Anarquía Coronada

Murió Videla, símbolo del consenso social del genocidio argentino

por Bruno Napoli


En una esquina (de Mercedes) estaban otra vez los carteles de los desparecidos. ´Toda esta gente era vecina nuestra, todos conocidos, de las familias conocidas de Mercedes… ¡Y en su momento estábamos contentos porque teníamos un presidente! Yo siempre me pregunto qué nos pasó en ese momento. Jamás me han parado en la calle, pero a medida que se fue descubriendo esto… ¿cómo van a traer los restos de una persona que no es grata acá?`” . (P/12, 23/05/2013, nota de Alejandra Dandan, sobre el repudio a Videla en Mercedes)


Videla vivo significó la tranquilidad de tenerlo sin necesidad de despejar dudas. Estaba en la cárcel y se lo podía pasear de perpetua en perpetua. Videla muerto significó la tranquilidad de que murió en una cárcel común. Solo. Mas luego, ya nadie lo quiere. Ni muerto.

Y murió hablando. Sosteniendo lo que dijo durante su dictadura oprobiosa e inédita en perversión. Desafiando al tribunal que lo juzgaba e invocando a Dios. Nunca le reclamó a nadie sobre obsecuencias pasadas. Durante su dictadura, intentó una reparación económica de las víctimas y utilizó  la justicia y las leyes para eso. No pidió blanqueos al terminar su genocidio. Habló hasta por los codos… y dijo todo lo que tenía que decir.

La carnadura de un relato que no fue

¿Qué cambia con la muerte de Videla? No mucho en términos de la materialidad de lo que dijo hasta último momento. ¿Y si hubiera muerto hace 20 años? ¿O hace 30? ¿O cuando recién dio el golpe y se autoproclamó Presidente con todo el consenso social que lo acompañó? 

Nada de lo que se le reclama hubiera cambiado: no dijo dónde están los desaparecidos. Pero, ¿por qué iba a decirlo? 

Videla no se llevó ningún secreto a la tumba. No se guardó nada de lo que no sepamos, y que se encargó de aclarar tantas veces. Los desaparecidos no están ni vivos ni muertos. Lo sostuvo como solo un católico mesiánico y obtuso puede sostener la creencia en Dios. Nada más que decir. Pero, hay que decirlo: es engañoso y hasta tranquilizador esperar la palabra de los perpetradores. Engañoso porque es una espera falseada por los relatos que, en boca de los que no tienen voz, ponen los sobrevivientes. Tranquilizador, porque si esperamos que hablen los perpetradores no tenemos porqué hablar nosotros, testigos sociales y políticos de nuestra propia perversión al haber apoyado ese genocidio. Testigos privilegiados, que vimos todo.

En este entuerto, los únicos que no pueden reclamar “por el habla” son los desaparecidos.  Porque, mal que nos pese, los desaparecidos no están. Y no van a estar nunca más, porque su condición no los deja morir. Y porque no murieron ni fueron asesinados. Lo que se construyó sobre ellos (desde la militancia, pasando por la victimización hasta el heroísmo mas desatado) es una gigantografía revisionista consecuente con los discursos redentores. Pero no son eso. Son desaparecidos, que están en esa ausencia, para siempre. El resto es lo que la tierra devuelva (en la forma que quieran, si es que algo queda) y los relatos que los demás hacemos sobre ellos. 

Pero no ellos. 

Ellos, tal cual eran, ya no están, porque truncaron su posibilidad de ser el día que el terror de estado decidió secuestrarlos delante de todos, como escarnio y castigo, para nunca mas devolverlos. Y por esto mismo es que la desaparición no se puede contar. Porque lo que el sujeto es (vida y acción hecha en su propio relato) se termina en el momento del secuestro, y luego….comienza a desaparecer, cada segundo que pasa, desaparece mas y mas. 

¿Cómo contar eso si no hay relato posible para eso? ¿Y cómo contar eso si ese es el único fin de los perpetradores? El último y único fin. No los asesinaron, los desaparecieron. Y la respuesta a ¿dónde están? siempre será esa. Cualquier palabra en contrario por parte del desaparecedor, sería romper una lógica de funcionamiento necesaria para ese relato. No hay intención de hablar, porque no hay necesidad de hablar. Ni posibilidad. 

¿Qué sentido tendría para un perpetrador/desaparecedor decir dónde está el “desaparecido”?: es una contradicción del lenguaje, es una aporía. Una simplificación imposible de solucionar. Un desaparecido no aparece. Porque “es” desaparecido. Y esto hay que aclararlo: en boca de su perpetrador, es un “desaparecido”: puede aparecer su cuerpo, sus huesos, sus pertenencias. Pero el no. El sentido último de la desaparición fue no hablar más de él. Borrar su historia. Lograr borrar todo desde el momento del secuestro. Porque antes era alguien. Luego del secuestro ya no. Como si nunca hubiera existido. 

Un “asesinado” habla, y mucho; porque su cuerpo dice muchas cosas: a que hora fue asesinado, como, donde, y hasta porqué. Pero un desaparecido, es la intención hecha materialidad histórica de borrar de la tierra todo rastro. E impacta para un historiador, el solo hecho de pensar que el hombre puede materializar los efectos de la historia hecha de no-relatos, una materia intacta y palpable en su no-posibilidad de ser contada

Esta intención incluyó no dejar tampoco rastros que hablen de él. La última vez que se vio a un desaparecido, estaba vivo. Y de repente, no está mas. Nunca mas. La morbosidad del inédito acto del caso argentino, sostiene como razón, que nadie pueda, de un momento a otro, volver a contar nada del que “desaparece”. Y entonces, si el perpetrador habla, rompe algo único: la sanción disciplinadora para la sociedad, pero también para el, de continuar con esa rasgadura de la cosa social. Una desaparición, en boca del perpetrador, desandando el camino, se hace imposible. El perpetrador no tiene en su vocabulario palabras para contar la desaparición, aunque se lo proponga. No puede. Ningún perpetrador puede arrepentirse de algo que se sostuvo para perdurar: no matar (que es instantáneo) sino desaparecer (que es permanente….todo el tiempo los desaparecidos están desapareciendo).

Ahora hablemos nosotros.

La búsqueda, la titánica tarea de la reconstrucción del relato de los sobrevivientes, de reconstrucción de los indicios, de reconsideración de la historia, es la tarea justamente de las víctimas. Y cuidado, porque aquí son muchos los que pueden hablar, y sin ser perpetradores, no lo hacen. 

Videla no se llevó a la tumba nada que no supiéramos: que los desaparecidos son/están desaparecidos. Fueron hechos carne de ese no-relato a la vista de todos. No hay secuestrados en medio del desierto. No hay campos de concentración en medio del desierto. Todo sucedió en medio de la gente, a la luz del día. Con uniformes e identificación estatal. Es mas, cada eslabón de esa cadena, desde el que manejaba el auto hasta el que tiraba cuerpos vivos al río, cobraban a fin de mes en el Banco de la Nación Argentina (o en sus réplicas locales). Y tienen jubilaciones estatales. 

¿Qué pasó con los que vimos todo? ¿Qué pasó con los apoyos demenciales y convencidos? ¿Qué pasó con los casi cuatrocientos intendentes radicales o los ciento sesenta y nueve peronistas, o los veinte del MID, o los cuatro del Partido Intransigente de Alende? ¿Por qué no hablan ellos, que son los que saben más que los que no van a hablar nunca? ¿Qué pasó con los que publicaban la revista “Propuesta y Control” (vaya título!) dirigida por Raúl Alfonsín desde 1976 a 1979? 

Allí solo hay que leer los editoriales y los apoyos a la “guerra contra la subversión” de puño y letra del expresidente, para entender quienes tienen que hablar.  Allí están, para memoria de los desdentados, todas las crónicas gráficas de la época. Como las palabras de quien fue presidente de la CONADEP desde 1984, pero que muy poco antes dice “el general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente” (E. Sàbato. 19/05/1976, La Nación, La prensa, Clarín. Un mes antes, los diarios publicaron, sin problemas, las proclamas de quema de libros en córdoba y bs as.) o la frase “la inmensa mayoría de sus escritores, de sus pintores, están en el país y trabajan (…) cometen una grave injusticia los que están fuera del país pensando que aquí no pasa nada y que todo es un tremendo cementerio” (E. Sabato. Clarin, 05/07/1980). 

La lista es infinita, de políticos e intelectuales que apoyaron a Videla, que lo visitaban en la casa rosada, en interminables encuentros semanales con artistas, intelectuales, escritores de todo género, deportistas, actores  y “políticos amigos” según el propio general. Los mismos que salen a apoyar al país contra la campaña de los exiliados, y un solo ejemplo: “espero no herir a algún compatriota que viva en el extranjero si afirmo que desconfío de algunos héroes intelectuales que postulan sus convicciones des de Calcuta o Afganistán (…) la imagen es falsa. Mas que falsa, corrompida. Injuriosa no para un país abstracto, sino para su pueblo, que en las buenas y en las malas, son un país”. (Abelardo Castillo, La Opinión, junio de 1978, varios artículos). 

En los mismos diarios, hay páginas y páginas de solicitadas en apoyo al gobierno y contra la “campaña anti-argentina” de centenares de empresas y personalidades. Es interminable la lista. Y las notas de color de Videla en familia o en gira presidencial, o en eventos públicos. Uno de los asesinos de mayor consenso entre políticos, intelectuales, artistas y empresarios, de la historia argentina.  

Reparación

Fueron esos mimos políticos, intelectuales o empresarios amigos los que no dijeron nada cuando Albano Hargindeguy anunció las leyes 22062 y 22068, que establecían el derecho a pensión a familiares de desaparecidos, y la presunción de fallecimiento de estos últimos; dando incumbencia  a los jueces federales para tomar las denuncias, los casos, la declaración de fallecimiento, y la aplicación de la ley reparatoria de pensión.  Ese mismo “ministro del interior” de la dictadura, hacía una copia de las reuniones de Videla, pero con periodistas. Los periodistas eran invitados a presenciar los logros del “Proceso” o simplemente para decirles que tenían que escribir. Un ejemplo es la reunión que mantiene Harguindeguy,  con “18 mujeres del periodismo” para “cargarles la computadora y después hagan uso” tal cual sus palabras a las presentes. Concurrieron a esa reunión del 04/07/1980, entre otras, Magdalena R. Guiñazú, Mónica Gutierrez, Mónica Cahen D`Anvers, Nelly Casas, Reneé Sallas, Clara Mariño, Emiliana Lópéz Saavedra (Siete Días, nº 882, del 9 al 15/07/80, texto y fotos del encuentro: Luisa Delfino/Jorge Grupali).

El reciclado, con solo unos poquísimos ejemplos, fue evidente. Apenas terminada la dictadura, la Conadep fue plataforma para los mas visibles, como Sábato o Magdalena. Y siguieron con el correr de los años. Pero ese reciclado, ese blanqueo, no hubiera sido posible sin el silencio de los asesinos. No hablaron, ni reclamaron el antiguo apoyo. No pueden narrar lo que hicieron, es una imposibilidad intrínseca en el plan. Pero ese silencio vino a ser el plafón para cambiar de bando sin ningún peligro. Los asesinos no pueden delatar su oprobio, sería cancelar su plan original. Y los testigos, pueden descansar tranquilos, nadie los señala.  Pero es seguro que si comenzamos a preguntar anonimamente todos los datos de lo que vimos, podremos dar sin ningún problema con todos los rastros, indicios, nombres y eventos relatados que nos faltan. Están inscriptos en el cuerpo social que parió esas escenas, y que las vio desvanecerse también. El silencio de los asesinos blanqueó el silencio de los testigos. El muerto quema, y nadie quiere quemarse. Todos tranquilos,  los responsables se mueren en la cárcel. La única voz que no parece quemarse es esa anónima vecina del general 

¡Y en su momento estábamos contentos porque teníamos un presidente! Yo siempre me pregunto qué nos pasó…!”

2010-2013: #trienioperdido


bicentenario a pura fiesta. néstor vivía, lanata estaba en cable, el sarmiento no andaba tan mal, susana triamarco era una desconocida –tanto o más que la cámpora–, las redes sociales ya eran el mejor medio para que los boludos dijeran sus cosas, cristina no usaba negro, se venía el fin del kirchnerismo, el kilo de mila estaba 12 pé y una pepa, veinticinco. no sabíamos quién era maduro ni qué había pasado con julio lópez y luciano arruga. maccia tenía una beca conicet, valeriano complementaba pj con onegeísmo y de narváez era igualito que ahora. rosa lugano todavía militaba en el gremio docente. no había tarjeta sube, faltaban las monedas y el # ni calificaba. algunas ideas se empezaban a estropear. deleuze, león, ds, la barrick, monsanto, spinoza, evón y perita, el tuerto y la terca, hardt y negri, pueblos originarios, peronismo, los 70, laponia, carta abierta, asambleas, extractivismo, correa, indignados, plaza de mayo, nuevo conflicto social, runflas, amigxs, represores, facebook, twitter,

Y un blog:

Lobo Suelto!



Algunos de los últimos textos:



#capitalismorunfla


De Diego Valeriano:
La clase media es el Otro» (con de Juan Pablo Maccia)
«Mosquitos» (que hablan de política)
«392» (maravilloso y trágico retrato de la inundación de La Plata)
El Líder

Serie Capitalismo Runfla:


De Juan Pablo Maccia:


De Rosa Lugano y Marcelo Laponia:
«11 tesis para un país sin política«, de Rosa Lugano (+ su última tesis: «La 12«)
Sexo y política en Lugano”, por Marcelo Laponia

«Cuatro sensaciones apresuradas sobre anteayer» (Venezuela, Lanata y un domingo inquietante), por D.S.
Los límites de la justicia: la muerte”, Por Sebastián Stavisky
“Monsanto: La Corporación«, por Darío Aranda
«El neoextractivismo como matriz del nuevo conflicto social«, del taller Hacer Ciudad, Cazona de Flores
«Memoria desdentada: Traición y Violencia (A 40 años del triunfo de Héctor Cámpora)», por Bruno Nápoli
«El uso progresista de la Gendarmería«, por Esteban Rodríguez
«Tema del traidor y del héroe» (polémica con Héctor Leis), de Horacio González
 “El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía”, por Taller de Cartografías Políticas


#elpatiodearriba
¿Puede el Estado ser lo común?”, de Raúl Zibechi
«Carta gráfica del Sup a los críticos chafas«, por el Subcomandante Marcos (+ «Apagando el fuego con gasolina» (postdata a la carta gráfica)
«Eppur si muove en Cuba«, de Leonardo Padura



#líneasdefuga
Obras de los pasajes pospolíticos”, (prólogo a El Saber, las clases de Deleuze sobre Foucault)
Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M”, por Amador Fernández-Savater
El kit de la lucha en Internet” (video / libro a descargar), de Margarita Padilla
Tres muertes kurdas para la Paz”, por Alejandro Haddad
Paisajes de la ciudad posmoderna”, por Iconoclasistas
«La Tortura«, de Raúl Cerdeira
«Soy churrero, pero no boludo«, de Wanda Wygachiewicz
«Rosas Rojas«, de Gonzalo Salesky


#palabrasmolotov

«Nombrar un nuevo conflicto social: entrevista a Neka Jara y Alberto Spagnolo
Vanguardias artísticas y experiencia política”, una entrevista a Toni Negri
No se necesita tener una alternativa para decir no”, entrevista a Santiago López Petit.
No nos dejemos arrebatar las preguntas que la crisis nos impone” Entrevista a Amador Fernández-Savater
Dios no murió. Se transformó en Dinero”, entrevista a Giorgio Agamben.
«El cine ya no existe«, entrevista a Mariano Llinás, por Ximena Tordini y Javier Alcácer
«El autor del desencanto«, entrevista a Leonardo Padura
«Potencia de lo plebeyo«. Conversación con Raúl Zelik


#pegadoalapantalla

Un pensamiento ancestral”, (video) entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui” (2013)
«El militante fiel«, (video) entrevista Verónica Gago a Alain Badiou (Mayo de 2012)
Política y Psicoanálisis”, (video) entrevista de Alain Badiou a Michael Foucault (1965)
Literatura y política a partir de Malvinas”, (video) conferencia de Horacio González (2012)
Literatura y Exilio”, (video) entrevista a David Viñas (México DF, 1980)
«Corazón del tiempo» (una ventana a un poblado zapatista)
«La sociedad del espectáculo«, de Guy Debord (1968)
«Resistir«: Gelman y Firmenich impulsan la contraofensiva (Francia, 1978)


#cucháclinämen:

«Por una economía al cuidado de las vidas«, conversación con la economista Natalia Quiroga Díaz.
«El dominio político de las finanzas«, conversa con Pablo Miguez sobre la economía del conocimiento.
«Postsoberanía. Literatura, política y trabajo«, conversa con Oscar Cabezas.
«Poder financiero y dictadura«, conversación con Bruno Nápoli.

Lanata es Facebook

por Partes Naturales

Para comprender el efecto-Lanata nos es necesario, cuanto menos, actualizar nuestras rudimentarias nociones sobre el lenguaje. ¿Cuál es el modo de enunciación del conductor de Periodismo Para Todos? Se trata de capturar niveles de la significación más allá del mero contenido lineal y manifiesto de sus palabras, del texto “ideológico” explícito. Buscamos, precisamente, aquello que distingue a Lanata de muchos otros que pueblan las pantallas, las páginas de los diarios y las frecuencias de las radios diciendo desde hace años cosas más o menos parecidas.

Conocemos el fenómeno de “fidelización” a la imagen en el mercado. La marca-Lanata ofrece estilo y recepciona credibilidad. Triunfa en él la auto-empresarialidad, la gestión del propio yo como capital. La imagen es tan potente que puede ser solicitada en coyunturas distintas por Página/12 o por el Grupo Clarín, y en ambos casos tiende a dominar la misma interpelación fresca y directa. La marca-Lanata es capaz de sobreimprimir su propia semiótica personal a poderosas maquinarias simbólicas (sin que pierda importancia, en ningún caso, el soporte simbólico empresarial para el que trabaja).

Se discute si Lanata hace o no periodismo. Quizás la discusión misma sea sólo un intento descalificatorio perfectamente inútil. Nadie hace hoy investigación a lo Rodolfo Walsh. Lanata es, sobre todo, un talentoso profesional de los medios. Un gran ingenioso que promueve –porque encarna- un tipo desprejuiciado de narración liberal de la vida y de sí mismo.

Maestro desafectado de las imágenes-afectos, capitaliza como nadie el imaginario del juego del individuo lúcido y libre, poseedor de un capital inviolable, que es su libre arbitrio, el valor de su opinión, enfrentado a la tosca parquedad estatal. Lanata es el autor desenvuelto de una épica emotiva contra temibles caballeros de la noche; oscuros personajes gubernamentales que –viejo saber anarquista- se pervierten económica y moralmente en el poder.
  
Lanata dramatiza la suficiencia del cinismo urbano respecto de las retóricas políticas. Fuma al aire, habla de vos. Coquetea con la transgresión sin desobedecer jamás sus propias reglas: jamás dar el paso a una candidatura. Eso sería como hipotecar la complicidad que tiene de modo directo con cada quien en nombre de la devaluada representación político-jurídica de una voluntad general. Lo sabemos, a quien se hace funcionario se le retacea, pierde el aura que ennoblece a quien arriesga de manera privada.  

¿Por qué no aceptó ser candidato a Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires cuando se lo ofreció Carrió? Porque su ritmo de vida implica un enorme gasto de dinero, mucha más guita de lo que declara cualquier político. Ahí está la diferencia entre Lanata y los políticos: ellos mienten sobre sus ingresos, él se nos ofrece transparente, todo lo desagradable que queramos, pero del todo visible, sin hipocresías.

Lanata es el tipo de la “red social”. Habla claro y gracioso, banal y recto al sentido común. Se ha transformado en poco tiempo en un icono de las subjetividades comunicativas y flexibles. Su estilo informal y desfachatado, de apariencia cínica es, en rigor, un hedonismo de fondo moralista. Con Lanata se expresa la racionalidad neoliberal incordiada por los contratiempos del kirchnerismo.

A diferencia de Pergolini, que supo corporizar la alianza juvenil y rockera con las grandes empresas de autos y celulares en contra del patetismo de los políticos, el humor de Lanata da cauce al fastidio con el régimen de signos del estado. La presidenta es retratada casi como jefa de una banda, pretenciosa e inconsistente, timonel de un pesado y pecaminoso monumento, tan antiguo como horadado. Lanata sonríe y dice “es impresionante”. No se parece en nada a los indignados Nelson Castro o Santos Biasatti. De ironía compinche, cuenta el país como se pasea uno entre mercaderías truchas. Toda su comparecencia está al servicio de bloquear la sobrecodificación burocrática de la sociedad, entendida como conjunto de modernos dispositivos de la economía y los mass media.

Y funciona, da bien con un tipo de sensibilidad de bienestar individual generalizado. Da vida a una guerra imaginaria entre un laicismo liberal (tipo Michael Moore) frente a una suerte de neo-stalinismo peronista a la criolla.

Pero Lanata no tiene el tono del yanqui crítico, queja adolescente en relación al deber ser que no es, sino interpelación argentina (bien post 2001) al activismo.
En una reciente entrevista, Lanata (que alguna vez aceptó compararse con Bernardo Neustadt) se identifica de lleno con Marcelo Tinelli. Según dice, son los únicos conductores televisivos capaces de hacer absolutamente cualquier cosa en pantalla. Son los únicos que llegaron al punto máximo de la espontaneidad: el olvido de la cámara.     

Lanata no hace investigación, se limita a dramatizar la polarización entre dos regímenes de signos, o mundos de creencias. No corresponde juzgarlo por la veracidad de lo que dice, ni por las consecuencias judiciales de sus denuncias. No tiene gracia evaluarlo con el parámetro de la coherencia discursiva. No hay que mirar lo que dice, sino aquello que pasa en lo que se dice.

Y lo que pasa probablemente sea del orden de una tentativa feroz por vencer en una guerra propiamente mediática (post-periodística). No porque se desarrolle en los medios, sino porque la guerra misma consiste en determinar la percepción colectiva: en cada batalla se intentan redefinir los umbrales mismos de la percepción.

Este es el quid de la cuestión: mostrar y hablar es determinar el contenido y la comprensión de aquello que “divide” la percepción misma de la “sociedad”. Y en esa división el oficialismo se ha arropado con los lenguajes y los valores de la militancia (del periodismo militante).

Esta reivindicación kirchnerista de sostener una verdad (parcial, subjetiva activista y justiciera) la que es cuestionada por Lanata. Porque si el kirchnerismo se sostiene en la moralidad puesta en juego en la división –y esa es su fuerza-, atribuye a sus adversarios la peor de las condiciones: mentirosos y ladrones, enmascaran lo inconfesable (su ser “corporativo”) bajo una pesudo-objetividad (periodismo independiente).

Este sistema de asignaciones es el que queda ahora cuestionado por Lanata. En el mismo momento en que las militancias kirchneristas asumen las creencias en las palabras que profieren, que hacen de ellas los emblemas de los valores y de la voluntad que encarnan de modo pleno, Lanata les retira todo reconocimiento posible replanteando el juego de la división en los términos de los tiempos cínicos que vivimos, en los que la palabra tiene valor relativo. Su puesta en escena dice eso, que la palabra está ahí para desconfiar de ella, y para decir que hay que desconfiar también –y sobre todo- de aquellos que aparecen como creyendo de modo inconsistente en ella.   

Para ello Lanata pone en juego una riqueza de recursos ilustrativos de la complejidad posible de lo discursivo, a partir de las mil variaciones imaginables entre sus componentes lingüísticos y no lingüísticos.

Es esta destreza semiótica la que lleva al gobierno a enfrentarlo desde la TV pública con una política de cambio de horarios en fútbol para todos, para hacerlo competir con River y Boca. Y es que 6, 7, 8, que tuvo el mérito de llevar a la pantalla chica los saberes de las aulas de la carrera de Ciencias de la Comunicación, se limita a una idea muy elemental de la crítica: los modos de titular las noticias.

Dicen Deleuze y Guattari que si bien una lengua parece definirse por las constantes fonológicas, semánticas, sintácticas que forman parte de sus enunciados, es a nivel de los agenciamiento colectivo en donde podemos comprender todo aquello que concierne al uso de esas constantes en función de variables internas a la propia enunciación (las variables de expresión, los actos inmanentes o transformaciones incorporales). De modo que traspasando el saber de los lingüistas es posible hallar que constantes diferentes, de diferentes lenguas, pueden tener el mismo uso; y las mismas constantes, en una lengua determinada, pueden tener usos diferentes, bien sucesivamente, bien incluso simultáneamenteLas variables de enunciación son internas, y trabajan al lenguaje desde dentro. Sólo podemos encontrarlas “en” el lenguaje, pero hay que aprender a encontrarlas.

Lanata es la alianza entre el más conservador de los emporios mediáticos y el uso más tontuelo de las redes sociales, contra la intentona de un grupo político –a la sazón en el gobierno y con sostenido apoyo electoral- de reconvenir los términos del juego de mercado. Su oficio se basa en una interpelación astuta: la sociedad considerada como una suma de individuos inteligentes. Como puesta en discusión de los conocimientos universitarios a la moda, discutir con Lanata supone menos una destreza ideológica de militante y más una lectura atenta de el “espectador emancipado” del célebre Ranciére.
En efecto, el espectador deja de ser un sujeto pasivo en la obra de Ranciére. No es la lingüística quien puede ayudarnos a comprender los movimientos tácticos de la batalla, sino la pragmática. El uso de los signos de acuerdo a las fuerzas que operan. Circulación financiera, circulación ilegal de mercancías: política (sea bajo su forma mafiosa o financiera) se desplaza a una cuestión de percepciones, y las estrategias en juego apuntan a redeterminar los umbrales mismos de la percepción.

Un régimen político y un Estado de nuevo tipo (10 años de Kirchners)

Pablo Hupert
  


I. Mirar distinto
Lo bueno de escribir sobre un décimo aniversario es que no hay que escribir sobre los últimos diez minutos. Entonces podemos preguntarnos sobre los esquemas fáciles que la velocidad mediática nos impone y que tan bien les vienen a gobierno y oposición. Esquema fácil y extorsivo es el de kirchnerismo y antikirchnerismo en todas sus variantes (década ganada vs. perdida, neoliberalismo vs. modelo, entreguismo vs. soberanía, autoritarismo vs. republicanismo, latinoamericanismo vs. ‘primermundismo’, pueblo vs. caceroleros, 6-7-8 vs TN, etc.). En fidelidad al movimiento popular dosmilunero, propongo partir de otro eje: dominación-emancipación. Y de esta premisa: las formas que un Estado asume son las que resultan más adecuadas para la dominación, esto es, para evitar la emancipación. Solo dos ejemplos: el Estado de bienestar europeo, posterior a la Segunda Guerra fue la forma de dominación más adecuada para responder a la fuerza de las luchas del siglo anterior de la clase obrera clásica, o el primer peronismo, la forma de dominación más adecuada para responder a la fuerza de la clase obrera argentina, capaz de realizar autónomamente un 17 de octubre. Debemos leer el régimen kirchnerista en la misma clave.
La historia argentina reciente no comienza en 2003 sino en 2001, con el estallido de prácticas de emancipación no-representativas (piquete o asamblea, y no partidos, movimientos territoriales, y no sindicatos, etc.). Pasar del punto de vista de los candidatos electorales a la forma del Estado nos requiere pasar del corto al largo plazo y de entender el kirchnerismo en su dimensión de corriente partidaria peronista a entenderlo como régimen político. Si es un régimen político, la década kirchnerista ya no es solamente sus gobernantes sino también sus actores (Néstor y Cristina y Daniel y Eugenio, mas también Mauricio, Hermes, Lole, Gildo, Lilita, los intendentes, los jueces, etc.), y dejan de importar los dimes y diretes y otros sainetes y pasan a importar los modos de funcionamiento de ese Estado que en 2001-2002 no encontraba la forma de gobernar a la población supuestamente suya. Importan las formas que el Estado necesitó darse (y sigue dándose) para reproducir el gobierno de ‘su’ población y la dominación del capital. Esta forma es la de Estado posnacional. Dados los límites de esta nota, me limitaré a señalar, sin exhaustividad, lo que no es restauración en este gobierno[1].
Salir de la urgencia de coyuntura permite salir de los esquemas impuestos para volver a nuestra coyuntura habitándola de otra forma. No revelaré pues información novedosa u oculta sino que propondré otra forma de acomodarla que habilita otras formas de pensar-hacer.
II. “Vueltas”
2001 fue el emerger de esferas públicas no estatales y por lo tanto la invención de una política múltiple que practica el “que se vayan todos” con ‘venimos nosotros’; 2003 fue el comenzar de un gobierno que inventa y coordina nuevas formas de gobernar a una sociedad capaz de autoorganizarse; en este sentido, este régimen es la combinación de venimos nosotros y que no se fueran todos. Una complejísima combinación (en constante revisión) de aperturas y cierres, de emancipación y dominación.
El “relato” kirchnerista ensalza todo lo que habría vuelto desde 2003. De este modo invisibiliza todo lo que mutó. Esto le permite mostrarse retomando los “modelos” anteriores al ’76 y desconocer las fuerzas populares que le abrieron el paso en 2001 (un desconocimiento con el que colabora ferviente y solidariamente todo el antikirchnerismo) y las mutaciones que la globalización ha impuesto a todas las sociedades.
Veamos algunas “vueltas”. Por el lado económico, enfatiza el aumento de la actividad pero desconoce la cualidad nueva de esa actividad. Así, por ejemplo, la “vuelta de la industria nacional y el mercado interno”: hoy las 200 firmas más grandes explican el 50% del PBI y un 70% de esas firmas son extranjeras. Según el Indec, de las primeras 500 empresas, 384 (77%) eran extranjeras en 2011 contra 289 en 1997 (58%). La “vuelta” de la redistribución no refiere a mejor reparto de la propiedad sino a paliativos por vías gestionarias de una economía cada vez más concentrada cuyo sector más dinámico sigue siendo el exportador. Veamos la “vuelta del trabajo”. Hay menos desempleo, pero el trabajo no es el empleo estable y blanco previo al ’76, sino que es en general precario; por su parte, la flexibilización laboral ha dejado de ser ley pero sigue siendo realidad en los lugares de trabajo (tanto en Kraft como en Página/12 como en las cooperativas del “Argentina Trabaja”…). El posneoliberalismo no es la industrialización sustitutiva del primer peronismo, pero no se sabe cómo es porque no hay un programa económico sistemáticamente definido como lo fueron los planes quinquenales. Pero que no lo haya es característico de los imprevisibles tiempos posnacionales; “las medidas las vamos tomando según la coyuntura” explicaba Kicillof el 9/5.
Por otro lado, la economía autogestionada es una experiencia vasta, múltiple y en apertura en todo el país, desde empresas recuperadas hasta cooperativas agrícolas y de comercialización y consumo.
Por el lado social, la subjetividad predominante no la del ciudadano productor sino la del consumidor subsidiado por el Estado. La inclusión hoy no resulta de participar en la producción sino en el consumo, y este es el significado también de la “vuelta” de la redistribución. Por el costado político, la vuelta del militante no es la de un activista que cuestiona el orden sino muchas veces (no siempre, afortunadamente) la de un agente estatal que cuestiona a los opositores, y más veces, la del que dice ‘no se organicen por fuera del Estado’ y ‘la política se hace dentro del Estado’. Cuando el kirchnerismo dice “vuelta de la política” dice vuelta del Estado, de la esfera pública estatal. Por otro lado, el desarrollo de esferas públicas no estatales prolifera rizomáticamente en barrios, escuelas, subtes, fábricas, viviendas, campos, medios de comunicación comunitarios…
Por el lado institucional, se habla de vuelta de la representación y las instituciones, pero el modo de relación Estado-sociedad no es más la representación y la administración sino la “imaginalización” y la gestión ad hoc. La volatilidad de las formas sociales impide representarlas en tiempo y forma, dada la velocidad con que cambian las urgencias que a veces impone. El de Néstor fue el primer gobierno de nuestra historia cuya legitimidad emanó no tanto de las urnas (22%) como de las encuestas (80%); el de CFK es el primero que twittea, hace del Cabildo una pantalla espectacular (y también de la Rosada) y hace de la cadena nacional una emisión que publicita al propio Estado. Por su parte, la complejísima y asistemática multiplicidad social, impide una administración centralizada y coherente de las cuestiones que el Estado debe encarar, y debe gestionar ad hoc cada conflicto, cada rubro, cada subsidio, cada precio y hasta la aplicación de cada ley. Decían en enero los municipales rosarinos algo válido, matiz más o menos, para todo el país: «cada nuevo funcionario define prioridades distintas según «una lógica de “hacer lo que se puede” con lo que se tiene, y “no lo que se debe” ya que no se destinan los recursos necesarios y adecuados para garantizar programas sociales de calidad y con una direccionalidad política clara.» 
Por el lado cultural y jurídico, estamos en la “vuelta” de los derechos humanos. Antes del ’76 no existía esa bandera, que en rigor instalaron las Madres desde el ’77 y los Hijos desde los ’90 y todos los movimientos que acompañaron esa bandera y la impusieron como piso de todo gobierno en 2001-2, cuando convirtieron en ineficaz las herramientas estatales del estado de sitio y del asesinato abierto en manifestaciones. “Ahí terminó la Dictadura”, dijo entonces De Gennaro.
En cualquier caso, se me dirá, los juicios avanzan, y Videla murió preso. Sin duda, responderé: es el piso que los movimientos posteriores al ’76 impusieron al gobierno del Estado argentino. Pero, se me insistirá, Néstor y Cristina han tenido la voluntad de gobernar sin reprimir.
“Eso es relativo”, responderé, abriendo una pregunta: lo que un Estado posnacional haga, ¿realmente depende de la voluntad del titular del ejecutivo? Los hechos de la última década (los asesinatos de Fuentealba, de pibes de Bariloche, M. Ferreyra, campesinos del Mocase, Qom, Indoamericano, el enjuiciamiento de miles de manifestantes y activistas, cientos de casos gatillo-fácil cada año, etc.) muestran que gobernar sin reprimir no es posible y que el Estado en general está buscando la manera de reprimir sin que eso le cueste la renuncia a su gobierno. En este sentido, los avances son jodidos; me refiero a los hechos del último tiempo: Qom por Insfrán pero también Pacheco por Berni, petroleros de Las Heras por los jueces pero también asambleístas de Berazategui por Mussi, campesinos de Santiago del Estero por sicarios de terratenientes o pibes del Darío Santillán por narcos en Rosario, gendarmes y canas (1000, estima la Correpi) infiltrados en movimientos sociales, etc.
Nuevamente, esta represión no es ninguna “vuelta”: no es planificada centralmente, en general no secuestra, en general no tortura, no siempre la realizan fuerzas estatales (usa también patotas o sicarios), en general es legal e intenta no ser letal (o publicitarse como no-letal aunque lo sea) y algunas (pocas) veces es juzgada, como en el caso Mariano F, otras veces es ‘preventiva’, y los juicios a represores dictatoriales continúan. Es, en todo caso, preocupante, y debemos advertir que el Estado viene haciendo bajar el piso impuesto en este punto (¡las balas de goma se han vuelto aceptables!). Y esto, sin distinguir denominaciones kirchneristas y antikirchneristas; lo del Borda parece haber permitido un nuevo paso en la construcción de una represión posnacional: el sábado pasado hubo represión fuerte a los ambientalistas de Famatina y días antes a los Qom de Formosa y y días después en Chaco, donde los gobernadores son k. ¿Evitaremos que el Estado dé más pasos en este sentido? El hecho de que no se trate de una vuelta de la represión dictatorial es una de las razones que le permite avanzar y que nos dificulta politizar la cuestión.
III. ¿Entonces es todo un engaño?
Aprovechando que hemos pasado de las personas a los funcionamientos prácticos del Estado, pasemos también de escrutar intenciones y voluntades a aquilatar relaciones de fuerza y juegos de capturas mutuas. Ni es un engaño el régimen kirchnerista ni la dominación tiene todo resuelto -y se le seguirán presentando dificultades, tanto por el lado de la acumulación de capital (coloquialmente llamada ‘crecimiento económico’) como por el de la política autónoma. A algunos los tienta decir que el Estado ha cooptado a los nosotros que vinieron en 2001 y no dejan de multiplicarse. A veces ocurre eso, y a veces otra cosa: 2001 ha agrietado la dominación, y en esos intersticios se abre el espacio para experiencias colectivas con o sin el Estado, dentro o fuera de él (o dentro y fuera a la vez).

Esta década ha mostrado el complejo atravesamiento del Estado por los movimientos sociales y de estos por aquel, al tiempo que la globalización en todas sus dimensiones y el gran capital (Monsanto o Techint, por ejemplo) atraviesan lo social en toda su anchura, largura y profundidad. Esta complejidad no se aviene a esquemas fáciles –y lo más admirable del gobierno kirchnerista es que gestiona esa complejidad ayudándose de proporcionar esquemas simplotes a sí mismo, a la opinión pública, a los militantes y a los opositores.

[1] Refiero a El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo  para un analisis más completo. Descarga gratuita aquí.

#CristianFerreyraPresente – La década extractiva

Por Darío Aranda

Soja, minería, monocultivo de árboles y petróleo. Desalojos, fumigaciones, desmontes y tierra en pocas manos. Judicialización y represión sobre campesinos, indígenas y asambleas socioambientales. Las corporaciones y los asesinatos en el campo profundo. Diez años que dejaron heridas.



El monocultivo de soja abarcaba 12 millones de hectáreas en 2003 y, en diez años, pasó a ocupar 20 millones de hectáreas. La minería también fue por más: de 40 proyectos se pasó a 600 (creció 1500 por ciento). Sólo dos cifras, y dos actividades, que confirman el avance en la última década del extractivismo (agronegocios, forestales, minería, petróleo), con consecuencias que el relato oficial silencia: masivo uso de agrotóxicos, desmontes, desalojos rurales, leyes de escaso cumplimiento, concentración de tierras en pocas manos, judicialización y represión. Y la bienvenida a las corporaciones. Balance de una década extractiva.

Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia la soja ocupaba 12 millones de hectáreas (el 38 por ciento de las 25 millones de hectáreas cultivadas).
En 2012, la soja abarcó 19,8 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la superficie cultivada. Llamada por técnicos y funcionarios de manera eufemística: “Corrimiento de la frontera agropecuaria”.
La soja transgénica, con uso de glifosato, fue aprobada en marzo de 1996 por el entonces Secretario de Agricultura, Felipe Solá. Gobierno de Carlos Menen. El Estado no realizó estudios propios. Basó su aprobación en informes de las propias empresas de agronegocios.
El Plan Estratégico Agroalimentario, gestado por el Ministerio de Agricultura de la Nación, provincias, universidades y empresas, fue presentado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2011. Explicita la profundización del modelo: un aumento del 60 por ciento de la producción granaria (llegar a los 160 millones de toneladas) y un avance en la superficie sembrada: de 33 millones de hectáreas actuales pretende llegar a las 42 millones.
No se avanzará sobre las grandes ciudades, sino sobre territorios campesinos e indígenas.
El avance del agronegocios llega incluso a límites inesperados: en Neuquén y Chubut ya se planifica soja y maíz transgénicos.
El uso de agrotóxicos alcanza, según un informe de los Médicos de Pueblos Fumigados, a 300 millones de litros por año. Otras consecuencias: al menos 200 mil familias expulsadas del campo, denuncia el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-VC). A su vez, datos del propia INTA confirman la concentración de tierras: el dos por ciento de las explotaciones agropecuarias representa el 50 por ciento de la tierra. Y el 57 por ciento de las explotaciones agropecuarias (las más pequeñas) tienen sólo el tres por ciento. En Argentina se da una reforma agraria, pero al revés: muy pocos tienen casi todo, muchos no tienen casi nada.
En vísperas de los diez años de Gobierno, el MNCI, la Asamblea Campesina Indígena del Norte (Acina), el Frente Nacional Campesino (FNC) y el Foro Nacional de la Agricultura Familiar(Fonaf) emitieron un comunicado conjunto (organizaciones con buenos niveles de diálogo con el Gobierno): “Las organizaciones campesina e indígenas y de la agricultura familiar vamos por lo que falta”.
“En los últimos diez años las políticas públicas a favor de los sectores populares y de los mercados internos han brindado alivio a la resistencia de las economías campesinas-indígenas pero aún falta. El gigantesco avance de la frontera agropecuaria se acompañó de concentración de la tierra, monocultivo de soja y la commoditización de nuestro campo”, afirma el comunicado. Y describe la situación actual: “El desmantelamiento de la economía nacional, la destrucción y concentración de la cadena de valor y del consumo interno y la enorme dependencia de divisas en el monocultivo de soja”.
Señalan además que “hay muy buenas condiciones para dar un giro en la política” para fortalecer al campesinado y promover otro modelo agropecuario, pero alerta que “no es posible si no se cambian las reglas de juego, especialmente debe legislarse sobre la función social de la tierra y a favor de la economía popular”.
Destacan diez puntos: “tierra, trabajo y dignidad en el campo”, frenar los desalojos, política integral de tierras, fortalecer la producción campesina y la soberanía alimentaria, repoblar el campo, limitar los agrotóxicos y una ley de semillas que proteja las semillas nativas y criollas.
Monocultivo de árboles 
La Ley25.080 fue aprobado por el menemismo (1999). Subsidia todos los pasos productivos, las empresas no deben pagar impuesto inmobiliario por las tierras y están exentos del pago sobre ingresos brutos. Además cuentan con devolución del IVA. Otorga “estabilidad fiscal” por 30 años (cualquier modificación impositiva, que afecta a todos los ciudadanos, no modifica el régimen fiscal de las compañías).
El monocultivo de árboles (con iguales consecuencias que la soja) pasó de 600 mil hectáreas en 1998 al doble (1,2 millones) en 2008. La Asociación ForestalArgentina (AFOA) proyecta llegar, en 2018, a tres millones de hectáreas.
Misiones concentra el 59 por ciento del monocultivo forestal. Le siguen Entre Ríos (11 por ciento), Buenos Aires y Corrientes (ambas con ocho por ciento).
Una sola multinacional del sector (Alto Paraná) concentra el diez por ciento de la tierra de Misiones (233 mil hectáreas). Y es el emblema del monocultivo en la tierra colorada.
La ley 25.080 vencía en enero de 2009, pero fue prorrogada por el Congreso en noviembre de 2008. Hasta el 2018, como pedían las empresas nucleadas en AFOA.
Néstor Kirchner recibió YPF ya privatizada (por Carlos Menem). En octubre de 2006, el Congreso Nacional aprobó la Ley26.154, que amplió los beneficios impositivos que ya tenían las petroleras y gasíferas. También se renovaron las concesiones de yacimientos (por ejemplo, Cerro Dragón). “En política hidrocarburífera, los últimos diez años fueron una consolidación y profundización del neoliberalismo de la década del noventa. Hubo renovación de concesiones y amplios beneficios para los actores transnacionales, donde se les mantuvieron todos los amplios beneficios que tenían”, afirmó Diego Di Risio, del Observatorio Petrolero Sur.
El OPS señaló que la “estatización parcial” del YPF creó expectativas y pensaron en la posibilidad de que sea un punto de inflexión. “El último año ha dado señales claras de que se mantiene el modelo. La estatización sólo busca disputar la renta, solucionar los problemas de déficit energético y se sigue tratando como un commodity, sin cambio de concepción con respecto a la década del noventa”, afirmó Di Risio.
No duda que, al igual que con la soja, se experimenta un “corrimiento de la frontera hidrocarburífera”. Muestra de eso: la Organización Federalde los Estados Productores de Hidrocarburos (Ofephi) estaba integrada por diez provincias (las de tradición petrolera). Desde 2006, todas las provincias restantes modificaron sus legislaciones para favorecer concesiones para la exploración de hidrocarburos. “Claras zonas donde avanza la frontera es en Entre Ríos, Salta y Mendoza, entre otras”, precisó Di Risio.
La actividad petrolera sumó un nuevo cuestionamiento la extracción con la técnica de «fractura hidráulica» (también llamado “fracking”). El agotamiento de las reservas hidrocarburíferas llevó al desarrollo de técnicas para explotar yacimiento “no convencionales”, que se encuentran en una “roca madre”. Es necesaria la fractura hidráulica, con grandes volúmenes de agua y químicos a presión que rompen la roca y extraen el hidrocarburo.
El fracking ya fue prohibido en Francia y Bulgaria. Y en estados de Australia, Sudáfrica, Canadá, Suiza y Estados Unidos. En Argentina fue prohibido, en los últimos seis meses, en Cinco Saltos (Río Negro), San Carlos, Tupungato (Mendoza) y en las entrerrianas Concepción del Uruguay, Colón y Los Conquistadores.
YPF presentó el 30 de agosto de 2012 su “Estrategia de gestión 2013-3017”. En la página 51 señala que “Argentina tiene un enorme potencial de no convencional” e identifica siete cuencas que involucran a 18 provincias.
La semana pasada, YPF anunció la firma de un “preacuerdo” con la estadounidense Chevron, para explotar la formación Vaca Muerta (cuenca neuquina). Y avanzar también en la exploración de la formación Cacheuta (Mendoza).
La Confederación Mapuche de Neuquén denunció que se está violando toda la legislación indígena (provincial, nacional e internacional) que obliga al “consentimiento libre, previo e informado” de las comunidades. La Confederación Mapucheya alertó que resistirá el nuevo avance petrolero.
La Secretaría de Minería de Nación emitió el 13 de enero de 2012 un comunicado: “Histórica inversión (minera)”. Informó el aumento de la exploración en un 664 por ciento en los últimos ocho años. El comunicado remarcó que “el récord histórico ratifica a la Argentinacomo uno de los países con mayor dinámica en esta actividad” y explicó que ”el fuerte aumento de la actividad exploratoria generó la aparición de nuevos emprendimientos, el país ya cuenta con más de 600, en todo concepto”. Y detalló que las principales provincias con proyectos mineros son Santa Cruz, San Juan, Salta, Catamarca, Jujuy, Mendoza, Neuquén y La Rioja.
Siempre según datos oficiales (informe “La minería en números”), en 2003 había sólo 40 proyectos mineros en estudio. En 2009 ya eran 336 (840 por ciento) y en 2012 llegan a 600: un 1500 por ciento más que en 2003.
Nunca antes la minería había crecido tanto.
El jueves 9 de febrero de 2012, en un discurso público, la Presidenta hizo una puesta en escena con un trabajador minero (que reivindicó la actividad y cuestionó a los ambientalistas —luego se supo que era un militante del PJ—) y reconoció la necesidad de “una discusión en serio” respecto a la minería.
El viernes 10 de febrero, a las 3.45, la policía de Tucumán desalojó el corte de Amaicha del Valle, donde también se frenaba el avance de camiones de Alumbrera.
“En estos últimos diez años la minería fue uno de los sectores que más creció en Argentina, como demuestran los proyectos de inversión en ejecución que totalizan 614, contra los 18 que había en 2003, y una producción de minerales que se multiplicó por diez”, celebra el cable de la agencia estatal Telam del 19 de mayo pasado. El título es claro: “Década minera. Uno de los sectores que más creció entre 2003 y 2013”.
Y cita al secretario de Minería, Jorge Mayoral: “La puesta en marcha del Plan Minero Nacional (presentado en 2004) dio como resultado un nivel de crecimiento sin precedentes». Y destacó que la premisa del Gobierno es «profundizar la visión de considerar a la Minería como política de Estado”.
Otro dato de importancia sectorial fue la constitución de la Organización Federal de Estados Mineros (OFEMI), en 2012, con la participación de las provincias mineras, con el fin de favorecer el desarrollo regional generando empleos y oportunidades para pymes de servicios nacionales. Espacio gubernamental-empresario para impulsar la actividad.
La megaminería es cuestionada por medio centenar de asambleas cordilleranas que denuncian al menos cuatro puntos de la actividad: la contaminación ambiental, el despojo de los recursos naturales (“bienes comunes”), el cambio drástico que implica la llegada de la megaminería a pueblos y pequeñas ciudades, y falta de consulta sobre qué futuro desean para los lugares donde viven. No aceptan que empresarios y políticos decidan, sin escuchar a las poblaciones, la explotación de yacimientos mineros.
En la última década, sólo dos ciudades pudieron votar si aceptaban o rechazaban la megaminería. Esquel (2003) y Loncopué (Neuquén, 2012). En ambas gano el “no a la mina” por más del 80 por ciento de los votos. Los gobiernos provinciales han prohibido plebiscitos en Calingasta (San Juan), Andalgalá y Tinogasta (Catamarca), y en Famatina y Chilecito (La Rioja).
Leyes
En la última década el Congreso Nacional, con mayoría oficialista, sancionó tres leyes que pueden leerse como posibles frenos al extractivismo.
En noviembre de 2006 se sancionó la Ley 26.160, que frena los procesos judiciales de desalojos de comunidades indígenas. Y ordena relevar, en tres años, todos los territorios indígenas.
El retraso del relevamiento obligó a prorrogar la ley, hasta noviembre de 2013. A casi seis años de la sanción, hay provincias donde aún no ha comenzado el relevamiento (Neuquén).
La Auditoría General de la Nación (AGN) alertó en junio de 2012 que en tres años sólo se había relevado el cuatro por ciento de las comunidades y destacó que se desconocían el destino del 70 por ciento de los 24 millones de pesos que se giraron a las provincias para llevar adelante el programa. “El Programa de Relevamiento Territorial ha logrado un escaso nivel de ejecución en sus primeros tres años de implementación, sobre 1470 comunidades indígenas se relevaron las carpetas técnicas de 62, esto es el 4,22 por ciento”, denunció la AGN. 
La llamada “ley de glaciares” fue sancionada dos veces. Fue aprobada por amplia mayoría del Congreso el 22 de octubre de 2008. Se interpretaba, de aplicarse, como un virtual freno a la avanzada de la megaminería. Fue vetada por la Presidenta el 10 de noviembre. “El veto Barrick”, la bautizó el funcionario nacional, Enrique Martínez, entonces presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
En septiembre de 2010 volvió a aprobarse. Llamada formalmente Ley 26.639 de Presupuestos Mínimos para la Preservación de Glaciares y del Ambiente Periglacial. Prohíbe las actividades contaminantes en los cuerpos de agua, hielo y sus zonas aledañas, y establece que el Inventario Nacional de Glaciares debe ser realizado por el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianiglia), que depende del Conicet.
La norma fue frenada judicialmente por un medida cautelar (por una presentación de la empresa Barrick Gold en San Juan). Recién en julio de 2012, la Corte Suprema de Justicia ratificó la vigencia de la ley.
La norma estableció un plazo de 180 días para la realización del relevamiento.
En marzo pasado, el Ianiglia difundió una gacetilla con el “primer informe del Inventario Nacional de Glaciares”. Relevó “cuerpos de hielo” en seis provincias, donde “se identificaron más de 4 mil glaciares que cubren un área superior a los 3.700 kilómetros cuadrados”.
El Ianiglia presentó el trabajo a la Secretaría de Ambiente de la Nación. Pero nunca hizo público los informes completos.
La Ley Nacional26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos (más conocida como Ley de Bosques) se sancionó el 28 de noviembre de 2007. Pero la Presidenta tardó catorce meses en reglamentarla. Lo hizo luego del alud que inundó y destruyó parte de la ciudad de Tartagal, febrero de 2009, donde organizaciones sociales y académicos apuntaron a la tala selectiva por venta de madera y por la actividad petrolera.
A cinco años de la sanción de la norma, en febrero pasado, Greenpeace, Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y Vida Silvestre presentaron un informe conjunto en el que —en base a datos oficiales— evaluaron el nivel de cumplimiento de la Leyde Bosques. “Si bien desde la sanción de la Ley el promedio de deforestación anual disminuyó casi un 20 por ciento (pasó de aproximadamente 280.000 a 230.000 hectáreasal año), el mismo sigue siendo muy elevado: según datos oficiales entre 2008 y 2011 se desmontaron 932.109 hectáreas. Santiago del Estero (399.660), Salta (222.868), Formosa (113.109) y Chaco (102.592) han sido las provincias con mayor deforestación”, afirman las ONGs.
El informe, llamado “Ley de Bosques: cinco años con pocos avances”, estima que desde la sanción de la ley hasta fines de 2012 se deforestaron 1.145.044 hectáreas. 229.009 hectáreaspor año, 627 hectáreaspor día. 26 hectáreaspor hora. Si se suman los desmontes del periodo 2004-2008 (1.356.868), en los últimos nueve años se arrasaron 2.501.912, el equivalente a 124 veces la superficie de la Ciudadde Buenos Aires.
Una ley, nacida de las organizaciones campesinas, fue presentada en noviembre de 2011. Propone frenar los desalojos rurales por cinco años. Aunque fue presentada por legisladores oficialistas (Frente Transversal y Movimiento Evita), el proyecto no fue aprobado.
Corporaciones
“No soy la Presidentade las corporaciones”, afirmó Cristina Fernández de Kirchner el 10 de diciembre de 2011, en el discurso de reasunción, en el Congreso Nacional.
En abril de 2009, la Presidenta recibió en Casa de Gobierno a Peter Munk, presidente de Barrick Gold, la mayor multinacional minera. El encuentro se repitió en junio de 2010, en Toronto (Canadá), en el marco de la cumbre del G20. El veto a la ley de glaciares y el desarrollo de Pascua Lama (proyecto binacional, con Chile, de extracción de oro) fueron parte de las crónicas periodísticas.
El 15 de junio de 2012, en un almuerzo en el Consejo de las Américas(espacio emblemático del establishment económico estadounidense), la Presidenta anunció: “Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz. Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está, digamos, a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos. Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto. Una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en Córdoba, en materia de maíz con una nueva digamos semilla de carácter transgénico”.
Monsanto es la mayor corporación del agronegocios. Domina el 27 por ciento del mercado de semillas (transgénicas y convencionales), el 86 por ciento del mercado de transgénicas y es uno de los mayores productores de agrotóxicos
Dos meses después del anunció, en agosto, el Ministro de Agricultura aprobó a Monsanto una nueva semilla de soja (“RR2 Intacta”). 
Como ya fue mencionado, YPF anunció un “preacuerdo” con la estadounidense Chevron. Se trata de una de las mayores compañías petroleras del mundo, fue condenada en Ecuador a pagar 19.000 millones de dólares por contaminación: 103 millones de litros de crudo derramado (650 mil barriles), 63.000 millones de litros de agua tóxica arrojada a ríos y la contaminación de dos millones de hectáreas donde vivían y trabajaban pueblos indígenas y campesinos.
Modelo 
Horacio Machado Aráoz es docente de la Universidad Nacional de Catamarca y militante del Colectivo Sumaj Kawsay (parte de la Asamblea Socioambientaldel NOA -Asanoa-). “Si bien en muchos aspectos y dimensiones esta década pasada ha significado el avance en la restitución y recuperación de derechos conculcados y/o vulnerados desde el terrorismo de estado al neoliberalismo de guerra de los ’90, también hay que marcar en esta década se ha abierto también un nuevo ciclo de violación a los derechos humanos”, afirma Machado Aráoz. Y denuncia: “Los derechos más elementales de poblaciones fumigadas, intoxicadas a gran escala, sometidas a voladuras y a la contaminación masiva de sus fuentes de agua, sus suelos y su atmósfera, poblaciones perseguidas y reprimidas, por policías provinciales, por la Gendarmería y por patotas y guardias para-policiales armadas desde una perversa articulación ’público-privada’ por terratenientes sojeros, empresarios mineros, petroleros, y caudillos políticos provincianos”.
Araóz, coautor del libro “15 mitos y realidades de la minería transnacional en Argentina”, describe que en la última década en las provincias ha crecido el (término nuevo) “feu-deralismo extractivista”. Explica que los “ingresos” de las actividades primario-exportadoras han contribuido muy poco a avanzar en la democratización de las sociedades: «Si bien se han recuperado los niveles de empleo y se ha reducido la pobreza, también es cierto que ha crecido la proporción de la población cautiva, sujeta a los mandatos de punteros políticos que manejan la administración arbitraria de políticas y recursos asistencialistas”.
Resume al extractivismo como la “combinación de la depredación de los ecosistemas, la degradación de las condiciones de salud, y el deterioro y vulneración de derechos y las condiciones de una democracia sustantiva”.
En mayo de 2010, una histórica marcha de pueblos indígenas llegó hasta Plaza de Mayo, en el marco de las celebraciones del “Bicentenario”. Habían marchado durante una semana en tres columnas (NOA, NEA y Patagonia). Y fueron recibidos por la Presidenta. Hubo promesas de nuevas leyes, entrega de radios comunitarias y fotos protocolares, pero no hubo respuesta sobre la principal demanda de los pueblos indígenas: el territorio.
Un año después, se conoció el audio de esa histórica reunión. La Presidenta advirtió que priorizará la actividad petrolera por sobre las comunidades y les pidió ser “inteligentes” para aceptar los avances de la modernidad.
Fue la confirmación de que el modelo extractivo (ejemplificado con el petróleo) iba a tener prioridad por sobre territorio indígena. El discurso de la Presidenta duró 14 minutos y 57 segundos. Llamó en nueve oportunidades a ser “inteligentes” para negociar y aceptar los cambios. También llamó a ser “realistas” y “sensatos”.
Cuando la reunión terminaba, de imprevisto, tomó la palabra Paz Argentina Quiroga, Amta (guía espiritual) del Pueblo Nación Warpe de San Juan. ”Le pido que tenga una reflexión en relación a estas cuestiones porque no es sólo un problema de discriminación, es una deuda histórica que el país de los argentinos que va a cumplir 200 años todavía tiene (…) Soy capaz de decirle en la cara y mirándola a los ojos, voy a decirle a usted, tenemos mucha inteligencia. No se trata sólo de organizarse y ser inteligente cuando tenemos un territorio avasallado por las trasnacionales”, contestó la referente warpe y, frente a la misma Presidenta, le aclaró: ”somos un pueblo espiritual y de resistencia. Hemos resistido pero también necesitamos de un estado nacional y provincial que ejecute las leyes”.
A tres años de aquel hecho histórico, la guía espiritual evalúa los diez años de gobierno kirchnerista: “Esta década unos la dan por ’ganada’ y otros por ’perdida’. Para los pueblos indígenas es una década ensangrentada, llena de dolor, desalojos y judicialización. Este Gobierno no cesa con sus planes extractivistas, una muestra es que entrega la cordillera a las multinacionales mineras. Pero estamos de pie y seguiremos en lucha”.
Un capítulo aparte debiera escribirse sobre la lucha de la comunidad qom Potae Napocna Navogoh (La Primavera) de Formosa. La sistemática violencia del gobierno de Gildo Insfrán es un símbolo de padecer de los pueblos originarios de Argentina y de la impunidad de los gobiernos feudales.
Represión
El 9 de febrero de 2012, un centenar de efectivos reprimió violentamente enTinogasta (Catamarca) a hombres, mujeres y niños que cortaban el paso a los camiones de Minera Alumbrera, símbolo de la megaminería en Argentina. Hubo balazos de goma en rostros, patadas a mujeres, gases lacrimógenos para todos.
La Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC, que reúne a asambleas de todo el país) declaró el estado de altera y movilización. “La respuesta de los gobiernos cómplices de las transnacionales ha sido la represión (…) Las amenazas y los maltratos hacia las resistencias populares a la brutal megaminería no finalizan (…) La brutalidad y las amenazas provenientes del Estado nacional y los estados provinciales, no cesa. Las empresas mineras pretenden avanzar sin más, imponiendo su política de ganancias y destrucción”.
En julio pasado, en Cerro Negro (cruce de rutas 40 y 60), la policía de Catamarca y grupos de choque reprimieron a asambleístas que rechazan la megaminería y bloqueaban el paso de camiones de Minera Alumbrera. En un hecho insólito en democracia, 56 militantes fueron forzados por la policía a dejar la provincia.
En noviembre pasado fue el turno de Rawson, donde patotas promineras, de la Uocray punteros políticos golpearon con cadenas y palos a asambleístas en la puerta de Legislatura.
El sábado 11 de mayo pasado reprimieron a asambleístas de Famatina (La Rioja), que resiste el avance de la megaminería. El miércoles 22 de mayo, la policía de Chaco reprimió un corte de ruta en Castelli (realizado por comunidades qom y organizaciones sociales que reclamaban por la forma de distribución de planes sociales). Ayer nomás, 24 de mayo, fue el turno de comunidades Tonocoté en Santiago del Estero.
Sólo un puñado de las decenas de represiones de los últimos años.
Y la judicialización también está presente. Solo en el NOA hay 150 activistas socioambientales judicializados. El Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas contabilizó 347 integrantes del Pueblo Mapuche judicializados en Neuquén por defender el territorio. El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-VC) precisa que 500 campesinos enfrentan causas judiciales por resistir los desalojos.
En los últimos años cinco años se sucedieron asesinatos y muertes dudosas (catalogados como “accidentes” por la policía pero denunciadas como asesinatos por las organizaciones sociales). Javier Chocobar (octubre de 2009, diaguita de Tucumán), Sandra Juárez (marzo de 2012, Santiago del Estero), Roberto López (noviembre de 2010, qom de Formosa), Mario López (noviembre de 2010, pilagá de Formosa), Mártires López (junio de 2011, de Chaco), Cristian Ferreyra (noviembre de 2011, de Santiago del Estero), Miguel Galván (octubre de 2012, lule-vilela de Santiago del Estero), Celestina Jara y Lila Coyipé —beba de 10 meses— (ambas qom de La Primavera, Formosa), Imer Flores (enero de 2013, qom de Chaco), Juan Daniel Díaz Asijak (enero de 2013, qom de La Primavera), Florentín Díaz (22 de mayo, qom de Chaco).
Tanto la violencia contra asambleas socioambientales como los asesinatos de campesinos e indígenas tienen un denominador común: el silencio de la Presidenta. 

La guita y la palabra

(para discutir con los intelectuales de Carta Abierta)


Por Marcelo Laponia
La palabra y el dinero van de la mano. ¿No transaccionan ambas, acaso, según la pauta de la circulación monetaria? Sabemos que sí. En la calle, en la escuela y en los medios. Con el dinero se nos hace comprar/vender lo que pudiéramos producir/obtener por diversos otros medios. Con la palabra sucede lo mismo: aprendemos a seducir, a tomar el lugar de la víctima, a denunciar, a dar y recibir órdenes.
La palabra y la moneda constituyen los grandes flujos, las coordenadas que engloban nuestras posibilidades de vida. Nos queda el acto de callar. Pero ¿somos aún capaces de ejercer el poder mítico y filosófico del silencio? No lo creo. ¿Qué nos queda? No mucho. Alguno dirá que lo que queda es la escritura: el uso guerrillero, es decir, bélico y táctico del discurso. Soy partidario de esta posición siempre y cuando no perdamos de vista la imprescindible lectura sintomática de la situación concreta.    
Un ejemplo. Hablamos estos días –para variar– de política, medios, flujos monetarios ilegales. Tengo en mis manos el diario argentino Página/12. Un informe sobre la situación económica del país a partir de los dichos del jefe de la unidad de investigación de operaciones financieras, José Sbatella, quien enfatizado sobre la “la trascendencia que tiene el volumen de capital “no declarado” que existen en forma líquida en la economía argentina y que, para circular, lo hace mediante otras operaciones no declaradas, para no ser descubierto” (subrayado es mío).
Importa el título de la nota: “Lo que importa del blanqueo y no se discute”. Entiéndase bien: el gobierno propone un blanqueo de capitales para revertir la fuga de capitales. El bloque de las derechas opositoras cuestiona duramente la medida. El periodista Dellatorre, autor de la nota que leemos sintomáticamente, está muy lejos de adoptar el punto de vista de estos opositores. Habla desde otro lado. Advierte que hay cosas que no se discuten y que son muy importantes.
El blanqueo es un intento de revertir el proceso de aceleración de fuga de divisas que viene manifestándose desde fines de 2011, tal como lo sugiere el propio proyecto de ley desde sus fundamentos. Esta fuga tiene sus antecedentes en la práctica de “sectores empresarios y las personas más ricas”, de dolarizar sus activos o transferir su patrimonio al exterior, que se inicia en forma masiva en el país en la primera parte de la década del ’50, durante el primer peronismo, recuerda Gaggero en el trabajo citado. Pero estas prácticas “ganaron escala y se hicieron permanentes a principios de la década del ’70”, aun antes del segundo peronismo (1973/76). Lo más notable es que el proceso de mayor aceleración de la fuga se haya dado en los ’90, durante la década de la convertibilidad, en la que “el sector privado argentino duplicó su tenencia de activos externos, que ascendieron de 50 mil millones de dólares a aproximadamente 100 mil millones, de 1991 a 2001, representando el 35 por ciento del PIB al momento del derrumbe de la convertibilidad”.

El argumento describe el proceso de formación de una conducta rentística, acelerada al ritmo del crecimiento del PBI: “Según cálculos conservadores de las autoridades, los activos externos del sector privado sumaban en 2010 unos 173 mil millones de dólares, equivalentes al 36 por ciento del PIB”. En este contexto José Sbatella hizo tres referencias importantes: respecto de los activos en dólares que están físicamente en el país (que estimó en el orden de los 40 a 50 mil millones); la denuncia contra la multinacional Dart respecto de la maniobra evasiva con importaciones a filiales de la misma empresa por valores varias veces inferiores a los de mercado; y por último, la distinta vara con la que se manifiestan en la prensa los casos sospechados de fuga y evasión de Lázaro Báez (empresario santacruceño) y el de los más de 400 empresarios denunciados por un ex agente de J. P. Morgan de fugas multimillonarias de dólares, entre los que se encuentran los titulares de las principales corporaciones empresarias en rubros industriales (alimentación, siderúrgica, energía) y de comunicación (telefonía y medios).

Seamos claros: los dichos de Sbatella apuntan a señalar la trascendencia que tiene el volumen de capital “no declarado” que existen en forma líquida en la economía argentina y que, para circular, lo hace mediante otras operaciones no declaradas, para no ser descubierto. Así justificó el blanqueo, para darles posibilidad a esos capitales de ingresar al circuito legal. Además, explicó que mientras esos capitales se mantuvieran no declarados y en dólares, representaban una presión adicional para lograr una devaluación y sacar ventajas de su traspaso a la economía local. En ese sentido, lo describió como un factor “potencialmente desestabilizador”.
No mas palabras su señoría, está todo “dicho”. Queda pendiente el ejercicio ahora de romper el paralelismo entre dinero y palabra: si la moneda dinero se reproduce en tan inmensas sumas y en todas las lenguas sorteando regulaciones jurídicas y creando en su alrededor una parafernalia ilegal de mecanismos reguladores para circular y reproducirse; si el lenguaje se transforma en una retórica capaz de explicarlo todo, sin tocar nada diferente en la dimensión afectiva, digo, si todo esto es así y ya no hay “afuera”, si somos incapaces de abstenernos de la moneda y de la palabra  ¿Qué diremos sobre esta realidad oculta de reglas y capitales que nos organizan el mundo desmintiendo las retóricas y con confirmando lo que sabemos sobre este mundo único del cálculo? ¿Qué dineros? ¿O nos quedaremos en silencio?  mundo único del cálculo? ¿Qué dineros? ¿O nos quedaremos en silencio?  

La plaza del 25

(o cuando la política queda en manos de gente buena)

Por Juan Pablo Maccia

A la vuelta de la plaza, aún eufórico, pregunto a un amigo de Buenos Aires, exigente interlocutor, qué le pareció la muestra de contundencia política de la –para él inesperada- movilización. Vía Skype me responde: “no sé, che, no fui a la plaza, no me gustan las incursiones etnográficas. La verdad es que yo no me siento parte del entusiasmo”. Entendí al instante por qué amo a Polo: es incapaz de artificios antropológicos.
Su respuesta me obliga a explicarme. Después de todo, mi estado de reciente convalecencia hubiese justificado de sobras mi faltazo. Y sin embargo me levanté bien temprano para alcanzar, junto a Laurita, el bondi de la UTA idea y vuelta a la Plaza de Mayo.
Me ahorro la crónica de la marcha. Para mi sorpresa, cada una de las cosas que hice y vi aparecen registradas al detalle en la crónica de Mario Wainfeld en el Página/12 de ayer. 
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Una marcha enorme, llega de gente buena. ¿Cómo no emocionarse y redoblar ilusiones? Un gobierno que apenas exhibe debilidad acude a lo mejor que tiene, la gente, la clase media baja de las provincias, los trabajadores (aunque sobre esto tenemos que seguir pensando…) y una cantidad increíblemente grande y joven de militantes organizados. El kirchnerismo, mejorado en la versión cristinista, ha logrado constituir a nivel de los cuerpos y las ideas una fuerza considerable a partir de la ruptura histórica del 2001 con la historia del peronismo (son pocos los que, sin embargo, saben narrar esta ruptura).
En términos políticos, además, el kirchnerismo es la única fuerza política nacional con vigencia en el país. Lo demás son retazos, segmentos, grupos con más o con menos poder. Casi todos ellos querrían otra cosa, pero son impotentes para realizarlas. Y terminan articulándose de un modo u otro al estado.
Pero no todas son luces en el kirchnerismo que el sábado copó el centro de la ciudad. La potencia se vuelve angustia cuando se mira de frente al futuro. Surge allí una pesada incertidumbre. Basta con mirar detenidamente al palco. Entre los rostros que rodeaban a Cristina durante su emocionado discurso se destacaban los gobernadores Urtubey e Insfrán junto al jefe de la UOCRA, Gerardo Martínez. A nivel de las intendencias la cosa no mejora demasiado.
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El kirchnerismo es el partido de la gente buena, con un sentimiento de justicia reciente. Hay que leer a Forster para darse cuenta. Somos kirchneristas, me atrevo a afirmar, todos aquellos que querríamos mejorar la vida de la gente de abajo, los que nos alegramos con esas mejoras. “La Patria es el Otro”, suele repetir Crisitina.
Esa bondad de masas, impresionante, es la que deberá ser desafiada a pleno en el futuro próximo. Sé que se me podría objetar que la “bondad” es un valor moral, más que político. A esa distinción apunto.
¿Qué quiero decir con “nosotros, los buenos”? me refiero a quienes aceptamos dividir nuestra subjetividad en dos planos: uno concreto, nuestra economía, en la que nos desenvolvemos a nivel práctico-vital, y otro abstracto, cuando se trata de hablar de política, es decir, de los otros.
La política de los buenos es, en el mundo del individualismo neoliberal, la capacidad de emoción por los otros, experiencia de un desdoblamiento que nos hace moralmente superiores y políticamente capaces de articulación hegemónica.
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¿Es la gente buena capaz de políticas hacia el futuro? Esta es la cuestión que se nos plantea de modo más urgente. Hasta ahora esta capacidad de “otredad” ha quedado rodeado de un halo místico o religioso. ¿Qué es exactamente, de aquí en más ser capaces de otredad?
Los buenos somos algo abstractos cuando dividimos, de un lado, nuestra economía y, del otro, nos abstraemos como la Patria. ¿Cómo vamos a cambiar en concreto nuestra patria?
Nos ha sido más fácil responder a estas cuestiones mirando hacia atrás: derechos humanos y sociales más crecimiento hizo la diferencia y nos dio un punto de reconocimiento común. Este es nuestro horizonte inmediato de sentido.
Sabemos bien, sin embargo, que la historia próxima pide más. ¿Estamos en condiciones de atacar realmente la máquina capitalista que sigue produciendo víctimas? ¿Qué nos queda ante el silencio que produce esta sola pregunta, entre nosotros, que sentimos que estamos mejor, que vemos que la gente está mejor, y al mismo tiempo somos testigos de que la injusticia se reproduce?
Hablar de –y por– las víctimas, acompañarlas, es una premisa innegociable. Pero ¿cómo hacerlo sin caer en la mala conciencia de políticos sin audacia e intelectuales ilustrados que se alejan en la pura retórica?
  
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El desafío del kirchnerismo está más claro que nunca. La bondad, pasado cierto límite, se vuelve moralismo sonso. En ese terreno Bergoglio/Francisco nos aplasta. ¿Qué se nos abre, mirando hacia adelante, entonces, más allá de lo que hemos podido plantear hasta ahora en términos de crecimiento y de derechos humanos y sociales?
Cristina dijo que ella no era imprescindible, pero que no había que pensar por eso en un fin de ciclo. Sabias y rectoras palabras. Creo que todos pensamos para ese lado: ¿Cómo gestar una nueva década ganada sobre los cimientos de la presente?

Clinämen: ¿Todo es político?


Conversamos con Christian Ferrer: ¿es cierto que todo es político? La totalización como forma interpretativa. La política en nombre de la víctima. La conservación de los modos de vida.  El estado y la gramática de los derechos. Felicidad y malestar. Seguridad y riesgo.

Rosario arde, a pura adrenalina arde

por el Club de Investigaciones Urbanas


Las transformaciones geográficas: el estallido del barrio.

“En este proceso de reconfiguración territorial, Rosario ha perdido aquellas referencias históricas que organizaban su geografía. El estallido de la vieja separación entre centro-periferia es una muestra de las transformaciones en curso desde hace décadas, aunque con mayor celeridad en este inicio del siglo XXI. Encontramos centros ricos que conviven con centros pobres. El barrio Las Malvinas (conocido como Refinería) es el ejemplo paradigmático: un bulevar angosto separa los suntuosos complejos de edificaciones (Las Dolfines Guaraní, Puerto Norte, etc.) de un asentamiento precario. El mismo proceso se comprueba en zonas periféricas como Funes o Granadero Baigorria, en donde coexisten countries y barrios privados y viviendas de sectores populares. La construcción del Casino City Center pone en escena -desde la misma traducción de su nombre: Casino Centro de la Ciudad- hasta qué punto en un escenario en el que se concentran los bolsones de pobreza más populosos, como lo es el extremo sur de la ciudad, también se asientan grandes capitales de inversión.

Aquella ciudad en donde lo único que avanzaba era la pobreza y la indigencia, se fue erigiendo en un territorio de recepción y circulación de importantes capitales como consecuencia de su mencionada posición estratégica en el mercado mundial de los commodities.

Como decíamos, el boom inmobiliario es uno de los principales negocios en los que hemos visto materializarse esta transformación del perfil urbano. Pero no es el único. De manera más opaca, aunque inocultable, el narcotráfico es una fuente de generación y circulación de importantísimos flujos económicos. En este punto, así como zonas específicas de la ciudad fueron receptoras de ganancias extraordinarias a través de la especulación inmobiliaria, transformándose en territorios-ensayos de nuevas formas de vida fuertemente ligadas al consumo y a nuevas costumbres, las barriadas populares son igualmente fuente receptora de cuantiosos flujos de dinero. Estas áreas de la ciudad también devienen en territorios-ensayos de nuevas formas de vida a partir del avance de lo que llamamos la vida narco, en donde el consumo es un elemento decisivo, aunque a otra escala y bajo otros parámetros. Este crecimiento exponencial del negocio narco trae aparejados conflictos de intereses con saldos sangrientos. En este marco, señalamos un pasaje decisivo: la noción de barrio, tal como la entendíamos, en el sentido culturalmente construido de vecindad, entra en severa crisis. Los barrios periféricos estallan y se segmentan en microzonas regidas por los códigos de cada banda. Vivir de un lado u otro de una calle o avenida, lo mismo que trasladarse de un punto a otro, puede significar la pertenencia o adherencia compulsiva a una banda o a su contrincante[1]. Las microzonas se rigen a partir de las reglas y leyes impuestas por los diferentes escalones de la cadena de mando narco. Hasta el momento se conocen modos de gobierno basados en el poder de fuego. Sin embargo, aparecen de manera incipiente otros modos de control vinculados ya no sólo con la represión sino con la regulación de la vida de esas poblaciones a través de apoyos económicos a centros comunitarios, organización de eventos sociales, contención de la protesta social a través dinero y realización de pequeñas obras de infraestructura”

Leer el texto completo: ACÁ


[1]      Un ejemplo de este proceso es la feroz disputa entre la banda del Puente y el Tanque que pone en escena una nueva configuración de Tablada.

Sobre la política de tipo masculina

(una lectura de coyuntura)
por Rosa Lugano

“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”.
Simone de Beauvoire

La política en masculino siempre ha intentado dominar aquello que se le escapa de las manos. Sin ir más lejos, Maquiavelo, que pasa por Gran Sensei de la política, explicaba que a la fortuna –materia voluble– había que tratarla como a la mujer: conquistarla, cuando no directamente someterla. Nietzsche, contra el feminismo, proponía “hacerle” un hijo a la mujer, lo que lo sitúa como un dandy vitalista en relación al padre del contractualismo moderno, Jean-Jacques Rousseau, quien sugería que la educación de las mujeres “esté siempre en función de la de los hombres. Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y las estimemos, educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando crecemos… Estas han sido siempre las tareas de la mujer, y eso es lo que se les debe enseñar en su infancia”.

Siquiera zafa el bueno de Spinoza, objeto de culto de parte de todos los géneros. Para él las mujeres, objeto de competencia entre los hombres, debían abstenerse de la política.

La política en masculino, como arte del dominio, encuentra en las masas su objeto eterno; un objeto, no obstante, siempre esquivo al gobernante. 

La política en masculino, por ese mismo motivo, ha gobernado siempre a partir de dos recursos básicos: el temor y la promesa (o el miedo y la esperanza). Sea el estado de soberanía (que castigaba o premiaba dejando marcas sobre el cuerpo); sea el actual estado neoliberal (que gestiona las formas de existencia por medio del dinero), la vida en femenino es leída, una y otra, en términos de dar seguridad (el tipo de seguridad, por ejemplo, propia del hombre de la casa).

La política en masculino adopta en estos días un aspecto bicéfalo-especular. El bloque político oficialista –que luego de aquel significativo 53% no encontró ejes que armen agenda y que contraresten las vicisitudes de una economía, al menos a nivel financiero, cada vez más endeble– movió sus piezas el último 25 de Mayo bajo el –tal vez pretencioso y discutible, pero eficaz– slogan “Una década ganada”. El bloque opositor no abunda en slogans (ni en proyectos) y no se hace fuerte en las calles (aunque el trinar de las cacerolas de teflón resuena aún en los oídos de más de un funcionario), sino que, al menos por ahora, su registro es el de la denuncia y el repiqueteo de la televisión.

Uno y otro, entre la esperanza y el miedo, optan por el juego del temor y ambos prometen diversas seguridades. La Presidenta avisó: “¡Vienen por ustedes!”. Lanata retrucó: “Si no estoy el próximo domingo, ¡hagan algo!” (controversia que no  hace sino confirmar, una vez más, aquella tesis de Marcelo Laponia que afirmaba que la política argentina padece el trauma de los desaparecidos, y que en base a esa “patología” la clase política hace uso estratégico de la trágica trama que los tiene como protagonistas).

El gobierno acusa con vehemencia a la oposición mediática de defender intereses espurios mediante procedimientos espurios. La oposición le achaca al gobierno otro tanto, y con idéntica vehemencia.
    
Mientras unos prometen crecimiento con inclusión vía consumo; otros prometen aprovechar las oportunidades para volver a crecer. Ambos con sus miradas puestas en el mercado mundial. Y ambos conducidos por la certeza de que es necesario recomponer la autoridad como condición básica de inserción de la economía agroexportadora argentina en ese marcado mundial (y recomponer la autoridad, incluso para las mujeres, es sin duda una tarea fálica).

El gobierno dice haber avanzado a paso firme contra la pobreza y la desigualdad (al punto que sus militantes se sienten a las puertas del socialismo). Los opositores desconfían de la solidez de este “avance” (puro plan social de contención mientras que haya rentas extraordinarias de la soja, dicen) e insisten en que las medidas del gobierno favorecen, de forma exclusiva, a un pequeño grupo de empresarios amigos y no a toda la clase dominante, como debería ser.

El gobierno se cree una minoría intensa, unida y organizada, convencida de que la historia a contrapelo les da la razón. La “opo” se cree, en cambio, una mayoría no representada, pero convencida de que el Estado quedó en manos de una asociación ilícita a la que hay que erosionar a partir de denuncias periodísticas de todo tipo y tenor. Ambos crean y viven en una ficción (bien masculina).

El gobierno de lo masculino –de los “porongas”, de los que “las tienen bien puestas”– decidió hace rato actuar sin explicar. Incluso, sin calibrar demasiado los consensos ni los efectos de lo que dice y hace. Pide “confianza” cuando lo que exige es obediencia. En esto están juntos funcionarios, gobernadores e intendentes; intelectuales, militantes y adherentes:  arrojados todos al cenagoso terreno del eufemismo y al titánico esfuerzo por la justificación. La oposición mediática ha decidido pasar a la denuncia sin organizar fuerza “política” o militante alguna: se atribuye mágicamente la confianza de “la gente” en torno a premisas absolutamente ideológicas. Sus intelectuales no tienen ninguna exigencia y nadan en un oportunismo completamente permisivo.

En este marco, por demás brumoso, al gobierno se le acaban los héroes y a la oposición se le agotan los dirigentes con liderazgo. Es que la política ha vuelto, señoras y señores. Una política democrática y republicana que ya no habla el lenguaje de las luchas de liberación, sino el de los derechos ganados o pisoteados. La política se hace presente, amigas y amigos, más masculina que nunca. Pura racionalización económica (del lavado al blanqueo), pura especulación de candidaturas, pura gestión de la crisis, pura demanda de policía en los barrios, pura promesa de consumo y seguridad. Así es, compañeras y compañeros, una década ganada. Por y para todxs. Una década en la que volvió, tan reconocible por todos, eso que los filósofos y los jefes han llamado siempre con masculina emoción la política.

Para pasar el finde: Rosa Luxemburg (Margarethe von Trotta, 1986)


Con gran rigor histórico, narra un retrato de la líder socialista Rosa Luxemburg, desde fines del siglo XIX hasta su muerte en 1919. El guión de cuatro partes y un prólogo presenta a Rosa durante prisión en Wronke, en 1917. La primera parte retrocede a fines del siglo pasado y comienzos del actual. Rosa Luxemburgo se halla al principio de su carrera como periodista de cuestiones políticas y militante del partido socialista. Más que el éxito profesional, desea ser una mujer al lado de Leo Jogiches, su amante y compañero de lucha. Luego de una breve estadía en Varsovia, adonde acude Rosa para prestar su apoyo a la primera Revolución Rusa, se ve detenida y encarcelada por este motivo, hasta que los compañeros del Partido Socialista alemán obtienen su rescate. En 1906, regresa a Berlín. A partir de ese momento, su historia es narrada en forma cronológica hasta su muerte en enero de 1919. Estas informaciones históricas acerca de la revolucionaria Rosa Luxemburgo constituyen una parte importante en el film. Pero igual importancia posee la descripción del mundo de esta mujer.

Terror y derechos humanos en la Argentina

por Juan Pablo Maccia

I.                    La encanecida guerrilla de la filosofía

No son pocos los que se han desplazado de la guerrilla a la filosofía. En el mejor de los casos esta conciliación de batalla y conceptos continúa lo político por otros medios, descubriendo que nada han cambiado tanto: antes y ahora se utilizaron armas, ahora y antes se trataba del  problema de la verdad.

Dos librillos de muy reciente aparición comparten la estrategia enunciativa de articular (de modos muy distintos) biografía heroica y reflexión filosófica apelando a la sabiduría de la guerra de guerrillas del Che Guevara. En ambos casos, el paso del enfrentamiento físico al de los argumentos gira en torno a nuestros años 60 (y 70), procurando extraer un valor presente desde un tiempo (nunca del todo) ido. Ambos autores radican fuera del país. Hasta aquí los parecidos de Che Guevara, la gratuidad del riesgo, del antiguo militante del ERP y actual psiquiatra y ensayista argentino-francés Miguel Benasayag (Cuadrata); y Un testamento de los años 70, terrorismo, política y verdad en la Argentina, del excombatiente montonero y actual especialista en filosofía y ciencias políticas nacionalizado en Brasil, Héctor Ricardo Leis (Katz).

Si en ambos casos se apela a sofisticados argumentos teóricos para volver sobre aquellos años de generosa juventud, tanto la inspiración vital como política argumentativa difiere plenamente. Mientras Benasayag se esfuerza por inscribir a Guevara en una ontología de los múltiples puros (rara mezcla entre Plotino y Deleuze) integrando –en una tentativa extrema- al comandante guerrillero a las movidas de la contra cultura de los años sesentas (comunidades homosexuales y de amor libre incluidos); Leis se entrega a una grave y meditada reflexión sobre el papel deplorable de la violencia en la política nacional. Partiendo tanto de su experiencia personal, como de sus estudios académicos -y apelando a eruditas citas Hobbes, Hegel, Marx, Arendt o Agamben- concluye que el terror es un modo de envenenar las sociedades, y que su origen entre nosotros, durante los años setentas, se encuentra en la acción de la guerrilla urbana, espiralada con el accionar de las Tres A y de las fuerzas militares.     

II.                  Katz, que librito te echaste´!

Dos razones nos llevan a detenernos en la obra de Leis: la repercusión de su texto (esto es, una serie de discusionessintomáticas del actual clima político que tuvieron lugar a partir de la publicación como libro, a pesar de que la obra se encontraba ya disponible desde hace meses en la web); y la reciente intervención de Leis en ocasión de la muerte del General Videla (“Los argentinos perdimos la oportunidad de hacernos un bien a nosotros mismos, al no saber perdonar a un Videla anciano para que muriese en paz en su casa, junto a su familia”).

Para convertir en texto de blog en libro polémico se precisaron las artes del editor Alejandro Katz quien se apresuró a añadir al original un epílogo y dos lustrosas y amistosas prologueras: Graciela Fernandez Meijide y Beatriz Sarlo.

Ambas señoras coinciden elogiar el “valor” (en la doble acepción de coraje y de calidad) de una toma de la palabra que enfrenta el consenso actual sobre los años setentas y la lucha armada encarnada en la alianza entre kirchnerismo y organizaciones de derechos humanos. Ambas advierten sobre sus diferencias con las tesis del autor (sobre todo con la que equipara la violencia ejercida desde del estado con la desarrollada por las militancias). Ambas coinciden en colocar el texto en cuestión en la zaga de la polémica carta de Oscar del Barco sobre el “no matarás”.

Fernandez Meijide felicita al autor por mirar hacia las generaciones futuras y ya no ya a las víctimas y al pasado (invirtiendo de modo perfecto las consideraciones de Walter Benjamin sobre la historia que tanto gusta a mi prima Laura), mientras Sarlo se interesan por el deslinde posible entre las figuras del terrorismo de estado como crimen contra la humanidad, y el genocidio nazi, respecto de la situación argentina planteada como una guerra entre bandos igualmente beligerantes. En la medida en que el aporte de Leis es no solo original (y no una mera repetición de la “teoría de los dos demonios”) sino oportuno, en la medida que los juicios están ya en marcha y contamos ya con una perspectiva temporal suficiente.

III.               La tesis del terror

Afirma en su texto Leis que en el paso de la guerrilla rural (siguiendo las tesis guevarianas) a la guerrilla urbana produce tendencialmente una justificación del terrorismo, y una relativización de las consideraciones morales y políticas que según Clausewicz moderan las guerras modernas, evitando llegar al extremo del exterminio de uno de los bandos.

Lo relevante para considerar la acción del terrorismo, dice Leis, no es su signo ideológico, ni los objetivos que se persigan, siquiera si se lo ejerce o no desde el estado. Conocemos todo tipo de acción terrorista empleada modernamente por los distintos estados, grupos separatistas, los fundamentalismos religiosos. En todos los casos su efecto es el mismo: la generalización violencia total. Si vamos a juzgar la acción terrorista, propone Leis, utilicemos el más radical de los criterios: la medida según la cual su ejercicio envenena los conflictos sociales extremando el uso de la violencia.

El juicio cae en primer lugar sobre sí mismo y sus compañeros. En tanto los montoneros, no importa su extrema buena intención, pusieron bombas que mataron inocentes se trató de terrorismo (“de alma bella”, dice el autor). Sus motivaciones –ratifica-  eran “nobles”, su recuerdo de aquellos años sigue siendo “feliz”. Sólo la hegeliana astucia de la razón explica la convergencia de los buenos valores en la comisión de los actos del mal.

A Leis coraje intelectual para las matemáticas no le falta. Sus números le dan que habría habido unas 10.000 las muertes trágicas por violencia política directa en todo el período (que va de  la ejecución de Vandor y Aramburu al fin de la dictadura). Desagregados, se distribuyen del siguiente modo: unas 1.000 serían responsabilidad de las organizaciones revolucionarias; unas 1.000 de la Triple A, unas 8.000 correrían por cuenta de las fuerzas militares al mando de Videla.

En suma, “el terrorismo de los montoneros, de la Triple A y la dictadura militar son igualmente graves, ya que contribuyeron solidariamente a una ascensión a los extremos de la violencia”. El razonamiento apunta a la política oficial de la memoria, constituida por los organismos de derechos humanos, y consagrada luego por el gobierno de los Kirchner. Al recordar a los desaparecidos como víctimas del terror estatal se hace borra su carácter beligerante de sus militancias, y con ello toda posibilidad de compresión de la historia reciente.

Leis no adhiere ni acepta la “teoría de los dos demonios”, ni su postulación dos extremos diabólicos, militares y guerrilleros, atormentaron a una sociedad inocente. Al contrario, su tesis sobre el terror involucra masiva a la sociedad civil y política en los antagonismos violentos de los años setentas.

IV.               Política de la memoria y teoría del estado

Se trata, para Leis de modificar la política de la memoria para ponerla al servicio de una teoría política del estado que haga efectiva la reconciliación y la paz para la convivencia entre argentinos, todos igualmente (mas allá de crímenes particulares que corresponde juzgar) victima-victimarios.


Esa teoría del estado apunta a la conquista de una narración más imparcial, como fundamento de una institucionalidad neutral capaz de colocarse por encima de la dinámica antagonista que nos hace recaer una y otra vez en la violencia fraticida.

El carozo del asunto está en la legitimidad histórica del estado. Sabemos con Hobbes, alecciona Leis, que  “la principal obligación del Estado es defender su existencia con los medios a su alcance«. Más aún, sabemos con Hegel que “el Estado, aunque imperfecto en su realización particular, sigue siendo la institución superior de la historia humana civilizada”.

Se comprende que la acción armada contra el estado será, para Leis el fundamento fundamentalista[1]de la acción terrorista en la medida en que “desata fuerzas antiestatales en su seno que lo degradan rápidamente hacia la barbarie”.   

Ni siquiera le asiste a la guerrilla la legitimidad de haber luchado contra un estado autoritario: a partir del triunfo de Cámpora y de la amnistía  25 de mayo de 1973 –que favoreció al propio Leis, hace ya exactamente cuatro décadas-  las organizaciones pierden toda justificación para la acción armada, “fueron ellos los primeros en llevar el terror a la nueva democracia”.

La secuencia posterior sería conocida. Leis la cuenta así: luego “respondió” la Triple A con apoyo del gobierno, lo que generó una anarquía de terrores cruzados que “justificará” el golpe, deseado por la guerrilla.

El ímpetu asesino de la dictadura contra la guerrilla no disminuye (sino que todo caso fue posible por el) hecho evidente de que la guerrilla ya no contaba con ninguna legitimidad política en la sociedad. No hubo héroes: “la lucha los convirtió a todos en víctimas y victimarios”.

V.                  La tesis de la generación, y de la guerra civil

Ocurrió en la Argentina –siempre es Leis quien relata- que  una “generación” (la de los 60) desafió a Perón y a las fuerzas armadas. Querían su muerte, ocupar su lugar, y así le fue. Perón se dio cuenta de todo y los llamó “imberbes”, clarificando el carácter generacional del antagonismo en curso. Luego los militares de las fuerzas armadas hicieron lo suyo.

¿Porqué apelar a la noción en desuso de generación? Partiendo de las edades de los dirigentes de ambos bandos Leis concluye que la guerrilla estuvo dominada por un terror parricida, propia de la generación de los 60 (la única generación “fuerte” de la segunda mitad del siglo XX[2]), para ser contrarrestada por la violencia “filicida” de la generación “débil” del 40.

La tesis de la generación remite, en Leis, a una hipótesis de más vasto aliento, que enuncia sin desarrollar, sobre los hechos armados de los años 70 como episodio particular de una larga guerra civil que alcanza a la entera historia nacional. La noción de generación aparece, para los años setentas, como la posibilidad de otorgarle una dimensión inconsciente (incluso de base biológica, referida a las hormonas juveniles) a unos hechos cuya racionalidad de largo aliento rebasaba a sus protagonistas.

VI.              Confesión, perdón, reconciliación

Una larga guerra que se prolonga bajo la forma del resentimiento generalizado sólo se resuelve, sostiene Leis, por la vía de una reconciliación profunda. No alcanza para eso con la justicia punitiva que juzga crímenes individuales. Hace falta verdad, reparación, una justicia que reconcilie a la comunidad como tal.

Una justicia así requiere en primer lugar que se deje de hablar en nombre de quienes ya no están. Él mismo, viejo combatiente convencido, piensa hoy de formas muy diferentes a las de su juventud. ¿No es, acaso, este ejemplo, un índice contundente de la imposibilidad de hablar por aquellos que, desaparecidos, pudieran haber cambiado en un sentido incierto su pensar?

Dado el carácter colectivo de la tragedia vivida en la que cada quien fue a su turno víctima y victimario y dado que, según Leis, son las fuerzas rencorosas del pasado las que actúan a través nuestro, posponiendo una y otra vez la posibilidad de acudir a la potencia del perdón, propia de nuestras tradiciones abrahámicas, se trata de hacer un llamamiento general al riesgo de la confesión (de cada uno de los victimas/victimarios) mediante la constitución de un memorial común de las víctimas de la guerrilla, de la Triple A y de las fuerzas militares. 

VII.             El error de Leis

Ser más sabio me exigía no aceptar en aquel momento el desafío de la revolución y, al final de cuentas, haber participado me dio una oportunidad de sabiduría mayor”

La cita de Leis parece extraída de la Fenomenología del espíritu de Hegel. Para el (entonces ya no tan) “joven” maestro de la dialéctica, la experiencia enseña a través de este tipo de torsiones que vuelven siempre apasionante al acto del conocer. Conocer es conocerse, y conocerse es hacerse. No es difícil enternecerse con el error de este excombatiente montonero extraviado, como en el chiste que se atribuye a Borges.
Sucede que Leis ha cometido el más irreversible de los errores. No tanto el de creer ahora que se equivocó entonces, cuando quiso hacer la revolución (se sabe que para Spinoza, por ejemplo, arrepentirse es equivocarse dos veces, sin embargo no me parece que el de Leis sea exactamente el texto de un arrepentido), sino el de dar forma de verdad/error (forma cognitiva: ser menos “sabio”) a algo que debía ser pensado poniendo en juego otro espesor de esa misma experiencia.

Leis no sabía (pero ahora sí lo sabe, y ese saber es ahora no sólo experiencial, sino también muy universitario) que su impulso juvenil ponía en acto una maquinaria infernal que lo trascendía y lo llevaba a la muerte. Nuevo Adán frente al pecado original (para acudir a imágenes de sus propias tradiciones) se priva de llevar a fondo su pensar de la derrota acudiendo al juego también religioso de la conversión.  

En la Argentina hubo un grupo de personas quiso hacer la revolución, Leis entre ellas. Hubo quienes supusieron que esa revolución debía ser hecha a través de las armas. Ideologías y tácticas diversas diferenciaron a políticas diversas entre estos últimos. La apuesta no salió. Lo que hubo fue una contundente derrota política y militar. Todo lo que pensamos hoy ocurre, de modo inevitable, en los efectos de esa derrota. Y sobre esos efectos debemos pensar (en esto le damos la derecha a Leis).

Sucede con Leis lo que ya señalaba Leon Rozitchner en un meduloso artículo de polémica con la carta de Oscar Del Barco: ni la fuga mística hacia el perdón, ni el redescubrimiento de los diez mandamientos como regulador para la praxis ayudan a entender mejor hoy lo que se ha hecho mal ayer. Rozitchner pedía allí una crítica política inmanente respeto de los propios criterios de la violencia revolucionaria de los años sesentas y setentas[3]

Si podemos hablar de un  “error” en Leis consiste en eludir esta exigencia desde el vamos. Comienza excluyendo de lo pensable la elaboración de sentidos de justicia elaborada al interior de las posibilidades políticas del proyecto revolucionario. En lugar de actualizar estas posibilidades, profundizando su reflexión por la misma vía del deseo que lo había llevado al acto político, decide desistir de él como condición de una nueva lucidez, mas formalista,  de menor arraigo ético.

 Vitalismo pervertido del estado

Esto se ve claro, por ejemplo, en su argumentación sobre el terror y el estado. Leis invoca –lo hemos visto- el derecho del estado a defenderse de quienes lo agreden. Del estado de soberanía hobbesiano al estado biopolítico contemporáneo, sin embargo algo radical ha cambiado. 

El estado ya no está autorizado a matar en nombre del viejo derecho soberano. La propia pena de muerte ha ido  perdido estatus legal en la mayoría de los países del mundo. Ya no se mata, como antes, pues, en nombre de un derecho a priori al mando.

Los estados matan, hoy en día, haciendo desaparecer a grupos humanos enteros. No cabe, entonces, reducir la cuestión al derecho del estado de punir delitos, sino de pensar al estado como el defensor activo de un cierto modo de vida, de un proyecto histórico al que considera superior (más racional, más vital, más libre mas cristiano).
Cuando el estado mata (al menos hasta donde hemos conocido) lo hace en nombre de un “vitalismo pervertido” que asume su lucha por la supervivencia como lucha contra bacterias o virus mortales.

Así lo pensaba Foucault la transformación del estado justamente en aquellos años:  “el derecho de muerte tenderá desde entonces a desplazarse, o al menos a apoyarse sobre las exigencias de un poder que ante todo administra la vida y se ordena en función de lo que ella reclama. Esta muerte que se fundaba sobre el derecho del soberano a defenderse  o a exigir que se lo defienda, va a aparecer ahora como el simple reverso del derecho del cuerpo social a asegurar su vida, mantenerla y desarrollarla”.

Lejos de oponer vida a muerte se trata de comprender hasta qué punto se intensifica el poder de dar muerte cuando se desata en nombre de la vida: “las guerras nunca han sido más sangrientas que desde el siglo XIX, e incluso, salvando las distancias, hasta ese momento los regímenes nunca habían practicado semejante holocaustos a sus poblaciones”.Es este poder vitalista de dar muerte el que escapa al formalismo soberanista de Leis: “ese formidable poder de muerte –y es quizás lo que le da una parte de su fuerza y del cinismo con el cual ha empujado tan lejos sus propios límites- se da ahora como el complemento de un poder que se ejerce como positivamente sobre la vida”.

VIII.          Leis no es solo Leis

Lo insoportable, en el argumento de Leis, es su quiebre interno. Esa inflexión que lo hace pensar bajo los efectos del poder vencedor. Esa falta de resistencia interna que no le permite comprender los efectos activos de ese terror-vital en el presente.

Comparto hasta cierto punto la necesidad de una crítica positiva a las políticas de la memoria y de derechos humanos del gobierno, y creo que aportes como los de Leis son errores muy útiles, porque nos muestran un punto insoportable del momento actual, al tiempo que nos indica en que orientación no debemos ir de ningún modo[4].

No es recordar santos, ni homenajear héroes. Muchos menos legitimar políticas modernizadoras en sus nombres. Nos es preciso tomar nota de definitiva de la revolución fracasada y dejar de jugar con su fantasma. Pero necesitamos hacer todo esto en nombre de la emancipación, y no de su hipoteca.

La fuga mística al perdón depende previamente de abstraer la trama concreta de los hechos. Sólo cuando todos somos víctimas/victimarios cabe cancelar el diferencial de valor en las apuestas políticas puestas en juego en su contexto. 

Igualmente abstracto es la apelación a la confesión. Lo cierto es que, tal como lo recuerda el historiador Bruno Nápoli, todos sabemos todo sobre los años de revolución y terror, dado que ni el propio Videla no dejó de hablar hasta el último día[5]

Lo lamento por la hermosa cita de Derrida (y por Bergolgio), pero creer en el perdón, en este contexto, es completamente reaccionario. Política del desarmar del ya desarmado. El único perdón conciliatorio que puedo concebir es uno que nos devuelva la capacidad de hacer del presente un mapa de posibilidades libertarias e igualitaristas. 
Leis va por otro lado, y no va solo.

En su deseo de recuperar la neutralidad del estado se priva Leis de comprender que si alguien trabaja contra natura en esa línea es el kirchnerismo al que combate. ¿O no es acaso cada vez más cierto, mirando a un futuro próximo desde el proceso político actual, que el relato de los derechos humanos ha sido separado de toda radicalización efectiva, y condenado por eso a agotarse como último gran relato nacional?

Leis no está sólo en este empeño suyo. El propio desgarramiento interno de las políticas de la memoria respecto de la necesidad de pensar toda una serie de conflictos violentos que se reproducen en los distintos territorios subordinados a la producción de renta financiera (de extracción minera e hidrocarburífera, a la de especulación inmobiliaria y creación de mercados narco) prepara el terreno para que nuevas figuras caigan bajo el renovado lenguaje del terrorista y el fundamentalista.  

El olvido y recuerdo pueden marchar muy bien juntos en combinación nociva cada vez que desarticulamos la memoria de la exigencia política de detectar, para desarmar efectivamente, la máquina de producción de las víctimas. Tarea muy, pero muy distinta a la de hablar en sus nombres.


[1] Sobre el uso de la noción de “fundamentalista” ligada a “terrorista” ver la reflexión de Jon Beasley Murray en su libro Posthegemonía. Tomando el caso de Sendero Luminoso en el Perú logra mostrar hasta qué punto el fundamentalismo justifica la teoría neoliberal del estado como protección de una sociedad civil racional que negocia sus diferencias cuidando de que ninguna de las partes (o movimientos) ejerza la social política por su cuenta.  El estado neutral deja de serlo cuando el fundamentalismo lo desafía. Beasley Murray se pregunta por las posibilidades actuales de un “fundamentalismo-no mortuorio” (es decir, opuesto a Sendero).
[2] Leis descuida su argumentación sobre la generación. No creo que estas inconsistencias desmerezcan la línea de su investigación, pero la debilitan. Sarlo lo señala: ¿No desmiente el argumento de base biológica/generacional la existencia de expresiones culturales juveniles para nada parricidas?. Yo encuentro otra objeción. Leis dedica un capítulo de su breve obra a la mediocridad de las elites sociales y políticas responsables de la tragedia  ¿Por qué llamar entonces “fuerte” a la generación de los 60? ¿Se puede ser a la vez fuerte y mediocre? De otro lado, ¿cómo explica Leis que una generación “débil” haya vencido a una “fuerte”?.
[3] En varios de sus escritos Rozitchner distingue violencia de izquierda (contra violencia, estratégicamente a la defensiva y de base popular) de la violencia asesina, de derecha (estratégicamente a la ofensiva, profesionalizada, separada de toda autonomía de lo popular).
[4] El propio kirchnerismo suele proponer como ideal la argentina “integrada” de los años setentas. La idea de que sólo el autoritarismo y la miseria justifican la insurrección constituye una negación elemental del papel de la radicalidad del deseo obrero en momentos de bonanzas salariales. No hay más que volver a estudiar las luchas de los obreros de Smata y Sitrac-Sitram de los años 60, y el papel desempeñado por dirigentes como Agustín Tosco para comprender el carácter reaccionario de estas valoraciones.   
[5] La Argentina reciente se ha visto compelida a hablar de los años setentas. Existen cientos de textos, videos, películas, libros, documentos, entrevistas y cartas sobre las acciones de las organizaciones revolucionarias. 

“Arqueología, genealogía, actitud. Foucault, la historia y la diferencia posible”

Audios del seminario de Judith Revel


La Universidad Nacional de San Martín recibió en el 2012, por segundo año consecutivo, a la filósofa francesa Judith Revel, especialista en la obra filosófica de Michel Foucault. Esta vez, invitada por el Programa Lectura Mundi y el Centro de Estudios Filosóficos de la Escuelade Humanidades, realizó, en el ciclo Máquinas de lectura, una serie de actividades que puso en debate las formas de leer la historia, de producirla y hacer posible otras historias como cuestión imprescindible para los retos epistemológicos del siglo XXI.

Seminario:

“Arqueología, genealogía, actitud. Foucault, la historia y la diferencia posible”
Primera Clase: Periodización y transhistoria.
Segunda Clase: ¿Salir de la historia ? Presente y actualidad.
Tercera Clase: ¿Que es una  ‘diferencia’ ?
Cuarta Clase: « Una historia de la verdad que no se funda en la verdad »
Quinta Clase:¿Historicización o relativismo ? La crítica de los universales.


¿Una alternativa política en la ciudad?

Por un Frente emancipador en Buenos Aires

En un contexto económico signado por el estancamiento y la precarización del empleo, con signos evidentes de deterioro social y una situación política que, de cara a 2015 evidencia serios límites, los partidos Buenos Aires para todos en Unidad popular y Marea Popular han decidido impulsar un conjunto de iniciativas tendientes a propiciar una nueva propuesta transformadora.
Nuestra convocatoria es a construir un Frente que se plantee como opción alternativa al gobierno, pero sobre la base de la agenda de los sectores populares y no como furgón de cola de la oposición conservadora. No venimos a “hacer oposición” sino a construir una alternativa popular.
Nuestra propuesta parte del compromiso con la más amplia democratización de la sociedad. Esto supone la incorporación de mecanismos institucionales precisos de participación directa y semidirecta de la sociedad en las decisiones. El impulso a los mecanismos de consulta y plesbicito , la instrumentación de consejos regionales y temáticos, la plena aplicación de la Libertad y Democracia Sindical constituyen el camino para encarar con seriedad las estrategias de distribución del ingreso, reforma impositiva y distribución de la propiedad. Sostenemos también la necesidad de revisar el conjunto del proceso privatizador apuntando a la recuperación plena del control público y soberano sobre la explotación de los recursos naturales, a efectos de ponerle límite al proceso de degradación ambiental y con el objeto de capturar imprescindibles rentas extraordinarias que nos permitan avanzar en el cambio de la estrategia productiva.
En este sentido y acompañando la importancia que ha adquirido el asociativismo político en el marco de la integración latinoamericana creemos fundamental profundizar los mecanismos de complementación productivo y financiera que permitan  dinamizar nuestras economías y posicionar a la región con mayor autonomía en el nuevo escenario mundial.
Los lineamientos que exponemos se enmarcan en una perspectiva de soberanía popular y cambio social, que son las claves que nos permitirán motorizar el proyecto emancipador que soñamos para nuestro país.
Este Frente deberá intervenir en la Ciudad de Buenos Aires, donde cotidianamente nos enfrentamos a un gobierno que representa una de las versiones más reaccionarias de  la política argentina como lo es el PRO de Mauricio Macri. En estos años hemos visto como se ha instaurado la lógica del negocio y el lucro privado en todas las áreas de intervención del Estado, desde la salud y la educación, pasando por la problemática de la vivienda, el transporte, la basura, etc.  A su vez, vemos con preocupación el avance de una lógica represiva y antipopular, como la que se expresó en distintos conflictos este año como en la Sala Alberdi, el Parque Centenario y el más reciente y violento en el Hospital Borda.  No es un dato menor señalar que el macrismo construye la gobernabilidad de la Ciudad en directa relación con el gobierno nacional que a la hora de votar en la legislatura favorece la lógica explícita del negocio inmobiliario.
Estamos convencidos que tenemos que apostar a la construcción de un gran frente popular independiente del gobierno nacional, pero en un camino distinto a quienes han decidido acordar con sectores conservadores e incluso reaccionarios y han adaptado por completo su política a la lógica de la oposición al kirchnerismo, a cualquier costo. Queremos construir un proyecto que rompa con dicotomías estériles que sólo contribuyen a fracturar la posibilidad de una propuesta seria de transformación. Estamos convencidos que la lógica del rejunte opositor sólo contribuye a enrarecer el clima político y conduce a la sociedad a nuevos fracasos. Sostenemos que la solución al presente de los argentinos no está en el retorno al pasado sino en la decisión de construir futuro.
Convocamos al conjunto de organizaciones políticas, sindicales, sociales, juveniles, territoriales, culturales, etc. Con el objeto de plantear en estas elecciones una propuesta transformadora en la Ciudad de Buenos Aires y en el País.
MAREA POPULAR – BUENOS AIRES PARA TODOS en UNIDAD POPULAR

Clinämen: Conversación con Claudio Lozano


«Hay una lógica oficialismo-oposición que reproduce la gobernabilidad»


 
Conversamos con el diputado Claudio Lozano sobre modelo productivo, blanqueo de capitales, cambios en la situación política y perspectivas electorales.




http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

A propósito de Los posibles, de Santiago Mitre y Juan Onofri Barbato

Por Ignacio Izaguirre


Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.
Los conjurados,  Jorge Luis Borges
Como casi nunca voy al teatro y nunca voy a ver obras danzantes, no vi Los posibles en vivo. La película no reemplaza esta falta, es plenamente cinematográfica. Desde la primera imagen -una espalda gelatinosa- se sabe que la cuestión pasará por los cuerpos y el movimiento. Pero eso no será todo, no se conformará con la actuación de los bailarines y la coreografía hecha para el público estático de la sala teatral. Quizás consciente de que llevar el peso y la materialidad de los cuerpos al cine siempre ha sido un problema, la decisión de puesta en escena de Los posibles es trasladar la potencia, el movimiento y el ritmo a lo que el cine hace mejor: magnificar el detalle, convertir en significativo, en expresivo, las más pequeñas variantes y gestos, los que en la vida terrenal pasan desapercibidos. Esos gestos son usados como materia coreográfica y rítmica junto con las peripecias de la cámara. Lo hace sin volverse abstracto y sin apropiarse del protagonismo que permanece en los bailarines.
           
Para un espectador habituado al cine es una película mucho más valiosa que Pina. En la película de Wim Wenders el disfrute puede venir de la calidad de la imagen, del 3D, de las impresionantes y carísimas puestas de cámara, o de lo que el arte de Pina Bausch pueda ofrecer. Todo perfectamente válido, por supuesto, pero no específicamente cinematográfico. Posiblemente por eso Pina fue mejor recibida por un público habituado a otras artes que por el público cinéfilo.
           
En la película de Mitre y Onofri la cámara tiene un comportamiento coreográfico que se debió unir a la puesta ya existente para el escenario. Los planos son larguísimos, con varios cambios de foco y de tamaños de plano.  Muchas veces se superponen acciones a diferentes niveles de profundidad. Se pueden inferir largas jornadas de retomas y una gran planificación. Indudablemente fue fundamental el trabajo de cámara y fotografía (por momentos pide fílmico a gritos) de Fernando Lockett (Excursiones, Escuela normal, Todos mienten).


El excesivo virtuosismo suele transformarse en fetiche de los que lo ejercen atentando contra la obra en sí. No es este el caso. Pocas veces puede verse un trabajo tan intenso y minucioso, de tanta habilidad técnica, que no haya atentado contra la atención del espectador, ni terminado tragándose a la película.
           
Esta dedicación tiene otro gran mérito. Deja en claro que el origen social de los bailarines no será la materia del film. A priori la propuesta de jóvenes excluidos puestos a bailar lleva el riesgo tanto de la mirada paternalista como de la exótica. Se adivina a la señora progre con su “mirá cómo ellos también pueden” o el “ellos son más hábiles / ágiles / elásticos / rítmicos / dúctiles”, se prevé la repetición del adjetivo “curtido” para los cuerpos, y la donación de zapatillas de baile. El profundo trabajo desde la puesta en escena del que hablaba antes implica un compromiso con la obra que nada tiene que ver con el poner a los monitos a bailar para que las viejas se emocionen. Deja en cambio la idea de una obra compartida donde los bailarines no son conurbanenses genéricos, sino individuos identificables componiendo en conjunto con los directores, cada uno en su rol.
Acaso sea en la última escena el único momento donde se pone el acento en el origen de los actores. Terminan de bailar, se miran entre ellos, es un lindo momento. Al fondo uno escribe un mensaje en un celular. Se van hacia la puerta y se escucha una charla sobre cómo irse a sus casas. La forma de hablar los identifica. El diálogo se extiende, discuten si toman la combi por carísimos trece pesos o el bondi. Una frase era simpática y suficiente, tres o cuatro terminan dejando en evidencia la intención humorística. Como en El estudiante (la anterior película de Mitre), una última escena que no se lleva bien con el resto de la película.


Estuve en el estreno en la Sala Lugones del San Martín. Después de los directores, hablaron los protagonistas: “Corte que estuvo buenísimo, reflashero…”. Toda  la sala sonrió. Lo gracioso era, obviamente, el acento marcado. No es mi intención ponerme moralista, la verdad es que fue gracioso y no fue una risa burlona, nos reíamos de la diferencia. Después al mismo chico le preguntaron cómo habían empezado en este proyecto. Contó que Juan Onofri había organizado un taller, pero que habían sido engañados, la convocatoria decía que era un taller de hip hop, “después nos íbamos dando cuenta de que había algo raro”. Otra vez nos reímos todos. Esta vez habíamos compartido el chiste. Un chiste supone algo así como un lugar común, un encuentro. Nos reíamos ahora gracias a lo igual.
Viajando por otros países me sorprendieron las enormes diferencias inesperadas, incluso cosas que parecían naturalmente humanas se revelaron como culturales. También me sorprendieron las similitudes. Cosas que creía netamente argentinas resultaron idénticas en personas de culturas muy distintas. Tenemos pendiente este encuentro dentro de nuestra misma ciudad. No es una cuestión jipi de paz, amor y confraternidad universal, es sólo considerar la posibilidad de que no somos especies distintas. Si sólo una frase después de la diferencia aparecieron las afinidades ¿qué podrá pasar dos frases después? Posiblemente descubrir que tenemos la cabeza llena de miedos, que todo alrededor nuestro se encarga de acentuar lo que nos aleja y terminamos creyendo que no hay encuentros posibles. Mucho se dijo sobre el ya obvio papel estigmatizante de los medios de comunicación en este sentido. No reconocerlo a esta altura es necedad o ignorancia. Lamentablemente la militancia popular y este gobierno también hacen un culto de la diferencia. Es su peor defecto.

Basta de guerra: repensar las políticas sobre drogas

por Lucas Gordon

En torno a las actuales discusiones respecto de las políticas de drogas en el mundo, mucho se habla de los posibles efectos positivos de la legalización: vaciar la fuente de renta del crimen organizado, acercar los usuarios al sistema público de salud, controlar la calidad de las sustancias consumidas, liberar el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas, liberar de la tutela del Estado el uso de su propio cuerpo por parte de los individuos. Por otro lado, también mucho se argumenta sobre los efectos supuestos de la prohibición: impedir el acceso de la población a las drogas, proteger a la sociedad de los males de las drogas, combatir el crimen organizado. Muy fácilmente hoy se encuentra material en donde se refuta cada uno de estos argumentos prohibicionistas, dado que el uso de drogas aumenta a cada año, la magnitud de los daños de las drogas es cada año peor y los narcotraficantes cada vez más están orgánicamente vinculados a políticos y fuerzas estatales. Lo que hace falta es llamar la atención acerca de los otros efectos de la prohibición, no en el sentido de lo que la prohibición impide sino de los efectos «escondidos», no comentados ni alabados, que esta guerra impone a la sociedad.
Aunque algún tipo de prohibición de una u otra sustancia sea común a prácticamente todos los países ya antes de la mitad del siglo XX, es importante tomar en cuenta que el contexto en el cual las leyes más rígidas fueron adoptadas en América Latina se caracteriza por imposiciones de tratados internacionales de la ONU y por épocas de dictaduras (Brasil y Argentina). Los países andinos son el caso claro de cómo las leyes prohibicionistas más duras de la región llegan por influencia externa de políticas globales, diseminadas en el mundo por el modelo estadounidense y su presunta «war on drugs»(guerra a las drogas). La contradicción hoy es aberrante, dado que muchos estados de EEUU tienen legislaciones de legalización de la marihuana medicinal (y recreativa) mientras el gobierno federal sigue imponiendo sus políticas e ideología prohibicionistas al resto del mundo.
Criminalización de la pobreza – Los EEUU tienen el 5% de la población mundial, pero albergan el 25% de la población encarcelada de todo el mundo. Su modelo de criminalización generalizada tiene en la «guerra contra las drogas» un fuerte auxilio operativo. En Argentina eso se puede observar también en los números: en 1985, los crimines relacionados a las drogas eran causantes del encarcelamiento del 1% del total de la población carcelaria, en el año 2000 este porcentaje alcanza al 27%, según un estudio publicado en 2010 por la WOLA (Washington Office on Latin America). No hay dudas de que la parte vulnerable del sistema del narcotráfico son las clases más pobres: el brazo armado, descartable; los pequeños traficantes; individuos que deciden comercializar para alcanzar un ingreso mínimo. El machismo también cumple su rol en este caso: las mujeres suelen tener los puestos más bajos en este negocio y tienen que recurrir a él para garantizar la renta de una familia que a veces no tiene una fuente de renta paterna. El resultado: En Argentina entre un 65% y 80% (dependiendo de la penitenciaria) de las mujeres detenidas están en la cárcel por crímenes relacionados a las drogas. Muchas de las familias de estas mujeres se encuentran entonces en condiciones de mayor vulnerabilidad social, que empuja a los jóvenes a opciones de riesgo.
Los datos de la propia ONU nos dicen que menos del 5% del valor del monto total generado por el narcotráfico global se queda en los países productores, más del 95% termina girando en bancos estadounidenses y europeos. Esta lógica es la misma en términos sociales: los pobres sacan una parte ínfima del lucro del negocio del narcotráfico pero son la parte más vulnerable a sufrir las penalidades de la ley, encima sirven de supuesta prueba de que la represión funciona: todos los días en los noticieros nos informan que un narcotraficante más fue preso, pero nunca es una persona blanca, rica, amigo de políticos o político mismo, estos no son los verdaderos objetivos de la actual represión.
Precarización de la salud del pueblo – Uno de los grandes temas actuales de preocupación de los medios corporativos de comunicación es el crack/paco. Lo presentan como el demonio en forma de piedra. Lo que no se comenta es que el paco es un resultado directo de la represión a la producción de las drogas: con el objetivo de dificultar el refinamiento de la cocaína, los gobiernos dificultaron el acceso a ciertas sustancias necesarias para su producción. ¿Qué hizo entonces el mercado negro, empujado por la lógica del lucro capitalista? Bajó la calidad del producto para mantener el lucro, empezaron a vender droga de muy baja calidad, que no necesita del proceso de refinamiento que la cocaína requiere. Este fenómeno no es exclusivo de la cocaína: de hecho, la mayor parte de las muertes por sobredosis de drogas como heroína y coca se deben a que los usuarios no tienen control sobre la calidad de la sustancia que consumen, y cuando por suerte o azar consiguen algo muy puro terminan por usar algo mucho más concentrado de lo que su cuerpo esta acostumbrado, entrando así en colapso. La lógica del capital funciona así incluso para las sustancias hoy legales: se aumenta el impuesto sobre el alcohol y el tabaco y el resultado de eso es que los ricos siguen consumiendo sus drogas de buena calidad, mientras que los que tienen menos ingresos tienen que recurrir a versiones «truchas», falsificadas, y de obviamente menor calidad. No solo opera el estigma de usuario de droga ilegal que aparta muchas veces al individuo del sistema de salud pública, sino que también las lógicas prohibicionistas y capitalistas afectan la salud de los usuarios de las drogas hoy legales.
Tutelaje estatal sobre los cuerpos – Así como en el caso de la criminalización del aborto, la prohibición de las drogas genera una injerencia del Estado sobre el cuerpo de los individuos, moraliza los actos privados con reglamentos y morales muchas veces de orden religiosa. El Estado no reconoce la autonomía de los individuos en relación a su propio cuerpo, lo cual es un contrasentido jurídico aberrante, en la medida que el intento de suicidio no es legislado como crimen. La misma sociedad que promueve el trabajo intenso e insalubre, la vida en ciudades polucionadas y llenas de accidentes de autos, que se alimenta de vegetales y carnes llenas de venenos, criminaliza a los individuos por elegir por voluntad propia consumir una sustancia específica, y dice hacerlo para proteger su salud.
El contexto actual de movilización internacional y notoriedad del fracaso de la actual «guerra contra las drogas» es propicio para el debate sobre las políticas de drogas. Toca a la izquierda tener en cuenta los diversos efectos que la actual política proporciona y pensar sus propias alternativas, de lo contrario el espacio va a estar abierto a las soluciones liberales y capitalistas, que mucho tienen para lucrar con la apertura de un nuevo mercado combinado con la manutención del encarcelamiento masivo.

Apuntes sobre la Militancia

por Diego Valeriano


Militantes que rebosan solidaridad ante la Catástrofe, activistas aplicados que controlan precios o que viajan cientos de kilómetros para festejar el tiempo ganado; militante que gritan, lloran y le ponen el pecho al Proyecto; militantes organizados y militantes de la vida: cuanto más evidente es que la militancia ya no existe, más se la invoca. Y cuanto más resuena en nuestros oídos, más muestra su inexistencia. La presidenta de los 40 millones no deja de nombrarla cada vez que necesita que el Estado realice alguna tarea específica: ya lo dijo Juan Cabandié, “sin militancia, no hay Estado”.
Hablamos de festejos, hablemos del 25 de Mayo, esa formidable puesta en escena de la inexistencia de la militancia. La Plaza explotaba de gente (¿cuánta gente había? ¿500 mil almas, de las buenas?) Se puso guita, logística y simbología en abundancia. Y no pasó nada de nada. Bellas teatralizaciones, puro fuego de artificio. Un día entero de obviedades y no mucho más. Un feliz domingo de la juventud, para todos y todas.
Para que sea más claro lo que quiero decir, comparemos lo del 25 con el día que murió Néstor: misma lugar, distinto día. Ese 27 por la noche la plaza no estaba para nada llena, se podía ir y venir con bastante comodidad y casi no había banderas. Había dolor, tristeza, pocos militantes y la convicción de que se estaba allí «por si las moscas», sin saber bien para qué. Tal vez se estaba en ese lugar para lo mismo que el 19 y 20 de diciembre. La plaza del 27 fue contundente, imponente y determinante para lo que vendría, para estos últimos años. La del 25, en cambio, se diluyó de inmediato en su esterilidad.
Otro lugar en donde flamea –siempre inexistente- esta palabrita mágica es en las redes sociales, ligada en general a cuestiones de Derechos Humanos. Su día de mayor esplendor fue el de la muerte del viejo choto de Videla. Gran desfile de forros indignados o con algo para decir y compartir entre amig@s y seguidor@s. Murió Videla, 7 “me gusta”. Los dinosaurios van a desaparecer, 15 “me gusta” y 3 veces compartido. Y mejor ni hablar del grupete de mercedinos que sobreactuó la oposición a que los restos de ese siervo de la Iglesia fuesen enterrado en su ciudad. ¿Por qué alguien haría algo así, más que para salir en Página/12? Preciosa combinación de militancia y DDHH: noble y fácil.
Pero cuando pensaba que ya no había más nada que agregar y me disponía a dar una vuelta de página en la historia de la política vernácula, cuando creía que el kirchnerismo era el evidente fin de la historia militante, entro a mi bitácora cotidiana y veo una, qué digo una ¡DOS notas haciéndole bombo a ese mamarracho autodenominado Marea Popular! ¿Lobo Suelto! cerró un acuerdo con ellos? ¿Se sumó ese frente “emancipador” cuyos paladines son el gordo Lozano y esa especie de nieto no reconocido de Rolando Hanglin?
Posta que ni me importa, pero de elegir preferiría que no. Igual, como estaba al pedo me puso a ver el video al que llevaba el link y descubrí, no sin cierto estupor, que son una especie de izquierda descontracturada y silvestre que se sitúa estéticamente entre los troskos y La Cámpora, y que –herederos bastardos del 2001– busca ocupar el escenario militante con colores propios y palabras cuidadas.
Sobre llovido, mojado, pensé: en mi próxima clase en la Universidad Austral voy a usar este video para demostrar, una vez más, la absoluta inexistencia de la militancia.
Desde hace décadas, quizá incluso desde la dictadura, no existe la militancia. Desde hace décadas, los procesos de transformación y cambio los llevan adelante, o bien las víctimas, o bien el mercado con sus condimentos de Estado, mafias, catástrofes naturales, accidentes enormes, precio de la soja, suerte y alguna otra cosita.
Nadie más.
A menos que llamemos “militante” como llamaríamos “músico” al que rasga impiadoso la guitarra o “escritor” al que luce sus pavaditas en algún blog ignoto: solo son cosas para llenar la vida mientras nos vamos muriendo.

¿La patria es el otro?

por S.R.L.


El Estado ya no centraliza ni monopoliza, ahora gestiona. El Proceso de Reorganización Nacional se encargó de dictarle acta de defunción a la política de masas (militancia, partidos políticos, clases sociales, sindicatos, Soberanía Estatal, representación política, etc. etc.); el alfonsinismo con sus “felices pascuas” y su hiperinflación constató prácticamente su agotamiento; y el menemismo inauguró la fase neoliberal “alopática” (ir al foco del dolor); mientras que el delarruismo lo hizo en su fase “autista” hasta el estallido del 2001.


Una novedosa tecnología de gobernabilidad “ah hoc” se hace presente a partir de aquí una y otra vez intentando la captura sobre una multiplicidad intratable desde el viejo paradigma del estado de soberanía, y de la que los gobiernos actuales no pueden desentenderse, si quieren perpetuarse como tales, como nos ha enseñado el 2001 argentino y la dominancia del Capital así lo requiere.

La complejísima e indómita multiplicidad social no se deja atrapar de una vez y para siempre, y su captura es ahora por la vía gestionaría e imaginal.

La patria es el otro es la frase con que este gobierno intenta interpretar el momento (y a la patria), y la de mayor eficacia para dar cuenta de esta sutil pero radical mutación. Ya no más la patria es lo común, el territorio, la Ley que nos rige y nos vuelve semejantes, sino lo que se reconoce y captura por la vía gestionaría. Exaltación de las diferencias, que en su mismo acto celebratorio, las reduce e impotentiza.

Siguiendo con la metáfora clínica, el kirchnerismo sería la fase homeopática post dosmiluno del mismo proceso. Ya no más focalizar males para conjurarlos, ni simplemente ningunearlos, ahora la vía de conquista es por la de la reorganización del siempre frágil equilibrio del que crónicamente está amenazada la paz del cuerpo social. Para que el organismo funcione hay que estar muy atento (obsesivamente) de sus partes teniendo en cuenta el equilibrio necesario para la reproducción vital. La gestión de las vidas en su plano reproductivo pasa a un plano principal, no solo a nivel general sino al de cada vida en particular, imitando cada quien ese plano casi obsesivo de reproducción vital.

Alguien dijo que vivir es conquistar un “cuerpo sin órganos”. Si bien la frase siempre me resultó un poco oscura y rebuscada, lo que interpreto es que la vida no puede reducirse a ser un simple funcionamiento orgánico. O mejor dicho que la vida es justamente ese más allá del funcionamiento orgánico, vida, que en estos tiempos tiende a reducirse a eso. Lo voy a graficar con dos escenas que me sucedieron últimamente:
      

Me encuentro una tarde con un amigo de la adolescencia en la calle. Después de los saludos, mimos y reconocimientos de rigor, empezamos a recordar nuestras andanzas de juventud. Al cabo de un rato, y de mirar un par de veces cada quien sus respectivos relojes, nos saludamos prometiéndonos volver a vernos (¡no te pierdas!), pero sabiendo que más allá de las ganas ese hipotético reencuentro quedará en mera intención.

Estoy con otro amigo (ahora en el trabajo) charlando y éste me dice después de divagar un poco “hay que ganar la calle” haciendo referencia a una actividad que estamos planificando hacer en nuestro lugar de laburo. Los dos compartimos años y experiencias callejeras. Me lo quedo mirando y asiento, sí, ¡hay que ganar la calle!


¿Qué nos pasó que nos han robado el tiempo y la calle? ¿Cómo fue que ya no los tenemos?. La calle es (o fue) para nuestra generación, el lugar donde la vida era vida y no solo reproducción, poco importaba ahí el páncreas, o la presión arterial, y donde el tiempo transcurría sin requerirnos permiso ni medición.

¿Qué nos pasó que empezamos a funcionar “más allá de nuestras ganas”? O peor aún, que nuestras ganas son ahora “más allá de nuestras ganas”. ¿No es esto quedarnos con el mero funcionamiento orgánico?

Otra manera menos afrancesada pero igual de europea de decir lo mismo es de otro señor que nos habla de “odiar la vida”. Conquistar un cuerpo sin órganos y odiar la vida vienen en estos tiempos a ser sinónimos.

Nos pretenden gestionar la vida que vivimos gestionando: ¿a esto le llamamos vida? Para decirlo ahora en porteño, ¡a la mierda con esta puta vida!

El neoliberalismo como “proyecto de clase”. Entrevista con David Harvey

Harvey, David. Geógrafo y Urbanista inglés, nacido en Kent en 1935. Ha desarrollado el grueso de su carrera en los Estados Unidos y pertenece a la cátedra de antropología del College University de Nueva York, tras haber enseñado geografía y urbanismo en Oxford y Baltimore durante más de treinta años. Estudioso en profundidad de la obra de Marx, en 1982 publica una obra destacada de teoría económica, Los límites del capital. En 1985 publica dos libros de ensayos sobre urbanismo, La conciencia y la experiencia urbana y La urbanización del capital, y en 1989 aparece La condición de la postmodernidad (publicado en español por Amorrortu), probablemente su obra más conocida, donde investiga la emergencia de la cultura y del arte postmodernos como un efecto de las transformaciones del capitalismo y de la aparición del postfordismo. Además de las obras ya mencionadas es autor de Espacios de esperanza, Akal, (2000) y El nuevo Imperialismo, Akal (2003). En esta entrevista realizada por Elsa Roulet David Harvey retoma el análisis de la crisis del capitalismo, entendida como crisis del “proyecto de clase” que es el neoliberalismo. Evoca asimismo las transformaciones de la clase obrera, la situación en Europa y en EE UU, el papel que pueden desempeñar los intelectuales críticos, y defiende la necesidad de construir una visión utópica si se desea cambiar el mundo.
E. R. – Usted ha teorizado la adopción del neoliberalismo como una transición del fordismo a un régimen de acumulación flexible [1]. ¿Cree que la crisis económica que estalló en 2008 demuestra el fracaso de este modo de acumulación flexible?

David Harvey – Esto depende de la manera en que se define el modelo de acumulación flexible. Si se concibe como modelo para revitalizar el capitalismo en su conjunto, yo diría que sí, pero que ya fracasó desde el principio. Si el modelo se diseñó para concentrar y aumentar el poder de la clase capitalista, y en particular de determinadas franjas de la clase capitalista, ha sido todo un éxito. El crack de 2008 no fue sin duda un acontecimiento especial si se contemplan todos los cracks que han tenido lugar desde 1997: el de Asia oriental y sudoriental en 1998, los de Sudamérica en 2001. Todo ese periodo se caracterizó por breves etapas de crecimientos interrumpidas por otros tantos cracks, pero es indiscutible que estos cracks desempeñaron una función muy importante en la consolidación de una riqueza y poder cada vez mayores en fracciones cada vez más pequeñas de la clase capitalista. Creo que 2008 marcó simplemente un paso más en esta vía hacia la concentración de riqueza y poder. Por mi parte, comprendo el neoliberalismo ante todo como un proyecto de clase, de consolidación y de refuerzo de la dominación. Creo que 2008 no marcó el final de todo esto, una crisis de este proyecto de clase, sino un paso más.

Pero se podría decir que el liberalismo también era un proyecto de clase. ¿Cuál es entonces la diferencia entre el liberalismo y el neoliberalismo?
Creo que la diferencia radica en el hecho de que el proyecto de clase que se planteó a finales de la década de 1960 y comenzó a cristalizar realmente a mediados de la de 1970 estaba mucho más centralizado, en la medida en que el poder se había desplazado significativamente a favor del sector financiero. Este último se convirtió en cierto modo en el agente principal. No ocurrió lo mismo con el liberalismo. En la época del liberalismo se entendía que el sector financiero debía facilitar la actividad productiva y su función era más la de un lubricante que la de un motor del proceso de acumulación. Creo que el neoliberalismo se caracteriza en mayor medida por lo que llamo la acumulación por desposesión, y no por las formas clásicas de acumulación por expansión, por crecimiento, formas clásicas que en determinados periodos no estaban en contradicción con la idea del aumento del nivel de vida de los trabajadores. En muchas partes del mundo, el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las décadas de 1960 y 1970 pudo producirse, en una época en que las tasas de acumulación eran muy altas. Era un periodo en que los poderes financieros eran significativos, pero no predominantes. Después surgió esta economía caracterizada mucho más por la desposesión, a partir de los años setenta.

En esta evolución hacia el neoliberalismo, ¿cómo interpreta por un lado el papel de las finanzas y por otro el de la globalización?
Ambas cosas están íntimamente ligadas. La moneda es lo que llamo la “forma mariposa” del capital, que puede volar a donde le dé la gana. Las mercancías son una especie de “forma oruga” del capital: se desplazan, pero lo hacen más bien lentamente. La producción tiende a fijar la “forma crisálida” del capital. Al otorgar más poder a las finanzas, se refuerza la “forma mariposa” del capital, que tiene la capacidad de trasladarse casi a donde le plazca. Creo que ha habido un proceso deliberado de refuerzo de la “forma mariposa” del capital, de modo que ha podido posarse en territorios donde, por ejemplo, el coste de la mano de obra es muy bajo, donde los impuestos son muy bajos. Así, los traslados resultan más fáciles, con el resultado de que esto ha permitido rebajar los salarios de los trabajadores en las antiguas zonas industriales del Norte, de América, de Europa, etcétera. Asistimos por tanto a una desindustrialización de los centros de producción clásicos. Esta desindustrialización se nutre del desplazamiento de los puestos de trabajo a otros lugares y hacía falta algo que la facilitara; ese algo fue la financiarización.

Parece que asistimos a una mercantilización creciente de “bienes immateriales” como las ideas (con el fuerte aumento del número de patentes), la educación, la cultura, así como a una mercantilización de la naturaleza (títulos financieros sobre los genes, la lluvia, etcétera). ¿Cómo interpreta esta tendencia? ¿Qué papel desempeña en esta crisis del capitalismo?

Producimos una cantidad cada vez mayor de plusvalía. Desde hace muchos años existe ya un verdadero problema para encontrar lugares en los que colocar este capital. Lo que ha sucedido en los últimos 30 o 40 años es que el capital se ha interesado mucho más por el aumento del valor de los activos y por la especulación en torno al valor de los activos. Sin embargo, en este proceso se interesa cada vez más por la rentas, como hemos visto en particular con respecto a la propiedad inmobiliaria, la renta de la tierra, los precios del suelo. Y, desde luego, por los derechos de propiedad intelectual. De golpe se ha producido una explosión de lo que se llama el sector rentista de la economía capitalista. El sector rentista siempre ha sido muy importante. Por ejemplo: todo indica que en los siglos XVIII y XIX el dinero que ganaban las clases superiores con el arrendamiento y la apropiación de tierras era más cuantioso que el que sacaban del sector manufacturero. Así que el sector rentista siempre ha sido importante, en particular en la construcción de las ciudades. Y está claro que sigue siéndolo; en determinadas áreas avanzadas del mundo capitalista, los rendimientos de la propiedad de tierras y de activos son muy altos, y la propiedad intelectual es una nueva forma de propiedad, que siempre ha estado presente de alguna manera, pero que ahora ha cobrado mucha importancia. Y si uno puede ganar dinero por el mero hecho de ser propietario de patentes, si uno puede obtener buenos rendimientos del capital sin necesidad de emplear a ningún trabajador, ¿por qué iba a molestarse en producir? Así pues pienso que en el curso de los últimos 30 a 40 años ha habido numerosos signos de que estaba construyéndose un potente sector rentista, con ingresos procedentes de las rentas de toda clase de fuentes: tierra, propiedad de recursos, propiedad de derechos de distinta naturaleza, entre ellos, por supuesto, los derechos de propiedad intelectual. Este sector en su conjunto es ahora mucho más significativo en la actividad capitalista y además no emplea a muchos trabajadores.

Usted ha elaborado el concepto de acumulación por desposesión, que ha suscitado numerosos debates. En ocasiones se ha considerado que es demasiado amplio. ¿Qué conclusiones teóricas y políticas extrae de estos debates?
Creo que en cierto modo era un argumento muy general y que existen diversas clases de desposesión. Algunos han preguntado, por ejemplo, si acaso lo que ocurre en el proceso de producción no es una desposesión del excedente que producen los trabajadores. Es una forma de desposesión, pero no se presta atención a las distintas formas de desposesión que se producen en otros ámbitos, en la circulación del capital. Esto es lo que yo quería formular teóricamente al analizar el circuito del capital. Cuando contemplamos el circuito del capital, vemos que está el circuito de las mercancías, el circuito de la moneda, el circuito de la producción, todo ello está en el segundo tomo de El Capital. Estos distintos circuitos están integrados entre sí, pero cada uno tiene su agente: el circuito de la moneda tiene el sector financiero, el circuito de la producción tiene el sector industrial, el circuito de las mercancías tiene el sector comercial. Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿de qué manera estas esferas distintas reivindican el excedente y cómo se apropian efectivamente de él? Mi tesis es que el sector financiero y el circuito de las mercancías operan según un principio de acumulación por desposesión, porque lo que hacen es utilizar su control sobre las mercancías o su control sobre la moneda para detraer una tasa, una tasa que arrebatan a los trabajadores. Por tanto, en cierto modo la burguesía puede recuperar a través de los banqueros y los financieros todo lo que puede conceder en el ámbito de la producción. Analicemos la cuestión de saber dónde se realiza la plusvalía, por oposición a dónde se produce. Marx explica que se crea en la producción, cosa que no pongo en duda en absoluto. Con lo que no estoy de acuerdo es con la suposición de que, por crearse en la producción, también se realiza en la producción. De hecho, es posible que tan solo una parte muy pequeña de la plusvalía se realice en la producción. Si contemplamos el ejemplo que ya he utilizado y que es el de [la cadena de supermercados] Wall Mart, que es una organización comercial capitalista, veremos que obtiene elevadísimas tasas de beneficio sobre la base de la subcontratación a productores chinos, que a su vez obtienen unas tasas de beneficio muy bajas. Se trata por tanto de una relación de acumulación por desposesión. Podemos ir todavía más lejos con la cuestión que ya he planteado de saber cómo el capitalismo adquiere activos y luego trata de valorizar esos activos. Pues bien, a menudo los roban a los miembros de otras clases. Hay algo así como seis millones de viviendas en EE. UU. que han sido desahuciadas, es decir, seis millones de familias que han perdido su hogar. ¿Qué ocurre con esas viviendas? De momento tienen un precio muy bajo. Han sido adquiridas por grandes grupos capitalistas que las mantienen durante dos o tres años, a la espera de que el mercado se recupere, y entonces se llenan los bolsillos. Viviendas recuperadas al precio de, pongamos, 200.000 dólares por unidad se venderán entonces a 300.000 o 400.000 dólares cada una, siempre que el mercado se relance. Se trata de una actividad especulativa, es lo que llamo acumulación por desposesión. También existen formas de atraco directo cuando se suprimen las pensiones de jubilación, se recortan los derechos a la sanidad, o cuando un bien gratuito producido hasta ahora por el Estado se vuelve oneroso, como por ejemplo la universidad o la educación en general. Yo pude gozar de una educación gratuita en Gran Bretaña, pero ahora los que estudian tienen que pagar. En EE. UU. el coste de la educación aumenta cada vez más, los estudiantes se endeudan y ya existe una enorme deuda estudiantil. Esto también es una economía de desposesión. Lo que deduzco de todo esto es que las formas que adopta la desposesión son muy variadas, y como término general resulta probablemente demasiado ambiguo decir tan solo que “es una economía de desposesión”. Debemos estar más atentos a las formas de desposesión que se producen y dónde se producen. Creo que es buena idea desarrollar una comprensión más sofisticada de las distintas formas que puede adoptar la desposesión, esto es lo que concluyo de los debates. Pero no quiero en modo alguno replantear la idea de que constituye una parte muy importante de la estructura de la explotación en una economía capitalista.

Y políticamente, ¿qué conclusión saca usted de estos debates en torno al concepto de desposesión?
Desde el punto de vista político, lo que deduzco es la idea de la resistencia a la acumulación por desposesión. Que hay mucha resistencia, en todas partes, y que esas formas de lucha forman parte de la dinámica general de la lucha de clases. Esto desplaza el centro de atención de la organización y de la teorización política, alejándolo de lo que a menudo ha sido el centro de atención exclusivo de determinadas organizaciones de izquierda, a saber, la fábrica, para trasladarlo, por ejemplo, a la ciudad. Si contemplamos las estructuras de la explotación en y alrededor de una ciudad, veremos la explotación rentista, la explotación comercial. De este modo empezamos a tener una noción muy distinta de lo que es la política de resistencia a la acumulación capitalista, una vez se integran todas estas demás formas de explotación en el paisaje.

En un artículo publicado en Counterpunch en 2009, usted escribió que la clase obrera no siempre está, y no lo está en todos los países, en condiciones de situarse en la vanguardia de la lucha social y política. ¿Puede desarrollar esta idea?
Hay dos maneras de verlo. Podría decir que la clase obrera, tal como ha sido definida tradicionalmente, no está en condiciones de estar en la vanguardia y que en ciertos casos los movimientos sociales o políticos han estado en la vanguardia. Si examinamos fenómenos como la revuelta zapatista, veremos que no fue una revuelta de la clase obrera, sino una revuelta campesina. Era también una revuelta contra la acumulación por desposesión; y lo mismo ocurre, por ejemplo, con respecto a las guerras del agua en Bolivia, en Cochabamba, donde también se trataba de una lucha contra la acumulación por desposesión. Y las luchas en El Alto, donde una ciudad entera se rebela y destruye el poder presidencial y abre la vía de acceso al poder de Evo Morales. Estos movimientos revolucionarios han sido muy fuertes y potentes, y no se basaron en una clase obrera tradicional. Lo que quiero decir es que si analizamos las dinámicas de la urbanización y nos planteamos la cuestión de “¿quién produce la ciudad, quién reproduce la ciudad?”, y si decimos que todos los que producen y reproducen la ciudad forman parte de la clase obrera urbana, entonces esta abarca mucho más que los trabajadores fabriles, para incluir al personal doméstico, a los taxistas, por lo que tenemos una concepción diferente de la clase obrera. Estoy a favor de cambiar nuestra concepción de quién constituye la clase obrera y de qué tipos de puesto de trabajo son cruciales. Hemos visto ejemplos, he mencionado El Alto, la gran fuerza que tenían sus habitantes para bloquear totalmente la ciudad, lo que de hecho es una huelga general, una huelga en el espacio urbano. Pienso que las huelgas de transportes son muy eficaces; en Francia, por ejemplo, ha habido huelgas muy importantes en los transportes, en la década de 1990 y en la de 2000. Se puede paralizar una ciudad, y paralizar una ciudad es un tipo de instrumento muy eficaz en la lucha de clases. Y no son únicamente los trabajadores de las fábricas quienes van a hacerlo, hace falta que sea la ciudad entera la que secunde esta acción. Por tanto, o bien decimos que “la clase obrera está aquí” y “aquellos” son otros movimientos sociales, o bien cambiamos nuestra concepción de la clase obrera. Pienso que es preferible cambiar nuestra concepción de la clase obrera.

¿Cómo interpreta usted la crisis de la Unión Europea? Parece que estamos asistiendo a un proceso de radicalización neoliberal, justo en el momento en que surgen relaciones neocoloniales entre el centro de Europa y la periferia, en particular con la crisis de la deuda griega.
Me parece que hay que analizar la crisis de la U.E. en términos de clase. No cabe duda alguna de que la creación del euro, por ejemplo, fue una operación muy ventajosa para la clase capitalista, y en particular para las fracciones de la clase capitalista que se hallaban en los sectores más avanzados, en los países más avanzados de la Unión. Tenemos por tanto un ámbito geográfico desigual en el que se produce una unificación, que resulta muy ventajosa para Alemania en particular, aunque no solo para Alemania. Alemania ha ganado mucho con la creación del euro, y cuando se examina lo ocurrido con las economías del sur de Europa en general, y de Grecia en particular… No diré que los griegos no hayan causado por sí mismos algunos de los desastres, al llevar a cabo toda clase de engaños contables, etcétera, pero por otro lado Grecia se ha convertido en un mercado maravilloso para Alemania, que ha podido explotarla al amparo de sus superiores capacidades productivas y de organización. Alemania, en efecto, ha podido aplicar una política de acumulación por desposesión a través de Grecia y reducir la capacidad productiva de Grecia. Y cuando han surgido los problemas, está claro que no había ninguna obligación por parte de ningún miembro de la Unión de ayudar a otro miembro. A partir de entonces se produjo un desarrollo geográfico desigual de la crisis, que se abate sobre las poblaciones y los territorios más vulnerables. Un caso análogo en EE. UU. sería el del Estado de California, que ha conocido dificultades notables, pero que no ha corrido la misma suerte que Grecia porque el gobierno federal ha tenido que pagar el Medicare etcétera, mientras que con respecto a Grecia no existe esta obligación. Asistimos entonces a circunstancias extraordinarias en que la gente se hunde en una penuria total en Grecia, en muchos aspectos a causa de la política de austeridad impuesta por los poderes de la clase capitalista, cuyos intereses principales están concentrados en Alemania y el norte de Europa. Me parece que esta geografía desigual no cambiará a corto plazo. Tampoco percibo ningún cambio de política, por lo que creo que este va a ser un problema duradero para Europa, que no necesariamente se resolverá con la salida del euro de los países del sur. Por tanto, se trata de una especie de dilema permanente que a mi juicio solo podrá resolverse mediante una completa federalización de la base social de la economía, mediante una colectivización de los derechos de pensión y este tipo de cosas, cosa que políticamente es imposible, no creo que nadie votaría por eso.

¿Cree que en estos momentos asistimos a un viraje de tipo keynesiano en EE. UU.? ¿Es posible que el gobierno de Obama se aleje del neoliberalismo y aplique políticas más keynesianas?  
EE. UU. nunca ha sido puramente neoliberal, sino bastante keynesiano hasta ahora. Ha sido neoliberal de palabra, particularmente en aspectos como el salario social y la protección social, etcétera, pero jamás ha sido estricto con respecto a la financiación por el déficit. El déficit de George Bush II financió dos guerras, reducciones de impuestos para los ricos y un enorme programa social de acceso a los medicamentos que fue muy beneficioso para las compañías farmacéuticas. Ronald Reagan, que es una de las figuras asociadas al neoliberalismo, era de hecho un keynesiano en materia de defensa y financió la pulseada con la URSS a través de la deuda pública. EE. UU. siempre ha sido un caso particular: su retórica sobre el sector público siempre ha sido muy neoliberal, pero sus prácticas siempre han sido parcialmente keynesianas. Lo que resulta interesante en la coyuntura actual es que el Partido Republicano, que de hecho compartió bajo George Bush este enfoque de tipo keynesiano para hacer la guerra, cuando perdió el poder decidió llevar de verdad hasta el extremo la política de austeridad. Así trata de impedir la posibilidad de un programa ligeramente expansionista, vagamente keynesiano, que preconiza el gobierno de Obama desde el principio. Pienso que están pisando terreno resbaladizo, pues no controlan más que la Cámara de Representantes, y si se puede demostrar a los estadounidenses que lo que impide la recuperación de EE. UU. es la manera en que el Partido Republicano actúa en la Cámara de Representantes, entonces asistiremos en las elecciones de 2014 a la transferencia del poder a los Demócratas, el Partido Republicano estará acabado. Claro que también es posible que esto no suceda, se trata de una situación muy compleja. Creo que hay miembros del Partido Republicano que se dan cuenta de que se hallan en terreno resbaladizo y que intentan cambiar, aunque sin mucho éxito de momento. Hasta ahora nunca se ha dudado en EE. UU. en emplear prácticas keynesianas, en particular la financiación por el déficit, y en ser antikeynesianos en materia de programas sociales, de protección social, y resueltamente antikeynesianos cuando se trata de otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la clase obrera. El neoliberalismo de EE. UU. siempre ha sido sospechoso, su pragmatismo le ha llevado siempre a hacer lo que beneficia a las clases superiores, y ha sido limitado por este criterio. No creo que esto vaya a cambiar gran cosa, aunque pienso que en este momento el gobierno de Obama tiene muy claro que la tasa de crecimiento de EE. UU. es muy baja y que existe la posibilidad de una segunda recesión. Este gobierno, si tuviera las manos libres, apostaría por prácticas expansionistas, hasta cierto punto incluso por prácticas expansionistas que implicaran otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la clase obrera. Creo que la idea de una política ligera y parcialmente keynesiana bajo el gobierno de Obama ya se ha planteado y aceptado, pero no será refrendada por la Cámara de Representantes controlada por los Republicanos, a menos que estos últimos comprendan que esto les llevará a un desastre electoral si la gente percibe que ellos son el obstáculo. Está por ver cómo evolucionan las cosas.

A su juicio, ¿cuál puede y debe ser el papel de los intelectuales o universitarios críticos?
Hay dos cosas. Lo que ocurre en el mundo universitario forma parte, desde luego, de la lucha de clases, es la lucha de clases en el ámbito de las ideas. Por tanto, una cosa que me gustaría que hiciéramos todos es luchar en el mundo universitario por diferentes tipos de producción de saberes, de reproducción de saberes. Los que están fuera de la universidad piensan a menudo que esta es una torre de marfil, pero no es así, la universidad es un terreno de lucha bastante encarnizada. Durante un tiempo estuve tratando de mantener abiertos los espacios en el interior de la universidad en los que pudieran desarrollarse cosas como las que centraban mi trabajo, y es muy duro cuando se hace frente a las presiones de la transformación neoliberal y administrativa de las organizarse en el seno de la universidad, y eso lleva mucho tiempo. Pero creo que también tenemos la obligación de tomar ciertas cosas sobre las que reflexionamos y presentarlas de manera que sean comprensibles para un público amplio, pensando en cómo la gente puede leer esto y extraer sus propias conclusiones. No creo que los universitarios conozcamos mejor el mundo que cualquier otra persona. Mi opinión es que cuando trabajo con organizaciones sociales, estas saben qué es lo que quieren y lo hacen mejor que yo, y no es mi tarea decirles qué tienen que hacer, eso ni se me ocurriría. Pero el momento en que tal vez yo puedo ser útil es cuando quieren saber cómo lo que están haciendo se relaciona con lo que ocurre en el capitalismo, cuál es la relación entre lo que hacen y la lucha anticapitalista. Si quieren reflexionar sobre esta relación, podemos sentarnos juntos y tratar de comprender lo que hacen en relación con prácticas y cuestiones más amplias. Creo que en el mundo universitario tratamos de desarrollar este panorama de cómo funciona la economía, o cómo se aplica la política, y a veces esto es útil para las organizaciones políticas y los movimientos sociales. Así que creo que es preciso mantener abiertos los espacios en el interior del mundo universitario para trabajos progresistas y estrechar lazos con organizaciones sociales para aprender de ellas y que ellas aprendan de nosotros en el proceso de lucha política.

Sin embargo, con las tendencias a la privatización de la educación, en particular de la enseñanza superior, parece más difícil mantener este espacio y esos debates en el seno de la universidad.
Así es. Todos estamos siendo atacados, inclusive en la universidad. Y por supuesto, si contemplamos el proceso de trabajo en el mundo académico, en EE. UU. ahora la mayor parte de la enseñanza corre a cargo de empleados que no tienen un contrato fijo y que viven en unas condiciones económicas muy precarias. Este es otro campo de batalla en relación con las condiciones de vida de las personas empleadas en las universidades. No es una situación fácil, pero ¿qué se puede hacer? Hay que organizarse y luchar, como en todas partes.

¿Cuál es su visión personal de una sociedad socialista [2], si “socialista” es la palabra adecuada?
Hay varias maneras de construir una visión utópica. Creo que siempre existe la necesidad de tener en mente una visión utópica, de una manera u otra, un lugar al que deseamos llegar, aunque al final no lleguemos, en cierto sentido no importa mucho si se llega o no. Si se tiene una visión, tratando de cambiar las cosas, estas se mueven en una dirección u otra. No tengo un esquema fijo, he escrito uno en el apéndice a un libro que se titula Spaces of hope, una especie de descripción utópica de una sociedad construida durante un periodo de 20 años. Y creo que necesitamos un modo de construcción por la negación. Si se comprenden los aspectos del capitalismo que no nos gustan, ¿qué rechazaríamos, cómo sería una sociedad que ya no funcionara sobre la base del valor de cambio, sino sobre la base del valor de uso, qué formas de coordinación de la división social del trabajo se crearían, cómo se implementaría para asegurar que el abastecimiento de cada uno en valor de uso fuera suficiente, que no se produjeran bloqueos completos ni rupturas, ni penurias? Son cuestiones muy pragmáticas. Es posible por tanto trabajar sobre esta clase de ideas, construir por negación: no queremos hacer esto coordinándonos a través del mercado, queremos hacerlo de una manera distinta, a través de los trabajadores asociados en colaboración, los trabajadores asociados que organizan la división social del trabajo de manera que todo el mundo tenga lo que necesita. Con la informática tenemos la posibilidad de coordinar los inputs y outputs[3]/3 de un modo distinto. Algunas fábricas recuperadas en Argentina funcionan ahora en red gracias a los ordenadores y organizan los flujos de inputs y outputs de manera que comienzan a coordinarse entre sí, pero no se trata de una planificación centralizada, es algo que se organiza en red, sin ningún planificador central. Creo que con las tecnologías que tenemos ahora existen nuevas posibilidades de plantear estas cuestiones de un modo distinto y que podemos construir una visión utópica en la que los trabajadores asociados controlen los medios de producción, se organicen y tomen sus propias decisiones en cada unidad productiva, pudiendo coordinarse entre sí, comunicarse entre sí para responder a las necesidades de todos y todas.


[1] La acumulación flexible designa el fenómeno de la “flexibilización” del trabajo desde la década de 1970: la subcontratación, la jornada parcial, la producción “justo a tiempo”, las actividades informales se han convertido en elementos cruciales del procedo de producción. Esta “flexibilización” (o dicho de otro modo, precarización) no se implanta del mismo modo en todas partes y es más importante en los “países emergentes”. Corresponde a una transformación de la gestión de las empresas, centrada cada vez más en un funcionamiento de mercado (subcontratación de actividades, asegurando rentas importantes a los accionistas) en detrimento de una gestión “interna” de la empresa.
[2] En inglés “socialist”.
[3] Términos que designan lo que “entra” (inputs) en el proceso de producción (materias primas, fuerza de trabajo) y lo que “sale” (outputs: productos, mercancías).

Poesía Metropolitana


Visita de escritores independientes al stand de la

Policia Metropolitana

en la Feria del Libro de la Rural en la ciudad de

Buenos Aires el 10 de mayo de 2013. Visita de escritores independientes al stand de la


Policia Metropolitana

en la Feria del Libro de la Rural en la ciudad de

Buenos Aires el 10 de mayo de 2013. 

La Boca en el Mundo: quieren criminalizar la libertad total

São Paulo: el Director de Teatro José Celso Martinez Corrêa es intimado a declarar ante la Policía. Su respuesta pública


Así es. He recibido esta intimación policial dirigida al “Ilustrísimo Sr. Director de la Asociación Teat(r)o Oficina Uzyna Uzona», para que se presente ante el 23º DISTRITO POLICIAL DE PERDIZES, el día 11 de junio, uno de nuestros tecnoartistas asociados para dilucidar los hechos, y también para reconocer a los actores de teatro en fotos o videos posteados en la web bajo el título de “Decapitación del Papa en la PUC”, en la “Ocupación de la PUC por la Democracia”.
Francamente, el documento me pareció delicado, educado; es más, hasta afectuoso. Pero… el hecho es que nos están procesando una vez más aquéllos a quienes deberíamos procesar por la falta de respeto al Teatro y al Estado Laico Brasileño: los “Fundamentalistas Católicos Apostólicos ROMANOS”, que consideran que la actuación teatral farsesca es más irrespetuosa que el propio acto de estos Fundamentalistas al violar el espacio hasta entonces libremente sagrado de la Universidad Católica de São Paulo.
Los alumnos y muchos docentes ocuparon la Universidad en virtud del nombramiento para hacerse cargo de la Rectoría de una candidata ubicada en 3º lugar en la elección, pero que fue escogida antidemocráticamente por los representantes del Vaticano en Brasil por estar de acuerdo en transformar a la PUC en un “Recinto de la Prédica Fundamentalista ROMANA”.
Quedamos pasmados al ver todos los días y las noches las epidemias mundiales asesinas en la violencia que ejercen los Monoteísmos Fundamentalistas de todos aquéllos que se consideran dueños de “Una Verdad Absoluta” y “Un solo Camino”.
Antes de ser Benedicto XVI, Ratzinger había castrado al movimiento de la Teología de la Liberación, de inmensa importancia en la vida cultural, religiosa y social en Brasil.
El año pasado, cuando su fe como Papa ya se estaba perdiendo, el representante de Dios en la Tierra quiso hacer de la PUC aquello que era en sus comienzos.
Yo cursé dos años de Filosofía en la PUC durante esa fase inicial, antes de los años ‘60, al tiempo que cursaba Derecho en la São Francisco.
Dejé  entre otras cosas porque nuestro profesor Alexandre Correia, por ejemplo, explicaba en Lógica, la materia que dictaba, y con argumentos, la transustanciación de la Eucaristía en el Cuerpo de Cristo… ¿Pueden creerlo?
El Libro de Filosofía que se usaba era un Catecismo transmediocre del Padre Leonel Franco. Pero después la PUC evolucionó siguiendo la evolución de la Iglesia en los años ‘60, ‘70 y ’80, y se transformó efectivamente en un reducto de las más decisivas luchas para acabar con la Dictadura Militar en Brasil.
El viejo fundamentalismo en la enseñanza había sido superado y la Universidad Católica de Perdizes se volvió entonces Ejemplar en Brasil y en el mundo, debido a su ejercicio de la Libertad Creadora en la Enseñanza de la Ciencia, las Tecnologías y las Artes.
El año pasado, estudiantes de la PUC nos fueron a buscar  cuando estábamos haciendo la obra “Acordes”, de Bertolt Brecht, convocándonos otra vez a la lucha por la Libertad de la Enseñanza Laica en el Estado Laico Brasileño en la PUC, amenazada por la regresión hacia una Universidad Fundamentalista Católica Apostólica ROMANA.
Los estudiantes habían ocupado la PUC y no permitían la entrada de la rectora impuesta por los representantes del Papa en São Paulo. 
En la obra “Acordes” había un Muñeco Gigante que representaba al Capitalismo y era despedazado por dos Payasos en una Escena de Circo de los Horrores, al tradicional estilo teatral de “Grand Guignol”. Entonces adaptamos el texto a la situación que sufría la PUC y presentamos esta escena clásica del “Circo Teatro” de Todos los Tiempos: el Desmontaje, la Desparamentación, el retiro de una Máscara Papal, tal como lo hizo el propio Ratzinger, quien terminó él mismo zafándose, saliéndose de ella.
¿No será que la Brujería Teatral tiene ese poder? ¿Liberó a Ratzinger de la propia Estructura de su Disfraz Papal?
El Teatro tiene ese poder: el de mostrar al ser humano mortal Paramentado con las vestiduras que le confieren Autoridad, muchas veces destruyendo la propia humanidad de los que se Paramentan, que pasan a obrar como Aparatos, pues la Máscara se les pega a la piel.
Jean Genet, en su Ópera Prima “El Balcón”, muestra un Burdel en donde los clientes usan las máscaras sociales de Papa, de Juez, de Reina, de General, de Policía, etc.… para transar/copular su “p(h)oder” [“p(j)oder”] con las putas, que fingen que creen en sus representaciones.
En la obra se produce una Revolución y estas Máscaras de las Autoridades son depuestas, pero los partidarios antirrevolucionarios que restan van al Burdel y exigen que los clientes que frecuentaban el Putero aparezcan en el Balcón del Palacio del Gobernador con sus Disfraces para contener con ellos a la humanidad revoltosa: con sus Máscaras de Poder.
Bertolt Brecht tiene en “Galileo Galilei” una de las más hermosas escenas de teatro: muestra a un Cardenal a favor de la libertad de la Ciencia, un amigo de Galileo que se va a convertir en Papa; pero, a medida que se va paramentando como Cardenal de la Santa Inquisición, pasa a argumentar a favor de la prisión y la tortura del gran físico Galileo, pues éste afirma que la Terra gira.
Al final del Paramento, cuando recibe la Mitra, el Cardenal Libertario coincide con la intimación a su ídolo: el físico GG, a las salas de Tortura de la Policía de la Inquisición.
Querer incriminar a los artistas de Teat(r)o por esta escena constituye un atentado a la libertad de expresión del actor, esto es, al “Anarquista Coronado”, al decir de Artaud, uno de los mayores sacerdotes Chamanes del Teatro.
El Teatro es realmente el lugar donde todo lo que es humano, transhumano, subhumano, animal, vegetal, mineral, puede vivirse en forma de Máscaras de Dionisos, su dios.

Es el espacio de la Libertad Total. Los de las Artes, los que luchamos contribuyendo para abolir la Censura en Brasil durante la Dictadura Militar y ganamos esta conquista, no podemos retroceder y aceptar la CENSURA contra nuestra actividad.
Esta criminalización de la etherna actividad teatral, contra la Libertad de “reír corrigiendo las costumbres” demuestra que quien nos procesa quiere criminalmente el retorno del “Imperialismo Romano Católico Apostólico”, entrometiéndose en el Estado Democrático y Laico brasileño en forma de Criminalización Inquisitorial.
Brasil es el país con la mayor cantidad de católicos del mundo. Yo mismo fui bautizado y tomé la Primera Comunión, pero por tener una educación religiosa fundamentalista retiré mi Cuerpo de ese campo minado de Perversiones.
Los brasileños católicos no son romanos, son católicos antropófagos –frecuentan el espiritismo, la Macumba, el Candomblé, la Umbanda, el Budismo–  y cogen con forros, por ende, no solo lo hacen para fabricar hijos, sino por el placer de esta práctica sagrada que es el acto sexual en sí mismo: un acto de amor, de creación y procreación cuando existe consentimiento entre las partes. Se casan, como los gays de hoy. Si la mujer que es mujer sabe lo que quiere y quiere abortar, aborta y después se confiesa y comulga.
Soy vecino de un barrio en donde de 15 en 15 días se encuentran parejas católicas carismáticas que pasan los sábados y domingos bailando al son del Tambor con repiques hasta de Mãe Menininha.
Como dice Oswald de Andrade, existe un sentimiento religioso “órfico” en todos nosotros ante el Misterio de la Vida en el Cosmos.
Nuestros ancestros –mi abuela paterna era india– eran antropófagos, comían carne humana tanto del enemigo más fuerte, para adquirir sus cualidades, como de los seres queridos: hijos, hermanos, padres, abuelos, mujeres y maridos.
No era una Ceremonia para saciar el hambre, sino una ceremonia religiosa como la Eucaristía Católica, que es una sublimación de la Antropofagia.
A lo mejor por eso en Brasil el catolicismo popular de la mayoría no tiene la rigidez de otras religiones.
El Fundamentalismo es impuesto por la religión del Hemisferio Norte, que antropofagió al Imperio Romano con sus cristianos entregados a los leones y se convirtió en la Religión Católica Apostólica del Imperio Romano, con sus ambiciones colonialistas e imperiales en todo el mundo.
Ese tiempo ya pasó.
Vivimos de acuerdo con lo que deseamos para nosotros mismos y para todos, lo que más nos gusta.
La sumisión a podridos poderes es un asunto que está queriendo retornar desde aquéllos que se sienten inseguros ante las revoluciones que están trayendo otros vientos a nuestros tiempos desde 1967.
Por eso, ante esta intimación delicada, que tiene por detrás a los fundamentalistas que quieren criminalizarnos, pongo LA BOCA EN EL MUNDO.
José Celso Martinez Corrêa
Orgullosamente
Presidente de la Asociación Teat(r)o Oficina Uzyna Uzona
Paz Humor Amor y Mucho Más

Davi Kopenawa: La crítica de un chamán al capitalismo



Hace cincuenta años los yanomami fueron dados a conocer en todo el mundo como “los últimos hombres de la Edad de la Piedra” al ser “descubiertos” por la civilización occidental. A principios del siglo XXI, con un panorama catastrófico de la ocupación no-indígena en la Amazonia, una de las críticas más duras y profundas hacía ese modelo de “civilización” vino justamente de la boca de un chamán yanomami. Los primitivos, quién lo diría, somos nosotros.

Desde los años ochenta, Davi Kopenawa figuró como uno de los líderes indígenas más conocidos de la Amazonia. La profundidad y complejidad de sus reflexiones políticas lo levó más lejos. Además de premios de renombre (como el Premio Global 500 de la ONU), hoy su pensamiento es reconocido internacionalmente. Recientemente lanzó en París, Francia, el libro La queda del cielo. Palabras de un chamán yanomami, donde en más de 800 páginas su amigo desde hace más de 30 años, el etnólogo Bruce Albert, plasma sus pensamientos en yanomami.

El pensamiento de Davi es una crítica radical al capitalismo que llega desde los confines de la foresta. Para él, los occidentales, el “pueblo de la mercancía”, están enfermos, dada su incapacidad de escuchar. Y los riesgos de esto no son pocos. Kopenawa sabe bien lo que dice. La carrera por el oro casi llevó su pueblo al exterminio por epidemias y conflictos provocados por las actividades mineras en la década de 1980. Su actuación política en contra de los buscadores de metales y piedras preciosas fue fundamental para la demarcación de la tierra indígena yanomami en 1992, al norte de la Amazonia, en la frontera con Venezuela.

“Vamos lanzar este libro. Vamos ver si los jóvenes abren los oídos”, dice Davi, “si el ‘pueblo de la mercancía’ no quiere que el cielo le caiga encima, necesita ayudar a impedir la muerte de los indígenas. El día que el último indígena muera, será el fin del mundo”. A continuación, la entrevista concedida en Belém, Pará, donde participó en un encuentro internacional de Antropología.

Sobre su miedo al hombre blanco

Yo tenía razón. He crecido y todavía miro al hombre blanco con desconfianza. Ahora estoy aquí en la ciudad, pero yo no conocía el movimiento de una ciudad, con muchos autos, mucha gente, mucho ruido. He crecido y encontré al hombre blanco interesado en nuestras tierras y riquezas, engañando al pueblo indígena. Cuando me volví hombre, a los 20 años, comencé la lucha contra el hombre de la ciudad, el hombre político que no quiere saber de nosotros, no quiere respetar el derecho del pueblo indígena, del pueblo yanomami. He adoptado esta pelea. Hoy estoy defendiendo a mi pueblo, peleando con el político para no dejar a mi pueblo sufrir.

El papel de Davi en esta lucha

Soy un hijo de yanomami que mira y reclama a los políticos. El hombre grande de la ciudad, el gobierno, para mí significa un gigante, un Goliat. Él es un espíritu grande que quiere tomar toda nuestra foresta y destruirla. Quieren acabar con el pueblo indígena de Brasil. Pero he reforzado la lucha y fui enviado para enfrentar al hombre. La fuerza de la naturaleza nos enseñó el camino para que mi pueblo vaya adelante, como se juega el fútbol. Mi lucha es como el fútbol, en ella se reciben muchas embestidas, embestidas de los políticos, es un juego en el que debemos aprender a defendernos. Hace falta mucha valentía para enfrentar al hombre.

Hoy estoy aquí, charlando con antropólogos, con autoridades, para que cambien su pensamiento y para que borren el prejuicio que tienen. Todos tenemos prejuicios, seamos indígenas u hombres blancos. Entonces tienen que escuchar nuestras voces. Nuestro gobierno cuidando el país y ustedes leyendo mi escrito en el papel que mi amigo escribió [Bruce Albert], que yo le pedí que difundiera con los estudiantes, los profesores. Considero que esto es importante para construir una barrera que impida que nos hagan más daño.

Nosotros somos gente, somos seres humanos legítimos de esta tierra. Eso es lo que he aprendido y ahora soy líder del pueblo yanomami, representándolo en Brasil y en el mundo. Actualmente todo el mundo conoce el nombre del pueblo yanomami. Tus hijos, tu hija, seguirán leyendo, escuchando el nombre de los indígenas de Brasil que están luchando. Esa es nuestra lucha para poder vivir. Sin lucha, sin reclamos hay muerte, mucha gente se muere.

De los daños causados por quienes buscan metales preciosos

Esa es una historia muy triste para mí, pero la puedo contar. El auge del tiempo del los buscadores de tesoros fue entre 1985 y 1986, cuando más de 40 mil de ellos invadieron nuestra tierra. La Funai (Fundación Nacional Indígena) se declaró en contra de esta intromisión, pero no hizo ningún esfuerzo para sacarlos rápido. La búsqueda de metales preciosos en la tierra yanomami fue muy dañina, muy fuerte, porque el propio gobierno abrió las puertas para que los saqueadores “trabajaran” e invadieran nuestra tierra. Los buscadores mataron a muchos yanomami y, después de la invasión, llegaron las enfermedades: malaria, tuberculosis, gripe, alcoholismo. Y también la enfermedad del hombre malo que mata la gente, eso pasó, y sufrí demasiado por mi pueblo. Yo soy un sobreviviente, reforzamos la lucha para que no murieran los parientes yanomami en el tiempo de exploración y búsqueda de metales, lo cual contaminó nuestro río con veneno, aceite y gasolina. Mataron peces, destruyeron todo nuestro río.

Las consecuencias de las exploraciones

Aún hoy no han terminado las enfermedades. Porque a la enfermedad nadie la atrapa, a la enfermedad la policía no la puede expulsar. Cuando la enfermedad ya entró, sigue. Yo tuve suerte. Unos y otros líderes dijeron mi nombre a la ONU. El premio Global 500 trajo consigo la oportunidad de que yo pudiera salir. Porque aquí en Brasil yo no lo consigo, no hay gobierno bueno, aquí hay puras promesas. Fue la ONU que me dio el apoyo para que yo saliera de mi país y fuera a otro lugar del mundo a contar la historia del pueblo yanomami, decir lo que el gobierno está haciendo, que está dejando morir a mi pueblo, que los buscadores de tesoros están destruyendo la naturaleza.

El gobierno de Collor resolvió expulsar a los exploradores y demarcar nuestras tierras. Ellos se fueron, pero después regresaron y su presencia ha aumentado. Ésa es nuestra preocupación. Los buscadores de metales preciosos son animales, como el puerco, meten la nariz en el suelo. Son puercos. Y las exploraciones siguen. Entraron de nuevo a nuestras tierras, y siguen allá “trabajando” y ensuciando nuestro río. Eso no ha cambiado.

El “pueblo de la mercancía” ¿sabe que construye un camino oscuro?

Lo que llamas planeta, nosotros lo llamamos Hutomosi, palabra que significa “lo que queda arriba de nosotros”. Ahí está el peligro. Nadie está mirando hacia él, nadie está soñando con lo que va suceder. El mensaje que sale de mi boca es que el cielo sólo va caer cuando no haya más indios, cuando no haya más foresta, más río, más pueblo indígena. Sin chamán, la foresta se acaba y el mundo se va inundar, y va pensar en aquel que le mató: el hombre blanco que mató mi pueblo, mató la foresta, destruyó todo. Sin indio en la tierra, entonces nuestro mundo (lo que llamamos Hutukara) se va a vengar para matar al pueblo de la tierra.

Es eso lo que dije a mi amigo [Bruce Albert] que escribiera en el papel para que el pueblo lo crea. Eso es el mensaje. Si hay indios, chamanes, eso no va a pasar. Nada de eso va acontecer y nosotros todavía vamos vivir. Por esa razón ustedes tienen que pensar y difundir para que otros también piensen y defiendan a nuestra foresta, a nuestro pueblo.
Antiguamente el cielo que está aquí cayó, mató al pueblo. Nosotros somos sobrevivientes de lo humano. Ése es mi trabajo junto con los chamanes, con Pata no dejar que se acabe mi pueblo yanomami, que no muera de enfermedad, gripe, malaria. Entonces estoy aquí platicando con autoridades de la ciudad, para que ellos nos cuiden. Si ellos no nos quieren cuidar y si nos morimos todos nosotros, los indígenas, sin ayuda, entonces yo digo: sin indio, sin la foresta, el mundo se va caer, el mundo se va vengar como ya ha pasado antiguamente.

Salud para que no se extingan los chamanes ni los indígenas

Los chamanes yanomami necesitan apoyo de salud. El gobierno brasileño tiene el deber de cuidar la salud yanomami y no sólo la de ellos, sino la de otros hermanos: tikuna, makuxi, wapixana, waiwai, waimiri-atroari, xavante, kayapó. El gobierno brasileño tiene que cuidar la salud, dar vacunas, medicinas, para que ellos se curen. Tiene que haber salud de calidad para cuidar de mi pueblo, para que no mueran los chamanes que están cuidando nuestro mundo.

Sobre las epidemias

Mi pueblo y yo llamamos a las epidemias de xawara. Xawara es un espíritu malo que transmite enfermedades como la gripe, el sarampión, la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades. Xawara viene de Europa, otros pueblos la traen de otros países. Aquí en Brasil no había xawara, pero hoy sí, porque ellos la trajeron en sus cuerpos, en avión, en navíos. Así llegó xawara para quedarse en las aldeas, en las comunidades. Ella nos ataca, ataca nuestras almas, ataca a nuestros hijos, a nuestras mujeres, ellos se enferman. Xawara significa “caníbal” en portugués.

¿Qué hacer para que el “pueblo de la mercancía” escuche el mensaje?

Es complicado, es difícil. Nosotros ya hablamos mucho, pero ese pueblo quiere destruir todo para hacer mercancías que se quedan bajo la tierra. La mercancía de los blancos significa destruir la naturaleza para sacar riqueza de la tierra: oro, diamantes, piedras preciosas y madera. Eso es el pensamiento del hombre blanco. Ninguna medicina logra que dejen de hacerlo. No hay cura para él. Porque la raíz del pensamiento que los hace querer sacar mercancía de la tierra es profunda. La raíz está en el pensamiento de la autoridad, que no va a parar de pensar. Ella va seguir pensando, sacando cada vez más la riqueza de la tierra. Esos hombres están locos, tienen el pensamiento enfermo. No piensan, no nos escuchan, no leen, no nos creen. Sólo creen en ellos mismos, porque tienen dinero en las manos. Dinero, aviones, carros, navíos, armas pesadas y los ejércitos están con ellos. El hombre blanco no se quiere detener. No se va a detener. Pero yo sigo intentando, platicando para que paren de destruir la naturaleza.

Sobre una posible cura

No hay cura, no hay medicina. Sólo podría haber una cura, si hubiese un cambio, algo así como lavar una olla. El hombre que nos domina, que nos manipula no piensa en nosotros, no piensa en ustedes. Nosotros le decimos, pero él no quiere perder mercancía, no quiere parar de destruir, no quiere dejar de fabricar. Fabrica más para vender más, para negociar más. Creo que eso es difícil de ser cambiado. Tal vez con un gobierno nuevo, un gobierno bueno. Yo no conozco a un jefe en esa tierra, no tengo un buen amigo para gobernar el mundo. Para gobernar y controlar esa fábrica de mercancía: pantalones, carros, productos electrónicos, internet, televisión. Él no se da cuenta, porque es un hombre enfermo. Nosotros intentamos hacer que escuche, pero no escucha. Es un hombre necio, no quiere parar de sacar mercancía. Mercancía para mí significa vaciar la tierra para hacer ladrillo, cemento, madera, oro, diamante; para hacer vidrio, para hacer televisión. Todo eso es material, es mercancía de la tierra. Es un saqueo de la tierra.

Un “nuevo biberón” en el gobierno

Para parar de fabricar, de sacar mercancías, es preciso cambiar el biberón del gobierno, el biberón de todos los gobiernos que han sido electos en el país. Existe un único biberón. Cuando un gobierno sale y viene otro, éste mama en el mismo biberón. El biberón está sucio, el gobierno no quiere cambiarlo. Nosotros yanomami, decimos que hay que cambiar el biberón, hay que cambiar a un gobierno bueno, honesto, que quiera ayudar el pueblo indígena. Hoy la presidente de Brasil está mamando en el mismo biberón que José Sarney mamó, que Collor mamó, que Lula mamó. Nada ha cambiado. Yo pensaba que una presidente mujer iba a usar biberón nuevo y una silla nueva.

Nosotros no podemos cambiar ese biberón. Depende del pueblo, porque el pueblo tiene miedo de reclamar. El pueblo tiene ganas de cambio, pero la autoridad no quiere cambiar, porque quiere el dinero del pueblo, no sabe qué pasaría si hubiese un cambio. Ni Dios lo va cambiar. Así siempre ha funcionado nuestro país, nuestro jefe, nuestra autoridad, seguirán maltratando a nuestro pueblo. No hay empleo, no hay vivienda, no hay comida para los niños, muchos en las calles están comiendo basura. Los niños viven en la favela, el jefe no les da casa. No les da empleo. Uno se queda triste y el otro se queda contento porque tiene buen sueldo, mercancías, comida de primera calidad. Eso es lo que el gobierno come. ¿Y nosotros? Comemos cabeza, oreja, tripa, ésa es nuestra comida. En relación a la mercancía, cambiar la cabeza del hombre es difícil.

La vida política

Sigo viviendo junto a mi pueblo yanomami. No puedo dejar a mi pueblo sufrir solo. Estoy aquí porque soy representante de mi pueblo, portavoz de mi pueblo. No tengo casa para quedarme en la ciudad, mi casa está en la aldea, mis hijos, familia y mujer, están todos allá. Tengo un rincón, una casa en la ciudad, se llama Asociación Hutukara Yanomami. Creamos una asociación en el 2004 para poder estar cerca del gobierno. Si me quedo todo el tiempo en la aldea, no se resuelve nada, no puedo reclamar porque no estoy viendo qué sucede. Si me voy cerca de la ciudad, y pongo mis ojos en los ojos de la Funai, del gobernador, del presidente, puedo reclamar. Por eso me quedo en la ciudad dos meses, después regreso a la aldea. Mi casa está en la aldea, no en la ciudad. No vivo en la ciudad, sólo trabajo. Soy como un guardián de mi pueblo, me quedo vigiando, cerca de la computadora para poder comunicar lo que está pasando a la gente de Sao Paulo, de Brasilia, de Manaus, comunicarme con todo mundo.

Un mensaje para quienes pueden escuchar y cambiar el mundo

Quisiera dejar un mensaje para los niños y los estudiantes que no saben sobre nosotros, que no conocen la foresta, ni la comunidad, ni a mi pueblo; un mensaje para quienes no conocen las costumbres tradicionales, ni a los chamanes o a las curanderas que viven en mi aldea. La gente de la ciudad que estudia, necesita acercarse a nosotros. Necesitamos acercar a nuestros hijos para que hagan amistad, para que se hagan amigos, para que se defiendan y luchen juntos. Ése es mi mensaje para el pueblo de la ciudad. Si les parece buena mi idea, aquí la dejo grabada para que se difunda entre quienes la quieran escuchar: el profesor y la profesora, para que enseñen buenas cosas y se preserve la naturaleza. Y que esto sirva a los pueblos de todo el mundo: Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, México, Europa, Argentina, Japón. Quisiera que el mensaje llegara a otra gente que escuche y tenga voluntad de ayudar. Nuestra lucha es importante para nuestro pueblo y para el pueblo brasileño, no sólo para el pueblo yanomami. Hay que tener indios en esta tierra. El pueblo de la foresta también necesita ayudar al pueblo no-indio. Sabemos que mi piel es diferente, pero somos un único ser humano. No tenemos distinción. La sangre, la piel es diferente, pero el creador del mundo, Omamë, dice que somos todos hermanos, un sólo ser humano. Corre una sola sangre.

La épica de la oposición

por Juan Pablo Maccia



El fenómeno político Lanataquedaría incompleto si durante las semanas próximas la épica del show no se extendiese al campo político: toca a la oposición capitalizar el trabajo que cada domingo despliega Periodismo para Todos. Una tarea que no es fácil y que es vivida no sin cierto dramatismo.

Este dramatismo que recorre a la opo se debe a que será la última vez en la que enfrentará al kirchnerismo en su conformación actual (con poder y con perspectivas de continuidad, con una economía que no le juega en contra).

Las encuestas de tipo sociológicas empobrecen el fenómeno de la opo al definirla abstractamente a partir de tres espacios que oscilan de modo variable los tres tercios: el tercio kirchnerista, el antikirchnerista y el amplio tercio de quienes oscila en cada elección entre ambos polos.

Los armadores políticos son más concretos en su tarea de constituir tres espacios electorales: el tercio mayor corresponde al oficialista Frente para la Victoria (única fuerza política nacional vivaz y consolidada) y los tercios menores de la opoatravesados por la dispersión: el bloque que va del radicalismo a la centro izquierda y aquel otro que va hacia la centro derecha, abarcando al macrismo y a sectores del peronismo opositor.

Con todo, prefiero analizar la coyuntura desde otro punto de vista: el de los proyectos de poder en disputa. Perón entendía al proyecto de poder como la capacidad de “gobernar el desorden”. Desde ese punto de vista es claro que, después del 2001, sólo el kirchnerismo se ha constituido como fuerza política con proyecto.

En una reciente entrevista Agustín Rossi (actual Ministro de Defensa) se refirió al liderazgo de la presidenta como “intenso”. Un liderazgo tal puede no ser tan extendido (como lo fue el de Perón o el de Menem) y ser capaz –sobre todo en ausencia de competencia- de promover momentos mayoritarios.

Sin liderazgo ni proyecto, el objetivo estratégico de la opo se reduce a bloquear el liderazgo de la presidenta, sobre todo en impedir su reelección. Se trata de forzar un escenario post-cristinista. De iniciar el tránsito desde la actual situación de miserabilidad estructural (dada por la obligación de juntarse entre muchos para intentar arruinar a quien gobierna) a una situación de competencia por el gobierno.

En esa batalla, el objetivo táctico fundamental, en vistas al 2015, es la captura de dos piezas fundamentales del kirchnerismo bonaerense: Scioli y Massa: sólo una elección mediocre del oficialismo en el más determinante de sus distritos podría desgarrar al peronismo.

Se trata de una tarea titánica, casi una utopía. Pero no todo es hostil al propósito de la opo. Al menos cuatro factores le favorecen: un postergado sentimiento de revancha, la colosal mediocridad de las estructuras del Frente para la Victoria (sobre todo en las provincias), el invaluable GPS del “compañero” Lanata y un papa peronista. Solo falta, quien sabe se les de, la mística de la hora.

¿Qué está pasando en Estambul? (video + fotos)


y algunas, por cierto, muy buenas fotos:

Tear gas surrounds a protestor holding a Turkish flag with a portrait of the founder of modern Turkey, Mustafa Kemal Ataturk, as he takes part in protests against the Turkish Prime Minister and his ruling Justice and Development Party (AKP) in Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images)

A wounded protestor is carried away during confrontations with riot police as they demonstrated against the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013 in Taksim Square in Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with riot policemen on May 31, 2013 during a protest against the demolition of the Taksim Gezi Park in Taksim Square in Istanbul. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with Turkish riot policemen during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013, in Taksim quarter of Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Volunteer doctors help injured protestors inside a mosque during a clash with Turkish riot police at Besiktas district in Istanbul on June 3, 2013. (Ahmet Sik/EPA) #

Protestors clash with riot police near Turkish prime minister Recep Tayyip Erdogan’s office in Istanbul on June 3, 2013. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

Thousands of people walk on Istiklal Street holding Turkish flags during a demonstration against the conservative government of Prime Minister Recep Tayyip Erdogan in Istanbul on June 2, 2013. (Tolga Bozoglu/EPA) #

Protestors shout during a demonstration against the conservative government of Prime Minister Recep Tayyip Erdogan in Istanbul on June 2, 2013. (Tolga Bozoglu/EPA) #

Demonstrators flee from a water cannon during clashes with riot police on May 31, 2013 during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park, in Taksim Square in Istanbul. (Stringer/AFP/Getty Images) #

A man is hit by a water cannon during a protest against Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan and his ruling Justice and Development Party (AKP) in central Ankara on June 1, 2013. (Umit Bektas/Reuters) #

Demonstrators clash with a police water cannon outside Turkish Prime Minister Recep Tayyip Erdogan’s working office in Besiktas Istanbul on June 2, 2013. (Ozan Kose/AFP/Getty Images) #

Volunteer doctors help injured protestors inside a mosque during a clash with Turkish riot police in the Besiktas district in Istanbul on June 3, 2013. (Ahmet Sik/EPA) #

Demonstrators set fire to barricades as they clash with riot police during an anti-government protest at Taksim Square in central Istanbul May 31, 2013. (Murad Sezer/Reuters) #

Riot police use tear gas to disperse the crowd during a protest at Taksim Square in central Istanbul on May 31, 2013. (Murad Sezer/Reuters) #

A demonstrator waves Turkey’s national flag as he sits on a monument during a protest in central Ankara on June 2, 2013. (Umit Bektas/Reuters) #

An anti-government protester holds a Turkish national flag with a portrait of Mustafa Kemal Ataturk, founder of modern Turkey, on it during a demonstration in Ankara on June 2, 2013. (Umit Bektas /Reuters) #

Protesters carry the Turkish flag and shout anti-government slogans during a demonstration at Gezi Park near Taksim Square in central Istanbul on June 3, 2013. (Stoyan Nenov/Reuters) #

Protesters shout anti-government slogans during a demonstration in Ankara on June 3, 2013. (Umit Bektas/Reuters) #

Protestors clash with Turkish riot policemen during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013 in Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with riot policemen over the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013 in Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Riot police mass against protestors on Istiklal street on June 1, 2013 during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park in Taksim Square in Istanbul. (Ozan Kose/AFP/Getty Images) #

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An injured demonstrator is cared for during protests in Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images) #

A policeman fires tear gas during a protest against Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan in central Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images)#

An injured demonstrator is helped during clashes between riot police and demonstrators in Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images) #

Demonstrators clash with police during a protest against Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan in central Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images) #

Graffiti covers a shop window on Taksim square in Istanbul on June 3, 2013 after days of protests. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

People distribute free food to protestors in Taksim Gezi park in Istanbul on June 3, 2013. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with riot police near Turkish prime minister Recep Tayyip Erdogan’s office in Istanbul on June 3, 2013. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

A couple celebrates their wedding with demonstrators near Taksim square on June 2, 2013. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

A Turkish boy jumps through fire during clashes in the Gazi district of Istanbul on June 11, 2013. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

A protestor hit by police water cannon falls during clashes in Taksim Square in Istanbul on June 11, 2013. (Kerim Okten/EPA) #

People flee tear gas on Taksim square on June 11, 2013. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protesters run as riot police fire teargas and water cannons in Taksim Square in Istanbul on June 11, 2013. (Osman Orsal/Reuters) #

Riot police fire tear gas to disperse the crowd during a demonstration near Taksim Square on June 11, 2013 in Istanbul. (Lam Yik Fei/Getty Images) #

Riot police fire tear gas to disperse the crowd during a demonstration near Taksim Square, on June 11, 2013 in Istanbul. (Lam Yik Fei/Getty Images) #

A protestor attacks a police water cannon vehicle in Taksim Square on June 11, 2013 in Istanbul. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images)#

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Protesters carry a wounded man in Taksim Square in Istanbul on June 11, 2013. (Murad Sezer/Reuters) #

A woman reacts to tear gas in Istanbul’s Taksim Square on June 11, 2013. (Aris Messinis/AFP/Getty Images)#ry 

Hipótesis contra-fáctica

por Juan Pablo Maccia


Imaginemos que a estas horas el intendente de Tigre, Sergio Massa, se reúne con su par Mauricio Macri para ultimar detalles. Los tiempos políticos se aceleran. De los cinco campos de batalla disponibles se avanza sobre tres: lo mediático, lo jurídico y lo electoral. La cosa no estalla aún del todo en la economía ni desborda a las calles.
Imaginemos que la decisión de declarar inconstitucional la elección en primarias de los miembros del Concejo de la Magistratura (que no importa tanto en relación a la intrascendente “democratización de la justicia”, pero que sí impacta en la táctica electoral del Frente para la Victoria, que cuenta con esa lista para nacionalizar una elección en la que no tiene candidatos locales convincentes) queda en firme.
Imaginemos el inminente anuncio de la candidatura de Sergio Massa, retoño liberal, crecido en las tierras más fértiles del peronismo menemista y duhaldista, con un armado bien tejido alrededor suyo.
Imaginemos, en fin, que cae la máscara con la cual se logró durante estos años que el PJ gobierne en nuestro nombre, ¿tal cosa sería admisible por nosotros?, ¿qué haríamos ante una situación como esta?
¿Y qué nos quedaría? ¿Rezar para que Scioli sea leal a la presidenta? ¿La candidatura presidencial de Scioli?, ¿Scioli contra la derecha? ¿Scioli, de nuevo, como héroe salvador?
Si así fuera –y sé bien que nada es tan así y que esto no más que literatura- habría que admitir que nos hemos equivocado todos. Quienes no se adentraron en Unidos y Organizados, por obnubilados. Quienes sí lo hicimos por ausencia de iniciativa propia. Y la jefa (y los jefecitos) por confiar en exceso en las virtudes del encuadramiento y la conspiración.
Sin candidatos locales de peso, precisamos a la presidenta. Sólo ella puede indicarnos en esta hora eventual cómo sigue esta lucha. Precisamos saber en quién(es) hemos de confiar. Si es ella, que sea y, si no, ¿en quién? Al héroe colectivo se le caen las bolas al suelo de sólo imaginar al danielnauta.
¿Ante un escenario así, como no habríamos de preguntarnos si no hemos cometido errores? Quizás el más grande de ellos fuera –llegado el caso de asumirlos- el haber pasado de la “fobia” al “amor” por estado, sin estaciones. No supimos desconfiar. Pasamos del escepticismo a la credulidad sin mediación alguna.
Hemos chocado dos veces con la misma piedra. No hemos reparado ni entonces ni ahora en que no existe un concepto llamado Estadomás allá de los estados empíricamente existentes. Y estos son heterogéneos y cambiantes. Existen, sí, las coyunturas, las formas estatales concretas, procesos y estructuras. Nada del orden trascendente o de la salvación.

Luchar contra el estado neoliberal no suponía desconocer la importancia del orden institucional. Construir el estado postneoliberal no suponía “amar al estado”. La estatalidad, si a ella íbamos a entregarnos, era ya síntesis burguesa de las diferencias. En su regazo solo se alimenta la separación organizada, los mercados más o menos asistidos, las justificaciones más o menos progresistas de la desigualdad.
Éste, nuestro error, vale por dos. No haber confiado más en la promoción de dirigentes provenientes del movimiento social, con potencia política (y electoral) propia; haber llevado el proceso político al choque con la legalidad. Se trata de dos caras de una misma subordinación de la irrupción democrática del 2001 al sistema político como representación y al juego institucional como contrato social.

La droga es el otro.

por Diego Valeriano
Legalizar o no la droga parece una discusión bastante demodé, se me hace que es  un debate de foros internacionales o de medios de comunicación que creen que como algunas personas lo creen de la patria, la droga es el otro. Es más, me arriesgo a decir que es algo más bien de la década de los noventa, cuando el consumo de drogas comenzaba a masificarse y las políticas represivas no iban para ningún lado. En ese sentido me gustaría debatir algunos de los términos esgrimidos en este mismo medio Lucas Gordon,con nota Basta de guerra: repensar la política sobre drogas.
En el capitalismo runfla la legalidad o ilegalidad solo son categorías validas cuando a alguien le conviene ¿en que se modificaría la legalidad de la droga? Según el articulo citado, “la liberación  vaciaría la fuente de renta del crimen organizado, controlaría la calidad de las sustancias consumidas, liberaría el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas”; pienso en negocios que no están para nada prohibidos como la venta de ropa y siguiendo el mismo razonamiento noto que la ropa que todxs consumimos cada vez es de inferior calidad, esta manchada con sangre de las víctimas de la trata, financiando la renta del crimen organizado ¿alguna actividad más? Pensemos en la minería, una remiseria en el Doque o los agrocultivos; siendo supuestamente legales (ay! Maravillosa soja) están tan manchados de muerte, injusticias y sangre como la pasta base.
Otro de los datos alentadores que nos da la nota  es que liberar de la tutela del Estado” el uso de su propio cuerpo por parte de los individuo ¿Dónde pasa eso realmente? Cualquier consumidor de cualquier cosa hace con su cuerpo cualquier cosa menos estar bajo la tutela estatal ¿Qué legalidad estatal separa a un  individuo del consumo de merca? En el capitalismo runfla el Estado es un actor más que lejos de regular negocia y disputa con dispar éxito algunas pocas cosas. ¿Tutela estatal del uso del propio cuerpo de un pibe de 12 en la 1.11.14 a la hora de fumar base?
El nuevo capitalismo runfla, el de la abundancia y los cuerpos, donde el consumo libera está lejos de moverse en términos de legalidades o ilegalidades. Todo negocio es sangriento y se lleva puesto a los dóciles por  supuesto que hay gente que va presa o no, que hay jueces y policías pero solo como otros actores más del negocio. Muchas veces principales y muchas no.
¿Legalizar o deslegalizar? No cambiaría absolutamente nada porque  ya no importa. Despenalizar es un buen paso para evitar que nos hinche las bolas algún rati mala leche, aunque los usuarios ya llevamos la despenalización a las calles.

Apuntes para la militancia II

por Diego Valeriano
Un sinnúmero de llamados telefónicos, de mails, de guatsap, de comentario en radios y blogs, de gritos por la calle, varias amenazas y algún agradecimiento (¡Es lo que siempre quise decir y no sabía como decirlo», me dijo un petiso de sandalias ayer en la cola del chino) fue el saldo de mi última intervención. Ejemplos y más ejemplos de la inexistencia de la militancia, pidieron unos; que explique por qué agotada la militancia solo la víctima es política, indagaron otros con sinceridad. Ambas cuentas son saldadas aquí abajo. Y el que se envicie o le sobre paciencia puede pasar a las inevitable reflexiones críticas que me asaltaron al encontrarme con esta nota en este mismo pasquín (allí sugiero que nada es más estéril y anacrónico que impulsar la legalización de las drogas) y que se encuentran en la entrada siguiente.
1- Militancia, ¡no existís!


2- Sólo la víctima es política
Retomo allí donde habíamos dejado: la militancia no existe. Las ideologías y la organización no son más que ficciones. Flacos simulacros. Nadie que haga política y tenga más de veinticinco años puede contradecir, con una mínima convicción, esta realidad. ¿Qué es, entonces, aquello que existe en el lugar de la militancia y de los militantes? Existen los negocios, las carreras personales, los egos, la guita, organizar el tiempo en torno a algunas cosas, las excusas, las necesidades, el vedetismo, la gestión y administración, los guetos y microempresas, la búsqueda de trascendencia, el deseo, el ascenso social, las ganas de ser parte, las pertenencias, el amor, el odio, la inquietud, la vergüenza, la competencia, la potencia y la venganza. Mi dirán: ¡una crítica moral! Nada más lejos: no hay aquí valoración, sino juiciosa descripción.
Existen, eso sí, las víctimas ¿Qué es una víctima? Es una persona que, por una acción u omisión externa, vio truncado el tranquilo y normal desarrollo de su vida. Cuando hablo de “acción u omisión”, especifiquemos, me refiero al Estado. El Estado no pudo, no supo, no quiso, entonces, evitar que se vea transformado negativamente el normal desarrollo de la vida, de una o de un grupo de personas. Lo que la habilitará a encarnar un tipo de ciudadanía popular basada en la búsqueda de justicia. “Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s”, decíamos en un apunte anterior.
Sin embargo, hay que afinar más el lápiz y buscar algo de precisión, sobre todo para repeler el obvio todos somos víctimas. Cuando hablo de “transformación del normal desarrollo de una vida”, me refiero a una transformación radical: que por mi otrora apacible cuadra comience a pasar La Lujanera o que construyan un edificio al lado de casa con jardín no me vuelve víctima, más allá que entorpece el normal desarrollo de mi vida. Cuando hablo de transformación radical digo: muerte, secuestro, desalojo, deshecho de un modelo económico, incautación del futuro familiar.
La existencia de las víctimas es la clara muestra de la particular existencia de la política, precisamente allí donde ya no exista. Mejor dicho: existe en tanto orden que regula con eficacia nuestras vidas y el que, por acción u omisión, todos estamos de acuerdo, pero no una herramienta organizada de transformación que se oponga al mercado.
La guita deja un tendal de cuerpos, no siempre víctimas. Un narco boleteado bajo las reglas correspondientes por la policía, no es una víctima –como no es el “barra brava” que ayer mató la yuta. El hijo de un falso ingeniero secuestrado y asesinado por una banda mixta, sí –por no hablar de la piba de la que hablan todas las radios. Un pibe chorro muerto por un tiro en la espalda es una discusión.
Dos categorías diferentes, entonces.: la víctima purala pre (o semi) víctima. La víctima pura accede inmediatamente al welfare mediático y a los derechos que éste habilita. El pibe chorro es una pre-víctimasus familiares y amigos deberán dar una primera pelea por transformarlo en víctima plena y así intentar conquistar la opinión pública. El pibe chorro deviene victima si ciertas almas nobles que habitan medios, palacios gubernamentales y juzgados logran sensibilizarse frente a su historia. La pre-víctima comienza un trabajo desde el dolor para ser escuchada y comprendida. 
Porque si no se es víctima, no se es nada.

Entre los fierros

por Diego Valeriano

Entre los fierros brota sangre y cansancio. Ya el Sarmiento no da ni bronca, solo hastío. Pienso, no ya en la vieja herida que hace dos minutos ayudé a bajar del tren, ni en el pibe que vi quebrado, sino en cómo mierda voy a la facultad. El 136 que me deja cerca de Rivadavia y Puán no para en ningún lado y, según dicen, en Ituzaingó cortaron Rivadavia. Busco un remis y tampoco hay ninguno por ningún lado. Viendo el panorama, decido irme a un barcito que esta frente a la estación: ¿que hago ahora varado en Castelar? Intento llamar por teléfono y no tengo servicio de red. El mozo me explica que, por el accidente, el ministerio de seguridad (recién pasó Berni), bloquea todas las lineas para liberar el espectro. Lo miro con asombro y le pido un café con leche con dos medialunas. Estoy al medio de todo, ni en casa ni en el trabajo y, para colmo, me olvidé la notebook. Leo el diario y según las especulaciones, la lista del FPV la encabezan Insaurralde, Randazzo y algunos más. Me imagino a Randazzo ahora con cara de «me quiero matar» y despidiéndose de esa lista… aunque uno nunca sabe. 
¿Y ahora? La Patria es el Otro, pero las penas son de nosotros. Las ambulancias van y vienen, dos helicópteros sobrevuelan la zona. 
Estoy aturdido y con las bolas llenas. No sé para que lado salir. Pago y salgo a la calle, miro para ambos lados de la vía y decido salir caminando para casa, por ahí en tres o cuatro horas llego.

Desprecio

por Diego Valeriano


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero creo que tiene que ver con la falta de respeto por el otro, por lo que el otro es, por lo que significa. Medio que vivimos en ciudades donde nos despreciamos todxs: solo con estar un día fuera de tu casa sobreviviendo somos despreciados 287 veces y desprecias unos 301. Odiamos y tememos muchas más. Despreciar al otro te permite volver a casa a salvo.

Despreciar es como odiar, pero peor. El despreciado es un ser indigno, es (soy) tomado por boludo. El despreciador mira con desdén, con altanería y superioridad. Devalúa arteramente al otro.

Pero desprecio, lo que se dice desprecio, es lo que sienten muchos de los que hacen política con las víctimas. Para comprobarlo basta leer a los ciber-militantes en twitter o facebook que, sin saber una goma, tiran desde teorías conspirativas (no sólo el gordo tranza piquetero) hasta culpabilidades absurdas; denunciadores felices posteando a lo pavote. Declaraciones altisonantes, dirigentes de mini partidos mendigando aire, noteros de TN, programadores de noticieros, vecinos de enfrente: todos despreciando a las víctimas con tal de aparecer, o ser.

Superando con creces a los militantes (como corresponde institucionalmente) a operadores y demás, los Pimpinella recargados fueron más allá y se la jugaron con todo: acorde con las mejores escenas del desprecio por la vida volvieron a hacer de las suyas:

Joaquín Galán: “¡Yo también sufrí un hecho traumático y sé lo que se siente!”.

Lucía Galán: «Además de la solidaridad también tengo que decirlo, siento un poco de bronca e impotencia, ¡porque la verdad es que estamos poniéndole todo!«.


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero me doy cuenta al toque que en su mundito siempre un poco mugriento no es un problema importante.

Orden y Progreso: ¿Para quién?

Sobre las protestas urbanas en San Pablo durante los últimos días
por Lucas Amaral de Olivera y Rafael de Souza
Brasil es una democracia representativa. De tiempo en tiempo podemos levantarnos e ir a elegir a nuestros gobernantes, con la esperanza –muchas veces mínima- de poder promover cambios efectivos en nuestro país. También estamos seguros que habrá relevos en los liderazgos políticos de las distintas coaliciones y los cargos a los que aspiran. Es decir, existe toda una arquitectura institucional funcionando regularmente que, felizmente, no da señales de poder rupturas sustantivas en cuanto a sus mecanismos democráticos de constitución del orden. Sin embargo, no sólo de elecciones se hace una democracia.
No podemos negar que Brasil pasa hoy por tiempos mejores, sobre todo si comparamos respecto a los años de la tiranía de la dictadura. El país está en una posición privilegiada, con una moneda fuerte, el desempleo alcanza cerca del 4% de la población económicamente activa, el consumo es considerablemente alto; sin dudas que la economía está en su mejor condición en muchos años. Sin embargo, no sólo del PIB vive la democracia.
En ningún momento todo ello se invirtió en una mejora significativa para la mayoría de la población. Tenemos una democracia, si. Sin embargo podemos definirla como una “democracia ritual”. Al contrario de lo que se dice recurrentemente, en Brasil no se vive un Estado de bienestar social y de libertad amplia de derechos. Una democracia plena debiera reflejar el grado de adhesión a una cultura del disenso. Es decir, el conflicto de ideas, valores y utopías debería ser fundamental para la creación de nuevos proyectos sociales y la implementación de una relación mutuamente constitutiva entre la sociedad civil y el Estado. Sin embargo, las banderas de la “cooperación” y el “orden social” como condiciones para alcanzar el “progreso” económico, han obligado al Estado brasileño a un tipo de desarrollo sostenido en la exclusión sistemática de los movimientos sociales y las alternativas políticas que cuestionen el modelo actual de crecimiento.


La tolerancia respecto a las expresiones de disenso debiera ser el logro máximo de los principios republicanos de participación, inclusión social y ejercicio legítimo de la libertad de expresión. Los movimientos sociales, en sus múltiples dimensiones y ámbitos de interés, representan justamente los impulsos de auto-transformación y auto-gobierno de una sociedad.

Aquí tiene sentido traer al debate el concepto sociológico de “cultura política”, referido a un conjunto de ideas y valores que dan cuenta de la relación de la ciudadanía con las instituciones políticas. La cultura política orienta, de manera general, el modo en que las personas dan sentido a las instituciones, la clase política y los episodios de conflicto. Ella se puede expresar también en la forma en que las autoridades políticas lidian con el conflicto social, promoviendo o excluyendo determinados derechos ciudadanos.
En la fatídica noche del pasado jueves 13 de Junio, São Paulo quedó envuelta por una nube de gas lacrimógeno y su piel marcada por las balas de goma. La ciudad más grande de América Latina, la “locomotora de Brasil”, vio como más de diez mil personas salían a la calle a demostrar su insatisfacción por una serie de cuestiones, que van mucho más allá del mero aumento del precio del pasaje del transporte público –que subió de R$ 3.00 a R$3,20 la última semana-. Fue la cuarta gran manifestación en la ciudad, organizada por el Movimiento Passe Livre (MPL), en protesta por los precios abusivos del transporte público. Tuvimos una noche de jueves llena de escenas casi de guerra –la militarización del centro de la ciudad fue una realidad-, con un balance de más de 250 detenidos y cerca de 50 heridos, entre ellos siete reporteros de Folha de São Paulo, el periódico de mayor circulación de la ciudad.


La Policía Militar del Estado de São Paulo (PM), truculenta como siempre –no podía ser de otra forma, dada su herencia patológicamente militar y dictatorial-, creó un caos en las avenidas centrales de la capital paulistana, deteniendo inocentes, la mayoría de ellos desarmados que gritaban a cada instante “sin violencia” (não-violência), agrediendo a reporteros, y disparando balas de goma contra jóvenes que imploraban por calma.  Además, como dijo un periodista respecto a la cobertura mayoritaria de los medios de comunicación, “mientras ayer orinaban sobre las personas, la prensa decía que era lluvia”.
Sin embargo, el movimiento demostró que las protestas no podían ser sólo resumidas bajo la consigna de veinte centavos; más bien, abrieron la duda sobre la ceguera e incompetencia de los gobernantes por entender lo que la ciudadanía está comenzando a reclamar: un país mejor, una nación que tenga el derecho a salir a la calle a reivindicar un futuro más digno y una democracia más sustantiva. Es importante decir algo fundamental: obviamente –y no es necesaria demasiada inteligencia, información ni formación política para entenderlo- no se trata de sólo de los 20 centavos. Nunca lo fue. Más bien, esos centavos fueron la gota que rebalsó el vaso de la insatisfacción generalizada.
El descontento se expresa contra un modelo de ciudad y de administración de la misma, en el cual el transporte colectivo, basado en concesiones privadas, cobra tarifas que están lejos de ser proporcionales a la calidad de los servicios ofrecidos. Se trata también del hecho que 37 millones de brasileños están excluidos del sistema de transporte por no tener cómo pagarlo –consideremos que el transporte es, en promedio, el tercer mayor gasto de los brasileños, según los reportes del Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística (IBGE)-. Se trata de la diferencia casi esquizofrénica entre los mínimos aumentos del salario mínimo, las tarifas del transporte público y la inflación. Se trata de la pésima calidad y eficiencia del sistema –basta andar en bus, metro o tren en São Paulo-. Se trata también de la suma de muchos otros malestares que están también manifestándose en otras país: el derecho a utilizar los espacios públicos de una ciudad culturalmente rica y supuestamente libre, pero que es caótica, inasible y casi completamente entregada al capital privado. Pero también se trata del derecho a existir a pie, en pie, a ser un peatón con voz, distinto de los artefactos metálicos que circulan sobre ruedas y a bocinazos por las calles de la ciudad.
Nuestra ciudad no son solamente automóviles, desarrollos inmobiliarios y centros comerciales para recibir con entusiasmo a los turistas de la Copa del Mundo. Al menos, no debiera serlo en una sociedad verdaderamente democrática preocupada por la calidad de vida y los derechos de sus ciudadanos. Las manifestaciones, cuya mecha fue prendida por el aumento de la tarifa del transporte colectivo, tienen como telón de fondo un proceso de años que ha venido transformando nuestras ciudades cada vez en espacios más hostiles y ajenos a quienes las habitan. De eso se trata.
La policía, obedeciendo ordenes del gobierno estadual –e instigada por las editoriales de los diarios de mayor circulación del Estado, Folha de São Paulo y O Estado de São Paulo- utilizó la noche del jueves todo su aparato pesado, incluyendo las fuerzas de choque, helicópteros, perros y caballos, con el objetivo de impedir que la marcha llegase a la avenida más importante del país, la Avenida Paulista. Para impedir que los manifestantes tomaran la avenida, la policía actuó haciéndose del control de la misma; así comenzaron los enfrentamientos más graves, que incluyeron agresiones unilaterales de las fuerzas del orden, arrestos injustificados y “preventivos”, muchos de ellos sin pruebas o, en algunos casos, completamente ilegales y arbitrarios –entre ellos la irónica detención de un hombre por portar una botella con vinagre en su mochila, que utilizaría para apaciguar el ardor de los gases lacrimógenos y el gas pimienta-.  Todo fue registrado por la televisión y cientos de celulares. Sin embargo, el gobierno del Estado, apoyado por el gobierno de la ciudad, dejó en claro que no se puede atentar contra el patrimonio público, pero sí, impunemente, atentar contra la ciudadanía y convertir un área completa en un estado de excepción.


El jueves quedó demostrado que en Brasil existe una cultura política que afirma que cualquier respeto por derechos fundamentales debe ser sometido al escrutinio vigilante de las burocracias oficiales. En vez de una manifestación libre donde se expresen las divergencias –un derecho que debiera ser universal e irrestricto-, tenemos una situación de jerarquización de los individuos en función de su identidad como ciudadanos. Con esto, el Estado está diciendo que ser ciudadano no significa organizarse, protestar, hacer valer la propia voz, proponer cambios para una mejor sociedad.
En un Estado que se dice democrático, la integridad física y moral de sus ciudadanos debiera siempre ser un valor mayor que la integridad de las vías para la circulación fluidas de los vehículos. Es cierto, hubo algunos vidrios quebrados, algunas avenidas fueron bloqueadas, se quemó basura, etc.; pero nada de ello se compara con la violencia y el sádico frenesí de algunos miembros de la policía –tanto en la periferia, donde es recurrente y poco reportada, como ahora en el centro de nuestra ciudad excluyente-. Nada tienen que ver con las acciones de esta institución que nació enferma, y que sigue siendo la principal patología del Estado paulista. Se puede argumentar –cómo se hace con frecuencia y no sin razón- que la policía está compuesta también por trabajadores precarios, aunque no por eso son inocentes. No es posible sostener la teoría de la subordinación absoluta y la disciplina ciega como para justificar crímenes y violencia. Si la policía golpea y dispara por la espalda y a los ojos de los manifestantes, todo el aparato militar de la policía paulista debe ser examinado. La misma institución que  frecuentemente es puesta en tela de juicio por organismos internacionales y cuyo cierre ha sido promovido por la ONU. Si con las cámaras prendidas actúan de ese modo, ¿cuál será el modus operandi y la eficiencia táctica de esta policía –según investigaciones, la que más personas asesina en el mundo- en el “silencio de la noche” y en los rincones paulistas donde no llega la prensa? Nuestra hipótesis es que lo que hemos visto estos días en el centro de São Paulo es sólo una sinopsis, un teaser, un pequeño trozo de lo que ocurre cotidianamente en las periferias de las grandes ciudades brasileñas.
Lavarse las manos en un momento como éste, tal como lo ha estado haciendo hasta ahora el prefecto Fernando Haddad, es pactar con la ignominia, es ser indiferente a las luchas y las demandas de la población. Sociológicamente hablando, nuestra democracia política está más o menos paralizada, como quedó en evidencia el pasado jueves cuando el discurso que primaba era el del conflicto social como mera expresión del desempleo o manifestación de alienados contra la dirección política del gobierno. Cualquier manifestación demandando derechos o exigiendo mejor calidad en la provisión de los bienes públicos ha sido encarada por la clase política y las burocracias estatales a través como protestas mínimas o expresiones marginales frente al orden social. La participación y la disidencia son vigiladas y reguladas en función de su cooperación a la mantención del orden. Tal vez más que nunca Brasil esté desplegando con fuerza, de manera jerarquizada y autoritaria, el lema de su bandera: Orden y Progreso.

Estalló Brasil: “Nuestros 20 céntimos son el parque de Estambul”

por Francisco Peregil, desde San Pablo

Salieron de Facebook y tomaron las calles de Brasil como no se recordaba desde la época en que terminó la dictadura (1964-1985) cuando el pueblo exigía democracia, y desde los reclamos a favor de un juicio político contra el presidente Fernando Collor, en agosto de 1992. Lo que comenzó este viernes 14 de junio en São Paulo como un movimiento contra la subida de la tarifa del transporte público derivó el lunes en un grito histórico de indignación: cien mil personas en Río de Janeiro, 65.000 en São Paulo y decenas de miles en Brasilia, Maceió, Porto Alegre, Fortaleza, Salvador, Vitória, Curitiba, Belém y Belo Horizonte. En total, más de 240.000 ciudadanos, sin ningún líder visible, ni ninguna organización dominante, clamaron contra la mala gestión del transporte, la corrupción y la violencia policial, entre otras cuestiones.

Por encima de las pequeñas escenas aisladas de violencia, la noticia fue el orden y la paz con la que discurrieron las marchas. En Río de Janeiro un grupo de manifestantes invadió la Asamblea Legislativa. En São Paulo, otro pequeño grupo fue repelido por las fuerzas de seguridad cuando intentaron invadir el Palacio de de Gobierno. En Porto Alegre, la policía tuvo que dispersar con gas a varios manifestantes que apedrearon a los agentes. En Brasilia, decenas de manifestantes tomaron durante varios minutos el tejado del Congreso. Pero nada de eso logró empañar la estampa de cientos de miles de personas caminando pacíficamente por las principales capitales del país.
En São Paulo, donde se produjeron el mayor número de heridos y detenidos el pasado jueves, la policía se mantuvo a un prudente distancia y con escasísima presencia, mientras los manifestantes coreaban: “¡Que coincidencia, no hay policía y no hay violencia!». Había cientos de manifestantes, filmando, fotografiando, tuiteando todo lo que sucedía ante sus ojos. Y miles de ellos portaban cartulinas blancas, minipancartas, con pequeños mensajes dirigidos al mundo.
En las cartulinas había de todo. Desde el clásico “haz el amor y no la guerra” hasta “libertad para [Julian] Assange”, escrito en inglés; “No venga al Mundial”, también en inglés; “Disculpen las molestias, estamos mudando el país”; “No son los céntimos, son los derechos”; “Si algún céntimo fuera para educación, yo no estaría aquí”; “Por una vida sin tornos [en referencia a los del metro]”; “el transporte no es mercadería”; “Hace ocho meses éramos electores. Ahora somos vándalos; “Estamos luchando por usted”. Entre los cánticos de São Pablo el más repetido, acompañado por decenas de tambores en un ambiente plenamente festivo, fue el que invitaba a salir a la calle contra la subida de las tarifas en el transporte.
Diez días, más de 100 heridos y 230 detenidos después de su primera marcha en Sao Pablo, el Movimiento por el Pase Libre, que reclama el acceso gratuito al transporte público, ha hecho historia en el país. Pero ahora, las razones de la protesta son más vagas y ambiciosas. Cuando se pide a los entrevistados escoger una sola razón entre todas las que le han llevado a la calle, la respuesta casi nunca surge al instante. Pero termina llegando.
“Yo me manifiesto por los derechos humanos de los indígenas, de los homosexuales, de las minorías”, explica la activista Rebeca Lerer, de 36 años. “El aumento de la tarifa es sólo la gota que colmó el vaso”, añade. “Fuera de Brasil se dice que está todo bien, todo lindo, pero la cuestión de fondo es que no estamos solucionando los problemas históricos de desigualdad”.
Rebeca Lerer cree que la gestión del transporte en la ciudad más poblada de Brasil, con 11 millones de habitantes, fomenta esa “desigualdad histórica”. “La mayor parte de los recursos se destinan a la industria del automóvil y se deja a un lado el transporte público. El tráfico es un caos, mucha gente tarda tres y cuatro horas en llegar a su trabajo. Y entre las doce y las cinco de la mañana no hay transporte. En la periferia hay como islas de gente que nunca viaja al centro, porque para ellos trasladarse es un lujo. La ida y la vuelta desde casa al trabajo cuestan seis reales diarios (2,1 euros). Eso ya es mucha plata para muchos. Con esas condiciones, ¿cómo se puede permitir una subida?”.
“Los 20 céntimos de aquí son el parque de Estambul”, explica un grafitero de São Paulo, en referencia a las protestas que se desencadenaron en Turquía por la construcción de un centro comercial sobre un parque adyacente a la plaza de Taksim. “Yo llevaba varios años pintando grafitis en contra de las subidas”, añade el citado grafitero, quien prefiere no revelar su nombre. “Hace unos tres años, cuando subieron el precio a tres reales ya dije que era un robo. También pinté hace cuatro años contra la forma en que se estaba gestionando el mundial. Se está llevando por debajo de la mesa, sin transparencia. Y escribí en un gran muro donde decía que si se jugase la Copa de la Corrupción, Brasil ya la habría ganado. Pinté también muchas veces la frase ‘Vamos a las calles’, porque Facebook no basta. Y de pronto la gente respondió. Hay pancartas que decían ‘Hemos salido de Facebook”.
¿Por qué ahora? “Por dos factores: Estambul y la llegada del Mundial en 2014”, continúa el grafitero. «Lo de Estambul empezó porque el Gobierno pretendía destruir una plaza para construir viviendas. Y nosotros tenemos aquí mucha más tierra verde arrasada en la Amazonia que en toda Turquía. Así que ves a la gente de Estambul protestando y te preguntas qué hacemos parados. Y por otro lado, está el Mundial de 2014. Sabemos que todo el mundo nos mira y que somos el país del fútbol. Pero no queremos ser conocidos sólo por el fútbol”.
Su amigo y compañero militante en la tarea de difundir la protesta por las redes sociales, el fotógrafo Rafael Vilela, responde: “Yo me manifiesto porque creo que otro mundo es posible. Y quién sabe si dentro de unos años la gente recordará que todo comenzó por 20 céntimos”.
“Yo me manifiesto para pedir respeto”, añade el economista Caio Tendolini, de 28 años. “Hay falta de respeto de la comunidad religiosa a los gais. Y también de ciertas organizaciones gais que afirman que todos los evangélicos son racistas y homófobos. Hay falta de respeto hacia las mujeres que quiere abortar. Y el Congreso pretende aprobar un proyecto donde se prohíbe el aborto incluso en caso de violación. No se respeta a los pueblos indígenas porque se pretende destruir su hábitat en la selva para construir la presa hidroeléctrica de Belo Monte…” 
Esta semana la revista brasileña Veja se preguntaba de forma irónica en su portada: “¿Después del precio de los billetes, llegará el turno para la corrupción y la violencia?” “Eso es lo que nos critican los medios de la derecha”, señala Caio Tendolini. “Ellos atacan al Gobierno por la corrupción y la inseguridad. Y pretenden ridiculizar la protesta. Pero reclamar que no suba el precio del transporte es algo tangible, concreto. Acabar con la corrupción, no”.

Rousseff: «

Es así (un demo de sensaciones breves y profundas)

por Marcelo Laponia



Lado A:

El kirchnerismo es lo mejor que nos pudo pasar. Los juicios por derechos humanos y la consagración de varios derechos sociales. Estuve en la marcha del 25 de mayo. Vi a los pibes laburando durante las inundaciones, sobre todo en la Ciudad de La Plata. Hay mejores leyes en varios terrenos (asignación universal, YPF, jubilaciones, medios, etc). Veo fútbol gratis para todxs. Hay un esfuerzo porque la guita circule. Hay una disputa creciente con las diversas corporaciones mediáticas, financieras, judiciales. Pueden, si lo desean, comparar con las alternativas que nos presentan otras fuerzas políticas.

Ladp B

El kirchnerismo es una porquería atroz. Insensible a las tragedias;  arbitrario en el beneficio de la obra pública; aliado con poderes económicos (cerealeras, hipermercaodos, mineras, petroleras), mafias (sindicales, empresariales) y con personajes horribles como Vila o Manzano); sosteniendo en lo peor de las gobernaciones e intendencias (de Insfrán a Julio Pereyra, por nombrar uno de cada), identificado con un modelo neoliberal de consumo (Puerto Madero, Récord de venta de autos).

El kirchnerismo es una mierda: es lo mejor que nos pudo pasar.

Clinämen: Conflictividad y finanzas

 
Conversamos con Pedro Biscay, investigador de ilegalismos financieros y coordinador del área Fraudes Económicos y Bancarios de PROCELAC en el Ministerio Público de la Nación, sobre conflictividad y finanzas. El endeudamiento como vía de sujeción. YPF vista a la luz de la disputa por el ahorro y de la orientación de las inversiones. Blanqueo económico: asimetría entre poder financiero y poder político.

Victimas y victimistas

por Diego Valeriano
(@valeriano2015 )


Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima.
La victima siempre está en el centro de la escena política, las gestiones siguen su itinerario; ya sea para atenderlas, atacarlas o anularlas. Un hecho que produce víctimas cambia la agenda sí o sí; hace sonar teléfonos, genera reuniones, opera medios, despierta ambiciones.
Ahora bien, la víctima hace política y otros hacen política desde la víctima. Estos serían los «victimistas». Algunas fuerzas política cooptan su propia víctima afín a su ideario; otras corren desesperadas tras alguna victimas vacante.

Hay, sí, grupos especialmente victimistas. La izquierda es victimista por excelencia, desde los Mártires de Chicago hasta nuestros días. Es celebratoriamente victimista: lo confirman sus efemérides así lo confirman. El victimismo de la derecha lo asumen, en general, los medios de comunicación y se centra sobre la víctima anónima y común. Y cuanto más anónima, mejor: así pueden moldearla a su imagen y semejanza. 

También hay víctimas a disputar y los victimistas que las persiguen van cambiando con los años y las coyunturas. El kirchnerismo/cristinismo también asume una política victimista y, al hacerlo desde el Estado, le otorga un plus sorprendente. Sale a la caza de las víctimas y las va ganando una a una… y no duda en disputárselas, incluso, a sus familiares. Muy pocas víctimas quedaron fuera de su influencia: las legitima hasta destrozar su legitimidad. Juega con ellas, las pone a su merced como el gato maula. Pero en este proceso las reconoce, les da el valor que jamás tuvieron y hasta consigue que obtengan esa justicia que buscaban y nunca nadie les había dado.

Tarea difícil, entonces, la de las victimas que en su lucha por la ciudadanía popular van  dotándose de sufrimientos, dolores y algunas victorias. Victorias testimoniales y nobles, unas; y otras contundentes, pero pírricas.

Brasil en las calles

por Salvador Schavelzon (especial para Lobo Suelto!)

No fue un “cacerolazo brasileiro” contra un gobierno progresista o de izquierda, como algunos que ven a Dilma aliada de Cristina se apresuran a clasificar. Tampoco una primavera árabe tropical, ni una protesta convencional por un aumento. Dejó a todos “aturdidos”, decían analistas en los medios.

Fue algo nuevo. Fue política. Fue grande. Con respeto de su singularidad digamos que más que cacerolazo destituyente hubo mucho de Que Se Vayan Todos contra un gobierno autista, alejado de la gente, un sistema de partidos allá en lo alto y que no presenta (más?) ninguna alternativa o causas para endosar desde abajo…  Fueron movilizaciones con mucho abierto todavía, mucho por descubrir por la gente que ganó la calle después de mucho tiempo y que seguirá dándole sentido desde dentro.

El escenario donde ocurre: 15 mil millones gastados para organizar la copa del mundo en un país que continua teniendo decenas de millones de pobres, mala educación y salud, pésimo transporte y los bancos como mayores beneficiarios de todo el dinero que está entrando. No es un detalle el dato del Mundial… quizás los 30 mil millones de Belo Monte sean aún más escandalosos, pero la organización del mundial y olimpiadas trae al Brasil un clima de megalomanía y entusiasmo totalmente comercializado, chauvinista y imperial. Y en la calle de 11 ciudades, el 17 de junio, este delirio parecía estar siendo realmente cuestionado.

Un aumento de 20 centavos en el pasaje de colectivo y subte de San Pablo, y de otro tanto en el resto de las ciudades (decidido por cada gobierno) fue la chispa. “El pueblo despertó” cantaba la gente. “Venga a la calle contra el aumento” invitaban mientras circulaba sin rumbo pre-definido por la ciudad. En otra se le preguntaba a Dilma si Neymar valía más que la salud y la educación, no me acuerdo bien…

Fueron las movilizaciones más grandes desde 1992 (affaire Collor de Mello) y la falta de banderas, canciones conocidas por todos, camiones de sonido, vendedores de bebidas, puntos de concentración y caminos de desconcentración establecidos mostraban eso. Se cantaban canciones de la cancha, o inventadas en el momento. La concentración fue en una zona recientemente reurbanizada de la ciudad, redescubierta. Como no había recorrido establecido los automovilistas debieron esperar muchas horas en las esquinas de las avenidas tomadas, sentados al lado o dentro de sus autos. La movilización se dispersó por lo menos por tres caminos en San Pablo, ciudad donde participamos y desde donde escribo. Unos fueron para el palacio del gobernador del Estado (Provincia), que fue uno de los que decretó el aumento, otras dos columnas fueron para la Av. Paulista a donde la policía no había permitido entrar el jueves pasado, en la ya quinta movilización por el mismo tema en pocos días (desde el 6 de junio).

El grupo que organiza es el Movimiento Passe Livre, que en distintos estados organiza de forma horizontal y apartidaria la lucha por un boleto estudiantil, pero también por “tarifa cero” para todos y que viene poniendo nerviosos a gobernantes que no encuentran interlocutores, líderes o procedimientos previsibles.



Dilma venía de una mala semana, la habían silbado en la inauguración de la Copa de Confederaciones, ensayo para el mundial. La policía reprimió a manifestantes anti-copa y el ministro de deportes advirtió que no serían admitidas esas protestas. Ahora hubo grandes movilizaciones en ciudades con intendentes o gobernadores petistas, como São Paulo. Aquí, Fernando Haddad –ex profesor de ciencias políticas de la USP con tesis sobre Marx y Habermas, y ex ministro de educación – se mostró inflexible, con argumentos técnicos y justificando por ejemplo la represión policial de la marcha anterior. Mientras escribimos esto, sin embargo, parece venirse la anulación del aumento, o al menos la suspensión con discusión, a partir de la convocatoria de un Consejo de fuerzas Vivas de la Ciudad. Si no retrocede, como ya hicieron otros gobiernos (Porto Alegre) enfrentaría la calle nuevamente. Aunque la novedad tampoco permite prever si será in crescendo o no. Ya hay convocada una marcha para hoy a las 18, esta vez cerca de su sede de gobierno.


El día de las protestas, 17 de junio, el gobierno nacional sólo atinó a hablar de sus planes sociales. El ministro de Justicia había dispuesto la semana anterior tropas federales de la policía para frenar el “vandalismo”, como cuando enfrentan narcos en las favelas. En las redes sociales se expandió la interpretación de que eran movilizacion s golpistas de derecha (“cacerolazos”?), que recordaban las que antecedieron el golpe de 64, impulsadas por la derecha.  Alimentando esa interpretación habló Arnaldo Jabor, un famoso periodista de horario central de la TVGlobo, que se apresuró a decir que no eran todos vándalos, como la prensa los reconoció la primer semana, y que la protesta debía ser apoyada. Pero en la calle se sentía otra cosa. La gente rápidamente inventó canciones contra Jabor, y las protestas contra el aumento del transporte más bien ocupaban un vacío dejado por el partido que supo representar las demandas sociales y progresistas. Hubo hasta banderas del PT en la marcha.

Aunque mucho de la protesta y de las personas que salen por primera vez a la calle tiene mucho de inclasificable, desordenado, de a ser inventado… la interpretación del golpismo no procede. Comenzando porque los intereses del proyecto de la dictadura no están siendo amenazados por el PT. El prefecto Haddad, con mucha proyección después de haber ganado en una ciudad donde en general gana la oposición, sigue a la presidenta en la derechización de un partido que gobierna aliada a los sectores más conservadores: los ruralistas, las iglesias, los antiguos rivales reciclados de la dictadura que ahora acompañan al PT con las mismas reacciones, respuestas, interpretaciones que llegan desde el gobierno. El proyecto del PT tiene que ver con aumentar el consumo, “compren autos” recomendaba Lula, mientras Dilma ocupa sus horas en administrar una empresa constructora llamada Brasil, realizando los lugares comunes del neoliberalismo mezclado con desarrollismo de los ‘60y tecnocracia burocratizada.

Lejos de un “cacerolazo” de la clase media conservadora, entonces, fue más bien una ciudad recuperando su calle. La respuesta de la policía contra “vándalos”, cagándolos a palos y gasificando la semana pasada, llevó mucha gente a la calle, especialmente jóvenes y muchos históricos votantes del PT. El autismo de este partido contribuyó en un momento que parece contener fuerza que puede cambiar la política brasileira. No todavía de forma generalizada, en un país donde las largas transiciones con continuidad son más bien la regla. Pero ya sí para los que encontraron la calle y descubrieron un mundo nuevo.

Lo que convocó directamente, además de la violencia policial fue la indignación por un boleto de un dólar y medio que representa un tercio del salario de las familias trabajadoras. Un transporte público que es parte del gran problema del tránsito y costos de transporte para toda la ciudad. Pero junto a la consigna contra el aumento de 20 centavos, se escuchaba “no son sólo los 20 centavos”. “Los 20 centavos son nuestro parque de Turquía”, algunos explicaban. Se trata de participar, encontrar una voz propia en una ciudad recuperada.

Era un nuevo San Pablo fluyendo por las calles, ciudad que solía ser más conservadora que otras (Brasilia, donde ayer se ocupó el congreso; Río de Janeiro, donde se reprimió con balas de plomo) y que ahora inició estas nuevas movilizaciones. No hay indicios de qué pasará. Partidos de izquierda que intentan entrar y explicar u orientar, un gobierno que apuesta a que la ciudad vuelva a la inercia. Las políticas sociales como credencial de un gobierno que sólo se sostiene para el votante progresista movilizando el fantasma de la derecha, que hipotéticamente sería mucho peor, porque supuestamente cortaría el Bolsa Familia y privatizaría Petrobrás.

Pero la civilización de los autos paró por un día. La gente marchando por lugares de la ciudad que generalmente es tomada por el tránsito lento y edificios espejados fue de la protesta, el arte, el encuentro. Muchos calculan, especulan, pregunta en qué se va a transformar todo esto. Preguntas que dicotomizan y polarizan no entendiendo que lo importante es lo que ya pasó, lo que significaba la gente en la calle, y lo que seguirá significando, por caminos nuevos abiertos por las avenidas ocupadas y la fuerza descubierta para soñar.

Good Show: la disputa por la percepción (entre Periodismo Para Todos y «Unidos y Organizados»)

por Partes Naturales

La batalla por lo que se ve y lo que se dice

Si Perodismo para todos (PPT) fuera simplemente un show bien hecho, en el sentido de “despolitizado”, tal y como apuntaron recientemente desde 6,7,8, no incomodaría tanto al oficialismo. Después de todo, un programa banal que capta público banal no puede preocupar a un gobierno movilizado.

Encender la alarma ante el presentimiento de que los banales puedan ser muchos, roza el prejuicio que el prestigioso Jacques Ranciére denominó el “odio a la democracia” (por lo que no consideramos esta opción).

Si 6,7,8 habla se obsesiona con el tema, es porque el tema importa. Y es que una cosa no quita a la otra: un show que triunfa como show político importa en la medida en que sea capaz de hacer un buraco a ciertas pretensiones comunicativas oficiales.

Todo lo cual refuerza nuestra impresión de que lo que está aquí en disputa son los umbrales de percepción de la población. Y esa lucha se da sobre todo en el plano de los medios.
Tras las denuncias de corrupción hay más que mera oposición

Lanata no es, como se dice, el jefe de la oposición. Es más que eso. Es el único rival de peso que enfrenta al kirchnerismo en la batalla desatada en torno de la percepción de la realidad; encarnizada disputa por decidir qué cosa tenemos que entender por “país real”, y qué otra debemos descartar como “país virtual”.

Se trata de una guerra discursiva en un sentido amplio. Una guerra en la que el lenguaje adquiere su sentido a partir de -y apunta a operar sobre- las capas no-linguísticas del sentido.

No se trata sólo de instalar el tema de la corrupción. Más radicalmente, la corrupción opera como tópico común en torno al cual proponer un lenguaje (unos gestos, unos modos de reconocimiento) para un público que día a día defiende su derecho no ya a ciertos parámetros de consumo, sino también (y sobre todo) a una tonalidad emotiva (cínica) legítimamente adquirida en las arenas ultra-competitivas de la calle y los mercados.

Cinismo y moralismo

Ese público (que domingo tras domingo deviene público-espectador) no se organiza políticamente según las teorías liberales de los partidos políticos, ni según las teorías populistas de la militancia.

Se trata de un público neoliberal, en el sentido no peyarativo del término. Su forma política tendencial es la “sociedad civil”; es decir, un conjunto de reglas y hábitos a partir de las cuales se negocian horizontalmente las diferencias; una racionalidad de emprendedores a la cual el gobierno debiera satisfacer.

Su expresión política electoral es débil y oscilante, porque opera por identificaciones fugaces. Su horizonte es la constitución de una forma estado capaz de seguir, liberal, los humores de la hoy irritada sociedad civil, que rechaza la gestualidad pública del oficialismo.
La corrupción es -siempre lo fue- el gran tema de Lanata. El punto de entrecruzamiento entre los umbrales de percepción (lo que se ve, lo que se dice) y los umbrales morales (lo que se debe hacer, lo que no se debe); cinismo y moralismo como revestimiento de una enunciación belicosa, eficaz a la hora de conquistar el control –y el lenguaje- de las redes sociales.      
Un enfrentamiento de regímenes de signos (ejercicio de pragmática)

El mundo-Lanata y el mundo-de-la-militancia (Unidos y organizados), constituyen constelaciones semióticas propias diferenciadas, hoy enfrentadas. Asistimos a un choque estratégico de regímenes de signos. El kirchnerismo emplea unos signos y el lanatismo otros. Podemos aprovecharlos para hacer ejercicios de pragmática: ¿qué pone en juego, qué enuncia cada uno, qué fuerzas agencian?

Lanata organiza un público-clientela-consumidor-espectador de show político, y Cristina unifica y organiza, como un vértice mítico-institucional a una militancia, social y política, joven y no tanto, orgánica y no sólo.

Contra la creencia emanada de las aulas de la carrera de comunicación de la UBA, analizar regímenes de signos no es acotarse al plano idealista de la lingüística, siempre abstracta, pero nunca lo suficiente como para captar el funcionamiento efectivo de los hechos.

Al suponer que la atención a los discursos subestima el campo material-contextual de la realidad histórica reducen (los licenciados de la comunicación) por su cuenta el discurso a lo lingüístico (como termina haciendo la politología de Ernesto Laclau).

Pero las cosas no se dan así. La realidad más real, esa que determina incluso al lenguaje, se da dentro del discurso mismo. Cuando tratamos de analizar lo real-político no podemos menos que tratar su materia prima: los signos. 
Los signos, que remiten a fuerzas, que refieren a cuerpos

Todo régimen de signos remite a una política (o maquínica) de los cuerpos. Para el caso del lanatismo (PPT) se trata de dotar de una gestualidad y de lenguaje posible a cuerpos que practican un ideal movilidad, un cierto sentido común del tipo de “idioma compartido” para el animal urbano cualquiera.

Se trata de una afectividad, una lengua y unos códigos que se reconocen en la ciudad y que organizan la conversación. Quizás coagulen de vez en cuando en escenas caceroleras, pero la cosa va más allá.

Incluso cuando no coagule, opera como trasfondo de un estilo compartido, una cierta opinología de conversa o de red social destinada a contra-restar afectividad de kirchnerismo, y a su retórica percibida como contundente y con respuestas para todo.
Un ademán y una palabra para la hegemonía progresista

Y es que PPT logró la proeza da dotar de ademán y palabra, posición y afectividad común a una constelación anti-kirchnerismo nada cómoda con el mote de “gorila”: un mundo de gente que deseaba oponerse a un kirchnerismo considero como demasiado extremo, sin sentirse “de derecha”.

La enunciación (y el tono) de PPT viene a satisfacer la necesidad de un posicionamiento tal. Hacía falta poder decir, acorde a la aplastante hegemonía progresista de estos tiempos: “somos una mayoritaria progresista y antikirchnerista; dado que el kirchnerismo malversa al progresismo con todo su aparataje de soldados-militantes tan obedientes como dispuestos al enfrentamiento”.

Ahora bien, todo lo que Lanata produce como mundo de sentido, carece una de traducción electoral. Tal vez su interpelación anticipe una dispersa mayoría electoral, no lo sabemos. Lo que es seguro sí es que incluso si se constatara una amplia influencia del lenguaje de PPT en el plano político, esta no se traduciría en una fuerza política militante comparable con Unidos y organizados (UyO).

La crítica y el mundo de los enunciados: UyO

Nada se esconde en el mundo de los enunciados. La crítica no devela sus secretos sino que expone las reglas de su constitución. “Unidos y organizados” (UyO) y “Periodismo Para Todos” (PPT) son más que consignas.

UyO es un enunciado proveniente del mundo de las técnicas organizativas y refiere de modo directo a la idea de que hace falta una cierta disciplina, una claridad común de conciencia, un determinado compromiso y sobre todo una capacidad de movilización, si lo que se quiere es que lo que se empezó a transformar post crisis siga su curso.

UyO constituye una máquina capaz de controlar, dentro de lo posible, oscuras oficinas de un estado difícil de hacer funcionar; capaz de gobernar las capas siempre rebeldes de los peronismos que no obedecen a la presidenta; capaz de montar escenarios sociales que anticipan y viabilizan intervenciones provenientes de la voluntad presidencial; capaz de enfrentar al poder que, según entienden, no está en las instituciones democráticas sino en las corporaciones a las que se trata de enfrentar según una gradual y cuidada estrategia.

UyO quiere nombrar, sobre todo, una transformación incorporal de los cuerpos que se entregan a la militancia. El kirchnerismo no es una impostura ni una ilusión sino un juego de desterritorialización y reterritorialización de los cuerpos llamados militantes, movilizados primero encuadrados a partir de una nueva concepción que combina hábilmente retazos de mitologizacion y tecnologías de organización política.

Por supuesto, este movimiento de las militancias resulta inseparable de una sociedad en movimiento (desde el 2001 por lo menos), y de una preocupación centrada en dar gobernabilidad. Desde el derecho al matrimonio homosexual al reconocimiento de la organización Milagros Salas en Jujuy, pasando por los nuevos sindicatos y agrupaciones estudiantiles, el movimiento se traduce en organización, y la organización en capacidad de gobierno. Dicho proceso supone tanto una modificación de las diversas situaciones como una fijación de esos movimientos en torno a unos ejes simbólicos y modos de ser a veces muy tradicionales.

El mundo PPT

Volvamos al régimen de signos de PPT, a su relación con el mundo de los hábitos. Sucede allí una también lo que cierto lenguaje filosófico llamaría una “desterritorialización relativa”, ligada a cierta vitalidad del mercado y a la movilidad individual (expresada en las redes sociales) a la que viene aparejada. Esta desterritorialización relativa va acompañada por una “reterritorialización” muy fuerte en torno a los paradigmas del consumo, al valor de la moneda y el poder de la pantalla televisiva (y a las tramas empresariales que la organizan).

PPT no sería posible en época de escases: le habla a sujetos orgullosos de su capacidad de circulación/confort (al flujo de las redes económicas y comunicativas). El valor de esta movilidad, vinculado al imaginario del viaje (turístico/de estudios/profesional), a la libre disposición de la propiedad acumulada y a la libre apropiación (y usufructuo) de la moneda.

Pero PPT le habla también a subjetividades flexibles (y flexibilizadas) en relación con el trabajo, los vínculos familiares y en general a subjetividades post-disciplinarias que no reverencias viejas formas de autoridad. Junto a estos elementos de circulación y flexibilidad encontramos también un valor-velocidad (subjetividadzapping, oportunista, de calle y de red).

¿Existe un potencial de efectividad política, además de comunicacional, en este régimen de signos? El cacerolazo es un tipo de organización política que liga muy bien con estos modos relativamente desterritorializados de los centros urbanos (en oposición por ejemplo, al piquete como forma muy territorializada). Necesitamos entender, darle una lectura más adecuada a estas disposiciones corporales concretas heredadas del neoliberalismo, formas de desterritorialización relativa específicamente capitalistas: libre cambio de moneda, libre intercambio, autoempresarialidad.  Es un fenómeno de movilidad sí, pero relativa, en la medida en que reconduce toda actividad, todo movimiento a la forma mercancía, a la forma valor.

Por su cuenta el kirchnerismo también supone un juego de desterritorialización relativa, que se beneficiada de la alta desterritorialización previa (de cuerpos, asambleas, piquetes, derivas caceroleras urbanas, toma de fábricas, cartoneo; de enunciados: “sin patrón”, “que se vayan todos”, “dignidad”) efectuada por los movimientos sociales a partir de la crisis del 2001; y que opera un proceso posterior de ampliación del consumo, es decir, del desarrollo de diferentes axiomas a partir de los cuales ampliar el movimiento mercantil ligado a una reterritorialización a partir de nuevos accionas en el aparato del estado y en cierto uso de la memoria histórica.

En el kirchnerismo se reterritorilaza el movimiento social en los territorios, la juventud en la memoria histórica, y los flujos de mercado en gestión política.

PPT y UyO son enunciados límpidos, que no agotan el paisaje mediático, pero que nos permiten desplazar nuestra atención a los titulares políticos a la batalla por la percepción que se realiza hoy día, sobre todo a partir de los medios. Queda mucho por penar en esa dirección. Lo que quisimos mostrar es que para avanzar en esta línea poseen valor práctico conceptos como régimen de signos, y desterritorialización relativa. No como categorías, sino como imágenes plásticas. No como buenos alumnos, sino como función analítica de nuestro presente.

Para pasar el finde XXL: Diablo (2011)


Marcos Wainsberg es un boxeador de mediana edad, retirado después de matar a un contrincante en el ring de un sólo puñetazo. Un día, mientras espera la llegada de su ex novia para intentar recomponer la relación cae en su casa su primo Huguito, el clásico chanta porteño, con la camisa manchada de sangre. Al mismo tiempo, Franco Robles, un poderoso magnate corpororativo, se encuentra hospitalizado esperando un transplante de hígado. Pero alguien se lo robó, y la vida de Robles pende de un hilo. Mientras un grupo de parapolicías trata de encontrar el hígado perdido, Marcos desconfía de las intenciones de su primo. La ciudad está en caos, y hay rumores de que el mismísmo Satán está regalando narcodólares a los pobres. Sumémosle a esto la avaricia de la hija de Robles y un delirante personaje llamado Café con Leche y el resultado es un cocktail molotov de humor negro, mala leche, sangre, huesos rotos, algo más de mala leche y un poquito más de sangre.
Dirección: Nicanor Loreti
Guión: Nicanor Loreti, Nicolás Galvagno

Brasil: el precio del progreso

por Boaventura de Sousa Santos

Con la elección de la presidenta Dilma Roussef, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de atrás, pero tuvieron un nuevo impulso: Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente, Rio+20 en 2012, Mundial de Fútbol en 2014, Juegos Olímpicos en 2016, lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes”, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), nombramiento de José Graziano da Silva como director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2012 y de Roberto Azevedo como director general de la Organización Mundial del Comercio a partir de 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en África, principalmente en Mozambique, fomento de la gran agricultura industrial, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y la cría de ganado.
Beneficiado por una buena imagen pública internacional granjeada por el presidente Lula y sus políticas de inclusión social, este Brasil desarrollista se impone ante el mundo como una potencia de nuevo tipo, benévola e inclusiva. No podía, pues, ser mayor la sorpresa internacional ante las manifestaciones que en la última semana sacaron a la calle a centenares de miles de personas en las principales ciudades del país. Si ante las recientes manifestaciones en Turquía la lectura sobre las “dos Turquías” fue inmediata, en el caso de Brasil fue más difícil reconocer la existencia de “dos Brasiles”. Pero está ahí a ojos de todos. La dificultad para reconocerla reside en la propia naturaleza del “otro Brasil”, un Brasil furtivo a análisis simplistas. Ese Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades. La primera es la narrativa de la exclusión social (uno de los países más desiguales del mundo), de las oligarquías latifundistas, del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y racistas, una narrativa que se remonta a la colonia y se ha reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy. La segunda narrativa es la de la reivindicación de la democracia participativa, que se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente que condujo a la Constitución de 1988, en los presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de municipios, en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992, en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal). La tercera narrativa tiene apenas diez años de edad y versa sobre las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas.
Lo que sucedió desde que la presidenta Dilma asumió el cargo fue la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas narrativas. Y como en política no existe el vacío, ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción. Las formas de democracia participativa fueron cooptadas, neutralizadas en el dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obcecadas  por el deseo de éste. Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor. La calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional, que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento” simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la industria extractiva).
La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso. Asumió una actitud de indisimulable hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta legislativa conocida como cura gay. Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido el país que se despertó, fue la presidenta quien se despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma dejó claro que las respuestas represivas solo agudizan los conflictos y aislan a los gobiernos. En ese sentido, los alcaldes de nueve capitales ya han decidido bajar el precio de los transportes. Es apenas un comienzo. Para que sea consistente, es necesario que las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido. Si fuese así, Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso.

Los pliegues de las movilizaciones en Brasil

por Salvador Schavelzon 
(especial para Lobo Suelto!)


¿Había un fondo fascista por detrás de los jóvenes movilizados? ¿o el horizonte sigue siendo el de nuevas luchas en una calle ganada, a pesar de voces minoritarias desprestigiadas? Lo que para algunos es fascismo y amenaza de golpe sobredeterminando las movilizaciones, especialmente después de que los distintos gobiernos locales dieran marcha atrás en los aumentos del transporte, para otros es esperanza en cambios profundos con una población que salió de la inercia consumista… ¿es un movimiento de izquierda contra un gobierno autista y conservador o hay que salir a apoyar el gobierno?

Quizás reversibilidad de una historia sin dirección pre-definida, con fantasmas del pasado que se chocan los hombros con deseos de cambiar el país, y que afloran en un país que empieza a hablar desde las calles después de cambios subterráneos profundos. En estas voces difíciles de codificar, se escucha mucho que ya no hay izquierda y derecha pero al mismo tiempo nunca parecieron estar tan marcadas las posiciones en el debate. Una masiva movilización generada por lo que se entendía como abuso, y expresiones violentas que las mayorías denuncian  pero que no es difícil entenderlas también como continuidad más radicalizada de tendencias que recorrieron la política de estos días.

Después de dos semanas desde que empezaron las protestas y cuatro días de que el reclamo se volviera masivo, algunos descubrieron que pueden hacer un país más justo desde la movilización. Pero con el gobierno fuera del centro de atención, la continuidad de las movilizaciones se encontró en Rio de Janeiro y otros lugares con la vocación violenta y descontrolada de la policía militar, protegida por la TV Globo, que trabajaba codo a codo con la policía para cubrir con su relato el accionar represivo, mientras buscaba direccionar el sentido de las calles a una crítica que vendría de fuera de la política, del televidente indignado, contra la corrupción. Al mismo tiempo, en São Paulo y otros lugares, un nacionalismo de extrema derecha instigó repudios violentos contra bandera rojas de partidos, apoyados por vecinos que llevaban carteles contra las “limosnas” (el Programa social Bolsa Familia) o insultaban a Dilma, provocando la retirada inmediata de muchos de los que se movilizaron los primeros días, y dejando un gusto amargo que varios interpretan como intento de golpe de Estado.

Una semana que comenzó con movilizaciones inesperadas que sorprendieron recolocando la política en las calles del Brasil, terminó así despertando una serie de monstruos que hasta entonces no salían mucho de las pequeñas cajas de comentarios en Internet. Distintas camadas superpuestas nos fueron llevando del tema de la decisión de escritorio de administradores de ciudad, a los límites constitucionales y morales de una república que está en crisis y se reencuentra con los grandes perfiles de su historia, sus excluidos, sus miedos y deseos de transformación.

Cuánto más crecía y se expandía más Imposible era indicar sus causas y composición con precisión. La protesta alcanzó decenas de ciudades, salió de grupos de jóvenes recién llegados a la política en universidades en expansión, pero por la mitad de la semana incluyó protestas en las periferias. Después del triunfo de la movilización –con la revocación del aumento en los precios del transporte– continuó en las calles con millones de motivos acumulados y arrojados contra las puertas de un poder público que las mantenía cerradas y que no pudo general aún una respuesta a la altura de las circunstancias, confundida y mandando la policía.

No eran sectores emergentes pidiendo derechos de establecidos, tampoco excluidos que en el Brasil potencia buscan incluirse con demandas. No es tampoco un Brasil que sale en tiempos de crisis, como se apresuran los que siguen datos macroeconómicos que ven un freno en la curva progresiva. Era política desordenada, sin líder, sin nombre, sin un único sentido. No era un intento desestabilizador contra el PT y se vieron en las marchas, más bien, grupos del PT que buscaron sumarse, el jueves especialmente, cuando el gobierno expresó simpatía con las movilizaciones. Tampoco era manipulación de la prensa, que más bien se perdió enredada en la cuestión del “vandalismo”, aunque sin duda plantó consignas –como la de la lucha contra la corrupción, fácil herramienta del rating televisivo– y llevó manifestantes a la calle, enrareciendo, complejizando y dando letra a los impulsos iniciales. Había carteles anti Dilma, pero no era golpista la intención de los millones movilizados y más bien esa interpretación parece hablar de la sordera de arriba que esta semana mostró un Brasil en las calles.

El precio del transporte, no debe ser olvidado en cualquier intento de caracterización. No eran sólo 20 centavos, quedó claro en estos días, cuando su valor representa un tercio del salario mínimo y no se condice con las pésimas condiciones de viaje en ciudades colapsadas. Este primer catalizador que se mostró convocante y legítimo, es interesante porque no es ajeno al tipo de demandas que están en la conciencia y formación histórica del PT. Mientras los gobiernos de las ciudades más grandes iban reaccionando ante la fuerza de la calle, se empezó a saber algo de un mundo con costos del transporte maquillado por las empresas, financiamiento del servicio que recaen sobre las espaldas del usuario en mayor porcentaje que en otros lugares del mundo (sólo el 10% es de la empresa) y un tema central en las ciudades de hoy que se estructura de manera muy injusta, y además resulta familiar con como todos los temas estatales se organizan. En este sentido la respuesta gubernamental inicial de silencio o represión policial, sea cual fuera el partido del poder, no podía sino reforzar la lectura de un vacío, donde en el pasado podía estar el PT proponiendo otra política.

En la calle, las críticas a la magnitud de dinero transferido de cofres públicos a un pequeño grupo de empresas, en el transporte, se conectó inmediatamente con el caso del financiamiento público al mundial de fútbol, justo cuando la FIFA organiza un ensayo para el mundial con la Copa de las Confederaciones, que fue blanco de protestas. Del transporte, se pasaba al fútbol, permitiendo aflorar algo de lo que expulsión de habitantes en zonas turísticas, faraonismo megalomaníaco y contratos demasiado grandes con demasiado poco control habían venido alimentando. Algo de esto también se encuentra con el ciudadano que está harto de la corrupción, pero más bien se conecta con conflictos locales que no alcanzaron tanta difusión, como algunos que acompañaron obras del metro en São Paulo, o la demolición de un histórico museo indígena en Río de Janeiro para la ampliación del estadio Maracaná. Ciudad que recibirá la final de la copa del mundo y antes al papa Francisco –en una visita cuyos gastos también son criticados- ponen un alerta que hasta ahora sólo tiene desde el gobierno un plan de contingencia militar.

Otra de las discusiones que recorrieron la semana tuvo que ver con las formas de participación política. Un movimiento horizontal surgido en el Foro Social Mundial de 2005 y que propone anular las tarifas del transporte, dejó nerviosos a negociadores políticos, inteligencia del Estado, la policía y periodistas que buscaban individualizar y entender formas políticas que con fuerza se muestran como la contra cara de un poder político autista, que siguió mandando la policía y sólo atinó a cancelar inversiones para suspender el aumento como medida de emergencia que buscaba restablecer el orden, sin realmente sentarse a discutir una respuesta relacionada con la problemática que se discutía. El Movimiento Passe Livre además abría discusiones sobre lo colectivo, no sólo para pensar políticas de Estado sino desde la propia forma de organización y manifestación política.

El jueves, ya con la medida anulada, se manifestaron más de un millón de personas en varias ciudades, según los datos de la prensa que hasta entonces se caracterizó más bien por minimizar los números de movilizados. Ahí cobró sentido una idea que recorría las manifestaciones desde el principio: “no son sólo 20 centavos”, “queremos más”. Era cuando los partidos de izquierda y jóvenes que habían iniciado la protesta con pocas personas a principio de mes, se encontraban ahora con grupos embanderados de verde y amarillo gritando contra la corrupción, grupos fascistas que agredían y quemaban banderas de partidos, además de mucha gente suelta que pedía más u otra cosa, con carteles hechos en casa o en el patio de la facultad, contra la homofobia que el congreso había expresado en la misma semana (con la propuesta de la “cura” gay), por salud y educación, o simplemente por encontrarse y tomar las calles.

El contenido fascista afloraba  de un movimiento que era fuerte por su capacidad para discutir un tema sensible de un sistema injusto. Mientras entusiasmaba la posibilidad de un nuevo Brasil que en los últimos años no había salido a las calles, la izquierda se encontraba con una reacción que no quedaba claro si se trataba de una coincidencia incómoda o si era en sí misma una respuesta intolerante contra fuerzas de cambio que se habían liberado. Emir Sader, un conocido operador petista de las redes sociales, mostraba el desconcierto. A la mañana del jueves manifestó que ese día iría a las manifestaciones con su camiseta roja, como parte del movimiento de algunas bases del PT, y de las propias declaraciones de Dilma y Lula que saludaron las protestas del lunes. A la vuelta, escribía para sus contactos que “a partir de hoy, los que participen de estas manifestaciones estarán apoyando las hordas fascistas que quieren terminar con la democracia en Brasil”.

¿Pero por qué el PT? Preguntará el lector que no estuvo leyendo sobre las alianzas de Dilma con el viejo poder, con los ruralistas en la invasión de territorios indígenas y destrucción de la Amazonia, con las demandas religiosas de derecha y homofóbicas, con el poder financiero y las grandes constructoras que generaron no pocas reacciones y protestas de menor visibilidad. ¿No es que el Brasil crece y le va bien, con millones de personas recién llegadas a la clase media, desarrollo con inclusión social, exportaciones en expansión, protagonismo en el mundo y éxito en la organización de eventos deportivos internacionales? Vemos en las revistas que los brasileros son compradores de departamentos caros en Manhattan y tienen en San Pablo representantes de las tiendas y marcas más exclusivas del mundo. Dilma, además, hasta la semana pasada al menos contaba con 80% de aprobación según esas encuestas que forman parte de los modos de existencia de un poder encerrado en sí.

Evidentemente hay más que un Brasil, y eso es lo que quedó claro esta semana con las movilizaciones y en las propias movilizaciones, para muchos. No hace falta recurrir a estadísticas para retratarlo. Si te tocó estar en el lado más difícil en la ciudad, no tendrás buena escuela y hospital, viajarás varias horas hasta el trabajo por día y posiblemente sufras de violencia policial. Si no sos de los reducidos grupos económicos con ganancias extraordinarias, sin duda tendrás mucho para acercarte con simpatía al nuevo Brasil de la movilización. Un Brasil que se encontró con sus monstruos en la calle pero también con su yo de la política en sus manos, que hasta ahora parecía nomás ser su otro. 

Revuelta Brasileña: entrevista a Giuseppe Cocco

por Patrícia Fachin
(Especialmente para Lobo Suelto!)


Hubo manifestaciones sociales masivas descontentas con la política y la economía en Oriente, España, Wall Street. Ahora llegan a Brasil. ¿Por qué? ¿Qué representan las manifestaciones sociales de estos días?

Podemos empezar diciendo que lo que caracteriza a estas manifestaciones es que no representan exactamente nada, a la vez que, por un tiempo más o menos largo, expresan y constituyen todo. Tienen una dinámica intempestiva, huyen de cualquier modelo de organización política (no sólo de los viejos partidos o de los sindicatos, sino también del tercer sector, de las ONGs) y afirman una democracia radical articulada entre las redes y las calles: auto-convocatoria y debates en las redes sociales, participación masiva en las manifestaciones callejeras, capacidad y determinación para enfrentar la represión, e incluso capacidad de construcción y de autogestión de espacios urbanos como fueron la Plaza Tahrir, las acampadas españolas, los intentos de Occupy Wall Street y la Plaza Taksim en Estambul (Turquía). Para cada una de esas olas y para cada una de las que llamamos “primaveras[1]” hubo un disparador específico, pero todas disponen de una misma base social (por diferenciadas que sean las trayectorias socio-económicas de los diferentes países) y de los mismos procesos de subjetivación. En el caso de Brasil, todo el mundo sabe que el disparador fueron las protestas contra el aumento de precio de los boletos de los transportes públicos. Como en el caso de otras marchas, la manifestación en San Pablo fue violentamente reprimida por la Policía Militar. Sólo que esta vez la chispa no se apagó en una “marcha de la libertad” e incendió San Pablo y todo el País. Pero saber que ese fue el disparador no nos permite avanzar en el análisis.

¿Por qué ahora? Es difícil responder y tal vez la característica propia de este tipo de movimiento sea que nadie sabe proponer explicaciones “objetivas” indiscutibles. Así y todo, podemos avanzar en 3: la primera tiene la forma de un segundo “disparador”, y es la casi coincidencia entre la represión de la marcha por el pase libre en San Pablo, y la renovación de las primaveras árabes y del 15M español en las durísimas luchas de la multitud turca en la Plaza Taksim, en Estambul (no por nada, en la segunda manifestación carioca, que juntó diez mil personas, uno de los gritos era: “acabou a mordomia, o Rio vai virar uma Turquia” [Se acabó la mayordomía, Rio va a ser otra Turquía]); una segunda explicación reside en el hecho de que este ciclo de “revoluciones 2.0” empieza a tener una duración consistente (de más de 3 años) y entró en el imaginario, en el lenguaje de generaciones de jóvenes que ya no se forman opiniones en la prensa, sino directamente en las redes sociales; la tercera explicación es más consistente, y la más importante, y se relaciona con estas “nuevas generaciones” del Brasil de hoy, o sea, estas generaciones de jóvenes que sólo conocieron el Brasil de Lula. Lo increíble y hasta irónico es que el propio PT no lo haya previsto y haya sido incapaz hasta hoy de percibir este dato importantísimo. 

¿Qué puntos en común existen entre las manifestaciones brasileñas y las que vienen ocurriendo en otros países del mundo?

Como ya dijimos, los puntos en común son más importantes que las diferencias, que sólo resaltan la cualidad específica de cada evento.

En un primer nivel, tienen en común una articulación entre las redes y las calles como proceso de auto-convocatoria a las marchas que nadie consigue representar, ni siquiera las organizaciones que se encontraban en el epicentro de la  primera convocatoria: el intento de “empoderar” a los pibes del Movimento pelo Passe Livre em São Paulo (“oficializados” por la presencia en el Roda Viva y en la negociación con la Municipalidad y el Estado de San Pablo) demostró que ellos no controlan ni dirigen un movimiento que se auto-reproduce de manera rizomática (las manifestaciones ocurrían al mismo tiempo sin respetar ningún tipo de “tregua”).

En un segundo nivel, tienen en común el agotamiento de la representación política. En Brasil, este fenómeno fue totalmente subestimado por la “izquierda” y, sobre todo, por el PT, porque no lo entendieron (y no lo entienden). Inicialmente pensaron que era un problema de las autocracias del Norte de África (Túnez y Egipto); después, que era la incapacidad de los socialistas españoles (el PSOE) de responder de manera soberana a las injerencias de las agencias internacionales de calificación o del Banco Central Europeo (BCE). Después creyeron que el 15M español no conseguía encontrar una nueva dinámica electoral, mientras que el partido de Beppe Grillo mostraba en Italia un fenómeno electoral totalmente nuevo y desgobernado. Enseguida, pensaron que Egipto y Túnez habían sido normalizados electoralmente por el islamismo conservador, cuando se da el levantamiento turco contra el gobierno islámico moderado. En Brasil, el PT y su gobierno (y su coalición) pensaban que estaban blindados por los recientes éxitos electorales (la elección de Haddad en el municipio de San Pablo, la reelección casi plebiscitaria de Paes en el municipio de Rio), por estar en un ciclo económico positivo y por haber creído, en fin, que el santo grial del “nuevo modelo” económico consistiría en realidad en reeditar el viejo nacional-desarrollismo, rebautizado como neo-desarrollismo. Lo que la izquierda como un todo y el PT en Brasil no entendieron es que la crisis de representación es general (aún si tiene síntomas y manifestaciones diferenciadas) y que los levantamientos de la multitud en Egipto, Túnez, España, Turquía y ahora Brasil son la expresión, entre otras cosas, de un rechazo radical a esa manera auto-referencial de pensar de los gobiernos y los partidos políticos.

En un tercer nivel, hay un punto en común central entre todos estos movimientos: la base social de esta producción de subjetividad es el nuevo tipo de trabajo que caracteriza al capitalismo cognitivo. Las redes que protestan y se constituyen en las calles de Madrid, Lisboa, Roma, Atenas, Estambul, Nueva York y ahora de todas las ciudades brasileñas se forman en el trabajo inmaterial: estudiantes, universitarios, jóvenes precarios, inmigrantes, pobres, indios …. o sea, la composición heterogénea del trabajo metropolitano. No por nada, por un lado, una de sus principales formas de lucha fue la “acampada” o el “occupy” y, por el otro, el levantamiento turco y el brasileño tuvieron como disparador la defensa de las formas de vida de la multitud del trabajo metropolitano: la defensa del parque contra la especulación inmobiliaria (la construcción de un Shopping) en Estambul y la lucha contra el aumento del costo de los transportes en el caso de Brasil.

En comparación con estos puntos en común, las diferencias son mucho menores, aun cuando existen (y son incluso obvias). Podemos aprehender esas diferencias desde el punto de vista de las condiciones objetivas de cada país y desde el punto de vista de cómo cada uno de esos movimientos fue transformando (o no) la fase destituyente en momento constituyente. Así, el 15M español se presenta como la experiencia que logró durar más, pese a no haber revertido las políticas económicas. Las revoluciones árabes fueron normalizadas con las victorias electorales conservadoras, pero los levantamientos se hacen endémicos. En Turquía e incluso en Brasil, no sabemos –literalmente– qué es lo que va a pasar. Es en el plano de las condiciones objetivas que encontramos la mayor diferencia: en España y en el Mediterráneo en general, las revoluciones están marcadas por los procesos de “desclasificación” de las clases medias. En Brasil es exactamente lo contrario: todo esto ocurre en el ámbito y en el momento de la emergencia de la “nueva clase media”. Sólo que esta nueva composición de clase es, en realidad, la nueva composición del trabajo metropolitano, que lucha por los parques o por los transportes públicos: ascendiendo socialmente, los pobres brasileños se convierten en aquello en que las clases medias europeas se convierten bajando: en la nueva composición técnica del trabajo inmaterial de las metrópolis.

Además del aumento del precio de los boletos, ¿qué otros motivos que desencadenaron las manifestaciones?

Podemos adelantar dos respuestas.

La primera es que, bien pensada, esa pregunta encuentra su respuesta en una simple reformulación: “¿por qué en las ciudades y metrópolis brasileñas no hay más luchas y más levantamientos por el sin número de motivos que los justificarían?” ¡En Brasil no faltan razones! Una vez que “pegó”, basta con elegir: la lista es infinita. Voy a dar sólo un ejemplo, contando una anécdota: un día fui a asistir a un Foro de la UPP [Unidad de Pacificación Policial] Social (que ya no existe) en dos favelitas de la Zona Norte de Rio, muy precarias. Toda la parafernalia de los gobiernos del estado y del municipio se había movilizado, con sus autos de función, para darle sentido a la pacificación. Los pocos habitantes de las favelas que hablaron se refirieron a dos problemas esenciales: primero, dijeron, vivimos en medio de las cloacas; segundo, los policías actúan de manera violenta y arbitraria. Las decenas de secretarios y otros servidores presentes no consiguieron decir nada sobre cómo iba a resolverse ese problema básico de saneamiento. Saliendo de la favelita, pasé delante de un centenar de adolescentes que estaba en la entrada sin hacer nada, y en el camino de regreso al Centro de Rio, a 5 minutos en auto, pasé frente a una obra gigantesca, faraónica: ¡el Maracanã! La pregunta de arriba encuentra una respuesta igual a la de Keynes en 1919: “no siempre las personas aceptan morir en silencio”. Había en Rio de Janeiro y en Brasil (y sigue habiendo) un sinnúmero de movimientos de protesta y de resistencia, particularmente por causa de los efectos de los mega-eventos, y hoy esos movimientos se juntaron, confluyendo con la multitud de la nueva composición del trabajo metropolitano: en Rio, los manifestantes siempre se juntan para dirigir invectivas pesadas al gobernador Sergio Cabral y al intendente Eduardo Paes.

Llegamos así a la segunda respuesta: ¡el movimiento sí que se armó para evitar la suba de 20 centavos! Sólo que ese “poco” es en realidad “mucho”. ¿Por qué? Porque la cuestión de los transportes y más en general de los servicios es estratégica para el trabajo metropolitano. Los obreros fordistas luchaban por salarios y horarios. Los trabajadores inmateriales tienen como fábrica la metrópolis y luchan por una calidad de vida de que dependerá su inserción en un trabajo que ya no es un empleo, sino una “empleabilidad”. Los obreros fordistas luchaban para reducir parte de la carga horaria que iba embutida como lucro en los autos que producían; los trabajadores inmateriales en la metrópolis desvían los slogans publicitarios de una montadora (“Vem Pra Rua” [Vení a la calle]) para re-significar los agenciamientos productivos que se diseñan en la circulación. Los obreros fordistas luchaban contra el trabajo. Los trabajadores inmateriales luchan en el terreno de la producción de subjetividad. Es en la circulación que la subjetividad se produce y produce valor de renta.

Los manifestantes dejan en claro que son a-partidarios, no quieren violencia y no tienen líderes. ¿Cómo interpreta ese discurso? ¿Cómo pensar un nuevo modelo político a partir de estas características?

Sin duda, una de las dimensiones constitutivas de la Revolución 2.0 es la crisis de representación y esta es una cuestión central. Precisamos recordar que la anticipación de la revolución 2.0 como crítica radical de la representación e sudamericana. El “Que se vayan todos” argentino anticipó en 10 años el “No nos representan” español. Sólo que las dimensiones de esta crisis son procesadas por el discurso oficial –o sea, partidario– de manera invertida. Y esa inversión no es fortuita. Por cierto, las últimas articulaciones del movimiento (las agresiones contra los partidos de izquierda en las manifestaciones del 20 de junio) nos muestran muy bien cómo funciona esa inversión. Los partidos (sobre todo los que están en el gobierno) dicen que esos movimientos son limitados porque rechazan los partidos, no son “orgánicos”, porque tienen una “ideología” que los rechaza y por lo tanto son potencialmente anti-democráticos. Obviamente, eso es correcto, pero esconde dos lindas falsificaciones. La primera también es obvia: los “grupos” que rezan por una crítica fundamentalista de la representación tienen poca consistencia social y ninguna capacidad de determinar, siquiera de influir movimientos de ese tamaño. La segunda falsificación es una consecuencia de la primera: los partidos atribuyen la crisis de representación a un proceso y a una crítica que vendría de afuera, cuando en realidad los mayores y únicos responsables de esa crisis ¡son ellos! Y la responsabilidad está en la indiferenciación del clivaje derecha/izquierda, o sea, en el hecho de que los gobiernos cambien y continúen haciendo las mismas cosas, inclusive con el reciclaje de las mismas figuras políticas. Así, el PSOE español le atribuyó al 15M su derrota electoral, cuando en realidad el 15M es apenas la consecuencia del hecho de que los socialistas españoles hacían la misma política económica de la derecha. Es exactamente lo que terminó pasando en el Brasil de Lula y sobre todo de Dilma. El movimiento que nació con la lucha contra el aumento rechaza las dimensiones autoritarias y arrogantes de las coaliciones y de esos consensos que reúnen derecha e izquierda en la reproducción de los intereses de siempre. Era Haddad el que tenía que representar lo nuevo y se presenta junto a Alkmin para decir lo mismo: que la reducción de la tarifa tendrá un costo (¡sic!). Es la coalición conservadora que gobierna el Estado y el Municipio de Rio y donde el PT planea y ejecuta remociones de pobres no respetando a la propia LOM. Son las alianzas espurias con los ruralistas de un ministro de izquierda. Es la conducción autoritaria de las mega-obras e de los mega-eventos. Es la entrega de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara a un fundamentalista que, exactamente al día siguiente de la gran manifestación del lunes, hizo votar el proyecto de Ley que define la homosexualidad como una enfermedad.

La extrema izquierda o la izquierda radical yerran cuando piensan que están “a salvo” de esta situación. Los partidos de izquierda son incapaces de entender que este movimiento se forma en el rechazo –confuso, flotante, ambiguo y hasta peligroso– del partido, de la organización separada, de la bandera. Eso porque el rechazo es general y no hace distinciones y funciona como rechazo de cualquier plataforma ideológica preparada y determinada por lógicas de aparatos separados: en eso hay una percepción de que uno de los problemas de la política es la construcción de aparatos que tienden, antes que nada, a reproducirse a sí mismos.

La agresión de un grupo organizado contra el grupo de banderas del PSTU, del PSOL y del PCB en la marcha del jueves 20 de junio quebró las ilusiones de que la crisis sería solamente del PT y asustó a todo el mundo. Con todo, en ese episodio lamentable encontramos una vez más el funcionamiento perverso de la lógica de la representación. Los grupos agresores estaban claramente organizados y tenían esos objetivos tan claros como el proceso de organización indica las manipulaciones más jodidas. Todos los análisis y denuncias que inmediatamente se hicieron identificaron a esos grupos (que claramente actuaban respondiendo a una intención de provocar esa situación) con la manifestación en general. En realidad, el apoyo genérico de los jóvenes a la palabra de orden “¡sin partidos!” no tiene ninguna significación lineal y mucho menos “fascista”. Paradójicamente, el rechazo a los partidos, inclusive a los “radicales” y a sus banderas, es el rechazo –claro que confuso y contradictorio– a la homologación entre derecha e izquierda y una demanda por una “verdadera izquierda”. Esta demanda no es idealista y no se la puede trabar con lenguajes y símbolos obsoletos (las banderas rojas, por ejemplo). Para volver a erguir las banderas rojas ¡es preciso dejarlas en casa por un buen rato! La bandera roja tiene que abandonar su dimensión ideal y transcendente (o sea, vacía) y volver a ser interna (inmanente) a los lenguajes de las luchas tal como estos son. En ese terreno es posible y necesario construir otra representación y, sobre todo, reforzar la democracia.

Usted publicó recientemente en Twitter que “las luchas de la multitud en San Pablo y en Rio son el mejor resultado de los gobiernos de Lula. Tan bueno que nadie en el PT fue capaz de anticiparlo”. ¿Nos puede explicar esta idea? ¿Se trata de la entrada en quiebra de la política?

Comencemos por el final: no estamos frente a la “quiebra de la política”. Al contrario, ¡se trata de la persistencia de la política! Frente a todo lo que los partidos de izquierda hacen para proveer de municiones al viejo discurso anti-democrático y moralista de la elite, estos movimientos muestran que la política está viva, ¡pese a los Felicianos, los Aldos, la tecnocracia neo-desarrollista y la corrupción! Estar contra el moralismo de la derecha no significa que sean “graciosos” los comportamientos inmorales de la izquierda en el poder. Se trata sólo de no caer en las trampas de la derecha, pero haciendo un esfuerzo de conjunción ética de los fines y los medios.

Este movimiento, cualquiera sea su desenlace, es el movimiento de la multitud del trabajo metropolitano, el más puro producto de los 10 años de gobierno del PT. Vamos a profundizar y aclarar esta afirmación em dos momentos. En un primer momento, esta afirmación es una valoración positiva del gobierno Lula-Dilma. Una evaluación positiva no porque hayan sido de “izquierda” o socialistas, sino porque se dejaron atravesar –sin querer– por una serie de líneas de cambio: políticas de acceso, cupos de color, políticas sociales, creación de empleos, valorización del salario mínimo, expansión del crédito. La izquierda radical juzgaba esas políticas exactamente como ahora juzgan la cuestión de las “banderas”: idealmente. “¿Lula está implementando otro modelo, otra sociedad socialista?”, se preguntaba y criticaba. Ahora, nadie implementa un modelo alternativo, aun cuando está en el gobierno. Puede apenas tener la sensibilidad de aprehender las dinámicas reales que, en la sociedad, podrán amplificarse y producir algo nuevo. Los gobiernos Lula-Dilma asociaron el gobierno de la interdependencia en la globalización a la producción, tímida y real, de una nueva generación de derechos y de inclusión productiva. Estadísticamente, eso se tradujo en la movilidad ascendente de los niveles de rendimiento de más de 50 millones de brasileños y por la entrada en las escuelas técnicas y en las universidades de nuevas generaciones. Lula no quiso saber de banderas y hasta declaró que él “nunca había sido socialista”. Quedó dentro de la sociedad yendo atrás de los lenguajes, de los símbolos y de las políticas que él entendía. Al pasar a la década de 2010, ese proceso se consolidó en dos fenómenos mayores: el primero es electoral y tiene el nombre de “lulismo”, o sea, la capacidad que Lula tiene de ganar y sobre todo de hacer ganar elecciones mayoritarias: empezando por la Presidente Dilma y llegando al Intendente Haddad; el segundo es el régimen discursivo de la emergencia de una “nueva clase media”, con base en los trabajos del economista Marcelo Neri. Con la crisis del capitalismo global (2007/8) y la llegada de Dilma al poder, el discurso de la “Nueva Clase Media” fue más allá de las preocupaciones del marketing electoral, para tornarse la base social de un giro que ve en el papel del Estado junto a las Grande Empresas el Alfa y el Omega de un nuevo modelo desarrollista (neo- desarrollista). Sociológicamente, el objetivo de neo-desarrollismo es transformar a los pobres en “clase media”, y para eso hace falta, económicamente, de un Brasil Más Grande, capaz de reindustrializarse[2]. El gobierno Dilma llegó a bajar los intereses y multiplicó los subsidios a las industrias productoras de bienes de consumo durables, en particular de los autos, y a la construcción civil. Lo que el movimiento afirmó y certificó fue la dimensión ilusoria de ese supuesto modelo (lo que no significa que el modelo no será implementado, sino simplemente que perdió la pátina de consenso que lo legitimaba y deberá mostrarse cada vez más autoritario). En el plano macro-económico, la inflexión tecnocrática no funcionó, pues el intento  a tentativa de intervenir en los intereses resultó en el retorno de la inflación de los precios (que está en la base de la revuelta). La inflación de los intereses y las de los precios volvieron a presentarse como las dos caras de una impasse renovada que sólo una movilización productiva (de la cual no hay señales) puede resolver[3]. En el plano sociológico, la “nueva clase media” no existe, porque lo que se constituye es una nueva composición social cuyas características técnicas son las de trabajar directamente en las redes de circulación y servicios de la metrópolis. La figura económica (el “promedio” en el nivel de ingresos) esconde el contenido sociológico de una inclusión productiva que no pasa más por la previa implementación en la relación salarial. Este trabajo de los incluidos en tanto excluidos es un trabajo de tipo diferente: es precarizado (desde el punto de vista de la relación de empleo); inmaterial (desde el punto de vista que depende de la recomposición subjetiva y comunicativa del trabajo manual e intelectual) y terciario (desde el punto de vista de la cadena productiva: la de los servicios). La calidad de inserción productiva de este trabajo depende directamente de los derechos previos a los cuales tiene acceso y que a la vez produce: por ejemplo, ¡poder circular por la metrópolis! Es exactamente esa composición técnica y social del trabajo metropolitano la que constituye la otra cara de la “nueva clase media” oriunda del período Lula. A la vez que fue la base electoral de las sucesivas derrotas del neoliberalismo, se opone hoy, en su recomposición política, al neo-desarrollismo: para ella, la cuestión de la movilidad urbana tiene la misma dimensión que tenía el salario para los obreros, a la vez que el segmento estratégico es el de los servicios. Las ciudades y metrópolis brasileñas, y no la reindustrialización, constituyen el mayor cuello de botella, a la vez social, político y económico. La ideología y la coalición de intereses que están con Dilma no muestran hasta ahora la menor capacidad de percibir este dato. Más aún, esta nueva composición del trabajo inmaterial y metropolitano produce, a partir de formas de vida, otras formas de vida. Por eso, el movimiento del pase libre, como el de Estambul que defendía un parque, fue juntando todos los focos de resistencia que existen en las metrópolis, hasta esparcirse -como está haciendo en este momento, dramática y asombrosamente– por las periferias donde nunca hubo ninguna manifestación de masas. Lo que este “levantamiento” de la multitud del trabajo inmaterial nos muestra es que el “legado” de los 10 años de gobierno Lula está en disputa y lo más interesante es quedarse por dentro de esas alternativas, en lugar de querer poner una bandera u otra. La política y los movimientos están dentro y contra. Pensemos, por ejemplo, en la cuestión de los mega-eventos, de la Copa de las Confederaciones, el Mundial y las Olimpíadas. Muchos de los focos de resistencia en las metrópolis son movimientos que critican los gastos en obras, estadios, favelas que resisten las remociones, etc. A la vez, la posibilidad de que el movimiento se haya dado sin una represión brutal, por ahora, se debe también a la Confederation Cup. Una vez más, el conflicto es adentro y contra.

¿Qué es posible vislumbrar en el escenario político a partir de estas manifestaciones?

Creo que el evento es tan potente e imprevisto que nadie sabe cómo responder. Sobre todo en este momento: todos los días, y tal vez de hora en hora, cambian algunos datos fundamentales. Lo que podemos decir es que el escenario electoral de 2014 y hasta 2018 estaba diseñado y las variables vislumbradas eran macro-económicas. El movimiento se invitó a esa discusión. Sólo que no hay nadie que pueda sentarse a esa mesa eventual diciendo que lo representa. La tierra tembló y sigue temblando, sólo que el humo que se levantó no nos deja ver todavía qué edificios cayeron y cuales quedarán en pie. En este escenario, podemos hacer dos conjeturas. En una primera, la Presidente Dilma puede abrir por izquierda, por ejemplo con una reforma ministerial que pondría personas calificadas y altamente progresistas en Ministerios clave como los de Justicia, Ciudad y Transportes, Cultura y Educación y convocando a la sociedad a constituirse –en todos los niveles posibles– en asambleas participativas para discutir las urgencias metropolitanas. En la segunda (que, a mí me parece, es la que anunció en el discurso del 21 de junio), ella se limita a reconocer la existencia de otra composición social en el movimiento y la construcción de un gran pacto en torno a los servicios públicos, pero no anuncia nada nuevo a no ser algunas banderas de largo plazo (como destinar el 100% de los royalties del petróleo a la educación) y enfatiza la cuestión del orden: represión de los “violentos” y respeto por los mega-eventos (o sea, más represión. Y eso después de los hechos bien sombríos del jueves (la aparición de esos grupos pagos para agredir a los partidos y, en Rio, represión generalizada de la manifestación, con la persecución de cientos de miles de participantes durante toda la dispersión). El escenario que vislumbro es pesimista: me parece que buena parte de los militantes de izquierda está cayendo en la trampa de las “banderas”, que eso acabará realmente por entregar el movimiento a la derecha y, para colmo, habrá represión, eventualmente también de las opiniones. En este escenario, muy probable, para salvarse a sí mismos y evitar una renovación general, las burocracias y otros fisiologismos abroquelados en los diferentes gobiernos y coaliciones, están destruyendo las posibilidades de una gran renovación de la izquierda y arrastrando a todo el mundo al agujero que será el resultado electoral de 2014. Pero me gustaría mucho equivocarme. Si fuese verdad que me equivoco, serán las luchas de la multitud las que lo dirán. Pero el escenario que tienen que enfrentar es muy, muy complejo.

[1] Cf. Giuseppe Cocco y Sarita Albagli (orgs.), Revolução 2.0, Garamond, Rio de Janeiro, 2013.
[2] Cf Giuseppe Cocco, “Não existe amor no Brasil Maior”, Le Monde Diplomatique/Brasil, mayo de 2013.
[3] Y de la que hablamos Antonio Negri y yo en GlobAL:biopoder e luta em uma América Latina globalizada, Record, Rio de Janeiro, 2005.

Primer paso de la contienda electoral: el Acontecimiento-Massa como novedad y la eficaz máquina política del kirchnerismo

Por Juan Pablo Maccia



Qué hay de nuevo tras el cierre de listas? Pregunto así porque de “novedad” hablaron los grandes medios los últimos días. ¿Y qué sería entonces “lo nuevo”? La decisión del intendente de Tigre, Sergio Massa, de candidatearse por fuera de la lista oficial como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Concedamos, sin queja, a responder la consigna y tratemos de entender en qué consiste esta supuesta novedad.

Ante todo, parece, que esta decisión de armar un frente “renovador” evidencia y anuncia el fin de ciclo de la gestión kirchnerista. Este razonamiento, podríamos diagnosticar, tiene todos los tics de la eyaculación precoz. Pues es evidente para cualquier ser sensato que la presidenta sigue conservando todo su poder. Quienes lo contrario sostienen señala con ahínco, como principal evidencia, que la caja negra del kirchnerismo (una caja negra ocupada, en general, por Cristina Fernández) se encuentra en un proceso de marcado debilitamiento, cuyo signo distintivo es la pérdida de influencia (admiten que relativa) respecto de la CGT, de la justicia, de cierta prensa, de la iglesia, del dólar, ahora de algunos intendentes del FpV.

Pero es una verdad de Perogrullo que el precoz, en su celeridad, pierde de vista la materialidad real del tiempo. Se pasa, así, por alto que, lejos de ser un proceso en desintegración y de reconfiguración de nuevos poderes político-electorales, fue la misma presidenta quien decidió y forzó la ruptura con sectores de la corpo sindical, judicial, periodística, financiera y eclesial. Y hasta con algunos intendentes; lo que incluye la casi ruptura con el principal gobernador del FpV.

Sin embargo, es evidente que con sólo ganar las próximas elecciones (algo que parece de lo más previsible), esta caja negra –y la presidenta en primer lugar– recuperaría buena parte de su influencia sobre el sistema político y social. El “fin de ciclo” no es un fenómeno natural, evidentemente, sino el horizonte de deseo de la oposición. Y sería su principal objetivo político sino fuera que su debilidad le impide imaginarse grandes metas.

Podría arriesgarse que la demasiado macrista novedadde fenómeno Massa sería el retorno recargado de la vieja post-democracia. Es decir, la preeminencia de un modo de gobernar en el cual los números de las encuestas, la audacia en la construcción, mayormente mediática, de sí mismo y los negocios constituyen las variables fundamentales del poder constituido.

Pero esta novedad que le estamos atribuyendo a Massa, no es difícil darse cuenta, tiene mucho de kirchnerista. Veamos por qué.

Después del 2001, la construcción de un sólido sistema político es la utopía, impotente en su nostalgia, de todos los sectores de poder. Indica la genealogía que fue sin dudas Duhalde el padre y primer gestor del “retorno de la política”. La emergencia sorpresiva del kirchnerimo –continuación del duhaldismo por otros medios… progresistas– vino a enturbiar la escena con elementos propios: con más épica (Néstor) y glamour (Cristina), la década ganada por el “proyecto” tiene como rasgo principal la puesta en juego de una capacidad de hiper-gobernabilidad fundada en la proliferación de excepción permanente.

O dicho en otras palabras: la caída de Duhalde –a causa de adoptar la opción represiva ante el movimiento piquetero– abrió las puertas a Néstor, un maestro de la política que supo consolidar poder ampliando su base de sustentación hacia elementos por naturaleza inestables(movimientos sociales, sindicales, de derechos humanos, intelectuales críticos, juventud).

También Cristina demostró su maestría en la alquimia de la política dotando a estos elementos (nuevos en la formación del estado) en un eficaz dispositivo de gobierno del peronismo. Con solo mirar el cierre de listas uno puede hacerse la idea de hasta qué punto este sistema de poder sigue funcionando a la hora de subordinar a un sector electoralmente muy importante del PJ, sobre todo en las Provincias. Y caso Scioli y su andar dubitativo son un ejemplo palpable de este funcionamiento. La novedad Massa, entonces, encuentra su primera y principal contracara en el problema de cómo sostener su ciclo, re-inventando su sistema de liderazgo.

Del lado de la oposición, el panorama hace rato que está claro: se trata de ver quién logra ponerse el disfraz de Capriles y aparecer como opción convincente de recambio. La “centro izquierda” intenta jugar de local y ganar de aquí al 2015 la Ciudad de Buenos Aires. El peronismo disidente procurará sostener sus votos en Córdoba y Provincia de Buenos Aires. Pero, insistimos, ¿cuál es la novedad de Massa en este entramado?

En perspectiva histórica, Massa aparece como el primer dirigente de la derecha del Frente para la Victoria que se decide a desobedecer al sistema de poder que hegemoniza cristina, sin pasarse a la oposición  antikirchnerista. Si Scioli aspira –no sin cierta ingenuidad– heredar un kirchnerismo sin reelección ni candidato de recambio (el Daniel-Nauta), Massa inaugura una modalidad mucho más activa de convocatoria y conducción política. Se trata de anticipar el tono y los modales del postkirchnerismo, apurando al kirchnerismo en su punto más flojo: su incapacidad para el relevo en el vértice de la conducción política.

En síntesis, si la poco alentadora novedad Massa existe pareciera hacerlo como radicalización de la ultra-gobernabilidad kirchnerista, pero en este caso enfatizando en la neutralización definitiva de aquellos elementos inestables que fueron la base de la rebelión del 2001 (la juventud, el cambio, la organización social).

¿Puede funcionar tal cosa entre nosotros? Espero que no.

¿Podemos esperar reacciones ante tal tentativa? Imagino que sí.

Pues, por imperceptible que sea, este paso a la moderación y la insensatez implica cruzar la invisible línea roja a partir de la cual la iniciativa pasa a ser definitiva de la reacción. 

Brasil: ¿Qué pasa en Recife?

por el Primo 
 

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No es fácil escribir sobre qué está aconteciendo en el Brasil. Ni lxs brasilerxs entienden que está pasando, imagínense uno, argentino, que está conociendo algunas ciudades de este gran país.
Voy a contar mi experiencia y mis sensaciones desde una ciudad que recién el lunes pasado (17 de junio) se movilizó por primera vez. Ese día, algunos partidos políticos y organizaciones sociales convocaron a una reunión en el Directorio Central de la Universidad Católica de Pernambuco. De tantas personas que fueron, la reunión se convirtió en una asamblea de más de 500 personas, en su mayoría jóvenes. Luego de discutir desordenadamente a dónde se iba a movilizar el jueves 20 y a qué hora, había voluntad de hacer algo en ese momento. Fuimos marchando por el centro de la ciudad, por la Avenida Boa Vista hasta Agamenon Magallahes, donde queda la plaza del Derby. De a poco, la gente se fue desconcentrado.
El martes nos enteramos que el gobernador de la provincia de Pernambuco, Eduardo Campos, había rebajado la tarifa en 10 centavos, anticipándose a la manifestación del jueves. No por eso, la indignación de las personas bajó.
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A través de facebook, más de cien mil personas habían confirmado su asistencia para el jueves. Las calles desbordaban de gente. La convocatoria era a las 16 hs en la plaza del Derby. Sin embargo, desde las 14.30 hs, cuando llegamos, ya había una gran cantidad de personas. En el camino hacia el Derby, se veían grupos reunidos en estaciones de servicios, camino al lugar de la protesta.
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Pocos minutos antes del horario pautado, ya se estaba marchando camino a Recife Antiguo por la avenida Boa Vista. Carteles y consignas había tan variados como personas en la calle. Desde reclamos y exigencias de hospitales y escuelas con padrón FIFA; reclamos contra el gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos y contra la presidente Dilma Roussef; legalización de la marihuana. No había un consigna específica a pesar de que el elemento convocante, en un primer momento, era la tarifa y calidad del transporte público.
Una bandera unificó el reclamo: el verde y amarillo de la bandera brasilera. Caras pintadas, banderas flameando o cayendo desde los hombros, remeras de fútbol entre otros objetos que hacían referencia a la patria. Flamearon algunas banderas del estado de Pernambuco.
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Situaciones bizarras no faltaron. A mi me produjo cierta indignación. El abrazo entre una policía y una manifestante, mientras la policía militar (PM) resguardaban de cualquier tipo de ataque una sede de la Iglesia Universal; de paso, los PMs arrancaron una impresión pegada en la puerta de la iglesia con la bandera del orgullo GLBT. No faltaron personas que entregaron rosas blancas a la policía; al desconcentrar, algunos manifestantes aplaudían a la policía por su accionar “pacífico”. Asimismo, cuando alguien iba a pintar una pared o hacer una pegatina, muchos manifestantes chiflaban o señalaban a la persona, con la intención de entregarla a la policía. Es decir, en Recife estuvo muy presente un elemento reaccionario entre los manifestantes, lo que me generó cierta indignación y un poco de miedo por los rumbos que puedan tomar este tipo de protestas.
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“Brasil despertó”, “Ven para la calle”, “Contra la corrupción”, “No es por 10 centavos, es por derechos”, “Sin violencia”, “Paz”, fueron algunas de los tantos carteles que pude leer. En varias ocasiones se escucharon los primeros versos del himno brasilero o una canción que empieza: “Yo soy brasilero, con mucho orgullo, con mucho amor…” También se hicieron algunas pocas pegatinas bajo la atenta y hasta el abucheo de muchos de los manifestantes. “Violenta es la tarifa”, “Con 10 centavos ni compro un Dudu”(en referencia al gobernador Eduardo Campos)
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La Policía estaba concentrada en grupos de diez en diferentes lugares del centro: cerca de bancos, estaciones de servicio y algunos otros puntos de la ciudad.
Muchas personas tiraban fotos como para subir al FB, junto a banderas; o posaban con su cartel encima de su cabeza. Los edificios de la Av. Boa Vista también dieron su show al prender y apagar las luces: la respuesta de la multitud fue la ovación.
No dejó de llamarme la atención la cantidad de máscaras y caretas -predominaban las de “V de Vendetta”-. Lxs compañerxs explicaban que ya se han sucedido situaciones en que la policía identifica, a través de las más de 400 cámaras que hay instaladas en el centro de la ciudad, a los manifestantes y, después de la protesta, lxs detiene. Por eso, para muchxs era importante la cuestión del anonimato, como medida de seguridad.
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No llegamos hasta Recife Antiguo. Cuando volvíamos para la plaza del Derby, vimos que todavía había gente cortando Agamenon. Decidimos apoyar uno de esos cortes y nos quedamos, bajo la garua. Había idas y venidas, varias. Un grupo de cuatro personas comentaba que la marcha había parecido una “peregrinación” de lo tranquila que había sido.
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El corte se sostuvo durante dos horas aproximadamente. La policía empezó a llegar. Hubo confusión, aunque se notaba que las fuerzas policiales estaban indicadas de no reprimir.
Como todavía quedaban compañerxs en el Derby, las doscientas personas que estábamos por ahí nos fuimos para dicha plaza. Al llegar, nos recibió la represión policial que no sólo nos esperaba de frente, sino que también nos había pseudo acorralado por atrás. Corrimos por las calles de Recife hasta que lograron dispersarnos. Pasados unos minutos, con dos compas volvimos al centro a ver qué había pasado. Charlamos con unas personas que habían recibido balas de goma en la pierna y en la espalda.
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Audios de la represión

 

 


 

Quedó resonando en mi cabeza la consigna del Movimiento Pase Libre: Por una vida sin molinetes, pase libre ya!
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Las protestas en Brasil y la representación colectiva

por Bruno Lima Rocha

Porto Alegre, Goiânia, San Pablo y Río de Janeiro son capitales con algo en común, las protestas sociales. Estos centros metropolitanos están pasando por un momento contradictorio. Por un lado el orgullo en torno a la realización de la copa del mundo abre precedentes para los discursos modernizadores, y de cajón para la asunción de discursos de valoración urbana, que afianzan los derechos de la ciudad. Por otro, las protestas recientes contra el aumento de los pasajes de autobús revela un sector de la población consciente de estos derechos y queriendo subordinar los contratos con las empresas concesionarias al poder otorgante. Considerando que la escalada de movilizaciones no estaba prevista en la víspera de la Copa de Confederaciones de fútbol, los gestores de estos municipios –y los respectivos gobiernos estatales– acabaron endureciendo el brazo represor.
La última década fue de profunda transformación en la sociedad brasilera. Se vive mejor, tenemos consumo accesible –casi suntuoso– oferta masiva de créditos y visibles avances materiales en las condiciones de vida. La versión nada agradable de este avance es el cogobierno entre casi todas las fuerzas políticas, saliendo victorioso ideológicamente el Consenso de Brasilia, como es referido en la literatura política y de relaciones internacionales, la suma de ortodoxia macroeconómica con el peso puesto en la generación de empleo directo y el fortalecimiento del mercado interno. Tal Consenso genera acomodación de fuerzas sociales y poco o ningún espacio para la política institucional más a la izquierda. En períodos de reflujo, nos queda el Internet. Se protesta mucho a través de las redes sociales en Brasil y esta opinión encuentra eco en los poderes de facto. La consecuencia es la canalización de estas demandas legítimas, colocando contra la pared al Brasil moderno e inclusivo que se quiere vender hacia fuera.
Nada es más universal que el transporte colectivo en metrópolis totalmente congestionadas por la expansión del automóvil individual. Al enfrentar los márgenes de lucro de las concesionarias de autobús, los manifestantes afirman que el derecho de movilidad debe subordinar a los intereses empresariales del sector. Como casi siempre, cualquier Poder Ejecutivo está del lado de los empresarios, alegando el riesgo sistémico o la quiebra de ese sector de la economía. De ahí que apelar a la represión desenfrenada es siempre una opción. El nivel de violencia es el reflejo de esta escogencia de los ejecutivos municipales. Considerando que el control urbano aumenta en períodos de grandes eventos deportivos, se concluye que los episodios como éstos tenderán a repetirse.
Quien organiza esta cultura política del conflicto
Síndrome de la profecía anunciada, los episodios de la noche del lunes 17 de junio deberían haber ocurrido en el año 2005, en el auge del desencanto con el escándalo Mensalão. En el año siguiente poco antes de la Copa de 2006, tuvimos una gota del evento cuando el MLST entró en forma abrupta al “muy noble y valeroso” Congreso Nacional, cuyo actual presidente de la Cámara Baja “no sabe la motivación de estas personas”. La semana pasada cuando las protestas por el derecho a la movilidad urbana se nacionalizaron, después de la victoria parcial lograda en Porto Alegre, afirmé que estas luchas traspasaban al Consenso de Brasilia y que materializaban años de trabajo acumulado por agrupaciones políticas de izquierda, catapultadas por las redes sociales. No dio para más.
La representación colectiva tiene dos grandes motivaciones. La primera de ellas es el peso de la ideología anarquista. Al contrario de lo que se afirma en red nacional, a pesar del silencio de buena parte de los grandes medios, el conjunto de ideas que orienta estos actos es de base libertaria y tiene la incidencia directa del anarquismo, tanto en su forma más difusa como en la orgánica vinculada a la Coordinación Anarquista Brasilera (CAB). Son la presencia de este conjunto de ideas y formas de acción las que alimentan el repudio a la presencia de banderas político-electorales, mismo aun de partidos más a la izquierda como el PSTU y el PSOL. La tesis anarquista es simple: fortalecer a las entidades de base y a las redes de movimientos populares. A partir de la fuerza de estas colectividades ir a conquistar derechos, disminuyendo el margen de actuación de empresarios y gobiernos.
Otra motivación para el repudio a la presencia de banderas político-electorales es la relación directa de éstas con el llamado oportunismo. La paranoia está suelta y basta leer los medios de Internet más vinculados al gobierno de Dilma para ver que circula en el aire un discurso de “golpe electoral”. Una preocupación más probable es que en el pleito de 2014, legítimamente surjan candidatos de izquierda tomando como bandera su participación en estos actos. El problema –para quien escoja la vía electoral– es que la mayor parte de los activistas que ocupan las calles de capitales y ciudades de mediano tamaño del país, repudian esta forma de capital político. Luego, llevar banderas rojas o amarillas, asociadas a una sigla electoral, es hoy una actividad mal vista.
Delante de este universo de actitudes políticas, es casi inevitable el ataque a los símbolos de los poderes constituidos, sean estos estatales o privados. El avance de este movimiento puede solidificar otra forma de hacer política en el país.

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