Anarquía Coronada

La tragedia y la farsa: del Pacto Chicoral a Pacto Compensar

17 Mantilla

 
por Alejandro Mantilla
Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijeramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa
Karl Marx, el 18 Brumario de Luis Bonaparte
Paralelos
El jueves 12 de septiembre se celebraron dos encuentros para tratar la misma cuestión: las políticas que necesita el campo colombiano.
El primer encuentro se celebró en Compensar, un reconocido centro de eventos en Bogotá. El segundo se realizó en la concha acústica de la Universidad Nacional, espacio facilitado por los trabajadores en huelga que hoy controlan elcampus. El encuentro de Compensar fue convocado por el Gobierno nacional para firmar un Pacto nacional por el agro y el desarrollo rural. El encuentro de la Universidad Nacional fue protagonizado por varios sectores populares, en especial por dos organizaciones del movimiento campesino, indígena y afro: el Coordinador Nacional Agrario (CNA) y la Mesa de Interlocución y Acuerdos (MIA), quienes lanzaron la Cumbre nacional agraria, campesina y popular.
El gobierno ha dicho que el Pacto es “el mecanismo a través del cual un conjunto de actores públicos y privados se unen para acordar los lineamientos fundamentales de la política de estado que requiere el país para lograr el desarrollo rural y agropecuario”1. La opinión del campesinado reunido en la Cumbre muestra un evidente divergencia; en la Declaración política de su evento dicen: “rechazamos el Pacto Agrario impulsado por el gobierno de Santos. Consideramos que es la reedición del nefasto Pacto del Chicoral que agrupó a los terratenientes para detener una posible reforma agraria. La gran diferencia radica en que hoy los grandes propietarios e inversionistas del campo quieren aliarse con los pequeños productores para apropiarse de su trabajo y de su sudor”2.
El Pacto Agrario es una de varias medidas impulsadas por el gobierno como respuesta a la movilización social campesina más importante en las últimas décadas. Otras medias tomadas incluyen congelar la impopular Resolución 970 del ICA que permite decomisar las semillas guardadas por los agricultores; también se prometió un mayor presupuesto para agricultura, se tomaron medidas para reducir los precios de los insumos agrícolas y se nombró un nuevo ministro del ramo, el empresario Ruben Lizarralde reconocido ejecutivo de la empresa Indupalma.
Aunque el Pacto convocado por el gobierno tuvo mayores recursos y mayor cobertura mediática, parece que fue más exitosa la cumbre campesina. Mientras en la Universidad Nacional hubo unidad de criterios políticos, consignas animadas, música y bullerengue, en el escenario convocado por el gobierno aparecieron voces disonantes, en especial la voz del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, quien lanzó un fuerte discurso donde cuestionó buena parte de la política agraria del gobierno nacional3. Como si fuera poco, la prensa registró la baja participación del campesinado, la inasistencia de varias organizaciones agrarias invitadas y el escepticismo de los pocos cultivadores que aceptaron el convite4.
Pero ahí no terminan los problemas del gobierno. Tras el nombramiento del nuevo ministro de agricultura, se dio a conocer la renuncia de Jhenifer Mojica, hasta hace poco subgerente de tierras del INCODER (Instituto Colombiano de Desarrollo Rural). Tras abandonar su cargo, Mojica afirmó que el gobierno nacional le restó importancia a dicho instituto en la discusión de varios temas cruciales de la política de tierras, según ella por su “posición a favor de los campesinos y de la aplicación de la Ley 160”5. La ex funcionaria relata varias situaciones donde optó por defender comunidades frente a los intereses de grandes emporios empresariales que pretendían adueñarse de los baldíos de la nación, o de tierras antes ocupadas por víctimas de desplazamiento forzado. Al parecer, al gobierno no le gustó esa actitud, aunque los funcionarios cumplieran con las leyes que rigen al Estado colombiano.
La tragedia
Decir lo obvio puede conllevar a trivializar, pero frente a algunos problemas conviene insistir hasta el cansancio. Sabemos que Colombia es un país con una extrema desigualdad en la distribución de la propiedad de la tierra.
17 Mantilla1
Grande: Extensión mayor a 200 Ha. Mediana: Entre 20 y 200 Ha. Pequeña: Entre 10 y 20 Ha. Minifundio: entre 3 y 10 Ha. Microfundio: menos de 3 Ha.
Fuente: Iván Darío Gómez, IGAC. Con base en el “Atlas de la propiedad rural en Colombia 2000-2009”.
La estrecha relación entre la gran hacienda y el poder político tradicional puede explicar tanto la ausencia de una programa serio de reforma agraria, como la persistencia de una democracia restringida donde la política de muchas regiones es definida por grandes hacendatarios. Redistribuir la propiedad de la tierra no solo habría variado el reparto de la riqueza social, también habría incidido en la consolidación de una sociedad más democrática.
No obstante, ni se distribuyó la tierra y la riqueza, ni se democratizó la vida política en las regiones. Un episodio aleccionador fue el Pacto de Chicoral (bautizado así por el municipio del Tolima donde se hizo el acuerdo) firmado en enero de 1972. El Pacto fue resultado de una iniciativa impulsada por el gobierno de Misael Pastrana persiguiendo varios objetivos: 1. Responder a la creciente movilización campesina protagonizada por una radicalizada ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos). 2. Buscar mayor productividad para aumentar la exportación de productos agrícolas, proyecto integrante de “las cuatro estrategias”, el plan económico del gobierno diseñado por el economista canadiense Lauchlin Currie; y 3. Calmar a los empresarios y grandes propietarios de tierra inquietos por la posibilidad de una expropiación motivada por las leyes de reforma agraria aprobadas en el gobierno de Lleras Restrepo.
El ‘Chicoralazo’, como lo denominó la ANUC, se hizo ley de la república en 1973. La ley 4ª de ese año benefició a los terratenientes al obstaculizar la expropiación de los latifundios y reducir los impuestos sobre los predios. En ese mismo año, el gobierno debilitó el INCORA (Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, antecedente del actual INCODER) paralizando la asistencia técnica a los agricultores, desviando los créditos hacia los medianos propietarios y retirando del Instituto a los funcionarios liberales nombrados en el gobierno Lleras6.
El significado histórico del primer Chicoralazo fue obstaculizar la redistribución de la tierra ante el ascenso de la movilización campesina, aunque la política agraria de Lleras no logró mayores modificaciones de la propiedad rural. La victoria de los terratenientes no consistió en revertir la reforma agraria, como ocurrió en Nicaragua tras la derrota electoral de los sandinistas, sino en apaciguar a los grandes propietarios que se sentían amenazados por una eventual expropiación.
La farsa
Como bien afirmó mi querido amigo Sergio Coronado, el Pacto de Compensar es la reedición del Pacto de Chicoral. La tragedia se repite como farsa.
Si Pastrana buscaba calmar a los terratenientes tradicionales, Santos procura darle garantías a los grandes inversionistas nacionales y extranjeros que están haciendo compras masivas de tierras en regiones como la Orinoquia y los Montes de María. Buena parte de esas compras masivas se hicieron violando la ley 160 de 1994. El Plan de Desarrollo pretendía crear unas zonas de desarrollo empresarial que permitieran concentrar la propiedad sin violar la ley, pero la Corte Constitucional tumbó esa figura. Por esa razón, el principal objetivo del Pacto Agrario es impulsar un proyecto de ley que permita legalizar esos grandes proyectos agroindustriales.
Así como Pastrana padre debilitó el Incora, Santos también quiere debilitar el Incoder. La renuncia de la subgerente de tierras está motivada por un nuevo perfil de la política que busca profundizar el apoyo a la gran inversión en el campo, la legalización del robo de baldíos y las alianzas productivas entre grandes inversionistas y pequeños productores. Este último punto es bastante preocupante, pues se ha demostrado que tales acuerdos son lesivos para los campesinos, ya que deben endeudarse, aportar su tierra y su trabajo, pero solo reciben ingresos en tres o cuatro años, pues usualmente las alianzas se efectúan sobre cultivos permanentes con ciclos de cosecha largos. El ministro Lizarralde es pionero en este tipo de prácticas con su empresa Indupalma, acusada de apropiación indebida de baldíos, como lo ha mostrado recientemente Daniel Coronell7.
Marx, recordando a Hegel, afirmó que la historia tiende a repetirse. Lo curioso de Santos era parecerse a la vez a un Lleras Restrepo modernizador y a un Pastrana protector de los terratenientes. Con el nuevo Pacto Agrario esa dualidad desaparece en provecho de la segunda opción.
El campesinado colombiano ya ha vivido suficientes tragedias. Ahora con lucidez, se opone a que la historia se repita como farsa. En sus palabras:
“Es necesario avanzar en la construcción de la cumbre agraria y popular teniendo en cuenta que la movilización no ha terminado, es un proceso que esta en curso, como determinante del ejercicio de soberanía popular, que siente las bases para el camino de construcción colectiva, que contribuya a la UNIDAD en la acción de las diversas organizaciones que confluimos en este espacio”. Dijeron los participantes en la Cumbre Agraria, Campesina y Popular.
***

Nuevo disco de Pato Suárez: Crimen, fábula y disfraz.

Segundo disco solista del joven compositor, multi-instrumentista, cantante y productor. En Crimen, fábula y disfraz  Pato Suárez construye desde la densidad de su poesía una relación virtuosa entre la calidez de instrumentos acústicos como guitarra clásica y violoncello, con el lenguaje de la música electrónica y los instrumentos de síntesis.
Los nueve temas que recorren el folk experimental, el trip-hop y el rock alternativo, plagados de rítmicas complejas, superposición de loops y voces, intentan abandonar las estructuras clásicas de estrofa y estribillo para componer paisajes sonoros con un desarrollo expansivo y orgánico.
Editado y distribuido por Sura Music.
  
PRESENTACIÓN: 
SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE , 21 horas 
en QUETZAL CASA CULTURAL (Guatemala 4516)
Reservá tus entradas en 
facebook: patosuarezmusica 

PATO SUÁREZ (1985, Buenos Aires): Músico, compositor, escritor y docente. Su primer trabajo solista, Las otras formas, editado en 2011 de forma independiente tuvo buena recepción en la escena under porteña. Crimen, fábula y disfraz es su segundo disco de estudio. Es además cantante y guitarrista del sexteto del bandoneonista y compositor Matías Rubino, y realizó varias presentaciones junto a la cantautora Luvi Torres. 
También formó parte del proyecto Experimento Heliotrópico de composición instantánea que combinaba elementos de las artes plásticas, la música, el cine y la literatura; del proyecto colectivo de escritura y pensamiento Ensayos en Vivo, y de su respectiva editorial Ensayos en libro. Participó desde temprana edad en diversos grupos musicales, entre ellos, Linea e.Galenos del GólgotaAnimales electorales y el ensamble Animalitos, donde se desenvolvió como compositor, cantante y guitarrista. Tiene publicado un libro de poemas, Versos Magros, por editorial Subpoesía.

Paro agrario en Colombia: modelo extractivista y acumulación de tierras, los avances de las luchas populares y un futuro abierto

por Diego M. Higuera, Laura Acebedo, Federico Bernal y Gabriel Tolosa Chacón, integrantes del Colectivo Colombianxs en el Sur


Desde el pasado 19 de agosto, diversos grupos, movimientos sociales, sindicatos y gremios convocaron a manifestarse a través del Paro Nacional Agrario y Popular. Entre los convocantes se encuentran sectores de la producción minera y de transportes, pequeños campesinos, comunidades indígenas y afro, gremios cafeteros, arroceros, paneleros, paperos, cacaoteros, ganaderos, pequeños mineros y camioneros.
Este proceso movilizó miles de persona a las vías y calles de más de la mitad de los departamentos (equivalente colombiano de las provincias), con posterior presencia en 30 de las 32 principales ciudades. Las movilizaciones son el resultado de la acumulación de diversas luchas de las organizaciones campesinas, del deterioro en las condiciones productivas y de vida de las poblaciones rurales, la firma de múltiples tratados de libre comercio y las consecuencias negativas del modelo neoliberal implementado hace dos décadas.
Durante los últimos años, las protestas en el campo se han originado por la ausencia de políticas públicas coherentes que garanticen, entre otras cosas, asistencia técnica, facilidad en la consecución de insumos, comercialización, créditos, subsidios y protección de los productores locales frente a la competencia extranjera. La implementación del neoliberalismo durante la década de los noventa fomentó el desmantelamiento de las instituciones estatales dirigidas a la producción rural y el quiebre de varios sectores, como el algodonero y el cerealero, en pro del fortalecimiento de otros, con mayor inserción global, como es el caso de los floricultores.
Ante la disminución del trabajo y las ganancias, los peones y pequeños productores debieron abandonar sus tierras y desplazarse hacia las periferias. Muchos de ellos se dedicaron al único cultivo rentable, la coca, mientras que los grandes productores siguieron acumulando tierras. La acumulación de tierras aumentó la ganadería extensiva y los cultivos de palma de aceite y, en menor medida, los de caña de azúcar. Esto ocurrió en medio del conflicto armado, cuyos principales damnificados son los campesinos minifundistas quienes, además de colocar la mayor parte de muertos en la guerra, perdieron siete millones de hectáreas de tierra a manos, fundamentalmente, de los grupos paramilitares y sus aliados (partidos políticos tradicionales, élites locales, narcotraficantes, miembros de las fuerzas militares y multinacionales).
Ante tal panorama, a mediados de los noventa, los campesinos, sembradores de coca, indígenas, desplazados de sus tierras y peones rurales, realizaron una serie de protestas en distintas regiones, las cuales fueron enérgicamente estigmatizadas y reprimidas por los gobiernos de turno, con el argumento de que las protestas estaban infiltradas o eran motivadas por las guerrillas.
Desde el año 2000, el gobierno colombiano inició la negociación de Tratados de Libre Comercio (TLC’s) con varias potencias, cuya producción agrícola está subsidiada. Durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe se terminaron de negociar los tratados y se firmó con Canadá. A su vez, los congresos de Estados Unidos y la Unión Europea rehusaron firmar los tratados debido a las múltiples denuncias sobre violaciones a los derechos humanos durante la administración Uribe. No obstante, con la llegada de Juan Manuel Santos a la presidencia y su estrategia de ‘edulcoramiento’ del conflicto social, la firma de los acuerdos fue un simple trámite legislativo.
A lo largo de la última década las políticas agrarias que benefician a los sectores terratenientes se mantuvieron. Por un lado, los millonarios fondos destinados a ‘compensar’ la producción agrícola afectada por los TLC’s quedaron en manos de altos funcionarios uribistas y sus amigos terratenientes. Por el otro, de manera paulatina los TLC’s entraron en vigencia, sin que el Estado colombiano pudiera compensar sus nefastas consecuencias sobre la producción agropecuaria nacional.
El resultado esperable de la combinación entre una política agraria regresiva y la indiscriminada apertura de mercado, fue la quiebra escalonada de productores en distintos sectores y regiones. Desde 2010, lecheros, cafeteros e indígenas del Cauca adelantaron las primeras manifestaciones con amplia repercusión. A finales del año pasado y durante todo el 2013, se sumaron los productores cebolleros, paperos, paneleros, ganaderos, cacaoteros y arroceros. Para desarmar la protesta, la estrategia del gobierno Santos fue la amalgama de represión y negociación parcial con algunos sectores. Debido a que el gobierno incumplió la mayor parte de estos acuerdos parciales, desde julio de este año las manifestaciones tomaron nueva fuerza.
¡Paro Nacional, agrario y popular!
Sectores agropecuarios de diferentes regiones del país, junto con movimientos sociales, sindicatos, gremios y organizaciones de izquierda, iniciaron procesos de articulación para exigir una política agropecuaria integral y la derogación o renegociación de los TLC’s (aquí puede verse el pliego de peticiones: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172737). Las acciones conjuntas iniciaron a finales de junio contra los altos costos de los insumos agrícolas, los bajos precios de venta de productos de exportación, el rechazo a la importación de alimentos y la prohibición del uso de semillas no patentadas, como parte de los acuerdos de los TLC’s. Este último punto merece una mención especial, puesto que favorece la comercialización de semillas producidas por las multinacionales agrícolas, como la Monsanto y la Drummond (El documental 9.70 muestra el caso particular de los productores de arroz: http://www.youtube.com/watch?v=kZWAqS-El_g).
A la protesta se unieron los mineros artesanales y medianos quienes han sido perseguidos por el Estado, con el fin de entregarles el negocio a las transnacionales mineras. A su vez, el gremio de camioneros comenzó a movilizarse desde el 20 de agosto para reclamar por los altos costos de los combustibles que afectan la rentabilidad de los empresarios y los sueldos de los trabajadores. En las últimas semanas también se unieron los trabajadores de la salud por la grave crisis que afronta el sistema sanitario y la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, la cual, desde el 2011 se opone a la paulatina privatización del sistema de educación superior y lucha por la democratización del mismo. El gobierno nacional, en cabeza de Juan Manuel Santos, primero ignoró y minimizó el alcance de las protestas, con la complicidad de los grandes medios de comunicación y, al mismo tiempo, ordenó la represión.
Veamos esquemáticamente algunos logros de estos procesos y sus implicaciones, antes de reflexionar sobre el escenario futuro:
I. Unidad: el movimiento campesino e indígena tiene una larga tradición de organización y lucha que alcanzó altos niveles de movilización con la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), conformada en 1967. Aunque haya sido una iniciativa gubernamental, fue la última organización campesina capaz de desarrollar acciones masivas de orden nacional, entre las que se resaltan su activa participación en el último gran paro nacional de 1977. De forma similar a ése momento, las actuales movilizaciones han logrado el apoyo y la participación de poblaciones urbanas de estratos populares, medios e incluso altos.
La articulación de grupos diversos, que no se movilizaban de forma conjunta desde aquél paro nacional de 1977, más la participación de otros que nunca antes habían salido a las calles es el resultado, por un lado, de la legitimidad de los reclamos y por otro lado, de la experiencia organizativa acumulada en los últimos años de lucha contra las reformas neoliberales, el imperialismo norteamericano y el despojo de territorios y culturas. Experiencias como la Coordinadora de Movimientos Sociales de Colombia, el Congreso de los Pueblos, la Marcha Patriótica, la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, entre otras, han sido decisivas para la coordinación y organización masiva del actual paro y la consolidación de una agenda política común.
II. El silencio de los medios de comunicación y el Estado represor al descubierto: los grandes medios de comunicación ignoraron el paro mientras el Escuadrón Móvil Antidisturbios de la policía –ESMAD-, en coordinación con el Ejército, salió a las calles y pueblos y recurrió al uso de armas convencionales y no convencionales y al vandalismo para reprimir la protesta. Varios manifestantes registraron los abusos cometidos por las fuerzas del Estado para mostrarlos en Internet y difundirlos por las redes sociales (https://www.facebook.com/photo.php?v=1422677724624493&set=vb.100006468382075&type=2&theater).
La brutal represión por parte del ESMAD que ha dejado 252 personas heridas (21 de ellas con heridas de bala), 12 personas muertas y 4 desaparecidas tras 24 días de paro, no obedece a la coyuntura, es una forma de actuar optimizada durante los ocho años de presidencia de Uribe y la injerencia militar norteamericana. Basta recordar el asesinato a golpes de Nicolás Neira, joven militante de 15 años, en la conmemoración del primero de mayo de 2005. Ese mismo año, en el marco de las protestas indígenas en la provincia del Cauca, mientras que el ESMAD apaleaba a los manifestantes e incendiaba sus campamentos, otros escuadrones de la policía disparaban armas de fuego contra sus propios compañeros para acusar a los manifestantes (http://www.youtube.com/watch?v=lT9X8yRazA4). El video grabado por los indígenas corroboró cientos de denuncias desestimadas por el entonces presidente Uribe.
Así como el ESMAD ha entrado decenas de veces a las universidades públicas para reprimir la protesta estudiantil, recurriendo al uso desmedido de gases lacrimógenos y a la destrucción de la infraestructura universitaria para luego inculpar a los manifestantes, hoy en día destruye las casas de campesinos en todo el país. Las grabaciones de los abusos policiales han sido una herramienta de denuncia que le ha otorgado gran legitimidad al paro, desmintiendo la estigmatización de la protesta social y rompiendo el silencio impuesto por los grandes medios, evidenciando así la simbiosis de éstos con el gobierno. De este modo, la respuesta soberbia y violenta del Estado y su permanente ejercicio de violación de derechos ante la justificada, masiva y continua protesta, generó gran solidaridad dentro de sectores sociales poco movilizados.
III. El modelo en cuestión: en Colombia el neoliberalismo se ha impuesto como un dogma. A pesar de la valiente oposición de varios sectores, las políticas de liberalización fueron implementadas: radical flexibilización laboral, privatización de las empresas de servicios públicos, un sistema de salud y previsional completamente mercantilizado, adjudicación de las obras públicas a constructores privados, etc. El Estado cumple fielmente con los pagos de la deuda, congela el salario mínimo, con medidas restrictivas busca controlar los índices de inflación mientras amarra la inversión social en educación, salud y vivienda. Corolario de esta tragedia invierte el 6% del PIB en las fuerzas militares.
El año pasado, desde el puerto de Barranquilla, los presentadores de los noticieros mostraban entusiasmados dos contenedores, uno con la bandera de Colombia y otro con la de los Estados Unidos. Sonrientes, anunciaban el comienzo del TLC con la potencia del norte. En las calles, sindicatos, partidos de izquierda y movimientos sociales denunciaron las consecuencias de los tratados ante la mirada indiferente de los transeúntes y las risas de los economistas que dirigen las políticas del país hace años. Hoy las consecuencias afectan a tal cantidad de colombianos que resultan inocultables, a tal punto que Colombia es el segundo país más desigual del continente. Las medidas que intenta adoptar el Estado para frenar el descontento están lejos de su retórica de paz pues pretenden no afectar los acuerdos que sostienen el modelo neo extractivista y sólo agravan el profundo conflicto que desangra a Colombia hace décadas.
III. América Latina y el extractivismo: La problemática colombiana hace parte de una dinámica global y regional, aunque presenta algunas especificidades tanto por su ubicación geográfica estratégica, como por la persistencia del conflicto armado interno. El despojo de la soberanía alimentaria en favor de la agroindustria y el otorgamiento de facilidades a la megaminería trasnacional son comunes a todos los países del Continente. La dependencia de los países industriales a diferentes minerales, petróleo y, en general, las materias primas abundantes en la región, ha derivado en gran presencia de intervención extranjera, en desmedro de los intereses de los pueblos, acompañada de una presencia militar que ha consolidado el despojo de la tierra como principal fuente de acumulación y atesoramiento. Colombia tiene palma, petróleo, carbón, oro, coltán, estaño e incluso cocaína, los cuales generan enormes flujos de dinero hacia los países del norte. Las elites locales se quedan con exiguas ganancias, a la vez que reparten algo de “modernidad” en las zonas metropolitanas para mantener la ficción del desarrollo, basada en altos niveles de consumo.
Escenarios a futuro
Colombia es un país de urbanización tardía, incluso hoy día el 37% de la población vive en el campo, y esto explica en parte la fuerte identificación de los habitantes de las ciudades con elementos de la cultura y la simbología campesina. En las plazas de Bogotá, personas de sectores medios nunca movilizadas estaban vestidas con ruanas, golpeando cacerolas en solidaridad con el paro. Sin embargo, no todos los campesinos usan ruana, este tipo de poncho fabricado con lana ha sido utilizado por los campesinos andinos de las zonas frías, muchos de ellos de los departamentos aledaños a Bogotá. En las últimas dos décadas cerca de cinco millones de campesinos -la mayoría colonos de tierras cálidas- han sido desplazados de sus tierras y otros tantos viven en la pobreza, sin mayores protestas urbanas. Como en otros países de la región, el centralismo juega un papel importante en potenciar u ocultar las protestas, en este caso, el levantamiento de campesinos que rodean la capital y que cuentan con recursos ha fortalecido el paro. Por ello, el gobierno está buscando fragmentar el movimiento negociando con los campesinos de tierras frías.
Sin embargo los alcances del paro son históricos porque grupos y sectores muy heterogéneos lograron articularse, con el apoyo de millones de ciudadanos en las calles y las redes sociales. Por sí misma, esta convergencia es un éxito substancial, al que se suma la contundente demostración de la crisis social generada por años de ortodoxia neoliberal. El uso desesperado y desmedido de la violencia por parte del Estado evidenció su estrategia centrada en la violación de los derechos humanos y el cercamiento de la movilización social, mientras pregona fuera de Colombia la supuesta pacificación del país. Además de su complicidad y parcialidad con los grandes medios de comunicación, en manos de tres oligopolios (RCN, El Espectador y el Grupo PRISA).
Ahora bien, la coyuntura está haciendo posible la discusión sobre el núcleo del problema social colombiano: un modelo que busca la salida de los pueblos de sus territorios para la acumulación de una minoría y el desarrollo de las actividades extractivas transnacionales. Ese proceso está exacerbado por un conflicto armado –alimentado por el narcotráfico-, en el que los principales afectados son los pobladores rurales que se han visto despojados de sus tierras y pertenencias cuando no asesinados, como muestra detalladamente el último informe del Centro de Memoria Histórica (http://centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/descargas.html).
¿El Estado desmotado por el neoliberalismo y reconfigurado para limitarse a una labor policial tiene capacidad de revertir la situación? El embajador estadounidense en Colombia dijo hace unos días que el TLC no era derogable, con lo cual ese punto no está en la agenda del gobierno. El Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), la institución que otrora comandó el fallido intento de reforma agraria de los años sesenta, hoy es la encargada de verificar la quema de las semillas tradicionales que afectan las ganancias de la Monsanto y la Drummond.
¿Tiene el Estado capacidad para renegociar los TLC’s o destinar los recursos y crear las instituciones que garanticen la forma de vida de los pequeños campesinos, la autonomía de las comunidades indígenas y afrocolombianas? ¿Cuál es el poder real del Estado frente a las trasnacionales y cuál debe ser la respuesta de los pueblos cuando sus supuestos representantes han empeñado el país en beneficio de unos pocos? El impulso de un mandato popular y ciudadano que decrete el rechazo al libre comercio indiscriminado, que garantice la salida del país de las transnacionales que se están adueñando de la soberanía alimentaria y determine la protección de las comunidades ante los usurpadores de la tierra. Todo parece indicar que los distintos sectores sociales debemos consolidar las formas democráticas y pacíficas inventadas en los últimos años, construyendo una agenda autónoma para salir del abismo al que nos conduce la feroz violencia del capital global y el conflicto social interno.
Así como la Mesa Nacional Estudiantil con gran coherencia, imaginación y legitimidad, detuvo la reforma universitaria y obligó al Estado a sentarse a negociar, el Paro Nacional Agropecuario obligó al gobierno a desdecir sus mentiras. Todos los colombianos y colombianas, con el apoyo de los movimientos sociales del continente, debemos mantener la unidad para sentar al gobierno y exigirle que los recursos e instituciones del Estado sirvan a los pueblos, no a las trasnacionales y a los acumuladores de tierra. Ese es el único “Acuerdo Nacional” que garantizará la vida de nuestros pueblos.

#CristianFerreyraPresente – Audiencia campesina con sabor a poco

por Darío Aranda


Campesinos de todo el país llegaron ayer al Congreso Nacional para presentar un proyecto de ley para el sector. Sólo hubo tres diputados presentes y duró 34 minutos. Descontento de los campesinos y críticas para el Poder Legislativo y la Presidenta.

Organizaciones campesinas de todo el país viajaron hasta Buenos Aires para presentar diez puntos de política agropecuaria para el sector, contenidos en un proyecto de ley. Sobresale el pedido de creación de un instituto para la agricultura familiar y la necesidad de frenar los desalojos. El lugar de presentación fue el edificio anexo de Congreso Nacional, en una audiencia con legisladores, pero sólo concurrieron tres diputados (uno se fue antes de que termine la audiencia) y la jornada duró sólo 34 minutos. “Salí ayer a las 2 de la tarde de Santiago. Llegué esta mañana, ni siquiera comimos, y nos dan palmadita en la espalda y no dicen que sigamos así. Es decepcionante”, sinceró Ignacio Avellanal, campesino santiagueño de Añatuya e integrante de la Asamblea Campesina Indígena del Norte Argentino (Acina).
“Vamos por lo que falta”, fue el título de la convocatoria lanzada por el Movimiento Nacional Campesino Indígena Vía Campesina (MNCI), el Frente Nacional Campesino (FNC), la Asamblea Campesina Indígena del Norte Argentino (Acina), la Coordinadora de Organizaciones Campesinas Indígenas y Trabajadores rurales de Argentina (Cocitra) y el nuevo Frente Agrario del Movimiento Evita. El documento señala la necesidad de transformar el sistema agropecuario actual “concentrado y extranjerizado”, y fortalecer un modelo basado en la soberanía alimentaria y la agricultura familiar. Diez puntos, en lo que sobresale la creación de un «Instituto de la Agricultura Familiar» y el freno a los desalojos rurales.
La gacetilla de invitación finalizaba: “Vamos por lo que falta para consolidar el modelo nacional y popular y que fortalezca nuestra soberanía alimentaría”.
Audiencia
La cita era a las 14 en el Anexo del Congreso Nacional. Desde 20 minutos antes, decenas de campesinos y dirigentes rurales estaban ya sobre la puerta que da a la calle Rivadavia. A las 14.10 ya estaban todos en la amplia Sala I. Había muchos referentes de las organizaciones del campo. Pero faltaban los diputados, que llegaron recién a las 15. De inmediato comenzó la audiencia.
“Este proyecto nace del diálogo de las organizaciones y cuenta con el apoyo del compañero (Emilio) Pérsico (subsecretario de Agricultura Familiar, y dirigente del Movimiento Evita), que le ha dado otra dinámica a la Subsecretaría”, recordó José Luis Castillo, de la Acina, y remarcó la necesidad de un instituto de la agricultura familiar: “No es nada alocado. Así como está el INTA, debemos tener uno específico de la agricultura familiar, como tienen los otros países de la región”.
Benigno López, formoseño del Frente Nacional Campesino (FNC), precisó que el sector “no cuenta con presupuesto adecuado”, y precisó que “es abultado el presupuesto del Ministerio de Agricultura, pero muy poco llega a la agricultura familiar”. López definió la situación campesina como “delicada” y recordó que “se perdió ganadería, sembrado y ni agua tenemos en muchos parajes”. 
“Aquellos que apoyamos el proyecto nacional y popular, creemos que es necesario profundizarlo y democratizar el campo, democratizar la producción y comercialización. Podemos bajar el precio de los alimentos”, destacó el dirigente formoseño. Señaló que la creación de la Subsecretaría fue “un paso”, pero sostuvo que “hay que dar otros pasos”. Por ejemplo, reclamó “dejar de seguir financiando a los grandes” actores del modelo agropecuario.
Raúl Galván, chaqueño de la Cocitra, pidió “políticas públicas que aporten a nuestro sector para avanzar en el proyecto nacional y popular”. Pero aclaró que “no se puede avanzar si el 90 por ciento de las mejores tierras están en manos del agronegocio, en función del mercado mundial y del capital, y no en función del pueblo”.
“Es contradictorio para que pueda avanzar un proyecto nacional y popular si lo que avanza es el agronegocios, que destruye el ambiente, de Tierra del Fuego hasta la Quiaca. Hay que decir que no se la ha puesto un freno al agronegocios, al contrario, sigue avanzando”, denunció Galván. Y aclaró que no sólo se debe discutir por fondos, sino también la posesión de la tierra, los medios de producción, el agua y la autonomía de las organizaciones. 
“Me tengo que ir”
Estaba pautado que hablen las organizaciones, y luego los legisladores presentes. Iban diecisiete minutos de audiencia, y el diputado del Frente Transversal Edgardo Depetri adelantó su alocución. “Tengo que ir a Malvinas Argentinas (Gran Buenos Aires) porque estamos en campaña, hay una ofensiva neoliberal y tenemos que frenarla. Hay que parar esta avanzada votando a los candidatos del Frente para la Victoria en Buenos Aires… y en otras provincias”.
El discurso de campaña era muy desubicado frente a campesinos que habían hecho entre 800 y 1500 kilómetros para hablar del modelo agropecuario y las necesidades del campo profundo.
Depetri mencionó casi al pasar la necesidad de “empoderar” a las organizaciones territoriales y la necesidad de la soberanía alimentaria. 
“No me gusta… pero tengo que irme”, dijo. Y mientras sonaban los aplausos de rigor: se fue. 
Evita
Osvaldo Lovey es dirigente del Frente Agrario del Movimiento Evita y subsecretario de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de Chaco. “Hemos conquistado la Subsecretaria (de Agricultura Familiar de Nación). No es suficiente porque el Ministerio tiene otra concepción y otras prioridades. No se puede acceder a fondos”, sinceró y reclamó que se le asigne un rol estratégico a la agricultura familiar.
Lovey, con un activa militancia en las ligas agrarias en la década del 70, fue el primero en explicitar una carencia. “Hay muy pocos diputados aquí. Es necesario que estén más diputados y necesitamos también el apoyo del Poder Ejecutivo para la agricultura familiar”.
Emilio Pérsico, del Movimiento Evita y titular de la Subsecretaria de Agricultura Familiar de Nación, seguía atento el discurso desde el otro extremo de la sala.
MNCI
Deolinda Carrizo, santiagueña, campesina del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-Vía Campesina) y del MNCI fue la última oradora de las organizaciones. Marcó la necesidad del instituto de la agricultura familiar, y aclaró que será una “herramienta”. Y reclamó que se visualice a los campesinos como sujetos productivos y económicos fundamentales en la producción de alimentos.
“La Deo”, como se la conoce en los ámbitos campesinos, resaltó como puntales de la lucha rural a las mujeres y a los jóvenes, se pidió políticas activas para ellos, y remarcó la necesidad de que el Congreso apruebe la ley de freno a los desalojos. La iniciativa fuepresentada hace dos años por las mismas organizaciones y es llamada «Cristian Ferreyra», en homenaje al joven campesino asesinado en Santiago del Estero. 
“Es muy importante frenar a los agroempresarios y a las transnacionales. Muchos siguen impunes desalojando”, recordó Carrizo. Mostró un manojo de hojas, explicó que era el borrador de proyecto de ley y explicitó un sentir: “Hacemos entrega del proyecto a los diputados… deberían estar aquí más diputados”. 
Legisladores
Adela Segarra, diputada del Movimiento Evita, señaló la importancia de la agricultura familiar y su vinculación con la economía popular. “Pese a la década ganada, ciertos sectores del Estado siguen siendo funcionales a los sectores neoliberales”, afirmó y advirtió que la ley propuesta es “necesaria pero no sirve si no tiene amplio apoyo y participación”.
Leonardo Grosso, también diputado del Movimiento Evita, fue también muy breve. Dijo que la audiencia y la propuesta de ley era “una invitación a la lucha” y aseguró que el Congreso estaba abierto para dar esa pelea. Reconoció la necesidad de “convencer a otros diputados”.
Sabor a poco
La audiencia duró sólo 34 minutos. Medio centenar de campesinos y dirigentes rurales estaban sentados frente a micrófonos. Había referentes de Salta, Catamarca, Formosa, Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza y Chaco, entre otras provincias. El comunicado contenía palabras con guiños al oficialismo, pero sólo concurrieron tres diputados. Y dos de ellos del Movimiento Evita, el mismo espacio que ocupa la Subsecretaría de Agricultura Familiar. 
La experiencia reciente no es una buena señal. Las organizaciones campesinas presentaron en abril de 2011 el primer borrador de ley para frenar los desalojos campesinos. Recién luego del asesinato de Cristian Ferreyra, noviembre de 2011, fue ingresada formalmente por los diputados oficialistas (entre ellos, Edgardo Depetri). Y hubo un acto conjunto con el Movimiento Evita y La Cámpora.
En octubre de 2012 asesinaron a Miguel Galván, también campesino del Mocase-VC. Hubo otra vez un acto frente al Congreso, con legisladores oficialistas, para volver a presentar el proyecto de ley.
El kirchnerismo tiene mayoría en ambas cámaras. Pero la ley ni siquiera fue ingresada a recinto y perdió estado parlamentario. Traducido al criollo: el proyecto no fue ni tratado.
Balance campesino

Raúl Galván (Cocitra):

-“No hay señales del Gobierno Nacional para avanzar en políticas de redistribución de tierras. Si no podemos lograr una ley contra los desalojos, mucho menos avanzar sobre territorios concentrados por las grandes transnancionales”
-“La ley contra extranjerización no sólo que no resolvió un problema, sino que le garantizó más territorios a las transnacioanales. En lugar de avanzar hemos retrocedido”.
-“No hacemos apoyo bobo al Gobierno, hacemos apoyo crítico. Hay que avanzar en un proceso anticapitalista como se da en otros países de América Latina”.
-“No podemos hablar de soberanía alimentaria si no somos capaces de políticas públicas reales, si no podemos recuperar territorios la soberanía alimentaria será sólo una consigna”
-“El freno a los desalojos no sale porque no hay voluntad política, no sólo de diputados sino también del Poder Ejecutivo. Si tenés mayoría en ambas cámaras, si tenés una década ganada, hay que avanzar y no se avanzó”.
Ignacio Avellanal (Acina)

-“Hace dos años que no se bajan recursos para la agricultura familiar. Si no recibimos en estos dos años que pasaron, menos vamos a recibir en los dos años que quedan”.
-“Uno de los diputados dijo que hace falta el voto de la gente para ir por lo que falta. Pero acá tenía que haber más diputados. Si querés seguir teniendo el gobierno popular, porque supuestamente este es un gobierno popular, debiera haber más diputados acá”.
-“Yo salí a las 2 de la tarde de ayer de mi casa. Ni comimos. Y él (por el diputado Edgardo Depetri) vino diez minutos y se fue. Es como que no le interesa”.
-“Tienen mayoría en el Congreso y no votaron la ley de desalojos. Hace rato que tendría que haber salido”.
José Luis Castillo (Acina)

-“Dentro de la Subsecretaría hay compañeros que ponen el hombro”.
-“Nos nos puede pasar lo mismo que con la Ley Cristian Ferreyra. Hay que ser cuidadosos. Muchos compañeros hicieron más de mil kilómetros. Y acá solo tres diputados de los 240 que son. Hay que ser muy inocente para irse alegres con esto”.
-“Estamos mal. Hay que barajar y dar de nuevo. De esta forma estamos lejos de plasmar nuestros pedidos”.
-“Los diputados con más peso político no están con la agricultura familiar y el Poder Ejecutivo tampoco, sino no se entiende que en el Ministerio de Agricultura nos peleamos por migajas”.
-“Hay que pensar otras acciones. Es un gran esfuerzo venir hasta acá y que nos sigan entreteniendo”.
-“Hay que movilizarse en los territorios”.
Deo Carrizo

-“Evaluamos como positivo la diversidad de organizaciones juntas. Vamos avanzando y fortaleciendo el sector”.
-“Que haya tres diputados te marca que los diputados están en otra cosa”
-“La ley Cristian Ferreyra perdió estado parlamentario. Ahí está el desconocimiento de los que legislan a nivel nacional sobre lo pasa en el campo profundo. No se hacen eco de nuestros reclamos”.
-“El Poder Ejecutivo avanzó con la Ley de Extranjerización, y es como que se se ha distraído con eso. Y no ha dado importancia al freno a los desalojos campesinos, muchas familias están con riesgo de ser desalojadas de sus lugares de vida”.

Ver también:



Votán Zapata, palabra y acción caminando rumbo al corazón de nuestros territorios: una historia en la escuelita zapatista

Por Rene Olvera Salinas


Desde la hora primera de esta larga noche en que morimos, dicen nuestros más lejanos abuelos, hubo quien recogió nuestro dolor y nuestro olvido. Hubo un hombre que, caminando su palabra desde lejos, a nuestra montaña llegó y habló con la lengua de los hombres y mujeres verdaderos. Era y no era de estas tierras su paso, en la boca de los muertos nuestros, en la voz de los sabedores ancianos, caminó su palabra de él hasta el corazón nuestro. Hubo y hay, hermanos, quien siendo y no siendo semilla de estos suelos a la montaña llegó, muriendo, para vivir de nuevo, hermanos, vivió muriendo el corazón de este paso propio y ajeno cuando casa hizo en la montaña de nocturno techo. Fue y es su nombre en las nombradas cosas. Se detiene y camina en nuestro dolor su palabra tierna. Es y no es en estas tierras: Votán Zapata, guardián y corazón del pueblo.
CCRI-CGEZLN, Montañas del sureste mexicano, 1994.

Hace casi treinta años, las rebeldías de otros calendarios y geografías: el Votán Zapata, el guardián y corazón del pueblo, tomó el rostro de mujeres y hombres indígenas, ordinarios e inconformes del sureste mexicano, quienes resistiendo y aprendiendo a organizarse en contra de ser explotados, despojados, despreciados, reprimidos, fueron y van, al paso, su paso, construyendo formas otras de gobernarse, formas otras de producir su alimento, formas otras de sanarse, educarse, informarse, procurarse justicia, en suma: formas otras de vivir dignamente.
Ese Votán, germinó mujeres y hombres verdaderos, hoy día, con un cargo muy especial: ser maestr@s en la Escuelita Zapatista, cuya primera lección ha sido recoger nuestro dolor y olvido, el de casi dos millares de estudiantes de todo el mundo, y transformarlo en semilla de resistencia que regresará al lugar de donde salimos, procurando germinar, a pesar de que para much@s de l@s estudiantes no sea aún claro el dolor y el olvido que nos aprisiona. 


***
Roberto -he cambiado los nombres reales de los protagonistas en esta historia- estaba nervioso, sus ojos bordeando el pasamontañas mostraban el temor común al otro, a la otra, que no se conoce. Hacía apenas un par de horas que las cumbias habían dejado de sonar y él se encontraba ya formado frente al templete del patio central del Caracol de la Garrucha, en territorio zapatista. Roberto estaba ahí, esperando a su estudiante, con quien pasaría cada hora y minuto durante los próximos cinco días, compartiendo un pedacito de su vida en resistencia, y no sólo, también la de sus  padres, hermano, cuñada, esposa, tres hij@s y un@ sobrinit@ en camino. ¡Cómo no iba a estar nervioso! No obstante, la convicción de que la lucha no se ha ganado aún mientras la libertad no sea para tod@s en el mundo, convertía ese nerviosismo en alegría, alegría de tener con quienes compartir la responsabilidad de construir otro mundo.
A un lado de Roberto estaba yo, adherente citadino a la Sexta (¡Vaya peso después de esta experiencia!), profesor explotado de la Universidad Autónoma de Querétaro, estudiante de doctorado en la capital. Estaba con los nervios de un estudiante en su primer día de clases frente al maestro, más aún, frente a su Votán, guardián y corazón del pueblo. Quería preguntarle tantas cosas pero un hola bastó para romper el hielo y comenzar a conocernos. Durante las primeras horas, las preguntas eran las de rigor y las respuestas casi telegráficas, pero Roberto se había ya agregado a la lista de maestr@s que ha modificado mi manera de ser y estar en este mundo. 
Asistimos juntos a la primera clase colectiva donde estaban tod@s l@s estudiant@s y sus Votan@s. L@s maestr@s regionales nos explicaron que estábamos ahí para aprender cómo es que l@s zapatistas construyen en la práctica y de manera colectiva su gobierno propio y cómo lo sostienen, así como el proceso largo y difícil que fue llegar a ello, donde la educación, la salud, la tierra, la justicia, la democracia, la paz, la información, no son una mercancía –como donde nosotros vivimos- sino que sirven para construir una vida digna. 
Dos cosas importantes llamaron mi atención de esa primera clase colectiva: 1) El énfasis en que no es que hayan ganado ya la revolución y puedan sentarse a descansar, sino que es un proceso de siempre, de todos los días y en todas las actividades, cotidianas y no cotidianas y que así será siempre. 2) La invitación reiterada a organizarnos en nuestros propios lugares donde vivimos, para poder luchar junt@s, ya que de otra manera no es posible hacer frente a la guerra que estamos muriendo. Entre el cabeceó, a veces incontrolable del cansancio y el calor, las preguntas surgían al por mayor ¿cómo era posible que habiendo consolidado un gobierno propio y los trabajos colectivos que lo sostienen, nos cuenten a cientos de personas del planeta los detalles más mínimos de cómo lo hacen, poniendo así en riesgo todo lo que han construido, incluso sus vidas? La respuesta: la guerra es mundial y mundial debe ser la resistencia.
Me lleve a la comida estas preguntas latiendo, mientras Roberto se llevaba el pozol y las tostadas. Me invitó, acepté, se sorprendió, y reía mientras yo disolvía la masa de maíz en agua con los dedos y bebía, fueron las primeras sonrisas que intercambiábamos. Después, la redila nos llevaba a una parte más profunda de su corazón, a Dolores Hidalgo –su comunidad- y a su casa, con su familia.
Roberto me enseñó que la comunidad de Dolores Hidalgo es grande, de unas ochenta familias, todas zapatistas. Se llama así por los dolores que trae consigo la lucha, los sufrimientos, lo que cuesta, e Hidalgo por el cura que luchó en la Independencia. Dolores, junto con otras comunidades cercanas forman el Municipio de San Manuel, quien fuera uno de los fundadores de las FLN -organización madre del EZLN- pero ascendido a santo por el propio pueblo. La comunidad y el municipio nombran a sus muertos y sus sufrimientos contra el olvido.
Llegamos a Dolores cuando ya era de noche. Mujeres, hombres, niños, jóvenes, ancianos, nos recibieron con aplausos y ¡Vivas a l@s estudiant@s de la Escuelita Zapatista!, nos abrían el corazón de lo que más quieren y por lo que viven y mueren: su territorio. Roberto me jaló hacía una orilla del campo y me dejó encargado con su padre y su familia, mientras él resolvía las cuestiones organizativas de reparto de l@s estudiant@s a cada una de las familias invitadas. Una compañera estudiante iba con nosotrxs también, Silvana era su nombre. Entre luces de vela –allá no hay electricidad- nos acomodaron los que serían nuestros lugares de descanso y reflexión, de sueños, de aprendizajes compartidos. Allá los salones de clase se difuminaban como neblina por todos los rincones del solar y se llamaban de mil maneras. El sueño llegó. No había descansado tan bien desde muchos días atrás como esa noche.

***
Imposible sería reconstruir cada paso desde el amanecer del siguiente día, y en caso de serlo, igualmente habría palabras, gestos, sonrisas, complicidades, historias que se quedarían sólo en el corazón. Intentaré pues sólo contar algunas historias dispersas, pensando siempre desde el para qué de la Escuelita Zapatista: regar semillas por el mundo esperando la flor de la resistencia…
Mis maestr@s!
Apenas comencé a conocer a la familia que me recibía en Dolores Hidalgo me di cuenta que no tenía uno sino nueve maestr@s que se encargarían de enseñarme las primeras letras en el resistir por la vida, a l@s cuales se agregaban tres más que también eran visita: Silvana, su Votán Ruth y el hijo de ella de diez años de edad.
Los padres de Roberto rondan los cincuenta años, quizá más, siempre he tenido dificultades para calcular edades. Don Manuel trabaja el campo y tiene el cargo de principal en la Iglesia católica de la comunidad, entró en la organización en 1987, pocos años después de su fundación. Doña María Luisa, su esposa, trabaja el campo y la casa. Soledad, la esposa de Roberto, ronda los veintitantos igual que él, y sus tres hij@s tienen tres, seis y diez años cada uno, los dos últimos asisten a una escuela autónoma. Salvador es el hermano de Roberto, siempre sonríe, apenas tiene diecisiete años y espera ya un@ hij@ con Murcia quien es su esposa y tiene casi la misma edad. Todos colaboran en los trabajos familiares y excepto l@s niñ@s en los trabajos colectivos de la comunidad, en donde viven desde que se fundó en 1997 en tierra recuperada a los finqueros mediante el levantamiento armado de 1994.
Los trabajos de hombres y  mujeres están perfectamente delimitados. Desde el amanecer, las historias de ambos se trazan de manera distinta, aunque con bastantes puntos de encuentro y compartición de lo ocurrido durante el día. Uno de estos puntos es el fogón de la cocina, ahí se atiza la memoria y la palabra –aunque no siempre sabiendo muy bien el tema por mi incapacidad de entender tzeltal-. Durante las tardes, terminados los trabajos familiares y/o colectivos, ahí se trabajan entre tod@s algunas tareas pequeñas como el desgrane de maíz, pelar limones, desvainar frijol, etcétera, mientras se conversa sobre diferentes temas. Durante nuestro paso también era el espacio donde entre tod@s respondían a muchas de las preguntas después de dedicarle un par de horas a la lectura de los libros de texto.
Mientras transcurrían los días me daba cuenta que la calidad de vida en ese hogar superaba con mucho a la que tengo en la ciudad: alimentación sin agroquímicos vs. alimentación tóxica; techo propio de amplios jardines vs. departamento rentado de cuarenta metros cuadrados sin ninguna vegetación; medios de producción colectivos vs. venta de la mano de obra barata como única posibilidad de sobrevivencia; escuelas y clínicas gratuitas y de calidad vs. escuelas y hospitales caros e ineficientes; y muchos etcéteras. ¿Qué era lo que hacía la diferencia? ¿Cómo habían llegado a construir esa forma de vida en solo tres décadas? Mediante la resistencia y la organización, construyendo trabajos colectivos y autogobernándose insisten desde los niños hasta los ancianos zapatistas. Pero ¿qué significaba eso exactamente?
La milpa para comer
Entre sueños escuché mi nombre varias veces, era Roberto que me llamaba para tomar café y partir a la milpa, no sin antes dotarme del equipo necesario: botas, machete y morral con pozol. Con nosotros iba Don Manuel y Salvador.
Se trata de la milpa familiar, caminamos para llegar a ella apenas unos diez o veinte minutos. En este tiempo las plantas de maíz ya están dobladas para secarse y cosecharlas. Cortarlos los elotes, quitar sus hojas y meterlas a un costal era la tarea; al tiempo que hacer un poco de leña. Rápidamente mostré mi inexperiencia cuando para deshojar un elote dedicaba el mismo tiempo que mis maestros deshojaban tres o cuatro. Don Manuel se acercó a mí, tomando su punta me enseñó cómo tenía que hacerlo y me la dio, nos sonreímos sin decir ninguna palabra y continuamos trabajando bajo el sol.
Roberto, recordando su cargo de promotor de educación durante diez años, me explicó que esa milpa era para abastecer la alimentación familiar aunque la siembra es colectiva, se avanza más así, replicó. Terminamos pronto, pero antes de volver a casa recolectamos huitlacoches –hongos del maíz- a sugerencia mía, comentando que de donde venía era una comida muy rica, y a pesar que en Dolores no se acostumbraba comer accedieron a que experimentáramos zamparnos unos tacos llegando a casa.
Esa tarde, la sensación de haber comido lo cosechado por la mañana comenzó a darme la idea concreta de lo que era la autonomía zapatista. Sembrar colectivamente, en tierras recuperadas con las armas y después mantenidas mediante la resistencia pacífica a los malos gobiernos a través de organizarse, dividiéndose las tareas, pero sin reproducir la dominación, eso –sí, hasta hace falta respirar para nombrar todo lo que se necesita-, definitivamente le daba un sabor distinto a las gorditas de frijol tierno, a los tacos de huitlacoche, a los elotes con mayonesa, y a esos sorbos de café que apagaban las llamas del chile bola en mi boca. Sabían pues a rebeldía y dignidad. Y qué ello no sea en una familia sino en ochenta de esta comunidad, en todas las comunidades del Municipio autónomo de San Manuel, en los cuatro municipios del Caracol de La Garrucha, y en los otros cuatro caracoles, o sea, en un chingo de familias, es lo que convierte al zapatismo como uno de los movimientos más importantes de transformación en la historia.
El trabajo colectivo en el potrero para educarse y sanarse 
La comunidad de Dolores Hidalgo para juntar fondos que cubran las necesidades que van teniendo como pueblo, ha echado a andar proyectos de trabajos colectivos de diferentes cosas, comúnmente separados entre los que hacen los hombres y los que hacen las mujeres, por las necesidades distintas que tienen. En el caso de los hombres, uno de estos trabajos es el colectivo de ganado, el cual cuidan entre todos, utilizando los recursos generados entre otras cosas para educarse y sanarse. Así lo han decidido en las asambleas.
Apenas y amanecía cuando estábamos ya todos los hombres de la familia caminando rumbo al potrero colectivo, una amplia extensión de terreno con pasto para que las vacas coman y crezcan sanas. Con afilador en mano, casi un centenar de compañeros preparábamos los machetes para el desmonte, es decir, el corte de la yerba que no come el ganado. No esperamos mucho tiempo cuando ya todos los compañeros estábamos ahí, apenas había faltado uno, que después se pondría al día con el trabajo o sería sancionado conforme al reglamento. 
Ante ello pensé en las enormes dificultades que en la ciudad tenemos para asistir tod@s a un trabajo colectivo, y entonces pregunté a Roberto: ¿Qué pasa si no viene mañana? Vendrá al otro día, respondió. Pero seguí insistiendo ¿Y si no viene ni al otro día, ni nunca? Roberto se rio y me dijo que tenía que hacer el trabajo porque en la organización o trabajas o te vas, y entonces pensé en todo lo que había en juego en caso de ser expulsado: la vida con dignidad que han construido durante años en comunidad. Y miren que eso es bastante, fíjense, el trabajo que haríamos esa mañana corresponde a tres meses de trabajo intenso de una sola familia. El trabajo político esta íntimamente encarnado en la vida de todos los participantes de la organización, y no fragmentado como en la mayoría de nuestros colectivos y organizaciones.
Fue verdaderamente impresionante e interesante la manera de trabajar esa mañana. Don Manuel aperturó los trabajos con una oración con la finalidad de dar gracias y que todo saliera bien. Nos colocamos en una larga, muy larga fila horizontal junto al alambrado del potrero, y caminado de frente, cada integrante iba limpiando su paso, sin que nadie se quedara muy atrás ni se adelantara demasiado. Era una forma bastante buena de equilibrar el trabajo. Al cabo de un par de horas, y entre descansos, ampollas, rasguños de las espinas, el grito de –No cortes eso que es un cedro! (o era un cedro), el encuentro de un conejo asustado, el de una culebra perdida, y el pensar constante de en qué momento me iba a desmayar, llegamos al tan ansiado otro lado del potrero. Eran las nueve de la mañana cuando ya bebíamos pozol, me fumaba un cigarrro, y pensaba en ir a descansar cuando se reiniciaron las actividades, faltaba un tramo similar por desmontar. A medio día el potrero estaba listo para las vacas zapatistas.
Antes de irnos a casa pregunté cómo habían hecho para tener sus primeras vacas. Roberto me respondió que solicitaron a un finquero pequeño, de los que no se fueron con la guerra en 1994, que les diera vacas para cuidar en sus tierras por determinado periodo, de las crías que nacen el trato es que quien cuida se queda con la mitad, “la media” le llaman, una práctica usada desde la Colonia y que ahora era usada para consolidar la resistencia. Al cabo del tiempo, regresaron al finquero sus vacas y quedaron únicamente vacas zapatistas, autónomas. Inmediatamente pensé en los esfuerzos iniciales de muchos colectivos y/o organizaciones en la ciudad por hacernos de nuestros propios medios, de nuestros propios recursos, y también como acá, a veces funciona y a veces no tanto y hay que volver a empezar.
Pero esa mañana también aprendí otra cosa. Mientras cortaba infinidad de especies distintas de plantas y saltaban animales diferentes huyendo por su casa destruida, pensé en la falacia de la intangibilidad de los recursos naturales, que significa que por ley los pueblos no pueden talar un árbol ni para hacer leña en sus territorios porque el mundo se está calentando, y eso es cierto, pero lo aberrante de ello es que son leyes dirigidas solo a los campesinos e indígenas y no a las grandes empresas. Acá, si bien se estaba destruyendo en ese momento esa parte de terreno, y las vacas ahí pastando la destruirían aún más, tiempo después los compañeros la dejarían descansar para que se recuperase y volviera a como estaba en ese momento. Pero no sólo eso, se estaba contribuyendo a la producción de recursos para la comunidad de manera directa y no para unas cuantas familias. Se trata pues de lógicas muy diferentes de relación entre las personas y la naturaleza.
Horas después, estaba en una hamaca quedándome dormido después de haber comido una pequeña pava cocinada en caldo a la que titulamos “levantamuertos”, después de ello a cada chinga que nos parábamos deseábamos un “caldo levantamuertos”. Sin embargo, Roberto me despertó para indicarme que teníamos que ir a estudiar, y apenas tomé los libros, ya estaba Salvador y Don Manuel ahí sentados a mi lado contándome la historia de los primeros años en la organización en tzeltal, mientras Roberto me traducía.
Los festejos y las celebraciones para alimentar la resistencia
De cumbia en cumbia se fue acostumbrando el cuerpo y el corazón durante los días de clases. Entre el “cama-cama-camaléon” y “los cuarenta grados mamí”, l@s compas se platican, se cuentan alegrías y penas, se divierten, ríen, y estrechan relaciones. En el caso de los grupos de música zapatistas se recrea la historia de la lucha por medio de sus letras y se corea alimentando la resistencia, se za-patea al mal gobierno! –como se llama el colectivo en el que estoy en la ciudad. Así pasan las horas sin alcohol y haciendo la fiesta en colectivo: la comisión del maestro de ceremonias, los números que se presentan, la preparación del café, de la comida, de la atención de los baños, y todas las actividades que se tienen que hacer en este tipo de eventos. 
Pero también hay otro tipo de festejos y/ o celebraciones como las grandes comilonas y las misas, donde se alimenta la resistencia de una forma otra. El cuarto día en la comunidad de Dolores, consistió en levantarse muy temprano para ir al potrero. Roberto me bromeó diciendo que íbamos a desmontar pero en realidad íbamos a matar un par de vacas que el colectivo de mujeres y de hombres acordaron donar para alimentar la resistencia de estudiant@s y maestr@s. Las protestas no se hicieron esperar entre l@s vegetarian@s pero ni modo, ya había consensado la comunidad y al cabo no son sus vacas.
Cuando llegamos a la escena del crimen las vacas ya estaban muertas y se procedía a cortar la carne. Primero, la vaca panza arriba y el retiro de la piel, después los cortes precisos para separar carne y entrañas. Roberto agarró una pata para facilitar la operación y como es costumbre nos tocó llevárnosla a la casa, al igual que un pedazo de cuero para hacer un mecapal. Poco a poco los compas se fueron turnando para hacer los cortes y lavar las entrañas, hasta que encima de unas ramas había tantos montoncitos de carne surtida como integrantes del colectivo de ganado había, tanto de hombres como de mujeres, quienes comenzaron a llegar más tarde para la repartición, ya que según se hace en la comunidad no pueden participar en la muerte y corte de las vacas. Ello suscito también múltiples comentarios y críticas de l@s estudiant@s feministas. Lo cierto es que así es y por el momento no está en discusión, como tampoco está en discusión que los más mayores que ya no participan en los trabajos colectivos sigan teniendo los beneficios que les corresponden, en este caso su porción de carne.
No se trata de que el hecho de matar una vaca para un festejo alimente la resistencia por sí solo, sino que en el acto se fortalece la colectividad, se ejerce la democracia en la toma de decisiones, se palpan o se saborean en este caso, los resultados del trabajo colectivo, se produce y reproduce el espíritu de la comunidad igual que en cientos de prácticas cotidianas y no tan cotidianas como ésta.
Después de la repartición tocó ir a cocinarla, aquella vaca quedo reducida a carne frita bañada en jugo de limón y servida en tacos con frijoles refritos, y por la noche en caldo de res con verduras. Nos apuramos a estar comidos y bañados para la siguiente celebración.  L@s compas nos habían preparado una misa para agradecer la estancia en la comunidad y orar por nuestro regreso con bien a nuestros hogares, pero un chikla´kante aterrizó su aguijón en mi espalda y ocasionó que durante toda la ceremonia sintiera escalofrío y comenzara a debilitarme, quizá eso provocó que pensara reflexionara en muchos elementos de la misma.
La misa se realizó en una pequeña capilla de madera y techo de lámina, con un pasillo dividiendo las filas de bancas. Pronto supimos que del lado derecho correspondía sentarse a las mujeres y del izquierdo a los hombres, ello porque a uno de los estudiantes hombres lo invitaron a moverse a su lugar. En la parte trasera de la capilla los músicos entonaban música tzeltal. Don Manuel, uno de los principales, acondicionaba lo necesario para la celebración.
No se trataba de una misa católica como las que conocemos, pareciera que el sacerdote y los principales coordinaban colectivamente la celebración, mientras que el centro no era el altar a la Virgen de los Dolores sino el sahumerio quemando copal entorno al cual estaban parados. La misa fue dada en tzeltal pero Roberto me traducía casi todo. Después de la lectura del pasaje de la Biblia sobre la inmaculada concepción de María, el sacerdote abrió la palabra a l@s asitent@s para que dijeran que significaba para ell@s, como si de una asamblea se tratase. Sólo se pronunciaron hombres. Uno de ellos hizo referencia a la relación de Dios y la lucha, y de cómo fortalecía los trabajos de la resistencia e invitaba a seguir en ella. También habló de que el mal gobierno recurre a propaganda contra la religión católica para dividirlos y entonces disminuir la lucha. En seguida se abrió paso a la comunión a todo el que quisiera, y poco después finalizó la celebración.
Para entonces, vari@s estudiant@s ya habían abandonado el lugar, y algun@s hacían caras de desaprobación, dando paso a comentarios del tipo: “toda la lucha muy bien… pero la religión…” Yo me quedé reflexionando entorno a su papel en la resistencia, en cómo se daba vuelta a su papel colonizador reinterpretándose desde ell@s mism@s, me parecía igualmente colonizador pensar que los instrumentos de colonización entraron sin ninguna oposición a estos pueblos. Pero a esa altura ardía en fiebre y nos fuimos a casa. No quise cenar y preferí ir a descansar. Toda la familia se alarmó y fueron a llamar al promotor de salud, quien me recetó una pastilla para la fiebre. Don Manuel encendió una veladora. No sabía a ciencia cierta qué tan grave era la situación pero decidí que aquella pastilla, la veladora, y el sueño hicieran su trabajo. Al día siguiente partiríamos al Caracol a nuestra última clase, a bailar bajo la lluvia y viajar durante varias horas en la redila rumbo a San Cristóbal de Las Casas.
De lo que no vimos pero que sabemos que existe porque sostiene lo que si vimos: el autogobierno
En los días de estancia en la comunidad no pudimos experimentar directamente todo lo que hacen l@s compañer@s. No pudimos ver las enormes dificultades de lo que significa resistir en un contexto de guerra; de enfrentar pacíficamente el asedio constante de militares y paramilitares; de no hacer caso a la desmoralización constante; de no recibir ningún programa y migajas del gobierno. Tampoco pudimos ver la enorme fuerza organizativa que está detrás de los trabajos colectivos que si vimos y que sostienen la educación, la salud, la producción y el proceso de la autonomía en su conjunto. Pero nuestros libros y l@s compañer@s nos hablaron de ello.
Quizá, lo más importante no fue ir a aprender a deshojar maíz, a desmontar el potrero, a cortar carne, a bailar y escuchar la oración, sino aprender el cómo la manera en que se hace todo ello construye otra manera de relacionarse entre hombres y mujeres y entre ell@s y la naturaleza, otra manera distinta a la de la dominación y el dinero. Y que esa manera de hacer las cosas tiene sus propios principios, tiene sus propios responsables que obedecen lo que la comunidad manda y entre tod@s acuerdan, tiene su propio sistema de gobierno.
En el Otro Gobierno –diametralmente distinto al de arriba- la unidad básica de organización es la comunidad, compuesta por varias familias como las que nos recibieron a casi dos mil estudiant@s. Familias que tienen trabajos propios al tiempo que colaboran en los trabajos colectivos para financiar su educación, su salud, su justicia, y a quienes se comisiona como responsables para hacer reales las demandas por las que se levantaron en armas en 1994. Entre toda la comunidad se elige quién hará los trabajos, quién los coordinará y quién los representará en el siguiente nivel de organización que es el municipal, donde también hay colectivos de trabajo para su mantenimiento. En éste nivel las responsabilidades son mayores pues muchas son las comunidades que hay que controlar, y mayor responsabilidad aún en el nivel más alto que es el regional o la Junta de Buen Gobierno del Caracol, que agrupa varios Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas.
Dicha estructura, con sus funciones propias, es sostenida por el trabajo familiar y colectivo cotidiano y éste a su vez por la estructura del Otro Gobierno, formando ese caracol que no distingue inicio y final, el caracol de la autonomía zapatista en resistencia. Hace treinta años el Votán Zapata, guardián y corazón del pueblo tomó el rostro de miles de indígenas que construyeron en resistencia Otro Gobierno y una serie de trabajos colectivos para sostenerlo. Hoy, treinta años después, Votán Zapata es la palabra y la acción que a través de nuestr@s maestr@s va caminando rumbo al corazón de nuestros territorios, cientos de ciudades y pueblos alrededor del mundo, esperando-haciendo la flor. 
[Palabras de los maestr@s regionales en la última clase del Caracol de La Garrucha, en ellas se hace una promesa: El Votán Zapara caminará rumbo al corazón de nuestros territorios para esperar-haciendola flor]

Y una canción para finalizar
México DF, 8 de septiembre de 2013

Clinämen: El paro nacional agrario y popular en Colombia

Conversamos, junto a Federico Bernal del Colectivo Colombianxs en el Sur, con Emmanuel Rozental desde Colombia y, luego, con  Héctor Mondragón, economista colombiano exiliado en Brasil. Coyuntura histórica del paro. Contexto latinoamericano de la crisis del sector agrícola. Neoextractivismo y multinacionales (con y sin el ALCA).

Un tiempo de revueltas (lectura de Alain Badiou)

Por Amador Fernández-Savater
Primavera árabe, 15-M, Occupy, movimientos en Brasil y Turquía… ¿Qué tipo de revueltas son estas? ¿Tienen algo en común? En su libro «El despertar de la Historia», el filósofo Alain Badiou ensaya una interpretación a un tiempo filosófica, histórica y política de la onda de rebelión que se propaga un poco por todas partes desde 2011.

Primero fue Túnez, Egipto, la “primavera árabe”. Luego, la indignación en España, Grecia, Estados Unidos, Portugal. Más recientemente, los movimientos en Brasil, Turquía o Bulgaria. ¿Qué tipo de revueltas son estas? ¿Cómo resuenan entre sí? ¿Tienen algo en común? ¿Qué lugar ocupan en la larga historia de la política de emancipación? ¿Comparten problemas o desafíos?
El filósofo francés Alain Badiou se atreve con estas preguntas enormes. En su libro El despertar de la Historia, ensaya una interpretación a un tiempo filosófica, histórica y política de la onda de rebelión que se propaga un poco por todas partes desde 2011.
Badiou es, en palabras de uno de sus comentaristas, “un gran sistematizador y un excelente periodizador”. Es verdad. Acostumbrados al presente que construyen los medios de comunicación, un presente confuso y sin memoria donde nada parece relacionado con nada y todo se evapora rápidamente, impresiona mucho la claridad y el alcance histórico de su reflexión. El tipo piensa en siglos y épocas, un timeline muy diferente del habitual.
Creo que su relato histórico puede tener varios efectos positivos entre quienes nos sentimos concernidos por el porvenir de todo lo que se abrió con la ocupación de las plazas en mayo de 2011. En primer lugar, mitiga la sensación de urgencia y ansiedad que nos mueve a exigirle a los procesos resultados inmediatos, recordándonos el tiempo largo de las transformaciones reales y su carácter no lineal, sino más bien con mareas altas y bajas. En segundo lugar, atempera el afán de novedades que nos hace saltar constantemente de una cosa a otra y vuelve imposibles los diálogos entre pasado y presente, insistiendo en que lo nuevo es sobre todo una manera inédita de mirar problemas muy, muy antiguos (qué queremos, cómo nos organizamos, etc.).
Por último, puede tal vez ayudarnos a elaborar una noción menos angustiada y angustiosa de responsabilidad hacia lo que sucede, porque muestra cómo la transformación social está y a la vez no está en nuestra mano, depende y a la vez no depende de nuestra voluntad (y nuestro voluntarismo). Es decir, no es un “producto” que se diseña y se ejecuta según un plan maestro, aunque tampoco es un “milagro” que debamos simplemente esperar. Depende de acontecimientos: rupturas en el orden de cosas, imprevisibles y sin autor, que proponen nuevas posibilidades de acción y existencia. Pero sobre todo depende de lo que sepamos hacer con ellos: la política consiste en dar sentido y duración a estos acontecimientos, en cuidar y prolongar algo que no hemos decidido o decretado nosotros, algo que siempre es una sorpresa. Es lo que Badiou llama «fidelidad». 
En el texto que puedes leer a continuación, presento de manera resumida (espero que no demasiado inexacta) las tesis del filósofo, usando para ello muchas veces sus propias palabras, salpicando la exposición de algún comentario al hilo y apuntando al final alguna duda.
Revuelta inmediata y revuelta histórica
Nuestro tiempo está marcado por las revueltas, ¿pero de qué tipo son? Badiou propone una distinción aclaratoria entre “revuelta inmediata” y “revuelta histórica”. La revuelta inmediata es muy breve (una semana a lo sumo), está circunscrita espacialmente a los lugares donde viven los manifestantes, se extiende por imitación entre lugares y sujetos idénticos, ella misma es internamente muy homogénea y por lo general carece de palabras, declaraciones u objetivos. Badiou está pensando por ejemplo en la revuelta de las periferias francesas de 2005 o en los episodios de pillaje en Londres durante el verano de 2011 (ambos casos provocados por muertes vinculadas a actuaciones policiales más que dudosas). La revuelta inmediata es más nihilista que política. Se consume en el rechazo y en la ausencia de perspectivas. Es incapaz de abrir un porvenir.
Por su lado, la revuelta histórica se desarrolla en un tiempo más largo (semanas, incluso meses), se localiza en un espacio central y significativo de las ciudades, se extiende incluyendo a distintos sujetos, su composición interna no es homogénea sino un mosaico de la población (un poco de todo) y en ella la palabra circula, hay objetivos y demandas (aunque no programas). Badiou está pensando sobre todo en la primavera árabe, pero también incluye aquí al 15-M, Occupy, etc. La revuelta histórica es capaz de unir lo que normalmente está dividido (personas con distintos intereses, identidades, ideologías). Hace presente lo que estaba ausente (o “dormido”, según la metáfora de Sol). No se agota en sí misma, sino que desencadena nuevos procesos.
Las revueltas históricas reabren el juego de la Historia. Por un lado, sacuden la visión establecida del mundo. En nuestro caso, el relato del “fin de la Historia” (la idea de que el matrimonio feliz entre capitalismo y democracia representativa constituye la única forma de organización social viable) y la reducción de la vida a vida privada y búsqueda del propio interés. Por otro, activan la capacidad colectiva de transformación de la realidad. Es decir, descongelan la historia poniendo en marcha otra secuencia de la política de emancipación. En el caso de las revueltas actuales, sería la tercera.
Las tres secuencias de la política de emancipación
La historia de la política de emancipación está organizada en secuencias o fases. Las secuencias se abren por acontecimientos (que generan nuevas posibilidades para la acción colectiva) y se cierran por problemas (puntos de detención y finalmente de parálisis de las prácticas políticas). Entre secuencia y secuencia existen “periodos de intervalo” en los que, como dice la frase célebre, “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.
Entre 1789 (año de la Revolución Francesa) y 1871 (la Comuna de París) se desarrolla la primera secuencia en torno a la idea-fuerza de la revolución entendida como derrocamiento insurreccional del orden establecido. Es la secuencia de formación del movimiento obrero, de las discusiones entre Marx, Bakunin, Proudhon y Blanqui, del socialismo utópico, de las minorías conspiradoras y las barricadas. El problema que agota finalmente esta secuencia es que las insurrecciones, sin concepto fuerte ni organización duradera, son reprimidas y masacradas una y otra vez. La secuencia se sella definitivamente con la sangre de los comuneros en el París revolucionario de 1871.
La segunda secuencia, entre 1917 y 1976, se organiza en torno a la idea de la revolución como conquista (fundamentalmente militar) del poder. El “cerebro” de esta secuencia es, naturalmente, Lenin. Su balance de la primera secuencia es el siguiente: la cuestión principal que deja pendiente es la de la victoria, cómo ganar y cómo hacer que la victoria dure. (Se dice que Lenin, no especialmente dado a las exteriorizaciones físicas de alegría, llegó a bailar en la nieve cuando la Revolución Rusa superó los setenta y dos días que duró la Comuna de París). Y la respuesta es el Partido: una capacidad centralizada y disciplinada, dirigida a tomar el poder y construir un Estado nuevo. A la lógica insurreccional le sucede por tanto una lógica de toma del poder. (A un español le vendrá a la cabeza probablemente como objeción la experiencia anarquista, pero Badiou parece considerar el anarquismo como un “pariente pobre” del marxismo-leninismo que nunca ha organizado realmente una sociedad más allá de algún episodio puntual y excepcional).
La segunda secuencia es la del comunismo estatal, la ciencia de la conquista del Estado, Lenin, Trotsky, Mao… pero también la del terror como herramienta de gobierno. El problema que agota esta secuencia es la identificación absoluta entre política y poder. La relación entre las tres instancias de la política (acción colectiva, organizaciones y Estado) se articula bajo la forma de la representación sin fisuras (“las masas tienen partidos y los partidos tienen jefes”, dirá Lenin). Y el Estado revolucionario se convierte finalmente en un aparato autoritario y separado de la gente que se relaciona con todo lo que no es él mediante una lógica de guerra: el otro como enemigo que se trata de neutralizar por todos los medios al alcance. La revuelta antiautoritaria de Mayo del 68, con su rechazo de la representación, de la división entre los que saben (y mandan) y los que no (y obedecen), de la política como un asunto exclusivo de partidos y especialistas, marcará el final de esta secuencia.
Intervalos
Como decíamos antes, entre secuencias existen “periodos de intervalo” donde lo viejo está agotado (aunque pesa como inercia) pero no sabemos aún qué es lo nuevo. No hay figuras compartidas y practicables de la emancipación: dispositivos replicables, imágenes comunes del porvenir, “linguas francas”. En los periodos de intervalo, como se puede suponer, el estado de cosas aparece como inevitable y necesario, incuestionable. La hegemonía de las ideas dominantes es muy vigorosa: “las cosas son así”, “siempre habrá ricos y pobres”. Y la rebelión se expresa a menudo teñida de nihilismo y desesperación (“no hay nada qué hacer, pero aún así…”). El periodo entre 1871 y 1917 fue un intervalo. Desde 1976 vivimos en otro. La secuencia organizada en torno a la idea-fuerza de la toma del poder se cierra (sin que prospere la renovación apuntada durante algunos años por Mayo del 68) y se impone la lectura conservadora de que toda revolución está abocada a la masacre y es mejor asumir por tanto el “mal menor” de la democracia representativa.
Pero algunas experiencias colectivas (como el propio Mayo del 68, el movimiento polaco Solidaridad, el zapatismo o la primavera árabe) empiezan a dibujar una hipótesis bien distinta: no es la idea de transformación del mundo la que ha quedado definitivamente impugnada en las checas y los gulags, sino la respuesta del Partido y la toma del poder. Estos acontecimientos pueden ser leídos por tanto como señales de que se está abriendo paso, lenta y fragmentariamente, una nueva secuencia donde el desafío es inventar una política a distancia del Estado. Esa es la revolución mental y cultural que proponen estos movimientos: concebir la política como creación (de posibilidades) y no como representación (de sujetos o demandas). Una política que exista por ella misma y no subordinada al poder y su conquista.
¿Significa esto que la política por venir debe desentenderse de los problemas del poder y el Estado (como en algunas tentativas de construir una sociedad paralela o en los márgenes de la oficial)? La respuesta es negativa. La política no debe confundirse con el poder, pero tampoco desentenderse de él, sino inventar modos de imponerle cuestiones sin colocarse en su lugar. Obligar al Estado sin ser Estado. Afectar y alterar el poder sin ocuparlo (ni desearlo). El desafío es pensar la articulación entre los tres términos de la política (recordemos: acción colectiva, organizaciones y Estado), no bajo la forma de la representación, sino más bien según un arte de las distancias (es decir, de conflictos y conversaciones entre instancias que no se confunden ni se “traducen” simplemente unas a otras).
Por todo ello, Badiou es muy crítico en general con la izquierda (también la alternativa) que sigue pensando con el cerebro de la secuencia anterior: “traducir” al plano institucional las demandas sociales, cuando los movimientos no se reducen a pedir cosas, sino que son también instancias creadoras de nueva realidad (nuevos valores, nuevas relaciones sociales, nueva humanidad); poner en el centro de toda actividad las elecciones, cuando el procedimiento electoral convierte en número, inercia y separación lo que en la calle se expresa como voluntad colectiva y transformadora (con las enormes decepciones consiguientes: después de Mayo del 68, De Gaulle; después de Plaza Tahrir, los Hermanos Musulmanes); proponer formas delegativas de la política que nos prometen cambiar el mundo sin tener que cambiar un ápice nosotros, etc.
Las formas de pensar de la secuencia anterior (representación, delegación, etc.) mantendrán su relativa vitalidad mientras no se inventen las figuras conceptuales y organizativas de la tercera secuencia. El problema es que aún estamos en un periodo de intervalo: las revueltas no son revoluciones. No saben qué poner en lugar de lo que derriban, ni qué nueva relación instituir entre los tres términos de la política. En eso consiste la “indecisión” (con trágicas consecuencias) de los manifestantes de Plaza Tahrir: “tiramos gobiernos, ¿y luego qué?” La misma idea de revolución está en crisis. Antes cada grupo o tribu política tenía la suya, pero la referencia era compartida. Ahora ya nadie sabe muy bien qué significa y usamos la palabra en forma lúdica (como la spanish revolution, un guiño al famoso gag de los Monthy Python).
Falta la Idea (escrito por Badiou así, en mayúsculas), es decir, una nueva visión de la vida en común, lo suficientemente clara como para presentarse como alternativa a esta sociedad (la idea comunista jugó ese papel en el pasado). Y una nueva articulación entre los tres términos de la política.
Pero podemos ser optimistas. Las revueltas abren de nuevo lo posible. Eso explica que el texto más entusiasta de la historia de la política de emancipación (El Manifiesto Comunista) se escribiese después de la derrota del levantamiento de 1848. Esa insurrección había abierto una brecha importantísima en la restauración del orden de 1815 tras los desórdenes revolucionarios de 1789. Hay fracasos y fracasos. Hay derrotas muy fecundas.
En un periodo de intervalo el mayor enemigo somos nosotros mismos: nuestra impaciencia, nuestra inconstancia, nuestro miedo a lo desconocido. Se requiere mucho coraje y tenacidad para no recaer las viejas respuestas ni tampoco desalentarse. ¿Cómo orientarnos sin recurrir a las viejas brújulas? No hay recetas ni atajos. La clave está sobre todo en la capacidad de invención de las prácticas reales, que no nos ofrece soluciones (que aplaquen nuestra angustia), pero sí las posibilidades para encontrar esas soluciones.
Por una promiscuidad teórica
Hasta aquí Badiou (o al menos mi resumen). Me gustaría señalar ahora para terminar un riesgo que me parece inherente a los grandes relatos (incluso si están tan bien construidos y hablan tan directamente a nuestro presente como el suyo). Lo haré a partir de los comentarios críticos de Badiou sobre el 15-M que se pueden encontrar en El despertar de la Historia y desperdigados porotras intervenciones posteriores.
A Badiou el 15-M le parece interesante (la toma de las plazas, el “no nos representan”, la creatividad, etc.), pero lo considera finalmente una “imitación débil de la primavera árabe”. Le critica sobre todo tres cosas: 1) no tiene ninguna idea precisa de victoria (como sí tenía la primavera árabe: “fuera Mubarak”, “fuera Ben Alí”), lo cual hace muy incierto su futuro; 2) es esencialmente un movimiento juvenil que no consigue involucrar a las clases populares, lo que explica que la derecha ganase holgadamente las elecciones posteriores; y 3) reclama “democracia real ya”, cuando la democracia es la pantalla de legitimación del poder financiero y por tanto reivindicarla no puede llevarnos muy lejos.
Ninguna de las críticas me convence plenamente. Ciertamente, el 15-M de las plazas no tenía una idea clara y compartida de lo que es una victoria, pero ¿no fue también eso lo que permitió el encuentro entre tanta gente distinta y desconocida entre sí? La energía generada en ese encuentro se ha ido organizando luego en direcciones y hacia objetivos concretos (PAH, mareas) y se mantiene viva, de forma latente y manifiesta. Es verdad que los egipcios y los tunecinos tenían un objetivo claro y eso catalizó las voluntades en un solo sentido, pero ¿y después? Una vez caídos Mubarak y Ben Alí, ¿no están los egipcios y los tunecinos tan perdidos/en búsqueda como nosotros?
Aceptemos que el 15-M de las plazas era fundamentalmente juvenil (aunque pocos espacios más plurales pueden encontrarse en la historia política española reciente). Pero ¿y luego? ¿No se diversificó enormemente el 15-M cuando aterrizó en los barrios o hizo alianza con la PAH? Muchos inmigrantes completamente ajenos a lo que sucedía en las plazas entraron en contacto con el 15-M por ahí. Un acontecimiento no es sólo el evento que lo inaugura, sino el proceso que abre. El rasgo incluyente del 15-M apareció ya en las plazas pero siguió produciendo efectos de apertura después. Y si es el déficit de heterogeneidad lo que explica que el PP ganase las elecciones, ¿no podríamos decir lo mismo de Mayo del 68 y la victoria posterior de De Gaulle?
Por último, la democracia que se reclamaba (y practicaba) en las plazas, ¿es equivalente de algún modo a la política parlamentaria? El significado de las palabras depende de quién las dice, dónde las dice y cómo las dice. En el contexto del 15-M, la palabra democracia remite más bien a la aspiración de una política ciudadana, no troceada en partidos peleados por el poder, capaz de hacerse cargo de los asuntos comunes (o al menos de tener algo qué decir sobre ellos). Y hay mucho trabajo experimental en marcha para concretar esa aspiración.
En definitiva, el 15-M de Badiou es demasiado un paisaje a vista de pájaro (también me lo parecieron sus comentarios sobre la revuelta turca). Pero, ¿no hay en todo gran relato un punto de distancia y abstracción que tiende a recortar la riqueza (y la complejidad y la heterogeneidad) de las situaciones singulares? Por ese motivo es muy importante que sean los propios habitantes de las situaciones los que generen sus nombres y las categorías para pensarlas. Y su propio sentido de la orientación. Sin descartar desde luego ninguna aportación externa, pero sin asumir tampoco ninguna como dogma. El amor que nos reclaman muchas veces los grandes filósofos es demasiado excluyente y posesivo. O uno u otro. O Badiou o Negri. O Agamben o Butler. Etc. Es mejor el amor libre o una cierta promiscuidad teórica. Es decir, con cariño y respeto (leyéndoles con atención y tratándoles con cuidado), poder estar con varios a la vez, tocar sin miedo y reapropiarnos de sus cacharros conceptuales, hacer combinaciones inéditas y, sobre todo, pensar siempre desde nuestras propias necesidades, desde nuestra propia biografía y trayectoria, desde las preguntas que nos ponen las situaciones de vida que atravesamos.
* Gracias a Pepe por su atenta lectura previa, observaciones y amables críticas! 
Lecturas utilizadas para este artículo:

Servicio militar a cielo abierto. Verdugueo gendarme en los barrios del conurbano

Colectivo Juguetes Perdidos

Rubén ya lo había murmurado dos o tres veces, pero había pasado… Hasta que lo tiró más alto cuando un par estaban dando vueltas alrededor del mapa que estaba ahí en la pared: ¿Quién lleva la gorra hoy? (era la pregunta de invitación al Taller, que le había quedado dando vueltas). Y esta vez se auto responde y lo escribe en el pizarrón como sentencia: Los loros. Así comienzan la discusión sobre los gendarmes en el barrio.
Te descansan, te re verduguean amigo. Se la pasan jodiendote. Buscándote causa. Te paran corte re violento y te revisan a ver si tenés fierros, pero no es que te piden que te levantes la remera o que te apoyes contra la pared y levantes las manos, te cazan a los empujones, te empujan y te cagan a patadas y a palos. Están re locos. Los pibes empiezan a contar anécdotas  y escenas rutinarias de intervenciones gendarmes, se alternan en el uso de la palabra, por momentos los relatos son veloces, es una única voz-queja sobre los verdes, que lideran cualquier ranking sobre lo más odiado por los pibes en los barrios.
*****
Pero hay otra secuencia que también se repite; de repente uno, casi siempre el más grande, se desdobla, se parte en dos: “¿Pero entonces se tendría que ir la gendarmería?” No, ni ahí, si estamos tranquilos. Bah, nos re verduguean pero estamos más tranquilos”. Gran síntesis de la ambigüedad y complejidad del asunto. Sabés lo que pasa perro (el perro mareño se volvió berretín suburbano…) ,yo tengo tres hermanitas y los zarpados se re cagan a tiros entendés, y mirá si una bala le pega a mi hermanita.
Con los gendarmes por ahí, las bandas, parece, ya no se agarran a los tiros con la misma facilidad, y esa “paz” es la que mantiene a nivel sensible a los gendarmes en el barrio.
*****
También a veces te verduguean porque te da risa…, “¿Cómo? ¿Qué da risa?” Y… por ahí por cómo hablan… viste que son colombianos y paraguayos todos, y te hablan raro viste, ‘me le vas a dar el documento’, ‘que le haces acá’”. Explotan las risas.
Son extranjeros (los pibes lo dicen convencidos). Hay algunos gendarmes japoneses creoY a los de la Fuerza que son de acá los mandan a otros países. No hay dudas, son extranjeros. No vale la pena, porque realmente no aportaría nada, explicar pedagógicamente que la Gendarmería debe ser una de las primeras instituciones del Estado-nación, precisamente la encargada de definir y proteger las fronteras del país (es llamativo como ahora su rol mutó en demarcar las fronteras de las villas del conurbano y sobre todo rastrillarlas).
No vale la pena, porque los pibes saben de lo que hablan: detrás de la “confusión” hay una lúcida percepción del accionar de los gendarmes que no te entienden cuando les hablás, y yo tampoco a ellos, que hablan gracioso. Un malentendido, por otra parte, muy productivo (para los controles gendarmes): funda la experiencia de los peajes y de parar a cualquiera y a cualquier hora. Con la inmunidad de un ejército de ocupación. A mí me paran todos los sábados, estamos en la esquina, tomando algo y enseguida vienen y buscan causa, por ahí estamos con un fernet, con una fogata y rompen las bolas. Los chabones vienen a joder. Y corte que yo vi a algunos en orsai eh, sabes el humo que sale de adentro del patrullero, yo vi a algunos fumando, escabiando, un par de veces nos pararon re duros los chabones.
*****
La risa de los pibes como desencadenante del verdugeo; como gesto desafiante y descreyente de aquel momento; develadora del trasfondo tan absurdo como violento de la puesta en escena de la Gendarmería en el barrio, de la desubicación de los extranjerosLa otra vez pararon al hermanito de ella, re pibito, ¿qué podía estar haciendo?, lo pusieron contra la pared, los pibitos estaban jugando a las bolitas y se las sacaron… ¡después le dijeron a la madre que eso podía ser usado como un arma! Un estallido de risa coronó la anécdota. Risa como gesto nervioso, costado gris de ese no saber qué puede pasar, hasta dónde se mueve un gendarme. No es como la policía, al gendarme no le podés ni hablar, en seguida se calienta, no lo podés descansar, ni te podés reir.
*****
Los operativos gendarmes no se despliegan en los barrios con la función única –la promocionada, la declarada, la blanqueada– del “gobierno de la seguridad y el control de los territorios calientes” (robo, crímenes, transas); no hay únicamente una dimensión represiva. Los gendarmes también despliegan estrategias productivas de poder, hay un hacer, y un hacer hacer sobre los cuerpos no-dóciles de los pibes. Casi siempre te dan unas vueltas en el patrullero, te verduguean, te cagan a palos y después te tiran. A un amigo lo pararon y le dijieron que cante el himno… (El diálogo continuó inmediatamente con un “¿Y lo cantó?”. “No, si ni lo sabía el guacho…” y un nuevo estallido de risas. De vueltas las bromas que descomprimen a la vez que muestran el absurdo).
La Gendarmería en los barrios es una máquina de disciplinamiento moral. Vienen a educar. Toda la circulación de las vidas-pibes que se dé por fuera de los espacios cerrados es motivo de desconfianza y probable verdugueo (para mí que no quieren que estés en la calle).
*****
“¿Por qué harán todo eso?”. Igual se entiende, dice uno, como pensándolo bien, es el trabajo de ellos. “¿Será parte del trabajo de ellos toda la verdugueada?”. Y por ahí lo hacen para cargarse de risa, por ahí después que te verduguean se suben al patrullero y se rien de cómo te pegan o te aprietan los huevos. En todos los trabajos te aburrís y buscás maneras de cagarte de risa. Silencio. Ninguna imagen se cierra en las charlas con los pibes y pibas; cuando se llega a un lugar del pensamiento o de la sensibilidad, el movimiento vuelve a arrancar.  ¿La violencia inútil es un plus de brutalidad habilitada como fuga del tedioso labor gendarme? Pensamientos e imágenes que no se niegan entre sí, sino que le agregan capas de complejidad a las cosas. ¿Quién lleva la gorra hoy?
*****
En cada choque con los pibes los gendarmes no sólo perciben “enemigos”, ven también –y sobre todo– cuerpos a disciplinar. Hay que moldear a los intratables. En las imágenes que circulan sobre las situaciones de peaje gendarme, se observa en acción el despliegue de una lógica de servicio militar a cielo abierto: cantar el himno, no drogarse ni tomar alcohol, pararse derecho, mostrar el rostro (sacándose la capucha o la gorrita –a veces te tajean la visera–), no estar vagueando en la esquina o “no hacer cosas de puto” (a mí me hicieron sacar todos los piercings y me dijeron que cuando me vuelvan a ver mejor que no los tenga); el corte de pelo se lo ahorran, los pibitos de look turro ya están rapados.
Los pibes devienen colimbas de ocasión y el barrio un cuartel al aire libre. Han enjambrado las lógicas de verdugueo castrense, se habilitan secuencias de castigo que se asemejan a la de los soldados estaqueados, a veces te sacan las zapatillas y te dejan cagandote ahí de frio, un garrón. Otra analogía con el cuartel, que los pibes cazan al vuelo: los gendarmes realizan con ellos los mandatos sociales que ya tienen adentro, es el verdugueo de los verdugueados (nos verduguean a nosotros, que somos los más giles, porque antes los verduguearon a ellos. Es así).
No hablamos de hechos excepcionales, en todos los barrios se reiteran secuencias similares, regularidades de la presencia de una lógica de servicio militar fraccionado funcionado en los “territorios sensibles”. En cada cruce, los gendarmes efectúan lo que harían con los pibes si los “tuvieran adentro”.
Más allá del necesario rechazo a los proyectos de creación de servicios cívicos obligatorios u otros programas de contención –y encierro– para los pibes, hay que estar atentos a estas estrategias de disciplinamientos difusas, extendidas, ya funcionando.
*****
El barrio es pensado como gueto hacia fuera (por eso los operativos de gendarmería como el Cinturón Sur o el Centinela rodean “espacios sensibles”, centros comerciales o barrios peligrosos, creando nuevas fronteras) y como cuartel hacia adentro. Los gendarmes son los encargados de la custodia de esas mallas urbanas y suburbanas y los pibes son las figuras que las atraviesan cotidianamente. Por eso los gendarmes los retiran de las esquinas, o en la casa o en el trabajo o en la escuela, no en la calle.  Y ese mandato se reitera en cada hostigamiento, a veces te paran cada 5 minutos, de ida y de vuelta, para hacerte acordar. Pero en el barrio, el afuera no está encerrado y las posibilidades de raje son mayores. Para esos devenires indeseables e incorregibles de los pibes silvestres, operan las estrategias de aniquilación. ¿Cuántos pibes  bajados por las policías –o por cualquier otro arruinaguachos–  habrán sido por rechazar esos mandatos de docilidad, a veces con una risa, otras con un berretín o una postura corporal desafiante, con un enfrentamiento directo o con un escape pifiado? Aunque a veces sea imposible no hacerlo, los pibes lo saben; zarparse con un gendarme es regalarse… 
*****
Saben los soldados de la Gendarmería Nacional que a los 18 años ya sos todo un hombrecito.  Frente a esa marca etaria (que les recuerdan los anhelados ritos de pasaje a la adultez) el verdugueo se afloja. Si un pibe tiene 18 años o más, quizás pueda –por supuesto, si es pillo, si se hace escuchar siempre con respeto eh– aducir su mayoría de edad para estar en la calle o en la esquina. Por eso no es casual que los que más padezcan el funcionamiento de la maquinaria de educación moral sean los pibes silvestres (esos que son la vegetación silvestre –y salvaje– de la década ganada; los que crecieron solos –y se hicieron a sí mismos– de manera espontánea en los baldíos del consumo y los nuevos derechos, quienes se sociabilizaron por fuera de cualquier ortopedia social y se volvieron medio un misterio, una incógnita…).
Entre los 10 –a veces menos aún– y los 18 años, hay que educar a los soberanos. Los pibes silvestres están en edad de escolarización obligatoria, por eso los gendarmes en muchas situaciones, asumen una patria potestad feroz en época de padres agotados y sociedades permisivas: yo te voy a enseñar.
Las bravas mujeres gendarmes también se comportan como madres intensas, Son re-verdugas esas… a las pibas las agarran de los pelos y las tiran para atrás. Tan re zarpadas. Esto es engorrarse hoy.
*****
No solo el desborde del Indoaméricano explica la creación del Ministerio de Seguridad. También 2010 fue el año en que se sintieron los efectos de una crisis económica (o la amenaza de ella): ante una baja (efectiva o latente) en los índices del híper-consumo y de circulación de dinero en los barrios, siempre se pueden temer saqueos, aumentos de robos y diversos atentados contra la propiedad (de ahí el despliegue gendarme en centros comerciales, barrios opulentos y fronteras urbanas, como los accesos a la ciudad de Buenos Aires). Años más tarde -reforzada también por los efectos de la designación del papa Francisco-, esta tarea de “controlar y educar a los pobres”, deviene aún más urgente. Previniendo posibles cambios en las retóricas de gobierno, el desacelere de los niveles de ingresos y consumo (desatando una guerra en sordina por el “derecho a consumo” perdido), etc., asoma por estos momentos un tufillo de “aceptar y naturalizar la pobreza” (acompañado de enunciados caritativos al estilo ayudemos a los pobres) y domesticar sus desbordes.
Pero los pibes silvestres no aceptan tan fácil estos moldes. Los pibes quieren dinero, consumen y en ese gesto se desmarcan del código del buen pobre, activando la alarma social. Aventuras de vida-loca, dinero fácil que rápidamente se trastoca en derroche, saqueos o rapiñas nocturnas, gestos de atrevidos que rajan el ansiado orden inmutable eclesiástico-policial.
Los elementos disciplinarios del verdugueo gendarme y la necesidad de control poblacional, se componen con otros dispositivos de sujeción simbólica. Son las micro-morales sociales del nene bueno, el gil trabajador o el buen vecino, que a su vez se conectan por arriba con la vuelta de la moral a escala política y mediática. Uno de los efectos de esta conjunción es el –cada día más audible– rechazo a los “mantenidos del Estado”, a los “vagos a los que tenemos que subsidiar”.  El rechazo –fuertemente moral– a los que reciben asignaciones familiares o programas sociales, circula en los barrios periféricos (ese es un gato del plan, aquel trabaja en la cooperativa) y también –y en forma más audible aún– en diferentes segmentos de la clase media (y cuando los pibes silvestres expresan de forma obscena los signos del consumo, ahondan aún más el odio social hacia ellos).
Los pibes rechazan sin más la interpelación en términos de pobres dóciles, y no lo hacen con una intencionalidad o un explícito sentido político, se trata más bien de desmoldarse, de derramar esas figuras tan formateadas para la obediencia; la ambivalencia de estos gestos está a la orden del día, pero en la potencia de esas movidas hay toda una disputa, una fuerza por evitar un cierre “por derecha” (por arriba y por abajo) siempre latente (y también siempre efectuándose).
*****
Luego de algunas semanas charlando y pensando con los pibes sobre la presencia gendarme en el barrio, surgió hacer una dramatización sobre qué le diríamos –si tuviéramos la oportunidad sin que nos caguen posteriormente a palos– a los gendarmes. “Educando al gendarme” podía llamarse el video que planeábamos con los pibes, que querían dejar en claro que el verdugeo lo único que genera es bronca, y que ellos hablan y se mueven por el barrio sin sentir que están haciendo nada malo. 
Pero una voz apareció desde lo profundo del barrio: No estoy de acuerdo con que haya que educar a la gendarmería. Primero hay que educar a los pibes. ¿Y por qué habría que educar a los pibes, qué hacen?, comienza la ronda de preguntas –la piba nos había hecho entrar, nos convirtió por un momento en panelistas de un reality show–. Y, son re atrevidos. Están ahí en la placita, en el banquito. Todo el día tirados. Pasas y te dicen cualquier cosa. Ustedes porque no saben. Se habló entonces de la “otra ciudad”, la de los barrios opulentos y blancos, la de los jóvenes de la moratoria social y vital (y no del ocio forzado o a veces buscado, pero siempre socialmente peligroso de los pibes silvestres)… Es distinto, repone Jesy, acá son maleducados, además están cualquier día de la semana en la calle, un martes a las tres de la mañana. En un ping-pong que dejaba un sabor agrio, Jesy se había puesto “en modo-adulta”: ¿Quién piensa como yo? La gente mayor, la de más de 30 años. Somos varios contra Jesy que nos enfrenta y argumenta. Solo está su cuerpo, pero la posición minoritaria es la de nosotros cinco o seis, en ella, por ella, con ella, hablan los medios de comunicación, hablan los resabios en el imaginario social –y en las subjetividades aterrorizadas– de las sociedades militarizadas de larga data, hablan la muerte y el necesario anhelo de orden. Su soledad es solo física, difuminada la ilusión óptica del recorte de su cuerpo individual, se ven los miles de vecinitos que pueblan su cuerpo, los militares, los policías, los gendarmes… y esa máquina deseante, esas fuerzas sociales que sostienen la presencia de los Operativos Centinelas.
Complejo juego de doble pinza: afuera del barrio la opinión pública reclamando seguridad y segregación para los barrios y cuerpos peligrosos; adentro, vecinos reclamando seguridad, orden y educación para los pibes silvestres (cueste lo que cueste). ¿En cada casa ya existe un pequeño gendarme?
*****

Los cuerpos atrevidos desafían el orden barrial de dos modos: mostrando que el orden se sostiene sobre un suelo híper precario (un guachín es perseguido por voltear de un gomerazo el único farol que mantiene la iluminación de toda la calle); y mostrando que se requiere la obediencia de todos y la aceptación de lo dado, aunque sea la nada misma (el barrio entero putea al guachín que bajó el farol…), para sostener el frágil orden barrial. Preguntas difíciles son las que planta el pibe al tirar el farol.

Por un movimiento des-ilusionante

Por Juan Pablo Maccia


Enfrentamos el problema de la ilusión en política. Llamo ilusión al proceso de encantamiento que envuelve a la constitución de una fuerza colectiva, pero sobre todo al desplazamiento imperceptible que nos lleva del encanto a la negación de la realidad y, a la postre, a la desilusión. 
Si la ilusión es inevitable, ¿lo es por ello mismo la desilusión? Hablemos de la ilusión política. ¿Es imposible interrumpir la secuencia encanto/negación?
Si el encanto es el efecto óptico que acompaña la constitución de toda fuerza colectiva y transformadora que altera el curso de los hechos por el mero efecto de su propia afirmación, de su propia inscripción en el curso del mundo, la negación en cambio es lo que traiciona esa potencia cuando la fuerza ya no se vuelve sobre el curso del mundo, sino sobre sí misma, y comienza a sustituir los rasgos esenciales de la realidad por los del orden que desde sí proyecta sobre las cosas.
La negación ilusoria funciona como una fatiga narcisistas con respecto a la atención que prestamos a las relaciones con las cosas exteriores. En lugar del mundo,  nosotros mismos. Así las cosas, el momento negativo tiende a destruir la dimensión constituyente de la fuerza.
En el juego político todo esto funciona a partir de mecanismos de compensación subjetiva que apuntan a intensificar en el nivel puramente imaginario lo que se pierden aquello que se desintensifica del propio ser en el mundo. 
Para re-evaluar la salud del entretejido entre voluntad propia y condición real se hace imprescindible salirnos del par enloquecedor iluso/des-iluso. ¿Cómo sostener el encanto sin caer en la abdicación de la negación?
  
Tal vez convenga revisar una de las fechas claves en la constitución de la ilusión actual. Octubre del 2011. La muerte de Néstor Kirchner no dejó sólo un movimiento sin jefe sino, ante todo, un movimiento de ilusos.
La ilusión nos llevó a la derrota, esa es mi premisa. Nos llevó a desconocer elementales consideraciones en torno a la realidad a transformar. El síntoma mayor de estas circunstancias en la incapacidad de hacer la más elemental de las distinciones ético-políticas, entre “encanto” e “ilusión”. Mientras que la segunda vincula de modo inmanente e imperceptible con la negación, y a fin y al cabo con la depresión, la primera puede tener una vida autónoma.
La ilusión nos jugó una mala pasada. Nos hizo desconocer, ignorar o condenar (moralizar), un dato esencial que recorre el conjunto de la vida social: el oportunismo de mercado. Negar las condiciones subjetivas de existencia es índice de un avanzado estado ilusorio.
El movimiento de los des-ilusionados –ese en el que militamos los kirchneristas principistas que no estamos calculando nuestras futuras militancias junto a Daniel Scioli– no tiene porqué ser un movimiento de desencatados. Y la pregunta cae de madura: ¿cómo re-encantar la acción política sin negar las condiciones reales, económicas y espirituales de las masas, de nosotros mismos?

De la serie: La guerra por el consumo

Los Killer-Runfla 

(tics de la revolución)

Por Diego Valeriano



La guerra por el consumo tiene cotidianamente pequeñas batallas a muerte: se es  víctima y victimario según el momento y el lado del mostrador. Y lo mejor de esta guerra es que solo hay un bando.
Sí existen killers-runfla que actúan como tropa de ocupación de algunos territorios. Estos killers son cuerpos indóciles que parecen haber abandonado los límites de la moral. Estos cuerpos, son los cuerpos jóvenes (cómo no serlo) que dominan territorios mutables a través de la violencia machista. ¿Cuerpos indóciles? Tal vez, no tanto.
Los killers-runfla parecen cuerpos atrevidos que desafían el orden barrial aunque, muy por el contrario, lo sostienen. Controlan desde la esquina, carpetean a cada quien que pasa; cobran peaje, verduguean, denigran pibitas, se jactan de quienes creen que son; muestran los fierros y la pija: ese es su territorio y hacen lo que quieren.
Algunos podrán decir que son terciarizados del control social y no sería errado pensarlo así. Negocian con la bonaerense, intercambian figuritas, hacen un trabajo más capilar. Los policías ya con más edad, un poco más controlados, negocian y evitan quilombos. Evitan quilombos y obtienen ganancias.
La guerra por el consumo es aceptada siempre y cuando sea una guerra “sorda”. Los killers-runfla, en cambio, con su desborde y prepotencia machista son demasiados ruidosos. Y en democracia, cuando el ruido se vuelve descontento que interfiere en lo electoral, algo hay que hacer.
El gobierno mandó gente leal al campo de batalla, los gendarmes van a disputar el territorio allí a dónde la policía había acordado una tregua que solo les servía a ellos. Lo llamativo de esto que está comenzando a pasar es la similitud del accionar de uno y otro: los gendarmes copian el despliegue territorial de los killers: son tropa de ocupación, cobran peaje, verduguean. Se paran desde la prepotencia machista, muestran los fierros y la pija.
No hay duda alguna que las primeras batallas las va a ganar la gendarmería. Pero solo las primeras, hasta que el capitalismo runfla los axiomatice y los transforme en parte del paisaje.
Jesi tiene 16 años. Los lunes cuida una viejita hasta las 12 de la noche. De ahí se va caminando hasta su casa, la separan solo seis cuadras. Son las 12 y media, tiene que cruzar la plaza ¿Qué tropa de ocupación prefiere cruzarse?

Invitación: La rivoluzione sará una cena di gala

Vuelven las comilonas a la cazona!

Esta vez atravesamos el océano
y nos trajimos una Italia roja y sin Papa



El sábado 28 de septiembre, 21:30hs

en
La Cazona de Flores
Morón 2453 – CABA
Pecaminosos manjares culinarios
Voluptuosas bebidas
Escandalosas imágenes
Irreverente música en vivo

El Indionauta y sus leones herbívoros (¿a quién le importa?)

por Diego Valeriano


Es medio de cajón hacer la comparación entre los Redondos y el peronismo: desde el “hecho maldito” del rocanrol burgués en adelante podemos encontrar varias similitudes.
Proscripto, perseguido, descamisados/perros sin folleto, sentimiento inexplicable, subsuelo de la Patriasublevado. Hordas de cabecitas llenando la plaza, Huracán, desafiando al poder con nada más que los cuerpos. Invocando a ese, a ese que está allá… un sentimiento que convoca.
El Indio subió a la cañonera paraguaya y todos quedamos huérfanos: fueron tiempos difíciles en muchos sentidos y mientras tarareamos sin destino “en héroe del whisky” mirábamos el cielo esperando el avión negro. Los ricoteros, como los peronistas, fuimos incorregibles; fue duro mientras duró y eso forjó nuestras almas.
Siguiendo el juego de las analogías no caben dudas de las similitudes de uno y otro, sobrellevando su exilio en sendas quintas de Puerta Leloir, aún más lejos del pueblo y con secretarios que filtran todo. ¿Dogos o caniches? Perros al fin.
El Indio volvió como prenda de conciliación y paz. Los viejos peronistas aun vivimos de recuerdos de aquellos momentos intensos… y hasta hay gente que escribe libros políticos de los redondos.
Una similitud más: ser exegetas de los Redondos es muy de Montoneros. Leer en tono político a los Redondos es una operación similar a la de  las juventudes clase media que quisieron explicar a Perón. Todo traductor es un traidor: la zurda eso jamás lo entendió.
Los redondos ya no van a volver, ni su espíritu, ni nosotros. Cientos de miles yendo a pueblos y ciudades en paz y armonía, siendo recibidos por intendentes y comerciantes con los brazos abiertos, cubiertos por todos los medios. Por más que El Indionauta cante temas de los Redondos… todos sabemos que se está en otro cosa. Somos leones herbívoros que si vamos a Mendoza, de paso visitamos algún viñedo.

Disidencia: hacia una topografía inconclusa

por Verónica Gago y Diego Sztulwark 

De la resistencia al impasse

La disidencia es, clásicamente, la construcción de un lugar que se posiciona frente a un centro de poder. En América Latina, la disidencia puede pensarse en distintos momentos como figuras cambiantes, como itinerarios que abren a descomposiciones y recomposiciones de la topografía política. Esto supone una tesis: el poder muta en relación a esas figuras disruptivas, tratando alternativamente de subsumirlas, metamorfosearlas, quebrarlas y/o disolverlas. Está siempre a su espera, atento a lo que ellas producen y simultáneamente probando su propia capacidad de captura.
Durante la década del 90, en Argentina, la disidencia constituía un variopinto repertorio de contestaciones y resistencias al esquema neoliberal de gobierno que era, básicamente, la explicitación de reformas que habían tenido su origen en las dictaduras militares y en el genocidio perpetrado por el terrorismo estatal. La disidencia, entonces, estaba claramente nutrida y difundida por una red de prácticas que planteaban en el plano de la justicia y la memoria, de los derechos humanos, laborales y sociales, una apuesta de acción política no institucional. Esto suponía, en lo concreto, desarrollar formas de antagonismo que iban más allá de las fronteras delimitadas por el Estado para aquello designado como espacio político. También, este proceso nos llevó, de un modo, a trazar una genealogía (o una historia no lineal) con las luchas de los años 60/701. Entre la transición democrática (y su fallido proyecto de reconciliación nacional) de los años 80 a la explicitación del proyecto neoliberal durante los 90, la disidencia tomó la forma de una pluralidad resistente.
Podemos ubicar el inicio de un segundo momento en el pasaje de la resistencia a la crisis como acontecimiento que hizo visible y audible una multiplicidad de sujetos y espacios políticos de nuevo tipo. La crisis de 2001 en Argentina fue el momento donde esa red de prácticas resistentes toma cuerpo en la lucha callejera, se abre a un protagonismo marcado por la presencia de los sectores de desocupados que van más allá de su mera definición como excluídos y donde las iniciativas de los diversos movimientos sociales se convierten en una forma de hacer, pensar y proponer que redefine y organiza de manera radical el conflicto político. Tal dinámica desplegada en iniciativas concretas (del piquete al escrache, de la asamblea a la red de trueque) renueva las imágenes y las nociones de la política desde abajo.
Es entonces cuando el antagonismo se vuelve destituyente: el protagonismo social declara el fin de la legitimidad política del neoliberalismo e inaugura un verdadero inicio de la posdictadura2 al comienzo del siglo. La disidencia, entonces, se convierte en la constatación popular de la representación vaciada del sistema político y, en contraposición, en la propuesta de modos de resolución de la vida concreta a partir de dispositivos (comunitarios, organizativos, de movilización y negociación) de los propios movimientos sociales. La disidencia, como figura política, deviene propositiva y, más que una fórmula negativa o de desplazamiento continuo, se encarna en la dinámica de creación social en marchaLa disidencia funciona simultáneamente como una modalidad de innovación política y de crítica institucional. Y es, sobre todo, una posición inmanente: no se trata de una forma de distancia crítica o prudente, sino de un proceso de inmersión, una perspectiva interior, a la dinámica propia de crisis e invención desde posiciones también múltiples que se apropian del espacio público y sus dilemas.
Esa fase de autonomía en ebullición es brutalmente interrumpida con el crimen de dos militantes del movimiento de desocupados que busca aleccionar por el terror: nuevamente, la masacre aparece como posibilidad real y efectiva frente al avance territorial y experimental de la organización popular3.
En el 2003, el período que se inicia con el gobierno de Néstor Kirchner (tras una victoria con un bajísimo porcentaje de votos) opera como una suerte de freno a la posibilidad de una escalada del conflicto social y la represión estatal. En ese sentido, se propone una tregua que rápidamente, por algunos signos fuertes desde el gobierno, apuesta al reconocimiento de las luchas sociales como capital simbólico y se traduce como signo y contenido de ciertas políticas estatales.
La polarización producida desde entonces movió el eje de la coyuntura, reponiendo al gobierno y al Estado como vectores principales de la topografía política. Esto fue posible gracias a que el gobierno operó una política de doble reconocimiento: de las luchas sociales, especialmente aquellas vinculadas a los derechos humanos, por un lado, y de la necesidad de reconstrucción del sistema de gobierno, por el otro. La resultante fue un esquema de nuevos alineamientos que debieron pronunciarse a favor o en contra de la gestión en curso. Ya durante el mandato siguiente de Cristina Fernández de Kirchner, una serie de conflictos fuertemente corporativos (con los sectores vinculados al campo, con algunos sectores sindicales, etc.) tensó aún más ese esquema de alineamientos, a partir del cual el sistema de representación recobró una vitalidad que había estado ausente por un largo tiempo y los movimientos sociales quedaron atravesados –y en general partidos- por esa nueva línea divisoria impulsada desde arriba.
Entre el gobierno y su antagonismo formal, emergen figuras de la oposición, se desarrolla el lugar delcrítico. Entre los movimientos sociales más autónomos que no se ajustan exactamente a esas posiciones, se produjo una situación de impasse4 que inmovilizó y neutralizó buena parte de los lenguajes y las prácticas anteriores. Una cierta desorientación se apoderó de quienes rehusaron pronunciarse al interior del binarismo que delimita el tablero de juego según clasificaciones preestablecidas. El problema es que esta polarización política acentuada durante los últimos años presiona en favor de una simplificación que opera por un dualismo excluyente a la hora de abordar los problemas que surcan los diferentes territorios. Y ese binarismo tiene, sobre todo, un espacio de ultra-centrismo5 organizado por tres polos: un polo exportador-extractivita generador de divisas, un polo fundado en una retórica tecnológica-industrialista, y un polo fundado en la dinámica de “derechos” (sociales y humanos).
De este modo, por ejemplo, o bien se es sensible a las luchas que se desarrollan en torno a la nueva economía neo-extractivista; o bien se da crédito a las dinámicas ligadas a retórica de la ampliación los derechos sociales sin reparar críticamente en lo que podríamos llamar la “base económica” del modelo –como si el desafío no consistiese, justamente, en articular (y no en enfrentar) lo que cada territorio enuncia como rasgo democrático y vital.
El potencial de riquezas de los procesos actuales se juega en la posibilidad de combinar los diferentes ritmos y tonos de las politizaciones, en la capacidad de articular lo que hoy se presenta como las disyunciones campo-ciudad, interior-capital, consumo-empleo, etc. Así como en reconocer las premisas transversales a las luchas por la reapropiación de recursos naturales, los diferentes procesos de valorización de los servicios, de la producción, y de las redes sociales como fuentes de la riqueza común y disputa por una infraestructura popular en los territorios.

América Latina en transición: disidencia en el postneoliberalismo

En la América Latina actual se vive una transición. La disidencia que tiene como eje el neoliberalismo ha concluido para muchos. Más bien, se trata de discutir y problematizar lo que se ha denominado “post-neoliberalismo”. La disidencia frente al post-neoliberalismo consiste en abrir los espacios de resistencia y debate sobre el neodesarrollismo como modalidad en que el país se inserta en el mercado mundial y las consecuencias que esto implica en términos de destrucción y sumisión para ciertos modos de vida.
El neodesarrollismo no es un modelo económico, sino un ensamble objetivo-subjetivo entre tecno-ciencia aplicada tanto al bíos (modos de vida) como al zoé (vida biológica). Su fuerza no es sencilla: proviene del ensamble de una retórica de los derechos colectivos amalgamada con políticas de contención social, financiadas con los ingresos de commodities.  Pero son esos modos de vida, de la vida metropolitana, la vida común (esa que se pone en juego en la catástrofe de trenes en Once, o la que se activa en la resistencia a la minería en Famatina) la que emerge como clave disidente.
La vida política y el debate intelectual no han logrado, hasta ahora, imaginar formas diferentes de la felicidad popular por fuera de un modo único de instrumentación basado en la inserción del país en el mercado global como exportador de materias primas tecnológicamente asistidas.  La apelación al crecimiento con que se han conquistado los consensos políticos y la creencia de que la política, así entendida, basta para transformar la realidad se ha convertido en el límite mismo, en el tope de lo pensable, abriendo una interrogación difícil sobre el deseo social que se viabiliza a través de estas configuraciones discursivas e institucionales. A su vez, esta dinámica necesita confrontarse a un dinamismo mayor: en los países llamados “emergentes”, el surgimiento de un mundo capitalista “popular” está estrechamente ligado a la capacidad de recuperar experiencias y prácticas de autogestión capaces de lidiar con relaciones, transacciones y políticas no estatales en una sociedad crecientemente heterogénea. Esta capacidad es regenerada una y otra vez desde abajo, en relación directa con el mercado. Es esta realidad creciente la que opera como contrapunto permanente de una formulación institucional acabada y estable.
Volvamos a la cuestión: hoy ser disidente supone una diferencia respecto de otras dos figuras ya mencionadas: el opositor y el crítico. El opositor es interior a la realidad, es un pretendiente a ocupar un lugar central en ella. El crítico es objetor, custodia un ideal, y quisiera modificar esta o aquella cuestión. La disidencia, en cambio, atañe al modo de vida, y por tanto no es un discurso, sino un estado subjetivo capaz de dar cuenta de una materialidad concreta. El disidente no se encuentra en estado de debate, sino de minorización: su sensibilidad y su modo de pensar –en ese sentido, de vivir- no acaban de cuajar con la realidad instituida y mediatizada a la vez que conecta con otras dinámicas subterráneas pero no marginales.
El disidente precisa de un coraje muy particular. Debe sostener una perspectiva en contra de la verdad que afirman ciertas opiniones mayoritarias. Tiene que hacerse un cuerpo (común) capaz de sostenerse en estas verdades minoritarias. Por lo tanto, la disidencia requiere de una práctica, de una dimensión colectiva. Es fundamental este enlace entre disidencia y común. En el fondo la disidencia habla otra lengua. Se nutre de otros afectos. Lee con otros prismas. Tiene otra memoria, y otra economía.

¿Tiempos excepcionales o tiempos de excepción?

¿Hay una relación entre disidencia y excepción? Se dice que vivimos en estado de excepción permanente. El poder de esta afirmación surge de la yuxtaposición de sentidos que la acosan. La excepcionalidad es, al mismo tiempo, la norma y la historia de los “oprimidos” (Benjamin), y una condición de reproducción del poder (estado de excepción, según Carl Schmitt). Pero también es el brillo de toda singularidad y el nombre de un momento reflexivo que intenta extenderse al conjunto de la experiencia. Por allí vamos.
Sin embargo, cabe distinguir el presente como excepción de una retórica del presente como excepcionalidad. Walter Benjamin se encuentra en el cruce de un entuerto. Citado a favor del desarrollo, que apunta a un mañana mejor, es un crítico radical de la noción evolutiva de progreso y de toda política que se enuncie en nombre del futuro, desdeñando sufrimientos del presente. Hay que liberar la excepcionalidad de la ideología de la víctima. ¿No nos es necesario detectar los nuevos peligros del presente que en la proliferación del homenaje institucional quedan invisibles?, ¿no es cierto, acaso, que ciertos olvidos son necesarios para la lucha y la creación?
La constitución de una nueva voluntad política-estatal (que no se da sólo en la Argentina, sino que adopta diversas formas en la región y en muchas partes del mundo) ha resultado eficaz a la hora de reconocer actores y procesos históricos en el ámbito de la producción de derechos; de legitimar el sistema institucional y político nacional,  de incluir contingentes sociales en la ampliación de la esfera del consumo; de consumar procesos de inserción –sobre todo neo-extractivos y de producción de alimentos- en el mercado global; y de integración política regional. Sin embargo, su activismo no ha alcanzado a sustituir (ni por “arriba” ni por “abajo”) el poder de la razón neoliberal. Por arriba, porque los designios de los actores globales -tales como los mercados financieros y las grandes empresas multinacionales- no han sido desplazados por una nueva espacialidad social e institucional capaz de regular los procesos estratégicos (como la determinación de precios y regulación de contratos; la creación de dispositivos tecnológicos y pautas de consumo); por abajo, porque la ampliación del consumo y de derechos no ha venido de la mano de una nueva capacidad pública de comprender y regular las prácticas depredatorias ligadas a la promesa de “abundancia” (de la especulación inmobiliaria a las redes narcos;  de la economía informal a al lavado de dinero; del trabajo neo-esclavista, a la trata de personas).
Estas paradojas determinan las prácticas discursivas a la vez que se alimentan de ellas. Bien se concilia con las mismas admitiendo la complejidad con la que nos toca lidiar, bien se toma conciencia de las tendencias biopolíticas que ellas viabilizan (y que acaban por reconfigurar  la vida en común) y se las convierte en objeto de investigación política.

La disidencia como perspectiva de un nuevo conflicto social

El nuevo conflicto social es el marcador más visible y confiable a la hora de comprender la matriz actual de la explotación de lo común, así como los límites del potencial democrático que cabe atribuir a la regulación estatal.
Nos referimos, con ese término, a una serie de episodios violentos que van desde el desalojo de campesinos de sus tierras a partir de la extensión de los agro-negocios, así como al desplazamiento de comunidades producto del avance de las inversiones extractivas de mega-minería e hidrocarburos; pero también a la proliferación de episodios criminales vinculados a la generalización del negocio de la droga en los barrios, con complicidad de sectores de las policías, la justicia y del poder político.
El nuevo conflicto social es el reverso vergonzante y la contracara oscura del modo de acumulación neo-desarrollista al menos en dos aspectos fundamentales: forma parte de la constitución material de modos de vida y de explotación de la riqueza común con la que inevitablemente se articulan las prácticas de gobierno y, al mismo tiempo, comparte el énfasis de valores concernidos en la retórica del crecimiento y de la ampliación del consumo entendido en una perspectiva de generalización de prácticas mercantiles.
Esta “contracara” debilita la retórica de la “inclusión” en dos aspectos esenciales: revela el régimen de expropiación despiadada de lo común sobre la que se sustenta; y erosiona el imaginario mismo de un espacio social fundado en la vigencia de la ecuación entre trabajo asalariado y ciudadanía en el cual valdría la pena incluirse.
Este nuevo conflicto social ya no se calca de modo preciso sobre el esquema con el cual hemos atravesado la crisis del 2001: estado contra movimientos sociales. Sino que emerge de las nuevas condiciones de relanzamiento capitalista y nuevos modos de producción de estatalidad y de instrumentos de gobierno.
Estas condiciones se anudan, sobre todo, en la articulación entre grandes negocios globales y una innovadora empresarialidad popular: se trata de formidables generadores de ganancias enlazadas en torno a distintos tipos de valorización rentística (que poco y nada tienen que ver con la ideología industrializadora del modelo nacional y popular). Pero también de modalidades salvajes de expropiación de la riqueza común, y en la introducción de una dimensión de violencia terrorista en la gestión de territorios.
Estas actividades empresariales, tan diferentes entre sí, sin dudas, comparten además otras características importantes como el recurso a la ilegalidad, su potencia de reorganización/valorización de los territorios –muchas veces periféricos-, y su organización reticular, reproducida desde arriba, pero también desde abajo.
Luego de dos décadas ininterrumpidas de acelerada acumulación, estas nuevas tramas del poder económico poseen hoy una gran capacidad desestabilizadora, y de refuncionalización de las fuerzas de seguridad a sus servicios, como lo demuestra el caso paraguayo. La notable modernidad de sus estructuras comerciales, contrasta con el contenido conservador y despótico de sus modales políticos.
El nuevo conflicto social se extiende también al mundo del trabajo, en la medida en que nos enseña a comprender el vínculo entre súper-explotación/ consumo/producción de nuevos modos de vida que vemos desarrollarse en el mundo de la industria y los servicios (de los talleres textiles a la lógica del transporte). En ambos casos, la creciente regulación estatal no altera significativamente, sino que se enraíza en lo que podríamos llamar un  neoliberalismo popular acondicionado a nuevos modos de gobernar.
El nuevo conflicto social, decíamos, no se calca como un esquema siempre vigente sobre los modos de politización que enfrentaron a gobierno y movimientos sociales durante la crisis del 2001. Como cabe señalar, en buena medida los movimientos sociales participan hoy del gobierno, alterando la relación entre gobierno y territorio. Sin embargo, la activación de organización social en torno a esta violencia expropiatoria y terrorista no ha dejado de hacerse presente actualizando la necesidad de la investigación militante y la producción de conocimientos y iniciativas organizativas a la altura de las circunstancias.
La disidencia, en este punto, se renueva como forma de la investigación política: apuesta a la presencia de experiencias con la potencia suficiente para disolver el espacio de la representación estatal y mediática (en la medida en que la verdad y la justicia van unidas, la investigación supone una ética contra la criminalidad del poder) y, al mismo tiempo, recurso a una imaginación necesaria que nos ayuda a comprender las capas más profundas de eso que podemos asumir como verdad.

Apuntes finales para la investigación política

Muchas veces en nuestra actualidad la energía comunicacional y los debates de la esfera pública parecen agotarse en la lucha política inmediata en torno al control de la decisión política. La tarea de la investigación política queda relegada del debate colectivo, y cae bajo sospecha de operar en función directa de esta disputa. De este modo, la primera víctima de la polarización política es la práctica del discurso político no especializado, aplastado por el sistema de la opinión, caracterizado por un lenguaje preelaborado por el mundo de los medios.
Marcamos aquí una primera paradoja: la ultra politización de la opinión (régimen periodístico, militante, jurídico, etc.) va acompañada de una pérdida relativa de la capacidad de elaborar lenguajes y preguntas de un modo autónomo. Llamamos investigación política a la invención de procesos de recuperación de potencia en relación con la capacidad de los no especialistas de elaborar preguntas, lenguajes y saberes sobre la existencia colectiva.
De este modo, una primera orientación que proponemos apunta a reconocer una disposición indispensable para la praxis de la investigación política: lo que podríamos llamar la “arbitrariedad” (palabra en la que insistía el filósofo argentino León Rozitchner), es decir, las formas de la autorización que nos damos para advertir peligros. Para avisar sobre la connotación negativa que pueden tener determinadas prácticas, aunque nazcan de zonas queridas de nuestra propia experiencia.
Una segunda orientación fundamental refiere a la dirección de nuestra atención hacia lo que podríamos llamar, inspirados en la filosofía de Nietzsche,  las “zonas oscuras” de la existencia social, aquellas en las que se elaboran las fuerzas que luego nos afectan, y nos fuerzan a pensar. Esta dimensión opaca puede referir a zonas de la subjetividad, de la política y de la economía, a aquello escapa a la legalidad y a los umbrales de visibilidad instaurados por el régimen de la opinión.
Una tercera indicación tiene que ver con el método de la “problematización”, pretendidamente extra moral (al decir de Foucault), que indaga en las mutaciones de las prácticas (prácticas discursivas) para evaluar tanto aquello que, en contacto con nuevas realidades, estamos dejando de ser, como aquello que estamos comenzando a ser.
Una cuarta observación: se trata de tomar en serio el mundo de las intensidades, no sólo el de las significaciones discursivas,  Se tiene que poner en el primer lugar “afectos” (y “hábitos”, es decir, articulación entre afectos), en contra posición con la inflación de “linguismo” que caracteriza a la idea de “hegemonía” o “batalla cultural” de las retóricas del llamado “populismo” sudamericano.
Una quinta orientación refiere a profundizar en las articulaciones menos visibles de lo que en un sentido amplio podemos llamar la “maquinaria” de gobierno de lo social, de la producción de imágenes, del gobierno de la moneda, de cómo funcionan y se multiplican las soberanías en los territorios, de la gestión del consumo, etc. De ese modo, la investigación se liga a su propia vocación de participar de las formas actuales de politización.
Finalmente, si los “movimientos sociales” ya no guardan el aspecto de antaño y más bien tienden a ser parte de esta frágil mecánica del gobierno, la propia investigación militante se ve forzada a mutar al menos en dos direcciones diferentes y simultáneas: hacia la problematización de las nuevas formas de gobierno; y hacia la activación de lo que podemos llamar las nuevas movilidades sociales, que de un modo completamente diferente al de los movimientos de la década pasada, prefiguran un nuevo mapa de luchas y de lenguajes para sus formas de hacer y, sobre todo, de problematizar la actualidad. La disidencia, si habría que repensarla bajo esta luz, refiere a un modo de problematizar los consensos de la época (siempre un determinado ensamblaje entre lo que se ve y lo que se oye) y de construir una inteligencia común sobre las injusticias del presente. 

Verónica Gago y Diego Sztulwark pertenecen al Colectivo Situaciones (Argentina), un colectivo de investigación militante.

Notas
1 Nos referimos al amplio ciclo de luchas de radicalización política que incluye a diversas organizaciones que tenían la hipótesis de un cambio revolucionario en nuestro país. La violencia del terrorismo estatal es la respuesta contrainsurgente a este proceso.
Se puede ver el desarrollo de esta idea en Colectivo Situaciones (2002): 19 & 20. Apuntes para el nuevo protagonismo social, Buenos Aires: De Mano en mano. Disponible en http://tintalimon.com.ar/
3 Nos referimos a la masacre del 26 de junio de 2002, en el Puente Pueyrredón, donde fueron asesinados por la policía los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, pertenecientes a los Movimientos de Trabajadores Desocupados de Guernica y Lanús, del sur del conurbano bonaerense.
4 Ver al respecto AAVV (2009): Conversaciones en el impasse. Dilemas políticos del presente, Tinta Limón: Buenos Aires. Disponible en www.tintalimon.com.ar
5 Para el desarrollo de este término se puede ver: «Notas de la coyuntura argentina» enhttp://www.uninomade.org/notas-de-la-coyuntura-argentina/y «Cacerolas bastardas»enhttp://www.revistacrisis.com.ar/cacerolas-bastardas.html

El fenómeno de los curros inútiles

por David Graebber
(Traducido por Stacco Troncoso)
En el año 1930, John Maynard Keynes pronosticó que, llegados a fin de siglo, la tecnología habría avanzado lo suficiente para que países como Gran Bretaña o Estados Unidos pudieran implementar una semana laboral de 15 horas. No faltan motivos para creer que tenía razón, dado que nuestra tecnología actual nos lo permitiría. Y sin embargo, no ha ocurrido. De hecho, la tecnología se ha encauzado, en todo caso, para inventar formas de que todos trabajemos más. Para lograrlo se han creado trabajos que, en efecto, no tienen ningún sentido. Enormes cantidades de personas, especialmente en Europa y Estados Unidos, se pasan la totalidad de su vida laboral realizando tareas que, en el fondo, consideran totalmente innecesarias. Es una situación que provoca una herida moral y espiritual muy profunda. Es una cicatriz que marca nuestra alma colectiva. Pero casi nadie habla de ello.
¿Por qué no se ha materializado nunca la utopía prometida por Keynes –una utopía que se seguía anhelando en los sesenta? La explicación más extendida hoy en día es que no supo predecir el aumento masivo del consumismo. Ante la disyuntiva de menos horas o más juguetes y placeres, hemos elegido colectivamente lo segundo. Nos presentan una fábula muy bonita pero, con sólo reflexionar un momento, veremos que no puede ser cierto. Indudablemente, hemos presenciado la creación de un sinfín de nuevos trabajos e industrias desde los años 20, pero muy pocas de ellas tienen que ver con la producción y distribución de sushi, de iPhones o de calzado deportivo de moda.
Entonces, ¿cuáles son exactamente estos nuevos trabajos? Un informe en el que se compara el desempleo de EE.UU. entre 1910 y el 2000 nos da una imagen muy clara (que, recalco, se ve prácticamente reflejada con exactitud en el Reino Unido). Durante el último siglo, ha disminuido drásticamente la cantidad de trabajadores empleados en el servicio doméstico, la industria y el sector  agrario. Simultáneamente, “los puestos profesionales, directivos, administrativos, en ventas y en el sector de servicios” se han triplicado, creciendo “de una cuarta parte a tres cuartas partes de la totalidad de la fuerza laboral”. Es decir, tal y como estaba previsto, muchos trabajos productivos se han automatizado (aunque se tome en cuenta la totalidad de trabajadores industriales del mundo, incluyendo la gran masa de trabajadores explotados de India y China, estos trabajadores ya no representan un porcentaje de la población mundial tan elevado como antaño).
Pero en vez de permitir una reducción masiva del horario laboral de modo que todo el mundo tenga tiempo libre para centrarse en sus propios proyectos, placeres, visiones e ideas, hemos presenciado una dilatación, no tanto del “sector de servicios” como del sector administrativo. Esto incluye la creación de nuevas industrias, como son los servicios financieros o el telemarketing, y la expansión de sectores como el derecho corporativo, la administración de la enseñanza y de la sanidad, los recursos humanos y las relaciones públicas. Estas cifras ni siquiera reflejan a toda las personas que se dedican a proveer apoyo administrativo, técnico o de seguridad para esas industrias, por no mencionar toda la gama de sectores secundarios (cuidadores de perros, repartidores de pizza nocturnos) que tan solo deben su existencia a que el resto de la población pase tantísimo tiempo trabajando en otros sectores.
Estos trabajos son lo que propongo denominar “curros inútiles”.
Es como si alguien estuviera inventando trabajos sin sentido solo para tenernos a todos ocupados. Y aquí precisamente es donde reside el misterio. Esto es exactamente lo que no debería ocurrir en el capitalismo. Es cierto que en los antiguos e ineficientes estados socialistas como la Unión Soviética, donde el empleo era considerado tanto un derecho como una obligación sagrada, el sistema creaba todos los empleos que hicieran falta (éste es el motivo por el que en las tiendas soviéticas “se necesitaban” tres tenderos para vender un solo filete). Pero claro, se supone que este tipo de problemas se arregla con la competitividad de los mercados. Según la teoría económica dominante, derrochar dinero en puestos de trabajo innecesarios es lo que menos interesa a una compañía con ánimo de lucro. Y aún así, no se sabe muy bien por qué, pero ocurre.
Aunque muchas empresas se dediquen a recortar sus plantillas despiadadamente, estos despidos, y el correspondiente aumento de responsabilidades para los que permanecen, invariablemente recaen sobre quienes se dedican a fabricar, transportar, reparar y mantener las cosas. Debido a una extraña metamorfosis que nadie es capaz de explicar, la cantidad de administrativos asalariados parece seguir en expansión. El resultado, y esto ocurría también con los trabajadores soviéticos, es que cada vez hay más empleados que teóricamente trabajan 40 o 50 horas semanales pero que, en la práctica, solo trabajan esas 15 horas que predijo Keynes porque pasan el resto de su jornada organizando o atendiendo talleres motivacionales, actualizando sus perfiles de Facebook o descargándose temporadas completas de series de televisión.
Evidentemente, la respuesta no es económica sino moral y política. La clase dirigente se ha dado cuenta de que una población productiva, feliz y con abundante tiempo libre representa un peligro mortal (recordemos lo que empezó a pasar la primera vez que hubo siquiera una aproximación a algo así, en los años sesenta). Por otra parte, la noción de que el trabajo es una virtud moral en sí mismo y que todo aquel que no esté dispuesto a someterse a una disciplina laboral intensa durante la mayor parte de su vida no merece nada, les resulta de lo más conveniente.
En cierta ocasión, al observar el aumento aparentemente ilimitado de las responsabilidades administrativas en las instituciones académicas británicas, me imaginé una posible visión del infierno. El infierno es un grupo de individuos que pasan la mayor parte de su tiempo desempeñando tareas que ni les gustan, ni se les dan especialmente bien. Imaginemos que se contrata a unos ebanistas altamente cualificados y que éstos, de repente, descubren que su trabajo consistirá en pasarse gran parte de la jornada friendo pescado. Es más, se trata de un trabajo innecesario –solo hay una cantidad muy limitada de pescados que freír. Aun así, todos se vuelven tan obsesivamente resentidos ante la sospecha de que algunos de sus compañeros pasan más tiempo tallando madera que cumpliendo con sus responsabilidades como freidores de pescado, que pronto nos encontramos con montañas de pescado mal cocinado desperdigado por todo el taller, y acaban dedicándose a eso exclusivamente.
Creo que es una descripción bastante acertada de la dinámica moral de nuestra propia economía.
Soy consciente de que argumentos como éste se toparán con objeciones inmediatas: “¿Quién eres tú para determinar qué trabajos son ‘necesarios’? ¿Qué es necesario, a todo esto? Eres profesor de antropología, explícame qué necesidad hay de eso.” (De hecho, muchos lectores de prensa-basura valorarían mi trabajo como la definición por excelencia de una inversión social desperdiciada.) Y, en cierto sentido, esto es indudablemente cierto. No hay forma objetiva de medir el valor social.
No me atrevería a decirle a una persona que está convencida de aportar algo importante a la humanidad que, en realidad, está equivocada. Pero, ¿qué pasa con quienes tienen la certeza de que sus trabajos no sirven de nada? Hace poco retomé el contacto con un amigo de la escuela que no veía desde que teníamos 12 años. Me quedé atónito al descubrir que, primero, se había hecho poeta y, más adelante, fue el vocalista de un grupo de rock indie. Incluso había escuchado algunos de sus temas en la radio sin tener ni idea de que el cantante era mi amigo de la infancia. No cabe duda de que era una persona innovadora y genial, y que su trabajo había mejorado y alegrado la vida de muchas personas alrededor del planeta. Pero, tras un par de discos fracasados, perdió su contrato discográfico y, con la presión añadida de numerosas deudas y una hija recién nacida, acabó, tal y como él lo describió, “eligiendo la opción que, por defecto, eligen muchas personas sin rumbo: matricularse en derecho”. Ahora es abogado mercantil para un prestigioso bufete neoyorquino. Mi amigo no titubeó en admitir que su trabajo carecía de valor alguno, que no contribuía nada al mundo y que, según su criterio, ni siquiera tendría que existir.
Llegados aquí, podemos plantearnos una serie de preguntas. La primera sería: ¿qué dice esto de nuestra sociedad, que parece generar una demanda extremadamente reducida de poetas y músicos talentosos, pero una demanda aparentemente infinita de especialistas en derecho empresarial? (Respuesta: si un 1% de la población controla el grueso de las rentas disponibles, el denominado “mercado” reflejará lo que ellos, y nadie más que ellos, perciben como útil o importante). Es más, esto demuestra que la gran mayoría de estos empleados son conscientes de ello en realidad. De hecho, creo que jamás he conocido a un abogado mercantil que no pensara que su trabajo era una sandez. Podríamos decir lo mismo de casi todos los sectores nuevos mencionados anteriormente. Existe toda una clase de profesionales asalariados que, al toparte con ellos en una fiesta y confesarles que te dedicas a algo que podría considerarse interesante (como, por ejemplo, la antropología) evitan hablar de su profesión a toda costa. Pero después de unas cuantas copas, te sueltan toda una diatriba sobre la inutilidad y estupidez de su trabajo.
Aquí contemplamos una profunda violencia psicológica. ¿Cómo vamos a plantearnos una discusión seria sobre la dignidad laboral cuando hay tanta gente que, en el fondo, cree que su trabajo ni siquiera debería existir? Inevitablemente, esto da lugar al resentimiento y a una rabia muy profunda. El peculiar ingenio de esta sociedad reside en el hecho de que nuestros dirigentes han hallado la manera –como en el ejemplo de los freidores de pescado– de que esa rabia se dirija precisamente en contra de quienes desempeñan tareas provechosas. Por ejemplo, parece que existe una regla general que dictamina que, cuanto más claramente beneficioso para los demás es un trabajo, peor se remunera. De nuevo, es muy difícil dar con una evaluación objetiva, pero una forma fácil de hacernos una idea sería preguntando: ¿qué pasaría si todos estos sectores laborales desaparecieran sin más? Se diga lo que se diga de las enfermeras, los basureros o los mecánicos, es evidente que si se esfumaran en una nube de humo, los resultados serían inmediatos y catastróficos. Un mundo sin profesores o trabajadores portuarios no tardaría en encontrarse en apuros, e incluso un mundo sin escritores de ciencia ficción o músicos de Ska sería, sin duda, un mundo peor. No está del todo claro cuánto sufriría la humanidad si todos los inversores de capital privado, grupos de presión parlamentaria, investigadores de relaciones públicas, actuarios, vendedores telefónicos, alguaciles o asesores legales se esfumaran de golpe. (Hay quien sospecha que todo mejoraría notablemente). No obstante, exceptuando algunos ejemplos bastante manidos, como el de los médicos, dicha “regla” se cumple con sorprendente frecuencia.
Aún más perversa es la noción generalizada de que así es como deben ser las cosas. Este es uno de los secretos del éxito del populismo de derecha. Podemos comprobarlo cuando la prensa sensacionalista suscita el recelo contra los trabajadores del metro londinense por paralizar el servicio durante una disputa contractual. El solo hecho de que los trabajadores de metro pueden paralizar todo Londres demuestra la necesidad de la labor que desempeñan, pero es precisamente esto lo que parece incordiar tanto a la gente. En Estados Unidos van aún más lejos; los Republicanos han tenido mucho éxito propagando el resentimiento hacia los profesores o los obreros del sector automovilístico al llamar la atención sobre sus salarios y prestaciones sociales supuestamente excesivos (y no hacia los administradores de las escuelas o los directivos de la industria automovilística, que son quienes causan los problemas, lo cual es significativo). Es como si les estuvieran diciendo “¡Pero si tenéis la suerte de enseñar a niños! ¡O de fabricar coches! ¡Hacéis trabajos de verdad! Y, por si fuera poco, ¡tenéis la desfachatez de reclamar pensiones y atención sanitaria equivalentes a las de la clase media!”.
Si alguien hubiera diseñado un régimen laboral con el fin exclusivo de mantener los privilegios del mundo de las finanzas, difícilmente podría haberlo hecho mejor. Los verdaderos trabajadores productivos sufren una explotación y una precariedad constantes. El resto se reparte entre el estrato aterrorizado y universalmente denigrado de los desempleados y esa otra capa más grande que básicamente recibe un salario a cambio de no hacer nada en puestos diseñados para que se identifiquen con la sensibilidad y la perspectiva de la clase dirigente (directivos, administradores, etc.) –y en particular, de sus avatares financieros– pero que, a la vez, fomentan el creciente resentimiento hacia cualquiera que desempeñe un trabajo de indiscutible valor social. Evidentemente, este sistema no es fruto de un plan intencionado sino que emergió como resultado de casi un siglo de ensayo y error. Pero es la única explicación posible de por qué, a pesar de nuestra capacidad tecnológica, no se ha implantado la jornada laboral de tres o cuatro horas.

#parapasarelfinde: LA TOMA – de Sandra Gugliotta. (2013)

La toma retrata de manera singular y sin la creación de héroes ni villanos la situación por la que atraviesa la educación pública porteña. Y para hacerlo se introduce dentro del mítico colegio secundario Nicolás Avellaneda, donde alumnos, padres y profesores llevaron y llevan adelante una lucha constante por las mejoras estructurales de la educación pública.

De la Serie: Guerra por el consumo

Expertos
por Diego Valeriano


Desde todas las  UNICEF ya sea Oriente Medio, el Norte de África o Latinoamérica se ha advertido de que el alargamiento de los conflictos armados podría estar dejando cicatrices «duraderas» e «invisibles» en los niñxs, debido a una exposición prolongada a la violencia, al estrés, a los múltiples desplazamientos y a la pérdida de familiares y amigos.

La guerra despliega su mayor crueldad provocando innumerables “cicatrices” en las nenas y nenes. Pesadillas, mojar la cama de noche, sensación de miedo extremo, mayor «retraimiento y apego», perder  la capacidad de conectar emocionalmente con los demás y consigo mismos y existe la posibilidad de que se «paralicen» sus sentimientos básicos, haciéndoles incapaces de pensar en el futuro o recordar eventos recientes; son muestra de esto.

La guerra por el consumo no es analizada por las autoridades de UNICEF, que en su vademécum no aparecemos como zona de conflicto armada. Tal vez por eso más que cicatrices lxs pibes tienen nuevos hábitos. Ludmila, con solo cuatro años sabe qué días la mamá cobra la asignación, se le nota a todos en la cara. Mayra pide en la estación de Hurlingan, con su hermana se compraron dos Sansung Galaxi y tienen que cubrir la cuota de la tarjeta del papá; le quedan solo cuatro meses. Mauro se quedo sin dos dientes pero con las zapatillas; sabe lo que le costaron a la vieja como que esos pibitos lo puedan arrebatar así de fácil. A Brian le robaron el celu, creen que por no ser argentino se iba a quedar sin hacer nada, con su hermano ya agarraron a dos y hay uno que anda refugiado.

Hábitos y cicatrices son siempre simbólicos ¿Quién no se lame las heridas de acuerdo a como corren los tiempos? Hay, eso sí, juegos y nuevas formas. UNICEF no entiende nada o ¿acaso que un pibe a los tres años juegue al allanamiento no es signo de que estamos en guerra?

@valeriano2015

Narcomundo, una comedia de enredos sangrienta

por Ricardo Rogendorfer


Más allá de su presente auge en las tapas de los diarios, el papel gerencial de las  agencias policiales argentinas en el negocio de las drogas constituye una tradición muy arraigada en el país. Basta recordar la escandalosa disolución en la Bonaerense del área de Narcotráfico a mediados de 1996, tras una cámara oculta de Telenoche que mostraba a uno de sus jefes –el comisario Roberto Calzolaio– en tratativas comerciales con distribuidores de cocaína en Quilmes. El caso probó que los dividendos del asunto subían hasta la máxima autoridad de la Maldita Policía, Pedro Klodczyk, y que desde su escritorio un porcentaje era desviado hacia los bolsillos de ciertos actores del poder político y judicial. Ahora, a 17 años de ello, la historia se repite o, mejor dicho, se propaga como una enorme mancha venenosa en Santa Fe y Córdoba. En la provincia gobernada por el socialista Antonio Bonfatti, el comisario general Hugo Tognoli (foto) tuvo el embarazoso mérito de haber sido el primer jefe en funciones de una fuerza de seguridad que terminó tras las rejas; la razón: su afinidad con redes de narcos y proxenetas. En la provincia gobernada por el justicialista José Manuel de la Sota, la denuncia televisiva de un soplón «arrepentido» provocó el arresto del mismísimo titular de la División de Drogas Peligrosas junto a su plana mayor, además del supuesto suicidio de un colaborador, el desplazamiento del jefe de la policía y la renuncia del ministro de Seguridad; la razón: proteger redes de traficantes y armar causas a inocentes. Un estilo de trabajo que impera en todo el territorio nacional. Lo notable es que justamente con tales agentes de la ley se pretende dar batalla al delito, en consonancia con los actuales paradigmas de lucha asumidas por los estados del continente contra las corporaciones del crimen organizado. Una sangrienta comedia de enredos, en la que Argentina configura un escenario singular. Bien vale analizar algunas diferencias.

A fines de 2010, la imagen de soldados izando la bandera verde-amarela en la cima del Complexo Do Alemao, en Río de Janeiro, dio la vuelta al mundo como un ícono de soberanía estatal sobre el territorio gobernado hasta entonces por el Comando Vermelho. Lo cierto es que el hecho en sí trajo cierta reminiscencia a lo adelantado por la Escuela de Guerra de los Estados Unidos en cuanto a cómo se desarrollarán los conflictos bélicos en el siglo XXI: «La guerra estará en las calles, en las alcantarillas, en los rascacielos y en las casas expandidas que forman las ciudades arruinadas del mundo.»

De hecho, el caso brasileño se inscribe en la estrategia que recomienda la Drugs Enforcement Administration (DEA), en su cruzada integral contra los cárteles latinoamericanos con el propósito de controlar el fabuloso flujo monetario que se desliza a través de sus arcas. Su paralelismo más remoto: las Guerras del Opio en el siglo XIX entre Inglaterra y China, a raíz de la pretensión británica de eliminar todo obstáculo que impedía el comercio de dicha pócima en el país oriental.  

En occidente, el origen del crimen organizado tuvo una relación directa con la revolución industrial. Y su expansión estaría atada a la del capitalismo. Así nació en 1860 la mafia de Sicilia en coincidencia con el desembarco de Giuseppe Garibaldi en la isla y como efecto socioeconómico de la unidad italiana. La ilegalidad fue la respuesta con la que los habitantes de la región más postergada del flamante Estado cifraron su existencia frente a la industrialización del norte peninsular. Desde entonces, las organizaciones mafiosas han atravesado el mundo –y a sus sistemas económicos– como un fantasma apenas disimulado. 

América Latina no ha sido una excepción. El surgimiento –a mediados de los años ’70– de los carteles colombianos, el increíble volumen de su facturación y la posterior debacle por enfrentamientos entre estructuras rivales –alentadas por la DEA– no acabó con el negocio sino que lo condujo hacia una nueva tierra de promisión: México. Los resultados están a la vista. Desde 2007, cuando, presionado por Washington, el presidente Felipe Calderón lanzó su gran ofensiva contra el narcotráfico, la ola de violencia ha causado en ese país unos 70 mil muertos. Esa es la contabilidad de tres guerras simultáneas: la de los cárteles entre sí por el control de territorios; la de los Zetas (constituidos por ex militares y ex policías), que practican secuestros y robos contra la población, y la de los militares contra los propios ciudadanos. 

Por su lado, pese a las incursiones militarizadas en los arrabales cariocas, los narcos más buscados en Río de Janeiro supieron apelar al infalible recurso del soborno para escapar del cerco represivo. Al igual que sus colegas mexicanos; tal fue el caso del afamado jefe del cártel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, quien tuvo a sueldo nada menos que al zar antidroga del país azteca, el general del Ejército, Jesús Gutiérrez Rebollo, detenido en 1997. 

Lo cierto es que esta constelación de hechos y circunstancias traza entre sus actores un denominador común: la presencia de organizaciones autárquicas; o sea: enfrentadas al Estado. Ello –como ya se ha visto– no excluye la figura del policía corrupto. Pero cuando los hay en países como Italia, México, Brasil o Colombia es porque han sido comprados por la mafia. 

En Argentina es exactamente al revés: la policía compra delincuentes.

Ahora en la Zavaleta manda la comunidad: Control popular sobre las fuerzas de seguridad

Acompañamos el comunicado de La Poderosa, que convoca este domingo a un festival en el barrio desde las 14

  
Con toda la impotencia atragantada por el asesinato de Kevin y hartos de esperar inútilmente alguna respuesta real en relación al hostigamiento de Gendarmería y Prefectura, la asamblea poderosa de Zavaleta decidió poner en marcha un modelo de «Control Popular sobre las Fuerzas de Seguridad», sin ningún padrinazgo partidario, ni financiero. Desde el próximo domingo, una comisión de vecinos elegidos por otros vecinos y organizados en turnos rotativos controlará el accionar de los uniformados, con el fin de poder señalar sus irregularidades sistemáticas, en comunicación directa con el CELS, la fiscalía, la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin) y una red de periodistas comprometidos con la causa.
Ubicados en una casilla que construimos con nuestros propios lomos y ladrillos, frente a la Plaza Kevin, los «vecinos sin gorra» no tendrán como objetivo interpelar a otros habitantes del barrio, ni reemplazar a las Fuerzas de Seguridad, ni caer en la trampa de las acusaciones entre vecinos, sino exclusivamente registrar a los efectivos que intenten amedrentarnos sin identificación, armarnos causas o rompernos puertas sin órdenes de allanamiento, como así también denunciar los abusos de autoridad que resultan recurrentes sobre los pibes más desprotegidos.
A partir de las tremendas evidencias que se desprenden del caso Kevin, en relación a la connivencia de quienes deberían cuidarnos con los que administran los delitos desde afuera de nuestros barrios, elegimos no quedarnos en los meros reclamos, ni en las investigaciones del episodio aislado, sino vomitar una estrategia comunitaria que nos permita mantenernos a salvo de estos fantasmas con gorra y escopeta, que hasta el día de hoy se pasean por nuestros pasillos con la impunidad que les otorga el poder y ese chaleco sin nombre, por encima de la camisa que en teoría garantiza su gracia a la vista.
De este modo, no sólo intentaremos afrontar el miedo y las prácticas ilegales a las que permanentemente estamos sometidos los vecinos de las villas, por parte de la corrupción uniformada, sino también alumbrar la institucionalización de un método de participación ciudadana capaz de mejorar la seguridad en los barrios humildes, donde las muertes por violencia institucional ya ni siquiera hacen eco en los medios, ni en la política, ni en la Justicia. Y a su vez, aportaremos así nuestra mirada barrial a los expedientes judiciales que suelen ser una mera transcripción de las versiones policiales.
Acompañados por las escuelas de la comuna, el CELS, la Procuvin, numerosas organizaciones sociales y diversos organismos de Derechos Humanos, desde La Poderosa los invitamos este domingo 29 al gran festival que haremos los amigos y familiares de Kevin para presentar el único modo que encontramos de irnos a dormir con la tranquilidad de que no perderemos ningún otro pibe por la acción o inacción de las Fuerzas. Desde ya, hacemos cargo al Estado de su responsabilidad sobre la seguridad de todos nosotros, incluídos los vecinos y vecinas que oficiarán como reguladores de las instituciones que, por sí solas, no han querido o no han sabido regularse, para garantizar nuestros derechos. Con o sin ayuda, la fuerza de Kevin nos bastará para cambiar esta realidad: hay una comunidad al servicio de la comunidad.
A QUIENES QUIERAN PARTICIPAR DEL FESTIVAL, LOS ESPERAMOS EL DOMINGO A LAS 14, EN LA INTERSECCIÓN DE AMANCIO ALCORTA Y PERITO MORENO, PARA IR JUNTOS HASTA LA PLAZA KEVIN. GRACIAS POR EL APOYO, DE CORAZÓN.

Hagamos oír la voz de Zavaleta: ni un pibe menos

Llamamiento a los trabajadores y trabajadoras de prensa sobre el “Control Popular de las Fuerzas de Seguridad”

Desde este domingo se abre una nueva etapa en el barrio Zavaleta, donde la comunidad estará al servicio de la comunidad. Una etapa que reclama mayor atención y compromiso de los trabajadores de prensa. Dos semanas atrás nos enterábamos del asesinato de Kevin, un niño de nueve años, por una bala perdida de las más de cien que fueron disparadas durante un tiroteo. La Garganta Poderosa, una revista realizada por las asambleas de distintas villas, dio a conocer esta noticia en medio de su propio dolor, quebrados por haber perdido a un pibe, acompañando a Roxana, la mamá, en lo que hiciera falta. El hecho tuvo mucha repercusión en las redes sociales, pero casi nula en los grandes medios de comunicación. Y en los pocos lugares donde se dijo algo sobre el tema, se dijo mal o no se le dio continuidad informativa.
Después de esto, los vecinos y familiares de Kevin sólo recibieron burlas y hostigamientos por parte de efectivos de Gendarmería y Prefectura que forman parte del operativo Cinturón Sur y que en la mañana en la que mataron a Kevin liberaron la zona. Prueba de ello es que a esa misma hora había no menos de 15 efectivos en una garita a 120 metros de donde se disparó ese centenar de balas de pistolas, fusiles y ametralladoras Uzi. El lunes, en cambio, los gendarmes se movieron, aunque para realizar intimidaciones contra la revista, los vecinos y los miembros de la organización.
Por eso, la asamblea de La Poderosa en Zavaleta resolvió instalar una casilla de “Control Popular de las Fuerzas de Seguridad”. Allí habrá “vecinos sin gorra” sin ningún interés de interpelar a otros habitantes del barrio ni hacer jamás acusaciones entre vecinos. El único objetivo –el único- es evitar que los efectivos de seguridad realicen allanamientos sin una orden, armen causas o abusen de los pibes más desprotegidos. Por eso también sus únicas armas serán una cámara de fotos y una planilla para registrar los abusos. La comunidad de Zavaleta le dice basta a esos fantasmas de uniforme, que nunca tienen identificación, que siempre creen que pueden llevarse a todos por delante.
El Colectivo de Trabajadores de Prensa hace un llamado a los compañeros y colegas de los medios para que difundan lo que pasa en el barrio. En el CTP creemos en un periodismo al servicio del pueblo. Es muy importante, sin embargo, que la difusión sea responsable: ni siquiera en pos de difundir vale que se saque de contexto lo que digan los vecinos del lugar. Que nadie confunda ni busque eufemismos, las cosas como son: “Control popular de las fuerzas de seguridad”.
Pedimos a todos los trabajadores de prensa, a los compañeros y compañeras que nos leen, a quienes tienen un espacio en radio, en televisión, en diarios y revistas, que se hagan eco de esta información. Y que la sigan, como se sigue una noticia. Desde el CTP sacaremos informes periódicos desde el barrio cada vez que sea necesario. Y es necesario ahora. Ya nadie puede decir que no conoce el tema. La Poderosa está acompañada por el CELS, la PROCUVIN, organizaciones sociales y organismos de derechos humanos.
En el barrio hay una pared que mira hacia la plaza Kevin, una plaza que se llamaba Kevin por otro amiguito suyo que perdió la vida hace cuatro años por otra “bala perdida”. Pero ahora también está su foto y también es su plaza. Esa pared lo dice todo: “Ni un pibe menos”. Es un grito que sale desde las entrañas.
Acompañamos el comunicado de La Poderosa, que convoca este domingo a un festival en el barrio desde las 14

El docente paracaidista: una figura escolar

Por Leandro y Andrés
  

         
1.  Caímos en la escuela.
En una trayectoria laboral que galopa en lo precario –poca guita, muleo, hacer cosas que no nos caben, escasos beneficios sociales- nos vemos hoy dando clase. El dar clase es algo que encontramos más que un lugar buscado: a los tumbos, cansados de habitar un espacio agotado, olfateamos la posibilidad y dimos el salto. Y aterrizamos.
Como paracaidistas sabemos que no cualquiera es un buen objetivo de caída. Hay lugares más acogedores que otros. Los colegios privados con su flexibilidad legal –llevar un currículum y no mucho más- es un sistema más poroso en su recibimiento que la burocracia estatal, con trámites infinitos, cortocircuitos permanentes y la quisquilles por “los títulos habilitantes”
Docentes paracaidistas: legalmente posibilitados, si, pero no estrictamente preparados. Con credenciales académicas pero con un paso fugaz –o nulo- por profesorados o institutos de formación pedagógica, se da una caída abrupta en un terreno inédito. ¿Qué es una planificación? ¿Cuáles son los criterios para corregir un examen? ¿Cómo mido los contenidos por edad? ¿Qué le podes dar a un pibito de 12, 13 años para leer? Algunas preguntas posibles -y hay más.
Tenemos la información sensible que portamos de nuestra época de alumnos (no tan lejana en el tiempo). Pero es una memoria distorsionada. Pocas coordenadas para un escenario novedoso, esta actualidad educativa muestra un cambio de pantalla radical.
En lo efectivo, como docentes paracaidistas estamos despojados de habilidades áulicas e institucionales. Pero si en un plano es necesario marcarnos –y cocernos- con los efectos de institución, en otro podemos ser puestos inmediatamente a funcionar en la gestión de las aulas. ¿Por qué? Muy simple: como paracaidistas nos ponemos la pilcha de un rol cuyos saberes para ocuparlo están deshilachados. Nosotros no estamos capacitados dijimos; mucho no hubiera servido. El paracaidista es un ignorante pero los demás también. Todos estamos sin red en las escolaridades precarias y sin referencias a mano que expresa hoy el mundillo escolar; tanto para los que se prepararon como para los que no. Pero como paracaidista corremos con una ventaja. Veamos cual.
 
2-      La ciudad precaria como profesorado
Nuestra potencia como paracaidistas es nuestra inocencia práctica. Sin brújulas para la acción áulica debemos inventarnos en nuestro propio devenir; la rutina se hace aventura. Mientras para los demás en el terreno desconocido que es un aula se transita haciendo que se hace, renegando que las cosas ya no son como antes, nosotros estamos obligados a crear un escenario habitable (el paracaidista está más cerca de un forastero, de un visitante extraño, que de un desertor que se prepara para el éxodo de sí mismo).
Crudo en las aulas por recién llegado, el docente paracaidista está curtido en el afuera escolar. Su socialización es extra-escolar; en el mercado laboral precario en el que se desplazo por varios años y en la calle. En sentido amplio, la calle como economía de signos y afectos, como fábrica de imágenes que emplea para gobernar un aula. La calle (“tener calle”) que sirve para surfear esa sensibilidad cambiante del aula, para modular esos cuerpos que saltan afuera de la subjetividades que los contienen, o que se diluyen por debajo.
            El docente paracaidista percibe a los alumnos como pibes y pibas (y a él como un oportunista, o como un precarizado con suerte que rapiño un laburo posiblemente mejor a los otros disponibles) que en mucho casos trata con imágenes de factoría callejera y social (como sea, extra-escolares). Imágenes que importa al aula. Por eso tiene un nivel de soportabilidad mayor frente a quilombos de aula; ruido-ambiente en vez de silencio –tan anhelado por los docentes tradicionales- invasión de celulares y mp3´s, contestaciones “irrespetuosas”, retrasos en entrega de trabajos prácticos, tolerancia a las excusas por ausencias…
No soporta por voluntad flexible, sino por no encontrar en este mundo nada diferente a lo vivido en su pasaje por la precariedad laboral y por la calle (que a veces es lo mismo). El docente paracaidista antes fue cadete, empleado de atención al público, motoquero, encuestador,  mulo de todo tipo… ¿Cómo pedirle silencio a un pibe -o que apague el celular a una piba- cuando no pudo hacerlo frente al monstruoso ruido, indiferencia o violencia de la gran ciudad?, ¿Cómo pedir lo que ya no existe en la vida precaria?  
Un docente no se hace en las aulas (ni en los marcajes de su formación previa). Allí –o en las salas de profesores- es en donde adquiere los clichés necesarios para su rol institucional (el trato con las autoridades, las palabras para comunicarse con padres y madres de alumnos, la gestión de un acto, etc.). Los saberes, los yeites, la información práctica la trae de afuera. Y ese saber fundamental con el que contamos como paracaidistas es el de constituir en el movimiento salvaje, de poder instituir en el remolino desbaratador de las rutinas caóticas que atraviesan nuestra época. Célibe en las trayectorias del mundo-escolar, el docente paracaidista es promiscuo en las andanzas por la ciudad precaria.
Pero hay otro saber importante con el cual contamos: un saber más de tipo sensible. No tenemos mucha idea de cómo interpelar a un alumno desde los cánones de la didáctica, es verdad, pero no les tenemos bronca. No somos antipibe. Para muchos docentes pareciera que ya hay una brecha afectiva con los pibes que hacen de alumnos: lejos de ser un par como que representan algo exterior a su cartografía sensible que se manifiesta como amenazante. Y por más que acumulen cursos, carreras, años de recorrido y experiencia, son ignorantes de la otredad constitutiva de uno mismo que expresan los alumnos como personas en sí mismas.
3-      Excepción y cinismo
Un paracaidista por necesidad no puede ser cauteloso. A veces, hay situaciones en las que se fuerza un fuera de rol, y se encuentran docentes y alumnos moviéndose en estados de excepción áulicos. Son esos momentos de conexión copada que se retrotraen al lugar común docente alumno. Hablando con unos pibes me dicen: “No boludo… Uuuh! Diculpe…” ¿Qué dicen esos lapsus? ¿Por qué caretear esos gestos si en cualquier otro lado nos hablaríamos así? En estos márgenes de lo institucional-escolar (márgenes que en verdad conforman la realidad escolar cotidiana) el docente paracaidista se siente jugando de local; bardeadas a un alumno, cargadas futboleras, lenguaje informal a pleno, aceptación de una gastada o un trato amistoso (de par). Estado de fuera de rol que, codificado por el discurso del docente clásico, devendría en actas disciplinarias para el alumno o en sumarios para el docente. En estos momentos de empate hegemónico (y no de dominio de docentes o de alumnos) se visibiliza ese cinismo escolar: los docentes paracaidistas no son lo que imaginan las autoridades y las familias, pero los alumnos tampoco.
A veces,  el docente paracaidista actúa como un cínico en un sentido opuesto;  percibe al desnudo las reglas que organizan la acción áulica, y no se las creé del todo, pero sabe que debe operar en esa ficción con la teatralización del como sí. Corrientes de fuerzas que nos empujan a atrincherarnos en una función que no nos cabe pero que estamos obligados a encarnar: quilombo en el aula, pibes que se quejan, la demanda de intervenir como profesores-gendarmes (“Vení, mirá lo que me hizo… Hace algo!”).
A pesar de la incomodidad que provocan estas secuencias, del talento de armar esa ficción depende el sueldo a fin de mes. Por eso, una desafección muchas veces potente, puede volverse peligrosa para el futuro laboral (uy, me zarpe), y de ese equilibrio depende nuestro éxito. Mientras tanto –está convencido, quizás por las huellas profundas de la precariedad- que esto es pasajero- no siente pánico moral por el comportamiento de los pibes o pibas, no carga con la culpa de una generación-adulta (¡Que hicimos con nuestros hijos!), y no se siente responsable por la seguridad de nadie (menos que menos por la de él mismo).
 
Conclusión: como paracaidistas caímos en la escuela. Con escasos saberes genuinamente escolares, portamos la habilidad de armar condiciones de posibilidad para. Pero en la escuela ese para es la gestión áulica, para la cual por un lado no estamos muy curtidos, pero al mismo tiempo, los saberes que alguna vez funcionaron ahí hoy descarrilan. Nosotros como paracaidistas tenemos dos opciones: o incorporamos frenéticamente los berretines educativos heredados –lo cual tampoco sirve de mucho- o nos dedicamos a crear otra cosa, explorando, tanteando, y dispuestos a ver qué onda.

El gen protestante angloamericano

por Sandino Nuñez


1.
¿Es en sí interesante, teóricamente, el cruce más o menos reciente Chomsky-Zizek? No. En absoluto. Es obvio que Chomsky no califica ni siquiera parasparring de Zizek. Están parados en dos universos ontológicos distintos, además, y eso quiere decir que la pelea sería más bien aburrida porque ninguno llegaría, con sus golpes, al cuerpo del otro. Sin embargo, puede enseñarnos algo. El asunto es sí interesante como síntoma u “objeto” de investigación o de interpretación. El malhumor y la rabieta de Chomsky es parte del ritual y de la rutina coreográfica. Ya lo sabemos. Cada tanto el empirismo o el pragmatismo protestante angloamericano se enoja y rezonga y pone el grito en el cielo y le responde con amargas objeciones de ininteligibilidad, falta de rigor y seriedad a lo que ellos llaman vagamente la French Theory y a todo el delirio barroco e insustancial posmoderno. Es vacío, irresponsable, ineficaz, se presta para las modas y las poses cool, y en ese furor es capaz de estropear, estetizándolo en una dimensión sublime, teológica e inalcanzable (a la que sus ejecutores llaman “teoría”), el orden estrictamente práctico y positivo (conviene no olvidar que, con Chomsky, estamos frente a una de las “caras izquierdistas” del positivismo) de los movimientos insurreccionales, las organizaciones colectivas y las revueltas.

También tuvimos, en su momento, las reacciones avinagradas de Harold Bloom. O las más graves de Stanley Fish. O el alegre simulacro o el hoax (o más exactamente, el simulacro dehoax) del “caso Sokal”, índice penoso de la edad mental del cientificismo americano que por un lado se dedica a hacer zapatos con microchips o a imprimir carne porque entiende que la hambruna mundial tiene que ver con el atraso tecnológico, y por otro juega a burlar a Social Text, una revista arbitrada de ciencias sociales, para probar que su comité editorial está lleno de timadores y embusteros. En fin.

Parece claro que el empirismo sajón está discutiendo siempre consigo mismo, a derecha y a izquierda. Discute con su ciega tendencia acrítica inherente, pues la sabe capaz de multiplicar superficialmente esos fenómenos extranjeros y amariconados (metafísicos, oscurantistas, nihilistas, teológicos) a la interna de su comunidad y de su vida institucional y académica. ¿No son, en cierto modo y en cierta medida, tanto Derrida como incluso Foucault, “inventos” retroactivos de la doxa académico-literaria norteamericana? ¿No es el austero pragmatismo comunitario y provinciano de los Estados Unidos el hermano mayor, ausente pero central, de los excesos retóricos y de la dispersa insustancialidad del textualismo, del multiculturalismo, del descololialismo, del subalternismo y la deconstrucción, de los relativismos groseros, estúpidos y bienpensantes de la new left, de las “desterritorializaciones” contra los poderes centralizantes y totalizadores, etc.? En otras palabras: ¿no es el positivismo empírico pragmático el padre real de todo movimiento discursivo, refractario o reactivo que proclama nuestra súbita y gozosa liberación del poder del objeto, de la cosa o de la naturaleza, y en el que, de pronto, “todo lo sólido se disuelve en el aire”?

Pero también, en suma, y ése es el problema: ¿no es acaso la brutal hegemonía del positivismo de la ciencia natural lo real de toda la filosofía occidental moderna, desde Descartes a Althusser, pasando ciertamente por Kant y Hegel, los “antifilósofos” (al decir de Alain Badiou) Nietzsche o Wittgenstein, y también por Marx y Freud y toda la muchachada de Frankfort? Acá, de más está decirlo, conviene andar con cuidado. Pues son dos oposiciones diferentes: en alcance, valor y profundidad.
2.
Comencemos por la más próxima de estas oposiciones, la más inmediata y la que menos nos va a complicar argumentativamente: positivismo pragmático protestante americano vs. teorías alternativas protestantes americanas. Comencemos por aquí, independientemente del hecho de que en gran medida la otra oposición, la más problemática y profunda (cientificismo empírico-positivista vs. filosofía crítica moderna), estará implícita e incrustada en ésta, aunque sólo podrá ser explicitada más tarde. Impostemos un giro expresivo que bien podría provenir del propio Chomsky: el pensamiento protestante angloamericano es genéticamente positivista, empirista, realista y pragmático. Cree en una realidad de cosas en sí que son descriptibles, medibles y fotografiables sin mediación, y que están gobernadas por leyes inmanentes que pueden ser enunciadas por un lenguaje claro y distinto. Ése es el núcleo duro de su arquitectura y sus variantes históricas: mientras ese núcleo duro, ese Real, ese “pragmatogen” o ese “órgano positivista” no sea confrontado, con cierta seriedad o valentía terapéuticas y teóricas, todas las fantasías de producciones discursivas alternativas, de utopías de insustancialidad y de ruptura con el poder y el hechizo de la cosa, de diseminación de culturas y voces, o de performances contra las normativas y los mandatos sociales, etc., provendrán fatalmente de ese “gen” o de ese “órgano”, serán un sueño y una fantasía de la propia máquina positivo-pragmática.

Quiso un azar un poco inquietante, que también a Zizek le hubiera tocado, oportunamente, batirse a duelo con Judith Butler en un proyecto editorial llamado Contingencia, hegemonía, universalidad que también incluía a Ernesto Laclau. En esa discusión uno puede intuir el negativo gestáltico o fotográfico de lo que imagina sería la discusión de Zizek con Chomsky (“de lo que uno imagina que sería la discusión” digo, ya que tal discusión no ha tenido lugar, y me parece que, razonablemente, no lo habrá de tener). Butler sostiene allí una postura intelectualmente laxa y éticamente bonachona: toda identidad (social, sexual, cultural, étnica) se apoya en un sistema de diferencias y no puede afirmarse sin excluir a otras identidades; cuando esa identidad alcanza cierto estatuto conceptual o simbólico y se reserva el derecho de teorizar o traducir otras identidades, no está sino en un punto autoritario que por lo general se legitima en la apelación a cierta naturaleza ahistórica o suprahistórica (la idea de género proviene del autoritarismo falocéntrico del mandato heterosexual que se legitima en una supuesta diferencia sexual natural, etc.). Así, del magma imaginario de las identidades parciales se dibuja una identidad singular que por razones histórico-contingentes aparece como dominante y cuya “visión del mundo” se impone apelando a una naturalización ahistórica de su condición y de su dominio. Digámoslo así: todo es imaginariolo simbólico(como cierta capacidad de teoría) sólo puede provenir de un golpe autoritario y normativo, y lo real (el sexo, los genes, Dios) sería la justificación natural ahistórica de esa norma, el gran dogma fundamentalista. Lo imaginario puro sería entonces la utopía de cierta democracia igualitaria y tolerante, una utopía de buena vecindad horizontal en la que reconozco que mi identidad, mi opinión o mi ontología no son ni más ni menos que ninguna otra, y que todo es cuestión de diálogos o negociaciones prácticas o “traducciones mutuas”, siempre parciales y locales. Es obvio que el problema de la nueva izquierda americana (llamémosla así) no es el de la crítica emancipatoria sino más bien el del reconocimiento de las identidades subalternas o menores, y su finalidad es, podría decirse, tristemente conservadora o puritana: asegurar el buen funcionamiento de la comunidad pragmática, corrigiendo sus excesos y tentaciones, aún (o, quizá, sobre todo) a nivel de litigios jurídicos. Se trata menos de luchar contra un dictador o un déspota que de montar una extenuante coreografía obsesivo-paranoica (un simulacro) para impedir la aparición futura del déspota. Es una de las características reactivas de la comunidad protestante anglo-americana: el horror a la trascendencia como horror al totalitarismo, a la teoría unificadora y a todo lo que pueda atentar contra la libre circulación de las voces, los cuerpos y las cosas.

Ahora bien: ¿por qué Butler habría de diluir completamente lo simbólico en lo imaginario sino por cierto exceso refractario, es decir, porque efectivamente cree, en última instancia, con cierto horror sagrado, en lo real sustancial, positivo o empírico?, ¿por qué aliviarme diciendo “no hay tal determinación biológica (los genes), luego todo es imaginario (el mandato social es arbitrario y detrás nunca hay una razón o una autoridad final que lo justifique, etc.)”, o “Dios no existe, luego todo es un embuste”, o “el alma no existe, luego hay que dejar que los cuerpos corran libres de sus ataduras sociosimbólicas, etc.”, si no fuera porque mi profunda tendencia a creer en lo real-sustancial me horroriza, y porque en algún momento le he creído a Dios y le he creído al alma, en lugar de pensar que Dios o el alma son más bien metáforas o conceptos simbólicos que no se agotan en el juego estúpido de existen-no existen? ¿No es, de este modo, irreductiblemente realista la postura de Butler, tanto como lo es la de Chomsky al postular su real-positivo-sustancial, su órgano del lenguaje, una gramática universal generativa que se defiende razonablemente en el arte de una argumentación consistente, o empíricamente relevante, contra todo oscurantismo metafísico y sobrenatural? Ambas lo son, aunque parezcan situarse en las antípodas. Chomsky se sitúa en un real naturalista absoluto y Butler en un imaginario historicista absoluto. El Instituto Tecnológico de Massachusetts contra la literatura comparada, las cátedras de retórica, los estudios feministas y las teorías queer. Y ambos se reúnen en un escenario superficial o un malentendido llamado “izquierda”. Pero Chomsky es un técnico o un cientista que dictamina la palabra última y definitiva de un objeto real cuya existencia se testimonia y defiende con elegancia y seriedad argumentativas británicas, mientras Butler hace morisquetas y performances paródicas francesas y rabelaisianas para mostrar que ese objeto real no es sino la máscara de la postura autoritaria del falogocentrismo. Chomsky tiene una verdad que es una certeza empírica y la defiende de esos charlatanes e impostores llamados filósofos metafísicos o literatos (entre quienes incluye, presumo, a Butler). Butler tiene la certeza de que toda verdad es autoritaria y defiende la pluralidad horizontal de los intercambios de esos déspotas llamados filósofos metafísicos o técnicos. En la cultura intelectual americana hay un cortocircuito, una lucha a muerte entre el técnico y el literato, sin síntesis y sin superación. Y en el medio, el filósofo muere de incomprensión o de olvido: el técnico entiende que la metafísica es literatura y retórica, y el literato que la metafísica es técnica y autoritaria.
3.
Ahora bien ¿qué hace Zizek en el medio, entre Chomsky y Butler? ¿Es esa síntesis o esa superación hegeliana que está faltando entre el despotismo de lo real positivo y la laxitud loca y voluble de lo imaginario? En principio estoy tentado de decir: no. No, en tanto esa síntesis no parece que pudiera ocurrir en la cultura americana: ahí parecería tratarse siempre de una carnicería bárbara de procesos primarios, alianzas profundas y elementales entre un Superyó mandón y un Ello gozoso, es decir, sin un Yo (o mejor, sin un Sujeto), sin un tercero que se sitúe fuera y por encima de la oposición para decirla y pensarla. Mientras Butler y Chomsky se tiran piedras (aún sin saberlo) es bastante probable que alguna de ellas le pegue a Zizek, porque él es el fantasma que está en lugar del objetivo real de los verdaderos agonistas. Es muy probable que para Butler Zizek sea machista, estalinista, antihistoricista, dogmático de la verdad, de los universales y de lo Real (porque aunque Zizek sobreactúe paródicamente esos rasgos, los suspicaces siempre pueden suponer que el verdadero objetivo de esa exageración es ocultar tales rasgos). Y sabemos explícitamente que para Chomsky Zizek es un charlatán lacaniano oscurantista, un payaso incomprensible sin argumentos empíricos razonables o sostenibles. Zizek es el objeto fantasmático que ocupa el lugar de Chomsky para Butler y el lugar de Butler para Chomsky. Pero seguramente Zizek sabe que no hay un verdadero antagonismo entre Chomsky y Butler y que sus diferencias, en el fondo, se apoyan en una identidad basal (lo que llamamos el “gen” protestante angloamericano): uno es el sueño o la pesadilla del otro. Entre los dos componen un universo cerrado endogámico, insisto, sin superación ni síntesis. Inevitablemente la intervención de Zizek termina como la de quien quiere mediar en la pelea de una antigua pareja: el mediador liga la peor parte y la pareja termina por apretar todavía más su lazo imaginario. La mediación (o tercerización) simbólica ha fracasado.

Entonces, así, nos damos cuenta de que, guste o no, acá Zizek está encarnando el lugar de la propia filosofía y de la Verdad: un lugar ingrato sobre el cual llueven las piedras de científicos y literatos. Porque si el filósofo le dice al cientista, como lo hubieran hecho Kant o Hegel, “vea, usted comete la tontería de creer que se las ve con cosas en sí o con objetos dados positivamente a su entendimiento; tendría que considerar que en tanto Sujeto (social e histórico) usted conceptualiza (y está precedido y determinado por) sus propias prácticas (sociales e históricas), y que entre esas prácticas no podemos dejar de contar a la propia objetalización y a la propia conceptualización”, etc., el cientista seguramente reaccione con cierta molestia y responda algo así como “lo que usted me dice es nihilista y poco claro, piensa usted como un teólogo, atenta contra la lógica práctica, obstaculiza el desarrollo y el progreso”, o, “seguramente quiere usted conservar sus viejos privilegios y poderes mágicos o inquisidores bajo una forma secular o académica, y apagar esa luz con que la razón positiva iluminó tantos siglos de oscurantismo dogmático”, etc. Y si el filósofo le dice al poeta, como lo hizo Platón, “mire, usted disculpe, no quiero parecer arrogante, pero a mí me parece que sus prácticas están alejadas de la verdad y la razón en tanto destituyen o anulan la razón como proceso o camino dialéctico a la verdad, una verdad cuyo fundamento no es la existencia sino la necesidad”, el poeta seguramente responda “¿quién se cree usted que es para decirme a mí o a cualquiera qué es o dónde está la verdad? usted es autoritario, aristócrata, iluminado, mesiánico, universalista abstracto, fundamentalista de la Idea”, o, “seguramente quiere usted conservar sus viejos privilegios y poderes mágicos o inquisidores bajo una forma secular o académica, cuando hace tiempo ya que sabemos que Dios ha muerto y que esa muerte desautoriza a todos sus ángeles y burócratas en la tierra”.

La objeción del filósofo al poeta (o al sofista) es el punto que funda y da el tono a la metafísica clásica. La objeción del filósofo a la ciencia positiva y a la técnica es el punto que funda y da el tono a la metafísica moderna. La primera define a la Verdad como antagonista de la opinión (va contra el enunciado “no hay verdad sino múltiples verdades”). La segunda define a la Verdad como antagonista de la evidencia (va contra el enunciado “no hay verdad sino en la presencia del ente en el entendimiento”). La asimetría de esa ecuación es que la antigua metafísica no debía lidiar con una crítica a la ciencia positiva, mientras que la filosofía moderna está siempre ya, fatal y simultáneamente, entre los dos enemigos: la opinión y la evidencia. El filósofo moderno entonces no puede dejar de incluir, como su propio antecedente póstumo, al filósofo clásico (de ahí que a veces se oiga que la antigüedad clásica griega es un invento de la modernidad europea o incluso del romanticismo alemán, etc.).

Hoy, para sus dos enemigos, cientistas y poetas, el filósofo es siempre un residuo de los tiempos oscuros del dogma religioso trascendente (ambos dicen “usted quiere conservar sus viejos privilegios y poderes mágicos o inquisidores bajo una forma secular o académica”): para el primero porque Dios ha sido superado como una hipótesis primitiva y animista por la evidencia inmanente de la cosa, y para el segundo porque Dios ha muerto y ya no hay ninguna garantía de Verdad y entonces podemos consagrarnos al gesto pleno y afirmativo de la vida siempre múltiple y plural. Quizás por eso ciertas líneas del discurso filosófico contemporáneo utilicen en forma tan explícita, provocadora y hasta abusiva tantas figuras o metáforas netamente religiosas: Badiou, Agamben, el propio Zizek, etc.
4.
Para terminar, vuelvo al punto en el que poetas y cientistas, literatos y técnicos, imaginario y real, opinión y evidencia, se funden sin fisuras, y casi gozosamente se diría, en la figura religiosa absoluta (que es lo mismo que decir una figura pagana absoluta) del capitalismo moderno. Me dejo conducir, como tantas veces, por Walter Benjamin (su artículo “El capitalismo como religión”), aunque quiero agregar aspectos más actuales. “El capitalismo es una religión de rituales y cultos y no de doctrinas o ideas”, dice Benjamin. Agreguemos: el fetichismo del culto y la inmanencia del ritual, contra la trascendencia de la idea. Es una religión de obediencia, hábitos, disciplina y ethos, y no de sentido o pensamiento. El culto a la cosa real del tecnocientífico, su lenguaje como testimonio de la cosa, o como imagen sin mediaciones de la cosa (la fotografía, la medida, las cifras, las cantidades, la precisión), son perfectamente solidarios con los rituales comunicativos democráticos de la opinión, la pluralidad de los sentidos y los intercambios generalizados (de cosas, de enunciados, de energías y cuerpos). Y digo “solidarios” desde un punto de vista formal, sin desconocer que entre ellos hay un sordo y oscuro rencor, y que su solidaridad ocurre precisamente en el rencor y en la rivalidad. Y hasta en su lucha a muerte.

En el fondo, ambos, técnicos y literatos, tienen que ver con una ontología positivista pragmática prefilosófica incapaz de (o, lo que es más o menos lo mismo, sin interés por) entender la metafísica, la idea, la verdad o la dialéctica. Los primeros son de culto y testimonio (la verticalidad absoluta de la evidencia que congela todo proceso significante), los segundos de ritual e intercambio (la horizontalidad absoluta de la opinión y la comunicación que licúa toda estructura significante). Y en el fondo, tanto el objeto real de técnicos y cientistas como la discursividad imaginaria y las identidades diferenciales de las teorías culturales democráticas, hacen máquina con las dos caras visibles del capitalismo: a. apropiación y control (de la naturaleza, las cosas, la vida, los cuerpos, la fuerza de trabajo: el biopoder), o b. mercado abierto y circulación liberal (de cosas, vidas y cuerpos: mera variante orgiástica y festiva del biopoder, pues también ella está profundamente marcada y atravesada por la disciplina y el control inmanentes). De ahí provienen ambos —y ése es, en suma, eso que he llamado su gen. Poco importa que cualquiera de los dos se diga, se proclame o se entienda de izquierda. Ser de izquierda o de derecha es, en este esquema, completamente trivial.
P.S. Quiero hacer una aclaración aunque tal vez sea innecesaria: se entenderá que cuando digo “gen” hablo de ciertas condiciones de determinación y de posibilidad de un sujeto, que se anudan doblemente con él, y que (por tanto) resultan siempre resistentes a sus esfuerzos intelectuales. Cuando hablo del capitalismo protestante angloamericano como genéticamentepositivista, empirista, realista y pragmático no me refiero ciertamente a cierta tendencia natural del organismo a ser afín a tales o cuales doctrinas, sino a que esos rasgos son siempre ya parte de las prácticas de ese sujeto llamado capitalismo protestante angloamericano, es decir, que tales prácticas lejos de ser sólo ciertas propiedades, características o predicados contingentes, son constitutivas de sujeto. Además, estas prácticas, en tanto son punto de partida de conceptualizaciones y teorías en las que el propio sujeto nace, se emplaza y se reconoce, son algo así como un punto ciego de ese sujeto, un núcleo resistente a la conceptualización y a la crítica, el punto de no-descontrucción. Ser realista, positivista o pragmático no es una opción ni es el resultado de una elección soberana de ese sujeto: él está determinado por su pragmatismo, su realismo, su empirismo.

No todo es absorbible en el esquema tranquilo de la superación y la crítica. Entre Zizek y Chomsky o entre Zizek y Butler no hay ningún diálogo posible, ningún intercambio razonable, liberal y civilizado de argumentos, en el que uno persuade a su interlocutor o se deja persuadir por él para flexibilizar sus posturas, etc. Por eso me parece tentadora la metáfora delgen para hablar de ese núcleo duro determinante: se parece a lo real en el sentido en que esa palabra aparece en glosas de la cura o del acto analítico lacanianos en expresiones del tipo “enfrentar al otro a lo real”.

Sé apocalíptico: Por qué lo radical se ha vuelto normal

por Roberto Jensen
¿Sientes ansiedad vital en esta sociedad destrozada, en este planeta saturado? No es de extrañar. La vida, tal y como la concebíamos, está a punto de desaparecer. Mientras que la cultura dominante impulsa la negación disfuncional −tómate una pastilla, vete de compras, encuentra la felicidad− existe una estrategia más sensata: acepta la ansiedad, asume la angustia profunda, y ponte apocalíptico.
Nos hallamos ante una cascada de múltiples crisis ecológicas. Lidiamos con instituciones políticas y económicas incapaces de asumir, y mucho menos solucionar, estas amenazas a la familia humana y al mundo natural en su conjunto. Estamos intensificando un asalto sobre los ecosistemas de los que dependemos, mermando la capacidad del mundo natural para sustentar una presencia humana a gran escala en el futuro. Cuando el mundo se oscurece, fijarse en el lado bueno deja de ser virtud para convertirse en señal de irracionalidad.
En semejantes circunstancias, la ansiedad se vuelve racional y la angustia sana. Ya no son señales de debilidad sino de valentía. El dolor profundo por lo que estamos perdiendo −y lo que ya hemos perdido, y quizá jamás recuperemos− es apropiado. En vez de reprimir estas emociones, podemos confrontarlas, no como individuos aislados sino colectivamente, y no sólo por el bien de nuestra salud mental, sino para incrementar la  eficacia de nuestra organización a favor de la justicia social y la sostenibilidad ecológica que aún esté a nuestro alcance. Una vez procesadas estas reacciones, podemos volvernos apocalípticos y empezar el trabajo de verdad.
Puede sonar extraño, dado que normalmente se nos recomienda superar nuestros miedos y no ceder a la desesperación. Defender el apocalipticismo puede resultar aún más raro, debido a su asociación con reaccionarios religiosos que se preparan para “el fin de los tiempos” o con pesimistas laicos obsesionados con la supervivencia. Las personas con sensibilidad crítica, los que nos preocupamos por la justicia y la sostenibilidad, nos vemos como realistas y menos propensos a caer en fantasías teológicas o de ciencia ficción.
Muchos asocian la “apocalipsis” con los delirios de rapto derivados de ciertas interpretaciones del Libro de las Revelaciones cristiano (o el Apocalipsis de Juan), pero conviene recordar que el significado original de la palabra no es “fin del mundo”. El significado tanto de “revelación”, del latín, como de “apocalipsis”, del griego, alude al levantamiento del velo, la divulgación de lo oculto y la llegada de la claridad. En este contexto, hablar apocalípticamente puede ahondar en nuestra comprensión de las crisis y ayudarnos a ver a través de la maraña de ilusiones tejida por las personas e instituciones del poder.
Pero hay un final que tenemos que afrontar. Una vez que nos hayamos enfrentado honestamente a las crisis, podremos ocuparnos de aquéllo que está acabando, que no es el mundo entero sino los sistemas que estructuran nuestras vidas en la actualidad. La vida tal y como la conocemos está, indudablemente, llegando a su final.
Empecemos con las ilusiones: Algunas de las historias que nos hemos contado −afirmaciones provenientes de personas blancas, hombres, o ciudadanos estadounidenses que ven la dominación como algo natural y apropiado− son relativamente fáciles de desmentir (aunque aún son muchos los que se aferran a ellas). Otras aseveraciones delirantes, como la aserción de que el capitalismo es compatible con los principios morales básicos, una democracia sólida y la sostenibilidad ecológica, son más difíciles de desmontar (tal vez porque no parece haber alternativa).
Pero quizás la más difícil de desbancar sea la creencia central de la economía extractiva del mundo industrial: que somos capaces de sostener una presencia humana a gran escala indefinidamente manteniendo los niveles actuales de consumo del Primer Mundo. El cometido de aquéllos con sensibilidad social no es sólo resistirse a normas sociales opresivas y a la autoridad ilegítima, sino proclamar una simple verdad que casi nadie quiere admitir: la vida de alta energía/alta tecnología de las sociedades pudientes supone un callejón sin salida. No podemos predecir con precisión los efectos de la competición por recursos o de la degradación ecológica en las décadas venideras, pero tratar al planeta como una mera mina de la que extraemos y un vertedero al que tirar después los desechos es puro ecocidio.
No podemos saber con certeza cuándo va a acabar la fiesta, pero la fiesta se ha acabado.
¿Parece histriónico? ¿Excesivamente alarmista? Fijémonos en cualquier indicador decisivo sobre la salud de la ecosfera que habitamos −agotamiento de aguas subterráneas, pérdida de suelo fértil, contaminación química, incremento de la toxicidad en nuestros propios cuerpos, la cantidad y extensión de “zonas muertas” en los océanos, la aceleración en la extinción de las especies y la reducción de la biodiversidad− y planteémonos una sencilla pregunta: ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Tampoco olvidemos que vivimos en un mundo basado en el petróleo que está agotando rápidamente todo el petróleo barato y fácilmente accesible, lo cual significa que nos enfrentamos a una reconfiguración a gran escala de las infraestructuras que soportan nuestra vida cotidiana. Mientras tanto, la desesperación por evitar tal reconfiguración nos ha llevado a una era de “energía extrema” y a la utilización de tecnologías cada vez más peligrosas y destructivas (fracturación hidráulica, extracción en aguas profundas, minería de extracción de cimas de montaña, extracción en arenas de alquitrán).
Ah, ¿se me ha pasado mencionar la indiscutible progresión del calentamiento global/cambio climático/perturbación climática?
Vivimos en una época en la que los científicos hablan de momentos críticos y de fronteras planetarias, sobre cómo la actividad humana está lastrando la Tierra más allá de su capacidad. Hace poco, 22 científicos de prestigio advirtieron que es probable que los humanos estemos forzando una transición crítica y a escala planetaria “con el riesgo de una rápida e irreversible transformación de la Tierra hasta llegar a un estado desconocido en la experiencia humana”, y eso significa que “los recursos biológicos que ahora damos por sentados pueden verse sujetos a transformaciones rápidas e imprevisibles en cuestión de unas pocas generaciones humanas”.
Tal conclusión se deriva de la ciencia y del sentido común, no de creencias sobrenaturales ni de teorías conspiratorias. Las implicaciones sociopolíticas son evidentes: no habrá solución a nuestros problemas mientras insistamos en salvaguardar el estilo de vida de alta energía/alta tecnología predominante en gran parte del mundo industrializado (y que anhelan muchos de los que, en estos momentos, se ven privados del mismo). Hay mucha gente dura de pelar que, aun estando dispuesta a cuestionar otros sistemas opresivos, se agarra férreamente a esta forma de vivir. El crítico Frederic Jameson ha escrito: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo”, pero eso sólo es parte del problema. Para algunos es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del aire acondicionado.
Es cierto, vivimos en una especie de fin de los tiempos. No es el fin del mundo −el planeta seguirá existiendo con o sin nosotros− sino el fin de los sistemas humanos que estructuran nuestra política, economía y vida social. “Apocalipsis” no tiene porqué implicar fantasías de rescate celestial ni el culto a la supervivencia del más fuerte; ser apocalíptico significa ver las cosas claras y comprometernos a recuperar los valores fundamentales.
En primer lugar, debemos reiterar el valor de nuestro trabajo en pro de la justicia y la sostenibilidad, aun sin la garantía de poder cambiar la trayectoria desastrosa de la sociedad contemporánea. Asumimos proyectos, incluso sabiendo que pueden fracasar, porque es lo correcto y, al asumirlos, creamos nuevas oportunidades tanto para nosotros mismos como para el mundo. Al igual que, aun siendo conscientes de que todos moriremos algún día, seguimos levantándonos cada mañana, una evaluación honesta de la realidad planetaria no tiene porqué paralizarnos.
Así pues, abandonemos tópicos tan sobados como: “El pueblo americano hará lo correcto si conoce la verdad” o “Los movimientos sociales del pasado demuestran que nada es imposible”.
No hay ninguna evidencia de que ser conscientes de una injusticia incite automáticamente a la ciudadanía estadounidense, o a cualquier otra, a corregirla. Cuando las personas creen que la injusticia es un mal necesario para mantener su comodidad material, algunas aceptan esas condiciones sin rechistar.
Los movimientos sociales centrados en temas raciales, de género y de orientación sexual han conseguido cambiar leyes y prácticas opresivas y, en menor grado, alterar creencias arraigadas. Pero los movimientos que celebramos más a menudo, como la lucha por los derechos civiles tras la Segunda Guerra Mundial, operaban dentro de una cultura que daba por garantizada la continuidad de la expansión económica. Ahora vivimos en una era de contracción permanente −cada vez habrá menos de todo, no más. Presionar a un grupo dominante a renunciar a ciertos privilegios cuando hay expectativas de abundancia ilimitada para todos es un proyecto muy distinto a hacerlo cuando hay una intensa competencia por acumular recursos. Esto no presupone que seamos incapaces de avanzar en nuestro afán de justicia y sostenibilidad, pero tampoco debemos caer en el simplismo de creer en su inevitabilidad.
Otro tópico a desechar: La necesidad es la madre de la invención. Durante la edad industrial, y gracias a la explotación de nuevos suministros de energía concentrada, la humanidad ha generado una cantidad inaudita de innovación tecnológica, y en poco tiempo. Pero esto no es garantía de que exista una solución tecnológica para cada uno de nuestros problemas; vivimos en un sistema con límites físicos y toda la evidencia apunta a que estamos muy cerca de esos límites. El fundamentalismo tecnológico −dícese de esa creencia cuasi-religiosa que mantiene que la aplicación de la tecnología más avanzada siempre es apropiada, y que todo problema provocado por cualquier consecuencia no intencionada se puede remediar mediante más tecnología− es una promesa tan vacía como cualquier otro fundamentalismo.
Si todo esto nos resulta inaguantable, es porque lo es. Nos enfrentamos a nuevos retos, cada vez más expansivos. En ningún momento de la historia de la humanidad nos habíamos enfrentado a tantas catástrofes potenciales a nivel global; jamás nos habíamos visto amenazados por tantas crisis sociales y ecológicas simultáneamente; jamás habíamos tenido tal abundancia de información sobre las amenazas que hemos de asimilar.
Es fácil huir de nuestra incapacidad de enfrentarnos a ello proyectándola sobre los demás. Cuando alguien me dice: “Estoy de acuerdo con tu evaluación pero la gente no puede asimilarlo”, entiendo que lo que esa persona me está diciendo en realidad es: “Yo no puedo asimilarlo.” Pero asimilarlo es, a fin de cuentas, la única opción sensata.
Los políticos establecidos continuarán protegiendo los sistemas de poder existentes, los directivos de empresas seguirán maximizando ganancias sin importarles nada más y la mayoría de la gente continuará evadiendo estos temas. La tarea de aquéllos con sensibilidad crítica −aquéllos que defienden continuamente la justicia y la sostenibilidad, incluso cuando resulta difícil− es no echarse atrás por el simple hecho de que el mundo se ha vuelto más ominoso.
La adopción de este esquema apocalíptico no supone separarse de la sociedad convencional ni dejar de lado proyectos que busquen un mundo más justo dentro de los sistemas existentes. Soy profesor en una universidad que no comparte ni mis valores ni mi análisis pero, aun así, sigo enseñando allí. En mi comunidad, formo parte de un grupo que ayuda a la gente a crear cooperativas que operarán dentro de un sistema capitalista que, a mi modo de ver, es un callejón sin salida. Pertenezco a una parroquia que lucha por radicalizar el Cristianismo sin dejar de formar parte de una confesión religiosa cautelosa y, a menudo, cobarde.
Soy apocalíptico, pero no me interesa una retórica vacía extraída de movimientos revolucionarios de antaño. Sí, necesitamos una revolución, muchas revoluciones, pero la estrategia aún no está clara. Por tanto, mientras trabajamos pacientemente en proyectos reformistas, podemos seguir ofreciendo un análisis radical y experimentando con nuevas formas de trabajar juntos. Podemos contribuir a reforzar las redes e instituciones que pueden servir de base para los cambios radicales que necesitamos sin dejar de implicarnos en la educación y el activismo a nivel local para obtener objetivos modestos e inmediatos. En estos espacios podemos articular, y vivir, a día de hoy los valores de solidaridad e igualdad que siempre serán esenciales.
Adoptar una visión apocalíptica no es abandonar la esperanza sino reafirmar la vida. Como dijo James Baldwin hace varias décadas, debemos recordar “que la vida es el único punto de referencia y que la vida es peligrosa y que, sin la alegre aceptación de tal peligro, nunca habrá seguridad para nadie, jamás y en ningún lugar”. Evitar la dura realidad de nuestro momento histórico no nos garantiza seguridad alguna, tan sólo sirve para erosionar el potencial de las luchas por la justicia y la sostenibilidad.
Tal y como dijo Baldwin de manera tan aguda en ese mismo ensayo de 1962: “No todo a lo que nos enfrentamos puede cambiarse, pero no podemos cambiar nada hasta que nos enfrentemos a ello”.
Es hora de ponernos apocalípticos, o quitarnos de en medio.

De la serie: Guerra por el Consumo: Máquina de Guerra

por Diego Valeriano

Cuando no hay un puto peso ni para cargar una tarjeta, Carina siempre recurre a Mara: de sus hijas más grandes es la única que no tiene hijos, a las más chicas todavía no les puede pedir esa entrega. Sus hijos varones son unos egoístas que no colaboran nunca, y con su marido no puede contar absolutamente para nada. Si el muy turro cada vez que cobra la asignación se pone en pedo con los borrachines del barrio. Además Mara conoce mucha gente que siempre la ayuda. Mara es un cuerpo nuevo que descubre la plenitud y el vacío. Tiene amigos por todos lados, que si ella se los pide le prestan plata y después va viendo cómo se la devuelve. También las gendarmes del puesto que pusieron en el barrio hace dos años son amigas de ella y la llevan a sus casa para que limpie por hora o le cuide a sus hijos. Hay veces que trabaja cama adentro, o eso quiere creer su mamá, y no vuelve por quince días.
El consumo es una maravilla: le enseña a ser ella misma. Es una princesa, una bailarina, una máquina de guerra, un tubo que cilíndricamente se conecta con el devenir mercancía. El consumo es placer, su cuerpo es placer: cada vez que exista el placer existirá ella. Le gusta verse cogiendo. No entiende bien porque, pero le gusta más verse que coger. Disfruta muchísimo que la quieran coger, la cara que ponen los chabones cuando se sienta arriba de ellos y comienza a moverse con un determinado ritmo. El placer por lo que obtiene y la conexión con lo que obtiene la acercan momentáneamente a cierta plenitud. Siempre va arriba así los tiene más controlados, así los mira mejor. Los mira a los ojos y descubre el instante exacto que ya no dan más, cuando solo quieren metérsela, cuando solo quieren acabarla. Domina el ritmo, siempre lo hace; acelera cuando es preciso y baila según el momento se lo indique. Transpirados, agitados y desnudos son muy débiles, casi accesibles. Esos tipos, en la vida real, tienen mucha más fuerza que ella. Si quisieran agarrarla ella no podría zafarse. Con sus catorce, caería presa de ellos; pero en la guerra no hay edades. Esos tipos, en tiempos de paz, de un empujón la podrían hacer volar por el aire (en tiempo de guerra también lo hacen), pero cuando ella está desnuda su pequeño cuerpo adquiere más poder que el de ellos, y se deja llevar por ese poder de dominarlos a su antojo, al tiempo que descubre otras superficies de inscripción, mucho más hondas.

De la serie «La guerra por el consumo»: Armisticios

Por Diego Valeriano


Partamos de la base de que un  armisticio es una situación de facto que no equivale a un tratado de paz. En la guerra por el consumo, desatada en todas las periferias del mundo, la paz es solo un lujo de los que ya no quieren nada. Un armisticioconsiste en la suspensión momentánea de las agresiones en pequeños territorios (¿momentos?).
Entendamos que armisticio no es tampoco una tregua, es decir, una suspensión más extendida, más duradera y más pensada de la guerra. El consumo no da treguas.
Momentos de alto el fuego se viven a diario, sin que esto signifique reacomodamientos o claudicaciones. Roli fue detenido con un 25 y llevado a la 3era de Pacheco. Después que le armaron la causa y antes de dejarlo ir el oficial a cargo le preguntó si tenía más plata para ir a comprar de nuevo. Roli medio asombrado le contestó que no, y el oficial le regaló dos porros, aclarándole que eran flores.
Dicen que en Padua hay un jefe de calle que se apiada de los pibitos que arrebatan a los descuidados. Si bien los persigue, los agarra y les pega; también los deja ir y los reta como un padre. Incluso algunas veces les da plata de su bolsillo.
A las doce de la noche de un miércoles caminar por cualquier calle de un barrio es el peor lugar para una mujer sola. Luana eso lo sabía pero no le quedaba otra e iba apurando la marcha. Y pasó lo que tenía que pasar: dos pibes un poco más chicos que ellas la cruzaron y le pidieron el celular y la billetera. No sé si fue por sus ojos negros y enormes, por el celular de mierda que tiene o porque sí, pero la cosa es que los pibes desistieron de robarla y le ofrecieron de acompañarla hasta la avenida.
Hay un killer runfla en la zona de Brian que a las doñas cuando le roba el celu les devuelve el chip.
En ruta 4, a la altura de Transradio, se estaba dando una toma muy grande. La policía de Berazategui había sido superada y la Gendarmería intentaba poner orden. Era diciembre y la temperatura estaba cerca de los 40. Los muchachos de verde, cuando cambiaron de turno, en lugar de volver a Campo de Mayo le pidieron permiso a la gente del camping del sindicato textil que estaba a dos cuadras de la toma para comer un asadito y usar las instalaciones. Al poco tiempo de estar relajados unos quince muchachos de los que estaban en la toma fuero a pedirle a los gendarmes que intercedan con las autoridades del camping para que les permitan hacer un asado a ellos también. Una vez finalizados ambos asados, compartieron la pileta y jugaron varios partidos al vóley.
Los armisticios no dejan de ser excepciones que nos confirman que estamos en guerra.

Clinämen: Las fuerzas de seguridad en los territorios

 

Conversamos con Leonardo Grosso, diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires por la JP Evita y coordinador de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional. La “inseguridad” en el centro de la campaña electoral. Los casos de jefes policiales involucrados en casos de narcotráfico (Rosario y Córdoba). Las fuerzas de seguridad como principal problema (sistema penitenciario, las policías, la gendarmería). El intento en barrio Zabaleta de impulsar control ciudadano sobre las fuerzas de seguridad.

Grecia luego de la revuelta: El auge político de la ultraderecha


En 3 años, el partido de ultraderecha griego, Aurora Dorada, ha pasado de fuerza irrelevante a tener 18 escaños. Sus propuestas están subordinadas a un excluyente «solo para griegos». Su caso sirve de epítome de una Europa donde la ultraderecha avanza.
Se presentan como un partido nacionalista preocupado por la profunda crisis que padece Grecia, pero las propuestas de Aurora Dorada (o Amanecer Dorado, según las traducciones) son excluyentes, «sólo para griegos», y no dudan en ejercer la intimidación y la violencia contra sus oponentes y, sobre todo, contra su gran objetivo: los inmigrantes.
Aurora Dorada en las instituciones.
Han entrado en las institucionales nacionales y también en las europeas. Eleni Zarulia, esposa del líder de Aurora Dorada, Nikolaos Mijaloliákos, y que no dudó en calificar de ‘subhumanos’ a los inmigrantes, representa a Grecia en el Consejo de Europa. Paradójicamente esta institución paneuropea pero que no tiene relación alguna con la Unión Europea, ha alertado sobre la violencia racista de este partido.
En un informe del pasado abril, el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks, advertía sobre el racismo creciente, del discurso y las medidas que estigmatizan a los inmigrantes, de la impunidad de la violencia racista. Por ello, pedía incluso la ilegalización de Aurora Dorada, propuesta considerada ‘contraproducente’ por el gobierno de Samarás.
Los tentáculos de la ultraderecha en Europa
Cámbiense los detalles y peculiaridades nacionales y Aurora Dorada sirve de epítome de una Europa donde extienden sus tentáculos la ultraderecha, los grupos neonazis y fascistas, que medran y atraen los votos con discursos xenófobos (en Grecia son los inmigrantes; en Hungría, los gitanos), que saben instrumentalizar a su favor del descrédito de los partidos tradicionales, el antieuropeísmo, la inseguridad y el miedo de poblaciones que se sienten amenazadas por la crisis.
[…]
La CEDADE como referente.
El periodista Dimitris Psarrás, buen conocedor de la extrema derecha griega, analiza en su última obra, ‘El libro negro de Aurora Dorada’, su origen, su ideología, sus conexiones con la dictadura de los Coroneles, así como sus referencias nazis y fascistas, incluida su admiración por la Falange de José Antonio Primo de Rivera.

Según Psarrás, «una de las primeras fuentes de inspiración de Aurora Dorada era la organización española CEDADE, que ya no existe, pero de quienes copiaron una forma particular de nazismo y hubo encuentros comunes. CEDADE intentó crear una especie de organización europea a principios de los años 80. Se juntaron en España algunas organizaciones, incluida Aurora Dorada. En aquel momento, también jugó un papel relevante Léon Degrelle, que vivía en España».

En la entrevista con En Portada, el diputado y portavoz de Aurora Dorada, Ilias Kasidiaris, reconoce que «recientemente uno de nuestros representantes fue invitado a alguna reunión de algún partido nacionalista español. En este momento, estamos en fase de contacto pero no hemos puesto en marcha ninguna colaboración con ningún grupo europeo».

Segunda y última entrega: material audiovisual de la Escuelita zapatista



Escuelita Zapatista DVD 1: 

La Libertad según l@s Zapatistas




Escuelita Zapatista DVD 2: 

La Libertad según l@s Zapatistas






Muchas fotos de la Escuelita Zapatista: 




Más Material importantísimo del DVD del Congresos de Pueblos Originarios (mucho video, audios y fotos): 

acá   –    acá   –   acá   –   acá  –   acá 




Audio de Hugo Blanco despachándose con mucha fuerza sobre temas medioambientales y sobre el poder que ejercen las corporaciones.



Una película importante realizada por el Movimiento Zapatista, «Corazón del Tiempo»: 


Esto es todo: ¡qué lo disfruten!

El gobierno de las bandas en Florencio Varela

Fuerte intimidación al Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli

Ayer, durante la mañana del martes 1 de octubre, fue atacada violentamente la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli por una banda de cuatro personas. La causa aparente del ataque fue un robo. Sin embargo, hay muchos indicios que desmienten que esa haya sido la única finalidad del ataque.

La frecuencia e intensidad que adquieren estos hechos en el territorio de Varela confirman en lo esencial los rasgos violentos de un nuevo conflicto social que recorre varios puntos del país. Tanto en Pico de Oro (hace un año de la quema de la casa de dos compañeros del Movimiento de Colectivos, de Florencio Varela, a manos de bandas armadas, coordinadas con la policía, y parte de la justicia y del poder político) como ahora en el Angelelli, se agrede abiertamente a organizaciones sociales de los barrios con una ferocidad inusitada. No se trata de hechos policiales aislados sino de un modo de gobernar los territorios disputados entre bandas cada vez mejor organizadas, ligadas a la policía, y a parte de la justicia y del poder político.

Los hechos sucedidos ayer en Varela, como tantos otros que se reproducen en todo el país, tienen que ser comprendidos como una seria advertencia sobre la complejidad que adopta la lucha social y política en este tiempo, y por lo tanto, exigen la innovación y el fortalecimiento de redes organizativas capaces de mejorar el cuidado –es decir: la capacidad de comunicación, de investigación, y de articulación con otros sectores– de las organizaciones.
Los hechos

El clima venía espeso. Durante las últimas semanas la organización ya había registrado robos inusuales en dos centros comunitarios del barrio Tres de Mayo y San Cayetano.
En el día de ayer, 1 de octubre, pasadas las 10.30 hs tres hombres preguntan por “Gabi” en la sede del Centro Angelelli. Ya adentro, le dicen a Gabi: “a ustedes los entregaron: dónde está la guita”. Los tipos actuaron con llamativa serenidad en todo momento (ni estaban bajo efecto de drogas, ni actuaban alterados: no eran “cachivaches”). Fueron directamente a la oficina de administración.

Como en el Angelelli no se manejan grandes sumas de dinero en efectivo, pudieron llevarse no más de unos 2500 pesos, que es lo que había.

Cuando los tipos salen, los esperaba la policía de la Comisaría 2ª de Varela, que había sido avisada a partir de que un chiquito que estaba en uno de los talleres que se dictan en ese centro notó algo extraño y avisó a su “profe” de la situación, y este último se comunicó con la Policía, que llegó en unos pocos minutos.

Ante la presencia de la policía, los tipos intentan escapar usando sus armas. Un cuarto miembro de la banda, que esperaba afuera en un auto logra escapar. Los otros tres (armados con una 22 especial y una 9mm), toman a Gabi como escudo humano (rehén) y se retiran disparando de modo sostenido.

El tiroteo se desarrolla a plena luz del día y en una zona muy concurrida, a pocas cuadras de la estación de tren, paso obligatorio para la escuela y un jardín infantil.
En un cierto momento Gabi tropezó, en medio de la intensa balacera y los tipos se rajan. Uno de ellos logra escapar por el fondo. Fueron varias decenas de balas las que se dispararon en ambas direcciones.

En estas circunstancias, fueron heridos y capturados Rodrigo Ramsky, de 23 años, hijo de un efectivo en actividad de la bonaerense de Remedios de Escalada (que vive en el barrio de Santa Inés, de Varela), y Pablo Daniel Galeano de 28 años, con último domicilio fijado en barrio Los Álamos de Quilmes, con pedido de captura y fugado de la Unidad 24 en la que estuvo detenidos unos años.
Tanto Ramsky como Galeano se han recuperado de sus heridas, y se encontraban, hasta el día de hoy detenidos en la Comisaría 2ª. La causa está en manos de la Fiscalía 4 descentralizada de Varela, a cargo de Nuria Gutiérrez.

Datos que llaman la atención

Cuando cae, y la policía le pide identificación, Pablo Daniel Galeano, desde el piso y herido le dice “averiguá vos que sos rati, la puta que te parió”. Esta actitud se mantuvo durante las primeras horas de detención.

·      Los que escaparon: El Negro, conocido en Varela por estar implicado en drogas y robos; y El Pato, cuñado de Ramsky, que manejaba el auto, quien tiene conocimiento de la actividad del Angelelli en el barrio.


·     Los detenidos: Pablo Daniel Galeano estuvo preso algunos años en la Unidad 24 de Varela con Américo Claudio Mena, jefe de una banda vinculada al PJ local que traficaba y mataba con protección policial, detenido a partir del asesinato de Carlos Gabriel Fretes, durante febrero del 2012.

·       Tanto el comisario González (de la Comisaría 1ª, cuya jurisdicción incluye al barrio Pico de Oro), como el comisario Peressutti de la 2ª (que abarca la zona donde está el Angelelli), debieron abandonar sus cargos en el último año como consecuencia de las denuncias por los hechos violentos arriba señalados, los cuales originaron causas en las que aún se los investiga. Sin embargo, ambos comisarios, lejos de ser exonerados, se desempeñan hoy como jefes de turno en la Jefatura Departamental de Quilmes. En todos estos episodios y conflictos en los asentamientos, se verifica una alianza entre bandas armadas y sectores de la policía.
Por las características del robo y de quienes lo protagonizaron, podemos inferir que no se trató de un hecho al voleo, y que por lo tanto: a) los dos detenidos son los autores materiales, pero evidentemente no los autores intelectuales del hecho, y b) más que como un robo debe ser leído como un apriete o un mensaje hacia el Angelelli.
Hipótesis

Alguien los mandó con el objetivo de meter miedo, y posiblemente se les dijo que se podía sacar de allí algún mango. Pero lo más probable es que les hayan pagado por entrar y sembrar miedo, como parte de la disputa en marcha por el control territorial. Les salió mal cuando llegó la policía.

La banda que entró al lugar lo conocía, y no demostró improvisación. Sí llama especialmente la atención la fiereza del tiroteo, su actitud desafiante ante la policía. De ahora en más, resulta fundamental la tarea de la fiscal a cargo para que la investigación no quede limitada a los dos detenidos, sino que se avance sobre los autores intelectuales. 
Sobre el modo de trabajo del Centro Angelelli

El Centro Angelelli es una organización dedicada a la defensa de los derechos humanos y a la inclusión social con más de veinte años de trayectoria. Uno de sus principales ejes de trabajo consiste en realizar tareas de regularización y ordenamiento de asentamientos informales, pero también de lucha y demanda ante las autoridades. Cuenta con un alto nivel de inserción territorial, que se refleja en la legitimidad de la que goza entre los más variados actores locales, incluyendo al propio Estado. Entre sus actividades se incluye el funcionamiento de una escuela secundaria para adultos, talleres de oficios para jóvenes, una radio comunitaria, trabajo con colectividades migrantes y la coordinación del Espacio de Tierras Para Todos y Todas.

El Espacio de Tierras fue creado hace ocho años con el objeto de articular y fortalecer las demandas al Estado motorizadas por los distintos asentamientos vinculados al Centro Angelelli, así como ampliar la capacidad de gestión de conflictos y producir un diálogo fluido entre los asentamientos. Funciona como asamblea abierta integrada por delegados y vecinos de los asentamientos (con preponderante participación de mujeres y colectividades migrantes), en la que se exponen las circunstancias de cada barrio y se discuten las acciones y estrategias frente al grado de avance de los compromisos asumidos por el Estado y las empresas de servicios en el caso de asentamientos constituidos. También se desarrollan las acciones vinculadas a nuevas tomas (frenar un desalojo si ese riesgo existe, evaluar alternativas si es inevitable que se produzca, abrir el diálogo con el Estado, etc.) que, cada vez con mayor frecuencia, se incorporan al universo del Espacio de Tierras. Actualmente está conformado por más de veinte asentamientos y los plenarios tienen una concurrencia próxima a 250 delegados/as.

La modalidad de intervención del Centro Angelelli, en relación a las demandas por acceso a la tierra, en Varela, puede caracterizarse bajo cuatro categorías: asambleas, plenarios –reuniones que convocan a vecinos de todos los barrios en los que interviene el Centro Angelelli, donde se realiza una puesta en común de los principales conflictos y acciones que se están desarrollando, así como la elaboración de estrategias conjuntas–, espacios de negociación –definidos por cualquier instancia en la que el Estado habilita una interlocución– y acciones de presión –movilizaciones, toma sin interrupción de actividades de edificios públicos, cortes de calle y otros actos de carácter público orientados a convocar la atención del Estado sobre las demandas motorizadas y forzar una respuesta–.
Nuevo Conflicto Social

Una nueva conflictividad social ha irrumpido en los territorios, a partir de la proliferación de negocios que necesitan de una violencia creciente para imponerse y subordinar las lógicas organizativas comunitarias.
El uso de bandas armadas por parte de empresarios, la complicidad de las distintas instituciones policiales, y la participación de jueces y fiscales así como de sectores del poder  político en estas tramas de negocios, resultan hoy moneda común.
Es preciso crear los modos de dar visibilidad a estos nuevos conflictos, a través de una narración que no se quede en la crónica policial de los hechos. Es urgente mejorar la articulación de una red de experiencias insertas en diferentes territorios, con la intención de desplegar una acción y un pensamiento conjunto orientado a la resistencia y el mutuo cuidado; y mejorar nuestra capacidad de interlocución con dimensiones institucionales que sean capaces y estén dispuestas a acompañar un proceso de elaboración e intervención colectiva.
Captura de pantalla 2013-10-02 a las 20
Contactos  154-140-3533
                  153-243-7645
             
Apéndice de prensa:
COMUNICADO DE PRENSA del Centro Angelelli


Hoy 1 de octubre de 2013, en la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Enrique Angelelli, hemos sufrido otro hecho de violencia, han ingresado a robar armados, tomando de rehenes a compañeras de la organización, una de ellas fue llevada como escudo humano en el momento que se enfrenaban con la policía.


Manifestamos nuestra preocupación por lo ocurrido ya que lamentablemente no es un hecho aislado sino que forma parte del hostigamiento que venimos sufriendo a raíz del trabajo que llevamos adelante desde hace mas de 20 años en el distrito en defensa de la vida , la dignidad y la búsqueda de la justicia. Identificamos desde hace tiempo un avance de las redes mafiosas en el territorio amparadas por el poder político, policial y judicial; mafias que atentan contra la vida de nuestras comunidades, de nuestros pibes.

Motivo por el cual convocamos a una CONFERENCIA DE PRENSA para el DIA MIERCOLES 02 DE OCTUBRE a las 10:30 horas – en la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Enrique Angelelli – calle 542 y 511 del Villa Argentina – Florencio Varela

Contactos 011-41938180

                 011-31637641
INFOJUS

http://www.infojusnoticias.gov.ar/provinciales/florencio-varela-un-robo-a-una-organizacion-social-despierta-sospechas-647.html

Ayer al mediodía
Florencio Varela: un robo a una organización social despierta sospechas”.

Lo que pasa ahora en la Zabaleta

Por favor, difundan esto que acaba de pasar en Zavaleta:
Persiguiendo a una moto sin que haya habido ningún tiroteo ni ninguna situación que lo ameritaba, efectivos de Gendarmería dispararon balas de fuego en la Plaza Kevin. Tenemos un cartucho de escopeta a tres metros de la casilla de “Control Popular sobre las Fuerzas de Seguridad”, y una bala en la puerta de la redacción de La Garganta.

Cuando salimos todos a la calle para poner el cuerpo por nuestros pibes, y para fotografiar a los Gendarmes que abrieron el fuego, el grupo completo que estaba signado para custodiar la Plaza Kevin, huyó de las cámaras para no quedar escrachado.

Minutos después se hicieron presentes hombres de Prefectura, que ahora deberán ser nuestros testigos sobre el accionar de Gendarmería. En este momento, estamos parados sobre las balas para que la Justicia tome nota de la situación, sin que pueda fraguarla como lo hace en general.

Somos muchos los vecinos reunidos en la impotencia y los pibitos que están llorando adentro de nuestras casas. Estas mismas Fuerzas que nunca pusieron el cuerpo cuando hizo falta, ahora lo ponen paraamedrentarnos a quienes decidimos regularlas.

No tenemos miedo, ni a sus armas ni a la exposición, porque tomamos una decisión que no tiene vuelta atrás: ¡Ni un pibe menos, ni una bala más!

De la serie: La guerra por el consumo: «Experimentación, subsistencia y creación»

por Diego Valeriano



No tiene la menor duda de que a la persona que más quiere es a Ludmila, su sobrinita. A ella le compra todo lo que puede y si alguna vez piensa en una casa, es para que Ludmila la disfrute. Quiere/imagina una piecita para ella sola, llena de Barbies,  peluches y un equipo de música. Cuando Caro quedó embarazada la envidió secretamente. Ya a sus trece sabía que jamás le pasaría a ella. ¿Una Ludmila le traería algo de paz?

El papá de Ludmi es un pibe que trabaja de remisero cuando puede y también cuando puede hace de padre, o eso dice él hábilmente cada vez que parte de la familia le pide que se haga cargo de su hija, o que por lo menos le pase plata; algo, unos pesos para los pañales. A Mara íntimamente no le importa que el pibe aporte, cree que lo mejor sería criarse sin ese gil: está segura de que ellas la puedan educar y cuidar mejor. Si se le puede sacar plata mejor, siempre que eso no implique que vaya a su casa a pasar días con él o, peor aún, con su mamá que es re conventillera y arma siempre bondis mal.
Ahora Ludmi tiene casi un año y quieren programar un gran cumpleaños. Mara en algún momento soñó con un gran cumpleaños de quince, pero en este momento le parece una chiquilinada. Sabe que lo que la haría muy feliz es organizar el cumpleaños más grande y lindo para Ludmila. Hace un mes que con Caro se la pasan armando cada cosa que van a hacer para la fiestita y sacando cuentas de cuánto les va a costar todo.
Pocas veces sale tan temprano de su casa: es domingo y casi no durmió porque se quedó con otras pibas del barrio charlando y escuchando música toda la noche. Después del bondi, se toma el tren y tras una hora y media de viaje llega a Chacarita, donde la espera Ramón. Caminan por Corrientes para el lado del centro, hablan de la historia de Ramón, de porque es gendarme, de cómo extraña a su hija y que cree que en tres o cuatro semanas va a poder ir a verla. Doblan dos o tres veces, entran en calles como laberintos. Llegan a una casa vieja y destruida, los dos se miran sabiendo que llegaron. Ramón golpea la puerta, antes de que alguien las atienda le explica que el no puede entrar, que no se preocupe por nada, que va a ser bien tratada y que después pasa a buscarla. Una señora de unos 60 años pero que aparenta un millón, la hace pasar indicándole que espere sentada en una silla de madera, a los diez minutos vuelve y le pregunta si sabe para qué vino. Mara sabe para qué vino, no es tan boluda, y también sabe por qué Ramón le dijo a ella y no a otra piba. Sabe bien qué tiene y cómo usarlo. La lleva hasta una habitación y le pide que espere, hay una cama y no mucho más; el primer tipo que pasa es horrible y huele más horrible aun, pero le gusta la cara que pone al verla. Pasaron cuatro tipos en poco tiempo aunque se le hizo eterno, no la trataron mal pero tampoco bien, la señora entra y le dice que puede descansar un par de horas que vaya para el fondo que están las demás chicas. El fondo es un cuartito oscuro donde hay tres camas ocupadas y dos colchones en el piso.
En estos tres días estuvo con dieciséis hombres; ya se vuelve para su casa y tiene que arreglar los números con Haydee. Se sientan en la  habitación oficina y le da mucha menos plata de la que Ramón le había dicho: “te cobro alquiler de la habitación y comida, además fueron catorce tipos, no dieciséis”. No le queda otra que aceptar. Ramón la espera afuera, cuando le da su parte nota que es bastante menor de lo que esperaba pero no se queja, le pregunta si no quiere ir a tomar un café con leche, pero ella prefiere volver a su casa. Ramón la acompaña hasta la estación, pero se despide antes que venga el tren desde retiro. Tiene que ir a Campo de Mayo y si no se apura va a llegar tarde.
En el tren de vuelta Mara hace cálculos y cree que puede hacer mejor las cosas. Este acontecimiento muestra lo que su vida tiene de intolerable, pero también siente que le aparecen nuevas opciones (de experimentación, de subsistencia, de creación). Entender que se está en guerra abre posibilidades nuevas y reacomoda los deseos. Sus «posibles» le generan contradicciones que no le interesa resolver. Le duele todo el cuerpo, solo quiere llegar a su casa, estar con Ludmila y, si tiene suerte, dormir un poco.

Entrevista a Raúl Cerdeiras: A 20 años de la aparición de la revista Acontecimiento

Por Pablo Chacón
Cerdeiras, un abogado que se dedicó a la filosofía política, amigo de Badiou, fue el primero en invitar al francés a Buenos Aires, donde lo conocían pocos y ninguno. Esa estrella es su lujo.



PChAcontecimiento cumplió 20 años. ¿Qué reflexión podes hacer de esos 20 años de trabajar, escribir, pensar, convocar, estudiar? 

C: Acontecimiento lleva como subtítulo: Revista para pensar la política, así que todo balance debe respetar esa perspectiva. Cuando inicia su recorrido, en junio de l991, los proyectos políticos emancipativos que se sostuvieron en el siglo XX alrededor de la idea del comunismo habían colapsado y ya estaba en marcha el aluvión del neoliberalismo. De repente la política se transforma en gestión gubernamental hecha desde el Estado, dentro de un régimen representativo de partidos y confrontando programas que son un apéndice de la economía y los intereses que de ella derivan. La revista sale sostenida en una apuesta que afirma la necesidad de reiniciar un nuevo ciclo de políticas emancipativas, para lo cual era necesario hacer el balance de la secuencia pasada y abrir una crítica de lo que vino a ocupar su lugar. Todo el esfuerzo de los compañeros que se fueron nucleando a su alrededor y el mío propio se enfocó en esa dirección, y creo que se dieron algunos pasos importantes. Por ejemplo, redefinir el papel del estado en las políticas de ruptura; plantear la necesidad de que la política, para que asuma su capacidad de transformación real, debe ser autónoma de la lógica que rige la vida social y los mecanismos del estado; cuestionar el dispositivo de la representación y proponer las posibilidades de la presentación; despegar la cuestión del sujeto político de su vínculo con las clases o los nuevos conjuntos sociales, para desplegar nuestra convicción de que un sujeto político es la invención de un cuerpo colectivo organizado alrededor de ideas y que no representa a nadie. El concepto mismo de acontecimiento, para nombrar la irrupción de una excepción que no se puede reducir a la legalidad que regula la situación en que se inscribe y que exige se piense y se haga algo diferente al orden establecido. Es difícil afirmar la existencia de un acontecimiento clave, para sancionarlo hay que ver sus efectos en el tiempo; entretanto, opera como una apuesta que orienta la acción y el pensamiento. Pero si miramos a América Latina, creo que la emergencia del zapatismo y el discurso que lo acompañó, sobre todo en su primera etapa, tuvo un impacto decisivo para nuestros propósitos; renunciar a la toma del poder del Estado y plantear nuevas relaciones al interior de las organizaciones políticas eran dos principios que  veníamos sosteniendo hacía más de cuatro años. En cuanto a nuestro país, sin duda que las jornadas del 19/20 de diciembre de 2001 producen un corte desde el cual se puede conformar el cuadro político nacional según sea el posicionamiento que se tome al respecto,  y exige un esfuerzo creativo a los que pensamos en su capacidad disruptiva.
PCH: Cuando Alain Badiou vino (invitado por vos) por primera vez a la Argentina, acá lo conocía poca gente. Después volvió y vino también el año pasado. ¿Qué cambió de tu visión de la Argentina de aquel momento y la de ahora? 

C: Es cierto que en aquella época Badiou era un ilustre desconocido en esta parte del mundo. Pero la amistad que habíamos sellado, primero por correspondencia y luego personalmente en 1986, se cimentó sobre una inmediata comunidad respecto a los problemas político-filosóficos y la dirección en que debían encaminarse los esfuerzos para salir de esa situación. En virtud de ese suelo común pudimos hacer un esfuerzo para que nos visitara el segundo semestre de 1994. Luego vino también en el 2000 a presentar la edición en castellano de El ser y el acontecimiento que traduje junto a Prados y Cerletti. Es cierto, no puedo hablar por él sino trasmitirte lo que dijo en diversas charlas en su última visita. Badiou afirma que no solo en la Argentina sino en otros países de América Latina se han producido modificaciones, pero a la hora de evaluarlas comprueba que la afirmación de la democracia como régimen político y el desarrollo del capitalismo como meta económica,  no significan la apertura de una novedad radical sino el rumbo político que lleva adelante Occidente.

PCH: Los grupos de reflexión y trabajo que animás desde hace tantos años, ¿se enriquecieron con las visitas al país de Roberto Esposito, Toni Negri, Slavoj Zizek, los lacanianos? ¿Que sumaron ellos al trabajo tuyo y al trabajo de Badiou?

C: En diferentes campos y con intensidades desiguales debo decirte que sí. Las personas que nombrás representan intentos serios para salir del relativismo posmoderno, sin volver al pasado. El pasado en filosofía se llama fenomenología, criticismo kantiano o neopositivismo, y en política, es la cáscara de un marxismo agotado que se intenta mantener sin una revisión que esté a la altura tanto de su significación histórica como de su desfondamiento e impotencia actual. Creo que Negri, en tanto que su aparato conceptual se inscribe en la estela de (Gilles) Deleuze, ha sido importante. Deleuze y Badiou son los únicos filósofos-políticos que han lanzado al pensamiento hacia nuevos rumbos. En cuanto a Badiou, se ha encargado en diversos trabajos de realzar la importancia que tuvo (Jacques) Lacan (lo llama mi maestro) en su trayectoria, por el coraje que exhibió para reponer la cuestión del sujeto cuando las corrientes dominantes habían decretado que toda teoría del sujeto desemboca en un totalitarismo intelectual. Se justificaba esa descalificación conservadora puesto que todo pensamiento del cambio real no puede ahorrarse reponer la cuestión del sujeto. Pero no es casual que el giro que da Badiou en su trayectoria intelectual a fines de los 70 se condense en un libro que tituló Teoría del Sujeto.

Creo que Marcos es el portador de un pensamiento enlazado a un hacer que irrumpió como lo más original que se produjo en nuestro continente. Una bocanada de aire fresco que fue una fuente de entusiasmo porque veía que en una situación tan diferente a la nuestra podía circular también lo común que, para mi, son las ideas y pensamientos políticos. De golpe la política era arrancada de  uno de sus peores lastres que era considerarla como la expresión de una realidad particular. Los zapatistas habían seguido el camino de poner a la política como un pensamiento que se afirma en una serie de principios ofrecidos a cualquiera, operativo para todos al margen de la idiosincrasia de su particularidad. Nosotros veníamos trabajando la idea de separar la política del poder del Estado, de poner las bases de una verdadera subversión que cambiara a la política tal como se nos presentaba. El balance final de esta experiencia está en suspenso, como lo están ellos también. Otros sectores del llamado mundo intelectual, pusieron el acento en la identidad de los pueblos originarios dentro de una visión -que no comparto- de reinscribir la política en función de representar a los nuevos actores sociales que van llegando a la superficie según sea la intensidad de sus luchas. Así se corre el riesgo de compartimentar a la política en el interior de un dispositivo tendiente a compatibilizar estas luchas centradas en las demandas de cada grupo, por más justas que sean. Yo creo que hay en el zapatismo un mensaje que se puede vislumbrar en esta afirmación: el zapatismo es el síntoma de algo más grande que está pasando en todo el mundo y que ya nos corresponde a muchos. A todos corresponde ya definir esto y darle rumbo, se puede llamar como se vaya a llamar, pero el zapatismo como lo que ocurrió en el 94 , en toda la guerra de palabras que se ha llevado desde entonces, es el síntoma de algo más que está pasando en Sudamérica, en Norteamérica, Europa, Asia, África y Oceanía”.
PCH: ¿Podrías explicar que se dice cuando se dice capital-parlamentarismo, y si es posible quebrar el espinazo de esa organización para suplantarla por cual? ¿O la idea de suplantar está equivocada?

C: Podría decirse que es la manera contemporánea de reafirmar una gran verdad de Marx cuando decía hace más de un siglo que el estado de las naciones burguesas era la oficina de administración del capital. Ahora se reemplaza estado por democracia representativa, que existe en muchos países, bajo la forma parlamentaria, y es el modo hegemónico que las potencias mundiales buscan imponer. Lo cierto es que el tema de la democracia como categoría política ha quedado reducido por el capitalismo a una serie de aparatos de gestión que son dirigidos por expertos técnicos en la materia. La soberanía se achica a la consulta electoral cada tantos años para que se elija un menú que viene cocinado en otra parte. Y los medios consolidan un sentido común y una visión que deja a la gente prisionera en una ratonera que muchas veces desea. La crisis del mundo financiero dejó claro que el estado nunca estuvo ausentó y que jamás soltó la mano de la economía, porque cuando (la economía) amenazó colapsar, (el estado) intervino para salvarla con transferencias de dinero millonarias. Eso es la Democracia S.A. Pero sin duda, es posible cambiar el mundo. Es una tesis filosófica. Siempre le dije a Badiou que toda su obra está disparada por su deseo de cambiar las cosas. Se puede quebrar el espinazo del capital-parlamentarismo, lo difícil es decir cómo, puesto que hemos abandonado el determinismo  histórico. Creo que hay que hacer existir algunas ideas que produzcan las condiciones de posibilidad de ese cambio. Esas ideas pretenden subjetivar políticamente de otra manera. Ese nuevo horizonte nos obliga a estar atentos a toda irrupción para trabajar en dirección de construir trayectos políticos inéditos. La primavera árabe, los indignados, los okupas, Grecia, el zapatismo, nuestro 19/20 de diciembre, los Sin Tierra, son experiencias  que tienen dos características generales que las atraviesan y reúnen: la primera, su capacidad de salirse de los moldes habituales, lo que precipita un cuadro en el que las fuerzas conservadoras (entre las que incluyo a la vieja izquierda) tratan de reducirlas a una variante más del orden en el que se mueven; la segunda, es la incertidumbre que abren, para aquellos que apostamos que algo nuevo pueda estar naciendo.

PCH: Durante estos 20 años de política en la Argentina, se supone que las cosas cambiaron cuando Kirchner ganó las elecciones del 2003. ¿Pensás que es así? ¿Qué creés que cambió? 

C: Sin duda hubo un cambio, pero hay que analizarlo. Para los que pensamos que las jornadas de diciembre del 2001 dejaron una huella que puede marcar un antes y un después, es este el acontecimiento que debe organizar la respuesta a tu pregunta. Cada vez que hay un cimbronazo en el tablero político y asoma la posibilidad de un nuevo presente, la derecha reacciona de dos maneras: una, reactiva, consiste en aceptar esa realidad para diluirla; y otra, oscura, consiste en la negación del cimbronazo. Diremos democracia para el sujeto reactivo y fascismo para el oscuro. El kirchnerismo es un sujeto reactivo. Su reconocimiento del traumatismo lo obliga a tomar medidas claramente diferentes a la oscuridad que se puede leer en la masacre de Avellaneda urdida por (Eduardo) Duhalde. Que haya naufragado el proyecto oscuro, muestra la profundidad de lo que había sucedido  en el 2001. La década kirchnerista hay que entenderla como una tensión entre una tarea de encauzamiento del desmadre y la potencia real de ese desmadre.

PCH: La perspectiva biopolítica, ¿estás interesado en esa cuestión? 

C: Me interesa, y no hay duda que la política está capturada dentro de ese horizonte. Cuando el peso de la existencia pasa a ser soportado por los cuerpos vivientes  -ya sean los sufrientes o los consumidores- lo que gobierna a estas sociedades es la muerte. Y eso se trasluce en el despliegue de una existencia gobernada por la amenaza constante, el peligro, el miedo. Así, el hombre pasa a ser definido al interior de una mirada ampliada de la animalidad. Como afirma Badiou, los derechos del hombre y los derechos del viviente son una misma cosa. Esta historia comenzó con el tema de la bioética y las comisiones estatales. Pero resulta evidente que toda legislación sobre el bien nacer y el bien morir llevan en sus entrañas un racismo inconfesado (eutanasia y eugenesia) pronto a liberarse en cualquier momento. Está también la industria de los fármacos y los consorcios médicos. Y los medios dedican amplios espacios para regular, aconsejar e inducir al cuidado del cuerpo. Lo que decía Foucault respecto al control de las poblaciones se redobla en nuestra época con la no distinción entre pura vida (biológica) y formas de vida, que son las distintas maneras que un humano tiene para que su cuerpo sostenga la decisión de ponerse al servicio de una idea. Esta distinción se borró. Quedó el soporte biológico como fundamento, un consenso en las poblaciones, sobre el cual se deposita el entramado de la política contemporánea. Por eso domina la economía, la satisfacción de las necesidades inmediatas y la seguridad que protege cuerpos y bienes. No veo inconveniente en llamar a eso biopolítica. 

Entrevista a Zygmunt Bauman: “Ahora sé que el exceso de información es peor que su escasez”

Previa a su participación en el Foro Social del festival de reggae Rototom Sunsplash, el cual está teniendo lugar en la comunidad valenciana de Benicàssim (16-22 de agosto), el sociólogo polaco Zygmunt Bauman concedió una charla al diario español El País en la que habló de temas actuales como la democracia en Internet, el 15M, la precarización de las condiciones de existencia y el rol de los intelectuales en la promoción de nuevos valores en la sociedad. A continuación reproducimos algunos fragmentos disponibles de la entrevista.
“La información es muy fácil de conseguir ahora. Vas a Google, haces una pregunta y recibes una respuesta. El problema es que no es una sola, sino que son millones. Cuando yo era joven anhelaba tener la clase de acceso a la información que tengo ahora, pero con el pasar de los años he descubierto que el exceso de información es peor que la escasez. Ahora los temas cambian continuamente. El interés de las personas fluctúa con enorme facilidad”.
“Nos estamos distanciando del pasado a toda velocidad, de lo cual resulta el impacto de dos fuerzas, una es la fuerza del olvido y la otra, la de la memoria. No hay tiempo para entrar en materia, de modo que la memoria guarda un recuerdo deformado del pasado. No sabemos cuánto van a durar las concepciones que se establecen con unos cimientos tan débiles. Esto no es serio. El problema es cómo conseguir llegar a la información relevante, cómo distingues la basura de lo relevante. Se trataría de saber si un año después le interesa a alguien lo sucedido el año anterior, si dejó algún rastro”.
“Simpatizo con el movimiento del 15-M, aunque no les veo capaces de cambiar nada. Pero no los culpo por ello. Sucedió lo mismo con Wall Street, tuvo un enorme eco en los medios, en la cultura, los políticos, incluso en los críticos sociales… ¿Sabe quiénes fueron los únicos que irónicamente ni se enteraron? Los peces gordos de Wall Street. Están buscando nuevas formas de cambiar las cosas, y eso es loable, pero de momento no las han encontrado. En esta confusión tiene mucho que ver el fenómeno de las redes sociales. Si un chico pasa tres horas diarias en Facebook tejiendo formas de comunicación alternativa es natural que crea la ilusión de que ha construido un espacio de democracia diferente. Cuando no hay ninguna sola prueba de que esta sea efectiva”.
“Nada es estable. Es muy propio de la modernidad líquida. Antes construías el conocimiento como quien construye una casa. Ahora se parece más bien a un tren que pasa sobre los raíles y no deja ninguna huella en la tierra”.
“Cuando escribí el libro [Esto no es un diario, editado por Paidós], la economía estadounidense daba signos de recuperación. Pero curiosamente el 93% de los ingresos extras provenientes de esa recuperación fue para el 1% de la población. Los problemas sociales siguen con nosotros y no tienen muchos visos de solucionarse. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto tardará el problema del desempleo en arreglarse en España. Da la impresión de que todo anda fuera control”.
“Los políticos en esta época de la modernidad líquida se encuentran en una encrucijada. Por un lado, está la presión de los electores. Y por el otro están acogotados por la presión de la austeridad. Los recortes nadie los quiere. Hacen la vida más difícil. Por un lado desean mantener el estado de bienestar, pero por el otro tienen la orden de aniquilarlo. Cada cuatro años hay una nueva elección y entonces tendrán que escuchar lo que dicen los electores. Por el otro, están los mercados, que carecen de escrúpulos, de la solidaridad comunal. Es una situación complicada. Nominalmente el gobierno es responsable de lo que sus electores desean; por el otro, sufren factores que son extraterritoriales”.
“El proceso de la globalización es tortuoso. Hay fuerzas que están globalizadas: las finanzas, los mercados, el terrorismo, el tráfico de armas y de drogas. Mientras tanto, los poderes democráticos siguen siendo locales, nacionales. Aún vivimos bajo la sombra del Tratado de Westfalia. Acabó con la Guerra de los 100 años, y eso fue bueno. Básicamente vino a decir que cada rey, cada príncipe podía decidir en qué clase de dios sus súbditos deben creer. Nació el concepto de la soberanía nacional. Seguimos operando con el viejo patrón, pero con una intolerable presión proveniente de la globalización”.
Es la primera vez en que la generación más joven tienen las mejores expectativas (buena educación, idiomas) y ningún futuro“Toda mi vida, y he tenido una larga existencia, siempre he tenido la impresión de que las jóvenes generaciones si se aplicaban al estudio y obtenían buenos niveles de educación, les aguardaba una larga carrera. Las nuevas generaciones comenzaban donde habían terminado las anteriores. Se daba por sentado. Es la primera vez en que la generación más joven tienen las mejores expectativas (buena educación, idiomas) y ningún futuro. La juventud está cerca de acabar en la cuneta, corre el riesgo de ser redundante”
“Ocupar la plaza, como se ha hecho en Madrid o en Wall Street, no soluciona el principal problema y es que el poder ya no lo controlan los políticos y que la política carece de poder para cambiar nada. Tampoco creo que sirva ocupar un supermercado, como se está viendo estos días en España”.
“Como estamos padeciendo una crisis detrás de otra, no prestamos atención a lo que es definitivo: no podemos seguir viviendo como vivíamos, no podemos consumir como antes. Y eso es un hecho. Hay que olvidar de una vez que la felicidad esté relacionada con la adquisición de bienes”.
“La clase política durante mucho tiempo ha aplicado una sola idea a la resolución de los problemas sociales: incrementar el consumo. Vivimos en un planeta que no admite más explotación de los recursos. Extender los patrones de consumo de los países desarrollados al resto del planeta es impensable si queremos pervivir”.
Hoy, los herederos de Ford pueden coger su iPhone traspasar todo su capital a un país en el que la gente sigue viviendo por un dólar diario“Estamos alcanzando niveles de desigualdad cercanos a los del siglo XIX. En la antigua sociedad de los productores, los jefes y los empleadores eran dependientes entre sí. Ahora esa relación se ha quebrado. Antes, un trabajador de la Fiat o de Ford estaba empleado en la compañía durante treinta o cuarenta años. Ahora, la media de permanencia en una empresa de un trabajador de Silicon Valley es de ocho meses. Creo que la diferencia es elocuente por sí misma. Hoy, los herederos de Ford pueden coger su iPhone traspasar todo su capital a un país en el que la gente sigue viviendo por un dólar diario. Y donde la fuerza laboral es barata, no hay sindicatos y los gobiernos corruptos están dispuestos a cualquier cosa. Pueden mudarse, pero los trabajadores no pueden. La dependencia mutua ha sido sustituida por la unilateralidad. Los empleados necesita al patrón, pero no al revés”.
“Preguntas como si los ciudadanos tenían más miedo hace cien años que ahora, si sufrían más o no son imposibles de contestar. Esa gente que sufría entonces no estaba en la misma situación que nosotros ahora, por lo que no es posible la comparación. El hecho de haber vivido mucho permite a un sociólogo experimentar muchos momentos diferentes. Mi conclusión hoy, a los 88 años, es que no he encontrado ninguna sociedad perfecta. La felicidad nunca es completa. Cada sociedad tiene sus problemas. Lo más inquietante de la sociedad contemporánea, y la idea es del filósofo francogriego Cornelius Castoriadis, es que ha dejado de hacerse preguntas a sí misma. El gran peligro es cuando crees haber dado con la sociedad perfecta. La búsqueda de la sociedad perfecta no tiene fin y eso es bueno. El afán por mejorar es uno de las mejores cosas de la condición humana”.
La figura del intelectual debería usar su autoridad pública, su influencia para aportar a la solución de los problemas, a la creación de valores sociales.“Cuando sucedió la revolución verde en Irán, Hillary Clinton saludó el nacimiento del nuevo Irán para felicitarse por haber presenciado de la primera revolución de Internet. Se oyeron cosas como que la gente disparó con sus Twitters en respuesta a las balas reales del poder. Luego quedó demostrado que solo unas 60 personas realmente tienen esa herramienta en Irán. Y que al final resultó una revolución de las de toda la vida, en la que la gente se involucró por las vías tradicionales, por el trato personal. Al final, nada cambió, salvo una cosa: nunca resultó tan fácil para la dictadura atrapar a los líderes de la revolución. Solo tuvieron que teclear los nombres en Google. Clinton celebrando la libertad de Internet es un gesto irónico, sobre todo ahora que sabemos que quieren cortarle la cabeza a Julian Assange por emplear la libertad de expresión en la Red. Lo que en Irán consideraba un gran paso para la democracia, en EE UU es un atentado contra la seguridad nacional. Es de locos”.
“La extinción de los intelectuales daría para una larga charla aparte. Resulta una cuestión dolorosa, en cualquier caso. Michel Foucault explicó que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo llegó cuando pasamos del concepto del intelectual total al del intelectual parcial. Según esa idea, cada cual defiende lo suyo. La figura del intelectual debería usar su autoridad pública, su influencia para aportar a la solución de los problemas, a la creación de valores sociales. El intelectual parcial que solo defiende lo suyo es en sí mismo una contradicción. Cuando yo era joven la palabra intelectual se empleaba asociada con la idea de la gente, de la comunidad. Esta conjunción ha sido rota. El contrato entre la sociedad y el intelectual se ha quebrado. Además, ya no tiene la capacidad para llegar a nadie. Ese poder lo tienen los medios”.

Tomar las tomas

Por S.R.L.

No les importamos. Esta más que claro que lo que le ofrecemos no tiene la menor importancia ni el más mínimo valor para ellos. Sus pelos, sus tatuajes, los piercings, sus consumos, sus gestos, sus lenguajes, sus modos de grupalidad no guardan ni la menor referencia con las formas obsoletas con las que los invitamos a formar parte del (nuestro)  mundo.
No es rebeldía ni rabia, no: es simple indiferencia. Y con algo de razón: somos la primera generación de adultos que no tenemos casi nada interesante para pasarles a las que vienen, es hora de admitirlo. Las formas en las que nos socializaron –que son las que pretendemos imponerles ya no sirven, no dan la clave para vivir estos tiempos.
Entre los escombros de los dispositivos heredados (familia, escuela, trabajo) podemos ahora vislumbrar sus piezas desmembradas, sus operatorias más escondidas. Ya dejó de ser un secreto que las instituciones fueron lugares de encierro para introyectar la jerarquía y la obediencia, para producir cuerpos dóciles y útiles para la acumulación necesaria del capitalismo emergente. La disciplina que evita que el hombre sea el lobo del hombre era la clave para vivir en sociedad que se organizaba en torno al (a la explotación del) trabajo: el Estado y sus instituciones fueron los garantes de esta “pacificación” forzada. Claro que también la revuelta fue siempre el gesto libertario que intentó clausurar o limitar esa enajenación programada de la vida.
Es por eso que la escuela no fue nunca el lugar del encuentro, ahora lo sabemos. Un encuentro es siempre la ruina de la expectativa, el exceso de lo que pensamos debe pasar, la realidad como el plus y la devastación de nuestras previsiones, y la escuela con su sistema de roles y posiciones fijas fue siempre todo lo contrario. Esto no quiere decir que no haya habido encuentros, pero estos no fueron más que “daños colaterales” en el intento de doblegar almas para reconducir energías a la lógica mercantil. Por suerte las presencias, muchas veces desbordaron las re-presentaciones, pero el dispositivo no estaba pensado para el encuentro sino para el sometimiento. Después de todo, en el mundo adulto había que dejarse doblegar al mando del capital por unas cuantas horas, y esta guerra que se desataba alrededor de la fábrica era más eficiente y menos costosa y riesgosa moralizarla en temprana edad, que debatirse en lucha en su interior, por eso es que  llegamos a decir alegremente que: el trabajo dignifica, mientras marchábamos hacia (nuestra) explotación.
En tiempos donde el capitalismo es la realidad, donde el modelo de la guerra ya no es la fábrica sino simplemente la vida, esta operación se vuelve obsoleta. Esta nueva guerra debe ser entendida en el marco de que el proceso de trabajo que se ha generalizado.
La movilización de la vida por el capital ya no necesita disciplina sino aspiración de consumo, vivir. La vida endeudada que tenemos nos obliga a inventarnos las formas en las que nuestras vidas van a ser vividas (al mando del capital). Los guardianes del orden están (estamos) en retirada, porque la guerra ya está desatada.
Nos lo dicen sus cuerpos joviales que portan mucha más energía e información de este tiempo que los nuestros, o por lo menos, no tan contaminados del que ya fue.
Estamos desorientados. Mientras algunos intentan recomponer el barco averiado con curitas o sacar el agua con una cuchara, otros vivimos la experiencia del naufragio. Ahora que estamos en el desastre, no nos queda otra que afirmarnos en él o perecer.
Hace unos días los chicos volvieron a tomar las escuelas. Tanto no les importamos que cada tanto nos “exportan” a nuestras casas. Patéticamente el rector del Nacional Buenos Aires (emblemática escuela cuna de la intelectualidad argentina) se indignaba en los medios, impotente, cual niño que le sacaron el juguete: “no podemos entrar a nuestras escuelas” explicaba.
Esta mítica escuela, es hoy la insignia de la guerra desatada. No solo ultrajaron el templo del saber al tomar la escuela, sino también el templo de la fe, (hicieron destrozos en una iglesia contigua). ¡Estamos perdidos! En tiempos “sólidos” éramos los adultos los que mandábamos a las casas a los chicos a hacer la tarea y a los que se portaban mal. Las conductas “desviadas” eran sancionadas y los chicos eran conminados a reflexionar sobre sus acciones (y a reconducir sus energías a la lógica racional del valor), mientras la escuela quedaba incólume.

Hoy somos los adultos los que nos mandan a las casas, a hacer la tarea y a pensar como son las cosas. Y aquí me encuentro, intentando hacer los palotes…

De la serie: “La guerra por el consumo”: Poema conjetural

Por Diego Valeriano


Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, la victoria es de los otros. Hay dos killers enchalecados y fierros por todos lados.
Las doñas no entienden bien cuál es la pelea y la quiosquera pone los tablones en la ventana para evitar que las balas se metan. Vencen los bárbaros; los gauchos vencen; vencen los transas.
Los Rosales superados en número y actitud se saben perdidos, huyen hacia el fondo de Zavaleta por arrabales últimos. Como aquel capitán del Purgatorio que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, fue cegado y tumbado por la muerte. La noche lateral de los pantanos y zanjones acecha y demora.
En estas guerras, ya lo dijimos, no se toman prisioneros. Facundo está rodeado -las befas de su muerte, los jinetes, las crines, los caballos- se ciernen sobre él… Ya el primer golpe, ya el duro hierro que le raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta.
Aparecidos como del humo de la quema, Jorge y Laprida entran a los tiros para rescatarlo. Las balas salen en todas las direcciones. El momento es de ellos, pero afecta todo el territorio
Cuando la bala perdida atravesó su cuerpo descubrimos que Kevin al fin se encontraba con su destino conurbano. A esta ruinosa tarde lo llevaba el laberinto múltiple de pasos que sus días tejieron desde un día de la niñez.

En el espejo de esta noche alcanzo su insospechado rostro eterno.

La «banalidad del bien». Sobre «Hannah Arendt» (2012), de Margarethe von Trotta

Por Rosa Lugano


El pensamiento es un diálogo solitario que mantenemos con nosotros mismos, es una potencia que caracteriza a lo humano, una fuerza que disponemos y en la cual podemos cifrar nuestras esperanzas. Cuando el ex jefe nazi Eichmann, secuestrado en Buenos Aires hace décadas por la policía secreta israelí, fue sometido a juicio en Jerusalén, Arendt, filósofa dilecta de Heidegger, decidió asistir al juicio ¿y qué encontró? Una verdad infame sobre un hombre, otra sobre un pueblo. Las llamó “mal”. Y al mal lo asoció con una defección del pensar.
El juicio no fue un acto de justicia. Allí no se juzgaron los hechos cometidos por un hombre, que merecía morir en la horca. Sino a un sistema, que había salido inmune de Nüremberg. Eichmann es, a los ojos de Arendt, el perfecto ensamble entre el burócrata y el perverso. El mal radical se da en él como intento de substraer lo que en él podría haber de decisión personal, de “pensamiento”. Eichmann no es una figura demoníaca, sino un pobre diablo, un “don nadie”. Y lo peor del nazismo es el modo en que derrumba entre los suyos, pero también entre las víctimas y –atención!: en la humanidad toda (¿tal su auténtico triunfo?)- el pensamiento, la capacidad de pensar. Una catástrofe tal del pensar se da en la obediencia a un mando, a una estructura, o a una situación de hecho.
Cuando la judía alemana Arendt publicó este tipo de cosas en el New Yorker se la quisieron comer. Los ataques no se hicieron esperar y fueron virulentos. Y es que otra de sus sentencias apuntaba directamente al pueblo judío: sus líderes pactaron con Eichmann y su organización permitió que millones de judíos subieran pacíficamente a los trenes. Desorganizados, los judíos no podrían haber sido asesinados en esas cantidades, sostiene Arendt. La pregunta que se nos impone es: ¿cómo pensar ese espacio que en plena barbarie se abre entre la resistencia (no siempre se puede resistir) y la abierta cooperación con el desastre?
No apuremos respuesta alguna. Meditemos la radicalidad de la pregunta. Olvidemos a esa camarilla de berlineses fumadores, que preferían no tener hijos para vivir en la intimidad de sus atormentadas almas de sobrevivientes su pasado heideggeriano (o bien comunista, como sucede con Heinrich) y su envidiable presente (en las universidades de un “paraíso” como EE.UU: ¡imaginen lo que hubiese sido de esta pandilla en la URSS de los años 60!).
No es la exaltación del intelectual liberal (a la Sarlo) lo que aquí interesa, sino algo bien diferente. Tampoco se trata de volver sobre el remanido “Caso Heidegger”, soñado por su joven amante (Heidegger aparece como un recuerdo, como un pantano afectivo irresoluble, pero cargado de riquezas para su propia meditación).
No. Se trata de otra cosa. Al menos vista desde la Argentina actual. Lo que introduce la película es una denuncia clara y oportuna de la “banalidad del bien” en la que vivimos. Empleo esa expresión para dar cuenta de la volatilización de la experiencia del pensamiento que prolifera en la venerable conjunción de una buena conciencia fundada en los ademanes de los derechos humanos, la esmerada satisfacción de la situación personal y familiar de acuerdo a los códigos establecidos (códigos que a su vez hay que sostener con esfuerzo, ya que lo precario de su establecimiento es notable) y, sobre todo, de acuerdo con la máxima del capital de esta época: la entrega de la vida al consumo, hasta el último suspiro en todas las clases sociales.
El dispositivo del bien, alimentado con mercancías capitalistas de todo tipo (incluyendo muy particularmente las del espíritu) y con un sostenido esfuerzo por arroparse bajo el influjo sensible de las marcas, es la maldita banalidad de nuestra época. Con una enorme diferencia: ya no se sabe nada de los muertos. 
La arrogante y valiente filósofa Arendt no fue bella en vida. Von Trotta la embellece y la acerca a su memorable retrato de Rosa Luxemburgo. Fue sí, una disidente fuerte y corajuda. En la agonía de su amado Kurt Blumemberg, y reprochado por éste, por atacar a las víctimas de Israel que, en definitiva, es “su pueblo” (igual reproche le hará Hans Jonas), Hanna responde: “Siempre supiste que no amo a ningún pueblo, ¿por qué amaría al judío? Sólo amo a mis amigos, a ti te amo”.

Política contra automatismos (una lectura crítica de «Sociofobia» de César Rendueles)

Por Amador Fernández-Savater

Lo que puedes leer abajo son los apuntes que redacté para la presentación de Sociofobia el jueves 3 de octubre en La Tercera junto a Belén Gopegui y César Rendueles. Es algo pensado para ser contado y escuchado pero creo que se deja leer bien. Eso sí, me temo que es terriblemente largo para los estándares de la Red. Pero decir algo no banal sobre el libro de César creo que requiere un poco de tiempo, espacio y atención. Puedes imprimir o leer el texto en PDF aquí. Fue un auténtico gustazo debatir con César, con Belén y con el público en la sala sobre lo que cada cual expuso en torno al libro en una presentación que no fue la convencional de palmada en el hombro y puro agasajo.
La política: convivencia y acción
He dividido mi intervención en dos partes. En la primera, voy a comentar uno de los hilos del libro que más me ha interesado e interpelado. No se tratará de un resumen, sino de una interpretación, es decir, no es exactamente lo que piensa César sino lo que a mí me ha dado qué pensar. En la segunda parte quería plantear cinco dudas, preguntas y calas críticas sobre algunos desarrollos para seguir pensando juntos la pregunta que está en el fondo del libro: en qué puede consistir hoy una política de emancipación.
Arranco con la siguiente cita de la filósofa Hannah Arendt: “Escapar de la fragilidad de los asuntos humanos se ha recomendado tanto que la mayor parte de la filosofía política desde Platón podría interpretarse fácilmente como los diversos intentos de encontrar bases teóricas y formas prácticas que permitan escapar de la política por completo”.
Escapar de la política, ¿de cuál? No estamos hablando de la política de los políticos precisamente. Una definición más adecuada podría ser la siguiente: la política consiste en la práctica de hacernos cargo en común de los asuntos comunes. Podríamos distinguir dos dimensiones de ese “hacerse cargo”. Por un lado, la invención de formas de con-vivencia (vivir juntos) en el elemento humano de la diferencia. Es decir, cuando el otro no es como yo, ni lo he escogido yo (como escogemos, por ejemplo, a nuestros amigos) y ni siquiera me gusta un pelo. Por otro lado, la invención colectiva del porvenir. Es decir, cómo poner el destino en nuestras manos (y no delegarlo). Es el problema de la acción.
¿Por qué buscamos “escapar de la política por completo”? En la cita de Hannah Arendt se utiliza una palabra que puede darnos una pista (y que es una palabra clave en el ensayo de César):fragilidad. Los asuntos humanos son frágiles. ¿Por qué, en qué sentido? Por un lado, son frágiles porque la vida de cada cual no empieza y acaba en cada cual, sino que está entrelazada necesariamente con la de los demás (y los demás, recordemos, no son como yo ni como a mí me gustaría que fuesen). La autosuficiencia es una ilusión, dependemos unos de otros y nos necesitamos unos a otros. Por otro lado, son frágiles porque la acción humana siempre es impredecible e irreversible. No hay ciencia de la política, a la hora de actuar nos apoyamos siempre en saberes fragmentarios y provisionales.
Pues bien, al parecer esta fragilidad es superior a nuestras fuerzas. Paradójicamente: no tenemos fuerzas para tanta fragilidad. Entonces buscamos ansiosamente una solución para los problemas entrelazados de la convivencia y de la acción (y que juntos forman el problema de la política). Podemos entender el termino “sociofobia” precisamente como el deseo de liberarse de una vez por todas de la fragilidad de la política, del vivir juntos y de la acción.
Hannah Arendt dice que podemos entender toda la filosofía política como el intento de encontrar “bases teóricas” y “formas prácticas” que den carpetazo (por fin) al engorro de la política. En efecto, desde el Rey-filósofo de Platón hasta la “administración de cosas” que según el marxismo sustituiría a la política después de la revolución, se han ofrecido mil remedios para el “mal” de la política. El que se analiza críticamente en este libro se llama ciberfetichismo.
La puerilización del pensamiento político: el ciberfetichismo
Podemos desglosar al menos dos sentidos posibles del término “fetichismo”: por un lado, es la creencia en el poder y la influencia mágica de algo (el fetiche). Por otro, es un producto sin proceso. Este sería el significado del “fetichismo de la mercancía” según Marx: el capitalismo nos hace ver un resultado (la mercancía en el escaparate) pero tapa lo que hay detrás (el proceso de trabajo real). Nos quedamos en la superficie y la apariencia. Vemos el producto, no el proceso.
Ahora podemos aproximarnos mejor al significado de “ciberfetichismo”. Ciberfetichismo sería la ideología que nos propone una solución a los problemas de la convivencia y de la acción. Esa solución es Internet. Según el ciberfetichismo, por un lado, Internet nos permitiría una sociabilidad fácil y cómoda, sin costes ni demasiados compromisos, un vivir juntos sin conflictos ni fricciones. El otro está y no está cuando yo lo deseo: me conecto y me desconecto. Por otro lado, Internet nos libraría supuestamente del problema de la acción, porque produce automáticamente ciudadanos activos, es decir, críticos, es decir, políticos.
La mala noticia que nos da este libro es que todo esto es un espejismo (una palabra que le gusta mucho a César y que da nombre a su blog: “espejismos digitales”). Internet no soluciona ni el problema del vivir juntos ni el problema de la acción colectiva porque ambos requieren de relaciones y compromisos duraderos e Internet no los produce automáticamente. Vivir juntos no es conectarse y desconectarse. Porque en la vida del mundo de los átomos no siempre se puede hacer un “fork”. Porque una cosa es “hacer cosas juntos y otra hacer cosas a la vez”.
Por otro lado, Internet tampoco nos libra del problema de la acción porque no hay arquitectura, diseño, método o formalismo que, repitiéndose y replicándonse por todos lados, cambie por sí mismo la sociedad y el mundo. El ciberfetichismo reduce la política a técnica e ingeniería social y esto tiene al menos tres problemas muy serios: 1) implica que debe gobernar o mandar el que sabe (el ingeniero, el científico social que diseña el método o el formalismo); 2) nos hace olvidar que en política, para que algo tenga algún valor, tiene que haber necesariamente un trabajo de (re)creación. No sólo copia mímica, no sólo reproducción en serie de un modelo o prototipo, no sólo producto sino también proceso, un trabajo constante de (re)elaboración, (re)apropiación y transformación. Un método puede ser en todo caso un punto de partida (y hay mucho que pensar y experimentar sobre ello), pero nunca una solución: la confusión entre punto de partida y solución es un efecto de la ideología ciberfetichista. Y 3) presupone una visión mecánica del mundo donde, como se ha escrito, “se puede dominar, programar y determinar el ser humano y la vida, la sociedad y su devenir”. Y esto deja fuera el material básico de la política: lo que no sabemos, lo que no funciona, lo que no encaja, lo incalculable, lo impredecible, lo incontrolable, lo que nos opone resistencia. En dos palabras, “la fragilidad de los asuntos humanos”.
El ciberfetichismo es una expresión más de la puerilización del pensamiento político. Un pensamiento político pueril es el que nos vende una solución en lugar de invitarnos a pensar un problema. Es la propaganda, el agit-prop o el marketing: vender una solución, seducirnos con una receta. Un pensamiento que no nos requiere ningún trabajo o elaboración: sólo adhesión. Y que por tanto no emancipa, sean cuales sean sus contenidos. Un pensamiento que niega la realidad o la empobrece.
Hasta aquí algo de lo que el libro de César me ha dado qué pensar. Creo que está muy bien poner estas críticas encima de la mesa e interrogar algunas palabras que se han vuelto desgraciadamente fetiches o palabras-solución: cooperación, proceso, comunidad, participación, etc.
Cinco calas críticas
A partir de ahora, planteo cinco preguntas, dudas o críticas que me surgen con algunos aspectos del libro.
— La primera sería sobre la historia y los contornos de la ideología ciberfetichista. No están nada claros. Es más, no hay ni una sola cita de un autor de la ideología ciberfetichista, lo que resulta sorprendente en un libro que pretende su refutación. ¿Quiénes son los ciberfetichistas? ¿Con quién está discutiendo César? Es un poco misterioso. Uno llega a pensar en la famosa “falacia del hombre de paja”: inventarse los argumentos del adversario para luego vapulearlo a placer. Pero consideremos mejor que este libro no quiere discutir con nadie en concreto, sino más bien con un “se dice”. Esto es, con estereotipos, consignas y respuestas automáticas que están en el ambiente y “se dicen”. El problema es que sin las precisiones necesarias corremos el riesgo de aplanar realidades heteróclitas y perder finura en el discurso poniéndonos las cosas demasiado fáciles.
Pienso en concreto en los mundos del copyleft, el ciberactivismo o los “bienes comunes” que según César están “contaminados” de ciberfetichismo (y que son, yo supongo, los que le preocupan, no tanto el ciberfetichismo de Steve Jobs o Bill Gates). César afirma por ejemplo que en el movimiento copyleft las licencias jurídicas funcionan como un fetiche-solución y se pasan por alto las cuestiones del acceso a la información, la “calidad” de los contenidos o los remuneración de los trabajadores culturales. Pero ¿con quién se esta discutiendo? ¿Con Enrique Dans, con Traficantes de Sueños…? No hay ninguna distinción entre la versión «liberal» y la versión «radical» del copyleft o los bienes comunes. O en el caso del ciberactivismo, ¿quiénes serían los activistas digitales que piensan cambiar el mundo desde la comodidad de sus teclados? ¿Change.org, Hacktivistas, David de Ugarte, Margarita Padilla? Y además, ¿no ha evolucionado muchísimo el discurso ciberactivista desde (pongamos) la “Declaración de independencia del ciberespacio” de John Perry Barlow (un texto utópico y pionero que retrospectivamente es fácil tachar de «ingenuo»)?
El copyleft, el ciberactivismo y el discurso de los bienes comunes no son bloques homogéneos (que sólo podemos criticar desde fuera), sino más bien “campos de tensiones” o terrenos abiertos de experimentación teórica y práctica donde podemos encontrar diferentes posiciones (y conflictos y complicidades entre ellas). Sin precisiones, distinciones y un poco de historia, perdemos la posibilidad de construir conversaciones, de encontrar interlocutores y alianzas, personas y colectivos que están planteando hace años problemas similares desde dentro.
— Mi segunda pregunta sería por qué contraponer vínculos duraderos y vínculos débiles. Una vez disuelto el espejismo de que un contacto en Facebook es lo mismo que un amigo, una vez distinguido el tipo de cooperación necesario para desarrollar Wikipedia y el tipo de compromisos que exige cuidar a los hijos, ¿por qué contraponerlos? ¿Por qué desechar los vínculos débiles (basados en la operación conexión-desconexión)? ¿Por qué un “o” y no un “y”? Las iniciativas más sólidas y duraderas que he conocido consisten en una combinación de “relaciones densas y permanentes” y de “relaciones anónimas y discontinuas”. Está muy bien no confundirlas, pero ¿por qué oponerlas? Un proyecto cualquiera necesita siempre de lo que solemos llamar “núcleo duro” donde efectivamente las relaciones son densas y permanentes, los compromisos fuertes y estables. Pero no sólo. Requiere también de aportaciones puntuales, de engarces momentáneos, de colaboraciones ocasionales (muchas veces de desconocidos), de gente que entra y sale (y en ese entrar y salir mueve las cosas, hace circular los saberes y las informaciones). Unas veces uno está en el “núcleo duro” de un proyecto y otras mil veces uno se conecta y desconecta cómo y cuando puede. Es un error grave desechar esa aportación o verla como “parasitismo”. Y no digo “grave” por exagerar, sino porque uno de los desafíos políticos más serios que tenemos por delante es precisamente inventar formas y espacios políticos habitables por cualquiera (y no sólo para especialistas, militantes o activistas). Desgraciadamente, las formas y espacios que tenemos (por ejemplo, las asambleas), por muy presenciales y analógicas que sean, no saben qué hacer con la diversidad que las puebla (diversidad de situaciones de vida y hábitos, de modos de expresión y relación)  y finalmente se vacían. En todos los planos, necesitamos urgentemente aprender a combinar las dos cosas (ni confundidas ni contrapuestas): relaciones densas y permanentes, relaciones anónimas y discontinuas. Poner una «y» en lugar de una «o».
— La tercera duda o crítica es sobre el término mismo de “sociofobia”, una duda más abstracta o histórica quizá. A mí, como sé que le pasa también a César, me fascina el pensamiento reaccionario. Hace ya años organizamos un número en la revista Archipiélago sobre el tema y César colaboró con un gran artículo sobre el pensamiento reaccionario en la novela negra. Hay entre los autores reaccionarios una lucidez muy inquietante, un “realismo” muy oscuro pero también estimulante para pensar. Pues bien, curiosamente lo que los reaccionarios y contrarrevolucionarios han reprochado siempre a los revolucionarios ha sido su “sociofobia”.
Reaccionarios como De Bonald o De Maistre explican que la vida en el Antiguo Régimen era “muy humana”, que las comunidades aldeanas eran comunidades “de verdad”, que en el mundo tradicional había un sentido muy extendido de la honestidad, de la reciprocidad y de las obligaciones sociales que alcanzaba incluso a los “señores” que, lejos de ser simples “parásitos explotadores”, constituían toda una red de contraprestaciones y obligaciones mutuas vasallo-señor, etc. (Todo ello a condición por supuesto de poner entre paréntesis la cuestión del poder.) Para estos pensadores reaccionarios, la Revolución Francesa fue fruto de la rebelión del “individuo desafiliado” (anónimo, sin antepasados, sin tradición, sin religión, sin comunidad) contra el vínculo social y la autoridad común. (Todo esto lo cuentan muy bien filósofos como Cornelius Castoriadis o Jacqués Rancière)
Y más o menos las mismas cosas se han dicho después de las rebeliones de los obreros, las mujeres, los negros o los homosexuales (y hace muy poco de Mayo del 68). Por eso pienso que tal vez merezca la pena especificar mejor el término “sociofobia”. No estamos ante una pelea con dos contendientes: capitalismo y vínculo social. Hay que precisar qué tipo de vínculo queremos, de qué materiales está hecho, porque un vínculo denso y permanente puede estar hecho perfectamente de desigualdades, silencios y expulsiones.
César dice que el capitalismo “nos ha apartado de la norma antropológica” y que la política debe “reconciliarnos con las fuerzas antropológicas profundas”. Esta fundamentación de la política en una antropología o naturaleza humana me parece muy problemática. Pienso que la acción política no nos “reconcilia” con ninguna norma antropológica, sino que más bien crea nuevas posibilidades de lo humano (más igualitarias, justas y cooperativas, pero tan artificiales como las demás). Y en ese sentido no creo que los reaccionarios se equivocasen al considerar a los sujetos y a los movimientos revolucionarios como “monstruos”, “locuras” o “quimeras”: no hay antropología política, en todo caso la política es creación antropológica (de formas de vida).
— La cuarta cuestión es la discusión entre Walter Benjamin y Pier Paolo Pasolini que se plantea al final del libro. Ese diálogo imaginario es muy sugestivo. No hace falta conocer a los autores. Benjamin representa en el diálogo una consideración de la naturaleza ambivalente de la experiencia del presente. Registra la “volatilidad” del sujeto consumista, pero también por ejemplo su capacidad para “habitar la inseguridad y la incertidumbre” (que son finalmente el suelo de lo humano). Pasolini, el Pasolini de los Escritos Corsarios o las Cartas Luteranas, al final de su vida, representa por el contrario un diagnóstico sin ambivalencias del presente: con un solo color, el negro.
Son fascinantes estos dos libros de Pasolini y rebosan amor por todas partes. Es una crítica del presente movida por el amor, el amor que sentía Pasolini por las formas de vida pre-industriales: los jóvenes de las barriadas, los dialectos, la cultura de la pobreza, el lenguaje de las cosas (cuando no eran tan sólo bienes de consumo), el artesanado, el mundo campesino, etc. Pasolini ama tanto todo aquello que se rebela desesperadamente contra su aplastamiento en y por la sociedad de consumo (que él consideraba por cierto una “mutación antropológica” que convertía a los jóvenes en “monstruos”). Todo eso lo escribe Pasolini en 1975. Pues bien, dos años más tarde esa misma juventud “monstruosa y desarraigada” protagoniza el movimiento del 77. Ya no desde lugares claros y sólidos (como la fábrica), sino desde los territorios más difusos de la vida. Ya no desde lenguajes puros y propios (los dialectos y las jergas), sino usando -creativa, irónicamente- los lenguajes de los media y el consumo. Pero en todo caso lanzando un desafio formidable contra la muerte en vida del trabajo alienado y creando espacios y relaciones que permitían otra experiencia de vida.
Me pregunto si no habrá pasado lo mismo con el 15-M. Donde supuestamente ya no había más que barbarie, consumidores infantilizados y atontados, emerge de pronto una cantidad de gente capaz de poner de nuevo en el centro de nuestras sociedades la pregunta política por excelencia: ¿cómo queremos vivir juntos? Sin tradiciones políticas ni lenguajes predefinidos, en el mayor de los caos y las confusiones, como huérfanos y niños perdidos que somos. Frente a la posición reactiva y nostálgica del último Pasolini, me parece políticamente más interesante la consideración ambivalente de la experiencia del presente en Benjamin. Ver las potencias, no sólo las pérdidas. El libro de César es mucho más pasoliniano que benjaminiano en este sentido: no se ve la ambivalencia del presente, ni tampoco sus potencias.
— Por último, me gustaría hacer un comentario sobre mi experiencia cercana o implicada en los mundos inspirados por la cultura política hacker. En un sentido al menos, los hackers son las personas menos ciberfetichistas del mundo que he conocido. El ciberfetichista es más bien cualquier “ciudadano medio” (como yo mismo) que se pone frente al ordenador todos los días sin saber por qué funciona como funciona ni (desde luego) cómo podría modificar ese funcionamiento. Los hackers hacen todo lo contrario: tocan el código, es decir, lo que hay detrás de lo que vemos. Si lo sagrado es aquello con lo que nos relacionamos desde la distancia de un temor reverencial, los hackers desacralizan: cacharrean y alteran la tecnología para ponerla a su servicio (y que no sea al revés). Y no sólo para ellos, sino para todos.
Si hoy Internet es lo que es y permite lo que permite (potencialidades que no se le escapan a César), es precisamente porque se trata de una “tecnología intervenida”. Cierta gente -con una visión del mundo y de la  sociedad buena– se propuso en su momento y consiguió torcer su rumbo como tecnología militar, transformarla. Para ello los hackers han construido a lo largo de los años toda una cultura política y material: con lenguaje y ficciones (como el cyberpunk), con códigos y normas, con una filosofía bien interesante y sugerente (que confía en la autonomía e inteligencia de los demás y no en ningún “centro director”) y, muy especialmente, con una enorme preocupación por combinar espacios en línea y espacios presenciales (pensemos en los hacklabs, los hackmeetings o las cooperativas de software libre). Es decir, la cultura hacker sabe muy bien (y desde hace ya años) que se trata de cruzar lo físico y lo digital porque cada uno puede algo que el otro no puede. Aquí un fragmento de la presentación que hacía de sí mismo el hacklab “Cielito lindo” de Lavapiés hace ya más de diez años: “porque resulta poco útil y hasta triste experimentar en solitario aquellas cosas que puedes hacer fácilmente con otros, porque no queremos aislarnos del mundo que nos rodea sino todo lo contrario, porque el cuarto de cada uno es demasiado pequeño para montar redes de ordenadores, porque lo digital no sustituye a lo orgánico, porque es gozoso aprender y hacer cosas juntos”.
Entonces, lo que yo me pregunto es si lo que necesitamos hoy no es más “tecnopolítica” y no menos. Y por tecnopolítica entiendo simplemente un acercamiento, un hacer y un pensar políticamente la tecnología. Precisamente porque no se trata de confiar en ninguna varita mágica, sino en la capacidad humana para subvertir, reapropiarse y transformar la tecnología, dándole una dirección emancipadora. El libro de César tiene utilidad como advertencia crítica contra toda varita mágica, pero no encuentro orientaciones prácticas para pensar ese otro acercamiento político a la tecnología que necesitamos hoy más que nunca.  
Apostilla
Me alegro realmente de poder participar con estas palabras en la recepción tan intensa que se está haciendo del libro de César -con múltiples comentarios, reseñas y debates en blogs, redes sociales, etc.- y me pregunto si esa riqueza no tiene algo que ver también con la naturaleza del espacio público que se abre con Internet, donde la palabra ya no está monopolizada en manos del crítico de Babelia o del suplemento cultural de turno, sino mucho más en nuestras manos.

Chicanas: las migrantes fronterizas

Mabel Bellucci*



Durante la década de los setenta, emergió el movimiento chicano por los Derechos Civiles orgulloso de su origen mexicano emigrado hacia el Norte o nacido en los Estados Unidos. Con su conformación, no sólo había un interés por reivindicar la conquista de justicia social e igualdad sino también por concientizar a su comunidad en cuanto al racismo y a la discriminación. Por lo tanto, el chicano o “mexican o latin-american”, desde sus orígenes, presentó aristas diversas, complejas y dinámicas en relación al “anglo” que no es más que cualquier persona blanca de habla inglesa. Una buena parte de sus iniciativas consistía en establecer una variedad de objetivos relacionados a la educación: reducir la deserción escolar; mejorar los logros educativos; llevar a cabo programas bilingües y biculturales. Además, con tales iniciativas intentaban incrementar materias con temáticas propias en el plan de estudios, creación de cursos y programas de conocimientos chicanos junto con el aumento de profesores de ese origen. Por esa razón y muchas otras más, miles de estudiantas/es se movilizaron y formaron organizaciones que apuntaban a la reforma educativa, al activismo por la visibilidad como una intervención política en el ámbito público.

Un elemento de significativa trascendencia para el reconocimiento del movimiento en Estados Unidos, consistió en realzar el arte chicano en su diversidad de expresiones que fue floreciendo a pasos acrecentados. Asimismo, irrumpió en el campo universitario, en las organizaciones políticas y sindicales. En fin, todas estas apuestas partieron de una urgencia imperativa por parte de dicha comunidad en decir “acá estamos”.

En cuanto a las mujeres, en los años setenta, al irrumpir el movimiento chicano junto con el feminismo de la Segunda Ola, en un escenario histórico más que estruendoso por la incursión polifónica de los activismos en Estados Unidos, ambas corrientes le proporcionaron nuevos marcos teóricos como perspectivas de lucha. Así al inicio de esa década, las chicanas se organizaron en colectivos autónomos y autogestivos. Entre los más conocidos, se podría recordar “La Hija de Cuauthémoc” de California; “Las Mujeres Chicanas” de los Ángeles y “La Comisión femenil Mexicana”. Un año más tarde, “La Conferencia de Mujeres por la Raza”, celebrada en Houston, reunió a más de 600 mujeres de diferentes regiones del país del Norte. Este evento simbolizó un nuevo espíritu de cambio a largo plazo[1]. Precisamente, ellas comenzaron a manifestar sus malestares de opresión dentro de la propia comunidad. De esta manera, se lanzaron a la búsqueda de propuestas legislativas en cuanto a educación y a empleo que representaban sus situaciones más vulnerables. Por esta razón, accionaron para conquistar derechos de las minorías y, al mismo tiempo, para impugnar la discriminación que emana desde las entrañas del Imperio.  En resumidas cuentas, estas mujeres al transitar una triple exclusión -género, raza y clase- atravesaron situaciones desventajosas no solo en el interior de su misma cultura sino también en la sociedad estadounidense, conocida como la “América Blanca Patriarcal”.

Y sin más, esta primera camada tuvo como desafío batallar contra la pobreza marginal, la segregación racista y el sexismo, todo al mismo tiempo. Después de haber pasado mucha agua bajo el puente, las chicanas descubrieron que tanto el feminismo dominado por las blancas – que enfatizaba al género como único origen de su propia opresión- como el machismo voluptuoso y homofóbico de sus pares masculinos, las dejaban de lado. Entonces decidieron cortar por lo sano. Como el camino a recorrer era largo y lento, optaron por construir un movimiento independiente, es decir, se negaron a estar bajo la sombra del movimiento sociopolítico chicano y  además del movimiento feminista blanco. La profesora en estudios culturales Marisa Belausteguigoitia sintetizó su visión en estos términos: “Pueden servir de puente tanto a lo mexicano como a lo americano, pero constituyendo algo nuevo que no es ni lo uno ni lo otro. Las chicanas son mujeres migrantes o fronterizas, por los que pueden circular lo mexicano en Estados Unidos o viceversa. Son migrantes que crean con sus lenguas y sus espaldas, al trabajar intensamente para que las culturas, sexos, géneros y naciones diferentes puedan entenderse y convivir”.[2]

Ahora bien, hacia fines de los años setenta, comenzaron a utilizar la expresión “mujeres de color”, una forma de distinción política (que incluye a otras ascendencias raciales y étnicas) frente a la cultura hegemónica. Norma Alarcón, Cherríe Moraga, Gloria Anzaldúa o Yolanda López son algunos nombres de escritoras y artistas chicanas que suenan en las capillas académicas y en las huestes del activismo callejero. En 1981, se aunaron voluntades para publicar This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of  Color,bajo la mirada atenta de Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa. Siete años después, Ana Castillo y Norma Alarcón lo tradujeron y adaptaron al castellano con otro nombre Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundista en los Estados Unidos, editado por Ism Press, San Francisco. En rigor, esta antología feminista -ensayos, narraciones personales, poesía y teoría política- se compone de escritos por chicanas, asiáticas, afroamericanas, indígenas y latinas, o sea, mujeres de color que viven en los Estados Unidos. A partir de la publicación de Esta puente, mi espalda la conciencia feminista se esparció en todos los sectores culturales, sociales y económicos en un intento de abrir caminos para enlazar mujeres de color estadounidense junto con hispanoamericanas.

En el prólogo de esta colección, llamado “En el sueño, siempre se me recibe en el río”,  Cherríe Moraga propone lo siguiente: “ Dada las varias comunidades que representamos -como mujeres y como obreras pobres- las mujeres de color podemos servir como la puenta entre las columnas de las ideologías políticas y la distancia geográfica, ya que en nuestros cuerpos coexisten las identidades de opresiones múltiples a las que hasta ahora ningún movimiento político, no obstante su origen geográfico, ha podido dirigirse simultáneamente”. En suma, Esta puente, mi espalda ha servido como testimonio de la existencia del feminismo tercermundista en los Estados Unidos y, además, como catalizador del avance de ese movimiento en un ascenso permanente.

* Activista feminista queer. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual.


[1]S/R ( 1988): “La nueva ola del feminismo en México”, Año 12, N°63, México, FEM .p.32. 
[2]Belausteguigoitia, Marisa( 2004): “Las nuevas malinches: Mujeres fronterizas“ , n°14, México, Nexos, p. 29

A propósito de Raúl

por D.S.


Subvertir la política (Buenos Aires, Quadrata, 2013) es el título del tan esperado –al menos por sus numerosos lectores–  libro de Raúl Cerdeiras. ¿Cómo pueden preceder tantos lectores al autor de un primer libro? Sencillo: el autor es un intelectual militante que edita hace 22 años la revista Acontecimiento. Y los textos que se reúnen en este volumen deben mucho a la coherencia de ese trayecto.
Alain Badiou lo describe autor como un “Sócrates de Buenos Aires”. Un retrato de Raúl no debería excluir algunos datos de su biografía (abogado de oficio, estudió filosofía con Sciarreta y se inició en política con Silvio Frondizi y estuvo próximo a Montoneros, fue althusseriano, tradujo El Ser y el Acontecimiento de su amigo Badiou, enseña filosofía en grupos de estudio) ni algunos rasgos de su personalidad (la insistencia o  la perseverancia -la “fidelidad”-; el “cuestionamiento”, la afectuosa dureza). Exista o no la expresión “inclaudicabilidad”, bien le cabría.
Raúl es una figura apartada, pero no ignorada en la densa trama intelectual-psiconalítica y política de Buenos Aires. Lo que hay en él de solitario obedece, creo, a su obtusa confianza en la fuerza de “la Idea”. No es fácil vivir contra la evidencia.   
En el último número de la revista Acontecimiento (N. 43-44 de 2013) firma tres artículos. Uno de ellos, “la economía no existe”, propone un ejercicio capaz de explicar en términos muy prácticos su  “tesis”. Hagamos el intento de pasar un día entero sustituyendo la palabra “economía” (ligada en los discursos habituales a “crecimiento” y a “desarrollo”) por la palabra “capitalismo” (que ya nadie dice, pero que es el único significado real para el significante “economía”) y veremos desnudarse ante nosotros la verdad de nuestro presente.
Esa verdad no es negativa sólo por la infamia con que carga el capitalismo en términos de opresión y de explotación. Lo es también por otra razón: la “economía” suprime el pensamiento y la política. En efecto la política no es poder y economía, como se cree –dice nuestro Sócrates- sino “un pensamiento de la gente”. Y ese pensamiento requiere de unas ciertas condiciones que el poder y la economía (el capital) aplastan.
La política es el pensar de los muchos cuando se “desligan” de la máquina objetiva de la reproducción del capital. Y “acontecimiento” es el nombre de esa ruptura con el desenvolvimiento del sistema de la opresión, que en el presente se viste con un manto progresista y democrático, aunque se muestra totalmente incapaz de detener o regular siquiera su barbarie. La “Idea”, a su vez, es la constitución de una verdad por parte de los sujetos que participan de la ruptura con este orden, y se entregan a la creación colectiva, por definición a distancia del poder del Estado y el capital. Se comprende que el sujeto de la política (Raúl lo identifica con nombre y apellido: las Madres de Plaza de Mayo en la postdictadura, los Zapatistas después de 1994, los movimientos sociales autónomos de fin de siglo en Venezuela o Argentina) constituyen el reverso absoluto del discurso de la víctima y sus “derechos”.      
Si alguien decidió vivir a fondo el revés de esta “década ganada” (para bien y para mal) ese es Raúl. El kirchnerismo fue para él la gestión reaccionaria del acontecimiento 2001. Y el antikirchnerismo (tanto para él como muchos de nosotros) algo aún peor.
Todo esto se escribe ahora en pasado. La salida del libro, sin ser Zaratustra, divide el tiempo. Lo que debimos pensar estos años (zona de despeje), ya no se parecerá a lo que afrontemos de aquí en más. Se trata ahora de vislumbrar (tarea a la que se entrega Raúl en uno de sus artículos de la revista, con la expresión: “amanece una chance”).

De la serie «La Guerra por el Consumo»: Gente mirando Luján

Por Diego Valeriano


Bily bajó del 86 en Liniers, la peregrinación oficial estaba por comenzar y buscó un lugar para ponerse a trabajar. No podía creer la cantidad de gente que había, toda la calle era un río de creyentes que se alborotaba por estar cerca de la virgen más grande. Nunca había estado en un lugar con tanta gente y tenía miedo de perderse.
Caminó hasta encontrar un lugar sobre la Rivadavia después de la General Paz, sin dejar de mirar asombrado a toda esa gente que pasaba cantando, riendo y rezando. Se puso a armar su paño con fotos de la Virgen, de Francisco y pins con imágenes de la Basílica. El humo de los choripanes era el olor de fondo de la fe de todos los que encaraban para Luján. A su lado una peruana se ponía a vender remeras con la imagen de la virgen y más allá su hermana -o hija, o pariente- se ponía a vender banderas.
Sobre su espacio -o lo que el creía que era su espacio-, se metió un tipo con una heladerita repleta de latas de cerveza. Bily lo miró entre asombrado y enojado, pero el gordo intruso tenía una cara de bueno que lo pudo y le dijo de muy buena manera que había lugar “para los dos”.
Con su paño listo se dispuso a trabajar. Dispuso también su cuerpo: sus piernas, su voz, su mirada, su atención, su estado de ánimo. Miró al gordo, miro a la peruana, observó un poco más allá y vio cómo los del puesto de chori no paraban de vender.
A los 5 minutos de laburar ya había vendido trece fotos de Francisco a diez mangos y el gordo se había tomado dos cervezas. Otros habían querido meterse en su espacio y el gordo les aclaró, elevando el tono de su elevada voz, que ese era el lugar de ellos dos.
A la media hora de laburo, dos pibes con camiseta de Velez vinieron a cobrarles a todos por estar ahí. Bily ya había visto que el viejito que vendía soquetes les había dado 100 pesos y que habían sacado a un pibito de su misma edad que vendía agua natural. Él no podía darles esa plata, ni ninguna plata. Tenía miedo de que lo echen o, peor, de que le peguen y le saquen la guita.
Por lo de la peruana apenas pasaron, ella algo les dijo que hizo que ni se detengan. Cuando llegaron a su puesto y le pidieron 200 mangos se le estrujo el bolsillo. Doscientos mangos era lo que a él le quedaba después de darle al viejo, pensó que ni en pedo le daba esa plata y que si se tenía que parar de mano prefería que le peguen e irse a poner la guita.
El gordo saltó en su auxilio. Le dio una cerveza a cada uno y les explicó que el pibito estaba trabajando porque la mamá estaba internada y que a él no lo jodan porque era amigo de Cepillo y que paraba en la parrillita de Néstor con todos los demás. Los pibes se retiraron y el gordo abriendo otra cerveza le guiño un ojo.
Las peruanas, el viejito, los del chori y todos los que estaban a la orilla de Rivadavia no paraban de vender lo que sea. Hasta al gordo, que estaba más preocupado por escabiar que por vender, le sacaban las cervezas de la mano. Bily hizo cuentas y estaba más que satisfecho, había ganado bastante en poco tiempo. Podía volver al barrio mucho más temprano e iba a pasar por lo de Joel a jugar a la Play.
Le quedaban cinco pins, pero decidió que el día había terminado. Cuando doblaba su paño para retirarse sintió la pezada mano del gordo sobre su hombro: “¿Sabés por qué te fue bien?” le dijo apenas modulando: “Porque yo te cuide”. Y, acto seguido, le exigió 500 mangos.
¿500 mangos?, pensó Bily indignado mientras intentaba zafarse de la garra enorme del gordo. ¿Éste está loco? Miró a su alrededor, todos seguían en la suya. Gritó, pero entre la música, los rezos y las risas su súplica quedó apagada. El gordo debería pesar 100 kilos más que él y le llevaría unos 30 años pero a eso Bily qué podía importarle: tenía que zafarse como sea. Le ofreció 100 y el gordo, con media sonrisa, más amenazante que borracho, movió la cabeza de derecha a izquierda varias veces. Miró para todos lados en busca de ayuda… pero nada, solo pasaba gente mirando Luján.

Política y enfermedad: diagnostico “ilusionitis”

por Juan Pablo Maccia


Cristina está convaleciente. He pasado por estados de gravedad y me siento autorizado a reflexionar sobre este asunto. Es preciso ser claros al respecto: debemos denunciar a los mediocres que hacen palanca de este episodio como clave para comprender el presente político. Su tesis última es la siguiente: la enfermedad de Cristina ofrece un punto débil en el cuerpo de una presidenta que se negaba a debilitarse en momentos de evidente fragilidad política de su gobierno. Se insiste en la debilidad “encarnada” por alguien que –esto es lo que desean subrayar- está arropada de una fuerza especial, mítica.
Las derechas espiritualistas quieren decirnos que el traspié presidencial –sobre el cual no me pronuncio por prudencia  y por pudor- demuestra que la presidenta no es sagrada, sino mortal. Anticipan, así, la fiesta que vivieron a comienzos de año con Chávez.
Para estos energúmenos de Vaticano, la prueba de humanidad constituye motivo de alivio. Es necesario que no caigamos nosotros, quienes sostenemos y apoyamos a la presidenta, en este tipo de delirio místico. Seamos claros entonces: la densidad afectiva que corona a la figura presidencial no proviene (ni se evapora) a partir de instancias sobre-humanas, sino del modo en que han circulado en política las pasiones colectivas durante la última década larga. 
No podemos dejar que la relación entre enfermedad, muerte y política quede en manos de las religiones y las derechas más delirantes. Al contrario, debemos ser nosotros –médicos materialistas- quienes hagamos el mejor de los diagnósticos (que es siempre el que explica los delirios políticos colectivos) y desorganicemos las locuras de un cristianismo renovado o de un cientismo liberal al estilo del “estrábico doctor Nelson Castro”.
Analicemos primero las patologías políticas más típicas e intentemos, luego, un breve diagnóstico del mal que nos acosa a los kirchneristas:
a.       La enfermedad que ataca a quienes hacen de la política una aceptación desprejuiciada de las cosas tal y como son (tipo “la única verdad es la realidad”) es un delirio extremo de fijación. Esta patología enfatiza el “hay lo que hay” produciendo violentos ataques de ira contra todo aquello que, como matorral silvestre, se salga del cuadro paranoico de este hiper-realismo (enfermedad habitual en el peronismo tradicional o de derecha).
b.      El delirio que padecen quienes hacen de la política un ejercicio de búsqueda de posibilidades “creativas” dentro de lo que existe, suele expresarse como “voluntarismo in extremis”, patología por la cual se pierde el sentido de las relaciones efectivas en juego y da lugar a posiciones suicidas y/o depresivas (enfermedad habitual de ciertas izquierdas autonomistas y populistas).
c.       El mal que suele invadir a quienes entienden la política como persecución de la  utopía en tanto motor del presente consiste en una intensa pasión escatológica que obliga, ora a exagerar su vocación de “dar testimonio”, ora a desarrollar todo tipo de interpretación retorcida y/o oportunistas de los signos del presente a fin de confirmar los propios esquemas proféticos (enfermedad habitual en cristianos, izquierdistas idealistas y católicos de derecha).
d.      El síndrome que amenaza a quienes practican la política a partir de esquemas racionales, los cuales deberían ser impuestos por las buenas o por las malas a las conductas humanas, se trate de fórmulas racionales o morales, es totalitario y mesiánico y lleva a las mayores de las catástrofes durante el siglo XX (enfermedad habitual en moralistas, racionalistas marxistas, republicanos y neoliberales puros).
A la pregunta ¿en qué términos podemos diagnosticar la enfermedad política del kirchnerismo? Respondo lo siguiente: “ilusionisitis”. Se trata de una degeneración patológica, que consiste en una mezcla mal digerida (oscilante e inconsistente) de los componentes del movimiento, que hay que explicar a partir de las patologías descriptas en los puntos a y b. ¿Contamos con terapias laicas para este tipo flagelo?

Las terapias laicas

Por Pablo E. Chacón

A la pregunta de si existen terapias laicas capaces de curar enfermedades en su materialidad o en su representación simbólica, habría que calificarla de retórica: no sólo no existen sino que en los pasillos de los hospitales -el ejemplo es absurdo- curas y monjas se pasean como peces en el agua repartiendo bendiciones, biblias y estampitas. Al grano: también yo tengo experiencia en hospitales, de esa que se adquiere viendo morir internos, médicos apretando enfermeras, abnegación, corrupción, pobreza. La equivalencia entre la descomposición de un gobierno y el cuerpo herido de su encarnación es un viejo tema de la teología política. Pero pocas veces se habrán escuchado tantas canalladas como estos días.
¿A quién le importa si la señora presidente hubiera pensado que sacarse de encima al gobernador de la provincia en las próximas elecciones, para retornar pasados cuatro años después del 2015, incluiría un mecanismo de relojería tan ajustado como darse uno, dos o tres palos para conseguir un hematoma en la cabeza, una operación de urgencia? A los burócratas de los diarios que viven del mercado de conferencias, como Carlos Pagni, o al señor Néstor Castro, esa tía que quiere lo mejor para nosotros sin advertir que algunos de nosotros no quiere lo mejor para nosotros. Ese furor sanandis ni siquiera es susceptible de pensarse como un expediente oblicuo que festejaría la muerte de la señora. Demasiado fácil, no debe ser cierto, decía Oscar Masotta. Masotta era un tipo inteligente, no una estrella de los medios en la era de la reproducción digital. El punto es que Pagni y Castro son personajes respetados, se les cree, se cree lo que escriben o dicen sólo por mostrar las culatas. Eso sí es descomposición social. ¿Alguien está en contra de que piensen como piensan? Sería otra ingenuidad. Al profesor de historia, como al señor Castro, sólo les interesa el dinero -es un destino, un deseo tan respetable como cualquier otro. Pero de lo que deberían cuidarse es de la materia que usan para amasar sus módicas fortunas.
Pagni escribió sobre el síndrome de Moria. Castro sobre el síndrome de Hubrys. La señora padecería esos síndromes que activados, neutralizarían las inhibiciones que impone la ley de hierro del dispositivo neuronal, hasta el punto de provocar una suerte de manía que por ejemplo, la habría empujado a elegir como vice al señor Amado Boudou. En un rapto de locura, diría Franco Lindner, de Noticias o Perfil. Sin calcular las ventajas de tener al motoquero de la Ucedé en el gobierno. La hubrysque tanto preocupa al señor Castro existe en los diccionarios de griego. Pero no existe en ningún manual de desórdenes psiquiátricos. Es una palabra que traducida, aproximadamente quiere decir desmesura. Descontrol, desmadre, estar fuera de sí, decir barbaridades, romper el protocolo: hubrys. Si la señora Ruth Padel escuchara semejante burrada, entendería por qué razón en el periodismo argentino no se concursan los cargos.
Finalmente digamos que no otra vez, no existen terapias laicas no sólo en la Argentina sino en ninguna parte del mundo. Si usted se muere, encomendarse a no sé qué entidad sobrenatural es pensarse por fuera del discurso de la ciencia y del discurso del capital: eso puede encaminar su camino en el más allá, tal vez, y acá, servir para explotar ajenidades, porque la salida a determinados intríngulisviene del futuro.
Así como reconocer derechos humanos a los aborígenes es una reparación que a Buffalo Bill deja en paz, reconocer derechos humanos a tipos como Pagni y Castro es un deber institucional. Pero pensar, no ya que digan la verdad sino que digan algo que no sea una estupidez, es otra estupidez que duplicada y reduplicada supone el albur de convertirse en una verdad.

Basta de impunidad a las mafias en Florencio Varela


Durante la mañana del martes 1 de octubre, fue atacada violentamente la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli por una banda de cuatro personas. La causa aparente del ataque fue un robo. Sin embargo, hay muchos indicios que desmienten que esa haya sido la única finalidad del ataque.


La frecuencia e intensidad que adquieren estos hechos en el territorio de Varela confirman en lo esencial los rasgos violentos de un nuevo conflicto social que recorre varios puntos del país. Tanto en Pico de Oro (hace un año de la quema de la casa de dos compañeros del Movimiento de Colectivos, de Florencio Varela, a manos de bandas armadas, coordinadas con la policía, y parte de la justicia y del poder político) como ahora en el Angelelli, se agrede abiertamente a organizaciones sociales de los barrios con una ferocidad inusitada.

No se trata de hechos policiales aislados sino de un modo de gobernar los territorios disputados entre bandas cada vez mejor organizadas, ligadas a la policía, y a parte de la justicia y del poder político. Los hechos sucedidos en Varela, como tantos otros que se reproducen en todo el país, tienen que ser comprendidos como una seria advertencia sobre la complejidad que adopta la lucha social y política en este tiempo, y por lo tanto, exigen la innovación y el fortalecimiento de redes organizativas capaces de mejorar el cuidado –es decir: la capacidad de comunicación, de investigación, y de articulación con otros sectores–  de las organizaciones.

Con el asesinato de Carlos Gabriel Fretes el 11 de diciembre del 2011 en el barrio Agustín Ramírez de Florencio Varela, sale a luz una realidad que los que diariamente somos parte de la lucha por construir una sociedad mas justa ya conocemos y muchas veces denunciamos: la existencia de una trama delictiva que vincula sectores de la policía bonaerense, del gobierno municipal y bandas vinculadas a la venta de droga.

Fruto de la lucha de su familia, vecinos/as y diferentes organizaciones populares, el 9 de febrero de 2013 es intervenida la comisaría 2° de Florencio Varela. También son detenidos Américo Claudio MENA, quien era referente del Frente Para la Victoria del barrio, y Santiago Montt, mano derecha de Mena y testigo encubierto en causas por drogas en las que intervenía la DDI de Esteban Echeverría. Ambos se encuentran detenidos y este año van a ser juzgados en juicio oral. Sin embargo, a pesar de que en la causa existe información que vincula a MENA con Jorge Roldán, funcionario actual del municipio, la gestión municipal de Julio Pereyra no inició ninguna investigación legal al respecto, limitándose a un sumario interno que tampoco prospero.

En febrero del 2012, durante la intervención de la comisaría 2 acargo del comisario Montagnese, es asesinado en barrio Don José Gastón Martínez. Sus asesinos simulan un accidente de transito arrojándolo a la Avenida Charcas. La entonces sub-comisaria Contreras, de puño y letra notifica a la familia de esa hipótesis y no escucha los argumentos de que fue asesinado en una casa del barrio; ello permite que la casa sea incendiada y se perdieran pruebas vitales. Solo la lucha de la familia y vecinos permite la detención de los tres que participan en el asesinato  y posteriormente es detenido “El Cani”,  vendedor de drogas e instigador del  asesinato de Gastón. Todos permanecen detenidos a la espera del juicio oral.

En marzo del 2012 es designado el comisario Juan Carlos Peressutti, quien profundiza el autofinanciamiento de la seccional a partir de actividades ilícitas que solo funcionan con el amparo político. A partir de ese momento se desarrolla un proceso signado por la violencia, la persecución a los/as  militantes de las organizaciones y la llegada a la zona de bandas que gozan de protección policial- política.

El 11 de Julio es detenida  Cristina Rodríguez, militante social del barrio Lujan, quien sufre vejámenes y privación ilegitima de la libertad; en septiembre, en una asamblea de delegados/as del asentamiento Lujan que se realizaba en la Capilla,  personas armadas irrumpen y varios compañeros deben permanecer dentro de la misma  por más de dos horas mientras afuera había personas armadas y la policía nunca intervino. Los agresores provenían de Villa Olimpo, Lomas de Zamora, casualmente último destino del comisario Peressutti.
Por orden de este comisario fuimos reiteradas veces filmados, fotografiados, “escrachados” por la policía y dicho material publicado en la redes sociales en perfiles de facebook, siendo el más notorio el del pseudoperiodista Marcelo Alarcón, quien en realidad mantiene vínculos con la policía bonaerense y sectores políticos locales. Por  el mismo comisario fuimos tildados   en reuniones vecinales de “comunistas a los que hay que eliminar». Personaje  que desde sus practicas y dichos nos remota a los hechos mas trágicos de nuestro país dejando en claro que la ideología represiva  de las fuerzas de seguridad   siguen vigentes.

Gracias a la lucha de las organizaciones sociales  se ha  logrado que este oscuro personaje deje de cumplir funciones en la comisaría segunda del distrito, pero lamentablemente el poder político y la bonaerense lo  han premiado ascendiéndolo a Jefe de Turno Departamental quilmes.

Además de los hechos ya mencionados, debemos sumar la intimidación a militantes de Libres del Sur, la detención e intento de judicialización de militantes del Partido Obrero, la detención ilegal de estudiantes de la SB318. Hechos que dan cuenta de la intencionalidad represiva de las fuerzas de seguridad, el poder político (pese a enarbolar banderas “progresistas”) y la servidumbre del poder judicial a estos objetivos.

Otra de las caras  de esta trama mafiosa son las consecuencias que deben padecer   nuestros pibes, los jóvenes pobres son  reclutados como mano de obra barata por estas bandas (policía, narcos) y/  o nuestras niñas  víctimas de  las redes de prostitución. Para nosotros los que luchamos por la vida nuestros  pibes y pibas  son verdaderamente el presente y  futuro de nuestra sociedad,  por eso es que denunciamos a  estas  mafias y sus protectores.

 La impunidad en nuestro distrito  encuentra una continuidad histórica: a la protección política, policial  y judicial de las mafias que se apoderan de nuestras comunidades, de la  vida de nuestros pibes y pibas; a esto  debemos sumarle el intento atroz de ocultar la verdad de quienes han sido los  responsables  civiles   en nuestra localidad  en los oscuros años de la última dictadura; pese a los reclamos de familiares de  detenidos/desaparecidos  y organizaciones sociales el intendente Julio Pereyra se niega a abrir los archivos  municipales.

Motivos por los cuales  las organizaciones  abajo firmantes expresamos nuestra preocupación por la integridad de los/as militantes/as sociales, – políticos, nuestros pibes y nuestras comunidades

·        Decimos BASTA al accionar de estas  redes mafiosas que operan en nuestro distrito amparadas por  el poder político, la bonaerense y  el poder judicial.
·        Exigimos  investigación para identificar los actores intelectuales de los  ataques padecidos.
·        Exigimos que los fiscales investiguen la conexión  política entre narcos y funcionarios/ narcos y la policía.

ADHIEREN: PROCELAC (Procuraduría de criminalidad económica y lavado de activos – Ministerio Público Fiscal); Adolfo Pérez Esquivel SERPAJ Servicio Paz y Justicia, Comisión de Homenaje a   Madres de Plaza de Mayo  de Quilmes;  Comisión por la Memoriala Verdad y la Justicia FlorencioVarela; APDH La Matanza; Departamento Justicia y Paz del Obispado de Quilmes; Caritas Obispado de Quilmes; Fundación Jorge Novak Obispado de Quilmes;JPIC Argentina-Uruguay (Comisión de Justicia, Paz e Integracion de la Creación Claretianos); Centro de Participación Popular Mons. Enrique Angelelli;  Parroquia San Jorge; Espacio de Tierras para Todos y Todas; Parroquia San Cayetano;  Graneros de Sueños; Ruca Hueney, Hijos del Campo, Chicos del Sur,; El Transformador; Encuentro Niñez y Territorio; Cable a Tierra; Equipo de Trabajo Centro de Día Arcángel Gabriel; Colectivo de a Pie; RAE (Red de Apoyos Escolares); Coordinadora de jardines Maternales de La Matanza; Red Comunitaria de Centros de Educación Popular (Red Andando);  Dr. Marcelo Ruiz Rector de la Universidad de Río Cuarto, Córdoba –  Arturo Blatezky MEDH Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos – Programa Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas de la Universidad de La Plata  REDBA Red de Hogares y Centros de Día de la Provincia de Buenos Aires – EONA Encuentro de Organizaciones de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires – El Transformador, Centro de Día y de Noche – Cable a Tierra – Portal del Sol – Asociación Tierra y Dignidad – Fundación Ayuda a la Niñez y Juventud CHE PIBE – Fundación Emmanuel – Hogar Pichuca Gutiérrez de La Plata – Hogar Don Bosco – Centro de Día Rayuela – Lobo Suelto! – Movimiento Teresa Rodríguez; Corriente Clasista Combativa Varela, Berazategui; Quilmes; Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados(MIJP), MUS (Movimiento de Unidad Secundaria),; Equipo de Trabajo Centro de Día Arcángel Gabriel; Movimiento Libres del Sur; Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional; Encuentro por la Unidad Latinoamericana; Instituto de Investigaciones y Experimentación  Política, Colectivo Situaciones; Revista Crisis; Centro de Estudios Urbanos de Rosario; Radio FM La Tribu; FM La Barriada; Movimiento de Colectivos Maximiliano Kosteky; Corriente por una Nueva Universidad(UNRC-Universidad Río Cuarto); Red El Encuentro; Centro de Día Rayuela; Lista Marrón (Suteba de Fcio. Varela);  Hugo “Cachorro” Godoy (Sec Gral. de ATE Nacional), Oscar “Coló” Isasi (Sec. Gral. de ATE Provincia Buenos de Aires); Carlos Chile (Sec. Gral. de CTA Capital Federal), Laura García Tuñon (Legisladora de la Ciudadde Bs As); Fabio Basteiro (Legislador de la Ciudad de Bs As); Lozano Claudio (Diputado Nacional UNIDADPOPULAR); Isturraspe Graciela (Diputada Nacional UNIDAD POPULAR); Margarita Stolbizer (Presidente Bloque de Diputados Nacionales GEN/FAP); Gerardo Milman (Secretario General GEN Pcia. Buenos Aires); Fernanda Rosselli (Secretaria General Fcio. Varela); Víctor De Genaro (Diputado Nacional Unidad Popular); Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST); Partido Obrero en el Frente de Izquierda (PO); Partido Comunista Revolucionario (PCR),  CEPPAS (Centro de Políticas Publicas para el Socialismo); (Confluencia Política Camino de los Libres; Frente Progresista Cívico Social de Fcio. Varela … siguen  las adhesiones…

Ir a Arriba