Todo se deshace; el centro no puede sostenerse;
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
( «La segunda venida»: Yeats)
Fin del thatcherismo
Quince años después de la cumbre de Génova, cuando la globalización neoliberal festejó sanguinariamente su triunfo, muchas señales nos hacen pensar que todo se está precipitando: el dominio neoliberal que ha garantizado un equilibrio de poder a nivel global se está desmoronando y la guerra civil fragmentaria se expande en cada área del planeta, involucrando incluso a Estados Unidos, donde la amplia difusión de armas alimenta la matanza cotidiana de la cual los afro-americanos son las víctimas privilegiadas.
Las señales se multiplican, pero ¿cómo interpretarlas? ¿Qué tendencia se vislumbra? Y, sobre todo, ¿cómo recomponer la autonomía social, cómo proteger la vida y la razón de la locura homicida atizada por el capitalismo financiero y que el fascismo en sus variantes nacionalistas y religiosas agrede cada vez más fuerte?
El 2 de julio de 2016, pocos días después del referéndum que sancionó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, The Economist, la revista que siempre apoyó con entusiasmo las políticas neoliberales, declaró repentina y dramáticamente la desintegración del proceso de globalización. En un editorial titulado «La política del odio», la revista, que muestra en la portada un calzoncillo con los colores de la bandera inglesa y el grito punk Anarchy in the UK, podemos leer (con cierto asombro):
“Desde la América de Trump hasta la Francia de Marine Le Pen, muchos están cabreados. Si no encuentran una voz en las fuerzas de gobierno, acabarán por hacerse escuchar saliendo del sistema. Si no creen que el orden global funciona para ellos, el Brexit amenaza con convertirse sólo en el comienzo de una descomposición de la globalización y de la prosperidad que esta ha creado.”
Según afirma The Economist, la rabia de los excluidos de la globalización está justificada.
“Los que defienden la globalización, incluido nuestro periódico, deben reconocer que los tecnócratas han cometido errores y la gente común ha pagado el precio. La decisión de crear una moneda europea ha sido una elección tecnocrática que ha producido estancamiento, desocupación y ahora está destruyendo Europa. Los instrumentos financieros tan sofisticados han confundido a los reguladores, han arruinado la economía mundial y han terminado por hacer pagar a los contribuyentes el rescate de los bancos”.
Confieso que nunca hubiera esperado una autocrítica de parte de esta revista que siempre ha promocionado con arrogancia las políticas neoliberales. Y sigue: “Mientras el producto americano creció un 14%, los salarios medios solo aumentaron un 2%. Los liberales creen en los beneficios de una renuncia a la soberanía por el bien común. Pero como muestra el Brexit, cuando la gente siente que no controla su propia vida y que no recoge los frutos de la globalización golpea duro. Y la Unión Europea se ha convertido en un objetivo”.
Entonces, ¿se terminó la era neoliberal? ¿Se aproxima el colapso del capitalismo global? Las cosas no son tan simples. Nadie tiene idea de cómo sustituir las políticas neoliberales, nadie tiene en mente un modelo social capaz de reemplazar la dictadura de los mercados que en las últimas cuatro décadas, partiendo justamente de la Inglaterra de Thatcher, ha transformado la sociedad, el trabajo y la política. Inventar un proceso de salida del capitalismo es la tarea gigantesca que tiene por delante la inteligencia autónoma. Mientras alrededor se desata la guerra.
Una bomba de tiempo
El Brexit da miedo por muchas razones: porque abre las puertas de la nada frente a la Unión europea, porque hace posible un desmoronamiento del mismo Reino Unido, porque abre perspectivas recesivas a la economía global que ya se encuentra en condiciones de estancamiento y sobreproducción deflacionaria. Pero también, y quizás sobre todo, porque Inglaterra ha estado en los últimos dos siglos a la vanguardia del capitalismo mundial: allí comenzó la ofensiva neoliberal, porque cuando algo sucede en Londres sus efectos se sienten por todas partes. Ante todo se sienten en Estados Unidos, donde en 1980 Ronald Reagan importó las políticas thatcherianas y hoy se desarrolla una campaña electoral dominada por la figura ridícula de Donald Trump.
Tal vez anticipándose a la futura victoria de Trump, a principios de julio el presidente Obama participó en Varsovia en una cumbre de la OTAN de la que no se ha hablado demasiado. Allí, se tomaron decisiones que pueden llevar a Europa al borde de un abismo militar. Después de haber desplegado 25.000 soldados en el ejercicio Anaconda, en Polonia, ahora la OTAN decide alinear tropas de forma permanente en los países bálticos, en una zona en la cual la más pequeña provocación podría dar lugar a dos resultados: la confrontación militar con la Rusia de Putin o la desintegración de la OTAN. El golpe de estado en Turquía muestra que ese país se ha convertido en un campo de batalla entre Rusia y la OTAN.
Derrotados los generales filo-americanos, Erdogan transforma el país en una dictadura islamista y fascista y sella un pacto con Putin. Perdida la motivación original, la OTAN es ahora una frágil arquitectura que amenaza con atrapar a Europa. Lo dice el alemán Jochen Bittner en un artículo titulado “¿Todavía existe la OTAN?” (en el New York Times del 8 de julio).
“La OTAN intenta contrarrestar su declive con el sonido de los sables más pesados. Su grupo dirigente quiere hacer de los estados bálticos aquello que en un tiempo fuera el Berlín del oeste: un detonador nuclear”.
La cumbre de Varsovia, luego el golpe de estado en Turquía: la OTAN es ya una bomba de tiempo cuya explosión puede tener efectos inimaginables.
Verano negro en Estados Unidos
Mientras en Estados Unidos comienza la campaña electoral, una impresionante sucesión de asesinatos racistas, que despertó en el otoño de 2014 el movimientoBlack lives matter, conduce a la población afro-americana a un grado tal de exasperación que en las manifestaciones se grita “Kill the police” y en Dallas un joven negro llamado Micah, entrenado en la guerra de Afganistán, disparó y mató a cinco policías.
Confieso que después de recibir las primeras informaciones sobre la masacre de Dallas, cuando aún circulaba la noticia de que se trataba de un grupo armado, pensé que después de tantos años aparecía en escena una organización revolucionaria armada como el Black Panther Party de principios de los ´70. Enseguida, la realidad resultó ser mucho más banal. Ninguna acción colectiva armada, solo el habitual acto de desesperación suicida, similar a tantos otros que desde Columbine en adelante marcan la vida de un país en el que cualquiera puede procurarse armas mortales para que la Asociación Nacional del Rifle pueda incrementar sus beneficios.
La reacción del establishment ha sido de una hipocresía repugnante. Dicen que la acción de Micah Jones tendrá el resultado de hacer perder para el movimiento la influencia y los logros conseguidos. Pero, ¿qué influencia y qué logros? De Ferguson en adelante, el movimiento ha crecido y ha marchado en todas las ciudades del país, pero la serie de homicidios racistas de la policía nunca amainó su ritmo.
A principios de julio muchos se preguntaron si se trataba del comienzo de una insurrección negra, similar a las revueltas que desde Newark a Watts y Detroit marcaron inolvidablemente los años ´60 en Estados Unidos. Yo diría que no. En los años´60 y ´70 la protesta negra formaba parte de un movimiento que se desplegaba en todo el mundo y se planteaba transformar las relaciones sociales en sentido progresista y revolucionario, y que logró efectivamente mejorar las condiciones de vida de millones de personas, entre ellas naturalmente la de la población afro-americana. Lamentablemente, ese movimiento mundial antiautoritario y socialista fue derrotado por la contrarrevolución capitalista. Lo que pasó después de los años de Thatcher ya es sabido: destruido el movimiento de los trabajadores con la colaboración activa de los infames partidos de izquierda, el capitalismo financiero pudo devastar libremente el entorno, la vida social y el equilibrio psíquico de la humanidad. Alguien dijo: Socialismo o Barbarie. El socialismo ha sido derrotado. Y la barbarie avanza, imparable.
El movimiento negro que antes gritaba Black power ahora implora Black lives matter. Estas palabras son la marca de una derrota gigantesca. Hagan con nosotros cualquier cosa, pero por favor no nos maten.
El islamismo, venganza de los colonizados
Los trabajadores han sido chantajeados, precarizados y empobrecidos, y no tuvieron ningún instrumento para defenderse. Hoy, perdida toda posibilidad de emancipación y de organización, se aferran desesperadamente a la única forma de identidad que permanece: la pertenencia étnica, religiosa o nacional. Rota la solidaridad internacional, la desesperación se coagula en forma identitaria y el fascismo reaparece. No sois trabajadores derrotados, sino pueblo: esto dice el fascismo. Y los pueblos hacen la guerra, porque es la única cosa que saben hacer.
La herencia de siglos de colonialismo y de esclavismo se presenta hoy en todo el mundo. Para los pueblos colonizados, depredados, sometidos a la esclavitud, la única rebelión es la venganza armada. El islamismo radical es la vanguardia de esta venganza. La migración masiva del sur al norte del mundo es la consecuencia de la herencia colonial y de las nuevas guerras que la venganza armada no para de alimentar.
Mientras tanto, el empobrecimiento de los trabajadores blancos de Europa y Estados Unidos alimenta una ola de racismo social y de nacionalismo cuyos efectos son el Brexit y la demolición de la Unión.
Numéricamente en declive, los blancos envejecen mientras las poblaciones colonizadas más jóvenes y demográficamente en crecimiento empujan las fronteras. Hay una especie de frustración supremachista en el fondo del inconsciente blanco, que se opone al supremachismo agresivo de los pueblos que buscan venganza. ¿Existe una posibilidad de evitar que el choque entre racismo supremachista y presión agresiva desesperada de los pueblos colonizados se resuelva en una carnicería global? Existía y se llamaba socialismo. Esa posibilidad ya no existe y lo que queda es la barbarie, el racismo y la guerra civil global.
La herencia del colonialismo
Siglos de opresión colonial, empobrecimiento y expulsión de la fuerza de trabajo nos están pasando la cuenta. Solo una cultura internacionalista haría posible la necesaria redistribución de los recursos y solo una política igualitaria y socialista puede convertir en realidad el internacionalismo. La derrota del movimiento obrero (de la que es responsable la izquierda convertida al liberalismo) ha destruido aquella posibilidad abriendo las puertas del infierno. Ahora estamos en el infierno y no se ve la salida.
La presión migratoria sobre las fronteras en Europa continuará y la Unión Europea reacciona como potencia colonial. Un documento de la Comisión europea de principios de junio de 2016 sostiene que en el año 2025 serán necesarios 83 millones de trabajadores altamente calificados que Europa, en descenso demográfico y en plena desescolarización, no será capaz de proporcionar. Por consiguiente, el documento afirma que es necesario favorecer la afluencia de trabajadores calificados del sur del mundo. Los demás se hunden en el mar o en las manos de Erdogan. Los países pobres se verán más empobrecidos por la fuga de cerebros mientras aumentarán las fuerzas del terror.
La Unión europea es un muerto que camina
El sistema bancario europeo (con el Deustsche Bank a la cabeza) exige lo suyo por enésima vez. Naturalmente, obtendrá aquello que pide y la sociedad europea lo pagará, por enésima vez. La izquierda francesa hundida en la abyección moral impone un salto de calidad en la precarización y elimina las 35 horas. Es una de las últimas burlas de una clase política infame que se destaca solo por su ignorancia y su servilismo. Pronto colgarán de la horca que los fascistas les están preparando tanto en Francia como en Austria y en otros lados: en todos lados.
Estos son los actores de la escena europea: la clase financiera depredadora pedigüeña y el nazional-socialismo ascendente. Los gobiernos se reducen a repetir sus torpes balbuceos sobre la democracia y el crecimiento inminente. ¿Qué hará Merkel ahora que su preferido Merdogan provoca un golpe de estado para eliminar definitivamente cualquier rasgo de democracia? ¿Les dará visa a los turcos para conseguir que el asesino aloje a los inmigrantes sirios que los pueblos europeos no están dispuestos a aceptar?
El horror
En una suerte de escalada del horror, la demencia islámica-fascista lanza ataques contra la vida cotidiana en ciudades europeas, de medio oriente y asiáticas. La matanza de Niza llevada a cabo por el macho fracasado Mohamed Lahouaiej Bouhlel llega simultáneamente con la noticia de que el señor Manuel Barroso, presidente de la Comisión europea entre 2004 y 2014 (máxima autoridad del muerto que camina), depende desde ahora oficialmente de la agencia financiera Goldman Sachs, un organismo internacional que comparado con Bouhlel aparece como un aficionado en el arte de la muerte.
Conclusión
Como escribió Yeats en 1919:
“La marea de sangre se desata y en todas partes
La ceremonia de la inocencia se ahoga;
Los mejores carecen de toda convicción, y los peores
Están llenos de apasionada intensidad.”
La ceremonia de la inocencia se ahoga;
Los mejores carecen de toda convicción, y los peores
Están llenos de apasionada intensidad.”
Hoy la resistencia solo puede organizarse en forma marginal: la sociedad está paralizada, incapaz de defender sus intereses y sus derechos. En Italia se juega a hacer el referéndum sobre el cambio constitucional, como si el problema fuese la democracia, cuando es completamente evidente que la democracia es un instrumento mutilado, carente de eficacia y credibilidad. En cualquier caso, iré a votar en el referéndum de otoño, no porque me importe como forma democrática; votaré porque quiero que el gobierno de Renzi se derrumbe y se acelere el colapso de lo que queda de la Unión.
¡Solo entonces, la sociedad comenzará a abordar el problema de la solidaridad, de la autoorganización y de la salida del cadáver del capitalismo! La próxima década estará dominada por una guerra cada vez más sangrienta y desoladora. Quien no lo ve está en peligro. Aquel que intente negarlo está en peligro. El que lo sabe, que comience a construir las estructuras de la solidaridad que servirán para sobrevivir y para razonar en términos de una sociedad igualitaria, para algún día volver a vivir. Tal vez.
17 de julio de 2016
Fuente: http://www.eldiario.es/
Traducción del italiano: Gilda Vignolo.
Versión original en la la página web de Derive Approdi.