por Bruno Latour
(Traducción: Francisco Pazzarelli)
París, 30 de enero
¿Quién dijo que la vida intelectual de París estaba muerta? ¿Quién dijo que la antropología ya no era más vívida ni atrayente? Aquí estamos, en una mañana fría de enero, en una sala llena de personas de diversas disciplinas y de varios países, ávidas por escuchar un debate entre dos de los mayores y más brillantes antropólogos[1]. El rumor circuló por las salas de chat y los cafés: después de años haciendo alusiones a sus desacuerdos, en privado o mediante sus publicaciones, ahora acordaron finalmente hacerlos públicos. “Va a ser áspero”, me han dicho; “habrá sangre. En realidad, antes que la riña de gallos anticipada por algunos, la pequeña sala de la calle Suger [Rue Suger] fue testigo de una disputatio muy parecida a aquellas que deben haber tenido lugar entre estudiosos fervorosos, aquí mismo en el corazón del Barrio Latino, por más de ocho centurias.
Aunque los dos se conocen desde hace 25 años, decidieron comenzar su disputatio recordándole a la audiencia sobre el importante impacto que el trabajo del otro tuvo sobre sus propios descubrimientos.
Philippe Descola, en primer lugar, reconoció lo mucho que aprendió de Eduardo Viveiros de Castro cuando estaba tratando de extirparse a sí mismo del binarismo ‘naturaleza versus cultura’, mediante la reinvención de la ya anticuada noción de ‘animismo’, para hacer frente a los modos alternativos de relación entre humanos y no-humanos. Viveiros ha propuesto el término ‘perspectivismo’ para un modo que no podía contener en su interior a las limitadas estructuras de una naturaleza versus cultura, ya que para los indios que él estaba estudiando, la cultura humana era aquello que unía a todos los seres entre sí -animales y plantas incluidos-, mientras que aquello que los separaba eran sus diferentes naturalezas, esto es, sus cuerpos (Viveiros de Castro 1992).
Por ese motivo, mientras los teólogos en Vallalolid estaban debatiendo si los indios tenían o no alma, esos mismos indios, en el otro lado del Atlántico, estaban experimentando con los colonizadores, ahogándolos para ver si se pudrían o no -una buena manera de determinar si ellos tenían o no un cuerpo; que tenían alma no estaba en duda. Este famoso ejemplo de antropología simétrica, llevó a Lévi-Strauss a notar, con cierta ironía, que los españoles eran buenos en ciencias sociales, pero que los indios habían estado conduciendo su investigación de acuerdo al protocolo de las ciencias naturales.
Los cuatro modos de relación de Descola
Descola explicó, entonces, cómo su nueva definición de animismo podría ser usada para distinguir al ‘naturalismo’ -la mirada que es generalmente considerada como el patrón del pensamiento occidental- del ‘animismo’. Mientras los ‘naturalistas’ dibujan similitudes entre entidades sobre la base de criterios físicos y los distinguen mediante la base de características mentales y espirituales, el ‘animismo’ toma la posición opuesta, sosteniendo que todas las entidades son similares en sus rasgos espirituales, pero difieren radicalmente en virtud del tipo de cuerpo del cual son dotadas.
Esto fue una ruptura [breakthrough] para Descola, ya que significaba que la división “naturaleza versus cultura” no constituía más el fondo [background] adoptado por la profesión como un todo, sino sólo una de las vías que los ‘naturalistas’ tuvieron para establecer sus relaciones con otras entidades. La naturaleza dejó de ser un recurso para devenir un tópico. No es necesario decir que esos descubrimientos no estaban perdidos entre los nuestros, en el campo vecino de los Sciences Studies, donde estábamos estudiando, histórica y sociológicamente, cómo los ‘naturalistas’ manejaban sus relaciones con los no-humanos.
Fue entonces posible para Descola, como él explicó, adherir a este par de relaciones constrastantes otro par, en donde las relaciones entre humanos y no-humanos eran o similares en ambos lados (lo que él llama ‘totemismo’) o diferentes en los dos lados (lo que él llama ‘analogismo’). Antes que cubrir el globo con un único modo de relaciones entre humanos y no-humanos, que entonces sirve como un fondo [background] para detectar variaciones ‘culturales’ entre los pueblos, este fondo [background] es lo que comenzó a ser objeto de un cuidadoso estudio. La gente difiere no sólo en su cultura, sino también en su naturaleza o, mejor, en la forma en la que construyen relaciones entre humanos y no-humanos. Descola fue capaz de alcanzar lo que ni los modernistas ni los postmodernistas lograron: un mundo libre de la unificación espuria de un modo de pensar naturalista.
Había desaparecido la universalidad imperialista de los ‘naturalistas’, pero una nueva universalidad era todavía posible, una que permitiera relaciones estructurales cuidadosas para ser establecidas entre las cuatro formas de construcción de colectivos. El gran proyecto de Descola fue entonces reinventar una nueva forma de universalismo para la antropología, pero esta vez uno ‘relativo’, o mejor, uno ‘relativista’, como el que desarrolló en su libro Par delà nature et culture (2005). Para él, Viveiros estaba enfocado en la exploración profunda de sólo uno de los contrastes locales que él, Descola, había tratado de constrastar con un número mayor al lanzar su red más ampliamente.
Dos perspectivas sobre el perspectivismo
A pesar de que han sido amigos por un cuarto de siglo, sus personalidades no podrían ser más distintas. Luego del tono aterciopelado de la presentación de Descola, Viveiros hizo breves incursiones aforísticas, lanzando una especie de Blitzkrieg en todos los frentes a fin de demostrar que él también pretendía alcanzar una nueva forma de universalismo, sólo que una más radical. El perspectivismo, a su modo de ver, no debería ser considerado como una simple categoría dentro de la tipología de Descola, sino como una bomba con el potencial de hacer explotar la filosofía implícita, tan dominante en la mayor parte de los interpretaciones de los etnógrafos sobre sus materiales. Si hay un abordaje que es totalmente anti-perspectivista es la noción misma de tipo dentro de una categoría, una idea que sólo se les puede ocurrir a aquellos a quienes Viveiros llama “antropólogos republicanos”.
Como Viveiros explicó, el perspectivismo se transformó en algo así como una moda en los círculos amazónicos, pero esa moda oculta un concepto mucho más incómodo que es el de “multinaturalismo”. Mientras los investigadores, duros y blandos, concuerdan con la noción de que hay sólo una naturaleza y muchas culturas, Viveiros de Castro quiere empujar [push] el pensamiento amazónico (que no se trata, insiste, de la “pensée sauvage” que Lévi-Strauss sugirió, sino de una filosofía totalmente domesticada y altamente elaborada) para intentar ver cómo sería el mundo entero si todos sus habitantes tuvieran la misma cultura y muchas naturalezas diferentes. La última cosa que pretende Viveiros es que la lucha amerindia contra la filosofía occidental se torne apenas una curiosidad más en el vasto gabinete de curiosidades que él acusa a Descola de estar intentando construir. Descola, argumenta, es un ‘analogista’ -esto es, alguien que es poseído por el cuidadoso y casi obsesivo cúmulo de clasificaciones de pequeñas diferencias a fin de preservar un sentido de orden cósmico ante la constante invasión de diferencias amenazadoras.
Noten aquí la ironía -y la tensión y atención en la sala aumentaron en ese momento: Viveiros no estaba acusando a Descola de estructuralista (una crítica frecuentemente dirigida a su maravilloso libro), ya que el estructuralismo, como Lévi-Strauss lo concibe, es, por el contrario, “un existencialismo amerindio” o mejor “la transformación estructural del pensamiento amerindio” -como si Lévi-Strauss fuese el guía, o mejor, el chamán que permitió al perspectivismo indígena ser llevado hacia adentro del pensamiento occidental a fin de destruirlo desde su interior, en una especie de canibalismo invertido. Lévi-Strauss, lejos de ser frío, catalogador racionalista de mitos discretos contrastados, aprendió a soñar y a divagar con los indios, sólo que él soñaba y divagaba por medio de fichas indexadas y párrafos finamente torneados. Lo que Viveiros criticó fue que Descola corre el riesgo de hacer del cambio de un tipo de pensamiento a otro algo “demasiado fácil”, como si la bomba que él, Viveiros, quería colocar en la filosofía occidental hubiese sido desarmada. Si permitimos que nuestro pensamiento se conecte con las alternativas lógicas amerindias, todas las nociones ideales kantianas, tan penetrantes en las ciencias sociales, deben irse.
A esa crítica, Descola replicó que él no estaba interesado en el pensamiento occidental sino en el de los otros; Viveiros respondió que el problema era su manera de estar “interesado”.
Pensamiento descolonizador
Lo que está claro es que este debate destruye la noción de naturaleza como un concepto universal que cubre el globo, por cuenta del cual los antropólogos tienen el triste y muy limitado deber de sumar lo que sea que haya restado de diferencias sobre la vieja y desgastada noción de “cultura”. Imaginen cómo pueden quedar los debates entre antropólogos físicos y culturales si la noción de multi-naturalismo es considerada. Descola, después de todo, ocupa la primera cátedra de ‘antropología de la naturaleza’ en el prestigioso College de France, y siempre me pregunté cómo sus colegas de las ciencias naturales pueden enseñar sus propios cursos al lado de aquello que para ellos debe parecer una fuente de material radioactivo. La preocupación de Viveiros acerca de que su bomba fue desactivada tal vez esté equivocada: un nuevo período de florecimiento se abrió para la antropología (ex –física y ex –cultural) ahora que la naturaleza dejó de ser un recurso para tornarse un asunto altamente disputado, en el mismo momento, por ejemplo, en que la crisis ecológica –un asunto de gran preocupación política para Viveiros en Brasil- reabrió el debate que el ‘naturalismo’ intentó cerrar prematuramente.
Pero lo que es gratificante de ver en una disputatio como ésta es cuánto nos distanciamos de la categoría moderna y, después, posmoderna. Por supuesto, la búsqueda de un mundo familiar es infinitamente más compleja ahora que todos los modos diferentes de habitar la tierra quedaron libres para desplegarse. Pero por otro lado, la tarea de componer un mundo que todavía no es familiar está claramente abierta para los antropólogos, una tarea que es tan grande, tan seria y tan recompensadora como ninguna cosa con la que han tenido que lidiar en el pasado. Viveiros apuntó a eso en su respuesta a una pregunta que vino de la audiencia, usando una especie de aforismo trotskista: “la antropología es la teoría y la práctica de la descolonización permanente”. Y cuando agregó que “la antropología actual está en gran parte descolonizada, pero su teoría todavía no es suficientemente descolonizadora”, algunos de nosotros en la sala tuvimos el sentimiento de que, si este debate indica algo, tal vez finalmente podamos estar llegando allí.
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Referencias
– Descola, Philippe. 2005. Par delà nature et culture. Paris, Gallimard.
– Viveiros de Castro, Eduardo. 1992. From the enemy’s point of view: Humanity and Divinity in an Amazonian Society. Chicago, University of Chicago Press.
[NdT: El artículo original, Perspectivism: ‘type’ or ‘bomb’ , fue publicado en 2009 por Anthropology Today 25 (2): 1-2.].
[1] “Perspectivismo y animismo”: debate entre Philippe Descola (Collège de France) y Eduardo Viveiros de Castro (Museu Nacional do Rio de Janeiro). Maison Suger, Instituto de Estudios Avanzados, París, 30 de enero de 2009