¿Puede la poesía salvar el mundo? // Entrevista con Franco Berardi (Bifo)

En este momento no estás leyendo mis palabras. Lo que estás leyendo son líneas sobre líneas de código. El código está en tu automóvil, en tu televisor y en las fotos que tomas. Está inscrito en los termostatos, en los sistemas de seguridad penitenciarios y en las transacciones de Wall Street. En un nivel básico, código es lenguaje. Pero para el filósofo italiano Franco ‘Bifo’ Berardi, no es tan simple como eso. Para Berardi, código y lenguaje tienen una relación muy específica: «El código», Berardi escribe en Breathing: Chaos & Poetry, «es el lenguaje en deuda».

Para entender lo que quiere decir Berardi sólo necesitamos ver cómo funcionan los códigos. El código, señala Berardi, es «la imposición de un límite performativo y productivo». El código es la conexión de acordes sintácticos predefinidas. En su funcionamiento, crea nuevas limitaciones, definiendo qué entradas (inputs) están permitidas y qué salidas (outputs) generan estas entradas.

La poesía, por otro lado, tiene un poder transformador: «reabre lo indefinido». En lugar de una funcionalidad simple, la poesía crea nuevos errores, provocando contradicciones deslumbrantes, ilustrativas e inquietantes, que expanden lo que significa ser humano. Mientras que el código opera con una lógica de intercambio directo (por ejemplo, la secuencia <i> en HTML se intercambia directamente con una fuente en cursiva), la poesía «es el lenguaje de la no-intercambiabilidad».

Pero lo que nos jugamos es algo más grande que el código y el lenguaje. Para Berardi, lo que está en juego es nada menos que la respiración continua de la humanidad, que él ve sofocada por el capitalismo financiero: los pueblos y gobiernos del mundo se muestran incapaces de combatir un sistema que está en todas partes y en ninguna parte a la vez. La poesía, sugiere, es la única respuesta.

Tal vez todo esto suene un poco esotérico. Después de todo, ¿qué tiene que ver la poesía con las finanzas? En su libro de 2011, La sublevación(The Uprising) Berardi señalaba que las finanzas ya se han sido afectadas por la poesía. El término «desregulación», un fetiche para los fanáticos de la economía del libre mercado, fue acuñado por primera vez por Arthur Rimbaud, cuyo «dérèglement des sens et des mots», fue una invocación a la «desregulación de los sentidos y las palabras». Es el mismo impulso, sugiere Berardi, que está detrás del funcionamiento de las finanzas. En un sentido extraño, sin Rimbaud no habría un Paul Ryan.

Antes de ser un filósofo reconocido, Berardi fue uno de los pioneros de la radio pirata, fundador de la estación Radio Alice, que a partir de mediados de los años 70 operaba con un ex transmisor militar robado. Después de esa década, se mudó a Nueva York a cubrir el movimiento post-punk para una revista de música italiana. Más recientemente, su trabajo se ha centrado en las finanzas y la tecnología, así como en los fenómenos de los tiroteos masivos, «suicidios por la policía» y el trumpismo.

El día que hablamos, niños de todo el mundo marcharon para protestar contra la inacción para detener el cambio climático. Aunque no estaba planeado, fue un telón de fondo apropiado para una conversación con uno de los pensadores más subversivos de la filosofía.

Abres Breathing escribiendo sobre Eric Garner, quien en 2014 fue estrangulado por la policía de Nueva York por vender cigarrillos sueltos. ¿Qué tiene esto que ver con la poesía?

Franco Berardi (Bifo): En primer lugar, porque soy asmático como Eric Garner. Estuve en los Estados Unidos durante esos días para dar una conferencia. El día que el video sobre la muerte de Eric Garner se hizo público estaba en California. Participé en manifestaciones que gritaban «no puedo respirar, no puedo respirar». Para mí, la expresión «no puedo respirar» significa algo especial porque de vez en cuando sufro crisis respiratorias.

Pero al mismo tiempo, esta mañana, al salir de mi casa (vivo en el centro de la ciudad de Bolonia), escuché algunos gritos. Era una manifestación de gente muy joven. La cruzada de los niños, como en muchos lugares del mundo. La gente se manifiesta contra la asfixia de la humanidad.

Greta Thunberg —que resulta ser una persona autista, diagnosticada como incapaz de distinguir matices, incapaz de distinguir los grises— ha despertado la conciencia de su generación con una cuestión muy clara en blanco o negro. Y esta cuestión es: el capitalismo nos está asfixiando. Veo cómo esta conciencia se extiende realmente entre los millones de jóvenes que han estado manifestándose. Este es un movimiento que durará años. Y el verdadero enemigo de este movimiento es la asfixia. Pero si miras más allá de la asfixia, ves crecimiento, competencia y ganancias. Yo lo llamo «capitalismo».

En mi opinión, el 15 de marzo es un día importante. En cierto sentido, es un día que se expresará mucho mejor con la poesía que con la política. La política, el arte de la técnica del gobierno, es incapaz de entender este desafío. No puede porque la política se ha llevado a cabo en el marco del crecimiento, la expansión, la competencia y las ganancias. Pero la gente marcha en las calles. Y siento que están diciendo: «no puedo respirar».

Hay una palabra que es fundamental en tu trabajo, pero que puede no ser familiar para la mayoría de las personas. Esa palabra es ‘semio-capital’. ¿Puede explicar qué quiere decir con eso?

Bueno, ‘Semio-‘, por supuesto, se refiere a la palabra semeion, que en griego significa «signo». Así que lo que digo es que el capitalismo, hoy en día, puede ser descrito como un sistema muy complejo basado en la producción y circulación de signos. Alguien puede decirme, «Ah, no, yo uso un automóvil, y un automóvil no es un signo». Claro, el capitalismo también produce automóviles, café y edificios. Cierto. Pero el proceso de producción que hace posible producir un automóvil es un proceso semiótico: un ordenador, un programa, un software, etcétera. Así que elijo definir el capitalismo como semiocapitalismo, ya que se basa en la informatización del proceso de producción.

Algunas personas pueden ver cosas como, por ejemplo, Pokémon GO, o las muchas apps de citas en línea, como formas de volver a conectar a las personas en una era digital. Pero haces una distinción entre «conexión» y «conjunción».

Creo que esta distinción es absolutamente crucial. Defino conjunción como cualquier tipo de relación entre los seres humanos. Más concretamente, entre agentes lingüísticos. Cuando entramos en una relación, estamos intercambiando signos lingüísticos. En la relación conjuntiva, estamos creando el significado de lo que intercambiamos. Si te digo «me gustas» o «no me gustas» en una situación que está físicamente encarnada, estoy creando, a un nivel de proximidad del cuerpo físico, las condiciones contextuales para nuestra comprensión, nuestro intercambio.

La relación conectiva, por otro lado, es una relación puramente sintáctica. Quiero decir, si pones una máquina en contacto con otra máquina, necesitas un formato común. Una sintaxis común. Lo que intercambian, el significado que intercambian esas dos máquinas es independiente del contexto. Es puramente sintáctico. En cierto sentido, el significado ya está contenido en la propia sintaxis. Lo que digo es que este tipo de relación mecánica se está expandiendo cada vez más a los seres humanos, porque nos relacionamos cada vez más con máquinas que exigen un formato, un formato sintáctico. Necesitamos hablar el idioma de la máquina, de lo contrario nunca seremos comprendidos.

¿Qué es un código en realidad? El código es una imagen filosófica, que es similar a la profecía. La profecía es un acto lingüístico, que contiene en sí misma una proyección del futuro. Lo mismo que el código. El código es una herramienta lingüística, que contiene, en sí misma, el despliegue futuro del objeto codificado. Esto es importante porque estamos entrando en una dimensión en la cual la profecía es reemplazada por el código. Y eso es redefinir la función del lenguaje en cierto sentido. Veo un peligro en esto. Porque veo que nuestro futuro, el futuro de los seres humanos, está cada vez más inscrito en la cadena codificada del lenguaje. Pero la profecía no es auto cumplida. La profecía nunca describe el futuro de manera prescriptiva. Pero el código está haciendo eso. El código prescribe el futuro como el único futuro que puede ser.

Esto es algo que el código comparte con las finanzas. En las finanzas, la especulación misma determina el valor. Una vez que la «confianza» disminuye, el valor mismo disminuye, ya sea que haya cambiado o no algo más.

Absolutamente. ¿Qué son las finanzas? Las finanzas son la transcripción semiótica de la palabra económica. Al principio, las finanzas son solo un tipo de transcripción de lo que sucede en el mundo real de la economía física en términos numéricos, en términos financieros. Pero en un momento dado, desde el año 1971, cuando el presidente Nixon decidió que el dólar estadounidense no tenga relación con la economía real, existe una especie de fuerza autocrática en el campo de la economía mundial. Desde ese momento, las finanzas cambiaron su naturaleza. Porque las finanzas, que comenzaron como una transcripción, comenzaron a convertirse en una receta. Lo que sucede en el campo de las finanzas se proyecta, de inmediato, en el campo de las relaciones reales entre los agentes económicos.

Esta es la razón por la que muchas veces nos sentimos atrapados. Yo diría que cada vez nos sentimos más atrapados. Piensa en los griegos en el verano de 2015. Fueron a las urnas. El 62% de los griegos votaron en contra del memorando financiero del Banco Central Europeo. Y al día siguiente, [el ex primer ministro griego] Alexis Tsipras se vio obligado a someterse a las decisiones del Banco Central. ¿Por qué? Porque la decisión real de millones de griegos está atrapada dentro de la prescripción financiera. No se puede ir, por definición, fuera de la prescripción.

Mi percepción es que el fascismo creciente, el racismo creciente, que estamos obligados a ver todos los días tanto en los Estados Unidos como en Italia (y en el Reino Unido, en Hungría, y en muchos, muchos lugares), el nuevo fascismo se origina, se genera, por una especie de rabia. Por una rabia ciega que es la rabia contra la ferocidad matemática del código. Vivimos dentro del cadáver del capitalismo. Pero no podemos encontrar una salida. Porque este cadáver es un cadáver matemático.

Pero luego viene la poesía. Mi idea de la poesía no se basa en la literatura. Se basa en la dimensión erótica del lenguaje. Sólo la reactivación de la dimensión erótica del lenguaje y del cuerpo lingüístico, el cuerpo social, sólo estas reactivaciones pueden darnos una nueva percepción de libertad frente a la máquina financiera.

Han cambiado muchas cosas desde cuando escribiste La sublevación hasta cuando escribiste Breathing. ¿Qué es lo que esa poesía está haciendo ahora?

En primer lugar, tienes razón: escribí La sublevación en el año 2011. Al escribir ese libro, viajaba desde Londres a Roma, a Nueva York, a Beirut, a El Cairo, España, participando en ese movimiento. El año de las ocupaciones. ¿Qué hemos estado ocupando y por qué? La ocupación podría aparecer como una acción sin sentido. Ocupamos las calles, pero el poder no está en las calles. El poder financiero no está en las calles. El poder financiero no está en ninguna parte. ¡Ni siquiera en los bancos! Está en el ciberespacio, en una dimensión puramente abstracta que no podemos tocar, no podemos detener, no podemos destruir.

Entonces, ¿por qué salir a la calle y ocupar? Mi respuesta fue: no hemos tratado de detener el capitalismo financiero. Hemos intentado reactivar nuestro cuerpo. Por eso salimos a las calles. Esta fue una acción poética, no una acción política. No estábamos reclamando algo del poder. Nos decíamos algo a nosotros mismos. Nos decíamos a nosotros mismos: estamos solos en nuestros cubículos, frente a nuestras pantallas. Estamos trabajando juntos y viviendo solos. ¡Así que dejen de trabajar juntos y dejen de vivir solos! Vámonos a la calle.

Pero, como sabemos, ese movimiento no ha tenido suerte y no ha tenido éxito. Por el contrario, la dictadura financiera ha continuado. Y, al final, ese movimiento se ha diluido en muchos lugares o, como en Egipto, fue destruido. ¿Qué pasa ahora? Ahora, miro la calle y veo a esta nueva generación —nueva en un sentido fuerte, porque esta es la cruzada de los niños—. Este no es el movimiento de la universidad. Este es el movimiento de las escuelas primarias. Y la fuerza, la enorme fuerza de este movimiento, es una: es un momento formativo de una nueva generación que se está asfixiando. Literalmente asfixiándose. Segundo: este movimiento es absolutamente radical, y lo será en los próximos días, semanas y meses. Tercero: el lenguaje de este movimiento no puede ser el antiguo lenguaje de la política. Poder, parlamento, democracia, tiranía, buena política, mala política, ¡de ninguna manera! El problema ya no es, en el antiguo sentido maquiavélico, o en el sentido leninista, el de gobernar la sociedad desde arriba. La única posibilidad es recrear la sociedad desde abajo.

Pero ¿qué significa desde abajo? Desde el cuerpo. Desde el cuerpo respiratorio de las singularidades humanas. Este es el conocimiento de este movimiento, en mi opinión. Esta es la continuación de Occupy, con un objetivo mucho más preciso que hace 10 años. Porque el movimiento de Occupy fue contra la violencia. Algo muy complicado. ¿Cómo puedes actuar sobre la violencia? Ni siquiera puedes ver las cifras, las estadísticas, los números. Si dices «quiero detener la asfixia», estás hablando de terapia, estás hablando sobre la ciudad, sobre el transporte, sobre el tiempo de trabajo, sobre la obligación de trabajar en condiciones horribles. Este movimiento es mucho más concreto que el de Occupy. Y, al mismo tiempo, es la continuación del mismo hilo.

La «reactivación poética del cuerpo social».

Sí. Es la expresión que uso, y sé que es un poco ridícula, pero digo «la reactivación poética del cuerpo social». Por supuesto, es una metáfora. Pero, ¿qué debo hacer? Yo uso metáforas. Y los poetas también lo hacen, usan metáforas. Pero cuando los poetas usan metáforas, no están hablando por sí mismos, o para dos o tres amigos íntimos, están encontrando palabras que pueden aclarar lo que estaba totalmente confundido. Para explicar a las multitudes lo que está en la base de la vida. Las metáforas son herramientas para la comprensión. Y palabras que funcionan como herramientas para la comprensión. Lo que necesitamos entender ahora es que el capitalismo es un cadáver. Y la única salida del capitalismo es reducir la presión del trabajo. De la obligación de trabajar.

Una observación que haces, que es fascinante, es que la «desregulación» como concepto proviene de Rimbaud. ¿Tiene la poesía casi la responsabilidad de contrarrestar su propia creación?

Una vez más, estamos hablando de metáforas. Estamos por completo en el campo metafórico, y necesitamos entender el significado y la dirección de las metáforas. Así que leyendo a Arthur Rimbaud, leí la palabra dérèglement, que traducida es «desregulación». ¿Es una coincidencia puramente accidental? No, no lo es. Porque en la segunda parte del siglo XIX y en la primera parte del siglo XX, toda la obra de poetas, de pintores, de músicos, ha estado dirigida a la abstracción de una manera muy extraña.

Como sabemos, «abstracto» es un término muy importante para la pintura y la poesía en el siglo pasado, el siglo de las vanguardias. Pero, esencialmente, ese tipo de abstracción puede verse como la emancipación del signo respecto del referente. Cuando Rimbaud, o Mayakovsky, o Picasso pintan o escriben una determinada palabra o una cierta imagen, no se están refiriendo a un referente identificable. Están inventando una nueva palabra. Están creando una palabra. Este es un cambio enorme en el campo del arte y la poesía. Pero esta es también la anticipación, cien años antes, de un gesto —en un mundo muy diferente y con intenciones muy diferentes— que Richard Nixon hizo en 1971. Cuando Richard Nixon dice «money is no more», la traducción significativa del referente es que el dinero es autónomo. El dinero está creando una palabra para sí mismo. Está haciendo la misma acción semiológica que Mallarmé y que Van Gogh.

Obviamente esto es una metáfora. Alguien puede decir: «¿Y qué? ¿Cuál es el sentido de esta analogía? El sentido es que la poesía es, por definición, irresponsable. La responsabilidad de los poetas no es jurídica, no es legal ni política. Sin embargo, los poetas tienen una enorme responsabilidad cuando se trata de signos, de palabras, de conceptos, de imágenes. De ahí que estemos cambiando desde la dimensión de Occupy, la lucha contra la abstracción, a Greta Thunberg, que está convocando a la gente a redescubrir su cuerpo concreto, que está siendo asfixiado.

Y aquí llega la pregunta. ¿Puede salvarnos la poesía?

Nadie nos salvará. Nada nos salvará, y no quiero ser salvado realmente. Tenemos que entender: el verdadero asunto es que morirás, tarde o temprano. Y yo, y todos. Ese es el problema de la extinción. El concepto de extinción es el de la entrada en la historia de la humanidad con una nueva fuerza y una nueva conciencia.

¿Viste la última obra de David Bowie, Blackstar? Toda ella gira en torno a la extinción. David Bowie es un gran poeta, antes que nada, pero es el primer poeta en escenificar su propia muerte, su propia extinción. Así que todos vamos a morir. También en Blade Runner, Pris, la bella replicante, dice: «somos estúpidos y moriremos». Si entendemos la extinción como un proceso natural de unirnos, no moriremos en ese sentido. Lo que necesitamos ahora es una comprensión conceptual y estética de lo que nos está pasando.

Por supuesto, cuando dices «salvar al mundo» te refieres a evitar la guerra, evitar el hambre, vale, de acuerdo. Pero la verdadera cuestión es la comprensión. Y el capitalismo está impugnando nuestra comprensión. Porque el capitalismo está presentando algunas supersticiones como naturales, como el crecimiento, la expansión, el salario, la competencia. Estos son conceptos. Palabras. No son cosas naturales. Tenemos que deconstruir la naturalización que el capitalismo ha impuesto en nuestra vida. Y la poesía es la herramienta más adecuada para hacer eso. Porque la poesía no acepta supersticiones.

¿Sabes qué es la superstición? Es la superposición de un significado. Un significado obligado impuesto a la vida real del mundo. Queremos tener una vida autónoma, pero la superstición nos obliga de otra manera. Tenemos que desenredar la vida autónoma de las palabras. Los poetas pueden hacer eso. Ese es su trabajo. Tienen que entenderlo. Su trabajo no es para una pequeña minoría de hombres de letras. No. Es un trabajo que tienen que hacer en las calles, entre los niños, los congregados por Greta Thunberg.

Autor de la entrevista: Mike Huguenor

Fuente: El Diario España

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Traducción de Juan Dorado

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