Para renovar la fuerza, íntima y colectiva, entrar en otro plano de percepción, a través de una disciplina espiritual por inventar, pero que empieza con (al menos) tres descartes o sustracciones:
-salir de la visión política del mundo: lo real definido como poder y cálculo de poder -borrada o subordinada toda dimensión existencial- en términos de lucha, acumulación de fuerzas, línea política, militancia militar. La realpolitik como saber triste, consideración de la fuerza como una sola: fuerza de los fuertes que se admira y se desea a las claras o en secreto.
-salir de la visión económica del mundo: lo real definido como mercado, borrada toda dimensión de generosidad, derroche, don, pérdida, opacidad. Uno mismo visto como su propia empresa: superación indefinida de sí, competitividad generalizada, transparencia, acumulación de contactos, visibilidad, proyectos, likes.
-salir de la visión mediática del mundo: lo real definido por los medios de comunicación, en primer lugar la tele, como sucesión de coyunturas impuestas al pensamiento, belén de personajes expertos en agitar un ruido nulo a su alrededor, paisaje de polémicas que son una trampa en su mismo planteamiento, guiones siempre renovados de la sociedad del espectáculo.
Salir más por un desvío de la atención que por la crítica como polémica: pelea de poder, incapaz por ello de salir del círculo de los objetos criticados; por la reapropiación de una relación de intimidad con uno mismo, la lateralidad del pensamiento y la escucha, la conquista de autonomía y de capacidad (afirmativa) de propuesta.