Esos hombres, esos genocidas, que son o que fueron nuestros padres, están volviendo a sus casas, a nuestros barrios, beneficiados por jueces sin escrúpulos, de esos que perdieron la conciencia y la memoria, o que nunca la tuvieron.
Nos sentimos decepcionados por una justicia que empieza a borrar la idea de «Lesa Humanidad», otorgando supuestas garantías constitucionales (como si fueran «gestos humanitarios») o condenas irrisorias, equiparando de esta manera a los genocidas con delincuentes comunes. ¿Qué representa la prisión domiciliaria para un genocida?
El genocidio es un crimen aberrante contra todo el pueblo, que se sigue perpetuando a través del silencio, la complicidad y la impunidad que hoy, con la prisión domiciliaria del quizás más ejemplar de sus jefes, Miguel Etchecolatz, vuelve a cometerse.
La pesadilla retorna al barrio, a hogares que conocemos, para recordarnos que alguna vez tuvieron el poder de quitar la vida en nombre del Estado. El terror, para la sociedad toda, es siempre terror: ayer y hoy. Con su presencia vuelven a amenazarnos, a poner en peligro el entorno familiar, a decirnos que después de todo son más fuertes. Hoy volvemos a sentir el perfume del terror, el sonido de sus pasos sigilosos y la angustia por la justicia rota. Sentimos el miedo de andar por la calle y de vivir junto a los asesinos, que ya demostraron su poder en democracia con la desaparición de Jorge Julio López.
Pero ya no cuentan con nuestro silencio asfixiante, hoy somos muchas las ex hijas e hijos de genocidas que no callamos, que repudiamos profundamente lo que hicieron y lo que siguen haciendo hoy sus encubridores civiles.
No se arrepintieron nunca, no hablaron nunca, no colaboraron jamás con la memoria ni con la justicia ni con la verdad. Pretenden recordarnos su poder y de lo que son capaces. Y ellos, nosotrxs lo sabemos, son capaces de todo.
Juicio y Castigo a todos los genocidas
Cárcel común, perpetua y efectiva
Hijxs y ex hijxs de genocidas