Anarquía Coronada

Mar Arriba: los conjuros de Silvia Rivera

Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga y activista de ascendencia aymara, viajó desde La Paz, Bolivia hacia el norte de California el 1 de enero de 2009.

Este documental rememora su visita a Berkeley y a los candilados de Mendocino. Allí, ante el Pacífico, la lectura de varios poemas de Jaime Saenz, voz de altura paceña, suscitó estos conjuros.

Teoría del agua sucia.

Diálogo con Silvia Rivera Cusicanqui sobre los talleres textiles

por el Colectivo Situaciones
(intervenido por Simbiosis Cultural)


El sábado 24 de julio de 2010 compartimos una larga conversación con Silvia Rivera Cusicanqui, pocas horas antes de que partiera su avión de regreso a La Paz. Habíamos vivido días de intensa actividad en Buenos Aires, con la excusa de presentar Chi’xinakax utxiwa.
Durante buena parte del diálogo discutimos sobre el núcleo de la economía migrante en Buenos Aires: los talleres textiles. Silvia nos trasmitió una perspectiva distinta a la que veníamos desarrollando, que a la vez nos chocaba y nos resultaba interesante.
Días más tarde leímos la entrevista con Simbiosis y tras acaloradas discusiones, párrafo a párrafo, decidimos intervenirla con notas y comentarios. El procedimiento se lo robamos a la propia Cusicanqui y a su grupo, El Colectivo 2, quienes en la revista que editan en La Paz publicaron nuestro texto Inquietudes en el Impasse con agregados y sugerencias de lectura.
De este modo va conformándose el entretejido de una conversación transnacional, que se origina en los encuentros presenciales, se sostiene en los intercambios a la distancia y se disemina con cada publicación colectiva.
Sobre los talleres textiles
Colectivo Situaciones (CS): Existe aquí en Buenos Aires una figura muy controvertida: la del tallerista. En el libro Principio Potosí Reverso relatás el encuentro con uno de ellos en Bolivia, pero la imagen que trasmitís es bastante benévola.
Silvia Rivera Cusicanqui (SRC): Sí, quizás mi visión sobre este tipo de personajes es bastante rosa. Me han contado que algunos de ellos se convirtieron prácticamente en mafiosos. Pero yo les he dado el dato, si es que mis esperanzas no se frustran, de que no es la única forma. He hablado y me he farreado con el dueño de varios talleres y con su esposa, en la fiesta de Santiago de Guaqui y he visto otro tipo de enjundia humana. No les puedo garantizar que tengo razón, tal vez sea sólo un deseo, pero hay algo que se llama dominación legítima, que está basado en la noción del derecho de piso.[1] 
Yo suelo decirle a mis alumnos: no confundan joven con pobre. El joven siempre es pobre. Salvo que sea heredero de una fortuna o que disponga de rentas que no han surgido de su trabajo. El joven cuando empieza a caminar por la vida tiene que comenzar por abajo. Y en estas culturas, q’ara es el que hereda una riqueza que no ha producido y por eso tiene un piso de entrada a la sociedad que está cimentado por el trabajo de otros que han sido explotados. Ese primer escalón del piso siempre involucra un alto nivel de sacrificio. Yo deseo que esos talleristas que vienen y encierran a los trabajadores sean sólo la punta del iceberg, los que la prensa ha magnificado. No estoy segura, pero creo que tiene que haber otra cosa, si no, no sería tan dinámica la movida.[2] 
He hablado con mucha gente que vino desde Buenos Aires para participar de esa fiesta, donde se los ha contratado a los Kjarkas para que amenicen. Incluso conversé con los ahijados de sus sobrinos, es decir con el tercer anillo de parentesco de este tallerista. No eran sólo sus familiares directos. Y en los planes de los chicos y sobre todo de las chicas, se veía claramente cómo un tiempo más estarían en el taller para luego poner su propia peluquería. Ellas ya están estudiando el mercado, viendo las cabecitas rubias, cómo se hacen los rulos, qué tipos de colores se usan en los teñidos, viendo dónde va a instalar su local. Mientras se hacen explotar van construyendo su microempresa.[3] La idea de que en estos lugares está en juego una dinámica de esclavitud me parece totalmente equivocada.[4]
CS. ¿Vos cómo le llamarías?
SRC. Subordinación, explotación, una mano de obra que está pagando derecho de piso migratorio, para en el primer escalón recibir lo que se llama una reciprocidad diferida. Eso es lo que hacen tus papás contigo y tú tienes la obligación de hacerlo con tus hijos. Tu mamá te ha cuidado a tu hija, tú tienes que cuidar a la hija de tu hija, como una devolución a tu mamá. Diferido en el tiempo, se trata de un circuito de devolución: este fue explotado, ahora le toca explotar.[5] Pareciera que fuera muy cruelmente colonialista, pero no es colonial esta regla. En todo caso sería una relación de clase. Porque no se consideran salvajes a los explotados. Los consideran aprendices pero no salvajes. Por eso es que la palabra esclavo, que siempre parte de una heteronomía cultural, es equivocada. Aunque es cierto que el conocimiento adquirido en la explotación colonial se vuelve un insumo para toda forma de explotación. Por ejemplo, es común en contextos de intensísima explotación, que se despliegue una otrificación del obrero, hasta considerarlo un salvaje. Por eso es tan fuerte la ciudadanía peronista aquí, porque se rompió esa premisa de que el obrero es un salvaje-otro, un recurso heredado de la explotación colonial. El repertorio de la dominación tiene también su propio bagaje de saberes adquiridos. Y son culturas de servidumbre, como dicen los antropofágicos.
CS. Pero teniendo en cuenta las relaciones de subordinación que se perciben en los talleres textiles de Buenos Aires, ¿no se podría decir que también las culturas andinas introyectaron o hicieron suyos ciertos valores propiamente colonialistas?
SRC. Sí, yo creo que indudablemente tienes toda la razón. Pero esos valores coloniales tuvieron que ser retraducidos a formas legitimadas por la comunidad andina, y siempre teniendo en cuenta cierto techo. No puede ser una condición de servidumbre permanente. Por eso no es esclavitud. Hay reglas muy claras de manumisión. Y un proceso progresivo de manumisión. Cuando pasaste el primer escalón tienes un cierto derecho a otra cosa, de ahí pasas a un segundo y ya te puedes considerar autónomo y puedes interactuar de igual a igual con tu antiguo explotador. Y él te va a dar el kuti de la devolución del prestigio: él va a tener que venir a tu fiesta.[6] Entonces, hay una internalización del colonialismo en todo esto. No hay duda alguna. Todas las estructuras han sido colonizadas, todo el imaginario social ha sido colonizado. Y a su vez tiene un potencial de insubordinación frente a esa misma estructura. No es un mundo quieto de aceptación. Yo quisiera ver trayectorias genealógicas de chicos que han trabajado en los talleres, saber cómo egresan de esa “universidad tallerista”, qué ha pasado con ellos, qué proyectos de vida hay y si esta hipótesis de las gradas o de los pisos que tienen que pasar hasta llegar, que es una condición temporal que tiene que ver con el ciclo de vida, tal vez es una falsa ilusión mía. Saber qué ha pasado con los que egresan y si esos egresos son los sueños de los que ingresan, sueños que se pueden cumplir, planes de vida que van a llevar a que se cumplan esos proyectos. En ese sentido los paisanos son bien leninistas: hay que soñar pero a condición de realizar meticulosamente nuestra fantasía. Tac tac, tac: este año simplemente vivo, el próximo año me consigo un cuarto y traigo a mi mujer, al otro ya me ahorro los primeros pesitos y a la vuelta de diez años ya estoy armando mi taller y ya estoy empezando a jalar a otros.[7]
La Salada como taypi universal
CS. Como algo exterior al plan hay que pensar en una masa de gente que comienza a tener relaciones que van más allá del taller y aparecen cuestiones que tienen que ver con la ciudadanía, espacios públicos que en esta ciudad no son fáciles de hallar…
SRC. Claro que La Salada en este sentido es el taypiuniversal. Para mí La Salada es el taypi neto, donde unos entran y otros salen, un espacio donde es muy difícil la penetración estatal, neoliberal.[8] Se han creado una vaina que está basada en la ilegalidad, en lo trucho, en todo lo que tú quieras. Pero digamos que si a la clase media se le han hecho añicos en este país las ilusiones del paraíso capitalista, producto de las sucesivas crisis, y todos por ese motivo se han vuelto más humanos y más transgresores, porque todos compran pirata, quedan entonces como muy pelotudos los que compran la ropa de marca original, son como nostálgicos oligarcas vetustos. Porque mejor te compras en la Salada y luego te haces la parada, pues.
CS. El problema es cuando se crean en torno a la feria un conjunto de poderes que luego resulta difícil revertir. Por ejemplo la articulación con la policía por parte de algunos talleristas, que consiguen parar procedimientos judiciales. Esa red incluye radios, que son las que escuchan los costureros en los talleres, lugares bailables para que asistan en las pocas horas libres que tienen, y además la vinculación con las grandes marcas. No es sólo La Salada sino que se trata de una cantidad de circuitos distintos, más o menos autónomos, en una articulación muy compleja.
SRC. El caso de Madrid nos brinda la pauta de una derivación reaccionaria y jodida de este mecanismo. Y es cuando se empiezan a establecer los monopolios jerárquicos de la condición nacional. Los que representan la bolivianidad[9] e imponen esta maquinaria del derecho de piso para aprovechar la antigüedad. Los que están en la cima han pasado todo el circuito ilegal, se han nutrido de esas esferas abigarradas donde todo vale. Todo vale pero en un aparente caos, que está ordenando por ciertas normas, porque si no se va al tacho el precio, el salario. Son cosas que estudié bien en Bircholas: el ambulante es tolerado, porque si se ponen muy intolerantes con ellos, pues los ambulantes se organizan y te montan un mercado al lado que te obliga a negociar.
CS. Algo similar pasó en La Salada, cuando quisieron hacer unos almacenes dentro de la feria y los que gestionan no querían darle puestos a los cargadores para que se reconvirtieran.
SRC. Entonces hay un doble manejo de ingreso controlado, de apertura regulada, para evitar la aparición de nuevas células de mercado que pueden desestabilizar. Eso pasó con el famoso Miamicito en La Paz. Tanto no dejaban entrar, tan cerrados se pusieron que se abrió la Uyustus y murió el Miamicito. Entonces la situación se invirtió: antes los que manejaban el Miamicito eran quienes impedían el acceso y ahora tienen que hacer derecho de piso para que los vuelvan a dejar ingresar. Sus excluidos son ahora sus excluidores, con los cuales tienen que hacerse yunqueríos y compadrazgos, congraciarse para reestructurar su ingreso. O sea tú caes y subes medio cíclicamente. Por eso el factor de la temporalidad es muy importante.
Pero lo que ha pasado en Madrid nos debe alertar. La bolivianidad comenzó a manejarse como un ícono poderoso de acogida ilusoria, puramente vinculada a lo más vulgar de la cultura boliviana. Los artífices de La Perla lograron controlar hasta hoy todo el capital simbólico de la feria y de la fiesta, sin que nadie pudiera cuestionar esa jerarquía. Y son super reaccionarios, con un manejo del chauvinismo muy grande, al punto que se mueren por demostrar que la diablada sólo es de nosotros. Derivado eso en política, La Perla maneja todas las fiestas y particularmente la de Urkupiña, sin que nadie pueda entrar salvo los auspiciadores, que son grandes marcas capitalistas. El control político ahí es muy jodido. Es un monopolio que está articulando todo eso con el neoliberalismo trasnacional más asqueroso. Y así se vuelve una correa de domesticación y desinfección del virus boliviano que hemos podido introducir con tanta migración. Todo eso lamentablemente también lo utilizan como correa de transmisión hacia la embajada, que hasta ahora no ha sido nada inteligente, porque sólo ha desarrollado iniciativas asistenciales y nada en términos de ciudadanía. Para armar feria, para poner nuestro katu allí, hemos tenido que apoyarnos en el Museo Reina Sofía para que nos preste su chapa, a la que La Perla no iba a poder negarse.
CS. En Buenos Aires hubo un cónsul que comenzó a ver esta articulación mafiosa y lo enfrentaron muy fuertemente, lo amenazaron, le pusieron un sueldo a su secretaria personal para que no siga trabajando con él. Lo que dice Ayala, que es el representante de los talleristas y maneja el entramado más complejo de relaciones con la policía, con el gobierno de derecha de la ciudad, es que los trabajadores vienen acá en condiciones bastantes buenas pero la ilegalidad es una condición impuesta por la Argentina, por eso lo que ellos hacen es defender a la bolivianidad en el país. Ese poder que logran constituir aquí luego vuelve a Bolivia, como conjunto de reclamos al gobierno de Evo, en nombre de los migrantes.
SRC. La contaminación que nosotros manejamos no puede ser digerida por la moral de la izquierda, tan prístina, tan entera, tan orgánica, tan láctea. Ese nivel de purismo que reconoce una trayectoria loable, en Bolivia ya no existe. Después de que las izquierdas cruzaron ríos de sangre para gobernar con Banzer, el asco entre nosotros ya no es nada extraordinario. Entonces, si no entiendes a la policía y a las mafias por dentro, tu escudo moral resulta inocuo. El problema es que no sé quién puede hacer eso.
“Botar a la guagua y quedarse con el agua sucia”
CS. Quizás en Bolivia hayan podido develar al menos algunos indicios del tipo de conflictividad que se genera al interior de estos complejos, teniendo en cuenta que en muchas de sus articulaciones es posible percibir mecanismos injustos o de sometimiento. ¿Hay luchas capaces de asumir esta condición de abigarramiento? Porque en Buenos Aires los conflictos que hemos presenciado surgen a partir de una lectura externa de lo que pasa en estos circuitos, y se presentan como “salvadores” que vienen a liberar a los esclavos.
SRC. A mí hay lecturas que me han ayudado muchísimo para pensar estas cosas, en especial el caso de Chandra, de Ranajit Guha, que relata cómo los bienpensantes colonialistas salvaron a las viudas de ser quemadas, con un discurso patriarcal cuyo efecto es dejarlas sin voz. De ahí la pregunta de Spivak: ¿puede hablar el subalterno?
Estos cronistas y viajeros, que son quienes producen las fuentes, hablan del horror exótico que les significa atestiguar la autoinmolación de las viudas de un Rajá que ha muerto y que supuestamente les impone el sacrificio. Lo que más le impresiona al tipo es la alegría con la cual ellas saltan al fuego. Y ve esa alegría como una especie de gran impostura, basada en una cultura y una religión arcaica que lo permite. Lo que comenzaron siendo crónicas de viaje se convierte luego en un escándalo de Derechos Humanos para la sociedad antiesclavista. Pero la sociedad antiesclavista tiene una trayectoria de doble moral tan impresionante que yo quisiera que ustedes vieran cómo casi se puede hacer un collage entre lo que dicen aquellos cronistas y lo que publican los medios en la actualidad. Y es esa maniobra colonialista la que justifica una intervención genocida, para salvar a las mujeres. Es lo mismo que ha hecho Bush con la burka.
La paradoja es ese no-lugar teórico: ¿qué bando tomas? O si logras hacer la pirueta de la ambivalencia, ¿dónde queda el piso ético? Se trata de un conflicto no sólo teórico sino ante todo ético. Para afrontar estos dilemas la memoria es una fuerza muy potente, porque el hecho que ha quedado sin resolución, sin justicia, en otro momento se resignifica. El trabajo que están haciendo por ejemplo los chicos de la editorial Retazos, que publicaron un libro a cuatro años del incendio en el taller de la calle Viale, es muy importante. El sentido de esas memorias se transforma año a año y es algo que no debemos soltar. Quizás sean temáticas que haya que trabajar a ambos lados de la frontera, porque hay un grupo que está investigando en Koana, una comunidad que ha sido destruida ecológicamente por los residuos de El Alto y del que provienen la mayoría de los costureros que murieron en el incendio del año 2006.
CS. El problema para nosotros es cómo atravesar la pared que se levanta en una ciudad como la nuestra para separar las luchas de un lado y las luchas del otro. Cierto desfasaje entre una realidad y la otra que guetifica e impide establecer puentes. Porque así la resistencia se queda sin traducción posible y por lo tanto sin capacidad de replicarse. En ese sentido lo que están haciendo los chicos de Retazos es sin dudas muy interesante, porque están vinculando estos mundos, enlazando escenarios. Pero cuando ellos cuestionan a los talleres se les exige de inmediato que se definan sobre qué cosas ven mal y cuáles aprueban. Lo cual es muy difícil, porque se trata de algo a elaborar.

SRC. ¿Sabes qué yo digo? Hay que botar a la guagua y quedarse con el agua sucia. Porque a veces, si quieres salvar demasiado te quedas sin nada. Y el quedarte con el agua sucia por lo menos te deja unos cuantos gérmenes que por ahí pueden producir algo en otro ámbito. Así yo entiendo la micropolítica.
CS. El problema político y organizativo que ellos plantean es cómo reemplazar todo lo que el taller ofrece, que es un lugar para estar con los hijos, alimento, relaciones con la familia, un estilo de vida. No existen aún las redes sociales que pueden asumir ese desafío…

SRC. Es lo mismo que pasa con los niños en la cárcel. Todas las miradas humanitarias apuntan a una cosa: ¿cómo es que entran esos niños? Por un sistema muy sutil de corrupción policial que no sólo permite el ingreso de niños, sino también de verduras, de familias, de bebidas, de modo que la cárcel boliviana se ha vuelto una cárcel modelo, pero no por derechos sino por infracciones. Entonces, si tú denuncias eso se corta todo: visitas, alimentos, se armó la huelga de hambre y los presos se cosieron las bocas.
Lo que nosotros planteábamos cuando trabajábamos allí haciendo voladores era usar esas transgresiones para una cultura de convivialidad y de no violencia. En mi caso hice la propuesta de introducir el pijchado para sustituir a la pasta base. Entonces armábamos en la cárcel unos acullis e invitábamos a todos estos pesados, pero claro, eso debería haber sido una política sistemática, acompañada por gente que sabe. Porque lo único que hemos logrado era que les picaba y tenían más ganas. Es algo que hay que manejar con sapiencia médica. Aunque estos muchachos se picaban hasta con el aire, porque la verdad es que el aculli y el ajtapi no le hacen mal a nadie.
Pero la situación en la que nosotros intervenimos era la de una lucha entre los marihuaneros y los basuqueros, porque estos últimos pueden matar hasta a su mamá para conseguir su dosis, en cambio el marihuanero tiene su ética. Ahí se nos ocurrió hablar con uno de los compañeros de la guerrilla katarista que todavía está preso, de la misma historia que el Álvaro García Linera (actual vicepresidente de Bolivia), que quería ver cómo podía hacer para que la pasta base no los matara. ¿Qué hace uno? ¿Denuncias y les cortan todo? ¿Transas y eres cómplice de la mafia? ¿O usas la transa para crear un espacio de ética que por lo menos saque adelante un mínimo de valores? Historia oral, acullicu y voladores hacíamos nosotros. Pero era como oponerse al dragón con una bolita de canica. Un juego de niños.
CS. En el caso del mercado sería cómo usar el contrabando para desplegar otro tipo de redes.
SRC. Yo le he dicho a Javier Hurtado (ex Ministro de Producción y Microempresa): “haz una propuesta de reconvertir los saberes de contrabando, no para acabar con el contrabando sino para reconvertirlo y volverlo algo más sano, que nos traigan libros, chips, maquinarias, cosas que no hay acá, y que más bien lleven alimentos orgánicos”. Yo he visto los precios de las cosas orgánicas aquí y por ejemplo la estevia es realmente un lujo, mientras allá la consumen todos porque es más barata que el azúcar.
Parecen cosas muy crasas. Yo le he hablado de todo esto una vez al Evo y sabes qué me ha dicho: “yo soy político, no soy comerciante”. Yo le había dicho: “abriremos un espacio para la coca a ambos lados de la frontera. Legitimaremos. Llevaremos coca de primera calidad, embasada en origen, porque en Argentina hay la idea de que así se valoriza. ¿Qué tal si hacemos unas bolsitas apropiadas?”. Yo metiéndome en el detalle, imaginando posibilidades que da la veta mercanchifle, para tratarlo de convencer. Me ha escuchado y me ha dicho: “sí compañera, ¿ya ha terminado? Bueno, yo soy político, no soy comerciante”. Ahí me he bajoneado. Esa es una de las tres o cuatro que me han pasado con el Evo. Así me he dado cuenta que con el estado no puedo hacer nada, porque no entiende mi lenguaje ni yo entiendo su lenguaje.[10] Entonces he dicho “a la calle”. Y a discutir si la costura debe ser redonda o cuadrada para que la punta no agujeree el plástico. ¡Esas son las cosas que hay que discutir!
El otro día fuimos al Bajo Flores y estaban las vendedoras en la calle. Les pregunté en aymara cuanto cuesta esto. “Pä waranca”, me dicen. Quiere decir dos mil. Pero es una forma de ver si yo soy aymara antigua. Y yo le saco dos pesos. Porque esa es la fórmula creada en el 82, para entenderse en medio del quilombo total de la inflación. Cuando decías dos mil estabas diciendo dos. Y cuando te dicen pisqa pataka, que es quinientos, quiere decir cincuenta centavos. Con las tres personas que he hablado allí en Bonorino hablaban aymara. Y cuando me hicieron la prueba y yo saqué dos pesos, hubo una mirada de complicidad entre todas. “Esta no es antropóloga”, querían decir esas miradas. Esos códigos separan a los bienpensantes de los malvivientes de la plebe.



[1] ¿Hasta qué punto tales argumentos no son una justificación culturalista del tipo de explotación de los talleres, basada en el trabajo a destajo, bajo el sistema de “cama caliente”? Esta situación, creemos, no podría acontecer en Bolivia de igual manera. Sucede en Buenos Aires porque el tallerista saca provecho de la falta de relaciones, de red, de contactos que tiene quien recién llega. Es el estar solo/a lo que hace que se tolere la vida en el taller. Se está solo/a frente al “engaño”, porque quienes viajan no sabían de antemano las condiciones extremas de trabajo que les esperaban en Buenos Aires (especialmente la cantidad de horas y la cantidad de dinero).

[2] Esta es una premisa para discutir, un puntapié: es verdad que existe una dinámica, un flujo, un movimiento constante de hombres, mujeres y niños que siguen viniendo y que exige ser pensado. Y conlleva un dilema político: no se trata de “concientizar” a los costureros/as. Saben lo que hacen. Hay un cálculo que organiza el viaje, la inserción en el taller, sus expectativas. Queremos investigar de qué está hecho ese cálculo, sin desconocer los engaños y las desilusiones que lo arruinan. También nos proponemos pensar al taller como centro de una economía trasnacional (argentino-boliviana) que se articula con las grandes marcas y crea toda una serie de mediaciones y proliferaciones comerciales, entre las que se encuentran las ferias. La intención es desafiar la guetificación que las organizaciones talleristas imponen, al presentar la producción textil de los talleres como una economía puramente boliviana.

[3] La idea de quienes vienen a trabajar a los talleres en principio no es quedarse. Más bien se llega con la idea de volver lo antes posible. Aprovechar el máximo, intensificar la temporada y regresar. “Por un tiempito nomás”, es la frase con la que cada quien piensa su viaje. Pero ese tiempito se alarga y se alarga: hay que pagar el pasaje, los gastos de la vida cotidiana, y además mandar algo de plata. Queda poco para ahorrar. La idea de la microempresa sólo llega con la resignación de quedarse. No es una iniciativa que surge desde el inicio. No es el plan original.

[4] Sabemos que la etiqueta de trabajo esclavo es complicada. La utilizaron los medios de comunicación cuando la existencia de los talleres textiles se hizo visible en el 2006, debido a la tragedia del incendio de Luis Viale (ver el libro No olvidamos, de Editorial Retazos, 2010). Las autoridades bolivianas solicitaron a las argentinas que no se hablara de trabajo esclavo porque era una imagen demasiado negativa. También se oponen a ella todas las organizaciones de talleristas que defienden la economía boliviana de la migración. La Alameda, como organización de denuncia, asumió que su tarea era “liberar” a los trabajadores bolivianos esclavizados. Al poner en el centro la palabra esclavitud, se discutió el tema como una cuestión de trata de personas. Nosotros no hablamos de trabajo esclavo. No nos convence la secuencia “esclavizado que necesita ser liberado”, victimizante en extremo. Queremos desentrañar el cálculo que subyace a la dinámica de los talleres textiles y toda la red económica, cultural, y política que movilizan (radios, boliches, clínicas, etc.).
[5] La reciprocidad diferida entre relaciones de parentesco no puede compararse a la que organiza el vínculo entre talleristas y costurero/as. Son economías distintas. Lo cual no excluye que quien te traiga sea un familiar y presente el trabajo como “un favor”; en este sentido el lazo de parentesco es una forma de reforzar el compromiso con el taller. Creemos que lo que sí funciona organizando la dinámica del taller es una promesa de progreso, una forma de cálculo diferido: hoy soy costurera/o y en un tiempo puedo tener mi propio taller.

[6] Una cuestión muy importante es la ostentación que el y la migrante hacen en Bolivia. Nunca se cuenta del todo la realidad cotidiana del esfuerzo (cómo se vive, cómo se come, cómo se duerme, qué usos del tiempo se tiene). Prima la imagen de progreso, bienestar y fortuna con la que se regresa y que confirma, como en círculo, los deseos de quienes aun no migraron. Porque quien regresa lo hace para mostrar su éxito a la familia y a los amigos que festejan y confirman que aquel que viene a Argentina hace dinero. El relato de la vida de quien migra nunca puede ser completo: ¿por qué preocupar a los familiares? ¿Por qué no suponer que de a poco todo va a mejorar? Hay un orgullo que hace que no se relate de manera victimista lo que se vive aquí. Uno de los momentos de realización de ese orgullo es cuando se puede volver a Bolivia a mostrar y ostentar los resultados del esfuerzo. Por eso hay muchos que se comprometen allá a ser pasantes y no les importa trabajar aquí día y noche con tal de cumplir con su obligación de gasto en su pueblo o comunidad de origen. Quien trabaja en un taller no lo hace por simple resignación, hay un orgullo secreto que moviliza y da sentido al sacrificio.

[7] La proyección de progresar incluye la perspectiva de que los hijos no sean talleristas, sino que vayan a la universidad. Los padres y madres talleristas no transfieren automáticamente el oficio: muchas veces esperan que sus hijos tengan otro futuro. Los hijos e hijas de los talleristas, en su mayoría, no quieren pasar por la “universidad tallerista”, prefieren la otra.

[8] En La Salada se ve claramente que los talleres y su producción son parte de la economía argentina ya transnacionalizada: en ella se surten revendedores de todo el país y también de algunos países limítrofes. Pero también van a comprar bien temprano quienes después salen a revender en la ciudad, en las pequeñas Saladitas, que cada vez proliferan más, multiplicando La Salada en otros barrios. Además, La Salada permite que algunos talleristas produzcan sus propias marcas. Lo que se vende allí es lo que se produce generalmente en las peores condiciones, también porque hay menos exigencia de calidad que cuando se costura para grandes marcas. La fuerza económica de la feria es imparable y se expande semana a semana. Produce entre los comerciantes argentinos todo tipo de reacciones: en su mayoría se oponen porque dicen que tiene condiciones de producción contra las que no se puede competir.

[9] Entre nosotros la bolivianidad articula formas reactivas de reivindicar una relación con nuestra cultura, con nuestro lugar de origen. Ofrece un estereotipo del boliviano/a como trabajador sumiso, apto para ocupar los estratos más bajos del mercado de trabajo “argentino”. Y se usa para reforzar el poder de gueto de las organizaciones patronales que encierran lo boliviano como algo a defender según sus propias definiciones y valores.

[10] Cuando fue la tragedia de Luis Viale, los funcionarios estatales (de Argentina y Bolivia) se acercaron con palabras e ideas que no lograban tocar nada en esa situación difícil y de dolor. O trataban de calmarnos y acallarnos, o no entendían lo que se abría como discusión al interior de la colectividad y de la ciudad entera. 

“Llamar, fracasar… seguir llamando”

por Lamberto Arévalo

Presenté mi propuesta a este congreso a través de la siguiente cuestión: “¿Cómo deshacer el Rostro? La idea dramática.”

¿Qué es todo ese campo de subjetivaciones y significados establecidos que atenazan y modelan nuestros modos de vivir y crear? A este campo lo llamaremos “Rostro”, tomando este término del concepto creado por Gilles Deleuze y Félix Guattari.
El Rostro debe ser reconocido para poderlo borrar de nuestras producciones vitales y entonces dar potencia a nuestros devenires intensos. “Convertir en presente y actual una potencialidad, es algo completamente diferente a representar un conflicto…”, dice Deleuze en su libro “Superposiciones”, sobre el teatro de Carmelo Bene.

En el Arte como en la Vida, la representación es un Rostro y vamos a investigar qué es y cómo deshacerlo. Los conflictos pertenecen a la lógica de la representación y no a la inversa, la Máquina de Rostridad es la encargada de asegurar nuestra pertenencia a esa lógica y sólo captando potencias e intensidades con otros signos podremos comenzar a pensar en y desde otra lógica. Ésta será una “lógica de la sensación”, en donde el problema del Poder es combatido a favor de un perpectivismo de las fuerzas, y de la relación y afirmación de las potencias sin representación posible. La potencia es lo contrario del poder y solo hay representación cuando una máquina de poder la necesita o cuando creemos necesitarla.

Nos van a ayudar, en esta exposición, principalmente Samuel Beckett, Gilles Deleuze, Felix Guattari y Mauricio Lazzarato.
La vez anterior, hace un año, siento que fracasé “mal” en la exposición que di acá en el congreso. Esta vez espero fracasar mejor… Las ideas llegan, vienen. Y ocurre algo ambiguo pero no contradictorio: ante las ideas se experimenta una especie de fracaso. Uno no puede forzarlas a que vengan y ellas son las que lo fuerzan a uno a pensar. No es tranquilizador todo esto. Tiene algo del carácter del insomnio todo esto. Algo del no poder dormir y tampoco poder estar despierto. Algo de no poder soñar de tantos sueños que aparecen en esa vigilia. Y dudo que soñar sea la palabra exacta. Tal vez las ideas carecen de palabras exactas cuando son interesantes, son las ideas poco interesantes las que no proyectan ningún recorrido, no realizan ningún movimiento, no incluyen nada desconocido, no producen ninguna incertidumbre.
Beckett decía en un poema, algo así: fracasa otra vez, fracasa mejor.

Pero, ¿de qué manera fracasa mejor Beckett? Por ejemplo: poniendo una bomba en escena. Pero, ¿qué es poner una bomba en escena? – El título de nuestra exposición es ¿Cómo deshacer el rostro? También podríamos haber dicho: ¿Cómo ponerle una bomba al rostro?¿Cómo? Seguramente no es hacer que la cara de un actor estalle en mil pedazos, lo necesitaremos vivo para la próxima función. Tampoco es hacer que la utilería explote sobre el escenario. Ni es representar una explosión… Beckett hizo una obra que se llama “Los días felices”, esa obra es una bomba. Esa mujer, Winnie (la protagonista), está enterrada hasta la cintura la mayor parte de la puesta, la vemos como una existencia que ha estallado, que está estallando y que está por estallar. El estallido ocurre en los tres tiempos cronológicos que todos conocemos: pasado, presente y futuro, pero al mismo tiempo. ¿Qué sabemos sobre ella, que sabremos? Datos, recuerdos, fragmentos de su presente, de su pasado y hasta de su futuro. Presentados de modo tal que jamás sabremos si son del todo ciertos, si responden a una lógica causal, no sabremos su finalidad, dudaremos de su significado, serán indecidibles sus sentimientos y, para colmo, ella no estará sola, ¿o sí?

Winnie está enterrada durante toda la obra, hasta el final, primero hasta la cintura y luego hasta el cuello. Mas a poca distancia de ella está él, Willie. Ella, cada tanto lo nombra, cada tanto le habla, cada tanto parece esperar algo de él. ¿Una respuesta, una confirmación, una noticia? Sin embargo, Willie, se decidirá a acercarse a ella recién sobre el final, andando por el suelo en cuatro patas, vestido con un smoking y finalmente quedando suspendido en un gesto: el gesto de querer agarrar un revolver que está apoyado a un metro de la cabeza de Winnie, y que ella, enterrada como está hasta el cuello, no podría jamás tomar ni evitar que Willie lo agarre. ¿Willie, lo tomará al revolver? ¿Acabará entonces con la vida de Winnie? ¿Acabará con su propia vida? Jamás lo sabremos. Todo queda suspendido.

En realidad todo estuvo suspendido desde el comienzo mismo de la obra. ¿Qué es al comienzo el dormir de Winnie sino el suspender del transcurrir del Tiempo – infinito – en el que habita y que solo será interrumpido por un timbre desgarrador que suena cada tanto? ¿Cómo avanza el relato de Winnie durante toda la obra sino es suspendiendo constantemente el discurso que comienza a narrar una y otra vez, y que parece que llegará a algún lado mas no llega nunca a concluir? Winnie llega a decir que si no fuera porque está atrapada en la tierra saldría volando, suspendida por el aire. Todo es suspensión en esta obra, y aquello que se suspende es aquello que fracasa o estaba destinado a fracasar.

¿Hay un relato en Los días felices? Si asistimos a una historia en esta obra- y esto es lo beckettiano mismo – esa historia es la de la disolución del yo. Con Beckett siempre es brava la cosa, pues con él se puede decir que en realidad nunca hubo un yo. Él lo dice en varios de sus relatos y novelas, tal vez lo más intenso de su producción… Ahora, sigamos con la obra: Winnie no para de nombrarse a sí misma (Winnie tal cosa, Winnie tal otra), ella se llama sin cesar. Es como que Beckett nos dijera: se llama a quien no está, y con la creencia de que alguien – o algo – del otro lado – escuchará el llamado; que alguien nos responda no es la condición para llamar a alguien sino más bien su conclusión. Si alguien contesta, si alguien nos contesta, ya no tiene sentido seguir llamándolo. Por eso es tan importante que se den las dos cosas en Beckett: llamar y que nadie responda; o llamar y que la respuesta – si es que la hay del otro lado – no garantice otra cosa que la potencia, la necesidad y el deseo de seguir llamando. Afirmar el llamado, pocas cosas hay, tal vez, más dramáticas… 

Llamar como acontecimiento es lo contrario a la comunicación, porque precisamente: llama el que nada tiene que comunicar, ni nada espera de la comunicación. El llamado de un enamorado podría ser éste: te llamo para oír que te estoy llamando… Llamo para afirmar un llamar a las potencias que den nuevos sentidos a mis llamados, no para que alguien me responda sino para encontrarme con lo desconocido que llama en mi… Eso es Beckett.

Gilles Deleuze es un filósofo que tampoco cree en la comunicación y estaba convencido de que la filosofía es una actividad creadora. ¿Y qué crea la filosofía exactamente – decía Deleuze? La filosofía crea conceptos. Deleuze también decía que no se trata de representar conceptos y sí de dramatizar ideas. La idea es dramática cuando ella pone en juego sus condiciones, sus determinaciones, sus rasgos, sus colores, sus modos, sus cuerpos. Por eso la idea no representa nada, ni tampoco se puede representar una idea. Ella es la que se presenta y nos fuerza a pensar… Pero, entonces, ¿existe la representación?

Hay representación cuando se habla en nombre de: cuando hablamos en nombre de la verdad, en nombre de la justicia, en nombre de otros, ahí estamos representando. El teatro lo hace y mucho, el actor habla en nombre de los personajes, el director en nombre de los autores o de las ideas que se pretender llevar a escena, el productor en nombre del público o los anunciantes. Y a veces todos estos roles se mezclan. En el teatro, como en la filosofía, no abundan las ideas dramáticas.

Sigamos con las ideas un poco: habría que decir que hay variados tipos de ideas, para definir mínimamente una diferencia topológica de las mismas diremos que: están las “ideas que desarrollan” y están las “ideas que indican”. Desarrollo e indicación, dos modos precisos con los que podríamos decir cómo trabaja un director de teatro también. ¿Tal director, desarrolla sus ideas o las indica?

La idea que desarrolla es la que se pretende representativa de algo y se moviliza en función de un punto que se establece progresando hacia una conclusión. Su punto de partida se da dentro de una estructura.

La idea que indica (que podríamos llamarla también la idea-fuerza) es la que comprende su punto de partida como una zona de vibración, es una flecha proyectada a la atmósfera, y esta flecha no se sabrá de antemano a dónde irá a parar y, sin embargo, será muy precisa al mismo tiempo. Su punto de partida tiene nacimiento en la tensión-intuición del cuerpo y se dirigirá a otro cuerpo. En ese lugar del Otro.

¿Quién sino Otro es lo que impulsa la intuición, (elemento fundamental de la idea que indica)? Sea en mi o fuera de mí. La intuición es la presencia de Otro en nosotros. Un Otro que no es la imagen que nos devolvería el espejo, la sociedad, la cultura y el saber establecidos. La intuición no pide permiso, nos pide disposición, estado de presencia, deshabituarnos y deshabitarnos de lo ya conocido. Por eso, ya puede servirnos poner como lo contrario de la Intuición a el Instinto. ¿Qué es el instinto? El instinto es esa zona de nuestra subjetividad habituada a responder y reaccionar según parámetros adquiridos y ya establecidos, que están en nosotros para ponerse en contra de lo que para nuestra conciencia son los accidentes posibles de nuestra imagen, de nuestra integridad, de nuestro yo y nuestros prejuicios y modos de vida predeterminados . 

Lo que para el yo es un accidente, para la intuición es una oportunidad, un intento. Para la intuición, el accidente es un medio.

Digámoslo así: nuestro accidente verdaderamente es el Yo. No decimos que no tengamos uno, decimos que es el Yo de lo que hay que cuidarse, mantenerlo sentado, decirle que mire y nada más. Un brujo decía: “El Yo es un personaje sin conciencia de dónde tiene su cuerpo”. Un cuerpo, para un brujo y para Deleuze-Guattari, y Beckett también, es una multiplicidad de personajes que, a su vez, son intentos, posibilidades de vida, mundos posibles, todos coexistiendo sutilmente, molecularmente, en un estado de espera-activa, esperando que la intuición los capte en su grado de diferencia singular. Esperando activamente que la intuición los haga presentes aquí y ahora. Que sea el cuerpo, desde el cuerpo, y en el cuerpo en donde se pongan a actuar y que de esa manera muestren lo que tienen para dar y darnos al mismo tiempo.

Oigamos a Artaud (El teatro y su doble, 1938): “Hay entre el principio del teatro y el de la alquimia una misteriosa identidad de esencia”… “Allí donde la alquimia, por sus símbolos, es el Doble espiritual de una operación que sólo funciona en el plano de la materia real, el teatro debe ser considerado también como un Doble, no ya de esa realidad cotidiana y directa de la que poco a poco se ha reducido a ser la copia inerte, tan vana como edulcorada, sino de otra realidad peligrosa y arquetípica, donde los principios, como los delfines, una vez que mostraron la cabeza se apresuran a hundirse en las aguas oscuras”. La intuición pone en peligro lo establecido, capta aquello que está en la materia pero que la materia por sí misma no puede captar, pertenece al orden del Tiempo y se actualiza en el Espacio.

Captar la materia, esto realiza la intuición. Como decía el escritor D. H. Lawrence hablando del pintor Cézanne con respecto a su misión en la pintura: para Cézanne se trata de captar «el ser manzanesco de la manzana”. Esto, Cézanne lo llevaba a su pintura, o sea, hacía visible materialmente-pictóricamente, algo que, captado por la intuición, rompía con la división establecida entre lo físico y lo espiritual, expresándose de manera singular, en eso que hoy conocemos como la firma de Cézanne en todas sus obras, en su “impresionismo”. Y, ¿qué es una impresión si no es un movimiento en donde el alma y el cuerpo son arrastrados por la misma fuerza? No es nada “impresionante” una impresión, así como la sensación no es nada “sensacional”. Impresión y sensación van inseparables, una intuición las pone en marcha confundiéndose con ellas, apareciendo al mismo tiempo juntas en el plano actual que les toque vivir: un cuadro, una música, un escenario. Extraña triada que deviene un ser de sensación, así definiría Deleuze a una obra de arte.

Volviendo a la “idea que indica”: siendo una idea-fuerza, la idea que indica vivirá como tal en función de relacionarse con otras fuerzas de naturalezas distintas a ella. Tales ideas son también puras fuerzas de variación. Descubrirán entre ellas lo que pasa y cómo pasa. Son dramáticas y del Entre que surge en ellas nacerá el drama por lo tanto. No poseen identidad alguna ni buscarán una, no parten de un sentido dado para garantizarlo al final, sino más bien que del sentido del que parten inmediatamente se trastoca otro sentido, pertenecen a una lógica del sinsentido o lógica de la sensación. No parten de un significado, ni contienen una subjetivación. No buscan hacer un rostro.

Ahora, ¿puede significarse algo en algún momento, puede subjetivarse algo de pronto? Por supuesto. Entonces ocurrirá, según Deleuze, que se formará un Rostro. No hay ningún dualismo planteándose, ojo, Deleuze y el dualismo no van de la mano en absoluto. El rostro no viene dado, al rostro se lo construye y siempre hay – y siempre hubo – máquinas que lo construyeron. El rostro se hace sobre la cabeza, el rostro tapa la cabeza, el rostro se traga la cabeza. No hay dualismo ni binaridad, la cabeza queda sepultada, podríamos decir, pero, ¿quién dijo que sin vida?

Deleuze indica una fecha, a partir de ella todo esto se vuelve contundente: el Año Cero de lo que llamamos “nuestra era”. Con Cristo comienza la rostridad. Año Cero = Rostridad, (lean el capítulo del libro Mil Mesetas que así se llama).

Nosotros seguimos. Acá vamos a lo siguiente: el hecho de que no haya dualismo quiere decir que un rostro nos lo hacen, nos lo hacemos y, por la misma razón y, en función de que intentamos hacer este análisis desde un perspectivismo de las fuerzas que se ponen en juego, podemos desear destruir, borrar, disolver un rostro. Hubo decisiones que optaron por crear un rostro en nosotros, todos arrastramos uno, entonces debemos descubrirlo y recién así podremos deshacerlo y volver a nuestras cabezas, a la relación con nuestros cuerpos intensivos, con nuestro cuerpo intensivo y múltiple del cual la cabeza compone una parte. En realidad no se tratará de ninguna vuelta atrás: de lo que se trata es de crear y encontrar “cabezas buscadoras”, una cabeza-fuerza captando los devenires espirituales del cuerpo. Si hay un “volver”, se trata de un volver a unir la cabeza al lugar de donde nadie la debería haber sacado, al cuerpo. Así, se tratará de que podamos hacer fracasar al rostro y su poder, en función de devolver a los cuerpos sus potencias dormidas y reprimidas por agentes externos, interiorizados, subjetivadores y significadores por igual. Nos podremos fugar de la servidumbre maquínica en la que estamos envueltos y hallar nuevos modos de vida inventando nuevos modos de cuerpo de los cuales las cabezas forman compositivamente una parte.

Beckett, decíamos, se la pasó contando esta extraña historia del fracasar, siempre. Necesitaba fracasar. Pero, ¿qué debe fracasar para que el fracaso sea el mejor o lo mejor posible? Será el yo lo que deba fracasar o lo que habrá que hacer fracasar. Fracasar ahora es una fuerza, una idea-fuerza que se arroja e impulsa sobre un yo. Un yo que se cree suficiente, verdadero y representativo. “Escribo con impotencia”, decía Beckett. Cuando Beckett dice “con” está nombrando un funcionamiento, no es una metáfora para Beckett la impotencia que nombra ni una manera de juzgar. La impotencia es lo contrario al juicio que se erige como poder por sobre la vida – y por sobre la escritura y por sobre el pensamiento -. “Escribir con impotencia” es dar lugar a todas las potencias menores, a aquellas potencias minoritarias del devenir que escapan al dominio del yo. Toda vida tiene y lleva consigo esas potencias minoritarias y en ellas está la posibilidad de destruir al rostro, a la máquina de significancia y subjetivación que nos fabricaron y que defendemos muchas veces sin saber bien para qué.

El rostro es por naturaleza defensivo, no sabe de luchas ni de encuentros, no busca, no capta las diferencias ni se vive como una diferencia a sí mismo. No sabe de fuerzas y mucho menos las quiere cerca. Atrapa con su máquina a todas las líneas de universo que pululan de aquí para allá y las convoca y organiza en su propio proceso de subjetivación. Proceso principal éste, del capitalismo de hoy, mucho más que el proceso económico estudiado antiguamente. Hoy todo se juega al nivel de este proceso máquínico y por ello la vía de escape es crear nuevo procesos de subjetividad que rompan con la supremacía de la representación.

Hoy, Mauricio Lazzarato dice que ese proceso del capitalismo que fabrica rostros se conlleva con una “servidumbre maquínica”, y escribe: “es la servidumbre maquínica la que confiere al capitalismo una suerte de omnipotencia, ya que atraviesa los roles, las funciones y los significados mediante los cuales los individuos se reconocen y se alienan (tras sus rostros). Es mediante la servidumbre maquínica que el capital llega a poner a trabajar las funciones perceptivas, los afectos, los comportamientos inconscientes, la dinámica preverbal y preindividual y sus componentes intensivos, atemporales, aespaciales, asignificantes. Es mediante estos mecanismos que el capital asume el control de la carga de deseo que porta la humanidad.” Decíamos, el rostro es deseado y es la servidumbre maquínica la que compone subjetividades que comparten la misma naturaleza que la de la sociedad en que se despliegan dichas subjetividades. La servidumbre maquínica arrastra lo micro tanto como lo macro social, las producciones moleculares tanto como las molares. El rostro, además de micro es macro social y se da por todo el universo de existencia que ocupa.

Y Lazzarato propone, inspirado por Deleuze-Guattari: “A pesar de la variedad de componentes de sujeción y servidumbre, a pesar de la diversidad de temas de expresión y de sustancias de enunciación lingüísticas y maquínicas, discursivas y no discursivas que me atraviesan, conservo un sentimiento relativo de unicidad y de clausura, de completitud. Este sentimiento de unicidad y de completitud viene dado por lo que Deleuze y Guattari llaman ritornelo. De este conjunto de dispositivos se escinde un “tema”, un ritornelo que funciona como un “imán”. Deleuze y Guattari dicen: “Las diferentes componentes – de universos variados – conservan su heterogeneidad, pero son capturadas – osea, captadas – sin embargo por un ritornelo” que las mantiene juntas.

El ritornelo nos remite a las técnicas de producción de subjetividad, de “relación consigo” de Michel Foucault, a “el arte de sí” de Nietzsche. De las relaciones de poder y de saber que produce el socius se escinden procesos de subjetivación creadora que escapan a ellas, sobre las líneas de fuga del socius mismo. El ritornelo es la condición para hacer funcionar el pensamiento creador transversalmente y a todos los niveles, dotándolo de una consistencia no solamente cognitiva o estética, sino sobre todo existencial, viva. La máquina abstracta del pensamiento creador agencia elementos materiales y semióticos, pero lo hace a partir de un punto no discursivo, de un punto innombrable e inenarrable, porque toca el foco de no discursividad que yace en el corazón de la discursividad. Como en Beckett, los ritornellos operan mutaciones subjetivas-reales, haciendo franquear umbrales existenciales. Del ritornelo que hablamos es del que elabora su canto en una línea de fuga, que huye con el canto mismo, vagabundeando sobre una materia de expresión liberada de las categorías de sujeto-objeto. Hay en este ritornelo, que se da en la relación consigo, en la producción de subjetividad, la posibilidad de ejecutar y contraefectuar el acontecimiento; existe entonces la posibilidad de sustraerse a la producción serializada y estandarizada de la subjetividad actual. El acontecimiento no viene cargado de un significado, vuelve a ser producido desde el momento en que se encarna en un cuerpo o estado de cosas. El acontecimiento se inventa su propia posibilidad, ya no depende del dualismo posible-imposible. Esta posibilidad, subrayamos, debe ser construida, inventada, creada. Los posibles han de ser creados, allí se pone en movimiento un nuevo tipo de verdad, la verdad solo de lo que es creado, no hay más verdad que la de la creación. Es éste el sentido del “paradigma estético” que proclama Guattari: una práctica que implica construir los dispositivos políticos, económicos y estéticos en los que tal mutación existencial pueda ser experimentada. Una política y un arte y una vida de la experimentación y no de la representación. Un ritornelo nómade que compone rítmicamente (sin reglas horizontales ni verticales pertenecientes a una armonía pre-existente) una composición de fuerzas que deshacen la máquina del rostro, inventando una vida múltiple e inmanente.
(Ponencia presentada en el Congreso “TENDENCIAS ESCÉNICAS, Presente y futuro del Espectáculo». Comisión: Cruces de Lenguajes. UP. Buenos Aires, Argentina. 25 de febrero de 2015)

Manifiesto a favor del ritmo

)(  fragmentos  )(


por Henri Meschonnic
selección y traducción de Gerardo Burton
Henri Meschonnic escribió este texto entre agosto y noviembre de 1999. Su labor como traductor, poeta y lingüista es reconocida en todo el mundo. En la Argentina, y en particular en la Patagonia, varios poetas indagan el quehacer poético a partir de los ensayos de Meschonnic. Éste texto pretende acercar algunos de sus conceptos teóricos sobre la poesía, el poema y el ritmo.
• Hoy en día necesito, para ser un sujeto, para vivir como un sujeto, hacer un lugar para el poema. Un lugar. Eso que veo a mi alrededor y que la mayoría denomina poesía tiende extraña, insoportablemente, a retacearle un lugar, su lugar, a lo que yo llamo un poema.

En la poesía a la francesa, y por razones que no son ajenas al mito del genio en lengua francesa, se institucionalizó un culto rendido a la poesía que produce una ausencia programada del poema.

Siempre ha habido modas. Pero esta moda ejerce una presión, la de varios academicismos acumulados. Presión atmosférica: el aire del tiempo.
Contra este sofocamiento del poema por la poesía hay una necesidad de manifestar el poema, una necesidad que experimentan periódicamente algunos, de hacer salir una palabra sofocada por el poder de los conformismos literarios que no hacen más que estetizar los esquemas de pensamiento, que son esquemas de la sociedad.

Una idolatría de la poesía produce fetiches sin voz que se dan y se toman como poesía. Contra todas estas poetizaciones, digo que sólo existe el poema si una forma de vida transforma una forma de lenguaje y si recíprocamente una forma de lenguaje transforma una forma de vida.

. . .
• El poema es eso que nos enseña a no servirnos más del lenguaje. Solo nos enseña que, contrariamente a las apariencias y las costumbres del pensamiento, no nos servimos del lenguaje.

Eso no significa, si siguiéramos una reversibilidad mecánica, que el lenguaje se sirva de nosotros. Es que, curiosamente, tendrá más pertinencia a condición de delimitarla, de limitarla a las manipulaciones de tipos tal como se le adelantan corrientemente a la publicidad, la propaganda, la comunicación total, la (des)información y todas las formas de censura. Pero ahora no es el lenguaje que se sirve de nosotros. Los manipuladores, que mueven las marionetas que somos en sus manos, ellos se sirven de nosotros.

Pero el poema hace de nosotros una forma de sujeto específico. Nos hace un sujeto diferente del que seríamos sin él. Esto ocurre por el lenguaje. Es en este sentido que nos enseña que no nos servimos del lenguaje pero devenimos lenguaje. No se puede contentar en decir, sino como una condición previa aunque vaga, que somos lenguaje. Es más preciso decir que devenimos lenguaje. Más o menos. Es cuestión de sentido, de sentido de lenguaje.

Pero sólo el poema que es poema nos lo enseña. No es eso que parece poesía. Todo hecho por adelantado. El poema de la poesía. No encuentra otra cosa que nuestra cultura. También variable. Y en la medida que nos burla, haciéndose pasar por un poema, es una alimaña. Puesto que enfrenta a la vez nuestra relación con nosotros como sujetos y la relación de nosotros mismos en tren de devenir lenguaje. Las dos son inseparables. Este producto tiende a hacer y rehacer de nosotros un producto en lugar de una actividad.

Por esto la actividad crítica es vital, no destructiva. Es constructiva, constructora de sujetos.

Un poema transforma. Porque nombrar, describir, no valen nada en el poema. Y describir es nombrar. Porque el adjetivo es revelador de la confianza en el lenguaje; y la confianza en el lenguaje nombra, no cesa de nombrar. Observen los adjetivos.

Por esto, la celebración, algo que ha sido tan habitual en la poesía, es enemiga del poema. Porque celebrar es nombrar. Designar. Desgranar sustancias según el rosario del sagrado asidero de la poesía. Al mismo tiempo que aceptar. No sólo aceptar el mundo tal como es, el innoble “yo no tengo más que bien para decir”, de Saint-John Perse, pero aceptar todas las nociones de la lengua a través de aquéllos que ha representado. La atadura impensada entre el genio del lugar y el genio de la lengua.

Un poema no celebra, transforma. Así tomo eso que dijo Mallarmé: “La Poesía es la expresión, por el lenguaje humano devuelto a su ritmo esencial, el sentido misterioso de los aspectos de la existencia: ella dota así de autenticidad a nuestra estadía y constituye la sola labor espiritual”. Aquí es donde algunos creen que esto está pasado de moda.
. . .
• Un poema es un acto del lenguaje que no tiene lugar más que una vez y que recomienza sin cesar. Porque hace al sujeto. No cesa de hacer sujeto. De ustedes. Porque el poema es una actividad, no un producto.
. . .
• No, las palabras no fueron hechas para designar las cosas. Están ahí para situarnos con las cosas. Si se las ve como designaciones, uno demuestra que tiene la idea más pobre del lenguaje. La más común también. Es el combate, desde siempre, del poema contra el signo. David contra Goliat. Goliat, el signo.

Porque yo también creo que uno se equivoca al incorporar entonces y ahora con Mallarmé, “lo ausente de todos los ramos” a la banalidad del signo. El signo ausencia de las cosas. Sobre todo cuando uno lo opone a “la verdadera vida” de Rimbaud. Uno descansa en la discontinuidad del lenguaje opuesta a la continuidad de la vida. Aquí el poema puede y debe denotar el signo.

Devastar la representación convenida, enseñada, canónica. Porque el poema es el momento de una escucha. Y el signo no hace más que darnos a ver. Es sordo, y permanece sordo. Sólo el poema puede ponernos en la voz, hacernos pasar de voz en voz, hacer de nosotros un escucha. Darnos todo el lenguaje como escucha. Y la continuidad de esta escucha incluye, impone una continuidad entre los sujetos que somos, el lenguaje que devenimos, la ética en acto que es nuestra escucha, de donde viene una política del poema. Una política del pensamiento. El partido del ritmo.

De allí lo irrisorio de la reincidencia permanente de los poetas en la poética de la torre de marfil, en Hölderlin, de “el hombre habita poéticamente sobre esta tierra”, un Hölderlin pasado por la esencialización de Heidegger, donde se sitúa un seudo-sublime a la moda. No, muy seguro. El hombre vive semióticamente esta tierra más que nunca. Y yo no creo adherir a Hölderlin. No, me adhiero al efecto Hölderlin, que no es lo mismo. A la esencialización en cadena del lenguaje, del poema (con el neo pindarismo que está de moda), y la esencialización de la ética y de la política.

La poética es la coartada y el sostén del signo. Con su cita-cliché de rigor, el molino de riego de la poetización: “¿y para qué poetas en un tiempo indigente?”.

Es –y sí, así es- contra aquello que falta del poema, aún del poema, siempre del poema. El ritmo, todavía el ritmo, siempre el ritmo. Contra la semiotización generalizada de la sociedad. ¿En qué han creído algunos poetas, o lo hicieron creer, al escapar por lo lúdico? El amor de la poesía, en lugar del poema. Cavando su propia fosa con sus rimas. Miseria poética más que tiempos de miseria.
• Resta solamente: es pintura o no lo es. Como ya dijo Baudelaire. Es un poema o no lo es. Así parece. Parecerse a la poesía. Puesto que hay un poema del pensamiento o entonces no hay más que símiles. Mantener el orden.

Sí, en un sentido nuevo, todo poema, si lo es, es una aventura de la voz, no una reproducción variable de la poesía del pasado, de la épica en él. Y deja en el museo de artes y tradiciones del lenguaje la noción lírica que algunos contemporáneos han intentado ubicar en el gusto del día, haciéndole decir un rosario de tradicionalismos: las confusiones entre el yo y el mí; entre la voz y el canto; entre el lenguaje y la música; en una común ignorancia del sujeto del poema.

Confusiones, es verdad, que el pasado mismo de la poesía ha contribuido a hacer nacer. Pero el poema da señales de vida. Eso es normal en él porque quiere tener la poesía, no tener el aire sino tener el ser, da señas de libro.

Consecuencia: esta oposición encuentra eso que hace de ordinario entre la vida y la literatura. Y un poema es eso que más se opone a la literatura. En el sentido del mercado del libro. Un poema se hace de la reversibilidad entre una vida devenida lenguaje y un lenguaje devenido de la vida.

Fuera del poema abundan no importa qué pretensiones, esos montajes que continúan repitiendo el contrasentido tan extendido sobre la frase de Rimbaud: “Es necesario ser absolutamente moderno”. Decididamente, nada más actual que el “yo replicaré ante la agresión que los contemporáneos no saben leer”, de Mallarmé. Aún el imbécil del presente que habla en este contrasentido. Lo mismo quien es imbécil del lenguaje.

Un poema se hace con ese verso al cual uno va, que no se conoce y del cual uno no se retira y que es vital reconocer.

Para un poema, es necesario aprender a rechazar, a trabajar en toda una lista de rechazos. La poesía cambia sólo cuando se la rechaza. Como el mundo, no cambia más que por aquello que lo rechaza. En este rechazo yo pongo: no al signo y a su sociedad. No a esta pobreza hinchada que confunde el lenguaje y la lengua, y no habla de la lengua sin saber lo que ella dice de una memoria de la lengua, como si la lengua fuera un sujeto y de una relación de la esencia del alejandrino en el genio de la lengua francesa. No se olviden de respirar las doce sílabas.

Accedan al corazón de la métrica. La mitología que sin duda no es extranjera a la vuelta jugada por lo lúdico a la moda de la versificación académica. Y si esto estaba para hacer reír, se perdió. Ya Aristóteles había reconocido a aquellos que escriben en verso para esconder que no tienen nada que decir.

No al signo-consenso, en la semiotización generalizada de la comunicación-mundo. No se va a las cosas puesto que no cesa de transformarlas o de ser transformado por ellas a través del lenguaje. No a la fraseología poetizante que habla de un contacto con lo real. A la oposición entre la poesía y el mundo exterior. Que no lleva más que a hablar de. Enumerar. Describir. Nombrar otra vez. No es el mundo que está allá, es la relación con el mundo. Y esta relación es transformada por un poema. Y la invención de un pensamiento es este poema del pensamiento.

No a la poesía en el mundo, en las cosas. Contrariamente a eso que los poetas han dicho. Imprudencia del lenguaje. No puede ser que en el sujeto que es sujeto en el mundo y sujeto en el lenguaje como sentido de la vida. Se ha confundido el sentimiento de las cosas y las cosas mismas.

Esta confusión entraña nombrar, describir. Ingenuidad rápidamente castigada. La prueba, si faltaba, de que la poesía no está en el mundo es que quienes no son poetas son como los poetas, y no pueden hacer un poema. Un caballo da la vuelta al mundo y permanece caballo.

Vivir no es suficiente. Todo el mundo vive. Sentir no es suficiente. Todo el mundo es sensible. La experiencia no basta. El discurso sobre la experiencia, tampoco. Para que haya un poema. No a la ilusión de que vivir precede a escribir. Que ver el mundo modifica la mirada. Cuando es al contrario: la exigencia de un sentido que no es, y la transformación del sentido por todos los sentidos que cambian nuestra relación con el mundo.

Si vivir precede a escribir, la vida no es más que la vida, la escritura no es más que literatura. Eso se ve. De modo que es necesario aprender a reconocerlo. La enseñanza debería servir a eso.

No al ver tomado como escuchar. Los poetas han creído que hablaban de la poesía poniendo todo sobre la mirada, el ver. Falta del sentido de lenguaje. Las revoluciones de la mirada son efectos, no causas. Una manera de hablar que enmascara su propio impensado. La oposición fuerte pasa entre el pensamiento por ideas recibidas y pensar su voz, tener la voz en el pensamiento.

No al rimbaudismo que ve a Rimbaud-la poesía en su partida fuera del poema. No cuando se opone en el interior y en el exterior, lo imaginario y lo real, esta evidencia aparentemente indiscutible. Esto impide pensar que no somos más que su relación.

No a la metáfora tomada por el pensamiento de las cosas, cuando no es más que una forma de girar alrededor, lo bueno en lugar de ser la sola manera de decir.

No a la separación entre afecto y concepto, ese cliché del signo que no hace sólo el símil poema sino también el símil-pensamiento.

No a la oposición entre individualismo y colectivismo, este efecto social del signo, esto impensado del sujeto; así el poema, que vuelve a la literatura, a la poesía un juego de la sociedad, esa cancioncilla que canta cancioncitas, esos pretendidos poemas que se hacen por cantidad.

No a la confusión entre subjetividad, esta psicología, donde el lirismo permanece ocupado, esos metros que se hacen cantar, y la subjetivación de la forma-sujeto que es el poema.

No, no cuando uno opone, tan cómodamente, la transgresión a la convención, la invención a la tradición. Porque desde hace tiempo, hay un academicismo de la transgresión como hay un academicismo de la tradición. Y en los dos casos, lo moderno se opone a lo clásico, mezclando lo clásico con lo “neo-retro”. En los dos casos se ha desconocido el sujeto del poema, su invención radical que de todo tiempo ha hecho el poema, que reenvía estas oposiciones a su confusión, a su no-pensamiento, que enmascara lo perentorio del mercado.

. . .
No a la poesía como intención del poema, puesto que de inmediato es una intención. De poseía. Que no puede dar más que literatura. Así como la poesía de poesía es poco poesía, el sujeto filosófico no es sujeto del poema.

Manifestar no es dar lecciones ni predicar. Existe un manifiesto cuando existe lo intolerable. Un manifiesto no puede tolerar. Porque es intolerante. El dogmatismo blando, invisible, del signo, no pasa, por intolerante. Pero si todo en él fuera tolerable, no habría necesidad de manifiesto. Un manifiesto es la expresión de una urgencia. Deja de pasar por incongruente. Si no hubiera riesgo, no habría más manifiesto. El liberalismo no exhibe más que la ausencia de libertad.

Y un poema es un riesgo. El trabajo de pensar es también un riesgo. Pensar esto que es un poema. Eso que hace que un poema sea un poema. Eso que debe ser un poema para serlo. Y un pensamiento, para serlo. Esta necesidad, pensar inseparablemente el valor y la definición. Pensar esta no separación como un universal del poema y del pensamiento. Su historicidad, que es su necesidad. Lo mismo da si este pensamiento es particular, por principio siempre ha ocurrido en una práctica, será necesariamente verdadera siempre. No es aún una lección nula para eso que se llama el siglo por venir. No más ese balance académico del siglo. Este efecto de lenguaje, el efecto temporalidad del signo. La discontinuidad del secularismo.

En suma, el poema manifiesta y hay que manifestar en favor del poema el rechazo de la separación entre lenguaje y vida. El reconocimiento como una oposición no entre lenguaje y vida sino entre una representación del lenguaje y una representación de la vida. Esto que reubica lo prohibido que pretendía Adorno (eso de que es bárbaro e imposible escribir poemas después de Auschwitz), y que algunos piensan invertir haciendo jugar ese papel del que da vuelta todo a Paul Celan; entonces que ellos demoran en el mismo no pensamiento que mostró Wittgenstein como ejemplo del dolor. No puede decirse. Pero justamente un poema no dice. Hace. Y un pensamiento interviene. Esos rechazos, todos estos rechazos son indispensables para que venga un poema. A la escritura. A la lectura. Para que un poema se transforme en vivir.

En esto que toma aires de paradoja, el colmo es lo que no es cuestión de truismos. Pero desconocidos. Eso es lo cómico del pensamiento.

Pero es sólo por estos rechazos, que son los latidos del pensamiento, para respirar en lo irrespirable, que siempre ha habido poemas. Y que un pensamiento del poema es necesario para el lenguaje, para la sociedad.

El mundo está estallado. Entrevista con Emilio García Wehbi

por Melisa Correa, Javier García, Carolina Nicora y Sebastián Stavisky

Una obra artística puede ser objeto de análisis en sí mismo, o también perspectiva desde la cual pensar otros elementos del mundo que la rodean. En esta entrevista con el actor y director Emilio García Wehbi comenzamos hablando de su método teatral para continuar con post-dictadura, 2001 y kirchnerismo.
Si tuviéramos que definir el trabajo de Emilio García Wehbi con una sola palabra, podría ser incomodidad. Aunque, claro, existen distintas formas de la incomodidad. Está la incomodidad que paraliza, que deja sin aire y desmaya. En 2007, en el marco de un evento pretendidamente amigable en el centro Cultural Konex, se presentó una performance en la que una enfermera le realizaba a García Wehbi una extracción de sangre durante seis minutos y cuarenta segundos, mientras éste sostenía un conejo muerto por las orejas y recitaba un poema de Walt Whitman. Entre el público, una joven no soportó la sangre ni el conejo con la panza abierta, y cayó desmayada. Los comentarios en los foros no se hicieron esperar. “Esas cosas no mueven a nadie -decía uno de ellos-. En el medio de gente mostrando amablemente su trabajo, viene este transgresor de dos pesos a tratar de escandalizarnos.”

Por otra parte, está la incomodidad que invita a la ceguera y busca rápidamente esconderse para resguardar a quien la padece. En 2002, poco después del estallido, García Wehbi realizó una intervención urbana por la que el centro de la ciudad amaneció con muñecos hiperreales de personas tiradas en la calle con manchas de vómito y sangre. Le llamó Proyecto Filoctetes, en alusión al personaje mítico de Sófocles abandonado en la isla de Lemnos por la pestilencia que emanaba la podredumbre de su pie mordido por una serpiente. La intervención ya había sido llevada a cabo antes en Viena, donde, a pesar de haberse informado debidamente a las autoridades, las ambulancias prendieron sus sirenas y corrieron a levantar los cadáveres de látex. En Buenos Aires, las respuestas fueron de las más variadas. Entre darles limosna y una taza de café a ordenar el urgente retiro de los cuerpos de las puertas de un local de la marca Versace.

Por último, una tercera modulación de la incomodidad es la que moviliza, punto de partida de la transgresión de las posiciones fijas. En 2013, en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires, García Wehbi presentó Rey Lear -última parte de una trilogía del dramaturgo Rodrigo García- en el Teatro Alvear. Sobre el escenario se componía un mundo inusitado a través de la conexión de elementos que en principio parecieran no tener nada en común: un perro raza bóxer, una banda tocando Money for all de David Sylvian en clave punk rock, un castillo inflable gigante, una guerra de tortazos entre actores en ropa interior, la repartija en medio de la función de un escrito que las autoridades del festival no permitieron entregar de manera oficial (“esto es meta-teatro”), una pantalla que proyectaba los nombres de Bakunin, Goldman, Durruti y otros anarcos. Uno de los espectadores no toleró permanecer sentado ante tantos estímulos, se acercó al escenario y lanzó un escupitajo en medio de la función. Cuando nos juntamos con García Wehbi le preguntamos si aquello formaba parte de la puesta. “Para nada. Si hubiese sido la obra de otro director que trabaje con otra dinámica, uno puede dudar y decir: ¡uy!, mirá, está poniendo un tipo que escupe al actor. Pero el marco de representación de mi propia obra inscribe la posibilidad de que esto suceda, eso es un emblema de representación porque el accidente ese, que fue puro accidente, estaría construyendo obra sin dudarlo para mí, pero muchos de los espectadores que conocían mi obra dudaban de eso, de hecho ustedes me lo están preguntando.”
A partir de entrevistas, manifiestos y conferencias tuyas, nos quedó resonando algo que solés decir acerca de no tener método. ¿Cómo funciona eso?
Este no método en realidad es un método al mismo tiempo. La frase de cabecera que lo guía es de Godard: “buscar la imagen lejana y justa”. Lo lejano implica el gesto de la metáfora, trato de elaborar una idea de distancia, de abstracción, de separación. Es el  primer gesto de la deriva. Y lo justo implica que hay una imagen que es posible y un montón que no. Distancia pero al mismo tiempo  proximidad. Es ahí para mí la búsqueda del hecho.

Además trabajo asociando materiales que a priori no puedo fundamentar. No podría determinar en un principio por qué los coloco juntos, pero después los someto muy seriamente a un juicio de familiaridad, que no es juicio de familiaridad por inmediatez, ni formal, ni conceptual necesariamente. Sólo se trata de que puedan tener algún vínculo de particularidad, de modo tal que establezcan un posible patrón de relación múltiple desde la mirada del espectador. A eso lo llamo el camino de Hansel y Gretel, dejando al espectador las miguitas para que haga un posible camino. Lo que pasa es que ese camino no es lineal. O sí, pero el recorrido lo hace el espectador, porque ese camino es múltiple. Es la idea de laberinto.
¿Cuáles son tus preocupaciones para hacer teatro que van más allá del teatro?
En principio, todas mis obras, sea cual sea el formato, tienen una mínima relación. Yo insisto que las estéticas se ven a posteriori, porque si no pareciera que hay un programa a priori, y en realidad es al revés, uno va produciendo y después reflexionando, tratando de comprender y completar aquello que produjo y a partir de ahí, seguir produciendo. Pero siempre es hacia atrás y no hacia adelante. Y la estética la vas comprendiendo a lo largo de la marcha, entendiendo cuáles fueron esos núcleos obsesivos, que en mi caso son la problemática de la muerte, de la violencia, de la estupidez, el problema de la masa. La política del cuerpo es el medio de expresión, no es el núcleo del problema, sino que el cuerpo es el campo de batalla de todos estos elementos: la muerte, la violencia, la normatividad, la idea de disciplinamiento de ese cuerpo.
Hay algo en tus obras que pareciera hacer estallar ciertos lugares comunes. ¿Qué cosas en lo cotidiano sentís que estallan y  te hacen producir obra?
Me nutro de absolutamente todo. Es decir, para mí no hay categorías, no es más importante Caravaggio que un cartel publicitario o una pintada en la calle, o que la revista Gente. Tiene el mismo nivel de potencia de información, no porque uno no pueda diferenciar entre lo alto y lo bajo. Yo elijo por lo general trabajar con lo bajo para darlo vuelta y utilizarlo en otro tipo de recursos. En este sentido, cuando estoy en proceso de creación, que suele ser todo el tiempo, estoy en un proceso de desgaste continuo. Para mí el proceso de creación no es placentero, sino de enorme insatisfacción, porque estoy recibiendo todo el tiempo una variedad de estímulos que se me aparecen en la calle, o cuando leo un material, o cuando duermo. Tengo una actividad onírica muy intensa y le doy mucha atención.

Ese estallido entonces se da porque el mundo está estallado y uno está viendo, percibiendo. Hay un deseo de buscar materiales para asociar. El riesgo es esa saturación en la que uno está todo el tiempo, la idea de cansancio y agotamiento.  Y, al mismo tiempo, está el riesgo de aislarse de lo que puede ser la norma o la representación de un sistema, donde puede aparecer cierta cosa autista.
¿Cómo es tu relación con los festivales y otras movidas institucionales?
Soy absolutamente anti-institucional, a no ser que la institución tenga el gesto oximorónico de liberarse de sí misma. Trato de no cumplir horarios, de no repetir producciones, como un programa de trabajo de mi propia naturaleza. Siempre fui muy autogestivo en algún punto, y al mismo tiempo muy antiacadémico en la construcción de formación. Yo no tengo formación institucional, no terminé el secundario, lo que no quiere decir que no me haya formado ni que no me siga formando. A partir de este gesto de autonomizar el deseo de aprender, de la voluntad de ser enseñado, es que me construí en esa forma, si se quiere, anárquica. Esto también es una dinámica de vida que me resulta muy interesante pero al mismo tiempo genera que tenga que estar todo el tiempo virando, en términos de supervivencia, su futuro en función de la contingencia, de lo que aparece.

Durante 15 años, casi 20, trabajé en grupo con el Periférico de Objetos [junto a Daniel Veronese y Ana Alvarado]. Los primeros 10 años había una identidad, una dinámica muy fuerte, una voluntad de entender que el otro va construyendo algo con uno, algo que no le pertenece a uno solo, sino a la comunidad de ese grupo. Pero, en determinado momento, la idea del grupo me empezó a pesar, en el sentido de que aparecen mandatos que se van estableciendo por los roles que se van fijando internamente y esa dinámica se empezó a enquistar. El Periférico de Objetos nunca dejó de ser grato, pero ya estaba agotado porque se reconocían mecánicas, roles.

Además, por lo general a mí me interesa trabajar con gente joven, porque si hay algo de lo que creo adolece la juventud, desde la formación del neoliberalismo menemista en adelante, es de un deseo de aprendizaje. Entonces cuando noto que a gente joven se le activa eso, trato de incorporarla. Hay un deseo de recuperación de lo joven, del impulso, de la voluntad, de la energía, de la idea fuerza que tiene la gente joven que para mí es muy estimulante y me activa.
¿Es posible ser anti institucional más allá de una declaración de principios?
Cualquier universidad de teatro o de arte tiene un nivel de mediocridad de la mitad para abajo, y casi en el piso. Produce y reproduce actores, gente que va a dirigir teatro. Entonces, de estas instituciones escapo, fugo. Lo que no quiere decir que no sea profesor en otras, como en una maestría de artes vivas de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Pero ahí esa maestría tiene una dinámica y un estallido brutal que uno no puede imaginar que esto exista en una universidad pública en un país como Colombia. Ahí sí me pongo la camiseta de la institución anti-institucional. Pero, en general, por lo menos en lo que ha sido mi ámbito, las instituciones construyen un gesto de represión que pueden, a veces, estar más abiertos o que pueden implicar una dinámica con un poco más de cuerpo, pero que en realidad son una pantomima, como el kirchnerismo.
¿Qué de la época y de tu biografía te inspira para producir?
Soy un sujeto post dictadura, tengo 50 años, pertenezco a la Generación Malvinas, entre lo que fue la dictadura y la democracia. Pertenezco a una generación que puede mirar el proceso de la dictadura, la construcción de la lucha armada y la enorme represión, con la distancia de no haber sido parte pero estar muy próxima. A mi criterio, es una generación bastante interesante porque no está atravesada por ningún monumento, pero a la vez tiene la historicidad puesta en el cuerpo, en algún lugar.

Ya pasé la década alfonsinista, momento de expresión de la democracia, de un nivel de esperanza inusitado que se derramó muy rápidamente por la contingencia. La presencia de los milicos era muy fuerte. La proximidad de los hechos implicaba la imposibilidad de leer la historia de un modo más áspero, que es lo que podría haber hecho el kirchnerismo y no lo hizo, porque ya estamos a 30 años y ya podemos empezar a pensar el proceso histórico de un modo más dinámico, sin por esto hacer una apología de la represión. No estoy hablando ni por casualidad de esto, para que no se mal interprete, porque rápidamente la captura del pensamiento progresista te ubica. No estoy hablando de esta película estúpida, El diálogo, que hizo Héctor Ricardo Leis con Fernández Meljide. No se trata de esto, sino de reflexionar en otros campos más complejos.

Volviendo a los ´80, esos años se devalúan muy rápido en función de la enorme crisis política de la precariedad de la democracia. Gente que se pone a hacer función pública cuando no tiene la más pálida idea de nada, porque nadie sabía nada. Los cuadros más importantes habían sido desmembrados, estaban muertos, desaparecidos o exiliados, y los que quedaban en condiciones eran personas que no tenía ningún tipo de experiencia en política de ninguna forma, y son los que empezaron a hacer política. Es decir, que todo era… muy precario, y rápidamente cae y entra el menemismo. Bueno, no hace falta ni siquiera que reflexionemos sobre lo que fue. De hecho no se ha reflexionado lo suficiente sobre las enormes consecuencias que tienen de acá a cien años las décadas infames del menemismo, con el coletazo de la Alianza. Yo creo que es inusitado el daño que le ha hecho al país el proceso menemista.
¿Y por qué creés que no se ha reflexionado lo suficiente sobre el menemismo y sus consecuencias?
Bueno, ahí es cuando aparece con un gesto de cambio el kirchenerismo. Durante sus dos primeros años fue muy favorable, una oportunidad que luego, en cierta forma, se va a despedazar o banalizar. Se construye una máscara sostenida básicamente en querer recuperar un deseo de participación de un determinado grupo de actores sociales, pero que en realidad están absolutamente condicionados y determinados, para mí, por una mirada oportunista, maquiavélica, económica. Por supuesto que el kirchnerismo me ha generado infinidad de contradicciones como movimiento, y firmo a ciegas un montón de leyes y gestos promulgados por él, lo que no quiere decir que no tenga una mirada profundamente política de este período y de sus derivas.

Hice Los murmullos en el 2002, en el teatro oficial, antes de que asumiera Kirchner. Era una puesta en crisis de la imagen del desaparecido tal como un santo, una especie de virgen por izquierda. No se ha pnsado en términos críticos la problemática de la historia, sino en términos sagrados. Es lo que ha hecho la monumentalización del kirchnerismo, anulando el pensamiento crítico de la historia. Cuando tenía la posibilidad histórica de generar un salto hacia adelante pensándola críticamente, se ha negado sistemáticamente a hacerlo, y por supuesto que la derecha también, pero ya lo sabíamos eso.

Se trataba de capturar a esa clase media estupidizada, que es maleable, y darle la opción de poder pensar de algún modo más profundo las características de la historia. Tiene que ver con lo que es un corte de estructura política, de comportamientos desde que el país es país, tomando a Etcheverría con El matadero como el punto inicial de lo que puede ser la historia literaria o política de un país. En cierta forma la reproducción de estos binarismos vulgares, negadores de alteridad, ha llevado a la construcción de un país que tiene estas características pero que no es exclusivo del nuestro, sino que este binarismo se reproduce en gran cantidad de países, pero por eso no deja de ser atontador, vulgar, represor, autoritario, descalificador de la otredad.

Esta época tiene las mismas características que otras pero disfrazadas con otras cosas. El disfraz es lo que me resulta peligroso porque se trabaja con todas las sinergias de la juventud, que es muy interesante. Pero se la trabaja de manera programática dominando cualquier gesto de pensamiento crítico real. El discurso políticamente correcto a todos nos gusta: los pobres, los inundados, las guerras, el lugar común de lo que podría ser el abanico de la construcción de un discurso de este tipo.
Entre la década menemista y esta última kirchnerista, pasó el 2001. ¿Cómo viviste ese pasaje?
Todo eso fue un poco fogueado por la dinámica del peronismo. Para mí fue eso diciembre del 2001. Estaba articulado en forma organizada aprovechando la mano en el bolsillo de la clase media, porque si no hubiese existido el corralito tampoco diciembre del 2001. No son las clases populares que están hambrientas y salen a las calles. No, las clases populares sólo se mueven en función de una estructura que los organiza, y eso sucedió porque se habilitó la enorme disconformidad de la clase media, a quien se le habían tocado sus ahorros. Es decir, el gesto tremendo de Cavallo y todos los que produjeron esa potencia disparó todo lo que pasó.
¿Pero no se abrió también algo del orden del acontecimiento?
No lo sé, no sé si es una consecuencia. También se puede pensar que esa consecuencia y el kirchnerismo es la preparación para un retorno enorme de la derecha, que es lo que va a suceder, y que los magros logros del kierchnerismo sean borrados de un plumazo en dos años y con un consenso enorme, ese mismo que logró el Kirchnerismo en su punto de popularidad más alto. La articulación real existe justamente porque está organizada, sistematizada, conducida. No es un gesto de libertad, de levantamiento real, pero sí es verdad que posibilita, y esto es evidente con el 20% que obtiene Kirchner en los votos, lo que después van a ser los dos primeros años brillantes de Kirchner.

Yo que miro desde lo teatral, recuerdo que había un gesto de representación muy interesante: teníamos a un tuerto y a un manco en la asunción agarrando el país. Y el virolo toma al revés el bastón de mando y se rompe la cabeza con el bastón, usa un traje que le queda enorme y el otro con la mano de plástico. Todo eso era muy interesante como construcción de lectura y dije: de acá más abajo no nos vamos. Siempre pienso en términos de representación, porque la sociedad es una construcción de la representación y yo estoy muy atravesado por la naturaleza de mi propia práctica. Todo el tiempo veo gestos de representación hasta en los más pequeños, no haciendo sociología barata, pero que están mostrando gestos de representación en comportamientos que se anclan o estructuran en tradiciones que pueden tener que ver con el buen gusto, con la cortesía, etc. Me interesa verlos así porque desnudan procedimientos muy anquilosados.
(Fuente: revista de ensayo y crónica HUMO: https://www.facebook.com/pages/HUMO/876790409006612?fref=ts)

La nueva política entra en la pecera

por Santiago López Petit

Decidieron asaltar las instituciones porque estábamos ante una oportunidad histórica. Decidieron poner en marcha una nueva política, y de pronto, se encontraron dentro de una pecera. Pero la pecera no era el acuario que algunos dentistas ponen en su consulta para transmitir calma y sosiego. En la pecera, ni siquiera se respetaban las reglas que los mismos tiburones habían impuesto. B. Brecht ya nos había avisado: «Si los tiburones fueran hombres… los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones». Primero fue el caso Monedero, le siguió el caso Zapata… En Barcelona, el acoso y derribo empezará cuando a la Generalitat le interese.
En los años setenta, cuando la clase trabajadora era un sujeto político capaz de autoorganizarse y construir su propia autonomía, el capital recurrió a la llamada estrategia de la tensión. Mediante atentados sangrientos perpetrados por tramas fascistas nacidas en las cloacas del Estado, se introducían dinámicas que paralizaban las formas de resistencia al poder. El caso Escala, por ejemplo, fue un caso de terrorismo de Estado que sirvió muy bien para impedir que la CNT se consolidara. Hoy, en cambio, la desestabilización política se lleva a cabo mediante los medios de comunicación y las redes sociales. Las campañas mediáticas, creando una constante sensación de excepcionalidad, hunden en poco tiempo las personas y los proyectos políticos que defienden la necesidad de un cambio.
Pero ¿de qué tipo de cambio se trata? En las elecciones de 1982 la consigna «Por el cambio» pregonada por el PSOE ilusionó a mucha gente. En la revista Indolencia, ligada a la autonomía obrera, escribimos: «Ni cambio, ni recambio. La victoria socialista servirá sólo para modernizar el Estado y proseguir la reestructuración capitalista en marcha». Así fue. Y muy pronto la pregunta ¿cuándo los amigos se convertirán en nuestros enemigos? se convirtió en una pregunta retórica ya que bastaba mirar como la cara de Felipe González se iba hinchando. Muchos compañeros y compañeras afirman que ahora es distinto, y que esa mirada izquierdista es injusta y errónea. Quizás es cierto. Conocemos a muchos de los protagonistas desde hace tiempo, sabemos de su honestidad… pero el espacio político, incluso para un reformismo radical que simplemente quiere legislar, aplicar leyes, y defender derechos elementales, es sumamente estrecho. Basta ver los ataques diarios contra los nuevos que han entrado en las instituciones.

Frente a esta estrategia de desgaste, la lucha ideológica parece volver a un primer plano. De ahí la presencia constante de los nuevos líderes en foros, tertulias, y evidentemente,la necesidad de simplificar al máximo el discurso. Pero, en verdad, se trata de una batalla ideológica en el interior de la ideología, puesto que para la nueva política, el único objetivo que realmente cuenta es ganarse la opinión pública, es decir, ocupar la «centralidad del tablero» como condición imprescindible para impulsar el cambio. Este esfuerzo es sumamente problemático. En primer lugar, porque propiamente no hay un centro político sino un votante tan volátil y oportunista como el mismo mensaje que, en última instancia, se le quiere transmitir. En segundo lugar, porque la ideología y la política ya no son lo que eran. La ideología se ha materializado en la realidad de las formas de vida: autopistas, centros de ocio y de consumo etc. La política, a su vez, se ha convertido en gubernamentalidad neoliberal, mera gestión empresarial del mundo. Por lo que el reformismo radical, a pesar de sus mejores intenciones, parece estar condenado a encadenar gestos simbólicos, y los amigos no se convertirán en nuestros enemigos sencillamente porque su acceso al gobierno tiene que cumplir una función diferente a la que se encomendó al PSOE.
 
El éxito del poder consiste simplemente en mostrar que no hay alternativa dentro de la pecera, y que nuestros amigos son como todos los demás, futuros miembros de la casta
El partido socialista tenía que hacer el trabajo sucio que la derecha franquista nunca hubiera podido llevar a cabo sin incontables resistencias. Gestionar la crisis para destruir las formas de contrapoder aún existentes, despolitizar la sociedad y, sobre todo, legitimar el nuevo Estado de los partidos. En definitiva, tenían que allanar el camino al desbocamiento neoliberal. En cambio, si los nuestros pueden hoy acceder a las instituciones gubernamentales es para cumplir otra función. La función que de ellos se espera es directamente fracasar. Fracasar como consecuencia de sus propios errores y de los ataques furibundos a los que son sometidos. Su destino no es tanto la traición como colaborar (a su pesar, claro) en su propia ruina. En la actualidad, los golpes de Estado han sido sustituidos por una estrategia de desgaste permanente. Una estrategia de desestabilización que debe producir, impotencia, desorientación, y confusión. El éxito del poder consiste simplemente en mostrar que no hay alternativa dentro de la pecera, y que nuestros amigos son como todos los demás, futuros miembros de la casta. Esto es lo que hay es la consigna que debe triunfar. En la movilización global, en el teatro de la vida, en la que estamos insertos cada uno desempeña el papel que le han asignado. Levantar esperanzas y arruinarlas, es la tarea que los nuestros deben realizar, y para la que han sido llamados. Finalmente, la vida cotidiana retornará a su normalidad. Los funcionarios del capital, los de siempre, acudirán prestos a reparar el desaguisado. No hay alternativa dentro de la pecera. Es cierto. Pero podemos intentar salir fuera, aprender a respirar bocanadas de aire hasta que nuestros pulmones se acostumbren. Salir fuera de la pecera no es, claro está, una alternativa. Es una necesidad. La necesidad inscrita en el No y con la que todo empieza de nuevo.
La nueva política nunca romperá la pecera si se refugia en llamadas a la participación, en consultas por internet o persiguiendo la imagen de una persona respetable y sensata que se contempla en el espejo de la opinión pública. Por lo contrario, si la nueva política lleva realmente al límite la acción de gobierno –sin engañar, sin dobles lenguajes, con la valentía de saber que no hay camino de retorno– empezará a construirse como una posición en el campo de guerra. Entonces, llegada la hora de la verdad, los que no votamos, los que votamos tapándonos la nariz porque en las listas había algunos impresentables de la vieja izquierda, sabremos estar allí. Empecé citando a B. Bretch, me gustaría terminar también con una frase suya que nos puede ser muy útil en estos momentos: «Hace falta valor para decir que los buenos no fueron vencidos porque eran buenos, sino porque eran débiles».

Con el voto griego comienza el final del protectorado financiero alemán sobre Europa

por Franco Berardi

Casi no puedo creer la violencia que tengo bajo mis ojos: la violencia con la cual la Unión Europea agrede al pueblo griego, que busca sustraerse del dispositivo colonial-financiero de la Unión mientras se arriesga a ser ahogado por la presión homicida de los colonialistas de Berlín.

La culpa intelectual más grave por la cual me reprocho a mí mismo: la de haber creído por tanto tiempo que la Union Europea era algo distinto a lo que realmente es: un dispositivo diseñado para imponer el modelo neoliberal en un continente que, hasta hace pocos años, salvaguardaba algunas de las características de la solidaridad social del siglo pasado y, por lo tanto, destruir la única esperanza de civilidad social que quedaba en el mundo.

Se ha utilizado la deuda como instrumento de colonización económica: crece mientras más se paga, destruye o privatiza los recursos sociales y transforma la riqueza producida socialmente en valores meramente financieros.

Angela Merkel dijo recientemente que Europa, con el 7% de la población mundial y el 25% de los recursos, tiene el 50% de los gastos sociales a nivel global. Se necesita, por lo tanto, recortarlos sin piedad si deseamos seguir siendo competitivos. Ese 50% significa casi nada: ¿cómo comparar los gastos sociales de los países europeos con las formas de comunitarismo que existen en la India, el estatismo chino, o la persistencia de las economías pueblerinas en gran parte del continente africano?

Sin embargo, es fácil entender las pretensiones de la Merkel: si Europa quiere seguir siendo competitiva hará falta destruir la vida de millones de personas, y no solamente en Grecia. El modelo competitivo del capitalismo implica la devastación de la vida de gran parte de la población planetaria: esta es la misión esencial de la Unión Europea.

El hecho de que la potencia colonial europea sea Alemania no es irrelevante. No creo en la existencia de las identidades nacionales, y por ello no creo que Alemania tenga una vocación natural por el nazismo, pero es difícil ignorar que la historia cultural de ese país lo predispone a un modelo fundado sobre la preponderancia de lo funcional sobre lo vivo. Una línea sangrante que va de Lutero a Hegel, y fluye hacia la nietzscheana voluntad de poder, parece indicar que el pueblo alemán encarna una misión confiada por un dios que hoy toma la forma de algoritmo financiero.

La misión del pueblo alemán reside en esta combinación de ordoliberalismo y sensación de superioridad espiritual que en otros tiempos se llamó nazismo. En la época del nazismo histórico, lo funcional se representó a la perfección en la máquina militar de exterminio. Hoy se representa como la perfección de la máquina de exterminio financiero. El pulso repugnante de la vida se identificó, en aquellos tiempos, en la ambigüedad huidiza de los hebreos: hoy se le observa en la pereza y poca fiabilidad de los pueblos mediterráneos.

Un colonialismo financiero fundado en la superioridad de lo funcional sobre lo viviente: esto es la Unión Europea. Y una entidad como ésta no puede ser reformada. Pero, por otra parte, tampoco puede abandonarse simplemente, como quisieran las ánimas simples que proponen un regreso a la lira o a la dracma. Hay que destruirla para volverla a construir sobre la base de la solidaridad social: ésta es nuestra futura tarea política si es que deseamos evitar la barbarie.

Desafortunadamente, no somos capaces de hacerlo, puesto que no existe un movimiento de social de autonomía que busque liberarse del capitalismo financiero. Solamente un proceso traumático podrá, quizás, hacerlo surgir. Y es dentro de ese proceso donde debemos prepararnos para actuar.

El voto griego demuestra que la consciencia del carácter devastador de la Unión Europea ya se está difundiendo, aunque todavía estamos muy lejos de la posibilidad de un proceso de reconstrucción solidaria de la Unión. Ésta sería posible si existiera un movimiento consciente que, sin embargo, no existe. ¿Por qué no hay cien mil estudiantes ocupando las universidades de Europa en contra de la privatización del sistema educativo impuesta por la austeridad? ¿Por qué los ciudadanos alemanes no expresaron su solidaridad (más bien reaccionaron con fastidio) con los treinta mil trabajadores ferroviarios de su propio país, cuando entraron en huelga por las reducciones de sus horarios de trabajo?

La respuesta es simple: la Unión destruyó la consciencia civil europea. Y lo que sucederá, llegados a este punto, es previsible: las formaciones nacionalistas y racistas se están convirtiendo en mayoría en todas las colonias del protectorado financiero germánico. Este es el escenario de los próximos años, este es el efecto que el austeritarismo está produciendo: guerra racista contra los migrantes por un lado, nacionalismo anti-germánico por el otro.

El comentario político más inteligente que he leído en estos días es la viñeta de Massimo Bucchi, publicada el 7 de julio por La Repubblica. Un elegante turbante representa un guerrillero yihadista junto a la leyenda: “nuestros expertos prevén una primavera europea.”

Un amigo me pidió no hacer como Casandra. Pero tal vez se le olvidaba que Casandra no tenía intención de traer la desgracia: sencillamente preveía el futuro, y sus profecías normalmente se convertían en realidad, a pesar de que algunos imbéciles preferían ilusionarse con caballos de madera. Yo no pretendo poder prever el futuro, pero creo ver bastante bien el presente cuando digo que el nacionalismo es la única fuerza destinada a crecer, y que el colonialismo financiero trae la guerra como la nube trae la tormenta.

El referéndum griego indica una tercera posibilidad más allá de la alternativa entre el dominio financiero y la guerra nacionalista que se presenta en el horizonte del continente. Esta tercera posibilidad es una conferencia sobre la cancelación de la deuda y la activación de un giro que restituya a la sociedad su soberanía sobre la economía. En el proceso disolutivo que el referéndum griego ha abierto, es necesario empeñar nuestras energías en la reconstrucción del proyecto europeo como un proyecto de redistribución de la riqueza y de reducción del tiempo de trabajo. Ni más ni menos. Si no sabemos cómo hacerlo, no podremos evitar una guerra yugoeslava a escala europea.

Sobre “La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular, de Verónica Gago”

(Tinta Limón Ediciones, 2014)

por Santiago Sburlatti
El libro que reseñamos aquí no es un libro más. Pero que no se malentienda la advertencia: no estamos refiriéndonos a su grado de excepcionalidad dentro de la literatura reciente en las ciencias sociales (que sí la tiene, por cierto), sino a su confección, su narrativa cadenciosa y sus ritmos ondulantes, su propuesta de movimiento constante y su cuidadosa rigurosidad conceptual. Se trata de un libro hecho de capas, hojaldrado en poco más de trescientas páginas que se mixturan a través de palabras, imágenes y voces que componen un texto disruptivo, y a la vez, una lengua desterritorializada y cautivante.
Basado en la tesis de investigación doctoral “Mutaciones en el trabajo en la Argentina post 2001: entre la feminización y el trabajo esclavo” (2012)[1], el libro de Verónica Gago reproduce una suerte de simbiosis en su estructura argumentativa con la complejidad y elusividad del fenómeno que describe: las mutaciones del neoliberalismo contemporáneo que hunden sus prácticas en las economías populares. Para dar cuenta de ello, la escritura necesita abandonar (afortunadamente) toda pretensión de linealidad historiográfica o sociológica para recorrer trayectos oblicuos que van y vienen entrela Feria de La Salada (ubicada en el límite de la Ciudad de Buenos Aires con los partidos bonaerenses de Lomas de Zamora y La Matanza), los talleres textiles, la villa, la migración y la constitución de las ciudades como espacios heterogéneos des-idealizados. Lo que pretendemos encontrar allí es un tipo de razón que dinamiza renovadamente los modos de gubernamentalidad pero también las formas en que las fuerzas vivas de lo comunitario los resisten, tensionan, transforman.
El lector que se aventure en este camino podrá encontrar múltiples entradas y salidas que, en cada uno de los capítulos, va bordando con precisa erudición un lienzo de categorías que se funden en una polifonía irreductible al lenguaje puramente académico y que constituyen, por lo tanto, verdaderas ideas-fuerzasen que se expresa lo político como vitalidad incesante.
Lo que proponemos aquí, entonces, es una lectura posible, que no agota la riqueza del libro sino que funciona a modo de invitación, de propuesta para que cada lector encuentre sus propias líneas de análisis.
Un fantasma recorre nuestra región: el fantasma del neoliberalismo. Pero como en una versión paródica de la proclama marxista, aquellas fuerzas que se unieron para conjurarlo después del 2001, y luego tomaron la síntesis de gobiernos progresistas, no terminaron de sepultar su eficacia y su capacidad de producir –o poner a producir- modos de vida sujetos a su racionalidad; porque el neoliberalismo es, además de un programa económico y un tipo de mando político, una forma de gobernar por medio del impulso de las libertades. Así, siguiendo a Foucault, la autora nos propone de entrada y sin rodeos un problema que es a la vez invitación necesaria para leer el libro y revisar algunas de las categorías fundamentales del debate teórico político de los últimos años: existe un neoliberalismo desde arriba, sí, que todos conocemos y hemos experimentado: el que comenzó en la década del 70’ y ha tenido como actores principales a los organismos internacionales de crédito, a las corporaciones económico-financieras locales y transnacionales, y buena parte de la clase política; ese neoliberalismo que se constituyó y consolidó regionalmente a través de la masacre de los movimientos insurgentes, primero, y luego con la adopción de “recetas” bajadas directamente de organismos financieros internacionales; ese programa que celebró el “achicamiento del estado” y su reducción a la mínima expresión de administrar el monopolio de la violencia (en especial, sobre las revueltas que atestiguaban los efectos de la política económica) y la delegación en el mercado de la regulación del trabajo, la salud, la seguridad social, el consumo.
Entendido sólo de esta manera, señala Gago, el neoliberalismoes apenas una fase más del capitalismo que puede ser superada, transformada o reconvertida a través de nuevos programas económicos, nuevos enunciados políticos y una renovada presencia del Estado.
Pero lo que se propone es una segunda topología: existe un neoliberalismo desde abajo, una versión plebeya fuertemente enraizada en las economías populares que no sólo no ha sucumbido a la restitución “progresista” del estado sino que, valiéndose de ella, goza de buena salud y se reproduce en un entretejido múltiple caracterizado por “la proliferación de modos de vida que reorganizan las nociones de libertad, cálculo y obediencia, proyectando una nueva racionalidad y afectividad colectiva” (p. 10). Esto es, el neoliberalismo es sobre todo producción de subjetividad, dinámica abierta y cambiante de procesos de subjetivación y sujeción, arena permanente de lucha política entre dominación y resistencia.
En este punto, ambas nociones nos permiten iniciar una lectura crítica del presente descomponiendo la idea de una teleología política que se enuncia como “pos-neoliberalismo”, como superación de las premisas que lo constituyeron y como nueva síntesis estatal. Vale decir, en tanto se lo concibe sólo como una macropolítica, su solución sólo podría estar en manos de esos grandes actores estatales que conjuguen nuevas formas de la felicidad para el pueblo. Si alguien había percibido una ironía en el título del libro, estaba en lo cierto: La razón neoliberal discute con “La razón populista”, de Ernesto Laclau, con su premisa de una “articulación hegemónica” de las demandas populares fallidas que repone una mediación necesaria en el terreno de la representación política. Afirma la autora:
“(…) por medio de la necesidad de establecer una mediación política, Laclau rehabilita un politicismo (autonomía de lo político) que desplaza la agencia popular al estado y a los líderes
populares en la medida que son la figura que posibilita la totalización fallida del pueblo. Son esas instancias de mediación entonces las que garantizan la proyección de la unidad popular” (p. 299).
Sin embargo, esta síntesis estatal de las demandas populares que las revueltas del 2001 pusieron en relieve está lejos de agotar el ciclo del neoliberalismo: por arriba y por abajo sobrevive, ya sea en la nueva forma neo-extractivista que los gobiernos de la región fueron adoptando -y que tiene como correlato la creciente financierización de la vida cotidiana y la aparición de nuevas violencias en los territorios-; ya sea por abajo en un tipo de racionalidad que “negocia beneficios en ese contexto de desposesión, en una dinámica contractual que mixtura formas de servidumbre y de conflictividad” (p. 11).
Ahora bien, al poner el foco en la multiplicidad de niveles y mecanismos que el neoliberalismo despliega, lo que se propone entonces es abandonar la idea de “sobrevida” para repensar sus mutaciones, sus transformaciones, sus “variaciones de sentido” que nos permiten cartografiarlo de otros modos en sus dinámicas de variaciones permanentes. Es necesario (re)construir los mapas de aquello que se nos aparece como invisible, opaco o subterráneo y al mismo tiempo es constitutivo de nuestras abigarradasciudades latinoamericanas. Esos espacios, economías y territorios sumergidos que estructuran y dinamizan las metrópolis que habitamos, ya sea que tengamos la capacidad de verlos, reconocerlos, pensarlos o no.
Por ello, Gago propone un desafío que es, por un lado, epistemológico: no sólo es necesario “completar a Foucault desde América Latina”, sino que además es imprescindible comprender que
“(…) tomar en serio la articulación entre neoliberalismo y subjetividades populares pone la exigencia de recrear conceptos aptos (territorio, valor, economía, etc.) para comprender la dinámica compleja que alcanza lo político cuando es capaz de recoger en sí todas las capas de lo real” (p.16).
Es decir, son necesarias nuevas palabras que sólo pueden surgir de las prácticas situadas en esos territorios abigarrados; conceptos que constituyen a la vez un nuevo vocabulario político que no busca la síntesis ni la univocidad, sino que habita ese espacio ambivalente, heterogéneo de la lengua. El desafío es, por lo tanto, también militante.
Si el neoliberalismo no es sólo una plataforma macro-económica y, como señala Foucault, alude a la figura del empresario de sí, es en la conformación de las economías populares donde la autora encuentra esa conjunción compleja, problemática y viva entre formas de sujeción y explotación, y una pragmática vitalistaque se afirma y “asume el cálculo como matriz subjetiva primordial”. Es decir, el cálculo como estrategias y modos de hacer “que se componen para construir y defender el espacio-tiempo de su afirmación” (p. 181). Desde esta premisa, la investigación recorre ese complejo tejido que componen La Salada con la villa del Bajo Flores y los talleres textiles clandestinos reconstruyendo trayectorias de sujetos que, lejos de la pasivización o la victimización, despliegan relaciones polimorfas desde/con formas comunitarias, a través de “tácticas populares de resolución de la vida, con emprendimientos que alimentan las redes informales y con modalidades de negociación de derechos que se valen de esa vitalidad social” (p. 18). Es allí donde se despliegan también las formas de resistencia ante un modo de gobierno extremadamente flexible y que afirma la extracción de valorcomo su premisa fundamental.
Hay aquí otra propuesta de la autora que vale la pena subrayar: la noción de extractivismo no se agota en la depredación de los “recursos naturales” por parte de corporaciones o alianzas estado-transnacionales a través de las commodities, más bien, lo que interesa subrayar son dinámicas del capital financiero que también extraen valor de formas de cooperación social producidas sin la intervención directa de actores del capital. En el ejemplo que se reconstruye en el libro, estas economías popularesque revitalizaron el sector textil luego del vaciamiento de los ‘90, y que conformaron estrategias de supervivencia en un fuerte contexto de desempleo (especialmente para la población migrante), progresivamente dejan de ser consideradas como “periféricas” para el capital y se vuelven objetivo de instrumentos y herramientas financieras que anclan allí sus prácticas de extracción. En tanto haya “producción de lo común/comunitario” podemos abandonar la idea restrictiva de extractivismo para visibilizar cuáles son los territorios donde se generan procesos actuales de colonización y acumulación capitalista.
Señala la autora:
“Nos interesa pensar la dinámica extractiva, entonces, vinculada a los dispositivos de consumo y endeudamiento que, como adelantamos, promueven nuevas formas de creación de valor en las periferias a través de una variedad de economías informales, de fronteras difusas con la ilegalidad, que pueden leerse como prototipo del aterrizaje de la financierización en los territorios. Es allí donde se extienden las fronteras del capital y donde se visualiza la necesidad de una logística específica que conecta las altas finanzas con las bajas finanzas y que operativiza el neoliberalismo como dinámicas simultáneas de territorialización y desterritorialización, por arriba y por abajo” (pp. 205-206).
Asimismo, repensar esa dimensión de lo común como producción y productividad supone desentrañar sus huellas y sus marcas históricas, su genealogía. Esa triangulación de flujos incesantes entre la feria, la villa y el taller –y que tiene a la fiesta como espacio-tiempo celebratorio, de afirmación, de legitimación, de desborde- es constitutiva de lo urbano contemporáneo a la vez que yuxtapone elementos a priori incompatibles en dinámicas heterogéneas que no logran (ni buscan) sintetizarse en las formas unificadas de ciudadanía.
Aparecen aquí imágenes del trabajador desrealizadas en relación al patrón normativo de trabajo asalariado. En los talleres textiles perviven formas de explotación que se creían perimidas (lo que se suele llamar “trabajo esclavo”) pero que dinamizan fuertemente la economía general y que habilitan además nuevas formas de consumo popular (y nuevas lógicas de consumo masivo al abaratar buena parte de los costos de producción de la ropa o del sector fruti-hortícola). En este punto, la autora recupera la noción de un ethos barroco (Bolívar Echeverría) para pensar esas formas económicas que mixturan y mezclan “lógicas y racionalidades que a menudo se ven como incompatibles”. Lo barrocoen América Latina refiere a una historia también de resistencias, de modos de hacer y pensar en contextos de dominación colonial que sobreviven como modos enmarañados, mezclados y difíciles de aprehender acerca del trabajo, el cálculo o los proyectos vitales en diálogo pero a la vez reñidos con ideas clásicas de “progreso” o “futuro”.
Volviendo a lo que señalábamos más arriba, una investigación-militantees en este punto aquella que puede habilitar una apertura sensible a esas nociones escurridizas que no cristalizan identidades y reproducen una tensión permanente con sentidos homogeneizantes, algo así como el proyecto de una teoría social más apócrifa, a su vez barroca ella misma y que la autora no deja de proponer en todo el libro.

En la genealogía de estas economías, el migrante (principalmente boliviano) pone en juego un repertorio de saberes y prácticas comunitarios (capital comunitario) al que se articula y superpone una racionalidad neoliberal en una suerte de hojaldramiento temporalque combina formas organizativas consideradas “pre-modernas” pero cuyo potencial de autogestión (sin necesidad de intervención estatal) es usufructuado por el capital para la explotación contemporánea. Potencial que no es sólo subsumible por esa racionalidad, sino que es también un recurso organizativo en contextos de crisis y desintegración (como la historia reciente argentina lo demuestra). Estos modos de hacer, decir y ver conectados con la experiencia migrante son los que dinamizan y hacen ciudad en la medida que conectan circuitos y territorios diversos reorganizando el tejido urbano a través de la producción y el consumo.
Esa producción de lo común en que la experiencia migrante se revela fundamental es uncomún abigarrado, no normativizado, múltiplemente determinado y, a la vez, campo de lucha entre lógicas del capital por su sujeción y puesta en valor, y movimientos permanentes de mixtura y desplazamiento, de afirmación, de vitalismo y cooperación social en los territorios. En este sentido, es un común que no permite la comunión entre comunidad e identidad, como un todo cerrado, homogéneo, como un saber comunitario que sólo se inscribe en tanto nuevo capítulo de la valorización capitalista; porque en esa producción de lo común se juega, además, una imagen de lo femeninoque pugna por salirse de los binarismos fundantes de la economía moderna que rápidamente confinan esa feminización del sujeto y del trabajo (lo doméstico) al terreno de lo no productivo como lógica de explotación oculta, no reconocida porque en ella no se realiza el sujeto trabajador asalariado libre. Como señala Gago –siguiendo a Federici-, esta invisibilización ha sido central en el desarrollo del capitalismo, no sólo porque lo que allí se esconde es la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria, sino porque “además ha sido central en sumergir un tipo de economía feminizada y doméstica como estrategia de abaratamiento y de explotación de esa fuerza de trabajo no asalariada” (p. 108).
El problema es que esta imagen reactiva de lo femenino construye sujetos sin palabra, victimizados al extremo, sin voluntad o fuerza para pensar prácticas de supervivencia o resistencia. Por un lado, abona el terreno de esa reproducción de lo femenino/feminizado como espacio improductivo, recurso común del que se puede extraer valor en términos desposesivos ocultando a su vez su papel central en las dinámicas económicas contemporáneas. Por otro, reproduce además ese binarismo moderno que opone un trabajo libre al trabajo servil (o “esclavo”), vale decir “la libre elección versus el forzamiento/captura”. Lo que se elimina de esta definición es, como señalábamos al comienzo, esa dimensión del cálculo, ese conatusque afirma una fuerza y unas estrategias que desarrollan todo un repertorio de economías barrocasen que se corre (y se mezcla, se superpone, se habita contradictoriamente) el meridiano moderno que clasifica y fija sujetos y modos de producción.
Señala entonces Gago que existe otra voz, otro uso de lo femenino: aquella en que se
“(…) rompe la división público/doméstico a través de un uso de la lengua como espacio de lo heterogéneo, al mismo tiempo que es capaz de una eficacia estratégica del silencio y la palabra, ambos como voz organizada y secreta del motín o la rebelión” (p. 115).
Es decir, lo femenino/economíasfeminizadas como territorio también de lucha por la enunciación, por hablar y no ser hablados, espacio de redefinición constante de la identidad migrante en tanto multiplicación y no mera negación (o intervención), “heterogeneidad no dialéctica” que se realiza en su ambivalencia mucho más que en su reificación homogénea o subalternizada. Lo eterno-femenino(así, nietzschianamente) como configuración siempre abierta, como astucia, ironía, guerra permanente contra lo que se cierra (la comunidad como un todo), despliegue de “una influencia desterritorializada y atemporal, capaz de una efectividad paradójica: extra-comunitaria” (p. 106).
La pertinencia de esta lectura parece adquirir relieves más notorios en los últimos años: la reiteración, en abril de 2015, de un incendio en un taller textil clandestino del barrio de Flores en la ciudad de Buenos Aires (en el 2006 había sucedido otro) con la muerte nuevamente de niños repuso en el discurso mediático y el debate político todas aquellas imágenes que el libro intenta complejizar y desmenuzar: otra vez los sujetos son presentados como “víctimas”, como “esclavos”, como cuerpos dóciles sin voz ni fuerza, a la vez una masa uniforme (migrantes) sin matices ni diferencias, puro objeto de la explotación más descarnada. Definición que legitima, por un lado, el odio racista, y por otro, la intervención estatal o el usufructo político como representación de los desposeídos. Pero, afortunadamente, la perspectiva que nos propone Gago es, además, extra-moral: acá no se trata de sujetos “buenos” que deben ser rescatados como si pudiéramos arrogarnos el derecho de su representación sino de sujetos que calculan sus estrategias vitales en permanente tensión, negociación, captura y fuga de las dinámicas que el capital les impone. Decir extramorales, asimismo, “abrir el taller” clandestino para visibilizar en él toda una economía sumergidaque conecta lo migrante con las condiciones en que hoy en día se actualizan procesos de acumulación que van desde La Salada hasta los grandes shoppings y marcas de ropa en una reproducción de modos de vida en los que absolutamente todos estamos inmersos.
(Fuente: Revista La Rivada – Universidad Nacional de Misiones – junio 2015)


[1]  Dirigida inicialmente por León Rozitchner y co-dirigida por Sandro Mezzadra, y presentada para defensa con Eduardo Grüner (luego del fallecimiento del director).

Hegemonía: Gramsci, Togliatti, Laclau

por Toni Negri
(Traducción: Diego Picotto y Verónica Gago)


El discurso de Laclau representa para mí una variante neo-kantiana de lo que se podría definir como socialismo post-soviético. Ya en la época de la II Internacional el enfoque neo-kantiano funcionó como aproximación crítica en relación al marxismo: el marxismo no era considerado el enemigo, sino que la aproximación crítica, más bien, intentó sujetarlo y, en cierto modo, neutralizarlo. El ataque estaba dirigido contra el realismo político y la ontología de la lucha de clases. La mediación epistemológica consistía, entonces, en ese uso y abuso del trascendentalismo kantiano. Mutatis mutandis, esto es lo que me parece también, si nos situamos en época post-soviética, la línea de pensamiento de Laclau, considerada en su movimiento. Permítanme ser claro, aquí no se discute el revisionismo en general, a veces útil, a veces insoportable. Se discute el esfuerzo teórico y político de Laclau, en la época post-soviética, para confrontarlo con la contemporaneidad.
Partamos de un primer punto. La multitud caracteriza a las sociedades contemporáneas –nos dice Laclau–, pero la multitud no conoce determinaciones ontológicas y, mucho menos –hoy– reglas que puedan presidir su composición. Sólo desde el exterior (acorde con su naturaleza) será posible recomponer la multitud. Es la operación kantiana del intelecto que se enfrenta con la “cosa en sí”, irreconocible de otra manera que bajo el sello de la «forma». La operación es la de la síntesis trascendental.
¿Es posible y deseable que subjetividades sociales heterogéneas se organicen espontáneamente a sí mismas o deben, en cambio, ser organizadas? La pregunta es insistente y está en la base del criticismo. A esta cuestión Laclau responde que hoy no existe ningún actor social para sí, “clase universal” (como era definida marxianamente la clase obrera) y ningún sujeto producto de la espontaneidad social, de una self-organization, podría siquiera reclamar hegemonía. Entonces, el marxismo clásico había operado una simplificación de la lucha social de clase bajo el capitalismo y había construido un sujeto, un actor de la emancipación, en el que coincidían autonomía y centralidad. Pero en la actualidad es precisamente ese terreno el que se descompone. Se impone, en cambio, un terreno compuesto de heterogeneidad: solo una construcción política puede hoy moverse en este espacio de no homogeneidad social (cuando se entiende por «homogeneidad» tanto aquello que se debería presuponer como cuando se limita a la constatación de lo que existe: en ambos casos la homogeneidad desaparece). He aquí lo que la teoría laclauniana de la hegemonía se propone abordar. Ésta no niega que haya momentos de autonomía auto-organizada ni subjetividades fuertes que surjan del momento histórico: descubre entre estas figuras subjetivas una «tensión» – e incluso piensa que ellas deberían ser “puestas en tensión”. Laclau considera esta tensión «constitutiva».
Es la imaginación trascendental en acción. Laclau –me parece– considera que el contexto político se presenta como un Jano de dos caras y sitúa la tensión entre estas dos caras, como si se tratase de espacio y de lugar, como tejido y trama, que cada construcción de poder debe recorrer y trascender, resolver y determinar. Nace, así, la hegemonía/poder.
Segundo punto. Debe quedar claro que la inmanencia, la autonomía y la pluralidad constitutiva de la multitud no sólo son incapaces de construir poder, sino que representan verdaderos obstáculos para la constitución de cualquier escena política. Por este motivo, prosigue Laclau, si la sociedad fuese totalmente heterogénea, la acción política requeriría que las singularidades fuesen capaces de desarrollar, sobre un plano de inmanencia, un proceso de «articulación» con el fin de estructurar aquella tensión a la que referí brevemente y definir, entre las singularidades, las relaciones políticas. Pero ¿son éstas capaces?
La respuesta de Laclau es negativa. Y esta negación reenvía a un motor trascendental. La articulación es situada, así, sin alternativa posible, sobre un terreno formal, entendiendo bien que “forma” no significa en este caso “algo vacío”, sino más bien «envoltorio constitutivo». A fin de que sea posible una articulación de la multitud, Laclau insiste en el hecho de que debe surgir una instancia hegemónica por encima del simple plano de inmanencia –una instancia hegemónica que sea capaz de dirigir el proceso y que funcione como centro de identificación de todas las singularidades. “No existe hegemonía sin la construcción de una identidad popular a partir de la pluralidad de demandas democráticas”.
Si el contexto social se configura a partir de una multitud des-homogénea, es necesario establecer una fuerza de articulación entre las diferentes partes de esta deshomogeneidad para garantizar su propia integración. La insistencia en la auto-organización o la remisión a sujetos preconstituidos no deben eliminar ni olvidar la necesidad de crear temas comunes y lenguajes homogeneizantes que circulan a través de las diferentes organizaciones locales. Tal articulación/mediación no puede en ningún caso repetir los viejos modelos de las “fuertes” organizaciones tradicionales (partido, iglesia, corporaciones, etc.). Esta articulación/mediación debe ser abordada, sobre todo, a partir de la noción de “significante vacío”. Ya habíamos precisado que “significante vacío” no significa aquí formas vacías de unidad dogmáticamente ligadas a un significado preciso, significa  más bien “envoltorio constitutivo”. No estamos más sobre el terreno kantiano de la estética o de la analítica, sino sobre el de la imaginación trascendental.
Hay un momento en el que Laclau, desde un enfoque diferente, vuelve a proponer el tema del significante “flotante” y “vacío” frente a la heterogeneidad de lo social en términos muy potentes –yo diría, si no fuera un forzamiento, ontológicamente productivo. Cuando Laclau aborda el tema de la “articulación” de diversas luchas sociales, ese momento (ya caracterizado en Hegemonía y estrategia socialista, en 1985) es un modelo de “antagonismo constitutivo” –casi un  doble poder “débil” que, surgiendo del conflicto y la disgregación, sobre una  frontera “radical”, constituye de conjunto una síntesis entre los viejos derechos de la soberanía y los derechos democráticos de autogobierno. Lo subrayaron bien Mezzadra y Neilson en La frontera como método (Duke University Press, 2013). Acercándose a la idea de una dialéctica de contrapoderes en conflicto, Laclau interpretaba entonces un primer pasaje, mejor, una primera emergencia, de un sentir común de los militantes socialistas, implicados en la crisis de la izquierda, desde los años ‘70, que se negaban a ver su caída a un ritmo implacable. En esa condición, dada la insuficiencia de instrumentos dialécticos, se volvía necesario reconstruir “un pueblo”, producir la unidad: esto será reconocido por Laclau como acto político “por antonomasia”. En 1985 se pregunta, con fuerza y ​rebelándose contra un amplio consenso, si la apertura de lo social a lo político era más que una «estructura discursiva», una “práctica de articulaciones” que constituye y organiza las relaciones sociales. Pero este punto de vista será pronto invertido. Cito a Laclau: «En las sociedades industriales avanzadas se individualiza una asimetría fundamental entre la proliferación creciente de las diferencias –un excedente de significado de lo “social”– y las dificultades que enfrenta cualquier discurso que intenta fijar estas diferencias como momentos de una estructura estable de articulaciones”. Entonces, es necesario distanciarse de la noción misma de sociedad como una «totalidad autodefinida» en la que lo social se fija a sí mismo. Por lo general, se identifican “puntos nodales” que producen sentidos y direcciones parciales y le permitan cobrar forma a éstas o a aquellas formaciones de lo social. Se tratará cada vez más, por lo tanto, de rechazar toda solución dialéctica propuesta por conceptos como “mediación” o “determinación”. “La política emerge como problema de las condiciones trascendentales del juego entre articulaciones y equivalencias que se constituyen en lo social. La identidad de las fuerzas en lucha está sujeta a mutaciones constantes y exige un incesante proceso de redefinición”.
El equilibrio de esta articulación es, sin embargo, difícil de determinar. Se expone a dos peligros. Al primero lo llamaría “deriva de la demanda” o, mejor, deriva de la inconclusividad del encuentro de los equivalentes. Véase –veinte años después de Hegemonía–, La razón populista, de 2005. Allí el discurso comienza otra vez con una inmersión en lo social, construyéndose alrededor de estímulos, de conatus multitudinarios que impulsan hacia lo político. “Ahora –escribe Laclau– la unidad más pequeña de la que partiremos corresponde a la categoría de demanda social». Por supuesto, esta demanda, por un lado, empuja hacia la profundización de las lógicas de formación de la identidad; por el otro, abre al antagonismo. El problema ahora deviene el siguiente: ¿cómo transformar la competición, el antagonismo dislocado y en continua proliferación, en un antagonismo visible y dualista? La “cadena de equivalencias”, ¿no se agota en una proliferación de la que se desconoce el final? El mismo Laclau parece tomar conciencia de esto: “la especificidad de la equivalencia es la destrucción de significado a través de su misma proliferación”. Este indefinido de las potencias de la inmanencia pone en riesgo (y ciertamente  amenaza) la construcción trascendental del significante.
La segunda dificultad está directamente relacionada a la consolidación definitiva del equilibrio tal y cual se presenta en el concepto de «hegemonía».
Un pequeño paréntesis a propósito de esto. El concepto de hegemonía en Laclau se construye con referencia a Gramsci. Pero las cosas no son así de simples. Peter D. Thomas nota que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, en Hegemonía y estrategia socialista, de 1985, sustituyen el dispositivo político de la hegemonía –tal como era definido por la tradición leninista— por un concepto discursivo, completamente formal. Estamos, según Thomas, en una fase de reflexión teórica del “eurocomunismo” que se desarrolla bajo la forma de un gramscismo “blando” y que señala el pasaje de una política radical a una democrática post-marxista. Más allá de si se está de acuerdo o no con el punto de vista de Peter Thomas, es necesario recordar aquí, en todo caso, que el pensamiento de Gramsci se organiza desde una posición marxista y leninista en la que la dictadura se presenta no como comando totalitario, sino precisamente como hegemonía; es decir, como la construcción orgánica de un poder constituyente revolucionario. No se puede negar que la referencia a Gramsci de Laclau es, en este sentido, más bien débil,  búsqueda retórica de una supuesta herencia más que verdadera filiación ontológica. El concepto de hegemonía en Gramsci (de la práctica turinesa de los Consejos a la teoría del nuevo Príncipe) se construye sobre la lucha de clases, mantiene una “solidez” materialista y produce un dispositivo de poder de los trabajadores en sentido comunista. El concepto gramsciano de hegemonía no puede, en ningún caso, reinterpretarse bajo la modalidad teorizada por Norberto Bobbio, es decir, como un producto superestructural de la “sociedad civil”, donde sociedad civil es un concepto reducido a la acepción hegeliana.
Además, lo que resulta extraño aquí es cómo en Laclau el concepto de hegemonía  –al que ya se le sustrajo la potencia gramsciana– puede ser referido a las políticas del Partido Comunista de Togliatti: en este punto, el equilibrio entre autonomía de base de los movimientos y Partido, como significante  por momentos “flotante” –pero ciertamente nunca “vacío”– podía aún orientarse hacia la izquierda, dado que el Partido se encontraba anclado a las políticas soviéticas. De esta manera, el eje de las abscisas hegemonía/sociedad y las coordenadas izquierda/derecha podían mantenerse en equilibrio debido a la imposibilidad del «significado» de volverse Estado –Yalta lo impedía. Repito: en Togliatti, en el comunismo italiano, lo “nacional-popular” pudo ser interpretado por izquierda (con los límites que, de todos modos, tenía toda acción opuesta a la lucha de clases) sólo porque el Partido Comunista no podía acceder al poder y hasta tanto y en cuanto, transformándose, accediera. Aquí, paradójicamente, el concepto de hegemonía se convierte en concepto de «centralidad» política.
En resumen: la figura y la función de la hegemonía de Laclau nos parece equivocadas: en lugar de analizar cómo funciona el capitalismo establecen cómo nos gustaría que funcionase una sociedad política que no conoce el capitalismo, o la confunden con una necesidad. Creo que se puede decir lo mismo para “pueblo”: brecha en el bloque hegemónico que Laclau llama «significante vacío», el pueblo representa la ocupación del Estado por parte de un grupo capaz de determinar una nueva universalidad, pero esto no es del todo claro. Parece más bien que, por un lado, el pueblo es una deriva causada por la lucha de distintas facciones y que, por  otro, termina por representarse como una nueva cristalización de identidades políticas.
Por ello es que, en la filosofía de Laclau, el significante vacío representa una abstracción estructuralista que pierde de vista un hecho sin duda central: que lo que considera vacío es producto de un “éxodo” y no de una modificación estructural (como bien lo analiza Bruno Cava, un activista brasileño que estudió bien a Laclau). «Si hay algo hoy del todo evidente cuando se consideran las actuales formas de la política, es el distanciamiento del “pueblo” de las funciones de participación que le fueron consignadas en el derecho público moderno. El significante vacío se vacía aún más en la situación actual; no  muerde la multitud, sino que es fagocitado por fuertes poderes que no tienen nada que ver con el pueblo, la nación y todas las bellas palabras de la política de la modernidad. En cuanto a los movimientos, viven en la consistencia de una «universalidad concreta» que tiene la función de suturar y articular los significantes: sin embargo, su potencia reside en la multitud, que es un concepto de clase».
Otra consecuencia. Es claro, entonces, que el pensamiento de Laclau se sitúa en una especie de era post-ideológica, donde la lucha de clases cede su lugar central a diversas y múltiples identidades (que se pueden investir según varias declinaciones). Pero me parece que este pensamiento no puede conducir a nada específico o, más bien, que conduce a un resultado nulo en el marco de las coordenadas a las que hicimos referencia anteriormente: el eje de abscisas hegemonía/sociedad y el eje de ordenadas derecha/izquierda. Esta mutación que des-ontologiza los sujetos, en este sistema de coordenadas, podría muy bien regirse sobre singularidades que colaboran de manera transversal y construir así, sobre un plano maquínico (para decirlo con Deleuze-Guattari), las variadas máquinas de guerra sociales diversas. «Máquinas de guerra» que no serían en ningún caso efecto de la urgencia de consolidar los contornos de una “hegemonía” o de una “nación”. La mutación puede representarse, entonces, como una ilusión. Nuevamente debemos preguntarnos si el «significante vacío», sometido a estas tensiones, además de ser reducido a una figura “centrista” de la organización del poder, no sufre otra deriva: la de inmovilizar el proceso político debido a que su dinamismo, desplazado hacia el centro, es ahora incapaz de producir potencia. La síntesis trascendental, en este caso, está totalmente privada de movimiento.
De este modo llegamos aquí a un último y crucial punto: la concretización históricamente determinada de la forma trascendental.
El significante vacío opera en el terreno nacional. Para Laclau, no se puede aceptar un discurso cosmopolítico, ni siquiera como horizonte. Luego de haber eliminado todo otro punto de apoyo, el poder tiene necesidad, para tener una consistencia real, de la identidad nacional. Incluso en la globalización, cuando el poder del Estado nación declina, el concepto de Estado-nación no puede ser, sin embargo, abandonado. Abandonarlo no significa solo situarse sobre un terreno poco realista, sino sobre todo, peligroso. Sin la unidad nacional, la expansión horizontal de la protesta social y la verticalidad de una relación con el sistema político serían imposibles. E insiste Laclau, la experiencia de América Latina en los años ‘90/00 demuestra ampliamente esta condición.
Por el contrario, nos parece que el movimiento progresista que sacudió a América Latina en el veinteno que cabalga sobre los dos últimos siglos estuvo fuertemente comprometido con la superación, «hacia afuera», de un ámbito nacional en el que, uno a uno, los Estados se doblegaron bajo el dominio norteamericano y sus valores imperialistas; y «hacia adentro” de América Latina, donde la horizontalidad de los movimientos se puso a prueba a gran escala, a veces anticipando y a veces siguiendo un nuevo espíritu continental que animó a los gobiernos populares y les permitió superar cualquier chovinismo –reaccionario tanto en la tradición latinoamericana como en la europea. Pero el nacionalismo de Laclau, es necesario reconocerlo, no puede soslayarse. Data del comienzo de su obra. En Política e ideología en la teoría marxista, de 1977, en contra de Althusser, ya sostiene que la clase obrera tiene una irreductible especificidad nacional. Y resalta la experiencia del peronismo que «tuvo un éxito innegable en la constitución de un lenguaje democrático-popular unificado a nivel nacional”.
Con esta opción nacionalista, según Stuart Hall, la posición discursiva de Laclau corre el riesgo nuevamente de perder toda referencia a la práctica el material y a las condiciones históricas de la lucha de clases: su potencia es neutralizada, por así decirlo, en referencia al contexto nacional. No se puede considerar a la sociedad como un campo discursivo completamente abierto y, sobre esto, fijar la hegemonía política en un horizonte nacional-popular: esta operación no puede producir un asalto a Fort Apache por parte de las otras fuerzas sociales en juego, como sucedió en Argentina. Consecuencia: el esquema laclauniano muestra también aquí que solo es capaz de disponerse como figura “centrista” de gobierno. No puede sino ofrecerse –tal como lo hace— como un positivismo de la soberanía ejercida por una autoridad centralmente eficaz. Es, de hecho, una trascendencia formal la que materialmente pone y justifica el poder.
Y aún hay que destacar que en el último Laclau la trascendencia del comando deja de representarse en términos estrictamente nacionales y en nombre de un centralismo estatal demasiado aparatoso. Se puede ver, incluso, cierto distanciamiento de la concepción original hobbesiana que veía el poder con capacidad de formar el pueblo. Y, no obstante, emerge de pronto una paradoja: si en efecto la trascendencia del comando, la tentación hobbesian se atenúa –porque siempre existirán, en la contemporaneidad, irregularidades crecientes del poder en las relaciones sociales–, incluso esta “imposibilidad trascendental” de nuevo se concretiza en la obra de Laclau, no buscada pero encontrada, no construida sino impuesta por la mecánica misma del trascendentalismo. En lugar de la síntesis de la multitud, el enfoque trascendental, para fundar lo político, verá compactarse cada vez más, en la emergencia del “pueblo”, un significante “pleno”. ¿Pasaje de criticismo a una concepción definitivamente entregada al idealismo objetivo?
Lo que podemos concluir es que, si Laclau demuestra de forma brillante que el pueblo no es una formación espontánea ni natural, sino que es constituido por mecanismos representativos que traducen la pluralidad y heterogeneidad de las singularidades en unidad; y si esta unidad, a través de la identificación con un líder, un grupo dominante y, en algunos casos, con un ideal, se convierte en realidad, esta visión parece aún tributaria, a pesar de todo, de una idea “aristocrática”, en lugar de democrática, que repite las declinaciones más profundas y continuas de la historia moderna del estado. Quizás aquí realmente hay una confirmación de un pasaje del criticismo al idealismo objetivo. La centralidad, para Laclau, de la función de los intelectuales y de la comunicación en la organización política es expresiva de esta desviación. Es completamente superado, de este modo, el concepto gramsciano de “intelectual orgánico”, dado que se asume una función autónoma del intelectual como una fuerza auxiliar en la construcción de hegemonía –¿o de leadership? Es exactamente eso lo que Laclau se negó a hacer durante toda su vida como militante democrático y socialista – démosle por ello un caluroso reconocimiento. Y, entonces, ¿por qué esta unidad de la  “autonomía de lo político” y del leadership intelectual?
Para concluir digamos que este cuerpo a cuerpo con el pensamiento de Laclau se fue repitiendo en los últimos veinte años. Lo digo con franqueza, como se lo dije a él directamente: creo que su pensamiento, la misma concepción de populismo, son el producto de una reflexión, más que sobre el poder, sobre el concepto de transición, y del poder en la transición en diferentes periodos de su organización. El populismo de Laclau es la invención de una forma móvil de mediación, de la y en la transición de los regímenes políticos –sobre todo, pero no sólo, de los sudamericanos. Una forma que yo aún considero débil, no conceptualmente sino por la realidad que registra, porque aquel “vacío” que él asume como problema, a menudo no es un vacío que llenar, sino un abismo en el que es probable que se caiga. Y esta debilidad se acentúa en Laclau por el hecho de que, al negarse a abrir una indagación ontológica y después de dar sentido a la emergencia de lo nuevo, incluso admitiendo que la governancede una transición no puede ser constituyente, esta constitución incierta acaba paradójicamente por repetir modelos de la modernidad. En particular, rechaza toda tensión emancipatoria. Al aceptar situarse en la tensión entre espontaneidad y organización, pero borrando las dimensiones materiales de la lucha de clases, Laclau termina regresando a algunos aspectos muy problemáticos del derecho público europeo. Por ejemplo: cuestionando el tema de los movimientos sociales, Carl Schmitt define su figura mediante el reconocimiento de que estos constituyen la trama de la composición popular del Estado –reconocimientode arriba a abajo que politiza la sociedad a fin de construir una identidad nacional. O, por otro lado, la definición schmittiana del lugar de la representación política como “presencia de una ausencia”; ausencia a llenar si se quiere que el Estado exista, presencia a vaciar si se quiere que el Estado se sitúe por encima de las partes, super partes. ¿Hasta qué punto el «significante vacío» repite el modelo schmittiano de representación? Pero lo que estamos subrayando son interferencias impropias –seguramente, para Laclau, simples instrumentos recuperables de los archivos del derecho público europeo. Porque –y esto es lo que creo– la importancia o, más bien, la grandeza del pensamiento de Laclau no consiste tanto en resolver la cuestión del significante político vacío, o por el contrario (visto desde la derecha), en la negativa a confiar en la lucha de clases y el conflicto social para llenarlo. Consiste más bien en haber vivido dentro de ese problema. Esa cosa flotante que vislumbró delante de sí, aquel truc, aquella machin que no era el viejo modelo de Estado, el Estado moderno, sino una cosa nueva. Hay una tensión constituyente que se extiende sobre el terreno de la crisis del estado democrático de la modernidad. No se trata de descubrir que ese Estado que teníamos se agotó, sino de construir otro. Inventarse un nuevo para una transición radicalmente democrática. Que el criticismo se exalte en su significado originario, no como eje de construcción trascendental del Estado, sino como un investimento problemático de su crisis.
Si se me permite este pequeño apéndice, quisiera concluir señalando algunos trastornos brutales de la enseñanza de Laclau. Cuando, por ejemplo, se impone un techo a los movimientos reales, no como si el techo, sino como si la medida fuese el problema: es lo que sucede a menudo en el actual debate español. O cuando, en nombre de Laclau, se remite –para purificar la sucia vitalidad del movimiento– a la imagen del viejo Partido Comunista Italiano como modelo de escucha y dirección de la palabra del pueblo, como es cada vez más frecuente, un poco en todos lados, en la izquierda europea y latinoamericana. Y en miles de otros casos que, incluso con las distorsiones que sufre, evidencian la extraordinaria vitalidad del pensamiento de Ernesto.

Maison de l’Amerique Latine, París, 27 de Mayo de 2015

Como la inmensa mayoría de los griegos, los franceses quieren la construcción europea, pero la quieren otra

por Étienne Balibar
(Traducción de Ricardo Abduca)
¿Por qué los franceses siguen los sucesivos episodios de la ‘crisis griega’ con tanta pasión, como si se les fuera su propia suerte en ello? Porque así es. Cada uno de nosotros tiene sus razones personales, profesionales, intelectuales. Mas el fondo es político: es la actualidad de la política, su resistencia a la ‘gobernanza’, su capacidad de reconquistar el lugar que debe ocupar en una sociedad de hombres libres.
Creo que estas cinco hipótesis pueden compartirse, aunque sea el único responsable de ellas.
La primera: los ciudadanos franceses (y no franceses) siguieron con pasión el combate inteligente, obstinado, valiente, de un gobierno y de sus dirigentes, decididos a respetar el mandato con que fueron investidos. Comprendimos paulatinamente que el objetivo de las ‘instituciones’ y de la ‘gran coalición’ que gobierna  en estos tiempos a Europa ni iba a sacar a Grecia de la catástrofe en la que la hundieron ni iba a ayudarla a reformar las estructuras ‘corruptas’, sino acorralarlas en una rendición humillante, para que su ejemplo no cunda como mancha de aceite. También se dieron cuenta, en ocasión del referéndum, que las noticias propaladas por Bruselas por el Eurogrupo, etc., y divulgadas mayoritariamente por nuestra prensa, estaban sesgadas. ¡Había alternativas!
La segunda: que están en vías de darse cuenta del problema de reactivación de la democracia, de la que depende la legitimidad de los poderes que nos representan en cada país de Europa. Los griegos dan el ejemplo, y plantean un problema, que claro está que no van a poder solucionar ellos solos. El argumento machacado desde hace semanas: “La voluntad popular de una nación no puede prevalecer contra los tratados” se volvió “No puede prevalecer contra la voluntad de las otras dieciocho naciones”. Es verdad. Todavía hace falta que se consulte a estas otras, en las formas activas puestas en práctica por Tsipras y su gobierno. El nivel de exigencia democrática está en vías de crecer en Europa.
La tercera, que los griegos, dentro de la oposición a la orientación dominante en la construcción europea, encarnan una verdadera modalidad de izquierda. Hacen volar en mil pedazos el estereotipo de ‘populismo’ (o de ‘extremismo’, supuestamente confundidos en la misma demagogia y la misma hostilidad de principio a la construcción europea). Tsipras es pro-europeo y está en contra de la política de las finanzas. No tenemos nada de esto en Francia, en donde la contestación se inclina más bien hacia el Front National. Esto nos interesa y nos interpela.
De ahí la tercera razón: ¿Qué política de izquierda para hoy? ¿Qué discurso, qué prácticas militantes, qué objetivos tiene que tener una izquierda digna de ese nombre en el siglo XXI? En Francia vivimos un momento depresivo, entre una izquierda que forma filas con el liberalismo dominante, desmemoriada de todos sus compromisos, y una ‘izquierda de la izquierda’ dividida, a menudo verborrágica o vacilante. Miramos hacia Syriza, o hacia Podemos, para buscar inspiraciones, aunque mejor sería hablar de emulación, ya que no hay modelo traducible o idéntico.
Cuarta razón: la resistencia de Syriza a los diktats mortíferos de la troika, la lucha que tiene que librar ahora (porque el referéndum no resuelve nada, sólo vuelve a barajar algunas cartas y redobla las apuestas) prueba que  la economía es cosa de tomar elecciones. Es en sí misma una política. Y la gran mayoría de los economistas (incluso el FMI) sabe que hace falta restructurar la deuda, y salir de la austeridad. Pero la gran cuestión es el desarrollo concertado y solidario de las sociedades del continente. En una Francia que se está deslizando hacia la decadencia y la injusticia, esta cuestión resuena con fuerza.
En fin, y no es la cuestión menor, Tsipras, su gobierno y su pueblo dijeron claramente que su objetivo no es el fin de Europa (al cual, por el contrario, nos precipitan el dogmatismo y la obstinación de nuestros ‘dirigentes’ actuales) sino su refundación sobre nuevas bases. El ‘momento constitutivo’ del cual algunos de nosotros hablamos desde el inicio de la crisis está allí, ante nosotros. Sólo tendrá chances de materializarse en tanto la opinión pública, en todo el continente, cambie bastante. Y tan rápido como para evitar el Grexit(la expulsión de una nación fuera de la comunidad) y para plantear allí la cuestión: ¿cuál Europa? ¿Para quién? ¿Con qué medios? Como la inmensa mayoría de los griegos, queremos la construcción europea, pero la queremos muy distinta. Sabemos que no podemos perder una oportunidad como ésta. Gracias, Alexis Tsipras, por dárnosla.

Henri Meschonnic: Lo infinito del lenguaje

por Hugo Savino


Para Henri Meschonnic, siguiendo y citando a Émile Benveniste, “el lenguaje sirve para vivir”. Esta proposición es de una importancia capital en su poética, orientada hacia lo “desconocido del lenguaje”. Si partimos de la base que para Meschonnic, en el lenguaje, hay más aspectos desconocidos que conocidos. En su aventura poética trató siempre de luchar contra las esencializaciones, esas que engendran lo teológico-político y lo lingüístico-político. Y todos los horrores que se desprenden de allí. La Biblia no es un origen, es un funcionamiento. El libro que anuncia esta entrevista  es un atravesamiento de siglos de cristianización acumulados sobre la Biblia. Y es también un libro que atraviesa la historia del poema y de la traducción. Como dice Meschonnic: “La realidad, como lo muestra la poética del traducir, es que en la inmensa mayoría de los casos, traducir, es un des-escribir”. Y dice con fuerza: poética del traducir y no de la traducción. Traducir es escribir. Y cuando no se escucha se des-escribe. Se normaliza la sintaxis. Se modifica la puntuación. Se achatan los textos. Se busca clientela. Mala señal cuando la traducción parece escrita en la lengua de llegada. Meschonnic cita la frase de Martin Buber: la  Biblia no es ni Antiguo ni Testamento. Entonces estamos frente a otra manera de leer. El poema Meschonnic es refractario a “la biologización de la vida humana. En el sentido de Spinoza.”

***

Acerca de Un Golpe de Biblia en la filosofía [1]
Entrevista con Henri Meschonnic

por Antoine Spire [2]
(Traducción: Hugo Savino)

Antoine Spire: Este libro es la expresión de lo que usted aprendió mientras traducía la Biblia, es decir, que el hebreo tiene un ritmo que todos los traductores del hebreo han desdeñado, prefiriendo centrarse en el sentido de las palabras. Al ignorar el ritmo, ignoraron el poema de la Biblia.

Henri Meschonnic: Aprendí a reconocer el continuo del lenguaje.  Un texto que inventa un pensamiento le “hace” algo a su lengua. Es un sistema de discurso que trabaja la lengua. No es el hebreo el que hace la Biblia, es la Biblia la que hace el hebreo.

Antoine Spire: Se puede decir eso de todas las lenguas. Ellas son el fruto de los trabajos literarios escritos y concebidos en tal lengua. El trabajo en la lengua se convierte en un trabajo sobre la lengua. Transforma la lengua.

Henri Meschonnic: Un autor le hace algo a la lengua que nunca antes le habían hecho. Dante, Shakespeare o Kafka transformaron su lengua. Pero la Biblia no se puede reducir a literatura. Es un texto religioso. Digo “religioso”, no “sagrado”.

Antoine Spire: En efecto, usted escribe que lo sagrado es la fusión de lo humano con lo cósmico, que lo divino es el principio de vida y que lo religioso, más tardío, es ritualización social. ¿Por consiguiente, la Biblia, para usted, instituye un ritual social?

Henri Meschonnic: En efecto, porque lo religioso se apropia de lo sagrado y de lo divino y hace de ellos una organización teológico-político. La ética ya no es la ética de lo divino, sino la ética de lo religioso. En nombre de Dios se puede matar. La religión entendida de esta manera es una catástrofe que le ocurre a lo divino.

Antoine Spire: ¿Qué hay detrás de este ritmo que cuenta tanto para usted?

Henri Meschonnic: La palabra “ta´am” en hebreo significa el gusto, el gusto de lo que se tiene en la boca. Es una metáfora espléndida de que el cuerpo, la física de la vida, hace el movimiento del lenguaje. Ahora bien, todas las traducciones se sitúan en el modelo griego del lenguaje que rige el pensamiento mundial desde hace 2500 años: lo discontinuo entre la forma y el contenido, la letra y el espíritu, el sentido y el sonido, el alma y el cuerpo.

Antoine Spire: En su opinión, la traducción corriente, la que separa el signo en sonido y en sentido, “busca una clientela”. ¿Cuál es la razón?

Henri Meschonnic: Para convertir. Traducir la Biblia en todas las lenguas del mundo es un acto notoriamente cristiano. Sin embargo, hay traducciones judías, entre otras la del Rabinato (1899-1905). Pero ella traduce sobre todo el estado del judaísmo francés de su tiempo: una voluntad de asimilación. Y, para Éxodo 3, 14 (ehié / asher ehié) el Rabinato dice: “Soy el Ser invariable” que no traduce el hebreo, sino el griego de la Septuaginta (la traducción al griego en el siglo III antes de Cristo). La traducción protestante de Second (1877) está más cerca del hebreo. Yo propongo: Seré   que seré. Pongo un blanco entre “seré” y “que” para transponer les ta´amim. La exégesis judía nos enseña que cuanto más ínfimos son los detalles, más importante son. El texto fundador del cristianismo no es la Biblia hebraica, sino la traducción al griego de la Septuaginta. Allí hay una apuesta a lo teológico-político muy fuerte: el cristianismo se hace pasar por el “verus Israel”. El cardenal Pacelli, que se iba a convertir en Pío XII, declaraba en 1937: “un Dios crucificado quiso hacer de nosotros el Pueblo elegido”. L´Osservatore romano: “El Cristianismo, el verdadero Israel”, al día siguiente de la creación del Estado de Israel.

Antoine Spire: “Seré   que seré”. Difícil de entender.

Henri Meschonnic: Dos versículos antes, en el versículo 12, Dios ya había dicho: “Estaré contigo”. Moisés vuelve a preguntar y Dios repite esta fórmula, por consiguiente se trata de un futuro. No de un presente como dice San Jerónimo. No es “Soy el que soy” sino un verbo en futuro. Y un verbo en lugar de un nombre. Lo divino, poder creador de vida, se separa radicalmente de lo sagrado. El ser humano ya no puede saber qué es lo divino.

Antoine Spire: Lo menos que se puede decir es que su traducción “Seré      que seré…” es difícil de entender sin su comentario. De esta manera impide su acceso a la mayoría de nuestros contemporáneos. Con su traducción estamos tal vez en el ritmo de la lengua original, el hebreo, pero el sentido ya no es fácilmente accesible para todos. Y su elitismo difícilmente puede concernir a todos y cada uno como  lo deseaba Antoine Vitez cuando hablaba de teatro elitista para todos.

Henri Meschonnic: Pero yo respondo efectivamente “elitista para todos”. Lo que pasa en el texto bíblico y que hasta ahora no se escuchó más que en hebreo (y no para todos, así, por ejemplo, la edición popular israelí de Hartom y Cassuto publica un texto acompañado de una puntuación moderna que remplaza los ta´amim. Sólo las ediciones eruditas o las ediciones religiosas publican el texto con los ta´amim), es una práctica que exige cierta tecnicidad. Pero si usted entra en una sinagoga, oye la cantilación del texto bíblico. Es una puesta en música de los ta´amim cuya melodía varía según se trate de yemenitas o de sefaradíes o de askenazis. Pero la rítmica que organiza el texto es común a todas estas versiones cuya música varía. Sólo retengo el carácter orgánico de los ta´amim y traduzco para hacer que se oiga la rítmica del hebreo contra 18 siglos de cristianización, de helenización, de latinización, por consiguiente de borramiento del ritmo. El ritmo de la Biblia es para mí un incentivo teórico, una profecía que muestra que todavía no se sabe lo que el ritmo hace en el lenguaje. La primera palabra en un imperativo célebre es “Shemá” (escucha). Escucho y doy a oír.

Antoine Spire: ¿No hay en usted una obsesión por el texto original? Cuando critica a los cristianos que helenizan el texto bíblico, los acusa de una carrera hacia el texto original que destruiría el texto mismo. Lo que cuenta, para llegar a lo divino o al menos a lo sagrado, es ir hacia la expresión total que es sentido, sonido y ritmo. ¿Acaso todo texto no es, aunque sea un poco, portador de todo eso y entonces esta obsesión del origen es mucho más inútil puesto que ya no tenemos el primer texto hebreo?

Henri Meschonnic: Saussure en su Curso de lingüística general mostró que cada vez que se busca el origen se encuentra el funcionamiento. A mí me interesa el funcionamiento. Son los cristianos los que corren detrás del origen desde hace siglos. Porque tienen un problema de identidad. Descalifican el texto masorético con el pretexto de que los Masoretas (los transmisores) anotaron tardíamente, entre el siglo VI y el sigo IX, las vocales y los ta´amim(los ritmos) que antes no estaban anotados. Efectivamente los manuscritos del Mar Muerto están escritos con las veintidós consonantes del alfabeto hebreo sin las vocales y sin el ritmo. Pero es absurdo atribuir a los Masoretas la invención de las vocales. El hebreo se pronunciaba y constaba de vocales, sólo que éstas no estaban escritas. Así como se ha cantado antes de inventar las notas de música, los Masoretas inventaron pequeños signos para escribir las vocales, para no perder el saber debido a la dispersión. Los Masoretas también anotaron  los ritmos, los nombres de los acentos que designaban formas gráficas, líneas melódicas y movimientos de la mano. Basta con entrar en una sinagoga y al lado del cantor se ve a alguien que agita las manos y los brazos. Un nombre de acento significa la mano abierta, otro quiere decir el dedo levantado. Era una dirección de actores muy anterior a la invención de los signos escritos.

Antoine Spire: Marc Alain Ouaknin, por su parte, como usted, pone a distancia el sentido y el sonido para consagrarse al literalismo. Para él, la hermenéutica judía trabaja la paciencia del sentido a través de la letra. Usted ve a este literalismo como un esencialismo. Sin embargo este literalismo da acceso a otros sentidos gracias a la cifra que acompaña la letra y retoma en eso la tradición de la cábala. Usted no se sirve de esta lectura, ¡muy al contrario, la critica!

Henri Meschonnic: Lo que critico en esta valorización absoluta que se le da a las letras, es que insidiosamente se instala una heterogeneidad radical entre la letra y el espíritu que es específicamente griega y cristiana. No se puede reducir la exégesis judía a la cábala. Rashi que no era un cabalista proponía otra exégesis. Hace referencia a los ta´amim, pero únicamente para indicar un valor gramatical o fonético. Por mi parte, me inscribo en la tradición de Maimónides que en la Guía de descarriados, en lo que concierne a Amos y Jeremías, muestra que cuando el profeta ve una canasta de frutas de verano, piensa en el fin de los tiempos o cuando dice que ve una vara de almendro, es para decir “Pues yo velo”. Estas palabras se parecen en hebreo.  La audición se convierte en la visión. Maimónides es el primero que descubre que el profeta ve por el oído.

Antoine Spire: Un golpe de Biblia en la filosofía sugiere que el elogio del ritmo y el rechazo de la dicotomía sentido/sonido permiten entender lo que es el lenguaje. Usted nos propone adaptar lo que encontró en la Biblia a todos los textos literarios o filosóficos.

Henri Meschonnic: Sí, a toda la teoría del lenguaje. Y denuncio la ausencia de teoría del lenguaje en la mayor parte de los filósofos. Trabajo para mostrar que pensar supone sostener en su interacción el poema, el lenguaje, el arte, la ética y lo político. Para mí, el poema es la transformación de una forma de vida por una forma de lenguaje y recíprocamente. Es por eso que en Célébration de la poésie decía que un poema que está por hacerse y un poema que está por leerse tienen dos enemigos, la poesía y la filosofía. Si se identifica el poema con la poesía se  sigue haciendo poesía, y no nos damos cuenta que el amor al arte confundido con el arte, es la muerte del arte. 



[1]Hay traducción española de este libro con el título de Un golpe bíblico en la filosofía, Editorial Lilmod, Argentina, 2007.
[2] Esta entrevista forma parte del libro Conversaciones con Henri Meschonnic, Editores Argentinos, que se publicará en abril del 2014. 

Yo disfrazada de monja, tú disfrazado de santo

por María Galindo

Invocando monjas embarazadas. Invocando la servidumbre sexual de cientos de monjas dentro de la Iglesia Católica, mujeres que han parido hijos bastardos del cura, del confesor y del obispo, tomamos las graderías de las catedrales de La Paz y Santa Cruz, simultáneamente.

Las monjas -que seguramente hoy cientos de ellas estarán con las manos hinchadas de haber fabricado las miles de hostias que la Iglesia les manda cocinar, pero les prohíbe consagrar- han sido el personaje a partir del cual hemos querido cuestionar, una vez más, el significado de la presencia del Papa en Bolivia.

Además de invocarlas embarazadas, les hemos dedicado una de nuestras siluetas del Vaticano, donde decía: en la iglesia hay un patrón que se esconde tras la sotana y la religión; mientras las monjas cocinan y lavan, los curas consagran, rezan, fornican y descansan.

Hemos querido, con estas palabras, cuestionar el lugar de las mujeres dentro de la Iglesia. Un lugar que representa la mano de obra gratuita de las mujeres. A las monjas se les prohíbe estudiar teología, filosofía o cualquier otra profesión; mientras a los curas se los forma dándoles becas y dejándoles crecer intelectualmente.

Las monjas tienen una formación religiosa como catequistas de menor profundidad que los curas, porque hay temor en la Iglesia al pensamiento religioso que las mujeres puedan construir. Son por eso muy pocas las monjas que han logrado rehuir el control patronal de los obispos. Y de las pocas que ha habido en la historia, hemos tenido auténticas sabias, como Sor Juana Inés de la Cruz, lesbiana. Como Hildegarda de Bingen, médica y, probablemente, lesbiana también, o como Teresa de Jesús, la mística del «nada te turbe nada te espante”, palabras que tanto me sirven para respirar más hondamente.

Mujeres que han defendido sus libros y su derecho a estudiar y pensar contra obispos y jerarcas. Las monjas son para la Iglesia peones, seres inferiores en su relación con el Dios cristiano.

Mi homosexualidad no necesita tu aprobación, es la homosexualidad dentro de la Iglesia la que necesita urgentemente reivindicación. Con esta frase, que formaba parte de otra de las siluetas (cartel),  que la Policía se ensañó en romper, queríamos evocar e invocar a las cientos y miles de monjas lesbianas, y curas homosexuales que dentro de la Iglesia viven su sexualidad con culpa, que están obligados a callar y a nutrir la doble moral de la Iglesia.

No necesitamos que el papa Francisco nos reconozca ninguna dignidad a lesbianas que no pertenecemos a su Iglesia, por eso le exigimos que la tarea de dignificación la empiece en su casa, donde es más urgente y donde el dolor es más profundo. Donde el silencio y la doble moral son más pesadas y donde la condena nunca termina. 

Nos dicen que no se está violando el carácter laico del Estado en la medida en la que el Papa es también representante de un Estado. Si Evo Morales tiene derecho de cuestionar el carácter imperialista del Estado norteamericano, nosotras tenemos el mismo derecho de cuestionar el carácter misógino y antidemocrático del Estado del Vaticano. Por eso decíamos ayer:  no rindo pleitesía al jefe de un Estado donde el poder es vitalicio, gerontocrático y patriarcal. Un poder vertical que niega el derecho no sólo a decisión, sino inclusive a opinión y discusión.

Hoy que en Bolivia estamos siendo empujados a pasar al régimen general a sectores pequeños, como pensiones, talleres, fotocopiadoras, y que nos enfrentamos todos los días a clausuras, porque no dimos una factura por dos empanadas o tres refrescos, quisimos dedicarle un cartel a los privilegios de la Iglesia Católica. Por eso decíamos: la Iglesia lucra con tu salvación y no le obligan a pagar impuestos como lo hacen contigo y conmigo. ¿Cuánto cuesta un matrimonio, un bautizo, un entierro? ¿Por qué no dan factura?

El Papa, intentando hacer una broma, les decía a los ecuatorianos que no les va a cobrar nada. La broma le revienta en los labios porque la realidad cotidiana es que antes de cualquier sacramento va la paga. Esa paga ha pasado de la limosna al lucro, por eso la Iglesia no practica el voto de pobreza y los franciscanos del mundo hoy son grandes empresarios del turismo religioso, antes que ascetas, como era su fundador.

Invitación Especial: Silvia Rivera Cusicanqui en Buenos Aires (+ libros, documentales, entrevistas, etc.)

***

Silvia Rivera Cusicanqui:

libros, documentales, entrevistas, diálogos


 

Silvia Rivera Cusicanqui (1949, La Paz, Bolivia) es una socióloga aimara activista, teórica contemporánea e historiadora boliviana. Investigó la teoría anarquista, así como las cosmologías quechua y aimara. Fue directora y miembro cofundadora del Taller de Historia Oral Andina (THOA). Hace más de tres décadas es profesora titular de la Sociología en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia). Ha sido, también, profesora visitante en las universidades de Columbia y de Austin (Estados Unidos), de Huelva (Campus La Rábida, Huelva, España), Nacional de Jujuy (San Salvador de Jujuy, Argentina), Andina Simón Bolívar (Quito, Ecuador) y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). En 1990 recibió la Beca Guggenheim, y tres años después se le nombró profesora emérita de la Universidad Mayor de San Andrés. También es activista que trabaja directamente con los movimientos indígenas de Bolivia, como los movimientos tupacatarista y de los cocaleros. Desde el año 2008 forma parte del grupo anarco-ch’ixi de activistas culturales urbanos “El Colectivo 2”, que ha editado varios libros y cuatro números de la revista del mismo nombre, que incluyen varios trabajos de la autora.

(“Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa 1900-1980”,  Lxs Artesanxs Libertarixs y la Ética del trabajo (c/ Zulema Lehm),  Gestión Pública Intercultural. Pueblos Originarios y Estado, CH´IXINAKAX UTXIWA: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores)
Dos entrevistas fundamentales:

– “Teoría del aguasucia”. Diálogo con Silvia Rivera Cusicanqui sobre los talleres textiles. Por el Colectivo Situaciones e intervenido por Simbiosis Cultural (Bs-As, 2011 (este texto forma parte de De chuequistas y overlockas. Una discusión sobre los talleres textiles, TL, 2011) 

– «La disponibilidadde lo inédito«. Entrevista realizada por Claudia Arteaga & Gerardo Muñoz (New York, 2014).

Documentales:

Diálogos y entrevistas:




El poder en su forma actual

Una lectura de la reflexión de Varufakis sobre el referéndum del 5 de julio

por Jun Fujita Hirose

La filosofía políticamoderna nos dice que el poder se ejerce de manera efectiva sólo cuando su autoridad es legitimada por un contrato social. Por ejemplo, para que se haga efectivo el ejercicio del poder estatalen lo legislativo, lo judicial o lo ejecutivo, necesitaría que se promulgue una Constitución, por la cual el pueblo se otorga la soberanía y la delega o la transfiere al Estado al mismo tiempo. En la entrevista publicada el 4 de julio pasado en El  Mundo, Yanis  Varufakis,  el  entonces  ministro  de  Finanzas  del  Gobierno  de  Alexis Tsipras, muestra que ya no ocurre lo mismo con el poder de hoy, hablando del Eurogrupo, reunión informal de los ministros de Economía y Finanzas de los Estados miembros de la Eurozona.
“El Eurogrupo, por ejemplo, toma todas las decisiones que afectan a nuestras vidas. Pues bien: no existe sobre el papel, es un organismo que no existe. El otro día pregunté si el presidente del Eurogrupo podía ignorar la regla que funciona desde hace 15 años y por la cual todas las decisiones de ese organismo se deben de tomar por unanimidad. Y nos respondieron diciendo que el Eurogrupo no es un organismo formalmente constituido, en el sentido de que oficialmente y sobre el papel no existe. Nos quedamos boquiabiertos, porque es increíble. Resulta que en Europa tenemos una unión monetaria dirigida por un organismo que no tiene reglasescritas, porque los tratados de constitución no fueron redactados adecuadamente. ¿Qué diablos hemos hecho? Por no hablar de que los ciudadanos no tienen derecho a saber lo que pasa en las reuniones del Eurogrupo, ni siquiera 30 años después, cuando resulta que en esas reuniones se toman decisiones que determinan las vidas de los propios europeos.”
Hoy, el poder se ejerce fuera del “papel”, es decir, al margen de todo contrato, sin ninguna legitimidad. Esto no significa, sin embargo, que el espacio contractual en sí mismo se haya vuelto inválido, inefectivo. Al contrario, se requiere más que nunca su efectividad. Para que el poder extra-contractual pueda ejercerse de manera efectiva y eficaz a pesar de la falta de autoridad legítima, es necesario que el contra-poder popular se queda reducido por un contrato social a un conjunto limitado de “derechos” soberanos, de tal suerte que se establezca una disimetría permanente entre el poder y el contra-poder en las condiciones de ejercicio de sus fuerzas respectivas. El poder se mueve afuera, mientras el contra-poder está encerrado adentro. ¿Cómo el poder justificaría esta topografía desequilibrada? En la entrevista a El Mundo, Varufakis evoca las reuniones que el Eurogrupo realizó antes y después del anuncio del referéndum por parte de Tsipras.
“El problema es que a la UE no le gusta la democracia. Lo que ha ocurrido aquí es muy sencillo, déjeme que se lo explique: el 25 de junio pasado, como representante de Grecia en el  Eurogrupo,  me  presentaron  una  propuesta  de  acuerdo.  Yo  estudié  esa  propuesta, nuestro Gobierno griego estudió esa propuesta y llegamos a la conclusión de que era completamente inviable, que aunque la aceptáramos era imposible que funcionase. Pero como  somos  un  Gobierno  responsable  y  europeísta,  decidimos  que  al  igual  que  no habíamos recibido el mandato de nuestro pueblo para hacer pedazos ese acuerdo, tampoco habíamos recibido el mandato para decirle a los griegos y a nuestro Parlamento que ese acuerdo nos parecía valido, porque no nos lo parece. Dado que nos planteaban un ultimátum, dejamos la respuesta final en manos del pueblo griego. El pueblo es soberano, y el pueblo decidirá qué hacer. Eso se llama democracia. Y lo que ha hecho Europa es simplemente negarnos una pequeña extensión del programa de ayudas que nos habría permitido celebrar este referéndum con calma y tranquilidad, con los bancos abiertos. No, nos han obligado a cerrar los bancos. […] En el Eurogrupo del 27 de junio me dijeron claramente y sin paliativos que la propuesta de acuerdo era un asunto muy complicado para dejar la decisión final en manos del pueblo griego. Eso, permítame que se lo diga, es un ataque gigantesco a la democracia. Democracia, se lo recuerdo, es un sistema en el que la gente normal toma decisiones muy complejas.”
Es al principio de demarcación entre experto y no experto a lo que recurre el poder por justificar su ejercicio ilegítimo. El poder intenta persuadir al pueblo diciéndole: ustedes carecen de los conocimientos necesarios para estudiar el asunto en cuestión, y ademásde esto, no pueden abordarlosin mezclarlo o relacionarlo con los otros asuntos que tienen en sus propias vidas, y es por eso por lo que ustedes tienen que dejar la decisión en manos de los expertos y los tecnócratas, que son peritos en el asunto y que saben dedicársele de modo exclusivo. El anuncio del referéndum se hizo precisamente contra esta lógica. Sin embargo, de aquí se surge una pregunta fundamental: de lo que se trató en el voto popular del 5 de julio, ¿es sólo de rechazar de plano el principio de distribución desigual del conocimiento y de volver a poner el proceso de toma de decisiones en la “democracia”, es decir en el marco del espacio contractual? Quizá sea así desde el punto de vista del Gobierno Tsipras, que se proponía contraponer la soberanía estatal-nacional griega al poder extra-contractual ejercido a través del Eurogrupo. Pero, ¿los votantes griegos no vivieron algo más que tal democracia restablecida? Varufakis dice de las medidasde cierre de bancos y de control de capitales, las que el Eurogrupo forzó al Gobierno griego a tomar a partir del 29 de junio.
“Lo que están haciendo [los neoliberales] con Grecia tiene un nombre:terrorismo. […] ¿Por qué nos han forzado a cerrar los bancos? Para insuflar el miedo en la gente. Y cuando se trata de extender el terror, a ese fenómeno se le llama terrorismo. Pero confío en que el miedo no gane.”
Al votar, los griegos no sólo ejercieron sus derechos soberanos, sino también, y sobre todo, entraron cada uno en una confrontación directacon el poder, encontrándose ellos mismos fuera del espacio contractual. La lucha contra el miedo o el terror no es cuestión de contrato sino de las relacionesde fuerza; no es cuestión de la soberanía sino del coraje, no es cuestión de la democracía sino de la libertad. Al votar al “no”, los griegos practicaron cada uno con coraje su libertad intransigente en el campo de relaciones de fuerza. No es el derecho soberano sino el coraje personal lo que nos permite a cada uno resistirnos y hacernosinsumisos a las estrategias “terroristas” del poder. En cada voto al “no” en las urnas griegas se afirmó la verdad de que somos todos siempre libres y de que podemos siempre entrar en la práctica de la libertad sólo con que nos armemos de coraje.

¿Qué pasó en Grecia? ¿Qué pasará en Europa?

por Ulrich Brand


El lunes pasado, casi todo el mundo se quedó sorprendido. Se recuerda: como en Enero cuando Syriza dejó entrar un partido de la derecha al gobierno. Alexis Tsipas –con el apoyo político del fuerte voto del “No” el día 5 de julio– finalmente aceptó las imposiciones neoliberales de la Unión Europea y, sobre todo, del intransigente gobierno alemán. Las medidas son aún peores. Se escuchó palabras como “traición” o “falta del respeto al voto popular”.

Sin embargo, Tsipras no tenía alternativas. La alternativa hubiera sido un desastre económico, político y humanitario en el país mediterráneo. La gente dijo en el referendum no a la austeridad, pero no rechazó ser parte de la UE. Se dijo que Grecia no tenía una estrategia de compromisos. Tal vez, tenía pero hubiera sido una tontería política decirlo públicamente.

Actualmente, Grecia no es el campo de la lucha por el socialismo. Si la estrategia del gobierno y de Syriza era de poner la UE en una crisis política, eso funcionó. Pero Syriza lo que trata es de desarrollar una salida viable de una crisis causada por los gobiernos anteriores y las élites griegas bajo condiciones pésimas. Por eso, aceptó.

Y no olvidamos: ¡el Referendum impidió a Schäuble y a los demás aniquilar al gobierno griego! Eso era y, creo yo, todavía es es el plan del gobiero alemán y otros. “No hay alternativa!”

Ahora Syriza tiene el chance, bajo condiciones muy difíciles, de realizar ciertos programas. Por primera vez, los costos de la austeridad no se quedan exclusivamente al lado de los pobres y débiles. Hay fondos remarcables para inversiones que no van directamente a los bolsos de los ricos y de los bancos.

Claro, se puede criticar que el gobierno griego no tenía un “Plan B”, una propuesta para salir del Euro. De hecho, había un grupo de trabajo acerca del tema como ahora contó el ex-ministro Yanis Vassilis Varoufakis. Pero no tenía peso dentro del gobierno (y ni tienen más las máquinas de imprimir el Drachme…). Además, hay que ver que la capacidad de negociar, la cantidad de cuadros y técnicos entre Grecia y el resto le es a esta última increíblemente desfavorable (otra lección para cualquier proyecto político: requiere capacidad personal).

Aún más. La última semana muestra que, por el momento, dentro de la Unión Europea con la dominio de Alemania ninguna política progresista es posible. La presión sobre cualquier iniciativa de formular y realizar alternativas va a quedar. El acuerdo no es el fin del desastre. Deja respirar a Grecia, nada más.

Si hay algo positivo en las últimas dos semanas es el hecho mismo del referendum y, aún más, el No. Segundo, que la constelación ahora es superclara: el gobierno alemán, la Unión Europea y la gran mayoría de los medios de comunicación empiezan una guerra en contra de cualquier alternativa. La crítica a la carta de Krugman, Sachs y Stiglitz (keynesianos dóciles) era feroz, ridícula y sorprendente. Tal vez se forma un disenso entre las élites.  Tercero, la socialdemocracia alemana se autodestruye. El presidente-egomano SIgmar Gabriel tuvo tantos errores que su objetivo ya modesto de volver al 25 % (!) de los votos probablemente ya se terminó.

Por último, queda claro que la izquierda europea tiene que repensar su posición hacia la Unión Europea. La UE neoliberal y autoritaria es también una UE abiertamente neolimperial hacia adentro. Claro, una “renacionalización” no tiene sentido pero para políticas progresistas no hay nada, pero nada que ganar al nivel europeo. La zona del Euro no tiene futuro. Pero luchar en contra de la lógica del Euro no podía empezar en Grecia. Tal vez, estas semanas ambiguas del julio 2015 serán un punto de inflexión en la historia de la izquierda europea.

We will continue to fight…

por Euronomade
(Traducción de Nemoniente)


Hemos llegado a la conclusión provisional de las negociaciones sobre la crisis griega. Se ha firmado un acuerdo. Es difícil predecir qué sucederá en Grecia en los próximos días, pero está claro que el desarrollo de los próximos años estará condicionado profundamente. Y no sólo en Grecia.

El “acuerdo” lleva el signo de la vendetta, de una vendetta de inaudita ferocidad, contra el gobierno Tsipras y contra Syriza. Es inútil entrar en detalles: #ThisIsACoup, este hashtag viralizado dice lo esencial. A fin de cuentas una única lógica ha dictado los tiempos y modos de las negociaciones estos días: la violencia pura, la relación de fuerza que el gobierno alemán –respaldado por sus satélites y protectorados– ha impuesto prácticamente sin mediación. Sólo la tenacidad de Tsipras ha impedido la completa humillación, el embargo de los bienes comunes y públicos griegos y su transferencia a un fondo exterior con sede en Luxemburgo.
Hemos dicho en muchas ocasiones que en los últimos años, tal y como se ha gestado la crisis, se había determinado una transformación profunda en la propia constitución material de la Unión Europea. Hasta ahora todo esto había sucedido a través del lenguaje neutro de la governance, si bien con costes humanos y sociales intolerables come precisamente la situación griega muestra de modo más que evidente. Ahora nos encontramos frente a un cambio de ritmo, frente a una decisión política que marca un salto radical en el propio proceso de integración en Europa. ¿Era necesario un “castigo colectivo” a los Griegos para sancionar este paso? Così sia.

#ThisIsACoup, por tanto. Pero el golpe no es sólo contra el gobierno griego, es sobre la estructura total –política, económica, monetaria– de Europa. El euro, en particular, deja de ser una moneda sin política y se transforma en una moneda alemana, que incluye y sincroniza dentro de un sistema de cambios fijos, mediante una geometría variable de subordinación, las monedas de los países miembros de la eurozona. La vendetta contra la Grecia de Syriza debe servir de advertencia a cualquiera que se atreva a desafiar la compatibilidad y el consiguiente “rigor” fiscal.

Alemania vuelve a ser claramente un peligro para la estabilidad y la paz del continente. Habíamos hablado de un escenario bismarckiano, pensando en el proceso de unificación “por arriba” de Alemania, a partir del centro prusiano, en los años sesenta del siglo XIX. Hoy, por desgracia, vienen a la mente los planes de “nuevo orden europeo” que los alemanes persiguieron durante la Segunda Guerra Mundial. Un “gran espacio” económico organizado jerarquicamente en torno a la hegemonía alemana, con grados diferenciales de subordinación y vasallaje. Es cierto que muchas cosas han cambiado: ya no hay necesidad de enviar panzer y soldados (al menos por ahora); el terror se ejerce a través de la moneda y las finanzas; los “parásitos” que viven del “trabajo alemán” han cambiado la piel; en lugar de imponer un préstamo forzoso a Grecia se puede hipotecar todo el país. La devastación y el saqueo son los castigos reservados para quien se atreva a alzar la cabeza.

La lección impartida por Merkel y Schäuble a Grecia tiene evidentemente también otros objetivos: los electores portugueses, españoles, irlandeses, que votarán en los próximos meses, el propio gobierno francés, come repite estos días Yanis Varoufakis. La derrota de la socialdemocracia es completa, preparada cuidadosamente en las últimas décadas. Pero sería miope no ver que el NO en el referéndum griego, si por un lado ha roto definitivamente la ilusión de la democracia y la cooperación dentro de las instituciones europeas, por otro ha hecho emerger contradicciones y líneas de conflicto destinadas a profundizarse.
¿Puede tolerarse (no solo para Francia, sino también para los americanos) una Europa come la que Berlín está intentando construir? Hay razones para pensar que el escenario que está delineándose es muy inestable: la extraordinaria fuerza del NO griego continuará circulando en Europa donde ya a estas horas se ha traducido en una onda de indignación claramente perceptible, incluso en Alemania.

En un contexto marcado ya por la violencia y la prepotencia, la cuestión de la deuda permanece abierta (como subraya el propio Tsipras tras la negociación). Ha sido el tabú constitutivo de toda la negociación, identificado como tal por el grupo de los keynesianos críticos como Krugman o Stiglitz. Pero, incluso después del “acuerdo”, la cuestión ha reaparecido inmediatamente, casi para exorcizarla una vez más, en las declaraciones de Hollande y hasta de la propia Merkel. Es el auténtico fantasma que los asusta. Y no es una cuestión que ataña a Grecia.

Hemos repetido en los últimos meses que un solo gobierno europeo, tanto más el gobierno de un país pequeño como Grecia, no podría llevar a cabo victoriosamente una batalla victoriosa contra la austeridad. El terror financiero, avalado por el mismo Mario Draghi, ha apostado en los hechos por anular el margen de maniobra del gobierno Tsipras. Ciertamente, otras opciones habrían sido probablemente posibles, especialmente durante los días del referéndum. Pero no era ni es una alternativa salir del euro, junto a las nacionalizaciones, el cierre de los puertos y el bloqueo de los intercambios con el exterior que alguno ingenuamente auspicia. ¿Cuánto duraría, en las condiciones actuales, esta farsa de remake del “comunismo de guerra”?

Varoufakis, decepcionando a quienes lo imaginaban emitiendo dracmas,explicaba que en estas condiciones, sería el equivalente a una devaluación anunciada anticipadamente, la mejor manera de vaciar completamente el stock de capitales griegos, y añadimos que sería el mejor modo de que todas las cuentas recayeran en la multitud de los pobres y los trabajadores -no por nada es la solución preferida de los halcones. Permaneciendo en el euro, al menos Grecia recuerda a todos que el problema tiene dimensiones continentales, que no puede reducirse a la escala de un pequeño país en la periferia del sudeste de Europa. Debemos estar agradecidos a Syriza y a los NO griegos haber aclarado definitivamente lo que está en juego.

Por lo tanto, se trata de continuar luchando en condiciones de extrema dureza. Primero, en Grecia, como señala el propio comunicado oficial de Alexis Tsipras, profundizando las experiencias de autogobierno, de solidaridad, de mutualismo, que durante estos años han construido un muro de contención contra la violencia de la crisis; ejercitando en las calles y en las plazas un poder de veto contra la aplicación de las medidas más odiosas que el gobierno se ha visto obligado a aceptar. Sólo mediante una dialéctica vigorosa, hoy más necesaria que nunca, entre dinámicas sociales y funciones de gobierno se puede intentar tener abierto y extender el horizonte de la alternativa al régimen europeo del miedo, y no participando en el juego de “la izquierda”, de acuerdo a persistentes viejos vicios, sobre la ”ingenuidad europeísta”, la “capitulación” o la “traición” de Syriza.

Y se trata de seguir luchando también en Europa: organizando la resistencia, articulando el rechazo a la involución autoritaria impuesta en el proceso de integración. Intentando construir seriamente una campaña de masas por el ’“OXI europeo”, buscando cuáles puedan ser las formas más eficaces para oponerse al régimen de la austeridad auspiciado por Berlín y articulado en las instituciones de Bruselas y en los gobiernos nacionales. Preparando el terreno para nuevas rupturas, allí donde se presente la ocasión, las únicas que pueden asegurar una salida digna para Grecia y un futuro distinto a todos los explotados, los endeudados, los empobrecidos de Europa.

Sin embargo, hay que ser claro: tanto en Grecia como en el resto de Europa, la lucha se enfrenta hoy frente a peligros de inaudita gravedad. El gobierno alemán ha abierto un escenario ideal para la acción de las fuerzas nacionalistas y fascistas. No es paradójico afirmar que las fuerzas motrices de todo populismo nacionalista en Europa están aliadas con el gobierno de la Grosse Koalition. Schäuble preferiría un gobierno de tecnócratas en Atenas y quién sabe cómo reaccionaría viendo las banderas de Amanecer Dorado ondeando sobre el Partenón.

(fuente: www.euronomade.info)

Lo que puede dar de SI un NO: 10 tesis frente al Imperio

por Pensar la tierra

No caben medias tintas. No hay posibilidad de jugar a dos bandas. Las posibilidades de una política democrática moderada encuentra hoy sus últimos pasos en Atenas. Agotada en sus propios significantes vacíos, huye de si, hacía lugares comunes donde los significados comienzan a llenarse de sentido.

Lo que sigue son algunas emociones desconcertadas e irresueltas de las que no sabes exactamente a partir de que nacen, ni que es aquello que las puede sofocar. Las palabras que siguen tratan desde una perspectiva personal de desatar algunos nudos que se aprietan en nuestro estómago estos días. Son ideas que nacen del espanto, que quieren transmitir la esperanza propia de un mundo que no deja de nacer a cada instante:

1.-Toda política revolucionaria nace de una voluntad absoluta de transformación radical que emana de la predisposición de asumir los términos de Nosotros y ellos. El antagonismo existente entre el sistema capitalista actual y las sociedades contemporáneas no dan lugar sino a un amasijo de sufrimiento y dolor que en épocas de crisis como esta vertebra lo que podemos llamar nuestro nazismo contemporáneo.

2.-Tal y como se ha demostrado el Gobierno Griego, pese a sus buenas intenciones no ha sabido asumir los riesgos que comporta una política revolucionaria, entendiendo esta como la suma de las voluntades de cambio y transformación radical de las condiciones de vida existentes. El Gobierno progresista griego encabezado por Alexis Tsipras en un acopio de razones ha demostrado insuficiente el hecho de gobernar asumiendo las línea rojas impuestas por el enemigo. El Gobierno de Alexis Tsipras muy a nuestro pesar es parte ya del Bloque de las posibilidades que dominan.

3.-La Europa de la Unión, es la Europa del Capital, el hambre y la guerra. Esta guerra hoy ha estallado en el corazón de nuestra Europa, la Europa de los pueblos, la Europa del Sur. Hoy el capitalismo ha traído la guerra al corazón de la bestia. Las certezas que nacen de la situación política en Grecia descartan cualquier vía “legal” de construcción de un sistema diferente, de un sistema distinto donde la voluntad de las mujeres y los hombre constituyan una forma de gobierno, ni de manera directa ni de manera representativa.

4.-Las fuerzas revolucionarias a lo largo de toda la Historia de los pueblos de Europa del siglo XIX y XX nunca han tenido posibilidades políticas, por lo general. Los comunistas y anarquistas, en los periodos de estabilidad de los regímenes Europeos nunca han tenido nada que decir salvo en los periodos de crisis irreversible. Toda la estrategia de dispositivos y hegemonías desplegadas por los modernos Estados europeos han forzado a un nivel de control y miedo, ante el cual la población se ha visto arrinconada, sumida siempre en el terror.

5.-El único momento para desplegar una política revolucionaria es aquel instante en que han fracaso todas las vías democráticas del régimen. Este momento de crisis excepcional es el lugar para el despliegue masivo de un sentir general que venza los miedos propios de un proceso de transformación radical que acabe con una forma agotada de comprender el mundo. Es tarea de las fuerzas revolucionarías comprender el momento histórico de su  llamamiento. El campo de disputa hoy es la voluntad general de la población, más cerca que nunca de afrontar sin paliativos un proceso de transformación de las condiciones existentes ,mediante el re-arme, la tensión, la fuerza y en cierto grado, la violencia.

6.-La tarea histórica de los frentes progresistas ha sido asumir la tarea de sostener un régimen en descomposición. Este ha sido también su pecado. Ante la falta absoluta de capacidad política, de poder real y de acceso a las estructuras de poder, cierta izquierda progresista europea ha visto cualquier modo de acceso al poder, como el modo propicio de acceder al poder, por “responsabilidad” se ha accedido a gobiernos sin tener un programa político de transformación. Esta izquierda progresista europea por resistir dentro de la legalidad del régimen ha aplicado políticas, que jamás hubiera creído. Ha desarrollado políticas que objetivamente más tenían que ver con el modo capitalista de comprender el mundo que con el modo revolucionario de afrontar una toma de poder. “Esto es todo lo que podemos hacer”, “Debemos acatar estas reglas por responsabilidad”, “Un gobierno de cambio requiere asumir la seriedad propia de un gobierno de Estado”.

7.-Las fuerzas sociales de la Europa de hoy deben saber asumir su papel en el proceso histórico y saber por tanto leer las condiciones históricas por las que ha sido inevitable que un  Gobierno como el de Syriza llegará al poder. En el terreno de la batalla de las ideas, hoy hay más población griega cuya opinión es favorable a un cambio radical que nunca. Esta batalla de las miradas, de las opiniones es una de las batallas donde históricamente han sido derrotados los movimientos revolucionarios europeos, ya que han actuado tan solo refugiados en la verdad de sus palabras sin tener en cuenta que lo que es decisivo en la batalla que se libra, esto es, la opinión de la mayoría social del País. Hoy en Grecia las opiniones son más favorables que nunca.

Al igual que pasó en Rusia con la Revolución de 1905 o en el Estado español con la Proclamación de la II República en 1931, las grandes revoluciones vienen precedidas de intentos de construcción de una democracia moderada que se muestra incapaz de asumir las contradicción de un sistema ya agotado. El Gobierno de Tsipras ha demostrado ser incapaz de sostener un sistema agotado, siendo así devorado por el Capital y sus guerra. Tendremos que preguntarnos que lleva al capital a ser capaz de nutriste de todo aquello que nace como oposición a el.

8.-Las fuerzas revolucionarias tiene hoy la tarea histórica de saber enamorar a las mayorías sociales, de pensar formas políticas de construir una pedagogía política capaz de nutrir el Bloque de las posibilidades emergentes con la creatividad desbordante de una población al borde del colapso. Lo que esta al borde del abismo hoy en Grecia no es un gobierno, ni una economía nacional, si no un modo social de comprender la política. Forzar a la desaparición de eso modo de comprender la política es la tarea fundamental que las fuerzas revolucionarias que deben acometer desde su propia pedagogía del ejemplo, desde el hacer y el construir de los movimientos populares.

9.-Toda política revolucionaria en la Europa de hoy, debe saber entender que cualquier forma de emancipación política pasa por desarticular a la Unión en su propia territorio, por abandonar políticamente la Unión Europa. El problema de Grecia no es solo su deuda, ni tan solo encontrar el modo de pagarla. El principal problema de Grecia, a mi modo de ver, es que todo aquello que es común, ha sido desarticulado, no hay una economía común, no hay fuerzas productivas al servicio del país, todas las economías dependen de un modo u otro de fuerzas capitalistas extranjeras, la agricultura está desarticulada, la industria destruida, no hay un modo económico de asumir el futuro.

10.- Una política revolucionaria hoy es aquella que sabe explicar el mundo desde la economía social, desde el cooperativismo obrero, desde la producción agraria local, desde la soberanía alimentaria, desde los valores del feminismo y de los cuidados hacia la comunidad, desde la democracia social y popular. Toda política revolucionara debe pensar hoy Europa en estos términos: Guerra o Revolución.

El carácter destructivo sólo conoce una consigna: hacer sitio; sólo una actividad: despejar. Su necesidad de aire fresco y espacio libre es más fuerte que todo odio .[…]

El carácter destructivo es joven y alegre. Porque destruir rejuvenece, ya que aparta del camino las huellas de nuestra edad; y alegra, puesto que para el que destruye dar de lado significa una reducción perfecta, una erradicación incluso de la situación en que se encuentra. A esta imagen apolínea del destructivo nos lleva por de pronto el atisbo de lo muchísimo que se simplifica el mundo si se comprueba hasta qué punto merece la pena su destrucción. 

Este es el gran vínculo que enlaza unánimemente todo lo que existe. Es un panorama que depara al carácter destructivo un espectáculo de la más honda armonía.[…]

El carácter destructivo trabaja siempre fresco. Es la naturaleza la que, al menos indirectamente, le prescribe el ritmo: porque tiene que tomarle la delantera. De lo contrario será ella la que emprenda la destrucción. El carácter destructivo no está interesado en absoluto en que se le entienda.[…] Considera superficiales los empeños en esa dirección. En nada puede dañarle ser malentendido.

Hace escombros de lo existente, y no por los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos. 

(Walter Benjamin,“El carácter destructivo”, Discursos Interrumpidos I, Taurus, 1973)

Francisco y los límites de una iglesia estancada

por Pablo Semán
Francisco es un emblema que justifica cualquier tipo de entusiasmos. Los sacerdotes se esperanzan en el hallazgo de un líder carismático y le soportan posiciones políticas y doctrinarias. Los presidentes latinoamericanos quieren recibir algo del maná sagrado que ostenta el jefe del catolicismo. Y el neo papismo de izquierda y ateo confunde sueños y realidades. Sin embargo, la convocatoria del encuentro con jóvenes en Asunción, última actividad del Papa en Paraguay, mostró los límites sociales y culturales del impulso de Francisco. ¿Será capaz su figura renovadora ensanchar el espacio del catolicismo, amenazado por la secularización, la fe evangélica, las religiosidades originarias y afro?
Se esperan millones de personas, la ciudad no está preparada para tanto, va a faltar agua y no vas a encontrar alojamiento. Así sonaban  las voces de alarma que surgían de una conjetura que se reveló errada. La movilización de los paraguayos y de los argentinos del noreste o de los brasileños del sur fue masiva pero ni por asomo alcanzó las proporciones de catástrofe demográfica que auguraban entre entusiasmados y  horrorizados.
Tenemos ahí un juego entre expectativas y realidades que es parte del balance de la gira papal, algo que el encuentro del Papa con los jóvenes evidenció de modo revelador.
1. Francisco es un emblema que justifica todos los entusiasmos concebidos como necesidad humana. Es la pantalla de proyección de más deseos que los que nadie o nada puede cumplir. La misma gente que se decepcionó al descubrir que el peronismo no es un blog o una cuenta de Twitter quiere ahora alucinar un Papa que estuvo en Woodstock, bailó con Lady Gaga y quiere trasladar el Vaticano a Cuzco. El neo papismo de izquierda, probablemente ateo, confunde sueños y realidades y no termina de tocar realidad. Adolescencia eterna. Pero también están los que desde adentro del catolicismo apuestan a que una figura renovadora logre ensanchar el espacio de la mayoría amenazada por la secularización, la fe evangélica, las innumerables declinaciones de la nueva era, las religiosidades originarias y afro.
Los sacerdotes se esperanzan en el hallazgo de un líder carismático aunque haya que aguantarle posiciones políticas, sociales y doctrinarias que les resultan intragables. Y no menos ilusionados, incluso con fundamento, están los líderes políticos latinoamericanos que tomados de la mano de Francisco quieren recibir algo del maná sagrado que ostenta el jefe del catolicismo.
Me temo que son demasiadas ilusiones como para entender la dimensión en que se notan los efectos de la “operación Bergoglio”: la movilización de los cuadros del catolicismo dormidos, agraviados y alejados por décadas de autismo vaticano con el que Francisco logra romper. ¿Hay algo más que eso? Todavía no se sabe, pero pueden entreverse las dificultades que la realidad le opone a todo tipo de sueños.
2. El encuentro de los jóvenes con Francisco en la ribera del río Paraguay puede ayudarnos a entender límites y posibilidades que están implicados en las dificultades que las realidades le oponen a los sueños. Y aquí una primera observación precaria, pero empírica. La composición social del encuentro era, para mí, que soy un observador habitual de eventos religiosos de las más variadas congregaciones, típicamente de clase media. Media-media y media-baja con algunos componentes de los grupos que en Paraguay suelen llamarse “marginales” y con una muy baja presencia de jóvenes de los sectores altos. Es una observación grosera, no tengo una muestra estadísticamente confiable ni un censo. Pero me pareció estar todo el tiempo entre gente como yo, unos cuantos años más joven. Las ropas, los usos del cuerpo, los cuidados y hasta la alimentación y los anteojos, las cámaras, los consumos, las formas de hablar y de elaborar las emociones me remitían a ese universo. No es que en otros momentos el papa no haya  convocado en esta misma visita a los sectores populares. Estuvieron presentes en el Ñu guasu y el Papa fue a ellos cuando viajó a los barrios populares de la rivera del Paraguay. Volvieron a estar presentes cuando se despedía y por la avenida que lleva al aeropuerto de Asunción: salieron de esos mismos barrios a despedirlo. Pero se podría decir que cuando convoco a los jóvenes solo logró que asistiesen los de un grupo social acotado. Las barbas, las guitarras, los mates, los jeans, la amabilidad, las baladas, los cabellos largos y sueltos, las sonrisas beatíficas, la preocupación por la preocupación por el otro, eran los mismos de siempre: lo que fue en Argentina una de las cunas del rock nacional.
Esto no sería tan significativo sino se combinase con el resultado de una segunda observación bastante más larga. Que podría explicar porqué los  límites en que se estanca la convocatoria católica, incluida la renovación que impulsa Bergoglio. Lo central del encuentro con los jóvenes consistió en la presentación de dos testimonios de fe que el papa elaboró in situ para descartar el discurso escrito con antelación. Primero una joven que mostró en su relato que supo asumir con alegría el deber de cuidar a sus mayores gravemente enfermos y que como Francisco dijo “quemó su vida en la solidaridad”. Luego un joven campesino muy pobre que fue “regalado” a una familia de la ciudad que lo explotó y maltrató y volvió al campo para trabajar, ayudar a su familia y sobrellevar la muerte de su madre; y que a pesar de tanto mal, como resumió el Papa, “no quiso vengarse de la vida”.
El Papa asistió a los testimonios tomando notas como un alumno y luego dio su discurso sobre la base de esos apuntes. Antes de hablar recibió de otro joven el pedido de orar por la libertad de cada uno y propuso orar por corazones libres de sentir y de pensar, libres de vicios, consumismo,  egoísmo. Al continuar su discurso encontró en el testimonio de los jóvenes ejemplos de virtudes que  subrayó construyendo un modelo: corazón libre, solidaridad, fortaleza, esfuerzo, reconocimiento de Jesús. A cada una de las virtudes que subrayaba pedía a los jóvenes que lo acompañaran repitiéndolas para fijarlas como una lección. Llamó hermanos a los jóvenes a los que agradeció el testimonio, la enseñanza y el pedido de oración.
Con algunos actores, como algunos pastores, como casi ningún cardenal, Francisco dejó entrever las bambalinas del culto, lo “humanizó”  y lo fue transformando de repetición de una fórmula en interacción situacional. Lo primero que debo decir es que salvo Juan Pablo II ninguno de los Papas de la era de las comunicaciones masivas fue capaz de un contacto tan fresco, tan dependiente del momento y tan sensible a lo que sucedía en escena.  Lo segundo es que mientras presenciaba la escena me acordé de lo que sucede en los cultos evangélicos a los que observé por años. Lo recordé con el cuerpo del ateo que soy y con los reflejos condicionados: sintiendo la falta de los gritos de los fieles o de un pastor gritando, interrumpiendo a cada rato con un “gloria a Dios aleluya, hermanos”. Y mi mente prosiguió el contraste en un punto crucial.
Los milagros apuntados por Francisco eran básicamente morales. El evangelio abstracto se traducía en su discurso en un evangelio concreto y cotidiano: las conductas remiten a valores destacables, ejemplos a imitar. Punto para Francisco. Pero la diferencia con el culto evangélico habla del límite que percibí. En esos cultos ruidosos y bullangueros, muchas veces poco articulados, desde el punto de vista de quien quiere recibir una larga lección, tienen algo que el encuentro de Francisco con los jóvenes no tuvo. En el culto evangélico los milagros testimoniados por los fieles y subrayados por los pastores no son simples testimonios de entrega y esfuerzo. Son también experiencias de haber recibido bendición en tanto solución del problema concreto. Bendiciones que superan los esfuerzos: en una iglesia evangélica la joven que debió cuidar a sus mayores hubiera contado que consiguió un trabajo que le permitía resolver mejor la situación, o que se destrabaron los trámites para obtener asistencia social. No digo que ese relato sea cierto aunque no tengo porqué desconfiar de nadie. En esos cultos los testimonios de un evangelio práctico incluyen otros bienes y otras vivencias, que su formato utilizable no es una lección sino una especie de aplicación que se incorpora inmediatamente al próximo paso vital.
En los cultos evangélicos Dios ayuda donde el Estado y el mercado no resuelven del todo y donde la vida necesita un poco de empeño, que el testimonio curado por el pastor viene a inyectar. El evangelio práctico de los evangélicos incluye más ampliamente la vida cotidiana y se transforma en un recurso emocional que permite resolverla. Y esto sin contar que la actitud de cualquier pastor es siempre más activa desde el punto de vista sensible que la de este Papa, que en ese rubro es, comparado con sus predecesores, un showman, un profesor, un par. Y todo esto sin contar que los cultos a los que me refiero tienen música, éxtasis, desmayos que promueven conversiones y compromiso.
Podrán decir que el modelo de culto que impulsa Francisco es renovador y estaría de acuerdo tanto como con la afirmación de que no veo a muchos sacerdotes con capacidad de innovar en el mismo sentido que Francisco. Y, más aún, debe percibirse que todo lo que Francisco renueva en ese plano es poco en comparación con los evangélicos. No podrán negar que ese modelo de culto, aunque Francisco rechace las ideologías, viene a confirmar la razón de los convencidos, de los que tienen la ideología de que hay que ser solidario. Ahí se halla el límite:  el cerco cultural que la Iglesia Católica todavía no puede saltar. Las personas ya son religiosas en el sentido de que creen en algo más fuerte que ellas. Lo que buscan no es alguien que les diga cómo ser mejores sino cómo resolver mejor su vida, ya que encuentran en otros espacios voces que les dicen cómo orientar esa creencia. Quizás ahí se encuentra la fortaleza del cerco que el catolicismo quiere y todavía no puede quebrar.
3. Es en razones específicamente religiosas donde radica la desmovilización que el catolicismo quiere superar. Pensar que los discursos sociopolíticos flamígeros de Bergoglio, todo lo necesarios que sean, modificarán el status quo demográfico del catolicismo es parcial. Los jóvenes de los barrios populares de toda Latinoamérica se disocian frente a las opciones que se les presentan: acuerdan verbalmente con la opción por los pobres que el catolicismo declara y asienten corporalmente con la opción de los pobres que los movimientos de fisión y fusión evangélica pergeñan en microsuperficies a mil años luz de la vista de Sauron, de las multinacionales de la fe y de curas intelectualizados.

(fuente: www.revistaanfibia.com)

Francisco: el Papa “anticapitalista”

por Pablo Stefanoni

“Si el capitalismo tiene a Obama, nosotros tenemos a Francisco”. El líder del emblemático Movimiento sin Tierra de Brasil, João Pedro Stedile, no escatimó entusiasmo al concluir la cumbre de movimientos sociales en Santa Cruz de la Sierra, en la que el papa Francisco se despachó con un discurso tan crítico del capitalismo actual que el diario El País de Madrid subtituló una columna sobre Bergoglio: “Francisco nunca simpatizó con los teólogos de la liberación. Hoy parece uno de ellos”. En ese cónclave, que formó parte de la visita a Bolivia –luego de visitar Ecuador y antes de proseguir a Paraguay– participaron diversos movimientos sociales de Bolivia y del exterior.
 
“¿Reconocemos en serio que las cosas no andan bien en un mundo en el que hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad? (…) ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza? –preguntó el Papa– y se respondió: “entonces si reconocemos esto digámoslo sin miedo: queremos un cambio”.
Francisco sostuvo que existen “múltiples exclusiones e injusticias, en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio” y que entre ellas hay un “hilo invisible que une cada una de las exclusiones, ¿podemos reconocerlo? –inquirió–”. “Esas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global, que ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza”. “Digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras, este sistema ya no se aguanta. No lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan los pueblos, no lo aguanta la hermana Madre tierra, como decía San Francisco”. Varias veces fue interrumpido por gritos de “Viva el Papa”. Su discurso –al lado de Evo y de varios dirigentes sociales– fue básicamente político, sus citas a los evangelios fueron escasas y sus referencias al cambio numerosas y a tono con el ambiente. Varias veces habló de la Madre Tierra, llamó “poetas sociales” a los movimientos populares, se refirió a la Patria Grande, al nuevo colonialismo y criticó el “sistema excluyente”, la concentración de los medios de comunicación (que promueven el colonialismo ideológico), los Tratados de Libre Comercio y las medidas de austeridad, la “tercera guerra mundial en cuotas” y rescató la “fe revolucionaria contra el ídolo dinero”. El objetivo es el acceso a las tres T: tierra, techo y trabajo. Pero también acceso a la salud, la educación, la innovación, el deporte y la recreación. Música para los oídos de los asistentes.
Francisco no se privó de hacer chistes, distinguió al “Vivir bien (fórmula que en Bolivia se usa para definir un supuesto bienestar no materialista)” del “pasarla bien”. Habló del “avasallamiento de las grandes corporaciones” y señaló que “el futuro de la humanidad está en los explotados, pobres y excluidos”, en “el campesino amenazado, el trabajador excluido, el indígena oprimido, la familia sin techo, el estudiante sin trabajo”. Los planes asistenciales –dijo– nunca pueden sustituir la verdadera inclusión: “trabajo digno, libre, participativo y solidario”. El éxito de su última encíclica Laudatio Si se debe a las fuertes críticas ecológicas frente al cambio climático y en Santa Cruz retomó varios de sus ejes.
Pero casi al concluir lanzó su frase más fuerte, la más aplaudida, la que le generó complicidad con los asistentes y completó un discurso que si no abordaba el tema hubiera parecido incompleto y hasta falso: “Se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”. Y tras ella pidió un perdón explícito por los crímenes durante la llamada conquista de América, con su lógica de la espada con la fuerza de la cruz. “Si alguno de ustedes no puede rezar, le pido humildemente que me piense bien y me mande buena onda”.
Poco antes, cual travesura, Evo Morales le regaló entre varios obsequios, una escultura de cruz, hoz y martillo que reproducía la que había construido el cura Luis Espinal, asesinado por paramilitares en 1980. Como poniendo a prueba el progresismo del Papa.
Francisco proviene de la llamada “teología del pueblo”, una versión “populista” de la teología asociada a sus simpatías políticas por el peronismo. Y como todo peronista, su desempeño actual no puede ser analizado de manera inductiva a partir de su historia. Francisco no se explica (solo) por Bergoglio, como el Menem neoliberal no se explicaba por el Menem pre89 ni Cristina se explicaría por sus posiciones de los años 90. En el peronismo, en el saber adaptarse a las circunstancias reside gran parte de la clave del éxito. Pero ese pasado “populista” y muy político de Bergoglio explica, no obstante, muchas de sus facetas actuales. De ese pasado proviene, por ejemplo, su reflexión sobre el Martín Fierro de 2002. Por eso, pese a lo que se escribió al momento de su elección, está tan lejos de ser para los gobiernos nacional-populares lo que fue Juan Pablo II para los regímenes comunistas. (No es este el lugar para revisar la historia de Bergoglio, y temas polémicos como su desempeño en la dictadura, denunciado por el periodista Horacio Verbitsky).
Lo que vale la pena señalar, sin agotar, en estas líneas es que la convergencia entre el papa y los “movimientos sociales” y gobiernos “progresistas” está dada por el antiliberalismo, una sensibilidad que a lo largo de la historia tuvo muchas articulaciones posibles, de izquierda y de derecha (contra el individualismo, el egoísmo, etc.). Pero que, al mismo tiempo, incluye visiones organicistas de la sociedad que en muchos casos se chocan con la libertad. Por eso, el “papa anticapitalista” puede ser aliado en la crítica solidarista contra el capitalismo salvaje (la Iglesia muchas veces compartió esos tonos a menudo más pre- que post- capitalistas) pero no en las luchas emancipatorias que incluyen derechos reproductivos, los derechos de las llamadas minorías sexuales o el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos… así como visiones más radicales en las luchas contra las jerarquías sociales. El “hagan lío” del papa tiene mucho del “lío” que pueden armar los jóvenes de la Acción Católica.
Hoy el enemigo de la Iglesia ya no es el comunismo sino sobre todo el evangelismo, que se ha expandido enormemente en América Latina. Como escribió el antropólogo Pablo Semán en la revista Anfibia: “En términos muy generales, está ocurriendo algo que profundiza lo que Juan Pablo II había percibido tras la caída de la Unión Soviética que él mismo había ayudado a promover: la necesidad de que el catolicismo ocupe un papel junto a las mayorías que son la masa de maniobras del capitalismo. O el catolicismo lo asume o esas mayorías se configurarán, en variadas posibilidades, pero prescindiendo del Catolicismo (que no es lo mismo que prescindiendo de la religión y de las más variadas formas de imaginar, invocar e interactuar con lo sagrado). La opción de Francisco ha sido radicalizar esa búsqueda con un lenguaje épico, convocante  y “socio político”.
Este discurso enmarcado en la doctrina social de la Iglesia viene a llenar, además, el lugar vacío que dejaron los proyectos de transformación social y su incapacidad para renovarse y mantener su potencia crítica, tanto en sus visiones revolucionarias como reformistas. Por lo demás, hace tiempo que la crítica de las izquierdas al capitalismo viene teniendo tonalidades cada vez más moralizantes (abandonando el análisis del capitalismo en sí, y su capacidad hegemónica, y restringiéndose a denunciar sus injusticias). Por eso, el papa puede ser un aliado de Raúl Castro (la convergencia antiliberal allí es evidente) y Stedile puede encontrar en Francisco a alguien que dice cosas que Lula, a quien el MST apoya, parece ya no poder decir con la fuerza de los hechos. Por eso, también, este discurso social, pronunciado con la habilidad política de Francisco hoy parece revolucionario.

(fuente: lavanguardiadigital.com.ar)

Más allá del retorno a cero

Diálogo entre Toni Negri  y Félix Guattari

Toni Negri. – Quisiera comenzar por una pregunta que también le he planteado recientemente a Gilles Deleuze a propósito de Mil mesetas. En este libro, uno de los grandes ensayos filosóficos del siglo, he creído percibir una nota trágica. Las parejas conflictuales que están dibujadas allí (proceso/proyecto, singularidad/sujeto, composición/organización, línea de fuga/dispositivo y estrategia, micro/macro, etc.), todo lo que en suma constituye un sistema abierto, está, por otra parte, no cerrado, sino contenido como en una tensión insoluble y un esfuerzo sin fin. Es en esto que me parece consistir el elemento trágico.
Félix Guattari. – Alegría, tragedia, comedia, los procesos que me gusta cualificar de maquínicos trenzan un porvenir sin garantía –¡es lo menos que se puede decir! Estamos a la vez “hasta el cuello” y destinados a las aventuras más insólitas, más apasionantes. Imposible tomarse en serio, pero imposible también no “engancharse”. No veo tanto esta lógica de la ambigüedad como una “tensión insoluble”, sino como el juego multívoco, polifónico, de elecciones paralelas, algunas veces antagonistas, que no te deja otro recurso más que el de la mala fe, la bifurcación incesante. Cómo “hacer con” esas constelaciones imposibles de universos de referencia. El olvido puede ser de una gran ayuda, ¡pero no está al alcance de todos!

T. N. – En Cartografías esquizoanalíticas das un paso suplementario en la articulación de topologías, de dinámicas y de procesos de subjetivación. La fenomenología es desarrollada allí a través del análisis de los agenciamientos genealógicos. Y estás cada vez más interesado por los equipamientos colectivos de subjetivación. Ahora bien, analizando a estos como formas, haciendo abstracción de su inserción en un sistema de poder y de reproducción social, dando derecho a la postura estética, ¿no tienes la impresión de correr el riesgo del vicio de formalismo de los postmodernos, que, de una manera paradójica, vacían el movimiento y consideran como agotada la historia que se supone inagotable? ¿No juegas demasiado con la idea del “eterno retorno”?
F. G. – Da capo. Música paralela para palabras poco diferentes. La historia no es lineal sino discrónica; las reterritorializaciones anacrónicas bordean las virtualidades futuristas; el acontecimiento sale de la heterogénesis de componentes en el fondo discordantes. Aquello que llamas mis topologías no tiene únicamente por objetivo dar cuenta de los equipamientos colectivos de subjetivación. O, más exactamente, hay que entender “colectivo” en el sentido de multiplicidad intensiva. Es decir que el arte, la producción prepersonal –por ejemplo, la somatización histérica– procede de agenciamientos colectivos no humanos. Las relaciones de fuerza del nivel molar conservan evidentemente sus derechos, pero su estatus es relativizado por la promoción de focos de enunciación, de incorporales, y la encarnación de territorios existenciales, según una lógica pática que escapa a la lógica de los conjuntos discursivos. Preconizo entonces un análisis de los agenciamientos colectivos de enunciación que escape a la forma para erigir máquinas abstractas autopoiéticas. La forma es siempre declinada según un procedimiento lineal que sitúa sus coordenadas de tiempo intrínseco, de espacio y de energía como estado exterior. La máquina abstracta afirma sus ordenadas ontológicas como repetición auto-afirmativa. Para ella, la linealidad solo puede venir después. Es sustancia de expresión, enunciador parcial, que solo despliega en otra parte una materia objetiva y una subjetal formal. La “postura estética” reside en el hecho de que la pluralidad ontológica “encausada” no depende de un Ser con s mayúscula sino de una “materia opcional” de incesantes mutaciones. En sus afirmaciones procesuales, los agenciamientos de enunciación son productores de componentes ontológicas irreductiblemente heterogéneas y singularizantes.
T. N. – Siempre en las Cartografías esquizoanalíticas, pero en adelante en todos los escritos, utilizas para caracterizar el período histórico actual la expresión “edad informática planetaria”. Esta categoría hace eco con los discursos foucaultiano y deleuziano sobre la edad de la comunicación, y los especifica. La aceptación de esta categoría en filosofía tiene efectos metodológicos fundamentales: te permite resolver la genealogía en la epistemología y viceversa, y construir desde un punto de vista histórico los agenciamientos de enunciación. Sin embargo, ¿no puede esta reducción tener también efectos perversos, en el caso de una epistemología de referencia informática? ¿No hay riesgo de aplastamiento de la determinación o del agenciamiento genealógico en el universo de las relaciones transversales, lineales e indiferentes que caracterizan a dicha epistemología? ¿Cómo romper la indiferencia del horizonte informático?
F. G. – La subjetividad capitalística implica una binarización y una descualificación sistémica de todos los “mensajes”. Corona el reino de un equivaler generalizado que, por otra parte, ha desplegado sus coordenadas en los dominios del Espacio, del Tiempo, de la Energía, del Capital, del Significante, del Ser… Se trata a la vez de un horizonte histórico, cuyo surgimiento está fechado, y de un vértigo axiológico que se remonta a la noche de los tiempos. Por todas partes, siempre existió amenaza de abolición desde el interior de la complejidad cualificada. El caos habita lo complejo; lo complejo habita el caos. Lo cual implica que este último esté compuesto de entidades animadas de una velocidad absoluta –a riesgo de que la ciencia “ralentice” esas velocidades con constantes tales como c, h (constante de Planck[1]), el instante cero del big bang, el cero absoluto, etc. Lo que legítima una perspectiva de “revolución molecular”, es el hecho de que esta entropía capitalística de la subjetividad se instaura a todas las escalas y renace constantemente de sus cenizas. Una periodización como aquella que encadena el pasaje de las sociedades de soberanía a las sociedades disciplinarias para desembocar en las sociedades de control es a la vez genealógica y ontogenética. Todos estos regímenes de territorialización del poder, del saber y de la subjetividad se descomponen y se recomponen en la subjetividad contemporánea. Lo cual hace, por ejemplo, que no se pueda hablar hoy, con el ascenso de los integrismos y de los racismos, de “regresión arcaica” sino más bien de progresismo fascista o, en rigor, de neo-arcaísmo, siendo claro que reinventan completamente formas de inteligencia y de sensibilidad del mundo contemporáneo. ¡Recomenzar la historia por el principio o hacerla tender hacia finalidades progresistas no es realmente ya el problema! Se trata más bien de recomponer, sobre otras bases, los agenciamientos de subjetivación y, en ocasión de ello, de recrear de una forma pática las diversas figuras de la subjetivación histórica, de las cuales la subjetividad capitalística es la más vertiginosa por su vacío, su banalidad, su vulgaridad, su estado de cosas a ras de margaritas.
T. N. – ¿Cómo se reconoce, hoy en día, y cómo se estabiliza un proceso de subjetivación? ¿Cómo se reconoce el nivel ontológico (composición, código, bloque, agenciamiento, equipamiento) sobre el cual se constituye dicho proceso? Sé que no te gusta la palabra ontología, pero quisiera que la utilices en la acepción de Spinoza, como determinación de las singularidades en el interior del proceso constitutivo de las pasiones. Quisiera concretamente que precises el sentido y las oposiciones de constituciones subjetivas, las llames o no ontológicas. ¿Cómo pueden los procesos de subjetivación construir un nuevo horizonte de lo real, una nueva figura del Lebenswelt[2],en la cual sea posible orientarse y luchar? ¿Cuál es el punto donde denotación y significación van más allá del círculo mágico o bien de la autonomía del relato a-significante?
F. G. – Me gusta la palabra ontología. Si desconfío de ella, es porque tengo tendencia a usarla para todo. Hay para mí, si tú quieres, focos de producción ontológica, emplazamientos de afirmación autopoiética, repeticiones, insistencias, intensidades con todo su cortejo de referencias incorporales y de ecceidad. Todo eso participa de una visión un poco animista que no me trae realmente problema. Donde las cosas se complican, es cuando se trata de pensar una praxis. ¿Cómo, a partir de agenciamientos de semiotización, meter en el ser nuevas constelaciones intensitarias? De allí esta fascinación con la función de los ritornelos, de los rasgos de rostridad que señalan lo que pueden ser focos de subjetivación parcial. Pero también esta dificultad aporética en torno de los ritornelos problemáticos, desterritorializados –muy lejos de los cantos de ave– que se abren, ellos también, a título de función existencial. En mi idea, los ritornelos más simples, aquellos por ejemplo de la neurosis obsesiva, son siempre ritornelos complejos. La repetición simple es soporte de la complejidad. Pero entonces hay que hacer derivar las referencias discursivas hacia una aprehensión pática no discursiva. La primeridad no es simple. La cualidad dada de manera más simple es hipercomplejidad. Toda una desgracia, que hace que se nos peguen a la piel las significaciones y las denotaciones en uso, nos prohíbe la mayoría de las veces el acceso a las aristas vivas de esas funciones existenciales de conquista pragmática que puedes calificar efectivamente de ontológicas.
T. N. – Vivimos en un mundo en el cual la pluralidad de los procesos de subjetivación se constituye con una pluralidad de equipamientos colectivos, así como de mercados e instituciones. Este proceso es muy rico e imposible de resumir en las viejas categorías de la democracia o del socialismo. Sin ironizar, tampoco con las viejas categorías del capitalismo liberal. Pero este proceso está atravesado también por dinámicas de globalización y de subordinación que relativizan y sobrecodifican la intensidad de los procesos de subjetivación. A veces, tengo la impresión de que el proceso molecular, una vez vuelto hegemónico, ha sido consumido y digerido por una potencia molar que ya no reconoce a su opuesto como existente. En este contexto, las fugas metafísicas y políticas no son interesantes (conocemos demasiado de ellas, del nuevo misticismo a la ideología verde). ¿Cómo puede reconstruirse, en la multitud molecular, una oposición molar?
F. G. – Relevada como está por los medios de comunicación, los sondeos de opinión, la publicidad y los consejos en comunicación, la democracia política se vuelve no solamente cada vez más formal, cada vez más cortada de las realidades, sino también cada vez más delirante. Lo cual no significa que pierda todo asidero sobre la subjetividad capitalística. Los líderes políticos rivalizan con los presentadores de la tele para penetrar siempre más en la pseudo-intimidad de los hogares. Es el reino del “Bébête Show” relevado por el “Psycho Show”. Lo que es vertiginoso, a través de todo esto, es la capacidad de este tipo de producción de subjetividad de capturar toda inmanencia procesual, toda mutación molecular. ¿Existe sin embargo una prueba de verdad que sea discriminante respecto del señuelo, de la mueca, del simulacro, en tanto que estos también pueden devenir la base de una auténtica territorialización existencial? Ver, por ejemplo, la gestualidad estereotipada de las estrellas de rock, cuyos rasgos son sin embargo objeto de reapropiación por niños y adolescentes en momentos cruciales de su existencia. Pero la prueba de verdad no engaña; es de orden pático; es lo que acarrea una suerte de adhesión existencial que crea el acontecimiento.
Es muy cierto que todos esos focos de resistencia molecular contra la serialidad de la subjetividad capitalística solo se encarnan, la mayoría de las veces, en retornos a la trascendencia, al misticismo, al culto de lo “natural”. Eso me perturba menos que a ti. ¡Me digo que Dios encontrará a los suyos ahí! Hay algo tan artificial en esos neo-arcaísmos. Nunca comprometen más que un estrato entre otros de las formaciones de subjetividad. Sabemos bien que los integristas andan de tragos y miran filmes pornos a escondidas. ¡Lo que no perdona nada! En suma, el microfascismo es siempre renaciente pero no forzosamente el macrofascismo.
La oposición molar pasa todavía y siempre por la constitución de máquinas de guerra social. Solo que, sería tiempo de pensar, en la materia, en algo distinto de las máquinas leninistas. Acabamos de ver nacer famosas máquinas molares en el tercer mundo, con el integrismo iraní y el nacionalismo iraquí. ¡Ha habido ocho años de guerra de los modelos, selección artificial y luego puesta a prueba! En la medida en que la sobrecodificación de las relaciones internacionales por el antagonismo Este-Oeste se ha debilitado, uno puede esperar ver nacer y proliferar toda una serie de máquinas molares. No hay más que ejemplos catastróficos: el PT, en Brasil, autoriza módicas esperanzas, ¡pero tú piensas que yo no tengo programa, ni modelo de referencia! Todo lo que puedo decir, es que me parece legítimo, inevitable que las revoluciones moleculares estén “redobladas” por máquinas a gran escala que actúen en el seno de las relaciones de fuerzas sociales las cuales, lejos de desaparecer, irán endureciéndose, aunque diferenciándose.
T. N. – Tú sostienes el derecho fundamental a la singularidad. Lo ilustras como un recentramiento de las finalidades de la división del trabajo y de las prácticas sociales emancipadoras, como ejercicio de una ética de la finitud. ¿Cómo puede un proceso de singularización devenir, a partir de allí, antagonista? O incluso, ¿cómo la resistencia de las singularidades oprimidas puede volverse eficaz? ¿Existe todavía un intolerable? ¿O es él mismo reabsorbido en el mecanismo de la pluralidad creciente de los mercados? ¿Existe la posibilidad de construir una idea filosófica del comunismo y de conectarla con el proceso de subjetivación? ¿Es todavía posible hacer todo eso sin caer en las trampas del positivismo, del dogmatismo o de la utopía?
F. G. – Tengo la impresión de que me estás pinchando para hacerme hablar. Sabes tan bien como yo que un proceso de singularización es una pura afirmación que ignora el antagonismo, la opresión o incluso simplemente la interacción. Aquí se trata justamente de salir de una buena vez de las metáforas dinámicas y energéticas. Un comunismo de la inmanencia reconducirá de manera constante el cursor sobre praxis-ético-políticas que sostengan sus propios universos de referencia. Más allá de los paradigmas cientificistas que han acosado al marxismo, al freudismo, al estructuralismo, etc. Todo un pensamiento de la trascendencia, todo un sentimentalismo de la eternidad han transformado el progresivismo en una inmensa fobia, una elusión sistemática de la finitud, de la inanidad última de la existencia magníficamente ilustrada por Samuel Beckett. En lugar de hacer de ella una enfermedad, hacer de ella una razón pragmática. Hay allí un salto estético que haría propio el salto religioso de Kierkegaard. ¿Por qué cambiar, por qué la revolución más bien que nada? ¡Porque tiene mejor pinta! Pero en el fondo, por nada, por un placer inmaterial, una palpitación imperceptible en la superficie de las cosas.
T. N. – Conozco tu pasión por el acontecimiento y tu pasión por la vida. Pero cuando filosofas, pareces querer apartarte de eso. ¿Cómo gestionas la esquizofrenia estructura-acontecimiento? ¿No tienes tendencia a anticipar siempre la estructura subyacente al acontecimiento, con el riesgo de no dejarlo hablar? ¿Tropiezan con esta pregunta en tu trabajo con Deleuze? ¿Cuál es tu teoría del acontecimiento? ¿Cómo imaginar hoy no el proceso, sino el acontecimiento revolucionario, no las condiciones de la revolución sino el poder constituyente?
F. G. – El acontecimiento es un don de Dios. Siempre tenemos la impresión de que no pasa nada, de que ya no pasará nada. Luego surgen los “acontecimientos del Golfo”. Incluso allí, yo pensé que en el fondo, no pasaría nada. La máquina mass-mediática planetaria alisa todas las asperezas, todas las singularidades. Ya no se encuentran zonas de misterio. La cuestión ahora es hacer acontecimiento con lo que se presenta. No como los periodistas que están obligados, suceda lo que suceda, a inventarse uno. Sino de forma más poética. Por tanto aquí se trata en efecto de un poder constituyente, de una producción ontológica sui generis. Hacer con la serialidad. Aunque más no fuera soñando con los militares americanos asándose en sus carros, con la angustia de los rehenes, con el júbilo de los jóvenes árabes, con el delirio sistemático de Saddam… Esas escenas, sin límites precisos, ¡para que al fin pase algo! En cuanto a la pregunta que planteas, relativa a la estructura, me gustaría descentrarla. Jamás pretendo describir un estado de hecho, un estado de la historia o de la subjetividad. Solamente busco precisar las condiciones de posibilidad de los diversos modos de descripción posibles. Para aprehender o para rodear las problemáticas de la enunciación colectiva, todo sistema de modelización –sea teórico, teológico, estético, delirante– se ve llevado a posicionar lo que llamo factores ontológicos(los flujos, los filums maquínicos, los territorios existenciales, los universos incorporales). Resulta así resuelta o asumida parcialmente la cuestión, para mí esencial, del pluralismo ontológico. Hay elección de constelaciones singulares de universos de referencia, encarnadas en territorios existenciales, ellos mismos marcados por una precariedad, una finitud que hacen bascular al Ser en una irreversibilidad creacionista. En estas condiciones, una ontología solo puede ser cartográfica, metamodelización de figuras transitorias de las conjunciones intensitarias. El acontecimiento reside en esta conjunción de una cartografía enunciadora y esta adquisición de ser precaria, cualitativa, intensiva. Esta relación de fundación recíproca entre lo que expresa y lo expresado, lo que da y lo dado, encuentra su expresión exacerbada en la creación estética considerada precisamente como poder constituyente ontológico.
Digamos que hay tres tiempos: el del estado inicial, el del retorno a cero, el de la reconquista de la procesualidad. El segundo tiempo no es dialéctico. Jamás se acaba con la finitud, con el no-sentido. Y sin embargo, es un tiempo rico, una recarga de complejidad mediante un baño caótico. Siempre el tiempo cero tiene reservadas sorpresas; a partir de puntos de singularidad, dejar que las líneas de posibles vuelvan a partir. El tercer tiempo sería el de los imaginarios, es decir de la reconquista de las ambigüedades. Cómo definir un comunismo, o simplemente un amor logrado, que escape completamente a las ilusiones de un deseo de eternidad. La potencia de vivir, la alegría spinozista solo escapa a la trascendencia, a la ley mortífera por su carácter de modalidad fragmentaria, polifónica, multirreferencial. Desde el momento en que una norma pretende unificar la pluralidad de las componentes éticas, la procesualidad creativa se esfuma. La única verdad última es la del caos como reserva absoluta de complejidad. Lo que ha constituido la fuerza y la pureza de las primeras moliendas de socialismo y de anarquismo, es precisamente el haber mantenido juntos, al menos de manera parcial, un imaginario comunista o libertario y un sentido agudo de la precariedad de los proyectos individuales y colectivos que los sostenían. A partir de allí, la finitud se ha vuelto desabrida, la subjetividad mass-mediatizada y colectivizada se ha infantilizado. La finitud del segundo tiempo de “conexión a tierra” no está dada de una vez y para siempre. Sin cesar, debe ser reconquistada, recreada en sus ritornelos y en su textura ontológica. La reconstrucción del comunismo pasa hoy por un ensanchamiento considerable de los modos de producción de subjetividad. De allí la temática de una confluencia entre la ecología medioambiental, la ecología social y la ecología mental a través de una ecosofía.


* Diálogo de Félix Guattari con Toni Negri (aparecido en la revista Futur antérieur, Nº 4, invierno 1990, en ocasión de la salida de Cartografías esquizoanalíticas) que forma parte de ¿Qué es la ecosofía?, de  Félix Guattari. Textos presentados y agenciados por Stéphane Nadaud y editados por Cactus,   Buenos Aires, julio 2015. Traducción: Pablo Ires.


[1]La constante de Planck es utilizada en mecánica cuántica para describir el tamaño de los quanta.
[2]Concepto husserliano. El “mundo de la vida” corresponde al contexto que hace que los hombres vivan, actúen, piensen en común sin permanecer como entidades individuales puestas unas al lado de las otras. Este concepto es especialmente interrogado, desde Heidegger pasando por Habermas, por la filosofía contemporánea.

Mansilla, una novela argentina del siglo XIX

Entrevista a David Viñas
por Américo Cristófalo y Hugo Savino


David estaba en pleno fervor con Mansilla. Vivía en un departamento de la calle Piedras, grande, un ventanal desde donde se veía el río. Sábado a la tarde. Otoño. David fumaba Marlboro, en cajitas de diez, tenía dos, una abierta y otra sin empezar a un costado de la mesa. La mesa llena de papeles, cajas y carpetas del “Mansilla” por todos lados. Cada tanto con Hugo preguntábamos algo, se levantaba, revolvía y traía un documento, una carta, una foto: “Mirá, mirá”. Recuerdo muy especialmente un momento en el que habla de la hermana, de Eduarda, de una carta de Mansilla a Cané: “Mimémela”. David buscó una foto de Eduarda, con el dedo recorría el cuello: “¡Mirá esto, hermano!”. Con Hugo intercambiábamos gestos, era el mundo Mansilla-Viñas. Alucinante. Cuando se acaba el Marlboro, saca el último, hace un bollo con la caja y la revolea contra una pared, sigue hablando. Imaginate la escena. La entrevista se iba a publicar en La ballena blanca, que dirigía Roberto Raschella, pero no salió más y quedó inédita. Después hubo un intento fallido en Las ranas. Pasaron años, es del 2000; esas horas con Viñas-Mansilla son siempre un motivo de alegría y memoria común con Hugo.
¿Qué pasó con las carpetas, las cajas? David se mudó a un departamento de un ambiente –el último–. Después de la mudanza, fue “aburriéndose”, decía, del Mansilla. Se aburrió. Una pena, estaba muy avanzado, hubiera sido un libro central.
No sé por qué nos encontramos un buen día con Guillermo Korn, y nos dice: “No puedo más con estas cajas, necesito sacarlas. ¿Se las llevan?”. Las repartimos entre la casa de Guillermo y la mía. Toda una historia. Eran sesenta y pico, además de carpetas sueltas.
Fuimos mirando todo eso. Hablamos con él, queríamos hacer una edición de las cartas de Mansilla. David, siempre desprendido, dio vía libre. Encontramos más bien cartas protocolares, de momentos en los que Mansilla desempeña funciones diplomáticas. No tenían el interés que hubiéramos querido, en el sentido de una “correspondencia” personal. Abandonamos el asunto… Y las cajas siguieron ahí. Pasaron a estar todas en casa. Y desde hace unos dos años, a buen cuidado, en Biblioteca Nacional.
A. Cristófalo: Si te parece, podemos empezar por el fervor español de Mansilla.
D. Viñas: Sí, es permanente. A favor de España en la guerra de Cuba. Se ofrece como jefe del Estado Mayor. Con la guerra civil norteamericana, ellos están por el Sur, la hermana y él. Es la tradición patriarcal, es Lo que el viento se llevó. Faulkner. Ellos, además, la cosa rosista la tienen. Era el apellido más conocido de toda Sudamérica, Rosas. Esa voz, ¿no? Digo, se enfrentó a esa voz. Además, en ese momento, vos vas leyendo la consistencia, el corte sincrónico, y lógicamente, la Vuelta de Obligado y las cadenas, es el padre. Es el mismo año que en los ríos de China ponen juncos para que no entren los barcos británicos. Imperialismo. Exactamente los mismos años. La guerra del opio. Los hacen mierda metiéndoles opio. Otra que la blanca. Degradan a un país acostumbrándolo a fumar opio, además, de forma loca. No había opio en China. Lo introducen de la India. Ya te digo, estoy con esto, y mirá esto, concretamente, viejo, yo no sabía: a lo largo del río Minnesota, año 62, presidente de Estados Unidos el bueno de Lincoln; acá estaba, poco después, el bueno de Sarmiento. A lo largo del río Minnesota, digo, los sioux atacaron fuertes y establecimientos. Pero en seis semanas las tropas americanas liquidaron el centro sioux. La tribu entera, prisionera. El lugar de los indios –se llamaba Little Crowd– fue deshecho y arrasado, y liquidados los tipos que quisieron escapar. 3.000 y 13 capos, caciques, los sentenciaron a muerte. Lincoln ordenó que liquidaran solamente a 39. En diciembre del año 62 –estamos en el ‘69–. ¿Modelo?: norteamericano. Lincoln ordenó que colgaran solamente a 39, en diciembre 26 del ‘62. 38 colgados en la más grande ejecución legal en la historia de América, de Norteamérica.
A.C.:Impresionante.
D.V.: 36 ejecutados en la silla eléctrica al mismo tiempo. Lincoln. Imagináte el resto lo que era. Es impresionante. Porque, lógicamente tiene una dimensión obvia de pasado, de historia; podés incurrir en un loco pasatismo, porque es como droga. Pero tiene actualidad, de pronto, ¿no? ¿Actualidad de qué? Y, de que el capitalismo ya estaba instaurado. Ahora lo llaman globalización. Y el canal de Suez, todo el mundo habla del canal de Suez.
A.C.:Mercado mundial…
D.V.:Impresionante por ese lado, impresionante. Más adelante, el conflicto Buenos Aires-París. Y él… esto es de puño y letra, esto es un pedacito que se cayó: el resto del mundo es como para meditar mucho; pero mucho. Y no se pierda de vista que este horizonte tan poco ameno no es sino el de la metrópoli argentina. Buenos Aires… firma, se queda sin lapicera. Única ciudad cosmopolita y poliglota con un millón de habitantes.
La ciudad se hizo peligrosa. Por eso se va a París. Después viene la ley de residencia.
A.C.:“Horizonte tan poco ameno”.
D.V.:Digo, es un conservador; no podía ser de otra manera.
A.C.:Qué decir del rasgo conservador de Mansilla.
D.V.: Es heterodoxo.
Hugo Savino: Habíamos pensado esta cuestión: habíamos pensado a Mansilla como aventurero del presente, del que le tocó.
D.V.: Desde ya.
H.S.: Era un conservador, pero no era un espíritu conservador.
D.V.:Era un conservador heterodoxo. Pero su oficio principal era el de redactor de reglamentos militares. ¡Pero cómo! Fijáte lo que dice, va a ser el epígrafe, todavía no está hecho: los tambores y los clarines me electrizan siempre. Tu-tu-tu-tu-tu-tu, tu-tu ¡Pero cómo!
H.S.: ¿Escribe reglamentos?
D.V.:¡Pero viejo! Mirá, empieza a escribir reglamentos que no te cuento. Pensá vos, sobre la caballería argentina, trato de ser breve. Esto es del año ‘63, cuando empieza su carrera como capitán, en Rojas, porque se pasa al mitrismo. Ejército Argentino, Escuela Militar Nacional, sarmientino. ‘63-’63. Esto es ‘71: Bases para la organización del ejército argentino, Coronel Lucio… Segunda Edición. Reglamento de ejercicios de maniobra de infantería, ‘75. Pero los toques, viejo, los toques de corneta. Ordenanzas del ejército argentino, proyecto, comisión redactora –los otros no laburan; él es un gran laburante. Esto es ‘76. Es una comisión en que está Dardo Rocha… pero tiene actualidad. Mirá el índice, este tostón. El índice tiene cosas impresionantes: deberes cívicos del militar, consejo de disciplina para los soldados, y condena a las compañías de disciplina. Condiciones para el ascenso, provisión de vacantes. Tratamiento y honores al presidente de la República. El montepío militar. Todo está. Causas por las cuales se pierde el derecho al montepío militar. Responsabilidades, Libro V. Componentes, consejo de revisión. Competencia en casos de complicidad. Competencia de los tribunales militares. Competencia de los consejos de guerra. Sigo. Procedimientos ante los consejos de revisión. Procedimiento ante las policías militares. De la contumacia y de los juicios en rebeldía. De los crímenes, de los delitos y de las penas. Pero reíte, que es un capítulo del bueno de… viene de allá, del siglo XVIII, y termina con el bueno de Foucault. Es casi groseramente foucaultiano. Pero escuchá, es impresionante, querido. Insumisión y deserción, capítulo V, Sección I, Insumisión, deserción al interior. Idem al extranjero. Idem al enemigo en presencia del enemigo. Disposiciones comunes a las secciones anteriores. Robo, capítulo VII. Capítulo VIII: pillaje, destrucción, devastación de edificios. IX: homicidio, asesinato, duelo, lesiones corporales, violación, rapto, secuestro, ataques al honor y al pudor, desacato a la religión, amenazas.
A.C.:¿Insumisión y deserción?
D.V.: Corrupción. Momentito, este tipo era un militar, ojo, terminó de teniente general. No nos confundamos. Era un militar de entonces; lo cita mucho a Paz, sin duda, pero era esto. Su oficio era ese. Falsedad en materia de administración militar. Corrupción, prevaricación e infidelidad en el servicio de la administración militar. Usurpación de uniforme, trajes, insignias, condecoraciones y medallas.
A.C.:¿Melancolía de la guerra o melancolía de la ciudad?
D.V.:Aparece eso también. Y cómo conjura a la Ciudad de Buenos Aires, eso en las Memorias, al final. Es el restablecimiento de la ciudad patriarcal; es el mundo de Rosas y de su infancia, que era el paraíso terrenal. Uh, es impresionante, sobre todo que va a entrar a hacer un recorrido de todo este barrio, barrio San Juan, toda esa zona, minucioso: los vecinos, la gente. Además, escribe en París; en París, soñando con Buenos Aires. Pero reíte de Cortázar, de un lado y del otro. Decí Saer: ¿vos leíste esto? fijate vos, cuál es tu situación real, no te engañés, ¿para quién escribís, vos? ¿Cuáles son tus lectores? ¿Los parisinos? No. Es un malentendido. Los lectores estan acá. Fijáte que eso lo tematiza Cortázar. Y te diría, casi un siglo, año ‘60, esto: cuál es la situación del escritor argentino que escribe en español, en París. Aquél era un señorón, desde ya, ni te cuento, cada vez más aseñorado.
A.C.: No se arrodilla en los círculos parisinos
D.V.: Tiene sus amigos. Termino con los capítulos, pará, que es una maravilla esto. Es una novela. Es la novela del siglo XIX argentino: está todo. Se podría hacer una antología con fragmentos de distintos textos, para tener una novela del siglo XIX argentino; hasta entrado el XX.

Ley marcial. Represalias. Propiedades públicas y privadas del enemigo. Protección a la religión, a las artes y ciencias. Castigo contra los crímenes cometidos contra los habitantes del país enemigo. Desertores. Prisioneros de guerra. Rehenes. Botín hecho sobre el campo de batalla. Enemigos armados que no pertenecen al ejército enemigo propiamente dicho. Descubiertas. Vagabundos armados. Rebeldes. Salvoconductos. Espías. Traidores. Mensajeros capturados. Abuso de la bandera de parlamento.

Correspondencia con Mitre… con Mitre, con Roca, año ‘80: si el cañón es malo o el enemigo está lejos, es inútil apelar a él. No alcanza un cañonazo, que tiren dos.
A.C.: ¿Y dónde pondrías el acento de la heterodoxia?
D.V.: En la ironía, y en momentos. Tenés que periodizar. Su mayor heterodoxia es este viaje que va a hacer, esta excursión, porque además es muy corta, la viene pensando a lo largo de todo el ‘69. Está disconforme con otras propuestas, tanto la del ministro, como incluso la de Arredondo, que es su jefe, que está en Córdoba. Y además, su rencor permanente, hasta el final, con Sarmiento. Él hizo la campaña; no simplemente eso sino las cosas que llega a decir.
A.C.: Viene de la excursión, que se puede leer en contrapunto con Sarmiento, y ya en Retratos, en la semblanza que escribe sobre él, lo ataca a fondo…
D.V.: Se opone… Hasta el final, hasta las últimas cosas…
H.S.: Viñas, nos gustó ese momento en que dice: a Sarmiento le falta lengua de contacto.
D.V.: ¿Le falta?
H.S.: Le falta lengua de contacto.
D.V.: ¿Quién dice eso?
H.S.:Mansilla.
D.V.: Y, lo puede decir. Es un tipo, dice Mansilla, que tiene estilo, pero sin ser estilista. Y al mismo tiempo se parecen mucho. Tengo que ir haciendo el montaje, porque si no…
A.C.:También está esa invocación sobre el final del retrato, esa limitación de Sarmiento muerto: yo nunca levanté honores a la tumba de nadie…
D.V.: Es un conflicto, una querella. Sí, lengua de contacto, porque él es un tipo que se maneja muy bien en francés, más su inglés, y con el alemán nunca pudo, porque estuvo ahí, sufre que no te cuento, le dice a Roca: imagínese, yo, que a mí me pase, que salgo a la calle y no pueda hablar con la gente. Está en Berlín. Ya te digo, es una vieja querella. Fijáte, de pronto, malentendidos: alguien me pasa, por medio de Guillermo Korn, esto que es el plan de defensa, que está atribuido, dice Lucio V., es del padre, digo, también tradición: tío, contra los indios; padre, plan de defensa de la frontera de Buenos Aires. Digo: toda la genealogía. Pero no venía por lo de la genealogía, sino por lo de Sarmiento. Fundamental. Y, son dos grandes egotismos enfrentados. Y se lo dice: todos estos son unos gatos. Usted y yo, yo y usted.
H.S.: Un contrapunto de egotistas.
D.V.: De puta madre. Usted me rompe los forros, yo le rompo los forros a usted. Pero hay dos hijos. Esto también está, vibra. Y en estos tipos, ni te cuento. Que es Dominguito, su hijo. Escribe, pensá
vos, una parodia de Tocqueville, que se llama París en América, traduce. Traducen a Tocqueville los dos juntos. Y firman. Me vinieron a ver a mí, porque decían: ¿de dónde sale esta obra? Figura Domingo Faustino Sarmiento; y es Dominguito. Y muere en los brazos de él.
H.S.:¿Dominguito y Mansilla traducen Tocqueville?
D.V.: No. Una parodia de Tocqueville. Porque ellos tienen siempre la cosa antinorteamericana, permanentemente. Él en especial. Es familiar, le jode, el mercantilismo, sobre todo, la cultura norteamericana, yankee, con “k” y doble “e”, eso hasta el ‘98. Desconfianza permanente. Pero en el caso de Sarmiento, el hijo se le muere en los brazos. Y él le escribe una carta al viejo –que no era viejo, era más joven que uno; que yo, por lo menos– que está en Estados Unidos, diciéndole todo lo que lo quiere, y tal y tal, y que eso contribuye a la idea de levantar su candidatura y tal y tal y tal y tal. Un hijo: Dominguito. Y cuando muere la hija de él, María Luisa, a la que ama… porque ahí hay un libro que lo tiene ahora Guillermo Korn, el romance con la primera mujer; no hay tal romance, entre otras cosas, porque era la prima. Lo casaron con la prima, que estaba embarazada, Catalina, el tío, bah Rosas, y su mamá, son los padrinos, y además para sacarlo de un fragote que había tenido con una chica francesa, que era una loca. Lo casan rápido con esta gorda, que además, ya te digo, vas viendo el itinerario… Pero él fantaseaba con la francesita, escaparse, toda la cosa romántica. Pero en este libro que acaba de sacar, digo, Planeta, no hay nada de eso: hay romances de Fulano y Perengano, de Catalina y de él. Mentira. Es falso. Está inflado. Pero el hecho concreto de que tienen cuatro hijos. ¿Cuándo tienen hijos? Cada vez que él baja de una guarnición. Pá, pá, pá, un hijo. Pero nada. Incluso, él vive afuera constantemente. No la tiene a la santa esposa en la frontera, ni en Paraguay. Y al tiempo, cuando raja, raja. Tendría que buscar lo que le dice a Roca de Sarmiento, que es impresionante. Esto es una libreta de notas, del Banco de Londres de Rosario, donde él anota la guita que le manda a la Catalina, su santa esposa, que está allá, pero diciéndole: hacé lo que quieras, cuánto más tengo que mandarte, ¿tanto?, tanto. Pero a quien ama él es a la hija. A quien ama es a la hermana. Esto sí, porque es breve, lo voy a buscar. Son las tres grandes minas de él. La madre… hay una carta que le manda a Cané, que dice “mímemela”, cuando ya está viejita. Eduarda… ¿ustedes vieron las fotos de Eduarda? Era una mina que además tenía un marido que no le daba bola. Se corta sola, en Estados Unidos, imaginate vos. Escribe todo esto, y el marido no está nombrado nunca. Es ésta, la hermanita: Eduarda. Escribidora, como él, y con una relación extensa. Mónica, segunda esposa, Manuelita, esposas. Arcos, amigos, Varela, amigo, Varela, amigo, monóculo, padre, madre, amigo, María Luisa, Eduarda. Hay maravillas. Digo, esto es un novelón de puta madre. Le escribe a Roca, en el ‘99. Vos fijáte que es un caballero que tiene 70 años. Le escribe y dice: una hermana que amé en extremo, en mi primera edad. Usted conoce estos abismos psicológicos. Es impresionante. Digo, por ese lado, esto y el momento en que muere la gorda Catalina, la prima, y vuelve a casarse con la segunda, que es una señora que tiene un papá con vento.
H.S.: Había una diferencia de edad entre Mansilla y ella.
D.V.: Muy grande. Desde ya. Hay una cosa que le escribe a Roca; Roca es el confidente que le falla. Le dice: estamos amelcochados.
A.C.: “Abismos psicológicos”, notable y la palabra “amelcochados”…
D.V.: Miel, miel, mezclado. Melcoche.
H.S.: ¿Qué pasa con la segunda esposa, Viñas?
D.V.: Y, está cansado, tiene deudas; siguen las deudas del año ‘30. Ahí tengo la del Banco Provincia de La Rioja.
H.S.: No se salva de las deudas.
D.V.: Está el testamento del viejo. Ya te digo, son dos hijos. Uno que se llama Lucio y una hija que se llama Lucía, en Francia. Los reconoce en el testamento, que le tiren unos mangos. Mansilla tiene, debe existir, ahora andáte allá a buscarlo, algún descendiente de un señor que se llamaba Mansilla, porque el viejo lo reconoció. Está en el testamento. Lucio Mansilla y Lucía Mansilla. Y dice el nombre de la señora, que vive en tal lado, y tal y cual. Es decir, que dispone del quinto, el viejo sistema para que le den unos mangos de su herencia. Pero él había gastado mucha guita, el viejo. Porque era riquísimo; toda la cosa saladeril, la gran industria. Obligado es la punta de la estancia en Ramallo y en San Nicolás. O sea, es un beneficiario directo de la gran industria, y de la acumulación de capital saladeril.
A.C.: El viejo Mansilla lo quiere poner a trabajar ahí.
D.V.: Sí, pero la opción –es el punto de partida– es: Rosas o Rousseau.
H.S.: La escena cuando el viejo lo ve leyendo.
D.V.: Es la escena inicial. La barba… lo americano, es un tópico: civilización o barbarie. ¿Cómo te hacés cargo de esto?; o te vas: Rousseau. Digo, eso con pequeñas alteraciones a lo largo del tiempo, es el eje.
H.S.: Me da la impresión de una escena que se resuelve rápidamente.
D.V.: Sin duda, lo despacha. Porque le dice: un sobrino de Rosas acá no puede leer Rousseau. Así que no joda. Y lo manda con pilas de monedas de oro. Abre el baúl, y tiene las pilas, y cartas, en la India; el pretexto es que va a comprar yute para bolsas, y toda la historia.
H.S.: Dos años de viaje.
D.V.: Eso es la historia; pegamos brincos, pero no importa. Uno cree que tiene un cierto elemento conductor, sin duda. Es decir, es la multiplicidad. Aparte que él goza con eso, con toda la idea del fregolismo, y los personajes, y tal y tal y tal. Te digo, acá… vamos muy desordenados, pero no importa. Hay descripciones que son sensacionales. Algunos tipos, fijáte, que tienen descendencias que se pusieron el “de”. Este es Santiago Estrada, justo acá, en el ‘70, lo ve en Río Cuarto: Mansilla echaba su párrafo con los franciscanos. Desesperaba a encargos al proveedor. Concedía o negaba amnistía a las mujeres. O prendía a los buenos viejos con algún episodio que los dejaba boquiabiertos. Mandaba a la cocina a las viejas, y tenía tiempo para expedir órdenes, escribir la correspondencia oficial, dictar centenares de epístolas, y atender al gran pensamiento que lo preocupaba. Consistía éste en restablecer, en primer lugar, la disciplina, y en segundo lugar avanzar sobre las fronteras del Río Quinto.
Digo, permanentemente el fregolismo. Es un ansioso; aparte, se aburre como una bestia. Por eso…
A.C.:Escribe.
D.V.: Y sí. Si no, se masturbaba. Ahí, ¿qué carajo hacés? Lo dice clarito: me aburro como una bestia. La guerra del Paraguay era la gloria, esto es una mierda. Entonces, inventa una aventura. ¿Qué aventura? Una aventura que está reñida con el proyecto oficial, digamos, con Gainza y con Sarmiento.
A.C.: La aventura como heterodoxia.
D.V.: Creo que es la culminación de la heterodoxia. Porque lo someten a proceso, acusado
de fusilamiento, está todo ahí, hay unos vecinos que piden que lo asciendan, cuestionan el pedido de los vecinos, porque dicen que las firmas son truchas, pero él argumenta que lógicamente son truchadas porque hay muchos que no saben escribir. Entonces, hay uno que escribe, con la misma letra, González, Menéndez, del Pino. Ese es un momento.
A.C.: La literatura, ¿cómo entra?
D.V.: La seducción por lo que es la figura del padre. Que no hay que olvidarse que tiene biblioteca ahí, donde está Rousseau. Es una biblioteca del siglo XVIII. Él es un neoclásico. Es rivadaviano y masón. Nunca fue bien visto por su cuñado. Se incorpora, a través del casamiento, con esta belleza federal, que es Agustina; pero siempre fue visto con mucha reticencia, el padre. Y él, lógicamente la relación con el padre, por ahí se superpone con la de Rosas. Pero permanentemente él intenta reivindicar, sobre todo después del ‘52, y frente a Amalia, y tal y tal, también anécdota remanyada, a su madre, que es agraviada en Amaliay a su padre, paralelamente. Esto lo llevaría a que, estos años 50 y tantos, el escándalo que tiene, lo provoca públicamente en un circo. El otro se manda guardar, dice “este loco”, no te cuento. “Loquito”, típica categoría. Lo expulsan de la ciudad, lo destierran. Destierro. Fijáte que yo estando en España… Lo desterraron: a un muchacho, lo desterraron, lo sacaron, no podía estar en Madrid.
A.C.:Literatura y destierro.
D.V.: No sé si nuestro código contempla esa figura. Usted no puede estar acá, tiene que irse. Te desterraban, lógicamente a Ushuaia, pero ya era pena, ibas en cana. Pues bien, va a parar a la cosa de…, confederal, están sus amigos. Los tipos modelos, de grandes familias federales, que es otro de los argumentos que él sostiene: no me jodan, a Rosas lo sirvió gente de primera. Ahí está el hijo de Alvear, y el hijo de Guido. Guido, secretario de San Martín. ¡No me jodan! ¿Cómo? Peronista de mierda. Perdón, un momentito. Con Perón hubo gente de primera, altos pitucos que lo sirvieron. Allá, análogo. La gran mayoría, con Caseros, cambiaron de camiseta. Al él, la camiseta no le da; tiene que irse. Se encuentra con esta gente. Y ahí, era un poblacho. Pensá lo que era Paraná en 1852; la capital de la Confederación. Paraná, Santa Fe. Empieza a hacer periodismo…
H.S.: Lleva un diario, ahí, que después pierde.
D.V.: Sí, esa es una historieta. Prácticamente toda su literatura está en permanente reproducción y reelaboración. Hay uno que es las Máximas, y tal, que incluso se publica dos y tres veces. Sin duda. Algunas cosas hay que tomarlas con cautela, porque miente por la libre, digamos. Digo, no es que mienta un invento total; siempre es verosímil lo que dice; pero la recompone.
H.S.: La fabricación de una leyenda.
D.V.: Y claro, lógico. Absolutamente. Roberto Arlt, para no abundar.
H.S.: A la manera del siglo XVIII francés, son tipos que suben a la escena.
D.V.: Claro, la cosa teatral, es. Me acuerdo que alguien me objetó: ¿qué querés decir con esto? Porque yo decía: teatralidad y teatrismo. La teatralidad es obvia; él la canta, la tematiza permanentemente. Pero también el teatrismo, la obsesión por el teatro, como que hace teatro al comienzo. Es decir, su comienzo después de Paraná es cuando se corre de la Confederación y ve que la cosa no va, se corre a Mitre, se corre a Buenos Aires, con la idea de la unidad por encima de los conflictos provincia-capital. Pero se corre, y lo designan en Rojas, se tiene que ir a Rojas. Pero ahí es donde él empieza a reflexionar mucho tiempo, joven, quiere hacer méritos, y reflexiona. Lee a Vigny, Grandezas y miserias militares. Permanentemente cita a Alfred de Vigny.
A.C.: Siempre la idea de llevar un diario…
D.V.: Claro, en momentos donde la gloria napoleónica ya se fue al carajo. Stendhal, Rojo y negro. Qué carrera para… para no aburrirte, al mismo tiempo, para hacer de tu vida una aventura. Teatro. Teatro. Típico, en un momento en que no hay actores argentinos, son actores españoles. Es un tópico. Sobre el ‘10 aparecen actores que vienen de la inmigración: los Podestá. Y empresarios que son de esos… y que se está armando, en función de una ideología roquista, la literatura nacional. Son 40 años antes, largos. Pero el eje es una venganza africana, Atarbul ¿Quién es? Es un negro. ¿Reivindica qué? Al padre y a la madre. Es un sublevado. Mirá, viejo, no hay que ser demasiado hipercrítico ni mucho menos: acá hay una proyección. Aparte, casualmente es teatral; que implica la tarea teatral.
Pero el momento de Rojas es fundamental, porque él escribe, de hecho, reescribe ya 60 y tantos, lo primero que él hace, que es el viaje a Benarabia… fijáte vos: Nissan, casualmente. Digo: la aventura exótica. Gide, todo eso. Gide, al lado de Nizan, y no te cuento Malraux. ¿En esa época qué? Bueno, Chateaubriand, vía Palestina. Digo, Flaubert, todos van a Oriente. Sarmiento había ido a Oriente. De Sarmiento a Roberto Arlt, pasando por este tipo. Y es lo primero que escribe. Es decir, que escribe ¿qué? Y, escribe lo que puede seducir más a un público porteño. Un público vip. O sea, alguien que cuenta un viaje exótico de un lugar que nadie conoce. Tiene dos redacciones: una al poco tiempo de llegar y otra en el 60 y tantos. Y lo repite que ni te cuento; siempre va a repetir esa historieta de su viaje.
Digo, esto para ese lado. Quizás… aprendés cosas, ¿no? Digo, continuos residuos, elementos residuales permanentemente. Es el comienzo del capitalismo. Vos fijáte, por ejemplo, Lesseps aparece en él y aparece en Sarmiento. Sarmiento lo conoce a Lesseps en Barcelona.
A.C.: Los canales…
D.V.: Claro, los grandes proyectos, gigantescos: Suez, Panamá, una locura. Es toda la segunda mitad…
H.S.: El deslumbramiento.
D.V.: Y ellos también son, es decir, Sarmiento también pone una empresa. Y este tipo también: busca oro.
H.S.: Esa admiración, Viñas, de un Mansilla, un Sarmiento por esos hombres de negocios, ¿qué relación hay con Voltaire?
D.V.: Está. Pero él es un tipo que maneja más… Digo, porque tenemos la lista de las bibliotecas de él.
H.S.:Habíamos pensado en preguntarle la cuestión de las lecturas de Mansilla.
D.V.: Ahí, yo pondría, para no enloquecerse con las listas, el Atarbul es una cosa de caballero, de Sue. Es un refrito que él hace. Judío errante, querido. El folletín loco. Aparte Sue, primera figura… al lado permanentemente de Balzac, y por ahí más chiquito Balzac. Esa era la figura. A esto otro que creo que es un itinerario. 1850-1900. De Sue a Barrés. Estoy sintetizando al máximo. De la cosa romántica melodramática que se verifica en su teatro, a este tipo que es el nacionalismo pasatista más fuerte, que aquí tiene una influencia fenomenal: Gálvez, Enrique Larreta; Toledo es Avila. Gálvez, el Diario de Gabriel Quiroga. Toda esa cosa del pasado, frente a los negros que avanzan. Quiénes son estos hijos de puta que vinieron de Esmirna, de Odessa y de Magoya, que rompen los forros. Y que además se cargan al jefe de policía. Eso es Barrés. Nacionalismo integral, sangre y tierra.
H.S.: Barrés, la Franciaprofunda.
D.V.: Este creo que es un itinerario fundamental. Pero concreto, además. No es una hipótesis. Tomo un título, punto uno. Acá está Vigny, perfecto. Veamos qué es Vigny. Yo me acuerdo cosas que leí hace muchos años: el chico que se suicida, ese, que es el modelo de Goethe…
A.C.: Werther.
D.V.: Se repite esa figura, pero se cae de la mata. Cómo se llamaba el personaje de Vigny, que ama a una actriz y entonces… Este itinerario es, ya te digo, la mitad del siglo XIX.
A.C.: Pero hay un interés fuerte de Mansilla por figuras de refinamiento intenso del estilo…A ver, ¿qué sacás ahora?
D.V.: À rebours

 

A.C.: Claro…

D.V.: Este es el momento más loco de él. Y después cuando se queda viudo, ahí lo tenemos. El super modelo es Charlus, de Proust. Es el momento que va de la muerte de la gorda, de la Catalina, que creo que es el ‘95, al ‘98, el segundo casamiento, cuando Roca le dice: viejo, cásese. En ese momento, la vida loca. París, Oscar Wilde, Charlus. Con este tipo, ya te digo, hay una correspondencia, alguna cosita se publicó en una revista. Más que emblemático, él le manda a este señor de regalo una piel de avestruz. Si eso no es la pampa de civilización y barbarie, que venga Cristo y me lo diga. Además, se supone que él le va a hacer encuadernar su ejemplar… aparte, los títulos de los libros de él son una maravilla. Pero esto es Rubén Darío al puro huevo. Pero mirá, está en los libros: El mundo de los cisnes. El tiene un encuentro, y escribe. Se encuentran en Plaza de Mayo, que él dice que se llama Plaza de la Victoria, con Rubén, en el ‘96. Digo, este es el momento más loco, que no quiero perderlo porque… Digo, está la correspondencia, que de casualidad apareció en el Archivo Nacional. Ni te cuento, con la letra dibujada de este tipo. Qué es un personaje… ya te digo… porque es más que… éste era muy popul… desde ya, patriota y todo lo demás; pero esto en el mundo del viploco, para decirlo bruscamente, el gran marica espectacular, que manejaba todo ese mundo. Saint Germain era…
A.C.: Saint Germain era de él…
D.V.: Ya te digo, correspondencia, mediaciones; hay un sobrino, García Mansilla, también Angelito Estrada, toda esa zona. Y el amante de este hombre, que es argentino.
H.S.:Tucumano, ¿no?
D.V.: Poemas de por medio.
H.S.: Ah, ¿hay poemas de por medio?
D.V.: Una maravilla, a mí me parece una maravilla. Fijáte vos, tiene una coherencia, al mismo tiempo; argentino en París, ya te digo, el 25 de mayo de 1910 está… esperáte que tengo que ir a buscarlo… Pasáme esa toalla que tengo calor. En Caras y Caretas escribe Charlus, Robert de Montesquieu escribe un artículo saludando a la Argentina, largo, y reivindicando a Iturri, diciendo que… está la fotografía de los dos. En el número de Caras y Caretas del 25 de mayo de 1910, típico, saluda al centenario argentino, y con ese motivo recuerda especialísimamente a su amigo, al que lo ayuda, lo sostiene cuando la familia lo fleta. Iturri. Hay poemas dedicados a Iturri, y desde ya, hay poemas dedicados a Mansilla.
Vos me preguntabas por el momento más heterodoxo. Y viejo, la papa, París. Pero imagináte, además qué momento. Es este momento. Digo que en cualquier rincón por ahí está Oscar Wilde. Hay alusiones, pero lógico, la noche loca, imagináte cuántos tipos estaban en la noche loca, cuántos eran, mil tipos en total. Se conocían todos.
H.S.: Era el tráfico entre ellos.
A.C.: El cabaret.
D.V.: Claro, cabaret, misas, efebos. Desde ya eso estaba. Hay alusiones.
A.C.:Opereta, y el arte cómico, también…
D.V.: Claro, divertite, viejo. París. Aparte, él la canta. Como él dice, mi Rubicón: hasta dónde voy a cruzar mi Rubicón. Pero él es un hombre de frontera. Permanentemente está cruzando; vive ahí.
Y el último capítulo del libro, viejo, que es París, naturalmente. Si hay un mito… Ahí hay cosas por todo lados; demasiado, porque tenés que seleccionar algo que diga… Aquí, en París, las señoras se atreven a hacer lo que les está vedado en Buenos Aires. 12 de febrero de 1906. Eso sigue funcionando al galope…
Al mismo tiempo es eso. Buenos Aires la ciudad de mi alma, la recuerdo locamente, vivo en París. El tironeo permanente. Se podría hacer una tesis desde esa situación con Mansilla en París, todo el siglo XX hasta los años ‘60 y Rayuela. Porque es un tópico, se cae de la mata. Es obvio. La obviedad consistiría en empezar a poner en foco, en primer plano, los matices de cada circunstancia.
H.S.: Viñas, la hago corta: hay un momento en que Popolisio cita, acá, y pone a Mansilla. Dice: aconteció que estando yo en Boulogne el año pasado me di un atracón de 25 novelas, en París. Devoraba las páginas; aquello era un vértigo. Mi cabeza, un tonel de las Danaides. A los dos o tres días ya no me acordaba el argumento, ni el título ni el autor de lo que me había tenido horas y horas tirado en una poltrona. Es ese vértigo del que usted viene hablando.
D.V.: Eso lo comenta en el diario, la última etapa. Usa un pseudónimo que es “Aeiou”, todo, todas las vocales. Y escribe permanentemente, y el estilo es muy correspondencia. Se llaman Páginas Brevesy Diario de un exiliado. En el diario de su amigote, que es el bueno de Manuel Láinez. Del ‘5, prácticamente hasta morir, en el año ‘11. Y con eso se distrae, porque le han arreglado, finalmente, sus sueldos, los tenía embargados. En el Banco Provincia, te decía, está la orden de embargo de él. Y, como no ha pagado, la deuda se ha acrecentado con los intereses desde el ‘90 hasta el Novecientos. Es Erdosain: adeuda permanentemente. Hay una carta conmovedora, que se la dirige a Sarmiento, que no se lo arregla. Eso es del ‘72, donde dice: arréglenme esto, estoy sin un céntimo. Digo ¿cómo conjura? Eso es Erdosain puro: se convierte en buscador de oro. Está toda la correspondencia del Paraguay, donde él cuenta minuciosamente su fracaso. Es conmovedor. Digo, porque además tenés el contexto.
A.C.: Para un hombre que toca el lugar de hombre público en el siglo XIX, en la Argentina, esta idea de una relación con el Estado, no hay dinero para él, quiero decir…
D.V.: O llega tarde. Son permanentes reclamaciones de dinero.
H.S.:¿Mansilla llega tarde, entonces, Viñas?
D.V.: No, es lo que él es. Ese es el punto de partida: cómo va conjurando a lo largo de 50 años la sombra del tío. Al principio lo hablamos: ser sobrino de Perón, hijo de Perón si vos querés, en el año ‘55 era un coñazo. Hoy, importa un corno, o por ahí es una exaltación: ¡así que vos sos hijo de Perón! Mirá vos, ¡peroncito! Qué sé yo. Digo, todo eso además inscripto en la reivindicación de toda una cosa patriarcal, la cosa española, la guerra esta de Cuba, todo eso. El Rosas de él es justo del ‘98. Hay ahí toda una inversión de estos tópicos, del disvalor barbarie o del valor civilización. La exaltación del campo empieza ahí hasta Don Segundo Sombra, a la raja, hasta la náusea. Límites del pensamiento liberal clásico.
Aparte de esa minusvalía permanente. Es evidente que, él lo dice, era príncipe. Su madre era una princesa de la corte de Palermo, Manuelita lo era, y lógicamente hay quienes lo bloquean siempre, es todo el liberalismo, es decir, Mitre, y La Nación. A algunos los liquidan políticamente. Bernardo de Irigoyen cuatro o cinco veces quiso cambiar de apellido, pero como había sido cortesano de Palermo, no salió de gobernador de la provincia de Buenos Aires, o de Ministro de Relaciones Exteriores. Esa no la remontó nunca. A Mansilla le costó; y el costo es permanentemente una soberbia, una insolencia, y por ahí, la negociación. Ahora, el momento de apogeo de él es, ¿qué momento? La primera modernización, el momento de Juárez Celman. Hay que ir a verlo. Ahí están las fotos. El palacio está. Lo van a tirar abajo. Sacaron el cartel de remate. Está hecho una ruina.
A.C.:¿Belgrano es eso?
D.V.: Sí. Cerquita de Juramento y la estación, a cuatro cuadras. Es Olazábal y algo. Es Lo que el viento se llevó; un caserón enorme que ha quedado en el medio de una manzana –era toda la manzana…
A.C.: Está el fantasma de la ruina, ¿no?
D.V.: De hecho. Ya es un tema. Está eso, permanente, en la minusvalía que implica lo que él tuvo, la edad de oro aquella, y cómo se le fue retaceando.
H.S.: Con Américo nos daba la impresión de que hereda ruinas.
D.V.: Entre otras cosas, lo dice. Se lo dice a Roca en la correspondencia. Le paga las deudas del padre, que dejó nada más que deudas, en la sucesión, y ya con la madre hay una cosa… la madre no tenía un mango, la ayudaba él. Y hay otro que está en el Congreso, donde le otorgan una…
A.C.:Pensión.
D.V.:Pensión por viuda de guerrero de la independencia. Yo creo que lo fundamental, como todo, todo esto son hipótesis y discusión, yo creo que él se consideraba el tipo más inteligente de todos. Decía: este boludo, qué viene… Porque lo pensás ahora, querido. Decía: ¿y este pelafustán es embajador en París? Este tipo es embajador en la UNESCO, el señor… Asís. ¿Asís embajador en la UNESCO… pero yo tengo que ser Cardenal. Además, en un espacio homogéneo. A uno le dicen: no, acá yo no entro. A este tipo, es impresionante la forma en que lo titea al ministro. Lo titea de una manera ignominiosa. Le da consejos, le dice: usted no entiende un carajo. Todo esto… Creo que ese es un eje.
A.C.:¿Refractario con el mundo, Mansilla, sin descendencia literaria?
D.V.: El mundo fue refractario con él. Porque él hace la campaña, lo levanta a Sarmiento. La anécdota es del nieto, que inventó cosas; pero de todas maneras, el eje de la anécdota es que le dice al viejo: usted es un hinchapelotas. Tenerlo de ministro de guerra, al menos.
A.C.: Cuando pensaba en descendencia literaria, pensaba que un tipo así, metido con el esteticismo, en París, pensaba que en Europa fueron a las vanguardias, a lo nuevo. Y acá ¿qué pasa con Mansilla y las vanguardias argentinas?
D.V.: Poco. Es un pequeño capítulo, que es, digamos, el capítulo de las valoraciones diversas, a lo largo del tiempo, de cómo lo ven a este tipo. Ya te digo, fundamentalmente La Nación, en su momento, cuando comenta, es un hombre joven el que lo hace, Muratore, que después fue ministro, y lo hace con iniciales, y él descifra, tal. Y el argumento es fundamental: el estilo de él, bárbaro; como historiador, es brillante el estilo, tal y tal; pero en su interpretación de Rosas… Porque hay reivindicación de Rosas. Así, así, con todo el proceso de Saldías, Quesada, desde ya hay una franja, que dice: señores, no jodamos. Groussac dice: no jodan más con la novela unitaria. Pero que lo quieran poner… y, fijáte que en esa secuencia, llegás a… Acabo de ver los billetes nuevos de 20 pesos: está Manuelita Rosas. Hay ahí una carpeta sobre Manuelita. Hicieron la estatua de… Digo: que ya no le importa un carajo a nadie, Rosas. Estatua, falseada, porque aparece entre gaucho y militar, y jamás de gaucho un cazzo. Menem. Ya es totalmente… es una figura de museo total. Salvo algún tipo del Instituto Juan Manuel de Rosas, que también se están muriendo todos. Que un tipo salga a reivindicar, la última fue Menem cuando lo trajo. Eso sería una línea.
Ya te digo, pondríamos en foco esto. Relaciones paternalistas con los tipos de la vanguardia. Desde ya, con Rubén, que lógicamente juega una complicidad por el lado éste, digamos, todo lo que sea A rebours, todo lo que sea ese mundo tira. Y él es, somos; el resto son unos pobres diablos. Con Martel, también, que sirve de nexo. Además, son hombres jóvenes, con quienes él establece una relación. Son artistas; esta ciudad se ha mercantilizado brutalmente. Eso, lo ponés hoy y tiene una resonancia, una vigencia impresionante. Y yo me repliego en mi casa. Vivo acá, esto, torre de marfil, Mansilla… con el resto, viejo, ¿qué querés que te diga? No va. En ese momento mucho más fuerte, porque además, un hombre que viene de un mundo de privilegios totales, en su infancia. Porque no sobrino de Perón, sino sobrino, además, de un tipo… Perón Anchorena, Perón, no sé qué, no sé quién puede ser que se superpusiera en una misma figura el poder político, el poder militar, 20 años, la mitología, y el mundo del gran dinero, además. Urquiza, ¿qué era? Era un hijo, era el teniente de Rosas. Porque Rosas no estuvo lo suficientemente lúcido como para organizar lo que tendría que haber organizado, en una perspectiva liberal, y el otro se llevó la gloria haciendo una marchita.
Las vanguardias. Ese sería un momento, de los que yo tengo chequeados. El momento siguiente es la gente del Centenario. En Nosotros, con motivo de la muerte, sale una nota de Julio Noé, casualmente, donde dice, no es respetuoso, es tolerante, condescendiente, habla lógicamente de ese libro, allá; pero últimamente, este señor era un fragmentarista. No tiene una obra. Esto lo encontrás en Rojas. Es la descalificación, con condescendencia también: no tiene una obra orgánica. Es un fragmentarista. Desde un juicio totalmente académico, del tipo género y estilo.
A.C.: Falta energía literaria.
D.V.: Es un tipo que escribe así…
H.S.: Causeries, pero no una novela.
D.V.: ¿Realmente reivindicación? Empiezan a ocuparse de él algunos tipos que habían sido vanguardia. Así como la vanguardia reivindica a Cambaceres y reedita, año 20 y tantos, que se detestaban, con este tipo; cuando Cambaceres y habla de un causeur, no habla de él, sino de Goyena. No se citan. Probablemente porque se parecían, en un espacio chiquito así. La cosa afrancesada, ni te cuento. Millonario, Cambaceres, tenía la casa acá, por cierto. Todo ese tipo de historia, novela de París, imagináte vos.
A.C.: Zola.
D.V.: Y él escribe Música sentimental, sobre unas putas en París. Digo, habría que ver; ahí hay un francés que trabajó, Zimmerman; es para seguir esa pista. Porque se tendrían que cruzar; no hay referencias, yo no he encontrado.
H.S.: ¿Y pista inglesa hay, en Mansilla?
D.V.: Sí, el clásico. Por ahí, ya siglo XVIII. El maneja citas; él mecanismo de las citas. ¿Qué es una cita? Es la autoiluminación; es una figura retórica, la cita. No necesariamente requiere la lectura sistemática de eso, sino una frase para colocar. Sea Cicerón, Séneca, Santo Tomás, o lo que se te dé la gana. Digo, una presencia. Siempre están los tipos con capital fuerte, ¿no? Clásicos. Algunos con mayor insistencia o no, como puede ser este caso, digo lo que se me ocurre en este momento: también en lo años de París, del ‘95, es Verlaine. Verlaine era un poligrillo, imagináte invitarlo a comer. Ir a buscarlo a Verlaine era como, qué sé yo, como si Borges, no, qué Borges, Enrique Larreta, aquí, pueda haber ido a buscarlo a González Tuñón.
H.S.: Ni sube a la casa de Verlaine, Mansilla: baja Verlaine.
D.V.: Claro.
H.S.: Lo espera con un carricoche, con un carruaje.
D.V.: Yo no he visto, en los 20, que haya… habría que ver las revistas. Sistemáticamente, yo no he encontrado consideración especial, yo no he encontrado. Lo que no quiere decir que no haya. Empieza, o reaparece un poco ¿quién? Es un tipo que viene de las vanguardias, que se corre y termina en el peronismo, pero como alto funcionario, que es Guglielmini, director, cátedra de Literatura Argentina, después de Rojas. Tiene un libro. Es un tipo que tenía lucidez, pero se fue evidentemente achatando de una manera impresionante. Gran curdela. A mí me tomó examen, un día, completamente pasado; quiero decir: ya era la degradación de un hombre. Así, ¿que alguien lo levantara? El viejo Martínez Estada, desde ya, porque él triangula, dice: Martín Fierro, Facundo, Amalia y Ranqueles. Lo cita en la Martín Fierro, pero una cita, como corroborante de lo que él está escribiendo, no que diga: acá hay un tipo que es fuera de serie. Yo te digo, hablando con profesores norteamericanos, varios, me dicen: si este hombre hubiera sido… es Mark Twain.
A.C.: Gran entusiasmo tuyo con Mansilla.
D.V.: Me doy manija, viejo.
A.C.: Hay un problema de interés…
D.V.: Creo que está condicionado por la ideología del marketing.
H.S.: Está el suplemento último que salió en Clarín, dedicado a Arlt.
D.V.: A Roberto Arlt. Pero es marketineo puro. Son los 20 años o los 300 años de la muerte de lo que sea, cien años de la vida…
H.S.: Yo leí ese suplemento, y me pareció…un estereotipo de la queja.
D.V.: Yo, en general, leo, y son refritos. Alguien que plantee un atisbo de algo distinto, no. Lo mismo con Borges. Se convierte en algo ritualizado. Con el agravante, en Borges, de que, no digo que esté organizado, pero el hecho concreto es que se da: la palabra es obliterar, oblitera, o sea, que tapona, en función de… Al inmovilismo. Acá ya lo tenemos: a Goethe, a Cervantes, a Shakespeare, todos juntos. Ya no hay nada más que hacer, está listo. Es la inmovilización de la historia. Es la mutilación de la imaginación. Es terrible, eso.
H.S.:Aniquilamiento.
D.V.: Es el fin de la historia, la inmovilidad. Está bien, aquí se llegó al máximo. Es la utopía liberal. Aquí, señores, esto es Hegel con el rey de Prusia. Se acabó la historia, ya está. Acá, lo que tenemos que hacer es ordenar este canon, punto.
A.C.:Cristalizaciones…
D.V.: Está instalado, lo de Borges, ni hablar; que ya no es Borges, eso, entendámonos. Ya no es la literatura, la producción, los textos de Borges.
A.C.: En el caso del siglo XIX la figura cristalizada es Sarmiento.
D.V.: Claro.
A.C.: Poner Mansilla entonces…
D.V.: Me parece que puede ser considerable, como alteración. Sobre todo que, al decir Mark Twain, hay una polémica por otro lado. Decí que algunos ya no están más, gente considerable, que era una santificación y una canonización indiscriminada de Henry James: ahí está, y esto es. Punto. Pero yo me acuerdo del viejo Hemingway, que decía: mi maestro es Mark Twain.
H.S.: Claro, vengo de ahí.
D.V.: Claro, pero vos lo decís, y sí, la literatura popular; son dos pobres diablos, dos chiquilines de mierda, que están en el Mississippi, y que hacen toda una loca aventura. Eso, vos decís, acá, quizás también el simetrismo, quizás uno haya contribuido, por mal dicho, o por mal pensado, desde ya, que era el simetrismo Borges/Arlt. Porque ya también acaba de salir otra cosa…
A.C.:Sarmiento/Alberdi
D.V.: En literatura, Facundo/Martín Fierro. Lo que pasa es que con Alberdi, tenés que darte una manija para leer algunos libros. Es un tipo para Natalio Botana.
H.S.:Mansilla estaba ahí. Y no lo leía nadie.
D.V.: El que habló de él, y de manera muy considerable, es Adolfo Prieto. Pero así, un trabajo sobre Mansilla… Hay un trabajo que, también, desde el aparato, un trabajo que tiene Alan Pauls, que es un buen trabajo sobre la figura del secretario y la figura del efecto. Hay trabajos; hay trabajos históricos que están bien, eh? De gente de provincia, digo, ya en la cosa erudita minuciosa. Hay prólogos, considerables, desde ya; te podría decir desde el de Sosnowsky hasta una cosa que hizo Mayer para Losada.
H.S.: El que hizo Gusmán.
D.V.: Bien, también, sin duda. Hay una cosa, está bien, yo discrepo con lo que ella plantea, que es esta señora que está en Estados Unidos, argentina…
A.C.:¿Ludmer?
D.V.: No, no, China es de este palo. Es una mina que hace mil años que está en Estados Unidos. ¿Cómo se llama?
A.C.: ¿Silvia Molloy?
D.V.: Sí, suele venir por acá; tiene escritas algunas novelas. Es la academia, ¿no? Cada vez la academia más reciente, el último cuzquito que se tiraron en no sé qué localidad de Estados Unidos, y ya sentís que Mansilla quedó por allá, y acá está haciendo esta señora un batido… Sin duda, maneja determinadas categorías, muy à la page, muy a la última cosita. Pero decís: Mansilla se te quedó allá; vos no conocés a Mansilla, perdonáme.
H.S.: Acá había uno que lo saqueaba a Mansilla, Osvaldo Lamborghini.
D.V.: Claro, pero no en el campo crítico, tomaba elementos como para hacer… otra producción, ya. Jugaba con citas, o con el personaje. Por ese lado. Desde ya que hacer una parodia de eso es relativamente fácil. Como que son victorianos. Pero descifrar ese mundo, esa cultura victoriana es decir… Pero ahora hay un neovictorianismo, políticamente correcto. Eso es totalmente victoriano. El delirio incondicional por la utopía de la cosa liberal.
A.C.: Locus amoenus. Ahora, el mundo victoriano, algo que está con énfasis en Mansilla, una mirada hipermoral, refractaria a la idea de que la entonación moral pueda proyectarse como sistema de curación, de corrección del mundo.
D.V.: Está bien planteado. Habría que ver cómo se juega él ahí. Digo, esa zona…
A.C.: Discurso moral contra la impostura, se ríe…
D.V.: Habría que ver en qué coyuntura, y en qué inflexión.
A.C.: En las Causeries. En Retratos.
H.S.: Ese relámpago…
A.C.: Golpes…
H.S.: En la observación.
D.V.: Desde ya. Habría que ver hasta dónde –que es el juego de él, permanente– él se enfrenta al código oficial, a la cultura victoriana, a la mentalidad victoriana, a la mentalidad de su grupo. Él es un tipo que está ahí. Siempre manifiesta casi como una necesidad visceral fundamental: su discrepancia. Marcar la diferencia: yo soy diferente. Permanentemente está eso. Creo que cada vez más, y al final él va –como toda su clase, también con matices, desde ya… Pero la influencia de la segunda mujer es fuerte, ¿eh?
H.S.: Un pesimismo activo.
D.V.: Sí, ya te digo: se acabó todo esto, aquello era fenomenal; mi mejor momento –lo dice– fue la época de Juárez. Yo fui presidente de la Cámara; aspiraba, en el ‘90… toc-toc, Lastiri, por ahí, presidente.
H.S.: Claro, carambola, y presidente. Y lo de la mujer, ¿cómo es eso, Viñas?
D.V.: Ahí habría que ver con mucha atención la serie, las máximas, y demás, las viene haciendo a lo largo del tiempo. La propuesta general sería ésta: se va haciendo cada vez más previsible. Como toda su clase, se va replegando, a la defensiva. Entra en una zona defensiva. Eso, la ciudad…Concretamente, citas en el diario, las últimas cosas. Toma partido por Dreyfus. En ese mismo momento tiene simpatía por Barrés. Es un antimaterialista, un espiritualista señorial, que exalta todos esos valores, ya te digo, más allá de lo que puede predominar en la clase. Pero en los intelectuales se ve esto mucho. A quienes cita, aparte de esto, en Renan, ya te digo, qué lugar le adjudican al intelectual. Lo dicen; algunos más explícitamente que otros, que no es simplemente ya el cuestionamiento de la cosa yankee, sino el avance de la cultura norteamericana. Eso ya está. Eso es Rubén Darío, y es tópico. Y es Ariel. Digo, el lugar donde lo aplauden más a Ariel es en Buenos Aires. Arieles una novela porteña. Ese tipo encontró la ecuación: exaltación del espiritualismo, aquello es cultura de parvenus, de tipos enriquecidos, etc., el mercantilismo.
A.C.: Esto contra la cultura protestante: beneficio, acumulación
D.V.: Está, también.
A.C.: En tensión con la tradición católica.
D.V.:Permanentemente, está enunciado el tópico: lo sajón, la cultura sajona, la cultura latina. A la náusea, ¿eh? Es vastísimo; no sé si con muchos matices. Quizás con inflexiones. La comida, la otra comida, la grosería, la sutileza.
A.C.: El humor.
D.V.: Allá el humor no le gusta ni medio. Más bien, Eduarda, ni te cuento: la exaltación de la cultura sureña, los caballeros, el general Lee, las damas encantadoras a la francesa, eso a la raja. Pero eso es grupo, ya. Digo, Groussac es brutal en su versión de los Estados Unidos. Algunos matizan, más, menos. Pero si lo comparás con Sarmiento, ni te cuento. Aquél queda fascinado, esto ya no va. Son todos hispanófilos, desde ya, ni hablar. Esto nos llevaría… la pregunta central tuya era el asunto de la moralidad. Y yo creo que están ahí los textos. Por ejemplo, en el tema mujeres. Es un tópico: él es un profesional de la mujer. Es un experto en mujeres. Y paulatinamente, yo creo que después de su segundo casamiento y la presencia de esta señora, religiosa practicante, los domingos a misa, ahí hay un repliegue considerable. Era lo que era; pedirle más… Pero esto, fijáte, respecto de sus adhesiones a lecturas y a nombres concretos. Decimos Barrés, y claro, es parte de su juego, permanentemente la cosa fronteriza de juguetear con la cosa bárbara en cuestionamiento de la presunta civilización de allá. Ahí, es Verlaine, la bohemia, o toda la vida loca del compañero Montesquieu. Concretamente: a favor de Dreyfus, aparece con frecuencia; cuestionamiento y reconocimiento de Zola, es decir, el reconocimiento es por la cultura europea. Es un maestro; ahora, es un maestro de la chanchería. Pero es un maestro. Es el escritor más conocido en el mundo, en ese momento. Matices, dos figuras aparentemente secundarias, pero decisivas, en definición: cita considerablemente a Droumont, y lo lleva Manuelito Ugarte a una reunión socialista, y no le gusta ni medio. Serían esos dos nombres. Digo, nombrados, no aludidos: para Mansilla, el amigo Droumont es un tipo que hay que tener en cuenta, diputado, además, por Argelia, nada menos, está en todas. Incluso el fervor socialista de este chico, Manuelito Ugarte. Eso, como elementos a tener en cuenta. Y efectivamente creo que… no es que crea, está en los textos: son cada vez más moralizantes. Habláme de otra cosa.
H.S.: Las mujeres.
D.V.: El problema es que está amelcochado con la señora. Además, ya te digo, él está fundido; ahí hay bienes gananciales; en fin, él dice que no son tantos, pero bueno, está el suegro, que tiene su misma edad, que es empresario en Londres. ¿Cómo se llamaban? Acopiadores. En San Nicolás. Torromé.
A.C.: El empresario del retrato…
H.S.:Buschenthal.
D.V.: Claro, eso es Paraná. Es un pendejo. Tiene 20 y pico de años, apenas. Son los dos grandes amigos, relaciones que tiene, extranjeros. En el caso de Buschenthal, por lo que dice, y lo que se puede inferir, es la típica cultura empresarial centroeuropea judía. Además, es el representante cuando Amaguá, nada menos, guerra del Paraguay. Yo me acuerdo, en Rosario hay una calle que se llama Amaguá. Era como acá podía ser Torquinst, con aval internacional. Que le enseña modales; él lo dice: cómo se pone una mesa… Todo eso, ya, respecto de su vida dandy.
A.C.: Circula una versión infame del tipo, pero él lo rescata.
D.V.: Desde ya, porque tiene encanto. Sabe hacer regalos, sabe tratar a los niños; seduce, es un gran seductor. Y lo que se puede presumir, ya te digo, le enseñó a poner una mesa, siendo un muchachón. Muy solo; ¿con quiénes hablaba? Él –dos europeos– y Dugatti, que es un aventurero que, como tantos, viene de los ejércitos, después de la pinchadura allá, viene acá. Yo no he podido encontrar más cosas de Buschenthal; pero las alusiones a Dugatti son permanentes. Él le compra, entre otras cosas, la quinta, cerca de Paraná. Y en esa zona, el mundo del juego. Fundamental. La carpeta, el despilfarro. La relación con el dinero. Ahí sí que podés… el enfrentamiento con la figura de Sarmiento, que es el acumulador…
A.C.:Aristocrático con el dinero.
D.V.:Derroche permanente.
A.C.: No acumula.
D.V.:Acumulación simbólica: el gran prestigio que da el dinero. Tendría que ir a buscar la otra carpeta; pero la correspondencia de Roca es muy impresionante, porque, como es padrino de casamiento, de acuerdo a lo que se puede inferir de la correspondencia, es quien le dice: viejo, pare la mano, usted está grande, arríe las velas, déjese de joder, cásese de nuevo. Incluso, como imagen de representante argentino. Claro, cuando el poder se ve con mucha nitidez, mucha potencia, y él en ese juego puede marcar permanentemente diferencias, está. La entrevista con Guillermo II, con el kaiser, es acojonante. Te digo simplemente esto: frente a la mirada del otro, dice: bueno, y éste qué carajo es, y lo mira con el monóculo. Es decir, que no se deja intimidar un carajo por este tipo intimidatorio, que era un profesional de la intimidación.
A.C.: Nunca fui criado de nadie, dice…
D.V.: Por eso te digo. Esa inflexión, la tiene. La entrevista con Francisco José, que tiene su misma edad, donde él le dice que está casado con una mujer muy joven. Y la entrevista con Nicolás II y su mujer. Dice: son dos pequeñoburgueses. Año ‘5, querido: Rusia, año ‘5.
H.S.: Es la diferencia de Mansilla en relación con el cholulismo actual de los intelectuales argentinos cuando viajan.
D.V.: No, a él le seduce contar que era amigo de la emperatriz Eugenia, y siempre insinuando que se la cogía.
H.S.: Pero cuando estaba en la escena, Viñas, si lo seguí bien, no se deja intimidar.
D.V.: No, no lo intimida nadie. Y las rupturas son muy duras. Sobre todo: interviene activamente. La de Sarmiento es más que notoria. La ruptura es muy dura; las cosas que llega a decir son despiadadas, en la Cámara, incluso, cuando el asunto de la estatua. Y la ruptura con Roca, también. Le dice: usted me ha defraudado. Digo, porque es una larga… Imagináte, es el padrino de su casamiento. Y de hecho, al designarlo Ministro en estos lados, le arregló la cosa, si no todo, en gran parte.
H.S.: La ruptura con Roca es dura.
D.V.: Sí. Desde ya, él quiere ir a París. En Berlín dice eso. Le escribe a Roca: nada menos a mí, ¿que me pase esto? Bajo a la calle y no puedo hablar con la gente. Se pone a estudiar. Pero no lo maneja. Su mujer sí maneja el alemán. Después, la insistencia, que es otra figura que está ahí: insiste permanentemente que lo nombren primer secretario de embajada, y no lo hacen. Lo trata muy mal al ministro de relaciones exteriores. Fijáte vos, al ministro, le dice esto, desde allá, desde la polvorienta: yo no pretendo, señor y amigo, ser el coronel más valiente; pero tengo la legítima pretensión de ser un jefe de frontera tan íntegro y tan cuidadoso como el que más. Le toma le pelo, dice: sírvase robarle a sus más altas ocupaciones una media hora. Le está tomando el pelo.
Evidentemente, no hizo carrera. Era políticamente incorrecto.
A.C.: Está claro.
H.S.: Eso que dijo antes, Viñas, era un refractario.
D.V.: El sistema. Él buscaba, viendo a ver cómo. Que lo reconocieran, esto que acaba de decir.
A.C.: Pero no agacha. Esa frase extraordinaria: trabajé para muchos, pero nunca fui criado de nadie.
D.V.:Totalmente correcto. Trabajó para Sarmiento, trabajó para Avellaneda, que es más amigo de él, pero un tipo muy blando, nunca lo corrobora. Además, es amiguito de Eduarda.
A.C.: Nunca “a sus órdenes”.
D.V.: No, no. Era su columna vertebral. Como lo tengo acá a mano, cómo lo trata a un ministro. Le da lecciones. Fijáte el fraseo: recuerde usted lo que le digo. Recuerde usted estas observaciones que, como amigo, etc. Hay algunas que son impresionantes. Porque tiene una capacidad para sintetizar en una frase.
A.C.:Aparte, la lengua de Mansilla…
D.V.: Sin duda.
A.C.:Siempre busca síntesis fuertes.
D.V.: Quiero decir: es siempre este movimiento. Cuando siente eso. Los tipos que van a París, dice: Yo a éste lo conocí. Se fue petaca y volvió baúl. Es que él siente que tiene un plus, respecto de quien sea. A lo sumo la emparda con algunos tipos que son de primera, donde él se sitúa. Es decir, si vos ves el orden de las Causeries, la primera está dedicada a Eduardo Wilde; la segunda, a Pellegrini. Son los tipos que él respeta.
A.C.: David, me parece que hay diferencias fuertes entre lo que escribís acerca de Mansilla en Literatura argentina y realidad política y esto que estás armando ahora para tu libro…
D.V.: ¿Vos querés decir que allá lo condeno?
A.C.: Y sí…
D.V.:Prejuicios ideológicos, viejo, prejuicios ideológicos… 

“Solo la prohibición puede mantener el negocio de las drogas”. Entrevista a Emilio Ruchansky

por Pablo E. Chacón

En Un mundo con drogas, el investigador y editor Emilio Ruchansky produce un texto -a medio camino entre la crónica antropológica, el registro de viajes y la reflexión jurídica- sobre el estatuto de las diversas sustancias, los derechos individuales, las formas de prevención y el lavado de dinero que cantidad de bancos, además de multiplicación de fuerzas represivas, convierten en un negocio millonario. El libro, publicado por el sello Random House Mondadori, lleva un prólogo del doctor Eugenio Raúl Zaffaroni, es un estudio que abarca no sólo a nuestro país sino a otros varios donde la cuestión de la legalización o la despenalización se discute como una cuestión de salud pública, vinculada a la reducción de daños. Ruchansky también es periodista y uno de los creadores e ideólogos de la revista THC.
¿Cómo presentarías a Un mundo con drogas? ¿Etnografía, crónica jurídica, manual libertario, todo eso o nada de eso?
En principio mucho de eso. En parte también es el diario de un momento urgente, el de la guerra a las drogas y las violaciones a los derechos humanos cometidas en su nombre en Colombia, México, Bolivia. Y ese diario consigna un lustro importante: 2010-2015. En estos años, Holanda tuvo una fuerte discusión por weed pass, que implicaba prohibir el acceso a extranjeros y reafirmó su política de mano blanda; Bolivia reclamó por la hoja de coca ante la ONU; por primera vez se vende cannabis para fines recreativos producido legalmente en el mundo, que es el caso de estado norteamericano de Colorado y finalmente Uruguay plantea, a nivel nacional, regular el mercado de marihuana, previendo el autocultivo, las farmacias y los clubes de membresía, inspirados en las asociaciones españolas descriptas en el libro. Y ese diario hecho libro tiene su sección parlamentaria, jurídica, médica, económica, cultural. En el fondo, por supuesto, espero sirva de manual libertario. 
El libro se abre con una presentación del doctor Eugenio Zaffaroni, que lo considera una pieza insoslayable para el actual debate. Ahora bien, ¿cuál es el estado del debate una vez que el paradigma de la guerra contra las drogas demostró su absoluta ineficacia?
Creo que hay un espíritu de flexibilización. Está ocurriendo en Ecuador, con más proporcionalidad en los delitos menores, como el caso de las mulas. Y también hay desorientación. Sobre esto último pensé cuando armé este estudio de casos. Muchos políticos y políticas están muy imbuidos de un discurso moralizante y en el peor de los casos punitivistas, al punto de proponer cadena perpetua por delitos de tráfico, penas más altas que la de homicidio simple. Tal vez, quiere permitirme soñar, sea por falta de información sobre modelos alternativos en tratamiento, reducción de daños y regulaciones. Hace un tiempo Víctor Hugo Morales estuvo en el Congreso, en una audiencia, y describió muy bien la situación en un plenario de comisiones de Diputados, en 2011, donde se plantearon proyectos de despenalización: Tenemos que darnos una nueva oportunidad, así como estamos, trabajamos para el narcotráfico, dijo.
La despenalización del uso personal de drogas para recreación o para lo que fuera, por lo general está puesto en serie con otros fenómenos polémicos: el aborto, la eutanasia. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Que tenemos un retraso en materia de derechos todavía. Y que tiene que saldarse. El aborto, el consumo de sustancias y la eutanasia tienen que ver con el derecho a disponer de nuestro propio cuerpo. Aunque no lo creas, en la Argentina estuvo penado, en algún momento, el intento de suicidio. No son cuestiones superficiales, ni burguesas y menos irrelevantes. Son profundamente humanas. No hay polémica. Hay atraso. Lo demás es un manto de hipocresía y mucha desinformación.
¿Cómo resultó conocer otras experiencias al respecto en otras partes del mundo? Lo de Suiza es muy impresionante. La duda que quizá quede si eso no es posible en un país chico, con alto PBI y poca gente. Lo pregunto.
Lo que me interesó mostrar de Suiza es como nace la reducción de daños y la seriedad y profundidad del enfoque. No me fijaría en el tamaño ni el PBI, me fijaría en algo más universal: el respeto por la autodeterminación. Me interesa la accesibilidad que plantea tener salas de consumo controlado, en el caso suizo es mayormente heroína inyectable y cocaína, si son la base de mejoras en la salud, la alimentación, el trabajo y la vivienda. Y más importante aún, implica un cambio de paradigma: disponer ayuda sin exigir que la persona deje de consumir. E desafío es encontrar dispositivos propios y entender la abstinencia como una opción, no como una regla.
Seguramente conocés Cerocerocero, el libro de Roberto Saviano. La impresión que queda es que la ilegalidad, el lavado de dinero, buena parte del sistema financiero mundial no podrían sostenerse sin esa ilegalidad. ¿Qué pensás? Y ya que estamos, ¿qué pensás de la fuga del Chapo Guzmán?
Para la timba financiera sería un golpe grande si ese dinero ilícito no existiera, hoy por hoy son impunes. El HSBC pagó una multa por lavar dinero de cárteles méxicanos en Estados Unidos. Una multa. Nadie preso. Solo la prohibición puede mantener este negocio. Siempre lo digo: no es un tema moral, es un tema económico. Del Chapo me sorprendió más la captura que esta nueva fuga.
Finalmente, ¿cómo creés que está la Argentina en materia de derecho penal y libertades públicas respecto de la cuestión, más todavía en épocas preelectorales?
Me parece que la materia penal nunca se pudo debatir ni mejorar. Los medios de comunicación tienen buena parte de la responsabilidad en el estancamiento, otra parte le cabe al arco político partidario. El anteproyecto de Código Penal, ya teniendo dos nuevos códigos aprobados, puede ser todavía un gran broche del mandato de la Presidenta. Ojalá también se reforme el Servicio Penitenciario Federal. Los marcos normativos no van a cambiar la realidad de la noche a la mañana, pero orientan y permiten tomar caminos alternativos en políticas públicas, como lo hizo la ley de Salud Mental y Adicciones.

(fuente: Telam)

Las hormigas cantan blues

(sobre “Otro día sin novedad”, de Román Mazzilli)

por Marcelo Percia

1.
¿Tener algo que contar cada día?
Anota Edmond Jabès: “No tener nada que decir y haber querido expresarlo”.
¿Narrar nada? ¿Relatar lo insignificante?
Arte poética, desde Horacio hasta Borges, ¿epístolas de las pasiones?
Admite Borges: “Mirar el río hecho de tiempo y agua / y recordar que el tiempo es otro río, / saber que nos perdemos como el río / y que los rostros pasan como el agua”.
¿Salir de cacería? ¿Asaltar la espontaneidad? ¿Agudizar la disponibilidad sensible?
Román Mazzilli practica la negación del sentido común.
Escribe (282): “Amo al vacío porque me permitió inventar sentidos”.
La sabiduría del arrebato no reside en el acto logrado, sino en la serena acción de descartes.
La poética del arrebato en Román Mazzilli no va por la billetera de los pensamientos, sino por el silencio.
Escribe (15): “El sol hace silencio / para que un colibrí / acaricie el aire”.
2.
Roza las cosas hasta desarraigarlas.
El Prólogo de Luis Gruss hace referencia a la fuerza del título del libro, dice: “La vida no se compone de noticias sino más bien de persistencias que de tanto en tanto deslumbran y alumbran como estrellas fugaces”.
¿Qué relación entre vida y novedad?
Sin novedad en el frente, la novela de Erich Maria Remarque (1929), relata la existencia como estados de guerra.
Román Mazzilli pasa las tropas a retiro.
Escribe (418) “Se acabó esta guerra que no tenía sentido. / No eran mías estas batallas”.
3.
Barthes piensa el haiku como espaciado en el que la vida respira.
Alberto Silva traduce así el poema de Bashô: “No pertenece /ni al alba ni al ocaso/ (flor del melón)”.
Poéticas de estados en las redes sociales se presenta como respiración antes que como inspiración.
Escribe (335): “El silencio / protege las semillas / en su temperatura justa”.
4.
Otro día sin novedadafronta el desafío de arrancarse de una sensibilidad kitsch.
Una sensibilidad no tanto sospechada por mal gusto como por el inmediato acople a las convenciones, a la imitación de las fórmulas usuales, para decir algo emocionante: la búsqueda del agrado empleando cánones sentimentales.
Escribe (312): “Estoy anémico de trascendencia y no hay caso: no hay transfusiones de sentido”.
5.
¿Una poética de la perplejidad, una narrativa que deambula?
Pensamientos de los intersticios como musgos que crecen en las sombras, sobre piedras, cortezas de árboles, suelos abandonados, en las aguas que fluyen o que mueren estancadas.
¿Estados de soledad?
¿Entrega de pensamientos intermitentes?
Román Mazzilli practica insights, chispazos de pasiones, en las redes sociales.
Apunta Handke en El peso del mundo: “Espero pacientemente pensamientos que no quiero. Esos son los que cuentan”
Señala en el Prólogo Luis Gruss: “…las intensas y provocadoras ocurrencias de Mazzilli se inscriben en una especie de mundo paralelo. A cada paso nos interpelan, nos perturban, nos obligan a volver a pensar justamente eso que creíamos resuelto”.
6.
Román Mazzilli comienza como quien traduce por escrito algo que observa, pero de repente interviene el paisaje plano de las cosas con la impertinencia de una intención dormida que parece abrir los ojos en ese momento.
Escribe (9): “Veo pasar la vida desde la ventanilla de un tren. Pero a mí lo que me gusta son los abrazos en los andenes”.
7.
¿Qué intimidad posible entre pensamientos y vida?
Benjamin, en El narrador, vislumbra el agotamiento de la experiencia: la trasformación de las criaturas vivientes en autómatas de la modernidad.
La vida social cultiva rutinas, estándares, recorridos intercambiables. La llamada cotidianeidad se despliega como previsible cadena de trámites. Las anécdotas como burocracias de detalles diarios.
Kafka entrevé la vida personal como expediente.
El sueño de una marca única, de una existencia singular, se desvanece.
La producción en serie de las percepciones de todos los días fabrica horizontes previsibles.
¿Cómo liberar la mirada?
Román Mazzilli no confía en las historias que se le presentan.
Vive el tedio de los pensamientos prefabricados.
Escribe (215): “Si es aburrido no sirve. / Si es solemne no enamora”.
8.
¿Pensar evanescencias? ¿Errar sin brújula como En el camino de Jack Kerouac?
En Otro día sin novedad el narrador se vuelve latido de percepciones heridas, sospechadas.
Escribe (2): “Perdí los mapas, la brújula, el gps. / Perdí las pastillas, la dirección del analista, la receta del doctor”.
Momento en el que sobreviene el asombro. Instante en el que mirando un partido de fútbol por televisión la pelota que sigue la cámara sale de cuadro sin que se sepa si volverá aparecer.
Tanto Freud (más allá del principio del placer) como Piaget (noción de objeto permanente) rodearon de razones el encanto de ese juego que cautiva a las criaturas pequeñas cuando un adulto se cubre el rostro exclamando enseguida con una sonrisa: ¡Acá está!
Instante de vacilación en el que cualquier cosa puede pasar.
Escribe (263): “Que el yo-yo no sea nuestro juego preferido”.
9.
¿Extrañamiento de los automatismos para que lo mínimo estalle en todas partes?
Román Mazzilli practica una poética del desarraigo.
Escribe (3): “La próxima vez me vestiré mejor. Voy a ponerme una camisa de fuerza”.
10.
¿Violentar a otro poniéndolo o sacándolo de un lugar o una idea?
Malicias del poder apenas atemperadas por pedagogías morales o estéticas.
Simone Weil advierte que sacar a otro del lugar en el que vive seguro equivale a una violación, pero la tentativa del desprendimiento de las adherencias, en las que vivimos como parásitos inmóviles, se presenta como movimiento liberador.
La poética de Román Mazzilli no predica nada, y, sin embargo, incita movimientos.
Escribe (148): “¿Se puede ser un murciélago con anteojos de sol?”.
11.
La danza guarda, en secreto, el momento en que una sombra aprovecha la distracción del cuerpo, la luz, la conciencia, para desprenderse de lo proyectado.
Escribe (16): “Hay una danza que espera que la invente, un giro, un salto, una caída”.
12.
Adorno en Minima moralia apela a una astucia para emanciparse de pensamientos de oficio: “no sentirse en casa estando en casa”.
¿Enrarecer lo familiar?
El mismo pasadizo por el que se ingresa a lo siniestro conduce a lo maravilloso.
Román Mazzilli, ¿ensaya el extrañamiento o distanciamiento brechtiano?
Escribe: (14) “No hay paisaje / que el viento no cambie”.
Escribe (134): “Soy extranjero a ambos lados de la frontera”.
13.
¿Estados de disponibilidad para atender extravíos?
No impedir que la vida acontezca inesperada.
Benjamin, en El libro de los pasajes, copia una cita de los Manuscritos de Marx que dice: “La reforma de la conciencia consiste en despertar al mundo… del sueño que sueña sobre sí mismo”.
La cita dice despertar al mundo del sueño, no despertar a la conciencia. Marx advierte que eso que se llama conciencia destella como derivado de emanaciones sociales que sueñan mundos sobre los que, luego, el capitalismo impera.
Se proponía despertar mundos: liberar otros modos de vivir en común sobre la tierra.
Román Mazzilli ofrece instantáneas de la oportunidad.
Escribe (120): “Todo ese ruido, es solo el eco de un mundo que ya no está. / Te invito a este silencio, para comenzar”.
14.
Benjamin sugiere conservar del surrealismo lo que llama iluminación profana (no religiosa ni mística). Una inteligencia no provocada por el haschisch, el opio o demás drogas, sino por el cuestionamiento político de la mirada histórica que hace de la vida algo ya sucedido: la culminación de un destino.
Benjamin propone objetar el sentido congelado de la inmediatez del presente, interrumpir los flujos de significaciones sociales continuas.
La iluminación profana no consiste en emborracharse, sino en sorber de la ebriedad fuerzas que impulsen.
No se trata de embriagarse, apabullando la química nerviosa de la percepción, sino sorber las potencias de la embriaguez.
No se trata de descontrolarse, sino de aprender el arte del descontrol como corrosivo que abre candados.
Así como no se trata de enamorarse, sino de aprender las fuerzas del amor para deshacer lazos que fijan el cuerpo al cautiverio de los días.
Román Mazzilli sabe que, sin ansiedad ni nerviosismos, el arrebato deja pasar automatismos.
Escribe (146): “Hay una sola cosa sagrada en la vida: todo”.
15.
Otro día sin novedadpractica epifanías: hace aparecer por encima de lo pensado, vapores gestantes de lo impensado.
Irradiaciones que excedan los hábitos que se piensan como desprendidos de las cosas que pasan.
Escribe (6): “Voy a controlar la respiración, / voy a poner a dieta los latidos, / voy a explicarle matemática a los bebés recién nacidos”.
16.
Román Mazzilli ensaya la iluminación profana: acciones de pensamientos que no pretenden iluminar nada, ni revelar un misterio, ni trascender iniciando a otros.
Profanaporque no trata de ligar adeptos ni disciplinar en torno a una verdad.
Iluminaciónque no ilumina, que descompone un haz de luz en un arco de matices que se insinúan un instante antes de manifestarse.
Escribe (91): “A más luz, más ceguera. / Yo solo abro los ojos / cuando todo está oscuro”.
17.
¿Introspección? ¿Narcisismo de las sensaciones personales? ¿Solipsismo vicioso del yo?
Escribe (88): “¿Será la costumbre tu verdadera adicción?”.
Andar al asecho o practicar el arrebato desprenden movimientos que no se relacionan con la mística de la introspección.
No hay adentro ni afuera en el umbral, sino caricia de los pasajes que capturan nada.
Derrida desliza, al presentar un artículo de Nicolas Abraham, la expresión eclipsándome en el umbral.
Escribe (416): “Yo giro, giro, giro / y supongo que habrá un sol”.
18.
Román Mazzilli amanece como los detectives de la novela negra expulsados de la policía, que extenuados, tras una larga noche de insomnio, se componen con una ducha, una afeitada, un café cargado para recibir a una desprotegida y rica cliente rubia de la que se enamoran por las mañanas.
Escribe (15): “La noche (…) me dejó despabilado en su oscuridad”.
19.
Román Mazzilli deja que la sorpresa lo asalte.
Escribe (26): “La luna provoca mareas en mi boca”.
20.
¿Captar minucias?
Sacudir el paño del día vivido para hacer flotar partículas de polvo a contraluz.
Escribe (29): “Si el aire se torna espeso, / ¿seguirán asomando los delfines?”.
21.
Todavía cualquier escritura pasa, en algún momento, por la aduana de la formas.
¿Qué tipo de poética la de estados en las redes sociales? ¿Habrá que catalogar un género facebook? ¿Urgente e intermitente?
¿El relato de lo cotidiano puede eludir el costumbrismo de lo establecido?
Escribe (60): “Cociné al fuego un morrón y una papa con cáscara. No es una cena. Es una constatación”.
22.
¿Vagabundeos de quien se pasea por los días como el flâneurde Benjamin?
¿El encanto no está en los días sino en el paseo?
¿Contar lo que pasa inadvertido?
Escribe (80): “El viento no desacomoda, no despeina, no amontona. Pone las cosas en su lugar, mientras las hormigas cantan un blues en esa hilera”.
23.
En la versión castellana de Ser y tiempode Heidegger, Gaos traduce la palabra alemana Neugier (curiosidad) con la expresión avidez de novedades.
Heidegger actualiza una reacción conservadora ante la vacuidad del capitalismo de masas. Apela a la idea de autenticidad.
Piensa la avidez de novedades como curiosidad malsana de la evasión de la verdad de sí.
La crítica de la sociedad de consumo interesa cuando observa que la avidez por lo nuevo evita la espera.
Heidegger advierte una curiosidad ansiosa que consume lo nuevo sin demora en lo que acaba de llegar.
Una avidez urgida, que muda enseguida tras lo obtenido: que salta de una cosa a otra.
Nerviosismo consumidor sin sosiego, que vive la espera como angustia.
La novedad como ansia que huye del instante.
¿La avidez de novedades como existencia inauténtica? ¿A qué existencia le correspondería el nombre de auténtica?
¿La novedad como turismo ansioso que va de un lugar a otro: como consumo de momentos?
La avidez de novedades no actúa por impulso de ir más allá de lo existente ni como entusiasmo por la ilimitada posibilidad de lo posible.
La idea de avidez (que evoca las de ansiedad, codicia, ambición) sitúa un nerviosismo depredador.
Avidezcomo eso que Néstor Perlongher llama nausea imprecisa.
Román Mazzilli admite que no se puede comer el pez dibujado sobre la arena.
Escribe (256): “No insistas. / El consumo no es un instinto”.
24.
Asedian las narrativas del yo bajo la forma de un noticiero personal.
Se escucha en las conversaciones entre amigos: decime los titulares.
Escribe (103): “¿Quién te impone los temas de su agenda?”.
25.
¿La lentitud de la vida transcurre sin novedad?
Suele llamarse lentitud a la imperceptible velocidad del instante.
Escribe (290): “Y hay algo en mí, como una moneda haciendo equilibrio de canto, que sabe que todo, todo, está ocurriendo en este mismo instante”.
26.
¿La autobiografía como género obsesionado por coleccionar novedades?
¿Empeñar la existencia en producir noticias?
La dramaturga Vive Tellas propicia la idea de biodrama, que inspira un teatro fuera del teatro, tratando de localizar un umbral mínimo de ficción en la anécdota personal: algo así hace Román Mazzilli cuando atiende lo que le está pasando.
Escribe (376): “La ciencia ficción es el género literario más apropiado para escribir una autobiografía”.
27.
Los puentes unen tanto como separan.
Escribe (79): “Vos seguí pontificando, que los demás ni se enteran”.
28.
¿Cómo se practica la amistad en las redes sociales? ¿Los textos de este libro están desencadenados por la recepción calculada de quienes están en red? ¿El campo de expectaciones provoca ideas que se trasfieren a través del teclado?
Escribe (322): “Sí, todo bien. El otro, el encuentro, la confianza. El amor, la amistad, / la conexión. Todo bien. El trabajo en equipo, la creación colectiva, los / grupos, las parejas. Todo bien. El enriquecimiento mutuo, el mundo / compartido, las afinidades. / Todo bien. / Solo que a veces la gente me da miedo”.
Tobías Wolff, tras la muerte de Raymond Carver, relata que la amistad que tenían consistía en el gusto por narrarse historias.
La gramática de la amistad, tal vez, siempre late en el deseo de contar algo.
Recuerda Wolff que Ray componía un narrador que hablaba con una voz secreta y apagada de modo que hacía que él tuviera que inclinarse para escucharlo. Hacía de cualquier cosa una confidencia y, en ocasiones, se detenía para mirar a los costados como si temiera la presencia de un espía.
Ray era, también, un oyente. Alguien con una atención depredadora, que escuchaba con la cabeza inclinada y un brillo en un ojo entrecerrado como si fuera un cazador haciendo puntería.
Wolff admite que la expectación de Ray por escuchar historias lo llevaba a contar cosas que no eran ciertas. Entre ellos había una coartada que alentaba esos inventos: “Las palabras salieron caminando de mi boca”.
¿Quién habla cuando las palabras salen caminando de una boca? ¿Esas palabras expresan la voluntad de alguien? ¿Se escapan porque estaban retenidas?
La magia del tener algo que contar reside en que haya alguien en el que habite el deseo de escuchar.
Román Mazzilli no cede al elogio de lo colectivo.
Escribe (322): “Solo que a veces la gente me da miedo”.
29.
Macedonio Fernández en Papeles de Recienvenido, ¿parodia la idea de novedad?
Anota: “No os sobrevengo con la novedad de que se acabó el Infinito; ni la de que este mundo se ha combinado con todos los botones cosidos flojos como traje hecho (con lo cual uno se cree nuevo y lo creen nuevo); ni la de que el hombre que se ubicó en el vacío para vivir eternamente, se abanicaba. (…) Ni disertaré sobre el Suspiro Irrompible o Los Anteojos de No Ver, ahumados. (…) la única noticia que busco es la de que no se haya perdido la cosecha de huevos de gallo”.
30.
El capitalismo necesita la novedad.
Si todo se volviera novedad, ¿desaparecería la idea de novedad?
Alguna vez se supo de la existencia de la AMHSN(Asociación Mundial de Hablantes Sin Novedad).
Voces de la agrupación abrieron la undécima asamblea bianual así:
“Queridos y queridas hemos venido hasta aquí para constatar que en estos largos y fructíferos años no ha pasado nada digno de contarse. Estamos en condiciones de afirmar que si este encuentro no se estuviera realizando, ocurriría lo mismo que lo que está sucediendo ahora.
Es cierto, en los albores de nuestro movimiento no teníamos nada que contar tras un arduo trabajo de descarte y anulación de grandes y pequeños hechos.
Nuestros mejores intelectuales ponían empeño en demostrar que en el universo acontece una e infinitas veces lo mismo.
Todavía recordamos el día de la gran hoguera de las anécdotas.
Pero, en algún momento, sin que nos diéramos cuenta, la falta de novedad se presentó como fatalidad serena e involuntaria.
Y sin que sepamos cuando, nos encontraremos un día (del que no tendremos noticia) en el que ya nadie tenga nada qué decir: algarabía de una comunidad de hablantes que no comuniquen nada.
Si alguien osara ensayar, por dar un ejemplo, un primer beso, de inmediato todas y todos los vivientes ensayarían besos primeros para evitar cualquier riesgo de novedad. Lo mismo ocurriría con cortes de pelo o pasos de baile.
Una comunidad respetuosa de la nada solidaria.
Cualquier poder quedaría cancelado: si alguien diera una orden, todas las criaturas darían una orden de modo que no habría nadie en condiciones de obedecer.
Un mundo sin novedad derramaría justicia e igualdad sin que fuera necesario anunciar esas conquistas.
Esta undécima reunión (cada una de nuestras reuniones llevan este número arbitrario) sin antecedentes ni consecuencias, sin día ni hora o lugar, sin reunidos, sin reunión, se celebra sin celebrar.
Sin presidentes ni secretarios, con voceros y voceras que se presentan como interminables y continuos ecos hablantes. Ecos no venidos de ningún lado que no se terminan de apagar.
En algún pliegue de esas voces se ha proclamado el derecho de cualquier hecho, por ínfimo que se considere, a devenir narrado con iguales méritos, razones y olvidos.
Para terminar, nos despedimos deseando un futuro falto de novedad”.
31.
Movimientos sutiles de la reacción intentaron anular la potencia del libro de Román Mazzilli anunciándolo entre las novedades editoriales en suplementos culturales.
32.
Un caracol, el guante perdido de un pescador ausente, una piedra, la pluma blanca de un ave, el resto de un conchilla, la línea que dibuja la marea, una huella, cada cosa (entre innumerables cosas vivas) serpentea como instante sin novedad en una orilla.
Escribe (128): “Silencio hay en mi boca. / Es una flor silvestre / que creció sola”.
33.
Admite Novalis que si queremos concebir la vida conviene concebirla incompleta.
No pensamos para anunciar o discernir lo dado, sino para resguardar lo inesperado.
Si el diapasón del sentido común confirma la persistencia mecánica de lo ya dicho, los fragmentos de Román Mazzilli dicen atonalidades: ruidos que no se registran.
Lo misterioso no reside en el secreto del ser, sino en el estar no siendo.
Escribe (327): “Cuando el mensaje institucional es ‘tú puedes ser lo que te propongas’, la letra chica dice ‘nosotros te vamos a decir hasta dónde vas a llegar’”.
34.
Tal vez el ready made de Duchamp se presente como chiste o iluminación profana.
Nada más instalado en el paisaje uniforme de las cosas que un objeto fabricado en serie en la sociedad de masas.
Una mesa está codificada como una tabla con cuatro patas que sirve de apoyo, aunque el diseño trate de desacostumbrar la percepción.
Duchamp no embellece el mingitorio, lo vuelve risible, transformándolo en fuente.
Román Mazzilli no duplica lo que ve, lo arranca del paisaje de las cosas, lo pega en la página y teclea enviar.
Practica ready-made que trastorna experiencias.
Escribe (136): “Mi alma está partida de nacimiento”.
Escribe (237): “Voy a hablar bajito, porque hay gente que tiene dólares de cabeza…”.
35.
En El placer del texto, anota Barthes: “…sólo lo nuevo trastorna (enferma) la conciencia (¿ocurre esto fácilmente? no lo creo; nueve veces sobre diez lo nuevo no es más que el estereotipo de la novedad)”.
Para Barthes lo nuevo no equivale a la novedad, mientras la novedad aplaca el deseo de lo nuevo ofreciéndole la moda, lo nuevo se presenta como inaudito que respira tras el desprendimiento de lo existente.
Román Mazzilli sigue las pistas de pacientes lombrices.
Escribe (126): “La dislexia ¿es una enfermedad o un acto revolucionario?”.
36.
¿Qué abriga en el desamparo de la historia?
Roberto Arlt en una polémica con Rodolfo Ghioldi (en la década del treinta del siglo pasado) en la que argumenta sobre el papel del cine, sugiere que la mayoría de mujeres obreras no saben quién es Carlos Marx, pero casi todas ellas saben cómo besa Rodolfo Valentino.
Román Mazzilli confía en la revuelta de las terrazas.
Escribe (156): “Un abrazo tiene más información que el manifiesto comunista”.
37.
Se confunde novedad también con devenir.
El devenir supone un pasaje hacia el movimiento incesante de lo que vive no siendo.
La novedad supone la llegada de algo que ya es siendo todavía no alcanzado.
La novedad aterriza como última forma o noticia de lo sucedido.
Mientras el devenir no sabe lo que sobreviene, la novedad se presenta con un manual de instrucciones.
El devenir se podría pensar no como pasaje de lo nuevo a lo nuevo, sino como pasaje a lo inesperado.
No está en juego tanto lo nuevo como la espera: una espera que no espera algo, que se abre en lo inesperado.
Escribe (17): “El caminante se va transformando a medida que camina”.
38.
Descartes relata circunstancias de su vida, Montaigne hace de las circunstancias que vive fuentes de sus ensayos.
Desde entonces la intimidad se relata con voracidad: con Otro día sin novedad asistimos al crepúsculo de los relatos del yo.
39.
Las ilustraciones de Mariana Szulman que acompañan este libro ofrecen sombras. Presencias silenciosas, siluetas que atestiguan los contornos de cuerpos.
Manchas en páginas habitadas por la soledad de las palabras.
40.
Una paráfrasis de una ocurrencia de Goethe: cuando teníamos dieciocho años, el mundo también tenía dieciocho años y todo estaba por hacerse, pero ahora que llevamos alrededor de sesenta (y el universo resplandece con más de trece mil millones de años), celebramos con sereno entusiasmo otro día sin novedad.

¿Qué puede un cuerpo (cuando se lo convierte en fetiche)?

por Alejandra Lindman, Diego Sztulwark y Pedro Yagüe

El fetichismo del cuerpo consiste en el hecho de atribuir al cuerpo humano unos valores-imagen separados del cuerpo de los afectos. Cuando Spinoza se preguntaba, allá por el siglo XVII, qué puede la fábrica del cuerpo humano, la disputa central era contra la teología y el racionalismo cristiano a la Descartes. Ante el cuerpo devaluado por la cultura monoteísta o racionalista, el “paralelismo” (término que se adjudica al spinozismo, sin haber sido empleado nunca por Spinoza mismo) entre cuerpo-alma, tal y como viene postulado y demostrado en la Proposición VII del Libro II (con su Escolio respectivo) procuraba salvar al alma (la mente, el pensamiento) de los poderes espirituales y políticos que la querían obediente bajo el peso de la moral (para la cual el cuerpo era sólo objeto de vergüenza y negación).
En el Libro II de la Ética, el filósofo, empeñado en comprender el alma humana, concluye (Proposición XIII) que la realidad del alma es ser idea del cuerpo, y que el alma es tan perfecta como perfección tiene el cuerpo actual del cual es idea. En efecto, el cuerpo puede afectar y ser afectado de muchas formas simultáneamente, y sólo por eso el alma puede percibir igualmente muchas formas. En el Prefacio al Libro III, acerca de los afectos, hay un duro ataque contra todos aquéllos que se burlan de la naturaleza del cuerpo humano, ignorando que no existe en él vicio alguno. Spinoza grita en su Ética: se ha inoculado en el cuerpo humano motivos de vergüenza, se ha depositado en él toda la negatividad que se le atribuyen a las pasiones, esa materia demasiado humana que se supone que el pensamiento debiera dominar. Pero esa alma, ese pensamiento que se cree libre, es en verdad una proyección lógica, un ideal moral introyectado. Spinoza desarticula la idea de que las cosas tengan un fin, un objetivo de su existencia que les haga de modelo y divida lo real. Es en el cuerpo donde Spinoza encuentra una dimensión que, devuelta a su materialidad, rompe las proyecciones lógicas del idealismo de su época. El cuerpo como dispositivo desplaza la lógica y reabrre la experimentación como verificador de caminos de potencia. El cuerpo, dice Gilles Deleuze, actúa en la Ética como “modelo del pensamiento”.
¿Por qué postular que el cuerpo es modelo del pensamiento?
La teología y la moral nos habían dicho que el cuerpo es un reflejo inferior respecto del alma. “No se sabe lo que puede un cuerpo” es el grito spinozista que rompe con el peso del idealismo de su época, pero ¿sigue siendo válido ese grito hoy? Cuatro siglos después, cuando el cuerpo sí se toma en cuenta aunque capturado como mercancía y fetiche,  ¿conserva su vigencia el proyecto de tomar al cuerpo como modelo para el pensamiento? En esta época, en la cual la cultura de la imagen ha pasado a tener un lugar central ¿qué entendemos por el poder de los cuerpos?
El corporalismo propone un cuerpo para el consumo: “tener un buen cuerpo”: bello, modelado, saludable. Valores todos que surgen de las exigencias y parámetros del mercado. Nociones como “experiencia intensa” o “vence tu límite” ya no surgen de viejas sabidurías, sino que circulan como consignas de creativos publicitarios, pagos por los departamentos de ventas de las grandes empresas. Este nuevo corporalismo no sólo propone un cuidado y un tipo de experiencia-sin-experimentación de nuestro cuerpo, sino que también lo concibe como un bien a ser utilizado. El cuerpo aparece como una pertenencia del individuo mediante la cual éste puede satisfacer libremente sus propios deseos. Como toda mercancía, el cuerpo que nos ofrece el mercado tiene también un valor de uso. Pero entonces, ¿nos sirve todavía aquel grito spinozista del siglo XVII contra el sistema del idealismo? ¿O sucede más bien que necesitamos gritar a favor del “paralelismo”?
¿El cuerpo como contrapoder?
Ahora bien, cabe preguntarnos ¿es tan diferente la metafísica del alma (teológico-racionalista) del occidente europeo, esas a las cuales el spinozismo oponía al cuerpo como contrapoder, de la que orienta al neoliberalismo contemporáneo y su imagen del cuerpo?
El cuerpo como imagen-mercancía, puesto a crear valor en cada uno de sus actos, envuelto en un constante trabajo empresarial sobre sí, ya no puede obrar como contra-poder alguno. No al menos, cuando el imperativo de cada vida es la de desenvolverse como un capital que se valoriza en el mercado dándole de ese modo sus capacidades de inserción y venta de sí mismo para la obtención de una renta. Es un cuerpo presentado como un bien, disociado del individuo que “lo posee”, y en el que se puede intervenir libremente para volverlo más rentable. 
De allí que nos volvamos a preguntar: los discursos criticos actuales que hacen énfasis en el cuerpo como fuente de verdad y autenticidad, ¿tienen todavía hoy para nosotros una carga subversiva? ¿No sucede, al revés, que el cuerpo-fetiche sea la evolución del cuerpo degradado del cristiano-racionalismo?
Prudencia
El cuerpo en Spinoza constituía un dispositivo anti-ontológico y anti-teológico. Fábrica insurgente de potencia individual y política. Ese cuerpo, sin embargo, no es el que se nos ofrece de inmediato ni el que el mercado nos pide. No nos es accesible sin atravesar el fetichismo mercantil que lo recubre y que hace de él un objeto de discursos (incluso filosóficos y universitarios) falsos, o mentirosos. Sin adoptar ciertos recaudos, no constituiremos los dispositivos anti-ontológicos a la altura de los desafíos de nuestra época: la exaltación de una sociabilidad extremadamente penetrada por la lógica de la ley del valor. Y esto, en el caso del cuerpo, implica romper con la suposición que nos dice que un cuerpo activo es un cuerpo en movimiento: poner el cuerpo en juego no implica necesariamente ni moverse ni ejercitar prácticas corporales específicas sino poder pensar la afectividad como premisa del pensamiento. Se podría pensar con Benjamin, que se produce en el nivel de los cuerpos una suerte de estetización, un modo de movilizar fijando, es decir, una movilización a la que le es vedada desde el inicio su capacidad de reorganizar las estructuras de poder. Es la potencia gobernada. Nuestros cuerpos están puestos en el centro, dándoles proyectos, movilizándolos, pero imposibilitando que esos proyectos se conviertan en una potencia política autónoma capaz de revisar la estructura de propiedad.
El énfasis neoliberal en el cuerpo, entonces, puede operar como dispositivo ontológico. Su efecto esencial sería el de amarrar la dominación desde “abajo”. No solo devaluando el cuerpo al nivel de mera mercancía, sino neutralizando la potencia del pensamiento. El control sensible de los cuerpos como control del acontecimiento en las mentes. El cuerpo vuelto una superficie de inscripción de pasiones tristes (miedo y esperanza) como modo de sostener la pasividad del alma. El cuerpo como objeto y no como causa de deseo. Moderna teología, dócil academia.
Por un paralelismo radical
Contra todo dualismo alma/cuerpo, pensamiento y cuerpo son para Spinoza una y la misma cosa. Pero esa cosa puede o bien permanecer pasiva o bien devenir activa. Identificar los dispositivos de pasivización (infantilización, culpabilización) constituye un primer momento en toda cartografía ética.
El Libro III de Ética se dedica a explicar la centralidad del “afecto” en la unión cuerpo-pensamiento. “Afecto” es aquella disminución o aumento de nuestra potencia de actuar/pensar originada por una afección. Dado que toda afección deja unos vestigios en el cuerpo afectado, es esa presencia del mundo en nosotros lo que da origen a la valoración de la potencia, tanto en el cuerpo como en la constitución de la idea. De allí, que los encuentros sean (no necesariamente) la ocasión para la transformación ¿Puede el encuentro de los cuerpos, eso que llamamos política, conducirnos a producir modos de vida dentro, contra y más allá del neoliberalismo que nos regula? Si el neoliberalismo establece las condiciones históricas de los encuentros posibles, habrá que pensar qué elementos del entramado neoliberal habilitan la producción de nuevas composiciones que dinamiten la imagen mercantil del cuerpo. La actividad de los cuerpos y la formación de las ideas constituyen el “paralelo” interno a la elaboración de la potencia. Necesitamos profundizar en una vía de comprensión no idealista del pensamiento, una apropiación no fetichista del cuerpo.

Notas sobre «Marx de vuelta», de Facundo Nahuel Martín

por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)

 

Licenciado en filosofía por la Universidad de Buenos Aires y militante de una fracción de la izquierda argentina, Facundo Nahuel Martín emprende en este libro la tarea de traer nuevamente el pensamiento de Marx para enfrentar las preguntas de la política revolucionaria. Un intento por gestar una lectura que, a la vez, permita recuperar un Marx “clasista” y de los “nuevos movimientos sociales”.
Uno-
Hay una idea planteada al inicio del libro que recorrerá todo el trabajo: la hipótesis de que en Marx, el concepto de totalidad tiene principalmente una función crítica. A saber: desmontar –antes que afirmar– la totalidad que articula la lógica del capital. Una lógica que hace del “valor de cambio”  su fundamento del nexo social. Por eso Facundo Nahuel Martín, autor de Marx de vuelta. Hacia una teoría crítica de la modernidad (editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2014), insiste en que “la totalidad de la crítica marxista no compone un universal genuinamente reconciliado con lo particular, sino que se eleva como totalidad al prescindir de los particulares que reúne, aplastándolos”. Y es por eso que, para Marx, la totalidad, lejos de ser “la realización de la libertad” es “la construcción de la opresión”, “la lógica de la dominación social devenida sistema”.
Resumiendo: la noción marxista de totalidad “no supone la sumatoria exhaustiva de los elementos dados en el cuerpo social, sino que se refiere al sentido de su articulación”. Es decir, que la totalidad no es “el conjunto de todos los elementos de la sociedad, sino la lógica que ordena esos elementos”.
Dos-
En una narración que se caracteriza por hacer bastante llevadera la lectura del libro, Facundo Nahuel Martín comienza realizando un erudito repaso por los Grundrisse (1857-1858) de Karl Marx. Los elementos fundamentales para la crítica de la economía política fueron, en su momentos (hace cuatro décadas atrás) una poderosa arma teórica-política para toda una generación de intelectuales de izquierda que opusieron su lectura a las formas (estalinistas) más vulgarizadas del marxismo, que construían un Marx hecho a la medida de las necesidades de las coyunturas históricas (de las burocracias de Estado). En este sentido, Martín reafirma con su escritura un rasgo fundamental pero no por eso menos central del pensamiento marxista: su anticapitalismo. “En la base del capitalismo se encuentra la acumulación como finalidad dominante de la actividad económica. No se produce para el consumo, sino para la reproducción ampliada del valor”, puede leerse en el primer capítulo. Y líneas más adelante agrega: “El valor, en suma, no es en la sociedad capitalista un mero fenómeno local de significación limitada. No se trata, por ejemplo, de un principio  de la economía como una esfera aislada que pueda contraponerse a otras (la política, el derecho, la ideología). Por el contrario, el valor configura el nexo social fundamental de la sociedad burguesa, es la forma de existencia común de los sujetos en esta fase histórica”.
En su lectura de Marx Martín se apoya en otros autores, como Postone y Adorno, a partir de los cuales reafirma su posición respecto del concepto de totalidad crítica, en desmedro de la concepción más ligada al hegelianismo (por ejemplo de Lukács) que hacen de la totalidad una categoría “afirmativa”. Posición que no lleva a Martín a tomar partido por alguno de los autores trabajados como si fueran equipos de fútbol, sino que trata de buscar en cada uno de ellos lo que le sirve para repensar a Marx, en clave actual, o al menos, en la actualidad de los debates en los cuales se inmerso el autor como militante. De allí que señale: “Postone, al rechazar la noción de sujeto y objeto, no alcanza a comprender todas las implicancias lógicas y epistemológicas de la concepción crítica de la totalidad de la concepción crítica de la totalidad. Encontramos que, contra lo que Postone cree, la tesis adorniana de la no-identidad no es contraria a la autorreflexión histórica de la teoría”. Tras estas afirmaciones, de todo modos, Nahuel reconoce que Adorno, por su parte, no atribuyó con claridad la totalidad a la especificidad histórica del capitalismo, lo que puede dar pie a interpretaciones del tipo “histórico-universales”, lo que iría contra las propias observaciones de Adorno sobre el lazo entre totalidad y el primado del valor en la sociedad del intercambio. De allí que rescate, esta vez de Postone (“contra” Adorno), la importancia de vincular, sin ambigüedades, la construcción de la totalidad al capitalismo, y remate: “la articulación entre este aporte y la concepción adorniana de la totalidad antagónica señalan caminos promisorios para la continuación de la teoría crítica en el presente”.
Tres-
En su recorrido por Marx, Martín cuestiona las lecturas que dividen a un joven-idealista de uno maduro-científico, como la que realizó por ejemplo Louis Althusser en los 60, con su tesis de la “ruptura epistemológica”. Aunque ese cuestionamiento no lo aleja de la crítica a cierto “ontologismo obrerista” del joven Marx, presente en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844. “El pasaje a una concepción crítica de la totalidad social conlleva también una discusión sobre el rol histórico y ontológico del trabajo humano”, dice el autor. Y agrega que la dialéctica que postula un sujeto originario, “llamado a regresar a sí mismo por la superación de sus alienaciones en la objetividad social, debe ser superada por la crítica del capital como sujeto de la totalidad”. Esta nueva crítica, entonces, “aspira a levantar las constricciones estructurales que el capital impone a la acción humana, no a realizar un sujeto ontológicamente presupuesto como total, cuya auto posición final se vería bloqueada por la alienación capitalista”. En la misma línea, argumenta que “el concepto de desalienación como apropiación de la objetividad exterior por parte del sujeto debe ser abandonado”, ya que parte de un presupuesto que “lleva a una carrera imperialista del ser humano contra la realidad exterior que acaba en la depredación despiadada de la naturaleza, la persecución misantrópica del diferente y el olvido frenético del pasado”. Nahuel suma así, a las temáticas estructurales de clase, preocupaciones más contemporáneas en cuanto a la relación del hombre con la naturaleza, más típica de los movimientos sociales que de los sindicatos y los partidos revolucionarios.

Aunque no lo cita ni lo menciona, hay algo de Nietzsche en la lectura marxista que Martín realiza de la sociedad capitalista y su posible transformación. De allí que sostenga, entre otras cuestiones que, de lo que se trata, no es de “realizar un sujeto absoluto que ponga una totalidad social”, sino más bien, “suprimir la totalidad existente y su sujeto”. Y luego agrega: “no se aspira a un proyecto emancipador bajo los carriles del sujetocentrismo que querría, a falta de los viejos dioses, endiosar al hombre”. In citarlo, decíamos, el autor se acerca a cierto nietzscheanismo que entiende que el problema no es tanto Dios (judeo-cristiano, o de la religión que sea) sino el lugar mismo de Dios, que hace del hombre, necesariamente, un sujeto de rodillas ante la divinidad, que en algunos casos puede ser el mismo hombre.
Cuatro-
El debate con las denominadas “corrientes posmarxistas” ocupa todo un capítulo del libro, en el que Martín realiza un recorrido por autores tan disímiles como Ernesto Laclau, Claude Lefort y Jaques Ranciere.
El “fracaso” de las expresiones “temporalmente victoriosas” del socialismo, sumado a ciertas “renovaciones teóricas” de las últimas décadas (“giro lingüístico”, “posestructuralismo francés”), que atacaron fuertemente la idea de “totalidad”, situándola en familiaridad con el totalitarismo, hicieron que el marxismo cayera no solo en un marcado proceso de debacle política, sino que además sufriera un “descrédito importante en términos teóricos”. Partiendo de este diagnóstico –y teniendo en cuenta su postura “crítica” respecto del concepto de “totalidad” en el marxismo–, Martín sostiene, de todos modos, que “no hay ningún marxismo que no esté informado por algún tipo de totalidad social”. Y se propone, a la vez que recuperar del “posmarxismo” esa noción crítica de la totalidad (“indeseable para afirmar un ideal emancipador para una sociedad poscapitalista”), cuestionar el postulado que afirma que lo político “atestigua una contingencia radical”, ya que no da cuenta que, en el capitalismo, la dominación se basa precisamente “en la  supresión tendencial de la contingencia mediante la reproducción de las estructuras de reificación del trabajo abstracto”.
Por lo tanto, la idea de una sociedad poscapitalista, no se basaría tanto en la aspiración de construir una totalidad plena más allá de la política sino, más bien –concluye el autor– apunta a una “radical realización de la política en todos los ámbitos de la vida social, hoy sometidos a la dinámica automática y ciega del capital (de los cuales el Estado no está excluido)”.
Cinco-
La búsqueda por encontrar un Marx que pueda ser guía no solo de las corrientes obreristas sino también de las (nuevas) izquierdas latinoamericanas, con fuerte anclaje en los movimientos sociales, es un preocupación teórico-política que puede verse presente, más explícita o implícitamente, a lo largo de todo el libro.
El autor plantea que ya durante el siglo XX un importante sector de las izquierdas (en Argentina, Latinoamérica y el mundo) asistieron a un proceso de “pluralización”, tanto de los sujetos como de las narrativas históricas. Así, junto con las luchas de la “clase obrera”, aparecieron en el horizonte otros sectores, diferentes a los del “proletariado fabril”, como los movimientos feministas y por la diversidad sexual, los pueblos originarios y más tarde, los colectivos centrados en la problemática ambiental”. Por lo tanto, según sostiene Martín, el “vigor del proyecto emancipatorio marxista y comunista” depende, en gran medida, de su capacidad para formular una “alternativa de modernidad”, capaz de lidiar con “los emergentes de la escena contemporánea en toda su complejidad”. Y agrega: “cualquier marxismo contemporáneo necesita preguntarse por la validez del proyecto moderno y su vínculo con los nuevos movimientos sociales, las políticas centradas en la subjetividad, la identidad, la relación con la naturaleza, las formas de interacción entre las personas”. En este sentido es que el autor propone pensar el proyecto marxista de emancipación del capital como una apuesta por “producir otra modernidad”.
Martín insiste en que el capitalismo, en tanto “lógica social”, tiene en la “división en clases” uno de sus “presupuestos históricos y lógicos”, pero también implicancias en cuento a cómo los seres humanos “se relacionan sistemáticamente entre sí y con la naturaleza”. De allí que la “crítica de la sociedad burguesa” exija la crítica de las formas de mediación social “que el capital acarrea en todos sus planos”.
Así entendido, el marxismo puede funcionar como la “conciencia crítica de la relación contradictoria y dinámica entre lo universal y lo particular de la sociedad capitalista”. Por ende, el marxismo no es solo una “teoría de la lucha de clases” (aunque, aclara el autor, no pueda prescindir de este aspecto sin dejar de ser lo que es), sino que puede ser entendido como una teoría de las “formas antagónicas y fetichizadas del nexo social en la modernidad, que aspira a realizar las posibilidades liberadoras que el capitalismo encierra pero no puede concretar”.
Desde esta perspectiva, la “crítica marxista” incluye la puesta en cuestión del proletariado como tal. Es decir, los cambios revolucionarios no pretenden una “realización del proletariado” sino su “abolición histórica”, ya que su existencia como clase está “ligada estructuralmente a la auto-reproducción del capital”.
Seis-
En el octavo –y último– capítulo, Facundo Nahuel Martín se propone aportar a “repensar el proyecto emancipatorio”.
“El marxismo contemporáneo debe asumir la imposibilidad ontológica de un ser social plenamente realizado, que coincida consigo mismo más allá de toda alienación”.
Allí es donde reivindica cierto linaje teórico ligado más al pesimismo que a la típica “antropología optimista”, que se sostiene en la tesis de que el “mundo liberado” sería el de la “coincidencia plena” del sujeto consigo mismo mediante la coincidencia con los otros. De nuevo sin nombrarlo –y acompañado esta vez de una filiación con el psicoanálisis freudiano– el autor se sitúa en claras cercanías con Federico Nietzsche. Tal vez por eso, antes de afirmar su inclinación por cierto “pesimismo antropológico” –del cual, comenta, la “izquierda radical” sacaría mejor provecho– Martín aclara que, de Hobbes a Schmitt, el pesimismo se constituyó principalmente como una doctrina “de derecha”.
Ese pesimismo es el que lleva al hombre a asumir la posición de que la incomodidad “es inevitable”, sostiene Martín. Y aclara que, por incomodidad, entiende –filosóficamente– la “imposibilidad del hombre de coincidir consigo mismo, con la naturaleza y con los otros”. Y aclara: “esa imposibilidad implica que la vida en común solo es posible a partir del conflicto y la distancia. Es preciso asumir el conflicto como una dimensión no superable de la coexistencia humana. En estos términos, la vida en común aparece como la posibilidad no-clausurable sobre la base de la imposibilidad de la coexistencia armónica. La constatación de esa imposibilidad lleva a asumir la hipótesis pesimista”.
Por otra parte, el autor plantea que una teoría crítica de la modernidad debe asumir que el “posmarxismo”, con su conflictivismo descriptivo, lleva necesariamente al reformismo. Al desconocer las compulsiones que el capital impone a la lógica de “lo político” en la sociedad moderna, el posmarxismo no haría más que recaer en posturas de “aceptación de lo existente”, entre otras cuestiones, porque “genera expectativas desmesuradas sobre las capacidades de los Estados nacionales” para morigerar la virulencia de “los mercados”. Lo mismo podría pensarse en cuanto a las “democracias formales” y sus defensores a ultranza (en otras épocas caracterizados como “parlamentaristas”). En esto Martín es claro: “la radicalización, profundización y superación de lo político como apertura a la contingencia no se resuelve en la discusión parlamentaria de proyectos de gestión estatal”.
En este sentido, el autor asume una propuesta que podría denominarse como “marxismo libertario”, alejado de las “desviaciones burocráticas” de muchos de los procesos del siglo XX. Así y todo, su postura no está exenta de la asunción de aceptar la necesidad concretar ciertos “compromisos” con las formas de sociabilidad heredadas del capitalismo, ya que –en la línea de los “clásicos” – se plantea que el socialismo no es más que una “fase transicional” hacia el comunismo. Aunque, de todos modos, el autor no deja de insistir en la necesidad de asumir también ciertos “reaseguros antiburocráticos”, que fortalezcan los “objetivos estratégicos” ante los “compromisos” que puedan no solo debilitarlos sino extinguirlos en  el largo plazo.
Esta doble advertencia apunta a una crítica tanto de las versiones más “jacobinas” del marxismo como de sus primos-hermanos posmarxistas, que ven en la “multitud” el parangón de un horizontalismo que el autor cuestiona, por no tener en cuenta la necesidad de gestar “mediaciones políticas” que sean el correlato de una “organicidad” que no puede sino asumir momentos de “centralización” y “representación”. “La representación es la instancia en que todas las partes de un colectivo aceptan someterse unitariamente a una decisión o determinación común”, define, y agrega luego: representación es la “operación constitutiva” de un conglomerado humano que acepta actuar orgánicamente”.
Más adelante el autor vuelve sobre el tema. “La organicidad política implicada aun en las formas democráticas de toma de decisiones (e incluso en las formas de democracia directa, no delegativa) se alza sobre el hiato insalvable entre lo particular y lo universal. Este hiato funda un concepto de lo común de mayor intensidad, que no remite a una mera red horizontal de articulaciones inmanentes y contingentes sino que incluye la toma de decisiones de conjunto, orgánicamente”.
En sus tramos finales Martín aborda la concepción marxista del Estado, partiendo desde los propios pasajes escritos por Marx en La cuestión judía, pasando por el clásico de Lenin (El Estado y la Revolución) hasta llegar a interpretaciones más recientes de la problemática, como las propuesta por Miguel Abensour en La democracia contra el Estado. Más allá de los comentarios, glosas y apuntes, el autor realiza un esfuerzo por problematizar y repensar la crítica marxista, en el camino de resituar la teoría junto a los combates políticos contemporáneos.
Siete-
Tal como planea Omar Acha en el prólogo del libro (“Apuntes para una filosfía marxista”), el “retorno” a la lectura de Marx que el autor propone implica un “regresar a los textos marxianos con nuevas preguntas y el discernimiento de un ciclo histórico ocurrió –es decir, se consumó– durante el siglo veinte”. De allí que el movimiento que puede leerse en este texto es el que implica asumir, por un lado, un núcleo válido del pensamiento crítico de Marx, y por el otro, el carácter inacabado de su empresa. Según Acha, una de las virtudes de este autor, es que forma parte de una generación “liberada de las pesadillas con las que el saldo de la experiencia política oprimió el cerebro de los vivos tras la gran derrota histórica del proyecto socialista durante el siglo pasado”.
Militante del Frente Popular Darío Santillán, Facundo Nahuel Martín absorbió gran parte de su formación teórica transitando las aulas, pasillos y espacios de la academia, pero hoy –sobre todo– sostiene sus reflexiones y sus prácticas, con ambos pies, brazos, cabeza y corazón, junto a los explotados y oprimidos que, más allá de los vaivenes de la historia, batallan con construir la Historia, otra historia: la de la emancipación de los trabajadores.

La llamada confluencia: un juego de debilidades

por Emmanuel Rodríguez


“Ahora en común no debería existir”. Puede parecer una afirmación brutal, pero es necesario reconocer lo que hay en ella de verdad. Si Podemos hubiera sido suficiente como “herramienta para la ciudadanía y el cambio”, como tantas y tantas veces se ha repetido —quizás demasiadas— no haría falta que ninguna otra plataforma o iniciativa volviese a recoger las consignas del 15M para convertirlas en herramienta electoral.
En una semana que ha transcurrido demasiado rápido para ser finales de julio, dos noticias resultan significativas de cara a las “elecciones del cambio”. La primera y fundamental: Podemos ha cerrado sus primarias con unos resultados modestos. No alcanzó los 60.000 votos (el 15 % del censo) frente a los cien mil largos de Vistalegre o a los más de 80.000 que participaron en la elección de los consejos autonómicos y municipales. No es una cifra pequeña, sigue mostrando una capacidad de adhesión notable, pero confirma la creciente distancia entre las propuestas de la dirección y la masa de inscritos. Valga decir, el mecanismo de validación pleibiscitaria como escenificación de la democracia interna tiene cada vez más vías de agua.
No es casual, la dirección de Podemos se ha enfrentado durante las últimas semanas a una marea de críticas internas al sistema de primarias y a una lista que apenas han logrado esconder su propósito, conservar el aparato por parte de la dirección. El resultado: una lista monocolor en la que sólo se han conseguido introducir los nombres de David Bravo y Perico Arrojo como representantes de la sociedad civil “no podemita”, seguramente tras una larga lista de recusaciones. Lógicamente el entusiasmo interno y en los alrededores de Podemos ha sido escaso y la abstención alta.
La segunda noticia, menos significativa sin duda, viene de fuera de Podemos. Ha sido la primera rueda de prensa de Ahora en Común y el primer acto público de la iniciativa en Madrid. Ambos eran importantes para remarcar el carácter “ciudadano” de la propuesta, su vocación no partidista, su seña de identidad quincemayista y su inspiración en las candidaturas municipalistas. La idea inicial de Ahora en Común era tan parca como sencilla: probar que todavía existe un amplio reservorio de expectativas electorales de cambio político al que Podemos no ha logrado llegar o que directamente ha expulsado. El objetivo no es otro que la movilización de estas energías al lado de Podemos —no contra Podemos—. Una viñeta de Eneko que rezaba “Podemos solo no puede, sin Podemos no podemos” ha sido el mantra de esta plataforma desde sus primeros días. La prueba de que este espacio social existe es que en sus primeras 18 horas, Ahora en Común consiguió casi 20.000 firmas, algo que no deja de sorprender tras más de un año de agotamiento electoral, y porque no decirlo de desencanto y constante rebaja de las expectativas.
El reto de esta plataforma reside, no obstante, en despegar esa energía de todo aquello que puede llegar a destruirla. En este sentido, Ahora en Común no ha logrado —seguramente no podía— sustraerse a su contexto. Su primera aparición se produjo en condiciones poco propicias. Se dio a conocer por primera vez, en el escenario del Patio de Columnas de Bellas Artes,  en un acto por la confluencia animado por varios concejales de candidaturas municipalistas, pero también al lado de Beatriz Talegón (ex-PSOE), Juantxo López Uralde (Equo) y Alberto Garzón (IU). Ciertamente, hay algo de verdad cuando se dice que la confluencia puede ser sólo un medio para que viejos y nuevos aparatos políticos encuentren su hueco en el Congreso de los Diputados. De hecho, tras aquel acto, las firmas de Ahora en Común, que habían comenzado apenas un día antes, se frenaron en seco. Otro riesgo indudable es que existe un interés del oligopolio mediático en convertir Ahora en Común en una candidatura que pueda apuntalar la caída de Podemos.
Para mal en este caso, el ecosistema político en el que nace Ahora en Común no es el de la inmediata resaca del movimiento que levantó el 15M, sino el del reflujo del mismo —esperemos que temporal—, justo al final de un ciclo electoral que ha causado una inmensa cantidad de cadáveres políticos. En estos últimos cuatro años, no sólo se ha producido una increíble incorporación ciudadana a la vida política, sino también un ingreso masivo de activistas y militantes en la unidad de quemados. Valga como ejemplo el resentimiento, legítimo pero impotente, de aquellos que habiendo participado en Podemos fueron apartados de un proceso que consideraron propio y al que le entregaron una buena cantidad de energías; de las distintas familias de Izquierda Unida que fueron definitivamente desplazadas por la ola que siguió al 15M y que han basculado entre la confusión positiva y el resquemor por la emergencia de Podemos; así como también de multitud de colectivos y pequeños partidos que han pasado de largo sobre estos años de agitación y cambio intenso. Buena parte de este espacio político ven en la “confluencia” el último tren para incorporarse al ciclo político.
Por eso el enorme equívoco que connota el término “confluencia” y que al menos se puede llenar de tres cosas: la unidad de la izquierda dirigida a recuperar tanto el significante como los partidos de la misma; la candidatura ciudadana y democrática que pretendía promover el manifiesto de Ahora en Común; y, por último, Podemos y los pactos con sus aliados regionales-nacionales (Compromís, ICV, Anova, etc.). A todo esto, se añade que la “confluencia” es realmente un significante tan vacío como aquel del “cambio”. La prioridad del electoralismo, siempre corto de miras, ha venido de la mano de la renuncia a discutir explícitamente el proyecto político, a abrir un debate amplio sobre lo que significa realmente el “cambio”. En este terreno, también, se ha dado un paso atrás respecto del 15M en donde se apuntaló la idea o el marco de un “proceso constituyente” como horizonte del ciclo. La “confluencia por la confluencia”, efectivamente, no clarifica los campos (ni el viejo “izquierda/derecha”, ni el nuevo “abajo/arriba”) y deja al nuevo sujeto político en un lugar tan vago como impotente.
En definitiva, el marco de la coyuntura es fácil de trazar. La dirección de Podemos y la propia marca muestran claros síntomas de agotamiento debido tanto a la contraofensiva mediática, como a errores estratégicos graves en el diagnóstico (“situación populista”, hiperliderzgo, etc.) y en el modelo organizativo (cesarismo, burocratización, deprecio a la dimensión de movimiento). Cualquier iniciativa “ciudadana”, como la que ha tratado de poner en marcha Ahora en Común, se encuentra igualmente ante un ecosistema degradado por un ciclo político en vías de agotamiento, el aburrimiento y el desencanto de la parte más activa del movimiento y la posibilidad de desembarco de los partidos de izquierda. Por último, estos partidos, con Garzón a la cabeza, se han demostrado, en su mayoría y hasta la fecha, incapaces de desprenderse de las lógicas de aparato y cuota que determinan su autorreproducción. Como bien ha mostrado Podemos, no cabe esperar de ellos una iniciativa que no han sabido llevar a cabo en los cuatro años previos.
En esa coyuntura lo que domina, por tanto, no es la energía y la potencia de un proceso emergente, sino el final de una fase entrópica que ha absorbido una parte importante de la potencia creada en el ciclo movilización y politización que abrió el 15M. Sin esa energía no hay fuerza capaz de empujar a Podemos más allá de sí mismo. Pero sin Podemos, la alternativa no será más que una coalición de izquierdas.
Valga decir que en el marco de esta “correlación de debilidades”, debido a su posición de principal contraparte y no porque se repita un discurso presidencialista y de victoria que ya no funciona, la iniciativa le corresponde a Podemos. Si este decide enrocarse y no arriesgarse en un proceso amplio capaz de recoger la energía social externa que todavía circula, sus resultados difícilmente rebasarán la barrera del 15 %. Sobra decir que para una iniciativa que nació con la vocación de ganar, estos resultados serán su tumba.
Para evitar este final, la dirección de Podemos tendrá que hacer dos cosas que están fuera de sus cálculos y su diagnóstico. La primera es abrir un proceso que incluya un marco de primarias capaz de incorporar a una parte de los mejores activos de la izquierda y también de los movimientos sociales, y esto a sabiendas de que no los va a poder alinear con sus propuestas. En cualquier caso, la movilización de lo que “aún queda” y la creación y circulación de nuevos liderazgos es el único medio para recuperar legitimidad.
La otra mucho más importante, en tanto es intangible, supone el abandono de su pretensión de “centralidad”, o en otras palabras, la renuncia a su modelo de “autonomía de lo político”. Podemos sólo será útil como “instrumento de la ciudadanía” en la medida en que se reconozca y adapte su diagnóstico como parte de un proceso mucho más amplio y del que sencillamente depende. El motor es de nuevo la capacidad del movimiento (15M y sus post) para crear iniciativa.  La tendencia de los aparatos políticos (al menos la de aquellos que quieren promover el cambio) suele ser la de girar sobre sí mismos hasta provocar su autoabolición. Sin movimiento no hay política posible.
Septiembre debería traer agua fresca en un verano que ha batido récord de temperatura, pero también una propuesta, que hecha carne en el núcleo íntimo de Podemos, empuje la situación hacia otro lugar.
Desde el 1 de octubre de 2014, Público incorpora un nuevo sistema de gestión y moderación de comentarios: Disqus. Puedes leer todos los detalles aquí.
Al utilizar los Servicios de Comentarios (A.L. 5.2), el Usuario se compromete a no enviar mensajes que difamen o insulten, o que contengan información falsa, que sea inapropiada, abusiva, dañina, pornográfica, amenazadora, dañando la imagen de terceras personas o que por alguna causa infrinjan alguna ley.

(fuente: http://blogs.publico.es/)

El coraje de la desesperanza

(lecciones de la crisis griega)

por Slavoj Zizek
(Traducción: Celita Doyhambéhère)


Giorgio Agamben dijo en una entrevista que “el pensamiento es el coraje de la desesperanza”, una visión que es especialmente pertinente para nuestro momento histórico, cuando como regla general aun el más pesimista de los diagnósticos termina con una insinuación optimista de alguna versión de la proverbial luz al final del túnel. El verdadero coraje no es imaginar una alternativa sino aceptar las consecuencias del hecho de que no hay una alternativa claramente discernible: el sueño de una alternativa es una señal de la cobardía teórica, sus funciones como un fetiche que evita que pensemos hasta el final de nuestro predicamento. En otras palabras, el verdadero coraje es admitir que la luz al final de túnel es la luz de otro tren que se nos acerca en la dirección opuesta.
No hay mejor ejemplo de la necesidad de tal valor que Grecia hoy.
La doble vuelta en U que tuvo la crisis griega en julio de 2015 no puede sino aparecer como un paso no sólo de la tragedia a la comedia, sino, como Stathis Kouvelakis apuntó, de la tragedia llena de reveses cómicos directamente al teatro del absurdo (¿hay alguna otra manera de caracterizar el cambio de un extremo a otro, que pudiera deslumbrar incluso al filósofo hegeliano más especulativo?). Cansado de las interminables negociaciones con los ejecutivos de la Unión Europea (UE), en la que una humillación siguió a otra, Syriza llamó al referendo del domingo 5 de julio, que preguntaba al pueblo griego si apoyaba o rechazaba la propuesta de nuevas medidas de austeridad de la UE. Aunque el propio gobierno claramente apoyó el No, el resultado fue una sorpresa para el propio gobierno: la sorprendentemente abrumadora mayoría de más del 61 por ciento votó No al chantaje europeo. Los rumores comenzaron a circular de que el resultado –la victoria para el gobierno– era una mala sorpresa para Tsipras, que secretamente tenía la esperanza de que el gobierno perdiera, de modo que una derrota le permitiría salvar el honor al rendirse a las exigencias de la UE (“tenemos que respetar la voz de los votantes”). Sin embargo, literalmente, a la mañana siguiente, Alexis Tsipras anunció que Grecia estaba dispuesta a reanudar las negociaciones, y días más tarde Grecia negoció una propuesta con la UE, que es básicamente la misma que habían rechazado los votantes (en algunos detalles, aún más duras). En resumen, actuó como si el gobierno hubiera perdido, no ganado, el referéndum:
“¿Cómo es posible que un devastador No a las políticas de austeridad se interprete como una luz verde para un nuevo memorando de entendimiento? El sentido de lo absurdo no es sólo un producto de este cambio inesperado. Surge sobre todo del hecho de que todo esto se está desarrollando ante nuestros ojos como si nada hubiera pasado, como si el referendo fuera algo así como una alucinación colectiva que terminara repentinamente, dejando que continuemos haciendo libremente lo que hacíamos antes. Pero debido a que no todos nos hemos convertido en comedores de loto, vamos al menos a dar un breve resumen de lo que ocurrió en los últimos días. Desde el lunes por la mañana, antes de que los gritos de victoria en las plazas públicas del país hubieran desaparecido totalmente, empezó el teatro del absurdo. El público, aun en el estado de goce por el resultado del domingo, observaba cómo el representante del 62 por ciento se subordinaba al restante 38 por ciento en el período inmediatamente posterior a una resonante victoria para la democracia y la soberanía popular. Pero el referendo ocurrió. No era una alucinación de la que todo el mundo ahora se ha recuperado. Por el contrario, la alucinación es el intento de rebajarla a un temporario “dejar que se ventile el humo antes de reanudar el descenso hacia un tercer acuerdo”.
Y las cosas siguieron en esa dirección. En la noche del 10 de julio, el Parlamento griego le dio a Alexis Tsipras la autoridad para negociar un nuevo plan de rescate, por 250 votos contra 32, pero 17 diputados del gobierno no apoyaron el plan, lo cual significa que tiene más apoyo de los partidos de la oposición que del suyo propio. Días más tarde, la Secretaría de Política de Syriza, dominada por el ala izquierda del partido, concluyó que las últimas propuestas de la UE eran “absurdas” y que “exceden los límites de la resistencia de la sociedad griega” –¿extremismo izquierdista?–. Pero el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), en este caso una voz del capitalismo mínimamente racional, hizo exactamente lo mismo: un estudio del FMI publicado el día anterior mostró que Grecia necesita mucho más alivio de la deuda de los gobiernos europeos que lo que éstos estaban dispuestos a contemplar hasta ahora. Los países europeos tendrían para dar a Grecia un período de 30 años de gracia para cumplir con toda su deuda en Europa, incluidos nuevos préstamos, y una extensión de la madurez dramática. No es de extrañar que el propio Tsipras declarara públicamente su duda sobre el plan de rescate: “No creemos en las medidas que nos impusieron”, dijo Tsipras durante una entrevista de televisión, dejando en claro que la apoya por pura desesperación, para evitar un colapso económico y financiero total. Los eurócratas utilizan tales confesiones con impresionante perfidia: ahora que el gobierno griego aceptó las sus duras condiciones, dudan de la sinceridad y la seriedad de su compromiso: ¿cómo puede Tsipras realmente luchar por un programa en el que él no cree? ¿Cómo puede el gobierno griego estar realmente comprometido con el acuerdo cuando se opone al resultado del referendo?
Sin embargo, declaraciones como las del FMI demuestran que el verdadero problema es otro: ¿la UE realmente cree en su propio plan de rescate? ¿Realmente cree que las brutales medidas impuestas promoverán el crecimiento económico y por lo tanto el pago de las deudas? ¿O es que la motivación final de la brutal presión extorsionista sobre Grecia no es puramente económica (ya que es obviamente irracional en términos económicos), sino política e ideológica –o, como dijo Krugman, “la rendición no es suficiente para Alemania”–, que quiere el cambio de régimen y la humillación total de Grecia. Y hay una facción importante que sólo quiere sacar a Grecia de la UE, y más o menos le daría la bienvenida a un estado fallido como una advertencia para el resto. “Uno siempre debe tener en cuenta el horror que Syriza representa para el establishment europeo” (un miembro conservador polaco del Parlamento Europeo apeló incluso directamente al ejército griego para dar un golpe de Estado con el fin de salvar al país).
¿Por qué este horror? A los griegos ahora se les pide que paguen el alto precio, pero no para una perspectiva realista de crecimiento. El precio que se les pide que paguen es la continuación de la fantasía de “extender y pretender”. Se les pide que asciendan a su sufrimiento real con el fin de sostener el ensueño de otros (eurócratas). Gilles Deleuze dijo hace décadas: “Si vous êtez pris dans le rêve de l’autre, vous êtez foutus” (“si estás dentro del sueño de otro, estás en problemas”) y ésta es la situación en cual Grecia se encuentra ahora: a los griegos no se les pide que traguen muchas píldoras amargas para un plan realista de reactivación económica, se les pide que sufran para que otros puedan seguir soñando su sueño imperturbables. El que ahora necesita despertar no es Grecia, sino Europa. Todo el mundo que no está atrapado en este sueño sabe lo que nos espera si el plan de rescate se promulga: otros 90 mil millones de euros, más o menos, serán arrojados al cesto griego, aumentando la deuda griega a unos 400 mil de millones (y la mayoría de ellos volverán rápidamente a Europa occidental. El verdadero plan de rescate es el rescate de los bancos alemanes y franceses, no de Grecia), y podemos esperar que la misma crisis estalle en un par de años…
Pero ¿ese resultado es realmente un fracaso? A nivel inmediato, si se compara el plan con su resultado real, obviamente sí. A un nivel más profundo, sin embargo, no se puede evitar la sospecha de que el verdadero objetivo no es darle a Grecia una oportunidad, sino transformarlo en un estado semicolonizado económicamente, mantenido en la pobreza y la dependencia permanente como una advertencia a otros. Pero en un nivel más profundo, hay nuevamente un fracaso, no de Grecia, sino de la propia Europa, del núcleo emancipatorio del legado europeo.
El No del referéndum fue sin duda un gran acto ético-político: contra una propaganda enemiga bien coordinada que difundía mentiras y temores, sin ninguna perspectiva clara de lo que yace delante, contra todas las probabilidades pragmáticas “realistas”, el pueblo griego rechazó heroicamente la presión brutal de la UE. El No griego fue un gesto auténtico de la libertad y autonomía, pero la gran pregunta es, por supuesto, lo que ocurre el día después, cuando tenemos que volver de la extática negación al sucio negocio de todos los días, y aquí surge otra unidad, la unidad de las fuerzas “pragmáticas” (Syriza y los grandes partidos de la oposición) contra el Syriza de Izquierda y Amanecer Dorado (ultraderecha). Pero ¿significa esto que la larga lucha de Syriza fue en vano, que el No del referéndum fue sólo un vacío gesto sentimental destinado a hacer más palpables los dictámenes de capitulación?
Lo realmente catastrófico de la crisis griega es que en el momento en que el referendo aparecía como la elección entre el Grexit (salida de la Zona Euro) y la capitulación a Bruselas, la batalla estaba ya perdida. Ambos términos de esta elección se mueven dentro de la eurocrática visión predominante (Recuerde que los alemanes de línea dura antigriega, como el ministro de Finanzas, Schauble, ¡también prefieren el Grexit!) El gobierno de Syriza no estaba luchando sólo por un mayor alivio de la deuda y por más dinero nuevo dentro de las mismas coordenadas globales, sino por el despertar de Europa de su sueño dogmático.
Ahí reside la grandeza auténtica de Syriza: en la medida en que el ícono de la agitación popular en Grecia fueron las protestas en la plaza Syntagma, Syriza se comprometió a la labor hercúlea de promulgar el cambio del Syntagma al paradigma que, en el largo y paciente trabajo de traducir la energía de la rebelión en medidas concretas que cambiarían la vida cotidiana de las personas. Tenemos que ser muy preciso aquí: el No del referéndum griego no era un No a la “austeridad” en el sentido de los sacrificios necesarios y el trabajo duro, era un No al sueño de la UE de seguir con el negocio como de costumbre. Varoufakis (el ministro de Finanzas que renunció poco antes del referendo) repetidamente dejó en claro un punto: no alcanza con endeudarse más, hace falta una rehabilitación global para darle a la economía griega la oportunidad de recuperarse. El primer paso en esa dirección debería ser un aumento en la transparencia democrática de nuestros mecanismos de poder. Nuestros aparatos estatales democráticamente electos están cubiertos por una red espesa de “acuerdos” (TISA, etc.) y los órganos “expertos” no electos que ostentan el poder económico (y militar) real. Aquí está el informe de Varoufakis en un momento extraordinario en sus tratativas con Jeroen Dijsselbloem:
“Hubo un momento en que el presidente del Eurogrupo decidió actuar contra nosotros y nos excluyó efectivamente, e hizo saber que Grecia estaba esencialmente saliendo de la Eurozona. Hay una convención que los comunicados deben ser unánimes, y el presidente no puede convocar una reunión de la zona euro y excluir a un Estado miembro. Y él dijo: ‘Oh, estoy seguro de que puedo hacer eso’. Así que pidió una opinión legal. Creó un poco de jaleo. Durante unos 5 a 10 minutos la reunión se detuvo, los secretarios, funcionarios estaban hablando entre sí, por sus teléfonos, y, finalmente, algún funcionario, algún experto legal se dirigió a mí y dijo: ‘Bueno, el Eurogrupo no existe legalmente, no hay un tratado que haya convocado a este grupo’. Así que lo que tenemos es un grupo inexistente que tiene el mayor poder para determinar la vida de los europeos. No le tiene que rendir cuentas a nadie, dado que legalmente no existe y es confidencial. Así que ningún ciudadano sabe lo que se dice ahí adentro dentro. Estas son decisiones casi de vida y muerte, y ningún miembro tiene que rendir cuentas ante nadie.”
¿Suena familiar? Sí, para cualquiera que conozca cómo funciona el poder de China hoy en día, después de que Deng Xiaoping puso en marcha un sistema dual único: el aparato y el sistema legal amparan las instituciones del partido que son, literalmente, ilegales, o, como dijo He Weifang, un profesor de Derecho en Beijing, sucintamente: “Como organización, el partido se sienta por fuera y sobre de la ley. Debería tener una identidad legal, en otras palabras, una persona a la que demandar, pero ni siquiera está registrada como organización. El partido existe fuera del sistema legal totalmente”. Es como si, en palabras de Benjamin, la violencia del estado fundador permanece presente, encarnada en una organización con un estatuto jurídico confuso:
“Parecería difícil ocultar una organización tan grande como el Partido Comunista de China, pero cultiva su rol de trasfondo con cuidado. Los departamentos grandes del partido que controlan a los medios de comunicación y a su personal mantienen un perfil público deliberadamente bajo. Los comités del partido (conocidos como ‘conductores de grupos pequeños’) que guían y dictan la política a los ministerios, que a su vez tienen la tarea de ejecutarlos, trabajan ocultos. Rara vez se hace referencia a la composición de todos estos comités, y en muchos casos incluso su existencia, en los medios de comunicación controlados por el Estado, para no hablar de cualquier discusión sobre la forma en que se llegan a las decisiones.”
No es de extrañar que exactamente lo mismo que a Varoufakis le sucedió a un disidente chino que, hace algunos años, se presentó formalmente al juzgado y acusó al Partido Comunista Chino de ser culpable de la masacre de Tiananmen. Después de un par de meses, recibió una respuesta del Ministerio de Justicia: no pueden continuar con su acusación ya que no hay organización llamada “Partido Comunista Chino” oficialmente registrado en China. Y es fundamental señalar cómo esta opacidad del poder es falso humanitarismo: después de la derrota griega, hay, por supuesto, tiempo para preocupaciones humanitarias. Jean-Claude Juncker (presidente de la Comisión Europea) dijo hace poco en una entrevista que él está tan contento por el acuerdo de rescate porque va a aliviar de inmediato el sufrimiento del pueblo griego que tanto le preocupaba. Escenario clásico: después de una represión política llega la preocupación humanitaria y la ayuda, incluso posponiendo los pagos de deuda, etc.
¿Qué se debe hacer en una situación tan desesperada? Uno debería especialmente resistir la tentación del Grexit como un gran acto heroico de rechazar nuevas humillaciones y salirse… ¿adónde? ¿Estamos entrando en un nuevo orden positivo? La opción Grexit aparece como el “verdadero-imposible”, como algo que llevaría a una desintegración social inmediata: “Tsipras aparentemente se dejó convencer, hace algún tiempo, de que la salida del euro era completamente imposible. Parece que Syriza ni siquiera hizo una planificación de contingencia para una moneda paralela (espero descubrir que esto es un error). Esto lo dejó en una posición de negociación desesperada”. El punto de Krugman es que el Grexit es también un imposible-verdadero que puede suceder con consecuencias imprevisibles y que, como tal, puede ser arriesgado: “todos los jefes sabios diciendo que el Grexit es imposible, que daría lugar a una implosión completa, no saben de que están hablando. Cuando digo esto, no necesariamente significa que están equivocados. Creo que lo están, pero cualquiera que confía en algo aquí se está engañando a sí mismo. Lo que quiero decir, en cambio, es que nadie tiene ninguna experiencia de lo que estamos viendo”. Si bien, en principio, esto es cierto, no obstante, hay demasiados indicios de que un Grexit súbito ahora llevaría a una total catástrofe económica y social. Los estrategas económicos de Syriza están muy conscientes de que tal gesto causaría una caída inmediata del nivel de vida adicional del 30 por ciento (como mínimo), llevando la miseria a un nuevo nivel insoportable, con la amenaza de descontento popular e incluso de dictadura militar. La perspectiva de este tipo de actos heroicos es por lo tanto una tentación que debe ser resistida.
Luego están las convocatorias de Syriza para volver a sus raíces: Syriza no debe convertirse en otro partido parlamentario gobernante más. El verdadero cambio sólo puede venir de las bases, desde el pueblo mismo, desde su propia organización, no de los aparatos estatales, otro caso de posturas vacías, ya que evita el problema crucial de cómo hacer frente a la presión internacional con respecto a la deuda, o cómo ejercer poder y dirigir un estado. Las bases de autoorganización no pueden sustituir al Estado, y la pregunta es cómo reorganizar el aparato para que funcione de manera diferente.
Sin embargo, no es suficiente decir que Syriza luchó heroicamente, probando lo que es posible. La lucha continúa, acaba de empezar. En lugar de insistir en las “contradicciones” de la política de Syriza (después de una triunfal NO, acepta que el mismo programa que fue rechazado por el pueblo), y de ser atrapado en recriminaciones mutuas sobre quién es culpable (la mayoría de Syriza cometió una “traición” oportunista, o la Izquierda fue irresponsable en su preferencia por Grexit). Uno debería centrarse en lo que el enemigo está haciendo: las “contradicciones” de Syriza son un reflejo de las “contradicciones” del esta-blishment de la UE que están socavando gradualmente los fundamentos mismos de la Europa unida. En el disfraz de las “contradicciones” de Syriza, el establishment de la UE está simplemente recibiendo su propio mensaje en su verdadera forma. Y esto es lo que Syriza debería estar haciendo ahora. Con un pragmatismo despiadado y cálculo frío, debe explotar las grietas más pequeñas en la armadura del rival. Debería utilizar todos aquellos que se resisten a las políticas predominantes de la UE, desde los conservadores británicos a UKIP en el Reino Unido. Debería coquetear descaradamente con Rusia y China, jugando con la idea de darle una isla a Rusia como su base militar en el Mediterráneo, sólo para asustar totalmente a los estrategas de la OTAN. Parafraseando a Dostoievski, ahora que el Dios UE falló, todo está permitido.
Cuando uno escucha las quejas de que la administración de la UE ignora brutalmente la difícil situación del pueblo griego en su ciega obsesión por humillar y disciplinar a los griegos, que incluso los países del sur europeo como Italia o España no mostraron solidaridad con Grecia, nuestra reacción debería ser: ¿es sorprendente todo esto? ¿Qué esperaban los críticos? ¿Que la administración de la UE va a entienda mágicamente la argumentación de Syriza y actúe de acuerdo a ella? La administración de la UE simplemente está haciendo lo que siempre hizo. Luego está el reproche de que Grecia está buscando ayuda en Rusia y China, como si la propia Europa no estuviera presionando a Grecia en esa dirección con su presión humillante.
Luego está la afirmación de que fenómenos como Syriza demuestran cómo la tradicional dicotomía izquierda / derecha sobrevive. En Grecia, Syriza es llamada la extrema izquierda, y en Francia, Marine Le Pen la extrema derecha, pero estos dos partidos tienen mucho en común efectivamente: ambos luchan por la soberanía, contra las corporaciones multinacionales. Por lo tanto, es bastante lógico que en la propia Grecia, Syriza está en coalición con pequeño partido derechista pro soberanía. El 22 de abril de 2015, François Hollande dijo en la televisión que Marine Le Pen hoy suena como George Marchais (un líder comunista francés) en la década de 1970. La misma defensa patriótica de la difícil situación de los franceses comunes explotados por el capital internacional. No es de extrañar que Marine Le Pen apoye a Syriza, una rara afirmación que no dice mucho más que el viejo liberalismo sabio acerca de que el fascismo es una especie de socialismo. En el momento en que ponemos en el tapete el tema de los trabajadores inmigrantes, todo este paralelo se desmorona.
El problema final es uno mucho más básico. La historia recurrente de la izquierda contemporánea es la de un líder o partido elegido con entusiasmo universal, prometiendo un “nuevo mundo” (Mandela, Lula), pero, entonces, tarde o temprano, por lo general después de un par de años, se topan con el dilema fundamental: ¿se atreven a tocar los mecanismos capitalistas, o se deciden a “seguir el juego”? Si uno perturba los mecanismos, uno es muy rápidamente “castigado” por las perturbaciones del mercado, el caos económico y el resto.
El heroísmo de Syriza fue que, después de ganar la batalla política democrática, se arriesgaron a un paso más perturbando el buen funcionamiento del capital. La lección de la crisis griega es que el capital, aunque en última instancia sea una ficción simbólica, es nuestra realidad. Es decir, las protestas y revueltas de hoy se sostienen por la combinación (superposición) de los diferentes niveles, y esta combinación explica su fortaleza: luchan por la democracia (parlamentaria “normal”) contra los regímenes autoritarios; contra el racismo y el sexismo, sobre todo contra el odio dirigido a inmigrantes y refugiados; por el Estado de Bienestar contra el neoliberalismo; contra la corrupción en la política y la economía (empresas contaminando el medio ambiente, etc.); por nuevas formas de democracia que van más allá de los rituales multipartidistas (participación, etc.); y, por último, el cuestionamiento del sistema capitalista global como tal, tratando de mantener viva la idea de una sociedad no capitalista. Ambas trampas deben ser evitadas aquí: el falso radicalismo (“lo que realmente importa es la abolición del capitalismo parlamentario liberal, el resto de las peleas son secundarias”), así como el falso gradualismo (“ahora luchamos contra la dictadura militar y por la simple democracia, olviden sus sueños socialistas, esto viene después, tal vez…”). Cuando tenemos que hacer frente a una lucha específica, la pregunta clave es: ¿cómo será nuestra participación en ella o la retirada de la misma afectará a otras luchas? La regla general es que, cuando una revuelta comienza contra un régimen opresivo semidemocrático, como fue el caso en el Oriente Medio en 2011, es fácil movilizar a grandes multitudes con lemas que uno no puede sino caracterizar para agradar a la multitud –por la democracia, contra la corrupción, etc.–. Pero entonces nos acercamos poco a poco a decisiones más difíciles: cuando nuestra rebelión tiene éxito en su objetivo directo, nos damos cuenta de que lo que realmente nos molestó (nuestra no-libertad, la humillación, la corrupción social, la falta de perspectivas de una vida digna) continúa en una nueva forma. En Egipto, los manifestantes lograron deshacerse del régimen opresivo de Mubarak, pero la corrupción permaneció, y la perspectiva de una vida digna se alejó aún más. Después del derrocamiento de un régimen autoritario, los últimos vestigios de la atención patriarcal para los pobres pueden caer lejos, de modo que la libertad recién adquirida se reduce de hecho a la libertad de elegir la forma preferida de la propia miseria. La mayoría no sólo sigue siendo pobre, pero, para colmo de males, se les dice que, ahora que son libres, la pobreza es su propia responsabilidad. En tal situación, tenemos que admitir que hubo fallas en nuestra propia meta, que la meta no era suficientemente específica. Por ejemplo, que la democracia política estándar puede también ser la forma misma de no-libertad: la libertad política puede fácilmente proporcionar el marco legal para la esclavitud económica, con los más desfavorecidos vendiéndose “libremente” a la servidumbre. Por lo tanto hemos de exigir más que sólo democracia política. También la democratización de la vida social y económica. En resumen, tenemos que admitir que lo que al principio tomamos como el fracaso de no darnos cuenta plenamente que un principio noble (el de la libertad democrática) es un fracaso inherente a este principio en sí. Aprender este paso de la distorsión de una noción, su realización incompleta, a lo inmanente distorsión a esta noción es el gran paso de la pedagogía política.
La ideología dominante aquí moviliza todo su arsenal para impedirnos llegar a esta conclusión radical. Empiezan diciéndonos que la libertad democrática trae su propia responsabilidad, que tiene un precio, que no estamos todavía maduros si esperamos demasiado de la democracia. De esta manera, nos culpan por nuestro fracaso: en una sociedad libre, por lo que se nos dice, somos todos capitalistas invirtiendo en nuestras vidas, decidiendo poner más en nuestra educación que en divertirnos si queremos tener éxito, etc. En un plano político más directo, la política exterior de Estados Unidos elaboró una detallada estrategia de cómo ejercer el control de daños re-canalizando un levantamiento popular hacia limitaciones parlamentarias capitalistas aceptables. Como se hizo éxitosamente en Sudáfrica tras la caída del régimen del apartheid, en Filipinas después de la caída de Marcos, en Indonesia después de la caída de Suharto, etc. En esta coyuntura precisa, la política emancipatoria radical se enfrenta a su mayor desafío: cómo llevar las cosas más allá después de que la primera etapa entusiasta termina, cómo dar el paso siguente sin sucumbir a la catástrofe de la tentación “totalitaria”. En resumen, cómo moverse más lejos de Mandela sin convertirse en Mugabe.
El coraje de la desesperación es crucial en este punto.

Pato Suarez presenta POTLATCH en Café Vinilo


Reservas y Venta de Entradas Anticipadas en 

Luego de los shows que acompañaron su último disco Crimen, fábula y disfraz (2013) y haber recorrido varias provincias del interior del país con su música, vuelve a presentarse en Buenos Aires para adelantar material de su próximo disco.
Lo acompañan Ovidio Velázquez en piano y teclados, Lisandro Márquez en batería y Tamara Zakour en violín.
Compositor, cantante, guitarrista y productor, Patricio   Suárez construye desde la densidad de su poesía una relación virtuosa entre la calidez de instrumentos acústicos como guitarra clásica y violoncello, con el lenguaje de la música electrónica y los instrumentos de síntesis. Su obra, plasmada en dos discos editados hasta la fecha (Crimen, fábula y disfraz [2013]; y Las otras formas [2010]), recorre el folk experimental, el trip-hop
y  el rock alternativo.
“Joven autor que ha absorbido lo mejor del rock y el folk alternativo. Una obra jugada y muy del presente”  (Club del disco).

Grecia: acuerdo neocolonial y punto de bifurcación en Siryza

por Jorge Sanmartino


1-

Está hecho. No hay vuelta atrás. Alexis Tsipras logró que el parlamento apruebe el catálogo de imposiciones europeas denominado “acuerdo”. Es un rosario de obligaciones que la revista alemana Der Spiegel llamó un “catálogo de crueldades”. El parlamento griego, con el voto de toda la oposición y la división del bloque de Siryza, lo confirmaron y se aprestan a votar el segundo paquete de leyes. El memorándum es peor que el enviado por la troika y que fuera sometido a referéndum. Además de las políticas de ajuste sobre pensiones, salarios, IVA y restricción fiscal, se suma un fondo de privatizaciones que será directamente controlado por la CE y la revisión de toda la legislación laboral. Pero la política borbónica neocolonial europea agregó ahora la exigencia de que el ejecutivo envíe a Bruselas cualquier proyecto legislativo antes de enviarlo al parlamento en Atenas. El segundo paquete contempla la pérdida de vivienda para los que se retrasen en el pago de los intereses. Se trata de un estatuto de tutelaje. Grecia está obligada ahora a revisar lo que sus instituciones representativas han votado en estos últimos cinco meses. Eso obvio que estas medidas no sacarán a Grecia de la crisis, ni lograrán recuperar su inversión, ni mejorarán la ratio de PBI/ deuda. En esto hay que ahorrar palabras. Lo dijo el mismo FMI, el acuerdo es económicamente inviable. Sólo hace más tortuoso, sacrificial, el camino al default. A cambio, se ha prometido alguna hipotética y futura reestructuración de la deuda, que no contempla ninguna quita sustancial.

El memorándum representa un castigo ejemplar para quienes osaron convocar a un referéndum y someter a veredicto popular las imposiciones de la troika. También evitar el contagio de una experiencia que ponía en cuestión los fundamentos político-económicos de la Unión Europea: una moneda fuerte, superávits fiscales, contención del costo laboral, y la dominancia de la tecnoburocracia de Bruselas sobre las instancias democráticas electivas, en definitiva, de una Europa confeccionada a la medida de las grandes economías y el capital financiero concentrado. Se castiga y se humilla a la más importante experiencia de la izquierda europea que nació y ganó el apoyo popular sobre la base de un programa de recuperación social y anti-austeridad que contradecía las directivas europeas.
2-

Alemania cumplió un papel central en el desenlace de la crisis. Se ha dicho que Merkel, Schäuble e incluso el vice canciller socialdemócrata Gabriel, en dos días y medio han dilapidado la imagen de una Alemania cosmopolita, amigable con el ambiente y la diversidad, y de una sensibilidad pos nacional, que habían construido durante los últimos 25 años. O como lo dijeron Anthony Faiola y Stephanie Kirchner en el Washington  Post del 17 de julio, la Alemania moderna perdía en horas el perfil que se había moldeado durante años de ser el abanderado del pacifismo mundial y artífices de un semillero de la cultura juvenil progresista. Sometida a una crisis europea que ya lleva 5 años y de la que se dice que es la peor desde la crisis de los años 20, decidió actuar de manera disciplinar, abandonando toda pretensión hegemónica. Lo que se quebró fue la frágil imagen que el europeísmo democratizante había instalado en el sentido común europeo y quizá mundial. Una Europa que, más allá de fracasos o dificultades, avanzaba hacia la confluencia sobre la base de los valores universales. Ahora está claro para todos, en primer lugar para la periferia europea, que los pilares de la Europa neoliberal no se negocian. La disciplina monetaria, el sometimiento a Bruselas, son el abc del consenso disciplinar, que ya no coquetea con la Europa social ni la solidaridad. Las medidas antinmigración adoptadas luego de la crisis de los últimos meses son su complemento perfecto. Abandonando toda pretensión hegemónica, que requeriría una capacidad de integración social, un walfare state europeo con el que se ilusionaban las mejores mentes del europeísmo, el ideario político de la Europa con la que se soñó después de la pesadilla nazi, esa Europa, que había muerto ya desde el origen, está hoy de manera palpable, sin rodeos, definitivamente enterrada. Europa, desnuda en su despotismo, aunque se alzó con una victoria que se le escapaba es, a largo plazo, más frágil, más débil que ayer.

Pero no hay que caer en la demonización nacional o el chovinismo inverso contra el pueblo alemán. No se trata del nazismo redivivo ni de la esencia imperial de un pueblo, sino de una lógica de dominancia política por parte de la clase capitalista europea. Merkel encontró a los más fervientes aliados en las pequeñas repúblicas como las del báltico o Eslovenia, cuyas clases dominantes han jugado su suerte a la empresa europea y de ella depende su legitimidad. Tampoco resulta probable la reedición de aquel malestar germano de entreguerras, sometida, encajonada por siglos a la presión cultural de los eslavos por el este y el mundo  latino por el oeste. Se trataba, como lo retrató tan bien Norbert Elías, de un sentimiento defensivo que alimentó la demagogia guerrerista por el espacio vital alemán. Nada de esto ocurre hoy en día. Alemania nunca se había beneficiado tanto de una integración monetaria hecha a la medida de sus intereses, es decir, de los intereses capitalistas de sus grandes empresas. No lucha por ampliar un espacio, sino por preservarlo. Repartido el poder entre la potencia de la economía alemana, las finanzas británicas que están hoy un paso más lejos del euro que ayer, y la primacía militar francesa, la “gobernanza” europea no deja de sostenerse en un equilibrado reparto y negociación que la hace más vulnerable e incoherente, aunque no menos agresiva. La crisis griega aceleró todos los tiempos y sometió a prueba la más ambiciosa iniciativa “posnacional”. Entre las ilusiones europeístas y la realidad prosaica del ajuste y los diktat del Eurogrupo, no hay más margen de acción. No hay espacio para la convivencia entre la democracia y soberanía popular de un lado, y el manejo monetarista de sus instituciones, por el otro. Se terminó la ilusión. Y su más palpable evidencia radica en la integración a las coaliciones de gobierno a la socialdemocracia, que en el caso teutón, se ha revelado tanto o más agresiva que los conservadores.
3-

El sueño europeísta había adquirido peso social e intelectual sobre el cual se edificó la gran ilusión. Habermas, uno de sus más grandes teóricos liberal-progresistas, sostuvo hace unos días que la crisis se fundaba en causas económicas y políticas, una crisis bancaria por la condición heterogénea y sub-óptima en la composición de la moneda. Sin finanzas y políticas económicas comunes, lo países miembros, pseudo-soberanos continuarán por caminos distintos en lo que hace a la productividad. Una tensión que no podría durar mucho tiempo. Efectivamente, Grecia, igual que los restantes países de la periferia europea, abrazó una moneda fuerte con la que deterioró su competitividad y profundizó el déficit de su balanza de pagos. El bache sólo podía financiarse con deuda, algo que los bancos estuvieron encantados en ofrecer a tasas bajas cuando el casino de las sub primes estaba en pleno auge. Pero cuando en 2008 la fiesta concluía, la deuda se había vuelto inmanejable. El Eurogrupo se constituyó entonces en el salvador de esos bancos, recomprando la deuda y transfiriéndola a los estados miembros, a cuyas poblaciones se machacó con la propaganda acerca del carácter perezoso de los pueblos sureños. Mientras el déficit de la balanza crecía y con ella la deuda, la competitividad de la economía cumplía el ciclo inverso, pues la moneda fuerte debilitó su industria local, y fomentó las importaciones libres desde los países más productivos. El resultado fue una economía más débil y más incapaz de pagar sus deudas, con exportaciones declinantes y un mercado interno que sólo podía sostenerse con más endeudamiento. La esencia contradictoria de la zona euro radica justamente en que sin que las regiones superavitarias y de mayor competitividad subsidien a las regiones deficitarias y de menor productividad (como hace cualquier estado nacional soberano entre sus diversa regiones), la confluencia monetaria, y desde luego económica y política, será una ficción. Pero es justamente esta imposibilidad por parte de la clase capitalista y sus instituciones -basadas en el lucro y no en la solidaridad- de sostener a las economías más débiles, la que hace de estas el eslabón débil de la cadena, obligada a la apertura de su economía, la pérdida de su industria y el inevitable e imparable endeudamiento. El europeísmo no era ingenuo respecto a esta tendencia, pero creyó, por un lado, que este proceso era inevitable (presión del mercado globalizado, pérdida capacidad de acción y de soberanía, hibridación cultural, mestizaje social producto de la creciente inmigración, etc.) y al que ya no se le podía oponer un nacionalismo defensivo incapaz de responder a los nuevos fenómenos. Por el otro, que la clave pasaba por imprimir a la Europa del pacto social, un programa de reformas progresivas, democráticas, basada en instituciones representativas posnacionales, democracias ampliadas, control ciudadano y transparencia, fundada en los valores de la solidaridad. Frente a una derecha soberanista, reluctante de los valores universales, nostálgica del Estado schmidtiano, chovinista, xenófoba, que consideraba al Estado nación como la única entidad colectiva con capacidad de ejercer soberanía e identidad colectiva, la izquierda europea, en su gran mayoría, se embarcó casi por instinto en este camino, aceptando la convergencia europea y su Constitución. Pero la deliberación democrática igualitaria estaba plagada, como lo acabamos de presenciar, de deficiencias estructurales. Ni la deliberación estuvo libre de coacciones comunicativas, ni todos estuvieron en la misma posición para dar opinión libre ni tuvieron las mismas oportunidades de darse a entender. Pero esta visión procedimental, normativa, ocultaba las auténticas relaciones de poder y con ella despolitizaba, como lo denunció Chantal Mouffe, los antagonismos políticos que están en la raíz de la subjetividad democrática. El consenso tecnoburocrático naturalizó las desigualdades de poder bajo el manto igualitario del libre mercado y las instituciones técnicas que debían regular la participación en él. Se impuso el dominio antidemocrático de la tecnicatura de Bruselas y en la crisis griega se reveló, para una porción considerable de la población, la desconexión constitutiva entre consenso liberal y democracia, y reabrió el campo de la política nuevamente. Grecia reintrodujo el campo de las opciones democráticas convocando al referéndum, y al hacerlo rompió el consenso despolitizante de la burocracia, que institucionaliza la dictadura de los mercados. Vaciada de opciones alternativas, la democracia política se hizo cada vez más insustancial cuanto más se la invocó. El éxito del Frente Nacional o los nacionalistas británicos e italianos, radica en haber reintroducido opciones políticas frente al consenso liberal de la coalición liberal-socialdemócrata, un consenso de élites para asegurar la gobernanza europea del libre mercado. Syriza había arrebatado a la derecha demagógica las banderas democráticas de la soberanía popular, y por primera vez en décadas, quizá desde la revolución portuguesa del 74, la izquierda pudo constituirse en alternativa de poder, marcando un camino de confrontación a la persistente des-democratización operada durante décadas por el social-liberalismo.
3-

Pero el referéndum, que marcaba un punto de inflexión y abría la posibilidad de pensar otra Europa, de marcar alternativas a la dictadura neoliberal de las finanzas, esa posibilidad se derrumbó en menos de 48 hs, cuando el Primer Ministro Alexis Tsipras se desdijo y sostuvo que fuera del euro no había opciones. Así las cosas, el referéndum no sólo no constituyó un cambio de opción sino que remarcó la claudicación del ejecutivo. La gran pregunta que se hacen todos es ¿por qué? ¿Por qué con semejante apoyo popular el primer gobierno de izquierda, sostenido en un triunfo popular arrasador, decidió retroceder firmando un memorándum peor que el anterior? Dejando de lado las explicaciones psicologistas, dos parecen ser los factores que podrían dar pistas de semejante desbarranque. Por un lado, la presión interna en favor de permanecer dentro del euro. Tsipras convenció a buena parte de la población de votar No con la promesa de que servía para negociar mejor, no para retirarse. A pesar de las posiciones de la Plataforma de Izquierda, todo el programa de Siryza, empezando por el programa electoral de Tesalónica, se basó en la ilusión de que podía ser compatible con la zona euro, es decir, que se trataba de un programa y luego, una negociación al interior de un ámbito considerado natural e inexorable. Esta ambigüedad respecto a dejar de lado la austeridad pero no romper con la UE, podía entenderse como una concesión momentánea al consenso mayoritario, pero que debía ser superado en cuanto se demostrara, como se demostró en cinco meses de negociación, que eran incompatibles económica y políticamente. Este consenso puede explicarse por el recuerdo de los padecimientos de posguerra, la inflación y el mercado negro, el sentimiento de pertenecer a occidente en la frontera con el mundo eslavo y el mundo musulmán, una promesa de modernidad y progreso e incluso por la sensación de riqueza de los primeros años del euro, desde 2002 hasta 2008. Hasta la postura contemporizadora de Obama y el FMI ante la dureza alemana les había hecho creer que, finalmente, podía arribarse a un acuerdo. Pero la negativa final de Merkel, que ofreció una salida acordada el euro por cinco años, descalabró todas las hipótesis e hizo enmudecer a la parte griega.

El arte de una política transformadora no es sólo reflejar el estado de ánimo o montarse sobre la opinión pública sino también y sobre todo moldearla, construir nuevas relaciones de fuerza y nuevas percepciones. Naturalmente, Tsipras no quiso tampoco cargar con el severo ajuste sobre los ahorros en euros de la población, pues una moneda débil hubiera inevitablemente licuado activos y tenencias. La formación de una nueva moneda devaluada implicaba una parálisis de por lo menos dos años, que la oposición cargaría en los hombros de Siryza. Pero era la única forma de emprender la transición hacia otra experiencia radicalmente distinta al austericidio ofrecido por el Eurogrupo. Implicaba, una transformación severa del cuadro precedente, incluido su política exterior, el default y no pago de la deuda y probablemente la nacionalización del sistema bancario, además del control de capitales y la regulación industrial. Tsipras se negó a contemplan el “plan B” de emisión de derechos de pago para suplir la bancarrota del euro. Pero es en los momentos decisivos donde se requieren liderazgos claros y con sentido histórico. Es verdad que Grecia estuvo prácticamente sola ante los restantes 18 países del Eurogrupo, pero no lo estaba menos Hugo Chávez cuando denunció “olor a azufre” en las Naciones Unidas y se transformó, pocos años después, en la vanguardia de una política exterior independiente en América latina. También podemos mencionar a Ecuador cuando auditó su deuda y aplicó una quita del 70%, o la nacionalización de los hidrocarburos y la expulsión del embajador norteamericano en Bolivia y también el planteo firme de Argentina ante el chantaje de los fondos buitres. La firma del memorándum por el gobierno de Tsipras implica una enorme frustración adicional, porque implicó una reversión del referéndum que iba en el sentido esperado.
4-

La disputa no está concluida, pues habrá que ver la resistencia que genere la aplicación concreta de las medidas de ajuste, y qué fenómenos políticos se derivarán de esa dinámica de confrontación. Pero está claro que una experiencia y un ciclo han terminado, con la peor de las derrotas, que es la claudicación antes de que finalice la batalla y cuando esta podía ganarse. Los movimientos democráticos y la izquierda en Europa han sufrido una importante derrota. Habrá un proceso de reorganización y continuación de muchas batallas pendientes. En particular al interior de Siryza. Cuanto más abajo se va, más rechazo genera el acuerdo, demostrando el espíritu de lucha de la base militante. Mientras que sólo cuatro ministros o vice ministros han rechazado el acuerdo y han sido reemplazados, 32 parlamentarios de Siryza, la Plataforma de Izquierda en su conjunto, han dicho no, mientras que en Comité Central 109 miembros, más del 50%, han rechazado el memorándum. Si se hiciese un Congreso partidario, algo que el gabinete rechazará por todos los medios, esta cifra ascendería incluso más. Gremios como el de los funcionarios públicos, dirigidos por miembros sindicales de Siryza, se han lanzado a conflictos contra el acuerdo. La Plataforma de Izquierda se ha transformado en el eje articulador de la oposición al entendimiento. Esto es así pues el Partido Comunista de Grecia, que llamó a impugnar el voto en el referéndum y le ha dado la espalda al proceso más rico de recomposición de la izquierda desde los años 70, es incapaz de capitalizar la crisis al interior del partido de gobierno.


Sin embargo, la claudicación de Tsipras ha dado aire a diversas corrientes sectarias, tan fuertes en Grecia como en Argentina, que se jactan de no haber “caído en las ilusiones” de Siryza o que ya “habían anticipado” el desenlace, encontrando el fundamento de la derrota en la estrategia equivocada de construir “formaciones anticapitalistas amplias” en vez de “partidos revolucionarios”.  La “anticipación”, en política, es una contradicción en los términos. No había ninguna fatalidad, no estaba escrito en ningún lado que Tsipras daría marcha atrás del referéndum en 48 hs y con el 62% de apoyo. No estaba ni en la naturaleza social de Siryza ni en ningún otro fundamento ontológico. Los escépticos, lo eran mucho antes y no tenían entre sus hipótesis la posibilidad misma del referéndum. Como lo dijimos más arriba, hubo formaciones y líderes valientes, como Chávez, que no provenían de un partido revolucionario. Se trata, una vez más, de dinámicas políticas, de luchas abiertas, de una historia por hacer y no ya trazada en el ADN “de clase” de ninguna formación. Ideas de este tipo han repetido esta letanía ante cualquier proceso popular no conducido por ellos mismos. Estaba sí, dentro de las posibilidades, puesto que Alexis Tsipras siempre rechazó la acusación de querer salirse del euro. Se trataba de una apuesta y una lucha política al interior de la única formación de izquierda que logró transformarse en vehículo de aspiraciones y expectativas de millones de griegos, aunque no fuese un partido revolucionario puro y conviviesen en él sectores heterogéneos. Hablando en términos de probabilidades, eran mucho mayores que surgieran fenómenos progresivos, luchas vivas, en el seno de Siryza que de los grupos sectarios o del EKK, perdido como está hace ya tiempo en su propio mundo. Lo confirma la Plataforma de Izquierda, hoy en el corazón de la lucha contra la austeridad en el nervio central del proceso político. Como dijo Marx, el movimiento real vale más que mil programas. Este proverbio hoy, luego de la crisis del socialismo real, en un continente donde no hay ninguna situación revolucionaria ni mucho menos, al revés, donde la derecha levanta cabeza y la clase trabajadora no da muchas muestras de resistencia, en fin, hoy, ese proverbio tiene más actualidad que nunca. ¿Quiere decir que no valen los programas? No, al revés, sólo desde el movimiento real pueden surgir los auténticos programas revolucionarios, es decir, populares, y no las recetas repetidas de memoria que valen para todo momento y lugar. Como lo revela la complejidad de la situación europea, el desafío de pensar estratégicamente la relación entre internacionalismo práctico, soberanía nacional e intereses populares, no es apta para formulismos que se cortan y pegan. En definitiva, tal como lo han formulado las corrientes críticas al interior de Siryza, sólo desde el corazón del proceso político que cristalizó en Siryza se podía y se debía intervenir, aprender, aportar e instalar una agenda anti-capitalista en una Europa que se está revelando más conservadora de lo que se creía. Sólo desde allí podía intentar resolverse la contradicción entre eurofilia y austerofobia. Un dilema que sigue abierto y que tendrá nuevos capítulos, en Grecia y fuera de ella. El plan es inviable. En las puertas de su fracaso se reabrirán los interrogantes sobre los beneficios de la Europa hiper capitalista. Mientras tanto, los trabajadores resistirán ajustes, cierres y privatizaciones. Habrá nuevos temblores políticos y batallas parlamentarias. Nuevos capítulos de una trama abierta y en disputa. No apta para los festejadores de fracasos y devoradores de migajas.

Clinâmen: Grecia y la posibilidad de una alternativa en Europa

Conversamos con Ulrich Brand, politólogo y economista alemán, sobre la situación actual en Grecia. Las alternativas a la lógica del Euro. El referendum y las negociaciones posteriores del gobierno griego. La economía social como emergente. La teoría del decrecimiento. La posibilidad de una disidencia en Europa: Podemos en España y la posición de Francia.

La pesadilla de un mundo en red

por Amador Fernández-Savater

“En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas
(Borges, “Del rigor de la ciencia”)

Las distopías o “utopías negativas” son obras de ficción que llevan hasta un extremo de pesadilla elementos o tendencias reales ya activas en el presente. Entre las más conocidas están por ejemplo 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley. No puedo evitar leer La hipótesis cibernética, del misterioso no-grupo Tiqqun, como una obra de este tipo. Un relato, a la vez real e irreal, que advierte y alerta sobre algo. ¿Sobre qué? La pesadilla que se dibuja aquí es la deun mundo enteramente organizado en red: transparente, conectado, dinámico, autoorganizado, fluido. Una lectura que produce vértigo, sobre todo entre quienes hemos pensado en algún momento la red como metáfora-herramienta de emancipación. Quizá por eso, para protegerme, leo este ensayo como una obra de ciencia-ficción: “exageran, sólo es un mal sueño”. ¿Seguro?
De la hipótesis liberal a la hipótesis cibernética
Se dice que el liberalismo surgió como meditación sobre la guerra y anhelo de paz. ¿Cómo podían evitarse de una vez por todas conflictos armados tan devastadores como los que asolaron Europa durante los siglos XVI y XVII? Era necesario encontrar otro motor de los comportamientos humanos distinto a la pasión, al prejuicio, a la superstición, al afán de poder. ¿Cuál? El liberalismo respondió: la razón y el interés. Un ser humano se comporta racionalmente cuando, libre de la pasión, el prejuicio, la superstición o la voluntad de poder, actúa según su propio interés, bien entendido. Existe además, por analogía con la mecánica de Newton, una “armonía natural” entre los intereses humanos: la famosa “mano invisible”. Un buen gobierno, por tanto, es el que interviene lo menos posible, un gobierno “frugal”. Suprimiendo progresivamente todas las injerencias externas a este modelo (en el mejor de los casos, por medio de la educación), la sociedad podrá finalmente volverse pacífica, próspera, feliz.
La izquierda en nuestros días sigue, por lo general, empeñada en atacar y desmontar la hipótesis liberal. En ese sentido podemos entender por ejemplo la crítica de la “economía neoclásica” que se basa, aún hoy y contra toda evidencia, en los presupuestos del primer liberalismo: la confianza en la racionalidad del individuo-consumidor (que tiende a “maximizar el placer y huir del dolor”) y la confianza en la racionalidad del todo como suma armónica de las partes (la tendencia al equilibrio entre la oferta y la demanda, entre los bienes, los precios y el trabajo, etc.). Sin embargo, si prestamos oído a Tiqqun, erramos el tiro al pensar que nuestro enemigo es el neoliberalismo, entendido simplemente como actualización del liberalismo clásico. El liberalismo está muerto y enterrado, en los campos de batalla de las dos Guerra Mundiales, en los efectos de la crisis del 29, etc. Hoy vivimos bajo el imperio de otro paradigma, del que en todo caso el liberalismo es la cobertura ideológica: la Hipótesis Cibernética.
La Hipótesis Cibernética (HC) surge también como meditación sobre la guerra y anhelo de paz. ¿Cómo pueden evitarse las matanzas de las guerras mundiales, los desastres económicos, el antagonismo de las revoluciones comunistas? Hay algo en la hipótesis liberal que no funciona, que no da respuesta a estos interrogantes. La HC se inspira en la  teoría cibernética (“ciencia del gobierno y el control sobre la máquina y el animal”) fundada por los científicos e ingenieros Norbert Wiener, Claude Shannon, Gregory Bateson o John Von Neumann, y con múltiples prolongaciones hasta nuestros días (tecnologías de la comunicación, inteligencia artificial, ciencias cognitivas, etc.). Tres claves importantes de esta teoría serían, para lo que nos interesa:
– El orden (disminución de la entropía) es poco probable, lo más probable es el caos (o aumento de la entropía). Gobernar el comportamiento de personas o máquinas exige mecanismos de control que aseguren el orden, contrarrestando la tendencia a la desorganización.
– La clave del gobierno (“conducir la conducta”) es la información. La información es estadística por naturaleza y se organiza según las reglas de la probabilidad. Conocer los patrones de conducta del presente nos permitirá predecir y guiar las acciones futuras. La información (ya no el interés) es la “linfa vital” del orden cibernético.
– El control es, en definitiva, un problema de información y se consigue optimizando la comunicación entre las partes: el feedback (o intercambio de información) es clave en la teoría cibernética.
Por tanto, la HC ya no confía en la racionalidad del individuo (demasiado imperfecto, limitado, ignorante de sí mismo), ni tampoco en la tendencia al equilibrio del conjunto (más bien todo lo contrario), sino que trabaja en la construcción deliberada y consciente de un nuevo entorno social: un sistema-red de nodos transparentes, en conexión y desconexión permanente, organizado en torno a la gestión óptima de la información. El capitalismo cibernético. La pesadilla.
Ese nuevo entorno, el capitalismo cibernético, sería: un mundo transparente, traducido íntegramente a información, donde cada gesto, cada servicio, cada decisión y cada proceso generan una masa de datos, a procesar posteriormente por máquinas, algoritmos, reglas automáticas; una sociedad-red, donde toda relación se establece como feedback o interacción. Un vínculo electivo, altamente funcional, en el cual el otro aparece (y desaparece) a voluntad: conexión y desconexión entre nodos transparentes (perfiles); y un sistema dinámico, donde los flujos mercantiles se confunden con flujos de información. La lógica cibernética no piensa en términos de productos, estados o sujetos, ni de tiempo y espacio, sino de flujos, de medios fluidos, veloces y acelerados.
El gobierno cibernético
¿Qué significa “gobernar” en el paradigma cibernético, en qué consistiría un gobierno cibernético? El término «Kubernesis” significa “piloto” o “regulador”. Y justamente esa es la función del poder en la HC: pilotar en medio de superficies en movimiento, regular permanentemente flujos en circulación.
Gobernar, así, no sería tanto imponer o legislar, sino “coordinar racionalmente los flujos de informaciones y decisiones que se producen ‘espontáneamente’ en el cuerpo social”. Pensemos en Google, en Facebook, en los proyectos de smart cities… Se trata siempre de monitorizar la realidad, de recoger, procesar y conectar datos, de dar acceso y hacer de cada usuario un co-desarrollador, de buscar la cooperación público-privada, etc. Cuanto más sepamos, más capacidad de gestión en tiempo real y más capacidad de anticipación tendremos. Gobernar es hacer predecible. También, por supuesto, los comportamientos desviados, los crímenes.
En tres sentidos al menos, estamos ante un tipo de poder diferente. En primer lugar, el gobierno cibernético no es vertical ni autoritario, al menos en primera instancia, porque así perdería demasiada información. Por el contrario, es un gobierno que sabe pegarse a los territorios que gestiona, a través de una red de sensores o captores inteligentes de información (humanos o máquinas). No gobierna como una instancia ajena y exterior, sino que produce en lo posible a los gobernados como fuente de feedback (“participa», «habla”).
En segundo lugar, el gobierno cibernético no es un gobierno sedentario o estático, sino más bien “una dinámica de autoorganización” Un tipo de orden que no niega el caos, más bien busca permanentemente el equilibrio en el desequilibrio. Un gobierno capaz de seguimiento de flujos, procesos, devenires, a través de dispositivos nómadas de rastreo y trazado (más un brazalete electrónico que una cárcel). Un gobierno siempre “a la escucha”, a través de sondeos, encuestas y estudios.
Por último, el gobierno cibernético no es un gobierno centralizado, sino mediador. No sólo interconecta máquinas, procesos, información, personas y capitales, sino que borra las viejas fronteras de la arquitectura liberal del poder (público-privado, etc.) articulando esferas heterogéneas: fragmentos de Estado, sociedad civil, movimientos sociales.
Leída en nuestro contexto particular, la distopía de Tiqqun produce un cierto escalofrío. Uno no puede dejar de pensar que “la nueva política” es el agente histórico destinado a acometer el pasaje del viejo al nuevo capitalismo (cibernético) en el plano de las instituciones. Los “pilotos” de la HC no puede ser “gente viejuna” que teme o desconoce las redes, sino que han de ser “nativos digitales” que la asumen como paradigma o “imagen del mundo”: una forma de ser, de hacer, de pensar y, ahora también, de gobernar.
El malestar
Un amigo viajó hace poco a una ciudad lejana que desconocía. Salió del aeropuerto y fue en autobús hasta el centro, allí sacó el móvil y activó Google Maps. La pantalla llamaba su atención claramente sobre un icono, pinchó y era su hotel, muy cerca de donde se encontraba. Felicidad. Pronto podría descansar en lugar seguro. Pero… un momento, un momento, ¿cómo demonios sabía Google cuál era su hotel? ¿Qué cruce de datos…? Misterio. Esta sencilla anécdota, que puede resonar en cada uno con una historia similar, nos habla del carácter doble, ambivalente, del orden cibernético. Por un lado, las mil posibilidades que nos ofrece de conexiones, saber, visibilidad, ajustándose a nuestra vida como si fuera un guante; por otra, una cierta sombra de inquietud, un ruido de fondo de malestar (que no se reduce ni mucho menos a la cuestión de la “privacidad”).
Vamos a detenernos ahora en esa parte de sombra, que es de donde podrían surgir las rebeliones y alternativas a la HC. ¿De qué tipo es ese malestar? Algunas intuiciones, recogidas de conversaciones, libros o de la observación de mí mismo:
La transparencia, en el orden cibernético, implica quedar reducidos a “perfiles”. Convierte la experiencia en estadística. Pero no somos perfiles, sino singularidades con tonos, vibraciones y acentos propios. No somos “signos”, abstracciones comunicables e intercambiables, sino algo mucho más parecido a un jeroglífico, un laberinto, una rugosidad. No somos “muros”, donde todo el mundo ve de nosotros las mismas cosas y al mismo tiempo, sino “seres en situación”: distintos según el contexto que atraviesan, la trama de relaciones en la que se encuentran, etc. La “perfilización” es una mutilación de la multidimensionalidad de la vida, por exigencia de representación.
Además, la transparencia sustituye las relaciones de confianza por relaciones de control. Deja pasar la luz, pero una “luz que quema”: la mirada del inquisidor. En lugar de darnos confianza, construyendo situaciones y contextos de igualdad, nos volvemos vigilantes y jueces unos de otros, en una especie de panóptico distribuido, participativo.
La velocidad, en el orden cibernético, significa poner la vida entre paréntesis. Hay que correr siempre más, producir para seguir produciendo, actualizar permanentemente nuestra imagen, muro o perfil. No hay tiempo, ni espacio, sólo flujos en aceleración permanente. La urgencia es la temporalidad propia de la cibernética (y los nervios a flor de piel, su clima afectivo). Hay que eliminar todo lo que estorbe y nos haga más lentos, los lentos son perdedores. Pero una relación, un proceso de crianza, un duelo, tienen sus propios tiempos, heterogéneos a la temporalidad de la urgencia. A mucha velocidad no se puede elaborar nada, sólo aplicar respuestas automáticas, superficiales, descuidadas. No se puede cambiar de sentido, girar, bifurcar, sólo correr hasta la gran bofetada. No se puede pensar o crear si nada nos opone resistencia.
La conexión, en el orden cibernético, reduce la relación a interacción. Pero los seres humanos no nos “conectamos”, nos afectamos, chocamos, peleamos, nos herimos, etc. No “comunicamos”, descodificamos una sintaxis o desciframos una información, sino que vivimos en el malentendido, traduciendo una y otra vez a los demás (es decir, traicionando el original). Un encuentro no es un link o un feedback (“me gusta”, etc.). El malestar, aquí, consiste en la pobreza y la superficialidad de las interacciones. Tan fáciles como insatisfactorias. En la conexión hay vínculo instrumental, puntual, a placer. En la relación hay deseo común, sentido compartido, viaje con el otro.
Estrategias de subversión
“En nuestra época, sobre nuestro planeta, conocer a un ser humano significa interrogarle hasta la vivisección. Todos sabemos la carga sádica que puede contener la palabra pregunta . El inquisidor lo invade todo. Conocer a un ser humano significa, de hecho, no dejarle ninguna posibilidad de existir. Entonces, no le pregunto, le miro, le toco, le respiro, conmocionado por la fuerza desconocida que me comunica” (Jean Ipousteguy)
¿Cuál es el problema con la HC? Podría pensarse que se trata de una hipótesis buena, correcta, pero aún no realizada plenamente. Se trataría entonces, desde esta posición, de reclamar más transparencia, más comunicación, más participación, más redes, más cercanía entre gobernantes y gobernados, una mejor representación, en definitiva.
La apuesta de Tiqqun es sin embargo muy otra: considerar mala y errada la HC. Ya desde un punto de vista filosófico: por la idea del ser que implica. Para Tiqqun, la vida no es información, ni puede reducirse a ella sin daño. Los cuerpos no son nodos transparentes, los encuentros no son enlaces, el tiempo no es el tiempo real. Aunque la HC se piense y presente como un poder horizontal, en realidad sigue siendo una forma de poder normativa, coactiva, exterior. Destructora, por tanto, de todo verdadero habitar.
Para Tiqqun entonces no se trata tanto de perfeccionar o radicalizar la HC, sino dedevenir irrepresentables: opacos a su ojo de cíclope, ilegibles para sus máquinas binarias de sentido, impredecibles para sus técnicas de control.
¿Cómo? En su contra-fábula, Tiqqun propone numerosas estrategias. Lo hacepoéticamente, porque no se trata de convencer, ni de orientar la opinión y la acción de nadie, sino más bien de insinuar y sugerir formas de resistencia que luego cada cual tendrá que configurar, ensayar, etc. La resistencia a la HC tiene que empezar ya por los modos de comunicarse. Lo contrario de la transparencia no es el hermetismo, sino el poema. Es decir, formas de escribir que no embrutecen, que no atontan, que dejan espacio y libertad al lector.
Vamos a apuntar entonces, ya para acabar, tres de estas estrategias, dejándolas deliberadamente imprecisas para que vuele la imaginación: lentitud, ritmo y niebla.
Lentitud no es ir despacio, sino desacelerar: aprender a desconectar y desconectarnos de los flujos del capitalismo cibernético. Desconectar nuestra propia cabeza, en primer lugar. Es el arte de la interrupción: fuga, sabotaje sutil o levantamiento colectivo. Si la velocidad implica la respuesta automática y superficial, la insensibilización hacia el entorno, la irritación constante ante lo que nos hace obstáculo, la desaceleración de los flujos abre por el contrario la posibilidad del proceso y el encuentro. Permite darse tiempo. Para mirar hacia los lados y no sólo hacia adelante. Para ver, sentir o pensar las situaciones que habitamos. Para que lo nuevo pueda acontecer.
Ritmo: no se trata de ir lentos o rápidos, sino de encontrar nuestro propio tiempo. Pero el ritmo, dice Tiqqun, es necesariamente “cojo”. Es bellísima la metáfora de la “cojera” en Tiqqun. Caminamos, pero nunca un paso es igual a otro. Hay siempre imperfección, disonancia. La vida va y viene, entre la palabra y el silencio, lo visible y lo invisible, etc. Un ritmo vital será, pues, necesariamente “cojo”. Nunca el ritmo automático y unilateral de la máquina (que descarta lo pensado, lo lento, las asperezas, etc.). Tampoco el ritmo musical, armónico, que sigue paso a paso la partitura (el programa). En todo caso, el ritmo del free jazz: plural, disonante, abierto a la improvisación. Un ritmo que asume e incorpora los silencios, las mareas bajas, los fallos, los accidentes, etc.
Niebla. La HC, como hemos visto, gobierna extrayendo y procesando información, pero la información sólo es la parte codificable de la comunicación humana. La niebla sería la estrategia que confunde las exigencias de transparencia, de univocidad, de identificación. Lo que protege de la mirada inquisitorial («¿quién eres?») y permite que una experiencia pueda darse, desarrollarse, encontrar su propio ritmo, sus propias palabras para nombrarse y compartirse (lo que podríamos llamar la “autogestión del sentido”).
En cada gesto de desaceleración, en cada cojera que encuentra su ritmo, en cada foco de niebla, se genera un pequeño apagón. Una zona de opacidad, disimulo, libertad, vida. Intermitente o duradera, personal o compartida, pequeña o grande. ¿Pueden coordinarse estas experiencias, amplificarse hasta generar un cortocircuito fatal para la máquina cibernética? Sí, pero desde luego no agrupándose en algún no-lugar (partido, organización o plataforma), sino mediante un efecto de reverberación: cada una desde su lugar, en medio de la vida, pero resonando e intensificando su efecto con las demás. Hasta alcanzar un día, tal vez, quién sabe, un punto crítico de desestabilización del sistema y provocar el Gran Apagón.
Doy mil gracias por las lecturas y los comentarios a Ema, Tomás, Javier y Álvaro, ¡relaciones y no enlaces!
Algunas referencias utilizadas:
Impasse Adam Smith, Jean-Claude Michéa, Editions Climats, Paris 2012 (sobre el origen del liberalismo)
Franco Berardi (Bifo), sobre la diferencia entre conexión y relación.
Economía libidinal, Jean-François Lyotard, FCE, 1990. 
La sociedad de la transparencia, Byung-Chul Han, Herder, 2013
En el acuario de Facebook, colectivo Ippolita, Enclave Libros, 2012.
(Fuente: http://www.eldiario.es/)

Las coordenadas del entuerto

Presentación de La razón neoliberal, de Verónica Gago
por Mario Santucho


Para mi es un compomiso difícil presentar este libro de la compañera y amiga Verónica Gago. Nos conocemos hace demasiado tiempo, casi 20 años, y desde entonces trabajamos juntos. Digamos que las fronteras entre trabajo, familia y comunidad, también entre nosotros tienden a indistinguirse, en función de un proyecto político e intelectual que ha tenido distintos nombres, desde el viejo Mate, pasando por el Colectivo Situaciones, la editorial Tinta Limón y el más reciente Instituto de Investigación y Experimentación Política.
Este libro forma parte de esa historia de investigación militante, en la cual hemos construido diferentes amistades políticas. Porque así como la investigación militante supone un tipo de pensamiento que no es meramente académico y un tipo de militancia que vas mas allá de la representación, las amistades políticas implican complicidades que no se reducen a alianzas por conveniencia, para abrirse a un diálogo sobre la constitución misma de nuestros estilos y formas de vida. El Colectivo Simbiosis Cultural, compuesto por jóvenes migrantes bolivianos, Silvia Rivera Cusicanqui (Bolivia), Raquel Gutierrez Aguilar (México), Marta Malo (España), Sandro Mezzadra (Italia), y varios de los protagonistas que pueblan este libro, no son apenas autores que Vero refiere en sus citas, sino interlocutores permanentes con quienes componemos búsquedas y, últimamente, compartimos más dudas que hallazgos.
Ahora bien, La razón noliberal es también un producto académico. Se trata de una tesis de doctorado que ha sido reescrita para su publicación en la editorial autogestionada Tinta Limón. Asistimos así a un desplazamiento: de la escritura colectiva a la autoría individual y de la pretención por construir intervenciones inmediatamente políticas a un registro más denso, meditado y consistente. En ese sentido hay que admitir, como suele decirse, que “esta obra no hubiera sido posible” sin los subisdios del Estado Nacional a la investigación universitaria. El financiamiento estatal sostenido y el deseo de muchísimas personas han logrado investir simbólicamente al espacio académico, aunque no esté muy claro su sentido en la escena contemporánea. Traspolando palabras de la autora, la academia es hoy un territorio que promueve la inversión en el sí mismo, provee un ideal de progreso y habilita una razón calculadora, en el marco de una pragmática idealista. Podríamos ser más caústicos y acudir a la imaginación de otro libro extremadamente feliz publicado el pasado año, La amargura metódica, que califica este reverdecer como una época de vacas gordas, construida gracias al método del feed-lot. Pues bien, esta tesis sobre las economías barrocas, que entre otras originalidades introduce la posibilidad cierta de un Foucault latinoamericano, deberá ser discutida con detenimiento en claustros y congresos, y será citada profusamente en papers y publicaciones.
Permitanme ponerme un poco serio, entonces, y felicitar a la Dra. Gago, porque ciertamente estamos ante un pensamiento inédito, singular y potente. Pero si Vero sale airosa del desafío que asumió, es gracias a la fuerza de su hipótesis feminista. Pues tengo la impresión de que no estamos, como se dijo, ante un libro erudito. Es algo parecido, pero distinto. Es un trabajo más bien meticuloso. Detallista. Podría decirse que no deja puntada sin hilo. Cada aspecto del problema en cuestión, es recorrido puntillosamente, con una precisión que impacta.
Sin embargo, intuyo que este libro tendrá también sus detractores. Así como hace unos años recibimos el mote de románticos por “idealizar” a los movimientos sociales, hoy tal vez acusen a Vero de construir una imagen demasiado “positiva” de los migrantes bolivianos en Buenos Aires. Y no es casual, porque su principal virtud consiste en demoler las bases mismas de la moral dominante en este siglo veintiuno latinoamericano. Y lo logra con creces.
La metropólis contemporánea no cesa de volverse más y más heterogénea. Una nueva composición social desafía las pautas tradicionales de la gobernabilidad urbana. Esta realidad abigarrada y promiscua está en la base del discurso de la seguridad, y de las micro percepciones xenófobas, al tiempo que contrasta con los grandes relatos de la inclusión social. Dice Vero: “la diferencia, para ser pensada como fuente material, productiva y dinámica de la heterogeneidad de nuestras ciudades, tiene que crear sus propias medidas y normas, para que sea reconocida a partir de su producción de valor”. Todo el libro es un esfuerzo enorme, complejo y eficaz por operar esta inversión del punto de vista. No se trata de solidarizarse con las víctimas, ni de escandalizarse por el resurgir de la esclavitud. Muy por el contrario, hay que despabilar y tomar nota de la impresionante potencia de sujetos que proliferan en la informalidad, mas acá del lenguaje de los derechos. En este sentido, estamos ante una verdadera obra de perspectivismo. A mi juicio, es aquí donde hay que encontrar el aporte político mayor de este trabajo.
Ahora bien, la autora se hace cargo de las consecuencias del desafío teórico asumido. Al sumergirse en el plano de la constitución de los sujetos, la polémica no se limita a una discusión con las derechas posmodernas. La mirilla cambia de referente y el objetivo principal pasa a ser el neodesarrollismo. Específicamente, la alternativa propuesta por la razón populista entre estado y mercado, que da lugar a una nueva autonomía de la política. Pero la potencia de la investigación, según mi modesta opinión, no radica tanto en el nivel ideológico, sino en la interpretación de esos ensamblajes productivos que la autora denomina “economías barrocas”, y de la formidable recomposición de una fuerza de trabajo que desborda la forma salarial. Llegados a este punto emerge el argumento principal del libro, la aparición de un “neoliberalismo por abajo”, una red de prácticas y saberes que asume el cálculo como matriz subjetiva primordial y que constituye el motor de las economías populares.
La fuerza de esta idea se constanta en la multiplicidad de derivas que habilita. Resumiré sólo una que me interesa especialmente y tiene que ver con el tema de este ciclo (Actores, políticas y dinámicas en la ciudad neoliberal). El gigantezco negocio textil que ensambla decenas de miles de talleres y cientos de predios feriales, que se ramifica en los shoppings y galerías más prestigiosos del país, que comunica las villas urbanas con las comunidades indígenas, que se prolonga en efusivas fiestas plebeyas… proyecta sobre la ciudad un particular régimen de visibilidad, que los medios se han encargado de catalogar como “clandestino”. Si queremos eludir las anteojeras policiales que distinguen únicamente entre lo legal y lo criminal, conviene hacer foco en la dimensión productiva, para entrever en qué medida la opacidad de tales tramas económicas tienen un origen rentístico. Exactamente igual a lo que sucede con el sistema financiero, es decir en el “neoliberalismo por arriba”.
La lectura de este libro nos permite señalar tres vectores principales de creación de beneficios.
– De un lado, la marca. Cada vez más concentrada en el aspecto espiritual del proceso, que consiste en modular las formas de vida de las clases con mayor poder adquisitivo. La materialidad de este segmento recae en el diseño y la publicidad, mientras que la confección propiamente dicha se mantiene a distancia de las firmas, gracias al yeite de la tercerización. La rentabilidad extraordinaria surge del abismo que separa el precio del producto y los costos de su confección.
– Por otra parte, la feria: la Salada y sus ramificaciones, incluído el circuito Avellaneda. Una compleja madeja logística y de comercialización, protagonizada por un nuevo empresariado político-social (que algunos catalogan como mafioso). Territorio de frontera que perfora el espacio reglado por la legalidad estatal y mercantil, atenuando el poder de fiscalización del Estado y utilizando técnicas de sabotaje comercial. La venta masiva a precios bajos garantizan el éxito ferial, que consiste en apropiarse de una tajada significativa del consumo interno de la indumentaria, un mercado que crece muchísimo en épocas de aumento de los ingresos populares (un empresario del sector nos decía que “la ropa se ha vuelto una droga”).
– Por último, el taller, el eslabón propiamente sumergido, donde se emplean los costureros, quienes soportan el peso de toda la cadena. Aquí el análisis de Vero va a fondo, hasta tocar la sustancia misma del problema. El taller es una zona de producción regida por patrones de excepcionalidad, a partir de la existencia de formas laborales muy precarias. La precariedad, que no es sinónimo de pobreza, constituye un tipo de explotación que no usufructúa sólo la fuerza de trabajo, sino también las formas vidas singulares. Por eso, la precariedad hace rato ha dejado de ser un fenómeno marginal y se generaliza. Pero la especificidad del trabajo costurero de los migrantes bolivianos tiene que ver con el plus de valor que proviene de la comunidad. Semejante diferencial, reforzado por la guetificación etnicista que capitaliza el estatuto legal del extranjero, genera lo que se denomina una “renta de posición”, que impacta de lleno sobre el mercado laboral.
El “neoliberalismo por abajo” puede pensarse entonces como un triángulo sin base horizontal, conformado a partir de tres vectores de producción de renta (uno lingüístico, otro logístico, el tercero comunitario).
La pregunta, para ir finalizando, es cómo politizar este complejo ensamblaje de fuerzas. Vero nos deja, parafraseando a la presidenta, premisas “muy incómodas”, en tanto arruinan los presupuestos de todo voluntarismo político. Ella asegura “que el terreno de la subjetivación es decisivo para desarrollar un pensamiento político transformador”. En clave feminista, agrega que esa subjetivación (en su doble sentido de afirmación y sujetamiento) debe ser entendida como un proceso no homogéneo ni unitario, que exije ser abordado en todas sus variaciones, determinaciones y ambivalencias.
Cuando uno lee esta fórmula, puede pensar que se trata de un ejercicio de sofisticación teórica o de un ardid literario. Pero ahora que junto a ella y otrxs compañerxs hemos fundado el Observatorio del Trabajo Sumergido como resultante del movimiento generado por la Asamblea Textil de Flores, y nos apercibimos de lo difícil que resulta la emergencia de un sujeto costurero, con organización y palabras propias, pues uno empieza a tomar dimensión de la magnitud del desafío que enfrentamos. Gracias a Vero, entonces, por tu capacidad para mostrarnos las coordenadas de este entuerto.
Buenos Aires, martes 14 de julio de 2015

El kirchnerista que no vota a Scioli

por Diego Genoud

Se pasó los últimos 12 años defendiendo al gobierno nacional. Volvió a creer en el peronismo, comenzó a juzgar distinto a los periodistas que antes admiraba y perdió amigos con los que creía coincidir en todo. Se entusiasmó con muchas decisiones, se enojó con muchas otras pero se juramentó respaldar a Cristina hasta el último día. Siempre cuestionó a los sectores que habían formado parte del menemismo y a los dirigentes de origen liberal que escalaban posiciones en el organigrama del gobierno. Pero lloró la muerte de Néstor Kirchner y se espantó ante cada frase de una oposición que hace política para la clase media alta y los empresarios.

Durante los años noventa, vivió con tristeza las privatizaciones, el desempleo, las relaciones carnales y la frivolidad. Su padre había sido dirigente sindical peronista de un gremio poderoso y lo había hecho nacer a la política en un mundo que hoy ya no existe. Su padre, que había llegado también a presidir un club de futbol, fue el que lo formó en lo político y en lo personal. Sin idealizarlo nunca, respetó a Hugo Moyano por oponerse al menemismo y enfrentar en la calle la reforma laboral de Fernando De la Rúa y Chacho Álvarez. A partir de 2003 y durante ocho años respaldó la alianza del gobierno con el jefe camionero. Cuando la Presidenta, rompió con Moyano, se quedó del lado del gobierno y cuestionó con más fuerza que nunca todas las prácticas sindicales que había conocido desde siempre.

Fue siempre un crítico de la Iglesia Católica y del liderazgo de Jorge Bergoglio. Lo vio como el jefe de la oposición y, cuando el cardenal se convirtió en Francisco llegó, lo siguió cuestionando en voz baja pese a que muchos de sus amigos comenzaban a venerarlo.

Cuando entendió que el Frente para la Victoria no tendría un candidato propio para competir en las elecciones presidenciales, empezó a pensar en votar a alguno de los ocho candidatos que querían convertirse en herederos de Cristina. Prefería a cualquiera, menos a Scioli. Se ilusionó cuando vio que Florencio Randazzo avanzaba en la campaña con críticas a los tres candidatos que aparecían arriba en las encuestas y fulminaba al gobernador bonaerense.

Siempre dijo que nunca iba a votar a Scioli. Y lo mantiene. A pesar de que ahora es el candidato y de que cuenta con el respaldo de la Presidenta. Lo conozco. ¿Es el único?

De pliegues y resistencias

(Sobre La Subjetivación, de Gilles Deleuze)[1]

por Diego Sztulwark



¿Más Foucault? Un Foucault político, con centro en la noción de resistencia. Un Foucault vitalista, pero de un vitalismo que no se separa de un fondo de “mortalismo” y para el que la vida no es sino conjunto de “funciones que resisten a la muerte”. Un Foucault para el cual la cuestión de “¿qué es pensar?” se formula trazando líneas: líneas curvas (enunciados), línea de cuadros (visibilidades), las forma estratificadas del saber; líneas agitadas, oceánicas o moleculares de las fuerzas (poder); líneas flexionada de resistencias, línea plegada de singularidades substraída a la relación de fuerzas (subjetivación). Así lo presenta Gilles Deleuze en su curso de 1986, íntegramente dedicado a exponer los conceptos originales de Foucault y a trazar sus relaciones posibles, así como las relaciones con filósofos con los que se encuentra en situación privilegiada.  

Lo político formidable, en esta presentación del “último” Foucault, consiste en el descubrimiento de la autonomía de la subjetividad, instancia que se deriva de las relaciones fuerzas y de las formas (saberes). Esa derivada es la adquisición última y fundamental de la política que Foucault encontró en los griegos cuando buscaba romper el impasse al que había llegado, según Deleuze, por el efecto hiper-totalizador del diagrama de fuerzas del poder. Una totalización que no dejaba respirar, ni permitía comprender el pasaje inmanente de los diferentes diagramas históricos.   

El problema que se planteaba a Foucault era el de la compresión histórica de la mutación de los diagramas (de soberanía, disciplinarios, de control). Las fuerzas  entran en relación en virtud de su doble poder de afectar (actividad) y de ser afectadas (espontaneidad). La aptitud para afectar y padecer permitía identificar las singularidades afectivas o reactivas en las fuerzas. Pero lo reactivo(punto en que una fuerza es afectada por otra) no es lo resistente (instancia autónoma del poder). Y sólo lo resistente de los contrapoderes permite comprender el carácter variable e histórico de los diagramas de poder.
¿Qué es lo que vieron los griegos? Fueron, para Foucault, los primeros en “plegar la fuerza” (la cuestión del “gobierno de sí” como condición del “gobierno de los otros”). Y lo hicieron, no en función de un “milagro” particular, sino en virtud de su diagrama de poder consistente en el juego de la rivalidad entre agentes libres.

El pliegue es la operación que lleva a la autoafección de la fuerza. El plegamiento no se da –esta es su autonomía– según los saberes o los poderes de su época, sino en función de lo que Deleuze insiste en llamar “reglas facultativas”. El pliegue se opera sobre la línea del afuera, que es otro nombre para el elemento informal de las fuerzas. La subjetivación es el proceso mediante el cual se constituyen momentos de vida autónomas por vía de la substracción (derivación) del saber-poder. Y el carácter resistente de sus singularidades consiste en su capacidad de desplegarse por su cuenta, acosadas tanto por las tentativas de investimento por parte del saber, como de las pretensiones de control de lo poderes.

¿En qué se distingue la subjetivación de la pretendida “vuelta al sujeto” que Deleuze rechaza por completo? En la subjetivación, el interior (el sí mismo) está hecho desde el exterior, el pliegue está hecho con la misma materia del afuera. La subjetivación no permite pensar un interior cerrado (institucional o psíquico), sino como terminal de un medio exterior. En otras palabras: es con relación al diagrama de las fuerzas que la subjetivación actúa como un operador de subjetivación. Y por esto es que la resistencia, en Foucault, se da como creación.

El pliegue ha sido pensado por muchos filósofos. Deleuze se concentra sobre todo en una comparación con Blanchot y Heidegger. Con Blanchot, se trata de comprender que el elemento informal de las fuerzas es un afuera absoluto, una línea de muerte imposible de franquear. El pliegue, en Foucault, será siempre un arrancar vida a la línea de la muerte, un vencer provisorio de la vida sobre la muerte. Un “vitalismo” sobre fondo mortecino. El pliegue, desde este punto de vista, crea una subjetivación en medio del hundimiento y la catástrofe. ¿Cómo no ver aquí una condición fundamental para la política radical? Separados del pliegue que extrae vida de la línea de la muerte, los vitalismos no son sino figuras retóricas inconsistentes.

Y con Heidegger se trata de la distinción fundamental entre un “posible lógico” (el pensamiento siempre cuenta con la posibilidad de pensar) y una potencia efectiva (el pensamiento tomado en un encuentro con otra cosa). Lo que da a pensar es siempre el afuera. La fórmula heideggeriana “todavía no pensamos” apunta a destituir la imagen lógica del pensar. Heidegger, pero también Artaud, para quien el pensar está afectado por un “impoder” que no se resuelve nunca a partir de la “posibilidad”, sino de un nuevo poder vital. Y aún Proust, para quien lo que fuerza a pensar es siempre un signo del mundo exterior (celos, enamoramientos).

No nos equivocaríamos demasiado si tratásemos de encontrar una zona común entre la subjetivación en Foucault y la noción de devenir en Deleuze y Guattari. ¿No hay en la constitución de ambos conceptos fundamentales una evaluación del ‘68? Eso afirma Félix Guattari en diálogo con Deleuze sobre el 68 como constitución de pliegues en la extraordinaria clase del 13 de mayo. Guattari retoma el 68 como tentativa de subjetivación (conjunto de resistencias, de afirmaciones autónomas), aunque critica a Foucault por no haber sabido diferenciar suficientemente la “lógica de los afectos” del juego de las fuerzas. El pliegue, para Guattari, introduce un nuevo sistema de referencias que, o bien produce un trastocamiento, o bien activa una recuperación de las subjetividades por parte del sistema de los saberes y las relaciones de fuerzas.

Con Guattari, las subjetivaciones se colocan en el centro de la gran política. La modulación de los afectos y los vuelcos de la subjetivación se convierten en el principio analítico absoluto. Frente popular, New Deal, fascismo, la política española, integración a la japonesa, y la subjetivación a la brasileña son otros tantos casos de una lucha entre producción de subjetividad y proliferación de arcaísmos hipercapitalistas: “cuando un operador es lo suficientemente potente para cambiar completamente las coordenadas de subjetivación de un ámbito, mientras que funciona, tiene todo tipo de consecuencias, todo tipo de efectos, puede contaminar todo el planeta, tal como en el 68 (…) pero luego, si se quiebra, hay por el contrario, un ascenso de viejos modos de subjetivación que van a reanimarse, a retomar el poder, a reinstaurarse de manera tanto más violenta cuanto que hubo imposibilidad para ese nuevo proceso de subjetivación de hallar su propia duración, su propia memoria”.         

La subjetivación es la fuente de las singularidades resistentes y de apertura de potencialidades de un campo social. De hecho, en estas clases, Deleuze está construyendo sin decirlo un formidable encuentro político entre Foucault y Mil mesetas. Si la “problematización”, en Foucault, se expone a partir de cuatro ejes (forma de lo visible y forma de lo enunciable, fuerzas-poder y subjetivación) los “agenciamientos” de Mil mesetas estarán construidos por líneas equivalentes: sobre un eje horizontal, actuarán los agenciamientos maquínicos de cuerpos (contenido) y agenciamientos colectivos de enunciación (expresión); y sobre un eje vertical  los vectores de territorialización (diagrama) y de desterritorialización (deseo, máquina abstracta).            

En otras palabras, lo político –para Foucault, pero también para Deleuze y Guattari– pasa por la afirmación de una instancia no estructural que opera por derivación (substracción/extracción) respecto de las relaciones de fuerzas. No se trata para ellos de simbolizar esta instancia, sino de pensarla en torno a las fuerzas o afectos. Si lo político combina una y otra vez la subjetivación con el saber y el poder (todo tipo de compromisos y reformas) su dinamismo más propio surge de su persistente autonomía, de su tendencia a resurgir en las coyunturas mas oscuras El descubrimiento del pliegue de las fuerzas coloca a Foucault más allá de la microfísica del poder, en la medida en que se incluye ahora al afuera.

Pero ¿cómo pensar este afuera? El afuera es lo que da a pensar, pero es también lo más interior, lo impensado del pensamiento. El afuera es velocidad infinita. Velocidad que experimenta el pensamiento. Lo que lleva a Deleuze a preguntarse por el pliegue desde otro ángulo: ¿cómo ser estos seres lentos que somos cuando somos atravesados por estas velocidades infinitas? Por una vez no se trata de discutir. “si han comprendido” algo de Foucault, dice el profesor Deleuze a sus alumnos, no le opongan objeciones: traten de conocer las “reacciones afectivas” que les produce. Y si el pensamiento de Foucault no les conviene al menos habrán encontrado la dirección en la que pueden seguir pensando.


[1] Gilles Deleuze, La subjetivación. Curso sobre Foucault. Tomo III, Cactus/Clases, Bs-As, 2015)

Los ojos azules bien abiertos

por Ezequiel Casanovas
(Fotos: Pablo González)

Una noche de enero de 2015, Cristian Pilotti agarró a su novia del cuello, le gritó que era una puta, que la iba a matar y la golpeó en la cabeza hasta dejarla inconsciente. La justicia lo consideró “tentativa de femicidio”. Con las resonancias del #NiUnaMenos todavía en el aire, crónica de una historia de violencia machista.
Vicky está contra la pared de la habitación de Cristian y no podrá escapar. Los ojos azules bien abiertos por el miedo. El pedido, el ruego para que hablen no alcanzarán a tapar los gritos, las amenazas. Tampoco su mano de mujer delgada. Por más que la estire y trate de doblar el brazo de su novio. No podrá con ese caño trabajado en años de gimnasio ni con la mano como tenaza que la sostiene del cuello. Ni con la otra, ya puño que se estrella contra sus pómulos, sus labios, sus mejillas.
Los golpes podían llegar si Vicky saludaba a alguien y no lo presentaba. Si entraba a un Facebook de otro hombre. Si se ponía una minifalda o un jean. Si se maquillaba mucho, poco o iba a cara lavada. Siempre le echaba la culpa. Siempre los celos, la desconfianza de Cristian.
Aquella noche, después de siete años de relación, Cristian le revisó el celular. Encontró un mensaje de alguien que le decía a su novia que era una reina y debía ser tratada como tal. Ella contestaba que estaba bien y elegía estar con él. Pero no alcanzó.
—Hay cosas que tengo tapadas —dice Vicky para explicar que esas situaciones eran normales en la relación y de muchas ya no se acuerda.
Hay cosas que tiene tapadas. Se acostumbró: un buen maquillaje para los pómulos morados; hielo para la hinchazón en los labios; el pelo como una cortina para las marcas en el cuello. O decir, como le dijo un día de ojo morado a su mamá, que Cristian le había dado un codazo cuando abrió la ventana.
**
El 21 de agosto de 1989 Alejandra y Roberto tuvieron a su tercera hija en Rosario. Victoria Montenegro llegó veintitrés meses después que las mellizas Fernanda y Soledad. A los dos años, la familia se mudó a Mar del Plata. Siempre vivieron en San José, un barrio de clase media trabajadora. Ahí, en 1997 nacieron los más chicos de la familia: Eugenia y Rodrigo, también mellizos.
Vicky andaba de acá para allá con sus hermanas más grandes. Uno de los juegos favoritos era con las barbies. Tenían varias y hasta les habían regalado la casita para esas muñecas. Las peinaban, las cambiaban y a veces les inventaban alguna historia. El barrio estaba lleno de chicos: jugar en la vereda era otra opción. O iban a patinar a alguna plaza.
La naturaleza le gustaba desde chica. El jardín y parte de la primaria los hizo en el colegio Albert Schweitzer y, cada año, los llevaban de campamento. La escuela le encantaba y Alejandra todavía lamenta que en cuarto grado tuvieron que cambiarla a la número 20 porque ya no podían pagarla.
Cuando tenían entre ocho y diez años Fernanda iba con Vicky a hacer los mandados y su hermana miraba para abajo todo el camino. Entraba a los negocios, volvían y nunca levantaba la cabeza. En los cumpleaños lo mismo. Se quedaba sola, sin hacer nada hasta que alguien le hablaba y la invitaba a jugar.
El Polivalente de Arte era el colegio de Fernanda y Soledad y el que eligió Vicky para hacer el secundario. A la mañana tenía clases y a la tarde danza. Dos años después no soportó más. La danza no era lo que esperaba y no había diferencia entre la doble escolaridad y leer un libro de mil páginas. Terminó cambiándose al Federico Leloir.
A los quince tuvo a su primer novio. Lo conoció en el centro donde los chicos y chicas se juntaban a conseguir tarjetas para algún boliche. Se llamaba Lucas pero para Vicky era más un amigo que una pareja. Escuchaban mucho reggae, se la pasaban haciendo trenzas de tela, yendo a recitales.
Alejandra recuerda que sus tres hijas más grandes compartían el mismo grupo de amigos. Eran como quince y cuando no iban a bailar se quedaban en su casa, ponían luces, equipo de música y una de las habitaciones se convertía en pista de baile. Fernanda dice que esos fueron los mejores años. Iban juntos a todos lados, se querían mucho y compartían los mismos códigos.
Durante toda esa época, Vicky se imaginaba una tarde de verano en la playa. El cielo enrojecido del atardecer. El mar oscuro pero azul apenas con unas ondas sin ganas de ser olas. Ella, vestido blanco, del brazo de su padre. La gente de pie a los costados de un camino para que la novia llegara al altar y al novio que la esperaba junto al cura. El sí, acepto y después una fiesta de dos días.
El Cristian del principio -como lo llama Vicky ahora- se parecía al novio de ese sueño. Era compañero, contenedor, la entendía y aconsejaba. Las salidas eran muchas y variadas: pasaban el día en la playa, se iban a Santa Clara o Miramar, tomaban mate en la Costa, iban al cine, a bailar y organizaban campamentos. Lo que ella proponía siempre estaba bien. Tenía todo lo que Vicky esperaba para enamorarse. Pero le cuesta recordar esa etapa. A Fernanda no.
El abuelo materno era uno más en la casa. Siempre vivió a pocas cuadras y lo veían todos los días. Para Fernanda y las hermanas era el amor de sus vidas: un padre. No llegaba a los 70 años y tenía soriasis. Un día de marzo de 2009 fue a la clínica para hacer un tratamiento de la enfermedad pero le inyectaron mal un medicamento y murió a los tres días.
Cristian no se movió de al lado de Vicky. La acompañó al velorio, a la casa, al entierro. Preguntaba si alguien de la familia necesitaba algo y no se olvidaba de decirle a su novia que todo iba a estar bien.
Ahora, Vicky no puede explicar en qué momento cambió la relación. Fernanda cree que sí. Se acuerda la primera vez que lo vio violento: hacía más o menos un año que salían. Vicky llevaba un vestido color crudo, la cara apenas maquillada, el pelo suelto. Tomaban una cerveza en la casa y al rato llegó Cristian que la venía a buscar para salir.
Él y Fernanda estaban sentados a la mesa rectangular del comedor de paredes blancas sin ningún cuadro. Vicky se fue a la pieza y volvió con un short y una remera. Preguntó cómo le quedaba. Fernanda le dijo que bárbaro. Cristian estaba atrás suyo: lo escuchaba pero no podía ver las señas que hacía y dijo que estaba de acuerdo pero a su hermana se le transformó la cara. Se fue y cinco minutos más tarde volvió con un pantalón y camisa escocesa. Para Fernanda también le iba bien. Cristian opinó lo mismo. Vicky miró al suelo y volvió a la habitación a cambiarse otra vez.
Fernanda fue al baño. Salió y desde el pasillo que da a la habitación escuchó a Cristian diciéndole a Vicky que con short, pollera o jean era igual:
—A mí me chupa un huevo lo que te pongas: siempre vas a ser una puta.
**
Vicky vio que el puntero del mouse se movía solo aunque hacía unos minutos que nadie tocaba la computadora. La flecha fue hasta el zócalo de la pantalla, se posó en el ícono del Messenger y lo abrió. Ella se sentó en el escritorio y agarró el mouse. El puntero se detuvo.
A los dos días, el técnico que revisó el CPU descartó un virus o cualquier otra falla. Pero Vicky no estaba loca: alguien manejaba el puntero desde otra computadora. Era Cristian que había instalado un programa espía. Podía ver con quien chateaba, las páginas a las que entraba y hasta los trabajos que hacía para el profesorado de maestra jardinera.
Estaba en primer año y había dejado Publicidad, la carrera que siguió apenas terminó el secundario. Le gustaba pero no se imaginaba entre campañas y avisos. Todas las mañanas cuidaba a los nenes de dos y cuatro años de su vecina. Jugaban, pintaban, la pasaban bien y pensó que su vocación era estar al frente de una sala en un jardín de infantes.
La relación con Cristian llevaba más de dos años y no era como al principio. Cuando iban a bailar o al cine pasaba algo que disparaba los celos de él. Igual que cuando estaban con el grupo de amigos de Vicky. Su novio siempre se enojaba. Sobre todo si alguno de los chicos la miraba, le hablaba o se reía y ella se empezó a distanciar. Sus amigos le hablaron, le pidieron que no se aleje pero después la dejaron ir.
Cristian también sabía mostrarse como cuando lo conoció: la hacía reír, la acompañaba, la contenía. Vicky hacía todo para que ese momento fuera lo más largo posible. Si sonaba su celular se encargaba de que supiera quién la llamaba y si no estaban juntos le avisaba cada uno de sus movimientos. Todo el tiempo pensaba cómo proteger la relación y a Cristian. La única forma de cambiarlo  —y estaba convencida de que lo iba a cambiar— era estando con él.
Vicky miraba a sus papás. Habían tenido problemas económicos, familiares, pérdidas de personas muy queridas. Incluso, Roberto, camionero, trabajaba en San Nicolás y veía a la familia un fin de semana cada quince días. Pero con Alejandra hacía más de veinte años que estaban juntos. Para ella, el amor era luchar contra todo y a Cristian lo amaba.
El primer año en el IDRA, el instituto donde cursaba, fue inmejorable: metió todas las materias. Un día de octubre de 2010 se preparaba para rendir un parcial a las seis de la tarde y le llegó un mensaje. Una exnovia de Cristian le decía que él le acababa de escribir para verla. Ella lo llamó y le contó. Cristian le pidió que esperara en su casa, estaba yendo para allá. Quería explicarle.
Vicky se fue a rendir. Caminaba por la calle Córdoba y dos cuadras antes de llegar al instituto vio a su novio que venía de frente. Dobló, hizo una cuadra y volvió a doblar en San Luis. El IDRA tenía entradas por las dos calles. Nunca va a saber cómo pero Cristian le había ganado. Estaba cerca de la puerta aunque no pudo evitar que ella se escondiera entre otras chicas y entrara.
No había llegado al aula que el teléfono sonaba y sonaba. Vicky no atendía y lloraba. El primer mensaje de texto decía “salís o entro y te cago a patadas”. El segundo: “voy a romper todo te voy a matar”.
Vicky, la respiración entrecortada por la angustia, apenas le podía explicar a su profesora que no iba a rendir. La mujer la obligó a mostrarle los mensajes. Le dijo que lo normal era que su novio le preguntara a qué hora salía y la esperara. Ella le aseguraba que no iba a entrar, que no pasaría nada.
Desde el instituto se comunicaron con Alejandra. Un empleado de seguridad privada vigilaba a Cristian que miraba hacia adentro o iba de una puerta a la otra. A medida que terminaban de rendir, las demás chicas le hacían compañía a Vicky.
De afuera llegó el ruido de la sirena. Un patrullero se llevó a Cristian de la puerta del instituto. Ella no podía creer lo que estaba pasando. Ya no habría excusas: en un rato se quedó sin maquillaje para el ojo morado, sin pelo que escondiera los dedos marcados en el cuello. Desnuda como mago al que le descubren todos los trucos: su familia, sus compañeras y todo el IDRA ya sabían.
Vicky se moría de vergüenza.
 **
Según la ley 12569 de la provincia de Buenos Aires, la Violencia de Género puede denunciarla cualquier persona. No sólo la víctima. Pero nadie hizo la denuncia.
Las denuncias por violencia de género se hacen en la comisaría de la Mujer. Según el Centro Municipal de Análisis y Desarrollo del Delito, en 2014 hubo 1139 denuncias y estiman que las víctimas son más de 7 mil: la mayoría de los casos no se llega a denunciar.
El 108 es una línea de asesoramiento gratuita que dispuso la dirección de la Mujer de la comuna a la que puede comunicarse la víctima o cualquier persona que sepa o sospeche de una situación de violencia. En enero y febrero pasados recibió en promedio 700 consultas mensuales. Más de 23 llamados por día. En 2014, el promedio fue de 600 por mes.
**
“No se considera como un hombre violento ni golpeador”, dice un asistente social sobre Cristian. Lo entrevistó en el marco de la causa en que figura como imputado y el informe final consta en el expediente.
Nació el 7 de enero de 1990. Le dicen Pilo —su apellido es Pilotti— y es el mayor de cinco hermanos. Los trillizos tienen dos menos que él y al menor le lleva nueve. Vive con ellos y sus padres en el barrio Hipódromo.
Desde los dieciocho años trabajaba de ocho a tres de la tarde en el Ente Municipal de Vialidad y Alumbrado. Manejaba un camión de “Bacheo al toque”. Según él, nunca tuvo problemas ni sanciones laborales. También es guardavidas y conductor náutico.
Cuando salía del trabajo, iba al gimnasio. Hacía musculación, cinta, bicicleta, spinning. Con uno de sus hermanos, personal trainer, seguía una dieta a base de proteínas para subir de peso. Los kilos demás se convierten en músculos. Todos los días comían arroz con pollo, ocho claras de huevo y tomaban polvos proteicos con carbohidratos y aminoácidos. Nunca probó anabólicos ni esteroides.
Fumaba marihuana desde los dieciséis. Probó cocaína pero no le gustó. Hacía dos años que consumía éxtasis. También pepa junto con alcohol todos los fines de semana para ir a fiestas electrónicas. “Me pega alegre”, dice.
A su relación con Vicky la describe como “la única en que tuvo sentimientos”. El asistente social escribirá que Cristian no registra la situación de violencia por la que se lo acusa. Sí otras veces en las que tuvo ganas de pegarle a Vicky pero logró reprimirse y controlarse. “Es la única persona que logró sacar lo peor de mí. Nunca le levanté la mano a una mujer”, dice Cristian.
**
El mensaje de Cristian decía que estaba pasando por el momento más difícil. Vicky le respondió y quedaron en encontrarse en la puerta de su casa. El mismo lugar donde se habían visto por última vez hacía un año. Fue una noche de febrero de 2012. El cielo despejado, el calor, sugerían una cerveza o una vuelta por la costa pero él no quiso. Tenía que contarle algo antes que se enterara por otra persona. Estaban en su auto, lloraba y un temblor le sacudía todo el cuerpo. Tardó unos minutos en reponerse. Ella pensaba que estaba enfermo o se iba del país. Nada de eso. Había tenido una hija con Florencia, una de sus amigas.
A principios de 2013, Cristian también lloraba y le decía que la necesitaba. La mamá de la nena se la había llevado a Buenos Aires. No le atendía el teléfono ni respondía mensajes. No tenía cómo ubicar a su hija. Tampoco entendía a la abogada que contrató para recuperarla. Le pedía ayuda.
—Lo empecé a ver de vuelta por la nena— dice Vicky.
—¡Por lástima! —grita su mamá desde algún lugar de la casa y parece que ella no escuchara.
—Fue lo peor que podía haber hecho.
Vicky, pantalón verde, remera blanca, va a repetir esa frase o alguna parecida todas las veces que cuente que volvió con Cristian. Pero así lo puede ver después de tres meses de terapia.
Desde las amenazas en el IDRA cada vez que se reconcilió con él fue por unos meses —lo mismo dirá cuando lo denuncie—. Después se peleaban, estaban un tiempo separados hasta que pasaba algo y volvían. Muchas veces a escondidas. Nadie quería que esté con él.
Ella lo puede ver ahora que ceba mate dulce en el living de su casa, le pide al gato gris que no se suba a la mesa y describe a la relación con el Círculo de la Violencia, un esquema que usa la psicología para analizar las relaciones violentas y tiene tres etapas.
Todo empieza con la etapa de acumulación de tensión. El hombre vive enojado, indiferente, es dueño de silencios que duran horas. Si la mujer pregunta qué le pasa, responde que nada, que es ella que está muy sensible. Tiene demandas irrazonables o manipuladoras: si hay lasaña para la cena, su mujer debió imaginar que él quería comer pollo. Las palabras, los gestos, las opiniones que valen son las suyas. Él es la autoridad. La mujer se pregunta en qué falla. Siente culpa, angustia, confusión. Hace lo imposible para calmarlo aunque nunca alcanza.
La tensión aumenta hasta que estalla. Llega la etapa de explosión violenta. O sea los insultos, amenazas, golpes. Tras el dolor, la mujer se siente culpable, ansiosa y tiene miedo. Aprende  que el poder es exclusivo del hombre.
La tercera etapa es la luna de miel. El hombre llora. Pide perdón. Admite que estuvo mal.  Promete cambiar y le pide a la mujer que lo ayude. Hace lo que sea para que lo acepte de nuevo. Incluso deja que ella crea que, ahora, el poder es suyo. Cuando empieza a ejercerlo, él siente que pierde el control y quiere retomarlo: el círculo vuelve a empezar. Funciona como un espiral: las etapas son cada vez más cortas y la violencia más intensa.
Sin embargo, él niega el abuso. Lo minimiza, lo explica, lo justifica. Eso le permite vivir con lo que hace, no ser descubierto por los demás, tratar a la víctima de exagerada cuando no hay evidencias del maltrato o decir que no quiso dañarla cuando las hay.
La mujer también niega y se culpabiliza. Es preferible eso que aceptar que el hombre que eligió no la quiere, no la respeta. Reemplaza su valoración personal por lo que su pareja piensa de ella. Cada vez es más dependiente, tiene menos poder y menos energía hasta que siente que no puede vivir sin el hombre.
Es muy difícil romper el círculo sin ayuda.
**


Nadie. Ni la mamá, el papá, las hermanas, las amigas de Vicky sospechan que está viendo a Cristian otra vez. Si supieran, quizás no permitirían que se levante, vaya a la cocina y corte pan para preparar sánguches. Ni que los guarde en la mochila y cargue la heladera con gaseosa y salga al mediodía a encontrarse con él. Hace menos de un mes que se recibió de maestra jardinera. Cristian la llamó para felicitarla y están empezando de nuevo.
Su cumpleaños es el 7 de enero y hasta el día anterior la amenazó con que no estaría invitada. Pero ahora están en la pileta del camping municipal. Cristian quiso pasar el día con ella y a la noche la invitó a una fiesta. No le importa que esté pendiente del teléfono, hablando o respondiendo mensajes. Tampoco dejar el celular en la mochila porque con él lo tiene prohibido. Vicky dirá que ya sabía todo lo que tenía que hacer para que no hubiera problemas. Él quiere que vivan juntos después de la temporada y ya no tiene dudas de que la quiere.
Son más de las siete de la tarde y cerca del mar, el cielo se pone rosado: el sol le da tregua a los cuerpos después del día de playa. Cristian y Vicky llegan a la inauguración del balneario Destino Arena, al lado del Faro, en el Corsa de él. Se detienen en la garita de seguridad y muestran la invitación: “Destino Arena Opening Party”. Recorren más de dos cuadras entre médanos y palmeras y dejan el auto en el estacionamiento.
El balneario está en la zona más comparable con Punta del Este de la costa marplatense. El cuerpo de modelo, la actitud de vedette de las promotoras en la entrada. Un deck donde podría caber una cancha de fútbol siete. Un bar en cada punta y una cabina de Dj en cada bar. Dos barras de tragos con carteles de Heineken. El agua de la pileta que, por las luces, parece turquesa. Palmeras y sillones, mesas y reposeras blancas.
Los hombres de malla o bermuda. Las mujeres de short o minifalda. Casi todos de  musculosa o remera. Una de cada tres personas lleva lentes negros o espejados. La mayoría de los cuerpos bronceados, muchos tatuados, otros tantos trabajados para llegar al verano como las revistas mandan. En la mano alguna botellita de agua mineral, Cuba Libre, Campari o el porrón de cerveza.
Los Dj pasan música desde temprano. No aturden como en un boliche. Hay mucha gente pero nada de amontonamiento. Algunos bailan, otros hablan, se ríen. Son las mismas caras que se ven en las fiestas electrónicas de Mar del Plata. Vicky y Cristian las frecuentan y conocen a muchos. Van, vienen, charlan con uno, con otro.
Los dos coinciden: se estaban divirtiendo.
Una semana más tarde, Cristian declarará como imputado ante el fiscal Juan Pablo Lódola que con Vicky, en el camping, tomaron media pepa cada uno y alcohol todo el día. Alexis, un conocido de Cristian, citado como testigo en la causa, dirá que estaban de la mano y lúcidos aunque todos tomaban alcohol. No sabe si tomaron pastillas pero Cristian, en el ambiente, tiene fama de que le gustan.
Cristian declarará que tenía un amigo en la barra que le daba cerveza a buen precio y que tomaron éxtasis. No recuerda la cantidad pero cree que dos pastillas cada uno.  También le dirá al fiscal que su novia se estaba besando con otra chica. Entonces fue, la tomó de la mano y le dijo: “¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Estás flasheando?”. Desesperado, discutiendo la llevó hasta el auto. Le pidió que le explicara. Vicky no quería subir y la agarró del cuello para que entrara. Arrancó, se fueron, la discusión siguió. Cristian no recuerda el lugar —“por el estado en el que estaba”, dirá— en que frenó y le pegó. Lo que sí recuerda es que golpeó con el puño cerrado. Ésta es su versión.
Vicky lo contará de otra manera.
En la fiesta, se encuentra con Guadalupe, una amiga que hace tiempo que no ve. Mientras bailan, le cuenta que hace poco se reencontró con Cristian. La conversación se interrumpe cuando siente una mano que la agarra del cuello. Los dedos de su novio la atenazan y le llevan la cara a su pecho. Algo le dice al oído. No le gusta cómo baila.
La agarra de un brazo y con la otra mano la empuja hacia una de las salidas que dan a la playa. Vicky atina a mirar a Guadalupe que no sabe qué hacer. Después agacha la cabeza. Algunas personas se abren para dejarlos pasar. La mayoría ni se entera. Junto a la barra hay un espacio tapado por una valla de seguridad. Cristian la empuja pero por ahí no pasa.
Micaela, una chica que está en la fiesta, le pide a un empleado de seguridad privada que haga algo. El tipo responde que no se puede meter en problemas de pareja. Los dos ven cómo Cristian obliga a su novia a ir al estacionamiento. Caminan entre los médanos, la gente queda atrás y parece que nadie escucha los gritos.
—¡Me estás haciendo quedar como un boludo! ¡Te voy a matar! ¡Te estás portando como una puta!
Llegan al lado del auto y, como siempre, la agarra del cuello. Siguen los gritos, las amenazas. Vicky, los ojos ciegos por el miedo, otra vez no podrá escapar. No tiene cómo. El brazo trabajado en años de gimnasio de su novio, la mano ya puño que no se detiene ante su ruego y va derecho al pómulo izquierdo es lo último que ve, lo último que siente antes de perder la conciencia.
**
Vicky está en la comisaría de la Mujer. Ya terminó de contar lo que pasó en la fiesta. El policía se levanta para hacer las copias de la denuncia. No se da cuenta que ella transpira, siente frío y no para de temblar. El desmayo llega segundos después. Su papá la levanta en brazos y la lleva a la clínica.
Según el informe médico —que figura en la Instrucción Penal Preparatoria Nº 08-00000876-15— tenía lesiones en la cabeza: trauma de región frontal con hematoma bipalpebral  en ambos ojos, trauma de nariz, contusión en labio superior, fractura de arcada zigomática, neumatización del cornete medio derecho, desviación del tabique nasal, fractura multifragmentaria de pared lateral y posterior del seno maxilar con colección hemática.
Dicho de otra manera: estaba desfigurada. El informe médico aclara, también, que tenía lesiones en el cuello y en el tórax, las costillas, la columna.
El primero que la asistió esa noche fue Mariano, un amigo suyo. En el expediente está la  declaración: Cristian estacionó el auto frente a la pizzería donde él trabaja, en Almirante Brown al 1800. A veinte metros escuchó cómo la pareja discutía y el golpe que Cristian le dio al volante. Convenció a su amiga de que pasara al baño del negocio y se pusiera hielo.
Mariano dirá que Cristian no sabía qué hacer: no la quería dejar “tirada” pero, a su vez, se quería ir. Todo el tiempo trataba de explicar lo que había pasado. Buscaba excusas y le repetía que si Vicky no hubiera bailado así.
—Estoy arrepentido. Se me fue la mano —recordó Mariano que le dijo.
Vicky lo echó de la pizzería. Se fue y al día siguiente volvió a hablar con Mariano. Esta vez por WhatsApp. La conversación también figura en la causa. Siempre la empieza Cristian: a las 12, a las 2 de la tarde, a las 5, a las 6. Pregunta por Vicky, dónde está, si está internada. Dice que la estaban pasando bien pero ella se equivocó. En uno de los mensajes le escribe: “Me sentí re boludeado. La vieron todos”.
**
Vicky apretará el botón Publicar de su Facebook y no habrá vuelta atrás.
El sol de la mañana del domingo 11 de enero amenaza con una tarde de más de 30 grados. Pero a Vicky poco le importa. Hace un día que salió de la clínica. Su familia le prohibió todo contacto con Cristian que no podrá pedir las disculpas de cada vez. O hacerse el que no recuerda lo que pasó. Ni preguntarle por qué lo provocó y mucho menos prometerle que va a cambiar, que van a estar bien.
La noche anterior Fernanda y Alejandra ven una foto de Cristian en Facebook. Está en la costa, abrazado a un amigo. Hacen un comentario y Vicky se da cuenta de que hablan de él. Ellas no le quieren decir nada pero se enoja y su mamá le muestra la pantalla de la computadora:
—Esto hacía el hijo de puta que te cagó la vida mientras vos estabas internada.
Hay otras fotos de él: bailando solo, con cuatro chicas en un boliche, abrazado a otra mujer. Vicky no puede creer que Cristian siga como si nada. Ella sabe que sus amigos, incluso los que tienen en común, piensan que es un genio. Sabe —le dijeron los médicos— que una trompada más pudo haberla matado. Por primera vez el enojo, la bronca son más que la tristeza.
Esa noche le cuesta dormirse pero cuando decide usar el Facebook lo consigue. Apenas se levanta agarra la computadora y escribe como quien escapa, sin lugar a interrupciones. Cuenta que no está de acuerdo con el morbo de las redes sociales pero siente todo el dolor que puede llevar en el cuerpo. Habla del llanto de sus amigos, su familia; del odio que inunda la casa. Esta vez no puede dejarlo pasar.
La barra azul del Facebook marca que la imagen está cargando. Son tres fotos en una. A la izquierda de la pantalla se ve a Cristian: el torso de patovica desnudo, los lentes negros, media sonrisa. En el medio aparece de musculosa, sin lentes y abraza a Vicky por la cintura. Ella, el pelo tirante hacia atrás, vestido blanco, devuelve el abrazo. Los dos tienen un vaso de cerveza en la mano y miran a cámara. Ninguno sonríe. En la última se ve la cabeza de Vicky sobre la almohada de la clínica. Una lágrima de sangre ya seca le cruza la cara pálida, agotada. El ojo izquierdo morado, cerrado por la hinchazón. Los labios partidos, del color del ojo. Una cinta blanca le tapa la herida en el pómulo.
Vicky publica la foto. En dos horas, más de 600 personas comparten su estado y llueven mensajes privados. Unos de apoyo, otros le piden consejos. Una mujer policía le escribe que  vive la misma situación con su pareja, también policía. El tipo le juró que si lo denunciaba la hacía desaparecer en dos minutos. La mujer le pedía ayuda porque cada vez que iba a dejarlo, el novio la convencía.
—Pobre chica. Todavía piensa que el novio va a cambiar —dice Vicky.
—Es lo mismo que vos pensás de Cristian —responde Fernanda.
A la tarde, 10708 personas ya compartieron la imagen y 8164 le pusieron me gusta. Una ciudad entera sabe de Vicky. Y de Cristian. El lunes es tapa de portales de noticias y diarios. La semana va a ser larga: las radios la despiertan a las siete y la llaman todo el día. Las cámaras de televisión de canales locales y nacionales la visitan en su casa.
Dos días después, la policía detiene a Cristian.
**

El Juez de Garantías Juan Tapia dictó la prisión preventiva a Cristian y lo acusó de tentativa de femicidio.
En su resolución, evaluó que Cristian mide casi dos metros. Tiene un cuerpo fuerte y atlético. Agarró del cuello a Vicky como para estrangularla mientras gritaba que la iba a matar y la golpeó en la cabeza. Le provocó traumas y fracturas en una zona vital. Vicky perdió el conocimiento. “Esa conducta está orientada a matar”, dijo el juez.
El femicidio, agravante del homicidio, es cuando un hombre mata a una mujer en un contexto de Violencia de Género. Pero el Código Penal no define qué es Violencia de Género. Tapia recurre a otras normas para interpretarla: se basa en una relación de poder desigual. En una agresión a la mujer por el hecho de ser mujer. En una situación de dominio y sometimiento en la cual el hombre actúa como si la mujer fuera su propiedad.
Para Tapia, Cristian dominaba a Vicky. Había una relación de poder desigual entre ellos. Tuvo una actitud machista cuando interrumpió la charla entre su novia y Guadalupe. Le reprochó que lo estaba “haciendo quedar mal”, la trató de “puta” y se la llevó por la fuerza hasta el estacionamiento como si fuera una cosa.
Además, en la declaración de Cristian, hay un intento de justificarse cuando dice que su reacción fue por la actitud de Vicky. El juez dice que es una argumentación sexista muy común en casos como éste: le traslada la culpa a su pareja que pasa a ser la provocadora y no la víctima.
La pena mínima que le correspondería a Cristian es de diez años. Tapia sostiene que si  recuperara la libertad podría presionar a su ex novia para que retire la denuncia o provocar un nuevo episodio de violencia. Por eso dictó la prisión preventiva. La Cámara de Apelaciones y Garantías la confirmó.
Hasta el juicio oral —que sería en el primer semestre de 2016— Cristian debe permanecer en la unidad 44 de Batán. Pero para Tapia, en caso de que la justicia lo encuentre culpable, la cárcel no es la solución: debería haber penas específicas distintas al encierro.
El juez dice que si la violencia se aprende, hay que desaprenderla. En la cárcel, Cristian tendrá que defenderse cada vez que le quieran robar las zapatillas o la comida. Sabrá lo que es el hacinamiento y el hambre. “Estamos ante una gran hipocresía colectiva: queremos enseñar a vivir en libertad y sin violencia utilizando el encierro y la violencia”.
La abogada que representa a Vicky, Patricia Perelló coincide con Tapia: la cárcel no solucionará nada, la ley de femicidio reprime pero no previene el delito. También cree que Cristian debe tener la pena que corresponde pero no para que sirva de ejemplo sino porque puso en riesgo una vida.
Para Vicky, no es fácil ninguna opción: ni Cristian preso ni libre. “Lo que está pasando es lo que tiene que pasar”, dice. Espera que todo el tiempo que esté en la cárcel le sirva para entender lo que hizo, salir y tener una vida mejor.
—Por primera vez en ocho años, estoy haciendo las cosas bien —dice Vicky, por primera vez con los ojos azules bien abiertos.
(fuente: www.revistaajo.com.ar)

Clinämen: Economía social: ¿de qué hablamos?

Conversamos con Walter Isaía, comunicador social, periodista, coautor del libro «2001: Relatos de la Crisis que Cambio la Argentina», sobre economía social. Las declaraciones de Scioli sobre la creación de Ministerio de Economía Popular en caso de ser electo. La agenda política marcada por Bergoglio. Las formas de subsunción de la producción informal de valor. Trabajo autogestivo y «reconocimiento» estatal.

Para una crítica política de la cultura

(editorial del primer programa de “La Luna con Gatillo”)
por Mariano Pacheco


Una crítica política de la cultura contemporánea deberá partir del hecho de que el capitalismo, en su fase planetaria actual, promueve la ruptura de los lazos necesarios para poder vivir en comunidad. Si la cultura, en el largo desarrollo de la humanidad, surgió como un modo de conjurar la inclinación agresiva que cada sujeto lleva en sí, esa “disposición pulsional originaria” (“pulsión de muerte”) persiste hasta hoy como malestar. De allí que toda crítica cultural no pueda sino ser una crítica política, y por lo tanto económica y social (no es posible desarrollar hasta el fondo un antagonismo con el orden vigente sin cuestionar la dinámica que impone el capital).
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá cuestionar, asimismo, el “optimismo ingenuo” que piensa que puede construirse un mundo liberado armónico, sin conflictos. Es necesario entonces asumir la hipótesis de un “pesimismo antropológico”, que entienda que la vida en común solo es posible a partir del conflicto y la distancia de los sujeto entre sí y de la humanidad con la naturaleza
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá aportar a gestar “dimensiones simbólicas críticas” de los seres humanos que no aceptan el orden que los explota, los oprime y  domina. Para ellos el arte no puede ser entendido como un simple anexo de la política (un parche), sino que deberá ser una dimensión estratégica, que contribuya a fomentar con rituales los lazos igualitarios y la organización popular, indispensable para cualquier proceso de transformación social real. Un arte de estas características asumirá la tarea de proveer de riqueza simbólica a los espacios y sujetos que vienen resistiendo el lugar de víctimas al que se quiere condenarlos, luego de haberlos expuesto a un largo proceso de degradación política y cultural, más allá de posibles líneas de “inclusión económica y social” presentes en los últimos años, que no han revertido la lógica hegemónica del  arte, más ligada al “consumismo” de la “industria cultural”, que niega las posibilidades estéticas, éticas y creativas de las clases populares, apostando a perpetuar su lugar subalterno en la sociedad. De allí que una intervención cultural crítica no pueda sino plantearse como parte de su programa (en permanente elaboración y reelaboración), gestar símbolos alternativos y atentar (incluso por medios violentos) contra aquellos símbolos que externalizan el poder de las clases dominantes, y deberá enfrentar las concepciones del arte que, de un modo que solo puede caracterizarse de decadente, festejan al frívolo poder.
Una crítica política de la cultura contemporánea asumirá que una sociedad nueva, constituida por sujetos diversos nuevos, no se gestará solamente a partir de las transformaciones económicas (propiedad colectiva de los medios de producción), sino que necesitará de la autoconciencia y el protagonismo popular.
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá asumir el lugar incómodo de pensarse siempre desde el cuestionamiento, que no implica falta de propuestas, sino más bien todo lo contrario. La perspectiva afirmativa no puede dejar de tener en cuenta que solo el asno dice siempre Sí, avalando así lo existente (aunque sea una existencia nueva, diferente). Un lugar de incomodidad que podría calificarse como el del típico “polemista” e “hincha pelotas”.
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá asumir, como parte de sus batallas centrales la lucha contra la enajenación cultural. De allí que, en una época caracterizada por los “consensos democráticos”, no tenga empacho en sostener que “hay, siempre, enemigos”, y no solo adversarios. Enemigos que son, ni más ni menos, todos aquellos que muestran jardines donde hay campos de batalla. Lucha cultural, entonces, que necesitará “ponerse los guantes”, descubrir “nuevos sentidos de la provocación” y construir una nueva épica, un nuevo paisaje mental y sentimental, acorde con los tiempos históricos en que le toca intervenir.
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá ser insurgente, inoportuna para los poderosos y operar como un “piquete cultural”: alterando la circulación de símbolos. Deberá, también, cuestionar la liquidez de los “tiempos (pos) modernos” y asumir la responsabilidad existencial, que es siempre histórica, y reactualizar ese concepto tan en desuso, el “compromiso”.
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá prescindir del prestigio, las lógicas consagratorias y otras imposturas. Deberá promover una imaginación indisciplinada, un “arte por el cambio social”, extra institucional, que tenga a la multitud laburante y de a pie, al pueblo en marcha y luchando, no solo su contexto, sino también su medio cultural, su campo de investigaciones, de experimentación y de creación. Para ello, por su puesto, deberá abrir un “frente de batalla” para legitimar su propio espacio de producción y circulación, sin galerías ni curadores, sin filtros, sin comités de selección, sin escenarios rutilantes, sin mercado. Por eso puede ser definido como un arte de acción y en movimiento: porque produce, demuestra, comete, perturba, perpetra, pervierte, subvierte y revierte. Un arte que busque ser parte de una praxis que rediseña totalmente el campo práctico y produce lo nuevo.
Una crítica política de la cultura contemporánea deberá proponerse construir una retaguardia eficaz para que no se la lleven puesta, para que las palabras fundamental no la pongan otros, y contribuir a la gestación de un nosotros.
Una crítica política de la cultura contemporánea será, finalmente, aquella capaz de asumir la praxis como su elemento constitutivo: dibujar, pintar, cantar, bailar, actuar, filmar, fotografiar, escribir, hacernos ver y escuchar…, entonces, será no sólo eso, sino también contribuir a construir colectivamente signos que nos ayuden a calentarnos el alma en el fuego de las antiguas y las nuevas ceremonias y rituales, a fundar mitos y a destruir fetiches… hacernos visibles y constituirnos como sujetos sobre la base de nuestras propias intervenciones en el proceso de resistencia y transformación. En fin: una crítica así, de ser eficaz, deberá aportar a hacernos sentir un poco menos extraña la historia,  ayudarnos a construir otra nueva.
(Este texto es una reescritura de “Arte por el cambio social: Apuntes para un manifiesto”, que escribí junto a Miguel Mazzeo en (2005. La luna con gatillo. Una crítica política de la cultura se emite los martes de 20.30 a 21.30 por la radio del Centro Cultural España-Córdoba (http://www.eterogenia.com.ar).

Ir a Arriba