00. Apatía. A pocos días de las PASO, la maquinaria comunicacional hace oír más fuerte su lamento por la supuesta apatía de una parte del electorado que la celebración del momento electoral, que sigue proponiéndose como el momento político por excelencia. Así funciona la percepción de las «productoras», autentico sujeto de la campaña, y más en general, de lo político vuelto fenómeno comunicacional de mercado.
01. Percepción. Las “productoras” son los agentes a cargo de todo lo que se muestra. Constituyen el aparato sensorio-motriz mismo de la representación, los órganos mismos de percepción-acción. Sólo por su intermedio la política percibe -estudios cuantitativos y cualitativos- a la sociedad (bajo la forma de estudiadas “demandas sociales”); sólo por su intermedio la política se hace oír y escuchar. Las productoras son agentes mediadores de mercado, cuya misión es consumar todo el proceso que culmina en la venta de un producto particular: lo político.
02. Antipolitica. Debe ser difícil crear espectáculo político -lo político vuelto producto- en medio de la pandemia. De hecho, el discurso de lxs políticxs advierte sobre cierta amenaza recurrente ante la cual no hay grieta que valga: la llaman la “antipolítica”. Esta partícula paradojal del lenguaje -que supone que la política viabiliza aquello que la niega- tiene un origen posible en la escuela alfonsinista, que defendía lo político como actividad parlamentaria -aquello que Lenin llamaba el “cretinismo parlamentario”-, atribuyendo a toda actividad extra-institucional supuestas potencias “desestabilizantes”. No por nada diciembre de 2001 es, para la política profesional, el pesadillezco festival de la antipolítica.
03. Líbido. Pero las productoras no hablan de “antipolítica”, sino que hacen análisis desde los “estudios del deseo”, y por tanto piensan más bien en términos de un supuesto repliegue libidinal. Este tipo de diagnósticos contrasta -o bien se confirma- ante fenómenos como el de los llamados “libertarios”: un pequeño grupo de personas provenientes de la comunicación y las finanzas, que propone un razonamiento rudimentario, que suponen movilizador. La Argentina sería un país dominado por una “cultura de izquierda”, motivo por el cual la rebelión que imaginan sólo podría expresarse –“naturalmente”- desde la derecha liberal. El esquema es simple, y sus supuestos: que hay “cultura de izquierda” sin “política de izquierda”; que hay una “rebelión” en marcha; que no hay nada más natural que esa rebelión adopte la ideología de todo lo que es dominante en nuestro mundo.
04. Síntoma. La imagen misma de un país sometido a una economía de mercado y gobernado por una supuesta «cultura de izquierda» es ya una producción de la derecha. De derecha son los supuestos mismos -el modo en cómo funcionan la palabra “cultura” e “izquierda”- y de derecha es el esquema resultante, aún si su relativo éxito pudiera consistir en ser repetido al interior mismo del llamado campo progresista. Pero esos supuestos son inconsistentes, porque la “cultura de izquierda” no existe -no tiene efectividad de izquierda- por fuera del cuestionamiento al mando opresivo de la lógica del capital sobre la sociedad. Si algo resulta sintomático en este tipo de esquematismos reaccionarios es la carencia de respuestas efectivas desde un punto de vista no reaccionario. Sólo un ejemplo:
Las declaraciones del candidato Milei, llamando “zurdo de mierda” y amenazando con “aplastar” al líder mejor posicionado de la derecha, Rodríguez Larreta. Al considerar este episodio sólo como maniobra de intensificación comunicativa sin relevancia, no sólo se pasa por alto la apelación “libertaria” al lenguaje de la última dictadura -en la que se “aplastaba” a los “zurdos de mierda”-, sino que, sobre todo, se presta consentimiento a la idea de que “cultura de izquierda” es compatible con statu qúo.
05. Derecha. La ausencia de una respuesta consistente en términos de una política de izquierda quizás se explique por un desplazamiento más profundo que afecta al conjunto de la campaña: la absorción misma del mundo político por las «productoras» es el hecho reaccionario de nuestro presente. Reaccionario porque en su propio mecanismo tiende a confirmar las premisas culturales de la derecha en el uso de los discursos de izquierda. El “efecto de verdad” del discurso de los “libertarios” se circunscribe a este punto: Cuando la “cultura de izquierda” se apoya en funcionamiento “de derecha”, abandona toda relación con la rebelión (no sólo presente, sino también pasada y futura).
06. Fracaso. No hay cómo transformar esta incapacidad de politizar el malestar sin hacer fracasar esta absorción de la política en la concepción neoliberal de la comunicación. Ojalá esta supuesta apatía, que tanto preocupa al mundo de la telepolítica, fuera también conciencia social sobre sus límites y por tanto ocasión para crear “productoras” de nuevo tipo, más próximas a la función narrativa de las experiencias vividas, a los tejidos ocurridos durante la pandemia. Al imaginar que nuevas articulaciones entre vivencias colectivas y comunicación pública pudieran emerger de un fracaso del actual andamiaje empresarial de medios, en la que hoy se apoya la política convencional, nos convertimos en víctimas de nuestras propias ilusiones, pero ganamos a cambio una mirada diferente, menos sometida a lo que nos muestra, una mirada al sesgo.
La Tecl@ Eñe