A fines del 2018, Federico Bal estrenó una obra junto a su padre en la que pretendía mostrar una forma renovada del teatro de revista. Parte de la trama consistía en exhibir las diferencias generacionales en torno al humor. Lo interesante de la operación era que, durante la obra, Santiago Bal (el padre) contaba chistes escandalosamente machistas para luego ser criticado por su hijo, quien le explicaba las razones por las que ese comentario ya no causaba gracia. Lo cual en buena medida era falso, ya que el público disfrutaba tanto del chiste del padre como del comentario correctivo del hijo. Me acordé de esto por culpa de Alberto Fernández. La burrada que dijo sobre los barcos, los indios y Lito Nebbia, desató una ola de memes en los que todos pusimos en boca del presidente nuevos comentarios racistas que nos divertían. Es decir, llevamos a cabo la operación Fede Bal: encontramos el modo de enunciar libremente chistes xenófobos a partir de una lógica que nos pone en un lugar distante, como si los estuviéramos criticando. Quizás la operación Fede Bal sea algo característico de nuestra época. Una distancia irónica que nos permite disfrutar de aquello que supuestamente criticamos.
Vago Diario Sobre El Trabajo // Cosa Rara
Dedicado a quienes rompen el silencio. Escribo dialogando mientras suena un