¡Novedad!: Sin árbol, sombra ni abrigo

por Teodoro Boot

En un acto que no sé si llamar heroico o absurdo, la editorial Punto de Encuentro acaba de publicar Sin árbol, sombra ni abrigo, que seguramente a partir de la semana próxima estará disponible en las mejores librerías.
El sacrificado editor espera que haya alguna venta. Y el autor, más: si no la hay, difícilmente salga alguna vez a la luz Si la casualidad lo permite, tercer y sospecho que último volumen de esta saga.
El propósito original de llegar hasta el año 2000, momento en que se invocaría el retorno al mundo material de las partículas astrales del Tirano Prófugo como último recurso para evitar la autodestrucción nacional, atenta contra la salud mental del autor, a quien, cuanto más recientes, más dolorosos y perturbadores le resultan los sucesos argentinos.
Se agradecerá infinitamente, aunque sin llegar a la abyección ni, ¡Dios menelibre!, la servidumbre sexual, tanto la compra del libro en cuestión como la difusión de su existencia.
Ignoro si el texto de contratapa da alguna pista acerca de su contenido. Por las dudas, dice así:
“Novela, testimonio y documental, Sin árbol, sombra ni abrigo nos presenta los mismos personajes, en el mismo lugar y en el mismo momento en que quedaron al final de Espérenme que ya vuelvo, pero se trata de mucho más que de su continuación. Friedman y De Santis, tan entrañables como azorados, nos llevan por las calles de Buenos Aires, La Plata, Ushuaia y Río Gallegos para cumplir con los desconcertantes pedidos del Tirano Prófugo, quien en su pequeño departamento de Colón, en calzoncillos y con una media en la cabeza, envía instrucciones, pergeña planes, escribe cartas, redacta artículos periodísticos, publica libros, graba discos, descubre por qué los cangrejos caminan de costado y aún tiene tiempo para levantarse una turista norteamericana. Sin embargo, las posdatas telefónicas de G9 y L7 y la disonante voz “en off” del cada vez más indignado ingeniero Frascali parecen decirnos que las cosas no ocurren como aparentan. Al fin de cuentas, qué sabe nadie”.

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