Anarquía Coronada

Otra denuncia de los qom


La comunidad originaria qom La Primavera, establecida en Formosa, denunció ayer que Héctor Alonso, uno de sus integrantes, fue víctima de una intimidación por parte de tres hombres. “Fue atacado por tres criollos que circulaban en dos motos (una azul y otra negra) dentro de la comunidad, sin patente y con cascos”, señalaron desde La Primavera, mediante un comunicado. “Le mostraron un cuchillo y le gritaron ‘indio de mierda’, entre otros insultos”, agrega ese texto. En la denuncia se destacó que Alonso reaccionó a la intimidación: “Les mostró que llevaba un machete”, debido a que regresaba a su casa después de desmalezar el cementerio de la zona. “¿Cuál será la versión oficial esta vez? Así no se puede seguir viviendo”, afirmaron desde la comunidad, en referencia a la muerte del sobrino del líder Félix Díaz, quien falleciera en la ruta 86 mientras manejaba su moto. En ese caso, la policía provincial afirmó que lo que le ocurrió a Daniel Asijak, de 16 años, fue “un accidente” y que estaba alcoholizado. Para la comunidad La Primavera fue atacado cuando andaba en moto y fue víctima de una golpiza, hecho que está siendo investigado por la Justicia provincial. En la autopsia del joven, resaltaron desde la comunidad, no se hallaron restos de alcohol ni de drogas. Los presuntos accidentes viales se vienen repitiendo demasiado seguido, denuncian en la comunidad La Primavera, que lo atribuye a una persecución que pretende debilitar la lucha por el acceso a la tierra y también por la discriminación imperante. El martes pasado, agrupaciones sociales y partidos políticos de izquierda marcharon a la Casa de Formosa, para exigir “justicia” en torno de la denuncias hechas por la Qom de Formosa y también por los del Chaco, donde el 5 de enero pasado Imber Flores, de 12 años, fue asesinado a golpes en la localidad Villa Río Bermejito.

El uso progresista de la Gendarmería

por Esteban Rodríguez
(http://www.revistacrisis.com.ar/)

El despliegue aparatoso de las fuerzas de seguridad ya forma parte de nuestra vida cotidiana. El autor, que fue funcionario del Ministerio de Seguridad durante 20 meses, sostiene que con el objetivo de disminuir la sensación de inseguridad el gobierno profundiza el control poblacional y la militarización. Para eso, utiliza una fuerza todo terreno que se despliega en cualquier circunstancia. El extraño comodín que, cuando se insubordina, nos recuerda su esencia.

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En los últimos dos años el Ministerio de Seguridad de la Nación desplegó gendarmes en distintos puntos del Conurbano bonaerense, la ciudad de Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Santa Cruz, Chubut, en las líneas del ferrocarril Sarmiento y Mitre y en las rutas nacionales. La Gendarmería Nacional Argentina (GNA) se convirtió así en el caballito (¿de batalla?) del gobierno nacional.

La intervención de la Gendarmería en las conflictividades sociales no es nueva, más bien se remonta a sus orígenes. Tampoco es cierto que su surgimiento haya tenido como objetivo la custodia de fronteras. La Gendarmería fue concebida especialmente para acabar con el bandidaje que estaba ganándose la devoción popular y echando raíces entre el campesinado de la región. Los golpes que los bandoleros Mate Cocido y Eusebio Zamacola, “ese vasco con ideas anarquistas”, le propinaban a las acopiadoras de cereales Bunge & Born y Dreyfus, allá por 1935 en la provincia del Chaco, fueron el detonante para que el presidente Justo enviara al Congreso el proyecto de creación de la GNA. El antecedente de esta fuerza fue la Gendarmería Volante, un cuerpo armado costeado por la compañía La Forestal para reprimir la huelga de los trabajadores en sus feudos en 1921.

Durante los ´90, cumplió un papel protagónico en la represión del conflicto, especialmente en regiones como Cutral-Có, Tartagal, Mosconi y Corrientes. Las gestiones de Menem y la Alianza la utilizaron como rueda de auxilio para gobiernos provinciales que debían medirse con protestas que excedían sus capacidades de persuasión y control. Cuando las movilizaciones se volvían disruptivas, las provincias solicitaban “refuerzos” al poder central. Desde entonces, la Gendarmería se convirtió en una fuerza ambulante de despliegue con capacidad para intervenir rápidamente en cualquier momento de “peligro”, sobre todo cuando la protesta amenazaba con desmadrarse y ponía en crisis la “gobernabilidad”.

Al mismo tiempo, por tratarse de una fuerza de seguridad con inscripción territorial en casi todo el país, se le encargó el combate al tráfico de drogas, que empezaba a arraigarse en Argentina. Ante la ausencia de una agencia especializada para perseguir las distintas expresiones del delito complejo y su vinculación con las economías informales y formales, el evidente crecimiento del narcotráfico se carga a la cuenta de la “falta de preparación” de la Gendarmería.

La novedad introducida por la gestión Garré en Seguridad consiste en otorgarle a la Gendarmería la función de prevenir el delito. Y prevenir implica dos cosas: vigilar la pobreza y, sobre todo, controlar a los jóvenes de los barrios marginales.



Control poblacional


El punto de partida fue el Operativo Centinela en la provincia de Buenos Aires. De allí pasaría a la CABA, y meses más tarde sería emplazada en el Gran Rosario. El telón de fondo implícito que justifica el despliegue es la corrupción en la Policía Federal Argentina (PFA) y la desconfianza de la población a las policías locales. En el caso de la Bonaerense la suspicacia alcanza al funcionariado nacional, que posee razones suficientes para desconfiar de la capacidad del gobernador Scioli para mantenerlos en caja, sobre todo en aquellos territorios donde la violencia que orbita en el delito organizado se viene multiplicando, agitando otras conflictividades sociales. En tiempos electorales la Bonaerense puede convertirse en el peor aguafiestas, un mono con navaja bien entrenado y letal. Tras el asesinato del militante Mariano Ferreyra, y a pocos días de la represión conjunta entre la PFA y la Policía Metropolitana contra los ocupantes del Parque Indoamericano, la ministra de Seguridad Nilda Garré firmó con la provincia un acta complementaria al Convenio Marco de Cooperación y Asistencia Técnica suscrito en su momento por el Ministro de Seguridad bonaerense Ricardo Casal y el entonces Secretario de Seguridad Interior de Nación, Héctor Masquelet, una normativa que no se condice con el paradigma de la seguridad democrática que pretende enmarcar su gestión. Entre sus objetivos se consigna el “fortalecimiento de las tareas de prevención de los delitos por medio de la presencia disuasiva”, “la intensificación de operativos públicos de control vehicular y poblacional”, “la multiplicidad de allanamientos simultáneos así como la materialización de operativos cerrojos o de saturación en zonas específicas.”

Las zonas elegidas para emplazar a la GNA fueron villas miserias, asentamientos y barrios monoblock como Fuerte Apache (Ciudadela), La Cava (San Isidro), José León Suárez (San Martín) o Don Orione (Almirante Brown). El objetivo es hacer control poblacional. No se trata de perseguir el delito sino de prevenirlo situacionalmente a través de la saturación o presencia permanente. Y prevenir significa poner el ojo en aquellas conductas incivilizadas que si bien no constituyen delito crean, supuestamente, las condiciones para que tenga lugar. Los colectivos juveniles de los barrios pobres referenciados como productores de miedo juegan en este esquema, previsiblemente, un papel destacado. El objeto de control son las “paradas” de los jóvenes en el espacio público, pero también su “desplazamiento” hacia las zonas comerciales.

A diferencia de la Policía Bonaerense que no patrulla las villas o asentamientos porque negocia no entrar –si lo hace, nunca bajan del móvil, salvo que necesiten “reventar” a alguien–, la Gendarmería ingresa discrecionalmente para correr de lugar a los pibes que estaban “haciendo esquina”. No dialoga, no le da cabida a que los jóvenes puedan “explicarse”, preguntar, objetar o discutir. Cualquier palabra, cualquier “berretín”, merece un “correctivo” que repone la relación desigual y jerárquica entre ellos. Las denuncias de los jóvenes de distintos barrios parecen calcadas. “Cuando vienen las tortugas ninjas tenemos que mover sin chistar”. “A las aceitunas negras no les gusta que les digas nada. Y si decís o preguntas algo, enseguida te fajan”. “Le dicen al resto de los pibes que se vayan corriendo y vos te quedás solito con ellos y te dan una paliza ahí mismo”.

Los testimonios marcan una tercera característica que advierten los agredidos: “La Gendarmería te pega en el lugar, no te lleva a ningún otro lado”. Para los jóvenes, es una ventaja porque cuando la Policía los detiene y pasea en patrullero o traslada a la comisaría, nunca se sabe qué puede pasar: “Te pueden matar a palos o te pueden meter en un calabozo con pibes que te la tienen junada, o que no conocés pero la policía les dijo que te asusten un rato”. Una temporada en la comisaría casi nunca es gratis, porque allí se desatan los aprietes para extorsionarlos o los amenazan con “armarles una causa” si no aceptan trabajar en sus negocios.

Esto explica el consenso que despierta la GNA entre las generaciones mayores de aquellas comunidades donde prima la fragmentación social, es decir el deterioro de los consensos comunitarios que pautaban la vida de los diferentes actores. La estigmatización de los pibes (“vagos”, “drogadictos”, o “pibes chorros”) es una de las estrategias securitarias de muchos vecinos para imprimirle certidumbre al cotidiano. Una de las respuestas de los jóvenes es el bardeo, y el gesto de transformar el estigma en emblema. Los desencuentros se profundizan, el miedo crece, y la “presencia policial” deja de ser algo intolerable para volverse un reclamo vecinal. La gente de esos mismos barrios, dicen los intendentes, quieren más gendarmes. En Fuerte Apache, donde la Gendarmería interviene desde 2002, cada vez que se evaluó su retirada fueron recolectadas miles de firmas para clamar por su permanencia.

Otra práctica humillante que fuera denunciada por la revista ¿Todo Piola? (número 12, octubre-diciembre de 2011) es el corte de las viseras, que remite a las películas americanas cuando el ejército cortaba las trenzas de los indios que aprendía. Sabido es que a través del uso de ropa deportiva, que incluye la visera, los jóvenes imprimen un sentido al estar ahí, subrayan el tiempo muerto (el ocio forzado) con el que se miden diariamente. Los gendarmes vienen del interior y tienden a leer cada una de las situaciones que atraviesan desde sus propias idiosincrasias, lo cual sumado a la falta de voluntad para comprender los códigos de los jóvenes, su lenguaje y modismos, hace que toda interpelación sea escuchada como una falta de respeto. La fuerza es entonces la respuesta natural, legitimada ante las formas variadas de una interacción concebida como irrespetuosa. Un ingrediente más a tener en cuenta es la rotación. Ya sea porque el destacamento puede mudarse en cualquier momento, o porque el contingente que lo compone estará afectado al lugar sólo una temporada, los gendarmes están de paso. Eso explica la falta de compromiso y cierta voluntad de no entender, que los diferencia de la Bonaerense, pues incluso cuando hay policías que son desafectados de su repartición o jurisdicción, las redes permanecen y pasan a ser gestionadas por su reemplazante.



Ausencia de controles y dirección política


El Plan Cinturón Sur fue la aplicación del Centinela a la ciudad de Buenos Aires. La diferencia radica en la presencia de las Mesas Barriales de participación ciudadana, que recupera la experiencia de los Foros Vecinales de seguridad creados por la segunda gestión de León Arslanián en la provincia. Por primera vez aparecía el Estado nacional diciendo que la seguridad no era un problema exclusivo del gobierno de turno, que en una democracia había que convocar a la sociedad civil organizada para debatir y pensar colectivamente las conflictividades sociales con las que se medían diariamente los distintos actores urbanos. Se trataba de pensar la prevención desde la participación comunitaria.

En la Ciudad, donde también la GNA era solicitada por las organizaciones que representan a los vecinos, las Mesas operarían como un mecanismo de control informal externo de la actuación de los gendarmes. Es prematuro anticipar conclusiones, pero se ha podido constatar que los gendarmes tienden a comportarse de otra manera. Las denuncias que se escuchan en la provincia no se repiten en el sur de la ciudad, donde fue emplazada la GNA junto a la Prefectura Nacional.

Allí donde los gendarmes están más allá de cualquier control por parte de la sociedad civil, tampoco tienen que rendir exámenes ante las autoridades nacionales, toda vez que no existen controles internos y externos institucionalizados para testear la actuación de los uniformados. Y podría decirse que carecen también de una dirección política que precise sus tareas, quedando muchas veces librados a operar según sus propios criterios. Por ejemplo, en los operativos realizados durante todo 2011, el 95% de la droga incautada en la zona sur provenía de los operativos de patrullaje o control poblacional, es decir que la GNA detuvo fundamentalmente a las personas que tenían drogas para consumo personal. De esa manera la gestión reformista del Ministerio se ponía en la vereda de enfrente de la jurisprudencia que tiende a la despenalización del consumo personal y de muchos legisladores que presentaron proyectos en ese sentido.



La naturalización de la violencia estatal


El despliegue aparatoso de las fuerzas de seguridad en la Ciudad es una postal que está empezando a formar parte de nuestra vida cotidiana. Atravesar puestos militares con cierta regularidad o cruzarse con soldados en función de patrullaje ostentando armas largas nos retrotrae a otra época. Y constituyen en sí mismo un nuevo problema antes que una solución. De allí al uso de las fuerzas militares en el control interno hay un paso cada vez más corto.

La premisa en esta espiral del control es una sospecha de sentido común, difícil de rebatir: si saturamos las calles con fuerzas policiales va a disminuir la cantidad de delitos. Pero lo único que disminuye, por un tiempo, es el delito callejero, mientras las organizaciones criminales se mantendrán en pie. No hay que perder de vista que el delito es móvil y tiende a correrse de lugar.

El verdadero objetivo de la militarización de la ciudad, además de certificar un clima de caos que legitime el estado de excepción y habilite el poder punitivo, es la disminución de la sensación de inseguridad. Cuando la ciudadanía tiene pánico, constatar que hay policías en el barrio o ver en cada esquina a un efectivo con handy en mano, inspira cierta sensación de protección. El sentimiento de seguridad, nuevo fetiche de las democracias postmodernas, aflora como consecuencia de la puesta en escena de la fuerza.

La violencia en juego en estos operativos es apenas un disfraz de seguridad pública. Su problema no es el delito sino el miedo al delito. La policía no está para perseguir el crimen (inseguridad objetiva) sino para preservar el orden público (inseguridad subjetiva), lo cual significa evitar las situaciones problemáticas que aunque no constituyen un delito crean las condiciones –reza el sentido común– para que el mismo se produzca. No es casualidad entonces que las personas detenidas por averiguación de identidad, o demoradas en requisas y retenes, casi siempre pertenezcan a ese sector de la población compuesto por jóvenes, morochos y pobres.

La inseguridad para la opinión pública argentina aparece asociada a los territorios de la pobreza, señalados como “usinas del miedo”, lugares de producción de peligro, “infiernos urbanos”, “depósito de miserables”, selva de cemento donde el vicio, la droga, la promiscuidad, la migración, lo ilegal, la contaminación, la ignorancia, el mal gusto y el desorden están a la orden del día. Casi todos los males que aquejan a la ciudad del consumo suelen cargarse a la cuenta de los habitantes de esos barrios, y especialmente a los más jóvenes. “Nuevos bárbaros” que han sido desposeídos de los recursos para vivir dignamente y, lo que es peor, han sido expropiados del dominio sobre sus propias representaciones e identidades colectivas.

Según los funcionarios del Ministerio de Seguridad, es necesario sobre-asegurar esos territorios porque los sectores populares son las principales víctimas de delitos contra la vida y la propiedad privada. Aun si esto fuera cierto, se debería intervenir con cuidado, sin mandarse la parte, sin festejar, sin tanto bombo y platillo. Los spots publicitarios (www.minseg.gob.ar/multimedia…) que muestran a gendarmes “desembarcando” para la guerra, con armas largas, o aterrizando en helicópteros, utilizando en las conferencias frases que aluden a lo violento que son estos barrios, tienden a certificar las propias narrativas del crimen (repleta de asociaciones ligeras) que hacen los mass media.
No hay inocencia en el uso del espectáculo de la seguridad. Su consecuencia es una fuerte impugnación moral respecto a determinados perfiles poblacionales.

Los estigmas producen “efectos de realidad” toda vez que profundizan el aislamiento racial y social al que están confinados, por ejemplo, los inmigrantes bolivianos, peruanos o paraguayos. La distancia entre el “nosotros” y el “ellos” constituye una brecha generacional y xenófoba, pero sobre todo supone una discriminación moralista entre lo que está bien y lo que está mal. Los jóvenes de zonas marginadas son doblemente víctimas de los procesos de estigmatización. Afuera del barrio por el solo hecho de ser habitantes de las villas; adentro porque se transforman en chivos expiatorios que explican la estigmatización externa. Las barras de jóvenes, la mendicidad y el trabajo informal callejero, son considerados colectivos productores de riesgo. La vida cotidiana de estos grupos de pares se considera problemática toda vez que aparecen como productores de incivilidades, dueños de estilos de vida que ofenden las buenas costumbres y alarman a los argentinos.



Gendarmería y protesta social


Uno de los criterios adoptados por el gobierno desde 2003 es la no criminalización y represión de la protesta. Algunas declaraciones y un par de operativos comandados por el nuevo súper-secretario de Seguridad del Ministerio nos obligan sin embargo a estar alertas. “Se trata de un conflicto político”, “los activistas fueron traídos en colectivos”, “esta gente utilizaba a las mujeres y a los niños de escudos humanos”, fueron algunas frases utilizadas por el coronel Sergio Berni para justificar la intervención y el “profesionalismo” de la GNA en un corte de la Panamericana en agosto pasado, protagonizado por trabajadores de cooperativas de movimientos sociales que solicitaban un aumento de los beneficios. No hubo heridos pero sí más de sesenta detenidos, incluidos niños que fueron luego trasladados a Campo de Mayo, permaneciendo muchos de ellos incomunicados arriba de un colectivo casi toda la noche. El Ministerio había actuado de oficio, sin una orden de desalojo de la justicia, impulsando la judicialización de los manifestantes. Lo dijo el propio Berni el día de su asunción: “nosotros no venimos a negociar”.

Este estilo vehemente e hiperactivo, que busca aumentar la eficacia operativa de la función policial asumida por el Estado, corre el riesgo de pensar la seguridad desde la tapa de los diarios, barrenando sobre cada nueva ola de delitos sin atender a las múltiples causas estructurales de las muy distintas conflictividades sociales.



Qué Gendarmería incubamos


La protesta que protagonizaron los prefectos y gendarmes a principios de octubre venía cocinándose en el tiempo y se respiraba en el ambiente, pero que fue avivada por las cúpulas de las fuerzas y el personal retirado que tenían el interés concreto de mantener sus altísimos salarios. Se sabe: los sueldos se habían judicializado y el monto que ganaban dependía de la capacidad de lobby de los estudios de abogados contratados –compuestos por exgendarmes– para obtener medidas cautelares de jueces afines en el interior del país. Casi el 80% de los sueldos de las fuerzas (el 95% de los sueldos de la alta oficialidad, que llegaban hasta 95 mil pesos por mes) habían sido fijados por aquellos magistrados. El Ministerio de Seguridad, a partir del fallo Zanotti de la Corte, elaboró un decreto para recuperar la dirección de la política salarial. También en Defensa se midieron con dilemas parecidos. Sin embargo, la visibilidad que adquirió el conflicto, en una coyuntura política tensada por los grandes medios de comunicación, creo oportunidades para que se plegaran reclamos muy distintos. No todos estaban pidiendo lo mismo, no estaban en juego los mismos intereses. El conflicto es salarial pero también para obtener mejores condiciones de trabajo. Cuando los gendarmes fueron movilizados hacia al gran Buenos Aires o la CABA, la promesa era estar sólo una temporada que luego se fue prolongando en el tiempo. El malestar creció porque estaban alojados en condiciones deplorables, en lugares no aptos para vivir. A lo que hay que sumar el maltrato en las negociaciones salariales por parte de los funcionarios, las fuertes tensiones entre la cúpula y los efectivos rasos, la mala administración salarial, y la casi nula comunicación entre la Ministra Garré y Berni, el verdadero jefe operativo de la fuerza.

El conflicto puso sobre el tapete hasta qué punto la seguridad democrática y las fuerzas de seguridad corren por andariveles separados. Si un grupo potencialmente armado se convierte en un peligro para el gobierno cuando se insubordina, es porque esa fuerza constituye un peligro para la sociedad cuando cumple funciones de policía. Una fuerza sospechada de continuar haciendo inteligencia sobre organizaciones políticas y sociales, que fue adquiriendo cada vez más centralidad en el gobierno de la seguridad, termina convirtiéndose en otro dolor de cabeza. No hay que perder de vista que la GNA, al igual que la PFA y la Bonaerense, tiene una inscripción territorial cotidiana que merece no ser subestimada, que exige ser dirigida políticamente y controlada desde la propia sociedad.



El martillo y la política


Mi abuelo solía decirme que cuando la única herramienta que tenemos es un martillo, todos los problemas se parecen a un clavo. Una gestión que se pretende reformista debería crear nuevas herramientas para hacer frente a las complejas conflictividades sociales que están emergiendo. Por el contrario, cierta falta de imaginación política, así como la necesidad de dar respuestas rápidas y contundentes, han convertido a la GNA en el comodín de la gestión Garré-Berni, una fuerza todo terreno susceptible de ser emplazada en cualquier momento y lugar cuando las circunstancias lo “necesiten”. La Gendarmería es la contradicción principal de una gestión que pretendió calar hondo, despolicializando la seguridad con una mirada multiagencial, pero que puede terminar adhiriendo a los términos simplificados que impone la demagogia punitiva. De confirmarse esta tendencia volveremos a padecer la falta de decisión política para avanzar en procesos de reformas democráticas profundas en materia de seguridad ciudadana.

«El cine ya no existe»

Entrevista a Mariano Llinás
en Revista Crisis #12:
por Ximena Tordini / Javier Alcácer /

Mariano Llinás se arriesga a producir y dirigir películas ambiciosas que tensionan las alicaídas antinomias entre autonomía y mainstream. En esta larga charla y sin privarse de la neurosis, vocifera y reflexiona sobre el largo y oscilante ciclo del fin del cine, las nuevas condiciones de circulación y su decisión de no ir más al Bafici, su fascinación con el teatro indie, la ficción como una máquina desbocada que no perdió vigencia, la crítica, ciertos directores de su generación y su deseo de seguir haciendo películas.


Bueno, es así. Mariano Llinás toma un trago de vino tinto y dice: el cine ya no existe. Es domingo, es de noche, y estamos en el patio de una casa con la parrilla en su punto justo, a la hora en que empiezan las últimas funciones en las salas de los shoppings. Ahora Llinás va a decir que al cine hay que pensarlo todo de nuevo y va a citar de memoria cuentos de Borges en varias de sus respuestas, va a criticar a buena parte de sus contemporáneos, nos va a pedir que no lo pongamos, va a gritar un poco, a comer mucha carne y a decirnos, a los ocho comensales de crisis (entre editores, colaboradores y amigos en común), que somos anacrónicos, nostálgicos o que estamos equivocados. En un gesto inusual para alguien que es entrevistado, nos preguntará a nosotros qué opinamos sobre aquello que le preguntamos. Ahora, Llinás va a usar muchas veces las palabras nadie, nada, todo, nunca, siempre, jamás.

¿Vos pensás que en Argentina se podría hacer un cine industrial y de vanguardia al mismo tiempo que pudiera llegar a un público masivo?
—Yo me resisto a pensar lo cinematográfico a partir del público. La idea del público masivo es una trampa, es una idea anticuada de lo que tiene que ser una película. Una película ahora tiene la misma obligación de encontrar un público masivo que cualquier otra manifestación cultural, no más. Una película hoy es como una obra de teatro o como una banda indie. Estamos en un momento de profundo cambio del fenómeno cinematográfico: ya no se sabe qué es el cine una vez que la película está terminada; las películas se bajan de internet; la gente no va al cine porque es carísimo y los únicos cines son los de los shoppings. Es algo que se está reinventando a sí mismo. En ese sentido, no sé qué es una película popular, salvo las películas que son evidentemente populares, las de Darín, que no tienen nada que ver con lo que hago. Se considera popular una película que se propone gustarle incluso a las personas a las que no les gusta el cine y yo hago películas para las personas a las que le gusta el cine y a partir de ahí si le gustan a personas imprevistas mejor. Pero no siento esa especie de herencia del siglo XX de que una película tiene que ser masiva. Yo creo que hay que encarar la pregunta por el público por otro lado: ¿cómo se reconstruye el fenómeno cinematográfico? ¿Es posible todavía seguir dando películas en un lugar donde las ve un montón de gente al mismo tiempo? Es algo del pasado, que fue muy lindo, que todos disfrutamos mucho pero que ya no existe más. Entonces, claro, están los tipos que hacen lo imposible por llevar gente a las salas. ¿Historias extraordinarias es una película popular? La vio un montón de gente, 20 mil personas en el cine.
El problema de la circulación es importante si uno piensa que una creación es un intento de intervenir en una situación colectiva y si posee la pretensión de generar algo.
—Pero el cine tiene un parámetro muy alto. Sobre el cine pesan 100 años de historia de masividad, fue el arte popular del siglo XX. Pero el siglo XX terminó, las masas que iban al cine no existen más, las salas no existen más, las películas con atractivo masivo que podían mezclar vanguardia y tradición en términos narrativos no existen más. Es una actitud nostálgica seguir pensando el cine de esa manera.
Entonces, una vez que ya no existe todo eso, queda por pensar qué significa una intervención que pretende aportar algo.
—Estás yendo muy rápido. Ya es suficiente renunciar a la tradición de la masividad. Cuando le hacen una entrevista a un editor o a un escritor nadie le pregunta eso. Nadie espera que la gente lea las novelas de Alan Pauls como se leíaEl Quijote.
El pasado es un libro que tocó una fibra social y llegó a un montón de gente que no leyó El pudor del pornógrafo.
—Digamos que la leyó un poco más de gente. ¿Cuántos ejemplares vendió El pasado?
17 ediciones. ¿50 mil ejemplares?
—Para la industria cinematográfica eso es un fracaso rotundo. Caetano [director de Crónica de una fuga] hace 50 mil espectadores y no lo llaman más. No sabemos cuáles son las fibras sociales que tocamos. Hacemos el objeto, lo tiramos y el mundo en el cual se mueve es imposible de entender todavía. Hay mucho que aprender de otras artes. El teatro independiente es una actividad floreciente: tenés infinidad de obras que tienen su público. Habrá que entender por qué la gente todas las semanas va a ver obras nuevas con publicidad nula. Eso en el cine no existe, la gente está cansada del cine. En términos de producción estamos en flor y en términos de exhibición en crisis. Es evidentemente la ruina de una gran actividad. Hay que resignarse a eso. Es como el final de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius: “yo no me arreglo, sigo escribiendo en el hotel de Adrogué una traducción quevediana que no daré a la imprenta”. Sigo en la mía, no tengo más remedio. Y a la vez hice una película de cuatro horas y la gente la fue a ver, ustedes la fueron a ver. Por un lado es algo terrible y por otro es algo extraordinario. Cuando Godard filmaba sus películas, no tenía la libertad que tenemos nosotros, la hacía con unos productores y la película y tenía que llevar gente al cine. Nosotros tenemos la libertad de no tener ningún tipo de relación con eso. La noción de público estalló, lo único malo es que los críticos y los periodistas nos sigan preguntando por el público. El público no existe más, no-exis-te-más.
Cuando hacés películas, ¿pensás en las nuevas condiciones que determinan al cine hoy, por ejemplo que la película se va a ver en una pantalla de 15 pulgadas?
—La verdad que no, yo sigo pensando que se ve en una pantalla grande. Tengo una relación muy neurótica con la proyección, nunca vi una película mía proyectada en un cine. Me genera una especie de espanto. De verdad siento que es como una especie de tierra incógnita la difusión de las películas. Estamos en un momento de crisis absoluta y si uno se ahoga en la idea de que el cine es una especie de lengua muerta en términos de exhibición no progresa. Uno simplemente tiene que seguir haciendo películas.
Vos hablabas de cierta incertidumbre a la hora de la distribución, pero creo que cuando hacés una película tenés una certeza: el BAFICI.
—No. Tengo la certeza que La flor, la película que estoy haciendo ahora, no la voy a dar en el BAFICI. Se volvió un auditorio un poco enrarecido, que para algunas películas es bueno y para otras no. Como director no tengo nada que ganar en el BAFICI y muchísimo que perder. Se volvió algo que a mí me recuerda las ficciones de Henry James, una especie de lugar donde uno va a mostrar su película para ver si es aclamada o denostada por unas señoras gordas.
¿Cuándo pasó eso?
—No sé, por ahí fui yo el que cambié. Para mí hay un punto en el que el BAFICI es expulsivo. El gran momento de cambio fue con las redes sociales, con los blogs. Hoy la manera en la que la gente ve las películas en el BAFICI es de una intensidad sospechosa. Hay un nivel de agresión en el ambiente, las películas tienen que lidiar con un nivel de mala fe difícilmente tolerable para cualquier tipo de obra de arte. Yo ya tuve diez años de BAFICI, no quiero volver a pasar por eso. Hay otras películas de El Pampero que se seguirán pasando porque eso depende de lo que quieren hacer los directores. El BAFICI generó una actividad crítica muy intensa, eso es muy bueno para la actividad cultural, pero a la vez tiene un nivel de neurosis muy alta. Cuando presenté mi película tuve una actitud polémica que no era tan habitual, me opuse a muchas cosas y eso dio que hablar a los críticos, siempre fui un personaje con perfil muy alto, cada paso que doy genera demasiados comentarios. Después de Historias extraordinarias empecé a sentir que eso no era bueno para las películas, como que se había salido de su cauce y más bien las perjudicaba, hacía que fueran vistas de una manera enrarecida. Cuando Castro (Alejo Moguillansky, 2009) fue vista únicamente a la luz de ciertas cuestiones contingentes, si yo estaba de una manera o de otra, pensé que algo se había terminado para mí. La próxima película que haga no la voy a dar en el BAFICI, quiero que se dé en un ámbito más sereno. Y después está el factor Quintín, una persona que vuelve la discusión extremadamente violenta. Y yo no sé si todas las películas resisten ese nivel de violencia, Historias extraordinarias era violenta en sí, aceptaba la confrontación; yo sentía que cuando la estrené me estaba enfrentando a un montón de cuervos que estaban dispuestos a comerme las vísceras. La película empieza y aparezco yo caminando. Me parecía bien hacer eso, ahora ya está, no tengo ganas de seguir enfrentándome a las viejas talibanes. Eso no es interesante, es una suerte de la hoguera de las vanidades decimonónica, con gente anónima que firma como “pajarraco” o “u23” y que dice “Ah, sí, Llinás, es hijo de millonarios”. Unos enmascarados que opinan de vos de manera infinita. Muy neurótico, man.
Borges, Godard, Terminator
En una entrevista en Radar dijiste que tu problema era cómo hacer ficción después de Godard. ¿Eso tiene algo que ver con la pregunta sobre qué hacer cuando hay un cine que no existe más, un espectador que no existe más, un tipo de relato que ya no funciona?
—Godard generó un lugar muy extremo en términos de ficción. El siglo XX que condujo a una experimentación extrema en torno a las formas del arte, no consiguió deshacerse de la ficción, no consiguió aniquilar la ficción. Ni siquiera Godard, ni siquiera Joyce, lograron que la gente empezara a pensar la ficción como algo obsoleto. Parece ser que la ficción es todavía algo que despierta en los espectadores cierto interés. Las obras posteriores a Godard trabajaban una dilución muy fuerte de la ficción, ficciones muy debilitadas. Parece ser que si uno hace una película donde la ficción es un poquito más fuerte los espectadores reaccionan más positivamente que si uno hace una película donde la ficción está debilitada. Hay algo de la ficción que todavía sigue vivo y eso es interesante. Como manera de comunicarse con el espectador sigue siendo el camino. Y a la vez, ¿cómo hacer eso y no ser demagógico? La pregunta actual es: ¿Cómo hacer ficción y seguir siendo moderno? Después de Godard estuvimos pensando cómo seguir haciendo cine sin trabajar la ficción o diluyendo la ficción. Esa no es una pregunta que yo sienta muy actual. Ahora me pregunto de qué manera podemos retomar la noción de ficción sin proceder a una acción anacrónica, demagógica o arcaica: que la ficción siga cumpliendo su función ancestral y a la vez sea algo que permita relacionarse con la Modernidad. Lo que define la ética de un artista es la relación que tiene con la Modernidad y yo siento que la Modernidad empieza a incluir la ficción de nuevo.
También se habla de “la vuelta de la política”, como si retornaran los viejos relatos y la crisis de la representación que vivimos hubiera sido apenas una pesadilla de la que por suerte despertamos. ¿Cómo hacer para que esta vuelta de la ficción no reponga los términos tradicionales del discurso cinematográfico?
—Yo no tengo, a diferencia de Raúl Perrone, un manifiesto de cómo funciona eso. Sí tengo certezas. ¿“Sí tengo certezas” dije? Quise decir lo contrario: tengo suposiciones. El relato como acumulación, la idea del relato que no se cierra sino que se abre a otros, la idea de la ficción como un movimiento permanente. La ficción como una especie de máquina, como una máquina inventada por el hombre que ya no es utilitaria. Antes, la ficción era una máquina de generar cuentitos, ahora la hipótesis es que esa máquina se ha ido de madre como en Tiempos modernos. La idea de que la ficción se desboca y entonces empieza a reproducirse como las máquinas de la ciencia ficción. La idea de que la ficción no está destinada a producir objetos con cierto sentido de fábula sino que es un que es una especie de música. Una forma de generar imágenes. La ficción ya no es el vehículo para generar un relato, sino que el relato es el vehículo para generar determinadas imágenes. Es básico y tampoco es tan nuevo lo que estoy diciendo. La historia entendida como una cosa cerrada que tiene principio y fin es lo primero que se destierra: la ficción se va habitando, está fuera de una especie de centro. Me parece que el objetivo sería construir de la ficción una especie de arte abstracto. ¿Cómo poder trabajar con la ficción que funciona sistemáticamente con lo concreto, para dar con algo que crecientemente se vaya convirtiendo en un arte abstracto? El riesgo de eso es que se convierta en una pelotudez, algo sin sentido.
Las ensaladas se terminan con la misma velocidad que los cortes de la milagrosa carnicería de los chinos. Empieza a refrescar pero Llinás se interesa por las opiniones sobre sus películas. Se le comenta que la extensión de Historias extraordinarias ocultó otra de las peculiaridades de la película: en esas cuatro horas apenas hay diálogos. Llinás ya había usado este recurso en Balnearios (2002), el documental entomológico que exploraba la cultura playera argentina, y a cuyo tono se recurre hoy en gran cantidad de publicidades. 
¿Historias extraordinarias como una película borgeana?
—La suposición era que la voz en off iba a permitir un trabajo de la ficción donde la ficción estaba puesta en duda. Iba a poder aplicar ciertos procedimientos que la literatura trabaja con muchísima facilidad. La literatura le había ganado en formas de debilitar la ficción al cine, vos empezás a leer “El tema del traidor y el héroe” y dice “se me ha ocurrido un argumento y me faltan todavía todas las precisiones”. Está hablando de algo que nunca pudo hacer. Fantástico, está trabajando la ficción como algo hipotético en la década del ´40. Nunca el cine pudo acercarse a ese nivel de hipótesis. [David] Lynch que es lo más parecido a cierto juego mágico con la ficción fracasa, se vuelve solemne, se vuelve intrincado, se vuelve pesadillesco. Entonces la voz en off era como una especie de herramienta para generar rápidamente ese juego donde la libertad sobre lo narrable es infinita, donde vos podés adelantarte, ir para atrás. La película es un trabajo sobre la forma, sobre las imágenes. Cada vez me siento más cerca de la producción de imágenes que de la producción de relatos. Para mí la ficción y el relato son un vehículo para poder generar imágenes conmovedoras.
Le preguntamos por la edición en libro del guión de Historias extraordinarias, dice “fue un negocio editorial, man”. Nos cuenta que ahora “quieren hacer que edite el audio libro”. ¿“Audio libro”? “Video libro… ¿cómo mierda se llama eso?” “¿Ebook?”, dice alguien. “Eso, y no quiero. Hace años que edité el guión, no me llegó un peso y ahora quieren el video libro, váyanse a cagar, me mandan un mail queremos editar el videolibro, ni en pedo”. No podemos evitar las risas. “No quiero que esté en audio libro, ¿quién lee eso?” Los entrevistadores empezamos a sacar kindles de las mochilas y a regodearnos del dinero que le quitamos a la industria editorial cada vez que nos descargamos decenas de archivos, hacemos una apología del libro electrónico, “el invento más importante después de la imprenta”, le decimos.
—¿Ustedes leen video libros?
—Se llaman ebooks.
—¡Son una manga de caretas! Yo pensé que venía con gente re copada y al final son todos unos caretas. ¿Tienen Ipad ustedes?
los maravillosos años del nuevo cine argentino
Entre las discusiones favoritas de la crítica cinematográfica nacional, hay una que se eleva entre las demás: la existencia (o no) del Nuevo Cine Argentino (NCA), con Lucrecia Martel, Adrián Caetano y Pablo Trapero como principales exponentes de una generación que renunciaba a los últimos 20 años de películas argentinas. ¿Fue una casualidad? ¿Un invento oportuno de un grupo de programadores para vender una corriente a los festivales internacionales?
—Yo me reconozco parte del NCA, eso hay que decirlo porque nadie dice eso. Lo más canchero es decir “yo no tengo nada que ver con el NCA, el NCA no existe, el NCA es una mentira de los medios”. Para mí no es verdad. Para mí el NCA existió, sigue existiendo y tuvo una fuerza inusitada dentro del cine argentino, única en la historia, con un nivel de contundencia que no tuvo ninguna otra corriente en la historias argentina jamás. Si tengo que hablar de una película que me influyó mucho es Mundo grúa (1999). En los´90 todo el mundo sentía que en algún momento el NCA era algo que iba a pasar, estaba como al alcance, el cine argentino era muy malo, completamente reaccionario, completamente aberrante desde el punto de vista formal, completamente agotado desde el punto de vista temático y todo el mundo sentía que había una generación con las escuelas de cine que iba a dar vuelta la torta y entonces cuando vino Pizza, birra, faso (1998) todos sentimos que había empezado algo, pero todavía era una película un poco previsible, estaba bien hecha pero todo el mundo la preveía. En cambio Mundo grúa fue una película imprevisible. Yo soy parte de esa generación que estudió en los ´90, que empezó a pensar el cine a partir de las escuelas de cine, básicamente la Universidad del Cine (FUC). En general se reniega mucho de eso y para mí hay algo de esa actitud que tuvo que ver con una especie de deriva de muchos de los directores pioneros del NCA hacia formas más convencionales. Para mí esa línea que está sobre todo sostenida por el BAFICI sigue existiendo, yo me reconozco parte de eso. Hay algo de la idea del grupo nuestro que tiene que ver con seguir profundizando caminos que el NCA empezó a abrir y que lentamente muchas de esas personas fueron abandonando, que tiene que ver con formas de producción y la renovación de determinados temas, determinadas formas de lenguaje, que para mí sigue siendo una causa. Yo me sigo considerando parte de ese movimiento y no soy cínico con respecto a eso. Me parece que la mayoría de mis compañeros, desde Caetano hasta Trapero, sí son cínicos. Si hubiera líneas dentro de eso, me reconozco en una tal vez más formalista. Hace poco en uno de los últimos BAFICI, Quintín se peleaba con una de las películas de la FUC y decía “es uno de los que piensan que el cine argentino tiene que ser un permanente homenaje a Invasión de Hugo Santiago”. Yo no creo que el cine argentino tenga que ser un permanente homenaje a Invasión pero sí que es la película que genera una investigación en la cual yo me quiero inscribir: un modo de entender o sintetizar algunos aspectos de la cultura argentina. Una especie de nodo que ustedes se imaginarán con qué tiene que ver: Borges y una especie de metáfora sobre los movimientos revolucionarios.
¿Por qué crees que Caetano y Trapero quieren desligarse del NCA?
—En los hechos se desligaron de un punto de vista sobre la producción. Cada uno es diferente. Caetano se dio más un lugar de laburante, casi a la manera de trabajador, de un director clásico de Hollywood, trató de salirse de un lugar autoral. Trapero, al contrario, trata de jugar en una línea de directores internacional. Claramente un tipo de cine que ya no tiene que ver con una investigación sobre las formas de producción sino simplemente con hacer cine, con llevar adelante sus propias carreras. En ese sentido es válido, pero hay una posición muy temprana de renegar de determinada localización colectiva para asumir el lugar de individuos. Llamo a eso una posición cínica, una posición de reivindicar el lugar de autores. No hay ninguna valoración moral en lo que estoy diciendo, me parece que ellos veían lo que se llama cine independiente como un paso para hacer simplemente cine y otros lo veíamos como un lugar a investigar y a profundizar.
¿Pensás que el kirchnerismo tiene algo que ver en este pasaje? En otros ámbitos también surgieron en los ´90 muchas vías de investigación y experiencias alternativas. Pero el kirchnerismo puso otro piso a la discusión y mucha gente empezó a pensar que ahora el desafío es otro.
—No voy a hablar del kirchnerismo porque me parece demasiado amplio como marco de referencia, además tendríamos que hablar de algo que es muy tremendo: del menemismo. El NCA se gestó en el menemismo. El NCA no se generó necesariamente como una resistencia y, en lo que a mí respecta, el NCA le debe su existencia a la película barata. Los que estudiábamos cine podíamos, a diferencia de todas las generaciones precedentes, comprar equipos y película virgen a un precio insólito y eso hizo que pudiéramos tener una relación con la experimentación y con el trabajo que pasó de ser teórica a práctica. Aprovechamos un contexto que fue arrasador para el país, pero que lateralmente abrió esa posibilidad. Sí creo que coincidentemente con los años del kirchnerismo el INCAA se volvió mucho más conservador y muchísimo más cerrado en sus políticas. Jorge Coscia [presidente del ente entre 2002 y 2005] fue la persona que hizo más daño al cine independiente. Construyó un instituto de fomento a la industria cinematográfica, cerró el acceso al dinero en torno a la corporación cinematográfica y todos los fenómenos independientes que querían tener algún tipo de subsidio oficial tenían que avenirse a un criterio industrial. La medida más famosa en ese sentido fue que para poder acceder a un crédito un director tenía que tener tres películas hechas y un productor dos películas hechas. Tal criterio industrialista es sumamente restrictivo, una apuesta a favor de los fuertes y en detrimento de los débiles. Lo que se llama “industria del cine” es una actividad completamente subsidiada, sin riesgo para las personas que la llevan a cabo y que favorece los negocios de las grandes productoras y deja afuera a los experimentos. Lo cual es grave porque estamos en un momento histórico en el que es posible hacer un cine no industrial, el desarrollo de las tecnologías audiovisuales hace posible que cualquier persona pueda con una cámara de fotos hacer una película con la misma calidad que las películas que hacen las productoras. Y no en vano se impone una política restrictiva, porque si no, si cualquiera puede hacer una película: ¿cómo van a hacer esos tipos que tienen unas estructuras inmensas para sostenerlas? Por eso todavía las películas, para recibir un subsidio, tienen que estar terminadas y estrenadas en 35 milímetros.
¿Qué políticas concretas te parece que habría que implementar?
—En primer lugar hay que romper con la idea de que el cine es solamente una industria. Nosotros producimos de una forma artesanal en la que el dinero se administra de una manera distinta a la industrial, desde el número de técnicos a la relación entre técnicos y actores. La manera en que se administra el dinero actualmente en la industria del cine es extremadamente capitalista. El productor es un patrón y los técnicos y los actores son empleados. El cine como yo lo pienso precisa una situación más igualitaria. Es más un equipo que una relación vertical. Ahora las migajas llegan por el lado de la televisión. [Liliana] Mazure [actual presidente del Instituto] es mucho más piola que sus dos predecesores, porque empieza a ver que el modelo excluyente del INCAA genera mucha mano de obra desocupada. Los directores que accedieron a su opera prima mediante políticas más inclusivas como las de [José Miguel] Onaindia, no podían volver a filmar. Entonces, apoyados en la Ley de Medios, arman INCAA TV y financian las series y ahí se comportan con una libertad total, dejan que cada uno gaste y les dan laburo a todos los directores que estaban al pedo.

La Corporación

Monsanto es la multinacional de semillas y agroquímicos más poderosa del mundo. Cuenta con apoyo político y rentabilidad millonaria, y su modelo implica corrimiento de la frontera agropecuaria, desalojos rurales, desmontes y masivo uso de agroquímicos. Su desembarco en Córdoba de la mano de la Presidenta y del Gobernador, maíz para agrocombustibles, la nueva ley de semillas y la profundización del modelo.
Por Darío Aranda


No soy la Presidenta de las corporaciones
Cristina Fernández de Kirchner
10 de diciembre de 2011.
Discurso de reasunción, en el Congreso Nacional.
Juana es abuela, cabello rubio y canas, una bolsa de hacer mandamos en la mano y la decisión de enfrentar a la empresa de semillas y agroquímicos más poderosa del mundo: “No queremos a Monsanto”, avisa con naturalidad y arroja la primera pregunta retórica: “¿Los políticos defienden más a las empresas que a los vecinos?”.
Es miércoles a la noche en Malvinas Argentinas, a veinte minutos del centro de Córdoba. Club vecinal de fiestas, un prolijo y humilde salón, escenario de una asamblea de vecinos que se opone a la instalación de Monsanto en el barrio. Doña Juana parece una de las voces cantantes en la asamblea. Escucha atenta, primera fila y refuerza su idea: “Si el Gobernador y la Presidenta quieren a Monsanto, que la fábrica se instale al lado de sus casas”. Los vecinos la aplauden.
Monsanto tiene 111 años de historia, su sede central en Estados Unidos, una facturación anual de 7297 millones de dólares, domina el 27 por ciento del mercado se semillas a nivel mundial y acaba dar un paso más en su política expansiva: el gobierno nacional aprobó su nueva semilla de soja transgénica, impulsa el cobro de regalías por el uso del producto, impulsa una nueva ley de semillas (muy cuestionada por los campesinos) y comienza la instalación de su planta más grande de Latinoamérica en Córdoba, para avanzar con el maíz transgénico y redoblar la producción de agrocombustibles.
Apoyo político, corrimiento de la frontera agropecuaria, desalojos campesinos, desmontes y masivo uso de agroquímicos. La profundización del modelo en su manera más explícita.
Más de un siglo
La historia oficial señala que Monsanto Chemical Works fue fundada en 1901 por John Francis Queeny, “empleado durante treinta años en la industria farmacéutica”, que tomó el nombre de su esposa (Olga Méndez Monsanto) y creó una pequeña empresa, pero de rápido crecimiento. Con sede central en Saint Louis (estado de Misssouri), su primer producto fue la sacarina. En la década del 20 ya había convertido a la compañía en una de las principales fabricantes de productos básicos de la industria química, entre ellos el ácido sulfúrico.
En 1928, el hijo de Queeny, Edgar, tomó la presidencia de Monsanto, que alcanzó su era de expansión en la década del 30 con la adquisición de tres empresas químicas. “Desde la década del 40 hasta nuestros días, es una de las cuatro únicas compañías que han estado siempre entre las diez primeras empresas químicas de Estados Unidos”, señala Brian Tokar en su investigación “Monsanto: Una historia en entredicho”.
Tokar aporta un dato, luego retomado por Marie Monique Robin en su libro “El mundo según Monsanto”, que la empresa oculta de su historia oficial. “El herbicida conocido como Agente Naranja, que fue usado por Estados Unidos para defoliar los ecosistemas de selva tropical de Vietnam durante los años 60, era una mezcla de químicos que provenía de varias fuentes, pero el agente naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina muchas veces superiores al producido por Dow Chemical, el otro gran productor del defoliante”, detalla Tokar, director de investigación en biotecnología del Instituto de Ecología Social de Vermont (Estados Unidos).
Según la investigación, ese hecho convirtió a Monsanto en el principal acusado en la demanda interpuesta por veteranos de la guerra de Vietnam, que experimentaron un conjunto de síntomas atribuibles a la exposición al Agente Naranja. “Cuando en 1984 se alcanzó un acuerdo de indemnización por valor de 180 millones de dólares entre siete compañías químicas y los abogados de los veteranos de guerra, el juez ordenó a Monsanto pagar el 45,5 por ciento del total”, explica y recuerda otro producto producido por Monsanto: PCB (elemento cancerígeno utilizado en transformadores eléctricos)
En 1976, Monsanto comenzó a comercializar el herbicida Roundup (a base de glifosato). “Pasaría a convertirse en el herbicida más vendido del mundo”, señala aún hoy en su sitio de internet. En 1981 la compañía se estableció como líder en investigación biotecnología. Y en 1995 fueron aprobados una decena de sus productos modificados genéticamente, entre ellos la “Soja RR (Roundup Ready)”, resistente a glifosato.
La empresa publicitaba que el Roundup era “biodegradable” y resaltaba el carácter “ambientalmente positivo” del químico. La Fiscalía General de Nueva York reclamó durante cinco años por publicidad engañosa. Recién en 1997 Monsanto eliminó esas palabras en sus envases. Tuvo que pagar 50 mil dólares de multa. “Es la última de una serie de grandes multas y decisiones judiciales contra Monsanto, incluyendo los 108 millones de dólares por responsabilidad en la muerte por leucemia de un empleado tejano en 1986; una indemnización de 648 mil dólares por no comunicar a la EPA datos sanitarios requeridos en 1990; una multa de un millón impuesta por el fiscal general del estado de Massachusetts en 1991 por el vertido de 750 mil litros de agua residual ácida; y otra indemnización de 39 millones en Houston (Tejas), por depositar productos peligrosos en pozos sin aislamiento”, acusa el investigador Brian Tokar.
Monsanto continuó promocionaba el Roundup como “un herbicida seguro y de uso general en cualquier lugar, desde céspedes y huertos hasta grandes bosques de coníferas”. Pero el 26 de enero de 2007 fue condenada por el tribunal francés de Lyon a pagar multas por el delito de “publicidad mentirosa”.
En Argentina, Monsanto cuenta con una planta en Zárate (Buenos Aires) desde 1956. Hace doce años realizó una ampliación, su planta de producción de glifosato pasó a ser la más grande de América Latina. En 1978 se instaló en Pergamino y, en 1994, sumó una planta en Rojas (Buenos Aires).
En 1996, el gobierno argentino aprobó la soja transgénica con uso de glifosato. Con la firma del entonces secretario de Agricultura, Felipe Solá, la resolución 167 tuvo luz verde en un trámite exprés: sólo 81 días, y en base estudios de la propia empresa Monsanto. El expediente, de 146 páginas, carece de estudios sobre efectos en humanos y ambiente, y –sobre todo– el Estado argentino no realizó investigaciones propias sobre los posibles efectos del nuevo cultivo, se limitó a tomar como propios los informes presentados por la parte interesada (Monsanto).
Patentes
En 1996 la soja ocupaba en Argentina 6,6 millones de hectáreas. En el 2000 ya llegaba a 10,6 millones. En 2011 llegó a 19,8 millones de hectáreas, a un promedio de expansión de 800 mil hectáreas por año. Representa el 56 por ciento de la tierra cultivada del país.
Luego de la devaluación de 2002, y cuando la demanda externa de soja aumentó, Monsanto intentó cobrar regalías por el “derecho intelectual” de la semilla transgénica. Federación Agraria Argentina (FAA) y el Gobierno rechazaron el pago.
Monsanto llegó hasta los tribunales europeos, donde intentó frenar judicialmente lo barcos con soja proveniente de Argentina. Pero la vía judicial no prosperó.
Lejos estaba la empresa de tener problemas económicos. En 2006 había facturado 4476 millones de dólares. En Latinomérica, en sólo el primer trimestre del 2006, facturó 90 millones de dólares. Al año siguiente, mismo periodo, tuvo un incremento del 184 por ciento: 256 millones de dólares. “Gran parte se debió al mayor precio del herbicida glifosato”, anunciaba la empresa, que señalaba al glifosato como el responsable de la mitad de sus ganancias. En 2007 la facturación llegó a 7.300 millones. El presidente ejecutivo de Monsanto, Hugh Grant, expresó en 2009 a la agencia de noticias (Reuters) que la compañía planeaba expandir el negocio de las semillas a una tasa de crecimiento anual de un 20 por ciento entre el 2007 y el 2012.
El Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) estudia desde hace 25 años la concentración del mercado agropecuario mundial. “Monsanto tiene actualmente el 27 por ciento del mercado mundial de semillas, de todo tipo (ttransgénicas o no) y de todas las variedades. En semillas transgénicas, Monsanto tiene el 86 por ciento del mercado mundial. Es uno de los dos monopolios industriales más grandes del planeta y de la historia de la agricultura e incluso, del industrialismo. Solamente Bill Gates (con Microsoft) tiene un monopolio similar, cerca del 90 por ciento del mercado”, explicó Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC.
Coincidencias
La Presidenta anuncia, desde Estados Unidos, la nueva planta de Monsanto en Argentina
Un juicio histórica que, enmarcado en la Ley de Residuos Peligrosos ((24051), abría la puerta para encuadrara las fumigaciones como delito y la posibilidad de condenar a cárcel a los productores y fumigadores.
Tres días después de iniciado el juicio, el 15 de junio, en un almuerzo en el Consejo de las Américas (espacio emblemático del establishment económico estadounidense) y frente a las mayores corporaciones de Estados Unidos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner celebró: “Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz (…) Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está, digamos, a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos (…) Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto. Una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en Córdoba, en materia de maíz con una nueva digamos semilla de carácter transgénico”.
El 21 de agosto, luego de más de dos meses de juicio, la Cámara I del Crimen dictó sentencia: dictaminó que los dos hechos denunciados (dos fumigaciones, una de 2004 y otra de diciembre de 2008) violaron la normativa vigente y fueron catalogadas como delito. Y condenó a un productor Francisco Rafael Parra y al aerofumigador (Jorge Pancello) a tres años de prisión condicional, cuatro años de trabajos comunitarios y ocho años de prohibición para manipular agroquímicos.
Ese mismo día, el Ministro de Agricultura de la Nación, Norberto Yauhar, presentó la nueva semilla de soja (“RR2 Intacta”) junto a los directivos de Monsanto. La gacetilla de prensa del Ministerio de Agricultura tituló con una cita del vicepresidente de Monsanto Argentina, Pablo Vaquero: “Trabajamos con un Gobierno que ha abierto el diálogo”. La gacetilla oficial hace propia la publicidad de Monsanto y resalta las supuestas bondades de la semilla: “Esta nueva tecnología permitirá contribuir a una mayor producción y a mejorar el medio ambiente”.
El ministro Yauhar celebró: “Es un día muy especial para Argentina, porque vamos por una segunda generación de soja, hoy aprobamos el evento número 27 y la biotecnología es una herramienta para el crecimiento sustentable”.
Ministro de Agricultura, Norberto Yahuar, en la presentación de la nueva semilla de Monsanto.
Semillas
En la principal feria de agronegocios de Argentina, Expoagro, de marzo de 2012, las empresas Monsanto, Nidera y Don Mario (la principal semillera de Argentina) tenían un objetivo principal: remarcar la necesidad de que el Gobierno apruebe la nueva soja RR2.
“Esto que ves acá es la nueva tecnología”, invitaba Juan Manuel Bello, ingeniero agrónomo de semillera Don Mario, una de las empresas líderes del sector (Mu abril 2012). Se refería a una pecera de vidrio, sobre una mesa, de un metro de alto y dos de largo, dividida al medio. De un lado, la soja transgénica que se utiliza en la actualidad (llamada “RR”), tallos quebrados, hojas rotas y con agujeros de vaya a saber de qué bicho. A su lado, la nueva soja “RR2”, impecable, verde oscura, perfectas. Prometían mayor productividad, un 11 por ciento, que la soja RR.
“La idea es que se pueda comparar a simple vista. La soja RR2 BT tiene un doble gen, el RR y el gen BT, que le otorga la resistencia a insectos, patentada por Monsanto. Acá la comercializaremos cuando se logre consenso en toda la cadena, desde producción hasta exportación. Hoy se trabaja con productores para sumar voluntades, suman su adhesión para utilizar esta biotecnología, firman un acta acuerdo para darle la bienvenida a esta avance de la ciencia”, detalló.
“El consenso”, traducido al criollo, es la aceptación de los productores locales a pagar regalías. Hasta marzo de 2012, productores y Gobierno parecían resistir el cobro de regalías.
Wikileaks
“A lo largo del gobierno de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández después, importantes funcionarios y congresistas de Estados Unidos, además de sucesivos embajadores, presionaron a la Casa Rosada para que facilitara a la empresa Monsanto el cobro de regalías por el uso de semillas transgénicas. Lo que empezó como un duro enfrentamiento, con cargamentos de harina de soja incautados en puertos europeos en el 2004 y 2005, se encaminó hacia una negociación sobre la nueva generación de semillas, dejando atrás el intento de cobro de Monsanto, señala una serie de cables filtrados por Wikileaks”, escribió el jefe de la sección Internacionales de Página12, Santiago O’Donnell el 3 de marzo de 2011, donde cables hasta entonces secretos de la embajada mostraban una supuesta resistencia del Gobierno respecto a ceder a Monsanto.
En los cables, Monsanto aseguraba que el 85 por ciento de la soja que se producía en Argentina se hacía con su fórmula, pero menos de un tercio pagaba regalías. “Si bien el lobby oficial estadounidense a favor de Monsanto fue incesante, hasta los propios analistas de la embajada reconocieron en los cables que el reclamo era dudoso: ‘Los granjeros argentinos tienen derecho a replantar –no a revender– semillas generadas en una cosecha originada en semillas registradas sin pagar regalías, pero no a venderlas’, dice un cable de marzo del 2006 firmado por el entonces embajadorLino Gutiérrez”, explicó el editor jefe de Página12.
Cambios
El primer anunció de la soja RR2 fue realizado el 4 de julio de 2009 en Clarín Rural, uno de los principales voceros de los agronegocios (junto con el diario La Nación, socios en la muestra Expoagro). Prometía un mayor rendimiento, entre 10 y 15 por ciento mayor a la primera soja transgénica.
En septiembre de 2011, la Presidenta presentó en Tecnopolis el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), con objetivos cuantitativos a alcanzar en 2020. En cuanto a producción granaria destaca que el objetivo es aumentar un 60 por ciento la producción (de los 100 millones de toneladas, llegar a 160), con el consiguiente avance sobre nuevos territorios.
El 28 de febrero de 2012, la Presidenta anunció que investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), del Conicet y de la empresa Bioceres habían logrado una semilla de soja resistente a la sequía y que lograba “altos rendimientos”, lo que posibilitaría el avance sobre regiones en la actualidad hostiles al monocultivo. En Bioceres tiene participación accionaria Gustavo Grobocopatel, titular de uno de los mayores pool de siembra del continente (“Los Grobo”).
Organizaciones ambientales y campesinas aportaron la mirada ausente en el acto oficial: el corrimiento de la frontera agropecuaria, con más desmontes, más poblaciones desalojadas y más uso de agrotóxicos.
En el discurso de junio de 2012 ante los empresarios estadounidenses, la Presidenta recordó el “avance” de los científicos de la UNL, Conicet y la empresa Bioceres. Y abordó por primera vez en público el tema tabú de las patentes de semillas: “Estaban muy contentos (los directivos de Monsanto) porque Argentina hoy está a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos. También en repatriación de científicos hacía la Argentina y fundamentalmente en respeto a las patentes. Como ahora nosotros hemos logrado patentes propias nos hemos convertido también en defensores de las patentes”.
Al regreso de ese viaje, los tiempos se aceleraron. Monsanto tuvo libre para la nueva soja. E incluso visto bueno para el cobro de regalías.
El 9 de agosto, desde el XX Congreso de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid), el secretario de Agricultura lo confirmó: “La estaremos aprobando en breve”.
Al día siguiente, la crónica del diario La Nación es elocuente. “En el marco de Aapresid, el tema de la nueva soja fue motivo de un encuentro informal entre directivos de Monsanto -entre ellos, el vicepresidente, Pablo Vaquero- y dirigentes de la Comisión de Enlace, como Eduardo Buzzi (presidente de la Federación Agraria Argentina), Carlos Garetto (presidente de Coninagro), Luis Miguel Etchevehere (vicepresidente segundo de la Sociedad Rural Argentina) y José Basaldúa (directivo de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA). También estaba el jefe del gremio de trabajadores rurales (Uatre), Guillermo Venegas. En un stand de Monsanto, todos compartieron una improvisada picada”.
Once días después, el ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, presentó la nueva soja junto a los directivos de Monsanto. “Hay que respetar la propiedad intelectual”, reclamó ese mismo día el Ministro de Agricultura y afirmó que el Gobierno está trabajando en una nueva ley de semillas, que contemple el cobro de regalías para quienes desarrollan las semillas transgénicas.
Regalías
Tan milenaria como la agricultura es el derecho a guardar parte de la cosecha como semilla, para la próxima siembra, el llamado “uso propio” de la semilla.
Con la nueva soja, Monsanto articuló un modo privado de cobro de regalías, que elude al Estado. Firmó contratos individuales con productores (según Monsanto, ya firmó con el 70 por ciento de los productores de soja) y articuló acuerdos con acopiadoras y exportadoras, que controlarán las cargas de camiones que llegan a los acopios. Allí se realizará un test a los granos y, si se detecta que la soja es de Monsanto, se le descontará al productor el cobro de regalías. Monsanto implementó un sistema que ubica al Estado es un lugar de simple observador.
La decisión de las empresas de semillas, con Monsanto a la cabeza, es alterar el derecho histórico al “uso propio”, bajo el argumento de respetar la “propiedad intelectual”. Y, junto con el Gobierno, avanza en una nueva ley de semillas.
Carlos Vicente, de la organización internacional Grain (organización referente en el estudio del mercado de semillas y las corporaciones agrícolas). “La ley actual, de la década del 70, permite el uso propio. Durante miles de años los campesinos criaron, mejoraron y cambiaron semillas, sin que nadie se las apropiara. Pero se crea un derecho de propiedad intelectual, no es la patente sino a la ‘obtención vegetal’, y se puede tener derecho de propiedad intelectual, un monopolio sobre la semilla que quita reconocimiento a los miles de años de historia campesina. Ahora alguien, las corporaciones, pueden ser dueños de las semillas”, alerta y remarca que las organizaciones campesinas se oponen de manera radical a cualquier freno al libre intercambio y circulación de las semillas “ya que esto significa frenar el histórico proceso de creación de diversidad que los campesinos han sostenido por miles de años”.
Vicente apunta a la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), una organización intergubernamental con sede en Ginebra (Suiza), constituida en 1961, donde tienen gran incidencia las multinacionales el agro y a la que adhieren los estados (entre ellos, claro, Argentina). En 1978, la UPOV crea la norma UPOV 78 que implica la aplicación del “derecho de obtención” de un vegetal, que va en línea con la patente en manos de empresas, pero también reconoce el uso propio de semillas, para volver a sembrar las semillas sin pagar regalías, y permitía que investigadores puedan analizar y producir mejoras sobre cada semilla nueva.
La UPOV da un salto en 1991, donde impulsa una legislación privatizadora de semillas. “La UPOV91 limita el uso propio y la investigación, ya que una empresa puede monopolizar una semilla e incluso exige que, si otros quieren seguir investigando sobre esa semilla, deban pagarle. Es muy grave, es la apropiación de la vida”, denuncia Carlos Vicente, de Grain.
-¿Cómo se relaciona Monsanto, la nueva ley de semillas que prepara el Gobierno y la UPOV 91?
Vicente no duda: “Monsanto había anunciado a inicios de 2000 que no iba a realizar nuevas inversiones en Argentina porque no se le garantizaba seguridad jurídica. De la mano de la Presidenta en Estados Unidos, el anuncio de Monsanto de instalar su mayor planta de maíz transgénico en Córdoba, hay un acuerdo que le devuelve ‘seguridad jurídica’, se aprueba la nueva soja, le permiten en cobro de regalías por un sistema privado y se aprestan a modificar la ley de semillas”.
Vicente remarca que la modificación de la ley “va por todas las semillas, no solo la soja”, la enmarca en la “tremenda ofensiva del agronegocios” en todo el continente y la resume de una forma que mete miedo: “Es un paso hacia la privatización de las semillas, la privatización de la vida en manos de las corporaciones”.
El Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) explicitó en julio pasado su rechazo a la nueva ley de semillas. En un comunicado, la catalogó como un “premio para los agro saqueadores” y denunció que “legitima el robo y la apropiación genética”.
“Las especies y variedades que han sido obtenidas por la selección de campesinas e indígenas durante diez mil años, ahora serían de quien la patenta primero, o quien modifica un gen de los 40 mil que pueden caracterizar una planta. Las semillas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad y no una mercancía al servicio del capital”, reclamaron.
¿Contradicciones?
“Yo le comentaba, y la gente de Monsanto no lo sabía, que tenemos una Patagonia en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia (…). Esto nos da la idea de que el elemento vital, agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”, propuso la Presidenta ante los empresarios estadounidenses el 15 de junio pasado.
Quince días después, el miércoles 27 de junio y desde San Luis, la Presidenta insistió: “Debemos extender aún más la frontera agropecuaria, tenemos que hacerlo (…) Cuando venía con el helicóptero veía esos inmensos círculos aquí, en medio de esta llanura puntana, que tal vez en otro momento solo tenía pasto o criaba y engordaba terneros, como me decía el Gobernador, y que hoy, a través del riego están permitiendo generar follaje, están permitiendo generar producción en zonas impensadas en la Argentina”.
En cadena nacional, la Presidenta dio un paso más: “Yo sueño con que en mi Patagonia, que es una estepa, también podamos hacer producción intensiva de follaje de maíz. No es una fantasía, estos mismos círculos que he visto aquí, los he visto también en los campos de un conocido empresario y productor que tiene estancias en mi provincia (…) y sabemos que vamos a producir también un maíz con una variedad transgénica que nos va a permitir, precisamente, en ese lugar constituir una las zonas también donde podamos extender toda la frontera agropecuaria y la ciencia y la tecnología”.
El Movimiento Campesino Indígena (MNCI) es uno de los espacios más novedosos de la lucha agraria, con presencia en diez provincias. Integra la Vía Campesina Internacional (el movimiento mundial de campesinos y trabajadores del campo) y de la Coordinadora Latinoamericana de Organización del Campo (Cloc).
Durante la resolución 125 cuestionaron a la Mesa de Enlace, pero sobre todo apuntaron al modelo agropecuario. En noviembre de 2009 recibieron en Quimilí (Santiago del Estero) al entonces ministro de Agricultura, Julián Domínguez. En noviembre de 2011, luego del asesinato del campesino Cristian Ferreyra (miembro del MNCI), la organización explicitó su diálogo con el Gobierno. La Cámpora, el Frente Transversal, Nuevo Encuentro y el Movimiento Evita se movilizaron junto al MNCI, en diciembre de 2011, al Congreso Nacional y presentaron un proyecto de ley de freno a los desalojos campesinos (que aún no fue tratado).
El 27 de julio pasado, el MNCI difundió un duro comunicado contra el Gobierno Nacional. “Democracias o corporaciones transnacionales: tiempos de elección”.
“La Bienvenida y entrega de nuestros bienes naturales a las transnacionales es una gran contradicción con otros principios enunciados desde el gobierno nacional (…) ¿Cómo explicamos que los ‘dueños’ de la tierra y las transnacionales estén embolsando fortunas y en nuestros barrios y comunidades aún nos rodea la pobreza? ¿Cómo debemos leer estas caricias discursivas a Monsanto, Vale, Barrick? La Mesa de Enlace ve satisfecha cómo se reconoce su discurso y su modelo. El ‘yuyo’ ya no es maldito, ahora es bendecido, y los ruralistas van por más”.
El Movimiento Campesino Indígena sabe que el avance del agronegocios implica un avance sobre sus territorios, con más desalojos, desmontes, agrotóxicos y represión: “Nuestra posibilidad de vivir, trabajar y producir se ve amenazada con cada paso que dan las transnacionales en nuestro territorio, y es por esto que vamos a combatirlas hasta nuestra última gota de aliento. Se trata de vidas, de millones de vidas que están en juego”.
Tres semanas después del comunicado del MNCI, el Gobierno aprobó la nueva soja de Monsanto.
Maíz en Malvinas Argentinas
“La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner se reunió hoy con directivos de la empresa Monsanto, quienes le anunciaron un plan de inversiones de 1.500 millones de pesos para desarrollar una planta de producción de maíz en la localidad de Malvinas Argentinas, Córdoba. Implica la creación de 400 nuevos puestos de trabajo (…). La nueva planta tendrá como función el tratamiento y acondicionamiento de semillas de maíz. Con las mencionadas instalaciones, la Argentina contará con las dos plantas más grandes del mundo de producción de semillas, ambas pertenecientes a Monsanto”, precisó el 15 de junio el comunicado de la compañía con sede el Estados Unidos.
Monsanto argumentaba que el maíz era importante para el desarrollo del agro argentino porque era la mejor opción para rotar con la soja, “mejora el balance de nutrientes, hace que la erosión del suelo sea menor y mejora el rendimiento”.
Argentina posee 19,6 millones de hectáreas con soja y 4,5 millones con maíz.
Dos meses después, invitados por Monsanto a Iowa (Estados Unidos), los propios periodistas de agronegocios de Clarín y La Nación revelaron la nueva avanzada del modelo agropecuario: ampliar la superficie cultiva de maíz para destinarla a agrocombustibles.
“Después de la fiebre de inversiones que hubo en plantas de biodiésel a base de soja en la Argentina, el próximo turno será para el etanol de maíz. Ya hay una veintena de proyectos de plantas que suman inversiones por 1500 millones de dólares. Se estima que este biocombustible podría hacer crecer en poco tiempo 10 por ciento el área con maíz. El dato lo saben en la compañía de semillas Monsanto, que organizó una gira con periodistas por los Estados Unidos para visitar, entre otras cosas, plantas de etanol y analizar el estado actual de esta industria”, sincera la crónica de Fernando Bertello, en La Nación del 31 de agosto.
En Río Cuarto (Córdoba), donde Monsanto también instará una planta experimental, avanza en la producción de agrocombutibles en base a maíz la empresa Bio4, de empresarios locales. También avanzan proyectos de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) en Villa María (Córdoba), Aceitera General Deheza (del ex legisladorrr kirchnerista Roberto Urquía), la aceiterVicentínin (con una planta en Santa Fe). Con un total de al menos 20 plantas, también se producirá agrocombustibles en Salta, Entre Ríos, San Luis y Bahía Blanca.
Los agrocombustibles acumulan una larga lista de cuestionamientos. La más reciente, en Argentina, provino en agosto pasado de la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional del Comahue: “Generar agrocombustibles significa destinar la parte de la superficie cultivable a la producción de granos para alimentar motores en vez de alimentar a la población. Se está siguiendo al pie de la letra las metas planteadas por el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (PEA) en materia de objetivos productivos sin tener en cuenta las consecuencias sociales, ambientales, económicas y culturales que acarrea”.
La Cátedra, un espacio novedoso e interdisciplinario que problematiza e investiga el modelo extractivo, denunció: “Es obligación saber que aceptar el cultivo masivo de plantas para producir agrocombustibles supone incrementar la presión sobre la tierra y no justamente para producir alimentos para las poblaciones locales, lo que se traduce en el aumento de nuestra vulnerabilidad alimentaria”.
Asamblea
“Salón de fiestas y eventos Santina”. Un prolijo rectángulo de diez metros de ancho por veinte de largo. Piso de cemento, paredes blancas. Detrás de una iglesia y frente a la plaza principal, sobre la calle San Martín, la principal del barrio Malvinas Argentinas, de casas bajas, cruzado por dos rutas que corren paralelas (88 y la 19) y dividen al barrio en tres (bautizados “primera sección”, “segunda” y “tercera”).
El salón de fiestas está ubicado en la Segunda Sección. Es miércoles a la noche de calor y es la cuarta reunión de la “Asamblea Malvinas lucha por la vida”, espacio autoconvocado luego de que se enteraran por televisión, en vivo y directo de boca de la Presidenta, que Monsanto se instalaba en su barrio, 32 hectáreas que ya están cercadas con alambre y con máquinas apisonando la tierra.
Matías Marizza tiene 30 años, es maestro de segundo grado en la escuela del barrio. Cara redonda, barba rala, jeans amplios. “Nos desayunamos con el anuncio de la Presidenta”, recuerda.
El boca en boca comenzó a circular y se gestó la primera reunión de vecinos autoconvocados, el 24 de julio. “Muchos vecinos tienen parientes en el barrio Ituzaingó, conocen de las fumigaciones, del juicio. No fue una noticia agradable escuchar que Monsanto se instala en el barrio, a menos de un kilómetro de una escuela”, explica.
Yanina Barzboza Vaca tiene 21 años, habla rápido y siempre vivió en Malvinas Argentinas. “No sólo que conocemos de cerca el Ituzaingó, conocemos de cerca las fumigaciones. Acá estamos rodeados de soja. A sólo cinco cuadras de San Martín (calle principal), ya tenés soja y fumigaciones. Hace mucho que se denuncia que chiquitos con problemas para respirar, pero nunca nos hicieron caso”. Además, en la localidad vecina (Monte Cristo) viven familias que desde hace seis años denuncian los efectos de las fumigaciones.
A la primera asamblea llegaron concejales, pero los vecinos los echaron. La segunda asamblea fue el 30 de julio. “Las dos primeras fueron muy desorganizadas, todos teníamos necesidad de contar lo qué veíamos y los temores”, recuerda Marizza. La tercera asamblea fue el 4 de agosto. Donde, casualidad o no, se cortó la luz en esa parte del barrio. Consiguieron un grupo electrógeno y la asamblea continuó.
Ese día se aprobó una actividad informativa al costado de la ruta, para el 15 de agosto. Se repartieron folletos a todo vehículo que cruzaba el barrio y a los vecinos. Tuvo buena repercusión en los medios de comunicación de Córdoba.
Daniel Arzani va por su cuarto mandato. En la asamblea todos los llaman “Daniel”, a secas, es un barrio donde todos se conocen. Arzani es radical, al igual que los siete concejales que le dan mayoría automática. La oposición: una concejal de Unión por Córdoba, del gobernador José Manuel De la Sota, que también apoya la instalación de Monsanto.
El Concejo Deliberante aprobó el 13 de marzo la instalación del obrador en las 32 hectáreas. “No se hizo ningún estudio de impacto ambiental que obliga la ley, no se informó a la comunidad. El Intendente hizo reuniones en casa de familias, algo habitual acá, convocadas por punteros, pero ni ahí tuvo apoyo. Los vecinos le dijeron ‘siempre te bancamos, pero en esta no’”, afirma Marizza.
La asamblea de vecinos cuenta con unos diez jóvenes que coordinan las actividades decididas por el plenario de vecinos. “Hacemos operativo lo que se aprueba en asamblea. No decidimos nada nosotros solos”, avisa Yanina Barboza.
La asamblea de hoy se espera movida. Un volante firmado por “vecinos por el sí” convoca a una reunión para mañana y remarca el apoyo a Monsanto. No saben quiénes son, pero apuestan fichas a que son de la Municipalidad. Segunda novedad: una decena de encuestadoras recorrieron el barrio y preguntaron la opinión de los vecinos respecto del Intendente, del Gobernador, de la Presidenta y, claro, de Monsanto. ¿Quién hizo la encuesta? Sólo se identificaron como “una consultora”.
Paciencia y consenso
Un argumento recurrente son los 400 puestos de trabajo que promete Monsanto y los gobiernos repiten (desde el municipal, hasta el nacional, sin olvidar al provincial). “Nos movimos, estuvimos averiguando y confirmamos que Monsanto publicó en su sitio web una convocatoria para profesionales de agronomía, química, contaduría, mecánica y marketing para jóvenes de entre 21 y 27 años, con nivel de inglés medio. Está claro que el trabajo no será para los vecinos. Según el último censo, en Malvinas no hay más de 50 estudiantes universitarios. Que no nos mientan más”, reclama Marizza.
Marizza y Barboza coinciden que la llegada de Monsanto posibilitó visibilizar las fumigaciones que rodean al barrio y también la lógica paternalista, inconsulta, de la clase política.
Convocada para las 20, la asamblea comenzó con 39 minutos de demora. Unas 150 personas, muchas mujeres con chicos, parejas jóvenes, hombres con su bolso de recién vuelto del trabajo. Primer tema, repaso de las condenas por el juicio del barrio Ituzaingó Anexo. Le siguió el panfleto de los vecinos que supuestamente sí quieren a Monsanto, acciones para frenar a Monsanto durante las próximas semanas, posibilidad de recurrir a una acción legal y la necesidad de presionar políticamente.
Por momentos la asamblea se dispara de temas. Todos quieren hablar. El clásico “compañero” de los ámbitos militantes se reemplaza por “vecino”. Muchos nunca asistieron a una asamblea, e intentan seguir discutiendo incluso luego de las votaciones. Se votó bloquear la entrada a Monsanto y concurrir, al día siguiente, a la convocatoria que apoya a Monsanto. Se aprueban ambas. Y luego algunos vecinos quieren volver a discutir. Los coordinadores vuelven a explicar la metodología, pero igual abren el juego. Saben que la batalla será larga y de la paciencia y el consenso dependerá su suerte. Enfrente está el Gobierno (en sus tres niveles) y, claro, la corporación más grande del agronegocios.

Apagando el fuego con gasolina

(posdatas a la carta gráfica)



P.D. PARA VUESAS ILUSTRÍSIMAS PERSONAS.- ¿Así que no saben de quiénes se habla ahí, quesque porque no ven televisión? Ok, ok, ok, son tod@s ustedes muy erudit@s y nada que ver con la cultura de los nacos, pero… ¿tampoco saben quién es Umberto Eco?
P.D. DE CULTURA DEPORTIVA GENERAL.- Lionel Messi, argentino; juega futbol en el equipo español Barcelona; cuando no hace comerciales de pan de marca, es sospechoso de, como el añorado Memín Pingüín, tener un chicle en el botín, porque se le queda pegado el esférico y sólo se separa cuando lo derriban (a Messi, se entiende) o cuando el balón “yace en el fondo de las redes”. Cristiano Ronaldo, portugués; juega futbol en el equipo español Real Madrid; también conocido como CR7; cuando no está haciendo comerciales de desodorantes, hace buenos goles. Más información sobre el futbol como negocio y como alegría (ejemplo: Pelé contra Garrincha), con Eduardo Galeano… mmh… ¿sí saben quién es Eduardo Galeano? Y no, ni al Barcelona ni al Real Madrid, yo le voy a los Jaguares de Chiapas, en México, y alInternazionale de Milán, en Italia (leo que los acaban de golear, debe ser por culpa de la camiseta que usan como visitantes). Pero los zapatistas nos mantenemos firmes, somos como los verdaderos aficionados de Pumas (saludos a la Rebel), que están con el equipo gane o pierda, y aunque en el patronato esté gente como Joaquín López Dóriga y Carlos Slim; o como los aficionados del América (saludos a La Polvorilla) que, cuando les dicen que son odiosos, responden “ódiame más”; o como los de la máquina azul, que se ponen bolsas en la cabeza como señal de vergüenza pero no dejan de apoyar a su equipo; o como los que le van al Atlas (saludos Jis y Trino) que siguen ahí manque no obste para que conste; etc., etc. Sí, ya sé que van a decir que el futbol es el opio de los pueblos y que por qué promuevo la enajenación, la incultura, bla, bla, bla, bla.
P.D. QUE DA LECCIONES DE GEOGRAFÍA.- Ciudad de México, Distrito Federal, México. Lugares donde usted puede conseguir, a un muy módico precio, cualquier serie de televisión (incluso con capítulos que todavía no salen) o películas (en algunos lugares les pueden ofrecer las nominadas para el Oscar, aún antes de que el comité de la academia de las ciencias y las artes cinematográficas de Hollywood se reúna), sin tener que traicionar sus principios de no ver la televisión: Eje Central “Lázaro Cárdenas” (antiguamente conocido como “San Juan de Letrán”); Pericoapa; Tepito, Calzada de Tlalpan; cualquier salida/entrada al metro; pasillos de cualquier facultad de la UNAM; casi en cada esquina de cualquier colonia popular; si quieren los originales, tons en las Librerías Gandhi (un saludo a la familia de Don Mauricio), El Sótano, o en El Parnaso… ¿ya cerró El Parnaso? (un abrazo desde acá para Tony), qué mal. Ok, ok, ok, lo sé, pero el mundo tiene más rincones que sus Mixup favoritos. Ojo: no se sorprenda usted si, cuando va a adquirir esosdevedés, le toca ver a la policía extorsionando a los ambulantes o tratando de desalojarlos “porque afean la ciudad”. Y si le toca ver un enfrentamiento no se espante, suele suceder que los jodidos resistan.
P.D. QUE DA CONSEJO A QUIENES ACUDEN AL IFE A PEDIR REGISTRO- Tal vez les iría mejor en las elecciones si en lugar de juzgar a “los muertos de hambre” (es lo más tierno que les dijeron cuando el caso de las tarjetas prepago) que no votaron por ustedes, trataran de entenderlos. Pero bueno, millones de mexican@s, que sí votaron por ustedes, les pueden explicar quién o quiénes son cada uno de los personajes o series mencionados.
P.D. QUE REVISA LAS AFIRMACIONES SOSPECHOSISTAS SOBRE EL EZLN.- Buena parte de los argumentos que usan cuando nos critican, son los mismos que usaron las grandes televisoras, la radio comercial y la mal llamada “prensa vendida”, desde 1994-95 hasta la fecha.
P.D. QUE SUGIERE, INSINÚA, O; COMO QUIEN DICE, PROPONE UN SUPOSITORIO.- Posible ruta que hubiera seguido el “debate caricaturizado” (claro, sin la señorita edecán que tanto impresionó al señor Quadri): los aludidos responden con una caricatura donde el Sup está apoltronado, rascándose los que están muy caros, barriga de fuera y atascándose de comida chatarra, viendo televisión (probablemente con el logotipo de Televisa, porque bien que se cuidan de no pegarle a Tv Azteca -ah, y nosotros no los acusamos de ser pagados por Salinas Pliego o Carlos Slim, o de que su campaña contra los trabajadores de Soriana era pagada por Wal-Mart-), el título o un globito dialogal con algo así como “estoy preparando mi siguiente comunicado”. El Sup contraataca con otra caricatura, titulada, “El Pasado Mediato”, donde está en su silla de ruedas y un indígena enfrente le dice: “Dicen los compas que están listos, que te toca y que ya sabes qué hacer”. El Sup responde: “Ok, necesito hablar con Elías Contreras para encargarle unosdevedés“. Los medios y amig@s que los acompañan, ya no reproducirían la caricatura, sino que empezarían con elucubraciones tipo “¿Está el Sup inválido y por eso no aparece públicamente?”, seguidas de investigaciones “muy serias” sobre las posibles enfermedades que tendrían como consecuencia el estar en una silla de ruedas.
P.D. QUE DA LECCIONES DE RACISMO EN COMUNICACIÓN.- Leí en varios lados que “ezetaelene sí, marcos no” y que quieren escuchar a los indígenas zapatistas, no al ego maníaco del Sup. Ok, va:
.- Última vez anterior que suscribió el Sup un comunicado a nombre del EZLN: mayo del 2011, en ocasión de la marcha de apoyo al justo y digno movimiento encabezado por Javier Sicilia. En el comunicado del CCRI-CG del EZLN se saludaba al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y a su lucha por las víctimas de la absurda guerra de Felipe Calderón Hinojosa.
.- Entre el 7 de mayo de 2011 y el 21 de diciembre de 2012, hay 27 denuncias de las Juntas de Buen Gobierno, es decir, de los indígenas zapatistas SIN INTERMEDIARIOS mestizos, blancos y barbados (y los lugares comunes que gusten agregar), todas tuiteadas y feisbuqueadas (o como se diga) por la página web “Enlace Zapatista”. En promedio, las 27 denuncias, fueron visitadas-leídas 1500 veces cada una, y todas ellas estuvieron varios días en la cabeza principal-central de esa página web.
Por ejemplo, la denuncia de la Junta de Buen Gobierno de La Realidad, de fecha 15 de agosto del 2012, estuvo 24 días como nota principal en la página web zapatista y recibió 1080 visitas-lecturas. Número detuits (o como se diga) que provocó: cero. Número de periodistas que “notearon” la denuncia: uno. Número de comentarios de los intelectuales en sus escritos: cero. Número de retuits (o como se diga): cero. Número de comentarios acusando al EZLN de ser un invento de Salinas de Gortari: cero. Número de elucubraciones sobre por qué el EZLN aparece sólo en tiempos electorales: cero. Número de periódicos que publicaron en su edición impresa la denuncia: cero. Por cierto, el texto de la JBG denunciaba la alianza entre el gobierno estatal y municipal con el PVEM y el PRD para agredir a las comunidades zapatistas.
Número de visitas a la caricatura del Sup que tanto ofendió a las cultas personas: más de 5 mil visitas en menos de 48 horas (más los tuiters -o como se diga-., más los pingback -o como se diga-, los copia y pega, etc.).
Ahora, revisen el período que va desde Agosto del 2003, año en que se forman las Juntas de Buen Gobierno y en el que se convierten en voceras directas de los pueblos zapatistas, y vean cuántas veces se pronunciaron, con sus propias palabras y sin intermediarios. Hagan la cuenta de cuántas veces ustedes supieron siquiera que esa palabra existía. Ok, ahora sí, escriban sobre el “sospechoso” silencio de los zapatistas y pregúntense por qué los zapatistas y marcos “aparecen” sólo cuando el PRI, que nunca se fue, regresa.
P.D. QUE TUITEA (o como se diga) SOBRE EL EZLN.-
Tuit 1: “L@s zapatistas son l@s que, en las corridas de toros, le van al toro“.
Réplica 1: “Pues qué ingenuos, al final al toro siempre lo matan“.
Tuit 2: “No siempre“.
Réplica 2: “Las flores siempre son para el torero, no para el toro, l@s zapatistas están desubicados“.
Tuit 3: (anulado por exceder los 140 caracteres): “Los partidos políticos se pelean por ver quién es el torero: unos dicen que es mejor que los picadores tarden más y así les faciliten el trabajo; otros que hay que ser piadosos y ofrecerle consuelo espiritual al toro antes de ser sacrificado: otros dicen que lo que hay que hacer es bajar los gastos de modo que la administración taurina no sea tan onerosa; otros dicen “¿de a cuánto?”.
Réplica 3: (No hay porque el tuit 3 no salió).
Tuit 4: “Las corridas de toros van a desaparecer. En el entretanto, l@s zapatistas más le aplaudimos al toro cuando, a pesar de las heridas, logra derribar al torero“.
Réplica 4: (No hay, tod@s se fueron a dormir).
La PD sigue tuiteando (o como se diga). Después de un tiempo, alguien se da cuenta que ahí está y le replica “¿Por qué sólo apareces en situaciones sospechosas?“.
¿Tan-tan?
P.D.- QUE AHORA SÍ NO REBASA LOS 140 CARACTERES (creo): “Durito: los zapatistas son como el Doctor House: casi siempre aciertan en el diagnóstico y el tratamiento, pero a la mayoría le disgusta el modo. Del paciente, ni hablar”.
P.D. QUE ACLARA.- Los hemos leído con atención. Vemos cómo, cuando uno disiente del otro, se acusan de “pejezombie” o de “televiso”, y sus derivados. Nosotros no pensamos que las disparidades tengan necesariamente una filiación política. Por ejemplo, cuando alguien dice “el EZLN es un invento de Salinas de Gortari”, nosotros no pensamos que sea necesariamente un “troll“, un pejezombie, un televiso o un tvazteco(o como se digan mutuamente). Puede ser, pensamos, que sólo se trate de alguien con un bajo coeficiente intelectual, perezoso para leer más de 140 caracteres, o que está tratando de ligarse a alguien que ya dijo eso.
P.D. QUE DESAFÍA A LA GEOMETRÍA- El mundo es redondo, da vueltas, cambia. Pero en el mundo impuesto por los de arriba, no importa cuántas vueltas dé, nosotros siempre quedamos abajo. El mundo que queremos nosotros también es redondo, también da vueltas, también cambia, pero ninguno está arriba a costa de los de abajo.
P.D. QUE HACE UN POCO DE MEMORIA.- Cuando una parte de la izquierda ilustrada todavía hacía malabares para tratar de darle fundamento teórico a la desafortunada ocurrencia de la “república amorosa”, y se vivía una tórrida luna de miel con los grandes medios (y se dedicaban grandes cantidades de dinero a la publicidad en medios electrónicos e impresos), l@s jóven@s estudiantes de lo que después sería conocido como “#yosoy132″ ya denunciaban el papel de los grandes medios de comunicación en la “democracia” mexicana. Después pasó lo que pasó, y esa misma izquierda ilustrada pasó a querer erigirse en tutor de los jóvenes rebeldes (o “revoltosos”, como les dicen ahora). Como ya no están de moda, se olvidan de ell@s, y les dicen “perdieron su oportunidad”, “mucha bulla y no consiguieron nada”, “revolucionarios de estarbucs (o como se diga)”, “no se puede cambiar el mundo con un esmartfon (o como se diga)”. El calendario seguirá desangrándose y, de pronto, resurgirán, mejores, más fuertes, más. Y los que ahora se olvidan de ell@s o los critican, dirán “claro, yo sabía que no habían desaparecido”, o “ahora les voy a decir qué es lo que deben hacer”, pero otros les dirán “hay mucho sospechosismo en que ustedes aparezcan cada que pasa algo”.
P.D. QUE SE MUESTRA COMPRENSIVA.- No hay tox, entendemos. Nosotros somos “eso” que, en sus casas y escuelas, provocaría la recomendación de sus padres, amig@s y demás gente sensata y decente: “no te conviene juntarte con esa gente, se dicen tantas cosas de ellos“. Y bueno del Sup ni se diga, sería algo como “ese hombre no te conviene, ni siquiera se sabe quién es realmente“. O “una cosa es ayudar a los pobres inditos y otra muy diferente mezclarse con esos nacos que ni siquiera tienen señal de celular, ya ni hablar de un esmartfon, aunque sea de marca “la migaja”.
P.D. QUE HACE UN GUIÑO.- “Nerd is hot“.
P.D. SOBRE LOS MILLONES CONTRA LOS MILES, O CIENTOS, O DECENAS, O UNOS CUANTOS.- El argumento de las mayorías contra las minorías nos da pereza, y a mí me hace recordar un viejo grafiti (o como se diga) sobre un viejo muro que vi cuando era viejo. Con una fiesta de colores, sentenciaba: “Come mierda. Millones de moscas no pueden estar equivocadas“.
P.D. QUE ACONSEJA PACIENCIA.- Oh, no se desesperen. Unas pocas palabras (o dibujos, audios, videos) más y ya sólo podrán escucharnos quienes realmente nos interesan como interlocutores.
Vale. Salud y, créanos, lo entendemos: razones y sin razones para fundamentar el cinismo, la apatía, elvalemadrismo, o los sinónimos que se les ocurran, hay muchas, demasiadas, todas. Encontrarlas para hacer algo para cambiar y mejorar, es una tarea que muy poc@s están dispuest@s a cumplir.
El Sup tratando de conseguir un combo “fatality” para el texto de final de temporada.
(no manches… ahora va a salir con videojuegos).

Para pasar el finde: «Jamás leí a Onetti»

Documental-homenaje al escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, en el que se recrea con testimonios, palabras, dibujos y música, parte del legado onettiano. A partir del vínculo entre diversos tipos de escritura, se interroga también acerca de los medios y los fines de todo proceso creativo.

Tesis sobre el Partido Imaginario

por Tiqqun


La significación política y moral del pensar no aparece más que en los raros momentos de la historia en que “todo se desmorona, el centro no puede ya ser el apoyo y la simple anarquía se esparce por el mundo”; en que “los mejores no tienen ya convicción, mientras que los mediocres están repletos de una apasionada intensidad”. En estos momentos cruciales, el pensar deja de ser un asunto marginal en las cuestiones políticas. Cuando todo el mundo queda atrapado sin reflexionar por lo que la mayoría hace y cree, aquellos que piensan se encuentran como descubiertos, porque su rechazo a unirse a los otros es patente y deviene entonces una suerte de acción.
Hannah ArendtEl pensar y las consideraciones morales.
I-
El Partido Imaginario es la forma particular que asume la Contradicción en el período histórico en que la dominación se impone como dictadura de la visibilidad y como dictadura en la visibilidad, en una palabra comoEspectáculo. Porque no es, en primer lugar, más que el partido negativo de la negatividad, y porque la hechicería del Espectáculo consiste, ya que no es capaz de liquidarlas, en volver invisibles en tanto que tales a las expresiones de la negación —y esto vale tanto para la libertad en acto como para el sufrimiento o la contaminación—, y su carácter más destacado es justamente que tiene fama de ser inexistente o, para ser más exactos, imaginario. Es sin embargo de él, y sólo de él, que se habla sin interrupción, porque es lo que cada día falla apenas visiblemente en el buen funcionamiento de la sociedad. Pero se ha tenido cuidado de pronunciar su nombre —de cualquier manera, ¿podría pronunciarlo?—, del mismo modo en que se temía invocar al Diablo. Y en esto se hace bien: en un mundo que ha devenido tan manifiestamente un atributo del Espíritu, la enunciación tiene una desagradable tendencia a devenir performativa. Inversamente, la evocación nominal del Partido Imaginario, aquí mismo, vale tanto como su acto de constitución. Hasta ahora, es decir hasta que sea nombrado, no podía ser más que lo que era el proletariado clásico antes de conocerse como proletariado: una clase de la sociedad civil que no era una clase de la sociedad civil, sino más bien su disolución. Y en efecto, no se compone hasta este día más que de la multitud negativa de aquellos que no tienen ninguna clase, y que no quieren tenerla; de la locura solitaria de aquellos que se han reapropiado su fundamental no-pertenencia a la sociedad mercantil bajo la forma de una voluntaria no-participación en ella. Al principio, el Partido Imaginario se presenta entonces simplemente como la comunidad de la deserción, el partido del éxodo, la realidad fugaz y paradójica de una subversión sin sujeto. Pero, así como el alba no es la esencia del día, ésta no es aún su esencia. La plenitud de su devenir está todavía por venir y no puede aparecer más que en su relación viva con aquello que lo ha producido, y que ahora lo niega. “Sólo aquel que tiene vocación y voluntad de hacer nacer el futuro puede ver la verdad concreta del presente” (Lukács, Historia y consciencia de clase).


II


El Partido Imaginario es el partido que tiende a devenir real, incesantemente. El Espectáculo no tiene otro ministerio que el de obviar sin descanso en su manifestación como tal, es decir en su devenir-consciente, es decir en su devenir-real; porque entonces, debería admitir la existencia de esta negatividad de la que cual es, en tanto que partido positivo de la positividad, la denegación perpetua. Está así en la esencia del Espectáculo el otorgar un campo adverso para este residuo despreciable, el hacerlo un no-valor total y, lo que regresa a lo mismo, el declararlo criminal e inhumano en su conjunto, bajo pena de tener que reconocerse él mismo como un criminal y monstruo. Es por esto que no hay fundamentalmente en esta sociedad más que dos partidos: el partido de aquellos que pretenden que no hay más que un solo partido, y el partido de aquellos que saben que en realidad hay dos. Habiendo constatado esto, se sabrá reconocer el nuestro.


III


Es un error que se reduzca la guerra al acontecimiento bruto del enfrentamiento, pero por razones que se explican sin dificultad. Ciertamente, sería completamente perjudicial para el orden público que sea comprendida como lo que es realmente: la eventualidad suprema cuya preparación y aplazamiento trabaja interiormente, en un movimiento continuo, toda agrupación humana, y cuya paz no es en el fondo más que un momento. Se trata idénticamente de la guerra social cuyas batallas pueden permanecer, en su paroxismo, perfectamente silenciosas y, por así decirlo, limpias. Difícilmente pueden ser discernidas en un repentino estallido de la aberración dominante. Tomando esta información, hay que reconocer que los enfrentamientos son exageradamente raros, comparados con las pérdidas.


IV


Es aplicando a este tipo de casos su axioma fundamental, de acuerdo al cual lo que no es visto no existe —esse est percipi—, que el Espectáculo puede mantener la ilusión exorbitante y planetaria de una frágil paz civil cuyo perfeccionamiento exigiría que se le permitiera extender en cualquier dominio su gigantesca campaña de pacificación de las sociedades y de neutralización de sus contradicciones. Pero su fracaso previsible está inscrito lógicamente en el simple hecho de que esta campaña de pacificación es todavía una guerra (ciertamente la más espantosa y destructora que haya habido jamás, porque es llevada a cabo en nombre de la paz). Es además uno de los rasgos más constantes del Espectáculo el que no hable de guerra más que en un lenguaje en que la palabra “guerra” ya no aparece y en que no es una cuestión más que de “operaciones humanitarias”, “sanciones internacionales”, “mantenimiento del orden”, “salvaguardia de los derechos del Hombre”, lucha contra el “terrorismo”, las “sectas”, el “extremismo” o la “pedofilia” y por encima de todo, de “procesos de paz”. El adversario ya no porta el nombre de enemigo, sino que en cambio es colocado fuera de la ley y fuera de la humanidad por haber roto y perturbado la paz; y cada guerra emprendida con el fin de conservar o extender posiciones de fuerza económicas o estratégicas tendrá que hacer uso de una propaganda que la transformará en cruzada o última guerra de la humanidad. La mentira sobre la cual el Espectáculo reposa exige que sea así. Asimismo, este disparate revela una coherencia sistemática y una lógica interna asombrosas, pero no ocurre sino hasta que este sistema, supuestamente apolítico e incluso antipolítico en apariencia, sirva a las configuraciones de las hostilidades existentes o provoque nuevos reagrupamientos entre amigos y enemigos, pues no sabría escapar a la lógica de lo político. Aquel que no concibe la guerra no concibe su tiempo.


V


Después de su nacimiento, la sociedad mercantil no ha renunciado jamás a su odio absoluto de lo político, y es en esto que reside su más gran contrariedad: que el proyecto mismo de erradicarlo sea todavía político. Quiere desde luego hablar de derecho, economía, cultura, filosofía, medio ambiente e incluso de política, pero jamás de lo político, dominio de la violencia y los antagonismos existenciales. Al final de cuentas, la sociedad mercantil no es otra cosa que la organización política de la negación desencadenada de lo político. Invariablemente, esta negación toma la forma de una naturalización, cuya imposibilidad se encuentra traicionada de manera igualmente invariable por crisis periódicas. La economía clásica y el siglo de liberalismo que le corresponde (1815-1914) ha constituido una primera tentativa, y un primer fracaso, de esa naturalización. La doctrina de la utilidad, el sistema de las necesidades, el mito de la autorregulación “natural” de los mercados, la ideología de los derechos del hombre, la democracia parlamentaria son almacenados en muchas formas que se llevaron a cabo en este tiempo, para este fin. Pero es indiscutiblemente en el período histórico que se abre en 1914 cuando la naturalización de la dominación mercantil revela su forma más radical: el Biopoder. En el Biopoder, la totalidad social que se autonomiza poco a poco viene a hacerse cargo de la vida misma. Por un lado, se asiste a una politización de lo biológico: la salud, la belleza, la sexualidad, la energía movilizable, de cada individuo recogen cada año más claramente la responsabilidad gestionaria de la sociedad. Por otro lado, es una biologización de lo político la que se opera: la ecología, la economía, la repartición general del “bienestar” y los “cuidados”, el crecimiento, la longevidad y el envejecimiento de la población se imponen como los principales capítulos en los cuales se mide el ejercicio del poder. Esto, por supuesto, no es más que la apariencia del proceso, no el proceso mismo. De lo que se trata en realidad, es de apoyar sobre la falsa evidencia del cuerpo y la vida biológica el control total de los comportamientos, las representaciones y las relaciones entre los hombres, es decir, en el fondo, de forzar en cada uno el consentimiento al Espectáculo a través de un supuesto instinto de conservación. Porque funda su soberanía absoluta sobre la unidad zoológica de la especie humana y sobre el continuum inmanente de la producción y reproducción de la “vida”, el Biopoder es esta tiranía esencialmente asesina que se ejerce sobre cada uno en nombre de todos y de la “naturaleza”. Toda hostilidad a esta sociedad, ya sea la del criminal, el desviado o el enemigo político, debe ser liquidada, porque va en contra del interés de la especie, y más particularmente de la especie en la persona misma del criminal, el desviado y el enemigo político. Y es así que cada nuevo dictado que restringe un poco más libertades ya mínimas pretende proteger a cada uno de sí mismo, oponiendo a la extravagancia de su soberanía la ultima ratio de la nuda vida. “Perdónalos, no saben lo que hacen”, dice el Biopoder, y saca su jeringa. Ciertamente, la nuda vida ha sido siempre el punto de vista desde el cual el nihilismo mercantil considera al hombre, punto de vista desde el cual la vida humana cesa de ser distinta de la vida animal. Pero ahora es toda manifestación de la trascendencia, cuya política es una forma estrepitosa, todo indicio de libertad, toda expresión de la esencia metafísica y la negatividad de los hombres, la que es tratada como una enfermedad que es importante, para la felicidad general, suprimir. La inclinación revolucionaria, patología endémica cuya campaña permanente de vacunación todavía no ha logrado poner fin, se explica ciertamente por la conjunción desafortunada de una herencia arriesgada, índices hormonales excesivos y la insuficiencia de cierto neuromediador. No puede haber política dentro del Biopoder, sino solamente contra el Biopoder. Ya que el Biopoder es la negación acabada de lo político, la política verdadera debe comenzar por franquearse del Biopoder, es decir revelarlo como tal.


VI


En el Biopoder, la dimensión física del hombre se le escapa, colocándose enfrente de él y oprimiéndolo; y es precisamente por esto que el Biopoder es un momento del Espectáculo, así como lo físico es un momento de lo metafísico. Es entonces una necesidad de hierro la que, incluso a través del detalle en apariencia más simple, más inmediato, más material, el cuerpo, condena la contestación presente a que se coloque sobre el plan metafísico, o a no ser nada. Incluso no puede ser comprendida, ni siquiera vista, desde el corazón del Espectáculo o del Biopoder, como todo lo demás que concierne al Partido Imaginario. Por el momento, su atributo principal es su invisibilidad fáctica en el seno del modo de desarrollo mercantil, el cual es ciertamente metafísico, pero de una metafísica bastante singular que es la negación de la metafísica, y en primer lugar de sí misma como metafísica. Pero, el Espectáculo tiene horror al vacío, no puede simplemente negar la evidencia masiva de un nuevo tipo de hostilidades que agitan cada vez más violentamente al cuerpo social; hace falta por otra parte que las oculte. Por lo tanto, es apropiado a las múltiples fuerzas de la ocultación inventar pseudoconflictos cada vez más vacíos, cada vez más fabricados y ellos mismos cada vez más violentos, aunque antipolíticos. Es sobre este sordo equilibrio del Terror que reposa la calma aparente de todas las sociedades del capitalismo tardío.


VII


En este sentido, el Partido Imaginario es el partido político, o más exactamente el partido de lo político, ya que es el único en designar como hogar de esta sociedad al trabajo metafísico de una hostilidad absoluta, es decir la existencia en su interior de una verdadera escisión. Así, toma incluso el camino de una política absoluta. El Partido Imaginario es la forma que reviste a lo político a la hora del hundimiento de los Estados-Nación, de los que sabemos, en adelante, que son mortales. Recuerda dramáticamente a todo Estado que no tiene la demencia, o el vigor, de pretenderse total, que el espacio político no es, en su realidad, distinto del espacio físico, social, cultural, etc., que en otros términos y de acuerdo a una vieja formulación, todo es político, o al menos lo es en potencia. En este punto, lo político aparece más bien como el Todo de aquellos espacios que el liberalismo creía poder, predicado tras predicado, fragmentar. La era del Biopoder es el momento en que, con la dominación viniendo a aplicarse incluso sobre el cuerpo, incluso la fisiología individual toma un carácter político, a pesar de la risible coartada de la naturalidad biológica. Lo político es entonces más que nunca el elemento total, existencial, metafísico, en el cual se mueve la libertad humana.


VIII


Asistimos, en estos días oscurecidos, a la fase final de la descomposición de la sociedad mercantil, de la cual convenimos que ha durado demasiado tiempo. Es en la escala planetaria donde vemos divergir en proporciones cada vez más enormes al mapa de la mercancía y los territorios del Hombre. El Espectáculo pone en escena un caos mundial, pero este “caos” no manifiesta más que la ineptitud, ahora probada, de la visión económica del mundo al no captar nada de la realidad humana. Ha devenido evidente que el valor no mide ya nada: las compatibilidades giran en el vacío. El trabajo mismo no tiene ya otro objeto que satisfacer la necesidad universal de servidumbre. Y es incluso el dinero el que ha terminado por ser derrotado por el vacío que propagaba. Al mismo tiempo, la totalidad de las viejas instituciones burguesas, que reposaban sobre los principios abstractos de la equivalencia y la representación, han entrado en una crisis de la cual parecen muy fatigadas para lograr recuperarse: la Justicia ya no puede juzgar, la Enseñanza enseñar, la Medicina curar, el Parlamento legislar, la Policía hacer cumplir la ley, ni siquiera la Familia consigue educar a los hijos. Ciertamente, las formas exteriores del edificio antiguo permanecen, pero toda vida lo ha abandonado definitivamente. Flota en una intemporalidad cada vez más absurda y perceptible. Para burlar el ascenso del desastre, suele todavía, de vez en cuando, ostentar sus símbolos de desfile, pero nadie los comprende ya. Su magia ya no fascina más que a sus magos. Así, la Asamblea Nacional ha devenido un monumento histórico, que no excita más que a la curiosidad estúpida de los turistas. El Viejo Mundo ofrece a nuestra vista el paisaje desolador de ruinas nuevas y carcasas muertas, que aguardan una demolición que no llega y podrían aguardarla por la eternidad, si no llegara a nadie la idea de emprenderla. Jamás se tuvo el proyecto de tantas fiestas, nunca tampoco su entusiasmo pareció más falso, más fingido y más obligado. Incluso los júbilos más groseros consiguieron desprenderse más de cierto aire de tristeza. Contra cualquier apariencia, el debilitamiento del conjunto ocurre no tanto cuando se descompone y corrompe órgano tras órgano, ni, por otra parte, en algún otro fenómeno positivamente observable, sino más bien en la diferencia general que aquél desata; indiferencia que provoca el claro sentimiento de que nadie se juzga concernido por él, ni está decidido de algún modo a remediar. Y como “contradice a la cordura tanto como a la dignidad el que uno ante el sentimiento del estremecimiento de todas las cosas, no haga más que esperar paciente y ciegamente al derrumbamiento del viejo edificio lleno de fisuras y atacado en sus raíces, dejándose aplastar por la pila de ruinas” (Hegel), se ve, en algunos signos que no permite descifrar el modo de develamiento espectacular, prepararse el inevitable Éxodo fuera “del viejo edificio lleno de fisuras”. Ya, masas de hombres silenciosos y solitariosaparecen, los cuales escogieron vivir en los intersticios del mundo mercantil y rechazan participar en todo lo que tenga relación con él. No se trata solamente de que los encantos de la mercancía los dejen obstinadamente fríos, sino que portan una sospecha inexplicable sobre todo lo que les liga al universo que ella ha formado, y que ya se hunde. Al mismo tiempo, los disfuncionamientos cada vez más patentes del Estado capitalista, devenido incapaz de cualquier integración en la sociedad sobre la cual se erige, garantizan en su interior la subsistencia necesariamente temporal de espacios de indeterminación, de zonas autónomas cada vez más vastas y numerosas. Se bosqueja allí todo un ethos, todo un mundo infraespectacular que se asemeja a un crepúsculo, pero que en realidad es un alba. Formas de vida aparecen, cuya promesa va mucho más allá de la descomposición. En muchos aspectos, esto se asemeja a una experiencia masiva de la ilegalidad y la clandestinidad. Hay momentos en que ya se vive como si este mundo no existiera más. Mientras tanto, y como una confirmación de este mal presagio, vemos multiplicarse las crispaciones y endurecimientos desesperados de un orden que siente que muere. se habla de reforma de la República, cuando el tiempo de las repúblicas ha pasado. se habla todavía del color de las banderas, cuando es la era de las banderas la que se ha ido. Tal es el espectáculo grandioso y mortal que se devela a quien osa considerar su tiempo desde el punto de vista de su negación, es decir desde el punto de vista del Partido Imaginario.


IX


El período histórico al cual entramos debe ser un tiempo de extrema violencia y grandes desórdenes. El estado de excepción permanente y generalizado es la única manera con la que puede mantenerse la sociedad mercantil, cuando ha acabado de minar sus propias condiciones de posibilidad para instalarse durablemente en el nihilismo. Ciertamente, la dominación aún tiene para sí la fuerza —tanto la fuerza física como la simbólica—, pero no tiene más que esto. Al mismo tiempo que el discurso de su crítica, esta sociedad ha perdido el discurso de su justificación. Se encuentra ante un abismo, del cual descubre que es su corazón. Y es esta verdad por todas partes sensible a la que disfraza sin parar, abrazando sobre todo al “lenguaje de la adulación”, en el cual “el contenido del discurso que el espíritu tiene de sí mismo y sobre sí mismo es la perversión de todos los conceptos y realidades, es el engaño universal de sí mismo y de los otros, y la desvergüenza de enunciar ese engaño es por ello la más alta verdad”, y en el cual “la simple consciencia de lo verdadero y del bien (…) no puede decir nada a este espíritu que no haya sabido y dicho él mismo”. En estas condiciones, “si la simple consciencia al fin reclama la disolución de todo este mundo de la perversión, no obstante no puede pedir al individuo apartarse de este mundo, ya que incluso Diógenes en el tonel está condicionado por él; además, esta exigencia puesta en el individuo singular es precisamente lo que pasa por el mal, porque el mal consiste en preocuparse de sí mismo en tanto que singular (…) La exigencia de esta disolución no puede más que dirigirse al espíritu mismo de la cultura”. Se reconoce en esto la descripción verdadera del lenguaje que a partir de ahora habla la dominación en sus formas más avanzadas, cuando ha incorporado en su discurso la crítica de la sociedad de consumo, del espectáculo y de su miseria. La “cultura Canal+” y el “espíritu Inrockuptibles” proporcionan, para Francia, ejemplos pasajeros, pero significativos. Más generalmente es el lenguaje centelleante y sofisticado del cínico moderno, el que ha identificado definitivamente todo uso de la libertad con la libertad abstracta de aceptar todo, pero a su manera. En su soledad charlatana, la consciencia afilada de su mundo se enorgullece de su perfecta impotencia de cambiar. Se encuentra incluso movilizada de manera maníaca contra la consciencia de sí y contra toda búsqueda de sustancialidad. Un mundo que “sabe todo como extrañado de sí mismo, sabe al ser-para-sí separado del ser-en-sí, o lo que es apuntado y el objeto separados de la verdad” (Hegel), que, en otros términos, dominando todo efectivamente, se ha atado al lujo de reconocer abiertamente su dominación como vana, absurda e ilegítima, no llama contra sí, y como única respuesta a lo que enuncia, más que a la violencia de aquellos que, habiendo sido desollados por él con todo derecho, extraen su derecho de la hostilidad. se está ya impedido a reinar inocentemente.


X


En este estadio, la dominación, que siente la vida inexorablemente escapándole, deviene loca y pretende una tiranía de la cual no tenga más los medios. El Biopoder y el Espectáculo corresponden, como momentos complementarios, a esta última radicalización de la aberración mercantil que aparece como su triunfo, y preludia su derrota. En ambos casos, se trata de erradicar de la realidad todo lo que, en ella, excede a su representación. Al final, un desencadenado arbitrario se ata a este edificio en ruinas que intenta dirigir todo y aniquilar lo antes posible todo lo que atreva a darse una existencia independiente de él. Allí nos encontramos. La sociedad del Espectáculo ha devenido intratable sobre este punto: hay que participar en el crimen colectivo de su existencia, nadie debe poder pretender residirle exteriormente. No puede ya tolerar la existencia de este colosal partido de la abstención que es el Partido Imaginario. Hay que “trabajar”, es decir mantenerse en todo instante a su disposición, ser movilizable. Para conseguir estos fines, usa en cierta medida a la Jovencita. La cantinela marchitada de la “ciudadanía”, la cual se esparce sobre todo y sin importa quién, expresa la dictadura de ese deber abstracto de participación en una totalidad social que se ha autonomizado de todas las maneras. Es así, del hecho mismo de esta dictadura, que el partido negativo de la negatividad llega poco a poco a unificarse, y que adquiere un contenido positivo. Porque los elementos de la multitud de los indiferentes que se ignoran mutuamente y que no piensan ser parte de ningún partido, se encuentran todos igualmente como blanco en una dictadura única y central, la dictadura del Espectáculo, de la que el asalariado, la mercancía, el nihilismo o el imperativo de visibilidad no son más que algunos aspectos parciales. Es entonces la dominación misma que les impone, a los que estarían contentos de una existencia flotante, reconocerse para lo que son: unos rebeldes, unos Waldgänger. “El enemigo contemporáneo no cesa de imitar a la armada del faraón: persigue a los fugitivos, a los desertores, pero no consigue jamás precederlos o afrontarlos” (Paolo Virno, Milagro, virtuosidad y déjà-vu). En el curso de este éxodo, solidaridades inéditas se constituyen, amigos y hermanos se reúnen detrás de las nuevas líneas de frente que se dibujan, y la oposición formal entre el Espectáculo y el Partido Imaginario deviene concreta. Se desarrolla así, entre aquellos que toman acta de su marginalidad esencial, un poderoso sentimiento depertenencia a la no-pertenencia, una suerte de comunidad del Exilio. La simple sensación de la extrañeza en este mundo se muta, al grado de esta circunstancias, en una intimidad con la extrañeza. La fuga, que no era más que un hecho, deviene una estrategia. Ahora bien, “la fuga, dice la trigésimo sexta estratagema, es la política suprema”. Pero entonces, el Partidos Imaginario ya no es solamente imaginario, sino que comienza a conocerse como tal y camina con lentitud hacia su realización, la cual es su pérdida. La hostilidad metafísica en esta sociedad ha cesado de ser a partir de ahora vivida sobre un modo puramente negativo, como indiferencia lisa a todo lo que puede sobrevenir, como rechazo deactuar un personaje, como puesta en riesgo de la dominación por rechazo de la denominación. Ha tomado un carácter positivo y de este modo tan perfectamente inquietante, que el poder no falla, en su paranoia, al ver terroristas por todas partes. Es un odio frío y limpio, como puede serlo una angina, que por el momento no se expresa abierta y teóricamente, sino más bien como una parálisis práctica de todo el aparato social, como una hostilidad muda y obstinada, como el sabotaje de toda innovación, todo movimiento y toda inteligencia. No hay en ninguna parte “crisis”, no hay más que la omnipresencia del Partido Imaginario, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, porque opera sobre el mismo territorio que el Espectáculo.


XI


Cada uno de los fracasos de esta sociedad debe entonces ser comprendido positivamente, como la obra del Partido Imaginario, como la obra de la negatividad, es decir de lo humano: en una guerra así, todo lo que niega a uno de los partidos, incluso sólo subjetivamente, respalda objetivamente al otro. La radicalidad de los tiempos impone sus condiciones. Independientemente del Espectáculo, la noción de Partido Imaginario es lo que vuelve visible la nueva configuración de las hostilidades. El Partido Imaginario reivindica la totalidad de lo que en pensamientos, palabras o actos conspira por la destrucción del orden presente. El desastre es su obra.


XII


Hasta cierto punto, el Partido Imaginario corresponde al espectro, la presencia invisible, el retorno fantaseado, de lo Otro en una sociedad en que toda alteridad ha sido suprimida; la puesta en equivalencia separada de todo lo ha generalizado. Pero esta pesadilla, esta idea de suicidio que pasa por la cabeza del Espectáculo, teniendo en cuenta el carácter mismo imaginario de la producción social presente, no puede tardar en engendrar su realidad como consciencia deviniendo práctica, como consciencia inmediatamente práctica. El Partido Imaginario es el otro nombre de la enfermedad vergonzosa del poder estremecido: la paranoia, que Canetti ha definido muy vagamente como “la enfermedad de la potencia”. El despliegue desesperado y planetario de dispositivos de control del espacio público cada vez más masivos y sofisticados materializa de manera punzante la locura asilaria de la dominación herida, que persigue aún el viejo sueño de los Titanes, aquel de un Estado universal, cuando no es más que un enano entre los otros, y una enfermedad por esto mismo. En esta fase terminal, no habla más que de lucha contra el terrorismo, la delincuencia, el extremismo y la criminalidad, porque tiene constitutivamente prohibido mencionar explícitamente la existencia del Partido Imaginario. Esto además representa para ella, en el combate, una desventaja ciertamente, ya que hacia el odio de sus fanáticos no puede nombrar “al enemigo verdadero que infunde una valentía infinita” (Kafka).


XIII


Hay que reconocer, sin embargo, que esta paranoia no carece de razones, teniendo en cuenta la dirección del desarrollo histórico. Es un hecho que en el punto al que hemos llegado en el proceso de socialización de la sociedad, cada acto individual de destrucción constituye un acto de terrorismo, es decir que apunta objetivamente a la sociedad en su conjunto. Así, al extremo del suicido, manifiesta, en un gesto en que muerte y libertad se confunden, lo que limita, suspende y anula la soberanía del Biopoder, y que adquiere así el sentido de un atentado directo contra la dominación, la cual observa cómo se priva así de una bella fuerza de consumo, producción y reproducción de su mundo. De manera similar, cuando la ley no reposa más que sobre su promulgación, es decir sobre la fuerza y lo arbitrario, cuando entra en una fase de proliferación autónoma, y por encima de todo, cuando ningún ethos le da ya sustancia, entonces todo crimen debe ser comprendido como una contestación total de un orden social sólidamente arruinado. Todo asesinato ya no es el asesinato de una persona particular —suponiendo que una cosa como una “persona particular” sea todavía posible— sino asesinato puro, sin objeto ni sujeto, sin culpable ni víctima. Es inmediatamente un atentado contra la ley, que si buen no existe, quiere reinar en todas partes. A partir de ahora, las infracciones más insignificantes han cambiado de sentido. Todos los crímenes han devenido crímenes políticos, y es esto precisamente lo que la dominación debe a toda costa ocultar para velar a todos el hecho de que una época ha quedado atrás, que la violencia política, una vez enterrada viva, viene a saldar cuentas bajo formas que se desconocía pudieran ocurrir. Así entonces, es flanqueado de cierto carácter de terrorismo ciego como se manifiesta el Partido Imaginario, al cual el Espectáculo puede captar intuitivamente. Ciertamente, se puede interpretar como el momento en que todas las sociedades mercantiles desarrolladas interiorizan la negación que mantenían en la exterioridad ilusoria, aunque catártica, del “socialismo realmente existente”, pero esto es su aspecto más superficial. También es lícito para cada uno disminuir el carácter insólito que se suscita al constatar que, por regla general, “una unidad política puede existir solamente como res publica, como publicidad, y esto se pone en discusión cada vez que en ella se crea un espacio de no-publicidad, que sea una desaprobación efectiva de la primera”. No es ciertamente raro, entonces, que algunos tomen el partido de “desaparecer en la sombra y transformarla en un espacio estratégico, del cual partirán los ataques que destruirán el lugar en el cual hasta ahora el imperium se encuentra manifestado así como a la vasta escena de la vida pública oficial, todo lo cual una inteligencia tecnocrática no sabría organizar” (Carl Schmitt, Teoría del partisano). Es una tentación constante, en efecto, concebir la existencia positiva del Partido Imaginario simplemente bajo la figura familiar de la guerrilla, la guerra civil, la guerra de partisanos, como un conflicto sin línea de frente precisa ni declaración de hostilidades, sin armisticio ni tratados de paz. Y en muchos aspectos, lo que tratamos aquí es una guerra que no es nada más allá de sus actos, sus violencias, sus crímenes, y que hasta este punto parece no tener otro programa que el de devenir violencia consciente, es decir consciente de su carácter metafísico y político.


XIV


Debido a que el Espectáculo no puede, en virtud de la aberración congénita de su visión del mundo así como de consideraciones estratégicas, decir nada, ver nada, ni comprender nada del Partido Imaginario, cuya sustancia es puramente metafísica, la forma particular bajo la cual este último hace irrupción en la visibilidad es la de la forma-catástrofe. La catástrofe es aquello que devela pero que no puede ser develado. De esta manera, hay que entender que la catástrofe no existe más que para el Espectáculo, del cual arruina de un solo golpe y sin retorno toda la labor paciente de hacer pasar por el mundo lo que no es más que su Weltanschauung, indicando que es incapaz, como todo lo que ha terminado, de concebir la destrucción. En cada “catástrofe”, es el modo de develamiento mercantil mismo el que se encuentra develado y suspendido. Su carácter de evidencia se hace aquí añicos. La totalidad de las categorías que impone usar en la aprehensión de la realidad queda arruinada. El interés, la equivalencia, el cálculo, la utilidad, el trabajo, el valor, se han descarrilado por lo inasignable de la negación. Y así el Partido Imaginario es conocido en el Espectáculo como el partido del caos, la crisis y el desastre.


XV


Es en la medida exacta en que la catástrofe es la verdad en un estado de fulguración, que los hombres del Partido Imaginario trabajan para hacerla advenir, por todos los medios. Los ejes de comunicación son blancos privilegiados para ellos. Saben cómo las infraestructuras que “valen millones” pueden ser destruidas con un solo golpe de audacia. Conocen las debilidades tácticas, los puntos de menor resistencia y los momentos de vulnerabilidad de la organización adversa. Son asimismo capaces de escoger más libremente que ella el teatro de sus operaciones, y actúan en el punto en el que incluso algunas fuerzas ínfimas pueden causar grandes daños. Lo más problemático es que cuando se les interroga al respecto, ciertamente saben todo, aunque sin saber que lo saben. Así, un obrero anónimo de una fábrica de embotellamiento “como ésta” vierte un poco de cianuro en un puñado de latas, un hombre joven asesina a un turista en nombre de la “pureza de la montaña” y firma su crimen como “el mecías” (sic), otro revienta “sin razón aparente” los sesos de su padre pequeñoburgués el día de su fiesta, un tercero abre el fuego sobre el rebaño prudente de sus camaradas de escuela, un último arroja “gratuitamente” bloques de cemento sobre los coches en marcha desde lo alto de los puentes de una autopista, cuando no los está incendiando en sus estacionamientos. En el Espectáculo, el Partido Imaginario no parece estar compuesto de hombres, sino de actos extraños, en el sentido en que los entiende la tradición sabbetaica. Sin embargo, estos actos mismos no están ligados recíprocamente, sino sistemáticamente contenidos en el enigma de la excepción; porque se carecía de la idea de ver las manifestaciones como una sola y misma negatividad humana, porque se desconoce lo que es la negatividad; además, sedesconoce también lo que es la humanidad, e incluso si eso existe. Todo esto salió en el registro del absurdo, y a este precio no es gran cosa que no volviera a salir. Por encima de todo, el se no quiere ver que se tratan en realidad de ataques dirigidos contra él y su ignominia. Así entonces, desde el punto de vista espectacular, desde el punto de vista de cierta alienación del estado de explicitación pública, el Partido Imaginario se resume a un conjunto confuso de actos criminales gratuitos y aislados, de los cuales los autores no poseen el sentido, así como a la irrupción periódica en la visibilidad de formas cada vez más misteriosas de terrorismo; todas las cosas terminan por producir, de cualquier modo, la impresión desagradable de que se carece de abrigo en el Espectáculo, de que una oscura amenaza pesa sobre la planificación vacía de la sociedad mercantil. Indiscutiblemente, el estado de excepción se ha generalizado. Nadie puede ya apelar a, en cualquiera de los campos, la seguridad. Y esto es bueno. Sabemos ahora que el desenlace está próximo. “La santidad lúcida reconoce en sí misma la necesidad de destruir, la necesidad de una salida trágica” (Bataille, El culpable).


XVI


La configuración efectiva de las hostilidades que la noción de Partido Imaginario vuelve legible está esencialmente marcada por la asimetría. No lidiamos en este momento con la disputa entre dos campos que rivalizarían por la conquista de un mismo trofeo alrededor del cual, al final, se volverían a encontrar. Aquí, los protagonistas se mueven sobre planos perfectamente extraños el uno del otro, de tal manera que no se vuelven a encontrar más que en muy raros puntos de intersección, y considerando todo, más o menos al azar. Pero esta extrañeza misma es asimétrica: porque, si para el Partido Imaginario el Espectáculo no es un misterio, para el Espectáculo el Partido Imaginario debe permanecer como algo arcano. De esto se deduce una consecuencia estratégica de primera magnitud: mientras que nosotros podemos fácilmente designar a nuestro enemigo, que es asimismo por esencia lo designable, nuestro enemigo no puede designarnos. No existe ningún uniforme del Partido Imaginario, pues el uniforme es precisamente el atributo central del Espectáculo. Así todo uniforme debe sentirse amenazado ahora y, con él, todo aquello que representa como moneda. En otros términos, el Partido Imaginario reconoce sólo a sus enemigos, no a sus miembros, porque sus enemigos son precisamente todos aquellos que se reconocen. Los hombres del Partido Imaginario, al reapropiarse de su ser-Bloom, se han reapropiado del anonimato al cual habían sido forzados. De este modo, devuelven contra el Espectáculo la situación a la que los llevó, y la emplean como una condición de invisibilidad. De alguna manera, han hecho pagar a esta sociedad el crimen imprescriptible de haberlos despojado de su nombre —es decir del reconocimiento de su singularidad soberana, y con esto de toda vida propiamente humana—, de haberlos excluido de toda visibilidad, toda comunidad, toda participación, de haberlos arrojado a la indistinción de la muchedumbre, a la nada de la vida ordinaria, a la masa suspendida de los homo sacer, y de haber impedido a su existencia el acceso al sentido. Es de esta condición, en la cual se querría mantenerlos, que ellos parten. Es perfectamente insuficiente, aunque al mismo tiempo significativo de cierta impotencia intelectual, remarcar que, en este terrorismo, los inocentes reciben el castigo “de no ser nada, de quedar sin destino, de haber sido desposeídos de su nombre por un sistema él mismo anónimo del que deviene entonces la encarnación más pura. (Visto que) son los productos finitos de lo social, de una socialidad abstraída a partir de ahora mundializada” (Baudrillard). Porque cada uno de estos asesinatos sin motivación ni víctima designada, cada uno de estos sabotajes anónimos, constituye un acto de Tiqqun. Ejecuta la sentencia que este mundo ha pronunciado ya contra sí mismo. Reduce a la nada lo que el Espíritu había abandonado, a la muerte lo que ya no vivía más que sobreviviendo, a la ruina lo que después de mucho tiempo ya no eran más que escombros. Y si había que aceptar para estos actos el absurdo calificativo de “gratuitos”, era sólo porque no apuntaban más que a manifestar lo que ya es verdad, pero está todavía oculto, a realizar lo que ya es real, pero no reconocido como tal. No agregan nada al discurso del desastre, simplemente toman y dan acto.


XVII


Que su enemigo no tenga ni cara, ni nombre, ni nada que forme parte de una identidad, que se presente siempre, a pesar de sus designios colosales, bajo el disfraz de un perfecto Bloom, esto es lo que desencadena la paranoia del Poder. Johann Georg Elser, cuyo atentado de bomba, en Múnich el 8 de noviembre de 1939, perdonó la vida de Hitler sólo por un ligero golpe de suerte, proporciona el modelo de lo que, en los años que vienen, hundirá a la dominación mercantil en un pavor cada vez más sensible. Elser era un Bloom modelo, tanto lo era que una expresión así no enuncia una contradicción inaceptable. Todo en él evoca a la neutralidad y la nada. Su ausencia en el mundo era completa, su soledad absoluta. Su banalidad misma era banal. La pobreza del espíritu, la falta de personalidad y la insignificancia eran sus únicos atributos, pero nunca llegaron a singularizarle. Cuando cuenta su vida cualquiera de carpintero, lo hace a partir del modo de una impersonalidad que no tiene fondo. Nada despierta en él alguna pasión. La política y la ideología le dejan igualmente indiferente. No sabe ni lo que es el comunismo, ni lo que es el nacionalsocialismo, y sin embargo es un obrero, en Alemania, en los años 30 de este siglo. Y cuando los jueces le interrogan sobre los motivos de un acto que le ha tomado un año preparar con un cuidado minucioso, no llega más que a mencionar el aumento de los descuentos sobre el salario de los trabajadores. Declara incluso que no tenía la intención de eliminar el nacionalsocialismo, sino solamente algunos hombres que juzgaba malos. Y fue un ser así el que casi salvó al mundo de una guerra mundial y sufrimientos sin igual. Su proyecto no reposaba sobre nada, sino en la resolución solitaria de destruir aquello cuya existencia le negaba, aquello que le era indeciblemente enemigo, aquello que representaba la hegemonía del Mal. No sacaba su derecho más que de sí mismo, es decir de lo rompiente absoluto de su decisión. El “partido del orden” se enfrentará, y lo hace ya, a la multiplicación de tales actos elementales de terrorismo, a los cuales no puede ni comprender ni prever, porque no se autorizan por nada más que la inquebrantable soberanía metafísica, la loca posibilidad de desastre que cada existencia humana porta en sí, aunque en dosis infinitesimal. Nada puede proteger de tales erupciones, las cuales apuntan a lo social en respuesta al terrorismo de lo social, ni siquiera la gloria. Su blanco es vasto como el mundo. Por eso, todo lo que se emplea para permanecer en el Espectáculo debe a partir de ahora vivir en el terror de una amenaza de destrucción, de la cual nadie sabe de dónde emana ni a qué concierne y de la cual apenas se puede adivinar que se quiere como algo ejemplar. En semejantes acciones brillantes, la falta de objetivo descifrable forma necesariamente parte del objetivo mismo, pues es por esto que manifiestan una exterioridad, una extrañeza, una irreductibilidad al modo de develamiento mercantil, y es por esto que lo corroen. Se trata de esparcir la inquietud que hace metafísicos a los hombres, y la duda que agrieta piso tras piso la interpretación dominante del mundo. Es entonces vano que se nos atribuyera cualquier objetivo inmediato, si no es quizá la promesa de provocar una avería más o menos durable de la máquina en su conjunto. Nada es más capaz de abolir a la totalidad del mundo de la alienación administrada que una de esas suspensiones milagrosas en que bruscamente vuelve toda la humanidad que el Espectáculo eclipsa habitualmente, en que se derrota al imperio de la separación, en que las bocas redescubren la palabra en la cual se encuentran, en que los hombres renacen en relación a sus semejantes y a la inextinguible necesidad que tienen de ellos. La dominación a veces emplea algunos decenios para recuperarse completamente de uno solo de esos momentos de intensa verdad. Pero uno se confundiría gravemente sobre la estrategia del Partido Imaginario si la redujera a la persecución de la catástrofe. Menos se confundiría al atribuirnos la niñería de querer pulverizar de un solo golpe no se sabe qué cuartel general en el cual el poder se encontraba concentrado. Uno no toma por asalto a un modo de develamiento, como si se tratara de una fortaleza, incluso si una pudiera útilmente conducir a otra. Por eso, el Partido Imaginario no pretende la insurrección general contra el Espectáculo, ni siquiera su destrucción directa e instantánea. Más bien agencia un conjunto de condiciones tales que la dominación sucumbe lo más deprisa y largamente posible a la parálisis progresiva que es la condena de su paranoia. Aunque no abandona en ningún momento el designio de acabarlo él mismo, su táctica no consiste en atacarlo de frente, sino en el acto mismo de escurrirse, de orientar y apresurar el desenlace de su enfermedad. “Es en esto que es temible para los detentadores de un poder que no lo reconoce: al no dejarse aprehender, al ser tanto la disolución del hecho social como la obstinación reacia a reinventarlo con una soberanía que la ley no puede circunscribir” (Blanchot, La comunidad inconfesable). Impotente frente a la omnipresencia de este peligro, la dominación, que se siente cada vez más sola, traicionada y frágil, no tiene otra elección que extender el control y la sospecha a la totalidad de un territorio cuya libre circulación permanece, sin embargo, como su principio vital. Puede rodear esas “gated communities” de tantos guardias como quiera; el suelo continuará, sin embargo, escurriendo por debajo de sus pies. Está en la esencia del Partido Imaginario mermar por todas partes el fundamento mismo de la sociedad mercantil: el crédito. Su acción disolvente no conoce otro límite que el derrumbamiento de lo que mina.


XVIII


No es tanto el contenido de los crímenes del Partido Imaginario el que tiende a arruinar el imperium de la paz sanguinaria, como lo es su forma. Porque su forma es la de una hostilidad sin objeto preciso, de un odio fundamental que surge, independientemente de cualquier obstáculo, de la interioridad más insondable, de las profundidades inalteradas en que el hombre mantiene un contacto verdadero consigo mismo. Es por esto que emana de ellos una fuerza que toda la habladuría del Espectáculo no consigue encauzar. Los niños japoneses, que se pueden merecidamente considerar como una vanguardia delirante del Partido Imaginario, han forjado locuciones verbales para designar estos accesos de cólera absoluta, en que algo los arrastra, algo que es y no es ellos, que es mucho más que ellos. La más extendida de entre ellas es mukatsuku; significa originalmente “tener náuseas”, es decir estar poseído por la más física de las sensaciones metafísicas. Hay en esta rabia especial algo sagrado.


XIX


Sin embargo, es evidente que el Espectáculo ya no puede contentarse, ante sus masacres, crímenes y catástrofes que le asedian, ante este peso de lo inexplicable que se acumula, con constatar la extensión de una dilatación en su visión del mundo. Además, lo expresa sin rodeos: “nos gustaría que esta violencia fuera fruto de la miseria, de la gran pobreza; eso sería más fácil de admitir” (Événement du jeudi, 10 de septiembre de 1998). Como podemos observar con una enternecedora regularidad, su primer movimiento consiste en adelantar una explicación a todo precio, incluso si arruina todo aquello sobre lo cual reposa en teoría. Así, cuando el patético de Clinton es llamado a dar una razón, así como las consecuencias, del Bello Gesto de Kipland Kinkel, Bloom ejemplar en muchos aspectos, no pudo encontrar a otro responsable que “la influencia de la nueva cultura de las películas y los juegos violentos”. Al hacerlo, constata la transparencia, insustancialidad y liquidación radicales del sujeto por la dominación mercantil, y reconoce públicamente que la trágica robinsonada sobre la cual pretende fundarse, la irreductibilidad de la persona jurídica individual, ya es intolerable. Socava ingenuamente el principio mismo de la sociedad mercantil, sin el cual el derecho, la propiedad privada, la venta de la fuerza de trabajo e incluso aquello que llama “cultura”, a lo sumo conciernen a la literatura fantástica. El se prefiere incluso sacrificar al edificio completo de su pseudojustificación antes que penetrar las razones y naturaleza del enemigo. Porque entonces, tendría que estar de acuerdo con Marx en que “la coincidencia de la transformación de las circunstancias y de la actividad humana o la autotransformación del hombre sólo puede ser captada y comprendida como praxis revolucionaria”. Ya que, en un segundo paso, se cae de nuevo sobre esta confesión, que se trata actualmente borrar; es el momento penoso en que se queda exhausto con epílogos ridículos sobre la inexistente psicología del Bloom que ha pasado al acto. A pesar de estas interminables consideraciones, uno no logra prevenirse del sentimiento que en el fondo es, en este proceso, el se mismo siendo juzgado, y la sociedad teniendo el lugar del acusado. Es muy evidente que el origen de su gesto no tiene nada de subjetivo, que simplemente se opone, en estado de santidad, a la objetividad de la dominación. En este punto, todavíase llega a confesar, de mala gana, que en efecto es una guerra social la que se está llevando a cabo, sin precisar, no obstante, cuál guerra social, es decir quiénes son los los protagonistas: “los autores de estos golpes de locura, estos nuevos bárbaros, no son todos inadaptados sociales. Son la mayoría de las veces personas muy ordinarias” (Evénement du Jeudi, 10 de septiembre de 1998). Sin embargo, es esta última retórica de hostilidad absoluta, en la cual el enemigo, que se ha tenido cuidado de nombrar, es declarado bárbaro y arrojado fuera de la humanidad, la que tiende a imponerse de manera universal. La prueba es que a partir de ahora es posible escuchar, en el bello entorno de un período de supuesta paz social, a un potentado cualquiera de los transportes públicos proclamar: “nosotros vamos a reconquistar el territorio”. Y de hecho, vemos esparcirse por todas partes, bajo formas generalmente confeccionadas, la certeza de la existencia de un enemigo interior innombrable, el cual perseguiría una acción continua de sabotaje; pero esta vez, desgraciadamente, ya no hay kulaks para “liquidar en tanto que clase”. Sería un error, entonces, no suscribir la perspectiva paranoica, que supone detrás de la multiplicidad inarticulada de las manifestaciones del mundo a una voluntad única armada de designios oscuros: porque en un mundo de paranoicos, son los paranoicos quienes tienen razón.


XX


Que el Espectáculo tema alojar en su corazón un partido imaginario, incluso si de hecho es lo inverso lo que sucede —en efecto, es más bien el Partido Imaginario quien aloja en su aura el Espectáculo—, traiciona bastante su sospecha de que cuando ha calificado aquellos actos de destrucción como “gratuitos”, no ha dicho todo lo que hay que decir sobre ellos. Es flagrante que el conjunto de las malas acciones que se atribuye a estos “locos”, estos “bárbaros”, estos “irresponsables”, contribuyen todas de manera adyacente a un proyecto único no formulado: la liquidación de la dominación mercantil. En última instancia, se trata siempre de volverle objetivamente la vida imposible, de propagar la inquietud, la duda y el recelo, de hacer, en la modesta medida de los medios de cada uno, todo el mal posible. Nada puede explicar la ausencia sistemática de remordimiento en estos criminales más que el sentimiento mudo de participar en una grandiosa obra de devastación. Evidentemente, estos hombres en sí mismos insignificantes son los agentes de una razón severa, histórica y trascendente que reclama la destrucción de este mundo, es decir el cumplimiento de su nada. Lo único que los distingue de las fracciones conscientes del Partido Imaginario es el hecho de que éstas no trabajan por el final del mundo, sino por el final de un mundo. Esta diferencia puede, en un momento dado, dejar un espacio suficiente al odio más razonado. Pero esto no tiene importancia para el Partido Imaginario mismo, el cual debe permanecer en la próxima figura del Espíritu.


XXI


Los hombres del Partido Imaginario combaten de manera irregular. Son voluntarios en aquella guerra de España en que el ocupante espectacular queda arruinado al estacionar sus tropas y municiones, y en que una dialéctica paroxística castiga bajo los términos en que “la fuerza y la importancia de la irregularidad son determinadas por la fuerza y la importancia de la organización regular que pone en causa” (Carl Schmitt), y viceversa. El Partido Imaginario puede contar con el hecho de que un puñado de partisanos bastan para inmovilizar todo el “partido del orden”. En la guerra que se libra actualmente, no queda nada de un jus belli. La hostilidad es absoluta. Al mismo “partido del orden” no le avergüenza recordarlo de vez en cuando: hay que operar como partisano en todas partes en que haya partisanos (basta saber lo que las prisiones han llegado a ser en la última década, y de qué manera los diversos policías han tomado al mismo tiempo la costumbre de proceder con los “marginales”, para comprender lo que una consigna así puede significar en términos de sangrienta arbitrariedad). Por eso, en tanto que subsista la dominación mercantil, los hombres del Partido Imaginario tendrán que esperar el ser tratados como criminales, o animales de caza, dependiendo. La desproporción de las armas y penas que se blanden a partir de ahora en su contra no se relacionan a una coyuntura cualquiera de la política de represión, sino que es consustancial con lo que es, y con lo que es su enemigo. Lo que se expresa en esto, es el simple hecho de que el Partido Imaginario contiene en su principio la negación de todo sobre lo que se basa la dominación mercantil, una negación que será manifestada en acto, antes de manifestarse como discurso. A diferencia de las revoluciones del pasado, la rebelión que viene no apela a ninguna de las trascendencias seculares que el desgaste continuado por tantos regímenes de opresión ávidos de justificarse ha terminado por volver odiosas. En ningún momento pretende obtener su legitimidad del Pueblo, la Opinión, la Iglesia, la Nación o la Clase Obrera, incluso bajo una forma atenuada. No funda su causa sobre nada, pero esta nada es la Nada que sabemos idéntica al Ser. Que estos crímenes manifiesten tal soberanía milagrosa, proviene del hecho de que no se inscribe en ninguna de esas trascendencias particulares, por otra parte difuntas, sino que se arraiga más bien en la Trascendencia en tanto que tal, sin mediaciones. Es por esto que representa para el Estado Mercantil el peligro más formidable que haya visto jamás montar frente a sí. Lo que a partir de ahora le obstaculiza no pone en tela de juicio este o aquel aspecto del derecho, ni esta o aquella ley, sino que más bien ataca a lo que precede a toda ley, a la obligación de obediencia misma. Peor aún, el partisano del Partido Imaginario evoluciona en la más completa violación de todas las reglas existentes sin tener jamás el sentimiento de transgredirlas, actuando con total desprecio a éstas. No se opone al derecho, lo depone. Aspira a una justificación superior a todas las leyes escritas y no escritas: el texto sin ley que él mismo es. Renueva así el escándalo absoluto de la doctrina sabbetaica, que afirmaba que “el cumplimiento de la Ley es su transgresión”, y la deja atrás. Constituye él mismo un fragmento del Tiqqun, en tanto que es la abolición viviente de la ley antigua, que compartía, dividía y separaba. Responde al estado de excepción con el estado de excepción, y devuelve así todo el edificio jurídico a su triste irrealidad. En fin, si no representa a nadie ni nada, esto no es así en absoluto por defecto, sino más bien al contrario por exceso, por rechazo al principio mismo de la representación. Partiendo de la irreductibilidad fundamental de toda existencia humana, se proclama él mismo como algo no susceptible de representación, como lo irrepresentable, pero también por esto como el irrepresentante. Análogo en este sentido a la totalidad del lenguaje, o del mundo, desafía toda puesta en equivalencia concreta. Tal Partido Imaginario, que devuelve todo el monumento del derecho a su origen ínfimo de ficción novelesca, reduce el Estado mercantil al rango de una asociación de malhechores solamente más consecuentes, más organizados y más poderosos que los otros. Esto no supone para nada una desorganización social cualquiera. Chicago, en los años veinte, fue ejemplarmente administrado. Como se ve, el Partido Imaginario es tan fundamentalmente antiestatal como antipopular. Nada le es más odioso que la idea de unidad política, excepto tal vez aquélla de obediencia. En las condiciones presentes, no puede ser otra cosa que el no-partido de la multitud porque, así como lo observaba fuertemente aquel cabrón de Hobbes, “cuando los ciudadanos se rebelan contra el Estado, ellos son la multitud contra el pueblo”.


XXII


Si la noción de Partido Imaginario nombra todo comenzando por la negatividad en suspensión de la época, al mismo tiempo que la invisibilidad de ésta, hace falta concebirla inseparablemente como la noción a partir de la cual se deja aprehender el contenido positivo de todas estas prácticas, de las cuales el Espectáculo captura solamente lo negativo, es decir lo que ellas no son. Él, que califica como “crisis de la política” a la deserción masiva del infecto espacio político instituido, como “crisis de la cultura” a la indiferencia obstinada que alberga todos los conmovedores residuos que elabora temporada tras temporada el arte contemporáneo, como “fracaso de la educación” al rechazo creciente del encarcelamiento escolar, como “crisis del vínculo social” a aquello que no es más que el rechazo transparente de las relaciones sociales alienadas y las costumbres espectaculares, permanece ciego a esta “revolución silenciosa (…) que es invisible a muchos ojos y es especialmente difícil de observar por los contemporáneos, a la vez que es arduo comprenderla y caracterizarla”. Ignora que “el espíritu que se forma va madurando lenta y silenciosamente hacia su nueva figura, desintegrando fragmento tras fragmento el edificio de su mundo precedente y los estremecimientos de este mundo se anuncian solamente por medio de síntomas esporádicos; la frivolidad y el tedio que se apoderan de lo que subsiste todavía y el vago presentimiento de lo desconocido son los signos premonitorios de que algo otro se avecina. Estos paulatinos desprendimientos, que no alteran la fisionomía del todo, se ven bruscamente interrumpidos por la aurora que, de pronto, ilumina como un rayo la imagen del nuevo mundo” (Hegel). Durante la mutación, es cierto, la serpiente permanece ciega.


XXIII


Toda la positividad del Partido Imaginario se encuentra en el gigantesco ángulo muerto de lo irrepresentable, sobre el cual el Espectáculo es atávicamente incapaz de simplemente entrever. Porque el Partido Imaginario no es, en todos sus aspectos, más que la consecuencia política de esta positividad, cuya Metafísica Crítica es el concepto y el Bloom la figura. Cuando el Bloom (esa criatura que no es justiciable por ninguna otra determinación social que no sea negativa, y cuya característica principal, de acuerdo a Hannah Arendt —que lo identificó muy rápido con el hombre-masa—, es “el aislamiento y la falta de relaciones sociales normales”) deviene el modelo humano dominante en más de un mundo, la sociedad mercantil descubre que ya no tiene ningún mando sobre esas subjetividades que fueron, sin embargo, enteramente formadas por ella, y que de esta manera, siguiendo su propio curso, ha engendrado su propia negación. El fracaso de la dominación, causado por sus propios productos, aparece de manera privilegiada en la esfera de la sociología: el Bloom está en todas partes, pero la sociología no lo ve en ninguna. De manera similar, sería vano esperar de ella el que fuera capaz de dar una indicación cualquiera sobre la existencia efectiva del Partido Imaginario, cuya esencia le es extraterrestre. Y esto, dicho sea de paso, no es más que uno de los aspectos de la muerte de la sociología, la cual ha echado a perder definitivamente la socialización de la sociedad, lo que arrastra también con la socialización de la sociología. En este proceso, se ha perdido al realizarse, encontrándose ridiculizada como ciencia separada por sus lacayos mismos, aquellos que mientras tanto se vieron obligados a devenir sus propios sociólogos. Así, cuando una instancia central, única e indiferenciada, el Espectáculo, se hace cargo de la secreción continua de todos los códigos sociales, las ciencias sociales han reducido su participación, desde Weber a Bourdieu,  al mero peso de sus mentiras. Con la muerte de la sociología, todo un sector de la crítica social clásica fundada sobre la sociología y como sociología termina por revelar su esencia bribona y servil al colapsarse. Esa crítica ya no está al nivel de la época, ya no es apta ni para describirla, ni para discutirla. Esa tarea regresa a partir de ahora a la Metafísica Crítica.


XXIV


Hasta ahora, se ha hecho mal al dibujar la línea del frente, a lo largo de la cual se reparten amigos y enemigos del orden dominante, como una recta continua. Hay que sustituir esta representación con una imagen de líneas del frente circulares e innumerables, cada una de las cuales mantiene en su espacio-tiempo interior a comunidades de hombres, prácticas y lenguajes absolutamente desobedientes a la dominación mercantil, y a las cuales esta última, de acuerdo a su lógica inmanente, asedia sin descanso. Todo lo que contribuye a mantener la representación antigua pertenece al campo del enemigo. La primera consecuencia de esta nueva geometría de la lucha concierne a la forma de propagación de la subversión. Ya no estamos tratando, frente al mundo de la mercancía autoritaria, con la avanzada, campaña tras campaña, de un frente —aquel de los pobres, los trabajadores o los condenados de la Tierra—, sino con un contagio semejante a la sucesión de las ondas concéntricas sobre la superficie del mercurio cuando cae una gota. Aquí, el efecto de masa del pasado es idénticamente afectado por la intensidad de aquello que es vivido en el punto de caída. Se sigue que el sujeto revolucionario elemental ya no es la clase, o el individuo, sino la comunidad metafísica, sin importar su grado de exilio (Esto es lo que testimonia por defecto el carácter fundamentalmente insignificante e inconsecuente, en el Espectáculo, de toda aventura personal, de toda historia privada). El buen geómetra no juzga exagerado reducir el mundo en su conjunto a esos minúsculos y dispersados hogares, pues todo lo que no sea ellos, todo lo que da vida a un contenido existencial particular y compartido, está muerto, más allá del baile fastidioso de las apariencias. Cada una de estas comunidades metafísicas se eleva desde un mundo extremo en que los hombres ya no pueden encontrarse más que sobre la base de lo esencial y constituye, en medio del desierto, un polo exclusivo de sustancialidad. Todo reconocimiento que no poseyera sus propias leyes, toda superficialidad simple, son excluidos de su interior. Allí, algunas condiciones son creadas, en las cuales el Absoluto podría recubrir sus pretensiones temporales; y algunas posibilidades se abren, las cuales se habían perdido desde los levantamientos milenaristas y los movimientos mesiánicos judíos del siglo xvii. Sin importar lo que se haya dicho al respecto, la exigencia aguda de una fuerza y lenguaje nuevos hace sentir que un rayo ilumina mucho más allá de la miseria de nuestros tiempos. Y esto es precisamente lo que temen las fuerzas de descomposición, que prometen tan excesivos favores a aquellos que consentirían renunciar a sí mismos para hacerse amar por ellas. El Partido Imaginario designa únicamente, en primer lugar, el hecho positivo de una multitud de zonas autónomas libres de la dominación mercantil, las cuales experimentan hic et nunc, al margen del debilitamiento de lo Común alienado y de los últimos sobresaltos de un organismo social que perece, formas propias de la Publicidad. Hasta aquí, no ha habido ninguna otra federación que no sea para la intelección. Y lo que las une no es en efecto, inicialmente, sino un carácter pasivo: son comunidades en las cuales el sentido y forma de la vida priman sobre la vida misma, donde el deber de ser ha sido elevado hasta un punto de incandescencia. Comparten pues la misma sustancia metafísica, aunque no lo saben todavía. Sólo bajo los negros auspicios de la común persecución, a la cual las condena la hegemonía mundial de la mercancía, deben llegar a reconocerse ellas mismas como lo que son: fracciones del Partido Imaginario. Hay en este proceso algo ineluctable; la resistencia de estas comunidades puestas en equivalencia generalizada les coloca expresamente ante las compactadoras de la abstracción reinante. Pero al final, el único efecto identificable de esta opresión es que estos universos independientes se ven forzados uno por uno a salir de la inmediatez de su particularidad, y esto es así por su enemigo mismo, del que reciben, en el curso del combate, su carácter universal. Y es en la medida exacta en que este enemigo no es otra cosa que un trabajo permanente de negación de la metafísica que acceden a la consciencia de lo que los une: no la afirmación de una metafísica particular, sino de la metafísica en tanto que tal. Este vínculo, el cual no es ciertamente inmediato, no tiene nada de formal, nada de construido, más bien es algo anterior a toda libertad, y que la funda: la hostilidad existencial, absoluta y concreta al nihilismo mercantil. De esto se sigue que el Partido Imaginario no converge, contrariamente a todo lo que se ha llamado “partido” en el pasado, hacia una voluntad general, puesto que ya comparte lo Común, identificado aquí con el lenguaje, el Espíritu, la metafísica o incluso una política de la finitud (todos estos términos devienen en estas circunstancias pseudónimos para un solo y mismo Indecible). Decir que la cohesión del Partido Imaginario es de un orden metafísico, no quiere evocar entonces otra cosa que la guerra cotidiana en la cual cada uno de entre nosotros se encuentra siempre ya comprometido, cohesión que le opone a la negación rumiante de toda forma de vida. En este punto, la necesidad de su unificación se impone a todos sus elementos, como idéntica a su devenir-consciente: “La lucha es entre el mundo moderno, por una parte, y por otra todos los otros mundos posibles” (Péguy, Notas conjuntas). Todos aquellos que, amando la verdad pero no ciertamente la misma verdad, simpatizan en devastar el despotismo de la irrisoria metafísica mercantil, se afilian al Partido Imaginario. Pero el movimiento por el cual la unidad se produce es también aquel por el cual las diferencias se posan y congelan. Cada comunidad particular, en la lucha contra la universalidad vacía de la mercancía, se reconoce poco a poco como particular y se eleva a la consciencia de su particularidad, es decir que aprehende su reflejo y se mediatiza por lo universal. Se inscribe en la generalidad concreta del Espíritu, cuya progresión a través de las figuras es celebrado con un banquete en que todas las irreductibilidades están embriagadas. Fragmento tras fragmento, la reapropiación de lo Común continúa. Es así que a lo largo del combate, el ballet nómada de las comunidades adquiere la estructuración compleja y arquitectónica de un sistema de castas metafísicas, cuyo principio no puede ser más que eljuego, es decir la consciencia soberana de la Nada. Cada reino metafísico lleva lentamente a cabo el aprendizaje de las fronteras de su territorio sobre el continente de lo Infinito. Al mismo tiempo, un común general se constituye, el cual contiene en sí todas las totalidades diferenciadas de los comunes regionales, lo cual quiere decir que es el trazado de sus limes. Es de prever que con la aproximación de la victoria, los hombres del Partido Imaginario librarán esta batalla tanto para derrotar a un enemigo totalmente debilitado como para al fin dar un libre curso a sus desacuerdos metafísicos, a los cuales planean vaciar físicamente y en el juego. En esto, son salvajes partisanos de la violencia, pero de una violencia agonística, altamente ritualizada y rica de sentido. Como se puede ver, y sería un error estar decepcionados al respecto, el triunfo del Partido Imaginario es a la vez su ruina, y su desintegración.


XXV


La forma de Publicidad que arrastra y prefigura al Partido Imaginario no tiene nada en común con todo lo que ha podido elaborarse en la filosofía política clásica. Si se le tuviera que atribuir algún ancestro, tendríamos que remontarnos a lo que se ha esbozado fugitivamente en raros y preciosos momentos de insurrección, en los Soviets, en las Comunas, en las colectividades aragonesas de 1936-1937, o en las escuelas secretas de la Cábala, por ejemplo la de Safed. Cada vez que esta última consiguió abrirse un acceso en la ingrata escena de la Historia, las consecuencias no tenían límites. Pocos de entre aquellos que vivieron los instantes en que ésta se dejaba divisar, haciendo estallar por bloques enteros a todas las formas reducidas y limitadas de la Publicidad, fueron posteriormente capaces de soportar la visión del mundo tal como es, ellos cuyos ojos habían vislumbrado la aurora sin precedentes de la restitutio in integrum, del Tiqqun. Pero actualmente es por una consecuencia necesaria de la evolución, tal como se ha perseguido en todas las sociedades mercantiles desarrolladas, que esta cosa, de la cual no se había conocido más que el rompimiento violento, se instala silenciosamente en la calma y la duración, como desapercibida en tanto que su avanzada parece obvia. Curioso espectáculo, ciertamente, este Mundo en que las formas de existencia dominantes se saben, según el concepto, superadas, pero que persisten en el ser, como si nada hubiera pasado; mientras que, del otro lado de la alienación extrema de la Publicidad que el Espectáculo impone, y como contrapeso, vemos aparecer, todavía mezclado con el principio contrario, a una humanidad de la que el sentido es el alimento exclusivo, aunque sea adulterado. Despreocupados de la necesidad de producir, liberados del encadenamiento en la gleba del trabajo, mundos frágiles se componen para los cuales la afinidad electiva es todo y la servidumbre nada. Las ruinas de las metrópolis ya no contienen nada viviente además de estos agregados humanos fluidos, o individuos, que, al no encontrar ya una verdadera razón para su alienación, la recorren en todos sus sentidos. La esclavitud de los hombres del Espectáculo les parece tan extravagante como su libertad es incomprensible a los primeros. En la suspensión de su existencia, la problematicidad del mundo ha cesado de ser problemática; ha devenido la materia de lo que viven. El lenguaje ya no les aparece como una laboriosa exterioridad que tendría que ser recuperada en sí para enseguida aplicarla al mundo; ha devenido su sustancia inmediata. En ningún momento se desata su acción como algo separable de su palabra. Se comprende entonces que el Espectáculo, donde lo político y lo económico permanecen como abstracciones separadas de lo metafísico, representa para ellos una figura pasada de la Publicidad. Pero se trata de hecho de todos los viejos dualismos petrificados que, en la continuidad sustancial del sentido, han sido abolidos. Al interior de estas totalidades ricas de sentido, plenas y abiertas, la eternidad encuentra dónde alojarse en cada instante, y el universo entero en cada uno de sus detalles. Su mundo, su ciudad, los protege como una interioridad, mientras que su interioridad ha tomado las dimensiones de un mundo. Están ya, de manera parcial y desgraciadamente reversible y provisoria, en la “restauración de la unidad destrozada, de lo real y lo trascendental” (Lukács). No siendo parte de los caprichos de la dominación, su vida misma tendería hacia la realización de todas las virtualidades humanas que contiene. Esta figura próxima de la Publicidad corresponde al máximo despliegue de ésta, es decir que abraza el lenguaje sin la menor reserva, que es el lenguaje, como conoce el silencio. Allí, la esencia ya no puede ser distinguida de la apariencia, pero el hombre ha cesado de confundirlas consigo mismo. Allí, el Espíritu tiene su Residencia, y asiste pacíficamente a sus propias metamorfosis. El lenguaje aquí es la única, nueva y eterna Ley, que va más allá de todas las leyes pasadas de las que era ciertamente su materia, pero en un estado congelado. Si las formas antiguas de la Publicidad se levantaban en construcciones más o menos equilibradas, más o menos armoniosas, ésta es por el contrario horizontal, laberíntica, topológica. Ninguna representación le sobresale en ningún punto. Todo su espacio reclama ser recorrido. En cuanto a la articulación operacional del Partido Imaginario, en cuanto a la inervación de este mundo, no se ha asegurado de ningún sistema vertical de delegación, sino de un modo de transmisión que está inscrito en la horizontalidad sin límites del lenguaje: el Ejemplo. La geografía plana del mundo del Tiqqun no significa en absoluto la abolición de los valores o el fin de la muy humana persecución del reconocimiento. Es solamente por “la autoridad del prototipo y no la normatividad del orden” (Virno, Milagro, virtuosidad y déja-vu) que es lícito a los hombres, como lo es ya a las fracciones del Partido Imaginario, imponer su excelencia. El mapa del mundo que esbozamos no es otro que el mapa del Espíritu. Y es actualmente esta Publicidad del Espíritu que, en todas partes, desborda al partido de la nada, cuya imbecilidad y tosquedad devienen cada día más feroces e intolerables. Y nosotros le pondremos fin, inevitablemente.


XXVI


La guerra a ultranza que el Espectáculo libra en contra del Partido Imaginario y la libertad, sin duda, ha devastado ya regiones enteras del espacio social. Allí, se decretan medidas de protección a las que únicamente los conflictos mundiales nos habían acostumbrado: toques de queda, escoltas militares, fichaje metódico, control de los armamentos y las comunicaciones, adquisición de sectores enteros de la economía, etc. Los hombres de esta época avanzan directo hacia un temor sin medidas. Sus pesadillas están pobladas por suplicios que ya no pertenecen solamente al dominio de los sueños. Una vez más, se habla de los piratas, los monstruos y los gigantes. Ligado al progreso de un sentimiento universal de inseguridad, la expresión de las miradas lleva el testimonio de una acumulación fatal y continua de pequeñas fatigas nerviosas. Y como cada época sueña a la siguiente, pequeños caudillosproliferan, los cuales se disputan el control de un espacio social ya reducido al mero espacio de circulación. Los espíritus más débiles se rinden a tan locos rumores que nadie es capaz de confirmar ni de desmentir. Unas tinieblas infinitas han llenado el espacio vacío de la distancia que los hombres dejaron entre sí. Cada día requiere un poco más, a pesar de la oscuridad creciente, el perfil lúgubre de la guerra civil, en la cual ya nadie sabe quién combate y quién no, en la cual la confusión es limitada únicamente por la muerte, en la cual lo único seguro es que lo peor está por venir. Y así seguimos entonces, más acá de todo nacimiento, en la evidencia del desastre, pero nada impide a nuestra mirada dirigirse más allá. Así parece entonces que estos son los “dolores del parto”, de los cuales ninguna época nueva tiene el derecho de sustraerse. Aquel que agudiza su mirada para distinguir en la noche el combate que se avecina entre los colosos descubrirá que toda esta desolación, todos estos sordos ecos de cañón, todos estos gritos sin cara, no son más que la obra del único Titán repugnante de la dominación mercantil, el cual, en su ensangrentado delirio, lucha, aúlla, dispara, patalea, asegura que alguien quiere su piel, manda intensas órdenes, se revuelca en la tierra y termina golpeando con sus pies las paredes de su living-room. Desde las profundidades de su locura, jura que el Partido Imaginario es la oscuridad que le rodea, y que debe ser abolida. Al escuchar, parece que realmente tiene un problema con este territorio maléfico que se obstina a nunca coincidir con el mapa, y ya le amenaza con las peores represalias. Pero a medida que el día avanza, nadie le escucha más, e incluso sus más cercanos súbditos no prestan más que un oído distraído al viejo demente que salta. Fingen escuchar, y entonces guiñan un ojo.


XXVII


El Partido Imaginario no espera nada de la presente sociedad y su evolución, porque ya es prácticamente, es decir existiendo en los hechos, su disolución y su más allá. Por consecuencia, para él no puede tratarse de tomar el poder, sino solamente de derrotar a la dominación en todas partes, al ponerla durablemente en la imposibilidad de hacer funcionar su aparato (el carácter temporal, e incluso en algunos puntos fugitivo, de la contestación que se opera bajo el estandarte del Partido Imaginario puede ser explicado por esto: le garantiza que ella misma nunca devendrá un poder). Es por esto que la violencia a la que recurre es de una naturaleza totalmente diferente a la del Espectáculo. Y también es por esto que el último se debate solo en la oscuridad. Incluso cuando la dominación mercantil desencadena su “libertad del vacío”, su “voluntad negativa que sólo tiene el sentimiento de su existencia en la destrucción” (Hegel), así como cuando su violencia sin contenido aspira sólo a la extensión infinita de la nada, el ejercicio de la violencia por el Partido Imaginario, aunque ilimitado, no se centra más que en la preservación de las formas de vida que el poder central se prepara para alterar, o ya amenaza. De allí su fuerza e incomparable aura. Incluso en la cumbre de su ofensiva, es una violencia conservadora. Reencontramos allí la disimetría de la que hemos hablado. El Partido Imaginario no corre tras los mismos objetivos de la dominación, y si son concurrentes, es que cada uno de ellos quiere destruir aquello de lo que el otro persigue su realización; la diferencia es que el Espectáculo no quiere más que esto. Que el Partido Imaginario venga a poner fin a la sociedad mercantil y que esta victoria sea irreversible, eso dependerá de su facultad de dar intensidad, grandeza y sustancia a una vida exenta de toda dominación, no menos que de la aptitud de sus fracciones conscientes para explicitarlo tanto en su práctica como en su teoría. Es de temer que la dominación encuentre un suicidio generalizado, en el que al menos se asegura de llevarse consigo a su adversario, preferible a la eventualidad de su derrota. De un extremo al otro, es una apuesta la que hacemos. No pertenece más que a la historia y su juego glacial, el juzgar si esto que emprendemos es meramente un comienzo, o ya un resultado. El Absoluto es en la historia.

Malí: un desafío a la civilización que debemos rechazar

por Toni Negri

(Trad.: Susana Merino)


La intervención francesa en Malí refleja una crisis política que tiende a generalizarse en el África sahariana y subsahariana luego de la “Primavera Árabe” del Magreb. “Se ha puesto de manifiesto el lado peligroso de la Primavera Árabe”, titula el New York Times, y agrega: “tenía razón el coronel Gadafi cuando preveía que si él caía la gente de Bin Laden llegaría por tierra y por mar a ocupar las orillas del Mediterráneo.

Pero, ¿es realmente esto lo que impulsa a rebelarse a los nuevos guerrilleros en los desiertos del Norte de África o es más bien una pobreza cada vez más feroz y la siempre destructiva lógica de los gobiernos de la ex Francáfrica? Las zonas rurales de los países del Sahel han permanecido a su pesar en los últimos años en una profunda situación de miseria, lo que nutre el éxodo poblacional y la desestabilización de las grandes ciudades. Frente a esto las estadísticas macroeconómicas, muestran la existencia de un “falso” desarrollo vinculado a la actual carrera por el extractivismo minero hacia aquellos territorios ricos en tales recursos: Malí, por ejemplo, es el tercer productor mundial de oro, rico en uranio y se prevé que muy rico en hidrocarburos. El yihadismo entra en esos territorios no en razón de su fanatismo y nos los somete sobre la base de la “barbarie terrorista” (como cuentan a la opinión pública occidental) sino porque en esos países continúan disolviéndose las instituciones, debido a su fragilidad económica y civil. Por tal motivo el éxito de los “invasores” que no son tales está casi asegurado.


Malí no es más que otro país del Sahel –los demás también se hallan en parecidas situaciones críticas-, la duda sobre la profundización de la crisis en cada uno de ellos solo depende de algunos elementos casuales que aún contiene el “dominó” recientemente iniciado. En Malí, en una época “escaparate de la democracia”, el gobierno se hallaba desde hacía tiempo en crisis, asfixiado por la corrupción, los repetidos golpes de Estado y la rebelión popular tuareg en el norte. Los tuaregs quieren la independencia de Azawad (vasta región desértica del norte de Malí). Esta revuelta ha encontrado la oportunidad de triunfar porque con la caída del régimen del coronel Gadafi, muchos mercenarios tuaregs han regresado a su país con armas (en grande y sofisticada cantidad) y equipajes (logísticas regionales y alianzas con parte del ejército maliense) tomados. Hay que tener presente que la intervención francesa (y de la OTAN) en Libia produjo en aquel país la implosión de un millar de fracciones locales, ideológicas, étnicas y que después de Gadafi no ha habido ninguna autoridad capaz de ostentar legítima fuerza.

La rebelión armada tuareg ha encontrado además un fuerte y probablemente decisivo apoyo en grupos salafistas y yihadistas que ya en 2002, al terminar la guerra civil argelina, habían instalado las bases de Al Qaida en el Magreb. Desde hace alrededor de diez años estos grupos han venido construyendo (aprovechando la “industria de los secuestros” y del apoyo a los “traficantes” ilegales de ese amplio territorio) bases y redes de apoyo a la guerrilla. El peligro era evidente. Desde hace unos tres o cuatro años está en marcha una cooperación bilateral Francia-EE.UU. para combatir lo que algunos llamaban el “eje Kandahar-Dakar”. Recientemente el New York Times ha revelado que el Departamento de Estado había invertido cerca de 500 millones de dólares en esa región en esa estrategia antiterrorista. Ya a comienzos de 2012, el comando estadounidense AFRICOM debió comprobar que una buena parte de las adiestradas tropas malienses se habían unido a la revolución en el norte del país.

Ahora hemos asistido a la intervención francesa en respuesta al urgente pedido del gobierno de Bamako (mejor dicho de lo que queda) formalmente apoyado por una extensa coalición de países africanos y de gobiernos europeos. Pero la guerra francesa parece que ya puede extenderse como una mancha de aceite a una gran cantidad de países vecinos. Los sucesos argelinos de la última semana, en los que la delicadeza de las intervenciones de aquel gobierno y de su ejército han producido centenares de asesinatos, solo constituye el principio de este amargo desarrollo.

Por ahora, se consuelan la prensa y la opinión pública francesa, no se trata aún de una guerra de usura (como la iraquí o la afgana) cuyos protagonistas se mueven “en medio de las poblaciones“ sino más bien de una guerra clásica en el puro desierto, de posiciones y de movimientos. No tardarán mucho en cambiar las cosas. Podrá resultar fácil a los franceses, junto a las tropas de otros países africanos (que permanecerán bajo el comando francés mientras se mantenga la reticencia estadounidense a tomar parte en el cambio), lograr la victoria en el terreno. Pero luego, ¿cómo gobernar en el desierto una paz que no será tal, frente a una “guerra nómada” que está comenzando, a una histeria frente a eventuales ataques terroristas en la Francia continental y sobre todo frente a la memoria de la vergüenza colonial y del despotismo postcolonial mantenido por la potencia francesa? Pero sobre todo, ¿cómo tener en cuenta –en la situación actual y en la postbélica– aquellos aspectos que nos permitimos llamar “aspectos buenos” de la Primavera Árabe, o mejor dicho de aquella “Primavera Africana” que parecía que comenzaba a apuntar también en el Sahel? Es inútil –y lo decimos por segunda vez– culpar al extremismo de un islamismo salafista radical cuando se está sofocando la única alternativa verdadera que actualmente podría concretarse: la maduración –ya iniciada en esos territorios– de élites jóvenes, democráticas, anticapitalistas. Es necesario atacar las causas socioeconómicas de esta crisis.

Si se escucha a los expertos, estos dicen que para desarrollar un programa de reconstrucción y de desarrollo sería necesario intervenir en estos territorios en los sectores agrícolas, de reforestación, de cría de animales, en el mejoramiento de las rutas y del transporte, el acceso al agua, la promoción de la energía solar y eólica, etc. Y luego habría que relanzar los programas de producción de algodón y de cereales en esas regiones… En síntesis todo, en verdad todo. Finalmente y especialmente “las poblaciones deberían beneficiarse de los ingresos de los réditos procedentes de la minería como son los del oro, primer producto de exportación”.

¿No les parece cómica esta conclusión? Y en la risa no es evidente el cinismo, mínimamente hipócrita, que se desprende de la insistencia en la misma execrable sed de dinero que conduce a nuestros gobiernos liberales a combatir a los terroristas en las despiadadas tierras desérticas del Sahara y del Sahel como bienes a distribuir entre los enemigos (porque resulta bien difícil diferenciarlos de los pobres campesinos o de los proletarios metropolitanos ahora sublevados). Y todavía más, ¿no les parecen lágrimas de cocodrilo -y en Italia todos las confunden- las que lloran nuestros demócratas? ¡Es el pesado fardo de nuestra civilización el que nos empuja a intervenir! ¡Es sacra obligación de la soberanía, ejercida ahora en nombre de Europa! ¡Manténgase atentos a estas estupideces, hasta los EE.UU. han dejado de repetirlas luego de las terribles derrotas en Medio Oriente! Reconozcamos más bien que solo modificando radicalmente nuestra conciencia política, rompiendo radicalmente con formas de gobierno funcionales al capital, podremos volver a orientarnos correctamente. En el marco de la globalización no se puede razonar como lo hacen los Parlamentos de los países de Europa y el Parlamento Europeo, votando hombres y medios a favor de la intervención francesa (y particularmente odiosa ha sido en Estrasburgo la actitud belicosa de los Verdes europeos).

Gilles Keeper -tal vez el mayor experto en temas árabes conocido en Occidente- destaca que “lo que está en juego en Malí es un desafío a la civilización en la época de la globalización. El Sahel es al mismo tiempo la víctima por excelencia y el lugar de la incandescencia”. Añadimos: la resistencia y la guerrilla antiimperialista en aquel desesperado lugar desposeído y devastado constituyen luchas anticapitalistas y no quisiéramos vernos obligados a reconocer que los islámicos tienen razón.

Eppur si muove en Cuba

por Leonardo Padura

Aunque desde perspectivas foráneas podría parecer que poco ha cambiado en Cuba, la realidad es que, aunque no las estructuras políticas fundamentales, muchas cosas se mueven en la isla.  La emergencia del cuentapropismo les está dibujando un nuevo rostro a las ciudades y la vida cotidiana se mueve al ritmo de reformas que plantean más preguntas que respuestas. Los constantes debates que se producen en la «intranet» cubana sobre temas como la corrupción, el racismo, la necesidad de democratización, la homofobia, la creación cultural y sus libertades o el derecho a migrar podrían ser botones de muestra de la efervescencia que se respira.

A lo largo del último lustro, la palabra «cambio» ha ido perdiendo su connotación políticamente diabólica en Cuba. Tan terrible resultaba la sola mención (y hasta el sueño) de una posibilidad de «cambios», que en el año 2002 incluso se modificó la Constitución para patentar, en la ley suprema, que en el país nada cambiaría, por los siglos de los siglos. Aunque desde las perspectivas del materialismo dialéctico que deberían regir las doctrinas socialistas cubanas la inmovilidad perpetua no resulta algo precisamente muy pertinente, de forma constitucional se legisló y aprobó la irrevocabilidaddel sistema socioeconómico establecido, o sea, el socialismo, pues «Cuba no volverá jamás al capitalismo», según concluye el texto en una de sus adecuaciones.
La grave situación económica y social que desde entonces se fue perfilando en el país (recién salido de la devastadora crisis de la década de 1990, el eufemísticamente llamado «Periodo Especial en tiempos de paz») venía marcada por lastres como la improductividad de la empresa socialista, la ineficiencia de los sistemas de producción y distribución de productos agropecuarios, la corrupción en los más diversos niveles y frentes, el desvarío de la política del pleno empleo (las conocidas «plantillas infladas»), la fuga de profesionales –en especial profesores e incluso médicos e ingenieros– hacia otras actividades más rentables como la industria turística o la conducción de taxis clandestinos (el «boteo»), en fin, el resquebrajamiento de los órdenes económicos,sociales y hasta morales.
La conjunción de estas problemáticas fue creciendo en el país e hizo aún más evidente la necesidad de que, siempre dentro del sistema político del partido único (el comunista), desde las altas esferas de decisión se comenzara a clamar por la introducción de aquello que el propio presidente Raúl Castro, ya convertido de manera oficial en relevo del enfermo líder histórico, llamó «cambios estructurales y conceptuales». Unos movimientos casi todos centrados en la esfera económica, que han ido dando forma muy lentamente al nuevo rostro de la vida cubana… con proverbial cautela, pero lo van moldeando y haciendo diferente. En pocas palabras: lo van cambiando. 
Los nuevos cuentapropistas
Aunque desde perspectivas foráneas bien puede parecer que en Cuba pocas cosas han sufrido mutaciones, la realidad es que, sin llegar a tocar las estructuras políticas fundamentales, muchas han sido las transformaciones emprendidas. Y si sus resultados aún son poco visibles o esenciales, se debe más a la falta de profundidad hasta ahora alcanzada que a una cuestión numérica.  Porque justamente esa falta de movimientos más radicales y los pírricos resultados obtenidos con algunos de los cambios efectuados advierten de la necesidad de llegar a asuntos de fondo, al menos en las estructuras económicas de la nación caribeña.
Entre las diversas transformaciones ya emprendidas y en proceso de ampliación, quizás la más notable sea la revitalización y ampliación del trabajo por cuenta propia, o sea, el empleo individual o en pequeñas empresas al margen del Estado, aunque limitadas por este para que no se conviertan en grandes generadoras de ganancias. Se trata, por lo general, de oficios simples (algunos de ellos decimonónicos: aguateros, reparadores de monturas o de paraguas, etc.) y algunos servicios, sobre todo gastronómicos.
Dos elementos, entre otros, movieron a tomar una decisión que en la práctica derogaba la política de la «ofensiva revolucionaria» de 1968; esta, en un exceso de ortodoxia y afán de control, eliminó casi todas las formas de producción privadas sobrevivientes de las grandes intervenciones y nacionalizaciones de los primeros años revolucionarios y las colocó –y casi siempre destruyó– en manos del totalizador Estado socialista cubano. Cierto es que a mediados de 1990, cuando la crisis ajustó hasta la asfixia los cinturones de los cubanos, se admitió la reapertura de esa posibilidad laboral, pero de forma tan limitada y asediada que muy pocos de los que entonces optaron por sumarse a ella lograron sobrevivir a las tasas impositivas, los continuos chequeos y el pequeño espacio comercial que les fue concedido para su desarrollo. Resulta evidente que a esa solución de emergencia le faltó una verdadera voluntad política capaz de alentar el trabajo privado (que implica una cuota de independencia social y económica para el individuo), el cual ahora, según los discursos oficiales, tiene todo el apoyo del gobierno… pago de impuestos mediante. 
Los elementos en juego en estos momentos han sido, primero, la evidencia al fin reconocida de que el Estado/gobierno era incapaz de mantener en sus puestos de trabajo a la casi totalidad de la población laboral activa, buena parte de la cual, como bien dice el cubano de a pie, «hacía como que trabajaba, mientras el gobierno hacía como que le pagaba», pues ni eran lo suficientemente productivos o necesarios en sus labores ni podían vivir con los salarios oficiales en un país en el que el costo de la vida durante las dos últimas décadas se ha multiplicado por cinco, diez y hasta 20 veces –o más, según el producto o servicio–, y los sueldos apenas se han duplicado. 
Esta realidad llevó a los analistas económicos al gran descubrimiento de que alrededor de un millón de trabajadores estatales (una cuarta parte de la fuerza laboral activa) resultaban prescindibles. Más aún, debían ser racionalizados (despedidos), y la única vía para encontrarles una alternativa de supervivencia constituía en darles la opción del trabajo por cuenta propia o el aliento al cooperativismo… Se ampliaron entonces los posibles rubros de labor y se flexibilizaron muchas prohibiciones, aunque no se tuvo demasiado en cuenta la dificultad que puede entrañar para una secretaria de 50 años convertirse en dulcera, para un arquitecto, en albañil, para un técnico de cualquier rama, en vendedor de frutas con una carretilla callejera como las que hoy pululan por las calles de todas las ciudades cubanas.
El segundo factor radicaba en la propia improductividad de muchas empresas que, hoy mismo, corren el riesgo de ser desmontadas a menos que mejoren sus niveles de eficiencia, según lo han dictaminado los últimos documentos aprobados por el Partido/gobierno. Todo este movimiento de personal humano hacia actividades productivas o de servicios no regidas por el Estado garantizaría además una fuente de ingresos notables para el país, por la simple recolección de impuestos que cada cuentapropista debe pagar por el derecho a ejercer su trabajo y por las ganancias obtenidas, a lo cual se suma el pago de una cuota a la seguridad social.
En esos movimientos laborales y estrategias de búsqueda de eficiencia económica emprendidos por el presidente Raúl Castro y su renovado equipo de gobierno, entró a jugar un papel protagónico el dramático rubro de la producción de alimentos. Como bien se sabe, la favorable ubicación geográfica de Cuba, la fertilidad de sus suelos y hasta el grado de desarrollo técnico de muchos de sus habitantes hacían del país un sitio ideal para tener una industria agropecuaria potente e incluso competitiva. Pero ni en la agricultura ni en la ganadería, por las estructuras políticas y organizativas establecidas y por las prohibiciones para la comercialización de producciones (entre otras causas), se concretó esa posibilidad.
Tras el drástico desmontaje de una parte considerable de la industria azucarera, ejecutado en un momento en el cual los precios del azúcar no eran los más apetecibles y cuando el coste de producción cubano los hacía definitivamente despreciables, al mismo tiempo en que se cerraban muchas centrales azucareras (por demás, todo un símbolo nacional cubano), un porcentaje importante de tierras de cultivo quedaron «ociosas», sumadas a otras que, en manos del Estado, ya ostentaban tal condición desde hacía décadas.
Una nueva repartición de esas tierras entre viejos y nuevos campesinos, o recién creadas cooperativas agropecuarias, se ha ido desarrollando por el sistema de usufructo, con el propósito de revertir una de las realidades que más agobian al gobierno cubano: el hecho de que se debe importar entre 70% y 80% de los productos alimenticios consumidos en el país, con la consiguiente derogación de unas siempre escasas divisas. La entrega de tierras en usufructo, en cantidades crecientes y por periodos que se han ido extendiendo, no parece haber dado, sin embargo, resultados demasiado alentadores, al menos al día de hoy. Los propios datos oficiales muestran que, salvo algún incremento en la producción de arroz y frijoles, el resto de los rubros productivos anda por niveles inferiores a los del año 2007, justo cuando se comenzó a pergeñar el plan de reformas… 
¿Y cómo viven esos cambios los cubanos?
El salario promedio que paga el Estado a un trabajador ronda los 450 pesoscubanos, o sea, alrededor de unos 25 dólares. Pero al mismo tiempo que se han ido reduciendo las ofertas subvencionadas por la canasta básica (mediante la cartilla de racionamiento establecida hace medio siglo), la gran mayoría de los productos han aumentado su precio, tanto los que se venden en moneda nacional como en el peso cubano convertible (cuc), equivalente a unos 90 centavos de dólar. En dos palabras: el salario real es cada vez más magro.

Para la mayoría de los ciudadanos del país, la medida de todas las cosas se podría simbolizar con dos productos que han adquirido la cualidad de emblemáticos: el aguacate y el litro de aceite de soya o girasol. El primero, vendido en la moneda nacional por los carretilleros ambulantes, suele rondar un precio de 10 pesos. El segundo, importado de diversos países y expendido en las tiendas estatales recaudadoras de divisas, alcanza los 2,50 cuc, o sea, unos 60 pesos cubanos al cambio actual… Y la pregunta se repite, me la repito, nos la repetimos, sin que al final encontremos todas las respuestas o las más lógicas: ¿cómo un trabajador que devenga al día unos 20 pesos puede invertir la mitad de su salario en un simple aguacate? Y ¿cómo puede dedicar una octava parte de su ganancia mensual a la adquisición de un litro de aceite de soya? Este es, sin duda, uno de los grandes misterios cubanos, al cual el gobierno ha respondido con la confesión de que entiende que los salarios son insuficientes para vivir, pero que, mientras no aumenten los niveles de productividad y se «desinflen» las plantillas laborales, no será posible subir los sueldos y empezar a equilibrar esta extraña relación… que es absolutamente normal y cotidiana en un país donde nadie se muere de hambre… Quizás por obra divina –esa podría ser una respuesta, ¿no?–. A sobrevivir en esas condiciones los cubanos lo llaman «inventar» y lo engloban en el polisémico verbo «resolver».

El movimiento social que ha ido produciendo la revitalización del trabajo por cuenta propia ha servido para que una parte de la población obtenga mayores beneficios con su trabajo, a pesar de la carestía de los insumos y los impuestos que deben abonar. En esta búsqueda de horizontes de esperanzas, han ido apareciendo los nuevos «empresarios» (es un decir); se trata de cubanos que han montado refinados restaurantes, hostales en casas que alguna vez pertenecieron a la alta burguesía cubana (inmuebles ubicados en los mejores barrios de la ciudad y que muchas veces sus padres o abuelos obtuvieron gratuitamente por sus méritos revolucionarios), talleres de reparación de diversos equipos, incluidos teléfonos celulares y hasta iPhones que en las casas matrices habían dado por muertos. Las ganancias que obtienen algunos de estos emprendedores/empresarios (en realidad, un porcentaje ínfimo de la población) comienzan a ser notables y, para poder realizar su faena productiva o de servicios, hoy tienen autorización para contratar empleados, que perciben salarios muy superiores a los que, en promedio, paga el Estado. La relación entre esos empresarios y sus trabajadores, aun tratándose de pequeños negocios, ¿es la que había concebido el socialismo cubano? ¿O vuelve a ser la vieja fórmula de patrón-empleado? Esta es otra de esas preguntas que circulan en Cuba sin que haya una sola y convincente respuesta.
Como resulta fácil colegir, no todos los cubanos tienen alma, habilidad o posibilidades empresariales. De esa realidad comienza ya a desprenderse la evidencia de que la homogeneidad social y económica patentada por el sistema comienza a dilatarse y a permitir la aparición de capas o sectores que disfrutan de posibilidades de consumo con las cuales otros ni sueñan. O sí…  pero en otro sitio de la geografía planetaria.
El fenómeno de la migración es común en América Latina desde hace dos siglos y ha sido alentado por las más diversas razones, que van de las políticas a las económicas. Y en el caso cubano de los tiempos recientes, mezcladas ambas razones (y añadidas las sentimentales), se está viviendo un proceso a mi juicio preocupante: el de la pérdida de capital humano con suficiente (y hasta alta) preparación intelectual y técnica.
Mientras los ciudadanos del país esperaban la llegada de una muchas veces anunciada reforma migratoria prometida por el gobierno (y finalmente hecha pública el pasado mes de octubre con las «reservas» previstas respecto a las posibilidades de migrar de los profesionales), en verdad el flujo hacia el exterior de jóvenes con preparación cultural y técnica media y alta es un goteo que más bien fluye como un arroyo. Aunque las leyes migratorias cubanas, incluso con las modificaciones recientes, ponen diversas trabas a ese movimiento, son cientos los jóvenes ingenieros, informáticos, médicos, humanistas (y no olvidemos a los deportistas) que prefieren poner mar por medio e, incluso en tiempos de crisis económica global, apostar su futuro a la búsqueda de un espacio de desarrollo personal y económico que para ellos su país no puede ofrecerles.  Esta descapitalización de inteligencia entraña, sin duda, una de las pérdidas más costosas que está sufriendo un país en donde las personas de mi generación –entre 45 y 65 años– han comenzado a llamarse «los pa», padres abandonados…  por los hijos que salen a probar su suerte por el ancho mundo. 
No obstante, la propia existencia de esa inmigración difícil pero continua ha potenciado la presencia de una alternativa económica que tiene un peso indiscutible en la economía familiar y en la nacional: el envío de remesas de divisas desde el exterior. Ese dinero aportado por los familiares desde los diversos puntos del planeta en realidad no suele alcanzar grandes cantidades, pero en el contexto cubano su peso llega a ser enorme, habida cuenta de que si un médico gana al mes un promedio de 40 dólares por su valiosa labor, cualquier hijo de vecino puede recibir una cantidad similar o mayor enviada por un pariente y vivir del dolce far niente, y dedicarse, como se dice en el país, «al invento»… y no precisamente para el bien de la ciencia y la humanidad. 
El fin del igualitarismo
Pero mientras se esperaba la llegada de las reformas migratorias que normalizarán (o no) esta peculiar relación cubana con el derecho (o no) a viajar libremente, se ha ido poniendo en práctica en estos años otro grupo importante de modificaciones al entramado legal inmovilista y burocrático imperante. Estas modificaciones van desde la posibilidad de que los cubanos puedan abrir líneas de teléfonos celulares, comprar equipos de computación (lo cual no garantiza que luego tengan acceso a internet) o alojarse en los hoteles turísticos (siempre que paguen esos bienes y servicios en los ya mentados cuc, a precios a veces muy elevados), hasta la más reciente de que los propietarios de autos fabricados después de ¡1960! puedan vender a otro cubano su vehículo y, sobre todo, la de que los propietarios de inmuebles puedan hacer lo mismo con sus casas, dos medidas que parecen la revocación de edictos medievales y que, sin embargo, han puesto a circular una cantidad notable de dinero en el país.
De este modo, la sociedad cubana, sin que pueda hablarse de fracturas extremas o de nuevas clases sociales «capitalistas», se ha ido atomizando en sectores que dependen de su función económica o de su cercanía al dinero, llegado por una u otra vía. Una de esas vías es la consabida corrupción, contra la cual el gobierno ha emprendido una guerra frontal cuyos resultados más notables a veces conocemos gracias a la cautelosa prensa nacional. Pero el hecho es que, con los cambios, el igualitarismo socialista ya no funciona del mismo modo, ni por parte del gobierno, ni por parte de los ciudadanos. 
El proceso de reformas emprendido en la isla ha tenido uno de sus puntos más álgidos y controversiales en la relación que no ha podido establecer la sociedad con el universo de las llamadas «nuevas tecnologías», sin duda esencial para el desarrollo humano y económico en el mundo actual. Hasta ahora, la gran dificultad para que los cubanos tuvieran un acceso normal a internet y todos sus otros beneficios había tenido una pesada justificación: la imposibilidad del país de conectarse a los cables de transmisión de datos, pues estos pertenecen en parte o totalmente a compañías norteamericanas y, por la ley del embargo, Cuba quedaba excluida de la posibilidad de acceder a ellos. De esta forma, las comunicaciones debían (deben) establecerse por vía satelital, más lenta y costosa, incapaz de satisfacer las demandas de todos los posibles usuarios. Por tal condición, el acceso tanto al correo electrónico como a internet ha estado limitado solo a personas debidamente autorizadas por alguna entidad oficial, o abierto al uso de trabajadores o estudiantes de ciertos centros (universidades, algunas oficinas, departamentos de investigación). 
Pero la llegada a las costas cubanas de un cable tendido desde Venezuela, que multiplicaría por varios miles de veces la velocidad y capacidad de conectividad, fue anunciada por los medios oficiales como un gran cambio que revolucionaría los procesos de transmisión y recepción de datos, imágenes, señales televisivas. El cable, cuya llegada a Cuba fue publicada, solo debía esperar su inauguración cuando fuese dado de alta «operativa»… algo que meses más tarde, sin que se sepa la razón, todavía no ha ocurrido. ¿Llegó o no llegó el cable? ¿No funciona por dificultades tecnológicas o por una decisión política?… ¿O, como asegura mucha gente en las calles del país, su colocación y funcionamiento sufrieron los embates de la corrupción?  Sea por cualquiera de estas razones, lo cierto es que la internet rápida no funciona en la isla, sin que se haya explicado el porqué, y su inexistencia no solo afecta las posibilidades de comunicación de los ciudadanos que eventualmente, quizás, tendrían la autorización de utilizarla, sino que implica a todo un país que, si en verdad quiere cambiar, tendrá que hacerlo con los instrumentos de las nuevas tecnologías, el único camino posible para que una sociedad y su economía funcionen con los códigos globales del siglo xxi en el que avanzamos…
La extraordinaria peculiaridad de la sociedad cubana radica en la necesidad de cambios que la acerquen al mundo en que vivimos, pero sin que esos movimientos impliquen una posible transformación de sus esferas políticas y económicas fundamentales, como lo han refrendado los documentos y discursos partidistas y gubernamentales de los últimos años.
Pero si la política y la economía no han cambiado en lo esencial, el entramado social sí se ha puesto en movimiento, con avances y retrocesos, pero con una nueva perspectiva de aspiraciones, posibilidades, derechos exigidos por los ciudadanos de acuerdo con las nuevas condiciones y realidades que se han ido creando. Los constantes debates que se producen en la «intranet» cubana (la red que da servicio de correo electrónico) respecto a temas como la corrupción, el racismo, la necesidad de democratizar estructuras, la homofobia, la creación cultural y sus libertades, el derecho a migrar, el ritmo de los cambios anunciados, el impulso al cooperativismo, el resurgimiento de relaciones económicas de dependencia entre los individuos y no solo con el Estado, lamuy impopular Ley de Aduanas recientemente estrenada, podrían ser botones de muestra de esta efervescencia que se respira. Lamentablemente, solo un porcentaje no muy alto de la población tiene normal y fácil acceso a esos intercambios de ideas… Pero incluso una parte de esos afortunados, y sobre todo el resto de los cubanos que transitan hoy la «siempre fiel isla de Cuba» y compran aguacates a diez pesos, sí tienen una percepción de lo que se vive en la calle que, según el dicho cubano, «está durísima». Y se hacen preguntas para las que muchas veces no tienen respuestas.

“Clarín estuvo 40 años amasando los pensamientos fantasmales de la clase media argentina”

Entrevista a Horacio González
por Francisco Balázs y Miguel Russo



En una extensa charla, repasa la historia del periodismo argentino, los dilemas del presente y los alcances de la ley de medios. El lenguaje en la comunicación y el riesgo de que sea dirigido por los aparatos de publicidad. Afirma que John William Cooke es un olvidado en la historia y que la Argentina atraviesa un momento de debate violento.

Desde el martes pasado, la Biblioteca Nacional llevará el nombre de Biblioteca Nacional Dr. Mariano Moreno. Horacio González afirmó al respecto que “en los pocos documentos que sobreviven (como el clásico texto de La Gazeta de Buenos Aires) muestran que él fue, en 1810, el fundador, de modo que es el único nombre que goza de unanimidad. Nadie podría sentirse incómodo”.


“Ustedes publicaron la semana pasada un discurso de Salvador Allende de 1972 donde denunciaba las tapas del diario El Mercurio en contra de su gobierno. Un texto que, de acuerdo a lo que ocurre aquí, parecería dicho hoy mismo. Es una tentación decir que la pelea entre los proyectos nacionales o populares y los monopolios mediáticos lleva medio siglo. El caso argentino es el que más avanzó, porque piensa en términos de una ley. Y comprobó lo difícil que es que tenga vigencia una ley aprobada por el Parlamento. Ahí se revelaría que el espacio de todo el espectro de los medios de comunicación es un lugar primigenio de las luchas políticas por la dirección de una sociedad”, dice Horacio González.


–¿Cuándo surge históricamente esta conciencia? 

–Evidentemente, una buena historia del periodismo debería decirlo. La crítica política argentina, acentuado el caso del diario La Nación, tiene una notoria relación con las políticas de Mitre. Su partido, el Nacionalista, con intervenciones en las provincias y la Guerra del Paraguay, marca el modo en que se fue forjando el diario La Nación. Aparece una correlación bastante explícita.


–Sería casi una lucha de clases…


–Hay un trabajo importante de Ricardo Sidicaro, La política vista desde arriba, que es la historia del diario La Nación vista desde sus editoriales. Es el típico trabajo sociológico que le atribuye al editorial la orientación general del diario. El editorial sería lo que menos importa, aunque a veces sean escandalosos, estén escritos en prosa antigua, programática. El modelo comunicacional trascendió la línea editorial visible y sus líneas están puestas a través de toda clase de semiologías renovadoras, de las nuevas tecnologías y de implícitos que tienen que ver con un trabajo interno del lenguaje que en la vieja crítica de izquierda no tenía. Por ejemplo, el emporio Randolph Hearst provocó, en gran medida, la guerra de Estados Unidos con Cuba en 1898, y sostuvo la presencia norteamericana en la isla. Y el modelo de Hearst, inmortalizado por Orson Welles en El ciudadano, pasa un poco a la Argentina con Natalio Botana. Pero en realidad había, evidentemente, en el diario Crítica, algo que La Nación no tenía, que era una apuesta más audaz en materia cultural, configurando lo que Jacobo Timerman explotó a fondo en La Opinión, con posiciones de izquierda muy renovadoras.


–¿Usted cree que Crítica fue el primer intento mediático de abrir el universo del lector?


–Sí, tener un lector homogéneo era la base de la legitimidad del diario para La Nación, y eso era una concepción también del periodismo clásico. En el caso de Crítica, el lector popular había que crearlo. Lo que hizo Botana fue renovar el lector y eso influía en el modelo de noticia internacional, el modelo de editorial, el modelo de escritura, que permitía destacar a ciertos periodistas que gozaban del privilegio de la firma. En este caso, creo que el más notable periodista de la época fue Roberto Arlt, pero en el diario El Mundo, que también tenía esa particularidad, el permitir una firma de un columnista. La Naciónsólo permitía firmar a los corresponsales en el exterior: José Martí, Rubén Darío, Leopoldo Lugones. Pero con Roberto Arlt por primera vez aparece como columnista firmante alguien que dice que la escritura de la novela y la escritura en general se escriben sobre un rollo de bobina de papel, asociando el estilo periodístico a la renovación de la novela.


–¿Es inevitable que un medio popular, como fue Crítica, como fue La Opinión, deba ser irremediablemente opositor al gobierno de turno? 


–Los grandes diarios clásicos argentinos, los que más duraron, fueron golpistas. La Razón, históricamente, sirvió a los servicios de información del Ejército, de la SIDE. La Nación surge de una trama interna de la historia argentina, que es el establecimiento de ciertos criterios vinculados a la propiedad de la tierra, con la formación del ejército, al fin de las luchas civiles, de un mando único que se establecería en Buenos Aires a través de una clase social. Desde ese punto de vista, es producto de ese triunfo y le permite inventar la neutralidad periodística, la que representa el fin de las guerras civiles y que, por ello, el partido triunfador declara su pensamiento como tribuna de doctrina. Es decir, declara la nueva objetividad, por supuesto, ininvestigable. Esa objetividad es lo que el diario dice del país y de sí mismo. Es el juicio, en última instancia, de una sociedad. Y por lo tanto, no puede ser objetivo. Ese es uno de los grandes logros de La Nación. El problema es por qué el periodismo que surge del modelo de construcción nacional con el poder de largo plazo que se construyó en la Argentina se dirige a un lector que presuponen disconforme con el Gobierno y lo genera, disconforme también, como un lector ávido del folletín de la inestabilidad de los gobiernos: seguridad, corrupción, inflación. Esos son los grandes temas del folletín de Eugenio Cambaceres, también inventor del periodismo. Uno nunca vive tranquilo ni en su casa. Siempre hay algo peligroso en las ciudades. Uno diría que ahí está el periodismo oligárquico, que ve que el control social es posible y que el diario lo satisface con un conjunto de escritores que incluso pueden ser adversos. Por ejemplo, La Nación tuvo problemas con el gobierno fascista. No se sentía fascista el diario, sin embargo lo sigue publicando, no sin problema. No se siente incómodo con Martí. Y tampoco Martí se siente incómodo con La Nación, porque había triunfado como esa creatividad de la construcción nacional. Incluso el mitrismo le agrega detalles a esa construcción nacional. El voto a Alfredo Palacios en la primera elección de diputados sale con votos mitristas. La relación mitrismo y socialismo liberal, en el caso de Palacios es notoria, más allá de que Palacios excede con mucho a esa relación incluye también una cierta izquierda que acepta el planteo central de la construcción, el modelo de la inmigración. También lo acepta Juan B. Justo: si uno relee La Vanguardia, se puede pensar que es como La Nación, con noticias que ponen más énfasis en el Partido Socialista, pero es el mismo modelo de objetividad, el mismo modelo positivista liberal. Me faltaba decir esto de cómo aparece en el Nuevo Periodismo, que es el periodismo con crónica, de Walsh o de Truman Capote. El periodista no sólo aparece con firma, sino que aparece tomando el mismo riesgo de los dueños de esos diarios, que encabeza en la Argentina, notoriamente, Jacobo Timerman. Eso es un tema muy interesante. Después viene la saga de las revistas: la Qué de Scalabrini Ortiz, que era un desarrollista, y de Jauretche, que anuncia el fin de la contraposición civilización y barbarie encarnada en Frondizi. Jauretche lo anuncia ahí, impulsando un nuevo país donde el peronismo perturbaba, no las masas peronistas, que se tenían que hacer desarrollistas, sino un viejo exiliado. Jauretche y Scalabrini precisaban un nuevo periodismo más ágil, con un lector con menos tiempo para leer. Y eso ya estaba en Noticias Gráficas o en Clarín, con el formato tabloide. No en vano aparece el chiste desarrollista, que es la señora gorda, gorila y oligarca. No sólo no le gustan las masas populares, sino que no le gusta el peronismo ni el desarrollo económico. Landrú capta bien este prototipo contra el cual se dirige el desarrollismo.Ese desarrollismo incluye la revista Contorno, a los hermanos Viñas…


–¿Y a John William Cooke también?


–No, a Cooke lo influye el sartrismo, que es la relación que puede tener con los hermanos Viñas, pero más que nada con Rozitchner, con el cual sentía mucho en común. Cooke es el único político serio no desarrollista que tuvo el peronismo. Había mucho de revolucionario en su pensamiento, había otro sujeto social, y a Perón lo justificaba también como un mito reanimador de las masas, pero su escritura y su crítica a la tecnología, como político del peronismo, es casi inconcebible. Cuando critica el Plan Europa de reordenamiento del Ejército, que era un plan desarrollista típicamente, lo critica no sólo por militarista, sino por desarrollista, es decir, por dejar que la sociedad tenga un núcleo tecnológico capaz de regir todos los asuntos culturales, políticos. Cooke es un olvidado, no hay ningún lugar en el que la izquierda dura, clásica, intentara recurrir a Cooke. Claro, es un tipo inubicable, uno puede decir “el peronismo lo abandonó”, pero tampoco es tan cierto.


–¿Cooke interpelaría al peronismo actual?


–Bueno, es difícil hacer ese juego, porque en realidad el peronismo actual tiene muchas cosas del peronismo con el que él convivió y actuó. Basta ver la correspondencia, quizás la mayor pieza epistolar de la Argentina de Mariano Moreno en adelante. Incluso se podría decir que con el Plan revolucionario de operaciones, de Moreno, quedan algunas dudas. Dudas que no aparecen en los libros de Cooke. Hay en sus textos y en él mismo una ética de la Argentina que está rehaciéndose.


–¿Dónde, por ejemplo?


ç–En relación con el problema comunicacional, por ejemplo, la Fragata Libertad pasó a ser un poco incuestionable para el kirchnerismo y difícil de tomar para La Nación y Clarín porque es un episodio que terminó bien. Entonces critican formalidades, por qué la llevaron, la demora de la fiesta, el Himno. En el caso de Cristina, hace muchos años que no se recuerda al Almirante Brown. Y no recuerdo un presidente que citara la frase de San Martín de la Orden General del 18 de junio de 1819. Era una frase que usaban los Montoneros (pelearemos como nuestros paisanos los indios, en pelota). Hasta es un modelo épico que va a ser la nueva discusión en el país. La gran prensa no encontró la épica. La de Cristina tiene un cierto borde reconciliador.


–“Reconciliación” es una palabra que se usó demasiado para evitar profundos debates y también justicia. 


–Está bien, más que reconciliación, veo un replanteo general de las relaciones entre las instituciones argentinas, y no excluyo ninguna épica, ni ninguna sacralidad. Es muy profundo ese tema, y esa profundidad se le escapa a la historia argentina.


–Usted mencionó hace poco que el país vive un momento de gran debate. Y utilizó la palabra “violencia” en ese debate. 


–Sí, pero no para atemorizar a nadie. Este gran debate lo va a ganar quien pueda explicar mejor sus propios argumentos, y sobre la base de ello poder absorber mejor los otros. Los otros son aparatos culturales: La Nación es muy antigua, Clarín inventa personajes fortísimos. Por eso, cuando dice “acá piensan todos, del modo que quieran, y la pluralidad es posible”, no deja de ser cierto. Sólo que el colofón de eso se llama Clarín, que es como la superación del movimiento nacional peronista con todos sus chiches: “Este es de izquierda, este es de derecha, pero de Clarín somos todos”. Esa frase de Perón vale hoy para Clarín. Estuvieron 40 años amasando los pensamientos fantasmales de la clase media argentina.


–Y encarnando a la perfección esos valores, esas simbologías…


Perfecto, porque además hoy, como Clarín tiene esa política, te habla en contra de la minería, te habla en contra de la soja (“y…, no es tan buena, fumigan y se mueren niños”), las comunidades originarias. Y nosotros hablamos menos de eso. Esto está por encima de la ley de medios. No sé qué tipo de lenguaje vamos a constituir para explicar situaciones intensas, ni qué legislación habría que hacer. En realidad, todavía no está visto cómo afecta al lenguaje la revolución tecnológica en el periodismo, y cómo afecta el lenguaje de las personas cuando describen su experiencia con despojamiento de metáforas, simbolismo y pudor. El pudor es una fuerza dramática, necesaria y democrática. Si se despoja el pudor también uno puede decir que puede perder cierta condición actoral, puede perder cierta condición actoral el lenguaje. Yo creo que una buena prensa revolucionaria, que revoluciona el género de la prensa, comienza a pensar el lenguaje de otra manera, no para no decir malas palabras, sino para demostrar que aún diciéndolas no rompiste el tabique entre las distintas formas de lenguaje que hay. Hay rupturas. La televisión la rompió porque el mercado obliga, supuestamente el mercado obliga a no decir “ahora uso el lenguaje un poquito más culto, y un poquito más abajo pongo el lenguaje soez”. No es tan así ahora. Por ejemplo, el lenguaje de Lanata es maravilloso, nadie le puede decir más nada, rompió todos los tabiques, habla de todas las maneras que se puede decir, aplica todas las frases de la ruptura, después otras más soeces, el tratamiento más despreciativo. Eso pasó un poco con el periodismo cuando en La Opinión apareció una carta de Alejandro Agustín Lanusse protestando por una nota. Era el presidente, y el periodista respondía con un “el lector Lanusse”. Ahí comienza una igualación que está bien, es decir, tratar de igual a igual, pero en la cual el periodista iba construyendo su propia figura. Por ejemplo, Lanata es una figura construida por encima de cualquier institución presidencial o institución política. Imaginate un concejal, un diputado, lo aplasta, no lo considera como un lector o como un televidente. Entonces, ahí se desequilibra a favor de un periodista comediante, con una gran capacidad agonística, donde además de que juega con su propia muerte, es un fenómeno relativamente nuevo en la Argentina. Que haya estado en contra de Clarín y ahora a favor deClarín es casi una anécdota en relación a cómo se construyó ese modelo de superior, casi del periodismo clásico, porque a partir de ahí, ¿qué periodismo puede haber?


–¿Pareciera que hay una ruptura en la imposición de la agenda periodística por parte de los grandes medios. Por un lado, el hecho novedoso de una presidenta que sale a responderles, y por otro que a través de sus tapas y principales notas editoriales esos medios siguen las acciones del Gobierno.


–Sí, y hay cosas novedosas, como el caso Schoklender, donde podían afectar valores muy profundos de los derechos humanos. Y hacen varias cosas con eso. Afectarlos, porque no les interesa, o demostrar que se puede seguir por otra vía, pero no sé cuál sería la otra vía, pero en realidad al atacar a Hebe, con un tema muy delicado como es el tema Schoklender, o sea, se metieron en temas donde la sociedad progresista argentina, con un nuevo tipo de progresismo pensando en un nuevo tipo de familia, por ejemplo el tema del parricidio. Hebe es una persona muy peculiar, le interesan los temas. Es un tema que forma parte de ritos y tabúes muy profundos, y Hebe es una desarmadora de todo eso. Un personaje como Hebe es un rango permanente para desacreditar toda la política de derechos humanos, y al mismo tiempo, curiosamente, el personaje que más la sostiene con su sola presencia, ese es un tema muy fuerte…


–Sí, incluido ahora, además del caso Schoklender, el “vamos a ir a presionar a los jueces”. 


–Sí, porque la cuestión de Hebe es muy fuerte porque se mueve sin la posición del Gobierno, porque piensa sin instituciones, y eso no ocurre en general con nadie que esté en la política, por ejemplo con los grandes luchadores del Premio Nobel, o Robert Cox. Los grandes liberales piensan con instituciones. Hebe piensa con una injuria que saldría del interior de las vísceras populares. Son todos temas que me parece que hay que pensar.


–Los otros días, en 6,7,8, usted volvió a refutar la demanda de los medios de comunicación, impuesta en los últimos años, del hablar sencillo, de utilizar un lenguaje accesible dirigido a comunicar a ese abstracto denominado la gente.


–El hablar sencillo no es la puteada permanente. Hay nuevas puteadas o injurias que hay que aprender el código bajo el cual se dicen. Yo me refería a que los medios, más allá o más acá de la ley de medios, porque eso tampoco está escrito en la ley, generan un modelo de espacio y de tiempo que genera una lengua, y genera el personaje que te dice “dígalo para la gente”, “tradúzcalo para que se entienda”… y ahí salen los modelos de divulgación, como el de Adrián Paenza, que es un modelo genuino de divulgación, me parece. Creo que todas las áreas artísticas y del conocimiento, todas tienen modelos de divulgación, que en todo caso también va a ser un nuevo debate. Por ejemplo, el canal Encuentro tiene grandes modelos de divulgación, ha encontrado una interesante veta de modelos de divulgación. Cuando ese modelo de divulgación no resulta atractivo ya es otro lenguaje que no se refiere al anterior de profundizarlo sino a un control social sobre el lenguaje. Y ese control social lo ejerce la televisión con el personaje que dice cuál es el nivel medio de comprensión de una sociedad, que está sometido a encuestas, está sometido a target, a estudios permanentes. Entonces, el modo que haya que hablar de aquí en adelante lo van a determinar las agencias de publicidad, o aún mejor dicho, estudios de mercado sobre la base de qué se entiende y qué no se entiende…


–Otro tema es la medición del tiempo de atención del televidente, y cuándo se dispersa y va a otro lugar…


–Esa medición habría que quitarla de circulación totalmente y reinventar la televisión. Por ejemplo, Clarín hace diez años tenía un sistema que les permitía anunciar cual era el promedio de cada nota, “lectura de esta nota: 3 min, 3 segundos”… ¿qué quiere decir eso? ¿A qué lector se dirigen?… ya no es el lector de Natalio Botana, ni de Sarmiento, ni de Mitre. No veo que esto se debata en ningún lado, y más bien cuando lo digo produce una cierta incomodidad, pero no puede ser que haya una ley de medios donde los modelos técnicos y del uso de la palabra sean iguales en todos lados. Una diferenciación interesante por la vía de los programas que están de acuerdo que rija enteramente la ley de medios puede ser tomar este tipo de audacia en el lenguaje. Por ejemplo, el tipo de sermón de Nelson Castro hereda el viejo pacto de la televisión con el evangelismo. El de Lanata no, porque es herético. Julio Blanck y Van der Kooy tampoco, porque es la picaresca porteña, los dos son dos pícaros que se miran, se guiñan, “y este, qué opina…”, “yyyy… ése más o menos, fíjese que…”, es el típico diálogo de un género… casi gauchesco, porque es una picaresca. Más allá de aceptar esto, porque el periodismo es la captación, el oído del lenguaje, el oído del lenguaje popular ya fue superado por la creación del lenguaje propio, que se basa en la medición de tiempo, espacio…


–¿Cómo ve a los medios públicos?


–Ha acertado con algunos aireados, como se dice, la Guerra del Paraguay, o el documental de Clarín, que estaba muy bien, y sin que lo tomen como vanidoso, el de Piglia, que se hizo entre la Biblioteca y el Canal, era una novedad, porque Piglia no dejó de decir nada que no diga en sus clases tal cual, y la escenografía, con un simulacro de clase, es interesante, porque el ambiente de la clase es lo más descriptivo de la historia de Occidente, no el set de televisión. Aunque el set se imponía sobre la clase, se trataba de recrear la clase.


–¿Qué piensa del debate sobre objetividad y periodismo?


–No es que piense que el periodismo no sea objetivo, todo lo contrario. Si leen los diarios del siglo XIX, eran facciosos. Con La Nación empiezan a no ser facciosos, porque Mitre ve que hay un triunfo tal que puede declararse objetivo, informar sobre tal o cual cosa en términos que hoy llamaríamos plurales. Pero un nivel de objetividad hay que restaurar, mínimo. Son acuerdos sociales, no puede haber medios de cada sector, es una facciosidad del siglo XIX. Como había muchos diarios, había 40 unitarios y 40 federales. También yo diría que gana la polémica el que pueda demostrar que lleva para sí un cierto tono de objetividad, que podés decir, la objetividad ya sabés que es una suma de decisiones de un grupo, y de victorias que se han conmemorado o no, que han sido aceptadas, pero de todas maneras eso tiene que existir.


–¿No falta abrir más espacios para debates públicos, políticos, culturales? En 6,7,8 abrieron un espacio en el que confrontaron de manera muy interesante Roberto Gargarella y Edgardo Mocca… 


–Bueno, también está Beatriz Sarlo en 6,7,8, que fue un momento importante. Beatriz Sarlo es un tema muy difícil, porque es la máxima crítica cultural que hay en la Argentina, y su tarea casi primordial hoy es analizar toda la gestualidad, la simbología de la Presidenta, de una forma demoledora, entonces también si bien esos análisis los podés encontrar en Roland Barthes, tienen una potencialidad injuriante tan grande que te ponés a dudar, cómo sería un debate con una persona que tiene que ser del mejor nivel de exposición de oposición al Gobierno, pero justo retrata a la Presidenta como una figura más bien autoritaria, en un artículo señalaba cosas que normalmente a uno se le escapan… cuando decía, “a ver, vos…”, dos arquitectas… y en ese momento la veía como la dama que daba una orden restrictiva en nombre de la democracia. Como la democratización de las relaciones.


Beatriz Sarlo: «Si yo fuera cristinista estaría pensando en un cambio de régimen político, en la línea de lo que viene planteando Juan Pablo Maccia»

La escritora y ensayista opinó que la Presidenta «no tiene sucesión y no va a haber reforma de Constitución «; «Sabemos que el cristinismo está en baja», lanzó.




«No hay más que mirar los blogs críticos, tipo Lobo Suelto! –anarquiacoronada.blogspot.com- para conocer lo que piensan soto voce los ideólogos más lúcidos del cirstinismo”, opinó la ensayista.

Si fuera cristinista «estaría pensando en un cambio de régimen, una gran campaña que establezca nuevas bases».

En diálogo con Código político, por TN, Sarlo opinó: «Lo que yo presumo que está en alguna de las usinas políticas del cristinismo, que todavía no ha sido presentado, es un cambio de régimen político, que no es una mera reforma de la Constitución». Y continuó: «Si no pueden cambiar la Constitución lo que yo haría si fuera cristinista es un cambio de régimen, tal y como lo viene planteando gente muy capaz, como Juan Pablo Maccia, es decir una gran campaña ideológica política, incluida con plebiscito, que establezca nuevas bases para la institucionalidad argentina».
Sarlo a modo de ejemplo se refirió a lo que ocurrió en Bolivia y señaló: «Es lo que hizo Evo Morales con una gran mayoría en Bolivia. Estableció una nueva relación entre las comunidades y las instituciones políticas, relación que no existía antes». Y luego aseveró: «El tópico que yo presumo que tendría si fuera cristinista es el cambio de régimen, porque [Cristina Kirchner] no tiene sucesión y no va a haber reforma [de la Constitución]». «En la Constitución que Perón hizo también había un deseo de cambio de régimen que no se animó a llevar a cabo totalmente», completó.
En tanto, la ensayista señaló que un camino viable al cambio de régimen podría ser a través de una movilización popular anclada en «la necesidad de que este país se vuelva a constituir». Y en esa línea, lanzó: «Sabemos que el cristinismo está en baja, pero según todas las encuestas no ha seguido esa baja y depende de la situación económica». Luego, la ensayista, se refirió a la movilización popular del 8N y sostuvo que «fue autorganizada». «Desde el Estado la capacidad de movilizar es enorme y a este Gobierno no le va a temblar la mano encarando esto», opinó.
Por último, al hacer alusión a la derrota electoral del kirchnerismo en 2009, expresó: «Ellos nunca van a menos, salieron redoblando la apuesta. Después del 2009 contraatacaron con la ley de medios que le permitió una gran campaña ideológica y reconstituirse en el imaginario de la gente».

Y al hacer mención sobre un posible cambio de régimen expresó: «No tienen salida. Ella [Cristina Kirchner] no tiene reelección si no va a un cambio de esa naturaleza».

La hora de las Masas

Por Juan Pablo Maccia

Con rostro inesperado, las masas han retornado. Y en pleno año electoral. Están reunidos todos los condimentos para garantizar la incerteza de un tiempo político que sigue girando en torno a la -cada vez más dramática- sucesión presidencial.
Y si bien las masas están con nosotros desde hace rato, una breve genealogía nos demuestra lo inquietante de su presencia actual: a la disolución de la institución de las masas a las que aspiraba la transición democrática –con la hiperinflación de fines de los años 80 y de comienzos del menemismo- hubo de dar respuesta el peronismo de rostro neoliberal, organizando un memorable “bloque histórico” que, al ritmo de las privatizaciones y de la convertibilidad, duró todo lo que pudo hasta estallar en el rostro del progresismo de la Alianza. La disolución de las masas neoliberales vino acompañada por gérmenes de masas revolucionarias –movimientos sociales, sobre todo de desocupados y ocupaciones de fábricas-, hasta que el peronismo de rostro inclusivista (vía consumo y derechos humanos) volvió a sentar las bases para una nueva integración, asunto que marchó bastante bien hasta la muerte del Jefe Néstor (menos resistente biológicamente a la presión política que el revalorizado Jefe Chávez), momento en el cual el proceso político se disyunta entre el mito (la presidenta lo es, ya, sin dudas) y un incipiente proceso de desagregación de masas “runflas” (como las llama en LS! Diego Valeriano), esas que hicieron su inauguración en el Parque Indoamericano y que retornaron en los saqueos navideños de hace unas pocas semanas.
Queda claro, entonces, que las masas que –a mi juicio- debieran preocupar a la presidenta, no son las masas caceroleras (que, a fin y al cabo, sólo constituyen un dato saludable para la recomposición del sistema político del que el oficialismo se ufana), sino de estas masas acosadas por el narcomenudeo, amparado por las instituciones que más saben de regulación estatal de los mercados (la justicia y la policía). Que estos días la ciudad de Rosario sea noticia, no quita que sería un festín poner la lupa en otros territorios como, pongamos, el sur del Conourbano Bonaerense. 
Lo lindo de este verano santafesino es la atención que hemos concitado en el resto del país, lo que motivó una visita familiar que esperaba largamente. Me refiero a mi primo Mario, conocido columnista político, que por fin volvió a pasar el fin de año con los suyos (toda la flía aceptó reunirse para festejar además, mis pasados cuarenta) y por la necesidad de conocer de cerca el flagelo del “narcosocialismo”. Mario dice que la cosa no es para tanto. Pero yo creo que es un dato de la realidad que el socialismo y el Frente para la Victoria (que juntos son la base progresista para impulsar la reelección presidencial) han sido enfrentados por la aparición de las masas runflas, abriendo de nuevo al PJ de la provincia la posibilidad de ganar en el 2013 las elecciones en toda Santa Fe. Más o menos en la línea de lo que viene escribiendo, dice que la suerte de Cristina depende de las legislativas. De cómo logre rosquear las listas y de la magnitud de su triunfo (trinunfo que –no sé por qué- da por descontado). Como sea, para él la reelección está casi descartada (para lograr la reforma de la Constitución habría que forzar el sistema político al extremo).
Pero –creo que esta es una primicia- apuesta a que Scioli tampoco llega. ¿En qué evidencia sostiene su –autorizada- intuición política? Simple: Cristina no le va a dar el gusto al manco. Simplemente, esto no es imaginable y no va a suceder. No se trata, como creen los “sabatellistas” (ese objeto del odio del peronismo realmente existente), de un problema ideológico sino de un problema de “pelotas”: Scioli, sencillamente, no se la banca. Nada que ver con tipos como Massa o Boudou. Cada uno de ellos, a su turno, y bien formaditos por el liberalismo derechoso de la UdeCdé, se animó a inspirar algunos de los gestos más audaces de Néstor y Cristina. Scioli no. No se animaría a jugar fuerte (¿será?) y, por esa falta de audacia, su presidencia pondría en riesgo todo lo hecho en la última década. Este es, afirma mi primo Mario, el verdadero problema con Scioli.  
El otro frente de problemas es el de los “cuadros”. Tantos años de pedagogía política han resultado estériles a nivel de la línea de los gobernadores. Son uno más guacho que el otro y los que son amigos están perdidos (miren Tucumán, San Juan o Chaco). No se puede contar con los “gobernas” (como les dice Mario) y a los “pibes”, los nuevos cuadros, no les da para jugar todavía. Capaz que en el 2015 sí, pero para eso falta y aún tienen que mostrar que pueden competir en serio. ¿Qué queda? ¿Abal Medina? (¡pobre Sarlo!).
Otra visita de verano de cumple años, Quique -hijo de un tío paterno-, militante y cuadrito de La Cámpora, ahora “Unidos y Organizados”, anda inflamado, pero al revés: banca tanto el proceso que está ilusionado incluso, con la derrota. Dice que la Presi es conducción hasta la muerte, siga o no en el Gobierno; y que si lo que se viene es Scioli o Massa hay que bancársela, porque “no hemos sabido construir algo mejor”, y tratar de volver rapidito (porque, qué duda cabe, “la gente nos quiere”).
Corroboro, entre empanadas, que la parte históricamente más peronista de la familia acompaña con menos entusiasmo que la parte “gorila” (progre), que se ha volcado a un kirchnerismo particularmente sentido, hasta las entrañas. Inesperado cambio de papeles. Mi prima Laura es el más bello y mejor ejemplo de lo que digo. Joven docente de filosofía de la Universidad Nacional de Rosario, y uno de los vástagos más brillantes de la cultura del comunismo ilustrada de la ciudad, alterna sus días entre abstrusas lecturas de Adorno (y su grave problemática de cómo pensar el mundo sin dejar de pensar en Auschwitz) con una desmedida defensa del MTD Evita (“son los únicos que combaten en nombre de Néstor y Cristina a la oligarquía en los barrios”). La angustia, sin embargo -y en esto noto su coherencia teórica- la cosa en los territorios. Cuenta que la cosa está pesada en serio, y que se puede esperar cualquier cosa (de allí lo de Adorno y Auschwitz, imagino).    
Yo los quiero a todos y, en el fondo, no disiento con ninguno. Sólo que, concluyo, la cuestión de las masas se está volviendo peliaguda. Aunque vacilo: el cambio de década me volvió más inseguro. Ya se sabe que, por más avisado que esté uno, los cuarenti son –implacablemente- los años del pifie asegurado (sobre todo a nivel de la estética). Desde allí reflexiono. Y no puedo dejar de revisar las paradojas de la última década, y de sentir cierto dolor por la evolución de estas masas de las que hablaba al comienzo, de aquellas organizaciones sociales que mandaban en los barrios y hoy son corridas por las redes de trata de blanca y venta de paco.
Me apena que la “transformación” política a la que tantos apostamos pueda quedar atrapada en el nivel puramente simbólico, sin penetrar con fuerza las estructuras sociales (¿será que la generación de los que aguantamos los trapos en el 2001 y luego apostamos por este proyecto nos hemos esforzado demasiado en retrasar la pérdida de la ilusión política que marca el pasaje a la adultez?).
¿Lecturas de verano? Desde que ya no se puede leer a Feinmann, pocas. Los diarios: La estatización del predio de la rural, un golazo, como la Presi evocando a Ho Chi Min en Vietnam. Una pena lo de la Fragata. Justo cuando hacíamos del barquito un símbolo de la soberanía, se hunde un buque de guerra en nuestro propio puerto. Queda la carta de la Presi a Darín…
Lau me trajo una revista de filosofía de Buenos Aires. Me gustó un artículo –“adorniano y peronista”, dijo, como todo lo que ella me trae- que dice, por fin, algo así como que si los kirchneristas seguimos recostados en la cultura nacional-popular tendremos, al menos, que buscar mejores enemigos (como lo fue Borges en su día), porque si seguimos peleando contra Clarín y compañía vamos a terminar con el cerebro tipo Coscia, y ya nada nos va a distinguir de Felipe Pigna, Mariana Moyano o Pacho O´Donnell.
Todo lo cual me devuelve a la incomprensible polémica de Cristina con el bobo de Darín, una de las más recientes ventanas abiertas a la -¿cómo calificarla?- “subjetividad” presidencial. Le tengo fe a un librote que me trajo Quique. Un flaco del “palo” que hizo una novela “nacional popular”, pero inteligente, o incompresible, presumiblemente del Nacional Buenos Aires, cuyo título es una extraña consigna: “Espía vuestro cuello”.
Será la resaca del morfi y de las visitas, pero no puedo dejar de pensar, repasando nuestra generación, que sólo un jueputa aparece con la capacidad de mando sobre las masas runflas de los barrios. El único que en el peronismo, y apoyado hasta por su apellido, tiene la audacia que al manco le falta, y por lo cual va a manquear sobre el final. ¿Sabrá que hacer la presidenta con el intendente de Tigre?

Características de la anomalía Syriza

El discurso hegemónico del neoliberalismo y la crisis de la democracia nos ha arrastrado hasta la más profunda desesperación política, económica y social. Frente al desmantelamiento del estado de bienestar y el fin del proyecto socialdemócrata poco espacio parlamentario le quedaba ya a una izquierda dispersa que no cree en el sistema de partidos y no deja, por el contrario, de tomar la calle. Es en este escenario donde surge la anomalía Syriza. Una, de primeras, simple coalición que puede abrir nuevas vías y alternativas no solo a la crisis global sino también a problemas como el de la crisis de la representación.
Nacida formalmente en 2004 en Grecia, donde ha llegado a ser la segunda fuerza política, la onda ya ha trascendido las fronteras helenas amenazando con extenderse por toda Europa. El reciente caso de Alternativa Galega de Esquerda(AGE) es solo un ejemplo más en este proceso. Comprender la peculiaridad de este fenómeno puede resultar difícil para algunos pero rápidamente las novedades y potencialidades saltan a la vista. Así, entendemos esta anomalía por las siguientes características:
  • Syriza es un devenir minoría. Nacida de un conjunto de partidos minoritarios y escisiones, Syriza se plantea como un espacio de agregación que busca la mayoría social. Así no solo pretende afectar a partidos políticos minoritarios sino también a los movimientos sociales y a la ciudadanía como actores “menores” frente a la hegemonía de la troika y sus aparatos políticos y económicos. Sus aspiraciones en este sentido son grandes, pues pretenden transformar el actual sistema (representativo) de partidos por una auténtica democracia.
  • Syriza es un “cascarón vacio” listo para ser poblado por la mayoría socialSyriza significa “efervescencia” en griego. Como proyecto emergente tanto la syriza griega como el resto de syrizas (AGE en Galicia, etc.) se perfilan como un espacio vacío, una estructura aún por construir, abierta a la participación progresiva (y efectivamente descontrolada) de la ya citada mayoría social. La misma urgencia de su formación y la diversidad de su composición provoca inevitablemente una carencia de organización. Organización que, por otro lado, no deja de desarrollarse y arrastra parte de las estructuras (con sus vicios y virtudes) de las que proviene. 
  • Syriza emplea un discurso radical. La coalición es ante todo una “coalición de izquierda radical” como ellos mismos se definen. Frente a los discursos bien pensantes o tibios, provenientes tanto de la socialdemocracia como de la derecha, las propuestas de Syriza se muestran radicales y sinceras. En un tiempo en donde la política está dominada por el espectáculo esta coalición helena dice “verdades como puños” que, lejos de provocar rechazo, consiguen conectar con los sentimientos de rabia e indignación presentes en gran parte de nuestras sociedades.

    Syriza y los dinosaurios
  • Syriza significa la emergencia de una nueva composición de clase y una nueva generación política. A través deSyriza no solo se ha dado cabida a nuevas generaciones de “políticos”, con Alexis Tsipras a la cabeza, sino que se han introducido importantes reivindicaciones relacionadas con las nuevas mutaciones en la composición de clase y los nuevos modelos productivos que cuentan con el precariado entre sus figuras centrales. Así quiere abrir los partidos clásicos a las nuevas formas de hacer política que están ya presentes en la calle.
  • Syriza posee fuertes aspiraciones internacionalistas. Desde el primer día Syriza tuvo aspiraciones internacionalistas realizando actos con partidos de izquierda por toda Europa. Entroncados en la tradición de la izquierda europea, la coalición helena, al igual que sus replicas, sabe que la solución a la crisis política y económica es global. Ese apoyo internacional entre diferentes syrizas y partidos les dota así de una mayor legitimidad. Ahora bien, como el ejemplo gallego nos ha mostrado, lejos de entender la nación como “identidad” o “nación-estado” Syriza ha pasado a entenderla más bien como “territorio y comunidad”.
  • Syriza se dibuja como única oposición a los actuales gobiernos neoliberales. En Grecia, Syriza siempre rechazó firmar pactos con anteriores gobiernos socialdemócratas (PASOK) hasta lograr erigirse como única oposición posible al actual gobierno de Nueva Democracia. Así se dibuja como única alternativa seria, diferente y real ofreciendo el único programa posible alternativo a la hegemonía neoliberal.
Este listado es solo una muestra de este nuevo proceso político abierto en Europa. El futuro de Syriza está aún por ver, pendiente de nuevas mutaciones internas y traducciones en otros territorios. Aún así se muestra como una de las grandes alternativas a la crisis política, social y económica abierta en la actualidad.

¡Spinetta!

por Martín Zariello


I) Entre fines de los 90 y principios de los 2000 empecé a escuchar a Spinetta. Mucho. Antes decía que me gustaba para impresionar. No sé a quién. Fruto de ese fanatismo, puedo decir toda su discografía año por año, de memoria. Puedo decir qué temas tiene cada disco. ¡Y hasta hace poco recordaba el orden! En fin, ese tipo de conocimientos inútiles que uno cree que pueden atraer a las chicas y en realidad las espantan.



II) Todavía duraba el auge del cd y los cassettes estaban ridículamente baratos. CompréDon Lucero a 1,99. Tester de violencia a 3, 50. Además, seamos sinceros: la discografía de Spinetta estaba barata porque no lo escuchaba prácticamente nadie y su música significaba la nada en el Mercado. El cassette que más escuché fue Exactas, un disco en vivo grabado en la Universidad en 1990. Tenía dos temas inéditos. Uno de ellos es «Frazada de cactus». Empieza diciendo «Hay un gran doberman verde en el iris de tus ojos que me viene a lamer». Y es el verso más entendible de todos. En otra parte dice: “Caen los misiles sobre los quinchos de Canson y nos asan como a un costillar”.

III) Lo curioso es que ahora los cassettes volvieron a ponerse de moda. A veces paso por galerías en las que esos mismos cassettes que por poco se regalaban, están a 40 o 50 pesos. O más. Lo que comprueba la idiotez de la moda vintage, esa sensación falsa de que antes todo era mejor entonces tiene que volver: la música de los 80, la militancia setentista, la MTV noventosa. Sólo los que no usaron cassettes piensan en coleccionarlos: artísticamente son incluso inferiores al cd. En el orden del sonido, hasta un mp3 de 99 pesos es mejor. Sin contar que se te podía trabar o cortar la cinta. Lo único bueno era rebobinar con una BIC, el efecto extraordinario que daba creer que se podía volver el tiempo atrás analógicamente.

IV) Fui a ver muchas veces a Spinetta. No sé cuántas. Más de cinco y menos de diez. La primera en el Polideportivo, en el año 2001. O 2002. O 2003. Tocaba como telonero de Divididos. Nadie conocía a Spinetta pero el silencio y el respeto de todos esos tipos que después se mataron entre sí en el pogo de «Cielito lindo» fue absoluto. No tocó un solo tema de Pescado, nada rockero, nada de complacencia, sólo ese atildado pop deforme. Ese día comprendí que Spinetta era… ¡Spinetta! Al sudor le decía «jugo de hueso» y permanentemente se secaba la cara con una toalla que dejaba arriba de un amplificador. También me llamó la atención que era bastante bajo: intuyo que todos creen que Spinetta era alto. Recuerdo la cara onírica de una spinetteana fumada que bailaba con «Cada luz». Recuerdo que Spinetta se despidió haciendo muecas y payasadas ante la ovación del público. 

V) En otra ocasión compré la entrada para la presentación de Silver Sorgo pero el recital se suspendió por falta de ventas. En ese momento no conocía a nadie que escuchara a Spinetta e iba a ir solo. Inclusive fantaseaba con encontrar una spinetteana hermosa que me sacara del letargo adolescente. Después crecemos y entendemos que la spinetteana no busca spinetteanos, ¡busca al fucking Spinetta! Vivo o muerto. Cuando me enteré que se suspendía, calibré la idea del suicido. Quise arrancar un afiche de la calle (Spinetta aparecía fumando con un turbante al estilo Bin Laden) pero lo partí al medio. Me tomé el 573. El boleto salía 0,60 centavos.

VI) Un día llevé a una chica a la que Spinetta no le gustaba nada. Incluso lo desconocía y lo despreciaba un poco (algo inaceptable para mí en ese momento). Lo hice pensando en la colonización cultural masculina: ella saldría evangelizada y apta para el amor. Ese recital era la confirmación de que iba a recordarme para siempre. Pero Spinetta dio el concierto más aburrido de la historia. Tal vez ya estaba enfermo, no lo sé. Tampoco me gustaría saberlo porque sería bifurcar el recuerdo con el drama posterior. La cuestión es que tenía mala onda, no hizo bromas ni un hit, casi no habló. Cuando estaba por terminar, miré hacia atrás y en la fila anterior había una chica de pelo verde despatarrada, dormida ¡y roncando! Como Charly fue el único músico argentino al que se le perdonaba llegar dos horas tarde, debemos decir que Spinetta fue el único músico al que se le perdonaba aburrirnos soberbiamente.

VII) En otro recital Spinetta tocó «Jardín de gente» y en la parte que dice «El collage de la depredación humana», dijo «El collage de todas las porciones de fugazzetta que nos lastramos».

VIII) En septiembre del 2009 no trabajaba, no estudiaba, estaba más deprimido que Mel Gibson en esa película del títere, pero escuché que Spinetta reunía a todas sus bandas en Vélez. Automáticamente me levanté de la cama y empecé a laburar sólo para ahorrar el viaje y la entrada de ese recital. A partir de ahí todo fue mejor. Como los hinchas de Rosario Central festejan el gol de Poy o los fanáticos de Maradona el día de su nacimiento, creo que los spinetteanos deberían organizar una festividad de ese tipo todos los 4 de diciembre. Y comentar los acordes de «Elementales leches». O de qué mierda habla «Hombre de lata».      

IX) Algunas verdades sobre el recital de las Bandas Eternas:
-La primera hora fue un embole.
-Hasta que salió Invisible, el sonido era defectuoso.
-Los de clase trabajadora no vimos una mierda, sólo una pantalla que flameaba.
-Cuando tocaron Los Socios del Desierto aprovechamos para comer hamburguesas.
-A Juanse lo bardearon para toda la vida, pero fue uno de los mejores invitados.
-Cuando encontramos a alguien que se lamenta por no haber ido, quienes sí fuimos comenzamos a comentar aquella noche desinteresadamente sólo para ver sufrir al pobre diablo.
-Se acostumbra a decir que fue el mejor recital de la historia: ¿puede ser cierto o es sólo otra exageración spinetteana? ¡Es cierto, hijos de puta, fue lo mejor de la historia y ustedes se lo perdieron!
-Cuando Spinetta dijo que le hagamos «fuck you» a la revista Rolling Stone, nadie escuchó nada pero todos hicimos «fuck you» sin preguntar. Fue la era Say No More de Spinetta: duró tres minutos. Ese servilismo total a un artista me recordó un cuento de Leo Masliah que se llama «Flavius, el cantor». Es sobre un músico que ofrece un concierto y al quinto tema se detiene y anuncia: «Me los voy a coger a todos». El resto del cuento describe detalladamente cómo se coge a todo su público.
-David Lebón con su pañuelo hippie, sus anteojos negros y el pelo canoso hasta la cintura no era Dios. Pero casi.

X) Sospecho que Mono Fontana no fue concebido como todos nosotros: Mono Fontana fue soñado por Spinetta y se materializó atrás de unos teclados, al estilo «Las ruinas circulares».  El mundo de los músicos se divide en dos: están los músicos y están los músicos de Spinetta.

XI) Me encanta lo que hace Spinetta con sus manos en el video de «Seguir viviendo sin tu amor». Moldea arcilla invisible a toda velocidad mientras un arsenal de reflectores lo fusila. Alguien que hace así con sus manos y logra que lo admiren, y logra que hombres de todo el mundo digan «pucha, me gustaría hacer así con mis manos», es alguien que sabe demasiado. En el video de «Farol de amor», un tema inédito que está en el dvd deUn mañana, Spinetta también hace algo genial con las manos: cuando dice «farol de amor» coloca su mano sobre la frente y se queda quieto durante tres segundos. Otra observación: en estos dos temas Spinetta no dice «tu amor», ¡dice «tu querer»!

XII) Cuando Spinetta estaba por morir, la revista Caras mandó un hijo de puta a la puerta de su casa para que le sacara fotos en plena convalecencia. Creo que fue una venganza de la mierda del mundo contra Spinetta por haber curtido la belleza como nadie. No creo que haya sido algo programado, dudo que los idiotas de Perfil (el editor, el fotógrafo) supieran quién era Spinetta: esa tapa tuvo la crueldad de los niños, de los que ni siquiera se ponen a pensar en el sufrimiento ajeno porque no desarrollaron la capacidad intelectual para hacerlo. Vinculo la madurez a ponerse en el lugar del otro, concepto muy difícil de aprender en la niñez. Aunque puede fallar, es muy probable que de esa forma hagamos menos daño a los demás. Mientras tanto hay personas que creen que ser maduro es saber preparar fideos.  

XIII) Este año hubo sobreabundancia de homenajes a Spinetta. Esos homenajes se hacen con buena voluntad y desde el cariño, pero nada me parece más deprimente que escuchar a otro tipo cantar canciones de Spinetta. No importa que sea la banda de la esquina de tu casa o un músico genial como Pedro Aznar (que de tan perfecto hizo de una obra vital, un museo). De verdad: ¿quién carajo quiere escuchar versiones de Spinetta, un artista tan personal del que es imposible mejorar los originales? ¿No es mejor escucharlo a todo volumen en nuestras casas? ¿O programar una lista o un disco y salir a caminar por la ciudad con auriculares? Claro que escuchar a Spinetta dentro de los límites de la vida privada tiene una contra: nadie se va a enterar, no nos vamos a sentir parte de ningún hecho colectivo y no vamos a salir etiquetados en facebook. 

XIV) Nunca me gustaron las semblanzas sobre Spinetta. Antes y después de su muerte. Esas alusiones estereotipadas al «hombre de luz», al «ángel», al poeta, a lo sagrado y sublime que era me parecen un discurso berreta de gente que nunca lo escuchó. O de gente que lo escuchó, no tiene imaginación y repite lo que dicen los periodistas. Además todo eso no dice nada específico, sólo lo mitifica y lo aleja del verdulero de la esquina. Probablemente los fans de Ricardo Arjona dicen lo mismo sobre su música: «¡es un ángel, es un hombre de luz, escucharlo es sagrado, es un poeta!». 

XV) Otra y mejor hubiese sido nuestra vida amorosa si hubiésemos escuchado más a Pappo y menos a Spinetta. 

XVI) No es casualidad que Spinetta fuese fanático de River. No, señores. Como tampoco es casualidad que Sabina sea de Boca.

XVII) Mucha gente dice que extraña a Spinetta. Yo creo que están sobreactuando. Lo deben extrañar sus familiares, sus amigos, sus amores. Es imposible extrañar en términos reales a alguien que no conocimos y cuyo contacto natural son los discos. Antes de que muriese nadie se despertaba y pensaba “Spinetta está vivo”. ¿Se puede sufrir la ausencia de alguien que nunca tuvimos presente en la cotidianeidad empírica? ¿Se puede extrañar a alguien que nunca entró por la puerta, que nunca nos llamó por teléfono, que nunca nos esperó en una esquina? Además Spinetta hizo del recelo mediático una ideología, no era un personaje cotidiano de la ensalada audiovisual. Sin embargo, a veces lo extraño. Love is love.

Reproducir Afganistán en Mali

por Fernando Díaz Alpuente  
El pasado día 12 de Enero de 2013 fuerzas militares de la República Francesa atacaron desde las bases de Chad, por tierra y por aire, a las fuerzas rebeldes de Azawad. Hace casi un año, se lo contábamos aquí, tropas tuareg y de dos grupos islámicos de la zona habían iniciado un ataque desde la frontera con Libia que había llegado a expulsar al ejército de Mali de la parte norte del país. Finalmente, el 6 de abril, se declaró la independencia de Azawad, no reconocida por ningún organismo internacional ni ningún otro Estado.

Desde entonces la población malí ha sobrevivido como ha podido a la inseguridad alimentaria, a la inexistencia de una Administración pública descabezada por un Golpe de Estado militar y a la espera de que los actores internacionales decidieran intervenir de una manera u otra. La manera escogida ha sido la de una intervención militar unilateral, retrotrayéndonos a los momentos más estelares de 2001. Hemos escuchado a François Hollande –la última esperanza blanca europea para el Estado de Bienestar- decir que Francia permanecerá –intervendrá- Mali hasta que las tropas islamistas hayan sido derrotadas. Y hemos escuchado a David Cameron –la esperanza y ejemplo de la Europa liberal- afirmando que está en peligro “nuestro modo de vida”. El terrorismo ha vuelto a constituirse como el leitmotiv oficial de la política exterior de los estados occidentales. George Bush Jr., te esperamos impacientes.
Cuando en 2012 se escenificó la inoperancia del gobierno militar malí para hacer frente al reto secesionista de Azawad las reservas –económicas y militares- de los países de la OTAN estaban bajo mínimos tras la intervención de Libia –origen de estas tempestades. Todas las miradas apuntaban a una intervención delegada realizada a través de los países que forman la CEDEAO (ECOWAS). Una intervención africana para un conflicto africano. El problema es que los más de diez años de programa de formación y cooperación militar de los países de la Unión Europea y EEUU con los países del Sahel no habían terminado de dar frutos. Se necesitaba una formación más adecuada y, por tanto, tiempo para llevarla a cabo. Naciones Unidas, en un informe de hace pocos meses, ya hablaba de una posible fecha de intervención conjunta africana: Septiembre de 2013.
Sin embargo a comienzos de Enero de este año los movimientos islamistas realizaron movimientos de acercamiento a Konna, desde donde la llegada a Bamako, la capital, era franca. Esto precipitó la decisión francesa que ha provocado la creación de un Afganistán a poco más de 6.000 km de París –y 4.900 de Madrid. Porque esto, la creación de un problema militar de difícil solución y el enquistamiento de la situación en la región, está fuera de toda duda.
Si alguien piensa que las tropas islamistas no van a llamar a la acción internacional de sus bases, igual que se realizó en Afganistán o en otros tantos lugares, no conoce la voluntad de Al-Qaeda por invertir esfuerzos en el frente de África del Norte. La expulsión de estas fuerzas sólo puede suponer su instalación, y consecuente desestabilización, de otro país. Puede que los países occidentales no estén en guerra contra el Islam, pero a fe que lo parece. Se han pasado diez años secuestrando, torturando, asesinando, bombardeando, invadiendo y ocupando países de mayoría musulmana (Afganistán, Iraq, Libia, Pakistán, Somalia). Más leña al fuego que se encargan de avivar constantemente las fuerzas islamistas.
Cuando nos centramos en los porqués de la intervención francesa es muy tentador fijarse en sus intereses económicos en la región. Francia interviene porque es la que más tiene que perder con la pérdida de Mali. Sus empresas tienen los contratos más jugosos de extracción de uranio. Pero además no se puede olvidar que París tiene el gatillo fácil. En nombre de la razón, la protección de nuestro modo de vida o de la democracia global, Francia ha intervenido en África tanto como ha querido desde el final de la Guerra Fría. Estos antecedentes de defensa de sus intereses económicos –o de sus empresas- en el continente conforman una explicación completamente coherente. China ya les está haciendo mucho daño con su guerra comercial –y silenciosa- en África Subsahariana. Demasiado como para perder piezas por el camino. El intervencionismo francés es común a las diferentes fuerzas de gobierno, traspasa colores, genera intereses económicos en las empresas cercanas al Eliseo e intereses militares entre los altos mandos del ejército de la República.
El Reino Unido o Estados Unidos no van a dejar sola a París. A pesar de los gritos desesperados de algunos políticosfranceses que antes se denominaban pacifistas y contrarios a la intervención, el resto de países de la Unión Europea a duras pena tiene suficiente con aguantar la crisis económica y los continuos ataques al Euro. Londres, a través del apoyo logístico aéreo, y sobre todo Washington también están jugando sus cartas. Obama ha firmado un pacto de última hora con Níger para poder operar desde este país con los famosos drones. Si yo fuera líder de Boko Haram iría dándome por aludido.
Tendremos por tanto una intervención francesa que poco a poco se irá retirando –nunca del todo, pues es un territorio demasiado extenso- a favor de una posible fuerza de ocupación africana –se habla de tropas de Burkina y, en especial de Nigeria- que necesitará tiempo para terminar de formarse y hacerse con el control operativo de las instrucciones dictadas por el Eliseo. Y alrededor de esta intervención terrestre, una operación más quirúrgica de asesinato selectivo organizada por el Pentágono a través de las operaciones no tripuladas.
La intervención iniciada por Hollande complica la solución del puzle de Mali al internacionalizar el conflicto en sí mismo. Frente a una posible solución negociada y arraigada en el control que sobre el territorio tienen las fuerzas tuareg –que podrían haberse transformado en aliadas de Bamako a través de mecanismos de reconstrucción del Estado malí y de la ingeniería constitucional desde la base- París ha impuesto la visión guerra contra el terror, un escenario donde los movimientos islamistas se mueven mejor que nadie y donde consiguen más ventajas al mantener el fuego de su lucha encendido. A partir de ahora todo lo que haga Francia, la Unión Europea o las propias Naciones Unidas será interpretado por los movimientos islamistas como una afrenta más al Islam o una derrota de los valores occidentales, sirviendo la intervención de Francia como amplificador del discurso y, por tanto, escondiendo el resto de sus complejidades.
La ruta de la democracia interna, que permitiera a los malienses controlar sus recursos minerales y económicos, no se contempla. Ellos son sólo víctimas de los movimientos de estos dos actores globales.

Panorama sombrío en Paraguay

Por Pablo Stefanoni


¿Atentado o accidente? Obviamente, en Paraguay la política no se hace con buenos modales y hay tradición suficiente para considerar que un atentado contra el ex general golpista Lino Oviedo es perfectamente posible. De hecho, muchos de sus allegados dicen que la caída de su helicóptero el pasado 3 de febrero -aniversario del derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner- fue producto de un sabotaje. Antecedentes a la vista: el vicepresidente José María Argaña fue abatido a tiros en plena calle de Asunción en 1999. 

Uno de los acusados como autores intelectuales del magnicidio fue precisamente el general Oviedo, quien estuvo preso por intentos golpistas, luego protegido por Carlos Menem en Argentina y más tarde absuelto. Proveniente del Partido Colorado -que funcionó como partido único durante casi cuatro décadas- y con ideología fascistoide, Oviedo estuvo cerca del sillón presidencial, pero para las elecciones del 21 de abril próximo no superaba el 10% de los votos. Oviedo fue también quien detuvo a Stroessner en el 89, cuando, según sus amigos, hizo temblar al generalísimo al amenazarlo con una granada y encañonarlo con su arma. 


Los comicios de abril se realizan a la sombra del golpe institucional que derrocó a Fernando Lugo el año pasado y dejó en el poder al vicepresidente liberal Federico Franco, que se había transformado en uno de sus principales opositores. A partir de allí Paraguay fue suspendido del Mercosur y su Gobierno no es reconocido por casi ningún país del mundo. Por eso las próximas elecciones tendrán un valor adicional: reinsertar al país mediterráneo en la comunidad de naciones. Pero esta reinserción no será sencilla: las encuestas anticipan un retorno del Partido Colorado, el partido que hizo de Paraguay uno de los países más corruptos del mundo. Y dentro de ese ex partido-Estado, Horacio Cartes ya amarró su candidatura. Se trata de un empresario que hizo una carrera política meteórica y que, según Wikileaks, fue investigado por la DEA por lavado de dinero. 

Así lo contaba el cable difundido por la organización de Julián Assange -desde hace meses asilado en la embajada ecuatoriana en Londres sin chances de salida-: “La operación Corazón de Piedra es una investigación transnacional coordinada concentrada en la interrupción y el desmantelamiento de una importante empresa de tráfico de drogas y lavado de dinero que opera dentro del área de la Triple Frontera (TBA) de Argentina, Brasil y Paraguay, y en otras partes alrededor del mundo. Esta investigación ha establecido lazos desde y entre tráfico de drogas, lavado de dinero y otras organizaciones criminales y, como tal, ha sido aprobada como una investigación de Objetivo Organizacional Prioritario Consolidado (CPOT) designada durante abril de 2009 (…) Empleando un acercamiento estratégico para apuntar a los centros internacionales de control y comando de estas organizaciones criminales basadas en la Triple Frontera, los agentes se concentraron en las actividades investigativas en un esfuerzo por llevar a cabo esta investigación de cara a presentar a la DEA UC al designado del CPOT, Horacio Cartes”. A eso se refería el presidente uruguayo José Mujica cuando dijo que el golpe parlamentario contra Lugo fue organizado por los narco-colorados. 

Pudo haber sido un atentado pero, también y quizás más probable, Oviedo puede haberse accidentado. En todo caso, su muerte -que Franco promete investigar- altera un paisaje político ya bastante crispado. La democracia paraguaya, después de la frustrada administración reformista de Fernando Lugo, está lejos de consolidarse. Entretanto, el acaparamiento de tierras, la violencia contra los campesinos, las gigantescas injusticias sociales y la megacorrupción siguen dibujando el estado del Estado paraguayo. Y el futuro cercano no parece muy promisorio.

La “revolución ciudadana”, el modelo extractivista y las izquierdas críticas

Entrevista a Alberto Acosta, candidato a la elección presidencial en Ecuador

por Franco Gaudichud 

La “revolución ciudadana” en Ecuador es uno de los símbolos de las experiencias “post-neoliberales” sudamericanas y el gobierno de Rafael Correa es considerado frecuentemente una referencia por numerosas izquierdas europeas. Las próximas elecciones presidenciales tendrán lugar en ese país el 17 de febrero de 2013, en una coyuntura política en la que la oposición conservadora ha sido incapaz de presentar una candidatura única y el gobierno conserva una muy fuerte ventaja en los sondeos, aunque con un leve descenso después de seis años en el poder. Hace dos años, hicimos un primer balance crítico de la experiencia ecuatoriana en el curso de una conversación con el intelectual y expresidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta /1. Acosta es ahora candidato a la presidencia por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas, coalición que agrupa a una decena de organizaciones que van desde el centro-izquierda a la izquierda radical, entre ellas Pachakutik (partido indígena considerado el brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, CONAIE) y el Movimiento Popular Democrático, de origen maoísta, que cuenta con una implantación sindical notable (sobre todo en la enseñanza). Ahora hemos podido continuar esa conversación y el debate fraternal que habíamos iniciado para comprender los procesos en curso en el campo político de las izquierdas ecuatorianas.

F. Gaudichaud: Alberto, estamos en pleno proceso político electoral nacional en Ecuador, pues los comicios presidenciales que tendrán lugar el próximo mes de febrero 2013. Tú has sido una figura destacada de Alianza País, ministro asambleísta, presidente de la asamblea constituyente, y ahora apareces como cabeza de una candidatura de oposición de izquierda /2 al gobierno del Presidente Rafael Correa. ¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo explicar esta situación y tu propio recorrido político personal?

A. Acosta: En la actualidad, el gobierno de Rafael Correa se asemeja a un mal conductor de bus… de esos que pone direccionales a la izquierda cuando en realidad gira a la derecha.
El gobierno de Correa ya no es un gobierno de izquierdas, mucho menos revolucionario y menos aun de “los ciudadanos”. Este es un gobierno que perdió su brújula en el camino y que como máxima expresión de su contradicción, ahora pretende destrozar uno de los mayores logros de este proceso: la Constitución de Montecristi, aprobada por amplia mayoría del pueblo ecuatoriano en septiembre del 2008. En este sentido cabe señalar que las violaciones a la Constitución del Ecuador por parte del gobierno del presidente Correa son múltiples y podría pasarme horas enteras narrándolas.

El propio presidente de la República, que defendió hace cuatro años la Constitución calificándola como “la mejor del mundo” y que duraría según él “trescientos años”, señala ahora que esta Constitución tiene demasiados derechos, que es “hipergarantista” y que por lo tanto hay que modificarla. ¿No te suena esta retahíla al discurso que los gobiernos llamados liberales o neoliberales han expresado en otras ocasiones, respecto a leyes que les condicionaban porque garantizaban los derechos de ciudadanos o de los consumidores? Correa se convirtió en un personaje que ya no quiere respaldar una Constitución que él mismo ayudó a elaborar y aprobar. Ese es el signo de la evolución del gobierno ecuatoriano.


Pero en el plano internacional y en las filas de gran parte de las izquierdas mundiales se le describe como un gobierno progresista consecuente, en acción, reformador. El gobierno de la “revolución ciudadana” aparece como un gobierno de cambio social, que podríamos calificar de tipo “posneoliberal”, y es cierto –según lo que he podido comprobar aquí en Quito y en el resto del país– que hubo avances concretos en varias temáticas: cambios fiscales progresivos, reformas sociales reales, planes públicos destinados hacia los sectores más pobres, grandes planes de construcción de infraestructuras, en particular en las regiones postergadas hasta el momento (como parte de la costa o de la Amazonia)…

Las reformas a las que haces alusión son ciertas. Y si comparásemos el gobierno de Correa con los gobiernos anteriores, llegaremos a la conclusión de que éste es un gobierno mejor que los que hemos tenido antes, los cuales por cierto fueron tan malos que dicha comparación es, en sí mismo, casi un insulto. Si me preguntas si el gobierno de Correa es mejor que el de Gustavo Noboa, el de Lucio Gutiérrez u otros del estilo, te diré que así es, pero también te preguntaré: ¿cuál es el mérito que eso tiene? Las personas que nos comprometimos con la propuesta de cambio que originalmente proponía el proyecto de Alianza País, no queríamos solo un mejor gobierno, queríamos un gobierno que transformara las estructuras del país, que haga una verdadera revolución democrática basada en la participación ciudadana. La Unidad Plurinacional de las Izquierdas en la actualidad plantea un gobierno en el que se tomen decisiones de manera democrática, participativa, consensuada, y no un gobierno con un estilo personalista, autoritario o caudillesco, que eso es lo que tenemos ahora.

Se lee a menudo en revistas académicas y bajo la pluma de algunos autores de la izquierda crítica a Correa, que este gobierno tendría “rasgos autoritarios”. ¿En qué sentido es realmente justificado afirmar eso, si la “revolución ciudadana” parece ser antes de todo un proceso democrático, que incluso ha abierto algunas instancias de consulta de la población?

Cierto es que han existido muchos procesos electorales y referendos en este período, pero las elecciones no garantizan la democracia. Recordemos que muchas veces los tiranos y los dictadores recurrieron a las elecciones y a los plebiscitos y recurrieron a este tipo de legitimación institucional. Por lo tanto, y lejos de cuestionar los procesos de voto protagonizados por la ciudadanía en Ecuador, digo que la democracia así entendida tendría que evaluar también si las disidencias tienen el mismo acceso a informar a la ciudadanía sobre sus posiciones que las que tiene el gobierno, si la utilización del aparato del Estado para campañas electorales por parte del partido de gobierno no es una deslegitimación del proceso, etc.

Nuestra apuesta va más allá de la democracia representativa y de plebiscitos, donde se utiliza de forma desproporcionada las herramientas del Estado para intoxicar la información destinada a los ciudadanos y las ciudadanas. Para serte sincero: en ninguna parte de este gobierno hay ya espacios reales de toma de decisiones junto con la ciudadanía. Por eso nos pronunciamos por una democracia radical. Me llamarás utópico quizás, pero si vivieses aquí todo el año, verías que la propaganda gubernamental es una farsa y, como teorizaron ya hace muchos años, pensadores antifascistas de la escuela de Frankfort como Adorno o Horkheimer, “la propaganda manipula a los hombres; al gritar ‘libertad’ se contradice a sí misma”. En resumen, la falsedad es inseparable de la propaganda. Es precisamente esta situación la que permite que no se respeten muchos de los derechos constitucionales, incluso los más básicos. Sea el derecho al trabajo o el derecho a la resistencia, ambos reconocidos en nuestra Constitución.

Para poner un par de ejemplos respecto a la violación del derecho al trabajo, puedo referenciarte como desde la emisión del decreto presidencial 813, que establece “la compra de renuncias obligatorias” en la función pública, se habilitó una lógica perversa de despidos que ha dejado ya a miles de funcionarios fuera del servicio público y que continuará sirviendo de herramienta para despedir más trabajadores. Ni los neoliberales se atrevieron a proceder con despidos intempestivos a funcionarios públicos de esta manera. De igual manera, el presidente Correa hace algo más de un año, vetó la ley del comerciante minorista, que garantizaba a todos los comerciantes minoristas –que son la mayoría en el país– seguridad social y otros beneficios; mientras tanto el gobierno como los gobiernos municipales siguen persiguiendo a los trabajadores informales en las calles e incautando los productos que venden, en contra de lo que manda la Constitución. En lo que respecta al ámbito de las disidencias, hoy hay más de doscientos líderes populares en los bancos de los tribunales, acusados incluso por “sabotaje” y “terrorismo”, utilizando leyes de la época de los gobiernos oligárquicos, en un país en donde no hay terrorismo. El derecho a la resistencia ha quedado proscrito y en las cárceles ecuatorianas hay más de una decena de jóvenes detenidos sin justificación legal. Elementos como los que he señalado demuestran que no hablamos ya de un gobierno revolucionario, me atrevería a decir que ni siquiera de izquierdas.

¿De qué revolución estamos hablando? Se violan también de forma sistemática derechos vinculados a la autonomía de los gobiernos locales y a la descentralización. Estamos absolutamente de acuerdo con el “retorno del Estado” después de que éste quedase reducido a su mínima expresión tras casi tres décadas de neoliberalismo, pero somos opuestos a que dicho Estado minimice el trabajo de las prefecturas y de los municipios, que están siendo a este rato aplastados por el gobierno central por un nuevo proceso de centralismo. El gobierno correísta está plasmando una suerte de Estado hobbesiano que está atentando en contra los derechos de la ciudadanía. Un modelo de Estado que dictamina entre otras barbaridades que la ciudadanía tenga prohibido tomarse una cerveza o una botella de vino los días domingo. ¿A ti te parece que hechos de esta naturaleza definen a un Estado como revolucionario? A mí, más bien me da la sensación de que son propios de un gobierno, en esencia, bastante conservador.

¿Entonces para ti y la alianza que representas en estas elecciones, este gobierno habría dejado de ser un gobierno de “izquierdas”?

Los ecuatorianos ya nos hemos acostumbrado a ver a un presidente cantar junto a sus ministros todos los sábados el “Hasta siempre Comandante Che Guevara”, pero también vemos que mientras tanto no se hace la reforma agraria, a pesar de que nuestra Constitución prohíbe los latifundios, el acaparamiento y la privatización del agua. El propio presidente de la República ha repetido en innumerables ocasiones que él no cree en la reforma agraria, señalando –como lo podría hacer cualquier patrón de hacienda ecuatoriano– que repartir la tierra es“repartir miseria”. Cabe indicar que el índice de GINI de concentración de tierra en Ecuador es del 0.81. La concentración del agua es aún mucho más pronunciada (los campesinos representan al 86% de los usuarios del agua de riego, y controlan el 13% del agua de riego, los terratenientes representan menos del 1% de las unidades productivas agrícolas, y controlan el 64% del agua riego). Es decir, estamos hablando de un país donde la tierra y el agua se concentran en muy pocas manos, mientras la miseria indígena –mayoritariamente campesinos– es superior al 50%.

Todo lo que expreso con anterioridad no pretende negar la existencia de mejoras en determinados aspectos. Pero hay que tener en cuenta que este gobierno es el que mayor número de ingresos fiscales ha tenido en toda la historia del Ecuador; por cierto se ha beneficiado en el ámbito petrolero en gran parte debido a los incrementos del precio del crudo en el mercado internacional. Esta situación ha permitido sostener una política de subsidios –que no de transformación– que hace que determinados sectores sociales caigan en las redes clientelares del gobierno. Sin embargo, las contradicciones son enormes y la concentración de la riqueza en pocas manos es algo difícil de justificar en un gobierno que lleva seis años de mandato y que se autodefine a sí mismo como “revolucionario”; gobierno que, además, es el que con mayores ingresos ha contado de toda la historia de la República.

La concentración de las ventas en mi país es tal que el decil de empresas más grandes controla el 96% de ventas. Las principales actividades económicas están concentradas en pocas empresas: el 81% del mercado de las bebidas no alcohólicas está en manos de una empresa, una empresa por igual contrala el 62% del mercado de la carne, cinco ingenios (con tan solo tres dueños) controlan el 91% del mercado del azúcar, dos empresas el 92% del mercado del aceite, dos empresas controla en 76% del mercado de los productos de higiene y así podríamos seguir enumerando, uno por uno, otros sectores productivos y comerciales. Las ganancias de los cien grupos más grandes se incrementaron en un 12% entre 2010 y 2011, y se acercan a la astronómica cifra de 36.000 millones de dólares. En este sentido es necesario destacar que las utilidades de los grupos económicos en el período 2007-2011 crecieron en un 50% más que en los cinco años anteriores, es decir durante el período neoliberal…

Si bien, por mandato constitucional, la banca y los banqueros ya no pueden tener propiedades ajenas a las relativas a su actividad específica, el crecimiento de beneficios de la banca privada fue sostenido. En el ejercicio del año fiscal 2011, dada la liquidez registrada por la economía ecuatoriana, el sector bancario incrementó sus utilidades en 52,1% en relación al año anterior. Entre enero y diciembre de 2011, la banca privada registró utilidades superiores a los 400 millones de dólares; en estos cinco años de gobierno de Rafael Correa, incluyendo el año crítico del 2009, el promedio anual de dichas utilidades bordea los 300 millones. Curiosamente, más del 40% de los depósitos a la vista y a plazo fijo de COFIEC, una entidad financiera del Estado, han sido colocados en el Banco de Guayaquil, de propiedad del candidato-banquero Guillermo Lasso… banco que además se beneficia por ser uno de los que entrega el bono de desarrollo humano.

Fíjate hasta donde llega el poder de los grandes grupos del capital ecuatoriano: la Constitución de Montecristi prohíbe el cultivo de transgénicos en el país, sin embargo ahora Correa quiere permitir dichos cultivos a través de una reforma constitucional. ¿A quién interesa esto? Hay una empresa nacional que tiene la representación de Monsanto en el Ecuador y que domina el 62% del mercado de la carne, que podría ser la gran beneficiada.

Los datos que manejo son datos oficiales provenientes de instituciones públicas. Si determinados analistas políticos –dentro y fuera del país– que se autodefinen progresistas, pretenden seguir definiendo a este gobierno como un gobierno de “izquierdas”, desde mi parecer tal situación no demuestra más que la lamentable situación en la que se encuentra la izquierda a nivel internacional.

En realidad, en vista de que este gobierno quiere ampliar la frontera petrolera y forzar la megaminería, más que hablar de “socialismo del siglo XXI”, de lo que deberíamos estar hablando es del “extractivismo del siglo XXI”. Es decir, que este gobierno en lugar de reconvertir su economía nacional en un sistema productivo dinámico, que genere puestos de empleo y que exporte productos con valor añadido, disminuyendo la dependencia del capital transnacional, continúa siendo un gobierno dependiente de las transnacionales y suministrador de sus recursos naturales para paliar las necesidades del mercado mundial capitalistas. ¿De verdad crees que se puede pensar que se construye el socialismo, alimentando al sistema capitalista global con materias primas como el petróleo y los minerales que sirven incluso para sus necesidades especulativas?

Exacto, pero al mismo tiempo sabemos que un pequeño país dependiente y empobrecido como Ecuador, necesita utilizar sus recursos para respondera la inmensa urgencia social y a la pobreza que dejó la “larga noche neoliberal” ¿Cuáles son tus propuestas respecto al extractivismo y cómo construiralternativas populares y democráticas a este modelo de desarrollo efectivamente predador e insustentable?

Desde las izquierdas que nos hemos ido encontrando al margen del gobierno de Rafael Correa, creemos que es fundamental tener claridad en la necesidad de superar el extractivismo, y esto ha de hacerse con políticas claras. En primer lugar, hay que poner la casa en orden. El Ecuador extrae petróleo con un costo social y ambiental altísimo, exportamos petróleo e importamos derivados de petróleo. El año 2011, importamos por cuatro mil millones de dólares: esto es mucha plata, demasiada plata me atrevería a afirmar. Entonces, llegamos a la conclusión de que un país que extrae petróleo pero tiene que importar derivados vive un absurdo. Hay que impulsar la modernización de la infraestructura de refinación, lo que implica la rehabilitación y repotenciación de la Refinería Estatal de Esmeraldas. Seguramente se necesitará otra refinería, por eso es necesario revisar lo que se ha hecho para la construcción de la Refinería del Pacífico, procurando, en caso de que convenga a los intereses nacionales su continuación, que no se provoquen graves afectaciones ambientales por el lugar equivocadamente elegido. Este gobierno lleva seis años de gestión, ¿dónde está la nueva refinería?, ¿ya repararon la refinería existente en el país –la de Esmeraldas? La respuesta es no.

Aquí hay un problema aún más grave, pues quemamos los derivados del petróleo, incluyendo los importados, para generar electricidad. En seis años de gobierno han avanzado muy lentamente las obras de construcción de plantas hidroeléctricas, sigue sin aprovecharse adecuadamente la energía solar, tampoco la geotermia; algo se ha hecho en el ámbito de la eólica. No hay una política de uso eficiente de la energía.

Este gobierno ha introducido algunas reformas tributarias importantes, pero a todas luces insuficientes. Más allá de que la tasa de presión fiscal en Ecuador (14%) dista mucho de la más alta de la región (22%), aun se mantiene un 40% de evasión fiscal. En nuestro gobierno los que más tienen deberán ser los que más tributen, sobre todo ante los niveles de concentración económica que citamos con anterioridad. Si elevas la presión fiscal a los niveles que tiene en la actualidad por ejemplo Bolivia, habría suficientes recursos para financiar la inversión y gasto públicos, sin apostar por proyectos extractivistas como los de la megaminería, que constituyen una tremenda irresponsabilidad ambiental para las generaciones futuras, a más de que no cumplen con las perspectivas económicas con que son presentados. Cabe recordar en este sentido que la presión tributaria en Europa es de más del 40%, en EE UU del 36%, en un país como Suecia está en torno al cincuenta y pico.

Si bien en el Ecuador se ha recaudado notablemente más en este gobierno que en anteriores, vuelvo a preguntar: ¿te parece que estemos ante un gobierno revolucionario?

Recordemos que entendemos por “reformas” el corregir errores el sistema vigente, mientras que cuando hablamos de “revolución” nos referimos a traspasar el poder de unos actores a otros.

Frente a esta situación, ¿qué programa político defienden colectivamente? ¿Puedes presentarnos un poco que es la Unidad Plurinacional y cuáles son las perspectivas por la cuales se movilizan?

La Unidad Plurinacional de las Izquierdas surge como respuesta a un gobierno que se distancia de sus principios básicos y que comienza a violentar sistemáticamente la Constitución. Desde la Unidad Plurinacional se comienza a aglutinar distintas fuerzas progresistas y movimientos sociales con el fin de enfrentar las agresiones de este gobierno.

Nuestra primera acción colectiva se da en el marco de la consulta popular que el presidente convocó en mayo del año 2011. Las organizaciones que hoy conforman la Unidad Plurinacional nos juntamos en la iniciativa “Esta vez No señor Presidente”, emitiendo un mensaje muy claro a la ciudadanía del país: no siga con sus prácticas autoritarias señor presidente, estamos en contra de que tome la justicia atentando contra la independencia de los poderes del Estado.

Meses después, en agosto del 2011, la Unidad Plurinacional se consolidaría entorno a un documento de 12 puntos básicos que luego sirvieron de base para la movilización popular denominada “Marcha por la Vida, el Agua, y la Dignidad de los pueblos” del mes de marzo 2012. La movilización fue un importante triunfo de los movimientos sociales, los cuales resistieron provocaciones, represión y contramarchas que, al igual que hacía Lucio Gutiérrez, realizó el gobierno de Correa.

En agosto 2012, la Unidad Plurinacional decide emprender un proceso insólito en el Ecuador: nombrar a su candidato presidencial a través de un proceso de primarias y recorriendo todo el país con sus seis precandidatos, entre los cuales me encontraba.

Ya elegido como candidato de la Unidad Plurinacional para las elecciones presidenciales de febrero 2013, el Consejo Nacional Electoral, organismo al que se le debería presuponer autonomía respecto del Estado, cuestionó las firmas que legalizaban a las dos más importantes organizaciones políticas al interior de la Unidad Plurinacional, el Pachakutik y el Movimiento Popular Democrático. Basta decir que el presidente y los vocales del CNE están todos vinculados al partido oficialista, siendo su presidente un ex ministro de Correa y su segundo, un operador político del actual canciller de la República. Todos tuvimos que salir a las calles a recoger firmas de la ciudadanía demostrando nuevamente al gobierno que no nos iban a atemorizar ni a amordazar. Superado este escollo, inscribimos nuestras candidaturas el día 13 de octubre 2012. La unidad se concretó en 34 de las 36 listas posibles de asambleístas –nacionales, provinciales y de la migración–, a más del binomio presidencial, por cierto.

En la actualidad seguimos elaborando conjuntamente con la ciudadanía y el tejido social organizado el programa de gobierno, mientras recorremos el país platicando con los ciudadanos y ciudadanas y tejiendo un sinfín de solidaridades con nuestra propuesta política, la cual no se distancia mucho de las propuestas básicas que tuvo en sus orígenes la revolución ciudadana. ¿Curiosa paradoja verdad?

No obstante, si analizamos los sondeos y encuestas de opinión independientes, podemos constatar que Rafael Correa sigue teniendo una popularidad muy alta, incluso después de estos años de gobierno. ¿No hubiese sido más efectivo políticamente intentar construir una izquierda radical dentro de Alianza País (AP), y así intentar disputarle la hegemonía a Correa sobre la mayoría de las clases populares, con propuestas alternativas que partan del ala izquierdo de AP?

Esa es una pregunta que podría incorporarla en un libro que voy a escribir algún día y que se llamará “Reflexiones para después de muerto”… Como todos los mortales, querido amigo, he cometido muchos errores en mi vida y posiblemente seguiré cometiéndolos. Pensar ahora si Alberto Acosta debería haberse quedado al interior de Alianza País para dar la pelea con un régimen que se convierte cada vez más en autoritario o con un líder que lejos de la participación democrática interna se convierte en un caudillo, es una cosa que no sirve para nada. Hoy estamos aquí, dinamizando junto a otros y otras, una perspectiva de oposición de izquierda al gobierno que presume de ser lo que no es.

Para lograr construir alternativas democráticas de gobierno y poder “desde abajo”, todos sabemos que se necesita forjar espacios políticos desde y con los sectores populares movilizados y organizados: ¿cuál es su relación con los movimientos sociales?

Nosotros tenemos una muy buena relación con los movimientos sociales, los cuales están siendo fuertemente agredidos en este momento por el gobierno. Se les persigue, se les ataca, se les intenta dividir o controlar, este uno de los mayores errores históricos de este gobierno. Si en febrero ganara las elecciones uno de los candidatos de la derecha, cosa que espero realmente que no suceda, el debilitamiento de las resistencias protagonizadas históricamente por los movimientos sociales va a ser la herencia más triste que dejará este gobierno. ¿Te parece explicable que se autodefina como revolucionario un gobierno que en lugar de fortalecer a las organizaciones sociales y empoderar a la ciudadanía, la debilita?

Si comparamos el movimiento social –y en particular indígena– actual con lo que han sido las grandes luchas antineoliberales de los 1990-2000, es imposible no subrayar una cierta desmovilización y hasta cierta apatía y fragmentación. Varios sociólogos e intelectuales más próximos a Correa dicen que no es el que el gobierno haya debilitado al movimiento social, si no que más bien las luchas llegaron al fin de un ciclo ascendiente, y que además el gobierno con su orientación posneoliebral ha respondido a varias de la reivindicaciones de las movilizaciones colectivas del periodo anterior, lo que es bien diferente.

¿Te parece que tiene que ver con un fin de ciclo que los dirigentes más cuestionados del movimiento indígena, como es el caso de Antonio Vargas en la Amazonía o Miguel Lluco en la Sierra Central, sean los baluartes del oficialismo al interior del movimiento indígena? ¿Te parece que es fruto del fin de un ciclo que los funcionarios del gobierno estén intentando comprar las voluntades de las comunidades indígenas, extendiendo cheques provenientes del excedente petrolero? ¿Te parece que es el fin de un ciclo que haya más de doscientos líderes sociales con expedientes abiertos por sabotaje y terrorismo en un país donde todos sabemos que no existe desde hace años ningún grupo armado?

A mi más bien me da la sensación de que es una estrategia gubernamental para atemorizar, dividir y debilitar a los movimientos sociales.

Ahora, desde una perspectiva estratégica más amplia, digamos de mediano y largo plazo: ¿es posible construir o profundizar una perspectiva realmente posneoliberal, con claros objetivos anticapitalistas y ecosocialistas actualmente en Ecuador?

No solo pienso que es posible, pienso también que es indispensable. De lo contrario no habrá futuro para el país, no habrá futuro para la democracia, para la vida con dignidad y no habrá“Buen Vivir”. Digo que es indispensable porque tenemos que avanzar en una forma alternativa de organizar la sociedad. En Ecuador, y otros países de la región, estamos en un momento que podríamos denominar como una fase posneoliberal, pero no poscapitalista. Eso debe de quedarles muy claro a nuestros amigos en el exterior. Nosotros estamos viendo como muy positivo que el gobierno no esté atado al Consenso de Washington, pero ahora se han impuesto otras condicionalidades provenientes de China, sobre todo en lo que tiene que ver con los créditos. La envergadura de este problema tendría que ver entonces con cuanto suman los créditos chinos y cuál es su importancia para el país. Este es un tema interesantísimo de averiguar. Es por ello que desde la Unidad Plurinacional nos propusimos completar y actualizar la auditoría de la deuda externa y nos comprometemos con la auditoria de los créditos chinos y de todos los créditos que vendrán en el futuro. Tampoco está de más hablar de las condiciones de eso créditos, los cuales tienen que ver con yacimientos petroleros, yacimientos mineros, grandes obras de infraestructura, tasas de interés elevadísimas (alguno de más del 9% como es el caso del financiamiento del megaproyecto Sopladora).

Si bien hemos de reconocer avances con respecto a gobierno anteriores, ¿cuáles son los cambios estructurales reales que se han dado en el Ecuador durante los últimos seis años?
Si revisamos la estructura de importaciones y exportaciones, estos cambios no existen, es más, se permitió que crezca aceleradamente el déficit comercial no petrolero, el cual se aproxima a ocho mil millones de dólares. El gobierno trata ahora de tomar algunas medidas, con las cuales estoy de acuerdo, pero son insuficientes, pues no transforman la estructura del sistema económico, ni del modelo de acumulación, algo que reconoce el propio presidente de la República. Por otro lado, señalaría algunos aspectos en los que el fracaso del gobierno correísta es rotundo, por ejemplo en el ámbito de la producción. No solamente no hay cambios en la estructura de la producción, sino que el país sigue siendo dependiente de los productos primarios, la lógica dependentista se mantiene, y seguimos manteniendo una economía rentista y holgazana en la cual apenas se invierte para producir. Seguimos atados a las condicionalidades del capital extranjero y del mercado mundial. No hay ningún esfuerzo real, en términos de política exterior y comercio, como tampoco hay una propuesta real y seria en el ámbito de la producción. El fracaso es generalizado.

Otro ámbito donde ha fracasado el gobierno es en el tema de la seguridad ciudadana, violencia y criminalidad. Los índices en esta materia han subido de una manera vertiginosa. Si bien es cierto de que el incremento de la inseguridad y la violencia no es culpa íntegramente de este gobierno –estamos hablando del crimen mundial organizado–, lo que es indiscutible es la carencia de respuestas en este aspecto por parte del Ejecutivo.

¿Cuáles serían las condiciones mínimas para emprender un proceso democrático, desde la dinámica actual que es de carácter postneoliberal a una dinámica anticapitalista y postextractivista?

Para encontrar la hoja de ruta apropiada para el cambio real del sistema en momentos como este, nos sirve mucho la Constitución de Montecristi. Este tiene varios puntos claves: por un lado, una serie de derechos que configuran el país que debemos construir –nuestro proyecto de vida en común y el modelo de sociedad del futuro–; a su vez y para hacer realidad esto, están las instituciones que se deben construir, todas ellas han sido violentadas por el control gubernamental durante estos años, pero serían estas en las que deberíamos encontrar garantías para las y los ciudadanos. Por ejemplo, la Constitución dice que está prohibido el latifundio y el acaparamiento del agua. Dicha situación debería obligar a un gobierno coherente con el mandato constitucional a proceder con la redistribución del agua y de la tierra. De igual manera, nuestra Constitución tiene mandados específicos en lo concerniente a la soberanía alimentaria. No estamos hablando de cualquier cosa, dado que cualquier modelo de reproducción agrícola aplicable en el país debería estar pensada en el contexto de soberanía alimentaria, cosa que choca con la actual propuesta vinculada a los biocombustibles y las semillas transgénicas que el gobierno hoy pretende implementar.

Al contrario de esto, lo que requerimos en realidad es una verdadera reforma agraria, una respuesta que atienda a las pequeñas y medianas empresas del campo y de la ciudad, a las cooperativas, a las asociaciones, a las comunidades y a todos esos proyectos comunitarios y asociativos que están marginados en la actualidad. Lo mínimo que podía haber hecho este gobierno es poner toda esa economía popular y solidaria dentro de las responsabilidades concernientes al Ministerio de Economía, y no en el Ministerio de Inclusión Social como se encuentra al momento. Las pequeñas y medianas empresas generan más del 76% del empleo en Ecuador: las pequeñas empresas que representan un 95% de los establecimientos, apenas participan con un 16% de las ventas a nivel nacional. Esa es la realidad del país, lo que evidencia que los cambios reales no se han dado.

¿Y el llamado a construir el “buen vivir” y el “sumak kawsay”, reivindicado tanto por dirigentes importantes del gobierno como por la oposición de izquierdas, entran en esta perspectiva?

Con este proyecto de gobierno no es posible alcanzar el buen vivir, se camina en dirección contraria, se está profundizando el “mal vivir”. Si a esto le sumas que el gobierno ha generado un ambiente de mucho recelo y temor entre los ciudadanos, derivaremos entonces en que el Ecuador insiste en el mal vivir acompañado de un proceso que deja mucho que desear desde el punto de vista democrático.

Después de febrero 2013, imaginemos (y es lo más probable) que gane de nuevo la presidencia, el candidato Rafael Correa: ¿cómo ven desde la alianza que representas el futuro ciclo político ecuatoriano?

Primero, esperemos que Correa gane las elecciones frente a la derecha… Si bien es cierto que Rafael Correa tiene una alta popularidad según dicen las encuestas, también lo es que el presidente de la República llegó a la consulta popular de mayo del año 2011 con una popularidad que bordeaba el 80%, y obtuvo tan solo el 47% de los votos. De todas formas, el futuro para la izquierda política y social ecuatoriana será seguir luchando.

Somos conscientes de que nuestra lucha no se acaba en un proceso electoral, por eso hemos dicho que el problema no es solo derrotar al presidente Correa, ganar las elecciones es importante pero no suficiente, porque nuestro objetivo es transformar al Ecuador.

Notas:

1/ Ver: F Gaudichaud, «Pensando alternativas, entre la crisis europea y el Yasuní. Entrevista con Alberto Acosta », ContreTemps, N°8, 2010, pp. 65-74  ; y « Ecuador. ¿De la «revolución ciudadana» a la transformación social radical? », Inprecor, n°541-542 septembre-octobre 2008 .


Esquizofrenia escolar: entre el quilombo que motiva y la paz que nos fastidia

Algunos pensamientos desde la precariedad escolar 

por Andrés

1- Precariedades
Sabemos que en las escuelas lo que debería ser no es (y encima viene todo para peor, nos dicen…). Nos topamos con situaciones de lo más diverso: dificultades para leer, berretines mediáticos, poca atención, peleas, boludeo tecnológico, etc.…  No hablamos solamente de simples interferencias en el paño escolar sino de quiebres en su lógica más intima; no de trastornos en su dobles interior sino en las condiciones de emergencia de su constitución social (un ejemplo son los docentes que no pueden dar clase por que se tienen que amotinar en la puerta del aula para que los pibes no huyan…).


Según cual sea el grado de la erosión escolar –un rechinar en su lógica o tambaleo de su ser constitutivo- se disparan diferentes niveles de precariedad que nos obligan a recurrir a diversos saberes escolares para transitar los espacios educativos: situaciones abiertas para las cuales no hay respuestas a mano; cortocircuitos donde la brújula escolar indica soluciones tradicionales, algunas que ya no resultan y otras que si; circunstancias donde se aplican experimentos que a veces funcan como otras no. Es innegable que cuando entramos a la escuela estamos haciendo un acto social. Como individuos, mal que mal, tomamos posesión de un rol: somos docentes. Los pibes lo mismo: se hacen alumnos. Afuera cada uno tendrá su vida, es más, nos podremos encontrar en la calle, compartir algún bar nocturno, pero al pasar el umbral escolar nos hacemos alumnos, porteros, preceptores, secretarios, etc. En el aula, de un lado está el docente, del otro los alumnos. Ante el escenario de precariedad latente es fundamental reconocer que esa frontera esta agrietada o en todo caso en ruinas; desde esa geografía social bien concreta debemos intervenir.
2- Mandato institucional
Como individuos que nos sentamos en el baqueteado rol docente estamos condicionados por una expectativa de la escuela; nuestro accionar en el aula no lo podemos pensar en abstracto sino en relación a un mandato que indica lo que más o menos se espera que hagamos. Sentidos diversos por que como comprobamos cada escuela es un micro mundo: sea por dinámicas internas, ubicación barrial, la clase social de los pibes, si es pública o privada, si es religiosa o no, el tipo de modalidad (no es lo mismo un humanidades lleno de minas que una técnica).
Tableros vitales cuyo umbral de mínima va desde que el aula no estalle bancando una minima sociabilidad (me decía un director: “esto es con todo los primeros 3 meses, después dejá que camine solo, fijate”) hasta respetar estrictamente normas escolares, algunas no solo tradicionales sino bastante jodidas (desde bajadas de línea sobre las estrategias didácticas a utilizar, preguntas por la religión que profesamos, o que cuando entramos al aula los alumnos se tienen que parar), o el caso de experimentos diversos, algunos copados y otros capaz no tanto (por ejemplo escuelas cooperativas, con subsidio estatal y cuota, pasando por colegios evangélicos y regimenes bastante novedosos y no poco dogmáticos). Imposible no pensar la escuela junto a la familia; estos umbrales de los que hablamos galopan en relación al tipo de empalme que haya entre los colegios y las infinidades de conformaciones familiares que hay y el lugar que ocupan los alumnos en ellas.
Conclusión: la expectativa institucional que nos rodea es un condicionante de nuestra intervención áulica. Una presencia que se activa por mecanismos formales como notas en libros de actas, reuniones docentes grupales o personalizadas en dirección, la intervención de directivos en situación de desborde, como de otras mas informales en tanto recolección de información pasando por los pasillos y fichando dentro del aula, conversaciones con alumnos, ingresos sorpresivos al aula, palazos por mail, y varios más.
3- Lógica punitiva
Mientras la precariedad escolar según sus diferentes escalas carece de imágenes para regular situaciones especificas de la institución que conforma (pedagógicas, didácticas, rituales patrios) se inflan proporcionalmente las que aseguran una sociabilidad en clave punitiva. Volvamos a la presencia de la institución en sus mecanismos formales: notas estampados en los libros de actas con recomendaciones desde que no aceptemos en Facebook a los alumnos, como la circular sobre la prohibición del uso de celulares en clase. Normativas que nacen tanto en la propia escuela como otras que bajan del ministerio (lo escolar tanto como una burocracia horizontal que normativiza sus propios hábitos como al pie una organización estatal-piramidal que debe adecuarse a lo estipulado desde arriba).
No nos olvidemos de los territorios escolares donde las autoridades se lavan las manos y cada uno sobrevive como puede. En este panorama –como en los otros también- recorre en los pasillos escolares un discurso docente del estilo “no podemos hacer nada con los chicos”, “nadie nos respalda”, “ellos siempre tienen razón…”; comentarios no muy difícil de vincular con el relato de un policía con los delincuentes (“todas las leyes los favorecen”, “no nos dejan hacer nada”). A propósito: es interesante como no hay casos de masacres activadas por docentes; profesores antipibes desbordados que empiecen a revolear tiros por todas partes (para el que le interese, ver la película francesa “el día de la falda”). Y aclaro: no hago una crítica moral ni mucho menos: algunas veces nos vimos hartos del quilombo áulico, y volviendo a lo que dijimos al principio, mas que interacción docentes-alumno, la relación se da de pibe- a casi pibe (no habiendo de mi parte poco más de 10 años de diferencia) con el límite jodido que eso significa. Pero vamos a estar de acuerdo que no se trata de plantarnos en un análisis de roles, una suerte de teoría de los demonios escolar entre docentes y alumnos, sino de plantear marcos de acción más complejos, de lógicas profundas que nos atraviesan y que desde ese lugar emergen instituciones y figuras sociales como las de profesores y estudiantes.
Para terminar este punto: que tragicómica es la secuencia que mientras a nivel social se genera un cierto diagnóstico que para enfrentar “la inseguridad” se necesita más escolaridad, en los colegios mas precarios se concibe en varios casos que hay alumnos que “no están para la escuela”; una virtual institución a mitad de camino entre el colegio y la cárcel se empieza a cocinar con tufillo punitivo (recordemos el proyecto del Servicio Cívico).
4- Castigo y gobierno del aula
La precariedad escolar es una marea que nos empuja a que más allá de las buenas intenciones y las lindas estrategias, estemos más tiempo generando las condiciones de posibilidad de una clase que efectuando la misma. De ahí que nuestras intervenciones disciplinarias como profes en el aula van desde llamados de atención, aplicación de sanciones, meter uno, o convocatoria a los padres.
Pero sabemos de sobra que para regular el orden áulico no solo se castiga, sino que también se desactiva a los pibes; el que quiera dormir que duerma, el que escucha música que escuche, el que no quiere hacer nada que no haga. No hay problemas a la vista pero no hay vínculo de ninguna manera, como tampoco los pibes cuentan con la libertad de irse a la casa… Es más: nadie se pregunta porque hay un pibe que duerme todo el día, que una piba esté sola en un rincón y nunca hable con nadie, que un chaboncito siempre esté mal y con ganas de llorar…
Otra secuencia es la sociabilidad por la sociabilidad misma; docentes que no dan clase o su función es hablar de “cosas de la vida”: conversar todo el día de fútbol, de lo que hicieron el fin de semana, dedicarle todo el tiempo del mundo a la organización de la fiesta y el viaje de egresados, desarrollar el parte diario de las boludeces mediáticas… Si bien este tipo de cosas son fundamentales para armar lazos con los pibes, y no solo por eso, sino porque nos gusta hablar y estar con ellos, el problema es cuando la clase pierde sentido y es solo esto. Un gesto ladri, ya que no es utilizado como estrategia didáctica, sino simplemente para que el tiempo pase. Una lógica no monopolizada por lo escolar, muy presente en lo mediático: los programas de fútbol que no son de fútbol, sino de cargadas a los integrantes del panel, anécdotas de su vida, y demás. Un tiempo que pasa, pero que no pasa así nomás: la sociabilidad nunca es neutra; no es que ante la fractura de lazos se arma un encuentro y a partir de ese momento se acopla un sentido a esa relación; ya desde el más mínimo indicio de interacción hay en germen un sentido, un mundo en potencia. [1]
No nos olvidemos como estrategia la evasión de los problemas. Hablamos de hacerse el boludo frente a un cortocircuito para no padecer otro mayor. Situaciones de pibes con problemas jodidos, sea de patologías, bardos en la casa. En los pasillos escolares se palpa un clima de paranoia, onda cuidate, ojo con esto y aquello…. El máximo ejemplo es la desorbitante solicitud de licencias como el éxodo de docentes que están en secundaria y parten para la educación no formal de adultos o a terciarios. La verdadera estratificación docente no pasa por el sueldo, el puntaje, ni el currículum, sino por quien está más o menos lejos del caos (como afirma Michel Houellebecq, en nuestras sociedades el mayor lujo consiste en evitar a los demás).
5- Esquizofrenia escolar
Si bien es innegable el malestar que provocan loas interferencias áulicas, no nos gusta el rol de docentes-gendarme. Para nada. Y no solo porque busquemos persuadir, convencer, ir por las buenas con los chicos, sino porque tampoco nos cabe el ideal de orden escolar. Ideal que como decaímos se encuentra cargado de moretones por no decir bastante desilachado, según los niveles de precariedad y umbrales institucionales que habitemos. Nos preguntamos: ¿Por qué tomar pruebas? ¿Por qué los pibes no pueden salir del aula cuando quieran? ¿Por qué no escuchar musica? ¿Por qué no venir más y quedarse durmiendo? ¿Por qué aceptar lo que decimos y encima que nos digan usted? La tranquilidad del aula todos trabajando, de silencios mecánicos, disconformidades que percibimos pero que no se manifiestan, nos dan una paz que nos fastidia. Nos habita una esquizofrenia: por un lado la docencia es un laburo y no podemos hacernos los pillos y hay cosas que respetar en relación a los distintos niveles de presencia institucional; pero ese lugar, bastante roto, no nos cabe. En pocas palabras: no negamos una precariedad turbulenta y las afecciones que despierta, pero tampoco nos cabe la tranquilidad y armisticio de los nervios áulicos, y mas aun si los construimos a partir de intervenciones punitivas.
Pero no terminamos acá: desde nuestras inquietudes singulares experimentamos dos tipos de afectos que no surgen en las intenciones nostálgicas que tanto conocemos: por un lado que si bien la precariedad escolar genera cimbronazos poco felices, no deja de ser una apertura, un indicio de que algo no va más y que lo social se puso en movimiento, lo cual es un desafío a tomar; definitivamente se quemaron los manuales del buen docente (lo cual es un problema; también una enorme alegría…). Las otras emociones se refieren a los intentos de experimentación y los deseos de armar otra cartografía escolar con los alumnos. Para lo cual carecemos de posibles y de imágenes fuertes pero vamos tanteando y pensando a partir de lo que surge como efecto del choque de cuerpos que se juntan en un aula y tratando de capturar esos momentos para pensarlos y darles forma. Lo cual no alcanza con buenas disposiciones unilaterales, sino que necesita de una reciprocidad activa. Un ejemplo es lo dicho sobre lo punitivo: intentos de no aplicar una disciplina zarpada ni ponerse en forro, y mientras los pibes critican de otros docentes que los putean y los tratan para el orto, luego no sostienen otra forma de convivencia. Pero sabemos que más allá de las composiciones áulicas están los factores institucionales que condicionan un marco de acción; que la presencia institucional sea baja es un beneficio, como también un problema, porque queda a merced del docente solo una masa de guachines, y sabemos de sobra que hay varios directivos piolas, al lado de tanto docente bobo… Pero también guarda con experimentaciones de sentidos que no nos caben, onda ONG, religiosidades dogmáticas, manifestando una lógica recombinante, donde se generan nuevas escolaridades pero con simetrías y valoraciones que no compartimos…
Podremos armar diferentes cosas con los pibes: desde darle autonomía e inflarles el pecho mientras el resto del mundo adulto los bautiza como irresponsables y boluditos; bancar situaciones jodidas y quilombos que padecen; dar cabida a cosas que hacen fuera de los muros escolares (deportes, danza). Pero nos preguntamos ¿que es hoy lo educativo? ¿Para que estar con pibes en un aula? ¿Qué es educar? ¿Qué es pensar? ¿Qué formas de percepción y expresión construir? ¿Qué vínculos diseñar con la tecnología? Estas preguntas significan poner en duda varios supuestos, incluidos los de un aula, bancos, textos. En fin: todo. En caso contrario nos encontraremos formalizando el rol docente; vaciarlo de todo a priori y hacerlo sensible a la realidad de los pibes pero dejando en pie el entorno institucional con los condicionantes que existen, como por ejemplo eso, que exista un docente. Lo cual no implica negar nuestras apuestas estemos donde estemos; las respuestas a las inquietudes que tiramos arriba irán surgiendo no de un plan preconcebido, sino de la organización de lo que valla surgiendo de las diferentes tiradas de dados sobre el complejo y fragmentado mundo escolar.


[1] Para profundizar en este punto tomando como caso la radio FM, leer el artículo en la Revista Crisis Nº 12 «La era del radioboludeo» (Gago-Valle).

Para pasar el finde: Horacio González: Literatura y política a partir de Malvinas (2012)


Esta conferencia de Horacio González fue pronunciada en la Universidad Federal de Santa Catarina (Florianópolis, Brasil) el 10 de mayo de 2012, como acto inaugural del ciclo de conferencias Malvinas, mar e meio ambiente, organizado por la  Secretaria de Cultura e Arte, el Núcleo de Estudos Literários e Culturais (NELIC) y elNúcleo Onetti de Estudos Literários Latino-americanos de la misma Universidad. Este ciclo, cuyos temas fundamentales son  política, cultura y medio ambiente, debate la ocupación británica del Atlántico Sur y el diferendo entre Argentina e Inglaterra acerca de las islas Malvinas. La conferencia inaugural de González es un recuento histórico, cultural y especialmente literario de la ocupación, una urgente reflexión sobre los sentidos del imperialismo y un llamado de atención sobre nuestro papel, como latinoamericanos, ante esos sentidos.
La transcripción de la conferencia fue realizada por: Inês Skrepetz, Selomar Borges, Gastón Cosentino, Rubens da Cunha y Byron Vélez. Y los subtítulos en portugués por: Inês Skrepetz y Rubens da Cunha. Núcleo Onetti de Estudos Literários Latino-americanos.


Duración: 2h. 4 min.
Idioma: portugués y español (con subtítulos en portugués).
Tamaño: 826 MB
Formato: MP4
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Nota: la conferencia de Horacio González se inicia en el minuto 33 y está precedida por una presentación de Raúl Antelo, en portugués sin subtítulos.

Los desafíos de los gobiernos

Por Marco Aurelio García *


Parte importante de las izquierdas sudamericanas, especialmente en el Cono Sur, fue duramente afectada por la represión impuesta por las dictaduras de la región en las décadas del ’60, ’70 y parte de los ’80, en Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay. La derrota sufrida por las organizaciones de izquierda en aquel período fue política, organizacional y, en donde recurrieron a la lucha armada, militar. En algunos países, como Argentina y Chile, la represión asumió dimensiones gigantescas dejando miles de muertos, desaparecidos, presos y exiliados.
En los países donde ese proceso fue acompañado por la aplicación de políticas neoliberales se produjeron cambios importantes que afectaron las bases sociales de los sindicatos, movimientos y partidos identificados históricamente con las clases trabajadoras.
Esos cambios tuvieron un fuerte impacto en el papel que las izquierdas desempeñaron en el período de transición a la democracia en algunos países de la región. Las políticas económicas conservadoras ampliaron la pobreza, debilitaron a la clase trabajadora tradicional y sus organizaciones. Al minimizar el rol del Estado en la economía, el recetario del Consenso de Washington debilitaba las nociones de Estado-Nación y soberanía nacional y, en consecuencia, la propia soberanía popular. El debilitamiento de la democracia económica y social debilitó la democracia política.
En Brasil, los militares, aunque represores, autoritarios y oscurantistas, llevaron adelante políticas de desarrollo económico que expandieron la economía aunque profundizaron las desigualdades. Con eso fueron creadas las bases materiales para el surgimiento de importantes movimientos sociales, para un nuevo sindicalismo y para la creación del Partido de los Trabajadores. Ese marco fue distinto en países con economías basadas en el petróleo y la minería como Venezuela, Ecuador y Perú, al igual que Colombia, por décadas escenario de una importante insurgencia rural.

La hegemonía de las ideas neoliberales en el plano económico durante el período de transición a la democracia proyectó personajes funestos como Carlos Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil, Sánchez de Lozada en Bolivia, figuras centrales de un movimiento del que también formaban parte Salinas de Gortari en México y Vargas Llosa o Fujimori en Perú.
La idea de la integración latinoamericana fue sustituida por el proyecto de creación de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsada por Estados Unidos. Las privatizaciones y la desregulación productiva, financiera y del mundo del trabajo se transformaron en palabras clave del pensamiento único que pasó a configurar una nueva propuesta programática de amplia aceptación en sectores conservadores y, sobre todo, en los medios de comunicación.
Es claro que esa ola conservadora fue estimulada por la crisis de los proyectos nacionales-desarrollistas de América latina y, más allá del colapso del modelo soviético, por la deriva de la socialdemocracia europea y por los nuevos rumbos de la economía y la política de China. Acosadas por la nueva derecha y privadas de los valores clásicos que habían seguido durante décadas en el pasado, las izquierdas vivieron un momento de perplejidad que incluso afectó a aquellos sectores que se habían disociado de una herencia ortodoxa y adoptado una postura crítica.
El renacimiento de las izquierdas en la región ocurrió esencialmente a partir de los movimientos sociales, de sus luchas reivindicativas y embates electorales que comenzaron a ser victorias en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Paraguay, y la evolución del proceso político chileno.
La consecuencia de ese renacimiento a partir de las luchas sociales, sin un proyecto político-ideológico común y consistente previo, fue una comprensible (algunos dirán saludable) heterogeneidad y fragmentación programática. Ese fenómeno refleja las particularidades de las tradiciones culturales y políticas nacionales que las dictaduras y las políticas neoliberales no habían logrado anular.
A pesar de esas diferencias, algunos elementos programáticos estuvieron presentes, con distintos enfoques y perspectivas, en las luchas y movimientos de los distintos países: 1) énfasis en las cuestiones sociales (combate a la pobreza, la exclusión y las desigualdades), 2) democratización del Estado y participación social, 3) defensa de la soberanía nacional e 4) integración sudamericana y latinoamericana capaz de garantizar a la región un lugar en un mundo que vivía (y vive) una intensa y acelerada transformación.
En el gobierno, las izquierdas impulsaron el crecimiento, el combate a la pobreza, la reducción de las desigualdades por medio de políticas económicas y sociales. Estas últimas dejaron de tener un carácter “compensatorio”, como en la agenda conservadora, y pasaron a ser el eje estructurante de la nueva política económica. Con diferencias, ligadas a los antecedentes económicos de cada país y las orientaciones adoptadas, la región logró el equilibrio macroeconómico (reducción de las deudas internas y externas, control de la inflación y el incremento de las reservas internacionales). La articulación de esos factores provocó una expansión significativa de la economía regional, mejoras sensibles en la situación social y explican el nuevo rol que pasó a tener América del Sur en la economía global, especialmente cuando estalló la crisis.
Los gobiernos de izquierda fueron sometidos a constantes procesos electorales y estimularon la creciente participación popular. En la región andina –Venezuela, Bolivia y Ecuador, sobre todo– la inestabilidad política anterior, resultante en parte de la obsolescencia de las instituciones, puso a la orden del día la convocatoria de Asambleas Constituyentes para ampliar el espacio público y la base de sustentación gubernamental. Se refundaron las instituciones. En otros países los cambios se hicieron sin grandes rupturas institucionales. La caída de Fernando Lugo en Paraguay fue, en parte, el resultado de la falta de una movilización popular fuerte y del aislamiento del gobierno en el interior de las instituciones heredades del antiguo régimen.
El éxito de los gobiernos democráticos populares de los últimos años tuvo un efecto desintegrador sobre las oposiciones. En la mayoría de los países las fuerzas tradicionales de derecha entraron en crisis. Incapaces de comprender los nuevos fenómenos políticos y sociales de la región, parte importante de las oposiciones asumió posiciones profundamente conservadoras, cuando no golpistas. Descalificaron las políticas económicas y sociales de las izquierdas, llamándolas “populistas” o instrumentos de “cooptación” de amplios sectores sociales que se estarían dejando comprar por “políticas asistencialistas”. A partir de ahí pasaron a descalificar las elecciones como proceso de constitución de los gobiernos democráticos. El pueblo se transformó en la “masa de maniobra populista”. Las derechas reactivaron sus agendas pro-mercado y desarrollaron una fuerte crítica a las políticas externas, especialmente a los procesos de integración sudamericana.
El papel central de la oposición en la mayoría de los países fue ocupado por los medios de comunicación, que sustituyeron a los partidos conservadores. Los éxitos de las experiencias de gobierno de izquierda y de centroizquierda en América del Sur no pueden ocultar, sin embargo, sus límites cuyo examen crítico es fundamental para la continuidad de esas experiencias y, sobre todo, para su profundización.
Si bien es necesario realizar un análisis detallado de cada una de las trayectorias nacionales de la última década, no hay aquí espacio para realizar ese inventario crítico. Confrontaciones exageradas o conciliaciones innecesarias, voluntarismo o pasividad burocrática, centralismo o basismo son algunas de las tendencias conflictivas que pueden observarse en los discursos y la práctica de los gobiernos progresistas sudamericanos.
Falta un relato coherente de los procesos políticos en curso en nuestros países. En su ausencia, la izquierda corre el riesgo de renunciar a cualquier discurso explicativo de su rica experiencia actual, cayendo en un empirismo peligroso, vacío y, a menudo, ocupado por las críticas de la derecha. Otro riesgo es el de otorgarle a ese relato una retórica de izquierda anticuada o la invocación de supuestas tradiciones históricas que remiten a los pueblos originarios o a las luchas de independencia.
Muchas veces esa “invención de tradiciones”, para retomar una expresión de Eric Hobsbawm, aunque justificable, oculta nuestra incapacidad para comprender y explicar la novedad de la experiencia que estamos desarrollando y los problemas que tenemos enfrente. El riesgo implícito en esa postura es el de estar luchando en batallas de guerras pasadas y, por lo tanto, equivocarnos de enemigos.
Esa advertencia sirve no sólo para tratar nuestras experiencias nacionales sino también para definir el horizonte de nuestros proyectos de integración. Esos procesos de integración son más complejos porque involucran a grupos de países con diferentes afinidades político-ideológicas. Baste recordar que en el marco de Unasur están los gobiernos del ALBA, pero también aquellos del Arco del Pacífico, además de aquellos que no siguen ninguna de estas opciones. La complejidad de esas cuestiones y los problemas de relación de fuerza involucrados muestran la necesidad de construir también un relato de la integración sudamericana.
Es necesario superar los tiempos de las Internacionales. Eso no significa abandonar un esfuerzo teórico político de análisis de las experiencias exitosas de reconstrucción de las izquierdas en esta última década. Es necesario establecer un debate calificado que, reconociendo las particularidades de cada experiencia nacional, sea capaz de establecer un ideario común a ser compartido.
Una de las paradojas de la situación actual de nuestro continente es que la derrota política y electoral del conservadurismo no ha sido acompañada por la derrota de muchas de sus ideas, de sus valores, y, sobre todo, de sus medios de difusión. La construcción de una América del Sur posneoliberal pasa por ese movimiento de reconstrucción de las izquierdas en varios países. La crisis de los paradigmas pasados de las izquierdas y los avances de los últimos años muestran que, contra las ideas dominantes, debemos afirmar las políticas económicas de crecimiento, sustentabilidad económica, social y ambiental. Una política económica que apunte a la construcción de una economía poscapitalista. Una reflexión que contribuya a la democratización radical del Estado, para la ampliación del espacio público y la socialización de la política. Tenemos que construir una democracia política fundada en la más amplia participación de hombres y mujeres en la vida política, en una sociedad plural, respetuosa de la ley, de los derechos humanos, capaz de asegurar la libre organización y expresión. Una sociedad solidaria, laica y de paz que socialice los bienes culturales y las oportunidades, que valore su diversidad étnica.
* Asesor para Asuntos Internacionales de la Presidencia de Brasil. Este texto es una reproducción de los pasajes salientes de la exposición “Las izquierdas: la hora de la integración sudamericana”, realizada el 21 de enero de 2013, en el Encuentro con intelectuales sudamericanos “Caminos progresistas para el desarrollo y la integración regional”, organizado por el Instituto Lula de San Pablo.

La política que te re donda

por Juan Pablo Maccia

La vida no se detiene en el verano, aún si se atonta bastante. Signo de relajamiento, sin dudas, es el desplazamiento a las playas y a las bikinis como escenario privilegiado de los temas políticos. Mar del Plata, Cariló y Pinamar siguen siendo –junto a las playas uruguayas- los tópicos dominantes.
Odio tanto las generalizaciones –siempre injustas- como la vida en el mar. Me repugna la vida de balneario y que me desvivo durante el período estival por zafar de la boludizacion que tiende a cubrirlo todo.
Por suerte, cada tanto, aparecen temas serios, en general internacionales –no siempre: el ataque al cuarte de La Tablada fue un 23 de enero, es decir, se cumplieron ya 24 años-, como la avanzada negociación con Irán para juzgar a los posibles autores de los dos atentados –al edificio de la Amia/Daia, y a la Embajada de Israel.
En fin, no es cierto que el calor lo recubra todo de una pátina de banalidad incurable: está allí la conmovedora renuncia del Papa, hombre que se ha quedado sin las fuerzas necesarias para seguir con su santo oficio. A último momento abandonado de la indispensable compañía divina, el destino de Ratzinger nos muestra la condición frágil de la condición teológica en nuestros tiempos, en que la fe más sublime se ve atravesada por la contingencia, impensada.
Tengo entre mis principios el no entrar en contacto cercano con gente que ama descansar en la costa del Uruguay. Efectivamente, detesto tanto Punta del Este (por razones tanto ideológicas como impositivas) como Barra de Valizas (por cuestiones sobre todo estéticas). Lo cierto es que ambas corrientes turísticas hacia el paisito se mezclan más de los quisieran en las aduanas y las lujosas naves de Buquebús. Lección esta que debió soportar esta vez el pobre Kicillof. El videíto es bastante cómico, gentileza del diario que mejor cubre los culebrones de verano.
Lo que me apena de Kicillof no es el mal rato que debió sufrir en familia. Tampoco la cobardía menor de una manga de radicales sin partido (me refiero a la desafortunada desaparición de la Unión Cívica Radical, que daba representación y modales a este sector de las clases medias y pudientes), sino el simple hecho de ver cómo se confirma la ley de hierro según la cual un personaje del que sabemos que sólo sabemos que es cualquier cosa menos un boludo queda reducido a su mínima expresión por la irrefrenable pasión estupidizante inherente del verano. (Nota al pie: el mismo diario La Nación, que se dedica a cubrir los chanchullos playeros desperdició, a propósito del affaire Kicillof, de aleccionar a sus lectores en el respeto a la sobriedad que tanto exalta, y con razón, en el presidente Mujica).
En la costa argentina las cosas no mejoran, no vayan a creer.  Ahí están las fotos del mes de enero con Humberto Tumini junto a Victoria Donda y Prat Gay. ¿Leyeron la entrevista que da, orondo, el ex militante del ERP a nuestro diario de chimentos estivales? Imperdible! Les doy sólo una pizquita para que se animen y lo busquen por ustedes mismos:
De los dirigentes montoneros o los del ERP no se enriqueció ninguno. Lo que hicieron después ya son decisiones individuales. No es el caso de La Cámpora, que tiene dirigentes que buscan mejoras materiales”. Y luego: “Sí. Queremos constituir una nueva mayoría en la ciudad con Prat Gay, Donda, Gil Lavedra y Estenssoro”. Una joyita. Entren y lean.
Claro que no quiero regodearme con el pobre de Tumini, víctima de fuerzas enemigas superiores que lo entrevistan en pleno entretenimiento y lo editan como quieren. Nada de eso. Lo que realmente deseo es detenerme en la foto que se publica junto con la entrevista (véanla para poder seguir). ¿Qué se ve ahí? Un par de buenas tetas pertenecientes a la legisladora Donda. Y es precisamente allí donde deseo detenerme.
Rápido y cachondo, el gran compañero Chino Navarro le espetó a los dirigentes del FAP: «Estamos hablando de chicos muertos, no estamos hablando de una cuestión de consignas ni de declaraciones poco o mucho felices y realmente viendo lo que ocurrió en los últimos días, donde se vio a la diputada (Victoria) Donda hacer campaña como si fuera una vedette. Me parece que hoy Tumini está más cerca de un proxeneta que de un dirigente político«.
No podemos dejar pasar así como así estos dichos, aunque no vamos a caer sobre un compañero acorralado por el calor. Va de suyo que las preocupaciones que deben ocupar a un dirigente de su peso territorial están más cerca de la interna narco-policial rosarina (y no sólo) que de responder cada declaración insolada que publique ese folletín veraniego que venimos ojeando. Así que vamos a olvidar la mala pasada del morocho de peso y curiosos anteojos de intelectual porteño, y vamos a mirar fijamente a la camarada Donda y a reflexionar un poco sobre su figura.
¿Qué piensa Donda?
En una entrevista reciente vierte definiciones substanciosas: “Cuando se votaron cuestiones económicas, el PRO, el PJ disidente y una parte de la UCR fueron con el oficialismo. La línea divisoria es entre los que quieren mantener la pobreza para mantener el poder y los que queremos llegar al poder para terminar con los pobres”. El Chino y Kicillof, cuando logren zafar, deberían enfrentar estas afirmaciones.
Volviendo a la foto, se lo ve triunfal a Tumini al lado de la piba. Hay algo perverso en ese vínculo (conste que el desafortunado episodio con el Chino me previene de los errores de apreciación a que podrían llevarme los cosquilleos que la diputada intenta despertar entre sus observadores). ¿Es linda Donda? Las aguas se dividen. Los comentarios de vestuario le son favorables (por zarpada). Sin embargo, hay quien reacciona mal a sus provocaciones («que alguien le avise a Donda que no está buena»). Sin embargo, no es ahí a donde quiero ir ahora. Sino a la sospecha que el “padrino” Tumini ostenta una oscura influencia sobre la compañerita.
¿Cómo piensa el descabellado “comandante”? Para derrotar al kirchnerismo hay que enfrentarlo, y quien se constituya como opositor se beneficiará con el apoyo de fuerzas disímiles, hoy desorganizadas. La fotografía en cuestión nos anticipa la formación prevista: un economista neoliberal y una jovencita nada inocente abanderada de los derechos humanos.  
Pero, ¿se pude enfrentar al kirchnerismo en el terreno de los derechos humanos? Escuchemos de nuevo a Donda:
El Gobierno reivindica los Derechos Humanos. pero de hace 30 años. Estoy absolutamente de acuerdo con los juicios a los militares. Memoria verdad y justicia son las banderas que no voy a bajar jamás. Ahora, mi mamá no peleaba para que sus asesinos estén presos. Mi vieja peleaba para que no haya ningún pibito con hambre y en este país hay 700 mil chicos que no pueden comer”.
Véase la calidad de la declaración. Donda no es como “otros” pibitos recuperados. No es el bobalicón de Cabandié et al: “La revolución no se lleva en la sangre. No por ser hijo de desaparecidos, ni porque naciste en un centro clandestino, sos buena persona per se. Porque eso está instalado. Sos hijo de desaparecidos y tenés un aura. Yo me fui de mi casa a militar antes de saber que era hija de desaparecidos”.
Esta confrontación se reeditó durante el célebre “asadito” que se mandaron los muchachos del ministerio de justicia en la Esma y que a la camarada que-no-es-sólo-gomas le revolvió –según declaró a medios públicos– el estómago. «Victoria ‘Tonta’ bebió sorbo a sorbo la ideología y el odio de sus apropiadores«, le respondió al toque Luis Delía, otro exponente del conurbano huérfano de toda caballerosidad.
Si algo duele, es el modo en que se maltrata a los cuadros jóvenes, con lo que cuesta formarlos. Donda no es tonta, ni inocente tampoco en el modo en que exprime su osado perfil público: “siempre fui así. No es que para la campaña empezamos a explotar, para ser bien gráfica, que tengo escote generoso. Por qué tengo que hacer un afiche con camisa y traje cuando no soy yo. Y decimos «vamos a portarnos mal» como un juego con una canción de Calle 13 que dice «vamos a decir lo que nadie dice, vamos a hacer lo que nadie hace”.
La palabra “mal” no se cae nunca de la boca insinuante de la compita: “para mí está mal que Duhalde reivindique a la dictadura militar. Está mal que se arme un frente anti Kirchner que junte a De Narváez y Alfonsín. Esta mal que el FPV se arrogue el mote de progresista”. Se ve a las claras que la enseñanza del “pelado” Tumini han calado hondo: no hay mal uso de los recursos cuando se los dispone en función de una estrategia del tipo “bien mayor” que, va de suyo, lo justifique. ¡Cuándo no! La manipuladora generación de los setentas y sus cuadros experimentados siguen haciendo, aquí y allá, de las suyas.

Respuesta a Jacques Rancière (y a Lobo Suelto!)

por Juan Pablo Maccia

Ignoro los pormenores ocultos tras el post subido a Lobo Suelto! bajo el título “¿Ranciere contra Maccia?” En el se ve al filósofo francés hablando en contra de toda reelección presidencial.
Sobre el argumento del señor Rancière tengo poco que agregar a lo que ya he escrito durante todo el 2012. No veo otra discusión política, en nuestro país, que la que intentamos quienes promovemos la re-reelección presidencial. No es la mía una posición de principios (nunca hubiese apoyado la re-reelección de Menem), sino una apuesta política inscripta en una coyuntura precisa, que por cierto no cabe al filósofo apreciar.
Puede ser que el señor Rancière esté respondiendo con esta argumentación a su colega Ernesto Laclau, quien sostiene que en América Latina hay una revolución en curso, y que el proceso encarna en sus presidentes. ¡Pero yo no voy tan lejos! Sí afirmo, en cambio, que en nuestro país hay sólo una cosa más temible que la posibilidad de que la oposición parlamentaria arme gobierno. Y es que lo haga la burocracia peronista que sostiene al Frente para la Victoria.
Sin la presidenta, habría poco para elegir. Si, como argumenta Diego Valeriano (véase sus textos en LS de enero), las organizaciones sociales disminuyeron su influencia hasta rozar la inexistencia, ¿qué sería de cualquier idea de democracia social con la presidenta fuera de juego? Argentina no tolera mas ajustes, y sólo la presidenta –hoy por hoy, es un dato “objetivo” equiparable al que encontramos en Bolivia y en Venezuela– garantiza una paz considerable entre compatriotas.
En un cierto momento el señor Rancière creyó oportuno romper con su maestro, Althusser. No se trata de una ruptura cualquiera. El maestro acababa de escribir su “Respuesta a John Lewis”, en donde se afirmaba aquella tesis magistral de la historia como “proceso sin sujeto”. Contra lo que los jóvenes del 68 creyeron, la tesis de Althusser no apuntaba a aniquilar procesos subjetivos, sino a pensar la subjetividad por fuera del historicismo. No se entiende a Althusser sin las nociones claves de “coyuntura” y de “sobre-determinación”. Evidentemente, no es ésta la “lección de Althusser” que mejor apreciase su discípulo, cada día más volcado a la estética. 
El señor Rancière es una estrella internacional. Estoy al tanto de su reciente visita al país. Mi prima Laura –adorniana y peronista– viajo a Buenos Aires para participar de una fantochada de acto callejero en la ciudad. Me consta –lo charlamos– que los planteos de Rancière no logran salir de una mirada eurocéntrica, casi diría “autonomista” (recuerdo cuando en el 2001 leíamos su libro El desacuerdo). Desconozco cuál fue su cachet (y no olvido cuál es el mío). Cada quien a su realidad. 
Supongo que Lobo cree hacerme un homenaje al jugar a que una superstar mundial pudiera referirse a un lector inquieto de provincias como yo. Gesto colonial, que no me enoja, pero que tampoco agradezco.

Trímbolis y recórcholis: ¡qué novelita de verano!

Por Juan Pablo Maccia


Alentado por mi prima Laura, fanática de Adorno y novel peronista, dediqué todo el verano a leer un libro extraordinario (por lo extraño, lo extenso y lo zafado) llamado Espía tu vuestro cuello, memorias y documentos de trabajo (2004-2007) escrito por un tal Javier A. Trímboli, que se presenta desde las solapas como profesor de historia de la UBA y cuadro del aparato kirchnerista de la cultura vía ministerio de educación y la televisión pública.

La novela –por llamarla de algún modo- relata el aprendizaje de un historiador nacido en los últimos sesentas: clase media acomodada-Colegio Nacional Buenos Aires- coqueteo político filoperonista en el PC de Luder Vittel-docencia. Memorias de alguien que, triste, es consciente de que las instituciones que lo formaron esperaban más de él.

Aunque en el inicio puede desalentar (¿hay un lugar más trillado que la obsesión de un joven ilustrado con el peronismo montonero, justo cuando la historia garpa por ese tipo de simulacros?), vale la pena seguirla, al menos hasta la leer los cuatro capítulos que separan al primero del sexto y últimos, menos avasalladores.


Pero la segunda parte es excepcional: nuestro historiador ya no cabe en ningún discurso. Enloquecido en su propio humor se entrega –a partir de una ponencia en un curso de formación de docentes- a una narración brillante –incluso y no a pesar de lo disparatado- de historia argentina. La novela entera puede leerse como una reflexión demente sobre los años ochenta del siglo que nos antecede, desquiciada por la interlocución con Ramos Mejía y, a  través de ella, con no pocos episodios del siglo XIX en torno a los cuales se descubre el carácter de la nación añorada (como la observación crucial según la cual la batalla de La verde, en la que el propio Ramos fue militarmente derrotado, fue crucial en nuestra historia pasada por medio de la introducción del Remington, tecnología decisiva para la concreción del estado centralizado).

Se trata de un libro largamente esperado: la primera pieza escrita de una “alta cultura” kirchnerista (por eso me lo habrá reglado Lau, sabe que el kirchnerismo me aburre por lo berreta de sus voceros habituales). En él, y de un modo enteramente nuevo, se reconocen los problemas y las soluciones al interior de la estricta historia nacional. Si Beatriz Sarlo acusa a la Presidenta Cristina de aprender mal y a las apuradas la historia nacional, y Horacio González se esfuerza hasta lo indecible (llega incluso a discutir con Feinmann en un libro improbable de edición Planeta) por dotar al kirchnerismo de un poder de fundamentación dialogal, con la escritura de Trímboli nada de esto se hace necesario. No hace falta justificar nada (ni mal ni bien, ni contra ni a favor). Al contrario, alcanza con “romper el tapper” que hace de la última década un encriptado universo de sentido y volver a dar un paseo por extravagantes textos del pasado para hallar una ubicación natural en el presente.

Si por algo se destaca su escritura –burlona hasta el cansancio, sí, pero para nada banal- es por el modo en que se alivia la manía ilusoria de la argumentación. Página tras página nos adentrarnos con en comentarios de gran sutileza sobre las guerras decisivas del pasado, particularmente Malvinas, y sobre la dictadura y la herencia nefasta de los setentas; pero también sobre las capas de significación a las que hay que acudir para comprender eso que se llama historia; o sobre la calidad de las tareas que la nueva democracia dio a sus jóvenes (militantes o intelectuales, ese es el universo); y sobre el estado de perplejidad en que nos puso –y aún nos supone- el peronismo. Todo esto sin acudir un ápice a la solemnidad. ¡Al fin!

A mil kilómetros de la exposición universitaria, la afirmación militante y la retórica crítica, la oralidad del texto se vanagloria de navegar a favor de la corriente, apoyándose en todo tipo de frases y refranes de sentido común. ¿Cómo lo leerán los amigos dedicados a hacer de cada palabra un tramo clave en la batalla ideológica? 

Hay algo de “proustiano”, ejem, en la escritura de la experiencia como aprendizaje del mundo (de desciframiento del tiempo); y de realismo conservador en la fina ironía con la que son desdeñados los temas y referentes actuales de la crítica política de la globalización capitalista (no da seguir a los autores que desde las europas prometen filosofías para un comunismo vitalista universal). Aún tomando en cuenta todo el patetismo que el autor encuentra en el recorrido de la generación a la que pertenece, su decisión es transparente: sólo en los hombres brillantes –y extravagantes- de la tradición nacional podremos hallar la luz necesaria para interpretar los enigmas del siglo pasado; la fuente de la cual extraer la fuerza para asumir las tareas del presente. Asunto de enigmas, pues. Porque la incapacidad proverbial  de las élites para dominar como se debe (se sabe: toda dominación instaura una relación de obligación mutua, en la que unos proporcionan protección a cambio de obtener a cambio, obediencia legítima; cuando no, el viejo Thomas Hobbes) acabó por excluir a las masas de toda posibilidad de convivencia nacional armónica. En esa falla en la voluntad de dominio sucedió lo que no debía, y sin embargo se veía venir: el peronismo.

Los puntos salientes de articulación de este razonamiento pueden ser captados, como decía antes,  no “a pesar” sino “gracias a” la desopilante fluidez con que se expone el des-encuentro entre cultura letrada y fascinación contrariada por las masas. En ese firmamento se alza la maestría de Ramos Mejía –que emerge así como autoridad fundamental -, así como el fastidio por sus herederos, el socialista Ingenieros y tras él, el comunista Ponce. Qué lejos han quedado esos nombres!

Pero bueno, ¿qué es lo que nos enseña Ramos?: que la guerra es el nervio de lo político; la locura el corazón de lo humano; el texto el elemento de la historia; y las masas una materia apasionada que jamás de los jamases hay que desdeñar, sino que como lo femenino en Maquiavelo, la fortuna, debe ser gobernada. Es este Saber el que habíamos perdido y hoy –nuestro tiempo, nuestra tarea – volvemos a reconquistar.

Novelita de verano, en la que desfilan los alucinados de toda laya que nos precedieron en ostentación de valores nobles: los hubo épicos, teólogos y racionalistas; todos ellos renegaron del comercio de los asuntos humanos, único referente atendible a la hora de esgrimir la filosófica “inmanencia”.

Gobernar – multitudes- es, pues, asunto serio. Sabe hacerlo quien aprende a leer los signos, primero en su propia vida, y luego en los otros, como Alcibíades (o nuestra Eva): el nuevo príncipe (o princesa). Y dado que en este amanecer de los pueblos está aún todo por hacerse, no cabe lugar para las reticencias. Toca a los intelectuales (léase: al nuevo historiador, mucho más que al filósofo) otorgar al Estado aquel fundamento del que carecieron nuestras clases dominantes, y que el peronismo vio frustrarse en 1976: dar protección a las masas, obtener por fin un orden vivible. No hay nación sin cobertura. Ramos, el autor de las “multitudes argentinas”, avezado lector de Le Bon, se nos anuncia, por fin, como el heraldo inesperado de un kirchnerismo aún por inventar.

El Líder

Por Diego Valeriano

Sin que nadie me invite, me meto en la “controversia” entre Maccia y Ranciere. Y lo hago por tres razones: uno, Maccia –con quien solo tengo un ex amigo en común– me menciona en su nota; dos, fui a la “fantochada” de Flores (donde habló de La Noche de los Proletarios, no precisamente a proletarios –¿por qué los habría? –, sino a una nutrida concurrencia mayormente femenina) y, tres, la prima adorniano-peronista del santafecino me interesa (al margen, nunca entendí bien a los intelectuales y menos a sus fans: los primeros plantean cosas absurdas y sus seguidores aplauden a rabiar). 
Y me meto para decir que Ranciere no le contesta a Maccia, principalmente, porque lo que dice es absurdo, irreal. Plantea el franchute, a nosotros, argentinos, que lo que mejor puede hacer un líder es irse rápidamente. Pero es sabido: de Alfonsín a De la Rúa tenemos una desagradable experiencia de la brevedad. La verdad es bien distinta: si la gente no puede seguir sin el líder es muy sencillamente porque la gente –aquí, como en Francia– no existe sin el líder. Quizás todo sea al revés de lo que piensa Ranciére y sea el líder quien crea al pueblo. Una idea que incómoda, pero que, en tanto tal, habría que hay que pensar a fondo.
El capitalismo runfla no deja de traer, una y otra vez, estas preguntas.

«Lucharé por ser cada día un poco más libre»


El domingo 17 de febrero, en la Sala Guillén de la Fortaleza de la Cabaña de La Habana, el escritor Leonardo Padura recibió el Premio Nacional de Literatura 2012. La ceremonia tuvo lugar como parte de las actividades de la XXII Feria Internacional del Libro, que se celebra en la capital cubana, en una sala repleta de personalidades intelectuales, amigos y lectores de sus populares relatos. Estas fueron las palabras de Padura, que ratificó su «lucha por «continuar siendo el mismo, por pensar con mi cabeza, por ser cada día un poco más libre», mientras concluye Herejes, una novela sobre los riesgos de asumir la libertad que debe publicarse a fines de este año.
Gratitud
Esta historia comenzó una mañana de 1976 en la oficina de la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. Estábamos en los meses finales del curso académico con el que yo cumpliría el primer año de mi carrera y, como cada jornada, me disponía a cumplir mi trabajo como mecanógrafo, el destino al cual había llegado por el sistema de inserción laboral con el que se pretendía que los estudiantes nos formáramos en la socialista y revolucionaria combinación de estudio y trabajo. Durante aquel año había empezado a revolverse en mí una necesidad, hasta entonces desconocida, o más bien un deseo competitivo, de probar que yo también podía ser “escritor”, como otros estudiantes de la escuela, y, según mis códigos, lo único que me faltaba era empezar a intentarlo. Para ello escribí un cuento, más o menos fantástico, donde narraba la historia de un hombre que, al despertar de un prolongado sueño, encontraba que a su alrededor todo había cambiado: las formas, los colores, las funciones de las cosas y el pobre hombre necesitaba entender qué había sucedido. Por supuesto, a aquel personaje su situación inesperada le provocaba, sobre todo, asombro. Y se asombraba mucho.

Escrito el cuento, mi mejor opción para encontrar aprobación era precisamente uno de mis compañeros mecanógrafos, un estudiante de tercer año de la carrera que había leído muchos libros, escribía poesía y, algún que otro día, siempre en voz baja, me contaba de unas tertulias cuasi decimonónicas a las que él asistía, las cuales eran animadas por un tal Virgilio Piñera y se celebraban, por cierto, muy cerca de donde yo vivía y vivo, en la que fuera la última morada de Juan Gualberto Gómez, que entonces era ocupada por su hija, nietos y sobrino-nietos, unos mulatos refinados y políglotas que tomaban té en tazas de porcelana de bordes de oro a veces mellados. El compañero mecanógrafo, me imagino que sin mucho entusiasmo, se vio obligado a leer aquel cuento, y al terminar la jornada de trabajo y yo reclamarle un juicio, fue tan amable y elegante que mintió descaradamente al decirme que mi relato le gustaba, pero debía tener cuidado con el uso excesivo de los signos de admiración. Desde entonces, gracias a ese compañero de inserción laboral, que se llamaba, y por fortuna se sigue llamando, Abilio Estévez, he tenido especial cuidado con el uso de esas barritas verticales que solo sirven para enfatizar lo que el escritor es incapaz de expresar por medios más sutiles, más literarios.
Palabras de un amigo
Treinta y seis años después de aquella experiencia iniciática, el mismo día en que se hizo pública la noticia de que el jurado del Premio Nacional de Literatura 2012, presidido por el colega Reynaldo González, me había distinguido con ese galardón, recibí un email desde Barcelona, firmado por Abilio, el más hermoso y sincero de los elogios que acaparé en aquellos días y en el que mi ex compañero mecanógrafo me decía:Querido Leonardo (y, por supuesto, querida Lucía), acabo de leer la noticia de tu premio. No sabes la alegría y la sensación de justicia que he sentido. […]. Desde que diste el primer gran paso de quitar las exclamaciones a tus diálogos, han pasado muchos años y han llegado muchos brillos. Para ser justos, con este premio no te han dado el lugar que mereces, ha sido el premio el que se ha justificado a sí mismo. […] Nadie como tú para poner en evidencia que golpear cada día el yunque saca chispas en el metal más duro. Y esa es la clave de todo. Disfrútalo, disfrútenlo, y cuando bebas ron, pon un vasito a mi espíritu, ahí, con ustedes. Y luego a trabajar más aún, con más fuerza, pero eso a ti no hay que decírtelo. No es difícil adivinar que ahora serás aún más la diana de los ataques de los cainitas cubanos, que se dan como la verdolaga. Pero eso se resuelve con la fórmula de André Gide: «Que digan lo que quieran, mientras tanto yo escribo Paludes». Y a ti eso de encerrarte a escribir se te da maravillosamente. Claro, no se puede negar que ahí está Lucía, también premiada, como no podía ser menos. Mucha más suerte, hermano. Hace casi cuarenta años coincidimos en una oficina de la Escuela de Letras y, contra todos los pronósticos, aquí estamos, dando la lata y gritando lo que tenemos que gritar, nuestra pequeña verdad y nuestra pequeña angustia y también nuestra pequeña alegría. Me siento muy orgulloso de ir a tu lado por este camino largo y complicado, y que nuestras fotos estén juntas en el muestrario de Tusquets. Besos para Lucía y un fuerte abrazo para ti.

Y firmaba abilio, así, con minúscula.
Si hoy los hago escuchar estos dos hitos del origen y destino actual de mi relación personal y literaria con Abilio Estévez, uno de los intelectuales más sólidos y lúcidos de mi generación, tan o más merecedor que yo de este reconocimiento que por ahora le está vedado debido a su residencia geográfica, se debe a que en uno y otro momento las palabras del amigo han tenido para mí y para mi carrera como escritor un valor especial, y porque entre uno y otro momento está tendida la crónica de un aprendizaje, un esfuerzo, un empecinamiento personal al que debo, por completo, lo que haya podido motivar la generosa decisión de un grupo de instituciones y, sobre todo, un grupo de escritores, de concederme el Premio Nacional de Literatura que hoy recibo, con gratitud y alegría.Si desde la incultura sideral que acompañaba a aquel pelotero frustrado de Mantilla que escribió un cuento lleno de signos de admiración, he podido lograr algo, se debe, esencialmente, a un empecinamiento que llegó a convertirse en una necesidad vital. El proceso de aprendizaje fue arduo, pletórico de escollos, marcado por muchísimos sacrificios, pero siempre acompañado por la certeza de que con un nuevo intento, con más trabajo, con más lecturas, con más sudor las cosas podían ir saliendo mejor. Así lo he hecho durante estos 36 años y espero poder seguir haciéndolo, con el mismo espíritu, durante los próximos 36 que aspiro a vivir.
Memorias de la reeducación
Muchas personas me han ayudado durante este periplo y a algunas de ellas quiero hoy expresar públicamente mi gratitud. Tuve, por supuesto, el soporte material, afectivo, moral y ejemplar de mis padres, que están en el principio de todo. Tuve la incitación y el desafío de mis compañeros de estudio, sobre todo de los Socarrones de mi grupo en la Escuela de Letras, mis amigos Alex Fleites, Arsenio Cicero, José Luis Ferrer, Jorge Luis Arcos, Magda González, Soledad Álvarez y otros más. Conté con la complicidad generacional de poetas y narradores de mi promoción, que mucho me ayudaron a perfilar mis intereses literarios y a clarificar los riesgos del empeño que compartimos: Arturo, Senel, Sacha, Lichi, Reynaldo, Luis Manuel, Reina, Norberto, Víctor, Ramoncito, Abel, Miguelón y tantos otros. He contado con la fortuna de compartir la amistad y los consejos de maestros como Ambrosio Fornet, Eliseo Diego, Jaime Sarusky…. He gozado del enorme privilegio de poder alcanzar una inesperada presencia internacional gracias a haber contado entre mis editores con Beatriz de Moura, Antonio López Lamadrid y Juan Cerezo, los artífices de Tusquets Editores, quienes me dieron su confianza y prestigio cuando era un escritor cubano sato y sin pedigree; también editores en otras lenguas como mi querida madame Anne Marie Meteilié, el amigo Marco Tropea, Lucien Leitess, los hermanos Von Hurter en Londres, Manolo Valente en Portugal y Ole Sohn en el reino de Dinamarca. He contado, además, con el apoyo incondicional de Ediciones Unión, mi editorial cubana, gracias a la cual, sin poner nunca reparos, todos mis libros han circulado en Cuba… Tras esos editores, otras muchas personas han contribuido a hacer mejores mis libros, ya sea como traductores, pero sobre todo como lectores, y quiero recordar mi deuda de gratitud con Vivian Lechuga, Lourdes Gómez, Elena Zayas, Elena Núñez, entre otros muchos amigos que me han ayudado a escribir un poco mejor de lo que soy capaz… Pero, sobre todo, quiero recordar y reconocer que he sido merecedor del premio gordo de la vida por haber tenido durante 34 de estos 36 años caminados en la literatura y en la vida, a pie, en guagua, o en bicicleta china, a mi mujer, Lucía López Coll, a la que, por merecérselo, por haberlos sufrido tanto como yo, siempre he dedicado mis libros, utilizando la fórmula salingeriana del amor y la escualidez… en su más espiritual sentido. Muchas satisfacciones me ha dado mi trabajo a lo largo de estos 36 años. Desde el premio en el concurso de cuentos para estudiantes de la Escuela de Letras, allá por 1978, hasta la posibilidad de participar en tres proyectos periodísticos a los que mucho debo como escritor: aquel Caimán Barbudo, renacido de las cenizas del decenio gris, que a principios de la década de 1980, luchando contra adversarios más encarnizados que los molinos de viento, convertimos en evidencia de que una nueva generación de artistas se proponía hacer algo diferente en la cultura cubana, pasando luego por mis seis años en Juventud Rebelde, donde se suponía sería reeducado y, en verdad, lo fui, pero como periodista capaz de participar en un empeño que dejaría una muesca perdurable en la chata prensa cubana de estos últimos decenios, una labor a la que debo mi primer acercamiento eficaz con muchos lectores cubanos, y más tarde, la experiencia de La Gaceta de Cuba, donde junto con Norberto Codina trabajamos para adecuarla a los tiempos que corrían y llegar a convertirla en la publicación cultural de referencia en aquellos años oscuros y sudados del Período Especial. Mi trabajo me ha dado, además, la satisfacción de recibir premios, de visitar medio mundo, de publicar en más de 15 idiomas, de que se me hayan abierto las páginas de los más reconocidos periódicos de la lengua, de conocer gentes que me han nutrido, de poder acceder a la literatura que he querido y necesitado leer y, sobre todo, mi trabajo me ha permitido establecer una relación de cercanía con miles de personas que me han conocido a través de mis libros, gentes que acá en Cuba y en otras partes del mundo se han hecho mis cómplices y me han regalado el favor de su atención y, muchas veces, hasta de su cariño y han llegado a decirme que me agradecen que haya escrito lo que he escrito, una afirmación que supera el significado de cualquier premio… Mi trabajo me ha permitido, incluso, ganarme la vida decente y buenamente, una vida que no siempre ha sido fácil pero en la cual he logrado, trabajando, llegar a tener lo que tenía que tener, sin que nadie me lo “otorgara” por complacencias de ninguna clase. Y no puedo dejar de recordar a esta hora que ha sido mi trabajo el que me ha dado la entrañable oportunidad de conocer a un tipo como Mario Conde, tan jodido que, por haber sido, fue hasta policía, cornudo y aprendiz de escritor, un amigo que a lo largo de 23 años ha viajado conmigo ayudándome a entender este país singular y enigmático en el que vivimos, a veces tan generoso y a veces tan mezquino, a darle forma y expresión a mis sentimientos sobre la historia, la vida, la amistad, el amor, el miedo, la frustración, la pobreza humana (material y espiritual) y la condición de ser cubano.
Los sinsabores del éxito
Pero también sinsabores me ha traído este trabajo mío. Soy, ante todo, un escritor cubano y, como tal, no he podido sustraerme del efecto de los beneficios y las calamidades inherentes a tal pertenencia inalienable… Ya un día de 1992 me lo había advertido el maestro Mario Bauzá, en un bar de Nueva York, mientras el padre del latin jazz cumplía sus 60 años de alejamiento físico de la isla: uno de los componentes más lamentables de la espiritualidad cubana, me dijo con sus palabras de habanero impenitente, está en la incapacidad que acompaña a muchos de nosotros para tolerar el éxito ajeno, más si es un contemporáneo, peor si es otro cubano. Ya por mí mismo he podido comprobar que más duro se les hace a algunos admitir ese éxito si el personaje en cuestión no pertenece a capillas, ni comparte militancias partidistas o grupales, si el éxito es el resultado del trabajo cotidiano y no de los favores compartidos… He tratado a lo largo de todos estos años, y cada vez con más conciencia e insistencia, de ser un hombre todo lo libre e independiente que puede ser una persona en un mundo y en una sociedad como estos en que vivimos. He tratado de decir con sinceridad lo que pienso, dentro de Cuba y fuera de la isla; he mantenido la fidelidad a mis amigos, dentro y fuera del país; he sufrido mis miedos, pero no me he dejado vencer por ellos a través de la simple fórmula de enfrentarlos; he seguido siendo mantillero, incluso industrialista -aunque a veces he dudado, lo confieso- y también he sido Yankee o Angelino cuando alguno de mis ídolos peloteros lo han sido; nunca me he dedicado a atacar a nadie, menos por sus opiniones políticas, pues creo que todas son respetables mientras no agredan o limiten el derecho y la dignidad de los demás; he escrito los libros que he querido, que he creído que podía y debía escribir y, desde la literatura, he dicho en ellos, sobre la realidad, la historia, la cultura, los hombres y hasta sobre las mujeres, lo que mi capacidad y entendimiento me han permitido decir, superando muchas veces mis dudas y temores, que no han sido pocos. Y por todo eso he pagado un precio. Aunque lo he hecho con satisfacción. Como bien los llama mi colega Abilio, los cainitas que nos acompañan en este tiempo vital han hecho lo posible por disminuirme, por callarme, por ignorarme, a veces menospreciando mi trabajo, incluso convirtiendo la política en un arma de doble filo que me lanzaba -y me lanza- estocadas desde un lado, desde el otro, desde arriba, desde abajo… Pero, qué se le va a hacer, es lo que me merezco por ser un cubano de estos tiempos, por escribir, pensar, actuar y vivir como he vivido, golpeando “cada día el yunque para sacar chispas en el metal más duro (…) dando la lata y gritando lo que tenemos que gritar, nuestra pequeña verdad y nuestra pequeña angustia y también nuestra pequeña alegría”, como me dijera mi amigo Abilio.

A todos los que les debo algo para haber llegado a donde quiera que he llegado, les reitero mi gratitud, pues mucho de lo conseguido se debe a ellos. Porque, lo dijo John Done, no Hemingway, ningún hombre es una isla en sí mismo… Y a los que me ataquen o me odien, por la razón que sea (algunos quizá, seguramente, hasta tendrán buenas razones), les reiteraré que pueden decir lo que quieran, incluso pretender convertirme a mí, que no soy el enemigo, en su enemigo. A unos y otros les puedo asegurar que ni premios ni agresiones me van a cambiar en lo esencial, porque seguiré golpeando el yunque, mientras el brazo y la inteligencia me acompañen. Por eso, en mi casa de Mantilla, la que construyeron mis padres con su esfuerzo y su amor, con Lucía y con mis perros, con la sombra tutelar de José María Heredia que siempre me acompaña y el espíritu vivo de tres o cuatro generaciones de Paduras, y con la ayuda interesada de mi amigo Mario Conde, yo lucharé por continuar siendo el mismo, por pensar con mi cabeza, por ser cada día un poco más libre, mientras escribo Herejes, una novela sobre los riesgos de asumir la libertad, en otros tiempos históricos y también en este tiempo presente, el de los días de mi vida. Muchas gracias.
Todavía en Mantilla, febrero de 2013.

Los árboles de La Argentina Blanca

por Gastón Gordillo


En la década kirchnerista se ha consumado la mayor devastación de árboles de la historia argentina. Sólo en el año 2012, más de cuarenta millones de árboles han sido destrozados por topadoras y sus restos quemados para crear campos de soja con el apoyo entusiasta del gobierno nacional y los sectores más conservadores de la oposición anti-K. Esta hecatombe se suma a los restos de cientos de millones de árboles carbonizados en años previos. En el Chaco salteño, en el norte de Santiago del Estero y en las tierras bajas de Jujuy he visto cómo opera la destrucción del espacio de los agronegocios: mandando topadoras y matones con la actitud que Hollywood presenta como ficción en la película Avatar, donde topadoras seguidas de hombres armados destruyen árboles gigantescos y remueven a sus habitantes originarios a la fuerza por ser obstáculos para el maximización del lucro.

A pesar de ser la responsable política de no poner coto a la inmolación de millones de árboles, Cristina Kirchner declamó hace poco, con tono épico, que no vamos a tirar un sólo árbol. Y agregó: “Los árboles no se tocan, son sagrados”. Los árboles sólo podrán ser cortados “sobre mi cadáver”, remató, en la afirmación más surrealista que haya hecho en todo su mandato. Después de todo, Cristina ha sido todo este tiempo la conductora de una topadora gigantesca que arrasa con multitudes de árboles tan vastas que su inmolación deja columnas de fuego y humo que se pierden en el horizonte. También fue surrealista pero también emotivo el ensayo cargado de afecto por los árboles que Ricardo Foster, talentoso filósofo oficialista y miembro activo de Carta Abierta, escribió en estos días en Página/12. Allí Foster proclamó su «amor» incondicional por los árboles por su «bondad y lealtad» así como su «odio» hacia quienes los destruyen. Foster agregó: «Siento en ellos cómo brota lo esencial, lo que perdura, aquello que sortea la frivolidad de los portadores de falsa eternidad». 


La repentina pasión y amor por los árboles de Cristina y su vocero filosófico, claro está, fue generada por una coyuntura política particular: las protestas que generó en Buenos Aires la tala de algo más de cien árboles en la ciudad por parte de líder máximo del anti-kirchnerismo nacional, Mauricio Macri. Pero lo que define a estas intervenciones fuertemente emocionales en contra de la destrucción de los árboles no es tanto su obvio oportunismo sino la forma en que su notable selectividad por defender ciertos árboles, y no otros, expresa una geografía afectiva particular, definitoria de lo que propongo llamar La Argentina Blanca. Esta es una categoría compleja, evasiva, que es importante analizar justamente porque la blanquitud y sobre todo su naturalización en percepciones afectivas del espacio es uno de los grandes temas hechos invisibles y tabú en las narrativas dominantes de la Argentina. El viejo argumento, que ya no convence a nadie, de que “acá no hay problemas de racismo” es el mejor ejemplo de que La Argentina Blanca tiende a tener una actitud negadora de su propia existencia y de su racismo constituyente. Pero valga aclarar que no concibo a La Argentina Blanca como un objeto acotado reducible a la gente argentina que es “blanca” o descendiente de europeos. De la misma manera que hay argentinos rubios y de ojos celestes como Osvaldo Bayer que siempre han luchado contra La Argentina Blanca, hay argentinos con sangre indígena como el ex-gobernador de Salta Juan Carlos Romero que siempre han sido sus grandes defensores. La Argentina Blanca es un proyecto político-espacial y una postura espacial y afectiva que ha sido definitorio de la historia nacional: el intento de hacer del país un lugar blanco y libre deindios-mestizos-negros, o por lo menos un lugar donde no se note demasiado que la mayoría de la nación es morocha. Este es un proyecto utópico y acosado por el vértigo (y sobre todo el asco) que le genera la imposibilidad de su realización ante la realidad de las multitudes con rasgos indígenas (“esos negros de mierda”), pero que ha definido a las elites nacionales desde las masacres de gauchos lideradas por Sarmiento en Cuyo y las masacres de indios lideradas por Roca y Victorica en Pampa-Patagonia y el Gran Chaco hace ya más de un siglo.

 La gran paradoja es que el kirchnerismo, montado del contra-poder popular constituido en las calles por la insurrección de 2001, ha sido el primer proyecto político desde Perón que le disputa poder, de igual a igual, al ala más reaccionaria y racista de La Argentina Blanca. De allí el profundo odio que el núcleo duro de La Argentina Blanca expresa por el “populismo zurdo” de La Yegua y por esos «negros de mierda» que la votan «por un plan y zapatillas». Ese es, sin duda, el gran mérito histórico del kirchnerismo: haber desafiado a los viejos dueños de la Argentina, que crearon su riqueza sobre el saqueo capitalista del «desierto». Pero la voluntad de Cristina de desafiar tiene claros límites. Aliándose con lo peor de los feudalismos provinciales, el kirchnerismo ha apretado el acelerador de la maquinaria destructiva con la que La Argentina Blanca, la misma que lideró las protestas de «el campo”, está arrasando con espacios mestizos-criollos-indígenas en zonas rurales. El que Cristina y Foster digan sentirse afectados y emocionados por la destrucción de árboles como si millones de árboles nunca hubieran sido destruidos por el modelo sojero que ambos promueven confirma algo importante, y que el ala izquierda del kirchnerismo (o lo que queda de ella) sólo puede seguir tolerando a su propio riesgo. Lo que el silenciamiento de la incineración de los árboles del norte hace transparente es cómo el gobierno ha abrazado como propio, con su retórica progre y sus planes sociales financiados con el saqueo rural, el proyecto espacial y afectivo de La Argentina Blanca: el hecho que no los afecte la devastación de millones y millones de árboles igualmente vivos y e igualmente nobles en nombre del progreso (siempre el progreso), pues esos árboles son sentidos como que no cuentan por ser parte de una geografía lejana al ideal europeo de La Agentina Blanca. Esas zonas pobres de árboles sin valor que alimentan, como hace un siglo, formas aceleradas de despojo capitalista.

Pero es necesario hurgar más detenidamente en los parámetros raciales y espaciales que se esconden detrás de los recientes llamados a inculcar un afecto con los árboles como seres nobles que son parte viva de nuestra tierra. Foster aclara de entrada que su “elogio y defensa de los árboles” está geográficamente delimitado. Su ensayo es un homenaje a “los árboles de Buenos Aires”: esto es, los árboles de La Argentina Blanca. Esta localización hace invisible esos otros árboles: los sacrificados en el altar del modelo extractivo kircherista. Macri, desde ya, cultiva exactamente la misma geografía afectiva y con la misma selectividad. El líder del PRO, puesto contra las cuerdas por meter motosierras en plena Avenida 9 de Julio, replicó que el gobierno nacional había destruido más árboles que él. Los árboles se volvieron, de repente, armas políticas incluso para un miembro de la elite de La Argentina Blanca. Siendo justamente la Gran Esperanza Blanca de la vieja guardia de La Argentina Blanca, claro está que Macri no se refería a esos millones de árboles devastados en tierras mestizas cuya destrucción él también apoya con entusiasmo (después de todo, el delfín del PRO en Salta es el “Rey de la Soja” Alfredo Olmedo, destructor de cientos de miles de hectáreas de árboles y feroz expropiador de tierras criollas e indígenas). Al igual que los árboles de Foster y Cristina, los ejemplares vegetales cuya destrucción Macri denunció están en la gran urbe de La Argentina Blanca: los que, según él, tiró abajo el gobierno nacional para hacer la exposición de Tecnópolis. Abanderada de una nueva causa, Cristina respondió con un gran despliegue, mostrando fotos satelitales del predio de Tecnópolis antes y después de la feria que “demostraban” que tal destrucción de árboles no había existido. Estos cruces verbales en defensa de los árboles están marcados por una misma mirada que está sesgada en su espacialidad. Esto nos muestra que Macri, Cristina y Foster comparten, a pesar de sus peleas, el mismo paradigma espacial y afectivo de una nación que está tan racializada que ni los árboles escapan a la obsesión no del todo conciente de hacer invisibles a los espacios indios-mestizos, como espacios que cuentan menos que aquellos celebrados por La Argentina Blanca. Dime qué tipos de árboles te preocupan y cuáles ignoras, y dónde está cada uno, y te diré quién eres.

Cristina agregó un detalle no menor sobre cuáles son las geografías del país donde los árboles tienen valor. Cuando dijo que los árboles son “sagrados”, aclaró “por lo menos aquí en El Calafate”. La Patagonia ha sido un espacio neurálgico en el proyecto de blanquear y por ende de-indianizar el espacio de la nación. Las elites nacionales siempre han hecho grandes esfuerzos por europeizar la Patagonia y hacerla parecer física y arquitectónicamente a los Alpes suizos o alemanes, como lo demuestra cualquier visita al centro de Bariloche, donde la estatua de Roca está rodeada de una arquitectura que remite a los Alpes. Y ello ha significado presentar a la numerosa población mapuche originaria de la Patagonia como “extranjeros chilenos”, como lo hace regularmente en La Nación Rolando Hanglin, uno de los voceros más desinhibidos del racismo de La Argentina Blanca. La inclusión de Cristina de los árboles patagónicos dentro de aquellos a los que sólo se podría talar “sobre mi cadáver” confirma cuál es, y dónde está, el tipo de árboles que ella nunca destruirá.   


Los centenares de millones de árboles igualmente argentinos que han sido hechos pedazos y siguen siendo devorados por la voracidad despiadada de “boom sojero” no cuentan para Cristina o Macri como realmente existentes porque no están en Buenos Aires o en la Patagonia sino en los espacios más mestizos e indígenas del territorio argentino: Santiago del Estero, Salta, Chaco, Formosa. Estos son reductos de las poblaciones rurales que descienden de aquellas personas que ocupaban el país antes de que llegaran los barcos huyendo de la miseria de Europa, y que ahora están siendo sometidas a un acelerado proceso de saqueo y expropiación. En la escala de valores de La Argentina Blanca, en estos lugares de calor, polvo y pieles oscuras el valor degradado de sus árboles es equivalente al valor degradado de sus gentes . Esos son árboles y personas que, como diría Jacques Ranciere, no cuentan: un conglomerado de maderas de algarrobos, quebrachos, palos borrachos y de carne de seres humanos wichí, criollos, tobas que conviven bajo una misma geografía desgarrada. Este amalgama humano-vegetal siempre ha sido mirado con desprecio y de reojo desde Buenos Aires, Rosario o El Calafate como esa zona exótica, extraña, distante, no-blanca de la Argentina.


Mientras en los centros de poder se cantan loas contra la destrucción de los árboles de La Argentina Blanca, todos los días miles de árboles en Santiago del Estero o Salta caen bajo las topadoras de quienes promulgan, como diría Foster, «la frivolidad de los portadores de falsa eternidad». Si estos árboles de piel oscura que son despojados de valor, nobleza y bondad sobrevivirán en el futuro, en espacios cada vez más reducidos, no será por la sensibilidad de las elites urbanas sino porque la gente que vive a su alrededor le pone el cuerpo, desde hace años y con crecientes formas de organización y solidaridad, a las topadoras y a los matones armados que los acechan. Y ellos saben mejor que nadie de qué lado está Cristina: defendiendo en público a los gobernadores de las provincias donde campesinos e indígenas son asesinados cada vez con mayor frecuencia, como si estuviéramos en esa Argentina despiadada de hace un siglo donde (como escribió Sarmiento) la sangre de gauchos e indios era barata y desechable: la época dorada del “granero del mundo” a la que La Argentina Blanca, esta vez de la mano de la soja, siempre sueña con volver.

En busca de la legitimidad perdida

Por Paula Litvachky

Son excepcionales los momentos en los que los propios “judiciales” discuten qué hacen, qué son y para quiénes hacen lo que hacen. Un momento interesante se puede rastrear tras la recuperación democrática. Pero ese debate fue clausurado rápidamente. Se limitó a algunos cambios de nombres y de un incipiente movimiento interno llamado “jueces para la democracia”. Rápidamente ese espacio quedó reducido al mínimo y expresado en algunos ámbitos académicos, pero muy alejados del funcionamiento judicial. El libro de la antropóloga María José Sarrabayrouse Oliveira sobre el caso de la morgue judicial en plena dictadura puso en evidencia la dinámica de un poder que se mimetizó con los aires dictatoriales y se pobló de funcionarios grises, acomodados al momento político, en defensa del statu quo. No eran sólo algunos convencidos ideológicos, era todo un sistema que cubría el horror bajo el manto de su funcionamiento burocrático. Eso hizo del sistema de Justicia argentino actual, con el perdón de la generalización, un poder conservador por definición.
En 2001, luego de años de complicidad judicial para el desarme del Estado y una agenda de reforma judicial cooptada por la visión neoliberal, antiestatal y antipolítica, la crisis de legitimidad alcanzó también al Poder Judicial. Luego llegó un momento especial. Los decretos 222/03 y 588/03 fueron dando forma al proceso de renovación de la Corte Suprema (que generó las condiciones para el debate actual), abriendo una grieta en el cerrado círculo judicial. En los últimos años, también por la fuerza del proceso político y social de memoria, verdad y justicia, fueron avanzando imputaciones contra judiciales por los crímenes del terrorismo de Estado, inscribiendo finalmente algunos nombres y apellidos a la lista de cómplices de la dictadura.

Hasta ahora, el debate judicial interno había sido poco profundo. Hoy aparece de abajo hacia arriba –y desde los costados– un sector del propio sistema judicial dispuesto a dar los debates sobre cómo construir legitimidad social y política, poniendo en juego las estructuras y referencias políticas internas dominantes. Con optimismo puede verse que, después de tantos años, diferenciarse públicamente del sector más conservador en el Poder Judicial empieza a ser parte de la búsqueda de legitimidad social. La disputa de sentido por la función judicial, la idea de independencia y de legitimidad resulta en sí misma transformadora porque interpela a las estructuras que se resisten a perder espacios considerados propios. Esto se instala como continuidad de aquella crisis, demorada, que revisa la función del Estado y pone al sistema de Justicia en un lugar eminentemente político. Un momento histórico tan particular requiere participación, nuevas agendas y sobre todo impedir que se encapsule como algo meramente judicial.
Pero lo que aparece hoy como una ruptura de lenguaje, de referencias, de poder hacia el interior del sistema de Justicia, hace surgir nuevas preguntas: ¿cuál es la agenda de transformación que se promueve para sostener esa pelea y dar sentido de igualdad e inclusión? ¿De dónde se tomarán ideas, fuerzas, alianzas para construir esa legitimidad buscada?
El Poder Judicial será independiente en un sentido democrático y no corporativo cuando se asegure al resolver un conflicto la ausencia de presiones de los poderes políticos, pero también cuando –aun en contra de los intereses sectoriales de los diversos grupos de presión que pugnan por mantener un orden de cosas desigual– contribuya en el avance de la vigencia de los derechos humanos. Más aún cuando están en riesgo los derechos de los grupos más desaventajados o de las propias víctimas del poder estatal. En 2008 ya dijimos que un Poder Judicial más democrático será aquel que tienda con su práctica no a reproducir sino a transformar las injusticias del orden económico, político y social. Y para eso es que precisa ser independiente. ¿Alguien puede plantear seriamente que el no pago del impuesto a las Ganancias los hace más fuertes en este mismo sentido?
Hay una agenda judicial de defensa de los derechos humanos que debe estar en el primer lugar de las demandas de cambio. Como explica Boaventura da Sousa Santos, la función judicial no puede reducirse a “un desempeño reactivo de los jueces, centrado en el microlitigio clásico y políticamente neutralizado”. La idea de “independencia democrática” no deja de defender los intereses de la judicatura, pero los defiende como condición para que los juzgados asuman en concreto su cuota de responsabilidad política en el sistema democrático a través de un desempeño más activo y políticamente controvertible. La función judicial será más o menos transformadora cuanto más capacidad institucional tenga para defender los intereses de los sectores más desprotegidos.
Desde el CELS acompañamos e impulsamos otros procesos que abrieron espacios de construcción muy importantes, pero en los que habían quedado muy ajenos los propios integrantes del sistema judicial. La oportunidad se abre ahora hacia la construcción de una agenda compartida.
Está pendiente una propuesta profunda sobre las políticas de acceso a la Justicia (no sólo en el ámbito penal). Es absolutamente indispensable que este movimiento de transformación entre en diálogo con los movimientos sociales, de campesinos, indígenas y organizaciones sociales y de derechos humanos, porque de ellos saldrá justamente el reclamo de apertura y el anclaje desde donde construir legitimidad. Está claro que hay que organizarse para desformalizar y desburocratizar pero, fundamentalmente, para que las instituciones judiciales miren hacia ese lado.
No puede haber contradicción entre las políticas de inclusión social y las políticas criminales que, tal como hoy se manifiestan, profundizan la exclusión con más encarcelamiento y debates autoritarios sobre la seguridad que orientan los recursos a defender a los más ricos. La cárcel es síntoma de exclusión y el endurecimiento de los sistemas penales tiene que ser enfrentado por un movimiento de esta naturaleza.
Existe una agenda institucional en el Poder Judicial que puede ser enfocada hacia la apertura, la agilización de los trámites, el mejoramiento de la respuesta a partir de una gestión más inteligente, y orientada a los problemas sociales y no a la formalidad de los trámites. Hay mucho por hacer todavía hacia el interior de la Corte, y hay mucho por hacer también en la Cámara de Casación Penal.
Por ejemplo, a partir del caso del homicidio de Mariano Ferreyra se descubrió una trama de complicidades y una red de influencias que mostraron lo que era un secreto a voces: en la Casación Penal confluían expresiones del poder (militar, sindical, político, económico) que eran garantizadas por algunos jueces y funcionarios (algunos por convencimiento ideológico y otros, simples especialistas en la búsqueda de oportunidades). Los “esperpentos” de Arslanian salían nuevamente a la luz para mostrar el revés de la trama judicial. La responsabilidad de esos funcionarios hoy se está juzgando en un trámite muy demorado y en una investigación en el Consejo de la Magistratura, que debería poner lupa sobre estas prácticas que expresa el poder concentrado en el tribunal penal más importante del país. Aquí hay desafíos concretos para una agenda de transformación. Es necesario visibilizar esta forma de funcionamiento. Porque no se trata de un juez en particular sino de una forma de entender el sistema judicial.
¿Qué le queda a la política? No hay transformación judicial posible sin la confluencia de la política, de lo social y de un sector judicial dispuesto a comprometerse con el cambio. La pelea recién empieza. La legitimidad se construye con el afuera.

Bifo: “La derrota de la anti-Europa comienza en Italia”


Franco Berardi (Bifo) es filósofo, escritor y teórico de los medios de comunicación. Implicado en los movimientos autónomos italianos en los años setenta, preconizó en los ochenta la explosión de la Red como vasto fenómeno social y cultural, y fundó en 2005 la primera “televisión de calle” en Italia contra el monopolio comunicativo de Berlusconi. En castellano ha publicado La fábrica de la infelicidad (Traficantes de Sueños, 2004), Telestreet: máquina imaginativa no homologada (El Viejo Topo, 2004) y El sabio, el mercader y el guerrero (Acuarela Libros, 2006).
¿Cuál es el contexto en el que se han desarrollado las elecciones italianas?
La desintegración política de la Unión Europea. Europa nació como un proyecto de paz y de solidaridad social, recogiendo el legado de la cultura socialista e internacionalista que se opuso al fascismo. En los años 90, los grandes centros de poder del capital financiero decidieron destruir el modelo europeo y la firma del Tratado de Maastricht desató el asalto neoliberal. En los últimos tres años, la anti-Europa del BCE y el Deutsche Bank aprovechó la oportunidad de la crisis financiera de 2008 en EEUU para transformar la diversidad cultural del continente europeo (la cultura protestante, gótica y comunitaria, la cultura católica, barroca e individualista, la ortodoxia espiritualista e iconoclasta) en un factor de desintegración política de la Unión Europea; y sobre todo para plegar la resistencia del trabajo a la sumisión definitiva bajo la globalización capitalista. La reducción drástica de los salarios, la eliminación del límite de ocho horas de trabajo diario, la precariedad laboral juvenil, el aplazamiento de la jubilación para los ancianos y la privatización de los servicios. La población europea tiene que pagar la deuda acumulada por el sistema financiero, porque la deuda funciona como un arma apuntando a la espalda de los trabajadores.
Estamos en un punto de inflexión histórico. 
Pueden suceder dos cosas: o bien el movimiento del trabajo puede parar esta ofensiva y poner en marcha un proceso de reconstrucción social de la Unión Europea, o bien la próxima década verá en muchos lugares de Europa estallar la guerra civil, el fascismo crecerá en todas partes y el trabajo se someterá a condiciones de explotación del siglo XIX.
¿Cómo se ha pronunciado el electorado italiano sobre esa alternativa?
El 75% del electorado italiano ha dicho NO al proyecto europeo de Merkel-Draghi-Monti: un 25% se abstuvo; un 25% ha votado a favor de la opción del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo; y el otro 25% ha votado por el partido de la mafia y el fascismo, por el estafador más brillante de la historia, Berlusconi, enemigo jurado de Angela Merkel porque la mafia no puede aceptar el dominio económico de Berlín. Las elecciones italianas son una respuesta que puede evolucionar en un sentido positivo o catastrófico. Depende de los progresistas, de los intelectuales y de los movimientos sociales autónomos del continente, depende de nosotros.
¿Cómo analizas el fenómeno Grillo?
El movimiento de Beppe Grillo es la novedad en estas elecciones. Recoge principalmente votos de los movimientos de izquierda, pero también ha recabado votos por la derecha. Beppe Grillo ha dicho en repetidas ocasiones que su movimiento robaría votos a la derecha y lo ha conseguido. No creo que el Movimiento 5 Estrellas vaya a ser capaz de gobernar Italia, ese no es el punto. La función importante y positiva que el Movimiento puede tener es hacer ingobernable el país para el partido antieuropeo de Draghi-Merkel-Monti. El electorado italiano ha dicho: no pagaremos la deuda. Insolvencia. La gobernabilidad financiera de Europa ha terminado, aunque Berlusconi y Bersani se pongan de acuerdo para sobrevivir y seguir empobreciendo el país transfiriendo recursos y riqueza al sistema financiero. Ese acuerdo no tiene futuro, no durará. Pero entonces puede empezar lo peor.
¿En qué piensas?
La clase financiera intentará estrangular Italia como ha hecho con Grecia. La crisis política será convulsa y violenta. El resultado puede ser aterrador. La mafia y el fascismo han demostrado controlar el treinta por ciento del electorado italiano y la izquierda ya no existe. La idea de una secesión del norte reaparecerá incluso si la Liga Norte se derrumbó.
¿Ves alternativa?
Sí, también puede comenzar un proceso de liberación de Europa de la violencia del capital financiero, la reconstrucción de Europa sobre una base social. Por fuera de los esquemas políticos del siglo XX, podría propagarse por todas partes un movimiento no convencional de insolvencia organizadada y autonomía productiva. Un movimiento de ocupación podría transformar las universidades en lugares de investigación práctica para encontrar soluciones post-capitalistas. Las fábricas, que el capital financiero quiere destruir, podrían ser ocupadas y autogestionadas, como se hizo en la Argentina después de 2001. Las plazas podrían ser ocupadas para hacer de ellas lugares de debate permanente.
Ese movimiento de la sociedad que propones, ¿tendría algún algún programa?
El programa lo ha enunciado Beppe Grillo, un programa que, a pesar de lo que dicen los mentirosos profesionales La Repubblica, es muy razonable:
-Salario de ciudadanía.
-Reducción de la jornada laboral a 30 horas.
-Restitución a la escuela de los ocho billones de dólares que el gobierno de Berlusconi ha sustraído del sistema educativo.
-Buenas condiciones de trabajo para todos los trabajadores precarios de la educación, la salud y el transporte.
-Nacionalización de los bancos que han favorecido la especulación a costa de la comunidad.
-Abolición inmediata del pacto fiscal.
Hay quien dice que el partido de Grillo administra la ausencia de movimientos en Italia y la reproduce.
No lo comparto. ¿Todo el mundo debe quedarse quieto cuando la sociedad es incapaz de moverse? No hay que lamentarse porque otro haga política en nuestro lugar, sino hacer política y crear movimiento. El partido de Grillo ha impedido el gobierno de la dictadura financiera. Ahora es el turno del movimiento de la sociedad. ¿Tendrá la sociedad la energía y la inteligencia necesarias para autogestionar la vida social con un movimiento de ocupación generalizada? Si no tenemos esa energía, nos merecemos el desastre que vendrá.

¡Setentistas somos nosotros!

Por Juan Pablo Maccia

Nacidos en los setentas, años de la guerra y de terror, enfrentamos una situación que tiende a presentarse como post-represiva: ¿han quedado tan atrás los años de plomo?, ¿vivimos tiempos pacíficos en lo individual y en lo colectivo? Se verá que no pregunto por preguntar, sino como modo de entrarle a un quilombito que se las trae.

Digo, sería un alivio para nosotros –como generación- poder abandonar nuestro estilo ético-cognitivo constituido íntegramente al calor de la postdictadura (contra la impunidad, el autoritarismo, el neoliberalismo) y dedicarnos a disfrutar de este tiempo al que respetados espíritus de la región llaman –óigase bien- “post-neoliberalismo”, palabra que en el desgastado lenguaje de las ciencias sociales refiere a algo así como una transición (de ahí el “post”) hacia un nuevo tipo de democracia social más plena que según quien la bautice puede sonar a “socialismo del siglo XXI”, “Revolución Ciudadana” y, más acá, “Crecimiento con inclusión”.
Quilombito post-represivo

Preocupa, creo que en esto hablo por todos, cierto tufo que se viene armando por lo bajo – en nuestro país, por lo pronto- y que de ningún modo puede asociarse a dificultades tan menores como lo es la existencia de una cierta objeción social a la figura de la presidenta; o a eso que sensibilidad progre llama lamentosamente la “fragilidad” de las conquistas. Intento hablar en serio. Me refiero a un mar de fondo que concierne al “modelo” de acumulación (soja, mega-minería, extractivismo, etc), así como a la matriz o régimen de consumo (imaginaria y tecnológicamente dependiente de lo peorcito de nuestro “occidente”), hablando mal y pronto, a la pervivencia y renovación de un cierto tipo de neoliberalismo –bien aceitado con mecanismos financieros- que se despliega con vitalidad envidiable en el nivel de los hábitos y las estructuras, y que tiende a la corta a competir con los valores que predominan en el nivel del activismo social y político.

Tengo la impresión de que nuestra generación debe aún aclararse un poco los tantos. Quizás por ser la única “otoñal” entre dos generaciones “primaverales” (la juventud del 73, y la que entró en la política con la muerte de Néstor), hemos sido demasiado tímidos a la hora de contar nuestra historia, de inspeccionar la calidad de nuestros recursos. Asunto que en sí mismo sería de poco interés si no fuese porque –he aquí el punto- nos toca a nosotros asumir en este momento exacto de la historia (digamos, desde hace algo más de una década) un rol protagónico en la gestión de esto que a falta de “categorías” adecuadas llamaré por ahora “quilombito pos-trepresivo”.
Las cosas por su nombre

No voy a gastar pólvora en chimangos; no me interesan las disputas de identidad. Sólo intento despejar lo esencial de un largo malentendido. La generación que tuvo en el ´73 su glorioso ingreso en la política y después terminó como terminó, esa de la que no dudamos en cuanto a su capacidad de entrega (aunque es evidente que se pasaron un poco de rosca), esa generación que haciendo de sí misma una leyenda pesó sobre nosotros como un mito difícil de llevar, esa generación digo, no hay vuelta que darle, se adentró en la década de los setentas ya “hecha” (con familia y todo); esa generación, señores, no merece ostentar el  nombre de “setentista”, porque llegaron a esa edad toditos adultos, jóvenes, de acuerdo, pero jóvenes “adultos” o, para buscar una fórmula que nos cierre a todos, llegaron como jóvenes-con-conciencia-política.

El problema, insisto, no es de identidad, sino que concierne a cómo se cuentan estos últimos treinta años de política argentina. Si se trata, como la cuentan ellos, de una política que confiaba en el sujeto como conciencia y en la guerra como estrategia o si, como creo evidente, nos hace falta otra narración.  Como verán el asunto se las trae. Nos toca a nosotros, quienes nos alimentamos de todo lo que había sobre la escena (y no de la parte que cada quien quiere recordar ahora), los auténticos “imberbes” (biológica y culturalmente), tomar la palabra.
Años de formación

De a poco me hago entender, espero. Interesa remarcar, sobre todo, que la generación de los setentas (que es la nuestra) no nació a la política apasionada con los fierros, Cuba, la patria o socialismo, sino agobiada bajo el peso de la palabra “desaparecido”.

Sentí ese estupor por primera vez en el invierno del ’81, bastante antes de Malvinas. Sabíamos -primos, hermanos- que Videla era un “dictador” y que la fiesta del 78 -que festejamos a full- había sido oscura. Eran los saberes que nos transmitían los adultos más próximos, no eran experiencia.

Nuestro encuentro con la historia no tuvo épica (dadas las circunstancias, fue lo mejor que pudo pasarnos). Tampoco cobardía, que se entienda. No es tanto el miedo lo que nos caracterizó desde un principio, como el exceso de conciencia. Nuestro tema no fue la guerra sino los efectos de realidad del terror. No es  la nuestra una generación cínica –como algunos dicen- sino pegada al cálculo de la catástrofe. Si cabe hablar de una temprana politización, no hay que representarse nada parecido a una formación ideológica, sino más bien un colonización forzosa de nuestros inconscientes.
¡Qué historia!

La derrota del peronismo del 83 incluyó a parte de la izquierda (por lo menos al PC). Para muchos hijos de aquellos militantes la alegría fue módica: festejar la democracia sin creer en el nuevo gobierno que luego del 85, y a pesar de los juicios a las juntas, comenzó a derrapar, en el 87 –cuando empezábamos a militar- nos vino con el cuento de la obediencia debida.  

El 89 fue un desastre. Crisis del sandinismo, carapintadas, declive de la URSS, toma del cuartel de la Tablada, hiperinflación y saqueos. Los adultos más próximos votaron por Angeloz. Nosotros festejamos el retorno del peronismo (“los desaparecidos habían sido peronistas”, asique ahora…). Aunque la cosa duró menos que un suspiro: indulto más privatizaciones igual consentimiento del pueblo peronista al programa de la dictadura. Si quedaban mitos, resquicios esperanzadores en los pliegues de la historia, pues, a despedirse de ellos lo más rapidito que se pudiera.

Nuestro aprendizaje elemental fue de lo más sintético: la economía era el hueso duro de roer, el corazón mismo de un poder político que, si la cosa se pone espesa te hace “desaparecer”, y luego andá a cantarle a Gardel, o a dar vueltitas toda tu vida los jueves 15:30hs a la plaza de mayo. Sin espacio moral para la transacción, nos hartamos bastante rápido del sonido de esa voz -“democracia”- en boca de tanto hipócrita. 

La impotencia contenida estalló durante el año 2001 y por fin pudimos mandar a todos, y a toditos, bien a la mierda. La disfrutamos como nunca. Si los veíamos venir los reventábamos, a progres y a no progres. Ni miedo ni impotencia: ¡a ver quién se nos anima! En esos días sólo creíamos en nosotros. Y nos arrodillábamos, a lo sumo, ante las viejas de la Plaza de mayo. (¿Se acuerdan cuando el entonces Presidente Adolfo Rodriguez Saá recibió a Hebe en la rosada, chocha ella?).
Somos gobierno

En el 2003 llegamos al gobierno. No digo nosotros, que ni queríamos enterarnos, sino nuestro lenguaje, nuestras percepciones, nuestro estado de ánimo. Se oficializó nuestro protagonismo, sin que nos avisen en qué ventanilla cobrar.

El kirchnerismo se hizo fuerte en nuestra historia agregándole algo que nosotros habíamos aprendido a repudiar (y por eso los que llegaron fueron ellos): el amor al poder (de la guita, del estado, de la bajada de línea). Y fue así, desde nuestros afectos, nuestras añoranzas y nuestras frustraciones que armaron lo que armaron desde la (casi) nada. Recuerden sino el acto de la Esma. Ahí estuvo Kirchner el político, ganando con casi nada al pedir perdón desde el estado, no a sus compañeros de militancia (¿qué compañeros?) sino a nosotros, a la-generación, por el hecho de habérsenos hecho entrar a la historia por el lado trágico.
Kirchnerismo de cuarentaypico

El kirchnerismo es básicamente eso, no vale la pena buscar mucho más. Nos dispuso bien, digamos, pero aflojó nuestro sistema de alertas y adormeció nuestra matriz cognitiva, esa desconfianza natural al modo en que el poder presenta las cosas, ese instinto que a pesar de todo se manifiesta en nosotros cada vez que nos cuesta entregarnos de cuerpo entero a las simplificaciones que parecen alimentar, tan pavotas ellas, el espíritu de nuestros mayores y (hay sorpresa) también la de nuestros menores.  (Y ojo que no critico, hace bien la presi dale que dale, meloneándose a pibas y pibes; más de un acierto la asiste, y nula competencia en el horizonte).

Vuelvo a la cuestión de los reflejos generacionales, a la que no le cabe festejar tan a fondo como podría los triunfos, que padece del mal incurable de la suspicacia, y que no ha tenido otro momento de furor violento–no sé si Abal Medina, Bossio y Massa compartan esto- en el 2001; a ella le pregunto qué camino ha de tomar, si aquel que sería más fiel a su carácter habituado a encontrar en toda situación gato encerrado, y dramas profundos, o aquel  otro sendero balizado por educación política a la que ha sido sometida estos últimos años por la retórica de la época.

El corazón del enigma refiere a la dictadura. ¿Conjugamos su existencia en tiempo presente y nos dedicamos a perseguir su pervivencia hasta el último rincón de sus metástasis (en los medios, en la semilla transgénica, en las bandas narco-policiales que asolan los barrios, en la pobreza estructural, en la tendencia de la tierra, en la matriz de las tecnologías y en los hábitos de consumo) o empezamos a vivirla como parte de un pasado ominoso que comienza a quedar atrás, como obstáculo y restricción a desmalezar en un camino cuyas contradicciones precisan ser tratadas a partir nuevas sensibilidades e ideas? 
Última vuelta

No sé si llegué a hacerme entender. La cosa no pasa por elegir (ojalá la cosa fuera tan sencilla) entre permanecer fiel a nuestro designio generacional (ser ante todo “anti”), o bien abjurar de nuestras marcas para asumir, dóciles, la potencia retórica de un presente enteramente optimista, sino encontrar posibilidades más dignas a nuestro destino.
En el momento en que logra conjugar bajo el sello de la militancia setentista las ilusiones políticas de al menos tres generaciones (nuestros mayores y su gusto por las batallas; nuestra propia pulsión por identificar y eludir los efectos del terror; y los mas pibes que buscan recoger banderas protagonizar este presente), el kirchnerismo enfrenta un desafío que proviene del exterior de la subjetividad política misma. La revivificación del corazón creyente de la historia, y la codificación entera de lo social por las exigencias de la politización alimenta por lo bajo a su contrario, una vitalismo de la mercancía, un neoliberalismo-popular, territorial y gozoso que subsiste y se desarrolla beneficiado por el “modelo” actual, pero sin conexión alguna con los códigos de las militancias.
Toda pregunta es esencialmente una trampa, y responderla es aprender a sortearla: ni el terror fue superado, ni se puede decir que persista sin más. ¿Cómo enfrentar este desemboque inesperado de lo político en lo “runfla”? Congelar, necios, nuestras marcas así como abjurar, inocentes, de ellas supone una misma impotencia ante nuestro destino. ¿Cómo negar que los saberes militantes sólo se revalidan en la cancha más amplia de a regulación de nuestras vidas? Llegados a la cima del tobogán de la lengua de la política tal y como la hemos heredado sólo podemos aspirar al vértigo de la caída. Pero destino no es fatalismo. La diferencia es profunda: el destino es un juego de desplazamientos.

Entrevista a Wu Ming: “Grillo crece sobre los escombros de los movimientos”


La de Grillo es una estrategia diversiva. Sirve para desplazar la “indignación”, tan celebrada en las acampadas españolas o en losoccupy americanos, lejos de las plazas italianas. Cuanto más feroz se vuelve la crisis, más se hacen confluir las descargas de resentimiento en un formato cómodo, el del blog del Jefe de los Cinco Estrellas que agita el justicialismo jacobino contra la “casta” y sus diferentes máscaras. Para Wu Ming, el colectivo de cinco escritores autores de Q,(como Luther Blissett), 54 y Altai, el Movimento 5 Stelle ha apresado las energías potenciales de una rebelión contra la austeridad en una jaula discursiva que parodia el conflicto político, administrándolas desde “una organización sectario-empresarial” (la Casaleggio&Associati) y con la guía simbólica de Beppe Grillo. Para ellos el radicalismo de las cinco estrellas “administra la falta de movimientos radicales en Italia”. La tesis expuesta con determinación en un artículo en la web de Internazionaleha sido ampliada en Giap, el influyente blog de los Wu Ming, interrumpiendo el silencio estupefacto de los movimientos que han atravesado la última década, desde Génova a las campañas sobre los bienes comunes.
Vosotros decís que Grillo no es un pirómano sino un bombero, porque lleva a cabo la sistemática ocupación del espacio discursivo de los movimientos: la No Tav[1], el agua como bien común [2], la escuela y la universidad, la renta básica de ciudadanía. Y lo recoloca en un marco que definís de “derechas”. ¿Podéis explicar lo que significa?

El nacimiento del grillismo es una consecuencia de la crisis de los movimientos altermundistas del principio de la década. A medida que el río se secaba, el grillismo comenzó a fluir sobre el viejo lecho. En los primeros años, los líquidos todavía se mezclaban, y esto impidió ver lo que se revolvía en su interior, aparte de atenuar algunos malos olores. Luego, el crecimiento tumultuoso del M5S se ha convertido a su vez en una causa –o al menos ha contribuido—a la ausencia de movimientos radicales en Italia, debido a la sistemática “captura” de las instancias de las luchas territoriales, sobre todo de las más “fotogénicas”. No hay lucha “cívica” sobre la que el M5S no haya intentado meter mano, proponiéndose como su único protagonista. Temas, reivindicaciones, consignas, han sido cooptados y declinados de manera diferente en un discurso embarullado y claramente “ni-ni”, es decir, que se presenta como superación de la derecha y de la izquierda. Es un discurso que acumula cada vez más contradicciones, porque pone en el mismo lugar ultraliberalismo y defensa de los bienes comunes, retórica de la democracia directa y principio de liderazgo “grillo-céntrico”, apoyo a los No Tav que practican la desobediencia civil y legalismo barato que confunde la ética con la ausencia de condenas judiciales. Este último aspecto era ya evidente en el primer V Day, cuando, desde el escenario, Grillo asoció a Daniele Farina, del centro socialLeoncavallo[3], a gente relacionada con la mafia, solo porque él también tenía “condenas”. Todo esto huele ya a cultura de derechas, pero lo que es derechista es sobre todo la narración que Grillo hace de Italia.
Eso, ¿cuál es la narración de Grillo?
Hay un “pueblo honesto” (considerándolo indivisible en su interior, sin clases, sin intereses contrapuestos) y hay una “Casta corrupta” descrita como externa al “Pueblo”. Para resolver los problemas de Italia, hay que votar a “las personas honestas”, que no tomarán “decisiones de derechas” o “decisiones de izquierda”: sólo tomarán las decisiones “justas”. En esto, la retórica del grillismo es afín a la del tan odiado gobierno Monti: las cuestiones son técnicas, no políticas. Es un esquema simplísimo y consolador, que elimina las contradicciones sin tocar las causas de la crisis y que ofrece enemigos fáciles de reconocer.
¿Pero por qué hoy el M5S obtiene un enorme consenso incluso entre personas de izquierda y activistas de los movimientos precedentes?
Si Grillo y Casaleggio han conseguido esto, es porque los movimientos no han sabido encontrar una salida a la crisis en la que se sumieron hace diez años. No ha habido un trabajo de reorganización, y los ciclos de lucha que han venido después no han puesto las raíces de una sensibilidad común. Grillo personifica el fracaso de los movimientos, es principalmente sobre esto sobre lo que nos tenemos que interrogar. El hecho de que muchas personas de izquierdas, incluso radicales (hasta los protagonistas de los precedentes ciclos de lucha), hayan elegido a Grillo “porque no hay otra cosa” es comprensible. No es con ellos con los que polemizamos. Pero estamos convencidos de que el M5S sea una falsa solución, y de que el “no hay otra cosa” sea una consecuencia de la “apropiación” que decíamos: si a cada movimiento se le superpone la cara de Grillo, es inevitable tener la impresión de que solo él se movilice. Hay que romper el embrujo, y al mismo tiempo, hay que poner en marcha un duro trabajo de reconstrucción.
Hablabais de los No Tav. El 23 de marzo todos los diputados del M5S irán a Val Susa a manifestarse en contra del TAV; una señal fuerte, el movimiento que hace suyas las reivindicaciones del valle. Y esto se podría repetir con otros movimientos. ¿Cómo puede ser compatible esta simbiosis con un movimiento real con el esquema de derechas del M5S?
Tendrían que ser ellos los que explicasen cómo se concilia el apoyo a un movimiento que no teme recurrir a la ilegalidad y que ha practicado incluso el uso de la fuerza, con una concepción de “honestidad” que se limita a no “tener antecedentes”. Incluso esta es una contradicción que el activismo frenético y vistoso intenta ocultar: se corre de acá para allá precisamente para no afrontar de verdad ninguna cuestión de fondo.
¿Podéis poner un ejemplo de una “cuestión de fondo” que no quieran afrontar?
La “renta básica de ciudadanía”: la evocan continuamente, y esto era ya un viejo tic del movimiento “antagonista”, sobre todo de un cierto post-obrerismo un poco… “flower power”. ¿Pero qué se entiende por “renta básica de ciudadanía”? La cuestión se subdivide ulteriormente en dos: ¿qué se entiende por “renta”? ¿Es un subsidio de paro? ¿Es un salario mínimo? ¿Son mil euros por cabeza? Y además, ¿se obtiene gravando a los ricos o eliminando las pensiones y recortando todos los salarios públicos? Seguramente el ultraliberal Casaleggio apuesta por la segunda hipótesis, ¿pero están todos de acuerdo? Y además, ¿qué se entiende por “ciudadanía”? ¿Es el principio universalista que nació con la Revolución Francesa o su declinación nacionalista de derechas? ¿Es el ius soli o el ius sanguinis? Mi vecino de casa de piel oscura, cuyos hijos van al colegio con los míos, ¿está incluido o no? Considerando ciertas manifestaciones racistas provenientes de exponentes del M5S y del mismo Grillo, diríamos que no está incluido, y que la “renta básica de ciudadanía” vendría asignada según criterios chovinistas.
“Apoyáis” la rebelión de la base del movimiento contra el vértice del M5S y la misma base. ¿Pero de qué base estamos hablando, dado que en el M5S encontramos al trabajador precario y al falso autónomo, pero también al pequeño empresario en crisis o al pensionista?
Sobre este punto se ha generado un malentendido. Por “apoyar la rebelión dentro del M5S” nosotros entendemos el deseo de que las contradicciones se intensifiquen y exploten. Esto no hay que confundirlo con un discurso ingenuo sobre las bondades de la base: en la base hay numerosos fascistas y gente que hasta ayer se exaltaba por Bossi o por Berlusconi; está incluso aquel tipo del M5S de Pontedera que ha difundido un comunicado racista escalofriante [4], está aquel grillistasardo que ha comparado el matrimonio gay con la unión con animales [5] … La “base” no es “buena”, incluso esto sería un esquema de derechas, un modo de incluir subrepticiamente el discurso del “Pueblo” contra la “Casta”, allí donde en este caso la casta son Grillo y Casaleggio. No, nosotros deseamos rupturas verticales y horizontales, y sobre asuntos concretos. Serán las batallas puntuales las que pongan a los grillistas “de izquierda” frente a decisiones que no se pueden seguir aplazando.
¿Creéis que Grillo aceptará la oferta de pactar para no acabar como en Grecia?
Casaleggio, que con toda certeza es un devorador de manuales de marketing como Thriving on Chaos de Tom Peters, se estará preguntando cómo mantener la imagen del M5S como “gran agitador” incluso en una fase como esta, donde habrá que tomar alguna decisión concreta, y donde para cada decisión concreta habrá que sacrificar algo (y a alguien). En cualquier caso, sea la que sea la ruta elegida, las contradicciones expuestas no se podrán ocultar por mucho tiempo.
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En Noviembre de 2012 el Ayuntamiento de Pontedera organiza la iniciativa “Pontedera Sono Anch’io” (Yo También Soy Pontedera) [http://www.comune.pontedera.pi.it/evento_calendario/eventi-2012/pontedera-sono-anchio] para conceder la ciudadanía honoraria a los niños extranjeros hijos de inmigrantes residentes en Pontedera. Durante la ceremonia, militantes del movimiento ultraderechista Forza Nuova  [http://it.wikipedia.org/wiki/Forza_Nuova] irrumpen en el teatro donde se celebraba el evento. Se convoca entonces una manifestación antirracista que pide el cierre de Forza Nuova a la que el M5S de Pontedera decide no participar, enviando un comunicado [http://teatridellaresistenza.wordpress.com/2012/11/19/il-razzismo-dei-grillini-e-meglio-di-quello-di-forza-nuova/]
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Una revolución democrática

Propuesta de lectura para el fin de semana: una intervención de Ángel Luis Lara, sociólogo y profesor de sociología, guionista de televisión y profesor de guión, sobre el debate abierto en torno a la necesidad de un «proceso constituyente» que redefina las reglas de juego de la vida en común. Lo que Ángel llama «una revolución democrática». Esa revolución no se agota en lo electoral, no obstante tiene en lo electoral un campo de acción. Pero, ¿cómo desbordar la racionalidad electoral que reduce la democracia a votar? ¿Cómo puede ese proceso constituyente ser una prolongación de la nueva lógica y cultura política que se despliega hoy en las redes, las mareas y las plazas? Se requiere una nueva racionalidad. De otro modo, nos encontraremos dando vueltas en un laberinto: reproduciendo por distintos caminos lo ya existente.


Decía Jesús Ibáñez que para derrotar a un sistema hace falta poner en juego una lógica superior a la de ese sistema. Por superior Ibáñez entendía de una complejidad mayor. El 15-M nos ha regalado, sobre todo, la puesta en juego de un grado de complejidad que ha desbordado las concepciones tradicionales de lo político, sus lenguajes convencionales y sus formas clásicas de subjetivación. Por eso hay quienes han propuesto entender el 15-M a partir de la enorme complejidad que ha activado, no como un sujeto o una organización, tampoco como una estructura o un punto fijo al que resulta posible adscribir una identidad o que puede ser sujetado a las coordenadas de los imaginarios políticos de lo instituido. Tampoco como una etapa en un camino, sino más bien como un caminar. Algunos han propuesto la idea de un nuevo clima que ha hecho que sean posibles cosas que antes resultaban inimaginables. Algo parecido a eso es a lo que Georges Lapassade y René Lourau llamaban un “analizador”, un acontecimiento que expresa las contradicciones y los límites que definen una realidad instituida, al mismo tiempo que desvela lo instituyente que yace aplastado bajo esa realidad y, al hacerlo, desarregla lo instituido.
Las dicotomías destacan entre las lógicas sistémicas a las que el analizador 15-M parece haber infringido una derrota más significativa. Las lógicas dicotómicas han encogido frente a la complejidad de las conjunciones imprevisibles que se han desatado en las plazas y en las mareas. También frente al convencimiento colectivo de que la democracia no puede consistir en un acto de elección entre una cosa u otra, sino que debe remitir a una experiencia de convivencia en la que no sólo podamos elegir ninguna de esas dos cosas, sino que, sobre todo, tengamos la posibilidad como sociedad de la distinción y la construcción de múltiples alternativas. Algunos han nombrado la derrota de la lógica dicotómica como el futurible fin del bipartidismo en nuestro país, congelando su potencia en la esfera de la representación política. Sin embargo, es muy posible que la ruptura del orden dicotómico tenga que ver más con elementos de una profundidad mayor.
Es en este sentido en el que pudiéramos pensar que la victoria más importante del analizador 15-M tal vez sea la crisis, ojalá irreversible, de la clásica dicotomía entre medios y fines. No es sólo que en nuestros actos, nuestros gestos, nuestros dolores, nuestros deseos y nuestras profundas conversaciones en los últimos dos años hayamos entendido que, lejos de lo que imponen los cánones tradicionales, los fines no pueden nunca justificar los medios. Es, además, que nos hemos convencido juntos de que, como diría José Agustín Goytisolo, eso es el mundo al revés y que, más allá de que deban ser los medios los que justifiquen los fines, hemos aprendido que, para derrotar al insoportable mundo al revés en el que vivimos, los medios que utilicemos deben contener ya en sí los fines que perseguimos. El cansancio generalizado y la indignación con la impunidad de los poderosos ha extendido el convencimiento de que no todo vale y de que no sirve cualquier forma. Es muy probable que sea precisamente esa preocupación multitudinaria la que en las plazas y en las mareas haya renacido la política como ética.
A partir de esa preocupación, en el último año se ha generalizado una interesante y vital conversación en torno a la pertinencia de activar socialmente un proyecto constituyente. Cuando hablamos de proyecto constituyente nos referimos generalmente a un proceso político de construcción de un nuevo marco de convivencia realmente democrático, a partir de la superación del régimen y la Constitución del 78. Se trata de una revolución democrática transversal que entre sus campos de acción considere también la esfera electoral, susceptible de ser convertida por la radicalización democrática de los movimientos de lucha actuales en un espacio de potencial carácter constituyente. Sin embargo, los procesos electorales usuales son de una lógica inferior a dichos movimientos: el 15-M, las mareas, la PAH y la mayoría de prácticas y experiencias de nueva institucionalidad que desde la autonomía de lo social se han activado en los últimos años en nuestro país son de una lógica superior al juego electoral. Las elecciones tienen casi siempre la forma de un laberinto: sólo ofrecen salidas interiores.
El reto que tenemos ante nosotros y nosotras es cómo atravesar el fenómeno electoral con una lógica superior, es decir, cómo podemos desbordarlo. Frente a dicho reto, no todo vale ni sirve hacer lo que sea, tampoco hacerlo de cualquier manera. Pese a la acuciante urgencia con la que afrontamos la necesidad de frenar el azote de destrucción que soportamos y de que nos vaya la vida en ello, la prisa será siempre una mala compañera. Si aceptamos las reglas lógicas del juego electoral, en las que, como ocurre con la propia democracia formal y representativa, siempre prima la forma sobre el contenido, quedaremos atrapados en su laberinto. Tal vez, para empezar, nos sirva con observar lo que las personas ya estamos haciendo: la cualidad radicalmente democrática de la PAH y de las mareas, por ejemplo, reside en su carácter abierto y participativo. Son experiencias en las que cualquiera puede participar y con las que cualquiera puede sentirse identificado. Esa debería ser, probablemente, la primera piedra de todo proyecto constituyente de intervención a través del orden electoral: no puede ser de nadie en particular, porque tiene que poder ser de cualquiera.
Sin embargo, cuando hablamos de proceso constituyente no sólo nombramos la conveniencia de superar de forma realmente democrática la Constitución y el régimen del 78. Hablamos también de la necesidad de transformar dicho régimen de manera integral, no dando por buenos ni admitiendo como naturales sus imaginarios, sus formas de subjetivación y sus artefactos discursivos, en definitiva, los marcos en los que la cultura de la transición ha encerrado nuestro país y la política durante casi cuarenta años. En este sentido, hacer del proceso constituyente una experiencia participable por cualquiera va a requerir, entre otras muchas cosas, que nos liberemos definitivamente de la dicotomía izquierda/derecha como vector de sentido. Es algo que, de manera natural, ya ha ocurrido en las plazas y en las mareas. Se trata tal vez de la premisa básica para que el proceso constituyente pueda ser realmente de cualquiera.
Nuestro tiempo es el tiempo de la posibilidad real de una revolución democrática en nuestro país. Decir revolución hoy significa reconocer explícitamente que lo que nos jugamos es un órdago: en un escenario como el actual, las personas y los movimientos sólo podemos aceptar el juego electoral si es para ganarlo. Sin embargo, ganar no significa obtener más votos, sino articular mayorías capaces de constituir una nueva cualidad de instituciones en un marco realmente democrático de relaciones sociales y de convivencia. Para ello no parece muy apropiado que resucitemos a viejos personajes de una vida institucional anterior, por muy iluminados que se nos aparezcan, ni que volvamos a izar las carcomidas banderas de las vanguardias.
De alguna manera, somos muchos y muchas las que intuimos que no se trata de ocupar una posición en el tablero de juego de lo existente, sino de construir un tablero de juego completamente diferente. Es tal vez a eso a lo que se refiere Jacques Rancière cuando dice que necesitamos sacar la política del campo del enemigo o que hacer algo “contra” no construye un comunismo positivo. En cualquier caso, no parece que la potencia del nuevo clima nacido en las plazas y en las mareas de nuestro país vaya a ser capaz de expresar y organizar su complejidad mediante la restauración de una izquierda inservible que es parte del problema, la propuesta de frentes o el delirio de “robespierres” y guillotinas en la Puerta del Sol. Definitivamente, cuando hoy hablamos de revolución deberíamos estar hablando de otra cosa. No tengamos miedo de desinventar sujetos o de usar palabras que todavía no tengan idioma, porque como decía José Bergamín, el camino se hace siempre huyendo del camino.

Conversación de Juan Pablo Maccia con Carta Abierta


La política se arruina cuando se hace de la opinión un negocio



Durante el mes de febrero la Juventud de Carta Abierta organizó una serie de encuentros para charlar de forma abierta con militantes e intelectuales que sostienen diferencias amables con el kirchnerismo. A continuación publicamos el encuentro con Juan Pablo Maccia. Agradecemos la gentileza del envío a Ricardo Foster.
JCA.  -¿Por qué publicar hoy en un blog, en tu cao Lobo Suelto!, y cómo definís tu apuesta por la comunicación política en el actual contexto de la “batallas de las ideas”?

JPM: -Lo único que retengo de mi paso frustrado por la carrera de comunicación, en Rosario, es lo siguiente: que la comunicación es el peor de los clichés. Que pasa por ser la respuesta a todos los males cuando en realidad se trata del más pesado de los lastres. Esto funciona, sobre todo, para el discurso que se quiere político. Lejos de toda pretensión de comunicar algo del orden de las imágenes y los sentimientos (eso que hoy pasa por lucha “hegemónica”) apuesto por la paradoja y el simulacro dado que sólo encuentro verdadera fiesta en la incomunicación. Eso es lo que extraño del 2001 y de ciertos momentos excepcionales del gobierno de Néstor: un escenario político en el cual felizmente teníamos poco y nada que decir y todo por experimentar en el nivel de la creación de lazo, de imaginación, de economías en diversos órdenes.

Es cierto que hoy publico principalmente en medios electrónicos, blogs y diarios digitales, de hecho en este momento es mi única actividad pública, pero éste es para mí un fenómeno muy nuevo. A fin del año pasado escribí sobre  un extraño libro llamado Posthegemonía, de un tal Jon Beasley-Murray, que aporta una argumentación que me interesa mucho. Él dice que está harto –y lo dice de un modo realmente muy sencillo pero verdadero– del carácter culturalista con que se recubre la política “populista”, en el sentido positivo con que se usa hoy entre nosotros el término. Él se pronuncia por un retorno a los afectos y a los hábitos (es decir, una dimensión ajena a la representación), como lo real de la política.


Lo que me gusta de esta posición es que se interesa por la política fundada en las intensidades. Y que confía mucho menos en el aspecto retórico. No se trata de una desconfianza ingenua de la lengua, sino de una nueva atención a la sensibilidad y a los problemas que surgen de la estructura material de nuestras sociedades antes de ser organizados por el régimen mediático y representativo. Creo que, contra lo que dicta la actual profesionalización de las militancias, una sensibilidad de este tipo requiere de mucho laburo, de pensamiento en serio, cosa que la mayoría de los intelectuales públicos más talentosos han ido abandonando en favor de un tipo mucho menos interesante de intervención, ligada a un ideal de la batalla política puramente argumentativa, pseudo-belicista, muy verbal y excesivamente preocupada por cuestiones de estilo.

JCA: ¿Y cómo concebís entonces el compromiso político en tu tarea?

JPM: -Lo que yo siento, la verdad, es que buena parte de los intelectuales, así como una mayoría de los militantes y del público “comprometido”, dan vida a una formidable división ideológica, muy importante por razones que todos conocemos, pero que por desgracia tiende a agotarse casi exclusivamente en el reino de la opinión. Encuentro que en el presente lo importante es mostrarse con una opinión. Es la gran satisfacción. La opinión política se ha convertido en la actualidad en uno de los códigos sociales más difundido. Es una gran novedad, digo, el hecho de que el discurso político funcione según la los requerimientos de una ecuación mercantil del tipo: tener una opinión = tener una identidad. Es como tener un valor propio para circular. Y ojo que no es una boludez, se invierte mucho esfuerzo en todo esto, en adquirir una opinión, en confrontarla, en defenderla a muerte. Lo curioso de todo esto es que la opinión nunca implica una práctica. Las prácticas han desaparecido bajo el rubro emergente de la pura opinión. Creo que la política está en problemas cuando se reduce a este juego.

Respondo más directo, entonces. Me interesa la política, desde ya, pero la política es para mí, si se me disculpa el exabrupto setentero, “creación y lucha”. Cuando digo que la política se da en el nivel de las prácticas hablo, como es lógico, de las prácticas inseparables de la cuestión del poder. No me interesa demasiado el discurso del que “sabe” de política, el discurso que en definitiva tributa a la cosa universitaria. Menos aún el discurso periodístico, que se ha vuelto muy pobre. En fin, no me siento contento con las retóricas que hoy nos gobiernan, porque las veo animadas por una tendencia muy despolitizante.

JCA: -Es extraño esta afirmación en un período de politización tan intensa, sobre todo de la juventud… 

JPM –Pero es que justamente desconfío de lo que hoy se llama “politizarse”. Al contrario de lo que se suele escuchar y leer casi en todos lados, mi impresión es que la política surge de los conflictos materiales de la vida en su conjunto. Y si bien la retórica es parte de cualquier política (y no dudo de que, efectivamente, vuelve a existir hoy un condimento político en los discursos sociales) no me resulta admirable el hecho de que la verba del sujeto político se autonomice, se aparte a tal punto de los problemas que van surgiendo, del modo en que surgen, digo. Los problemas políticos son sobre todo de mucha complejidad y están ligados a problemas como el trabajo, la infraestructura, la tenencia de la tierra, el tipo de tecnologías a las que tenemos acceso, la imagen de felicidad y de desarrollo (es decir, de bienestar) que estamos consumiendo, en fin, toda una gamas de cuestiones que son inseparables de un enfoque a fondo de lo que podemos seguir llamando, ¡por qué no!, la lucha de clases.

JCA: -No comparto tu desprecio por la opinión… me hace recordar lo que dice Rancière del “odio a la democracia”.

JPM: -No tengo gran simpatías por el señor Ranciére (como sabrán, hace poco se pronunció en contra de la re-relección presidencial con una irresponsabilidad que, en definitiva no debería sorprendernos tanto). Pero vuelvo, entonces, a la opinión. El punto, para mí, es que la opinión deja de ser la sustancia común de la democracia cuando es trabajada al modo del mercado. Yo rescato totalmente la opinión como expresión genuina de las pasiones, de la capacidad de deliberación entre iguales, pero creo que hoy no debemos ser ingenuos con el modo en que funciona el “régimen de la opinión” como parte de una administración comercial muy desarrollada.

En este contexto, me parece que hay que dejar atrás toda una épica del “dar la palabra”. El periodista comprometido no tiene nada ejemplar que hacer o decir, sino que su valor depende de su capacidad para participar de modo sensible (es decir, inteligente) en el  enhebrado colectivo. Se trata hoy de devolverle a lo colectivo su capacidad de variación. Y para eso tenemos que enfrentar la estructura emergente del poder simbólico que pretende instalarse de forma ominosa e irreversible. Me refiero, de nuevo, al hecho de que la opinión se vaya transformando en una fuente –a veces muy notable- de renta simbólica, como parte de un mercado surcado por todo tipo de intereses económicos y afectivos que no tienen ya nada que ver con lo que me parece que es la interrogación política.

JCA: -Pero entonces, ¿qué sería para vos la política?

JPM: -Yo creo en lo que llamo “la interrogación política” como brújula de las militancias. No es nada raro, sino lo que pasa cada vez que los acontecimientos nos fuerzan a actuar sin libreto. Este tipo de virtuosismo sólo existe hoy en el kirchnerismo. Sin embargo su modo de existencia es paradojal: se nos ofrece cada día como espectáculo a la vez que se nos veda a nivel de la experiencia cotidiana (es el sentido de programas como 6, 7 y 8, que todos los días nos cuentan muy pedagógicamente qué pensar ante lo que pasa).

Pensemos nomás en lo que pasó durante este verano. Es más fácil hablar sobre la Fragata, o sobre el escrache a Kicillof que sobre los saqueos, o sobre lo que Diego Valeriano viene llamando el “capitalismo runfla” (piensen, sino, en lo que sucede estos días con la violencia narco y policial en los barrios del Gran Rosario). Mientras que la primera serie de acontecimientos son “fáciles”, porque se nos dan de inmediato los recursos subjetivos para tratarlos –y por eso se habla y habla sobre ellos-, los segundos son mas jodidos, y por eso se los hurta del régimen de opinión (o se los manipula de modo indigno, como podemos ver a diario en medios como C5N, Radio 10, la señal de TN y Canal Trece, etc). Para mí, la militancia consiste en plantear desde abajo los verdaderos problemas. Son ellos los que nos hacen crecer, porque nos devuelven una imagen de nosotros mismos que no esperamos, que a veces no queremos, y, sobre todo, que arruina nuestro jueguito de la opinión-satisfacción.

JCA: Me parece injusto que digas que hay cosas que se sacan del debate. Este gobierno puso, como nunca, todos los temas del país en discusión como ningún otro.

JPM: Sin dudas, sin dudas. No quiero ser un boludo quisquilloso (por lo menos, no uno quisquilloso). Lo que digo es que si diferenciamos el régimen de la opinión (donde todo tiene un lugar, y en esto no es nada menor el mérito del gobierno) del debate en serio nos vamos a encontrar con cuestiones que son verdaderamente difíciles de elaborar. Por ejemplo: ¿con quién y cómo se discutió el hecho tan cargado de consecuencias para todos nosotros de que la “salida de la crisis” se desarrollase en base a la exportación de dos o tres granos, en condiciones completamente impuestas por la especulación financiera a nivel del mercado mundial, cuestión que –agrego condimentos nada simpáticos, lo sé bien- posee implicancias sociales desastrosas (lo que es aún más claro si ampliamos la lente hasta incluir a las economías extractivas a gran escala, a cargo de grandes multinacionales y del estado nacional)? Digo, este tema no es un tema abierto a la discusión. Podes, desde luego, ensayar una “opinión” y, va de suyo que todos queremos tener una posición al respecto sea del tipo “no a la minería” o al contrario, una afirmación del “crecimiento con inclusión”, bancándote estos costos. Pero, de hecho estas opiniones en torno de las cuales surgen las mayorías y las minorías, no surgen de un debate profundo. Digo ¿no había opciones? ¿hoy no podemos pensar opciones? Y no es sólo el tema de la soja, repito, son todos los problemas políticos de fondo.

Les doy otro ejemplo más indisimulablemente político: ¿por qué las transformaciones que se hacen hoy desde el gobierno deben apoyarse sí o sí en la estructura del peronismo, en su poder sindical y territorial, si ya es bastante claro, para la cúpula que está hoy –afortunadamente- en el gobierno, que esta estructura es una parte fundamental del problema y no de la solución? La respuesta es sencilla: tal y como sucede con la soja, o con los planes sociales como modo de tratar la pobreza, hay estructuras que debemos aceptar, porque en los hechos se escapan a la discusión política. Se nos presentan hechos duros, inmodificables, que los que bancamos este proyecto nos habituamos a aceptar sin más. Surgen así verdades catastróficas de este tipo: sencillamente no se puede derrotar ni ignorar al peronismo, y entonces hay que admitirlo como base fundamental de apoyo. Y sabemos que no es gratis, ¿no?  Por eso, como les digo, todo esto no se pone en discusión, salvo como parte de las internas, de la tácticas chiquitas, la chicana. Y aclaro de inmediato que si pongo este tipo de ejemplos, que conciernen nuestro gobierno, es porque el resto de las expresiones políticas son demasiado patéticas, no vale la pena hablar de ellas.

JCA: -Aunque yo diría las cosas de otro modo, puedo entender en general lo que decís. Lo que no entiendo bien es cómo asumís tu papel en la batalla de las ideas, desde un espacio que no es “kirchnerista”, aunque vos sí lo seas, sin enfatizar que todos estos problemas que planteás se dan dentro de un proceso innegable de cambios muy positivos en el país y en la región.

JPM: -Sí, sí, por supuesto, en este ámbito estoy dando por sobre-entendido la importancia de los cambios que se dan en muchos campos, y que conocemos de memoria. Tal vez soy anacrónico, pero, como les vengo diciendo, yo creo en la crítica con respecto al propio espacio ideológico. Y lo cierto es que escribo, a pesar de todo lo que vengo diciendo, notas “de opinión” como cualquiera. Pero intento escribirlas sin inocencia, aportando una dosis fuerte de ironía ante tanta paparruchada que nos agobia. El texto que me interesa escribir es el que es capaz de forzar al máximo la veracidad del propio género de “opinión”, poniendo en cuestión –ojalá lo lograse- el valor y el prestigioso del que goza.

En los hechos, mi argumentación busca la apariencia de quien sigue todas las reglas la opinión calificada, que incluso logra anticiparse a ella (como pasó hace poco cuando Beatriz Sarlo hizo referencia a un texto mío), pero por debajo y en el fondo la apuesta pasa por introducir la paradoja, y de introducirla a partir de radicalizar el propio juego de la opinión en el que estamos todos inmersos. Quizás sea un propósito algo triste y no pase de mostrar que en partes vivimos en un juego miserable. No me parece contradictorio con que en otros niveles pasen cosas muy positivas. Creo que vivimos un período “objetivamente fértil” y “subjetivamente estéril”, que muchos prefieren simplificar, llamándolo “apasionante”. Yo creo que hay un poco de ilusión en tanto apasionamiento.

JCA: Pero la pasión y la ilusión son parte de un nuevo clima, luego de tanto desánimo y frustración. Lo que decís me recuerda aquello del “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”…
JPM: ¡Es que estamos atrapados! Cuando pensamos libremente damos una falsa impresión de desanimo. No me parece justo. Aceptar esto es conceder demasiado a las posiciones de las que me estoy quejando. No es cierto que nos falte buena voluntad o ánimo optimista. Si de algo carecemos es de oportunidades reales en las que poner en juego todo el entusiasmo, y hasta el desparpajo del que somos capaces. Pero para eso hay que cortarla con toda esa mojigatería ideológica a la que uno debe someterse cuando habla en público, ¿no creen?
JCA: Lo que yo creo es que hoy el entusiasmo y la libertad no son abstractos, sino que parten de defender claramente el rumbo del gobierno…

JPM: Está bien, está bien, ¿ven? Es desalentador todo esto. También yo banco el rumbo del gobierno. No veo otro (y los que veo son horripilantes). En todo caso, tomo esta charla como ejemplo vivo de lo que digo. Lo que más me interesa, ahora, es buscar un lugar… ¿cómo llamarlo? Digamos, un lugar “inexistente”, desde el cual zafar de toda esta carga tan fastidiosa… yo quiero un espacio con suficiente libertad para sorprenderme de mis propias impresiones e ideas.

JCA: La verdad es que tu posición es bastante inclasificable…

JPM: -Me doy perfecta cuenta. Y de hecho, para mucha gente soy, o bien un operador del gobierno, o bien alguien que está en contra el gobierno (aunque nunca oculté mis simpatías por el kirchnerismo). ¡Y hasta se ha sugerido que mi nombre es falso, un pseudónimo! Gracioso sería que más que una persona de carne y hueso mi nombre tuviera un destino colectivo (“La Maccia”, por ejemplo). Pero lo entiendo, después de todo, mi vida, por fuera de mi escritura, no es más que la de un monotributista de provincias.

Sucede que me llevo mal con la cultura “progre”. En mi vida personal tomo posiciones firmes, pero no creo en eso de “tomar de la palabra” como modo de amplificar mi subjetividad. En este terreno –y espero que sólo en este- me siento más bien un liberal clásico. Para mi la palabra pública tiene que ser siempre crítica y nunca apologética. Y con relación a la escritura, les confieso que me repugna cuando se trata meramente de trasladar al texto de una opinión que se tenía de antemano. No veo dignidad alguna en esta tarea. Escribir es algo muy distinto, más vinculado con un proceso “involuntario” en el cual uno adquiere conciencia de quién es realmente y qué lugar ocupa en el flujo de la mente social. Creo que recordar que Sartre tenía este tipo de reflexiones sobre la escritura en relación a una libertad y no a una autolimitación de tipo moralista (no sé si luego él mismo no se habrá traicionado en esto).

JCA: En algunos de tus textos tomas a las generaciones como objeto de reflexión política. Si recuerdo bien, sostenes allí que tanto la generación que militaba en el 73, como la juventud que actualmente ingresa a la política arrancan con experiencias históricas primaverales, mientras que situás a la que protagoniza el 2001 –en  la que te inscribís- como “otoñal”…  ¿es así? ¿Los que tuvieron la experiencia de “militar contra el estado” hoy se sienten más proximidad con las cacerolas que del kirchnerismo?

JPM: Aclaro que mi generación es la de los “setentas”, la de quienes nacimos en los setentas. Somos los hijos de la década loca y siniestra de la de historia nacional. Mi generación, que hizo su bautismo luchando contra el poder, contra el estado (la dictadura, la impunidad, el estado neoliberal) no puede ser hoy cacerolera. Es algo que no logro entender. La palabra “dictadura” es demasiado importante como para que quede en manos de los descerebrados que “toman la palabra” y usan las redes sociales pidiendo “libertad”.

Estoy convencido, y lo escribí en mi última nota, que para nosotros lo político es totalmente inseparable de una larga reflexión sobre la relación entre capitalismo y dictadura, un tema clásico –muy caro para Lenin, que para mí sigue siendo el gran maestro de la política- que estamos obligados a pensar en nuevas condiciones. En ese artículo me pregunto si nuestra cultura política ligada al rechazo de la dictadura y de todo autoritarismo (Hebe y Foucault, digamos), es un capital a reactivar para enfrentar o, al contrario, un nuevo lastre que nos impide asumir los nuevos problemas.

¿Sigue siendo el del terror el fundamento de la hegemonía del capital y de las finanzas? ¿O debemos abandonar definitivamente esta tesis leninista, con rumbos desconocidos asumiendo, por ejemplo, como hoy dicen muchos, que el mundo neoliberal o post-neoliberal va dejando atrás el núcleo duro de la violencia, el autoritarismo y la dominación? No veo que se pueda comprender el significado histórico que tiene el kirchnerismo para mi generación sin ensayar alguna idea –aun si provisoria- respecto de de estas cuestiones.

JCA: Mientras te escuchaba pensaba que por momentos ligas tus comentarios a la crítica de las izquierdas al kirchnerismo (que es banal, que es falso) y por momentos pareces tomártelo muy en serio, como el síntoma real de este presente. 

JPM: Es que el momento actual es el de una mezcla muy extraña entre motivos muy caros, muy profundos e importantes con una dosis impresionante de banalidad, también en los actos de gobierno. Muchas veces me pregunto de dónde surge este sentimiento de que todo es tan trucho, y no encuentro una respuesta acabada: ¿surge del modo de apelación a la juventud? Es evidente que, como decíamos antes, es un tema –el generacional- bastante clave y bastante patético por momentos; ¿proviene del contraste entre una retórica militante y una contraparte que se revela (como decirlos…) de una fuerte subjetividad consumista?; ¿o procede más bien del hecho de que banderas como la de los derechos humanos quede en manos de cuadros del PJ? Seguramente es una mezcla de todo esto.

JCA: Bueno, vamos terminando, esperamos que te hayas sentido cómodo, ¿querés agregar algo más?

JPM: -No, sólo decir que para lo difícil realmente jodido de esta época es que para hablar de estas cosas tenés que inventarte un personaje. Porque siempre va a pesar sobre vos la pregunta ¿“desde donde hablás”? Y yo detesto la identidad personal como lugar de elaboración política. No creo en la coherencia, sino en la inspiración. Creo que somos unos cuantos los que vivimos estos años haciendo de nosotros mismo una máscara. Nietzsche –y parece termino como empecé, recordando textos mal leídos hace demasiados años-  hablaba de esto, creo. Una máscara es un falso rostro que no esconde debajo nada auténtico. Lo único que importa en el enmascarado es la mutación de los rasgos que habilita. Y al final la máscara, que pretendía ocultar bajo unos rasgos inconmovibles una forma demasiado débil para exponerse por sí misma, acaba siendo ella misma el objeto de la mutación, la fisonomía alterada. Y todo esto sólo puede decirse con humor, con sano humor.         

Pintando Venezuela de «rojo-rojito»

por Pablo Stefanoni

Pocos imaginaron a finales de los 90 que el nacionalismo popular retornaría al continente de la manera en que lo hizo en la década de 2000. Y sin duda Hugo Chávez fue el que, desde su llegada al Palacio de Miraflores, en 1998, allanó el camino hacia el llamado “giro a la izquierda” latinoamericano. Apelando a una metáfora gastronómica que él mismo utilizó, no solamente sancochó a las elites tradicionales venezolanas, sino que casi ninguna elección de la región –desde México hasta Argentina, pasando por Perú o Colombia– dejó fuera al líder bolivariano, a menudo transformado en un fantasma omnipresente. Como todos los grandes personajes, Chávez fue ideológicamente complejo. Pero básicamente –apelando al cristianismo popular, al antiimperialismo militar y a un igualitarismo socialista más o menos genérico– reconstruyó una tradición antiimperialista muy cara a los latinoamericanos. Si Chávez fue socialista, es porque era antiimperialista, no al revés. De a poco, se fue sacando de encima a asesores ideológicos como el argentino Norberto Ceresole –un nacionalista de derecha y antisemita– y dejó de lado la faceta anticomunista propia del nacionalismo militar latinoamericano clásico. Con todo, eso no le impidió conservar una visión bastante organicista de la sociedad, sustentada en la pirámide caudillo-Ejército-pueblo. El latinoamericanista Marc Saint-Upéry captó bien el lugar político-simbólico de Chávez en su libro El sueño de Bolívar, al señalar que Chávez era una suerte de Perón y Evita en una sola persona. Si era un militar con tintes mesiánicos y salvadores, eso no le quitaba la cuota de rebeldía y “vulgaridad” plebeya. Bastaba ver su programa Aló presidente para que estas dos dimensiones tomaran la forma de una orden marcial de expropiación o de un show donde podía cantar, repartir heladeras, besar niños, anunciar que tendría sexo con su esposa (antes de separarse) y un largo etcétera que podía durar el domingo entero.


Más que comenzar a “construir con la gente una sociedad alternativa al capitalismo” –como escribió estos días Marta Harnecker–, lo que Chávez logró en 14 años fue romper el techo de cristal que en la Venezuela saudita impidió la participación política, económica y simbólica de gran parte de la población, buena parte de ella negros y mestizos como él mismo, a quien las elites solían llamar “mono negro”. Eso es más que clientelismo, como leen restrictivamente los antipopulistas. 

Pero si el presidente venezolano tuvo un enorme éxito en crear una identidad política popular en torno a su liderazgo, el chavismo tuvo menos resultados a la hora de poner en pie un nuevo modelo socioeconómico. O lo que en Venezuela suele sintetizarse en la expresión del escritor Arturo Uslar Pietri: “Sembrar petróleo” (1936). Los sucesivos experimentos de propiedad cooperativa, comunal y otras formas “socialistas”, se toparon con numerosas dificultades que derivaron en nuevas experimentaciones. Más que crear una burguesía nacional, su modelo benefició a la burguesía brasileña. En parte, todo ello se enfrentó a una realidad sociológica: una sociedad rentista e hiperconsumista. Chávez mismo predicó contra el consumo de whisky escocés en enormes cantidades, operaciones de los senos como popularizados regalos de 15 para las niñas venezolanas, la nafta casi gratuita y otras costumbres “miamenses” con las que chocó el socialismo del siglo XXI. Y en el propio chavismo surgió la llamada burguesía bolivariana o boliburguesía. Tampoco los aliados tomaron tan apasionadamente sus ideas anticapitalistas. “Hugo, dejate de joder con el socialismo. Eso es cosa del pasado”, dicen que le dijo Néstor Kirchner en una oportunidad.


Chávez era un gigante animal político y una máquina de tomar iniciativas. En ese sentido, si él mismo se consideró la espada de Bolívar, Maduro será ahora la espada de Chávez, sostenido en la legitimidad de haber sido nombrado su sucesor por el propio comandante, pero lejos de ser el líder indiscutido y enfrentado a una compleja situación económica. Chávez le dejó una inmensa base de chavismo popular “rojo-rojito” –y activas estructuras de poder comunal–, que al parecer le permitirá ganar cómodo las elecciones y desde ahí tratar de construir su propio liderazgo. 

Desapareció un joven boliviano cantante de hip-hop

por Martín Cortés 
(http://cosecharoja.org/) 

Guzmán Apaza Velasco vino solo de Bolivia hasta el Río de la Plata. Toda la contención que tenía estaba en “la movida”, como llamaban sus integrantes al grupo de hip-hop que formaban. Cada uno tenía un rol artístico: Guzmán cantaba y tenía armada una pequeña productora. Pero el funcionamiento del grupo era como el de una familia. Y, de hecho, fueron los primeros en empezar a buscarlo cuando desapareció.
Guzmán no podía vivir de lo que le gustaba, como tantos otros. Un joven boliviano que llega con su conciencia como toda compañía, bajando metros desde los 4.000 de El Alto, ese anexo clase B de La Paz, hasta Buenos Aires, pegada al río, y triunfa como cantante de hip-hop: no da para mucho más que un guión de Hollywood. La realidad la vivía Guzmán de lunes a viernes en el taller textil de Palermo en el que trabajaba, no muy lejos de la habitación que alquilaba con otro compañero, en Juan B. Justo y Goya. Eso le permitía vivir y mandarle algunos pesos a su madre, el único familiar directo que tenía allá arriba. Ese viernes 22 de febrero, Guzmán salió del trabajo y fue con un grupo de amigos para Flores, la patria boliviana en la ciudad de Buenos Aires, donde, de la plaza a la villa 1-11-14, una masa cobriza va de acá para allá, trabajando, divirtiéndose, viviendo. El grupo fue a comer a “La Sole” y de ahí a otro bar, “Mi Bolivia”, a hacer la previa antes de ir a bailar. Allí hubo una pelea que quebró la noche: dos chicas del grupo tuvieron una discusión fuerte que obligó al grupo a separarse. Guzmán se quedó con Cintia Chávez en el bar, una de las contendientes, mientras el resto del grupo enfiló hacia el boliche.
En este punto comienza el desatino. Cintia le pidió a Guzmán que la acompañara a la casa, a pocas cuadras, a buscar una campera y un pen-drive que tenía el joven que vive con ella. Guzmán esperó en la calle y, cuando Cintia bajó, él ya no estaba. Lo buscó por los alrededores y volvió a la casa, suponiendo que Guzmán se había ido a bailar con el resto del grupo. El resto del grupo supuso que él se había quedado con Cintia, por lo cual tampoco se alarmaron. Pero hay un problema de horarios: según Cintia, el momento en que subió y bajó (no más de diez minutos) fue alrededor de las 12 y media de la noche. Y el joven que tenía el pen-drive, que se levantó enojado porque tenía que trabajar al día siguiente, dice que esto sucedió a las 2 y media de la mañana. En ese período, algo pasó con Guzmán.
¿Es posible que el joven se fuera por su propia voluntad hacia algún lugar desconocido por sus amigos? A decir verdad, no. El compañero de trabajo que vive con él en Palermo no se alarmó ante su ausencia durante todo el sábado porque era común que pasara el fin de semana con su novia. Pero ese domingo 24 tenían que mudarse a otra habitación y dejar lugar para el nuevo inquilino en la anterior. Pero Guzmán no apareció. La dueña de la casa llamó a la novia para avisarle y ésta tuvo que sacar las cosas y llevarlas a otro lado: su ropa, equipos, dinero y documentos. Recién entonces fueron a realizar la denuncia a la comisaría 38º de Flores como “averiguación de ilícito”. El siguiente paso fue visitar el consulado, hospitales y morgues, sin noticias. También consultaron por las cámaras de seguridad ubicadas en las inmediaciones: tres en total, de las cuales dos no funcionaban y la otra no dio ninguna pista sobre el paradero de Guzmán. El lunes 4 de marzo llegó la denuncia a la fiscalía que subroga el doctor Marcelo Munilla Lacasa, y ayer llegó la madre del joven de Bolivia. La noticia está circulando por las radios de la colectividad boliviana y hoy se realizará una marcha en Nazca y Rivadavia a las 17 horas. Todo haciendo una sola pregunta: ¿Dónde está Guzmán Velasco?

Apuntes sobre gobiernos de izquierda e ideas de izquierda


Las formas democráticas

Alain Badiou dice que el siglo XX fue el siglo de la forma institucional del partido político, y que la política futura solamente podrá ocurrir, en tanto política, por fuera de la forma partido. El partido es el dispositivo que “politiza” al movimiento social al inscribirlo en el aparato del Estado en la modalidad de una representación de sus demandas o intereses: operación de la cual cabe deducir que el movimiento no es político y solamente cobra una existencia y una dimensión políticas al estar inscripto en el Estado bajo la forma genérica del partido. El movimiento es social y el Estado es político, y el partido es entonces lo que conduce lo social a lo político. Badiou razona que el movimiento es ya político y que el Estado tiene más que ver con el poder y la burocracia (enemigos, en suma, de la política), y que por tanto la política sería una práctica que se relaciona menos con la representación que “empodera” al movimiento social en el Estado, que con una cierta paciente organización del movimiento insurreccional en cuanto tal (las insurrecciones obreras en la Comuna de Paris, digamos). Slavoj Zizek, por otra parte, sugiere que la lucha anticapitalista contemporánea pasa menos por Marx que por Lenin, en el sentido en que el problema es menos el de saber cómo funciona y cómo nos determina el sistema capitalista (cosa que más o menos sabemos, ya que no es tan misteriosa) que el de saber “qué hacer” para luchar contra él. Y sabido es que Lenin fue el gran teórico de la forma partido en los movimientos insurreccionales o revolucionarios en el siglo XX: partido de vanguardia, partido de masas, momento de alianzas y frentes populares, etc. Se puede observar que las posturas de Badiou y Zizek son contradictorias sólo en apariencia: Zizek, supongo, quiere remitir a una especie de desconcierto generalizado de cierta élite intelectual politizada y anticapitalista que, sabiendo cómo funciona el enemigo, cómo domina, qué ontología lo sostiene y lo mueve, etc., está de todos modos absorto en una especie de estupor catatónico porque no tiene la menor idea de qué hacer. Son tiempos —oh, la novedad— de capitalismo global, mercantil, desregulado, que todavía parece vivir un romance fuerte y glorioso con la forma democrática en tanto reino de los medios de comunicación, la opinión pública y la volatilidad de la masa, el sufragio libre y la libertad de consumo. Todo apoyado, cada vez más tristemente, en el mito desarrollista, y en el fetiche técnico del número, la cifra y el porcentaje, y en el recetario liberal de los 80-90 (empequeñecimiento del Estado, control del gasto público y fiscal, terror al monstruo inflacionario, pago obediente de deudas a los organismos multilaterales como forma de acceso a buenas calificaciones y a nuevos créditos, fomento casi prostituto de la inversión extranjera directa, etc.).


Por otra parte, Jacques Rancière ensaya una defensa filosófica de la idea de democracia, considerando que la pulsión antidemocrática reprimida o la ira o el odio al demócrata (al confundirlo con el consumidor hedonista o lumpen incapaz de trascendencia o de idea colectiva alguna, típico producto del capitalismo tardío) trae inevitablemente de regreso la basura conservadora, reaccionaria y hasta protofascista (restauradores de las antiguas jerarquías, revalorizadores de las figuras “tutelares clásicas del padre o del teniente” —como dice Daniel Bensaïd—, gobiernos de técnicos o iluminados, intervenciones autoritarias o retrógradas verticalistas en nombre del republicanismo o aún de la universalidad, etc.). Mientras tanto, Badiou sostiene que es importante hoy mantener la valentía de definirse como “antidemócrata”, y también apela, razonablemente, a argumentos filosóficos: “democracia” es una palabra demasiado sucia ya, indisociable del capitalismo liberal de mercado, y conviene no solamente dejársela al enemigo, sino re-usarla para definir al enemigo.

Y estas observaciones no son meramente anecdóticas. Expresémoslo en términos rodonianos: ¿debe caer la propia democracia como máscara del carnaval calibanesco pragmático, del triunfo de los Estados Unidos y del mercado salvaje, para dar nuevamente con el “espíritu alado” de Ariel, los buenos valores apolíneos detrás de los cuales seguramente se agazapan los tiranos indignados con la chusma: restauradores del orden, la aristocracia, la buena religión y las jerarquías de la tierra, la familia y la propiedad? Es difícil, aún en estos niveles de abstracción conceptual, saber qué hacer: es decir, saber qué hacer no con la democracia (o con las formas actuales de la democracia liberal), sino saber qué hacer contra su creador y mentor, el capitalismo (sistema estructuralmente creador de injusticia, violencia, miseria, explotación, esclavitud). No con la forma idílica de la globalización sino con su estructura.
Izquierda en el poder

Esta es la principal gran contradicción de las izquierdas en el Estado o en el gobierno (y vamos a jugar, provisoriamente, a que esa palabra, izquierda, todavía es capaz de denotar algo que va más allá de su mera contingencia histórica, del juego electoral, de la mística de sus adhesiones, de banderas y colores y logos y consignas, de la épica de su pasado sacrificial, etc.). Si el Estado y el gobierno, la división de poderes y aparatos, etc., son criaturas históricas modernas estructuralmente vinculadas al capital y a su defensa y desarrollo (desde las minorías cultas y las élites gobernantes o legislativas hasta los artefactos militares y policíacos): ¿cómo sentarse en ese lugar de poder sin legitimarlo como mero ejercicio: cómo desdecir, desmentir o criticar ese poder sin dejar entender que se trata de un gesto del propio poder? ¿Cómo hablar de revolución o de anticapitalismo desde una coalición de partidos de izquierda que fue inventada en la ensoñación de llegar al Estado a través del sufragio democrático universal, y a la que le cabe entonces, desde un principio, la lógica perversa de la competencia electoral, de la opinión pública y del “ánimo” o el “humor” de la masa, de la publicidad, del costo de las campañas, de los compromisos ulteriores con el capital y los inversores, de la burocracia y la cuotificación sectorial de cargos y autoridades?

Vamos a partir entonces de una especie de axioma intermedio y concesivo, de esos que tanto me molestan porque parecen arruinar de antemano toda posibilidad de intervención conceptual radical: en Uruguay tenemos (ya un segundo) gobierno de izquierda, y vamos a creer que eso quiere decir algo, quesignifica algo (“y no más bien nada”). No es lo mismo un gobierno nacionalista católico de “padres y tenientes” (para insistir con la figura de Bensaïd) o uno de colorados clase B, incapaz de hablar de otra cosa que no sea la respuesta punitiva y penalizante de la seguridad, que un gobierno de izquierda. No es lo mismo, aunque lo sea. Entre paréntesis hay que agregar que un intelectual de izquierda tiene una especie de obligación ética de ser crítico, doblemente crítico, precisamente, con los gobiernos de izquierda, y que esa obligación ética poco tiene que ver con la decepción, o con un sentimiento de haber sido estafado o defraudado, sino con una defensa o una resistencia de la idea de izquierda vinculada a ciertodeseo anticapitalista. Pues vamos a pensar que en la izquierda empírica en el poder institucional (poder estructurado por el capital) todavía duerme una idea de izquierda, o un proyecto de izquierda que es contradictorio con ese poder y con el capital mismo. Y vamos a pensar además que esa idea de izquierda es capaz de situarse por encima de la tentación de resumir la contradicción política en la paranoia o en la obsesión tonta e ingenua de las parejas democracia-totalitarismo, o conservadores-progresistas, de tal modo que la única “verdad política” se resuelva entre los defensores de ciertos valores reaccionarios de orden, disciplina y “buena religiosidad” y los defensores de la democracia como mera inscripción formal de la libertad psicótica de expresión, de culto y de mercado. El problema, entonces, parados incómodos en este axioma, no podría ser otro: ¿qué hacer?
La propiedad pasiva.
En primer lugar, una idea de izquierda, que suponemos incluye una preocupación por la redistribución justa o equitativa de la riqueza, no puede situarse nunca al margen de una discusión del asunto de la propiedad, de la propiedad privada o exclusiva. Antes que nada, la forma brutal de la propiedad de la tierra y de la propiedad inmobiliaria (aunque también el asunto marxista clásico más complejo: la propiedad de los medios de producción). Independientemente de que en la propiedad, y en la propiedad exclusiva o privada haya una compleja y profunda discusión filosófica, se puede decir que una redistribución de la riqueza no puede ocurrir de ninguna manera exclusivamente ex post facto a través del recurso impositivo o fiscal, que arrincona y condena al Estado a funcionar como un actor económico más, y no como una entidad autónoma capaz de intervenir, regular y tomar decisiones políticas sobre la economía y el mercado.

Tarde o temprano, en estas formas primitivas y casi feudales de propiedad, formas pasivas o territoriales como la de los recursos naturales, la propia tierra o los inmuebles (o incluso el propio dinero), que involucran más a la especulación rentista que a la ganancia por explotación de la fuerza de trabajo, aparece una especie de debilidad endémica del capitalismo contemporáneo (para decirlo como Hardt y Negri: una contradicción interna entre productividad y propiedad privada), que debe ser aprovechada por la izquierda. El regreso de esta forma quieta, primitiva y brutal de la propiedad, con su voracidad acumulativa, su ley del mínimo esfuerzo, su folclore dinástico de herencia y prosapia, parece ir contra cierta sensibilidad creada por las propias dinámicas ansiosas de intercambio, sobrevivencia, producción, circulación, distribución y consumo del capitalismo urbano contemporáneo de mercado desregulado. ¿Por qué no empujar al capitalismo sobre sí mismo, por lo menos allí donde muestra puntos de vulnerabilidad y contradicción con el poder del Estado?

Un ejemplo. ¿Cómo y por qué no intervenir directamente, digamos, en el mercado de alquileres de vivienda, teniendo en cuenta la absurda y vergonzosa desproporción entre el salario mínimo inferior a los 8000 pesos, y la imposibilidad de alquilar una vivienda razonablemente habitable por menos de 12000 (sin incluir garantías, depósitos y todo el dispositivo destinado a asegurar al propietario)? La intervención a través de medidas indirectas como planes facilitadores o préstamos estatales para compra, en el supuesto de que van a terminar por incidir a mediano o largo plazo a la baja en el precio de los alquileres no es solamente ineficaz (hace seis o siete años que oímos lo mismo y los alquileres nunca han dejado de estar al alza): es inmoral: el Estado interviene como actor económico, confinando en la penumbra de lo económico-privado lo que debería ser un asunto político-público. ¿Por qué el miedo a intervenir políticamente, fijando y topeando precios, en la invocación del miedo al estímulo de un supuesto “mercado negro” —que ya es, por otra parte, el chasis irreductible de la dinámica capitalista urbana—, sobre todo teniendo en cuenta que los más jóvenes solamente pueden ingresar al mundo laboral casi exclusivamente en el “mercado negro”, sin protección estatal o sindical alguna, cobrando salarios por debajo de los laudos o de los mínimos, y por tanto son incapaces de entrar en el “mercado blanco” de alquileres? Quizás ni valga la pena tener en cuenta, por otra parte, que en el famoso fantasma inflacionario el rubro “vivienda y alquileres” aparece siempre como una guía o pauta del incremento. ¿Y no ocurre casi lo mismo con los precios de bienes de consumo necesarios en la canasta familiar (carne, verduras y frutas, etc.)? ¿No ha mostrado el ejecutivo la misma actitud pusilánime en el momento de intervenir en la libre regulación mercantil de los precios, fijando y regulando, por miedo otra vez al famoso “mercado negro”, dejando a los consumidores locales a la buena del “mercado pirata” de productores-exportadores o de comerciantes-importadores? En ciertos casos ridículos se ha llegado a apelar a la buena voluntad y al espíritu de colaboración de los mercaderes (cuando se trata de controlar la pauta inflacionaria), o en otros incluso se ha llegado a amenazar a los exportadores con importar carne roja o de pollo del Brasil (o alguna otra paparrucha inútil por el estilo) para corregir a la baja los precios del consumo interno, ni bien a los productores-exportadores se les va la mano con su voracidad. Es otra forma de intervención indirecta, apolítica, sobre la economía. (Sin embargo, y no insisto más porque el espíritu de estos apuntes es otro, el ejecutivo no vacila en replantear a la baja los acuerdos salariales ya aprobados por los consejos porque están por encima de la pauta inflacionaria: el Estado no toca los precios pero no vacila en “topear” los salarios. ¿Podemos llamar “de derecha” a un Estado que interviene de esta manera? Sin dudas, si todavía creemos en una idea de izquierda.) Algo similar ocurre con la propiedad de la tierra: cada vez más concentrada en menos manos latifundistas, a pesar del INC o de la compra estatal con fines redistributivos. Eduardo Platero observa: “En los últimos diez años han desaparecido (devorados por el latifundio) tres minifundistas por día. (…) Las leyes del mercado favorecen la concentración creciente de la tierra y el capital (…) Nunca hubo una matanza de pequeñas explotaciones del tamaño de las operadas en estos últimos diez años” (Tiempo de Crítica, Nº 44). Y se puede observar que la famosa “extranjerización de la tierra”, vinculado a la “soberanía” es un tema subalterno abstracto, lateral y sin importancia: a mí, por lo menos, me importa poco si el latifundista es austríaco, suizo o criollo, familiar o corporativo, si los beneficios y la riqueza común se alienan y se concentran en poquísimas manos privadas, son casi medievalmente rentistas y sin valor agregado y condenan casi a la esclavitud a los asalariados rurales. Una idea de izquierda no puede permitir que las reglas del mercado y el balance espontáneo privado oferta-demanda den cuenta de la tenencia de la tierra y de una riqueza que debería definirse a priori como pública o social. De ahí, por otra parte, que el resistido proyecto de cargas impositivas a la concentración de tierras haya resultado doblemente perverso: por un lado, la ingenuidad y la lentitud de otra intervención indirecta externa del Estado sobre la concentración de capital y riqueza (que, dicho sea entre paréntesis práctico: es mejor que exista a que no exista), y por otro, el hecho de que el proyecto se haya aprobado sólo a condición de que ese dinero se vuelque a las administraciones municipales para reinvertir en infraestructura y caminería que la propia actividad productiva privada estropea y arruina, al grito cimarrón y guapo de “que pague el que rompe”. El Estado termina por realizar así una quita al capital que es devuelta completamente a la propia dinámica del capital. Eso no es una intervención política del Estado sobre el capitalismo y la concentración: así planteado, eso es un chiste. Supongo que el espíritu original del proyecto era distinto.

Por más que lo podamos tratar en otro rubro, ya que indica un punto de intersección conflictiva entre la propiedad primitiva y las dinámicas urbanas típicas del posmocapitalismo, los medios de comunicación pueden ser vistos como otra forma, y una de las formas más escandalosas, de eso que podemos llamar “propiedad pasiva” (primitiva), sobre todo porque asume el comportamiento privado de propiedad algo que por definición es la concesión de explotación privada de un bien público o social. Algo que puede ser quitado o expropiado por el Estado en el momento que sea. Sin embargo, la impunidad oligopólica, las presiones ejercidas por tres o cuatro grandes empresas privadas en la adjudicación estatal de señales para abonados y ahora de señales digitales, etc., habla otra vez de la debilidad pusilánime del Estado de izquierda para enfrentar a la propiedad privada o exclusiva, aún en sus puntos jurídicamente débiles. Y acá la fuerza ideológica de Andebu recurre estúpidamente a argumentos liberales que mentan la democracia comunicativa, la libertad de prensa, el terror a la censura y al intervencionismo totalitario del Estado, etc. O peor, más ridículamente, se resisten a la iniciativa —bastante boba e inocua, por otra parte— de una cuota horaria de servicio social en sus trasmisiones, argumentando que ellos (usufructuarios de señales abiertas de radio o televisión) brindan un servicio gratuito (nadie paga para ver televisión abierta), y que, por tanto, ya es social. Es un argumento para reírse, o para abofetear a quien lo sostiene y a quien le cree, por cretino uno y por idiota el otro (si se cobrara un impuesto al cretinismo y a la idiotez que se volcara a la educación en serio, ya habríamos recorrido la mitad del camino revolucionario). ¿Puede hablar de democracia un oligopolio de grandes empresas que concentran el negocio de la información-comunicación-entretenimiento, que hacen y dicen lo que se les canta, que hacen la basura que hacen con un mínimo de costo y un máximo de beneficio, y que facturan millones en pautas publicitarias y tiempo contratado —todo en el usufructo de un bien común? ¿Y el Estado no puede tocar esa estructura, aún sabiendo que es el gran punto estratégico, el centro nervioso de la política (o de  la no-política) contemporánea?

En suma. En este asunto que he llamado “propiedad pasiva” se habrá notado que no estoy hablando (no todavía) de comunismo, de socialismo, y menos de revolución. Estoy mencionando simplemente lo que cabría esperar de un gobierno de izquierda dentro del juego democrático institucional. Bastaría, para empezar, en este caso, que el gobierno y el Estado aprovecharan a favor de cierta línea redistributiva, la contradicción interna entre la propiedad privada quieta y pasiva, y el axioma “democrático” de la dinámica histérica del desarrollo hiperproductivo y de hiperconsumo del capitalismo urbano desregulado. Bastaría que aprovecharan la ira o el enojo de la masa (típicamente post-social) con la acumulación brutal, rentista, especulativa o extractiva, propias de la propiedad pasiva, que es vivida como mera usurpación por distintos estratos de esa masa (desde los ocupas sin techo o sin tierra o los comerciantes ambulantes que toman medidas de “contrahabitación” u ocupación de lugares o territorios vacíos —Paul Virilio—, hasta cierta coquetería new age que poéticamente se queja del absurdo de que los árboles, los bosques, los minerales, el mar, los ríos, el aire y la vida sean la propiedad exclusiva de alguien). Evidentemente, esta estrategia está asediada por peligros múltiples —sobre todo si tenemos en cuenta cuáles han sido los puntos y los tics más débiles de los gobiernos de izquierda—. Uno de ellos es que la lucha contra la propiedad pasiva nos condene a ligarnos orgánicamente a la defensa democrática de la hiperproductividad y del juego abierto y darwiniano del mercado libre, o por lo menos del mito desarrollista. Ésa no es la verdadera contradicción: es, insisto, una “contradicción interna” al capitalismo, que es posible utilizar estratégicamente, pero que en cualquier caso, si no es superada oportunamente, nos devuelve al propio capitalismo.

Dinámicas urbanas de lo post-social

Un apunte lateral con respecto a la propiedad de los medios de producción (que no es, obviamente, una forma de propiedad pasiva, sino que, hasta cierto punto, se le opone): el capitalismo industrial analizado y criticado por Marx pone el énfasis en este tipo de propiedad, y en su gran creatura conceptual: el antagonismo capital-trabajo. Parece más sencillo, en este punto, seguir la línea clásica de una organización del proletariado urbano que se entiende y se sabe en lucha contra el capital que lo explota, y entiende y sabe que esa lucha encarna cierto tipo de universal (la superación de un sistema o de un modo histórico de producción). Porque por más que parezca haber pasado a segundo plano, o haber sido cubierta por formas más vistosas como el mercado o la renta, la contradicción clásica trabajo asalariado-capital todavía existe y la explotación de la fuerza de trabajo es y seguirá siendo una de las columnas más sólidas en las que se sostiene el sistema.

Acá hay ciertas iniciativas como el FONDES (fondos de desarrollo para empresas autogestionadas, resistido por sectores de la izquierda vinculados al astorismo) que quieren tramitar la voluntad de una redistribución posible, a pequeña escala experimental, de riqueza, trabajo y recursos, en comunidades cooperativas de trabajadores que compitan, con cierta asistencia estatal (ventas al Estado que aseguren un ingreso de sustentabilidad, por ejemplo), en el mercado capitalista desregulado. No sólo estamos lejos de los problemas de fondo: el peligro de este tipo de iniciativas casi con seguridad es el de sumarse al asistencialismo de las líneas de cooperación de los 90, las ONGs, incluidas las iglesias populares y su sueño de gobierno sobre las exoclases, que tiende a barrer con la contradicción trabajo-capital, desproletarizando la fuerza de trabajo, convirtiéndonos en emprendedores y persuadiéndonos de que con cierta ayuda, iniciativa, astucia, disciplina y ethos capitalista todos podemos competir libremente en un mercado lleno de oportunidades. Pues ¿qué asegura que una cooperativa de trabajadores que gestiona una empresa no se transforme en los hechos en una especie de sociedad anónima, o en una empresa capitalista como cualquier otra, definida por la competitividad, la lucha por nichos de mercado, los recursos publicitarios, la organización técnico-gerencial de la comunidad, etc.? (del mismo modo: ¿cómo evitar que una cooperativa de viviendas por ayuda mutua, digamos, no se termine por convertir en una mera asociación de propietarios organizados para la defensa de su propiedad?) Así, el asunto, más bien, se desplaza: ¿cómo orientar esos esfuerzos de manera tal que lo universal de la lucha contra el capital no se pierda o no se desvanezca en el entusiasmo productivo-competitivo? Porque “solidaridad” o “cooperación” son meras abstracciones (como la estúpida “educación en valores” que propone el ala reaccionaria del sistema liberal, al advertir el deterioro y la catástrofe de lo social que el propio liberalismo económico ha provocado en los últimos tiempos) si estos problemas de organización no se entienden dentro de la lucha emancipatoria de un sujeto contra la explotación, la injusticia, la especulación, etc. Ése es el lío en este caso. Porque evidentemente la organización de las comunidades autogestionadas pasará por el famoso tema de la capacitación laboral, técnica o gerencial-administrativa, o de diseño, marketing y publicidad, hasta ser completamente asimilada por la forma comunitaria empresarial pragmática protestante. (Yo me temo que esto forma parte del proyecto del actual gobierno de izquierda que se piensa destinado a la gran escala (universidad técnica, educación para el mercado de trabajo, etc.).)

Acá el problema es que el capitalismo contemporáneo empuja a una especie de desorganización absoluta de lo social, guiada menos por la propiedad privada o exclusiva de los medios de producción que por las líneas abiertas de la vida del mercado liberal no regulado: es eso que en otra parte hemos llamado “privatización de lo público”, “desocialización” o “despolitización” de lo social o estado “post-social”, caracterizado por la aparición de las “exoclases” o de los “exosujetos”, con su psicología lumpen-pragmática, la competitividad, la violencia o el celo territorial, el acting histérico individualista o grupal, las relaciones prácticas horizontales, etc. La famosa etologización del espacio social. Y esto, contradictoriamente, no excluye ciertas medidas de protesta o de lucha contra la propiedad pasiva que mencionábamos recién: la ocupación de hecho del territorio, la contrahabitación, los piquetes, la indignación o la ira generalizada como enormes montos de energía desatada de golpe en forma de calor, de actings violentos incapaces de ver o de pensar al capitalismo y dispuestos a  incendiar todo lo social. Y en este punto es donde el capitalismo contemporáneo, seguramente a golpes de azar y contingencia, adquiere una especie de “fuerza de sabiduría” que condena a la ira anticapitalista a caer en una doble trampa, a girar indefinidamente en el vacío: si me indigno con la usurpación medieval de la propiedad pasiva tiendo a caer en argumentos o en acciones que en la práctica terminan por ser funcionales con el mercado liberal, entonando la oda a la hiperproductividad y a la hipercirculación; o por el contrario, si me indigno con la desocialización consumista competitiva creada por el mercado liberal no regulado tiendo a caer en argumentos o en acciones que pueden terminar haciendo máquina con los valores abstractos del orden, la censura, la seguridad y la intervención del Estado como aparato superyoico, de las aristocracias de sabios o las tecnocracias de expertos, y que rápidamente serán parte del juego de lo que Rancière llama “el odio a la democracia”. Entonces, el asunto es, otra vez, guste o no, menos marxista queleninista: ¿qué hacer?

Quiero poner un solo ejemplo en el que me parece que el hacer del Estado es un buen hacer: los consejos de salarios. Los CS son, evidentemente, la gran herramienta promovida por el gobierno de izquierda para hacer público lo privado. Y éste parece ser el gran asunto en este momento: hacer público lo privado. Como en cualquier otro aspecto de la vida social, cabe esperar que un gobierno y un Estado “de izquierda” tomen como suyos la tarea de hacer público lo privado. Y ni siquiera lo digo en el sentido de propiedad privada vs. administración estatal, sino que estoy varios pasos más atrás: cuando Marx teoriza e insiste con el tema del salario y del plusvalor está llevando al espacio público, iluminando con una luz política, algo que tiende a quedar sepultado en el ámbito de lo privado (el acuerdo siempre injusto entre el dueño del medio de producción y el que vende su fuerza de trabajo; lo mismo vale para un contrato de alquiler, el acuerdo siempre injusto entre arrendador-propietario y arrendatario, o para el precio de un bien de consumo, o para el uso exclusivo de canales de trasmisión). En ese sentido hablo de llevar lo privado a lo público: llevar lo económico a lo político. Quebrar la hegemonía de la lógica económica sobre el pensamiento político y la organización social, e insistir en el antagonismo entre economía y política, entre lo privado y lo público.

Apuntes finales por hoy

Y acá, seguramente, llegado el momento, debemos ir más lejos que el marxismo clásico y sobrepasar no solamente el concepto de desarrollo de las fuerzas productivas sino, sobre todo, la idea misma deproductividad. El socialismo histórico ha quedado entrampado en el dogma capitalista de la producción y el desarrollo (la observación es vieja —yo, personalmente, la tomo de Walter Benjamin), dos de los pilares de la religión capitalista. Las variantes argumentales de que el socialismo solamente es posible luego de alcanzados ciertos rangos de desarrollo y de madurez de las fuerzas productivas (o en una versión cimarrona, que el socialismo es para los países ricos o desarrollados) es un estribillo recurrente en la izquierda (por lo menos, en la izquierda uruguaya) contemporánea. Voy a liberarme de toda obligación previa de definir el modelo de sociedad futura que la izquierda quiere, y a partir de la obligación filosófica (marxista, por otra parte) de que tal sociedad futura solamente nace de una praxis crítica con respecto al actual estado de cosas que nos ha tocado vivir (y ese “nace”, se entiende, no remite a ningún momento histórico específico, sino que es más bien el camino a una Idea). En un mundo globalmente privatizado(en el sentido más amplio y despiadado que es posible darle a esa palabra), en la que la dinámica y la circulación del capital adquiere, por un lado, la forma de una lucha caótica por el territorio (incluso, y quizás sobre todo, del territorio virtual de la comunicación y la información) como condiciones de producción (sobrevivencia, creatividad, competitividad, venta, compra, intercambio, prestación de servicios, etc.), y toda práctica ha sido “industrializada” en el sentido de “empresarializada” y dispuesta para el consumo (la propia fuerza de trabajo, la cultura, la sexualidad, el cuerpo, las actitudes, la creatividad, el arte, la diversión, la inteligencia, los afectos y los sentimientos, las ideas, el habla, las identidades, etc.), y por otro, la forma quieta y medieval de la propiedad pasiva o rentista con un vínculo escasísimo o sin vínculo alguno con el famoso orden productivo (inmuebles, alquileres, tierras, forestación, etc.), no tiene el menor sentido seguir insistiendo en la oposición entre capital productivo ycapital especulativo, entre buenas inversiones que dan trabajo y divisas e inversiones haraganas que especulan, extraen y saquean.1 El capital es uno solo, y ese Uno ha logrado, en sus extremos, partir el mundo en hiperproducción-hiperconsumo frenéticos, y quietud definitiva. Muerte por sobredosis o muerte por abstinencia. Tampoco tiene el menor sentido esperar el momento oportuno del desarrollo de la economía en un país pequeño del tercer mundo para dar el famoso “salto en calidad” (he escuchado ese argumente más de una vez en boca de más de un jerarca): eso es un argumento liberal “de derecha” contra el cual la izquierda clásica ya debería haber desarrollado anticuerpos. Nunca se dará, en un sentido empírico, ese salto, ya que “dar el salto” es tomar la decisión política de darlo y luego pensar hacia-atrás, pensar en el mundo de antes o de después del salto, sin que el “salto” en cuestión haya tenido una existencia empírica concreta. Si ese “salto”, como decisión conceptual-subjetiva, no ocurre, seguiremos observando obsesivamente los indicadores económicos de desarrollo, enamorados o aterrorizados con la exuberancia del número y la cifra (indicadores, PBIrenta per capita, índices de pobreza, etc.), absolutamente rehenes de una lógica económica omnímoda y asfixiante, difiriendo indefinidamente la decisión de cortar esa lógica con praxis crítico-política.

Y yo insisto: ése es el corte y la contradicción que un gobierno de izquierda ya debería forzar. Lo público y lo privado, lo político y lo económico, lo social y el capital. Porque (¿será necesario decirlo?) no hay capitalismo malo y capitalismo bueno (o “en serio”): el capital tiene como origen y destino al capital mismo (más capital), y ese destino se conquista explotando la fuerza de trabajo, o estimulando el la hiperproductividad, el libre mercado y el hiperconsumo, o a través de la renta o de la especulación pasiva. Se puede intervenir sobre la publicidad, las industrias blancas como el turismo y el comercio, los famosos créditos pedorros para el consumo con intereses de usura destinados al endeudamiento interno y a las bicicletas en el fetichismo de la mercancía. No es posible seguir ya oyendo la frase obscena de que tal o cual “empresa” estatal (transporte, ferrocarriles, líneas aéreas) ya no es rentable y lo mejor entonces es una cesión o una concesión a capitales privados y a inversiones extranjeras, o a administraciones mixtas regidas por el derecho privado, etc., porque la consigna es achicar los costos del Estado o abatir el déficit fiscal. El ejemplo de la acelerada “tercermundización” de Europa debería resultar aleccionante.
NOTA:

1. Significativamente, el Presidente Mujica, en su audición radial (forma extraña de intervenir como predicador oral en un modo siempre oblicuo y ambiguo con respecto a su investidura institucional) vuelve a insistir con la concentración y la extranjerización de la tierra, y maneja los ejemplos de Monte Fresnos y Taurión, una de las cuales reúne padrones que alcanzan entre las 30 y 50 mil hectáreas, ambas firmas presumiblemente propiedad de un ciudadano norteamericano, y con respecto a las cuales Mujica sospecha de un mera operación especulativa con los precios. Pocas horas después, una mujer (seguramente ocupa algún cargo gerencial importante en alguna de las empresas mencionadas, o en ambas), sale a corregir: dice que no se trata de tierras improductivas sino forestadas (el modelo Lacalle de productividad) y que la empresa da trabajo directo a 50 personas y trabajo indirecto a otras 250. 50 mil hectáreas emplean a 50 peones (vaya uno a saber en qué condiciones) e indirectamente da trabajo a otros 250 (que casi con seguridad incluye a los que remiendan la ropa, los que hacen tortas fritas, en fin). Es para reírse. Lo significativo es que Mujica no haya salido a responder esa idiotez, dejando la impresión de que se equivocó una vez más, de que no estuvo debidamente asesorado, etc., cuando en realidad el problema está en que la línea entre capital productivo y capital especulativo está borroneada por el propio capital. Supongo que en el fondo Mujica tiene que conceder que treinta mil hectáreas forestadas son una actividad productiva —y ésa es una de las trampas del argumento facilista que opone productividad a especulación.

Paisajes de la ciudad posmoderna

por Iconoclasistas


“Vivimos en un mundo gobernado por ficciones de toda índole: la producción en masa, la publicidad, la política conducida como una rama de la publicidad, la traducción instantánea de la ciencia y la tecnología en imaginería popular, la confusión y confrontación de identidades en el dominio de los bienes de consumo, la anulación anticipada, en la pantalla de TV, de toda reacción personal a alguna experiencia.” 
J.G. Ballard en el prólogo de Crash (1973)

1. La alienación es un concepto útil para intentar explicar por qué aceptamos sin cuestionar nuestra participación en un tipo de sociedad que en sus estructuras más básicas es hondamente desigual e injusta. Estar alienados implica no sólo ser tomados como objetos intercambiables en un proyecto de vida ideado en beneficio de otros. También describe nuestro modo de reaccionar ante las exigencias de un mundo que nos encuentra concentrados en nosotros mismos, caminando rápido para llegar primero, inalterables frente a las necesidades ajenas y sólo animados por la necesidad de calmar la voracidad consumista.
2. La ciudad se modela de acuerdo al orden hegemónico del neoliberalismo. Vivir en ella implica sumergirse en un sistema de interpretación del mundo que nos propone modos de vida regidos por el predominio del capital sobre todas las áreas de la existencia. La forma rápida de estar incluidos nos viene dada prioritariamente por el consumo, el cual nos permite compartir con otros un mismo “estilo de vida” ideado por el marketing y la publicidad, y difundido por la televisión, radios, revistas o diarios.
3. A partir de la expansión y renovación continua de necesidades ficticias, se consolida la sociedad de consumo. La producción va variando mediante investigaciones de mercado y consultoras de marketing que construyen nichos de consumo (targets). La publicidad acompaña esta operatoria a partir de la construcción de mundos atractivos que ofrecen nuevas “sensaciones” para satisfacer deseos con productos que prometen hacernos “libres”, “veloces”, “atractivos”, “inteligentes”, etc.

4.La publicidad construye una opinión sobre el mundo, sobre uno mismo y sobre los demás, incitando a participar de una forma de vida que nos permita diferenciarnos socialmente, en la forma de vestir, de comer, de hablar, etc. A la vez que moldea deseos y gustos, muchas veces manipulando la imagen de la mujer como objeto de seducción, oculta la explotación y alienación laboral en la producción. Su principal objetivo es inducir al consumo para ampliar el mercado de grandes empresas y colocar la mayor cantidad de productos en distintas partes del mundo con el fin de incrementar su margen de ganancia.
5.El manejo de las imágenes es uno de los instrumentos más poderosos y efectivos que utiliza el poder (económico, político y cultural) para conseguir una adhesión al pensamiento dominante. El papel de la publicidad es esencial porque construye espacios de representación en los cuales no sólo difunde una imagen amable del consumo y un prototipo del ciudadano-consumidor exitoso, sino que también naturaliza la dinámica competitiva del capitalismo, estimulándonos a adquirir productos que nos distingan de aquellos que no tienen la posibilidad de consumir.
6.Las principales vías de difusión de la publicidad son los medios masivos de comunicación. Estos buscan generar un excedente a partir de la producción y difusión de una maquinaria de imágenes, significaciones, visiones sobre el mundo y relatos sobre la realidad, que tienen como horizonte más próximo la satisfacción de intereses económicos y/o políticos. Los conglomerados mediáticos -con emisoras de radio, canales de televisión y cable, internet, etc.- tienden a homogeneizar la información que distribuyen instituyendo una creciente influencia sobre la conformación de la opinión pública.
7.Los sistemas de representación mercantilistas ideados por el marketing nos ubican en estructuras que promueven sentidos legitimados desde el poder como los correctos y triunfantes para vivir en el mundo. El objetivo es regular la libertad individual a partir de la imposición sutil de formas de ser, de actuar, de pensar y de transitar por los paisajes urbanos. Para continuar siendo parte, entramos en un movimiento de producción y consumo ilimitados en donde la técnica alienta el anonimato, permitiendo y facilitando el control por parte de las tecnologías institucionales.
8.El dominio del capital se extiende a todos los ámbitos de la vida alterando y formateando la identidad social. La subjetividad es mutilada y queda recluida en las planillas de las consultoras que mediante encuestas nos clasifican y ordenan de acuerdo a una serie de parámetros (ingresos, zona de residencia, tipo de vivienda, posesión de automóvil, tipo de trabajo, etc.), con miras a evaluarnos como potenciales clientes de algún producto “novedoso” pronto a salir al mercado.
9.Una de las formas de mantener el recambio de productos, objetos y servicios es la variación de ofertas a partir de los cambios en la moda. Ella custodia los mecanismos de aceleración del tiempo de rotación en la producción y las aceleraciones paralelas en el intercambio y el consumo. El mejoramiento en los dispositivos de comunicación y de información, la racionalización en las técnicas de distribución -que permiten aumentar la velocidad en la circulación de mercancías a través del sistema de mercado- y las operaciones de banca electrónica y dinero plástico que aceleran el flujo inverso de dinero facilitan estos movimientos.
10.Formamos parte de un orden hegemónico cuyo fin es extraer ganancia para que otros se apropien de ella. Esto implica vivir bajo una coacción gestionada mediante la amenaza constante de descarte o reemplazo. Obligados a hacer malabares para acomodarnos lo mejor posible en el estrecho sistema de inclusión, nuestra participación se orienta sólo en una determinada vía, lo cual nos empuja a un laberinto del cual es muy difícil encontrar la salida.
11.La fuerza de trabajo es una mercancía más que se compra y se vende en el mercado. Las formas laborales que dominan en la actualidad están marcadas por la precariedad expresada en las diferentes modalidades de contratación a corto plazo, el trabajo en negro, los bajos sueldos y la explotación. Esta situación provoca un brutal aumento de la desigualdad que arrastra a sectores medios y aplasta aún más a sectores históricamente desfavorecidos, ocasionando el surgimiento y la consolidación de marginación y desempleo.
12.En nuestra ciudad el espacio público, lugar donde se organiza la experiencia colectiva, está vallado, amenazado, mercantilizado. De la misma manera que el reloj lleva la cuenta del paso de las horas, minutos y segundos, sincronizando la duración de nuestras acciones y sometiéndonos a la disciplina y al cumplimiento de metas y objetivos en un tiempo racionado, el orden dominante determina las formas en las cuales el cuerpo se hace presente, reprimiendo aquellas que alteren la visión hegemónica mediante el uso de violencia física y simbólica.
13.Los Estados actuales solo quieren ciudadanos-consumidores en la calle y por este motivo se regula el tránsito por el espacio público castigando la permanencia y la apropiación. El temor al afuera nos lleva a aislarnos y a buscar la matriz protectora de nuestro hogar. Allí somos víctimas fáciles de las representaciones e ideologías de los medios masivos de comunicación, que difunden y refuerzan la imposición de una subjetividad de mercado.
14.Los flujos de producción y consumo se aceleran e incrementan los desperdicios. Aquellos que pueden acceder a estos mundos de promesas siempre incumplidas se erigen en los grandes defensores del orden, demandando la protección de sus bienes y tomando -muchas veces- la defensa en sus manos.
15.La reclusión en el hogar se justifica y alienta a partir de la llamada “ideología de la inseguridad”, difundida y amplificada por los medios de comunicación, que informan sobre casos de violencia urbana reforzando la retracción y el encierro. La calle se rehúye como espacio peligroso, de amenaza constante, actitud que marcha paralela al incremento de cerraduras, rejas, alambres de púa, circuitos cerrados de vigilancia y seguridad privada.
16.La exigencia de “mano dura” agudiza la prohibición de manifestarse en espacios públicos y refuerza la política de criminalización de la protesta. La intención del poder estatal de restringir la ocupación y el uso no disciplinado de espacios públicos se manifiesta en la prohibición de cortar las calles con amenaza de represión directa y sanción. También se hace patente en el enrejado de las plazas públicas, acompañado de desalojos de los puestos de venta ambulante y de la gente que allí duerme; en la inhabilitación de espacios para recitales y actividades orientadas hacia los jóvenes; y en el crecimiento especulativo de la construcción que provoca el desalojo de espacios recuperados con fines sociales y políticos.
17.El desplazamiento a través de la metrópolis condiciona nuestros sentidos. Sobreestimula la vista y el oído -obligados a permanecer atentos a los cambios, las interrupciones, las amenazas de vehículos, transeúntes y escollos varios- y atrofia nuestro gusto y olfato por la obscena oferta de productos innecesarios. También ejerce una influencia sobre nuestro modo de ser volviéndonos individualistas, egoístas, violentos, interesados, adictos al trabajo y a la adquisición de una cantidad cada vez mayor de objetos.
18.La geometría urbana impone una dirección al uso del cuerpo y del espacio. Orienta la circulación para evitar el derroche de tiempo y encauzar nuestras actividades a fin de alimentar la lógica de acumulación capitalista o, por lo menos, de no interrumpirla. La tecnología coopera reforzando el control cuando, por ejemplo, nos desplazamos llevando un celular y la señal del aparato es captada por las diferentes antenas, resultando muy simple ubicar espacial y temporalmente a cualquier sujeto.
19.Cada vez son más las muletas que necesitamos para poder vivir “plenamente”, o tan plenamente como nos lo vende el mercado. Nos convertimos en seres híbridos mitad humanos-mitad máquinas, amparados por objetos que nos auxilian a la hora de llevar adelante las exigencias sociales. Estamos siempre disponibles si tenemos un celular, siempre entretenidos con nuestro i-pod, siempre alienados y más pendientes del mensajito de texto que acabamos de recibir que de lo que pasa alrededor. Nuestro contacto con la realidad se media aún más a partir de toda la tecnología con la cual intentamos lidiar el vacío existencial.
20.El uso adictivo de las nuevas tecnologías refuerza el modo de ser engendrado por el capitalismo: la inhumanidad del no contacto, el utilitarismo, la falsa percepción de la realidad y el culto al individualismo.Como grotescas extensiones de nuestro ego, mostrarían al mundo nuestro “éxito” material y nos proporcionarían la posibilidad de dar un paso más hacia la felicidad de mercado.
21.En este trágico intento por evitar un contacto humano no deseado hay un fiel cómplice para quienes pueden pagar por su compañía: el automóvil. Con la misma lógica que el sistema impone a un individuo el continuo movimiento el auto nos traslada de un sitio a otro. Y en estos recorridos los automovilistas son víctimas fáciles del embotellamiento del tráfico, los choques y amenazas, que tornan este “privilegio” en una condena de disputas constantes, violencia y agresión.
22.El tránsito por las vías de circulación de la ciudad es lento y trasladarse de un lugar a otro se convierte en una odisea, exacerbada por la gran cantidad de vehículos públicos y privados que se desparraman por doquier. Estos medios de transporte producen una gran demanda de combustible que potencia la crisis energética del país y agrava la contaminación derivada de las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global.
23.Vivir en la ciudad nos expone a exigencias sociales que promueven el desarrollo de enfermedades afines: stress, ataques de pánico, ansiedad, transtornos mentales, dificultades cardíacas, problemas de peso, etc. Las anestesiantes invenciones de la industria farmacéutica nos ofrecen un alivio momentáneo a nuestro malestar. Son fundamentalmente los psicofármacos (antisicóticos, ansiolíticos, antidepresivos) los que nos proveen de la conformidad para aceptar todas nuestras desdichas, frustraciones, preocupaciones y seguir adelante sin chistar.
24.El malestar rumiado durante la semana intenta mitigarse los fines de semana, cuando acudimos ávidos de relax y satisfacción al paraíso del consumidor fanático: los shopping. Estos monumentales escaparates de paseo, consumo y falta de la libertad se brindan como espacios públicos custodiados y con condiciones ideales para la compra. También invitan a una edulcorada diversión a cargo de los productos de la industria cultural con juegos infantiles pagos, complejos de multicines pochocleros y el patio de comidas rápidas y caloríferas.
25.La ciudad capitalista se sostiene sobre procesos de circulación de capital, flujos de consumo, mercancías y cuerpos; y resulta necesario conocerla para poder establecer grietas en su estructura; develarla no sólo en lo concerniente a su planificación sino también en la influencia de intereses económicos y políticos de empresas, sectores financieros y estatales; exponer la forma en la cual obedecemos a un standard que beneficia a pocos para dejar de aceptar con resignación un escenario que produce mayoritariamente exclusión, pobreza y desigualdad.
26.Una gran parte de la población se ve privada no sólo del consumo sino básicamente de la satisfacción de sus derechos más elementales (trabajo, vivienda, salud y educación). Vivimos en una sociedad donde la naturalización de la injusticia y la pobreza refuerzan el no cuestionamiento de los mecanismos que las producen. Esto permite la generación de políticas sociales y económicas que aumentan la desigualdad y mantienen a una gran cantidad sobreviviendo de una sociedad del desecho.
27. Los pobres son quienes más padecen la contaminación generada por los desperdicios de una producción sin controles y la subsiguiente generación de basura. Ellos viven cerca o sobre los basurales. Están lejos de poder comprar agua envasada, que necesitan por la ausencia de redes de agua potable o la contaminación de las napas. Sufren la podredumbre atmosférica provocada por los gases emanados en la descomposición de los residuos, y están amenazados por las enfermedades que transmiten los animales atraídos por la basura.
28.A pesar de toda la evidencia en contra se pretende invisibilizar la pobreza. La mayoría se habitúa a su existencia (“pobres siempre hubo”); otros ensayan estrategias asistencialistas y, los menos, se encierran en countries y barrios privados construidos como fortalezas, protegidos del exterior mediante muros de gran altura con puestos de vigilancia y sistemas permanentes de custodia a cargo de agencias privadas. Las mejoras en los centros urbanos degradados muchas veces terminan con la expulsión de sus habitantes cuando se vislumbra la posibilidad de reestructurar esas zonas precarias con fines residenciales y comerciales para personas de altos ingresos (gentrificación).
29.Ya nadie se cree la mentira de que el crecimiento de unos producirá un “derrame” de la riqueza para todos, ni la farsa de que “no trabajan porque no quieren”. No toleraremos la imposición de “ganarnos la vida”. ¿Ganársela a quién? Esto no debería ser una competencia, ni una disputa en la cual hay ganadores y perdedores, pero el poder dominante así la plantea.
30.No pretendemos generar una visión paranoica de la ciudad que nos ponga en el lugar de víctimas, sino que apuntamos a relevarla como un espacio de interacción de sujetos, vínculos y contradicciones a partir de los cuales es posible abrir espacios desde donde crear y resistir.

Lanzamiento del Frente Ciudad Futura

El sábado 16 de marzo, desde las 18hs en Sportivo América (Tucumán 2159), lanzaremos el Frente para la Ciudad Futura, un nuevo proyecto político para la ciudad de Rosario que reúne al Movimiento Giros, al Partido para la Ciudad Futura y al Movimiento 26 de Junio – Frente Popular Darío Santillán. Al nacimiento de ese sueño colectivo es que los invitamos, a participar de la materialización de la utopía que hemos construido en los territorios que otros decidieron olvidar y que hoy se levantan para mostrar que Rosario, ahora, tiene alternativa.

Abajo, compartimos las primeras palabras del Frente para la Ciudad Futura:


“No tiene sentido dividir o clasificar las ciudades en felices o infelices. Sino entre las que de los años y mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos o bien logran borrar la ciudad o son borrados por ella.”
(Las ciudades invisibles, Italo Calvino)


El Movimiento Giros, el Partido para la Ciudad Futura y el Movimiento 26 de Junio – Frente Popular Darío Santillán se unen para hacer historia en Rosario. Para ofrecer un ideal. Para construir una utopía. Para que la ciudad se parezca más a nuestros sueños: ahora, el turno de las urnas.

Vivimos hoy, en los albores del siglo XXI, momentos de profundos y entusiasmantes cambios en Nuestra América. Los territorios de todo el continente se debaten día a día los caminos a seguir. Los rumbos a profundizar. Las cosas a corregir y las nuevas formas de sociedad a crear. Y esos procesos tienen un sólo protagonista, con sus particularidades en cada lugar: los pueblos. Las sociedades. Nosotros.

Por eso, porque también depende de nosotros, es que decidimos seguir inventando para no errar. Y creemos, humildemente, que desde acá, desde las ciudades, tenemos mucho que aportar. Mucho que transformar. Mucho que decir.

Y por eso nos animamos a lanzar este Frente para la Ciudad Futura. Porque no estamos dispuestos a retroceder ni un paso en lo que se avanzó. Pero tampoco estamos conformes con lo conseguido. Y menos con el lugar que ocupan las ciudades.


Ciudad Futura es el nombre que le pusimos nosotros a esa sociedad distinta.  Que es futura porque es un horizonte a construir. Pero es ciudad aquí y ahora. Es la sociedad que queremos y la que estamos construyendo y viviendo ya ahora.

Creemos que las ciudades están hoy como meras espectadoras de esos cambios. Que nos hicieron creer que la política local era meramente administrativa. Sin ideología, sin militancia, sin pasión. Sin cambio.

Porque vivimos en países, en continentes, pero fundamentalmente en ciudades. La ciudad es el primer y cotidiano contacto con la Patria. Con el continente y el mundo. Y allí, hay mucho para hacer. De abajo hacia arriba. De lo cotidiano a las grandes epopeyas: esa es la política desde el territorio.

Queremos llevar a la ciudad, a nuestra ciudad, lo mejor  y más entusiasmante de la nueva política que nace. La construcción de una democracia real, con todos los ciudadanos como activos protagonistas. Ya que esa es la única manera de transformar la injusticia en dignidad, y que sea para siempre.

Ustedes lo saben, lo venimos haciendo en los territorios, en nuestros barrios. Batallando por la tierra, confrontando con las complicidades que anuda el narcotráfico, fundando escuelas, haciendo producir la periferia. Y, también saben, que no sólo denunciamos que este modelo de ciudad es cada vez para menos y los más quedamos afuera, sino que además nos encargamos de construir el otro modelo que pueda reemplazarlo.

Ahora lo queremos hacer entre más. Entre todos. Para Todos.

Esto es una invitación a los que creen en ir tras los sueños. Nosotros arrancamos, y los esperaremos. Acá hay lugar para todos. 

Hoy más que nunca, hacia el socialismo del siglo XXI

Un Papa Cuervo y Peronista

por Juan Pablo Maccia

No hace falta ser teólogo para darse cuenta de que algo grande se juega en torno a la fumata blanca que avisa que el célebre Cardenal Bergoglio es el nuevo Papa. El primer Papa no europeo, latinoamericano, a pocos días de la muerte de Hugo Chávez. Previsible: la mirada del mundo puesta en región,  los pobres y en los mecanismos espirituales para capitalizar su vitalidad.


El primer Papa, también, de la Compañía de Jesús: jesuitas e intelectuales de la iglesia, pero sobre todo, los que mejor combinan lo celestial con lo terrenal. 

Y Papa argentino y setentista: Bergoglio es un viejo cuadro de Guardia de Hierro, de la «derecha» peronista; con un vínculo «oscuro» con la dictadura del 76. Lindo quilombo.

¡Hay Cristina!: vamos a tener que movernos rápido y finito. Los soportes territoriales y sindicales emocionan (¡hasta Pelloni!), el peronismo se derrite, el Pro brinda, los trsokos troskean con el opio de los pueblos (que rico es el opio…).

El Papa Francisco -Panchito para los amigos, porteño y cuervo desde siempre- viajaba en colectivo a las villas de la ciudad de Buenos Aires (Elefante Blanco), daba misa en Plaza Constitución y amparaba las denuncias de La Alameda contra la esclavitud en los talleres textiles clandestinos y la red de trata, así como a los fanáticos de Cristo Rey con su cruzada fascista a cuestas. Se trata un papa joven y peligrosamente político para una coyuntura especial para el occidente capitalista: le espera una tarea de reconstrucción conservadora que el catolicismo pedía a gritos luego de la frustración de Ratzinger.

Veo la biblioteca de mi prima Laura, peronista y lectora Adorno. Tiembla Kierkegaard, ríe Nietzsche, Spinoza se acurruca, Gramsci carraspea, Agamben se expande, Rozitchner se afila. La iglesia es menos institución residual y más la representación institucional de una metafísica hegemónica en todo el occidente capitalista: es hábito, economía y ley. Es régimen de propiedad, denigración de la sexualidad y prioridad de lo inmaterial sobre lo sensual, de lo simbólico sobre los placeres y afectos de la materia. Con esto nos enfrentamos, siempre, y ahora –parece- más que nunca.

Imágenes Paganas

Por Diego Valeriano 


Cruzo la plaza rumbo al Pago Fácil. Veo gente amontonada en las escalinatas de la Catedral: cada vez son más. Cuando vuelvo unas doscientas personas festejan la buena nueva. Flamean algunas banderas vaticanas. Los autos que pasan tocan bocina en señal de  apoyo. 

Me llama un amigo de La Cámpora y me dice: «¿Viste que hija de puta la derecha? Poner a Bergoglio… ¡Cómo odian a Cristina!». En ese instante suenan unos petardos: eran los pibes de la Juventud Católica que le estaban poniendo onda y cotillón a la cosa. 

Decido cortar con mi amigo y me meto entre la gente para escuchar qué decían. Todos contentos, muchos se conocían de misa: llegaban, se abrazaban, gritaban, se reían de los K y deslizaban algún comentario contra los homosexuales. Querían esbozar algún cantito, pero claramente no es lo suyo. Pensé que si me ponía a cantar «Ole, ole, ole, ole, ole, ola y el aborto no lo tienen nunca más» mas de uno se habría enganchado, pero no les quise dar ese gusto.
A los veinte minutos y bastante aburrido, decidí hacer tiempo chusmeando las redes sociales y me divertí bastante. Los mejores son los troskos: uno declaraba orgulloso que admiraba a Altamira, porque era el único político argentino que se oponía a la designación de Bergoglio. En ese momento siento algunos gritos y veo que se arma tumulto. Entre las personas salen corriendo dos pibitos, de no mas de 12, con la mochila de un fiel creyente que descuidó sus cosas. Bajan las escalinatas tras de ellos tres jóvenes claramente rugbiers. A los veinte metros los alcanza y mientras recuperan la mochila, le pegan una buena paliza. Mi indignación hace que me vaya de la catedral y decido meterme en un bar a tomar un café con leche reparador. La tele clavadísima en TN, que tiene una super cobertura, me permite enterarme de que Francisco era jesuita como los de la peli La Misión.
Apuro el café con leche y encaro de vuelta la calle: mientras puteo la fresca que avisa el fin del verano, pienso que, en el fondo, siento cierta simpatía con que un argentino llegue a algo tan groso.

Habemus Papam: La despedida del camaleón

por Claudio Mardones

Se lo acusa de cómplice de la dictadura tanto como se le agradece su protección a las víctimas de la esclavitud contemporánea. El cardenal Bergoglio -o Francisco como a partir de ahora se lo conocerá- llega a Roma luego de haber construido en la Argentina un poder terrenal envidiable. Perfil de un equilibrista que forjó su capital político combinando la astucia y el trabajo de base.


A  su alrededor dicen que este será su último verano de trabajo activo, el próximo lo encontrará jubilado. Hasta que eso suceda, seguirá abriendo las rejas del 415 de avenida Rivadavia a las 5.30 de la mañana. Luego cruzará frente a la Casa Rosada para comprar los diarios que leerá, entre mate y mate, antes de que la Catedral Metropolitana y el Arzobispado de Buenos Aires arranquen el día. Si tiene que salir, no usará auto oficial ni la protocolar sotana con un cinturón ancho de seda púrpura. Se perderá en la escalera del subte o entre los pasajeros de los colectivos que conducen a las parroquias de sus amigos en Almagro, Flores o Barracas. Llevará saco si la recorrida es por trabajo, si es de puro gusto, le alcanzará con camisa, pantalón y algún libro en la mano. Todo lo necesario para que nadie advierta que se trata del mismo tipo que estuvo a un paso de ser Papa en 2005, después de la muerte de Juan Pablo II. No lo fue, pero estuvo muy cerca de ocupar el puesto que detenta el alemán Joseph Ratzinger. Dicen que Benedicto XVI también pensó en designarlo como secretario de Estado del Vaticano apenas ganó el último cónclave en la Capilla Sixtina. Ocho años después, cuando ya se había acostumbrado a que nadie repare en su rostro, Ratzinger y la crisis de la Iglesia Católica le dieron una nueva oportunidad. Luego de seis años al frente del Episcopado político y después de haberse transformado en uno de los intermitentes adversarios del gobierno nacional, tiene la exposición pública suficiente y la vigencia de un político que comprueba que su poder trasciende la coyuntura. Jorge Mario Bergoglio, cardenal primado de la Argentina y arzobispo de Buenos Aires, tiene 76 años. Como si deshojara una margarita, espera el momento en que el nuevo Papa –apostamos a su derrota en el cónclave 2013– le acepte la renuncia que presentó el 17 de diciembre de 2011, el día que llegó a los 75 y, como ordena el derecho canónico, inició los trámites para jubilarse. El bumerang todavía no ha vuelto desde las oficinas romanas. Mientras tanto, el cardenal aprovecha el verano para visitar amigos y saludar a la extensa tropa de propios y aliados que les dejará a sus sucesores.
El 28 de febrero de 1998, extraño día bisiesto, un infarto al corazón del ultraconservador Antonio Quarracino le abrió el camino a este sacerdote jesuita ordenado en 1969. A la década del 70 Bergoglio había llegado como un joven de 32 influenciado por los sacerdotes tercermundistas. Cuando arrancaron los ochenta se había convertido en moderado, con matices provenientes de su simpatía por el peronismo y por un nacionalismo católico que lo llevaron a coincidir con Guardia de Hierro, la organización nacida de la resistencia peronista y luego parte del sector más reaccionario y católico de la juventud peronista.
En 1997, Quarracino ya estaba por cumplir una década bendiciendo al menemismo y varias combatiendo la homosexualidad. Antes del invierno de ese año, después de una serie de amargas advertencias médicas, el cardenal porteño viajó a Roma y mencionó a Bergoglio dentro de una terna de posibles sucesores. Para Juan Pablo II el jesuita argentino no era un desconocido y lo designó arzobispo coadjutor en junio de 1997. Fue la antesala administrativa para suceder a Quarracino. Ahora, las oficinas que vieron envejecer a su predecesor, también lo ven transformarse en un hombre de la tercera edad, aunque desde que llegó para ocuparlas, Jorge Mario, como le dicen sus amigos, las instituyó en el epicentro político de una red paralela de poder que se extendió por toda la capital desde el fin del menemismo.
Tres años después de ocupar el arzobispado porteño, el 2001 lo impactó por partida doble. El 21 de febrero, el Papa lo creó cardenal y le abrió las puertas para calificar como sucesor. Cuando volvió a Buenos Aires desde Roma, con el título en la mano, le faltaban diez meses para ver la represión en la Plaza de Mayo desde la ventana de su departamento. Como a toda la Iglesia, la crisis de diciembre de ese año lo llenó de miedo pero también de poder ante unos vecinos tambaleantes. En pocas semanas tuvo que bendecir a cinco presidentes. Pero sólo encabezó el tedeum para el interinato de Eduardo Duhalde, el caudillo lomense, cercano a su amigo Agustín Radrizzani, por entonces obispo de Lomas de Zamora. “Radri” venía de suceder a Jaime de Nevares en Neuquén, donde conoció al kirchnerismo santacruceño en su etapa inicial. Esos lazos le permitirían ser la principal figura religiosa de la mesa del Diálogo Argentino, un invento del duhaldismo para enfrentar los conflictos. Las sotanas aportaron todo el apoyo posible y detrás siempre estuvo el jesuita, con una influencia que no paró de crecer hasta 2003.
Cuando el 2001 le estalló en la cara, las oficinas de Bergoglio eran un centro estadístico nutrido de información. Cada parroquia no solo pedía auxilio, también aportaba un detallado panorama. Con ese mapa desarrollado con precisión por Cáritas Argentina, un verdadero ministerio social dentro de la curia, la lectura de este peronista conservador fue certera y resultó la base de un tejido político que tuvo a los sacerdotes tercermundistas como uno de sus principales aliados. Apenas llegó al arzobispado, creó la Vicaría Episcopal para las Villas de Emergencia. El ente, único en la Iglesia Católica, reúne a todos los curas de las villas de la ciudad, congregados hace tres décadas, y reporta directamente a su oficina. Desde ese lugar, por ejemplo, Bergoglio buscó proteger al padre José María Di Paola, cura de la villa 21 de Barracas. El padre Pepe había recibido en la puerta de su parroquia de la Virgen de Caacupé una bala de regalo, entregada por un vecino del barrio. El envío provenía de los narcos de la villa que jamás le iban a perdonar sus denuncias contra el consumo de pasta base y la recuperación de parte de sus clientes. La advertencia no era la primera, pero a Bergoglio le pareció la última aceptable. Cuentan sus colaboradores que le buscó protección en Europa. Preguntó en los mismos lugares donde estudió, como Alemania. Pero ninguna diócesis se animó a protegerlo, hasta que le consiguió refugio en Añatuya, Santiago del Estero. Dentro del arzobispado, no existen dudas sobre la preocupación permanente del cardenal por la seguridad de los sacerdotes tercermundistas. Sus detractores sostienen, por el contrario, que esa pasión es parte de un doble juego. Una búsqueda de rectificación de los errores del pasado o una marca personal de la forma de hacer política del cardenal primado.
Desde 2005, el periodista Horacio Verbitsky es uno de los mayores problemas de Bergoglio con ese pasado lejano. Según el libro El Silencio, el cardenal entregó a los sacerdotes tercermundistas Francisco Jalics y Orlando Yorio. Ambos fueron secuestrados por un Grupo de Tareas de la Armada el 26 de mayo del 76 y llevados a la ESMA donde fueron interrogados, torturados y pasaron seis meses en cautiverio. Tras la revelación, publicada antes del cónclave papal, “Bergo” rompió el silencio en un largo reportaje autobiográfico con los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. En su descargo, el cardenal recordó que ambos jesuitas estaban organizando otra congregación. “Vivían en el llamado barrio Rivadavia del Bajo Flores. Nunca creí que estuvieran involucrados en ‘actividades subversivas’ como sostenían sus perseguidores, y realmente no lo estaban. Pero, por su relación con algunos curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia de caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalics fueron secuestrados durante un rastrillaje. (…) Afortunadamente, tiempo después fueron liberados, primero porque no pudieron acusarlos de nada, y segundo, porque nos movimos como locos. Esa misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme. Cuando dije que estuve dos veces con Videla y dos con Massera fue por el secuestro de ellos”, se defendió el cardenal, que en ese momento era la principal autoridad de la provincia jesuítica de Argentina y Uruguay, un cargo, ayer y hoy, muy influyente.
La autodefensa pública del purpurado sostiene que nunca quiso echar ni desproteger a sus hermanos de congregación, pero hay una decena de testimonios que indican que el jesuita habría dicho a las fuerzas armadas que los iba a sacar de la congregación, la desprotección suficiente para el calvario que vivieron después.
Ambos sacerdotes vivieron para contarlo y el caso obligó a Bergoglio a declarar ante la Justicia Federal y responder un extenso cuestionario donde queda en evidencia la cotidiana relación de la curia con las fuerzas armadas. Algo que hace improbable el desconocimiento eclesiástico del robo de hijos de detenidos desaparecidos. Más allá de las desmentidas de “Jorge Mario”, todavía no se ha podido esclarecer el papel que tuvo el cardenal para el desembarco de Guardia de Hierro en la Universidad del Salvador, dependiente de la orden jesuítica, la misma academia que le entregó el título honoris causa a Massera. “Creo que no fue un doctorado, sino un profesorado. –aclara Bergoglio a sus biógrafos– Yo no lo promoví. Recibí la invitación para el acto, pero no fui. Y, cuando descubrí que un grupo había politizado la universidad, fui a una reunión de la Asociación Civil y les pedí que se fueran, pese a que la Universidad ya no pertenecía a la Compañía de Jesús y que yo no tenía ninguna autoridad más allá de ser un sacerdote. Digo esto porque se me vinculó, además, con ese grupo político. De todas maneras, si respondo a cada imputación, entro en el juego.”
Las explicaciones, según los voceros eclesiásticos, ya han sido dadas, y no hay nada que ocultar. Aún así, nada logra borrar la sospecha que deja un documento confidencial de la Cancillería. Allí Bergo pide, en secreto, que no le otorguen pasaportes a Jalics y Yorio. Pero en el mismo momento, estaba entregando una nota formal para solicitar que se los dieran.
A pesar del escarnio, alrededor del cardenal justifican esos movimientos camaleónicos. Dicen que son parte de la combinación de súplicas cristianas y silencios cómplices que tuvo la mayoría de las autoridades de la Iglesia con la dictadura. Haber sobrevivido a su sombra, al parecer, fortaleció su cintura política. Un atributo que le permitió detentar durante seis años la jefatura política de la Conferencia Episcopal Argentina, elegido por la mayoría de sus 120 pares. La combinación del arzobispado con el mando de tropa que otorga la presidencia de la CEA, le dio más poder.


La opción por los esclavos

“A principios de 2008 tuvimos una audiencia en donde le dijimos al cardenal: ‘mire, en La Alameda hay gente que es religiosa y gente que no lo es. Estamos peleando contra la trata de personas, nos estamos metiendo en lugares muy pesados, ya tuvimos varios atentados (16 para esa época). Usted está tratando algunas cosas en su homilía que coincide con lo que planteamos nosotros. Y necesitamos claramente un respaldo porque si no vamos a terminar flotando en un río’. Así de simple”, recuerda el maestro de primaria Gustavo Vera, presidente de la Fundación La Alameda.
La intervención sobre los curas tercermundistas no es la única del jesuita en las villas porteñas. Desde allí, confiesan en su entorno, apoya las denuncias contra la complicidad policial con el consumo de paco y el narcotráfico. Lo mismo hace contra las redes de tráfico de personas y reducción a servidumbre en la ciudad, el campo y la industria textil con dos organizaciones aliadas que nacieron en diciembre de 2001. Una comenzó como la Asamblea Popular de Parque Avellaneda, creada en la génesis de los cacerolazos barriales del 20 de diciembre. La otra nació poco después. Es el Movimiento de Trabajadores Excluidos, una organización que reunió a los primeros trabajadores cartoneros después de 2001. Está encabezada por Juan Grabois, hijo de Roberto, uno de los principales dirigentes del Frente Estudiantil Nacional (FEN) que se fusionó con Guardia de Hierro en 1972. El MTE es una de las principales cooperativas que fueron formalizadas en la Ciudad por la gestión de Mauricio Macri, luego de una larga serie de reclamos, pero también gracias al peso de la buena relación que tenía el cardenal con el jefe de gobierno de la ciudad que en 2012 destinó 1660 millones de pesos a subsidiar a los colegios católicos.
Un llamado, una nota formal, una dura homilía, una bendición, una movida de piezas del tablero en nombre de la Catedral Metropolitana. Así se mueve en superficie la influencia eclesial pero por debajo tuerce voluntades y presupuestos. A veces también brinda protección. Como es el caso de los antiguos integrantes de la Asamblea conducida por Vera que comenzó a reunir a los trabajadores textiles rescatados de los talleres clandestinos que funcionaban en el sur porteño. La explotación extrema de la industria del vestido es uno de los costados más descarnados del capitalismo argentino, pero su denuncia no estuvo en manos de los movimientos sociales nacidos en 2001 o los sindicatos sino que, al menos en la última década, fue impulsada por La Alameda. También denunciaban la explotación en el campo, hasta que el cardenal se acercó a Gerónimo Venegas, líder de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), uno de los sindicatos que debería combatir el esclavismo rural.
La llegada del Momo al círculo cardenalicio, se sumó a la relación con el líder de la CGT Hugo Moyano y el gobernador cordobés José Manuel De la Sota. Todos beneficiados con el apoyo púrpura para reclamar la apertura de la causa que investiga el asesinato de José Rucci en 1973. El elenco también incluye al alcalde porteño y a la diputada nacional Gabriela Michetti, hasta que Mauricio decidió autorizar el matrimonio entre personas del mismo sexo en la Ciudad y Bergoglio acusó traición: había quedado desautorizado ante el Vaticano y ante sus opositores internos como el ultraconservador Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, que envió emisarios para pedir que “Bergo” excomulgara a Macri y a todos los ministros que hubieran intervenido. El pedido se volvió a repetir cuando la Ciudad reglamentó el aborto no punible, pero la alarma no llegó tan lejos porque la cúpula eclesiástica sabe que CFK no está de acuerdo con la legalización del aborto.
“A mi modo de ver, ha salvado muchas vidas. Puso el peso institucional de su figura para salir a bancar a denunciantes que la tenían muy complicada contra la trata. El esclavismo es un subproducto de la forma de acumulación mafiosa del capital. Si me preguntás si es lo mismo que piensa Bergoglio, sí. Lo dijo en la cuarta misa contra la trata y el tráfico de 2012: ‘Hoy los esclavistas comen en Puerto Madero’”, dice Vera y reconoce que en su red Bergoglio también sumó a los curas villeros y a las Oblatas y Adoratrices, las dos órdenes de monjas que luchan contra la trata y la esclavitud y aportan datos y rescatadas a La Alameda, la misma organización que denunció al miembro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni por alquilar departamentos de su propiedad a presuntos prostíbulos. Cuentan en la Catedral que después del escándalo, el cardenal llamó al ministro para jurarle que no tenía nada que ver con las denuncias. Palabra de Dios.

Un malentendido

                                                          
A las nueve menos cinco Antonio bajó del tren. Por última vez haría ese recorrido. Despedido de la noche a la mañana. A la oportunidad que sintió con el telegrama en la mano, le siguió inmediatamente una inquietud pánica. En la salida del andén, le preocupó no encontrar el pasaje; lo buscó y rebuscó en los bolsillos, pero aparecía uno que creía de un viaje anterior; le explicó al empleado que lo había perdido y tuvo que pagar una multa. No bien bajó las escaleras, volvió a los bolsillos y se detuvo: el pasaje con el que daba y negaba estaba fechado ese mismo día. Menos por el dinero que por la acusación, pensó en aclarar el malentendido. Cuando mostró la evidencia, el empleado lo mandó con el supervisor. En la oficina, Antonio comentó el incidente, pero aquél le contestó que muy bien podía haberlo encontrado después en el suelo de la estación, que bajo ningún aspecto le reintegraría el monto.
-Yo no quiero el dinero, sino solamente… El supervisor lo miraba con atención.
-…sino solamente…
-Tome asiento, le dijo. Antonio se sentó. 
-Veo que es un hombre muy educado, eso puedo verlo, y que esta situación lo incomoda, lo cual también habla de una cierta honestidad suya. Pero vayamos de a poco. Usted usa nuestro servicio, ¿no es cierto?
-Sí, es cierto.
-Bien, ¿con qué motivo? Llegar a algún lugar, ¿no es así?

Antonio se levantó de la silla.     
-¿Usted por quién me toma? ¿Por algún tonto que va por ahí pidiendo lecciones de comprensión?
-Tranquilícese. Antes le dije que lo veía educado, y en verdad lo creo. Tal vez mis preguntas molesten al principio. O mejor, así lo tengo entendido. Mis hijos, mis amigos, mi mujer… Mi mujer, sobre todo, a veces reacciona así, pero luego vuelve en sí y seguimos conversando amablemente. Ella me conoce, por eso tengo su confianza, y además, es mi esposa, claro. Otros, en cambio, me dicen las palabras más terribles y nunca más los vuelvo a ver, cosa que me apena, pero que, debo confesar, en el fondo, también aliento. Si está en mi naturaleza, ¿para qué rehusarme?       
De pie frente al supervisor, el rubor cedía en la cara de Antonio; en su fuero interno, las aguas se calmaban, al tiempo que los músculos se distendían para que pudiera sentarse nuevamente. El supervisor se repantigó en el sillón y continúo.
-Veo que podemos retomar. Es un hombre sensato. Eso juega a su favor, pero la mayoría de las veces, para alcanzar ese estado, es necesario contraponer otros. ¿Sabe de lo que hablo, no?

-Vagamente. Si se refiere a los dos movimientos naturales básicos…

-¡Los dos movimientos naturales básicos!… me gusta esa apreciación. Sístole y diástole. Antonio, ¿puedo decirle Antonio, verdad?

-Supongo que puede, vaciló, agarrado con firmeza a los brazos de la silla.
Como Antonio notara que parecía un animal agazapado que, saliendo de un peligro, todavía se considera amenazado, intentó con todas sus fuerzas adoptar una postura más amigable. Después de varios movimientos, cruzó una pierna encima de la otra y colocó sus manos sobre una de ellas. El supervisor permaneció respetuosamente en silencio todo ese rato y, cuando advirtió que por fin Antonio se acomodaba, abrió uno de los cajones del escritorio. De allí sacó uno de esos álbumes con una película de celofán para cuidar las fotografías. Abriéndolo al azar, empezó a describir el contexto de lo que se veía.
-La terraza de la casa de mis padres. El pequeño soy yo, ésa que está a mi lado es mi abuela. Recuerdo que ese día me sentía enfermo y ella me sacó del colegio porque el sol, decía, era el remedio más natural que conocía. La cámara la tenía mi abuelo, que en ese momento estaba reparando una radio. Pero a ella, como quería tener esa tarde para siempre, poco le importó lo entretenido que él estuviese, y lo arrastró hacia nosotros. Mi abuelo, rezongando, sacó la foto. 
-La Iglesia del Sagrado Corazón. Mi otro abuelo, el del lado materno, me tiene en brazos la mañana de mi bautismo. Un hombre que vivía fuera de sus cabales, pero de buen corazón. A veces me llevaba a pasear, y si yo le pedía algo, lo que fuere, se paraba en la mitad de la calle y empezaba a gritarle a los que por ahí pasaran diciendo que yo lo vaciaba. Mi madre decía que se le subía fácil la sangre a la cabeza. 
Antonio, que escuchaba la divina juventud del supervisor, impaciente de tener que recorrer el árbol genealógico y desarrollo por entero, cortésmente, se aclaró la garganta. Del mismo modo que cuando de una zona de luz se pasa de repente a una de oscuridad, al supervisor le costó acostumbrarse. Todavía tenía esa expresión remota que le embargaba la miraba cuando cerró el álbum y de nuevo se acomodó contra el respaldar del sillón.                    
-Es cierto. Me disculpo. Es uno de mis pasatiempos preferidos, así que cuando me entusiasmo termino enfrascado, además de que me es muy difícil comprender que los demás puedan aburrirse. Para equipararnos, puede mostrarme algunas suyas.          
-Equipararnos, repasó Antonio en voz baja. Era común que le molestara en las personas esa manera de hablar en conjunto cuando apenas si lo conocían; sin embargo, esta vez, más que molesto, se sintió ofendido.                 
-No llevo fotos conmigo; y si las llevara, ¿por qué debería compartirlas con un extraño? contestó, secamente. El supervisor, reteniendo de las palabras sólo lo que le interesaba, volvió a preguntar:
-Comprendo que nadie anda con un álbum de acá para allá, pero ¿y en la billetera?
-¡No tengo billetera!- La cara de Antonio enrojeció nuevamente, y con un ademán brusco, agarró su bolso apoyado en el suelo, y lo puso encima del escritorio.
-¡Y ahí dentro tampoco encontrará nada que se parezca a una foto!  
-Bueno, está bien… y en un tono meditabundo, agregó: -…pero debería tener una billetera… déjeme ver, en alguno de estos cajones… antes, esta oficina se usaba entera para objetos perdidos, pero ahora apenas si alcanzan media docena al mes… yo recién empezaba en este trabajo… ¡ahí está!
De un cajón sacó una cosa polvorienta que se parecía poco a lo que él decía, pero, a fuerza de sacudones, al tiempo que una nube de polvo se formaba entre ellos, aparecía el objeto en cuestión. Cuando pudieron verse nuevamente, el supervisor alargó el brazo a través del escritorio.   
-Es suya, dijo, con ese aire de los que dan desinteresadamente. -Ahora puede guardar una foto y llevar algo de orden, ¿no le parece?
En uno de esos gestos involuntarios, Antonio se sorprendió con el brazo también tendido, aceptando el regalo. En lo más profundo, empezaba a sentirse abatido. La examinó al derecho y al revés, por dentro y por fuera. Al cabo de un momento, dijo, con una especie de cansada gravedad:      
-Tiene demasiados compartimentos. 
-Es posible que ahora no sepa qué hacer, le contestó, comprensivamente. -Y eso siempre ocurre cuando uno se encuentra ante una novedad. Quisiera que todo quedase en ese comentario… 
El supervisor adoptaba con Antonio la postura y concentración exactas que con las fotografías: a medida que se inclinaba hacia delante, una expresión remota y ensoñada se le manifestaba en la cara.                                 
-…Pero por alguna razón debo decirle que está considerando el asunto de modo incorrecto. O, lo que temo es peor, así ha acostumbrado a su pensamiento.
Igual que una ciudad que sólo cuenta con alarmas antiaéreas, Antonio sentía precipitarse un aluvión de preguntas que bombardearían su intimidad. Hizo un esfuerzo para enderezarse en la silla y, una vez conseguido, suspiró tan hondo que el supervisor se echó para atrás, el cual, saliendo de su sueño, se levantó levemente para acomodarse mejor los pantalones, y continuó:
-¿En qué estábamos?
Antonio se apresuró para empujar el tema hacia una calle lateral y oscura:
-Me contaba sobre esta oficina. 
-¡Ah, sí! Gracias. Bien, le decía que ésta era la sección de objetos perdidos. Supongamos que un pasajero perdía algo durante el viaje. Al finalizar la jornada, yo era el encargado de recorrer todas las formaciones y registrar lo que encontrara, por insignificante que pareciera a primera vista. Por supuesto, antes eran los guardas quienes cumplían esa función, aunque de un modo diferente: «señora, olvida su pañuelo; señor, su paraguas». Muy pocos eran los agradecidos, y en verdad era comprensible, pero ¿qué más podía hacerse?
-¿Crear una sección?, repreguntó Antonio, entre tembloroso y burlón.  
-¡Eso es!, dijo entusiasmado el supervisor. Para los que tendían a apoderarse de lo que ya les había pertenecido, había que reducir tal posibilidad. Lo que se hizo fue invertir el orden de la prueba. Si antes se les pedía una descripción, ahora yo la haría por ellos. Así, sólo cuando una verdadera emoción salía a la superficie, los dejaba buscar por los estantes. De ahí en adelante, los demás reclamos me fastidiaron. Y para serle sincero, en este caso, hago una excepción. Hay muy poco trabajo, como le decía.
-¿Excepción?, paladeó Antonio. -¿Excepción?, repitió.
-Claro que lo es, ¿o no?
-¡No!- Y, con todas sus fuerzas, dio un golpe sobre el escritorio para subrayar una convicción que se desmoronaba. El supervisor frunció el seño, y mirándolo con malicia, soltó una carcajada.     
-Discúlpeme que insista, pero nosotros nos encargamos de que los pasajeros lleguen a destino. Por favor, dígame si me equivoco, ¿usted quería llegar aquí, o no es así?
Antonio sintió un fuerte malestar en el estómago. Quería responder que no, que no quería, pero no pudo, por lo que el supervisor siguió:   
Bueno, entonces acá está. Nosotros hemos cumplido con la parte que nos correspondía. De ahora en adelante, depende de usted, por decirlo de algún modo.   
Antonio se revolcaba en la silla, haciendo toda clase de gestos ininteligibles.
El supervisor, de espaldas al espectáculo, se puso el abrigo y pensó: -tal vez sea el último que pase por acá… mañana la sección, lo que queda de ella, probablemente haya desaparecido… sí, muy probablemente… todos esos años…  bueno, ha sido un placer… ¡Ah! Qué cabeza la mía… ese álbum… todavía no lo reclaman. Puede quedárselo-. Con los ojos desorbitados de terror, ya tumbado en el suelo, Antonio miró al supervisor que, no sin tristeza, cerró la puerta y salió. Cuando se acercaba a la boletería, oyó un grito ahogado que retumbó desde el suelo hasta el techo del hall de la estación.  

-¡Un malentendido! ¡Un malentendido! 

De la universidad pública a la universidad común

por Diego Tatián
Desde hace muchas décadas, “universidad pública” es la palabra de orden que organiza la militancia en torno de la necesidad de su “defensa” a la vez que la disputa por su contenido. Particularmente durante los años noventa, el espacio público universitario fue objeto de embates internos y externos para su conversión en una pura entidad prestadora de servicios y su sometimiento al paradigma de la empresa.
Sin embargo, herencia del trabajo intelectual y político de muchas generaciones, ha sabido “defenderse” de su malversación y ha logrado –al menos en buena medida– preservarse de su captura por el reino de la mercancía que establece la tasación de las vidas y las trayectorias académicas, de las ideas y de los conocimientos, como lo hace con cualquier otro objeto. La “defensa” que procura mantener a la universidad a distancia de la rentabilidad privada está destinada a ser continua y sostener renovadamente su condición “pública”, siempre pasible de pérdida. Noción organizadora de la universidad posreformista latinoamericana, “autonomía” designa a su vez la condición institucional que no sólo se afirma como autogobierno, sino también como potencia productiva de saberes dislocados del imperio de la mercancía y como reino de la crítica frente al “desmonte” de lenguajes, saberes y experiencias renuentes a ser reducidos a una simple ecuación costo/beneficio.

Sin detrimento de este resguardo de la universidad, frente a un progresismo reaccionario que no sólo vacía al conocimiento de su orientación social, sino que también aniquila memorias, historias, vacilaciones propias de la forma de vida dedicada al estudio, “improductividades”, el gusto por la especulación y por las aventuras inciertas del conocimiento que es el espíritu de lo que llamamos “investigación”, resulta necesario adjuntar a su “defensa” una apropiación plural que la convierta efectivamente en un bien común. La conquista de lo común se asienta necesariamente en la defensa de lo público, pero inscribe allí la construcción de la universidad como “incubadora” de nuevas relaciones sociales. Y resignifica, sin abjurar de ella, la noción de autonomía.
Conforme la acepción que se le busca adjudicar aquí, autonomía no es indiferencia ni autorreferencialidad ni autismo, sino más bien articulación, intervención, apertura a la no universidad, construcción heterogénea, convergencia política y cognitiva con movimientos sociales, hospitalidad hacia los saberes populares, común formación de redes contrahegemónicas. No clausura solitaria sino heterogeneidad solidaria; “extensión en sentido contrario” –según la expresión de Boaventura de Sousa Santos– que incorpora saberes concebidos en otra parte e ideas acuñadas fuera para componer una interpretación del mundo y una conversación sobre todas las cosas a la mayor distancia posible de la heteronomía del capital y del mercado.
La “universidad común” que resulta de esta “autonomía heterogénea” no se desentiende a su vez de la implementación de políticas públicas que tienen su origen en el Estado, en aquellos casos e iniciativas institucionales que pueden ser consideradas formas de contrapoder y creación de igualdad; en tanto que activa su potencia crítica, lo cual es otro modo de no desentenderse del Estado y no abandonarlo en sus fragilidades a las embestidas de poderes que lo exceden–, cuando la igualdad y el contrapoder no es lo que orienta la disputa por la ley y las decisiones estatales, sino más bien la tolerancia a –o la directa promoción de– formas de acumulación que conllevan depredaciones ambientales o sociales (agronegocios, megaminería, radicación de plantas de semillas transgénicas…) conforme un desarrollismo unilateral e inmediatista despojado de una sabiduría de las consecuencias.
¿Cómo pensar lo común entre la universidad y los movimientos sociales? Y también: ¿qué es lo común entre las distintas ciencias y los diferentes movimientos sociales? Este interrogante no propone el hallazgo de lo que cosas distintas tienen en común, sino una exploración de algo que los diferentes pueden en común. Así, lo común no es lo ya dado de lo que se dispone sino el efecto de una voluntad de encuentro –o de una apertura a la aleatoriedad de los encuentros–, de un trabajo, y una conquista conjunta de acciones y nociones que precipitan una convergencia política; en otros términos: lo común es la conquista de una autotransformación que conmueve las identidades involucradas por la elaboración conjunta de una diferencia y la creación de una novedad.
La universidad común y los movimientos sociales (que con un pequeño forzamiento en la expresión podríamos llamar también “movimientos comunes”) se proponen como laboratorios de nuevas libertades y nuevas igualdades; como experimentación de relaciones sociales alternativas que desmantelen la separación corriente del saber y el sentido del saber en favor de una generación de comunidades contrahegemónicas capaces de mancomunar la búsqueda del conocimiento y el anhelo de transformación; capaces de constituir una red de intercambios de ideas y circulación de significados, y una convergencia de potenciamiento conjunto que no ocurre sin un trabajo y sin la creación de nuevas instituciones orientadas a albergar una conversación entre diferentes maneras de hablar y de interpretar el libro del mundo.
Cuando se produce, esa novedad no es efecto de una sumatoria de entidades incólumes sino de una interpenetración: una hospitalidad de los movimientos sociales hacia la ciencia y el conocimiento producido en la universidad (la escuela de formación política Florestán Fernandes del Movimiento sin Tierra de Brasil es un ejemplo de ello) y al revés, la inclusión –en sentido fuerte de la palabra– de saberes no universitarios al interior de la universidad conforme una cultura institucional que considere y promueva la extensión en sentido contrario.
La conquista de lo común requiere una tarea de traducción –en el estricto sentido de trans-ducción: llevar de un lado hacia el otro– en la que siempre (como cuando se lleva de una lengua a la otra) algo se pierde para ganar mucho. En este sentido, traducción no equivale a una aplicación inmediata de saberes provenientes de otro lado ni a una recepción pasiva de experiencias, sino antes bien a una actividad de comprensión y transformación. Esa actividad, política en sentido estricto, está destinada a ser interminable debido a una constitutiva opacidad de lo común, que no es algo anterior a lo que se pertenece ni un lastre con el que se carga, sino una dimensión emancipatoria por venir que no sucumbe a las ilusiones de la transparencia.

El cuento del buen papa

por Martín Caparrós


La Argentina se empapó. Mojada está, húmeda de gusto por su papa. Hace días y días que nadie habla de otra cosa o, si alguno sí, lo relaciona: papa y los diputados, fútbol y papado, papas y dólar blú y más papas, sus tetas operadas y el celibato de los papas. La Argentina reboza de gozo, se extasía ante la prueba de su éxito: seguimos produciendo íconos, caras para la camiseta universal. Habemus papam era una voz extraña, y en una semana se ha convertido en un justo lema de la argentinidad: tenemos papa –nosotros, los argentinos, tenemos papa. La figura más clásica de la tilinguería nacional, el Argentino Que Triunfó en el Exterior, encontró su encarnación definitiva: si, durante muchos años, Ernesto Guevara de la Serna peleaba codo a codo con Diego Armando Maradona, ahora se les unió uno tan poderoso que ni siquiera necesitó morirse para acceder al podio. Cada vez más compatriotas y compatriotos se convencen de que era cierto que Dios –al menos ese dios– es argentino.

Así las cosas, más papistas que el papa, el nuevo ha despertado aquí cataratas de elogios: que es humilde, que es bueno, que es modesto, que es muy inteligente, que se preocupa por los pobres. Sus detractores, sin embargo, no ahorran munición gruesa: algunos llegaron incluso a decir que era argentino y peronista. Y otros, más moderados, kirchneristamente basaron sus críticas en sus acciones durante aquella dictadura -y discutieron detalles. Como si no bastara con saber que, como organización, la iglesia de la que el señor Bergoglio ya era un alto dignatario apoyaba con entusiasmo a los militares asesinos.

Los críticos, de todos modos, no consiguieron unanimidad; algunos dicen que lo que hizo no fue para tanto, otros lo minimizan con un argumento de choque: que él es otro, ya no Jorge Bergoglio sino alguien distinto, el papa Francisco. Suena tan cristiano: el bautismo como renacimiento que deja atrás la vida del neófito; lo raro es que lo dijeron aparentes filósofos tan supuestamente ateos y materialistas como el candidato Forster. Y todos debatieron a qué políticos o políticas locales iba a beneficiar el prelado y su anillo a besar o no besar: me parecen pamplinas.

En el terreno nacional lo que me preocupa –lo escribí hace unos días en un diario– es el shock de cristiandad que vamos a sufrir los argentinos. Temo el efecto que este inesperado, inmerecido favor divino puede tener sobre nuestras vidas. No me refiero al hartazgo que a mediano plazo –en dos o tres días– pueda causar la presencia de Bergoglio hasta en la sopa; hablo del peso que su iglesia siempre intenta ejercer, ahora multiplicado en nuestro país por el coeficiente de cholulismo nacional que nos hizo empezar a mirar tenis cuando Vilas ganó algún grand slam, basket cuando Manu Ginobili, monarquías europeas cuando la holando-argentina se transformó en princesa.

Lo sabemos: la iglesia católica es una estructura de poder basada en fortunas tremebundas, millones de seguidores y la suposición de que para complacer a esos millones hay que escuchar lo que dicen sus jefes. La iglesia católica usa ese poder para su preservación y reproducción –últimamente complicadas– y para tratar de imponer sus reglas en esas cuestiones de la vida que querríamos privada y que ellos quieren sometida a sus ideas.

Así fue como, hace 25 años, se opusieron con todas las armas de la fe a ese engendro demoníaco llamado divorcio, que solo pudo establecerse cuando el gobierno de Alfonsín se atrevió por fin a enfrentar a la iglesia católica -y el mundo siguió andando. También intentaron oponerse a la ley de matrimonio homosexual hace un par de años, pero estaban de capa caída y no pudieron. Ahora, un papa argentino va a pelear con uñas y dientes y tiaras para evitar que un gobierno argentino tome medidas que podrían ser vistas como precedentes por otros gobiernos y sociedades regionales: el nuevo código civil, la fertilización asistida y, sobre todo, la legalización del aborto retrocedieron esta semana cincuenta casilleros. Y eso si no se envalentonan e intentan –como en España– recuperar el 
terreno ya perdido.

Pero peor va a ser para el mundo. El señor Bergoglio parece un hombre inteligente y parece tener cierto perfil vendible que puede ayudarlo mucho en su trabajo. Lo acentúa: cuando decide ir de cuerpo presente a pagar la cuenta de su hotel no está pagando la cuenta de su hotel –que puede pagar, un suponer, con su tarjeta por teléfono–; está diciendo yo soy uno que paga sus cuentas de hotel, uno normal, uno como ustedes. Uno que hace gestos: uno que entiende la razón demagógica y cree que debe hacer gestos que conformen el modo en que debemos verlo. Uno que, además, sirve para definir el populismo: uno que dice, desde una de las instituciones más reaccionarias, arcaicas y poderosas de la tierra, una de las grandes responsables de las políticas que produjeron miles de millones de humildes y desamparados, que debemos preocuparnos por los humildes y los desamparados.

Peor para el mundo. En estos días, demócratas y progres festejan alborozados la resurrección de un pequeño reino teocrático: la síntesis misma de lo que dicen combatir. La iglesia católica es una monarquía absoluta, con un rey elegido por la asamblea de los nobles feudales que se reparten los territorios del reino para que reine sin discusiones hasta que muera o desespere, con el plus de que todo lo que dice como rey es infalible y que si está en ese trono es porque su dios, a través de un “espíritu santo”, lo puso. La iglesia católica es una organización riquísima que siempre estuvo aliada con los poderes más discrecionales –más parecidos al suyo–, que lleva siglos y siglos justificando matanzas, dictaduras, guerras, retrocesos culturales y técnicos; que torturó y mató a quienes pensaban diferente, que llegó a quemar a quien dijo que la Tierra giraba alrededor del Sol –porque ellos sí sabían la verdad.

Una organización que hace todo lo posible por imponer sus reglas a cuantos más mejor y, así, sigue matando cuando, por ejemplo, presiona para que estados, organismos internacionales y oenegés no distribuyan preservativos en los países más afectados por el sida en África –con lo cual el sida sigue contagiándose y mata a miles y miles de pobres cada año.

Una organización que no permite a sus mujeres trabajos iguales a los de sus hombres, y las obliga a un papel secundario que en cualquier otro ámbito de nuestras sociedades indignaría a todo el mundo.

Una organización de la que se ha hablado, en los últimos años, más que nada por la cantidad de pedófilos que se emboscan en sus filas y, sobre todo, por la voluntad y eficacia de sus autoridades para protegerlos. Y, en esa misma línea delictiva, por su habilidad para emprender maniobras financieras muy dudosas, muy ligadas con diversas mafias.
Una organización que perfeccionó el asistencialismo –el arte de darle a los pobres lo suficiente para que sigan siendo pobres– hasta cumbres excelsas bajo el nombre, mucho más honesto, de caridad cristiana.

Una organización que se basa en un conjunto de supersticiones perfectamente indemostrables, inverosímiles –“prendas de fe”–, solo buenas para convencer a sus fieles de que no deben creer en lo que creen lógico o sensato sino en lo que les cuentan: que deben resignar su entendimiento en beneficio de su obediencia a jefes y doctrinas: lo creo porque no lo entiendo, lo creo porque es absurdo, lo creo porque los que saben me dicen que es así.

Una organización que, por eso, siempre funcionó como un gran campo de entrenamiento para preparar a miles de millones a que crean cosas imposibles, a que hagan cosas que no querrían hacer o no hagan cosas que sí porque sus superiores les dicen que lo hagan: una escuela de sumisión y renuncia al pensamiento propio –que los gobiernos agradecen y utilizan.

Una organización tan totalitaria que ha conseguido instalar la idea de que discutirla es “una falta de respeto”. Es sorprendente: su doctrina dice que los que no creemos lo que ellos creen nos vamos a quemar en el infierno; su práctica siempre –que pudieron– consistió en obligar a todos a vivir según sus convicciones. Y sin embargo lo intolerante y ofensivo sería hablar –hablar– de ellos en los términos que cada cual considere apropiados.

En síntesis: es esta organización, con esa historia y esa identidad, la que ahora, con su sonrisa sencilla de viejito pícaro de barrio, el señor Bergoglio quiere recauchutar para recuperar el poder que está perdiendo. Es una trampa que debería ser berreta; a veces son las que cazan más ratones.

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