Anarquía Coronada

Pensó que podía // Diego Valeriano

Pensó que podía. Como había podido con los dos guachos cerca de la estación la primera vez, como había podido con la pibita que le dijo que hacía cualquier cosa para que el viejo no se enterara mientras lo miraba con esos ojos negros enormes, como puede ahora cuando le pone el fierro en la boca a ese gil que se creía poronga y le dice que le diga pitufo. Como ellos pueden cuando dejan liberada ciertas zonas. Él siempre pudo, siempre caminó orgulloso con su uniforme, siempre creyó que hay que ser bien macho y tener huevos para andar enfierrado. Siempre lo creyó, siempre lo quiso. No cualquiera es policía local y se hace respetar así, piensa mientras camina haciendo algún trabajito extra en el centro de Avellaneda. No cualquiera se hace respetar a pesar de ser de la local, de esa boina de mierda que no quiere usar. A pesar de ser pitufo, de ser un poco gordo, de no ser policía del todo. No cualquiera sabe caminar de tal manera que el jefe de calle de la 1ra. confíe en él. No cualquiera ante un grito lleva la mano a la cintura, apunta y tira. Todo transcurre en un segundo. Grito, mano a la cintura, no duda y listo.

Él puede, ellos pueden, siempre se puede. Así lo aprendió desde hace cuatro años cuando se metió en la local y todo mejoró. Dejó de cortar pasto, empezó a tener un sueldo y algunos mangos extras, pudo por fin viajar y visitar a su hermano en Salta. Luis camina hacia el pibe que se desangra en la calle, apenas puede respirar y siente como todo el cuerpo se le llena de sangre.

Pablo mira que a unos metros un gordito con una 9 mm le sigue apuntando y camina hacia él. No puede creer que ese gordo cara de gil sea quien lo hizo perder, ni rati parece, parece ¿a quién se parece? ¿Por qué la va de justiciero? Intenta moverse, el cuerpo ya no responde. Piensa en Ivonne, en cómo la hace renegar, en las cosas que le va a decir cuando vuelva a la casa. También piensa en Valentina aunque hace mucho que no la ve. Piensa que ahora está solo. Piensa que no le duele nada. Siente mucho frío a pesar de la sangre hirviendo que corre por todo su cuerpo para escaparse. Siente orgullo también, no lo agarraron como a un gil. Y él vuelve mejor, vuelve grande. Va a caminar por esos pasillos que siempre soñó, con dos tiros. Va a caminar erguido, bien plantado, lo van a respetar. Va a ser paciente, va a conocer gente grande, va a aprender a escuchar, y después de unos pares de años va a volver al barrio, pero con un nombre, listo para lo que sigue.

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