Lxs personajes de Diego Valeriano en su última novela “La no sufras o la ética del segundeo” bien podrían haber sido compañerxs del Pollo, Walter, Chiqui , Ricardo y Severino, en el “caserón del orto”.
Nuevamente oKupas- mítica serie que vio la luz en el año 2000 y conmovió la sociedad en aquel entonces- está sacudiendo el país. La última novela de Diego Valeriano La no sufras o la ética del segundeo (milena caserola 2021) tiene demasiados puntos de contacto con la mini serie de Bruno Stagnaro. No exageramos al afirmar que la protagonista de La no sufras, apodada La No Sufras, podría haber sido una más de la banda de amigos que se reúnen por casualidades y causalidades en el “caserón del orto”. Los 4 fantásticos de oKupas al igual que lxs protagonistas de la novela de Valeriano tienen varios puntos en común, pero uno sobre todos los demás, el más importante de todos: comparten la ética del segundeo como filosofía de vida.
La ética del segundeo
“Pavear, desertar, darnos ánimo, ser cómplices, sufrir juntos, estar siempre que podamos, extrañar a Marquitos. Amarnos de la manera más genuina que se puede hacer. Segundearnos.” Valeriano ametralla y da forma a una aproximación de la definición del verbo “Segundear”. Nosotrxs agregamos: (in)lógica antineoliberal, anticareta, antiyuta; oda al aguante y a la amistad, pero no cualquier amistad, sino aquella que se funda estrictamente en el amor por el otrx desinteresado de toda materialidad, despojado de cualquier intento de corrección sobre la persona. Segundear es vagar porque si, porque no hay nada mejor que hacer, porque es buscar el poco aire que queda para respirar, es desertar, irse, fugarse, un llamamiento a la amistad, una trinchera de lo genuino.
Los personajes de Valeriano se la pasan entrando y saliendo “de una”. Sus sentimientos son contradictorios, veamos: “No reconoce neutrales -¿cómo hacerlo?-, amigo o enemigo, segundeo o traición, se comparte el papeo o nada, compa o recurso. Espalda con espalda o mano a mano. Definiciones claras que no siempre consigue identificar, de ahí la importancia de nunca relajar las posturas del cuerpo, siempre en guardia, siempre pilla, nunca pollo. La pelea es a muerte (…)”
En estas palabras de Diego ¿no están el Chiqui, Walter, el pollo y Ricardo? Leer la no sufras es entender mejor Okupas y ver Okupas es entender mejor la no sufras o la ética del segundeo: 4 amigos que se bancan en todas, que la cuelgan, que se defienden, que se pelean, que comparten hasta lo que no hay. “-Había comprado dos porciones pero bueno somos cuatro” dice Ricardo; Walter contesta “con Severino somos 5”.
En La no sufras el tren aparece de manera constante, es un escenario vivo a lo largo de toda la narración, es sinónimo de desertar, de colgarla, de andar vagando. En Okupas el viaje a Quilmes desde Constitución, en el roca, para pegar Falopa y que Ricardo pruebe la merca, es emblemático, personifica, encarna, materializa el “segundeo” en su versión fiesta (que no es la única, también está el vuelto, están las malas)
Lo plebeyo
El amor a los reventados, a lo plebeyo, al barrio; los pibes y las pibas en la calle, el guacherio, la desobediencia como toda regla. En la no sufras el escenario es el conurbano, José C Paz, Malvinas Argentinas, Morón, la estación de Sol y Verde, San Miguel; en oKupas son las torres del doque, con sus personajes, con su filosofía de la calle. Esta presente la fiesta y la resaca, el arrebato bien puesto y la trompada que te parte la jeta.
Lxs pibxs del docke, el Negro Pablo, ser anti yuta, chorro antes que mulo, despilfarrar el mango porque un balazo te arrebata la vida en un toque y entonces que importa. “Ganar o perder” sentencia el Pollo. Valeriano es ese mundo, habla desde ese territorio, allí se engendro. No hay moral que valga para Diego, provocación absoluta: en la calle, en el agite y el descanso de los guachos y las turras èl encuentra potencia y creación.
Uno es todo y todos somos uno
El chiqui, el pollo, Ricardo y Walter podrían ser hijos de La No Sufras, podrían vivir con ella, refugiarse en su rancho cuando se pudre todo y no hay refugio, irse a la mañana con la frazada que les prestó escondida debajo de la ropa para no tener frio a la noche y que ella les saque la ficha pero mire para otro lado. Podrían ser sus hijos porque para ella la sangre no lo es todo, cria pibxs porque si, porque aparecieron ahí, porque no se puede hacer otra cosa.
También la no sufras podría ser ellos, podría ser el Chiqui, que cuando no hay donde dormir duerme en la plaza; cuando no hay guita pide en los trenes, en la calle, en los semáforos, en los bondis. El chiqui podría ser La No Sufras por lo colgado, por lo noble, por las ocurrencias, por las salidas, por el mambo, por estar en una. Podría ser el pollo por los códigos, por la calle, por la amistad, por el aguante, por lo oscuro, por no bajar la guardia, por dormir con un ojo abierto, por poner la piel por los suyos. Walter y sus chistes, sus descansos, por ir sin importar las consecuencias, podría ser ella. Ricardo también, no por su origen de clase media con culpa, sino por la inocencia, por aprender al andar.
El rock como todo llanto
No esperen encontrar en nuestras historias ningún final feliz ni zafar de la tragedia. En la calle los finales de Hollywood no existen. Si en oKupas la tragedia nos tira al piso, nos deja llorando, nos recorre un escalofrió y una sensación de vacío en el cuerpo; en La no sufras la sensación es similar: el dolor que experimentan sus protagonistas- un dolor colectivo y genuino- avanza en toda la atmosfera, nos humedece los ojos, nos parte al medio. No es para menos. (No queremos spoliar, por ende no profundizaremos en esto)
¿Cómo nos recuperamos de un knockout? “Con el segundeo” nos dirá Valeriano.
Una última reflexión
A modo de reflexión podemos afirmar que la ética del segundeo vence al tiempo. Hace 2 décadas estuvo presente en oKupas, hoy aparece en la calle, y la materializa la pluma de Valeriano. La amistad prevalece, se transforma, pero jamás pasa de moda, nos sigue conmoviendo, nos sigue marcando el pulso. Practicar el segundeo es una aspiración genuina, una acción revolucionaria sin saber a fondo de que se trata, armar algo nuevo sin instrucciones previas, salir del embace para llegar a lo genuino.
Pero además de ello, lo que también está presente en ambas obras es el escenario, el contexto en el que los protagonistas toman decisiones y van determinando con acciones sus propios destinos. Ese telón de fondo es la pobreza, la falta de perspectivas para millones de pibes y pibas, la precarización laboral, la imposibilidad de tener un techo donde vivir, las lógicas neoliberales que continúan dominando el estado de cosas. De Okupas a La no sufras pasaron 2 décadas pero continúan los mismos bondis.
Debe ser por todo esto que tanto oKupas como La no sufras conmueven profundamente a quienes lxs conozcan.
Con oKupas, La no sufras… llego a Netflix.
Ilustración Fede Albornoz