Anarquía Coronada

“Los gestos pasan, las historias quedan”

Entrevista con Wu Ming 4
por Amador Fernández-Savater y Javier Lucini

En Estrella del alba, la novela de Wu Ming 4 que ha publicado recientemente Acuarela Libros, los cuatro personajes principales son escritores y han luchado como soldados, en las arenas del desierto árabe o las trincheras de la primera Guerra Mundial. Sus nombres son bien conocidos: T.E. Lawrence (o Lawrence de Arabia), J.R.R. Tolkien, Robert Graves y C.S. Lewis. Entre diferentes flashbacks bélicos, Wu Ming 4 novela sus encuentros y desencuentros en el Oxford de 1919.
Si Tolkien, Graves y Lewis se preguntan cómo seguir escribiendo después de vivir desde dentro la gran carnicería, Lawrence se dispone a escribir por su lado la historia de la revuelta árabe, que es al mismo tiempo la historia de sus hazañas. Pero no es tarea fácil, mil dudas le atraviesan como flechas. No quiere escribir una crónica fría de los hechos, sino encontrar el lenguaje para convertir la experiencia en una historia inspiradora: un mito. Pero para alcanzar una palabra creíble debe guerrear primero consigo mismo, afrontar sus propias ambigüedades y claroscuros.
Teniendo en cuenta que el autor de la novela forma parte desde hace años de un colectivo de escritores y activistas organizados en torno a la confianza incondicional en la fuerza transformadora de las historias, podemos leer (también) Estrella del alba como una (auto)reflexión sobre las relaciones entre escritura, mito y acción, como una pregunta incluso sobre el mismo significado de una escritura política.
¿Cómo contar un movimiento colectivo y anónimo de transformación? Apenas hemos visto aparecer, en torno al 15-M, nuevos modos de (d)escribir la acción política, siguen predominando los formatos codificados, como por ejemplo el análisis más o menos pedagógico, el texto de agitación más o menos propagandístico o el canto lírico más o menos idealista. Las dudas de Lawrence siguen siendo aún las nuestras, interrogamos a Wu Ming 4 desde ahí.
¿Cómo fue tu encuentro con las obras de los cuatro autores protagonistas de Estrella del Alba? ¿Cómo surge la idea de ficcionar sus encuentros como trama de una historia? ¿Qué problemas y cuestiones te permitía plantear?
WM4. Conocí a los cuatro autores protagonistas de Estrella del Alba a lo largo de los años, pero la idea de hacer que “se encontraran” en una novela la concebí en un cierto momento muy concreto, a mediados de la última década. Me di cuenta de que la figura ambigua y controvertida de Lawrence de Arabia encerraba en sí misma todas las contradicciones del héroe. Al situar a Lawrence en el centro era posible contar esas contradicciones, reflexionar narrativamente sobre ellas, utilizando como “observadores” a otros escritores importantes de su generación. Robert Graves fue en el mundo real ungran amigo suyo, mientras que J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis se encontraban en Oxford en aquel mismo periodo. La coincidencia era perfecta. Cualquiera de estos tres podía encarnar un punto de vista sobre Lawrence y, por tanto, sobre el héroe histórico y mítico.
Al comienzo de la novela, nos encontramos a Lawrence preguntándose de qué sirve escribir la historia de la revuelta si los árabes siguen luchando por su independencia, ahora contra los ingleses, sus antiguos aliados. ¿No sería mejor volver al frente y entrar de nuevo en acción? Graves le responde: “estás escribiendo la historia de la revuelta. Eso también es combatir”. ¿En qué sentido piensas que la escritura es o puede ser la continuación de la política por otros medios? Es decir, ¿qué aporta la escritura a la acción?
WM4. En ese caso concreto Lawrence contó la historia de la Revuelta Árabe (1916-1918) para mostrar lo que la guerrilla de los beduinos había aportado a la victoria inglesa sobre el imperio otomano. Como la historia la escriben siempre los vencedores, el hecho de que en ese caso el vencedor fuera un oficial inglés amigo de los árabes representó un obstáculo a la marginalización de las tribus terminada la guerra. Por lo menos Lawrence trató de obstaculizarla actuando narrativamente. Sin embargo, al escribir Los Siete Pilares de la Sabiduría Lawrence hizo algo más: escribió un moderno manual de guerrilla, el primero del siglo XX. Un manual narrativo que representa aún hoy uno de los momentos de reflexión más avanzados sobre la guerra irregular, entendida también como metáfora política. La escritura no podrá nunca sustituir a la acción, pero puede inspirarla, ayudarla y, sobre todo, narrarla, dándole así una consistencia mítica, o sea perdurable. Porque los gestos pasan, pero las historias quedan.
C.S. Lewis asiste en el libro a una clase de traducción del profesor Murray en la que reflexionan sobre las palabras iniciales de la Poética de Aristóteles. “Hablaremos del haceren sí y de sus especies, de la potencia propia de cada una, y de cómo es preciso construir los mitos si se quiere que el hacer resulte bien”. Tolkien escribió el poema Mythopoeiacomo respuesta a una pregunta de C.S. Lewis en la que se cuestionaba si los escritores de cuentos no se dedicaban a “dorar mentiras”, viniendo a ser los mitos “sólo mentiras susurradas a través de plata”. Para escribir su historia, Lawrence se acerca a los poetas de Oxford: a través de Graves conoce a Sassoon, Blunden o Masefield. ¿Qué está buscando? Es decir, en general y más allá de Lawrence, ¿por qué la poesía, el mito? ¿Qué relación tienen con la verdad?
WM4. Una de las pocas cosas que unen a los autores protagonistas de Estrella del Albaes que creían en la verdad de la poesía y el mito. Creían que la poesía y la mitología podían aprehender aspectos parciales de la verdad sobre la naturaleza humana, sobre la vida, sobre el bien y sobre el mal. Ninguno de ellos afirmaba de forma fideísta: “Esta es la verdad” (si bien C.S. Lewis, en edad madura, estuvo demasiado cerca de hacerlo, y eso marcó su gran limitación con respecto a los otros), sino que sentían que los grandes autores y mitopoetas del pasado habían sabido contar algo universal. Algo que hablaba todavía a la humanidad acerca de sí misma. Frente a la ironía modernista que negaba la posibilidad de aspirar a tanto, aquellos autores fueron a contracorriente e intentaron aún la vía de la mitopoiesis.
El espectáculo teatral de Lowell Thomas (que aparece al comienzo de la novela) ha convertido a Lawrence en una leyenda, pero de cartón piedra. Algo muy similar a lo que el colectivo Wu Ming llama un “mito tecnificado”. ¿Qué es un mito tecnificado?
WM4. El mito tecnificado es un instrumento de poder. Es una historia originariamente producida y compartida por una colectividad, que es capturada por un aparato de poder, transformada en base a exigencias apologéticas y cristalizada, petrificada por quienes la custodian. Un ejemplo de ello puede ser el mito de la revolución proletaria en la Unión Soviética estalinista. O el redescubrimiento filológico del folklore germánico que se transforma en mito de la raza y Kulturkampf en el Tercer Reich hitleriano.
En un libro reciente, el filósofo Alain Badiou habla de la “importancia decisiva de los nombres propios en toda secuencia de la política revolucionaria, desde Espartaco a Müntzer pasando por Blanqui y Lenin. Cada uno de ellos simboliza históricamente, en la forma de un individuo, la acción anónima de millones de insurrectos”. Pero el precio a pagar es muy alto: Lawrence vive crucificado en su imagen de héroe (y un héroe, como le explica Nancy Nicholson a su marido Robert Graves, “no tiene amigos, sólo admiradores y amantes”). ¿Es ese peso el que lleva a Lawrence a decir en algún momento a alguien “mi nombre se ha convertido en algo condenadamente incómodo, olvídelo”? ¿Son necesarios esos nombres propios para representar (simbolizar, transmitir y contagiar con fuerza) la lucha colectiva? ¿Alguien tiene que pagar necesariamente con su vida personal el precio que exige la Historia?
WM4. Un nombre propio puede siempre convertirse en un nombre colectivo. Quizás sea precisamente esto lo que permite mantener abierto el margen de su uso: el hecho de que el nombre se convierta en una especie de firma/icono múltiple. Sin embargo, el nombre como apelativo del héroe puede acabar siendo un pesado lastre, como en el caso de Lawrence. El héroe en cuanto tal es siempre símbolo de la colectividad y al mismo tiempo está separado de ella. Es una figura ambigua, amado por todos, conocido por nadie (es verdad, este es uno de los temas de Estrella del Alba). Lo cual vale tanto más en el caso de Lawrence, que fue la primera pop star contemporánea. Por lo que respecta al “precio que exige la Historia”, no creo que nadie pueda establecerlo. Es verdad que la ética del coraje heroico prevé que el héroe muera en el ejercicio de sus funciones, es decir en batalla, en acción, salvando a la colectividad, pero precisamente el ejemplo de Lawrence y la reflexión de un autor como Tolkien demuestran que existe una posibilidad de vida post-heroica. En este segundo momento, el héroe se convierte en narrador de sí mismo y deja la propia historia en herencia a los que vengan más tarde.
El sinólogo François Jullien explica que la cultura china carece de mitología porque entiende que las transformaciones son procesos siempre subterráneos y silenciosos que se pueden cuidar y cultivar, pero no catalizar ni guiar. No hay relato mítico porque no hay héroe-conductor ni acontecimiento decisivo, sino proceso anónimo. En un sentido tal vez parecido, Lawrence confiesa en determinado momento de la novela: “en realidad las cosas ocurren, nosotros sólo podemos hacer todo lo posible por no caernos de la silla”. Y Tolkien advierte sobre los peligros de creerse “Turambar, Amo del destino”. ¿Cómo conciliar entonces la épica con la revuelta? ¿Cómo narrar (políticamente) lo no excepcional?
WM4. En la antigüedad pagana, el pecado del héroe trágico era la “hybris”, es decir, el hecho de creerse liberado de toda ley, de todo deber de reconocimiento, dueño del propio destino. Era un insulto hacia los dioses, que generalmente castigaban al héroe con algún terrible suplicio. La frase que citas proviene realmente de una carta de Lawrence a un amigo escritor en 1930 (y que yo he fechado diez años antes). Es una especie de contramelodía, o visión crítica, de la propia obra Los Siete Pilares de la Sabiduría. En aquella obra Lawrence se describe a sí mismo como la inteligencia y el motor de la revuelta árabe, poniéndose siempre en el centro de todo. Sin embargo, en la carta, en un momento de intimidad, fuera de la construcción del propio mito, Lawrence habla con franqueza: dice que en realidad él solo lo ha hecho lo mejor que ha podido y más que conducir la marea ha tratado de cabalgarla sin perder el equilibrio. Siempre tenemos que conservar la conciencia de que no todo depende de nosotros. Navegamos en un océano, entre corrientes, tifones y bonanzas que impactan inevitablemente contra las rutas que trazamos. Ni somos los dueños absolutos de nuestro destino ni los movimientos de revuelta pueden serlo de los destinos colectivos. Hay alquimias que se nos escaparán siempre. Además lo excepcional y lo ordinario se entremezclan. Dentro de un evento excepcional siempre están también nuestras historias ordinarias y no es posible contar solo el uno o el otro de estos dos momentos. Se dan juntos.
“Espero que logre volcar en las páginas sus contradicciones. Resultaría una obra muy interesante”, le dice Nancy Nicholson a Lawrence. Las historias que se escriben con las contradicciones y los claroscuros de la vida son efectivamente bien interesantes, pero ¿pueden ser un mito, galvanizador de voluntades, llamada a la acción? ¿Cómo ha evolucionado la mitopoiesis de Wu Ming ?
WM4. Al estudiar el concepto de “mito tecnificado” elaborado por el mitólogo italiano Furio Jesi (1941-1980) hemos afinado nuestro discurso sobre la mitopoiesis. Los mitos se utilizan a conciencia, o manteniendo siempre abierto el margen de la alegoría, sin la pretensión de cerrarla, de hacer que mito y realidad sean perfectamente coincidentes. Es un problema también literario, obviamente. Mientras se narra una historia se reflexiona también sobre el hecho de narrar historias, indagando en los límites; se trata de estar dentro de la narración sin dejarse determinar en exceso por ella pero sin pretender tampoco dominarla. En suma, frente a los mitos conviene tener una actitud que no sea ni escéptica ni fideísta, sino crítica, dialéctica. Y claro, se antoja mucho más difícil crear mitos de revuelta basándose en las contradicciones y en los claroscuros. La revuelta parece necesitar de narraciones heroicas puras y simples. ¿Puede existir una figura heroica más parecida a nosotros, comunes mortales, con nuestra carga de contradicciones, miedos y titubeos? Según Tolkien, por ejemplo, sí. Su respuesta literaria son los Hobbits. Hombres comunes que son capaces de responder a la llamada de la acción porque carecen precisamente de toda prosopopeya heroica. Y sin embargo son héroes a todos los efectos, también (y acaso justamente por eso) porque tienen bien presente que el fracaso es posible. Héroes en la Tierra Media y héroes en nuestro imaginario contemporáneo. Por lo tanto, quizás tenga sentido trabajar en esta dirección.
Otro de los personajes, C.S. Lewis, quiere desmontar el mito de Lawrence, ver qué hay detrás, así que investiga su vida privada. Su gesto recuerda el del pensamiento crítico: sospechar de las apariencias e interrogarlas hasta hacerles confesar la verdad. Desmitificación contra Poética. ¿Se podría hablar de una tensión, en el seno del pensamiento crítico, entre el discurso que contrapone los hechos a los mitos (representado aquí por Lewis) y otro discurso que busca más bien redefinir y redescribir (poéticamente) los datos de la realidad (Lawrence)?
WM4. Exactamente. El encuentro -del todo imaginario- entre Lewis y Lawrence en Estrella del Alba es precisamente esto. El personaje de Lewis encarna un cierto tipo de críticos que consideran a Lawrence un fanfarrón y un mitómano. Y en efecto, Lawrence fue tanto mitómano como mitopoeta, por lo que solo uniendo todos los puntos de vista es posible comprender algo de su personaje. Lewis representa evidentemente el enfoque racionalista y demistificador de los mitos. Pero al final lo único que sucederá es que acaba rindiéndose a la evidencia de que una parte de sí mismo no es racional, de que existe el inconsciente y la felicidad pasa también a través de la aceptación de sí, de los propios puntos débiles. Y sobre todo, que la imaginación y la fantasía nos ayudan a vivir.
Tolkien, Graves y Lewis, huyendo del horror de las trincheras, encontrarían salida finalmente en la fantasía (en el caso de Graves en la mitología clásica). En más de una ocasión se les acusaría por ello de escapismo, de huida de la realidad. Ursula K. Le Guin habla de la “profunda desconfianza puritana por la fantasía de quienes confunden la fantasía, que en sentido psicológico es una facultad universal y esencial de la mente humana, con el infantilismo y la regresión patológica”. Y Tolkien, en su ensayo “Sobre los cuentos de hadas”, responde a esta cuestión de la Evasión y el Consuelo con estas reflexiones: “He alegado que la Evasión es una de las principales funciones de los cuentos de hadas y, puesto que no los desapruebo, está claro que no acepto el tono peyorativo o condescendiente con el que tan a menudo se emplea hoy en día el término Evasión… ¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse y regresar a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla de otros temas que no sean carceleros y rejas? El mundo exterior no ha dejado de ser real porque el prisionero no pueda verlo. Los críticos han elegido una palabra inapropiada cuando utilizan el término Evasión de la forma en que lo hacen; y lo que es peor, están confundiendo… la Evasión del prisionero con la huida del desertor”. ¿Qué opinión te merece este rechazo de la fantasía como evasión e infantilismo, aún muy presente en los ámbitos “críticos”? ¿En qué puntos se cruzan los caminos de escritura que tomaron los cuatro autores protagonistas de Estrella del alba?
WM4. Las palabras de Tolkien en su famoso ensayo están entre las más eficaces que se han escrito sobre este tema. Evadirse no significa desertar. Imaginar un mundo fantástico no significa rechazar el mundo real en el que se vive, sino que por el contrario bien podría ser la actitud necesaria para intentar cambiarlo de arriba a abajo. Criticar el ejercicio de la fantasía en literatura no tiene más sentido que criticar el uso de las piernas para caminar. Fantasear forma parte de la naturaleza humana, y si nadie lo hubiera hecho nunca probablemente viviríamos aún en los árboles. Añado que conservar un poco de la sana maravilla infantil ante una buena historia es una cualidad que pocos autores tienen.
Lo que es seguro es que los cuatro autores protagonistas de Estrella del alba la tenían. Si creían en el poder de las historias quizá fuera también por esta razón. Creían que las historias podrían servir para hacer cosas. Y en ciertos casos hasta para hacer que se hagan las cosas justas.
Traducción del italiano: Álvaro García-Ormaechea

Marcha del 3 de julio en DF contra el Fraude

El lunes 2, al otro día de las elecciones, se había armado otra, también por las redes sociales, anticipándose por varias horas a que AMLO saliera a impugnar la elección. Ahora el Instituto Federal Electoral aceptó el recuento de la mitad de las casillas, que se está llevando adelante en este momento. Esto no va a cambiar nada, pienso, ya que el fraude grueso se dio en el territorio, acarreando gente, quemando urnas, copando casillas, etc., y ni siquiera van a revisarse la totalidad de las irregularidades.
Este proceso de recuento, en el que están involucrados controlando los cómputos distritales los del #YoSoy132 y toda la gente movilizada, termina el fin de semana. Para el sábado está llamada una marcha nacional contra el fraude. Parece difícil, imposible más bien, revertir el fraude, pero desde el sábado se verá qué pasa con un proceso de movilización que ya no parece atado a un candidato, pero que por el momento no tiene otra consigna común que el control de las elecciones.

Hay que pasar el frío polar (vómito de ideas)

Manada difusa, bella, imperceptible:



una vez más, como cada tanto, el menú del buen Lobo llega a su mesa. Altos textos. Hay de todo: gústese en servir.


Arranquemos con una polémica descarnada y encarnizada en torno a cómo resolver el mayor problema político de nuestro presente: la imposibilidad de que, en 2015, Cristina Kirchner sea relecta Presidenta. Y que esta imposibilidad jurídico-constitucional (y no política o de legitimidad social), bloquee el decurso transformador del Gobierno Nacional y Popular.

(Recomendación: leer de abajo hacia arriba).
10- La vuelta de la política, por Oscar Monti
09- Ni castración ni destitución, por Juan Pablo Maccia
08- Respuesta a Juan Pablo Maccia, por Rosa Lugano
07- Objeciones y conflictos de coyuntura, por Juan Pablo Maccia
06- Plebiscito por Cristina Presidente, ¡YA!, por Juan Pablo Maccia
03- Las elecciones, por Oscar Monti
Esta polémica encuentra su extensión cotidiana en las notas de coyuntura política que vamos ensayando en nuestro devenir-manada, una comunidad especialmente sensibles a ese fenómeno anómalo e inquietante (en algún caso, incluso, seductor) al que por comodidad epocal llamamos «kirchnerismo».
¿Qué más querés?, por Oscar Guerra
Corporaciones, por Horacio González
El zapato de Moyano, por Gustavo Varela
Lanata y el triunfo del código progresista, por el Taller de Coyuntura
Profundizar el modelo, por Darío Aranda
Crisis en el Cerro Dragón, por Diego Genoud
Aportes de nuestros corresponsales en distintos puntos de Latinoamérica, en este caso, en México en ocasión de las elecciones presidenciales que se están desarrollando en ese pintoresco expaís (que sin mediación pasó del zapatismo a una narcoguerra que te escupe un Cromañon cada noche; te baja una Torre Gemela por mes). 


Para el caso de Paraguay, el camarada Lobizón nos seleccionó los mejores textos/testimonios que explicar lo inexplicable: ¿Dónde quedó la garra guaraní?

En el envés, varias de las mejores mentes de esta generación se preguntan sobre qué rasgos distintivos fue adquiriendo el Estado durante la última década, a la par que se fueron consolidando enunciados desarrollistas y prácticas neo-extractivitas. Hábitat natural del Homo Subsidiatus:
Corresponsal en México: ¿Qué pasa con la política en esta narconación?
Corresponsal en Paraguay: Uno menos.
¿Hay una nueva forma-Estado? Apuntes latinoamericanos, por Verónica Gago, Sandro Mezzadra, Sebastián Scolnik y Diego Sztulwark.
Y todo esto sin desatender las luchas globales, con corresponsales amigos de la talla de Sandro Mezzadra o de John Holloway o Etienne Balibar.
Notas desde Blockupy Frankfurt, por Sandro Mezzadra
Y finalmente, ya para el momento de los postres, uno puede encontrar, literalmente, cualquier cosa. No es ciertamente el tema el que convoca, sino el tono, la intensidad, la melodía. Películas, novelas, historias, redes sociales, consumo, el periodismo, la política, la ciudad. La cuestión es estar al acecho, atento al estímulo que posibilita pensar, al afecto que nos conmueve y compone.
Elefante Blanco, por G. Noriega
Elefantiásico, por Ignacio Izaguirre
En busca de la Literatura Blanca: Gordo de Sagrado Sebakis, por Emilio Sadier y Diego Picotto
Muerte y Facebook (II), por Lucía «Lucifer» Fernández
La Duda, por Dolores Curia
. ¡Mitopoiesis viejx!, Taller: Ni rastro del carmín (Sevilla)
Hacer ciudad, por el Taller de Micropolíticas Urbanas
Quienes saben, saben. Palabras Mayores::
– Entrevista a Toni Negri: «El chantaje de los mercados«
– Entrevista a Alain Badiou: «En filosofía es importante tener un adversario«
– Entrevista a Wu Ming 4: «Los gestos pasan, las historias quedan», por Amador Fernández-Savater y Javier Lucini.
– Entrevista a Ferrez: «Que mi literatura sea una droga».
los infaltables:  «Evón y Perita»: (Camioneros; Cacerolazos (III…); Justicia Política; Cacerolazos (2 de 2); Canto al País; Perito) Afiches (2), Camioneros (2), España 2012 (AyB)

y  «Para pasar el finde«:

– «Foucault por sí mismo» (Documental sobre Michel Foucault – 2003 – Subtitulada)
– «No se puede hacer la revolución sin armas» (Conferencia de Toni Negri – Subtitulada)
– «Abecedario«, de Gilles Deleuze (con precisos subtítulos)
Con inconmensurable amor hermano,

Lobo 
(uno nunca sabe lo que un Lobo puede)
@looobosulto

Anonymous hackeó varias páginas oficiales del Gobierno

Entre otros, bloqueó el acceso a la web de la Casa Rosada y de Diputados; fue en reclamo por las trabas a las 
importación de medicamentos

Anonymous, la red internacional de hackers más conocida a nivel mundial, realizó esta madrugada un operativo para bloquear sitios oficiales de la Argentina, entre los que se encontraban el de la Casa Rosada y la Cámara de Diputados, en repudio a las trabas a la importación de medicamentos.


Fue en el marco de la denominada «Operación Quirófano» que la ya famosa red lanzó una inmediata campaña por las redes sociales para inhabilitar sitios web dependientes del Gobierno y de otros sectores.


Anonymous Argentina reclamó un «No al cierre de importación de medicamentos», y en un comunicado difundido advirtió: «Hemos perdonado a todo el personal que trabaja en la dirigencia del Anses. Pero tenemos sus datos. DNI, Dirección, Teléfonos, nombres y cargos que serán revelados si persisten los problemas con la importación de medicamentos. Gracias a todos»

«Sres. Gobernantes del Pueblo Argentino, desde nuestro lugar como ciudadanos vemos indignados las repercusiones que las medidas adoptadas por el Sec. De Comercio Exterior desde su total desconocimiento y autoritarismo, demostrado al poner en practica las «Trabas a las Importaciones en Gral» y especialmente a la de los insumos quirúrgicos y medicinales a causa de las cuales se incurre desde el gobierno en el delito de «Abandono de Persona». Se están suspendiendo operaciones, porque gran parte de los insumos son importados y no llegan a los hospitales», publicó la red de hackers.

El movimiento apolítico pidió ayuda a todos los argentinos solicitando que mantengan abierta la pagina http://anonmdna.blogspot.com.ar/, para contribuir a la inhabilitación de la web perteneciente al Gobierno. «Si dejan abierta esta web, mandara solicitudes erróneas a la pagina de la presidencia. Si todos lo hacemos la pagina cae», escribió un integrante de Anonymous en Twitter apenas media hora después de la medianoche.

Con su firma habitual y alguna ligera variante, el movimiento saludó a los visitantes interesados en colaborar: «Somos Anonymous, Somos Legión, No olvidamos, ¡Esperen mas!». Y concluye: «Nuestras Operaciones serán contundentes y progresivas a cualquier coste ya que preferimos morir en el intento de salvaguardar la vida antes de avergonzarnos ante las generaciones venideras por haber dejado que políticas insustentables especulen económicamente con nuestros seres queridos»..

Ante la perversión y penetración del discurso electoral del poder y el dinero, la resistencia anticapitalista

por Rafael Sandoval Álvarez


El momento político que se vive, con la indignación que causa el caer en cuenta de que las elecciones son parte de un sistema político en el que no cuenta la voluntad popular, muestra que la vía electoral para conseguir un sistema de gobierno democrático no sirve. A pesar de las evidencias del fraude, se legitima a quien es puesto en el lugar de candidatos y gobernantes por los capitalistas, y no por que sean realmente los que hayan elegido la mayoría de los votantes (siempre menos que los que nos abstenemos de participar en la farsa) sino por es suficiente con que las elecciones sigan siendo legitimadas por quienes votan.

A pesar de saber que los grandes capitales y el aparato de Estado paga y manipula a los medios de comunicación (incluidos ahí toda clase de periodistas, editorialistas, encuestólogos, etc.), a los votantes que venden su voto, a los funcionarios y burócratas de las instituciones que se encargan de operar la farsa electoral, las elecciones logran convocar a poco más del 40% de los electores.
Sabemos que los políticos profesionales de los partidos opositores también viven de eso, son parte del sistema político que se encarga de controlar y dominar a la población y de aplicar las políticas económicas y sociales, las estrategias de seguridad policiacas que convienen a los capitalistas. Sabemos que quede quien quede en los puestos de gobierno operará dichas políticas. Sabemos quienes son los equipos que rodean a los candidatos que parecen honestos y que por más que quieran (estoy suponiendo que hay uno que otro candidato honesto y que quisiera gobernar para el pueblo) serán copados por el sistema político, por el dinero y el poder. Son esos políticos profesionales de los partidos de oposición y sus acompañantes de las Organizaciones No Gubernamentales, de las asociaciones civiles, de las organizaciones sociales corporativas, quienes logran convocar la ilusión de la mitad de ese 40 % de votantes. Hoy todos han logrado convocar a una manifestación publica sin precedentes en los últimos veinte años (luego de las de los años noventas que convocaron los zapatistas, las protestas por la explosión del sector reforma y el asesinato del cardenal Posadas), pero nos seguimos preguntando hacia dónde se dirige el descontento.

Los políticos profesionales seguramente procederán para que les concedan una mayor porción del poder del Estado y mayores cantidades de dinero para que sigan haciendo política con el único fin de mantenerse en el poder gubernamental. Los colectivos y personas que luchan por un cambio verdadero, se enfocarán en la perspectiva de cambiar las formas de entender y hacer política, más allá de los márgenes del capital y el Estado. Sabemos que hay quien dentro de las movilizaciones apuesta a cambiar las formas de hacer política. También que está lleno de grupos políticos y personajes que persiguen conservar sus cotos de poder ante el peligro de despojados por la estrategia neoliberal de guerra por la que optaron los grandes capitales.

En estas movilizaciones se observa a miles de personas de la clase media que estuvieron dispuestos a votar y hoy a movilizarse en contra de la imposición anunciada. Muchos de ellos no son ingenuos, aunque creyeron que podría derrotar a la maquinaria del fraude, saben que no se puede demostrar, de acuerdo con la legalidad secuestrada y tramposa, el proceso de defraudación. Por eso, habría que cuestionarnos si la movilización, además de sublimar el coraje y la desesperación, pretende negociar que el mal no sea mayor sino un mal menor al busca una garantía de que no van a perder privilegios que les ha concedido el propio sistema político: la seguridad de que no los alcanzara la guerra, la que ya viven los de abajo, la seguridad del empleo y el salario que actualmente tienen, que no destruirán sus negocios y pequeñas empresas, que no perderán sus puestos de dirección en alguna de las instituciones de educación, salud, etc., donde se han venido desempeñando.

Por cierto, es de agradecer que los militantes de base de los partidos y organizaciones sociales electorales en esta ocasión no nos hayan echado la culpa a los abstencionistas del fraude de que fueron objeto. A los abstencionistas nos indigna que defrauden a quienes votaron honestamente.

Los de abajo que viven la guerra total del capital, no se movilizan de esa forma ni en tiempos electorales. La resistencia anticapitalista tiene otros ritmos, otros tiempos y espacios de lucha. En tiempos de guerra no se opta por votar para legitimar la guerra.

Pensar las elecciones con la vieja forma de entender la política, como estrategia (sea leninista o burguesa, que es el mismo paradigma liberal) para tomar el poder del Estado, explica por qué se cree que del voto depende el cambio de régimen. Así se vende en la propaganda electoral el producto del negocio del poder, pero el que se logre o no un cambio de régimen no depende de votar por uno u otro candidato. Se olvida que cuando se derrotó al pri en las urnas ni siquiera cambio el régimen político, si acaso hubo una modificación del sistema de gobierno: de un partido de Estado a uno de partidos de Estado.

Lo que está sucediendo con el proceso electoral hoy es la continuación de un operación política que inicio la clase dominante en el año 1997, cuando diseñó lo que denominó la transición democrática (no pierdo de vista que a nivel local se configuró esta perspectiva con la llegada de Alberto Cárdenas del PAN al gobierno de Jalisco en 1995). Una transición al estilo México por supuesto, que los “grandes analistas” de elecciones y partidos no acaban de entender. El modelo a la mexicana de cómo se alterna la guerra con la paz controlada, sin dejar de tener a la mano a los militares y a las policías de todo tipo, para quien no se ajuste a dicha paz controlada, amenaza particularmente dedicada hoy para la clase media acomodada y acomodaticia, ya que para los de abajo, la guerra es permanente.

En este sentido, estamos frente a un escenario que intenta potenciar lo que se consolidó en 1997 con el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas y luego se fortaleció con López Obrador en el DF, un sistema de cooptación y compra de voluntades (sólo comparado con lo hecho por el PRM-PRI entre 1917 y 1940), en que lograron someter a los movimientos y luchas, al integrar decenas de miles de dirigentes de organizaciones sociales al aparato administrativo de gobierno y previamente al aparato de participación electoral, cada vez con más características de empresa política con auditorias y profesionalización de cuadros, etc. En un sentido semejante comparando las diferentes formas de sometimiento Zibechi dice que “la derrota por represión no es tan destructiva como la institucionalización”.

En este sentido, las elecciones son la otra cara de la estrategia de contrainsurgencia del Estado y el capital. El sistema de partidos y electoral es parte de las relaciones sociales que se basan en la división dirigentes y dirigidos, dominantes y dominados. Es ingenuo pensar que votar por el mal menor nos acerca a la verdadera democracia cuando la situación actual es de guerra y represión contra los de abajo.

Plantear que el voto serviría para impedir el regreso del pri significa la vieja idea del voto útil. Es como aquello de que votar por uno y no por otro, no es lo mismo, pero es igual. Y a veces peor en algunos aspectos, por ejemplo lo sucedido con el voto útil para Fox en el año 2000 y su sucesor Calderón. Así, haber votado para detener el mal, con un mal menor, es colocarse en la perspectiva del Estado capitalista.

La falsa ilusión fincada de que votar puede evitar un peligro mayor también se está haciendo añicos, sostener esta idea es ignorar cómo funciona lo que el sistema de dominación ha recreado durante tantos años, las elecciones. Es ignorar lo que significa todo el proceso de defraudación electoral. A quién se le ocurre que la emisión del voto es decisiva para decidir la orientación del régimen político, sólo quien se identifica con el pensamiento político de los de arriba, del liberalismo burgués, del realismo político, puede creer tal cosa. Además, parece que ya se olvido lo sucedido luego del fraude electoral de 1988 cuando el pueblo pretendió levantarse con posibilidades de ser una gran insurrección civil y pacífica. Hay quien lo llama traición y quien simplemente recuerda con cinismo que de lo que se trata es de un juego electoral por el poder estatal no de que se cumpla la voluntad de los votantes.

A propósito de lo que para muchos analistas es un gran acontecimiento en esta coyuntura electoral, la movilización de los estudiantes identificados con el #Yosoy132, que se volvió el signo del movimiento, aventuro algunas reflexiones. Dice Gilly que dicho movimiento “desbarato el desvaído paisaje de la campaña electoral”. En ese sentido lo que creo es que gracias a la acción legitima de los jóvenes delYosoy132 al exigir la democratización de los medios de comunicación y que los candidatos atendieran a los debates que se les convocara por otros, además del ife, procuró cierta legitimidad a la farsa electoral. Así, consiguió que se animara la participación electoral, incluso en la perspectiva deseada por la clase dominante que, como se ha venido corroborando, tenía bien aceitada la defraudación electoral y no significó mayor riesgo la protesta de los estudiantes.

Así, el YoSoy132 y la opción del mal menor, para el caso de Jalisco, logran incluso empoderar a la derecha (que logró copar las candidaturas de los partidos), pues coadyuvan a configurar toda una estrategia en la que el voto útil ayuda a legitimar cualquier resultado. La derecha y los grandes capitalistas deben de estar contentos, pues el surgimiento del Yosoy132 animó lo que venía siendo una campaña electoral desprestigiada y marginal. Ahora, los márgenes de legitimación que se le otorga a la farsa electoral, se amplían y la democracia burguesa también logra legitimarse. Al menos hasta ahora, a pesar de las grandes marchas del día 7 de julio contra el fraude en la Ciudad de México y de Guadalajara.

Y a propósito de una de las dos principales razones de existir que se ha dado el Yosoy132, habrá que preguntarse si de cuestionar a las empresas de medios de comunicación se trata, si no sería mejor hacerlo al margen de la agenda que marcan los propios medios y los sujetos que establecen los tiempos y los espacios de una comunicación para la dominación. Habrá que preguntarse si sería pertinente crear de manera autónoma los medios de comunicación que necesitamos y no ilusionarnos con la idea de que los encargados de controlar y manipular a favor de la perspectiva del capital y el Estado, nos harán el favor de democratizarse.

En fin, las prácticas políticas, entre ellas el discurso, arraigadas en el capitalismo, al estar constituidas por formas de hacer contradictorias, en permanente y discontinua resistencia a la relación social de dominación, han venido concretándose de modo que se pueden apreciar según la perspectiva desde dónde se les analice.

Colocarse a contrapelo del horizonte que los capitalistas imponen, implica una forma de hacer en el presente que niegue todo lo que nos niega, como sujetos que resistimos a la dominación capitalista, decir no a lo que niegue nuestra potencialidad de autonomía, no a la tendencia a la subordinación, dependencia y representación, No a la reproducción de la división entre dirigentes y ejecutantes, de los que saben y los que supuestamente no saben, de los políticos profesionales y las masas de votantes.

En estas condiciones de desprecio, despojo y cínica explotación, estamos obligados a un quehacer político por la defensa de nuestros espacios, tomar algunas medidas que pudieran ayudar a inhibir y desarticular ataques a las resistencias y proyectos de autonomía que están en curso. Dicho al modo en que lo hemos entendido, es la cuestión de cómo podemos forjar algunas barricadas (políticas, sociales, culturales, etc.) para dificultar las iniciativas del Estado y el capital, siempre en la lógica de la resistencia anticapitalista y no en función de la agenda de la clase dominante, pues de lo que se trata es de asegurar algunos avances que hemos logrado y en la medida de nuestras capacidades consolidarlos.

En este contexto, es preocupante, como dice Zibechi, la corrupción del pensamiento, corrupción que hoy padecen la mayoría de los académicos y analistas de “izquierda”; ante la pérdida de la autonomía del pensamiento radical, surge una perversión moral al pensar desde la perspectiva del sujeto del poder y el dinero. Habrá que cuidarse de ser persuadidos por el discurso del poder y el dinero.

Termino esta breve reflexión con lo que hace unos días escribió Emanuel Rozental, a propósito del golpe de Estado en Paraguay, que el sistema democrático burgués llevo a cabo. Rozental sostiene que no hay porqué preocuparse de tener todas las razones ni los datos, ni redacción acabada para tomar postura desde la resistencia anticapitalista y reivindica la necesidad de:

“manifestar las verdades más duras y evidentes. Se trata de señalar lo repugnante sin adornos ni giros y de aprender de los golpes y de los errores para articular tejidos de resistencia populares, con agendas propias y capacidad real…tenemos que hacer lo posible por no dejarnos enredar, por no confundirnos en el activismo agotador y en las denuncias y análisis agobiantes…nos exige sabiduría práctica y concreta…Expresar la ira que sentimos , denunciar los abusos, hacer las exigencias sin que esto termine apartándonos de la prioridad que nos convoca. Es decir, fortalecer la capacidad estratégica de los pueblos…transformar las derrotas y los errores en experiencias, en la ética práctica de nuestras contradicciones haciéndose camino…La maquinaria bajo el modelo Colombia se aplica a objetivos específicos para eliminar una a una todas las estructuras y formas de resistencia. Desapariciones forzadas, tortura, amenazas, masacres, señalamientos, judicializaciones y montajes, criminalización de la protesta social, compra de líderes, infiltración de procesos y cooptación…La guerra para despojar y despejar territorios…la represión para desmantelar la memoria, la conciencia la resistencia popular…Nosotras y nosotros, los pueblos, quienes nos oponemos al poder del capital y de sus cómplices, auxiliares y representantes, a partir de diferenciarnos de ellos, de reconocerlos en sus intereses y en sus actos más allá de sus discursos, necesitamos de agendas nuestras y de nuestras estrategias para fortalecer nuestras capacidades, reconocer y no perder de vista nuestros objetivos y aprender a resistirlos y a transformar la realidad para la vida en ese camino de la resistencia…Si no tenemos agenda propia, vamos a someternos a la de ellos…una agenda de lucha y resistencia orienta nuestros esfuerzos solidarios y nos enfoca para no agobiarlos, para sumar capacidades de manera oportuna, para no cansarnos, para encontrarnos y alcanzar resultados, para ir aprendiendo y enseñarnos a resistir, a defender lo que es nuestro y colectivo”.

El odio a la política

(respuesta a Rosa Lugano)

por Juan Pablo Maccia



Cuando me invitaron a escribir por primera vez en Lobo Suelto!, creí la cosa sería más fácil y que podríamos ponernos de acuerdo en una intervención práctica, una campaña efectiva para intervenir en la coyuntura haciendo de la blogósfera un laboratorio activo de ideas e iniciativas políticas; que podríamos hacer otra cosa que comportarnos según la alternativa boba de la oferta y la demanda de opiniones.


Me pareció, en definitiva, que podríamos inventar algo nuevo, que nos corriera del sitio tan confortable como pelotudo de quien se limita a conectar la información ambiente con la opinión correcta, ganando puntos para acceder a las ligas mayores del jetoneo.

Y aunque me divierten las repuestas a mis columnas de opinión (casi todas rastreando mi pertenencia al kirchnerismo, o bien mi fondo gorila), debo decir que la segunda respuesta de Rosa Lugano me desalienta profundamente. Mis intervenciones no buscan de ningún modo satisfacer las demandas multiculturales o de género. Y para decirlo todo: detesto esas demandas al punto que las considero pesadas señales de clausura moral y de “odio” a la política.


Sucede que el campo del análisis político en el que me desempeño no soporta tanta carga valorativa. Y en esto pongo a Lugano en representación de todos aquellos que se acomodan a la luz del sol “progre” y despliegan sus creencias, hábitos y kioscos sin atreverse a penetrar ni un poco en el juego de las relaciones de fuerzas y las coyunturas en las que se pone en juego el asunto del poder.

El “odio” a la política es un modo muy general de resentimiento. Las personas que se marean ante la pluralidad de mundos que es la democracia real prefieren fugar hacia salones bien pensantes para hablar de cine, de negocios o de “filosofía”, o bien entregarse a las vidas sanas y a las polémicas universitarias en torno a la ecología y las militancias feministas.

Sucede a estas almas que no les parece de interés preguntarse por el acto lleno de obreros (todos varones, argentinos y peronistas) de Moyano en la Plaza, ni por las trifulcas en torno a la sucesión presidencial. Todos estos temas les resultan “menores”. Del mismo modo no consideran que valga la pena tratar de detectar entre la neblina la dirección en la cual sopla el viento chino. Todos estos problemas son tratados como cuestiones “bajas”, condenados junto a todo lo plebeyo como asunto de “los medios”, como si el mundo mediático fuese insignificante o bien indigno.

Este estado de escándalo permanente con el cotidiano político de nuestro tiempo envuelve un ánimo completamente impotente y responde a una dolorosa experiencia de frustración. Quienes desdeñan el mundo de las militancias y minusvaloran los modos en que se organizan las instituciones de nuestras sociedades no son idealistas sino “teólogo”, sacerdotes que gastan sus días ironizando sobre nuestra humanidad en nombre de modelos perfectos que solo existen en sus cabezas.

Lo único que podemos pedir a estos despreciadores de la vida colectiva es que no contaminen con su odio a la intelectualidad de masas, cuya esencia es irreductiblemente política (estoy pensando en cosas muy concretas como la universidad más o menos gratuita y libre; las tramas sindicales de base; las redes creativas, artísticas, etc.).

Y es que una vez que se debilita la capacidad de admirar el juego efectivo de los cuerpos que se articulan configurando formas políticas diversas (de las que todos formamos parte) algo profundo comienza a pudrirse.  

Hasta acá, entonces, con la polémica. No quiero terminar enredado con este de reacción moralista. Entregada de lleno como está a pasiones antidemocráticas, no me es posible dedicarle atención sin entristecerme y perder todo impulso orientado a las verdades cuestiones colectivas. Prefiero volver la mirada al juego de la política real, esa que se da semana a semana y que nos inquieta a todos, aunque no tengamos garantías de “bien-pensantes” cuando la comentamos.

Sucede que el juego de la política está que arde desde que el gobernador Scioli aceleró los tiempos declarándose a sí mismo heredero natural del proyecto kirchnerista, sin consulta previa a una Presidenta que no atina aún a dar con una estrategia definitiva (sea para destruirlo, sea para limitarlo, sea para sustituirlo).

La respuesta de la Presidenta, es evidente, no tardará en llegar. La confección de las listas para las elecciones legislativas del 2013 constituye un límite temporal preciso. Por ahora se trata de ganar tiempo. La tarea no es sencilla: se debe mantener vacío el espacio de la sucesión (que Scioli, claro, quiere okupar).

Digo que la cosa es peliaguda porque lo cierto es que la pelota está en el aire y hasta que no se la controle y se la juegue de nuevo por abajo no está del todo bloqueada la operación “nestorista”. ¿Qué es esto? La constitución del sciolismo como movimiento interior a la hegemonía kirchnerista, por la vía de una reivindicación de la coalición que gobernó el país entre el 2003 y el 2007 y que hoy por hoy se resiste a lo que vive como un intento de jubilación de prepo: Scioli, Moyano, Alberto Fernández, Lavagna y todos los cachos del viejo peronismo que puedan juntar. 

De todos modos, la movida presidencial ya está en marcha hace rato. Consiste en la organización de un partido nuevo, una organización propia que comenzó a tomar forma en el acto de Vélez. Este nuevo núcleo partidario tiene una gran ventaja sobre sciolismo: se constituye como fuerza nueva en medio de la crisis. Es decir, está forzado a pensar de otro modo. De allí saldrá el futuro.

Este nuevo partido se llama por ahora “unión y organización”. Su composición es esencialmente transgeneracional. Su línea política estratégica consiste en aprender a gobernar la Argentina Brick en medio de la crisis. Su línea política táctica consiste en jubilar uno a uno a los líderes políticos.

Este partido en formación tiene muchos problemas. Uno, por ejemplo, es la debilidad de su plan táctico en el nivel sindical. No es un dato menor. Este solo hecho puede permitirle a Moyano debilitar los planes trazados. 


Sin embargo, el mayor problema del nuevo partido radica en la naturaleza de sus cuadros medios, esos jóvenes de “cuarenta” que ofician de mediación entre la líder y la tropa, y que carecen por completo de fuerza subjetiva propia (el caso de Iván Hayne fue un primer aviso).

Estos “jóvenes” pertenecen a una generación que no sirve para obedecer, y menos aún para mandar. Lo que sucede con la generación del 2001 es que no resulta para nada convincente a la hora de inventar mitos y resucitar la fe desterrada. El amor a la política es, para nosotros, ante todo señalamiento del vacío, invención de puentes sobre la nada (sin presupuesto público ni “sueños compartidos”).

Estos meses venideros serán clave. Vamos a ver desplegarse una batalla política inédita, con partidos nuevos y generaciones expectantes. ¿Podemos asistir callados a la contienda sin inventar un modo “nuestro” de participación? Ya hemos permanecido mudos en el pasado. No hay dudas de que, por inercia, tendemos a repetir el gesto. No me animo a hacer predicciones al respecto. Solo señalo algo que todos podemos percibir. Y es que de participar efectivamente, nuestra generación atesora el código secreto de una potencia capaz desbalancear el tablero. ¿Seremos capaces esta vez?

Manifiesto: Neo hampa



por Colectivo Editorial Crisis

Pocas palabras tienen un voltaje similar o nos atraviesan de la misma manera. Pocas palabras quieren decir tanto, son pronunciadas tantas veces en situaciones tan disímiles y generan tantos malentendidos. Cada uno de nosotros puede armar su propia definición de “la violencia” y, sin embargo, cuando la invocamos estamos seguros de que su sentido es unívoco. He ahí la primera y minúscula violencia.
El ancho diccionario de la violencia se escribe todos los días y cuenta con infinitas acepciones. Cada territorio elabora su significación, cada comunidad sabe a qué se refiere cuando la nombra, cada pibe, cada mujer, cada laburante aprende a advertir su presencia. Son los significados que se amasan en la intimidad, los que se tatúan en el cuerpo y no se transmiten por televisión.

En los años noventas el Indio Solari nos educó en la tesis de que violencia era mentir, primero que nada. René Girard dijo mucho antes que la violencia sacrificial, ligada a lo religioso, tenía el objetivo de apaciguar las tensiones intestinas de toda sociedad: “los disensos, las rivalidades, los celos, las pugnas entre próximos que el sacrificio pretende de entrada eliminar”. Esa violencia casi viscosa se incuba en el fragor de lo social. Pequeños estallidos que configuran un lenguaje siempre cambiante, luego tartamudeado por los medios.
Los discursos que hablan de la violencia insisten en ubicarla siempre lejos de nosotros, en lugares oscuros y malignos, portadores de una pócima venenosa cuyos componentes desconocemos nosotros, los que estamos a salvo, dentro de un espacio que la violencia viene a amenazar.
Son sermones que impiden comprender su sentido, sus causas, su lógica y sus propósitos. Que tienden a cargar las culpas sobre grupos que no respetan el supuesto interés general. Retóricas incriminatorias, frente a una energía destructiva que muchas veces resulta indiscriminada pero que no por eso carece de fundamento social.
La violencia ya no habita en baldíos tapiados. Circula, se filtra, y emerge de improviso, sin reparar en lamentos.


De Alfonsín a Rioseco

La eficacia de un discurso político reside en su capacidad para fijar los límites y dejar fuera de juego a los que no cumplen con las pautas establecidas. De ahí que las interpretaciones de los gobiernos sobre los conflictos sociales no son inocuas.
La democracia alfonsinista quiso saldar el enfrentamiento político de los años 70 con la teoría de los dos demonios, y durante un tiempo consiguió diluir las culpas de una sociedad que había votado al radicalismo después de apoyar la dictadura.
Menem ahuyentó los últimos gestos de insubordinación castrense, sustrayéndoles a los militares el poder de intervención armada. Pero mientras la represión volvía a ser una cuestión estrictamente policial, la capacidad de aterrorizar a la población pasó a ser una prerrogativa del capital financiero.
2001 alumbró un nuevo tipo de violencia. El kirchnerismo tomó nota de la excepción y se propuso contener los altos niveles de conflictividad heredados, con una política reparaciones que interpeló a distintos sectores del activismo social.
Diez años después aquella situación de emergencia parece haber quedado a años luz de distancia. El 2011 se pretende una bisagra en la consolidación del nuevo orden social, normalidad avalada por el incremento masivo del consumo y la estabilización de un estilo de gobierno eficaz.
La palabra presidencial educa y establece los marcos de tolerancia. La alusión al actual intendente de Cutral Có, el día de la promulgación de la ley de expropiación de YPF, resulta ejemplar: “Era un hombre que con la cara cubierta, en los años 90, a la vera de los caminos en su pueblo, cortaba junto a todos las rutas y quemaba llantas, allí nació el movimiento piquetero. Rioseco era uno de sus líderes. Hoy es el intendente de Cutral Có. ¿Qué quiero decir con esto? Que comprendió que había un nuevo país, que se estaban logrando cosas que nunca se habían logrado y entonces se dio cuenta que seguir cubriéndose la cara, prender fuego o hacer incendios era solamente de patrullas perdidas pero no de argentinos que comprenden que necesitan ponerle el hombro al país y trabajar”.
Rioseco entendió. Una nueva forma de Estado ahora traza las pautas de convivencia permitidas, en base a dosis cambiantes de consenso y coerción. Evangeliza. La conflictividad laboral, los reclamos por vivienda y mejor movilidad urbana, las luchas en defensa de los bienes comunes, suelen leerse como pretensiones desmedidos. Apenas nacen, estas demandas comprueban que un paso en falso las puede dejar a la intemperie. La ley y las fuerzas del orden frente a la irresponsabilidad de los que piden más y el egoísmo de los que luchan. Lo irracional frente a los votos. Marginales, argentinos que no comprenden.
Pero el resultado es paradójico, porque cuando opera la despolitización los conflictos son abordados con la misma perspectiva estéril que impera en otros ámbitos de la vida social, como el fútbol y la criminalidad. Al negarle su sentido a la violencia, en ese mismo acto, se asume la resignación o el maquillaje. Si todo sujeto colectivo es un agente del caos o bien una pura voluntad de poderío insaciable, la única interpretación posible es el enfrentamiento faccioso entre intereses deshonestos. Lo que podríamos denominar la lógica del neohampa se expande así, hasta abarcar a cada actor que decide impugnar –aunque sea en parte- el orden de cosas vigente.
El desafío para aquel dinamismo social que no esté dispuesto a resignarse consiste en sortear con lucidez la encrucijada extorsiva, desarmando la fuerza de disciplinamiento que impone la gobernabilidad en tiempos de crisis, sin acudir a ciertas remakes que sólo entusiasman a los fantasmas de siempre.


Del consenso a la pregunta

La política es hoy un escenario de paradojas y de roles invertidos, pero hay planos donde el consenso sigue siendo de acero. La sostenida presencia del ítem inseguridad en las agendas mediáticas e institucionales, sólo se explica por la relevancia que posee el axioma de la propiedad (ya sea estatal o privada) como principio indiscutido de toda vida en común. Una legión de nuevos bárbaros movidos por el desacople entre sus deseos de poseer y el acceso efectivo a la riqueza, sigue siendo el blanco de todas las miradas que buscan señalar al sujeto peligroso
Cuando se refiere a la violencia, el mapa de la fragmentación social no brinda una sola respuesta. Como un espejo refractario, nos devuelve interminables imágenes. La violencia reincide con renovada crudeza, en diferentes formatos, en distintos sitios, según nuevas lógicas, con acepciones inéditas que desbordan el repertorio trillado de los medios y de los gobiernos.
¿Dónde está la violencia? ¿Dónde nace? ¿Dónde se refugia? ¿Cuándo nos envenena? ¿Cuándo nos libera? Pesquisa riesgosa. Hay tantas violencias como vidas allá fuera. Sería bueno reconocerlo antes que asumirnos en un nuevo pedestal que apunta hacia la barbarie.

¡Salió Crisis 9! (+ texto + video burrero)


/manifiesto/ |por Colectivo Editorial Crisis >leer
/el misterio de la hoguera/ En los barrios de chalets, los autos de lujo son sacrificados por ácratas quema coches. Del otro lado de la ciudad, en el Sur, los incendios saquean precarias viviendas con el trasfondo de la especulación inmobiliaria. El fuego, que irrumpe sin aviso, perfora vidas y clases sociales.| por Martina Noailles


/te alentaré hasta la muerte/ Para terminar con los caídos en el fútbol se apela a discursos médicos que buscan extirpar el cáncer del cuerpo social y a una ley del senador De la Rúa. Descifrar la lógica de violencia que organiza el espectáculo, con operativos de seguridad incluidos, es el primer paso que nunca se dio. El 90% de las muertes durante 2012 fueron por enfrentamientos entre facciones de una misma hinchada. Cómo regular una furia casi siempre intrauterina, en un mundo donde el Estado sólo es auspiciante. |por Alejandro 
Wall

/cómo vivir juntos/ Una indagación en las voces solapadas, para averiguar en cuáles situaciones cotidianas está presente esa violencia que no suele ser narrada. |por Alejandro Haddad

/la escuela de Poliladron/ Los canales de noticias alteran el significado de la violencia y nos ponen a vivir el dolor de las víctimas en primer plano. Pero detrás de escena, son un territorio sinuoso en el que las fuerzas del orden, el poder político y los grupos criminales disputan una agenda que sólo tiene rating cuando hay sangre. ¿Es posible salir con vida? Una mirada sosegada, desde adentro.|por Raúl López

/¿hasta acá llegamos?/El kirchnerismo proclamó el fitfty fifty y algunos se apuraron a propagandizarlo como el punto cúlmine del modelo nacional y popular. En realidad, no se trata más que de una poderosa hipérbole. Mientras se crean millones de empleos, muchos trabajadores padecen la permanencia de condiciones al menos injustas, a veces indignas, y la palabra presidencial presenta a la huelga como sinónimo de extorsión. Más que una anomalía, plantar un punto de llegada podría ser algo inherente al estilo de gobierno cultivado históricamente por el peronismo. |por Paula Abal Medina, Alejandro Rebossio y Ximena Tordini

/justicia periférica/ |por Ferréz


• ir y ver


/dragón vivo, vaca muerta/ Viaje al yacimiento petrolero más grande del país, una fortaleza de 3500 kilómetros cuadrados donde Pan American Energy y la gendarmería comparten el control. El genio de Bulgheroni, los Dragones y el lenguaje crudo de la Patagonia. |por Diego Genoud


• crónicas marcianas


/contacto en Lobos/ En la ciudad que vió nacer a Juan Domingo Perón, una historia de fantasmas que lejos de aterrorizar a sus vecinos hizo más excitante la vida de pueblo.|por Lobo Suelto!


• diálogos


/el dueño de la “motosierra de oro”/ Blairo Maggi es el mayor productor de soja del mundo. Desde su despacho en el Senado Federal de Brasilia, cuenta la epopeya civilizatoria de los agro-bussines y dice que en Argentina la legislación es más liberal que en su país. Larga entrevista con un brazuca ultra forrado.|por Mario Antonio Santucho


• crónica burrera


/los caballos de la refundación/ El Hipódromo de Palermo es un pequeño mundo donde diez mil personas hacen sus apuestas a lo largo de cada jornada de carreras. Rodolfo González Arzac relata algunas de sus historias más entrañables y desoladoras.


• neomilitancias


/estados alterados/ La consagración de Axel Kiciloff y su equipo de funcionarios-militantes constituye un punto de inflexión en el kirchnerismo. Sin embargo, cada posibilidad carga su propio lastre. |Por Alejandro Bercovich


• vida digital


/arte, mentiras y videojuegos/ Tres reflexiones sobre las fronteras entre los juegos electrónicos, las instalaciones y las burdas o sutiles vigilancias.|por Amadeo Gandolfo, Javier Alcácer y Carlos Gradín


• políticas de la narrativa


/los bucles de un falso suicidio/ Martin Rejtman filmó películas y escribió libros donde la protagonista es siempre Buenos Aires, enigmática y abrumadora. Una conversación sobre sus proyectos e intuiciones más actuales.| por Mario Santucho y Hernán Vanoli


• ensayo visual


/recuerdos del presente paraguayo/ Las fotos tomadas durante los últimos diez años por Javier Medina Verdolini en Asunción, adquieren un nuevo talante a la luz de los acontecimientos políticos recientes.


• fábricas del lenguaje


/residencia: el Gran Arte, hermano/ El colectivo de experimentación Buenisssimo participó de una Residencia Internacional de Artistas. Una hipótesis, varias anécdotas y mucha ironía para definir “de qué se trata este interesante formato de perfeccionamiento artístico”.

Notipreso (no te dejes engañar)

¿Todo Piola?


presenta:


el segundo bloque del
NOTIPRESO
(no se deje engañar)

Primer programa tumbero
Entrevistas / Espectáculos / Debate / Música

¡Directo desde Marcolandia!
Hecho íntegramente por pibes privados
de su libertad en el penal de Marcos Paz

¡El próximo lunes 23 de Julio se viene el 3er Bloque!

Salió Pampa Nº8, temporada invierno 2012


Pampa Nº8. Julio de 2012. 106 páginas de ensayo político y cultural dispuestas a testear esquirlas del presente: mutismos, silencios y sensibilidades/ discontinuidades, herencias y redimensiones de la violencia/ Malvinismo, baúl guerrero de la argentinidad/la Gran Antena de la patria y ladeep Argentina /fervores cívico-estéticos y espectáculo recargado/ las técnicas mediáticas de destitución de lo sensible/ Pergolini, Lanata y todas las momias del mañana/ Roger Waters y la electrónica como músicas de fondo para cualquier presente desanimado/ medios y mediosos, letra aletargada y necesidad de reactivación de la política. Aportes pampeanos para pasar otro invierno y los venideros. Nos distribuye, como siempre, La Periférica.

SUMARIO
Tester de presente
Karina Arellano/ Mudos
Martín Rodríguez/ Para llenarte de criollos
Alfredo Jaramillo/ De Ushuahia a La Nada
Gabriela Rivas/ La tevé museo
Lucía De Gennaro/ Un paso antes del realismo
Oriana Seccia/ Bailando sin ritmo, o dos maneras de invisibilizar el presente
Alejandro Kaufman/ Conflictividades y discontinuidades, movimientismo populista y hegemonía actual
Sociedad mediática
ENTREVISTA/ Guillermo Mastrini. Comunicación y medios en Argentina: realidad y política más allá de la ley
Eduardo Rinesi / Medios y política, ayer y hoy
Poemas: Gabriel Cortiñas
Arte de tapa: Alejandro Leonelli
Ilustraciones: Germán Scalona

Confesiones de un nazi en Bolivia

por Pablo Stefanoni


Nací el 28 de noviembre de 1887, a la una de la madrugada en Munich. Me imaginaba ser homosexual, aunque sólo lo ‘descubrí’ de verdad en 1924. Hasta entonces tuve algunas experiencias, en sentimientos y actos, que incluso se remontan a mi infancia”. La carta, fechada en La Paz, el 25 de febrero de 1929 está firmada por Ernst Röhm, el fundador de las SA –las secciones de asalto del partido nacional-socialista alemán– y el destinatario es Karl-Günther Heimsoth, un médico y político nazi –también homosexual– a quien le solicitaba la elaboración de una carta astral.
Aunque se sabe que Röhm estuvo en Bolivia entre 1929 y 1930, se trata generalmente de un paréntesis poco estudiado cuya historia fue investigada por el periodista boliviano Robert Brockmann en el libro El general y sus presidentes: Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia, 1911-1939 (Plural Editores).
Kundt fue un alemán que dirigió durante varios años el ejército boliviano y quedó registrado en las páginas del diario La Nación de Buenos Aires cuando un corresponsal se lo encontró en las trincheras de Galitzia en la Primera Guerra Mundial y el alemán sólo quiso hablarle sobre Bolivia, en plena batalla. La estadía boliviana de Röhm no fue tan larga como la de Kundt pero dejaría profundas huellas en su vida. De hecho, siguió usando las insignias bolivianas sobre su uniforme nazi.
Entre fines del siglo XIX y 1940, muchos militares alemanes eran contratados por países latinoamericanos y asiáticos para profesionalizar sus ejércitos. Röhm ya tenía una intensa historia en el nazismo al llegar a Bolivia. Había sido uno de los organizadores de los Freikorps, una milicia protofascista durante la República de Weimar, participó del putschde Munich de 1923 y lideró las temidas SA conocidas como Camisas pardas.
Llegó a La Paz desilusionado por los desencuentros con Hitler, y se incorporó como teniente coronel del Ejército boliviano y jefe de Sección III (Operaciones) del Estado Mayor. Aunque se adaptó a la vida local, su mayor padecimiento estuvo relacionado con sus dificultades para entablar relaciones homosexuales en una ciudad pequeña y conservadora, y parte de su catarsis la dejó escrita en al menos cuatro cartas despachadas hacia Alemania desde los Andes.
Esas misivas bolivianas serían una incómoda evidencia durante su posterior persecución en Alemania por su homosexualidad, en ese momento penada por ley. Luego del párrafo citado, el militar teutón agregaba: “El clima de altura de La Paz (3.600 metros) no me resulta especialmente duro. Vivo bien y puedo comer al estilo alemán. Si no me faltara el objeto de mis amores. Incluso me he traído un acompañante, un pintor muniqués de 19 años. Cuando se va de viaje de estudios, la paso terriblemente mal”. Explica que es “un muchacho realmente hermoso”, pero se queja de que el pintor prefiere a las mujeres. Röhm confiesa que aunque los paceños son “en gran parte muy guapos” no encuentra la forma de acercarse a ellos. De hecho, comenta haber “sondeado cuidadosamente” el tema con su profesor de español, quien le habría respondido que “en La Paz no se da esto”, y que “para eso” había que viajar a Buenos Aires. Pero –continúa con desazón– el viaje “requiere por lo menos diez días y cuesta más de mil marcos”. “Por las noches, hago mi recorrido, hasta ahora sin éxito, por todos los barrios de La Paz. Es algo para llorar”.
La segunda carta, que tradujo Brockmann, está fechada en Uyuni (zona del famoso salar), el 11 de agosto de 1929. En la misiva –“desde esta fría y ventosa pocilga fronteriza”– cuenta que recorre los cuarteles y su nazismo no le impide sentirse atraído por los jóvenes indígenas y negros. Finalmente le anuncia con mejor ánimo haber encontrado en La Paz “la manera de proveerme”. Al parecer, el amante de Röhm era un muchacho llamado Alberto Llanque, quien habría obtenido varias ventajas en el cuartel.
Como recuerda Brockmann, estas cartas serían fatales para la trayectoria de Röhm. Al parecer, a su regreso a Alemania a pedido de Hitler, actuó sin demasiadas inhibiciones. Sus enemigos internos no eran escasos y entre ellos Joseph Goebbels, Herrmann Goering y Heinrich Himmler, todos ellos celosos del poder que había acumulado Röhm y sus SA. El tema era un secreto a voces y la fiscalía de Berlín ordenó una investigación por “delitos sexuales contra natura”. Pero como suele ocurrir, la historia no ahorra en paradojas. Hitler justificó a Röhm, respondiendo que las SA no era “una institución dedicada a la educación de señoritas refinadas, sino una formación de luchadores duros cuyas vidas privadas no pueden ser objeto de escrutinio”. Entretanto, el diario socialdemócrata Vorwärts publicaba las cartas filtradas y el Münchener Post las reimprimió como panfleto para escandalizar con la homosexualidad de Röhm. Las SA destruyó Vorwärts y sus imprentas.
Pero la suerte del líder nazi se selló la noche de los cuchillos largos de 1934. Fue detenido y más tarde asesinado en esa puja dentro del nazismo que acabó con varias facciones disidentes. Ahí Hitler, para justificar la muerte de su ex amigo, se acordó de las “perversiones” de Ernst Röhm y de muchos de los integrantes de las otrora poderosas SA.  

La transición coronada

por Juan Pablo Maccia

Un colega cada día más barbado formula la siguiente hipótesis: la gente, durante el 2001, pedía Estado. Era, a su modo, duhaldista. El kirchnerismo surge, en ese marco, menos como acontecimiento y ruptura y más como un sistema de continuidades. Se trata de un brote progresista del perdurable árbol del peronismo. ¿Quién dijo que no hay lucidez en la tradición?

Lo que me gusta de esta tesis es que coloca en el centro de la interpretación del 2001 la cuestión del gobierno. ¿No es cierto, acaso, que el paso del tiempo nos hace revisar el pasado una y otra vez? ¿Y si llegamos a la conclusión de que el años 2001 es el año en que nos hemos preguntado por los modos en que queremos que se gobierne el país? Como punto de partida me gusta: nos afirma en que aquellos años ni fueron –ni de lejos– los de la “anti-política”.


Estiremos más la idea: el 2001 es el tiempo de la pregunta: ¿cómo se gobierna una sociedad plagada de movimientos sociales dotados de una inédita capacidad destituyente? El duhaldismo desesperó ante el desafío. De allí la elegante impotencia de su enunciación: “No se puede gobernar con asambleas”.

La principal novedad del kirchnerismo fue la calidad de su astucia política: en lugar de lamentarse, aceptó lidiar con el obstáculo. Hacer del problema una condición de posibilidad. Y se dedicó a invitar a los diversos movimientos a sumarse de modo constructivo al esquema de gobierno naciente.

En el corazón de ese momento gestacional del kirchnerismo hay una lectura perspicaz de las limitaciones experimentada por los movimientos: su potencia destituyente no contaba con una tecnología eficaz de gestión política nacional. La afirmación de nuevas realidades objetivas y subjetivas no pudo inscribirse sino como pura negatividad.

El kirchnerismo comprendió que con muy poco podría lograr mucho. Ese poco, que contenía lo mucho, se resolvió con la magistral dinámica del reconocimiento­­ desde el más alto nivel institucional del estado.

De este modo, muchos movimientos aceptaron trocar su frustración constitucional directa (revolucionaria), por una participación subordinada en un experimento naciente. Hablamos de subordinación para nombrar la mutación del tiempo del tiempo de la ruptura al de la institución. Del dinamismo de movimientos al del frente político. De las aspiraciones a gobernar por asambleas, a la aceptación de un nuevo régimen estatal. De la experiencia de organización y mando propios, a la aceptación de la primacía de una capa de cuadros jóvenes provenientes de la emergente clase media urbana.

Los movimientos sociales que aceptaron la invitación se integraron con éxito al nuevo proyecto postergando aquella conversión del poder destituyente en partido constituyente de los movimientos. Del “que se vayan todos” al más reciente “unidos y organizados” se despliega un movimiento de renovación de la entera y desgastada maquinaria de gobierno. 

Las incertezas que acompañan cada paso de este camino no son, sino, una prolongación del mismo problema que se planteaba con toda radicalidad ya en el 2001: ¿cómo “profundizar el cambio” si se continua aferrado a la forma y el tempo de continuidad? Y si la decisión fuera profundizar los cambios, ¿cómo administrar la tendencia a la concreción de esa virtualidad política que es el partido de los movimientos?

Estas dos cuestiones, entre las que navega quizá desde siempre el kirchnerismo, vuelven a plantearse con más fuerza que nunca de cara al año 2015.

Fue mi amiga Rosa Lugano quien mejor vio al kirchnerismo como posposición continua de este virtual (la hipótesis de gobierno de los movimientos) en torno a una cláusula contractual inapelable: el uso del lenguaje de los derechos debe okupar el sitio preciso en que podría activarse la potencia (“destituyente”) de las organizaciones.

Ahora bien: esta virtualidad política de los movimientos está bloqueada por la imposibilidad de resolver un problema interno de la potencia: el de la decisión. La imposibilidad de responder de modo directo a esta exigencia práctica de los muchos es la que hace que los cuerpos se orienten a la mediación, al lenguaje de los derechos, a unas instituciones que adoptan la potencia de los movimientos como materia subordinada, siempre “pre” política.

Como sabemos, la democracia, cuanto más democrática es, más compleja de gobernar resulta. Se suele creer equivocadamente que la agenda de los movimientos es anacrónica y válida sólo para los estudiantes chilenos, los movimientos egipcios o los indignados españoles (que aun viven en la prehistoria neoliberal), pero no para nuestra avanzada realidad política.

Esto no es cierto. Hay una contemporaneidad fundamental de todos aquellos movimientos que, en contextos diferentes, experimentan modos de decisión colectivas. ¡No hay chances de participar de esta búsqueda si vamos a aferrarnos a un evolucionismo tan abstracto!

Más bien, es cierto lo contrario: solo quienes estén dispuestos a emprender un movimiento involutivo,desde la efectividad actual hacia aquella virtualidad presente pero bloqueada, podrá traspasar el límites de las mitologías que pueblan la comprensión actual del presente.

Evolución o involución constituyen los términos del dilema de hierro en que entra esta democracia abismal. O, en otro términos: si del 2001 a la fecha el problema del gobierno –y de la decisión– se resolvió  partir de la subordinación a un liderazgo ajeno al lenguaje y la agenda de los movimientos, ¿cómo se plantea el problema de la comunicación entre gobierno y movimientos en la fase que viene?

Proyectemos. Dada la incapacidad actual para gobernar a partir de la potencia directa de los movimientos, la fase que viene puede ser democrático-liberal (fin del kirchnerismo) o bien monárquica(golpe institucional kirchnerista).

Es claro que para mantener viva la novedad política del proceso en curso hay que bregar, sin vacilaciones, por esta segunda opción: la monárquica. Un golpe tal revivificaría incluso físicamente a los movimientos y acabaría por desbaratar la última tentativa de quienes tienen por enemigos políticos a los movimientos (o incluso a los fantasmas de los movimiento). 

La posibilidad de un gobierno monárquico tiene entre nosotros un gran respaldo (a) histórico: se sabe que el General Manuel Belgrano era partidario de una monarquía inca; (b) político-institucional: el monarca no “decide” nunca por sí mismo sino que tiene por función disponer de su poder como condición de posibilidad y rostro emblemático de un proceso decisorio distribuido, sin que las corporaciones puedan bloquearlo a partir de disposiciones constitucionales y (c) subjetivo: el tipo de legitimidad que hoy encarna la figura de Cristina, es intransferible, y su relación con los movimientos tensa el sistema jurídico liberal.

Lo que propongo no es una irracional vuelta a un principio cristiano del mando divino, sino todo lo contrario: un maquiavelismo de la autonomía a cargo de los propios movimientos. El paso por la monarquía es el último paso de la transición –y de aprendizaje no mediado– hacia la decisión desde abajo y el gobierno de los movimientos. La tarea es clara: completar la transición que se inició en 2001: ¡De la monarquía anárquica a la anarquía coronada!

Nuestro principal inconveniente no es sólo que contingentes enteros de los movimientos no kirchneristas están desanimados y ya no confían seriamente en su propia vigencia política, sino que los propios movimientos del kirchnerismo se han vuelto ellos mismos liberales creyentes (y por lo tanto buenos cristianos). Nada es más urgente, por lo tanto, que convertir la actual presión política a favor de la re-relección (que la constitución actual bloquea) en una resolución constitucional a favor de la monarquía.

No estoy preparado para discutir el detalle del diseño institucional. Pero es seguro que Eugenio Zafaroni se apura al proponer una orientación parlamentarista para la constitución. Piensa el modelo ideal y no cómo transitar subjetivamente a una democracia efectiva.

Si, en cambio, puedo anticipar dos tipos de objeciones. La de los kirchneristas liberales, preocupados por el orden jurídico, a los que los invitamos a que aprendan de Paraguay. Y la de quienes se tomen al pie de la letra el carácter incaico de la monarquía que Belgrano propusiera en su momento: a ellos les decimos que hay que partir de lo que hay.

Si el golpe se pusiera en marcha efectivamente, pues, no dudaríamos en proponer que la última fase de la monarquía, aquella en la que la democracia absoluta se hiciera posible, estuviese gobernada por un compañero o compañera surgido de las luchas del Bajo Flores o de Liniers: después de todo, la democracia absoluta, como la monarquía india, no sabe nada de clases sociales ni de confines nacionales.

Crisis económica y ofensiva extractivista

por José Seoane y Clara Algranati
Una de las formas en las que se expresa la crisis global en América Latina y el Caribe es bajo la promoción de un nuevo ciclo de mercantilización, apropiación y control de una serie de bienes por parte del gran capital, en especial los que llamamos bienes comunes de la naturaleza. Hemos bautizado a este proceso con el nombre de ofensiva extractivista. No tenemos todavía efectiva conciencia de su magnitud y de las fuerzas que la empujan.
Una evidencia de ello fue la evolución de la Inversión Extranjera Directa (IED) en la región entre 2008 y 2011, que llegó a volúmenes récords; entre 70 y 130% más que el promedio ingresado entre 2000 y 2005, según detalla el trabajo “La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe”, editado este año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En 2011 este incremento fue del 31% respecto al año anterior, aumentando la participación regional sobre el total mundial, hasta alcanzar el 10%. Esta IED se orientó mayoritariamente a América del Sur, especialmente a las actividades vinculadas con la explotación de los bienes de la naturaleza. En este proceso se destacan las inversiones en la megaminería, que representaron en 2011 un monto histórico de 140 mil millones de dólares, un 40% más que en 2010 y un 250% superior que en 2003 (Ver «Record en inversión minera»).
Una ofensiva del gran capital sobre los bienes naturales que no excluye ciertamente a los territorios de otras regiones del llamado Tercer Mundo. El Banco Mundial, uno de los promotores del proceso global de mercantilización de la tierra, reconoce que entre 2008 y 2009 fueron arrendadas o vendidas 56 millones de hectáreas, especialmente en África y América Latina, resultado de inversiones provenientes en gran parte de los fondos de inversión trasnacionales. A su vez, la frontera agrícola, particularmente bajo el motor de la soja transgénica, no ha dejado de expandirse en los últimos años a nivel regional, consolidando en América del Sur un territorio de soberanía corporativa que ha recibido el nombre de “República de la Soja”.
Finalmente, esta ofensiva se expresa también en el terreno global de la crisis climática; por ejemplo, bajo la llamada “economía verde” impulsada en la pasada Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (“Río+20”). Una iniciativa que no sólo promueve la ampliación de los “mercados de carbono” y la producción y uso de los agrocombustibles, sino también la utilización del agronegocio basado en las tecnologías de manipulación genética. El empresario sojero argentino Gustavo Grobocopatel, en un artículo publicado por el diario La Nación el 2 de mayo de 2011, afirmaba: “cada vez más las plantas se utilizan como biorreactores… [Que]…no sólo producen alimentos… sino variadas formas de energía, enzimas industriales, plásticos o medicinas… [Y se convierten] en pequeñas plantas industriales”. Así, bajo la excusa de “energías limpias y renovables” para resolver el cambio climático, se intenta justificar un nuevo proceso de mercantilización de la naturaleza. 
En estos diferentes terrenos, los pueblos de América Latina han afrontado y combatido en los últimos años y de diferentes maneras los intentos de profundizar el saqueo, la contaminación y la dependencia.
Megacorporaciones y gobiernos
Una de las fuerzas que motoriza esta ofensiva es la del capital trasnacional, representado por unas pocas decenas de megacorporaciones. Pero, junto a éste, de manera asociada o competitiva, aparece también el capital local-nacional tanto bajo la forma de grandes grupos económicos (la Vale, Los Grobo, etc.) que tienen una proyección regional e internacional, como de empresarios menores muchas veces encargados de la realización de las formas más violentas e ilegales de esta acumulación.
Pero esta ofensiva extractivista se instaló también en la agenda de los gobiernos de la región que, incluso más allá de sus diferencias político ideológicas, parecen inclinarse por profundizar este modelo, justificado como una respuesta ante la incertidumbre económica global. En este terreno se cuentan los recientes acuerdos de instalación de las primeras megamineras a cielo abierto en Ecuador y Uruguay, los procesos de contrarreforma agraria y mercantilización de los territorios amazónicos en Perú en 2008, y en la ley de regularización de la apropiación privada ilegal de la Amazonia aprobada también en 2008 en Brasil, bajo el gobierno de Lula. También los proyectos de “reforma energética” y privatización de la petrolera mexicana PEMEX o las intenciones de privatizar la empresa estatal de cobre CODELCO en Chile, y las políticas de promoción del agronegocio y los agrocombustibles en el Cono Sur. Avanzan en el mismo sentido la habilitación de grandes proyectos mineros por gobiernos recientemente electos con un discurso de regulación de la megaminería, como Ollanta Humala en Perú, Beder Herrera en la provincia argentina de La Rioja y el gobierno nacional del mismo país frente al proyecto minero en Famatina. También se suma la profundización y la expansión de la explotación hidrocarburífera, ahora incluyendo los llamados petróleo y gas no convencionales. Son parte de la misma agenda la promoción de la minería transnacional en Colombia y Centroamérica, y el nuevo impulso de los proyectos hidroeléctricos y forestales en el sur chileno.
Por último, la promoción de esta ofensiva extractivista se expresa también en el terreno de la geopolítica regional. Ejemplo de ello es el golpe de Estado parlamentario en Paraguay, prohijado por los sectores latifundistas, del agronegocio y la megaminería. Muestra de su rostro autoritario -presente también en la represión y violencia ejercida ante el conflicto social- y de la iniciativa estadounidense en el control de los bienes naturales signada, a partir de 2009, por el redespliegue militar y los intentos de desestabilización con el golpe en Honduras como una de sus primeras manifestaciones. Menos conocida es tal vez la continuidad de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). En 2011, entre las iniciativas que presentó la UNASUR para responder a la crisis se incluyó la realización de 31 obras de infraestructura promovidas por el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN) que forman parte de la cartera del IIRSA, integrado al COSIPLAN en 2009. De esta manera, la prioridad otorgada a estas obras para facilitar el comercio exterior de commodities es otra expresión de la hegemonía ganada por el modelo extractivo exportador.
¿Ante un nuevo ciclo regional de luchas?
Frente a esta ofensiva, una ola de protestas y resistencias sociales emergió y está desarrollándose en el continente. Allí se cuentan un sinnúmero de las principales luchas y movilizaciones de los últimos años que ponen en cuestionamiento al modelo extractivo exportador. A pesar de la fragmentación y aislamiento al que quiere condenárselas, en múltiples casos lograron detener los emprendimientos o morigerar los efectos más regresivos de las políticas públicas.  
La combinación de estos procesos con el impacto de la desaceleración económica y los ajustes del gasto fiscal, sugiere que estamos frente a la posibilidad de un nuevo ciclo regional de luchas. Ciclo que parte de los cambios y los logros pero también de los límites y frustraciones de lo acontecido en América Latina en la última década. Y donde la construcción colectiva de alternativas populares frente a la crisis plantea también el desafío de elaborar un proyecto alternativo de “otro desarrollo”.

Estados Alterados

por Alejandro Bercovich


Los argentinos estamos más estatistas que nunca. Según una encuesta que hizo la Universidad Di Tella después de la expropiación de las acciones de Repsol en YPF, la población cree que el Estado es el principal responsable de asegurar su bienestar (82,7%), de crear empleos (81,6%), de reducir la desigualdad entre ricos y pobres (87,3), de proveer las jubilaciones (86,2%) y la salud (87,9%). Más sorprendente aún resulta que un también elevado 68,5% opine que debería ser “dueño de las empresas e industrias más importantes del país”.

Cualquiera de esos porcentajes resultaría disparatado en países como Estados Unidos, donde el capital es religión, la empresa privada es sagrada y muchos trabajadores que perdieron sus empleos por la crisis subprime todavía recitan como un salmo que “la frase que hizo grande a América es ¡estás despedido!”.

El fracaso estrepitoso del neoliberalismo en el mundo y en la región sepultó rápidamente las ilusiones de progreso individual que intentaron sembrar políticos y comunicadores durante toda la década del ‘90, desde la caída del Muro de Berlín. La quebradura en mil pedazos del sistema político en diciembre de 2001 terminó de catalizar un clic en la cabeza de los argentinos. Pero aunque el kirchnerismo hizo carne muchos de esos cambios subjetivos e incluso reestatizó –casi forzado por las circunstancias– empresas paradigmáticas como el Correo Argentino, Aguas Argentinas y luego Aerolíneas, la voluntad social expresada en la encuesta de la Di Tella no tuvo un correlato tan tajante en la realidad. Ni mucho menos.

Las cifras de FLACSO sobre la cúpula empresarial argentina son lapidarias. En 1976, las compañías estatales acaparaban un 38,4% de la facturación total de las 200 mayores empresas del país. Financierización y plata dulce mediante, su porción cayó al 28,9% en 1991, antes del tsunami privatizador. Pero apenas cuatro años después, la proporción se desplomó al 3,4%. Y hacia 2001, en pleno reinado del Consenso de Washington, las estatales llegaron a su mínima expresión, con solo un 1,6%.

¿Qué pasó con el kirchnerismo? Mucha extranjerización inicial, bastante “argentinización” posterior a manos de grupos económicos locales, en general cercanos al Gobierno, pero muy poca recuperación del peso económico del Estado. En 2010, último dato disponible, FLACSO calcula que las empresas estatales facturaban un 3,5% de la masa total de la cúpula, casi lo mismo que en 1995. Claro que este año se sumó la toma de control de YPF, la principal empresa del país por activos y ventas. Y aún falta ver qué ocurre con los trenes y subtes, concesionados a un puñado de contratistas habituados a ventajear al fisco mediantes subsidios y obras.

Que el Estado vuelva a asumir un rol líder como inversor es considerado indispensable por todos los economistas anti-neoliberales. La razón es sencilla: los privados no invierten lo necesario para sostener el crecimiento. Ni los locales ni los extranjeros. La inversión no llega al 25% del PBI y creció menos que el producto durante casi todos los años de la era K. Para peor, según datos del mismísimo INDEC, siete de cada diez pesos computados como “inversión” se destinan a la construcción y a la compra de vehículos de transporte. Es decir, no van a la incorporación de máquinas y nuevas tecnologías que mejoren el perfil productivo y ayuden a sustituir importaciones.

Los portavoces del establishment, en especial el financiero, sostienen que la Argentina no recibe flujos de capital extranjero por haberse “apartado del mundo” primero con el default y luego con la manipulación de estadísticas y ciertos gestos de rebeldía frente al Fondo Monetario y los países del G-7. Ocultan que esas inversiones suelen ser de corto plazo, con bajísima innovación tecnológica y agregado de valor locales y/o deficitarias comercialmente por las importaciones que demandan. Y que encima tie- nen como contrapartida una rápida salida de divisas bajo la forma de dividendos. Por otra parte ¿quién en su sano juicio apostaría su crecimiento futuro a la voluntad de multinacionales europeas o estadounidenses sumergidas en su peor crisis desde 1930? ¿Cómo evitar que esas compañías protejan ante todo el empleo en sus países, condicionadas por gobiernos que pregonan el librecambio pero que hicieron pujantes sus economías a fuerza de proteccionismo en el mejor de los casos y de rapiña semicolonial en el peor?

Desde sus inicios, el principal problema del modelo de acumulación kirchnerista fue el rol protagónico que le asignó a un actor que no se anima siquiera a un papel de reparto: la burguesía “nacional”. Una élite empresarial diversificada y rentista que durante casi todo el siglo XX invirtió apenas lo justo para mantener ese status privilegiado, fugando sistemáticamente divisas al exterior en tiempos de alza, a la espera de que la próxima crisis le pusiera precio de ganga a activos locales –como campos y fábricas– en manos de terceros. Y que sólo aceptó “enterrar” capital en el país en períodos muy acotados y a cambio de que le garantizaran pingües tasas de rentabilidad, por lo general a costa de derechos laborales y del equilibrio ecológico, geográfico y demográfico nacional.

Aun con esa limitación estructural, el arribo de Axel Kicillof a la mesa chica del Gobierno, a principios de este año, inauguró un nuevo tipo de intervención del Estado en las decisiones de las empresas más importantes del país. El paso determinante fue la expropiación de la mayoría accionaria de YPF, cuyo destino dependerá de las formas de asociación que finalmente adopte con el capital privado y de si logra someterlo al designio de producir más y ampliar su horizonte de reservas. Pero los primeros movimientos en este sentido tuvieron lugar en una intervención anterior, que pasó casi inadvertida aunque influirá de manera contundente en la actividad económica del próximo año.

¿De qué intervención hablamos? De la aparición con voz y voto de representantes estatales en las asambleas de accionistas de 42 grandes empresas, gracias a la participación que tenían las AFJP por haber invertido sus fondos en ellas. Compañías como Telecom, Siderar (Techint), Petrobras Argentina, Metrogas, TGS, Pampa (Edenor), Consultatio, Gas Natural BAN; bancos como el Galicia, Patagonia, Francés y el Macro; incluso Metrovías y hasta Clarín debieron tolerar algo inédito: que los jóvenes enviados del nuevo enfant terrible de la economía fueran a sus reuniones anuales a exigir el nombramiento de directores propios y a intentar torcer algunas de sus decisiones.

Ninguna de las participaciones estatales heredadas de las AFJP excede el 25% del capital de esas mega empresas. Bajo la coordinación de Kicillof, sin embargo, los delegados del Gobierno forzaron a la mayoría de esas firmas a reinvertir una porción mayor de sus ganancias en el país y a recortar simétricamente el reparto de dividendos entre los accionistas, muchos de ellos extranjeros.

¿Cómo lo lograron siendo minoría? Con balas de cebita: amenazando con votar en contra de los balances, lo cual habría sido leído en el mercado como una especie de veto gubernamental o una señal de crisis en la relación. Lo confiesan entre susurros varios gerentes de esas firmas consultados por crisis: a ninguna empresa regulada –como las de servicios públicos o los bancos– le sirve reñir con el Gobierno. Tampoco a las que dependen de contratos de obra pública, o de regímenes impositivos especiales o barreras de protección aduaneras, como Techint.

Pero paradójicamente, la tendencia política interna que ungió a Kicillof en el pedestal de consultor estrella que otrora ocuparon Lavagna, Peirano, Lousteau y Boudou también constituye la principal amenaza para el afianzamiento del Estado en ese rol protagónico que está llamado a ocupar, si lo que se pretende es trascender mínimamente la “salida del infierno” que propugnaba Néstor Kirchner en los primeros años 2000. Sí, tanto el combustible como el lastre para el avance están en esa aglomeración denominada La Cámpora, cuya marca de origen fue el funeral público del líder fallecido, que sorprendió a todo el mapa partidario por su crecimiento tumultuoso y que terminó asumiendo el contradictorio papel de juventud conservadora, guardiana de lo logrado y rara vez exigente de cambios más radicales.
En general, hasta ahora, la oposición ha cuestionado a La Cámpora con argumentos más de forma que de fondo. Criticó su ostentación de riqueza, su arribismo y una indefinida “prepotencia juvenil”, con descalificativos que evocan el discurso de Perón contra los “imberbes” en Plaza de Mayo. Pocos reparan en su verdadero talón de Aquiles, que es también el del actual proceso de recuperación del rol del Estado en la economía: la lógica mayoritaria dentro de la agrupación, bien voluntarista y muy poco materialista, basada en “ocupar espacios” y “usar los recursos”, dos adagios reiterados en cualquier conversación con alguno de sus referentes.

Esa lógica interna podría sintetizarse en lo que dijo a este cronista un recientemente incorporado periodista de la agencia Télam, dirigente de esa fuerza: “El partido que gana legítimamente las elecciones se apropia de recursos del Estado, que luego tiene que usar para llevar adelante su programa”. La tesis procuraba justificar la censura y el pensamiento único imperantes en la agencia de noticias del Estado que, para el redactor de las huestes de Máximo Kirchner, “tiene que ser el brazo comunicacional del Gobierno”.

Que un camporista se permita semejante audacia teórica respecto de la agencia estatal de noticias no es especialmente grave, porque el periodismo no deja de ser una actividad económica intrascendente, más allá de la relevancia que pueda llegar a tener en los planos simbólico y político. Bastante más nocivo fue el choque frontal entre los padres peregrinos del camporismo de Aerolíneas (entre los cuales también militaba Kicillof, justo es decirlo) y los gremios aeronáuticos, porque le sirvió a la derecha para machacar contra el Estado –soslayando que con Marsans el fisco también perdía dinero a raudales– y porque desnudó la incapacidad de los funcionarios de la nueva guardia para incorporar a los trabajadores a la gestión estatal de un servicio público clave, que sea eficiente y no por eso atropelle sus derechos.

Para retomar la posta como orientador de la inversión y factor de peso en la economía y para avanzar plantando mojones que no puedan revertirse tan fácilmente, el Estado debe mirarse al revés: trascendiendo en todo al grupo gobernante de turno. Tiene que ceñirse al cumplimiento de objetivos y probar nuevas hipótesis de gestión eficientes, capaces y transformadoras. Lo cual no implica dejar todo en manos de tecnócratas con credenciales importadas sino muy por el contrario, construir nuevas formas de participación popular en la economía y aprovechar el potencial que aún guarda en su seno una sociedad relativamente más educada y productiva y con una inteligencia social históricamente menos fracturada que la de otros países. Eso exigiría a la vez buscar el modo mediante el cual los trabajadores puedan convertirse en sujetos políticos y superen la traba que representa para su desarrollo individual y colectivo la sujeción a los designios de un empresariado impotente y menos nacionalista que los del resto de la región.

La clase privilegiada sabe que le va la vida en revertir los índices de confianza en la intervención estatal que revela la encuesta de la Universidad Di Tella. O al menos en asegurarse que el Estado siga siendo lo que hasta ahora: un mero garante de sus negocios. Por eso se preocupará crecientemente por atacar de forma cada vez más virulenta los flancos débiles de la por ahora tímida contraofensiva estatal: la “politización”, la ausencia de meritocracia, la ineficiencia y el criterio de “ocupar espacios” a puro voluntarismo militante, con una ética y una épica más propias de soldados que de políticos.

Si insiste en esos vicios, La Cámpora no hará más que allanar el camino a la restauración de lo que empezó a cambiar dentro del Estado con la llegada al centro del poder de su primer hijo pródigo.

Eliminación del mal

por Miguel Benasayag

Si bien la cuestión del mal evoca inmediatamente un territorio teológico, místico, la diferencia reside en el hecho de que siempre hizo falta mucha tinta y mucha fe para creer en Dios y que, por el contrario, nadie duda de la existencia del mal. Pero ¿qué es el mal? y ¿cómo podemos pensar hoy, en 2012, esta cuestión? En la tradición occidental, incluso desde sus lejanas raíces griegas, la cuestión del mal inquietó a los humanos: ¿cómo era posible que el mal existiera si la creación era fruto de divinidades?, ¿cuál era entonces la función y los orígenes del mal?

Los maniqueos consideran que la existencia del mal es producto del Angel Caído. Por lo tanto, habría dos fuentes de acción en el mundo: la fuerza del bien y la fuerza del mal.
Para Leibniz, el mal será engendrado en el pasaje de los múltiples posibles en teoría a los que llama “composibles”. El mal nace en este pasaje a la existencia de los composibles; puesto que en él hay conflicto: dado que los posibles en teoría no son todos composibles en la existencia, entonces el conflicto es –como ya lo había advertido Heráclito– “padre de todas las cosas”. Si el conflicto entre los composibles era el padre de todas las cosas, el mal es, ni más ni menos, necesario.
En síntesis, hubo una manzana, hubo una mujer que era demasiado atractiva como para negarse a compartir con ella una manzana; pecado de nacer en el pecado original, pecado de existir. El resto ya se conoce: trabajar y, sobre todo, a soportar el mal como vecino del bien. La carne es pecado, los deseos son pecado, la materia es pecado, el Occidente nace de un pecado original y, como el Occidente es la cultura que se “autodenomina universal”, toda la humanidad queda capturada por este dispositivo.
El mal es inherente a la existencia, pero, y aquí está la cuestión, los hombres y el progreso se prometieron erradicarlo.
La pregunta sería: ¿es cierto eso que piensan los occidentales, que ellos son los únicos que existen y que las otras culturas son sólo escalones “en vías de desarrollo”, es decir, en vías de llegar a ser como ellos? ¿O bien las otras culturas son, tal vez, civilizaciones en serio? Fray Bartolomé de las Casas había defendido, en la famosa controversia de Valladolid, que ¡los indios eran humanos! Salvo que… eran humanos con la humanidad incompleta. El colonialismo, el imperialismo, la normalización disciplinaria, pero también la cura, la educación, el urbanismo, iban a ocuparse de completarles la humanidad a los indios, a los africanos, a los asiáticos, a los marginales, a los locos, a las mujeres…, a todos los “incompletos” del mundo.
Occidente, fundado sobre el mito teleológico de un progreso convergente y final, marchaba hacia las luces, hacia la luz del fin (auto) prometido de toda negatividad, de todo mal: a los otros, los incompletos, seguirlos y obedecerles. Al final de la historia, en el punto omega del padre Teilhard o bien en el comunismo científico de Marx, el mal debía desaparecer.
El médico, el maestro, el colono podían así hacer el mal en nombre de un bien final: civilizar, educar, curar. La promesa de un mundo sin mal, de un mundo donde todo lo negativo debía desaparecer, estructuró las prácticas y el pensamiento de Occidente. El mañana, el futuro, fue por lo tanto, desde la gran historia hasta los ínfimos detalles de las pequeñas historias personales, lo que ordenaba y daba sentido a nuestras vidas: digamos, “hoy no se fía, mañana sí”.
Pero sucede que esta gran cultura occidental se encuentra en crisis terminal y profunda. Y una de las consecuencias más graves de esta crisis reside en el hecho de que ese mal, eso negativo que debía desaparecer, nos vuelve sobre la cara con la fuerza vengadora de lo que habíamos querido reprimir, dominar, eliminar y que nos dice cruelmente: “Aquí estoy”, el mal está aquí, lo negativo no desaparece.
Ahora bien, si intentáramos una rápida distinción entre las diferentes culturas, desde el punto de vista del trato que le han dado a la cuestión del mal, no dejaría de sorprendernos que la cultura occidental sea la única que haya apostado, que se haya estructurado alrededor de esta promesa de la desaparición final del mal. “La única diferencia que existe entre Dios y los hombres –escribía el astrónomo y filósofo Kepler– reside en el hecho de que Dios conoce todos los teoremas desde la eternidad y que el hombre no los conoce todavía todos.”
“No conocer todavía todos”, es la frase que describe la modernidad, ese recorrido temporal hacia la completud. Si el universo está escrito en lenguaje matemático (Galileo), quien conoce “todos los teoremas” controla lo real, la vida y lo existente: puede eliminar el mal.
Ninguna otra cultura que haya existido o exista apostó a esta eliminación del mal; las culturas animistas, totemistas o analogistas corresponden a sociedades que tenían una relación orgánica entre el mal y el bien. No se trata de que en estas culturas no se diferencie el dolor del placer o la alegría de la tristeza; por supuesto que sí. Sólo que esos contrarios se conciben y experimentan como parte de una unidad indivisible. Aun los maniqueos de la Mesopotamia, en el siglo III, si bien dividían claramente y oponían el bien al mal, consideraban al mal como inevitable, incluso necesario para la armonía del universo.
“Doctor, estoy mal”, enuncia el paciente frente a su terapeuta, y aparentemente todo está dicho,: “Usted está mal, debo actuar”. Nadie viene para decir: “Doctor, estoy bien”: el bien, un bien que se pretende separado y separable del mal, nos parece ser la condición necesaria y justa de nuestras vidas.
“No te pregunto a qué raza o religión perteneces; si tú sufres tú me perteneces y yo te aliviaré”: tal es el credo, el dogma de Pasteur que está escrito en el frontispicio de los hospitales parisinos. De esta manera, los cuerpos y los pueblos que sufren “pertenecen” a los doctores que los aliviarán. El mal, el sufrimiento, la tristeza, son síntomas que deben ser eliminados. Y las nuevas tendencias en psicofarmacología y terapias breves adhieren a este credo, “el mal debe desaparecer”.
Una pregunta estúpida me viene a la mente: si el mal desaparece en las curas disciplinarias de los psicofármacos o en las terapias comportamentales, ¿desaparece para dejar lugar a qué? Una vida ordenada solo en el “bien”, ¿sería bien con respecto a qué? ¿Qué es una luz sin sombras? ¿Un día sin noche? ¿Una vida sin muerte?
Nosotros somos los contemporáneos de la pérdida de la gran promesa según la cual “el mal debe desaparecer”. Hemos pasado, sin darnos muy bien cuenta, del historicismo como promesa y fe en el futuro, a la supuesta eliminación del mal posmoderno. Huérfanos de esa ilusión totalizante y evidentemente totalitaria, esa negatividad que no desaparece nos pone en pánico, inseguridad y amenaza. Lo otro, lo inquietante, el extranjero, el vecino, mi propio cuerpo como otro, me asusta. Todo participa de la amenaza.
Donde hubo promesa aparece la amenaza, el futuro radioso dejó lugar a un porvenir cargado de oscuros presagios, muchos de los cuales ya están aquí en el desastre económico, ecológico y demográfico.
¿Cómo se puede vivir con la amenaza? ¿Cómo se puede reestructurar una otra y nueva relación con el mal, ese mal que habíamos creído poder separar de un puro bien inmaculado? Por el momento la primera respuesta es un pánico generalizado: se danza y se juega en un transatlántico, pero se debe quedar uno quieto, paralizado en una chalupa que hace agua.
A falta de lograr ser felices nos contentamos con evitar la desgracia, escribía ya hace un siglo Freud. Es decir, renunciamos a una vida para aceptar la sobrevida disciplinaria. La promesa de seguridad que reemplaza la vieja promesa teleológica nos hace desear la ciudad panóptica, el control permanente de nuestras vidas. Lo que en épocas recientes fue un castigo, deviene hoy algo deseable.
Nosotros mismos construimos nuestras vidas como un conjunto panóptico: Facebook, Twitter, el celular, así como una serie de blogs y otros horrores, están a nuestro servicio para que tratemos de construir vidas transparentes, ya que en la transparencia el hombre postmoderno encuentra la ilusión de seguridad. El mal, ya se sabe, ama los pliegues y rincones oscuros: seamos entonces transparentes.
Scanner y control del propio cuerpo y, al volver a casa, escribir en nuestro blog rápidamente todo, toooodo lo que hemos hecho, publicando en Facebook las fotos que lo prueban: quizás así el mal no pueda poseernos.
Pensemos simplemente el uso del hoy tan corriente celular: el hombre posmoderno se pasa el día informando, a quien sea, de cada paso, de cada embrión de sentimiento o de pensamiento que lo atraviesa. Jeremy Bentham no hubiera soñado mejor que esto, la torre de vigilancia en la cabeza es deseada y pagada en cuotas. Es decir, en cierta manera, el suicidio como prevención a toda enfermedad.
En las culturas no modernas, una de las formas más corrientes de “tratar” la cuestión del mal era realizar prácticas sacrificiales, el don y contradon (potlatch). Los modernos reían de estas prácticas: matar a un pollo en el patio no lo percibían como garantía para evitar el mal. En realidad, las prácticas del don, del sacrificio, no implican un manejo imaginario de lo real, sino más bien la aceptación, por una parte de la sociedad, de la existencia de una pérdida: de que hay mal y que esto forma parte orgánica del bien. Más concretamente, de la vida.
La hipótesis según la cual la modernidad debía lograr una racionalización tal de la existencia que llegaría a erradicar la pérdida, no evitó que el capitalismo, y aun más el neoliberalismo, destruyeran la vida bajo todas sus formas. Todo ocurre como si el deseo de no perder provocara pérdidas inevitables y mayores.
La diferencia entre la modernidad y la posmodernidad en la apreciación del mal es que en la modernidad, autoconcebida como camino no terminado, el mal existe, es incluso necesario, ya que se transforma en un indicador del bien. Por ejemplo, para Hegel o Marx, la negatividad, el momento de lo negativo en la dialéctica, es absolutamente necesario para avanzar hacia una síntesis superadora y positiva. Es en la postmodernidad, “fin de la historia” como la bautizaron los sofistas posmodernos, el mal aparece como sinrazón, como accidente que es necesario eliminar.
De esta manera, el desafío de esta época nos resulta más claro: no es cuestión de competir con las tendencias neoliberales posmodernas en las técnicas de “eliminación del mal”, sino que se trata en realidad de lo que Jacques Monod presentaba como la creación de una “nueva alianza”. Nueva alianza quiere decir una relación orgánica con la vida, con la sociedad y con el medio ambiente, en donde no se separe artificialmente el mal del bien.
–Doctor, me siento mal en la vida.
–Sí señor, es normal sentirse a veces mal en la vida –Más aún, es la actitud de intolerancia hacia este mal lo que hace de él algo insoportable y aún más doloroso.
No hay bien sin mal y, una vez que comenzamos a dejar atrás los dictámenes totalitarios del utilitarismo actual, esa separación nos aparece incluso como ideológica e imposible.
Ni bien ni mal, ni fuerte ni débil, sino fragilidad. Tal es la condición, ya no sólo humana, sino de la vida misma: allí es donde una resistencia a la crisis actual puede comenzar.
Q Texto extractado de un artículo que aparecerá en el número de agosto de la revista Topía. El autor –psicoanalista y filósofo– visita la Argentina en estos días.

El pueblo falta

El pensamiento político y estético de Deleuze

Por Lobo Suelto!

Reímos con el hocico entero cada vez que alguien se nos presenta como especialista en la obra de Gilles Deleuze. Superando la tentación nos hemos sentado a conversar en el bosquecillo que rodea la casa de Montreal en donde vive Alain Beaulieu autor de Cuerpo y acontecimiento. La estética en Gilles Deleuze.
-¿Cabe hablar de una estética en el pensamiento de Deleuze?
-El término “estética” es poco utilizado por Deleuze quien, sin embargo, ofrece análisis originales del estatus de la aiesthesis. Puede hablarse, entonces, de una “estética deleuziana” (así como hay una “metafísica deleuziana” y una “ética deleuziana”), pero debe entendérsela en un sentido determinado. En Deleuze no hay estética en el sentido de Baumgarten, luego retomado por Kant y otros, donde se trataría de distinguir entre, por un lado, el buen juicio y el mal gusto, y en segundo lugar, la belleza y la fealdad, asociando el buen gusto y la belleza. Deleuze sitúa decididamente sus planteos sobre el arte y las sensaciones artísticas más allá de las filosofías de la conciencia de sí mismo (¡¿Qué es filosofía? indica que las aves también pueden expresar potencias artísticas!), así como más allá lo “Bello” y lo “Feo”, siendo que estos últimos remiten a trascendencias de las cuales el inmanentismo deleuziano se disocia de la misma manera que se niega a hacer de la “Verdad” una palabra clave de su filosofía. En Deleuze ya no hay más estudios de estética en el sentido de que se analicen obras ya realizadas para revelar la significación “molar” histórica o historial (Hegel, Adorno, Heidegger, etc.)
Para Deleuze no hay que interpretar el sentido “espiritual” de las obras, y menos aún proponer una historia universal del arte (el capítulo 14 de Lógica de la sensaciónprecisa que hay tantas historias como verdaderos artistas). El desafío estético deleuziano consiste más bien en experimentar las obras en su singularidad situándose lo más cerca posible del proceso vital que las engendró. En otras palabras, Deleuze no busca identificar lo “bello” o interpretar el “sentido” de las obras, sino experimentar la vida no orgánica de las fuerzas impersonales comunes a las sensaciones del experimentador y a las propias obras. Estas líneas demarcatorias permiten despejar dos de las características principales de la “estética deleuziana” (así como de su filosofía), a saber: la búsqueda de inmanencia y la experimentación de las fuerzas. El estudio deleuziano de las sensaciones (lógica de la sensación, bloques de sensaciones, etcétera) responde a estas dos modalidades específicas.
Sin duda, para evitar la confusión con los valores asociados a las estéticas tradicionales (subjetivismo, historicismo, intelectualismo, interpretación, representación, etcétera), Deleuze prefirió no presentar su pensamiento experimental de las sensaciones como una estética. Pero, en realidad, bien podría habérselo considerado como un “esteta puro”, de igual modo que dijo en una ocasión (en una carta a Arnaud Villani) que se sentía un “metafísico puro”.
-¿Y qué resonancias encontrás en relación con las referencias al cuerpo en Merleau-Ponty?
-En algunos de mis trabajos, he sostenido que no hay, en sentido estricto, una “fenomenología deleuziana”. En concreto, Deleuze no se vale de las tecnicidades de la perspectiva fenomenológica tal como se definen en su versión canónica expuesta por Husserl (reducción, epojé, intencionalidad, constitución, etc.) Lo cual no le impide, en prácticamente casi todas sus obras –si no en todas– posicionarse respecto de los planteos de uno o varios representantes del movimiento fenomenológico, sobre todo Husserl, Heidegger, Merleau-Ponty y Sartre. Así, siempre me pareció que la fenomenología tiene un papel muy particular en la dramaturgia deleuziana, sirviendo como punto de referencia desde el cual se definen varios de los elementos más determinantes de la filosofía deleuziana: a la trascendencia del mundo fenomenológico, Deleuze responde desarrollando el modelo de “caosmos” inmanente; al Daseinsanalyse heideggeriano, responde (con Guattari) proponiendo un “esquizoanálisis”; al olvido de Spinoza por parte de la fenomenología, responde haciendo del autor de la Ética el “Cristo de los filósofos”. Mi error de “juventud”, por así decirlo, fue creer que la fenomenología era la principal referencia para captar la originalidad del pensamiento deleuziano, cuando más tarde me di cuenta de que el vitalismo deleuziano es, por excelencia, un pensamiento descentrado o poli-centrado.
En cuanto a la experiencia del cuerpo, me parece que el modelo deleuziano de un “cuerpo sin órganos” responde críticamente al “cuerpo vivo” (Leib) de Husserl, Merleau-Ponty y otros. A mi parecer, la relación intelectual (directa o indirecta) de Deleuze con Merleau-Ponty ha sido en gran medida poco estudiada. Deleuze conocía bien las obras de Merleau-Ponty. Paul Virilio, un amigo de Deleuze, también menciona en sus entrevistas (Viaje de invierno) que él tenía una particular admiración por Lo visible y lo invisible. Por supuesto, en varios puntos, los pensamientos de Merleau-Ponty y de Deleuze divergen (la fidelidad a Husserl, la concepción del cine, la percepción, etc.) Pero queda pendiente un análisis profundo de las similitudes entre sus concepciones de la naturaleza y de la superación de la ontología de la conciencia. Respecto de la cuestión del cuerpo, me parece en cualquier caso bastante obvia la oposición entre el cuerpo carnal que está ideal o perfectamente organizado para realizar la constitución, y el “cuerpo sin órganos” que desprecia las actitudes puramente espiritualistas y en cualquier momento se encuentra sujeto a una desorganización parcial por efecto de fuerzas impersonales y deseantes. El cuerpo físico es “vivido” o “idealmente vivible” e interpreta, mientras que el cuerpo sin órganos escapa a la “vivencia personal” y experimenta.
En los 60, mucho antes del debate de los 90 sobre el “giro teológico de la fenomenología”, Deleuze comparaba la fenomenología con una escolástica moderna. Al hacer esto, reanudaba, de alguna manera, las luchas delirantes y visionarias llevadas a cabo por (Antonin) Artaud –en cuya compañía Deleuze explora algunos síntomas– quien quería, precisamente, “hacerse un cuerpo sin órganos” para desbaratar el plan divino que creó el cuerpo humano del modo más perfecto posible, es decir, dándole la capacidad de venerar en el rezo espiritual.
-¿Y cómo se desarrollan estas diferencias en el campo de lo político?
-Las reflexiones políticas de Merleau-Ponty no tienen ningún papel positivo en el desarrollo del pensamiento deleuziano. El aspecto vagamente utópico (en el sentido peyorativo del término), ciertos puntos de vista políticos de Merleau-Ponty, su apego al historicismo, al igual que sus planteos clásicamente marxistas, son incompatibles con la micro-política deleuziana inspirada más en los artistas (escritores, pintores, cineastas, etcétera) que en los expertos o los clásicos del pensamiento político para imaginar un “pueblo por venir”. Muchas de estas quejas también podrían dirigirse a Sartre, a quien Deleuze, sin embargo, admiraba como un libre pensador cuya actitud y cuyos intereses intelectuales se encuentran, en gran medida, alejados del estilo profesoral de Merleau-Ponty.
 Sería posible contrastar las diferencias entre la experiencia del cuerpo en Deleuze y Merleau-Ponty con sus posiciones políticas respectivas. Por un lado, un fenomenólogo que desea formar una nueva comunidad carnal en cuyo interior los cuerpos vivos constituyan de forma libre, pacífica y sin relación de dominación, un mundo común de significación (bastante cercano a la comunidad de amor o Liebesgemeinschaft de Husserl, o incluso a la comunidad auténtica de Heidegger). Por otro lado, un vitalista que no piensa el cuerpo y la política siguiendo semejante lógica de la redención, sino más bien en compañía de un Spinoza “nietzscheano” para quien el hecho de que no sepamos aún de lo que el cuerpo es capaz, abre a la posibilidad de crear una comunidad de encuentros afectivos entre los seres y la naturaleza (sus fuerzas, sus potencias y sus intensidades) asumiendo el riesgo necesario para producir líneas de fuga, eventualmente de muerte, que son igualmente intrínsecas a la vida. El objetivo siempre es, por supuesto, seguir con vida a fin de continuar al día siguiente.
-¿Y cómo es que estas diferencias políticas se sirven también de sus diferentes perspectivas sobre el arte?
-Deleuze se inspira en ciertos filósofos para pensar la política (la distinción entre potestas y potentia de Spinoza, la “gran política” de Nietzsche), pero el pensamiento político deleuziano también adquiere su forma en compañía de algunos artistas. Deleuze destaca la presencia de un enunciado común en los escritos de una serie de escritores, pintores y cineastas (Kafka, Klee, Straub, Perrault, Mallarmé, Bene, etc.): “falta el pueblo”. De nuevo, queda mucho por hacer para comprender el alcance de este enunciado cuya sencillez en la formulación esconde también implicaciones complejas, sobre todo en las relaciones con la fabulación, lo virtual, lo intempestivo, la creación, la resistencia frente al presente, etc.
Para Deleuze el arte es un medio privilegiado de resistencia frente al presente(en este punto, hay vínculos para establecer con Adorno y Benjamin), y la obra de Bacon no es una excepción, si bien los problemas políticos inherentes a ese maravilloso libro que es Lógica de la sensación permanecen en buena medida “plegados”. De este modo, la crítica pictórica de la representación también tiene un alcance político (la indignidad de “hablar por los otros”), la expresión figural de los diagramas como zonas de indiscernibilidad entre los hombres y los animales (o, más en general, entre los diferentes reinos de la vida) puede trasponerse en una política ecologista, o incluso la capacidad –identificada por Deleuze– en que Bacon sobresale y que consiste en hacer sensibles fuerzas no sensibles por sí mismas, puede indicar el camino hacia la creación de una nueva comunidad afectiva donde los hombres experimenten su pertenencia a un “pluriverso” o un “caosmos”.
En realidad, el sistema deleuziano nos invita a un antiguo modo de pensar y experimentar la vida (quizá sea éste un rasgo “pre-kantiano”), donde la metafísica, la política, la ética y el arte no se encuentran sujetos a reglas y conceptualidades totalmente diferentes. Esto es particularmente sorprendente en Mil mesetas, donde las creaciones conceptuales (liso, estriado, líneas de fuga, máquinas de guerra, rostro, devenir, etc.) se aplican tanto a los animales humanos y no humanos como al arte y la política, e incluso a la metafísica y la organización social. En suma, el foco principal del libro de Deleuze sobre Bacon recae sobre el arte y la estética, pero la conceptualidad movilizada para describir la obra de Bacon también puede ser traspuesta en otros dominios, incluyendo la política.
-Deleuze, ¿usa a Bacon para hacer avanzar algún concepto, o para ilustrar alguno que ya tiene consistencia?
-Una de las novedades de este libro radica, por supuesto, en el tema de estudio, a saber, la obra de Francis Bacon, de quien –que yo sepa– no hay ningún rastro en los trabajos anteriores de Deleuze. Si se la ubica en el itinerario deleuziano, advertimos que esa monografía expresa un interés por las artes de la imagen que encontrará una resonancia en los libros sobre el cine escritos en los años siguientes. Lógica de la sensación hace converger, con maestría estilística y conceptual, varias nociones desarrolladas en los libros anteriores. Tal es el caso, especialmente, de la exploración de los síntomas (aquí: la histeria) iniciada en el libro consagrado a Sacher-Masoch, así como del concepto de fuerza, la serie de devenires (devenir-imperceptible, devenir-animal, etc.), la noción de vida no orgánica y el cuerpo sin órganos que tuvieron importantes desarrollos en Mil mesetas, cuya publicación apenas precede la redacción de Lógica de la sensación.
-Desconoce usted las clases de filosofía y pintura editadas recientemente por la editorial Cactus bajo el título El concepto de diagrama…
Es posible, no hablo español. En todo caso lo festejo, y de todas formas me sigue pareciendo interesante examinar brevemente dos conceptos centrales en el libro sobre Bacon: lo figural y el diagrama. En un texto clásico y casi olvidado (por Deleuze incluso) que fue publicado en francés con el título de Figura, el filólogo alemán Erich Auerbach retrotrae el concepto de “figura” a la antigüedad para referirse a cierta relación de indeterminación entre modelo a imitar y el modelado que intenta copiar dicho modelo. La figura expresa, pues, una relación vaga y ambigua entre la imitación y la invención que no es para nada ni una ni otra. Deleuze relanza implícitamente esa antigua crítica de la mímesis al hacer del arte figural baconiano el operador de una especie de “síntesis disyuntiva” entre la copia (diferencia) y el modelo (repetición). En cambio, explícitamente, dice que toma el concepto de “figural” del libro de (Jean-Francois) Lyotard titulado Discurso, figura de la que despoja, sin embargo, de cualquier referencia al freudismo (universo onírico, matriz fantasmática, etc.) para asociar mejor lo no figurativo y lo no narrativo con la expresión sensible y localizada de una red de fuerzas impersonales.
En cuanto al “diagrama”, que se refiere a una zona pictórica a-significante, Deleuze halla esta noción utilizada por Bacon en sus entrevistas con David Sylvester. Ella traduce la palabra inglesa graph. Pero, en realidad, Deleuze ya utilizaba el concepto en 1975 en un comentario de Vigilar y castigar (recogido con el título “Un nuevo cartógrafo” en el libro sobre Foucault), luego en Mil mesetas, esta vez a partir del semiólogo (Charles Sanders) Peirce. Queda pendiente un estudio profundo de la noción de diagrama en la filosofía contemporánea. Ella también aparece en Wittgenstein y en algunos trabajos del colega de Deleuze de Vincennes, François Châtelet. En cuanto a los conceptos desarrollados en Lógica de la sensación que habrían sido retomados para profundizarlos en las obras posteriores, podemos pensar en la noción de sensación que tendrá desarrollos importantes en el capítulo 7 de ¿Qué es la filosofía?
También parece (si no me equivoco) que la obra de Deleuze sobre Bacon permitió fijar la tarea asignada por aquél al arte, que consiste en hacer sensibles (visibles, audibles, etcétera) las fuerzas no sensibles por sí mismas. Esta especificidad de la obra artística, brillantemente expuesta y ejemplificada en Lógica de la sensación, será retomada especialmente en los libros sobre el cine y en ¿Qué es la filosofía?

Entrevista a Joe Stefanolo

«El perejil es la imagen de la inoperancia policial»


Por Ramón Raggio
Joe Stefanolo defendió a Calamaro, Coppola y Villarreal. Trabaja en causas sobre despenalización: obtuvo el histórico fallo Bazterrica. A pesar del letargo en el Congreso, habló con Marcha sobre el futuro de los perejiles tras despenalizar.

Si se fija la mirada sobre el escritorio el cuadro aparece descentrado. Dos niños de cabellera azul. Uno mira sentado al otro. Son pinturas de su mujer, Graciela Juan. Debajo de ellos está Albino José. Más conocido como Joe, está ligado al ambiente musical rockero desde bastante tiempo atrás. Trabajó con Andrés Calamaro y Luca Prodan. También con Guillermo Coppola durante los polémicos años 90.

En 1986 fue defensor de Gustavo Bazterrica –guitarrista de La Máquina de Hacer Pájaros y Los Abuelos de la Nada-. En un fallo histórico para aquel entonces, logran evitar la cárcel al interpretar la Corte Suprema que el músico ejercía en todo su derecho el artículo 19 de la Constitución Nacional, considerando el consumo de estupefacientes sin daño a terceros como una acción privada.
Nos recibe en su estudio, a cuadras de Tribunales. La entrada da directo a la calle. Se sube por una pequeña escalera en L. Allí 8 sillas y muchos cuadros dan forma a la sala de espera. De pelo largo y barba, aunque de traje impecable, este rockero está lejos del porte tradicional del abogado porteño. Sigue de cerca la discusión en el Congreso sobre la reforma a la Ley de Drogas, pero no está seguro sobre el futuro de los perejiles.
-¿Cómo está la discusión sobre la despenalización hoy?
-Hasta hoy, es delito y vas preso en teoría. En la práctica sucede que muchos jueces, por suerte, están tratando de hablar de exigua cantidad o de aplicar el fallo de la Corte en el tema del consumo, pero bueno la mayoría de los jueces te hace una causa, te lleva a tribunales, te tienen sujeto a la investigación, y en algunos casos si te procesan puede ser con o sin prisión efectiva. Además la cuestión de la tenencia se discute mucho qué cantidad. De pronto podes tener una cantidad que es para consumo, pero es un poquito alta, y te hacen tenencia simple y te procesan. Y si tenes otra causa podés quedar detenido por los antecedentes.
-Está comprendido en lo que sería un paradigma penal.
-Sí, un paradigma penal. Y una cosa que siempre explico es que, por ejemplo la tenencia simple, que tanto se discute incluso con esta reforma se discute cómo meter esa figura esa híbrida que es la tenencia simple. Que no es la tenencia para consumo, aclaremos. Hay 3 figuras de tenencia: tenencia para consumo, tenencia simple y con fines de comercialización. La que sería sujeta a tener el mejor trato de los jueces hoy es la tenencia para consumo, que la mayoría de los jueces la entiende ya aceptando el fallo de la Corte que la declara como insconstitucional y te estarían dejando sin pena. El artículo existe todavía con pena.
-Artículo 14 de la Ley de Drogas.
-Segunda parte. Entonces, la diferencia con la simple es muy poquita. Te dicen: “Usted tiene 50 gramos”. Pongamos que los compraste para consumo. Vos podes tener el consumo de tu mes o el tiempo que te dure. Si vos tenes 50 gramos, algunos te pueden decir “no, eso es mucho”. Porque no valoran o no entienden la ecuación de lo que significa ir a comprar: el riesgo de ir, entrar a un lugar prohibido, no vas a comprar 10 gramos, compras 50 que es lo que podes pagar de tu bolsillo. Y no, es mucho.
Entonces tenencia simple. Eso tiene una pena de 6 años.
-Surge inequívocamente…
-Eso es la segunda parte. La primer parte dice Tenencia, no explica qué. Tener obviamente vos tenes siempre, tanto en la primer figura como en la tercera. A partir de que vos tenés yo puedo interpretar lo que sea. Ahora la explicación de los antecedentes. Cuando vos tenes una tenencia simple en el 2005, y otra en el 2008, ya tuviste dos. La primera puede ser pena en suspenso, la segunda no. Vos podes estar preso por tener 2 tenencias simple. Quiere decir que el tema de los antecedentes es lo que no se ve. Y en el tema de la tenencia, para alguien en contacto con una sustencia por ahí todos los días, lo hace pasible de tener una infinidad de causas, porque si un procedimiento se hace ponele en una plaza, donde el chico para, por ahí una vez por mes en una de esas razzias comunes, al pibe lo embocan todos los meses y en un año tiene 12 causas.
-Los famosos perejiles.
-Así es.
-¿Qué es un perejil?
-El perejil es el que justifica el eslabón de la represión. Con eso vos tenes el presupuesto, el policía genera la estadística de los detenidos, 20 o 30 detenidos, no explica que fueron detenidos por un porro.
-Por el hecho de tener.
-No, directamente detenidos. O sea, ¿Cuántos procedimientos hubo por drogas? 20. A ver, 18 chicos en una plaza con dos porros cada uno, un porro y medio o medio porro. Bueno ahí hay 18. Por ahí tenes 2 que estaban haciendo arrebato, una carterita o algo. Entonces ya sumaste los 20. La estadística va a hablar de 20. “La comisaría funciona bien, che que bárbaro, hicimos 20 procedimientos en una noche y somos eficientes”. No es así. Primero: justifican y permiten pedir mayor presupuesto, pidiendo más recursos en función de esa supuesta prevención. Y generan un gasto inútil. ¿Qué le das a la comunidad con 18 chicos detenidos por tener un porro? Absolutamente nada. La comunidad no se beneficia de eso. Porque, ¿Qué perjuicio te puede provocar un chico que se fumó un porro? Nada. Es una situación de prevención falsa. Cuando sí podes usar, para la gente que necesita tratamiento de verdad, chicos que están con problemas de paco muy graves, presupuesto que no hay, y poner la plata ahí en el presupuesto de tratamiento. Entonces ocupate con el dinero de la prevención falsa, dejá de poner un patrullero persiguiendo en una plaza a un pibe, y ponelo para la ayuda y prevención verdadera, tratamientos, psicólogos, lugares.

-Ese esquema está sosteniendo un negocio.
-Efectivamente. Es un negocio que tiene que ver con la represión, con los fondos, con la zona liberada, con la corrupción, los peajes, con los tratamientos. Los tratamientos son tema de una importante cantidad de fondos que, al no tener el Estado una base, vos caes en los privados. Los privados hacen su negocio, que no es malo sino que está dentro de la actividad lícita, pero no vas a hacer un negocio para todos. Vas a hacerlo solamente con la gente que lo puede pagar. La mayoría no puede pagar. Si tenés fondos, entonces, que no van a la represión yo los pondría ahí. Una vez lo planteé en una nota en el diario, recibí un montón de ecos favorables de la gente que decía, “Para mí está mal despenalizar, pero lo haría solamente porque reconozco que esos fondos son plata que se gasta al pepe”. Por ejemplo a pensar una política en salud y contra las adicciones en general. Ahora se habla mucho de la adicción al juego. Hay que tratarlo a eso también. Pero con ayuda.
-Y la ayuda no se la va a dar el cabo de la Tercera seguramente. Sobre todo si viene de un barrio…
-Yo creo que la sociedad está cambiando, el entorno es bueno y hay avances en un montón de normas, de igualidad, hay cosas que están pasando que eran impensadas. Hay un avance. Hay aceptación y alegría de compartir situaciones diferentes.
-¿Cuántos perejiles creés que hay desde la sanción de la ley?
-Es incontable. Te diría que es ciencia ficción calcularlo. Miles. No sé si alguien lo contó, estoy seguro que hay miles. Yo no he hecho estadísticas, he vivido las situaciones.
-¿Cuántos casos trabajaste vos?
-Cientos. Miles. Miles casos he visto. Podes llegar a 8 mil o 10 mil. Pero son tantos que es un número que no quisiera contar.
-Y si se despenaliza, ¿Qué va a pasar con los perejiles?
-No va a haber más perejiles. Pero pasa que si vos dejas una ley, que deje un puntito, los perejiles van a ir a ese puntito. Por eso es importante ver cómo quede. Por eso es difícil cuando la ley pone cantidades. Nuestra ley tiene muchos problemas pero nunca habló de cantidad, eso es importante. Porque si yo te digo 14, 15, 300 o 500 gramos, siempre puedo encontrar un problema. El pibe compra lo que tenía en plata, eso lo discutía siempre con los jueces. Compras por la plata. La circunstancia de cuanto tengo y lo cambio por la sustancia. Si el pibe laburó todo el mes, se compró todo el mes, y cae en un procedimiento, todo mal. La figura se desplazaba por cuestiones que los jueces nunca entendieron. El chiquito con el porro en la plaza, el perejil, es la imagen más acabada de la inoperancia policial, donde el policía se siente el gran detective porque se llevó a 5 pibes, esa inoperancia absurda, va a dejar de existir. Y va a obligar al policía a hacer otra cosa. Que para eso además se le paga.
-Trabajar, dirían algunos.
-Claro. Investigar, prevenir, evitar que asolen a su barrio donde le toca actuar en hechos de gravedad y dejar la plaza, sacar el patrullero de ahí. Pero bueno, algunos no te dejan entrar ni al perro a la plaza. Una plaza sin perros ni pibes no es una plaza.

De-Generaciones-políticas y reconocimiento

Por Juan Pablo Maccia

“Encontré a Borges en los años 80, intentando cruzar una calle. Un impulso cholulo me llevó a tomarle del brazo para ayudarlo a cruzar. Solo le dije: ‘Borges, es usted para mí un admirable enemigo. Soy una veterana de guerra, una revolucionaria’. El anciano me dio el brazo y acotó: ‘No se preocupe, estamos los dos ciegos”.
S.S.
Con nuestros contemporáneos, sabemos que la política no se deja confundir con ninguna otra instancia estructural o dimensión sociológica clave (no es la economía –estúpido–, ni la moral, ni el derecho). El análisis político requiere de una comprensión inmanente de las situaciones políticas del presente a partir de sus propios términos, y de los modos en que estos se relacionan. En este articulo, los términos políticos en cuestión serán las generaciones. Y sus relaciones específicas constituyen el problema a determinar.
Hace tiempo que percibo la existencia de, por lo menos, tres generaciones activas en la vida política argentina: la generación del 73, que hoy gobierna; la del 2001, que hoy carece de protagonismo político; y la generaciónjoven que ingresa a la militancia tras la muerte de Kirchner, y que llenó el estadio de Vélez hace unos pocos meses, a la que podemos llamar –para seguir con las fechas– generación 2012.
Sobre la generación 2001 he escrito de modo abundante. Al respecto se me han hecho señalamientos contradictorios.  Mi impresión es que esta generación es bastante poco política. Diría que es más bien “filosófica”. Su acción resulta inseparable de un saber secreto: que el sentido no preexiste. Este saber le da una fuerza intima, una aptitud para actuar en el sin-sentido; y al mismo tiempo la condena a una debilidad pública, una ineptitud para entusiasmarse con creencias ya-dadas. Me han criticado el no tomar en cuenta la exitosa participación de miembros de esta generación –los cuadros cuarentones– que integran el gobierno en un lugar privilegiado. Cuando indiqué que estas participaciones no se sustentaban en una construcción de poder propio, sino que venía “de arriba”, y que había algo del orden de la conversión en quienes se sumaban al régimen de creencias elaborada y sostenida por las otras generaciones, se me criticó haber citado como caso ejemplar el trayecto completo del fallecido Iván Heyn.
Sobre la generación más joven no me he pronunciado hasta el momento de un modo decidido. Son ellos –que no vivieron la experiencia de la crisis, sino el discurso de la reparación nacional y social– quienes deben tomar la palabra en nombre propio a partir del que habitan este tiempo. Si la generación 2001 guarda el secreto del nihilismo (y, tal vez, el de sus modos de salida), esta novel generación debe pasar aún la prueba de la construcción propia, inseparable de la creación de lenguajes políticos propios.
Pero la generación de-generaciones de la que quiero tratar ahora es la malograda e insoportable generación del 73. Y para ello voy a hacer referencia a los textos que componen Testamento, del veterano militante montonero Héctor Ricardo Leis, cuyo principal mérito es el de una disposición excepcional que le permite desplegar una escritura no mistificada de la generación. Su principal demerito, en cambio, es haberse dedicado a la meditación de base filosófica para evaluar su pasado político, lo que lo conduce hacia ciertos enunciados pretenciosos y escasos de sustento (pienso en el modo en que declara “inexistente” a la generación de los 70 (la generación que existió propiamente, nos dice, fue la de los 60) o en la calificación de “terroristas” a las organizaciones que siguieron la táctica de la lucha armada en condiciones urbanas o en el modo juzga legítimo el accionar de las fuerzas armadas durante aquellos años (sin que, claro, esto se constituya, ni de cerca, en una justificación de la represión criminal de la dictadura).
Con matices y aclaraciones, tomo esta referencia por lo que habilita, en términos de una lectura original del papel de las generaciones en la política. Su planteo se basa en un esquema simple y eficaz: la Argentina se desdobló política y militarmente en dos generaciones: la de quienes querían cambiar la naturaleza del poder gobernante (los revolucionarios y sus organizaciones) y la de quienes deseaban conservarlo (los conservadores y sus Fuerzas armadas).  Leis asume que esta guerra generacional opuso a parricidas a filicidas. Y que incluso el lugar de los “nietos” desaparecidos se debe explicar a partir del hecho de que los filicidas se creían salvadores de nueva generación.
El propio Leis recuerda su paso por Montoneros en términos de una cierta resistencia a emplear la táctica del asesinato político como modo de determinar al miembro más prominente de esa generación anterior (al propio Perón). 
No quiero meterme ahora en el debate que suscitó la entrevista a Héctor Jouvé –que Leis cita– en la que analiza los fusilamientos del EGP, la guerrilla conducida a fines de los 60 por Jorge Masetti que estaba vinculada al Che Guevara. Indico el hecho de que Leis extiende el asunto a la generación entera. A la izquierda también, no solo al peronismo. La citada entrevista ha dado lugar –como Leis recuerda- a una larga polémica de tinte moralista, a partir de un texto inicial del filósofo Oscar del Barco, y en la que luego se sintieron obligados a fijar posición casi la totalidad de la intelectualidad de izquierda del país. Allá los moralistas, los intelectuales y allá también el modo en que cada generación salda su propia historia política. No es ahí donde creo que hay que escarbar.
Sí, creo, más bien, que la posibilidad de leer los derroteros de una generación nos permiten comprender que los problemas políticos no son estáticos y que el tiempo los replantea. Los problemas políticos evolucionan, no hay nada más pavote que repetir escenas o fórmulas cuando los problemas han mutado.
Como se ha dicho muchas veces –aunque cada vez se lo considere con menor énfasis–, un problema para nosotros, los que nos ocupamos de la política, es el peso de las generaciones pasadas sobre las presentes. Un peso que oprime la conciencia de los jóvenes. Hay una generación, la del 73, que no para de hablar. Y habla de todo. Y dice haber vivido de un modo tal que hay más remedio que escucharla atenta y eternamente. No deja de llenarse de gloria. Una generación enferma, ayer y hoy, en su deseo de poder.
Y hay otra generación, la 2012, que engordó mágica e imprevistamente –según dicen sus referentes–, que asume una continuidad más o menos lineal y armónica con la narración que no para de oír. No niego que no pueda haber una identificación saludable desde el punto de vista afectivo, ni que haya algo nocivo en una comunicación de orden mítica, de cierto espíritu de lucha y de entrega que las nuevas generaciones se dispongan a recuperar para sí. Pero es innegable que hay un riesgo inmenso en la falta de ruptura desde el punto de vista de la evolución de los problemas mismos que a la política necesariamente se le plantean.
Claro, el diagrama se completa con la generación intermedia, la de 2001, que ha sucumbido ante el peso aplastante del homenaje y la incondicionalidad con la que recibe a los nuevos. Este conglomerado humano ha carecido de la astucia necesaria para saber acomodar los melones en el camino, sin imaginar, seguramente, que ese carro desvencijado es el de la historia.
La política actual resulta inseparable del arte del gobierno de las generaciones (en los dos sentidos del genitivo). A cada una de ellas se le da el crédito espiritual necesario para cerrar sus heridas y realizar sus más profundas añoranzas. A cada quien se le ofrece lo más inesperado: a los más viejos, un final feliz. A los 2001, un sitio en el mercado. A los mas pibes, una época de construcción de una nación emergente. El kirchnerismo pasa, así, de la reparación histórica a la satisfacción subjetiva, haciendo política en base a un componente esencial común a las tres generaciones: el deseo de reconocimiento

Con todo, este tiempo detenido de la política actual esconde un dinamismo dramático que no conviene subestimar. El reverso de las generaciones es de naturaleza infame. Está constituido por una zona oscura, ciega, un fondo sin el cual ninguna figura luminosa brotaría. No es fácil individuar la infamia. En general, solo percibimos individuaciones luminosas. 

El apellido Ferreyra, sin embargo, puede ayudarnos. Con ese nombre fueron asesinados de personas “jóvenes”. Una en el monte santiagueño; otra en las militancias obreras ferroviarias.  Ninguno de los dos cabe en estos esquemas hoy luminosos. Este transcurrir sin kairós nos recuerda la fábula del rey David y su hijo Salomón. Cuando al artesano de la corte le fue encomendada la confección un anillo real capaz de recordar las vicisitudes del devenir, su pequeño hijo le aconsejó al obrero la siguiente inscripción: “Todo pasa”. 

La memoria de un sonido

Una conversación con Lucrecia Martel

por Paula Jiménez

En una entrevista decís: “Podríamos discutir si el lenguaje sirve realmente para la comunicación o si en realidad lo utilizamos para encubrirla…”
Sí. Me parece a mí que en nuestra educación hay una visión muy simplificada de todo lo que significa el lenguaje, o el habla en realidad, ya que la función que prevalece para esta cultura parece ser la del sentido. Y el sentido significa la preci­sión, el éxito de la comunicación. Pero en verdad, todas las funciones que cumple el lenguaje son mucho más complejas que esa, la exceden por completo y envuelven un montón de otras cosas en su mayoría emocionales, no traducibles en significa­dos e imposibles de referir. Es toda esa parte la que me resulta más atractiva a mí, y me parece que a la mayoría de la gente. El lenguaje significativo está en muy pocos minutos de nuestra vida, el resto del día lo que nos rodea es otra cosa.
John Berger dice: Si a un escritor no lo mueve el deseo de la mayor precisión verbal posible se le escapa la verdadera ambigüedad de los acontecimientos.
A mí, los diálogos me resultan la parte más delicada de escribir y dirigir una película. Me tomo muchísimo traba­jo, justamente por eso, el esfuerzo es preciso, pero intento evitar esa aparien­cia de precisión y efectividad que no tiene en verdad el lenguaje, o la tiene pocos segundos al día. Cuando hablo del lenguaje pienso en el habla que es el sonido. Y cuando está involucrado el sonido, es ahí donde se vuelve mucho más exquisita la situación, porque el sonido es continuo y es absolutamente físico. Es en el punto del sonido donde se une la lengua con el aspecto físico, entonces para mí la particularidad de los diálogos está en algo distinto a la expresión. El extraño hecho de que uno escribe algo que tiene la complejidad y rareza de lo que luego se expresará en sonido a través del cuerpo, es un enor­me esfuerzo condenado al fracaso. Ese esfuerzo va a fallar y solamente se va a volver a transformar cuando el actor lo diga y luego, sobre eso, voy a corregir con la memoria de lo que escuché, no con la memoria de lo que escribí. Por eso lo que me interesa del cine o de la narrativa, está muy ligado al sonido en ese sentido. Es la memoria de un sonido que uno transforma en escritura para que se vuelva otra vez a transformar. Es un mecanismo de pura entropía y lo que desesperadamente busco es recu­perar esa cosa inasible, física, ambigua, que es el cuerpo que habla. El cuerpo que emite sonido hacia otro al que intenta acercarse.
Volviendo a Berger, él dice que la cre­dibilidad en el arte proviene de un re­conocimiento mudo del misterio. Y en tus películas se vislumbra algo así, en ellas la cosa no está del todo dicha.
Eso, creo, es producto de un milagro a cerca de cómo una está en el set en el momento de la filmación, más allá de cómo sea exactamente el guión. Hay una cosa difícil de explicar: vos escribiste el guión, elegiste a los actores, a la gente del equipo, viste los lugares antes, desechaste un montón, tomaste mil decisiones que tamizaron las infinitas posibilidades de la realidad y dejaron sólo algunas que son las que tenés adelante cuando vas a filmar y, sin embargo, en el momento en que todo eso se pone en funcionamiento, hay algo muy profundo que querés saber y que no sabés. Algo que, probablemen­te, no sepas nunca sobre todo eso que está hecho ahí. Esto es difícil de explicar porque vos sos la gestora de ese artificio y, sin embargo, todo eso genera otra cosa sobre la que no tenés ninguna certeza, sino más bien una enorme curiosidad. Pero si uno no mantiene esa actitud en el set, pierde lo más importante de hacer cine. El sentido que tiene para mí realizar una película es el de poner delante mío algo que me permita descubrir otra cosa. Hay como una exaltación del cine, unas ansias de hacer con lo que vaya apare­ciendo – que no critico- , pero mi modo es elegir hasta la última cosa que aparece en la pantalla, aunque no con el ánimo de ser indicativa sino porque creo que por esa combinatoria de cosas elegidas quizás aparezca el espectro de otra inesperada.
Muchas veces, en tus películas, imagen y sonido mantienen una relación indirec­ta, o paralela, se produce un encuentro un tanto extraño entre estos elementos. Esto genera una sensación de cierta complejidad perceptiva para el especta­dor. Es como si el argumento se hubiera desplazado, o estuviera corriendo por un lugar inasible a simple vista.
En general el sonido en las películas es demostrativo de lo que ya estás viendo, esto se debe a una mala comprensión. El sonido para mí genera un fluido que hace presente muchas cosas no inme­diatas. La fuerza técnica de esto es que, si vos estás filmando a alguien en un plano corto y se escucha el motor de la heladera, o la pava, no hace falta panear por la cocina para reconocer donde está el personaje. El lugar está presente no sólo en tu cabeza sino en todo tu cuerpo, esa es la fuerza del sonido. Hay muchas imágenes que genera el sonido que no están a la vista en la película y eso va envolviendo al espectador.
En “La mujer sin cabeza”, en el mo­mento en que Verónica le dice al primo “creo que maté a alguien”, él gira y en su cuello se ve la marca de un beso que evoca la infidelidad de ambos, el engaño, y la escena que le vuelve al es­pectador a la memoria es la de ellos dos juntos. Lo que se puede observar ahí es como una superposición de tiempos…
Hay una cosa que tiene el habla que es muy interesante respecto del tiempo. Cuando alguien habla puede usar los verbos en presente, pasado o futuro, esa propiedad temporal que tienen las palabras, genera, para mí, la disolución de la idea del desplazamiento cronológi­co consecutivo. Si yo estoy acá y cuento algo que a vos te importe del pasado, ese pasado nos va a empezar a agobiar y las emociones de esa escena también. Esa idea física de que cuando hay una cosa no hay otra, se destruye con el len­guaje. Volviendo al beso en el cuello del personaje, esa es una huella clarísima de una escena pasada en la película que se va a hacer presente en el espectador.
Llama la atención de tus películas, con respecto al vestuario y las ambienta­ciones, e incluso con ciertos modismos del lenguaje, la atemporalidad. Aunque reconozcamos una época, esta época puede abarcar un período de 20 años o más, finales de los 1980 a 2000.
Yo creo que estoy haciendo el cine que no se pudo hacer en los ’80, por eso no me siento nada moderna. En esos años no se podía expresar demasiado lo que estaba sucediendo, era el final de la dictadura y los primeros tiempos en de­mocracia. A mí me parece que nuestra época está tan afectada por ese pasado que hay cosas que es mejor verlas casi como superpuestas que tratar de sepa­rarlas. Por ejemplo, el mecanismo de di­solver la responsabilidad, en una familia o en una clase social, era algo alevoso durante la dictadura, pero también lo es hoy y de una manera más sofisticada y aceptada. Tiene que ver con una idea de mal en el tiempo. Un terremoto en 15 minutos puede destruir una ciudad, pero también la pobreza la puede des­truir en 20 años, con la misma violen­cia. Si vos ves una ciudad que acaba de sufrir una catástrofe climática, se parece muchísimo a una abandonada. Entonces, al mal inmediato, al del disparo, al daño perceptible en un lapso corto lo podemos evaluar y juzgar, pero cuando se extiende en el tiempo parece que fuera imposible encontrar responsabilidades y víctimas. Sobre la dictadura, cuya violencia fue aplicada de un modo directo, extremo, emulable a una catástrofe, hay cosas que sí podemos pensar, podemos decir “esto destruyó gente”, pero a este sistema que destruye en un período más largo de tiempo no lo vemos como un sistema ase­sino. Claro, ¿cómo decir en este país que la democracia es asesina si estamos a pe­nas tratando de defenderla para que más o menos se fortalezca? No se puede decir algo así, pero, sin embargo, este sistema, en otra escala de tiempo, también es absolutamente injusto. ¿Cómo se disuelve hoy la responsabilidad sobre la muerte, el dolor? Si vos querés acercar esos mundos, una especie de acronismo sirve porque ya no importa la precisión; ese acronismo te permite flotar en esa situación, lo que pasa es que tenés que medirlo bien y armar una cosa compleja que te permita abordar tres décadas.
Cuándo, al final de “La mujer sin ca­beza”, Verónica pregunta por la habita­ción 818 ocupada en el fin de semana de la tormenta y la empleada del hotel no encuentra registro, una podría interpretar, por ejemplo, que su primo hizo desaparecer las pruebas de haber estado ahí con ella. Como si flotara en la atmósfera ese sistema de valores y el encubrimiento y la desaparición de las pruebas formaran parte de esa idiosin­crasia, o de la idiosincrasia de cierta clase social.
Es como si borrar las pruebas de una pequeña infidelidad permitiera borrar las de un crimen, o a la inversa. Borrar es borrar. Desresponsabilizarte, negar algo en lo que has tenido una impor­tante parte, es también hacer un aguje­ro en tu vida, no es solamente negar un hecho. Se va creando un agujero negro que se va comiendo un período enorme. Es como las parejas que deciden no ver­se nunca más y tienen un gran resenti­miento; yo creo que jamás podría ir por ese camino, debido al terror que me da que desaparezca una parte de mi vida. Porque si vos negás mucho a alguien, por odio o por lo que sea, eso empieza lentamente a erosionar y un día no te vas a acordar de nada de esa época. So­lamente para no recordar a esa persona vas a tener que borrar viajes, ¡tantas cosas vas a tener que hacer desaparecer! Cuando estábamos filmando “La mujer sin cabeza”, a una de las actrices, de mi misma generación, le había pasado algo con su hija y ella trató de acordarse de cómo era ella misma cuando tenía la edad de la chica, pero no recordaba porque aquél había sido un período de mucha negación y terminó olvidándose de sus propios recuerdos. Hay cosas que tomamos muy livianamente y que al final significan la muerte para uno. Es lo mismo que pasa con la felicidad. Tenemos una idea muy miserable de la felicidad, excluyente. La felicidad de la clase media – alta implica, tal como están las cosas, la infelicidad de un montón de gente. Esa es una cosa horrible de aceptar y podemos pasar la vida negando esto. Pero hay una con­ciencia íntima y profunda, que nunca se termina de atontar y que le hace saber a cualquiera, hasta al más cretino, que existió siempre otra posibilidad de la felicidad, una felicidad para todos. Una felicidad por la que no te avergonzarías de la propia dicha porque sería también la de los demás. Pero esa no fue la que elegimos. Nosotros nos conformamos con una felicidad medio chicona, mise­rable, como te decía antes. Reconocer­nos en esta clase de felicidad, hace que la alegría de la propia vida disminuya. Cuando uno niega algo, eso crece. Es un monstruo que se agranda en cuanto vos decidiste abandonarlo y hacer como que no existe.
En “La niña santa” hay una especie de duplicación que se repite en varios momentos de la película. Aparece Gra­ciela Borges con los auriculares diciendo mamá, mamá, y después el personaje de Mercedes Morán, en una escena casi idéntica. La cuestión de los hermanos mellizos que se esperan hace eco en la relación entre Helena y su hermano, el personaje de Urdapilleta. También sobre el final el personaje de Julieta Zilberberg le dice a su amiga: “siempre te voy a cui­dar porque soy tu hermana”. Eso para nombrarte algunos lugares que recuerdo donde observé esto que me hace pensar en la paranoia crítica del surrealismo, donde un elemento en un cuadro se refleja en otro que más lejos repite ese contorno casi idéntico…
No lo había notado. Pero lo que yo creo que se dan mucho, y que a mí me divier­te, son los personajes compuestos por más de un sujeto. Una vez en un curso en Costa Rica, un chico trajo un audio de tres hermanas, tías o abuelas de él, que le daban consejos sobre el matrimonio. Funcionaban como un personaje de tres cabezas, como una unidad de intención. Eso pasa muchísimo, necesitás de otro que termine de darte la figura.
En “La ciénaga” el personaje de Grego­rio dice en un momento en que se está secando el pelo, algo así como “Fíjense lo que se lleva Isabel”, como si cuidar fuera enunciar un peligro que en el fondo no se reconoce como peligro, como si se cumpliera con la pantomima del cuidado, pero no con el cuidado en sí. Creo que, en general, en tus películas no aparecen adultos capaces de velar por otro, o por una criatura por ejemplo.
La condición de adulto es así vista en una escala de tiempo de 70, 80 años, pero me parece que nuestra sensa­ción de desprotección y abandono es enorme. Damos por hecho que el rol del cuidador debe ser cumplido por un adulto, pero es tan difícil, porque la vida te deja siempre, en el fondo, en una situación de niño desprotegido. Cuando uno se empieza a dar cuenta que los padres de uno están tan abandonados como uno, empezás a aterrorizarte, te preguntás: ¿acá quién es el que cuida? Yo no estoy haciendo ninguna observa­ción acerca de si cumplimos o no con nuestras responsabilidades de adultos, sino que mis preocupaciones son más en torno a la existencia humana en donde la vida adulta y la infancia están muy cercanas entre sí. En “La niña santa”, claramente, los personajes adultos eran como chicos jugando. Creo que eso es lo que pasa. Cuando uno es adulto lo que hacés son un montón de gestos que te parecen que son adecuados a tu edad, pero en el fondo son imitativos de algo. En “La niña santa”, el hermano de Helena, por ejemplo, que en verdad era un inútil que no tenía trabajo, ni hacía nada claro, estaba siempre mirando la hora, muy preocupado por una cosa que verdaderamente no cuenta en su vida y que es el tiempo. Muchísimas veces notás en ámbitos muy serios una gran mala actuación en torno al rol del adul­to. Como actores que no saben actuar.
¿Qué relación hay para vos entre la infancia y el terror?
Me parece que hay un terror que es sumamente positivo y uno destructivo. Un chico que se va a esconder cuando siente que el padre abre la puerta, no ex­perimenta un terror muy constructivo. Más bien este lo aplasta, lo achica, pero hay otro terror que amplía el universo, que lo vuelve más complejo. Los chicos tienen mucha habilidad para ese tipo de terror: el de las puertas secretas, los rin­cones. En la naturaleza indefinida de las cosas – eso que a medida que uno crece va intentando fijar y determinar, para obtener dominio -, en su ambigüedad, en esa cosa imprecisa, hay una potencia del universo que después vamos per­diendo. Esa visión adulta clasificatoria, esclarecedora, con que se trata de conte­ner al niño y sacarlo del miedo, creo que es errónea también. Deberíamos encontrar otra forma de desarticular esos terrores, no racionali­zándolos sino transformándolos en otra cosa. A mí me gustaría escribir cuentos de terror, hacer algo sobre eso, sobre huellas, rastros en las cosas cotidianas que confirman la presencia de lo fantás­tico. 
Blog de Paula Jiménez: www.besotaiwanes.blogspot.com

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Geopolítica de las luchas

por el Colectivo Uninomade


1. La fractura del espacio europeo. Todos están buscando una salida de emergencia. El ritmo de las transformaciones se acelera y, al mismo tiempo, rompe toda linealidad: la governance financiera aparece cada vez como un complejo dispositivo de fragmentación, y las tentativas de estabilización, terminan precisamente reafirmando la turbulencia constitutiva de la crisis. En este contexto, la tentación de aceptar el simple rol de cartógrafos de la crisis, de archivistas de la complejidad del presente, podría volverse fuerte.
La “fragmentación”, la “complejidad” son datos indiscutibles de nuestro presente: el riesgo, sin embargo, es que se transformen en un mantra encantador, tanto de la práctica teórica, como de las luchas. Las precauciones de quienes saben moverse en una delgada línea deben, por tanto, combinarse, no sin cierta audacia, en un intento de mirada más larga, en la identificación de las líneas de fractura dentro de las cuales se mueven las luchas, tras la experimentación de los dispositivos de recomposición posible y la elaboración de propuestas programáticas. Las recientes elecciones en Francia, Grecia, Alemania e Italia nos dan elementos para reflexionar y desplegar estos problemas. Primer dato: la pretensión hegemónica del “modelo alemán”, y el supuesto indiscutible de la austeridad como fundamento de la política europea han sufrido graves daños. Este hecho fundamental, dentro de la complejidad y de las contradicciones propias del contexto, se confirma creemos, incluso después del voto griego. La victoria de una frágil coalición conservadora-socialista, victoria que se mide en el marco de una presión internacional y mediática, ha levantado la figura grotesca de lo nacional-conservador como un brillante ejemplo de europeísmo helénico y austeridad económica, pero no puede ocultar el avance, aunque sólo sea en el plano electoral, de las fuerzas que están asumiendo el reto de un espacio europeo radicalmente distinto al previsto por la governance financiera. Incluso los mismos actores de aquella governance lo saben.No es casualidad, después de haber descorchado unas cuantas botellas al grito de “¡Grecia ha elegido!”, casi como para exorcizar el miedo que deben haber sentido, que hayan escrito luego tímidas apelaciones de todo corazón a la canciller alemana para que “no tire mucho la cuerda”. El panorama general no empieza nada bien para los fundamentalistas del modelo alemán: las elecciones nos traen una Holanda que pone en crisis el pacto franco-alemán, la misma Merkel se ha debilitado en el frente interno, mientras que en Italia la Liga y el Pdl han aflojando la cuerda, en cambio el Pd no se beneficia en nada de todo esto. En este panorama cambiante, la respuesta de al menos parte del establishment era invocar un apremiante llamamiento al “crecimiento”. Tomemos nota de que la fase en la que la austeridad como lema único,  era ferozmente repetida, se da por terminada por algunos de sus propios partidarios. La idea de que el crecimiento era una suerte de efecto “obligado” de las políticas de ajuste, el premio por el ataque al estado de bienestar, a los recortes salariales y a la precarización del empleo, comienza a ser archivada. Sin ningún remordimiento, obviamente.
El resultado es, sin embargo, aunque quizás aún como tendencia, la fractura de la zona europea, y no se puede remediar fácilmente. Los llamados al crecimiento no son otra cosa más que una forma de tranquilizar  y “moderar” declarando la insostenibilidad de la arquitectura europea centrada en el “modelo alemán”. Modelo que se basó en la presencia de la alta productividad, los bajos salarios y en recortes en el welfare y que se planteó, a partir de la adopción del Pacto Fiscal, como norma fundamental del ordenamiento material europeo, incluso imponiendo, mediante la adopción de un presupuesto equilibrado, los procedimientos y plazos para el ajuste de las constituciones formales en Europa. Este intento, de afirmación hegemónica sobre el conjunto de Europa que está en plena crisis llegó más rápido de lo que nadie hubiera podido imaginar. Seamos claros: evidentemente no hay esperanza en los recursos de las social democracias europeas, incapaces por mucho tiempo de pensar en alternativas al poder del capital financiero. Pero sería una imperdonable miopía política el no aceptar de inmediato este dato: nos estamos moviendo dentro de una fractura histórica del modelo en el que las mismas instituciones de la Unión Europea se constituyeron. Ya en una editorial anterior, hemos identificado la necesidad de “recuperar Europa”, la urgencia de la apertura de una dimensión europea de la lucha: esta urgencia es ahora tanto mayor, cuando el intento de una “revolución desde arriba”, impuesto por Alemania, con la adopción del Pacto Fiscal, ha demostrado su impotencia y sólo ha venido a acelerar el proceso de destrucción de las instituciones europeas.
Cualquier nostalgia soberanista en este momento sería imperdonable. El “Global may ” fue un movimiento fuerte, pero sobre todo mostró, al menos potencialmente, dimensiones, modalidades y lenguajes transnacionales. Mientras que en Italia – a excepción de la lucha, bien arraigada No Tav – se perfila un curso de recomposición de las formas diseminadas de los conflictos sociales, desde España a los EEUU, huelgas sociales, occupy y revueltas estudiantiles, refuerzan las tendencias que hemos identificado. El Blockupy de Frankfurt también representa una importante herida para la presunta excepcionalidad de la crisis alemana, que, hasta ahora desde un plano institucional, se ha reflejado en los movimientos sociales, a fin de restablecer los clichés de solidaridad internacionalista con las luchas en el sur de Europa. Sin embargo, todavía es difícil decir si el asedio al BCE es el primer paso de la iniciativa política hacia un plan común, o, más bien, la última etapa del ciclo alter global. Tal vez, mientras más realista y positiva sean estas contradicciones, simultáneamente permitan mantener la fuerza de las luchas europeas y transnacionales para responder a corto y mediano plazo.
Lo cierto es que a pesar de este potencial, la fragmentación todavía existe y la brecha entre lo “nacional” de las luchas y la amplitud del espacio geopolítico de las transformaciones debe ser abordado con determinación en la agenda de los movimientos sociales: no puede ser cargado, como algunos signos de los días de Frankfurt han dejado entrever, por el simple recurso a una especie de “solidaridad” internacionalista con los países “más débiles”. Pero, sobre todo, vuelve a surgir cada vez más fuerte, la extraordinaria importancia del Mediterráneo, y su asimetría radical respecto al orden “espacial” dado por la governance europea. Si de hecho, como todo indica la brecha entre la Europa “alemana” y la “mediterránea” está destinada a aumentar, corresponderá a los movimientos construir una verdadera y propia “geopolítica de las luchas” que asuma al Mediterraneo como nodo fundamental para una redefinición radical del espacio europeo. La construcción de una salida estratégica “europea” por lo tanto, vuelve a exigir la identificación urgente de formas de conectarla con las luchas de Egipto y Siria. El Mediterráneo es ahora el lugar de la recomposición de la lucha de clases contra el fundamentalismo y los establecimientos militares: en la decadencia de la arquitectura institucional de la vieja Unión Europea toda posible reinvención del espacio político europeo pasa exactamente a través de la capacidad de hacer resonar las luchas en las orillas del Mediterráneo. Primer punto entonces: fractura de la vieja Europa frente a  una nueva “imaginación geográfica” dictada por las luchas.
2. La riqueza de la lucha, el welfare del común. Sin embargo, las luchas también nos dicen muchas cosas acerca de la cuestión del crecimiento. Evidentemente, debemos ser cautos para asimilar las luchas que se mueven en contextos muy diferentes: la heterogeneidad, como hemos subrayado, es una parte constitutiva de las luchas, así como es un dato ineludible el campo de la subjetividad y, en general, el del trabajo vivo hoy. Pero un dato de fondo que unifica las luchas de los Occupy con las de las orillas mediterráneas debe aún ser reiterado: se trata de luchas que expresan toda la riqueza actual y la fuerza de la cooperación social. Las políticas de austeridad han producido desesperación y tristeza; una “caida” decididamente desafortunada, como señalaba días atrás Christian Marazzi. Pero en todas las luchas, desde la de los indignados hasta las del mediterráneo, se expresa, por el contrario, una riqueza del común, de la inteligencia colectiva, que trasciende claramente los perfiles sociológicos de quienes animan las calles, las ocupaciones, los experimentos de resistencia que se mueven en la crisis. Sectores de clase media en vías de rápida proletarización se entrecruzan, dentro de estos movimientos, en las diversas formas del occupy, con un proletariado que carece de perspectivas de movilidad social, y ese encuentro, al interior de los movimientos, aferra a los primeros a la defensa identitaria de la cultura y de la creatividad, y a los segundos, a seguir el riesgo de un nihilismo sin futuro; el objetivo es liberar ambas del aislamiento sectorial, de toda depresión de la crisis,  permitiendo la manifestación de la fuerza de esta nueva composición a pesar de su heterogeneidad. El común es en el fondo este encuentro, ciertamente no liso y carente de conflictos; es este lenguaje nuevo que permite expresarse libremente –para utilizar las palabras de Marx –moverse en él sin reminiscencias, olvidando la lengua natal.
Luego, es precisamente esta riqueza del común la que indica una auténtica estrategia de salida basada en el rechazo al llamado a los sacrificios: las luchas, precisamente al radicarse en un tejido productivo tan denso y articulado, encarnan una auténtica “crítica de la economía política», una crítica evidente a ese postulado de la “escasez” que ha dirigido la triste ciencia de la economía liberal y que renace continuamente también en la  penitencia retórica de izquierda. Frente a esta riqueza sigue siendo irremediablemente sorda también toda reanudación “socialdemócrata” del discurso sobre el “crecimiento», que, en el mejor de los casos, sólo es capaz de impulsar una tímida reforma de la planificación estatal. Cada relanzamiento del “crecimiento” hoy debe dar cuentas sobre esta cada vez más evidente fractura, entre la fuerza de la cooperación social y el empobrecimiento producido por los dispositivos financieros de la captura del común. Cualquier hipótesis socialdemócrata o keynesiana se encuentra atrapada en la insoluble contradicción entre los tiempos breves de los mercados financieros y los tiempos de mediano plazo de la salida de la austeridad. El problema es como reapropiarse de los tiempos de la subjetivación, como permitir a la fuerza de esta composición hincar el diente directamente sobre el terreno político, incluso utilizando y ampliando los resquicios y los intersticios que en un futuro inmediato los programas anti-neoliberales ofrecen o prometen.
El espacio que se abre tras la crisis del modelo “alemán” es  ocupado, sin vacilaciones,  por el tema del welfare del común, por el welfare que inviste la capacidad productiva de la cooperación social. La reinvención del espacio europeo se produce junto a la asunción de este tema, que anima también las experiencias de lucha que se están expresando –incluso aquellas que, por ejemplo, caracterizan a las luchas italianas en este último período, experiencias de reapropiación del espacio (y de los tiempos) que dan vida a las trabajadoras y trabajadores del espectáculo y de la cultura, y, más en general, a toda experiencia de los movimientos que luchan para el acceso a los commons. Desde este punto de vista también, hay urgencia en superar la evidente separación entre la riqueza cooperativa expresada por las luchas y su fragmentación, con el riesgo permanente de recaer en la incapacidad sectorial y corporativa: el terreno del welfare del común, el de la renta base de acceso a los recursos y servicios, es el terreno en el que las luchas pueden hoy recomponerse y, al mismo tiempo, desafiar en el terreno concreto programático los tímidos llamamientos al  ”crecimiento” que colman el ámbito de la crisis.
3. El común o el resentimiento. La afirmación de la fuerza “populista”, que es el segundo gran dato electoral, junto a la evidente crisis de las estrategias basadas en el fundamentalismo de la austeridad, deben ser colocadas en este nivel, en la tensión entre la fuerza de la cooperación que se expresa en las luchas y la miseria producida por las estrategias de la governance financiera, siempre con el riesgo de que las subjetividades que conforman esta riqueza vuelvan a caer en el aislamiento corporativo o en el sentimiento de amargura, con su expresión ideológica justiciera o “meritocrática”. Vamos a dejar de lado la vaguedad del término “populismo” que, habiendo perdido por completo sus nobles raíces históricas, no explica los fenómenos que a veces se yuxtaponen y, en cualquier caso, son irreducibles a interpretaciones homogéneas. En su lugar, debemos tratar de poner los pies sobre este proceso comenzando con el movimiento M5 Estrellas, sólo como un ejemplo y no porque tenga una tendencia central, (del que podemos decir que es algo muy diferente al Frente Nacional o del Alba Dorado). Por otro lado, cuando el hedor de la unidad nacional está en el aire, santificada por el “guardián de la constitución” Napolitano, siempre es una buena idea tomar otro camino, y sustituir el anatema con más avances en la investigación.
Poco nos sirve incentivar la lectura sobre el personaje-Grillo, y poco o nada apoyarse en la composición del M5s o de aquellos que lo sostienen; mucho menos resulta útil aumentar el espectro de la “antipolítica”, donde la “valiosa” autonomía de la política, en tanto burda defensa de lo antipolítico, no es más que la política de los partidos y de la representación. Si invertimos el punto de vista, no es difícil ver cómo – al interior de un voto decididamente variado y heterogéneo que recoge fugas de derecha y de izquierda en el activismo del 5s encontramos también sectores constituidos por personas jóvenes con educación superior que no encuentran una correlación entre el nivel educativo y su posición dentro del mercado de trabajo. En resumen, junto a la decepción de distintos orígenes y a las diferentes extracciones de los pesares de la crisis, en estos movimientos que han sido etiquetados como “manifestantes” o “neopopulistas”, siempre hay una presencia interesante de precariado cognitivo, especialmente de primera generación, incluyendo porciones de “auto emprendedores” y de trabajadores autónomos, que experimentan con dureza el final de las promesas progresistas del capitalismo cognitivo. Una parte está hastiada, o simplemente no se siente atraída por la izquierda: payaso por  payaso, votando por lo nuevo en lugar de lo más viejo. Dentro de la crisis estructural de la representación, reaccionan frente a los procesos de precarización y desclasamiento apelando a la meritocracia o expresado resentimiento de casta.
Se puede demostrar fácilmente en qué consiste esta mistificación, o atacar frontalmente a Grillo y su urticante demagogia: es analíticamente correcto y, tal vez, incluso podría ser útil si el “Grillismo” poco a poco se convierte en gobierno. Pero el problema con el movimiento como el 5 estrellas o el “partido pirata” europeo, tiene que ver con esta composición social dentro de la crisis; primero es necesario entender que sus ambigüedades son las ambigüedades significativas de la composición social; en la crisis es urgente inventar dispositivos para que esta composición se exprese en el terreno político de la reapropiación del común en lugar de limitarse a desaprobar la irresistible tendencia a caer en las pasiones tristes. Hemos estado lidiando con esta composición, desde que el movimiento estudiantil (la onda estudiantil), propugnaba el abandono de una fuerza generalizadora y de recomposición del común – tal vez para refugiarse en la defensa de “lo público”, que para muchos simplemente asumía el rostro de la casta institucional –  que abriera los agujeros negros de los justicieros, del resentimiento y del “populismo púrpura”. El aspecto político que una vez más nos interesa es: ¿cómo impulsar una articulación no muy diferente, o al menos con algunas similitudes, como en España o los Estados Unidos, que descubren el común con las acampadas y el Occupy para activar también dispositivos similares en nuestro país -Italia-, evitando el agotamiento, que luego de poco tiempo, termine en la amargura y la desesperación? Por otro lado, sin ir más lejos, en Valle de Susa los activistas “5 estrellas” están dentro del movimiento No Tav y llevan adelante los discursos hegemónicos: si se lleva al terreno concreto el saldo de la recomposición de las luchas ofrecidas por el común, las ambigüedades pueden disolverse bajo formas impredecibles.
La misma alarma sea por el avance de la extrema derecha de Le Pen y sea por los neo-nazis griegos no nos puede hacer retroceder al terreno del frentismo, porque, en la polarización que la crisis determina, es precisamente ese espacio -caracterizado, nuevamente, por las alianzas de representación – el que está destinado a consumirse inexorablemente. No se trata de minimizar el peligro o bajar la guardia; todo lo contrario: el punto es que estas fuerzas nacionalistas y reaccionarias, al igual que el veneno justiciero y meritocratico, sólo se lo derrota elevando la apuesta y sólo relanzándose hacia adelante, es decir sobre el plano europeo y a través de la afirmación del común. Una vez más, de la lucha parece emerger una reversión, al menos parcial, de la disolución de Europa como sujeto político. Las fuerzas de la izquierda que parecen emerger, incluso electoralmente, en su apoyo o no, están tratando estos temas (tal es el caso de Syriza, en contraste con el Partido Comunista Griego).  Aquí, entonces, se vuelven a abrir posibilidades para la lucha: se trata de una condición necesaria, pero no suficiente. No sólo por el contraste de las fuerzas, -como recordatorio valen los últimos acontecimientos en Grecia, donde está muy lejos de ser derrotada-, sino porque es sólo la capacidad de construir una dimensión organizativa común la que sería capaz de conquistar el espacio continental de la acción, o sea la de imaginar y practicar aquella geopolítica de los movimientos que hemos identificado como un paso urgente e indispensable.
4. La moneda del común. Entonces: el común, en su dimensión no soberanista y no estatal y, al mismo tiempo, como welfare del común, como crecimiento radicado en la riqueza de la cooperación social, es el terreno de recomposición y la estrategia de salida para las luchas. Estrategia que pone de manera urgente, inmediatamente, un tercer punto, el de la moneda. La institución que fuera fundamental en Europa, amenaza salir con los huesos rotos de la ruptura del campo europeo. Pero incluso aquí, en extremada síntesis, el cierre defensivo, la nostalgia por la moneda nacional, aunque comprensible en clave de “resistencia”, no es el terreno que las luchas identifican, sea por la “potencial” dimensión transnacional que indican, sea por la riqueza social que expresan. Una dirección de marcha, puede sin embargo ser trazada: la cuestión de la moneda está dentro de la lucha por el welfare del común. El fracaso del euro como “medida” de la governance financiera vuelve urgente la reapropiación de la medida por parte de la misma cooperación social. La “moneda común” es, en este sentido, una clara alternativa tanto a la moneda como expresión de la acumulación financiera, como a la nostalgia de la moneda como expresión del poder de la soberanía nacional. Un campo abierto de experimentación pero que puede constituir un dispositivo potente contra la fragmentación de las luchas sociales y que podría abrir un espacio de invención teórica y programática que conecte la cuestión de la moneda con la de un “otro” crecimiento, evitando que la cuestión monetaria termine por ser declinada solo como identificación del nuevo, poco probable, mecanismo de estabilización de la relación de cambio.
Traducido por César Altamira y Rodrigo Sepúlveda Montero (UniNomade-LA)

Clinämen: Neoextractivismo: minería, soja y petróleo


Conversamos con Tomás Palmisano, politólogo e investigador, sobre el modelo económico actual en Argentina y en la región. Cómo la mineria a cielo abierto, el agronegocio y la explotación petrolera pueden pensarse dentro de una misma dinámica económica, de caracter extractivo.

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar 

Ecos de la Plaza. Memoria y olvido

por el Colectivo Inmediato

Algunas ideas mantienen una notable presencia. Aunque quizá no haya que decir presencia, sino insistencia. Y quizá no haya que decir ideas, sino gestos. Y un gesto que insiste es un hábito. Es notable, entonces, la insistencia de algunos hábitos. El tema es delicado: si el hábito comienza a dañar, ya es un vicio. El hábito, cadáver de una idea, busca postular lo real tal y como lo pensaba cuando aún era una idea, es decir, antes de ser hábito. El vicio del pensamiento es un obstáculo para el pensamiento mismo y debe ser erradicado. En un intento de aporte a esta tarea de saneamiento consiste esta nota.
Hace algún tiempo asistimos a la realización de la llamativa actividad denominada «Los sonidos de la Plaza«. La acción consistía en disponer en la Plaza de Mayo un sistema de audio que recreara los sonidos de actos, discursos, mitines y demás acontecimientos significativos para la historia y la historiografía argentinas y porteñas. La acción pensaba la Plaza de Mayo no como un lugar físico sobre el que, contingentemente, suceden cosas, sino como un lugar real del acontecer argentino y porteño. Y éste acontecer está registrado: registrado en sus sonidos. Los Sonidos de la Plaza es una operación actual de historización de ese espacio: se concibe a la plaza como un lugar presente desde donde se puede construir una actividad historiográfica. Desde un momento 1 (que, como siempre, es el presente) se asiste a un momento 2, el pasado. Se lo observa, se lo toca, se lo piensa.
Como se ve, Los sonidos de la Plaza fue una linda idea. Pero queríamos hablar de los gestos que insisten. Para esta tarea de observación es preciso pensar con los ojos, sin usar como anteojos las imágenes forjadas por la costumbre o las apetencias.
Cuando asistimos a Los Sonidos de la Plaza, presenciamos una nueva ejecución del deporte nacional: opiniones aquí, opiniones allá. Logramos distinguir a un viejo (casualmente, de edad avanzada) alabar la iniciativa, casi como si fuera propia. Es que, claro, era propia; propia de él. No la iniciativa pensada y realizada, sino la iniciativa alabada. La alabanza consistía en aquella idea de que «es bueno tener presente el pasado; los pueblos sin memoria están destinados a repetir los horrores de su pasado…»  Pero la alabanza no era a la iniciativa, que no estaba siendo siquiera vista, sino a lo que se quería de ella, a lo que se quería que ella fuera: un sostenimiento de la memoria.
Analicemos un poco la opinión del amable señor (como siempre, el enfoque que aquí interesa no recae en el buen señor o su psicología; el enfoque centra en la idea que allí está funcionando, tomando a nuestro señor como soporte ocasional. Vamos a ver cual es el grado de efectividad de la idea). Pretender sostener la memoria de ese modo implica un supuesto: nuestro presente consiste en un momento 2 respecto de un momento 1, que vendría a ser el pasado. El señor supone -o mejor, la idea supone- que nuestro presente no es lo que hacemos hoy con lo que nos encontramos hoy, sino que nuestro presente es un efecto del momento anterior; momento anterior que no hay que dejar de tener presente. Es decir: el presente no es sino un término del pasado.
Aquella idea, que reivindica la presencia del pasado como método anticonceptivo de su reproducción, bueno pues, aquella idea no es ya una idea. Es un hábito; casi un vicio. Como buen vicio, lleva en sí el germen de una paradoja; como buen vicio, impensado, expele el tiro por la culata. Veamos.
La manera más astuta para evitar la repetición de un acontecimiento horroroso o indeseable -digamos, la dictadura militar- no es mantenerlo en la memoria, sino más bien olvidarlo. Olvidarlo, para que ya no forme parte del universo de posibles. De esta manera, el sujeto en cuestión transcurrirá más libremente, al menos respecto de aquel hecho indeseable. Olvidar no significa negar -ninguna verdad se apoya en la supresión de un hecho -; más bien, olvidar significa destituir la hegemonía de aquel hecho que pasó. Olvidar es liberarse. Podrán venir nuevas situaciones dolorosas, pero serán otras.
Atiéndase a que el sinónimo usual de tener memoria es «tener presente». La memoria consiste en tener presente, en no dejar ir. Como si fuera acto de traición soltarse de un acontecimiento horroroso, dejar de estar tramado identitariamente por aquello por lo que tantos murieron. ¡No al olvido! es un grito militante comprometido con la causa originaria. Pero ese compromiso corre el serio riesgo de quedar producido como efecto de esa causa originaria para siempre. Uno siempre será ante todo ese al que le pasó eso; pero si es ese, entonces sí que hay peligro de reaparición. Si concebimos que el pasado hace al presente, haremos que efectivamente así sea. Profecía autocumplida.
El chantaje subyacente que todos sufrimos es el de la antinomia memoria-olvido. Guardar en la memoria es no dejar atrás. Olvidar es hacer como si no hubiera pasado; olvidar es -o aquí está el chantaje- excluir lo horroroso de la constitución subjetiva de la experiencia. Pero todo esto es un chantaje. Porque el que olvida bien puede haber pensado y procesado antes de olvidar. Para pensar hay que correr al hecho en cuestión del lugar de mito, saberlo parte de la experiencia, cerrar el proceso lógico que ese hecho implica; luego, olvidar. Pensar el pasado (cosa bien distinta de recordarlo), como lo hacen por ejemplo las obras artísticas que lo utilizan como materia prima para su creación, es resignificarlo, alterarlo; en rigor, lo que había es derribado vía manipulación, vía intervención, vía apropiación. Así, Los Sonidos de la Plaza.
Ahora bien, si el proceso lógico que el hecho implica se ve obstaculizado por alguna fuerza artificial -esto es, reaccionaria-, bien difícil será realizar la operación de olvido. La razón es simple: no se puede olvidar sanamente lo que aún está activo. Entonces hay que saber discernir cuándo un hecho es realmente parte del pasado, y se lo sostiene presente por vicio ideológico, y cuándo la sucesión lógica de un acontecimiento no ha aún terminado. Luego habrá que realizar un segundo discernimiento, o al menos aclaración: que ese proceso de resolución sea presente no significa que el hecho que lo inició siga también presente. Verbigracia: la tarea de encarcelar a los responsables de los crímenes de estado tiene su fuente de realidad en el presente, pero la dictadura militar en sí misma es parte del pasado. Lo presente no es la dictadura sino la impunidad de los asesinos.
Si no se olvida se está esclavo, se sigue viviendo bajo la tutela de aquel pasado que, inmortalizado por nosotros, continúa presente. Solo lo que está presente puede acontecer. Sea del modo que sea su presencia.
Paradójicamente, la estrategia popular de evitar el pasado lo mantiene presente como objetividad. Paradójicamente, para no repetir el pasado -los «errores» del pasado- hay que olvidarlo. La memoria es el peligro de la repetición. No se trata aquí de borrar de la mente toda inscripción de algo que pasó. Más bien, se trata de borrarlo del lugar presente, eliminar su hegemonía. Se trata de no ser más ese al que le pasó eso; se trata de ser otro cuyo pasado cuenta con eso, pero cuyo pasado no lo determina ni mucho menos. Dicho sea de otro modo: a las facticidades muertas hay que sepultarlas.
La memoria comporta serios riesgos -según observan los ojos, no el deseo.

Detachment

por Marcela Martínez y Gustavo Varela

Barthes es un profesor suplente. Habita las escuelas con la firme de decisión de no integrarse a ninguna planta permanente. Por definición, para él, nada es para siempre. Una posición trágica que lo libera del dramatismo de lamentarse.
Llega a un aula nueva. A modo de presentación, un alumno amenazante patea su mochila luego de insultarlo. No se ofende, él también tuvo bronca. Mucha. Pero ahora está en otro lado. Desplazado de los límites del ego, acepta las formas que trae la vida. Pero apuesta a la diferencia. Todo no es lo mismo. Un alumno insulta a una compañera y Barthes lo echa de la clase, se ganó el día libre. Ética pedagógica: la única regla es que el que quiere no estar en el aula no esté. Eso dice.
¿Qué hay afuera del aula? Afuera está la guerra: ser parte de una fuerza laboral por poco dinero, trabajar toda la vida y envejecer en silencio, pobre. Ser enfermera de un geríátrico; una adolescente en la calle, prostituyéndose. Lógica mercantil que arrastra vidas, que no reconoce diferencias.
Barthes ejerce un tipo de autoridad que no está adherida al respeto de las jerarquías. La pretensión de hacer valer la autoridad docente es un boomerang que devuelve escupitajos en la cara de los otros profesores. Él traza, más vale, un plano horizontal. Es un profesor corrido del vértice de la pirámide. Desde allí se estrelló en caída libre la directora de la escuela. Ella, quien fuera una luminaria de la pedagogía, ahora habla por los parlantes de los pasillos tirada en el piso de su oficina. Una imagen elocuente.
Sentido trágico por encima de cualquier dispositivo moral. No se trata de elegir una vida u otra. Un profesor le muestra a una alumna dos fotografías. Las playas de Hawai, bellas, silenciosas, una sensibilidad plena y sencilla; y luego otra imagen, la de una vagina infectada de sífilis, sangrante, cruel, una imagen que duele. La alumna sólo estaba vestida de un modo ridículamente provocativo. Pedagogía de pornografía moral, el bien y el mal en dos imágenes, el docente sabe qué es lo mejor, el docente/sacerdote con su sermón, el docente que sí muestra sus tetas con una obscenidad empastillada.
La caída no es una sola. La escuela está colmada de adultos que no quieren estar allí porque padecen el maltrato. De los chicos, de sus familias: el sinsentido de su trabajo tiene varias caras. Los docentes licenciosos llaman a la escuela para anticipar su ausencia y largan diatribas en el contestador telefónico. Los alumnos despiadados son la carga del dolor, se cuelgan de mi alma. Así dice uno de los que hoy tampoco irán a la escuela.
Hay muchos modos de vivir. Pero el destino no es una fotografía de la felicidad o la desgracias. Aunque a Barthes le pidan que mejore el rendimiento de los alumnos. Aunque le digan que siga la curricula porque eso garantiza llegar a Hawai. Pero Hawai es aburrido para los alumnos que no dejan de aburrirse. ¿Cómo compartir? El contestador telefónico insiste. El docente dice que la escuela es un infierno, que no hay salida, que los alumnos son la peste. Grita, rabioso, su propia impotencia y su desgracia. Nadie escucha la máquina; todo sigue como si nada sucediera. La violencia de la escena, la de alguien que ladra su terror para nadie, tiene la misma intensidad y el mismo salvajismo que ese escupitajo en la cara. Pero es una alumna la que escupe a su docente. “Los alumnos necesitan otra cosa, no a mí” dice Barthes. Hawai ya no alcanza. La escuela ya no le ofrece a los alumnos una playa dónde descansar; ni el docente es un agente de turismo que conoce el camino.
El peso es enorme: afuera todo pesa, eso le dice a los alumnos, “¿No sienten el peso?”. ¿Cuál? “Soy dinero –dice. También amor y lágrimas”. Allí está la lógica de la película. Un accesorio, un dettachment. El primer trabajo que le manda a los alumnos es que escriban sobre su propio funeral, ¿qué dirían los demás de esa vida que ya no es? Ver desde el final para evaluar el presente. No el futuro, sino el final de una vida. Entonces la eternidad adolescente, la insolencia vital de los quince años, todo lo posible que albergan los cuerpos jóvenes queda refutado de un golpe. En la primera clase, en ese primer trabajo, todos se vuelven viejos. La escuela no es la escuela sino un geriátrico que obliga a mirar hacia atrás un instante antes de morir. ¿Qué vida hizo cada uno? El afuera se vuelve real, ingresa la vida entera por la ventana del aula. Es lo real que se impone por encima de todo lo posible que alberga la escuela. Entonces no hay puentes ni fronteras: la elección es allí mismo. Que la propia muerte sea el primer trabajo invierte la temporalidad escolar: el tiempo de lo real estremece la base pedagógica que se ordena en torno a la espera. Los alumnos no van a la escuela para prepararse para otra vida, no van a esperar. Porque la vida está allí mismo.
Barthes también sufre. Pero su dolor no identifica culpables porque parte del caos que es toda vida sin pretender adecuarla a un molde. Mientras los docentes padecen la ausencia de los padres el día de la reunión, Barthes se siente como en casa. Está en su territorio. Pone en práctica lo que propone a sus alumnos: siempre absorber algo, en todas partes, todo el tiempo. Y pensar para parar el mundo. La detención siempre es temporaria. Por eso la clave es hacer una cosa por vez sin cargar el peso de la historia. Ese peso está encarnado en su memoria pero no depositado en una mochila. La mochila puede volar por el aire sin herir sus sentimientos.
No hay opción; el peso de lo que hay que cargar es viejo, eso dice. La historia de la literatura cuenta ese peso. Es parte del asunto. Pero no hay moral de la víctima: el peso está en cada alumno; pero también en el colectivo, cuando una niña travestida de prostituta se arrodilla sobre la bragueta de un hombre que ni siquiera le paga. Soy dinero, dice Barthes de sí mismo, como esa niña. Y lágrima, como esa niña cuando recibe el cachetazo de su cliente.
¿Amor? Entonces la lleva a su casa. ¿Caridad de ilustrado? ¿Compasión moral? No. Apenas un espacio común, el aula o su casa, es lo mismo. ¿Cómo decir amor sin tocarse, sin dar consejos, sin explicarle al otro cómo tiene que vivir? Nuevamente ética pedagógica. El amor es un efecto de vidas que quieren por sí mismas. No le dice que no se prostituya; le dice que a él no lo mezcle. Un territorio compartido tiene las reglas de cada vida que lo componen. El territorio por sí mismo carece de reglas.
En el camino de Barthes hay un abuelo perverso que abusó de su madre; el cuerpo desnudo de su madre tirado en el piso, suicidado de whisky y de pastillas. El abuelo está en el geriátrico/en la escuela. Por eso él le lleva un cuaderno para que escriba. ¿Qué? ¿Su confesión, su descargo, su vida, su arrepentimiento? Barthes escribe en su casa y llora cuando viaja en el colectivo. El viaje es el peso, la lágrima; la literatura salva, es amor. Barthes enseña literatura, cree en las palabras. El abuelo no escribe nunca; él le lleva el cuaderno y una lapicera, pero no escribe. El abuelo está en el final. Hacia donde están sus alumnos en el primer día de clase, ya muertos y escribiendo. A donde él los llevó. El alumno negro que lo desafía, que le dice que es un puto y que se vaya, el alumno que le arroja la valija contra la pared ese primer día, ese alumno le pide una hoja y una lapicera y al fin escribe.
Como en el primer día, la muerte es el límite, siempre. Lo que hay que saltar para seguir despierto.
El último día. Antes de morir, el abuelo que no escribe, delira. Está con su nieto pero cree que es su madre. Barthes finge ser ella y le dice que estuvo todo bien, que jamás la hirió. Compasión ante el moribundo, que no escribe, que lava sus culpas y se duerme para siempre.
El último día. El alumno negro que lo desafió el primer día de clases le dice que lo va a extrañar y se queda despierto.
El último día. El suicidio de Meredith, simultáneo con la muerte de su abuelo, lo hacen sentir un fantasma. Ella, unos días antes, le hizo un dibujo, el montaje de una foto con rostro impersonal. La secuencia siguiente lo muestra otra vez en la escuela de la que tendría que irse.
La escuela es la Casa Usher. Barthes es un cuerpo despierto, absurdamente sensible, un extranjero caminando entre las ruinas, los pies pisando los escombros, sin preguntarse nunca qué fue lo que pasó.
(Lobo desea tus palabras…)

La plurinacionalidad en tiempos de Consulta en el TIPNIS

Por Salvador Schavelzon


Hace no mucho tiempo, Bolivia sorprendió por la fuerza con que indígenas y campesinos llegaron al Estado y redactaron una nueva Constitución.

Descolonización, Vivir Bien, Autonomía Indígena, Plurinacionalidad fueron conceptos que venían construyéndose desde las luchas indígenas, se constitucionalizaron y hoy los escuchamos en el discurso estatal. Pero también contra el Estado.

Los conceptos fueron llevados a la Asamblea Constituyente por el Pacto de Unidad, encuentro inédito de organizaciones sociales de tierras altas y bajas, campesinas e indígenas, que hizo el borrador de Constitución asumido por el MAS (Movimiento al Socialismo). Era un encuentro excepcional de mayorías y minorías, nunca antes ni después del proceso constituyente esas organizaciones habían trabajado y marchado juntas de esa manera. Uniendo a unos y otros estaba el “todos somos indios” de los 62% declarados indígenas en el censo de 2001, y también presente en el voto masivo por Evo Morales (54% en 2005, 67% en el revocatorio de 2008).


Después de 2009, con la nueva Constitución aprobada el gobierno buscaría la reelección con el discurso del “salto industrial” y “revolución productiva”. La consigue con 64% de los votos. Es un nuevo tiempo, que el Pacto no resistiría. Pronto los sindicatos cocaleros y campesinos estarían de un lado, junto al gobierno; las organizaciones indígenas de otro. Voces gubernamentales acusarían a las últimas de ser funcionales a la derecha y manipuladas por ONGs, los indígenas no se enmarcan en la “Bolivia Productiva”. Ya acercándonos a las elecciones de 2014, donde Morales buscará otra reelección, se deberá hacer un balance de este proyecto que autorizó transgénicos, nacionalizó empresas y que sigue buscando industrializar los recursos naturales. También de las políticas de inclusión, contra el racismo y otras. Pero acá nos interesa el punto de quiebre del Pacto de Unidad, donde los conceptos constituyentes de la plurinacionalidad reterritorializan fuera del Estado.

El conflicto del TIPNIS (Territorio Indígenas Parque Nacional Isiboro Sécure) surge en rechazo a una carretera que pasaría por el núcleo virgen de una selva que por ciertas condiciones ecológicas es única. El enfrentamiento entre plan del gobierno y comunidades se vuelve un evento político divisor de aguas que reordena las fuerzas y  abre una nueva situación. En 1997 y después definitivamente en 2009 se había titulado ahí un millón de hectáreas para tres etnias (Chiman, Yuracaré y Mojeño-Trinitario) y decenas de comunidades (con alrededor de 5 mil personas según el censo) a las que se llega por los ríos Isiboro y Sécure, con sus afluentes. Las demandas de demarcación territorial datan de la marcha de 1990, señalada siempre como primer hito en la convocatoria de la Asamblea Constituyente.


Importantes protagonistas de los primeros años del gobierno de Evo se convertirían en disidentes muy críticos en la cuestión del TIPNIS. Evo Morales declara en 2011 que en realidad lo de ser el “primer presidente indígena” es más cosa de la prensa, y que él siempre se había sentido más bien “primer presidente sindicalista” de Bolivia. El más alto dirigente campesino declara ante las cámaras que los indígenas son salvajes que deben dar lugar al progreso. A los indígenas amazónicos se los llama latifundistas con tierra improductiva que debe ser repartida.

En 2011 una marcha llegaba a La Paz oponiéndose a la carretera que Evo Morales había prometido a sus bases cocaleras y declarado que se haría “sí o sí”. Geograficamente, la carretera daría salida al Chapare, centro cocalero y cuna política de Evo Morales. El proyecto se integraría a IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana), es leído por varios como salida del Brasil al pacífico, nuevos mercados y expansión del capital. Un banco estatal brasilero financiaba la obra. Algunos defensores del TIPNIS graficaban trágicamente cómo, junto a la ruta, vendrían camioneros y burdeles que prostituirían las mujeres indígenas. Evo Morales más bien dijo en un discurso a sus bases cocaleras que los hombres deben entrar y buscar las mujeres indígenas para “enamorar” y convencerlas de la importancia de la carretera, lo que él haría si tuviera tiempo.

La VIII marcha indígena, en septiembre de 2011, es frenada en Chaparina por un cordón campesino que bloqueaba su avance. La resolución es terrible: la policía que separaba indígenas de campesinos colonizadores reprime a los indígenas, les ata las manos y cubre la boca con cinta aisladora en una verdadera caza de personas que eran apresadas con el propósito de devolverlas a las tierras bajas en avión. Una toma del aeropuerto de San Borja permitió liberarlos sin que sean presos y se inició una corriente de apoyo que se expresó con un multitudinario apoyo en La Paz cuando la marcha reiniciada entró en la ciudad.

El gobierno respondió con una ley (Nro. 180) que declaró la “intangibilidad” del TIPNIS, prohibiendo la carretera. Era sólo una tregua, pero no revertiría la muerte del Pacto de Unidad y del “todos somos indígenas”. Ahora nadie era indígena, ni siquiera los indígenas del TIPNIS acusados por el gobierno de traficantes de madera y menos aún sus dirigentes -que comenzarían a ser perseguidos judicialmente- y eran acusados de “falsos indígenas”. Pero esta no sería una posición definitiva desde el gobierno y poco tiempo después en respuesta a la VIII marcha se inicia otra a La Paz de productores de coca sindicalizados a favor de la carretera, auspiciada por el gobierno que insistía ahora en que los cocaleros son también indígenas, como era en la época del Pacto de Unidad, pero con un sentido totalmente diferente. Esta marcha da lugar a la contraofensiva del gobierno con una nueva ley (Nro. 222), contradictoria con la de “intangibilidad”, que llama a la consulta para insistir con el proyecto, en ese entonces ya en ejecución.

Por ese nuevo camino, el gobierno rompe el contrato con la empresa constructora brasilera (OAS) e inicia una campaña a favor de la consulta, que después de postergaciones empezaría en el 29 de julio de 2012. Poco antes, la IX marcha indígena de tierras bajas había llegado a La Paz, con menos apoyo que la anterior, y con una estrategia del gobierno más eficiente en neutralizarla. Era la primera vez que una marcha indígena se oponía a una consulta en lugar de exigirla. Es que la usual reivindicación indígena ahora aparecía como una trampa. El gobierno en campaña mediática, con regalos comunidad por comunidad, cooptando dirigentes y partiendo en dos la central indígena del Oriente, avanzaba.

Una de las líderes indígenas de la marcha sería públicamente denunciada de haber sido condenada como “mula” en Brasil, llevando cocaína. No se mencionarían las 84 fábricas de cocaína y 154 pozas de maceración encontradas en 2011 en el Polígono 7, donde viven los sindicatos cocaleros que marcharían a favor de la carretera. La hoja de coca, interviene de distintas maneras, incluso como forma de tomar decisiones del único magistrado del Tribunal Constitucional Plurinacional que se opuso a la ratificación de la consulta en un recurso de inconstitucionalidad (sentencia 300/2012).

Nuevamente el gobierno estaba en la línea de la definición genérica de la identidad indígena que había acompañado la llegada de Evo Morales al gobierno y el surgimiento del Pacto de Unidad. La misma había permitido antes un productivo diálogo de singularidades que se encontraban y abrían la posibilidad de que reivindicaciones de minorías llegaran al Estado y se impusieran contra una oposición racista que el MAS confinaría a sus regiones. La autonomía de los departamentos (provincias) ahora debían descentralizarse en autonomías indígenas, el Vivir Bien de las comunidades altiplánicas llegaba a las tierras bajas y al Estado como alternativa al desarrollo.

Pero si nuevamente se insistía en que todos eran indígenas, por más “campesinalizados”, o sindicalizados que estuvieran, aahora el Estado buscaría demostrar que “todos somos indígenas” pero “a favor del desarrollo” (y de la carretera por el TIPNIS). En lo concreto, la definición genérica servía ahora para diluir el poder de decisión de las comunidades del TIPNIS y la preservación de su territorio como unidad colectiva. Desconociendo las organizaciones históricas y representativas de los pueblos, el gobierno inicia así una consulta que no era previa, ni libre, ni informada, ni de buena fe, como exige la Constitución, el convenio 169 de la OIT –firmado por Bolivia en 1991– y la Declaración de la ONU sobre pueblos indígenas constitucionalizada y ratificada por el congreso en 2007.

En la consulta “posterior” impulsada por el gobierno, se incluía a las comunidades del llamado Polígono 7, que expresamente habían renunciado a que sus comunidades integrasen el territorio indígena en el proceso de titulación. Se trata de pueblos donde ingresó el negocio de la coca y que no querían renunciar a la propiedad individual. Entre estas y las comunidades del TIPNIS con propiedad colectiva de la tierra se había trazado una “línea roja”, acordada con los cocaleros (con Evo Morales como dirigente, en 1992-4) pero que la coca continuamente sobrepasa.


No es justo tratar ahora a los cocaleros de narcotraficantes y capitalistas empedernidos cuando hace poco eran la vanguardia de la descolonización, pero hay que reconocer que no es pertinente que estas comunidades también sean parte de la consulta sobre la construcción de la carretera. Después de intentar que la carretera se resuelva en un referéndum en los departamentos de Beni y Cochabamba, el gobierno se propuso realizar la consulta, pero incluyendo a indígenas cocaleros de fuera del TIPNIS. Algunos cuestionan que los cocaleros sean verdaderos indígenas pero tiene más sentido criticar que sean consultados por ser externos al territorio indígena y porque daña la plurinacionalidad, la autonomía indígena, y el Vivir Bien.

La forma en que se realiza la consulta también es cuestionable. Es realizada por el gobierno, interesado en la construcción, que la presenta como carretera ecológica y sinónimo de salud, desarrollo y educación que no habría en caso de no aprobarse. También se dice que sería una carretera ecológica, y no se menciona lo que sabe la mayoría de las comunidades del TIPNIS, que ya marcharon contra su construcción: la carretera significa perder sus territorios frente al avance de las plantaciones de coca. Este avance es muy visible en las fotos satelitales y ocurre a ritmo de una hectárea y media por familia por año, según estudios.

En la consulta, realizada en reuniones con poca asistencia y con consensos interpretados por funcionarios de ministerios estatales, además, se presenta la capciosa interpretación gubernamental de la ley que declara “intangibilidad”: significaría que no habrá “desarrollo” ni actividades económicas que hoy complementan la subsistencia de muchos indígenas. De hecho fueron suspendidas actividades de turismo, manejo ambiental y proyectos económicos de pequeña escala en las comunidades que marcharon contra la carretera. Desde el gobierno se declaró también que se trata de un área petrolera que sería explotada y que ya viene siendo estudiada.

Un poderoso ministro también insinuó antes de iniciarse la consulta que se podrían visitar varias veces las comunidades, en caso de que inicialmente se opongan a la obra. Y habló de la construcción de una base militar ecológica. En lo que podría ser una crítica que avance incluso contra los mecanismos de consulta de la ONU, habría que denunciar también que este tipo de consultas son invasivas y no contemplan la posibilidad de que desde ciertas formas de vida (“civilizaciones” en el espíritu que acuñó el término plurinacional), se prefiera no ser consultados ni entrar en el juego de preguntas estatales o compensaciones de empresas.

En la consulta, sólo parece ser posible un sí a la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos. El Estado Plurinacional es hoy violencia estatal por medios políticos, económicos y culturales que sólo puede resultar en etnocidio. En el protocolo de la consulta, sólo se escucha realmente la comunidad para “identificación de las necesidades de la comunidad” con un Estado que sólo sabe ponerse en el lugar de la tutela.

Con el argumento de la lucha contra la desigualdad y el interés de las mayorías se destruye la singularidad de lo minoritario. La guerra del TIPNIS desanda así lo alcanzado en el Pacto de Unidad. Por eso hoy la construcción de la plurinacionalidad no es más una tarea estatal: es contra el Estado. La descolonización en Bolivia hoy viene de la autonomía indígena del TIPNIS, en el respeto a su autodeterminación, que es contra el desarrollismo que busca abarcarlo todo. Eso decidió la comunidad de San Miguelito, rodeada de comunidades cocaleras pero firme en su filiación a la subcentral del TIPNIS y el rechazo a la carretera por el núcleo del parque. También las comunidades que decidieron cortar la navegación en los ríos para impedir la consulta en la que no confían.

Así, Bolivia es escenario de dos posibles plurinacionalidades: una de ellas es la del Estado, con la busca de una inclusión de todos que no pudo mostrar alternativas al desarrollo capitalista, a la homogeneidad del nacionalismo y al rapto republicano de la representación directa de las comunidades. La otra forma de plurinacionalidad es la de los territorios, por la autonomía y el Vivir Bien.

Más allá del anti-neoliberalismo de los “gobiernos progresistas”, que a pesar del Estado fuerte y el gasto social dejan todavía mucho que desear en la superación de ese modelo económico, la resistencia del TIPNIS se enmarca en luchas por lo común que se conectan con luchas mapuches contra empresas forestales, luchas en la amazonia contra grandes obras energéticas, luchas de comunidades contra la mega-minería de México a la Patagonia.

Para el nuevo poder “progresista” (de progreso capitalista, hasta ahora) esas luchas se presentan como divisoras, aliadas al imperialismo (las presencia de ONGs extranjeras sería la prueba de ello), “meramente” locales y contrarias al interés de las mayorías. Contra la defensa del TIPNIS, la ideología del crecimiento económico a toda costa encuentra un nuevo Pacto de Unidad, ahora desarrollista, con gobiernos “populares”, jueces, parlamentarios liberales o nacionalistas, la izquierda moderna, medios de comunicación hegemónicos, empresarios ex separatistas y capital transnacional.

En minoría y atacados de todos lados, pero en resistencia, escuchemos esas voces indígenas del TIPNIS que hablan y se movilizan contra un modelo que las desaparece

Contra-campaña: Las cosas como son

Proyecto Squatters presenta su nueva contra-campaña: «Las cosas como son», en la cual intentamos destapar algunas verdades implícitas, no dichas pero sospechadas, sobre la industria de la publicidad y la cultura de consumo. 

http://proyectosquatters.blogspot.com.ar/

Trelew: fuga, masacre y después

Entrevista inédita a Mario Santucho, Roberto Quieto y Fernando Vaca Narvaja 
(13 de octubre de 1972)

por Diego Genoud y Mario Antonio Santucho


La grabación apareció casi treinta años después, a principios de 2001, entre los archivos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Era una entrevista realizada el 13 de octubre de 1972 en un patio de La Habana donde funcionaba Radio Habana Cuba. Casi dos meses después de los hechos, Mario Roberto Santucho, Roberto Quieto y Fernando Vaca Narvaja dialogaban con el periodista cubano Orlando Castellanos sobre la fuga de Trelew. Un material inédito, desconocido, ignorado incluso por los más cercanos. Cincuenta y cuatro minutos de palabras, la respiración, los silencios y el latido de los protagonistas, el pasado que se enciende y nos habla al oído.
La voz de tres de los dirigentes que lograron fugarse en un avión de Austral y sobrevivieron a la masacre retornaba desde el fondo del tiempo. Con Santucho y Quieto secuestrados y asesinados por las fuerzas de seguridad, sólo Vaca Narvaja había quedado con vida. El testimonio tenía un valor histórico y era además, en un plano más íntimo, para muchos de sus familiares la posibilidad de escuchar por primera vez esas voces. Castellanos era un periodista de larga experiencia en la radio y había sido corresponsal de guerra en Vietnam, Laos y Camboya.

Alguien le acercó esa cinta a María Santucho, que vive en Cuba desde 1976 y dirige junto a Victor Casaus el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La grabación cruzó el océano muy pronto en un casete TDK de 60 minutos y, en Buenos Aires, Quique Pesoa y Leda Berlusconi la convirtieron en audio digital. Desde entonces, circula en pequeños espacios entre amigos y familiares sin difusión masiva. Durante más de diez años, se intentó editar esa entrevista como un material que acompañe a los diarios y revistas que cada año recuerdan la masacre con fascículos y suplementos especiales. Pero por alguna razón que se nos escapa nunca nadie mostró interés en amplificarla. Nunca la voz de los sobrevivientes, el cuerpo hecho presente por un rato, su pensamiento sin licuaciones. El tono de esas voces, la convicción que transmiten, la confianza en el futuro, la cosmovisión de una época. En este pedazo de historia está todo. Las diferencias entre las distintas organizaciones guerrilleras que participaron de una acción común de características inéditas, las visiones del país, la opción por la lucha armada, el análisis sobre el peronismo, el dolor por las muertes de los compañeros, la inminencia de las elecciones, el impasse otoñal en Cuba a la espera de un año 73 que se creía decisivo.

En 2007, durante los actos por el 35 aniversario de los fusilamientos, llevamos el audio al aeropuerto de Trelew con la ilusión de compartirlo entre los que habían viajado desde distintos rincones del país. Jóvenes que aún no habían nacido en el 72, veteranos que entonces salían de la adolescencia y los lugareños, herederos de la solidaridad de la Comisión por los presos políticos. Tampoco allí, entre funcionarios y organismos de derechos humanos, se logró el eco que esperábamos en el acto central. Finalmente, cuando los discursos oficiales habían terminado y la mayoría de los asistentes recorrían el Espacio para la Memoria que se acababa de inaugurar, el encargado del sonido aceptó el CD que le acercamos. Entonces, en el desierto de la Patagonia, comenzó a escucharse el relato de los protagonistas que hablaban de lo que había sucedido ahí mismo 35 años antes. Un grupo pequeño de ex presos se arremolinó con asombro en torno a esas voces que volvían, sin acertar a descifrar si lo que escuchaban era real o un nuevo desvarío, producto del paso del tiempo.

Más tarde, en 2009 en Radio Del Plata, se escuchó un fragmento de esto que ahora difundimos por nuestros propios medios con el objetivo de que se propague y llegue lo más lejos posible. Cuarenta años después, mientras en Trelew se lleva adelante el juicio a los responsables de una masacre que no respetó siquiera la ley que impuso aquella dictadura. La masacre que expresó el pavor de la clase dominante y anticipó el rostro de lo que venía. 

Escuchar el audio acá

Querella comunista (lateralidades)

Badiou acerca de Negri 

y la singularidad del acontecimiento


En este ensayo Alain Badiou habla directamente sobre cuestiones políticas.Se incluyen también los comentarios de Badiou acerca de Imperio, de Toni Negri, sobre la cuestión de si el cambio revolucionario emerge de la evolución de conflictos estructurales de larga data o de la erupción de acontecimientos coyunturales. En el proceso Badiou sugiere que los revolucionarios deben volver a concebir la cuestión de cómo las fuerzas sociales sirven de vehículo para el cambio – tocando ambos aspectos, el punto de vista marxista respecto del proletariado y el punto de vista leninista respecto del partido.


Alain Badiou dio esta entrevista en el marco de la conferencia “¿Es posible la historia de la revolución cultural?” en la universidad de Washington, en Febrero de 2006.

Pregunta: Me gustaría preguntarte acerca de tu trayectoria política e intelectual desde mediados de los 60 hasta hoy. ¿Cómo cambió tu mirada sobre la política revolucionaria, el marxismo, y el maoísmo desde entonces?


Badiou: Durante los primeros años de mi actividad política hubo dos acontecimientos fundamentales. El primero fue la lucha contra la guerra colonial en Argelia a fines de los 50 y principios de los 60. Aprendí durante esta lucha que las convicciones políticas no son una cuestión de números, de mayorías. Porque al principio de la guerra en Argelia éramos muy pocos los que estábamos en contra. Fue una lección para mí; tenés que hacer algo cuando creés que es necesario, cuando está bien, sin importar los números.

El segundo fue Mayo del 68. Durante este acontecimiento aprendí que tenemos que organizar relaciones directas entre intelectuales y trabajadores. No podemos hacerlo sólo mediante partidos, asociaciones y demás. Tenemos que experimentar una relación directa con lo político. Mi interés en el maoísmo y la Revolución Cultural a fines de los 60 y principios de los 70 fue la siguiente: la convicción política que organiza relaciones directas entre intelectuales y trabajadores.

Si te parece voy a recapitular. Hubo dos grandes lecciones: Es mi convicción actual que la acción política tiene que ser un proceso de principios y convicciones, no de mayorías. Entonces hay una dimensión práctica. Segundo, está necesidad de establecer relaciones directas entre intelectuales y trabajadores.

Ese fue el inicio, el comienzo subjetivo. En el campo político, la correlaciones con las ideologías -Marxismo, Revolución Cultural, Maoísmo, etc- es subordinar a la convicción subjetiva que hay que hacer política directamente, para organizarnos, para estar con otros, para encontrar una forma de que los principios existan prácticamente.

Pregunta: ¿Cuál es tu idea de fidelidad?

Badiou: Ya está contenida en la primer respuesta. Para mí, la fidelidad es fidelidad a los grandes acontecimientos que son constitutivos de la subjetividad política. Y tal vez haya algo incluso mucho más antiguo, porque durante la guerra mi padre estuvo en la Resistencia contra los nazis. Naturalmente, durante la guerra, él no me dijo nada a mí; era una cuestión de vida o muerte. Pero una vez terminada la guerra supe que él había estado en la resistencia, qué el había participado en la experiencia de la resistencia a los nazis. Así que mi fidelidad es también una fidelidad a mi padre. Al empezar la guerra, muy pocos estuvieron en la resistencia; luego de dos o tres años, hubo más. Es la misma lección, y si querés verlo así, es una lección de mi padre.

En términos generales, mi fidelidad es a dos grandes acontecimientos: el compromiso contra la guerra colonial, y a Mayo del 68 y sus consecuencias. No sólo el acontecimiento de Mayo del 68 como tal, sino también a sus consecuencias. La fidelidad es una cuestión práctica; tenés que organizar algo, hacer algo. Es la realidad de la fidelidad.

Pregunta: Vos dijiste que hubo una ruptura, que toda la cuestión política es actualmente de una gran oscuridad. También escribiste que tenemos que pensar la política sin partido. Después de la saturación del experimento del partido-clase, ¿qué sigue?

Badiou: Creo que la fidelidad nunca termina realmente, aunque a veces se satura; ése es el término que uso. Hay una saturación; no podés encontrar nada nuevo en el campo de tu primer fidelidad. Cuando esto pasa, muchos dicen “Se terminó”. Y realmente, las secuencias políticas tienen un principio y un también un final, un final en forma de saturación. La saturación no es una ruptura brutal, pero se vuelve progresivamente más difícil encontrar algo nuevo en el campo de la fidelidad.

Desde mediados de los 80, y cada vez más y más, ha habido algo así como una saturación de la política revolucionaria en su marco convencional: lucha de clases, partidos, dictadura del proletariado, y demás. Entonces tenemos que encontrar algo así como la fidelidad a la fidelidad. No una simple fidelidad.

Para mi generación, es una elección entre decir, por un lado “Nada es posible hoy en el campo político; la tendencia reaccionaria es demasiado fuerte”. Esa es la posición de mucha gente en Francia hoy; es la interpretación negativa de la saturación.

Cuando la fidelidad se satura tenés una opción. La primer posibilidad es decir que se terminó. La segunda posibilidad es la siguiente: Con la ayuda de ciertos acontecimientos -como los de América del Sur- encontrás eso que llamo fidelidad a la fidelidad. Fidelidad a la fidelidad no es una continuación, en el sentido estricto, ni tampoco una ruptura. Tenemos que encontrar algo nuevo. Yo decía ayer que “desde afuera podemos ver algo que no se ve desde adentro”. Eso no es más que una regla con la que podemos encontrar lo nuevo.

Pregunta: Si puedo presionarte un poco acerca de lo nuevo: Después de la saturación de la política de partidos, ¿que viene?

Badiou: Si la respuesta a eso estuviera clara, la discusión ya habría terminado. Tenés que averiguarlo; no está muy claro. Hoy tenemos una secuencia experimental desde el punto de vista de la práctica política. Tenemos que aceptar la multiplicidad de experiencias. Nos falta un campo unificado -no sólo en el sentido de la Tercera Internacional, sino también en el plano teórico. Así que tenés que aceptar los experimentos locales; hay que hacer un trabajo colectivo acerca de eso. Tenemos que encontrar -con la ayudad de conceptos filosóficos, económicos, e históricos- la nueva síntesis.

Yo creo que nuestra situación es mucho más parecida a la del siglo XIX que a la del siglo XX. Más cerca de Marx que de Lenin, si querés, hablando metafóricamente. Lenin fue realmente el pensador del nuevo concepto de la política revolucionaria, con la idea de que podíamos triunfar, de que la revolución era una posibilidad. Esa no es exactamente la situación actual; hoy la idea de revolución se obscurece a sí misma. Pero podemos hacer como Marx -es una metáfora, una imagen. Hay que pensar la multiplicidad de experiencias populares, las direcciones filosóficas, los nuevos estudios, y demás. Hay que hacer como hizo Marx.

La situación hoy también es similar a la del siglo XIX por la brutalidad del capitalismo contemporáneo. No es nada nuevo; el capitalismo fue terriblemente brutal en la Inglaterra del siglo XIX, con las leyes en contra de los pobres y demás. Hoy hay algo violento y cínico en el capitalismo, muy parecido al capitalismo del siglo XIX. En el siglo XX el capitalismo estaba limitado por la acción revolucionaria.

Hoy los capitalistas no le temen a nada. Están en la etapa de la acumulación originaria, y es una situación realmente brutal. Por eso creo que hoy el trabajo es encontrar una nueva síntesis, una nueva forma de organización, como nuestros predecesores en el siglo XIX. Nuestros abuelos, si querés, más que nuestros padres en el campo político.

Pregunta: Me gustaría preguntarte acerca de la situación global actual y la relación de los EEUU al respecto. ¿Son los EEUU simplemente un nodo privilegiado en una cadena de soberanía global (como argumentan Negri y Hardt) o juegan el papel del poder imperialista tradicional en el sentido leninista?

Badiou: No estoy del todo de acuerdo con Negri. Es una discusión teórica muy compleja, pero en pocas palabras, creo que la percepción de Negri es demasiado simétrica. El imperio, finalmente, es un sistema. La convicción de Negri es que dentro del sistema siempre hay recursos para algo nuevo del lado de las políticas revolucionarias, de las políticas de emancipación. Está convencido de que la fuerza del capitalismo es también la creatividad de la multitud. Dos caras de un mismo fenómeno: la cara opresiva, y en el otro lado, la emancipativa, en algo así como una unidad. No exactamente una unidad dialéctica en el sentido hegeliano, pero una unidad. No hay necesidad de acontecimiento en Negri, porque hay algo estructural en el movimiento de la emancipación.

Yo no veo la situación de esa manera; no es esa mi convicción. No es posible discutir esto precisamente aquí y ahora, porque es demasiado técnico. Pero una consecuencia es que para Negri la gran cuestión en política es la cuestión del movimiento. Los movimientos son ciertamente de gran importancia. Pero la cuestión real hoy no es la relación entre el movimiento y el Estado. La cuestión real es: cuál es la nueva forma de organización después del partido. Más generalmente, ¿cuál es la nueva disciplina política?

Los que no tienen nada -poder, dinero, medios- sólo tienen su disciplina como posibilidad de fuerza. El marxismo y el leninismo definieron una primera forma de disciplina popular, que fueron los sindicatos y el partido. Hubo muchas diferencias, pero ésa fue finalmente la forma de la disciplina popular, y la posibilidad de acción real. Y hoy no podemos esperar que esa forma vaya a continuar. La situación real es que no tenemos disciplina en el campo popular, y por eso es que tenemos una enorme debilidad. De hecho las mejores situaciones hoy son aquellas en las que el Estado no está en manos de reaccionarios, por ejemplo, la situación de Chávez en Venezuela. Pero eso no es un verdadero cambio de la situación; es apenas una oportunidad, una oportunidad local, nada más. Es algo, pero no es la solución. La solución del problema en el largo plazo será la invención de una nueva forma de disciplina inmanente en el campo popular. Ése será el final de la gran debilidad del campo popular luego del éxito -pero también del fracaso- de la forma partido.

Pregunta: La filosofía tiene una larga historia de incluir y excluir alternadamente a las matemáticas. Vos, tal vez sólo entre tus contemporáneos, la incluís. También has dicho que tu meta es una nueva articulación entre política y matemáticas. Más allá de cualquier factor contingente y biográfico que pueda explicar tu relación con las matemáticas, ¿qué tienen que ver las matemáticas con la política hoy? ¿Por qué ves una esperanza hoy en, como vos mismo dijiste, “una nueva articulación entre política y matemáticas?

Badiou: La cuestión política de la nueva disciplina es también, filosóficamente, la cuestión de una nueva lógica. La cuestión de una nueva lógica es siempre la cuestión de la relación entre filosofía y matemáticas. Porque las matemáticas son el paradigma de la deducción, de la racionalidad formal; no de una racionalidad empírica o concreta, sino formal. Durante la fase de la política de partido el paradigma lógico fue la dialéctica hegeliana; la teoría de la contradicción. Durante todo el desarrollo del marxismo, el leninismo y el maoísmo, la teoría de la contradicción era el corazón del marco lógico. En mí convicción eso también ha terminado. Por la misma razón que para el partido, la lógica dialéctica en el sentido hegeliano está saturada. Ya no podemos simplemente usar el paradigma de la contradicción. Naturalmente que hay contradicciones; no es una cuestión de hechos. Pero para la definición de una nueva disciplina, no podemos directamente usar la lógica de la contradicción. Tenemos que encontrar un nuevo paradigma.

Las matemáticas no son el paradigma en sí mismo para mí, pero son la posibilidad de encontrar un nuevo paradigma lógico en el terreno político, y finalmente en todos los campos de nuevas experiencias humanas.

(Como sabrás, el mismo Marx estaba muy interesado en las matemáticas. Hay largos manuscritos de Marx acerca del cálculo diferencial, y demás; era algo que él estudiaba para sí mismo).

En la búsqueda de un nuevo paradigma lógico, tenemos que aprender de las matemáticas. Entonces mi uso de las matemáticas no sólo una obligación familiar o una imitación platónica; es un hecho de pura necesidad.

Pregunta: En un número reciente del periódico Positions, en un ensayo sobre tu post-maoísmo, Bruno Bosteels te cita habiendo escrito “El maoísmo, al fin de cuentas, ha sido la prueba para mí de que en el espacio actual de las políticas efectivas, y no sólo de la filosofía política, se podía atar un nudo cerrado entre el formalismo más intransigente y el subjetivismo más radical”. Pero en tu propia filosofía, este nudo parece haberse aflojado. ¿Es el formalismo intransigente el que prevalece en tu filosofía?

Badiou: Creo que la discusión con Bruno Bosteels es acerca de la distinción entre filosofía y política. La subjetividad radical no es una cuestión política; cuando hablo de maoísmo, hablo de política. La filosofía no es política, lo que puede no estar del todo claro para Bosteels, junto con algunos otros. Naturalmente, el formalismo filosófico -para usar esa palabra- puede ayudar a abrir algunas posibilidades en el terreno político. Pero no constituye la solución política; la solución política nunca puede encontrarse dentro del marco filosófico. Así que estoy de acuerdo, en el campo filosófico podemos encontrar un formalismo adecuando a una subjetividad radical. Pero no podemos encontrar subjetividad radical en sí misma ahí, porque la subjetividad radical es una cuestión de acción, de compromiso; es una cuestión política, finalmente.

La cuestión del maoísmo, de la radicalidad, es una cuestión política. En el campo filosófico tenemos que encontrar el marco conceptual -el formalismo, si querés- que es una disposición del pensamiento que se adecúa a la posibilidad de una subjetividad radical. Entonces la filosofía está en una situación de mayor o menor compatibilidad con la política. Pero nunca es un sustituto para la política. No hay unidad entre filosofía y política; más bien hay algo así como una compatibilidad entre el formalismo filosófico y la subjetividad radical. Creo que en la interpretación de Bosteels hay algo así como una circulación entre filosofía y política, que no es exactamente mi visión de la correlación entre ambas.

Al respecto de la expresión “post-maoísmo”: Mi interpretación del post-maoísmo es que el maoísmo es el nombre de la última experiencia dentro del marco del leninismo clásico. El maoísmo no es lo mismo que el leninismo; es un desarrollo creativo, pero es la última forma de política revolucionaria, el último intento en el campo de las políticas revolucionarias. Luego de eso, el marco en sí se saturó. Si tenemos algo como post-maoísmo, es porque el maoísmo en sí es la saturación de ese campo. Podemos interpretar del trabajo de Mao, la Revolución Cultural, todo eso es muy interesante, pero no podemos olvidar que es también el final de algo, más que el comienzo. Aunque finalmente sea algo nuevo. Es el principio del fin, la novedad del fin. Luego de eso, sin embargo, el marco mismo se satura. Entonces el post-maoísmo es algo muy importante. Estamos en algo así como el post-marxismo, post-leninismo.

Pregunta: Algunos en la izquierda abogan por la democracia directa como una respuesta al neoliberalismo global, a veces bajo el título spinoziano de la “multitud” y a veces bajo el título de anarquismo. ¿Podrías explicar tu crítica a la democracia?

Badiou: La cuestión de la democracia tiene dos partes: La primera es la cuestión de la forma de Estado. Esa es la definición clásica, contemporánea. Hay gobiernos, y vos tenés que decir cuáles son democráticos, cuáles despóticos, y así. Es la definición común, la definición de Bush, y finalmente también de la mayoría. Democracia en este sentido es una forma de Estado, con elecciones, etc.

La segunda definición posible de democracia es qué es realmente democrático en política, en la acción. La concepción de Hardt y Negri acerca de este punto es que la democracia es la creatividad del movimiento. Es un concepto vitalista: la democracia es la espontaneidad y la capacidad creativa del movimiento. Al fin de cuentas, el concepto de Negri permanece dentro de la oposición clásica entre movimiento y estado.

Tenemos por un lado la definición de democracia como una forma del Estado, y por el otro, la democracia como una determinación inmanente del movimiento colectivo. Pero creo que la oposición clásica entre movimiento y Estado está saturada. No podemos simplemente oponer la opresión estatal o el sistema opresivo con -del otro lado- la creatividad del movimiento. Esa es una concepción vieja. Tenemos que encontrar un nuevo concepto de democracia, uno que esté fuera de esta oposición de la democracia formal (que es una forma de Estado) y la democracia concreta (que es la democracia del movimiento popular). Negri permanece en esta oposición clásica, aunque usando otros nombres: Imperio en lugar de Estado, multitud en lugar de movimiento. Pero nuevos nombres no son nuevas cosas.

Pregunta: Me gustaría preguntarte acerca de las políticas identitarias, que pueden resumirse en la tesis de que por cada opresión debe haber una resistencia por parte del grupo oprimido -de lo contrario la opresión (racismo, sexismo, homofobia, etc…) permanecerá desatendida- estas políticas identitarias son algo que vos criticás fervientemente.

Badiou: La cuestión del proceso político es siempre una cuestión que va más allá de las identidades. Se trata de encontrar algo que es, paradójicamente, una identidad genérica, la identidad de la no-identidad, la identidad que está más allá de todas las identidades. Para Marx, “proletariado” era el nombre de algo así. En los manuscritos de 1844, Marx escribió que la naturaleza misma del proletariado es genérica. No es una identidad. Es algo como una identidad no identitaria; es la humanidad como tal. Por eso es que para Marx la liberación de la clase trabajadora es la liberación de la humanidad como tal, porque la clase trabajadora es algo genérico y no una identidad pura. Probablemente la función de la clase trabajadora esté saturada. No podemos sustituir una mera colección de identidades por la identidad saturada de la clase trabajadora. Creo que tenemos que encontrar la determinación política que integre las identidades, los principios que están más allá de las identidades. La gran dificultad es hacer eso sin algo como la clase trabajadora. Sin algo que sea una conexión entre la particularidad y la universalidad, porque eso es lo que la clase trabajadora era. La particularidad de la clase trabajadora era un punto en un lugar singular; la clase trabajadora era genérica. Para el marxismo la solución era un grupo humano que no es realmente una identidad, sino que está más allá de la identidad.

Tenemos que hacer lo mismo, pero probablemente sin ese tipo de solución. No podemos decir que hoy este grupo es el grupo genérico y que la emancipación de ese grupo sea también la emancipación de todos. Así que tenemos que encontrar algo más formal. ¿Por qué formal? Porque está menos inscripto en la singularidad de un grupo. Es una relación entre principios, entre el formalismo de una nueva disciplina y todas las identidades en el campo social. Es un problema para el cual todavía no tenemos una solución.

La solución de Marx era una especie de Milagro: encontrar el grupo que a su vez es el grupo genérico. Fue una invención extraordinaria. La historia de esta invención marxista, en su determinación política concreta, no fue tanto la historia de este grupo genérico, o de la clase trabajadora como tal, sino la historia de la representación de este grupo genérico en la organización política: fue la historia del partido. La crisis ahora es la crisis de la representación, y también la crisis de la idea del grupo genérico.

Cuando ves que una secuencia de las políticas de emancipación se termina, tenés que tomar una decisión: podés seguir en el mismo campo político, o podés encontrar la fidelidad a la fidelidad. En este caso es lo mismo: Si la idea de la clase trabajadora como grupo genérico se saturó, tenés la opción de decir que sólo hay identidades, y que la única esperanza es la revuelta de alguna identidad en particular. O también podés decir que tenemos que encontrar algo mucho más universal, mucho más genérico. Pero probablemente sin el grupo genérico representativo.

Traducción: Martín López

Marx, ¿con Platón o con Spinoza?: la querella del comunismo

Notas para la politización de la crisis




Con los dos textos brillantes que ofrecemos a continuación, Lobo Suelto! vuelve a saltar el Gran Charco del Atlántico para meterse en la querella del comunismo que protagonizan de modo directo por dos filósofos y militantes de larga trayectoria. El ataque de Antonio Negri a Alain Badiou se desarrolla bajo la fórmula “no se pude ser comunista sin ser marxista”. Esto es, que la potencia política no se deriva de la claridad de la Idea –tal y como una larga tradición platónica y racionalista puede concebirla– sino de la producción de subjetividad –cuyo principio se entreteje tanto con las formas de producción, como con las experiencias de antagonismo al comando del capital. Por su parte Alain Badiou asume su posición: volver a postular una Idea de comunismo que no surge de ningún discurso económico ni estructural. Su ataque a Antonio Negri puede resumirse en la siguiente fórmula: no es en la minuciosa atención a las mutaciones internas de capitalismo donde se cocina la subjetividad de la ruptura. Conocemos mil formas lúcidas del conformismo. La época actual es la de la revuelta y el desafío consiste en pasar del nihilismo a la Idea (comunista) que habilite un sentido a nivel de masas. Dicen que Mao solía repetir: “todo bajo el sol está en un caos absoluto: la situación es excelente”.

La cuestión con esta y otras disputas de nuestro tiempo consiste ciertamente en distinguir cuánto del atractivo de estos choques consiste en el poder subyugante del puro “polemos” y cuándo comenzamos a depurar elementos para la praxis efectiva.
I- ¿Es posible ser comunista sin Marx?, de Toni Negri


  

¿Es posible ser comunista sin ser marxista? Es evidente que sí. Debo decir que no resulta frecuente este tipo de discusión entre compañeros e intelectuales críticos aunque sean de diferentes extracciones. Especialmente de Francia –aunque las consideraciones que siguen se refieran principalmente a Francia. Sin embargo, debo confesar, que a menudo me aburre pensar sobre estos temas ya que hay líneas bastante diversas y contradictorias que rara vez permiten confrontarse mediante verificaciones o soluciones experimentales. Se trata, a menudo, de confrontar con retóricas que abordan la práctica política de manera abstracta.  Y, sin embargo, a veces, me encuentro con posiciones que niegan que podamos ser comunistas a pesar de declararnos marxistas comunistas. Finalmente, como ejemplo, un importante estudioso –quien a pesar de haber desarrollado en el pasado las hipótesis maoístas más radicales– me comentaba que si se atuviese al marxismo revolucionario que predicaba la «extinción del Estado» después de la conquista proletaria del poder, como ciertamente ese objetivo no se logró,  ya no podía declararse «comunista». ¡Algo así como decir que el cristianismo es falso, porque el Juicio Universal no se alcanzó en los tiempos previstos en el Apocalipsis de San Juan y porque la “resurrección de los muertos” no se encuentra frente a nuestros ojos!  Agregando que, en la época del desencanto, es decir, sobre el fin de siglo, el mundo cristiano y la crisis de la escatología socialista equívocamente parecían estar bajo el mismo paraguas, ser de igual orden epistemológico, lo que es totalmente falso. Es cierto que el cristianismo es falso, pero creo que lo es por razones muy diferentes. Y si el comunismo es falso, no lo es seguramente debido a que la esperanza escatológica no se ha alcanzado en este caso: de hecho, no estoy diciendo que no estaba implícita en la premisa,  sólo que muchas de las «profecías» (mejor dicho de los dispositivos teóricos) del comunismo marxista se han realizado al punto que hoy en día es imposible abordar la lucha contra la esclavitud del capital  sin Marx. Por esta razón, probablemente, sería importante volver al cristianismo de Cristo y al comunismo de Marx.

Pero entonces, ¿qué? No se produjo la extinción del Estado en Rusia, y en China éste se ha convertido en un Estado todo poderoso mientras que el común se ha organizado (y falsificado) bajo la forma de lo público: el estatalismo ha ganado y, a continuación, sobre esta hegemonía, se ha impuesto no el común, sino un capitalismo burocrático altamente centralizado. Sin embargo, me parece que a través de las grandes experiencias revolucionarias comunistas del siglo XX, la idea de una «democracia absoluta» y de un «común de los hombres», se han demostrado posibles. Y me refiero a la «democracia absoluta» como proyecto político que se construye más allá de la democracia “relativa” del Estado liberal, y por lo tanto como índice de una revolución radical contra el Estado, a partir de una práctica de resistencia y construcción del «común» contra lo «público», contra el rechazo a la existencia y a la negativa del ejercicio del poder constituyente por parte de la clase trabajadora explotada.


Aquí está la diferencia. Cualquiera que sea la conclusión, el comunismo (el que se mueve de acuerdo a la hipótesis marxista) se ha probado (sin ni siquiera alcanzarlo) a través de un conjunto de prácticas que no son aleatorias, no son sólo transitorias: se trata de  prácticas ontológicas. La pregunta, entonces, si se puede ser comunista sin ser marxistas, debe en primer lugar confrontarse con la dimensión ontológica del comunismo, con la determinación materialista de esta ontología, con sus residuos efectivos, con la irreversibilidad de ese episodio en la realidad y el deseo colectivo de los hombres. El comunismo es una construcción, ha formulado Marx, una ontología, es decir, la construcción de una nueva sociedad por parte del hombre productor, del trabajador colectivo, a través de un accionar que resulta ser eficaz, ya que resulta en un » incremento del ser”.

Este proceso se ha dado aleatoriamente, esta experiencia se ha logrado parcialmente. El hecho de que haya sido derrotado, no demuestra que sea imposible: de hecho se ha demostrado que es real, que es posible. Muchos millones de hombres y mujeres han trabajado, pensado y vivido alrededor de esta posibilidad. Nadie niega que la era del «socialismo real» haya cedido y que haya sido atravesada por horribles abusos. Sin embargo, ¿fueron estos de tal magnitud como para haber podido cancelar esa experiencia y  eliminado ese incremento del ser que la realización de los posibles eventos y su potencia revolucionaria habían construido? Si esto hubiera sucedido, incluso si lo negativo que ha afectado pesadamente a la historia del «socialismo real», hubiese producido una destrucción predominante del ser, la experiencia del comunismo se habría deslizado y dispersado en el aire.  Pero esto no ha sucedido. El proyecto de la «democracia absoluta», la instancia para construir el «común de los hombres» permanecen atractivas e intactas en nuestro deseo y en nuestra voluntad. Acaso la permanencia de este materialismo del deseo, ¿no demuestra la validez del pensamiento de Marx? ¿No es por lo tanto difícil, si no imposible, ser comunistas sin Marx?

A la objeción sobre el estatalismo que “necesariamente” se derivara de la práctica marxista, se debe responder rearticulando nuestro análisis: asumiendo el supuesto de que a pesar de que la acumulación del ser, el progreso de la «democracia absoluta», la afirmación de la libertad y la igualdad, hayan pasado a través de y sufrieran constantemente pausas, interrupciones, y desastres, sin embargo, esta acumulación ha sido más fuerte que los momentos destructivos que hubieran podido conocerse. Este proceso, de hecho, no es intencional ni teleológico; tampoco forma parte de la filosofía de la historia: y no lo es porque esta acumulación del ser, aunque vive a través de los acontecimientos de la historia, no es el producto del destino, ni de la providencia, sino el resultado, la intersección de miles y miles de prácticas y voluntades, transformación y metamorfosis que han constituido el sujeto. Esa historia, esta acumulación es el producto de la singularidad concreta (que la historia aquí nos muestra en acción) y de la producción de subjetividad. Nosotros la asumimos y la describimos a posteriori. No tiene nada de necesaria, todo es contingente aunque con conclusión, todo es aleatorio pero construido en la historia que contamos. Nihil factum infectum fieri potest : ¿existe tal vez una filosofía de la historia donde los seres vivos deseen sólo continuar viviendo y por lo tanto expresar una teleología intencional de la vida? La «voluntad de vivir» no resuelve los problemas y dificultades de la vida, presentes en el deseo como urgencia y potencia de constitución del mundo. Si hay lagunas y saltos estos se revelan en la continuidad histórica – una continuidad siempre irregular, pero progresiva- incluso globalmente, ontologicamente catastrófica. El ser no puede ser completamente destruido.

Otro tema está referido a cómo la acumulación del ser construye el común. El común no es una razón necesaria –pero es un aumento del ser porque el hombre desea ser multiplicidad, establecer relaciones, ser multitud– no pudiendo estar solo, sufriendo el dolor de la soledad. En segundo lugar, la acumulación del ser, incluso, no tiene ni identidad ni origen: él mismo es un producto de la diversidad y del consenso o desacuerdo entre las singularidades, la articulación de las construcciones lingüísticas y determinaciones históricas, y el fruto de los encuentros y desencuentros. Se debe particularmente enfatizar que el común no debe ser visto como el  universal. Puede contenerlo y expresarlo, pero no se reduce a él, es más dinámico y prolongado temporalmente. Lo universal puede predicarse de cualquiera y de todas las personas. Pero el concepto de individuo auto-subsistente es contradictorio. No hay individualidad, sólo relación de las singularidades. El común recompone el conjunto de las singularidades. Esta diferencia del común y del universal es absolutamente crucial aquí: Spinoza la define cuando, ante el vacío general del universal y la inconsistencia del individuo, opone la determinación concreta de las «nociones comunes». Lo universal es aquello que en el aislamiento, en la soledad, todo sujeto puede pensar; lo común es por el contrario lo que cada singularidad puede construir, construir ontologicamente a partir del hecho de que cada singularidad es múltiple pero determinada concretamente  en la multiplicidad, en la relación común. La universalidad está dicha desde lo múltiple mientras que el común está determinado y construido a través de lo múltiple y lo especificado. La universalidad considera al común como un abstracto y lo inmoviliza en el curso histórico: el común substrae lo universal a la inmovilidad y a la repetición. Y lo construye en cambio concretamente.

Pero todo esto presupone la ontología. Aquí es donde el comunismo tiene necesidad de Marx: para implantarse en el común, en la ontología. Y viceversa. Sin ontología histórica no hay comunismo.

¿Se puede ser comunista sin ser marxista? A diferencia del «maoísmo» francés, que nunca frecuentó  a Marx (sobre lo que volveremos más adelante), Deleuze y Guattari, por ejemplo, fueron comunistas sin ser marxistas, y lo fueron de manera extremadamente eficaz, al punto que se le atribuye a un Deleuze post-mortem el libro La grandeza de Marx. Deleuze y Guattari construyeron el comunismo a través de los agenciamientos colectivos y de un materialismo metodológico que, mientras los acerca al marxismo, los mantiene distantes del socialismo clásico y, por tanto, de cualquier ideal orgánico del socialismo o el comunismo estatista. Ciertamente, Deleuze y Guattari, sin embargo, se declararían comunistas. ¿Por qué? Por qué sin ser marxistas, participaron en los movimientos de pensamiento que se abrieron continuamente a la práctica y a la militancia comunista. En particular, su materialismo fue ontológico, su comunismo se desarrolló sobre las mil mesetas de la práctica transformadora. Faltaba una historia, aquella positiva que a menudo puede ayudar a la elaboración y a la comprensión de la dinámica de la subjetividad (en Foucault, este dispositivo será integrado a posteriori en la ontología crítica): sin embargo, a veces, la historiografía positivista, aunque también la historia, puede ser inscripta al interior de la metodología materialista, sin aquellos oropeles cronológicos y aquella excesiva insistencia en los acontecimientos, propios de cualquier historicismo – y es esto precisamente lo que sucede con Deleuze y Guattari. Insisto sobre la complementariedad entre el materialismo y la ontología porque la historia (que en la perspectiva tanto del idealismo clásico como del positivismo, sin duda se inspira en la filosofía, pero dirigida a la  hipóstasis política y ética, y por lo tanto a negar la dimensión ontológica) puede, sin embargo, a veces, ser tácita aunque efectivamente subsumida – cuando la ontología se constituye en un dispositivo especialmente fuerte, como en el caso de Deleuze y Guattari. No debemos olvidar que el marxismo no vive sólo en la ciencia sino que se desarrolla al interior de la experiencia «situada»: el marxismo es frecuentemente revelado por los dispositivos militantes.

Diferentes son las cosas cuando, por ejemplo, se compara nuestro problema (comunismo / marxismo/ historia / ontología) con las numerosas variantes del socialismo utópico, especialmente con aquellas derivadas del «maoísmo». La experiencia francesa del «maoísmo» es testigo de la propagación de una especie de «odio por la historia”, que – y es aquí donde su deficiencia es terrible – se ha revelado como  muy incómoda cuando se trataba de producir los objetivos políticos. Así, de hecho, el abandono de la historia, significó no solo el abandono del marxismo, sino también el de la política. Paradójicamente se repetía en dirección opuesta, lo que había sucedido en Francia, durante la fundación de la escuela de los  Annales  de Marc Bloch y Lucien Febvre: el marxismo fue introducido en la discusión filosófica a través de la historiografía. ¡Así es como la historiografía devino en política!

Lo mismo sucede con el socialismo utópico: hay que reconocer sin embargo,  que en algunas de sus experiencias (fuera de la variante maoísta), se han planteado, no siempre, pero a menudo, conexiones materialistas entre la ontología y la historia. Basta pensar –en lo que respecta a la experiencia francesa– en los aportes formidables de Henri Lefebvre. El desafío es entender cómo y en qué medida, dentro de esta gama de posiciones diferentes, emergen enfoques que a veces (en nombre de la universalidad del proyecto político propuesto) se oponen a la praxis ontológica –negando por ejemplo, la historicidad de las categorías tales como la «acumulación primitiva»–, y proponiendo en consecuencia la hipótesis de un comunismo como mera restauración inmediata, de los commons, o sea, desvalorizando la metamorfosis productiva que da lugar a las diversas «composiciones técnicas» de la fuerza de trabajo (esto es, realmente, la producción materialista de la subjetividad en la relación entre relaciones productivas y fuerzas productivas) De esta manera, el origen de la protesta comunista etc. etc., se direcciona, de manera radical, hacia la naturaleza humana (siempre bajo la misma forma sub Arithmeticae): se trata, evidentemente, de la reedición del idealismo bajo su figura trascendental.

Así por ejemplo, hemos visto recientemente como Jacques Rancière acentúa los dispositivos que niegan toda conexión ontológica entre el materialismo histórico y el comunismo. La perspectiva de la emancipación del trabajo se desarrolla, de hecho, en su investigación, en términos de la autenticidad de la conciencia, asumiéndose así la subjetividad en términos individuales, y dejando de lado en ese momento –antes de comenzar- toda posibilidad de designar como común a la producción de subjetividad. Además, la acción emancipatoria queda aquí fuera de toda determinación histórica, proclamando su independencia de la temporalidad concreta: la política, para Rancière, es una acción paradójica que separa el sujeto de la historia, de la sociedad, de las instituciones, mientras que sin aquella participación (esa inherencia que puede ser radicalmente contradictoria), el sujeto político no sería ni siquiera previsible. El movimiento de emancipación, la «política» pierde por lo tanto toda característica de antagonismo, no en abstracto, sino en el terreno concreto de las luchas;  la determinación de la explotación desaparece y, (paralelamente), la acumulación del poder enemigo, de la policía (siempre representada tras una figura indeterminada, no cuantificable) ya no constituye más un problema.  Cuando el discurso de la emancipación no se basa en la ontología, se convierte en utopía, en sueño individual, dejando que el tiempo lo encuentre.

Hemos entrado en la era de la  res media (cosa mediática), al punto de preguntarnos si ha existido en Francia (después del sesenta y ocho), alguna vez, algún comunismo relacionado con el marxismo. Sin duda que el estalinismo y el trotskismo –tanto el uno como el otro-lo han sido (y siguen siendo) variantes del comunismo, y copartícipes de una historia lejana y esotérica. Pero cuando se trata de la filosofía del 68, aquí hay un rechazo radical del marxismo. Queremos referirnos principalmente a las posiciones de Badiou, que gozan de cierta popularidad.

Una rápida aclaración. Cuando Rancière, en tiempos del 68, desarrolló (después de participar en la lectura conjunta de El Capital) una fuerte crítica a la posición de Althusser, poniendo de relieve cómo en la crítica al humanismo marxista (que solo después del 68 – con cierto retardo- se abriría con Althusser a la crítica del estalinismo) subsistían en realidad los mismos presupuestos intelectualistas del «hombre del partido» y la abstracción estructuralista del «proceso sin sujeto», tenía razón en sus argumentos. Pero, ¿no debería hoy  Rancière plantear las mismas críticas en su discusión con Badiou? Para Badiou, también de hecho,  solamente la independencia de la razón resulta ser la garantía de la verdad y de una sistemática autonomía ideológica; sólo bajo estas condiciones Badiou determina la definición del comunismo.  “Bajo la apariencias de lo múltiple, ¿no estamos acaso frente a aquella vieja concepción de superioridad de la filosofía?”, se preguntaban Deleuze y Guattari. Resulta muy difícil saber dónde se encuentran para Badiou las condiciones ontológicas del sujeto y de la ruptura revolucionaria. Para él, de hecho, cualquier movimiento de masas constituye una perfomance pequeño burguesa; toda lucha inmediata, del trabajo material o cognitivo, de la clase o del “obrero social es algo que nunca alcanza a la sustancia del poder. Toda ampliación de la capacidad colectiva de producción del sujeto proletario no será más que una prolongación de su propio sometimiento a la lógica del sistema; aquí el objeto resulta inalcanzable y el sujeto indefinido, salvo que la teoría lo produzca, que lo discipline  adecuándolo a la verdad y elevándolo al acontecimiento – más allá de la práctica política, más allá de la historia. Pero esto resulta ser exiguo comparado con lo que nos espera si seguimos el pensamiento de Badiou: todo cuadro de lucha, específicamente determinado, le parece (si la teoría y la experiencia le atribuyen una potencia subversiva) sólo una alucinación onírica. Por ejemplo, insistir para Badiou en el «poder constituyente» sería  fantasear sobre la transformación de un imaginario «derecho natural» en un poder político revolucionario. Sólo un “acontecimiento” nos puede salvar: un acontecimiento que esté fuera de toda existencia subjetiva capaz de determinarlo y de toda estrategia pragmática que represente el dispositivo. El acontecimiento, para Badiou, (sea la crucifixión de Cristo o la resurrección; la Revolución Francesa o la Revolución Cultural china, etc.) es siempre definido a posteriori, y por lo tanto como un requisito previo y no como un producto de la historia. En consecuencia paradójicamente, el evento revolucionario existe sin Jesús,  ni  Robespierre,  ni Mao. Pero, privados de toda lógica interna de producción del acontecimiento, ¿cómo se puede distinguir el acontecimiento de un hecho de fe? Badiou, en realidad, se limita a repetir la mística aclaración, normalmente atribuida a Tertuliano: » Creo quia absurdum » –creo, porque es absurdo. Aquí, la ontología es aniquilada. Y el razonamiento comunista es reducido a un golpe de locura,  a un asunto del espíritu. Para decirlo sin rodeos, repitiendo a Deleuze y Guattari: «el acontecimiento mismo aparece (según Badiou) menos como una singularidad que como un punto aleatorio, separado, que se agrega o sustrae al lugar, ya como trascendencia de la nada, ya como verdad de la nada, sin que se pueda dar cuenta sobre la pertenencia del acontecimiento a la situación en la que encuentra su lugar (indecidible). Puede ocurrir,  por el contrario, que se produzca, como simple tiro de dados,  una intervención sobre el lugar que califique el acontecimiento y que lo haga entrar en la situación, como potencia de “hacer” acontecimiento”.

Ahora, resulta fácil comprender algunos de los supuestos de estas posiciones teóricas (que a menudo parten de una atormentada y compartida autocrítica sobre las prácticas revolucionarias ocurridas) Se trataba de hecho, en primer lugar, de destruir toda referencia a la historia de un «socialismo real», si bien derrotado, y a menudo siempre plagado de premisas dogmáticas y de una orgánica predisposición a la traición. En segundo lugar, querían evitar el establecimiento de toda relación entre la dinámica de los movimientos subversivos y el contenido de las instituciones de desarrollo capitalista. Jugar con estos dentro de/contra de, como la tradición sindical proponía, había producido, de hecho, la corrupción del deseo revolucionario y la ilusión de la voluntad puesta en la lucha. Para extraer finalmente, detrás de estos objetivos críticos la conclusión que hoy, todo intento político, táctico o estratégico, de reconstrucción de una práctica comunista así como la dificultad para su ejercicio, están excluidos de toda perspectiva de liberación;  que no puede darse un proyecto constituyente o de transformación, ni ninguna propuesta de transformación en la dimensión material, inmediatamente antagónica en la lucha;  y que toda tentativa de dar cuenta de las formas contemporáneas de dominación, cualquier fuera la forma que éstas desarrollen, son, sin embargo, absorbidas por el comando capitalista; que en última instancia, cualquier referencia a las luchas dentro de un tejido biopolítico, es decir aquellas luchas que consideran al welfare en una perspectiva materialista, no representan otra cosa que una regurgitación vitalista. Bien, todo esto tiene un solo significado: la negación de la lucha de clases. Más aún, siguiendo el «extremismo» badiousiano, el proyecto del comunismo no puede existir sino de manera privada y dentro de formas de sustracción del poder, y la nueva comunidad sólo podrá ser el producto de los sin comunidad (como en otro lado sostiene Rancière). Lo que ofende en este proyecto es la pureza con la que se presenta, porque cuando las formas de la inteligencia colectiva son a tal punto despreciadas –en la medida que toda forma de inteligencia producida en la historia concreta de la humanidad es reconducida a la lógica del sistema de producción capitalista– entonces, no hay nada que hacer. O más bien, nos conduce a confirmar la observación que ya se hiciera anteriormente, es decir, que la  pragmática materialista (la que hemos conocido en Maquiavelo y Nietzsche, en Spinoza y Deleuze), aquel movimiento que se vale exclusivamente por sí mismo, aquel trabajo que sólo se abre a su propio poder, aquella inmanencia que se centra en la acción y en el acto de la producción del ser, es, en todo caso, más comunista que cualquier otra utopía que tenga una delicada relación con la historia y formales incertidumbres con la ontología.

No creemos, por lo tanto, que se pueda hablar de comunismo sin Marx. Por supuesto, el marxismo está siendo profundo y radicalmente revisado y renovado. Aunque incluso, esta transformación creativa del materialismo histórico pueda hacerse siguiendo las instrucciones de Marx – condimentada con aquellas derivadas de la corriente «alternativa» vividas en la modernidad, desde Maquiavelo a Spinoza, desde Nietzsche a Foucault y Deleuze. Y si Marx estudió las leyes del movimiento de la sociedad capitalista, ahora se trata de estudiar las leyes de trabajo obrero; más bien, de la actividad social en su totalidad;  la producción de subjetividad tras la subsunción de la sociedad en el capital y la inmanencia de la resistencia en la explotación, ahora bajo un horizonte global. Hoy en día no alcanza con estudiar las leyes del capital; debemos trabajar la expresión del poder de la rebelión de los trabajadores en todas partes. Siempre siguiendo a Marx: “lo que nos interesa es el trabajo no como objeto sino como actividad; no como un valor en sí mismo sino como la fuente viva del valor. Frente al capital, en el que la riqueza general existe objetivamente, como una realidad, el trabajo es la riqueza general como su posibilidad, que se confirma en la actividad como tal. No es por tanto una contradicción decir que el trabajo es, por un lado, la pobreza absoluta como objeto, y por el  otro es la posibilidad general de la riqueza como sujeto y como actividad«. Pero, ¿cómo tomar el trabajo de esta manera, es decir, como sujeto político y no como objeto sociológico? Este es el problema, este es el nudo de la investigación. Sólo mediante la resolución de este problema podemos hablar de comunismo – y, si es necesario, (y casi siempre lo es), ensuciarse las manos. Todo lo demás es cháchara intelectualista.

De Pies a Cabeza:

MANIFIESTO EDITORIAL


La cosa arranca con un pequeño desplazamiento: sacamos al fútbol de la sobremesa, de los pasillos de las facultades y los tiempos muertos en los horarios de trabajo, del corrillo a los apurones, de esas noches largas, insoportables… Si el fútbol trafica deseos, vivencias e intensidades, si se vuelve en muchos momentos registro y caldo de mutaciones en las formas de vida, si tiene capacidad de afectar y ser afectado por el mundo, el fútbol pide a gritos centralidad. Gritamos con él. Un grito eufórico, insensato y justo, desesperado y divertido, un grito que abre zonas de pensamiento. Porque el fútbol ya tiene centralidad, y el grito que hace escribir es de reconocimiento, de humildad, porque los que se dedican a los “oficios intelectuales” -vale decir los oficiales del intelecto- se permiten la veleidad de la ceguera. 



El fútbol mismo piensa. Es un modo de pensamiento; no únicamente lo pensado/valorado, sino un lugar desde el cual pensar/valorar. Un lugar de enunciación, y no solamente lo (una y mil veces) enunciado. Hablar de fútbol, hablar de las cosas desde una matriz futbolera, hablar futbolero, en fin, hablar-fútbol (por cierto que no hay mayor proveedor de metáforas en nuestra habla argentina que el fútbol, pero no se trata solo de eso). Y si creemos que desde ahí se piensa (o como diría Nietzsche: desconfío de todo pensamiento que no sea a su vez una fiesta de los músculos), el mundo de la pelota es entonces un lugar de acontecimientos. Acontecimientos que cuando nos atraviesan se convierten en problemas más o menos urgentes.El fútbol, entonces, como el pensamiento por otros medios. Unos medios no-mediáticos. Un pensamiento que pica, se juega, se mueve, que involucra músculos, nervios y estados de ánimo; un pensamiento que late
Fútbol estimulante de los pueblos, latir colectivo. Pero si bien criticamos la definición del fútbol como alienación colectiva, no gambeteemos el problema; este espacio se despliega con una apuesta política clara: el fútbol como estimulante de lo colectivo en tanto esté liberado (de las capturas mediáticas, publicitarias, políticas…). Menuda tarea. El fútbol se ha vuelto representación y simulacro del mundo. Un gran relato que es en realidad un monólogo. Una locución del mundo y de la vida. Para nosotros, en cambio, el fútbol no representa o identifica, sino que es acceso al mundo y fábrica de mundo (es un lenguaje, un saber, una serie de códigos e imágenes…). Así, un corrimiento: del mundo del fútbol, al mundo-fútbol. 
Un mundo-fútbol en donde se expresan y entrenan dispositivos de poder, inteligencias colectivas, proyectos vitales, modos de estar, lógicas sociales, mutaciones corporales y estéticas, éticas y morales. Formas de jugar… Estamos jugados. En tanto el fútbol es presa de las más intrincadas operaciones de todo lo turbio en este mundo, se abre como campo de batalla. Terreno donde los poderes se ejercen, terreno donde pueden ser combatidos. Los intereses espurios y las explotaciones de tan diversa calaña solo anidan en el fútbol porque le reconocen una inagotable fuente de pasiones auto-instituidas. La presencia del enemigo muestra el patrimonio fundante del nosotros y es otro motivo para hacer fuerza, ir a trabar, despejar y hacer jueguito con el fobal en nuestro sentido. 
Es así, hay un nosotros-fútbol. Por eso la cosa arranca también con la apuesta de desplegar una mirada generacional del fútbol. Por un lado, las memorias compartidas; los recuerdos de esos equipos, las risas sincronizadas, los códigos, aquellos álbumes de figuritas de la infancia, los videojuegos… pero también las vivencias del mismo cinismo: fuimos apalabrados por los mismos periodistas y expertos. Por otro lado, valoramos y recuperamos saberes generacionales que nos son comunes; las estrategias del aguante, la información sensible y vital de la época, los mismos desencantos y odios, los mismos trayectos por diferentes tribunas… Un común-sensible. Porque finalmente, sobre el verde césped corren y chocan colores enfrentados, fragmentando asimismo el espectro social en cuadros que se odian, tanto como se necesitan. La separación que induce el fútbol no es una partición, es una compartición: estilos, regiones, cantitos y nomenclaturas, colores tan ricamente variados, corremos todos, somos expresiones, todos, de un mismo deseo. 
Por último, esto es también un llamamiento a la des-vergüenza. Convocamos a pibes y pibas a desvergonzarse: el fútbol, como el rock, son textos generacionales. Cuántas historias, estrategias, cuánta secuencia y anécdota hay en la experiencia-fútbol, en la vida-futbol. En sus pliegues hay una potencia de combustible para la creación de nuevas imágenes para habitar la época. No son saberes bajos, no son objetos de estudios meramente académicos, no son únicamente tatuajes escondidos bajo las remeras; son lugares desde los cuales reinventar el mundo. En el fútbol, millones de nosotros hacemos historia. Tomando la experiencia y las memorias de las generaciones pasadas (el pensamiento generacional habilita lo inter-generacional), recreamos el espacio para los que vengan después. Desaforos y canciones, formas de estar en la cacha y de hacer fuerza y de jugar a la pelota y de conmoverse, nuestros gritos futboleros ligan el pasado con el futuro. (Presente es eso: un lugar imposible entre un pasado a disponer y un futuro a ser jugado.) 
Es así nomás, presionamos en el área contraria y recuperamos la pelota. Nos toca jugar a nosotros, somos un equipo que arriesga y va para adelante, y, sobre todo, que tira mucha pared. Paredes que, en el fútbol, no limitan, paredes que multiplican los senderos trazados en la vegetación –neutral pero cargada de hostilidades-, paredes que propagan las instancias de presencia nuestra. Levantamos la cabeza, los pies sensibles, y empezamos a tocar…

Batman x 2

Dictadura del proletariado en Ciudad Gótica

por Slavoj Žižek



The Dark Knight Rises confirma una vez más la forma en que los éxitos de taquilla de Hollywood son indicadores precisos de las problemáticas ideológicas de nuestras sociedades. He aquí (de modo resumido) su argumento. Ocho años después de los acontecimientos de The Dark Knight, la entrega anterior de la saga de Batman, la ley y el orden prevalecen en ciudad Gótica: en virtud de las facultades extraordinarias conferidas por la Ley Dent, el Comisario Gordon casi ha erradicado la violencia y el crimen organizado. Sin embargo, él se siente culpable porque los crímenes de Harvey Dent se han encubierto (Dent cayó muerto, cuando trató de matar al hijo de Gordon, antes de que Batman lo salvara, y Batman aceptó la culpa de la caída para dar forma al mito de Dent, por lo que consiguió que el mismo fuera demonizado como el villano de Ciudad Gótica), y planea admitir la conspiración en un acto público de celebración a Dent, pero decide que la ciudad no está preparada para escuchar la verdad. Bruce Wayne, quien ya no está más activo como Batman, vive aislado en su propiedad, mientras que su compañía se está desmoronando después de que invirtió en un proyecto de energía limpia diseñado para aprovechar la energía de fusión, pero que fue apagado después de que se descubriera que el núcleo podía ser modificado para convertirse en un arma nuclear. La bella Tate Miranda, miembro de la junta directiva de Wayne Enterprises, intenta animar a Wayne para volver a la sociedad y continuar con su trabajo filantrópico.
Aquí entra el (primer) villano de la película: Bane, líder terrorista que fue miembro de la Liga de las Sombras, y consigue una copia del discurso de Gordon. Después de que las maquinaciones financieras de Bane lleven a la empresa de Wayne cerca de la bancarrota, este último confía en Miranda para controlar su empresa y se envuelve en una breve relación amorosa con ella. (Cuestión en lo que ella compite con Selina Kyle, una gata ladrona que roba a los ricos con el fin de redistribuir la riqueza, pero que finalmente se reúne con Wayne y las fuerzas de la ley y el orden.) Al saber de la motivación de Bane, Wayne vuelve a ser Batman y lo enfrenta, mientras Bane asegura haberse hecho cargo de la Liga de las Sombras después de la muerte de Ra’s Al Ghul. Después de lesionar a Batman en un combate cuerpo a cuerpo, Bane lo detiene en una prisión de la que es prácticamente imposible escapar. Sus compañeros de prisión le cuentan a Wayne la historia de la única persona que alguna vez logró fugarse con éxito: un pequeño movido por la necesidad y la fuerza de voluntad. Al mismo tiempo en que un encarcelado Wayne se recupera de sus heridas y vuelve a entrenarse a sí mismo para ser Batman, Bane tiene éxito en la transformación de Ciudad Gótica en una aislada ciudad-estado. Primero atrae a la mayoría de la policía de Gótica a las alcantarillas y los deja atrapados allí, luego pone en marcha explosiones que destruyen la mayoría de los puentes que conectan la ciudad con el continente, anunciando que cualquier intento de salir de la ciudad se traducirá en la detonación del núcleo de fusión de Wayne, del que se apoderado, convirtiéndolo en una bomba.
En este punto, llegamos al momento crucial de la película: el asalto de Bane es acompañado de una gran ofensiva político-ideológica. Bane revela públicamente el engaño de la muerte de Dent y libera a los prisioneros encerrados bajo la Ley Dent. Condenando a los ricos y poderosos, él se compromete a restaurar el poder del pueblo, y emplaza a la gente común a que “se ocupe de su ciudad nuevamente” – Bane se revela como «el último ocupa de Wall Street, llamando al 99% a unírsele y derrocar a las élites de la sociedad»[1]. Lo que sigue es la idea de la película del poder popular: ejemplos de los juicios sumarios y las ejecuciones de los ricos, calles llenas de crimen y maldad… un par de meses más tarde, mientras que Ciudad Gótica sigue sufriendo el terror popular, Wayne escapa exitosamente de la cárcel, regresa a la ciudad como Batman, enlista a sus amigos para ayudar a liberarla y detener la bomba de fusión antes de que ella explote. Batman se enfrenta y somete a Bane, pero interviene Miranda y lo apuñala – la benefactora social se revela como Talia al Ghul, la hija de Ra’s: fue ella quien se escapó de la prisión cuando pequeña, y Bane fue la única persona que la ayudó en su escape. Después de anunciar su plan para completar el trabajo de su padre destruyendo Gótica, Talia se escapa. En el caos que viene a continuación, Gordon acaba con la capacidad de la bomba para ser detonada a distancia, mientras que Selina mata a Bane, lo que deja a Batman libre para perseguir a Talia. Él trata de obligarla a llevar la bomba a la cámara de fusión donde puede ser estabilizada, pero ella inunda la cámara. Talia muere cuando su camión se estrella fuera del camino, confiando en que la bomba no puede ser detenida. Con un helicóptero especial, Batman arrastra la bomba más allá de los límites de la ciudad, donde se detona sobre el océano y, supuestamente, lo mata.
Batman es ahora celebrado como un héroe cuyo sacrificio salvó a Ciudad Gótica, mientras que Wayne se cree muerto en los disturbios. Después de que sus bienes fueran divididos, Alfred ve a Bruce y Selina, juntos y con vida en un café en Florencia, mientras que Blake, un joven policía honesto que sabía acerca de la identidad de Batman, hereda la Baticueva. En resumen, «Batman salva el día, sale indemne y se mueve hacia una vida normal, con alguien más reemplazándolo en su papel de defender el sistema»[2]. La primera pista acerca de los fundamentos ideológicos de este final es proporcionada por Gordon, quien en el (supuesto) funeral de Wayne, lee las últimas líneas de laHistoria de dos Ciudades de Dickens: «Esto que hago ahora, es mejor, mucho mejor que cuanto hice; y el descanso que voy a lograr es mucho más agradable que cuanto conocí anteriormente». Algunos críticos de la película toman esta cita como una indicación de que el filme «se eleva a nivel de lo más noble del arte occidental. La película apela al corazón de la tradición estadounidense: el ideal del noble sacrificio de la gente común. Batman debe humillarse a sí mismo para ser exaltado, y dar su vida para encontrar una nueva. […] Como una última figura cristiana¬–, Batman se sacrifica a sí mismo para salvar a los otros»[3].
Y, en efecto, desde esta perspectiva, sólo hay un paso atrás de Dickens a Cristo en el Calvario: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por mi causa, la hallará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? “(Mateo 16:25 26). ¿El sacrificio de Batman como la repetición de la muerte de Cristo? ¿No está esa idea comprometida por la última escena de la película (Wayne con Selena en un café de Florencia)? ¿No es el equivalente religioso de este final más bien la idea blasfema bien conocida de que Cristo en realidad sobrevivió a su crucifixión y vivió una larga y pacífica vida (en la India, o incluso en el Tíbet, según algunas fuentes)? La única manera de redimir a esta escena final habría sido leerla como un sueño (alucinación), de Alfred que se sienta solo en una cafetería de Florencia. La característica más dickensiana de la película es una denuncia despolitizada de la brecha entre los ricos y los pobres –al principio del film, Selina susurra a Wayne mientras están bailando en una exclusiva gala de la clase alta: “Se aproxima una tormenta, Sr. Wayne. Y es mejor que usted y sus amigos cierren las escotillas. Porque cuando llegue, ustedes van a preguntarse cómo es que pensaron que podían vivir tan a lo grande, y dejar tan poco para el resto de nosotros”. Nolan, como todo buen liberal, está “preocupado” por esta disparidad y él admite que esta preocupación penetra en la película:
«Lo que veo en la película que se relaciona con el mundo real es la idea de falta de honradez. La película entera trata de la llegada a un punto crítico […]. La noción de la equidad económica se apodera de la película, y la razón es doble. Una de ellas: Bruce Wayne es un multimillonario. Y eso tiene que ser abordado. […] Sin embargo, la segunda, es que hay un montón de cosas en la vida y la economía es una de ellas, en la que tenemos que tener un montón de confianza en lo que nos dicen, porque la mayoría de nosotros sentimos que no tenemos la herramientas analíticas para saber lo que está pasando. […] Yo no siento que exista una visión de izquierda o derecha en la película. Lo que hay es simplemente una evaluación honesta o una exploración honesta del mundo en que vivimos –las cosas que nos preocupan»[4].
Aunque los espectadores saben que Wayne es mega-rico, tienden a olvidar que su riqueza proviene de la fabricación de armas y la especulación en el mercado de valores, que es la razón por la que los juegos bursátiles de Bane pueden destruir su imperio –traficante de armas y especulador, ese es el verdadero secreto bajo la máscara de Batman. ¿Cómo se ocupa la película de ello? Resucita el tema arquetípico de Dickens de un buen capitalista que se dedica a la financiación de orfanatos (Wayne) versus un mal capitalista codicioso (Stryver, como en Dickens). En tal sobre-moralización dickesiana, la disparidad económica se traduce en “falta de honradez”, que debe ser “honestamente” analizada, a pesar de que no tengamos algún tipo de mapa congnocitivo confiable, y ese enfoque “honesto”, da lugar a un nuevo paralelismo con Dickens – como el hermano de Christopher Nolan, Jonathan (quien co-escribió el guión) dijo sin rodeos: «Para mí Historia de Dos Ciudades fue el más terrible retrato de una civilización conocida y descriptible que se cae completamente a pedazos. Los terrores en París, en Francia en ese período; no es difícil imaginar que las cosas podrían ir tan mal y de forma equivocada»[5]. Las escenas de la revuelta vengativa populista en la película (una turba sedienta de la sangre de los ricos que los han ignorado y explotado) evocan la descripción de Dickens del reinado del Terror, por lo que, aunque la película no tiene nada que ver con la política, sigue la novela de Dickens en retratar “honestamente” revolucionarios como poseídos fanáticos y así proporciona «la caricatura de lo que en la vida real sería un revolucionario comprometido ideológicamente al combate de la injusticia estructural. Hollywood le dice lo que el stablishment quiere que sepa –los revolucionarios son criaturas brutales, con absoluto desprecio por la vida humana. A pesar de la retórica emancipadora de la liberación, tienen planes siniestros ocultos. Entonces, cualesquiera que sean sus razones, tienen que ser eliminados»[6].
Tom Charity estaba en lo correcto al señalar la “defensa de la película del stablishment bajo la forma de multimillonarios filantropos y una policía incorruptible”[7] – en su desconfianza de la gente haciéndose cargo de las cosas con sus propias manos, la película «demuestra, al mismo tiempo, un deseo de justicia social como un temor de que eso pueda realmente verse en las manos de una turba»[8]. Karthick aquí plantea una perspicaz pregunta con respecto a la inmensa popularidad de la figura del Joker de la película anterior: ¿por qué una disposición tan dura hacia Bane cuando el Joker fue tratado con clemencia en la película precedente? La respuesta es simple y convincente:
«El Joker, llamando a la anarquía en su forma más pura, críticamente subraya las hipocresías de la civilización burguesa, tal como existe, pero sus opiniones son incapaces de traducirse a la acción de las masas. Por otro lado, Bane, plantea una amenaza existencial para el sistema opresivo. […] Su fuerza no es sólo su físico sino también su capacidad para comandar a la gente y movilizarlos para alcanzar un objetivo político. Él representa a la vanguardia, el representante organizado de los oprimidos que promueve la lucha política en nombre de ellos para generar cambios sociales. Es la fuerza, con el mayor potencial subversivo, que el sistema no puede acomodar. Tiene que ser eliminado»[9].
Sin embargo, incluso si Bane carece de la fascinación del Joker de Heath Ledger, hay una característica que lo distingue de este último: amor incondicional, la misma fuente de su dureza. En una breve pero emotiva escena, vemos cómo, en un acto de amor en medio de terribles sufrimientos, Bane cuida a la pequeña Talia, sin importarle las consecuencias y pagando un precio terrible por ello (fue golpeado en cada pulgada de su cuerpo mientras la defendía). Karthick está totalmente justificado al localizar este evento en la larga tradición, desde Cristo hasta el Che Guevara, que exalta la violencia como una “obra de amor”, como en las famosas líneas del diario del Che Guevara: «déjenme decir, con el riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario es guiado por un fuerte sentimiento de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad»[10]. Lo que encontramos aquí no es tanto la “Cristinización del Che” sino más bien un “Cheitización” del propio Cristo –el Cristo de las “escandalosas” palabras de Lucas («Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre, su esposa e hijos, sus hermanos y hermanas – e, incluso su propia vida – no puede ser mi discípulo» (14:26) , punto que va en exactamente la misma dirección que la famosa frase del Che: «Tú tienes que endurecerte, pero sin perder la ternura»[11]. La declaración de que “el verdadero revolucionario es guiado por un gran sentimiento de amor” debería ser interpretada conjuntamente con la mucho más problemática afirmación del Che Guevara sobre los revolucionarios como “máquinas de matar”:
«El odio es un elemento de lucha, el odio implacable del enemigo que nos impulsa a ir más allá de los límites naturales de los hombres y transformarnos en máquinas efectivas, violentas, selectivas y asesinos fríos. Nuestros soldados deben ser así, una persona sin odio no puede derrotar a un enemigo brutal»[12].
O, parafraseando a Kant y Robespierre una vez más: un amor sin crueldad es impotente; una crueldad sin amor es ciega, una pasión efímera que pierde su ventaja persistentemente. Guevara está aquí parafraseando las declaraciones de Cristo en la unidad del amor y la espada: en ambos casos, la paradoja subyacente es que lo que hace el amor Angélico, lo que lo eleva sobre mero sentimentalismo inestable y patético, es su crueldad, su vínculo con la violencia –es este vínculo que asciende al amor sobre y más allá de las limitaciones naturales del hombre y lo transforma en una unidad incondicional. Esto es por qué, detrás de The Dark Knight Rises, el único amor autentico en la película es el de Bane, el “terrorista”, en clara contraposición a Batman.
En el mismo sentido, la figura de Ra’s, el padre de Talia, merece una mirada más cercana. Ra’s es una mezcla de rasgos árabes y orientales, un agente del terror virtuoso luchando para equilibrar la dañada civilización occidental. Es interpretado por Liam Neeson, actor cuyo personaje en pantalla generalmente irradia bondad, dignidad y sabiduría (es Zeus en el Clash of Titans), y que también interpreta a Qui-Gon Jinn en La amenaza fantasma, el primer episodio de la serie Star Wars. Qui-Gon es un Caballero Jedi, el mentor de Obi-Wan Kenobi como también el primero en descubrir a Anakin Skywalker, creyendo que Anakin es el elegido que restablecerá el equilibrio del universo, haciendo caso omiso de las advertencias de Yoda acerca de la naturaleza inestable de Anakin; al final de la amenaza fantasma, Qui-Gon es asesinado por Darth Maul[13].
Ra’s en la trilogía de Batman, también es el maestro del joven Wayne: en Batman Begins, encuentra al joven Wayne en una prisión China; presentándose a sí mismo como “Henri Ducard”, le ofrece al niño un “camino”. Después Wayne es liberado, le sigue a la fortaleza de la Liga de las sombras, donde Ra’s está esperando, a pesar de que se presente como el siervo de otro hombre llamado Ra’s al Ghul. Al final de un entrenamiento largo y doloroso, Ra’s explica que Bruce debe hacer lo necesario para luchar contra el mal, al revelar que lo han entrenado con la intención de que él lidere a la Liga para destruir Ciudad Gótica, la que creen que se ha vuelto irremediablemente corrupta. Ra’s así, no es una simple personificación del mal: él representa la combinación de la virtud y el terror, disciplina igualitaria que combate contra un imperio corrupto y por tanto pertenece a la línea que se extiende (en la ficción reciente) de Paul Atreides en Dune a Leonidas en 300. Y lo que es crucial es que Wayne es su discípulo: Wayne fue formado como Batman por él.
Dos críticas de sentido común se presentan aquí. En primer lugar, hubo monstruosas matanzas y violencia en revoluciones reales, del estalinismo hasta Khmer Rouge, por lo que la película claramente no sólo está participando de la imaginación reaccionaria. La segunda crítica, opuesta a esta: el actual movimiento de OWS (Occupy Wall Street) no fue violento, su meta no era definitivamente un nuevo reinado del terror; y en la medida en que, como se supone, la revuelta de Bane extrapola la tendencia inmanente del movimiento OWS, la película ridículamente tergiversa sus objetivos y estrategias. Las protestas anti-globalización son todo lo contrario del terror brutal de Bane: Bane se alza como la imagen especular del terror de Estado, de una secta fundamentalista asesina usurpando y gobernando por el terror, no para su superación a través de la auto-organización popular… Lo que comparten ambas críticas es el rechazo de la figura de Bane. La respuesta a estas dos críticas es múltiple.
En primer lugar, se debe dejar en claro el alcance real de la violencia – la mejor respuesta a la afirmación de que la reacción de una turba violenta a la opresión es peor que la opresión original, fue proporcionado hace mucho tiempo por Mark Twain en su Un Yankee de Connecticut en la Corte del Rey Arturo: “hubo dos ‘Reinos de Terror’ si pudiéramos recordar y tenerlo en cuenta; el primero forjado en ardiente pasión, el otro en fría sangre sin corazón […] nos estremecemos por los ‘horrores’ del menor Terror, el Terror momentáneo, por así decirlo, mientras que, ¿cuál es el horror de la súbita muerte por un hacha comparado con el de la muerte tras una larga vida de hambre, frío, insultos, crueldad y angustia? El cementerio de toda una ciudad podría contener los ataúdes llenos de ese breve Terror por el que tan diligentemente nos han enseñado a temblar y afligirnos; pero ni toda Francia podría difícilmente contener los ataúdes llenos por ese Terror más antiguo y real, ese indescriptiblemente amargo y espantoso Terror, que a ninguno de nosotros nos han enseñado a ver en su inmensidad ni lástima como lo merece”.
Entonces, uno debe desmitificar el problema de la violencia, rechazar reclamaciones simplistas de que el comunismo del siglo XX ha usado demasiado excesiva violencia asesina y que debemos tener cuidado para no caer en esta trampa nuevamente. Como un hecho, esto es, por supuesto, aterradoramente cierto –pero ese enfoque directo sobre la violencia oscurece la cuestión de fondo: ¿qué estaba mal en el proyecto comunista del siglo XX como tal, que la debilidad inmanente de este proyecto empujó a recurrir a los comunistas (y no sólo a aquellos) en el poder a la violencia desenfrenada? En otras palabras, no es suficiente decir que los comunistas “descuidaron el problema de la violencia”: fue un fracaso social y político más profundo lo que empujó a la violencia. (Lo mismo ocurre con la noción de que los comunistas “descuidaron la democracia”: su proyecto global de transformación social forzaba sobre ellos este “descuido”). Por lo tanto, no es sólo que el cine de Nolan no fuera capaz de imaginar el poder popular auténtico –los “reales” movimientos radicales-emancipatorios tampoco fueron capaces de hacerlo y permanecieron atrapados en las coordenadas de la vieja sociedad, por eso el real “poder popular” muchas veces fue un horror tan violento.
Y por último, pero no menos importante, es demasiado simple afirmar que no existe ningún potencial violento en OWS y movimientos similares – HAY una violencia en juego en cada proceso emancipador auténtico: el problema de la película es que traduce erróneamente esta violencia en terror asesino. ¿Cuál es, entonces, la violencia sublime respecto a la que el más brutal asesinato es un acto de debilidad? Hagamos un desvío a travésEnsayo sobre la lucidez, de José Saramago, que narra la historia de los extraños sucesos en la capital sin nombre de un país democrático no identificado. Cuando la mañana del día de las elecciones es enturbiada por lluvias torrenciales, es preocupantemente baja la participación electoral, pero el tiempo mejora por la tarde y la población se dirige en masa a sus puestos de votación. Sin embargo, el alivio del gobierno dura poco tiempo, cuando el conteo de votos revela que más del 70% de los votos emitidos en la capital han quedado en blanco. Desconcertado por este aparente lapsus cívico, el Gobierno da a la ciudadanía la oportunidad de enmendarse tan sólo una semana más tarde con otro día de elecciones. Los resultados son peores: ahora el 83% de los votos está en blanco. Los dos principales partidos políticos: el gobernante partido de la derecha (P.D.D.) y su principal adversario, el partido del centro (P.D.M.) –entran en pánico, mientras que el desgraciadamente marginado partido de izquierda (P.D.I.) hace un análisis afirmando que los votos en blanco son esencialmente un voto para su agenda progresista. Sin estar seguros de cómo responder a una protesta benigna, pero con la certeza de que existe una conspiración antidemocrática, el Gobierno rápidamente etiqueta al movimiento de “terrorismo, puro y duro” y declara estado de emergencia, lo que permite suspender las garantías constitucionales y adoptar una serie de medidas cada vez más drásticas: los ciudadanos son capturados al azar y desaparecen en sitios secretos de interrogación, la policía y la sede del Gobierno se retiran de la capital, sellando la ciudad contra cualquier entrada o salida, y finalmente forja su propio cabecilla terrorista. La ciudad sigue funcionando casi normalmente por mucho tiempo, la gente esquiva las ofensivas del Gobierno con una armonía inexplicable y con un nivel verdaderamente gandhiano de resistencia no violenta […] ésta, la abstención de los votantes, es un caso verdaderamente radical de “violencia divina” que despierta reacciones de pánico brutales de aquellos que están en el poder.
Volvamos a Nolan, la trilogía de películas de Batman sigue, por tanto, una lógica inmanente. En Batman Begins, el héroe permanece dentro de las limitaciones de un orden liberal: el sistema puede ser defendido con métodos moralmente aceptables. The Dark Knight es efectivamente una nueva versión de los dos western clásicos de John Ford (Fuerte apache y El hombre que mató a Liberty Valance) que retratan cómo, con el fin de civilizar el Salvaje Oeste, es necesario “imprimir la leyenda” e ignorar la verdad – en definitiva, cómo nuestra civilización tiene que basarse en una mentira: es preciso romper las reglas con el fin de defender el sistema. O, para decirlo de otra manera, en Batman Begins, el héroe es simplemente una figura clásica de los vigilantes urbanos que castiga a los criminales donde la policía no puede hacerlo; el problema es que la policía, la agencia oficial del cumplimiento de la ley, admite ambiguamente la ayuda de Batman: mientras admite su eficiencia, también lo percibe como una amenaza a su monopolio del poder y un testimonio de su propia ineficiencia. Sin embargo, la transgresión de Batman aquí es puramente formal, reside en actuar en nombre de la ley sin estar legitimado para hacerlo: en sus actos, no viola la ley. The Dark Knightcambia estas coordenadas: el verdadero rival de Batman no es el Joker, su oponente, sino Harvey Dent, el “White Knight”, el agresivo nuevo fiscal de distrito, una especie de vigilante oficial cuyo fanática batalla contra la delincuencia le lleva a matar a gente inocente y a su propia destrucción. Es como si Dent fuera la respuesta del ordenamiento jurídico a la amenaza de Batman: contra la lucha del Batman vigilante, el sistema genera su propio exceso ilegal, su propio vigilante, mucho más violento que Batman, directamente violando la ley. Por tanto, existe una justicia poética en el hecho de que, cuando Bruce planea revelar públicamente su identidad como Batman, Dent salta y en su lugar se indica a sí mismo como Batman –él es “más Batman que el propio Batman”, llevando a cabo la tentación a la que Batman todavía era capaz de resistir. Entonces cuando, al final de la película, Batman asume los crímenes cometidos por Dent para salvar la reputación de héroe popular que encarna la esperanza para la gente común, su modesto acto contiene una cuota de verdad: Batman de algún modo devuelve el favor a Dent. Su acto es un gesto de intercambio simbólico: Dent primero toma para sí la identidad de Batman y, a continuación, Wayne – el Batman real– toma sobre sí mismo los crímenes de Dent.
Por último, The Dark Knight Rises empuja aún más las cosas: ¿no es acaso Bane Dent llevado hasta el extremo, hasta su auto-negación? ¿Un Dent que llega a la conclusión de que el sistema en sí mismo es injusto, por lo que con el fin de luchar eficazmente contra la injusticia, uno tiene que atacar directamente al sistema y destruirlo? ¿Y, como parte del mismo movimiento, un Dent que pierde las ultimas inhibiciones y está listo para usar toda su brutalidad asesina para lograr este objetivo? El surgimiento de tal figura cambia la constelación por completo: para todos los participantes, inclusive Batman, se relativiza la moralidad, se convierte en un asunto de conveniencia, algo determinado por circunstancias: es lucha de clases abierta, todo está permitido para defender al sistema cuando nos encontramos lidiando no sólo con gangsters maniáticos, sino que con un levantamiento popular.
Entonces, ¿esto es todo? ¿Debe la película ser rechazada de plano sólo por aquellos que están comprometidos en las luchas emancipadoras radicales? Las cosas son más ambiguas, y uno tiene que leer la película en el mismo modo en que tiene que interpretar un poema político chino: las ausencias y las presencias sorprendentes cuentan. Recordar la vieja historia francesa sobre una esposa que se queja de que el mejor amigo de su marido hace insinuaciones sexuales ilícitas hacia ella: tarda un tiempo hasta que el amigo sorprendido entiende el asunto –de esta manera retorcida, ella está invitándolo a seducirla… Es como el inconsciente freudiano que no conoce de la negación: lo que importa no es un juicio negativo sobre algo, sino el mero hecho de que ese algo sea mencionado – en The Dark Knight Rises, el poder popular ESTÁ AQUÍ, se escenifica como un Acontecimiento, en un clave paso adelante dado por los habituales oponentes de Batman (mega-capitalistas criminales, mafiosos y terroristas).
Nosotros tenemos aquí la primera pista –la perspectiva de que el movimiento OWS tome el poder y establezca una democracia popular en Manhattan es tan evidentemente absurdo, tan absolutamente irreal, que uno no puede sino plantear la interrogante: ¿POR QUÉ, ENTONCES, EL MAYOR ÉXITO DE TAQUILLA DE HOLLYWOOD SUEÑA CON ESO? ¿POR QUÉ EVOCA ESTE ESPECTRO? ¿Por qué incluso soñar que el OWS explota en una violenta toma del poder? La respuesta obvia (manchar al OWS con acusaciones de que alberga un potencial terrorista totalitario) no es suficiente para dar cuenta de la extraña atracción ejercida por la perspectiva del “poder popular”. No es de extrañar que el correcto funcionamiento de este poder permanezca en blanco, ausente: no se dan detalles acerca de cómo este poder del pueblo funciona, que está haciendo la gente movilizada (recuerden que Bane dice que las personas pueden hacer lo que quieren – él no está imponiendo sobre ellos su propio orden).
Es por eso que la crítica superficial de la película (“su representación del reino OWS es una caricatura ridícula”) no es suficiente, la crítica tiene que ser inmanente, tiene que buscar dentro de la propia película una multitud de signos que apunten hacia el auténtico Acontecimiento. (Recordar, por ejemplo, que Bane no es sólo un terrorista brutal, sino una persona de profundo amor y sacrificio.) En resumen, la pura ideología no es posible, la autenticidad de Bane HAdejado un rastro en la textura de la película. Este es el por qué la película merece una lectura minuciosa: el Acontecimiento – la “república popular de Ciudad Gótica”, la dictadura del proletariado en Manhattan – es inmanente a la película, ese es su centro ausente.


Traducción de Sebastián Flores
http://descontexto.blogspot.com.ar



[1] Tyler O’Neil, “Dark Knight and Occupy Wall Street: The Humble Rise”,Hillsdale Natural Law Review, 21 de julio, 2012.
[2] Karthick RM, “The Dark Knight Rises a ‘Fascist’?”Society and Culture, 21 de julio, 2012.
[3] Tyler O’Neil, op. cit.
[4] Christopher Nolan, entrevista en Entertainment 1216 (julio 2012), p. 34.
[5] Entrevista a Christopher y Jonathan Nolan en Buzzine Film.
[6] Karthick, cit.
[7] Tom Charity, “‘Dark Knight Rises’ disappointingly clunky, bombastic”,CNN, 19 de julio, 2012.
[8] Forrest Whitman, “The Dickensian Aspects of The Dark Knight Rises”, 21 de julio, 2012.
[9] Op. cit.
[10] Citado de Jon Lee Anderson, Che Guevara: A Revolutionary Life, New York: Grove 1997, p. 636-637.
[11] Citado en McLaren, op.cit., p. 27.
[12] Op.cit., ibid.
[13] Hay que señalar la ironía del hecho de que el hijo de Liam Neeson es un devoto musulmán chiíta, y que el mismo Neeson comenta a menudo su próxima conversión al Islam.

Contra la puerilidad militante y el estado de embole cotidiano

por Sam Curcio

Lamentos en plena fiesta, sí.
¿Qué podemos decir hoy de nuestras vidas en tanto vidas “políticas”?
En el mismo momento en que la política se torna “para todos”, nuestras vidas (políticas) se tornan pueriles.
Un profesor al que vi por última vez el día que NK descolgó el cuadro de Videla (generando miles de nuevos “cuadros”…) comentaba contrariado: “Ahora sí que somos prescindentes, ya hay quien haga política por nosotros”. 
Buena noticia para la política. ¿Buena noticia para la “politicidad” de nuestras vidas?
La política ha regresado a su sitio luego de años de parranda. Volvió cambiada. Señalar sus achaques, de puros aguafiestas, es insistir en lo evidente.
Y otra profesora el día de la estatización de YPF decía: “Estoy moderadamente contenta por el país, pero no tanto por lo que me espera a mí. Los amigos me van a volver a pedir entusiasmo, que es precisamente lo que no tengo”.
Figuras desdobladas: kirchneristas circunstanciales de baja intensidad y, en lo profundo, en la intimidad, comunistas ontológicos. Así, no hay entusiasmo político posible.
Un kirchnerismo posicional que se explica fácil: la política que “vuelve” expropia, estatiza, encana milicos, abre paritarias, denuncia al capital financiero blandiendo retóricas e historias entrañables.
El problema es que la cajita feliz porta un combo maldito.
A nivel económico: neo-extractivismo + monocultivo sojero y petróleo, sin mínima atención de la vida social y ambiental (Energía+Alimentación, dice CFK).  No es un problema moral, sino político. Esta ecuación, aun en los períodos de crecimiento, no modifica de fondo las estructuras sociales de poder.
A nivel de las técnicas de gobierno, el combo trae novedades de espesor: cruza políticas sociales de lucha contra la pobreza con dispositivos de seguridad y derechos humanos (metiendo milicos a construir comedores populares… y a controlar luchas sociales).
A nivel del conocimiento, sucumbimos a una estúpida dependencia tecnológica y una bovina pasividad filosófica a la hora de pensar por cuenta propia una noción algo más jugada de desarrollo.
En lo específicamente político, el combo viene con un aderezo particularmente difícil de digerir: el sectarismo galopante y la puerilidad de los espacios militantes, de participación y de opinión, (de 6, 7 y 8 a ciertos programas de la radio pública en los que se ofrece como premio de concursos libros de Aníbal Fernández).
La política que ha “vuelto» es la de la gestión “sobre” (y en función de) la economía.
Para algunos, adherentes, no es poco.
Para otros, disidentes, demasiado poco. Incluso, sabiendo que todo otro gobierno será igual o peor, nos sentimos alejados del vatayón militante, sin por eso ser “opositor” (la “oposición” es la figura misma de la reacción capital-parlamentario: sus aspiraciones de sustituir al gobierno son de una mediocridad insuperable).
Basta de jugar a menos. Hay que alterarlo todo. Y todo son dos cosas:
por lo alto, atacar a la madre de todas las batallas: el tipo de inserción capitalista que hemos conseguido en el marco de un modificado mercado global; 
por lo bajo, revolucionar “eso” que hoy toma la forma de “no-político”: las redes de producción y reproducción de la(s) vida(s).
De allí en más, todo debe ser discutido de nuevo desde una perspectiva adversa a tanta puerilidad individual y colectiva.
Ni “críticos”, ni utópicos: no nos damos esos lujos.
La figura del crítico es anacrónica, y remite a un tipo de narcicismo de salón cuya impotencia armoniza con el decorado de esta época inesencial. 
El utopismo es la contracara cándida y de divulgación del nihilismo actual.
¿Qué somos entonces? Intolerantes.
¿Que nos mueve? La imposibilidad de seguir soportando tanta puerilidad.
Tampoco tenemos paciencia para administrar reductos cínicos de ególatras, que se pajean con su supuesta brillantez gozando de sus frustraciones, fofos de tanto hacer “oficialismo tácito”. Estamos hartxs de los “snobismos”.
El tipo de irreverencia de la que somos parte ya no puede ser personal ni de pequeña secta. Es, más bien, abierta y colectiva.
Y poco importa qué tan cerca o lejos resuene, si es la esquina de casa o en las calles de Santiago o de Madrid; de Tahrir o de Damasco; de New York, de Jerusalem  o del Amazonas. La cuestión es potenciar la disidencia, la revuelta, desarrollando los tres aspectos que toda vida política precisa: una idea; una organización y una convergencia con las luchas y malestares de la época.   
La lucha, hace tiempo atrás, fue propiciada por figuras anónimas y colectivas: esas potencias están hoy adormecidas entre nosotros.
Lo que fue maquina de guerra hoy es espacio/tiempo del embole. 
Falta la Idea.
La Idea política.
Utilicemos el nombre propio para convocarla.

Clinämen: El régimen político megaminero

Conversamos con Horacio Machado Aráoz, docente e investigador catamarqueño, sobre el nuevo modo de gobierno que se genera mediante el cruce de los aparatos estatales y los agentes de las empresas extractivas en la región.

Clinämen: La lucha indígena en el Cauca:

contra el despojo y la muerte

  

Conversamos con Federico Bernal, miembro del colectivo Colombianxs en el Sur, y con Manuel Rozental, activista colombiano exiliado, sobre la lucha indígena en el Valle del Cauca y el Plan Colombia para América Latina.

Vida de provincias (o sobre cómo politizar la “re-re”)

por Juan Pablo Maccia

I.

Soy de provincias. No encuentro orgullo ni desdén en esa afirmación. Simplemente nací y actué políticamente lejos del palacio del gobierno central. Siempre creí que el nivel “nacional” de la realidad era fundamental. Y por eso, a pesar del color local del que invariablemente se tiñó mi militancia, siempre he reflexionado en términos nacionales. Escribo en tiempo pasado, dado que refiero a los tiempos en que estas escalas eran fijas y definían precisos ámbitos de eficacia para la acción: lo local, lo nacional, lo internacional.
Carezco de todo talento para sociología. No voy a explayarme sobre la compleja dinámica a múltiple escala de los espacios de la práctica política actual. Si señalo, en cambio, que las dimensiones de la praxis no han cesado de multiplicarse (lo global, lo regional, lo nacional, lo provincial, lo municipal, lo barrial). No se trata sólo de una multiplicación de los casilleros, sino de un cambio más profundo y sorprendente. Y es que cada uno de estos espacios –o casillas- ha cambiado su comportamiento conteniendo en sí mismo a todos los demás. No se trata ya del juego de las matrioskas rusas, sino de fractales.
Pero como tampoco la física, y menos la filosofía, son mi berretín, no me extenderé sobre la dialéctica entre esta espacialidad estallada y las oscilaciones de la línea del tiempo. Sólo digo que cualquier intento de resumir la vida política (multi-espacial) en una línea (temporal) –no importa cuán oscilante sea– resultará pobre, sabrá a poco. La política se desarrolla cada vez más sobre un paisaje estallado. Y es sobre las ruinas de lo que alguna vez fue –con todos los agotamientos de la ocasión– que debemos ahora recomponer y desarrollar nuestra propia experiencia.
II.

En mis dos trabajos anteriores sostuve dos series de hipótesis sobre nuestra realidad política. Quisiera resumirlas ahora del siguiente modo:

  • la primer serie afirma: (1) el tiempo de la democracia liberal se estrecha por la crisis, y por la falta de traducción institucional disponible para las nuevas dinámicas sociales; (2) la solución al problemas de la reelección presidencial es la clave de resolución de estas tensiones; (3) el fondo de la cuestión es si esta resolución va a ser capaz de ampliar, o más bien restringirá, la dinámica de “movimientos” que constituye la reserva y base efectiva del proceso político abierto durante el año 2001; (4) es fundamental un golpe constitucional capaz de fundar una forma política de la transición, una monarquía encabezada provisoriamente por Cristina Kirchner. 

  • la segunda serie afirma: (1) la política es una situación irreductible al derecho, a la economía y a la moral; (2). en su corazón se encuentra, actualmente, el problema de las generaciones. Hay, hoy, tres generaciones políticas constituidas: la del 73, la del 2001 y la del 2011/12. A cada una se le ha reconocido un deseo profundo e inconfeso: un final feliz a la primera, un lugar en el mercado a la segunda, una promesa de construcción de la nación a la tercera; (3) esta estructura de visibilidad del presente ya ha empezado a cambiar: el tiempo se ha activado y que hay que prestar atención (para no caer en una ceguera política como la que tuvo el visionario Borges) a las nuevas figuras de politización (jóvenes como Cristian y Maximiliano Ferreyra, recientemente asesinados en los montes santiagueños por patotas al servicio de la expansión agraria, el primero, o en conflictos contra la precarización del trabajo en los ferrocarriles, el segundo) que no caben en esta grilla.
Quisiera, ahora, completar estas dos series de argumentos con una preocupación que brota menos del tiempo (“lo que cambia”; el paso de las generaciones; los tiempos del 2015) y más de las dinámicas de la espacialidad. Más particularmente: del espacio nacional de las provincias federales.   
III.

Vivir en provincias fue, desde siempre, un karma para la política. La exigencia de estar al tanto de lo provincial –como de los más cercano y real–, y al mismo tiempo desdoblarse para estar al tanto de lo nacional, que muchas veces desmiente las percepciones territoriales más inmediatas. En Buenos Aires no se sabe lo que es tener un gobernador. Ni Macri, ni Scioli lo son.
Sobre todo a partir del año 2003, y con la llegada de la Santa Cruzpetrolera al poder, la cuestión de las provincias pasó a tener un contenido muy preciso: recursos naturales para exportación. Sea el codiciado “yuyito”, el grano que alimenta la industria aceitera o el etanol; sea petróleo, el gas o shail oil; sea la mega-minería, las provincias han renovado su relevancia política a partir de sus riquezas.
Junto a estas riquezas “naturales” de las provincias, otros varios factores convergen en la producción de la mencionada nueva multi-espacialidad:  la emergencia de un mundo BRIC –es decir, un mundo en el que Brasil, Rusia, la India y China tiene un lugar central–; el reacomodamiento de los precios internacionales; la crisis y reconversión del paradigma energético y alimentario global; la crisis del capitalismo occidental y el fin de un modelo de valorización nacional fundado en la privatización/crédito-financiero.
Quisiera señalar particularmente un elemento clave en la organización de esta nueva economía: la constitución de nuevas estrategias sub-nacionales de colonización de los territorios por parte de los actores trasnacionales; esto es, de localización de zonas específicas de riquezas naturales (grandes emprendimientos mineros, por ejemplo). Y, a partir de allí, la construcción de corredores trasnacionales (obra pública: gasoductos, ferrocarriles, etc) entre zonas de países diversos –como es el caso de Pascua Lama, en la frontera de Chila y la Argentina.
Es esta nueva espacialidad múltiple y fractal la que determina el papel clave de las provincias en la articulación de este tipo de negocios globales.  En ella, lo global está ya contenida en lo nacional, como lo regional en lo provincial y así siguiendo… Y las estrategias que se desarrollan en este paisaje no son solo económicas. Suponen, antes bien, la producción de nuevas instancias legales, de legitimidad, de creación de imaginarios a todos estos niveles.
No es solo que el nuevo “valor de la naturaleza” invierta la relación de valor entre sociedad y territorio a favor de este último, sino que el propio mercado global reorganiza la realidad de lo local de un modo tan veloz como irreversible, a la vez que en el nivel nacional se refuerzan, a su modo, una miríada de mecanismos y retóricas que se articulan a partir de estos cambios de un modo bastante nuevo.
Todo esto tiene efectos de los más concretos. Gobernadores petroleros, gasíferos, sojeros y mineros tienen una relación directa con estos mercados mundiales; cogestionan el modo de acumulación; trabajan sobre la invención de la nueva espacialidad; comparten un nivel muy alto de poder y recrean un imaginario en el nivel propiamente local al tiempo que se “cuelgan” de la producción simbólica en los niveles nacionales y regionales.
Mientras la crisis no apretó, esta reorganización espacio-productiva anduvo más o menos bien. Casi creíamos que las provincias no existían. Que el espacio nacional era liso, pleno y bien argentino. Pero los nuevos tiempos nos muestran otra cara. Y esa otra cara es precisamente la que conocemos bien los militantes de provincias.
IV.

¿A qué viene todo esto? ¿Cuál es el vínculo con las dos series previas de argumentos? El devenir provincial de la argentina hace salir a la superficie una serie de “problemas” que son, en términos históricos, una constante de los territorios. Entre otros, la presencia de las multinacionales; los problemas ambientales; los despotismos locales; una prensa local que participa de la estructura de negocios; el uso de patotas y policías provinciales para desplazar familias y reprimir movimientos; la crítica calidad de una educación delegada por la nación a las provincias que se complementa ahora con la delegación de una política de ajustes… En fin, lo que de a poco comienza a aparecer como problemática nacional.
Vengo argumentando, en suma, que el tiempo se acaba. Que el espacio se transforma. Que la gestión de los negocios, en sus núcleos duros, impone unas alianzas que chocan con la necesidad de renovar la legitimidad del proceso político con vistas al 2013/2015.
El problema de la institución del mando se va a poner las próximas semanas y meses cada vez más en el centro del debate político argentino. Y no habrá –como hasta ahora- posibilidad de esquivarlo.
Desde este punto de vista, se torna inevitable una doble reflexión sobre lo que llamo el “golpe institucional”. Por un lado, la necesidad de acelerar dicho “golpe”: o lo damos nosotros o lo darán otros, eso está fuera d discusión desde los sucesos del Paraguay. Mi punto aquí es el siguiente: no estoy en desacuerdo en darle la apariencia de una reforma de la Constitución. Peroentendámonos (y se los digo especialmente a los liberal-kirchneristas del Frente para la Victoriay sus aliados): esa reforma debe ser efectiva. No puede quedar empantanadas en los tiempos jurídicos, ni encallar en chicanas parlamentarias de poca monta. Y muchos menos, como pretende Zaffaroni, convertirse en una cátedra extemporánea de parlamentarismos a la italiana.
La segunda consideración es capital: el golpe o la Reforma Constitucional-como prefieran- debe ir acompañada de un acto inaplazable: la intervención de todas y cada una de las provincias por parte del poder federal que dirige Cristina. La reelección no garantiza nada si no podemos eliminar estas mediaciones conservadoras y fascistoides que se reproducen en las provincias. Y lo digo por experiencia. La posibilidad de un golpismo por arriba que abra por abajo no puede darse solo en los estudios de TV. Tiene que tener una territorialidad de base, real y tangible y no habrá una estatización real, al menos una democrática, en la Argentina como, escandalizado, vaticina Carlos Pagni desde las páginas de La Naciónsino se enfrenta a la derecha real del país, enraizada en el nivel de las articulaciones provinciales.
Escolio: se bien que se me objetará que la acumulación de poder estatal que se le suele atribuir a las monarquías contrasta con la hipersensibilidad actual, pido que se atienda la siguiente cuestión: los problemas políticos más serios que presenta el país derivan del modo de acumulación, articulado a partir de esta re-invención de los espacios provinciales. Las nuevas derechas –como lo comprender muy bien la Tupác Amaru de Jujuy, que sale a disputarle el poder a la burocracia corrupta del Frente para la Victoria- no son solo los partidarios del neoliberalismo (argumento ideológico-mediático) o las rémoras de un viejo caudillismo (argumento culturalista), sino estas verdaderas fábricas localizadas de jerarquías sociales y explotación que dan contenido autoritario al sistema político. La idea de que se puedan transparentar las instituciones sin revisar el modo en que hunden sus raíces en la materialidad de la vida colectiva es tan ingenua como canalla. 

Insisto, entonces, en lo que es mi más profunda convicción. Las operaciones macropolítica tienen que orientarse a la democratización de la vida colectiva desde abajo. Lo que nos toca propiciar, ahora, es la transición del estado actual de cosas a la reapertura de la radicalización de los movimientos. Ahora, digo, que el espacio se devora al tiempo y que es momento de darle contenido democrático a las demandas de continuidad reeleccionista.
Una Argentina verdaderamente democrática y federal depende hoy más que nunca de concretar esta situación alterando el esquema de poder en las provincias.

Crónica propedéutica de un nuevo modelo productivo

por Violeta Scarfó

El jueves pasado se realizó en la Universidad de San Martín la jornada de presentación de la “Diplomatura de Operador Socioeducativo en Economía Social y Solidaria” destinada los cooperativistas del Plan Argentina Trabaja. Me enteré de la misma a través de unos amigos cooperativistas y, con la expectativa de conocer de qué trata este nuevo proyecto de formación lanzado por el Gobierno junto a tres universidades del conurbano –Quilmes y Moreno, además de la UNSAM-, me acerqué a cubrir el evento al que habían sido convocados quienes comenzarían a dar clases en la diplomatura.
La jornada fue abierta por el rector de la UNSAM, quien, luego de presentarse, pidió a todos quienes allí se encontraban (unas 200 personas) hicieran lo propio, diciendo a viva voz sus nombres y de dónde eran. La ronda de presentaciones me hizo recordar las llamadas de oyentes a la radio para pedir sus temas favoritos: mi nombre es Néstor, soy de Santa Cruz, el programa está re bueno… El rector habló luego de la alegría que sentía de que la universidad se abriera a la comunidad a través de este nuevo proyecto de formación. Parecía que, finalmente, el sueño trosco de hacer con los huesos del pingüino una escalera para que a las facultades pueda entrar la clase obrera golpeaba a las puertas de la sanmartiniana casa de altos estudios.
Terminada la alocución de la máxima autoridad del establecimiento, se retiró del lugar para retornar a sus quehaceres cotidianos y cedió la palabra a quienes compartían con él el escenario: representantes de extensión universitaria, del Ministerio de Desarrollo Social y del Minsiterio de Educación. Con respecto a la modalidad del programa, la representante de extensión universitaria explicó que consiste en un curso de un año, con seis materias cuatrimestrales (cuatro presenciales y dos seminarios de prácticas en el lugar de trabajo de los cooperativistas) enfocadas a la economía social y solidaria. Del mismo participarán los orientadores de las cooperativas, de quienes se espera luego “bajen” los saberes producidos a sus compañeros cooperativistas. Cada curso estará a cargo de una pareja pedagógica conformada por un docente y un tutor. Éste último deberá, además de participar de la clase, realizar un acompañamiento de los estudiantes en territorio.
Luego de ello, tomaron la palabra los representantes ministeriales. Y entonces la cosa empezó a ponerse buena. El primero en hablar fue el del Ministerio de Desarrollo Social. Comenzó su discurso con un tono solemne propio de su condición de funcionario público. Luego, sacando a relucir su credencial militante, “porque, antes que nada, yo soy militante”, dio cuenta de su pasión por los avances que el programa implicaba en el contexto del proyecto nacional y popular que, desde el 2003 a esta parte, venía avanzando a pasos agigantados en la transformación social del país. Quien tomó luego la palabra fue un cooperativista que el año pasado había realizado la diplomatura. De manera emotiva, habló de lo importante que resultó para él haber participado de una experiencia educativa de nivel superior. “Cuando me iba de casa mis hijos me preguntaban `¿pa, adónde vas?´. Y cuando yo les contestaba que iba a la facu no lo podían creer.” Luego le siguió uno de los representantes del Ministerio de Educación. A diferencia de su anterior colega y compañero, su inquebrantable identidad vertebral no le permitió desdoblarse en funcionario y militante, como así tampoco sostener el micrófono ni permanecer en el escenario ni, según parecía, abrochar su camisa, que llevaba abierta hasta el ombligo dejando ver los pelos de su pecho y un largo collar hippie con piedras norteñas. A embarrarse las patas entre los asistentes abandonó su lugar de panelista y comenzó a caminar entre el público como docente copado de la materia Pensamiento Argentino y Latinoamericano. Él soñaba con la patria grande no desde la cuna sino desde mucho antes: la panza de su mamá. Y, desde el 2003 –allí cuando la historia se echa a andar-, ese sueño había comenzado a hacerse realidad. Con elocuentes citas a Pierre Bourdieu, Paulo Freire y Rubén Dri, recordó que, quienes allí se encontraban, serían parte de un proyecto político transformador de aquella realidad que, como decía el general, es la única verdad. Habló también de la historia militante de su viejo, de lo disruptivo que había sido que un “negrito como él” haya estudiado en Filosofía y Letras, del último congreso en educación al que recientemente había asistido en Pernambuco, de las publicidades de Nike, “aguanten las Flecha, loco, las zapas que usábamos los que no teníamos guita cuando yo era pendejo”.
Luego tocó el turno de los coordinadores de cada una de las materias que compondría la diplomatura, todos ellos del gobierno, en compañía de dos adjuntos por parte de la universidad. El coordinador de la materia Grupos, Organizaciones y Equipos de Trabajo colocó el énfasis de su discurso en la importancia de la educación popular para esta nueva etapa de formación de la mano de obra del país. El anhelo de muchos bachilleratos populares de formar parte del Estado para impulsar desde allí una educación pública y popular comenzaba, seguramente más rápido de lo previsto, a tomar cuerpo en su ausencia. Aunque, tal como luego confirmaría a través de conversaciones informales mantenidas con algunos de los convocados para dar clases en la diplomatura, se trataba de una ausencia relativa ya que gran parte ellos eran docentes o ex docentes de bachilleratos populares que, con cierto atino, supieron capitalizar dicha “trayectoria militante” en sus currículum vitaes.
El coordinador de la materia Trabajo y Sociedad, por su parte, habló acerca del plan de estudios y, de paso cañazo, aprovechó para dar a los presentes una rápida clase de economía nacional. A lo largo de la historia, la economía del país estuvo organizada en torno a cuatro modelos distintos. A fines del siglo XIX y principios del XX, el modelo agroexportador. Desde la década del ´30 y, fuertemente a partir del ´45, el modelo de industrialización sustitutiva. Desde el ´76, el modelo de hegemonía financiera. Y, a partir del 2003 –extractivista, el modelo extractivista, sí, lo va a decir, lo va a decir…-, el modelo de producción inclusiva –me cagó, no lo dijo-. En este nuevo modelo, el papel ocupado por el Ministerio de Desarrollo Social a través del Plan Manos a la Obra y, desde el 2009, el Plan Argentina Trabaja, resulta fundamental para el cambio de rumbo que se quiere imprimir a la economía. Un cambio basado en la producción social, no popular como muchas organizaciones intentaron llevar adelante luego del 2001. En esta nueva etapa –según confesó el orador-, ya no vamos a ponernos el portaligas cuando tengamos que sentarnos a negociar con el capital extranjero. Y si nos tenemos que pelear con China para dejar de exportar aceite de soja y promover una producción inclusiva con trabajo genuino, lo vamos a hacer.
Vaya valentía la del orador, pelearse contra el gigante asiático. Me pregunto a quién aludía con su referencia al nosotros. Según Télam, la agencia oficial de noticias del país, en febrero de este año se triplicaron las exportaciones de aceite de soja a China con respecto al mismo mes del año pasado, mientras que el envío en granos se quintuplicó en la misma fecha. Tal vez, más que el anuncio de un plan de lucha, el coordinador de la materia se haya envalentonado con la tónica del acto (fallido) y se le haya piantado la manifestación de un deseo reprimido. O, quizás, sea expresión de la complejidad propia de las actuales formas de ejercicio de la política por parte del gobierno, frente a las cuales resulta estéril buscar una coherencia identitaria a la medida de todas las cosas. Seguramente, esté muy lejos del gobierno pelearse con China para exigirle sustituya la compra al país de aceite de soja por productos de nanotecnología. Pero ello no implica debamos tomarnos para la chacota las verborragias de los funcionarios, sean estos de la primera línea o cuadros intermedios, así como los alcances de sus efectos performativos. Tal vez, tomarse en serio estas paradojas, no leerlas como simples falsas apariencias,como si ´s que encubren la verdad de la milanesa, pueda ser una pista tras la cual hallar aquello que constituye un elemento central en la efectividad de las políticas de gobierno.
El coordinador aguerrido sostuvo también que el capitalismo no siempre fue tan explotador como parece. Que durante el Estado de Bienestar las cosas no andaban nada mal y que, en Argentina, ese Estado de Bienestar estuvo representado por el peronismo. Hacia allá vamos con este nuevo modelo productivo. Finalmente, como frutilla del postre u oliva del aceite, recordó aquello que Marx decía acerca de que la separación entre trabajo manual y trabajo intelectual le había hecho muy mal a la sociedad, ante lo cual cayó en la cuenta del carácter profundamente revolucionario de la diplomatura.

Laclau, con jóvenes militantes, para discutir…

la Reforma de la Constitución

Coincidió con Juan Pablo Maccia en que en rechazar cualquier «el fetichismo institucional»


El filósofo K Ernesto Laclau se reunió hoy con jóvenes dirigentes de varios partidos políticos y movimientos sociales a discutir la reforma de la Constitución. Según sostiene Laclau: «cualquier proceso de transformación de la relación de fuerzas no puede verificarse sin una reforma en las instituciones». Y «la Argentina ha iniciado en 2003 un proceso emancipatorio que está conduciendo a una considerable expansión de la esfera pública y a la incorporación de numerosos sectores que tradicionalmente habían estado excluidos de ella. Este proceso de construcción de una hegemonía popular no podía darse, evidentemente, sin cambios fundamental en el sistema institucional, cambios que han tenido lugar a través de una serie de medidas legislativas que están produciendo un desplazamiento progresivo en la relación de fuerzas entre los grupos. Todo esto debería culminar, en un futuro cercano, en una reforma constitucional», expresó.


Laclau, que vive enseña en Londres que viaja a menudo al país mantuvo una cordial conversación con dirigentes e intelectuales argentinos quienes les manifestaron sus diversas posiciones sobre el particular. Juan Pablo Maccia, reconocido periodista y bloguero entrerriano, señaló la necesidad de complementar la modificación de la cláusula que habilita a la re-reelección presidencial con la intervención de las provincias, para evitar que una transformación en el nivel formal adquiera también  un contenido material de profundización democrática.

Doctor en Historia dedicado a la filosofía política, Laclau coincidió con Maccia en el sentido de que el cambio en las instituciones no se puede entender como arbitrariedad, sino como un proceso de cambio. «Cuando nuevas fuerzas sociales irrumpen en la arena histórica, habrán necesariamente de chocar con el orden institucional vigente que, más pronto o más tarde, deberá ser drásticamente transformado. Esta transformación es inherente a todo proyecto de cambio profundo de la sociedad», expresó. Para el filósofo la institucionalidad nunca se da de manera pura. «La defensa del orden institucional a cualquier precio, su transformación en un fetiche al que se rinde pleitesía desconectándolo del campo social que lo hizo posible, es la que gobierna al discurso antipopulista de los sectores dominantes», finalizó.

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