Anarquía Coronada

La Revolución

por Leopoldo Laborde


La revolución no podía ser tan fácil.
La primera confirmación que me da el día después de estas elecciones es la de la certeza que la política hecha de esta forma genera electorados tan escurridizos como desatentos. Los argentinos votaron a un ex jefe de gabinete y peronista como voto castigo al gobierno. También votaron trasparencia en Ocaña, integrante de las filas de De Narvaez, a quien nadie iría a reclamarle el papel de hombre honesto.
Pero la sensación más honda es esa que me queda de confirmar que existía un desacople entre los cantos y las realidades de mis compañeros. «A pesar de las bombas, de los fusilamientos, de los compañeros muertos» cantaban a pesar de ejercer sus funciones de oficinistas, o de militantes part time en donde los sueños de proletarización, las bombas y los compañeros muertos eran relatos de nuestros padres. Creíamos que éramos la continuación de algo con lo que no teníamos ningún vínculo ni afectivo, ni político: los pobres no son nuestros. Y ayer quedó demostrado que les seguimos siendo extraños. Y que con este modo de hacer política del espectáculo, de la pura representación, cualquiera que prometa ejercer la administración ordenada de la pobreza podrá ser un sucesor.
Quizás sea el cambio de época, y sea irrecuperable una idea de construcción política enraizada, de la misma forma que se dice que la educación ilustrada es cosa del pasado. No lo sé. Pero si hay que estar advertidos que a cada modo de militancia le corresponde un electorado, y lo que construimos, cantando las canciones de nuestros padres pero renunciando a sus formas más radicales de compromiso, es que el vínculo con el que creemos nuestro pueblo es débil, o fluctuante al menos. Lo peor que podría pasar es enojarse con el electorado que procesa de forma casi desatenta lo que ocurre. La revolución no podía ser tan fácil, tan cómoda, con tanto charme. O quizás no haya más revoluciones como las de antes, y  tengamos que admitir que se ha convertido para siempre en un sueño eterno.

Cuando falla la Corte

Por Juan Pablo Maccia


La Corte falló a favor de la Ley de Medios. Nada extraordinario: una ley votada por ambas cámaras, precedida por un amplio debate democrático, ¿por qué iba a ser «inconstitucional»? El contenido anti-monopólico de la ley, sumado a los plazos que se tomó la corte (nombrada por Kirchner) y a la necesidad de la presidencia de promover retóricas calientes empujó a buena parte del gobierno y del FpV a acusar a la Corte de conspiración golpista a favor del Grupo Clarín. Pero las cosas son como son y la prudencia de los jueces acaba por dejar lecciones inesperadas.
Entre ellas, hay una de vital importancia: el gobierno de un país no pasa exclusivamente por el poder ejecutivo. En lo que muchos califican como un momento de debilidad del gobierno –Cristina momentáneamente alejada, derrota electoral, fin del proyecto de la reelección- la corte disuelve, mediante un enunciado institucional sensato, toda fantasía conspirativa de los ansiosos vencedores del domingo.
Hay también una lección política. El kirchnerismo tiene dos años de gobierno por delante. Hasta ahora se ha impuesto entre la dirigencia del FpV la línea del giro oportunista a la derecha. La demagogia punitiva ha sido su bandera electoral. Los resultados del domingo arrojan ya luz suficiente para un primer balance: si bien la conducción de algunos gobernadores ha logrado contener al tercio peronista (y en menor medida progresista) que se alinea con el FpV, esa contención se ha hecho al precio de un fuerte paso a la defensiva y al camuflaje respecto de las banderas enemigas.

Cuando aun tratamos de entender los pormenores de las elecciones del domingo, la corte le otorga al kirchnerismo una nueva posibilidad de embellecimiento. No tanto por los contenidos del fallo, sino en razón de su sentido de la oportunidad. ¿Conservará el FpV reflejos para activar y aprovechar los aires democratizantes que el fallo sugiere? Lo sabremos pronto.

Judith Revel: Contraimperio y biopolitica

por Pablo Chacón
La ensayista francesa Judith Revel –a punto de llegar a la Argentina junto a su compañero Toni Negri invitados por Lobo Suelto!– reflexiona en este texto sobre los modos en que el poder se dispersa y se pliega sobre la vida entera de los sujetos.

“Hablar de biopolítica implica excavar en la genealogía misma del concepto. Este trabajo preliminar debe no sólo observar con precisión el uso teórico y político que queremos hacer de la palabra biopolítica, sino encontrar algunos elementos que están cerca de ella, no siempre de modo articulado, y todavía con una insistencia que obliga a detenernos sobre ellos: comenzando con este contraimperio que da  nombre al texto. Prosiguiendo por la distinción entre contraimperio y contrapoder y adentro y afuera. Interrogando las palabras multitud, masa, pueblo, singularidad, individuo, y más, ciudadano, no-lugar, común, hasta la esfera pública de la cual tanto se habla y que no es propiamente el común. Detrás del concepto de biopolítica se encuentra una renovación del vocabulario y de la práctica política, y nunca como hoy dotarnos de una lengua ha sido un gesto más inmediatamente político, porque hablar una nueva lengua de todos significa experimentar una nueva política de todos, una política de la multitud.
En los medios, en los discursos filosóficos y políticos, el término biopolítica está siendo usado hace años de modo muchas veces útil pero con una gran variedad de sentidos. Incluso Bill Clinton, algunos años atrás, lo ha hecho suyo: había sido decodificada y escrita la primera secuencia del ADN, y esta conquista llegaba nombrada por Clinton en vivo por la TV ante los ciudadanos norteamericanos, como una nueva frontera biopolítica. Hace un extraño efecto el oír, después de la frontera estelar del escudo espacial de Reagan, la definición de un nuevo horizonte del poder estadounidense en esos términos. Un horizonte de expansión ahora jugado no más en el espacio sino en la vida, sobre la vida. Pero también es otras cosas. Biopolítica es Seattle, Génova, Porto Alegre. Biopolítica es el movimiento de los movimientos. Nos compete a nosotros recobrar la palabra, antes que pase a ser parte del vocabulario de los noticieros.
¿Qué cosa es la biopolítica? Es un término que irrumpe en el pensamiento de (Michel) Foucault a fines de los 70 -y la fecha no es algo debido al azar, así como no es por azar que los 70 hayan sido vividos por Foucault con una grandísima curiosidad por cuanto sucedía en Italia, con una preocupación y un deseo de información, de vinculaciones y de discusiones que eran permanentes, a menudo conflictivas, pero muy fuertes.
Delante de biopolítica encontramos en Foucault toda una serie de términos que señalan su recorrido dentro de la filosofía política, partiendo del concepto de poder -término que luego Foucault negará haberlo usado como sustantivo unívoco y unitario, prefiriendo la expresión más dúctil de voluntad de poder-, para arribar luego a los conceptos de disciplina, control y biopoderes. Cronológicamente, biopolítica es el último de esta cadena léxica extendida a lo largo de casi diez años, del 68 a fines de los 70.
Son dos las razones en filosofía para usar o dejar pasar un término: la primera es que el objeto del cual se trata ha devenido otro y esto obliga a buscar otra nominación; la segunda, es que el paradigma con el cual yo describo, analizo o confronto con aquel objeto también es otro: no es aquí el objeto el que ha cambiado, sino el sujeto que lo mira.
Desde este punto de vista, el pasaje terminológico de la disciplina al control corresponde a un cambio de objeto: históricamente, el objeto descripto por Foucault bajo el nombre de disciplina, esto es, la modalidad de aplicación del poder que aparece a fines del siglo XVIII, y que se caracteriza por un cierto número de dispositivos coercitivos que juegan sobre el cuerpo y la visibilidad, cambia. Ciertamente, las dos dimensiones en parte se superponen, y sería inútil pensar esa distinción en la forma reductiva de la sucesión: así, el control es históricamente posterior al nacimiento de la disciplina, aunque disciplina y control puedan convivir y enlazarse, jugar una forma con la otra y una sobre la otra. Cambio de objeto, por consiguiente: cambio de objeto en la historia. El pasaje del control al biopoder y a la biopolítica no es un cambio de objeto sino un cambio de paradigma. En la medida que la subjetividad que se confronta con los mecanismos del poder cambia, eso interesa: hablar de biopolítica quiere decir hablar de una modificación, una renovación una producción de nueva subjetividad.
Foucault no trata más al poder como una entidad coherente, unitaria y estable, sino que estudia relaciones de poder que por un lado suponen determinadas condiciones históricas, y por otro producen efectos múltiples, incluso afuera de lo que el análisis filosófico identifica tradicionalmente como el campo del poder. Aunque a veces parece haber puesto en discusión la importancia del tema del poder en su obra (No es por lo tanto el poder sino el sujeto el que constituye el tema general de mis investigaciones), sus análisis efectúan dos desplazamientos esenciales: si es verdad que no hay poder que no sea ejercido por unos sobre otros -los unos y los otros no siendo más fijados en un rol sino ocupando, por turno o simultáneamente, los polos de la relación–, esto implica una genealogía inseparable de una historia de la subjetividad; y si el poder no existe sino en acto, se vuelve central la problematización de su modalidad, la emergencia histórica de sus modos de aplicación, los instrumentos que usa, los campos sobre los cuales interviene, la red que diseña y los efectos que determina en una época. En ningún caso se trata de describir un principio de poder que funcionaría como fundamento, sino de poner en evidencia una articulación -agenciamiento diría Deleuze- entre prácticas, saberes e instituciones en los cuales el objetivo no se reduce al dominio sino que no pertenece a nadie.
Este análisis del poder, como modo de aplicación o acción sobre los otros, tiene consecuencias. La más difícil de aceptar, es que el poder se realiza sobre sujetos (individuos o colectivos) necesariamente libres: porque si no existe la posibilidad de la elección del propio comportamiento, adelantarse o resistir, obedecer o desobedecer, paradójicamente el poder se agota. Foucault: ahí donde las determinaciones (de poder) están saturadas, no hay relación de poder. El análisis foucaultiano destruye la idea de una confrontación directa entre poder  y libertad. Porque tenemos poder, deseamos libertad y no hay libertad que se ejerza sin poder. Es un desplazamiento de la resistencia al poder dentro de una esfera que es ya siempre la del poder y que no sale más hacia una improbable esfera de la libertad. Dos efectos: el primero es una crítica de la lectura marxista de la historia como mecánica dialéctica de la lucha de clases. El segundo es la imposibilidad de mantener la distinción entre adentro y afuera, entre poder y transgresión, entre límite y pasaje del límite, entre sujeción y liberación. La paradoja está en reconocer que el cerco dialéctico se cierra trágicamente cuando se busca separarlos, mientras que cuando se reconoce su articulación, existe la posibilidad de sacar la mordaza.
Esta genealogía posee una última característica. En la historia del pensamiento occidental, la definición de poder ha tenido constantes variables: una es la antinomia entre saber y poder, que es otra manera de decir que los hombres de la ciencia resultarían una garantía contra los excesos del poder (basta pensar que, si se mete un médico notable en la dirección del ministerio de Salud, todos nosotros estamos, al margen del color político, un poco más seguros). Foucault busca disolver la separación entre saber y poder, y reconstruir el modo en que el poder se ha entrelazado con el saber, y provocado efectos de verdad.
Mientras la articulación entre saber y poder en el medioevo pasa a través del reconocimiento de signos de fidelidad y extracción de bienes, desde el siglo XV en adelante el enlace entre saber y poder se organiza a partir de las ideas de producción y de prestación. Obtener de los individuos prestaciones productivas significa salir fuera del cuadro jurídico tradicional del poder para integrar la especificidad de la fuerza-trabajo en cuanto tal: el cuerpo de los individuos, sus propios gestos, su propia vida, sus enfermedades, su salud, todo lo que hace de un individuo puesto a trabajar un agente de producción y de reproducción de valor. En esto consiste la idea moderna del poder.
A este poder, Foucault lo describe al principio como un conjunto de disciplinas, como un tipo de gobernabilidad cuya racionalidad es una economía política. En realidad, se trata de constituir un par político que funcionará desde fines del siglo XVIII en adelante: el par servidumbre-utilidad. El individuo debe ser tan obediente como productivo: quizá debemos ser más conscientes del hecho de que la desobediencia, así como viene propuesta hoy, es la tentativa reiterada para salir fuera de este tipo de disciplina.
El poder se ha descubierto productivo. Las disciplinas son articuladas sobre el cuerpo y no trabajan bajo represión sino bajo la prevención: el castigo es siempre rotura de la producción mientras que la prevención permite mantener la continuidad productiva. El agente-cuerpo productivo, átomo singular de esta vasta fuerza-trabajo en la que se ha convertido la población de los hombres -devenida poblaciones, por una gestión más holgada de los flujos, su movilidad y control- pierde especificidad: la anticipación permite su sustitución en caso de necesidad. La idea de población permite al poder una mayor apropiación sobre los hombres y una independencia de los individuos: en suma, una gestión perfecta de la fuerza de trabajo fordista.
Es sobre esta base que la introducción del concepto de biopolítica representa un momento esencial en el análisis de Foucault. El término biopolítica indica la manera en la cual el poder tiende a transformarse, entre fines del siglo XVIII e inicios del XIX, para gobernar no sólo a los individuos a través de un cierto número de instituciones disciplinarias, sino al mismo tiempo a los vivientes constituidos en poblaciones. La biopolítica implica así necesariamente un análisis histórico del cuadro de racionalidad en el cual aparece -en la práctica, el nacimiento del liberalismo. Para el liberalismo, hace falta comprender un ejercicio del gobierno que no sólo tienda a maximizar sus efectos y a reducir sus costos, según el modelo de la producción industrial, sino que afirma además que se arriesga siempre a gobernar demasiado.
Según Foucault, mientras lo que llama razón de estado, es decir, la racionalidad asociada al nacimiento de la figura del estado-nación en el siglo XVII, había buscado desarrollar su poder a través del crecimiento mismo de ese estado, la reflexión liberal no parte de la existencia del estado sino de la de la sociedad, que se encuentra en una compleja relación de exterioridad-interioridad respecto al estado. Este nuevo tipo de gobernabilidad, que no se reduce a un análisis jurídico ni a una lectura económica, se presenta como una nueva tecnología de poder dotada de un nuevo sujeto, la población. Es preciso ocuparse de un conjunto de seres vivientes y coexistentes que presentan fragmentos biológicos y patológicos particulares, y cuya vida misma es susceptible de ser controlada para asegurar una mejor gestión de la fuerza de trabajo. Foucault: con el descubrimiento del individuo y del cuerpo adiestrable, el descubrimiento de la población es el otro gran núcleo tecnológico en torno al cual se han transformado los procedimientos políticos de Occidente. Ha sido inventada la que llamaré, en oposición a la anatomo-política de la cual hablaba antes, la biopolítica. Mientras la disciplina se presenta como anatomo-política de los cuerpos y se aplica esencialmente a los individuos, la biopolítica representa esta gran medicina social que se aplica a la población para gobernar la vida. El concepto de biopolítica trae dos problemas. El primero está ligado a una contradicción que se encuentra en Foucault mismo: en los primeros textos en los que aparece el término, él parece relacionado a aquello que los alemanes han llamado en el siglo XVIII la Polizeiwissenschaft, el mantenimiento del orden y de la disciplina a través del crecimiento del estado. Sin embargo, luego, la biopolítica parece señalar el movimiento de superación de la dicotomía estado-sociedad a favor de una economía política de la vida en general. Es en esta segunda formulación que nace el otro problema: ¿deberíamos pensar la biopolítica como un conjunto de bio-poderes, o bien (en la medida en que decir que el poder ha investido la vida significa también que la vida ha devenido poder) podríamos localizar en la vida misma –vale decir, en el trabajo y en el lenguaje pero también en los cuerpos, en los afectos, en los deseos y en la sensualidad– el espacio de emergencia de un contra-poder, el lugar de una producción de subjetividad que se afirma como momento de desujetamiento? En tal caso, el concepto de biopolítica deviene fundamental en la reformulación ética de la relación con lo político que caracteriza los últimos análisis de Foucault. Mejor: la biopolítica representa el momento de pasaje de la política a la ética o, como dice a veces Foucault, a una política sobreentendida como una ética.
Una biopolítica de la multitud significa hoy la recuperación problematizada de tal pasaje. Significa la voluntad de afirmar la positividad de nuestra resistencia. El contraimperio, si lo hacemos, no puede limitarse a ser sólo un contrapoder, es decir, al pie de la letra, lo otro del poder. Contraimperio es éxodo y desobediencia. Es potencia de vida y de la subjetividad, es recuperación de la producción del valor y del sentido, es producción de un vocabulario conceptual y de experiencias políticas nuevas, es dimensión constituyente. Nuestra resistencia reconoce al mismo tiempo las tres dimensiones tradicionales de las luchas -resistencia, insurrección y dimensión constituyente- en el momento en el que se reconoce como biopolítica, porque deviene expresión de la potencia de la vida. Oponerse y producir, oponerse produciendo, producir oponiéndose: muchas son las dimensiones de la potencia.
Algunos problemas permanecen abiertos: la articulación entre singularidad y lo común; el lenguaje, la refundación de una caja de herramientas léxica a la altura de la nueva situación imperial; la relación entre los saberes y la estrategia de desobediencia. La biopolítica debe repartirse entre la urgencia de estos nudos y nuestra práctica. Queda en nosotros hacer de la biopolítica no sólo un concepto teórico sino el nuevo nombre de un espacio de vida, práctica e invención que sea capaz de resolver estos tres puntos. Desearía que biopolítica fuese el nombre de aquel mundo que estamos inventando, el nombre de un posible que no ha sido jamás tan potente.

Colombia, vientos de guerra en Corferias

por Héctor Riveros



La Convención de Uribe Centro Democrático se inició con una proposición relacionada con la decisión de la Corte Constitucional que declaró inexequible el acto legislativo que modificaba el fuero militar. Al exministro Fernando Londoño le encargaron la misión de ambientar la propuesta y se vino con una diatriba contra el proceso de paz y contra la “pandilla judicial” que mantiene a los militares presos.
Se pidió un minuto de silencio por los soldados caídos en el combate y Londoño arengó diciendo que las sociedades requerían de héroes y recordando que sus alumnos deberían haber aprendido la importancia de la fuerza para el derecho.
Después alguno de los precandidatos hizo poner de pie a los oficiales en retiro que estuvieron en la reunión para rendirles un homenaje y varias veces se pidió aplausos para el Coronel Plazas Vega condenado por los hechos del Palacio de Justicia. La verdad no fue el único preso que recibió aplausos, también los hubo –entre otros- para Luis Alfredo Ramos detenido por orden de la Corte Suprema de Justicia por supuestos vínculos con la parapolítica.
Inmediatamente después, el expresidente Uribe dijo que en los Talleres democráticos se había aprobado pedirle a los pre-candidatos presidenciales que, en caso de resultar elegido alguno de ellos como Presidente, el 8 de Agosto del 2014 sobrepasara el meridiano 82 como una demostración de soberanía frente a Nicaragua. La proposición fue aclamada.
Después vino una declaración contra el socialismo del siglo XXI y la dictadura venezolana, que se repitió a lo largo de los dos días de la Convención.
Cada uno de los candidatos –en diferentes tonos- dijo que daría por terminado el proceso de paz que adelantan los negociadores escogidos por el Gobierno colombiano y el grupo guerrillero de las Farc. “Se acabó la fiesta de La Habana” se repitió una y otra vez.
Oscar Iván Zuluaga, el candidato previamente escogido por los directivos del movimiento, entregó un corto programa cuya primera propuesta es: “Recuperar la política de seguridad democrática y complementarla con una justicia eficaz. La verdadera paz se construye con más seguridad y más justicia, no a partir de impunidad y privilegios políticos para los violentos”.
En su discurso de aceptación de la candidatura dijo que con las Farc no hay nada que negociar y que la paz son los cinco pilares del uribismo.
Fueron casi veinte horas de discursos altisonantes en el que no se mencionaron a las víctimas y en los que la palabra “conflicto” estaba proscrita: en Colombia no hay un conflicto hay una amenaza terrorista.
El lenguaje militar fue el que más se uso: ”soy un soldado de esta causa”; “el Presidente tiene que volver a ser el primer soldado”; “hasta la batalla final” fueron estribillos que se oyeron varias veces y el discurso de unción de Uribe a Zuluaga terminó diciendo: “en sus pulcras manos entrego esta batalla”.
Nadie habló de una sociedad más igualitaria y cuando se usaba la palabra democracia era para denotar cosas distintas de las que le corresponden. Nadie dijo, por ejemplo, que esa palabra proscribe intenciones de perpetuarse en el poder, o que obliga a respetar el sistema de controles y la separación de poderes, o que exige dar garantías a la oposición, o que obliga a respetar las reglas como la que ellos mismos habían adoptado de hacer una consulta para elegir su candidato. Es otra democracia la que ofrecen.
Quiérase que no, las próximas elecciones son un referendo por la paz. Con acuerdo o sin acuerdo en La Habanalo que se decide primero en marzo, en las elecciones de Congreso, o en mayo en las elecciones presidenciales es si los colombianos vamos a resolver el conflicto por la vía militar o por la vía negociada, si vamos a fortalecer nuestra Fuerza Armada para confrontar al vecindario, si en la lucha contra el crimen vamos a tener como máxima que el fin justifica los medios o si –en cambio- nos decidimos por apostarle al proceso de paz y a una sociedad más respetuosa de las reglas democráticas.
El uribismo se opone a que se convoque un referendo para aprobar o no un eventual acuerdo de La Habanapero en la práctica lo que plantea como estrategia electoral es que lo que se decida sea eso. La diferencia es que el eje que se propone es el de la guerra y no el de la paz.
El Congreso aprobó una reforma a la ley estatutaria para abrir la posibilidad de que un eventual referendo se pueda hacer el día de las elecciones. Para marzo es imposible por razones de tiempo y para mayo tampoco parece posible. Pero con ese referendo o sin él la disyuntiva será la misma.
En términos electorales la dificultad está en que quienes están del lado de la paz están divididos: hay unos con el Presidente Santos, quien cada vez parece más decidido a asumir que éste es el tema y otros: “la tercería” que buscan un candidato porque no les gusta Santos, pero que respaldan el proceso de paz. Éstos últimos perdieron una parte de su discurso electoral con la bajada de Uribe a Pacho Santos. El estribillo de lo patético que resultaba tener que escoger entre dos Santos Calderón se acabó.
Hay además un amplio sector de la opinión que no está organizada, que no tiene voceros, que no está alienado ni con la reelección, ni con “la tercería” que en realidad es una tendencia de sectores de izquierda hasta ahora minoritarios. Quizás la clave está en que esa fuerza se active para promover una especie de coalición “pro-paz”
Si no, si el aire marcial que se respiraba por estos días en Corferias en Bogotá se llega a propagar, habrá que aprovisionarse para tiempos de guerra.

Nuevo Conflicto Social: «Ciudad del Boom – Ciudad del Bang»



Un nuevo tipo de conflicto social perfora la actual bonanza latinoamericana. La renta extraordinaria surgida de las industrias extractivas derrama sobre las urbes, convencida de su rol como agente de progreso. El aluvión sojero-minero-petrolero se entremezcla con el dinero narco, adopta formato financiero y se vuelca a la especulación inmobiliaria. Rosario es un caso testigo.
Pero no es el único. Rosario arde, a pura adrenalina arde.
Y en esa hoguera promiscua quizás se dibuje una nueva imaginación política.
Revista Crisis y Club de Investigaciones Urbanas presentan
«Ciudad del boom, ciudad del bang»
Realización: Martín Céspedes

Guión e Investigación: Club de Investigaciones Urbanas / Mario Antonio Santucho

“El erotismo de la sublevación”, entrevista a Franco Berardi, Bifo.

Por Benedetta Pinzari y Marianna Sica

Antes del 19 de octubre has difundido una reflexión en la que hablabas de sublevación. ¿Qué significa para vos sublevación?
Sublevación es una palabra rara y también ambigua, originaria de un léxico militar. La he usado en un librito de hace un par de años, precisando con mucha insistencia el hecho de que la sublevación que necesitamos hoy tiene que ser un proceso casi físico. Un sublevarse del cuerpo, que no puede tener nada de militar pero sí debe tener muchísimo de erótico. Estoy hablando de la reconstrucción de una energía social que parece haber desaparecido. Me pareció importante volver sobre esa palabra desde el momento que me di cuenta que otros en el movimiento sentían su fascinación, incluso debo decir su rica ambigüedad. Por esta razón me pareció casi necesario decir algo al respecto. El mensaje que he difundido tenía más que nada un carácter de esperanza, la esperanza del proceso iniciado el 14 de diciembre de 2010, con los estudiantes sublevados en Roma e Inglaterra, de manera muy dura y al mismo tiempo muy feliz, contra la barbarie que el capitalismo financiero europeo estaba provocando.
Tres años después las cosas han cambiado mucho, posiblemente para peor, en términos de relaciones sociales  y también dentro del cuerpo social de la realidad europea. Así que mi mensaje intentaba decir que lo que debemos hacer es salir del error de la batalla final. Una equivocación en la que esta vez nadie ha caído porque un poco de ejercicio anti-policial es parte de lo inevitable en una situación como ésta. Ahora espero sobre todo la continuidad del proceso. Es el único modo de que la sublevación salga de las explosiones de ira y se transforme en un proceso de efectiva autonomía social. Naturalmente esto es un deseo. No creo que en este momento estemos asistiendo a un proceso que tenga características de continuidad. Es verdad que las explosiones se están multiplicando en estas últimas semanas, empezando por por la manifestación por la defensa de la constitución, que puede tener las características ambiguas que se quiera, pero representa uno de los muchos elementos de oposición contra la dictadura financiera.
La huelga de los sindicatos de base, el 19 y lo que venga, todavía esporádico, tiene un efecto en las plazas: una explosión que debe traducirse en la cotidianeidad. ¿Conseguiremos superar este límite y dar continuidad al proceso de luchas y de autonomía? Esta es la pregunta que debemos plantearnos.
¿Sobre qué contenidos generales debe apoyarse un proceso de sublevación continua?
Hay una palabra que ha salido de Bolonia hace un par de años, que es de absoluta actualidad, y que se ha desarrollado muy poco. Esta palabra es insolvencia. La insolvencia es el núcleo más profundo de una posible revuelta de la sociedad europea. Insolvencia no sólo significa la negativa a pagar una deuda que no hemos contraído, sino también la negativa a pagar la deuda simbólica de una democracia que no tiene ya ningún contenido ni ninguna realidad. Es una deuda simbólica que confirma la subordinación política, por tanto la subordinación económica. Lo primero, la insolvencia. En segundo lugar, autorganización del trabajo cognitivo. La ofensiva financiera golpea primeramente el sistema educativo y el sistema cultural. El trabajo cognitivo autónomo, cuya energía es innovadora, es el verdadero núcleo central en el variopinto conjunto del trabajo precario contemporáneo.
Por tanto, insolvencia y autorganización del trabajo cognitivo son, en mi opinión, dos núcleos temáticos sobre los que el movimiento podría y debería construir su continuidad.
¿En qué situación europea y transnacional se daría este proceso de sublevación permanente?
En primer lugar debemos ser capaces de evaluar en qué punto se encuentra la penumbra en Europa. La noche es larga porque cuando se razona sobre procesos que no son únicamente políticos, sino también sociales y culturales, no basta confiarse a la inventiva o a la acción imprevisible que en política es siempre posible y factible. Es necesario tener en cuenta qué hay en las profundidades de las relaciones sociales de la sociedad europea y también en la cultura. Yo diría en el psiquismo de la sociedad europea. Allí se encuentra algo que da miedo, esta es la cuestión. La sociedad europea, en la impotencia política que ha golpeado al trabajo, es cada vez más incapaz de recomponerse para resistir y para invertir la ofensiva. En esta larga condición de impotencia, Europa está viendo emerger las formas conocidas del populismo, del fascismo, del racismo, del miedo, de la agresividad de la disgregación, del aislamiento, de la depresión. Esto es lo que emerge y se traduce en términos políticos. Oímos hablar de lo que está sucediendo en Francia, que junto con Italia es el país más triste de todo el continente en este momento. Oímos hablar de la confirmación electoral y el crecimiento inexorable del Frente Nacional. Cualquiera que haya estudiado un manual de historia de secundaria sabe que esto está en el orden de lo inevitable. La clase dirigente europea no puede fingir que no sabe que la palabra nación en Francia, desde hace al menos dos siglos, está extremadamente ligada con las palabras pueblo y Estado, no como en Italia o en España. En Francia el pacto de estabilidad de la señora Merkel, la imposición del equilibrio presupuestario impuesto por los agentes de Goldman Sachs –como el señor Mario Draghi y los otros Mario que circulan por el territorio europeo– significa una ofensa intolerable para la trinidad estado-pueblo-nación. Y esto puede gustar o no, a mí no me gusta, pero es un hecho.
La derecha y la izquierda se han unido horriblemente en este tema en el referéndum del 2005 contra la denominada constitución europea, en el que el Frente Nacional y la izquierda derrotaron  conjuntamente al neoliberalismo europeo. Esto debería enseñarnos algo, que Francia es un país donde el nacionalismo y la defensa de la sociedad pueden llegar a identificarse en el momento que son atacados, como ocurre actualmente, por una entidad política extranjera como Alemania. Siento decir esto, pero la cuestión es que vamos hacia la quinta guerra franco-alemana. De Napoleón a la guerra franco-prusiana, de la primera a la segunda guerra mundial, la historia del mundo en los últimos dos siglos se ha caracterizado por el resurgimiento de un conflicto que no solamente tiene caracteres nacionales, sino que se manifiesta bajo la forma de plaga nacionalista. El Banco Central Europeo ha despertado a la bestia nacionalista precisamente en el país en que esta bestia se vuelve más poderosa cuando resurge. ¿Estamos a tiempo de parar esta locura, que lleva directamente al hundimiento de la Unión Europea y al fascismo, a la guerra? ¿Estamos a tiempo? ¿Somos capaces de detenerla? Esta es la pregunta que me hago. Y también me pregunto si hay alguien en la clase política europea que se dé cuenta del absurdo que estamos permitiendo a la clase financiera. ¿Hay alguien que diga al menos en la situación de impotencia en que la política parece encontrarse?
Volviendo al 19 de octubre, los media mainstream han construido y propalado una narración que por un lado ha silenciado e intentado ocultar el proceso de construcción de la jornada, y por otro ha creado un clima de tensión y de criminalización a su alrededor, utilizando y agitando el clásico dispositivo del miedo. Viendo la gran participación del 19 de octubre parece que este dispositivo del miedo ha fallado: ¿ha sido así en tu opinión, y dónde hay que buscar las razones de su fracaso?
Recuerdo los días previos a Génova en el 2001, cuando algún indeseable corrió la voz de que se habría arrojado sangre infecta sobre la policía o incluso que trescientos treinta féretros estaban llegando a Génova. En esos días oí decir que en los hospitales de Roma había que hacer sitio para los posibles heridos.
El dispositivo del miedo puede haber funcionado en cierta medida porque quizás en vez de 80-90.000 personas podrían haber sido 200.000. Esto prueba no tanto que el dispositivo del miedo ya no funcione, sino más bien que la gente ya no puede más, es decir que las dimensiones de la rabia han alcanzado niveles de peligro, y todo el mundo lo sabe. Sin embargo no podemos contentarnos con esto. La rabia por sí sola no beneficia a la sociedad. Cuando la rabia no lograr encontrar una estrategia, no se traduce en formas de vida, de reorganización, de autonomía, amenazando con provocar autolesiones. Por tanto el dato de la manifestación es impresionante: se esperaban 25.000 personas y han sido al menos el triple. Sin embargo no podemos limitarnos a contar cuántos somos. No podemos limitarnos tampoco a repetir cada mes el ritual. Es un ritual útil por razones simbólicas, también por razones de autoreconocimiento que no hay que subestimar, pero tras este autoreconocimiento hay que llevarlo a alguna parte: a la vida diaria, al trabajo, a la escuela, a la universidad, a los barrios. Mientras no consigamos trasvasar esa fuerza al día a día corremos el riesgo de que se presente de manera estéril.
Otra significativa mistificación mediática de la plaza el 19 de octubre tiene que ver con su composición y con el intento de describir a los precarios, a los okupas, a los migrantes, a los estudiantes que han llenado las calles de Roma como jóvenes sin esperanza, fracasados, protestones y parásitos contraponiéndolos a una juventud autoemprendedora, dinámica, que se pone en juego a sí misma y sus propias competencias, empeñada en la construcción de un futuro deseado. ¿Qué te parece a ti, a este respecto, la jornada del 19 de octubre, en relación a su composición real y a sus reivindicaciones y expresiones?
Uno de los límites de la movilización y de la iniciativa está precisamente en el hecho de que, por ejemplo, nos cuesta relacionar y poner en común el trabajo precario en general, trabajo precario cognitivo y trabajo dependiente. Esta es una de las dificultades más dramáticas de nuestro tiempo. Es una dificultad tan profunda en el plano estructural, que ni siquiera estoy seguro que la consigamos superar. En los últimos años hemos asistido a explosiones obreras -pienso en Cerdeña, Taranto, el rol que la FIOM ha jugado en muchos momentos, que no logramos componer, si no es en la plaza, ritual e  intermitentemente, en un proceso de autorganización de la sociedad con el movimiento de los estudiantes o con las fatigosas y descoordinadas explosiones del trabajo precario. En definitiva, ¿qué necesitamos? Necesitamos una institución política, una consigna. El plan es el del salario para todos, el salario o la renta de ciudadanía desligada de la contingencia laboral. Sin embargo me parece más importante la reducción general del horario de trabajo, -ya sé que decir esto provoca risa. Pero mientras no nos demos cuenta de que el tiempo de trabajo es el verdadero núcleo esencial de la esclavitud contemporánea y de la división entre ocupados y desocupados, o de nuevo entre jóvenes y mayores, no llegaremos al núcleo central de la cuestión. Mientras no nos demos cuenta de que esto tiene que convertirse en el centro del discurso, estaremos siempre a la defensiva. Pensemos en lo siguiente, que no deja de escandalizarme: el que durante treinta años intentan convencernos de que si los jóvenes quieren tener una renta entonces los mayores tienen que trabajar más tiempo. Al decirlo me da la risa. Y tengo que reírme doblemente al pensar que toda la clase política lo repite diariamente y gran parte de la sociedad lo cree. Esto es contrario a las leyes fundamentales de la lógica antes incluso que a las de la sociedad y la política. Por tanto, una ofensiva cultural sobre este tema es probablemente una de las claves que nos permitirían recomponer una sociedad que por el momento, a parte de los gloriosos sábados por la tarde, para el resto se encuentra incapaz de solidez unificada y de autonomía compartida.
¿Crees que tiene algún fundamento real la representación mediática de una fractura dentro de la sociedad entre una masa de “empobrecidos” que demandan casa y renta y una presunta clase de “cognitarios” que en cambio tiene la posibilidad de construir a partir de sí misma y del autoemprendimiento un modo para mantenerse en medio de la crisis? En relación al discurso que sostienes respecto al tiempo de trabajo, ¿cuánto se explota o se autoexplota un “autoemprendedor”?, ¿cuánto tiempo de trabajo invierte diariamente?
En los años noventa, por repensar la historia reciente, la división entre trabajo precario y trabajo cognitivo tenía su fundamento real y salarial dado que el trabajo cognitivo se encontraba en condiciones de fuerza contractual y de agrado de la empresa, del hacer empresa en condiciones de crecimiento. Desde el inicio del nuevo decenio esta situación ha cambiado. Se trataría de entender por qué ha cambiado, qué ha pasado en la relación entre capital innovador y capital tradicional, qué ha pasado dentro de la composición del trabajo. En los últimos diez o quince años ya no existe ninguna condición de privilegio del trabajo cognitivo. Es cierto que existen raras excepciones de enriquecimiento y fortuna de la autoempresa, pero el trabajo cognitivo se identifica cada vez más con el trabajo precario, del que constituye gran parte. Por tanto, es cierto que el trabajador cognitivo se ve obligado a ejercer sobre sí mismo una violencia permanente, porque más que otros se ve obligado a vivir como competencia su situación social. A este nivel habría que desarrollar una crítica cultural que recoja precisamente los efectos de auto-violencia y de auto-empobrecimiento que comporta. Recientemente he leído un libro de un autor inglés, Jonathan Crary, titulado “24/7,” veinticuatro horas al día y siete días a la semana. Es un libro sobre el sueño, en el que el autor explica que al inicio del siglo XX la humanidad dormía diez horas por noche, en los años sesenta la media era ocho horas, mientras que hoy el americano medio duerme seis horas. ¿Qué ha pasado? Quien se ve obligado a dormir poco, no sólo sufre y empeora su calidad de vida, sino que también hace tonterías en su vida cotidiana. Es por esto que la autoexplotación no produce efectos de enriquecimiento, ni para la sociedad ni para el propio trabajador.

¿Cómo no confundir cookies con personas?

por Carolina di Palma


Paso el día adentro del shopping. Asisto a las jornadas del Interactive Advertising Boreau. Todas las salas de los cines transmitiendo en simultáneo con un montón de participantes a oscuras conectados a sus dispositivos móviles. Todos miran hacia abajo y la pantalla de cine digital esta encendida con un montón de logos. En los traductores se escucha: «cómo no confundir cookies con personas». Lo digital explota. Mientras se mantienen discusiones sobre la Ley de Medios en Tribunales, el mercado hace estrago multiplataforma. Ayer fue un día de jornada donde se juntaron los CEOs de «brands» o «digital or interactive agencies», Facebook, Google, Telefe, Youtube, Clarin Global, y más, a poner de manifiesto el nuevo motor de búsqueda: cómo monetizar el tiempo de ocio. Los «profesionales digitlaes» hablan del «pasaje del dolar analógico a los centavos digitales» que multiplicados hasta el infnito, dan infinitos millones de dólares.  Hablan de la «vida multiscreen», de crear una cultura “empredorista” dentro de las empresas enfocada en «mobile innovations». En este sentido, Facebook migra a movile, investigó a Latam y sabe que hay más «features phones» que «smarphones», entonces despliega sus «apps» en ese sentido, les importan los clicks, los Me gusta,  «las señales del presente». Sabe que hay 4 billones de celulares en el mundo y 14 millones son usuarios argentinos, un tercio de nuestra población. Un poco más cercano, hablando de territorios, algo del pasado, Telefe muta a multiplatadorma  y tiene «in progress» la Comunidad de producción. Aliados tuvo 350 millones de visitas con nueve horas de aire. Vieron el programa por TV 600 mil personas, por la web, 6 millones, 29 millones de views, el primer capitulo 150 mil reproducciones, 5.5 millones de reproducciones en el primer mes, los webisodes se vieron en un 95%. Todo esto es presentado de manera espectacular, en video, con sonido high definition, y Cris Morena al micrófono con gorro de navidad. Yo creo que vi un gorro de navidad, quizá era un gorro de duendes pero estaba oscuro. Mundo Gaturro tiene 10 millones de usuarios y una nueva red social para niños, Picapon con una «fan page» de 900 mil. Google habla de la Generacion C, curadores, creadores, conectados, comunidad, que generan contenidos, el perfil no es más etáreo, es «actitudinal». Google dice que el 88% de las interacciones son con pantallas y que un 60% ve mas video on line que por tv. La generación  C es mas del 50% de la audiencia en Youtube. Dicen que Latinoamérica es la región que más usa las redes sociales, que «Argentina es el pasis de los amigos» y que hay 5 billones de celulares en el mundo y sólo 4 billones de cepillos de dientes.
Ahora espero el 161 y unas niñas de 13 cantan una canción de ese «contenido» mirando sus BBs. Dicen: ¡ahí viene, despierten, apaguen sus celulares! Dejan de cantar, suben al bondi.

Serie: “Nuevo conflicto social. Extractivismo y política de lo común”: Entrevista a Raquel Gutiérrez

por Maura Brighenti


Para una política no estadocéntrica


Para empezar, querría retomar algo de la charla que diste en la CaZonade Flores (¿Qué pueden los movimientos sociales contra el narco? Intuiciones desde el presente mexicano) durante tu vistita a Buenos Aires en junio. En aquella ocasión hablaste del cambio que ocurrió en la gestión del narcotráfico en México cuando intervino el paradigma de la «guerra a la droga». ¿Qué efectos tuvo ese cambio en el control de los territorios?

La situación sigue siendo desastrosa. En 2006 hubo un proceso electoral fraudulento y una posterior disputa en torno a los resultados electorales que terminó con la continuación del gobierno del PAN, un partido absolutamente de derecha, empresarial, y clerical. Después de seis años, en 2012, el PRI se reinstala al gobierno con una capacidad prácticamente exhaustiva de controlar el territorio a nivel local. Ahí su gran desafío: el intento de volver a sujetar, a establecer los términos de una actividad empresarial muy redituable. No tenemos manera de comparar el narcotráfico en términos de rentabilidad, pero en términos de volumen, de divisas que mueve, creo que es la segunda actividad económica después del petróleo. De esto estamos hablando, de cómo se van a gestionar los términos en que se efectúa la segunda actividad económica más importante en un país.

Si bien el tráfico de droga está ilegalizado desde hace mucho, varían sin embargo los términos en los cuales se administra esta ilegalización, sobre cómo se efectúa. En un país donde ha habido tradicionalmente amplia producción y trasiego de droga, estaban establecidos unos términos –no formales- para regular dicha actividad; habían diferentes clases sociales implicadas: quiénes producían, quiénes se encargaban del transporte, quiénes financiaban, etc. Y, aun si el uso de la fuerza estaba siempre a flor de piel, sin embargo habían ciertos códigos, ciertos términos morales, pactos entre las mafias que gestionaban el negocio; y entre las mafias y las autoridades. Son precisamente esos términos, esos pactos que se van rompiendo en el gobierno de Felipe Calderón y de ahí lo que se conoce como «guerra a las drogas».

Creo que habría que leer esta guerra como un esfuerzo político con una doble finalidad, una más bien ligada al control estadounidense del tráfico y otra más interna. Por un lado, un intento de controlar un actividad empresarial que es porosa en su conjunto: de la producción al trasiego, a la ganancia que siempre se les escapa de las manos. En este sentido, la guerra contra la droga ha sido un esfuerzo enorme del gobierno estadounidense para establecer, por ejemplo, precios y destinos de la mercancía; es decir, por establecer términos de control del negocio. Algo similar primero lo hicieron en Colombia, después lo trataron de hacer en Bolivia, y ahora lo hacen en México.

Por otro lado, la guerra a la droga tuvo que ver con la necesidad de garantizar la existencia de un gobierno ilegítimo, implicado desde su ascenso al poder en una serie de escándalos que exhibieron la separación total entre política y aspiración social. No es mi intención, de ninguna manera, proponer una clave de interpretación que contraponga un «gobierno ilegítimo» a un supuesto «gobierno legítimo» (como proponía el candidato que en mi opinión ganó las elecciones en 2006, Andrés Manuel López Obrador). Lo que me interesa destacar es el desencuentro radical entre la esfera estatal –y sus proyectos y acciones- y las aspiraciones muy diversas provenientes de la sociedad mexicana centradas en detener tanto el empobrecimiento acelerado como la concentración de la riqueza; y en lograr cierta democratización de la vida pública.

En el período que va desde 1992 hasta el 2006, en efecto, hubo en México un proceso creciente y sorprendente de acumulación de luchas, de ampliación de la capacidad social de intervenir en la vida pública; durante el cual, la cuestión de la autonomía política del estado devino algo muy abarcativo, configuró un sentido común: desde la aparición del zapatismo, la lucha por la tierra-territorio y contra el libre comercio, el planteamiento del reconocimiento legal de figuras colectivas –los pueblos indígenas- que fueran sujeto de derecho público; hasta acciones antiautoritarias de gran envergadura que se reapropiaron colectivamente de riqueza social como el levantamiento en la ciudad de Oaxaca durante 2006, cuando una ciudad vivió una insurrección popular durante seis meses con diversos medios de comunicación tomados por la gente, con las decisiones y los proyectos políticos asumidos de forma autogestionada, etc. Entonces, de 1994 a 2006, pues, vivimos un período de acumulación de luchas, de clarificación, de diversos ensayos de enlace y articulación política desde abajo. Todo ocurriendo de forma tumultuosa, caótica, enérgica. Sólo para ilustrarte: el primero de mayo de 2006 hubieron manifestaciones en Ciudad de México durante todo el día. La primera fue un desfile gigante de los obreros pertenecientes a los sindicados corporativizados tradicionales que, aun siendo los sectores más sujetos al control del estado, mostraban mucha bronca y dejaban ver claras fisuras en la posibilidad de ser controlados. Después vino el turno de los sindicatos independientes, otra marcha enorme, muy radical, muy enojada, centrando la cuestión de la defensa de lo público, por supuesto en clave estatal, como hace el sindicato, pero denunciando y confrontando privatizaciones, desmantelamiento de los derechos, etc. Y la tercera, con la delegación zapatista de la Otra campaña que habían llegado dos días antes a Ciudad de México. Una manifestación totalmente heterogénea, vital, festiva, encabezada por un conjunto de zapatistas encapuchados que caminaban por las calles principales de la ciudad. La energía era asombrosa, se gestaba una fuerza social de gran alcance. Una lo sentía, comenzábamos a ser una sociedad en movimiento.

Yo creo que está ahí lo que hay que leer para entender la posterior “guerra a las drogas” que se nos vino encima. Quizás te lo estoy contando de manera un poco apresurada, pero la intención es trasmitirte esa vitalidad que se sentía. Una vitalidad que se expresaba en la capacidad de dar palabras a las cosas que estaban pasando, de plantear una articulación de consignas explícitas, muy claras. Si tomamos, por ejemplo, el cariño con que muchos otros movimientos nutrían al zapatismo, nos damos cuenta de la gran empatía que circulaba; pese a las dificultades y contradicciones que también existían. No se trataba de seguir una línea, sino más bien de generar lazos para abrir el diálogo entre diversas luchas. Bueno, a mi juicio, la clase dominante leyó lo que ocurría reconociéndolo como, justamente, lo que había que cortar. Así se explican los dos niveles de la «guerra a la droga»: un negocio que hay que controlar estableciendo términos centralizados para su administración –básicamente el interés de los EE.UU.- y la desarticulación de un proceso interesante y potente de acumulación política en marcha. Ese es el contenido político contrainsurgente y represivo de lo que ocurrió después. Y ahí encontramos otra clave de lectura.

Es bien interesante esta cuestión de esta clave de lectura. El tuyo es un intento de restituir una clave de lectura política a un conflicto social cada vez más violento y encubierto. En la charla en la CaZona de Flores dedicaste mucha atención a la dificultad de comprender lo que está pasando en México. Se establecen unos falsos términos del conflicto (por ejemplo la representación binaria de una lucha entre el bien y el mal o la reducción de la violencia a una mera luchas entre bandas narcos) para inhibir otras maneras de comprender, dejarte sin las claves analíticas necesarias. En este sentido, podríamos quizás pensar la «guerra a la droga» también como una guerra de sentido, mediante la cual se intenta encubrir la violencia implícita en la disputa por el control de una empresa económica tan rentable. Me parece un tema particularmente importante que merece ser pensado más allá del especifico contexto mexicano. Teniendo en cuenta las diferencias profundas de cada experiencia nacional, la impresión es que América Latina en su conjunto vive al interior de un modelo contemporáneo de acumulación capitalista de tipo extractivo, que captura valor de una articulación territorial compleja y difusa, donde resultan cada vez menos distinguibles economía formal e informal, legalidad e ilegalidad. Al mismo tiempo, para gobernar, los aparatos estatales necesitan reconducir esa misma realidad a una retórica discursiva legal-formal que inhibe la posibilidad de visibilizar, entender, narrar la articulación compleja de poder y conflictos que se dan a su interior. Para retomar una expresión tuya, ¿podemos hablar de una «captura semántica» generalizada?

Creo que esto que dices de la captura semántica tiene relación con un tipo de dispositivo contrainsurgente que se empezó a ensayar en Estados Unidos después de los atentados del 2001. Lo he visto pasar en varios países de América Latina, en momentos duros, de confrontación social y política tensa. Antes la cuestión era muy distinta. Por un lado, los políticos, los medios, enunciaban mentiras; por otro, era posible contar versiones que contradijeran lo que estaba siendo proferido, pero, y este es el punto relevante, desde un piso común de los términos de comprensión. El par clasificatorio mentira/verdad estaba vigente en el sentido clásico del término, de la correspondencia entre palabras y cosas. En la última década, me parece que se da un movimiento que busca inhibir profundamente la posibilidad de comprensión. Siento que este es el paso nuevo en términos contrainsurgentes. Esta estrategia se puede encontrar de manera muy clara, por ejemplo, en Bolivia durante 2008, en el momento más álgido de la confrontación con la oligarquía terrateniente del oriente ya durante el gobierno de Evo Morales. Todo lo que tuvo que ver con la movilización de la derecha en Santa Cruz y con los afanes separatistas o “autonomistas” que se proferían consistió, básicamente, en generar pura confusión: discursos que estaban siendo proferidos en distintos niveles, de diferente manera, como en una especie de orquestación dirigida a que no lograras comprender lo que estaba en juego. Qué no pudieras ver lo que pasaba. Esa misma orquestación, esa inoculación de confusión difusa y superpuesta, se puede percibir en México en otros niveles. Y está costando mucho trabajo restituir, producir colectivamente, un hilo de comprensión.

Ensayé la noción de captura semántica para estudiar la manera en que el estado se enfrenta a experiencias de luchas muy profundas. Cuando una aspiración social es puesta con fuerza en el tapete de la discusión pública, el estado toma el desafío pero tratando de decodificarlo para recodificarlo: con frecuencia usa las mismas palabras, desnaturalizándolas. Por eso hablo de captura semántica, de una manera muy trabajada de desnaturalizar las demandas, las exigencias, las aspiraciones que surgen desde abajo: “pides pan, no te dan, te dan un hueso… que te se atora en el pescuezo”, ese es un dicho mexicano que si bien no describe exactamente lo que digo, si lo vuelve comprensible. O sea, el estado y sus funcionarios, simulan todo el tiempo, ni hacen ni “conceden” lo que está a discusión, no dialogan con los de abajo pues: toman las palabras, las vacían de contenido, las llevan a otro lugar y luego proclaman que “ya cumplieron”. Es muy confuso.

Sin embargo, en la “guerra contra las drogas” parecería como si hubiera una especie de captura semántica hacia la sociedad en su conjunto. Es decir, como si la pregunta fuera, ¿cómo se inhibe la posibilidad de entender de manera general lo que ocurre? Creo que esta es una parte fundamental de esa inoculación de miedo que en México ha tenido tanto éxito. Los años 2006, 2007, 2008 fueron propiamente pavorosos. Y el punto máximo de este ensayo fue, no sé si te acuerdas, cuando nos lanzaron la amenaza de la epidemia de gripe aviar y a 20 millones de personas –los que vivimos en el DF y zona conurbada- nos taparon la boca en el sentido literal, obligándonos a usar cubre-bocas en el espacio público –trapos que eran completamente inútiles en caso de que la susodicha epidemia fuera real.

Fue muy impactante…

Si. Fue tremendo: los datos sobre la epidemia no cuadraban nunca, la información que brindaban las autoridades –y con la que saturaban el espacio público- era completamente fragmentaria y era imposible tratar de componer un argumento general sobre lo que pasaba. Eso genera un enorme miedo. En mi opinión, todo tenía que ver con impedirte entender lo que estaba ocurriendo. No se trataba entonces no más de mentirte, sino de impedirte entender, que no es lo mismo. Deberíamos desarrollar un análisis más en detalle de esta forma contrainsurgente.

Entonces, para retomar lo que venís planteando: nos encontramos con una potente acumulación social producida desde abajo que en un punto se enfrenta con el nivel estatal. El estado toma el desafío, cede algo, y modifica parcialmente sus instituciones para poder incorporar por lo menos una parte de esa acumulación al interior de su propia dinámica, para «capturarla». ¿Cómo te plantearías la relación entre «capturas semánticas» y «capturas materiales»?; vale decir, ¿entre la captura de sentido (impedirte entender) y la captura de la riqueza producida por la cooperación social?

Yo siempre pienso en tres niveles de captura, no necesariamente secuenciales, sino a menudos sobrepuestos y combinados. En primer lugar, la captura semántica de la cual hablamos, ya que ahí se arrebata el hilo y sentido a las palabras producidas por el movimiento, se las obliga a designar cosas distintas, se las empuja a ir hacia otro lugar. Después, una captura política y, por fin, una captura organizativa. Es una dinámica muy clara si tomamos por ejemplo el caso de la Asamblea constituyente en Bolivia. En el momento en que esa consigna alcanzó una fuerza tal como para volverse un horizonte de aspiración común, se produjo una disputa en torno de su sentido que se tradujo, al final, en su inserción en otro orden discursivo. En Bolivia se decía, durante los años de lucha: “Asamblea constituyente sin representación partidaria para producir el país donde queremos vivir”. Eso no pasó.

Esto de las “capturas” es parte de lo que solemos también llamar cooptación: un fenómeno que se da de maneras muy distintas y que, creo, debemos tomar muy en serio. La cooptación no remite a una mera entrega, una rendición, sino más bien a una confusión, confusión inoculada, también. Ya no es claro de que estamos hablando, ya no es claro por qué estamos peleando; se trata de fisurar aquello que producimos en común. Y ocurre que las discusiones acerca de los pasos a seguir empiezan a variar. Este es un punto muy importante: cuando tenés claridad en el horizonte que persigues, tenés también un criterio moral de cómo lograrlo, una claridad política que te sirve por sí misma. Es precisamente esto lo que hay que romper, lo que hay que capturar. Y así el horizonte se va moviendo hacia su captura política: ya no tenemos más un proyecto de reapropiación y control social, estamos construyendo un estado plurinacional. Así funciona la captura política: una cosa no es otra, pero la segunda se nutre de la primera. Se trata de un proceso muy tenso, donde empiezan a construirse las estructuras que van a sostener la captura política, las estructuras da la captura organizativa.

Y entonces la necesidad de volver nuevamente a escapar, no para irte a otro lugar. Por supuesto tenés que salirte, porque si te quedas capturado va a continuar el proceso de digestión de tu fuerza anterior por el capital y el estado para que se vuelva fuerza nutricia de ellos. Tenés que salirte para volver a empezar, para generar una nueva impugnación.

Me parece muy relevante pensar la relación entre esas formas de capturas -el riesgo de volverse elemento pasivo de digestión estatal y capitalista- y la persistencia de una pulsión autonomista en las formas de vidas que se dan en los territorios. ¿Cómo la ves?

Bueno, estoy elaborando una idea. La necesidad de ir pensando los elementos de una política no estadocéntrica. No me gusta la palabra no estatal, porque termina remitiendo al estado, en el sentido que sigue teniendo al estado como unidad de medida. O sea que vas a entender el no-estatal a partir de lo estatal y entonces tus prácticas van a seguir definiéndose en negativo por el otro término, en una especie de reflejo infinito. ¿Qué tal si pensamos una política no estadocéntrica donde nos salgamos de este binarismo? Claro: está el estado, está el capital, igual estamos nosotros, todo está en el mundo. Ahora la pregunta sería: ¿cómo nos reacomodamos en el mundo? Quizás inhibiendo paulatinamente capacidades de los otros términos (el estado y el capital) y conservando y agrandando capacidades y potencias nuestras. ¡Una especie de lucha popular prolongada general! –parafraseando al maoismo, centrada en la defensa y expansión de nuestras posibilidades y condiciones de reproducción; es asunto es que si no tomamos una visión de largo aliento, parece que no podemos mantener vivas muchas de las creaciones que logramos durante los momentos álgidos de lucha. Parece como si fuera siempre la empresa de Sísifo. Es decir, nos enriquecemos colectivamente por momentos –pues conseguimos fuerza social y creamos todo tipo de cosas-, pero solamente para volvernos a empobrecer. Para mantener esa capacidad creo que debemos cambiar los términos del pensamiento de lo político y la política: en lugar de quedarnos bloqueados en el interior de las dicotomías de una situación heredada, tratar siempre de moverlas, de trastocarlas. Esta es para mí una política no estadocéntrica; que se centra, por el contrario, en nuestras propias creaciones y alcances; en lo que se ha conseguido desde abajo en una lucha.

Me parece que en Argentina esto no ha alcanzado a pasar tras las luchas de comienzos de siglo. Fue quizás aquí, el lugar donde más claramente la cuestión del estatal/no-estatal marcó todo, y de ahí la historia de un estatalismo populista contrapuesto a otro estatalismo, violento, militar. En México la historia del estatalismo es mucho más larga y más aguda, pues durante muchas décadas vivimos en el estado que se reconstruyó después de la revolución de 1910-1921 –que fue muy profunda; por eso la idea clave en México de que para trasformar cualquier cosas tenés que asumir una posición autónoma del estado. Es una idea inmediata, que se puede ver y escuchar de forma muy general, aunque es muy difícil practicarla. El problema es que ese antiestatalismo contiene en si otro tipo de condena, que se ha discutido bastante en los movimientos: o te concentras en el durísimo esfuerzo por mantenerte lo más lejos posible del estado –y del capital- o te conviertes, de manera muy directa, en alimento del poder, como si fuera una maldición. Me pregunto si esa es la única posibilidad. ¿No tenemos capacidad de pensar y concentrarnos en crear otros lugares donde podemos movernos de manera más fluida y desde donde podemos impugnar los designios estatales y capitalistas de manera más contundente?, ¿dónde podemos dar la pelea de otra manera, sin asumir esos pares dicotómicos típicos de la política estadocéntrica –por la positiva o por la negativa? Yo creo que sí se puede, o al menos trato de pensarlo. Y lo que veo es que un buen punto de partida para pensar en esto es, como dice Silvia Federici, desde el ámbito de la reproducción social en su conjunto.

A propósito de la necesidad de plantear una política no estado-céntrica… En una ocasión usaste una fórmula que me encantó: dijiste que necesitamos encontrar un «tono de voz». ¿De qué se trata?

El tono de voz está relacionado con el hablar entre nosotros. Es que tenemos otro gran problema que es la articulación. En el curso de la luchas, ya lo hablamos, se dan momentos importantísimos de unificación, cuando se disuelven muchas barreras, los diferentes puntos de vista se acomodan, y se va produciendo, juntos, no tersamente, pero más o menos juntos, un horizonte común. Pero ¿cómo se mantiene esa unificación en ausencia de una confrontación tensa y generalizada? En los momentos menos aguerridos de la lucha es donde empiezan las fisuras y lo que al principio funcionaba como distinción qué se acomodaba en un horizonte compartido, ahora pone seriamente en riesgo la posibilidad misma de la unificación: es el riesgo de la atomización, de la disgregación. Entonces el problema de la articulación adquiere mucha importancia: ¿cómo podemos articular cuestiones diferentes en un horizonte común? o, lo que es lo mismo, ¿cómo podemos hacer palabras comunes, cómo podemos hablar entre nosotros? De ahí la idea del tono de voz, la búsqueda de cómo conservar, en cada momento, unas palabras para nosotros, unos guiños, unas señas; como nos autoconstruimos algún tipo de mecanismo, algún tipo de lenguaje que nos permita reconocernos.

Vamos reanudando los hilos de la conversación. Hablaste de cómo los territorios están al centro de una disputa por el control de negocios económicamente muy rentables (el narco sería unos de éstos); y de cómo al interior de tal disputa ocurren estrategias de captura cada vez más finas y generalizadas. En una perspectiva no estadocéntrica como la que venís trazando, ¿cómo plantearías la cuestión de la producción de riqueza?

Es un tema muy complejo. Hay ensayos, quizás convendría volver a repasarlos. Por un lado, está la idea de las empresas recuperadas, con sus diferentes experiencias. Se recupera la propiedad y se la establece entre algunos. No se trata precisamente de una propiedad común: en un nivel local, entre los trabajadores, se establece una propiedad colectiva, pero en nivel más general, sigue funcionando como una propiedad privada, por tanto que sea solidaria y reformule los términos de gestión. Es una posibilidad.

Hay toda una serie de experiencias, en Grecia por ejemplo, donde se está trabajando a partir de esa idea. Y otros esfuerzos que tratan de sustraerse más radicalmente de la economía capitalista: inventan sus monedas, se vuelven pequeños productores de cosas que intercambian entre ellos, y se arman una vida. Una clave, como señalaba, de todo este proceso, es que se trata de reconstruir la vida en su conjunto para garantizar condiciones para su reproducción: ahí se despliegan una enorme cantidad de esfuerzos y luchas cuyo centro es la reproducción colectiva –y expansiva- de la vida; ese es el lugar, creo de la postura no-estadocéntrica.

Tenemos para nutrirnos también, por supuesto, de toda la experiencia zapatista que en muchos sentidos se parece a estas últimas de Grecia, con la diferencia relevante de estar inserta en un territorio continuo que abarca la totalidad de la vida. Ellos han mostrado: “aquí estamos y aquí nos autogobernamos nuestra forma de vida, nos la vamos auto-produciendo, con todo lo que esto comporta”. Hay muchas dificultades en un camino como este, que puede mirarse –desde fuera- como lleno de renuncias, por ejemplo, a toda una serie de mercancías que circulan para valorizar el capital; algunas de las cuales son finalmente útiles, aunque muchísimas sean inútiles. Entonces, hay que renunciar a ciertas mercancías, aunque vale la pena destacar otro conjunto de valores de uso que se producen de manera autónoma. Esas mercancías que hasta ahora se producen solo de manera capitalista son un problema. Al mismo tiempo, hay muchas otras cosas que se pueden recuperar de otras maneras de producir y ensayar otras formas de intercambiar. Se produce otro tipo de riqueza, centrada en la producción de condiciones para la reproducción de la vida en general, que no es sólo consumo de mercancías –aunque muchas hagan falta. En fin, por ahí lo pienso.

La cuestión es si se puede pensar en esto como en un proyecto general. La cuestión es, centrándonos en la crucial cuestión de la reproducción de la vida, de su garantía y expansión (que el capital sistemáticamente niega), como también incluimos en nuestra lucha, una vez más, el asunto añejo de la reapropiación de otra clase de riqueza material que hoy sólo tiene forma de mercancía. Al fin de cuentas, se trata de la vieja cuestión de defender y producir lo común, planteada en el siglo XIX y ahora vuelta a pensar con todas las experiencias del siglo XX y todas las cosas que nos han alumbrado las oleadas de luchas que nos precedieron.

¡Desde hace dos siglos nuestros abuelos en lucha se toparon una y otra vez con el problema de la propiedad privada, de la monopolización de la riqueza y de la voz! La propiedad de la tierra, de la naturaleza y la propiedad, en general, de la riqueza material. Tenemos la necesidad de plantearnos la reapropiación de estas cosas: ¿cómo podemos hacerlo? Ya se ensayó la conversión de esa propiedad privada en propiedad estatal; que a la larga se mostró nomás como otra forma de propiedad privada. Se trata ahora, creo, de centrarnos en la producción de lo común que es algo bastante distinto; pues comienza con rechazar la fractura entre reproducción y producción que está en la base de la producción de capital. Y ahí se funda el no estado-centrismo.

La reapropiación común de la riqueza material es un camino, no un modelo. Considero que esta es una pregunta política central y, ¡ojo!, no tiene que ver con la toma del poder del estado. Reapropiación común de la riqueza y toma del estado son dos cuestiones muy distintas que quedaron enganchadas desde el comienzo del siglo XX; desde esa confusión es que creo que, al hacer la crítica, se terminó tirando al niño junto con el agua sucia… O sea, cuando colectivamente tiramos a la basura la cuestión de la estrategia política contra-hegemónica, del andar acumulando partidariamente poder y de orientar nuestros pasos de lucha por la “toma del poder”, etc.; terminamos confundidos en relación a la central cuestión de la re-apropiación común de la riqueza socialmente producida para que ésta deje de ser capital. Ahí, me parece están aspectos relevantes de nuestras dificultades políticas actuales.

Cambiaria, pues, el objeto de tu pregunta en verbo. ¿Cómo podemos volver a plantearnos la cuestión de la apropiación colectiva –y tendencialmente común-de las cosas que existen al tiempo que nos proponemos producir y reproducir otras maneras de producir la vida en su conjunto? El primer paso de todo esto es la lucha contra los nuevos despojos, que se expresan mediante ese conjunto de esfuerzos colectivos que dicen “NO”: “No te lleves el agua”, “No te apropies de la tierra”, “No destruyas el bosque que hemos producido”, etc. Hay muchísimas comunidades y pueblos levantados en contra de esto a todo lo largo de América Latina. Este es el punto de partida, sin embargo, la fórmula que necesitamos sería más bien: «no me quites, y esto que ya me quitaste ¡a ver cabrón, ahora me lo devolvés!».Es es un gran problema y debemos encontrar la manera de plantearlo y articularlo. Ya está volviendo a aparecer.

Las recientes movilizaciones en Brasil fueron un intento de repropiarse de su propio mundial, de su fútbol. Podemos tratar de leerlas en esta clave. Es decir, estaba la cuestión del transporte, pero estaba también el esfuerzo por conformar un cuerpo colectivo en las calles para ponerle límites a la expropiación salvaje de su deporte favorito y del  espectáculo fantástico que consideran suyo. Las luchas recientes en Brasil son, en este sentido, acciones que tienden también a la reapropiación de la riqueza social. Si las leemos desde esta perspectiva podemos entender esos esfuerzos de lucha desde una clave distinta y podemos contribuir a producir una forma de politización distinta: una politización no estadocéntrica. En fin, necesitamos de todos estos tipos de experiencias, como las de Chiapas, las de Grecia, las de las empresas recuperadas y de las cooperativas; y también necesitamos entender de otro modo el asunto de las luchas tumultuosas y enérgicas, necesitamos contribuir a ampliar el significado de esos anhelos. El nudo sigue siendo la cuestión de la re-apropiación de la riqueza colectiva y socialmente producida y privadamente monopolizada. Y este es un lado del problema político central desde el siglo XIX. El otro lado de ese mismo asunto es garantizar para nosotros mismos, de manera expansiva, condiciones para la reproducción de la vida en su conjunto. La cuestión claramente, es difícil; pero somos muchos, muchísimos, pensando en esto. De ahí la importancia de poder conversar.

El clima electoral no sacude a casi nadie

Por Alejandro Horowicz


Los resultados son relativamente conocidos de antemano, lo que quita dramatismo al recuento de porotos.  Con más del 40% de los votos escrutados la tendencia es clara. En la provincia de Buenos Aires el Frente Renovador  taladró el techo del 43% con su lista de diputados; el Frente Para la Victoria alcanzó el 31,6% ; el Frente Progresista se sostuvo en derredor del 13% ; y el Frente de Izquierda alcanzó un histórico 4,81 por ciento. En la Capital Federal el Pro conquistó con Gabriela Michetti el 38,8% ; Pino Solanas sumó el 27,4% y Daniel Filmus se tuvo que conformar con el 23,9 por ciento.
Con más del 40% de los votos escrutados la tendencia es clara. En la provincia de Buenos Aires el Frente Renovador  taladró el techo del 43% con su lista de diputados; el Frente Para la Victoria alcanzó el 31,6% ; el Frente Progresista se sostuvo en derredor del 13% ; y el Frente de Izquierda alcanzó un histórico 4,81 por ciento. En la Capital Federal el Pro conquistó con Gabriela Michetti el 38,8% ; Pino Solanas sumó el 27,4% y Daniel Filmus se tuvo que conformar con el 23,9 por ciento.
Sucedió, puntito más puntito menos, lo que las PASO auguraron. No faltarán por cierto los profesionales del optimismo que demuestren en cuánto levantaron la puntería. Sobre todo si comparan estas cifras con las de 2009. Tampoco sorprenderán en demasía. Hace tiempo que el clima electoral no sacude a casi nadie. El debate, de algún modo tenemos que llamarlo, no remontó vuelo. Las campañas nunca abandonaron la  generalidad marketinera vacía y ramplona. Las disputas jamás excedieron los nombres propios (con o sin balas, con o sin videos), y nada parecido a un relevamiento estratégico, a un mapa conceptual de los problemas nacionales, ingresó a la agenda pública. Y la mediática la siguió puntualmente. 
La batalla de los intendentes, con la gestión como estrella conceptual, siguió su curso. Y una idea de pesadez decadente, «a mí qué me importa», ganó a la sociedad, y la razón macrista por excelencia (¿alguien conoce algo más aburrido que un debate parlamentario?, por eso, mejor que un cierre de campaña, una suelta de globos)  se instaló ¿definitivamente?
La política solo interesa a los políticos, los demás desean vivir tranquilos. Entonces, se vota «normalmente» y todo sigue por el mismo andarivel, al menos hasta 2015.
Por una parte los resultados electorales son relativamente conocidos de antemano, lo que quita dramatismo al recuento de porotos, y por la otra, para la compacta mayoría, más del 50% de los electores, la política es lo más parecido a un mal imposible de evitar. Para los defensores de la «democracia abstracta», esos que festejan la «continuidad» inaugurada en diciembre del 83, el fetichismo de las urnas sigue siendo el corazón del sistema político. Los que no compartimos las alegrías fáciles, señalamos que democracia sin igualdad ante la ley (igual delito, igual pena) con impunidad sistémica para los crímenes de lesa humanidad, una democracia que conservaba en las tinieblas a los beneficiarios de la dictadura burguesa terrorista del ’76, no es siquiera formal; más bien se trata del mismo programa del partido del estado bajo control parlamentario; tan así, que votaras lo que votaras los mismos hacían lo mismo para beneficiar del mismo modo a idéntico bloque, y por tanto, en lugar de celebrar «continuidades» como las tres décadas democráticas nosotros festejamos discontinuidades, puntos de ruptura, estallidos sistémicos.
El 19 y 20 de diciembre del 2001, el «que se vayan todos», sigue siendo para mi lectura la referencia democrática a considerar. Y el restablecimiento de la relación entre los delitos y las penas, entre representación y representados, entre la política y la sociedad,  contiene el rasgo pertinente, la divisoria de aguas, el piso de cualquier programa republicano y democrático serio. Desde el momento en que la Suprema Corte de Justicia anulara las «leyes» de obediencia debida y punto final, a pedido del Congreso, la relación entre política y sociedad quedó restablecida. Entonces  la segunda oleada de conservatismo se abrió paso: los Derechos Humanos pasaron a ser un asunto del pasado, y con juzgar a todos los oficiales responsables, el tenebroso asunto quedaba clausurado. Pero nó, los poderosos de la Argentina, los que se beneficiaron con el Rodrigazo del ’75, con la cacería de activistas dinámicos reiniciada a otra escala tras el 24 de marzo del ’76, los que se llenaron las alforjas con las tasas de interés fuertemente positivas en dólares hasta la hiperinflación del 89, los perpetuos cobradores de la deuda externa, los ganadores con la convertibilidad y su estallido en el 2001, siguen siendo el inmodificado núcleo duro del bloque de clases dominantes.
Y si bien el oficialismo logró elevar el escandaloso piso de la catástrofe social (un país que produce alimentos para 350 millones de personas, no logra alimentar decorosamente a 40 millones) no logró plasmar un nuevo proyecto colectivo, ni cambiar el bloque de clases dominantes, ni terminar de alterar el sistema de valores compartidos. Ganar sigue siendo la regla de oro del menemismo líquido. Y los ganadores –basta mirar de cerca a los competidores– se parecen como gotas de ácido nítrico. Dicho de un tirón, el gobierno k restableció la posibilidad de la política, sin conformar una nueva estrategia política.  Es posible sostener: ¿quién pide tanto? Debemos admitir esta verdad miserable. Y aun así no dejamos de señalar que los problemas que nos plantea el devenir, la marcha de la crisis global, lo exigen a grito pelado; sin embargo, ni la sociedad argentina, ni al parecer ninguna otra, se terminan de hacer cargo de semejante falencia.
–Vamos Horowicz, no haga trampa. Usted no nos cuenta lo obvio: el oficialismo perdió en todos los grandes centros urbanos, y la provincia de Buenos Aires, bastión histórico de todos los peronismos, le volvió a dar la espalda. Y esto poco tiene que ver con la marcha de la «crisis global». 
Comparto la data, pero leo otra cosa. No cabe duda que el partido del descontento sigue siendo el partido mayoritario. Ahora bien, presuponer que los motivos del descontento son idénticos, contiene un sencillismo enceguecedor. Esta ha sido la hipótesis de los analistas «tradicionales», el oficialismo  nuclea una «minoría ideologizada», dicen, la compacta mayoría –los «vecinos», la «gente» – quiere otra cosa. Y la otra cosa –al menos la que se registra electoralmente – es el viejo y peludo peronismo federal. Duhaldismo sin Eduardo Duhalde. Es decir, los retoños del desflecado cuarto peronismo que añoran el mundo de la convertibilidad, en un mercado que avanza a toda velocidad en otra dirección.
Horowicz, admítalo, si quieren lo mismo; si desean vivir en el primer mundo, consumir como en los Estados Unidos, que la política no sea una aventura permanente, que la inflación no les devore los ingresos, y que la seguridad personal abandone el reino de las promesas incumplidas ¿Cuáles son los cambios que permitirán semejante evolución? ¿Votar a Sergio Massa? ¿Restablecer la convertibilidad? ¿Poner presos a los oficialistas corruptos? ¿Meter bala y bajar la edad de la imputación penal? Todo eso ya se intentó y sobrevino el 2001. Sin una política de estado sobre el narcotráfico, sin rehacer las FF AA, la seguridad seguirá siendo un argumento mendaz. Y la reforma de su cuadro de oficiales, de un modelo de construcción militar democrático, sin la tradicional «escuela de oficiales»,  no es proyecto de nadie.
En cuanto a vivir en el primer mundo, conviene mirarlo de nuevo: Europa se está cayendo a pedazos. No se trata de una «circunstancia», sino de una novedad histórica de bulto. Una nueva crisis sin antecedentes golpea la aldea global. La anterior se devoró al «socialismo real», esta destruye los restos del welfare state. El mundo del trabajo no conoció, después de 1890, condiciones similares. Los actuales sindicatos ya no son instrumentos adecuados para la defensa del salario obrero. El sindicato «nacional» no puede enfrentar la «fábrica mundial». Mientras tanto, la única política global es la de los bancos, y si así fuera,  si la nueva derrota popular fuera la principal consecuencia de la crisis en marcha, el destino de la sociedad argentina no pareciera excesivamente venturoso.
En 1935, antes que la crisis europea terminara en guerra mundial, Johan Huizinga sostuvo en Entre las sombras del mañana: «Ningún paralelo histórico permite sacar la conclusión de que todo esto acabará por arreglarse. Seguimos lanzados hacia lo desconocido». Todo lleva a pensar que esa es exactamente nuestra situación actual.

Carta Abierta al pensamiento

Por Raúl Cerdeiras

No soy quien para juzgar a los compañeros que suscribieron la última Carta Abierta. Porque tanto ellos como esta pequeña apuesta en que se sostienen las palabras que voy a escribir, soportan las inclemencias de un vacío producido ante nuestros ojos consistente en el desmoronamiento del ideal emancipativo del comunismo y la feroz consecuencia de la mundialización del capitalismo. El comunismo fue el primer proyecto político laico que afirmó la posibilidad de liberar a la humanidad en su conjunto de toda dominación, poniéndolo efectivamente en marcha; el capitalismo realiza por primera vez un tipo de sociedad que cubre, atenaza, atraviesa y condiciona, directa o indirectamente, a toda la humanidad. Vivimos en el “entre” que se ha formado, por un lado, por la  caída de una Idea política universal de emancipación y, por el otro, por la instalación universal de un sistema de explotación salvaje que arrincona a la condición humana hasta reducirla al simple anhelo de sobrevivir a cualquier precio. Estamos en el medio de dos universales, pero intrínsecamente diferentes, no sólo por su contenido (emancipación vs. dominación) sino por el significado mismo del término universal.
Pese a todo, ante semejante circunstancias, ¡qué antigua resulta la Carta Abierta n°14! Ella se anuncia diciendo que “vivimos tiempos de urgencia y de esperanza”. Sin duda la devastación que ha sufrido el pensamiento político emancipador es muy profunda. ¿Cómo puede ser que en el 2013 se siga navegando en una gelatina compuesta con las imágenes de un populismo de la década del 50 entreverado con un marxismo lavado e históricamente agotado? ¿Podemos seguir esbozando discursos políticos que coquetean con la palabra emancipación en los que se mezclan una rémora de nociones, imágenes, figuras, frases, slogans, etc. que corresponden a un pasado hoy inerte? Los gobiernos progresistas de América Latina ¿están ratificando lo que en su momento dijo Marx que los hechos y personajes de la historia se producen dos veces: “una vez como tragedia y otra vez como farsa”? ¿No es hora de abrir una nueva etapa y “dejar que los muertos entierren a sus muertos”? ¡Si, es hora! Y ese es el lugar en el que me ubico para dialogar con los compañeros de Carta Abierta, sabiendo que entre las cosas que hay que enterrar hay muchas que pertenecen al mismo Marx y sus descendientes, pero para dar un paso más, es decir, para inventar y proponer nuevos trayectos políticos que se inscriban en el horizonte que él abrió para siempre. Además, aspiro a que me escuchen como uno más que acepta la invitación que hacen para “convocar a compañeros que buscan destinos similares a los nuestros y permanecen fuera del proyecto”.  El único destino que nos acerca es una palabra que usamos en común: emancipación.
Alrededor de esta palabra, que es una idea latente en busca de una nueva significación, se juega el destino político de la humanidad. Parto del supuesto que ustedes no se suman a la legión que comanda el capitalismo más salvaje que ha sustituido, para mejor dominar a los pueblos, esa palabra por la de gestión. Pero tampoco soy tan ciego para no comprender que el gobierno de la década Kirchnerista esta enterrada, y para mí absolutamente maniatada, dentro de la lógica de la política entendida como gestión. Aquí parece abrirse un inmenso abismo, sin embargo debemos encontrar el terreno de las dificultades comunes que tiendan puentes. Eso obliga a delimitar el ámbito de las cuestiones sobre el cual verter nuestras ideas.
La historia como tragedia.
En América Latina en la década de los sesenta cuando los jóvenes nos asomábamos a la política encontrábamos un mundo solidamente conformado alrededor de dos opciones: el capitalismo o el comunismo. Eso no significaba que del lado revolucionario había paz, nada de eso. Las discusiones en ese territorio eran intensas pero las unificaba un eje en común. Las organizaciones debían ser vanguardias del pueblo (pero se discutía el tipo de organización y la composición de clase de ese pueblo); la toma del poder del Estado era el fin absoluto para todos (pero se discutía las formas de capturarlo); desde el Estado conquistado comenzaría la ardua tarea de cambiar la sociedad en una nueva llamada socialista (pero ya se adelantaban discusiones basadas en las experiencias de diversos países para llevar esa tarea adelante). El influjo de la Revolución Cubana fue decisivo para que la lucha armada pasara a ser el núcleo de todas las aspiraciones revolucionarias. Una de esas corrientes, Montoneros, resulta de un proyecto de articular al pueblo, esencialmente al proletariado encarnado en el peronismo proscripto, con las ideas marxistas. Muchos, yo entre ellos, formamos parte de ese aluvión político-militar desde diversos lugares. Como toda lucha de ese tipo abrazó la gloria, los errores y también las miserias. No me arrepiento. Ese intento ya había fracasado políticamente antes de ser exterminado militarmente. Políticamente, por la gestión del Estado democrático que hizo Perón (expulsión de la Plaza de Mayo de la juventud maravillosa) y militarmente por el Estado dictatorial. Fin de la historia como tragedia.
En vísperas del desmoronamiento del “campo socialista” y el fin de la “Revolución Cultural” de Mao, las dictaduras militares desde la griega y las de toda nuestra región, al mismo tiempo que aniquilan todos los intentos subversivos abren las economías de sus países para que se establezca la primera cabeza de puente de lo que luego sería el desembarco neoliberal. Jimmy Carter hace girar toda la política exterior de su país poniendo como principio de su accionar diplomático la Defensa de los Derechos Humanos. Luego viene el Consenso de Washington, la caída del Muro y la oleada antitotalitarismo en nombre de la Democracia. Desde ese momento la política se divorcia de la emancipación y se fusiona con la gestión, y la única elección real que imponen los amos del mundo en el campo de la política es la disyuntiva entre dictadura o democracia, esta última presentada piadosamente como el mal menor. Simultáneamente se anuncia el fin de la Historia, de la Filosofía, de las Ideologías, etc. La mesa está servida: entramos en la era posmoderna del capitalismo mundial cuya estandarte reza: vive sin ideas.
Los jóvenes que se asoman a la vida política en la década del ochenta encuentran activo otro cuadro político. El tema central es la transición de la dictadura a la democracia. La juventud se viste de color morado y su líder es Alfonsín. Empieza a consolidarse el sistema político de la Democracia, y una inmensa cantidad de intelectuales que veinte años atrás se proclamaban revolucionarios, vuelven de su exilio (no solamente los exiliados) y pasan por el altar de la Democracia a confesar y arrepentirse del pecado de haberse sumado a la locura totalitaria. Y en ese gesto también arrojaron al fondo de la historia, con en el paquete que decía “totalitarismo”, a la idea misma de la emancipación. “Antes queríamos cambiar el mundo, ahora nos conformamos con arreglar el jardín de la vereda”, se le oyó decir a muchos.
Cada uno a su manera, tanto Galtieri como Alfonsín no captaron la esencia del nuevo tiempo político que se abría en el mundo. El primero pensaba que como brazo armado de la destrucción de la subversión, al momento del manotazo de ahogado de invadir las Malvinas los EE.UU le harían un guiño y mirarían para otro lado. Mientras  Alfonsín, que aturdía gritando todas las cosas que se podían hacer con la Democracia (comer, estudiar…etc. etc.), en plena inflación motorizada por la ley inflexible del capital, confesó que le fue a hablar a los empresarios con el corazón y le contestaron con el bolsillo. Tuvo que irse más pronto que ligero. Galtieri no entendió que el momento de la limpieza había terminado, que para la mundialización del capitalismo era imprescindible el consenso democrático. Alfonsín (¿ingenuo?) nunca se percató que la Democracia no es otra cosa que la Democracia S.A, es decir, la forma política de administrar y gestionar los intereses y conflictos de la globalización en expansión. Comienza a montarse el escenario para representarse la historia como farsa.
Creo que el lapso que va desde la transición a la democracia (vía Alfonsín) seguido de la transición al neoliberalismo sin trabas (por la vía de Menem) anudado entre ambos en el Pacto de Olivos, es crucial. ¿Por qué? Porque toda la clase política y sus intelectuales progresistas compraron y aceptaron sin beneficio de inventario, un proyecto de estructuración de la política destinado no a la transformación sino a la administración de la realidad. Ante la esterilidad y el desamparo en que habían quedado, tanto las izquierdas revolucionarias como el populismo que se pretendía con capacidad de ruptura, en vez de encarar una revisión de toda esa secuencia hasta llegar a sus raíces, algunos se empecinaron en seguir encerrados en la vieja doctrina (la izquierda retórica) y otros se alistaron en el horizonte que proponía el balance que la derecha hizo del siglo XX. El populismo ahora pasa a ser nacional y democrático.
Otros pocos decidieron (me incluyo) encarar un análisis lo más profundo posible de los fundamentos del proyecto político que nace en el Manifiesto de 1848 hasta su agotamiento pero rechazando de plano el pescado podrido que vendía el capitalismo bajo el ropaje de elegir entre dictadura o democracia.
La historia como farsa.
Cuando la juventud de nuestro país se asoma a la política en la primera década del año 2000, se encuentra con una situación inédita: no se le ofrece nada para elegir. Ni capitalismo o comunismo; ni democracia o dictadura. Tiempos difíciles: no se puede elegir¡no queda más remedio que decidir! En diciembre del 2001, la muchedumbre mezclada sale a tomar las calles, como el fogonazo de un relámpago, una serie de luchas no tradicionales que se venían sosteniendo se arremolinan en un confuso y tenso escenario pero destinado a dejar varias huellas para el futuro  entre ellas, quizás la más profunda, portadora de inquietantes interrogantes: “¡que se vayan todos y no quede ni uno solo!”
Es este el primer dato real incontrastable que en la política tal cual funcionaba algo había concluido. No estuvimos a la altura de los acontecimientos. Toda la diferencia que tengo con el Kirchnerismo y los intelectuales que honestamente promueven su proyecto, es que ante el nuevo presente político que abrió los sucesos de diciembre del 2001, creo que esa huella debe ser sostenida como imborrable, en el sentido de tomarla como punto real de referencia para desplegar e inventar todas sus posibilidades; mientras que Kirchner considerará un trofeo mayor de su política haberla borrado. Llamamos a esa política el producto de un sujeto reactivo, sin duda diferente al que pudo haber desatado un sujeto oscuro una de cuyas muestras es la masacre del Puente Pueyrredón instrumentado por el Dhualdismo.
La derecha y el orden constituido cambian su táctica y su discurso en momentos en que un nuevo presente emancipativo los amenaza. También parecen reconocerlo ustedes cuando hacen referencia a la ilusión de un capitalismo humano y  que el fin del ciclo de los estados de bienestar fue revelador de que se trataba de una “estrategia” frente al mundo socialista. Debería profundizarse el alcance de este argumento, puesto que no solo era una competencia con el mundo socialista, había algo más peligroso para el reino del capitalismo. Después  la Segunda Guerra, con un capitalismo debilitado y el ascenso del fantasma del comunismo montado en las rebeliones obreras de Europa, se desata la última oleada revolucionaria comandada desde el Tercer Mundo. China y su Revolución Cultural, Cuba, el Che, Argelia, Lumumba, Allende, Indochina, Vietnam, etc. etc. El imperialismo desparrama para ahogar ese nuevo presente político en Europa, primero el Plan Marshall y luego monta el Estado de bienestar; y en América Latina la Alianza para el Progreso. Eran sujetos reactivos. El sujeto oscuro emergía según las circunstancias, como por ejemplo la invasión militar a Cuba, etc. Finalmente, se comprobó que a la larga el sujeto reactivo no es un dique seguro respecto a las fuerzas oscuras y que finalmente terminan trabajando para ellas, o preparando el terreno para que puedan restaurar sin medias tintas su dominio.
La farsa consiste que en el 2000, las fuerzas políticas que 40 años atrás, trabajando en el interior de una lógica revolucionaria plenamente vigente en el mundo (Marx-Lenin-Mao, articulada con las variantes nacionales), hoy reaparecen en el escenario para representar un simulacro de ese pasado. La farsa consiste en disfrazar con los antiguos ropajes de una epopeya pasada a una política ahora destinada a sofocar  (borrar la huella, apagar el incendio) un nuevo presente que sigue estando a la espera de su propio e inédito despliegue.
Sin embargo la carta afirma que la década Kirchnerista “se atrevió a desafiar el orden establecido” y que se “abrió una grieta en esta humanidad desolada”. Y aquí está la braza candente de una disputa política que sería desastroso no enfrentarla abiertamente. Porque es en el acontecimiento del 19/20 de diciembre de 2001 que se abrió una grieta y se desafió al orden establecido. Por el contrario, el kirchnerismo produjo con su política “reparadora” no solo el necesario socorro a las víctimas del desastre neoliberal, sino la reparación integral del sistema político y económico de nuestro país. Esto significa: la política entendida como la gestión dentro del sistema democrático y apresada en el dispositivo del Estado; y la economía como sinónimo del desarrollo del capitalismo. Democracia y capitalismo, así de crudo.
Entonces la farsa puede peligrosamente volverse una tragedia pero esta vez sin tragedia. La juventud, decíamos, no tenía al comienzo de este siglo nada que elegir, pero Kirchner parece decirles que no había nada que elegir por que la política estaba ausente y ahora volvía. Pero lo que se les entregó como el renacimiento de la política no es otra cosa que los restos funerarios de un pasado de la política agotado, y junto con ellos, los emblemas del poderoso Mundo Libre de Occidente: democracia y capitalismo, así de crudo. Tan crudo como decir que el kirchnerismo intenta dar una batalla (con un aroma de liberación) cuarenta años después contra los dueños del mundo, pero con las armas que le dan esos mismos amos, que son el resultado de su triunfo de hace 40 años.
Miremos la política real tal como se muestra alrededor de su acto sublime: las elecciones. Cumple al pié de la letra las exigencias que imponen los recalcitrantes enemigos. Basta observar una tira de propaganda de todos los partidos para sentir una sensación de repugnancia e indignación, que hace renacer el deseo de gritar nuevamente “que se vayan todos y no quede ni uno solo”. Es la prueba aplastante de la esterilidad de todo este andamiaje de la Democracia S.A., de la manera en que se maniata toda capacidad de decidir, pensar y actuar autónomamente a la gente. Transforman al pueblo en simples animales vivientes encerrados en el corral de la Democracia S.A., y los políticos sonrientes subidos en las empalizadas ofreciendo “lo que la gente quiere”: ser feliz. Una felicidad hecha de seguridad, salud, comida, educación, familia, bienestar, proyectando una nación cada vez más grande y…etc. ¡Si quieren todo eso, vótenme! afirman con gesto adusto y firme. Ustedes solos no pueden hacer casi nada, parecen decirle, porque no tienen el poder que a nosotros nos da el Estado. ¿No se enteraron que volvió la política? ¡Alegría: sí, volvió! Ahora el Estado se ha convertido en un arma que puede poner orden y límites a todas las injusticias que se desparraman por el mundo. Por fin, exclaman, ¡un mal menor ilumina nuestro horizonte! Después de todo esto, cualquiera que sean los resultados, nadie, absolutamente nadie, dejará de decir que ha sido “un triunfo de la democracia”. Es la única verdad que la casta política pronuncia en estas circunstancias.
Una revolución copernicana en las políticas de emancipación.
Se que suena grandilocuente pero estoy convencido que vivimos tiempos de re-fundación. Hoy algunos síntomas recorren el mundo que nos comprometen aún más a prepararnos para producir y recibir una nueva experiencia de pensamiento y acción política cuyas formas apenas si podemos balbucear. He llegado a algunas conclusiones y desde ellas intentaré articular este diálogo que supongo difícil pero fraterno.
La primera liberación es la que tenemos que hacer nosotros mismos respecto a una vieja matriz que ha condenado a la política que se pretende emancipativa a quedar atada y dependiendo férreamente de fuerzas sociales ya preconstituidas y del Estado como su lugar de ejercicio natural. Una revolución copernicana es sacudir profundamente esa idea que parece tan evidente para todos como lo era en su momento la certeza de que la Tierra se hallaba inmóvil y el sol, junto con el resto de la bóveda celeste, giraba a su alrededor.
La idea es sencilla, se trata de afirmar la autonomía de la política. Considerar que su capacidad de transformación depende de que no esté sujeta al tejido que impone el régimen social dominante (el capitalismo) y debe renunciar a pensar que el Estado es un instrumento de transformación si está en manos de revolucionarios o de regresión si lo manejan las fuerzas conservadoras. El Estado, que ha sido la tumba de todas las revoluciones del siglo pasado, tiene una sola función: garantizar el orden establecido, apenas si le hace cosquillas quien lo ocupe. Una fórmula se ha acuñado para sintetizar esta idea: la política no es representativa y debe practicarse a distancia del Estado.
La idea es clara pero las consecuencias son tremendas. ¿Porqué la política tiene que repetir eternamente la misma cantinela de los partidos y sus programas, la representación, el voto (o las armas) para llegar al Estado? La experiencia debería ser suficiente como para sacar la conclusión de que esa vía es el fracaso, la impotencia: nunca la humanidad ha estado tan aplastada política y económicamente como en nuestra época. Nuevamente mi pregunta acompaña el desafío hecho en su momento por Marx, cuando afirmaba que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro el  de los vivos”,  y se indignaba al ver que cuando los vivos “se disponen precisamente a revolucionarse y a revolucionar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionarias” entonces se conjuraban todos los espíritus del pasado para abortar este nacimiento vistiéndolo con los antiguos ropajes. Lo que vino después del 19/20 de diciembre del 2001 puede ser un caso emblemático de esta conjura del pasado. Pero el mundo no cesa de manera cada vez más testaruda de ofrecernos esas explosiones de presencias en las calles apuntando no tan directamente al sistema de explotación capitalista sino a las formas políticas que la apuntalan y administran.
Desarticular el sistema capitalista global que nos tiene atenazados en cuanto a nuestra subsistencia inmediata resulta una tarea casi imposible (ni tampoco es seguro que nadie esté en condiciones de controlar sus complejos dispositivos y sus efectos). Pero distinta es la posibilidad que cualquiera tiene de intentar pensamientos, organizaciones, luchas, etc. que vayan abriendo otra subjetividad política, otras experiencias que debiliten el armazón político establecido y vayan creando nuevos. Por dar un solo ejemplo, una huelga general es algo que el capitalismo asimila sin mayores problemas, pero –hagamos casi ficción– una abstención masiva de votantes puede conmover el andamiaje de la legitimación del poder y, además, la subjetividad que debe acompañar esa decisión implicará sin lugar a dudas una nueva mirada política de la situación. No es una propuesta, es algo que debe pensarse. No se trata de construir formas económicas “autónomas” en las orillas del capitalismo, sino de inventar políticas autónomas a la lógica del capital (es decir, liberar a la política de su determinante en última instancia) y situarla a distancia del Estado. Esta autonomía de la política no puede sino desembocar en un tercer principio en el cual recostar esta revolución copernicana. Es la afirmación de que la política es un pensamiento. Sí, la gente piensa, y es ese pensamiento el que crea una secuencia política, mínima o no. Por eso un pensamiento político no es para nada un conocimiento riguroso de una realidad política que se supone objetiva, como si fuera una montaña y los políticos geólogos que la escudriñan. No, la política es el pensamiento mismo de lo que se declara como político a lo largo de su historia. Es una invención, no una revelación. Pero ese pensamiento conlleva una práctica, una organización y una disciplina respecto a sus consecuencias. Finalmente, lo que no es sino un punto de partida, se lo puede resumir así: La política es un pensamiento autónomo de la red que organiza los lazos sociales y del orden político que organiza el Estado, y es por eso que tiene la capacidad de procesar ideas y practicas emancipatorias.
Política  o gestión: el nudo real de la cuestión.
Si hablamos de proyectos de liberación cabe hablar de política. Si se trata de administrar desde el Estado la realidad tal cual es, entonces la palabra política debe dejar su lugar y en su reemplazo hay que decir gestión.Cuando una política de emancipación se pone en marcha, cabe hablar de políticas reactivas  (o democráticas) y políticas oscuras (o fascistas). El mando afirmativo y creador pasa al campo de las políticas de rupturas que son las que  obligan a que el orden constituido se defienda por vía de estos dos sujetos políticos: el reactivo y el oscuro.
Reivindicando en este punto preciso a Borges –que decía que la democracia es un abuso de la estadística– creo que en un futuro no muy lejano si irrumpen experiencias políticas revolucionarias respecto al formato hoy vigente, se va a empezar procesar una distinción entre ser un estadista y hacer política. Llamaremos “estadistas” a esa clase encaramada en la gestión gubernamental del Estado, sabiendo que el núcleo central de su acción será el contenido real de una política que no podrá ser pensada ni practicada con los parámetros propios de una medida de gobierno. Después de todo un estadistano es otra cosa que una persona versada en los negocios concernientes a la dirección de los Estados, mientras que estadísticaes el recuento de la población y de los recursos naturales, industriales o de cualquier otra manifestación de un estado, provincia, etc. Asombrosa coincidencia que entregan los diccionarios. Y todo esto regido, lo sabemos, por el número.
El capitalismo mundial obtuvo un triunfo de consecuencias funestas al lograr que la palabra política quede diluida en aquello de lo que es una política. Liberan  así el cuchicheo ensordecedor propio de toda gestión: política de transporte, política de seguridad, política económica, política sanitaria, etc., etc., pero jamás política política, es decir, la política en la afirmación de su autonomía y potencia transformadora. Por supuesto que las medidas que toma un gobierno son importantes pero la evaluación de las mismas debe ser política. Si abandonamos este principio entonces nos entregamos encadenados a las pretensiones de los que nos dominan que no cejan de insistir en que, al revés, toda política sea valorada por la gestión.
En el plano de la gestión de los intereses inmediatos de la población hay medidas que benefician a un sector o a otro. El interés y el beneficio junto con el reconocimiento de derechos, son los parámetros más importantes que se ponen en juego al momento de evaluar una gestión con los recursos que son los propios de la lógica gestionaria.
Pongamos por caso el matrimonio igualitario. Desde el punto de vista del reconocimiento de los derechos de las minorías y la igualdad ante la ley, es una medida progresista porque progresa hacia ese objetivo frente a los que piensan lo contrario, es decir, los conservadores. Pero la ideología política que se promueve es, desde una visión emancipativa, reaccionaria. ¿Por qué? Porque es totalmente concordante con el fortalecimiento de la institución familia, abortando toda la fuerza que tuvieron las luchas de hace 30 o 40 años de las “minorías sexuales” que buscaban subvertir la institución de la familia y no adaptarse y ser reconocidos como parte de la misma y sus derechos. Y, además, es plenamente coincidente con uno de los caballitos ideológicos de la posmodernidad neoliberal que se llama el multiculturalismo, que es la reducción de toda política al reconocimiento de los derechos individuales y de las diversas identidades. Si hoy estuvieran activas las luchas que en otro tiempo llevaron adelante Foucault, Leo Bersani, etc., esta ley sería conservadora. Estamos festejando un mal menor, las ruinas de una lucha que seguro renacerá por otros medios.
Mis conclusiones son tres: a) si una gestión no encuentra ningún otro obstáculo que otra gestión entonces tenemos un reforzamiento pleno del orden; b) nada impide que gobiernos fascistas puedan gestionar medidas progresistas, (la reactivación de la industria y la inclusión de miles de desocupados producto de la derrota de Alemania y la crisis del 30, fue decisivo para consolidar al nazismo en el poder); c) un programa de medidas progresistas, en especial económicas, puede inclinar ideológicamente a la población hacia posiciones de derecha. Este es el caso nuestro, según interpreto los resultados electorales del 27 de octubre. ¿Qué puede ambicionar una clase media que quiere consolidarse (se habla de 9.000.000 de ascendidos a esa condición) como tal, sino defender el bolsillo (inflación) o que no se lo roben (seguridad)? ¿Por qué será, como dice siempre el gobierno, que los que se quejan son aquellos que les van bien?
Finalmente, mi anhelo sería que los compañeros que invitan a dialogar sinceramente, estén dispuestos a salir de la impronta ideológica que sella la dupla gestión-Estado, y hacernos cargo no de una promesa por venir sino de la vigencia real aquí y ahora de la palabra que, insisto, es el único puente que habilita este intento: emancipación.

Buenos Aires, 31 de octubre de 2013

Hacia un nuevo ciclo de luchas en América Latina

Por Raúl Zibechi


«Los pobres organizados en movimientos desarticularon las viejas gobernabilidades», sostiene el autor, que considera que los actuales gobiernos progresistas de la región serían incomprensibles sin aquel ciclo de luchas. Observa y presenta multitud de datos del repunte de un nuevo ciclo, centrado en la minería, los monocultivos y la especulación urbana que cree profundizará los cambios iniciados hace más de una década.
Cada vez que los sectores populares lanzaron desafíos profundos a las clases dominantes, consiguieron modificar el escenario político, tanto a escala regional como en cada uno de los países integran la región. En la década de los sesenta y parte de los setenta, fueron demandas obreras, campesinas y estudiantiles por derechos democráticos que se defendieron con tanta intensidad que hicieron tambalear las estructuras de poder y se saldaron, en general, con la instalación de regímenes autoritarios alineados con Estados Unidos.
Movimientos campesinos en Brasil, Paraguay, Perú y Bolivia; levantamientos obreros en Argentina (los célebres Cordobazo y Rosariazo), mineros en Bolivia y de todos los sectores populares en Chile, cuya potencia puede expresarse en un solo dato: en 1970 cerca de la mitad de la ciudad de Santiago estaba «tomada» por pobladores que autoconstruían barrios, viviendas y servicios. Algo similar sucedía en otras capitales, conformando un amplio desborde popular desde abajo que sólo pudo ser contenido con represión y muerte.
Dos décadas después, cuando el modelo neoliberal hizo estragos entre los sectores populares y las capas medias, comenzó un nuevo ciclo que volvió a modificar el escenario político de la región, pero en sentido inverso, desgastando a los partidos tradicionales y facilitando así el acceso a los gobiernos de fuerzas progresistas y de izquierda. El punto de partida de este ciclo de protestas suele considerarse el Caracazo de febrero de 1989, el levantamiento masivo y macizo de la población de Caracas contra un paquete de alzas de precios decretado por el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (amigo personal de Felipe González).
El gobierno lanzó a los militares contra la población. Según las diversas fuentes masacraron entre 400 y tres mil personas, sobre todo en los cerros, los barrios más pobres de la capital. Fue el comienzo del fin del bipartidismo venezolano que despejó el camino al triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998. Luego suceden una decena de insurrecciones populares en Ecuador (donde cayeron tres presidentes), en Bolivia (dos «guerras» por el gas y una por el agua), en Argentina, Perú y Paraguay, además de importantes movilizaciones en Brasil, Chile y Uruguay. Este impresionante ciclo popular puso a la defensiva tanto a las derechas como a las burguesías aliadas de Washington y modificó el escenario político por lo menos durante una década.
Los actuales gobiernos progresistas de la región serían incomprensibles sin este ciclo de luchas que desbordó las instituciones existentes, tanto las estatales como las políticas. Los partidos que gobiernan Bolivia, Venezuela y Ecuador, por ejemplo, no existían antes que los pobres organizados en movimientos desarticularan las viejas gobernabilidades. A diferencia del ciclo de los sesenta, donde se registró un fuerte protagonismo de las guerrillas y los partidos comunistas, en el de los noventa los movimientos fueron capaces de auto-organizarse en base a sus comunidades territoriales en campos y ciudades. Mientras el primer ciclo fue protagonizado por obreros, campesinos y estudiantes, en el segundo jugaron un papel destacado los indígenas y los pobres urbanos y rurales, los llamados «marginales» por la sociología y parte de las izquierdas.
Ante nuestros ojos está despuntando, al parecer, un nuevo ciclo de protestas y movilizaciones. La resistencia está centrada en la minería y los monocultivos, en particular la soja, así como en la especulación urbana, o sea en los diversos modos que asume el extractivismo. Según el Observatorio de Conflictos Mineros en la región hay 197 conflictos activos por la minería que afectan a 296 comunidades. Perú y Chile, con 34 conflictos cada uno, seguidos de Brasil, México y Argentina, son los países más afectados.
La resistencia es particularmente potente en Perú, donde el 25% del territorio fue concesionado a multinacionales mineras. La conflictividad hizo caer dos gabinetes del gobierno de Ollanta Humala, llevó a la militarización de varias provincias y provocó la muerte 195 activistas entre 2006 y 2011. El proyecto Conga de minería aurífera en el norteño departamento de Cajamarca, sigue paralizado por la contumaz resistencia de miles de comuneros que acampan en las lagunas para impedir su contaminación.
La cordillera andina registra importante actividad anti-minera en Chile y Argentina. La canadiense Barrick Gold, la principal productora de oro del mundo, se vio forzada a suspender su proyecto Pascua Lama en la frontera entre Chile y Argentina, por la presión social que forzó decisiones judiciales adversas. La minería no sólo contamina sino que fuerza la construcción de mega-represas hidroeléctricas para sostener el elevado consumo de energía que requieren.
La resistencia a la soja, el principal cultivo transgénico en la región, se está haciendo sentir con fuerza en Argentina. Primero fueron las Madres de Ituzaingó que ganaron un juicio contra productores y fumigadores que provocaron muertes y enfermedades en la localidad de seis mil habitantes del sur de Córdoba, rodeada de campos de soja. Un pequeño grupo de madres descubrieron que los índices de cáncer son 41 veces superiores al promedio nacional, porque el agua que consumen está contaminada con plaguicidas por las fumigaciones aéreas. El 80% de los niños de Ituzaingó tienen agroquímicos en la sangre y el 33% de las muertes son por tumores.
Estos días Monsanto debió paralizar la construcción de una enorme planta cerca de Córdoba, donde pretende instalar 240 silos de semillas de maíz transgénico con el objetivo de llegar a 3,5 millones de hectáreas sembradas. Decenas de militantes acampan frente a las entradas de la planta en construcción y durante un mes impidieron el ingreso de camiones con amplio apoyo de la población. La cuestión ambiental está instalada en toda la región, pero lo novedoso es que ya no sólo se denuncia sino que se empiezan a conseguir victorias.
En Chile los estudiantes y los mapuche han conseguido un amplio apoyo a sus demandas. En Colombia se registró, entre agosto y setiembre, la mayor movilización campesina en décadas contra las consecuencias del TLC con Estados Unidos. El paro agrario nacional movilizó a miles de productores de alimentos que atraviesan una profunda crisis que los está forzando a abandonar tierras y cultivos. Sus movilizaciones confluyeron con los camioneros, los pequeños y medianos mineros y con una parte de la población urbana insatisfecha, como los trabajadores de la salud y la educación.
Finalmente, en junio estallaron las ciudades brasileñas. Luego de un intenso mes donde millones de manifestantes ocuparon las calles en 140 ciudades y consiguieron revertir los aumentos del precio del transporte en más de cien ciudades, una nueva juventud sigue en las calles demandando el derecho a la ciudad y la democratización de la vida urbana, lo que pasa por acotar la especulación y las grandes obras que demandan eventos como el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro.
Aún es pronto para saber si este ciclo incipiente se consolidará. Menos aún para detectar los rumbos que irá tomando. Lo cierto es que apunta contra las facetas más depredadoras del modelo extractivo, tanto en las áreas rurales como en las urbanas, y parece destinado a profundizar los cambios iniciados hace más de una década.

Santo Tomás: teoría del hospital

Por Horacio González


Las noches nos suelen exponer a un desequilibrio en nuestras propias imágenes diurnas. A la mañana siguiente luchamos para reconocerlas. Suponemos palparlas y enseguida se evaden. En el Hospital Santo Tomás de Panamá, la pesadilla tiene el crudo realismo de gemidos en la penumbra, que en cualquier momento se tornan aullido. Gritos como garabatos casuales tallados por un preso en la pared. Hay permanentes jadeos, como trasfondo de un temor que parece confidencial.
Estoy en la Sala 14-A del Santo Tomás, junto a otros hombres desvalidos, casi todos hijos de la negritud. La mayoría de los médicos, enfermeras, residentes, tienen ese ascendiente, el viejo brillo fanoniano apagado ya en los cuerpos. El doctor Fernando Gracia, jefe de neurología, afamado, dictamina con rigor y experiencia. Ha sido o es el ministro de Salud de su país. La calma de los grandes médicos hace también al sigiloso pánico de los pacientes. Habiéndome desplomado en el Aeropuerto, lo que iba a ser un vuelo previsible hacia la Argentina se transformó en una internación de urgencia, porque un “rayo misterioso”, para hablar gardelianamente, se había alojado en mi cabeza y eso compondría lo que las enfermeras de la Terminal Aérea llamarían ACV, fatídica sigla, si es que casi todas las de esa índole no lo son. De modo que ambulancia y hospital en vez de avión.
En la guardia del Santo Tomás debo dejar mis pertenencias, llaves, dinero, documentos, los clásicos signos civiles de una identidad que creemos firme, pero es mucho más pasajera en los hospitales que en los aeropuertos. Todo cabe en una bolsita transparente. Una simple tira plástica que ponemos sobre nuestra desnudez. Como todo despojamiento, aun siéndolo en beneficio del despojado, nos exonera súbitamente de lo que creemos imprescriptible. Tienen razón las instituciones: todo documento prescribe.
Una de las noches fui tomado por un gran chucho de frío y llamé a la enfermera de ojos hindúes, descubriendo entonces que no dominaba el habla. Me salían palabras guturales. Después recordé mis tiempos de profesor, donde insistía en la palabra con buenos oropeles. Ni intenté decir la expresión “chucho” por creerla un “argentinismo”. Venía yo de un Congreso de la Lengua. ¿Pero si hubiera sido un vocablo afro-antillano? Nada más adecuado que allí. Un joven médico corre con mi camilla hacia el subsuelo, donde están los equipamientos tomográficos, que en el caso del Hospital Santo Tomás, el santo aristotélico, son los más avanzados en materia de computación. El hospital es público, universitario, popular, rumoroso, rutinario y también desesperante. Los panameños dicen reiteradamente dos cosas; que en nuestro continente son el segundo país en “desarrollo humano” luego de Chile, y que son un “crisol de razas”. Entre nosotros esta expresión ha sido abandonada por no poder ocultar su aspecto de unidad compulsiva o forzada de las vetas culturales heterogéneas. Y hasta lo que escucho, los tecnólogos sociales no han impuesto demasiado en nosotros esa complaciente y oficinesca categoría de desarrollo humano.
Los rasgos de los jóvenes estudiantes residentes y practicantes son jaraneros. A todo momento hablando de sus cosas, desenfadados. En aquel subsuelo, se habían congregado en esa madrugada, muchos de ellos a ver un partido de basquet de dos selecciones: la de las provincias de San Juan y Mendoza. ¿Así volvía hacia mí la Argentina? No había quien hiciera funcionar una poderosa máquina General Electric. Una joven que pasaba rápido hacia el televisor, pregunta “¿pero éste no es un paciente a cabo?”. No conocía la expresión pero imaginé lo peor. El joven médico responde: “No, es de la Sala 14-A”. Fui feliz al escuchar esa definición que me enviaba otra vez al mundo conocido. Allí estaba la confraternidad a la que pertenecía, con aquellos quejidos, con aquellos llagados y baleados. Hombres que lloraban por la noche y murmuraban un léxico ininteligible. Luego le deslicé al médico una opinión que procurase no delatar arrogancia: “¿No es la profesión médica una ética que aspira a un humanismo de urgencia?”. El tenía la respuesta y la dio mientras manipulaba los artefactos. Concordó, un tanto ofendido, y agregó que él se basaba en los ejemplos del doctor Favaloro. Ese apellido me sonó como venido de otro estrato del tiempo, como una lección de extrañeza en la circulación de ideas.
Un grupo de médicos con sus estudiantes forman un inusual espectáculo de enseñanza, entre el taller medieval y el patio filosófico de los griegos. La médica que me tocó a mí, con su actitud efectiva y cáustica, reforzaba su distante belleza como fruto maduro de lejanos ribetes silenciosamente adjuntados, que susurran indigenismo y Africa, a lo largo de un tiempo colonial que se desgrana con dificultad ante las memorias que desean ser más vertiginosas. Castañetea los dedos de repente y un enjambre de estetoscopios aprendices se abalanzan sobre mi pecho. “Arritmia paroxística.” Otra vez hablan los griegos al pie de cualquier cama del universo.
Otra noche, un alerta: “¡Paro! ¡Paro!”. Se organiza la corrida hacia la cama, a dos de distancia de la mía. Los primeros en llegar inician las maniobras de reanimación. Los retrasados siguen con sus bromas y charlas particulares. Parecen distraídos pero son un cortejo atento, la coreografía del dolor que desde siempre ha tolerado un manto de supuesta indiferencia, una mueca carnavalesca. La mañana después la cama tiene su manta prolijamente doblada. Aquel hombre no está más y poco después lo reemplaza otro hombre de similar edad, durmiendo plácidamente en el mismo lugar. Es también un hombre negro.
Había ido yo al Congreso de la Lengua organizado por el Instituto Cervantes de España, con el cual mantenemos distintas diferencias muchos de los que en la Argentina estamos interesados en el tema, siguiendo la tradición de la Generación del ’37, de Arlt, Borges, Masotta y María Elena Walsh. Caballerescos, aun sabiendo, quizá, de las diferencias, los cervantinos se acercaron también al hospital. De un momento a otro había pasado yo del Príncipe de Asturias a la conversación real de un pueblo. Del cóctel a la enfermedad, y una vez más se comprobaba que la verdadera emisión de lenguas sale de lo último antes que de lo primero, aunque interese el contraste. El dolor funda la lengua. Los evangelistas, que pululan por todo el hospital, bendiciendo por doquier con estilo engolado e hiperbólico, han descubierto algo pero, a pesar de su éxito literal, se apresuran en encasillar lo que es necesario decir con fórmulas predeterminadas y estentóreas. Creen fácil decir “adoración”, “lloro ante tus pies”. Los demás intentamos recrear lenguas sin evitar verlas como actos de redención, pero siendo infinitamente pudorosos, imperceptibles. Nos va mal. El evangelismo habla como la televisión y como el hospital –pobre Santo Tomás– y la televisión y el hospital hablan como el evangelismo. Debemos encontrar el lenguaje que no sea el de la Corona ni el de las Espinas. Y escuchar el silencio de nuestro espíritu cuando vemos lo que dicen quienes suponen poseer el ensalmo.
Ya en el Sanatorio Anchorena de Buenos Aires extraño el Santo Tomás y a mis compañeros, delirantes nocturnos. Vuelvo a ser porteño y encuentro solidaridad a cada paso. Las escenas se repiten, estoy en manos expertas, pero no consigo sacar de mi cabeza a Sergio, el joven costarricense evangélico que escuchaba, hasta altas horas de la noche, baladas muy profesionales sobre el seguro encuentro con Dios. No tenía nada para dejarle. Le regalé mis chancletas, que a su vez me había traído Armando, un amigo argentino. Muchas de mis noches allá las pasé conversando con Alejandro Herrera y Jaime Dri. Viejas historias argentinas; Dri, memorioso, vive en Panamá. Al final, salir, se sale. Es más fácil contando con la eficaz simpatía de la embajadora argentina, de la doctora Silvia Kochen, de los tantos amigos que nos trae el destino, de los compañeros de la Biblioteca y de nuestra turbada vida política, y del doctor Juan Carlos “Tano” Biani, un verdadero chamán de las instituciones de la salud argentinas.

Monsanto. La transversalidad del mal



«Monsanto. La transversalidad del mal», es un corto sobre el acampe de los vecinos de la ciudad de Malvinas e integrantes de la Asamblea Malvinas Lucha por la Vidacontra Monsanto, en Córdoba. Fue realizado por el equipo Verdes al Sur, dirigido por Pablo Bergel. 

La Lengua Subalterna II – Conversación con Rita Segato




Rita Segato supo desde muy chica que se dedicaría a la antropología.  Hija de una feminista intensamente racista, cree que la raza “es el punto ciego del discurso latinoamericano sobre la otredad”.Vivió en Venezuela, Nicaragua, Brasil , Irlanda del Norte, la Patagonia y Tilcara, donde se enamoró, como cuando era casi niña. Investigadora del feminicidio en Ciudad Juárez, la religión y el territorio, los límites de las fronteras nacionales y los discursos sobre la alteridad son parte del mundo de Segato, coautora del primer proyecto de ley de cupos para estudiantes negros e indígenas en las universidades brasileñas. Aquí, la segunda entrevista de La lengua subalterna.

Cola de Caballo

Por Helena Pérez Bellas


Cuando llega el calor mi principal problema es qué hacer con tanto pelo. Considero una aberración tener el pelo corto, esa entonces no es la salida. Usar el pelo corto para mí es tener un poder menos. No están las cosas, nunca estuvieron, para prescindir de un poder. Una llega a está vida y bang a los 14 años ya se da cuenta de con qué poderes cuenta y no tarda mucho tiempo más en descubrir cómo usarlos. En el camino, a veces, hay olvido. Pero nunca hay que olvidar. Nunca hay que olvidarse del poder.
Una de las quejas que más recibo es: estás dejando pelo por todos lados. Es verdad, ahora pienso que debe ser complicado tomarse el trabajo de matarme porque a la pregunta de qué hacer con el cuerpo se le suma qué hacer con el pelo. Supongamos que él, que me muestra las líneas de pelo negro en la cama y en el baño, se determina a matarme. O ni siquiera, supongamos que por un accidente yo me muero ahí y tiene que deshacerse del cuerpo porque no hay manera de explicarle a la policía cómo una chica sana se murió. Debe ser una tarea titánica ir buscando centímetro por centímetro del departamento pelo mío. Lo de las sábanas se resuelve rápido. Desde mi perspectiva veo dos opciones: prenderlas fuego o mandarlas a lavar. Quedan el colchón y el respaldo de la cama, para ambas cosas lo más conveniente sería buscarse alguna de esas aspiradoras en miniatura. La silla de la computadora y el escritorio representan un problema porque son igual de negros que mi pelo y convengamos que algún desprendimiento más breve se puede camuflar bien. Quedan el piso en toda su superficie, el sillón y cada uno de sus almohadones y el baño, Encerar y pulir son las opciones para el piso aparte nunca vienen mal. El baño es un tema porque los desagües suelen ser bastante traidores y nunca se sabe con qué se puede encontrar uno en la rejilla del baño. Guantes de látex y a meter la mano. Nadie se puede dar el lujo de ir preso por algo tan absurdo como un poco de pelo negro.
El baño me produce una manía extrema. Si me toca dormir fuera de casa me apena mucho un baño vacío, minimalista, carente de opciones. Un baño tiene que tener muchas cosas en donde se pueda elegir como pulir una mejor versión de sí mismo. Un baño que no está manejado por una mujer es un páramo. En mi caso, no se trata de invadir o marcar territorio: se trata de vivir mejor, poder ocupar el distrito conocido como baño y dotarlo de novedades. Sobretodo por el tema del pelo ¿Qué es este detergente que algunos hombres califican de shampoo? ¿Cómo puede ser que un ser humano que no tiene 90 años recurra a Heno de Pravia? ¿Dónde está el jabón líquido? ¿Cómo alguien cree que sin acondicionador se pueden desenredar 15 centímetros de pelo incluso más? No se trata de invadir y tampoco se trata de igualdad. Es todo lo contrario a la igualdad: es ir en contra del pedido de la igualdad. A mí me sobra lo que a vos te falta y no, por favor, bajo ningún concepto ese shampoo es para pelo graso.
El ADN  se cristaliza con el calor, es un lío. Es un lío si vas a vivir, es un lío si vas a matar. Cuando te vas a dormir se te pega el pelo contra la espalda en una especie de unión entre el sudor, que encima tiende a enfriarse, y las altas tempertaturas. En las sábanas se forman como bolitas de algodón y manchas de humedad y si son dos entre esos charcos secos de desierto se forma un ADN mixto en dónde cada uno aporta lo suyo. Yo aporto el pelo. Que es lo que me sobra, que es lo mejor que tengo para ofrecer. Después te ven cepillándote y te dicen te vas a arrancar todo ese pelo. Pero siempre hay más, mañana crece otra vez. En el tacho de basura están los detalles, en esa bolsa que se cierra también me voy yo. Sacarme en una bolsa de consorcio es un hecho, es un hecho semanal. Ahí también se pegó el pelo entre la yerba, los restos del helado y las cáscaras de las naranjas. Es una batalla por vez, es una sangría, un día no voy a tener más. Ya se acaba igual, llega el verano. Entonces tirás mas fuerte con el cepillo mientras te miran y te dicen ¿no te duele la cabeza? No, le digo, pero no hablo. Muevo la cola de caballo.

Un cuerpo

Por Diego Valeriano


Suenan disparos alborotados, el ruido seco a chapa silencia la tarde. ¿De quién es un cuerpo tirado en la calle?
Al principio solo se acercan los perros, huelen sangre y lamentan lo sucedido. Luego, un grito que sale desde el fondo de un terreno llega corriendo… noooo, no, no y las lagrimas vuelven ininteligible el resto. ¿Quién reclama genuinamente para sí a un pibe de 11 años, al Chuni, atravesado por siete perdigones de una recortada?
Los vecinos salen de a poco, un par de guachines corren a sus casas, todavía hay olor a pólvora que dejo el enfrentamiento. ¿Y ahora?
Alguien llama al 911. El puntero llama al jefe de calle. ¿Qué es el cuerpo de un pibito tirado tan cerca de la zanja que la sangre se une con el agua? Se acuerdan que hay que llamar a la ambulancia, también llaman a la remisería; la llaman a los gritos porque está a una cuadra. ¿Quién debe pagar?
La hermana mayor agarra unas piedras y comienza a tirarlas contra la casa de Cuchillo, inmediatamente se suman sus amigas. ¿Debe pagar alguien por los daños colaterales?
Con lo que le queda de movilidad, la mamá de Cuchillose arrastra con muletas y le grita a Daiana; le hace entender que ellos no tienen nada que ver y le señala la casilla perforada por los tiros. ¿Cuánto vale un guachín?
Daiana llora hasta desmayarse a la vez que Cuchillose escapa por el fondo, corre mientras todos gritan y lo putean; corre como para nunca más volver aunque no tenga ni idea a dónde donde ir ¿Qué es lo que puede un cuerpo?
Fermín tira radios frenéticamente, quiere anoticiar al Jefe de Gabinete antes de que se arme un escándalo y debilite aun más al Intendente: un guachín muerto a los tiros siempre es un problema político ¿Cómo se aprovecha un muerto?
El padrastro enfierrado y bastante en pedo balbucea preguntas, acusa a la mamá de Cuchillo hasta que llega un Bora, lo levantan y salen cagando para el barrio de los paraguayos a buscar a los pibes que hicieron los disparos. ¿Puede Chuniser bandera?
Fermín mira de reojo, están llegando los del comedor de la otra cuadra y empiezan a agitar con que esto pasa porque la policía liberó la zona. Llega la ambulancia. ¡Vayamos a la comisaría! grita uno de los flacos y los pibitos son los primeros en encarar. ¿La política es el comercio por otros medios?
Los flacos del comedor copan la situación, agitan y dicen que van a llamar a los abogados. Del otro lado del teléfono, la abogada llama a los medios y arma el comunicado. Tiene uno estándar, basta con cambiar un par de cositas. ¿La mamá de Chuni comprende el hecho político de la muerte?
El secretario del Jefe de Gabinete llega un minuto después de que casi todos arrancasen para la comisaria. Daiana, que no se puede ni mover, habla con el jefe de calle que esperó que se vayan todos para acercarse. Fermín vuelve a copar la situación y se asegura de que esos flacos tengan problemas si deciden volver. ¿Todo muerto es sujeto político?
A los manifestantes los espera pacientemente la infantería. La abogada está llegando justo a tiempo para declarar frente a las cámaras. ¿Un nuevo ciclo de luchas políticas?
Una lluvia de piedras cae sobre la infantería que tiene la orden de mirar. Cada vez se suman más pibitos y más militantes compañeros de los del comedor. El Jefe de Gabinete habla con el comisario, con el Intendente, con el Ministro; el jefe de calle con su transa del barrio de los paraguayos, la abogada con la radio ¿Nuevo conflicto social?
Los pibes saquean el kiosco que está enfrente a la comisaría y después queman un auto, los ratis de civil los esperan a una cuadra, las cámaras del municipio captan y avisan. La orden es clara: no detengan a los militantes. ¿Nuevo mapa de poder y control social en un territorio?
El jefe de gabinete ordena que detengan a los que mataron a Chuni o los maten o al que sea; el ministro anuncia que descabeza la cúpula de la tercera, el jefe de calle entra a la villa de los paraguayos y todos se corren. Nadie defiende a unos atrevidos que mataron un guachín. Llega a la casilla donde le señalaron que se esconden. Ya quemaron diez motos, dos patrulleros y saquearon dos locales… ya fue demasiado, la infantería actúa. La abogada acusa a la policía de represión y denuncia que sigue intacto el aparato represivo de la dictadura ¿Cómo se construye una víctima?
El quilombo no le conviene a casi nadie, ni a los de adentro, ni a los que entran ¿Cuánto vale un victimario?
Los pibes que supuestamente mataron a Chunison recontracagados a palos en el lugar donde fueron encontrados, también le pegaron a la novia de uno de ellos y no la violaron porque no tuvieron tiempo. Camino a la comisaría le gatillan varias veces. El secretario del Intendente llama al de policiales del canal para avisarle que van para la departamental con los culpables del asesinato. Intendente, cámara y patrullero legan a la vez. ¿Inseguridad?

Daiana consiguió un par de pastas para estar más tranquila: hace guardia en la morgue para saber cuándo le entregan el cuerpito. Su mamá no puede más del dolor y es consolada por la madre del Cuchillo; las dos aun están tiradas en la calle de tierra cerquita de la zanja.

Contra la pared

Por Dolores García Bello

Hoy mientras me metía los dedos a la primera hora de la mañana, no eran más de las siete pero el sol ya pega fuerte, me dijo shh no hagas ruido. Hice un poco de ruido y me volvió a decir lo mismo mientras le preguntaba, con lo que me sobra de lenguaje, por qué. Si lo que te vuelve loco no te va más yo me pierdo, yo no sirvo, no me gusta. Me agarró la cara fuerte, así medio bruto, para decirme que los vecinos se quejaron. Le vi la vergüenza le vi las ganas; le vi una sonrisita de orgullo, como si fuera mérito de él. Si me calla explotó para adentro, pensé. Pero igual se te van las cosas de las manos y empezás a putear a los edificios nuevos que vienen con paredes tan finas. Me duele la concha porque anoche no lo hicimos y para demoler paredes vine al mundo. ¿Por qué la gente se queja de escuchar coger? ¿Qué prefiere? ¿Escuchar morir? Elcorazón también hace sus ruidos durante lasístole y la diástole. Se estruja, impulsa sangre y se relaja para llenarse. ¿Tampoco quieren escuchar este ruido? ¿Pero ni pajeros son estos vecinos?
Me puse contra la pared para escuchar mejor. Si siento como te pones, me hago cargo de cómo te tengo. Soy responsable de mis actos, aunque a la mitad ya me perdí, ya quede alejada de esa forrada moral. Saco más calor que la losa radiante que me está por sacar ampollas y me pego a la pared pensando que sino querés escuchar entonces vas a sentir. Descontrol y me doy las cabeza contra la pared un par de veces. Que el vecino esté atento a saber si estoy penetrando la pared con los clavos de una biblioteca o si me están dando la cabeza contra la pared porque escuchar coger es escuchar morir un poco. Me sangra la frente, siento que una gota baja muy suavemente, llega a la ceja y se divide hasta perderse. Acabas y te vas ahí: una línea entre estar muy vivo y pisar el terreno de los muertos. Lo pienso positivo porque de morir mi deseo es quedar estancada en la repetición del entra y sale, el entra y sale.
Un mantra asesino, una repetición universal. Contracción del corazón, diástole del clítoris. No pará, pará… contracción de los dedos de la mano que ya no alcanzan para cubrir nada. En esa repetición invoco un dios y no querés que grite, ese es problema de la pared de quince, de la inmobiliaria, del vecino y del consorcio. Mi cabeza pega, la cama también pega; el universo-habitación se suma al ritmo y pega contra la pared dejándola llena de  marcas que vas a tener que tapar con enduído cuando lo devuelvas. Agarrame la cara a lo bruto, pedime estupideces y vas a tener que comprar dos kilos de enduído.
Estamos muertos los dos, el colchón empapado, la pared lastimada, todo en reposo. Estamos muy vivos los dos. Siento arritmia en su pecho y creo que es lo menos que me podes dar. Lamentablemente hablás, todavía no escucho. Estoy ahora más muerta que viva y entro en un estado de conciencia en que activo las funciones neurocognitivas superiores, percibo el conocimiento del mundo psíquico individual y del mundo que nos rodea, escucho la radio del vecino ¿la subió o siempre escucha así? Un perro ladra frenéticamente, vos haces ruido en el baño aunque tu arritmia sigue en la cama. ¿No te bancas una alteración en la sucesión de tus latidos que la dejas en la cama?

Clinämen: Racialización del espacio y efectos del neoextractivismo

Conversamos con Gastón Gordillo, antropólogo de la universidad British Columbia (Canadá), investigador en temas de memoria, espacio, historia y movilizaciones políticas entre tobas criollos y guaraníes en el Gran Chaco y el noroeste argentino. La organización racial del territorio. El impacto del modelo sojero en el norte argentino. El proyecto de la «Argentina blanca».

Entrevista a Pablo Farrés: “Nuestro reglamento hoy es la crónica, la memoria neurótica, el minimalismo de taller”

 Por Pablo Chacón


En El desmadre y El reglamento, sus dos flamantes novelas, el escritor Pablo Farrés despliega un universo de discurso por afuera del canon y del lugar común generacional que están colonizando una zona de la literatura local, la más festejada por el mercado y por los premios literarios, con las excepciones de rigor. Los libros -publicados por Pánico el Pánico y Letra Viva- son un prodigio de densidad narrativa y teórica. Farrés nació en La Matanzaen 1974. Publicó El punto idiota y Literatura argentina. Este es el diálogo que sostuvo con Lobo Suelto!
En principio, ¿qué semejanzas (de estilo o procedimiento) encontrás en El desmadre y El reglamento?
Veo que en los dos libros, los narradores escriben para un receptor que sostienen alguna jerarquía sobre ellos. La Asociación de Madres de la Memoria en un caso, y el Ministro de Educación del Régimen en el otro. En este sentido, los narradores están compelidos a explicar sus imposibilidades, la de escribir el reglamento que le han exigido, y la de escribir las memorias de una madre que ha perdido su condición con la desaparición de su hijo. Estas imposibilidades no remiten a un derrotero subjetivo, sino a ciertas lógicas paradojales. En una, la imposibilidad de una ley que justifique la existencia de la ley. En la otra, el desarrollo de una serie más compleja pero que me parece guarda su racionalidad: la pérdida de un hijo implica un desmadre, pero a su vez un desmadre implica un desconche, y si la narradora se desconcha es porque le sale un pene -de allí el problema, ¿cómo sostener la condición de madre con cierto pene decorando su entrepierna? 
No sé cómo lo trabajarán otros escritores; en mi caso, el estilo surge de intentar ocupar el lugar de esas experiencias imposibles. El estilo no responde a ninguna decisión, más bien es una cuestión de intensidades definidas por aquello de lo que se está escribiendo. Doy un ejemplo para explicarme: Carlos Ríos tiene un estilo de escritura tremendamente definido, pero ese estilo ¿responde a Carlos Ríos o al paisaje donde se instala su escritura -Manigua, Pripyat, etcétera? ¿Se puede escribir desde Manigua de otro modo, o es que Manigua ya es ese modo, es decir, ese estilo? Respuesta apurada: el estilo no es de Carlos Ríos sino que ese estilo ya es Manigua. En otras palabras, la escritura es el estilo, pero la escritura nace de un lugar que está fuera de las palabras.
En El desmadre, el narrador, ¿practica una parodia de un escritor como Osvaldo Lamborghini o está afirmando un juicio sobre su propia práctica?
No hay parodia. Ninguna parodia. Escribo con toda la seriedad de la que soy capaz. Casas decía que Aira nos cagó. Pobre Casas. El que nos cagó fue Lamborghini. La intertextualidad delirante de Lamborghini hizo que los juegos abstractos y meta-literarios de Borges se cierren en el trabajo de la frase. Lamborghini es una clausura de la literatura que Borges abrió, y por ello mismo nos condena a escribir en el desierto. Aira escribe en el desierto, pero el desierto no termina y por eso Aira sigue escribiendo máquinas autosuficientes. Cuando Casas dice que Aira nos cagó es porque Casas no se aguanta el desierto y necesita del barrio, de los amigos, de la historia y de cualquier cosa que venga a tapar el desierto. Respondo entonces: no hay parodia posible sobre Lamborghini porque Lamborghini inventó su propia parodia (la llanura del chiste), lo que hay es un desierto por el que avanzar sacándose de encima lo que nos pesa -las madres y los reglamentos políticos, culturales y literarios. Después vemos a dónde llegamos, si es que llegamos a alguna parte.
La pregunta anterior se relaciona con esa especie de oposición Gelman-Lamborghini donde pareciera que inventar algo por fuera de ese canon resultara imposible. ¿Es imposible inventar algo por fuera de ese canon en la Argentinacontemporánea?
La lógica del adentro y del afuera, me parece que responde a la trampa en la que la misma vanguardia planteó y terminó cayendo. La noción del afuera remite a cierta necesidad de novedad, en la que no me interesa participar. Me gusta pensar la literatura en términos de simultaneidad, más que en función del par viejo o nuevo.
Ciertamente, en El desmadre aparece cierta oposición entre la figura de Gelman y la figura no nombrada de Lamborghini. Pienso El desmadre como una novela política, y en este sentido, la novela, de un modo lateral, interviene sobre ciertos discursos que se han vuelto hegemónicos.
En términos culturales, Gelman ha ganado. Y ganó porque nuestra cultura es la de la derrota, la memoria de la derrota, y la crónica de los derrotados. Nietzsche habla de los sacerdotes del ideal ascético: hay sacerdotes de la derrota que hacen triunfar su voluntad usando el resentimiento común. Contra ello, aparece El desmadre, como un modo de sacarme de encima las ataduras culturales y personales de la memoria. La desmemoria sana, nos vuelve más livianos. Y no se trata de negación ni del olvido, se trata de hacerse cargo del horror pero para vivirlo con la gracia del don (en la novela, por ejemplo, cuando a la madre se le revela su propio pene y por ello la necesidad de volver a reconsiderar su estatuto de madre), de lo contrario sólo nos queda el resentimiento. En el resentimiento no hay literatura posible, salvo que el resentimiento se transforme en una fiesta desmadrada. Pero para eso hay que pensar el lugar de las Madres. Pienso en el imperativo Verdad, Memoria y Justicia, y me digo que desde ahí no hay creación posible. Prefiero Ficción, Desmemoria y Fiesta.
En este sentido, la pregunta acerca de la invención literaria, me parece que no debe remitir al problema del canon. El canon no importa. Y si a alguien le importa es porque no leyó sino a los tres o cuatro que dicen qué hay que leer. En todo caso, el canon funciona como un reglamento que no dice nada. Por eso el tema de la invención se relaciona mejor con lo que está fuera del reglamento. Por ejemplo, ¿cómo es posible el desmadre?
Treinta años de democracia. ¿Cómo ves el funcionamiento de la institución-literatura en la época que te ha tocado vivir de esos treinta años?
Un poco te respondí en la pregunta anterior. Siento que la literatura estuvo anclada en la memoria, omitiendo los procesos ficcionales -selección, desplazamiento, superposición, travestismo, etcétera-, siempre perversos, de la memoria. Permitime oponer dos libros paradigmáticos: Los topos, de Félix Bruzzone, y justamente de Bruzzone -digo porque hay algo de valentía que se juega en que sea justamente Bruzzone el que escribió ese libro- trabaja con esos procedimientos que hacen de la memoria una herramienta de creación. Frente a ese hermoso libro, hay que leer el de (Patricio) Pron, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, donde se plantea la búsqueda de una verdad que reduce la literatura a mera crónica, cae en todos los clichés generacionales, propone una épica que sólo sirve para desnudar nuestras imposibilidades contemporáneas, y finalmente se dibuja a sí mismo con un autor comprometido con los valores morales de nuestra sociedad que tan bien deben ser leídos en Europa. En uno hay creación, en el otro sólo un posicionamiento cultural que conlleva algunas regalías. La oposición que planteo es sintomática de nuestra cultura de los últimos treinta años. Una memoria reactiva y clasificatoria (bueno-malo, negro-blanco) contra una memoria creativa que expone sus procedimientos desmadrados (mezcla, travestismo, contaminación). Gelman ganó, del mismo modo que Pron va a ganar.
No sé qué van a ganar, pero no importa. Otro libro sintomático es el de (Elsa) Drucaroff, Los prisioneros de la torre, donde se plantea una lectura de ciertas obras recortadas en términos generacionales y definidas bajo la noción de post-dictadura. Ni yo ni nadie quiere sentirse post-nada, y la noción de desmadre intenta plantear la posibilidad de escribir desde ninguna generación (generación = madre). Finalmente, con esto quiero decir que nuestra democracia se ha sustentado en ciertos modos de captura cultural y discursiva que nos condenan al encierro en una generación, en la reverencia a la figura materna (el sufrimiento, la conciencia moral, el llamado al hogar, la verdad histórica, y esas cosas), en cierto higienismo bienpensante que pone al horror como un monstruo ajeno como si no fuera parte de cada uno de nosotros y de nuestras relaciones.
Siento que la literatura no ha podido hacer mucho frente a esas imposiciones de nuestra democracia, y terminó haciéndole el juego. Nos enseñaron a tenerle miedo al horror, y reducir nuestras experiencias a un código neurótico -de ahí la actual novelística. Nuestra democracia siempre está al borde del fascismo, ahí donde el sueño fascista por excelencia es el de aniquilar el horror por medio del horror legitimado. El único favor que la literatura puede hacerle a la democracia es devolverle el horror como su parte más propia.
¿Es posible que la práctica literaria vernácula esté más cerca del universo de El reglamento que el de El desmadre? Si es así, ¿por qué?
Sí, completamente. Nuestro reglamento literario hoy es la crónica, la memoria neurótica, el minimalismo de taller, y la apología tecnológica que reduce la literatura a Facebook. El problema es que estamos re-contentos con nuestro reglamento generacional. Pero la trampa también es apostar por la transgresión del reglamento. No se necesita ninguna transgresión de nada. Eso es vulgaridad. Cuando hablamos de desmadre hablamos de modos de hacer una fuga que reconfigure la narración del pasado y del origen, no volviendo a ellos sino llevándolos consigo lo más lejos posible, casi hasta perderlos.

Apuntes y preguntas para la visita de Sandro Mezzadra a la Cazona de Flores

Por el Instituto de Investigación y Experimentación Política (IIEP)


La visita de Sandro nos ofrece una oportunidad para discutir algunas cuestiones que nos preocupan y que tienen que ver con el problema de la investigación política, de la creación de nuevas iniciativas e instituciones populares, en un escenario como el actual, caracterizado por cierto cierre del ciclo de los gobiernos progresistas -no sólo a nivel nacional, sino también a escala regional- y, sobre todo, por la emergencia de una nueva conflictividad social.

Y es que la crisis, a la larga, todo lo corroe. 2001 es una fecha clave para entender este proceso. El impacto de aquella insurrección popular contra las políticas neoliberales en todo el continente fue decisivo. En su aspecto constituyente, esas luchas dieron lugar a nuevos sujetos y abrieron el ciclo de los gobiernos progresistas. En su aspecto destituyente tuvieron éxitos extraordinarios, deslegitimando al neoliberalismo en la región.

Sin embargo, es claro que las rebeliones de principios de siglo no alcanzaron a constituir formas políticas a la altura de lo que su propio protagonismo proponía. Este desfasaje entre capacidad destituyente e imposibilidad de plasmar instituciones de nuevo tipo caracteriza también, al parecer, los ciclos de luchas que se dan hoy en día en muchas partes del mundo.

Entre nosotros, el consenso neoliberal ha sido derrotado. Pero enfrentamos de todas formas la hegemonía del capital financiero, que se hace presente en la determinación misma del modo de acumulación (los precios de los comodities, por ejemplo, dependen de dinámicas financieras), se expresa en la producción de subjetividades en torno al consumo, y hasta en el modo de funcionamiento de las instituciones del estado.

Esto se nota cuando miramos la política de los gobiernos de la región. Muchos han puesto en marcha, con diferencias importantes entre sí, políticas de reconocimiento simbólico, de reparación de daños y de distribución del ingreso. Todos ellos, con variantes, han colocado al estado como actor capaz de jugar un papel influyente en la inserción en el mercado mundial, en la captura de parte de la renta, en la construcción de un mercado interno, y en la financiación de políticas de inclusión. Pero no podría decirse que hemos asistido, durante los últimos años, a una reposición del estado anterior al neoliberalismo. Un giro fuertemente territorial les ha permitido a las instituciones gobernar una sociedad que había mutado de manera irreversible.

A nivel de las dinámicas sociales, la novedad es una puesta en movimiento de las economías informales que hace del mundo popular algo más que una población a ser asistida. El evidente crecimiento del consumo ha consolidado la proliferación de lo que podríamos llamar un “neoliberalismo desde abajo”.

¿Y qué ha pasado con los movimientos sociales? Decir simplemente que fueron cooptados nos impide ver la participación efectiva de estos sujetos en la gubernamentalidad contemporánea.

Quizás la propia idea de movimientos sociales ha entrado en crisis. Las ciencias sociales los clasifican como agentes que formulan “demandas” a los partidos y al estado, para que estos las procesen. El lenguaje militante identifica movimientos sociales con “organizaciones populares”. Pero ni los partidos logran “procesar” las “demandas” de los movimientos, ni las organizaciones populares, con todo lo interesante que pueden ser en determinadas ocasiones, alcanzan a superar el marco de la gubernamentalidad. Los movimientos sociales están en crisis, en la medida en que no logran abrir un nuevo horizonte de posibilidades políticas.

El momento actual está signado por el probable agotamiento de la hegemonía kirchnerista. Los mismos rasgos políticos que le permitieron mantener las riendas durante una década, hoy le impiden relanzar el gobierno y anticipan una posible “salida por derecha”: la centralización extrema del sistema de decisiones; su incapacidad para democratizar las estructuras institucionales y productivas, habilitando la expansión de racionalidades mercantiles; la apuesta por una polarización empobrecedora de todo debate significativo y la subordinación de las principales conquistas sociales en función de un esquema de alianzas que garantiza (por sobre todas las cosas) la gobernabilidad.

Las derechas utilizan un lenguaje pueril. Hablan de “corrupción”, “inseguridad” e “inflación”. Es el lenguaje de los síntomas: la inflación es síntoma de la precariedad del modelo económico; la corrupción como síntoma de la naturaleza “espuria” de la gubernamentalidad y la inseguridad como síntoma de los límites de la inclusión social y de la activación de nuevos mercados.

Por nuestra parte, preferimos hablar de un nuevo conflicto social, que desafía a las organizaciones populares y es la consecuencia de los rasgos más agresivos de los modos de acumulación desarrollados durante la última década, como las industrias extractivas, el narco, el boom inmobiliario y los agro-bussines. Este devenir rentístico de los negocios origina una conflictividad muy diferente a la que vivimos en el 2001. Territorios que antes eran considerados periféricos hoy adquieren centralidad (expansión de las fronteras agrarias y mineras, valorización especulativa de las periferias urbanas), y son penetrados por dispositivos de una soberanía paraestatal, en torno a formas de propiedad articulados por instrumentos financieros muy abstractos, con dinámicas represivas en manos de bandas y de una policía en estado de excepción.
Las nuevas soberanías regulan a su manera los territorios, sustentando, penetrando, desbordando y amenazando a las instituciones públicas. Esta “segunda realidad”, que reorganiza al propio estado, es una verdadera trampa posmoderna para cualquier pretensión de restauración republicana, en tanto carcome elementos fundamentales del herramental democrático construido por las luchas de los derechos humanos desde 1983 (derechos civiles contra la intervención de las FF.AA), y a partir del 2001 (derechos sociales).

En este contexto, la investigación militante debe ser recreada, en pos de una nueva eficacia. La creación del Instituto de Investigación y Experimentación Política, plantea (entre otros) los siguientes desafíos:

– si la apropiación privada de lo que es común se organiza en torno a actividades rentísticas, en economías más poderosas, difusas y profundamente ambiguas, la pregunta es: ¿cómo se lucha contra la renta?

– resulta fundamental hacer converger el acumulado de experiencia del movimiento de derechos humanos con las estrategias judiciales y de autodefensa que el nuevo conflicto social está comenzando a desarrollar.

– se trata de construir nuevas instituciones populares, pos-estatales: ni fuera ni dentro del estado sino replanteando la naturaleza de los problemas y articulando intervenciones complejas, en todos los niveles: territoriales, comunicacional y en el plano del pensamiento.

– se impone imaginar y constituir nuevos tipos de organización política con trozos de viejas y nuevas militancias, con segmentos de los activismos sociales, de investigación, y con experiencias organizadas dentro y fuera del estado.

– la investigación militante tiene la intención de crear redes entre sujetos que luchan en situaciones conflictivas, y colaborar en la creación de enunciados e imágenes, alentando el surgimiento de una nueva narrativa política.

– esta narración cumple al menos dos funciones: nombrar nuevas realidades de las que no sabemos hablar; e impedir quedar envueltos por retóricas de derecha que interpretan el nuevo conflicto de modo reaccionario, como el caso de la “lucha contra la inseguridad” y la “guerra contra el narco”.

A partir de estas preocupaciones y desafíos, tiene sentido abrir algunas preguntas. ¿Cómo perciben el agotamiento de las formas de gubernamentalidad? ¿Cómo integrar en un análisis la geografía de la crisis y la democracia del común? ¿Creen que la investigación militante puede ser un modo de impulsar la organización política? ¿Cómo pensar instituciones populares en este marco? 

Buenos Aires, 7 de noviembre

Ilumíname la vida

por Helena Pérez Bellas



Hace mil años cuando murió mi papá estuve sola. No había nadie en la clínica y tuve que pelear durante horas para que me dejaran verlo. Una cosa es que alguien se muera y otra cosa es sentarte a ver a alguien morir y esperar en ese pasillo de tránsito entre la vida y la muerte que se vaya. Escribí de esto mil veces y escribiré mil más. Hasta encontrarle la vuelta desde el lenguaje. Cuando yo llegué mi papá ya no hablaba, se había despedido de la capacidad del lenguaje, del don del habla. Sentada ahí empecé a tener una conversación imaginaria con él. Ya sé, una locura hablar con quién no te habla. Es hablarle a alguien offline. Pero es increíble cómo intentás abogar por un milagro. Tenía la mitad de la cabeza rapada por la operación y le dije: papá parecés un punk; sos punk, papa. Y le tocaba el pelo que era como una coronita gris, rubia y blanca para acomodárselo mejor. Todos lo que estaban en esa sala iban a morir lo que no sabés, de verdad no lo sabés, es que vos también te empezás a morir ahí.
La última vez que mi papá fue mi papá yo tenía 26 años y empezaba a vivir en mi propia casa. Siempre que lo llamaba por teléfono se ponía a llorar, se emocionaba mucho. Un día me dejaron así con total brutalidad y yo lloré. Y haces lo que hacen todos los enamorados dejados, fumas y caminas, fumas y caminas. Vos ves a la gente pero no estás en contacto con la gente.  Estaba en Palermo caminando sin razón y vi venir el 34 y me lo tomé. Me baje en Juan B Justo y San Blas, camine hasta la casa en donde crecí, entré sin saludar a mi mamá y subí directo a la habitación donde mi papá ya pasaba sus días postrado para siempre. Y me acuerdo, lo juro, como si fuera hoy, porque es hoy, que simplemente me abracé a él llorando y lo único que le decía es papá, papá, me dejó, papá no me quiere, papá yo sí lo quiero, papá me dejó, papá no me quiere, hace que me quiera. Y largué todo, se hizo un río, moje la almohada, moje las sábanas, se me nubló la vista y me quedé ahí no sé cuánto tiempo, no sé cuántas horas, si se que se hizo de noche y él lloró conmigo. Ahora camino, camino y no tengo a dónde ir.
No tengo lenguaje cuando se impone el amor. Me antecede, es más primitivo. Me quedé sin lenguaje. No elaboro discurso cuando quiero. Yo quiero y punto. ¿Por qué lo quiero? No lo sé. ¿Por qué le aguanto todo? No lo sé. Te quiero, pero me quedé sin lenguaje. Tengo poesía igual para estallar en la prosa. Es su cuerpo mi amor repartido en mil estrellas. Son las estrellas la constelación de mi afecto. Cuando se apagan no tengo cómo volver a mi casa. Estoy perdida y sin lenguaje. Me traga la noche. Comer, dormir, es para los que funcionan. Iluminame el cielo. Necesito volver a casa.

Comunicado: el MoCaSE exige la libertad de Don Aníbal Santillán

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) denuncia, repudia y exige la libertad inmediata de Don Aníbal Santillán, que fue detenido el jueves 7 del corriente mes en la ciudad de tintina, de manera arbitraria. La denuncia fue formulada por Antonio Azar en representación de la Empresa Mayo Investiment S.A. en contra de Hugo, Jorge y el propio Anibal, todos de apellido Santillan y pertenecen al mismo núcleo familiar, ellos viven en el Cade, Departamento Alberdi entre las inmediaciones de los pueblos de Tintina y campo Gallo, a mas de 200 kilómetros al norte de la ciudad Capital. Se los acusa de un supuesto delito de USURPACION de propiedad, daños, amenazas calificadas, abuso de armas y HOMICIDIO en grado de tentativa, el expediente se tramita en el Juzgado Criminal y Correccional de Primera Nominación a cargo de la Jueza Lucrecia Llanos Martínez.
Don Anibal tiene 73 años, vive con su esposa e hijos en el lote el Cade, que fue herencia de su papá Nolasco, allí nacieron y crecieron sus hermanos formaron sus familias y viven de la cría de vacas, en un lote de mas de 10.000 hectáreas y desde Junio del año pasado llegó la Empresa “Oro Esperanza Agro S.A.” que pertenece a un grupo de empresarios chinos.
El operativo se llevó a cabo por orden de la jueza Llanos Martínez, el día jueves a las 6,30 horas aproximadamente, cuando la familia descansaba, la fuerza policial D6 (Servicio de Inteligencia), irrumpió violentamente la ventana de la casa, donde, también se encontraba don Anibal, pero antes habían roto dos y después recién pudieron ingresar por la parte de atrás al domicilio y lo sacaron a los arrastrones ante los gritos desesperantes de su esposa, hija y nietas que miraban y no entendían nada, porque a su abuelo le apuntaban con varias armas estos monstruos vestidos de negro; luego lo llevaron a la sub. Comisaría de Tintina y allí quedó detenido, hasta estos momentos. Don Anibal, no esta bien de salud (sufre de hipertensión y otras cuestiones que también son muy delicadas), por eso fue trasladado al hospital de Tintina, por orden del médico de la policía, doctor Luis Salomón. El profesional de la salud del nosocomio también había dado la orden de que se quedara internado por su situación delicada.
Una cuestión de sentido común que denunciamos hasta el hartazgo y lo seguiremos haciendo y recriminándole a los jueces que NUNCA UN CAMPESINO QUE VIVE EN SU PROPIO LUGAR DE VIDA PUEDE SER UN USURPADOR, otra cuestión que ya estamos acostumbrados en esta lucha, es el armado de causas, a dirigentes campesinos y a familias que se resisten por defender lo suyo, que por derecho les corresponde. Con la inmediatez que actúa la policía con sus informes para que una jueza o juez sin investigación o sin la veracidad de la situación del conflicto emiten estas órdenes en desmedro del sector campesino que una ves más se repite, dejando muchas dudas en varios sentidos del accionar de policías y jueces, y ante este tipo de procedimientos con mucha liviandad, solo dejan la malicia de la duda que actúan por pesos de por medio.
La empresa China (Oro Esperanza Agro S.A.), con sucursales en Córdoba que actualmente mantiene un conflicto con las familias Santillan tiene una relación laboral con Mayo Investiment S.A. con su sede en la Capital porteña y es la que radicó la denuncia en la dependencia policial de Santiago del Estero (capital), esta firma realiza el trabajo de limpieza del campo usurpado por los chinos y que tiene a todos sus empleados en esclavitud y en negro.
Anibal Santillan, hoy lunes 11 fue trasladado desde el hospital de Tintina a la alcaldía de tribunales, sin importarles su estado de salud, donde tampoco quisieron recibirlo en ninguno de los hospitales públicos de la ciudad capital porque “NO HABIA LUGAR”. Su familia esta muy preocupada y desesperada pidiendo JUSTICIA.
La persecución a campesinos, campesinas y a las familias Indígenas siempre han usado este modo para debilitarnos a que desistamos de la resistencia por NUESTRA TIERRA. Pero la mala noticia para este sistema corrupto, es que el movimiento Campesino, jamás se dará por vencido, y claudicará de su lucha. POR ESO EXIGIMOS LA INMEDIATA LIBERTAD DE NUESTRO COMPAÑERO, PORQUE DE LO CONTRARIO, LE LLEGARA A OCACIONAR ALGUN PERJUICIO GRAVE EN SU SALUD, LO REZPONSABILIZAMOS A LA FUERZA POLICIAL D6 Y A LA JUEZA QUE SENTENCIO LA ORDEN. Como Mocase una ves mas levantamos la vos para decir ¡BASTA DE TANTOS ATROPELLOS! ¡¡¡ LA TIERRA ES NUESTRA!!!
MOCASE

La acción común y los límites del Capital

por Toni Negri



1. Es en la postguerra cuando se afirma la intuición de Pollock –elaborada en la época weimariana– de que el mercado capitalista no puede ser considerado de manera simplista y retórica como libertad (incluso anarquía) de circulación y realización del valor de las mercancías sino al contrario y fundamentalmente como unidad de mando a nivel social, como “planificación”. Este concepto socialista, aborrecido por el pensamiento económico capitalista, regresaba gloriosamente a las categorías de la ciencia económica. El concepto de “capital social” (es decir, de un capital unificado en su extensión social, dentro y sobre el mercado, entendido como dispositivo de garantía del funcionamiento del propio mercado), en definitiva como seña de una dirección efectiva capitalista de la sociedad, está cada vez más ampliamente desarrollado.

Particularmente importante desde este punto de vista es el debate desarrollado en la izquierda comunista occidental, referido a la Unión Soviética. La disidencia obrerista en el trotskismo elabora en los años 40 el concepto de “capitalismo de estado” para definir al régimen soviético, asumiendo el Termidor de la Revolución Rusa no como pasaje contingente en la transición al comunismo sino como función específica y progresiva de la propia reorganización del capitalismo maduro. En el debate italiano de los años 50, ante la modernización capitalista en el periodo de la reconstrucción, el concepto de “capital social” es elaborado en particular por Raniero Panzieri –traductor italiano del segundo volumen de El Capital de Marx y fundador de los Quaderni Rossi. Basándose en el análisis de los procesos de circulación del capital, Panzieri desarrolla el concepto de “capital social”, desmitificando las concepciones del “libre-mercado” y recuperando, además de la citada disidencia trotskista, elementos del pensamiento liberal europeo –que, con Keynes, había hecho del capital social y de la planificación monetaria el centro de la programación democrática del desarrollo fordista. Pero es sobre todo la Escuela de Frankfurt (siguiendo a Pollock) quien asume el concepto de desarrollo capitalista como totalidad y progresivamente elabora la teoría de la “subsunción de la sociedad en el capital” –ya sea desde un punto de vista estructural (toda  la sociedad comprendida en el dominio capitalista), o desde el punto de vista espacial (desde el imperialismo al sistema-mundo), o (con más fina intuición) como  proceso continuo de traducción recíproca de las tecnologías y de las transformaciones antropológicas. Es sobre este complejo terreno, ante esta ontología social y dinámica que se ha propuesto la temática de la emancipación y las prácticas consecuentes.

Por el contrario, y fuera de aquella fuerte metodología materialista, en el marxismo occidental entre ambas guerras e inmediatamente después, y en los epígonos de Frankfurt el espacio de la emancipación se construye principalmente reducido a un horizonte moral (ético) y el de la liberación se define como utópico, imponiéndose una perspectiva idealista. Las consecuencias de la teoría del “capital-social” son asumidas en una dialéctica que no revive la experiencia de la explotación. Mientras el capital parece constituir lo inhumano y el Aufklaerungse ha traducido en su opuesto, dentro de esta empobrecida lectura nace una tradición que considera la emancipación o la liberación como un “afuera”. Estamos en el reino de la metafísica, donde el comunismo se presenta como producto de un pensamiento que de manera absoluta realiza lo universal o como reflejo inactivo de un ser sustraído a la historia. Badiou y Agamben han retomado actualmente esas viejas frustraciones, sustrayendo así el deseo a la vida, sin darse cuenta que aquellas ilusiones llevan las luchas por la emancipación a la impotencia y a la derrota, a un destino de obediencia y de dolor.

Retomamos aquí, en cambio, el pensamiento de los operaistas. En Marx, el concepto de capital se da siempre, contra toda posición idealista que consolide unitariamente la figura, como “relación social”. El capital, el capitalismo, las dimensiones del mando social, etc… no pueden darse como totalidad acabada: la subsunción capitalista de lo social es la subsunción de una contradicción, de una relación antagonista que permanece. Pero hay más: toda epistemología del desarrollo capitalista no puede sino darse a partir de una posición antagonista dentro del propio desarrollo. El análisis es siempre “dentro” y para estar dentro será “contra”. Y si el mando social implica siempre un otro sobre el que ejercerse, esta relación es “intransitiva”, rehúye toda solución de la dialéctica, toda superación del movimiento antagonista, imponiendo un movimiento de resistencia no sólo ético sino epistémico. Apuntamos aquí algunas consecuencias sobre las que volveremos más adelante. La primera es –a nivel “macro”– aquella que nos permite interpretar el desarrollo (y las crisis) del capitalismo como un proceso antagonista cuya dinámica está marcada por continuas, aunque distintas, intensidades conflictuales. Siempre hay quien gana y quien pierde, dentro de este proceso abierto e indefinido. La segunda consecuencia, a nivel “micro”, es la continua modificación de la composición social de los sujetos, tanto desde el punto de vista técnico como político –la distinta densidad de la relación capitalista empuja las contradicciones hacia figuras cada vez más singularizadas e irreductibles. La tercera consecuencia consiste en que, a partir de la relación entre la intensidad y la densidad propias del antagonismo, surgen nuevas cualidadesde los sujetos que participan en el desarrollo. Cuando, como ocurre en la sociedad postfordista, la relación social que constituye el capital, abarca toda la sociedad y determina la productividad, cuando la productividad deviene cognitiva, inmaterial, afectiva, cooperativa, etc… , en definitiva “producción de subjetividad”, entonces el cambio deviene ontológico y asistimos a una profundización del antagonismo que inviste a los sujetos –en particular las figuras del trabajo vivo que son cada vez más capaces de apropiarse partes de capital-fijo y desarrollar autónomamente, de forma cooperativa, eficacia productiva.

2. Antes de avanzar la discusión, permítasenos insistir aquí en la importancia del pensamiento foucaultiano para hacer proceder en este sentido la investigación. Ello ha sido fundamental tanto para redefinir el desarrollo capitalista como desarrollo de una relación “intransitiva” entre biopoderes y resistencias subjetivas, como para introducir el análisis de las transformaciones antropológicas que se siguen de esta intransitividad de la relación. La resistencia (replegándose sobre sí misma, produciendo subjetividades autónomas) se configura cada vez más como producción de singularidad y las instancias ontológicas de singularización, que Deleuze había claramente definido, encuentran concreción en la teoría foucaultiana del “dispositivo”. El dispositivo es la tensión productiva que está impresa en el sujeto, es la tendencia al desarrollo de la producción de subjetividad dentro de procesos cooperativos y a su metamorfosis colectiva. El dispositivo foucaultiano es un conatus maquínico y una cupiditasproductiva que impulsan la autonomía de los sujetos en la resistencia al capital –dentro y contra, por tanto, la relación capitalista. Cuando se habla del marxismo de Foucault se habla de esta máquina de inmanencia que reencuentra, ya no en las estructuras industriales de la lucha de clases sino en la consistencia social del dominio capitalista, la potencia de la resistencia, de la ruptura, de la alternativa. Es un nuevo mundo que deviene real, donde al biopoder se le opone la creatividad biopolitica.

3.  Tengamos ahora presentes las conclusiones extraídas en el punto 1 y profundicemos finalmente en el tema “límites del capitalismo”.

En el tercer volumen de El Capital, Marx afirma que el propio capital es el límite del capitalismo. Llega a esta afirmación a partir de la demostración de la caída tendencial de la tasa de ganancia en el desarrollo de la composición orgánica del capital. Si la valorización capitalista (y por tanto los beneficios) viene dada por el empleo de “trabajo vivo” (y por la explotación/extorsión de su creatividad), cuanto más se extiende la mecanización del trabajo (y por tanto la valorización se desplaza y se sitúa sobre los elementos constantes del capital), tanto menos se incrementará el valor del capital porque el empleo (la explotación) de la fuerza de trabajo disminuirá.

En el siglo XIX y a principios del XX esta ley a menudo se ha interpretado como catastrófica para el desarrollo capitalista. Sin embargo, no ha funcionado en estos términos: el límite no se ha demostrado en relación y a medida de la ampliación de la acumulación tecnológica del sistema capitalista y la transformación de las subjetividades puestas a trabajar más bien ha aumentado que restringido el campo de la acumulación, de la explotación y del mando. Esto no significa que el límite haya desaparecido –permanece y los capitalistas siempre sienten dramáticamente su inminencia– pero este límite se ha desplazado y relocalizado ante las nuevas subjetivaciones producidas. De ello se desprende que, como habíamos ya recordado repensando la contribución de la escuela de Frankfurt, el carácter antagonista del desarrollo capitalista no puede ser reconocido ni revelado sobre el terreno objetivo: sólo puede ser  interpretado cuando se observa esas nuevas subjetividades que ha producido el desarrollo –o, si se quiere, la materialidad de las nuevas figuras antropológicas, singulares y subjetivamente relevantes– en definitiva, las transformaciones antropológicas introducidas por el propio desarrollo capitalista, las mutaciones de la fuerza de trabajo, y la nueva dialéctica entre fuerza de trabajo inmaterial y reapropiación de capital-fijo.

Quiere decirse con esto que si la catástrofe capitalista ligada a la caída de la tasa de ganancia no se ha producido, no se debe al poder capitalista para evitarla mediante sucesivas oleadas de innovación tecnológica, de expansión territorial y de adecuación y transformación de los instrumentos de mando (la relevancia del mando financiero respecto a las políticas industriales es el ejemplo más reciente). La catástrofe más bien se ha reconfigurado y reenviado a través de la transferencia de la capacidad de producir y de acumular de los patronos a los trabajadores; de la potencia del capital-constante a la difusión de los procesos de reapropiación proletaria de capital-fijo. El límite del capitalismo se revela aquí por la extensión de su dominio, por el hecho de haber subsumido el planeta, pero de este modo, en el curso de este proceso, por haberse visto obligado a ceder a los productores cada vez más singularizados, cada vez más fuertes en su cooperación autónoma, la capacidad de existir y de producir fuera de la obsesión homologante del comando (capitalista) y de construir, caóticamente de manera alternativa, su independencia ontológica.

4. ¿Por qué resurge hoy el problema del “límite del capitalismo”? Parece a primera vista que el problema se limitase simplemente al terreno político, es decir, que surja de la crisis de la relación entre desarrollo capitalista y democracia, esto es de la crisis del Estado democrático, del Estado de derecho, representativo y parlamentario. ¿Verdaderamente son incompatibles capitalismo y democracia entendidos desde el punto de vista constitucional? Lo son y no lo son: lo que es cierto es que, en las actuales condiciones, el capital no es compatible con una democracia igualitaria y progresiva. Probablemente hay que leer la crisis de la socialdemocracia en este terreno.

Estas consideraciones son todavía insuficientes para definir las dificultades que se presentan actualmente en la relación capitalismo-democracia. No cabe duda que la democracia constitucional tiene dificultades cuando se confronta con las instancias de igualdad que surgen de un mundo productivo cada vez más cooperativo, y que el orden económico de la propiedad privada está igualmente en dificultades cuando se confronta a aquellas instancias del “común” que se rebelan cada vez más en la actual condición productiva. Se trata de una fuerza de trabajo cognitiva  que no se consume en el uso y que se implementa en la cooperación, que no se utiliza sino en su composición cooperativa y dinámica, en su “excedencia” –por tanto– frente a toda medida y autónoma de todo comando extrínseco. Este es el carácter “común” de la fuerza productiva actual –lingüística, afectiva, cognitiva, inmaterial y cooperativa. El orden económico del individualismo posesivo y de la propiedad privada ya no tiene ninguna consistencia ontológica. En este punto, el constitucionalismo moderno y el mundo de la vida chocan de manera irreductible. Por tanto concluimos que esta relación está en crisis, al menos por dos razones, que van más allá de la crisis del Estado de derecho: la primera es que el dinero ha superado el trabajo; la segunda es que la técnica ha superado la vida.

5.  Al término de nuestra intervención veremos como estas dos contradicciones encuentran su causa en la tendencial ruptura de la propia relación del capital: el uno del poder, de la moneda, del capital, se ha dividido en dos y no se puede recomponer. Pero antes de considerar este elemento de fondo, abramos la discusión acerca de la problemática hasta aquí aproximada.

Que el dinero ha superado el trabajo está claro cuando se analiza la estructura del capital financiero que ha introducido claves de control de la fuerza de trabajo que, además de extenderse socialmente, sitúan la relación del capital fuera de toda medida material. El beneficio se separa de manera abismal del trabajo, la ley del valor-trabajo se disuelve por completo. La globalización interviene sobre esta tendencia, distendiéndola en el espacio mundial y haciéndola aún más incontrolable.
La posesión del dinero –la convención financiera– se establece como norma reguladora de las actividades sociales y productivas y, por tanto, como acceso a una “realidad propietaria” cuya eficacia ya sólo se basa sobre  la función monetaria más arbitraria. La propiedad deviene papel, monetaria o accionarial, móvil y/o inmobiliaria, tiene naturaleza convencional y jurídica. André Orléan y Christian Marazzi –dos autores que considero fundamentales en la presente coyuntura– han insistido oportunamente sobre esta transformación. Se trata de considerar la convención financiera como un comando independiente de toda determinación ontológica: esta convención fija y consolida un “signo propietario” (en los términos de la “propiedad privada”) rigiendo también cuando se presenta como “excedencia” no simplemente respecto a las viejas y estáticas determinaciones del valor-trabajo sino también referida a aquella “anticipación” y a aquel “incremento” continuos que le son propios al ejercer la captación financiera del valor socialmente producido al operar a nivel global. Está claro que, en esta nueva configuración de la regla propietaria, permanece la base material de la ley del valor. Y sin embargo no se trata –al leer la ley del valor– de trabajo individual que deviene abstracto, sino de trabajo inmediatamente social, común, como tal directamente explotado por el capital. La regla financiera puede darse de manera hegemónica porque en el nuevo modo de producción el comúnemerge como potencia eminente, como sustancia de las relaciones de producción, invadiendo cada vez más el espacio social como norma de valorización. El capital financiero persigue esta extensión del común, pretende traducirlo directamente en beneficio, apremia la renta mobiliaria e inmobiliaria anticipándola como renta financiera. Bien dice otro economista, Harribey, discutiendo con Orléan que si el valor ya no se presenta aquí en términos sustanciales, no se muestra sino como una simple fantasmagoría contable; más bien es el signo de un común productivo, mistificado pero efectivo, que se desarrolla cada vez más intensa y extensamente. Por tanto el dinero ha superado el trabajo y ahora lo ve como una meta lejana que no es necesario conseguir –en la ilusión que esta abstracción pueda durar, que la corrupción de los valores y la especulación monetaria siempre pueda avanzar.

Y en segundo lugar, la técnica ha superado la vida. Cuando se dice esto se insiste en dos elementos: el primero se refiere a la disolución de la homogeneidad funcional que la actividad industrial determinaba entre desarrollo tecnológico y desarrollo de la fuerza de trabajo. Por el contrario, hoy, dentro de las estructuras productivas (ya no sólo industriales) la subjetivización de la fuerza de trabajo se da de manera cada vez menos resoluble en el comando productivo. En efecto no se asiste ya simplemente al robo del plustrabajo por parte del capital-constante, se asiste paralelamente a la apropiación de capital-fijo por parte de la fuerza de trabajo. El comando tecnológico ya no consigue mantener firme la relación con la autónoma socialización cooperativa del trabajo. Estamos aquí frente a una primera paradoja referida a la producciónconsistente en que el capitalismo financiero representa la forma más abstracta y distanciada de comando en el mismo momento en que concretamente inviste la vida en su conjunto. La “reificación” de la vida y la “alienación” de los sujetos son producidos por un mando productivo que deviene –en el nuevo modo de producción, organizado por el capital financiero– totalmente trascendente, sobre una fuerza de trabajo cognitiva –que, sin embargo, se revela autónomamente productiva cuando es obligada a producir plusvalor, precisamente por ser cognitiva, inmaterial, creativa, no inmediatamente consumible.

La paradoja se presenta completa cuando se considera que, basándose la producción esencialmente en la “cooperación social” (ya sea informática, en la atención, en los servicios, etc… ), la valorización del capital ya no entra en conflicto simplemente con la masificación del “capital variable” sino con la resistencia y la autonomía de una multitud que se ha reapropiado de una “parte” del capital fijo (presentándose por tanto, si se quiere, como “sujeto maquínico”) y de una continua “relativa” capacidad para organizar las redes de cooperación social.

Esta paradoja y esta contradicción contraponen de manera violentísima al “capital constante” (en su forma financiera) y al “capital variable” (en la forma híbrida que asume habiendo incorporado “capital fijo”) –y, por tanto, implementa tendencialmente la verticalización del mando y la ruptura de las estructuras representativas del Estado de derecho.

Una segunda contradicción la verificamos cuando advertimos que, a causa de estos procesos de apropiación de partes de capital-fijo por parte de los trabajadores, por un lado el comando capitalista se extiende y explota la vida de los trabajadores, la sociedad en su plena extensión –y por tanto se define como “biocapital”–, y por otro encuentra dificultades cada vez más insuperables al enfrentarse con los “cuerpos de los trabajadores”.

Aquí, el conflicto, la contradicción, el antagonismo se establece cuando el capital (en la fase postindustrial, en la época en que deviene hegemónico el capital cognitivo) debe poner directamente a producir los cuerpos humanos convirtiéndolos en máquinas singulares, no ya simplemente subsumiéndolos como mercancía de trabajo. Así (en los nuevos procesos de producción) los cuerpos se especializan cada vez con más eficacia y conquistan autonomía de modo que, a través de la resistencia y las luchas de la fuerza de trabajo maquínica, se desarrolla  cada vez más expresamente la demanda de una “producción del hombre por el hombre”, esto es por la máquina vivente “humana”.

De hecho, en el momento en que el trabajador se reapropia de una parte del “capital fijo” y se presenta, de manera variable, a menudo caótica, como actor cooperante en los procesos de valorización, como “sujeto precario” pero “autónomo” de la valorización del capital, se da una completa inversión en la relación trabajo-capital: el trabajador ya no es sólo el instrumento que el capital usa para conquistar la naturaleza –dicho banalmente, producir mercancías–, sino que el trabajador, habiendo incorporado el instrumento, habiéndose metamorfoseado desde el punto de vista antropológico, reconquista “valor de uso”, actúa maquínicamente, en una alteridad y autonomía del capital, que buscan ser completas. Entre esta tendencia objetiva y los dispositivos prácticos de constitución de este trabajador maquínico, se sitúa la “lucha de clases” que hoy podemos denominar “biopolítica”.

6. Estas paradojas siguen sin resolverse en la acción del capital. En consecuencia, cuanto más fuerte es la resistencia, más duro es el intento de restauración del poder por parte del Estado. Toda resistencia es condenada como ejercicio ilegal de contrapoder, toda manifestación de rebeldía se define como devastación y saqueo. Ulterior paradoja –esta vez pura mistificación– al ejercitar el máximo de violencia, el capital y el Estado tienen la necesidad de mostrarse como figura inevitable y neutra: el máximo de la violencia se ejercita por instrumentos y/o por órganos “técnicos”. “No hay alternativa”, proclamaba Thatcher. Aquí, en nombre de este mando inevitable (racional en la lógica capitalista), la tecnología supera la vida de forma extrema, no por ello menos típicas y generalizables. Es característico el caso del “estado nuclear”: en este modelo la tecnología se sitúa como garantía forzosa de la soberanía, como chantaje permanente de los poderes públicos contra cualquier fuerza o movimiento (sobre todo en la política interna) que quiera o pueda imponerse al “legítimo soberano”. Estos son, probablemente, los fenómenos que extreman la relación de capital y determinan la crisis de la democracia incluso como simple forma de control social-democrático del desarrollo.

Efectivamente, “Estado nuclear” es aquel que quiere imponer la “excepción” soberana en términos físicos y plasmar la autonomía “de lo político estatal” dentro de una insuperable figura tecnológica, como garantía del predominio del capitalismo y de la imposibilidad de ir más allá. Aquí la soberanía moderna se hace definitivamente “biopoder”. ¿No se renueva, a través del “poder terrible” del “Estado nuclear”, a través de la función tecnológica, aquella tradición de poder del soberano que, en la historia, tanto ha caracterizado la tradición del absolutismo?

En este último caso, El Estado nuclear, se da el límite del capitalismo –es la catástrofe misma de la vida. Pero se trata de un caso extremo –no ontológicamente necesario aunque lógicamente posible. Esta dimensión catastrófica seduce a los espíritus reaccionarios: Heidegger pudo, sobre esta traza, hacer extensible a la vida entera el peligro atómico, generalizar los efectos de la tecnología nuclear en el propio concepto de técnica. Nosotros consideramos que la potencia de la vida y la alegría de la libertad pueden evitarnos estas amenazas trascendentales, oponiéndoles resistencias ontológicas, arrancando la tecnología de las manos del capital, la incorporamos no como hábito de esclavos sino como instrumento corpóreo de emancipación.

7. Entonces, ¿dónde está el límite del capital? Este está siempre en el lugar subjetivo donde la explotación del trabajo se rompe y la esclavitud de la propiedad privada y del dominio monetaria desaparece –en el lugar donde nos reapropiamos no sólo de las tecnologías sino del mando sobre ellas. Y puesto que las tecnologías son prótesis de lo humano, el problema es hacer de la tecnología prótesis de nuestra resistencia, de nuestra rebelión y nuestra humanidad. Es en la construcción del “común” donde nos reapropiamos de las tecnologías y devenimos potentes –el proceso histórico del desarrollo capitalista (en el momento mismo en el que ha alcanzado –en la forma financiera– el poder capitalista una exagerada y vacía transcendencia) ha permitido una transformación antropológica que va en el sentido de una singularización cooperativa. No de un proceso de individualización de sujetos posesivos sino de una proliferación de singularidades cooperativas. Intensidades tecnológicas, densidades cooperativas, cualidades singulares son el producto de y producen nuevas figuras antropológicas. El común no es un compacto orgánico sino un conjunto cooperativo de singularidades. Aquí reconocemos el lugar subjetivo donde se sitúa el límite del capitalismo porque aquí se sitúa la intransitividad de la relación que define al propio capital.

Observando sin embargo el proceso que hasta aquí hemos descrito, desde el punto de vista de aquellos filósofos que hemos estigmatizado por haber expresado una crítica idealista y moral de la relación del capital, se podría objetar qué singularidad podrá darse, qué límite podrá darse si se produce de manera tan impura, si se ha contaminado a través de la reapropiación de capital-fijo. Hay que decir claramente, respondiendo a estas objeciones que no hay liberación, no hay subjetividad que no esté completamente llena de historicidad e inmersa en la violencia de la relación del capital. No hay lugar donde la humanidad pueda ingenua o desesperadamente recomponerse o redimirse. El “hombre universal” que interpretaba la idea del común, ¿dónde lo encontraremos después de la catástrofe del “socialismo real”? ¿O el hombre desnudo? Pero el hombre desnudo es sólo un colmo de la abyección, que el poder ha producido, del cual toda dignidad ontológica ha desaparecido. El rebelde, el resistente, el hombre ético está tan contaminado como lo estaba el filosofo cínico (nos recuerda Foucault) y se hace cargo de toda la historicidad. ¿En qué consiste entonces aquel proceso de apropiación que arma la subjetividad? Consiste en hacer propia, en aferrar, en fabricar prótesis corpóreas y mentales, lingüísticas y afectivas, es decir, en reconducir en la propia singularidad algunas capacidades que antes sólo eran reconocidas propias de las máquinas con las que se trabajaba, y en incorporar estas características maquínicas como actitudes y comportamientos primarios de la actividad de los sujetos del trabajo. En la separación establecida entre los dos sujetos de la relación capitalista (el patrón y el trabajador) se da, por parte de las singularidades, una reapropiación di capital-fijo, una adquisición irreversible de elementos maquínicos sustraídos a la capacidad valorizante del capital.

Ahora bien, toda reapropiación es destitución del mando capitalista. Este proceso de reapropiación, especialmente el realizado por los trabajadores inmateriales –actualmente mayoritarios en los procesos de valorización–  es efectivamente muy fuerte, eficaz en su desarrollo, y determina la crisis. Pero no se daría esta crisis si considerásemos que la misma surge espontáneamente de los procesos de reapropiación y de destitución. No es así. La crisis necesita de un choque, de una realidad política que se mueva hacia la destrucción no ya simplemente de la relación de explotación sino de la condición forzosa que la sostiene. De hecho cuando se habla de reapropiación por parte del sujeto antagonista, no se habla simplemente de la modificación de la calidad de la fuerza de trabajo (que deriva de la absorción de partes de capital-fijo). Se habla esencialmente de la reapropiación de la cooperación que en la restructuración capitalista de la producción ha sido incentivada y posteriormente expropiada –y que representa el drama esencial de esta fase crítica. Cuando se dice recuperación de capital-fijo, reapropiación –lejos de expresarse en términos maquínicos economicistas– el análisis entra más bien en el terreno de la cooperación que hoy se regula en términos biopolíticospor el capital: destituir al capital de esta función significa recuperar para la fuerza de trabajo autónoma capacidad de cooperación.

Traducción: de Nemo Niente

Clinämen: Explotación y democracia en tiempo del capital financiero-extractivo

Conversamos con Sandro Mezzadra, investigador y activista italiano. Cuando el extractivismo de las finanzas va más allá los “bienes comunes”. Economía y política. La investigación militante. Cuando la construcción política enfrenta la relativa “exterioridad” del capital. El lugar de lo estatal.

Serie «La Guerra por el Consumo»: Todo se torna un poco peor

por Diego Valeriano



Siempre vuelve tarde del trabajo, 12 o 1 según la suerte en el bondi. La abuela le enseñó que lleve un pedazo baldosa en la cartera por si alguien se quería propasar. La abuela volvió a Tucumán hace mucho y el barrio se volvió uno de los peores lugares posibles del mundo. No usa cartera, tiene mochila con los apuntes de enfermería,  un gas pimienta que le regalo la señora donde trabajaba hace un año y no mucho más. Nunca lo usó, solo lo deja para una situación extrema. ¿Una tocada de culo no es extrema? El 238 la deja a cinco cuadras o a dos según decida ella cruzar o no el terreno siempre azaroso de la Base. Medita como puede sus opciones. La posibilidad de cruzar el terreno conlleva enfrentarse con los pibes que eran amigos de su hermanito, piensa que la memoria de él la puede proteger pero no puede estar segura ¿hasta qué hora un recuerdo es inviolable? Sabe lo que les paso a las dos pibitas hace un mes. La posibilidad de llegar antes a su casa la arroja por el sendero que hace diagonal en el terreno ¿Cuántas veces puede poner en juego su suerte? A medida que camina por el terreno escucha la estropeada música que sale de un celular, camina confiando en que no van a concretar la repetida y secreta amenaza de violarla. Le encantaría pensar que no son ellos cuando hacen giladas pero los conoce muy bien. Camina sabiendo que si la rodean tiene que tener la templanza suficiente y no demostrar temor, eso los excita, lo incentiva, les da la razón. Los olores se mezclan, pero sobresale el inconfundible olor a plástico quemado, saca el gas de la mochila y prepara todo su cuerpo para el enfrentamiento. Se arrepiente un poco del camino elegido, pero ya no puede volver, está a diez metros de encontrarse con ellos. Retroceder y que la descubran le anularía la posibilidad de caminar tranquila de aquí a la eternidad. Dudar es peor que lo que le puede pasar si no lo hace. Camina y las risotadas imbéciles cesan al ver que se acerca. Ojala se acuerden de Migue, de que paraba con ellos, de que eran amigos. Uno de los pibes se mueve de su lugar, no sabe si es para dejarla pasar o para tomar carrera y lanzarse sobre ella, dos la observan detenidamente moviendo apenas la cabeza, cree ella que calculándola. Los mira rápidamente, quiere entender el territorio donde se puede librar la batalla. Quiere no pensar, que se suspenda todo y llegue a su casa sin problema alguno, para dormir y poder descansar. Apenas desacelera el paso para inmediatamente volver a acelerarlo, siente que el corazón le va a salir por la boca y sabe que si es así no puede parar a buscarlo. Tiene miedo, estaría muy bien en este relato decir que los pibes también lo tienen pero no es así; ellos no le temen a una piba indefensa, solo la esperan. Cortan el sendero por donde tiene que pasar Cecilia, la hermana de Migue, la que cuando ellos eran más guachines siempre los hacía delirar por Zumba y Gordillo que paraban con ella. La que los despreciaba y les decía negros. La que no se tatuó una lagrima negra, la que ni lloro cuando mataron a Migue, la que quiere ser enfermera del ejército. Tienen memoria y eso los hace indefectiblemente malditos. Está a menos de dos metros y los pibes no se mueven, nota que conoce a todos -como creció Joel- tiene que decidir si continúa por el sendero esperando que se hagan a un lado o si los rodea brevemente. Sus arterias se expanden, frunce el seño como para observar mejor; ve muy poco aunque hay luna llena. Joel, que está más lúcido que de costumbre, se aparte del sendero, da un paso atrás, la mira y con un gesto de desprecio le indica que puede pasar sin problemas. Ella no entiende el gesto y decide rodearlos para pasar por detrás de los otros dos pibes que no se acuerda como se llaman, pero sabe que haga lo que haga lo siguiente a eso es darles la espalda a esos negros de mierda y todo se torna un poco peor.
@valeriano2015

Actualidad del proceso de Paz en Colombia: actores y perspectivas. A propósito del grano y la paja.

por Laura Acebedo Pérez
(Colombianxs en el Sur)


El 25 de septiembre del presente año los medios anunciaron que la guerrilla de las FARC preparaba un informe sobre  el «estado actual y verdadero del proceso de paz», que este grupo insurgente adelanta con el gobierno de Juan Manuel Santos, en La Habana. El revuelo que causó esta noticia generó en los principales medios de comunicación una serie de críticas, comentarios y opiniones de diversa índole que en su mayoría mostraban preocupación respecto a declaraciones que pudieran poner en riesgo la continuación de los diálogos, imputando la irresponsabilidad del comandante en jefe Timoleon Jimenez. El informe fue presentado el 3 de octubre al inicio de la ronda número 15 de las conversaciones y finalmente tuvo poco revuelo en los medios que habían emitido duras críticas, mientras que los medios alternativos le dieron mayor difusión al informe en su totalidad[1].
Con dicho documento, más que grandes revelaciones secretas (como insinuaron los principales medios), el grupo insurgente, pretendió mostrar su posición y reivindicar su palabra, tras la permanente tergiversación ante la opinión pública desde los medios. Allí se relatan los avances en materia de tierras y se adelantan puntos de la discusión respecto al marco jurídico para la paz[2](definido unilateralmente por el gobierno), el tema de víctimas que está contemplado en el quinto punto de la agenda (se acaban de definir los acuerdos sobre el segundo punto: participación política[3]), y la propuesta del gobierno de refrendar los acuerdos ante la ciudadanía. Las FARC son enfáticas al reiterar, primero, que las decisiones no pueden ser en ningún momento unilaterales y, a la par que reconocen la voluntad política del gobierno, critican la posición que presenta éste en la mesa de diálogo, pues asumen que las FARC debería simplemente aceptar sus propuestas, bajo la presunción de estar dialogando con un grupo derrotado militar y políticamente. Segundo, la responsabilidad del Estado Colombiano en el conflicto interno, que ha contribuido a la crisis humanitaria y la agudización del conflicto social, político y económico, que aunque se intenta discutir en la mesa, la realidad es que los avances que allí se logren no serán sino, posiblemente, puntas de lanza para los grandes temas por los que viene luchando desde tiempo atrás el movimiento social en Colombia.
Ese mismo día, 25 de septiembre, Yesid Arteta, publicó un documento titulado «Acuerdo de paz: el grano y la paja»[4], donde expone un claro panorama sobre las tensiones y perspectivas del proceso de paz, la posición del mapa de actores y, las responsabilidades a futuro para concretar con éxito la dejación de las armas por parte del grupo insurgente, es decir, un proceso que de fin efectivo al conflicto, por lo menos el armado, mediante una transición lenta que no reproduzca otros ciclos de violencia descontrolada como en el caso de México, Guatemala y El Salvador. Su lectura del proceso es bastante clara, propia de un hombre que recorrió los caminos de la militancia estudiantil, los fragores de la guerra como ideólogo de las FARC, la experiencia de 10 años de cárcel luego de caer preso en un enfrentamiento con el ejército en 1996 y finalmente, la ruta del exilio, en donde trabaja en la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, comprometido con la salida política y negociada del conflicto interno colombiano[5].
Sin embargo, hay algunos puntos de su artículo sobre los que vale la pena detenerse. En primer lugar, el tema de la voluntad política para concretar un escenario de transición. Arteta expresa que el éxito del proceso de paz, apenas se inicia con la firma de acuerdos, pero requiere un trabajo de hormiga que va más allá de este primer paso. Debe contar con la activa participación de la Comunidad Internacional, y con el desmonte paulatino de los ejércitos. Es decir, un  proceso de paz que logre superar las presiones, y se convierta en una política de Estado encaminada hacia la paz y no sólo a la dejación de las armas. Los problemas de este planteamiento tienen que ver con los ejemplos históricos en la historia colombiana respecto a los procesos de paz, desmovilización, desarme, reinserción e inclusión a la vida política. Dichos momentos en Colombia, se han traducido en el incremento de los asesinatos a líderes de izquierda que se incorporaron a la vida civil, recrudecimiento de la violencia política y de reposicionamientos estratégicos de las fuerzas en conflicto. Recordemos que la clase dirigente en Colombia ha gobernado por décadas y décadas el país, no valió Gaitán, ni Galán, ni Bernardo Jaramillo, ni Pardo Leal, ni Carlos Pizarro[6]que pudieran competir en el escenario electoral sin ser asesinados, y que la Constitución de 1991 en donde al parecer se abría la posibilidad de disputar pluralmente la escena política partidista, no garantizó el ejercicio de la oposición por las vías legales, después del exterminio de finales de los ochentas de la Unión Patriótica[7].
En segundo lugar, Arteta analiza la relación de las Fuerzas Armadas y el papel que deberían cumplir en un escenario de postconflicto. Una posición arriesgada y quizás imaginable, si las Fuerzas Militares y la Policía representaran el ideal de respeto a la población civil. Sin embargo, la depuración de estas instituciones, no es tarea fácil. No sólo son ciertos sectores políticos los que se declaran enemigos de las negociaciones de paz -como el ex presidente Uribe-, quienes poseen un gran poder, económico y político, sino también integrantes de las Fuerzas Armadas ligadas a estos grupos de poder, y a las mafias paramilitares que ejercen control local en diferentes regiones del país. Así las cosas, no se trata solo de depurar la institución militar, sino de un cambio profundo tanto en la política como en el modelo que defienden los agentes armados del Estado.
No en balde, uno de los primeros proyectos de Ley adelantados por el gobierno de Juan Manuel Santos al llegar a la presidencia, fue la ampliación del «Fuero Penal Militar» que buscaba que los crímenes cometidos por la Fuerza Pública en el marco del conflicto armado, sean juzgados por esa misma institución. En el papel, los crímenes de Lesa Humanidad serían juzgados por la justicia ordinaria en cumplimiento con el DIH, sin embargo, la interpretación respecto  a qué casos constituirían un crimen de Lesa Humanidad quedaría bajo la competencia de la Justicia Penal Militar. Y para ello, se define a su vez, lo que constituye un «blanco legítimo” con el fin de establecer las diferencias respecto a los crímenes ordinarios.
El Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, explicó en el Congreso los criterios que definirían un “blanco legítimo”, ya que este punto causó bastante revuelo en la opinión pública, pues en definitiva, blindaba los abusos de la Fuerza Pública tras la solapa de lo que estarían en legitimidad de hacer en ejercicio de su labor. Así, los casos para los que aplica son: violencia inusitada contra la población civil o las entidades del Estado, contar con mando y control unificado, y haber superado la capacidad del Estado. A su vez, agregó que se consideraría «blanco legítimo» las operaciones contra la población, en la medida en que esta actué en defensa de un grupo armado. Ese supuesto fue la base de la Doctrina de Seguridad Nacional desarrollada y promovida por EEUU en el marco de la Guerra Fría, y ha generado que incontables crímenes contra la población civil, hayan sido justificados en esta lógica militarista del Estado y permanezcan en la impunidad.
El proyecto de Ley, después de ser aprobado por el Congreso de la Nación, fue derogado por la Corte Constitucional pues encontró vicios de procedimiento en su aprobación. Es un gran paso, aunque aún falta ganar terreno en el debate sobre la responsabilidad del Estado en un importante número de crímenes, que permita resguardar el escenario político frente a los nuevos intentos de establecer mecanismos que favorezcan la impunidad, como ocurrió en otros procesos de paz o transición democrática en América Latina y el Caribe, como en El Salvador, Chile, Brasil y Argentina, que aun siendo diferentes entre sí, tuvieron en común la aplicación de leyes de impunidad que algunos casos más que en otros, han podido ser superadas en pro de la justicia.
Un tercer aspecto de discusión con Arteta es el papel de la comunidad internacional en las dos vías que menciona: financiación para el proceso de transición y protección de los miembros de la guerrilla (protección militar, que señala, «hay que dar por descontado»). Este aspecto es difícil desligarlo de los intereses geopolíticos que existen sobre Colombia y por supuesto, de los intereses de inversionistas extranjeros que se han estado beneficiando con la firma de acuerdos de libre comercio, «finalmente”, concretados durante la administración Santos. Ni que decir de la existencia de siete bases militares estadounidenses implantadas en el territorio colombiano[8]y la participación directa de personal militar privado, en operaciones conjuntas con el ejército colombiano en protección a multinacionales mineras, acciones que han derivado en masacres y asesinatos contra la población civil. Igualmente, ya se conocen las consecuencias que dejan las intervenciones militares extranjeras sobre territorios en conflicto. La pregunta sería ¿para qué mas ejércitos, y peor, extranjeros, si se está buscando la concreción efectiva del proceso de paz?, ¿No resulta contradictorio que después de desarmadas las FARC, necesiten de fuerzas extranjeras para ser protegidas?
En este sentido, Pilar Calveiro[9]ha señalado cómo la transición del mundo bipolar al mundo global, no acepta más el uso de la violencia… por fuera del monopolio del Estado, destinado en su mayoría a la lucha antiterrorista para mantener el modelo concentracionario. Así las cosas plantea que «El terrorismo comprende el uso de la violencia indiscriminada, por su intensidad y por sus medios, ejercida principalmente sobre población civil con el objeto de controlarla a través del terror. Como es evidente, el terrorismo más frecuente y feroz, tanto del mundo bipolar como del global, no es otro que el terrorismo de Estado».
Y es en este aspecto sobre el que se ha avanzado poco. En el contexto de barbarie simétrica de Colombia, según Iván Orozco, el terrorismo, entendido como la utilización de métodos que generan terror, ha sido ejercido por todos los actores armados, incluidas las fuerzas del Estado. Sin embargo, por  la duración y complejidad del conflicto colombiano, el concepto de Terrorismo de Estado no ha tenido la fuerza explicativa suficiente para dar cuenta de la violación de los derechos humanos por parte del Estado, como lo ha tenido en otros países como Argentina o Chile donde existieron dictaduras militares. Por ello, los movimientos de derechos humanos han recurrido a la figura de Crímenes de Estado. La situación que se resalta es la misma, la violación de los derechos humanos por parte de la institución que está obligada a protegerla, sin embargo, esta diferenciación da cuenta del tipo de violencia que ha existido en el país. No debe perderse de vista que, sea Terrorismo de Estado o Crímenes de Estado, el carácter sistemático es un asunto trascendental, pues evoca la existencia de unas causas de fondo por las que dicho terror es ejercido contra la población. Sin olvidar que es el Estado el que «cuenta, de lejos, con los mayores recursos de poder, incluida la fuerza»[10] y agregaría, los medios de inteligencia y espionaje[11].
Y así lo ha intentado plantear reiteradamente el movimiento de derechos humanos ante la indiferencia -no tanto del Estado como sería esperable- sino, sobre todo de la población colombiana en general. Las cifras de las violaciones a los derechos humanos por parte del Estado no han sido destacadas en ninguno de los informes producidos recientemente por el Centro de Memoria Histórica[12], pero si han venido siendo documentadas en los informes del «Proyecto Colombia Nunca Más»[13], la Corporación Jurídica Libertad, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, el CINEP, entre otros. El caso del exterminio de la UP constituye un ejemplo emblemático del accionar del Estado. A tal punto que la Corte Interamericana de Derechos Humanos categorizó ese crimen como un genocidio, sentando una novedad histórica pues incluyó las razones políticas en ese delito contra la humanidad que desde su tipificación después de la Segunda Guerra Mundial estaba restringido a las razones étnicas.
Finalmente, valga resaltar una posición compartida plenamente con Arteta respecto al papel central que cumplen los movimientos sociales, que si bien no están sentados en la mesa, son trascendentales para lograr una paz con justicia social que llegue a ser duradera. Su trabajo no está en La Habana, ni en las conversaciones bilaterales entre el gobierno y las FARC, sino en la capacidad de construir una agenda propia que permita avanzar en materia de derechos sociales y políticos, así como realizar transformaciones fundamentales respecto a los problemas estructurales del país. Son estos, y no las FARC, quienes están en condiciones de garantizarle al país, un futuro diferente.


[5] En el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires, se presentaron siete cortos sobre Colombia entre los que estaba “palabras armadas” (http://vimeo.com/39212071), un documental sobre la vida de Yedid Arteta.
[6] Jorge Eliecer Gaitan 1903-1948, candidato presidencial del partido Liberal, su asesinato desencadenó el Bogotazo. Luis Carlos Galán 1943-1989, candidato presidencial por el mismo partido. Jaime Pardo Leal 1941- 1987, candidato presidencial de la Unión Patriótica. Bernardo Jaramillo 1955-1990, candidato presidencial de la Unión Patriótica.  Carlos Pizzarro 1951- 1990 comandante del M-19, candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19 tras la dejación de las armas.
[7] La Unión Patriótica fue un partido político fundado a mediados de los ochenta, constituía en principio, la posibilidad de participación política legal de varios grupos guerrilleros y principalmente de las FARC. Sin embargo, derivó en un distanciamiento de los grupos insurgentes, frente a la apuesta por lograr una paz negociada soportada en el escenario de las urnas. Contó con más de 5000 militantes en todo el territorio nacional, y fue el mayor genocidio cometido en el territorio por parte del Estado y de las fuerzas paramilitares, para acallar un movimiento político de oposición.
[8] Para tener un panorama exhaustivo de las implicaciones de las bases militares en Colombia y en el mundo ver artículo escrito por Renán Vega Cantor: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-52/las-bases-militares-en-america-latina-colombia-en-la-geopolitica-imperialis
[9]Pilar Calveiro. Usos políticos de la memoria. En: sujetos sociales y nuevas formas de la protesta. 2006
[10] Iván Orozco. Sobre los límites de la conciencia humanitaria. Dilemas de la paz y la justicia en América Latina. 2005
[11] Ver el caso del Departamento Administrativo de Seguridad durante el gobierno de Álvaro Uribe Velez: http://lasillavacia.com/historia/10436
[12] reconociendo sin embargo, sus adelantos en otras materias del conflicto. http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/

Serie «La guerra por el consumo»: Beliebers

por Diego Valeriano


Jesús y William están detonados, son las 4 de la tarde del domingo y recién entran al barrio después de uno de los fines de semana más largos de sus vidas.
Es jueves 3 de la tarde, William está cuidando su sobrinita mirando la justinmania en la tele, y no para de cagarse de risa de esas pibitas. Llega Jesús con un par de cervezas y siguen mirando la tele. A las 9 cuando llega su hermana, la pendeja hace una hora que llora de hambre pero ya tomaron demasiadas cervezas como para darse cuenta.  A los empujones son echados a la calle, William agarra un par de piedras y arremete contra el rancho de la hermana con tanta mala puntería que le rompe un vidrio al paraguayo y tienen que salir corriendo antes que los caguen a palo.
Sigue siendo jueves cuando se cruzan al Boli y a Ricardito, vienen de laburar y les fue muy bien. Tienen tres Ipod, cuatro celulares y como 200 violetas.  Se ponen manija con lo que les cuentan y deciden hacer lo mismo. Toman un par de cervezas cortesía de los amigos y se van para la parada del 136 para comenzar a acercarse a Puerto Madero.

Ya es viernes cuando un grupo de pibes que viajaban en el bondi los obligan a bajarse en Liniers, Jesús venía siendo un atrevido desde Haedo con unas pibitas y sus amigos no lo soportaron más. Cuando le pidieron que no las joda más, él intento copar la situación y se comió una mano que lo tiró en los asientos de atrás, William no llegó a sacarse el cinturón cuando lo agarran entre dos y con la complicidad del chofer lo arrojan a la calle. Jesús fue devuelto por el 136 dos cuadras más allá, lleno de moretones y con un puntazo en la pierna derecha. No sangra mucho, se ríen bastante y se van a la parada del 8 que los deja cerca del Faena Hotel.
Liniers explota de fiesta, no saben si seguir o quedarse por acá con todas estas pibitas bien turras que hay, también hay bolitas para robar. Se tientan mucho,  caminan  por Rivadavia y sus luces que nunca descansan los hipnotizan, ven en la tele del superpancho que la Justinmania continúa y recuerdan cuál es su objetivo. Esperan el 8 pacientemente.
Lo primero que hacen ni bien ponen un pie en Puerto Madero es correr de la prefectura, corren y los prefectos corren atrás de ellos. Corren hasta que dos tipos enormes los agarran y los tiran contra el suelo. Willians recibe en sopapo en la oreja que lo deja mareado, los ponen de pie y él vuelve a caer. Llegan los prefectos y Jesús grita que vienen a ver a Justin. Los de seguridad del Faena y los prefectos se les cagan de risa. Les precintan las muñecas y esperan a que venga el patrullero. Jesús observa desde el suelo que todo está lleno de ratis, hace una hora que están tirados sin que venga el patrullero y un tipo super trajeado que parece del hotel le pegunta al prefecto que se está comiendo el garrón de vigilarlos si no los pueden llevar a otro lado que están despejando la zona.
Nunca llega el patrullero, sí una camioneta del hotel. Ahí los suben, pero el prefecto no los acompaña. Toman por Avenida de Mayo y nuevamente Rivadavia, en Once el patova que los acompañaba en la caja les corta los precintos y les pide amablemente que se bajen. Jesús lo mira como para atacarlo y el chabón con dulzura y sabiduría le hace una seña que ni lo intente. Es viernes 4 o 5 de la mañana, sienten olor a cable quemado y se acercan al grupito de pibes.
La resaca de la base es pura ansiedad de seguir fumando, de seguir quedándose ahí con esos pibes, para siempre. El cuerpo les duele como si casi tuvieran cuarenta, con un enorme esfuerzo se despegan de esos pibes. Jesús sabe lo arruina guacho que es la base, lo arranca a William y lo lleva hasta el baño de Miserere. Cagan, mean y se lavan la cara mientras dos trolos dueños de ese mundo los miran. Jesús los putea y ni se inmutan. William especula, quiere volver a fumar y no tiene plata. Sin mediación alguna y sin consultar a su compañero le pregunta a los dos cuanta plata le dan si se los coge. Jesús lo mira enojado, los otro dos con desprecio. Con vos no cogería jamás negro paquero y andáte de mi baño que me lo estas llenando de olor. Jesús se ríe, William se indigna. Son cuatro en un baño diminuto, algo va a tener que pasar. El más alto saca de su cartera una picana diminuta y con la elegancia propia de quien sabe moverse en esos territorios  se la apoya en el cuello. William abre los ojos, está tirado debajo de la escalera que sube a Once y no entiende cómo llegó ahí, Jesús  sentado a su lado en silencio fuma tabaco.
River es un mundo de gente, tardaron demasiado en llegar y se perdieron la previa. Justin suena en el Monumental. Calculan que trabajito pueden hacer, observan y no se les ocurre nada. Caminan sin rumbo cuando se cruzan a Quilqui, un pibe del barrio que vende banderas y vinchas en casi todos los recitales. Se prepara para la salida, acomoda su espacio y productos. El pibe no les pasa cabida, es un laburante y conoce bien a estos dos. Lo cargosean un poco, le piden que les regale un par de banderas para hacer unos pesos, le dicen que lo ayudan, insisten un poco más y se sientan cerca de él a observarlo. Sentados deciden que cuando venda todo lo roban y listo. Lo quisimos ayudar y no quiso, le va a recaber por gil.
Ya es sábado cuando siguen a una prudente (eso creen ellos) distancia a Quilqui, es un mar de pibitas super fáciles para robar, pero ellos quieren dársela al gil ese. Sospechan que se va a encontrar con alguien para darle la recaudación y las banderas que sobraron, saben que tienen que actuar antes que eso pase y apuran el paso para alcanzarlo. Ahí lo tienen, a su merced, a tiro de caminar a su lado y con dos o tres certeras amenazas quitarle todo. Ya están uno de cada lado, Quilqui los mira y busca algún aliado para zafar de lo inexorable. Jesús que sabe un poco más le dice en voz baja alguna amenaza certera, William lo va midiendo para arrebatarlo por si quiere salir corriendo. Jesús lo seduce, lo persuade, Quilqui saca 300 mangos de un bolsillo y se los da, William le pega un cachetazo en la nuca y le exige la plata de verdad. Eso no, esa no la da aunque lo lastimen de verdad. Caminan 50 metros más hasta que Quilque se detiene. Jesús le da a entender a William que ya hay que irse. Caminan muchísimas cuadras hasta encontrar una parrilla abierta, se sienta en una mesa de la calle y piden una parrillada y cerveza. Gasta 245 pesos. Es sábado 4 de la mañana y se quedan dormidos en cualquier lado, creen que están por el río De La Plata.
No hace mucho calor pero igual se tiran al rio, en la rambla hay gente tomando mate y hasta algunos pescadores, pero en el agua son los únicos. Se secan tomando sol, tienen hambre y se van a comprar unas facturas. Camino a River se roban un par de viseras de esas que son bien caras y dos entradas. Es sábado por la noche y ya están adentro del estadio, nunca habían visto tanta gente junta. Las pibitas se están impacientando, ellos entran en la impaciencia general… sale Justin y el Monumental explota.
Justin suspende el show. Una chica llora, otra se desmaya, otra se descompone o algo así un poco más allá. Nunca vieron a tantas pibas llorar a la vez. Ya tienen dos celulares Sansung Galaxi, Jesús quiere un Ipod o un Iphone, Willian rescato una campera para su hermanita. La marea humana de hormonas y llanto los lleva hacia la salida, ellos se van riendo y nadie lo nota. Las cámaras de TV registran el dolor de las pibas y la indignación de las madres. Un grupo de Beliebers salta y canta demostrando el aguante, cada vez se suman más y más.  Se suman ellos también al aguante, están felices de gritar y saltar. Las cámaras se acercan y William en estado de inconsciencia absoluta se ríe ante un micrófono de estas pibas y cuestiona las dotes artísticas del canadiense, cerrando su opinión con un aguante la cumbia.
Una belieber que lo escuchó lo escupió en la cara y de ahí en adelante todo fue un caos. William le respondió con una trompada y dos amigas de ella se le fueron encima. Jesús fue a sacarlas y le rociaron la cara con gas pimienta, su cara dejo de ser de él. Ojos primero y garganta después se sumieron en un escándalo tal que ni sintió las patadas que le pegaban las demás chicas. Cuando pudo abrir los ojos vio a Jesús tendido y recibiendo millones de patadas al mismo tiempo que una piba o pibe muy parecido a Justin le robaba las zapatillas. Intento pararse para rescatar a su amigo, trastabillo y volvió a caer, estaba mareado y sin coordinación. Un golpe durísimo le sacudió las costillas y otro más en las piernas. William ya no podía reaccionar, no presentaba batalla y eso tranquilizo un poco a las Beliebers que dejaron de pegarle. Jesús pedía por favor que no le peguen más, mientras se arrastraba hacia su amigo. Dos chicas le sacaron todo lo que tenía encima, dejándolo solo con el pantalón y una remera. Llego junto a Willian y pensó que podía estar muerto, lleno de odio las insultó, pero ya nadie los miraba. Cuando el tumulto se iba alejando, una chica se acercó a ellos, con toda tranquilidad se agacho y les roció la cara con un aerosol. Era pintura.
Era domingo.

@valeriano2015

Marx por Sandro Mezzadra

por Los pibes de Sandro


Lo que siguen son unos apuntes tomados por alumnos del seminario ¿Qué hacer con Marx?, dictado por Sandro Mezzadra entre octubre y noviembre 2013, en el marco del programa lectura Mundi de la UNSAM.
Sandro Mezzadra hace una doble demarcación con relación a su lectura de Marx:
a.       Marx sin la imagen de Marx construida por el marxismo del siglo XX.

b.      No es un autor entre otros: es no-academizable. No un “autor” entre otros, ni clásico. Relación con Marx, confrontación política dl presente. 

Choque entre voluntad de sistema y materialidad de la historia y la política, que impidió el cierre. Las derrotas de Marx son puntos-oportunidad para leer su obra como obra abierta.
La importancia de los textos de Marx como flujo de cuadernos, notas inéditos. Desproporción llamativa en relación con el material editado.
Preguntas sobre relación entre capital y heterogeneidad, bajo perspectiva de sujeto y del espacio.
Sobre el concepto Trabajo abstracto.
¿La centralidad del concepto de trabajo abstracto apunta a la constitución de un sujeto antagonista homogéneo (clase obrera)?
Ir más allá de la imagen de homogeneidad del sujeto antagonista dentro del capital. Por razones de composición del trabajo y  en relación a las luchas de los últimos 50 años (papel del género y raza).
Sobre el concepto de Mercado mundial. ¿Apunta necesariamente a una homogeneización del espacio? ¿El espacio global de la acumulación y valorización capitalista implica una tendencia l homogeniezación del espacio, o espacio de reproducción de heterogeneidades?
Tres conceptos claves en Marx para discutir en torno al trabajo:
1.       Trabajo vivo
2.       Fuerza de trabajo
3.       Trabajo abstracto

La fuerza de trabajo es definida por Marx en términos de potencia, conjunto de facultades físicas e intelectuales que son contenidas en una corporeidad viviente.
(Atender al desfasaje entre conjunto de facultades y corporeidad viviente).
Facultades: potencialidades/Ej: facultad de lenguaje.
La fuerza de trabajo es una mercancía peculiar. Como la fuerza de trabajo el dinero juega un papel importante en la producción de subjetividad.
División entre el modo en que los sujetos constituyen el mundo en relación con la fuerza de trabajo/potencia; vs quienes habitan el mundo en relación con el dinero/poder/Cristalización del poder social (sobre objetos y sujetos). Capitalismo: encuentro entre sujetos/subjetividades (potencia-poder). Encuentro poder/potencia = origen del modo de producción capitalista.  
Concepto de trabajo desde el punto de vista de la producción de la subjetividad. Desde el punto de vista de la crítica de la economía política, el sujeto no es el ser humano/hombre, sino que se dividen las subjetividades. Divisiones: entre trabajo abstracto/concreto; productivo/improductivo; trabajo necesario /plusvalía, etc.
Persiste en Marx (de la critica de la economía política) la definición de trabajo de los manuscritos del 44: en primer término, el trabajo la actividad vital, la vida productiva misma aparece ante el hombre solo como el medio para satisfacer una necesidad, la necesidad de mantener su vida física. La vida productiva es sin embargo vida genérica, vida que produce vida, en la forma de la actividad vital reside el carácter genérico, la actividad libre, la vida misma como medio de vida.
Para Marx el trabajo es vida que crea vida, producción del hombre por el hombre. Hay una relación entre vida y actividad. El trabajo es definido como actividad que apunta a su alcance ontológico. El trabajo produce un mundo objetivo y al mismo tiempo produce al hombre. Hacer resonar esta definición con el Marx de Grundrisse y El Capital, para evitar cierres economicistas.  Dejar abierta la frontera abierta entre trabajo, actividad y vida. La distinción entre estos conceptos se hace elusivo.
Sobre el Trabajo vivo/Grundrisse (57/59). Cuadernos redactados furiosamente, luego de la crisis europea del 56, tras la derrota del 48.En medio de la reflexión entre crisis y apertura de la situación revolucionaria. Toman lugar las primeras líneas de la crítica de la economía política: “prioridad ontológica del trabajo” (central metodológica en la mirada de Marx). En Grundrisse, el trabajo es el único sujeto: el trabajo vivo comienza un movimiento de objetivación. Solo en un segundo momento entra en escena el capitalista para apropiarse de esos objetos. La apropiación determina estos objetos como algo diferentes, una cristalización de estos objetos bajo la forma de condiciones objetivas de trabajo. El capital nace en este proceso de apropiación y se coloca como condición necesaria del trabajo solo porque ha sido capaz de apropiarse de objetos. El capital, para Marx es “transubstanciación” del trabajo. Depende del trabajo. Lo vampiriza.
En el momento en que el capital convierte a los objetos apropiados en condiciones objetivas del trabajo surge la “personalidad” del capitalista. Esta subjetivación del capital nace como una objetividad a la segunda potencia (ver la relación entre “Persona” y “Mascara” de teatro (en El Capital). Personalidad, aquí es personalidad jurídica/relación de propiedad).   
Hay una asimetría fundamental entre trabajo vivo y capitalista, y un exceso constitutivo del trabajo en la relación del capital. El trabajo objetivado se da en el espacio (condiciones objetivas de trabajo, maquina, instalación). Son condiciones producidas en el pasado por trabajo vivo. El presente es cristalizado en el espacio. A ese trabajo objetivado Marx lo llama “trabajo muerto”.
El capital es el trabajo existente en el tiempo.
E punto de vista de la crítica de Marx enraíza en la idea de un exceso constitutivo del trabajo. Es una crítica que apunta  a rescatar la potencia social del trabajo (riqueza social como potencia general encarnada en el trabajo vivo) y no la mera critica a la pobreza.
Sobre Fuerza de trabajo. Presente recién en el primer tomo de El Capital. Distinción entre fuerza de trabajo como potencia y mercancía, y trabajo como actualización de la fuerza de trabajo es la base de la teoría de la explotación. Para Marx el trabajo no es una mercancía.
Concepto de Fuerza de trabajo (en referencia al trabajo vivo): la prioridad ontológica y exceso constitutivo del trabajo es replanteada: en El capital el trabajo es potencia que pasa al acto en el trabajo.  Esto es lo que ocurre en la oculta cede de la producción/”encuentro”; el comprador consume la fuerza de trabajo haciéndola trabajar.  Esta cuestión concierne a una serie de dispositivos de poder que no son reducibles a la teoría política y constitucional tradicional. Se ponen en juego herramientas de disciplinamiento que son distintas de las que prescriben las convencionales teorías constitucionales y del estado.
La fuerza de trabajo es mercancía, con su dualidad fundamental (valor de uso y de cambio: salario/trabajo necesario para producir la fuerza de trabajo, o conjunto de facultades inseparables de la corporeidad viviente): problema de la reproducción de la fuerza de trabajo/mercancía. 
Trabajo pretérito y trabajo vivo en el sujeto obrero son dos magnitudes diferentes. Trabajo pasado y vivo ahora se presentan dentro mismo de la mercancía fuerza de trabajo. Porque en el momento en el que se actualiza la fuerza de trabajo el trabajador, para Marx, produce nuevo valor, un exceso de valor con respecto al valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo pagada por el capitalista. El capitalista tenía my presente esta distinción de valor cuando adquirió la fuerza de trabajo. Su propiedad útil era una condición indispensable. Pero es el valor de uso específico de la mercancía, de producir valor, lo decisivo. Es ahora el sujeto trabajador mismo el que es escindido en tanto que mercancía.
Sobre el concepto de Trabajo Abstracto. Marx lo presenta al comienzo del primer tomo de El capital, en relación a la dualidad del trabajo representado como mercancía.  Hay en juego una dinámica de representación que Marx describe al nivel lógico, pero está en juego también la cuestión de la representación política. Hablamos, en definitiva, del trabajo representado en la mercancía.
Hay una relación directa entre trabajo abstracto y valor de cambio (medida del valor de cambio); trabajo concreto y de uso. Trabajo abstracto es la cantidad de trabajo necesario para producir. Es una codificación del trabajo, una unidad de medida que produce tendencialmente una homogeneidad entre diferentes trabajos.
El trabajo abstracto es un concepto complejo (trabajo social, sencillo, en general). Destacar el trabajo abstracto como unidad de medida, codificación y representación de la actividad humana. Así como hay una forma mercancía hay una forma trabajo que corresponde a una situación en la cual el trabajo y la actividad humana se desarrollan bajo la presión de la medida capitalista.  Medida que se aplica también en la mercancía fuerza de trabajo.
El trabajo abstracto imprime la forma mercancía (el espectro, objetividad espectral de la mercancía) en la forma trabajo. Espectralidad que se introduce en la subjetividad de la fuerza de trabajo.
Sobre la noción de representación (del trabajo en la mercancía). El trabajo es representado en cuanto trabajo abstracto. Contrapone la abstracción del trabajo a la multiplicidad de los individuos que habitan el mundo de las mercancías.
Una lectura política (con conceptos políticos) del primer tratado de El capital: se contrapone la fuerza de trabajo total de la sociedad, idéntica forma del trabajo humano, y la multiplicidad de trabajo individual; como sucede con la representación soberana de Hobbes, y la multitud de individuos que de ella participan.
Hay una reformulación del problema de la enajenación política de La cuestión judía. La frontera hoy entre trabajo y actividad humana ha devenido cada vez mas elusiva y este tipo de lectura nos puede ayudar a reformular el concepto mismo de “explotación” que Marx desarrolló con referencia a una situación específica.
Un punto, el tema del cuerpo: el desarrollo de procesos de subjetivación a partir de la noción de fuerza de trabajo. ¿Cómo se “subjetiviza”? Marx pensaba en que el sujeto posesor de su fuerza de trabajo es producto de un proceso de desposesión que lo lleva a contar solo con su fuerza de trabajo. Encuentra al poseedor del dinero y se convierte en un trabajador de fabrica bajo un régimen de trabajo asalariado “libre” (el capitalismo requiere de un contrato de asalariado libre para regularse): hay que problematizar este punto del contrato: desde el principio del capitalismo a nivel global el trabajo asalariado libre ha sido más una excepción que una norma.
Si producción de fuerza de trabajo como mercancía es procreación y reproducción, se trata de actividades constitutivas de las mujeres, no asalariadas. Marx no se detiene sobre esta particularidad fundamental en la formación del proletariado. Empieza a desarticularse la imagen homogénea de la fuerza de trabajo.
Esto se profundiza ante el elemento de la raza. En muchas partes del mundo la raza ha jugado -y lo sigue haciendo-, un papel fundamental en la determinación del valor de la fuerza de trabajo.  
Hay que subrayar mas desfasaje entre fuerza de trabajo entre conjunto de facultades y corporeidad del viviente. El modo en que cada sujeto se relaciona consigo mismo como fuerza de trabajo depende de la acción de dispositivos de poder que producen heterogeneidad en el proletariado. 
Otro punto, relación entre singular y común: en la misma definición de fuerza de trabajo se apunta a lo común (facultades generalmente humanas). El problema de la individualidad en relación con la fuerza de trabajo significa plantear el problema de la relación entre la individualidad y una fuerza de trabajo que se presenta como algo común. Y como algo enraizado en lo común.
Pero hay en Marx algo más: en el primer libro de El capital (11/sobre la cooperación). El tema de la individualidad obrera y el modo en que se abre a la configuración colectiva. Habla de “objeto combinado”. Obrero social, colectivo. La cooperación es una fuerza de masa, un diferencial de fuerza generado por el simple contacto social. Escribe que en la cooperación planificada con otros el obrero se despoja de sus trabas individuales y desarrolla su capacidad en tanto parte de un género, más allá de la individualidad. Retorna el “ser genérico” de los años 40.
Sin embargo, este ir más allá, nos encontramos con un problema que podemos describir en términos de conceptos políticos clásicos como problema de la representación. La conexión entre la unidad como cuerpo productivo global radica fuera de los obreros. Radica en el capital que los organiza y cohesiona. El capital opera como poder, despótica, voluntad ajena que somete a los trabajadores a los objetivos de la valorización.   
Juega acá las tecnologías de poder anómalas con respecto a Estado y constitución: el poder de mando del capital. La palabra es “comando” (sentido militar). Es el mando del capital, metáfora militar, en la gran industria. Pero para entender este mando en la fábrica se utiliza la imagen del director de orquesta., aumentando la modulación de modos del mando. El mando es función de explotación social de la cooperación del trabajo. Con esto crece también la resistencia. Resistencia obrera y mando del capital es un conflicto y lucha al interior mismo del cuerpo de los obreros y de su combinación.
¿Qué pasa cuando la cooperación rompe los muros de la fábrica y se abre en toda la heterogeneidad?
Preguntas que haría
¿Qué relación se plantea entre poder constitucional y poder anómalo?
¿Cómo pensar esta teoría de la subjetividad, sujeto dividido como mercancía, fuera de la gran industria?
¿Qué surge de un retorno sobre la Cuestión judía? ¿Cómo se actualiza “el cristianismo”?
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Clase Tres
El eje fundamental con que Mezzadra lee el mercado mundial en Marx es la relación entre el capital y el espacio. Al mismo tiempo, con referencia a Marx no se puede hablar de espacio sin tomar en cuenta el tiempo, su materialismo histórico. De ahí la necesidad de integrar el materialismo histórico con un materialismo geográfico. Si esa cuestión remite especialmente a Gramsci, en los últimos años se está desarrollando una geografía marxista -David Harvay entre otros- que habla explícitamente de materialismo histórico-geográfico.
Si se analiza el concepto alemán de Weltgeschichte usado por Marx -literalmente: historia del mundo- tenemos una referencia geográfica que se pierde en la traducción «historia universal». La dimensión geográfica es muy importante en la Ideología alemana, pero también en el Manifiesto, donde la escala del capitalismo aparece desde su comienzo como mundial, con una radicalidad que no se encuentra en ningún economista clásico.
Dos líneas de los Grundrisse: «la tendencia a crear el mercado mundial está dada en el mismo concepto de capital: todo límite se presenta al capital como una barrera a superar». La escala mundial es fundamental no solo para entender el régimen de la acumulación. Marx subraya explícitamente el hecho que también las figuras subjetivas son materialmente impensables afuera de esta escala global: sin mercado mundial no hay capital, no hay trabajador y capitalista.
«El mercado mundial es al mismo tiempo presupuesto y resultado de la producción capitalista». Marx  utiliza la misma fórmula (presupuesto y resultado) cuando habla de las figuras subjetivas. Discutir de espacio no es otra cosa que discutir de sujetos. Pero, ¿cómo se resuelve en Marx esta fórmula paradójica? A través de la «acumulación originaria» o «primitiva».
La acumulación originaria es el momento de quiebre radical de la continuidad histórica que consiente el comienzo de la dimensión circular del capital. La condición de este movimiento circular de reproducción continua del mercado mundial es una absoluta violencia, que marca la escena de la acumulación originaria: violencia y desposesión.
Es la escena del origen de la propiedad privada a través de un movimiento de cercamiento de la tierra que es también movimiento de desposesión. Sin este movimiento no sería posible la producción de la subjetividad especifica del trabajador, obligado a trasformar sus facultades humanas en mercancías. En este mismo momento se abre el mercado mundial. Marx subraya el rol del colonialismo.
Para Marx este análisis crítico de la acumulación originaria resuelve el paradojo entre presupuesto y resultado en el sentido que él la planteaba como algo de literalmente originario, la prehistoria del capital. En este punto hay que ir más allá de Marx: los procedimientos y las problemáticas ligadas a la acumulación originaria nos remiten a rasgos estructurales de la historia del capitalismo, y no se limitan solamente a su origen. Debemos tomar en serio la idea de una repetición continua de la prehistoria del capital, que rompe la linealidad de su desarrollo.
Desde un punto de vista histórico, Marx muestra la relación muy estrecha entre capitalismo y colonialismo. La abertura del mercado mundial coexiste con la conquista colonial. Esa abertura (tema muy desarrollado por Rosa Luxemburgo) es la abertura de un espacio abstracto, en la medida en que puede ser organizado de maneras distintas. La abertura del mercado mundial es la abertura de un espacio para la expansión del capital. Es abstracto en la medida en que apunta a la expansión global del capital, pero las medidas concretas de la expansión de la frontera del capital cambian históricamente.
Es importante aquí el tema de la articulación: como la frontera de expansión se articula con numerosas líneas de demarcación (confines), por ejemplo: la distinción entre centro y periferia, líneas de demarcación meta-geográficas que se articulan con la expansión del capital; o la entre los ciclos económicos (teoría del sistema-mundo).
Volvimos a la cita marxiana: «tendencia a crear el mercado mundial». Marx está claramente fascinado con su propio descubrimiento: la tendencia tiene que realizarse ante posible. Es a partir de esa fascinación que podemos leer la apología del colonialismo que Marx hace en sus escritos sobre India. Pero Marx atribuye cada vez más importancia al encuentro entre el capital y su límite, la barrera a superar. Ese encuentro es el momento en que la tendencia universalizante del capital está obligada a enraizarse en cuerpos distintos, a producir heterogeneidad.
¿Hay un afuera del capital? Si la tesis de Imperio es que no hay más afuera (a esa se contraponen quien dicen que existe un no capital que se realizaría en forma de economías populares y comunitarias), es interesante volver más bien al planteo de Rosa Luxemburgo, para la cual el capital necesita de un medio ambiente de formas no capitalista de valorización. Si Rosa tomaba el límite en sentido literal, como limite geográfico, se precisa ir más allá del sentido literal, que no significa dejar de lado el propio espacio como límite, sino más bien tomar en serio la posibilidad que el capital abra a su acumulación espacios que ya habían sido conquistados por el capital en otra forma histórica, en una época previa del capital.
Este momento de abertura y de cierre es un momento intensivo y extensivo. El concepto de límite tiene dos significados: espacial-geográfico; social.
Para profundizar la relación del capital con su límite y su expansión, tomamos la teoría del plusvalor. Para Marx la producción de plusvalor relativo requiere la producción de nuevo consumo, y más precisamente: – ampliación cuantitativa del consumo existente; – producción de nuevas necesidades; – descubrimiento de nuevos valores de uso. En esto proceso expansivo del plusvalor relativo, se generan nuevos límites no vinculados con formas-precapitalistas: el trabajo vivo es el límite de la expansión del capital.
Si consideramos las subsunción formal y la subsunción real del trabajo al capital (cap. VI inédito del Capital) vemos como la relación entre capital y su límite se complica: si con la subsunción formal el capital se limita a apropiarse de formas que existen independientemente y le valoriza de forma capitalista, cuando el capital empieza a intervenir directamente en la organización de la producción, crece la productividad y se produce un aumento relativo del plusvalor producido por la cooperación social bajo el mando del capital y por la intervención de la ciencia, de las maquinas. Es necesario ir más allá de la tentación de leer la relación entre las dos subsunciones en términos de transición lineal-progresiva. En los últimos años por ejemplo se invirtió la tendencia secular a la reducción de la jornada de trabajo: los dos rasgos formal y real se presentan juntos.
El capital financiero, por ejemplo, actúa en una modalidad que vuelve elusiva la propia distinción real/formal. Es una herramienta de subsunción real, ¿pero qué relación produce con los sujetos? Tiene con la cooperación social que explota una relación de exterioridad, que funciona de la misma forma con que Marx describe la renta. Si tomamos la relación estricta entre capital financiero y renta y su calidad de exterioridad con la cooperación social que explota, podemos usar la categoría de extracción: se extrae valor plusvalor en lugar de producirlo.
A esta altura se vuelve fundamental el tema de la desposesión, más allá de la distinción entre economía por desposesión o explotación. Hoy en día la desposesión es cada vez más un momento constitutivo de la explotación. Debemos repensar políticamente el concepto de explotación como algo capaz de incluir a su interior la desposesión para superar la separación entre luchas contra la desposesión y lucha contra la explotación, pensar nuevas formas de articulación.

#CristianFerreyraPresente – Pronunciamiento urgente sobre conflicto de tierras en Santiago del Estero



Los abajo firmantes expresamos nuestro repudio al accionar represivo de la policía de la Provincia de Santiago del Estero, contra los miembros de la Familia Santillán que habitan en la región del CADE, Departamento Alberdi.
Demandamos el inmediato esclarecimiento y deslinde de responsabilidad por la situación hecha padecer a Don Aníbal Santillán (73 años), quien al momento de la privación de su libertad se encontraba en delicado estado de salud.
Y exigimos la intervención de los organismos públicos competentes (provinciales y nacionales), con el objetivo de brindar garantías a los campesinos originarios de las tierras en conflicto, en su lucha contra las empresas que buscan instalar en estos parajes el insaciable esquema de los agro-negocios, basado en una visión depredatoria de los derechos humanos esenciales y motivado en un exclusivo fin de lucro.
Estamos ante un nuevo caso donde el sistema judicial (representado por la jueza Lucrecia Llanos Martínez) y las fuerzas de seguridad, se ponen al servicio de las necesidades empresariales, con el objetivo de garantizarles el acceso al territorio y remover los “obstáculos” a su acumulación. En esta oportunidad, los beneficiarios son el grupo Oro Esperanza Agro S.A., conformado por capitales chinos, inscripto comercialmente en nuestro país en noviembre de 2011 con el objetivo de desarrollar emprendimientos agrícolas orientados a la exportación (http://boletinoficial.cba.gov.ar/archivos11_02/211111_seccion3.pdf), quienes actúan a través de otra empresa, esta vez de capitales uruguayos, de nombre Mayo Investment SA especialmente dedicada a la “limpieza de campos” (http://www.publicampo.com/mayo-investment-sa/) y cuyo representante legal en Argentina es Guillermo Cavanagh (quien figura en los registros como “agricultor”, pero es más conocido por edificios que llevan el nombre su patricia familia).
El conflicto comienza hace diez años, cuando un empresario cordobés de apellido Giordano fraguó los títulos de propiedad de un campo de 14 mil hectáreas perteneciente a la familia Santillán, originaria de este paraje ubicado entre las ciudades Tintina y Campo Gallo, en el noreste santiagueño. Las denuncias y movilizaciones del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), en su momento, consiguieron detener los primeros intentos de desmonte.
El 19 de diciembre de 2011 el campo fue vendido (en una nueva operación fraudulenta) a Oro Esperanza Agro SA, apenas un mes después de su constitución legal en la Argentina. Pero es en junio de 2012 cuando los campesinos tienen las primeras noticias de los capitalistas chinos, a través de los servicios de desmonte brindados por la empresa Mayo Investment SA, quienes toman posesión introduciendo decenas de topadoras y tractores. Las nuevas denuncias e intervenciones interpuestas por la familia Santillán y el MOCASE, a pesar de contar con importante difusión, esta vez no lograron el objetivo.
El 30 de abril de 2013, una inspección de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en predios rurales ubicados en el camino vecinal Tintina a Campo Alegre, propiedad de Oro Esperanza Agro SA, detectó 34 trabajadores en condiciones precarias e insalubres, a cargo de Mayo Investment SA. Dos semanas después, el 15 de mayo de 2013, la AFIP inició una causa penal contra ambas empresas ante el Juzgado Federal de Santiago del Estero y la Fiscalía Primera de la misma ciudad, por reducción a servidumbre de sus empleados. Para demostrarlo, la agencia federal presentó el acta de la inspección y un CD con la filmación de lo actuado. La causa fue caratulada como “presunta infracción de artículo 140 del código penal/infractores son Oro Esperanza Agro y otro”, con número de expediente 039095/2013.
No obstante todos estos antecedentes, la intervención del pasado día jueves 7 de noviembre, ordenada por la Jueza Provincial Lucrecia Llanos Martínez, y ejecutada con extrema violencia por la División Criminalística D6 de la Policía de Santiago del Estero, contribuye a la agudización del conflicto y constituye un siniestro aval a las prácticas depredatorias de los agrobussines.
Don Aníbal Santillán es un mediano productor de 73 años, nacido y criado junto a su familia en el lote de 14 mil hectáreas en disputa. Es poseedor de más de mil cabezas de ganado que pastan a campo abierto, y de los papeles legales que certifican su posesión. Sin embargo, su casa y todo su dispositivo productivo (laguna, canales, corrales), hoy se encuentra ubicado al interior del terreno cuya propiedad reclama la empresa de capitales chinos, con la aquiescencia de la justicia provincial.
Desde el jueves a las 7 am Don Aníbal permanece detenido, a pesar de complicaciones en la próstata y de complicaciones generadas por la hipertensión. Además, dos de sus hermanos se encuentran prófugos, pues también habían sido objetos de las órdenes de detención. A todos se los acusa de amenazas contra los empresarios, y de usurpación.
¿Por qué la Justicia hace lugar a las exigencias de los poderosos por sobre las comunidades que ancestralmente habitan esas tierras? ¿A qué se debe la inactividad de los sectores gubernamentales en lo que respecta al respeto de los derechos humanos y sociales básicos, de las poblaciones involucradas en esta nueva conflictividad social?
La respuesta, lógicamente, es múltiple. Involucran el alarmante elitismo de instituciones tradicionales como la Justicia, lindante con el racismo; la opacidad de los sistemas notariales y de registro de tierras en todo el país;  ciertas tramas de características feudales que aún ostentan los poderes locales en algunas regiones del interior, articuladas sin embargo a los esquemas de gobernabilidad a nivel nacional.
Pero más allá de lo anterior, y de otra cantidad de circunstancias que seguramente se nos escapan, consideramos urgente reaccionar de manera decidida ante un modo de articulación de negocios que repercute de forma extremadamente violenta sobre los territorios, descomponiendo los lazos comunitarios y sociales, en función de una renta extraordinaria.
Desde los parajes campesinos de Monte Quemado hasta las periferias de Rosario (y especialmente el castigado barrio Ludueña), pasando por los pueblos hostigados por las industrias extractivas, por los asentamientos y villas del conurbano bonaerense… Ya sea que hablemos de agro-negocios o de minería, de especulación inmobiliaria o narcotráfico…
Un mismo patrón de acumulación se expande, y carcome las instituciones públicas, configurándose como una verdadera trampa de la democracia contemporánea.
Es hora de decirle basta.

Ramiro Fresneda – Director de Apoyo a las Organizaciones. Subsecretaria de Agricultura Familiar de la Nación / Marcelo Ruiz – Rector Universidad Nacional de Río Cuarto / Hugo Cañón – Copresidente de la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires / Claudio Lozano – Diputado Nacional. Presidente del Bloque Unidad Popular / Facundo Moyano – Diputado Nacional / Horacio González – Director de la Biblioteca Nacional Argentina / Observatorio de Conflictos Socio-Ambientales de la Universidad Nacional de Río Cuarto / Instituto de Investigación y Experimentación Política / Club de Investigaciones Urbanas (Rosario) / Bodegón Cultural Casa de Pocho (Ludueña, Rosario) / Centro Angelelli (Florencio Varela) / Movimiento de Colectivos (Florencio Varela) / Observatorio de Prácticas de Derechos Humanas de la Universidad Nacional de Córdoba / CEPPAS (Centro de Políticas Públicas para el Socialismo) / Carta Abierta / Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) / Revista Crisis / FM La Tribu / Liliana Herrero / Rita Segato – Antropóloga / Maristella Svampa / Roberto Gargarella / Iconoclasistas / Movimiento Social y Cultural El Gleyser / Itai Hagman – Dirigente de MAREA Popular / Frente Popular Darío Santillán / Madreselva (Santa Fé) / Federación Argentina de Estudiantes de Comunicación / Federación Universitaria de Río Cuarto / Martha Linares – Presidenta de la Federación Universitaria de Buenos Aires / Luis Pedreira y Pilar Vázquez – Consejero Superior UBA / La Dársena Plataforma de Pensamiento e Intervención Artística / Movimiento de Participación Estudiantil / Cazona de Flores / Karina Bidaseca / Frente Popular Darío Santillán / Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía de la UBA / Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional-Patria Grande / Centro de Estudios y Actualización en Pensamiento Político, Decolonialidad e Interculturalidad – Universidad Nacional del Comahue / Santiago Grandi  – programa «Está En Vos», FM Red TL 105.5 (Rosario) / Centro Cultural “El Cántaro” / Casona Ecuménica de los Trabajadores “José De Luca” / Patricia Zangaro / Lourdes Maria de los Angeles Martin (Mendoza) / Laura Giussani (periodista) / Cesar Altamira / Sebastián Tuza / Josefina Azcárate / María Florencia Fernández Nancy Viviana Piñeiro – colectivo Upside Down World sobre activismo y política en América Latina / Dra. Mirta Alejandra Antonelli – Docente Investigadora. Facultad de Filosofía y Humanidades. Univ. Nac. de Córdoba / Sergio Lesbergueris – director del Centro de Formación Profesional #24 de la Ciudad de Buenos Aires / Doctor José Luis Grosso – Director de Posgrados Facutad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca

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Y la clase obrera fue al paraíso: algunas ideas a partir del shopping en San Justo

por Andrés


1- El shopping
Cerca de la rotonda de San Justo emerge un zarpado complejo donde uno de sus componentes es un shopping. Entre comercios minoristas y mayoristas, bailantas y templos evangélicos, irrumpe en la geografía de la Ruta tres un shopping ¿Qué hace un shopping en San Justo? Si bien a pocos minutos estamos cerca de la calle Arieta, típico centro comercial del municipio cabecera de La Matanza, es esta nueva plaza comercial un alto contraste con mi memoria cercana de estos lugares (en Laferrere y Catán, si bien más pequeños, hay otros shoppings).
Inaugurado en diciembre del 2009 con una inversión de 500 millones de pesos por el grupo inversor Continental Urbana, el shopping es gerenciado por GLA, empresa que también gestiona el de Liniers, Catán, y Pacheco, entre otras incursiones. Convive en el mismo predio con un Wal-Mart, un Easy, un Open Park, y una estación YPF conforman un imponente complejo industrial, comercial y de entretenimiento. Si bien cualquier intervención está atada a la incertidumbre de época y debe armarse y desarmarse según las coyunturas lo requieran, existe un diferencial de duraciones entre las coordenadas que se arman; el shopping no es un amigo africano con un par de relojes en la puerta de un banco, sino que implica algo grande que viene para quedarse.
Generando cerca de 1000 fuentes de trabajo, la estructura del shopping está conformada por dos plantas: en la baja hay alrededor de 90 locales de grandes marcas que pagan alquiler, llave y canon publicitario (la abrumadora mayoría es de ropa pero las grandes ventas se concentran en indumentaria deportiva y tecnología) y en la planta alta encontramos un patio de comida, espacio de juegos y un salón con capacidad para 100 personas donde se presentan diferentes espectáculos. A su vez el centro se conecta con 6 salas de cine Cinemark –una 3D- y un estacionamiento gratuito para 2000 autos. El shopping tiene su cuenta de Facebook y página Web, y una amplia difusión por la zona contando como referencias publicitarias a Zaira Nara como figura visible y eslóganes tales como “Muy nuestro” o “Nos une”. Con presencia de gendarmería en la zona y un férreo aparato securitario en su interior compuesto por seguridad privada, la bonaerense y cámaras por doquier, se corporiza entonces uno de los eslóganes de la gestión municipal: trabajando seguros.
Encaramos la dinámica del shopping como el emergente de la relación entre grupos de inversión, gerenciadoras y una heterogénea masa de consumidores. Este emergente se da por un juego de apropiaciones y capturas mutuas de afectos, recursos, temporalidades, memorias, estéticas, entre otras tantas cuestiones. Mundillo que funciona claramente con una lógica precisa, que es la del consumismo como forma de vida. Pero no deja de manifestar matices con respecto a otros centros comerciales, como a su vez, intentamos percibir otras lógicas de vida, más embrionarias y latentes, pero que no dejan de habitar estos espacios.
A partir de que el consumo en estos años es uno de los pilares que mueve para arriba nuestra economía, el consumo popular fue emparentado comúnmente  con espacios informales: desde el monstruo de la salada hasta las tiendas callejeras, con puestos o mantas que circulan con más o menos velocidad por la ciudad tomando algunas forma más masiva como el caso de la calle Avellaneda. Si bien pensar en términos de formalidad e informalidad es reproducir la idea que aquellos entendido como formal es lo genuino y normal, como a su vez niega la infinidad de vasos comunicantes que articulan dichos términos, investigar políticamente las formas en las cuales el consumo se activa en instituciones globales con rasgos plebeyos que se rigen por lo legal, es algo que merece ser pensado como condición de época y de nuestras vidas.
2- El crédito como potencia y pertenencia
Un amigo me manda un mail. Es un twitt de Cristina:
“¿Saben cuál es el shopping que más ventas y facturación tiene en la Reública Argetina? No está en recoleta, no está en Palermo. Está en la matanza.  ¿Cuándo matanzeros soñamos con tener un shopping en matanza? Los shopping eran para los muy ricos, en el centro de Capital.”
Cuando preguntábamos a vendedoras del shopping por esta frase nos encontramos desde con un “esa tipa está loca” hasta un “puede ser: nosotros acá vendemos igual o más que en Palermo”. Pero más allá de la veracidad o no de ese puñado de palabras nos interesa destacar el sustrato epocal que expresan. Una: el consumo como parámetro de felicidad. Dos: amplios sectores sociales desfavorecidos para acceder a esta dicha, ahora pueden.
¿La causa?  Una década ganada. La proliferación de dinero bajo el tridente del ingreso laboral, asignación universal y jubilaciones en poblaciones que habitan espacios geográficos antes postergados. Si la patria es el deseo de acceder a las promesas del mercado, la jerarquía social se juega en cómo se habita esa nación publicitaria. Ahora decimos que vastos sectores la pueblan con frecuencia; ya no son nómades que de golpe o casualidad la visitan, sino que se radicaron con todo derecho. ¿Pero de qué manera lo hacen?
La tarjeta como segundo DNI. Pero no cualquiera. Vendedoras del shopping nos dicen que la gran mayoría de la gente compra con tarjeta. Algunos nos dicen que el 50 y otros el 75 por ciento lo hace con visa. Lo cual significa que esa gente tiene un laburito en blanco. Pero también aparecen las tarjetas genuinamente populares como la Shopping o la Naranja, la que según algunos pibes “ni loco las ves en el Unicenter o el Dot”.
Con más de 26 sucursales en el gran Buenos Aires, Tarjeta Naranja se dirige a sectores medios bajos. Iniciando su campaña comercial en el interior del país, se instala en territorios que cuenten con tres características: más de cuarenta mil habitantes, con centro comercial propio e índices de ingreso económico en las poblaciones que hagan sustentable la inversión. 
La presencia del crédito no es menor. Si el 50% de lo que trabajan –ocho millones- vive con menos de 3800 pesos por mes y la mitad de esa gente con menos de 2000. Ante los índices de inflación el crecimiento del consumo solo se explica para estos sectores por el crédito. No solo como medio de abundancia, de acceder a más y más, sino directamente de pertenecer.
Si para el rol de vendedor en el mercado no interesa el origen del medio de cambio que le presenta el comprador, hay que decir que al comprador si le interesa. Y mucho. No es lo mismo una tarjeta que otra. La tarjeta como signo y como potencia efectiva de pertenencia. Por un lado el trabajo representa una instancia vital importante en sí misma, como para otros solo una fuente de ingresos más entre otras para darse la dolce vita. Las posibilidades de crédito que abren cada uno no es algo menor y determina una potencia para gestionar satisfacciones. No solo las dimensiones  del mundo de vida que se apropia alguien implica una diferencia de estratos, sino los mecanismos para conquistar deseos son estandartes más que importantes para las personas.
De ahí que nos preguntamos por cómo se reconocen estas poblaciones con nuevo pasaporte en la pirámide social. Una investigación afirma que el 80% de la población del gran buenos aires se define de clase media. Otra vez: más que interesarnos si esto es cierto o no nos parece que lo importante es saber ¿Qué valor se proyecta en esta identificación? ¿Qué define una clase? ¿Solo los niveles de ingreso? ¿Qué quiere decir cuando hablamos de popular? Preguntas que no son exclusivas del conurbano o la Argentina siquiera, sino de gran parte de la región, atestada por aquello que muchos llaman “nuevas clases medias”.
 3-   Espacio y sociabilidad
El shopping no implica solamente la posibilidad de efectuar diversas transacciones. Es un ámbito de socialización, un configurador de hábitos.
Por un lado encontramos la arquitectura típica de un shopping, estructura global si las hay: distribución de locales y marcas, patio de comidas, cines, entre otros. Pero al mismo tiempo el shopping manifiesta una serie de singularidades: el ofrecimiento de espectáculos de corte popular. Un ejemplo es la presentación de bandas de chamamé en conmemoración del aniversario de la fundación de Santiago del estero. Con poblaciones migrantes o descendiente directos, el chamamé es un ritmo que convoca (la sala explota, queda gente afuera agitando…). Hablamos de un show gratuito y solidario: se reciben contribuciones para donar a un comedor. Ya nos va quedando claro lo siguiente: en el shopping lo popular es parte de la oferta y no simplemente una de las formas de apropiación de lo ofrecido.
El shopping a su vez en su dinámica interviene reconfigurando tramas relacionales de otros espacios, y también en su propio movimiento emergen conflictos y nuevas articulaciones. Veamos.
Sobre lo primero el shopping sirve por un lado como ámbito de afirmación de lazos ante una familia desarmada: muchos hombres separados solos con pibitos en día de tenencia, chicas que van con la madre en relación de complicidad-amistad para charlar de “cosas nuestras”. Pero por otro lado pibes que van ahí no solo por el deseo de lo que implica, sino como posibilidad de no estar donde no quieren: la casa. El shopping irrumpe como un lugar para territorializarse ante la dificultad de hacerlo en campo minado como el nido familiar.
Con respecto a la socialibilidad que se despierta en el propio núcleo del shopping, surgen diferentes juegos de oposiciones:
La primera es entre los comerciantes y los que “vienen a pasear y no compran”. Las tardes en el shopping, en especial los fin de semana, están abarrotados. De esa masa pocos compran según los vendedores. ¿Quiénes son estos? “La gente de los kilómetros”. La gente de los kilómetros o “los que vienen del fondo” son denominaciones peyorativas que bardean a un clase de gente con una estética y onda específica: color de piel, contextura física, manera de vestirse, de caminar, reírse. A su vez mucha de esta gente son pibes (“aca hay mucha pendejada” nos tiran). Esta presencia refuerza la postura de que no compren (“vienen más a boludear”). Vale decir que hay un contraste entre los vendedores y quienes concurren al lugar: la mayoría son mujeres de tez blanca, más bien de una onda clase media.
La segunda oposición se da entre pibes. Chicas de Tapiales que se preguntan porque el shopping de San Justo no puede ser como los demás. ¿Que tieneesos demás? “Gente que se yo, normal…” Nos dicen que molesta mucho la presencia de chicas morochas, pintarrajeadas, que gritan, mueven las manos, sacan pecho, se hacen las cancheras, que les miran los novios y las buscan para pelear.
Tanto en hombres como mujeres, irrumpe el miedo a que los roben: “con esa gente ahí, yo no compro nada”. Aparecen relatos de experiencias de robos (en los arbustos que están a la vuelta salieron de atrás y me afanaron… ya dos veces). Nos cuentan que en días especiales –de la primavera o el amigo- como en algunos finde se ponen vallas y se pide documento. Varias veces hay quilombos de piñas entre pibes y se rompieron vidrieras.
No es difícil percibir como los que están hablando son cuerpos atemorizados y a disgusto con el lugar. Encontramos una subjetividad poco típica del consumidor: no es el paseante zombi, extasiado y perdido en un entorno imaginal, sino alguien atento, casi paranoico de lo que sucede en el sitio. Miedo que no aparece en pibes de Casanova como tampoco un rechazo a los demás chicos que circulan por el shopping. Episodios de peleas y rotura de vidrieras son conocidos y reconocidos casi como comunes, pero provocan risa y no se dramatizan para nada.
Es interesante destacar que aquellos que van al shopping y que no les gusta mucho su onda y van igual, pero añorando otros mejores, es porque no les queda otra. Una suerte de fatalismo los anima. Una situación que expresa sus limitaciones geográficas, de clase y generacionales (“mi vieja con el auto va a donde quiere, nosotros para ir al cine tenemos que morir ahí”).
Para terminar con este punto: el tema de pedir documento a la entrada no es menor. Se pone un filtro a la libertad de mercado. Consumir en el shopping de San Justo no es solo sacar plata o una tarjeta del bolsillo y activar una transacción. Dar vueltas, mirar, sentarse, charlar con amigos, es parte de la experiencia que ofrece el lugar. Pero lo que para algunos cuerpos es leído como paseo, para otros es merodeo. Hay una circulación del espacio que resulta familiar y otra que expresa caos, barbarie. Aquellos que porten lo signos de lo peligroso quedan afuera. El DNI de ciudadano ahora pesa más que el DNI de cliente, como es la tarjeta.
 4- La distribución de la riqueza (un problema familiar)
Una vendedora nos tira lo siguiente: “Lo que pasa que muchas de las marcas son para hombres. Habría que poner más para mujer. La mujer es la que más arrastra a comprar… Es verdad. Si hubiera más negocios para la mujer el shopping sería mucho más todavía.”
Interesante pensar la subjetividad femenina como consumidora. La mujer adulta como ya mayor, de 50 para arriba –la misma que inunda los bingos- como protagonista de la economía de mercado. Si decimos que en la década perdida la mujer debió salir a pucherear para bancar una casa sin ingreso por la desocupación de los hombres, ahora muchas mujeres cuentan con un ingreso propio como el de sus maridos. ¿Cómo se traduce  en la dinámica familiar esta secuencia? Mucho se hablo estos años de distribución de la riqueza a nivel país con sus sabidos conflictos –la 125, por ejemplo-. Ahora. ¿Cómo se dio y se sigue dando la distribución del ingreso a nivel familiar? ¿Qué batallas, más silenciosas pero no menos impactantes, se desatan por este problema? Preguntas: ¿Cómo se reparte la plata en el hogar? ¿De qué gastos se ocupa la mujer? ¿Quién le da la plata a los hijos?
Una muestra de todo esto es el caso de pibes que se pusieron a laburar para “tener mi plata”. Uno de los pibes de Casanova se puso a laburar en una herrería. La madre le da guita a la hermana nada más y el padre no pone plata para nadie, así que él labura. Otro guachín de Ciudadela se pelea siempre con la madre: no le gusta ayudar en la casa, cuidar a su hermanito es algo que “me rompe las pelotas”. Cuando la madre se calienta no tiene plata y entonces se mandó a laburar en animación de fiestas infantiles. La guita la gastan en ropa y salidas como crédito para el celu.
 5- Consumo y gobierno: guerra de capturas
Hace más de 10 años el paisaje urbano de estos puntos geográficos eran intervenidos en tanto que no explote la cuestión social. Sin negar procesos de exclusión que afectan estas zonas, ahora se abre un nuevo paisaje social: la gente de los kilómetros visita un shopping: pasea, come, va al cine, compra marcas. Sin ánimos de hacer vaticinios onda profecías, pero con la necesidad de tirar algunas preguntas ¿Qué conflictos en potencia se activarían a partir del cese de la circulación de ingresos populares en estos enclaves territoriales? Sea por motivo de una devaluación, de un enfriamiento de la economía, o por una inflación que deteriore los ingresos y no haya crédito que le haga frente. Gustavo Ferrari, asesor de de Narváez, vislumbrando un poskirchnerismo afirma:
-¿El vínculo con Moyano se mantiene?
-Claro, ojalá que para lo que se viene podamos estar todos juntos bajo este gran paraguas del peronismo. La que viene es fea y dura. Complicadísima, casi te diría que se va a necesitar de gobiernos de coalición.
-¿Qué ve?
-Al tener prácticamente 13 millones de electores que reciben dinero directo por parte del Estado, el día que no tenés más efectivo vuela todo por los aires.
Hablando con un amigo imaginábamos un escenario distópico donde los shoppings asomaban como grandes estructuras vacías, espectros como lo fueron las fábricas en el desierto urbano noventista neoliberal… O centros comerciales funcionando pero con el peligro latente que aquellos que le tomaron el gusto y ahora no están invitados intervengan consumiendo sin medio de cambio (saqueos). Ante años de interiorización y ejercicio de la práctica de consumidores ¿Cómo reaccionarían estos sectores? ¿Y aquellos que generacionalmente se criaron de pleno  en la década ganada, como sentirían el golpazo?
Cuando pregunte a las vendedoras  si había habido saqueos en el shopping como en otros lugares el año pasado, me dijeron que no. Ante la consulta ¿Crees que haya en algún momento? Hubo respuestas como “No creo, acá es seguro pero la zona no ayuda…” o “Y, puede ser, con la gente que viene acátodo es medio una bomba de tiempo”. Hay un temor latente por lo anómalo, por algo que hoy es cortés pero que mañana… (¿Vale retomar los disturbios de pibes como un posible antecedente que en un escenario de carencia pueda devenir en alguna práctica disruptiva?).
Para ir terminando: no poco importante sería emprender una genealogía sobre nuestra subjetividad de consumo. Investigación política que buscaría desnaturalizar lo siguiente: ¿por qué automáticamente debemos creer que a mayores ingresos económicos la felicidad se encarnó en una lógica consumista? Se trata de hacernos varias preguntas: por un lado, como fue el proceso por el cual se constituyó el deseo mercantil alcanzando los niveles de hoy día (proceso este último que quizá es antes de la crisis, no habiendo efectivo para consumarlo), y por otro, por diferentes formas de apropiación, de consumo no consumista del mundo que se activaron desde el 2003, 2004 hasta el presente.
Y también preguntarse cómo podemos traficar saberes, estéticas, sensibilidades a la propia lógica consumista, para armar una alternativa tanto económica como de gestión de las alegrías. Si buscamos romper la linealidad del pasaje automático entre altos ingresos económicos y felicidad de consumo, ¿por qué negar que partimos de esta pantalla de juego y que es posible activar y resinificar el juego de capturas por el cual se alimenta el consumismo, en pos de otra existencia a imaginar?
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Insumos
*El 50% de los argentinos no llega a 38000 pesos por mes, Fortuna Web,http://fortunaweb.com.ar/2013-09-24-128361-el-50-de-los-argentinos-no-llega-a-3-800-por-mes/
*Los Shopping miran al conurbano, La Nación,http://www.lanacion.com.ar/1508739-los-shoppings-miran-al-conurbano
*Gago, Verónica, El consumo popular como marca de una época, Le Monde, Octubre 2013.
*Zelizer, Viviana: “El significado social del dinero”, Ed. FCE, 2011

Stalingrado

por Dolores García Bello
Primero vino Roberto que me tiró contra una pared, a voluntad, abriéndome un tajo en el labio inferior y astillándome un diente. Por Roberto tengo un diente de un color levemente diferente de los otros porque le pusieron una funda y así quedó. Roberto me dejó abajo $500, pero nunca se enteró porque Roberto no valía la pena.
Diego la va de algo que no es. Es un puto seductor virtual que me envolvió hasta llevarme a la cama. Me mintió con cosas que podía hacer. Me decepcionó tanto que ni esperé el taxi, cerré la puerta y salí corriendo. A las diez cuadras decidí que el que se tenía que ir era él. Lo llame y entendió que esa era mi casa. A los días note que se había robado un par de libros. Uno de Galeano, uno de Murakami y la Trilogia de Nueva York. Fue el primer tipo que me dio algo.
Un martes vino Luciano, me dobló el brazo derecho contra la espalda y me sujetó la cabeza contra la mesa de pino que tenía en su taller de carpintería. Hizo lo que tenía que hacer mientras me preguntaba: “¿Lo hago bien?”. Si tenés que preguntar, la verdad, Luciano, es que no haces nada bien. Pero de vos me llevo las astillas diminutas que se me clavaron en la mejilla y que formaron pecas en un solo hemisferio dándome un aire inocente que enloquece a los hombres. Gracias Luciano.
Proponerme un trío con una amiga es una obviedad. Una pavada. Como debutar en un telo o hacerte chupar la pija por un traba. José era eso.
Una noche en Burzaco me encontré con Nicolás. Me puso de rodillas en el cemento atrás de la estación de tren. No me sentí humillada porque no sentí nada. Nicolás tampoco por joven o por pelotudo, todavía no lo decido. El conurbano no tiene el cemento liso de la capital así que me lastimé. Me quedaron unas marcas que parecen estrías pero no lo son, es de arrastrada, de dejada, de aburrida, de estar para absolutamente nada en la vida, de ser nada. Como vos, Nicolás, que no sos nada ni de tamaño.
Un verano en el Tigre, lugar de muerte, mientras miraba la naturaleza, salvajismo y más muerte, lo vi cruzar en un bote, de la muerte, a Fernando. Nade hacía él, como nadan los perros, y le dije Fernando sacame de acá, sacame de este casamiento de boludos. Me subí mojada y en vestido pero no me bajó el calor. Fernando no tenía agua así que me metió en un baño químico fabricado por él y me lavo con agua helada traída de no sé dónde. ¿Está esterilizada esta agua Fernando? No me contestó y me dió un baldazo que dolió como si fuera invierno. Después cogimos en una cama con olor a humedad y el perro de Fernando, Polito, nos miraba fijo. A veces ladraba. No estuvo mal. Fernando me dejaste un resfrío de verano, los peores. Yo te deje con las ganas, pero esa es tu culpa: capaz que tenés que ir al médico.
Ahora estoy en Haedo, en un balcón que da a la estación, el viento de esta horrenda primavera me despeina. No hace ni calor ni frío. No hace nada. Sería lo mismo estar exiliada en Praga, deportada en un barco que vuelve a Marruecos o presa en Stalingrado. El Sarmiento pasa una vez cada 23 minutos y otra vez, cada 28. Fumo esperando que el idiota de mi amor se despierte. 

¿Por qué necesitamos una eco-revolución?

por Naomi Klein


 Cruzar el abismo entre este cruel sistema y otro nuevo tal vez no sea ya una mera cuestión de preferencia ideológica, sino más bien una exigencia para la existencia de nuestra especie en este mundo. Y eso no es una cuestión de opinión, sino un “verdadero problema de geofísica”.
En diciembre de 2012, un investigador de sistemas complejos con el pelo teñido de rosa, Brad Werner, se abrió camino entre una multitud de 24 mil geólogos y astrónomos en el Congreso de otoño de la Unión GeofísicaAmericana que se celebra cada año en San Francisco. Las conferencias de este año acogían participantes de renombre, desde Ed Stone, del proyecto Voyager de la NASA, que explicaba un nuevo hito en el camino hacia el espacio interestelar, hasta el director de cine James Cameron, que compartía con los asistentes sus aventuras en batiscafos de profundidad.
Sin embargo, fue la sesión del propio Werner la que levantó más controversia. Tenía por título “¿Está la tierra jodida?” (título completo: “¿Está la tierra jodida? Inutilidad dinámica de la gestión medioambiental y posibilidades de sostenibilidad a través del activismo de acción directa”).
De pie en la sala de conferencias, el geofísico de la Universidad de California en San Diego, mostró a la gente el avanzado modelo informático que estaba usando para responder a dicha pregunta. Habló de los límites del sistema, de perturbaciones, disipaciones, puntos de atracción, bifurcaciones y de un puñado de muchas otras cosas que son tan difíciles de comprender para quienes somos legos en la teoría de los sistemas complejos.
No obstante, el tema de fondo estaba más que claro: el capitalismo global ha hecho que la merma de los recursos sea tan rápida, fácil y libre de barreras que, en respuesta, “los sistemas tierra-humanos” se están volviendo peligrosamente inestables. Cuando un periodista le presionó para que diera una respuesta clara sobre la pregunta “¿estamos jodidos?”, Werner dejó a un lado su jerga para contestar: “más o menos”.
Sin embargo, había una dinámica en el modelo que ofrecía alguna esperanza. Werner lo denominó “resistencia”: movimientos de “gente o grupos de gente” que “adoptan un cierto tipo de dinámicas que no encajan con la cultura capitalista”. Según el resumen de su comunicación, esto incluye “acción directa medioambiental y resistencia proveniente de más allá de la cultura dominante, como las protestas, bloqueos y sabotajes perpetrados por indígenas, trabajadores, anarquistas y otros grupos activistas”.
Las reuniones científicas serias, normalmente, no implican llamadas a la resistencia política en masa, mucho menos acciones directas y sabotajes. No es que Werner estuviera exactamente convocando estas acciones. Simplemente tomaba nota de que los levantamientos en masa de la gente (en la línea del movimiento abolicionista, de los derechos civiles o del “Ocupa Wall Street”) representan la fuente más probable de “fricción” a la hora de ralentizar una máquina económica que está escapando a todo control. Sabemos que los movimientos sociales del pasado han tenido una “tremenda influencia en… cómo la cultura dominante ha evolucionado”, señaló. Así que es lógico que “si pensamos en el futuro de la tierra, y en el futuro de nuestro acoplamiento al medio ambiente, tenemos que incluir la resistencia como parte de la dinámica.”. Y eso –argumentó Werner-, no es una cuestión de opinión, sino un “verdadero problema de geofísica”.
Muchos científicos se han visto forzados a salir a la calle por los resultados de sus descubrimientos. Físicos, astrónomos, doctores en medicina y biólogos se han situado al frente de movimientos contra las armas nucleares, la energía nuclear, la guerra, la contaminación química y el creacionismo. Así, en noviembre de 2012, la revista Nature publicó un comentario del financiero y filántropo medioambiental Jeremy Grantham, urgiendo a los científicos a unirse a esta tradición y a “ser arrestados si fuera necesario”, porque el cambio climático “no es solo la crisis de vuestras vidas: es también la crisis de la existencia de nuestra especie”.
No hace falta convencer a algunos científicos. El padrino de la moderna ciencia climática, James Hansen, es un activista formidable que ha sido arrestado alrededor de media docena de veces por su lucha por el cierre de las minas de carbón en las cimas de las montañas y contra los gaseoductos de gas de esquisto (incluso este año dejó su trabajo en la NASA, en parte para tener más tiempo libre para sus campañas).
Hace dos años, cuando fui arrestada en las inmediaciones de la Casa Blanca en una acción masiva contra el gaseoducto de gas de esquisto Keystone XL, una de las 166 personas que había sido esposada ese día era un glaciólogo llamado Jason Box, un experto sobre el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia mundialmente reconocido.
“No podía seguir respetándome a mí mismo si no iba,” dijo Box en aquel momento, añadiendo que “parece que, en este caso, no es suficiente con votar. También necesito ser un ciudadano”.
Es admirable. Pero lo que Werner está haciendo con su modelo es diferente. Él no está diciendo que su investigación le llevara a tomar parte activa contra una política en particular; lo que está diciendo es que su investigación muestra que todo nuestro paradigma económico es un desafío a la estabilidad ecológica. Y, claro está, desafiar este paradigma económico con un movimiento de masas reactivo resulta la mejor baza humana para evitar la catástrofe.
Eso es muy fuerte. Pero no está solo. Werner forma parte de un pequeño pero cada vez más influyente grupo de científicos cuyas investigaciones en el campo de la desestabilización de los sistemas naturales (de los sistemas climáticos, en particular) les está llevando a conclusiones transformativas, incluso revolucionarias, similares. Y para cualquier revolucionario en el armario que alguna vez haya soñado con derrocar el actual orden económico a favor de algún otro que como mínimo no lleve a los pensionistas italianos a colgarse en sus casas, este trabajo debería serle de un especial interés. En gran medida, porque hace que cruzar el abismo entre este cruel sistema y otro nuevo (tal vez, con mucho trabajo, un sistema mejor) no sea ya una mera cuestión de preferencia ideológica, sino más bien de una exigencia para la existencia de nuestra especie en este mundo.
Al frente de este grupo de nuevos científicos revolucionarios se encuentra uno de los máximos expertos en cuestiones climáticas en Gran Bretaña, Kevin Anderson, director adjunto del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, que en muy poco tiempo se ha situado como una de los centros de investigación sobre el clima más importantes en el Reino Unido. Dirigiéndose a todos, desde el Departamento para el Desarrollo Internacional hasta el Ayuntamiento de Manchester, Anderson se ha pasado más de una década popularizando pacientemente los resultados de la ciencia climática más moderna a políticos, economistas y activistas. En un lenguaje claro y comprensible, ha ofrecido una rigurosa hoja de ruta para la reducción de la emisión de gases contaminantes que persigue frenar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados centígrados, objetivo que la mayoría de los gobiernos consideran imprescindible para evitar la catástrofe.
Sin embargo, en los últimos años, los documentos y las diapositivas de Anderson se han ido haciendo más alarmantes. Con títulos como “El cambio climático: más allá de lo peligroso… Cifras brutales y esperanzas endebles”, señala que las probabilidades de quedarse en algo parecido a unos niveles de temperatura seguros están disminuyendo rápidamente.
Junto con su colega, Alice Bows, experta en control climático en el Centro Tyndall, Anderson señala que hemos perdido tanto tiempo con políticas ambiguas y con tímidos programas climáticos (mientras las emisiones globales crecían sin control), que ahora tenemos que enfrentarnos a recortes tan drásticos que incluso llegan a desafiar la lógica fundamental de priorizar el crecimiento del PIB por encima de todo.
Anderson y Bows informan de que el tan a menudo citado objetivo de reducción a largo plazo (un recorte de más de un 80% de las emisiones de 1990 para el 2050) ha sido fijado por razones de conveniencia política y que no tiene “ninguna base científica”. Esto es debido a que los impactos sobre el clima no provienen de lo que emitamos hoy o mañana, sino del cúmulo de emisiones que se han ido sumando en la atmósfera a lo largo del tiempo. Además, avisan de que centrarse en objetivos de aquí a tres décadas y media –en lugar de enfocarlos hacia lo que podemos hacer para recortar carbono de forma tajante e inmediata- supone un grave riesgo de seguir permitiendo que las emisiones aumenten vertiginosamente en los próximos años, y que de ese modo se superará con creces nuestro “objetivo de carbono” hasta los 2 grados centígrados, y, entrado el siglo, nos encontraremos ante una tesitura imposible de encarar.
Esta es la razón por la que Anderson y Bows argumentan que, si los gobiernos de los países desarrollados se muestran serios a la hora de alcanzar el acordado objetivo internacional de mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados centígrados, y siempre que las reducciones vayan a respetar cualquier tipo de principio equitativo –básicamente, que los países que han estado arrojando carbono durante casi dos siglos necesitan recortar sus emisiones antes que los países en los que más de mil millones de personas todavía no tienen electricidad-, entonces, las reducciones deben ser mucho más profundas y tienen que llegar mucho antes.
Incluso disponiendo de una probabilidad de 50/50 de alcanzar el objetivo de los 2 grados (la cual, como ellos y muchos otros avisan, ya implica enfrentarse a una serie de impactos climáticos bastamente dañinos), los países industrializados necesitan empezar a recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 10 por ciento al año. Y deben empezar ya. No obstante, Anderson y Bows dan un paso más, al señalar que este objetivo no puede lograrse con modestas penalizaciones por emisión de carbono o con las soluciones ofrecidas por la tecnología ecológica, normalmente defendidas por las grandes “corporaciones verdes”.
Desde luego que estas medidas pueden ayudar, pero no son suficientes: una reducción del 10% en las emisiones, año tras año, resulta inaudita desde el momento en que empezamos a energizar nuestras economías con carbón. De hecho, los recortes por encima de un 1 por ciento al año “se han visto históricamente asociadas a recesiones económicas o a crisis políticas”, tal y como indicó el economista Nicholas Stern en su informe de 2006 para el gobierno británico.
Ni siquiera con la desintegración de la Unión Soviéticahubo reducciones de tal duración y profundidad (los países soviéticos experimentaron un promedio de reducciones anuales de apenas un 5 por ciento en un período de diez años). Tampoco ocurrieron tras el crack de Wall Street en 2008 (los países ricos experimentaron un descenso de un 7 por ciento de emisión entre 2008 y 2009, pero sus emisiones de CO2 remontaron fuertemente en 2010, y las emisiones en China y en la India han seguido creciendo). Solo después de la gran crisis de 1929, los Estados Unidos vieron, por ejemplo, como las emisiones descendían durante varios años consecutivos más de un 10 por ciento anual, según los datos históricos del Centro de Análisis e Información de Dióxido de Carbono. Pero esa fue la peor crisis económica de los tiempos modernos.
Si queremos evitar ese tipo de carnicerías a la hora de lograr nuestros objetivos con base científica en las emisiones, la reducción del carbono debe gestionarse con cuidado a través de lo que Anderson y Bows describen como “estrategias de decrecimiento radicales e inmediatas en EEUU, la UE y en otras naciones ricas”. Lo que está muy bien, si no fuera por el hecho de que resulta que tenemos un sistema económico que fetichiza el crecimiento del PIB sobre todo lo demás, sin importar las consecuencias humanas o ecológicas, y en el que la clase política neoliberal hace tiempo que ha rechazado su responsabilidad de gestionar nada (ya que el mercado es el genio invisible a lo que todo debe ser confiado).
Así que lo que Anderson y Bows están realmente diciendo es que todavía queda tiempo para evitar un calentamiento catastrófico, pero no según las reglas del capitalismo tal y como hoy se plantean. Algo que tal vez sea el mejor argumento que jamás hayamos tenido para cambiar esas reglas.
En un ensayo de 2012 aparecido en la influyente revista científica Nature Climate Change, Anderson y Bows lanzaron un guante, acusando a muchos de sus colegas científicos de no ser transparentes a la hora de exponer los cambios que el cambio climático precisa de la humanidad. Vale la pena citarles por extenso: “…a la hora de desarrollar los marcos de emisión de gases, los científicos constantemente subestiman las implicaciones de sus análisis. Cuando se trata de la cuestión de evitar el aumento de los 2 grados centígrados, se traduce “imposible” por “difícil, pero se puede hacer”; “urgente y radical”, por “desafío”: todo para apaciguar al dios de la economía –o, más concretamente, al de las finanzas-. Por ejemplo, para evitar salirse del porcentaje máximo de reducción de emisiones dictado por los economistas, se asumen los anteriores niveles máximos “de forma imposible”, junto con ingenuas nociones de “alta” ingeniería y con las tasas de utilización de infraestructuras bajas en carbón. Y lo más inquietante es que cuanto más menguan los presupuestos sobre emisiones, más se propone la geoingeniería para asegurar que el dictado de los economistas permanezca incuestionable”.
En otras palabras, para aparecer razonable en los círculos económicos neoliberales, los científicos han estado haciendo la vista gorda de manera escandalosa con las consecuencias derivadas de sus investigaciones. Hacia agosto de 2013, Anderson estaba dispuesto a ser incluso más tajante, al escribir que habíamos perdido la oportunidad de cambios graduales.
“Tal vez, durante la Cumbre sobre la Tierra de 1992, o incluso en el cambio de milenio, el nivel de los 2 grados centígrados podrían haberse logrado a través de significativos cambios evolutivos en el marco de la hegemonía política y económica existentes. Pero el cambio climático es un asunto acumulativo. Ahora, en 2013, desde nuestras naciones altamente emisoras (post-) industriales nos enfrentamos a un panorama muy diferente. Nuestro constante y colectivo despilfarro de carbono ha desperdiciado toda oportunidad de un “cambio evolutivo” realista para alcanzar nuestro anterior (y más amplio) objetivo los 2 grados. Hoy, después de dos décadas de promesas y mentiras, lo que queda del objetivo de los 2 grados exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica”.
Probablemente no debería sorprendernos que algunos climatólogos estén un poco asustados por las consecuencias radicales de sus propias investigaciones. La mayoría de ellos solo estaban haciendo tranquilamente su trabajo, midiendo núcleos de hielo, elaborando sus modelos de climatología global y estudiando la acidificación de los océanos, hasta llegar a descubrir, tal y como dijo el experto climatólogo australiano Clive Hamilton, que “estaban, sin quererlo, desestabilizando el orden social y político”.
Sin embargo hay mucha gente bien informada de la naturaleza revolucionaria de la climatología. Es la razón por la que algunos gobiernos que han decidido tirar a la basura sus compromisos con el clima para seguir produciendo más carbón han tenido que encontrar maneras todavía más bestias para acallar e intimidar a sus propios científicos. En Gran Bretaña, esta estrategia se está haciendo más patente en el caso de Ian Boyd, el principal consejero científico del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, al escribir hace poco que los científicos deberían evitar “sugerir que políticas son buenas o malas” y que deberían expresar sus puntos de vista “colaborando con asesores oficiales (como yo mismo), y siendo la voz de la razón, más que de la disidente, en el ámbito público”.
Para saber a dónde conduce esto, solo hace falta mirar lo que ocurre en Canadá, donde vivo. El gobierno conservador de Stephen Harper ha hecho un trabajo tan eficaz a la hora de amordazar científicos y cerrar proyectos de investigación críticos que, en julio de 2012, un par de miles de científicos y simpatizantes celebraron un funeral bufo ante el Parlamento en Ottawa, quejándose de “la muerte de la evidencia”. Sus carteles decían: “no hay ciencia, no hay evidencia, no hay verdad.”.
Pero la verdad siempre reluce. El hecho de que el negocio-habitual-de-búsqueda-de beneficios y crecimiento este desestabilizando la vida en la tierra ya no es algo que tengamos que leer en las revistas científicas. Los primeros síntomas se están desplegando ante nuestros ojos. Y el número de personas que están reaccionando también crece a medida que sucede: bloqueando las explotaciones de gas de esquisto en Balcombe, interfiriendo en las perforaciones en el Ártico en aguas rusas (a un tremendo coste personal); llevando a juicio a las compañías de energías bituminosas por violar la soberanía indígena, entre otros muchos incontables actos de resistencia, grandes y pequeños.
En el modelo informático de Brad Werner, esta es la “fricción” que se necesita para frenar las fuerzas de desestabilización. El gran activista del clima Bill McKibben lo llama los “anticuerpos” que se producen para luchar contra la “fiebre alta” del planeta. No es una revolución, pero es un comienzo. Y puede que nos consiga el tiempo suficiente para imaginar una manera de vivir en este planeta que sea claramente menos jodida.

Entrevista a Terry Eagleton: “El discurso posmoderno pasa, el marxismo queda”

por Alejandra Ríos y Ariane Díaz


Las teorías van y vienen; lo que persiste es la injusticia. Y mientras esto sea así, habrá siempre alguna forma de respuesta intelectual y artística a ello. Indudablemente, el marxismo no ha desaparecido, como sí ha ocurrido con el posestructuralismo (de manera bastante misteriosa), e incluso quizá con el posmodernismo. Ello se debe en gran medida a que el marxismo es mucho más que un método crítico; es una práctica política, explica el crítico literario y escritor marxista Terry Eagleton.
  
Eagleton es un destacado teórico marxista, crítico literario, escritor y Profesor Distinguido de Literatura Inglesa en el Departamento de Literatura Inglesa y Escritura Creativa de la Universidad de Lancaster, Inglaterra. Nacido en una familia de clase obrera irlandesa de tradición católica y republicana, y formado teóricamente con Raymond Williams, es en la actualidad uno de los más destacados críticos literarios. Su perspectiva marxista le ha valido una importante influencia en el panorama de debate ideológico y político marxista, así como enconados ataques de conservadores y liberales, entre ellos el mismo Príncipe Carlos, quien ha recomendado evitar al “terrible Terry Eagleton”. Ha publicado diversos artículos en la New Left Review desde la década de 1970 hasta la actualidad.
Entre sus más de cuatro decenas de libros escritos sobre teoría marxista, crítica y teoría literaria, y abundantes polémicas (es conocido por sus irónicos y fundamentados argumentos en el debate ideológico), algunos publicados en español son Walter Benjamin o hacia una crítica revolucionaria, Las ilusiones del posmodernismo, La estética como ideología, Después de la teoría, Por qué Marx tenía razón, Introducción a la teoría literaria, y el reciente El marxismo y la crítica literaria. Ha publicado sus memorias con el título de El portero.
Eagleton concedió la siguiente entrevista exclusiva a las periodistas Alejandra Ríos y Ariane Díaz, sobre uno de sus últimos libros, The event of literature. Además de exponer algunas de las ideas centrales de este libro, el autor remite a conceptos tratados ya en otros trabajos publicados en español, como La estética como ideología, Después de la teoría o Por qué Marx tenía razón.
Su libro The event of literature plantea que la teoría literaria ha estado en declinación durante los últimos 20 años, y que históricamente existe una relación entre las vicisitudes de la teoría y determinados momentos de conflictividad social. ¿Por qué cree que la teoría se desarrolla y alcanza sus picos más altos en períodos en que la conflictividad social es mayor?
En nuestra época, la teoría literaria alcanzó su punto más álgido, a grandes rasgos, en un momento en el cual la izquierda política se encontraba en ascenso. Hubo un auge de dicha teoría en el período que abarca, aproximadamente, desde 1965 hasta mediados o finales de la década de 1970, lo que coincide más o menos con el momento en el que la izquierda era mucho más militante, y tenía mayor confianza en sí misma, que en la actualidad. De 1980 en adelante, con el endurecido control del capitalismo postindustrial avanzado, estas producciones teóricas empezaron a ceder lugar al posmodernismo, que entre otras cosas es –como lo ha señalado Fredric Jameson– la ideología del capitalismo tardío.
La teoría radical no se ha desvanecido, es cierto, pero fue empujada hacia los márgenes, y gradualmente se fue volviendo menos popular entre los estudiantes. Las grandes excepciones a esto fueron el feminismo, que continuó atrayendo una gran cantidad de interés, y el poscolonialismo, que se convirtió en algo así como una industria en crecimiento, y aún sigue siéndolo. Uno no debería concluir, de esto, que la teoría es inherentemente radicalizada. Hay muchas formas de teoría literaria y cultural que no son radicales.
Pero la teoría como tal plantea algunas cuestiones fundamentales –más fundamentales que la crítica literaria de rutina–. Donde la crítica se pregunta “¿Qué significa la novela?”, la teoría se pregunta “¿Qué es una novela?”. Hace que la pregunta retroceda a un paso previo. La teoría es también una reflexión sistemática sobre las suposiciones, procedimientos y convenciones que gobiernan una práctica social o intelectual. Es, para decirlo de algún modo, el punto en el cual la práctica es empujada a una nueva forma de autorreflexividad, tomándose a sí misma como objeto de su propia indagación. Esto no tiene necesariamente efectos subversivos, pero puede significar que la práctica esté obligada a transformarse, habiendo examinado algunas de sus consideraciones subyacentes, en una nueva forma crítica.
En el mismo libro comenta que el concepto de “literatura” es relativamente reciente, surgido durante un período de turbulencias sociales, y que reemplazó a la religión como refugio de valores estables. Pero también señala que la literatura puede ser vista como una actividad capaz de desmitificar las ideas dominantes. En La estética como ideología, planteaba también que la estética ha sido tanto una forma de interiorización de valores sociales –y en este sentido un elemento de disciplinamiento social–, así como también un vehículo de utopías y cuestionamientos a la sociedad capitalista. ¿Sigue cumpliendo el arte ese papel doble y contradictorio?
Desde un punto de vista político, tanto el concepto de literatura como la idea de la estética son, sin duda, conceptos de doble filo. Hay sentidos en los que se ajustan a los poderes dominantes, y otras formas en las cuales los desafían –una ambigüedad que es también verdad para muchas obras artísticas individuales–. El concepto de literatura data de un período en el cual había una sentida necesidad de proteger ciertos valores creativos e imaginativos de una sociedad que era cada vez más filistea y mecánica. Está relativamente hermanada con la llegada del capitalismo industrial. Esto luego permitió que esos valores actúen como una crítica poderosa a dicho orden social, pero al mismo tiempo los distanció de la vida social cotidiana y algunas veces ofreció una compensación imaginaria por ello. Lo que quiere decir que se ha comportado de una manera ideológica. La estética encontró un destino similar.
Por un lado, la así llamada autonomía del artefacto estético brindó una imagen de autodeterminación y libertad en una forma autocrática, a la vez que desafió su racionalidad abstracta con su naturaleza sensorial. En este sentido puede ser utópica. Al mismo tiempo, sin embargo, esa autodeterminación era, entre otras cosas, una imagen de un sujeto de clase media, que no obedecía a la ley sino a sí mismo.
Creo que esas ambigüedades permanecen en la actualidad. En las sociedades capitalistas avanzadas, donde la idea misma de las Humanidades está bajo amenaza, es vital promover actividades como el estudio de las artes y la cultura precisamente porque las mismas no tienen ningún propósito pragmático inmediato, y en este punto cuestionan la racionalidad utilitaria e instrumentalista de tales regímenes. Esta es la razón por la cual el capitalismo en realidad no tiene tiempo para ellas, y por la cual las universidades, actualmente, quieren desterrarlas. Por otra parte, todo socialista tiene claro que el arte y la cultura no son, en última instancia, los escenarios de lucha más importantes. Tienen su importancia, en particular porque la cultura, en el sentido cotidiano de la palabra, es el lugar donde el poder se sedimenta y reposa. Sin esto, es muy difícil y abstracto ganar la lealtad popular. Sin embargo, el culturalismo posmoderno está equivocado en creer que la cultura es lo básico en los asuntos humanos. Los seres humanos son en primer lugar naturales, animales materiales. Son el tipo de animal que necesita de la cultura (en el sentido amplio del término) para sobrevivir; pero eso se debe a su naturaleza material como especie –lo que Marx llama “ser genérico”–.
En el libro propone la noción del trabajo literario como “estrategia”, esto es, una estructuración determinada por una funcionalidad, propuesta como un especial tipo de “respuesta” a una pregunta planteada en la realidad social. ¿Cómo se lleva esta definición con la idea de autonomía de la obra, en tanto un fenómeno autorregulado?
No creo que exista necesariamente una contradicción entre estrategia y autonomía. Una estrategia puede en sí misma ser autónoma, en el sentido que es una pieza distintiva de una actividad cuyas reglas y procedimientos son peculiares e internos a sí misma. La paradoja de la obra artística, al respecto, es que de hecho va a trabajar en algo que está fuera de sí misma, concretamente, problemas en la realidad social, pero esto lo hace “autónomamente”, en el sentido de que “reprocesa” o “retraduce” estos problemas en sus propios y sumamente peculiares términos. En este sentido, lo que empieza como algo externo o heterónomo a la obra, termina como algo interno a la misma. Una obra realista debe respetar la lógica heterónoma de su material (no puede decidir que Nueva York esté en el Ártico, como una obra modernista o posmodernista podría), pero al hacerlo simultáneamente arrastra este hecho a su propia estructura autorregulada.
Varias veces en este libro señala que las teorías posmodernas y posestructuralistas terminan en un fundamentalismo antiesencialista simétrico a aquellos “fundamentalismos” que se pretendían minar. ¿Siguen siendo estas definiciones posmodernas las dominantes en la discusión cultural e ideológica, o la nueva situación de crisis capitalista y cierto reemerger de la lucha de clases han dado pie a nuevos intentos teóricos que no sean teórica y socialmente escépticos?
El posmodernismo es, supuestamente, antifundamentalista, pero se podría afirmar que simplemente sustituye ciertos fundamentos tradicionales por uno nuevo: concretamente, la cultura. Para el posmodernismo, la cultura es la base más allá de la cual no se puede excavar, dado que para ello se necesitaría recurrir a la cultura (concepto, métodos y demás). En este punto, cabría sostener entonces que este antifundamentalismo es bastante falaz. En cualquier caso, todo depende de lo que se considere por “fundamento”. No todos los fundamentos necesitan ser metafísicos. Existe, por ejemplo, la posibilidad de un fundamento pragmático, como podemos encontrar, pienso, en el último Wittgenstein.
Respecto de la cuestión de si el discurso posmoderno sigue siendo dominante o no en nuestros días, me inclino a pensar que mucho menos. Desde el 11/9 hemos presenciado el despliegue de una nueva –y bastante alarmante– gran narrativa, justo en el momento en el que se decía con complacencia que las grandes narrativas habían terminado. Una gran narrativa –la de la Guerra Fría– se había de hecho acabado; pero, por razones relacionadas sutilmente a la victoria de Occidente en dicha lucha, ni bien terminó esa narrativa, se desató otra. El posmodernismo, que juzgaba la historia como posmetafísica, posideológica, incluso en un sentido poshistórica, fue tomado por sorpresa. Y no creo que se haya recuperado realmente.
A lo largo del libro repasa, en lo que considera sus aportes y debilidades, diversas teorías literarias desarrolladas en del siglo XX y más contemporáneamente. La perspectiva marxista parece haber tenido en esta historia un importante peso. ¿Cuáles son en la actualidad los nuevos aportes que se ubican desde esta perspectiva? ¿Sigue siendo fructífera hoy esta tradición en este terreno como lo es en otros, según plantea por ejemplo en Por qué Marx tenía razón?
La respuesta breve a la pregunta sobre cuáles son las nuevas contribuciones marxistas críticas es: son casi inexistentes. Simplemente, el contexto histórico no es el adecuado para este tipo de desarrollos. La obra de quien, desde mi punto de vista, es el crítico más eminente del mundo –Fredric Jameson– sigue en curso. Produce un libro brillante tras otro en una época en la que muchos críticos muy reconocidos han caído en el silencio. Pero no hay un nuevo cuerpo de crítica marxista, y dado que no se dan las circunstancias históricas propicias, uno casi no esperaría que lo haya.
Al mismo tiempo, indudablemente el marxismo no ha desaparecido, como sí ha ocurrido con el posestructuralismo (de manera bastante misteriosa), e incluso quizá con el posmodernismo. Ello se debe en gran medida a que el marxismo es mucho más que un método crítico. Es una práctica política, y si lo que tenemos es una grave crisis del capitalismo, es inevitable que de algún modo éste se encuentre en el aire. Lo mismo puede afirmarse del feminismo, cuyo momento culminante está unas décadas atrás, pero que ha sobrevivido de manera modificada, porque las cuestiones políticas que plantea son vitales. Las teorías van y vienen; lo que persiste es la injusticia. Y mientras esto sea así, habrá siempre alguna forma de respuesta intelectual y artística a ello.

Narco, coartada de la mano dura

por Paula Litvachky


En las últimas semanas, expresiones públicas de funcionarios, legisladores y diversos actores políticos y sociales muestran una tendencia regresiva que hace del “avance del narcotráfico” un diagnóstico funcional a la justificación del endurecimiento penal, en supuesta defensa de aquellos que serán los principales afectados por sus consecuencias: los sectores más pobres. Incluso en los últimos días se sumó a este reclamo la Corte Suprema de Justicia de la Nación, aunque sin analizar la orientación de las intervenciones de la Justicia Federaldurante todos estos años.
El problema del narcotráfico funciona como coartada discursiva para recetas punitivas y demagógicas, aunque con un novedoso matiz de corrección política, ya que al identificar al “narco” como enemigo, se evita la estigmatización explícita de la pobreza y permite presentar las propuestas como protectoras de estos sectores. Bajo este argumento aparentemente inclusivo, se pretenden desplegar las mismas políticas violentas que han demostrado ser ineficaces y contraproducentes en toda la región, al tiempo que se obtura el debate sobre aspectos esenciales, como el rol central que cumplen las propias policías en la producción y circulación de violencia en los barrios pobres, las dificultades de la Justiciay las fuerzas de seguridad para investigar delitos complejos y la necesaria revisión de la legislación vigente en materia de drogas.
No se trata de minimizar la magnitud de los diversos daños asociados al tráfico de drogas ilícitas y de otros mercados ilegales con menos cobertura mediática, como el de las armas, sino de poner en evidencia que las reacciones políticas y mediáticas no están orientadas por diagnósticos rigurosos, y que las soluciones que prescriben se basan en visiones interesadas y peligrosamente simplificadoras. La “guerra contra el narcotráfico” se presenta como una irrupción urgente que habilita, bajo un supuesto estado de excepción, propuestas regresivas que combinan mayores atribuciones policiales con una agenda crecientemente militarizada, que incluye la movilización de recursos de las Fuerzas Armadas y debates sobre la legalización de la pena de muerte a través de una ley de derribo.
Sobre estas bases, es difícil llegar a un debate serio sobre la forma de atacar mercados ilegales de altísimo rendimiento (que por supuesto son generadores de formas preocupantes de violencia), pero que requieren el desarrollo de investigaciones judiciales complejas, políticas públicas de control y regulación de los mercados financieros, inmobiliarios, de inversiones, etc. Se trata entonces de elaborar un nuevo y mejor diagnóstico sobre el problema, del cual carecemos. No sólo se están repitiendo miméticamente políticas que han probado su ineficacia, sino que esto se realiza sin conocer la dimensión real del fenómeno ni los elementos que llevaron a su evolución durante los últimos 20 años. No hay que permanece expectantes frente al problema, pero es preciso evaluar y entender para aplicar las políticas adecuadas.
El discurso de la “guerra al narcotráfico” permite esquivar medidas de fondo, como el fortalecimiento del gobierno político y la reforma de fuerzas policiales corruptas, conniventes e ineficientes en la investigación de delitos complejos. A la vez, jerarquiza y selecciona formas de violencia que se presentan como objetivos legítimos y urgentes de intervención, mientras se invisibilizan las prácticas abusivas más corrientes, entre las que sigue destacándose la violencia policial, muchas veces asociada a su participación en redes de ilegalidad.
Mientras en nuestro país se intensifica una tendencia regresiva, la región está revisando estas políticas. Decenas de organizaciones harán pública mañana una carta a los ministros de seguridad reunidos en la Cuarta Reunión de Ministros en Materia de Seguridad Pública de las Américas (Mispa IV) en la que solicitan que se abra un debate sobre la necesidad de transformar las respuestas torpes y violentas que vienen implementándose frente a las drogas. Entre ellas, cuestionan las leyes prohibicionistas que crean los enormes mercados ilegales y las bandas que los controlan. La violencia es un problema que los responsables políticos y las agencias de seguridad deben encarar en toda su complejidad. Resulta auspicioso que las autoridades estén evaluando regulaciones alternativas.
La violencia no se resuelve con la guerra ni dejándose seducir por discursos facilistas que proponen arrastrar la agenda de seguridad hacia una política de militarización. La experiencia regional ha demostrado que esto sólo se traduce en mayores pérdidas de vidas humanas. En un contexto de plena vigencia del autogobierno policial en la mayor parte de las provincias y de importantes retrocesos en la agenda de seguridad democrática a nivel nacional, los consensos regresivos sobre “el narcotráfico” como principal amenaza alejan la posibilidad de construir una solución que no derive en mayor violencia. A pocos días de cumplirse 30 años de democracia, el liviano pero amplio consenso antinarco emergente no sólo no va a resolver los problemas de violencia que preocupan, sino que dejará sin saldar una de las principales tareas pendientes: la reforma profunda de las prácticas de las fuerzas de seguridad.

#libroslibres: Obras Cumbres de Arturo Escobar

Aprovechando la visita del antropólogo Arturo Escobar a la Cazona de Flores, se puede descarga de forma libre y gratuita lo mejor de su producción teórica







Artículos: 


– «Mundos y conocimiento de otro modo»  (artículo, 2003)

Invitación: Arturo Escobar en La Cazona de Flores


Los invitamos este sábado 23 de noviembre, 17.30 hs,
a una conversación en la Cazona de Flores (Morón 2453) con el antropólogo colombiano

Arturo Escobar

“Más allá del neodesarrollismo,
los territorios relacionales y las transiciones en Colombia”

·        La coyuntura de Colombia considerada a partir de las dinámicas de la tierra y lastransiciones culturales radicales necesarias para enfrentar la crisis social y ecológica.

·        En este contexto los territorios de grupos afrodescendientes, indígenas y campesinos, y las propuestas de los movimientos sociales emergen como la avanzada del pensamiento y la acción.

·        Frente a la civilización de devastación impuesta por buena parte del estado, el capital, y los actores armados a nombre de la modernización, el desarrollo y el progreso, los actores colectivos étnicos y campesinos proponen políticas del Buen Vivir y visiones del mundo sintonizadas con el sueños de la tierra y de los territorios.

·        Desde su ancestralidad, estos grupos practican una futuralidad activa mucho más conducente a una Colombia justa, en paz y respetuosa de la tierra que las propuestas desde el Estado, las corporaciones, o la misma academia.


Arturo Escobar es autor de numerosos libros y artículos. Leer «La Colombia del Futuro«


Invitan: 

La Cazona de Flores

Las geografías de la crisis y del desarrollo capitalista. Apuntes preliminares y hipótesis de investigación

 por Sandro Mezzadra


1. Un terremoto espacial

La crisis que se abrió en 2007/2008 no es una crisis cíclica, coyuntural. Más allá de sus manifestaciones más sorprendentes (de la crisis financiera en Estados Unidos, la crisis de la «deuda soberana» en Europa, a la reducción del «crecimiento» en los países «emergentes»), son los ensamblajes completos -globales- del capitalismo contemporáneo que están siendo desafiados por una fundamental inestabilidad. Según modalidades que habían sido anticipadas, de alguna manera, en los debates sobre la crisis de los primeros años ’70, mediante fórmulas como «crisis del management de la crisis» (Claus Offe) y “Estado-crisis” (Toni Negri), la crisis parece hoy representar el horizonte mismo del «desarrollo» y, al mismo tiempo, un proceso de profunda reorganización del capitalismo.

Esta reorganización tiene efectos extremadamente relevantes bajo el perfil de los espaciosen cuyo interior se determina la acumulación y la valorización del capital, vale decir del sistema-mundo construido por este último. Las propias coordenadas geográficas de la crisis y el desarrollo capitalistas se encuentran hoy en movimiento: se cuestionan las antiguas jerarquías espaciales (tradicionalmente descriptas y cartografiadas como un conjunto de relaciones entre centro y periferia), mientras que la emergencia de nuevos polos aparentemente pujantes (el grupo BRIC, para hacer un único ejemplo) desafía las geografías del desarrollo, y nuevos regionalismos y nuevos modelos de multilateralismo se perfilan de manera contradictoria (por ejemplo en América Latina).

Estamos comenzando a experimentar las consecuencias de estos procesos también en  las luchas. Mientras que en Europa meridional un conjunto de movimientos se desarrollan dentro y contra la crisis (resistiendo a la violencia de su impacto social), en los últimos meses fueron Turquía y Brasil los que dieron formidables luchas que, desde el interior del «desarrollo», tuvieron la capacidad de cuestionar radicalmente su dirección, planteando el problema de su «cualidad». ¿Cuáles, entre estas luchas -y cuáles entre las condiciones en que se determinaron- fueran las más avanzadas? Es una pregunta que si, por un lado, muestra la radicalidad de las trasformaciones que se determinaron en los últimos años, por otro nos obliga a repensar un conjunto de paradigmas y conceptos mediante los cuales han sido históricamente articuladas tanto el análisis crítico del capitalismo cuanto la política revolucionaria.

Más en general, poner en el centro de la reflexión el propio terremoto espacial, que desde el interior de la crisis está remodelando el capitalismo, permite alcanzar otro punto de vista con respecto a un conjunto de temas que han orientado el debate sobre las transformaciones del capitalismo contemporáneo en los últimos decenios -del capitalismo cognitivo a la financierización. Un régimen diferencial de acumulaciónparece afirmarse tanto a nivel global cuanto al interior de espacios singulares formalmente unitarios, re-combinando figuras del trabajo, modalidades de producción y jerarquías territoriales. Por eso, retomando también la contribución de algunos geógrafos económicos, quisiera aquí concentrarme sobre la relación que el capitalismo contemporáneo, en tanto capitalismo global, tiene con la «diferencia» y la «heterogeneidad». Es necesario, en efecto, ir más allá de la imagen -por largo tiempo predominante en el debate sobre la globalización- del espacio global como espacio «liso», espacio de «flujos», para trabajar a la identificación de las líneas especificas de antagonismo que signan los procesos de producción del espacio global en tanto tal -de un espacio que precisamente en tanto global se presenta como profundamente heterogéneo.

2. Fronteras del capital

La matriz analítica al cuyo interior se colocan estas reflexiones ha sido definida en el trabajo que llevé a cabo en los últimos años con Brett Neilson, que confluyó en un libro recién publicado (Border as Method, or, the Multiplication of Labor, Durham, NC, Duke University Press, 2013). Asumiendo como punto de partida el concepto marxiano de «mercado mundial», hemos buscado mostrar cómo, ya desde las orígenes del modo de producción capitalista, la expansión de las «fronteras del capital» se encontró necesariamente inscripta en un espacio global. Al mismo tiempo, este espacio global ha sido organizado históricamente de muchas maneras, pudiéndose caracterizar cada una de ellas a partir de una específica modalidad de articulación entre las fronteras expansivas del capital y una multiplicidad de líneas de demarcación territorial, alrededor de las cuales se fue desarrollando  la historia de los Estados y los Imperios.

Al interior de este esquema interpretativo, aquí brutalmente resumido, adquieran su propio sentido los ciclos hegemónicos analizados por la “world system theory” (y en particular por Giovanni Arrighi), las problemáticas examinadas en los grandes debates de inicio siglo XX sobre el imperialismo, pero también -para llegar a tiempos más cercanos-  los distintos modelos interpretativos de la (nueva) división internacional del trabajo y de las relaciones entre centro y periferia, las teorías de los «tres mundos» y categorías como «Norte» y «Sur global». Es pues una entera nomenclatura espacial que debe ser puesta en prueba hoy en frente del terremoto geográfico que se ha brevemente indicado.

Del trabajo de Arrighi, por ejemplo, podemos ciertamente retomar la tesis de una crisis de la hegemonía americana (no sin subrayar la previsión con que el propio Arrighi formuló esta tesis ya desde el comienzo de los Noventa). El hecho que la posición de Estados Unidos como centro financiero depende de los financiamientos provenientes del exterior de Occidente ha cobrado evidencia, una vez más, en estos días, con la admonición, dirigida a Obama por el gobierno chino, a «garantizar las inversiones» frente a la perspectiva de un default. Y el desarrollo de la crisis siria muestra las grandes dificultades que Estados Unidos encuentran en la proyección de su propia potencia sobre un área estratégica como la del Medio Oriente.

Sin embargo, resulta difícil pensar que la que estamos viviendo sea una «transición hegemónica» análoga a las descriptas por Arrighi en su reconstrucción de los «ciclos» que escandieron la historia del sistema-mundo capitalista (de Génova a Holanda, de Holanda a Inglaterra, de Inglaterra a Estados Unidos). Al contrario, la hipótesis que conviene avanzar es que hoy estamos viviendo una transformación fundamental en la relación entre capitalismo y «territorialismo» (término clave en el trabajo de Arrighi). Y esto no porque la relevancia del «territorio» tiende a disminuir para el capitalismo contemporáneo, sino más bien porque el propio sentido de la noción de territorio está cambiando profundamente, en términos políticos y jurídicos no menos que económicos. El problema fundamental consiste en el dar cuenta de esta nueva relevancia del «territorio», evitando la que el geógrafo John A. Agnew definió ya en el 1994 como «trampa territorial». O sea sin asumir como ya prevista la definición de territorio que emerge de la larga historia del Estado territorial moderno, como ya constituidas las diferentes «escalas» territoriales, y como estables las fronteras de la «territorialidad» (cfr. J. Agnew, “The Territorial Trap: Geographical Assumptions of International Relations Theory”, Review of International Political Economy, 1 (1994), 1).

Al complicar la relación entre capitalismo contemporáneo y «territorialismo» -y asimismo a volver improbable una transición lineal del «siglo americano» al «siglo asiático», o en todo caso la emergencia de un nuevo sistema hegemónico organizado alrededor de un único centro- es un doble proceso: por una parte, aspectos cruciales de la soberanía tienden a asumir cada vez más una naturaleza no territorial (J.A. Agnew, “Sovereignty Regimes: Territoriality and State Authority in Contemporary World Politics”, en Annals of the Association of American Sociologists, 95 [2005], 2, p. 441; Id., Globalizing Sovereignty, Rowan & Littlefield, 2009); por otra parte, cada territorio nacional, por así decirlo, se multiplica a su interior, en el sentido que se encuentra «desempaquetado» tanto desde el punto de vista económico, cuanto desde punto de vista jurídico, mediante la acción de una pluralidad de ordenamientos, y se vuelve objeto de modalidades de explotación y valorización profundamente heterogéneas (cfr. S. Sassen “When Territory Deborders Territoriality”, Territory, Politics, Governance, 1 [2013], 1). Me parecen procesos de gran importancia para la comprensión de las geografías de la crisis y el desarrollo del capitalismo contemporáneo.

3. Varieties of capitalism

Me refería recién al problema de la relación entre el capitalismo global contemporáneo y la «diferencia». Se trata de un problema cerca del cual en los últimos años se fue desarrollando un debate muy intenso que ha interesado estudiosos poscoloniales (véase el polémico trabajo de V. Chibber, Postcolonial Theory and the Specter of Capital, Londres, Verso, 2013) y economistas feministas  (se piense en particular en los trabajos de J.K. Gibson-Graham), hasta poner en cuestión la posibilidad misma de una definición unitaria del concepto de capital (cfr. por ej. J.T Chalcraft, “Pluralizing Capital, Challenging Eurocentrism: Toward post-Marxist Historiography”, Radical History Review 91 [2005]).

Más internamente al debate mainstream, se desarrollan un conjunto de análisis comparativos de impostación neo-institucionalista, acerca de la así llamada «variedad de capitalismo». Es útil quedarnos brevemente sobre estos desarrollos teóricos, considerada la gran influencia que ejercieron sobre los ensayos que describen las geografías del capitalismo contemporáneo. A parir de la distinción formulada por Michael Albert en 1993 entre un capitalismo «anglosajón» y un capitalismo «renano», las análisis que refieren a las fórmulas de las «variedad del capitalismo» han efectivamente propuesto modelos muy influyentes para registrar «complementariedades institucionales capaces de promover prestaciones económicas eficientes desde el punto de vista de empresas representativas e/o economías nacionales (B. Jessop, “The Diversity and Variability of Capitalism”, en Ch. Lane and G.T. Wood, Capitalist Diversity and Diversity Within Capitalism, Londres – Nueva York, Routledge, 2012, p. 233).

En todo caso, en los años Noventa el desarrollo de estos estudios ha asumido un papel importante, promoviendo, al interior de un clima caracterizado por la tesis de una «convergencia global», una sensibilidad para la existencia de modelos alternativos y el papel jugado por diferentes contextos históricos y geográficos. Al mismo tiempo, concentrándose especialmente sobre la dimensión de la empresa y la análisis de los procesos económicos, la literatura dedicada  a la «variedad del capitalismo» (por ejemplo en la influyente versión propuesta por Peter A. Hall y David Soskice (cfr. el libro por ellos editado, Varieties of Capitalism: The Institutional Foundations of Comparative Advantage, Oxford University Press, Oxford, 2001) tiende a asumir la economía nacional como unidad analítica y referencia para la comparación.

Con este propósito, desde el interior mismo de literatura neo-institucionalista se ha subrayado que «la posición del Estado nación como criterio de definición de las fronteras de los diferentes casos analíticos no es de alguna manera tan fija y no debería ser asumida como deducida per definitionem(C. Crouch, Capitalist Diversity and Change. Recombinant Governance and Institutional Entrepreneurs, Oxford University Press, 2005, p. 42). Habría que agregar que el hecho de concentrarse sobre las variedades nacionales conduce a subvalorar los «caracteres comunes» del capitalismo contemporáneo, que al contrario deben ser puestos en relieve para comprender el sentido mismo de la «diferencia» para el capitalismo (cfr. W. Streeck, Re-Forming Capitalism: Institutional Change in the German Political Economy, Oxford University Press, 2009). Y se puede avanzar la hipótesis de que la crisis intensifique la relevancia de estos caracteres comunes aunque sus geografías sean profundamente heterogéneas: es precisamente la relación entre caracteres comunes del capitalismo contemporáneo y heterogeneidad de las geografías de su crisis y su desarrollo que debe ser asumida como objeto privilegiado de investigación.

4. Más allá del «nacionalismo metodológico»

Desde este punto de vista, los procesos de financierización juegan ciertamente un papel fundamental. Investigaciones recientes sobre las «geografías de la finanza» han ulteriormente cuestionado el «nacionalismo metodológico» que domina implícitamente el debate en torno de las «variedades del capitalismo». Trabajando en particular sobre el caso alemán, G.L. Clark y D. Wójcic (The Geography of Finance. Corporate Governance in the Global Marketplace, Oxford University Press, 2007) han resaltado por ejemplo como la «governance» de las grandes empresas se fue progresivamente adecuando a los estándar globales (vale decir, que se acercó al modelo «accionario» generalmente relacionado con el capitalismo anglosajón), en la medida en que aquellas empresas se orientaron cada vez más hacia la búsqueda de capitales en los mercados globales. Pero Clark y Wójcic han también mostrado la existencia en Alemania de una multiplicidad de modelos de «corporate governance«, diferenciados esencialmente a lo largo de líneas «regionales» (por vía del hecho que algunos Länderincentivaban el desarrollo de regímenes de «governance» mayormente en línea con los imperativos de los mercados financieros globales).

La unidad de modelo alemán de capitalismo (el paradigma de aquella que viene a menudo definida «economía coordinada de mercado») es así puesta en cuestión tanto desde abajo cuanto desde arriba. Al mismo tiempo, otro «caso» de capitalismo del cual fueron enfatizados, en los últimos años, los «caracteres particulares» – lo chino- se presenta bajo una luz muy distinta en el momento en que se evalúe desde el punto de vista de las dinámicas de financierización, y en particular de la «relación económica simbiótica» entre China y Estados Unidos: las políticas macroeconómicas, fiscales y monetarias estadounidenses aparecen como variables internas del desarrollo chino -y obviamente al revés (K. Fan Lim, “On China’s Growing Geo-economic Influence and the Evolution of Variegated Capitalism”, en Geoforum, 41 [2010], especialmente p. 680). Emerge así, claramente, el riesgo, en las palabras del geógrafo A.D. Dixon, de «enfatizar la existencia de diferentes modelos de capitalismo cuando en realidad hay un único capitalismo, aunque si evidentemente se trata de un capitalismo variado»  (A.D. Dixon, “Variagated Capitalism and the Geography of Finance: Towards a Common Agenda”, en Progress in Human Geography, 35 [2010], 2, p. 203).

5. “Capitalismo variado”

Desde el punto de vista de la exigencia de entender los «caracteres comunes» del capitalismo contemporáneo, para poder mejor definir la naturaleza de la relación que éste entreteje con el territorio y la «diferencia» (y pues para alcanzar un punto de vista más eficaz sobre la tumultuosa redefinición de sus geografías), el concepto de «capitalismo variado» resulta en efecto muy útil. Su formulación originaria se debe a dos geógrafos, Jamie Peck y Nick Theodore (“Variegated Capitalism”, en Progress in Human Geography, 31 [2007], 6). Lo que me parece particularmente interesante en su trabajo es el hecho que los espacios y las «escalas» de los procesos contemporáneos de acumulación no estén asumidos como «dados», ni tampoco como coincidentes con las fronteras políticas o las delimitaciones administrativas oficiales. En vez de limitarse a una tradicional orientación comparativa, Peck y Theodore subrayan la importancia de «principios, fuentes y dimensiones de diferenciación capitalista (capitalist variegation)” que obran de manera dinámica y relacional, trasversalmente -para así decirlo- con respecto a los diferentes casos usualmente objeto de comparación.  El «polimorfismo dinámico» resultante debe ser para ellos analizado mediante la combinación de una atención a la heterogeneidad del capitalismo y un intento de recoger la «producción sistémica de diferenciación geo-institucional».

En Border as Method, Brett Neilson y yo hemos trabajado en una dirección parecida, hacia un reanudar y reelaboración del concepto de «axiomática del capital» desarrollado por Gilles Deleuze e Felix Guattari particularmente en Mil mesetas. La perspectiva de Deleuze y Guattari nos parece importante precisamente porque consiente mantener un concepto unitario de capital sin por esto elaborar un cierto argumento sobre la «convergencia global» -para decirlo de otra manera, sin equiparar la unidad del concepto de capital con la tendencia a la homogenización de todos los contextos sometidos a su acción y dominio. Deleuze y Guattari, en efecto, subrayan que a la axiomática del capital (un conjunto de «caracteres comunes» que se fijan en una tabla de principios) se corresponde sí a un «isomorfismo», pero no a una «homogeneidad». La axiomática, al contrario, no solo tolera sino que promueve la generación constante de «heterogeneidad» social, temporal y espacial (cfr. G. Deleuze – F. Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. (1980), Pre-Textos, Valencia 1997). Me parece que este gap entre axiomática y heterogeneidad -para seguir usando los términos de Deleuze y Guattari (pero la problemática entera pudrá ser reformulada a través de una relectura de la categoría marxiana de «subsunción»)- se presenta hoy con particular evidencia y es precisamente el desfasaje entre los dos planos que debe ser tenido en cuenta para entender algunas transformaciones esenciales que caracterizan el capitalismo contemporáneo, las geografías de su crisis y las inestables coordinadas espaciales de su desarrollo. El espacio global se presenta en esta perspectiva como efecto del proceso continuo y sistemático de producción y diferenciación descrito por Peck y Theodore. Y se trata de un proceso que puede ciertamente dar lugar a nuevas configuraciones regionales (atravesadas por múltiples vectores de interconexión), pero muy difícilmente a la reorganización del sistema mundo capitalista en torno de un único centro hegemónico.

6. Extracción

Una vez más los procesos de financierización son aquí ciertamente esenciales. Hace tiempo venimos insistiendo sobre la novedosa calidad de estos procesos con respecto a las épocas precedentes en la historia del modo de producción capitalista. Y sostuvimos en particular que la distinción misma  entre economía «real» y economía «financiera» está hoy puesta radicalmente en cuestión (cfr. A. Fumagalli – S. Mezzadra, comp., La gran crisis de la economía global. Mercados financieros, luchas sociales y nuevos escenarios políticos, Madrid, Traficantes de sueños, 2009, y más en general, los trabajos de Christian Marazzi)

Esto aparece como todavía más evidente al considerar innovaciones financieras como los derivados, que desarticulan las mercancías y dispersan sus disjecta membra «para empaquetarlas con elementos de otras mercancías de interés en un mercado orientado globalmente, en el cual los intercambios se dan según la lógica del riesgo» (R. Martin, “After Economy? Social Logics of the Derivatives”, en Social Text, 31 [2013], 1, p. 89). Obrando con algoritmos cada vez más sofisticados, el high frquency trading desvía para otro lugar la temporalidad de la valorización y acumulación del capital, produciendo fenómenos como el así llamado «flash crash» del 6 de mayo de 2010, cuando el Dow Jones derrumbó de aproximadamente mil puntos en pocos minutos para volver a subir otro tanto rápidamente. Es un acontecimiento de relieve sintomático, si se tiene presente que hoy la axiomática del capital, su isomorfismo y su código abstracto de relación social están cada vez más representados en los mercados financieros globales (y pues cada vez más sujetos a la «volatilidad» que los caracteriza).
Al mismo tiempo, es esencial analizar las modalidades con que el capital financiero «toca tierra», tanto desde el punto de vista espacial cuanto desde punto de vista de los cambios que se producen en las relaciones entre capital y trabajo. Me parece, y es otro punto sobre el cual estoy trabajando con Brett Neilson (cfr. nuestro “Extraction, Logistics, Finance. Global Crisis and the Politics of Operations”, en Radical Philosophy, 178 [March-April 2013]), que se podría utilizar a este propósito un concepto extensivo de extracción para definir el modo mediante el cual el capital financiero se relaciona con las diversas formas asumidas por la cooperación (y la competición) social. La diferencia con respecto al capital industrial es aquí particularmente importante: mientras que el obrero, una vez pasadas las rejas de la fábrica, se encuentra al interior de un sistema de cooperación organizado por el patrón, la mujer negra sola (para usar una figura estereotípica) que contrata una hipoteca subprimedebe pagar mensualmente la deuda entrando en una serie de relaciones de cooperación, dependencia, y explotación que resultan esencialmente indiferentes para el capital financiero, que se limita justamente a «extraer» una cuota de valor producido desde el interior de aquellas relaciones.

Este ejemplo estilizado muestra además de manera eficaz el relieve de la deuda en las formas contemporánea de subordinación y explotación (cfr. M. Lazzarato, La fabbrica dell’uomo indebitato, Roma, DeriveApprodi, 2012); al mismo tiempo, sin embargo, aconseja no absolutizarla, para analizarla más bien conjuntamente con otras formas y otras relaciones (aquellas, a menudo presididas por figuras de empresa absolutamente tradicionales, donde la mujer negra de nuestro ejemplo debe entrar para poder pagar su deuda). En todo caso, la hipótesis para verificar es que un concepto extensivo de extracción se preste a definir un conjunto de operaciones esenciales para el capital, que caben enteramente en la axiomática del capitalismo contemporáneo -o sea en aquellos caracteres comunes que mandan el proceso de su diferenciación en heterogéneas escalas geográficas).

Es evidente que el relieve global del sector extractivo en sentido estricto (acerca de lo cual se insiste críticamente en América Latina el debate sobre el neo-extractivismo) debe ser tenido bien en cuenta en el desarrollo y verificación de esta hipótesis. Se pueden además indicar algunos ámbitos de investigación particularmente importantes: el así llamado data mining en red, el «bio-capital» (o sea el desarrollo y comercialización de fármacos «post-genómicos»), la alianza entre capital financiero y capital inmobiliario en los procesos de «renovación urbana» y gentrification.

Otros tendremos que individuarlos. Me limito aquí a un solo ulterior ejemplo, con referencia a las transformaciones de las así llamadas «cadenas de provisiones» (supply chains) e de la logística, cuyo relieve para el capitalismo global contemporáneo es difícilmente contestable. Anna Tising, un antropóloga estadounidense que se dedica hace años en estos temas, insistió recientemente sobre el hecho de que hoy, contrariamente a lo que ocurría en el capitalismo industrial, muy frecuentemente es la cadena de provisión la que manda la producción (A. Tsing, “On Nonscalability”, en Common Knowledge, 18 [2012], 3).

Mirando al funcionamiento de los gigantes de la distribución como Amazon o Walmart, Tsing subraya que las modalidades de producción de las mercancías comercializadas quedan cada vez más a cargo de a los proveedores (que se hacen cargo por la insignia del imperativo categórico de bajar los costos), mientras que lo que más cuenta desde el punto de vista de la valorización es la capacidad «logística» de sincronizar estas modalidades heterogéneas de producción justamente al interior de la cadena de la provisión. «Piracy» es el término que Tising usa para definir la relación entre cadena y ambiente económico y social circunstante: y evidentemente nos encontramos próximos al campo semántico de la extracción.

7. ¿Fin del neo-liberalismo?

Adoptar una perspectiva como la sugerida por el concepto extensivo de extracción consiente, como venimos diciendo, de clasificar una serie de operaciones del capital que producen sus efectos a nivel global, aún sea de manera diferenciada y generando más bien geografías profundamente heterogéneas del desarrollo y crisis del capitalismo contemporáneo. Me parece, además, que ofrece una perspectiva original con referencia a otro tema al centro de los debates sobre la crisis contemporánea: el neo-liberalismo, un concepto que ha orientado muchos análisis críticos de la globalización en los últimos veinte años, hasta reducirse a menudo a un término vacío y absolutamente genérico (por cuanto no hicieron falta usos del concepto concientes de la diversidad de los contextos de su aplicación y pues de su complejidad y «ductilidad»: pienso por ejemplo a los trabajos de Wang Hui sobre China o a los de Aihwa Ong sobre Asia sur-oriental).

¿La crisis económica global representa el fin del neo-liberalismo, como afirman por ejemplo Gérard Dumenil y Dominique Lévy (The Crisis of Neoliberalism, Harvard University Press, 2011)? O es más realista sostener que «el dominio ecológico del neo-liberalismo» al interior del «capitalismo variado» sobrevivió a la crisis del 2007-2008 (Jessop, “The Diversity and Variability of Capitalism”, cit., p. 233)? Me parece que la primera hipótesis es demasiado sencilla, y que muchos elementos son más bien en soporte de la segunda. Pero me parece sobretodo que el propio concepto de neo-liberalismo debiera ser reexaminado críticamente. Y si permanecen esenciales las indicaciones de Michel Foucault, que nos invitan a estudiar el neo-liberalismo no como un mero conjunto de recetas macro-económicas sino más bien para los efectos que tiene bajo el perfil de la subjetividad, también desde este punto de vista el trabajo de muchos geógrafos críticos nos puede resultar precioso.

Me limito aquí a mencionar un ensayo reciente de Jamie Peck, “Explaining (With) Neoliberalism” (Territory, Politics, Governance, published online 21 June 2013), que subraya de manera contundente la necesidad de estudiar el neo-liberalismo como un proceso, o sea enfatizando su naturaleza “embedded”, contradictoria, y abierta, su imposible «pureza». Desde este punto de vista, por un lado se torna posible conectar los procesos de «neo-liberalización» con la axiomática extractiva del capitalismo contemporáneo y la peculiar producción de subjetividad y regímenes específicos de gubernamentalidad que la caracterizan, mientras que, por otro, se puede investigar analíticamente su reproducción también en aquellos contextos, como los países latinoamericanos con gobiernos «progresistas»,  donde el debate público es dominado por el tema del «retorno del Estado» (véase por ejemplo la análisis del gobierno de Evo Morales ofrecida por Daniel M- Goldstein, “Decolonizing ‘Actually Existing Neoliberalism’”, en Social Anthropology/Anthropologie Sociale, 2012, 20 [2012], 3).

8. El Estado, reloaded

El tema del Estado requiere justamente una nueva consideración crítica, en particular (pero no solamente) para lo que refiere a análisis de las geografías de la crisis y el desarrollo capitalista. En el curso de los últimos años una serie de estudios fundamentales (los de Michael Hardt y Toni Negri a partir de Imperio, por ejemplo, pero también los de Saskia Sassen) han puesto en evidencia la profunda transformación del Estado en el contexto de los procesos de globalización, subrayando cómo su «unidad» misma estaría puesta radicalmente en cuestión desde el punto de vista jurídico o político. Border as Method, el libro ya antes mencionado que escribí con Brett Neilson, se coloca en las huellas de estos estudios, contribuyendo a mostrar qué cosa el Estado ya no es. No se trata, evidentemente, de volver atrás con respecto a los resultados alcanzados, sino más bien de avanzar, comenzando a trabajar sobre qué cosa es hoy el Estado, en diferentes latitudes y en presencia de diferentes regímenes de acumulación.

Por cuanto profundamente transformado -y por muchos aspectos irreconocible si es medido a partir de los parámetros de la doctrina clásica del Estado europeo de comienzo del siglo XX- el Estado sigue siendo un actor estratégico en los procesos de realineamiento de la economía capitalista global (en la gestión de la interdependencia, la inserción en el mercado mundial y en las configuraciones regionales emergentes), jugando papeles cruciales en la articulación y «radicación» de la lógica extractiva del capitalismo contemporáneo en heterogéneas escalas geográficas. Además, como mostrado de manera particularmente eficaz por el caso latinoamericano, el Estado sigue siendo objeto de inversión de deseos y expectativas de emancipación y transformación (y oponer a esta inversión una crítica abstracta de la forma Estado corre el riesgo de resultar políticamente ineficaz).

Una tríple perspectiva de análisis del Estado en el presente global puede ser indicada como conclusión provisoria de estas notas. En primer lugar, se precisa profundizar nuestra comprensión de los cambios a que está hoy sometida la noción misma de territorio (que, no es inútil recordarlo, es uno de los elementos constitutivos de la soberanía en el pensamiento jurídico y político moderno). Trabajando en particular sobre China e India, en Border as Method nos concentramos en los procesos de multiplicación de las «zonas» y la correspondiente «heterogeneización» de territorios nacionales formalmente homogéneos. Bajo el perfil genealógico, estos procesos anclan sus raíces en dispositivos coloniales de gobierno del espacio, entre los cuales la «concesión» es particularmente importante. Este método genealógico abre perspectivas analíticas desde las cuales estudiar una serie de procesos cruciales de nuestro tiempo: el papel jugado por «fragmentos territoriales» poseídos por ex potencias coloniales en la determinación de la extensión de sus «zonas económicas exclusivas» marítimas  (cfr. P. Nolan, “Imperial Archipelagos. China, Western Colonialism and the Law of the Sea”, en New Left Review, 80 [March-April 2013]), al “land grabbing” actuado en Africa y otros lugares por muchas potencias emergentes (cfr. S. Sassen, “A Savage Sorting of Winners and Losers: Contemporary Versions of Primitive Accumulation”, Globalizations, vol. 7 [2010], 1-2), y los procesos de «regionalización» en acto en la Unión Europea (se vean los materiales compilados en el número monográfico de European Urban and Regional Studies, 20 [2013]). Es pero sobre la capacidad de sobredeterminar estos procesos de descomposición territorial por parte de los Estados (algunos más que otros), representando su unidad tanto en el campo de las retoricas cuanto en las políticas, que nos parece particularmente importante profundizar el análisis. En el momento en que muchas entre las más relevantes luchas sociales se presentan como luchas por el espacio, indagar esta desconexión de planos es urgente también bajo el perfil inmediatamente político.

En segundo lugar, es necesario estudiar meticulosamente las transformaciones de las relaciones entre Estado y capital, retomando y poniendo al día las tradiciones de análisis marxista que ha trabajado críticamente sobre el Estado a partir del concepto de «capital total». Habrá necesariamente que tener en cuenta del hecho que la representación del «capital total» es hoy atravesada y complicada por la lógica extractiva de la finanza, el protagonismo de actores trasnacionales, y la presencia de regímenes jurídicos globales: en otros términos, que de ninguna manera el capital total se representa como «nacional». En muchos casos la relación entre las que en términos marxianos se pueden definir «fracciones de capital» y estructuras estatales singulares se presenta en formas hibridas, con las lógicas de la «corporación» y la del «gobierno» que, lejos de estar ordenadamente distribuidas en uno u otro polos del actor económico y del actor político se entretejen en la acción de uno como de otro. Muchos modelos de partnership público/privado parecen conformarse precisamente a este modelo. Queriendo, también en esto caso, rastrear genealógicamente los antecedentes, estuviera interesante estudiar el modelo de la así llamada chartered company, a partir de la más bien conocida,  Compañías de las Indias Orientales inglesa (cfr. Ph.J. Stern, The Company State. Corporate Sovereignty and the Early Modern Foundations of the British Empire in India, OxfordNew York, Oxford University Press, 2011). En términos generales, de todo modo, es decisivo comprender si al interior de esta figura emergente de Estado -también ésta profundamente diferenciada según los contextos- fuera posible encontrar espacios para una representación del «trabajo», o de los «intereses» diversamente calificados con respecto a los capitalistas. Ampliando las investigación en una perspectiva global habrá que censar las formas de mediación que, según una lógica segmentada (de la cooptación al corporativismo) muy diferente de la que conocimos en Occidente en el tiempo histórico de las constituciones del trabajo, siguen por supuesto manifestándose.  Habrá  que evidenciar y criticar sus límites radicales frente a la axiomática extractiva del capitalismo contemporáneo, pero habrá también que reconocer -donde emergen- los elementos de novedad (como hicimos por lo menos en determinados pasajes del reciente ciclo de los gobiernos «progresistas» latinoamericanos).

En tercer lugar, se presenta la exigencia de profundizar el análisis de los procesos de desarticulación de la unidad del Estado, reconstruyendo los procesos de «neo-liberalización» que siguen re-plasmando, en el sentido recién indicado, la acción y la «racionalidad» de especificas estructuras estadúales. En vía hipotética se puede suponer la posibilidad que al interior de este proceso vayan emergiendo contradicciones en el ensamblaje institucional de la forma Estado, y que otras estructuras se presenten como elementos de potencial resistencia a los procesos de neo-liberalización (es una hipótesis sobre la cual estamos trabajando entre muchos compañeros una vez más en América Latina). El cruce de estas estructuras, su apropiación y «re-significación» al interior de la articulación institucional de un proyecto político de construcción del común es una hipótesis cuyo realismo debe ser evaluado caso por caso. Decisiva, desde este punto de vista, es la fuerza, la potencia constituyente de los movimientos y de las luchas que se generan a partir de las transformaciones, dinámicas y dimensiones subjetivas del trabajo social, cooperación y vida de los explotados. Y no se deberá olvidar que, análogamente a lo que se dijo a propósito del territorio, también el proceso de desarticulación del sistema institucional del Estado está continuamente sobredeterminado, tanto sobre el plano de las retoricas cuanto sobre las políticas, por la reafirmación, más o menos violenta, más o menos benévola, de su unidad. Tenemos continuas confirmas de eso también en Europa. Y es precisamente el ejemplo europeo a sugerirnos prestar la máxima atención, tanto desde el punto de vista analítico cuanto desde el punto de vista político, al papel jugado por el Estado al interior de los procesos de regionalización que caracterizan la actual redefinición de los ensamblajes globales del capitalismo.

Es precisamente a partir de este tema que se juega, no sólo en Europa, la necesaria reivindicación del internacionalismo, entendida como umbral mínimo para atribuir realísticamente eficacia a las luchas y las acciones políticas también sobre escala local y «nacional». Esto orden de consideraciones, en todo caso, conduce hacia una radical repolitización de los debates sobre el capitalismo contemporáneo, sus geografías, y su diferenciación dinámica. (cfr. también U. Rossi, “On the Varying Ontologies of Capitalism: Embeddedness, Dispossession, Subsumption”, Progress in Human Geography, published online 28 November 2012, p. 15).

Traducción especial para Lobo Suelto!: Maura Brighenti

Fuente: http://www.euronomade.info/?p=465

Anatomía de una foto

Por Santiago Llach

Cada momento tuvo sus gestualidades: los vizcachismos del Perón Tercero, la adustez horrísona de los generales, la adustez en recuperación de Alfonsín, el cinismo pillo de Menem, la militancia en la insolencia sobradora de Kirchner y Fernández. En lo nuevo resuena ese silencio con fondo de autopistas de los countries. Lo que habilita las nuevas candidaturas son los peajes, el peaje como institución de la Argentina de todos los colores.
Sábado, otro sábado más con ausencia presidencial. En los parlantes de los departamentos de esta cabeza deforme de la patria suenan piezas del museo del rock, piezas de rescate emotivo que nos conectan con lo que fuimos, y vía tuiter Jorge Rial brinda una foto renacentista porteña, la opera. Rial, chismógrafo, hombre del barro comunicacional, juega en la política, crea momentos espectaculares donde se intersecta lo público y lo secreto, el drama de los gestos. En el vacío ansioso de poder creado por los quintacolumnistas de domingo, estos cuatro les dejan una pista a los intérpretes de las señalizaciones políticas ¿Qué es lo que tienen adentro, qué es lo que la foto congela, qué quiere fabricar?

Sergio Massa, en el centro, iluminado por el sol del sábado del Tigre, posa como un Jesucristo vestido en Munro, a medias entre la electricidad y la acústica, entre la modernidad y la tradición. Su saco esforzado, oficinal, desentona con el jean gastado, celeste. Massa todavía no está maduro. Por abajo de la manga deja ver la pulserita roja de adolescente tardío, de chico que fue de vacaciones a Floripa en los noventa a hacerse hombre en la guerra semental, en el gorilismo antropófago. Exhibe su pulsera roja, su muñequera política, como talismán del archivo sentimental.
Malena, en cambio, la chica del jean de María Cher, acarrea como accesorio esos colgantes con formas de niñitos de oro plano: atados a su cuello lleva a sus niños, sobre el escote magro que los hizo mamar. La reproducción tallada en oro, figuras infantiles de la bijouterie clasemediera. Malena, como todas las chicas de los años noventa, hizo su escuela sentimental en los shoppings, en esa ilusión hermosa de la femeneidad con crédito flexible, plástico, en esos albergues de vidrio donde las chicas se hacían mujeres trepando por escaleras mecánicas al doble mandato de la maternidad y la independencia. Los shoppings fueron embarcaderos posfeministas, y ahí está Malena Galmarini, chica del Corredor del Bajo, ahí está su cuerpo, ese museo de los genes, para atestiguarlo.

En el campeonato de sonrisas forzadas jugado en el territorio esbelto de un balcón de piedra sólida, augusta, la sonrisa de hervidora de conejos de Malena parece dirigirse toda, entera, con devoración anoréxica, hacia Jessica Cirio ¿Qué trae Jessica desde el costado de la foto, con su vestido medio sari hindú, medio túnica bolivariana que imaginamos abreviada para exponer sus piernas de gimnasio, provocadoras del amor loco, qué trae Jessica desde el costado de la política? Trae la épica del diseño, de la fotografía, del modelaje: la épica de la anorexia que trastorna el alma en este capitalismo de los impulsos creativos, de los egos modelados por los avatares del destino digital. Es la chica, una más o menos destacada en la troupe de cien, doscientas chicas que desde los carteles de las avenidas y las carteleras de las revistas vienen forjando el carácter de las mujeres, llevando la reproducción a la esfera del dinero. Jessica, desde gigantografías fotoshopeadas, educó a su modo a Malena. El capitalismo de alta rotación de novedades vende una vieja ilusión, la del cuerpo joven, incombustible, que, promete el hombre ya viejo, va a ser corrompido. Es, Jessica, en ese sentido, portadora sana de un mito urbano que adquirió condición de verdad en los foros de internet: Jessica acompañó a Pedro Pompilio, presidente de Boca, con caricias hasta su infartante final. Jessica Wanda Judith, falsa rubia de Lanús con destino de vedette trazado en el bautismo de aspiraciones culturales inglesas conurbanas, llegó lejos, y a sus modestos 28 acaricia el sueño áspero del tránsito modelar hacia el wannabismo político ¿Cómo se llaman las botineras de la política? Karina Rabollini Línea Fundadora, o Evita Trepadora, tal vez.

Insaurralde, más atildado, más Zara que Massa en su look de político de sábado, vindica con sus manos en los bolsillos y su posición erguida la dignidad en la derrota. Va a Tigre, a charlar con el caudillejo victorioso, a llenar la foto, a ocupar el vacío noticioso que se rapiña en las adjetivaciones mediáticas. El Pacto de Tigre: jóvenes administradores de lo público hacen sus votos de peronismo blanco. La Primera Sección Electoral, cuatro millones de electores, diez mil mesas, 24 partidos, la sección que contiene al rico y contrastado corredor del Norte, el gran manchón ABC1 del país peronista, quiere colar por primera vez en Primera, mojar la Presidencia. Se teje la presidencia de los countries, de las nuevas tecnologías. Vuelven los valores de la seguridad, la eficiencia, el diálogo y las empresas privadas. Los presidenciables (Scioli, Massa, Macri, Binner, Sanz, Cobos, incluso Capitanich) son de modalidad modesta. Aturdidos por la altisonancia, la rabia, la impunidad militante, la rebeldía deforme, la vindicación del titeo que practicó el matrimonio coronario de la platense y el santacruceño, los que aspiran a presidir el nuevo período compiten por la inaudibilidad de sus susurros.

Jessica abraza a Insaurralde con el toqueteo todavía en carne viva de los principios del enamoramiento. Jessica y Martín aportan el pedigree de lo sentimental roto, caótico, la aventura que trae al country el tío separado, las nuevas escandalosas que se manejan en la ciudad.

La nueva nueva política se resiste a lo fundacional. Cada momento tuvo sus gestualidades: de los 70 para acá, los vizcachismos del Perón Tercero, la adustez horrísona de los generales, la adustez en recuperación de Alfonsín, el cinismo pillo, con códigos, de Menem, la militancia en la insolencia sobradora de Kirchner y Fernández.

En lo nuevo resuena ese silencio con fondo de autopistas de los countries. Lo que habilita las nuevas candidaturas, hijas risueñas de los dos mil y los noventa, son los peajes, el peaje como institución de la Argentina de todos los colores.

En la foto, Massa tiene un lado de sol y un lado de sombra. Sonríe, sonríe, sonríe con picardía, ebrio de votos. Todo candidato triunfante es una profecía autocumplida, una certeza en cadena. Toda democracia es carismática, la fe en la boleta es tan ríspida como la fe en la transubstanciación, la conversión del pan en cuerpo de Cristo. Depositamos la administración de los millones de todos, a un plazo no del todo definido, en rostros sonrientes que, sin decirlo, sugieren la existencia de un lado oscuro, aun cuando, como buen infiel, lo negarán siempre, incluso si descubiertos con las manos en la masa.

Las manos de los Massa: pegados, con su atuendo interista (nero-azzurro), Sergio y Malena parecen un monstruo travesti, dos Romeos raros. Con su derecha prieta, las falanges dobladas en tensión, Malena presiona sobre el hombro de Sergio. La otra mano de Malena y la derecha de Massa descansan sobre la baranda afrancesada, como manos de aristócratas en construcción, apresando la nobleza. Atrás, la naturaleza conductista del río tigrense encauzado, los embarcaderos donde la ciudad huye hacia el Delta intrincado, un edificio con amenities: santos y señas de la vida aspiracional, la utopía advenediza de la pax de los barrios cercados.

La Argentina se tiene que dar, una vez más, su tipo de cambio, tiene que ajustarse. Está gorda, la voraz Argentina, colesterosa, bulímica, frenando con chirridos de grasa tras la aventura kirchnerista. El precio del dólar tensa la expresión de Malena. De eso, quizás, se conversa en esta Yalta, eso conversan estos nenes crudos.

Los Massa forman una esfinge (monstruo con rostro y busto de mujer, patas de león, cuerpo de perro, cola de dragón y alas de pájaro). Sergio, se vio en el bunker triunfal, es un poco un predicador electrónico. Allá vamos: hacia un día en que no distinguiremos el hiato que separa la prédica política de la prédica evangelista, el sano escepticismo que provoca una democracia republicana ya no tan novata. Necesitamos caras de piedra que administren las cosas del común, el dinero de todos.

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