Pulpo delator, de Laura Ojeda Bär // Renata Zas

Octubre – noviembre 2017, Buenos Aires, Argentina

Título: xx

Contenido: xxxx

Cantidad de obras: xxxxx

Conceptos: xxx

Densidad teórica: xxx

Montaje: xxxxx

Parte I

Esa “marcha”, el proceso real del saber no procede ni de las cosas a las ideas, ni de las ideas a las cosas, sino que va de idea en idea, es decir que liga entre si actos de pensamiento, según un orden causal necesario que es el mismo que aquel en el cual las cosas se encadenan en la realidad. Pierre Macherey, “Hegel o Spinoza”, ed. Tinta Limón, 2014, 84.

 

¿Pero qué quiere decir que las máquinas puedan pensar? ¿La crítica de la tecnología, de Heidegger a Deleuze e incluso Laruell, no ha discutido, de hecho, que la inmanencia del pensamiento pasa por las maquinas irreflexivas y a-decisionales? Y si es así, ¿es de hecho la política de la pos-verdad y del post-hecho la consecuencia más aparente de cómo el pensamiento irracional pervierte los sistemas más racionales? Y aún así, existe la posibilidad de dirigir la pregunta sobre el pensamiento inhumano ya sea desde la lógica de las máquinas y en los términos del origen de una epistemología maquínica donde niveles complejos de mediación, y no una inmediación entre el hacer y el pensar, está en juego.

Luciana Parisi, “Reprogramming Decisionism” (Reprogramando el DecisionismoReprogramando la toma de decisiones), e-flux / Journal #85, octubre 2017

Laura Ojeda Bar, «Beso» (Detalle de obra), 190 x 440 cm, óleo sobre tela, 2017

Hay que decir una cosa luego ya de algunos años de seguir su trabajo: existe en Ojeda Bar un modus operandi madonnista. En un modo similar al que la diva ya histórica del pop se reinventa, (últimamente más en outfit que en estilo artístico o línea musical), la artista visual contemporánea radicada en Buenos Aires renace en cada proyecto de muestra como un ave fénix entrepeneurista. Si bien cuenta con trabajos curatoriales en su haber, los cuales considero una parte integrada a su proyecto de artista, la siguiente nota se concentrará principalmente en sus muestras individuales. Desde Cuando te miro me sonrojo (2012) exhibida en el taller-sala de Guillermo Roux a Pupo delator / o de las preocupaciones de la voyeuse / o las obsesiones como imágenes necesarias y urgentes / o ventanas cuadro, ventanas de internet, ventanas mentales / o a veces lo único que quiero es esconderme en la cama sin darle pelota al mundo exterior no tener que decidir nada (2017) en la galería Laboratorio. En cada caso, cada cúmulo de obras dialogantes se ha encontrado guionado por un tema que le ha acometido en su aquí y ahora. Mientras su destreza técnica y colorista, y la incorporación de recursos en su obra aumentan, la artista va saltando de intereses como un saltamonte. La técnica de salto en salto pocas veces le permite lograr densidad en su investigación. Sin embargo, su insistencia en la pintura como forma de entender el mundo, y la utilización de la misma como herramienta de observación y mediación persiste.

 

Que la pintura es su gran pasión ha quedado también claro luego de inaugurada su última hazaña curatorial en el Centro Cultural Recoleta. Ésta se destaca por su correcto montaje y su misión de colgar más de diez obras de artistas con cierta trayectoria en el ambiente local, cuyos seguros con esfuerzo supo pagar gracias al premio Radar de la institución pública. También puede decirse que más allá del tema en el que la artista se enfoca en cada momento, la pintura funciona como mediadora afectiva más que conceptual o racional. Para Laura, sus pinturas son imágenes que para significan en su más inmediato presente.

 

Luego de ir más de una vez a ver el espacio de exhibiciones ubicado en la calle Gorriti, me pregunto por el potencial de exhibir en espacios fuera del circuito institucionalizado de galerías contempo-cool[1] en las que los artistas jóvenes y no tanto, deciden pasear sus cuerpos mientras buscan alcohol y sexo. En Laboratorio también hay gente joven buscando sexo y alcohol, aunque no gratis. Aquel bar hípster que supo tener su momento, tres años atrás al abrir sus puertas, ha devenido en centro de una era post cocktail. Aquí sus clientes no se animan o no entienden que existe un espacio donde disfrutar de otro arte que no sea el de levantar. Paralelamente me pregunto por los espacios que han exhibido la obra de Laura. “Al mercado no le gusta mi obra”, la he escuchado decir. Muchas veces creo que a los curadores de temáticas tampoco, a los concursos tampoco, al Programa de Artistas tampoco. Sin embargo, Laura Ojeda Bär persevera.  De repente no trabaja, y de repente hace tres proyectos a la vez. Se compromete y los hace seriamente. Muchos meses piensa, sin bajar ideas. Luego un día, un deadline le pisa los talones y se encierra sin dormir, a trabajar. También me pregunto por la posibilidad de hacer crítica sobre una artista que uno admira y quiere. Me contesto que sí, es posible. Que cuanto uno más ama a alguien, más afilado es, porque le interesa su auto-superación y refinamiento en el tiempo. Si no los querés, ¿por qué gastar tiempo en pensarlos?

 

Pienso que este artículo no le hace justicia a las obras. Necesito otros 3500 caracteres para desarrollar.

 

Pulpo delator, de Laura Ojeda Bär – PARTE II

Por renatazas

 

Fue recién a fines de los 80s y 90s, con el llamado “Invierno de IA” (invierno de inteligencia artificial), cuando los nuevos esfuerzos de automatizar el razonamiento emplearon vistas sub-simbólicas de inteligencia de métodos heurísticos y a gran escala, para testear resultados que habilitaran a los algoritmos a aprender a partir de información incompleta o incierta. A través de métodos inductivos de reversión y transformación de información, los algoritmos aprehenderían –o entrenarían en el tiempo- desde un contexto relativamente pequeño de información. En vez de validar simplemente resultados de acuerdo a los axiomas dados, los algoritmos se volverían performers de información. Así, a través de cálculos probabilísticos y de recursos, los algoritmos podrían no solamente buscar información, sino también extraer y combinar patrones.

Luciana Parisi, “Reprogramming Decisionism” (Reprogramando el DecisionismoReprogramando la toma de decisiones), e-flux / Journal #85, October 2017

La recientemente inaugurada y finalizada muestra de Laura Ojeda Bär expone una nueva faceta de la artista. Hay algo distinto, dijo su galerista. “Más sexo”. El sexo siempre está, por evidencia, ocultamiento o ausencia, contesté. Después de cinco años de transitar fuertemente por la escena del arte porteña, Ojeda Bär podría ser consagrada como artista pulpo. Pinta, escribe, edita, traduce, visita muestras, realiza curadurías y hasta ha llegado a diseñar, coordinar y producir un programa educativo de workshops en artes visuales e interdisciplinar durante la primera gestión del todavía Centro Cultural Kirchner.[2]

 

La nueva faceta corre con un intento por moverse de la escena que la vio nacer, crecer y desarrollarse. En el último año ha viajado y mostrado en la ciudad de México D.F. y en Córdoba capital.

 

El montaje de Pupo delator… cuenta con cinco obras más una intervención en el piso, la cual no se termina de entender si es obra, decoración o salvavidas. Si queda claro que ésta es parte del diseño del espacio, y que su función es tapar la transparencia del piso de la galería, instalada en un bar de noche ubicado en Palermo Hollywood.

 

Hay dos obras complejas en esta muestra. Un gran cuadro (la reina madre u obra principal), y un cuadro colgado en diagonal a su derecha. La última cuelga sobre la pared de la escalera de ingreso, en la sala de exhibición. Mientras que la reina madre muestra un beso en primer plano. El beso es de… ¿un chico y una chica? En este caso hipotético: él tiene labios gruesos y nariz grande (arriba); y ella, boca abierta y labios gruesos, paciente al deseo (abajo). En esa boca vislumbro una nariz de cerdito (como el emoji de whatsapp). Lo charlamos y admito que es un detalle que veo sólo yo. Es un diente, me decís. “Las chicas muestran más los dientes.” Discutimos una milésima de segundo sobre si las chicas mostramos más los dientes o no. No coincidimos.

 

Nos separamos y charlo sobre el segundo cuadro con otra persona, una artista. De formato menor, esta obra muestra una composición en la que se observan huesos de algún tipo de carne –podría ser tira de asado, no me interesa. También hay algo parecido a unos ladrillos de vidrio con unos grafitis en amarillo. Estoy convencida que en estas dos obras se debate la complejidad de la muestra. El resto es condimento agregado, los artículos de un diálogo. Ésta es la espuma de la edición, el highlight que se archiva en mi memoria.

Las paletas de colores de Ojeda Bär tienen ya varios sellos: ciertos amarillos, rosas, violáceos y verdes. También suele haber una gama de celestes o cyan. El verde es chillón, como el de aquel cuadro de su penúltima muestra −Cómo me hice monja—, que se apoyaba en diagonal a la pared de entrada. En aquel local ubicado en la galería Pasto, cercano al A.C.A. (Palermo). En tonos vibrantes, aquellas obras presentaban algunas imágenes normalizadas o de la vida normal de una treintañera; y también otras imágenes más raras como las de aquel cuadro ubicado en ese vértice en diagonal hace más de un año.[3] Todas las muestras de Ojeda Bär giran en torno a preguntas sobre la pintura o la pintura como mediación entre la artista-sujeto y el mundo-objeto; la pintura como forma de entender el mundo; la pintura como medio de erotización; la piel. En esta oportunidad las obras exponen la catarata de imágenes que invaden nuestras vidas mediadas por la pantalla y la selección consciente e inconsciente que hacemos de ellas. Como un performer de información[4] o un algoritmo analógico, un tema a la orden del día del cual viene hablando en el último tiempo el crítico y escritor, Claudio Iglesias.[5]

 

 

Renata Zas entrevista a Laura Ojeda Bär

Buenos Aires, octubre 2017

 

1- RZ: Titulo. Cómo lo elegiste, a qué refiere.

 

LOB: Pensé el título para que funcionara de manera análoga con las pinturas: es un punteo de los temas principales q estuve pensando mientras pintaba esta serie de pinturas. Este año estuve escribiendo más (reseñas sobre otras muestras, textos de sala, el prólogo del libro de obra de un amigo) lo que hizo que me replanteara el rol de la palabra escrita. Por cómo se dio el proceso, no estaba trabajando con nadie más como para pedirle su visión de lo que iba a presentar, y no sentía que agregar un texto escrito por mí hiciera más interesante las obras. Creo que fue Bacon quien dijo para qué pintarlo si lo puedes decir con palabras, ¿no? De nuevo, este año estuve reflexionando mucho sobre la pintura como medio y qué significa para mí. Así, si observamos los títulos uno a uno, es como si estuviera compartiendo un punteo sintético de los temas de los que me gustaría que hable el texto de sala fantasma, pero sin ordenarlos y hacerlos entrar en una estructura narrativa lógica que creo que les quitaría profundidad. No quería que hubiera un texto sometido a las obras, sino que palabras e imágenes construyeran algo nuevo. Poder relacionar las cosas de manera inesperada crea conocimiento. El punteo esperaba dar puntos temáticos en el mapa para que cada una de las personas que viera la muestra los conecte como quisiera, sin una bajada de línea sobre cómo interpretar cada parte ni cómo relacionarla con las obras. Frente a mis anteriores proyectos, este es el más caprichoso y quería que se viera reflejado en el título, y como estaba pensando en el ego de los artistas y “que me miraba mucho el ombligo”, elegí esa frase pupo delator. El resto siento que son descripciones más bien literales de mi relación con el arte.

2- RZ: ¿Cómo fue el proceso de invitación a Laboratorio (la galería ubicada dentro del bar Festival)? ¿Por qué te interesaba mostrar en este espacio y que sentís luego de haberla realizado? ¿Qué sucede con la obra en un espacio originalmente fuera del circuito de galerías y centros culturales de la ciudad?

 

LOB: Llegué a Laboratorio por medio de mi galería, Pasto. Estuve tres meses de viaje en México a principio de año y sentía que fue un momento de muchos cambios en mi obra. De alguna manera se desarmaron nudos y empecé a encontrar nuevas aristas en mis pinturas. Para mí hacer una muestra es poner en limpio ciertas ideas que tal vez andan dando vuelta, pero no siento necesidad de concretar hasta no tener fecha. En principio lo que más me atrajo del lugar fueron sus proporciones, porque me permitiría hacer obra nueva pensando en ese espacio, diferente a lo que venía trabajando en años anteriores. Si bien los cuadros tienden a pensarse como obra auto-contenida, el lugar donde se muestra me influye mucho a la hora de tomar decisiones formales. En cuanto al circuito, sentí diferencias a nivel pragmático: el horario de apertura de la sala era de noche (a partir de las 20 o 21 según el día), solo duró tres semanas y no había nadie que recibiera al visitante. Por otro lado, creo que el público fue diferente al que se acerca a las galerías y centros culturales, lo cual me parece interesante. Decidí registrar la muestra y subir las fotos a las redes sociales, a diferencia de otros proyectos en los que evito hacer eso, porque considero que es más simple para cualquiera tomarse el trabajo de ir a ver de primera mano. A veces que la información e imágenes estén dando vuelta en internet juega en contra. No creo que haya sido este el caso.

3- RZ: ¿En qué momento empezaste a concebir el tema o la serie que luego fue protagonista de la muestra? ¿En cuánto tiempo la pintaste? Hablar de la metodología de trabajo.

 

LOB: Como te comentaba antes, la muestra surgió de un reencuentro con la pintura. Estuve en México tres meses de viaje casi por azar y me encontré en una situación fuera de lo cotidiano: básicamente, fuera de mi ciudad y sin inserción social ni laboral. Así fue que cosas que hacía por inercia en Buenos Aires, en cuanto a la producción de obra y circulación, no existían allá. Después de dos semanas, redescubrí el deseo de pintar y, tras procurarme los materiales que no había llevado porque en general nunca produzco obra cuando estoy de viaje, monté mi taller en la habitación en donde vivía. Considero que las obras que surgieron allí son hijas de un hipo o hiato. Empecé a ver e interesarme como nunca antes en la arquitectura, y descubrí las diagonales, que no habían tenido nunca gran protagonismo en mis cuadros hasta entonces. Me fascinaron particularmente las ventanas, este objeto límite entre un adentro y afuera. Y cómo las usaban allí: en general encontré que las edificaciones eran bajas y había gran presencia de aberturas, lo que bañaba los interiores de luz natural durante los días. Sin embargo, también había una gran presencia y consciencia de objetos y tejidos que obturaban esas ventanas. Charlando con gente que fui conociendo me comentaban que eso se debía a cuestiones culturales religiosas, del ser y parecer, por ejemplo.

 

Me había ido de viaje cansada y peleada con lo que estaba haciendo y, para cuando volví, tenía nueva energía. Al poco tiempo de regresar, estuve trabajando concentrada en un proyecto curatorial para el Centro Cultural Recoleta, “Lxs Pierri”, así que paré de pintar. Dejé dos cuadros sin terminar, lo cual es problemático generalmente, porque yo tiendo a pintar rápido y seguido, las obras que quedan colgadas tienden a pintarse por encima. Al poco tiempo de inaugurar en el Recoleta, salió la posibilidad de “pupo delator //o …” que me encantó y acepté en el instante. Aunque todavía no tenía los cuadros que la conformarían. Para entonces había quedado en mostrar unas obras en una muestra colectiva en Córdoba, durante los días de la feria, así que estaba trabajando para eso.

Las horas de trabajo en el taller específicas para la muestra de Laboratorio/Festival se desarrollaron a lo largo del mes anterior a inaugurar. Incluí una de las pinturas que había hecho en México, “Juanacatlán”, de 170 por 240 cm, que para mí marcaba un punto de inflexión en mi producción pictórica. Hasta ahora, tiendo a producir las obras que conforman mis muestras especialmente para la ocasión; a diferencia de otros artistas que producen de manera más constante y el momento de exhibición es más bien uno de selección y edición. Una aclaración sobre mi forma de trabajo: gran parte del proceso pasa dentro de mi cabeza y es la que lleva más tiempo. Cosas, ideas, imágenes que se empiezan a relacionar y entretejer durante semanas o incluso meses de dejar macerar. Para cuando finalmente empiezo a poner pintura sobre la tela, es más una situación de poder salir de mi cabeza y crear una manera de ver lo que está ahí adentro. Varios amigos se han referido a ese momento de la pintura como si yo fuera una impresora. El momento mismo de la práctica de la pintura es súper importante para mí porque, con las decisiones que subyacen del macerar de los meses anteriores, puedo anular esa parte de mi cabeza y concentrarme en perderme en la pintura. Todo se reduce al lugar donde el pincel está en contacto con la tela. Silencio y placer.

4- RZ: ¿Cómo realizaste la selección de obra y el montaje para la muestra?

 

LOB: La muestra está pintada pensada para ese espacio en ese momento, así que no hubo casi proceso de selección de obra ni montajes alternativos. La pensé casi igual que como quedó (originalmente pensaba incluir un cuadro más que durante el montaje no encontró su lugar).

5- RZ: Hablar de la decisión de no trabajar con curador en esta oportunidad. Dado que fue una elección consciente y de ética profesional. ¿Qué diferencia sentís cuando trabajas con y sin curador?

 

LOB: Siento que el trabajo con otra persona tiene que tener fundamentos en el tiempo y desarrollo de los proyectos. Toda esta serie de pinturas surgió cuando estaba craneando cosas re sola e invitar a otra persona a sumarse unas semanas antes de la inauguración para contar con un respaldo nominal no me interesaba. Creía (y creo) que la obra se la banca.

Las diferencias de trabajar con otra persona es básicamente una cuestión de comunicación en mi opinión: estar en contacto y negociando decisiones e ideas con otro hace necesario poner en palabras un montón de cosas que de otra manera pueden quedar no dichas o gaseosas en mi mente.

6- RZ: ¿Cómo sentís qué es hacer arte en Buenos Aires, en Córdoba o en México D.F.? ¿Qué diferencias percibís (pros y contras) y qué destacas de cada escena? ¿Qué te llevo a cada lugar?

 

LOB: Hasta el año pasado el único lugar donde había desarrollado y mostrado mi obra era Buenos Aires, donde nací y vivo. Conocer México me llevó a replantearme mucho cuánto de mi obra era por mi situación de producción. Por ejemplo, allá vi poco y nada de pintura y cuando sí, era obra generalmente de artistas europeos. Lo cual me llamó la atención, sobre todo teniendo en cuenta la gran tradición y obras increíbles del muralismo mexicano. En general el lenguaje artístico más difundido que pude ver era más conceptual/literario. Como que hasta era difícil de hablar de mis problemáticas con artistas de allá por esta diferencia, por ejemplo. A nivel mercado y circulación, vi con mis propios ojos lo que siempre se comenta y sospecha, cierto localismo y proteccionismo de las artes visuales acá. El mercado en México es real y mueve muchísima más plata que acá. Eso hace que cierto tipo de obras tengan más cabida que otra. Por charlas que tuve, las presiones del mercado son mucho mayores allá que en Buenos Aires que, por estar lejos de los grandes centros de ventas, se crea un ecosistema al margen. Creo que vale la aclaración de que estas diferencias punteadas a groso modo no tienen un tinte de positivismos o negativismos: considero que son ciudades hermanadas, ambas con puntos fuertes que me interesan para la creación y circulación de mi obra, que de hecho son lugares que se complementan. Cosas que molestan y cansan de Buenos Aires funcionan muy bien en México DF que tiene a su vez situaciones que no considero que sean las mejores para producir y desarrollar, y que sí me interesan más en Buenos Aires.

 

A la vuelta de ese viaje, decidí que no era necesario esperar a que se diera la oportunidad de viajar miles de kilómetros, que este año me interesaba salir de Buenos Aires a ver otros circuitos, conocer nueva gente y ver nuevas maneras de hacer y mostrar arte. Organizamos con unos amigos una muestra colectiva en Córdoba y fuimos. Lo que más me llamó la atención fue el rol mucho más visible del coleccionismo allá. Por lo que entiendo, un grupo de personas con interés en el arte están construyendo a consciencia mercado y circulación que no se daba de manera espontánea. La evolución de la feria Mercado de Arte y las actividades y eventos acompañantes creo que atestiguan eso.

7- RZ: ¿Cómo te sentís con el hoy de tu obra? ¿Empezás a entender el hilo conductor que hay detrás de cada una de tus muestras individuales?

 

LOB: Hoy estoy muy satisfecha con mi obra. Por suerte siento que cada una de mis muestras me gusta más que la anterior. Eso me tranquiliza mucho. En cuanto a hilo conductor creo que todavía no podría ponerlo en palabras. Todavía es como si quisiera atrapar humo con mis manos. Lo que sí puedo decir es que mi obra y mi vida cotidiana están inexorablemente ligadas. Todas las obras surgen de situaciones que me excitan y conmueven a mi existir solitario.

 

To be continued…

(Continuará…)

 

 

Laura Ojeda Bär, Pupo delator / o de las preocupaciones de la voyeuse / o las obsesiones como imágenes necesarias y urgentes / o ventanas cuadro, ventanas de internet, ventanas mentales / o a veces lo único que quiero es esconderme en la cama sin darle pelota al mundo exterior no tener que decidir nada, en Laboratorio (Bar Festival), Gorriti XXXX, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 20 de septiembre al 11 de octubre de 2017. Laura Ojeda Bar es artista de Pasto galería.

Para más información:

http://cargocollective.com/laura-o/

https://verrev.org/2017/10/02/pupo-delator-laura-ojeda-bar/

 

[1] Contemporáneo, cool. Arte “del presente” (aunque así sea llamado desde 1960-70s en adelante. Podría decirse desde el ‘conceptualismo’). Cool: canchero, de onda, lo hip – hit del momento. Utilizo en este artículo este término y otros en inglés como modo de humorizar el snobismo del ‘mundo del arte’.

[2] Durante la nueva gestión, el gobierno actual ha decidido ornamentar la fachada del edificio del ex correo, con la frase de Borges, en azules y blancos luminosos, que dice: “Nadie es la patria, pero todos lo somos” (extraído de su poema Oda escrita en 1966).  Aquí el poema completo:

Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete que, alto en el alba de una plaza desierta, rige un corcel de bronce por el tiempo, ni los otros que miran desde el mármol, ni los que prodigaron su bélica ceniza por los campos de América o dejaron un verso o una hazaña o la memoria de una vida cabal en el justo ejercicio de los días. Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos. Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo cargado de batallas, de espadas y de éxodos y de la lenta población de regiones que lindan con la aurora y el ocaso, y de rostros que van envejeciendo en los espejos que se empañan y de sufridas agonías anónimas que duran hasta el alba y de la telaraña de la lluvia

sobre negros jardines.

La patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo. (Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos un solo instante, nos fulminaría, blanco y brusco relámpago, Su olvido.) Nadie es la patria, pero todos debemos ser dignos del antiguo juramento

que prestaron aquellos caballeros de ser lo que ignoraban, argentinos, de ser lo que serían por el hecho de haber jurado en esa vieja casa. Somos el porvenir de esos varones, la justificación de aquellos muertos; nuestro deber es la gloriosa carga que a nuestra sombra legan esas sombras que debemos salvar.

Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso. Jorge Luis Borges

 

[3] Como me hice monja fue inaugurada en Pasto galería el 26 de junio de 2017. Ver Carlos Huffmann, “Cómo me hice monja”, Otra Parte online, Buenos Aires, junio 2016 y Alejo Ponce de León, entrada 06 Dec, Tumblr Lixo Fiel, 2016 (reseña aparecida con variaciones menores en el #2 de la revista de ArteBA, noviembre de 2016). La escritora de esta nota también escribió una pieza sobre aquella muestra que finalmente decidió no publicar.

[4] Ver cita al comienzo de esta nota.

[5] Ver Claudio Iglesias, “Algoritmos hechos a mano”, suplemento Radar, Página 12, 23 de julio de 2017 y “La Cápsula del tiempo”, suplemento Radar, Página 12, 2 de octubre de 2016 (aquí habla de “una supercomputadora” que “podría dirigir la Biblioteca Nacional” en un futuro cercano).

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