Quisieron, desde el gobierno, armar una escenografía absurda. Partir la plaza del Congreso como si hubiese una “simetría” de fuerzas: pro-vida vs. pro-aborto (así la titularon). Como si la división del conteo de votos en el Congreso que se venía peleando en el lobby parlamentario desde hace semanas reflejaría en proporción lo que pasaba en la calle.
Esto tenía dos intenciones. Primero: desconocer la masividad que el debate a favor de la legalización del aborto ha logrado, traspasando edades, organizaciones, barrios, familias y lenguajes. En ese sentido, esta “marea verde” mostró la presión desde abajo contra la cual el sistema representativo no pudo inmunizarse. La democracia que se ejerce en las calles tiene la fuerza de lo real y esa es la verdadera “asimetría”.
Segundo objetivo: al diseñar una nueva “grieta” artificiosa armada con vallas, se quería despreciar un acumulado histórico de luchas. La contundencia de la foto de una plaza masiva y verde del 4J fue la antesala inmediata de esta corriente de opinión, sensibilidad y capacidad de movilización callejera que volvió a tomar la ciudad. Quisieron evitar que se repita de nuevo esa foto. Y el movimiento tomó la forma de una serpentina plateada y verde, ocupando varias avenidas, haciendo temblar y brillar la noche con fuegos acá y allá, con purpurina que encendía los rostros, con mantas de colores que tapizaban el asfalto.
El desborde masivo desbarató la coreografía patética del oficialismo. Éramos miles y miles yendo y viniendo. Dispuestxs a que el tiempo de permanencia no fuera un problema. Ocupar la noche fue no saber del tiempo de reloj. El estado de vigilia fue una mezcla del estado de alerta que el movimiento feminista viene instalando sobre las tramas de violencia contra el cuerpo de las mujeres con una algarabía de estar juntxs que nos envuelve en un cuerpo colectivo y nos abriga.
No hay vuelta atrás. En ese modo de producir cuidados al ocupar la calle. No hay vuelta atrás. En las miradas luminosas de tantxs jóvenes que saben que ocupar la calle es la verdadera forma de hacer política y donde todos los cuerpos cuentan. No hay vuelta atrás. Porque abrimos una brecha en el futuro que nos quieren robar con la deuda externa y con las formas de deuda privada, como mordazas sobre nuestros cotidianos. No hay vuelta atrás porque agujereamos la normalidad. Porque en estas fiestas masivas con las que estamos haciendo historias nos estamos inventando nuevas formas de existencia colectiva. Tenemos un “nosotrxs”. Nos tenemos. Y nuestra verdad es que no estamos solas.