Prepotencia del lenguaje // Silvia Duschatzky

¿Qué significa escribir? Esta pregunta hubiera sido inconcebible en el siglo XVIII, como si alguien hubiera preguntado qué significa comer…
En el siglo XX, produce confusiones y raptos de agudeza entre la gente culta. Una respuesta clásica pero absolutamente pertinente, consiste en decir que escribir es sostener la angustia (y la consiguiente creación) al enfrentar la página en blanco. Ahora bien, la página en blanco no se reduce a la bendita hoja virgen y vacía. NO. Es el vaciamiento de todo lo escrito hasta el momento, como si fuera polvo del desierto que arrastra lo escrito: no es el celebrado vacío, sino un proceso de vaciamiento y de derrumbe que llega hasta el escritor que, pese a haber escrito miles de páginas, está amenazado por el vaciamiento. (Desde luego, no hablo del escriba que parafrasea textos de otros, incluyendo los propios; o del que corrige transcripciones orales, debidamente protegidas contra todo blanco, contra todo vacío) Escribir tiene su voz ( aquí Derrida se equivoca y mucho), pero ocurre que esa voz es una voz silente, no familiar.
Juan Ritvo. Imprudencias breves.

La Agustina, la Martina, el Ángel y la piba. La, el… no son artículos que nominan el género del sustantivo. ….mientras le arreglaba el cierre de la campera al Ángel hablábamos del andar de la semana. La Agustina me mira medio ortivaI).

Así habla un profesor…de Prácticas del lenguaje de una escuela secundaria. No sabemos la identidad de Ángel. Podría ser Gómez pero es cualquiera. Si Ángel fuera Gómez o Pérez o García designaría a tal o cual alumno, tal vez morocho, tal vez inquieto. Tal vez portador de sobre edad o no. Ángel Gómez figuraría en la matrícula escolar. Tendría add, sería violento o apocado. Repetidor o abanderado. Podría engrosar alguna estadística. Sería tal vez receptor de la netbook. Pero Ángel Gómez a secas no es igual que el Ángel.

El Ángel junto a la Martina se dejan imaginar en un lenguaje que al tiempo que los nombra, nombra la carga afectiva de una nominación. El Ángel es el nombre de una proximidad. La tonalidad de una escucha amorosa o como lo dice Juarrós un amoroso exorcismo de la nada…Una sonoridad de habla, un guiño del lenguaje que suprime las distancias inertes de las retóricas barrocas, didácticas, informativas, explicativas, prolijas…

El Ángel está vivo como viva la escritura que viola formalidades. El Ángel es la pregunta que flota en un profesor que torsiona y traviste el lenguaje escolar para pensar una materialidad que estando en la escuela se le fugó a sus anquilosados nombres.

Les dicté una consigna
les dí hojas y lapiceras
Trabajaron todos
Tomamos mate y nos hicimos algunos chistes
Pero a la Agus no le cabe y el Ernesto no viene

No hay escuela, hay cuerpos afectados en la escuela. Y cómo decir el exceso, eso que se le cae al código significante y al lenguaje escolar, sin traicionar la naturaleza de una cosa que viene mezclada, impura, frágil. El exceso de “realidad” necesita un lenguaje no excesivo, mínimo, sentido. Un lenguaje tan moviente como esos retazos de tiempo. No para poetizar ni caer en banales embellecimientos.

La escuela es un aleph, un punto en el espacio que expone el universo de posibles, posibles ahora y posibles imaginados. Imaginación que hilvane en lo inefable; en los huecos que flotan entre hojas, lapiceras, distracciones, exabruptos, capuchas, celulares, jergas, música…

El Esteban se acercó y me mostró una navaja
Le dije que tuviera cuidado, que se podía lastimar
La guardó
……..
Juan canta.
Ángel no lee, no canta, no molesta
está sentado con el libro sobre la mesa
habla un corte con la Melisa y de vez en cuando sonríe

me dijo que no tiene carpeta
le dije que le iba a comprar una carpeta y un block de
hojas.
…….
Todo esto que sucede
es nuevo para mí
escribo

Y al escribir siempre seremos aprendices. No hay escuela, hay cuerpos afectados que la hacen pensando lo que no saben.

El fondo de las cosas no es la vida sin problemas. Lo prueba el impulso del deseo que insiste en la actividad siempre indefinida de la pregunta. Lo prueba la escritura que despliega y hace trabajar el desconcierto. Lo prueba el juego que busca soldar lo que se separó (lo sentido del sentido, las palabras de las cosas, el uno de lo otro, lo dicho de lo hecho, el entendimiento de la imaginación, el proceso de la cosa).
Lo prueba la verificación de lo abierto frente a la clausura de lo contundente. Lo prueba la expansión de los afectos sustraídos de los poderes que los gobiernan. Lo prueba el radar que detecta lo estéril y se fuga de sus garras.

El otro día hubo reunión con la inspectora y no fui
Me olvidé

Lo prueba la risa detonada frente al grotesco escolar

Quiero que cantes el himno
Que te saques la bufanda de la boca y lo cantes como buen argentino que sos
El Ángel miró el piso
Lo que no sabe la señora
es que el pibe
es peruano

Escribo…Desmentida del destino escolar que necesita concluir. Ante lo desconcertante de la realidad siempre se está en los comienzos. Sucede y es nuevo. Cada vez. Escribo. Grito silencioso que sostiene el gesto de hacer algo en el desconcierto y hacer de la lengua otra cosa en cada tentativa de habla. La escuela se hace en el trazado de olvidar lo que la niega como movimiento.

Escribo…en un lenguaje balbuceante. Sólo ahí podemos pensar el balbuceo de la realidad. ¿Qué puede una “escuela” que (se) escribe, ya no al dictado?

 

Notas al pie

Diego Vdovichenko es profesor y escribe…En Volver a la escuela nos acerca pinceladas que se alejan de frases pretenciosas o disquisiciones sesudas. Su escritura es un zoom que amplía las entrelíneas de las anécdotas que pueblan el tiempo en la escuela. No hay “alumnos”, no hay “docentes”…sólo estados anímicos, tentativas e instantes de encuentro en suelos movedizos. La escuela vista a través de sus cuerpos afectados. Ojo de tormenta, Buenos Aires 2015.

 

 

Silvia Duschatzky

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