Los pibes que miran mal, las turras con esos shorcitos, los guachines que se escapan y nadie busca, los amanecidos que cagan a piedrazos un patrullero a la salida de Jessy, las pibas que salen a la noche a pesar de todo esperando poder vengarse, los que ranchan, los gedes sin edad ni dientes ni promesas.
Los que no tienen mirada crítica, ni leen, ni especulan, ni dudan, ni postean, ni nada. Los que se hacen cargo de las provocaciones, los eventeros, las que van porque hay que ir, los limpiavidrios, los que no marchan con ATE, las que odian que les llenen las horas con talleres, los que se funden en otros mirando las estrellas en Huracán, los que saben que siempre es más peligroso quemar un patrullero que pensar, las que le hacen la segunda a los que toman la escuela, las que no necesitan ni piden explicaciones, los que no quieren trabajar.
Las que marchan por el plan y a la primera de cambio se esconden a fumar, los que ya están dando la batalla en una esquina de Paso del Rey, los que transan, las que viajan, las que ni se cansaron en Olavarría, los que cuando superan en número a los de la local los arrebatan, los que pincharon a Esteche, las que odian los nenes que cuidan, los que venden plantas, las que cuando el profe habla de Maldonado están mirando el Instagram, los que descubrieron a la Gendarmería hace mucho, las que trabajan en la calle del Cementerio de Morón, los oportunistas, las que construyen confianza y ahí, justo ahí, se chorean la caja y no vuelven nunca más.
Pueden frenar la tanqueta de la Federal porque son los verdaderos enemigos de Macri, porque rompen la normalidad careta, porque saben desde las tripas quién es el enemigo, porque no opinan ni tienen discurso, porque nadie los conduce, porque encienden batallas en lugares inconcebibles, porque no dan tregua, porque tienen muertos, porque van por atrás, porque ante todo son una fiesta.
La descripción es muy pero muy buena. Pero…no, no son «enemigos» de nada. El lumpen es lumpen. «La esperanza esta en los proles» creía Winston Smith en «1984», pero los hechos le demuestran que el «prole» solo se interesaba por la lotería, o el último lugar donde se consigueía algún racionamiento como la gente. El «busca»/atorrante, a lo sumo, sin saberlo, es un anarco-individualista. Más anarca que anarco ( el primero prescinde de la sociedad, de la convivencia, no busca cambiarla como el segundo). Pero para los que gobiernan lo ideal es que la única oposción sea esa. Si la contradicción es «derecha- ordenancismo-disciplinamiento- vs «caos plebeyo-agite guachin- ladronzuelos-buscas- pasotas marginales» no es necesario ser adivino para saber quien va a ganar. El autor, seguro, debe tener claro que un garca es un garca, lo que no alcanza a ver, en su enamoramiento de la marginalidad, es que un cabeza es un cabeza. Y hay que decirlo.
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