Anarquía Coronada

La Ciudad de la Furia

por Diego Tatián


Los motivos superficiales que permiten explicar el desencadenamiento de las horas de furia vividas en Córdoba desde la noche de 3 de diciembre y a lo largo de los días siguientes remiten a un acuartelamiento policial por reclamos salariales. Debido a ello, Córdoba se transformó en una inmensa zona liberada para el saqueo -del que durante esas horas serían objeto más de mil comercios-, que en su comienzo nada tuvo de espontáneo y más bien permite presumir una vendetta contra el poder político que no pudo mantener el negocio ilegal de estupefacientes coordinado por la misma policía, tras una investigación periodística de Tomás Méndez por el canal de la UNC.  Luego de contundentes testimonios exhibidos en el curso de esa investigación y del paciente trabajo del fiscal Enrique Senestrari, debieron renunciar el Ministro de Seguridad delasotista Alejo Paredes (discípulo del “Tucán” Yanicelli, símbolo de la represión ilegal en Córdoba durante el terrorismo de Estado, actualmente condenado a prisión perpetua) y el Jefe de la Policía Ramón Frías, en tanto que el titular de la Dirección de lucha contra el narcotráfico de la Policía Rafael Sosa se encuentra preso.

Los motivos que permiten comprender lo sucedido en su significado más profundo son otros, y remiten a una Córdoba fragmentada con grandes sectores sociales sumidos en el abandono por parte del Estado; a la ausencia de planes sociales y políticas de integración educativa, urbanística y cultural en favor de un dispositivo represivo sistemático que genera representaciones criminalizadoras de extensas barriadas populares sometidas al continuo acoso policial ya no sólo en las calles sino también desde el aire: las noches de Córdoba son cotidianamente alteradas por el patrullaje de helicópteros con potentes reflectores en busca del delito, cuya sensación de inminencia contribuyen a producir en una población que parece haberse acostumbrado a ellos como si se tratara de la cosa más natural.

Pero esta política -o más bien ausencia de política- no es sin resistencia. La manifestación popular más masiva de la ciudad -excepción hecha de la marcha de los 24 de marzo- es lo que se conoce como la “Marcha de la gorra” contra la represión policial y por la derogación del Código de Faltas (una ley provincial que permite a la policía regular decenas de contravenciones). Coordinada por el Colectivo de Jóvenes, la Marcha de la Gorra  convoca a agrupaciones sociales y políticas que demandan la vigencia de derechos civiles elementales como la libertad de circulación de todos los habitantes por igual o el derecho de defensa por un abogado, que el Código de Faltas autoriza a conculcar de manera abiertamente inconstitucional.

El conservadurismo provincial del cual el gobernador es emblema buscará hacer creer que los episodios del martes y el miércoles son la corroboración de lo que sucede cuando la policía deja de cumplir con su función represiva; buscará activar el deseo de seguridad y las pasiones que le son contiguas (el miedo, la desconfianza, la paranoia, el odio del desconocido…) para reclamar un endurecimiento del control social y la violencia de clase que actualmente ejerce. El trabajo de la política por revertir esa condición imaginaria del otro como delincuente nato o enemigo natural es la vía más corta -sin que ello signifique que sea corta- para comenzar a confrontar la violencia estructural en la que Córdoba se halla incursa desde hace mucho tiempo.

Las cualidades sensibles y la crisis terminal

por Diego Valeriano
Tengo los dos aire a full desde hace dos horas, se acerca la noche y sé que se va a cortar la luz. Los pagué en cuotas y los disfruto mientras pueda. Hasta que estalle el transformador de la esquina por todos los aire que hay en la cuadra, en la manzana, en el barrio. Son las siete y comienzan a caer todos detonados por el viaje que cada día es más largo. En diez años de crecimiento a tasas runfla, ir y volver del centro nos lleva el doble de la vida… siempre y cuando no pase nada, porque ahí nos lleva la vida entera. ¿Qué puede pasar? Nada, solo que ya no entran más autos en las calles, más gente en los trenes, más motitos yendo y viniendo. Un desvió, un reclamo, un tren demorado, un estallido, una obra, un temporal.

Desde hace un par de años las cosas ya no fluyen al ritmo de la corriente de nuestra interacción. Esta etapa aparece  en crisis: todos entramos a la fiesta, aunque no haya lugares disponibles. Nadie queda afuera. Se ingresa  a los codazos con la real percepción de que sufrimiento y placer es el par necesario de nuestras cualidades sensibles. Ni las calles, ni la energía, ni los lugares donde tirar la basura, ni los caños, ni los fravega pueden contener tanta feroz inclusión.

El capitalismo runfla es dramático y enigmático; ordinario, brusco y sutil. Ante todo, exuberante y gozoso. Las cualidades de este mundo son aprendidas desde el cuerpo: olores, gustos, colores, flujos, texturas, propiedades sensoriales y sensibles. Solo tenemos pensamientos y reflexiones complejas sobre la realidad a partir de categorías de la experiencia concreta.

Hacer la experiencia de una vida implica sobre todo una sensibilidad proclive a interesarse por lo que hay, abandonando el desencanto y la ideología. La abstracción es vulgaridad. El consumo libera.

Bergoglio, en el país de los ciegos

por Claudio Mardones


Desde que Jorge Mario Bergoglio fue nombrado jefe de la Iglesia católica, los 11125 kilómetrosque separan a Roma de Buenos Aires se redujeron a una discreta medianera, cruzada por cientos de llamadas telefónicas y vuelos aéreos. Travesías febriles que llevan y traen secretos y mensajes entre la Santa Sede y el equipo de asesores en las sombras que acompaña al primer papa latinoamericano y argentino. A fines de febrero, una de esas sotanas se animó a despedirlo como si fuera para siempre: “andá nomás, que vos acá no volvés más, porque te van a elegir papa”, le dijo un añejo conocedor de las reglas secretas de la Capilla Sixtina, mientras lo abrazaba con cariño. Pero el cardenal primado de la Argentina y arzobispo porteño estaba seguro de que regresaría tres semanas después, como mucho. Todavía no ha vuelto y, con suerte, lo hará en 2016, cuando hayan pasado las elecciones presidenciales que definan la sucesión de Cristina Fernández de Kirchner.


cambiar de piel


Si al cumplir los 77 sentía que la jubilación estaba a la vuelta de la esquina, ahora que está por llegar a los 78 sus allegados aseguran que está irreconocible, de un humor que antes le sabían escaso, que no para, pero que desconfía hasta de su sombra. Busca por todos los medios que el entorno palaciego que cercó a sus antecesores no lo someta como recién llegado. Tampoco que anticipe su partida. “Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, vanidosos y equivocadamente estimulados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado. (…) Yo no comparto este punto de vista y haré lo que pueda para cambiarlo”, confió Francisco al periodista Eugenio Scalfari, director del diario italiano La Repubblica. Fue en octubre. Habían pasado seis meses desde la puesta en práctica de una gestualidad humilde que sedujo al mundo. En el primer reportaje que concedió a la cadena brasileña O’Globo, dijo que la elección de la pensión vaticana como residencia fue para no gastar dinero en psiquiatras por el padecimiento de la soledad. Prefiere combatirla “en comunidad”, o sacándole chispas al teléfono. Casi siempre marcando 005411.

La envergadura de la crisis que Bergoglio tiene delante quizás le aporte la justa dimensión de su poder. Algo parecido le pasó a uno de sus enemigos íntimos, Néstor Kirchner, en 2003, cuando asumió con el 22 por ciento de los votos. Como una paradoja de la historia, el primer papa argentino procura no caer en las debilidades crepusculares que padeció Juan Domingo Perón a manos de un  secretario esotérico como José López Rega, y al mismo tiempo trata de conjurar la fragilidad de origen que afrontó el presidente santacruceño. La misma urgencia por acumular poder real y simbólico lo lleva a aprovechar la desacralización de la figura papal para desacartonar la conducción de la Iglesia y renovar la comunicación eclesiástica, hasta hace un año acosada por la sucesión de escándalos sexuales y financieros. Esos gestos públicos, cotidianos, a veces contundentes, siempre amplificados por los medios, son las piezas de un espejo gigante de colores, un salto moderno en la costosa comunicación del Vaticano, que le permite a Francisco proyectar hacia las entrañas del clero romano una imagen mucho más grande de la que posee. Gran dosis de gestualidad para completar el poder que le falta, y que necesita imperiosamente para conducir los cambios que acordó en marzo, dentro del cónclave, con sus 114 colegas cardenales.  Mientras tanto, en la agenda de lunes a lunes, arranca a las siete con una misa diaria en Santa Marta, dos pisos debajo de su dormitorio. Concreta un promedio de siete audiencias por jornada, y lee todos los diarios porteños que puede para seguir la política argentina bien de cerca. “Se está preparando para los próximos seis u ocho años, después verá qué hace, pero así como elogió la renuncia de Ratzinger también podría presentar la propia en algún momento y ver a su sucesor en vida”, arriesga un amigo porteño de Jorge Mario que sigue en detalle sus pasos y se sorprende por el buen humor cotidiano, contagioso, tan cargado de esa adrenalina que provoca el poder.


homilía pacifista


Entre el 23 y el 28 de julio, Francisco estuvo en Río de Janeiro. Habló en el cierre de las Jornadas Mundiales de la Juventud ante tres millones de peregrinos jóvenes, en la concentración más grande que haya vivido la ciudad carioca para un evento. Allí Bergoglio comenzó a redimensionar la agenda política que mantuvo en Buenos Aires, ahora a nivel global: amplió las críticas al neoliberalismo y la especulación financiera, cuestionó la cultura del dinero, recordó que los niños y los viejos son los dos extremos más vulnerables de las grandes metrópolis del capitalismo contemporáneo, insistió en una Iglesia por y para los pobres, castigó al narcotráfico y corrupción y defendió la atención a los adictos de la pasta base. Pero también hizo diplomacia eclesiástica, y aprovechó sus estrechos vínculos con el arzobispo de Boston y miembro de la orden de los Capuchinos Sean Patrick O´Malley, para enviarle un mensaje a Washington sobre Siria. La ofensiva, discreta, habría comenzado en Río, e incluía una orden al episcopado estadounidense para que abandone su histórico nacionalismo y revierta la brutal crisis de credibilidad que enfrenta por la escandalosa cantidad de casos de abuso de menores que no llegaron a la Justicia, gracias a un millonario acuerdo con 542 “posibles víctimas” de pedofilia. La fumata blanca judicial  fue impulsada por el propio O’Malley a costa de dejar en la bancarrota a la diócesis de Boston. Bergoglio siempre valoró a su colega capuchino, pero en Buenos Aires no pudo seguir su ejemplo. Luego de leer todos los cuerpos del expediente judicial por el que fue condenado el cura Julio César Grassi por abuso de menores dentro de la Fundación FelicesLos Niños, el entonces arzobispo porteño consideró que “no habían pruebas concluyentes” para condenarlo. Pasaron tres años de esa lectura profunda y Grassi tiene prisión efectiva.

La preocupación de la Santa Sede por un inminente ataque militar de la Casa Blanca a Siria prosiguió con el uso por primera vez en varios años de su aparato diplomático para intentar impedir una guerra.  El 1º de septiembre, Francisco aprovechó el rezo del Ángelus para pedirle a la comunidad internacional “hacer todo el esfuerzo posible para promover sin más dilación, iniciativas claras a favor de la paz por el bien de la población de Siria”. Luego armó una reunión con todos los embajadores acreditados ante la Santa Sede, y envió a su secretario para las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, con la orden de entregarles un “non paper” que contenía el mismo mensaje que le había hecho llegar a Obama: “Resulta absolutamente prioritario el cese de la violencia, que sigue sembrando muerte y destrucción, y amenaza con extenderse no solo a los demás países de la región, con efectos devastadores, sino también con provocar consecuencias imprevisibles en diversas partes del mundo”. La iniciativa incluyó un multitudinario ayuno global por la paz, un posible llamado al mandatario sirio Bashar al-Assad (desmentido por el vocero Federico Lombardi), y una carta al presidente ruso Vladimir Putin para que incluyera  el peligro bélico en la Cumbre del G-20 en San Petersburgo.

En esos mismos meses, el nuevo papa se reunió con casi todos los representantes de Medio Oriente: el israelí Shimon Peres, el libanés Michel Suleiman, el palestino Abu Mazen, y el rey de Jordania Abdullah II bin al-Hussein. La lista incluirá al primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu y al premier ruso Putin. El desembarco diplomático de Bergoglio fue pura ganancia para el Vaticano. La Casa Blancaargumentó otras razones para retroceder sobre sus pasos, pero finalmente Obama frenó el ataque. No será el último encontronazo entre Roma y Washington. En la Casa Rosada esperan que el papa argentino alce la voz contra los fondos buitres que resisten la renegociación de la deuda externa en los tribunales de Nueva York. Una vecina de esa ciudad, nacida en el Bronx, ya se habría hecho eco de la preocupación papal.  Sonia Sotomayor es la primera jueza de origen hispano y la tercera mujer  que integra la Corte Suprema de los Estados Unidos. Fue propuesta por Obama en mayo de 2009 y juró el 6 de agosto, mientras su madre sostenía una biblia. A los 59 años es la sexta integrante católica dentro de una corte de nueve miembros y fue la única que a principios de octubre se negó a votar una medida a favor de los fondos buitres, dicen que por una gestión directa del influyente cardenal y arzobispo de Nueva York Timothy Dolan, reconocido como uno de los grandes recolectores de votos a favor de Bergoglio en el último cónclave. El máximo tribunal decidió que no tendría en cuenta un pedido de apelación presentado por el gobierno argentino para revertir la decisión del juez Thomas Griesa, que ordenó al país pagar la totalidad de los bonos a los acreedores que no ingresaron en los canjes de 2005 y 2010. Una victoria judicial para esos fondos especulativos es mucho más que un problema de dinero. Para la nueva perspectiva de la Santa Sede se trata de otra muestra del  “capitalismo salvaje que  ha enseñado la lógica de las ganancias a cualquier costo, y vemos los resultados en la crisis que estamos viviendo”, dijo Bergoglio dos meses después de asumir. Ese predicamento, especulan en Buenos Aires, habría retumbado en los oídos de Sotomayor, por boca directa del autor de la frase, para que evitara un fallo unánime contra la Argentina.


lavadero santo


El IOR es la caja de seguridad y administradora de los fondos de la burocracia vaticana, sus dicasterios y nunciaturas, y de las diócesis de los distintos puntos del mundo. Posee 6300 millones de euros en activos de clientes, repartidos en 2.300 millones en depósitos, 3200 en “activos bajo gestión” y otros 800 en custodia. Tiene 114 empleados, 18900 clientes y una ganancia en 2012 de 86,6 millones de euros.  La justicia italiana sospecha que la megaestructura financiera del reino de Dios saca algunos fondos del infierno y los lava camino al cielo, en forma de millonarias donaciones y óbolos.
El papa Bergoglio está desmontando centros de poder económico en el Vaticano. Está en el camino justo. Quienes se han nutrido hasta ahora del poder y la riqueza que derivan de la Iglesiaestán nerviosos, agitados. No sé si la criminalidad organizada está en condiciones de hacer algo contra el papa pero ciertamente está reflexionando. Los viejos padrinos con la gorra de visera dejaron de existir; están muertos o en la cárcel, ahora manda el mafioso inversor que hace lavado de dinero, que tiene el poder verdadero. Son esos sujetos los que se están poniendo nerviosos.” No lo dijo el ahora legislador porteño de UNEN y militante bergogliano Gustavo Vera, de la Fundación LaAlameda, sino el fiscal adjunto de Reggio Calabria, Nicola Gratteri.

Una de las tres comisiones de trabajo que creó Bergoglio para reformar la institución eclesial se debe encargar del destino del IOR. El equipo tiene, entre las ocho sotanas poderosas, al cardenal de Boston O’Malley y a varios laicos en las sombras, entre ellos algunos argentinos como Héctor Colella, el empresario que actualmente conduce Ocasa, organización logística que perteneció al empresario Alfredo Yabrán. Antes de matarse, en 1998, Yabrán entregó el control de sus empresas a Colella, estrecho amigo del excardenal Jorge Mario y uno de los mecenas que financiaron los abogados que defendieron al cura Grassi. Colella es considerado por  el Departamento de Estado norteamericano, según los cables secretos que reveló Wikileaks, como una fuente muy importante de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires. Desde abril, es parte del puente aéreo que comunica con Roma.


teje maneje


–Discúlpeme, ¿pero me podría dar un tiempo para pensarlo?
–Sí claro, le doy dos minutos.
–Bueno, espéreme. Necesito más tiempo para pensarlo, ¿y si le digo que no?
–Su designación es una orden del papa Francisco, así es que le ruego que por favor venga a Buenos Aires y lo hablemos personalmente.

El nuncio apostólico en Argentina saludó y cortó. Emil Paul Tscherrig no podía entender tanto temor. Había llamado para darle una buena nueva al arzobispo de Santa Rosa de La Pampa Mario Poli, pero lo terminó espantando. Su amigo Jorge Mario, ahora jefe del Estado vaticano, lo había designado como sucesor en el arzobispado porteño.

Poli es todo lo contrario a la hiperactividad bergogliana. Su perfil tan pastoral y silencioso es leído como un gesto del papa con la Casa Rosada, tan medido como el pronunciamiento de la Conferencia EpiscopalArgentina sobre el narcotráfico, firmado luego de las elecciones del 27 de octubre. En las sombras, ese mutismo es administrado por el obispo auxiliar y vicario general Joaquín Sucunza, quien maneja los hilos de la Catedral y castiga con celo a quienes mantienen contactos directos con su exjefe. El hombre fue sobreseído en  una causa por adulterio que le inició el esposo de una creyente, pero Bergoglio lo defendió siempre.

La suavidad parece ser el sino de esta nueva etapa. Atrás quedaron los años sangrientos, cuando las espadas kirchneristas escuchaban los quejidos de la diplomacia vaticana contra el arzobispo y cardenal jesuita. “Este hombre está enfermo de poder y siempre pone gente de su propio partido”, bramaba el nuncio Adriano Bernardini, enviado a Buenos Aires desde 2003 por decisión del secretario de Estado Angelo Sodano. La confesión de bronca data de las gestiones de Bergoglio para evitar que los futuros obispos se formaran en Roma y para promover como rector de la Pontificia UniversidadCatólica de Buenos Aires, a  Victor Manuel Fernández, el teólogo preferido de Jorge Mario. Bernardini impidió su acceso a la rectoría  de la UCA durante años, mientras defendía al obispo castrense Antonio Basseotto de los ataques de Néstor Kirchner. Por entonces, durante el segundo año de su presidencia, Kirchner estaba seguro de que la elección de Bergoglio como papa podría resultar letal para el gobierno. “El presidente es el único que lo puede parar al perro”, se quejaba el cardenal por las investigaciones del periodista Horacio Verbitsky en Página/12, que lo señalaron como presunto delator de los sacerdotes jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, detenidos y torturados en la ESMA durante la dictadura. La exhumación de estas acusaciones y la sanción del matrimonio igualitario, impulsado activamente por el entonces presidente, desembocaron en un desgaste directo de la relación entre el gobierno argentino y Bergoglio.

El cardenal no demoró en devolver las gentilezas y en 2007 confió en un desayuno de la Asociación Cristiana de Empresarios (ACE) que estaba “preocupado porque la Argentina iba a terminar en un baño de sangre”. Seis años después, aquel que vaticinó tempestades hoy podría actuar como un paragolpes institucional ante un escenario como el que predijo, desde su nueva investidura global. “Siempre sintió que tenía un rol histórico. Él considera a la Iglesia como un factor de poder y ahora ejerce ese razonamiento desde el papado para que la Iglesia recupere capacidad de influencia”, analiza un compañero de seminario que lo conoce desde sus primeros pasos como sacerdote. Pero también lo reconoce implacable y memorioso, especialmente con quienes desafían su poder. En esa lista está el intendente de Tigre y diputado nacional Sergio Massa. Cuando era jefe de Gabinete de CFK, Massita promovió como embajador argentino ante la Santa Sede al empresario inmobiliario Jorge O’Reilly, quien por entonces era su asesor para asuntos diplomáticos. El hombre, principal accionista de la desarrolladora inmobiliaria Eidico, en el partido de Tigre, tiene vínculos cercanos con la Fraternidad Pío X, del obispo cismático Marcel Lefebvre y, según Wikileaks, era otra fuente privilegiada de la diplomacia norteamericana en Buenos Aires.

La propuesta de O’Reilly fue vendida al secretario vaticano de Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, en la misma nunciatura apostólica donde  Bernardini se gastó dos millones de dólares en refacciones. El dinero fue aportado por Pedro Blaquier y Alejandro Roemmers, dos laicos contribuyentes de la Santa Sede. Como Gregorio “Goyo” Pérez Companc, que también es un activo donante del Opus Dei y su Universidad Austral.  El fallido embajador que impulsó Massa, por ahora, no es una buena carta de presentación para el Frente Renovador. Bergoglio todavía recuerda que se enteró de la maniobra cuando ya estaba consumada, sin que nadie le consultara nada. Una desobediencia cercana a la traición. Algo más que una mácula en las pretensiones de Massa ante el gran  elector del Vaticano. “Bueno, quizá podría decir que soy despierto, que sé moverme, pero que, al mismo tiempo, soy bastante ingenuo”, se autodefinió Francisco en el diálogo que mantuvo con todas las revistas jesuitas. En la política local no se puede verificar ingenuidad alguna de su parte. Jorge Mario se ha encargado de mantener aceitados todos los vínculos con la red de contactos que tejió desde la Catedral Metropolitana y que han  sido pacientemente administrados, entre otros, por el padre Carlos Accaputo, responsable de la Pastoral Social de Buenos Aires. “El sindicalista de Bergoglio”, lo retrató un joven laico mientras veía como lo abrazaban políticos de todo el arco en un reciente encuentro realizado en la parroquia de San Cayetano, barrio de Liniers.

Elisa Carrió, reelecta diputada por la Ciudad de Buenos Aires, se jacta de mantener extensos diálogos con Francisco que no han sido confirmados. Desde el peronismo más ortodoxo, el dirigente rural Gerónimo “Momo” Venegas llamó “Fe” a su partido para congraciarse con Bergoglio y puso a la amiga papal y ex Defensora del Pueblo Alicia Oliveira como candidata en sus listas. Ninguno de los dos pudo pasar las primarias abiertas de agosto, pero ambos siguen levantando el teléfono y muy a menudo escuchan “el papa Francisco desea hablar con Usted, ¿podría esperar en línea?”.

El rosario de amigos papales incluye a Daniel Scioli, a quien Bergoglio estima por su respeto a la Iglesia, por haber sostenido fielmente los enormes subsidios estatales a los colegios católicos, a pesar de las buenas migas que el gobernador bonaerense tejió con el arzobispo de La Plata Héctor Aguer, jefe del ala conservadora del episcopado argentino, que siempre ansió suceder a Bergoglio. Luego del 13 de marzo, Aguer se recluyó en un monasterio de Azul, para afrontar la derrota. Reapareció a principios de noviembre, como anfitrión de un encuentro para conmemorar el “Día de la Tradición” en la estancia Los Álamos, un costoso terreno en Baradero que el arzobispado platense controla desde 1930, cuando lo recibió como donación. Por allí desfilaron el intendente de Malvinas Argentinas Jesús Cariglino, el presidente de la Sociedad RuralMiguel Etchevehere, el presidente de la Federación AgrariaEduardo Buzzi, el conservador jefe de la diócesis Zárate-Campana Oscar Sarlinga, el intendente local Aldo Carossi y el nuncio Tscherrig.  “Se juntan en Baradero porque no los reciben en Roma”, chicanea un bergoglista con sotana, que omite la presencia del Momo, pasajero frecuente de Alitalia. Sarlinga no viaja, pero encabeza una diócesis del norte bonaerense poblada de casos de reducción a la servidumbre rural, y con parroquias encabezadas por sacerdotes removidos de otras diócesis por duras acusaciones en su contra. Especialmente por pedofilia.

El papa cultiva su vínculo con Scioli a través de su gran amigo Aldo Carreras, que revista como asesor del ministro de Trabajo bonaerense y ahora cumple la función de operador papal entre La Plata y Roma. Carreras fue compañero de Bergoglio en la organización Guardia de Hierro, vertiente del peronismo que nació en 1961 impulsada por veteranos de la resistencia que se distanciaron de las definiciones políticas de la Tendencia Revolucionaria, por considerar errónea la hipótesis de la lucha armada para forzar el retorno del líder exiliado al país.

En el tomo dedicado a la dictadura, de su Historia Política de la Iglesia Católica, Horacio Verbitsky explica que “desde la muerte de Perón (Guardia de Hierro) giraba sin sol. En 1976 se acogió en forma voluntaria a la protección de Massera, quien designó para conducirla al padre de una de las integrantes del grupo, el capitán de navío Carlos Bruzzone”.

Bergoglio se distanciaría de Guardia en 1975 debido a una disputa por el control de la Universidad del Salvador, pero en esos años tejió relaciones estrechas que siguen hasta hoy, como la que mantiene con el exinterventor del COMFER Julio Bárbaro, quien le cedió la licencia para el canal 5 del arzobispado porteño; o con el exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, flamante agregado económico en  la embajada argentina en Italia, desde donde mantendrá otra vía informal de intercambio con el Vaticano. “Si pudiera, sería un  hombre de misa diaria, como su mujer Marta Cascales”, admiten en la Catedral Metropolitanapara reflejar el ferviente catolicismo del más caracterizado de los funcionarios kirchneristas. Otro hombre de “misa diaria” es el nuevo jefe de Gabinete Jorge Capitanich,  que fue recibido en Roma después de la asunción papal y lo conoce de sus visitas a Chaco. Coqui es tan católico como Julián Domínguez, el hombre que disciplinó al bloque de diputados del FpV para que aceptaran algunos de los cambios a la reforma del Código Civil que impulsaba la Iglesia.


apareció y dijo


Algunos exégetas del campo nacional y popular advierten que Francisco pide desde Roma la unidad del peronismo. Adjudican la teoría a los antiguos modos del “Jorge Mario 2005”. Después de la derrota en el cónclave papal de ese año, Bergoglio volvió a Buenos Aires, siguió confrontando con el kirchnerismo, y en 2007 se metió de lleno en la discusión política e ideológica que llevaron adelante todas las Conferencias Episcopales del continente en el santuario de la ciudad amazónica de Aparecida, Brasil. Fue la quinta reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Los quince días de debates fueron volcados en un documento de 330 páginas, cuya redacción supervisó Bergoglio junto al arzobispo de Corrientes y secretario general del CELAM, Andrés Stanovnik, un miembro tan destacado de la orden de los capuchinos como el obispo de Boston, O’Malley.

El Documento Conclusivo ofrece una extensa síntesis, pero no registra los debates donde Bergoglio habría mantenido un duro contrapunto con los representantes de la Teología de la Liberación, la corriente perseguida por Juan Pablo II y Joseph Ratzinger desde Roma. Una de sus figuras más renombradas, monseñor Arnulfo Romero, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en El Salvador, por un francotirador de las fuerzas paramilitares que combatían al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. El papa Francisco planea canonizar a ambos: en diciembre al polaco que después de haber contribuido a la caída del comunismo –y ser sindicado como perseguidor– se erigió en árbitro a los dos lados del muro de Berlín . Y el año que viene, al salvadoreño perseguido.

Parte de ese pensamiento ambiguo lo defendió en Aparecida. En sus ocho capítulos y más de 500 subtítulos, los obispos hablan de la fe, los sacerdotes, las enormes demostraciones de religiosidad popular a los santos del continente, de los jóvenes y también de economía y pobreza. El texto, que fue entregado a CFK un día antes de asumir el mandato en Roma, contiene argumentos contra el capitalismo salvaje, pero también contra “los populismos”; un intento por neutralizar ideológicamente a los herederos de la Teología de la Liberación, al mismo tiempo que un cuestionamiento a la segunda etapa de Hugo Chávez en Venezuela.

El párrafo 406 inciso C refleja el tono de las discusiones: “trabajar por el bien común global es promover una justa regulación de la economía, finanzas y comercio mundial”. También reclama, dos años después del primer canje de deuda iniciado por Argentina, “proseguir en el desendeudamiento externo, para favorecer las inversiones en desarrollo y gasto social, prever regulaciones globales para prevenir y controlar los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un comercio justo y la disminución de las barreras proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las materias primas que producen los países empobrecidos y normas justas para atraer y regular las inversiones y servicios, entre otros”. En esa declaración, Bergoglio introdujo su cuchara: “en América Latina y El Caribe, igual que en otras regiones, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia”.

Bergoglio volvió a encontrarse con los miembros del CELAM en julio de este año, durante el último día de las Jornadas de la Juventud en Río de Janeiro. Los retó por el retraso en la aplicación del Documento Conclusivo y les advirtió sobre “el reduccionismo socializante basado en las ciencias sociales, desde el liberalismo hasta la categorización marxista”. La tercera posición forjada en Aparecida, dice el rector de la UCA“Tucho” Fernández, es un dogma de conducción política para el papa jesuita que se corporizó a fines de noviembre en la Evangelii Gaudium, un verdadero programa de gobierno para una Iglesia pródiga en cuadros envejecidos y escuálida en seminaristas. Se trata del primer documento surgido de su pluma, porque la encíclica Lumen Fidei fue escrita junto a Ratzinger; una actualización de su Doctrina Social; una relectura del Concilio Vaticano II, que Francisco considera aún inexplorado; y la confirmación de un tono progresista en los discursos pero conservador en sus fundamentos. El pedido de más alegría y vitalidad para evangelizar va de la mano con la reafirmación contra el aborto y a favor de un sacerdocio solo para varones. En las críticas anticapitalistas, que el papa ubica lejos de toda ideología, se lee: “hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad, pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia (…) Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia a una parte de sí misma, no hay programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”. “Viendo sus miserias –agrega Bergoglio–, escuchando sus clamores y conociendo su sufrimiento, nos escandaliza el hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta.”


la vaca atada


Todavía no cumplió el primer año de mandato y para los influyentes cardenales europeos sigue siendo un desconocido, un outsider “que vino del Sur”, designado por el establishment del Vaticano para conducir una tormenta estructural que los espanta pero que sigue cerrando balances positivos en todas las cuentas.

Entre los costos más elevados de la Santa Sede se encuentran los medios propios: Radio Vaticana, Tipografía Vaticana/L’Osservatore Romano, Librería Editora Vaticana, Centro Televisivo Vaticano y el Vatican Information Service. Cuatro millones de euros de pérdida anual. Francisco decidió aprovecharlos ahora con más fuerza para relanzar la Santa Sedey ganar tiempo. Luego del viaje a Río y del megaescenario de 40 mil metros cuadrados en la playa de Copacabana que reunió a tres millones de fieles, comenzó a administrar los cambios previstos y fue por la cabeza del secretario de Estado Tarcisio Bertone, acusado de los desmanejos financieros de la última década. El cardenal de 78 años no se opuso y Bergoglio designó a Pietro Parolín como su sucesor, hasta ahora nuncio apostólico en Caracas y profundo conocedor de la situación en Venezuela, uno de los destinos donde el papa no descarta intervenir si el gobierno de Nicolás Maduro se debilita en los próximos años. Bergoglio no rebatió las palabras del mandatario cuando dijo que “Chávez desde el cielo había influido en su elección”, pero a principios de noviembre no dudó en recibir al líder opositor Henrique Capriles. La Iglesia venezolana tiene posiciones dispares sobre la revolución bolivariana. Parolín, primero como funcionario desde Roma y desde 2009 como embajador ante el Palacio de Miraflores, conoce las diferencias entre el clero y el gobierno bolivariano, y no olvida las incidencias que tuvieron en  el documento de Aparecida. Al igual que su jefe, cuenta con esa tercera posición para intervenir en la costa caribeña de América del Sur cuando la Santa Sede lo considere necesario. Bergoglio conoce los debates del episcopado latinoamericano en primera persona. En 1997 la Conferencia EpiscopalArgentina lo envió a Roma para ser uno de los nueve representantes argentinos en el encuentro de “Padres Sinodales de la Asamblea Especialpara América”. La cita fue realizada tres meses antes del importante viaje de Juan Pablo II a Cuba en enero de 1998. Algunas versiones de la Catedral Metropolitanaaseguran que Bergoglio formó parte de esa comitiva. Lo concreto es que después de la gira coordinó el libro Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro, publicado en 1998 por Ciudad Argentina, la editorial de su amigo y mecenas Roberto Dromi, exministro de Obras Públicas del gobierno de Menem.  Los Diálogos contienen casi cien páginas dedicadas a los discursos de Wojtyla y otras cincuenta redactadas por el propio Bergoglio: “según el análisis de la Iglesia, los motivos por los cuales Estados Unidos instauró el embargo en 1962 se encuentran totalmente superados en la actualidad. Frente al desmantelamiento de la URSS, Cuba se encuentra desarmada en el sentido estricto de la palabra”, decía el obispo auxiliar, mientras mostraba sus desconfianzas por la “alianza estratégica entre cristianos y marxistas”: “pareciera que el discurso de Fidel Castro revela una inclinación a mostrar posiciones de coincidencias entre los mensajes de Juan Pablo II y las preocupaciones sociales del régimen (…) Habría que desentrañar si esta actitud posee una intencionalidad propagandística, la necesidad de obtener un interlocutor válido ante las dificultades económicas que hoy afectan  al pueblo cubano, o una postura de acercamiento, de conciliación, que la Iglesiasiempre está dispuesta a ofrecer y recibir”. Para el actual papa, las mayores coincidencias pasan por “la condonación de la deuda externa, creciente en Cuba, y la condena a las medidas de aislamiento económico impuestas al pueblo cubano”. Pero también habla de los “errores antropológicos del socialismo” y acusa al gobierno revolucionario de haber promovido otros credos para limitar al catolicismo. El cura de Flores escribió ese libro en pleno “período especial” y en su remate alerta que la visita de Karol Wojtyla fue “para resguardar al pueblo cubano de los males que podrían afectarlo ante la implementación de una política permisiva y aperturista hacia otros centros mundiales de poder económico, donde el más alto valor al alcance del hombre pareciera ser el de la utilidad”.

El tono actual de Bergoglio es más profético, quizás: “son muchos los que creen que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que hace falta tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. Desconfío de las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de lo primero que se me ocurre. Suele ser un error. Hay que esperar, valorar internamente, tomarse el tiempo necesario” trasmite el jesuita a sus pares, como si tuviera todo el tiempo del mundo para conducir una crisis que no da respiro. En Río, contó que se confiesa como todos los creyentes y confirmó que tiene un confesor. Esa oreja no está en Roma. Atiende en Buenos Aires y cada vez que el papa llama, le contesta risueño con una pregunta: “¿No te dije que no ibas a volver?”

(Texto publicado en revista Crisis Nº 17)

Escuela emancipadora

por Diego Valeriano



Ayer egresó el más grande de mis hijos de la primaria, la fiesta no fue ni espantosa. 37, 38 grados dentro de un tinglado que en breve se cae, un equipo de sonido que ahogaba (por suerte) todas las voces y un power point con fotos de lxs chicxs que, mínimo, atrasaba 20 años, hicieron del ultimo día de clases una jornada olvidable. Lo único que me llevo como intuición y certeza de estos seis años es que la escuela pública es el mejor lugar del mundo donde puede estar un pibe.
Ni de cerca voy a hablar sobre lo curricular o contenidos, lo que no creo realmente que le importe a nadie. Para pensar en la escuela necesito abandonar el lenguaje y el punto de vista escolar. Esto tampoco puede ser una declaración de lo público versus lo privado. De hecho, durante mucho tiempo quise mandarlo a una escuela privada pero no pude. Solo es el descubrimiento, a fuerza de años observación, que la escuela tal como está hoy es el mejor lugar.
Los pibes se forjan en la escuela mientras la van forjando; mientras engañan a la otra escuela, a la de la burocracia y la de pedagogos. La escuela es su lugar de experimentación, subsistencia, sufrimiento y goce.
Los pibes en su sobrevivencia hacen lo público, lo inventan, lo perfeccionan. Casi ningún pibe puede renunciar a la escuela, entonces aprovechan las circunstancias y hacen de ese territorio un espacio donde albergar vidas.
A fuerza de convivir mínimo cuatro horas diarias, instauran relaciones, viabilizan posibles modos de existencia; desarrollan nuevos posibles, se alían de todas las formas viables. Se despliega con toda la fuerza el poder implícito que los encuentros pueden desplegar. En este sentido los encuentros son ocasión de imprimir nueva realidad al mundo. Realidad paralela a los que se espera de ellxs en la escuela. No es que enfrentan el dispositivo escolar, simulan estar en él y desarrollan otro en paralelo. No rechazan de plano maestras, porteras, el quiosco con sobreprecios, horarios, abanderados, obligatoriedades, sanciones y boletines. Saben que esa es la cancha donde jugar y ahí despliegan.
Se transforman en vaqueanos de la escuela. Devienen lectores, es decir, apreciadores de signos. Los encuentros crean nuevas disposiciones, posibles que los sumergen en una claridad que padecen, ya que para llegar a ella deben primero sumergirse en lo oscuro.
Lo que para las maneras adultas habituales de sentir y de pensar puede ser interferencia, a los chicos les sirve como material para comprender y hacer los encuentros. Muchas veces pasa que la escuela se nos presenta de tal manera que nos hundimos en lo caótico y sentimos rozar lo amenazante. En ellas, los pibes como reales hacedores de la escuela perciben proximidades inauditas, deseos, dolores reales y preguntas antes inaudibles.
La escuela se ha movido en torno de la intervención. Enseñar fue un acto de intervención; intervenir en la ignorancia tornándola saber. Educar…  gesto de intervenir en el sujeto para hacerlo sujeto civilizatorio. Ahora eso es imposible, la escuela esta intervenida por lxs chicxs. Pensar la escuela no es pensar su función, sino el real de su existencia.

Saquear es consumir

por Máximo Badaró


Entre las numerosas interpretaciones de los violentos hechos que sacudieron a la Argentinaen la segunda semana de diciembre de 2013, la que más me dejó pensado fue la que hizo un amigo que vive en Concordia, la ciudad donde yo nací y me crié, cuando el lunes pasado lo llamé por skype para saber si el panorama desolador que el noticiero de TN mostraba en su pantalla reflejaba lo que ocurría en esa ciudad.
Mi amigo estaba sentado en la galería de su casa. “Acá estoy, esperando”, me dijo, mientras enfocaba con su celular la escopeta que tenía arriba de la mesa junto al termo, el mate y un cenicero repleto de colillas de cigarrillos. Se la había prestado un vecino. “Estamos todos armados”.
“Las esquinas de los barrios están llenas de gente en motitos, están esperando la noche para volver a robar”, agregó, mientras se escuchaba el ladrido de sus perros y la televisión encendida en el mismo programa de TN que yo estaba mirando en Buenos Aires.
Mi amigo temía que la violencia contra los negocios se extendiera a las casas de familia. “En Córdoba se metieron en las casas”. Por eso se armaba. En Concordia, como en otras ciudades que tienen un fuerte vínculo con la caza, la pesca y el campo, muchas personas tienen armas en sus casas.  
Ese día él había visto cómo alguien repelía con una pistola desde dentro de un automóvil a decenas de personas que llegaban en motitos a un supermercado presumiblemente, según me dijo, para saquearlo. Mi amigo estaba en la vereda del supermercado y los balazos le pasaron cerca. La noche anterior él había visto negocios saqueados, gente transportando colchones y televisores arriba de motitos y algunas camionetas.
A la hora de explicar lo que estaba pasando, mi amigo no descartó la idea de la organización: “Yo vi a un tipo que entró, compró una leche y salió, y después lo ví hablando por celular en la esquina antes de que lleguen las motos”. Pero no asoció la organización con la policía, a la cual reconocía la legitimidad de su reclamo. Para él la organización venía del lado de quienes estaban manejando a “los pobres” para aprovecharse de la situación creada por la huelga policial. 
Entonces mi amigo formuló la primera hipótesis que llamó mi atención: los pobres saquean y se llevan electrodomésticos porque el dinero que reciben de los planes sociales los “ceba” al consumo. 
Mi amigo sugería una representación de los sectores populares que está muy presente en muchos sectores medios y altos de la Argentina, y que los define desde su dependencia del estado, como actores que en cierta medida representan al estado: los pobres son el estado.
Pero esa no fue su única interpretación. Además de atemorizado, mi amigo tenía una indignación moral por lo que había visto en las calles de Concordia: “No roban porque tienen hambre, lo hacen de malditos y de dañinos, sólo para hacer daño”.
Así, mi amigo deslizaba dos interpretaciones llamativas: los pobres son el estado y roban a la sociedad para hacerle daño.
El comentario de mi amigo dejaba entrever que para muchos sectores de la Argentina la ampliación de la capacidad de consumo de los sectores populares que el estado ha fomentado en los últimos años, y que en buena medida les permitió mezclarse con algunos sectores medios, un proceso que en  las ciudades chicas tiene una expresión espacial muy fuerte, era una de las causas centrales de los males que los saqueos encarnaban con crudeza: los pobres hacen daño porque quieren seguir consumiendo.
Las motitos con las que se desplazaban muchos de los saqueadores, y a las que los sectores populares pueden acceder con relativa facilidad –al precio del endeudarse a altísimas tasas de interés–  son percibidas como el emblema de consumo de los pobres.
En muchos comentarios de los saqueos aparecía la imagen de la motito asociada a la figura de la “banda”: bandas de motitos conducidas por cientos de pobres que se desplazan aleatoriamente por la ciudad sin respetar normas de tránsito, molestando con los chillidos de caños de escape mal silenciados, y amenazando con saquear negocios o golpear a los transeúntes. La motito permite un recorrido nómade, liviano, veloz, ruidoso e indeterminado del espacio urbano. Y también permite escapar rápidamente.

Lejos estamos del recorrido regulado y de los traslados de punto a punto que impone el transporte público o del recorrido pesado, costoso y con escasa capacidad de reacción y maniobra que permiten los automóviles. 

Todavía está por hacerse el estudio que explore cómo el acceso de los sectores populares a motos baratas de baja cilindrada está reconfigurando sus modos de transitar y habitar el espacio urbano y de relacionarse con los sectores medios y altos en ciudades medianas y pequeñas de la Argentina. En muchos países de África, por ejemplo, el ingreso masivo de motitos baratas fabricadas en China está modificando la vida económica, política y social de las poblaciones más pobres, y transformando radicalmente las configuraciones del paisaje urbano y rural.
No voy a apelar a la corrección política para emitir juicios de valor sobre las apreciaciones de mi amigo. Lo que me interesa, en cambio, son las diferentes aristas que contienen sus comentarios. El antropólogo francés Pierre Clastres acuñó la expresión “la sociedad contra el estado” para referirse a las sociedades indígenas que intentan conjurar la formación del poder estatal y su intromisión en la vida social. En los conflictos de Concordia y de otras ciudades de la Argentina asistimos a otras variantes de este proceso. 
Por un lado, los saqueos, que a primera vista aparecen como un conflicto de clase – sociedad contra la sociedad– también se revelan como un conflicto del “estado contra la sociedad”, con la particularidad de que en este caso el estado aparece representado por una parte de la sociedad: “los pobres”. Por otro lado, las palabras de mi amigo traslucen la figura del consumo como destrucción. Y sugieren una variante: el consumo destructivo de los pobres como revelador de una faceta auto-destructiva del estado: “el estado contra el estado”.
Paradójicamente, fueron los policías, que forman parte del estado, quienes a través del apoyo de sus familiares, amigos y diferentes sectores sociales, encarnaron la fórmula de “la sociedad contra el estado”. Los conflictos violentos que se generaron a partir de la huelga policial pusieron en evidencia muchas problemáticas, entre las cuales me interesa destacar las que insinuaban los comentarios de mi amigo: las paradojas y ambigüedades del consumo como mecanismo de igualación social y de la capacidad del estado para lidiar con las fuerzas auto-destructivas propias y ajenas. 

La (otra) ola verde

Por el Colectivo Juguetes Perdidos


Un pibe sale corriendo porque tiene un veinticinco encima. Otro se queda fumando y esperando el verdugueo. A otro lo obligan a que se coma la tuca que acaba de tirar al piso. A otro lo tienen marcado porque le cabe rascar la pipa en la esquina. Estamos hablando del faso.

Los gendarmes paran a los pibes, los molestan, los huelen, buscan porro. Vos seguro tenés porro. Sienten que están habilitados para zamarrear, golpear, gritar y “educar” moralmente a los pibes. Estamos hablando de la Gendarmería en acción.

Las secuencias se reiteran cotidianamente en un barrio bajo del sur del conurbano bonaerense, pero podrían situarse también en cualquier otra zona en donde operan gendarmes, prefectos y demás “fuerzas de ocupación”. Los datos muestran que más del 90 por ciento de las detenciones que realiza la Gendarmería Nacional en sus operativos de rutina son por tenencia de drogas (tenencia de los pibes, en la mayoría de los casos para consumo personal). Y en todos estos barrios se conocen pocos casos de cierres de desarmaderos, de detención de narcos pesados, de clausura de prostíbulos y tugurios que son enclaves de las redes de trata.

La principal labor de los gendarmes parece ser otra: se trata de educar –y disciplinar– a los pibes y pibas mediante el verdugueo como práctica cotidiana; se trata de instaurar un orden, una sensación de tranquilidad (y también una tranquilidad real ya que sus presencias desplazan a los fierros de las calles y a muchos de los quilombos de la vereda, empujándolos puertas y barrios adentro). 

Mientras en la periferia urbana y suburbana, en las ranchadas nocturnas, en las esquinas y calles se para permanentemente a pibes y pibas por fumarse un fasito (o por presumir que lo hacen), en las terrazas de muchos barrios porteños, en sus calles céntricas, en los fondos de viviendas de clase media, en programas de radio o TV cool, la marihuana es casi-legal. Los nenes de colegios privados juegan a hacerse los dealers con las flores del auto-cultivo, la abuela se ríe de la planta rara que crece en el fondo, el jefe careta hace chistes de fumón, y la sociedad toda se vuelve más permisiva para el consumo de marihuana. Es verdad que la sensibilidad social no mutó de un día para otro: fueron y son muchas las marchas multitudinarias a favor de la despenalización (y la legalización), las discusiones públicas y mediáticas, las micropolíticas a favor del autocultivo, la militancia de revistas como esta y de organizaciones y colectivos, los aportes culturales de las bandas de rock y también –cómo no mencionarlo en el combo– la lógica mercantil olfateando el humo dulce –y redituable– de la cultura cánabica de los jóvenes.

Producto de todas estas movidas se impuso un cierto tono no-criminalizador para con los consumidores. Por suerte se escucha cada vez más “la policía no te dice nada si fumás en la calle”. Flores para todos y todas. Militancia a pulmón que recibe como premio sus merecidos cogollos… Pero hay que ampliar el campo de batalla. Mientras los azules son cada vez más permisivos en la ciudad blanca, los verdes están en plena tarea educativa en los barrios periféricos.

Una politización  (difusión, discusión, o como se quiera llamar) que no tome en cuenta el tema del consumo de droga como “excusa perfecta” para los gendarmes, reproduce una segmentación social y espacial muy violenta.
En una ciudad se permite y a veces hasta se celebra el consumo de marihuana; en la otra, en sus márgenes, en las villas, en la noche de los barrios pobres, los gendarmes revisan, controlan y requisan droga en pequeña escala (casi siempre para consumo personal, en algunos casos para pequeño menudeo) y, sobre todo, y a contramano de la oleada cultural canábica, usan la marihuana como excusa perfecta para disciplinar moralmente a los jóvenes.
Los pibes y pibas lo saben: se trata de cortales la fuga. De no permitirles el hedonismo, el descanso, la risa (tan promovida por el faso). Quizás se trata de disciplinar esa risa embriagada, atrevida, desafiante por colectiva, esa risa que tanto molesta a las fuerzas de seguridad. Esa risa a la que no le importan las consecuencias (por más dolorosas que sean).
Si la discusión sobre el consumo de marihuana amplía sus fronteras, si dinamitamos las excusas que los verdes tienen a mano para detener a los pibes, se pondrían sobre la mesa nuevas y potentes preguntas: ¿qué hay detrás del verdugeo gendarme a los mas jóvenes de los barrios (sabemos que no se trata de la gorrita o el faso…)?


Así están las cosas en las ciudades actuales, mientras unos pibes aprenden las reglas del autocultivo, otros aprender a correr rápido y a escabullirse de la mirada y el verdugueo de los verdes.

Ministerio del Ocio y otros planes para hoy (segunda parte)

por Diego Maxi Posadas
«¿Qué lugar dejará la sociedad futura al oficio que se ama, en el que se regocija quien lo ejerce?»
Revista Janus.
Martes 10 de diciembre
Un fantasma recorre Argentina, el fantasma de la democracia. Eso escribió Sebastián, mi amigo, en su “muro”. Le digo desde aquí que una ocurrencia así merece sus quince minutos de gloria en una pared palpable, real, callejera. Quiero esas manchas de pintura en las manos del autor de este provocador remix de Marx y Engels, con múltiples resonancias. Un fantasma es siempre una promesa, una misión no del todo cumplida, el contorno de un alma sin cuerpo que resiste olvidos, que no puede abandonar viejos sueños y viejas moradas. Hay quien se asusta con los fantasmas, con el ruido de sus oxidadas cadenas sin romper; hay quienes se asustan incluso de la palabra fantasma, prefieren no usarla.
Ellos, los fantasmas, también se asustan de nosotros. ¿Ellos? ¿Y si el fantasma de la democracia somos nosotros? 
Fantasmas todos, asustados ante un espejo que no siempre da cuenta del conjunto. «No exageremos», pide mi mujer, telepáticamente, desde la Plaza de Mayo, atenta a las palabras de Cristina. Más tarde cantará el León su hermoso villancico, ese otro himno que sabemos todos, y que pide  “…que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre  vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”. Bellas palabras, que suenan un tanto incómodas bajo los efectos de un «Cordobazo de mal viaje» (así lo definió el riojano Jorge Leiva) aún activos y pegando mal en otras provincias. Tucumán arde, Chaco arde…  y el ardor se propaga a otros feudos a la velocidad de la luz (verde) de unos azules acuartelados. 
Pero no nos engañemos, es el mundo entero el que arde. Y no se trata aquí de juzgar o premiar a los leones por hacerse eco o no de ardores ajenos. Festejar es imperioso. Celebrar y no mostrar debilidad, ante un golpismo que acecha, nos aconsejan. Gozar la fiesta programada, pase lo que pase, mueran los que mueran, será un acto de prudencia, y hasta de resistencia. Yo respeto esas voces, pero sigo pensando. 
Si el fantasma de la democracia somos nosotros, la pregunta no debería ir hacia afuera, ¿quién le teme a la democracia?, ¿a quiénes asustamos cuando aparecemos?, sino hacia adentro: ¿será que nos aterra no sabernos fantasmas, promesas?
Diciembre es nuestro reino, el reino de los fantasmas de la democracia. Es el inmenso pesebre viviente en donde nos movemos como ciegos por su casa. Cada pieza ya conoce el lugar asignado, y allí se deja caer, confiando en el cuidado de unas manos (o unas sombras) también muy obedientes. Pero, cualquier niña o niño lo sabe, con tantos animales sueltos, ovejas y gallinas, burros cansados y altivos camellos, reyes con tesoros, ¿a quién no le entran ganas de hacerse titiritero y salirse por un rato del libreto? 
Éste es el drama de diciembre y sus fantasmas. Una histeria colectiva, un quiero pero no puedo, pero quiero, que se apacigua con un sorbo de fresita. Las cadenas existen para eso, para que en medio de estos titubeos el fantasma avance a paso lento. Si a los fantasmas de diciembre “se le salta una tuerca” se viene el mundo abajo.
Miércoles 11 de diciembre
Lo que indigna a los cronistas de los saqueos es que la gente no lleva comida, rapiña lo que no necesita. Con la “demos gracias” se come (¿no habrán oído bien?). Sí, se come, ese ya no es el problema, pero sí el drama de nuestro fantasma: los espíritus no lastran. Diciembre, santo mes de la comida, con sus largas mesas navideñas en las que no puede faltar nada, ni una sola caloría, ni una nuez (menos un ruido) es una muestra de ostentación que enfurece al fantasma. Tal vez es por eso que aparece.
Tarde o temprano íbamos a descubrir que los bombos y los parches del reclamo salarial sonaban más fuertes, más potentes, acaso más convincentes, con la ayuda de la tonfa. Las manos invisibles que ayudaron a salir de oscuros closets de comisarias argentinas a estos antiguos bastones de defensa okinawense (también llamados tuifa, tunka o tonkwa), compañeros inseparables de todo agente del orden global, les tenían preparada una nueva y ruidosa misión. Tanto tiempo compartido en manifestaciones fueron la mejor escuela de percusión, ya expertos en el aporreo de “zurdos” ellos también ahora se sienten con derecho a hacer sonar los tambores de la dignidad del pueblo trabajador. Pero con otro ritmo: paritarias conquistadas a velocidad Record Guinness. No fue el desfile de orgullosas tonfas al viento lo que logró un aumento del 50% en el salario del policía cordobés. No se alcanza un premio así batiendo parches o improvisando pancartas. Hay que desapuntar los rifles destinados al control social, liberar ciertas zonas, para habilitar el diálogo, hay que invitar a la comunidad toda a un banquete social de alto voltaje. 
Flashback 1: ¿Qué fue del concepto “Zona Temporalmente Autónoma”? ¿Siguió aplicándose en algún laboratorio social? 
Pero no confundamos sidra con champán, ni fresita con fernet. Este apriete eficaz, no fue un “alto el fuego”,  no fue una tregua a la represión social, sino su contracara. Los fierros no descansan en paz, los fierros nunca dejan de apuntar a algún lugar. Y si hay donde apuntar, se hace presente la tentación de gatillar. Cualquier pibe lo sabe. 
¿Juguemos en el Coto mientras la gorra no está? Cuando un amigo se va. Hablando de amigos, «¡eh, amigo, qué mirás!» Hagan la prueba: a un pibe, no importa de qué barrio, le apuntas con un dedo a la cabeza y le decís “sacate la gorra”. Te va a mirar feo. Distinto es que le digas, “che, re piola esa visera, ¿puedo verla?” También te va a mirar  feo, con toda la cara de malo de la que sea él capaz, pero al rato la cosa tal vez pueda ir mejor. Es que “la gorra es para el rati, las nuestras son viseras”, mejor sabelo. A mí me lo enseño un amigo, un fantasmita de la democracia.
Lo cierto es que una buena porción de la comunidad (¿organizada?, ¿no vigilada?) respondió como debía, y acudió al festival de productos sin precios. ¿Sin precios? Ya suman varios muertos entre saqueadores y saqueados. Una jornada de lujuria consumista, a vida o muerte, una liquidación (hablando con propiedad) a quemarropa. Civiles armados hasta los dientes dispuestos a defender las mercancías, suyas y ajenas. Una nueva fuerza bruta, autoconvocada. “Esa licuadora no es tuya”, gritará mi vecino, cumpliendo el sueño del niño sheriff que todo jubilado lleva dentro, mi portero parapolicía, mi hermano a punto de lincharme. De este western no se sale. 
Flashback 2: ¿Alguien recuerda hoy a aquel movimiento “revolucionario” barcelonés llamado Yomango, que proponía un «sabotaje contra el Capital pasándoselo pipa»? Nadie. Ni sus creadores: el sitio quedó freezado en 2007 y con él la filosofía de la práctica yománguica.
Y es que tarde o temprano todo pide un freezer. Y un aire acondicionado, y una Pelopincho nueva, y… en diciembre más que nunca, al calor de sus deseos azuzados. Veo freezers en hilera, aún envueltos en sus nylon protectores, quietos como ovejas de lata al cuidado de un pastor alemán en una callecita cordobesa. No es una alucinación, es la TV que me trae a casa esta postal del orden recuperado; electrodomésticos desalojados de sus nuevos hogares, custodiados por los cumpas de la fuerza, ya de vuelta a sus tareas. Relucientes y sin uso, estos objetos parecen los pálidos rehenes de un absurdo poliladron a cara descubierta: sí, hubo ingenuos que subieron a las redes sociales fotos de los trofeos saqueados, con sus nombres y apellidos… La vanidad es un viaje de ida y vuelta.
Lo que me alivia es saber que ya hay plumas escribiendo, con mayor o menor lucidez, las interpretaciones que nos ayudarán a entender estos hechos tan confusos, cuando llegue el momento. Mientras tanto, mis días de asueto (¡balsámico!) indicados por el cirujano me obligan a la calma y la lectura.  Querida Janus 7, del año 1966, “La Revolución del Tiempo Libre”,¿por donde andarás?

Noam Chomsky vs. Michel Foucault: sobre la Naturaleza Humana


A principios de la década de 1970, Fons Elders condujo el International Philosophers Project, una serie de debates entre los filósofos más destacados de la época: Alfred Ayer y Arne Naess, John Eccles y Karl Popper, Leszek Kolakowski y Henri Lefebvre. Uno de los debates más resonantes del proyecto fue el que sostuvieron Noam Chomsky y Michel Foucault, celebrado en la Universidad de Amsterdam en 1971 y transmitido por la televisión holandesa.

Comunismo* y Magia

por Tiqqun

El ejecutivo solitario gritándole al auricular de su celular, con la acreditación de representante colgando del maletín. El conductor maldiciendo al volante de su auto. El clubber flasheado en su dance-floor electro favorito. El comerciante de tienda cool con su galimatías empresarial. Nuestros contemporáneos dan toda la sensación de estar embrujados. Los izquierdistas del mundo entero pueden aspirar a abrirles los ojos a propósito de la dimensión de la catástrofe, pero el empeño es vano y el asunto está perfectamente claro desde hace más de setenta años: no sirve de nada concientizar un mundo ya enfermo de conciencia.
Porque este embrujo no es producto de una superstición o de una ilusión que bastaría con deshacer, sino que es un embrujo práctico: es su sujeción a los dispositivos, el hecho de que sólo acoplados a tal o cual dispositivo se experimentan como sujetos.
Artaud tenía razón cuando escribió, en enero de 1947: “Mucho más que por su ejército, su administración, sus instituciones o su policía, la sociedad se sostiene mediante hechizos”.
En cada uso reside una posible salida del embrujamiento.
Porque cada uso libera las formas-de-vida contenidas en las cosas, en las palabras, en las imágenes. En el uso se establece una curiosa circulación entre “sujeto” y “objeto”, entre “especies”. El gesto cortocircuita la conciencia, suprime temporalmente la distancia entre el yo y el mundo, exige otras distancias.
La mirada nos incorpora los movimientos y las formas percibidos. Algo sucede en nosotros y fuera de nosotros. “La coincidencia de la transformación del medio y de la actividad humana o de la transformación del hombre por sí mismo, no puede ser captada y comprendida racionalmente más que como praxis revolucionaria”, dicen las Tesis sobre Feuerbach, pero puede ser captada y comprendida mágicamente como uso, por lo menos “si la magia es una comunicación constante del interior con el exterior, del acto con el pensamiento, de la cosa con la palabra, de la materia con el espíritu” (Artaud).
El hecho de que la materia esté animada por innombrables formas-de-vida, que esté poblada de polarizaciones íntimas, es algo que el propio Marx no ignoraba cuando escribió, en La sagrada familia: “Entre todas las cualidades inherentes a la materia, el movimiento es sin duda la primera y la más significativa, no sólo como movimiento mecánico y matemático, sino más aún como pulsión, dinamismo, como tormento de la materia, para emplear los términos de Jakob Böhme. Las formas primitivas de esta última son fuerzas esenciales, vivas, individualizantes, productoras de las diferencias específicas”.
A estas “formas primitivas” las hemos llamado formas-de vida.
Nos afectan, queramos o no, a través de todo aquello a lo que nos atamos, a través de todo aquello a lo que estamos atados.
Nos cuesta mucho admitir que estamos atados, porque estamos poseídos por una idea estética de la libertad. Una idea de la libertad como desapego, como indeterminación, como sustracción a cualquier determinación.
Esta disposición intermediaria donde el alma no está determinada ni física ni moralmente y donde sin embargo está activa de ambas formas, merece particularmente el nombre de disposición libre, y si se denomina físico el estado de determinación sensible, y lógico y moral el estado de determinación razonable, se dará a ese estado de determinabilidad real y activo el nombre de estado estético […] Sin duda el hombre posee virtualmente esta humanidad antes de cada uno de los estados determinados por los que puede pasar; pero la pierde efectivamente en cada uno de los estados determinados por los que pasa, y es necesario, para que pueda volver a un estado contrario, que esta le sea devuelta por la vía estética. (Schiller, Cartas…)
Esta idea de la libertad es la libertad del directivo, que recorre el mundo de hotel de lujo en hotel de lujo, la del científico (sociólogo o físico, poco importa) que no está nunca en el mundo que describe, la del anarquista metropolitano que pretende poder hacer lo que quiera cuando quiera, la del intelectual que juzga cual soberano sobre cualquier cosa desde su despacho, o la del artista contemporáneo que hace de toda su vida una “obra de arte” y para quien, en palabras del infecto N. Borriaud, el único imperativo es “invéntate, prodúcete a ti mismo”. A esta idea estética de la libertad nosotros oponemos la evidencia materialista de las formas-de-vida. Decimos que los seres humanos no están simplemente determinados, que no hay un ser puro de toda determinación por un lado que serviría de mero ropaje al conjunto de sus atributos, de sus predicados y de sus accidentes –francés, varón, hijo de obrero, jugador de fútbol, con dolor de cabeza, etc. Lo que existe en realidad es el modo cómo cada ser habita sus determinaciones.
Y en ese punto, la determinación y el ser son absolutamente indistinguibles, son formas-de-vida. Decimos que la libertad no consiste en deshacernos de todas nuestras determinaciones, sino en la elaboración del modo cómo habitamos tal o cual determinación. Que no consiste en liberarnos de todos los lazos, sino en el aprendizaje del arte de ligar y desligar. El hecho de que ese arte haya sido tildado de mágico durante mucho tiempo no nos produce embarazo alguno. Y asumimos el escándalo que pueda acarrear admitir la amenaza, en nosotros, fuera de nosotros, en todas partes, de la crisis de la presencia. Decimos incluso que si hay una igualdad efectiva entre los humanos esta se da justamente ante esa amenaza. Lo que hace de Kafka un gran comunista. Preferimos eso mil veces a la paradoja demasiado conocida por la cual cuanto más se toma uno por un individuo, mejor reproduce las estructuras de comportamiento más toscamente propias a la  “especie”, cuanto más se toma uno por un sujeto, más se abandona a las inclinaciones del conformismo más triste.
Somos conscientes de que, por ahora, desde sus limbos, las formas-de-vida se debaten en el más temible caos. Y que es el sentimiento de ese caos, así como el apego de nuestros contemporáneos a esa estúpida idea de la libertad, lo que los arroja a las redes de los dispositivos. Pero también vemos la potencia de la que disponen aquellos que han aprendido el arte de ligar y desligar. Y nos imaginamos la fuerza terrible que tienen en sus manos aquellos que elaboran colectivamente el juego de las formas-de-vida que les afectan. No tememos llamar comunismo a la puesta en común, allí donde sea, de dicha fuerza. Porque entonces los humanos llegan a la madurez y tienen en sus gestos la soberanía del niño.
“Puede que el hombre de la edad de piedra dibujase el alce de manera tan incomparable porque la mano
que manejaba la punta aún recordaba el arco con el cual había abatido al animal.”
El maná fluye, reinventemos la magia.
Notas:
* Basta con retomar la definición de comunismo de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, también conocidos como Manuscritos de París: “el comunismo es la verdadera solución al antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la verdadera solución del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la afirmación de sí, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie”, para convencerse de que el gesto estético no está ausente del propio programa comunista. Es decir, que la fase actual, estética, del capital, donde este da forma conjuntamente a una nueva humanidad –los ciudadanos– y a un nuevo mundo sensible –la metrópoli–, nos impone revisar nuestra concepción misma de comunismo.

“Ser homosexual sigue siendo revolucionario”. Entrevista a Virginie Despentes

Por Maite Garrido Courel

La autora de la polémica ‘Fóllame’ y de la biblia feminista ‘Teoría king kong’ habla sobre su novela ‘Bye  bye blondie’, publicada en español a diez años de su lanzamiento en francés, pero también sobre prostitución, violación y pornografía. No apta para todos los públicos.
Denominada por ella misma como “una novela romántica punk rock”, Bye bye Blondie (Pol·len Edicions, 2013) es un viaje al punk más descarnado de los años 80 y a la frivolidad más sórdida de principios del siglo XXI. Diez años después de su publicación, llega a las librerías con la dosis habitual de sinceridad desbocada y prosa vertiginosa que caracteriza a la autora. Virginie Despentes (Nancy, 1969) escritora y cineasta, perturbó con su primera novela Fóllame, llevada al cine por ella misma, y revolucionó la escena feminista con su Teoría King Kong. Hablamos de su novela, pero también de todos los tabúes que rodean a la feminidad y que hay que dinamitar.
Escribir con un lenguaje brutal y directo sobre ‘lo que no se debería escribir’ o ‘no se debería mostrar’. Aunque en el libro no aparece, en la película homónima uno de los temas principales es la relación lésbica mostrada en dos décadas diferentes.
Escribí el libro en 2003, y no era una historia lésbica… La película, sí. Cuando hice la película, ocho años más tarde, el romance lésbico me pareció una buena idea. Pero no hay sexo intenso en la película, no quería desnudar a las actrices, ni siquiera enseñar una teta. Estoy harta de las actrices del cine francés, que siempre vemos desnudas como si fuera algo obligatorio.
¿Escandaliza más ver a dos mujeres juntas que a dos hombres?
Al contrario. Dos mujeres juntas son sujeto de fantasía sexual para los hombres que siguen considerándolas como su terreno de juego. Además, es un clásico del porno mainstream. En Bye bye Blondie el problema sería que no follaran, los hombres heterosexuales no tendrían nada con qué alimentar su polla y no lo tomarían bien. Creo que dos hombres juntos son un ataque más frontal para los heterosexuales retrógrados.
Vuelves a situar -como en la Teoría King Kong- parte de la novela en los 80. ¿Había mayor libertad con el punk?
Sí. El punk, como muchos otros movimientos de sub-culture de los 80, era un terreno de libertad y de experimentación, sin una autoridad real que se interpusiera.   Aunque el punk en Francia era totalmente heteronormativo. En la película decidí crear una utopía del punk como lugar de libertad lésbica, que no existe tampoco, pero que me gustaba imaginar. Las bolleras no eran rechazadas, en el recuerdo que yo tengo, pero estaban identificadas como punkis antes que cualquier otra cosa.
Está habiendo un repunte homófobo en Francia que asusta, ¿qué opinas de esto?
Supongo que Sarkozy cambió el país… cinco años de propaganda de extrema derecha en la televisión, radio y prensa acaban dejando huella. También ha habido una propaganda anti-islámica muy dura. Creo que el tema de la homosexualidad, como el tema del feminismo, son centrales ahora. La extrema izquierda francesa tiene una tendencia histórica a considerar estos temas como secundarios y creo que es un error. Ser homosexual sigue siendo algo totalmente revolucionario, un asunto capital e inaceptable para los reaccionarios. Eso es lo que entiendo cuando veo el esfuerzo que han puesto en estas manifestaciones homofóbicas.
Tratas la violencia en el libro, cosa que hiciste de forma abrumadora en “Fóllame”. En ella, por primera vez en la historia del cine, unas mujeres eran tan sanguinarias como los hombres, y encima putas. Ahora, algunas feministas reclaman respuesta violenta a ataques violentos.
No sé. Me parece que hay mucha violencia pero casi siempre viniendo de hombres hacia mujeres… El contrario, lo espero, pero no lo veo. El poder de dar la muerte sigue siendo un ‘privilegio’ masculino. Lo ideal sería que los hombres renunciaran a la masculinidad clásica, pero me temo que eso tampoco lo veo. En Francia, me parece que hay mujeres más sumisas que antes, y hombres más convencidos de sus privilegios. Pero nunca se sabe que hará la próxima generación, solo es una cuestión de creencia.
¿Conoces el caso en España de una mujer que quemó vivo al violador de su hija?
Sí, lo he visto. Da ganas de hacer una película solamente por el momento final.
En Teoría King Kong hablas de forma autobiográfica sobre la violación y el silencio que había en torno a este tema. ¿Se sigue tratando la violación solo desde la víctima?, ¿el mensaje sigue siendo “encima de que te han violado, no deberías recuperarte nunca”?
Me parece que internet ha sido importante en los últimos años y ha permitido una reflexión colectiva, intensa e impensable hasta ahora sobre el tema de la violación. Leo, en francés, muchos artículos, textos e intervenciones de chicas que han sido violadas y que hablan juntas, en el espacio público que es internet, de la vergüenza, de la ira, del temor… y el hecho de escribir sobre el tema cambia las cosas. Primero porque descubrimos que somos muchísimas. Somos supervivientes, quizás, pero juntas somos un pueblo. Por lo tanto los violadores no pueden ser considerados como hombres excepcionales, son un pueblo también. Y de este espacio de intercambio de mujeres violadas que no esconden lo que les ha pasado, algo saldrá, algo nuevo.
“Decir que ‘te has hecho un cliente’ te sitúa al margen. Decir que vas de putas es distinto, no predefine al hombre de ningún modo”, escribías en la Teoría King Kong. Hay asuntos en los que no parece que avancemos mucho…
reo que, como con la violación, los espacios en internet cambian las cosas. Las prostitutas tienen blogs, redes y facebook y pueden intercambiar modos de acción, reflexiones y hablar directamente de lo que quieren, como un cambio en las leyes, por ejemplo. Y eso es tan nuevo que desde este lugar puede pasar algo. Hoy, hacer el trabajo de prostituta, si lo has elegido como manera de hacer dinero, no tiene nada que ver con los 90. Puedes pedir consejos, hablar de lo que haces. No están aisladas como lo estábamos nosotras en esos años, y eso cambia todo.
En tu trabajo documental Mutantes: Punk, porn, feminism (2009) recoges testimonios de María Llopis, Lydia Lunch (ambas artistas y activistas), Beatriz Preciado (filósofa feminista) o Annie Sprinkle (activista y sexóloga) hablando sobre porno y más porno. Y decías: “El antídoto para la pornografía no es la censura”. ¿Es hacer buen porno?
La obsesión del porno ‘oficial’ de los 70 hasta 2000, que era grabar el orgasmo femenino, se acabó. Las cosas han cambiado. En la censura no creo, en absoluto, pero sí en la educación de los niños para que vean porno. Sería urgente hablar con ellos y ellas para que no les enseñen a odiar el sexo. Y es urgente hablar de porno con los jóvenes, porque lo que vemos en internet ahora me parece más morboso y sórdido que porno. Hay que acabar con las leyes de censura y permitir que se hagan otros tipos de películas que muestren alternativas de la sexualidad desde miradas divergentes de la mirada normativa.

«La Patria es el Otro»: un coloquio filosófico

por D.P.

Ya a esta hora de la mañana hace un calor jodido. Es un miércoles de diciembre  y el remis nos espera sobre Esmeralda. Hago un saludo general, tímido y chivado. Lista en mano se acerca una piba, buena onda, de veintilargos. Le doy mi nombre y tilda. Me dice que me suba al próximo auto, que ya salieron varios. Me corro del centro de la escena para poder mirar uno a uno a mis ocasionales compañeros. De inmediato reconozco a dos punteros, dos referentes de la  Franja Morada de quince años atrás (me enteraré, luego, que mutaron kirchneristas en algunos de los pliegues de la década ganada). Un flaco de pelo largo me pregunta de qué universidad soy y qué investigo. Me cuenta centralmente sus estudios de doctorado en Francia, su investigación sobre Husserl y miles de cosas sobre su director, un viejo ignoto para mí, que no escucho. Un tercero comenta que le da por el “narrativismo” y que es seguidor de Hayden White, y que su director… Más pragmático que hostil (y cortando el repaso mental de la lista del super chino) el remisero interrumpe llamándonos a bocinazos. ¿El destino? La Secretaría de Cultura de la Nación situada en corazón de la 21-24, la Zavaleta.

La Casa de Cultura de Barracas (sede recién «construida» de la Secretaría de Cultura) es un galpón colorinche, amplio y luminoso: bien (pos)moderno, tanto que parece la transitoria escenografía de una película que, montada para un par de escenas, será prontamente desarmada y vuelta a levantar en algún otro cuadrado disponible.

Hospitalarios, nos reciben, primero el Anfitrión, luego los mozos. Café con leche y facturas tipo bocado. Ninguna queja: catering de primer nivel. Somos más de veinte entre organizadores e invitados. Todos juntos llegarán, minutos más tarde, los Conferencistas. Y la cosa arranca.

En fila vamos entrando a una sala grande que Augé no dudaría en calificar de no lugar. Paredes completamente blancas, de Durlock. No hay cuadros ni marcas de identidad, no hay nada. Todo limpio y ordenado. Las sillas se disponen en forma de herradura: en la parte corta, los tres Conferencistas; en las partes largas, los quince Aportadores. Y en la parte vacía (lo que hace que la herradura sea una herradura y no un rectángulo), tres cámaras, una consola de la puta madre, varios micrófonos y seis o siete asistentes y organizadores del evento, personal del Ministerio de Planificación Federal.

Prudente, elijo una de las puntas.

El Anfitrión, que evita la cabecera, presenta expeditivo el Coloquio. Un video institucional, pésimamente musicalizado, exhibe los logros del plan Igualdad Cultural e Inclusión en la Diversidad, una de las más importantes y menos festejadas políticas públicas de la década ganada.

Y arranca el primer Conferencista, GV: “La Patria es el otro” y sus posibles expresiones audiovisuales es el eje convocante.

***

(Una aclaración necesaria: el lector atento (también el desatento) notará cierto desequilibrio, cierta asimetría en el desarrollo de las tres exposiciones: muy extensa la de DT, mucho más cortas las otras. Esto responde, más que una preferencia del cronista, a la organización lógica de cada exposición: si la primera –la de GV– se deja sintetizar a partir de una hipótesis central que se juega en distintos momentos históricos y la tercera –la de RF– asume la forma de “deriva asociacionista”, donde es posible indicar los mojones más desmedido desplegar el azar de sus vínculos, la segunda, en cambio, una suerte de mapa conceptual del problema presentado por DT, exige cierto cuidado en la presentación de cada noción y las declinaciones que la articula con la siguiente).   
***

GV es un tipo común, amigo de amigos, y me cae muy bien, lo que sesga sin duda la mirada. Sólida intervención la suya, aunque exagerada en su cautela. Recorre con gracia cómo a lo largo de la historia política argentina el otro es un elemento constante: el exterminio del indio y el destierro del gaucho, el disciplinamiento del migrante europeo (“a los que se necesitaba y excluía”) y de los cabecitas negras(subsuelo sublevado de la patria, entramado afectivo de ocupación callejera: el otro por primera vez se volvía una cuestión de estado) hasta llegar al militante, a los hippies, a los homosexuales, a las múltiples minorías desaparecidas por la dictadura. Un país, entonces, conformado por Otros. El neoliberalismo y su política de exclusión social acentúan esta tendencia: el Otro es población sobrante. Hasta que llegaron Néstor Kirchner y sus políticas de inclusión social.

En ese marco, la Patria que incluye enfrenta esa gran maquinaria de estigmatización social que son los medios masivos de comunicación (TV-Radio-Diarios). La amenaza cobra forma de gorra: si el nosotros estigmatiza, el otro es política de Estado. Porque “La Patria es el Otro” es, precisamente, el feliz intento por integrar a los segregados.

***

DT es astuto e inteligente. Indiscutiblemente filósofo. Asume con dedicación su mundo de conceptos y los trabaja cual orfebre. La patria es el otro, pero ¿qué decimos cuando decimos “otro”? La patria es la tierra de los padres, lo familiar. El patrimonio. El otro, en cambio, es lo ajeno, lo exterior. Dos nociones opuestas, entonces, unidas por un verbo que las homologa. Entonces, ¿el otro es el próximo, el cercano? ¿O  el absolutamente distinto, el lejano? ¿Y cuál es la frontera entre uno y otro? ¿La Sociedad Rural o Magneto pueden ser otro posible?

Levinás, Derrida, Sartre: un recorrido preciso y nada vanidoso que acaba invocando al realismo: el otro es, ante todo, una perturbación, aquello que altera el desarrollo normal de algo, que acaba irremediablemente con la paz. Pero es, sobre todo, aquello que evidencia nuestra finitud, es decir, la posibilidad de la muerte (y es sabido que un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte). La imaginación es, en ese marco, el lugar donde los otros dejan huellas: el otro es alguien vivo que deja marcas; marcas que producen efectos; efectos que no siempre son convenientes a nuestra existencia, es decir, a nuestra básica, precaria configuración de placeres y dolores.

Pero si no se puede evitar el vínculo (el desafío de ese realismo es, ante todo, evitar la misantropía), ¿qué se hace con el otro? ¿Cómo se teje un vínculo que se conveniente a nuestra existencia?

Una opción siempre transitada es la guerra, la destrucción del otro. Obvio, Hobbes: el otro como amenaza.Homo homini lupus. ¿Cuáles son las causas de esta guerra? El primero, evidente, el deseo de propiedad; el segundo, notorio, el deseo de seguridad y el tercero, más difícil de entender, el deseo de gloria y de dominio de otros.

¿Cómo poner fin a la guerra? Desde lo más remoto de los tiempos, de Erasmo para acá al menos, se propone el desarrollo de una cultura de la tolerancia (toleros: soportar). El mundo está lleno de otros, lleno de gente. Esto es una desgracia porque tensiona y pueden disputar intereses, pueden disputar mi propiedad. Pero no queda otra porque hay ciertas pasiones que no podrían ser satisfechas, sino es contra otros. Entones, el mal menor es soportarlos, porque mucho peor es la guerra.

Pero la tolerancia es una pasión triste, es un pacto de inmunidad fundado sobre el miedo: no me meto con vos, vos no te metas conmigo. Pero, además, es en el fondo un deseo imposible: siempre existe lo intolerante, porque siempre la tolerancia se despliega dentro de ciertos límites.

Más que de tolerancia, entonces, debería hablarse de reconocimiento. A diferencia de la tolerancia, el reconocimiento es producto de una lucha: la democracia es centralmente una lucha por el reconocimiento de derechos. El derecho afirma DT, se practica, es una fuerza expansiva. La ley limita (y por eso la democracia es excesiva en relación a la ley).

Así, en términos materiales, la democracia –un conflicto acompañado por una conversación– tiene que posibilitar lo que hay. Y los derechos se reconocen del otro en tanto otro (en política, por ejemplo, “reconocer como interlocutor” es ya toda una cuestión). Ese reconocimiento funda (y se funda sobre) una idea de justicia vinculado a las minorías.

Nos aproximamos, de este modo, a la cuestión de la identidad: ¿en relación a qué otros construimos nuestra identidad? ¿En relación a ese Otro significativo (como por ejemplo, los padres) o a otro no significativo? Entonces: una línea es el reconocimiento de derechos como declinación de una justicia que asume las minorías.

Cierra Borges: el sí mismo como otro, somos definitivamente otro. Nosotros bajo ciertas circunstancias somos otros. Somos mayormente previsibles, pero no del todo (las promesas, tarde o temprano, se estropean). Las identidades nos son más que ficciones del lenguaje: pero sobre esa ficción –que sin duda es bien material, bien real– ¿cómo construir una comunidad? ¿Cómo armar un vínculo con esos otros que son, a la vez, una dificultad y una necesidad? ¿Cómo ser sensibles con el otro en el marco de una democracia intensa y extensa? 

***

Llegó el momento. Música. Luces. RF es la figura máxima del evento. Altas pilchas, de físico cuidado. Algo soberbio, sabe moverse y habla con elocuencia: está dotado de gesticulación televisiva. Un filósofo famoso como momento cúlmine del show. RF es, además, local. 

Pero ríe nervioso: las cosas no salieron tal lo planeado. Duda, pide un corte, un café, ir al baño, estirar las piernas, atender un llamado telefónico, chequear mails. RF dice que lo que traía escrito ya lo dijeron maravillosamente GV y DT. Vuelve a dudar. Sorbe café. Transpira. A la tercer duda se larga a hablar de ese oxímoron que es “La Patria es el Otro” (“una contradicción en sus términos”), y de allí a Levinás (“el hambre del otro es sagrado), a Hegel (y el litigio entre Ulises y Abraham en torno a la patria y al viaje), a la guerra de la Triple Alianza y a su madre paraguaya, a la esquizofrenia, la lengua materna y los negros haitianos; y al huracán, a los pueblos originarios que exigen que el Estado los cuide; a su relación con Evo Morales, al cuidado hipócrita del lenguaje, a Pierre Clastres y a la etnología política, a la identidad, al ser y al reconocimiento del Otro. Y culmina: la Patria es el Otro remite a un milagro imposible, tan milagroso e imposible como estos diez maravillosos años en los que encontramos nuestro lugar los que estamos fuera de lugar, los que pensamos a contracorriente, a contrapelo de la historia.

***

Inútil detenerse en el almuerzo (no más que la continuidad del catering por otros medios) o en el fallido intercambio de la tarde (una exhibición de narcisismo por parte de los Aportadores, con abundancia de citas pedantes e innecesarias, ausencia total de afección por el discurso del otro y de horizonte más lejano que su ombligo (¿o su bolsillo?): cada quien refiere al “tema” a partir de las pobres herramientas con las que su doctorado los dota). Ni la disposición a pensar de algunos de los Conferencistas, ni la amabilidad distendida del Anfitrión, ni el café y los deliciosos sanguchitos, ni los alentadores morlacos agenciados lograron que la situación de pensamiento se armase. Como el champagne del brindis del cierre: pura espuma.[1]Otra vez será.


[1]Ya a esta hora de la noche, en este miércoles de diciembre, el calor amaina un poco. La yuta de Córdoba está acuartelada y exige aumento salarial. Más o menos incitados por agentes desestabilizadores (siempre los hay), más o menos estimulados por deseos de consumo irresueltos, los saqueos se repiten. Ambos fenómenos amenazan con extenderse a lo largo y ancho del país. Ya se habla de un muerto. En el conurbano, además, falta la luz y el agua: no sería caprichoso que este fenómeno también se propague por ciudades estalladas. El consumo crece de manera implacable desde hace una década, pero la infraestructura urbana y social que le da soporte quedó detenida, anquilosada. Indiferentes al “milagro imposible”, consumo y precariedad de la vida conviven en un clima que tiende a tensarse. Guita sin lazo social. Capitalismo runfla lo llama un amigo. En ese marco, ¿qué horizonte político se dibuja bajo “La Patria es el Otro”? Sugerida en abril de 2013 en un acto en Puerto Madryn por la Guerra de Malvinas como llamado a superar las diferencias entre compatriotas y recuperada pocos días después para destacar la solidaridad con los afectados por las inundaciones de La Plata, la contagiosa consigna se fue consolidando, incluso en su oscuridad, como lo más parecido a una línea política opuesta al “individualismo” y a la “fragmentación social” heredada del neoliberalismo. “Es bueno que los argentinos estemos unidos, que veamos en cada argentino un hermano con el cual hay que superar las diferencias, con el cual hay que coincidir en lo importante (…) Hay que querer al prójimo, porque si no se quiere al prójimo es imposible querer a la patria. La patria es el otro. La patria es el prójimo”, dijo CFK ese día. De este modo, la “La Patria es el Otro” ensaya sintetizar un proyecto político que, basado en la inclusión social, tiene como horizonte declarado la reconstrucción del tejido social destruido. Una tarea que, en el mejor de los casos, recién comienza. Pero, ¿será capaz esta consigna de contrarrestar la construcción del otro como víctima, delicia de todos los poderes de turno? ¿Será capaz de neutralizar la desigualdad escondida bajo toda política que se funda en la solidaridad? ¿Qué pasiones despierta esta contundente apelación a la Patria, este revival de para un argentino nada mejor que otro argentino, en un marco en el que el racismo y la estigmatización social crecen a la par del miedo en la sensibilidad general? ¿Es posible, como querría DT, que los derechos de ese Otro no se funden sobre el azar del lugar en el que se nació sino que se rijan por el principio de “el que está  aquí, es de aquí”, es decir, una pertenencia fundada sobre los afectos que se desarrollan, las cosas que se hacen. “La Patria es el Otro” introduce, así, un problema central de la ciudad contemporánea: el de construir comunidad sobre las ruinas de la ciudad estallada donde el Otro es, en principio, un obstáculo, cuando no un peligro. ¿Seremos capaces de funda una política a la altura de ese desafío?

La caja de Pandora de los saqueos

por Maristella Svampa


Hay diferentes hipótesis que buscan explicar el fenómeno ya recurrente de los saqueos, desde la que podríamos llamar la hipótesis “catastrofista”, que suele asociar los saqueos a las grandes crisis o al fin de época; la hipótesis conspirativa, que sostiene que todo saqueo es organizado, y de lo que se trata es de detectar a los responsables políticos o sociales que estarían promoviendo activamente estos comportamientos colectivos; y por último, la hipótesis de índole más sociológica, que sostiene que los saqueos constituyen un repertorio de acción colectiva de los sectores populares, asociados a fuertes estructuras de desigualdad.
Desde mi perspectiva, hay que evitar los reduccionismos explicativos, ya que los saqueos constituyen un fenómeno complejo, que engloba diferentes dimensiones, aun si algunas de estas hipótesis tienen prioridad o presentan mayor espesor a la hora de explicar el disparador de los mismos y otras la tienen para explicar la sucesión de los hechos.
Lo ocurrido en Córdoba pone de relieve tales pliegues o dimensiones y agrega nuevos elementos a tener en cuenta: el autoacuartelamiento de la Policía instaló una zona liberada, que rápidamente –y de modo deliberado/organizado– fue ocupada por bandas de motociclistas que traspusieron el umbral, disparando la acción y reinscribiendo a ésta en un marco ya conocido: el de los saqueos como repertorio de acción colectiva, instalado en la memoria social de los sectores populares a partir de 1989.
Respecto de la hipótesis conspirativa y exógena, hay que añadir que a diferencia de otros momentos (2001), hoy no se pretende culpar a punteros y políticos peronistas. La zona gris de la cual hablara el sociólogo Javier Auyero entre práctica cotidiana, poder político y violencia colectiva arroja hoy nuevos actores, entre los cuales cuentan no solo las policías provinciales (con su pliego de reivindicaciones salariales), sino también las redes narcos, como parece haber sucedido en la ciudad de Córdoba.
Por otro lado, los saqueos como marco de acción colectiva instalan un nuevo horizonte de posibilidades, inaugurando un reducido tiempo extraordinario donde toda inversión del orden es posible. Por esa ventana de oportunidades se difunden y amplifican comportamientos colectivos que en tiempos ordinarios serían severamente repudiados. Hace unos días, revisando testimonios recogidos de lo sucedido en Córdoba, leí que ante el reproche de un periodista que decía a una persona “Estás robando”, en el momento en que éste se llevaba una mesa de un negocio saqueado, la respuesta del hombre fue: “No la robo. Me la llevo…” Ahora bien, los saqueos como modalidad de acción colectiva constituyen una de las caras posibles –no la única, por supuesto– de la gran asimetría, que expresa el agravamiento de la fractura social y espacial, consolidada en los últimos 30 años de democracia. En este caso son la respuesta antipolítica –ya aprendida, incorporada y reiterada en diversas ocasiones- en el plano de la violencia colectiva, que ilumina la faz oscura de los sectores subalternos en su intento por invertir un orden desigual, apropiándose de bienes primarios y también bienes de consumo que esta sociedad promete a sus ciudadanos consumidores, pero a los que en tiempos normales u ordinarios los pobres urbanos están lejos de poder acceder. Esta rebeldía insolidaria y destructiva, gestada en una sociedad con una fuerte estructura de desigualdades sociales y espaciales, va agregando nuevas capas de sentido, en cada repetición, donde tanto la acción de las fuerzas represivas como el comportamiento de los actores sociales perjudicados (clases medias, comerciantes), presentan un carácter recursivo y van instalando nuevos umbrales.
En este sentido, Córdoba marcó una inflexión, porque develó los contornos posibles de una guerra social destructiva, en donde se juegan emociones y sentimientos primarios por parte de diferentes sectores sociales, en el marco de la gran asimetría. Lejos estamos de las disputas político-ideológicas que esos mismos sectores subalternos proponen desde la acción de los movimientos sociales; pero también lejos de aquellas clases medias que buscan tender puentes e institucionalizar un lenguaje de los derechos humanos… Es que los saqueos involucran también comportamientos colectivos primarios desde los sectores medios y acomodados, quienes en nombre de la autodefensa territorial y de la propiedad privada, responden de modo descarnado, mostrando lo peor de sí mismos: racismo, clasismo, en fin, un rosario de discriminaciones y violencias. Nuevamente, como bien señaló en un artículo sobre este tema Pablo Seman, lo sucedido en Córdoba constituye un punto de inflexión, tal como lo ilustra un episodio de agresión en el barrio de Nueva Córdoba contra jóvenes por “portación de rostro” que atravesaban el territorio amenazado.Diciembre de 2013 no reenvía a 1989 ni tampoco es una reedición de 2001. Estos saqueos de 2013 se parecen más a lo ocurrido exactamente hace un año en Bariloche, la ciudad turística más emblemática de la Patagonia y a la vez, paradigma de la fractura socio- espacial. Claro que no era la primera vez que Bariloche, verdadera “ciudad-country”, nos sorprendía con imágenes extremas. Ya lo había hecho en 2010, cuando la policía asesinó a tres adolescentes y hubo fuertes manifestaciones de xenofobia y racismo por parte de los comerciantes del Bajo, en apoyo a la policía del gatillo fácil… Sin llegar al extremo de Bariloche, Córdoba también es una ciudad atravesada cada vez más por una brecha socio-espacial, cuyos muros invisibles son custodiados por una policía brava, que aplica la figura del “merodeo” y premia a los agentes por los arrestos realizados. La persecución de los jóvenes pobres, por “portación de rostro” y sus reiteradas detenciones y torturas, es una de las consecuencias de dicha política de mano dura.
En suma, ya no es necesario apoyarse en la hipótesis endógena (la catástrofe, la situación de gran crisis, como en 1989 o 2001), pues la base de los saqueos es un escenario agravado por las desigualdades socio-espaciales y crecientemente marcado por la problemática de la inseguridad urbana. Quizá lo novedoso de estos saqueos es que las fuerzas de seguridad, como agentes promotores, ahora son conscientes de su capacidad de presión (el poder político habla de “extorsión”); más aún, conscientes de que en su calidad de carceleros pueden activar de disparador, liberar de vigilancia al muro (invisibles o explícitos) y abrir así la caja de Pandora. Por supuesto, esto no implica desconocer tanto las internas policiales, sus divisiones jerárquicas así como la legitimidad de los reclamos salariales. Sin embargo, el modo en cómo han vehiculado el reclamo abre una serie de interrogantes mayores, máxime cuanto todo parece indicar también la expansión de redes narcos en el mundo popular. En el marco de una sociedad cada vez más marcada por la brecha social y espacial, los saqueos dan cuenta de un esquema perverso, cuyo carácter recursivo conlleva aristas muy peligrosas. Del lado de los sectores más pobres y segregados los saqueos permiten que, cada tanto, éstos salten el muro y puedan arrebatar algo de los bienes prometidos por esta sociedad, sin importar si esto afecta a un pobre comerciante (guerra entre pobres) o un rico propietario (guerra de clases). Del lado de los sectores medios y acomodados afectados potencia los sentimientos más oscuros y primarios, los prejuicios y la acción racistas y clasistas. Y desde el punto de vista político e institucional, esto genera un efecto acumulativo, donde la respuesta del poder es siempre más orden y seguridad, esto es, más militarización y segregación de los territorios empobrecidos de nuestra sociedad, esto es más poder –discrecional– a los carceleros que hoy se han sublevado.
Así, a la hora de hablar de las desigualdades y con 30 años de régimen democrático a cuestas, el pronóstico es muy preocupante. Sin cambios verdaderamente estructurales que cuestionen y desnaturalicen las desigualdades, y a su vez, generen instrumentos políticos capaces de rever el rol de las fuerzas de seguridad, la sociedad argentina de los próximos años corre el riesgo de consolidar un esquema de distribución del poder cada vez más perverso, basado en un Estado securitario-policial, como hoja de ruta y horizonte político-social.

Los chicos de diciembre (notas sobre los saqueos que vendrán)

por el Colectivo Juguetes Perdidos


Va pasando diciembre, éste, pero también todos los diciembres calientes ya pasados que retornan como espectros. Y si bien el acontecimiento 2001 parece seguir presente como un vector del orden y desorden político, las diferencias con el diciembre actual muestran una radical mutación sensible, política y social.

Una pregunta nos inquieta hoy, ¿quién lleva la gorra?Interrogante-impulso que emerge de un territorio inédito y en permanente recombinación. Los nuevos barrios son rejunte: hay consumo, mesas de gestión de la seguridad vecinal, hay más dinero, más programas sociales, más derechos, más transas, más policías (siempre pillos aunque cambie la pantalla de juego, siempre listos para acoplarse a las mutaciones de la realidad barrial), más motos y tal vez más fierros; hay gendarmes, hay pos-vecinos (¿qué es lo que te hace mi vecino?) y comerciantes armados (o listos para hacerlo); hay reposición de la figura del propietario, hay terror –un vector constante de la precariedad– y hay pibes silvestres. ¿Cómo operan estas mutaciones en los “acontecimientos de siempre” (saqueos, inestabilidades, diciembres calientes…)?

Si el 2001 puso en juego el par orden neoliberal/caos de las protestas políticas, la cosa hoy parece jugarse más en el par tranquilidad/quilombo. Términos menos políticos y estatales (justamente atravesada ya una década de la “vuelta del estado y la política”) y más del orden de los nervios, los estados de ánimo y los malestares de los cuerpos exigidos al máximo, pero agotados (cuerpos distintos a aquellos “invisibilizados” del 2001, aquellos expulsados por sobrantes, cuya apuesta era la politización).

En este diciembre de 2013 es díficil explicar los saqueos sólo por el hambre o la escasez, ni tampoco hay piquetes para interrumpir la circulación de mercancías para pocos: los saqueos son para aumentar el flujo de consumo (para revender aun lo saqueado en el barrio…) y los piquetes y barricadas se activan ante servicios que colapsan. El circuito se acelera y no puede detenerse: consumo para todos, permanentemente (no pare, sigue sigue…).

En los barrios del 2001, en las periferias de la ciudad, se organizan los movimientos de trabajadores desocupados en alianza con la militancia política, se juntan los pibes en la esquina, de fondo suena rock barrial y cumbia villera. Aún en la precariedad, los lazos sociales que se mantienen, redes que siguen conteniendo. Diciembre de 2001 es el barrio en movimiento, conocido y cartografiado por militantes, dirigentes sociales, manzaneras y doñas en los comedores… También hay terror, en la noche de los desocupados y de los empobrecidos hay fogatas, fierros y palos para proteger la poca propiedad que queda y para defenderse de los que vienen del fondo.El mapa lo completa la policía: asesinando, liberando zonas para los saqueos y el agite, propagando miedo, marcando militantes. Jornadas, las del 2001, de antagonismos nítidos: contra los políticos, contra la policía, contra la gobernabilidad neoliberal. ¡Que se vayan todos! es la expresión de la voluntad destituyente, es la traducción a eslogan del extendido malestar político. Si los muertos del 2001 no son vidas políticas (la mayoría no tenía inscripción partidaria o militante previa), sí fueron y serán vidas politizadas por el acontecimiento.

Los barrios de este diciembre son otros. Escenarios de guerras sociales difusas, mostraron jugadores que resultaron bien entrenados ante situaciones de quilombo extremo: pibes silvestres, vecinos, policías y doñas, todos parecían saber qué hacer. Cómo organizarse para saquear, cómo vender o mover lo obtenido, cómo negociar con la cana, cómo enfierrarse y armar verdaderos comandos “anti vandalismo”. Saberes que se caldearon en la década ganada, subjetividades con gimnasia de engorrarse, ya con la cabeza y el cuerpo curtidos para una “próxima” pantalla que sin embargo ya está sucediendo o siempre estuvo sucediendo. Nuevas y diferentes lógicas de la precariedad para barrios que han mutado, nuevas sensibilidades que arman redes contingentes y momentáneas para defender la propiedad –y los estados de ánimo que ella encierra–; redes contingentes pero que mostraron su eficacia cuando ciertos pactos (como el de la policía y el poder político) se rompen.

Estos son los pibes silvestres

Toda alegría proviene de una sensación de poder”.


Otros cuerpos son los protagonistas de lo que viene; no ya los del pico y la pala, sino los de la guita y la joda. También se los conoce como disponibles(reducidos a la mentirosa fórmula no estudian, ni trabajan), sobre todo por aquellos que los quieren disciplinar, contener o utilizar como fuerza de trabajo para los emprendimientos delictivos-policiales. La hipótesis de la disponibilidad pretende explicar la relación “hipnótica” entre los pibes y el consumo. Todos discursos que parten de una mirada externa que intenta institucionalizar una relación –siempre abierta– que los pibes tienen con el mercado. Los pibes silvestres (aquellos que son medio un misterio, una incógnita, pero que sin embargo son protagonistas de la mayoría de las secuencias barriales que incomodan) no tienen una relación pasiva con el consumo, no medicalizan, ni privatizan su insuficiencia y su dolor: lo hacen combustible para la fiesta explosiva; pura rapacidad y agite. Saben que vendrá el bajón, que toda vida loca trae vueltos, que el infinito quema… pero ese es otro tema.

Pero los pibes no están disponibles, sino dispuestos sensiblemente a jugarse en un saqueo (como lo hacen cuando salen a robar o cuando ingresan a una banda narco, o cuando viven cotidianamente sus vidas). Disposición e inteligencia para saber moverse en los nuevos barrios, para afrontar el verdugueo gendarme, para desoír mandatos sociales.

¿Serán los pibes silvestres el legado no-político de la década ganada para el futuro que vendrá? No lo sabemos aún. Curtidos en la ambigüedad y la amoralidad del consumo (en donde vale todo), los pibes silvestres pueden ser soldaditos de las guerras del narcotráfico, pueden ser empleados de las bandas que arma la gorra o pueden ser los que salten y vayan al frente cuando se limite el consumo para todos, o los que le pongan las preguntas más potentes a la sociedad mula (la de la pobreza dócil y moral que ya se empieza a predicar). Mientras tanto, los pibes silvestres están de fiesta (a puro ritmo), entrenándose para protagonizar la década que viene. Piensan, como chicos de diciembre que son, que navidad puede ser todo el año, imaginan las fiestas del mañana que ofrecerá la vida loca. Entre ruidos de cohetes y balas, con fondo de cumbia y nada más, los pibes silvestres brindan con unos vinos espumantes bien chetos y la agitan cantando: si el presente es de consumo, el futuro es nuestro.

¿Un mundo feliz?

por Ver qué onda

Uno
La nota de Valeriano baraja el supuesto de que en una escuela hueca del pulso vital de otra época, los cuerpos que la transitan a fuerza de choques e inercia por no haber carriles predefinidos que hoy los interpelen, quedan librados a su propia dinámica. ¿Y qué pasa entonces? Esto los beneficia: dejados a su propio empuje, mucho lo pueden.
No se termina de entender en el discurso de Valeriano si se percibe que los chicos dejados a su propia energía configuran fácilmente circuitos propios que les permiten afirmarse desde un impulso autónomo, más inmanente a sus propias aspiraciones y deseos, o en cambio, como si apareciera alguien que les avisa que se fijen, que miren bien, que mejores condiciones que las que hay ahí en otro lugar no van a encontrar…  
Sea un caso u otro, se niega una ambigüedad constitutiva: no siempre los pibes la pasan bien en la escuela, no siempre saben armar planos de complicidad que les caben, como que pareciera que en nombre de las propias posibilidades de los pibes y pibas, apareciera una voz onda consejo, de esos que saben qué es lo mejor para los demás
Hay un supuesto que palpita en los párrafos de Valeriano: como si la interrupción de la maquinaria escolar implicaría automáticamente la potencia de los pibes de hacer sentido en ese escenario resbaladizo. La escuela innegablemente ocupa una zona oscura para muchos pibes: no solo por el aburrimiento, sensación vacua de la no-experiencia, sino de afecciones zarpadas como consecuencia de bardeadas, hostigamientos jodidos e, inclusive, de algo que escuchamos varias veces y que no da para subestimar: “acá no aprendemos nada, profe”. Contamos una escena de fin de año. Se hace un desayuno-despedida de los pibes de sexto de una escuela en Casanova. En medio de la comilona pregunta una de las docentes que la organizó “Y chicos ¿van a extrañar la escuela el año que viene?”; contesta una piba: “más o menos como que la escuela ‘ya está’, fueron un montón de añospero tampoco queremos ir a trabajar mil horas o ponernos a estudiar de verdad”. Si la escuela es un no lugar, un espacio donde es difícil conectarse, siendo positiva en tanto no se sufre como en otro espacio valorado como negativo, no obstante se dificulta percibir como abundantes esos mundos alternativos a lo escolar que se tallan según Valeriano Circuitos que nadie niega que existan y en relación con todo esto sería interesante saber qué pasa con esas configuraciones que se arman en la escuela cuando se ponen en juego en otros espacios sociales, sea al mismo tiempo que transcurren lo escolar como luego de concluir el ciclo educativo: la calle, gimnasios, canchita, esquina, compu, noche, la familia heredada y la que se arma, laburos, la facu, lo que pinte
Decir que la escuela puede ser el mejor de los mundos para los pibes nos parece algo arbitrario (al igual que decir que sería el peor de los mundos posibles). Nos suenan a frases cerradas que niegan una ambigüedad que percibimos todos los días, donde pasa un poco de todo, según quien sea, donde sea y como sea. Pero hay una secuencia más contundente en demostrar lo poco interesante que es la escuela para tantos pibes: los índices de ausentismo y deserción escolar. Si bien la única causa de la no permanencia en la escuela no se relaciona exclusivamente con el deseo del pibe de ir o no a la escuela –hay mambos económicos, familiares- es un claro síntoma de la negación de la escuela como el mejor lugar para trazar complicidades y simpatías para muchos pibes que en cambio decidieron desertar de ser alumnos, sujetos escolares (tanto de lo tradicional como alternativo).
Dos
El texto de Valeriano sostiene una especie de binarización escolar: los pibes son pillos y con todas las luces, los demás, bueno, los demás… Se invierte la dicotomía  docentes que saben qué es lo bueno para los chicos y los chicos que no aprovechan la oportunidad y están en cualquiera. A todo esto es como su irrumpiera una voz –la de Valeriano- que agita en medio del barullo: no: los pibes la hacen bien en no darle bola a ustedes docentes y son ustedes los que no entienden nada.
¿En cuántos territorios donde hay pibes que se conectan vitalmente lo hacen con docentes, y no solamente con una clase, típica y común, sino con docentes que remoldean o directamente salen de su rol? ¿O que ni siquiera en calidad de docentes que devienen otra cosa desde lo docente, sino que por fuera de lo escolar, tras el choque y conocimiento en la escuela, arman cosas en común? Y no se trata de leer estas preguntas en clave de coyuntura –en mi escuela esto pasa o no pasa- sino en función de posibilidad real, ontológica.
Pero algo más. ¿Cómo no compartir la necesariedad de ver los hechos escolares como lo que son, hechos? Nada de etiquetas onda “acá no pasa nada” o “esto es un quilombo”. No nos cabe percibir lo que pasa y verificarlo si está bien o mal en relación con un juicio armado de antemano por una institución, sea la escuela, la familia, o lo que fuera.
Ahora: ¿cómo jerarquizamos? ¿Todo es igual? Nosotros que nos dedicamos a dar clase: ¿no tenemos derecho a bancar un circuito más que otro? ¿Cómo salir del juicio pero sin reconocer la importancia de una evaluación inmanente, constante de la práctica escolar que incorpore nuestros afectos? Inclusive, si esos circuitos implicarían  no solo desdibujar rol y darle un nuevo contenido, sino salir de la posición de docente y que se evapore su figura en pos de algo que aun no conocemos Pero sabemos que parte de estas experimentaciones es saber que no podemos banalizar los roles. Ser docente es un trabajo: las consecuencias fallidas de armar encuentros no tradicionales condicionan la generación de billete. Si bien la frase “de algo tengo que vivir” es una frase muy canalla que cínicamente pretende justificar cualquier cosa, no deja de ser para nosotros un lugar de partida objetivo a considerar de nuestra estrategia escolar.
Resumiendo: nos interesa salir de cualquier binarización y de repartir postulados de que es lo mejor para los pibes y pibas; también obviamente nos interesa bancar las tramas no escolares que se arman en la escuela a partir y en contra de lo escolar, pero con el impulso de bucear en esas tramas seleccionando y ensayando desde nuestras inquietudes como docentes, que no dejan de ser hechos, como cualquier otros. Se trata de dinamitar los guetos y prestar atención a las movidas más promiscuas, ambiguas, entre diferentes personajes del mundillo escolar.
verqueondaeducacion.blogspot.com

De Rusia con dolor

por Agustín Valle


Hay que ponerle carne a la nota, carne de la Rusia real, la santa Rusia que no cree en nada, o que cree que no cree: es Rusia a su pesar. La Rusia que se pensó a sí misma como la legítima heredera del Imperio Romano oriental, desde que al caer Constantinopla quedó como el único gran Estado cristiano en el confín europeo; la vencedora de Napoleón y de Hitler y conquistadora de Paris y Berlín; la Rusia que nombra en tercera persona tanto a Europa como a Asia, que no se siente parte de entidad mayor alguna y cuyo escudo nacional es un águila bicéfala que vigila ambos extremos de su poder, Oriente y Occidente.

Altos, blancos y fríos, los rusos son muy rusos. Son y no son el estereotipo: calzan y cumplen con el preconcepto, pero miran hacia otro lado, nadie quiere cargarse semejante historia. El alfabeto cirílico es difícil pero no imposible. Hay palabras occidentalmente universales que permiten sacar equivalencias de caracteres, comorestorán (Pectopah); pero en verdad la primera palabra que nos devela algo del cirílco es McDonalds: la cantidad de sucursales es impactante, tanto en San Petesburgo como en Moscú. “No, mucho no voy. Solo un par de veces por semana”, nos dice Mike: moscovita de treinta y seis años, hombre moderno y próspero con “muchos trabajos”, entre los que cuenta “productor de cine y comerciales” y “representante de bandas musicales”. Con su novia Nadia, arquitecta de 30 años, vive en un amplio y confortable departamento que, desde el piso 20, domina -como se dice- la ciudad.


Mike y Nadia llevan a dos argentinos a conocer el VDNKH o “All Russia exhibition centre”: un mega parque que solía ser la gran feria de exposición de los logros económicos y sociales de las repúblicas socialistas soviéticas unidas, con majestuosos pabellones para cada rama de la vida económica (el agro, la minería, la industria, también el deporte, la exploración cósmica), y otros igualmente grandiosos para cada país miembro de la antigua Unión. Hoy todo esto es una feria de paseo con entretenimientos familiares, y dentro de los pabellones hay mercados de chucherías, flores, productos de ferretería ocurrentes, de antigüedades baratas. Mike y Nadia, como toda la gente, caminan despacito entre los vendedores de manzanas acarameladas y los promotores de vaya a saber qué disfrazados de pies a cabeza para ganar la batalla por la atención infantil. La disposición se parece a las ferias de pueblo que muestran las películas yanquis situadas en la década del 50, solo que enmarcada entre estos soberanos edificios que encarnan el más ambicioso orgullo del socialismo real. “Arquitectura imperial, ¡me encanta!”, sonríe Nadia sobre estas construcciones estalinistas, con la simpatía tierna común hacia lo vintage, y con algo que suele verse en jóvenes rusos, una suerte de orgullo no asumido por hitos de su pasado nacional.

Estatuas doradas representan diversos sujetos del pueblo en su lozana fortaleza; grandes columnas de la historia llevada por las riendas; la grandilocuente retórica arquitectónica del socialismo. La caminata apochoclada resalta lo estrepitoso de la derrota, y es entristecedora la indiferencia que muestran los rusos hacia la refuncionalización de aquellas estructuras en escenario entretenido de un consumo ramplón. Como sea, los anfitriones notan que al salir del VDNKH hay que levantar. Ahí es entonces cuando proponen: ¿tomamos un café en McDonalds?, pero no esperan respuesta y tironean a los argentinos; son pocos metros entre la entrada/salida del parque y el local de la eme. Por suerte es imposible entrar: está repleto.

Nadia, acaso estimulada por la arquitectura imperial que le divierte, propone ir “al lugar de comida soviética”. Un pequeño comercio donde, de parado, se comen dos clases de lo que llamaríamos empanadas, se toma cerveza y/o vodka y no se ven sonrisas ni de casualidad: tipos altos, bigotes, caras curtidas, manos instrumentales. Pieles todo callo. Expresiones enquistadas en el garbo de aguantar el frío, el sino de la Madre Rusia. “Así era la era soviética”, dice Nadia y sonríe de nuevo con la condescendencia que da la distancia, como si el pasado fuera extranjero.

Al día siguiente en cambio sí: a la salida del Kremlin, Mike insiste con entrar al McDonalds que está pegado a la Plaza Roja. También está repleto, pero logra ordenar para los argentinos “hamburguesas estilo ruso”. Es que aún se desquitan, los rusos. Cuando abrió el primer McDonalds moscovita, en enero de 1990 (todavía en la URSS; de hecho fue McDonalds de Canadá el que manejaba el local), hubo filas de varias cuadras, gente esperando cinco horas: treinta mil personas fueron solo ese día por su gran mac. Ronald no fue tonto: ese fue el local más grande de la eme amarilla en todo el mundo hasta el año pasado, que abrieron uno superador en Londres para los Juegos Olímpicos. Ya para ese primer local, la cadena puso sus propias granjas, en suelo soviético, previendo escollos de abastecimiento socialista.

Carne de Rusia.


“Rusia hoy” es algo difícil de imaginar: tanta inercia imaginal tiene el pasado. Fue tanto, Rusia, que hoy es preciso un esfuerzo para limpiar los ojos y entrever que también ahora, pero de una manera muy otra, es, existe, Rusia: el país más grande del mundo (casi casi igual que Sudamérica); el país dirigido por Vladimir Putin desde el 2000 y hasta, dicen, 2024; el socio de Brasil, India y China en el BRIC; el organizador del Mundial 2018 (y las Olimpíadas invernales de 2014); el país donde los multimillonarios tienen mayor patrimonio promedio. Moscú es la ciudad del mundo con más cantidad de multimillonarios, la clase de mega ricos nacida con la apropiación de las empresas y fábricas que eran del Estado. Tipos cuyo perfume diario vale el pbi per cápita argentino, que ostentan su lujo con orgullo (limusinas de diez metros, vidrieras gigantes que exhiben solo un reloj) y viven en una megalópolis que los rodea de iconografía urbana comunista.

“Nos encontramos bajo la estatua de Lenin”, les escribió Slava a los argentinos. Ingeniero de veintiséis años, Slava vino hace ocho de su pueblo a San Petersburgo. La citada estatua es una soberbia figura de bronce, de unos diez metros de alto y gesto firme, batallador, decidido; aún emana leninismo, pero está sola, en medio de una gran plaza seca, bajo la nieve que cae. Detrás hay un edificio estatal enorme, coronado, una vez más, por la hoz y el martillo. Nadie les presta atención. La plaza tiene una entrada al subte: los subtes petesburguenses son los más profundos del mundo, dice Slava. Inaugurados en los cincuenta, su diseño estalinista es un alarde de suntuosidad palaciega ofrecida a la clase trabajadora a ciento y pico de metros de profundidad -se supone que también se proyectaban como refugio anti bombas.

Los rusos viven rodeados de simbología comunista (nada de Stalin, odiado como terrorista, y casi nada de Marx, “una figura europea”) y casi todos dicen que a nadie le importa la historia. Puede no importarles: a la historia no le importa. La ortodoxia cristiana, el imperialismo zarista, la utopía y el absolutismo socialistas, diversas estaciones de la grandeza rusa, conviven como concreto urbano junto al lujo millonarista actual; es la naturaleza que constituye la cotidianidad de los rusos; vale decir que no hace falta que les importe para que les sea constitutiva.

A Slava sí le importa. Pasea a los argentinos por Petersburgo con gesto embajador, y les muestra las marcas aún visibles de algunas de las ciento cincuenta mil bombas nazis que cayeron en la ciudad, sitiada por las tropas alemanas durante 900 días entre 1941 y 1944, sin ser doblegada. “Mis abuelos eran niños y estaban. Lo recuerdan. La gente vivía con 125 gramos de pan por día. Y ocurrieron todos los horrores”. Se calcula que murieron entre setecientos mil y un millón y medio de los tres millones de habitantes. Pero Slava asegura que no hay resentimientos: “Fue una guerra contra el fascismo, no contra Alemania. Y sostenida por el pueblo ruso, no por Stalin. Si no se hubiese resistido y triunfado, no habría más Rusia”.

En el subte, en la calle, la gente de más de cuarenta suele parecer un personaje del Acorazado Potemkin. La historia marcada en los cuerpos. El vodka desde la mañana. La sensación que da conversar con los rusos es que sería difícil encontrar uno que no tenga en su historia familiar la mella de alguna de las tantas tragedias vividas en esta tierra, desde las matanzas en la expansión rusa para llegar a su geografía actual, el feroz despotismo zarista y el régimen cruel de servidumbre, los progroms antijudíos, la guerra civil tras la Revolución, las hambrunas, las masacres de Stalin.


Ekaterimburgo es la primera ciudad importante pasando los Urales. El comienzo del infinito siberiano. Allí, en un sótano y durante la noche, los bolcheviques mataron a toda la familia del último Zar, Nicolás II, y varios de sus ayudantes. El fusilamiento fue programado por Lenin y uno de sus camaradas más íntimos, Sverdlov, que murió en 1919 en una epidemia de gripe.

En Ekaterimburgo el contacto ruso de los argentinos es Uliana; su edad es treinta y uno y tiene tres hijas de entre once años y dos meses. Se separó durante el embarazo y ahora vende la bicicleta del ex marido porque él no le pasa ni un rublo. “La mitad de los chicos en Rusia son criados por madres solas”, dice. Su madre la ayuda con las niñas; a su padre nunca lo conoció. Su abuelo, padre de su madre, murió preso en un Gulag. De manual: “Era campesino, tenía una pequeña tierra, y dijo que no quería dar su producción al Estado. No hizo nada, solo dijo que no quería, y lo mataron”.

Asegura que el pueblo lloraba cuando fue asesinado el Zar, porque el pueblo era religioso como él, y que el pueblo lloraba cuando se desmembró la URSS: “Cayó porque era un sistema muy grande y muy estúpido. En los últimos años no era cruel, era estúpido. Había enormes logros en infraestructura y tecnología, pero nada de eso se veía en la vida cotidiana de la gente. Había que atravesar una burocracia infinita para comprar cualquier cosa; si necesitabas un par de zapatos, estabas prácticamente obligado a ir al mercado negro. Pero la gente lloraba cuando se terminó. Era el fin del mundo en que vivían. Los rusos somos gente triste. No sabíamos nada; acá nadie sabía, por ejemplo, que existía el Muro de Berlín. ¿La gente en el mundo, por ejemplo en Argentina, realmente piensa que en Rusia andan osos por las calles?”.

Muestran tímidamente un interés, los rusos jóvenes, en desmentir la imagen que ellos tienen de la imagen que “el mundo” tiene de ellos.

Todos se ríen de que los argentinos, entre las cinco o seis palabras rusas que saben, la primera sea tovarich.

Uliana trabaja como vendedora en una gran factoría de vodka. Viaja por el país para gestionar ventas al por mayor. Viaja por ejemplo a pueblos en la costa del Océano Ártico. Ahí los habitantes trabajan todos en la explotación gasífera y “cobran entre seis y quince mil dólares por mes, y cuando no trabajan lo único que hacen es tomar vodka y fumar trafca”.

Rusia posee las mayores reservas mundiales de gas, las segundas mayores de carbón y las octavas de petróleo, según Wikipedia. Acaba de firmar con China el mayor contrato petrolero de la historia: lo abastecerá de 365 millones de toneladas de oro negro durante 25 años a cambio de 270 mil millones de dólares –más de medio pbi argentino. Aunque las cifras varían con las fuentes informativas, lo cierto es que habrá un adelanto de sesenta mil millones de dólares, y que el gigante oriental superará a Alemania (por lejos) como el principal comprador de crudo ruso.

Propulsada por la extracción y venta de recursos naturales energéticos, la economía rusa lleva catorce años de auge.

“En el 98 aquí hubo no crisis: hubo hambruna. No teníamos pan -recuerda Uliana-. Sobrevivimos gracias a la papa”.  En el 98 el pbi ruso se había reducido a la mitad de sus índices del 91. “Por eso yo creo que Putin, que maneja el país desde el 2000, va a gobernar hasta el 2024. No es bueno, y acá nadie simpatiza con nadie, pero es lo mejor que hoy puede pasar”, piensa Uliana.

En este país con bajísima natalidad (es realmente difícil ver embarazadas en la calle), cuando Uliana tuvo su segunda hija empezó a cobrar mensualmente quinientos dólares en efectivo provistos por el Estado; cuando tuvo la tercera, la ayuda aumentó: el Estado se hizo cargo de pagar la mitad de la compra de una vivienda, un cómodo departamento de cinco ambientes, mucho mejor mantenido que el viejo edificio que lo contiene. Ella está buscando trabajo; no le falta, pero quiere uno mejor. Confía en que seguro va a encontrar.

Racionalidad mercantil para un mundo de altos negocios cuidado por un Estado que hace caja con la explotación de recursos naturales y organiza cierto asistencialismo o condiciones elementales de la sobrevida poblacional: Rusia, tan lejos y tan cerca.

“Si tenes un problema de salud, ¿hay un sistema público que te cuida?”, oye Slava que le preguntan dos a los que envidia por su fútbol, y se pone serio al borde del escándalo: “Of course!”.

Resulta que no solo Slava sino los tres anfitriones son graduados universitarios; Mike de producción de cine y de “Encriptamiento informático” (¡Mother Russia!) y Uliana de Letras y Filosofía. La pregunta sobre si sus universidades son públicas no la entienden. “Que si a tus profesores les pagaba el sueldo el Estado…” “¡Yes, of course!”. Rusia tiene más alta tasa poblacional de graduados universitarios que cualquier país europeo.


Un grupo de chicos y chicas de veintidós, veintitrés años; estudian “lenguas extranjeras” y hablan perfecto ingles. Perfil cultural a la moda global, desprecian todo lo que sea vieja Rusia. La chicas fanas en chiste de Natalia Oreiro, furor como estrella televisiva; los chicos fanas de Messi “pero Maradona fue mejor”. Guían a los argentinos por algunas cuadras en Moscú, todo muy simpático, y en la despedida dicen “¡qué bueno poder charlar con extranjeros que no sean negros!”.

“¿Qué?”

“Sí, extranjeros que no sean negros. ¡Estamos cansados de los negros! Están por todas partes”.

“No vimos negros. ¿Hay negros en Moscú?”, pero los argentinos entendían que se hablaba de los trabajadores inmigrantes de las repúblicas ex soviéticas de nombres terminados en tán.

“No, bueno, no son negros-negros, pero son negros, ¿cómo les explico? ¿No los vieron? Viajás en subte y son todos negro, negro, negro. Los odiamos. En cualquier momento va a haber más de ellos que de nosotros. Vienen acá y tienen sus hijos…”

Slava y Uliana coinciden con ese desprecio. La Madre Rusia se quiere blanca y no se avergüenza de decirlo. Los que barren las veredas, los que arreglan el asfalto, los que se ensucian trabajando, son miles y miles de extranjeros caucásicos, que aquí reciben puestos de trabajo, xenofobia y racismo. Rusia, tan lejos y tan cerca…

“Acá no existe la oposición”, dice Uliana y se rِíe. “El Gobierno la compra”. En las elecciones del año pasado, Putin fue electo Presidente con más del sesenta y tres por ciento de los votos. Segundo salió el candidato del PC, con el diecisiete por ciento. “Es el partido de los viejos. Los viejos votan a los comunistas porque añoran el orden”, se repite como respuesta. Las publicidades callejeras de promoción del Pravda, el periódico del PC, son patéticamente conmovedoras: una familia feliz desde el niño hasta el abuelo, la perfecta imagen de familia pequeño burguesa, y un dibujo de un joven exactamente igual a Lenin pero joven y vestido de metrosexual con elPravda bajo el brazo.

“Putin reformó los contenidos escolares de historia para profundizar una campaña contra la imagen de Stalin –cuenta Uliana; incluso desclasificó muchos archivos de las viejas masacres. Quiere eliminar la figura que gobernó Rusia por treinta años, quiere convertirse él en el líder más importante de Rusia desde Lenin. El nuevo Zar”.  

El impulso vital de otra época

por Diego Valeriano

(esta nota discute con “¿Un mundo feliz?”, por Ver qué onda, que a su vez discutía con esta otra: “Escuela emancipadora”. de Diego Valeriano)

La ambigüedad es de lo tibios y a esos los vomitan seguro. Es necesario ser arbitrario para poder pensar, si no es imposible. La escuela pública es el mejor lugar del mundo para un pibe ¿Cuál otro sería entonces? La escuela está en su punto caramelo. Una burocracia totalmente permeable, unxs pibes en su mayoría voraces, el ideal sarmientino latente, las múltiples formas de ser docente y la asignación universal por hijo hacen un territorio fértil para que la escuela sea aquello que tantas veces se quiso que sea. Las paredes de la  escuela contienen encuentros que no se pueden producir en ningún otro lado y extienden esos encuentros a otras zonas.
Por supuesto que hay pibes que la pasan mal, desertan, los toman de puntos y demás. Pero, ¿eso hace que deje de ser el mejor lugar? Se aburrirán, lxs maestrxs no sabrán cómo motivarlos, se escaparán, se enamorarán, harán una radio comunitaria y traicionarán sus más nobles sentimientos. Una docente que intenta salir de la inercia, un profe de educación física medio milico, un calefactor que no anda, uno, tres, cinco, veinte chicxs con problemas, ¿y?. La maestra no deja correr en el recreo cuando juegan a la mancha y sin embargo juegan. Pasa todo esto y muchísimo más. En la escuela pasa todo. Y lo que prevalece es el impulso vital de otra época, pero hecho collage.
Como la dicha no es cosa alegre, mejor no es feliz. Ni pleno, ni absoluto, ni completo, ni bueno, ni carente de dolor, aburrimiento y frustración.
Mi fórmula para pensar que la escuela es el mejor lugar es el amor fati: no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No sólo soportar lo necesario: menos aún disimularlo. Todo idealismo es mendacidad frente a lo que es necesario, dijo y me conquisto.

¿Cómo se llama la obra?

por Ezequiel Gatto



Fondo: una década de aumento en las posibilidades generales de consumo, crisis de las lógicas financieras neoliberales, desplazamiento en las estrategias bancarias y generalización del «hombre endeudado» como forma de dominio y control capitalista.

Escena 1: alguien en algún medio habla de saqueos, crímenes, robos, consumo, etc.

Escena 2: justo después (o al lado, si es gráfica) hay una publicidad de Tarjeta Naranja, Efectivo Si, o Quiensea préstamos personales.

Escena 3: un tipo en un barrio cualquiera presta guita de la que poco se sabe sobre su procedencia

¿Querés saber cómo se conectan esas cosas?

Viaje en ascensor con un guerrillero

Por Diego Fernando González


Llegaba del cine con un amigo y él salía de mi edificio. Fue un momento de estupor. De zozobra. “Ese era Gorriarán”,  me dijo mi amigo, serio. Lo mire. No le respondí y nos subimos al ascensor. Teníamos diecinueve y la Argentina explotaba. Estábamos a fines de 2003 y diciembre de 2001 estaba ahí, casi que si nos estirábamos lo agarrábamos. Y de mi edificio, en la muy recoleta esquina de Arenales y Billinghurst, salía el último guerrillero, Enrique Gorriarán Merlo.
Lo habían indultado un tiempito antes. Duhalde, antes de irse, después de los asesinatos de Kosteki y Santillán, había dado un gesto. Pacificador, como él siempre fue, decidió indultar juntos a Gorriarán y al Mohamed Alí Seineldín. Juntos, a mediados de 2003. Uno, Gorriarán, estaba preso desde 1996, la condena era a cadena perpetua por el ataque a la Tablada del 89. El otro, Seineldín, también tenía cadena perpetua, pero desde 1990.
Y ese hombre, pelado, alto, de andar cansino, de voz grave y movimientos lentos vivía ahora en mi edificio. A una cuadra del Alto Palermo, en el tercero, estaba Gorriarán.
Yo vivía en el cuarto y desde un primer momento el hombre me generó una fascinación cholula. Subía y bajaba por las escaleras, a ver si me lo cruzaba. En el resumen me fijaba si pagaba las expensas. Compraba en el chino y me tomaba la cerveza en la puerta de casa, para ver si él entraba o salía.
Pero la verdad, el hombre casi no se mostraba. Yo intentaba, buscaba excusas. Pero nada. O poco. Hasta que un día compartimos nuestro primer ascensor.
***
– ¿Usted es Gorriarán Merlo? – Yo ya sabía que era, pero igual le pregunté. El asintió. Me puse más nervioso.
Le cuento, vivo en el cuarto y estoy estudiando sociología y periodismo. Y tengo una materia en la que me piden una entrevista y a mí se me ocurrió que tal vez, si usted tuviera tiempo, nosotros pudiéramos, eventualmente…

– Dale, cuando quieras – me cortó en seco – Vivo en el tercero, tocas la puerta y la hacemos cuando quieras – dijo, y se bajó del ascensor.

***
En rigor, yo no tenía idea de quien era Gorriarán Merlo. Sabía que era del ERP, que estaba preso y que en la Tablada había pasado algo raro. Algo que nadie me pudo explicar nunca con criterio y argumentos. En mi círculo, con la gente que hablé, me decían que había sido un traidor. Que era un doble agente. Pero nunca una prueba, sólo rumores.
Leí un poco, busqué algo de archivo. Ese día, martes creo que fue, al mediodía, era julio pero había sol. Me bañé, me puse mi mejor ropa, esa que yo interpretaba no dejaba tan en claro que tenía 19. Era la primera vez que entrevistaba a alguien y para colmo, le desconfiaba todo.
Bajé por la escalera, llevaba un anotador, el grabador y varios casetes de 90 minutos. Toqué la puerta, y la vecina –su mujer – me abrió con una sonrisa. Me hizo pasar, Gorriarán esperaba en el living. Su casa era idéntica a la mía, como en espejo. Techos altos, parqué, arañas colgantes. Estaba sentado, con las piernas cruzadas, en un sillón viejo de ese color crema de los sillones viejos. Se levantó, me saludó y me invitó a que me siente.
Me senté y ahí nomás arrancaron las dudas. ¿Prendo el grabador? ¿Ya? ¿Ahora? ¿Espero? ¿Le pregunto?
¿Me hago el serio?
No me cree…
¿Qué estoy haciendo acá? Me voy. Yasta. Me voy. Listo.
No… tranquilo, me quedo. Tranquilo.
¿Le pregunto sobre el clima?
Prendí entonces el aparato y encaré.
Usted dijo que después de 33 años de clandestinidad, al salir a la calle se iba a sentir un turista en Buenos Aires. ¿Hoy, como se siente?
Tuve solamente tres accidentes que fueron por acá.
Y… esta zona es complicada…
Sí (risas), y tres mujeres. Una que pasé ahí y dijo acá liberan a cualquiera. Otra señora que me debería haber parado para conversar con ella acá en la esquina. Cuando iba a cruzar la calle yo la vi que se paró, y me miraba. Esperó a que cruzara y cuando pasé al lado de ella me dijo: “yo a usted no lo quiero”. Pero sin animosidad, ni siquiera con odio. Esos fueron los únicos incidentes que tuve.
¿Y señales de apoyo?
Bueno, no sé si llamarlas de apoyo. “Que suerte que esté afuera” y esas cosas me pasan hasta el día de hoy. No me sentí tan extraño como pensé que me podía a sentir. Yo siempre en la clandestinidad trate de mantener la identidad, que nunca era completa porque el solo hecho de no poder decir quién era me hacía forzosamente tener que mentir. Sin decir nada ya estaba ocultando algo. No podía decir todo lo que pensaba. Pero traté de mantenerme en una posición. Después la cárcel me ayudó, no quiero decir que la cárcel es buena, porque no lo es, pero en el caso mío fue un paso intermedio hacia una liberación completa, porque ahí ya podía hablar en mi nombre no con la gente que conocía sino ya con otra gente que me iba a visitar, de distintos sectores sociales. Desde piqueteros hasta ingenieros o abogados. O a mi propia madre que la había vista en 20 años 3 veces. La vi muchas más veces en los 5 años que estuve preso, una vez por semana, que todos los años anteriores. Entonces fue como un paso intermedio, al poder hablar con más libertades de lo que pensaba, no sé cuanta exactamente,  pero deben haber ido unas 2000 personas que no conocía. Entonces, es como que salía sabiendo un poco qué era lo que pasaba, pero sin saberlo completamente.
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Ya estamos adentro, pensé. El hombre habla sólo, hay que guiarlo nomás. Creo que está cómodo, que le gusta, aunque no me regala una sonrisa de más, ni gesticula. Se concentra en argumentar y explicar su postura. Evidentemente, siente la urgencia de explicarse. Sabe que su imagen está deteriorada y necesita recuperarse. Así que, me dije, vamos Diego al nudo de la cosa…
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– ¿Cuáles son las diferencias entre la lucha de los 70 y la de la actualidad?

– Yo creo que hoy estamos en una situación social peor que la de los 70, pero con condiciones institucionales más sólidas. Es decir, se puede luchar con el mismo objetivo que entonces, la equidad social, pero en condiciones normales. Las posibilidades del triunfo democrático son hoy más plausibles que en aquella época.
Gorriarán me hablaba de instituciones y democracia y yo no entendía. La historia lo pintaba como un hombre de armas tomar y él me hablaba de sistemas electorales. Él, que se había escapado del penal de Trelew en el 72. Él, que había emboscado a Tachito Somoza en el Paraguay de Stroessner en el 80. Él, me planteaba que “las formas de ascender al poder dependen de las circunstancias. Salvador Allende subió por vía electoral, pero luego fue derrocado por vía militar. En Nicaragua, subimos por vía  militar y nos derrocaron por elecciones. La cuestión es poder hacer, después, las modificaciones necesarias sin afectar los tejidos sociales para mantenerse”.
Al hablar se acariciaba la barba, se tocaba la pelada. Se movía despacio, como abstraído. Incluso a veces parecía sobresaltarse, pero sin escándalo. Hablaba lento pero firme y era pedagógico al explicar. Metódico.
“Los que dicen que soy un reformista es porque tuvieron una formación precaria de lo que llaman marxismo leninismo. Lenin no estaba en contra de las reformas, sólo que no se quedaba ahí”, argumentaba.
Iban 15 o 20 minutos de entrevista, pero ya estaba envalentonado. Lo sentía como un ajedrez. No tenía que tomar las riendas, yo tenía que arrinconarlo.
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– ¿Usted hasta dónde llegaría?
– El ideal mío es la equidad social más completa. El socialismo tiene pasos y la marginación social no ayuda. Hoy la gente lucha para incorporarse al sistema, antes luchábamos para cambiarlo.
Un par de días antes de ese martes de julio, había visto en la tele una entrevista a Gorriarán que le había hecho Román Lejtman. Me había llamado la atención cómo Gorriarán hacía y decía lo que quería. Manejaba los ritmos, la cadencia, los temas. Era como una fiera de movimientos lentos, poco ágiles, pero definitivamente indomable. A ese hombre tenía enfrente. A un cacho de historia al que pretendía arriconar, yo, un muchachito de 19 que era todo lo de izquierda que se podía ser.
– Mientras la derecha lo tilda de terrorista, algunos sectores del progresismo insinúan que usted era un infiltrado de la CIA. ¿Se siente  víctima de una campaña de difamación?
– Absolutamente, han logrado diferenciar a los muertos de los vivos. Impusieron que los militares surgieron por la existencia previa de la guerrilla, que el que está vivo fue un traidor y el que murió fue un mártir.
Le pregunté por Firmenich,  quien también en el imaginario popular está sentenciado al destierro de los traidores. Sin pasión, pero convencido Gorriarán lo negó: “Eso no es así. Es un eje falso si fue o no traidor. Un eje que, además, no lo puede saber la población. Si no lo pueden constatar sus propios compañeros, ¿quién lo va a descubrir?”.
Y en esta línea, la de pensar como hoy se reescribe la historia, Duhalde nos había vuelto a embarrar la cancha con los indultos. Revivían los demonios y sus teorías. Indultando a Seineldín y a Gorriarán con mismo decreto indultaba a un ex jefe guerrillero y a un carapintada. El mensaje era claro: en el medio estábamos nosotros, los vecinos otra vez como víctimas de un fuego ajeno, sin ningún interés en el conflicto y víctimas inocentes de la insania infernal de los violentos. “Eso es lo que han hecho siempre ellos”, aceptó cansado, Gorriarán. Y agregó: “De todas maneras, en este caso, yo estoy de acuerdo con los indultos. Ideológicamente tengo diferencias con Seineldín, pero no está acusado de crímenes de lesa humanidad. Yo discutiría con él y no con Antonio Bussi, que tiene delitos comprobados. Porque un revolucionario a diferencia de un… (piensa…) no, un revolucionario no, una persona decente…
– ¿No se reconoce como un revolucionario?
– No, me gustaría pero no…
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La charla siguió un largo rato más. Duró unas dos horas y media. Conversamos del error táctico de no haber aceptado la tregua que les ofreció Cámpora en el 73, de su experiencia en Nicaragua con los sandinistas y de La Tablada. Contó de su viaje a Cuba en mayo de 1988, en el que hizo una parada en Panamá. Ahí, dice, se entera que Seineldín estaba preparando un golpe contra Alfonsín que pretendía poner al vice de presidente y que él llamara a elecciones para que las ganara Menem.
Después, el origen de lo inexplicable. Contó que al volver habló con el Coti Nosiglia quien le confesó que sabían que eso era posible que sucediera, pero que no sabían qué hacer. “Ahí confirmamos una reunión entre Menem y Seineldín en una casa de Haedo, la denunciamos públicamente cuando vimos que no había reacción, todo con la perspectiva de una reacción pública que desbordase la intención de los golpistas”. Pero nada. “Incluso hicimos denuncias judiciales”. Pero nada. Por eso el asalto al cuartel de la Tablada, un levantamiento que en los planes iba a ser acompañado por una gran movilización popular y que terminó con 39 muertos. Todo, pero todo salió mal.
Ese hombre vivía en mi edificio y en los meses siguientes me lo volvería a cruzar varias veces en los pasillos. Éramos buenos vecinos. Yo le contaba que tenía que leer sobre la Rusia soviética y él me retrucaba con una anécdota con el Mariscal Tito.
Aprendí a quererlo, y creo que él también a mí. Cada vez que necesitaba una mano, le tocaba timbre y aceptaba cada vez con mejor sonrisa una entrevista.
Y en uno de esos encuentros, me saqué la espina. Era una pregunta a la que nunca me había atrevido: 
-Enrique, haciendo un balance, ¿Qué procesos que haya protagonizado cree que merecen una autocrítica?
– Creo que los que tienen que hacer autocrítica son los que acompañaron la dictadura militar, la desaparición de personas, la tortura. Nosotros pudimos haber cometido errores, pero ni arrepentimiento ni autocrítica de haber resistido – me dijo, y apagué el grabador.

Izquierda y progresismo: la gran divergencia

por Eduardo Gudynas


Uno de los mayores cambios políticos vividos en América Latina en los últimos veinte años fue el surgimiento y consolidación de los gobiernos de la nueva izquierda. Más allá de la diversidad de esas administraciones y de sus bases de apoyo, comparten atributos que justifican englobarlos bajo la denominación de “progresistas”. Son expresiones vitales, propias de América Latina, en cierta manera exitosas, pero ancladas en la idea de progreso. Su empuje, e incluso su éxito, está llevando a que esté en marcha una divergencia entre este progresismo con muchas de las ideas y sueños de la izquierda latinoamericana clásica.
Para analizar estas circunstancias es necesario tener muy presente la magnitud del cambio político que se inició en América Latina en 1999 con la primera presidencia de Hugo Chávez, y que se consolidó en los años siguientes en varios países vecinos. Quedaron atrás los años de las reformas de mercado, y regresó el Estado a desempeñar distintos roles. Se implantaron medidas de urgencia para atacar la pobreza extrema, y su éxito ha sido innegable en casi todos los países. Vastos sectores, desde movimientos indígenas a grupos populares urbanos, que sufrieron la exclusión por mucho tiempo, lograron alcanzar el protagonismo político.
Es también cierto que esta izquierda latinoamericana es muy variada, con diferencias notables entre Evo Morales en Bolivia y Lula da Silva en Brasil, o Rafael Correa en Ecuador y el Frente Amplio de Uruguay. Estas distintas expresiones han sido rotuladas como izquierdas socialdemócrata o revolucionaria, vegetariana o carnívora, nacional popular o socialista del siglo XXI, y así sucesivamente. Pero estos gobiernos, y sus bases de apoyo, no sólo comparten los atributos ejemplificados arriba, sino también la idea de progreso como elemento central para organizar el desarrollo, la economía y la apropiación de la Naturaleza.
El progresismo no sólo tiene identidad propia por esas posturas compartidas, sino también por sus crecientes diferencias con los caminos trazados por la izquierda clásica de América Latina de fines del siglo XX. Es como si presenciáramos regímenes políticos que nacieron en el seno del sendero de la izquierda latinoamericana, pero a medida que cobraron una identidad distinta están construyendo caminos que son cada vez más disímiles. Es posible señalar, a manera de ejemplo, algunos puntos destacados en los planos económico, político, social y cultural.
La izquierda latinoamericana de las décadas de 1960 y 1970 era una de las más profundas críticas del desarrollo convencional. Cuestionaba tanto sus ideas fundamentales, incluso con un talante anti-capitalista, y rechazaba expresiones concretas, en particular el papel de ser meros proveedores de materias primas, considerándolo como una situación de atraso. También discrepaba con instrumentos e indicadores convencionales, tales como el PBI, y se insistía que crecimiento y desarrollo no eran sinónimos.
El progresismo actual, en cambio, no discute las esencias conceptuales del desarrollo. Por el contrario, festeja el crecimiento económico y defiende las exportaciones de materias primas como si fueran avances en el desarrollo. Es cierto que en algunos casos hay una retórica de denuncia al capitalismo, pero en la realidad prevalecen economías insertadas en éste, en muchos casos colocándose la llamada “seriedad macroeconómica” o la caída del “riesgo país” como logros. La izquierda clásica entendía las imposiciones del imperialismo, pero el progresismo actual no usa esas herramientas de análisis frente a las desigualdades geopolíticas actuales, tales como el papel de China en nuestras economías. La discusión progresista apunta a cómo instrumentalizar el desarrollo y en especial el papel del Estado, pero no acepta revisar las ideas que sostienen el mito del progreso. Entretanto, el progresismo retuvo de aquella izquierda clásica una actitud refractaria a las cuestiones ambientales, interpretándolas como trabas al crecimiento económico.
La izquierda latinoamericana de las décadas de 1970 y 1980 incorporó la defensa de los derechos humanos, y muy especialmente en la lucha contra las dictaduras en los países del Cono Sur. Aquel programa político maduró, entendiendo que cualquier ideal de igualdad debía ir de la mano con asegurar los derechos de las personas. Ese aliento se extendió, y explica el aporte decisivo de las izquierdas en ampliar y profundizar el marco de los derechos en varios países. En cambio, el progresismo no expresa la misma actitud, ya que cuando se denuncian derechos violados en sus países, reaccionan defensivamente. Es así que cuestionan a los actores sociales reclamantes, a las instancias jurídicas que los aplican, incluyendo en algunos casos al sistema interamericano de derechos humanos, e incluso a la propia idea de algunos derechos.
Aquella misma izquierda también hizo suya la idea de la democracia, otorgándole prioridad a lo que llamaba su profundización o radicalización. Su objetivo era ir más allá de la simples elecciones nacionales, buscando consultas ciudadanas directas más sencillas y a varios niveles, con mecanismos de participación constantes. Surgieron innovaciones como los presupuestos participativos o los plebiscitos nacionales. El progresismo, en cambio, en varios sitios se está alejando de aquel espíritu para enfocarse en mecanismos electorales clásicos.Entiende que con las elecciones presidenciales basta para asegurar la democracia, festeja el hiperpresidencialismo continuado en lugar de horizontalizar el poder, y sostiene que los ganadores gozan del privilegio de llevar adelante los planes que deseen, sin contrapesos ciudadanos. A su vez, recortan la participación exigiendo a quienes tengan distintos intereses que se organicen en partidos políticos y esperen a la próxima elección para sopesar su poder electoral.
La izquierda clásica de fines del siglo XX era una de las más duras luchadoras contra la corrupción. Ese era una de los flancos más débiles de los gobiernos neoliberales, y la izquierda lo aprovechaba una y otra vez (“nos podremos equivocar, pero no robamos”, era uno de los slogans de aquellos tiempos). En cambio, el progresismo actual no logra repetir ese mismo ímpetu, y hay varios ejemplos donde no ha manejado adecuadamente los casos de corrupción de políticos claves dentro de sus gobiernos. Asoma una actitud que muestra una cierta resignación y tolerancia.
Otra divergencia que asoma se debe a que la izquierda latinoamericana luchó denodadamente por asegurar el protagonismo político de grupos subordinados y marginados. El progresismo inicial se ubicó en esa misma línea, y conquistó los gobiernos gracias a indígenas, campesinos, movimientos populares urbanos y muchos otros actores. Dieron no sólo votos, sino dirigentes y profesionales que permitieron renovaron las oficinas estatales.Pero en los últimos años, el progresismo parece alejarse de muchos de estos movimientos populares, ha dejado de comprender sus demandas, y prevalecen posturas defensivas en unos casos, a intentos de división u hostigamiento en otros. El progresismo gasta mucha más energía en calificar, desde el palacio de gobierno, quién es revolucionario y quién no lo es, y se ha distanciado de organizaciones indígenas, ambientalistas, feministas, de los derechos humanos, etc. Se alimenta así la desazón entre muchos en los movimientos sociales, quienes bajo los pasados gobiernos conservadores eran denunciados como izquierda radical, y ahora, bajo el progresismo, son criticados como funcionales al neoliberalismo.
La izquierda clásica concebía a la justicia social bajo un amplio abanico temático, desde la educación a la alimentación, desde la vivienda a los derechos laborales, y así sucesivamente. El progresismo en cambio, se está apartando de esa postura ya que enfatiza a la justicia como una cuestión de redistribución económica, y en especial por medio de la compensación monetaria a los sectores más pobres y el acceso del consumo masivo al resto. Esto no implica desacreditar el papel de ayudas en dinero mensuales para sacar de la pobreza extrema a millones de familias. Pero la justicia es más que eso, y no puede quedar encogida a un economicismo de la compensación.
Finalmente, en un plano que podríamos calificar como cultural, el progresismo elabora diferentes discursos de justificación política pero que cada vez tienen mayores distancias con las prácticas de gobierno. Se proclama al Buen Vivir pero se lo desmonta en la cotidianidad, se llama a industrializar el país pero se liberaliza el extractivismo primario exportador, se critica el consumismo pero se festejan los nuevos centros comerciales, se invocan a los movimientos sociales pero se clausuran ONGs, se felicita a los indígenas pero se invaden sus tierras, y así sucesivamente. 
Estos y otros casos muestran que el progresismo actual se está separando más y más de la izquierda clásica.El nuevo rumbo ha sido exitoso en varios sentidos gracias a los altos precios de las materias primas y el consumo interno. Pero allí donde esos estilos de desarrollo generan contradicciones o impactos negativos, estos gobiernos no aceptan cambiar sus posturas y, en cambio, reafirman el mito del progreso perpetuo. A su vez, contribuyen a mercantilizar la política y la sociedad con su obsesión en la compensación económica y su escasa radicalidad democrática.
El progresismo como una expresión política distintiva se hace todavía más evidente en tiempo de elecciones. En esas circunstancias parecería que varios gobiernos abandonan los intentos de explorar alternativas más allá del progreso, y prevalece la obsesión con ganar la próxima elección. Eso los lleva a aceptar alianzas con sectores conservadores, a criticar todavía más a los movimientos sociales independientes, y a asegurar el papel del capital en la producción y el comercio.
El progresismo es, a su manera, una nueva expresión de la izquierda, con rasgos típicos de las condiciones culturales latinoamericanas, y que ha sido posible bajo un contexto económico global muy particular. No puede ser calificado como una postura conservadora, menos como un neoliberalismo escondido. Pero no se ubica exactamente en el mismo sendero que la izquierda construía hacia finales del siglo XX. En realidad se está apartando más y más a medida que la propia identidad se solidifica.

Esta gran divergencia está ocurriendo frente a nosotros. En algunos casos es posible que el progresismo rectifique su rumbo, retomando algunos de los valores de la izquierda clásica para buscar otras síntesis alternativas que incorporen de mejor manera temas como el Buen Vivir o la justicia en sentido amplio, lo que en todos los casos pasa por desligarse del mito del progreso. Es dejar de ser progresismo para volver a construir izquierda. En otros casos, tal vez decida reafirmarse como tal, profundizando todavía más sus convicciones en el progreso, cayendo en regímenes hiperpersidenciales, extractivistas, y cada vez más alejados de los movimientos sociales. Este es un camino que lo aleja definitivamente de la izquierda.

El cristinismo decepciona

Por Diego Valeriano



Es duro pero es así. Y no me refiero a lo de Milani o a Cristina bailando mientras diciembre se incendiaba o a la miserabilidad con que se movieron postragedia de Once. Hablo de decepciones más profundas que hacen que todo esté  a punto de explotar. No hay peor despechado que aquel que no sabía qué esperaba.

Primero la sorpresa e inmediatamente la pena. La furia está ahí, latiendo. El odio comienza a burbujear nuestra sangre. La decepción crece. Nos entusiasmamos con la posibilidad de consumir a niveles increíbles. Nunca nuestros espíritus estuvieron tan plenos, tan gozosos con todo lo que está  a nuestro alcance y en cuotas fijas. Tengo dos notebook y una tablet y no tengo luz. Tengo auto y me agarra un piquete. Tengo un Sansung Galaxi y me lo roban. Tengo trabajo y tardo tres horas desde casa.

El militante no se decepciona: justifica y está bien que así lo haga. Los daños colaterales del modelo no pueden crear  frustraciones muy severas. Pero la frustración de aquel que no creé es mortal. La sorpresa se alarga más de lo habitual, todo parece inmóvil, pero la pena es cortita. De la pena a las calles. Y en las calles, el odio.

La crisis energética produce la madre de todas las frustraciones. Surge la percepción de imposibilidad  de cumplimiento de la voluntad individual. Decepción de los que jamás creyeron. De la base electoral, del silencioso consenso cotidiano. Sin luz no hay refugio, no hay tranquilidad, no hay ritual individual. No hay escapatoria. No poder cumplir con esperanzas mínimas rompe el más sagrado de los pactos, el que se cocinó en los metamensajes del relato. La frustración epidérmica no entiende de explicaciones, ni se serena fácilmente. Late esperando una posibilidad, un descuido, una debilidad.
Un diciembre.

Romper el encanto neoliberal: Europa, terreno de lucha

Por Sandro Mezzadra y Toni Negri

Quienes, como nosotros, no tienen intereses electorales, están en la mejor posición para reconocer la gran importancia que tendrán en 2014 las elecciones al Parlamento Europeo. Es fácil prever que en la mayor parte de los países implicados habrá un elevado abstencionismo y una significativa afirmación de las fuerzas “euroescépticas”, unido a la retórica de la “soberanía nacional”, a la hostilidad frente al euro y a los “tecnócratas de Bruselas”. Para nosotros, no se trata de nada bueno. Estamos convencidos desde hace tiempo de que tanto bajo el perfil normativo como bajo la acción gubernamental y capitalista, hay una Europa cuya integración ha traspasado el umbral de lo irreversible. El realineamiento general de los poderes en la crisis —en torno a la centralidad del Banco Central Europeo y lo que se define como “federalismo ejecutivo”— ha modificado ciertamente la dirección del proceso de integración, pero no ha puesto en discusión su continuidad. La propia moneda única se muestra hoy consolidada en la perspectiva de la unión bancaria: es necesario responder a la violencia con la que ésta expresa el mando capitalista, pero imaginar un retorno a las monedas nacionales significa no entender cuál es hoy el terreno en el que se juega la lucha de clases. Es verdad que Europa es hoy una “Europa alemana”, cuya geografía económica y política se va reorganizando en torno a relaciones de fuerza y de dependencia concretas, que se reflejan incluso a nivel monetario. Pero solo el encanto neoliberal induce a confundir la irreversibilidad del proceso de integración con la imposibilidad de modificar los contenidos y las direcciones, de hacer que se agite dentro del espacio europeo la fuerza y la riqueza de una nueva hipótesis constituyente. Romper este encanto neoliberal significa redescubrir hoy el espacio europeo como espacio de lucha, de experimentación y de invención política. Como terreno sobre el cual la nueva composición social de los trabajadores, de las trabajadores y de los pobres abrirá quizá una perspectiva de organización política. Luchando sobre el terreno europeo, una organización tal tendrá la posibilidad de golpear directamente la nueva acumulación capitalista. Y solo sobre el terreno europeo se puede plantear ya tanto la cuestión del salario como la de la renta, la redefinición de los derechos como la nueva dimensión del Welfare, las transformaciones constitucionales internas en los países individuales como la cuestión constituyente europea. Hoy, fuera de este terreno, no hay realismo político.
Nos parece que las fuerzas de derecha han comprendido hace tiempo que la irreversibilidad de la integración señala hoy el perímetro de lo que resulta política y prácticamente pensable en Europa. En torno a la hipótesis de profundización sustancial del neoliberalismo, se ha organizado ya un bloque hegemónico que comprende en su interior variantes significativamente heterogéneas (desde las aperturas no sólo tácticas en la dirección de una hipótesis socialdemócrata de Angela Merkel a la violenta constricción represiva y conservadora de Mariano Rajoy). Las mismas fuerzas de derecha que se presentan como “antieuropeas”, cuando menos en sus componentes más informadas, juegan su opción sobre el terreno europeo, apuntando a ampliar los espacios de autonomía nacional que en la constitución de la UE están bien presentes, y recuperando en un plano meramente demagógico el resentimiento y la rabia difundidos en amplios sectores de la población tras años de crisis. La referencia a la nación se muestra como lo que es: la transfiguración de un sentido de impotencia en agresividad xenófoba, la defensa de intereses particulares imaginados como arquitrabe de una “comunidad de destino”. Por contra, la izquierda socialista, aun no formando parte del bloque hegemónico neoliberal, fracasa en diferenciarse eficazmente de éste a la hora de elaborar propuestas programáticas de signo claramente innovador. La candidatura de Alexis Tsipras, líder de Syriza, a presidente de la Comisión Europea, reviste en este orden de cosas una importancia indudable, habiendo determinado en muchos países una positiva apertura del debate de izquierda, si bien en otros parecen prevalecer los intereses de pequeños grupos o “partidos”, incapaces de desarrollar un discurso político plenamente europeo.
Estando así las cosas, ¿por qué nos parecen importantes las elecciones europeas del próximo mayo? En primer lugar porque tanto el relativo reforzamiento de los poderes del Parlamento como la designación por parte de los partidos de un candidato a la Presidencia de la Comisión hacen necesariamente de la campaña electoral un momento de debate europeo, en el cual las diversas fuerzas estarán obligadas a definir y anunciar cuanto menos un esbozo de programa político europeo. Nos parece por tanto que se presenta aquí la ocasión para una intervención política de quienes se baten por romper tanto el encanto neoliberal como su corolario, según el cual la única oposición posible a la forma actual de la Unión Europea es el “populismo” antieuropeo. No excluyamos de inicio que esta intervención política pueda encontrar interlocutores entre las fuerzas que se mueven en el terreno electoral. Pero en lo que estamos pensando es antes de nada en una intervención de movimiento que sea capaz de radicarse en el interior de las luchas que en los últimos meses se han desarrollado, si bien de maneras muy diversas, en muchos países europeos, con significativa intensidad incluso en Alemania. Resulta decisivo hoy volver a habilitar un discurso de programa, y esto no es solo posible dentro y contra el espacio europeo. No vemos que se pueda indagar sociológicamente de manera adecuada la “composición técnica de clase” desde un punto de vista mesiánico sobre la “composición política” adecua. De la misma forma que no se darán movimientos de clase victoriosos que no hayan interiorizado la dimensión europea. No sería la primera vez, incluso en la historia reciente de las luchas, que tales movimientos se vieran obligados por el marco político a modificarse replegando a experiencias locales hasta verse asfixiadas en clausuras sectarias. Se trata de reconstruir inmediatamente un horizonte general de transformación, de elaborar colectivamente una nueva gramática política y un conjunto de elementos de programa que puedan agregar fuerza y poder en el interior de las luchas. Aquí y ahora, lo reiteramos, Europa nos parece el único espacio en el que esto es posible.
Un punto que nos parece particularmente importante. La violencia de la crisis hará sentir todavía durante largo tiempo sus efectos. En el horizonte no está la “recuperación”, si por tal entendemos un significativo retroceso del desempleo, la disminución de la precariedad y un relativo reequilibrio de las rentas. Aun así, parece que se puede descartar que siga profundizándose la crisis. El acuerdo sobre el salario mínimo sobre el cual se funda la nueva gran coalición en Alemania parece más bien indicar un punto de mediación en el terreno del salario social que puede funcionar —en una geometría y geografía variable— como criterio de referencia general para la definición de un escenario de relativa estabilidad capitalista en Europa. Es un escenario, no la realidad actual, y es un escenario de relativa estabilidad capitalista. Para la fuerza de trabajo y para las formas de la cooperación social, este escenario asume como datos de partida la extensión y la intensificación de la precariedad, la movilidad forzada dentro del espacio europeo y a su exterior, el desclasamiento de cuotas relevantes del trabajo cognitivo y la formación de nuevas jerarquías dentro de este último, que la crisis ha determinado. Más en general, el escenario de relativa estabilidad del que hablamos constata la plena hegemonía de un capital cuyas operaciones fundamentales tienen una naturaleza extractiva, es decir que combinan la persistencia de una explotación de tipo tradicional con intervenciones de “sustracción” directa de la riqueza social (mediante dispositivos financieros pero también asumiendo como terreno privilegiado de valorización “bienes comunes” como, entre otros, la salud y la educación). No por casualidad, los movimientos han comprendido que en este terreno se dan las luchas capaces de golpear el nuevo régimen de acumulación.
Dentro de este escenario, se trata obviamente de saber percibir la especificidad de las luchas que se desarrollan, analizar su heterogeneidad y medir su eficacia en contextos políticos, sociales y territoriales que pueden ser muy diversos. Pero se trata también de plantear los problemas de modo en que las luchas puedan converger, multiplicando su propia potencia “local” pero dentro del marco europeo. Delinear los nuevos elementos del programa puede adoptar mientras tanto la forma de escritura colectiva de una serie de principios inderogables en el terreno del welfare y del trabajo, de la fiscalidad y de la movilidad, de las formas de vida y de la precariedad, en todos los terrenos sobre los cuales se han expresado los movimientos en Europa. Lo que estamos pensando no sería una carta de derechos escrita desde abajo que habríamos de proponer a cualquier instancia institucional: es más bien un ejercicio colectivo de definición programática que, como empieza a mostrar en estas semanas la “Carta de Lampedusa” en lo que respecta a la migración y el asilo, pueda convertirse en instrumento de organización a nivel europeo. Sin olvidar que en este trabajo pueden surgir impulsos decisivos, incluso inmediatos, para la construcción de coaliciones de fuerzas locales y europeas, sindicales y cooperativas, en movimiento.
Traducción: Fundación de los Comunes

Porno para nosotras

Mi vida sexual es normal.
Bien… no sé qué quise decir con eso. Normal. Tengo relaciones, me enamoro, acabo, descubro, me aburro y a veces me divierto. Quiero dominar. Me gustaría ser más inquieta, a veces lo soy. Me aferro a ciertos olores. A cierta composición química que me satisface.
Soy dependiente de mi estado de ánimo. E intento crear dependencias.

Bueno no importa.
Quiero consumir pornografía y casi toda la existente me genera rechazo. Todo el porno está pensado desde el punto de vista masculino, siendo muy triste el lugar en que nos ponen con las típicas figuras de lolitas, enfermeras, o de rubias en la cocina siempre.
Soy rubia.
Por otra parte el porno es sumamente torpe y ordinario en su gran mayoría.
También existe la bella Erika Lust con su http://pornoparamujeres.com/
Veronica Sztellman

Especial: veinte años de insurrección zapatista

A dos décadas de la insurrección zapatista y a 30 años del nacimiento del EZLN, la palabra y las imágenes de los indígenas rebeldes muestran la persistencia de su proyecto.



“Nuestro análisis político sobre la situación en la que íbamos a estallar se quedó corto. Calculábamos que había descontento y que iba a atraer simpatías el hecho de que alguien se levantara a protestar, pero no a tal grado de lo que ocurrió”: Subcomandante Marcos. (Leer más)

FOTO REPORTAJES


REPORTAJES

El saldo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que arrancó el 1 de enero de 1994, es devastador para las poblaciones mexicana y estadunidense. (Leer más)


La palabra zapatista, en forma de declaraciones, cuentos o discursos, muestra el caminar de 20 años de vida pública y el encuentro -y desencuentro- con sectores de la sociedad.

Producción:http://desinformemonos.org

El Gran Tren de la Madre Rusia





por Agustín Valle (textos) Julián Díaz (fotos)


El gran tren de la madre Rusia mece en su andar a los pasajeros de la noche. Cuando el nuevo día se forma, es fácil engañarse y sentir que no hubo tiempo, que las horas nocturnas fueron aceleradas y el tren sigue entonces en el mismo lugar y por eso la ventana muestra el mismo paisaje de estepa, árboles flacos y pastos magros, nieve tozuda de primavera y barro y lomas al infinito. La extensión de lo mismo es inconcebible.


Pero la eternidad siberiana es aparente. Una eternidad que dura, a bordo del tren, cuatro o cinco días, hasta que las profundidades de la Rusia Oriental ven nacer las montañas guardianas del magnánimo Lago Baikal, mítico reservorio del veinte por ciento de agua dulce líquida del planeta.


El Transiberiano no es tanto un tren como una vía ferroviaria que desde 1904 une San Petesburgo y Moscú con Vladivostok, ciudad-puerto en el Mar de Japón. Un tren semanal va directo de Moscú a Vladivostok; son 9288 kms, tarda siete días. En 1949 fue la revolución china y empezó la construcción del “ramal” que atraviesa Mongolia y termina en Beijing: el Transmongoliano. También un tren semanal hace el recorrido de un tirón; tarda seis días y a la homogeneidad interminable de Siberia le añade una diversidad cultural incomparable.


San Petersburgo es el inicio ideal del recorrido (puede hacerse al revés), para ver la progresiva desaparición de Occidente. Majestuosa y atravesada por canales del río Neva que desemboca en el Golfo de Finlandia, la ex Leningrado tiene su mayor orgullo en el museo Hermitage. Con 365 salas, recorrerlo entero a pie demora siete días seguidos. El Palacio de Invierno, otrora residencia de los zares y cuya toma bolchevique fue el hito de la Revolución del 17, es parte del museo y un impactante atractivo en sí mismo; parece natural que sea morada de Rembrandt, Leonardo, Manet, Van Gogh, Kandinsky, Picasso: maravillas que son la legitimación estética de la cultura occidental.


Salir del Hermitage bajo la nevisca, meterse al primer bar donde tomar calor con un poco de vodka local, sopa agria solyanka y arenques con eneldo: suficiente para sentir que empezamos a entender algo de Rusia.

El viaje nocturno a Moscú dura ocho horas y es muy simple; pero ubicar el tren indicado en la estación petersburguense requiere de ayuda. Hacer el Transmongoliano en tramos, parando en sitios del camino, es posible gracias a la universal ética de la hospitalidad. Los trenes rusos son de uso popular local y suelen ir bastante llenos. Adentro nadie habla castellano y casi nadie inglés. El ticket, por supuesto, está escrito en ruso, alfabeto cirílico; con alguna guía hay que aprender a leerlo, sobre todo el número de cucheta que nos toca.


Muchos trenes no tienen primera clase, que es un compartimiento con dos camas, sino directamente segunda (camarote con cuatro camas) y tercera, llamada plaskart: todo el vagón es un gran compartimiento, con cubículos abiertos al pasillo (solo separados por tabiques laterales) de seis cuchetas cada uno. De día, las cuchetas inferiores se usan como asientos. De noche, nada vale tanto como un buen par de tapones de oídos.


Compañeros ocasionales de plaskart: grupos de amigos jóvenes en juerga de fin de semana; grupos de kasajos o inmigrantes de otras naciones otrora soviéticas que van a Rusia a trabajar; hombres solos que viajan por negocios a ciudades distantes (“en el avión no puedo acostarme, ¡y prefiero ir por tierra!”, explica uno); señoras sexagenarias que, al entrar al vagón, se sostienen mutuamente una sábana (cada viajero recibe una colchoneta confortable y ropa de cama limpia) a modo de biombo para cambiarse y ponerse cómodas. Todo el mundo se pone pantalones cortos, pijamas, ojotas o chancletas, en esta gran intimidad compartida. 


 Moscú es una ciudad hecha con el sentimiento aspiracional de ser el centro del mundo. Todas las capas de su historia conviven como presente urbano. Las inolvidables estaciones de subte, diseñadas como palacios de la clase trabajadora a cien metros de profundidad; el Kremlin zarista y su Plaza Roja; las famosas iglesias ortodoxas de cúpulas coloridas y cebolladas; las calles con limusinas de diez metros, son formas –o estaciones- de la grandeza rusa, que nunca pierde su escala. Como la del tren: el más largo del mundo. 




Salir de Moscú hacia el este es ingresar en lo que nunca hemos siquiera oído nunca nombrar. Pasamos por ejemplo por Nizhny Novgorod, y ahí el tren cruza el río Volga; pasamos por Kazan, capital de Tartaristán, donde se habla en tártaro y es la principal ciudad musulmana en Rusia -su hermosa mezquita, inaugurada en 2005 a mil años de la fundación de la ciudad, es la más grande del continente europeo.


Nadie diría aquí que estamos en Europa (los rusos no se dicen ni parte de Europa ni de Asia). La divisoria formal entre ambos continentes son los Montes Urales. Donde los atraviesa el tren, se reducen a conjunto de lomas y colinas. Pero al venir de la Gran Llanura Europea Oriental y tener enfrente dos mil kilómetros chatos de Siberia occidental, esas tímidas elevaciones por entre las que serpentea el tren quedan marcadas como grandes accidentes geográficos. La puerta de Asia.


Rusia es igual de grande que Sudamérica. Tiene en Asia el 75% de su suelo pero solo el 22% de su gente. Después de Ekaterimburgo (donde los bolcheviques ejecutaron a la familia entera del último zar), las poblaciones son cada vez más esporádicas. La marcha del ferrocarril pasa a ser la única marca de civilización continua. Atravesando las praderas heladas y los fantasmales bosques de taiga, en el plaskartse refuerza la atmósfera de intimidad.


La provotnista es la encargada de limpiar y mantener el orden dentro del vagón. Responsables y respetadas, generalmente frías pero siempre amables, funcionan como encarnaciones de la madre Rusia. Mantienen por ejemplo activo el samovar, del que los pasajeros se sirven una y otra vez agua caliente. La gente lleva sus petates alimenticios, sopas instantáneas, pepinos, pescado ahumado, pan negro, algunos cerveza o vodka. Pero todos pasan las horas tomando té, entre conversaciones, juegos de naipes, lecturas y mirar, y mirar, y mirar por la ventana.  


El Transiberiano es una cápsula donde las referencias temporales se disuelven, porque en tramos de veinte o treinta horas de una ciudad a otra, los husos horarios son atravesados sin que nadie sepa en cuál estamos, de manera que está el horario de la ciudad en que subimos al tren, el de la ciudad a la que vamos, y, encima, el horario oficial del tren, que es, siempre, en toda Rusia, el horario moscovita –lo mismo en los tickets que indican horarios de salida y llegada, y en las estaciones, siempre los horarios son con hora de Moscú, y hay algunos pueblos muy pequeños sin otro reloj público que el de la estación ferroviaria: pequeñas islas de horario moscovita en medio del oriente-. Si todo viaje es un viaje en el tiempo, este más bien funciona como un viaje hacia afuera del tiempo. Por eso para muchos es un viaje para contemplar la vida: mirar por la ventana y no ver nada; ponerse ante un vacío y encontrarse. Con momentos de vértigo horizontal, el Transiberiano es un abismo hacia adelante.


Pero es Rusia, una madre que abandona nunca del todo a su prole. Así es que cuando pareciéramos estar en medio de la nada, y pasamos por uno de tantos ínfimos villorrios de casas de madera, que de no ser por el tendido eléctrico sería una imagen de cualquiera de los últimos cuatro siglos, de pronto aparece detrás y rompiendo el bosque una furibunda mole de hormigón, cuarenta metros de largo y cinco pisos de alto; imposible saber su función productiva pero evidente su efecto simbólico: recordarnos a todos que este páramo también es un punto del Imperio.

Es, en efecto, un viaje imperial: Rusia, Mongolia y China fueron imperios. El más grande fue el mongol. De todos: el imperio más grande de la historia. Se nota en las caras a medida que el tren avanza y para unos minutos en estaciones minúsculas donde señoras voluminosas y afables traen cestas al andén para vender comida casera: bollos de verdura, albóndigas, blinis (panqueques), pelmenis (capelletis grandes). Se divierten ante la trabajosa comunicación de los viajeros argentinos, ríen con sus caras ajadas por la vida y de rasgos asiáticos, ojos finitos, casi ocultos, que nos ven como bichos cada vez más raros.


Nos acercamos a la tierra de Gengis Khan.


El lago Baikal fue parte del imperio mongol. Cuando el tren pasa por el extremo sur del lago estamos ante los paisajes acaso más hermosos de todo el recorrido: montañas escarpadas, con bosque y nieve, enmarcan el inmenso lago, de superficie congelada aún en primavera. Para caminar sobre sus duras aguas hay que bajar en la pintoresca Irkutsk, otrora apodada “la París de Siberia”, llena de casas de madera finamente ornamentadas, y viajar en una pequeña combi de hechura soviética con gente que aun habla ruso pero ya tiene cara mongola. 


A esta altura, volver a tomar el tren en Irkutsk para seguir viaje es como volver a casa: saludar a una nuevaprovotnista, observar los compañeros de vagón, encontrar la cucheta y armar la cama con el meneo del tren, ponerse ojotas y sentarse a tomar té. Lo que al principio es la radical ajenidad, se hace familiar.  Pero justo ahí cambia la pantalla: entramos en Mongolia.


Un país desértico. Un tercio de sus menos de tres millones de habitantes vive en la capital, Ulan-Batoor. Otro tercio es nómade: con economía de subsistencia ganadera, viven en tradicionales carpas llamadasgers. Se ven muchas desde el tren, en medio de la inmensidad; vida organizada en torno a los caballos y camellos. Al llegar a la ciudad, encontramos que ahí también hay gers, sobre todo en la periferia. Son los habitantes que hace poco abandonaron sus antiguos terruños para venir a probar suerte a la urbe, y montan sus carpas en los baldíos.
 


Ulan-Batoor es una ciudad caótica sin mayor atractivo, pero desde allí es fácil contratar un viaje al interior, donde familias nómades tienen como changa alojar turistas. En medio de un desierto montañoso, comiendo el omnipresente mutton (carne de oveja), sin entender una sola palabra, se recibe la noche de un límpido cielo repleto de las estrellas del norte.


Para el último tramo, tomamos en Ulan-Batoor el tren que viene directo sin escalas desde Moscú hacia Beijing. Aquí sí que hay viajeros extranjeros. No tiene tercera clase, solo segunda y primera, y el restaurante (que en los trenes rusos mucho no se usa, cuando lo hay) se llena de holandeses, ingleses y alemanes, la mayoría jubilados que esperaron media vida para hacer este viaje. Toman cerveza o té y contemplan felices la enormidad naranja del desierto de Gobi.


A través de ese desierto, que es la marca identitaria de Mongolia, llegamos a China. En la frontera, el tren demora varias horas, entre otras cosas porque del lado chino separan vagón a vagón, los elevan tres metros (¡con nosotros adentro!) y ensanchan la distancia entre ruedas para adaptarlos al ancho de trocha chino.


Es medianoche cuando por fin podemos bajar a suelo chino. El contraste con la pobreza mongola es alevoso: aun con la estación casi cerrada y vacía, el largo andén al aire libre tiene una serie de mega parlantes que nos reciben con música de Gershwin, bien fuerte, bajo la noche oscura. Para ponerse a bailar.


Desde los menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado de Mongolia y su economía primaria, entrar a China es cambiar de mundo, de era. A la mañana los pasillos del tren se llenan de pasajeros que miran por la ventana el espectáculo de un crecimiento del 10% del PBI anual sostenido, que es visible: no hay un metro cuadrado sin que algo se esté haciendo. Represas, sembrados, túneles, fábricas, centrales atómicas, poblados, autopistas en construcción, etcétera. China burbujea ante nuestros ojos. 


En la estación ferroviaria de Beijing miles de personas llegan o salen. Afuera, la ciudad, milenaria y fascinante, esta sí asumida como centro del mundo, se ofrece a nuestra hambre: todo para ver, para comer, para recorrer, para perderse en sus callejones y encontrar, siempre, algo interesante, desde la Ciudad Prohibida hasta los mercados de frutas y verduras o ancianos que juegan, con fichas y tablero, de cuclillas en un rincón callejero. La vida china. Respecto de Buenos Aires es justo el otro lado del mundo; pero ya respecto de San Petesburgo y Moscú parece otro planeta. Tanta información, tanto visto y oído y probado; miles de kilómetros que contienen miles de años de historia. El viaje termina, pero sus efectos en el viajero recién empiezan.


Brasil: la liberación de los pobres es la paz

Por Giuseppe Cocco, Eduardo Baker, Bruno Cava


En junio de 2013, una multitud de trabajadores metropolitanos comenzó a manifestarse en São Paulo en protesta contra el aumento del precio del billete de autobús. El 20 de junio se manifestaron millones de personas en más de 400 ciudades y Río de Janeiro se convirtió en el principal centro de propagación del movimiento y de su continuidad hasta la actualidad.
Volvamos a junio: en la noche del 24, la policía militar del Estado de Río de Janeiro invadió el complejo de favelas de Maré con su armamento de guerra: camiones blindados, helicóptero y fusiles. La policía ocupó un territorio donde viven alrededor de 150.000 personas y protagonizó una madrugada de terror. Invadió cientos de domicilios sin autorización judicial y ejecutó sumariamente a entre nueve y 14 habitantes. Algunas de las víctimas fueron degolladas. Esto es cotidiano en las favelas de Río de Janeiro, donde las fuerzas del orden matan al año, oficialmente, a unas 500 personas, y otras 500 desaparecen. La “novedad” de esta matanza fue que se produjese después de que un millón de personas se manifestara en la avenida Presidente Vargas, el 20 de junio, en respuesta a la represión de una manifestación de habitantes de las favelas en la avenida principal que pasa junto a ésta. La excusa, la de siempre: el conflicto armado con el narcotráfico. El mensaje quedaba claro: que los habitantes de las favelas no se unan al levantamiento o los matamos. Pero se había abierto brecha.
Al día siguiente, 3.000 manifestantes bajaron de los morros de las favelas Vidigal y Rocinha hasta la casa del gobernador en el lujoso barrio de Leblon para exigir unas condiciones de vida mejores. El 4 de julio, 5.000 personas tuvieron el valor de volver a protestar en Maré, en la misma avenida donde se produjo la masacre el día 24. A pesar del terror estatal, el vínculo entre el levantamiento de junio y la lucha por la paz se había creado. Cuando el 14 de junio la policía se llevó a un habitante de la favela de Rocinha y fue “desaparecido”, surgió la campaña “Cadê o Amarildo?” (¿Dónde está Amarildo?). Amarildo se convirtió en el nombre de un infinito número de pobres que el terror de Estado tortura y mata, y también de los jóvenes enmascarados que resistían la represión en las calles de Río.
El 15 de octubre, después de una manifestación de más de 50.000 personas, el Gobierno del Estado de Río desplegó una operación en represalia contra los jóvenes enmascarados con la detención de 200 manifestantes. Se les aplicó por primera vez la categoría de “organización criminal”, conforme a una nueva ley que Dilma Rousseff había aprobado en septiembre; 64 detenidos acabaron encarcelados. En su contra, sólo haberse sentado pacíficamente en las escaleras de la Cámara Legislativa Municipal. La mayoría de los detenidos consiguió quedar en libertad a través de la actuación de abogadas y abogadas populares y de oficio. No obstante, dos personas siguen en prisión, ambas son negras; una de ellas, sin techo, ya ha sido condenada a cinco años de prisión, una amenaza del poder Ejecutivo ante el ciclo de manifestaciones que vendrá en 2014.
Además, Gleise Nana, una joven activista en las protestas de Río de Janeiro, que había denunciado amenazas de un policía por internet, murió el 25 de noviembre, tras varias semanas en coma a causa de un incendio no resuelto en su casa el 19 de octubre. En Río, se multiplican las amenazas de muerte a activistas en las mani­fes­taciones y por teléfono. El Gobierno de Dilma, después de respaldar el arbitrio de la Policía en Río de Janeiro, finalmente anunció el 31 de octubre, con la excusa de “combatir el vandalismo”, que se federalizaba la represión de las manifestaciones en las dos ciudades principales, Río y São Paulo, dejándola en manos de la Policía Federal y los órganos de inteligencia. La única puerta que el Partido de los Trabajadores abre al movimiento es la de la cárcel.
Ahora bien, en Río de Janeiro, siete meses de movilizaciones han demostrado que, cuando el poder quiere, la Policía Militar no mata en la avenida. Eso muestra al mundo que el exterminio de jóvenes, pobres, negros y habitantes de las favelas no es un desmán, sino una política de Estado. El movimiento de junio a diciembre ha sido la potentísima creación de una brecha hacia la paz; no una manera de acallar el vocerío para mantener la esclavitud de otras formas, sino la liberación de los pobres como paz.

Los nuevos “vándalos” de Brasil

por Eliane Brum
El ‘rolezinho’, la novedad de esta Navidad, muestra que cuando la juventud pobre y negra de las periferias de São Paulo ocupa los centros comerciales anunciando que quiere formar parte de la fiesta del consumo, la respuesta es la de siempre: criminalización. Pero ¿qué es lo que le están «robando» estos jóvenes a la clase media brasileña?

Las navidades de 2013 serán recordadas como aquellas en las que Brasil trató como gamberros a chicos pobres, la mayoría de ellos negros, por haber osado divertirse en los centros comerciales donde la clase media hace las compras de fin de año. A través de las redes sociales, centenares, a veces miles de jóvenes, se ponían de acuerdo para lo que llaman «rolezinho” (un paseo) en centros comerciales próximos a sus comunidades, para “hacer jaleo, dar unos besos, flirtear, divertirse, sin robos”. El sábado, 14, decenas entraron en el Shopping Internacional de Guarulhos (Estado de São Paulo), cantando estribillos de funk da ostentação (un tipo de música que exalta la ostentación). No robaron, no destruyeron, no portaban drogas, pero aún así 23 de ellos fueron llevados a comisaría sin que nada justificara la detención. Este domingo, 22, en el Shopping Interlagos, varios fueron revisados a su llegada por un fuerte despliegue policial: según la prensa, una base móvil y cuatro furgones, cuatro unidades de la Policía Militar, una del Grupo de Operaciones Especiales y cinco coches de seguridad particular para montar guardia. Varios jóvenes fueron “invitados” a retirarse del edificio por tener apariencia de funkeiros, como dos hermanos que empujaban al padre, amputado, en una silla de ruedas. De nuevo, no se registró ningún hurto. El sábado, 21, la policía -a la que llamó la administración del Shopping Campo Limpo- no constató ningún “tumulto”, pero varios vehículos y motos de la Policía Militar permanecieron en el aparcamiento para inhibir el rolezinho. Algunos policías entraron en el centro comercial con pistolas de balas de goma y bombas lacrimógenas.
Si no hay crimen, ¿por qué la juventud pobre y negra de las periferias del área de São Paulo está siendo criminalizada?
Primero, a causa de su entrada. Los centros comerciales fueron construidos para mantenerlos del lado de fuera y, de repente, osaron traspasar el límite. Y lo hicieron reivindicando algo transgresor para jóvenes negros y pobres en el imaginario nacional: divertirse fuera de los límites del gueto. Y desear objetos de consumo. No neveras y televisores de pantalla plana, símbolos de la llamada clase C o nueva clase media -la parcela de la población que ascendió con la ampliación de renta en el Gobierno Lula-, sino marcas de lujo internacionales, aquellas que se pretenden exclusivas para una élite, en general blanca.
Antes, el 7 de diciembre, cerca de 6.000 jóvenes habían ocupado el aparcamiento del Shopping Metrô Itaquera, y también fueron reprimidos. Varios rolezinhos se organizaron a través de las redes sociales en diferentes centros comerciales de la región metropolitana de São Paulo hasta el final de enero pero, por miedo a la represión, muchos han sido cancelados. Sus organizadores, jóvenes que a menudo trabajan como chicos de los recados, temen perder el empleo al ser detenidos por estar donde supuestamente no deberían estar – en una ley no escrita, pero siempre cumplida en Brasil-. Los agentes de seguridad de los centros comerciales recibieron orientación para monitorizar a cualquier joven “sospechoso” que esté delante de un escaparate, aunque sea solo, deseando gafas de Oakley o tenis Mizuno, dos de los iconos de los funkeiros da ostentação. En vísperas de Navidad, Brasil muestra la cara deformada de su racismo. Y necesita encararla, porque el racismo sí es un crimen.
Eita porra, que cheiro de maconha” (algo así como «Joder, qué olor a marihuana») era el estribillo que cantaban los jóvenes al entrar en el Shopping Internacional de Guarulhos. El funk es de MC Daleste, que homenajea en su nombre artístico la región donde nació y se crió, la zona este, la más pobre de São Paulo, aquella que cada verano se inunda con las lluvias por obras que los sucesivos gobiernos siempre aplazan, aplastando sueños, enterrando casas, matando adultos y niños. Daleste murió en julio de un tiro en el pecho durante un show en Campinas (a unos 100 kilómetros de São Paulo). El asesinato es la primera causa de muerte en Brasil para los jóvenes negros y pobres, como los que ocuparon el Shopping Internacional de Guarulhos.
La policía reprimió, los comercios cerraron, la clientela corrió. Una testigo dijo la frase-símbolo a la reportera Laura Capriglione, de Folha de S. Paulo: “Tiene que prohibirles a este tipo de maloqueiro [término despectivo para habitantes de zonas pobres de las favelas] entrar en un lugar como este”. Los días siguientes, en diferentes webs de periódicos, los lectores definieron así a los rolezeiros (vea entrevista abajo): “maloqueiros”, “bandidos”, “prostitutas” y “negros”. Negros emerge aquí como palabra ofensiva.
El funk da ostentação, surgido en la Baixada Santista y la región metropolitana de São Paulo en los últimos años, evoca el consumo, el lujo, el dinero y el placer que todo eso otorga. En sus videoclips, los DJs aparecen con cadenas y anillos de oro, vestidos con ropas de marca, en coches caros, rodeados de mujeres con mucho culo y poca ropa. (Para conocer el funk de la ostentação, vea el documental aquí). Distinto del núcleo duro del hip hop paulista de los ochenta y noventa, que renegaba del sistema, y también del movimiento de literatura periférica y marginal que, al inicio de 2000, defendía que para consumir, se comprasen marcas producidas por la periferia para la periferia, el funk da ostentação coloca a los jóvenes -aunque para la mayoría solo en la imaginación- en escenarios hasta ahora reservados para la juventud blanca de las clases media y alta. Esa, tal vez, sea su transgresión. En sus vídeos, los DJs tienen vidas de ricos, con todos los símbolos de los ricos. Gracias al éxito de su funk en las comunidades, muchos DJs se enriquecieron de verdad y tuvieron acceso al mundo que celebraban.
Esta exaltación del lujo y del consumo, interpretada como adhesión al sistema, hizo el funk da ostentação incómodo para un sector de los intelectuales brasileños e incluso para parte de los líderes culturales de las periferias de São Paulo. Ahora, los rolezinhos – y la represión que les siguió– le añaden a esta vertiente del funk un componente de insurgencia, celebrado estos últimos días por voces de la izquierda. Al ocupar los centros comerciales, la juventud pobre y negra de las periferias no estaba solo apropiándose de los valores simbólicos, como ya hacía con las letras del funk da ostentação, pero también de los espacios físicos, lo que marca una diferencia. Y, para algunos sectores de la sociedad, agrega un contenido peligroso a aquello que era denominado [porque no hablaba de violencia, sino de ostentación] “funk do bem”.
La respuesta violenta de la administración de los centros comerciales, de las autoridades, de la clientela y de parte de los medios demuestra que esos actores leyeron la entrada de la juventud de las periferias en estos establecimientos como un acto violento. Pero la violencia era justamente el hecho de no estar allí para robar, el único acto en que se acostumbra a ver jóvenes negros y pobres. Entonces, ¿cómo encajarlos? ¿en qué lugar colocarlos? Prefirieron concluir que existía la intención de hurtar y destruir, algo más fácil de aceptar en lugar de admitir que solo querían divertirse en los mismos lugares que la clase media, deseando los mismo objetos de consumo que ella. Llevaron a parte de los rolezeiros a la comisaría. Aunque tuvieran que soltarlos luego, porque no había motivos para mantenerlos allí, el acto ya los ha estigmatizado y señalará sus vidas, como históricamente se ha hecho con los negros y pobres en Brasil.
Jefferson Luís, 20 años, organizador del rolezinho del Shopping Internacional de Guarulhos, fue detenido, es blanco de investigación policial, su madre lloró y él acabó cancelando otro rolezinho ya programado por miedo a sufrir más. Auxiliar en una empresa, ahorró un mes de salario para comprar la cadena dorada que lleva al cuello. Jefferson dijo al periódico O Globo: “No iba a ser una protesta, iba a ser una respuesta a la opresión. Uno no se puede quedar en casa encerrado”.
Por esta subversión no será perdonado. Los jóvenes negros y pobres de las periferias de São Paulo, en vez de contentarse con trabajar en la construcción civil y en servicios subalternos de las empresas de lunes a viernes y quedarse encerrados en casas sin servicios básicos el fin de semana, también quieren divertirse. Zoar, como dicen. La clase media acepta que quieran pan, que quieran nevera, se siente más incomodada cuando llenan los aeropuertos, pero ¿divertirse, y en centros comerciales? Otra frase de Jefferson Luiz: “Si yo tuviera un cuarto solo para mí ya sería una ostentación”. Divide una habitación en la periferia de Guarulhos con ocho personas.
Estas Navidades, los funkeiros da ostentação parecen haberse convertido en los nuevos “vándalos”, como son llamados todos los manifestantes que, en las protestas, no se comportan dentro de la etiqueta establecida por las autoridades y por parte de los medios. En las primeras noticias, el rolezinho del Shopping Internacional de Guarulhos fue tachado de “arrastão” (avalanchas humanas que crean confusión para robar). Pero no había arrastão. El antropólogo Alexandre Barbosa Pereira hace una provocación precisa: “Si fuese un grupo numeroso de jóvenes blancos de clase media, como sucedió varias veces, ¿sería interpretado como un flash mob?”.
¿Por qué los administradores de los centros comerciales, la policía, parte de los medios y los clientes solo consiguen encuadrar a un grupo de jóvenes negros y pobres dentro de un centro comercial en un arrastão? Hay varias respuestas posibles. Pereira propone una bastante aguda: “¿Será que la clase media entiende que los jóvenes están ‘robando’ su derecho exclusivo de consumir?”. ¿Este sería el “robo” imperdonable, el que colocó a las fuerzas de la represión en la puerta de los centros comerciales para impedir la entrada de chicos desarmados que querían zoar, dar unos besos y codiciar objetos de deseo en los escaparates?
Para ayudarnos a pensar en los significados del rolezinho y del funk da ostentação entrevisto a Alexandre Barbosa Pereira en esta columna. Profesor de la Universidade Federal de São Paulo (Unifesp), se dedica a investigar las manifestaciones culturales de las periferias paulistas. En su máster, recorrió el mundo de pichação, un estilo de grafiti característico de São Paulo. En el doctorado, buceó en las escuelas públicas para comprender lo que es zoar. Desde 2012 investiga el funk da ostentação. Aunque los rolezinhos, por la fuerza de la represión, concluyan estas Navdades, hay mucho que necesitamos comprender sobre lo que dicen sus protagonistas – y sobre lo que la reacción violenta en su contra dice de la sociedad brasileña-.
El rolezinho aparece conectado al funk da ostentação. ¿En qué medida existe, de hecho, esa conexión?
Alexandre Barbosa Pereira. El funk ostentação es una relectura paulista del funk carioca, hecha a partir de la Baixada Santista y de la región metropolitana de São Paulo, en la cual las letras pasan a tener la siguiente temática: dinero, marcas, coches, bebidas y mujeres. No se habla directamente de crimen, drogas o sexo. Los funkeiros de esa vertiente comenzaron a producir videoclips inspirados en la estética de los del gangsta rap estadunidense. Pero lo más curioso de ese movimiento es el giro que los jóvenes hacen para cambiar la pauta que, hasta entonces, era principalmente la criminalidad para el consumo. Las músicas dejan de hablar de crimen para hablar de productos que ellos quieren consumir. Así, en vez de cantar: “Roba motos, roba coches, un bandido no anda a pie” (Bonde Sinistro), los funkeiros de la vertiente de la ostentación cantan: “Vida es tener un Hyundai y una [moto] Hornet, diez mil para gastar, Rolex….” (MC Danado). De este modo, los DJs empezaron a tener más espacio para cantar en locales nocturnos y pasaron a producir videoclips cada vez más elaborados, con más de 20 millones de accesos en Youtube, lo que les llevó a un éxito al margen de los medios tradicionales. Algunos llegaron a alcanzar gran repercusión entre un segmento del público joven sin haber aparecido nunca en la televisión. Vi a niñas llorando por DJs en bailes incluso antes de que el funk ostentação alcanzara el protagonismo que consiguió en los grandes medios. Surgieron empresas especializadas en la producción de clipes en el estilo de la ostentación, como Kondzilla y Funk TV, claramente inspirados en el gangsta rap, en el que los jóvenes aparecen en coches y motos, exhibiéndose con ropas, dinero y mujeres. Una reflexión interesante para hacer es cómo los medios tradicionales, que antes execraban el llamado funk proibidão, que hablaba abiertamente de crimen, drogas y sexo, ahora comienza a elogiar el funk ostentação, denominándolo incluso “funk del bien” y resaltando la trayectoria económica y social ascendente de los DJs.
Pregunta. Haciendo un paréntesis aquí, antes de llegar al rolezinho:¿cuál es el camino para que un joven pobre tenga acceso al consumo de lujo, según la mirada del funk da ostentação? Este giro que tú mencionabas…
Respuesta. Primero, que ese bien de lujo no es tan de lujo. Al final, una botella de whisky a 60 u 80 reales (de 25 a menos de 35 dólares) no es ningún absurdo. Siempre es posible comprar una copia de aquellas gafas de sol que cuestan más de mil reales. En las discotecas de funk que observé, este era el precio. Pensemos en un grupo de por lo menos cuatro amigos dividiendo el valor de la compraventa. No sale tan caro jugar a la ostentación. Eso sí, están los coches. Eso sí que está fuera del alcance de la mayoría de esos jóvenes. Pero ahí hay una explicación interesante, que Montanha, un productor y director de videoclips de Funk TV, sabiamente me dio. Me dijo que las novelas ya vendían una vida de lujo hace mucho tiempo, solo que en ellas los ricos eran los que pertenecían a ese mundo. En los videoclips de funk ostentação, son los pobres los que aparecen en un mundo de “riqueza” o de “lujo”, con coches, mansiones, ropas de marcas más caras. Los jóvenes ahora podrían, segundo Montanha, verse como parte de un mundo de prestigio, de ahí la gran identificación. El crimen puede ser un camino para acceder a ese mundo de lujo o lo que esos jóvenes entienden por un mundo de lujo, pero no es el único. Esta es la lección que muchos DJs de funk están intentando transmitir en sus letras. De cierta forma muestran otro camino, que, de hecho, siempre estuvo presente para esos jóvenes de la periferia: hacerse famoso por la música o por el fútbol. De hecho, esos son los caminos que aparecen como los más posibles para que jóvenes negros y pobres de las periferias del país imaginen un futuro de éxito. En un mundo en que hay una fuerte división entre trabajo intelectual y manual, con la extrema valorización del primero, el uso del cuerpo en formas lúdicas como medio de ganar dinero se muestra como opción para la transformación de la vida. “Crimen, fútbol, música, cojones, yo tampoco conseguí huir de eso ahí”, ese es el Negro Drama cantado por los Racionais MCs. Los DJs de funk ostentação están intentando decir que es posible construir una vida de éxito a través de la música. Y lo que era ficción (los videoclips con coches importados, prestados o alquilados, con dinero de mentira lanzado al aire) comienza a hacerse realidad. Muchos de ellos comienzan a ganar una cantidad razonable de dinero con los shows. Creo que la idea de la imaginación como una fuerza creativa se presenta con fuerza en el funk ostentação.
Por otro lado, es preciso destacar que masculinidades marcadas por el deseo de poseer un automóvil o una motocicleta no fueron construidas por el funk ostentação. Ya existían hace tiempo. Para los niños de la periferia, poseer un buen coche, bonito y potente, es una de las metas principales de vida. La posesión del coche es, en el imaginario de esos jóvenes, pero también de la población en general, un indicativo de éxito económico y social, garantizando, como consecuencia, el éxito con las mujeres.
En este caldo cultural, el consumo es cada vez más exaltado como espacio de afirmación y de reconocimiento para los jóvenes. Es, inclusive, bastante compleja la forma de la relación entre criminalidad y consumo en el funk. En el giro que produjeron, parece que hay el mensaje de que esas dos acciones pueden ser dos lados de una misma moneda. Ellos no dejan de hablar del crimen. Acaban citándolo indirectamente, como en las músicas de MC Rodofilho, en las cuales él celebra: “Ay dios, qué bueno es ser vida loka”. Lo importante es entender cómo el crimen y el consumo son pautas constantes en las relaciones sociales de los jóvenes de la periferia. Los más pobres también quieren que iPads, iPhones y automóviles potentes formen parte de su mundo. Aún necesito observar y reflexionar más sobre ello, pero creo que tanto en el caso del crimen como en el del consumo tenemos que estar más atentos al modo en el que se dan las relaciones entre personas y cosas. Pienso que la búsqueda de la realización solo mediante el consumo implica sentimientos y posturas extremas de un egoísmo hedonista y de un profundo desprecio por otros seres humanos. Las mercancías, o las cosas anheladas, de cierta forma han conformado las subjetividades contemporáneas. Y en esas nuevas subjetividades, marcadas por lo instantáneo y la inestabilidad, parece no haber mucho espacio para la solidaridad. Hay una nueva tendencia en la discusión antropológica que afirma que no podemos entender las cosas solo como representación o resultado de lo social. Necesitamos pensar también en cómo las cosas hacen a las personas e incluso a la sociedad. Cómo las cosas o las mercancías más deseadas hoy motivan tanto un consumismo desenfrenado, irracional y egoísta, como el ingreso de jóvenes en la criminalidad. Siempre me quedo espantado cuando veo las imágenes en otros países de personas corriendo desesperadas para comprar un nuevo lanzamiento de smartphone, videojuego, tableta… Pero no solo eso, estas cosas también motivan y determinan formas de estar, pensar, relacionarse y sentir en el mundo contemporáneo.
Pienso mucho en eso cuando parte de la clase media critica el consumo de esos jóvenes, diciendo que solo ellos –la clase media que, supuestamente, paga los impuestos – tienen derecho a consumir, o a relacionarse con ciertos productos. ¿Será que la clase media entiende que los jóvenes están robando el derecho exclusivo de que ellos consuman o de relacionarse con esos objetos de prestigio? ¿Un derecho que, por otra parte, había sido robado de esos jóvenes pobres hace mucho tiempo?
Esa crítica puede venir inclusive de cierta clase media más intelectualizada e incluso con ideas políticas progresistas, que cree que sabe lo que es mejor para los pobres. Hacen la crítica desde sus iPads e iPhones a lo que entienden como un consumo irracional de los más pobres, que deberían ahorrar en vez de gastar en productos que no son para su nivel económico. Hay un juego de perder y ganar y también de búsqueda de satisfacciones individuales que rodea el robo del derecho de algunos al consumo, que es preciso profundizar para entender mejor esas dinámicas contemporáneas. ¿Todos tienen el derecho a consumir lo que quieran? ¿Y sería viable, hoy, que todos consuman a altos niveles? ¿Qué implicaciones mediombientales tendríamos? Y si no es sostenible o viable que todos consuman con tamaña intensidad, ¿por qué incentivamos así el consumismo? Con eso, lo que quiero decir es que no se puede pensar la relación entre crimen y consumo solo entre los pobres. Creo que también necesitamos mirar hacia las clases medias y altas y hacia los crímenes que, históricamente, han sido cometidos contra los más pobres y el medioambiente para proteger el consumo de los ricos.
P. ¿Es en este punto en el que los rolezinhos aparecen y crean una tensión reveladora en estas Navidades?
R. Los rolezinhos en los centros comerciales están conectados directamente a ese contexto. No sé  cómo surgieron, pero me parece que despuntarion por esas nuevas relaciones que las redes sociales permiten construir, de forma que una broma pueda volcar algo serio. De repente, una convocatoria hecha en Internet puede llevar a centenares de jóvenes a encontrarse en un centro comercial, un local donde pueden tener acceso a esos bienes a los que canta la música, aunque solo sea un acceso visual. Eso sí, es importante resaltar que no fueron los rolezinhos ni el funk ostentação los que crearon esa relación de fascinación con el consumo. Esta ya existía hace mucho. Os Racionais, hace más de diez años, ya cantaban sobre eso, con afirmaciones como: “Tú dijiste que era bueno y la favela lo escuchó. Allá también tiene whisky, Red Bull, tenis Nike y fusiles” o “La abundancia alegra al sufridor”
P. Algunos análisis relacionan los rolezinhos con una acción afirmativa de la juventud negra y pobre, a una denuncia de la opresión y a una reivindicación de participación, en este caso en el mundo del consumo. ¿Cómo analizarías tú este fenómeno tan nuevo?
R. No me arriesgaría a decir que hay un movimiento político muy claro. Puede indirectamente constituirse como una acción afirmativa de la juventud negra y pobre. Tal vez la tensión que se creó con la criminalización de esos jóvenes durante los rolezinhos pueda llevar a algún tipo de reflexión y acción política mayor, pero es difícil de prever. En un libro intitulado Cidadania Insurgente, [el antropólogo americano] James Holston analiza el surgimiento de las periferias urbanas en Brasil, particularmente en São Paulo, destacando la discriminación contra ciertas clases de ciudadanos en el país. Ese autor muestra cómo, históricamente, las formulaciones de ciudadanía elaboradas por los más pobres se dieron a partir de su ocupación de barrios en las periferias de las grandes ciudades. Nociones y prácticas propias de ciudadanía que se produjeron, a la vez, por medio de las experiencias de hacerse propietario, de participar de movimientos sociales por la mejoría de los barrios y de ingresar en el mercado del consumo. Primero se ocuparon los barrios, incluso sin estructura mínima. Después llegaron las reivindicaciones por la legalización de los terrenos ocupados. Y, finalmente vinieron las luchas por la llegada de la energía eléctrica, el saneamiento básico y el asfalto. Creo siempre muy interesante, en conversaciones con antiguos líderes de los barrios periféricos de São Paulo, observar que indican la llegada del asfalto como el gran marco de transformación del barrio y la integración de este al espacio urbano.
Percibo, por lo tanto, acciones como las de los rolezinhos, desde el punto de vista de esa “ciudadanía insurgente”, en referencia a las asociaciones de ciudadanos que reivindican un espacio para sí y así se contraponen al gran discurso hegemónico o, si no se disocian del discurso hegemónico, al menos provocan ruidos en él. Se trata de una reivindicación por la ciudadanía, la participación política y derechos que, históricamente, fue hecha por los más pobres, muchas veces en la frontera entre lo legal y lo ilegal, y que comenzó con la propia ocupación de los barrios en la periferia de la ciudad de São Paulo, como forma de habitar y sobrevivir en el mundo urbano. Esa ciudadanía no necesariamente se presenta como resistencia, pero puede también querer, en muchos casos, asociarse a la hegemonía produciendo disonancias.
¿Qué son el funk ostentação y los rolezinhos si no esa reivindicación de los jóvenes más pobres de una mayor participación en la vida social más amplia a través del consumo? Estas acciones culturales parecen situarse en esa lógica, que no necesariamente se contrapone a lo hegemónico, en la medida en que intenta afirmarse por el consumo, pero provoca una incomodidad, un ruido extremadamente irritante para aquellos que se guían por un discurso y una práctica de segregación de los que consideran como los “otros”.
P. ¿Cómo definir esa incomodidad? ¿Qué son los “otros” en este contexto? ¿Y qué papel desempeñan estos “otros”?
R. La incomodidad de ver pobres ocupando un lugar en el que no deberían estar, como consumidores de ciertos productos que deberían ser más exclusivos. Es un tipo de espanto que se pregunta: “¿Cómo ellos, que no tienen dinero, quieren consumir productos que no son para su posición social y económica?”. Estos “otros” son los considerados “subalternos”. Pueden ser funkeiros, pobres y mestizos de la periferia, pero pueden ser también las empleadas domésticas, los motoboys, los grafiteros, entre otros “otros”, que muchas veces son utilizados como chivo expiatorio de las frustraciones de un sector considerable de la clase media.
Los rolezinhos no son protestas contra el centro comercial o el consumo, sino afirmaciones de: “Queremos estar en el mundo del consumo, en los templos del consumo”. Sin embargo, por ser jóvenes pobres de barrios periféricos, negros y mestizos en su mayoría, y que escuchan un género musical considerado marginal, pasan a ser vistos y clasificados por la mayoría de la sociedad como gamberros o marginales. Pensemos que, en la propia concepción del centro comercial, no está prevista la presencia de ese público, aún menos en grupo y provocando confusión. Me pregunto: si fuera en un centro comercial más noble, con jóvenes blancos de clase media alta, vestidos como se espera de un joven de este estrato social, ¿la repercusión sería la misma? ¿la criminalización sería la misma?. Tal vez fuera considerado solo un flash mob. Hay una tendencia, de una parte considerable de la clase media, de los medios y del poder público, a percibir a los jóvenes pobres a partir de tres perspectivas, casi siempre exclusivistas: la del gamberro, la de la víctima y la del héroe.
P. ¿Cómo funcionan estas tres perspectivas, gamberro, víctima y héroe?
R.  Son más formas de etiquetar a esos jóvenes por parte aquellos que quieren tutelarlos que categorías asumidas por los propios jóvenes. Por eso, son contextuales. Dependiendo de la situación y de los actores sociales con quienes dialoga, el joven puede ser entendido a partir de una de esas categorías. El pichador (grafitero de pichaçao), por ejemplo, es un agente que puede movilizar todas esas clasificaciones, dependiendo del contexto y de los interlocutores: la policía, la Secretaría de Cultura, los investigadores académicos o la ONG que quiere salvar los jóvenes de la periferia de la violencia. En el caso del funk, por ejemplo, ya hay comentarios e incluso textos de personas más politizadas viendo los rolezinhos como una acción afirmativa o extremadamente contestataria. Para estos, los protagonistas de los rolezinhos son víctimas que se hicieron héroes. Otros, como la policía, la administración de los centros comerciales y la clientela, pero también sus vecinos, que viven allá en los barrios pobres de la periferia, ven en ellos principalmente a villanos y gamberros.
Jóvenes como estos que están en los rolezinhos no necesariamente aceptan entrar en esas etiquetas pero, en algunos casos, pueden también encajar en todas a la vez. No se puede simplificar un fenómeno como este. Sin embargo, si pensáramos en ese movimiento que surge principalmente con el hip hop de valorar la periferia como espacio político y de afirmación positiva, es posible ver, aunque en menor intensidad, una cierta acción política. De decir: “Somos de la periferia y estamos orgullosos”. Un movimiento de reversión del estigma en marca positiva.
P. Pero ¿hay, de hecho, una acción consciente, organizada, con un sentido político previo? ¿O el sentido está siendo construido a partir de los acontecimientos, lo que es igualmente legítimo?
R. Mira, sinceramente, es difícil decir si hay un sentido político, directo, consciente y/o explícito. Tal vez por parte de algunos, pero por lo que he visto en las redes sociales, no de la mayoría. Si el movimiento persiste o toma otras formas, puede ser que el sentido político tome más fuerza. De momento es difícil analizar ese punto. El antropólogo Arjun Appadurai analiza hace algún tiempo los cambios que se producen en el mundo a causa del avance de las tecnologías de comunicación y del transporte. Según este autor, las personas se desplazan cada vez más en el mundo actual, y no solo físicamente, sino también y tal vez principalmente en la imaginación, a causa de medios de comunicación como la televisión y, más recientemente, por Internet. Hoy es posible imaginarse en los más diferentes lugares del mundo, pero también en diferentes clases sociales. ¿Qué son los videoclips de funk de la ostentación sino imágenes/imaginaciones que los jóvenes tienen sobre lo que sería pertenecer a otra clase o poseer mejores condiciones económicas para el consumo?
Esa imaginación, según ese autor, puede constituirse como un proyecto político compartido, pero puede también ser solo una fantasía, algo individualista y egoísta, sin gran potencial político. Me parece que el funk da ostentação en São Paulo y movimientos como lo de los rolezinhos en los centros comerciales tienen intensamente esos dos potenciales. Difícil saber si alguna de ellas va a prevalecer o volverse hegemónica.
P. ¿La elección de la música de MC Daleste, asesinado en un show en Campinas, para el rolezinho del Shopping Internacional de Guarulhos, puede tener algún otro significado?
R. La elección de la música de MC Daleste en la entrada de los jóvenes en el centro comercial de Guarulhos me pareció bastante significativa por varios motivos. Principalmente, porque su muerte en el escenario, cantando funk, de cierta forma construyó un marco para ese funk da ostentação. Su asesinato acabó por dar aún más visibilidad a esta vertiente del funk paulista. MC Daleste cantaba proibidão antes y, así, esa relación confusa entre crimen y consumo se manifiesta de modo bastante fuerte en lo que él representa. Hay en su propio nombre artístico esa afirmación de un cierto orgullo del lugar de donde viene, de ser de la periferia, que tanto el funk como el hip hop expresan. No es  casualidad que él sea “Da Leste”. Recordemos que Guarulhos también está al este de la región metropoliitana de São Paulo.
P. Hoy, una parte significativa de la generación que se crio en las periferias con movimientos contestatarios como el hip hop y la literatura periférica o marginal ha asumido, por el funk da ostentação, los valores de consumo de las clases medias y alta. ¿Cómo analizas este fenómeno en el contexto histórico actual de Brasil?
R. Lo que un evento como ese parece poner de manifiesto es, por un lado, ese anhelo por consumir y por afirmarse mediante el consumo que esos jóvenes vienen demostrando ya hace algún tiempo, por las letras de los funks, pero también en el hip hop. A pesar de las críticas de ciertos segmentos del hip hop, no sé si el funk ostentação rompe con el hip hop más politizado de los ochenta y noventa o si ofrece una de las muchas posibles continuidades a ese movimiento cultural. Me parece que el funk ostentação es una relectura paulista, muy influenciada por el hip hop, del funk carioca. Muchos MCs de funk eran MCs de hip hop. Muchos de ellos, además de funk, cantan también rap, y en los shows se escuchan músicas de los Racionais. Hay trozos de letras de canciones de los Racionais en las letras del funk. Ahora, el hecho es que el funk no está tan marcado por la cuestión política como el hip hop. O Montanhame dijo algo interesante una vez: que, en la verdad, el hip hop ofrecería un espacio de expresión política que les faltaba a los jóvenes, ya el funk es un espacio de ocio y de socialización. Me parece una reflexión interesante. No que el hip hop no pueda contener ocio y socialización, ni el funk protesta política, pero las dos vertientes tienden hacia uno de los polos. El funk, de hecho, ganó ese gran espacio junto a los jóvenes de las periferias de São Paulo porque, en esa articulación de un espacio de ocio, se configuró un espacio para las mujeres que, en el hip hop, era más difícil. Las mujeres son presencia fundamental en los bailes de funk. El protagonismo del baile siempre fue suyo. Incluso que los niños también bailen y las niñas participen cada vez más como MCs. El hip hop siempre fue mucho más masculino, del baile a la vestimenta.
P. Pero ¿cuál es la diferencia, en tu opinión, entre cómo hablan de consumo, por ejemplo, los Racionais y cómo lo hacen los MCs de la ostentación?
R. Hay dos perspectivas. Cuando digo que los Racionais ya lo cantaban, quiero decir que ellos ya identificaban esa necesidad de consumir de la juventud. Y de consumir lo que ellos creían que era bueno, nada de consumo consciente. Por eso digo que los Racionais ya hacían, hace más de diez años, una lectura de ese anhelo por consumir de la juventud pobre. Por otro lado, hay esa dimensión de movimientos como el de los escritores de la periferia, promoviendo productos de la periferia, por la periferia. El funk ostentação comienza sin preocuparse con esa cuestión directamente. No le duele la conciencia por cantar al consumo y adherirse al sistema. Indirectamente, sin embargo, acaba llegando a un otro punto, en la medida en que una parcela considerable de jóvenes de la periferia pasa a poseer algún tipo de renta con la producción del funk. Ya sean los chicos que graban los videoclips, los propios MCs, pero también los empresarios, productores, técnicos e incluso algunos MCs que se hacen emprendedores y crean sus propios negocios. Como MC Nego Blue, que observando de cerca el éxito de las ropas de marca entre los jóvenes, creó Black Blue, una tienda de ropa cuyo símbolo es una carpa colorida. Hoy, además de poseer establecimientos propios, vende en tiendas multimarca, al lado de camisas de Lacoste o de otras marcas famosas que los chicos buscan, y por un precio muy parecido. Una de las empresas que programa shows de funk en Cidade Tiradentes se llama justamente “Nosotros por nosotro”.
Los rolezinhos parecen decir: no solo queremos consumir, queremos ocupar en masa y divertirnos en los centros comerciales, en los suyos o en los nuestros. Es importante percibir también que los centros comerciales donde los eventos ocurrieron están en regiones más periféricas, probablemente próximos a la residencia de los jóvenes. De momento no han ido a los templos mayores del consumo de lujo en la ciudad, en Jardins, Faria Lima, Marginal Pinheiros… Puede haber también un componente de un término que descubrí en la pesquisa que hice en escuelas de bachillerato, en mi doctorado, que es la idea de “zoar”. Ellos quieren zoar, que es llamar la atención y divertirse, flirtear, jugar y, si fuera preciso, pelear.
P. ¿Por qué, en este momento, el ocio se impone como una reivindicación de esta generación, por encima de cuestiones como salud, educación y transporte de calidad?
R. Creo que no hay una reivindicación política bien formulada como sucedía con el hip hop: queremos más salud, educación y ocio. Ellos simplemente quieren estar en los centros comerciales para zoar, y van. No existe esa reflexión más elaborada que el hip hop produce, es más espontáneo. Ese tal vez pueda ser un punto de distinción. Y el propio funk es, por sí solo, ocio y diversión, un dispositivo poderosísimo para bailar y flirtear. El zoar puede ser leído como un acto político, pero no me parece intencional. Creo que crea una tensión que es política, que es de disputa de poder por los espacios de la ciudad, pero no hay un manifiesto por la zoeira o por los rolezinhos, como hubo, por ejemplo, en el caso del manifiesto del arte periférico de los escritores.
P. ¿Hay también un movimiento para salir de los guetos y ocupar los guetos de la clase media? ¿De forma masiva, y no individualmente, como cuando un grupo de rap aparecía en la televisión (aunque fuera MTV) o un escritor del movimiento literario marginal o periférico publicaba en una gran editorial? ¿Es esta una novedad importante?
R. Creo que se abre hacia fuera del gueto, del barrio donde se vive, pero no hasta muy lejos. Al fin y al cabo, los centros comerciales a los que van están al lado de sus casas. En este sentido, creo que el hip hop, a pesar de hablar más del gueto, se abre mucho más hacia fuera en la medida en que conquista un espacio importante en las políticas públicas de cultura, por ejemplo.
Claro que ese espacio de ocio es problemático y conflictivo incluso dentro de los barrios de las periferias donde viven esos jóvenes. Si entrevistáramos a sus vecinos, seguramente la mayoría se posicionaría totalmente a favor de prohibir las fiestas callejeras que ellos organizan, con música alta que muchas veces dura toda la madrugada. Por eso creo importante no tomar el funk ni como un movimiento libertador, ni como el gran villano o el gran movimiento corruptor de la juventud contemporánea, como sectores más moralistas, a la izquierda y a la derecha, tienden a hacer.
La cuestión del consumo también me parece problemática. El deseo de consumir siempre ha existido. Antes del Gobierno Lula, el proceso de urbanización ya induce a ese apego mayor al consumo. Sin embargo, no se puede negar que, en los últimos años, hubo también una mejora económica para segmentos que antes estaban bastante alejados del mercado. Sin embargo, creo que reducir el éxito del funk da ostentaçãoa eso es simplificar demasiado el movimiento y olvidar que han existido y existen movimientos juveniles parecidos en otras partes del mundo, como el propio gangsta rap, en Estados Unidos, en el que se inspiran los videoclips.
Debemos cuestionar no la acción de los chicos, sino las relaciones sociales fomentadas en la contemporaneidad. Es preciso conceder a los jóvenes, y no solo a los pobres, sino también a los de clase media y alta, otros espacios de reconocimiento y de establecimiento de relaciones sociales que no estén guiados por la afirmación por medio de la posesión y del consumo de bienes. Porque, como dicen los Racionais, otra vez: “¿Quién no quiere brillar, quién no? Muestra quién. Nadie quiere ser secundario de nadie”. Para algunos tener un tenis caro, un smartphone de última generación o ir al centro comercial para zoar puede ser una forma de intentar brillar.
P. Al ocupar los centros comerciales, los adeptos del funk da ostentação estarían promoviendo su primera actitud de insurgencia contra el sistema, en el sentido de: “Voy a ocupar el espacio que me es denegado o donde no me quieren”. ¿Es eso? ¿O las propias letras de las músicas, interpretadas, en general, como adhesión al sistema, ya serían una insurgencia, en la medida en la que se apropian simbólicamente de los valores de la élite y de la clase media y, ahora, con los rolezinhos, también de sus espacios físicos?
R. Sí, creo que esa es la mayor irritación de la clase media con esos movimientos. Basta ver los comentarios a los videoclips en el Youtube, irritados con los chicos que ostentan y se exhiben con productos más caros. Esta es la principal rebelión que provocan. La clase media, de forma general, más pobre o más rica, más o menos intelectualizada, se irrita bastante cuando los subalternos compran bienes caros, incluso antes de ellos. Ya he oído comentarios indignados, del tipo: “Mi empleada ha comprado una televisión de última generación mejor que la mía”. Eso tiene antecedentes históricos que parecen llegar hasta hoy. James Holston, en el libro sobre ciudadanía insurgente que cité anteriormente, pone como ejemplo la legislación colonial portuguesa, que prohibía a los negros el uso de joyas y artículos considerados finos…
P. Parece que los rolezeiros de los centros comerciales están ocupando el mismo lugar simbólico de los vândalos en las manifestaciones, en la narrativa hecha por parte de los medios de masas y por las autoridades. ¿Como interpretas esa reacción?
R. Lo que me asustó de verdad en esta historia fueron las reacciones de medios y policía, condenando y ordenando detenciones, incluso en casos en que dijeron que no hubo robos, sino estampidas. Me pregunto quién provocó la estampida: ¿los jóvenes o la acción de los guardas jurados y de la policía? Eventos como estos revelan también una faceta complicada y extremadamente prejuiciosa de la clase media brasileña. Concedí una entrevista corta para la web de un gran grupo de comunicación y me asusté al leer los comentarios de los lectores, de un odio terrible contras los jóvenes que fueron a los centros comerciales, contra los pobres, contra mí, que resalté la forma prejuiciosa en la que se trataba el tema. Al hablar de lo sucedido, algunas palabras utilizadas como acusación contra los jóvenes fueron bastante reveladoras del prejuicio, e incluso del racismo, de este segmento social: “favelados”, “maloqueiros”, “gamberros”, “prostitutas” y “negros”. En ese último caso es evidente el racismo de muchos comentarios de esa noticia, pero también en las comunidades de rolezinhos que los jóvenes crearon en las redes sociales. Uno de los comentarios pide los jóvenes vuelvan a África. Eso es muy grave. Revela ese profundo racismo enraizado en una parte considerable de la población. Como si esta sociedad dijera, por medio de los administradores de los centros comerciales, de los medios y de la policía, jugando un poco con la cuestión de las manifestaciones de junio: “Ustedes, pobres, pueden consumir, pero ir al centro comercial en grandes grupos, solo para zoar y cantar funk… eso ya es vandalismo”.
P. ¿La clase media es racista?
R. Lo que llamamos clase media no es uno todo homogéneo. Es posible segmentarla en diferentes niveles y a partir de diferentes contextos, es posible pensar en una clase media intelectualizada o no intelectualizada. Pero me parece que la división más importante para pensar la clase media en São Paulo es la que se da por criterios socioeconómicos y espaciales. Existe la clase media que está concentrada principalmente en el entorno del eje céntrico, que va del Centro a Pinheiros, pasando por la Avenida Paulista y barrios próximos. Esta, en su mayoría, vive en una burbuja y tiene poco contacto con otras clases, con la excepción de los trabajadores subalternos: conserjes, empleadas domésticas, etc. Para esta, en gran medida, el Shopping Itaquera puede estar más distante que París o Londres.
Sin embargo, hay también determinada clase media baja que vive en la periferia. Citando nuevamente a Holston, él habla de una diferenciación que se produjo en las periferias de São Paulo entre aquellos que compraron sus terrenos, incluso que por medio de contratos opacos, y aquellos que ocuparon espacios formando las favelas. Esa pequeña diferencia no crea un gran abismo económico, pero produce una profunda diferenciación, por medio del cual un grupo estigmatiza el otro. Ya he visto un individuo de esta clase media de la periferia cuestionando programas como lo Bolsa Familia, porque había visto envases vacíos de yogur en la basura de la favela. Este individuo afirmaba que ni él consumía yogur con tanta frecuencia. ¿Cómo ellos se creían con derecho a consumir un producto que es un lujo, raro, pero sobre el cual él tiene cierta exclusividad?
La ayuda a los más pobres, en especial el programa Bolsa Familia, es un factor importante de estigmatización por parte de esos diferentes segmentos de la clase media, pero sobre todo por parte de esa clase media de la periferia. Estuve recientemente en una escuela pública próxima a una gran favela de São Paulo. Según los profesores, uno de los problemas del centro era que el 90% de los alumnos venían de la favela vecina. Y que esos alumnos estaban muy acomodados, pues vivían de ayudas y en la favela tenían todo muy fácil gracias a la gran cantidad de proyectos existentes allá. Incluso proyectos de música, resaltó un profesor. Es muy importante reflexionar sobre esto, porque esos profesores, si no viven en la favela, son vecinos de ella. Pero aun así se permiten marcar diferencias con los jóvenes por cuestiones muy pequeñas. Y son estos profesores los responsables por formar a esos chicos. ¿Con esta mirada, son capaces de luchar para que la escuela se haga un espacio de convivencia, afirmación y reconocimiento para los jóvenes?
P. ¿Cómo tú, que has vivido el día a día de las escuelas públicas en São Paulo, percibes la educación?
R. Es necesario que pensemos en una educación para las diferencias, para que no caigamos más en la trampa de la intolerancia y de los análisis apresurados y prejuiciosos de sectores de las élites y de las clases medias al hablar de “subalternos”. Me acuerdo de un documental portugués que merece la pena ver sobre la historia de un arrastão que no existió.Se llama Era una vez un arrastão . En él se habla del día en que jóvenes caboverdianos o descendientes de caboverdianos decidideron frecuentar la noble playa de Carcavelos, en Portugal. La policía, al ver la concentración de jóvenes de origen africano, se asustó y decidió intervenir, provocando una gran estampida que fue considerada como un arrastão. Pero, en realidad, los jóvenes huían de la represión policial gratuita. Eso tal vez nos enseñe algo sobre losarrastões que estamos creando cada día, criminalizando jóvenes pobres.
Cuando investigaba en escuelas públicas de la periferia de São Paulo, era común oír de los profesores que, en aquel centro, los alumnos eran todos gamberros o marginales. El discurso de la criminalización es efectivo y poderoso y condena a mucha gente al fracaso escolar e incluso al crimen. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman, en un libro sobre educación y juventud, resalta la necesidad cada vez más urgente, en la actualidad, de desarrollar el arte de convivir con desconocidos y la diferencia. En especial en un mundo en el cual las migraciones tienden a aumentar cada vez más. En nuestro caso, no fue necesaria la llegada de extranjeros para expresar las más brutales formas de prejuicio, pues los extranjeros éramos nosotros, los brasileños. Pero brasileños que viven muy lejos, aunque son vecinos. Viven en Guaianazes, Capão Redondo, Grajaú, Cidade Ademar, Cidade Tiradentes, Vila Brasilândia…
P. ¿En qué medida, en su opinión, los rolezinhos se conectan con las manifestaciones de junio?
R. Creo que no hay una conexión directa. Pero, indirectamente, es posible percibir la reivindicación común del uso del espacio público y de quebrar las marcas de la segregación. Me acuerdo de que, antes de las manifestaciones de junio, para la prensa conservadora era un tabú ocupar la Avenida Paulista. Los movimientos sociales mostraron que no solo no era un tabú, sino que era un derecho, el derecho de ir a las calles y ocuparlas para protestar. Los rolezinhos no parecen tener una pauta tan clara, pero también están, aunque indirectamente, diciendo: “¿No dijeron que era bueno consumir? Pues bien, nosotros también queremos”.
P. Esa ocupación de espacios que supuestamente pertenecerían a “otros”, tanto en el caso de las manifestaciones como en el caso de los rolezinhos, parece marcar una novedad importante. ¿Qué está sucediendo?
R.  Creo que la novedad está ahí, pero es difícil decir lo que está sucediendo o lo que sucederá. Puede ser solo un hecho puntual -algo parecido a la revuelta de la vacuna como reacción a las propuestas políticas opresoras de la reforma sanitaria de Río de Janeiro [a principio del siglo XX], por ejemplo – o puede ser una nueva forma de pensar los espacios públicos y privados en las ciudades brasileñas. Sin embargo, es difícil prever. Los rolezinhos pueden haber acabado esta semana, por ejemplo. Y los movimientos como los de junio no se han repetido con tanta intensidad y repercusión. Pero lo que los movimientos como estos garantizan es la posibilidad de crear tensión en la ocupación de espacios urbanos, muy denegada hasta entonces.
P. ¿Por qué este nombre, rolezinho? ¿Y qué significados tiene?
R. Rolezinho es un término que está directamente conectado a la idea de ocio. De salir a divertirse y sacar fruto a la ciudad. Los pichadores, con quienes realicé la pesquisa en el máster, también usan la idea derolê (dar una vuelta) para referirse a sus grafitis. Con eso están diciendo que pintar es dar vueltas para conocer y apropiarse de la ciudad. Parece que por este término, indirectamente, podemos entender una reivindicación del derecho de divertirse en la ciudad.
P. ¿Divertirse en la ciudad no sería un acto de insubordinación para jóvenes pobres y negros? ¿Tal vez hasta el mayor acto de insubordinación?
R. Sí, sobre todo en una sociedad en la que pobres y negros tienen que trabajar – y solo trabajar – sin reclamar. Recordemos que la policía, a finales del régimen militar, actuaba en las periferias abordando a los habitantes y pidiéndoles la identificación profesional como prueba de que eran trabajadores y no vagabundos. Dedicados, por tanto, al trabajo y no a la diversión. Eso sí, claro que estos jóvenes no están pensando exactamente en eso. Lo que quieren de verdad es divertirse.
P. ¿Cómo entender este fenómeno, que es, a la vez, una insubordinación y una adhesión al sistema?
R.  Creo que la mejor palabra es paradoja. El funk da ostentação en São Paulo es paradójico: no se le puede situar en un extremo o en otro dentro del modo tradicional de pensar la política. ¿Conservador o revolucionario? Ninguno de los dos, pero con la posibilidad de ser los dos a la vez.

Política dadaísta

por Juan Pablo Maccia


Por fin se fue diciembre. Extraño como nunca la paz de enero. Además del clima propicio se suma la renovación de insumos: acaba de llegar mi prima Laura repleta de libros y revistas que ya iré comentando. Se arrimó al brindis también mi tío Mario con sus chismes, consejos y pronósticos. Buen momento para ordenar (exorcizar) el acumulado tóxico de las últimas semanas.

Aunque lo más preocupante es la suma y la carga de los episodios, la cantidad y la calidad,  arriesgo que entre todos ellos (cortes de luz, calor arrasador, protagonismo de Capitanich, ascenso de Milani) lo más pesado y aleccionador del clima social es la serie acuartelamientos policiales/saqueos/supuestos “narcos”/aumentos salariales para las fuerzas de seguridad.

Estos acontecimientos desbordan las cuestiones de números -de muertos, de aumentos presupuestarios y de detenidos- y se trenzan con el problema más complejo de la re-significación histórica: los días 19 y 20 de diciembre renuevan su carga simbólica y proyectan al futuro una concentración de caoticidad que ningún gobierno (siquiera uno popular) puede conjurar. 

Nunca falta alguien que acuñe la expresión adecuada para una situación abismal: “paritarias callejeras”. Ya no las del piquete, o la de los sindicatos, sino la de los agentes oficiales que regulan el acceso de las masas al consumo. En estos términos se presentan la cuestión policial y la cuestión social en este 2014.

El peligro político no consiste en volver al 2001 sino al período inmediatamente posterior (2002/2003). Desde que la presidenta Cristina aceptó respetar el artículo constitucional de no re-reelección ha comenzado una transición sucia. Se desea aniquilarla, someterla a un desgaste brutal, convertirla en un Duhalde: jefa en retirada, sin apoyo electoral propio y rodeada del mismo elenco de garantes de la transición por arriba: los mismos curas y hasta el mismo Capitanich que ya por entonces representaba a los gobernadores del PJ (en muchos casos también los mismos).

El objetivo perseguido es simple: hacer del kirchnerismo una línea interna menguante del peronismo, y preparar unas elecciones óptimas para un período sin candidatos fuertes. El modelo es la elección del 2003 en la que los resultados dieron así: Menem a la cabeza; luego Kirchner-Scioli y ahí nomás López Murphy, Carrió y Rodríguez Saá. La repetición del escenario en las nuevas condiciones significaría un 2015 con segunda vuelta, abierto para cualquiera.

Y sin embargo, no es esto lo que preocupa en lo inmediato. En este “fin de ciclo” que desvergonzadamente recorren propios y ajenos ha irrumpido un dato mayor: el protagonismo popular moldeado por la influencia del capitalismo runfla y su política dadaísta. Radical, inmediatista, calculadora y hasta shakesperiana no hay gaucho que no se apropie de su consigna y la utilice como regla para resolver asuntos de diversa complejidad táctica o estratégica: “¿da o no da?” (esa es la cuestión).

Ricardo Foster, el filósofo de la leva

por Diego Sztulwark


El filósofo de Carta Abierta, Ricardo Forster, escribe hoy un artículo en Página/12 en el que anuncia su posición en el debate abierto por el ascenso del General Milani, jefe del ejército, acusado de participar en crímenes durante la última dictadura. Su texto es ejemplar por muchas razones. Resalta la complejidad de la situación, retoma la historia de los intelectuales críticos -grupo al que pertenecía hasta la sorpresiva activación del llamado a la política de estado luego del año 2008- y plantea de un modo abierto el dilema de lo que podríamos llamar la izquierda kirchnerista: confiar en la fuerza y sapiencia de Cristina o tomar posición autónoma frente a las diversas coyunturas de acuerdo a sus propias fuerzas y percepciones, lugar que Forster considera menor y peligroso.

No forzamos las cosas si desde el comienzo entendemos que los dardos de Forster se dirigen a los dos Horacios que valorando positivamente el período político que se abre en 2003 se pronunciaron críticamente en diversas oportunidades en relación con políticas oficiales. Esos mismos Horacios, casi en solitario, argumentaron públicamente contra el apoyo a Francisco y ahora vuelven a coincidir, desde lugares diferentes, en el rechazo del ascenso de Milani. El propio Forster no oculta cuáles son sus blancos. González, también miembro de Carta Abierta, es sancionado de modo explícito al modo en que se le marcan la falta a un chico que no entiende, o a un escritor veleidoso; y Verbitsky, presidente del CELS, es confinado al mundo de las ONGs, en el cual dominan los reglamentos y principios antes que al realismo político.

La conclusión a que llega la densa retórica del autor es que el caso Milani no es tan central como para romper armas con el gobierno, a cuya principal referente se encomienda en términos personales.

El asunto Milani es complejo, en efecto, aunque es a su modo también, bastante sencillo: el ejército argentino es desde hace desde hace un tiempo considerable un organismo estatal de creación de una nación cristiana y blanca concebido para la represión interna de diversas insubordinaciones populares. Su papel en guerras internacionales ha sido triste y desde hace dos siglos que no juega papel alguno en procesos de liberación. Es evidente, y hay mucha investigación acumulada al respecto, que las fuerzas armadas han actuado como institución en la represión, y por tanto no es de extrañar que sus cuadros estén todos comprometidos en aquel proceso histórico fascista.

En el contexto actual, en el que muchos gobiernos de la región ostentan singulares rasgos democráticos y populares, se hace necesario neutralizar el papel golpista que durante el siglo XX jugaron los militares, al tiempo que se asiste a fenómenos anómalos como es la emergencia de militares que desobedecen los dictados del Imperio, como sucedió con la paradigmática figura de Chávez. De algún modo el General Milani expresa, para buena parte del kirchnerismo, algo parecido a una figura democrática, sino chavista, en la medida en que se pronuncia como dispuesto a defender al actual gobierno.

Lo que pide Forster, asumiendo en su enunciación el realismo político que por izquierda se instituye para defender al actual gobierno, no se comprende sino a esta luz. Y justamente por esta pretensión, que consiste en hacer de la política una defensa realista de la política oficial, incluso contra las críticas que provienen de sus mismos simpatizantes, es que el texto ofrece la oportunidad de juzgar ya no sólo la posición a adoptar frente al General Milani, sino en general la trama de esta posición subjetiva que emergió, como recuerda el autor, hace unos pocos años.

Se trata de una posición que de modo confeso vive en la sorpresa y la perplejidad del cambio político ocurrido en el país en el 2003 (y sólo como concesión, a partir del 2001). Esa sorpresa surge del hecho de que, como el mismo Forster ha argumentado más de una vez, muchos de los actuales defensores de las políticas oficiales que se ofrecen como “soldados” del “proyecto” vivían extraviados desde el punto de vista de la militancia política en una época extremadamente intensa en términos de resistencias populares al neoliberalismo. La ausencia de una elaboración propia de la riqueza de este proceso es lo que deja al autor en un estado permanente de doble sorpresa. De pronto Néstor dio vueltas el país, y encima dio al autor de las notas y a otros tantos un nivel de protagonismo con el que no habían siquiera soñado. La filosofía del acontecimiento, combinada con citas eruditas al mesianismo teológico-político, revierte así en un estado permanente de gracia. No se entiende cómo se llegó al estado actual, qué juego de fuerzas protagonizaron la impugnación del neoliberalismo, ni mucho menos se alcanza a desentrañar las trampas y los límites en que pueda caer el gobierno nacional. Plantear siquiera que esto pudiera suceder es aproximarse excesivamente a una posición de herejía, al borde del herem.

La renuncia a leer la política a partir de fuerzas sociales, de autonomías y coaliciones no es exclusiva de Forster. Buena parte de la juventud y la intelectualidad kirchnerista militante se comporta de modo vergonzoso sino vil al renunciar a decir en público lo que expresan en privado y al ofrecerse en la escena pública –sobre todo entendida como mediática- bajo un estilo de militancia completamente des-historizado: por mucho que la guerra popular lo reclame, la emancipación no precisa de soldados sino, en todo caso, de un protagonismo militantes crítico, comprometido con procesos populares y capaces de plantear por cuenta propia, incluso con desenfado, los problemas y las discusiones que las situaciones ameritan.

Dos situaciones recientes muestran la toxicidad de estas posiciones. No hace aun un año de que el movimiento que tomó las calles de varias ciudades de Brasil con un pliegue bien variado y hasta contradictorio de demandas –entre ellas varias referidas al transporte público, y al rechazo a las alianzas derechistas del PT, así como la subsunción al gobierno de la FIFA- fue condenado por la llamada izquierda kirchnerista por aquello de que en este período de gobiernos progresistas todo criterio popular y democrático debe subordinarse a la “defensa”. Este hobbesianismo rosado, que tiembla de miedo ante cualquier manifestación autónoma de los impulsos populares,  se convierte de a poco en uno de los mayores bloqueos para radicalizar los procesos en curso un sentido positivo.

Y más recientemente, el diciembre caliente, en el que acuartelamientos policiales y grupos llamados “narcos” escenificaron una intentona de desestabilización desde abajo, mostrando la debilidad en la que han quedado las organizaciones sociales en los territorios luego de una década de activación económica en la cual la distribución de dinero no fue para nada un equivalente a una real apropiación popular de la riqueza. El patetismo de la posición oficial frente a las policías –bastante más temibles hoy que las propias fuerzas armadas- y grupos organizados es el correlato de la falta de diagnósticos y de políticas dirigidas a dar la disputa política a los emergentes del oportunismo neoliberal entramado en la propia institucionalidad del estado.

Y el hecho de que las izquierdas no kirchneristas no hayan hecho aportes de peso durante estos años no mejora la cosa sino que la empeora hasta el estado desesperante en el cual toda posición política se reduce a apoyar al gobierno o a asumir una suerte de discurso abstracto y por tanto irresponsable desde el punto de vista histórico. Ni la izquierda kirchnerista ni la no kirchnerista se benefician con este espiral despolitizante.

Hay un hilo rojo que vincula de modo directo el caso Milani con la relativa parálisis de los movimientos sociales y populares en el país. Se trata siempre de poner en juego el mismo idealismo centralizante de toda política en la cúspide del poder ejecutivo, que desdeña por peligrosa toda fuente autónoma y democrática de diagnósticos, perspectivas e iniciativas políticas, de toda tentativa a abrir la lucha ya no sólo contra ciertos epígonos de los poderes concentrados, que eventualmente el gobierno enarbola, sino contra el conjunto de las estrategias de subordinación a los dictados del mercado mundial que lejos de haberse apaciguado se redoblan bajo el peso de las dinámicas financieras sobre los territorios de nuestros países. 

Silvia Rivera: «No hay ningún gobierno indígena en América Latina»



Para la antropóloga y teórica contemporánea Silvia Rivera Cusicanqui, «todavía no hay ningún gobierno indígena en América Latina” que detenga el saqueo en el que incurren actualmente las empresas transnacionales.

Una entrevista posterior a su conferencia titulada «Etnicidad estratégica, nación y colonialismo en América Latina”, en septiembre pasado en Guadalajara (México), permitió conocer sus puntos de vista sobre la realidad política de Bolivia y América Latina. 

Rivera dijo que el presidente Evo Morales, considerado el primer mandatario indígena,  es un exsindicalista cocalero, parcelario, mercantil, vinculado a la producción comercial y de monocultivo. «No hay nada de indígena en su forma de ser ni de percibir. Ni siquiera habla un idioma indígena. Es solamente un recurso retórico decir que es indígena. Tampoco supone una ruptura de los modelos hegemónicos que nos vinculan a ser el patio trasero de las grandes transnacionales”, señaló.

La intelectual aseguró también que la lucha indígena en América Latina es la misma frente a las empresas y los gobiernos «desarrollistas”, que llegan a ser incluso más crueles y agresivos, además de ser cómplices del saqueo de tierras indígenas.

Al indígena sólo le toca luchar como siempre en defensa de tierras y selvas, aseguró. Explicó cómo se genera una lucha  por espacios codiciados por quienes extraen recursos  para incrementar las ganancias de  industrias y emprendimientos de EEUU.

«Lo que vivimos se parece mucho a las luchas contra la idea de la selva como un espacio vacío, que se configuró en los años 60. Esta idea se ha vuelto a reeditar, lo que les resta posibilidades de supervivencia a muchas poblaciones que han ocupado ancestralmente esos territorios”, agregó Rivera. 


Dijo además que el proceso que se vive en Bolivia no supone una ruptura de los modelos hegemónicos que nos vinculan a ser el patio trasero de las grandes transnacionales.

Brindó una  conferencia en  México

La antropóloga dio una conferencia  en la Universidad de Guadalajara, México, invitada por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara, en el estado de Jalisco.
Obra Rivera tiene como hitos el libro Oprimidos, pero no vencidos y sus investigaciones sobre el movimiento anarquista obrero y femenino del siglo XX. También es cofundadora del Taller de Historia Oral Andina (THOA), en el seno de la UMSA.


Entrevista con John Paul Rodrigues, integrante de la coordinación nacional del MST: «2013 fue el peor año para la Reforma Agraria»



El año 2013 no deja nostalgias a los “sin tierra” de todo el país. En cuanto a la lucha por la tierra, el balance es positivo, ya que se llevaron a cabo manifestaciones, marchas y ocupaciones de tierras y edificios públicos durante casi todo el año.
Pero en lo que se refiere a la política de reforma agraria, casi nada se ha hecho, y en muchos casos el gobierno tuvo la proeza de caminar hacia atrás. Estas son las opiniones de John Paul Rodrigues, integrante de la coordinación nacional del MST, sobre la política agraria impulsada por el gobierno federal durante el año 2013.
Como declaró Rodrigues, algo que siempre ha sido malo en este gobierno logró empeorar aún más. «Hasta ahora, sólo 159 familias fueron asentadas en todo el país. Es una vergüenza. No pasan de 10, las propiedades expropiadas por el gobierno de Dilma. Peor que el último gobierno militar del general Figueiredo, cuando se expropiaron 152 propiedades «, dice.
A continuación la entrevista:
– ¿Cómo califica la lucha por la tierra en 2013, en un período de parálisis completo de la Reforma Agraria?
-A pesar de ser un año completamente negativo en relación a la Reforma Agraria, los campesinos siguen firmes en la lucha por la tierra.
En marzo, por ejemplo, establecieron un campamento permanente en Brasilia durante tres meses, llevando a cabo luchas permanentes en la capital federal, tales como marchas, ocupaciones de ministerios y actos políticos.
En el mismo mes, se desarrolló la jornada de las mujeres, cuando más de 10 000 campesinas se movilizaron para exigir el asentamiento de 150.000 familias acampadas en todo el país, ocuparon tierras, empresas de agroquímicos y edificios públicos, efectuaron marchas y bloqueo de carreteras.
Inmediatamente después, en el mes de abril, los “sin tierra” hicieron otra jornada de carácter nacional, con manifestaciones en 19 estados, además del Distrito Federal. Nuevamente bloquearon decenas de carreteras, ocuparon más tierras, edificios públicos, ayuntamientos y realizaron marchas y actos políticos en todo el país.
En junio y julio, el Movimiento se sumó a las manifestaciones que ocuparon las calles de las principales ciudades del país e interrumpieron varias carreteras. En esta onda, la “juventud sin tierra” organizó jornadas de lucha a comienzos del mes de agosto. A finales de este mes, todo el Movimiento realizó, junto a las centrales sindicales, una movilización nacional, huelgas y paralizaciones en las ciudades, mientras en el campo interrumpíamos las carreteras.
En octubre, más de 12 estados se movilizaron en torno a la Jornada Unitaria para la Soberanía Alimentaria, cuando una vez más, la población rural promovió marchas, ocupaciones de tierras y edificios públicos. Ese mismo mes, los niños sin tierra se sumaron la lucha en el campo, destacando la necesidad de la Reforma Agraria, ocupando los ministerios y departamentos estatales.
Todo esto sólo para hablar de las luchas de carácter nacional, sin contar las luchas regionales en los estados. O sea, decir que ya no hay más combates en el campo es una gran mentira.
– ¿Y dónde entra la cuestión de la reforma agraria?
-Aquí es donde está el gran problema con un saldo muy negativo. Este es el peor año de la Reforma Agraria. El gobierno de Rousseff, que siempre ha sido pésimo en esta materia, podría empeorar. Hasta ahora, sólo 159 familias fueron asentadas en todo el país. Es una vergüenza.
No pasan de 10, las propiedades expropiadas por el gobierno de Dilma. Peor que el último gobierno militar del general Figueiredo, cuando se expropiaron 152 predios.
Otro grave problema es que el gobierno federal está llamando a la «emancipación de los asentamientos», otorgando el título de los lotes a los asentados. En la práctica, eso sirve para que el Estado deje de tener responsabilidad sobre las familias. Pero lo peor es que esta política va a crear una contra reforma agraria, ya que los grandes hacendados pasarán a presionar a los asentados a que vendan sus lotes, poniendo todo cuesta abajo y aumentando aún más concentración de la tierra en el país.
– ¿Y a que se debe esta dificultad de avanzar en la Reforma Agraria?
-Podemos citar dos grandes cuestiones cruciales. La primera es el hecho de que el gobierno ha sido tomado como rehén por la Bancada Ruralista, la mayor del Congreso Nacional. Son 162 diputados y 11 senadores, sin contar la legión de adeptos de última hora.
Sólo para tener una dimensión del problema, por más absurda que sea la agenda de este sector, está logrando salir victorioso en todo, incluso en las propuestas inconstitucionales.
Podemos mencionar desde el estrangulamiento absoluto del Código Forestal, pasando por la modificación de la ley sobre el trabajo esclavo, el retroceso en la legislación relativa a la demarcación de las tierras indígenas, la creación de una comisión especial para liberar con mayor facilidad nuevos agrotóxicos – ignorando el trabajo de evaluación ANVISA e IBAMA- y la liberación de nuevos cultivos transgénicos.
Ninguna de estas propuestas es de interés de la sociedad brasileña. Todas responden exclusivamente a los intereses particulares de este sector y están saliendo victoriosos. La Bancada Ruralista es un cáncer del pueblo brasileño.
La otra cuestión es la ilusión del gobierno en relación con el agronegocio. Las principales exportaciones de productos básicos promovidos por este sector permiten al gobierno mantener la política de generación sistemática del superávit primario, lo que garantiza el destino de los recursos presupuestarios para el sector financiero, como los pagos de intereses y servicio de la deuda, lo cual es lamentable.
Pero al mismo tiempo ha creado algunas de las políticas públicas para la agricultura familiar y campesina.
En primer lugar, es muy importante tener en cuenta que todas las políticas públicas son conquistas de las luchas de los movimientos sociales. Luchamos para garantizar la compra de alimentos y conquistamos el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) y el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA). Luchamos por la educación en el campo y conquistamos el Programa de Educación Nacional de la Reforma Agraria (Pronera).
Luchamos por la agro industrialización de nuestra producción, y conquistamos el Programa Terra Forte. Luchamos por otro modelo de agricultura, y conquistamos el Plan Nacional de Agroecología y Producción Orgánica – Brasil Agroecológico. Esto sólo para señalar algunos ejemplos.
Sin embargo, consideramos que si bien estas medidas son importantes, también tienen sus límites. Son muy desproporcionadas en comparación con las inversiones en el agronegocio. Para tener una idea, el Plan Cosecha 2013/2014 de la agricultura familiar representa poco más del 20 % en comparación con lo que se destina al agronegocio.
Además, contamos con esas políticas de hoy, pero nada nos garantiza que podemos contar con ellas mañana. Un simple cambio de gobierno, por ejemplo, puede acabar con todas nuestras conquistas.
-¿Qué es necesario hacer entonces?
-Es necesario dar prioridad a la agricultura familiar y campesina, y no tratarla como algo secundario. El gobierno debe entender que la única solución a la pobreza es una extensa Reforma Agraria, creando miles de puestos de trabajo en el campo. Si esta no se lleva a cabo, habrá un crecimiento desmesurado de los principales centros urbanos y de los barrios pobres en los suburbios periféricos de las grandes ciudades.
O sea, cambiar la lógica y la estructura de la producción agrícola en Brasil. La FAO misma ha reconocido que la única salida de la crisis ambiental y la garantía de la soberanía alimentaria es la agricultura familiar. Quién dijo eso fue José Graziano, director de la FAO. Tanto es así que el 2014 ha sido declarado por la ONU como el Año Internacional de la Agricultura Familiar.
– Pero ¿por qué los dos modelos de agricultura no pueden conciliarse?
-Son modelos que contrastan en su lógica y esencia. La codicia del agronegocio, con sus gigantescos recursos económicos, impide otro tipo de agricultura, pues siempre buscará incorporar la tierra de los campesinos y los recursos naturales a su modelo de producción de “commodities”.
Para tener una idea, en las dos últimas décadas más de 6 millones de personas fueron expulsadas del campo brasileño por el agronegocio. ¿Y donde se fueron? A los barrios pobres de los centros urbanos. El agronegocio no genera empleo, ya que más del 70 % de la mano de obra en el campo pertenece a la agricultura familiar, y se apropia de las pequeñas y medianas propiedades agrícolas, ya que la concentración de la tierra en Brasil sigue aumentando año tras año.
En el ámbito de la producción de alimentos básicos de la población brasileña, la situación también es muy grave. De 1990 a 2011, las superficies plantadas de alimentos básicos como el arroz, los frijoles, la yuca y el trigo disminuyeron entre un 20 a un 35%, mientras que los productos nobles del agronegocio, tales como la caña de azúcar y la soja, se han incrementado en un 122% y 107 %. Y todo orientado a la exportación. Vamos a tener que importar arroz y frijoles a China. Esto es alarmante.
-En febrero de 2014, el MST realizará su 6 º Congreso Nacional. ¿Qué pretende el Movimiento con esta actividad?
-En el evento vamos a consolidar nuestra propuesta en torno a la Reforma Agraria Popular. Ahora más que nunca, la Reforma Agraria es urgente y necesaria. Sin embargo, es una Reforma Agraria de nuevo tipo, a la que denominamos popular.
Entendemos que la reforma agraria ya no es sólo una política nacional para la población rural. Ella es urgente y necesaria para toda la sociedad en su conjunto.
Si queremos comer un alimento lleno de veneno que nos va a dar cáncer, si queremos cultivar una producción que destruye el medio ambiente y contribuye a la crisis climática, expulsa a los campesinos del campo aumentando la población pobre de las grandes ciudades, entonces, de hecho, la Reforma Agraria, no es necesaria.
Pero si, por el contrario, queremos un modelo productivo que concilie la producción con la preservación del medio ambiente, que el pueblo brasileño tenga alimentos sanos y sin pesticidas , que la miseria y la pobreza dejen de existir en nuestro país , entonces la reforma es ahora más necesaria que nunca.
Por lo tanto, tenemos que demostrar su importancia para la sociedad, para que el conjunto de la clase obrera ayude a la realización de la Reforma Agraria Popular, que sólo será posible con una amplia reforma en el sistema político.
– ¿Y cuáles son las perspectivas de la lucha para el próximo período?
-En este último período, construimos y ampliamos la unidad de todos los movimientos sociales del campo, con los ojos puestos en un programa agrario que realmente interese al pueblo brasileño. Y eso tiende a fortalecerse cada vez más.
Junto a esto, aumentan las evidencias de las contradicciones del modelo del agronegocio, como la destrucción del medio ambiente, el uso masivo de pesticidas y la inseguridad de los precios de alimentos.
Además de eso, como resultado de las grandes luchas del año 2013, las organizaciones sociales construyeron el Plebiscito Popular por una profunda reforma política en 2014, lo que permitirá cambiar radicalmente el panorama actual. (Traducción: ALAI)

Nace una nueva organización de la izquierda popular

El pasado sábado 14 de diciembre, en el Club Comunicaciones de la Ciudad de  Buenos Aires, se llevó a cabo el Encuentro de la Militancia y lanzamiento del proceso  de confluencia entre el Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional (FPDS-CN)  y Marea Popular. Más de mil trescientos compañeros y compañeras se han  encontrado en una jornada de discusión y fraternidad, provenientes de la CABA, Mar  del Plata, La Plata, Lujan, La Matanza, Tandil, Necochea, Chivilcoy y numerosas  localidades del conurbano bonaerense, Neuquén, La Pampa, Córdoba, Santa Fe,  Chaco, Formosa, Santiago del Estero, San Juan, Salta, Tucumán y Jujuy. Poniendo en  marcha la construcción de una nueva organización nacional de la Izquierda Popular, la jornada se inició con un panel de debate que tuvo como principales voceros a Martín Ogando y Mariel Martínez, dirigentes de Marea Popular, y Aldo Casas y Cecilia Pato referentes del FPDS-CN.
Después del almuerzo se realizaron veinte comisiones de debate donde el conjunto de la militancia trabajó sobre los documentos de discusión elaborados de conjunto por ambas organizaciones. La discusión en las diferentes comisiones se centro principalmente en la comprensión de la etapa política que vive nuestro país (signada por la interna del Partido Justicialista, las opciones liberales-conservadoras y el crecimiento de las alternativas por izquierda); una fuerte reflexión sobre nuestras experiencias organizativas y nuestro recorrido; y los desafíos y tareas de la Izquierda Popular en Argentina.
Participaron de los debates desde la mañana compañeros y compañeras del Movimiento 15 de enero de Mar del Plata; Sudestada de Córdoba; el AIA, Feula y Auca Piuke de la Patagonia Norte; La Mariátegui y Andamio de Santiago del Estero; Causa y Efecto y Puño y Letra de Rosario; Madre Selva de Santa Fé; el Barro de San Juan; y el Espacio Chico Mendes, La Revancha y Podemos de la CABA. Estas presencias pusieron en evidencia que la confluencia entre Marea Popular y el FPDS-CN es un proceso abierto del que participarán numerosas organizaciones a lo largo y ancho del país, avanzando contra la fragmentación hoy todavía existente en el campo popular y visibilizando un claro horizonte de unidad.
Finalmente, por la tarde se realizó un acto de cierre en el que hablaron Manuel  Bertoldi, responsable de la Secretaría Operativa de los Movimientos Sociales hacia el  ALBA y referente del FPDS-CN, Daniela Ramos, militante y vocera de la misma  organización, Marina Moretti, dirigente de Marea Popular, e Itai Hagman, reciente  candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y referente de Marea  Popular.
El acto de cierre contó a su vez con la presencia de numerosas organizaciones invitadas como Unidad Popular, Corriente Emancipación Sur, Movimiento Evita, Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), Izquierda Socialista en el FIT, Movimiento Popular La Dignidad (MPLD), Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Corriente 17 de Agosto, Camino de los Libres, Agrupación Kiki Lezcano, Colectivo x La Igualdad – Partido Social, GEAL, CR CR, Corriente Unidad Sur (CUS), Corriente 2021, Agrupación USINA-14BIS, Movimiento Emancipador, entre otras. También contó con la presencia de personalidades como el Diputado Nacional Claudio Lozano, diputados de la CABA Pablo Bergel y Laura García Tuñon, Emilio Pérsico, Pablo Almeida, Jorge Cardelli, Victor Mendibil, Juan Grabois, Enrique Viale, Eduardo Lucita, Nina Brugo, entre otros/as.
Al finalizar Itai Hagman afirmó que “esta confluencia responde a la necesidad de un momento político. Después de 10 años de crecimiento en donde no se ha avanzado en transformaciones estructurales, seguimos viviendo en un país signado por la desigualdad, la pobreza y la precarización laboral. Frente a quienes se presentan como alternativa y en realidad quieren volver al pasado, esta herramienta nacional de la izquierda popular aparece como una necesidad para construir un proyecto alternativo de país, que se pare sobre las conquistas de estos años pero que se proponga superar este sistema que concentra las riquezas en pocas manos y excluye a las grandes mayorías”.
Por otra parte Daniela Ramos, referente del Frente Popular Darío Santillán – CN declaró que “a 30 años de la recuperación democrática, nos enfrentamos cara a cara con la fragmentación heredada de la última dictadura y la larga noche neoliberal. Pero también cargamos con la experiencia, las enseñanzas y valiosas conclusiones que nos ofreció el 2001 y el saldo de más de una década de construcción del movimiento popular desde una nueva izquierda. Nuestra superación es con otros y otras. Y sabemos que el entendimiento con nuestro pueblo se construye principalmente con el cuerpo, cara a cara, en la calle, en los barrios, en los espacios de trabajo, en las universidades, en territorios muchas veces hostiles y en realidades que no son cómodas ni accesibles”.
El ambiente de euforia final entre la militancia marcó el cierre del 2013 con un enorme paso político dado por ambas organizaciones y un 2014 cargado de grandes desafíos y potencialidades para el surgimiento de esta nueva organización política y social de la Izquierda Popular, que se propone trabajar en la construcción de Poder Popular en nuestro país, retomando las mejores tradiciones históricas de lucha de nuestro pueblo y las banderas del feminismo, la emancipación nacional y el cambio social.  

Guachines de mercado

por Diego Valeriano



Un día como el de hoy no hay dudas que el termómetro miente en Sol y Verde. 36 es muy poco. Tiene que hacer mucho más. ¿Dónde están todos? Los días como este, el tren llega solamente hasta José C Paz por que las vías se dilatan. Cuando la temperatura trepa, el tramo que está justo frente al destacamento de Frino se expande de manera asombrosa. Los rieles se hacen agua.

Los guachines a los que el calor no achicharra, revolotean la zona esperando que descarrile un tren que no llegó a ser avisado. Esperan mientras juegan. Practican una paciencia muy inquieta. Tienen la disciplina del oportunista débil. Los pastos crujen, los perros se revuelcan implorando y el tren no llega. Suben a la vía mirando para José C Paz. El horizonte bien cercano se mueve y confunde. ¿Solo 36 grados?

                -por ahí descarrila uno de carga.

                -el otro día me dijo mi hermano que descarrilo uno repleto de harina.

Los guachines son como palometas, chiquititos y voraces. Te enteras  que están cuando ya atacaron.  Brotan en el calor de la abundancia periférica. Pero comen la carroña de la fiesta. Huelen donde está la  plata, pero aun no pueden disputar certeramente ningún negocio, así que agudizan su olfato. Rascan oportunidades que los demás no vieron. Atacan cuando el número les favorece.

                -que descarrile uno con LEDs.

                -o con motos.

Son guachines de mercado. Son una muy pequeña unidad de negocios que persigue el itinerario de la plata y el consumo.  Nueva máquina de guerra que hace estallar por el aire las preliminares definiciones. Utilizan su ingenua belleza para protegerse de los transas y los gendarmes. Los killers los desprecian y los usan para hacer mandados. Ellos pacientes observan. Van a la escuela, al club y salen a cazar con la gomera. Saben quién vende qué y a qué precio.

                -la otra vez descarrilo uno con caballos

                -¿no era el del circo que fue a pilar?

Matan y mueren en el Counter hasta que la mamá de alguno los viene a buscar o el del ciber los echa. Buscan novias porque es lo que corresponde. Juegan al allanamiento y cuidan a sus hermanitos.

                -¿y si descarrila un Pilar?

                -le caemos a algún cheto.

                -¿y si se va a la mierda uno que lleva esos cosas de fierro?

Nadie responde porque aparece la dilatada imagen de un tren. Se lo ve tomando la curva. El  tren se acerca. El corazón se acelera. Disminuye la velocidad a la altura del destacamento. La expectativa es enorme, es uno de pasajeros. Pasa lentamente sin problemas. Los guachines observan con bronca. Arremeten a piedrazos contra la locomotora y los primeros vagones. Rompen un vidrio y festejan exultantes. Se ríen y discuten cual fue el que realmente lo rompió.

De la exaltación al aburrimiento en pocos minutos. El calor debe rondar los 40 grados. Todo está caliente. Alguien propone ir a colar a la quinta de los alemanes que tiene pileta. Comienzan a fumar, solo ellos pueden físicamente resistir este calor. Se sientan a esperar otro tren, otra oportunidad de algo. Escuchan la sirena, sus caras se iluminan. Comienzan a correr cuando aparece el patrullero.

Colombia, la luz no llega a los ‘barrios subnormales’. Unión Fenosa y Repsol

por Nazaret Castro



En Barranquilla, el sol del mediodía castiga con 35 grados a la sombra todos los días del año. La temperatura media en la cuarta ciudad más poblada de Colombia rebasa los 27 grados y los lugareños dicen que, con esto del cambio climático, ese calor húmedo y empalagoso va a peor. Una tarde sin ventilador –aquí lo llaman abanico– se hace interminable. Un día sin nevera equivale a perder todo el alimento en una casa; qué decir en un comercio. Y sin embargo, esa es la situación a la que deben hacer frente, casi a diario, las 440 familias que habitan Malambo, un barrio popular de la periferia de Barranquilla; una comuna, como dicen en Colombia. Sus habitantes sufren cortes continuos y el suministro eléctrico es tan deficiente que conectar un equipo electrónico a la red implica arriesgarse a perderlo. En Malambo, como en tantas comunas y favelas de las periferias urbanas latinoamericanas, el tendido eléctrico es un amasijo de cables sin mucho orden y concierto, prueba de que fueron los habitantes del barrio quienes, con sus propios y limitados medios, levantaron la red. Pero aquí no se pinzan ilegalmente al sistema, como es también común en las comunas: aquí, cada vecino recibe su factura de la luz, por importes que a veces alcanzan la mitad del ingreso familiar.
Conozco a Miriam Escocia en La Victoria, un barrio barranquillero de ingreso medio, en un encuentro que la Red de Usuarios de Servicios Públicos de Barranquilla ha preparado con motivo de mi visita para ofrecerme una panorámica del descontento de los ciudadanos con el servicio que prestan las filiales colombianas de Gas Natural Fenosa en los departamentos (provincias) del Caribe. Son dos: Electricaribe, que atiende a 1,8 millones de clientes, y Energía Social, con 120.000 usuarios que viven en barrios llenos de carencias. Una docena de habitantes de La Victoria, indignados, me resumen sus quejas por el servicio de la compañía: facturas elevadas, deficiente servicio, cortes continuos. No se libra ni la Iglesia católica: de hecho, celebramos nuestra reunión en la parroquia de San Germán de París, que se enfrentó a Electricaribe cuando la compañía, tras cambiar el contador, triplicó la cuantía de las facturas –que alcanzan los 200 euros al mes– y pretendió cobrar más de un millón de pesos en concepto del consumo que, supuestamente, se había dejado de facturar con el antiguo contador.
Miriam ha viajado hasta La Victoria para hablarme del caso más extremo: el de Malambo y otros barrios pobres y carentes de infraestructuras que la Administración colombiana decidió llamarbarrios subnormales, y se muestra encantada de hacer de guía. Como muchos habitantes de las comunas, Miriam llegó a la periferia barranquillera huyendo del conflicto armado y la violencia paramilitar: ella es uno de los cinco millones de desplazados forzados en Colombia. En Malambo rehízo su vida y levantó una vivienda sencilla, pero agradable, con un pequeño patio exterior. Allí, aliviamos el calor con un delicioso jugo de guanábana, mientras su esposo me cuenta que él, por suerte, tiene un empleo: trabaja como camionero de larga distancia. Es casi una excepción en Malambo, donde la mayor parte de la población vive de la economía informal, eso que los colombianos llaman el rebusque. Pero tampoco a Miriam y su familia les resulta fácil pagar las facturas de Energía Social, que alcanzan los 60, 80 y hasta 100.000 pesos colombianos (hasta 50 euros), pese a que las facturas están subsidiadas por más de la mitad del importe. Son cifras que suponen a veces la tercera parte, incluso la mitad de los recursos que una familia consigue con actividades informales como la venta ambulante, muy extendida en Colombia. Así que a veces se retrasan en el pago, les cortan la luz y les cobran un cargo de reconexión que pasa a formar parte de la impagable deuda de los usuarios con Energía Social: 183.000 millones de pesos (69 millones de euros). “Nos llaman subnormales… sí, subnormales para todo, menos para pagar”, se queja Miriam.
Energía Social opera en Malambo desde hace unos años. “La empresa engañó a la comunidad. Algunos intentamos resistirnos, porque habíamos escuchado muchas quejas de otros barrios”, cuenta Miriam mientras recorremos la comuna y va presentándome a los vecinos que nos encontramos por el camino. Cada uno de ellos, nada más escuchar el nombre de Energía Social, tuerce el gesto con indignación y corre a traerme una factura, a mostrarme el estado de la infraestructura del barrio, a enseñarme su casa para evidenciar que el gasto energético posible en una vivienda tan modesta no cuadra con una factura que, sin el subsidio estatal, llegaría a los 100 euros. “Es muy importante que esto se sepa en tu país”, insisten.
Pero los problemas técnicos y tarifarios tienen una cara más perversa: las muertes por electrocución. Sólo entre 2011 y 2013 han muerto 91 ciudadanos electrocutados en la Costa Atlántica. Según la Red de Usuarios de Servicios Públicos la cifra total desde la llegada de Unión Fenosa supera los 800 fallecidos. De ellos, 150 en Barranquilla, una de las ciudades donde se han registrado más deficiencias en el servicio. “El transformador se daña continuamente, y la solución siempre es tardía: la comunidad tiene que resolverlo todo”, asegura un vecino de Malambo. Pero el drama de las electrocuciones no se limita a los barrios populares: ocurren también en los de clase media, según me cuentan habitantes de La Victoria. Muchos de ellos creen que la razón estriba en que, para abaratar costos, Electricaribe ha sustituido el cobre por materiales más baratos. Jorge Enrique Robledo, senador del Polo Democrático, que se presenta como una alternativa de Gobierno de izquierdas, atribuye estos accidentes al mal estado de las redes y la falta de inversiones en infraestructura.
La llegada de Energía Social
Energía Social es, al mismo tiempo, el nombre de la empresa y de una política que se implantó entre 2003 y 2006 bajo la presidencia de Álvaro Uribe Vélez. Se anunció como “un servicio adaptado a las necesidades de los más necesitados”, pero en la práctica el Estado comunitario significaba trasladar a los vecinos las funciones de mantenimiento del cableado, de la atención al usuario e incluso de la recaudación del pago, con las tensiones que eso desató en las comunas. Cuando esa nueva normativa comenzó a desarrollarse, hace una década, la Defensoría del Pueblo alertó de que Unión Fenosa estaba aprovechando ese marco legal para “eludir su responsabilidad” sobre el servicio.
La historia comienza en los años 90, durante el mandato de César Gaviria, que emprendió la apertura económica del país. El Gobierno colombiano impulsó una nueva legislación para los servicios públicos domiciliarios que, junto a la Constitución de 1991, preparaba el terreno para la privatización de las empresas públicas. La región de la Costa Atlántica, que comprende ocho departamentos (provincias) donde vive el 21% de la población colombiana, fue pionera en ese proceso. Las empresas del sector, Electrocosta y Electricaribe, fueron adquiridas por una empresa foránea con sede en Caracas, que pronto registró pérdidas y decidió abandonar el país. Poco después, en el año 2000, Unión Fenosa adquirió ambas eléctricas al“irrisorio precio de 450 millones de dólares”, según el senador Robledo.
Unión Fenosa incrementó de manera considerable las tarifas: en los barrios más pobres el aumento ha sido de hasta un 600% desde que llegó la empresa española, según los datos que Robledo presentó al Senado. Sin embargo, la compañía seguía registrando pérdidas. Unión Fenosa en su web corporativa que había detectado dos grandes problemas: el “bajo nivel de pago de los clientes” y el robo de energía, esto es, los pinzamientos ilegales en las comunas. Para resolver el problema, Unión Fenosa identificó 1.628 comunas en la Costa Atlántica en las que habitan unas 300.000 personas, y las llamó barrios subnormales. Paralelamente, en 2003, el Estado colombiano lanzó una Ley del Plan Nacional de Desarrollo que “generó oportunidades excepcionales” de negocio “para los barrios, teniendo en cuenta sus rasgos diferenciales”, afirma la empresa en su web corporativa. Para gestionar el suministro en esos barrios, se creó Energía Social en 2004.
“Energía Social es una política de subsidios y es también una empresa que se beneficia de esos subsidios: es una maniobra del Estado colombiano para transferir recursos a la compañía”, asegura el senador Robledo, quien califica de “inaudita y escandalosa” la situación de la electricidad en la Costa Atlántica. Además, el Observatorio de la Deuda Global (ODG) acusa a Unión Fenosa de haber recurrido al chantaje a la Administración para obtener esos privilegios, amenazando en repetidas ocasiones con abandonar el país y dejar sin suministro a millones de personas. Lo cierto es que el Estado, a través del Fondo de Energía Social (FOES), paga directamente a la empresa los subsidios al consumo de los barrios pobres. Paralelamente, a mediados de los años 90, el dinero de los contribuyentes recapitalizó las filiales caribeñas de Unión Fenosa con 240.000 millones de pesos (90 millones de euros). Aún así, la deuda acumulada del Estado con Electricaribe alcanza los 1,8 billones de pesos colombianos (676 millones de euros).
Sin embargo, el Gobierno no vinculó los subsidios a ningún tipo de compromiso para mejorar las redes en las comunas. Según las cifras que Robledo llevó ante el Senado, sus filiales colombianas aportaron a Gas Natural Fenosa utilidades por 246 millones de euros en 2012, y sin embargo, no mejoró la red. Tampoco en los barriossubnormales, los propios vecinos levantaron el cableado y la empresa entró después para cobrar, pero no para mejorar la instalación ni el servicio. En su web, Energía Social zanja así el asunto: como en las comunas las redes las hicieron los propios vecinos, de forma ilegal, “no cumplen con las normas técnicas establecidas en la ley y la normalización del suministro es tarea casi imposible”. En su respuesta a mi cuestionario –la firma se negó a conceder entrevistas para este reportaje–, Electricaribe se justifica por la existencia de “reconexiones ilegales y fraudulentas” y por la llamada cultura del no pago: “En la medida en que bajen las pérdidas y la morosidad, se acelerará el proceso de mejora de la red eléctrica”.
Cultura del no pago
Con esa expresión, cultura del no pago, que también impregna el discurso del Gobierno, la compañía da a entender que las altas tasas de impago en las comunas se deben a una suerte de rasgo cultural y no a la imposibilidad de hacer frente a las facturas. El mismo argumento sirve para justificar las inauditas tasas de muertes por electrocución: “Hay, infortunadamente, personas que insisten en manipular las redes a pesar de los peligros a los que se enfrenta”, señala la empresa, y añade: “en todos y cada uno de los casos en que Electricaribe ha tenido responsabilidad, la compañía ha hecho parte de los procesos”. No corroboran esta versión los familiares de víctimas consultados. Relatan casos de vecinos que sufrieron una descarga tras abrir la nevera o encender un abanico. El novio de Lorena trabajaba en el mantenimiento de la red cuando sufrió una descarga eléctrica que acabó con su vida; ella asegura que la empresa eludió hacer frente a cualquier responsabilidad. Luis perdió a su esposa, madre de sus cuatro hijos; en enero se enteró de que el abogado había dejado caducar el proceso judicial que él inició contra la empresa. Nadie le ayudó.
Otra de las consecuencias de la llegada de Energía Social a las comunas es que cada barrio pasó a ser considerado como un solo cliente. Lo que para la empresa es “un verdadero modelo de gestión comunitaria” ha recibido críticas porque, al margen de abaratar los costos para la firma, ha creado tensiones y división en las comunidades. En Malambo hay un solo contador comunitario, pero cada familia recibe su factura. Un buen día, trabajadores de Energía Social llegaron a sus casas, anotaron las características básicas de la vivienda y los electrodomésticos de que disponía cada familia. Basándose en esa precaria información, Energía Social divide entre todos los hogares lo que marca el contador colectivo. Y como las facturas son altas, muy altas, los usuarios desconfían: “Cobran lo que se les da la gana”, resume uno de los vecinos. La empresa suscita en Malambo un rechazo mayoritario, pero eso no le impidió a la filial de Gas Natural Fenosa ganar, hace unos años, un premio de Responsabilidad Social Corporativa (RSC).
Las cosas no han mejorado después de que, en 2009, tras la adquisición de Unión Fenosa por Gas Natural, la empresa vendió Electrocosta y la filial que tenía en el Pacífico, EPSA, y se quedó con Electricaribe y Energía Social. Conversar con los habitantes de Malambo y La Victoria es escuchar una larga retahíla de desafueros. Por eso dice Marcos, vecino de La Victoria: “este modelo provoca problemas de orden público: ellos lo han provocado; nosotros intentamos defender nuestros derechos”. En lo que tiene que ver con el suministro eléctrico, la costa colombiana es un polvorín; y no están mucho más contentos con la gestión que del agua y el alcantarillado hace Triple A, la filial colombiana del Canal de Isabel II.
Cara y cruz de la inversión extranjera
Colombia inició en los años 90 un proceso de apertura económica que, entre otras cosas, llevó a la atracción de inversión extranjera directa (IED) que se ha incrementado en los últimos años. La inversión extranjera neta se disparó en Colombia desde 2010, hasta convertir al país en tercer receptor de IED en la región en 2012, con cerca de 16.000 millones de dólares. Como asegura la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad), Colombia atrae a las multinacionales por sus buenas cifras macroeconómicas, con un crecimiento del 4,9% del Producto Interior Bruto (PIB) de media en los últimos años desde 2010 –y un 6% tomando la última década– y con una clase media en expansión, además de por la “estabilidad y garantías” que ofrece a los empresarios extranjeros: es, según el Banco Mundial, el país latinoamericano que mayor protección ofrece a las empresas y el tercero más “amigable” para hacer negocios. En un optimista análisis sobre la coyuntura del país, la consultora británica Oxford Business Group destacaba su gran “potencial” para seguir recibiendo inversión, entre otras cosas, por la carencia de infraestructuras.
Para el senador Robledo no se trata de demonizar la IED, sino de estudiar “caso por caso” y orientar esa inversión hacia aquellos sectores que amplíen el tejido productivo y creen empleo en el país. Para Robledo, no cumplen esos requisitos las inversiones en el sector de servicios públicos domiciliarios, que compraron empresas públicas que ya existían y, en casos como el de Unión Fenosa, redujeron plantilla, subieron las tarifas y no mejoraron el servicio. Para explicar esas divergencias entre el interés común y la acción del Gobierno, Robledo alude al poder de lobby de las grandes multinacionales y acusa de “lacayismo” a los gobernantes colombianos.
En 2011, Felipe González, quien como presidente del Gobierno inició en España la oleada de privatizaciones, fichó como consejero independiente de Unión Fenosa por 126.000 euros anuales. El presidente que culminó el proceso privatizador, José María Aznar,fichó ese mismo año como asesor externo para América Latina por Endesa, una empresa que fue privatizada durante su mandato. En la multinacional italo-española están también Pedro Solbes, Elena Salgado y Luis de Guindos; en Iberdrola, Manuel Marín y Ángel Acebes. Rodrigo Rato fichó por Telefónica y por Banco Santander. Son esas puertas giratorias por las que un presidente del Gobierno puede pasar del poder ejecutivo al consejo de administración de una gran compañía, y un ejecutivo de una firma termina siendo ministro, un trasvase que, entre otras cosas, suele suscitar escepticismo y suspicacia en muchos ciudadanos.
La banca multilateral, y especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI), también han jugado un papel relevante en los procesos que han consolidado la presencia de multinacionales extranjeras en la gestión de los servicios públicos en América Latina. Así, por ejemplo, el FMI financió la adquisición de Triple A por el Canal de Isabel II. Otras veces, la ayuda financiera ha venido del propio Gobierno español: Nicaragua recibió créditos de Financiación al Desarrollo (FAD) justo antes de la entrada de la multinacional en el país centroamericano. Tal vez como recompensa el Gobierno nicaragüense no expedientó a la multinacional en 2006 por la situación crítica de la energía eléctrica en el país, con apagones de hasta ocho horas en algunos sectores. Al año siguiente, el nuevo presidente, Daniel Ortega, comenzó a presionar a la empresa para que aumentara su inversión en infraestructuras.
Transnacionales y derechos laborales
Las protestas de los usuarios de los servicios públicos domiciliarios se suman a las denuncias de los sindicalistas del sector eléctrico. En Cartagena, un trabajador con décadas de experiencia en el ramo me lo cuenta de primera mano: es Gil Alberto Falcón, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT). “Cuando Unión Fenosa llega en 2000, se encuentra el trabajo hecho: Sintraelecol (el sindicato del sector eléctrico) ya había sido diezmado”, explica Falcón. Se refiere a que, en la Costa Atlántica, dos años antes de la llegada de Unión Fenosa, los anteriores inversionistas habían implantado un plan de retiro voluntario y una serie de despidos que expulsaron de la empresa a 2.300 trabajadores. Cuando entra en Colombia la multinacional española se encuentra con un sindicato ya prácticamente desmembrado y, según Falcón, impone sus condiciones: cláusulas de no sindicación, tercerizaciones y pérdida de casi 700 puestos de trabajo adicionales.
La cara más oscura del proceso de privatización de la energía en el Caribe es la persecución de líderes sindicales a cargo de mercenarios y grupos paramilitares. El proceso de privatización se saldó con 27 dirigentes sociales muertos o desaparecidos, la mayoría de ellos sindicalistas. En esa lista está, por ejemplo, Odulfo Zambrano, que murió asesinado por grupos paramilitares, según documenta el ODG. Pocos sindicalistas dudan de la relación directa entre los paramilitares y las multinacionales. Gil Falcón asegura que, en 2000, “apareció un documento interno de la empresa que denominaba terroristas a los representantes sindicales”. El Sindicato de Trabajadores de la Energía de Colombia (Sintraelecol) ha denunciado “actuaciones ilegales de Unión Fenosa, en complicidad con la fuerza pública”. El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), en su sesión de 2006 en Viena, señaló vínculos entre Unión Fenosa y la violencia paramilitar. Allí se presentaron testimonios según los cuales “personas desconocidas y armadas han interceptado a los líderes e barrios subnormales en Barranquilla, para advertirles que no se metan en problemas”, señala el acta del TPP. Sin embargo, esa relación no se ha podido demostrar a efectos penales.
Algo similar ocurre con el Canal de Isabel II, responsable de la gestión del agua en el Caribe colombiano a través de su filial Triple A. Después de escuchar a las poblaciones afectadas, el TPP identificó prácticas que atentan contra los derechos de usuarios y trabajadores y señaló que se utilizó a los grupos paramilitares “como herramienta de control para eliminar a los sindicalistas y líderes sociales que se han opuesto a la gestión del agua”.
Subcontratación e impunidad
No se trata, una vez más, de un problema aislado. Los sindicatos establecen una relación directa entre la llegada de las transnacionales y el deterioro de las condiciones laborales. Lo consiguen por dos vías: la primera es el deterioro de los derechos sindicales. “En muchos casos, se exige a los trabajadores directamente que renuncien a su afiliación como condición previa para acceder al trabajo; a veces, la empresa se inventa un sindicato propio”, explica Rodolfo Vecino, dirigente nacional de la Unión Sindical Obrera (USO). La otra es la subcontratación: “Las multinacionales acuden a la tercerización a través de contratistas, bolsas de empleo o rotación; así, la matriz se aísla de toda responsabilidad”, al tiempo que abarata costos laborales, agrega Vecino.
El ejemplo más evidente de la eficacia de esa estrategia está en el sector textil, y aquí España cuenta, de nuevo, con una firma puntera: el Grupo Inditex, que ha convertido a Amancio Ortega en el hombre más rico de Europa, con una fortuna acumulada que la lista Forbes estima en 47.600 millones de euros. Inditex, como todas las grandes firmas del ramo, no posee una sola máquina de coser: la producción está deslocalizada mediante una compleja red de subcontrataciones. Las prendas de Zara y el resto de las marcas de Inditex se diseñan en España, pero se producen en países con costos laborales más reducidos, como Bangladesh, que ostenta el récord mundial con salarios mensuales de unos 34 euros. En América Latina, donde los salarios legalmente establecidos son mucho más altos, en el sector textil y del calzado cada vez se recurre más a la producción en talleres ilegales donde trabajadores inmigrantes son encerrados en condiciones análogas a la esclavitud. Es un secreto a voces en ciudades como Sao Paulo Buenos Aires. En las dos se descubrió que talleres ilegales trabajaban para Zara. En ambos casos, la empresa de Ortega argumentó que desconocía la situación de los empleados. Inditex no controla quién le cose la ropa, y ninguna ley le obliga a hacerlo. El entramado de filiales y subcontrataciones se convierte, así, en una forma de garantizar la impunidad.
Mapa base de Wikimedia Commons. Modificado por FronteraD
La maldición del petróleo
Al sindicalista Rodolfo Vecino lo encuentro en Puerto Gaitán, una ciudad del departamento del Meta y el principal punto de extracción petrolífera del país, adonde me he desplazado para participar de unapreaudiencia al Juicio Ético a las Multinacionales que han organizado la Red de Hermandad y Solidaridad con Colombia, la Asociación de Cabildos y Autoridades Tradicionales Indígenas de Arauca (Ascatidar) y otras asociaciones, inspirándose en los juicios populares del Tribunal Permanente de los Pueblos. Estamos al sur de Los Llanos, una vasta región que se extiende sobre la cuenca del río Orinoco, entre Colombia y Venezuela. Es una de las zonas más ricas en hidrocarburos del continente, y es también uno de los ecosistemas prioritarios para su conservación, según WWF. En Puerto Gaitán, las volquetas y tractomulas ya forman parte del paisaje, junto con sus atardeceres rosados, planicies inmensas y un sol de justicia. Los lugareños me explican que el paisaje ha cambiado mucho desde que se comenzaron a explorar las reservas de hidrocarburos, en los años 80. La tradicional ganadería extensiva, que tan bien combina con esos sombreros llaneros que recuerdan al Lejano Oeste, comenzó a dar paso a las explotaciones de petróleo y gas, así como al monocultivo maderero orientado a la exportación.
Llegamos a Puerto Gaitán un viernes por la tarde, con el calor todavía apretando. Salimos de Bogotá muy temprano, en tres autobuses fletados por los organizadores en los que viajaron periodistas y decenas de activistas de organizaciones sociales, entre ellas varias canadienses, pues de esa nacionalidad es la firma que está en el centro de las miradas en este evento: la Pacific Rubiales. Nos acompañan organizaciones internacionales de derechos humanos que colocan sus banderas al frente de los autobuses, para darnos protección. La región del Meta es muy insegura: según nos cuentan los organizadores del evento, el territorio está controlado por paramilitares al servicio de las petroleras. Nada más llegar a Puerto Gaitán mis guías me lo advierten, por si se me hubiese olvidado dónde estoy: “Este es uno de esos pueblos en que de vez en cuando hay un apagón, y junto con la luz, se apaga la vida de alguien”. La Redher y el sindicato USO han sufrido amenazas. Ellos no terminan de creerse que haya sido posible celebrar el evento en Puerto Gaitán: es, para ellos, todo un éxito. Poco después entenderé sus recelos: el 20 de julio, una semana después del evento, unos desconocidos entran en la Casa de la Redher en Bogotá y se llevan ordenadores, cámaras fotográficas y grabadoras con material recogido en Puerto Gaitán. Pese a los contratiempos, en agosto, tal como estaba previsto, se celebra en Bogotá la audiencia final del simbólico juicio a las transnacionales canadienses Pacific Rubiales y la minera AngloGold Ashanti. El veredicto del juicio popular, pronunciado en Bogotá el pasado agosto, subraya la responsabilidad de esas empresas en violaciones de los derechos humanos y laborales, vinculaciones con paramilitares y destrucción del medio ambiente. “Los parapolíticos les recuperan la inversión que han hecho las compañías en la creación de los grupos paramilitares, en connivencia con los políticos. Son las patas del modelo que impone la banca multilateral: uso de la violencia y leyes coercitivas. El resultado es la violencia, el despojo y el desplazamiento forzado”, afirma el abogado Francisco Ramírez, que ejerció como fiscal en el juicio ético.
Nos alojamos en una escuela pública que han cedido para la ocasión. Todavía estamos levantando las tiendas de campaña cuando llegan los autobuses procedentes del Arauca, un departamento situado un poco más al norte, en la frontera con Venezuela, con una importante población indígena y una de las mayores reservas petrolíferas de Colombia. Han venido indígenas de las etnias uwa y sikuane, para dar su versión sobre los efectos que la llegada de las petroleras ha tenido sobre sus modos de vida. A lo largo del fin de semana, indígenas, sindicalistas y expertos analizarán los efectos de las explotaciones de Pacific Rubiales, pero también de otras petroleras que operan en Colombia, como las españolas Cepsa –a través de su filial Cecolsa– y Repsol. Centran sus acusaciones en cinco temas: degradación ambiental, perjuicio a las comunidades indígenas nativas, vulneración de derechos labores y sindicales, criminalización de las protestas sociales y militarización de los territorios.
Víctor es uno de los indígenas del Arauca que viajó a Puerto Gaitán para participar en este evento. Él, que lidera una comunidad indígena de etnia uwa de 49 familias, vivió en primera persona el cambio convulso que para su pueblo supuso la llegada de las petroleras en los años 80: “Antes, nuestra vida era más organizada y productiva, se sembraba mucha yuca y maíz. Llegó la Oxy y rellenó la laguna sagrada, hizo dragados, construyó campamentos, taponó las salidas y entradas de los caños; después llegaron las tractomulas y las volquetas. La vida en la laguna acabó: murieron muchas especies acuáticas que antes nos alimentaban; fueron desapareciendo aves, mamíferos, y también plantas medicinales y árboles sagrados; bajó el nivel del río. Después desplazaron a las comunidades”. Y añade: “La sabiduría de nuestros ancestros nos dice que el petróleo se creó para ser germen de la vida vegetal, no para extraerlo del corazón de la tierra”.
Cuando le pregunto a Víctor si la llegada de las multinacionales petroleras vino acompañada de violencia y militarización, cambia la expresión de su rostro: “No quiero ni pensar en eso. En los 80 llegó una gente extraña y comenzó a limitar territorios y poner controles y reglamentos. Como no fueron capaces de masacrarnos o desplazarnos, se inventaron a los paramilitares. Allí donde la organización social era más débil, los paramilitares comenzaron a matar a compañeros, dirigentes, trabajadores humildes que les apostaban todo a la vida. Eso a ellos no les importaba, porque éramos un estorbo”. Añade con tristeza: “El mismo gobierno es el culpable de esas muertes: todo en contra del pueblo. Una comisión internacional, formada por varias oenegés, tuvo acceso a un batallón militar y desmanteló un arsenal de guerra camuflado”.
Hacia el año 2000, los grupos paramilitares se instalaron en el perímetro de seguridad del oleoducto Caño Limón-Coveñas, para protegerlo de los ataques de los activistas. Se agravaba así la militarización de la zona: allí estaba ya la Brigada XVIII del Ejército Nacional, consagrada a la protección del complejo de Caño Limón para asegurar el transporte de crudo hasta el mar Caribe, con ayuda y financiación, según el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), de los Estados Unidos. Esa misma brigada ha sido señalada por organizaciones de derechos humanos por su involucración en la matanza de Caño Seco, en la que fueron asesinados tres dirigentes sociales influyentes en la zona. El Ejército reportó la ejecución de supuestos guerrilleros. Aún más sangrienta fue el de la matanza de Santo Domingo en 1998, un municipio de 247 habitantes. Un helicóptero de la Fuerza Aérea dejó un saldo de 17 muertos, cinco de ellos niños, y 25 heridos. La matanza quedó impune, mientras se intensifica el número de desplazamientos y la represión del movimiento social, numeroso y fuerte en la zona. Comienzan las detenciones masivas de dirigentes sociales bajo la acusación de terroristas: el caso más notable fue la detención de2.500 personas en un pabellón deportivo de Saravena, en 2002.
En el Arauca, “el Estado estaba prácticamente ausente hasta los años 50; vivían indígenas, algunos de ellos nómadas. El descubrimiento de yacimientos petrolíferos vino de la mano de la llegada de colonos y del Ejército: ahí comienzan los conflictos con los indígenas. Después, la zona se convierte en un polvorín, con fuego cruzado de insurgentes y paramilitares”, explica Pedro Ramiro, coordinador del OMAL y coautor del informe Colombia en el pozo. Los impactos de Repsol en Arauca. El episodio se repite en otras zonas del país, como el Putumayo: las comunidades locales, que en la mayoría de las ocasiones no han sido informadas ni mucho menos consultadas por los gobiernos, se resisten a la implantación de los proyectos petroleros, y sabotean los oleoductos. El Estado colombiano y sus Fuerzas Armadas, que ha adquirido con las empresas la obligación de proteger esas infraestructuras, reacciona con vigor.
“La mayor parte de las multinacionales en Colombia cometen crímenes de lesa humanidad como una práctica habitual. Son per seorganizaciones criminales, que se basan en la información de los servicios de inteligencia, utilizan sistemáticamente el soborno y la coacción e imponen su modelo económico con el apoyo de lasbacrim (los grupos paramilitares)”, asegura Pedro Ramiro. Colombia no necesitó de una dictadura militar para convertir la violencia en un eje del cambio político y económico. En los últimos 30 años, el saldo macabro de seis décadas de violencia en el país –guerrilla, militares, paramilitares, mafias narcotraficantes– es de 220.000 muertos, 60.000 desaparecidos y 5 millones de desplazados. Y las zonas más ricas en recursos son, muchas veces, las más violentas. La riqueza del territorio puede ser la perdición para los pueblos que lo habitan. Es la maldición de la abundancia, según la expresión del ecuatoriano Alberto Acosta.
“Allí donde hay petróleo, se da una constante: lo primero que sucede cuando llegan las transnacionales petroleras es que aumenta la violencia; hay un impacto sociopolítico, desarraigo, despojo. Las fuerzas militares actúan al servicio de las multinacionales, tienen contratos para garantizar que el Ejército defienda sus intereses y generan impactos de terror para evitar las exigencias de sindicatos y movimientos sociales”, asegura el líder sindical Rodolfo Vecino. En la USO apuntan a la complicidad de Repsol en el “proceso de guerra” que vivió el Arauca, y añaden que Cepcolsa, filial colombiana de la española Cepsa y socia de Pacific Rubiales en las exploraciones de la Orinoquía, impide la afiliación de los trabajadores.
Repsol en el Arauca
Parecía que hubiese desaparecido de la faz de la tierra. Sindicalistas y comunidades indígenas de las áreas afectadas están convencidos de que Repsol abandonó Colombia hace unos años. Sin embargo, la firma, que llegó al país hace veinte años, sigue presente en los departamentos del Arauca y La Guajira –la península fronteriza con Venezuela–, con siete bloques en exploración y otros cuatro en explotación. Ni su nombre ni su logotipo aparecen por ninguna parte: “Repsol juega a la estrategia de la invisibilización; seguramente, porque sabe que no es bienvenida en Colombia”, apunta el investigador Pedro Ramiro. A lo largo de los años 2000, organizaciones como Amnistía Internacional, Greenpeace y OMAL han puesto en cuestión la actuación de Repsol en el Arauca, donde la firma explotaba los campos de Rondón, Campo Limón y Capacho, entre otros. La empresa ha sido acusada de financiar a las unidades militares a cambio de proteger sus instalaciones, pese al “historial de abusos y violaciones de los derechos humanos” del Ejército colombiano, según Greenpeace.
Como Gas Natural Fenosa, Repsol prefirió respondernos a través de un cuestionario. En él aclara, que “por exigencia de los gobiernos”, en algunos países la protección de las instalaciones “debe realizarse en colaboración con las fuerzas públicas de seguridad”, como ocurre en Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela. En cualquier caso, la empresa asegura que exige a sus proveedores de seguridad, sean instituciones públicas o privadas, “el cumplimiento de criterios [alineados con] estándares internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos” y otros acuerdos internacionales. En La Guajira, Repsol realizó un análisis sobre la situación del orden público en la zona “como parte de las actividades previas requeridas” para dar inicio a proyectos de exploración en territorios poblados por comunidades indígenas. La empresa afirma que, antes de contratar, se asegura de que no tengan antecedentes asociados a milicias privadas o grupos paramilitares. “Durante 2012 no se han tenido en cuenta proveedores de seguridad privada que tuviesen este tipo de antecedes en los procesos de licitación que hemos llevado a cabo en Brasil, Colombia, Ecuador y Perú”, asegura la firma.
Las denuncias de violaciones de derechos humanos y contaminación se repiten en varios países de la región en los que opera Repsol. La animadversión hacia la empresa es tal que ha sido objeto de campañas como la de Afectados/as por Repsol y Repsol Mata. Uno de los casos más conocidos es el de la Patagonia argentina, donde, antes de la nacionalización de YPF, las exploraciones de la firma ocasionaron fuertes impactos en el medio ambiente y en la vida de las comunidades mapuches. En la provincia de Neuquén, la Comunidad mapuche reivindicó que no fue consultada, lo que supone vulneración del Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas de la Organización Internacional del Trabajo, la principal normativa internacional que defiende los derechos de los pueblos aborígenes, suscrito por Argentina. Otro caso sonado ha sido el de Perú, donde las comunidades indígenas amazónicas han protestado por las operaciones de Repsol en el Bloque 39, una de las zonas con mayor biodiversidad de la selva, que el propio Estado peruano reconoce como tierras protegidas y oficialmente tituladas a los indígenas. En el cuestionario, Repsol arguye en el cuestionario que su compromiso es cumplir con el Convenio 169 incluso en aquellos países donde no ha sido ratificado.
“Las buenas relaciones con las comunidades indígenas son tan necesarias para el éxito de nuestro negocio como la gestión eficaz de nuestras operaciones”, asegura la empresa. “Buscamos entender las implicaciones sociales y económicas de nuestras actividades para que podamos optimizar los beneficios y reducir los impactos negativos. Aceptamos que no podemos satisfacer todas las expectativas, pero donde quiera que operemos, tratamos de hacerlo con el apoyo de la comunidad”, añade Repsol. La firma pone el ejemplo de Ecuador: “En un ejercicio de apertura a la sociedad civil, organizamos una visita a nuestras instalaciones de un grupo de seis expertos que han dictaminado que Repsol es la petrolera que más respeta los derechos de las comunidades indígenas en el país”. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, les dio la razón: “Donde mejor cuidada la selva es donde existen empresas responsables, como Repsol”, afirmó en una visita a Madrid el pasado abril.
Responsabilidad social u obligación legal
Repsol asegura que cuenta con un equipo de más de 40 personas “encargadas de dialogar y relacionarse con las comunidades del entorno” y que, en los últimos tres años, ha invertido 90 millones en acción social; de ellos, 22 millones de euros en proyectos de desarrollo comunitario. Para la firma, estos programas son “parte del compromiso de promover el desarrollo de las comunidades locales”. Sin embargo, los movimientos sociales comunitarios se quejan de que, muchas veces, estas ayudas económicas sirven para cooptar líderes comunitarios y dividir a las comunidades. La investigadora Ane Garay, de la OMAL, apunta que con ese marketing solidariolas transnacionales “se presentan como parte de la solución y no del problema”, como estrategia para “aplacar la rabia de la población, reblandecer corazones y desviar la atención”.
El problema no estriba en los programas de RSC en sí, sino en que éstos se consoliden como una alternativa a la ausencia de mecanismos del Estado o de la sociedad civil para exigir responsabilidades, como apunta Garay en el informe Empresas transnacionales. La RSC se basa en los criterios de voluntariedad y autorregulación: los códigos de conducta no vinculantes sustituyen a la fiscalización externa por parte de autoridades estatales. Lo mismo sucede a escala mundial con el código Global Compact de la ONU, que apunta a diez principios éticos muy generales y sin eficacia normativa. El objetivo final, concluye Garay, es la impunidad; por eso el Tribunal Permanente de los Pueblos propone crear alternativas de control; entre ellas, una corte mundial que juzgue y sancione a las empresas, y no sólo a los estados.
“Hacen campañas de sensibilización o de empleo, pero es un cuento: llegaron a nuestro territorio y provocaron contaminación del agua, descomposición social, aumento de la violencia. Y aun así, les llaman terroristas por explotar un oleoducto, cuando lo que están haciendo es defender sus tierras ancestrales”. Quien así habla es Óscar Pisso, líder de un resguardo indígena de 622 habitantes en la región del Putumayo, en plena selva amazónica. Óscar describe una situación trágica: las comunidades están cada vez más cercadas por los proyectos petroleros o mineros, y han comenzado a organizarse para defender el territorio. Es el primero en decirme algo que después escucharé muchas veces en Colombia: “Indio sin tierra no es indio”. Por eso, desde hace 500 años, los pueblos originarios defienden un territorio que para ellos representa mucho más que el sustento económico: es cultura, sacralidad, el lugar de sus ancestros y donde crecen sus plantas medicinales.
Óscar atravesó en autobús media Colombia para llegar a Puerto Gaitán y organizar nuevas formas de resistencia junto con otros pueblos indígenas. Allí se encontrará con gente como Víctor, el líder Uwa que me dejó estas palabras: “Nuestra lucha dura más de 500 años, y aquí seguimos, resistiendo, porque el interés del gobierno es darle el territorio a las multinacionales. Queremos que nos devuelvan la tierra, que se regenere y tenga vida para las próximas generaciones. Las petroleras deben abandonar nuestro territorio. Nuestros cadáveres no descansarán mientras no sea así”.
Nazaret Castro es periodista y vive desde hace cinco años en América Latina. Este artículo forma parte de la investigación Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina, financiado por los lectores de FronteraD a través de uncrodwfunding en la plataforma Goteo. En FronteraD ha publicado reportajes como Una flor en medio del asfaltoLa matanza de Carandiru o La sociedad carioca, en estado de apartheid, y mantiene el blog Entre la samba y el tango.
Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina

2.-   La luz que no llega a los ‘barrios subnormales’. Unión Fenosa y Repsol en Colombia
En la próxima entrega hablaremos de las represas de Endesa en el sur de Chile y del renacer de la resistencia del pueblo mapuche. Analizaremos por qué Chile es “el modelo del modelo” del neoliberalismo en América Latina y cuáles han sido las consecuencias de haber privatizado el 100% de los recursos hídricos del país.
Los cofinanciadores de esta investigación recibirán además una serie de materiales complementarios.
Para más información:
La Unión Europea y las transnacionales en América Latina.Documento de la Sesión IV del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), celebrada en Madrid en 2010. Descargable en:http://rebelion.org/docs/105936.pdf
Informe CEPAL, Internacionalización y estrategias empresariales en la industria eléctrica de América Latina: los casos de Iberdrola y Unión Fenosa. Patricio Rozas, Santiago de Chile, diciembre de 2008.
Empresas transnacionales. Diagonal, nº 209, noviembre de 2013. Descargable en: http://omal.info/spip.php?article6068
Javier Sulé, Unión Fenosa en Colombia. Una estrategia socialmente irresponsable. Observatorio de la Deuda de la Globalización. Cátedra Unesco en Tecnología y Desarrollo. 2006
Informe Los nuevos conquistadores, Greenpeace, 2009. Descargable en: http://www.greenpeace.org/espana/reports/090930-03
Pedro Ramiro, Erika González y Alejandro Pulido, Las multinacionales españolas en Colombia, Asociación Paz con Dignidad/OMAL, 2007.
Pedro Ramiro y Alejandro Chaparro, Colombia en el pozo. Los impactos de Repsol en el Arauca, Asociación Paz con Dignidad/OMAL, 2006. 
Informe sobre Repsol YPF en América Latina, 2008. Tribunal Permanente de los Pueblos.http://omal.info/IMG/pdf/informe_caso_repsol_en_america_latina_-_final.pdf
Jesús Carrión, Erika González, Tom Kuchard et. al., Beneficios a costa de los pueblos y de los derechos humanos. Corporaciones Transnacionales Europeas en América Latina y el Caribe.Enlazando Alternativas. Descargable en: http://www.enlazandoalternativas.org/IMG/pdf/ONU_DDHH_TNC_ginevra_5_6_octubre_ES.pdf
Tribunal Permanente de los Pueblos: Veredicto de la sesión de 2010. Descargable en:http://www.enlazandoalternativas.org/IMG/pdf/TPP-verdict_es.pdf

Que quede entre nosotros

por Helena Pérez Bellas


“I’ll tell you…what real love is. It is blind devotion, unquestioning self-humiliation, utter submission, trust and belief against yourself and against the whole world, giving up your whole heart and soul to someone who smites it.”
“True love will found you at the end”
Sabías que el que quiere más siempre es el más débil por eso hay que cuidarlo, porque es un accidente en tránsito. Sabías que el que quiere más vive alterado porque tiene mucho para dar pero no tiene en dónde por eso, aunque cueste, hay que dejar que de caudal a lo sentimientos.  Sabías que el que quiere más siempre esta a la expectativa de que las cosas se nivelen, que todo sea un poco más justo. Por eso el que quiere más está siempre medio cansado, un poco fuera de sí,  en contacto con otras cosas con el amor que va creando, que va construyendo, que sabe que tiene la fortaleza de una torre de naipes que no resiste un viento y menos resiste el paso del tiempo que absolutamente todo lo aniquila. Sabes, el que quiere más siempre es un peligro frente al tráfico, es una luz encendida para los colectivos, es una advertencia en rojo para los subtes, es un bonus de mil puntos para los autos. Sabías que el que quiere más, al otro a vos no en general no al mundo entero, siempre está esperando que te duermas para poder decirte en silencio, subliminal, todo eso que siente sin tener que pagar las consecuencias de no retener ni una sola de sus palabras. Que tiene un diccionario hecho a medida de tu nombre, tu cumpleaños, tus actividades cotidianas, las grietas de tu dolor, el pasado que va articulando cuando dejás escapar algunas cosas, tus gestos, tu manera de ser, tu estructura. Cuando dormís el que quiere más te habla como esas grabaciones para dejar de fumar, intentando meterse en el sueño o en la vigilia, pero solo tiene para decir lo mucho que te quiere. Sabes que el que quiere más es una fuerza de la naturaleza, es una contingencia humana, es un fenómeno sobrenatural, un  huracán que todavía no tiene nombre. Sabes que el que quiere más esta condenado. Sabés que cuando te mira hablar de cosas intrascendentes, la política, piensa que deberían estar hablando de otras cosas. ¿Qué me ibas a decir? No, nada, nada. ¿Sabés que la que quiere más soy yo? Si sabés que la quiere más soy yo.
Me pusieron una pistola en la cabeza pero estoy acá escribiendo así que como te podrás dar cuenta no me fui. No del todo. Igual un poco te vas. ¿Qué significa estate bien? Yo no estoy ni bien ni mal, yo no estoy. Te queda como la marca indeleble del caño cuando te lo apoyan, escuchas el sonido de no me mires, no me mires. ¿Y cómo te voy a mirar? No tengo porque mirarte, no quiero llevarme el recuerdo de tu cara. Igual pensé en muchas cosas y entre todas esas pensé en vos obviamente. Ahora recuerdo y creo que si la cabeza te fuera tan rápido como en un robo, si surcara la autopista a esa velocidad terminaríamos cualquier cosa que nos propusiéramos. Pero no es as así, no funciona así. Pensé en vos y me dio muchas tristeza porque en el arrebato el ladrón no tuvo mucho tacto y volcó el café manchando el libro que me prestaste y yo pensé que te iba a tener que explicar, pedirte disculpas, comprarte uno nuevo. Pensé en la fila de libros de tu biblioteca, en el préstamo semanal, en la fe que tengo cada vez que me llevo un libro como si fuera la garantía de que voy a volver, en que una vez pensé en hacer tarjetas como en las bibliotecas ¿viste? para ir marcando que me leí, con pequeñas reseñas al costado, estrellas incluso, caprichos de soberbia y puntuación. Tener un juego personal, particular y propio, un secreto, una manera nueva más nueva de relacionarnos. Que me retes si vuelve dañado, Chornic City vuelve dañado te pido disculpas, que me multes incluso, que me castigues, que me digas que tengo que reponer el ejemplar y yo obviamente tengo esa intención pero no me gusto el tono entonces te lo discuto y vos me discutís, querés que entre en razón y que me haga cargo de mis actos, pero yo no cedo. Hasta que me da hambre y me distraigo con eso y paso a otra cosa. Pero después volvemos, siempre volvemos, empieza otra vez el enrosque de quién tiene razón, de quién no la tiene. Pensé en eso con la rapidez de quien se ve en la contingencia de morirse por una boludez, en eso también pensé obviamente, no me quiero morir en algo tan corriente como un robo. En todo lo que no te dije pensé, en que soy muy cobarde obviamente también pensé, en que la vida se termina en un segundo, en que no debo despreciar a la vida, en que no debo perder el tiempo, en que tengo que hacer tantas cosas. En que quiero volver a mi casa, en que esto no termina más. en que no entre la policía porque empezamos a los tiros, en que me daría miedo pero también mucho pudor que tras robada tenga que ser noticia por escudo humano. Me duele la cabeza ahora, me duele la cabeza hace cinco días, no puedo dormir sin soñar cosas feas hace 4 noches, no le deseo esto a nadie, no te deseo esto a vos. Solo espero que afloje, yo se que va a aflojar. Y es verdad que no supe estarme bien, pero más verdad es que no quise. Es que estoy muy cansada, es que no dormí bien, es que no pude transmitirte bien lo que me dolería haberme ido sin decirte que a pesar de que todo es tan difícil me mejoraste la vida.
Si pensar implica arrasar con todo, amar entonces implica volver a construir sobre esta tierra arrasada. Es muy difícil recibir a alguien que pensó mucho, que piensa mucho, que esta pensando todo el tiempo. Esta arrasado. No digo que este mal, tampoco creo que este bien. Es, como son todas las cosas. Es como es la mañana, como es la noche, como son las estrellas, como son los parques y como son los bosques, como es el mar, como son los lagos, como son las montañas, los volcanes y las praderas, como son las ovejas que habitan esas praderas y como soy yo intentando hacer lo mejor posible con todo lo que no se. Porque yo  veces te miro y pienso ¿quién es esta persona? La verdad que no se, no tengo una idea acabada de las complejidades que construyen tu nombre. Se como te llamas, se donde vivís, tengo una idea acabada del cine y de la música que te gusta, estoy al tanto de tu sentido del humor y de la falta del mismo. Se que pensas cosas de mi terribles, eso lo se. Esta todo bien con eso no debo ser fácil de llevar, debo ser más difícil. Pero descubrí que se un montón de cosas de vos que fui acumulando en todas estas semanas en silencio y se que algunas las fui robando, me las apropie, las escribí y seguramente no les dí el lugar adecuado en la literatura que se merecen. Pero se que eran lo suficientemente lindas para intentar hacer que perduren. Si no es hoy es mañana. En ese sentido me alegra que al recibir el gatillazo hubiese salido sadismo no una bala. Ahora el destino me dio la chance de decirte todo lo que tengo para decirte. Estoy convencida de decirte todo lo que tengo para decirte. No todo es bueno, hay mucho que no lo es. Es otra oportunidad, estoy esperando. Pero pensé demasiado, dejé pasar los días, dejé pasar las horas y ya no, ya no hay manera. Porque pensar implica arrasar con todo y querer también. Aunque pensándolo bien querer es dar lo que no se tiene. No tengo paciencia, no tengo resto, no tengo tiempo, no tengo fuerza, no tengo ganas. Y de un pozo inaudito lo saco y lo doy. Creo que eso es el amor.

Pagni, el aristócrata que quería ser marginal

por Juan Pablo Maccia, Diego Genoud, Mario Antonio Santucho, Martín Rodríguez

“¿Leíste a Pagni?”. Como si fuera un clásico contemporáneo, la pregunta se repite varias veces por semana en un espinel angosto pero influyente que atraviesa a la crema del poder y sus difusas adyacencias. Durante -pero contra- el kirchnerismo, Carlos Pagni también tuvo su década ganada. El periodista que se entrenó en la guerrilla de derecha en los 90 y hoy le trae la jubilación a los Morales Solá de este mundo habla con Crisis, mientras afuera llueve.


Carlos Pagni llega unos pocos minutos tarde, con un paraguas largo. Saluda al grupo con amabilidad y se sienta. Unos segundos después, sus modos aristocráticos lo convierten en el dueño de la escena. El columnista político de La Nación que lee toda la clase dominante es alto y tiene voz de locutor. Por la información que pone en juego, por la ironía que despliega, por la escritura fluida que avanza a estocadas, por los escenarios que construye, a Pagni lo leen los políticos de todos los partidos, la militancia, la intelectualidad, los empresarios, los periodistas y los funcionarios. Aunque lo aborrezcan. “Soy periodista. No me lean con tanta atención. Dura hasta la noche la nota. Hasta una semana banco”, bromea cuando le preguntan por una columna cuyas conclusiones ya no asume. Un dandy que conoce a quién, a qué, le hace el juego. Ni sociología, ni literatura. Cuando está a punto de ser enjuiciado como “escritor”, retrocede sobre la profesión como un soldado.

En un escenario de fuerte incertidumbre, con una oposición que se frota las manos ante el ansiado fin de ciclo, Pagni defrauda. A propios y a extraños. Porque no ve tan claro lo que otros, a su lado, anuncian. “El derrumbe del 2001 permitió el surgimiento de un Leviatán, con perdón del Leviatán. Yo creo que en el 2001 la sociedad se volvió loca, salió de su casa a llevarse a todos puestos. Yo iba a cenar con políticos que te citaban a las dos de la mañana para comer entre brasileños. Había ministros de Menem que le pedían el avión a Eurnekian para ir a San Pablo y viajar a Europa entre brasileños. Ese es el estado que explica lo que vino después. La dirigencia argentina –donde pongo a los políticos, los empresarios, los medios, los sindicalistas, los líderes religiosos, a todos–, atemorizada por ese fenómeno, decidió darle a la gente una fiesta de consumo por diez años. Y al que nos dio esa fiesta lo consagramos Edipo Rey. Eso es lo que pasó en Argentina. Esa fiesta se terminó. Y no sabemos hacia dónde va esto”.

Vos dijiste que Capriles no es solo un candidato sino que plantea una regla de composición de una segunda fuerza, para contrabalancear el poder del gobierno. ¿Podés explicarlo?

—Me preguntaron si va a haber un Capriles en la Argentina. Y dije que lo importante, lo primero que hay que mirar en la política es el formato. Lo segundo es la agenda. Lo tercero es el candidato. Capriles es una anécdota. Massa es una anécdota. Lo que tenés que constituir es una regla. Lo mismo con la corrupción. ¿Qué es más importante? ¿Tenerla a Carrió denunciando o tener equilibrio de poderes y que Oyarbide sepa que no puede hacer lo que hace porque otro podría reemplazarlo? Pregunta que Carrió no se hace cuando dinamita todo…

¿En qué sentido entonces las elecciones y Massa cambian el formato de la política argentina?

—El 27 de octubre pasaron cuatro cosas. La primera es que se quiebra el oficialismo en la provincia de Buenos Aires, algo estratégico porque el PJ es una de las vigas maestras del poder que soñó Néstor. Segundo, es muy importante lo que sucede en el norte y en el sur del país: el retraso cambiario y la crisis energética hacen que los gobernadores aliados pierdan. Por lo tanto, hay una quita de consenso a la política económica de quienes la sostenían, no de quienes la impugnaban. El tercer dato relevante es que podría haber una reposición de un sujeto no peronista, sobre la base de lo que es el fósil del viejo radicalismo, en lugares como Jujuy, La Rioja, Tucumán, Mendoza y Capital. Empezaría a haber algo que desde mi punto de vista es valioso: que haya equilibrio, que haya mercado. Alternativas competitivas. Como eso en la provincia de Buenos Aires no sucede, porque el radicalismo es una línea interna del peronismo desde Cafiero para acá –una de las razones de que se haya expandido el narcotráfico, la pauperización, la desindustrialización, en una provincia plagada de lacras sin debate político– se produce el desdoblamiento del peronismo, que a mi juicio es fraudulento. La ficción consentida de que ahora viene la renovación del kirchnerismo con Alberto Fernández, solo la pueden creer los que escriben “cristinismo”.

Así como decís que el kirchnerismo no está muerto, también sugerís que el 2001 aún está vigente.

—Es que en el 2001 pasan dos cosas cruciales. Una, colapsó el radicalismo. En ningún proceso histórico es gratis que desaparezca un actor que sirvió como instrumento de intervención de los sectores medios en la vida pública por más de 100 años. Nosotros hemos mirado esta década a la luz de la emergencia de los Kirchner. Yo la miro a la luz de la desaparición del radicalismo. Me explica mucho más y me explica a los Kirchner. Cuando los historiadores estudien el 2001, va a ser una fecha como 1852 la caída de Rosas, 1955 el golpe de Estado… El otro dato muy importante es que, por primera vez desde 1880, toma el poder de la Nación la provincia de Buenos Aires. Este país había sido organizado por Roca como una alianza de provincias del interior contra Buenos Aires. Para eso se federaliza la Capital, para eso se federaliza la Aduana. El duhaldismo –y el kirchnerismo en esto es duhaldismo, no ha dejado de serlo hasta ahora, y sigue con Massa y sigue con Scioli–es la provincia de Buenos Aires, que da un golpe de Estado para apropiarse del poder nacional y llevar adelante un programa en contra del resto del país. Para extraer recursos de los sectores más dinámicos de la economía y volcarlos como subsidio en el conurbano. Para que yo pueda viajar –presumiblemente muriéndome en el camino– ida y vuelta a La Plata por un peso.

La reaparición de ese actor no peronista, ¿supone que el país está saliendo de la crisis?

—Si yo tuviera que explicarle a un sueco cuándo el país va hacia la crisis, tomaría como índice los 37 puntos de diferencia entre Cristina y su segundo. No importan tanto el 54 por ciento, sino la diferencia con el segundo. Eso creo que tiene varias razones. Primero, que el kirchnerismo produce el único relato que hay en la góndola. Ni Macri, que sería el que tendría que contar otro cuento, es capaz de aportar otro relato. El kirchnerismo dice: “acá hubo un proceso de democratización radical en los años 70, que fue tan eficaz que hubo que abortarlo con un golpe sanguinario y siniestro; a partir de ahí se instaló una democracia fraudulenta frente a la cual la gente se levantó en el año 2001, vino un fenómeno que no entendemos bien –no queremos comprenderlo, además, porque venimos de eso–, el duhaldismo, una especie de desarrollismo de derecha; y en un giro alocado de la historia (diría Forster) aparece Néstor y retomamos el 76, activando un proceso de democratización tan radical como aquel y tan eficiente que nos dan un golpe con las balas de tinta”. Y ahora con los votos, un golpe raro. Todo lo que encuentro son cuestionamientos a ese relato, pero no encuentro otra explicación política igualmente operativa. Porque toda la clase política quiso tener esta fiesta. En el fondo, ellos tocaron algunas cuerdas muy antiguas de la sociedad argentina, determinadas creencias que ningún político está dispuesto a enfrentar hoy: que lo nuestro es siempre por definición mejor que lo de los extranjeros, que los pobres por definición siempre tienen la razón respecto de los ricos, y que el Estado siempre es mejor que lo privado. Esas tres verdades, en las cuales está afincado el discurso del gobierno –no la práctica–, ni Macri las cuestiona. Por otro lado, hay un problema de liderazgo. Los Kirchner tuvieron dos socios extraordinarios: Lilita, que dinamitó todo lo que pudo y Durán Barba, que lo convenció a Macri de que se puede llegar al poder por mensaje de texto.

¿Sería aventurado pensar que el Frente Renovador empieza a mostrar un peronismo capaz de ser representativo de las clases medias?

—Es el gran desafío de Massa. El peronismo, cuando no hay sistema, funciona en sí mismo como un sistema. Massa sacó 650 mil votos antikirchneristas más en octubre que en agosto. Yo me imagino una señora leyendo La Nación en Lomas de San Isidro y diciendo: “¡qué lindos chicos los Massa, que se llevaron a Cristina! ¿De dónde son?”. Peronistas, vieja. “¡¿Cómo?!” Sí, están con Barrionuevo, con Lavagna, con Alberto Fernández. “Ah no, me gusta más Cobos”. O, “me gusta más Macri”. Ahora, ¿Massa tiene capacidad para producir los proyectos, las fantasías de transparencia democrática, reconstrucción institucional que declaman los sectores medios? ¿O cuando yo como esa ensalada digo: che, a esto le falta Carrió?

Bueno, lo tiene a Adrián Pérez.

—Es bueno el chiste. En el fondo, ahora hacia la derecha, Massa se encuentra con el límite de Kirchner: ¿hasta dónde un peronista puede llegarle a la clase media? ¿Hasta dónde puede conquistar el mercado que fue radical? ¿Hasta dónde puede el peronismo convertirse en la cuadratura del círculo? ¿Tener a Barrionuevo y Adrián Pérez en el mismo espacio? ¿Eso es la genialidad más grande que hemos descubierto, o es un fraude?


Borges para entender al peronismo


A Pagni no le gusta hablar de sí mismo. Prefiere evitarlo y lo deja claro. “¿Cómo se forma hoy un cuadro de la derecha?”, se le pregunta. Y se incomoda por primera vez, en un rato largo de charla. ¿Qué rol ocupa en La Nación? ¿Qué lo distingue de los viejos columnistas que tanto aburren a las nuevas generaciones politizadas? Pero él prefiere ubicarse como una figura marginal en el diario de los Saguier. Aunque a veces escriba, incluso, las editoriales. Según Pagni, sus notas no son lo más interesante para los lectores de LN y él sigue siendo, en tamaño sábana, un escritor de nicho. Ocurre que para penetrar al gran público hay que estandarizar extremadamente el lenguaje y ofrecer una narración lineal, mientras sus artículos tienen muchas referencias históricas y reenvíos a los distintos planos donde se cocina la trama política.

¿Qué tipo de historia le interesa? “Yo creo que la historia es ironía. Y es un misterio. Borges decía que el único problema en la vida que es digno de la filosofía es el del tiempo que pasa y la identidad que perdura. El peronismo, ¿qué es? Un grupo político que intercambia identidad por poder. Vos le preguntás a un radical: ¿por qué fuiste con Ricardito Alfonsín en 2011? ¿Y con quién querías que fuera? Mi negocio no está en ganar, está en seguir idéntico a mí mismo. El peronista, una vez que encuentra al líder que conecta, pregunta: ¿de qué nos disfrazamos? Yo le digo a Oscar Parrilli, miembro informante de la privatización de YPF en 1991: ¿y la incoherencia cómo la explicás? `No encuentro la incoherencia. En cada caso, hice lo que tenía que hacer´. Eso le da la posibilidad de ser un mutante. La falta de definición ideológica es estratégica, porque si tengo una ideología, cada vez que muto tengo que hacer el treintaiochoavo congreso y autoflagelarme porque no vi lo que venía. Si vos leés a Chávez cuando estaba preso por la primera asonada, ya te avisaba hacia dónde iba: tenía un modelo de llegada expreso desde el primer día. Después, opera la historia y tu capacidad de intervención en el devenir. Los Kirchner me parece que son un mutante. Hay que leer el extraordinario libro de Juan Carlos Torre sobre el peronismo y el movimiento obrero, donde analiza cómo Perón queda mucho más ligado a los sindicatos y a la cuestión obrera al comienzo, en el 45, porque los empresarios no le dan la ayuda que él está pidiendo. Esta ambigüedad la tenés desde el comienzo y es muy interesante cómo se mantiene.”

El entrevistado se define como liberal y dice haberse formado como periodista en la “guerrilla de derecha” que fue Ámbito Financiero en los 90. Pero también cuenta que durante el alfonsinismo era muy amigo de José María “Pancho” Aricó, el intelectual gramsciano que fundó el Club de Cultura Socialista junto a Juan Carlos Portantiero. En esos años, en Mar del Plata, Pagni vendía la revista Ciudad Futura. “Pancho Aricó decía que son las formas emocionales de estar instalado las que definen tu subjetividad política, y las ideologías son después enormes coartadas.”

En La Nación se percibe un ala liberal moderna y otra más tradicionalmente jurásica, que entran en tensión por la forma de posicionarse como diario en la coyuntura. ¿Por qué La Nación dice más que Clarín para gente que no necesariamente coincide con la línea del diario?

—El enfrentamiento con el gobierno en La Nación y en Clarín es totalmente distinto. Y que eso puede abrirle a La Nación un campo de debate y de expresión más amplio. Por un lado, todas las opciones políticas de Clarín fueron erróneas. Apostaron por Angelóz y en contra de Menem, apostaron por Kirchner y les salió mal. Por otra parte, ¿cuáles son los dos grandes desafíos de la profesión política? Tu autonomía frente a los medios y tu autonomía frente al financiamiento. Los medios cuentan una telenovela, son relato; el gobierno quiere tener su propio relato y por ahí viene el conflicto. Ya en 1994, esto creo que nunca se contó, hubo un grupo de gente de Alfonsín en el que estaba Jaroslavsky y un grupo de Menem, que estuvieron a punto de poner un artículo en la Constitución en contra de Clarín. Y lo frenó Bauzá, no sé si por pedido de Menem o no. Fue un operativo comando que organizaron una noche en la Constituyente de Santa Fe.

Horacio González te definió como una pluma sutil de la derecha moderna. ¿Te reconocés en esa definición?

—Depende de qué define como derecha González. Yo me considero un liberal. Hay una cantidad de temas donde yo estoy a la izquierda de González, otros donde él puede estar a mi izquierda. Yo lo leo a él con mucha simpatía. Me parece inteligente y sumamente legible. Y lo leo con mucho interés, desde hace muchísimo tiempo.


Grecia sin Pericles


Siendo un liberal y partiendo de este balance de 2001 donde lo más grave que sucedió fue la extinción del radicalismo, ¿cuál es la utopía para la Argentina de mañana que persigue un pensamiento como el tuyo?

—Un formato distinto. Una utopía de reglas. Lo primero que debería pasar como algo virtuoso es una dinámica de reconstrucción de un sistema de partidos competitivo. Que el que gobierne lo haga con la amenaza del reemplazo, que el que está afuera tenga una voz suficientemente fuerte porque puede llegar a gobernar. En el fondo, para mi esquema mental, del 83 al 2001 hubo una experiencia distinta. No fue la Grecia de Pericles pero hubo un juego de alternancia, de tensión, que después desapareció. Ahora Massa intenta reponerlo. Lo que estamos viendo es si Massa o Scioli siguen con el peronismo mutante o si Cristina se traga a todo el peronismo, incluido a Massa.

¿Y cómo cambia el escenario cuando se acabe el kirchnerismo?

—Para que esto suceda no es necesario que se acabe el kirchnerismo. No es que los kirchneristas inventaron una democracia debilitada. El kirchnerismo es el hijo de una democracia debilitada. Son un liderazgo desinstitucionalizante, pero hay una responsabilidad de Macri, de Cobos, de gente que no está en política y debería meterse, de gente que está en la política y debería irse. Yo no tengo la idea de que, porque se termina el ciclo de Cristina, la democracia mejora. Es más, mi hipótesis hoy es que nos reencontramos con las viejas lacras anteriores a la emergencia del kirchnerismo. Volvemos al 2002, si querés. Estoy en contra de pensar que viene el fin del ciclo y nace una nueva institucionalidad. Me parece de una ingenuidad irritante.

Lo que incorpora el kirchnerismo es la idea de que para que el sistema sobreviva tenés que contemplar la variante de lo que pasa abajo, de esas mayorías que la alternancia de la postdictadura olvidó.

—Sí. Yo creo que acá hay un dato que el 2001 viene a plantear dramáticamente –para el cual una parte importante de la dirigencia no estaba preparada– que tiene que ver con asumir que somos un país con muchísima pobreza, una economía que excluye gente desde 1975 para acá. Me parece que es un tema que no se menciona. Por eso este va a ser un país por mucho tiempo con mucho Estado. Tenés que repensar todo, no solo el mercado. Tenés que repensar el Estado, las políticas sociales, cuál es la estrategia más inteligente de incorporación de la gente al trabajo. Todo tiene que ser pensado de nuevo, no sé si alguien está pensando.


La ruleta rusa


La única alusión opositora al mundo de lo popular, y al modo como el kirchnerismo lo encauzó, es “no vamos a eliminar la asignación universal”.

—Coincido. Me parece que se van a encontrar con un enorme problema. Por eso hablo de que hace falta otro relato. El 2015, con los datos que tenemos hoy a la vista, es la ruleta rusa. La crisis que se instaló en el 2001 sigue. No tengo ningún elemento para pensar que acá empieza a ver una dinámica distinta. Se puede crear. Soy muy optimista respecto de la voluntad.

¿Y qué pasa con el poder económico?

—Para Massa, para Macri, para Cobos, para Scioli, 2015 es mañana. Tenemos esa sensación. Para los empresarios, 2015 es el siglo que viene. Entonces, están asustados. Cristina puede decir `retuve las dos cámaras y el 32 por ciento a nivel nacional y la Corte falló a favor de la ley de medios´. Pero si yo soy empresario y veo con mi lógica de mercado que las reservas están cayendo mil millones de dólares por mes, que vamos a un problema en el mes de marzo muy serio –que es lo que ven los economistas y le están explicando a los banqueros, a los tenedores de bonos– y veo que el gobierno no tiene ningún estímulo para cambiar porque cree que tiene una base de poder como para sobrevivir después de 2015 y ser un actor del 25 por ciento, con un gobierno débil, porque van a jugar a que el próximo gobierno sea débil… En fin, está muy bien, viene la panacea de Massa o Scioli o Cobos o Macri, pero ¿cómo vivo de acá a 2015, perdiendo plata con un tipo de cambio que no me van a actualizar? Por eso, hay mucha inquietud. Y después creo que hay miedo a Massa. Lo ven como una especie de Néstor joven, que se comió de un bocado a Cristina y a Scioli, y ahora dice ¿qué hay para comer hoy? Los gobernadores peronistas y los empresarios no quieren eso. Quieren un Scioli. ¡Pero perdió! Por eso lo quiero a Scioli. Un Duhalde, un poco de paz, que el ajuste que viene sea conversado. El establishment, en el verdadero sentido de la palabra, tiene problemas con Massa. Scioli entrega el ministerio. Le dio la llave del Banco Provincia a Eurnekian. Massa no, él va a negociar con Eurnekian. Si querés, me parece que Massa tiene mayor aprecio por la autonomía política que Scioli. Y tiene un coraje y una vocación por intervenir en las cosas, por decir `armo una estructura de poder, armo intendentes, armo sindicatos, hago una propuesta, después discutimos qué propuesta´. En eso me parece más interesante que Scioli, que dice `la corriente es más eficiente que yo´.

¿Qué creés que va a pasar en los dos años que vienen?

—El avance de la izquierda radicalizada y la unificación sindical son dos temas cruciales para los dos años que vienen. Y eso hay que juntarlo con la crisis en las organizaciones sociales del kirchnerismo. Y por último, estamos metidos en un gran problema con las fuerzas de seguridad. No es gratis que se diga que la policía de Córdoba y Santa Fe están infiltradas por el narco, no es gratis que por primera vez desde el 83 tengan que usar el Ejército para controlar el narcotráfico en el Norte, violando todo lo que escribieron en los últimos diez años.

¿Cómo ves la influencia de Bergoglio, ahora como Papa, en lo que viene?

—Bergoglio es un ideólogo. Te va pedir siempre un acuerdo en torno a contenidos, no en torno a reglas. En el fondo, hay una conexión entre Bergoglio, Chávez, Cristina, que es el componente antiliberal del catolicismo. Hay que leer el documento de Aparecida, que lo escribió Bergoglio. Te encontrás con una enorme dificultad para entender cuál es su diferencia con Chávez. Ahora, Bergoglio produce otra cosa: una derrota fenomenal del kirchnerismo. Porque la estrategia del kirchnerismo se basa en dinamitar el centro. Todo tiene que ser kirchnerismo-antikirchnerismo. A o B. Eso te da poder. De golpe, un viejito de 75 años que tenías a 100 metros de tu casa y que ya le tenías tanto desprecio que ni le pinchabas los teléfonos, te recibe vestido de blanco en el centro del Renacimiento. De golpe, la clasificación A o B se disolvió. Se armó un conjunto distinto: los amantes de Bergoglio. Y creo que eso al gobierno le produjo un gran daño. Me fueron a buscar al fin del mundo para que les arregle el problema a una Europa poscristiana. Creo además que es una jugada del episcopado estadounidense. El que le juntó los votos a Bergoglio es el cardenal de Nueva York. Imaginate un viaje de Bergoglio a Miami o a Nueva York…

Pagni se inspira en Grecia pero se concentra en América Latina. Habla de Cardoso, de Lula, de Chávez, de Mujica, de Menem y Cavallo. Pero vuelve siempre al mismo punto. Dice que si tuviera que hacer un libro, estudiaría la salida de la convertibilidad. “Ese es el trauma: re-inyecta en la sociedad argentina el pánico al capitalismo que introdujo la crisis del 30. Las caídas del 30 y del 2001 son las experiencias más intensas que tuvo la Argentina con el capitalismo. En los dos casos son crisis globales y afectan al radicalismo. Eso es lo que hay que ver”, dice. La charla sigue y Pagni –periodista al fin–se preocupa por la víctima que tendrá que desgrabar las dos horas que llenó con sus argumentos.

Catástrofe

por Juan Pablo Maccia


Le cabe al gobierno de la presidenta Cristina aquello que las antiguas sabidurías aplicaban a todo fenómeno: no hay luz sin sombra, ni esplendor sin tinieblas.

En términos de coyunturas recientes, no podemos concebir el 54% de las elecciones del 2011 sin tomar en cuenta su contracara directa: la serie de las catástrofes iniciadas en la infraestructura de servicios urbanos durante el verano del 2012 (en el sistema ferroviario), y prolongadas durante el caos energético y policial del reciente diciembre de 2013.

Siempre habrá quien reaccione desde el polemos occidental contra las sinuosidades orientales simplificando cuestiones espesas  y enfatizando una sola cara de la verdad: o bien el gobierno popular es atacado por derechas impiadosas, insensibles incluso ante accidentes que a cualquier gobierno del mundo pudieran ocurrirle; o bien la desinversión en áreas claves de infraestructura desmiente los signos “progre” de la superestructura, atribuyendo la insensibilidad al propio gobierno.

La discusión no es superflua desde el momento en que el cruce de ambos vectores argumentales se produce sobre una cuestión esencial: ¿qué cosa cabe entender por “lo popular”. ¿Es el pueblo el sujeto a “incluir”, o bien una clientela a satisfacer?. El descuido de los bienes públicos afecta de modo ostensible las condiciones de vida de las franjas populares  y trabajadoras (sean estos vistos como víctimas del neoliberalismo o como mercados a conquistar), y por tanto no es políticamente prudente descuidar la calidad de estas estructuras para disputar en las superficies de la batalla “cultural”, corazón del diferendo del último decenio.

Por suerte el gobierno ha tomado debida –no es chicana- nota del asunto. Si bien es cierto que lo ha hecho de un modo curioso, por medio del discurso de la “catástrofe”. La idea nació con las inundaciones de La Plata (militancias mas fuerzas armadas). Aquella versión heroica dio la mejor frase de Cabandié: “sin militancia no hay estado”. Las cosas han cambiado. La Catástrofe actual depende directamente del ministerio se seguridad. En su cúspide están la experta en calamidades con experiencia en Haití, la eficaz Cecilia Rodriguez, junto con el cura Molina y el Vice –Rambo– Berni. Lo demás, son ministros ataja-penales, como Randazo, perfilándose como candidato a revertir el desastre de los trenes.
Imagino que los desprevenidos pueden creer que estas líneas son escritas por un opositor, dado que no explayo, por verguenza ajena, sobre la escena de Pino acordando con Cobos para contrabalancear a la burocracia de la UCR y el PS en Unen.

¿Qué queda entonces? Scioli. El único que le pone nombre y apellido al enemigo. ¿Qué dice Scioli? Que las fuerzas armadas deben actuar en torno al narco, que se ha convertido en asunto de seguridad interior…

No soy de los que apelan al yoga cuando el saber nacional mengua: pero haríamos bien en leer estos tiempos oscilantes con el Tao te ching en la mano.  

Crímenes más violentos a causa de cuerpos más violentados: entrevista a Bruno Nápoli

por Alejandro Farías


El alcohol y las drogas, la depauperación social y el efecto contagio fueron los motivos que explican el aumento de crímenes violetos en Mendoza. Con el objetivo de profundizar aún más en la búsqueda de las causas (y, en todo caso, de las posibles soluciones) que han llevado a la sociedad a vivir en una suerte de permanente estado de alerta y a las personas a cometer crímenes cada vez más violentos, consultamos a Bruno Napoli, historiador y docente, quien trabaja sobre temas de violencia institucional y terrorismo de Estado, desde el punto de vista histórico.


Para Napoli, la violencia debe analizarse a partir de que “son los cuerpos los que reaccionan violentamente”, y propone una práctica: “Si por ejemplo tomás un grupo y le decís ‘hablemos del fideicomiso equis por el cual se comprobaron 50 mil estafas’, van a hacer un gesto con la cara, van a levantar los hombros. Pero si les decís hablemos de Ángeles Rawson, todos los cuerpos se mueven en las sillas y quieren reaccionar y hablar y participar y levantan la voz, y la reacción inmediata física tiene que ver con que están más influenciados por un tema que por otro. Evidentemente, ahí caló hondo el mensaje de los medios, y esa es la influencia de la marca de la violencia en el cuerpo”.


– Hay un notorio incremento de crímenes que implican muertes y hasta robos comunes pero que cada vez se realizan con más violencia. ¿Desde qué punto podemos explicar que esto suceda?


– Yo siempre parto de la idea de la disciplina de los cuerpos, en qué contexto están disciplinados de manera absoluta los cuerpos en una sociedad, todo esto porque la soberanía de un país se entiende, como decía León Rozitchner, por la soberanía de los cuerpos. Los cuerpos son el espacio soberano nuestro, y esos cuerpos reciben diferentes tratos. No es la misma la experiencia que hemos tenido vos en los últimos 20 o 30 años de vida que la que he tenido yo, pero tampoco es la misma la carga en el cuerpo de un chico que trabaja en la calle, un hombre que trabajó toda su vida en el campo, un obrero que estuvo toda su vida encerrado en una fábrica, y cada vez que esos cuerpos se expresan, lo hacen de acuerdo a lo que aprendieron. Si son cuerpos violentados, van a expresarse violentamente, si son cuerpos bien tratados, van a hacerlo de manera amable. En esa lógica, un adolescente o un adulto que pasa muchos años de su vida en contextos de encierro, por ejemplo, en una cárcel, tiene una relación con el mundo violenta, porque su cuerpo fue violentado durante muchos años. Los reos que comienzan a tener salidas transitorias, lo primero que hacen cuando salen es tener problemas de violencia familiar o en la calle, y esto no es una justificación, simplemente es un pensamiento crítico sobre el trato con los cuerpos. Entonces, esto exige un trabajo profundo de parte del individuo y de la sociedad para poder empezar a pensar en tratarlo de otra manera y que él se piense de otra manera.


– Cuando hablás de violencia, me imagino que no sólo te referís a la física, sino también a la simbólica.


– Exactamente, porque pensá en un niño, porque la infancia es el espacio formativo del cuerpo humano, que esté viviendo en un espacio familiar profundamente violento en el que reciba maltrato físico y psicológico, lo más probable es que repita su maltrato físico y su maltrato simbólico hacia el otro, y ese espacio simbólico lo ocupa lo que aprendimos, pero también lo ocupa la mirada del otro. Pensaba recién, mientras venía en el subte [Napoli vive en Buenos Aires], en la cantidad de chicos que entran pidiendo o haciendo malabares, la cantidad de gente viviendo en la calle, y cuando nosotros pasamos por al lado de eso naturalizado, tenemos esa mirada social sobre la persona que está siendo maltratada por el ambiente, esos rasgos tan violentos de lo simbólicos con familias enteras viviendo en la calle, y que mi mirada sea indiferente también es parte de una construcción simbólica de la violencia. Para nosotros, eso es natural, pero si un hijo nuestro viviera en la calle nos desesperaríamos. Pero como es otro, y es un otro muy lejano, no nos desesperamos. Tal vez sí nos conmueve profundamente la imagen de un chico en África con hambre y donamos los centavos de un vuelto del supermercado para darles un techo, pero está lejos, lo cercano simbólicamente violento nos es muchas veces indiferente, y esa indiferencia carga las tintas sobre una violencia que vuelve. Si yo soy indiferente a la violencia, si no la trato, lo más probable es que después no la pueda controlar.


– Se me ocurre, a partir de esto, que estamos muy acostumbrados a una suerte de construcción de la otredad distante y no queremos ver la otredad inmediata.


– Me parce que ese es el punto. La otredad inmediata nos molesta sobremanera. Yo creo también, y en esto no voy a justificar al que mira indiferente, que muchas veces esa otredad nos carga de una angustia que no podemos resolver, entonces apelamos a la indiferencia. Y esta indiferencia puede ser individual, pero no puede ser social. Yo individualmente tal vez no pueda hacer nada, pero sí puedo hacerlo socialmente. Si estoy pensando en la convivencia, en un Estado y en una sociedad que tiene organismos que tienen que regular esa violencia y no lo hacen, ahí estamos fallando socialmente, fallando como grupo humano que supuestamente vive en comunidad, que tenemos reglas que ponemos para respetarlas. Pero esa indiferencia existe y esa construcción de la otredad tan cercana la tratamos de una manera muy indiferente, y eso hace que no haya posibles soluciones a las acciones violentas. Y también pensemos en esto, cuando un pobre roba, es un negro de mierda que está robando, y cuando se descubre el defalco de un banquero, se dice que es un ladrón de cuello blanco. Fijate la violencia simbólica que cargan esos lenguajes sobre un acto que, para mí, es el mismo, es robar, y está mal en todos sus órdenes, y no estoy queriendo moralizarlo, sino que digo que si está mal robar, no es cosa de negros o de blancos, sino del hecho en sí, que comporta una violencia muy grande. Y veámoslo así también: la violencia en la calle es una violencia que se nota, es específica, te dan un golpe, te pegan un tiro, te fajan entre varios, pero la violencia de los llamados de cuello blanco es una violencia que te puede dejar sin tu casa, sin tu sueldo, sin tu auto, sin tu tarjeta de crédito, con una hipoteca que te deja en la calle, como pasó en España, o sea, es una violencia profunda, a largo plazo, y sin embargo no es tomada de la misma manera, siguen siendo ladrones de cuello blanco unos y negros los otros.


– Volvamos a las violencias cotidianas de quienes no pudieron construir un cuerpo con el cual vivir pacíficamente. Ya adultos, ¿cómo los afecta lo económico, lo intrafamiliar, los mensajes de los medios de comunicación?


– Yo ahí haría una diferencia. Una cosa es la influencia de los medios y otra cosa es lo económico-social. Cuando se ven los casos de violencia, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, de cada diez homicidios, seis son entre familiares y amigos que discuten entre ellos, sacan un arma y se matan, y esos son registros oficiales, y vos fijate que es mucho menor la proporción de homicidios entre gente que no se conoce que entre la gente que se conoce. Por otro lado, cuando vos ves la escala social, hay un cruce horizontal. No importa si sos rico, de clase media, pobre, la violencia intrafamiliar es casi la misma. Y ahí sí yo pongo la diferencia con los medios, porque los medios generalmente remarcan mucho, porque también funcionan desde la otredad, que la violencia está entre las clases bajas, entre los pobres, y eso es muy interesante, porque en realidad no coincide con las estadísticas. Tenemos, por citar un ejemplo, el caso de Misiones en el que chicos de clase muy alta se paseaban en una cuatro por cuatro golpeando hasta la muerte a los pobres que encontraban en la calle, y no sé si judicialmente eso avanzó, porque también es cierto que judicialmente, si tenés dinerom, tenés muchas más posibilidades de sortear espacios legales, de dilatar una causa hasta que prescriba, pero si sos pobre vas con un defensor oficial y podés estar diez años, como pasa con el 80 por ciento de la población carcelaria de Buenos Aires, que está sin condena, y algunos desde hace diez años. O el caso de Matías Bragagnolo, que lo mataron acá en Capital en la puerta de un edificio, y lo mataron chicos de clase muy alta, y después, por tener abogados muy caros, demostraron que el chico había muerto por una enfermedad anterior a la golpiza, pero lo cierto es que se muere en la golpiza. Entonces, lo social, lo económico, tiene una influencia relativa, porque el corte es tranversal. Y lo mediático tiene una influencia distinta, por la diferenciación que hace, que es profundamente violenta, y porque también la violencia se muestra constantemente, a mí si hay algo que me preocupa y me duele, porque me deja conmovido, es la cantidad de imágenes violentas que se repiten constantemente en la televisión, de violencia de todo tipo. Si se filmó la muerte de alguien en la calle, ese video se pasa las 24 horas en todos los canales, y la verdad es que la sociedad muchas veces actúa por repetición, nadie nace asesino o ladrón, se hacen, no hay una marca en el ADN, pero se hace por repetición de lo que ve, y en ese sentido sí creo que los medios influyen. Como el caso de Ángeles Rawson, que se pasó casi en cadena nacional contando detalles de cómo la mataron, cómo la violaron, cómo la ataron, cómo la tiraron el container, y eso es profundamente violento y genera repetición. Y pensemos en otro ejemplo, con el caso de Candela, que fue una repetición absoluta pero tratado de otra manera porque era de otra clase, no era de clase media alta, era de un sector social más necesitado, y el tratamiento de los medios fue muy diferente, fue más violento, incluso la chica de clase media era un promesa a futuro y de Candela se llegó a decir que hasta tenía relaciones con un montón de hombres. El trato fue profundamente diferente, y esa simbología genera violencias alternativas. La sociedades también actúan por repetición, entonces, si yo estoy todo el día viendo escenas violentas, se graban en mi inconsciente, y esto está estudiado por comunicólogos. En definitiva, los discursos violentos, los discursos de la violencia, cualquiera sean sus formas, se transmiten en distintos formatos, a través del lenguaje físico y simbólico, y se apropian de los cuerpos, que reaccionan con ira, miedo, agresión, encierro. Pero su lado más trágico es que generan consensos, pues se presentan como soluciones fáciles a problemas difíciles. La frase “a estos hay que matarlos a todos” es una de las más escuchadas. Tengo la hipótesis que ese tipo de frases, en los 70 centralizada en el Estado y que la llevó a término a través de un exterminio vía terrorismo de Estado, en los 90 se atomizó y pasó a formar parte del discurso corriente, y ahora ya no es el Estado en su formato tradicional el que lo dice, sino cualquier vecino tomado por esas ideas violentas. Tal vez sólo pueda revertirse con discusiones amplias y críticas sobre nuestras propias prácticas y generando otros consensos, con posibilidades como estas, donde se puede hablar libre y críticamente sobre estos temas.


“El terror o la continuidad de la guerra por otros medios”: Entrevista a León Rozitchner

Por Conrado Yasenza

Es realmente la pobreza un mero estado económico o puede formularse que la pobreza es un estado de ser previo o anterior a la materialidad, a la sujeción ejercida sobre los hombres por las condiciones económicas de producción. León Rozitchner, uno de nuestros pensadores contemporáneos de mayor prestigio, accedió a profundizar el planteo a través de esta entrevista. 

 
– Me gustaría iniciar la entrevista con la siguiente formulación: En la actualidad todo ha sido reducido a ecuaciones de mercado y por ello la pobreza ha sido considerada como un estado meramente económico. Me parece que hay un estado anterior a la pobreza económica, que es la pobreza como “estado de ser”, estado que afecta no sólo a un sector social sino que abarca todo el entramado social.
 
– El planteo sería el siguiente: Cómo la cultura produce subjetivamente a los ciudadanos. Cómo la población es producida por la cultura, donde lo que impera es el capital como la forma privilegiada de la economía. Cuando te referís a estado previo, parece que éste fuese anterior a la economía, y en realidad ese empobrecimiento cultural, humano, ontológico, no es anterior a la economía sino anterior a que el individuo comience a funcionar en el campo económico. Pero también forma parte de una cierta concepción económica, de un cierto sistema de producción donde el empobrecimiento paulatino de la gente se evidencia como modo de ser, de imaginar, de pensar, de sentir; como acentuación del ser- persona. Se hace presente la historicidad del propio acceso a la realidad, lo cual implica también el despliegue de una relacionalidad con el mundo, que lo amplía en vez de achicarlo. Todo eso forma parte de una realidad que nosotros hemos visto, que se ha  ido achicando y empobreciendo paulatinamente. En ese sentido es bastante monstruoso lo que uno está viendo, que es la estupidización de la gente. Yo creo que se está hablando de enriquecimiento o pobreza como empobrecimiento o mayor capacidad de enfrentar las condiciones de realidad en el mundo, y de hacerse cargo que se está viviendo un momento difícil de la cultura mundial. Por otro lado es imperioso no sobrevivir solamente, porque eso no es vida, sino que es necesario enfrentar esto como una condición que de alguna manera está referida a poder abrirse o cerrarse al mundo, que sería como morir o empobrecerse.
 
– Básicamente, supongo que esto remite a dos líneas enfrentadas del pensamiento filosófico: el pensamiento hegeliano y el marxista. Hegel plantearía la pobreza como un estado de ser previo a la materialidad, y Marx como la relación entre sujeto y estructura, es decir, el sujeto instituido a través de la estructura económica que lo condiciona.
 
– En cuanto al pensamiento de Marx, depende de la lectura que se haga. Lo que ocurre es que los que lo leen son marxistas que dependen del sistema capitalista, y que al leerlo privilegian las relaciones de producción exclusivamente económicas. Pero en Marx las condiciones de producción no se refieren  sólo a la producción de cosas; él se refiere también a la producción de sujetos, de hombres. Por eso en la ideología alemana, Marx plantea que hay cuatro condiciones o presupuestos sin los cuales no habría historia, y por lo tanto los generaliza a todo proceso, que es lo que nos permite abordajes diferentes. Esas cuatro condiciones son:
 
– La satisfacción de necesidades.
 
– La producción de nuevas necesidades: ahí aparece la cultura.
 
– La producción de nuevos hombres: vemos aquí la producción de sujetos
 
– Y la cooperación. De manera que cuando Marx ubica como condición la producción de nuevos hombres, está mostrando que el sistema histórico no puede ser considerado solamente desde la producción de la economía, sino que tiene que ser considerado como un sistema productor de nuevos hombres que tiene en la economía una de las formas regulatorias, si uno quiere formularlo así, más importantes
 
– ¿ La economía no es instituyente en el sujeto?
 
– Depende, si uno entiende como economía las relaciones de producción, tal como se entienden en el campo estrictamente de la economía, considerada como una actividad  recortada de todas las otras, es evidente que Marx tendría que decir que no. La economía está determinada – y determina a su vez -, por lo religioso, lo político, lo científico, lo educacional, lo productivo, lo afectivo, lo imaginario. No se puede considerar un sistema productivo económico separado de toda la producción de la realidad cultural de la cual forma parte. ¿Se puede creer que el capitalismo exista sin cristianismo? No existe. El cristianismo es el fundamento, pienso yo, sobre el cual se va a desarrollar luego la depreciación de las cualidades humanas, que el cristianismo ha producido como concepción fundamental: la Virgen María, un Dios abstracto, el dios padre y el hijo que muere. Pero esta concepción de la inmortalidad y de la reducción de la maternidad a una situación en la cual está excluido el goce y la relación con el hombre, prefigura un campo de reducción, de desvalorización de la corporeidad humana que ha hecho posible que luego aparezca allí el capitalismo, también considerando a la corporeidad como aquello que puede ser explotado o destruido en su fundamento. Por todo esto no se puede considerar al capitalismo en su producción económica separado del resto de las producciones. La religión es un coadyuvante. El sistema capitalista aparece organizado a través de la producción de cosas, y por lo tanto la producción  de aquello sin lo cual el hombre no existiría, lo cual implica la transformación de la naturaleza. Hay que tener presente que la transformación de la naturaleza quiere decir la transformación de los nuevos sujetos que el sistema genera en la producción de hijos.
 
Cuando uno señala que las clases más pobres, desde el punto de vista económico, son las que tienen más hijos comparadas con las otras que teniendo con qué protegerlos o mantenerlos no tienen tantos, señala también una productividad determinada por el sistema, que es la producción de nuevos hombres en distintas condiciones, dentro de un mismo campo de familia y determinado por las condiciones económicas que penetran, por decirlo así, hasta la reproducción “biológica”.
 
– Volviendo a la pobreza como estado de ser ¿cómo lo definiría, teniendo en cuenta que es una condición que atraviesa todos los estratos sociales y que desde mi punto de vista hasta envilece?
 
– Principalmente hay que considerar que no es posible hablar de empobrecimiento de la gente sin entender que nuestra cultura, desde el siglo pasado, está determinada por el terror. El terror es el hecho monstruoso del capitalismo en el último siglo, que ha generado la muerte de millones de personas sobre el fondo de un sistema de producción que genera las guerras y el exterminio, y que requiere de ellas. Si uno piensa que el terror forma parte del campo de la producción, entonces se puede decir que la producción no está destinada a paliar o a fomentar la vida sino que está destinada a producir necesariamente muerte para incrementar el capital, que lleva necesariamente a la producción de más muerte. En la Argentina, de cada 10 niños que nacen 6 mueren por imposibilidad de tratarlos o por hambre. Esto es un sistema asesino agazapado bajo la apariencia de la normalidad. Entonces, para que la gente no atine a moverse, para que “la gran mayoría silenciosa” a nivel mundial acepte pasivamente estar sometida a su propia destrucción, y acepten la brutalidad como una forma de ser, ha sido necesario que el terror penetrara tan profundamente que cualquier resistencia que se pueda ejercer es vivida como muerte, como amenaza de muerte. Y en la medida en que el terror se ha diseminado existe hoy un extremo límite que supone que cualquier opositor político puede ser llamado terrorista, es decir, puede ser exterminado. Es un sistema de exterminio que se pregunta por qué han puesto una bomba que mató a 5.000 personas cuando el sistema mismo ha destruido a millones. ¿Puede uno creer que los norteamericanos se preguntaron por qué tiraron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, produciendo la muerte innecesaria de cientos de miles de personas?. No, a ellos no les importa. Ellos viven de deglutir y producir la muerte fuera de su hogar sin importarles nada. En la Argentina, como en otros países dominados, estos fenómenos que vivimos, esta monstruosidad del empobrecimiento, que también es muerte, es producto de la fabricación del capital sobre las condiciones de la gente, que están dominadas por el terror y la inmovilización. ¿Quién produjo en la Argentina esta estupidización, que se ha incrementado enormemente desde el 76 hasta ahora?. El genocidio. El genocidio es una amenaza ejercida como ejemplificadora en un grupo muy grande, 30.000 personas, que han sido asesinadas con la aceptación y el apoyo de la Iglesia, del poder económico, del poder político, del poder internacional. Cómo se puede hablar de pobreza sin tener presente que la amenaza de muerte vivida a través del terror hace que la gente no quiera saber nada de su propia vida, ni se plantee más interrogantes; que en última instancia, viva del entretenimiento, que es lo que difunden los medios de comunicación hoy, y que mantiene estupidizada a la gente para poder de alguna manera expropiarles todo lo poco que tienen.
 
– ¿Estas relaciones de terror vinculadas a las condiciones de producción, las cuales han anulado la lucha de clases o han destruido la clase trabajadora, tienden a generar un estado de brutalidad que a su vez arrasa con la subjetividad, con la posibilidad no sólo de ser sino de ser persona, de reconocerse a partir de reconocer una identidad?
 
– Si se piensa en lo que se ha hecho, durante el genocidio en la Argentina, sobre la clase obrera, que previamente ya estaba organizada sobre el fondo del peronismo que la sometía a través de los sindicatos, lo cuales eran evidentemente estructuras del Estado, se advierte que estas estructuras subsisten actualmente y por lo tanto subsiste también la no organización y el sometimiento sobre lo que pueda quedar de la clase trabajadora. A manera de ejemplo, en estos días estuve en Tolosa (una localidad cercana a La Plata), y vi que donde hubo una enorme central de talleres ferroviarios quedan actualmente sólo las ruinas de aquello. Esta imagen es equiparable a lo que puede observarse después de una guerra: un país bombardeado y destruido. Son enormes talleres que hace diez años funcionaban, aunque venían deteriorándose desde el proceso militar. Durante la guerra de las Malvinas, el gobierno militar estaba proponiendo la privatización de todo, cosa que después llevó a cabo (Carlos) Menem. La gente no quiere saber cómo ellos han sido hechos por el sistema y cómo tampoco han defendido nada. Cuando uno ve eso piensa que evidentemente hemos estado en una guerra; el país ha sido destruido por un poder interno al servicio de enemigos. Porque al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, a los Estados Unidos y a las empresas internacionales, se les abrió las fronteras por medio de la quinta columna, los vendepatrias, para que destruyeran todo. Y nadie dice nada, a lo sumo que fue una mala política económica, pero no señalan la profundidad de este desastre. El país ha sido aniquilado, vencido como si hubiera sido atacado por un enemigo feroz y bajo convenios adecuados para la destrucción. Si el poder militar no hubiera generado ese terror, ese miedo de enfrentar las cosas, la política de Menem no se hubiera podido llevar a cabo con el beneplácito de la gente. La población de este país está estupidizada, como lo está gran parte del mundo.
 
Volviendo entonces a la formulación inicial sobre las líneas de pensamiento filosóficas: Hegel no va a explicar esto porque para él una condición fundamental es la relación amo-esclavo como origen de todo. Esto no tiene nada que ver con la figura de un enfrentamiento adulto; acá estamos hablando de un enfrentamiento donde los niños son producidos por los adultos como sometidos.
 
– Ahora, en nuestro país ya hay segunda y tercera generación de personas que ni siquiera son pobres, son excluidos.
 
– Sobran. Están allí para que se exterminen solos, para que se mueran. No tienen existencia real desde el Estado. Lo vemos ahora, también en el gobierno de Kirchner: en el país de las mieses y el ganado, en el que se exportan productos primarios de alimentación, somos incapaces de darle de comer a la gente que se muere de hambre, y la miserabilidad se ve en la gente que protesta contra los piqueteros, porque no les importa que se mueran de hambre, simplemente quieren que no los inquieten, ni les corten el tránsito cuando van al trabajo. Pobres también ellos. Es repugnante esta realidad, que es también la mía.
 
– Bueno, a eso me refiero con la pobreza como estado de ser, a ese grado de miserabilidad o de estupidez, de individualismo que invade todas las clases sociales, incluyendo a la clase media.
 
– Lo que teme la clase media es caer en esa misma inevitable realidad. Están tomados por un terror interno que ni siquiera les permite salir a la calle; los ha inmovilizado y destruido. Basta ver cómo viven, observar las relaciones humanas. Uno ve en la calle, entre los cartoneros, relaciones de amor, de afecto, que tienen una intensidad que no se ve en otros sectores sociales. También se puede observar la miseria en la reducción del lenguaje. Tomo como ejemplo a los jóvenes del barrio de Belgrano: la palabra boludo utilizada con la misma intensidad por hombres y mujeres, es la palabra que resuena continuamente, que queda como eco y única expresión válida para nombrarse. Otro ejemplo es lo que ocurre cuando los jóvenes de clase media van a bailar: es tan intenso el volumen de la música que no pueden ni hablar, tienen que ponerse en sordina ellos mismos, y para hacerlo tienen que aturdirse. Esto el sistema lo sabe y los aturde.
– Luego de esta realidad de post guerra que describía anteriormente, ¿hay algún embrión de cambio real en cuanto a la conciencia social sobre este estado de terror y pobreza?
– Hay gente formidable que está organizando desde abajo comunidades para poder satisfacer las necesidades de la gente, comida, educación, pero son una minoría. En el Gran Buenos Aires todo está manejado por el clientelismo político, que compra conciencias con 150 pesos.
– ¿No vislumbra ningún tipo de cambio?
– No. No vislumbro absolutamente ningún cambio bajo las condiciones actuales, porque las jóvenes generaciones están peor que las anteriores, ya que están viviendo el resultado del fracaso, la impotencia y la cobardía de los padres.
– ¿Podría profundizar este aspecto?
– Bueno, lo que intento decir es que las dificultades que plantean, incluso se ve en análisis, en todos los casos tiene que ver con el terror y el ocultamiento; padres que tuvieron conductas de ocultamiento sobre los sucesos de la realidad, sobre lo que ocurría. Estas conductas se traspasan de abuelos a padres y de padres a hijos. Es un terror difuminado que de alguna manera se esparce y penetra y estupidiza a la gente. Son padres estupidizados, sin alegría vital, sin afectos. Para retomar el tema del lenguaje y graficar, la denominación generada desde Estados Unidos, tener sexo, es repugnante porque ya marca el nivel al cual ha sido reducido lo que planteas en relación a la pobreza de la gente. Antes se decía hacer el amor o tener relaciones, lo cual implica que el otro está presente. Hoy es tener sexo; tener, el tener una cosa. El sexo como un objeto, impersonal por completo.
– Volviendo a la referencia sobre el poder que anteriormente hacía, ¿puede definir o focalizar hoy el poder?
– El poder está en aquellos que tienen la posibilidad de aterrorizar a la gente. Y el poder en la actualidad lo encontramos en el gran capital financiero que se ha apoderado de todo. Compró la política, compró la religión, el Estado, el deporte, la educación – basta observar lo que es hoy la Universidad. El poder económico compró todo, y todo aparentemente funciona como si no se hubiese vendido. Todo esto constituye el gran poder, que por primera vez en el desarrollo del mundo, ha contado con la posibilidad de un poder exterior al Estado que al mismo tiempo compra el Estado, y todo lo que en él se vaya produciendo. Por supuesto que esto incluye todo lo que la cultura anterior había elaborado. Cuando se habla de corrupción  no podemos entenderla sin antes comprender lo que acabo de decir.
– ¿ Qué piensa que puede generar lo que describe en los jóvenes?
 
– Yo lo que hago es simplemente describir. No tengo por qué alentar a nadie, ya que si la descripción y la fuerza con que uno la realiza no sirve para resistir y enfrentar la realidad, quiere decir que aquel que no resiste ni enfrenta está perdido también. No tengo que ocultar lo que está ocurriendo. Lo peor que puede hacerse es lo que hace la izquierda más retrógrada: estar impugnándolo todo y hablando de revolución. Frente a la descripción de la realidad, qué revolución puede plantear la izquierda impugnadora que ha destruido la emergencia de los pequeños gérmenes de enfrentamiento que habían surgido, para tratar de reducirlos e integrarlos a una formación política que luego, cuando va a las votaciones, ni siquiera saca el 10% de la totalidad de los votos. Si bien algunas formulaciones son críticas lo que ocurre es que a partir de ellas se genera un estado de impugnación generalizado que los lleva a no poder ser eficaces; es como si la condena a la ineficacia estuviera unida a la amenaza de que si son realmente eficaces pueden también ser muertos. Yo creo que la izquierda hasta interiorizó la eficacia como una necesidad para su propia subsistencia.  
 
– Qué opina de la disyuntiva  planes trabajar – trabajo genuino. Lo planteo porque sé que hay muchas personas que ya no optan por alguna forma de organización que derive en la obtención o creación de trabajo genuino, y sí por quedarse con un plan trabajar.
 
– Creo que mientras se pide una debe aparecer la otra. No puede detenerse el Plan Trabajar, que es un plan beneficiario, pero éste no puede ser un reclamo social, humano. Es necesario, obviamente, pero tiene que estar acompañado de otro proyecto, sin el cual no hay posibilidades de producir ningún cambio. Permite la mera subsistencia –  son sólo 150 pesos -, y que luego un ministro como Roberto Lavagna  pueda decir que el índice de desocupación está bajando.
 
– Con relación a los piqueteros y la vinculación de éstos a los planes trabajar, hay desde los medios de comunicación, principalmente, un serio intento por criminalizar la protesta y la pobreza…

 

 

 

  Los políticos, los medios, la Iglesia denuncian y criminalizan la protesta, y sin embargo ellos son responsables, o por lo menos forman parte, del genocidio argentino. Entonces, esa violencia debe ser ocultada. Para entender lo que hizo Menem: fue ejercer el terror sobre el fondo de esa violencia ya convertida en campo político que posibilitó despojar a los vencidos de absolutamente todo, de aceptar cualquier entrega. Esa violencia callada, cotidiana, que vuelve a aparecer en nuestros días, esta violencia de muerte que es la violencia económica, y que a su vez es la guerra por otros medios, es una continuidad de la agresión – condenar a una persona a no comer es agredirlo, no brindarle salud es agresión -. Esta es la agresión fundamental del sistema y el sistema la ha convertido en algo natural. El problema actual que se plantea es si la muerte es erradicada del campo de la política o si permanece, como permaneció hasta ahora, formando parte del campo de la política. Es decir, si las categorías del genocidio argentino siguen imperando en el campo de la política a través de la impunidad de aquellos que tienen derecho a dar muerte a otro por oponerse al sistema de hambre. Este es un planteo que se radicalizó desde la posición que el gobierno de Kirchner adoptó con relación al Museo de la Memoria de la ESMA. Los medios de comunicación y los canallas de siempre no toleraron la posición fijada por el gobierno en este tema. La muerte, la tristeza, la falta de sentido de la vida que sobrevuela el país es lo que defienden aquellos que intentan sostener esta guerra para tiempos de supuesta paz.

 

¡Un sovietólogo en la Rosada!Un sovietólogo en la Rosada!

por Rosa Lugano


El jefe de gabinete de Cristina, Jorge Capitanich, ha declarado al diario Página/12: “Yo siempre repito una frase de Perón cuando decía que la Revolución Rusa tenía cuatro etapas: la toma del poder, que atribuía a Trotsky; la fase doctrinaria que le correspondió a Lenin; la fase dogmática que fue la de Stalin, y la institucional, de Kruschev. Esta etapa del peronismo le corresponde un afianzamiento institucional. En democracia la toma del poder no es revolucionaria sino a través del voto popular. Después, una etapa doctrinaria para plantear objetivos que deben ser aceptados por la mayoría del pueblo, y después una etapa dogmática para fortalecer esos principios. Ahora llega la etapa de carácter institucional, para que estos grandes cambios sean apropiados por la mayoría del pueblo argentino. Eso se logra generando conciencia sobre estos cambios.”
La secuencia es clara, aunque precisa de algunas aclaraciones para ser rotunda. En primer lugar, Trotsky, revolucionario socialdemócrata ruso, se integró a las filas del bolchevismo unos años antes de la Revolución de Octubre bajo el liderazgo de Lenin. Tanto en la frustrada  revolución de 1905, como en la del 17 fue presidente del soviet de San Petersburgo (o Petrogrado). Fue un dirigente esencial en la insurrección y, ya en el poder, en la constitución del Ejército Rojo. Esa historia apasionante está muy bien contada por el propio Trostky en su intento autobiográfico titulado “Mi vida”, recientemente editado en una versión óptima por el IPS (hay que agregar que Trostky fue además un enorme escritor: no por casualidad sus compañeros lo llamaban “Pluma”).
No hubo, pues, una etapa trotskista “de la toma del poder” y otra “leninista”, ya en el poder, más doctrinaria. Sin embargo, podemos entender, en las primeras estaciones de la secuencia del inesperado sovietólogo Capitanich que Néstor Kirchner sería mutatis mutandi una suerte de Trotsky/Lenin de la Argentina del período 2001 (año de la insurrección) hasta el 2007.
Lo realmente revelador sucede en la segunda mitad de la secuencia. En ella, Cristina aparece como una nueva Stalin, y él mismo como un nuevo Nikita Krushev. Podemos imaginar lo molesto que pueda ser para la presidenta esta comparación. Stalin fue un fiel ladero de Lenin antes de la toma del poder por parte de los bolcheviques. En una reciente edición en español del libro “Lenin. La construcción del partido” de Toni Cliff sobre la historia del partido bolchevique se revela que Josef Stalin realizaba heroicas expropiaciones al frente de un comando clandestino en la ciudad de Tiflis. Tras dirigir la URSS con mano de hierro y vencer militarmente a la Alemania nazi, Stalin murió en el poder en 1953, año en el cual se cocinó la subida al poder Krushev. El nuevo presidente comunicó al mundo, en el año 56 –XX Congreso del Partido Comunista de la URSS- los crímenes de la era de Stalin. Cientos de miles de asesinatos políticos, de detenidos en campos de concentración, juicios amañados contra la vieja guardia bolchevique, uso de la policía secreta para asesinar opositores en otras partes del mundo (en 1940 el agente de la KGV, Ramón Mercader asesina al mismo Trotsky en Coyoacán, México).
Nikita Krushev fue el presidente soviético de la guerra fría con occidente y de la vía pacífica al socialismo, periodo en el cual se sucedió la llamada “crisis de los misiles”, cuando la URSS desarmó su base militar en la Cuba revolucionaria para descongelar vínculos con el imperialismo norteamericano, en épocas de Kennedy (política de coexistencia pacífica denunciada entonces por el presidente Mao). En aquellos años Fidel Castro y Ernesto Guevara repudiaron a Krushev en público mientras las movilizaciones populares gritaban “Nikita mariquita, lo que se da no se quita”.
Si hubiésemos de proyectar esta historia de la URSS –que vía Perón se convierte en inusitada metáfora del peronismo- hasta los años actuales, bien pudiéramos imaginar que el sucesor del Coqui Krushev sería un Brehesniev, quien vino a anunciar la llegada de la URSS al comunismo, luego del periodo de desarrollo de las fuerzas productivas de la era socialista, para luego pasar a la historia como el período del gran estancamiento. Scioli, claro está, está pintado para eso. Más para acá, Gorvachov intentó revisar las estructuras con la famosa perestroika y la glasnot: ¿Agustín Rossi, Urtubey?. Como todos recordamos, tras el fracaso de la “reestructuración” siguió el neoliberalismo desembozado (Yeltsin): ¿Massa? Para finalmente recaer en el firme mando de la dictadura de Vladimir Putin. Esta es la cuestión que deja planteada involuntariamente Coqui: ¿Quién se prepara para vestir las ropas de la dictadura capitalista? ¿Cómo se prepara la lucha autónoma de las masas para enfrentar “a los enemigos del pueblo”, esos que siempre hablan de defenderlo?

Del cookismo al coquismo. Primer informe

por Marcos Santoro


La primera y única Unidad Básica que logré fundar con algunos amigotes la llamamos John William Cooke. No tuvo la menor importancia, salvo para dos o tres de los que participamos en ella. Eran 16 metros cuadrados baratos, habitados con mucho calor humano, mucha juventud dispuesta, mucho mate, mucho cigarrillo, algo de garche, algo de discusión. Así pasábamos las noches. Si no recuerdo mal alquilamos el local en el año 90, con Menem presto a sancionar los indultos, preludio de la era convertible. Con ese nombre, claro está, queríamos reafirmar una pertenencia al movimiento nacional por izquierda cuando toditos los hechos y toditos los signos se orientaban inexorablemente hacia la derecha. No éramos jóvenes setentistas, éramos una banda de semilúmpenes condenada al extravío desde mediados de los ochenta, cuando empezamos, por decirlo así, a militar todos los días en el barrio. Volanteadas, mesas, festivales, reuniones. En promedio leíamos bastante: documentos y libros sobre el peronismo y la izquierda, las cartas de Cooke y Perón, los números viejos de Envido y Unidos. No se nos ocurría, todavía marcados por la fuerza oral del mito bravo de la resistencia, que el destino de la militancia fuera el de ser funcionario en algún dependencia municipal, provincial, o nacional. A compañeros como Coqui Capitanich ya por entonces sí. Se formaban para eso. Estudiaban economía y administración. Y lo bien que hacían.
El semblante del Coqui se me ocurre parecido al del viejo Sandrini, con inflexiones lenguaraces de un técnico del Banco Mundial. No exagero: Coqui tiene algo de Luis Sandrini en la mirada diagonal, convencido como está de ser un actor que llegó para quedarse en la comedia argentina. Pagni, la pluma lúcida del periodismo liberal-conservador lo subestima demasiado. Y creo que se equivoca porque entiende muy bien los procesos de larga duración pero no tanto a los individuos y sus oscuras motivaciones. El historiador preocupado por la disolución del bipartidismo le gana más de una vez al periodista, y el resultado es, en general, bastante malo. Sea como sea, me importa Coqui y no Pagni, que es un tema del compañero Maccia. Coqui es una de las esperanzas de continuidad del proyecto nacional y popular. No es la única. Tal vez no sea la mejor. Pero quienes sabemos arreglarnos con poco no despreciamos su inscripción política, su lealtad y su semblante sandrinesco.
¿Habrá sido el Coqui lector entusiasta de Cooke como fuimos nosotros? Me han dicho que sí, y ahí cifro la apuesta a seguirlo de cerca, aunque no alcance ese rumor para redondear el primer informe. El dato posta es que sabe mucho de fútbol y que tiene un método todavía no aplicado para conducir cualquier equipo al triunfo. Con las patas en la orilla del río, mientras charlábamos de estos módicos entusiasmos, un amigo me recordaba sin malicia que en el 2012 Chaco organizó un partido de fútbol entre las selecciones de Argentina y Brasil que se suspendió por un corte de luz. Tambaleó entonces el prestigio coquista de político previsor. En diciembre la luz de las privatizadas y las tinieblas policiales lo tuvieron a mal traer. A nosotros también. Dicen que todavía no puso en práctica el discurso del método. La razón popular sabe que todo es cuestión de tiempo y fe. Se abre nomás un compás de espera. En eso estamos.  
19 de Enero 2014
Posdata dominguera. Finalizo el informe en la madrugada, me levanto y leo la entrevista que Pág./12 le hizo hoy a Capitanich. Todas mis impresiones buenas se reafirman, y sin embargo, para terminar de perfilar su descripción del actual proceso político utiliza una vieja analogía que me deja un tanto perplejo. Dice así: “Yo siempre repito una frase de Perón cuando decía que la Revolución Rusa tenía cuatro etapas: la toma del poder, que atribuía a Trotsky; la fase doctrinaria que le correspondió a Lenin; la fase dogmática que fue la de Stalin, y la institucional, de Kruschev. Esta etapa del peronismo le corresponde un afianzamiento institucional. En democracia la toma del poder no es revolucionaria sino a través del voto popular. Después, una etapa doctrinaria para plantear objetivos que deben ser aceptados por la mayoría del pueblo, y después una etapa dogmática para fortalecer esos principios. Ahora llega la etapa de carácter institucional, para que estos grandes cambios sean apropiados por la mayoría del pueblo argentino. Eso se logra generando conciencia sobre estos cambios.” Peronismo y revolución rusa, institucionalización y kirchnerismo: ¿cómo leer esta analogía de etapas y nombres propios que termina colocando tan cerca al propio Coqui de Nikita Kruschev, líder soviético durante la guerra fría? Algo tendremos que decir en el informe de febrero.   

Etapa superior del cristinismo

por Diego Valeriano


Lo genuino es lo verdadero. No se trata de una verdad como opuesta a la mentira. Lo verdadero acá es lo sentido, lo que nace de la indefensión que mañana diez mangos son nueve. La playa explota, uno al lado de otro. La arena ni se ve. Pasa uno que vende agua y la botellita está a 17, el próximo 20 y al que nos pide 25 le pedimos un pack. La guita quema al sol. La playa es el otro que pasa vendiendo choclos. Los seis a Carlitos todos los días. La inflación es la etapa superior del modelo, del hombre nuevo. La confianza no como abstracción, no como mero acto de fe sin consecuencias ni responsabilidades. Ya nadie confía, entonces consume. Siempre fue así, pero nunca estuvimos tan preparados para esto. Tan predispuestos. En la carnicería de Gesell hay que hacer cola para que te rompan la idem y mientras masticas un asado horrible te prometes que nunca más volvés. ¿tenes vacío hoy? Hay un nigeriano en cada balneario. Una feria en cada localidad balnearia… sale mucho la camiseta nueva del Barcelona, las remeras de los Stone y las Adinet. Los churreros atraviesan toda la costa y los taclean para que paren. ¿100 la docena? ¿estás en pedo? ¿vos querés?  Tres docenas. Clarín miente, pero más miente el pibito que me lo vende un jueves a 12… y se queda con tres porque no tiene cambio. La inflación es un coadyuvante del modelo, nos lleva a exigirnos más, a ser cada día mejores, a desarrollar nuestro cristinismo vital. Disciplinados de manera absoluta los cuerpos en el mercado, cada vez más preparados a los golpes para surfear la inflación. Ruta 2, puente 12, camino de cintura. Camping del sindicato con buffet y pileta de agua salada. Una, tres, cinco Quilmes. La suma de operaciones no decanta necesariamente en algo. Nuestros cuerpos de la década ganada forjados capilarmente se han disciplinado para actuar en la inmediatez. Un recargo del 7% todos los meses para no perder guita me explica la almacenera mientras me dice que las dos leches y el pan son 64$. Nuestras capacidades sensibles están disciplinadas de manera absoluta.  Los cuerpos de mercado construyen su soberanía a fuerza de liberarse. Que mejor que vernos en acción, en la medida en que los sistemas de signos no hacen lectores. En algún momento pensamos que la economía devino nodo. La inflación  podía presentarse como un caos, una enorme dispersión de fuerzas. Pero este verano algo nuevo nos aparece, hay un punto de conexión, sin ninguna cualidad que necesariamente la ordenara de manera previsible constituía una evidencia. El consumo te entrega un tipo de sabiduría llamativa, una sabiduría atolondrada, de hombre nuevo que hace que descubramos de manera luminosa que la inflación es la etapa superior del cristinismo.

El tiempo político y los caprichos de la fortuna

por Juan Pablo Maccia



¿Por qué Cristina no radicalizó aún más el proceso político en curso desde 2003? Cuando el conflicto con “el campo” y la famosa resolución 125, hubo una autentica proliferación de militancias sociales, políticas juveniles a favor de la presidenta. Luego de una serie de medidas democráticas y populares vino el triunfo arrasador del 2011 con el 54%. ¿No era ese el momento de radicalizar, de asumir el paso de una minoría “intensa” (La Cámpora, el Evita, la audiencia de 6, 7 y 8) a una mayoría neta?

Nunca lo sabremos. Pero si había un “momento” para desbloquear el proceso de radicalización democrática –para usar el lenguaje del colega Ernesto Laclau- era ése.

Sea lo que fuere que llevó a romper con Moyano –entonces líder de la CGT-, el tiempo nuevo que debiera haber justificado esa ruptura nunca llegó. Y no lo hizo, creo, porque unos pocos meses después del 54% llegó la tragedia de Once.

Según Trotsky -hombre involucrado en las tragedias de la historia del siglo XX si los hay- las férreas leyes de la historia se manifiestan en los detalles más superficiales, esos a los que solemos llamar “accidentes”. 

Hay una lógica inescrutable en los caprichos del azar. De eso hablaba Maquiavelo cuando reparaba en la “fortuna”. Y advertía: cuando las armas del príncipe resultan eficaces para vencer una o más batallas en nada piensa menos que en cambiarlas. Es el tiempo político favorable, en que la fortuna –que es mujer y quiere ser seducida- nos sonríe.

Pero ese tiempo se acaba un día. Y todo lo que antes resultaba favorable invierte inapelable su signo. Eso ocurrió durante el verano del 2012. Y ocurrida la primera catástrofe, todas las demás –reales o inventadas- se acumularon a la misma cuenta.

Después se fue el Comandante Chávez y lo reemplazó Francisco, con la misma crueldad con que Messi desplazó de la pantalla a aquel Maradona que viajaba en tren a Mar del Plata, contra el Alca (¿alguien se acuerda de Bonasso?).

A esta altura el lector se encuentra justificado a preguntar ¿qué hubiese sido concretamente una “radicalización” del proceso? No pienso en ninguna medida concreta, sino en una iniciativa precisa destinada a sortear el inciso que impide la re-reelección presidencial.

Lo único radical en política es asegurar el porvenir.

No hubo tiempo. ¿No lo hubo? En todo caso, y mirando a los próximos meses: ¿qué hacer con el tiempo que resta?

La Tablada: Patrulla perdida

Una suma de imágenes: así aparece en la memoria, año tras año, el copamiento del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 en La Tablada. Durante mucho tiempo los protagonistas de la toma se mantuvieron en silencio. Veinticinco años después algunos creen que llegó el momento de hacer públicas las deudas pendientes.

Potencias y problemas de una política del 99%: entrevista con Jacques Rancière

por Amador Fernández Savater


Querido Jacques Rancière,
con un poco de vergüenza por la reiteración del gesto [¡es ya la cuarta vez que acribillo a preguntas a Rancière!], me animo a proponerle una nueva entrevista.
El caso es que me parece que en su trabajo hay aportaciones muy valiosas para pensar el 15-M (o movimiento de “los indignados”) y sus distintas secuelas, prolongaciones y metamorfosis (mareas, movimiento contra los desahucios, etc). Y, de hecho, es usted uno de los pocos filósofos (digo entre los muy conocidos) que ha prestado atención y ha dado valor al movimiento, sin considerarlo desde sus “limitaciones”, sino más bien desde sus “potencias”.
Más allá de las acampadas, con el 15-M ha emergido con fuerza la posibilidad de pensar una nueva política, ciudadana y no partidista, que se extiende un poco por todas partes (aun sin nombrarse ya 15-M) y que ha abierto para todos muchas preguntas. Y precisamente en torno a ellas he preparado el cuestionario, sin esperar tanto respuestas como más bien inspiración para repensar las propias preguntas.
Me hago cargo del volumen de trabajo que tendrá usted y de la cantidad de requerimientos de este tipo que recibirá. Lo único que me atrevo a decir para animarle es que pocas veces ha habido en la España de los últimos tiempos tanta necesidad y deseo de leer, conversar y pensar. Ojalá las preguntas entren en resonancia con las cuestiones que esté trabajando usted ahora mismo y responder pueda serle útil en algún sentido.
Un saludo,
Amador

1- Sobre la inclusividad y la “política del cualquiera». El primer 15-M de las plazas llamó “inclusividad” a algo que podría resonar con lo que usted ha nombrado como una “política de cualquiera”. En sus maneras de hacer y decir, trató siempre de que cupiese cualquiera, de interpelar a cualquiera, sin dirigirse a bloques o grupos determinados (sociológicos o ideológicos), sino más bien a personas singulares y a un 99% simbólico. Las banderas y las siglas (y en general todas las señas identitarias que provocaban división) quedaron desde el primer momento fuera de la Puerta del Sol.
Pero hay quien piensa que ese “nosotros abierto” se consiguió al precio de borrar u ocultar las diferencias y los conflictos internos. Por ejemplo, las diferencias de acceso a ese “nosotros” entre ciudadanos con papeles e inmigrantes sin papeles. El cualquiera del que usted habla, ¿es abstracto? En las manifestaciones de la “política de cualquiera” que usted ha investigado, ¿cómo se piensa y se elabora esa relación entre el cualquiera y las identidades-diferencias particulares?
Jacques Rancière. Es importante comprender que hay dos figuras del “cualquiera”. En primer lugar, el sujeto de la política es el sujeto creado por la acción política misma, el sujeto creado por una manifestación y una enunciación colectiva, el sujeto que se crea cuando la acción política dice “nosotros”.
Esto significa que una subjetivación se define, no por una identidad previa, sino por los actos que genera, por la modificación que estos actos ocasionan en el tejido normal de las identidades, los lugares y las ocupaciones [lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo sensible”].
El “nosotros” se distingue así del sujeto político concebido a la manera clásica de la clase y la vanguardia porque no se define por un conjunto de propiedades, ni por una interioridad compartida que se traduciría en acciones exteriores. No preexiste, son más bien sus propias acciones las que lo crean.
En segundo lugar, esa afirmación colectiva se dirige a individuos cualquiera a los que propone incluirse sin preocuparse por conocer su pertenencia social. Quienes se incluyen pueden hacerlo en tanto que “personas”, en tanto que miembros de un grupo de afinidades personales o en tanto que militantes de tal o cual colectivo. Lo esencial es que el “nosotros” pueda estar abierto a cualquiera que lo desee. De hecho, la suspensión de las identidades particulares marca generalmente el comienzo de los movimientos, así como el retorno de los conflictos entre grupos indica muy a menudo su declive.
Por otra parte, está claro que no todo el mundo es igual de entrada en cuanto a la posibilidad de manifestarse y a la disponibilidad para ocupar la calle. El tema es que no se sientan excluidos por la forma de las acciones.
En todo caso, hay que evitar tratar la relación entre 99% y 1% en términos estadísticos. Y sin duda podemos discutir incluso de la pertinencia de la fórmula. No es 99% contra 1%, sino una figura del pueblo contra otra. La figura de un pueblo a construir sobre la base de la presuposición igualitaria contra el pueblo que administran nuestros gobernantes, pero también contra las “mayorías silenciosas” a las que apelan o contra el pueblo identitario que se concentra en manifestaciones como la “mani para todos” convocada por los que se oponen al matrimonio homosexual en Francia.
2- Sobre la figura del enemigo. El 15-M ha estrechado muchísimo la figura del enemigo: es el 1% de la oligarquía financiera, política y mediática. Y eso no sólo “teóricamente” o en los discursos, sino también en las calles. Por ejemplo, en la práctica del “Stop desahucios”, la interpelación firme pero humana hacia el otro (bombero, cerrajero, también policía) ha producido numerosas grietas bajo los uniformes y las funciones asignadas.
¿Cómo pensar hoy la figura del enemigo, más allá de la lógica de la lucha de clases? ¿Quién es hoy el enemigo? ¿Hay que confrontarlo, destruirlo o simplemente sustraerse a él? En resumen, ¿cómo entender esta frase suya: “(la política crea) escenarios de interlocución que reconocen al enemigo como parte integrante de la misma comunidad”? 
Jacques Rancière. La pregunta contiene varios problemas. En primer lugar, la diferencia entre la política y la guerra. La política es una manera de incluir al enemigo. No se trata de generosidad. La forma misma de la acción política instituye una esfera de universalidad, y la constitución de esa esfera sirve de test sobre la capacidad misma de las partes en lucha.
Un ejemplo. Investigué especialmente esas situaciones que pertenecen al nacimiento de la huelga en el siglo XIX, donde los obreros instituían con los patrones una escena de discusión pública que, para los patrones, no existía, porque la negociación de las condiciones de trabajo era para ellos un asunto privado entre personas. Los patrones no tenían ninguna razón para aceptar esa escena de discusión, pero ese rechazo significaba una inversión de los papeles: el colectivo obrero afirmaba su potencia como sujeto intelectual frente a los que no veían en él más que una jauría brutal, mientras que la capacidad de los patrones quedaba reducida simplemente a las armas de la policía.
Es cierto que esta figura de interlocución estaba muy vinculada a una lógica de la política como lucha de clases. Hoy existe una política de la lucha de clases desarrollada por la clase capitalista bajo la bandera de la economía y la necesidad económica, pero en el otro bando no hay apenas nada que corresponda a lo que fue la política obrera de la lucha de clases. Es esta situación la que traduce precisamente a su manera la fórmula del 99% contra el 1% considerada desde el punto de vista estadístico.
Esto significa, concretamente, que no hay en la actualidad una figura fuerte de inclusión del enemigo. Por un lado, hay una figura de separación que otorga mayor importancia a la afirmación de autonomía que a las estrategias del conflicto y, por otro lado, la figura de las acciones violentas simbólicas (de tipo enfrentamiento con la policía y destrucción de cajeros automáticos al final de las manifestaciones) que, inversamente, otorga mayor importancia a la designación del enemigo que a la afirmación colectiva. Pero también existen esas acciones que su pregunta evoca, en el curso de las cuales se fisura el frente de los representantes de la autoridad.
No hay respuesta general: es en la acción misma donde podemos conocer al enemigo y saber cómo comportarnos con él. No se puede “evitar” al enemigo. La cuestión es cómo nos diferenciamos de él: o bien privilegiando una visión estratégica de los golpes que le dirigimos, o bien privilegiando la diferencia de formas de pensamiento, de vida y de acción que le oponemos. Yo considero que es posible adquirir más fuerza por esta segunda vía.
3- Sobre subjetividad y subjetivación. Usted ha puesto mucho énfasis en la importancia de la subjetivación. La política no “expresa” un sujeto latente o preconstituido (como ocurre por ejemplo en la teoría de Toni Negri sobre las “multitudes”), sino que lo crea. Crea un “espacio de sujeto” donde cualquiera puede contarse.
¿Cómo pensar la relación entre nuestra vida cotidiana y ese proceso de subjetivación? La subjetivación es ruptura y creación, pero creamos a partir de nuestra experiencia cotidiana (en el trabajo, en la ciudad, en las redes). El filósofo Cornelius Castoriadis utilizaba el término “elaboración” para pensar la misma cuestión en el movimiento obrero: la subjetivación obrera, decía Castoriadis, “elabora creativamente” la experiencia cotidiana del trabajo en la fábrica.
¿Tiene sentido para usted pensar qué relación hay entre experiencia cotidiana y subjetivación? ¿Sirve de algo estudiar las situaciones de vida para pensar la política?
Jacques Rancière. Resulta claro que la subjetivación política no nace como una emergencia radical si convenimos en que no opone un grupo a otro, sino un mundo a otro. La formación misma de ese mundo tiene un origen doble. Por un lado, es fruto del proceso de separación que la acción misma produce al crear otro uso del tiempo y del espacio, otros lazos entre los individuos, otros posibles en el pensamiento. Pero también es el resultado de una multiplicidad de transformaciones en las prácticas y las formas de vida y de pensamiento.
Hay dos grandes tipos de transformaciones “subjetivadoras” de este tipo. En primer lugar, la creación de lazos, a través de las experiencias concretas de solidaridad en el trabajo, en la lucha, pero también a través de las formas de intercambio que pueden experimentar las personas en la vida cotidiana o a través de los distintos servicios que pueden prestarse entre sí. Y, en segundo lugar, las diferentes maneras en que las personas escapan a las rigideces de su identidad: mediante la apropiación de una cultura diferente, como por ejemplo entre los autodidactas que he estudiado, o actualmente mediante la experiencia de los viajes y de la multiplicidad de culturas.
Una subjetivación política es el encuentro de estos dos componentes: el lazo que se opone a la separación de los individuos y el devenir-otro que rompe con la asignación identitaria. Pensar las transformaciones y las interacciones entre esos dos componentes nos permite salir de las oposiciones rígidas entre lo individual y lo colectivo, entre lo cotidiano y la política. No hay oposición entre esos dos términos, sino siempre un cierto trenzado de lo individual y lo colectivo, del tiempo cotidiano y el tiempo del mundo.
4- Dejar de ser, politizar lo que se es. La política como subjetivación consiste de alguna manera en “dejar de ser lo que hay que ser” e inventarse un cuerpo nuevo, capaz de otras cosas. Por ejemplo, usted ha estudiado cómo la subjetivación obrera inventó nuevos cuerpos capaces de hablar o escribir, dejando de ser así simples “mulas de carga”.
En torno al 15-M y sus prolongaciones, hemos visto a médicos, profesores o periodistas que, más que dejar de ser lo que son, se activaban políticamente desde su posición. Más que abandonar su lugar y función, lo politizaban, defendiendo el derecho universal a la salud o la educación. ¿Podemos entender esas formas de politización como subjetivaciones? 
Jacques Rancière. “Politizar una función” es una expresión ambigua. La defensa del derecho universal a la salud o a la educación no es una reivindicación específica de la profesión médica o docente, sino una reivindicación igualitaria general.
Por supuesto, el ejercicio de la medicina, de la enseñanza, del periodismo o de la magistratura, nos enfrenta a cuestiones muy específicas de opresión y libertad, de igualdad y desigualdad, que suscitan energías militantes. Pero un médico que milita por el derecho al aborto o contra el encierro psiquiátrico o que participa en un consultorio gratuito no lo hace únicamente como médico, sino vinculando su práctica de la medicina a una idea de igualdad de los sexos, de libertad de los individuos o de solidaridad social.
Entre los militantes de los movimientos sociales y revolucionarios, siempre ha habido médicos, abogados o profesores que han participado en la acción política sobre la base de su experiencia profesional. Por tanto, no hay que hacer de esos compromisos una novedad que significaría el relevo del movimiento obrero por nuevas categorías sociales o el relevo del militantismo de lo universal por un militantismo de las especificidades. 
5- Sobre lo común y las comunidades. Usted ha escrito que la idea de socialismo contiene la idea de una gestión asociativa y democrática de los bienes comunes (la educación, la salud, los transportes, el agua, etc.).
¿Qué formas de comunidad son necesarias para ello? ¿Son suficientes esas “comunidades de aparición, azarosas y aleatorias” que según usted surgen en los “momentos políticos”?
Pensar formas cotidianas de gestión democrática y asociativa de lo común, ¿no nos obliga a pensar en un tejido social sólido, con relaciones duraderas, compromisos fuertes e instituciones estables? ¿Es ello compatible con las subjetivaciones móviles, intermitentes y no identitarias de las comunidades de aparición?
En definitiva, ¿puede estabilizarse un “poder de cualquiera” (o del 99%)? ¿Puede hacerlo sin recaer en las formas jerárquicas de división del trabajo y reparto de las funciones? ¿Tiene usted experiencias de ello en mente?
Jacques Rancière. Desde luego no me corresponde a mí encontrar la solución a los problemas en torno a los cuales han tropezado tantos movimientos colectivos de ayer y de hoy.
Hay un primer nivel de la cuestión sobre el que se puede responder lo siguiente: la experiencia ha demostrado que las formas de gestión común de los problemas que afectan a la comunidad no pueden ser aplazadas sin perjuicio a un futuro subordinado a las estrategias de toma y ocupación del poder. No se puede separar la lucha por lo común y la organización de lo común.
Una vez dicho esto, se presentan otros problemas. Por un lado, la cuestión de qué formas de contra-sociedad igualitaria pueden establecerse en el seno mismo de la sociedad desigualitaria. Y, por otro, la cuestión de qué formas de organización ello requiere.
Sabemos que en el pasado han existido -por ejemplo en los movimientos anarquistas o comunistas, y especialmente en el movimiento anarquista español- formas fuertes de contra-sociedad: cooperativas de producción, formas de vida colectivas, instituciones educativas y culturales. Es evidente que todo ello formaba parte de una fuerza colectiva que se traducía también en medios poderosos de lucha y una visión clara del porvenir. Los movimientos democráticos recientes han vuelto a poner en el orden del día el aspecto de las instituciones alternativas, pero parece como si les correspondiera a ellas constituir, de la nada, el terreno de lo común, mientras que en el pasado era el terreno de lo común el que fundaba las instituciones alternativas. Es un problema que no se va a resolver apelando a la espontaneidad o a la organización, ni queriendo sustituir un militantismo de clase por un militantismo de las comunidades.
Los compromisos estables de ayer dependían más de la solidez de los horizontes de esperanza que de las disciplinas de organización. Las “comunidades de aparición” están atravesadas por la oposición entre identidad y subjetivación. Y la constitución de un común vivido va más allá, forzosamente, de la acumulación de fuerzas que requieren los objetivos militantes específicos.
6- Sobre política y tecnología. El “clima” político de esta nueva política ciudadana se comunica, extiende y amplifica a través de Internet y sus redes sociales (las más vulgares y masivas, como Twitter y Facebook).
Desde hace ya diez años, observamos una correspondencia entre la socialización de las herramientas comunicativas más allá del ámbito activista (de Indymedia a los blogs y las redes sociales) y la emergencia de procesos de nueva politización protagonizados por la gente común (desde el “no a la guerra” y la respuesta social tras el atentado del 11 de marzo de 2004 hasta el 15-M). Como si las redes hubieran ayudado a hacer más participable y móvil la cosa política.
¿Cómo pensar el uso político de las tecnologías? Está el punto de vista de la neutralidad: la tecnología es un instrumento neutro que sirve para lo bueno y para lo malo. Y está el punto de vista determinista: la tecnología suscita por sí sola transformaciones sociales (revolucionarias o catastróficas). ¿Le interesa esta cuestión, le parece relevante, podría haber un tercer punto de vista? 
Jacques Ranciére. Tenemos suficientes elementos para señalar los límites de los dos puntos de vista. Un instrumento técnico que sirve de medio de comunicación no puede ser nunca simplemente un medio neutro para cualquier fin.
La cuestión de los “medios” siempre ha estado sobredeterminada por la relación entre los que viven en el universo de los fines y los que están confinados en el universo de los medios: a quienes se llamaba por esa razón hombres “mecánicos”. Dicho de otro modo, cualquier novedad técnica entra en el seno de un determinado reparto de lo sensible donde la misma eficacia técnica está modulada por una distribución de las capacidades y los papeles sociales. De modo que una novedad técnica no se basta a sí misma para definir un nuevo reparto de lo sensible.
La tesis catastrofista reaparece ante cada nuevo medio: cine, radio, televisión, internet, redes sociales. A pesar de lo que pueda tomar prestado a las profundidades filosóficas heideggerianas o al rigor científico y político del marxismo, esa tesis remite siempre al viejo mito de la caverna que presenta a los ignorantes manipulados por aquellos que mueven los hilos.
Ahora bien, a pesar de todos aquellos que asimilan Internet a la vigilancia totalitaria, las redes sociales han servido por ejemplo en China para construir formas de información y circulación de las ideas que se oponen al monopolio del Estado policial. Y en nuestros países, supuestamente abocados al individualismo consumidor, han permitido que las personas separadas entre sí por las nuevas formas de trabajo se comuniquen, se encuentren, reconozcan lo que les une y tomen confianza. De ese modo han proporcionado una figura material al poder de los anónimos.
Pero ese efecto no es inherente al medio técnico. Cada día constatamos que el mismo medio es también una vía de expresión y difusión de todos los fantasmas identitarios, racistas, sexistas y demás.
7- Sobre la subjetividad neoliberal. Si el poder consiste en la producción de subjetividad, ¿cuál es la subjetividad que se produce hoy en día? ¿Existe algo así como una “subjetividad neoliberal”? ¿En qué consiste? ¿Podríamos hablar, en este sentido, de un poder que no está fuera de nosotros, sino que nos atraviesa y conforma evitando sin embargo los efectos despotenciadores de “naturalización”, “victimización” o “culpabilización”?
Jacques Rancière. Hay que resistirse a todas las descripciones del mundo contemporáneo que nos lo presentan como un mundo homogeneizado por la ley del mercado que configura una pequeña burguesía globalizada. Muy al contrario, lo que llamamos neoliberalismo es un proceso de diferenciación extrema.
¿Cuál es la subjetividad “neoliberal” de los obreros y las obreras de Bangladesh que fabrican -por un salario que recientemente ha alcanzado los 65 dólares al mes- los jerséis que se venden en nuestros supermercados? ¿Y la de los obreros migrantes chinos, sometidos a un régimen de pasaportes interno que recuerda a las cartillas obreras del siglo XIX en Europa?
En nuestros propios países europeos, el neoliberalismo no suele producir las formas de conciencia “liberal” supuestamente homogéneas con respecto al culto de la libre empresa y la libre circulación de capitales y mercancías. La violencia de las manifestaciones contra el matrimonio homosexual en Francia, el furor evangélico de los anti-abortion en Estados Unidos o las recientes leyes contra el aborto en España prueban la vanidad de las tesis dominantes sobre la correspondencia entre liberalismo económico y libertad sexual.
Hay, de hecho, formas múltiples de conexión y desconexión entre diferentes tipos de libertad. Por ejemplo, las campañas en favor del consumo instruido y responsable que desarrollan diferentes asociaciones de consumidores y grupos ecologistas que se presentan como opuestos al sistema dominante refuerzan a menudo el modelo dominante de “libertad” propuesto por el sistema: el de la libertad como instancia de elección, guiada por el conocimiento.
Por otro lado, cierta interiorización del modelo neoliberal ha tenido como efecto -positivo, al fin y al cabo- el cuestionamiento de una fe demasiado facilona de las conciencias progresistas de mi generación que consideraban la potencia colectiva como algo ya dado e identificaban muy ligeramente el socialismo y la gestión estatal de los medios de producción . Y ha creado formas de conciencia y de acción militantes para las cuales la potencia colectiva no es algo dado, sino a construir en la acción misma.
8- ¿Qué es una victoria o un logro en política? El 15-M ha producido infinitos efectos en la sensibilidad y la percepción del mundo, desplazando los límites de lo visible y lo invisible, de lo posible y lo imposible, de lo tolerable y lo intolerable (el ejemplo de los desahucios es muy claro: ahora es una cuestión de rechazo social generalizado mientras que antes era completamente invisible y estaba absolutamente normalizado y naturalizado).
Sin embargo, como (aún) no se ha conseguido ningún gran “logro tangible” (en las leyes, en la esfera macroeconómica o del poder político), el discurso en torno al 15-M es muy negativo, despotenciador, triste y pesimista (“no se ha conseguido nada”, etc.). Y este relato tiene efectos depresivos terribles.
¿Cómo podemos ver y valorar (y hacer ver y valorar, comunicar) esas otras “conquistas” o “logros” de la política, como la transformación de la experiencia vital y subjetiva, sensible y perceptiva (sin la cual, de hecho, los demás cambios no son posibles)?
Jacques Rancière. Es una contradicción inherente a las formas actuales de los movimientos democráticos. Incluso cuando arrancan de problemas muy concretos y localizados, como los árboles del parque Gezi en Estambul, se trata de movimientos fundamentalmente diferentes de los movimientos reivindicativos que pueden contar sus victorias en términos de modificaciones inscritas en la ley.
Uno puede estar contento o decepcionado con aquello que los poderes públicos conceden cuando se les pide alguna cosa concreta. Cuando no se les pide nada, cuando se construye la acción sobre la distancia misma con respecto a esas demandas, está claro que, si el viejo mundo no se hunde por sí solo, nos acecha la depresión que nos lleva a decir: nada puede cambiar, o bien, hay que volver a los viejos modelos de las organizaciones revolucionarias o progresistas.
La cuestión que se plantea aquí es saber qué entendemos por un movimiento autónomo. Efectivamente, es muy importante insistir sobre el aspecto de la transformación subjetiva y sobre la necesidad de preservarlo preservando, a su vez, la autonomía de los movimientos con respecto a las organizaciones político-sindicales y al sistema de demandas dirigidas al Estado que funciona como marco de su acción.
Pero esa transformación no puede mantenerse por sí sola como propiedad de un colectivo. Debe verificarse constantemente. Y lo hace a través de las acciones que desarrolla, como esas luchas contra los desahucios, o las formas concretas de lo común que crea, pero también a través de su capacidad para llevar a cabo campañas públicas por la transformación de las leyes y las instituciones.
Es posible actuar como una fuerza autónoma que consigue victorias inscritas en la ley y las instituciones, manteniéndose al mismo tiempo a distancia del juego que pretende obtener lugares en el aparato de Estado. O en todo caso es posible intentarlo, unir la autonomía del movimiento y la acción que define objetivos por alcanzar en la relación de fuerzas, tal y como esta se inscribe también en la ley y las instituciones.
Pero el problema más importante es saber cómo la conquista de momentos de igualdad en el mundo de la desigualdad se articula con la perspectiva de un nuevo mundo de igualdad. Más allá de las banalidades sobre la espontaneidad y la organización, hay un problema que uno puede ya encontrar en los movimientos de emancipación del pasado: la emancipación es una manera de vivir como iguales en el mundo de la desigualdad. Y esa manera de vivir bien puede ser autosuficiente. Es decir que, tal vez, aquellos y aquellas que han vivido esos momentos de igualdad no deseen nada más.
La traducción ha sido posible gracias a la ayuda de Álvaro García-Ormaerchea, Jordi Carmona, Javier Bassas, Pablo Bustinduy y Álvaro. 
Información relacionada: 
-«¿Qué es el socialismo?” Un pequeño texto de Rancière sobre el contenido de la idea de socialismo.
-Sobre la relación entre innovación técnica y «reparto de lo sensible» (que se toca muy ligeramente en la entrevista) se puede consultar el ensayo llamado precisamente El reparto de lo sensible
-Sobre la crítica de Rancière a las políticas estratégicas que parten del enemigo y de la pregunta por cómo dañarle: “O bien se parte de una potencia contra la cual se lucha, o bien se lucha en nombre de una potencia común, de una capacidad común. Si la política consiste en atacar al enemigo, entonces se trata de una concepción militarista del enemigo. Hacer algo ‘contra’ no construye un comunismo positivo”.
-Indignados, 99% y otros nombres de cualquieraun ensayo sobre la potencia política de las ficciones a partir de la obra de Jaques Rancière

Los nuevos-nuevos movimientos sociales

por Raúl Zibechi


En un libro clásico y monumental, Theda Skocpol analiza las tres grandes revoluciones (francesa, rusa y china) desde una mirada centrada en los estados, su desintegración y la reconstrucción posrevolucionaria. En Los estados y las revoluciones sociales (Fondo de Cultura Económica, 1984), pone bajo la lupa cómo los procesos revolucionarios afectaron y modificaron las instituciones. Para quienes nos formamos en Marx, llega a conclusiones incómodas.

Luego de la comparación minuciosa de los tres procesos, concluye que el estado ha sido central en todos, pero que los cambios estatales no pueden explicarse en función de los conflictos de clase. Destaca “el poder autónomo” de los Estados, no reductible a ninguna de las clases sociales, aunque tampoco neutral respecto a ellas.

El aspecto más actual de su análisis estriba en tres conclusiones que destila al final de su trabajo. La primera es que las revoluciones no se producen por actividades deliberadas de las vanguardias; cita en su apoyo al militante antiesclavista Wendell Phillips: “Las revoluciones no se hacen, ellas solas vienen” (p. 41).

La segunda es que la desintegración de los estados del antiguo régimen activó la espoleta del conflicto social que se tradujo en la expropiación de las clases dominantes. La irrupción de los de abajo fue decisiva para modificar las relaciones entre las clases, evitar el triunfo de la contrarrevolución y neutralizar las estabilizaciones liberales.

La tercera es que “de las tres revoluciones surgieron estados más centralizados, burocráticos y autónomamente poderosos en el interior y en el exterior” (p. 441). En el interior, “los campesinos y los obreros quedaron más directamente incorporados a la política nacional y a los proyectos apoyados por el Estado”.

El análisis histórico es inobjetable, realista y contundente. Otra cosa es que resulte agradable, para quienes seguimos pensando que el Estado es una maquinaria opresiva y aspiramos –siguiendo a Marx y a Lenin– a su “extinción”.

Lo que no señala la autora es que las fuerzas antisistémicas estaban dispuestas de modo jerárquico, con una distribución del poder interno que era “calco y copia” de las instituciones estatales, y llevaban el saber desde fuera a los sujetos rebeldes. Tampoco señala que los estados nacidos de las revoluciones se convirtieron con el tiempo en maquinarias de dominación, muy similares a las que sustituyeron, al punto de que se pudo comparar el régimen de Stalin con el de Pedro el Grande, y a los funcionarios comunistas chinos con los mandarines imperiales.

El último ciclo de luchas en la región sudamericana parece confirmar la tesis de Scokpol: los estados fueron debilitados por las privatizaciones neoliberales, lo que disparó el conflicto social que llevó al gobierno a fuerzas progresistas que cerraron el ciclo con el fortalecimiento de los estados. En paralelo, los “nuevos” movimientos cumplieron su ciclo histórico: nacieron en la etapa final de las dictaduras, crecieron bajo el neoliberalismo, se institucionalizaron y entraron en lento declive.

Sin embargo, los movimientos que protagonizaron este ciclo eran distintos de aquellos que los precedieron, cuyo molde y modelo fueron los sindicatos tradicionales. No todos se plegaron a los nuevos modos de gobernar y algunos siguen caminos propios, mostrando que la historia no es un camino delineado por las lógicas estructurales. Aunque no pudieron romper completamente con las viejas culturas políticas estadocéntricas, fueron más lejos que la camada de movimientos anteriores y dejaron huellas potentes que siguen siendo referencias.

En los últimos años está naciendo una nueva camada de movimientos que se diferencian no sólo de los viejos, sino también de los “nuevos”. En varias ocasiones hemos mencionado al Movimiento Passe Livre (MPL), de Brasil, y a la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), de Chile. No son los únicos, aunque quizá sean los más conocidos. El movimiento contra la minería en Perú puede ser incluido en esta camada, así como el Movimiento Popular La Dignidad, de Argentina, y otros que no hay espacio para mencionar.

Algunos han nacido tiempo atrás, como el MPL, con características novedosas, tanto por su cultura política (autonomía, horizontalidad, federalismo, consenso, apartidismo) como por las formas de acción que emplea. Otros movimientos se han reinventado o refundado en procesos de resistencia. Los Guardianes de las Lagunas peruanos nacieron a partir de las Rondas Campesinas, organizaciones comunales de defensa creadas en los setenta.

Entre los “nuevos” y los más recientes, los nuevos-nuevos, existe una notable diferencia de cultura política: no se referencian en el Estado, con el que pueden mantener diálogos y negociaciones, ni reproducen en su interior las formas jerárquico-patriarcales. Los Guardianes de las Lagunas se inspiran en las comunidades andinas; los estudiantes chilenos y los jóvenes brasileños en sus formas de vida cotidiana en las periferias urbanas, en sus grupos de sociabilidad y afinidad, en el hip-hop, en las diversas culturas juveniles en resistencia.

No han formado estructuras-aparatos, ni han entronizado dirigentes permanentes por encima de los colectivos. Son movimientos que nacieron después de las dictaduras (los nuevos nacieron contra el autoritarismo) y reciben la influencia de dos movimientos que emergieron en el continente en las últimas décadas: el feminista y el indígena.

Se nutren de sus variantes más antisistémicas: los feminismos campesinos y populares, los feminismos comunitarios e indígenas; comparten con un sector del movimiento indio su vocación autonómica, su aspiración a cambiar el mundo por fuera del Estado y a crear instituciones posestatales, como las Juntas de Buen Gobierno. Se organizan para construir un mundo nuevo, no para incrustarse en las instituciones. Encarnan la posibilidad concreta de que florezca una nueva cultura política que trabaje para que los cambios vengan de abajo.

Entrevista A Henri Meschonnic: Se In Deo Esse: El Poema Y El Espíritu

por Anne Mounic
(Traducción: Rodrigo Grimaldi)


Llamo al pórtico, blanco, y Henri Meschonnic viene a abrirme. La casa, un poco sobrealzada, sobre la orilla del río, no disimula por completo el gran jardín que se encuentra por detrás. Bordeando la alameda que conduce allí, empiezan apenas a florecer las campánulas de rocalla. Subimos los peldaños de la escalinata y descubro con admiración una gran habitación llena de máscaras del África y de Oceanía, unas más bellas y expresivas que otras. “Forman parte de la familia”, me confía sonriendo Henri Meschonnic. A través del gran ventanal, bien al fondo, aparece el jardín en su profundidad, y la magnolia en flor. Nos instalamos, Régine, Henri y yo, alrededor de una mesa redonda y los tres conversamos un poco antes de comenzar nuestra entrevista, acompañada por una taza de té.

Anne Mounic: Le agradezco encarecidamente recibirme para esta entrevista sobre los vínculos entre poesía, existencia y espiritualidad. Entre esos tres términos, establezco un vínculo indisociable, pero aún hay que definirlos con precisión. Estoy muy contenta con que haya respondido favorablemente a mi solicitud, ya que usted tiene una posición muy original sobre la cuestión, que explora bajo diversos aspectos, pero siempre según usted, según lo que es usted, en perfecta unidad de ser. Hablaba de definición. ¿Cómo definiría existencia? ¿Cómo definiría espiritualidad?

Henri Meschonnic: Es extraña, esa palabra existencia. Parece decir algo distinto a si dijéramos la vida y me parece poner el acento, sin decirlo, de manera casi invisible, sobre la fragilidad de nuestra condición. Se trata casi de una manera de decir que permanecemos en lo provisorio – todo excepto una palabra optimista, y aún menos arrogante. Si uno dice la vida, es algo más. La palabra esta abarrotada de esperanza. En cuanto al término existencia, es más bien negativo.

A.M.: ¿Tal vez implica una suerte de responsabilidad individual respecto de la vida?

H.M.: Esa es una interpretación en la que no había pensado. De lo que me llena esa palabra, en cambio, es de fragilidad, de lo provisorio, más que de responsabilidad. Si comparamos las dos expresiones: somos existentes/somos vivientes, advertimos que la palabra existencia pone la vida en cuestión. Tal vez me equivoque al delirar de esta manera. Si trato de pensar, la vida se opone a la muerte, pero la existencia, ¿a qué se opone?

A.M.: ¿No ser?

H.M.: To be or not to be.

A.M.: Exactamente. Ese parlamento de Hamlet constituye un verdadero cuestionamiento ético.

H.M.: No me gusta el verbo ser. Por varias razones, de las cuales algunas son serias y otras, lúdicas. La más seria es esta: ser me parece terriblemente aferrado a su mayúscula inicial, el Ser. Y ahí, pensando en Heidegger, saco mi revólver – metafísico, no hay ni que decirlo. Ahí me digo que rozamos al mayor enemigo de la vida, que es el esencialismo, o el realismo lógico, la esencialización de las abstracciones.

Voy a permitirme una broma. El verbo ser, sin saberlo, cae en su propia trampa. “Pienso por lo tanto soy” : en esta famosa afirmación, soy, escucho el verbo seguir. [N. del T: Je pense donc je suis (Descartes) Es otra traducción al «pienso luego existo» canónico, y que va en el sentido de la frase de Meschonnic. En francés, la conjugación de la primera persona del singular del verbo ser (être) es igual a su homónima del verbo seguir(suivre)] La forma verbal corresponde indisociablemente a ambos verbos a la vez, seguir y ser. La fórmula está tan machacada que es al verbo seguir que escucho. Además, la mayoría de la gente que piensa no hace más que seguir. Soy un poco agresivo cuando digo esto, pero se trata de una agresión que no es más que la defensa misma de lo vivo.

Me di cuenta al releerme que hacía mucho tiempo que giraba en torno a esa idea, que desarrollé en mi obra publicada recientemente en Laurence Teper, Heidegger o el nacional-esencialismo. Opongo el nominalismo al realismo lógico, a la esencialización generalizada. Si la existencia debe tener una relación con el verbo ser, nada se opone más a la vida que la existencia. La vida, son los vivos. En hebreo bíblico – y nunca vi que ningún exégeta bíblico, judío, católico o protestante, haya advertido ese fenómeno – algunas palabras abstractas se forman con el plural del término concreto. Por ejemplo, hai quiere decir vivo y el plural, hayim, vivos, significa la vida. Ahí tenemos la parábola de todo el problema. El nominalismo, es el desafío del sujeto, de los individuos.

Como lo decía Péguy, cuando es siempre la misma cosa, es siempre la misma cosa, y hay que repetir lo que tenemos para decir, ya que le hablamos a sordos. Los exégetas bíblicos son sordos – sordos al ritmo y a sus efectos de semantismo.

La cuestión del nominalismo se planteó en el siglo doce, en la época de Abelardo. Se discutía la palabra humanidad – al igual que la palabra Dios, pero con ésta última, se es forzosamente realista, ya que el realismo presupone una relación de continuidad entre las palabras y las cosas. La palabra Dios por sí sola prueba su existencia. Para los nominalistas, las palabras no son más que nombres que se les pone a las cosas. No se puede decir que Dios es sólo un nombre. La humanidad, por su parte, existe del punto de vista realista y los individuos son sólo fragmentos de la misma. Para los nominalistas, por el contrario, los individuos existen en primer lugar y la humanidad es su conjunto. Tenemos por lo tanto, desde el punto de vista lógico, dos aproximaciones, y son las consecuencias éticas y políticas, poéticas y artísticas, que nos importan, ya que la diferencia es grande según se considere ante todo los individuos o el conjunto. Con los individuos, se puede fundar una ética, ya que nos situamos desde el punto de vista del sujeto, sujeto de (el pensamiento) o sujeto a (la enfermedad, por ejemplo).

Si el nominalismo vuelve posible la ética, el realismo lógico la prohíbe. Un fragmento de la humanidad no es un sujeto. Este debate, heredado del siglo doce, puede parecer folclórico, pero persiste y lo encuentro terriblemente actual. Desde luego, ahí salimos de lo políticamente correcto. Si tomo el Islam, me doy cuenta de que la palabra Umma designa conjuntamente a la comunidad social religiosa y política, a la que cada individuo debe sumisión (que es el sentido de la palabra islam).

A.M.: El sufismo, en el seno del Islam, abre una vía al individuo. Es además un poeta el que es origen de ese paso espiritual.

H.M.: Es exacto e interesante. En su obra admirable, Antropología filosófica (1928-31), Bernard Groethuysen muestra que la noción de individuo aparece en la historia de manera intermitente. San Agustín fue uno de sus primeros pensadores. Otros luego lo pensaron, pero esta noción vital no siempre lo fue.

Según el modelo de la palabra vida, se puede citar también la palabra juventud. Naar es el joven. Neurim, son los jóvenes, por lo tanto la juventud. Y lo que toda la tradición traducía por compasión o misericordia, es, en el hebreo bíblico, el plural de la palabra que significa matriz, útero, es decir el órgano en el cual se desarrolla el ser vivo. Re’hem designa la matriz; ra’hamim las matrices, lo que se tradujo por compasión.


Ahora bien, si pensamos en eso, en la medida en la que esa palabra designa ese órgano que es el útero, ¿por qué, en tanto palabra abstracta, debería designar la compasión? Se trata del sentimiento que una madre experimenta por lo que salió de su vientre. Y ahí, llegamos a un aspecto cómico: André Chouraqui, que quería comprometerse tanto al traducir el hebreo bíblico, pero se equivocaba en el sentido del lenguaje, traduce este versículo de los Salmos en el que aparece esa palabra de esta manera: “No cierres tus matrices”. Yo traduzco: “No me niegues las ternuras de tu vientre.”

A la inversa, la palabra hebrea para el rostro es panim, que es un plural. El singular, pan, designa el aspecto. Esta suerte de plural requeriría un estudio que no hago más que esbozar.

Todo eso para ilustrar el antagonismo entre nominalismo y realismo lógico, entre individuos y humanidad y mostrar que el realismo lógico no permite ninguna ética. Además, el filósofo máximo del ser, Heidegger, no propone ninguna ética. Rechaza el sujeto, al que remite a la psicología de su época. En él no hay ni ética, ni poética. Es la lengua la que habla. Es lo que dice: “La lengua habla. El hombre habla cuando le responde a la lengua.”

A.M.: Pasemos ahora a la espiritualidad. Espíritu, spiritus, espiritualidad: ahí se trata de una misma raíz que, en su primer sentido, designa el aliento. De ese origen a lo que ahora entendemos por espíritu, se ha producido una suerte de divorcio. Se opone el cuerpo al espíritu, la materia al espíritu, mientras que éste es el aliento que la anima. Aquí se ve una noción muy bíblica. Cuando se fija una figura o un concepto fuera del tiempo, terminamos en una dualidad que descentra al sujeto. Termina viviendo al costado de su propia vida.

H.M.: En esa palabra espiritualidad, hay algo que me molesta, y es esa referencia subyacente a la espiritualidad cristiana. La palabra está envuelta de religión – y de religión cristiana.

Régine Meschonnic: Existe también una espiritualidad judía.

H.M.: Claro, pero la palabra tiene dificultades para desprenderse de su vestido cristiano.

A.M.: Justamente, se podría pensar en liberar la espiritualidad de esa ganga para llevarla hacia lo poético.

H.M.: Podemos desde luego salir de esa envoltura teológica en gran parte católica volviendo a la etimología: spiritus, el aliento, que es una traducción del hebreo ruah, aliento, pero también viento. La etimología es de importancia mayor y podemos tratar de salvar esa palabra de su envoltura haciéndola volver a su fuerza original – el poder del aliento, del espíritu. No es casualidad si esa palabra aliento tiene sus resonancias poéticas. Se llega al poema, a la poética.

A.M.: Cuando usted opone el poema a la poesía, opone, me parece, el acto, que siempre vuelve a empezar, al objeto, la ética a la estética. ¿El punto de vista estético sobre el arte no tiene por resultado, simplemente, la muerte del arte, la muerte del poema?

H.M.: La estética es la muerte del poema, o, peor aún, una condición de pensamiento tal en la que el poema todavía no ha podido nacer. La estética es formalista; es muestra del dualismo del signo y provoca un encadenamiento de dualismos: forma/contenido; afecto/concepto; lenguaje/vida – un conjunto de cosas que matan al poema. Voy a darle, del poema, una definición de trabajo, que no es más que una proposición de pensamiento. El poema es la trasformación de una forma de lenguaje a través de una forma de vida y la transformación de una forma de vida a través de una forma de lenguaje. Las dos son condiciones de una y de otra. Ese tipo de pensamiento se vincula con la ética del sujeto. En otros términos, el poema es la forma lenguajera máxima de la vida. Todo aquello relega la estética al siglo dieciocho, en una conceptualización que sólo sabía oponer forma y contenido. Es una reflexión que da cuenta de lo sensible, de lo sensorial, de lo que se experimenta y parece bello. Se podría pensar que la estética es exactamente lo que hace falta para encarar el poema. ¡Error! Si defino el poema como acabo de hacerlo, como la invención de un sujeto, de una historicidad, eso no tiene nada que ver con la belleza o la fealdad, nociones culturales que a cada momento se opusieron a lo que aparecía como nuevo en la poesía o en el arte. Ya no se pueden contar los ejemplos en los que los contemporáneos denigraban lo que acababa de hacerse en nombre de los cánones de la belleza y de la fealdad. Un ejemplo: en 1896, aparece una obra de Max Nordau, crítico alemán que estaba lejos de ser tonto. La obra se titula Degeneración; se trata desde luego de arte degenerante. Ahí está escrito: “Mallarmé es un retrasado mental y además, Zola piensa como yo.” Lo mismo respecto a Verlaine. Los contemporáneos le encontraban un giro alemán, ya que predicaba “la música ante todo”. Del mismo modo, la palabra “impresionista” fue inventada por los enemigos de esa pintura.

A.M.: Lo mismo ocurre con los poetas metafísicos ingleses. La palabra la inventó el detractor de ellos, Samuel Johnson, en el siglo dieciocho. Para volver a esa noción de dualidad, en la oposición del sujeto al objeto, el poema muere, ¿no es así?

H.M.: Así como la dualidad de la carne y del espíritu sólo muestra el cadáver.

A.M.: ¿Ahí no se trata del dominio, en la cultura occidental, de la representación? Esta mañana releía, para escribir un artículo sobre el conocimiento poético, Bergson. Explica que el conocimiento de la vida sólo es accesible, fuera de la representación espacial, del tiempo por ejemplo, a la intuición en un movimiento que impide toda forma de fijeza.

H.M.: El vitalismo de Bergson está acompañado por una concepción del lenguaje que es dualista. Opone lo concreto individual vivo a lo genérico abstracto de las palabras. El ser vivo, en su materialidad, se opone a la palabra. Se trata de una caricatura lastimosa. Sólo pido amar a Bergson, pero la representación que tiene del lenguaje mata al lenguaje y al poema a la vez. También mata al lenguaje ordinario. Siempre me revelé contra esa distinción de los lingüistas entre lenguaje ordinario y lenguaje poético.

A.M.: Existe sin embargo realmente un lenguaje que fija la realidad de la vida.

H.M.: Si, el academicismo del pensamiento.

A.M.: ¡Y eso existe!

H.M.: Ahí se trata de todas las formas de saber que esconden su propia ignorancia. Es lo que aprendí al estudiar el texto bíblico y los comentarios. ¿Cómo gente tan sabia, que traduce esos textos, no se da cuenta que su saber produce ignorancia e impide incluso saber que la produce? Nada me parece más cómico que lo serio del saber.

A.M.: Usted escribe, en Vivre poème (Dumerchez, 2006 p. 11): “Se escribe para reinventar a cada momento una “vida humana”, en el sentido de Spinoza en el Tratado político, es decir una vida definida no solamente por la circulación de la sangre, que se comparte con todos los otros animales, sino por la verdadera fuerza y la vida del espíritu.” Es eso mismo, la espiritualidad, ¿no?

H.M.: Spinoza no se preocupaba en pensar el poema, sino que en su manera de pensar la vida humana, se acerca al poema. Es por eso que titulé mi libro sobre Spinoza: Spinoza, poema del pensamiento, (Maisonneuve et Larose, 2002). La expresión “vida humana” vuelve a emplearse dos o tres veces en la Ética. Para mí, se trata de un lenguaje codificado. Una vida humana es el título del pequeño libro de Uriel da Costa, amigo excomulgado antes que él y que se suicidó. Es una autojustificación, cuyo título en latín es Exemplar humanae vitae. Por lo tanto veo, en la repetición de esa expresión, el combate de lo vivo contra lo teológico-político que mató a Uriel da Costa. La vida humana, en Spinoza, implica ese combate contra lo teológico-político. Al estudiar el texto bíblico, descubrí otra distinción, entre sagrado, divino y religioso. Lo sagrado implica una actitud fusional entre lo humano, lo animal y lo cósmico. La serpiente le habla a Eva. ¿Eso qué quiere decir? Ese contacto directo entre Eva y la serpiente parece pasar a través del lenguaje, pero supone de hecho una relación tal entre humano, animal y cósmico que no se puede hablar de lenguaje en el sentido humano de la palabra. Ocurre lo mismo con la burra de Balaam.

En el tercer versículo del Génesis, Dios dice que se haga la luz. San Agustín, comentando ese pasaje, se pregunta: ¿En qué lengua hablaba Dios? No se trata de una lengua humana, sino de una figura de la voluntad divina. Lo sagrado, es eso. Parece ser lenguaje, pero no lo es. Se trata de un contacto directo. Por lo tanto ya no puedo decir que la Biblia es un libro sagrado, incluso si se usa la palabra, la mayoría de las veces, indiferentemente para divino, o religioso. Esto me hace pensar en la definición que da Maimónides de la idolatría en Guía de perplejos: es el “culto que se rinde a una obra humana”.

Lo divino aparece en el primer capítulo, versículos 20-21; es el principio de vida que se cumple en todas las criaturas vivas. No hago más que formular lo que dice el texto. Lo religioso sólo aparece en el tercer libro del Pentateuco, que comúnmente llamamos el Levítico. Se trata de la organización y de la ritualización de la vida social en función del calendario de las fiestas y de la lista de prescripciones y prohibiciones. Lo religioso se reapropia entonces lo sagrado y lo divino. Se convierte en el emisor de la ética mientras que las Tablas de la Ley que Moisés rompió estaban escritas con el dedo de Dios. Se trataba entonces de la ética de la vida, de lo divino. Y lo religioso se convierte potencialmente en lo teológico-político. Conclusión: nada se opone más a lo divino que lo religioso. En el libro de los Números, un hombre que cortaba leña el día del descanso (Shabbat) es juzgado y ejecutado.


Traduzco el texto bíblico a-teológicamente, por su poema y a través de su poema. Y esto no tiene nada que ver con lo que llamamos ateísmo. No me planteo para nada esos problemas. Spinoza, por su parte, separaba lo divino de lo religioso. Yo hago una poética de lo divino.

A.M.: Si tomamos el final de la Ética a pesar de todo, en el    escolio de la proposición 42, me parece que Spinoza rechaza la emoción en nombre de la razón, siguiendo en eso lo que T. S. Eliot llamaba “disociación de la sensibilidad” y situaba precisamente en el siglo diecisiete: “Pero el sabio por el contrario, como tal, se conmueve a penas, es conciente de sí, de Dios y de las cosas, a través de una especie de necesidad eterna, y, al no dejar nunca de ser, siempre goza por el contrario de la verdadera satisfacción del alma.” ¿Acaso este predominio de la razón sobre la emoción no contradice la unidad de ser del poeta?

H.M.: Spinoza opone aquí al sabio y al ignorante. Acá, para mí, es la fuerza del sabio que se opone al ignorante. Es este último quien separa el interior y el exterior. El sabio, por su parte, no separa. Lo que Spinoza llama el sabio, es el movimiento enteramente interior. Establece una oposición entre la plenitud emocional y racional del sabio y la división del ignorante a quien únicamente conducen sus deseos sensuales. La verdadera satisfacción del alma es interior. Transforma todo lo que viene del exterior en algo interior que no separa el concepto y el afecto – esa oposición gastada.

No soy spinozista, sino spinoziano, al igual que, cuando digo que hay que pensar Hugo, o pensar Humboldt, empleo esas palabras no como complementos de objeto, sino como adverbios: a la manera de. Trato entonces de “pensar Spinoza”, de entenderlo desde el interior, de pensar continuando Spinoza.

A.M.: ¿Se trata de una filiación?
H.M.: Sí, de una cierta manera, ya que lo que digo ahí supone una comprensión desde el interior y una afinidad, una proximidad muy grande. De ahí esa noción de “poema” en el título de mi libro. Para escribirlo, además, hice el esfuerzo de releer todo Spinoza en latín. Yo que no soy filósofo, partí de una frase de un spinozista de renombre que afirmaba: “Spinoza escribe en latín, por lo tanto no tiene ninguna lengua.” Es un clisé cultural que, como todo clisé, tiene las apariencias de la verdad. El latín, que pasa por una lengua muerta en el siglo diecisiete, era de hecho la lengua de la erudición, una lengua europea de cultura. En cuanto a pronunciar el latín, era otra cosa. Cada uno lo pronunciaba según los usos de su lengua.


Pero tres o cuatro pensadores inventan su pensamiento en latín: Hobbes, Francis Bacon, Descartes y Spinoza, luego, más tarde, Leibniz. Si se puede inventar el propio pensamiento en una lengua, no se trata de una lengua muerta. Quise probarlo. Tomé para hacerlo la quinta parte de la Ética, una parte comparable en cantidad en Hobbes, y otra en Descartes. Me dí cuenta de que cada uno escribía su propio latín. Tomemos igitur, por ejemplo, que quiere decir pues, Descartes no lo usa mientras que tiene en Spinoza un rol semántico y poético extremadamente interesante. Renueva esa forma pasiva del verbo actuar haciéndola rimar con finales pasivas.

A.M.: Eso revela una preocupación de escritura poética.

H.M.: Su escritura es un poema del pensamiento. Trata por ejemplo de aprehender las relaciones del espíritu, que piensa Dios, en Dios, y escribe esto: Se in Deo esse. Ahí si analizamos lo que dicen las palabras, lo que hacen las palabras, llegamos a algo extraordinario. Dice en efecto que el espíritu está en Dios, pero la combinación de las palabras implica que Dios está en el sujeto mismo (entre se esse).

A.M.: ¿Acaso no tenemos ahí toda la espiritualidad?

H.M.: Sí, en el sentido del aliento, en el sentido hebreo de la palabra, que deja en el guardarropas toda la ortodoxia religiosa.

A.M.: Me gustaría, ahora, pasar a sus poemas, que manifiestan un gran rigor. Usted no es un poeta de la efusión. Pocos adjetivos, verbos sobre todo, pronombres (elemento muy importante), sustantivos y adverbios. El ritmo de los mismos me parece inquieto, pero también saltarín. Sus versos prorrumpen como flechas y usted privilegia la distancia de la mirada antes que la intimidad de la mano: “no es la mano: es la mirada/ la que escribe” (Y la tierra fluye, Arfuyen, 2006, p. 56). Sus poemas manifiestan un sentido de la aventura (“menos sé/ más soy en lo/ que me convierto/ lo que yo/ busco”. p. 51), fuera del prejuicio, de las exhortaciones de otro y del pasado. ¿Que es el lazo del poeta con el pasado? ¿Que aprende de los otros poetas? ¿Un poeta puede vivir en su torre de marfil absteniéndose de estudiar?
H.M.: Su pregunta es difícil y voy a responderla al revés, a partir de lo que entendí tardíamente y recientemente. Lo que entendí, es que no sé lo que hago. Aprender, es entender que no se sabe lo que se hace. Eso requiere una crítica de todos los saberes. Mis poemas son mi propio desconocido que descubro, sin saber cuándo voy a escribir un poema ni lo que voy a escribir. La reflexión viene retroactivamente. Todo lo que podemos almacenar como saber (mi saber profesional sobre las cosas del lenguaje), todo lo que puedo saber, no es para nada lo que me hace escribir. Busco lo que no sé – mi propio desconocido. De una cierta manera, me lo han hecho notar más de una vez, hay en todo lo que produzco dos partes sin relaciones entre sí – ensayos para un saber mayor y poemas en lenguaje simple. Lo que entendí, es que hay una distinción, en el seno del pensamiento crítico, entre teoría y saber. La teoría consiste para mí en pensar sobre lo desconocido de las cosas del lenguaje. La expresión de “teoría del lenguaje” es de Saussure. Lo que oigo acá, es la relación de interacción entre las cosas del lenguaje, la poesía, la ética y la política. Esto equivale a identificar prácticamente poética y teoría del lenguaje.


La poética no es solamente el estudio de lo que es específico en los textos literarios. La poética de la sociedad incluye ética y política. El poema es un acto político, que afecta a los sujetos. Esto para hacer notar que la teoría piensa también sobre lo desconocido. Del que existen dos, al menos: lo desconocido del poema no es el de la teoría. No tengo imaginación alguna y escribo en función de lo que experimento. El verbo experimentar es interesante en relación a sentir. Se trata de un trabajo sobre uno mismo – que puede ir hasta el resentimiento. En el poema, no hay saber de la poesía, sino negativamente. El amor a la poesía es la muerte de la poesía. Tenemos la mirada orientada hacia la poesía que amamos, lo que ocurrió con los contemporáneos de Hugo. ¿Sabe cuál fue el primer Premio Nóbel de literatura? Sully Prudhomme, en 1901, casi olvidado en nuestros días. Cuando tenía trece o catorce años y frecuentaba mucho las bibliotecas municipales, leía Fernand Gregh, un sub-Hugo. Le debo a Humboldt la distinción entre actividad y producto. La actividad que sigue siendo activa, es la modernidad. En ese sentido, Homero es moderno. Todo eso me lleva a pensar que importa poco la fama del momento. La verdadera cuestión es la siguiente: ¿Cómo no ser el imbécil del presente? Max Nordeau lo fue. Eso no quiere decir que seamos más inteligentes ahora, pero el tiempo hizo su trabajo.

A.M.: Eso funciona en los dos sentidos: se puede pasar al costado de lo que hubiese merecido ser considerado.

H.M.: Es el caso de Maurice Scève, que fue borrado por la Pléiade, olvidado en los siglos diecisiete y dieciocho. Vuelve aparecer gracias a Sainte-Beuve en 1828, en su Cuadro histórico y crítico de la poesía y del teatro francés en el siglo XVI. Y ahora no aparece más como un poeta difícil, como era el caso antes. A la edad de dieciséis años, me maravillé con su lectura. Aquí vemos a un autor del siglo dieciséis que esperó al siglo veinte para renacer. Es además el crítico inglés Alan Boase, aficionado a los poetas metafísicos, quien redescubrió a Maurice Scève. Lo reeditó en 1949 en Ginebra. Ahí lo ve… el pasado es imprevisible

En cuanto al lazo con él, no puede haber respuesta simple. Estudié mucho a Hugo, pero soy incapaz de decir lo que le debo. Sí, al menos una frase: “Solitario, solidario”. En lo que toca a Spinoza, me permitió sentir mejor la relación entre la carne y el espíritu.

A.M.: ¿Usted diría que un poema está ahí para pensar?

H.M.: No, no está ahí para pensar, sino para inventar lenguaje a partir de una vida y una vida a partir del lenguaje, como lo dije más arriba, de manera un poco diferente.

A.M.: ¿Pero es exactamente eso lo que llamamos pensar?

H.M.: Tal como la filosofía se desarrolló en el siglo veinte, no hay mayor enemigo de la poesía que la filosofía. Lo importante se resume en un pedacito de frase que le debemos a Jacques Derrida en Del derecho a la filosofía: “El poema es un filosofema”. Derrida inscribe la poesía en la filosofía, en la interpretación, la hermenéutica y el signo.

A.M.: Sí, pero hay filosofía y filosofía. Si se piensa en una filosofía de la existencia, como la de Kierkegaard o la de Rosenzweig, se tiene a un individuo frente al tiempo o frente a la historia. Rosenzweig escribió La estrella de la redención como reacción a la guerra del 14, frente a la amenaza, a la muerte impuesta a la que, encima, se tiene que consentir. Eso bien vale un poema.

H.M.: Sí, pero desde luego, emití un juicio que es evidentemente insostenible salvo si se lo matiza. Hago matices. Hace un rato me valía de mi admiración por Bernard Groethuysen, pero es lo mismo en mi relación con Wittgenstein. Le debo mucho a ciertos pensadores por los que siento afecto. Siento afecto por Spinoza, por Wittgenstein y por Walter Benjamin, incluso si critico la aproximación teológica del lenguaje en este último.

A.M.: Esa noción de lengua original…

H.M.: Sí, eso, no puedo compartirlo. Hay desde luego que hacer enormes distinciones según los filósofos. En cambio, Heidegger jugó un rol terriblemente nefasto con lo que llamo su nacional-esencialismo. Digamos que, históricamente, las relaciones entre poesía y filosofía son muy a menudo malas. Tomemos por ejemplo la famosa frase de Adorno en 1949, que afirma que es bárbaro e imposible escribir poemas después de Auschwitz: eso indica simplemente que Adorno, que era músico, tiene muy malas relaciones con el lenguaje, que se resumen en una metáfora que emplea con respecto a la jerga de la autenticidad. Dice: “En Heidegger, las palabras son como naranjas envueltas en papel de seda.” Adorno tiene de la misma forma malas relaciones con la política. Su análisis del nazismo es inepto. Para él, eso se debería a una crisis de la racionalidad, a un eclipse de la razón.

A.M.: ¿Cómo ve usted las cosas?

H.M.: El nazismo tiene otra historia y otras causas distintas al eclipse de la razón, que es una explicación irrisoria del mismo. Y es tan irrisoria como plantear que ya no se pueden escribir poemas después de Auschwitz, pero es porque tiene una tan mala representación de la poesía como de la política. Y eso me parece muy interesante a la vez porque, en los efectos de interacción que postulo entre el lenguaje, el poema, la ética y la política, implico que paradójicamente, la poesía es necesaria para entender la política.

A.M.: ¿Cree que podemos resolver sobre la marcha la crisis del poema y la crisis política que vivimos actualmente.

H.M.: No, no lo creo. Hablo de una interacción entre pensar el poema como acto ético y las implicaciones que tiene esa aproximación para pensar lo político y la política. Contrariamente a todas las apariencias, y sé que ese pensamiento es del orden de la utopía, el pensamiento del poema nos enseña cosas vitales en lo que concierne al pensamiento de la ética y de lo político. En las disciplinas universitarias tal como están compartimentadas, la política se ocupa de la rivalidad de la fuerza y del derecho, la ética del bien y del mal, y todo esto no tiene nada que ver con la literatura. Allí se oponen la prosa y la poesía. Son esas certezas estereotipadas, esas ideas preconcebidas las que critico.

A.M.: Es el poder lo que usted critica, finalmente, ya que es él el que necesita ideas estereotipadas, muy sólidamente establecidas, para imponerse como único recurso.
H.M.: Desde luego, le dije que se trataba de utopía, a lo que la sociedad no da lugar, para lo que no tiene lugar. Para que haya utopía, tiene que existir una fuerza que trate de darle su lugar a un pensamiento que no lo tiene.

En lo que concierne a las relaciones entre poesía y filosofía, eso empieza muy mal con Platón, pero Aristóteles dice que los metros son partes de los ritmos. Nadie lo escuchó. Platón, es Goliat. Lo digo porque me sitúo desde el punto de vista de David. Las relaciones entre poesía y filosofía son algo apasionante, lleno de tensiones. Como lo dice Aristóteles, para no filosofar, aún se tiene que filosofar. Las pocas palabras que pronuncio equivalen una vez más a filosofar.

A.M.: ¿Considera que haya filosofía en la Biblia?

H.M.: No, no la hay.

A.M.: Quisiera volver a su trabajo de traducción de la Biblia, ya que me parece que esta experiencia irriga de alguna manera sus poemas, en su sintaxis, pero también en la intensión.

H.M.: Mi propia aventura en el lenguaje no está marcada por mi trabajo de traducción bíblica. Es lo contrario: mi manera de escribir mis poemas tiene una incidencia en mi manera de traducir. Traduzco como el poeta que soy.

A.M.: Usted hablaba hace un rato del poema como descubrimiento de lo desconocido. ¿Qué piensa de la noción de inconciente?

H.M.: La palabra existía antes de Freud. Es un cierto Hartmann que utilizó esa palabra por primera vez [Influenciado por Schopenhauer; Filosofía del inconsciente, 1869] y Freud la retomó. Lo que es imposible no criticar, es como Freud se limitó a la sexualidad masculina ignorando por completo a la mujer. Asimismo, la especialización de la sexualidad es criticable, ya que la noción es mucho más vasta y desborda, a mi entender, la psicología.

A.M.: Pensaba en esa reflexión de Michel Henry, quien explica que se nombra inconciente simplemente a lo que permanece no representado. Ahí hay confusión, ya que el pensamiento occidental está sometido a esa noción de representación.

H.M.: El Occidente está enteramente gobernado por la noción de signo, que es el dualismo del lenguaje, del cuerpo y del espíritu. A todo el pensamiento occidental lo lleva ese encadenamiento de dualismos del signo, que no se da como un punto de vista. Sobre el lenguaje, sólo tenemos puntos de vista y, desde el punto de vista en el que me ubico, el signo es uno de ellos que no se da como tal. No permite pensar el continuo cuerpo-lenguaje y es ese discontinuo el que reina en las disciplinas universitarias.

Para volver al inconciente, la poesía y el arte están constantemente en relación con el inconciente y nuestras invenciones de pensamiento están en relación con él. Si se compara en materia de lenguaje a Freud con Lacan, se puede pensar que Freud inventó su pensamiento del lenguaje mientras que Lacan saca su pensamiento del lenguaje del estructuralismo. Es un producto de la época. Freud es una actividad.

Ahí nos detenemos y volvemos a una conversación sin orden ni concierto sobre el latín, el griego y el hebreo, la guerra de Argelia y el desprecio actual respecto de la cultura. Durante toda la entrevista, un rostro egipcio de terracota veló sobre nosotros. Agradezco a Régine y a Henri por su calurosa recepción.

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