana de argumentos indescifrables e incomprensibles. Tan es así que los encargados de administrarlo se someten voluntariamente a él. En El proceso, manuscrito inconcluso de Kafka, el protagonista es encarcelado sin sentido ni razón conocida por él. Por lo tanto, no sabe de qué debe defenderse. La ley y la justicia resultan de ese modo inaccesibles. La opresión es absoluta. Fue escrito entre 1914 y 1915. Finalmente, en La metamorfosis la familia aparece como una hostil herramienta para la producción capitalista. Alienado en sus deseos, en su trabajo y en su corporeidad, queda aislado. Sin embargo, con sus pensamientos humanos consigue llevarnos a una profunda crítica social.
[2] A fines de los años ´60 y principios de los ´70 del siglo pasado, hubo, en el instituto di Tella, un colectivo teatral llamado Grupo Lobo que llevaba a cabo la experimentación escénica propuesta por Artaud.
[3] Dice en Para acabar con el juicio de Dios (1947): “No es verdad que la vida sea seria/ni que la muerte sea grave. /Lo grave es este cuerpo que no obedece/y esta lengua que no corta”. En El ombligo de los limbos (1925): “He nacido de una idea que no era mía, /me retuerzo en la niebla de un vientre que no deseé / y sin embargo, grito con la voz de todos los que/no pueden hablar”.
[4] Dice en Ecce homo: la moral de la decádence, la voluntad de final, vale como moral en síes el valor incondicional que se concede a lo no-egoísta. A quien esté en desacuerdo conmigo en este punto, a ese lo considero infectado…”. (pág. 115)
En Así habló Zaratustra un libro para todos y para ninguno formula: “Zaratustra descendió solo de la montaña, y a nadie encontró en su camino. Pero no bien se hubo internado en el bosque, se encontró con un anciano (…) «Y ¿qué hace, el santo en el bosque?»‘, preguntó Zaratustra. Y el santo contestó: «Hago canciones y las canto, y cuando las compongo, río, lloro y murmuro: y así alabo al Señor y murmuro: y así alabo al Señor. Cantando, riendo, llorando y murmurando. Alabo al Señor mi Dios. (…) Y en esto separáronse los dos, el anciano y el hombre, riendo como dos muchachos. Así que Zaratustra estuvo solo, dijo para su capote: «¿Pero es posible? ¡Este santo varón, aquí, en su bosque, no se ha enterado todavía de que Dios ha muerto!” (págs. 14 y 15).
Y luego: “Al conocer, siento la voluntad de crear y la alegría del devenir; y si hay inocencia en mi conocimiento, es porque en él existe la voluntad de crear. Esta voluntad es la que me alejó de Dios y de los dioses, porque ¿qué podría yo crear si hubiera Dios?” (pág. 70).
Más adelante: “ahora yo quisiera, célebres sabios, que os despojarais de la piel del león y la arrojarais muy lejos. ¡La piel multicolor de la fiera y la velluda del investigador, del explorador, del conquistador! ¡Ah! ¡Para que yo crea en vuestra ‘veracidad’, debéis romper primero vuestra voluntad de veneración! La voluntad del león quiere ser hambrienta, violenta, solitaria y sin Dios. La voluntad del hombre veraz está emancipada de la felicidad del esclavo, está redimida de los dioses de las veneraciones, es intrépida y terrible, grande y solitaria. Los veraces vivieron siempre en el desierto” (pág. 85).
[5] Ver https://www.youtube.com/watch?v=wKBz7LGENzY
[6] Paula Sibilia es antropóloga. Investiga temas culturales contemporáneos, las subjetividades y su relación con lo mediático. Es doctora en Salud Colectiva por el Instituto de Medicina Social de la Universidad de Estado de Río de Janeiro y en Comunicación y Cultura por la Escuela de Comunicación de la Universidad Federal de Río de Janeiro.


