Anarquía Coronada

«¿No nos representan?» Discusión entre Jacques Rancière y Ernesto Laclau sobre Estado y democracia

por Amador Fernández-Savater 
El 16 de octubre de 2012, en la Universidad de San Martín de Buenos Aires, el filósofo francés Jacques Rancière impartió una conferencia que llevaba por título “La democracia hoy”, en el marco de una semana de conferencia en Buenos Aires y Rosario organizadas por la  UNSAM y la editorial Tinta Limón.
En esa conferencia, Rancière desarrolló su ya conocida reflexión sobre el tema: la democracia no es ningún régimen de gobierno, sino la manifestación, siempre disruptiva y conflictiva, del principio igualitario. Por ejemplo, cuando los proletarios del siglo XIX deciden no actuar como si fuesen simple «fuerza de trabajo», sino personas iguales a las demás en inteligencia y facultades, capaces de leer, pensar, escribir o autoorganizar su trabajo. La democracia sería de ese modolo ingobernable mismo en su manifestación, es decir, la acción igualitaria que desordena el reparto jerárquico de lugares, papeles sociales y funciones, abriendo el campo de lo posible y ampliando las definiciones de la vida común.
«No hay Estado democrático”, afirmó intempestivamente Rancière ante un auditorio muy interesado en los escenarios de los gobiernos progresistas de la región (Venezuela, Argentina, Ecuador, Uruguay, etc.). Es decir, no hay traducción institucional posible de este fondo disruptivo, expansivo, de la política. En todo caso pueden darse algunos efectos, en términos de libertades o derechos. Pero “la democracia no se identifica con una forma de Estado, sino que designa una dinámica autónoma con respecto a los lugares, a los tiempos, a la agenda estatal”.
Después de la conferencia, como estaba previsto, tomó la palabra Ernesto Laclau, teórico de la hegemonía populista e intelectual de referencia para el grupo fundador y dirigente de Podemos. Laclau es un gran conocedor de la obra de Rancière, a la que ha dedicado numerosos escritos donde explica sus afinidades y diferencias con su pensamiento. Reproducimos aquí la pequeña discusión que mantuvieron ambos pensadores, como un estimulante para seguir pensando las tensiones entre dinámicas políticas y dinámicas estatales (o bien, por qué no, entre 15M y Podemos).
Ernesto Laclau
En primer lugar, quiero pedir disculpas porque me perdí la primera parte de la presentación de Jacques Rancière, pero había mucho tráfico y todo ese tipo de problemas. Entonces, desgraciadamente, no voy a poder reaccionar a la intervención de Jacques como si hubiera tenido la oportunidad de escuchar la totalidad de la charla.
De cualquier manera, hay algunos temas clave que en otras ocasiones hemos discutido entre nosotros y que si pudiera resumirlos alrededor de un tema, yo diría que es la relación entre democracia y representación. Es ahí donde yo creo que hay un matiz diferente entre el análisis que hace Jacques y el que yo he tratado de hacer.
¿Cuál es el problema, para mí, de la representación? La cuestión es la siguiente: si la democracia y la representación se oponen es porque se piensa que la democracia representa una identidad popular de la cual los mecanismos representativos están esencialmente excluidos. Rousseau mismo pensaba que la única forma real de democracia era la democracia directa. Estaba pensando en la Ginebra de su tiempo, de la cual tenía de todos modos una idea bastante utópica. Pero la condición de los grandes Estados hacía aparecer el momento de la representación como algo ineludible.
Entonces la cuestión que se abre ahí es la siguiente: ¿es el principio de la representación un principio necesariamente oligárquico? Es decir, algo que se añade como un mal menor a un principio democrático que representaría una voluntad popular homogénea. Yo creo que esto sólo sería así si la voluntad popular pudiese ser enteramente constituida por fuera de los mecanismos representativos. Y es ahí donde yo establecería una distancia. Yo creo que sin el tránsito a través de los mecanismos representativos no hay posibilidad de constituir tampoco una voluntad democrática, una voluntad popular.
¿Por qué? Porque el proceso de representación es un proceso doble. Jacques ha señalado muy bien que el principio de representación implica la posibilidad de un poder oligárquico. Pero puede representar también algo diferente. Si al nivel de las bases sociales de un sistema encontramos sectores marginales con escasa constitución de una voluntad propia, los mecanismos representativos pueden ser en cierta medida aquello que permita la constitución de esa voluntad. El otro día, en la discusión que mantuvimos con Jean Luc Melenchon [líder del Frente de Izquierdas] aquí en Buenos Aires, decíamos que el problema de las formas de democracia anárquicas que vemos hoy en día (por ejemplo, el movimiento de los indignados en España) es que si esa voluntad no tiene traducción en efectos de una reestructuración del sistema político eso conduce a una dispersión de esa voluntad.
O sea que yo pensaría que no hay un principio democrático opuesto al principio de representación, sino una construcción política que corta transversalmente el momento de constitución básico de la voluntad popular y el momento representativo. Si nosotros pensamos en la forma en que la cuestión de la universalidad y la totalidad se ha planteado en la teoría política, vemos que Hegel pensaba que el Estado es el único punto en el cual la universalidad de la comunidad se constituye. Porque la sociedad civil es el terreno de las lógicas de lo privado, de lo que él llamaba “el sistema de necesidades”. Habría entonces un corte absolutamente claro entre el momento de la totalidad (estatal) y el de la dispersión (privada). Marx respondió a eso: no es verdad, el Estado es el campo de la particularidad porque es el instrumento de la clase dominante y sólo si emerge una clase que es en sí misma y por sí misma el universal -es decir que emerge al nivel de la sociedad civil- esta fragmentación y particularismo puede ser superado. Para Marx esto implicaba el fin de la política y la extinción paulatina de las formas estatales.
Si nosotros pensamos en Gramsci, vemos un punto intermedio que para mí es el comienzo de una política adecuada en relación con esta cuestión. Gramsci decía que Marx tenía razón en decir que la sociedad civil también es un punto de construcción de lo universal, pero Hegel tenía razón en pensar que ese momento de lo universal es un momento político. Y por eso Gramsci hablaba del Estado integral.
El problema de la democracia para mí en este sentido, aceptando en parte argumentos de Jacques pero con diferencias, es que son necesarias formas de mediación política que atraviesen la distinción Estado/sociedad civil. Todo lo que sea radicalizar la distinción entre estos dos términos conduce, o bien a un parlamentarismo socialdemócrata inane, si se enfatiza el momento puramente estatal, o al ultra-libertarismo de una voluntad popular mítica constituida enteramente fuera del Estado.
Yo creo que de alguna manera las democracias latinoamericanas que están en elaboración en la actualidad son un intento de trascender estas tensiones y quizá son la mejor forma de ejemplificar aquello que estaba contenido fundamentalmente en las intuiciones gramscianas acerca de la guerra de posiciones, la hegemonía, el Estado integral. Bueno, con estas pequeñas provocaciones te dejo, Jacques, para que respondas al punto y luego dejamos paso a la voluntad general del público (risas).
Jacques Rancière
Aclaro antes que nada algún punto de cara a la discusión. Para mí no se trata en absoluto de plantear el principio de la democracia directa como una voluntad popular homogénea. Yo no me coloco en realidad desde el punto de vista de esta búsqueda de voluntad popular homogénea, ni tampoco exactamente de la oposición entre representación y democracia directa. Fundamentalmente, lo que me he planteado en mi trabajo es la pregunta de qué es un poder político y por qué un poder, para ser político, está obligado a integrar en alguna medida el principio democrático de la igualdad.
Siempre hubo poder y hay muchas formas de poder que no son políticas: el poder del jefe, el del maestro, el del patrón, el del amo… Son poderes privados, poderes de relación de autoridad que funcionan socialmente. Lo que me interesa es pensar cómo se puede fundar de modo general la idea misma de lo político. Y lo que me interesa verdaderamente es el modo en que el principio democrático funciona en sí mismo siempre como un desafío con respecto al principio estatal. Porque el principio estatal, a pesar de todo, siempre funcionó como un principio de confiscación y privatización del poder colectivo.
Para pensar el tema de la representación hay que partir del hecho de que hoy, quizá sea muy distinto y formidable en Argentina pero al menos en los países europeos es así, el principio representativo del Estado está totalmente integrado en los mecanismos de una oligarquía que se reproduce. No funciona en absoluto como una mediación para una construcción de voluntad popular. Quizá fue así en el pasado de los Estados europeos, pero desde luego ya no es el caso. La representación está casi vacía. Este sería el primer punto.
En segundo lugar, otro aspecto importante es que estamos de acuerdo en este aspecto doble o bifaz del sistema representativo, pero hay que ver de qué lado va a caer la balanza. Desde luego, yo prefiero un sistema representativo a otro, un sistema en el que los mandatos sean cortos, no sean renovables, ni acumulables, etc. Y si hablamos de democracias latinoamericanas, yo no puedo concebir un régimen democrático si cada seis años tenemos que elegir al mismo presidente [en referencia a Venezuela]. Creo que un presidente demócrata es el que hace su trabajo y se va. Y entrega el poder a otro que no sea sí mismo porque si no estamos ante una privatización del poder.
Por último, me pregunto si hay que continuar pensando en este esquema de Estado/sociedad civil. En esta lógica hegeliana donde, por un lado, está la sociedad civil (lo privado) y por otro el Estado universal, etc. Esto ya no funciona así. En alguna medida tu mismo lo has dicho: a pesar de todo, el Estado es cada vez más un principio de privatización y el Estado absorbe la representación. No se trata de oponer a la representación la presentación directa de la gente en la calle. Lo que ocurre es que el único medio de oposición a esta privatización estatal permanente son efectivamente las formas de manifestación autónoma del pueblo, una presencia autónoma del pueblo. El único modo de que no sólo exista el Estado, de que no sólo exista el modo representativo absorbido por el Estado, es que haya formas de existencia autónomas de otro poder. No diría una multitud reunida por una voluntad homogénea, sino un movimiento fuerte de acción que encarne un poder que es el poder de todos y de cualquiera. Ese el principio mismo de la existencia de la democracia y de la política. Y para mí eso es lo que hoy es fundamental.
Acto seguido, un par de preguntas vienen a cuestionar la distinción u oposición entre lógica democrática y lógica estatal, poniendo ejemplos en ese momento actuales en Argentina (recordemos, año 2012). Por un lado, la  Ley de Medios por la cual se regula sobre los monopolios de los servicios audiovisuales (por ejemplo, el monopolio del grupo Clarín). Por otro, la ocupación de la calle por sectores conservadores o reaccionarios que protestaban contra el gobierno Kirchner. Se citan esos ejemplos para mostrar situaciones en las cuales desde el Estado se lucha contra la oligarquía mientras que desde la calle ocupada se la defiende, unos ejemplos que supuestamente cuestionarían o complejizarían el análisis propuesto por Rancière.
Jacques Rancière
Es perfectamente claro que todo el mundo puede ocupar la calle y hemos visto grupos que tratan de imponer desde ahí intereses privados. Yo no digo que cuando uno ocupa la calle es el pueblo o que todo lo que se dice desde la calle está bien. Hay una especificidad en algunos países de América Latina por la cual los Estados tratan de tener el control sobre algunas palancas económicas y yo no estoy en contra. Pero lo que a mí me parece fundamental es discernir si el Estado se limita a tomar medidas correctas o si realmente da en sentido amplio los medios para otra expresión, para una expresión otra. Sólo así saldríamos del juego de la pelea entre grupos con poder y el Estado como únicos actores de la política. Pero es cierto que hay especificidad en América Latina con respecto a Europa, donde hay una integración casi total entre poder político (Estado, representación parlamentaria) y poder financiero.
¿Qué significa el poder de cualquiera? Significa orientar una acción según el pensamiento de una capacidad que verdaderamente es de todos, de cualquiera. Si se baja a las calle para defender los derechos del grupo Clarín, no se baja a la calle en nombre de ese principio democrático, sino en nombre de otros principios: que hay quien sabe informar y quien no, etc. No quiere decir que cualquiera que baje a las calles va a tener la razón. Hablar de poder de cualquiera es tomar partido por lo universal. El poder de cualquiera quiere decir que hay una capacidad que no puede ser acaparada por ningún grupo que diga que le pertenece. Ni por la oligarquía ni tampoco por la “clase obrera”. Ningún grupo representa la capacidad universal, la política. Hay principios de discriminación para pensar ese cualquiera. ¿Cuál es el principio de la acción que se está desarrollando, aquí y ahora? Pues hay que poner en marcha una serie de formas de investigación y de balance para poner a prueba este discriminante, para discernir si ese cualquiera es una figura de lo universal o representa intereses privados.
Otra pregunta inquiere si es posible realmente vivir en una democracia real o si siempre vamos a vivir con oligarquías que nos dominan y pequeños intervalos de manifestaciones populares.
Jacques Rancière
A lo que podemos llegar en el futuro, no tengo la menor idea. La cuestión para mí es pensar que el presente abre o cierra futuros, pensar el presente como aquello que abre y cierra futuros. Están los que piensan, como Tiqqun o el Comité Invisible, que sólo una especie de catástrofe puede permitir la liberación. Está Toni Negri, por su lado, que piensa que el mismo proceso de trabajo en condiciones capitalistas crea las condiciones del comunismo futuro. Hay grupos que dicen que tienen que madurar las condiciones objetivas, que hay que crear instancias de vanguardia y que en unos cinco mil años vendrá la revolución buena de verdad. Etc.
Yo a todo eso digo no. Insisto en esta presencia popular alternativa con respecto a la confiscación del poder de todos por parte del Estado o de poderes vinculados a poderes financieros. La primera condición de otro futuro es que ampliemos aquí y ahora esferas de iniciativa de un pensamiento compartido, de modos de decisión compartida, de focos de autonomía que den poder a cualquiera. ¿Dónde están las condiciones de otros futuros que no sean la reproducción del presente? En el presente. ¿Dónde va a llevar esto? Yo no lo sé. Lo que sí sé es que lo que puede llevar a otra cosa distinta al presente es la constitución de otros focos de poder y expresión autónomos, de otras formas de uso de las capacidades de los anónimos. Es decir, que mantengamos o renovamos las formas de existencia de un poder que no es un poder oligárquico.

Ernesto Laclau
Hago otra contribución a la confusión general. Yo diría lo siguiente. Derrida y Deleuze han centrado ambos parte de su análisis en la relación de representación. Aparentemente dicen lo contrario, pero yo creo que dicen lo mismo. Deleuze dice “la representación presupone la presentación, pero como esta presentación originaria nunca se da, la representación también carece de sentido”. Derrida dice: “como no existe la presentación originaria, sólo existen juegos de representación”. La presentación derridiana presenta más posibilidades al análisis político. Encontramos que de alguna manera no hay “afuera del texto” de la representación. No hay afuera radical del campo de la representación política. La construcción de las oposiciones van a tener que darse dentro del campo de la lógica de la representación.
Esa lógica de la representación puede conducir a formas oligárquicas. O bien, a través de las estrategias que pueden desarrollarse dentro del campo representativo, puede inaugurarse una democracia más radical. No comparto que la democracia es un afuera de lo político y que lo político es algo que está opuesto al Estado. Al Estado bajo las formas actuales desde luego que sí. Pero hay algo en la lógica estatal que escapa a los Estados cristalizados que estamos enfrentando. Es “la parte de los sin parte” de que habla Jacques, es decir, la gente que está en guerra con el sistema y a la que es necesario llevar a participar y a tener una voz de manera distinta. Pero yo creo que esto pasa necesariamente por una construcción política y por los mecanismos representativos.
Jacques Rancière
Pienso que no hay presentaciones originales, ni pueblos originales, ni voluntades populares originales u homogéneas. Por supuesto. Pero siempre habrá gente que irá a la calle y dirá “nosotros somos el pueblo” y esto es para mí la democracia. No que todo el pueblo esté reunido allí literalmente, sino que allí se presente “una figura del pueblo”. Una figura del pueblo es la puesta en acto de una capacidad que no es la de ningún grupo determinado, de ninguna vanguardia determinada, de ninguna ciencia política determinada, sino la capacidad de todos, de cualquiera.
No hay ciencia de la política, sólo hay ciencias del gobierno. Y se piensa que la ciencia del gobierno (o de las encuestas) es la ciencia de la política. Pero no hay ciencias de la política, sólo presentaciones, presentificaciones de la política, casos. Lo podríamos llamar tal vez representaciones pero mucho cuidado con los equívocos, porque lo que se llama representación, esto es el juego electoral, sólo es una entre varias formas de presentación. Tiene que haber otras, formas de presentación autónomas de un poder alternativo, sobre todo cuando la representación de tipo parlamentario se convirtió en casi nada. Y esto hay que decirlo muy claro.
Este artículo no hubiera sido posible sin las aportaciones de Mariela Singer, Verónica Gago y Jordi Carmona, gracias!
La posición expuesta aquí por Ernesto Laclau está desarrollada más extensamenteen este texto.

(Fuente: www.eldiario.es)

Entrevista a Toni Negri: “Europa actúa de forma estúpida”

por José Andrés Rojo


Antonio Negri, catedrático de Teoría del Estado en la Universidad de Padua, ha estado involucrado en la lucha revolucionaria desde los años sesenta del siglo pasado, como pensador y como activista. Participó en distintas iniciativas, como Poder Obrero o Autonomía Obrera, que cuestionaban el papel de los trabajadores en la gran fábrica mecanizada. En 1979 fue detenido y, aunque los distintos cargos de asesinato de los que le acusaban fueron descartados por falta de pruebas, se le condenó a 30 años de prisión al considerarlo “moralmente responsable” de los actos subversivos contra el Estado de aquellos años. En 1983 fue elegido diputado por el Partido Radical de Marco Pannella, y pudo abandonar la prisión. Huyó entonces a Francia, donde estuvo exiliado hasta 1997, trabajando en la Universidad de Vincennes y el Colegio Internacional de Filosofía,junto a Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jacques Derrida o Felix Guattari, con el que escribió Las verdades nómadas. Volvió a Italia, donde terminó su condena en 2003 (tras una reducción a 13 años).Negri (Padua, 1933) es autor de numerosos libros —algunos dedicados a Hegel, Spinoza o Marx— y Traficantes de Sueños acaba de recuperar El poder constituyente, escrito en los ochenta y publicado por primera vez en 1992. Estuvo en España recientemente, donde participó en diferentes actos con Podemos y en un debate con el vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera.
Pregunta. ¿Cuál es su diagnóstico sobre el Estado de bienestar, la gran conquista de la Europa de posguerra?
Respuesta. La reciente crisis económica ha tenido un papel importante para desvelar que la socialdemocracia llevaba mucho tiempo fuera de juego. Pero la debacle de la socialdemocracia es anterior: la crisis no la produce, simplemente la saca a la luz. Estaba tan perdida que no tuvo más remedio que unirse a la derecha. Hay que fijarse en el entorno productivo. Es ahí donde el Estado de bienestar abdica de sus funciones, facilitando la extracción de plusvalías. Desde hace mucho se ha dejado atrás el fordismo [sistema de producción en serie] y ahora el trabajador ha quedado excluido de los procesos de producción y reproducción.
P. Si el viejo modelo ya no sirve, y la vieja clase trabajadora ha perdido el peso que alguna vez tuvo, ¿cuál sería entonces el sujeto político que podría forzar algún tipo de cambio?
R. Hay mucha gente que está pasando por situaciones muy dolorosas. No solo en términos temporales, y me refiero a los que tienen trabajos precarios y no saben qué futuro les espera, o a los que ni siquiera están seguros de contar con una pensión. Es que también ha cambiado la dimensión espacial del trabajo: para salir adelante cada vez es más necesario cambiar de sitio, desplazarse, convertirse en nómadas. Ha cambiado la relación con el tiempo de la vida, con el ocio. La incertidumbre es ya permanente. ¿Hay algo positivo en todo esto? Quizá un cierto grado mayor de libertad. Ahora bien, toda esta gente que vive en esas condiciones de precariedad y nomadismo, ¿pueden convertirse en un sujeto político? Todo depende de la capacidad que tengan estos nuevos trabajadores del conocimiento, que saben utilizar las nuevas tecnologías, para generar redes de solidaridad y comunicación que les permitan movilizarse.
P. ¿Cómo valora, en ese sentido, experiencias como las del 15-M?
R. Fue un estallido de espontaneidad, una protesta popular multitudinaria. Y ha provocado, de manera implícita o explícita, una radical crisis de lo político. La ruptura con la representatividad es profundísima, y el bipartidismo, como fórmula de gobierno, ya no sirve. Han salido a la luz enormes problemas de corrupción. Y esa corrupción no tiene nada que ver con la moral, ni tampoco se trata de una patología que pueda curarse. La corrupción es una parte estructural del sistema. Y puede resultar explosiva.
P. ¿Cree que una fuerza como Podemos puede canalizar ese descontento?
R. Hay que considerar dos aspectos. Podemos es algo que se crea desde arriba, desde afuera, y es algo que al mismo tiempo surge del propio movimiento. También ocurre con Syriza, que es el resultado de la unión de diferentes iniciativas que puso en marcha la propia sociedad griega para combatir la crisis. El desafío al que se enfrentan estas organizaciones es su propia viabilidad. Nacieron de una estructura que no tenía nada de partidista y se ven obligadas a constituirse como un partido. El problema más grave con el que van a encontrarse es que son ajenos al sistema y por eso pueden ser fácilmente neutralizados, o aniquilados, por el propio sistema.
P. Syriza lleva ya un tiempo en el Gobierno y los datos económicos de Grecia son peores, ¿no es un aviso de que sus propuestas no funcionan?
R. Syriza ha pedido tiempo. La situación griega es desesperada, y no puede resolverse exclusivamente con el pago de la deuda. Porque es una deuda que se va multiplicando cada día más y más. Y es, además, una deuda de la que no son responsables las personas que más están sufriendo los recortes. La responsabilidad de su enorme magnitud recae exclusivamente en una élite financiera tardocapitalista. Lo que está intentando hacer el Gobierno de Syriza es trabajar con el presupuesto. Buscar la manera de ir ajustando las distintas partidas para encontrar alguna posibilidad de crecimiento. Y para eso tendrán que potenciar la nueva sociedad del conocimiento, vinculada a las nuevas generaciones, y devolverle a la gente la posibilidad de crear sus propias empresas frente a un poder financiero que todo lo devora y que de todo se aprovecha.
P. ¿Cuál es el lugar de Europa en la actual correlación de fuerzas en el mundo?
R. El mercado internacional es actualmente bipolar. De un lado está Estados Unidos, en profunda crisis, y de otro, China. Y, en fin, alrededor giran un montón de poderes emergentes, donde Rusia desempeña un papel importante, por su peso militar y la fuerza de sus nuevas oligarquías. En ese contexto, Europa se enfrenta con urgencia a la necesidad de reformar el sistema. Y, al no atreverse ni saber cómo hacerlo, actúa de forma estúpida. No hay que olvidar que la disgregación de Europa nos lleva al fascismo.
P. Es en ese marco donde usted propone una reforma constituyente…
R. No puedo hablar, como Proudhon o Saint-Simon, desde el detalle de la articulación jurídica de una reforma de esas características, sino que solo puedo referirme a los grandes principios. Y esa reforma tiene que hacerse para recuperar el espacio de lo que yo llamo “el común”. Si se fija, la Constitución de Italia reivindica en su primer artículo el trabajo. Pero el trabajo hoy se ha convertido en otra cosa, y ya no tiene nada que ver con lo que hace crecer al ser humano. El desafío es enfrentarse a una mejor organización de “el común” a partir de lo que está más cerca, el Ayuntamiento o la metrópoli. Articular las respuestas en función de los problemas sociales y reconocer la pluralidad de actores. Y para garantizar la libertad, favorecer una dialéctica de contrapoder que garantice que las cosas funcionan y evite los abusos.
P. ¿Qué lugar tendrían las viejas instituciones representativas en esa reforma?
R. La división de poderes es fundamental, pero siempre que esa división sea democrática y no el privilegio de unas clases determinadas. Si existiera esa división de verdad, el poder jurídico estaría hoy marcando las pautas con sus decisiones, y trabajando al margen de cualquier injerencia externa. En las sociedades de hoy, sin embargo, la división de poderes está estructuralmente corrompida. Es el cáncer de la democracia representativa.
P. ¿Qué tiene que suceder para que se produzcan estos cambios?
R. Mi posición es la del que observa lo que pasa, no la del que se decanta por una opción u otra. Es importante que el movimiento continúe, que se consolide, que cree sus propias instituciones. Yo no soy anarquista. Y sé que sin instituciones no hay poder. Por eso los movimientos sociales deben crear sus propias instituciones: de comunicación, de producción… Hay que cuidar “el común”, encontrar la manera de trabajar juntos, de convivir juntos.

Marcas internacionales y ropa de colegios privados se confeccionaban en el taller incendiado de Flores

por Telam
Así lo confirmó el inspector de Trabajo del gobierno porteño Edgardo Castro. Se trata incluso de marcas de nivel internacional, como Pierre Cardin, y uniformes de escuelas privadas como el Santa Brígida, de Caballito.

Prendas de primeras marcas, incluso de nivel internacional, como Pierre Cardin, y uniformes de escuelas privadas, como el del Colegio Santa Brígida, del barrio porteño de Caballito, se confeccionaban en el taller textil clandestino de Flores, incendiado en dos ocasiones, en la primera de las cuales murieron dos niños.
Así lo confirmó a Télam el inspector de Trabajo del gobierno porteño Edgardo Castro, quien aseguró que, por lo que pudo constatar en persona, y a partir de los testimonios de vecinos, “el segundo fue intencional, como el de Iron Mountain”.
Castro denunció en 2008 a la empresa Iron Mountain por irregularidades edilicias y de seguridad, y recomendó su clausura, pero nunca fue atendido por las autoridades del gobierno de Mauricio Macri.
En febrero último, el galpón de Barracas denunciado por Castro, se incendió, provocando la muerte de 10 bomberos, y el origen del siniestro fue declarado intencional por la Policía Federal.
El inspector porteño precisó que “en el segundo incendio los autores ingresaron por el costado, que es una propiedad de los mismos dueños del taller textil, lo que confirma la intencionalidad del hecho”.
“Hubo varios embates de esta mafia, los días posteriores al primer incendio y previos al segundo, en los que intentaron ingresar al taller y sacar objetos, con el propósito de eliminar pruebas”, aseguró Castro.
Indicó que “los efectivos de la Policía Federal que estaban a cargo de la custodia del lugar, tras el primer incendio, tuvieron que pedir refuerzos para evitar que se eliminen pruebas”, y remarcó que “como no pudieron, provocaron el incendio”.
Remarco que “estos incendios en Flores desnudaron la batalla interna que existe entre funcionarios del gobierno porteño, por el control de la actividad de los talleres clandestinos, no para regularizarlos sino para permitir que sigan funcionando”.
Fuentes cercanas a la administración macrista reconocieron a esta agencia que tras el incendio de Iron Mountain, se desató una interna que existe entre el director de la Agencia Gubernamental de Control (AGC), Juan José Gómez Centurión, y el subsecretario de Trabajo, Ezequiel Sabor.
Esta puja responde a que hace rato que el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, quiere unificar las áreas de habilitación y control del trabajo, lo cual es ilegal e inconstitucional.
Gómez Centurión es quien encabeza hoy la cruzada por centralizar todo, pero que encuentra la resistencia del director general de Protección del Trabajo del gobierno porteño, Fernando Macchi, señalado por estas mismas fuentes por su connivencia con la red de talleres clandestinos, aglutinados bajo la firma Compañía Argentina de la Vestimenta.
De hecho, un expediente, donde se denuncia el accionar de esta empresa, sindicada por varios como la pantalla tras la cual funciona la llamada mafia de los talleres clandestinos, cayó en manos de la gerente operativa de Infracciones a la Normativa Laboral del gobierno porteño, Karina Lilian Molinuevo Ortega, quien por orden de Macchi frenó su ejecución.
Macchi tiene como jefe a Sabor, cuyo jefe, es su vez, el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera, un ex ejecutivo del HSBC Argentina, banco con archivos depositados en Barracas, perdidos durante el incendio de Iron Mountain, en cajas que llevaban denominaciones como «lavado de dinero».

Clinämen: En el lenguaje es la guerra

 

 
Conversamos con Hugo Savino, poeta, escritor y traductor argentino, traductor de varias obras de Henri Meschonnic. Lo político como un hacer en el lenguaje. La presencia del cuerpo en el decir. La lengua de madera, la primacía del signo, la fijación de las identidades. El poema gana cuando pierde el poder. El acto de lectura como transformación.

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La nueva política y sus límites

por Santiago López Petit

Es innegable que hoy día, aquí y ahora, nos encontramos ante una saturación política de la realidad.  ¿Quién podía pensar, hace unos años, que algunos de los programas de máxima audiencia serían entrevistas con políticos o tertulias sobre política? ¿Quién podía esperar que compañeros y compañeras apostarían por  plataformas electorales que prometen una nueva política?
Y, a la vez, esta realidad saturada de y por la política se nos aparece también bajo la imagen de un alud de noticias, de una sucesión imparable de acontecimientos. Todo arde deprisa e invariablemente. Pero este fuego que parece no perdonar nada, no ilumina la noche. Muy al contrario, se trata de un fuego mediático e irreal que nos hunde en una especie de «déjà vu», en una situación esperada. ¿Ya conocida?
Que la función actual de la política consiste en despolitizar, resulta bastante evidente. Si la cárcel, en tanto que ejemplo de institución disciplinaria, sirve para producir y gestionar la delincuencia, ¿sería muy equivocado afirmar que la política persigue, por su parte, despolitizar y producir impotencia? En otras palabras, la función despolitizadora de la política consiste sobre todo en esconder mediante ilusiones y las pequeñas esperanzas propias del mal menor, que nos hallamos ante un impasse. La acción política auténticamente transformadora está bloqueada porque: «lo que es políticamente factible no cambiará nada, y las acciones que podrían promover cambios realmente significativos son políticamente impensables.» El impasse que la política nos oculta es, sencillamente, que no sabemos cómo salir del capitalismo.
El movimiento del 15M fue capaz de medirse con este impasse, aunque asustado por su propia fuerza, y cada vez más sujeto a esa entelequia que es la opinión pública, permaneció prisionero de sí mismo. No supimos abrir cauces para que la rabia digna se desplegara por la ciudad. Pues bien, la nueva política aparece para ofrecerse como solución, y lo hace paradójicamente, defendiendo la autonomía de lo político (y el concepto de representación a ella asociado), justamente  uno de los objetivos fundamentales de la crítica realizada desde las plazas. En vez de profundizar la politización existencial que se iniciaba, lo que propone es traducir políticamente el desafío planteado, y eso de dos maneras distintas. La primera, mediante la interpelación. Se trata de la construcción populista de un nosotros, de una mayoría social hegemónica a partir de un grupo subalterno definido como opuesto a una casta. La segunda, construye el nosotros mediante la interpenetración entre los movimientos sociales y la izquierda tradicional. Podemos y Bcn Encomú.  Lo que ocurrees que esta nueva política no ha cortado con la antigua política moderna, puesto que permanece atada a sus categorías tradicionales, y sobre todo, sigue creyendo en que basta apoderarse del código gobierno/oposición que rige el subsistema político para producir otro sentido. Pero dar otrosentido a la realidad, no es cambiarla.
En el interior del vientre de la bestia, en esta realidad plenamente capitalista en la que habitamos, el juego electoral reproduce incansablemente el mito de Sísifo. «¡Esta vez sí… ganamos!». La nueva política actúa como si se pudiera hacer otra política, una política esencialmente diferente. Es falso. Es falso por una razón fundamental: hace mucho que la política ha perdido toda centralidad, y por tanto, toda capacidad de amenazar la realidad. La política se mutó en política de Estado y el bipartidismo (PP/PSOE) le fue muy útil. Ahora, con la globalización, la política de Estado se convierte en gubernamentalidad neoliberal, es decir, en una gestión empresarial, auténtica simbiosis entre racionalidad tecno-científica y mercado que escapa a la soberanía del Estado. La autonomía de lo político se ha esfumado. Ciertamente el neoliberalismo son los recortes, las privatizaciones, la expropiación de lo común… pero, por desgracia, es mucho más. La nueva política, porque no desea apartarse del sentido común, no quiere aceptar que somos nosotros mismos los que aguantamos este mundo y esta vida. Evidentemente, la casta es el problema. Sería, sin embargo, más exacto afirmar que el problema somos nosotros. Las piezas que hacemos funcionar esta máquina de destrucción masiva (y de seducción también masiva). La nueva política se autoengaña, y también nos engaña.
Cada vez que se pone el rostro de un candidat@ en una papeleta de voto, cada vez que se construye la unidad política como unión de partidos políticos… cada vez que se evita hablar de capitalismo para hablar solamente de corrupción, de transparencia o de participación… nos alejamos de un auténtico cambio social. Cada vez que se nombran los Derechos y se olvida mencionar el (contra)poder necesario para conseguirlos, se escamotean las dificultades existentes. Quizás es imprescindible para ganar en la carrera electoral. Pero ¿qué significa ganarcuando lo que verdaderamente queremos es transformar radicalmente este mundo que nos ahoga?

Entender al taller y salir del discurso mediático

por Verónica Gago

Esta semana en el canal C5N, Esteban Mur –el papá de los niños que murieron en el taller de la calle Páez– contó que vino a la Argentina “por sus propios medios”. En el mismo momento en que decía eso, el zócalo del canal titulaba: “Lo trajeron engañado”. ¿Qué pasa que no se puede escuchar lo que lxs trabajadorxs bolivianxs dicen incluso cuando lo dicen sencillo y claro?
El discurso del “trabajo esclavo” se ha metido bien a fondo en los medios, en las conversaciones cotidianas y en buena parte de las organizaciones que argumentan ocuparse del tema. Y esa etiqueta –la del trabajo esclavo– lo tapa todo. ¿Por qué? Tal vez porque es una manera fácil de no escuchar lo que lxs migrantes dicen y quieren decir. Porque considerarlos “esclavos” es un atajo para confirmar que no actúan por sí mismos, que no hay una racionalidad y una toma de riesgos puestos en juegos a la hora de migrar. Si se los percibe como salvajes, entonces lo que hacen es “por falta de educación” o por “costumbres ancestrales” (dos vertientes del argumento paternalista y culturalista).
Y sin embargo, esa racionalidad de trabajo sí es tenida en cuenta y explotada por las grandes marcas que saben de la laboriosidad migrante, de la disposición al esfuerzo e incluso al sacrificio. El cálculo migrante, entonces, trama una economía dinámica, expansiva y fundamental para el sector textil pero no sólo se restringe a la confección. También las quintas del conurbano se nutren de él. Y las ferias. Sin embargo, es lo que no puede oírse ni en los medios, ni en muchas organizaciones, donde más que trabajadores lo que se busca mostrar son personas solamente sometidas, sin margen de acción, sin planes a futuro. A lo sumo se habla de víctimas (de la trata, de las mafias, o de su propia historia).
La música tenebrosa que aparece en la televisión cada vez que se habla de los talleres textiles machaca una imagen precisa: como si los talleres fueran agujeros negros que amenazan a los vecinos blancos.
En ese esquema, se pierde también la dimensión del negocio inmobiliario que implican sus alquileres (siempre excesivos), también el papel de los intermediarios que quedan invisibilizados aun cuando su tarea es estratégica porque conectan a las marcas con los talleres. También el rol del endeudamiento que moviliza la economía migrante donde siempre se parte de una suma en rojo: hay que pagar el viaje.
Finalmente, lo que se pierde en esta mirada es también la temporalidad dinámica del trabajador migrante. Que calcula tal vez estar un tiempito nomás como costurero, mientras aprende otras cosas (puede ser periodismo, enfermería o diseño). El taller, como primer lugar de llegada, tampoco es eterno, tampoco es siempre el mismo. Sin embargo, cuando se congela su imagen, aparece una especie de condena infinita, de la que no se sale.
La cuestión es qué significa cambiar las condiciones de explotación bajo las cuales las marcas sacan sus grandes beneficios. Para eso, en primer lugar hay que hablar de trabajo y no de esclavitud. Segundo, no se puede pedir allanamientos compulsivos porque sabemos que esa política termina siendo racista en nombre de la seguridad de los vecinos y no toca para nada la complicidad policial y política con el negocio. Luego, no se puede ser ingenuos en la distinción entre talleristas-empresarios y trabajadores. Finalmente, hay que pensar estrategias para que la voz de las y los costureros tome protagonismo organizativo, exhiba sus ansias de progreso y de mejores condiciones porque son ellxs quienes tienen esa riqueza sin la cual ninguna prenda llega a destino: saben hacerlas bien y rápido.

Es conocido que los sindicatos del oficio no son un recurso, casi lo contrario.  El desafío es una organización propia, capaz de articular la heterogeneidad de las situaciones diversas de los talleres al interior de la cadena de valor en la cual están inscriptos y pelear por mejores condiciones de vida y de trabajo. Pero aún más, que esas mejores condiciones sean la manera de, en un tiempito nomás, salir del taller. E invertir ese graffiti que dice “tengo mil sueños que cumplir y dos mil prendas por coser”.

(Fuente: www.elvisorbolivian.com)

«Hay que ser arbitrario para hacer cualquier cosa”

por Verónica Gago

Había nacido en Chivilcoy en 1924, de padres judíos del centro de Europa. Llega a París en la posguerra. No sabe hablar francés. En su cuarto de pensión se cuelga un cartelito. Es una frase de un poema de Paul Válery que dice: “Hay que ser arbitrario para hacer cualquier cosa”. Con ese guiño para sí mismo, el joven filósofo León Rozitchner toma coraje. Aprende la lengua “de sobre cama”. A los seis meses debe rendir exámenes en francés. Y lo hace. En 1952 se gradúa en La Sorbona, luego de haber estudiado con Merleau Ponty y Lévi-Strauss, con una tesis sobre Max Scheler bajo la dirección de Jean Wahl. Será luego editada por Eudeba con el título Persona y comunidad. Su tesis secundaria la dedica a Marx. Con su título original, “La negación de la conciencia pura en la filosofía de Marx”, se publica una parte en 1962 en la revista de la Universidad de La Habana. Por entonces León daba clases de filosofía en Cuba y trabajaba con sus alumnos los testimonios de los invasores una vez que son apresados en Bahía Cochinos, también conocida como Playa Girón. De esa experiencia se nutrió la veloz escritura de su libro Moral burguesa y revolución (que luego sería utilizado como parte del guión de la célebre película Memorias del subdesarrollo, del cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea). Allí tuvo una oportunidad de conocer al Che. Sin embargo, ese mismo día llegaba su compañera Diana Guerrero a la isla y prefirió ir a buscarla a ella que, también con boina, venía desde México.

Todas estas imágenes tienen un peso propio en la serie de episodios filmados, como una conversación infinita (no se sabe cuándo empieza ni cuándo termina), entre León Rozitchner y Diego Sztulwark entre el año 2008 y 2010. Lo tienen porque cada anécdota, cada reflexión, cada recuerdo está acompañado de los gestos, las risas, y el tono que sube y baja de su voz, mientras enciende la pipa o va a atender el teléfono y regresa, o comenta un álbum de fotos o habla en el jardín de infantes de sus pequeñas hijas.

Se trata de una serie de veinte capítulos y este mes se pondrán onlinelos primeros cinco en Lobo Suelto!. Sus títulos son ya piedras preciosas de un engarce a medida, liviano y al mismo tiempo capaz de demorarse lo suficiente en cada una de las iluminaciones captadas en estas secuencias de diez minutos, donde se luce la edición de Jorge Attala y Javier Ferrería y la cámara de Ximena Talento.

Sí, piedras preciosas. Como la que destella en el primer capítulo, titulado «Bricoleur», evocando la figura que describió Levi-Strauss en su libro El pensamiento salvaje. León se define a sí mismo: “yo soy un bricoleur, porque con una cosa busco otra. En primer lugar, no tirás nada. De todas las cosas que se arreglan, no tirás nada. Es una especie de fondo, de acumulación primitiva, de manera tal que vas a buscar cuando necesitás algo y para ensamblar una cosa con otra, para que te sirva para arreglar la que sigue”. Además, aclara, “nunca tuve la guita ni las ganas de leer todo Hegel”. También, dice, porque siempre le interesaba hacer otras cosas. Se refiere León a su propio método filosófico, que se hace a contrapelo de aquellos que “no son bricoleur”porque “van recorriendo ordenadamente la historia del pensamiento”. El filósofo contra el cual arremete en este caso es Derrida. Pero podría ser otro. Alguno de todos aquellos que León toma de sparring: San Agustín, Freud, Hegel o Perón. Porque de aquí deriva otra de sus intensidades metodológicas: como se titula el capítulo 3, se trata de “Combatir para comprender”. “Todos mis libros son libros de pelea”, confiesa. Rugiendo y riendo.

Junto a esta primer entrega verá la luz también un nuevo tomo de su obra editada por la Biblioteca Nacional (a cargo de Cristian Sucksdorf y Diego Sztulwark). Se trata de un libro inédito con un bello título: “Marx y la infancia”. Allí se podrá leer por primera vez, entre otras cosas, la tesis de Rozitchner sobre Marx. Ahora con la resonancia de su voz para escuchar una y otra vez, como en una conversación infinita.

¡Mentira!

En un programa emitido por radio Mitre y en la versión digital del diario Clarín se difundieron hoy un conjunto de mentiras ​que intentan vincular a Horacio Verbitsky, presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales​, con la dictadura militar.​ ​Entre estas mentiras, se le atribuye ser autor de un texto manuscrito con una caligrafía que no es la suya. ​Se trata de afirmaciones falsas dirigidas a deslegitimar​, ​a través de ​su figura, el trabajo que desde 1979 realiza el CELS en la búsqueda de memoria, verdad y justicia por los crímenes cometidos por ​el terrorismo de Estado. 

​Lamentamos que el camino elegido para debatir sea el de la difamación.​

Comisión directiva:

Laura Jordán de Conte

Damián Loreti

David Blaustein

Eduardo Basualdo

Mariana Carbajal

Marcelo Alejandro Ciaramella

Luis Fara

María José Guembe

Gustavo F. Palmieri

Victorio Paulón

Julieta Rossi

Carolina Scotto

Sofía Tiscornia

Juan Gabriel Tokatlian


Gastón Chillier, director ejecutivo

Diego Morales, director

Paula Litvachky, directora


Otra vez sopa, con bizcochos

por Horacio Verbitsky


Cada vez que mis notas molestan más de la cuenta a cualquier poderoso, de iure o de facto, la incapacidad de replicar con datos da lugar al intento de descalificarme por una presunta colaboración con la Fuerza Aérea durante los años de la dictadura militar. Esto comenzó cuando publiqué el libro Robo para la Corona y se ha reiterado periódicamente desde entonces.
El Grupo Clarín volvió a hacerlo ayer, en su radio Mitre y en su página on line, presumo que por haber desnudado su rol en la operación del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, para ser rrrreelecto cuando le quedaba un tercio de mandato, con el voto del decano del tribunal Carlos Fayt, quien no participó del Acuerdo en el que la Corte dice que estuvo. Esta vez, remite a una nota de un portal de Internet dirigido por Gabriel Levinas, quien trabaja para la televisión, la radio y el diario del Grupo Clarín. Tuve una relación correcta con él hasta que me ofreció venderme una primicia sobre el piso que un ministro de Menem le habría puesto a una amante frente a la Plaza San Martín. Tardé en entenderle cuando me dijo: “Papá, yo necesito un bizcocho”. Entiendo que se sienta mejor en otras compañías. Nunca pagué por información ni me interesaron las inversiones inmobiliarias ni el sexo de los políticos.
Más allá de las motivaciones del infundio, voy a responderlo por respeto a las personas de buena fe que podrían tomar por buena la falsificación. Me atribuye supuestos manuscritos para un discurso del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, cosa que ya habían insinuado en el mismo diario Susana Viau y Jorge Lanata, en aquel momento en respuesta a mis notas sobre el Papa Francisco. Su fuente es Pedro, uno de los hijos de Güiraldes, quien no ha ocultado que su motivación es mi rol en el impulso a los juicios por crímenes de lesa humanidad. Hasta uno de sus hermanos, Juan, lo ha refutado. Me imagino que debe ser doloroso para la familia que Pedro presente a su padre como un cuadro de la dictadura, cosa que nunca fue, y que incluso impute a esa relación la visita de los reyes de España a la estancia la Santa María, en San Antonio de Areco, pasando por alto que Güiraldes era el presidente de la Confederación Gaucha, que organizaba esos homenajes a personalidades extranjeras. Que la dictadura se sirviera de esas actividades para su propaganda y que financiara esas fiestas es otra cosa. Sólo estuve allí una vez, durante las pocas horas que duró una exposición, y no escondido. Hace poco el platero Juan Carlos Pallarols me recordó que Güiraldes nos presentó en esa ocasión.
En esta página se reproduce una de las fojas que me atribuyen y un escrito que sí me pertenece. Proviene de uno de los cuadernos con anotaciones tomadas durante las audiencias del juicio a los ex Comandantes de 1985. A simple vista se advierte que no son de la misma mano, por más que el falsario diga que realizó peritajes caligráficos, cosa imposible sin disponer de escritos míos reales.
También afirma que escribí otro libro titulado “La Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”, pero no lo puede presentar, porque no existe. Es notable que esto aparezca ahora como una novedad. Hace casi un año, Hernán López Echagüe ya había encontrado esa falsedad en una página de Internet, y le respondí lo mismo que ahora.
Mi amistad con el comodoro Juan José Güiraldes (retirado en 1951, un cuarto de siglo antes del golpe del 24 de marzo de 1976) no guardó relación alguna con la Fuerza Aérea. Era un viejo amigo de mi padre, quien había publicado un ensayo sobre su tío, el autor de Don Segundo Sombra, Ricardo Güiraldes. Su libro El poder aéreo de los argentinos, para el que le ayudé a reordenar publicaciones anteriores de su época como presidente de Aerolíneas Argentinas, en las que defiende a la línea de bandera contra sus competidores privados, sólo versa sobre transporte aerocomercial, rutas aéreas, tipos de aviones, asociaciones empresariales, y carece de cualquier contenido político. El mismo lo explica en varias cartas en las que refutó a los primeros reproductores del invento, quienes no las publicaron. En una de ellas me agradece haberle aconsejado “no incluir en esas páginas ninguna referencia política y limitarme al tema de mi especialidad, que son los aviones y el transporte aéreo”. Ya publiqué esa carta. Agrego ahora un par de gráficos del libro, que no dejan dudas sobre su contenido. Que lo haya editado el Círculo de la Fuerza Aérea no me involucra. Era Güiraldes, no yo, quien mantenía contacto con ese club social de retirados. Una vez concluido su libro, Güiraldes me propuso escribir una biografía de Jorge Newbery, pero el plan de trabajo que le propuse no le interesó y allí terminó todo. La publicación de Clarín alude a un contrato, pero no lo muestra.
Ninguno de mis colegas de Clarín, incluyendo a quienes militaron conmigo en las organizaciones revolucionarias de los ’70, cumplió con la deontología profesional y requirió mi respuesta antes de hacerse eco de la difamación. Hasta ahora no se han retractado del festival de potenciales con el que acusaron de poseer una cuenta millonaria a Nilda Garré y Máximo Kirchner, desmentida por el banco y por el país donde ni siquiera existe la empresa mencionada por Clarín. Por lo visto, esos periodistas tienen menos aprecio por su buen nombre que yo.


El manuscrito que Clarín atribuye a Verbitsky y su verdadera caligrafía.
Rutas y aviones: una obra técnica sobre transporte aerocomercial.

Clinâmen: El papel de la deuda en la economía popular

Conversamos con Alexander Roig, investigador en sociología económica, sobre la financierización de lo social. Mas allá de la “exclusión”: las finanzas como mediación social. La deuda como dinamizador y medio de explotación. Cuando el consumo altera el paisaje (también el de la pobreza). ¿Cómo ligar economía popular y derechos?

www.ciudadclinamen.blogspot.com.ar

«El objetivo de la política antiterrorista no son los terroristas, sino la población».

Entrevista a Julien Coupat


(traducción: Raúl Suárez Tortosa)

Julien Coupat formó parte de la aventura intelectual y política de la revista y el no-grupo Tiqqun a finales de los años noventa y principios de los dosmil. Una vez que el no-grupo se disgregó hacia 2001, Coupat y otros compañeros se mudaron al pueblo de Tarnac. Se trataba de empezar a constituir desde ahí, lenta y silenciosamente, un territorio para la vida y la acción, una base, una retaguardia, un punto de una red de potencias que volviese a plantear (en la teoría y en la práctica) el problema de la revolución, de la transformación radical de lo existente.

El gobierno Sarkozy decide acabar con la aventura. Y en noviembre de 2008, la policía antiterrorista aterriza en Tarnac y detiene a veinte personas acusadas de “asociación criminal con objetivo terrorista” en conexión con unos sabotajes del Tren de Alta Velocidad francés. Acusadas también de escribir el libro subversivo La insurrección que viene, firmado por el Comité Invisible (continuadores de la línea de pensamiento de Tiqqun). Siete años ya, pues, de un proceso (político, judicial, mediático) que se ha ido difuminando poco a poco por falta de pruebas, por inconsistencia de las argumentaciones y que, además, no ha minado la experiencia de Tarnac y ha multiplicado la capacidad de resonancia e interpelación de los textos del Comité Invisible (que se traducen a numerosos idiomas y aparecen como referencia de primer orden para quienes cuestionan el orden de cosas y se plantean alternativas prácticas).
Recientemente, en un clima muy influido por la instrumentalización gubernamental del atentado contra Charlie Hebdo, la Fiscalía ha despertado el caso, ratificando sus acusaciones contra tres de los detenidos: Julien Coupat, Yldune Levy y Gabrielle Hallez. Esta es la transcripción de la entrevista radiofónica que Julien Coupat dio a France Inter, a la periodista Léa Salamé, el pasado 12 de mayo.

Buenos días, Julien Coupat.

Buenos días.

Hace siete años que usted fue acusado en lo que se ha conocido como «el caso de Tarnac». Un caso de sabotaje de líneas de tren de alta velocidad. Siete años de investigación, siete años en los que no ha dado ninguna entrevista, ni en la televisión ni en la radio; solo una entrevista, cuando estaba en la cárcel, al periódico Le Monde, pero nunca hemos escuchado su voz. Esta mañana le escuchamos en France Inter. ¿Por qué ha aceptado hablar?

Nunca he tenido la intención de convertirme en un personaje público. Si he llegado a serlo, ha sido contra de mi voluntad. He sido proyectado al espacio público por un montaje policial bastante hilarante. Solo que, con lo que está pasando en los últimos meses, me parece justificado que demos la cara, que todo el mundo dé la cara.

¿Qué está pasando en los últimos meses?

Hay una secuencia particular que concretamente se abrió con la ley sobre la apología del terrorismo (en noviembre de 2014). En este momento, todas las personas que nos apoyaron cuando fuimos detenidos, sin las cuales todavía estaríamos en la cárcel, se podrían enfrentar a la acusación de apología del terrorismo. Es una forma de intimidación. Porque ese es el objetivo de esta ley. Y luego está la ley sobre información… [Ley sobre los servicios secretos franceses en virtud de la cual se les concede a estos servicios más poderes y menos control sobre sus actuaciones con la intención de luchar contra el terrorismo].

Se refiere al proyecto de ley sobre información que ha sido adoptado por una amplia mayoría la semana pasada a la Asamblea Nacional.

Valientemente, por parlamentarios esencialmente absentistas. Lo más inquietante es que el día después de la aprobación de esta ley, la Fiscalía haya juzgado oportuno filtrar a Le Monde su escrito de acusación. Es decir, el día después de la aprobación de una ley considerada con razón por todo el mundo por todas las personas sensatas como infame, la Fiscalía tiene la imprudencia de mantener la incriminación de terrorismo en uno de los mayores fiascos de la lucha antiterrorista de los diez últimos años.

Para los oyentes que hayan podido olvidarlo, lo que usted llama uno de los mayores fiascos de la lucha antiterrorista y ese escrito de acusación atañen al caso Tarnac. Efectivamente, la Fiscalía de París ha entregado la semana pasada, tras siete años de investigación, su escrito de acusación definitivo y ha decidido enviarle a usted, Julien Coupat, a su compañera en el momento de los hechos, Yldune Levy y a su ex novia Gabrielle Hallez, al Tribunal Correccional. Pero además, como usted mismo nos decía, la Fiscalía no ha abandonado la calificación de terroristas porque ustedes son sospechosos de asociación de malhechores con fines terroristas a causa de estos sabotajes de líneas de alta velocidad. Recordamos que fue en 2008, en octubre de 2008…

Yo diría que me considero más bien como bibliotecario… pero ellos han optado por eso.

¿Cómo reaccionó cuando se enteró de que la Fiscalía mantuvo la calificación de terrorista?

Mire, la situación presente y este hecho en particular me preocupan sobre todo porque parece que estamos dispuestos a darle más poder a gente en cuyas manos yo no dejaría a mi hija. Creo que cuando hablamos de dar más poder a los servicios de inteligencia, si nos planteamos hacerlo, es porque la mayoría de la gente no sabe de quién se trata. Nosotros les hemos visto, conocemos a esa gente. Hemos…

La gente de los servicios de inteligencia.

Así es. Sabemos quiénes son, sabemos que son unos mentirosos. Sabemos que es gente que no tiene escrúpulos en falsificar pruebas y sabemos que es gente que no tiene dificultad alguna para hacer pasar por hechos criminales lo que son operaciones políticas.

¿No considera usted que es gente que trabaja para prevenir que se cometan ataques terroristas en Francia? ¿No está de acuerdo usted con la premisa de que, a día de hoy, hay una fuerte amenaza terrorista en Francia?

Es un poco contra-intuitivo, pero la lucha antiterrorista no tiene absolutamente ninguna vocación –y los hechos nos lo recuerdan de manera elocuente– de detener a los terroristas. El objetivo de esta gente no son aquellos a los que luego se castiga. La lucha contra el terrorismo tiene como objetivo a la población, su objetivo es intimidarla.

La lucha contra el terrorismo es prevenir. La tarea de los servicios secretos es la prevención, para que no se cometan atentados.

Escuche, las estadísticas dicen que entre 1968 y 2005 la probabilidad que tiene un americano de morir a causa del terrorismo es equivalente a la de morir por la caída de un meteorito o por una alergia a los cacahuetes

¿Así que, para usted, no existe a día de hoy una amenaza terrorista en Francia?

Hay amenazas de todo tipo. Lo que pasa es que la decisión de si un acto es terrorista o no depende siempre de una decisión del Estado. Es decir, es una decisión política considerar que, por ejemplo, el hecho de que Andreas Lubitz haya precipitado a 150 personas contra una montaña es o no es terrorismo. Y por tanto tenemos que conseguir disociar los actos que se cometen de una política antiterrorista cuyo objetivo no es, en modo alguno, la lucha contra el terrorismo. Creo que la eficacia de los servicios franceses en la materia –o más bien su ineficacia casi absoluta, pues no nos acordamos de un éxito reciente de los servicios antiterroristas franceses– así lo señala.

Así que tenemos, por un lado, unos actos y, separada totalmente de esos actos, una modalidad de gobierno que se aplica a toda la población, y es una estafa servirse de los actos y del sufrimiento que producen para deducir la necesidad de una vigilancia generalizada de la población.

Antes de ser presidente, François Hollande habló respecto al caso de Tarnac y respecto a usted, Julien Coupat, como de un caso político, de un fracaso policial, estimando que la calificación de terrorismo no se sostenía. Hoy es presidente. ¿Le hace usted algún llamamiento?

Escuche, me parece que todos los que hasta ahora han pedido a François Hollande que se atenga a sus vagas promesas de campaña lo único que han conseguido es quedarse con un palmo de narices, así que no, por supuesto que no.

El Ministerio Fiscal se basa en un panfleto. Un panfleto que fue escrito un año antes del sabotaje de las líneas de alta velocidad. Un panfleto que conocen todas las personas que han seguido el caso. El panfleto se llama La insurrección que viene, donde está escrito: «Hay que llevar hasta el final la caída del Estado. Para eso hay que bloquear los ejes de comunicación y, en particular, la red de ferrocarriles de alta velocidad”. Y, a pesar de sus negativas, Julien Coupat, la justicia considera que usted es la pluma principal de este texto y por tanto utiliza este texto, este libro, para justificar la calificación de terrorismo. ¿Qué responde a esto? ¿Ha escrito usted ese libro?

Le respondo dos cosas: la primera es que, evidentemente, la cita que usted acaba de hacer no aparece en ese libro, sino que pone de manifiesto la imaginación particularmente fértil de la Fiscalía; la segunda cosa es que creo que da bastante igual quién escribió ese libro. Lo importante es que estamos en un proceso que se atreve a basarse en un libro que está en venta en la FNAC para justificar un delito de terrorismo, lo cual es simplemente grotesco.

¿Escribió usted ese libro?

Acabo de contestarle.

Usted, Julien Coupat, me dice esta mañana que no es un terrorista como hemos escuchado. ¿Se reconoce como un ideólogo de un grupúsculo de ultraizquierda?

Escuche, ese es el tipo de calificativos que me sitúa en abismos de perplejidad.

¿Por qué?

Porque pertenecen a un lenguaje, que es el lenguaje delirante de los montajes policiales y son claramente el producto de gente que ha dejado pasar su vocación de escritores de novelas policíacas.

¿Cuáles son sus influencias, Julien Coupat? ¿Se siente usted heredero del marxismo de los años 70 en Italia, por ejemplo?

Creo que, lo queramos o no, todos somos herederos del fracaso de las revoluciones pasadas. En las circunstancias relativamente extremas en las que vivimos, básicamente hay tres posibilidades: una huida hacia adelante con un control generalizado de las poblaciones para estabilizar el sistema; el fascismo y la tercera posibilidad es sublevarse. Organizarse y sublevarse.

¿En este momento hace falta una revolución en Francia? ¿Es eso lo que usted está diciendo?

Como mínimo, para empezar.

Así es que usted llama a un levantamiento generalizado, ¿es así?

Sí.

¿Dónde estaba usted el 11 de enero? ¿Fue a manifestarse usted tras los atentados de París?

Bueno, es un hecho un tanto peculiar porque, de hecho, ese día aterrizamos. Unos cuantos camaradas fuimos a encontrarnos con los zapatistas en México. Tuvimos la mala suerte de aterrizar el 8 de enero en París. Llegamos y aquello parecía una pesadilla. Uno veía en la calle todos esos uniformes y en la tele a toda la gentuza que nos había arrestado sacando pecho…

¿Fue eso la pesadilla o el hecho de que diecisiete personas habían fallecido?

Déjeme terminar. Por un lado, Charlie Hebdo es una revista por la que hace mucho tiempo que habíamos dejado de tener simpatía. Por otro…

Usted incluso dijo que es un periódico políticamente infame en la entrevista en Le Nouvel Observateur.

No, dije políticamente detestable.

Y por el otro lado, sobre los fallecidos, por un lado Charlie…

Por el otro, lo que este caso tiene de realmente diabólico es por ejemplo lo que toca a una figura como Cabu. Bueno, para la generación del 68, Cabu era L’EnragéHara Kiri, etc. [Revistas satíricas críticas]. Pero para nuestra generación fue Récré A2 [Emisión juvenil de la televisión francesa de los años 80] y creo que jamás imaginamos, ni yo ni mis compañeros de clase, que seríamos un día contemporáneos de un ataque con armas pesadas contra el Club Dorothée [Emisión juvenil de la televisión francesa entre mediados de los 80 y mediados de los 90, continuadora de Récré A2].

Hay quien cuestiona el espíritu del 11 de enero. Hoy los escuchamos, en particular a Emmanuel Todd, pero también a otros, ¿es usted uno de ellos?  ¿Diría usted que no pasó nada el 11 de enero o que usted no forma parte de lo que ocurrió el 11 de enero? [Los días 10 y 11 de enero de 2015 se manifestaron en Francia varios millones de personas para mostrar su dolor y repulsa hacia los atentados ocurridos entre el 7 y el 9 de enero; la mayoría de los responsables políticos y muchos agentes sociales señalaron la unión más allá de las diferencias ideológicas de gran parte de los ciudadanos franceses ante estos eventos].

Yo lo que veo es que el 11 de enero es, en primer lugar, una obscena maniobra gubernamental para apropiarse de un shock, para apropiarse de un estado de extrema vulnerabilidad general. Y la tentativa. exitosa hasta el momento, de convertir un acontecimiento terrible en instrumento de dominación de la población en general.

¿No habría que haber hecho nada? Con diecisiete personas fallecidas en pleno París, el gobierno no tendría que haber hecho nada, ¿es eso lo que usted dice?

No estoy en situación de decidir lo que el gobierno debe o no debe hacer.

¿Cuál es su vida desde hace siete años, Julien Coupat? ¿Dónde vive? ¿De qué vive? ¿Trabaja usted?

Hemos seguido adelante. Es un poco una peculiaridad de este asunto. Normalmente, las tentativas colectivas son frágiles. Rara vez resisten a acciones antiterroristas y creo que uno de los méritos de Tarnac hasta la fecha es haber persistido en la dirección que nos habíamos propuesto sin desviarnos.

Así que la lucha continúa para usted…

Más que nunca

¿Usted se gana el sustento?

Me busco la vida

¿Cómo?

Como todo el mundo.

Una última pregunta: usted aceptó responder a nuestras preguntas hoy en France Inter, pero se negó a ser filmado. Ha solicitado expresamente que no pongamos ninguna cámara y hemos accedido. ¿Por qué no quiere ser filmado? ¿No quiere que nadie vea su imagen?

A nadie le importa mi imagen, y a mí tampoco, así que es mejor así.

Gracias Julien Coupat por haber respondido a nuestras preguntas esta mañana.

Gracias a usted.
– Del Comité Invisible, El Estado Mental ha publicado: “Propagar la anarquía, vivir el comunismo” 

– Del Comité Invisible el último libro publicado en castellano es A nuestros amigos (Pepitas de Calabaza).

– De Tiqqun el último libro publicado en castellano es La hipótesis cibernética (Acuarela Libros).

“Debes cambiar tu vida”

Entrevista a Amador Fernández-Savater,
en el cuarto aniversario del 15M
por Martín P. Weber 

Se celebra estos días el cuarto aniversario del 15M. E invitamos a Amador Fernández-Savater, amigo de la casa, a reflexionar sobre el pasado y el presente de una experiencia importante en la constelación de las luchas contemporáneas: las plazas de los indignados. ¿Qué fue el 15M: un movimiento social, una expresión de la sociedad civil, una nueva «mayoría social»? ¿Qué tipo de posibilidad política abrió? ¿Dónde se actualiza hoy esa posibilidad? ¿Qué relación hay entre la política 15M y los nuevos dispositivos electorales que disputan hoy el poder (Podemos, etc.)?

1- En un texto de enero de 2012, definiste el 15M como «un clima», ¿qué significaba eso?
Creo que ahora lo tengo un poco más claro que entonces. El término lo escuché en una asamblea («el 15M es un clima en el que otras cosas se vuelven posibles», dijo alguien) y me pareció una imagen adecuada para llamar la atención sobre que el 15M desbordaba lo que se organizaba bajo la etiqueta 15M.
Seis meses después de los campamentos, miles de personas habían «vuelto a hacer su vida», pero tocadas, transformadas por la experiencia de las plazas, llevándose el cambio con ellas. La metáfora sugería entonces un desplazamiento de la mirada: ¿y si dejamos de buscar el 15M solamente en el interior de lo que se llamaba «movimiento 15M» (comisiones, asambleas, espacios de coordinación) y miramos también más allá?
Y creo que, efectivamente, la práctica de la posibilidad política que abrieron las acampadas se actualizó más tarde por fuera de la etiqueta 15M: en las mareas de defensa de lo público, en la Plataforma de Afectados por la Hipotecay en otras muchas experiencias más, no necesariamente tan visibles y conocidas.
2- ¿Qué tipo de posibilidad política abrió el 15M?
El núcleo básico de la experiencia fue, según mi interpretación, lo que hemos venido llamando una «política de cualquiera». Me explico. En nuestras «democracias occidentales», la política de los políticos se conduce en buena medida como una gestión «experta» de las necesidades «fatales» del capitalismo global (y, en el caso de la crisis, hemos visto las consecuencias más devastadoras de esto). El 15M desafió en primer lugar esa idea-práctica de la política («no nos representan»), poniendo otra en su lugar: la política como posibilidad al alcance de cualquiera, como pregunta (encarnada, práctica) sobre la vida común al alcance de cualquiera.
3- ¿En qué sentido dices que ahora tienes más claro a qué te referías cuando hablabas del 15M como «clima»?
La posibilidad política del 15M se volvió contagiosa. La metáfora del clima pretendía simbolizar ese «proceso de subjetivación». ¿Qué significa esto? Un proceso de transformación de los modos de ver y vivir. Una redefinición de la realidad: lo que se tolera y lo que ya no se tolera, lo que se que ve y lo que no se ve, lo que es posible y lo que no, lo que importa y lo que nos deja indiferentes, etc. Un fenómeno difuso, expansivo, «climático», que no se podía acotar en los límites de ninguna estructura u organización. Me parece que otras nominaciones del 15M -como «movimiento social», «sociedad civil», «mayoría social», etc.- neutralizan su potencia y especificidad.
4- ¿En qué sentido?
«Movimiento social» remite, al menos en el uso más corriente de la expresión, a militantes y grupos de militantes, sin embargo el 15M era un espacio abierto a cualquiera, donde los militantes que participaron lo hicieron como uno más y los que quisieron «dirigir» se frustraron enseguida.
«Sociedad civil» remite en la versión corriente al conjunto de actores particulares que miran por sus intereses, pero el 15M ponía en el centro una pregunta por lo común, no la defensa de intereses, de «partes» de la sociedad, de identidades ya constituidas.
Y «mayoría social» se refiere a un fenómeno cuantitativo y de opinión pública, cuando en el 15M no había por un lado actores y por otro espectadores (ni siquiera «interactivos»), sino una afectación común y compartida entre miles de personas, con distintos niveles de intensidad y distintas formas de elaboración.
Ni grupos militantes, ni «partes» de la sociedad, ni opinión pública, yo diría que el 15M era un espacio abierto y expansivo depolitización de la vida.

5- ¿Fue ese clima 15M una respuesta a la crisis, a la corrupción de los políticos, al desplome de las clases medias…?
De ningún modo una respuesta automática, resultado de la gravedad de la situación y de la deslegitimación de los poderes, como se piensa a veces desde la izquierda (que les pregunten a los italianos, a los franceses, a los ingleses, etc., sometidos más o menos a las mismas «condiciones objetivas», si esto funciona así).
Me parece que la afectación -más que el interés o la identidad- es el primer motor de cualquier proceso de subjetivación. Sentir un problema como problema común. Sentir que algo pasa y te pasa, que hay que hacer algo al respecto de eso que pasa y nos pasa. La afectación es la antesala de la acción. No hay nada evidente en este proceso.
6- ¿Y quiénes se sintieron afectados, quiénes son los «indignados»?
Pienso que la afectación redefine radicalmente los términos de la pertenencia a un colectivo o a una comunidad. ¿Quién formaba parte del 15M? No «estos» o «aquellos», los «antisistema» o los de «izquierda», la «clase obrera» o la «clase media», sino cualquiera que se sintiese afectado y tocado, interpelado por las preguntas y las afirmaciones que hacía el 15M y por su forma de plantearlas.
Un nuevo «sujeto político», por tanto, que no cabía en las identidades previas (de ahí lo de «ni de izquierdas ni de derechas» que tanto chirrió a la izquierda más dogmática). Una comunidad de sensibilidad, no tanto sociológica, ideológica o identitaria.
Así, decir «clima» era como decir: no hay dentro/fuera, no hay actores/espectadores, no hay activistas/gente normal. Hay un proceso de transformación, desencadenado por una afectación sensible hacia problemas que de pronto percibimos comunes, en el cual cualquiera que se sienta concernido está invitado a formar parte. Cualquiera, en ese sentido, puede ser un «indignado» o formar parte del «99%», por citar dos de los nombres propios que se dio el 15M.
Y pocos movimientos efectivamente más transversales -es decir, más capaces de trazar una diagonal que atraviesa las divisiones sociales, la diagonal de lo común- ha habido en la historia de la política en la España reciente.
7- ¿Cómo se transmite un movimiento así?
A propósito de los procesos y las ideas que prepararon la Revolución francesa, Hegel hablaba de «una penetrante infección» que se apoderó finalmente del cuerpo social (cortando su cabeza). Salvando las distancias y con perdón de Hegel, creo que en el 15M se trataba de algo así.
La fuerza del 15M tenía mucho más que ver con la capacidad de «contagiar» una serie de preguntas por lo común y ciertas maneras de hacer (igualitarias, incluyentes, etc.) que con el cálculo estratégico sobre el impacto de tal o cual mensaje, de tal o cual gesto, de tal o cual guiño en la «opinión pública». Una contaminación horizontal, a través de palabras, de imágenes, de encuentros entre los cuerpos, de acciones…
Se trataba más de conmover, de «poner en movimiento», que de lograr la simple adhesión de los demás. Como el torso del Belvedere según el famoso poema de Rilke, el 15M decía a quien lo miraba: «debes cambiar tu vida». Un movimiento más poético que pedagógico o propagandístico, por tanto. Y sin embargo, sin ningún plan maestro, ninguna estrategia de marketing y cero lecciones de «estilismo», el 15M atravesó la sociedad entera con su ejemplo, incluidos los medios de comunicación, pero sin subordinarse a ellos o «espectacularizarse».
8- No sé si te diste cuenta, pero hablas todo el rato del 15M en pasado, ¿ya fue?
Me salió espontáneamente así, la verdad. Diría que la posibilidad política que nos regaló el 15M -política en primera persona, política de los anónimos, heterogénea al sistema de partidos, que se dirige al otro como un cómplice y un igual, no como espectador-votante o una víctima, sin representación-delegación, a partir de las situaciones mismas de la vida, etc.- no ha desaparecido ni mucho menos, pero está oculta. Como en un eclipse… un eclipse de Sol.
Ahora lo que está en primer plano, efecto indirecto del proceso de subjetivación, es un estado de opinión-emoción que podría traducirse en votos y cambiar de manos el poder político en favor de los nuevos partidos, lo cual tampoco es moco de pavo y ojalá ocurra. Yo votaré a a quien haya que votar para ello, me parece algo bien importante, pero votar no es «cambiar tu vida», son cinco minutos.
9- ¿Qué pasó ahí?
Creo que hemos pensado poquísimo al respecto. Hay una respuesta estándar: de pronto las politizaciones 15M se toparon con un «techo de cristal» (el cierre del sistema de partidos a cualquier cambio), hubo impasse y desánimo, y entonces pasamos a otra fase, el «asalto institucional» para abrir el cerrojo institucional (Podemos, etc.). Para mí esa respuesta es un auténtico «tapón» del pensamiento. No lo deja avanzar.
¿Cómo fue bloqueado el 15M, qué es lo que no pudimos o supimos elaborar, qué hizo obstáculo dentro y fuera de nosotros mismos? Son preguntas abiertas. El «fracaso» del 15M (y hablo ahora en un único sentido, muy preciso: sus problemas para durar) es un asunto aún por pensar.
10- «No se puede estar permanentemente movilizado», dice siempre Slavoj Zizek a propósito de los movimientos autónomos, como los zapatistas.
Por aquí se habla en el mismo sentido de “elitismo democrático”. Es la idea de que “no todo el mundo puede hacer política” porque no todos tienen el tiempo, los recursos y las capacidades necesarias para ello. Y que, por tanto, la posibilidad política que abrió el 15M es sólo “para unos pocos privilegiados” y lo más “democrático” sería instituir buenas formas de representación-delegación del pueblo incapaz.
Así, en lugar de pensar más a fondo (a partir de experimentos y prácticas) qué formas de organización o compromiso podrían hacer la acción política más habitablepara cualquiera, y no sólo para militantes o activistas, se reproducen las distinciones entre cuerpos aptos y no aptos para la política, justificando las formas de la política clásica (los líderes y los intelectuales que saben al mando) y cerrando los problemas.
Es una posición profundamente elitista, en nombre paradójicamente del anti-elitismo. La política siempre, siempre, siempre ha sido un desafío de los supuestamente «no aptos» (mujeres, esclavos, obreros) a esta distribución jerárquica de las cosas. Una ruptura con todas las posiciones y discursos conservadores, es decir, victimistas y victimizantes, que clavan a cada uno en «su lugar».
11- Por último, ¿cómo piensas la relación entre los nuevos partidos y el 15M?
Lo veo así: son siempre esos procesos de subjetivación (como el 15M) los que abren y redefinen el marco de lo posible, también para los gobiernos. Es decir, Podemos y los demás dispositivos electorales juegan -mejor o peor, no me meto  en eso ahora- en el marco de posibilidades que ha abierto y configurado el clima 15M (deslegitimación del Régimen del 78, revalorización de lo público, cierto deseo de cambio, etc.). Lo mismo pasa, o esa es al menos la imagen que me hago, entre Syriza y Syntagma, entre los Kirchner y el 2001, etc. Es decir: sólo puede haber orientaciones progresistas «por arriba» si hay redefiniciones de la realidad «por abajo».
Pero esta dialéctica no es algo que se de o deba darse «una vez sólo, al comienzo» («gracias al 15M es posible Podemos, muy bien, es innegable, pero ahora ya nos encargamos nosotros, volved a casa»), sino que debe actualizarse una y otra vez. Imaginemos un gobierno progresista que decide desobedecer (al menos en parte) la tiranía la deuda. Imaginemos que la Troika se cabrea y cierra (aunque sea un poco) el grifo del crédito. ¿Imaginamos vivir «más pobres» con tal de vivir más iguales y más libres? Ese cambio subjetivo, que redefine la pobreza y la riqueza, la vida deseable, no se decreta «desde arriba», sino se suscita «desde abajo». Sin esos procesos de nueva subjetivación, las posibilidades de los gobiernos son muy limitadas.
En definitiva, hay una inercia en el Estado y sus instituciones que lo arrastra todo consigo. Y creo que sólo podremos alterar esa mecánica con nuevos movimientos (autónomos con respecto a los tiempos, los lugares y la agenda estatal) que desafíen nuevamente lo establecido, que redefinan nuevamente la realidad, que redistribuyan lo deseable e indeseable, que hagan posible (y razonable) nuevamente lo imposible. Y confío en que las nuevas fuerzas políticas sean capaces de hacerse porosas a ese afuera, necesariamente conflictivo, sin tratar de cooptarlo o destruirlo. Porque a ellas también les va la vida en ello.

Pasión por el ritmo

Carta de Gilles Deleuze a Henri Meschonnic
(Traducción: Hugo Savino // Comentario de Serge Martin)

 22 de junio de 1990
Estimado Henri Meschonnic
Gracias por haberme enviado «El lenguaje H». Este libro tiene un tono muy distinto al de los libros habituales sobre H. por más buenos que sean. Tiene una profunda libertad, con todo su rigor, que viene del hecho de que usted no tiene ninguna «pasión» respecto a H., porque su pasión está en otra parte, y sólo tiene necesidad de probarse en un camino que lo encuentra como un obstáculo. Es toda su concepción del ritmo la que está en juego. Hay en Heidegger una suerte de locura (de lenguaje) que tal vez no esté tan lejos de la de Brisset y que es, tal vez, lo más interesante. Por eso su capítulo «Pensar en el lenguaje H» me parece muy importante y muy bello – y todo el tono de su conclusión. Muchas gracias y crea en mi admiración sincera.

Gilles Deleuze

Esta carta de Gilles Deleuze a Henri Meschonnic como recepción del envío de su libro Le langage Heidegger (El lenguaje Heidegger) que acababa de aparecer en las ediciones P.U.F., es por cierto la de un colega de París VIII Vincennes pero también la de un filósofo cuya estatura en esa época ya es ampliamente reconocida y que, desde hace al menos veinte años, ha formado generaciones de filósofos y transformado la epistemología de varias investigaciones importantes mucho más allá de su disciplina académica. Por eso, la apreciación que hace Deleuze de la obra de Meschonnnic no es, como parece, únicamente un agradecimiento amable. En primer lugar, Deleuze distingue “los libros habituales” de aquellos que tienen “una profunda libertad”, libertad que no se opone al “rigor” que exige la escritura del ensayo. Hay allí evidentemente una reflexión crítica respecto al academicismo filosófico y más allá de un punto de vista que pide desplazar el centro de gravedad de los estudios sobre Heidegger tal como se hacen en Francia hacia esa época. Deleuze disocia las “pasiones” a la vez que descalifica toda pasión “respecto a H.”. Sugiere por lo demás que los pros y los contra son de la competencia de una modalidad pasional que no puede permitir el ejercicio de una “profunda libertad” de pensamiento. Le reconoce a Meschonnic una “pasión” singular comprometida por su “concepción del ritmo”. Es entonces la sugestión fuerte de que el pensamiento llevado por semejante “pasión” sólo puede intensificarse de camino, por cierto sembrado de obstáculos, pero en una relación abierta a su desconocido, a los encuentros que semejante aventura no puede dejar de acoger incluso de suscitar – la referencia sería un desplazamiento del concepto heideggeriano que, metáfora de la metáfora, desmetaforizaría así ese “de camino”… Heidegger, al que Meschonnic encuentra de camino constituye entonces un “obstáculo” por su concepción del lenguaje. ¿Deleuze insinúa que Meschonnic deja de lado otros aspectos, en cuyo caso, no habría entendido el incentivo estratégico que la teoría del lenguaje constituye en el ensayo de Meschonnic? Abre en todo caso una perspectiva inédita que muestra que su respuesta es dialógica y acogedora hasta en sus implicaciones antifilosóficas, en el sentido de Meschonnic. Es entonces que avanza con numerosas modalizaciones hipotéticas la idea de una “locura de lenguaje” de Heidegger análoga a la de Brisset, abriendo como a una historia de esta locura en filosofía. La sugestión puede llevar lejos (”lo más interesante”) pero se detiene para evaluar el recorrido propuesto por Meschonnic: “muy importante y muy bello”. La evaluación conjuga allí concepto y afecto para in fineiniciar su propia conclusión en lo que forma parte de una empatía más que de un acuerdo ya que “todo el tono” puntúa una actitud y por consiguiente un modo relacional del pensamiento más que un producto, un resultado. La relación está abierta y el camino sin más obstáculo que la incertidumbre de los encuentros. La relación se debe a que el encuentro de las actitudes tuvo lugar: el modo relacional es resonante.
Agradezco a Régine Blaig y a Fanny Deleuze por haber autorizado la publicación de esta carta, gracias a Jacques Ancet por habérmela hecho conocer.

Combatir para comprender, el método Rozitchner

(sobre la serie “Es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa”)
por Silvina Friera


Combatir para comprender es un riesgo apto para un iconoclasta, desobediente, indisciplinado, un pensador incómodo al que se regresa una y otra vez. León Rozitchner: es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa, las conversaciones del filósofo con Diego Sztulwark, es una serie para Internet de veinte capítulos, editada por los cineastas Jorge Atala y Javier Ferrería, y producida con apoyo de la Biblioteca Nacional, que propone un recorrido vital por los años de formación en Francia, el viaje a Cuba en la década del sesenta para dar clases de ética en la carrera de Filosofía en la Universidad de La Habana, su infancia judía, y la coherencia de una irreverencia que está presente desde el principio. Ya están disponibles los primeros cinco capítulos de la serie en Lobo Suelto! (www.anarquiacoronada.blospot.com), que se irá completando con cinco capítulos más en junio, otros cinco en julio y los cinco últimos en agosto. “Todos mis libros son de pelea, de discusión con el otro. Yo no creo que el pensamiento pueda surgir como una especie de cinta que se desenrosca de un capullo ya preparado y que vos lo que hacés simplemente es mostrar cómo se extiende y cuántos kilómetros abarca”, plantea el autor de Moral burguesa y revolución, Ser judío y El terror y la gracia, entre otros títulos.

Sztulwark –editor junto con Cristian Sucksdorf de las obras de Rozitchner publicadas por la editorial de la Biblioteca Nacional– recuerda a Página/12 cómo empezaron las conversaciones con el filósofo en 2008. “Yo trabajaba dando clases de Filosofía y en cierto momento coordinaba un grupo de estudio y necesitaba contar con un interlocutor fuerte para saber cómo iba, porque no hice carrera académica. Me acordé de León, a quien había conocido hace mucho, lo llamé para proponerle tener unos encuentros de supervisión de laburo, y me contrapropuso que él estaba también en una situación de necesitar alguien que lea una cantidad de textos inéditos que había escrito en los últimos años. Nos juntamos dos veces por semana y laburamos tanto los textos de él como lo que yo le llevaba. Hablé con Ximena Talento, de la Biblioteca Nacional, y le pregunté si no estaría interesada en filmar los encuentros para tener un documento, un testimonio, un registro de León. Así estuvimos conversando durante dos años.”
Que el pensamiento de Rozitchner encarna en su cuerpo se puede comprobar en los primeros cinco capítulos, en las manos en suspenso sobre la pipa que tanto le gustaba fumar, cuando escucha los comentarios de su interlocutor, en esa chispa de picardía oblicua en la mirada, en el tono susurrado o enfático de su voz, en el modo que habla cuando está en el jardín de infantes de sus pequeñas hijas. “En la serie se puede ver a León pensando con el cuerpo, y eso quedó muy bien registrado y se complementa con la obra, a diferencia de otros filósofos quizá más mentales y más académicos que tienen disciplinado el cuerpo. Los afectos del pensamiento están en el rostro, en el cuerpo, en el tono de voz de León”, subraya Sztulwark, y agrega que esta serie es similar en la estructura al Abecedariode Gilles Deleuze con Claire Parnet.
“Cuando León está en Francia, para darse fuerzas, agarra esa frase del poeta Paul Valéry ‘es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa’, y la pega en su casa. Entonces León dice que él era como el bricoleur de (Claude) Lévi-Strauss, que iba tomando lo que podía y lo que tenía y con eso iba armando. Esa arbitrariedad, que en la serie se va explicando en qué consiste, es la arbitrariedad de quien se autoriza, es la arbitrariedad del creador, del que necesita hacerse un espacio para afirmar algo. Me parece que es la actitud del que no llegó al mundo a obedecer”, advierte Sztulwark. “El contenido es arbitrario respecto de las normas previas, frente a las normas de la obediencia; es el hecho de poder decidir introducir en el mundo algo que uno siente como necesario, pero que el mundo no necesariamente está favoreciendo y esperando. Me parece extraordinario para la gente joven que quiere empezar a estudiar Filosofía que esa arbitrariedad esté por delante de una actitud sumisa. León es muy coherente en su arbitrariedad.” A París llegó en la posguerra sin hablar francés y logró graduarse en La Sorbona en 1952, después de haber estudiado con Merleau Ponty y Lévi-Strauss, con una tesis sobre Max Scheler que luego sería editada en el libro Persona y comunidad.
Arbitrariedad, combate y disidencia son tres sustantivos fundamentales para analizar la obra de Rozitchner (1924-2011). “El combate sirve para comprender la coherencia del otro, pero también para comprender cuál es la coherencia propia. En su momento enfrenta a (Sigmund) Freud, enfrenta a (Juan Domingo) Perón, enfrenta a San Agustín; es una tentativa de enfrentar a personas que con una coherencia extraordinaria han buscado decir el sujeto, decir un poco la racionalidad. La coherencia propia de León tiene que conocerse a sí misma a través de desafiar la coherencia del otro. Esto es muy central en su obra”, aclara Sztulwark. “Lo primero que sentí fue la necesidad de dejar disponible la obra inédita de León, porque confío mucho en que nos puede dar a los argentinos y a los latinoamericanos elementos para una filosofía propia que estoy esperando. Me importa mucho que la serie muestre un tipo de pensamiento que pone el cuerpo y la voz en el centro. Desde mi punto de vista, lo que viene ahora es la apropiación de León, ya está disponible la obra y los que lo trabajamos en el último tiempo lo tenemos como un interlocutor muy desafiante. Ahora toca escribir sobre León, toca apropiarse de León y toca hacerle a León lo que él ha hecho con los autores con los que se enfrentó. En mi caso, la obra de León está al lado de otros pensamientos muy fuertes como Gilles Deleuze, Baruch Spinoza, Karl Marx y Michel Foucault. El pensamiento de León tuvo mucho coraje para ser disidente y no sumarse a los consensos de época.”
La Biblioteca Nacional está publicando la Obra completa de Rozitchner. Ya salieron nueve tomos, quedan aún seis más por editar. En agosto, cuando se terminen de subir los veinte capítulos de la serie, aparecerá León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria, un libro que reúne las ponencias de las jornadas que con el mismo título se realizaron en agosto del año pasado en el Museo del Libro y la Lengua. Este libro incluirá textos de Eduardo Grüner, Horacio González, María Pía López, Juan Carlos Volnovich, Néstor Kohan, Eduardo Rinesi, Verónica Gago, Guillermo David y Alejandro Horowicz, entre otros. El filósofo se define a sí mismo como un bricoleur, “porque con una cosa busco otra”. “En primer lugar, no tirás nada… Es una especie de fondo, de acumulación primitiva, de manera tal que vas a buscar cuando necesitás algo y para ensamblar una cosa con otra, para que te sirva para arreglar la que sigue”, explica Rozitchner y confiesa que nunca tuvo “la guita ni las ganas” de leer todo Hegel. A contramano de las pedagogías que ordenan pulcramente la historia del pensamiento hasta transformarla en píldoras inocuas, lejos del panteón y la hagiografía, la insumisión de León hace que el mundo de las ideas sea un lugar insoportablemente vivo y más habitable.
(Fuente: Página/12)

Se confirman TODAS las hipótesis

por Amador Fernández-Savater

A estas alturas del análisis poselectoral, podemos decir sin temor a equivocarnos que TODAS las hipótesis se han confirmado:

-Carmena gana porque no es Podemos (chúpate esa, Laclau)

-Carmena gana precisamente porque la gente la identifica con Podemos (no corras tanto, Negri)

-Carmena gana porque es como el 15M y las mareas (vírico, amoroso y copyleft)

-Carmena gana porque *recuerda* un poco al 15M y las mareas (matiz, porque el 15M era otra cosa)

-Carmena gana porque representa el movimientismo (no partidos, sino plataformas-movimientos populares)

-Carmena gana porque representa el verdadero populismo, hasta ahora identificado por error con Pablito/Errejón (chaqueterismo populista)

-Carmena gana porque representa la verdadera CT, hasta ahora identificada por error con Victoria Prego

-Ha triunfado el personalismo (Ahora Madrid sin Carmena hubiera sacado los votos de Pacma)

-Ha triunfado un personalismo impersonal (reapropiable, colectivo, como los carteles)

-Manuela Carmena somos todos como Luther Blissett

-Lo que vale para las municipales vale para las generales (mensaje para Pablito, déjanos entrar)

-Lo que vale para las municipales no se puede extrapolar a las generales (cierra la puerta, Iñigo, que me molestan estos señores con sus minoritarismos)

-Vaya rollo tener pensar qué es lo que «funciona» para seducir a los espectadores-votantes siempre volátiles

-La política va de esto

-Ni de coña

-Es un poco de cada, no seáis dogmáticos creando dicotomías

-Añada aquí la suya

Y el mundo gira y gira, ¡dándonos siempre, siempre la razón, viva!

Clinämen: ¿Cómo entender las elecciones del domingo en España?

 
Conversamos con Raúl Sánchez Cedillo, activista y analista vinculado a la Universidad Nómada, fue parte del 15-m y es miembro de Ganemos Madrid. ¿Qué pasó con el proceso que va del 15-M a Podemos? ¿Nace una política desde los movimientos? La hipótesis municipalista, la proyección europea.

La novela de una casa [1]

por Hugo Savino

Amancio Williams era técnicamente incorruptible. Luchaba por su proyecto hasta el final. Ese es un principio moral y ético que nos dejó a muchos.” 
Jorge Gazaneo
¿Y finalmente, si el arte en lo que tiene de mejor escapase a las ortodoxias? ¿Si las obras de arte fueran heréticas? ¿Si por naturaleza el arte escapara a las vías que le trazan los ideólogos, si viviese fuera de las vías? 
Pierre Soulages
Las llamaradas de dos grandes fuegos encienden las páginas de este libro
Eduardo Stupía (En el prólogo a La casa sobre el arroyo).
Esta casa es la historia de un arquitecto y de los que lo acompañaron. Es una locura de lenguaje. Y Amancio Williams estaba “loco de metáfora” (Henri Meschonnic). Todo arranca en una ensoñación que va hacia una concreción. Daniel Merro Johnston cuenta esta epopeya. La de un artista único. La casa sobre el arroyo (1:100 Ediciones, 2014)tiene una historia, que a su vez entra en la historia de la arquitectura y de la fuerza de un hacer. Es un libro intempestivo. En el sentido en que es de esos libros que nadie espera, como Convoy de Esteban Bertola o el Tejido Joyce de Zacarías Marco. Libros que el academicismo de la modernidad no puede digerir. Centrado como está en el trueque de los esteticismos. Mientras los libros se escriben a su pesar, ellos van de esteta a esteta. La casa sobre el arroyo habla del hacer de un singular. El libro de Daniel Merro está escrito en el movimiento de Amancio Williams, con Amancio Williams. En Mar del Plata – provincia de Buenos Aires se construye esta casa. Sobre un arroyo. Un gesto moderno. No contemporáneo. Moderno no debe confundirse con contemporáneo. Lo contemporáneo sólo pone el ojo en el estilo, en la repetición de lo hecho. Le pone el palo en la rueda a lo desconocido. Sólo ama lo cumplido, y bajo su autoridad. Empuja a la no obra. Cada artista enfrenta a la censura de su época y es su único lector frente a ella: carta de Amancio Williams a Clive Entwistle: “En ese punto radica la diferencia entre mis actividades en Argentina como un arquitecto moderno y las suyas en Londres. Usted está anulado porque no hace nada simplemente porque no hay nada que hacer en Europa, y yo aquí no hago nada porque todo se hace mal. Esto explica la triste paradoja que en un país rico en posibilidades yo me mantengo inactivo en el terreno de las realizaciones.”.
Y Amancio Williams era un moderno, estaba situado, en el sentido en que lo moderno es lo que siempre está actuando. Y no “está ligado a un lugar”. Está en extensión. Del libro de Merro surge un artista que está en lucha contra lo contemporáneo – que no le deja ejercer su modernidad. Merro acentúa esta singularidad Williams. Nos da el recitativo de la poética de una casa. Que se construye en ese contra. En ese conflicto. La poética de un arquitecto que construye contra el estilo de su época, porque él sólo tiene su obra. No tiene ningún estilo. Por delante, únicamente la aventura de lo que no conoce. Williams es un actor y un testigo de la historia de la arquitectura, en implicación recíproca, esa es su utopía. De La casa sobre el arroyo a “una fuga hacia adelante. Despertó su interés por el urbanismo con una mirada mesiánica y totalizadora del territorio” (Merro). Es la fuerza de este libro. Contar esa fugainfinita, incumplida. Que no está del lado del realismo – donde los libros se cuentan por teléfono. Daniel Merro escribe lo irreductible de un ritmo. Nos pone en la relación de la construcción de la casa, en la casa, y en nuestro punto de vista. Una tríada anudada. Y su subjetividad se entrelaza con esta historia, de una casa, de lo político y de la ética. De un arquitecto. No es un libro de distancias, de narración, de descripciones. Es un libro de perlas digresivas. Incrustaciones. Tiene la carga del que ya fue elegido por suartista. Y escribe. Y le va poniendo nombre a cada etapa de la construcción. Desfilan todos los protagonistas. Incluso los antagonistas de Amancio Williams. Se nombran todos los materiales. Los nombres se hacen sugerencia. No es mero catálogo. Cada material tiene su historicidad. Cada participante su vida histórica. Merro pone a trabajar los documentos como piezas de su libro. El Diario de la obra. 27 de julio de 1945 del propio Williams “escrito con lápiz sobre un papel borrador plegado” (Merro) es un fragmento de la actividad de acordarse que atraviesa este libro. Fuera de género. Que explora un pasado reciente y lo hace nacer hoy. Lo pone a trabajar. Construye y compone la escena que fecha el 22 de julio de 1920, pero acá las fechas no son origen, son funcionamiento. El incentivo de una épica. La de Amancio Williams. La de su equipo. La épica de “un arquitecto que se salía de su época” (Merro).

Tiqqun contra el gobierno de la transparencia: La Hipótesis Cibernética



Según Tiqqun, vivimos en el tránsito entre el paradigma soberano del poder (vertical, estático, centralizado) y el cibernético (horizontal, dinámico, distribuido). El orden cibernético es un orden que alimentamos entre todos, con nuestra participación, feedbacks y datos. El modelo serían Google o Facebook, pensados como formas de gobierno y no solo como inocentes páginas de contactos o buscadores. El poder cibernético extrae y procesa información,gestiona lo vivo entendido como información, aspira a gobernar el mundo como Facebook o Google gobiernan las redes. Un poder radicalmente distinto, pero no menos opresivo.

¿Qué pedimos entonces cuando reclamamos más transparencia, comunicación, participación y contacto entre gobernantes y gobernados? Tiqqun apuesta más bien por devenir ingobernables: opacos a la visión cibernética, ilegibles para sus códigos, imprevisibles para sus máquinas de computación y control.

Por un lado, aprendiendo a discernir lo que escapa a la racionalidad fría y el tiempo «real» del orden cibernético: los cuerpos y sus encuentros, las palabras errantes, la temporalidad que implica toda duración. Por otro, buscando inspiración en los más diversos campos para subvertirlo: el ritmo del free jazz, la interferencia de Burroughs, el caos fecundo de Ilya Prigogine, el pánico según Canetti, la revuelta invisible de Alexander Trocchi, la guerrilla difusa de Lawrence de Arabia, la línea de fuga de Deleuze y Guattari, la niebla narrada por Boris Vian
 


Sobre los «autores» de estos textos

Es muy poco común que un grupo anónimo se lea y se traduzca tanto como un filósofo célebre. Pero es lo que ocurre con Tiqqun, un no-grupo que publicó solo dos números de una bella revista entre 1999 y 2001, y que sin embargo es hoy una referencia para todo aquel interesado en reinventar una filosofía de combate y una política de transformación adecuada al presente.

Combinando una lectura singular de algunos autores, como Foucault, Heidegger o Agamben, y desarrollos teóricos propios, Tiqqun dibuja una serie de figuras conceptuales que se proponen como un mapa muy sugestivo de la dominación y de aquello que la desafía.

En castellano han aparecido varios artículos largos de la revista como libros: «Teoría del Bloom», «Introducción a la Guerra Civil» o «Una metafísica crítica podría nacer como ciencia de los dispositivos». En esta editorial, publicamos
Primeros materiales para una teoría de la Jovencita, un texto sobre el deseo y el amor bajo el capitalismo contemporáneo, en 2012.

El estallido de Tiqqun en 2001 –del que no se sabe prácticamente nada– libera varias esquirlas, una de las cuales se asienta en un pueblecito francés: es la llamada «comuna de Tarnac». Desde ahí (y en colaboración con otros) surgen libros como
Llamamiento (anónimo, publicado en esta editorial en 2009) o La insurrección que viene, un paradójico bestseller subversivo traducido a varias lenguas y firmado como Comité Invisible. Pepitas de Calabaza edita en 2015 el último texto publicado bajo esa rúbrica, A nuestros amigos, donde apuestan por replantear abiertamente la cuestión revolucionaria, es decir, el problema de la transformación radical (de raíz) de lo existente, pero por fuera de los esquemas del comunismo autoritario que condujeron a los desastres del siglo XX.

En noviembre de 2008, la policía antiterrorista francesa detiene a 20 personas en Tarnac y alrededores, acusadas de sabotaje de unas líneas de ferrocarril y de la escritura de La insurrección que viene (!). Este episodio policial-judicial, un montaje con todas las de la ley que se disuelve poco a poco por falta de pruebas, ha puesto el foco mediático sobre Tiqqun, la comuna de Tarnac y el Comité Invisible, amplificando y multiplicando el interés y la atención pública por esta constelación de grupos, personas, nombres ficticios, formas de hacer y de decir.

El libro se completa con una introducción a Tiqqundel filósofo italiano, de referencia mundial, Giorgio Agamben; y el texto «Fuck off Google», firmado por el Comité Invisible(un capítulo de A nuestros amigos publicado con la generosa autorización de Pepitas de Calabaza, que publica el  libro en mayo de 2015), donde se retoman y actualizan las reflexiones contenidas en La hipótesis cibernética.

Por su lado, Agamben no necesita presentación, su renombre hoy en día es internacional. Pero sí se puede decir que, a diferencia de otros autores de referencia para Tiqqun como Heidegger, Foucault o Reiner Schümann, Agamben es para este no-grupo un cómplice y un interlocutor directo, vivo, presente. De hecho, una de las mayores aportaciones de Tiqqun es haber inventado una especie de «política agambeana», una política inspirada en un autor al que precisamente resulta bien difícil encontrarle una.

¿Qué alumbró la tragedia de Páez?

por Diego Picotto
La pregunta formulada por los compañeros de La Taba: ¿qué alumbró la “tragedia de Páez”, cuando se incendió uno de los miles de talleres textiles que con disimulo alberga la ciudad de Buenos Aires cobrándose la vida de Rolando y Rodrigo, de 6 y 10 años? Algunas impresiones producto del pensamiento colectivo y un puñado de caracteres para responderla. Vamos al grano.
Alumbró, ante todo, las condiciones intolerables en la que trabaja y vive una significativa parte de la población, en su mayoría migrante. Extraoficialmente, en el caso de los talleres textiles, se calculan alrededor de 300 mil costureros que trabajan en condiciones de extrema explotación: en espacios precarios, de 14 a 16 horas diarias por una paga exigua, en general por pieza. Es trabajo sumergido e invisibilizado; son vidas sumergidas. “Sumergido quiere decir –precisa Diego Sztulwark, integrante del Instituto de Investigación y ExperimentaciónPolítica– que el capital hunde a un amplio arco de trabajo no formalizado –el de costurero es un ejemplo prototípico, pero no único– en la suma precariedad, en la informalidad y en la ilegalidad. Ese estado ‘sumergido’ opaca y precariza las formas de vida”. Los costureros hiperexplotados son un componente entre otros de un nuevo subsuelo (aun no sublevado) de la patria; una realidad tan elocuente de nuestra ciudad que es increíble que permanezca ausente en el debate político-electoral. De ahí que la Asamblea –discutiendo la idea de clausura y cierre– proponga abrir los talleres.
Alumbró, también, la otra cara del taller, aquella que lo inscribe en los circuitos de producción y consumo de la ciudad, una cadena de valor de la que participan grandes marcas, talleres tercerizados, un empresariado informal y miles de trabajadores y trabajadoras migrantes. Como afirma el primer comunicado de laAsamblea: “Estos circuitos son extremadamente rentables gracias al trabajo migrante que explotan, los que abaratan y posibilitan la vida en la ciudad para buena parte de la población. Justamente la que no consume en los shoppings, aun si las prendas textiles que allí se venden son producidas en idénticas condiciones que las que circulan en las ferias populares”. Los talleres y los costureros son el eslabón más débil de una cadena que conduce a La Salada o al Shopping tanto como a las políticas de inclusión social vía consumo que priman desde hace más de una década. Es éste, entonces, un segundo modo de abrir los talleres: visibilizar en qué medida todos/as nosotros/as, por el hecho de estar vestidos, tenemos algo que ver con destinos como el de Rolando y Rodrigo.
Alumbró, en ese sentido, que en tanto componente vulnerable pero fundamental de esa cadena productiva, los talleres alimentan una pujante economía popular que funciona como base dinámica de las referidas políticas de inclusión vía consumo, no sólo en los estratos medios y altos de la sociedad, sino también en los sectores populares. Sin embargo, del cierre de los talleres a las topadoras de La Salada, esta economía popular es continuamente criminalizada. Se prioriza una legalidad que los ilegaliza, que los clandestiniza; cuando lo que en verdad se está clandestinizando es un factor fundamental de nuestra economía. Porque si otra cosa alumbró este proceso es el vacío legal respecto de esta economía y de sus modos de producción. “Por esta razón –se dijo en la Asamblea– nos parece fundamental que no se criminalice el consumo popular y que no se pida la represión sobre la informalidad. Por dos motivos: primero porque se ataca a las redes que hacen posible el consumo en un contexto de inflación y de condiciones hiperprecarias de empleo. Por otro, porque cuando se organiza la persecución sobre los ilegalismos populares lo que se activa es la persecución racista de los pobres”. Por eso una ideas/consigna de la Asamblea es sacar del gueto a la economía popular.
Alumbrótambién aquello que las feministas advierten hace mucho: que nada hay más político que el modo de nombrar. Se trata de la relación entre las palabras y las cosas, entre el lenguaje y la política. Una política es, entre otras cosas, un determinado modo de nombrar. La Asamblea ensayó desde un primer momento poner en cuestión ciertos clichés: las ideas de “trabajo esclavo”, de “clandestino”, de “ilegal”, de “víctimas”, dado que todas estas, más que asumir la complejidad material de la cuestión, convocan a políticas moralistas y represivas. Esta “segunda” reducción a la servidumbre, operada ahora por el discurso, le quita la voz y las razones de su hacer a los trabajadores. “Se borra así la productividad concreta de los trabajadores, sus ansias de progreso y sus esfuerzos, y se reinterpreta esta vitalidad social como puro sometimiento y sumisión”, advierte la Asamblea. En contraposición, Verónica Gago propone leer el cálculo que opera sobre esa red de prácticas y saberes que dan vida al taller y que evidencia la existencia –o, más bien, la persistencia– de un neoliberalismo desde abajo: “el cálculo es la matriz subjetiva primordial que funciona como motor de una poderosa economía popular que mixtura saberes comunitarios con un saber hacer en la crisis”. (La Razón Neoliberal, Tinta Limón Ediciones, 2014). “Trabajo esclavo”, “taller clandestino” se dicen desde afuera y estigmatizan al trabajador y a su trabajo. Una vez más la idea de abrir el taller refiere tanto a la idea de abrir los ojos ante la problemática como a ser –libre de estigmas y prejuicios– sensibles a sus razones y lógicas de funcionamiento.
Alumbró, por ello, los límites y peligros de la “denuncia” que, partiendo de la moral y la buena conciencia ciudadana, alcanza el racismo sin mayor mediación, tal como vivimos en 2010 en torno a la ocupación del Parque Indoamericano (y que un grupo de investigadores sociales condensó en la noción que da título a la publicación: Vecinocracia). Años antes, en el primer libro que analizó los talleres textiles, De Chuequistas y Overlockas (Tinta Limón Ediciones, 2011), se advertía sobre los límites de la denuncia: “La denuncia no aporta a comprender la complejidad de las cosas ni ayuda a salir de la simplificación en que normalmente se cae. En general es tan exterior que no sabe aliarse con las y los costureros, con sus necesidades concretas ni con sus ilusiones rotas. Falla ese modo de encarar el problema”. Aquí el contrapunto es tanto con La Alameda (que más allá de reconocerle el esfuerzo por señalar las complicidades entre poder político, policial, judicial y empresarial, ha hecho de la denuncia moral del taller un apostolado) como con los vecinos deseosos de denunciar una realidad que les es extraña y de la que temen “por vivir al lado”. Y especialmente con los grandes medios de comunicación y sus festines de simplificación y estigmatización. “Villas, narcos y talleres”, derrapó uno; “Mafia, esclavitud y muerte”, precisó otro. Pero en el caso del incendio del taller de la calle Páez al que aludía la nota, no hubo “villas”, ni “narcos”, ni “mafia”, ni “esclavitud”. Sí laburantes migrantes cuyos hijos murieron, centralmente, por el lugar que les tocó en suerte en la división global del trabajo. Pero ¿qué otra cosa sino el racismo y la ignorancia –que usualmente van de la mano– unen estas imágenes? Lo confirma el informe en el lugar de los hechos en donde la voz cantante la lleva la clase media que denuncia a los “criminales” y persigue a los talleristas y costureros, mayormente migrantes. “Hay que evitar una ‘caza de brujas’ sobre los trabajadores migrantes, sobre los feriantes y sobre quienes, desde abajo, construyen el derecho a una ciudad más justa”, enfatiza la Asamblea.
Alumbrólos límites y peligros, también, de cualquier justificación “culturalista” o apelación a la “tradición milenaria” de estas condiciones infra-humanas de vida y explotación. Acá la discusión es centralmente con la principal organización de la comunidad boliviana en Argentina, con la Asociación Mutual ACIFEBOL (Asociación Civil Federativa Boliviana), con su principal dirigente, Alfredo Ayala, y con la red de radios que sostienen la estructura actual de talleres y a sus dueños. Es justo reconocer que tampoco es una cuestión que desvele al gobierno Plurinacional de Bolivia, ni a su embajador, ni a sus 10 cónsules en Argentina (es comprensible que ni quieran imaginar la posibilidad de que, en lugar de las remesas de dinero, lo que cruzase las fronteras fuera la masa de paisanos que en las últimas dos décadas migraron en busca de trabajo).
Alumbró, al mismo tiempo, los límites y peligros del esquema de víctimas y redentores, de las soluciones pre-moldeadas, de las políticas basadas en reclamos genéricos al estado, de la reducción del problema al hallazgo de funcionarios culpables (que sí los son de permitir esas condiciones de laburo, de la muerte de estos niños, del segundo incendio ex profeso deberían ir sin duda en cana). Y alumbró que hoy, como ayer, la lucha y los modos de organización que se vayan gestando deben producir al mismo tiempo los anticuerpos necesarios para neutralizar los intentos de instrumentalización de los conflictos, así como el “jetoneo”, la retórica vacía y los lugares comunes e improductivos de la militancia popular y de izquierda.
Alumbró, por ello, la necesidad de asumir la complejidad de la cuestión, sus múltiples capas. Y la ineludible tarea de articular las diversas experiencias que ponen sobre la mesa la gramática de los nuevos conflictos sociales en la ciudad.
Y lo que ya es sabido: alumbró una nutrida y potente asamblea de organizaciones, vecinos y vecinas e instituciones que periódicamente en La Cazona de Flores (Morón 2453) intenta elaborar, pensar, intervenir con voz propia en la situación de los talleres textiles. Lo arriba expuesto no es más que una reseña de lo que allí sucede y no desea ser otra cosa que una invitación a formar parte.
(Fuente: www.lacomuna7.com.ar)

Pedagogía de la crueldad: entrevista a Rita Segato

por Verónica Gago
La antropóloga argentina Rita Segato es una de las voces más lúcidas e inquietas a la hora de pensar y ubicar políticamente la violencia contra las mujeres que ahora mismo conmueve y moviliza a la sociedad, cruzando por fin la barrera de aislamiento en el que suelen tratarse estos temas. Para Segato, no se puede pensar esta violencia por fuera de las estructuras económicas capitalistas “de rapiña”, que necesitan de la falta de empatía entre las personas –de una pedagogía de la crueldad– para sostener su poder. El cuerpo de las mujeres es el soporte privilegiado para escribir y emitir este mensaje violento y aleccionador que cuenta con la intensificación de la violencia mediática contra ellas como “brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”. En esta entrevista la antropóloga desafía su propio pensamiento, a la vez que lamenta estar lejos de su país de origen y no poder participar de ese hecho histórico que significa una manifestación masiva como la que se augura el próximo 3 de junio en casi todo el país para decirles “basta” a los femicidios que día a día pueblan las noticias.
Rita Segato, antropóloga argentina y residente hace décadas en Brasil, tiene una forma de hablar que se arremolina de ideas. Enhebra, vuelve una y otra vez. Pregunta si lo que dice “hace sentido”. No deja que la interrumpan si está en el envión de una idea. Luego escucha a fondo y hace de la pregunta un insumo de su razonamiento. Entrevistarla es un placer de la conversación. Con un zigzag propio, con enmiendas, porque lo que dice asume un riesgo: el del ritmo del pensamiento.
Esta vez se trata de hablar del tema que nos tiene a todas tomadas. La proliferación de los crímenes contra mujeres que no dejan de sucederse, replicarse, mediatizarse en nuestro país. Segato fue pionera en ponerle a esta realidad una hipótesis política. En el libro Las Estructuras Elementales de la Violencia (Prometeo 2003 y 2013) ya hablaba de la “violencia expresiva” en los crímenes de género. Formulación que la condujo a interpretar los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez en La escritura en el cuerpo de las mujeres (Tinta Limón) como violencia que ve en el cuerpo femenino un tapiz sobre el cual escribir un mensaje. En la edición mexicana del ensayo que le da continuidad, Las Nuevas Formas de la Guerra y el Cuerpo de las Mujeres (Pez en el Arbol), escribimos en el prólogo junto a Raquel Gutiérrez Aguilar: “Hay una novedad, incluso en su repetición. La guerra toma nuevas formas, asume ropajes desconocidos. Y no es casual la metáfora textil: su principal bastidor en estos tiempos es el cuerpo femenino. Texto y territorio de una violencia que se escribe privilegiadamente ahí. Una guerra de nuevo tipo. La dificultad de comprensión, creemos, debe analizarse como un elemento estratégico de la novedad: como una verdadera dimensión contrainsurgente”. En Argentina, la realidad del femicidio exige volver sobre la idea-fuerza de Segato: ¿qué mensaje se transmite en estos crímenes que, ahora, parecen no tener límite doméstico, sino que acontecen en medio de un bar, un jardín de infantes o la calle misma? Se trata de una “pedagogía de la crueldad”, esgrime la entrevistada, indisociable de una intensificación de la “violencia mediática” contra las mujeres.
¿Cómo entender esta multiplicación de crímenes contra mujeres, cada vez más públicos?
–Creo que un primer telón de fondo que hay que aclarar es la fase actual de la explotación, que involucra un tipo de retorno al trabajo servil, semiesclavo e incluso esclavo, producido por la caída de la centralidad del salario. Esta modalidad de sujeción de personas como mercancía demanda una insensibilidad particular. Hay una idea que estoy trabajando, donde elaboro algo que empezó como una broma y ahora es serio: estaríamos hoy en tiempos de conquistualidad del poder, más que de colonialidad del poder, como propuso Aníbal Quijano en su célebre formulación. Me refiero a una nueva fase de conquista de los territorios, de rapiña de todo, sin límites legales. Una característica esencial de la conquista fue la suspensión del derecho, de los códigos de justicia de la época, por la cual la corona pasó a tener una existencia en gran medida ficcional como poder central. Hoy estamos en un momento semejante debido a la ferocidad de las apropiaciones territoriales, al desalojo de los pueblos de sus espacios de vida, realizados con una truculencia extrema. Muchas veces esa crueldad se exhibe aun más en el cuerpo de las mujeres. Es lo que pasa, por ejemplo, en los desplazamientos de poblaciones en el Pacífico colombiano.
Es tu idea de la violencia expresiva…
–El paradigma de explotación actual supone una variedad enorme de formas de desprotección de la vida humana, y esta modalidad de explotación depende de la disminución de la empatía entre personas que es el principio de la crueldad. De ahí hay sólo un paso a decir que el capital hoy depende de una pedagogía de la crueldad, de acostumbrarnos al espectáculo de la crueldad.
Efectivamente, tengo la propuesta de entender siempre la violencia como expresiva. En este caso, la violencia nos está hablando de presiones que se originan en el espacio público, en el mundo del trabajo, en la presión productivista, en la exigencia competitiva, en esa intemperie y desprotección de la vida hoy, en ese riesgo de la sobrevivencia que nos afecta a absolutamente todos los que vivimos de nuestro trabajo, y acaba interfiriendo y lesionando el espacio de la intimidad porque atraviesa y alcanza las relaciones afectivas, y finalmente hay una captura del espacio de la intimidad y de los sentimientos por el modo de explotación al que estamos sujetos. La violencia íntima en el espacio público, como está curiosamente ocurriendo hoy en la Argentina, no es otra cosa que un enunciado del carácter también público del problema íntimo, y del modo en que el estado de intemperie e indefensión frente a la agresión generalizada a la vida y a los territorios deviene y se expresa en agresión a las mujeres frente al ojo público. Es la exhibición incontestable de la unidad y naturaleza indisociable del problema, de la correlación y articulación innegable entre lo que pasa en la atmósfera de violencia y desamparo en el mundo de la reproducción material de la existencia, y lo que pasa en el mundo de los sentimientos entre las personas. Es al mismo tiempo una ejecución ejemplar –pues las ejecuciones en el ojo público tienen esa dimensión de ejemplaridad, de advertencia– y una queja, un reclamo gritado a los cuatro vientos.
¿Qué papel juega la subjetividad masculina?
–Evidentemente la masculinidad está más disponible para la crueldad porque el entrenamiento para volverse masculino obliga a desarrollar una afinidad significativa, a lo largo de la historia de la especie, entre masculinidad y guerra, entre masculinidad y crueldad, y entre masculinidad y capitalismo en esta fase rapiñadora y anómica. En este sentido, es muy importante no guetificar la cuestión de género. Esto quiere decir no considerarlo fuera de su contexto histórico, no verlo sólo como una relación entre hombres y mujeres, sino como el modo en que esas relaciones se producen en el contexto de sus circunstancias históricas. No guetificar la violencia de género también quiere decir que su carácter enigmático se esfuma y la violencia deja de ser un misterio cuando ella se ilumina desde la actualidad del mundo en que vivimos. Claro que la vemos de forma fragmentada, como casos dispersos de letalidad de las mujeres –aunque cada vez más frecuentes–, pero son epifenómenos que parten de circunstancias plenamente históricas de las relaciones sociales y con la naturaleza. En este sentido, diría que hay una extraña afinidad, o mejor dicho: una concurrencia, en el presente, entre: 1. La explotación económica característica de nuestra época con su uso abusivo del cosmos natural del que retiramos la posibilidad misma de la vida; 2. El accionar de una élite que predica y practica un proyecto económico que tiende a la concentración extrema y que tiene como horizonte el mercado global, viendo como antagonistas a los mercados locales, y 3. El moralismo de los valores de esta élite, a diferencia de los capitalistas del pasado, modernizadores y desarrollistas, que predicaban la modernización del estilo de vida y la gestión de los cuerpos.
¿Qué tipo de concurrencia?
–Que esta élite es intensamente moralista a la vez que estamos en una circunstancia de abuso y rapiña al nicho natural de toda vida, es decir, la tierra. Entonces, son tres dimensiones a la vez: las elites que conducen la economía, la fase del capital rapiñadora con relación a todo aquello de lo que puede extraerse riqueza bajo la ideología de la acumulación por desposesión o despojo y un moralismo feroz con relación a la sexualidad, al aborto, a los intereses de las mujeres en general.
¿Qué significa ese moralismo?
–Hay una relación a pensar entre la presión por el despojo y el moralismo en la gestión de los cuerpos. En otras épocas, las élites modernizadoras no eran moralistas, sino que más bien eran liberalizadoras respecto a las conductas. Hoy no. Junto a la no preservación del suelo nutricio de la vida, de la tierra, hay una insensibilidad para esa agresión del nicho. A esto se suma una progresiva crueldad hacia el cuerpo de las mujeres, y a los cuerpos feminizados en general. Es una totalidad que, si no la entendemos bien, no podemos atacar las bases de lo que nos hace sufrir como mujeres. Pero vinculado a esto hay que entender las presiones que sufren en el momento presente todos los sujetos que viven de su trabajo. No sólo manual, sino también intelectual. Todxs estamos sujetos a una tremenda presión, una especie de intemperie y riesgo permanente que revela que nuestras circunstancias son las de un sálvese quien pueda, ya que en cualquier momento podemos ser impugnados, desechados, vueltos prescindibles, defenestrados de nuestra posición, perseguidos, despojados. Es una indefensión generalizada. Lo social deviene un marco de peligro. Ahí funciona el discurso de las vidas precarias que no son sólo de los que consideramos vulnerables (migrantes, pobres, etc.), sino de todos y cada unx, debido a que la lógica de la productividad se vuelve más y más asfixiante en todos los campos de la vida. Pensemos en las 85 personas que concentran la mitad de la riqueza mundial: no se trata ya sólo del pecado de la desigualdad por acumulación y concentración, sino que tienen poder de vida y de muerte sobre la humanidad porque su capital compra muerte, cambia leyes, suspende derechos. La situación, en este sentido, es apocalíptica. Lo que les sucede a las mujeres no puede desvincularse de este momento apocalíptico del proyecto histórico del capital.
¿Tiene una especificidad en América latina?
–Esta intemperie de la vida con derechos suspendidos se relaciona con algo que digo que encuentro en una situación de violencia como la que acontece en Bolivia, donde sucedió un franco proceso democratizador en términos étnicos y de género. En Bolivia, a la vez que muchas de las mujeres del Parlamento son de pollera, que no abdicaron de su indigenidad, vemos que es un país de enorme letalidad para las mujeres. A pesar de que hay pocos homicidios (medidos por cien mil habitantes, como se hace en las estadísticas de los organismos internacionales), hay un gran enigma porque mientras la relación entre la totalidad de homicidios y los cometidos contra de mujeres en el mundo, en media, es de un 17 por ciento, en Bolivia esa relación supera el 50 por ciento. Algunas feministas dicen que el género masculino reacciona al avance de las mujeres en el campo del trabajo y la autoridad política. Pero en el caso de Bolivia esta tesis no se sustenta porque las mujeres siempre tuvieron una posición dominante en el mercado y respecto al dinero, y tuvieron autoridad política desde su parcialidad, el espacio doméstico, que en las sociedades comunitarias, a diferencia de las sociedades modernas, es pleno de politicidad. Por eso, el problema es el espacio que ocupan hoy en el campo del Estado y del avance del Estado sobre la comunidad, destruyendo los vínculos comunitarios y colectivistas, aun, muchas veces, en nombre de los buenos propósitos del discurso modernizador. Ahí se generan tensiones en la medida en que el frente estatal no es solamente estatal, sino estatal-empresarial y mediático, es decir, indisociable de los intereses empresariales-corporativos. Este pacto estatal-empresarial va rasgando el tejido comunitario. En esta situación de avance del frente estatal, siempre colonial, empresarial y mediático, el hombre de esa comunidad, el hombre indígena, se transforma en el colonizador dentro de casa, y el hombre de la masa urbana se convierte en el patrón dentro de casa. En otras palabras, el hombre del hogar indígena-campesino se convierte en el representante de la presión colonizadora y despojadora puertas adentro, y el hombre de las masas trabajadoras y de los empleos precarios se convierte en el agente de la presión productivista, competitiva y operadora del descarte puertas adentro.
¿Qué relación le ves con sociedades que no tienen esa trama comunitaria?
–Lo que quiero decir es que el hombre campesino-indígena a lo largo de la historia colonial de nuestro continente, así como el de las masas urbanas de trabajadores bajo la regla del capital, se ven emasculados como efecto de su subordinación a la regla del blanco, el primero, y del patrón, el segundo, y en general, como sabemos, al patrón blanco o blanqueado de nuestras costas. Y es al retornar a su nicho familiar que se redime de esta emasculación, restaurándose en la plataforma de masculinidad mediante la violencia. Ese es su mandato masculino. En el mundo de las grandes urbes, sometido a la explotación anómica del trabajo propia de estas nueva fase del capital, el hombre se transforma en el patrón del hogar, pues llega a su casa contaminado por la regla del patrón, ya que, como sabemos, el hombre es más vulnerable a la regla del poder, porque se percibe escindido entre dos lealtades: su lealtad a su familia, a su comunidad, a su gente, a sus afectos, por un lado, y su lealtad al otro hombre, el que lo domina y oprime, al que va a emular, por efecto de su mandato de masculinidad, que nos acompaña a lo largo del tiempo de la especie, y que debemos insurgir, entre todos, hombres y mujeres, con sus diversidades sexuales, porque a todos nos hace sufrir…. yo diría que en la misma medida, a pesar de diferentes formas. En el caso de la fase actual, apocalíptica, del capital, esta situación desata una violencia nueva: la frontera porosa del espacio familiar hace que el hombre lleve hasta allí la crueldad que impera en los espacios circundantes. Inclusive, cuando la atmósfera es francamente bélica, como es en los escenarios en expansión de las nuevas formas de la guerra en América latina, con la proliferación del control mafioso de la economía, la política y amplios sectores de la sociedad, lo que atraviesa e interviene el ámbito de los vínculos de género es la regla violenta de la atmósfera propia del crimen organizado y las pandillas, maras, corporaciones armadas de la guerra informal, sicariatos. Es por todo esto que de forma alguna podemos abordar el problema de la violencia de género y la letalidad en aumento de las mujeres hoy como si fuera un tema separado de la intemperie de la vida con todas sus presiones. Presiones y niveles de anomia característicos de los cambios de época, pues de hecho estamos asistiendo a un tránsito entre épocas que hace que el momento actual presente características de liminaridad y suspensión de las normativas que dan previsibilidad y amparo a las gentes, dentro de una gramática compartida. Es probable que los tiempos de la conquista, como dije anteriormente, por la suspensión de prácticamente toda norma excepto la del saqueo, y la revolución industrial, por la novedad que impuso a las relaciones de trabajo, hayan expuesto a los pueblos a circunstancias semejantes.
¿Esto lo vinculás a que varios de los homicidas después se autolesionen?
–El dolor es un dolor social. No creo que las mujeres deban aislarse en su sufrimiento. Yo, como ya lo he dicho alguna vez, justamente en una entrevista que me hiciste hace ya algún tiempo, soy feminista de segunda generación. No soy una nueva conversa. El nuevo converso es siempre más dogmático, más intransigente, incapaz de ver los tonos de gris, las ambigüedades propias de la vida como ella es. Creo que el problema es de hombres y de mujeres, ambos padecen, pero resuelven de formas diferentes su padecimiento. Infelizmente, como expliqué, los hombres son más vulnerables por el mandato de emulación de la posición de poder que los somete pero cuyo patrón de conducta se convierte en su modelo de comportamiento. El hombre, entonces, es violento porque es frágil, porque es constitutivamente inseguro en su masculinidad, y porque, en nuestras costas, es decir, en el paisaje marcado por la colonialidad que habitamos y que nos constituye, es permanentemente emasculado por su condición subordinada y capturado por el modelo de masculinidad de su opresor. Es por esto que digo que el sirve de bisagra, entre los mundos del dominador y de los dominados. Su situación es de una indigencia existencial absoluta. Si a esto le sumamos el tema de la mirada rapiñadora sobre el planeta y sus criaturas (y no olvidemos la raíz común de las palabras rapiña y rape, violación en inglés), tendremos el cuadro completo de la transformación de la vida en cosa, la transformación de las personas en mercancía, en primer lugar el pasaje de las mujeres a esa condición de objeto, a su disponibilidad y desechabilidad, ya que la mímesis de los hombres con la posición de poder de sus pares y opresores encuentra en ellas las víctimas a mano para dar paso a la cadena de mandos y expropiaciones.
¿Cómo ves al feminismo frente a esta realidad?
–Creo que las mujeres nunca tuvimos más leyes, políticas públicas, discurso cívico e instituciones de apoyo que ahora. Sólo que esos derechos no pueden ser usufructuados porque el lecho en el que ellos están suscriptos presiona en sentido contrario. Entonces, o atacamos ese proyecto histórico del capital o no vamos a solucionar el problema de las mujeres. El feminismo hegemónico ha apostado todas sus fichas a la conquista de derechos. Esto muestra una fuerte influencia europea, donde la relación entre Estado y sociedad es bien distinta por razones históricas. En América latina, nuestros estados republicanos fueron creados por las élites criollas y por tanto son herederos de la modalidad de administración colonial de la cual descienden. Los llamamos estados de la misma forma que llamamos a los estados europeos, pero en Europa y en América latina esta entidad no es la misma, como consecuencia de la historia que la constituyó. Los estados europeos y los de nuestras costas ni están conformados de la misma forma ni pueden representar a la sociedad de la misma manera. La hegemonía del feminismo europeo nos convenció de hacer una apuesta casi exclusiva a las luchas en el campo estatal. Pero en América latina la lucha no pueden ser ésa, porque ya tuvimos muchas victorias en ese campo y, aún así, el Estado en nuestras sociedades tiene su foco en la protección de los bienes y no ha dado muestras de ser capaz de proteger a las personas.
¿Cuál es la estrategia?
–Las mujeres debemos sacar los pies del campo estatal. Esto no quiere decir abandonarlo, como a veces se han interpretado mis palabras. No se pueden abandonar las luchas en el campo estatal, por leyes, políticas e instituciones propias. Pero lo que quiero decir es que debemos llevar adelante otras luchas, sólo nuestras y en un campo otro, marginal con respecto a la égida del Estado, con estrategias autogestionadas de autoprotección. Necesitamos vínculos más fuertes entre mujeres, vínculos que blinden los espacios de nuestras vidas, independientemente de las leyes y las instituciones, y que rompan el modelo de la familia nuclear.
Hubo una viralización de videos de chicas que denunciaban algún tipo de violencia… ¿Cómo ves esos fenómenos?
–Creo que nosotras debemos construir nuestros propios blindajes. Volvernos agentes de nuestra propia protección por la ineficacia del Estado. Claro, los videos son un camino rizomático. Pero las estrategias no pueden tener un aspecto, un formato, una estética vanguardista. Veo negativamente toda forma de vanguardismo porque éstos se apartan de la sociedad como ella es y se constituyen en tutelas de quienes creen estar en la cresta de la onda, en general grupos o logias de illuminati, que están al tanto de lo hay que saber y hacer, pero por eso mismo acaban haciendo daño a lo que dicen defender. Es necesario que las estrategias de autodefensa proliferen pero no como prácticas vanguardistas, sino como prácticas de las rutinas, de las calles, de las casas, en la vida cotidiana de la gente tal como es. Las campañas de Twitter y Facebook son interesantes porque son formas de dispersión a través de las redes. Pero mucho más interesante es la palabra que circula boca a boca y en la calle. Uno de los problemas del feminismo es que se salió de la calle. El precio que tuvimos que pagar por institucionalizarnos, transformar lo que hacemos en carreras y en profesiones es precisamente que abandonamos el día a día y el cuerpo a cuerpo, en la calle y en los vínculos entre mujeres, que en el feminismo de los años setenta era muy fuerte y eficaz.
¿Cómo interviene la reproducción mediática en la lógica de estos hechos?
–En este contexto tenemos unos medios que colaboran con exhibir públicamente la agresión a las mujeres y al mismo tiempo afirman, declaran, y se suman al clamor de “ni una más” o “ni una menos”. ¿Cómo se entiende que los medios que rapiñan el cuerpo de las mujeres, dando lección de burla, de crueldad y de ataque a la dignidad de las mujeres, luego dicen sumarse a estas campañas? ¿Qué pretende Tinelli cuando dice esas consignas si él vive como proxeneta de los culos y las tetas de las mujeres que captura con la lente de su cámara y exhibe en su escaparate para el escarnio público? Creo que hay que desentrañar la operación: lo que hace es intentar desacoplarse. Tinelli sabe que la pedagogía de su programa televisivo enseña el ejercicio de la crueldad en los hogares y en la calle. Lo sabe, y por saberlo busca desacoplarse, escamotear, desmarcarse de su vínculo estrecho con ese sujeto que golpea y mata a una mujer. Hay una identidad común entre ese sujeto femicida y la cámara de Tinelli al explotar los cuerpos expuestos en su programa. Afinidad esta que Tinelli, cuando adhiere a la fórmula del “ni una menos”, pretende disimular. Frente a esto, pienso que la expansión de los derechos humanos siempre ha sido la expansión de la lista de nombres del sufrimiento humano, avanzar en el campo de los derechos siempre ha sido avanzar en el intento de nombrar las formas de sufrimiento y sus causales. A partir de la segunda mitad del siglo veinte hemos visto la proliferación de nombres para las modalidades de violencia contra las mujeres: violencia física, sexual, psicológica, moral, financiera y patrimonial. Todavía está por nombrarse la violencia alimentaria, ya que las mujeres comen menos y, cuando hay menos alimento en un hogar, las mujeres son las primeras que lo sienten, especialmente en el campo. También hemos nombrado el femicidio, que incluye los crímenes de la intimidad, como también los cometidos por los efectivos a mando de las mafias que operan en las nuevas formas de la guerra, y, en los países asiáticos, el desecho de las niñas. Incluyo allí, en esa categoría, también la trata y la explotación sexual porque hay mujeres en esa situación que viven en condiciones concentracionarias, o sea, en condiciones constitutivas del crimen de genocidio. Pero nos falta dar vida a un concepto fundamental en esta historia…
Te escucho…
–La fantástica herramienta del concepto de violencia mediática contra las mujeres, que ya forma parte de la ley 26.485, y que propongo aquí como categoría jurídica en el campo de los derechos humanos a la que debemos dotar de un elenco de contenidos precisos y activar con acciones concretas en la Justicia. Para que la victimización de las mujeres deje de ser un espectáculo de fin de tarde o de domingos después de misa. Para que los medios tengan que explicarnos por qué no es posible retirar a la mujer de ese lugar de víctima sacrificial, expuesta a la rapiña en su casa, en la calle, en la televisión de cada hogar, donde cada una de estas ejecuciones ejemplarizantes es reproducida hasta el hartazgo en sus detalles mórbidos por una agenda periodística que se ha vuelto ya indefendible e insostenible. Judicializar de verdad esta agenda violenta y reproductora del daño como solaz no sólo obtendrá, en algunos casos, sentencias por parte de los jueces, sino también, con su eficacia retórica, hará que la gente comience a sentir y pensar en los medios como violentos. Tenemos que trabajar para transformar la sensibilidad de las audiencias frente a la crueldad como diversión y ante los medios como objetables. Pasaríamos así a entender e interpelar a los medios con nociones afines a la de “autoría intelectual” y a la de “instigación al delito”, develando que, con relación a las mujeres y a los sujetos feminizados, funcionan como “brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”.

Clinâmen: Bergoglio, ver el presente sin borrar el pasado

 

Conversamos con Horacio Verbitsky, periodista y ensayista, autor de “Historia política de la iglesia católica”. La canonización “pausterizada” de Monseñor Romero. El papel del cardenal Quarracino en el asesinato de Romero y su relación con Bergoglio. Los jesuitas de izquierda y de derecha en los 70. Guardia de Hierro como nexo entre Bergoglio y Massera. De Jorge Bergoglio a Papa Francisco: las operaciones de borramiento del pasado. El Papa Francisco y la oportunidad de apertura de archivos de la dictadura.

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La irrupción de Podemos. Del poder destituyente al poder estatal

Por Raúl Zibechi



Aquellas plazas trajeron estas bancas. Las 40 personas que acamparon en la plaza Sol, la noche del 15 de marzo de 2011, nunca hubieran imaginado ni la potencia del movimientos de los indignados ni que lo hacían aquella noche llegaría a ser, a la vuelta de esquina, “un momento crucial del cambio político en España, sin precedentes desde la transición”, como señala Pablo Iglesias (Publico, 25 de mayo de 2015).
  
La fuerza de los indignados se convirtió, en apenas cuatro años, en un vendaval electoral que desplazó a la derecha neofranquista del gobierno municipal en las grandes ciudades españolas. Entre tanto, sucedieron las “mareas”, las grandes marchas en defensa de la educación, la salud y, en general, de los principales derechos conculcados por el régimen,  nombre que define el bipartidismo instaurado luego de la muerte de Francisco Franco, en noviembre de 1975, que aseguró durante cuatro décadas la gobernabilidad, la contención de la protesta social y, muy en particular, los millonarios negocios de las grandes empresas y bancos españoles.
Es evidente que el bipartidismo PSOE-PP está en crisis (pasó de representar el 80 por ciento de los votos a poco más de la mitad), pero no está muerto y puede recuperarse. En las elecciones presidenciales de noviembre sabremos si uno o los dos partidos tradicionales son capaces de revivir.
Sin embargo, hay tres espejismos que no deberían encandilar a los dirigentes de Podemos.
El primero se relaciona con la experiencia latinoamericana que varios de sus dirigentes toman como referencia. Pero en los países a que se refieren, Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia, se produjeron algo más que masivos movimientos sociales: hubo levantamientos populares de tal magnitud que hicieron caer gobiernos (una decena de presidentes en esos cuatro países) y, sobre todo, desarticularon el sistema político en el que se apoyó el modelo neoliberal.
Los principales partidos que existen hoy en Bolivia, Ecuador y Venezuela no existían quince años atrás y fue la rebelión popular lo que permitió que se aprobaran constituciones que significan una ruptura con el viejo orden político. Nada de eso sucedió en España, ni en Grecia. El sacudón del domingo 24 de mayo, no tiene la menor relación con lo sucedido en América Latina, donde las elecciones fueron el modo de recomponer un mínimo de gobernabilidad cuando la rabia popular había desmigajado las instituciones.
El segundo, es que en la medida que se apague o debilite el motor de Podemos (o sea el movimiento social que lo parió y le dio sentido) la propia lógica electoral e institucional tiende a debilitarlo; en la medida que se entrampa en los vericuetos del poder que, justamente, nació para driblearlos. En este punto, debe destacarse que la legitimidad de Podemos no proviene de la habilidad o el carisma de sus dirigentes (innegable sin duda) sino del 15M y de las multitudinarias y múltiples movilizaciones.
La futura alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, por ejemplo, no sería nada sin su combate contra las hipotecas y los desahucios. Los nuevos liderazgos, llegaron a ese lugar porque la gente que los apoya rechaza el viejo estilo, o sea dirigentes sin relación con la vida y los sufrimientos de la gente común.
Pero es el tercer dilema el que suele derribar las mejores intenciones de los movimientos de cambio, el que puede limar las aristas antisistémicas del nuevo partido, como señaló Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos. Sería algo así como el dilema de Michels, autor de la célebre “ley de hierro de la oligarquía” que estableció en tres puntos básicos, que toda organización se vuelve oligárquica: porque la masificación implica burocratización, porque la búsqueda de la eficiencia atenta contra la democracia interna y porque las masas desean líderes que las conduzcan.
Ese el punto central que llevó a Monedero a abandonar la dirección de Podemos a fines de abril. “El contacto permanente con aquello que queremos superar, pues a veces hace que nos parezcamos a lo que queremos sustituir”, dijo a la vez que pidió volver a las raíces, o sea al espíritu del 15-M. En la medida que las fuerzas políticas tienen como principal objetivo “acceder al poder”, agregó, entran “en el juego electoral y empiezan a ser rehenes de lo peor del Estado, de su condición representativa”.
Pero ahora Podemos ya está en el juego, y quizá fuera inevitable tal opción. Dentro de las instituciones, allí donde los dirigentes suelen independizare del control de los dirigidos, valen las preguntas que se formulan, desde Brasil, los miembros de la Universidad Nómade: “¿Cómo invertir en el terreno vertical de las instituciones existentes y de las disputas electorales, sin dejar de lado la dimensión transversal, cooperativa y horizontal de los movimientos instituyentes? ¿Cómo inundar la caduca institucionalidad de las democracias representativas occidentales con nuevas instituciones de lo común que puedan corresponder a las formas de vida y de interacción que ya son practicadas en las ciudades” (UniNômade, 25 de mayo de 2015).
Son dilemas para los que la experiencia histórica europea no tiene respuestas, y ante los que se estrellaron –en la primera fase de la guerra civil española- las mejores intenciones de los anarquistas de Buenaventura Durruti y los marxistas revolucionarios de Andrés Nin.

El otro lado de Polo

por Carlos Polimeni


El 3 de diciembre de 1996 Fabián Polosecki puso fin a su vida tirándose debajo de un tren. Dejaba atrás una carrera de periodista que comenzó trajinando el rubro de los chismes del corazón y terminó gestando una revolución cultural en la televisión con dos programas que contaban historias de gente desconocida y marginada: El Otro Lado y El Visitante. El homenaje que a partir del próximo domingo le rendirá el Museo de Arte Moderno (exhibiendo una selección de sus mejores programas) es sólo la punta del iceberg de una serie de proyectos que intentan llevar su figura a la pantalla. Ésta es la reconstrucción de la vida de Polo y sus programas, emblemas en la vida de una generación que fue saltando de la política al arte, del arte a la mística y de la mística al vacío.
En 1991, mientras trabajaba en la revista independiente El primer tajo, Fabián Polosecki (de aquí en adelante Polo), respondió a un aviso que pedía redactores con experiencia en periodismo de espectáculos. Presentó en una consultora una carpeta con sus notas (publicadas en Radiolandia, en el diario Sur, en la revista Fierro). Unos días después, llamaron por teléfono a su casa: lo habían seleccionado. Polo tenía veintisiete años, por entonces, y una intensa sed de futuro. Su nuevo trabajo sería en la hoy desaparecida revista Teleclick, un house organ de Telefé disfrazado de medio especializado en la farándula. A él parecía importarle mucho más haber conseguido un trabajo por currículum que pensar en las notas con las que debería lidiar. Un amigo le aconsejó que mejorase sus originales, en una era en que todavía se usaban máquinas de escribir en las redacciones. Los originales de Polo, llenos de tachaduras, sobreescrituras, a veces hasta manchados o arrugados, eran una verdadera calamidad, como si hasta sus textos definitivos fuesen borradores. A Polo se le frunció el ceño ante el consejo, que tomó como una especie de gastada. Cuando cumplió 29 días en la editorial, le anunciaron que prescindirían de sus servicios. Su jefe le pidió disculpas, y procedió a explicar que la consultora había cometido un error en el perfil del redactor que se buscaba: “No queríamos un bicho de redacciones, sino alguien que supiera contar historias”. Polo se fue amargado y herido en su amor propio de ese viejo edificio de la calle México. Dos años después, comenzaría a conducir por ATC el periodístico El otro lado, por el que ganó tres Martín Fierro entre 1994 y 1995. Ese año condujo El visitante, una vuelta de tuerca al esquema del programa anterior. En los tres ciclos, Polo se dedicó a contar historias. Sólo que, en lugar de entrevistar a famosos de temporada, entrevistó a los desconocidos de siempre. En 1996, luego de una serie de conflictos con el canal y sus propios equipos de trabajo, Polo no condujo ningún programa; se hundió en un infierno personal poblado de fantasmas y fantasías. A fin de ese año, el 3 de diciembre, se zambulló debajo de un tren, y pasó a ser historia, puro tiempo pasado.

Lo que logró con sus tres temporadas resulta, visto desde hoy, una hazaña cultural: trasladar al formato de programa periodístico televisivo los géneros de la narración cinematográfica, a veces con el acento puesto en el formato documental, otras –las más arriesgadas– con pasos de ficción. La televisión periodística del 2001 (desde los noticieros a los programas de Jorge Lanata, pasando por las investigaciones de Punto/doc, una larga fila de productos de canal 7 y los clips de Fútbol de primera) utiliza hoy una mezcla de lenguajes patentada por Polo, que sin embargo lo hacía todo con un gesto como casual. Sobre esa mezcla de géneros, sin proclamarlo, aquellos tres ciclos se propusieron contar extraordinariamente historias de gente común, muchas de ellas sumidas en la marginación. Por vocación, por desesperación o por haber sido empujadas. Polo, que aspiró de joven a ser revolucionario en la política, terminó concretando una revolución televisiva, tras la cual hizo mutis por el foro, levantó el programa de su propia vida.

A esa revolución audiovisual le rendirá homenaje, desde el próximo domingo 24, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que presentará durante los siguientes cinco sábados una selección de sus mejores programas, precedidos y sucedidos por una serie de debates a cargo de especialistas en cultura audiovisual y miembros de los equipos de trabajo de Polo. El ciclo comienza el domingo próximo con el justamente mítico primer programa de la temporada 1993: “Policías y ladrones”. Luego, se verán “La vaca” (el sábado 30, programa doble de la temporada 1993), “Agua de puerto” (el sábado 14 de julio, programa de 1994), “Reyes de la noche” (el 21 de julio, programa de 1993) y “Ciudad abajo” (el 28 de julio, programa de 1993). El sábado 7 de julio no habrá actividades porque el museo (ubicado en la avenida San Juan 350) debe permanecer cerrado, por esas cosas municipales. Las funciones serán desde las 18, con entrada libre. “Seguramente, por Polo vendrá gente que nunca viene a los museos”, supone Graciela Taquini, curadora de Artes Electrónicas del MAMBA.
1. Polo ya se sentía periodista a los diez años, cuando apenas era el hermanito de un periodista. En realidad, se llamaba Gustavo de primer nombre, pero desde su más tierna infancia le dijeron Fabián. Cuenta su madre, Aída, que prefiere decir que va para los 70 antes de admitir que tiene 69: “La culpa la tuvo una muchacha que trabajaba en casa. Yo había tenido antes dos hijos varones, Gabriel y Claudio, así que cuando nació el tercero ya no me quedaban muchos nombres buenos, y le pusimos Gustavo Fabián. Pero la chica esta que trabajaba en casa, que era loca por los cantantes de moda, estaba enamorada de Néstor Fabián, que era novio de Violeta Rivas y estaba de moda por El Club del Clan. Entonces, para ella, el nenito no era Gustavo sino Fabián. Y nos fue pegando el nombre, tanto que si, años después, le decían Gustavo, él no respondía”. El tema de cómo llamarlo siempre fue un problema en la casa. Josué Polosecki, el padre, polaco de nacimiento y encuadernador de oficio, siempre fue Polo para su familia. Su primer hijo devino Poli. Al segundo le quedó Polito. Y, cuando Gustavo Fabián dejó de ser bebé, no hubo apodo para él. De grande, sería Polito o Polo para sus amigos, usurpando apodos de su árbol genealógico, pero de las paredes de su casa hacia adentro se lo identificaría siempre por el nombre del marido de Violeta Rivas.

Los Polosecki vivían en Belgrano, en la avenida Congreso, cuando Fabián vino al mundo el 31 de julio de 1964. Unos años después la familia se mudó a una casa en la calle Fragata Sarmiento, de La Paternal, que sería para siempre el barrio de sus amores. Gustavo Fabián fue un buen hijo de una familia progresista judía (familia del ICUF, de mandar a los chicos a la colonia de vacaciones Zumerland, en Mercedes). Cuando se sentía periodista, a los diez, era durante ciertos sábados, cuando su hermano Claudio Polosecki, que trabajaba en Gremiales de Clarín, debía “hacer guardia” durante la tarde. El hermanito del redactor iba a la redacción, se sentaba a las máquinas y escribía, o hacía como que escribía. A juzgar por sus originales posteriores, ése fue su único aprendizaje, nunca una academia Pitman. “Estoy escribiendo una nota sobre la situación”, le dijo una vez a Sábat, que le hacía “dibujitos” para entretenerlo, en esa calma pueblerina de las redacciones en fin de semana. Para el hermano menor de Polito, las redacciones eran un lugar mítico, fundacional. Unos años después, aparecería escribiendo a máquina en sus programas. Lo hacía en una Olivetti verde que se había llevado sin autorización del diario Sur, durante la toma que sucedió al cierre. Polo amaba las máquinas, los libros, la gastronomía, la música oscura –Nick Cave, The Cure–, la artesanía por sobre los productos industriales, la lucha grecorromana, los juguetes de plástico, el restaurant Los Chanchitos, el cine de autor, las cosas viejas. A veces le resultaba imposible desprenderse de objetos que para otro hubiesen sido triviales.

“De chico era un vagoneta, con una gran facilidad para hablar con la gente”, cuenta Aída. En el barrio “era amigo del vecino de arriba, del de abajo, del gallego, del ruso, de las gitanas de la vuelta, del almacenero”. Era, también, muy rápido para aprender cosas. Un día, delante de todos, le preguntó a Claudio, que le llevaba diez años, si ya estaba avispado o seguía siendo virgen. “Porque si no estás avispado, yo te llevoa un lugar”, completó para asombro de los mayores. Otra vez, muy chico, comunicó a la familia que ya sabía cómo se practicaba el sexo, después que su madre reprendiera a uno de los hermanos por hablar del tema delante del benjamín. “El hombre le pone el pito en la cola a la mujer”, explicó con cara de triunfador. Había en la casa un ambiente de permanente discusión, libertad de ideas y politización, que aquel chico absorbía como parte de la rutina de vivir. Los fines de semana, la familia iba al Tigre, al igual que centenares de miles de otros porteños de clase media. Al menor, a veces, había que obligarlo a volver. Nunca pareció tan feliz como en aquellos años dorados. A veces, cuando se ponía nostálgico de madrugada, ya famoso, Polo hablaba del Tigre como un Edén. Cuando a su hermano lo echaron de Clarín después del golpe de 1976 y un primo suyo fue secuestrado y asesinado por la policía, Gustavo Fabián, que ya estaba en el secundario, pareció crecer de golpe. Ingresó a la Federación Juvenil Comunista y se convirtió a la brevedad en un referente de su política de secundarios. Peregrinó de colegio en colegio, mientras seguía viviendo con sus padres, que cada vez tenían menos información sobre su vida y muchas veces sentían miedo. Conoció las comisarías y las tentaciones de la justicia por mano propia. Al fin y al cabo, era un chico crecido en dictadura, en una ciudad bañada de sangre. Un día, la directora de uno de esos colegios, en que Polo dirigía un periódico, llamó por teléfono a la madre, para hablarle de mujer a mujer. “Tenga cuidado con lo que escribe su hijo”, le recomendó. En casa, el hijo escuchaba a Egberto Gismonti y Pat Metheny, y su mamá Aída sentía que crecían juntos.
2. Cuando terminó el secundario, Polo se inscribió en la carrera de Sociología, pero duró un año. A los veinte se fue de la casa, a vivir con un amigo que había venido desde Santa Fe a estudiar teatro. Después, tuvo su primera relación de pareja estable, con Martina, que era cordobesa y amaba la palabra militante. A los veinticuatro, Polito trabajaba ya en Radiolandia, a las órdenes de Catalina Dlugi: había conseguido ingresar al mundo de los profesionales del periodismo, después de años de trabajar por amor al arte o al Partido. En esa redacción conoció a Enrique Sdrech, a quien admiró incondicionalmente, y se topó con la realidad del periodismo profesional: hizo docenas de notas pedorras, inventó romances ridículos, perdió horas en guardias absurdas. En esa redacción en que Dlugi era jefa, también trabajaban Nora Lafón, Carlos Monti –hoy conductor de Rumores– y Laura Ubfal, entre otros. Ubfal, que hoy conduce el programa de TV La linterna, fue la encargada, años después, de entregarle uno de los Martín Fierro. “Lo sentía como un triunfo de todos nosotros, los que intentamos hacer un periodismo digno dentro de un rubro perverso”, cuenta en un pasillo del mismo Canal 7 que trajinaba Polo en la era en que Gerardo Sofovich se trasladaba por allí en un carrito para jugadores de golf que hoy usan en los sketches de Todo x $2. Una vez, Polo tuvo un romance de película con una estrella, que, en un arrebato de pasión, se lo llevó de turista sexual a Mar del Plata. La pasión duró lo que un peinado. Ella, que podría haber sido su madre y porque es una dama no lo contó nunca, le dijo gracias por los servicios prestados y hoy conduce un programa más que visto en Telefé. Polo nunca se avergonzó de su desempeño en la revista, pese a que el universo de la farándula estaba tan lejos de sus ideales como Moscú de Buenos Aires. “Se divertía saturando sus notas de lugares comunes, hasta llegar al surrealismo”, cuenta Pablo De Santis, su amigo en la redacción de Radiolandia y futuro guionista de El otro lado y El visitante. “Llegamos a planear un libro sobre nuestra experiencia en revistas del corazón que incluiría, a la manera de Flaubert, un diccionario de lugares comunes”. A Polo, la experiencia laboral de escribir sobre temas que no le importaban un comino lo marcó a fuego e incluso, se ufanaba, pudo sacarle provecho. “En Radiolandia tuve una escuela de entrevistador muy puta”, le contó a Rodrigo Fresán, en una nota aparecida en Página/30. “Cuando vos vas a entrevistar a la actriz X y la mina está convencida de que vas a preguntarle sobre su carrera, y en realidad te pidieron que averiguaras cómo coge con el actor Z, desarrollás la cualidad de poder hablar una hora y media sobre algo que no te importa, hasta que la tipa tenga ganas de decirte lo que vos estás esperando desde el principio. No es aplicable a lo que hago en El otro lado, pero también es cierto que me la paso esperando a que un desconocido se afloje y me cuente algo que jamás pensó contarle a nadie. Para siete u ocho minutos de televisión, yo grabo una hora o más”. Sin embargo, De Santis atestigua que, si bien Polo fue siempre un tipo sensible, creativo e inteligente, recién encontró una forma de expresión adecuada a sus potencialidades en el trabajo televisivo. “En la televisión, su talento por fin encontró un lugar. Siempre lo habíamos llamado Polito; ahora era Polo.”

Festín para psicoanalistas: el chico que llegó tarde a los apodos familiares había saltado de usurpar el apodo del hermano periodista a calzarse el del padre, la presencia dominante en la casa. “Familia judía sí, pero todos machistas”, se ríe Aída, que está haciendo un curso de interpretación de textos literarios y otro de francés, en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Josué y Aída ya no viven en La Paternal, ni en el Tigre, donde pasaron unas temporadas. Ahora se mudaron a Corrientes al 2000, al lado del cine Cosmos, donde en los ‘80 Fabián iba a ver cine del Este europeo, cuando eso era una postura política en sí. Después se perdía en los bares, a veces hasta que amanecía.
3. Nadie entendió nunca el final de Polo, que aún duele y deja la garganta con gusto a fósforo. “Me parece bárbaro que le haga un homenaje la gente del Museo, que lo conoció sólo por su obra”, plantea Claudio Polosecki, que acaba de desempeñarse en el directorio de Télam y es parte del equipo de campaña de la Alianza que comanda, con vista a las elecciones de octubre, Rafael Pascual, presidente de la Cámara de Diputados. “Es la mejor manera en que puede aspirar a ser homenajeada una figura pública. Pero yo no sé si voy a ir a ver algunas de las pasadas de sus programas. A mí me duele mi hermano. El dolor de su ausencia no se borra, no se esfuma, por más que hayan pasado cuatro años y medio. Si no voy, que quede claro que es porque soy muy cobarde para el dolor. Tardé tres años en ir a su tumba a la Chacarita. Pero fui.” Para Claudio, que hoy tiene cuarenta y siete años, Fabián fue algo así como su hermano-hijo. “Siempre se me pegaba, y a mí me gustaba. Siguió mis pasos, en el periodismo, en la producción televisiva. Cuando él iba a empezar el primer ciclo, un día cayó en la productora que teníamos con Ricardo Wüllicher (cineasta, director de Quebracho, entre otros films) a consultarnos sobre la idea de que el protagonista fuese un guionista de historieta, algo inspirado en su experiencia en Fierro. A mí me gustó la idea, y le dimos nuestros consejos. Sentí que me hacía parte del proyecto. Al segundo año, directamente me llamó para que trabajásemos juntos, y armamos una productora. Es que, después del primer año, todo eran mieles en cuanto a repercusión, pero el tema de la guita era un quilombo.”

Nunca dejó de serlo, en realidad, y eso le trajo a Polo una serie de problemas importantes con los amigos de que se había rodeado. En el equipo de Polo jugaron los directores Nacho Garasino, Daniel Lazlo y Diego Lublinsky, el guionista Pablo De Santis, los investigadores periodísticos Marcelo Birmajer, Ricardo Ragendorfer, Pablo Reyero, Ariel Barlaro y Gustavo Salem, y el camarógrafo Claudio Beiza. “Se conjugó gente de palos diversos, de la literatura, del periodismo, de la televisión y del cine, haciendo un esfuerzo en conjunto admirable”, destaca Reyero. “Se trabajaba mucho, y con tiempos cortos propios de una producción independiente, con mucho amor por la camiseta.” Reyero, que hoy tiene 35 años, dirigió uno después de la muerte de Polo el brillante documental Dársena Sur, fue el director de Punto/doc en 1999 y prepara ahora un largo de ficción. “Polo era un tipo poderosamente intuitivo con la gente, agudo como periodista y un gran entrevistador. Por eso, El otro lado es un caso único de calidad en la historia de la televisión argentina.”

Casi todos los amigos, sin embargo, terminaron peleados con su jefe, cuando el jefe empezó a patinar. De hecho, El visitante –la historia de un hombre con la vida sin resolver, contada en clave de comic– fue el más solista de sus programas. Polo se sintió durante esos largos meses un personaje de Kafka, atrapado entre una convocatoria de acreedores de ATC (por eso no cobraba el dinero que le adeudaban) y los reclamos de la gente que había convocado para el proyecto que justificaba su existencia. Si aparentemente la vida le sonreía –en eso tenían que ver Vivi, su esposa desde 1993, y Milena, su hija desde 1994–, la procesión iba por dentro. “Dicen que la televisión es mágica, pero esa magia puede ser una magia negra. La televisión puede darte cosas y sacarte otras. Y, cuando un día se te corta la racha, hay que estar muy preparado para soportarlo”, comenta uno de los integrantes de sus equipos de trabajo de 1994.

Milena Polosecki, que hoy tiene siete años, impresiona. Lo dice todo el mundo. “Tiene el cuerpito de Vivi pero la cara es de Fabián”, se emociona el tío Claudio. Milena, como su padre, parece un ángel extraviado, una personita salida de una fábula. Está reencontrándose con su padre, ahora que en la casa se ven los videos de aquellos programas, en buena parte porque mamá los ha ido eligiendo para las pasadas en el Museo. La abuela Aída también tiene los videos y le ha copiado una serie de fotos guardadas durante lustros en los cajones del amor, para que cada vez que visite la casa se reencuentre con él. Mamá Vivi –Viviana Gallardo, hoy de treinta y un años y otra nena, Carmen, de otro padre, José Luis– flota en el mundo cada vez que piensa por qué pasó lo que pasó. “Yo todavía no resuelvo muy bien la historia. Siento un trillón de cosas”, dice. Ver ahora los viejos programas es como ver partes de su propia vida, narrada por otro. “Ahora estoy parada en un lugar muy diferente”, cuenta Vivi, que vio primera vez al que sería su marido en un aparato de televisión. “Veo cosas muy distintas a las que veía cuando estaba enamorada. No sé bien… veo en él una necesidad, una debilidad, que para mí entonces no existían. Yo pensaba que él era alguien que escuchaba mucho, y hoy me parece que en realidad no escuchaba nada. Lo veo tierno, y a la vez distante.” Vivi supone que le va a llevar toda la vida entender la decisión de Polo de irse del mundo por propia voluntad, y que quizá no la entienda jamás. “Me parece que eligió un final que habla bastante de él. No fue un arrebato, sino un proceso muy largo.” Estaban separados desde siete meses antes cuando Polo se zambulló debajo del tren. Durante esos siete meses, Polo se había ido a vivir a una isla del Tigre, su Edén, junto a Eduardo, un muchacho que había conocido haciendo el que fue el último programa emitido de El visitante. Dicen que Eduardo intentó captarlo para una secta. El Tigre del final se parecía mucho más a un infierno que al Edén de la niñez. Es curioso: Polo creía haber recuperado la libertad de navegar libre de ataduras y en realidad estaba yéndose a pique.
4 Hay uno de los programas del primer año de El otro lado que aún hoy causa una impresión espeluznante: es el dedicado a los trenes. En uno de sus fragmentos, Polo dialoga con un maquinista sobre los suicidios, preguntándole –o preguntándose– qué siente alguien que no puede parar una locomotora que está a punto de arrollar a un desesperado. El maquinista le cuenta sus impresiones y luego le indica que el punto más complicado es la estación de Santos Lugares, el lugar perfecto para un suicida. Las cámaras muestran ese punto de las vías. Lo que impresiona al que sabe la historia es que Polo volvió al lugar tres años después paraponer fin a sus días, como si el programa le hubiese dado la idea. La noche anterior había pasado cerca de las once por la casa de sus padres, que utilizaba para dormir, comer y obtener mudas de ropa limpia cuando venía del Tigre a Capital, no tan seguido, y a veces vestido como un pordiosero. Esa noche preguntó por su padre y, como Aída le contestó que no estaba, que acaso se había ido a Hebraica a juntarse con sus amigos, Polo quedó en volver más tarde. No volvería jamás. Hablaba sin dialogar, parecía con la mente en otro planeta. Llamó por teléfono a Claudio, que esa noche cumplía años, y quedaron en verse el lunes. La familia había decidido que tal vez debía presionarlo para que intentase un tratamiento contra la adicción, pero nadie estaba seguro de cómo reaccionaría. A veces, cuando ve en el Once a chicos pidiendo plata o comida, o jugándose la vida por unos pesos, Aída piensa en Gustavo Fabián, y siente un dolor que no puede poner en palabras. “Al final, yo le miraba las zapatillas, que no se lavaba nunca, ni me dejaba lavar, y sentía por dentro una pena muy grande, porque lo notaba perdido, en un mundo que yo no entendía, y que definitivamente no le hacía bien.” Para esa época, el consumo indiscriminado de drogas –la básica era marihuana– parecía haberlo puesto en un limbo permanente. A veces tenía delirios persecutorios y otras se ponía agresivo de más. En América, se presentó a una reunión de trabajo vestido con botas de pescador hasta arriba de la rodilla. Ese día lo acompañaba Eduardo, al que hacía figurar como su socio. Para una parte de la familia, este amigo de soltería fue, en rigor, el socio en la debacle mental que terminó con Polo fuera de este mundo.

“A Eduardo lo satanizan, pero yo creo que era un muchacho sin muchas luces. No lo veo con capacidad para haberle manejado la mente”, dice el cineasta Gustavo Alonso, que está terminando la preproducción de un documental sobre Polo que se filmará este invierno. Alonso es docente de la cátedra “Mirada Polosecki”, de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. El film, cuyo productor es Coco Blaustein (el director de Cazadores de utopías), se llamará La vereda de la sombra. “Me interesa contar una parte de la historia de los ‘80 y los ‘90 a partir de la figura de Polo, porque pienso que son décadas que no se cuentan, salvo desde el punto de vista del rock, o en los relatos que hace el radicalismo”, dice Alonso, que tiene treinta y dos años. “Entre tanto Galimberti auspiciando un debate sobre los ‘70, sería bueno poner a un personaje como Polo en medio de un debate sobre lo que vino después: el destino de la militancia, el periodismo independiente, la gente que estaba del otro lado”, agrega. Para el realizador, ese documental no debería ser un homenaje, sino un film de discusión sobre su propio personaje. Alonso y su equipo han realizado 76 entrevistas a amigos, incluyendo a Eduardo y a conocidos y compañeros de trabajo de Polo, procurando encontrar las contradicciones y visiones complementarias que construirían el personaje. “A mí me desconcierta Polo: creí que investigando me toparía con la biografía de una especie de Roberto Arlt, un maníaco depresivo deambulando de noche por la ciudad. Y me encuentro con la realidad de que, para muchos de sus amigos, se trata de un tipo devorado por su propio personaje, que se creyó lo que habían inventado entre todos. Me ha pasado todo el tiempo en la investigación: cuando lo veía como un Enrique Symns terminó resultando un pollo de Sdrech, y viceversa.” Para Alonso, los últimos meses del personaje, abandonando todo –su familia, la televisión, la ciudad– son un descenso a los infiernos de Apoca-lypse now, pero de un “tipo colgado”que a veces actuaba con la inconsciencia de Charly García y otras veces era el ser más dulce y humano del mundo. A su tesis central –la historia de un tipo en estados alterados comido por el personaje televisivo que había inventado cuando estaba lúcido– ha ido sumándosele una serie de subtesis, que a lo mejor se la devoran cuando llegue la hora del rodaje. Para Alonso, Polo quería ser como uno de sus investigadores,el periodista Ricardo “Patán” Ragendorfer, un tipo con calle y tuteo con los submundos más pesados, con los marginales definitivos. Pero se pasó de rosca: quedó en el brete de los que sólo pueden avanzar.

La vereda de la sombra no es el único proyecto de película sobre Polo. En la preproducción de su documental anda también Horacio Ramos, ex miembro del staff del Canal 4 Utopía, que cree que El otro lado y El visitante han sido los programas de televisión más influyentes de la televisión de la democracia. “Polo cambió la historia de la televisión como una especie de prolongación de su militancia política, aunque jamás bajaba línea”, plantea Ramos, que tiene treinta y siete años y comenzará su rodaje en algún momento del segundo semestre del 2001. “Su compromiso se ve claramente en los temas que elegía tratar, en el punto de vista desde el cual los abordaba y en su absoluta distancia del poder, de las figuras del poder y de los discursos del poder.” Para Ramos, hay una continuidad lógica entre las notas que Polo escribió en Sur y Página/12 (los diarios en que trabajó entre 1989 y 1992) y el enfoque ideológico de sus programas televisivos. “Toda la gente que hace televisión alternativa o independiente, incluso la de las radios comunitarias, está actualmente cruzada, de una u otra manera, por la influencia de Polo. En Utopía todos hablaban de Polo o querían ser como él.” Pero hay algo mucho más llamativo, sostiene Ramos: el modo en que su forma de hacer televisión impacta en los actuales estudiantes de comunicación, bellas artes, artes visuales, televisión, periodismo. “Hay un circuito de chicos de dieciocho a veintidós años, que no vieron los programas en su momento, que se pasan de mano en mano los videos caseros de esos programas, como objetos de culto, pero también de aprendizaje.” Polo enseñando a hacer televisión desde la tumba.
5. “En los últimos meses había oído demasiado. Y había visto cosas que habría preferido no ver”, escribió De Santis para uno de los guiones del año ‘94. Ahora todos sabemos que era, para Polo, haber estado demasiado tiempo del otro lado, cargándose de historias que le invadieron la mente y el alma. De historias sin anestesia. Estar del otro lado era ya no encontrarle sentido alguno a estar de este lado.

Invitación: Polosecki en La Cazona de Flores

 
“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas”.
FP
Durante los primeros y arrasadores años de Menem, el Canal 7 regenteado por Gerardo Sofovich puso al aire dos programas periodísticos singulares, bien distintos a todo lo visto hasta ese momento. Ambos los conducía Fabián Polosecki. “El Otro Lado” y “El Visitante” presentaban un nuevo modo de hacer periodismo y de narrar historias por televisión. Luego de su muerte (se tiró bajo las vías del tren en El Palomar) la mayoría de las emisiones han permanecido archivadas, casi sin posibilidad de volver a ser vistas. De ahí la importancia del ciclo que proyecciones que comienza hoy, jueves 6 de junio, a las 20hs, en La Cazona de Flores: acompañado de un buen locro, se proyectará el primero de los 4 encuentros de “Ciudad Abajo – Ciclo itinerante Polosecki”. Volver a ver estos programas es mucho más que un registro de época, es la posibilidad de reencontrarse, luego de más de 20 años, con la obra de Polo.
* Fabián Polosecki, o simplemente “Polo”, fue un periodista sensible que, en su fugaz paso por la televisión, logró revolucionar la forma de narrar historias en ese medio en la década de 1990. Con sus programas “El otro lado” y “El visitante”, hoy considerados de culto, reflejó como nadie lo había hecho los diferentes matices que se esconden detrás de las vidas de hombres y mujeres casi siempre ignorados y muchas otras despreciados. Con sus entrevistas profundas y sus relatos en off le puso rostro e historia a personajes marginales, como prostitutas, criminales, drogadictos o desocupados. Polo se suicidó arrojándose debajo de un tren el 3 de diciembre de 1996. A casi 10 años de su muerte, los periodistas Hugo Montero e Ignacio Portela editaron “»Polo: el buscador», la biografía con la que reconstruyeron las luces y sombras de este cazador de historias. El 3 de diciembre de 1996 Fabián Polosecki puso fin a su vida tirándose debajo de un tren. Dejaba atrás una carrera de periodista que comenzó trajinando el rubro de los chismes del corazón y terminó gestando una revolución cultural en la televisión con dos programas que contaban historias de gente desconocida y marginada: El Otro Lado y El Visitante.

Consignas: un ajuste de cuentas con el vocabulario del comunismo

por Diego Sztulwark


Deconstrucción, postmilitancia y estado de sospecha son los caracteres activos de Consignas libro de conversaciones que acaban de publicar (en La cebra) Oscar Ariel Cabezas y Miguel Valderrama. La tapa de fondo negro lleva impresa una hoz y un martillo y en su interior se asiste a un diálogo entre dos pensadores chilenos, ambos universitarios, en torno a 10 cuestiones consideradas como fundamentales. La primera de ellas es la idea misma de diálogo, seguida por nueve núcleos temáticos esenciales para el activismo político de las últimas décadas (Militancia, Democracia, Política, Resistencias, Soberanía, Izquierda, Emancipación, Revolución, Comunismo). 

¿Son éstas consignas? Alejandro Kaufman (autor del prólogo) prefiere hablar de “índice lexical” o “abecedario político”. Pero ¿es la izquierda asunto de consignas?

La tradición libertaria piensa la resistencia política como parte de una lucha más amplia por desobedecer al mundo organizado como un sistema de comunicación cuyos contenidos no son sino una serie ininterrumpida de órdenes recibidas. En la medida en que la consigna lleva en sí misma la distinción jerárquica entre mandato y obediencia se descubre en ella una ambigüedad fundamental que neutraliza lo político y lo vuelve incapaz de trazar una auténtica diferencia entre estructura de mando y voluntad de transformación e igualdad. En torno a la consigna –tema muy trabajado por Ranciére- se concreta el motivo de la legitimación de tipo escolar del estado: la desigualdad presente como vía de una siempre aplazada igualdad futura.

Así las cosas, las consignas de las izquierdas militantes prolongan inadvertidamente estas mismas formaciones de poder en el campo de quienes desean enfrentar los dispositivos de comando. Por esta vía paradojal y deprimente, las fuerzas del cambio sucumben y se achatan lisa y llanamente en una equiparación con el mundo del poder soberano al que quisieran superar: los proyectos de liberación (los autores prefieren hablar de “emancipación”) quedan empantanados sin solución a la vista.

Este es el punto de partida que mueve a los autores a ensayar una nueva aproximación a los significantes que consideran claves y que permanecen entrampados en un impasse teórico político de difícil resolución, reapropiación que en el lenguaje de los autores debe funcionar más bien como una “desapropiación”. Al hacerlo recorren con erudición asombrosa buena parte de las discusiones filosóficas, políticas y literarias de los últimos años en Chile, Argentina, EE.UU y Europa occidental. Aunque a la hora de detectar presencias determinantes son sobre todo Derrida (la apelación al “des” con que la deconstrucción señala que un concepto ha sido identificado como perteneciente a una modernidad a revisar) y Badiou (el interés por el acontecimiento, que en Chile parece inseparable del influyente ensayo de Bruno Bosteels, Badiou o el recomienzo del materialismo dialéctico) quienes más insisten. Y un Benjamin prefigurante y desoído,  profeta trágico que sobrevuela el conjunto de la escritura.    

El espíritu evaluativo de Consignas no debería engañarnos respecto de su potencia de intervención. Si bien su estilo reflexivo sobre el carácter ambivalente del agotamiento de la modernidad (sólo subsiste como fantasma que nos acosa, presencia inercial que nos desafía a una renovación integral que no puede menos que operarse desde el lenguaje) parece llevarnos al aburrido debate sobre la condición de lo postmoderno, Consignasconstituye una fuerte intervención política y su luminosidad pertenece por entero al cuadro de la nueva y vivaz coyuntura chilena signada por la recomposición de las luchas y los movimientos sociales y por el protagonismo que los estudiantes han adquirido en el proceso de subversión democrática de los estratos de la muy neoliberal sociedad chilena.

La necesidad de renovar el léxico político, de interrogar y reformular las consignas de la izquierda chilena lleva a Oscar y a Miguel a revisar el arsenal disponible en el lenguaje para forjar operaciones capaces de actualizar preguntas, imágenes y modos subjetivos para una nueva experiencia. ¿Qué hallazgo surge de esa indagación? Un cuadro de post-soberanía (título de un libro anterior de Oscar) “útil para pensar el agotamiento de lo nacional-popular en América Latina”, una evocación de los temas de las militancias retomadas bajo las exigencias de un post-activismo (obsesionado con la figura de Bartleby y del des-obrar), la sempiterna necesidad de elaborar un duelo y un decidido acompañamiento del ciclo de gobiernos “rosas” (así llaman en la academia de los EE.UU a los gobiernos progresistas de la región) personificados más en (el “cripto leninista”) García Linera que en Chávez o Morales.

Parte de la complejidad del libro consiste en la yuxtaposición de espacios – tiempos puestos en juego en la enunciación: El chile de Allende y el debate postmarxista europeo; la coyuntura sudamericana y la academia del norte desarrollado. En la cima de esta complejidad se pueden leer pasajes como este: “necesitas, hoy más que nunca, participar y apropiarte de los espacios institucionales que ofrece el Estado. Aquellos que, como gran negocio académico, sostienen que hay que hacer un éxodo del Estado o que hay que construir un poder paralelo se equivocan”. La necesidad de retomar la discusión sobre instituciones y éxodo (noción que los autores no aproximan nunca a la  de substracción sobre la que reflexionan favorablemente) fuera de las miserias académicas obliga a conectar las tomas de posiciones de Consignas con acontecimientos que no le son del todo ajenos, como por ejemplo con la extraordinaria conversación entre Pablo Iglesias –candidato presidencial de Podemos, España- y Toni Negri

Palinodia: la izquierda como “Kathechón profano y secular” pero también como “tarea de inventar una nueva figura heroica” fuera de todo retorno a lo sacrificial. ¿Cómo dialoga este lenguaje con la concepción spinoziana del deseo (incompatible con el victimismo); con la crítica marxiana de las nociones de la política (Estado, Desarrollismo, Explotación por extracción), con la idea de “conversación” transida por el humor (Hume/Deleuze); con la comicidad de la teoría y la idea de modernidad como aquello que sigue activo y funcionando en el poema de Meschonnic;  con la idea de un sujeto que retoma su realidad sensible como lugar privilegiado para elaborar verdades históricas en el muy citado León Rozitchner y con las micropolíticas involucradas en la investigación militante?

“El viejo mundo está agonizando y el nuevo está por llegar: este es el tiempo de los monstruos”, dice Gramsci (citado por los autores como parte de las discusiones planteadas por Ernesto Laclau, aunque se mencione también a José Aricó) en la primera página del libo. Consignas nos pone en estado de deliberación política urgente, sin dar el paso que lo llevaría a revisar la materia última de las consignas de movilización: su carácter mítico, imaginario. Pero Sorel no es mencionado. Lo que cuenta es más bien la puesta en circulación del nombre de comunismo (de “idea comunista”, propuesta por Alain Badiou) como entorno para reprogramar nociones tales como “común” (como tarea colectiva de “desterrerritorialización”; Félix Guattari) así como la invención de una política “marrana”, doble militancia o militancia absoluta en la cual se juega la coexistencia entre traición (la deserción) y la sobrevida (trabajo).

Hacia el final el texto se precipita,  “la palabra comunismo carece de consignas”. En tanto que pura palabra que liga con palabras puras es enarbolada por los global proffers. Pero estos no se ocupan de aquello a lo que la palabra comunismo refiere: a la materialidad de sus agenciamientos concretos. El comunismo debe luchar contra su circulación superficial, esa que el aparato cultural y universitario del norte parasita. A su vuelta de EE.UU, a donde había viajado invitado junto a Horacio Gonzalez por compañeros de Cornell, León Rozitchner comentaba irónico la belleza de los campus, “bien alejados de todos los problemas que nos hacen pensar”. En la misma línea transcurre la última novela de Ricardo Piglia. Oscar y Miguel se extienden en la analítica de neoimperialismo universitario, máquina neoliberal de competencia entre vedettes que chupa todo lo chupa. Que todo le interesa para licuarlo y neutralizarlo. Y constatan, como central al comunismo, la carencia de  resistencia a esa máquina “global” del lenguaje.

¿Comunismo sin Marx? ¿Con Marx pero sin marxismo? La pregunta ronda. ¿Qué hacer con Marx. ? Con Marx, sí: como lo hace Sandro Mezzadra, leyéndolo como un clásico formidable del momento actual, en su reciente  En la cocina de Marx. O Santiago López Petit en Hijos de la noche, donde Marx funciona junto con Artaud porque el padecimiento se inmanentiza en el cuerpo y el cuerpo deviene lugar del proletario, sitio de conversión de la convalecencia en  desafío. Para que la vida sea humana.

Por eso se lee a Marx, porque la guerra vuelve. Del comunismo político al “caos teórico-político”. Consignas se afirma como un tratado de “anarquía filosófica” o coronada para de combatir a los “nuevos teólogos del concepto”. Contra ellos se afirma lo común “genérico”, indicando las comillas un cambio de atribución. Donde se reenvía a Badiou nosotros podemos reenvíar al “joven” Marx, preocupado como estaba por hacer filosofía terrena. 

Clinämen: Bergoglio, populismo conservador y reconciliación

 

Conversamos con Horacio González, profesor, sociólogo, ensayista y autor de la novela “Besar a la muerta” (Colihue 2014). Guardia de Hierro y la teología local (la escuela de Bergoglio). Guardia de hierro: mitologías de la derecha peronista. La etapa política que cierra y la etapa que abre Bergoglio devenido Papa. Francisco Papa y la astucia de los signos: entre los movimientos sociales y la comprensión de la comunicación global.

Las vidas negras importan: entrevista a Black youth proyect 100

por Jules Bentley
Traducción: Lucifer


El hecho de que la policía en Estados Unidos asesina (sistemáticamente) a personas de color, una realidad cotidiana para algunas comunidades, llegó a conocerse mundialmente en 2014. La persistente falla gubernamental de llevar a la justicia algunos casos de mayor visibilidad motorizó la introspección, las protestas, y el levantamiento en gran escala de muchas ciudades de los Estados Unidos.

New Orleans tiene sus propios mártires, y sus propias listas: Jenard Thomas, Raymond Robair, Henry Glover, Danny Brumfield, Ronald Madison, James Brisette, Adolph Grimes III, Dawonne Matthews, Wendell Allen, Justin Sipp… son algunos de los nombres de las personas negras asesinadas por la Policía de New Orleans (NOPD) en la última década. Si se mira un poco para atrás,  se pueden encontrar muchos nombres más: “Disparo” Joe Williams, trombonista de la Brass Band “Hot 8”; Adolph Archie, asesinado a golpes dentro de la Estación del Primer Distrito de la NOPD; y Kim Marie Groves, asesinada por un sicario contratado por la NOPD tras haber denunciado un caso de Brutalidad Policial. En la actualidad, sólo hay dos oficiales de la NOPD con penas de muerte por haber asesinado a civiles (Antoinette Frank y Len Davis); la vasta mayoría de los policías asesinos de New Orleans hoy caminan en libertad.

En los casos en los que una persona de color fue asesinada por cualquiera, además de la NOPD, la policía y la prensa -crecientemente complaciente-  se relamen manoseando al cadáver, montando un verdadero ataque post-mortem sobre la reputación de la víctima. Siendo espejo de una tendencia ya vista en otras partes, la NOPD contaba ya con una larga trayectoria en responder a la muerte de compañeros Negros difundiendo  los antecedentes penales de las víctimas, haciendo implícito que se la habían buscado. Después de la muerte de Penny Proud de 21 años, el 21 de Febrero, la quinta mujer trans-sexual asesinada en el lapso de un mes, la NOPD y los medios de comunicación corporativos locales le adjudicaban el género equivocado burlonamente, faltándole el respeto a su identidad y sugiriendo que la Srta. Proud era una trabajadora sexual que de alguna manera se había autogestionado brutalmente su propia muerte.

¿Hay alguna esperanza de llegar a un futuro diferente respecto a este pasado y este presente? Varios cosas distinguen a las protestas de “Black Lives Matter” en New Orleans respecto de sus típicas banderas, incluyendo la gran visibilidad que tienen las mujeres negras jóvenes en su liderazgo, parte de una emergente generación de organizadoras dentro de los movimientos por los derechos civiles, con unos análisis y acercamientos radicalmente diferentes. Me encontré a charlar con tres de ellas: Toya Lovevolution Ex, Mwende “FreeQuency” Katwiwa, y Christine “Cfreedom” Brown, todas parte del capítulo de BYP100 de New Orleans, una nueva organización que busca movilizar a las comunidades de color más allá de los fines electorales.


¿Puedes explicar cómo empezó el movimiento BYP100 y cómo iniciaron este capítulo en New Orleans?

Cfreedom: La fundadora del movimiento Black Youth Proyect, Cathy Cohen, convocó a 100 jóvenes activistas negros entre 18 y 35 años de todo el país para que nos conociéramos, con el solo fin de llegar a estar todos juntos en un mismo lugar. Justo había salido el veredicto del caso de Trayvon Martin ese mismo fin de semana en que todxs nos conocimos. Así que nos estábamos juntando en el mismo momento en que todas estas cosas estaban pasando a nivel nacional. En ese momento, éramos tres personas en el BYP100 de New Orleans: Dee-1, que es rapero y luego consiguió un contrato discográfico; Nicole Tinson, que se había graduado de Dillard y luego se fue a Yale, así que finalmente quedé yo sola. Sabiendo que New Orleans tenía un montón de poderosos activistas, sentí la necesidad de que tuviéramos un capítulo que nos representara en el Sur. Tenía que juntar un poco más de gente.

FreeQuency: creo que cada una de nosotras de las que estamos acá, y un montón de las caras recientemente visibles de las que estás hablando, esas mujeres jóvenes de color, son todas personas que estaban haciendo este trabajo antes de que apareciera a escala nacional. Cuando Cfreedom nos convocó, llegamos alrededor de doce personas a la primer reunión. En el Black Youth Proyect son todas personas negras, así que éramos todos compañeros negros. Tres de los fundadores del capítulo de New Orleans son varones, pero el resto somos mujeres. Un buen número de nosotras somos mujeres Queer. Eso es algo que me atrajo a mí personalmente. Vos escuchás que las mujeres son el pilar de las comunidades negras y apoyan todo esto, pero después no ves necesariamente a mujeres negras al frente del liderazgo –aunque antes del BYP100, el Black Youth Proyect era un equipo de investigación creado por una mujer negra queer. Y cuando ella lo extendió, cuando BYP100 empezó, lo hicieron intencionalmente bajo un marco de feminismo negro y queer… Así que Cfreedom nos convocó y empezamos a reunirnos, y así surgió la necesidad de tener una organización que pudiera contener a todas las diferentes partes en resistencia pero también poder hacer tareas de reparación comunitaria (community healing), así que fuimos por ese lado y logramos la aceptación de la comunidad. De hecho, no estábamos preparadas para el nivel de aceptación que tuvimos… especialmente de parte de las personas mayores en las comunidades, que estaban como “bueno, bien, esto nos quita un gran peso de nuestros hombros”.

Cfreedom: Creo que eso es importante. Toya mantuvo unas reuniones aquí con algunos mayores, organizadores de la comunidad, y de verdad estaban esperando poder pasar la posta.

Ha habido muchas personas negras de New Orleans asesinadas por la policía. Cuando vi estas manifestaciones por Trayvon Martin y Mike Brown, no pude evitar preguntarme por qué New Orleans no había sido capaz de sostener este tipo de bronca masiva o de concientización sobre la matanza de personas negras por parte de la NOPD.    

Cfreedom: Tenemos tanta violencia en New Orleans que creo que muchas veces sucede y queda escondido bajo la alfombra hasta que vuelve a suceder. Creo que al haber una nueva conciencia nacional –e incluso internacional- sobre esto, eso nos permite tener este mayor impulso.

Toya: Para agregar a eso, recién en los últimos dos años los smartphones llegaron masivamente a las manos de más personas, y así, más personas pudieron grabar y postear cosas en internet. Eso está jugando un papel importante. Las personas encuentran esta información online y la comparten, lo cual hace que ignorar el problema sea cada vez más difícil.

Cfreedom: había una conciencia local que venía de los casos de Wendell Allen, de Justin Sipp, y muchos otros incontables como el de Adolph Grimes III y los asesinatos durante Katrina, mucho antes de que BYP empezara a pensarse. Pero cuando sucedió el caso de Ferguson, tuvimos la posibilidad de ponerle la lupa a esta situación. Actualmente, estamos intentando visibilizar algunas otras situaciones recientes que han sucedido acá en el Sur –como el caso de Victor White, sobre quien dicen que se disparó a sí mismo cuando tenía las manos atadas en la espalda.

FreeQuency: Justo entrevisté a su padre la semana pasada para el periódico TheGrio(.com), lo que fue simplemente una conversación entre él y yo sobre las razones por las cuales el caso de su hijo no había recibido tanta atención. Hablamos mucho sobre el hecho de que haya sido en el Sur tenía mucho que ver con eso. Toya y Cfreedom son de New Orleans, pero yo soy de Kenia, el sur global, pero mis raíces en la organización están en el norte, y se hace muy claro que cuando te estás organizando en el Sur de los Estados Unidos, te das cuenta que hay una verdadera desconexión entre las organizaciones del sur y lo que pasa a escala nacional.

Cuando se tomó la Estación de policía del quinto distrito acá en New Orleans en Agosto por el asesinato de Mike Brown –la cual era una situación sin precedentes-, me pareció que eso merecía mucha más atención mediática pero tuvo cero repercusión en los medios. Aún así, fue transmitida en vivo, y las imágenes y las discusiones coparon las redes de Tumbrl e Instagram. Me hizo cuestionarme si acaso mis preguntas sobre “¿dónde están los medios?, ¿por qué los medios no estaban cubriendo esto?” no estaban des-actualizada.

Cfreedom: yo soy fotógrafa, así que definitivamente yo voy a ser mi propio medio de comunicación, donde sea que vaya. Depende de lo que estés haciendo. A veces querés que los noticieros estén ahí, pero estos medios lo van a comunicar de la forma que a ellos se les dé la gana.

FreeQuency: Y eso si es que los medios aparecen. Lo que va a lo que decías antes, Toya, sobre las redes sociales y la posibilidad de crear nuestras propias narrativas: podemos hacerlo nosotras mismas si no hay otras personas dispuestas a cubrir estas noticias. Los grandes medios eligen dónde ponen el acento.

Toya: Y siempre dejan afuera a las mujeres.

FreeQuency: ¡Sí! Esos asesinatos de personas negras -mayoritariamente varones -, que llegaron a ser televisados nacionalmente, sucedieron entre julio y agosto, en el lapso de un mes. Pero el mes anterior, cuatro mujeres trans de color habían sido asesinadas en diferentes lugares del país, y nadie dijo nada al respecto. Así que cuando nosotras decimos que nos estamos organizando para defender todas las vidas negras, estamos diciendo que las muertes de esas cuatro mujeres de color que eran trans debería haber generado la misma bronca que generaron la muerte de esos cuatro varones negros.

Activando en New Orleans con esta política interseccional, queer y feminista, han encontrado un descontento generacional?

Toya: Tuvimos una conversación realmente profunda anoche, no voy a compartir mucho de ella, pero hablamos sobre esto, y justo había una persona mayor en el lugar que realmente tuvo que recibir una lección de una mujer joven sobre cómo la sociedad patriarcal en la que vivimos realmente lastima al movimiento. El movimiento no va a llegar a ninguna parte si cuando las mujeres negras estamos diciendo “necesitamos iguales derechos” todos piensan que estamos levantando una consigna de un movimiento de mujeres blancas. Anoche muchas personas compartieron conocimientos de la historia, de cómo las culturas nativas de estas tierras y muchas tribus africanas tenían una organización matriarcal.

FreeQuency: La gente se va dando cuenta que todas estas tribus africanas con las que todos se quieren referenciar –oh mis reyes, oh mis reinas-, no tenían ningún problema con la homosexualidad y con los liderazgos centrados en las mujeres. Sí, esa desconexión es algo con lo que personalmente me he topado en New Orleans, especialmente con personas que vienen de un background religioso, lo cual es muy importante entre las organizaciones de las comunidades negras. Históricamente, la iglesia negra ha jugado un papel realmente muy importante en el movimiento. Personalmente, creo que se trata de valorarse a una misma y a todas nuestras identidades, todas las manifestaciones de la negritud, y exigir que el resto haga también lo mismo. Ser directa y honesta sobre esto, y preguntarle a las personas “hey, cuando dices Negro, ¿qué querés decir exactamente?, ¿Qué pensás sobre estas personas queer negras, o sobre esos pandilleros (thugs)?” –porque no es un problema solamente con la homosexualidad. En general, hay muchas políticas del respeto en las comunidades negras, hay mucha vergüenza sobre la pobreza, mucha vergüenza sobre la prostitución. Eso naturalmente sucede porque las comunidades negras hace mucho tiempo que están en una lucha por la supervivencia, y por mucho tiempo hemos tenido que elegir al “mejor” representante para que brillara por nosotros. Claudette Colvin, una adolescente negra de 15 años, se negó a irse al fondo del autobús antes que Rosa Parks, pero como quedó embarazada unos meses después, el movimiento dijo “no podemos usar tu caso porque sos una mujer negra que está embarazada, no podés ser la cara de este movimiento”.


Tanto nacional como localmente, las acciones como los die-ins (que son manifestaciones donde todos se tiran al suelo simulando ser muertos) en los shoppings, y los boicots a los Black Fridays, les han dado un mayor enfoque económico al movimiento, un análisis que conecta los patrones de la violencia del Estado y el asesinato policial con los grandes aparatos de la opresión económica. Ese ángulo económico se me hizo novedoso.

Cfreedom: ¿Es nuevo? Cuando piensas en los boicots a los buses, y cuánto poder tenían ellos… ahora sabemos cuánto dinero gastan las personas negras por año, y cómo estamos constantemente dándoles todo nuestro dinero a las personas que cimientan nuestra opresión. Vemos que si tienes suficiente dinero, estás protegido. Tenemos que retirar nuestro dinero y ponerlo de vuelta en nuestra comunidad, de forma que podamos protegernos a nosotros mismos. Yo le hablo a los niños en la escuela, les digo que piensen en trabajar y crear negocios, y en trabajar en conjunto para no tener que ir a trabajar para otros. 

Toya: lo económico sería la campaña inmediata, porque todavía estamos lidiando con un sistema policial que viene de la esclavitud, que está para mantener a los pobres ordenados y proteger las propiedades de los ricos. La policía hace exactamente lo mismo hasta el día de hoy. Pero el objetivo de nuestra campaña es cambiar eso que la policía hace: que de hecho nos proteja y sea un servicio para nosotros. No que solo se lo pinten en los autos, sino que efectivamente lo hagan.

Pero cuando miras a la NOPD, por ejemplo, ¿creen que la acción policial como institución puede ser reformada? ¿Es eso posible dados los principios por los cuales este país opera?

Toya: Oh, esa palabra, Reforma…

FreeQuency: “Reforma” es una palabra extraña. “Transformación” creo que es la posta (the real thing). Lo que Toya estaba diciendo es verdad, cuando estamos hablando de la policía y decimos “el sistema está quebrado”, no, el sistema no está quebrado. El sistema está funcionando perfectamente bien, en la forma en que ha sido diseñado para funcionar. Cuando estamos hablando de cómo ir más allá de eso, tenemos que movernos hacia afuera de eso.

Es una tarea bastante enorme,  ¿cómo no se sienten abrumadas por todo eso?

Cfreedom: Estatregia.

Toya: Unidad. Estrategia y unidad.

FreeQuency: Y auto-cuidado. El Auto-cuidado y el auto-amor es muy real e importante en el movimiento.

Cfreedom: Simplemente seguimos corriendo la bola, y conectándonos con personas que hacen otras cosas. Yo soy documentalista y fotógrafa, así que me toca a mí mantener esa parte. Nosotras tomamos las diferentes herramientas con las que hemos sido bendecidas y las juntamos.

FreeQuency: Yo estoy cansada de esta noción de que lxs activistas son un cierto tipo de persona. El activismo es algo que ha sido romantizado –de nuevo, por los medios-, donde si no tenés un megáfono, o si no estás en las calles, es que no estás haciendo nada. Hay personas que no se pueden dar el lujo de estar en las calles, pero hay algo realista que todos pueden hacer para apoyar al movimiento dentro de sus posibilidades y sus propios recursos. Yo siempre le estoy diciendo a la gente: miren dentro de sus vidas. Aunque sea algo pequeño, como que vas a apoyar sólo a los comercios que son de la comunidad negra, bueno, ese es tu compromiso, y nadie tiene el derecho de hacerte pasar vergüenza por eso. No necesitamos que todo el mundo esté en las calles. Las protestas basadas en las calles tienen su valor, pero yo estoy siempre interesada en lo que hacemos más allá de eso. Si sos artista, pintate algo. Tenés que encontrar lo que tenga más sentido para vos y para tu identidad, para tus habilidades, hacerlo y simplemente confiar en que la gente lo va a aceptar si estás haciendo el trabajo correcto en tu comunidad. Y también se lo digo a los compañeros blancos que vienen y te preguntan “¿pero cómo puedo ayudar?”. Y yo como que les digo que simplemente se mantengan en sus caminos. Organiza a tu propia gente. Si los blancos se organizaran para apoyar a otra gente –no para sus propios intereses, sino por el interés de una mayor igualdad-, esta lucha sería la mitad de larga. A la gente blanca que sólo quiere estar en las calles les digo “andá a tu casa y hablá con tu tío sobre esta mierda”.


Este movimiento pareciera estar conscientemente centrado en aquellos que están más afectados por la violencia policial, es decir, todas las personas no-blancas. A riesgo de llevar esta conversación a un tema de blancos, he visto a bastantes activistas blancos bien-intencionados haciendo mucho trabajo pensando acerca de los roles que deberían ocupar. 

FreeQuency: Si no podés estar des-centrado respecto de algo que te duela mucho a vos mismo, al punto que no podes participar en la liberación de otros, entonces no te quiero una mierda en mi movimiento. Estoy más allá de ese punto en el que hay que consensuar a la gente blanca y a la blanquitud. El último movimiento de derechos civiles incluyó un consenso con la blanquitud, buscando aceptación en esa estructura. Nosotros no estamos exigiendo solamente cosas desde nuestro lugar de negros, para la comunidad negra, o de liderazgos negros, sino que también lo estamos planteando en relación al vínculo que tenemos con las personas blancas y la estructura del poder. Lo que estamos diciendo es “hey, este es NUESTRO movimiento”. Bienvenidos los apoyos y las verdaderas solidaridades, pero nosotros vamos a exigir que seamos nosotros mismos los que definamos qué forma tendrá esa solidaridad. No va a ser un slogan, no va a ser que aparezcas y saques fotos y digas que estuviste aquí. Va a significar que vos entendiste cómo lo blanco nos impacta a nosotros, y cómo lo blanco te impacta a vos mismo y cómo operás, y bueno, comprender como esa falta de voluntad para dejar de ser el centro de todo es parte de haber crecido como blanco, bajo la supremacía blanca, y escuchar todo el tiempo que las voces blancas deben ser escuchadas.

¿Qué se viene más adelante? ¿Qué están buscando para el 2015?

Cfreedom: el movimiento BYP100 a nivel nacional tiene una “agenda para mantenernos a salvo”, un manual con diferentes demandas, algunas de las cuales son para los policías y acá en Louisiana ya las tenemos, así que estamos viendo de crear una versión en New Orleans que esté mejor adecuado a lo que pasa en el Sur. Por ejemplo, nosotros ya tenemos las body-camaras en la policía acá, así que nuestro enfoque tiene que ver con tratar de conseguir que la policía se haga responsable, como, por ejemplo, establecer cuáles son las consecuencias si un policía no lleva su cámara o la apaga. Y también estamos enfocados en movilizar a los votantes jóvenes negros, activistas, y formar a los jóvenes que se van acercando… con Black Lives Matter, ves un montón de organizaciones que aparecen luego de haber hecho este enfoque en los activistas jóvenes. Eso es parte de lo que es el BYP.

FreeQuency: Black Lives Matter fue creado por tres mujeres negras queer, las dos principales referentes en Ferguson son dos mujeres negras queer que se acaban de casar el otro día, eso es realmente una cuestión nacional, y es hermoso no tener que estar pidiendo disculpar por estar exigiendo la liberación de todas las partes que conforman las identidades jóvenes negras. Todas nosotras estuvimos en organizaciones antes de que esto ocurriera, y no se ustedes, pero muchas veces me había tenido que conformar con diferentes tipos de organizaciones y diferentes definiciones de lo Negro. Este nuevo movimiento realmente ha creado este espacio donde no tenemos que hacer eso para poder hacer nuestro trabajo. Como que si querés la lucha de los jóvenes, bueno, acá estamos. Hay algunos compañeros, algunas cabezas en New Orleans, con quienes en el pasado intenté tener estas conversaciones y no me daban bola, pero desde que empezamos las acciones del BYP, y a partir de ahí reconocieron el poder y la visibilidad que tenemos, medio como que dijeron “Bueno, bueno, las vemos, nos vamos a juntar en el mismo nivel”. Y eso es una cosa hermosa.

Para más información, www.byp100.org // www.antigravitymagazine.com

Las luchas campesinas conquistan la universidad: crowdfunding para un Archivo de luchas campesinas

Ilustración de Abel Fernández del Colectivo Ínsula Sur 

«Encender en el pasado la chispa de la esperanza es un compromiso que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer». Walter Benjamin. Tesis sobre la Historia. 

La memoria de las luchas campesinas en su oposición histórica al modo capitalista de producción y despojo han escrito en la tierra los surcos de la historia de los vencidos. Una Historia que nunca ha dejado de latir. Las luchas contra el acaparamiento de tierras, contra el latifudismo, contra la esclavitud rural, contra la pobreza y el despojo ha sido uno de los elementos centrales de la formación y el desarrollo del capitalismo a nivel planetario. Esta Historia no escrita que hoy sigue viva en las luchas populares y campesinas que siguen en pie de guerra por un mundo más justo, más igualitario donde las utopías sigan siendo aquellos sueños que se conquista con la lucha. Las luchas por la soberanía alimentaria y por la agro-ecología precisan hoy de una memoria fuerte de estas luchas. Una memoria de las luchas por la tierra tan antiguas como la propia aparición del capitalismo moderno.
 
Desde el Grupo de Estudios Campesinos Juan Díaz del Morla y desde el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos de la Universidad de Córdoba se lanza desde hoy un Proyecto de Crowdfunding con el objetivo de recabar apoyos económicos para crear un Archivo histórico oral y documental de luchas campesinas en Andalucía.

Hoy ya nadie duda que los movimientos sociale son el sujeto fundamental para la transformación social y la emancipación. Los movimientos con sus luchas, sus prácticas de resistencia, su discurso nacido en la lucha son sujeto estratégico de democratización de la sociedad. Para profundizar en esta reflexión diremos que los movimientos campesinos son un sujeto estratégico en estos procesos de transformación social, ya que por su carácter pre-moderno y pre-capitalista tiene aportes esenciales a la lucha contra el capitalismo y su modernidad euro-céntrica. Por sus formas de producción comunitaria, por su protección y salvaguarda de la naturaleza, por sus relaciones comunitarias de equilibrio con la tierra, los movimientos campesinos han portado consigo lecciones fundamentales para las luchas anti-capitalistas.

Hay una premisa basante extendida en la Universidad, sobre todo entre los sectores progresistas que es aquella que obliga a la Universidad a tratar de incidir sobre los movimientos sociales, con estudios sociales sobre movimientos, pensando las luchas sociales desde la universidad, tratando de sistematizar experiencias y discursos que nacen fuera de la Universidad. Pero no esta demasiado extendida aquella otra premisa que dicta que los movimeintos sociales han de conquistar espacios dentro de la propia universidad, generando sus propias redes, conquistando espacios reales y capacidad propia de generar discurso y análisis social.

Este proyecto nace de la necesidad de recuperar la memoria histórica de Andalucíacomo parte de su patrimonio social y democrático. Andalucía ha sido y es una tierra de tradición agraria y campesina y los movimientos sociales agrarios y campesinos han sido un sujeto fundamental para la democrátización del mundo rural, en la lucha por una vida digna, por una relación equilibrada con la naturaleza y por un modelosostenible basado en el reparto equitativo del trabajo y en la puesta en común y el reparto de los bienes naturales como la tierra y el agua para el bienestar de la sociedad.
El Archivo estaría situado físicamente en el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos en la Universidad de Córdoba, y tendrá también una sección en la Universidad de Granada. Tendrá todos sus contenidos subido a Internet a través de una plataforma web.

El Archivo surge del trabajo realizado por el ISEC durante las últimas décadas en acompañamiento del movimiento campesino y en Historia de las luchas campesinas enAndalucía bajo la dirección del Catedrático Eduardo Sevilla Guzmán. El actual Archivo histórico del ISEC tiene un fondo importantísimo de documentación histórico de movimientos sociales y sindicales del campo andaluz tales como documentoscongresuales, comunicados, actas, panfletos y también un importantísimo fondo de prensa relacionada con los movimientos campesinos. Nuestra propuesta es re-unificar toda la documentación histórica que existe en el ISEC junto a otras aportaciones de personas vinculadas a estos movimientos así como de Sindicatos y partidos políticos.

La mayor novedad en la que vamos a trabajar en la construcción de un Archivo oral de testimonios de luchas campesinas. La naturaleza rural y agraria del movimiento campesino hace que el principal medio por el que se transmiten los saberes sea laoralidad. Nuestra obligación como historiadores es rescatar esa memoria oral de las luchas, para incluirla en los estudios históricos contemporáneos y al discurso general de las investigaciones sociales en Andalucía.
El Grupo Juan Díaz del Moral es un grupo de jóvenes investigadores en ciencias sociales, activistas, historiadores, periodistas y así como otras personas preocupadas por re-construir la memoria social y democrática en Andalucía así como por generar espacios de pensamiento propio en Andalucía.

Los costes mínimos del proyecto son de 4.800 €, pero se contemplan otro gastos por ejemplo, los derivados de la organización de las II Jornadas de Estudios campesinos, que darán continuidad a los espacios ya construidos para fomentar el debate y la reflexión académica e intelectual en torno a los estudios campesinos. Así mismo también se contempla la creación de una Revista académica con el títutlo de “Tierra y libertad” donde los investigadores puedan publicar sus trabajos y que haga las veces de plataforma para la publicación de estudios y trabajos que se centren en la Historia agraria de Andalucía, en sus luchas campesinas y en su memoria democrática.

Espinoza y el problema de la expresión

por Pedro Yagüe

Le Nouvel Observateur: ¿Cuál es, según usted, el valor de izquierda que habría que promover urgentemente?
Marguerite Duras: La lucha de clases.
N. O.: ¿Perdón?
M. D.: Aparte de restablecer la lucha de clases, no veo…
  
Hace un tiempo llegó a mis ojos un artículo de Esteban De Gori sobre Fernando Espinoza. No supe bien qué, pero ni bien terminé de leerlo algo del texto me generó mucho rechazo. Y bronca. Con un lenguaje moderno y refinado el articulista reflexiona brevemente sobre las posibilidades políticas del intendente matancero, quien es presentado por De Gori como un “artefacto cultural del peronismo”. Un soldado, digamos. Espinoza es, según él, una pieza clave en el ajedrez electoral. Gobierna el partido más grande del conurbano, es un hombre “moldeado para la nueva y vieja clase media” y es un peronista “en disponibilidad”. Estos elementos parecieran ser los que despiertan su interés por el ex chofer de Balestrini.

Todo eso puede ser cierto. Probablemente lo sea. Pero el problema es otro. O mejor dicho, el problema es el problema. ¿Qué lleva a alguien a escribir un diagnóstico sobre el futuro de uno de los intendentes más oscuros del conurbano sin mencionar una sola palabra sobre su gestión política? Difícil campeonato el de la oscuridad de los barones bonaerenses, en el que Espinoza seguramente logre los puestos de vanguardia. ¿Cómo puede alguien escribir sobre el intendente matancero sin nombrar a Luciano Arruga o a los muertos del CEAMSE? Si alguna relevancia tiene el artículo de De Gori se debe más a lo que calla que a lo que dice.

La belleza de las palabras muchas veces nos aleja de la verdad de las cosas. No se puede escribir sobre política sin librar una batalla; sin expresar una lucha. La pregunta, entonces, es: ¿contra quién peleamos en nuestra escritura? Evidentemente no a todos nos motiva lo mismo. De Gori, por ejemplo, se para por afuera de las aguas políticas y, con un lenguaje colorido y aggiornado, adorna los ríos putrefactos del PJ bonaerense. La escritura crítica no busca enturbiar las aguas para hacerlas parecer profundas, sino meterse adentro y desarmar cada molécula en busca de un poco de oxígeno que permita comprender e intervenir. Ésa es la diferencia entre embellecer la política y pensarla.

La Ética de Espinoza. Así se titula el artículo en cuestión. La apelación a la figura del filósofo holandés no pareciera ser más que un pobre juego de palabras. Digo pobre, no por su sustento teórico, sino por el tipo de interpelación que propone. La Matanza de Espinoza. Esas palabras me parecen más apropiadas. Desde 1979 González Catán hospeda amablemente a miles de toneladas de residuos que envenenan sistemáticamente a la población de la localidad. La Matanza de Espinoza cuenta con altísimos índices de muerte por lupus y cáncer que están muy por encima de los normales. La promesa mesiánica del intendente matancero de terminar con el envenenamiento de su población se extiende desde su asunción, en el 2005, hasta estos días. El peronismo, señala De Gori, mastica y metaboliza las relaciones de fuerza con las que se encuentra. En esto hay que darle la derecha. El kirchnerismo bonaerense masticó el escenario social con el que se encontró, lo dirigió y se paró sobre el suelo de sus propios desechos. No parecen nacer muchas flores de él.

¿Es posible retratar el cuadro político de Espinoza sin decir una sola palabra sobre Luciano Arruga? Sí, se puede. Otra proeza del pensamiento crítico. Siguiendo una vieja ironía marxiana podría decirse que, así como Rembrandt pudo pintar a la Virgen María como una simple campesina holandesa, ¿no resulta normal que De Gori se represente a Spinoza bajo una forma que le es familiar? En todo siempre el color es del cristal con que se mira.

Pensar la política no puede ser embellecerla. Las sensibilidades exquisitas que se limitan a describir y deleitarse con las palabras vuelven estériles a los conceptos. Ésa pareciera ser la forma en la que en estos años volvió la política. No se puede retratar a un dirigente sin ver la mierda sobre la que está parado. Siempre y cuando lo que uno busque sea mostrar su estatura real.

Las finanzas y las clases populares

por Verónica Gago


La idea de la inclusión ha llegado a las finanzas. El Banco Provincia y el Banco Nación la incorporaron como parte de sus eslóganes: mayor bancarización es mayor inclusión social. Esta es una de las maneras en que las finanzas se traman con los sectores populares que quedaban tradicionalmente relegados del mundo financiero. Pero aún antes, los préstamos, las tarjetas de crédito y la masificación del consumo fueron las vías a través de las cuales el sistema financiero penetró las economías populares. La reactivación alteró el paisaje. Caminando por varios barrios del conurbano la ebullición de ferias y locales comerciales es indisimulable. En varios municipios, se constata lo mismo: que las colas en las sedes de Tarjeta Naranjao Efectivo sí son el triple de largas que en los bancos. Pero no son excluyentes. Muchos beneficiarios de planes sociales son también los que toman préstamos en estas instituciones financieras no bancarias.

Desde mucho antes que los bancos públicos desembarcaran en el sector de las microfinanzas, toda una red de iniciativas comerciales de diverso tipo (bancarias y no bancarias privadas) viabiliza múltiples operaciones financieras en territorios donde la economía es dinámica pero no siempre tiene CUIT –aunque  tributariamente no deja de ser una aportante desventajosa–, se maneja mayoritariamente en negro, paga tasas de interés altísimas y tiene un nivel enorme de cumplimiento de sus obligaciones. ¿Cuál es el vínculo entre las finanzas, la inclusión social y las economías populares? ¿Qué rol juega el Estado? ¿Se financia sólo el consumo?
El mapeo de las ofertas

Un primer ejercicio. Si alguien en el conurbano bonaerense sale a la búsqueda de crédito, ¿con qué se encuentra? ¿Cuál es el mapa de oferentes de dinero? Hay al menos cuatro niveles. El primero que aparece, el más fácil y cercano, es el prestamista privado o un conglomerado de privados que en una escribanía o en una casa ofrece efectivo a sola firma. Se llega por conocidos, un dato que circula de boca en boca. Una segunda instancia es el llamado “proveedor”. Por ejemplo, el que financia entre el mayorista Diarco y el kiosco de barrio. Financia en dinero (aunque puede hacerlo también en mercadería) a los pequeños comerciantes y/o ambulantes que no pueden comprar la cantidad que se exige en el proveedor mayorista directo. Estos proveedores resuelven para el sector minorista informal, además, el hecho de no tener CUIT –o no tenerlo en regla– ni tener capacidad de inversión ni stock. Este papel también lo cumplen los llamados “teleros” que son los que venden telas para los talleres textiles pequeños, uno de los rubros más dinámicos entre los tomadores de crédito.

Estas dos instancias –prestamistas privados y proveedores- son las más usuales y más veloces. Funcionan en negro. Son préstamos que se consiguen con fotocopia de DNI o de tarjeta. Sus tasas de cumplimiento son altísimas. Pero aun más sus intereses (lo cual deja a los prestamistas más que cubiertos frente a la porción mínima de incumplimientos). No dejan de crecer y alimentan un flujo enorme de microemprendimientos (desde las ferias a los llamados bolishoppings), pero también nutren préstamos rápidos para consumo o situaciones excepcionales –que varían de una urgencia quirúrgica a una fiesta de quince. Los intereses se cobran por mes. Eso hace que el prestatario o usuario no los sienta como exorbitantes sino que al fragmentarlos como cuota, se refuerza la idea de que se los puede afrontar y se diluye –al menos en la percepción cotidiana- la inmensa especulación financiera que los impulsa. La lógica de la cuota disimula así la tasa de interés calculada anualmente.

Después, en un tercer escalón, están los préstamos tipo “Efectivo, Sí”, “Financiera Cordial” –que en estos casos puntuales comparten los directorios con los bancos a los que pertenecen: Galicia y Supervielle). Hay otras que pertenecen a grandes compañías financieras (Credilogros, por ejemplo). Y otras que son tarjetas específicas, también de bancos o supermercados (Tarjeta Naranja, Tarjeta Shopping, Tarjeta Carrefour), etc. Estos instrumentos financieros tienen un costo mayor al 120% según información oficial.

Finalmente, encontramos organizaciones como Fie-Gran Poder, incorporadas a la Red Argentina de Instituciones de Microcrédito (RADIM), que se especializan en créditos productivos, no cobran gastos de administración e involucran un tipo de “educación financiera” que privilegia a un microempresariado popular con ansias de formalización. Víctor Ruilova, su director, explica que en la red hay dieciséis organizaciones que tienen una cartera de 60 mil personas en todo el país. “Es aun poco y muy sectorizado geográficamente, por eso también siguen multiplicándose otras formas de endeudamiento”, explica. Florencia Montes de Oca, directora ejecutiva de la RADIM, dice que el monto promedio de los créditos es de ocho mil pesos “que es un monto que en dólares, para ponerlo en comparación con la región, nos hace estar muy por debajo del promedio y a un costo todavía mucho mayor”.
¿Para qué se usa el dinero?

Los sectores productivos más dinámicos en términos de demanda de crédito –según informantes de los distintos niveles aludidos– son dos: el sector textil y el sector fruti-hortícola. No es casual que son los dos sectores con un fuerte protagonismo productivo de migrantes bolivianos y con inscripción territorial privilegiada en el conurbano bonaerense. El sector textil, además, produce cada vez más para exportar a países limítrofes, por medio de redes comerciales informales (y en articulaciones cada vez más intensas con China). Luego, se destaca el sector fruti-hortícola, que se está desplazando de la zona originaria de su desarrollo en Escobar –donde ha crecido la especulación inmobiliaria por la presión a favor de los countries del gobierno local–, hacia la zona sur, cercana a La Plata. Allí la inversión de quinteros que producen fruta y verdura para toda la ciudad de Buenos Aires está a la vista. El tercer sector demandante de créditos es el sector comercial, que se dedica a la venta de todo tipo: en verdulerías y en locales de ropa en gran medida, pero también otros rubros de alimentos y servicios.

El ingreso del Banco Provincia y Banco Ciudad en el sector de las microfinanzas hace más difícil el crecimiento de organizaciones sociales de microcrédito en términos de normativas, según analizan distintos involucrados en el campo. Este ingreso de los bancos formaliza un cambio de paradigma que se define como “préstamos sin garantías” para captar un sector social que antes quedaba excluido del radar bancario. Para Montes de Oca, sin embargo, “los bancos no reemplazan a las organizaciones sociales de microcrédito porque no llegan a los territorios de la misma forma, aún si amplían sus carteras, sabemos que mucha población no va a acercarse a un banco, por su naturaleza, por su metodología, etc.”. Para Ruilova, hay además una competencia que favorece a los bancos: “Con plata del Estado, que le cuesta cero al banco, compiten con nosotros, con dinero que fondeamos con costos bajos que van entre el 16% y 27% para llegar a los microemprendedores”. La diferencia de tasas entre los bancos y las organizaciones de RADIM es de veinte puntos aproximadamente.

Sin embargo, la llamada “inclusión financiera” que ahora publicitan los bancos públicos tampoco elimina a los participantes más desregulados. Más bien las opciones se suman. Como dice alguien en una cola de Efectivo ya: “vamos a todas las ventanillas a la vez, no hay que descartar ninguna, el problema es que una sirve para pagar a la otra y así parece que no tiene fin”.

En el mapeo de las instituciones financieras no bancarias sobresalen también los negocios comerciales que financian a sus propios clientes. Los rubros que ganan la pulseada por lejos son los locales de ropa deportiva, los celulares y los electrodomésticos, dentro de los cuales la venta de motos tiene una gran porción de la cartera. Aún si hay un interés objetivo de estos comercios con que no se los identifique como sector financiero, juegan un papel fundamental.
Hay que tener en cuenta que en Argentina la población bancarizada en los pronósticos más optimistas llega sólo al 30%, cifra que incluye los planes sociales (el Banco Nación da la cifra de un 17% del PBI).
La inclusión diferencial

Los sectores populares se incluyen en las finanzas pero pagando tasas de interés que los inscriben en una relación de endeudamiento esencialmente como desventajosa, especialmente en los créditos dedicados al consumo. La PROCELAC (Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos), en un informe de fines de 2013, ya había detectado la relación estrecha entre la generalización de instrumentos financieros por los cuales el sistema financiero penetró la economía de los sectores populares y la manera en que sus elevados costos reproducían y ampliaban las desigualdades sociales. El mapeo realizado localiza los mayores niveles de endeudamiento en los barrios más pobres y sobre todo en las villas. Esto llevó a que la PROCELAC junto al programa ATAJO (Agencias Territoriales de Acceso a la Justicia)elaborara recientemente unos folletos para trabajar con sectores populares con el fin de explicar cómo salir de la base de datos privada VERAZ e incluso para denunciarla porque si han pasado cinco años se tiene derecho a la que la deuda, aún si existente, no siga apareciendo registrada.

Según fuentes diversas, se calcula que el endeudamiento promedio entre clases medias y clases bajas es similar en términos porcentuales (entre 25 y 30% de los ingresos). Sólo que, nuevamente, la diferencia se hace evidente en las tasas de interés que se pagan por estar endeudado en cada clase social. La tasa de interés puede ser entendida como la medida de la “explotación financiera” a la que cada clase queda sometida.

La explotación financiera por el endeudamiento masivo sobre sectores a los que se consideraba tradicionalmente “excluidos” produce varias novedades. Por un lado, que muchas veces se deben conseguir actividades “extra” para pagar esas deudas, lo cual habilita una proliferación de economías ilegales, truchas y/o informales para solventar las obligaciones y una consecuente y progresiva violencia territorial ligada al modo en que las finanzas “aterrizan” en los barrios. Por otro lado, que una buena porción de la transferencia de dinero del Estado por medio de subsidios y planes sociales es absorbida por instituciones financieras bancarias y no bancarias, volviendo al Estado garantía del un paradigma de préstamos “sin garantía”.

Varios líderes territoriales dicen que se trata de educar financieramente a estos sectores, en una moral más ligada a la producción y a la responsabilidad microemprendedora. Pero esa pedagogía posible está más vinculada al uso productivo del endeudamiento que a su desarrollo impulsado directamente por el consumo que es, sin dudas, uno de sus motores insoslayables. Una muestra de ese diferencial de tasa es el plan del gobierno Ahora 12 que permite fragmentar el consumo a tasa cero y que es ampliamente usufructuado por clases medias y medias-altas (su masividad en los shoppings de barrios caros en notable) pero también alcanza a las clases medias bajas.
Las finanzas como campo de batalla

Distintos enfoques teóricos hablan de una “financierización de los derechos sociales”, que significa que el acceso a derechos se realiza a través de la mediación de instrumentos financieros. Este escenario tiene una doble faz: a la vez que permite mostrar su dimensión inclusiva también revela que el modo de operativizarla es al interior de la hegemonía de las finanzas. Las finanzas se vuelven así un lugar donde se trasladan diferentes disputas. Por un lado, en términos de reconocimiento de los sectores socialmente productivos. En este sentido, que las economías populares en América Latina se vuelvan parte de la contabilidad y la institucionalidad nacional (e, incluso, que en algunos países sean incorporadas constitucionalmente, como pasa en Bolivia, Ecuador y Venezuela) es parte de un reconocimiento de hecho a su dinamismo social y a su capacidad de innovación de formas de producción, comercio y consumo y no sólo en tanto meras economías de subsistencia. Por otro, que la explotación financiera recaiga sobre ellas como modo de replicar y agudizar las desigualdades sociales convierte a ese espacio en un nudo de problemas al que la palabra inclusión no resuelve mágicamente.

La irrigación de dinero en los barrios proviene así de múltiples fuentes. Es indisociable de la reactivación económica de los últimos años. Pero también abre nuevas preguntas sobre cómo se regula este mercado financiero y, a la vez, cómo la regulación reordena los oferentes de dinero (que permiten en algunos casos blanquear dinero de muy diverso tipo). A su vez, la cuestión política clave es  cómo impacta la adquisición cada vez más amplia de deuda en los sectores populares. La extensión de nuevas economías que tienen escenarios predilectos en la llamada informalidad no pueden analizarse de manera desconectada respecto de las instituciones y la llamada economía formal. Por el contrario: es la mixtura y el ensamblaje de muchos de sus componentes lo que exhibe a las finanzas como un nuevo código común. Un código capaz de traducir la heterogeneidad del mundo del trabajo (de changas a microemprendimientos, de trabajos formales por temporadas a actividades free-lance, de empleos formales que duran poco a informales que pueden estabilizarse) a relaciones más homogéneas entre acreedores y deudores.

Aun así, como se siente en cualquier estación de trenes del conurbano o en la proliferación de negocios que crecen por las calles que lo rodean, las finanzas desembarcaron en nuevos territorios y parece que llegaron para quedarse.

Clinämen: La política de Bergoglio, la política de Francisco

Conversamos con Rubén Dri, filósofo, teólogo y profesor universitario, autor de numerosos estudios sobre Hegel y la Teología de la Liberación. Bergoglio contra los Sacerdotes del Tercer Mundo y los gestos con el Opus Dei. El gran político, el populismo de derecha y su referencia a la pobreza. El desafío para los movimientos populares. Influencia en la política argentina

Cuerpo y pensamiento en Spinoza

por Verónica Gago y Diego Sztulwark


Mayo del 68 fue el epicentro de una época de convulsión más amplia. Según el filósofo Gilles Deleuze comenzó en los 50, con los proyectos de autogestión de fábricas en la Yugoslavia de Tito y se extendió transversalmente durante la década del 70 con la elaboración en Italia de la autonomía obrera. Es en esa convergencia –no sólo sesentayochesca, no sólo francesa– donde se produce la última y más perdurable mutación de la imagen que nos hacemos aún hoy de un filósofo que jugará un papel importante, también en términos coyunturales. Hablamos de Baruch Spinoza (1632-1677), bautizado entonces como el “Príncipe de la inmanencia”.

Pero casi medio siglo después, la edición más o menos simultánea de cuatro libros sobre el filósofo excomulgado que vivió en Amsterdam y escribió su obra en latín, vuelve a confirmar su presencia en el mundo de habla castellana y, particularmente, en la Argentina. ¿Cuál es la lectura que se hace de Spinoza más allá de la generación del 68? Tres filósofos y un poeta se proponen descubrir aspectos de su obra para renovar, una vez más, la fuerza de su filosofía, a la que cada generación parece dedicarse como si se tratara de un enigma siempre nuevo.

Dice Toni Negri en el prólogo a Estrategia del conatus, del filósofo francés Laurent Bove, que en los últimos tiempos se suceden tres generaciones de investigadores spinozistas. La primera de ellas, la de Deleuze y de Alexandre Matheron, fue la que inmortalizó el retrato de un Spinoza subversivo, alejado tanto del estructuralismo académico como del estalinismo político de mediados de los años 60. En los efectos de ese proyecto se sitúan los últimos trabajos de Louis Althusser, dedicado a confrontar las filosofías idealistas y a encontrar en Spinoza un apoyo materialista para un Marx sustraído de todo influjo hegeliano.

A partir de los años ochenta, sobresale una segunda generación de filósofos spinozistas: entre ellos se cuentan el propio Toni Negri ( Spinoza, la anomalía salvaje ), Pierre Macherey ( Hegel o Spinoza ), Pierre-François Moreau ( Spinoza y el spinozismo ) y Etienne Balibar ( Spinoza y la política ). Son ellos quienes se dedican a la tarea de articular investigaciones eruditas con problemas políticos derivados del reflujo de la revuelta y el advenimiento de la hegemonía neoliberal. Quizás los trabajos más originales y los que más interés siguen despertando en la Argentina sean los de Toni Negri –cuyo libro escrito en la cárcel de Rebibbia, acaba de ser reeditado aquí por Waldhuter– y los de Etienne Balibar, de reciente paso por Buenos Aires. Mientras Negri busca mostrar la función de un constitucionalismo materialista en la reapertura de un proyecto colectivo de liberación en plena reestructuración de las relaciones capitalistas, los escritos de Balibar enfrentan el ensalzamiento del individualismo liberal apuntando hacia una ontología de la comunicación que lo lleva a la noción de transindividual y a una conexión original con la filosofía de Gilbert Simondon.  Más acá, la tercera generación de investigadores spinozistas continúa con el programa de una inmanencia radical pero su preocupación específica es la localización de la potencia. Allí se ubican los libros recién salidos. Por un lado, el problema de la potencia como la pregunta por cómo se constituye el cuerpo individual y colectivo, como lo propone Laurent Bove en La estrategia del conatus . Luego, la subjetividad de la multitud como sitio en el que se despliega una temporalidad plural, como argumenta Vittorio Morfino en El tiempo de la multitud . Finalmente, la formalización de una conectividad propia de las ideas organiza Spinoza: una física del pensamiento, de François Zourabichvili.  En efecto, el bellísimo libro de Bove (que ya había sido editado por la editorial madrileña Tierradenadie) se dedica a comprender la capacidad de auto-constitución del cuerpo humano –y del cuerpo político– concebido como unidad de afecciones e imágenes de pensamiento –memoria, significados, saberes– que crean lenguaje. La esencia del individuo (persona o comunidad) es productividad deseante, resistencia a las fuerzas adversas de la naturaleza y comercio con el mundo. De allí que el conatus (término latino que designa la fuerza con la que cada cuerpo persevera en su ser) sea inseparable de una estrategia que es constitución y resistencia, es decir, libertad y engendramiento de la vida en común (multitud).

Para el investigador italiano Morfino, interesado por la historia del pensamiento materialista desde la antigüedad greco-rromana, el problema que se plantea es la articulación plural de lógicas en la producción de la subjetividad política. A partir de Althusser y Negri se propone renovar los fundamentos de la inmanencia redescubriendo una modernidad alternativa que pasa por Maquiavelo y Spinoza. Althusser le sirve para resituar  lo político como acción en una coyuntura y Negri para concebir una temporalidad múltiple que se revela como multitud. La potencia política nace como confluencia de lo contingente (los encuentros, la coyuntura) con lo necesario racional (estructura).    Por su parte, Zourabichvili –autor conocido en la Argentina por dos trabajos pioneros sobre la filosofía de Deleuze– se empeña en rastrear una física del pensamiento en Spinoza, una formalización específica de las ideas adecuada a una materialidad distinta respecto de la materia que se organiza en la física mecánica de los cuerpos. Así como crean potencia los cuerpos en lo que Spinoza llama lo extenso, al pensamiento le concierne la creación de formas en una materialidad que le es propia. Se trata, en este trabajo, de acceder a un “hablar spinoziano” cuya sintaxis es la de la simultaneidad diferenciada: el spinozismo es el lenguaje del intelecto infinito, en el cual la formación de ideas adecuadas del cuerpo de los otros deriva de una idea adecuada de nuestro cuerpo en un mismo universo infinito.

Por último, y lejos de la filosofía política del 68, Henri Meschonnic pertenece a la tradición de los poetas, la primera en leer y en celebrar a Spinoza. En su  Spinoza, poema de pensamiento , no se trata de explicar sistemas ni de analizar políticas, sino de dar cuenta del lenguaje de un sujeto. Lo que en el caso del filósofo judío supone conjugar el español (ladino) de un hogar de padres marranos provenientes de la península, el hebreo en que fue educado (llegó a redactar una gramática hebrea en latín), el holandés de la nación en la que vivió toda su vida y latín en el que escribió su obra.

En Meschonnic se distingue la lengua del lenguaje para hacer aparecer al sujeto del poema (distinto al del psicoanálisis o al de la filosofía) como acto de singularización. En el lenguaje de Spinoza se concreta la unidad –y la “unión”– de cuerpo y pensamiento, afecto y concepto, y el ritmo adviene significante mayor.  Deus sive Natura : el pensamiento de lo divino, principio donador de vida, resulta radicalmente desacralizado y se abre a la historicidad del poema (que no es la poesía de género, métrica y rima).

Traductor erudito, Meschonnic escucha el discurso de Spinoza, su modo de retorcer el latín, y encuentra en su concepción del lenguaje como capacidad de crear vida humana la definición ética y política del poema.  La publicación de esta bibliografía al castellano no hace sino enriquecer el campo de los estudios spinozianos, que en la Argentina tiene su dinámica propia entre la filosofía, la política y el poema, animada por una nutrida lista de nombres en la que sobresalen Lisandro de la Torre, León Dujovne, Jorge Luis Borges, Leiser Madanes, León Rozitchner, Gregorio Kaminsky, Diana Sperling y Diego Tatián.

La “economía oculta”: cuando las casas se transforman en talleres

por Gabriel Díez Lacunza


“Esteban Justiniano. Ajedrez”, está escrito en un cartelito, al lado un timbre, en un garaje de una calle de Miraflores. Son las 14:50 de un martes. Un minuto después de presionar el botón abre la puerta don Esteban, un hombre de 68 años. Tiene sonrisa amplia y estatura media. “Adelante, acá está mi taller”, invita, mientras cierra la puerta de calle.
Al entrar a su cuarto, más de 200 tableros de ajedrez hechos de madera se vislumbran en las paredes. En una mesita casi desvencijada reposan alfiles negros y blancos, alrededor de unas 60 piezas recién lijadas.
Él, como varios manufactureros del país, trabaja desde su hogar. No tiene una factoría ni tienda donde vender sus productos. Suele  comercializar sus creaciones ofreciéndolas ambulando por las oficinas.
Según la primera encuesta a las micro y pequeñas unidades productivas dedicadas a la manufactura -realizada por Pro Bolivia y el Instituto Nacional de Estadística- este sector, que se denomina de “economía oculta” o no visible, representa el 47% del total.
“La economía oculta se refiere a esas miles de personas que trabajan en sus hogares y que, en su mayoría, no están registradas en ninguna institución pública. Además, pueden o no estar afiliadas a alguna organización de micro o pequeños productores”, afirma el director de Pro Bolivia Javier Escalante Villegas.
Las piezas en el tablero
Las jornadas de don Esteban inician a las seis de la mañana. Mientras amanece, él desde su cama, recorta paños en formas circulares para pegar debajo de las piezas. El trabajo lo realiza con calma, “ficha por ficha”. Confiesa que es una labor morosa pero a la vez se jacta de ser el único que realiza tableros y fichas de ajedrez de forma tradicional.
Al no tener una tienda donde ofrecer sus productos, destina parte de su tiempo a visitar empresas privadas e instituciones estatales para ofrecer sus creaciones. Relata que el 80% de lo que vende es a crédito, ya que mucha gente “se enamora” de los tableros por el trabajo “fino”; aunque sabe que no es lo mejor para su economía “dar al debe”.
“Más de 300 personas me deben… desde cinco hasta 4.000 bolivianos. Hay que ir a cobrar, gasto en pasajes, pierdo tiempo, hay gente malintencionada”, asegura.
Esteban comenta que desde 1987 vendió más de 5.000 tableros. Su ganancia mensual oscila entre los 1.400 y los 2.000 bolivianos, siempre dependiendo de cómo le vaya con la oferta ambulante. Recuerda que hace cinco años trajo la última camada de madera momoqui (para las piezas negras) y jorori (para las blancas) del norte paceño.
Si bien está tranquilo, porque no marca tarjeta ni cumple horarios de oficina, es consciente de que esta actividad en el futuro no podrá legarla a sus hijos ya que son profesionales. “Cuando se acabe la madera voy a parar”, dice con expresión de satisfacción por la labor que realiza.
Una vida en las telas
Debajo del sombrero negro, aparecen los cabellos platinados de don Luis Vera. Él se define como técnico en tejido manual con ayuda de telares. Dedicó 60 de sus 80 años de vida a construir estas máquinas para tejer y recuerda que a lo largo del tiempo capacitó y formó a mucha gente en este oficio. Hoy, desde su hogar en el barrio Madrid de Villa Adela, confecciona mantas, bufandas y cualquier prenda de vestir hecha con hilo de alpaca.
El taller principal de unos 20 metros cuadrados tiene dos telares de su creación y en uno de ellos, trabaja Faustina Velarde.
Ella, mujer de unos 60 años, acompaña a don Luis desde hace 20 en la confección  de las diferentes prendas. Su ganancia está entre los 25 y 30 bolivianos por pieza terminada, monto que le paga don Luis. Al día, recauda entre los 90 y 110 bolivianos.
Luego de trabajar desde la década del 60 en fábricas como la Forno y la Soligno decidió en 1985 emprender con su propio taller. Desde entonces se dedica a la fabricación de sus telares, además de  la capacitación de nuevos tejedores y a “salir adelante desde adentro”. Es decir, desde su hogar.
Mientras muestra cómo funcionan los pedales de madera de uno de los telares, comenta que por mes gana en promedio unos 3.000 bolivianos. Las ferias son sus principales canales de comercialización además de tarjetas de presentación que reparte cuando conoce gente.
“He debido hacer miles de mantillas en mi vida”, relata esta persona. Recuerda que hace cinco años le encargaron desde Seattle, Estados Unidos, 1.200 mantillas de alpaca.
“Es muy bonito y es muy sencillo este trabajo que hago. Lo que gano me alcanza cabal porque yo soy sola”
Faustina Velarde teje mantillas de alpaca en un taller particular.
“Tengo en proceso de elaboración 40 tableros de ajedrez. Debo tener materia prima para unos cinco años más”
Esteban Justiniano (68 años) fabrica tableros y fichas de ajedrez.
“Tengo alumnos que trabajan en Viacha o Charaña. Alguna vez ellos me han ayudado en un pedido grande”
Luis Vera (80 años) fabrica telares y hace mantillas.
“Una característica importante a destacar es que son trabajadores de muy baja productividad porque operan con bajo capital”
Armando Méndez, economista
“La economía oculta se refiere a esas miles de personas que trabajan en sus hogares y que no están registradas”
Javier Escalante, director ejecutivo de Pro Bolivia.

(fuente: http://www.elvisorboliviano.com/)

La comunicación popular como trinchera

Notas sobre La televisión desde abajo, de Natalia Vinelli*

por Mariano Pacheco

En su libro “La televisión desde abajo. Historia, alternatividad y periodismo de contrainformación” (publicado a fines del año pasado por una co-edición entre la Cooperativa editorial El río suena y el Colectivo El topo blindado), Natalia Vinelli logra dar cuenta, en gran medida, de su praxis política (como activista de la contrainformación, como investigadora crítica, como militante popular). Como en su anterior libro, “Ancla. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh” (cuya primera edición data del año 2000), su autora se mete con temas centrales para las construcciones populares que pujan por un cambio, pero lo hace esquivando las “modas militantes” (cabe recordar que la figura de Walsh no tenía entonces el goce de popularidad que tuvo después, y mucho menos -¿entonces como ahora?- el Walsh “cuadro de la organización Montoneros”).
Así, en este libro –prologado por Martín Becerra– Vinelli cruza los saberes adquiridos a través de su trabajo –como docente en la Universidad de Buenos Aires– con la militancia que viene realizando desde hace más de cinco años en el marco de Barricada TV-Canal 5 de Almagro, una experiencia de televisión popular desarrollada desde las instalaciones de IMPA, la emblemática fábrica recuperada (y autogestionada por sus trabajadores) situada en la ciudad de Buenos Aires. Así y todo, el texto no es autoreferencial (de hecho, Barricada TV no aparece siquiera entre las experiencias analizadas) y logra dar cuenta del amplio abanico de colectivos que vienen activando en el rubro, desde la TVPTS, el canal impulsado por el trotskista Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS), integrante del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), hasta Urbana TV-Canal 5, que trasmite desde el barrio Carlos Mujica, en la Villa 31 (más ligada al gobierno nacional), pasando por otras iniciativas vinculadas a los movimientos sociales (Movimiento TV, promovido por el Movimiento Popular La Dignidad) y otras ligadas al sindicalismo opositor al gobierno, como La Olla TV, el canal promocionado por la Asociación de Trabajadores del Estado/Central de Trabajadores de la Argentina (ATE/CTA).
La TV popular como trinchera
Partiendo de las conceptualizaciones realizadas durante la primera mitad del siglo XX por el marxista Italiano Antonio Gramcsi (guerra de posiciones/guerra de movimientos), Vinelli subraya el carácter de “trinchera” de la TV en particular, y de la comunicación popular en general, en tanto que se constituyen en “fortalezas”, espacios “arrebatados a la hegemonía”, en el camino de comenzar a gestar la sociedad que se añora, pero siempre en el marco de una estrategia más general.
Dentro de este encuadre, la autora realiza una historización de la TV popular en el país, sin dejar de tener cuenta –como antecedente, legado e inspiración–, a las experiencias de comunicación popular desarrolladas en Nuestramérica, como fueron las primeras escuelas radiofónicas impulsadas por la iglesia católica, las radios mineras surgidas en Bolivia tras la revolución de 1952, las radios insurgentes (primero la cubana, luego la salvadoreña), así como también la prensa gráfica del sindicalismo de filiación anarquista, socialista y comunista y el cine militante. Por supuesto, no dejan de tenerse en cuenta en esta mirada las experiencias más recientes, como las desarrolladas en Venezuela en el marco de la Revolución Bolivariana encabezada por Hugo Chávez Frías (hoy liderada por el presidente Nicolás Maduro) o las novedosas estrategias comunicacionales emprendidas por el zapatismo en México, que con habilidad supieron colocar al sub comandante insurgente Marcos y los indígenas de Chiapas en emblemas mundiales de la resistencia contra el neoliberalismo.
Respecto del recorrido nacional, Vinelli toma como antecedente la estrategia de interferencia de canales de aire desarrollada por Montoneros durante la última dictadura cívico-militar (Radio Liberación TV) y se centra en el proceso desarrollado en las últimas tres décadas de posdictadura. Esta historización la realiza teniendo en cuenta los cambios, mutaciones y despliegues tecnológicos. De allí que Vinelli hable de dos etapas: la que denomina “analógica” (hasta 1999) y la que caracteriza como “de convergencia” (desde 2001 a la actualidad). Etapa, esta última, marcada por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, como veremos con más detenimiento en un próximo apartado.
Dentro de este recorrido, la autora pone especial énfasis en la importancia que tuvieron, para la conformación de experiencias de televisión popular, los colectivos de cine y video militante, tanto del denominado Nuevo Cine Argentino de los 60-70, como la irrupción del documental en torno a la rebelión de 2001 (aun antes de la “insurrección de diciembre”, en noviembre de 2001, grupos de documentalistas militantes realizaron en el Cine Cosmos, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, una muestra titulada “El cine que surge de las luchas”). También rescata el aporte de otras modernas y novedosas experiencias, como el portal de contrainformación Indymedia, desde el cual surgieron documentales como “Piquete, Puente Pueyrredón”, donde se compilan las imágenes registradas por los activistas de la comunicación popular en la denominada Masacre de Avellaneda del 26 de junio de 2002, donde fueron asesinados los jóvenes militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Definir el propio espacio de intervención
Entendida como derecho humano y no como mercancía, la “comunicación desde abajo” es de todos modos un campo de batalla por sus interpretaciones, tanto teóricas como prácticas. En ese territorio conflictivo se mete Natalia Vinelli. A modo de breve glosa, un repaso –a vuelo de pájaro– sobre algunas definiciones esbozadas en el libro.
Lo “alternativo”, en tanto que “proceso”, puede ser entendido como…
La fórmula “alternativo, popular, comunitario”, escribe Vinelli, sirve como un abanico para caracterizar un “ámbito de producción cultural marcado por la articulación entre comunicación y lucha política”, relacionada a su vez por el “contexto histórico social en el cual la práctica se inserta”.
“Se trata de entender a los medios alternativos, comunitarios y populares como multiplicadores de discursos o como vehículos de expresión de los sectores que tradicionalmente no tienen acceso a los medios masivos de comunicación o que, cuando lo hacen, son demasiadas veces tergiversados”.
El hecho de basarse en una propiedad colectiva de los medios de producción, en la autogestión de la actividad –poniendo en cuestión la lógica capitalista que separa productores de propietarios, y por lo tanto, entre quienes hacen y quienes deciden- este tipo de experiencias se basan en la solidaridad y la cooperación, y apuestan por abonar a políticas desconcentradoras, que apunten a incorporar a los sectores populares en la construcción de la palabra pública
Lejos de toda idea romántica de la construcción popular (en este caso de la comunicación), Vinelli detalla los límites, los problemas y las dificultades que enfrentan a diario estas experiencias. Pero también señala algunas ideas para delimitar las apuestas “alternativas, comunitarias y populares”. En primer lugar, destaca que este tipo de experiencias conjugan una doble dimensión: por un lado, lo político, en tanto que se centran en un cambio de las relaciones de poder; por el otro, lo comunicacional, ya que parten del presupuesto de la necesidad de cambiar la relación emisor/receptor). De allí que la participación popular no haya que buscarla (solamente), en la posibilidad de hacer un programa o salir al aire, sino (fundamentalmente), en la “apropiación del medio como espacio de articulación y encuentro de carácter movilizador”.
El hecho de que se proponga otro paradigma de la comunicación, que se apueste por recuperar la palabra, se inserte o esté relacionada con movimientos sociales, sindicales y políticos populares, es decir, que esté comprometida con un proyecto (de clase) de transformación de la sociedad capitalista (además del ya mencionado carácter social, colectivo y autogestionado de la producción), hace a diferencias a la TV “desde abajo” de otras propuestas, enmarcadas bajo la categoría “sin fines de lucro”, por ejemplo, en la “Ley de Medios”. Por eso la autora insiste en que la TV alternativa pone en un lugar central las necesidades y demandas populares, históricamente relegadas o ridiculizadas o tergiversadas en las grandes empresas periodísticas. “La alternatividad cambia las preguntas y al cambiar las preguntas también cambia las respuestas”, subraya. Este trastocamiento de las relaciones tradicionales que pueden rastrearse en los medios hegemónicos, son puestas en cuestión, sobre todo, en los vínculos que la “TV popular” establece con sus “fuentes”, sobre todo en los programas de tipo “periodístico”, en donde ya se pone en otro lugar el concepto mismo de “noticia”.
¿Un arma cargada de futuro?
Un libro, una película, un canal de televisión no son un arma, si se piensa en términos clásicos. Pero pueden ser importantes instrumentos de combate, qué duda cabe.
En sociedades (capitalistas) como las nuestras, donde se prenta como “natural” un ejercicio de la comunicación y el periodismo vinculado con la “generación de ganancias” y unas “relaciones de producción basadas en la propiedad privada y la división del trabajo entre quienes conciben y dirigen y los que ejecutan”, insiste Vinelli, la gestación de una televisión desde abajo, en el marco de una apuesta más general por concebir instrumentos de comunicación popular, se torna fundamental. Claro, y la autora los enumera, los obstáculos con los que se enfrentan estas experiencias no son menores: el financiamiento, la relación (siempre conflictiva) con el Estado, las búsquedas por alcanzar una llegada masiva y no terminar reproduciendo lo que se busca combatir, son algunos de los elementos más importantes. El libro, asimismo, plantea algunos interrogantes que, sea por falta de espacio o por ser “laterales” a los temas tratados, no encuentran respuesta en esta publicación. Situación que, lejos de ser una falencia, puede ser entendido como una virtud, ya que deja abierta la posibilidad de ser retomada, por su autora o por sus lectores, en otra oportunidad. Uno de esos interrogantes, que este cronista considera de vital importancia, tiene que ver con la pregunta por el entretenimiento, qué se entiende por él, cómo se entiende que los sectores populares se entretienen. Pero ese ya es otro cantar.
Para terminar, lejos de la autoadulación y entendiendo que todavía falta mucho camino por recorrer, vale la pena valorar y dar a conocer lo construido hasta el momento, pero también –como la propia autora remarca- entender que experiencias micro han proliferado en cantidades, pero sigue habiendo una ausencia de “medios masivos en manos de la clase trabajadora y los grupos populares”. De allí que la lectura de este libro sea una incitación a la reflexión, a la crítica de lo establecido, pero también, a la acción.
* Invitada por el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (CISPREN), Natalia Vinelli presentará hoy viernes 19 de junio, a las 19, su libro “La televisión desde abajo” en la sede gremial, Obispo Trejo 365.

“Si se pasiva a los sectores populares, se los transforma en victimas”. Entrevista a Verónica Gago

por Pablo E. Chacón
/para Agencia Telam/


En La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular (Tinta Limón Ediciones, 2014) la ensayista explora los nuevos formatos que los sectores populares de la Argentina usan para su subsistencia y su tiempo libre, y cómo hacen para desplegar acciones colectivas sobre discursos habitualmente cooptados por cierto individualismo contemporáneo que neutraliza esa potencia gregaria transformándolos solo en objetos de consumo.
¿Podrías desarrollar brevemente los fundamentos de la razón neoliberal, y si ese título intenta a pretende discutir con la razón populista que teorizó Ernesto Laclau?
La razón neoliberal, como título, pretende conjugar dos términos que no siempre van juntos para explicitar que hay una lógica de despliegue y persistencia del neoliberalismo que no sólo se debe a que el neoliberalismo es un monstruo frío -para parafrasear a Foucault hablando de ciertas concepciones sobre el Estado- que se encarna en instituciones malvadas (FMI, Banco Mundial, etc.), sino que se trata de una racionalidad, una forma de hacer, de pensar, de calcular que se transversaliza, que se enraíza en los territorios más diversos y que se arraiga en las subjetividades de todas las clases sociales. Esto no implica, por supuesto, aplanar o alisar lo que el neoliberalismo implica en cada contexto, en cada espacio y en cada momento histórico. Pero sí exige una visión menos ingenua sobre la eficacia de un modo de dominio que se hace fuerte a partir de usufructuar y explotar una tendencia hacia la libertad, la autonomía y la interconexión y que sabe leer en clave pragmática los ímpetus de singularización y progreso ya no sólo como exclusividad de los sectores privilegiados.
Efectivamente es una discusión con la teoría de la razón populista que si bien es muy importante para combatir aquellos prejuicios que entienden la acción popular como irracional, tiene un problema fundamental desde mi punto de vista y es que termina desplazando esa racionalidad a una unidad discursiva, lingüística, a fin de cuentas fuertemente comunicacional. En la razón populista, lo popular juega un papel como figura retórica, pero ninguno en términos de invención y disputa de las formas de gobierno desde abajo.
¿Por qué creés que los discursos del emprendedor, la autoayuda, el self made man (o woman) han prendido tanto en nuestras economías que -según entiendo- no habrían terminado de mutar más que hasta un orden posliberal pero sin terminar de sacarse las rémoras de esa organización social?
Lo que me parece más interesante es cómo esos discursos se nutren de prácticas que fueron o que son dinámicas de autogestión y que tienen un origen que no es el puro consuelo, la subsistencia o la receta de un individualismo a la medida de cada quien. Por el contrario, en ellos podemos ver en cierto modo la reversión, o la combinación desprolija y móvil, de un impulso de autonomía, sólo que cuando es unilateralizado bajo su aspecto empresarial se los percibe como desapegados de su trama colectiva, de su significado político, de su capacidad de organización al costado de lo institucional. Lo interesante es ver cómo esos discursos se ven arruinados, desafiados y al mismo tiempo llevados más allá por prácticas de economías populares. Son estas economías, desde mi punto de vista, las que muestran que estas prácticas del emprendedorismo de masas no son sencillamente un modo de la hegemonía neoliberal, sino una composición estratégica de elementos microempresariales, con fórmulas de progreso popular, con capacidad de negociación y disputa de recursos estatales y eficaces en la superposición de vínculos de parentesco y de lealtad ligados al territorio así como formatos contractuales no tradicionales. Esto, sin embargo, tiene una dimensión conflictiva, no puramente adaptativa ni afín totalmente a la competencia generalizada. Y esto se ve en las situaciones de conflictividades laborales y en las resistencias a los modos de confinamiento y empobrecimiento de la vida popular que atraviesan estos territorios y que ponen en disputa una cierta idea de bienestar y de riqueza colectiva.
En este y otros escritos, has trabajado fuertemente la cuestión de La Salada y otros modos de producción al costado de la legalidad. ¿A eso llamás pragmática popular? ¿Podrás ampliar? ¿Qué fuerzas históricas pensás pueden estar permitiendo este cauce, si es que tiene algún horizonte, o bien si ese horizonte es de escala media?
Cuando hablo de pragmática popular el objetivo es poner el énfasis en la experiencia de cómo se construye espacio, se conquista una infraestructura para volverla vivible y cómo se la defiende. Esto incluye una serie de apuestas políticas, de riesgos vitales, de conflictos cotidianos y negociaciones complejas. Creo que es ese carácter experiencial lo que permite ver una racionalidad que actúa y una estrategia propia, siempre contradictoria, pero altamente efectiva. Por el contrario, cuando se pasiviza a los sectores populares, más bien se los considera siempre víctimas: de la pobreza, de la exclusión, de la incompetencia. Son formas que pueden asumir un tono paternalista o moralizante, racista o persecutorio, pero siempre condena o salva, discrimina o integra, y parte de poner distancia con unos otros que deben ser gobernados, neutralizados o confinados.
¿Cuál es el papel que cumpliría el narcotráfico y las diversas connivencias que hacen posible su emergencia, más allá de considerar a ese fenómeno transnacional y empujado por intereses muy poderosos?
El narco –con su prolífica forma de narcomenudeo- ofrece una forma de acceso veloz al dinero que alimenta y dinamiza buena parte de las economías formales e informales. La diferencia es el tipo de violencia que genera en cada espacio. Por otro lado, el dinero proveniente del narco irriga una dinámica creciente de consumo, que está sostenido desde arriba como un modo de inclusión e impulsado por abajo por un dinamismo informal, capaz de agenciar modalidades laborales heterogéneas y que justamente tienen la versatilidad de componer piratería del asfalto y narcomenudeo, emprendimientos feriantes y venta ambulante, cuentrapropismo informal y talleres clandestinos. La regulación de esa frontera entre lo formal e informal la hacen las fuerzas policiales (legales y paralegales); por eso mencionaba que el diferencial de cómo circula el dinero del narco se materializa en formas completamente distintas de violencia sobre los territorios, clasistamente segmentados. Además, el narco funciona proveyendo fondos de inversión (para usar una imagen) para los emprendimiento formales e informales. Sólo que cuando lo hace en el mercado inmobiliario informal, por ejemplo, se traduce como violencia directa sobre los ocupantes de tierras y el poder barrial que se organiza a su alrededor. No es lo mismo que cuando financia torres de lujo en Puerto Madero.
Las villas, los talleres textiles, el reciclado de basura, etcétera, ¿componen un nuevo sujeto social que guarda lejanos rasgos de parentesco con el proletariado industrial pero que arman otra estrategia de supervivencia?
Intento decir que las economías informales no pueden ser pensadas sólo como una forma de desproletarización, de desaparición del trabajo lisa y llanamente. Sino que muestran una radical mutación en lo que entendemos por trabajo. En todo caso, lo que es importante pensar es el tipo de explotación al que son sometidos todxs estos trabajadores y microemprendedores. Pensar en términos de su explotación nos hace poner el foco en el valor que producen y no, para volver a lo anterior, a su consideración sólo como víctimas ni tampoco como los que quedan afuera. Por supuesto, el punto es entender cómo hoy se intensifican y se pluralizan las formas de explotación, al mismo tiempo que hay estrategias concretas para fugar de los dispositivos más brutales de dominio y desposesión. Por eso, más que hablar de supervivencia (que siempre tiene un eco residual), hay que prestar atención a los modos de vida que están en juego, las formas de trabajo que producen valor de un modo que ya no corresponde con la imagen del trabajador que se tenía hace algunas décadas, y que relanza el desafío –a la vez que lo hace más complicado- de pensar en lo que significa un sujeto colectivo, sus modos de organización, y las formas en que está involucrado en un tipo nuevo de conflictividad social.

Estado y máquina de guerra

por Gilles Deleuze
(Traducción: José Vázquez Pérez) 
 


Axioma 1: La máquina de guerra es exterior al aparato de Estado. Proposición 1: Esta exterioridad se ve confirmada en primer lugar por la mitología, la epopeya, el drama y los juegos. 
Habría que considerar un ejemplo limitado, comparar la máquina de guerra y el aparato de Estado según la teoría de los juegos. Veamos, por ejemplo, el ajedrez y el go, desde el punto de vista de las piezas, de las relaciones entre las piezas y del espacio concernido. El ajedrez es un juego de Estado o de corte, el emperador de China lo practicaba. Las piezas de ajedrez están codificadas, tienen una naturaleza interna o propiedades intrínsecas, de las que derivan sus movimientos, sus posiciones, sus enfrentamientos. Están cualificadas, el caballo siempre es un caballo, el alfil un alfil, el peón un peón. Cada una es como un sujeto de enunciado, dotado de un poder relativo; y esos poderes relativos se combinan en un sujeto de enunciación, el propio jugador de ajedrez o la forma de interioridad del juego. Los peones del go, por el contrario, son bolas, fichas, simples unidades aritméticas, cuya única función es anónima, colectiva o de tercera persona: “Él” avanza, puede ser un hombre, una mujer, una pulga o un elefante. Los peones del go son los elementos de un agenciamiento maquínico no subjetivado, sin propiedades intrínsecas, sino únicamente de situación. También las relaciones son muy diferentes en los dos casos. En su medio de interioridad, las piezas de ajedrez mantienen relaciones biunívocas entre sí y con las del adversario: sus funciones son estructurales. Un peón de go, por el contrario, sólo tiene un medio de exterioridad o relaciones extrínsecas con nebulosas, constelaciones, según las cuales desempeña funciones de inserción o de situación, como bordear, rodear, romper. Un solo peón de go puede aniquilar sincrónicamente toda una constelación, mientras que una pieza de ajedrez no puede hacerlo (o sólo puede hacerlo diacrónicamente). El ajedrez es claramente una guerra, pero una guerra institucionalizada, regulada, codificada, con un frente, una retaguardia, batallas. Lo propio del go, por el contrario, es una guerra sin línea de combate, sin enfrentamiento y retaguardia, en último extremo, sin batalla: pura estrategia, mientras que el ajedrez es una semiología. Por último, no se trata del mismo espacio: en el caso del ajedrez, se trata de distribuir un espacio cerrado, así pues, de ir de un punto a otro, de ocupar un máximo de casillas con un mínimo de piezas. En el go, se trata de distribuirse en un espacio abierto, de ocupar el espacio, de conservar la posibilidad de surgir en cualquier punto: el movimiento ya no va de un punto a otro, sino que deviene perpetuo, sin meta ni destino, sin salida ni llegada. Espacio “liso” del go frente a espacio “estriado” del ajedrez. Nomos del go frente a Estado del ajedrez, nomos frente a polis. Pues el ajedrez codifica y decodifica el espacio, mientras que el go procede de otra forma, lo territorializa y lo desterritorializa (convertir el exterior en un territorio en el espacio, consolidar ese territorio mediante la construcción de un segundo territorio adyacente, desterritorializar al enemigo mediante ruptura interna de su territorio, desterritorializarse uno mismo renunciando, yendo a otra parte…). Otra justicia, otro movimiento, otro espacio-tiempo. (…) 
Problema I: ¿Existe algún medio de conjurar la formación de un aparato de Estado (o de sus equivalentes en un grupo)? 
Proposición II: La exterioridad de la máquina de guerra es igualmente confirmada por la etnología (homenaje a la memoria de Pierre Clastres). 
Las sociedades primitivas segmentarias han sido definidas a menudo como sociedades sin Estado, es decir, aquellas en las que no aparecen órganos de poder diferenciados. De ahí se deducía que esas sociedades no habían alcanzado el grado de desarrollo económico, o el nivel de diferenciación política, que harían a la vez posible e inevitable la formación de un aparato de Estado: por eso los primitivos “no entienden” un aparato tan complejo. El principal interés de las tesis de Clastres es el de romper con ese postulado evolucionista. Clastres no sólo duda de que el Estado sea el producto de un desarrollo económico atribuible, sino que se pregunta si las sociedades primitivas no tienen la preocupación potencial de conjurar y prevenir ese monstruo que supuestamente no entienden. Conjurar la formación de un aparato de Estado, hacer imposible esa formación, ése sería el objeto de un cierto número de mecanismos sociales primitivos, incluso si no se tiene una conciencia clara de ellos. Sin duda las sociedades primitivas tienen jefes. Pero el Estado no se define por la existencia de jefes, se define por la perpetuación o conservación de órganos de poder. El Estado se preocupa de conservar. Se necesitan, pues, instituciones especiales para que un jefe pueda devenir hombre de Estado, pero también se necesitan mecanismos colectivos difusos para impedirlo. Los mecanismos conjuratorios o preventivos forman parte de la jefatura e impiden que cristalice en un aparato diferente del propio cuerpo social. Clastres describe esa situación del jefe cuya única arma instituida es su prestigio, cuyo único medio es la persuasión, cuya única regla es el presentimiento de los deseos del grupo: el jefe se parece más a un líder o a una estrella de cine que a un hombre de poder, y siempre corre el riesgo de ser repudiado, abandonado por los suyos. Es más, Clastres considera que en las sociedades primitivas la guerra es el mecanismo más seguro para impedir la formación del Estado: la guerra mantiene la dispersión y la segmentariedad de los grupos, y el guerrero está atrapado en un proceso de acumulación de sus hazañas que lo conduce a una soledad y a una muerte prestigiosas, pero sin poder (1). Clastres puede, pues, invocar un Derecho natural, pero invirtiendo la proposición principal: así como Hobbes vio claramente que el Estado existía contra la guerra, la guerra existe contra el Estado y lo hace imposible. De esto no debe deducirse que la guerra sea un estado natural, sino, al contrario, que es el modo de un estado social que conjura e impide la formación del Estado. La guerra primitiva no produce el Estado, ni tampoco deriva de él. Y así como no se explica por el Estado, tampoco se explica por el intercambio: lejos de derivar del intercambio, incluso para sancionar su fracaso, la guerra es lo que limita los intercambios, los mantiene en el marco de las “alianzas”, lo que les impide devenir un factor de Estado, hacer que los grupos se fusionen. 
El principal interés de esta tesis es el de llamar la atención sobre los mecanismos colectivos de inhibición. Estos mecanismos pueden ser sutiles y funcionar como micromecanismos. Se ve con claridad en determinados fenómenos de bandas o de manadas. Por ejemplo, a propósito de las bandas de niños de Bogotá, Jacques Meunier cita tres maneras de impedir que el líder adquiera un poder estable: los miembros de la banda se reúnen y realizan los robos juntos, con botín colectivo, pero luego se dispersan, no permanecen juntos ni para comer ni para dormir; por otro lado y sobre todo, cada miembro de la banda está unido a uno, dos o tres miembros de la misma banda, por eso, en caso de desacuerdo con el jefe, no se irá solo, siempre arrastrará consigo a sus aliados, cuya marcha conjugada amenaza con desarticular toda la banda; por último, hay un límite de edad difuso que hace que, hacia los quince años, forzosamente haya que dejar la banda, separarse de ella (2). Para entender estos mecanismos hay que renunciar a la visión evolucionista que convierte la banda o la manada en una forma social rudimentaria y peor organizada. Incluso en las bandas animales, la chefferie es un mecanismo complejo que no promueve al más fuerte, sino que más bien inhibe la instauración de poderes estables en beneficio de un tejido de relaciones inmanentes (3). También se podría oponer entre los hombres más cultivados la forma de “mundanidad” a la de “sociabilidad”: los grupos mundanos no difieren mucho de las bandas y proceden por difusión de prestigio más bien que por referencia a centros de poder como sucede en los grupos sociales (Proust ha mostrado perfectamente esta falta de correspondencia entre los valores mundanos y los valores sociales). Eugene Sue, mundano y dandy, al que los legitimistas reprochaban que frecuentara a la familia de Orleáns, decía: “No me codeo con la familia, me codeo con la manada”. Las manadas, las bandas, son grupos de tipo rizoma, por oposición al tipo arborescente que se con-centra en órganos de poder. Por eso las bandas en general, incluso las de bandidaje o las de mundanidad, son metamorfosis de una máquina de guerra, que difiere formalmente de cualquier aparato de Estado, o algo equivalente que, por el contrario, estructura las sociedades centralizadas. Por supuesto, no se dirá que la disciplina es lo propio de la máquina de guerra: la disciplina deviene la característica exigida por los ejércitos cuando el Estado se apodera de ellos; la máquina de guerra responde a otras reglas, que nosotros no decimos que sean mejores, pero que animan una indisciplina fundamental del guerrero, una puesta en tela de juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al abandono y a la traición, un sentido del honor muy susceptible, y que impide, una vez más, la formación del Estado. 
No obstante, ¿por qué esta tesis no nos resulta del todo convincente? Estamos de acuerdo con Clastres cuando muestra que el Estado no se explica por un desarrollo de las fuerzas productivas ni por una diferenciación de las fuerzas políticas. Al contrario, el Estado hace posible la realización de las grandes obras, la constitución de los excedentes y la organización de las funciones públicas correspondientes. Hace posible la distinción entre gobernantes y gobernados. Ahora bien, no vemos cómo se puede explicar el Estado por lo que le supone, incluso si se recurre a la dialéctica. Parece evidente que el Estado surge de pronto, bajo una forma imperial, y no remite a factores progresivos. Su aparición in situ es como un acto genial, el nacimiento de Atenea. También estamos de acuerdo con Clastres cuando muestra que una máquina de guerra está dirigida contra el Estado, bien contra Estados potenciales cuya formación conjura de antemano, o bien, sobre todo, contra los Estados actuales cuya destrucción se propone. En efecto, la máquina de guerra se efectúa sin duda mucho más en los agenciamientos “bárbaros” de los nómadas guerreros que en los agenciamientos “salvajes” de las sociedades primitivas. En cualquier caso, está excluido que la guerra produzca un Estado, o que el Estado sea el resultado de una guerra como consecuencia de la cual los vencedores impondrían una nueva ley a los vencidos, puesto que la organización de la máquina de guerra está dirigida contra la forma-Estado, actual o virtual. El Estado no se explica mejor por el resultado de una guerra que por la progresión de fuerzas económicas o políticas. De ahí que Clastres establezca el corte: entre sociedades contra-Estado, llamadas primitivas, y sociedades-con-Estado, llamadas monstruosas, en las que es imposible saber cómo han podido formarse. Clastres está fascinado por el problema de una “servidumbre voluntaria”, a la manera de La Boétie: ¿cómo han podido querer o desear los hombres una servidumbre que en ellos no era el resultado de una guerra involuntaria y desafortunada? Disponían, sin embargo, de mecanismos contra-Estado; en ese caso, ¿por qué y cómo el Estado? ¿Por qué ha triunfado el Estado? Pierre Clastres, a fuerza de profundizar en este problema, parecía privarse de los medios para resolverlo (4). Tendía a convertir las sociedades primitivas en una hipóstasis, una entidad autosuficiente (insistía mucho en este punto). Convertía la exterioridad formal en independencia real. De esa forma continuaba siendo evolucionista y presuponía un estado natural. Ahora bien, según él, ese estado natural era una realidad plenamente social y no un puro concepto, y esa evolución era de mutación brusca, y no de desarrollo. Pues, por un lado, el Estado surgía de pronto, ya formado; por otro, las sociedades contra-Estado disponían de mecanismos muy precisos para conjurarlo, para impedir que surja. Creemos que ambas proposiciones son buenas, pero que su encadenamiento falla. Hay un viejo esquema: “de los clanes a los imperios” o “de las bandas a los reinos”… Pero nada nos asegura que haya una evolución en ese sentido, puesto que las bandas y los clanes están tan organizados como los reinos-imperios. Pues bien, no se podrá romper con esta hipótesis evolutiva estableciendo el corte entre los dos términos, es decir, dando una autosuficiencia a las bandas y un surgimiento tanto más milagroso o monstruoso al Estado. 
Hay que decir que el Estado siempre ha existido, y muy perfecto, muy formado. Cuantos más descubrimientos realizan los arqueólogos, más imperios descubren. La hipótesis del Urstaat parece verificada, “el Estado como tal se remonta ya a los tiempos más remotos de la humanidad”. Casi no podemos imaginarnos sociedades primitivas que no hayan estado en contacto con Estados imperiales, en la periferia o en zonas mal controladas. Ahora bien, lo fundamental es la hipótesis inversa: que el Estado siempre ha estado en relación con un afuera y no se puede concebir independientemente de esta relación. La ley del Estado no es la del Todo o Nada (sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior y lo exterior. El Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello que es capaz de interiorizar, de apropiarse localmente. No sólo no hay un Estado universal, sino que el afuera de los Estados no se deja reducir a la “política exterior”, es decir, a un conjunto de relaciones entre Estados. El afuera aparece simultáneamente en dos direcciones: grandes máquinas mundiales, ramificadas por todo el ecumene en un momento dado y que gozan de una amplia autonomía con relación a los Estados (por ejemplo, organizaciones comerciales del tipo “grandes compañías”, o bien complejos industriales, o incluso formaciones religiosas como el cristianismo, el islamismo, ciertos movimientos de profetismo o de mesianismo, etc.); pero también mecanismos locales de bandas, márgenes, minorías, que continúan afirmando los derechos de sociedades segmentarias contra los órganos de poder de Estado. El mundo moderno nos ofrece hoy en día imágenes particularmente desarrolladas de estas dos direcciones, hacia máquinas mundiales ecuménicas, pero también hacia un neoprimitivismo, una nueva sociedad tribal tal como la describe Mac Luhan. Esas direcciones no dejan de estar presentes en todo el campo social, y desde siempre. Incluso puede suceder que se confundan parcialmente; por ejemplo, una organización comercial también es una banda de pillaje o de piratería, en una parte de su trayectoria y en muchas de sus actividades; o bien una formación religiosa comienza actuando por bandas. Lo que es evidente es que tanto las bandas como las organizaciones mundiales implican una forma irreductible al Estado y que esa forma de exterioridad se presenta necesariamente como la de una máquina de guerra, polimorfa y difusa. Es un nomos, muy diferente de la “ley”. La forma-Estado, como forma de interioridad, tiene tendencia a reproducirse, idéntica a sí misma a través de sus variaciones, fácilmente reconocible en los límites de sus polos, buscando siempre el reconocimiento público (el Estado nunca se oculta). Pero la forma de exterioridad de la máquina de guerra hace que ésta sólo exista en sus propias metamorfosis; existe tanto en una innovación industrial como en una invención tecnológica, en un circuito comercial, en una creación religiosa, en todos esos flujos y corrientes que sólo secundariamente se dejan apropiar por los Estados. La exterioridad y la interioridad, las máquinas de guerra metamórficas y los aparatos de identidad de Estado, las bandas y los reinos, las megamáquinas y los imperios, no deben entenderse en términos de independencia, sino en términos de coexistencia y competencia, en un campo en constante interacción. Un mismo campo circunscribe su interioridad en Estados, pero describe su exterioridad en lo que escapa a los Estados o se erige contra ellos. 
Proposición III: La exterioridad de la máquina de guerra también es confirmada por la epistemología, que deja presentir la existencia y la perpetuación de una “ciencia menor” o “nómada”. 
Existe un tipo de ciencia, o un tratamiento de la ciencia, difícilmente clasificable, y cuya historia tampoco es fácil de seguir. No son “técnicas”, según la acepción habitual. Tampoco son “ciencias”, en el sentido real o legal establecido por la historia. Según un reciente libro de Michel Serres, se puede rastrear su huella en la física atómica, de Demócrito a Lucrecio, y a la vez en la geometría de Arquímedes (5). Las características de una ciencia excéntrica de este tipo serían las siguientes: 1) Su modelo sería sobre todo hidráulico, en lugar de ser una teoría de los sólidos que considera los fluidos como un caso particular; en efecto, el atomismo antiguo es inseparable de los flujos, el flujo es la propia realidad o la consistencia. 2) Es un modelo de devenir y de heterogeneidad, que se opone al modelo estable, eterno, idéntico, constante. Es toda una “paradoja” convertir el devenir en un modelo y ya no en el carácter secundario de una copia; Platón, en el Timeo, evocaba esta posibilidad, pero para excluirla y conjurarla, en nombre de la ciencia real. Pues bien, en el atomismo, por el contrario, la famosa declinación del átomo proporciona ese modelo de heterogeneidad, de paso o de devenir a lo heterogéneo. El clinamen, como ángulo mínimo, sólo tiene sentido entre una recta y una curva, la curva y su tangente, y constituye la curvatura principal del movimiento del átomo. El clinamen es el ángulo mínimo por el que el átomo se separa de la recta. Es un paso al límite, una hipótesis exhaustiva, un modelo “exhaustivo” paradójico. E igual sucede en la geometría de Arquímedes, en la que la recta definida como “el camino más corto entre dos puntos” sólo es un medio para definir la longitud de una curva, en un cálculo prediferencial. 3) Ya no se va de la recta a sus paralelas, en un flujo lamelar o laminar, sino de la declinación curvilínea a la formación de las espirales y torbellinos en un plano inclinado: la mayor inclinación para el ángulo más pequeño. De la turba al turbo:es decir, de las bandas o manadas de átomos a las grandes organizaciones turbulentas. El modelo es turbulento, en un espacio abierto en el que se distribuyen las cosas-flujo, en lugar de distribuir un espacio cerrado para cosas lineales y sólidas. Esa es la diferencia entre un espacio liso (vectorial, proyectivo o topológico) y un espacio estriado (métrico): en un caso “se ocupa el espacio sin medirlo”, en el otro “se mide para ocuparlo” (6) 4) Por último, el modelo es problemático y ya no teoremático: las figuras sólo son consideradas en función de los afectos que se producen en ellas, secciones, ablaciones, adjunciones, proyecciones. No se va de un género a sus especies, por diferencias específicas, ni de una esencia estable a las propiedades que derivan de ella, por deducción, sino de un problema a los accidentes que lo condicionan y lo resuelven. Hay todo tipo de deformaciones, de transmutaciones, de pasos al límite, de operaciones en las que cada figura designa mucho más un “acontecimiento” que una esencia: el cuadrado ya no existe independientemente de una cuadratura, el cubo de una cubicación, la recta de una rectificación. Mientras que el teorema es del orden de las razones, el problema es afectivo e inseparable de las metamorfosis, generaciones y creaciones en la propia ciencia. Contrariamente a lo que dice Gabriel Marcel, el problema no es un “obstáculo”, es la superación del obstáculo, una proyección, es decir, una máquina de guerra. Ése es el movimiento que la ciencia real trata de limitar, cuando reduce al máximo la parte del “elemento-problema” y la subordina al “elemento-teorema” (7) 
Esta ciencia arquimediana, o esta concepción de la ciencia, está esencialmente unida a la máquina de guerra: los problemata son la propia máquina de guerra y son inseparables de los planos inclinados, de los pasos al límite, de los torbellinos y proyecciones. Diríase que la máquina de guerra se proyecta en un saber abstracto, formalmente diferente del que refuerza al aparato de Estado. Diríase que toda una ciencia nómada se desarrolla excéntricamente y que es muy diferente de las ciencias reales o imperiales. Es más, esa ciencia nómada no cesa de ser “bloqueada”, inhibida o prohibida por las exigencias y las condiciones de la ciencia de Estado. Arquímedes, vencido por el Estado romano, deviene un símbolo. (8). Pues las dos ciencias difieren por el modo de formalización y la ciencia de Estado no cesa de imponer su forma de soberanía a las invenciones de la ciencia nómada; sólo retiene de la ciencia nómada aquello de lo que se puede apropiar y, con el resto, crea un conjunto de recetas estrechamente limitadas, sin estatuto verdaderamente científico, o simplemente lo reprime y lo prohíbe. Es como si el “científico” de la ciencia nómada estuviera atrapado entre dos fuegos, el de la máquina de guerra que lo alimenta y lo inspira, el del Estado que le impone un orden de razones. El personaje del ingeniero (y especialmente el del ingeniero militar), con toda su ambivalencia, ilustra bien esta situación. Por eso quizá lo más importante sean los fenómenos fronterizos en los que la ciencia nómada ejerce una presión sobre la ciencia de Estado y en los que inversamente la ciencia de Estado se apropia y transforma los presupuestos de la ciencia nómada. Esto es válido para el arte de los campos y de la “castrametación”, que desde siempre moviliza las proyecciones y planos inclinados: el Estado no se apropia de esta dimensión de la máquina de guerra sin someterla a reglas civiles y métricas que van a limitar estrechamente, controlar, localizar la ciencia nómada, y a impedirle desarrollar sus consecuencias a través del campo social (a este respecto, Vauban es como la continuación de Arquímedes y sufre una derrota similar). Esto es válido para la geometría descriptiva y proyectiva, que la ciencia real quiere convertir en una simple dependencia práctica de la geometría analítica, llamada superior (de ahí la situación ambigua de Monge o de Poncelet en tanto que “científicos” (9). También es válido para el cálculo diferencial: durante mucho tiempo éste sólo ha tenido un estatuto paracientífico, se le trata de “hipótesis gótica”, la ciencia real sólo le reconoce un valor de convención cómoda o de ficción bien fundada; los grandes matemáticos de Estado se esfuerzan en darle un estatuto más firme, pero a condición precisamente de eliminar de él todas las nociones dinámicas y nómadas como las de devenir, heterogeneidad, infinitesimal, paso al límite, variación continua, etc., e imponerle reglas civiles, estáticas y ordinales (Carnot mantiene una posición ambigua a este respecto). Por último, es válido para el modelo hidráulico: pues, evidentemente, el propio Estado necesita una ciencia hidráulica (no hace falta volver sobre las tesis de Wittfogel relativas a la importancia de las grandes obras hidráulicas en un imperio). Pero lo es de una forma muy diferente, puesto que el Estado tiene necesidad de subordinar la fuerza hidráulica a conductos, canales, diques que impiden la turbulencia, que obligan al movimiento a ir de un punto a otro, al espacio a ser estriado y medido, al fluido a depender del sólido y al flujo a proceder por series laminares paralelas. En cambio, el modelo hidráulico de la ciencia nómada y de la máquina de guerra consiste en expandirse por turbulencia en un espacio liso, en producir un movimiento que ocupa el espacio y afecta simultáneamente todos los puntos, en lugar de estar ocupado por él como en el movimiento local que va de tal punto a tal otro (10) Demócrito, Menecmo, Arquímedes, Vauban, Desargues, Bernouilli, Monge, Carnot, Poncelet, Perronet, etc.: para cada uno de estos casos hace falta una monografía que explique la situación especial de estos científicos que la ciencia de Estado no utiliza sin limitarlos, disciplinarlos, reprimir sus concepciones sociales o políticas. 
El mar como espacio liso es un problema específico de la máquina de guerra. En el mar, como muestra Virilio, se plantea el problema del fleet in being, es decir, la tarea de ocupar un espacio abierto, con un movimiento turbulento cuyo efecto puede surgir en cualquier punto. A este respecto, los recientes estudios sobre el ritmo, sobre el origen de esta noción, no nos parecen completamente convincentes. Pues se nos dice que el ritmo no tiene nada que ver con el movimiento de los flujos, sino que designa la “forma” en general y más especialmente la forma de un movimiento “mesurado, cadencioso” (11). Sin embargo, ritmo y medida no se confunden jamás. Y si el atomista Demócrito es precisamente uno de los autores que emplean ritmo en el sentido de forma, no hay que olvidar que es en condiciones muy precisas de fluctuación y que las formas de átomos constituyen en primer lugar grandes conjuntos no métricos, espacios lisos tales como el aire, el mar o incluso la tierra (magnae res). Hay un ritmo mesurado, cadencioso, que remite a la circulación del río entre sus márgenes o a la forma de un espacio estriado; pero también hay un ritmo sin medida, que remite a la fluxión de un flujo, es decir, a la forma en la que un fluido ocupa un espacio liso… 
La ciencia nómada no tiene la misma relación con el trabajo que la ciencia real. No es que en ella la división del trabajo sea menor, sino que es diferente. Son bien conocidos los problemas que siempre han tenido los Estados con los “compagnonnages”, los cuerpos nómadas o itinerantes del tipo albañiles, carpinteros, herreros, etc. Fijar, sedentarizar la fuerza de trabajo, regular el movimiento del flujo de trabajo, asignarle canales y conductos, crear corporaciones en el sentido de organismos y, para lo demás, recurrir a una mano de obra forzosa, reclutada in situ (corvea) o entre los indigentes (talleres de caridad), ésa fue siempre una de las tareas fundamentales del Estado, con la que se proponía a la vez acabar con un vagabundeo de banda y un nomadismo de cuerpo. Si volvemos al ejemplo gótico es para recordar lo mucho que viajaban los compagnons, construyendo catedrales aquí y allá, diseminando las obras, disponiendo de una potencia activa y pasiva (movilidad y huelga) que evidentemente no convenía a los Estados. La respuesta del Estado es dirigir las obras, introducir en todas las divisiones del trabajo la distinción suprema de lo intelectual y lo manual, de lo teórico y lo práctico, copiada de la diferencia “gobernantes-gobernados”. Tanto en las ciencias nómadas como en las ciencias reales encontraremos la existencia de un “plan”, pero que en modo alguno es el mismo. Al plano sobre el suelo del compagnon gótico se opone el plano métrico sobre papel del arquitecto exterior a la obra. Al plan de consistencia o de composición se opone otro plan, que es de organización y de formación. A la talla por corte a escuadra de las piedras se opone la talla por paneles, que implica la construcción de un modelo reproducible. No sólo se dirá que ya no se necesita un trabajo calificado: se necesita un trabajo no cualificado, una descalificación del trabajo. El Estado no confiere un poder a los intelectuales o creadores de conceptos, sino que, por el contrario, los convierte en un organismo estrechamente dependiente, cuya autonomía sólo es ilusoria, pero que, sin embargo, es suficiente para anular toda capacidad en aquellos a los que ya sólo hacen reproducir o ejecutar. Lo que no impide que el Estado tenga aún dificultades con ese cuerpo de intelectuales que él mismo ha engendrado, pero que reivindica nuevas pretensiones nomádicas y políticas. En cualquier caso, si el Estado se ve constantemente obligado a reprimir las ciencias menores y nómadas, si se opone a las esencias difusas, a la geometría operatoria del trazo, no es en virtud de un contenido inexacto o imperfecto de esas ciencias ni de su carácter mágico o iniciático, sino porque implican una división del trabajo que se opone a la de las normas de Estado. La diferencia no es extrínseca: la forma en que una ciencia, o una concepción de la ciencia, participa en la organización del campo social, y en particular induce una división del trabajo, forma parte de esa misma ciencia. La ciencia real es inseparable de un modelo “hilomórfico”, que implica a la vez una forma organizadora para la materia y una materia preparada para la forma; a menudo se ha mostrado cómo este esquema derivaba no tanto de la técnica o de la vida como de una sociedad dividida en gobernantes-gobernados, luego en intelectuales-manuales. Lo que lo caracteriza es que toda la materia se sitúa del lado del contenido, mientras que toda la forma se sitúa en la expresión. Diríase que la ciencia nómada es más sensible de forma inmediata a la conexión del contenido y de la expresión por sí mismos, teniendo cada uno de estos dos términos forma y materia. Por eso para la ciencia nómada la materia nunca es una materia preparada, así pues, homogeneizada, sino que es esencialmente portadora de singularidades (que constituyen una forma de contenido). Y la expresión tampoco es formal, sino inseparable de rasgos pertinentes (que constituyen una materia de expresión). Es, pues, un esquema completamente distinto, como ya veremos. Podemos hacernos ya una idea de esta situación si pensamos en la característica más general del arte nómada, en el que la conexión dinámica del soporte y del ornamento sustituye la dialéctica materia-forma. Así, desde el punto de vista de esta ciencia que se presenta como arte y también como técnica, la división del trabajo existe plenamente, pero no adopta la dualidad forma-materia (incluso con correspondencias biunívocas). Más bien sigue las conexiones entre singularidades de materia y rasgos de expresión y se establece al nivel de esas conexiones, naturales o forzosas (12) Es una organización distinta del trabajo, y del campo social a través del trabajo… 
Habría que oponer dos tipos de ciencias o de actitudes científicas: una que consiste en “reproducir”, otra que consiste en “seguir”. Una sería de reproducción, de iteración y reiteración; otra sería de itineración, el conjunto de las ciencias itinerantes, ambulantes. La itineración se reduce con demasiada facilidad a una condición de la técnica, o de la aplicación y de la verificación de la ciencia. Pero no es así: seguir no es lo mismo que reproducir, nunca se sigue para reproducir. El ideal de reproducción, deducción o inducción forma parte de la ciencia real, en todas las épocas, en todos los lugares, y trata las diferencias de tiempo y de lugar como otras tantas variables de las que la ley extrae precisamente la forma constante: basta con un espacio gravífico y estriado para que se produzcan los mismos fenómenos, si se dan las mismas condiciones o si se establece la misma relación constante entre las condiciones diversas y los fenómenos variables. Reproducir implica la permanencia de un punto de vista fijo, exterior a lo reproducido: ver circular estando en la orilla. Pero seguir es algo totalmente distinto del ideal de reproducción. No mejor, sino otra cosa. Uno está obligado a seguir cuando está a la búsqueda de las “singularidades” de una materia, o más bien de un material, y no tratando de descubrir una forma; cuando escapa a la fuerza gravífica para entrar en un campo de celeridad; cuando deja de contemplar la circulación de un flujo laminar con una dirección determinada y es arrastrado por un flujo turbulento; cuando se aventura en la variación continua de las variables, en lugar de extraer de ellas constantes, etc. Y el sentido de la tierra no es el mismo: según el modelo legal, uno no cesa de reterritorializarse en un punto de vista, en un campo, según un conjunto de relaciones constantes; pero, según el modelo ambulante, el proceso de desterritorialización constituye y amplía el propio territorio. “Vete a tu primera planta y observa atentamente cómo circula el agua de lluvia a partir de ese punto. La lluvia ha debido transportar los granos lejos. Sigue los surcos que ha trazado el agua, así conocerás la dirección de circulación. Busca entonces la planta que en esa dirección está más alejada de la tuya. Todas las que crecen entre esas dos te pertenecen. Más tarde…, podrás ampliar tu territorio…” (13) Hay ciencias ambulantes, itinerantes, que consisten en seguir un flujo en un campo de vectores en el que las singularidades se distribuyen como otros tantos “accidentes” (problemas). Por ejemplo: ¿Por qué la metalurgia primitiva es necesariamente una ciencia ambulante, que proporciona a los herreros un estatuto casi nómada? Se puede objetar que, en esos ejemplos, se trata a pesar de todo de ir de un punto a otro (incluso si son puntos singulares), por mediación de canales, y que el flujo continúa siendo divisible en franjas. Pero esto sólo es cierto en la medida en que las actitudes y los procesos ambulantes están necesariamente relacionados con un espacio estriado, siempre formalizados por la ciencia real que los priva de su modelo, los somete al suyo, y sólo les permite subsistir a título de “técnica” o “ciencia aplicada”. Por regla general, un espacio liso, un campo de vectores, una multiplicidad no métrica siempre serán traducibles, y necesariamente traducidos, en un“compars”: operación fundamental gracias a la cual se instala y reposa en cada punto del espacio liso un espacio euclidiano tangente, dotado de un número suficiente de dimensiones, y gracias a la cual se reintroduce el paralelismo de dos vectores, al considerar la multiplicidad como inmersa en ese espacio homogéneo y estriado de reproducción, en lugar de continuar siguiéndola en una “exploración progresiva”. (14) Es el triunfo del logos o de la ley sobre el nomos. Ahora bien, la complejidad de la operación confirma precisamente las resistencias que debe vencer. Cada vez que se refiere la actitud y el proceso ambulante a su propio modelo, los puntos vuelven a adquirir su posición de singularidades que excluye cualquier relación biunívoca, el flujo vuelve a adquirir su aspecto curvilíneo y turbulento que excluye cualquier paralelismo de vectores, el espacio liso reconquista las propiedades de contacto que ya no le permiten ser homogéneo y estriado. Siempre hay una corriente gracias a la cual las ciencias ambulantes o itinerantes no se dejan interiorizar totalmente en las ciencias reales reproductivas. Y hay un tipo de científico ambulante que los científicos de Estado no cesan de combatir, o de integrar, o de aliarse con él, sin perjuicio de proponerle un papel menor en el sistema legal de la ciencia y de la técnica. 
No es que las ciencias ambulantes estén más impregnadas de actitudes irracionales, misterio, magia. Sólo cuando caen en desuso se convierten en eso. Además, las ciencias reales también se rodean de mucho sacerdocio y magia. Lo que sí se pone de manifiesto en la rivalidad entre los dos modelos es que en las ciencias ambulantes o nómadas la ciencia no está destinada a tomar un poder, ni siquiera un desarrollo autónomo. Carecen de medios para ello, pues subordinan todas sus operaciones a las condiciones sensibles de la intuición y de la construcción, seguir el flujo de materia, trazar y conectar el espacio liso. Todo se encuentra en una zona objetiva de flotamiento que se confunde con la propia realidad. Cualquiera que sea su sutileza, su rigor, el “conocimiento aproximado” sigue estando sometido a evaluaciones sensibles y sensitivas que hacen que plantee más problemas de los que puede resolver: lo problemático sigue siendo su único modelo. 
Por el contrario, lo característico de la ciencia real, de su poder teoremático o axiomático, es sustraer todas las operaciones a las condiciones de la intuición para convertirlas en verdaderos conceptos intrínsecos o “categorías”. Por eso en esta ciencia la desterritorialización implica una reterritorialización en el aparato conceptual. Sin ese aparato categórico, apodíctico, las operaciones diferenciales se verían obligadas a seguir la evolución de un fenómeno; es más, al realizarse las experimentaciones al aire libre, las construcciones sobre el suelo, nunca se dispondría de coordenadas capaces de convertirlas en modelos estables. Algunas de estas exigencias se traducen en términos de “seguridad”: las dos catedrales de Orleáns y de Beauvais se derrumban a finales del siglo XIX, los cálculos de control son difíciles de realizar en las construcciones de la ciencia ambulante. Ahora bien, aunque la seguridad forme parte fundamental tanto de las normas teóricas de Estado como del ideal político, también se trata de otra cosa. En virtud de todas sus actitudes, las ciencias ambulantes superan rápidamente las posibilidades del cálculo: se instalan en ese “algo más” que desborda el espacio de reproducción, chocan rápidamente con dificultades insuperables desde ese punto de vista, que eventualmente resuelven gracias a una operación sobre la marcha. Las soluciones deben venir de un conjunto de actividades que las constituyen como no autónomas. Nadie mejor que la ciencia real, por el contrario, para disponer de una potencia métrica que define el aparato conceptual o la autonomía de la ciencia (incluso de la ciencia experimental). De ahí la necesidad de asociar los espacios ambulantes a un espacio de homogeneidad, sin el cual las leyes de la física dependerían de puntos particulares del espacio. Pero no se trata tanto de una traducción como de una constitución: constitución que las ciencias ambulantes no se proponían, ni tienen los medios para proponérsela. En el campo de interacción de las dos ciencias, las ciencias ambulantes se contentan con inventar problemas, cuya solución remitiría a todo un conjunto de actividades colectivas y no científicas, pero cuya solución científica depende, por el contrario, de la ciencia real y de la manera en que esta ciencia en principio ha transformado el problema incluyéndolo en su aparato teoremático y su organización del trabajo. Algo parecido a lo que ocurre con la intuición y la inteligencia según Bergson, para el que únicamente la inteligencia dispone de los medios científicos para resolver formal-mente los problemas que la intuición plantea, mientras que ésta se contentaría con confiar en las actividades cualitativas de una humanidad que seguiría la materia. (15) 
Problema II: ¿Existe un medio de sustraer el pensamiento al modelo de Estado? Proposición IV: La exterioridad de la máquina de guerra es confirmada finalmente por la noología. 
A veces se critican algunos contenidos del pensamiento por juzgarlos demasiado conformistas. Pero el problema fundamental es el de la forma. El pensamiento ya se ajustaría de por sí a un modelo que toma prestado del aparato de Estado, y que le marcaría fines y caminos, conductos, canales, órganos, todo un organon. Existiría, pues, una imagen del pensamiento que recubriría todo el pensamiento, que sería el objeto especial de una “noología”, y que sería algo así como la forma-Estado desarrollada en el pensamiento. Esta imagen posee dos cabezas que remiten a los dos polos de la soberanía: un imperium del pensar verdadero, que opera por captura mágica, confirmación o lazo, que constituye la eficacia de una fundación (muthos); una república de los espíritus libres, que procede por pacto o contrato, que constituye una organización legislativa y jurídica, que aporta la sanción de un fundamento (logos). Esas dos cabezas interfieren constantemente en la imagen clásica del pensamiento: una “república de los espíritus en la que el príncipe sería la idea de un Ser supremo”. Y si las dos cabezas interfieren, no sólo es porque hay muchos intermediarios o transiciones entre las dos, y porque una prepara la otra y ésta se vale de la primera y la conserva, sino también porque, antitéticas y complementarias, se necesitan la una a la otra. No obstante, no hay que excluir que, para pasar de la una a la otra, se necesite un acontecimiento de otra naturaleza, “entre” las dos, y que se oculta fuera de la imagen, que se produce fuera de ella (16). Pero, si nos atenemos a la imagen, vemos que cada vez que se nos habla de un imperium de lo verdadero y de una república de los espíritus, no es una simple metáfora. Es la condición de constitución del pensamiento como principio o forma de interioridad, como estrato. 
Vemos perfectamente lo que el pensamiento gana con ello: una gravedad que nunca tendría de por sí, un centro que hace que todas las cosas, incluido el Estado, den la impresión de existir gracias a su propia eficacia o a su propia sanción. Pero el Estado gana otro tanto. En efecto, la forma-Estado gana algo esencial al desarrollarse así en el pensamiento: todo un consenso. Sólo el pensamiento puede inventar la ficción de un Estado universal por derecho, elevar el Estado a lo universal de derecho. Es como si el soberano deviniese único en el mundo, abarcase todo el oikumene y ya sólo tuviera que ver con sujetos, actuales o potenciales. Las potentes organizaciones extrínsecas, las bandas extrañas, han dejado de existir: el Estado deviene el único principio que establece la distinción entre sujetos rebeldes, que se remiten al estado natural, y sujetos dóciles, que de por sí remiten a su forma. Si para el pensamiento es interesante apoyarse en el Estado, no menos interesante es para el Estado desplegarse en el pensamiento, y recibir de él la sanción de forma única, universal. La particularidad de los Estados sólo es un hecho, e igual ocurre con su eventual perversidad o su imperfección. Pues, por derecho, el Estado moderno va a definirse como “la organización racional y razonable de una comunidad”: la única particularidad de la comunidad es interna o moral (espíritu de un pueblo), al mismo tiempo que su organización hace que contribuya a la armonía de un universal (espíritu absoluto). El Estado proporciona al pensamiento una forma de interioridad, pero el pensamiento proporciona a esta interioridad una forma de universalidad: “La finalidad de la organización mundial es la satisfacción de los individuos razonables dentro de los Estados particulares libres”. Entre el Estado y la razón se produce un curioso intercambio, que también es una proposición analítica, pues la razón realizada se confunde con el Estado de derecho, al igual que el Estado de hecho es el devenir de la razón (17). En la filosofía llamada moderna y en el Estado moderno o racional, todo gira alrededor del legislador y del sujeto. Es necesario que el Estado realice la distinción entre el legislador y el sujeto en tales condiciones formales que el pensamiento, por su parte, pueda pensar su identidad. Obedeced siempre, pues, cuanto más obedezcáis más dueños seréis, puesto que sólo obedeceréis a la razón pura, es decir, a vosotros mismos… Desde que la filosofía se ha atribuido el papel de fundamento, no ha cesado de bendecir los poderes establecidos y de calcar su doctrina de las facultades de los órganos de poder de Estado. El sentido común, la unidad de todas las facultades como centro del cogito, es el consenso de Estado llevado al absoluto. Ésa fue particularmente la gran operación de la “critica” kantiana, asumida y desarrollada por el hegelianismo. Kant no ha cesado de criticar los malos usos para mejor bendecir la función. No debe, pues, extrañarnos que el filósofo haya devenido profesor público o funcionario de Estado. Todo está regulado a partir del momento en que la forma-Estado inspira una imagen del pensamiento. Y a la in-versa. Evidentemente, según las variaciones de esta forma, la imagen presenta perfiles diferentes: ni siempre ha representado o designado al filósofo, ni lo representará siempre. Se puede ir de una función mágica a una función racional. Con relación al Estado imperial arcaico el poeta ha podido desempeñar el papel de creador de imagen (18). En los Estados modernos el sociólogo ha podido sustituir al filósofo (por ejemplo cuando Durkheim y sus discípulos han querido dar a la república un modelo laico del pensamiento). En la actualidad, el psicoanálisis, en un retorno a la magia, aspira al papel de Cogitatio universalis como pensamiento de la Ley. Existen otros rivales y pretendientes. La noología, que no se confunde con la ideología, es precisamente el estudio de las imágenes del pensamiento y de su historicidad. En cierto sentido, diríase que eso apenas tiene importancia, que la gravedad del pensamiento sólo era una broma. Pero el pensamiento sólo pide eso: que no se lo tome en serio, puesto que de esa manera puede pensar mejor por nosotros, y engendrar siempre sus nuevos funcionarios; cuanto menos en serio tomen las personas al pensamiento, más piensan conforme a lo que quiere el Estado. En efecto, ¿qué hombre de Estado no ha soñado con esa pequeña cosa imposible, ser un pensador? 
Pues bien, la noología choca con contra-pensamientos cuyos actos son violentos, las apariciones discontinuas, la existencia móvil a lo largo de la historia. Son los actos de un “pensador privado”, por oposición al profesor público: Kierkegaard, Nietzsche o incluso Chestov… Donde quiera que habiten, aparece la estepa o el desierto. Destruyen las imágenes. Quizás el Schopenhauer educador de Nietzsche sea la mayor crítica que se haya hecho a la imagen del pensamiento y su relación con el Estado. No obstante, “pensador privado” no es una expresión satisfactoria, puesto que carga las tintas sobre una interioridad, cuando se trata de un pensamiento del afuera. (19). Poner el pensamiento en relación inmediata con el afuera, con las fuerzas del afuera, en resumen, convertir el pensamiento en una máquina de guerra, es una empresa extraña cuyos procedimientos precisos se pueden estudiar en Nietzsche (el aforismo, por ejemplo, es muy diferente de la máxima, pues una máxima, en la república de las letras, es como un acto orgánico de Estado o un juicio soberano, mientras que un aforismo siempre espera su sentido de una nueva fuerza exterior, de una última fuerza que debe conquistarlo o someterlo, utilizarlo). Pero también hay otra razón por la que “pensador privado” no es una buena expresión: pues si bien es cierto que este contra-pensamiento habla de una soledad absoluta, es una soledad extraordinariamente poblada, como el propio desierto, una soledad que ya enlaza con un pueblo futuro, que invoca y espera a ese pueblo, que sólo existe gracias a él, incluso si todavía no existe. “…Carecemos de esta última fuerza, a falta de un pueblo que nos empuje. Buscamos ese apoyo popular…” Todo pensamiento ya es una tribu, lo contrario de un Estado. Y esa forma de exterioridad para el pensamiento no es en absoluto simétrica de la forma de interioridad. Para ser más exactos, la simetría sólo podría existir entre polos o núcleos diferentes de interioridad. Pero la forma de exterioridad del pensamiento –la fuerza siempre exterior a sí misma o la última fuerza, la  potencia– no es en modo alguno otra imagen que se opondría a la imagen que se inspira en el aparato de Estado. Al contrario, es la fuerza que destruye la imagen y sus copias, el modelo y sus reproducciones, toda posibilidad de subordinar el pensamiento a un modelo de lo Verdadero, de lo Justo o del Derecho (lo verdadero cartesiano, lo justo kantiano, el derecho hegeliano, etc.). Un “método” es el espacio estriado de la cogitatio universalis y traza un camino que debe seguirse de un punto a otro. Pero la forma de exterioridad sitúa al pensamiento en un espacio liso que debe ocupar sin poder medirlo y para el que no hay método posible, ni reproducción concebible, sino únicamente etapas, intermezzi, reactivaciones. El pensamiento es como el Vampiro, no tiene imagen, ni para crear modelo, ni para hacer copia. En el espacio liso del Zen, la flecha ya no va de un punto a otro, sino que será recogida en un punto cualquiera, para ser reenviada a otro punto cualquiera, y tiende a permutar con el tirador y el blanco. El problema de la máquina de guerra es el del relevo, incluso con pobres medios, y no el problema arquitectónico del modelo o del monumento. Un pueblo ambulante de relevadores, en lugar de una ciudad modelo. “La naturaleza envía al filósofo a la humanidad como una flecha; no apunta, pero confía en que la flecha quedará clavada en algún sitio. Actuando de esa manera, se equivoca infinidad de veces y siente amargura por ello. (…) Los artistas y los filósofos son un argumento contra la finalidad de la naturaleza en sus medios, aunque constituyen una excelente prueba para la sabiduría de sus fines. Nunca afectan más que a un pequeño número, cuando deberían afectar a todo el mundo, y la forma en la que el pequeño número es afectado no responde a la fuerza que ponen los filósofos y los artistas en lanzar su artillería…” (20) 
Nosotros pensamos sobre todo en dos textos patéticos, en el sentido de que en ellos el pensamiento es verdaderamente un pathos(un antilogos y un antimuthos). El texto de Artaud, en sus cartas a Jacques Riviere, explicando que el pensamiento se ejerce a partir de un desmoronamiento central, que sólo puede vivir de su propia imposibilidad para crear forma, poniendo de relieve únicamente rasgos de expresión en un material, desarrollándose periféricamente, en un puro medio de exterioridad, en función de singularidades no universalizables, de circunstancias no interiorizables. Y también el texto de Kleist, “A propósito de la elaboración progresiva de pensamientos al hablar”: Kleist denuncia en él la interioridad central del concepto como medio de control, control de la palabra, de la lengua, pero también control de los afectos, de las circunstancias e incluso del azar. A él opone un pensamiento como proceso y desarrollo, un curioso diálogo antiplatónico, un antidiálogo entre el hermano y la hermana, en el que el uno habla antes de saber y el otro ya ha tomado el relevo antes de haber entendido: es el pensamiento del Gemut, dice Kleist, que procede como debería hacerlo un general en una máquina de guerra, o como un cuerpo que se carga de electricidad, de intensidad pura. “Mezclo sonidos inarticulados, prolongo los términos de transición, utilizo igualmente las oposiciones justo donde no serían necesarias.” Ganar tiempo, y quizá después renunciar, o esperar. Necesidad de no tener el control de la lengua, de ser un extranjero en su propia lengua, para que la palabra venga hacia uno y “crear algo incomprensible”. ¿Sería ésa la forma de exterioridad, la relación entre el hermano y la hermana, el devenir-mujer del pensador, el devenir-pensamiento de la mujer: el Gemut, que ya no se deja controlar, que forma una máquina de guerra? Un pensamiento que se enfrenta a fuerzas exteriores en lugar de recogerse en una forma interior, que actúa por etapas en lugar de formar una imagen, un pensamiento-acontecimiento, en lugar de un pensamiento-sujeto, un pensamiento problema en lugar de un pensamiento esencia o teorema, un pensamiento que recurre a un pueblo en lugar de tomarse por un ministerio. ¿Acaso es un azar si cada vez que un “pensador” lanza así una flecha, siempre hay un hombre de Estado, una sombra o una imagen de hombre de Estado que le aconseja y amonesta y quiere fijar una “meta”? Jacques Riviere no duda en responder a Artaud: trabaje, trabaje, todo se arreglará, llegará a encontrar un método y a expresar adecuadamente lo que con todo derecho piensa (cogitatio universalis). Riviere no es un jefe de Estado, pero no es el último en la Noveau Revue Française que se ha tomado por el príncipe secreto en una república de las letras o por la eminencia gris en un Estado de derecho. Lenz y Kleist se enfrentaban a Goethe, genio grandioso, verdadero hombre de Estado entre todos los hombres de letras. Pero lo peor no es eso: lo peor es cómo los propios textos de Kleist, de Artaud, acaban convirtiéndose en un monumento e inspiran un modelo a imitar mucho más insidioso que el otro, para todos los tartamudos artificiales y los innumerables calcos que pretenden equipararse a ellos. (…) 
PROPOSICIÓN: AXIOMÁTICA Y SITUACIÓN ACTUAL 
3. Modelos, isomorfía. En principio, todos los Estados son isomorfos, es decir, son dominios de realización del capital en función de un solo y mismo mercado mundial exterior. Ahora bien, un primer problema sería saber si la isomorfía implica una homogeneidad o incluso una homogeneización de los Estados. Así ocurre, como se ve en la Europa actual, en lo relativo a la justicia y a la policía, al código de circulación, a la circulación de mercancías, a los costes de producción, etc. Pero sólo es cierto en la medida en que se tiende hacia un mercado interior único integrado. De lo contrario, el isomorfismo no implica en modo alguno homogeneidad: hay isomorfía, pero heterogeneidad, entre Estados totalitarios y socialdemócratas, siempre que el modo de producción es el mismo. Las reglas generales a este respecto son las siguientes: la consistencia, el conjunto o la unidad de la axiomática son definidos por el capital como “derecho” o relación de producción (para el mercado); la independencia respectiva de los axiomas no contradice en modo alguno este conjunto, sino que procede de las divisiones y sectores del modo de producción capitalista; la isomorfía de los modelos, con los dos polos de adjunción y de sustracción, equivale a la distribución en cada caso del mercado interior y del mercado exterior. 
Ahora bien, ésta sólo es una primera bipolaridad que es válida para los Estados del centro y bajo el modo de producción capitalista. Pero el centro ha visto cómo se le imponía una segunda bipolaridad Oeste-Este, entre los Estados capitalistas y los Estados socialistas burocráticos. Pues bien, aunque esta nueva distinción pueda repetir ciertos rasgos de la precedente (al ser asimilados los Estados llamados socialistas a Estados totalitarios), el problema se plantea de otro modo. Las numerosas teorías de “convergencia”, que intentan demostrar una cierta homogeneización de los Estados del Este y del Oeste, son poco convincentes. Ni siquiera el isomorfismo conviene: hay heteromorfía real, no sólo porque el modo de producción no es capitalista, sino porque la relación de producción no es el Capital (sería más bien el Plan). No obstante, si los Estados socialistas siguen siendo modelos de realización de la axiomática capitalista es en función de la existencia de un solo y único mercado mundial exterior que sigue siendo aquí el factor decisivo, por encima incluso de las relaciones de producción de las que deriva. Incluso puede suceder que el plan burocrático socialista tenga como una función parasitaria con relación al plan del capital, que pone de manifiesto una creatividad mayor, del tipo “virus”. 
Por último, la tercera bipolaridad fundamental es la del centro y de la periferia (Norte-Sur). En virtud de la independencia respectiva de los axiomas, se puede decir con Samir Amin que los axiomas de la periferia no son los mismos que los del centro. Y, una vez más, la diferencia y la independencia de los axiomas no comprometen en modo alguno la consistencia de la axiomática de conjunto. Al contrario, el capitalismo central tiene necesidad de esta periferia constituida por el Tercer Mundo, en la que instala una gran parte de su industria más moderna, donde no se contenta con invertir capitales, sino que le proporciona capital. Por supuesto, el problema de la dependencia de los Estados del Tercer Mundo es evidente, pero no es el más importante (es una herencia del antiguo colonialismo). Es evidente que incluso la independencia de los axiomas nunca ha garantizado la independencia de los Estados, sino que más bien asegura una división internacional del trabajo. Una vez más, el problema fundamental es el de la isomorfía en relación con la axiomática mundial. Pues bien, en gran medida, hay isomorfía entre los Estados Unidos y las tiranías más sanguinarias de América del Sur (o bien entre Francia, Inglaterra, la República Federal de Alemania y ciertos Estados africanos). Sin embargo, por más que la bipolaridad centro-periferia, Estados del centro y del Tercer Mundo, repita a su vez rasgos distintivos de las dos bipolaridades precedentes, también escapa a ellas y plantea otros problemas. Pues en una gran parte del Tercer Mundo, la relación de producción general puede ser el capital, e incluso en todo el Tercer Mundo, en el sentido de que el sector socializado puede utilizar esa relación y en ese caso continuarla por su cuenta. Pero el modo de producción no es necesariamente capitalista, no sólo en las llamadas formas arcaicas o de transición, sino en los sectores más productivos y de alta industrialización. Se trata, pues, de un tercer caso, incluido en la axiomática mundial: cuando el capital actúa como relación de producción, pero en modos de producción no capitalistas. Se hablará entonces de una polimorfía de los Estados del Tercer Mundo con relación a los Estados del centro. Y es una dimensión de la axiomática tan necesaria como las otras: incluso mucho más necesaria, puesto que la heteromorfía de los llamados Estados socialistas le ha sido impuesta al capitalismo que la digiere a duras penas, mientras que la polimorfía de los Estados del Tercer Mundo es parcialmente organizada por el centro, como axioma de sustitución de la colonización. 
Siempre encontramos el problema literal de los modelos de realización de una axiomática mundial: la isomorfía de los modelos, en principio en los Estados del centro; la heteromorfía impuesta por el Estado socialista burocrático; la polimorfía organizada de los Estados del Tercer Mundo. Una vez más, sería absurdo creer que la inserción de los movimientos populares en todo ese campo de inmanencia está condenada de antemano, y suponer, o bien que hay “buenos” Estados que serían democráticos, socialdemócratas, o en el otro extremo socialistas, o bien, por el contrario, que todos los Estados son equivalentes y homogéneos. 
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Glosario 
Agenciamiento: Concepto más amplio que el de estructura, sistema, formación, etc. Un agenciamiento reúne componentes heterogéneos, tanto de orden biológico como social, maquínico, gnoseológico, imaginario. En la teoría esquizoanalítica del inconsciente, el agenciamiento es concebido como sustituto del “complejo” freudiano. 
Código/sobrecodifcación: La noción de código se utiliza aquí en un sentido amplio: se refiere tanto a los sistemas semióticos como a los flujos sociales y a los materiales. El término “sobrecodificación” corresponde a una codificación en segundo grado. 
Devenir: Término relativo a la economía del deseo. Los flujos del deseo proceden por efectos y devenires, independientemente del hecho de que puedan o no atravesar personas, imágenes, identificaciones. De esta manera, un individuo etiquetado antropológicamente como masculino puede ser atravesado por devenires múltiples y, aparentemente, contradictorios: devenir mujer que coexiste con un devenir niño, un devenir animal, etcétera. 
Flujo: Los flujos materiales y semióticos “preceden” a los sujetos y a los objetos. El deseo, por lo tanto, no es, inicialmente, ni subjetivo ni representacional: él es una economía de flujos. 
Territorialidad/desterritorialización/reterritorialización: Se comprende el concepto de territorio en un sentido amplio, que sobrepasa el uso que suelen hacer la etnología y la etología. Los seres existentes se organizan según territorios que los delimitan y los articulan a los demás y a los flujos. El territorio puede ser referido tanto a un espacio habitado como a un sistema perceptivo/percibido, en el cual un sujeto se siente “en casa”. El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación realizada sobre sí mismo. El territorio puede ser desterritorializado, esto es, abrirse, en líneas de fuga y salir de su curso. La reterritorialización consiste en una tentativa de recomposición de un territorio desgajado en un proceso desterritorializante. El capitalismo es un buen ejemplo de sistema permanente de reterritorialización: las clases dominantes están constantemente intentando “recapturar” los procesos de desterritorialización en el orden de la producción y de las relaciones sociales. 
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Notas 
1.  Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado, Ed. Monte Ávila, Caracas, 1978. Archéologie de la violence y Malheur du guerrier sauvage, en Libre 
1 y Libre 2, Payot (trad. cast. Investigaciones en antropología política, Gedisa). En este último texto Clastres hace la descripción del destino del guerrero en la sociedad primitiva y analiza el mecanismo que impide la concentración de poder (igualmente, Mauss había demostrado que el potlach era un mecanismo que impedía la concentración de riqueza). 
2.  Jacques Meunier, Les gamins de Bogotá, Lattès, pág. 159 (“Chantage à la dispersion”), pág. 177. Cuando es necesario, “son los otros niños, mediante un complicado juego de vejaciones y de silencios, los que lo convencen de que debe abandonar la banda”. Meunier subraya hasta qué punto el destino del ex niño está comprometido: no sólo por razones de salud, sino porque se integra mal en el “hampa”, que para él es una sociedad demasiado jerarquizada, demasiado centralizada, demasiado centrada en órganos de poder (pág. 178). Sobre las bandas de niños, cf. también la novela de Jorge Amado, Capitaines des Sables, Gallimard (trad. cast. en Alianza). 
3.  Cf. I. S. Bernstein, La dominance sociale chez les primates, en Recherche Nº 91, julio 1978. 
4.  Clastres, La société contre l’État, pág. 170: “La aparición del Estado ha efectuado la gran división tipológica entre Salvajes y Civilizados, ha inscrito el imborrable corte más allá del cual todo cambia, pues el tiempo deviene Historia”. Para explicar esta aparición, Clastres invocaba en primer lugar un factor demográfico (pero “sin tratar de sustituir un determinismo económico por un determinismo geográfico…”); y también la eventual aceleración de la máquina de guerra (?) o bien de una manera más inesperada, el papel indirecto de un cierto profetismo que, dirigido fundamentalmente contra los jefes, habría producido un poder temible por otras razones. Pero, evidentemente, no podemos prejuzgar soluciones más elaboradas que Clastres habría dado a este problema. Sobre el eventual papel del profetismo, véase el libro de Hélène Clastres, La terre sans mal, le prophétisme tupi-guarani, Ed. du Seuil (trad. cast. en Ediciones del Sol). 
5.  Michel Serres, La naissance de la physique dans le texte de Lucrèce. Fleuves et turbulences, Ed. de Minuit (trad. castellana Ed. Siglo XXI). Serres es el primero que ha destacado los tres puntos que vienen a continuación; el cuarto no parece que enlace con ellos. 
6.  Pierre Boulez distingue así dos espacios-tiempos de la música: en el espacio estriado, la medida puede ser tanto irregular como regular, siempre es asignable, mientras que, en el espacio liso, el corte o la separación “podrá efectuarse donde se quiera”. Cf. Penser la musique aujourd ‘hui, Gonthier, págs. 95-107. 
7.  La geometría griega está atravesada por la oposición de estos dos polos, teoremático y problemático, y por el triunfo relativo del primero: Proclo, en sus Comentarios al primer libro de los elementos de Euclides, analiza la diferencia entre los polos y la ilustra con la oposición Peusipo-Meneomo. Las matemáticas siempre estarán atravesadas por esta tensión: así, por ejemplo, el elemento axiomático entrará en conflicto con una corriente problemática, “intuicionista” o “constructivista”, que propugna un cálculo de los problemas muy diferente de la axiomática y de la teoremática: cf. Boulignad, Le déclin des absolus mathématico-logiques, Ed. d’Enseignement Supérieur. 
8.  Paul Virilio, L’insécurité du territoire, pág. 120: “Sabemos cómo, con Arquímedes, se terminó la era de la joven geometría como libre investigación creadora (…) La espada de un soldado romano ha cortado su hilo, dice la tradición. Al matar la creación geométrica, el Estado romano construirá el imperialismo geométrico de Occidente”. 
9.  Con Monge, y sobre todo con Poncelet, los límites de la representación sensible o incluso espacial (espacio estriado) son claramente superados, pero no tanto hacia una potencia simbólica de abstracción como hacia una imaginación transespacial o transintuición (continuidad). Véase el comentario de Brunschvicg sobre Poncelet, Les étapes de la Philosophie mathématique. Presses Universitaires de France. 
10.Michel Serres (pág. 105 y ss.) analiza a este respecto la oposición D’Alembert-Bernouilli. Más generalmente se trata de una diferencia entre dos modelos de espacio: “La cuenca mediterránea carece de agua y el que tiene el poder es el que drena las aguas. De ahí ese mundo físico en el que el drenaje es esencial y en el que el clinamen parece la libertad, puesto que es precisamente esa turbulencia que niega la circulación forzosa. Incomprensible para la teoría científica, incomprensible para el señor de las aguas. (…) De ahí la gran figura de Arquímedes: señor de los cuerpos flotantes y de las máquinas militares”. 
11. Cf. Benveniste, Problèmes de linguistique générale, “La noción de ritmo en su expresión lingüística”, págs. 327-375 (trad. cast. en Ed. Siglo XXI). Este texto, considerado a menudo como decisivo, nos parece ambiguo, pues invoca a Demócrito y al atomismo sin tener en cuenta el problema hidráulico y convierte el ritmo en una “especialización secundaria” de la forma. 
12. Gilbert Simondon ha llevado muy lejos el análisis y la crítica del esquema hilomórfico y de sus presupuestos sociales (“la forma corresponde a lo que el hombre que manda ha pensado en sí mismo y que debe expresar de manera positiva cuando da sus órdenes: la forma es, pues, del orden de lo expresable”). A ese esquema forma-materia Simondon opone un esquema dinámico, materia provista de singularidades-fuerzas o condiciones energéticas de un sistema. El resultado es una concepción totalmente distinta de las relaciones ciencia-técnica. Cf. L’individu et sa genèse physico-biologique, Presses Universitaires de France, págs. 42-56. 
13. Castaneda, L’herbe du diable et la petite fumée, pág. 160 (trad. cast. en Fondo de Cultura Económica). 
14. Albert Lautman ha mostrado de forma muy clara cómo los espacios de Riemann, por ejemplo, aceptaban una conjunción euclidiana de tal manera que constantemente se pueda definir el paralelismo de dos vectores próximos; como consecuencia, en lugar de explorar una multiplicidad progresando en esa multiplicidad, se considera la multiplicidad “como inmersa en el espacio euclidiano de un número suficiente de dimensiones”. Cf. Les schémas de structure, Hermann, págs. 23-24, 43-47. 
15. Según Bergson, las relaciones intuición-inteligencia son muy complejas, están en constante interacción. Véase igualmente el tema de Boulignad: los dos elementos matemáticos “problema” y “síntesis global” sólo desarrollan su dualidad al entrar también en un campo de interacción, en el que la síntesis global fija en cada ocasión las “categorías” sin las cuales el problema no tendría solución general. Cf. Le déclin des absolus mathématicologiques, op. cit. 
16. Marcel Detienne, Les maîtres de vérité dans la Grèce archaique, Maspero (trad. cast. en Ed. Taurus), ha puesto claramente de manifiesto esos dos polos del pensamientos que corresponden a los aspectos de la soberanía según Dumèzil: la palabra mágico-religiosa del déspota o del “viejo del mar”, la palabra-diálogo de la ciudad. No sólo los personajes principales del pensamiento griego (el poeta, el sabio, el físico, el filósofo, el sofista)… se sitúan con relación a esos polos; Detienne también hace intervenir entre los dos el grupo específico de los guerreros, que asegura el paso o la evolución. 
17. Hay un hegelianismo de derechas que continúa vivo en la filosofía política oficial y que une el destino del pensamiento y del Estado. Kojève(Tyrannie et sagesse, Gallimard) y Eric Weil (Hegel et l’État Philosophie politique, Vrin) son sus representantes más recientes. De Hegel a Max Weber se ha desarrollado toda una reflexión sobre las relaciones del Estado moderno con la Razón, a la vez como racional-técnico y como razonable-humano. Si se objeta que esta racionalidad, ya presente en el Estado imperial arcaico, es el optimum de los propios gobernantes, los hegelianos responden que lo racional-razonable no puede existir sin un mínimo de participación de todos. Pero el problema más bien es saber si la propia forma de lo racional razonable no es extraída del Estado, a fin de darle necesariamente “razón”. 
18. Sobre el papel del poeta antiguo como “funcionario de la soberanía” cf. Dumèzil, Servius et la Fortune, pág. 64 y s., y Detienne, pág. 17 y s. 
19. Cf. el análisis de Foucault sobre Maurice Blanchot y una forma de exterioridad del pensamiento: “La pensée du dehors”, en Critique, junio 1966 (trad. cast. en Ed. Pre-Textos). 
20. Nietzsche, Schopenhauer éducateur, 7.

Apuntes sobre las elecciones santafesinas y sus anomalías

por Juan Pablo Hudson y Mario Santucho

La incertidumbre sobre el resultado de los comicios que tuvieron lugar el pasado domingo en Santa Fe no nos impiden arriesgar un primer análisis, con énfasis en los rasgos sorpresivos emergentes. Mientras la disputa de las fuerzas en pugna se concentra en el escrutinio definitivo, de final abierto, parece dibujarse un nuevo escenario político en la provincia, con una inflexión particular (hacia la izquierda) en Rosario.
En primer lugar, la crisis del socialismo adquiere una dimensión tal vez irreversible. A su imposibilidad para ofrecerse como alternativa nacional, se agrega el goteo incesante de sus apoyaturas en el plano local, y la descomposición orgánica de un esquema de gobernabilidad que primó durante la última década, desde que Hermes Binner accedió a la gobernación en 2007. Las irregularidades en las dos elecciones celebradas este año son sólo la punta de un iceberg, bajo el que se expande una corrosión sistémica que afecta al conjunto de las instituciones, incluyendo a las fuerzas de seguridad y a la Justicia.
Sin embargo, la noticia principal surgida de las últimas votaciones refiere a la incapacidad mostrada por el PRO para capitalizar el retroceso socialista. Lo que parecía una victoria cantada trasmutó en triple empate. Como consecuencia, el sueño de una ola de triunfos parciales que catapulte a Mauricio Macri a la elección nacional, entró en stand by. Mucho tuvo que ver el veloz crecimiento de la lista del Frente para la Victoria, encabezada por Omar Perotti, que logró desarticular la polarización prevista. Y, quizás, el puñado de voto útil hacia Miguel Lifchitz, por miedo a Miguel Del Sel, resulte a la postre decisivo.
Una interpretación inicial de los sufragios debería dar cuenta de la primacía de discursos conservadores, sobre todo en el plano ejecutivo. A escala provincial, el 60% del electorado apoyó a candidatos como el ingeniero Lifchitz (quien expresa el ala derecha del socialismo santafesino) y al cómico Del Sel, representante de la nueva derecha repúblicana. Otro 30% votó a Perotti, de sintonía ideológica con Daniel Scioli. Sin embargo, de confirmarse la derrota del PRO habrá que precisar el balance: más que conservador, tal vez se haya tratado de un pronunciamiento conservacionista de lo existente.
En las intendencias hubo varias sorpresas. En Villa Gobernador Gálvez, ubicada en la zona sur, muy cerca del monstruoso Casino, una de las localidades más violentas del Gran Rosario, se impuso el socialismo, a pesar de que siempre fue un bastión peronista. En Funes, donde se refugian entre paredones de barrios privados los pocos sectores que se beneficiaron de la especulación inmobiliaria, arrasó el PRO, debido a la cantidad de robos que hubo en el último tiempo, como consecuencia de la reconfiguración del delito que generó la llegada de la Gendarmería. En Puerto General San Martín y Bermúdez triunfó el kirchnerismo. Mientras que en la capital provincial ganó de nuevo el radicalismo, aliado al oficialismo provincial.
La anomalía rosarina

La sorpresa apareció en el capítulo legislativo, especialmente en Rosario, donde la izquierda cumplió una lección inesperada. El crecimiento salpicó al plano provincial, con el ingreso a la Cámara de Diputados del periodista Carlos Del Frade y de Mercedes Meier, tras lograr 85.000 votos. Pero fueron los cuatro concejales obtenidos por dos listas conformadas por organizaciones territoriales de la izquierda independiente (Ciudad Futura + Frente Popular y Social) y el posible ingreso de la candidata del FIT (en discusión por las irregularidades en el conteo), quienes patearon el tablero electoral en Rosario. Tres de los militantes electos (Caren Tepp, Juan Monteverde y Pitu Salinas) tienen menos de treinta años y la cuarta es la hermana del militante Pocho Lepratti, asesinado por la policía el 19 de diciembre de 2001. La misma ciudad que estuvo a dos puntos de ser gobernada por el partido de Macri, destinó nada menos que 140.000 votos (27,4%) para alternativas de izquierda. A lo que se suman los 80.000 que cosechó el Frente para la Victoria encabezado por Eduardo Toniolli, fundador de Hijos en la ciudad y referente del Movimiento Evita.
De esa montaña de sufragios, Ciudad Futura (alianza entre la agrupación Giros y Movimiento 26 de Junio) obtuvo 81.000 votos, posicionándose como tercera fuerza, dejando atrás al kirchnerismo y generando un bloque propio con tres ediles. Esa misma noche, envalentonados tras superar holgadamente el piso histórico reservado a las izquierdas, anunciaron que van por la intendencia 2019. Habrá que ver si son capaces de revertir cierta inclinación de los electorados de apoyar alternativas rojas en las legislativas que no se ratifican cuando se trata de elegir puestos ejecutivos. Mucho se jugará en lo que suceda a partir de diciembre. Si habrá una izquierda capaz de modificar la agenda legislativa, al compás de las luchas más urgentes que tienen lugar en las sangrientas periferias. O si primará un discurso moderado, más prolijo, que privilegie ofertar una imagen de gestión eficiente de los problemas vecinales.
Mientras se desarrolla el conteo definitivo, la reelecta intendenta Mónica Fein promete convocar a las fuerzas opositoras para generar un cogobierno. Parece un grito desesperado, poco verosímil. Los asesinatos siguen acechando, como fantasmas, aun durante la veda electoral: el jueves previo a los comicios dos sicarios asesinaron a balazos a Rolando Mansilla, un pibe de 12 años que custodiaba desde el techo un búnker de drogas en un barrio popular.
Cuando Santa Fe y Rosario parecían rendidos a los globos amarillos de la Propuesta Republicana, una porción mayoritaria de votantes mantuvo a regañadientes el maltrecho esquema actual de gobernabilidad y abrió las puertas de un Concejo Deliberante desde el que tal vez se perfile otro diálogo con los que luchan en aquellos territorios que se retuercen al compás de un nuevo e hiperviolento conflicto social.

El fin del relato progresista en América Latina

por Salvador Schavelzon


¿Se puede hablar de final de ciclo para los gobiernos progresistas en América Latina? Cuando hace poco se sucedieron triunfos electorales en Uruguay, Brasil, El Salvador y Bolivia, la pregunta pareció disiparse. Pero ella vuelve por otros caminos. No necesariamente el de también recientes derrotas en grandes ciudades o regiones de Brasil, Ecuador, Argentina o Bolivia. Éstas han tenido cierto peso simbólico, pero parecen remitir a un nuevo equilibrio más que a la interrupción del apoyo a nivel nacional. Lejos de las urnas, más bien, un posible momento de cambio todavía indeterminado parece sentirse en el agotamiento de un modelo y en la transformación interna de la narrativa política progresista, plurinacional o bolivariana.
Tanto a la izquierda como a la derecha del espacio político en que los gobiernos progresistas se establecen como centro, asistimos una reorganización de fuerzas y movilización en varios países. El mapa de la situación política no es homogéneo ni puede generalizarse, pero cierta inquietud se transmite desde la razón “gobernista”, término utilizado en Brasil para referirse a la defensa militante del gobierno, que no asume ni la más mínima crítica. En ese país, después de las primeras medidas de gobierno que siguieron al triunfo por mínima diferencia en las elecciones de octubre de 2014, el “gobernismo” muestra una notable dificultad para sostener el “relato” en que se sustenta.
De hecho, quizás sea Brasil donde el problema del fin de ciclo se muestra con mayor claridad. Al final, las movilizaciones opositoras de cuño expresivamente conservador en Argentina y Venezuela se vienen sucediendo sin que el apoyo hacia los gobiernos deje de ser firme y probablemente suficiente para ganar otra elección. Fuertes movilizaciones campesinas e indígenas en Ecuador y Bolivia, por otra parte, no horadan hasta ahora el voto mayoritario de Morales y Correa. En Brasil, las últimas mediciones de abril y mayo sobre imagen positiva de Dilma Rousseff llegaron al 7% en uno de los grandes institutos y en cerca de 10% en otros. Lula da Silva, probable candidato para 2018, no deja de ser afectado por el descontento. Es que, además de una oposición indignada, la crítica al gobierno alcanzó rápidamente la masa de votantes propios. Para el “gobernismo” más cínico, sin embargo, el neoliberalismo es una fase ya dejada atrás y la falta de popularidad se debe exclusivamente, tanto a una crisis en la que no tienen responsabilidad, como al trabajo de los grandes medios.
BRASIL. En realidad, la popularidad de Dilma Rousseff ya había sido baja en el estallido de junio de 2013 y durante la copa del mundo, dos momentos en que la indistinción del PT (Partido de los Trabajadores) con el poder empresarial y los partidos conservadores con los que cogobierna, o de la oposición, se mostraban evidentes desde las calles. Esta imagen de frente conservador, donde el progresismo se integra, es la base de la situación política que quiebra el relato.
En sentido opuesto, la elección presidencial de 2014 permitió al PT recuperar sus votantes históricos en una notable polarización del electorado, que eliminó a Marina Silva asociándola al neoliberalismo, y a Aecio Neves a fuerza del foco en lo social. Un voto desencantado, sin embargo, fue seguido por una verdadera indignación frente al armado del  gabinete de ministros y las primeras medidas. La Presidenta asumió políticas de ajuste y austeridad, en sentido notablemente contrario de lo prometido en la campaña electoral que todavía resonaba en los oídos.
Por intermediación de Lula, el PT incorporó al responsable económico del programa de la oposición, y dio lugar a un recorte de gastos que pesaría especialmente sobre la clase trabajadora y la educación. Otro nombramiento de impacto fue el de Katia Abreu en el Ministerio de Agricultura, homenajeada tiempo antes por los pueblos indígenas con el premio de “Miss Motosierra de Oro”, por su papel en la defensa de crímenes ambientales y el avance del agronegocio sobre tierras indígenas, dos causas de amplia sensibilización en la ciudad.
Al mismo tiempo, los gestos hacia los mercados no sirvieron para neutralizar manifestaciones de cientos de miles que pedían la destitución de Dilma, que con un discurso anticorrupción señaliza la posibilidad de un cierre del ciclo por el camino más conservador. Estas voces que salieron a la calle se expresan también en un congreso donde aumenta la influencia de la bancada “de la Bala, el Buey y la Biblia (BBB)”, con control de la Cámara de Diputados y con mucho más influencia sobre el gobierno que los movimientos sociales. Sectores conservadores en la base del gobierno y la oposición consiguieron que el gobierno frenara iniciativas educativas antihomofóbicas en curso, y se preparan esta semana para aprobar una enmienda constitucional que reduzca a 16 años la edad de la mayoría penal, después de haber aprobado la generalización de la tercerización, antes restringida, para todos los sectores de la economía.
Habiéndose alejado del proyecto de cambios que lo llevó al poder, sin capacidad para movilizar ni para frenar institucionalmente reformas conservadoras, y siendo partícipe de las mismas en algunos casos, como el del deterioro de los derechos del trabajo, el fin de ciclo se da con el progresismo en el comando, que incluso podrá volver a ganar desde un enfrentamiento electoral con los sectores con los que, en realidad, cogobierna.
MODELO. Aunque una derrota en Venezuela o Argentina sería significativa para la liga de presidentes del espacio que inauguró Chávez en 1999 y que hoy gobierna varios países, el fin de ciclo pasa por la aceptación de un modelo conservador, evaluado como condición necesaria para la estabilidad y continuidad política. Las encuestas y el cálculo electoral determinan así el proyecto político, que tiende al culto de lo institucional y la tecnocracia, aunque mantenga un discurso que construye su electorado a partir del énfasis en lo social. En Argentina, en ese sentido, el kirchnerismo se dispone a defender en la campaña a un candidato que nunca gozó de su confianza, pero que se acepta por medir mejor en las encuestas. Daniel Scioli, lanzado políticamente por Carlos Menem, demuestra que el peronismo sigue siendo más que el kirchnerismo y se presenta desde posiciones políticas que no se diferencian de las de sus rivales del espacio conservador.
La vieja política también se introduce en el MAS de Bolivia, desde una visión hegemonista que lo empeña hace tiempo a recurrir a figuras mediáticas o recicladas de la oposición, como si las decisiones electorales y acuerdos no tuvieran consecuencias en la gestión y rumbo político. Así, se abandonan objetivos que vayan más allá de la ocupación de las instituciones, sustituyendo la movilización popular por la incorporación de posiciones, visiones y demandas del enemigo, dejando atrás los tiempos que siguieron a la elección de Evo Morales en que hubo intentos de proponer reformas más contundentes o cuestionar la forma y funcionamiento del Estado, más allá de quien ocupara el sillón.
La imposibilidad de regeneración y vuelta a los orígenes, por otra parte, se limita desde la propia dinámica del sistema político, que financia las campañas desde el sector empresarial; o en la dependencia estatal de ingresos producto del peor desarrollo y el extractivismo, base también de alianzas espurias con caudillos locales y capital multinacional, sin responsabilidad ni horizonte más allá de la búsqueda del retorno más rápido posible de las inversiones. Buena parte de las políticas sociales son fruto de estos ingresos, por lo que la marca y popularidad de estos gobiernos se asocia íntimamente con estos tipos de explotación económica sumamente dependiente del precio internacional y con consecuencias ecológicas desastrosas.
En un balance, deben destacarse medidas importantes, como el avance en la articulación regional; la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de impunidad de la dictadura y la asignación universal por hijo en Argentina; algunos elementos de las constituciones de Bolivia y Ecuador; negociaciones soberanas de la deuda; reducción de la pobreza y la intervención social y de infraestructura en barrios. El final de ciclo también se relaciona con la interrupción de esas agendas, sin embargo, con un aumento de la pobreza en Argentina, y de la desocupación en Brasil, además de los límites de las luchas emprendidas, que no incorporan en el reconocimiento de derechos y defensa de garantías a las periferias y pueblos indígenas que enfrentan grandes obras y expulsión de territorios. Algunos tabús de esta época se rompieron con negociaciones de pactos bilaterales en Ecuador, y con el encarcelamiento de opositores en Venezuela. El balance también es negativo en la prometida industrialización y salida del modelo de economía primaria dependiente de precios de commodities.
DESARROLLO. A la hora de hablar de modificaciones estructurales de la desigualdad y la matriz económica, los gobiernos progresistas parecen transformados por el poder y las instituciones, antes que lo inverso. Mientras recetas ortodoxas anuncian nuevamente su llegada, alejan definitivamente la posibilidad de fortalecer procesos que desde el Vivir Bien apuesten por otro desarrollo. Al mismo tiempo, un nuevo marco ideológico, asumido por buena parte del progresismo para encarar la fase política actual, garantiza popularidad y la permanencia en el poder, pero a costo de abandonar principios anticapitalistas y demandas venidas de las movilizaciones que abrieron el ciclo político progresista. Esto es claro si vemos el avance de tres elementos: la ideología del consumo, el consenso del desarrollo y la agenda política traída por sectores religiosos.
La propaganda “gobernista” presenta el crecimiento en índices de consumo como acceso de millones a la clase media. Además de abandonar agendas campesinas, indígenas y obreras, la discusión deja de lado la revisión de prioridades en la economía y la forma de distribución —que continúa beneficiando mayormente a los más ricos. Tampoco complementa el acceso al consumo con un acento en el acceso a salud, educación y transporte de calidad, que permanecen ajenos a las mayorías.
La llegada del papa Francisco al Vaticano, días después de la muerte de Chávez, ya cosechó retrocesos en la legislación progresista, frenando cambios en el Código Civil argentino, y dando legitimidad a la ruptura de gobiernos con luchas de minorías que históricamente la izquierda defendió, cortando incipientes avances en algunos países. La transformación que convirtió a Bergoglio de autoridad de una iglesia conservadora que cierra muestras de arte o no asume una posición crítica durante la dictadura, a líder del progresismo, no habla solamente de una operación comunicacional, sino también del fin de ciclo del progresismo como lo conocimos hasta ahora. Consumo y agenda conservadora se conectan con la incorporación de un punto de vista estatal e hiperpresidencialista, articulando con identidades políticas nacionalistas, con sus variantes batllistas (doctrina política y económica iniciada por José Batlle y Ordóñez) en Uruguay, peronista en Argentina, emenerrista en Bolivia, cuando no de las propias dictaduras, si nos enfocamos en el modelo desarrollista adoptado.
Quizás deba tomarse en serio la propuesta de fundar una nueva internacional liderada por el papa Francisco, presentada por Gianni Vattimo y aplaudida por actores del progresismo “gobernista” nucleado en el Foro por la Emancipación y la Igualdad, en marzo de 2015 en Buenos Aires. Rafael Correa, en esa dirección, asumió este año una defensa sobreactuada y repentina contra lo que llamó “agenda abortista”, para impedir la regulación legislativa de este tema, y de “ideología de género” contra derechos de minorías. El posicionamiento se suma a sus ya clásicas diatribas contra ambientalistas e indígenas.
CONSERVADORES. La política que interviene en los antagonismos sociales, raciales y de ímpetu descolonizador, es así sustituida por valores conservadores desde una idea de confraternización y conciliación, que en el fondo deja de lado la lucha contra la desigualdad, más allá del asistencialismo que encuadra y desmoviliza a los sectores populares desde el paternalismo estatal o religioso.
El nuevo horizonte viene acompañado de un tratamiento de la disidencia como radicalismo contrario a los intereses de la nación. En el plano geopolítico, el aumento de la represión y criminalización de disidentes se articula con la visión hacia oriente, acercándose en el discurso y la economía a regímenes autoritarios como el de Rusia y China, también ya desprovistos de un horizonte anticapitalista y emancipador.
Sustituyendo clase trabajadora y movimientos sociales o indígenas por familia y clase media, el progresismo y la izquierda en el poder dejan de serlo por el camino de la seguridad y el consumo de nuevos nacionalismos desarrollistas. Este movimiento es claro en Nicaragua, donde Daniel Ortega y el sandinismo regresan al gobierno en 2007. El acercamiento con la iglesia que lo enfrentó en los 70 se da junto a la aprobación de una ley que prohíbe el aborto en cualquier situación. A finales del 2014, el congreso aprueba también, sin debate ni socialización de información, una ley que da origen a la construcción de un canal interoceánico, cediendo derechos soberanos por 50 años a una empresa china, reprimiendo y criminalizando campesinos y poblaciones que serán desplazadas. El ciclo político también se interrumpe cuando la política del desarrollo acerca a gobiernos bolivarianos, progresistas o de izquierda a las gestiones nacionalistas y liberales del Perú, Colombia o México, sin distinción en la instrumentalización del poder estatal para garantizar un modelo para nada progresista.
Más que un horizonte anti o post extractivista como alternativa de poder en un nuevo ciclo, vemos aparecer nuevas derechas con discursos renovados “para la gente” y “post-ideológicos” con la bandera que perdió la izquierda de la ética contra la corrupción. Sin participación y búsquedas de otra política que conecten luchas territoriales con luchas en las ciudades, el nuevo ciclo acabará cediendo lugar a un régimen autista e individualista que combine o alterne un nacionalismo social de discurso religioso y un republicanismo individualista de discurso antiestatal indignado.

Ante un nuevo aniversario del 20 de junio: Mi General: ¿cuánto vales?

(Políticas y poéticas del retorno)
 por Mariano Pacheco


 El 20 de junio de 1973, luego de 18 años de exilio (primero en Caracas –Venezuela–, después en República Dominicana y finalmente –por trece años– en Madrid, España), el entonces ex presidente constitucional Juan Domingo Perón, derrocado en 1955 por la dictadura autodenominada “Revolución  Libertadora” (rebautizada por Rodolfo Walsh como “Revolución Fusiladora” tras la matanza de José León Suárez en junio de 1956), retorna definitivamente al país. Ya había regresado en noviembre de 1972 (de allí la famosa foto en la que aparece bajando del avión junto al sindicalista José Ignacio Rucci, quien le sostiene el paraguas), pero entonces volvió al viejo continente para desde allí terminar de diseñar la estrategia que llevaría a su delegado Héctor Cámpora al gobierno, y luego, a él mismo a comenzar su tercer mandato constitucional como presidente de la república. La bibliografía sobre esos dieciocho años es abundante y en los últimos tiempos los trabajos historiográficos y ensayísticos han proliferado en abundancia, así que no insistiré demasiado en el asunto. Sobre la “Masacre de Ezeiza”, en aprticular, ya en 1985 Horacio Verbitsky publicó su libro Ezeiza, donde se da cuenta detalladamente lo acontecido ese 20 de junio de 1973.

Sí quisiera destacar una cuestión: que los mencionados fusilamientos de 1956, la resistencia peronista, la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, las figuras de John William Cooke (nombrado por Perón no solo su delegado personal sino su “único heredero” en caso de fallecimiento) y su compañera Alicia Eguren, los “caños” y sabotajes, las tomas de fábricas, las movilizaciones y actos relámpagos, el abstencionismo electoral ante la proscripción, la lucha por recuperar los sindicatos intervenidos y el cuerpo secuestrado de Eva Perón, la emergencia de una clase obrera y un estudiantado más combativos, el giro a la izquierda de un importante sector de la iglesia católica (y su acercamiento al “movimiento nacional”), las puebladas, la campaña del “Luche y vuelve” y la emergencia de las guerrillas (tanto marxistas como peronistas) son elementos archi conocidos, pero no por ello menos importantes de tener en cuenta a la hora de recordar el retorno de aquel líder popular, el militar de carrera que se había retirado del campo de batalla sin disparar un solo tiro. Tal vez, a modo de repaso veloz por todo ese proceso, los interesados puedan escuchar, a modo de resumen de aquella gesta, la “Cantata Montonera”, realizada en 1973 por el grupo Huerque Mapu.

En este breve texto me propongo tan solo detenerme en algunas narrativas que abordaron el día del retorno y a “el último Perón”. No el que escribió una carta tras la caída en combate (o asesinato) de Ernesto Guevara en Bolivia, ni el que decía desde el exilio que de contar con menos años “él también andaría poniendo bombas por ahí”, ni el que proclamó las fórmulas del “trasvasamiento generacional” y el justicialismo como “socialismo nacional”, sino el viejo líder que regresó a intentar reeditar la experiencia de alianza de clases del período 1945-1955, traducida casi dos décadas después como “pacto social”, es decir, como “pacificación y reconstrucción nacional”.

Desde ópticas distintas y mediando entre ambos libros una década, tanto Los reventados, de Jorge Asís (1974), como La novela de Perón (1985), de Tomás Eloy Martínez, tienen a la “Masacre de Ezeiza” como momento emblemático de la fisura al interior del movimiento peronista, y también, como momento que daría paso a eso que tiempo más tarde comenzamos a denominar como “Terrorismo de Estado”.
Poéticas del retorno

En sintonía con la época, o al menos, en clara sintonía con una porción de escritores de la época, Jorge Asís, “El Turco” Asís, logró con su segundo libro publicado, en 1974, ser parte de ese torrente de la literatura argentina que no tenía pudor en abordar las convulsionadas figuras y situaciones políticas. Así, Asís, con Los reventados, logra escribir y publicar una de las novelas más notables de la década del 70, cruzando cierto afán realista de esos años con la tradición de los bajos fondos inaugurada por Roberto Arlt. No es el objetivo de este breve ensayo detenerse minuciosamente en un análisis de la novela, aunque sí tomar algunos breves pasajes que nos permitan dar cuenta de cómo un escritor es capaz de construir una obra literaria de importantes dimensiones tomando como material para su elaboración situaciones políticas del momento.

“Reventados” es la primera palabra que aparece escrita en el libro de Asís. Por supuesto, no se refiere –no todavía– a los militantes de la izquierda peronista que serán reventados en Ezeiza el 20 de junio de 1973. La novela comienza unos días antes de ese trágico episodio de la historia argentina, cuando un grupo de “reventados” (más ligados al submundo marginal arltiano) se proponen hacer una “rosqueta” que les de dinero. La lengua popular porteña es uno de los fuertes de este texto que logra, de algún modo, provocar momentos de risa en el lector, a pesar de lo terrible que se está contando. Aquí también funciona esa especie de “escalera de verdugos” presente en la narrativa de Arlt. Así como están quienes planean una “rosqueta” mayor (lograr imprimir las “fotos del retorno” para una publicación clandestina, a pesar del paro decretado por la CGT para ese día), también Asís nos presenta a los que buscan sacar su tajada con una “rosqueta” menor: vender posters con la foto de Perón, junto a sus caniches, el mismo día en que Perón retornará a la Argentina, tras 18 años de exilio.

Toda una ética lumpen se contrapone con la ética militante de la época. Lo interesante, es que tanto los personajes del bajos fondos  como los de la derecha peronista aparecen emparentados en esta ética, o ausencia de… A tal punto que uno de ellos llegó a “hacer negocios” con la ayuda que el Ministerio de Bienestar Social (a cuyo frente se encontraba El Brujo López Rega) debía enviarle a los inundados en Santa Fe (“Está bien, que se salve, me dijo el reventado para qué le voy a mandar leche condensada a la gente, para qué si en su puta vida la vieron la leche condensada, no la chuparon ni en fotografía. Me dijo el reventado para qué voy a darles las frazadas si se taparon siempre con bolsas de arpillera…”).

Unos y otros, desde distintos lugares, buscan “zafar”. Con la gran diferencia que los “lumpenes” caen simpáticos, porque en el fondo son “humillados y ofendidos” que tratan de sobrevivir. Los otros, los lumpenes inscriptos en las lógicas de dominación, los que integran las patotas primero y las bandas parapoliciales después, van a ser directamente torturadores y asesinos a sueldo. Estos otros, en cambio, solo intentan zafar.

“Qué queres Vitaca. Que nos metamos a trabajar en una fábrica. Te lo imaginas al Chocolatero trabajando en una fábrica, en al Alpargatas, en la Ducilo, déjame de joder…”. Tan “buscas” son estos reventados que, en medio de la movilización, acomodan sus cánticos según qué columna pase, aunque los manifestantes de la tendencia los acusen de “robarle al pueblo” y reclaman que regalen los posters si de verdad son peronistas. Incluso llegan “mimetizarse” con una columna de la JP de La Pampa, diciendo que uno de ellos había vivido en Santa Rosa, para comerles las empanadas. Pero los verdaderos reventados, en realidad, son esos militantes, que ven el horror confundirse con la fiesta.

–Che, ¿esos ruidos no son tiros?, preguntó Tachito, pero había un bochinche bárbaro porque justo pasaba la Juventud Peronista de Bernal y los bombos sonaban estrepitosamente.

“Tachito”, como apodaron los reventados al taxista al que contrataron para llevar los posters a Ezeiza, es peronista, como su padre, como su abuelo, y ante el ofrecimiento del “trabajito” dijo “ma sí, si igual pensaba ir”. Por eso cada tanto se entremezcla con las columnas, y salta y canta por la patria socialista.

Una década más tarde –Proceso de Reorganización Nacional mediante– Tomás Eloy Martínez (que desde otro registro también escribió en los 70 sobre lo que estaba sucediendo, con ese libro brillante titulado La pasión según Trelew), volvió sobre ese momento, sobre ese día trágico en la historia nacional. Cuando en 1985 Tomás Eloy publicó La novela de Perón, todavía estaban frescas las heridas provocadas por el Terrorismo de Estado en el cuerpo social, y situar su fecha de inicio antes del 24 de marzo de 1976 fue, sin duda, un aporte pionero. 

Ya en el primer capítulo del libro (“Adiós a Madrid”), Tomás Eloy presenta a un Perón enojado con Cámpora, regresando al país –aquel 20 de junio de 1973– respaldándose en López Rega e Isabel, Rucci y Oscinde. Un Perón al que se le escucha decir:

“Cada día me traen de Buenos Aires noticias que me alarman… Oigo que si razón alguna entran desconocidos a las fábricas y las ocupan en nombre de Perón, desalojando a sus propietarios legítimos… He sabido que molestan y golpean a los gremialistas más fieles, invocando un peronismo que no es el mío… Hasta me han dicho que llaman por teléfono a generales, en medio de la noche, para amenazar a los familiares…¿Qué locuras son esas? Los ultras están infiltrándonos el movimiento por todas partes, arriba y abajo. No seremos violentos pero tampoco vamos a ser tontos. ¡Eso se lo puedo asegurar!”.

El Perón de esta novela es un hombre obsesionado por el “desorden” que reina en el país. “Estaba diciéndole precisamente a Cámpora que con tanta descomposición y caos en la Argentina no podemos darnos el lujo de andar por el mundo tomando champán. Por eso tengo que volver a mi pobre país: para que todos aprendan a caminar derechito”.
Políticas de la memoria

Las poéticas palabras pronunciadas por “El General” en su último discurso, el 12 de junio de 1974 (“llevo en mis oídos la música más maravillosa, que es para mí la palabra del pueblo argentino”) no expresan, ni cerca, la política del último Perón. Tal vez porque fueron demasiado amplias, demasiado ambiguas, demasiado fuera de tiempo, en un tiempo regido por la urgencia, por la velocidad de las balas, que al fin y al cabo, es lo que mata, según supo expresar Eduardo Astiz, ese compañero al que no tuve oportunidad de conocer, pero que –como lector– no dejo de considerar entrañable.

Tal como señaló Alejandro Horowicz en su libro Los cuatro peronismos, en ese contexto (pongamos, del 11 de marzo de 1973 en adelante), “una sola cuestión aguaba la fiesta: la Jota Pé”, ya que la derrota parlamentaria de La Libertadora “introducía en el seno del peronismo, en el movimiento obrero, la lucha de tendencias. Y la lucha de tendencias, de proyectos legitimados en la etapa anterior, ponía en peligro los límites del programa peronista”.

Con esteban Righi al frente del Ministerio del Interior, la burocracia sindical peronista dejaba de tener a la Policía Federal (que ahora se dedicaría a custodiar “plazas y ancianas”) y la inteligencia militar de su lado para combatir a “los bolches” dentro del movimiento obrero organizado. Las posibilidades de crecimiento de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), junto con otras tendencias clasistas de izquierda, estaban dadas en la nueva coyuntura. Salvo… Salvo que Perón en persona pusiera límites. Y eso, precisamente, es a lo que parecía estar dispuesto el viejo General del Ejército Argentino.

“Los fierros pesan pero no piensan”, había sentenciado tiempo atrás Carlos Olmedo, comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las FAR. Seguramente José López Rega y su banda nunca habían leído aquella frase. Pero eran intuitivos, qué duda cabe. Sin base social consistente, sin grandes proyecciones del pensamiento contaban, sin embargo, con el peso de los fierros, y con la sombra, con el fantasma de la expansión del “sucio trapo rojo” dentro movimiento nacional como gran fundamento para dar una estocada.

La presencia de Perón en un palco con cientos de miles de manifestantes de las distintas corrientes –hegemonizadas por Montoneros– delante, coreando por la revolución y la “patria socialista”, no podía más que direccionar el proceso político argentino para un lado. Eso, precisamente eso, era lo que había que evitar. ¿Cómo hablar de “pacificación” y “unidad nacional”, tras 18 años de resistencias a las proscripciones, ante dos millones de personas movilizadas, conducidas políticamente bajo el lema de guerra popular? Si Perón pudo, por televisión, decir lo que dijo el 21 de junio, fue porque en el medio aconteció la “Masacre de Ezeiza”. Recordemos, brevemente, que en su discurso Perón no condenó a quienes perpetraron semejante matanza, sino que se dedicó a destacar que “los peronistas” tenían que poner en marcha los mecanismos para “neutralizar” a los que pretendía deformar el movimiento “desde abajo y desde arriba”. Y lanzó su advertencia mortuoria: “Deseo advertir a los que se tratan de infiltrar en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal”.

Ese día, la Tendencia movilizó 30.000 personas a la residencia de Gaspar Campos. La teoría de desandar, de “romper el cerco” estaba en marcha. Perón recibió a la juventud, conversó con ellos y accedió a mantener un canal permanente de diálogo. Para ello designó a… “Lopecito” como encargado de mantener los vínculos.

Un chascarrillo amargo, a modo de paréntesis. Cuentan que un viejo militante de la resistencia le dijo una vez a un joven montonero: “Ojo, porque un día van a lograr traspasar el cerco, y allí estará Perón… con una ametralladora en la mano, apuntándole a ustedes”.

Lo que sigue es archiconocido: el 13 de julio de 1973 Cámpora renunció al gobierno y la Jota Pé se encontró cada vez más lejos del poder. Raúl Lastiri, el marido de Norma López Rega –es decir, el yerno de El Brujo–, quien había asumido la presidencia de la Cámara de Diputados, quedó como presidente interino. En julio también se reúne el Congreso del Partido Justicialista, sin la presencia de la juventud. O, al menos, de la juventud que había puesto, durante los últimos tres años, toda la carne en el asador para cercar a la dictadura y facilitar el retorno del General. Justicialismo que resuelve “perseguir la infiltración marxista hasta exterminarla”.

La frutilla del postre será la candidatura a la vicepresidencia por parte de Isabel Martínez (de Perón), proclamada el 4 de agosto y la posterior gestación de la JOTAPERRA (la Juventud Peronista de la República Argentina), que serán quienes terminen ocupando, en febrero de 1974, el lugar por la juventud en el Consejo Superior del PJ.

De allí en más los discursos de Perón irán en una línea ascendente de exclusión política de la Tendencia Revolucionaria, desde el famoso “todo en su medida y armoniosamente”, dicho en relación al “apresuramiento” de “los muchachos” (2 de julio de 1973), al “tenemos que educar a un pueblo que está mal encaminado, y debemos encaminar a la juventud que está, por lo menos, cuestionada en algunos graves sectores”  (2 de agosto de 1973). Desde aquellas palabras hasta los dichos más bélicos, pronunciados incluso antes del Primero de mayo de 1974.  El más significativo: el que se produce en enero de 1974, cuando los diputados nacionales que responden a la JP rechazan la propuesta de modificación del Código Penal, que buscaba endurecer las condiciones represivas. Renuncian a sus bancas, claro, pero antes escuchan de boca de Perón: “ésos son cualquier cosa menos justicialistas. Entonces, ¿qué hacen en el justicialismo? Porque si yo fuera comunista, me voy al Partido Comunista y no me quedo ni en el Partido ni en el Movimiento Justicialista”. La palabra “infiltración” empieza a ser cada vez más frecuente. Por si quedan dudas, el viejo líder remata: “el que tiene dudas se saca la camiseta peronista y se va”.

En el medio fueron cayendo, como moscas, los lugares de poder que había conquistado la tendencia durante el camporismo. Estaba claro: Perón era el nuevo presidente, y Perón había llegado finalmente al poder (no hay que olvidar que el “Navarrazo”, el golpe de Estado policial que desaloja del gobierno provincial a la fórmula cordobeza ganadora en las últimas elecciones -Atilio López-Ricardo Obregón Cano- se produjo en vida del General). De allí que tampoco resulte una gran sorpresa escuchar a Perón, en el famoso discurso del 1° de mayo de 1974, hablar de “la calidad de la organización sindical”, esa que se había mantenido, durante 20 años, “a pesar de estos estúpidos que gritan”. Los estúpidos, llamados “mongo Aurelio” tiempo atrás, eran las columnas de la tendencia que reclaman saber qué pasaba que estaba “lleno de gorilas el gobierno popular”. El recostarse sobre la CGT, llamar “sabios y prudentes” a sus dirigentes, no tenía otro sentido que condenar la ejecución –por parte de Montoneros- de José Ignacio Rucci, ocurrida el 25 de septiembre de 1973 y advertir, entre líneas, que Ezeiza había sido solo el comienzo. Todavía, aun, no había “sonado el escarmiento”. De nuevo con Horowicz, no está de más aclarar que, de la plaza de aquel Primero de Mayo, no se va solo la Jota Pé. “Se va la voluntad de luchar, y de vencer”.

Lo que sigue también es bien conocido, aunque a veces parece que una suerte de amnesia se produce en sectores de la militancia y el pensamiento supuestamente crítico. Tras la muerte de Perón, ocurrida el 1° de julio de 1974, las bandas asesinas conducidas por López Rega salen a la cancha con todas sus fuerzas. Por supuesto, no se organizaron de un día para el otro. Venían aceitando sus engranajes desde Ezeiza, bajo la mirada “distraída” de Perón.
Cepillar la historia a contrapelo

Está claro: no se puede reducir la rica historia del peronismo a la figura de su líder. Tampoco reducirse al mismísimo general a una figura siempre idéntica a sí misma. En este sentido, tanto la literatura (incluyendo dentro de ella a la ensayística) como la historiografía han dado cuenta ampliamente de esa diversidad llamada peronismo, y de ese rostro de mil rostros llamado Juan Perón.

Está claro que el sindicalismo burocrático, con Hugo Moyano a la cabeza, o funcionarios-dirigentes políticos, como el gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota, cada uno a su modo, son los exponentes más visibles de eso que hemos dado a llamar la “derecha peronista”. El primero conmemorando cada año el asesinato del sindicalista, el segundo -ahora pre candidato presidencial- nombrando a su hija –Claudi Rucci- como su vice.

Lo que no parece estar claro, muchas veces, es por qué aquellos sectores que serían –supuestamente– una continuidad de aquellas experiencias más dinámicas, más combativas del peronismo, reivindican en bloque esa experiencia del pasado reciente de la Argentina. Incluso, en algunas oportunidades, dando cuenta de cómo han introyectado parte del discurso de sus antiguos enemigos –ahora “adversarios”, en tónica con los consensos democráticos de la época– hablando de “los troscos”, la “izquierda”, en términos tan despectivos que recuerdan a los que se referían a la militancia del peronismo revolucionario como “infiltrados”.

Está claro, al menos para este cronista –que suele tener muy pocas cuestiones en claro– que un proceso político popular que en este país tenga como principales protagonistas a la clase trabajadora –con todas las complejidades que esta categoría conlleva en la actualidad– deberá incorporar una relectura  de la vasta tradición que el peronismo supo dar. Relectura que implicará, necesariamente, “tamizar” esa amplitud, saber quedarse con sus mejores momentos, sus más ricos exponentes (de Evita a Norma Arrostito, pongamos, para priorizar dos nombres que den cuenta a su vez de una política de géneros) y, también, hacer un cruce con otras tradiciones y experiencias. Ese tamiz implicará poder asumir eso que estaba tan claro hace cuatro décadas atrás: que dentro del peronismo anidaron también los enemigos de clase más feroces y que, en determinado momento, Perón decidió enfrentar a quienes –en su nombre, en nombre del peronismo– pretendieron que los cabecitas negras no se incorporaran con derechos a la “República Burguesa”, sino que hicieran estallar por los aires el país burgués, para pasar a ser así el verdadero “hecho maldito” de la política argentina.

Clinämen: La interpretación conservadora

 

Conversamos sobre coyuntura política. Scioli era lo evidente. Etapa conservadora: ni mera vuelta a los noventas ni radicalización vía conflicto. Conservadurismo como protección de conquistas. El cristianismo devenido programa de gobierno. La disolución del conflicto en un consenso despolitizante. La gestión de la opinión pública vía régimen mediático de la hiperactualidad.
http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar

Amenazan a la hermana de Luciano Arruga: prendieron fuego su auto

por Infojus


Vanesa Orieta, la hermana de Luciano Arruga, se levantó el 7 de junio y cuando fue hasta la puerta de su casa vio su auto prendido fuego. No es la primera vez que los familiares y amigos del joven que estuvo casi seis años desaparecido en La Matanza denuncian amenazas. “El peligro que corremos se convirtió en cotidiano, y también las amenazas a nuestra integridad”, dijeron en un comunicado.

El incendio del Fiat Regata blanco de Vanesa ocurre poco más de un mes de la sentencia que condenó al policía que torturó a Luciano Arruga en un destacamento de Lomas del Mirador. El castigo de diez años de prisión se convirtió en un fallo histórico, porque se trató de la primera condena por torturas en democracia a un policía bonaerense.

“Somos una familia que lucha por la justicia para Luciano Arruga y todos los jóvenes que la policía secuestra, tortura, mata y desaparece, y esos años nos han permitido dimensionar los alcances de esta mafia estatal organizada y protegida por los poderes más grandes. Nosotros sabemos a qué nos enfrentamos, y cada día lo sabemos más”, relataron en el comunicado en el que denunciaron los hechos.

Las amenazas a algunos familiares de víctimas de violencia institucional que buscan justicia se repiten de manera calcada en varios casos. En febrero de 2009, cuando Vanesa y una amiga fueron al destacamento de Lomas del Mirador a exigir información sobre el paradero de Luciano, el agente que las atendió apoyó un arma arriba de la mesa.

Las personas que acompañaron a Vanesa y a Mónica Alegre en todos estos años repiten anécdotas similares: autos de civil, patrulleros, personas desconocidas que los seguían y llamadas telefónicas con amenazas de muerte explícitas. Cuando habían pasado pocos meses de la desaparición, Mónica había salido a hacer compras y desde un auto le preguntaron: “¿Tu hija está bien?”.

Uno de los testigos que declaró haber estado detenido con Luciano en la Comisaría 8º fue amenazado por personal del Servicio Penitenciario cuando iba al baño en la fiscalía en la que prestó testimonio. “No hablés porque te vamos a matar”, le dijeron. A mediados de 2009, una integrante de Familiares y Amigos de Luciano Arruga fue detenida ilegalmente durante horas en la Comisaría 13º de La Tablada. Allí fue víctima de torturas y abusos.

En abril de 2011, Mónica y sus dos hijos se despertaron a las seis de la mañana con la casa llena de humo. Alguien les había metido una madera prendida fuego adentro de una pila de frazadas junto a la ventana. Esa misma semana, un militante de Familiares y Amigos de Luciano Arruga recibió en su casa a un patrullero del que bajó uno de los ocho implicados en el secuestro de Luciano: “Desaparecé porque te vamos a matar”.

A los pocos días, un móvil de la comisaría de Lomas del Millón lo paró cuando repartía cuadernos en el barrio 12 de Octubre. Le preguntaron nombre, documento, domicilio e intentaron subirlo a la fuerza. En agosto de 2012, el hermano menor de Luciano, de 16 años, fue interceptado y amenazado en la calle por un policía de civil y un uniformado –ambos sin identificación- que circulaban en un auto sin patente y lo venían siguiendo.

Según relatan en el comunicado que se difundió hoy, en enero de 2013 alrededor de las 12 de la noche un militante fue secuestrado por una camioneta en la parada del colectivo. Lo soltaron después de varias horas. Durante el viaje lo amenazaron de muerte, lo tabicaron en su propia casa para registrarla y llamaron a otros integrantes del grupo sin dejar en claro nunca qué querían.

En septiembre del año pasado dos testigos de la causa por la desaparición forzada fueron detenidos ilegalmente por personal del destacamento de Lomas del Mirador. Los policías intentaron requisarlos contra la pared sin identificarse ni justificarse. Uno de los jóvenes se defendió y entró a su casa, pero lo siguieron y le dieron una golpiza que le abrió la cabeza. Terminaron en la Comisaría 8º, responsable del destacamento, hasta que la familia de Luciano con sus abogados los fue a buscar.

A menos de una semana del hallazgo del cuerpo de Luciano, el octubre del año pasado, una patota intentó prender fuego el local de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza, la agrupación que acompañó a la familia desde el comienzo de la causa.

El desaparecido aparecido

La madrugada del 31 de enero de 2009 salió de su casa para ver a su hermana, pero nunca llegó. Se cree que fue detenido en ese trayecto. A las 3.21, un estudiante de 21 años de Monte Grande lo atropelló sobre la General Paz. El mismo joven avisó al SAME. Una ambulancia llevó a Luciano hasta el Hospital Santojanni, donde murió al día siguiente. El adolescente no tenía documentos y después de una autopsia fue enterrado sin nombre. El conductor dijo que “corría desesperado”, como “escapando”. También declaró un motoquero que estacionó para ayudar. Dijo que sobre la colectora  vio estacionada una camioneta doble cabina de la Bonaerense con las luces bajas.

La identificación del cuerpo se logró cinco años y ocho meses después luego de la aprobación judicial del habeas corpus, que puso en marcha los mecanismos de búsqueda del Estado. El recurso había sido presentado por los abogados del CELS en abril. La Sala IV de Casación Penal pidió a Salas “realizar la totalidad de las diligencias conducentes a establecer lo ocurrido”. En tres meses Salas, en coordinación con distintos funcionarios del Estado nacional y provincial, logró identificar el cadáver enterrado como NN. Paradójicamente, lo hizo cruzando las huellas dactilares que le habían tomado a Luciano en su paso por la comisaría donde lo torturaron en 2008, la antesala de su desaparición.


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Gilbert Simondon: El Temor

Un extracto de Gilbert Simondon, «Imaginación e invención», PUF, 2014, leído por François Bon (www.tierslivre.net).

Los subtítulos son de la versión en castellano de Editorial Cactus, 2013. Traducción de Pablo Ires.

Y otra vez los pibes…

por Sergio Lesbegueris


Otra vez los pibes enseñando qué hacer.

Otra vez los pibes construyendo sobre el desastre de las condiciones que nos gobiernan,

Otra vez los pibes habitando el desierto actual, haciendo vivible el aire que respiramos.
Los chicxs marcando el camino, el único posible, no ya el trazado e inhabitable sino el que se conquista por ocupación. Haciéndose cargo de las exigencias actuales.

Los pibes tomando las escuelas por desocupación del mundo adulto sobre ese territorio, por esa paradoja actual en la que nos encontramos cuando queremos dominar un sitio desde las coordenadas heredadas y la vaciamos en ese mismo acto.

¡Cuánto más hace falta para alterar esa forma de mirar y sostener esta realidad? ¿Cuánto sufrimiento soportaremos para seguir no pudiendo combatir esta realidad asfixiante?

Escuchar, sentir el grito que nace acogiendo y transformando, rompiendo algo de uno mismo y  recomponiéndose con nuevas alianzas. Los chicxs lo están diciendo.  Somos nosotros, los adultos que fatigados no sabemos escuchar. Es el grito de estos tiempos que claman por parir otra realidad.

Nuestras vidas, moldeadas con altas dosis de miedo y mediocridad no pueden, no tienen la fuerza suficiente para activar situaciones novedosas, los adultos estamos atrapados en modos agónicos de gestionar nuestras vidas. La queja es el canto de sirenas reflejo de nuestra medida.  Solo atinamos a resistir pasivamente el estado de cosas actuales. ¿Es esto vivir? ¿En qué sentido hay en esta situación un problema capaz de asaltar los muros de la inmunidad ambiente en la que nos encontramos?

¿Somos capaces de inventar respuestas que no tenemos? Los chicxs pareciera que tienen  la suficiente fuerza para hacerlo. No se trata claro de entronizar un juvenilismo tonto, también allí encontramos ambivalencias, disfraces posibles, pero hay en esa fuerza que irrumpe e interrumpe, una potencia que estaría muy bueno aprender a escuchar. Poder situarnos allí, en sus exigencias, no para intentar “solucionarlo” sino para aprender a respirar desde sus desafíos.

Como hace ya 4 años, otra vez los pibes. Con su capacidad de interrumpir, de desbaratar lo desbaratado y refregarnos en la jeta la decadencia ambiente. Mostrando lo insostenible de la autosuficiencia, esa ficción que nos convierte en unos “como si” andando. Caretas.  En este mundo que sigue funcionando pero del cual ya nadie cree en él. Cinismo ambiente.

Las instituciones se deshilachan, se corroen cotidianamente y los adultos no tenemos la suficiente lucidez ni valentía para transformarlas en otra cosa más a la altura de estos tiempos. Nos hemos convertido en meros gestores de la decadencia de su lógica. Triste final para una generación impotente la nuestra.

Los pibes nos muestran en su ocupación la debilidad de nuestras apuestas, la de una imagen de libertad y una idea de participación despolitizada.

Aprender a resistir, salir del asedio de la realidad, desistir. Trazar un mapa de tentativas. Los chicxs nos están marcando el camino. Producir interferencias desde sus bordes y ocupar subjetiva, deseantemente los lugares. Poblar el desierto, convertirlos en habitables.

Buscar modos autónomos de afirmarse, conquistar espacios de determinación conjunta por fuera de la verticalidad que nos organiza extra situacionalmente. Desocupar para habitar. Sostener el agujero problemático que nos haga alimentar lo que está por nacer. Lo pide este tiempo, lo gritan los chicxs, lo dicen nuestros cuerpos cansados.


Otra vez los pibes…

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