Polosecki o los últimos argentinos del Siglo XX // Adela Feliz

De algún modo, esta entrega oficia como segunda parte de La poesía: un destino menor. Pero valga este espacio para advertir que serán puestas en cursiva las palabras del propio Polosecki, para dejarlo un ratito hablar a él como lo hizo en sus programas con otrxs [1].

«Ensoñación es un salto a tu propia voz. A tu paisaje. Huir. Y sentarte en un café a conversar con los amigos que elegís. De bueyes perdidos. Uno cuenta qué quiere decir largar entretenido en el turf. Otro evoca su historia familiar. Así, a veces, hasta llegar a las confesiones. Lo intimísimo, que no saldrá de esa mesa. Eso es la ensoñación, entre muchas otras cosas. Incluye al otro. Básicamente, una clandestinidad. Hacerte tu tiempo. Para fabricar tus visiones. Los libros van y vienen en esa mesa.”

Hugo Savino

I

Hay máquinas perdidas en el tiempo, videos oxidados, hojas amarillas, contenidos perdidos, personajes extraños, procedimientos únicos, capítulos épicos, especialistas escondidos, testigxs privilegiadxs. Hay lugares míticos, oscuros y peligrosos, personas dolidas, irrecuperables, historias incontables, anécdotas inviables. Obsesiones. Nostalgias. Dudas. Cavilaciones. Ademanes. Furcios. Polo o los últimos hombres del Siglo XX. Fragmentos dispersos de vidas rotas. Unimos los temas en forma quizás arbitraria o deforme; hay una música que se pone, hay textos que no iluminan demasiado sino que acompañan un relato;

Prostitutas mal pagas, repúblicas hechas de niñxs, viajes eternos en camiones, trenes, bares perdidos, taxi boys, fisicoculturistas, punks repletos de ternura. La gente que habla en mi programa es gente común, raros son los tipos que parecen normales y que aparecen bastante seguido en la tele.

II

Fabián polosecki no hizo televisión: hizo literatura bajo cámara. Es decir, el instrumento -cámara- opera sólo como técnica subordinada a la narración ocasional. Puso en la televisión exigencias narrativas. Por ello, quizás, puede ser considerado uno de los grandes productos estéticos de la teve argentina. Polosecki se pone equidistante ante el periodismo y el cine, se aproxima al arte, acaricia la crónica, surfea por la autobiografía, aparenta ser un investigador, un detective; lo cierto es que es un detective sin objeto de investigación más que la historia misma, es un curioso tipo de detective.

Fabián Polosecki hizo su especie de no-ficción. Narrador sin mando, sin pedagogía explicativa, sin «investigación participativa», sin estadística bajo la manga, sin precisión para el corte publicitario. Su personaje a veces se reduce al silencio absoluto. Yo, como entrevistador, soy una especie de monosilábico balbuceante que a veces ni siquiera termina de hacer una pregunta, simplemente trato de mantener una suerte de canal de comunicación para que sea el otro el que hable.  Ya avanzado el programa, Polo sólo empuja a que el otrx tome la palabra, no pierda el hilo, busque nuevas palabras para aclarar, sin morbos desagradables y violentos -Tinelli, Policías en acción-, sin humillación -Lanata con Jones Huala-, sin burla -CQC, Reschimuzzi-, sin estupidez pedante -Fonteveccia ja-. Mostrar el sufrimiento ajeno es un poco pornográfico. Muchos programas periodísticos se basan en la persistencia de códigos de comunicación que tienen a consolidar prejuicios, ya sea de manera progresista, elitista, reaccionaria o popular.

 III

Hay de Walsh la aptitud de buscar incesantemente historias -en bares, cabarets, trenes: allí donde transcurre nuestra vida- con la paranoia de que van a modificar nuestra vida [2]. No se trata de denunciar tales o cuales condiciones humillantes -lo que los ubica en senderos diferentes e incomparables-, sino de ver la heterogeneidad que implica la urbe y construir una disposición específica para ello. En Polosecki, la pregunta no sería tanto «qué está pasando en el mundo», si no «cuál es el mundo». No soy el mismo que empezó el ciclo. A mi me cambió la vida la gente que tuve que entrevistar. Como la prostituta que me contó las cosas más fuertes que tuvo que hacer en su oficio. O como un chico que me explicó por qué robaba. 

IV

Polo puede pensarse no sólo con Walsh si no con Perlongher. Si llamamos Perlongher a una antropología callejera con inquietud por convertir lo ordinario en extraordinario, tal como retrata el Perlongher de La prostitución masculina. Así lo hace Tamara Kamenszain, para quien el neoperlonghismo corre a cuenta de los nuevos poetas de moda, donde se se produce el pasaje del barroco a lo barroso y lo “posetnográfico”. Discrepamos en que la poesía «noventista» pueda tener algo que ver con esto. Perlongher en su faceta antropológica decía que “uno de los problemas que se plantean en la antropología es como captar los climas (climas sensuales, climas sórdidos)…”. Polo ha realizado de manera excepcional esta tarea. Y el interés radica en que lo ha hecho lejos de la antropología y de la poesía. 

V

Polo, narrador silencioso, llevó las cámaras televisivas a los mortales (personas desconocidas que son, a mi entender, los verdaderos protagonistas de la sociedad). Ya nada de periodistas, famosos, especialistas, etc. Había un plano de igualdad entre Polosecki, lxs protagonistas del episodio y lxs televidentes, donde el protagonismo queda desdoblado. Creo que estamos cansados de los que hacen tele y reciben a la gente de la tele para hablar de la tele en un estudio que parece el living de su casa. Hay que sacar las cámaras afuera porque hay otro mundo, hay gente que tiene otras historias, decía Polo en 1993.

 Apéndice

La calidad de la luz con la que observamos nuestras vidas tiene un efecto directo sobre la manera en que vivimos y sobre los cambios que pretendemos lograr con nuestro vivir.

 Audre Lorde

Hay una extrañísima belleza en sus programas. Un juego entre la oscuridad y las luces, claramente con la noche. Un homenaje a la soledad. Una ética picaresca, una pasión por las historias. También hay una ética ricotera[3] en dos sentidos: que un sueño (historia) acabó, pero no que todos los sueñitos (historias), no. Hay veces que la historia se torna inaprensible. Como si los hechos pasaran frente a uno sin detenerse, sin poder ser comprendidos del todo. No sé. Tal vez fuera eso o el hecho de que el silencio de los muertos se contagia a los vivos; y, a su vez, una reticencia muy fuerte a tapar a lxs otrxs con discursos armados de esos que bajan línea, que dan la papa masticada. Creo que nadie está en condiciones de decirle a la gente qué y cómo tiene que pensar y si hay algo joven, lo único quizás, en mi programa, es ese rechazo por el discurso. Se asume una derrota al tiempo que se asume una resistencia. Cuando a Polosecki le preguntan por qué era ese el nombre de su primer programa  responde que, si bien no era el título que él quería, lo entendía como el otro lado de la apariencia burguesa. O el otro lado del prejuicio. Yo no creo que haya un otro lado. Hay miles de otros lados. Antes que toda explicación  estadístico-sociológica sobre cómo son las cosas, se trata de ir a escuchar las historias, no porque allí no estén las “apariencias burguesas”, sino porque es el punto de partida para recomponer otra idea de verdad. Creo que en el programa, cuando aparece un tipo que tiene claramente un discurso, cuando hay alguien que formula sus opiniones para convencer, es mortal. Le huimos. En este programa no entran ni los psicólogos, ni los sociólogos ni los especialistas, y muy dificilmente hasta incluso los artistas, que también tienen un discurso bastante estructurado respecto de las cosas. El discurso, además, lo guardamos para nosotros.

Las Tribus -otro gran capítulo aún no reconstruido, cuyo último capitulo ya televisado fueron floggers y emos- parecen como formas de atravesar los fines de los 80s y los principios 90s (así lo muestra también el documental dedicado a Cemento). Son, efectivamente, formas de comunión para rechazar el orden existente desde la desesperación[4]. Más que una identificación ideológica (que también hay), se trata de una práctica grupuscular donde se asume la deserción bajo practicas estéticas. Algunas bandas se reúnen en contra de la soledad. Otras por pasiones comunes y también por protección. Pertenecer a la barra es la forma que permite que uno pertenezca al mundo. Es paradójicamente, encontrar también un lugar en la intemperie. La posibilidad de que el encuentro inaugure un nosotros donde pensar, se decía. Si bien el programa tiene elementos periodísticos, yo lo entiendo como un espacio de aventuras culturales. Cultural no en el sentido de hablar de libros, sino entendido como la forma de vida y los gestos propios de un pueblo. Esta ficción que creamos contribuye a buscar la verdad. Ponemos la ficción al servicio de una mayor realidad.

Otro desplazamiento: no importa tanto lo que dice sino los gestos. El balbuceo propio y de lxs entrevistadxs. La verdad de lo inexplicable, de lo literalmente indecible. El nefasto Tomas Abraham dijo algo cierto sobre Polosecki: hay en él un respeto por la vergüenza del otro, por el pudor de hablar.  Allí también se juega lo que una vida está dispuesta a poner en juego y lo que una sociedad -al menos, de espectadores- está dispuesto a tolerar. ¿de qué manera puede una sociedad escucharse a sí misma -como si ello existiera- sin las tradicionales formas de representación? Quizás sólo a través de los gestos: Se supone que si yo pregunto es porque me interesa; se supone que el interés es registrar un momento más que una entrevista, en donde entonces es importante el silencio porque da lugar a un gesto, a poder concentrarse en un detalle de la escena, en un botoncito que tiene en el pulóver del entrevista y que está diciendo algo. Hay información en eso que rodea al tipo que está hablando, y ahí está el interés del programa”. …Yo tengo todo el tiempo conciencia de que no es el mecanismo de la pregunta y la respuesta lo que funciona en la tele. No es el texto de la pregunta o la respuesta lo que me interesa. Son cosas simultáneas, el color, la pausa, el gesto, eso es lo que más me entusiasma que pase. Es un momento. 

Si la poesía actual opera como una banalización de lo cotidiano hay, en los programas de Polo, una original forma de tratar lo cotidiano, los asuntos ordinarios de la vida, los problemas políticos, las existencias mutantes, las deserciones insostenibles, las tribus extrañas. Por un lado, dijimos, escapar de la pedagogía progresista. Por el otro, huir del periodismo. ¿Pero de qué forma encontrarse con ese otro lenguaje, de escucha, de paciencia, de crear una forma, un momento, una situación? ¿De qué forma encontrarse, entonces, con el “arte”? El asunto consiste, y él lo expresa muy bien, en convertir lo cotidiano es extraordinario, encontrarle la belleza a lo real, el programa tiene un tratamiento extraordinario de lo cotidiano¿En qué consiste esto? En una forma del lenguaje y de la técnica: es una forma de poner la cámara, es una forma de mostrar el lugar donde vive, una forma de conversar conmigo. Lo que Deleuze le atribuye a filosofía: “Devolver a los sonidos y a las imágenes su capacidad de lucha contra los poderes (…) Tomar la palabra para hablar solo por aquello que permanece imperceptible, minoritario, contra aquellos que representan a los otros o hablan de sí mismos. Orientar el pensamiento hacia el sin fondo que se eleva junto con los trozos de ser –simulacros, fallas, partículas– que pueblan, irregulares, las superficies, contra los que pretenden un fundamento (o bien celebran el desfundamento como tal)”[5]. Captar y producir climas, que permitan, entonces, la emergencia de lo inédito. He allí lo propio de la investigación.

Exactamente lo que no hace la poesía actual, que sólo reproduce lo ordinario con el lenguaje ordinario: banalidad del mal. Por eso, el esfuerzo de Polosecki (Poder romper esa actitud previsible de la gente ante la cámara) se trata del esfuerzo del artista mismo: poder romper la actitud previsible frente a su vida, su lenguaje.  Lo cual requiere una exigencia al espectador, al lector. No se trata de la autoidentificación (aunque todos tenemos los mismos problemas, nadie es tan distinto) sino de la escucha activa (que no es el respeto liberal). Hay algo que soportar cuando se escucha, la violencia del relato, sin metabolizaciones morales de su lenguaje: Sin narradores-explicadores ni víctimas (es decir, no es pensar comparativamente los “privilegios”)

Estoy aprendiendo para escuchar muchas cosas. Una de ellas es estar preparado para escuchar cualquier cosa. Que hable un ladrón no quiere decir que esté a favor del robo, ni que me solidarice con el tipo. Pero me interesa hablar con él, ver qué le pasa. Se puede hablar con cualquiera, sin juzgar. En definitiva, todos tenemos los mismos problemas, nadie es tan distinto.

[1] Las palabras de Polosecki serán puestas en cursiva. No pretendemos poner lecturas innovadoras ni hipótesis rigurosas en torno a El otro lado y El visitante. En los últimos años fue vuelto a circular, sobre todo en libros como Sublunar, entre el kirchnerismo y la revolución de Javier Trímboli (Editorial Cuarenta Ríos) y Polo, el buscador (Sudestada). En este último se realiza una biografía escrita en base a testimonio de familiares y amigxs, y se recompone las declaraciones de Polo en distintas entrevistas y conversaciones. De aquí tomamos las citas utilizadas en proporcional abundancia y arbitrariedad.

[2] Debo a un querido amigo esta sutil observación sobre Walsh que alguna vez le escuché: «Seis meses después alguien se le acerca y le dice, mientras seguía jugando al ajedrez y tomando cerveza, “hay un fusilado que vive”. Entonces hay algo que le hace pensar, «ahora sí». Cambia de rancho, se caga de frio porque pasa a vivir sin estufa, cambia el documento, agarra un revólver, él lo cuenta así en el texto. Lo que me interesa resaltar es que en el momento en que la investigación empieza hay un cambio de intensidad en la vida del investigador, ya no puede seguir con el cotidiano como se lo vivió, aparece una historia que tiene exigencias (clandestinidad, pérdida de comodidades, disposición al enfrentamiento armado). Son páginas hermosas, la investigación no es meramente cognitiva, intelectual; es meterse en un mundo cuya puerta de apertura es un fusilado que vive. Esto es una cosa que me parece especialmente importante en la investigación.»

[3] Expresión que, creemos, profanamos del hermoso libro Redondos. A quien le importa. Biografía política de Patricio Rey, escrito por Perros Sapiens (Tinta Limón Ediciones)

[4] La desesperación como condición subjetiva, tal como la penso Ignacio Lewkowicz https://lobosuelto.com/vamos-todos-a-nuestra-fiesta-desesperada-ignacio-lewkowicz/

[5]  Vitalismo “turbio” o los movimientos aberrantes en Gilles Deleuze // Diego Sztulwark, en Lobo Suelto

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