Anarquía Coronada

Poema en dos tiempos y un final subversivo


TIEMPO I
Resbalé
por
la
sonrisa
de una palabra
taladrada.

Ése es mi origen…
Pero,
no recuerdo
si fui
expulsado
o
tomé mis cosas
y
me descolgué
pensando…
TIEMPO II
Fueron
palabras
las
que
nos
crearon.

Nos
formaron,
y desplegaron
sus
hilos
para
controlarnos.
FINAL SUBVERSIVO
Pero
yo
que
algunos
hombres
se reúnen
en cavernas,
y CALLAN…
Los zapatistas no estaremos solos nunca más…
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos

Biopic


Lobo suelto! transcurre en un futuro post-apocalíptico, donde gran parte del mundo ha sido ecológicamente devastado y la gran mayoría de la gente vive en la pobreza. La leyenda escrita en el Libro de la Luna dice que los lobos son seres místicos que vinieron al mundo desde un lugar llamado Rakuen (Paraíso), al amanecer de los tiempos. También se dice que, en el futuro, los lobos encontrarían, con la ayuda de una misteriosa joven llamada Nuestra Reina Inmortal (un ser creado de la esencia de flores lunares), el camino de regreso al paraíso y, al hacerlo, reiniciarán al mundo. Esta leyenda, para muchos, es difícil de aceptar, pues se estima que los lobos se extinguieron 200 años atrás. Pero, la verdad es que estos se han hecho expertos en ocultarse dentro de la sociedad de los humanos, aparentando formas humanas –incluyendo las capacidades vocales– mientras siguen manteniendo su agilidad, sentidos lupinos y armas naturales. Esto parece poner a Lobo! en el reino de la fantasía licántropa… pero es todo lo contrario: la forma humana de los lobos es representada como un efecto mental. Lobo! es también mucho más comprensivo con los lobos -obvio, por ser uno de ellos- que la mayoría de la ciencia y la ficción. Lobo Suelto! es un protagonista anti-heroico y anti-idealistas, tal como lo expresa su reconocida frase: «Morir no tiene absolutamente nada de ilógico: lo ilógico sería una vida sin aullidos«.

Ecce Lobo

Llegar a ser lo que se es
Por Lobo Suelto!


La boca es la clave. Regula las dietas y expresa los humores. Se trata, por el mordisco, de alcanzar la carcajada. Descabezar la víbora que se nos introduce en la garganta de un modo abrupto y decidido. Y luego escupirla. Liberada la cavidad bucal y las vías respiratorias la risa viene sola, plena. Mordiendo a fondo, los colmillos despiertan, afilados; desentumecemos la lengua y el gusto.
“¡¡¡Muerde, muerde!!!”

Régimen estricto para recobrar la salud: evitar –¡¡esto es capital!!– el mundo del elenco. La búsqueda de gloria está entre las substancias más nocivas. La unión de la fama y la buena conciencia puede aparejar úlcera y debilidad cárnica. El consumo de ideales, va de suyo, lleva a la dispepsia. Rechazar, por lo tanto, toda verba edificante. Toda escena individualizante. Insistir  en este punto: entregarse a esos juegos venenosos contribuye al crecimiento de parásitos internos, cuerpos anillados y rastreros.

“¡¡¡Muerde!!!”

¿Cómo se reconoce al elenco? No fácil. El elenco es literario, cinéfilo, periodístico, político, filosófico. ¿Qué tienen en común? Carecen de interés para quien busca afirmar su organismo. La pasividad admirativa produce concentración de tejido adiposo en las axilas y bajo el trasero.  El elenco es inseparable de la producción de criterios y jerarquías de lenguaje y de escritura. Para absorber la confianza de los otros, se nutre de reglas del buen sentido y del sentido común. El pensamiento así macerado se vuelve fóbico a la condición real de lo real.

El elenco tiende a interpretar la voz pastosa y destacada de “el modelo”. Flatus vocis. Se postula como superestructura de la salida de la crisis. Muchos grupos, muchas firmas, cientos de palabras, miles de sonrisas… dientecitos vegetarianos. El éxito acreditado en el campo simbólico y material, en el público y el privado. 

El elenco es lo más próximo e inestable. Ensayo general para lo póstumo.  

“¡¡¡Muerde, muerde!!!”

Se recomienda fuertemente huir al monte, recobrar los instintos más in-fames. Más que “intervenir”, se sugiere buscar donde y como respirar. Retomar los largos paseos por el bosque. Adentrarse en la maleza, hasta no poder diferenciar ya el bien y el mal. Sobre todo no aferrarse al Bien. Ni en nombre de los valores más altos –esos que surgen del piadoso y vaciado lenguaje de lo político; del más soso y teológico de los modos del habla; del más apasionado y cómodo– podemos tolerar el desmonte.  

”¡¡Muerde!!” 

Escapar de la estupidez. Ante todo de la propia. La más íntima y recurrente. Del rictus serio. Pero sobre todo de la sonrisa social. Es mentira que el peligro está en la mentira, la falsedad o el error. ¡¡Desoír a los nuevos sacerdotes!! La salud no está en la verdad, sino en la destrucción del régimen vigente de evaluación de las verdades. Por lamentable que sea, nada se nos oculta. Nada hay por develar. Toda la pesadez y toda la acidez provienen de lo mismo. De esa estupidez que nos carcome. Esas verdades sin vuelo, esas verdades que son prisiones. Que no arriesgan ni inventan. Serpientes de aire y papel que nos atragantan.

“¡¡¡Muerde, muerde!!!”

Rechazar sin reparos toda dosificación de –llamémosla así– “la crítica”. La disidencia a que nos encomendamos no debe reparar en el juicio moral, sino en los más deliciosos cuidados de la infamia. Cada palabra, incluso cada letra, debe aspirar a la más radical de las infamias. A ese bíos común que no parte nunca del sentido ni posee las reglas del sentido común.

Infamia, sí: marchar con los bastardos sin gloria. Vidas que sólo se son célebres solo cuando chocan contra el poder. Errar infame, sí. ¡Fiesta! Fiesta crepuscular de la anarquía coronada. Fiesta que solo empieza con la llegada de los fantasmas. Hasta que ellos no bailen libres, catárticos para nosotros, no llegaran las convulsiones que anuncian el fin del tratamiento.

Recobrar la distancia con las vanguardias literarias y los militantes-especialistas. Volver a un decir verdadero ante la literatura, y no desde ella. Ante la política y no desde ella. Más cerca de la apertura desconocida que de la evidencia por confirmar (y administrar). Desplazarse al extremo. Forjar, allí, un matiz. Pero real. Substancial. Recordar el presente: los años de gratuidad en los acantilados. Nuestra propia insignificancia histórica. Y volver a reír.

Carnaval del final. Lobo suelto, otra vez.

Trailer ESTACION ZOMBI

Lobos alerta:
la próxima luna llena, a medianoche, avant premiere de Estación Zombi 


 

 

No lo olviden:
la vida es la venganza de los muertos, 
no la muerte la venganza de los vivos.



Entrevista a Horacio Verbitsky:

“El discurso de la nacionalización suena muy bien, pero esconde grandes riesgos”

El último domingo Horacio Verbitsky, periodista clave de Página/12 escribió una extensa nota sobre la situación de YPF y la llamada “ecuación energética argentina”. A última hora del día de ayer se comunicó con Lobo para responder algunas inquietudes. He aquí el somero intercambio.
Lobo: Ante el riesgo de poner en crisis el abastecimiento energético en el actual contexto de restricción presupuestaria, ¿cuál es la solución para la tensión con Repsol-YPF?
Horacio Verbitsky: El gobierno tiene en claro el problema, lo que no equivale a decir que sepa cuál es la solución. Cristina ha recibido distintas propuestas y debe decidir entre ellas. Sin dogmatismo, preferiría que YPF se comprometiera a realizar las inversiones que no hizo hasta ahora. De no hacerlo, habría otros interesados en hacerse cargo. Pero también hay funcionarios que se inclinan por una salida estatal: y existen varias de diferente intensidad, empezando por una intervención.
L: ¿Cómo evalúa, a esta altura del partido, la iniciativa de Néstor Kirchner de aportar socios argentinos a Repsol-YPF?
H.V.: Los remedios aplicados hace unos años, tuvieron un efecto paradojal. Kirchner impulsó el ingreso a la sociedad de un socio argentino, al que Brufau describió en una irónica declaración como “experto en mercados regulados”. El Grupo Petersen (elegante denominación con la que giran Papá y Baby Eskenazi), carecía de recursos para adquirir la participación accionaria que Repsol quería ceder y por eso se convino una ingeniería financiera para que la pagara con futuras ganancias. Gracias a eso, lejos de propiciar la reinversión se convirtió en el principal interesado en la distribución de dividendos y acompañó cada planteo de Repsol a favor de aumentos en los precios del petróleo y del gas que produce. Esta es la línea de los ex secretarios de Energía acaudillados por Daniel Montamat, para quienes la utopía del autoabastecimiento sólo se alcanzará caminando hacia el horizonte de precios del mercado mundial, en cuyo caso caería el consumo local y volverían los abundantes saldos exportables.
L: ¿Y que balance hace de la política integral del gobierno para el área de energía?
El gobierno obtuvo algunos éxitos, como la rebaja de un 30 por ciento en el precio del combustible aéreo, que YPF le facturaba al precio internacional a Aerolíneas Argentinas. Como le falta información y el análisis de costos no es su fuerte, el gobierno acudió a una fórmula importada: como en Estados Unidos, el precio del combustible para aviones no podrá exceder en más de 2,7 por ciento el de la nafta especial en la estación de servicio más próxima al aeropuerto. Pero Brufau rechazó la pretensión oficial de importar el faltante de producción propia de hidrocarburos y venderlo al precio de producción local. Y ante la decisión de las provincias de revertir las concesiones allí donde la inversión y la producción no fueron los comprometidos, YPF muestra voluntad de judicializar la relación, con lo cual no habría una solución inmediata.
Lobo: Los proyectos de nacionalización de YPF suponen un momento decisión ideológico muy fuerte para el gobierno, ¿cree que finalmente serán dados?
Que el Estado le limpie los pozos muertos o agonizantes no le preocupa mientras mantenga las reservas no convencionales de Vaca Muerta. Por eso, luego de las reversiones dispuestas por Chubut y Santa Cruz, la acción de YPF subió de precio. Con el respaldo del Reino de España, Repsol tiene más espaldas que Eskenazi para resistir una ofensiva del Estado en toda la línea. El discurso de la nacionalización suena muy bien, pero esconde grandes riesgos, como acaba de advertir Hugo Moyano. El barril de petróleo es mucho más caro que en el momento de la privatización pero las reservas son mucho menores. Tal vez si el Congreso declarara la utilidad pública de YPF, la merma en su capitalización la pondría más al alcance de una toma hostil en el mercado. Como se ve las alternativas son varias. Más difícil parece modificar el plazo. Pero el autoabastecimiento a precios locales no es una cuestión ideológica, sino de supervivencia.

Living K


El Living ha vuelto. Es hábito argentino, costumbre, encantadora inercia de vivir.
Este Living es el decorado de una vidriera del barrio de Palermo. Muestra y se contempla, convoca un futuro compacto, espacio regular, ritmo en el tiempo. Decorado de una intimidad donde enredar público y privado en una construcción curativa, de sociabilidad previsible. O al menos confortable.
El cuadro que decora el Living, que decora la vidriera de la mueblería del barrio de Palermo es, en cambio, inquietante. Soporte y mensaje se contraponen: ¿la imagen congelada esta ahí para suturar heridas en el habitante? ¿O para mediar entre la insatisfacción con la propia biografía y la nostalgia por aquello que recuerda haber vivido?

Quizás sea el alegre desorden del consumo que se encarga ahora de promover las sensaciones y convocar los deseos del habitante. Lo importante es la certeza que el cuadro le provoca: ya no habrá ruido ni movimiento en la esquina que pueda hacerlo caer del decorado.
Y además, como le dijo la diseñadora y él repite a sus amigos: el cuadro en el Living queda divertido.

Vida de hombres infames

 por Lobo Suelto!
 


I.                   La política ante la catástrofe


Once. La catástrofe actualiza en nuestra memoria, a la fuerza, una dimensión de desastre de la vida urbana; inevitable infelicidad colectiva que la política (en tanto problematización de la vida en la polis, en la ciudad, que a todos nos abarca) no hace sino eludir. Concentrada en un esfuerzo de gestión continua, la política se vuelve ingeniería de la fiesta, del consumo, del espectáculo. En esta producción incesante de imágenes de felicidad colectiva, en esta terca dedicación por distanciarse de todo aquello que en la vida cotidiana es herida y frustración, el mundo de lo político niega las condiciones reales sobre las cuales elabora buena parte de su retórica y sus decisiones.



La tragedia impone un dolor sin atenuantes y reenvía inmediatamente a dramas anteriores, como el de Cromañón, sucedido a tan pocas cuadras de la estación que las ambulancias debieron sortear su paso por la calle Bartolomé Mitre, convertida hasta hace días en santuario popular. Esta insoportable comunicación no se agota en una sumatoria de episodios atroces. Exhibe a la ciudad como encadenamiento continúo y simultaneo de pequeñas catástrofes de naturaleza variada: alimentarias, laborales, de transportes, de uso de las energías, de explotación de recursos naturales (la catástrofe como una declinación visible de la guerra urbana de modos de vida y como concreción extrema de una cierta idea del desarrollo).


Buscar responsables individuales de estos accidentes es siempre un asunto delicado. En un sentido profundo, la pena resulta desproporcionada respecto de las pérdidas y de la magnitud del problema que hace sistema con el sufrimiento. Cuando apelamos –con razón– al estado de cosas de fondo que posibilita este tipo de episodios, nos imponemos una tarea mayor: la de enfrentar las estructuras mismas del modo de vida colectivo, que nos incluye.


II.                 Felicidad pública


¿Qué tipo de responsabilidades son las que se ponen en juego cuando esta trama de barbarie se vuelve imagen y acontecimiento? Estos accidentes “técnicos” se suelen presentar como desligados de otras dimensiones de la vida urbana con los que se vincula profundamente. La política es la primera en declararse impotente ante la compleja trama implicada en los hechos consumados. Al no prosperar de modo duradero y significativo, la problematización pública y necesaria se repliega. Y el peso de la responsabilidad vuelve a recaer sobre quienes padecen continuamente estos avatares de la vida metropolitana.


El bloqueo de toda problematización efectiva contrasta con la proliferación de las imágenes y las noticias dedicadas a cada uno de estos episodios. Si lo mediáticoopera efectivamente como sistema nervioso de lo social, quizá importe menos –para comprender el modo en que hace sistema con lo real- quién sea el propietario de esos medios y un poco más el modo en que disponen de un conjunto de automatismos más amplios, la supuesta naturaleza “técnica” de la mediatización, y el modo en que se sobreimprimen altas dosis de instantaneidad, repetición y narratividad a los momentos de decisión pública.


En ese marco, la política deviene gestión incesante de la felicidad colectiva (incluso, cuando se vuelve “crítica”): fiesta del aumento del consumo, en la que no está bien visto ponerse a revisar la deriva que adoptan las pasiones sociales.


O, más puntualmente (y como escuchamos decir últimamente a Christian Ferrer) el éxito de este “modelo” consiste en su capacidad de excluir el antagonismo político al coagular en torno de una imagen única de felicidad pública, una imagen sustentada en el aumento del consumo según parámetros de los centros del capitalismo occidental. Y un modo único de instrumentalización: a través de la inserción de nuestro país en el mercado global como exportador de ciertas materias primas, tecnológicamente asistidas, cuyos ingresos permiten mejorar la capacidad del estado para contener a los contingentes sociales llamados “desfavorecidos”.


III.              El elenco y la opinión crítica


Y bien, existe un tercer aspecto a considerar: la constitución de un elencobienpensante, de una opinión críticaque se ha vuelto tan interior al “modelo” como cada una de sus otras dos invariantes (desde la exportación de grano hasta el complejo científico que la asiste). Productores y reproductores de una constante gestualidad política, los autodenominados “intelectuales” dan forma de moebius a una politización enunciativa que convive con una despolitización de zonas extraordinariamente inmensas de la existencia individual y colectiva.


IV. La tragedia y la crisis
Bien diferentes a estos momentos de tragedia, los momentos de crisis económica y política combinan el dolor y la fragilidad con la potencia y la alegría. La crisis es también ocasión para reencontrarse con los medios materiales y morales de la existencia. Para pensar otros modos de vida, de relación con lo que nos rodea.

Y por eso la crisis puede devenir también en cuestionamiento de las promesas de felicidad, habilitando dinámicas de politización bien diferentes a la actual; politizaciones desde abajo y ligadas a una revisión del cotidiano, tal como pueden rastrearse estos últimos años en situaciones disímiles como las de Medio Oriente, Chile o regiones de Europa y EE.UU. Experiencias de lucha, éstas, que recuerdan en mucho a nuestro 2001, sobre todo, en su capacidad de retomar, del mundo de la vida, motivos y modos de expresión, aportando una carga de disidencia fundamental en torno a las directrices y parámetros de la felicidad pública y sus estructuras de gestión. 


V. La irrupción del bios
La “felicidad” reinante (ese vínculo entre fiesta, buen pensamiento y promesa de crecimiento) convive tanto con sufrimientos incesantes como con momentos anónimos de una suma nobleza que no llegan a cuestionar ni a oponer una imagen alternativa. ¿Es esto un déficit? En todo caso, para comprender la tensión que recorre nuestras ciudades es conveniente cuestionar cierto efecto óptico que iguala el discurso “crítico” del elenco al movimiento del “bios”.


Se trata de luchas que, enraizadas en las afecciones propias de una vida y sus pasiones, producen valor desde el cotidiano mismo. Luchas cuya paradójica debilidad consiste en su dificultad para integrarse en el pobre entramado desarrollista, en sus infraestructuras y relatos de un presente feliz. Luchas que son traicionadas cada vez que se las reduce a demandas a solucionar, a puro sufrimiento e impotencia: política de víctimas y reparaciones, literatura de catástrofe. Políticas de la despolitización.


Bien sabemos que “crítica” y “disidencia” no se equivalen. La disidencia surge de un corazón infame (in-famia: sin fama, sin gloria). La fiesta crítica tiene un ideal regulador, es decir, una fiesta que intenta conjurar la dimensión promiscua que yuxtapone e hibrida la vida y la política.


Las luchas que no cesan de retornar –al menos desde mediados de los noventas para acá– son, en ese sentido, luchas infames, disidentes, que asumen la tristeza al interior de un nuevo modo de entender lo político. O, en lenguaje filosófico, luchas biopolíticas.


VI. La disidencia y “el modelo”
Es menester, en suma, ante la insistencia en la riqueza del momento político actual, afinar el ojo y oído, máxime cuando esa actualidad es referida a las disputas dentro del (amplio espectro del) elenco (con todos sus matices) y del palacio, que alcanzan niveles de patetismo exorbitantes (quizá porque ese juego abarca hoy, como nunca, a las capas medias bienpensantes).


De este panorama, obviamente, no escapan las izquierdas organizadas políticamente: en sus latosas diatribas sobre la autenticidad o impostura con las que el gobierno alza banderas como la de la redistribución de los ingresos, su imaginación política no supera el pedido de sinceridad, de verdad de proceso; y así piden más.


¿Podemos reducir la vida pública a una expectativa de justicia dentro de “el modelo”? Con tanto discurso benjaminiano en el ambiente, ¿no sería más saludable retomar el punto de vista del sufrimiento y del valor que producen las luchas al interior del bios antes que solazarse en la pura retórica erudita, sea afirmativa o crítica?


Por el contrario, las dinámicas de politización parecen renacer allí cuando –bajo el diagnóstico aterradoramente grave de los modelos de pensamiento y gestión en curso– situamos en el centro de la escena la capacidad de sujetos infames de poner condiciones y líneas de irreversibilidad, cuando ensayamos mapear los signos de su disidencia.


Lo propio del actual ciclo político es minorizar a quienes cuestionan este estado de cosas sin ofrecer “alternativas”. Vuelve a estar en la orden del día la lucha por el devenir minoritario. No hay contradicción en esto: devenir minoritario y resistir la minorización son una y misma cosa. No suscribir a la política de la víctima, tensionar las imágenes de felicidad sustentadas en el consumo, disentir, en suma, respecto del régimen que opera produciendo un sentido de lo mayoritario (con solo echar una mirada a la convulsión europea comprendemos que no es tan fácil de sostener el ideal capitalista de felicidad. ¿O es, acaso, que el desarrollismo (¡¿ex?!)tercermundista aspira a sustituir al tradicional centro capitalista como sostén de este ideal?)


La gestión de la felicidad se sitúa en el centro del problema político. Un problema que la política del presente no puede eludir.


20 marzo de 2012

Clinämen: Felicidad y Disidencia


Conversamos sobre la relación entre modelo de felicidad y política. 
Lo político como interrupción del consenso.
Malestares sociales y felicidades disidentes.

estallido redondo

historia ricotera de 2001

 por perros sin folleto

Los Redondos, fiesta y resistencia, chorrearon todas las épocas, los’70, los ‘80, los ‘90, y rompieron en 2001: su desborde se confunde con el de una era política en Argentina, y su historia muestra un 2001que obliga a repensar el presente. Redondos, una fiesta donde decir nada es verdad salvo nuestro grito, este grito que abarca el cosmos. Aguante y creación, mapa del mundo y orientación en el desastre: sin estrellas, desconfiados de cualquier ídolo, bailando los designios de nuestro dios pagano, Patricio, esta trascendencia del nosotros.


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El primer vagón

Por Turco Machete

En lugar de cortarme el pelo hoy por la mañana, decidí tomarme el tren que habitualmente me lleva al trabajo (no todos los días, sólo los cuando voy a trabajar), el ramal TIGRE-RETIRO. Un lujo viajar allí, sólo que ayer se incendió algún vagón por Olivos (“¡Que parezca un accidente… TBA dixit!”).
Aire acondicionado, gente leyendo best sellers, Ipods y caras de culo, solo para encontrar algún punto en común entre Héroes: Mitre y Sarmiento, alumnos bajo el virreinato de TBA.
Y casi como por obra divina (¿qué dirán los dioses griegos?) y por el mismo precio, se dibujó un vagón vip, cómodo, con poca gente a esa hora donde todos (y todaaaaaas) estamos destinados a viajar como ganado.
¡¡¡¿Qué pasó?!!!, pregunté a un zombie de al lado que venía escuchando música al palo. ”La gente no viaja más en el primer vagón, ¿no ves cómo está atrás?… hasta las manos, y acá de diez”. Bueno, la alegría de viajar bien tiene su riesgo, ese riesgo se llama, entre otros, “El primer vagón”.
Ante la imposibilidad de pensar que todo nuestro recorrido cotidiano está lleno de peligros y que estamos inmersos y transitando una precariedad total, nos aliviamos creyendo que el “segundo vagón” es el refugio contra el“error humano”, la “falla técnica” o, quizá, la “culpa de las estructuras”.
Pero, ¿cuánto tardará en convertirse el segundo en primero?

“Déjenos vivir en paz nuestra propia Edad Media”

Coscia, Negri y el naufragio de la Cultura

por Lobo Suelto!


Sábado a mitad de marzo, una y tres de la madrugada. Canal 9. Puerto Cultura.
Alfombra amarilla, cortina naranja de fondo, escenario con mesa de vidrio con dos sillas con dos vasos de agua con una taza y algún libro –todos elementos decorativos. Dos hombres de traje oscuro en el corazón de la escena, uno notoriamente más viejo que el otro. A la izquierda de la pantalla, el filósofo autonomista italiano Toni Negri –tal vez, el pensador-militante más sugerente del último medio siglo; a la derecha, Jorge Edmundo Coscia, modesto cineasta [1] y actual Secretario de Cultura de la Nación. El montaje se completa con un público de estudiantes universitarios que, sentados en gradas artificiales y con auriculares berretas para la traducción simultánea, siguen inexpresivos un diálogo inaccesible.[2]
Desde el spot inicial que sirve como publicidad del evento la cosa se pone, digamos, enrarecida: se presenta a Negri como “pensador agudo, filósofo brillante e hijo del fundador del Partido Comunista Italiano”, es decir, una equilibrada mezcla de superficialidad, desinterés y delirio. En ese momento, a esa hora, luego de la espera, imploramos no fuera oráculo de lo por venir.
Te llamás Antonio, pero te puedo decir Toni”;
Claro, todos me llaman Toni”:
Nunca más le dirá “Toni” en toda la entrevista.
Comencemos con algo que es una particularidad de este programa, reabre el Secretario con escasa sutileza: cuente su vida desde el inicio vinculándola a su pensamiento: Italia, sus padres, la guerra, el fascismo, el Partido Comunista, la Autonomía Obrera. Respuesta concreta que eludió lugares comunes sobre la izquierda, el comunismo y el fascismo. Trató, más bien, de descristalizar imágenes: los procesos históricos son complejos y los prejuicios abundan.
O no tanto: Coscia afirma/pregunta las diferencias entre los nacionalismos europeos (de carácter imperialista) y los nacionalismos tercermundistas (liberadores, anticolonialistas). Negri responde: (a)- ni el nacionalismo italiano es algo obvio, algo directamente encuadrable en los “nacionalismos europeos” (habría que revisar cuál era el lugar subordinado de Italia en la configuración del capitalismo de principio de siglo XX que hace emerger el nacionalismo –luego devenido fascismo– no imperialista sino de resistencia al imperialismo); (b)- ni la lectura desde Italia de los movimientos de liberación nacional en América Latina fue una mirada reactiva (más bien lo contrario: el movimiento europeo de los ’60 y ’70 siguió con extremo interés las luchas latinoamericanas);  (c) ni sería del todo atinado reducir los movimientos de liberación nacional en lo que se llamó el tercer mundo a una matriz nacional o nacionalista.
Cuando el Jorge Edmundo comenzó a formular su tercera pregunta (sobre el uso del término comunismo en un surtidito de “filósofos europeos actuales”) se volvió evidente que la entrevista no iba a buen puerto: el entrevistador –con gesto de seisieteochista superado– no escuchaba lo que el entrevistado le decía, su palabra no lo afectaba, ni hacía ningún esfuerzo por conectar con ese otro discurso, por pensar desde él. La lectura maquinal de preguntas preparadas remplazaba a la conversación, al intercambio. El poco compromiso del cineasta con la situación era palpablemente patético.
Insistirá Coscia con la imposibilidad de traducción de las situaciones europeas y latinoamericanas: si desde allá se acusa de populistas a los gobiernos latinoamericanos (juicio que, prelaclonianamente, evidencia una incomprensión profunda de los procesos latinoamericanos), desde acá no podemos entender la diferencia entre la izquierda y la derecha europea (dado que ambas ejecutan políticas similares).
Insistirá Negri –con sutileza– en esquivar pensar la política en términos de derecha e izquierda. La izquierda resultó ahogada con su propio vómito, replegada sobre sí misma sin entender las mutaciones del capital, del modo de producción, de la forma trabajo, de las subjetividades… de todo lo que hizo que las fuerzas productivas superasen las relaciones de producción (formula que, claramente, desorientó al auditorio). Y remarcará su interés y apoyo a los procesos latinoamericanos, no sin destacar que el populismo conduce irremediablemente al nacionalismo y al desarrollismo, es decir, a la ilusión de intentar correrse de las dinámicas de globalización a partir de un ingenuo auto-sostenimiento. Ni siquiera los Estados Unidos, agregar, pudieron abstraerse de la fuerza de la globalización. Por el contrario, fueron claramente derrotados por la globalización (luego de querer imponer su moneda, su economía, su fuerza militar, su modo de vida)
Luego, ante el tono descreído del entrevistador sobre la posibilidad de pensar un horizonte no-capitalista, Negri destacará las luchas en las que, sobre diferentes territorios (de España a Chile pasando por Egipto), resuena el “qué se vayan todos”. Esto conduce a Coscia a señalar tres momentos fundamentales de la Argentina de los últimos años: el estallido de 2001, el gobierno de Kirchner (una opción diferente a la propuesta en 2001) y el amotinamiento de la oligarquía del campo, lo que haría necesario (dirá Coscia) distinguir entre “multitud” y “gente” (?).
¡Claro!, asentirá un Negri enfático: el concepto de pueblo se liga insolublemente al de propiedad privada; el de multitud, en cambio, encontrará en lo común la superación del par público/privado. Pero más allá de las respuestas, lo más evidente es la distancia entre la pasión, la convicción, fuerza de quien intenta poner en común –en palabras–, sin demasiado cálculo, un pensamiento vivo y el automatismo del otro: nada pone el Secretario sobre la mesa, quizá solo su pereza o sus desconfianzas. Un anfitrión que no está a la altura de su invitado.
Una última puntualización será requerida sobre un artículo de Negri que elogia la ausencia de memoria (algo muy difícil de asimilar para un funcionario de un gobierno que hace de la memoria una activa política de estado). “Olvidar las derrotas para poder seguir luchando”, propondrá el filósofo italiano ante la cara incrédula del entrevistador. La ausencia de memoria posibilita volver a conformarse a sí mismo desde un lugar afirmativo, potente, no reactivo.
Sobre el final, las preguntas del público –sobre por qué vinculaba el nacionalismo al fascismo; sobre la diferencia entre las luchas de los ‘70 y las actuales, sobre el zapatismo y sobre la noción de poder constituyente) ya no salvaban una entrevista que había naufragado antes de zarpar.
En ese sábado que promediaba marzo, a las dos y dos de la madrugada, la TV se apagaba, no sin dejar resonando la única verdad profunda, bolivariana, vertida por el Secretario:Déjennos vivir en paz nuestra propia Edad Media”.

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[1] Entre sus producciones se cuentan: “El general y la fiebre” (1992), “Cipayos (la tercera invasión)” (1989), “17 de octubre, una tarde de sol” (1995), “Rosas, 200 años” (1993), “Danza contemporánea argentina I y II (1992/­93)”).

[2]Quizá es demasiado forzado”, sugiere J, pero insisto en que no parece improcedente sospechar que el  kircherismo tiene algo que ver con el pasaje entre dos escenarios —el primero y el último— del vinculó de este filósofo con la Argentina: aquel de su primera visita (año 2002, a los gritos, en italiano y sin traducción, en un gigante galpón de una fábrica recuperada donde se mezclaban obreros, piqueteros, campesinos, asambleístas y estudiantes, una militancia social tan difusa como potente –“La moltitudo è un concetto di clase”, gritaba hasta la afonía aquella tarde– y este que aquí narramos (mi plasma y yo, un simulacro de discusión, un auditorio mediocre, una pasión que la televisión y el conductor desmantelan).

Roger Money x 3

No lo soné
por Damián
Es redundante, bien sabido, pero me dislocó, verdaderamente, sobre todo en estos días que hay que armarse y matar.
Situación: ayer caminaba por Núñez a las tres y media de la mañana. Iba con un conocido. Nos cruzamos con tres pibes. Cartoneando. Aspirando poxi. Tenían las marcas de lo que debe dar miedo.
Uno a la distancia, me dice: loco, ¿cómo estuvo el recital?
Impresionante. El recital se había terminado hacía tres o cuatro horas, y él se daba cuenta de que yo no era de ahí, de que había ido, etc. en suma, el pibe quería que le contara. Sabía toda la situación. Me hizo acordar a pura suerte.
Le contesto: increíble.
Me vuelve a decir: ¿estuvo piola?
Sí, muy piola. En seguida me sale el pensamiento: el pibe intentando sobrevivir, y yo contándole lo que no tiene ni puede. Por suerte, no dije ninguna bajeza, aunque estuve cerca. Digo por suerte porque así yo hubiese hecho lo que él intentaba no hacer. La compasión es la otra cara del miedo. La misma mierda, con distinto nombre. La célebre tablita de valores.  
¿Tenés un cigarro?, me pregunta. Paro, se acerca, me da las gracias y se va.
De nuevo, me pareció impresionante: el pibe buscando simpatía, también el cigarro, pero se tomó la molestia de generar algo primero. De eliminar distancias. Era Sartre rechazando el Nobel. Con esa altura. Ni más ni menos. Una emocionalidad alucinante.   
Al toque pasan otros dos pibes que eran de la zona, aparentemente. El mismo que me habló los llama y los dos siguen caminando, pero con miedo. entonces, los empieza a bardear. No pasa de ahí.    
¿Y quién provoca qué?

11×2

Fantasmas en la estación

por Sebastián Stavisky 
Un cadáver en el cuarto vagón. Cincuenta muertos entre el primero y el segundo y un cadáver en el cuarto vagón desquicia toda previsibilidad. Porque aún después de cincuenta muertos es necesario al menos una pizca de previsión. Que no hubiera más muertos en la estación permitió que se retomara la circulación. Que los trenes echaran nuevamente a andar. Que las boleterías volvieran a expedir boletos. Hasta que un cadáver en el cuarto vagón detuvo otra vez el flujo. Estaba tan cerca y nadie lo vio. Casi en la punta de los hocicos de los sabuesos busca muertos y nadie olió su olor a putrefacción. La estación se supo de pronto invadida por un fantasma que se resistía a abandonarla. Un fantasma que viajaba en tren fantasma.
Dos días es el tiempo que comúnmente media entre la muerte de un cuerpo y su entierro. Es el tiempo del velorio. También de los primeros signos de descomposición.  ¿Quién de nosotros podría asegurar que no palidecería a la vista de un cadáver lleno de gusanos?, nos pregunta Bataille. Los mismos fierros ferroviarios que aplastaron el cuerpo fueron los que se encargaron de ocultarlo. De mantenerlo oculto de las caras pálidas. Y de pudrirla. ¿Quién habrá ocultado el olor? ¿Y el dolor?  Resultado del ocultamiento: la inminencia frente a las narices de investigadores, pasajeros, cámaras y deudos ya no sólo de un tendal de gusanos, sino de un fantasma. Y si al mal olor lo quitan los perfumes, si a los cadáveres los retiran los bomberos, al fantasma no hay quien lo vaya.
La muerte es un viaje de ida. ¿Pero qué hay allí cuando el viaje se detiene a mitad de camino? Hay un umbral, como aquel que media entre la ciudad capital y el conurbano bonaerense, entre el lugar de trabajo y el de vivienda. Hay un no-lugar, como una estación de trenes en que sucede de todo menos la posibilidad de una identificación –de un cuerpo. Hay una estancia liminar, como destierro al cual son arrojados los cuerpos marginados. Hay un entre dos y, lo que sucede entre dos –según dice Derrida-, entre todos los “dos” que se quiera, como entre vida y muerte, siempre precisa, para mantenerse, de la intervención de un fantasma.
Las cortinas azules de la PFA se corren para efectuar el retiro del cadáver. Como antes los fierros ferroviarios, las cortinas se disponen a mantener el cuerpo oculto de las caras pálidas y de las cámaras morbosas –al menos hasta que aparezca el mejor postor de la Crónica mortuoria. ¿Pero a quién resguardan las cortinas: al muerto, a las caras, a las cámaras o al fantasma? Que la muerte no se vea. Que se vaya el cadáver. Y lo sacan con las patitas para adelante por la puerta trasera de la estación, aquella que linda con el santuario por los muertos de Cromagnon. Allí donde alguna vez la arteria fue taponada y –paradoja del destino-, en estos días de inclemencia, by pass mediante, se volverá a abrir. ¿Taponarán estos nuevos muertos su propia arteria? ¿Tendrán estos nuevos muertos su propio santuario? Para que haya santuario, es preciso que antes haya luto. Y aún hay muertos que no lo tienen.
Si no hay cadáveres, hay fantasmas. Si no hay luto, hay anomia. Mientras el duelo postergado tendrá lugar en otro lugar, la indignación popular se agita ante las cámaras para que se haga visible la aberración de aquellos para los que el muerto pasó desapercibido. ¿Cómo puede que no lo hayan visto? ¿Cómo puede que no lo hayan olido? Y, aprovechando la inminencia del fantasma, otro fantasma copa la estación. ¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo! Si un fantasma es un exceso, dos es una exuberancia. Alcen las barreras para que pase la farolera. Que se reanude el servicio. Que se desplieguen los efectivos. Que se vayan todos los fantasmas.

Occupy Wall Street y algunos nombres de cualquiera

 Ángel Luis Lara, especial desde USA para Lobo suelto
William
Ayer encontré a un señor de unos setenta años en un café cerca de casa. Se llamaba William y llevaba un pin en la solapa con el lema “We are the 99%!”. Le pregunté cómo iba el movimiento. “No lo sé, la verdad. Pasé por la plaza mucho en otoño, luego la cosa se puso solemne y ya no me divertía. Ahora el movimiento lo llevo por dentro, como si me hubiera poseído”. Mientras me compartía su última frase, William sonreía y se tocaba la tripa.
Occupy Wall Street nació de un impulso activista tradicional que se vio efímeramente desbordado por el roce con personas comunes sin bagaje político previo. Cuando se impuso de nuevo la hegemonía activista, la mayoría de esas personas se volvieron a casa. Entonces comenzó a encogerse la imaginación y a desatarse la memoria: lo imprevisible dejó paso a lo conocido, la repetición fue tomando la forma de un rito. Es el movimiento de un boomerang: alejarse para retornar siendo lo mismo.

Isabel y Leticia
Tal vez la mayoría de las personas comunes se fueron a casa, pero no todas. Algunas se quedaron atrapadas en los intersticios y las contradicciones del movimiento. Desde allí tratan con ahínco de que “We are the 99%!” deje de ser una mera semántica y se convierta en una pragmática. “Descolonicemos Occupy Wall Street”, dicen y hacen siempre que pueden.
Isabel y Leticia son de Puebla, en México. Aunque llevan más de diez años en Nueva York están indocumentadas. Viven en Sunset Park, un barrio de Brooklyn poblado mayoritariamente por personas migrantes. Allí hay una asamblea de Occupy todos los sábados, pero ellas no acuden. Cuando les pregunté por qué no participan, su respuesta fue sencilla: “fuimos el primer día, pero es que no entendimos y pues ya no regresamos. Todo es en inglés y son puro gringos”. Se calcula que en Nueva York existen cerca de ochocientos idiomas. Occupy Wall Street solamente habla uno.
Susana, Felipe y Gerardo
Hace unos días se celebró en Nueva York el Left Forum, un encuentro anual de personas y organizaciones estadounidenses de izquierda que este año llevaba por lema: “Ocupando el sistema”. Se trata de un lugar en el que gente de izquierda, fundamentalmente blanca y de clase media, paga treinta dólares al día por hablar de sí misma consigo misma. Susana, que participa en Occupy Wall Street desde sus inicios, lo llama “la taradez monológica”: un acto infinito de endogamia. Susana inventó el apelativo cuando nació OccUniversity: un proyecto de universidad alternativa que pretende conquistar el derecho a la educación para todo el mundo. Su programa inicial incluye cursos que abordan temáticas como el análisis histórico del concepto de huelga o el estudio macroeconómico de los procesos de funanciarización y de deuda. Se lo conté a Felipe, que me está ayudando a reformar mi casa. Él es de México y lleva quince años en Nueva York, indocumentado y saltando de un trabajo a otro para juntar dinero que mandar a casa: al otro lado de la frontera tiene mujer y tres hijos. Felipe me dijo que no entendía muy bien lo de esos cursos, pero que lo que él necesita es un curso de inglés. Su primo Gerardo, que vino a ayudarnos con la pintura, dijo que si pudiera él estudiaría computación.
Fernando
Fernando siempre dice que él no es de izquierdas ni de derechas. Nunca antes de Occupy Wall Street había participado en política. Hace unos días, un amigo le invitó al Left Forumpara hablar de su experiencia en el movimiento. Fernando sólo compartió preguntas: “¿Qué hacemos aquí hoy? ¿Por qué hemos pagado treinta dólares para hacer lo que hemos estado haciendo gratis en las plazas? ¿Debemos de alguna manera pensar que pertenecemos a este lugar? ¿Hemos regresado a casa? ¿Hemos vuelto a Itaca después de nuestro tiempo de travesía? ¿Habéis visto al perro sin nombre que reconoció a Ulises cuando éste regresó? Yo no lo he visto. ¿Dónde está Penélope? ¿Sigue todavía esperándonos o se casó ya con un verdadero comunista?”.
Luis, Vicente y Begoña
Pese a las contradicciones y los límites que visten la experiencia de Occupy Wall Street, su energía ha logrado colarse en la climatología local impregnando el aire. Hay algo que ha cambiado en la ciudad, que no estaba antes, tal vez un estado de ánimo. Algo innombrable que no se toca, pero que se respira. Mi ruta subterránea de esta semana por el metro de Nueva York me habla de ese cambio de clima: lunes, una joven afroamericana va leyendo El Manifiesto Comunista en el tren F; martes, un joven devora un libro de James Clifford en el tren R; miércoles, un señor de unos sesenta años lee La Ideología Alemana en el tren G; jueves, una señora con un pin del 99% lee el último libro de John Berger en el tren A. Mis ojos se quedan atrapados en una de las frases del texto: “Quien hace un signo repite un gesto habitual. Quien hace un dibujo se encuentra solo en la infinita inmensidad”.
Puede que el ojo mediático haya dejado de mirar lo que está pasando en Occupy Wall Street para transmitir la idea de que no está pasando nada. Sin embargo, el movimiento se ha convertido en una suerte de clima flotante repleto de actividades multiplicadas. Cada día, en diferentes sitios a la vez. Muchos grupos de pocas personas haciendo y conversando acerca de muchas cosas. Vicente, Begoña y Luis participan de uno de esos grupos. Son parte del enjambre que convergerá el próximo primero de mayo en una movilización general para volver a dar visibilidad al movimiento. “¿El primero de mayo?”, les pregunto con el gesto torcido. “Sí, ya lo sabemos, esa fecha tiene más que ver con un ejercicio de memoria y con un ritual de fidelidad que con la imaginación y la ruptura que necesitamos. Sin embargo, esta vez va a ser distinto”, me dicen. Quizá tengan razón. Aunque lo más importante es que nadie lo sabe. Tal vez el mayor logro climático de Occupy Wall Street haya sido la producción de un infinito de posibles. Eso es algo nuevo. Tiene más que ver con la infinita inmensidad de un dibujo, que con el gesto repetido de un signo.

Una clase de capitalismo en serio

Entrevista a Raúl Zibechi 
por Lobo Suelto!
Andando y andando, buscando donde respirar, llegué a lo de Don Raúl Zibechi, del otro lado del Río de la Plata. Por lo que me contaron, el periodista tuvo acceso privilegiado a lo sucedido en el encuentro de dos de las tres presidentes claves de este mundo: Ángela Merkel y Dilma Rousseff y, a partir de allí, a una nueva actitud geopolítica del Brasil. Lo que sigue es la conversación que, a pesar de hablar lenguas tan distantes, mantuvimos ayer por la tarde en un café de la calle Tristán Narvaja.
LS: ¿Qué pasó en esa entrevista que mantuvieron Dilma Rousseff y Ángela Merkel el pasado 5 de marzo en Alemania?
RZ: -Fue tensa y poco cordial. La presidenta de Brasil se viene quejando del tsunami monetario, como bautizó la política monetaria expansionista de Europa y Estados Unidos, que perjudica la industria de los países emergentes. Se despachó contra la política económica especulativa que impulsa la canciller alemana y advirtió que Brasil es una economía soberana y, por lo tanto, tomará todas las medidas para protegernos. El objetivo de Rousseff fue demostrar que los países centrales están tomando medidas proteccionistas, a las que consideró una forma artificial de protección del mercado. Hasta se permitió darle lecciones a la alemana: es importante que los países desarrollados no hagan políticas monetarias expansionistas, sino políticas de expansión de las inversiones, porque eso mejora la demanda interna.

LS: ¿Eso quiere decir que para comprender la política interna brasileña hay que prestar atención al modo en que se gestiona la crisis de los países europeos?
RZ: -En su comparecencia ante la Comisión de Asuntos Económicos del Senado, el Ministro de Haciendo, Guido Mantega, dijo que si Brasil no hubiera tomado medidas para evitar una revaluación del real la cotización del dólar habría caído hasta 1.40 (hoy es de 1.80) y toda la industria brasileña ya estaría quebrada, no tendría condiciones de competitividad y no conseguiría exportar nada. El ministro recordó que los países del norte inyectaron 9 billones de dólares en la economía, y que ante la devaluación de sus monedas, que considera una guerra monetaria, Brasil no puede hacer el papel de tonto. Hasta ahora la principal medida, además de la compra masiva de dólares por parte del Banco Central, consiste en la ampliación del impuesto a las operaciones financieras, de 6 por ciento a las transacciones a menos de cinco años, y no a dos como antes. El que quiera que tome préstamos a más de cinco años, que son más saludables al ser para inversiones, dijo Mantega, al anunciar que se profundizarán medidas para impulsar la industria y las exportaciones.
LS: ¿Y cómo repercuten esta actitud de Brasil?
RZ: -Apenas conocerse la noticia, el Financial Times, vocero del capital financiero internacional, tituló que Brasil declaró la guerra de divisas contra Estados Unidos y Europa. El artículo finaliza advirtiendo sobre guerras comerciales masivas en el horizonte como resultado de las políticas en curso. En el mismo momento que el gobierno brasileño ingresaba en la guerra de divisas, la Casa Blanca suspendía el contrato que había ganado la brasileña Embraer en una licitación de 20 aviones de ataque Super Tucano por 355 millones de dólares para la fuerza aérea de Estados Unidos. Si Embraer lograba ingresar en el selecto grupo de proveedores de la principal fuerza aérea del mundo, se hubiera consolidado como industria aeronáutica militar. Embraer es la tercera empresa del mundo en aviones civiles, detrás sólo de Boeing y Airbus, pero recién este año consiguió ingresar en la lista de las 100 mayores empresas militares del mundo, ocupando el puesto 94.
LS: ¿Sugerís que se ha iniciado una ruptura mayor entre EE.UU. y los países llamados desarrollados y Brasil y los países del ex tercer mundo?
RZ: -La cancillería brasileña, habitualmente comedida, no ocultó su desagrado, en especial por el momento y la forma, semanas antes de la visita oficial de Rousseff a Wahington. Pero el dato mayor es otro: la cancillería asegura que esa decisión no contribuye a la profundización de las relaciones entre los dos países en materia de defensa. Este año Brasil decidirá la compra de 36 cazabombarderos de última generación, y lo hará entre el Rafale de la francesa Dassault y el F-18 Super Hornet de la estadounidense Boeing. La preferencia siempre fue por el Rafale, aunque es mucho más caro, porque Francia asegura una completa transferencia de tecnología, sin precedentes en la industria militar. En septiembre de 2009 el presidente Lula firmó un acuerdo de cooperación militar por el cual Brasil ya comenzó la construcción de submarinos convencionales y nucleares, y de helicópteros militares, aplazando por el momento la compra de los cazas. El acuerdo convierte a Brasil en potencia industrial-militar y parte del selecto grupo de países capaces de fabricar submarinos nucleares y cazas de quinta generación. Algo que no es del agrado de Washington.
Dos hechos nuevos deben constatarse. En las relaciones entre Brasil y los países del norte hay un nuevo tono. El modo como Rousseff encaró a Merkel habla por sí solo. Los países desarrollados quieren canibalizar a los emergentes, dijo la presidenta, lo que no vamos a permitir. En el terreno militar es igual. El jefe del estado mayor de las fuerzas armadas, general José Carlos de Nardo, habló el 20 de marzo ante 44 oficiales que pasaron a desempeñarse en el Ministerio de Defensa: “No hay lugar para conflictos en América del Sur. Podemos enfrentar pequeñas crisis en nuestras fronteras, que resolveremos con el traslado rápido de efectivos”. Agregó que el continente posee abundancia de hidrocarburos, recursos hídricos, producción de alimentos y biodiversidad, y que el papel de Brasil consiste en contribuir en el proceso de disuasión continental contra la codicia de las potencias extranjeras. Más claro, imposible. Cuando un país del tamaño de Brasil decide ingresar en una guerra como la monetaria, es porque está preparado en todos los terrenos para afrontar las consecuencias.
El segundo hecho es que la región camina a marchas forzadas hacia una creciente convergencia política, económica y financiera. La guerra monetaria en curso es apenas el anticipo de la división del mundo en bloques comerciales, en un ambiente de crispado proteccionismo que comenzaría a plasmarse hacia finales de este año. La Unasur puede comenzar a debatir, en cualquier momento, sobre una moneda común, por la necesidad de defenderse en un mundo de creciente inestabilidad que está buscando alternativas al dólar.

Italia no es Grecia

por Franco Berardi

No puedo decir lo que pienso del  pienso del presidente de la republica italiana porque a causa de una ley idiota y liberticida acabaría en la cárcel. Quien quiera conocer a este viejo estalinista convertido al totalitarismo de las finanzas puede leer el libro de Ermanno Rea Mistero Napolitano en el que se cuenta el suicidio de una comunista y libertaria llamada Francesca Spada. Lo que no podía prever es que este señor, al que le parece normal firmar la ley mafiosa que ha destruido el sistema comunicativo y el sistema escolar italiano, adoptase el lenguaje y la forma demente del racismo italiota. Rompemos los riñones a Grecia[i] prometió un tipo al que en 1922 un rey de Italia había entregado el poder absoluto. Napolitano más modestamente se limita a hacer notar que Italia no es Grecia.
Gracias presidente, era lo que queríamos oírnos decir. Que Italia no sea Grecia comienzo a sospecharlo yo también. El pueblo griego tiene el coraje de responder con el fuego a la violencia financiera mientras que el pueblo italiano parece, de momento, completamente atontado por la sensación de que el gobierno Monti sea distinto y mejor que el que lo ha precedido mientras no es sino su continuación más eficiente y criminal.
La sociedad griega ha sido sometida al tratamiento de la banca europea a partir de la primavera del 2010. En el transcurso de un año y medio el producto interior bruto ha caído un 7.2%. La dictadura financiera ha tenido a bien mandar a hacer puñetasal presidente elegido por los griegos, Papandreou, porque se había atrevido proponer un referéndum para restituir al pueblo el derecho a decidir su propio destino. La democracia ha sido cancelada en el país en que había sido concebida dos mil quinientos años antes. El tratamiento europeo ha seguido adelante y ahora la economía está definitivamente colapsada, aunque los criminales de la banca central no paran de pedir sangre: ciento cincuenta mil despidos en el sector publico (como si no bastasen los que ya se han realizado) y reducción del 20% de los salaries y de las pensiones.
Los trabajadores y los estudiantes griegos parecen esta volta decididos a parar la masacre. Quizá están aprendiendo de los rebeldes egipcios y sirios que si es preciso morir es mejor hacerlo con la cabeza alta. En Italia el tratamiento griego está solo empezando. En estos momentos el asesor de Goldmann Sachs va por el mundo prometiendo a sus patronos que en los próximos meses los derechos laborales serán definitivamente cancelados. Vamos ya muy adelantados, y cualquier mes el tratamiento griego tendrá sus efectos también en Italia. La catástrofe ya anunciada de la producción y del consumo hará necesarios nuevos recortes y así hasta el infinito mientras quede algo que robar.
Grecia está en llamas. ¿Por qué en Italia no experimentamos una nueva forma de acción, que quizá consista en la inacción, en el rechazo a participar, a colaborar, a contribuir? ¿Por qué no probamos a organizar el Do Nothing Day, como ha propuesto una joven griega, Alexandra Odette Kypriotaki, después de constatar que el pueblo griego con la acción y la movilización no ha conseguido nada?[ii]
[i] La expresión Spezzeremo le reni que se traduciría por «Les romperemos los riñones». Permaneció en la lengua italiana como una forma de decir algo generalmente, irónico. El 18 de noviembre de 1940, dos semanas después de la invasión italiana de Grecia, el Duce Benito Mussolini celebró un discurso beligerante desde el balcón del Palazzo Venezia: “Dije que le habíamos roto los riñones a Negus (Emperador de Etiopía). Ahora con la misma certeza absoluta, repito absolutamente, lo dicho le vamos a romper los riñones a Grecia.”
[ii] ¿Y si no hiciésemos nada? http://blogs.publico.es/fueradelugar/date/2012/02

Inventar el común

por Judith Revel y Antonio Negri


Partimos de una constatación muy simple ya que a veces es más fácil razonar empezando por el final: vivimos en un mundo donde la producción se ha convertido en un acto común. Algunos de nosotros todavía tienen en mente los análisis de Foucault sobre la doble tenaza que la industrialización impuso a los cuerpos y las mentes de los hombres desde finales del siglo XVIII. De una parte la individualización. la separación, la desobjetivación, el adiestramiento de cada individuo, reducido a unidad productiva en forma de monada, sin puertas ni ventanas, totalmente desarticulado y rearticulado en función de las exigencias de rendimiento y maximización de los beneficios; por otra, la construcción en serie de estas monadas productivas, su masificación, su constitución en personas indiferenciadas, su carácter intercambiable, puesto que el gris siempre equivale al gris y un cuerpo amaestrado vale por otro. Individualización, serialización -he aquí la bendita tenaza del capitalismo industrial, la maravilla de una racionalidad política que no duda en redoblar su procedimiento de control y de gestión, en morder la carne de ese individuo que está formando a su imagen y semejanza, en encuadrar a aquellas personas que se inventa, para asegurar definitivamente su poder sobre la vida y explotar su potencia. Oyendo esto, algunos releen Vigilar y Castigar.

Otros, simplemente, tienen en mente el ritmo de la cadena productiva, los brazos rotos, la impresión de no existir más, el cuerpo que se transforma en carne de cañón para la producción en serie, la repetición sin fin, el aislamiento, la fatiga. La impresión de haber sido tragado por una ballena y haber sido masticado como tantos otros.

Todo esto es cierto. Todo esto existe todavía. Pero va existiendo en menor medida. Desde sus inicios, Multitudes [2] ha tratado de dar cuenta de esta mutación, de describir esta realidad -esta “tendencia” que atravesaba la existencia y excavaba dentro de la íntima consistencia- de analizar las consecuencias. Esta mutación ha tocado, al mismo tiempo, las condiciones de la explotación, las relaciones de poder, el paradigma del trabajo, la producción de valor. Este transformación también ha investido las posibilidades de resistencia porque esta transformación, paradójicamente, también ha reabierto y multiplicado sus posibilidades.

Uno de los puntos más difíciles y más polémicos para los que todavía hoy se mantienen en el viejo modelo de la producción en serie, en la figura de la fábrica y la historia de la resistencia de la clase obrera, es pensar que un nuevo modo de explotación -más fuerte, más eficaz, más extenso- pueda acrecentar la posibilidad de conflictividad y de sabotaje, de rebelión y de libertad. Para nosotros, decir que el modelo de producción (y por tanto de explotación) ha cambiado, decir que es necesario dejar de pensar en la fábrica como la única matriz de producción y de conflictividad proletaria, es también pensar en una mayor resistencia. Cuando hablamos de «nuevo capitalismo», de capitalismo cognitivo, de trabajo inmaterial, de cooperación social, de circulación del saber, de inteligencia colectiva, intentamos describir, al mismo tiempo, la existencia de un nuevo saqueo capitalista de la vida, su investimento no solo en la fábrica sino en toda la sociedad, pero también la generalización del espacio de la lucha, la transformación del lugar de resistencia y la figura de la metrópoli como lugar de producción, convertida hoy en el espacio de resistencias posibles. Nosotros decimos que hoy el capitalismo no puede ya permitirse desobjetivar -individualizar, serializar- a los hombres, no puede triturar la carne para hacerla un golem de dos cabezas (el «individuo» como unidad productiva, las «personas» como objeto de gestión masificada). El capitalismo no puede permitírselo porque lo que produce valor actualmente es la producción común de la subjetividad. Cuando nosotros decimos que la producción es común, no negamos que existen todavía fábricas, cuerpos destrozados y trabajo en cadena. Afirmamos que el principio mismo de la producción, su centro de gravedad, se ha desplazado; que la creación de valor, hoy, consiste en poner en red la subjetividad y capturar, desviar, apropiarse de la actividad común. El capitalismo necesita de la subjetividad, es parasitario. Por tanto está encadenado a aquello que paradójicamente lo pone en peligro: porque la resistencia, la afirmación de libertad, es precisamente hacer valer la potencia de invención subjetiva, su multiplicidad singular, su capacidad de producir el común a partir de las diferencias. Los cuerpos y los cerebros han pasado de carne de cañón a armas contra el capitalismo. Sin el común, el capitalismo ya no puede existir. Con el común la posibilidad de conflicto, de resistencia y de reapropiación se incrementan infinitamente. Formidable paradoja de una época que por fin a conseguido librarse de los ornamentos de la modernidad.

Desde el punto de vista de lo que puede llamarse la «composición técnica» del trabajo, la producción ha devenido en común. Desde el punto de vista de su «composición política», se necesitaría entonces que a esta producción común se correspondiesen nuevas categorías jurídico-políticas, capaces de organizar este «común», para expresar su centralidad, para describir sus nuevas instituciones y su funcionamiento interno. Actualmente estas nuevas categorías son insuficientes. De hecho, disfrazamos las nuevas exigencias del común, continuamos pensándolas en términos obsoletos -como si el lugar de producción fuese todavía la fábrica, como si los cuerpos estuvieran todavía encadenados, como si no hubiese elección entre estar solos (individuo, ciudadano, monada productiva, número de celda en una prisión o trabajador en cadena, pinocho solitario en el vientre de la ballena) y ser indistintamente masificado (población, pueblo, nación, fuerza de trabajo, raza, carne de cañón por la patria, bol digestivo en el vientre de la ballena)-, de hecho, por tanto, continuamos actuando como si nada hubiese ocurrido, como si nada hubiese cambiado: esta es la más perversa capacidad de mistificación del poder. Debemos abrir el vientre de la ballena, debemos derrotar a Moby Dick.

Esta mistificación reposa en particular sobre la proposición casi permanente de dos términos, que funcionan como otros tantos engaños pero al mismo tiempo corresponden a dos maneras de apropiarse del común. La primera es el recurso a la categoría de lo «privado»; la segunda, el recurso a la categoría de lo «público». En el primer caso, la propiedad -Rousseau dixit: y el primer hombre que ha dicho «esto es mío»… – es una apropiación del común por parte de uno solo, es decir, la expropiación de todos los demás. Hoy, la propiedad privada consiste propiamente en negar a los hombres su derecho común sobre lo que solo su cooperación es capaz de producir. La segunda categoría, al contrario, es la de lo público. El buen Rousseau, que era tan duro con la propiedad privada que, con razón, la consideraba la fuente de todas las corrupciones y sufrimientos humanos, cae inmediatamente en la trampa. El problema del contrato social -el problema de la democracia moderna es por qué la propiedad privada genera desigualdad, cómo se podrá inventar un sistema político donde todo, perteneciendo a todos, no pertenezca a ninguno. La trampa se cierra sobre Rousseau -y sobre todos nosotros al mismo tiempo. Esto es por tanto lo público: lo que pertenece a todos pero a ninguno, es decir lo que pertenece al Estado. Y puesto que el Estado debería ser nosotros, entonces se necesita inventar algo para rendir la manumisión del común, haciéndonos creer por ejemplo que nos representa, y si el Estado se arroga los derechos sobre lo que nosotros producimos, es porque el «nosotros» que somos, no es lo que producimos en común, que creamos y organizamos como común, sino aquello que nos permite existir. El común, nos dice el Estado, no nos pertenece, porque no lo creemos en realidad. El común, es nuestro suelo, nuestro fundamento, lo que nosotros tenemos bajo los pies: nuestra naturaleza, nuestra identidad. Y si esto no nos pertenece -ser no es tener- la manumisión del Estado sobre el común no se llama apropiación sino gestión (económica), delegación, delegación y representación (política). CVD: implacable belleza dal pragmatismo público.

La naturaleza y la identidad son las mistificaciones del paradigma moderno del poder. Para reapropiarnos de nuestro común, es necesario ante todo producir una crítica radical. Nosotros no somos nada y no queremos ser nada. «Nosotros» no es una posición o una esencia, una «cosa» que es fácil declarar pública. Nuestro común no es nuestro fundamento, es nuestra producción, nuestra invención continuamente renovada. «Nosotros» es el nombre de un horizonte, el nombre de un devenir. El común está delante de nosotros, siempre, es un progreso. Nosotros somos este común: hacer, producir, participar, moverse, dividir, circular, enriquecer, inventar, relanzar.

Todavía nosotros seguimos pensando, tras casi tres siglos, la democracia como la administración de la cosa pública, es decir como la instituto de la apropiación estatal del común. Hoy, la democracia ya no puede ser pensada sino en términos radicalmente diferentes: como gestión común del común. Esta gestión implica a su vez una redifinición del espacio -compopolita; y una redifinición de la temporalidad- constituyente. No se trata ya de definir una forma de contrato que haga que todo, siendo de todos, no pertenezca a ninguno. No, todo, siendo producido por todos, pertenece a todos.

En el dossier que algunos hemos propuesto en la “maggiore” de este número de Multitudes (a partir las experiencias llevadas a cabo desde hace unos años y a partir también de la constatación de que estas experiencia están ahora generalizándose), nosotros intentamos hacer visible este común, hacer recuentos de las estrategias de reapropiación del común. En la actualidad, la metrópoli se ha convertido en tejido productivo generalizado: es donde se da y se organiza la producción común, es donde la acumulación del común se realiza. La apropiación violenta de esta acumulación se hace todavía a título privado o público -y lo que se llama «la renta» del espacio metropolitano es ahora un enjeu económico importante, y es sobre este punto que las estrategias de control se cristalizan- pero nosotros no queremos entrar aquí en los análisis de la relación de esta renta con el beneficio ni tampoco en la de la «externalidad productiva»… nos es suficiente, por el momento, fijar el hecho de que la apropiación privada es a menudo garantizada y legitimada por la apropiación pública, y viceversa.

Retomar el común, reconquistar no ya una cosa sino un proceso constituyente, significa también el espacio en que eso se desarrolla: el espacio de la metrópoli. Trazar diagonales dentro del espacio rectilíneo del control: oponer las diagonales a los diagramas, los intersticios a las quadrillages, los movimientos a las posiciones, los devenires a las identidades, las multiplicidades culturales sin fin a las naturalezas simples, las artificios a las demandas de origen . En un bello libro, hace algunos años, Jean Starobinski ha hablado del siglo de las Luces como de un tiempo que había visto «la invención de la libertad». Si la democracia moderna ha sido la invención de la libertad, la democracia radical, hoy, quiere ser la invención del común.
 Traducido por Nemoniente
[1] http://uninomade.org/inventare-il-comune-degli-uomini/
[2] http://multitudes.samizdat.net/

El capitalismo contra el amor

Primeros materiales para una 

TEORÍA DE LA JOVENCITA

  Tiqqun

Este es un libro de amor. Habla sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura económica. ¿Qué significa esto?
El capitalismo no está ahí fuera: en el FMI, la OMC o el BCE. El capitalismo es una promesa de paraíso en la tierra, una idea de éxito y realización, un poder de fascinación.
Tiqqun le pone nombre y le da figura: la Jovencita. La Jovencita no es mujer ni hombre, sino una imagen, un modelo, un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente, amor asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos.
Impersonal, implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario. Es una máquina de guerra. No se deja tocar y nunca pierde.
Tiqqun dibuja el campo de batalla: nos lo hace ver. De qué modo un bolso, un culo, una sonrisa, un perfume, unas botas o unos bíceps pueden ser armas en una guerra. Librada entre nosotros y en el interior de cada uno. Una guerra contra el azar y los encuentros sin garantías, la belleza y la sensualidad singulares, el tiempo de toda duración, la violencia del abandono y la entrega. Contra el amor verdadero.
Fragmento a fragmento, Tiqqun disecciona a la Jovencita. Sin piedad, porque hay que conjurar su poder de fascinación. El hechizo que nos hace ver la realidad repleta de arrugas, fracasos, peligros, grasas y ataduras. Brutalmente, porque el objetivo es desvelar la verdad que esconde su promesa de paraíso: vulgaridad, angustia y soledad.
Y al trasluz de la crítica, nos propone una nueva educación sentimental.
Esta edición incluye el texto «Hombres-máquina: modo de empleo», donde Tiqqun desarrolla el análisis del biopoder contemporáneo: la reducción de la vida humana a simple carne que vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer.

La Jovencita no se ama a sí misma, lo que “ama” es su imagen

«No lo dejo hacer nada, lo controlo todo el tiempo, siempre soy dura con él” (la Jovencita Carla Bruni, hablando sobre su cuerpo)
“Más aún que la Jovencita femenina, la Jovencita masculina manifiesta con su musculatura de cartón-piedra todo el carácter absurdo, es decir de sufrimiento, de lo que Foucault llamaba ‘la disciplina de la cuerpos’”

“La Jovencita vive secuestrada en su propia belleza”

 
“Una puede ser bonita, verse rodeada, acosada por proposiciones indecentes y, sin embargo y en el fondo, estar sola”

“Me han herido en lo más preciado: mi imagen” (la Jovencita Silvio Berlusconi, tras ser agredida en la cara con una estatuilla de la catedral de Milán)

“La seducción como guerra. Se habla de estar como un ‘cañón’, con una metáfora que pertenece cada vez menos al registro de la estética y cada vez más al de la balística”.

 


“A la Jovencita no le gustan las arrugas; las arrugas no son apropiadas; las arrugas son la escritura de la vida; la vida no es apropiada. La Jovencita teme tanto a las arrugas como, por lo demás, a toda expresión auténtica”.

 

“No hay, sin lugar a dudas, sitio en el que uno se sienta tan cruelmente solo como en los brazos de la Jovencita”

“La Jovencita lleva en su sonrisa toda la desolación de las discotecas”

 

“Lo que demuestra la Jovencita es que no hay una superficie bella sin una profundidad terrible”

 

“El origen de la Jovencita es el fracaso del feminismo”

 “Ni castidad ni depravación: sencillamente, la Jovencita es ajena tanto a sus deseos como a su cuerpo”

“Cuando la Jovencita suelta sus risitas, también trabaja”

  

“A la Jovencita le dan mareos cuando el mundo deja de girar en torno a ella”

“La Jovencita no se empareja por un arrebato hacia el otro, sino para huir de su insoportable nada”

“La Jovencita es optimista, radiante, positiva, alegre, entusiasta, en otros términos, sufre”

  

“La Jovencita es una ilusión óptica. Desde lejos, es un ángel y de cerca, una bestia”

 

“En todas sus manifestaciones, la Jovencita refleja la rabia impaciente por abolir la materia y el tiempo. Es un cuerpo sin alma que se sueña alma sin cuerpo”

I did love you once” (Shakespeare, Hamlet)

El 15M como insurrección del cuerpo-máquina

Por Raúl Sánchez Cedillo

Cuando escribimos el presente texto, han pasado más de seis meses desde la irrupción del 15 de mayo de 2011. Desde entonces, el 15M ha vivido lo suficiente para que quepa advertir sus efectos en el sistema político y ha desplegado lo bastante sus capacidades para que podamos reconsiderar las hipótesis que al respecto podíamos elaborar hace unos meses, a saber: ¿es un movimiento capaz de refundar la democracia y de qué modo? Dicho de otra manera: ¿hasta qué punto y bajo qué condiciones es o puede devenir un movimiento constituyente, un poder constituyente (y por ende, es portador de novedad e invención radicales)? O dicho aún de otra manera: ¿hasta qué punto es portador de un proyecto nuevo de revolución (como forma del poder constituyente) y cuáles son las características determinantes de su tempo y proceso revolucionarios? Asimismo, una última e importante cuestión: ¿es una excepción sin modelo, o bien cabe pensar,mutatis mutandis, en una reproducibilidad-traducibilidad en otros contextos continentales y globales?

Por otra parte, a las primaveras árabes de 2011 y a la ocupación de la Plaza Síntagma de Atenas han sucedido en otras ciudades del mundo irrupciones muy similares –fundamentalmente, la iniciada por «Occupy Wall Street» en los USA desde el 17 de septiembre de 2011– que a estas alturas nos permiten hablar de variantes o, más bien, de una variación continua de un prototipo global. Ahora bien, ¿un prototipo de qué?
Podemos afirmar que el 15M, como las primaveras árabes, es un movimiento de revolución democrática, radicalmente (inventor) de democracia y de democratización radical. Pero ante todo el 15M es un proceso de politización masiva de multitudes, de reapropiación de lo político por parte de cientos de miles de personas y, hasta cierto punto, de millones. No es un movimiento de opinión pública, ni de derechos civiles. Incluye estas dimensiones en lo que llamamos un proceso de movimiento-sistema-red.
Si hace unos meses podíamos atrevernos a plantear la hipótesis de que el 15M expresaba, in nuce, un prototipo de poder constituyente, hoy creemos que esa hipótesis encuentra aún más asideros en la fenomenología del movimiento. Téngase en cuenta que hablamos de poder constituyente, esto es, no de «movimiento social», de «sociedad civil», «opinión pública», «acción colectiva», etc. Sino de una multitud que se organiza y se conduce para la fundación de un orden político nuevo que invalida y destituye el vigente. En este sentido, podemos sostener que el 15M es un prototipo de un poder constituyente adecuado a la multitud contemporánea. Se trata, sin duda de un work in progress, de una invención radical, de un proceso abierto y discontinuo y en gran medida solo incipiente.
¿Por qué decimos «adecuado a la multitud contemporánea»? Pensamos, en efecto, que con el surgimiento del 15M se han puesto en práctica problematizaciones y líneas de fuga radicales respecto a buena parte de las aporías que acechan a la autoconstitución de una multitud capaz de autogobernarse. Nos referimos a las relaciones entre unidad y diferencia política; al problema de la decisión (¿quién, cómo, cuándo?); a la construcción del consenso entre una multiplicidad cualquiera de singularidades; a las relaciones entre alteridad e identidad, tanto en lo que atañe a la definición del amigo y el enemigo políticos como a las funciones de control que la identidad juega en el proceso; al problema de la fuerza y la legalidad y al problema de la ruptura política de la obediencia constitucional.
Desde la revolución tunecina contra Ben-Ali hasta el más reciente movimiento Occupy en Estados Unidos, la noción de una nueva modalidad de revuelta o de revolución de tipo distribuido, emergente, sin cabeza o jefatura identificables (donde el referente técnico es la arquitectura de red peer to peer), basada en el uso de las redes sociales en Internet y en general de las tecnologías de la información y la comunicación en red, se ha tornado en un tema de actualidad en los grandes medios y en el debate tanto académico como político. Sin embargo, tanto a favor como en contra, tanto desde la supuesta objetividad académica como desde la subjetividad del compromiso político, la discusión y el análisis sobre las llamadas «revoluciones 2.0» solo ha hecho énfasis en uno u otro aspecto de las mismas.
En primer lugar, y desde la simpatía, se ha glosado mucho sobre la acción colectiva emergente, rizomática, horizontal, distribuida, etc. Es decir, se ha escrito sobre la estructura del movimiento y su novedad radical respecto a las estructuras dominantes de la acción colectiva. Por otro lado, y con frecuencia desde las miradas adversarias, se ha escrutado el mensaje, el programa, la alternativa enunciada por tales movimientos, al objeto de descubrir su insuficiencia o su incompatibilidad respecto a las mediaciones políticas sensatas, aceptables o, desde posiciones «revolucionarias», de poner de manifiesto su carencia de un «cuerpo fuerte» y de la «dureza» necesaria para operar un cambio social radical (1).
Menos habituales han sido hasta ahora los enfoques que tratan de comprender estos procesos emergentes con arreglo a una modelización fuerte, capaz de dar cuenta exhaustiva de la fenomenología de tales movimientos desde un punto de vista estructural, genealógico e histórico. Como suele ocurrir, encontramos los esbozos más interesantes de esa comprensión entre analistas hostiles que se apasionan por su objeto. Es el caso, siempre inquietante, de David Ronfeldt, viejo analista y estratega de la contrainsurgencia para la RAND Corporation, que ha comenzado a analizar el movimiento Occupy en Estados Unidos conforme a su esquema de análisis de las relaciones entre formas tribales, instituciones jerárquicas, mercados y redes (TIMN), así como desde el punto de vista de las relaciones prácticas de los movimientos respecto a los factores conjugados espacio-tiempo-acción (STA) (2).
Volviendo al 15M, se trata de describir aquello que, out of the blue, ha prendido, sin que con plena seguridad podamos decir que «sigue ahí», atendiendo a lo que a nuestro modo de ver resulta decisivo, a saber, la «puesta en existencia», el ritornelo (3) constituyente del 15M. Si exploramos la fenomenología del movimiento encontramos la recurrencia de todos los elementos que se vienen enumerando en las descripciones de las «revoluciones 2.0», pero al mismo tiempo no podemos dejar de advertir la resistencia que esa misma fenomenología ejerce contra las distintas modelizaciones y «explicaciones». Cabe sospechar que, entre otros motivos, lo hace porque sigue siendo un proceso abierto, vivo.
Sin embargo, no cabe oponerse a las explicaciones parciales en nombre de una totalidad abierta sin considerar justamente cada uno de los elementos que se han aglomerado en esa totalidad o sistema, así como las características más relevantes de su formación. Al objeto de poner de manifiesto el exceso, la contingencia, el plusvalor de acontecimiento de su puesta en existencia.
Si partimos de la hipótesis de que el 15M es una modalidad événementielle –esto es, surgida de un acontecimiento improbable e impredecible– de sistema-red capaz de autoorganización, consideremos brevemente por separado sus aspectos fundamentales.
Proceso emergente, sin «sujeto», policéntrico, autopoiético
Atendamos brevemente al modo de surgimiento del 15M. Cabe rastrear genealogías de la movilización de red que en el caso español remiten sin duda a los enjambres del 13 de marzo de 2004. Un acontecimiento que ya ha ingresado en la historia paranoica del régimen constitucional español (casi como algo forclos, inconcebible, inimaginable, intolerable), pero que asimismo forma parte de la gramática de la movilización en red en el reino de España.
Pero el 13M fue unaflashmob, una multitud singularísima y evanescente. En cambio, con el 15M estamos ante una dinámica emergente que da origen a un proceso de autoalimentación y autoconstitución y a un movimiento que, por más que desbordante y regulado por umbrales antes que por límites, no ha dejado de ser reconocible, innegable, absolutamente presente. El movimiento del 15M no es un (gran) movimiento más. Es el más importante de los últimos treinta años en el reino de España. Pero además presenta una fisionomía que hace de él un movimiento radicalmente nuevo.
Ni que decir tiene que el desarrollo de las redes sociales ha abonado el terreno para este tipo de movilizaciones. Y, por supuesto, la primavera árabe produjo ese contagio en las «neuronas espejo» de muchas minorías en el reino de España.
Ahora bien, ¿cómo ha «funcionado» el 15M? ¿Cuál ha sido el «método»?
El 15M presenta en su origen las características de un proceso emergente, es decir, la sorpresa, la imprevisibilidad, la novedad y la nueva ordenación de lo preexistente, con el surgimiento de estructuras, comportamientos propiedades y pautas nuevas en un sistema complejo. Con Félix Guattari diremos que responde a una heterogénesis, esto es, se trata de una dislocación de lo posible que hace que una multiplicidad de elementos a priori incomposibles «prenda», de repente, en una nueva composición que encuentra formas de autoordenación. El 15 de mayo hubo manifestaciones en las principales ciudades españolas. Al término de una de ellas, una ínfima minoría de personas decide quedarse a acampar en la Puerta del Sol: ahí tenemos una heterogénesis.
Estructura policéntrica, componentes del movimiento-sistema-red y constitución de una esfera pública post-media
El 15M comenzó como un virus de afecto, cuyo vehículo lingüístico se resume en el lema de aquella jornada: «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros». El contagio prende así, de manera simétrica y contraria a como prende el pánico o la euforia en los mercados financieros, y da lugar, cuando nadie lo esperaba, a manifestaciones masivas. Contagio y enjambre.
Así, pues, la red se presenta como la estructura fundamental, y la más profunda y rica de la heterogénesis del 15M. No hablamos solo de Internet y de las redes sociales, sino de la forma red de la cooperación y comunicación social general en la que, por así decirlo, el 15M se pone a funcionar. Y lo hace en conexión con esta forma red fundamental, que responde al patrón de una fully connected network, en la que todos los nodos están en condiciones de conectarse con todos los demás. O, como decíamos más arriba, responde a una arquitectura peer to peer, igualitaria, horizontal y equipolente.
Lo interesante es que esta forma red subsume o se subordina las redes de tipo asimétrico, esto es, las dominadas por centros de enunciación y emisión de consignas (partidos, sindicatos, ONGs, organizaciones de extrema izquierda, media mainstream). Esto ha introducido una ruptura radical en el régimen de producción mediática de la realidad. El sistema-red 15M se ha tornado desde el principio de su existencia en productor de cotas crecientes de realidad, puesto que, cuando es la red el agente fundamental de enunciación –y no el responsable, el portavoz o la organización–, la capacidad de controlar los comportamientos a partir de operaciones de enunciación sobre las acciones previsibles de los sujetos entra en una zona de radical indeterminación y disputa.
Desde este punto de vista, las acampadas se presentan como una espacialización y al mismo tiempo una pretensión de «representación» del 15M. Ponen en escena los cuerpos y sus palabras, y remiten la palabra al cuerpo y a su resistencia. Ficcionan y fabulan una soberanía y una asamblea de los muchos en la calle, en la desnudez potente de la multitud no autorizada. Replican el contagio en la erótica indiscriminada del contacto, de la composición de cualesquiera y de la complicidad anónima.
De las acampadas nacen las asambleas. Y éstas se ponen como estructuras de autogestión de la politización de la vida y de difusión, extensión y concreción del movimiento en el territorio y en sus problemas. Pero también, tendencialmente, como lugares de identidad, neutralizaciones del devenir.
De esta suerte, tenemos una estructura policéntrica sin centro principal, sin cuartel general. La tradición política desconfía radicalmente de la capacidad estratégica de una estructura semejante. Tanto la reaccionaria como la revolucionaria. Su unidad, parece, no puede ser más que efímera. Su capacidad de decisión eficaz resulta prácticamente imposible. Su autoorganización solo podría terminar con el tiempo en una entropía ininteligible. Lástima que una montaña de hechos demuestre lo contrario.
Pero la vocación de este texto tampoco es la de una apología, ni siquiera soterrada.
Ahora bien, ¿cómo es posible que en una estructura semejante la cooperación eficaz sea un hecho, al menos durante periodos sostenidos? No estamos aquí en un terreno ideal, arendtiano o habermasiano, de la deliberación y la acción política en concierto. Tales enfoques solo explican una parte, la más aparente y menos clara del 15M.
En lo que atañe a la capacidad de ataque, el 15M perfecciona las dinámicas del enjambre y de la ciberguerra en manifestaciones y concentraciones inesperadas y no autorizadas; en el bloqueo y los piquetes contra los desahucios o en las ocupaciones de inmuebles y en su defensa. Se sabe que solo inutilizando la infraestructura física de la red cabe evitar los enjambres, es decir, el control eficaz solo es posible bajo la forma de una dictadura de pura antiproducción (no es otra, por lo demás, la axiomática de la «austeridad»). Pues en la red misma, en sus códigos, protocolos y signaléticas reside el mecanismo de activación y modulación del enjambre.
El enjambre no es aquí una metáfora. No en vano se habla de cooperación distribuida de tipo estigmérgicoentre agentes espacial y temporalmente separados4. Y la cooperación estigmérgica remite a las marcas y las señales de todo tipo que permiten que individuos con facultad deliberativa no tengan que deliberar, es decir, dilatar en el tiempo y la incertidumbre su decisión y su activación cooperativa. Sino que pueden comportarse como agentes inteligentes no deliberativos que responden a las señales relevantes, activándose a la par que replicándola. Esta dimensión estigmérgica explica la viabilidad de la contramovilización total de varios meses desde el 15 de mayo. Pero tan importante como la dimensión antagonista que designa el prefijo «contra», lo es su dimensión de automovilización. Ahora bien, ¿qué o quién es aquello que se moviliza a sí mismo?
El 15M como sistema-red autopoiético abierto
Las principales estructuras y situaciones que ha presentado el 15M contienen incontables elementos y singularidades, es decir, no estamos, sin más, ante distintos tipos de comunicación y cooperación entre individuos. Desde el punto de vista espacial, la Puerta del Sol, por ejemplo, no es solo una amplia plaza del Madrid histórico, sino también un lugar que contiene una historia menor, en la frontera de lo oficial, de revuelta e insurrección. La carga de los mamelucos de Goya se sitúa en la Puerta del Sol, y las imágenes de la manifestación de la tarde del 14 de abril de 1931, en la que se celebra la proclamación de la II República española, han servido de ilustración de muchos manuales escolares y documentos didácticos. En otro ámbito, la fuerza mitopoiética de las intervenciones de Anonymousmoviliza universos de valor preñados de afectos transversalistas, cuya capacidad de contagio no encaja en la cuadrícula de análisis de los valores o las creencias del individuo que participa en la acción colectiva (en una protesta a través de Twitter, por ejemplo).
En este sentido, cabe afirmar que la cooperación estigmérgica en red y la aparición de universos de valor (ético, estético) y afecto han proporcionado el suplemento que permitió dar consistencia (y transistencia, esto es, capacidad de contagio, traducción, recombinación, hibridación) a la aglomeración a priori incomposible de elementos, singularidades y estructuras del 15M. Lo que de esta manera se determina es un proceso autopoiético, esto es, una autoproducción de sí de una sistema-red abierto. Lo propio de una autopoiesis, más allá de toda aproximación metafórica, es tanto la capacidad endógena de producción de nuevas estructuras y relaciones, como una reproducción de un conjunto de singularidades en su singularidad o, dicho de otra manera, una capacidad de metamorfosis que no destruye la unidad de su conjunto. Aunque tan solo aceptáramos su existencia durante unas semanas, o acaso unos días, podemos sostener que el 15M es la puesta en existencia de ese proceso autopoiético.
Ahora bien, ¿cómo explicar la fuerza de una autopercepción, el reconocimiento de sí entre singularidades anónimas y a priori individualizadas y separadas por una red de representaciones de pánico e inmunidad, esto es, el escenario dominante de la «crisis» y la «austeridad» en Europa?
Sabemos que ha habido un afecto dominante, la indignación, ese odio, que une a los individuos en una pasión civil. Todas las luchas sociales parten de una figura del odio. La determinación de un cuerpo indignado transindividual produce una mayor potencia, una alegría común, y por lo tanto una esperanza que hace perder el miedo (5). Digamos que tenemos en ello una causa eficiente de la unidad del sistema autopoiético del 15M, pero no una explicación convincente de su espesor e intensidad, ni de su extraordinaria resistencia a la normalización, la banalización y neutralización políticas. En cierto modo, podemos decir que el 15M ha ido contra el sentido común de lo político porque ha redescubierto o reinventado un común político de los sentidos.
A contrapelo del grado cero del significado que el problema de la conciencia tiene en el discurso político (también en lo que atañe a la «conciencia de clase»), el 15M ha renovado el interés y el valor del problema, precisamente en la medida en que ha multiplicado sus dimensiones y, sobre todo, porque las ha desindividualizado radicalmente. Nuestra idea de sistema-red permite anteponer esa conciencia intensiva y transindividual del sistema autopoiético en su proceso de autoproducción a toda asimilación a las nociones pantanosas de la conciencia ideológica o de la conciencia moral.
Para desplazar radicalmente el problema de la conciencia de tales tópicos podemos servirnos, mediante una extrapolación que consideramos no abusiva, de la teoría experimental de la conciencia de Antonio Damasio como el «sentimiento de lo que acontece» por parte de un organismo metaestable (en este caso un organismo colectivo híbrido y compuesto).
De esta suerte, un proceso de puesta en existencia, una aglomeración existencial de elementos heterogéneos accede a una unidad, a la propiedad de un sistema-red abierto en constante experiencia de afectar y ser afectado por su afuera, por el campo social, y en esa medida construye lo que con Damasio podríamos llamar un proto-self(hecho de señales y emociones que remiten a un cuerpo común emergente). Para ello podemos pensar que ha sido preciso que, más allá del nombre genérico, la indignación y sus gamas cromáticas, expresadas en miles de enunciados e imágenes en la red, hayan podido operar como lo que Guattari denomina un afecto problemático, es decir, una tensión afectiva y cognitiva que, por así decirlo, pone en suspenso, tornándolo susceptible de cambio y mutación enriquecedora, el régimen normal de las funciones de trabajo-vida sometidas a la movilización total (6).
Retomando las expresiones de Damasio, a partir de una protosubjetividad transindividual del afecto de indignación tendríamos una «core consciousness» (que corresponde a un «core self») (7), resultado de la emergencia de un mapa neuronal de las afecciones del sistema emergente 15M en sus encuentros e interacciones con otros cuerpos y objetos, un mapa de segundo orden que activa la inteligencia colectiva en una dinámica de apropiación-transformación del campo social (que correspondería, en términos de Damasio, a una «extended consciousness», que permite «considerar la mente del otro; la capacidad de sufrir con dolor en contraposición a sufrir dolor sin más y reaccionar ante el mismo; la capacidad de sentir la posibilidad de la muerte en sí mismo y en el otro; la capacidad de valorar la vida; la capacidad de construir un sentido de lo bueno y de lo malo distintos del placer y el dolor; la capacidad de tomar en consideración los intereses del otro y del colectivo […]») ( 8).
Una ruptura de las rutinas de la esclavitud maquínica
En este sentido decimos que la clave del 15M es una insurrección del cuerpo-máquina contra la destrucción de las condiciones biopolíticas de la democracia que suponen las políticas de austeridad. Cuando se habla de cuerpo-máquina no estamos, de nuevo, ante una aproximación metafórica.
La función trabajo-vida de la cooperación social en red se basa en sistemas de interfaces entre cuerpos y máquinas y en la expresión de las dimensiones maquínicas de lo humano. Christian Marazzi ha explorado hasta qué punto la separación entre capital fijo y capital variable se torna borrosa y aporética en el capitalismo cognitivo, en la precisa medida en que el capital fijo inmaterial memorizado en los cerebros se presenta como medio de producción, como «sedimentación de saberes codificados, conocimientos adquiridos históricamente, experiencias, en definitiva, trabajo pasado» (9). Esta interiorización o incorporación del capital fijo en los cerebros de los individuos, inseparable de su puesta en red a través de sistemas de máquinas, es el presupuesto de la actividad de valorización (de explotación) de la cooperación social o función vida-trabajo, y en esa misma medida (esto es, en la medida en que es medio de producción y, por ende, su reproducción forma parte del proceso global de producción) configura lo que Marazzi (así como, desde otro punto de vista, Robert Boyer) denomina un «modelo antropogenético», esto es, «un modelo de «producción del ser humano a través del ser humano» en el que la posibilidad del crecimiento endógeno y acumulativo viene dada sobre todo por el desarrollo del sector educativo (inversión en capital humano), del sector de la sanidad (evolución demográfica, biotecnologías) y del de la cultura (innovación, comunicación y creatividad)» ( 10). 
Resulta sumamente interesante vincular el problema principal que se plantea Marazzi en el texto que citamos –a saber, ¿quiénes y cómo pagan el coste de la amortización de los cuerpos-máquina en las condiciones de una producción basada en un modelo antropogenético?– con lo que podemos llamar la «génesis maquínica» del 15M. Puesto que, bajo las condiciones impuestas por el axioma de la «austeridad», el coste de la amortización lo pagan, en tiempo y calidad de vida, los propios cuerpos máquina. Y sobre todo quienes viven-trabajan en mayores condiciones de precariedad e invisibilidad social e institucional. La reducción a un mínimo de las partidas del welfare state, la precarización del acceso al cualquier tipo de renta, la desposesión de títulos de acceso a garantías sociales para sectores crecientes de la población, el funcionamiento automático de los mecanismos de expropiación vinculados al endeudamiento, etc., se traducen en un redoblamiento de la violencia sorda de la movilización total de la sociedad red, en un tempo que conduce a un límite de sostenibilidad las formas de vida de los sujetos, llevándolas a un paroxismo.
Consideremos hasta qué punto esto es así en las dimensiones de lo que Guattari denominaba la esclavitud [asservissement] maquínica, es decir, los procesos de captura de las funciones maquínicas humanas (desde el sistema psicomotriz a la expresión codificada de las emociones, pero también el reconocimiento y la respuesta a señales y expresiones codificadas de tipo lógico y semántico, como en la gramática de las redes sociales y en general de las web 2.0) por parte de sistemas de máquinas técnicas y lógicas más desterritorializadas (los interfaces de usuario de los distintos soportes informáticos y telemáticos, el sistema de conducción automovilística, en el ejemplo princeps de Guattari, o el sistema de atención, servicio y vigilancia de un equipo de asistentes de vuelo comercial o el protocolo de recepción y clasificación de un servicio hospitalario de urgencias, pero también el sistema de trabajo humano en una cadena de montaje taylorista). La esclavitud maquínica funciona con arreglo a automatismos de la percepción, la emoción y la cognición que no precisan de una conciencia focal plena salvo en situaciones límite. En esa medida no es un sistema de sometimiento que implique las dimensiones de identidad del sujeto o una interacción simbólica asimétrica, sino que es esclavitud en el sentido cibernético de la expresión, como cuando se habla de un «servomecanismo». Consideremos hasta qué punto la inmersión infocomunicativa de las funciones trabajo-vida en la sociedad red está hecha de tales automatismos prácticamente inconscientes bajo el control modulado de máquinas técnicas e informáticas. Si hay una infraestructura maquínica de la movilización total productiva, la encontramos en estas dimensiones de subordinación inconsciente o preconsciente. Y en esa misma medida, volviendo al 15M, algo ha debido producirse, una ruptura, una suspensión activa en esos automatismos para que tales funciones se hayan puesto al servicio de la emergencia de ese proto sí mismo de un sistema autopoiético, antes y después del 15 de mayo de 2011. En este sentido hablamos de una insurrección del cuerpo máquina, porque, antes de convertirse en un proceso deliberativo, discursivo y de reconocimiento entre sujetos e individuos –que se presentan como otros tantos niveles de consistencia del sistema red 15M–, una bifurcación perversa, una emergencia rítmica, una singularización contagiosa de las funciones de esclavitud maquínica ha tenido lugar, de tal suerte que ha entrado en juego la procesualidad de un inconsciente maquínico, esto es, de aquel que, según Guattari, «sería el de los campos posibilistas, el de las micropolíticas moleculares, así como […] el inconsciente alejado de los equilibrios estratificados». El inconsciente maquínico «está hecho del conjunto de posibles que pueden habitar todas las dimensiones del agenciamiento» (11).
De esta suerte, la clave de bóveda del sistema 15M se sitúa entre los ritornelos que se cifran en lemas como «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros. Democracia real ya» y, sobre todo, desde las plazas, el «No tenemos miedo». Una virtud transversalista en las imágenes y los signos, en el agenciamiento colectivo de enunciación que se construye a partir de actores emergentes como DRY, pero también y sobre todo en el gesto de la acampada de la Puerta del Sol y su resonancia de red, ha llegado al corazón mismo de las rutinas, de los ritornelos reiterativos de la función trabajo-vida vinculada a la esclavitud maquínica. Desviando tales rutinas y poniéndolas al servicio de la construcción de la «contra movilización total» de un sistema red. Generando, por así decirlo, un plusvalor maquínico que se ha traducido en una conversión en máquina de guerra de las modalidades más banales de interacción telemática. Así, por un lado, las imágenes de la Puerta del Sol han funcionado, en su resonancia con la plaza Tahrir, como un ritornelo sensible que ha dado una entidad a priori inverosímil a universos de valor capturados en hashtags como #spanishrevolution, adoptados irónicamente en un principio, pero tornados sobre la marcha en una creencia validada por el proceso mismo del 15M. Este tipos de ritornelos sensibles ha dado la realidad de una puesta en existencia, de un territorio existencial precario al circuito entre el espacio (público) físico y la red, entre los cuerpos en la calle y los cuerpos individualizados conectados a la red, que han podido ser percibidos por cada singularidad del 15M como modos y atributos de una misma sustancia. Por otro lado, el afecto problemático de lo que podríamos llamar una «indignación transversalista» se ha traducido en un «enloquecimiento» de las rutinas (tanto laborales como vitales) de cientos de miles de personas, ha recombinado y redireccionado (estigmérgicamente) los patrones neuronales entre atención, emoción, percepción, cognición y acción, alumbrando un tempo singularísimo del «deseo de la máquina» que antecede a toda deliberación o decisión del individuo. El «no tenemos miedo» ha podido alcanzar el corazón de los cuerpos-máquina.
Estructura paradójica de la decisión y la representación: entre el pueblo y la multitud. Las máscaras y proceso de autoconstitución
Resulta interesante considerar, a la luz de lo expuesto, las dificultades que en las acampadas y las asambleas se han presentado a la hora de tomar decisiones, de funcionar por consenso pero sin unanimidad, de instalar el disenso en su seno sin que éste cristalice en bloques e identidades. Mientras que la función de espacialización, así como de expresión del cuerpo y de ocupación y reapropiación física del territorio urbano por parte de las acampadas, las asambleas y las manifestaciones no autorizadas constituye uno de los puntos fuertes de su consistencia y las valida como uno de los centros del sistema-red 15M, sin embargo es notorio que el añadido o la superposición de las funciones de «ágora» de individuos cualesquiera y, en cierto modo, de «asambleas populares constituyentes» se ha encontrado con dificultades críticas que han lastrado su funcionamiento y su dimensión de «máquina de guerra» social en el territorio metropolitano. No obstante, la constante inmersión del subsistema de ocupaciones y asambleas en el conjunto (indeterminable en número y extensión en un momento dado) del sistema red 15M ha resuelto buena parte de tales atolladeros en las situaciones más críticas y que podían presagiar una parálisis y el comienzo de la descomposición. Entra aquí en juego la idea de una validación de las propuestas y de decisión por «recursividad», en la que la densidad y masividad de las intervenciones sucesivas en la red sobre problemas o alternativas planteadas hace que tales problemas y alternativas se reformulen sucesivamente a partir de oleadas de participación y, en cierto modo, emerjan «opciones atractoras» que, en el medio, activo y dominado por pasiones alegres cooperativas, del sistema red emergente, tienden a encontrar las soluciones más adecuadas para el problema (táctico, organizativo, etc.) planteado. Pero sería un error disociar esta «wisdom of the crowds» de las condiciones excepcionales y frágiles de un sistema red nutrido por la indignación (un odio) y la falta de miedo (una alegría contagiosa). Dicho sea para evitar toda apología de la espontaneidad óptima de los sistemas emergentes, que llevaría a entender el 15M como una más de sus ilustraciones.
Entendemos así mejor el «vamos lento, vamos lejos», que ha servido de respuesta a las exigencias de «resultados» o «soluciones» inmediatas. Se vislumbra en ello la conciencia intermitente de la irrepresentabilidad de una multitud, y por ende la necesidad de las máscaras y el perspectivismo intrínseco de la forma 15M. La condición es que el proceso se desenvuelva en un medio estigmérgico que permita romper los bloqueos que se dan en situaciones y espacios determinados. En este sentido es un sistema de apropiación perspectivista, es decir, que se apropia y constituye lo real a partir de una miríada de actos singulares de enunciación y de reapropiación, enriqueciendo la complejidad y al mismo tiempo tornándola legible y practicable en las dimensiones estigmérgicas de su uso parcial, perspectivista, por parte de unas u otras componentes del sistema-red 15M.
Así, más allá de la «toma del poder», el movimiento del 15M presenta una ambivalencia no resuelta entre reconocimiento, regeneración democrática y éxodo. Porque no cuesta entender que la valencia antagonista del odio (puesto que la indignación es un odio) esté subordinada al proceso del sistema autopoiético, a la puesta en existencia de sí mismo. Odio necesario, pero subordinado a la constitución de las nociones comunes del sistema red. Entendemos así mejor la función de las máscaras, las mil caras y los mil programas del 15M como una modalidad de sabotaje de las funciones de identidad coextensivas a la formalización de un antagonismo molar entre dos sistemas asimétricos, el sistema constitucional y el sistema-red 15M (12). Donde, en las condiciones del espacio político del Estado-nación, la molarización del enfrentamiento con el sistema constitucional solo puede terminar con la descomposición del 15M en los atolladeros acostumbrados de la sacrosanta unidad transcendente o las «patologías» del escisionismo, la representación parlamentaria o el abandono de la desobediencia civil no violenta ante el recrudecimiento de la represión policial y judicial. Los problemas de la desnacionalización del espacio político europeo, el de la inmersión del sistema-red en el diagrama antagónico de explotación y expropiación de las políticas de «austeridad» en cada ciudad y territorio, así como el de la formalización constituyente del proceso mismo de apropiación y transformación de lo real por parte del sistema red en su puesta misma en existencia, (que atañen a la creación de instituciones y a la contraposición de una escritura y de unos actos constituyentes a una norma constitucional que ampara la supresión de las condiciones materiales o biopolíticas de la democracia bajo el imperium del sistema de partidos), son la cifra de la crisis presente del 15M tras el último ápice de intensidad del 15 de octubre de 2011.
Espero que estas consideraciones nos ayuden a comprender el 15M sin hacer uso de interpretaciones que anulan su potencia y esplendor, la banalizan o la reducen a esquemas sociológicos y politológicos acostumbrados. El 15M explica o expresa antes de representar, y los explicadores han de ser explicados.


1. Citamos las palabras del crítico «por la izquierda» más célebre, Slavoj Žižek, en «Shoplifters of the World Unite», London Review of Books, 19 de agosto de 2011, http://www.lrb.co.uk/2011/08/19/slavoj-zizek/shoplifters-of-the-world-unite.
3. Entendemos aquí, con Guattari y Deleuze, el término musical de ritornelo como aquellas funciones no discursivas («expresividad de ritmo») de cualesquiera materias de expresión, encaminadas a la creación (poiesis) de territorios existenciales finitos, siempre en proceso de abandonar o abrirse a otros territorios en un devenir. En esa medida, los ritornelos son la matriz del arte, que trabaja con ritornelos desterritorializados para abrirse a territorios no humanos. Véase Gilles Deleuze y Félix Guattari, «Del ritornelo», Mil mesetas, Pretextos, Valencia, 1988, y Félix Guattari, «Ritournelles et affects existentiels», http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/07chi03.pdf
4. «La estigmergia es un mecanismo de coordinación indirecta entre agentes o acciones. El principio es que la huella que una acción deja en el medio ambiente estimula el desempeño de una acción ulterior por parte del mismo agente o de otro diferente. De este modo, las acciones subsiguientes tienden a reforzarse y a construirse apoyándose una en otra, lo que conduce al surgimiento espontáneo de una actividad aparentemente sistemática.
La estigmergia es una forma de autoorganización. Produce estructuras complejas y aparentemente inteligentes sin necesidad de planificación, control o incluso comunicación directa entre los agentes. En cuanto tal, respalda la colaboración eficaz entre agentes sumamente sencillos, que carecen de toda memoria, inteligencia o incluso conciencia individual de los demás». De la definición de «Stigmergy» en: http://en.wikipedia.org/wiki/Stigmergy. Véase también Kevin Carson, «The Stigmergic Revolution», http://c4ss.org/content/8914 y, sobre todo, el blog de Mark Elliott, http://stigmergiccollaboration.blogspot.com/
5. «Indignatio est odium erga aliquem qui alteri malefecit», Spinoza, Ethica, parte 3, definición 20 de los afectos. «La indignación es el odio hacia alguien que ha hecho mal a otro».
6. Véase Félix Guattari, «Ritournelles et affects existentiels», cit., http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/07chi03.pdf
7. «La conciencia básica se produce cuando los dispositivos de representación del cerebro generan una versión en imágenes, no verbal, de cómo el estado propio del organismo se ve afectado por el procesamiento de un objeto por parte del organismo, y cuando este proceso resalta la imagen del objeto causal, colocándolo así de forma destacada en un contexto espacial y temporal». Antonio Damasio, The Feeling of What Happens, SanDiego/Nueva York, Harvest, 1999, p. 169.
8. «El encadenamiento de precedencias es sumamente curioso: la señalización neuronal no consciente de un organismo individual engendra el proto sí mismo, que permite el sí mismo básico y la conciencia básica, que a su vez hacen posible un sí mismo autobiográfico, que permite una conciencia extendida. Al final de la cadena, la conciencia extendida permite la conciencia a secas», ibid., p. 209.
9. Christian Marazzi, «L’ammortamento del corpo-macchina», http://multitudes.samizdat.net/L-ammortamento-del-corpo-macchina.
10. Ibid.
11. Félix Guattari, «Les quatre inconscients», seminario del 13 de enero de 1981, http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/810113.pdf. Pero también: «Hay un inconsciente maquínico molecular que atañe a sistemas automáticos, sistemas de moldeado, sistemas de imitación, etc., que no introducen ni cadenas semióticas, ni fenómenos de subjetivación de relaciones sujeto/objeto, ni fenómenos de conciencia, donde funciones y órganos entran directamente en interacción con sistemas maquínicos, sistemas semióticos.», Félix Guattari, «Présentation du séminaire», 9 de diciembre de 1980, http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/801209.pdf.
12. Véase nuestro artículo «15M, multitud que se sirve de máscaras para ser una», http://uninomade.org/15m-multitud-que-se-sirve-de-mascaras-para-ser-una/

Clasificación y compensación

Por Dami
 

 

Según altísimas fuentes, en el día de ayer, por orden expresa de la Presidenta, el gabinete se reunió con el Servicio Meteorológico Nacional y algo Popular. Tras una extensa jornada, el  vocero oficial del ministerio de desarrollo y acción social, por fin declaró: estamos viendo la posibilidad de asignar una compensación por olvidarnos a la gente en la banquina. Probablemente, lleguemos a un acuerdo con Georgalos y entreguemos dos mil huevos para que todos tengan unas felices pascuas y una mejor voluntad. Las casas no se hacen solas.

Todo dependería, según dicen, de la clasificación de lo sucedido el miércoles de esta semana. Aún se debate si fue o no un tornado. De serlo, además de los huevos, se les entregaría chapas nuevas, palas, martillos y una onza de tierra a los damnificados. En lineamiento con la política oficial, el intendente de La Matanza, dijo: ya tenemos gente trabajando para identificar y ordenar los casos según la urgencia. Los que todavía no se ahogan, si son argentinos, son los que primero se comerán los huevos.
A la pregunta por los muertos, el intendente contestó: es el día de hoy que la Justicia sigue investigando y condenando los delitos de lesa humanidad. La impunidad ya no es la medida de las cosas. Ahora son las cosas la medida de la impunidad. Cuantos más ladrillos. Nunca menos.
Finalmente, de manera extra oficial, allegados al ejecutivo advirtieron que detrás del clima estaría Magnetto, la mafia siciliana, el grupo Boldt, etc. En este sentido, un reconocidísimo filósofo argentino, aportó la metafísica: si ustedes leyeran el Timeo, se darían cuenta de la gravedad del asunto. El demiurgo no descansa. Nosotros somos aristotélicos, y de Boca,terminó sentenciosamente.

Aquí no van a entrar las mineras

por Eliana Costa

Fuente de vida, el cerro Famatina pretende ser volado en mil partes por una minera canadiense para extraer oro, pero los pobladores, para quienes el cerro vale más que el oro, resisten y se organizan.

Hay muchos proyectos de explotación minera en Latinoamérica que son llevados adelante con métodos contaminantes y sin medir las consecuencias de la devastación que sufre la naturaleza. Pero así como hay muchas mineras, hay mucha resistencia y organizaciones conscientes que defienden la vida, el agua y la tierra.

Un ejemplo son los habitantes de Famatina, en La Rioja, Argentina. Ahí los pobladores, en su gran mayoría agricultores, defienden su principal fuente de agua, que es el cerro nevado de Famatina, donde surge el agua para toda la población y para poblaciones vecinas. Fuente de vida, el Famatina pretende ser volado en mil partes por un proyecto minero proveniente de Canadá para extraerle el oro. Para tal efecto, la minera pretende utilizar métodos como la separación del mineral por medio de cianuro mezclado con miles de litros de agua potable – la misma que los pobladores necesitan para vivir y para trabajar la tierra, que es su principal actividad económica-.
En este método, el agua es mezclada con el cianuro y se deposita luego en grandes piletas llamadas “dique de cola”, donde se espera su evaporación, un proceso al que llaman la “biodegradación del cianuro” y que por supuesto no es tal. En muchos casos estos diques han producido filtraciones y el cianuro terminó en ríos y fuentes acuíferas aledañas, produciendo el envenenamiento de peces y fauna marina. Hablamos de cianuro, uno de los venenos más potentes, mezclado con el agua.
Paradójicamente, en mayo de 2010 el parlamento europeo aprobó una resolución (RC-B7-0238/2010) donde prohibía -en los países miembros de la Unión Europea- la minería a base de cianuro.
El pueblo de Famatina logró detener el comienzo de las obras, pero actualmente la discusión sigue. Sin embargo, los agricultores aseguran que no dejarán avanzar el proyecto. “Todos apoyamos a Famatina, sabemos cuando la causa es justa y queremos la tierra y el agua. Somos muchos los que decimos no al cianuro, no a la mini, mega ni macro minería”.
Los habitantes de Famatina cuestionaron a los representantes del gobierno, quienes pretendían convencerlos de los “beneficios” que tendría aceptar la explotación minera del cerro.
“No pueden decirnos, si muere uno solo de nosotros, que se han equivocado. ¿Por qué en Canadá, de donde es la empresa que quiere llevar adelante la explotación, está prohibida la explotación minera a cielo abierto y acá no? ¿Por qué a nosotros?
“Estamos en una zona telúrica, ¿cómo van a sostener el almacenamiento sin peligro de pérdida de cianuro? ¿Sabía usted que la empresa dinamitó el camino del Inca que estaba a la derecha? ¿Por qué habla de preservar las reliquias arqueológicas cuando aquí se dinamitó todo?
“Nosotros no podemos reclamar nuestros derechos. Vienen y se llevan todo y ustedes siguen en la misma. ¿Hasta cuándo? Aquí hay un pueblo de pie. Mi familia hace más de cien años que vive acá y nosotros tenemos derecho sobre nuestra tierra. No somos tontos, la gente tiene conocimientos. Van a usar el agua y cianuro y nos van a dejar la desertificación. En Famatina y Chilecito no van a entrar las mineras”.

Tem Esculacho Popular No Brasil

(Hay Escrache Popular en el Brasil)

por Salvador para Lobo Suelto!


Los responsables de la dictadura pasean por la playa de Copacabana en Río de Janeiro o ven televisión en su living de São Paulo. Una ley de amnistía impide investigar. La elección de Dilma, que fue presa y torturada durante la dictadura, está movilizando el tema. Pero no por acciones desde el gobierno. Como con el fin de la esclavitud, de la monarquía y de la dictadura, siempre se dice que el Brasil tiene transiciones lentas. Dría impunes, más bien. Aún hoy es monstruoso el peso político del PMDB, partido cómplice de la dictadura (como oposición “legalizada” en el congreso). El partido de Sarney (desde el 80 presidente del Senado) es principal aliado en el congreso del Partido de los Trabajadores, con varios ministerios, cargos en empresas públicas y la vicepresidencia. Hace unos meses se dio lugar a una Comisión de la Verdad, pero sus miembros no fueron nombrados por el recurso de un partido de derecha que solicitó “miembros neutrales”.


El movimiento viene más bien desde las calles. El 1 de abril, aniversario del golpe de 1964, por primera vez hubo escrache en el acto de conmemoración que todos los años se hace en el círculo militar de Río de Janeiro. Hubo pintura roja y proyección de imágenes en la fachada. La división especial de la policía –estrella en películas y orgullo de los cariocas en la “pacificación” de favelas para las olimpiadas y el mundial– reprimió. En São Paulo hubo ya al menos tres escraches, el último contra un médico legista que firmaba informes de falsos suicidios para esconder asesinatos.

Acá algunos videos y noticias sobre los primeros esculachos o escrachos del Brasil:





y traducimos abajo una columna de Vladimir Safatle, filósofo de la USP publicada en el diario Folha de São Paulo. En Brasil también, si no hay justicia…


Honrar el país (publicado el 10 de abril de 2012)




Esos que hoy desafían la mudez del olvido y dicen, en voz alta, donde viven los que entraron por los recovecos de la dictadura brasilera para torturar, violar, asesinar, secuestrar y esconder cadáveres honran al país.



Cuando la dictadura extorsionó una amnistía votada en un Congreso sumiso y preñado de senadores “biónicos” [elegidos a dedo por el poder ejecutivo], rápidamente afirmaría que se trataba del resultado de un “amplio debate nacional”. Intentaba, con esto, esconder que el resultado de la votación de la Ley de Amnistía había sido sólo 206 votos a favor (todos del partido ARENA) y 201 contrarios (del MDB). O sea, los números demostraban una peculiar concepción de “debate” en el cual el vencedor no negocia, y simplemente impone.
Después de este señuelo, los torturadores creyeron poder dormir en paz, sin el riesgo de despertarse con los gritos indignados de la execración pública y la vergüenza. Ellos crearon un “vocabulario de la desmovilización”, que siempre era pronunciado cuando exigencias de justicia se volvían a hacer oír.


“Revanchismo”, “lucha contra la amenaza comunista”, “guerra contra terroristas” fueron palabras repetidas por 30 años con la esperanza de que la generación post-dictadura matara una vez más a los que murieron luchando contra el totalitarismo. Matara con las manos pesadas del olvido.


Pero he aquí que estos que nacieron después del fin de la dictadura ahora van a las calles para dar nombre a los que intentaron esconder sus crímenes en la sombra tranquila del anonimato.


Al rechazar el pacto de silencio y decir donde viven y trabajan los antiguos agentes de la dictadura, ellos dejaron un mensaje claro. Se trata de decir que tales individuos pueden hasta llegar a escapar del Poder Judicial, lo que no es muy difícil en un país que mostró, la semana pasada, como hasta quien abusa sexualmente de niños de 12 años no es castigado. Sin embargo, ellos no escaparán del desprecio público.


Esos jóvenes que apuntan el dedo para los agentes de la dictadura, diciendo sus nombres en las calles, honran el país por mostrar de donde viene la verdadera justicia. Ella no viene de un Ejecutivo tibio, de un Judicial cínico y de un Legislativo con olor a mercado persa. Ella viene de los que dicen que nada nos hará perdonar a esos que ni siquiera tuvieron la dignidad de pedir perdón.


Si el futuro que nos venden es este en que torturadores andan tranquilamente por las calles y generales escupen impunemente en la historia al llamar sus crímenes de “revolución”, entonces tengamos el coraje de decir que este futuro no es para nosotros.
Este país no es nuestro país, sino apenas una monstruosidad que pronto recibirá el desprecio del resto del mundo. En este momento, quien honra al verdadero Brasil es esta minoría que dice no al olvido. Esta minoría numérica es nuestra mayoría moral.

Ver texto original: http://www.vermelho.org.br/noticia.php?id_noticia=180304&id_secao=1

Clinämen: Fiesta y Resistencia, una política redonda

Conversamos con Ignacio Gago  y Agustín Valle, de Perros sin folleto, sobre la relación entre la cultura ricotera y las experiencias políticas del último tiempo. Los redondos como preparación para el 2001, Estallido redondo.


http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

La izquierda marrón

por Eduardo Gudynas

Está quedando en claro que para los gobiernos progresistas o de la nueva izquierda, las cuestiones ambientales se han convertido en un flanco de serias contradicciones.  El decidido apoyo al extractivismo para alimentar el crecimiento económico, está agravando los impactos ambientales, desencadena serias protestas sociales, y perpetúa la subordinación de ser proveedores de materias primas para la globalización.  Se rompe el diálogo con el movimiento verde, y se cae en una izquierda cada vez menos roja porque se vuelve marrón.
Una rápida mirada a los países bajo gobiernos progresistas muestra que en todos ellos hay conflictos ambientales en curso.  Es impactante que esto no sea una excepción, sino que se ha convertido en una regla en toda América del Sur.  Por ejemplo, en estos momentos hay protestas frente al extractivismo minero o petrolero, no solo desde Argentina a Venezuela, sino que incluso en Guyana, Suriname y Paraguay.
En Argentina se registran conflictos ciudadanos frente a la minería en por lo menos 12 provincias; en Ecuador, la protesta local ante la minería sigue creciendo; y en Bolivia, poco tiempo atrás finalizó una marcha indígena en defensa de un parque nacional y ya se anuncia una nueva movilización.  En estos mismos países, los gobiernos progresistas alientan el extractivismo, sea amparando a las empresas que lo hacen (estatales, mixtas o privadas), ofreciendo facilidades de inversión o reduciendo las exigencias ambientales.  Los impactos sociales, económicos y ambientales son minimizados.  Los gobiernos en unos casos enfrentan la protesta social, en otros la critican ácidamente, y en un giro más reciente la criminalizan, y han llegado a reprimirlas.
La contradicción entre un desarrollo extractivista y el bienestar social acaba de alcanzar un clímax en Perú.  Allí, el gobierno de Ollanta Humala decidió apoyar al gran proyecto minero de Conga, en Cajamarca, a pesar de la generalizada resistencia local y la evidencia de sus impactos.  Esto generó una crisis en el seno del gabinete, la salida de muchos militantes de izquierda del gobierno, y una fractura en su base política de apoyo.  El gobierno se alejó de la izquierda al decidir asegurar las inversiones y el extractivismo.
Posiblemente el caso más dramático está ocurriendo en Uruguay, donde en unos pocos meses, el gobierno de José Mujica está decididamente volcado a cambiar la estructura productiva del país, para volverlo en minero.  Se propicia la megaminería de hierro, a pesar de la protesta ciudadana, sus impactos ambientales y sus dudosas ventajas económicas.  Paralelamente, se acaba de aprobar un controvertido puente en una zona ecológica destacada, cediendo a los pedidos de inversiones inmobiliarios, y por si fuera poco, ahora amenaza con desmembrar el Ministerio del Ambiente.  El gobierno Mujica no está rompiendo promesas de compromiso ambiental, ya que la coalición de izquierda es un caso atípico donde en su programa de gobierno carece de una sección en esos temas, sino que deja en claro que está dispuesto a sacrificar la Naturaleza para asegurar las inversiones extranjeras.
Estos son sólo algunos ejemplos de las actuales contradicciones de los gobiernos progresistas.  Estas resultan de estrategias de desarrollo de intensa apropiación de recursos naturales, donde se apuesta a los altos precios de las materias primas en los mercados globales.  Su macroeconomía está enfocada en el crecimiento económico, atracción de inversiones y promoción de exportaciones.  Se busca que el Estado capte parte de esa riqueza, para mantenerse a sí mismo, y financiar programas de lucha contra la pobreza.
Bajo ese estilo de desarrollo, la izquierda gobernante no sabe muy bien qué hacer con los temas ambientales.  En algunos discursos presidenciales se intercalan referencias ecológicas, aparece en capítulos de ciertos planes de desarrollo, y hasta hay invocaciones a la Pacha Mama.  Pero si somos sinceros, deberá reconocerse que en general las exigencias ambientales son percibidas como trabas a ese crecimiento económico, y que por ellos se las considera un freno para la reproducción del aparato estatal y la asistencia económica a los más necesitados.  El progresismo se siente más cómodo con medidas como las campañas para abandonar el plástico o recambiar los focos de luz, pero se resiste a los controles ambientales sobre inversores o exportadores.
Se llega a una gestión ambiental estatal debilitada porque no puede hincarle el diente a los temas más urticantes.  Es que muchos compañeros de la vieja izquierda que ahora están en el gobierno, en el fondo siguen soñando con las clásicas ideas del desarrollismo material, y están convencidos que se deben exprimir al máximo las riquezas ecológicas del continente.  Los más veteranos, y en especial los caudillos, sienten que el ambientalismo es un lujo que sólo se pueden dar los más ricos, y por eso no es aplicable en América Latina hasta tanto no se supere la pobreza.  Tal vez algunos de esos líderes, como Lula o Mujica, llegaron muy tarde a ocupar el gobierno, ya que esa perspectiva es insostenible en pleno siglo XXI.
¿Estas contradicciones significan que estos gobiernos se volvieron neoliberales?  Por cierto que no, y es equivocado caer en reduccionismos que llevan a calificarlos de esa manera.  Siguen siendo gobiernos de izquierda, ya que buscan recuperar el papel del Estado, expresan un compromiso popular que esperan atender con políticas públicas y generar cierto tipo de justicia social.  Pero el problema es que han aceptado un tipo de capitalismo de fuertes impactos ecológicos y sociales, donde sólo son posibles algunos avances parciales.  Más allá de las intenciones, la insistencia en reducir la justicia social  a pagar bonos asistencialistas mensuales los ha sumido todavía más en la dependencia de exportar materias primas.  Es el sueño de un capitalismo benévolo.
Parecería que el progresismo gobernante sólo puede ser extractivista, y que éste es el medio privilegiado para sostener al propio Estado y enfrentar la crisis financiera internacional.  Se está perdiendo la capacidad para nuevas transformaciones, y la obsesión en retener los gobiernos los hace temerosos y esquivos ante la crítica.  Esta es una izquierda al fin, pero de nuevo tipo, menos roja y mucho más progresista, en el sentido de estar obsesionada con el progreso económico.
Este tipo de contradicciones explican el distanciamiento creciente con ambientalistas y otros movimientos sociales, pero también alimentan la generalización de una desilusión con la incapacidad del progresismo gobernante en poder ir más allá de ese capitalismo benévolo.  Muchos recuerdan que en un pasado no muy distante, cuando varios de estos actores estaban en la oposición, reclamaban por la protección de la Naturaleza, monitoreaba el desempeño de los controles ambientales, y apostaban a superar la dependencia en exportar materias primas.  Esas viejas alianzas rojo – verde, entre la izquierda y el ambientalismo, se han perdido en prácticamente todos los países.

Llegados a este punto, es oportuno recodar que, desde la mirada ambiental, se distingue entre los temas “verdes”, enfocados en áreas naturales o la protección de la biodiversidad, y la llamada agenda “marrón”, que debe lidiar con los residuos sólidos, los efluentes industriales o las emisiones de gases.  La mirada verde apunta a la Naturaleza, mientras que la marrón debe enfrentar los impactos del desarrollismo convencional.
Bajo este contexto, el progresismo gobernante en América del Sur se está alejando de la izquierda roja y al obsesionarse cada vez más con el progreso, se vuelve una “izquierda marrón”.  La “izquierda marrón” es la que defiende el extractivismo o celebra los monocultivos.  Frente a esa deriva, la tarea inmediata no está en la renuncia, sino en proseguir las transformaciones para que la izquierda sea tanto roja como verde. 

La saga del Ángel


1
tu juramento toca el techo del cielo
y rebota hasta el fondo del infierno
despierta néstor
que duerme encadenado a ese gordo maldito
el gordo que es su castigo
el ojo se le enciende ante tu reclamo
le parecen siglos los espacios entre las palabras
saltan los grilletes
cuando néstor se yergue
enorme
sobre la sombra del gordo
ahora es ángel vengador
demanda sangre
atraviesa los círculos del infierno
y se eleva sobre la tierra seca del sur argentino
su mirada se dirige al noreste
a las luces lejanas de buenos aires
rompe el sonido del viento cuando se aleja
2
los dedos rojos del atardecer
llevan algo más que sombra
la noche se derrite en el conurbano bonaerense
sobre la costa de dock sud se alzan fuegos fatuos
los creyentes se encierran en sus casas
todos en la misma pieza
y le rezan a evita
patrona de los milagros pequeños y de los grandes sacrificios
la oscuridad entra a la ciudad
y primero toma la boca
después san telmo y parque patricios
miles de camioneros levantan la testa y olisquean el cielo
huele a calor
y azufre
crece por las callecitas del centro
por la avenida corrientes
alcanza palermo
pero los chicos indie están tranquilos
tienen su remera de san perón
patrón de todo lo que se mueve
sopla un viento solano
y si te agarra bizco
te quedás así
empieza la venganza del ángel
3
el indio solari acerca el ojo al lector de retina
se abre la puerta con un chasquido
súper mágico
más allá se extienden los jardines
con árboles que el mismo indio eligió de un catálogo
los jardines de solari
el indio busca con la vista al personal de seguridad
ocupan los puestos de siempre
lo saludan con un movimiento de cabeza
unas azaleas
que el mismo indio hizo plantar al pie de la escalera
destacan sobre el resto de las flores
son sólo seis los escalones
pero mientras baja
la presión se le descontrola
en el último escalón se agarra fuerte de la baranda
clava los ojos en las azaleas
y respira hondo
cuando se siente mejor
y levanta la vista
los guardias ya no están
o no los ve
asume la posición de alerta
tantos años de artes marciales y pala
y más que alerta es una estatua el indio
en su jardín primitivo
lleno de flores
de árboles
los perros tampoco aparecen
y ya el indio
o la estatua que fue el indio
empieza a sentir en el cuerpo la presencia
al principio claro no comprende
después cae en la cuenta de que es él en su cuerpo
durante un segundo
que para el indio son horas
no pasa nada
entonces ve la sombra que carga en la espalda el ángel
ángel de alas negras
estallan los ojos del indio
los vasos del cerebro
cuando cae al piso
néstor ya se aleja
y las azaleas
como si fueran girasoles
quieren seguir el rastro del fantasma
que se pierde entre los árboles
4
recorre el país de sur a norte
está en varios lugares al mismo tiempo
exactamente a las 2 de la tarde
mueren todos los chicos de famatina
para las 5 la protesta deriva en misticismo
las madres doloridas matan a sus perros y a sus maridos
el orden no importa
después se matan como pueden
no tienen muchos recursos
se cortan las venas
toman veneno para vinchucas
improvisan
los mineros
y el sindicato de mineros entero
espera la reacción de su más grande referente
bigote domínguez
pero se quedan esperando
de brazos cruzados
todos al borde del piletón de cianuro
viendo con los ojos el veneno
y con el corazón el oro en el fondo
se quedan esperando
porque bigote está muerto
en su casa
dos menores que jamás de los jamases serán de la cámpora
lo mataron y se llevaron la tele
un plasma de cuarta
propiedad de algún ministerio
el aire se enrarece al borde del piletón
son los hombres más duros del país
por primera vez se miran a los ojos
ven en otros lo que son
se desnudan y tiran los trapos
se abrazan
lloran
saltan al cianuro y se disuelven
sin un grito
y se mezclan con el oro del fondo
barone agita la copa
balbucea algo sobre la télam guerrillera de los 90
pero nadie en la mesa lo escucha
tiene amigos de hierro orlando
pero si les preguntaran de que está hablando
no sabrían que decir
habla para escucharse resbalar
el labio se le llena de saliva
chorrea un poco en los silencios
agita la copa
se toca el puente de la nariz
en una pausa larga que algunos aprovechan para salir corriendo al baño
barone escancia el gañote el tinto
y empieza a sentir la presencia de néstor
se le nublan los ojos porque cree que es su fidelidad
su peronismo ferviente
que le juega chistes
pero el ángel toma posesión del cuerpo
y orlando empieza a hablar en lenguas
se le acumula saliva en la comisura
sesea y abre mucho un ojo
los amigos lo miran sin verlo
como están acostumbrados
asienten sin escucharlo
y hasta aplauden algún remate
entonces el cuerpo de barone se pone rígido
y todos en la mesa lo miran con asombro
una arcada profunda
y orlando vomita hacia sus compañeros
un líquido pestilente y oscuro
que arrastra los restos de los órganos licuados
orlando se vacía sobre los rostros deformados de sus amigos
la cantina completa se paraliza en una mueca
chorrea la última baba
y en el último eructo antes de caer desinflado
sale el ángel
algunos lo ven con el costado del ojo
pero cuando lo buscan
ya no está
6
alberto fernández tiene en el sótano de su casa
un equipo de radio de las segunda guerra
ahí nos damos cuenta de que es un doble agente
recorre los pasillos y las escaleras de su misteriosa morada
mesándose los bigotes
viste una bata morada
con bordes y orlas de oro
en el centro de un cuarto casi vacío
cuelga una foto de néstor
de su época nito mestre
lo único en la pieza
además de la foto
es una silla
a veces alberto se sienta ahí
y charla con el cuadro
no es raro oírlo levantar la voz
y a veces tiembla la noche
del mundo medieval en el que habita
esta vez es diferente
se queda solo un segundo delante del cuadro
y se va sin decirle nada
todavía hay algunos que creen en las premoniciones
pero no
nada de nada
alberto llega a la puerta de su cuarto
apoya el pulgar en el lector
clic-
en la recámara presidencial
(como le gusta decirle medio en chiste a sus amigos)
una luz tenue y amarilla se derrama sobre los delicados objetos
que llenan la estancia
una estatua de evita sin brazos
una serie de sillones
almohadones con estampas del kamasutra
todo ordenado con un gusto impecable
como el bigote
que se lo mesa
alberto se sienta en al borde de la cama
piensa como todas las noches
en tomar la decisión final
y abre el cajón
y el brillo negro le rebota en la cara
un viento súbito salido de la nada abre la ventana del cuarto
y unas hojas secas llegan a los pies de la cama
aún así no se da cuenta de nada
se pone de pie bastante molesto
cuál de las sirvientas habrá dejado la ventana abierta
no llega a dar cinco pasos
que el corazón le da un vuelco
se la traba la respiración
y como justo estaba tragando
se le llena la garganta de saliva y se ahoga un poco
convulsiona parado
y es rarísimo
el pelo perfecto de alberto
gris como el aluminio de silver surfer
creando figuras en el aire
al final cae
casi sin un ruido
dice algo
sin embargo
antes de vomitar una espesura
y dejar la firma del ángel
dice
yo no sabía

Clinâmen: Relato político y contrarelato


Tres momentos para pensar el relato político: el 24 de marzo, la guerra de Malvinas y la expropiación de YPF.
Conversamos con el historiador Bruno Napoli.

Ya parece florecer: qué significa YPF para nosotros

Por Darío Capelli y Florencia Gómez

La expropiación de la mayor parte de YPF por parte del Estado nacional -aunque todavía deba darse el debate parlamentario, entendemos que la ley consagratoria será sancionada-  es el corolario de un largo proceso histórico que empezó a construirse socialmente hace 16 años. El primer corte de ruta en la historia argentina reciente fue en el año 96 y los primeros piqueteros –heroicos en la resistencia al neoliberalismo- fueron, precisamente, las familias petroleras cesanteadas por la empresa en su etapa de recién privatizada. Las asambleas populares en las rutas de Cutral-có y Plaza Huincul en Neuquén y las movilizaciones en las localidades salteñas que más padecieron el desguace de YPF marcaron el inicio de una dura resistencia a las políticas que, ya en democracia, vinieron –como ha dicho recientemente Axel Kiciloff en su exposición frente al Senado- a consumar la entrega del patrimonio público (condición sine qua non del modo de acumulación noventista) que había iniciado la dictadura. Es que, en efecto, arrasando con toda posibilidad de resistencia a la liquidación del aparato productivo y concentrando –para eso- su carga represiva sobre los sectores obreros organizados, el estado que comandaron las fuerzas armadas estaba entonces preparando el terreno. Nos referimos no solamente a las consecuencias económicas sino, sobre todo, a las culturales; pues la dictadura, de ese modo, se propuso y casi logró cortar la historia en dos: lo que hubo antes no contaría, sólo valdría lo que viniese después. Quizás, ése haya sido su efecto más duradero. La condición histórica inaugurada por el terrorismo de estado, que hipostasiaba la ahistoricidad del presente, hizo de fondo sobre el cual se articuló el consumismo como dominante cultural en la transición democrática post-dictadura y que fue base de legitimación del modelo de crecimiento sin producción que encarnaba el menemismo. A mediados de los noventa, para una enorme cantidad de argentinos parecía no quedar otra más que volver a jugar sus fichas por Menem en las elecciones presidenciales. Pero no duró mucho esa falsa esperanza: como se dijo, en el 96 se produce el primer corte de ruta por parte de los trabajadores petroleros desempleados, quienes, ahora como piqueteros, empezaban a reconducir la historia a su cauce. Sabiéndolo o sin saberlo estaban iniciando la tarea de atar los cabos sueltos entre pasado y presente para continuarlo -al presente- renovado: su futuro, el de ellos, es este presente, el nuestro, en el que la mayor parte de la mayor empresa del país vuelve a ser de todos los argentinos. Hoy queda demostrado que el rol histórico de ese protagonismo inesperado de los petroleros sin trabajo ha trascendido las implicancias coyunturales. 

Un acontecimiento, incluso –o, justamente- por tratarse de una crispación del tiempo; un acontecimiento, decíamos, no está exento de la regla de oro de todo aquello que se precie de estar con vida: persistir, pasar del flujo a la consistencia. En la medida de expropiación resuelta por el Gobierno no vemos, así, que haya mera decisión política: hay historia condensada, de resistencias, de gritos, de masas y balas, de hombres  y nombres que ya son parte de la memoria popular. Nombres como el de Mosconi, que remite al ingeniero militar precursor de la nacionalización del petróleo y primer director de YPF, sí, pero que también remite (nótese cómo la historia está llena de ironías y retruécanos) al pueblo salteño en el que, como en los pueblos de Neuquén, surgían organizaciones de desocupados nutridas principalmente de trabajadores petroleros que habían quedado sin empleo a raíz del cambio de manos, de estatal a privadas, en el control de YPF. Desde esa localidad salteña, desde General Mosconi y desde sus piquetes, nos viene otro nombre, el de  Aníbal Verón, muerto en el año 2000 por la represión de la gendarmería a una manifestación piquetera y que posteriormente fue nombre –el de Aníbal Verón- de una coordinadora de trabajadores desocupados del conurbano sur de la provincia de Buenos Aires. De la Verón, como se la conocía a la coordinadora, eran militantes Kosteki y Santillán, también muertos por la represión en 2002, en un caso que implicaba al propio presidente Duhalde y que evidenció el precio que éste estaba dispuesto a hacer pagar al pueblo argentino a cambio de un poco de desahogo económico. Se conoce el final: la respuesta popular, contundente y democrática, a  la represión forzó la renuncia de Duhalde y el adelantamiento de las elecciones del 2003. Tímidamente, iba apareciendo Néstor Kirchner. Y junto a él, Cristina Fernández, la Presidenta que acaba de poner su firma al pie de un decreto de intervención de YPF y de la ley de expropiación elevada al Congreso. Su rúbrica sella mucho más que un proyecto que será discutido en los próximos días. Su firma es la propia marca de la época. Pero lo inverso también es cierto: su estilo y sus iniciativas, los de la Presidenta, llevan la marca de una época que se caracteriza por cerrar un ciclo, reparando muchos de los daños sociales que ese ciclo generó, y por alumbrar otro ciclo en el que los desplazados de la historia, sin deberle nada a nadie más que a ellos mismos, se redimen y reencuentran con un país que los había olvidado, como había olvidado su historia y dejado de imaginar su futuro.

Hasta aquí, no hemos hecho referencia explícita al siempre nebuloso concepto de generación. No vamos a hacerlo ahora aunque en nuestra próxima digresión sobrevuela la idea: quienes a mediados de los noventa nos iniciábamos en la aventura del pensamiento y empezábamos a transitar textos de la teoría social y de la filosofía política, fuimos sorprendidos por un acontecimiento, el de los cortes de ruta en Neuquén y Salta, que no era explicable ni por el inmanentismo sociológico que proclamaba la autopoiesis de los sistemas sociales y la tendencia a la homeostasis de los procesos históricos, ni por contractualismo alguno. Como sujetos políticos, también nosotros, no nos era del todo aceptable que aquello se tratara apenas de una manifestación de excluidos que reclamaban su derecho a ser parte de la sociedad y poco nos convencía que el costo de la inclusión fuera la suscripción a un nuevo pacto basado en una renovación de fe hacia las reglas de juego, de las que, eso sí, debía exigirse –en todo caso- mayor transparencia. 
Los piquetes le habían devuelto materia a la política o, según se vea, más que devolverle, se la daban por primera vez desde el 76: mujeres y hombres, tan argentinos como negados, empujaban sus cuerpos a la ruta e interrumpían, de ese modo, tanto el flujo “natural” de mercancías como el flujo “natural” de los sentidos. Esos hombres y esas mujeres (aun esos niños) que sorpresivamente aparecían en escena no parecían estar reclamando ser parte de algún re-ordenamiento del mismo sistema social ni daban indicio de pretender una renovación del estado, pues lo que se intuía más bien cierto era que cualquier renovación funcionaría como subterfugio para que el estado siguiera siendo el mismo. No era prolijidad de gestión lo que exigían. De hecho, no era fácil entender lo que exigían. Su sola presencia evidenciaba más lo que ya no querían que lo que pretendían. Lo que no iba más era un proyecto económico, social, cultural, político e histórico, aun en su consagración casi religiosa de lo ahistórico; y no iba más tampoco el estado que lo impulsaba. En ese contexto, estas formas de intervención política eran mucho más de resistencia que de proposición. Y, con más precisión, de resistencia anti-estatal. El punto clímax del período que se abría con los piquetes fue, como es sabido, el 20 de diciembre de 2001. De allí en adelante, las caracterizaciones y los balances difieren según sea el periódico partidario que se lea: reflujo, cierre, cooptación, impasse, estabilización, reconstitución de las instituciones, etc., etc., etc. En cualquier caso, no puede ponerse en duda que desde entonces el neoliberalismo se precipitó en picada a su agotamiento. Y lo que ayer fue resistencia al estado, hoy se expresa en la participación popular y en la democratización de lo que nos había sido quitado vía ajustes y represión.
La expropiación de la mayoría accionaria que estaba en manos de la multinacional Repsol y que hasta hoy controlaba YPF es un acto de justicia histórica. Justicia, en principio, con la serie de hechos vinculados al petróleo argentino desde sus orígenes y justicia, también, con los textos, discursos y hombres relacionados al pensamiento energético. Esa serie va desde Jorge Newbery hasta Pino Solanas e incluye los nombres de Yrigoyen, Mosconi, Perón, Scalabrini Ortiz y Frondizi. Pero hay otra serie, más reciente y menos altisonante, hecha de movilizaciones que por masivas y populares no dejan de aportar su dramatismo a la historia y sus propias figuras: Aníbal Verón, Teresa Rodríguez (empleada doméstica cutralquense que de no haber sido víctima de la represión policial hoy podría jubilarse gracias al reconocimiento legal de su actividad en el sistema público de reparto), todos los protagonistas de las jornadas decembristas del 2001, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Los piqueteros, los asambleístas que ocuparon plazas y esquinas de muchas ciudades para debatir la Argentina hace 10 años, los estudiantes que resistieron el empobrecimiento espiritual de la reforma educativa, los trabajadores que no entregaron la capacidad instalada de sus fábricas a pesar de la rabona patronal; en suma, todos esos sectores dinámicos de nuestro pueblo tienen hoy no una deuda de gratitud sino un motivo para celebrar. 
A los que nunca abandonaron el pensamiento energético les queda la satisfacción de que la historia reconoce hoy parte de su terquedad. A nosotros, los que a partir de los cortes de ruta empezamos a creer que la política era mucho más que una sucesión de agachadas frente a los poderes de hecho (el poder militar, el poder del capital, el poder de un estado privatizador), nos habita por estas horas una dicha íntima: la historia nos hace también un guiño. 
Cortar rutas fue abrir caminos: así lo expresaba una de las consignas piqueteras. El camino desde entonces fue el de un trabajoso aprendizaje democrático. Y exigente: pues se sostenía, y todavía se sostiene, con la activa participación popular. Esta vez, hay un gobierno que acompaña poniéndose a la cabeza. Una nueva Argentina, la de siempre pero más libre, ya parece florecer.

Desbordamientos culturales en torno al 15-M

por Luis Moreno-Caballud
El 15 de mayo de 2011, en medio de un clima de dureza e incertidumbre provocadas por la creciente situación de crisis económica, y desafiando al coro de apocalípticas llamadas a la austeridad que instaban a quedarse en casa aguantando el temporal, aparece en las calles de Madrid una pancarta insólita: “¡Democracia real ya! No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. La propia existencia de esa pancarta, y del gentío que la acompaña, produce un segundo enunciado implícito, no tan evidente, que se añade al abiertamente planteado contra los políticos y los banqueros: “tampoco somos consumidores pasivos de la interpretación oficial de la realidad”. En este otro ámbito, que no es exactamente el de la economía ni el de la política institucional (aunque intersecta con ambas), se va a librar una batalla menos inmediata, pero quizás más profundamente transformadora e irreversible: es la guerra de las versiones, de los símbolos, de las creencias y de las narrativas que dan sentido a nuestras vidas. En ella, no sólo importa lo que se dice, sino quién lo dice, o más bien, quién tiene derecho a decir, quién tiene acceso a los foros en los que se producen y se debaten las ideas y los lenguajes sociales que nutren el sentido de nuestra existencia colectiva.
En ese ámbito, el movimiento 15-M puede ser entendido como un fuerte impulso a las tendencias democratizadoras de la producción del sentido que la aparición de nuevas formas de comunicación y relación social ha propiciado en las últimas décadas, amenazando a las élites que pretenden detentar el monopolio de la construcción simbólica de la realidad. En este artículo intentaremos desentrañar algunas de esas dinámicas de proliferación de prácticas y discursos que desbordan la producción de sentido ofrecida por los grandes grupos mediáticos, por los “opinadores” profesionales y por los individuos que ocupan lugares de prestigio en el “star-system” cultural del estado español. Estas otras prácticas y discursos habitan diversas redes y comunidades sociales que no se sostienen exclusivamente en el mundo digital, sino que atraviesan también espacios analógicos, privados y públicos. Todas ellas configuran una suerte de “nueva abundancia” discursiva y vital que contradice la supuesta coyuntura de escasez pregonada por las élites del neoliberalismo, ya que, con la mera existencia de sus tácticas colaborativas y de su capacidad para reproducirse exponencialmente, pone en entredicho la idea de que la vida en sociedad es siempre una guerra de todos contra todos en competencia por recursos insuficientes.

Esta nueva abundancia de formas de producir sentido no puede explicarse únicamente por la aparición de nuevas tecnologías digitales. Más profundamente, tiene que ver con una crisis generalizada de modelos de autoridad basados en el individualismo, y en su narrativa principal: “la vida es una carrera hacia el éxito individual y en esa carrera todo, incluidos los otros, debe ser instrumentalizado para alcanzar el objetivo”. La crisis de este paradigma, la creciente dificultad de seguir creyendo que la vida es eso, hace que proliferen tendencias sociales y tecnológicas que permiten explorar otros sentidos. Algunos estudiosos de los nuevos medios como Pierre Lévy, Henry Jenkins o Peter Walsh han venido rastreando las señales de estas nuevas necesidades en Internet, la cultura de masas y las redes sociales.
Historias no narrables
Recientemente, Peter Walsh, ha propuesto un símil histórico bien sencillo para comprender lo que está sucediendo: a principios del siglo XIX se inventó el “Fourdrinier”, una máquina para producir papel que abarató drásticamente los costes de producción del material impreso y posibilitó la aparición de lo que en Estados Unidos se iba a llamar “the penny press” (los “periódicos de un penique”). Antes de la existencia de este tipo de máquina de papel, las publicaciones periódicas sólo llegaban a una élite muy minoritaria (que las compraba por suscripción) y apenas contenían algo parecido a lo que hoy llamaríamos “noticias”. En EEUU, cuenta Walsh, los nuevos periódicos van a convertirse en la voz de las clases medias y a distribuir narraciones que ya estaban allí, pero que antes no hubieran podido circular en formato escrito. Son las “untellable stories” (“historias no narrables”) que desafiaban el consenso social promovido por las élites sobre cuestiones como por ejemplo la esclavitud. Cuando se produce el motín de esclavos del barco Amistad y el posterior juicio a los amotinados (1841), la penny press se encarga de narrar con toda clase de detalles estos eventos, que chocaban frontalmente con la premisa dominante de que los esclavos estaban contentos con su situación en América. Como señala Peter Walsh, sería imposible entender el auge del abolicionismo y la consecuente guerra civil americana sin atender al papel fundamental de la penny press como herramienta cuestionadora de las narraciones consensuadas por élites que entonces detentaban el monopolio de la interpretación de la realidad, y más concretamente, sin atender a la ruptura del consenso social sobre la legitimidad de esclavizar a los africanos.
Algo parecido, afirma Walsh, es lo que ha sucedido en relación con las redes sociales como Facebook y Twitter y las revueltas que se iniciaron en el año 2011 en diversas partes del mundo, notablemente en los países árabes, los mediterráneos y posteriormente en Estados Unidos. Aplicando un esquema general, Walsh explica que lo que sucede es que primero se produce una innovación tecnológica que abarata los costes de la comunicación y multiplica el tamaño de las audiencias involucradas, llegando a grupos sociales antes excluidos. Después, estos grupos sociales comienzan a intervenir en conversaciones políticas que estaban antes vetadas para ellos, e inmediatamente a contar sus “historias no narrables” que cortocircuitan los consensos previamente establecidos (1).
Sin necesidad de caer en el determinismo tecnológico ni en la fetichización del mundo digital (que en absoluto es inmune a la colonización por las élites y por el individualismo mercantilizado), este análisis nos puede ayudar a entender la importancia que tuvieron y siguen teniendo las redes sociales en torno al fenómeno 15-M, y más concretamente su centralidad en la articulación de la plataforma “Democracia real ya” que convocó la primera manifestación ese día de mayo en Madrid. De nuevo, no se trata de que la tecnología en sí misma provoque el cuestionamiento de las narrativas difundidas por las élites, sino de que, cuando existe una voluntad social de llevar a cabo ese cuestionamiento, algunas tecnologías resultan más adecuadas que otras para hacerlo. Cuando el día 21 de mayo la Junta Electoral declara ilegal la ya masiva Acampada en la Puerta del Sol, fueron notablemente Facebook y Twitter los canales que facilitaron el desafío directo a esa prohibición, que el Estado finalmente fue incapaz de respaldar. Como si de los amotinados del Amistad se tratara, esos indignados de la Puerta del Sol tienen en las redes sociales a una nueva penny press que va a difundir una versión completamente distinta a la que ofrece tanto el poder estatal, como los partidos políticos y los grandes medios de comunicación. Y la difusión de esta otra versión en las redes sociales tiene como resultado la masiva afluencia de ciudadanos a las calles para unirse a los amotinados de Sol.
A partir de estas instancias concretas de utilización de las redes sociales, es interesante pensar cómo nuevas formas de comunicación hacen posible la ruptura de consensos fuertemente asentados en la sociedad española. Guillem Martínez y Amador Fernández-Savater han utilizado el concepto de “Cultura de la Transición” para pensar precisamente todos los consensos tácitos o explícitos que se generaron en la época de la transición a la democracia y que han permanecido casi intocados hasta la aparición del 15-M (si bien Fernández-Savater propone además una genealogía de crisis previas que anticipan la irrupción de los indignados: el “no a la guerra”, el 11-M, las protestas de V de Vivienda)(2). Martínez y Fernández-Savater usan la palabra “cultura” en el sentido amplio de formas de pensar y de vivir: la “Cultura de la Transición” sería entonces un “horizonte de lo posible”, formado en este caso alrededor de la incuestionabilidad de dos elementos políticos fundamentales: el sistema de partidos y el capitalismo. Y son precisamente estos dos elementos los que están cuestionados ya en la citada pancarta de “Democracia real ya”, que abre la cabecera de la manifestación del 15 de mayo, con su referencia a los políticos y los banqueros y con su ruptura del tabú que en reinaba en España en torno a la palabra “democracia” (una palabra intocable, cuya mención servía para acabar con cualquier posible debate o disensión). De esta forma, nos damos cuenta de que lo que está en juego en el 15-M no es sólo una interpretación distinta de la crisis económica, del sistema de partidos o del propio capitalismo, sino la legitimidad de todo el engranaje elitista de producción y circulación de discursos que hacía que no se pudiera hablar de esos asuntos, o sea, la propia “Cultura de la Transición” (la CT), cuyo perfil describe así Fernández-Savater:
Cultura consensual, cultura desproblematizadora, cultura despolitizadora, la CT se aseguró durante tres décadas el control de la realidad mediante el monopolio de las palabras, los temas y la memoria. Cómo debe circular la palabra y qué debe significar cada una. En torno a qué debemos pensar y en qué términos. Qué debemos recordar y en función de qué presente debemos hacerlo. Durante años, ese monopolio del sentido se ejerció sobre todo a través de un sistema de información centralizado y unidireccional en el que sólo las voces mediáticas tenían acceso, mientras que el público jugaba el papel de audiencia pasiva y existían temas intocables.
Los intelectuales y el empobrecimiento
Esa división entre “voces mediáticas” y “público” es la que se cuestiona cada vez más con las transformaciones de la esfera pública provocadas por la crisis del modelo individualista y la proliferación de las redes sociales digitales. Las personas antes condenadas a ser espectadoras se convierten en activas participantes en la cultura que habitan, poniendo en peligro las estructuras tradicionales de acceso restringido al poder simbólico. Esto explicaría, quizás, que algunos personajes que ostentan lugares de prestigio en la esfera cultural y periodística del estado español hayan reaccionado tan agresivamente ante el 15-M, y particularmente ante su uso de las redes sociales. Notablemente, el escritor Enrique Vila-Matas publicó el 24 de Mayo de 2011 un artículo que llevaba por título “Empobrecimiento” y cuyo subtítulo ya anunciaba que “en la Spanish revolution se ha visto cómo los twits son un atentado contra la complejidad del mundo que pretenden leer”. El artículo se puede leer como una de esas reflexiones más o menos apocalípticas acerca de la crisis del lenguaje en la nueva sociedad de la información que suelen aparecer en los medios, pero con el ingrediente novedoso de que Vila-Matas detecta como un síntoma más de esa crisis el uso de la red social Twitter por parte de los participantes en el movimiento 15-M. El argumento es sencillo: la brevedad del formato de los mensajes o twits que usan los del 15-M sería un indicador más del empobrecimiento generalizado del lenguaje en nuestra época.
Sin ni siquiera entrar, por el momento, en los argumentos que podrían defender la riqueza lingüística y la extraordinaria capacidad de creación colectiva que el 15-M ha puesto en marcha, no deja de resultar sorprendente que a un escritor heredero de la vanguardia, defensor de la “literatura portátil”, de la escritura que practica la auto-restricción y los juegos con formatos auto-impuestos, maneje este tipo de crítica a un tipo de expresión lingüística motivada por su brevedad. La sorpresa aumenta cuando observamos que también el escritor catalán Quim Monzó, otro gran admirador y heredero del grupo Oulipo, de Raymond Roussel, Robert Walser, Jorge Luis Borges y otros escritores amantes de la brevedad y del reto de los formatos limitados auto-impuestos, aparece en la prensa a los pocos días criticando cuestiones relacionadas con el flujo verbal del movimiento 15-M, como el uso de la propia expresión en inglés “Spanish revolution” (que denotaría dependencia respecto a los Estados Unidos), o la aparición de una pluralidad de mensajes, que Monzó considera síntoma de confusión y de “no saber lo que se quiere”.
¿Qué está pasando? ¿Por qué escritores que practican formas de producir sentido experimentales, híbridas y abiertas en literatura las condenan cuando las encuentran en este contexto de producción colectiva de discurso? Lo primero que uno pensaría es que tal vez reclaman una separación entre la literatura y la política, que quizás son revolucionarios en literatura pero no en política. Sin embargo, la cuestión parece bastante más complicada, pues, políticamente, la crítica que hacen al 15-M parece ser más bien, a veces, la de que no es un movimiento lo suficientemente revolucionario. La sombra del mayo del ‘68 francés planea sobre las intervenciones de los intelectuales consagrados que opinan sobre el 15-M. Tanto es así que El País invita al editor Mario Muchnick y al pintor Eduardo Arroyo a una conversación directamente centrada en la comparación entre ambos movimientos: “Sol visto desde mayo del ‘68”. En ella aparece una idea recurrente: el 15-M es una “revolución de mentiras”, un simulacro de revolución, un gesto insuficiente. “Estos quieren arreglar el sistema. Nosotros queríamos volarlo”, dice Eduardo Arroyo. Para Muchnik “Sol es un hito muy pobre” en comparación con el ‘68. Quim Monzó, por su parte, afirmaba también en su citado artículo que resulta vergonzoso llamar al 15-M “revolución” porque no se trata de un verdadero cambio en las estructuras políticas y económicas, sino tan sólo de una acampada. Arroyo añade que en el ‘68, los revolucionarios no necesitaban moderadores ni turnos de palabra porque simplemente “se la arrebatabas al compañero”. También dice que eslóganes fraguados en el 15-M como “no hay pan para tanto chorizo” no alcanzan la altura poética de los del ‘68 (“bajo los adoquines está la playa”, “prohibido prohibir”, etc.).
A juzgar por las palabras de estos intelectuales, parecería que se trata de portavoces de una guerrilla revolucionaria armada emitiendo un comunicado desde la clandestinidad. Pero no: son más bien profesionales de éxito perfectamente integrados en las instituciones culturales y políticas españolas. De nuevo, más allá de lo que se dice, es preciso comprender desde dónde se dice: qué estructuras de poder, qué comunidades discursivas, qué expectativas de sentido sostienen la posibilidad de que alguien diga algo y de que sea recibido con interés. En el caso de intervenciones como las de Vila-Matas, Monzó, Muchnik y Arroyo, el paradigma del intelectual que emite una opinión autorizada por su supuesta capacidad extraordinaria para comprender la sociedad va de la mano con el acceso limitado de la población a los canales mediáticos donde se emiten esas opiniones. Pero mientras ese sistema de producción de sentido sigue activo, en otras zonas de la sociedad están emergiendo formas de hablar y de hacer completamente distintas que lo van minando, que van cuestionando indirectamente su legitimidad. Margarita Padilla ha trazado apasionantes genealogías de esas otras zonas del discurso social, como son, por ejemplo, el mundo del activismo en Internet y sus cruces con el fenómeno “fan” y otras comunidades digitales en principio no politizadas.
Mientras tanto en la Red…
Padilla explica cómo precisamente para entender el surgimiento de estas otras zonas de producción de sentido hay que retrotraerse a la generalizada decepción respecto a ese mismo periodismo de investigación que nace con la penny press y que después se va viendo arrinconado por la progresiva comercialización y concentración de los medios en pocas manos. En búsqueda de una nueva democratización de la esfera pública, a finales de los 90 aparecen los medios independientes en Internet (como Indymedia, NO-DO50 y otros), siempre alentados por el famoso eslógan “don’t hate the media, become the media”. En este momento la contra-información se entiende más bien como la labor de una serie de portales donde los movimientos sociales explican lo que hacen, pero más tarde (en 2003) aparecen los blogs, cambiando el escenario: con ellos los individuos son capaces por fin de tener su propia “penny press” personal a través de la web. Sin embargo el entusiasmo dura poco tiempo: los blogs se reducen a la mitad hacia 2006; su problema es que hay demasiados, y que al final sólo le interesan a quien los escribe. A partir de ahí el objetivo de quienes habían estado excluidos de las élites de producción de sentido pasa a ser no sólo poder escribir públicamente, sino tener también cierto impacto mediático: se ha conseguido ya un enorme acceso a la difusión pública, se ha creado una nueva esfera masiva de discurso público, pero eso mismo hace que haya una verdadera saturación de contenidos, y que sea muy difícil orientarse en la nueva plaza digital.
Es entonces cuando, siempre según Padilla, empieza a aparecer un nuevo paradigma de organización de contenidos, en el que lo importante ya no va a ser tanto la producción individual como la selección y la colaboración colectiva en la configuración de flujos discursivos. Aparecen páginas de selección de contenidos como “Menéame”, que enseguida obtienen gran éxito porque permiten generar pequeños acuerdos acerca de qué es lo que vale la pena rescatar dentro del aluvión incesante de intervenciones. También se produce la explosión del nuevo “periodismo ciudadano”, que se diferencia de los blogs en que necesita fórmulas colaborativas para funcionar. De ese caldo de cultivo nace Wikileaks, que sin duda puede entenderse como “contra-información” (la información que el poder no quiere difundir), pero que, al contrario que los clásicos “indymedia”, se basa en lo que Margarita Padilla llama “dispositivos inacabados”: Wikileaks lanza grandes paquetes de filtraciones masivas que después otros se tienen que encargar de seleccionar, ordenar e interpretar, pero que por sí mismos son sólo un punto de partida, insuficiente para que haya verdadera “contra-información”.
En general, esta idea del “dispositivo inacabado” se convierte en la nueva clave de Internet en la era post-blogs. Con la llegada y el triunfo de las redes sociales se reafirma esta nueva lógica, que por lo demás siempre había estado ya favorecida por la propia estructura rizomática de Internet: nodos con autonomía relativa comparten dispositivos inacabados, renunciando a tener todo el control sobre los procesos comunicativos en los que intervienen. Ese es el momento en el que estamos y el que hace en parte posible un fenómeno como el 15-M, fraguado lentamente en las nuevas formas de compartir y de colaborar que la gente está ensayando en Internet y que se contagian a otros espacios de relación, como son las plazas públicas.
Consumidores que comparten y se politizan
Resulta especialmente interesante observar cómo es la propia cultura de masas y de consumo la que ha desarrollado estás lógicas de colaboración que podrían tal vez llegar a socavar sus cimientos individualistas e instrumentalizadores. Henry Jenkins ha llamado la atención sobre los efectos inesperados de la proliferación inter-mediática, que se suponía debía traer antes que nada una mayor personalización del consumo, es decir, que cada individuo pudiera elegir entre una oferta mucho mayor y de esta forma trazar un recorrido completamente único por los caminos del entretenimiento, la información y la comunicación de masas a través de las múltiples pantallas y formatos a su disposición. Sin embargo, lo que ha ocurrido es que ese individuo que está ante la cultura inter-mediática se ha encontrado sobre todo con otros individuos que habitan también ese universo de pantallas, y que ha comenzado a interactuar con ellos.
Ya Michel de Certeau había advertido en contra de los prejuicios a veces sustentados sobre lecturas de los grandes críticos de la cultura de masas como Adorno y Horkheimer, que tienden a entender al consumidor como alguien aislado y pasivo. Para De Certeau (que escribía en los inicios de la explosión de la “era digital”), el consumo es una forma de producción secundaria, que no se manifiesta a través de sus propios productos, sino a través de las formas de usar los que vienen impuestos por un sistema económico dominante. En esas formas de usar se condensan miles de tácticas que conforman todo un sustrato informal de producción de sentido colectiva, lo que él llamaba “prácticas de lo cotidiano”. Con la eclosión del mundo inter-mediático, toda esa riqueza vital encuentra nuevos canales y de hecho aumenta su capacidad de apropiarse de los productos que lanza la sociedad de consumo. Jenkins pone ejemplos curiosos que nacen en la cultura del entretenimiento, como son las comunidades de “spoilers” en Internet. Una de las más notables es la que se dedicaba a descubrir lo que había pasado en la grabación del reality-show y concurso de la televisión norteamericana Survivor antes de que se emitiera, movilizando toda clase de recursos investigativos (desde cámaras por satélite hasta filtraciones personales de trabajadores y habitantes de las zonas del rodaje, pasando por análisis de imágenes emitidas en anteriores ediciones en las que se adivinaban pistas, etc…). Lo interesante es que este tipo de esfuerzos colectivos, dice Jenkins, no siempre se dedican a causas tan banales; las mismas lógicas de investigación colectiva se activaron por ejemplo cuando una serie de bloggeros americanos unieron esfuerzos para enviar reporteros imparciales a Irak, con el objetivo de desentrañar el escándalo de las torturas en la cárcel de Abu-Grahib(3).
El consumo en la era inter-mediática ya no se concibe de forma individual, sino en grupo, lo cual provoca la aparición de enormes comunidades, de ámbitos de relación humana mucho más amplios y complejos que antes. Aunque se gesten en torno al consumo mercantilizado y la cultura del entretenimiento, estas comunidades son a menudo capaces de dotarse de objetivos propios que pueden chocar frontalmente con los que les marcan los estados y las corporaciones mediáticas. Pierre Lévy entendió estas comunidades en términos de “inteligencia colectiva”, y las describió como grupos en los que todo el mundo sabe algo que está dispuesto a compartir, pero nadie sabe todo lo que sabe la comunidad.
La capacidad de las “culturas participativas” que describe Jenkins y de las “comunidades de conocimiento” que estudia Lévy para aunar fuerzas y habilidades corroe lo que Walsh llama “el paradigma del experto”. Este paradigma, vigente en la “Cultura de la Transición” española, presupone la existencia de cuerpos de conocimientos asimilables por un solo individuo, lo cual es cada vez menos frecuente en un mundo que presenta creciente interdisciplinaridad, problemas abiertos, realidades cambiantes y en flujo. Se empieza a percibir, entonces, que si se dejan en manos de expertos ciertos asuntos es debido a que prevalecen privilegios injustos, no porque así se logre mayor eficiencia. El paradigma del experto crea un dentro y un afuera (normas sobre el acceso al conocimiento, credenciales oficiales) que se revelan como innecesarios e incluso contraproducentes, porque mediante la inteligencia colectiva todo el mundo puede participar, sin importar de qué manera se accede al conocimiento que después se comparte.
En el estado español uno de los momentos más importantes en los que se verifica el “contagio” de este tipo de dinámicas colaborativas desde el mundo del entretenimiento y el consumo al de la política es durante la lucha contra la llamada “Ley Sinde” (que arranca en 2009 y se extiende hasta hoy). Se puede entender toda la polémica, más allá de los detalles técnicos legislativos o de utilización de Internet, como una verdadera confrontación de mundos distintos, de concepciones opuestas de lo que es la cultura y la información, un auténtico choque entre maneras distintas de valorar el mundo, tal como Amador Fernández-Savater explicó en su artículo “La cena del miedo”. Invitado por la entonces ministra González-Sinde a una cena con personas pertenecientes a las élites de la industria cultural y del espectáculo para hablar sobre cuestiones de propiedad intelectual y usos de Internet, Fernández-Savater escribe a su regreso un informe sobre lo que ha visto, provocando un intensísimo debate en Internet. Porque lo que ha visto es, sobre todo, miedo:
Tienen miedo a la Red. Esto es muy fácil de entender: la mayoría de mis compañeros de mesa piensan que “copiar es robar”. Parten de ahí, ese principio organiza su cabeza. ¿Cómo se ve la Red, que ha nacido para el intercambio, desde ese presupuesto? Está muy claro: es el lugar de un saqueo total y permanente.
Frente a ese miedo no es que haya sólo otra forma de entender Internet, sino todo un mundo de prácticas que están ya en otro lugar, que manejan otros presupuestos al usar la Red:
la Red está hecha de un millón de esos gestos desinteresados. Y miles de personas (por ejemplo, trabajadores culturales azuzados por la precariedad) se descargan habitualmente material de la Red porque quieren hacer algo con todo ello: conocer y alimentarse para crear. Es precisamente una tensión activa y creativa la que mueve a muchos a buscar y a intercambiar, ¡enteraos!
Por eso aunque textos como este de Fernández-Savater ayudan a clarificar las diferencias y a sistematizar lo que ya está pasando (y ejercen, en este caso, de detonadores), lo que sucede es que además grandes sectores de población que se han acostumbrado a las posibilidades de colaboración, participación y de trabajo colectivo que les ofrecen los nuevos soportes tecnológicos se politizan no tanto porque “tomen consciencia” del valor de Internet, sino porque las grandes industrias culturales (y los estados que las apoyan) deciden que esas prácticas tan naturales para ellos, son, de repente, ilegales.
De este tipo de procesos de criminalización surge por ejemplo la politización de usuarios de Internet que se articula alrededor de Anonymous. Margarita Padilla ha explicado el importante papel de Anonymous en la lucha contra la Ley Sinde, en la que los hackers coinciden con activistas que vienen de movimientos sociales más tradicionales formando lo que ella llama “alianzas monstruosas”. “Monstruosas” porque unen a gentes que vienen de experiencias y redes muy distintas: Anonymous se forma a partir de la subcultura de los “anon”, adictos a la descarga de videojuegos, películas y música que en realidad son extremadamente dependientes de la industria del espectáculo, pues crecen en su seno y con una fuerte mentalidad de consumidores, pero después van adquiriendo cada vez mayor autonomía. Sus propias formas de relación les habían preparado ya para ella: son capaces de hacer “enjambre” (swarming): “autoorganización en tiempo real, coordinación sin dar ni recibir órdenes”, y después, cumplido ya el objetivo, dispersión. Cuando el objetivo pasa de ser descargarse películas a sabotear los grupos de presión que quieren privatizar Internet, la potencia política de este tipo de grupos es completamente desbordante.
En los medios de comunicación de masas, se plantea habitualmente la cuestión de Internet como una lucha entre los internautas y los “propietarios” de la cultura (autores o empresas), pero lo que Internet enseña y permite es mucho más que descargar películas o música gratis: no se trata de “poseer” sino de hacer, alterar, circular, compartir, crear toda esa “producción secundaria” de la que hablaba Michel de Certeau. En Internet se crea una esfera de cooperaciones no basadas en identidades preexistentes, sino en objetivos concretos, que primero son actividades propias de los fans, como recopilación de información, análisis de sus ficciones favoritas, juegos, apropiaciones y transformaciones de productos de la cultura de masas, pero que inevitablemente se politizan, porque, como dice Jenkins, los fans acaparan poder frente a la industria del entretenimiento, y después trasladan ese poder a otros aspectos de sus vidas.
Ese “empoderamiento” es crucial para entender fenómenos que después han traspasado los límites de lo digital para tomar las calles, como el 15-M o, quizás incluso más directamente, el fenómeno “V de Vivienda”, que tuvo lugar en 2006. Se trataba de una movilización auto-convocada a través de Internet, sin más identidad que la voluntad de denunciar el difícil acceso a la vivienda en España, pero que eligió ese nombre en referencia cómplice a V de Vendetta, el comic de Alan Moore y la posterior adaptación fílmica de James McTeigue; un elemento completamente extraño respecto al discurso político tradicional, de izquierdas y derechas, que rompía así con las identidades establecidas y resultó por ello extraordinariamente inclusivo (entre otras cosas mediante el uso después tan popularizado de la máscara de Guy Fawkes, a menudo asociada con Anonymous).
De la democratización del sentido al procomún
Más allá de la irrupción de grupos que se presentan a sí mismos como “activistas” (incluso aunque se trate de un nuevo tipo de activismo no identitario, anónimo, de “cualquiera”), lo que se juega en estas politizaciones de comunidades formadas en torno a la sociedad de consumo es algo que afecta a mucha más gente. La aparición de Internet produce una experiencia generalizada de abundancia de los bienes inmateriales que contradice el presupuesto neoliberal de la escasez de los recursos. Como señala Padilla, Internet es recursiva: es un producto y a la vez su propio medio de producción, de forma que cuanto más se usa más se reproduce. Lo mismo se puede aplicar en general al conjunto de los bienes inmateriales:
ese nuevo conjunto de bienes inmateriales, que son a la vez medios de producción y productos de consumo, no se rige por las leyes del viejo mundo capitalista: son bienes que no se desgastan, pueden ser míos y tuyos al mismo tiempo, los podemos producir tú y yo en cooperación sin mando, se multiplican a coste cero y cuanto más se usan más crecen. Ni más ni menos, la revolución digital ha puesto en el mundo la posibilidad de una nueva abundancia ¡y sin necesidad de repartirla!
Desde esta perspectiva más general no son sólo los bienes digitales, sino en general toda la experiencia, la historia, el lenguaje y el pensamiento humanos los que se experimentan como ilimitados, infinitamente reproducibles y constitutivamente no privatizables, es decir, como un legado común que pertenece a todos y a nadie, como un “procomún”. Este concepto (“el procomún” o “los comunes”) está permitiendo conectar diversas experiencias de resistencia a la privatización y a la escasez artificialmente impuesta por el neoliberalismo que van más allá de lo inmaterial, pues, como señala el científico Antonio Lafuente (uno de los creadores del “Laboratorio del procomún” en el centro cultural Medialab de Madrid), se trata en realidad de un concepto muy viejo que nombraba ya en las sociedades pre-capitalistas todos aquellos recursos naturales o humanos recibidos de las generaciones anteriores por la comunidad y que no eran susceptibles de ser convertidos en propiedad privada o estatal (el aire, el agua, los bosques, las tradiciones, los símbolos, los mitos, etc.)(4).
El paradigma del procomún resulta extremadamente útil para pensar lo que aquí estamos llamando “democratización de la producción del sentido” porque nos provee de un marco más amplio en el que plantearse qué significa esa “democratización”. Mientras la concepción de raigambre moderna y liberal que sigue predominando en el lenguaje usado por nuestras instituciones políticas tiende a pensar que democratizar es incluir a más individuos en el debate social, la tradición del procomún nos invita a considerar la sociedad no sólo como una agregación de individuos, sino como todo aquello que compartimos y sin lo cual no podríamos siquiera desarrollar diferencias individuales, empezando por el aire que respiramos y pasando por todos los recursos, cuidados y saberes que hacen posible la reproducción de la vida humana en el planeta(5). El colectivo madrileño de “investigación militante” Observatorio Metropolitano ha explicado esto con claridad en uno de sus últimos textos hasta la fecha, La carta de los comunes: desde presupuestos individualistas no se puede garantizar la vida en común, por mucho que se creen instituciones que en principio aspiren a hacerlo, porque lo primero es establecer verdaderas relaciones comunitarias. Así, explican,
la recuperación de las esferas de reproducción social que garantizan la vida en común, no puede hacerse desde una relación mediada institucionalmente, sino que ésta debe colocarse en el punto en el que se anuda la materialidad de las relaciones comunitarias. Valor de uso, sostenibilidad y gestión colectiva y transparente son algunas de sus encarnaciones. Por eso es necesario entender que lo común no se deja reducir a los estatutos de propiedad existentes, ni la propiedad privada ni la propiedad pública están hoy en condiciones de realizar este proyecto de recuperación de los mecanismos sociales de reproducción, ni por extensión, de recuperar o articular forma alguna de sociabilidad no sumisa al mercado.
Ni desde el Estado ni desde el mercado parece en efecto posible hoy articular formas de gestión y disfrute de los bienes comunes materiales e inmateriales que permitan mantener su abundancia, su capacidad de reproducirse y de llegar a todos. La experiencia de las últimas décadas nos muestra como esas dos esferas han tendido a producir una distribución extremadamente desigual de la riqueza, expoliando lo común para crear una situación de escasez artificial que afecta a la mayoría de la población. Esto no significa, sin embargo, que las prácticas de lo común como “recuperación de los mecanismos sociales de producción” a las que se refiere Observatorio Metropolitano exijan un purismo que rechace todo contacto con el Estado y el mercado. Por el contrario, en la práctica, es casi siempre en situaciones de necesaria hibridación con estructuras estatales y mercantiles, públicas y privadas, donde vemos florecer la lógica de los comunes: proyectos y recursos gestionados por los mismos grupos de personas que los disfrutan, pero que no pueden situarse completamente fuera del mercado o el estado, sino que más bien entran en formas de relación con ellos de un modo tal que no pongan en peligro su autonomía relativa. Este es el caso paradigmático, por ejemplo, del espacio cultural y multifuncional madrileño “La Tabacalera”, que desarrolla sus actividades en una antigua fábrica de tabaco cedida por el gobierno regional de Madrid, pero que de hecho está gestionado de forma colectiva por quienes lo usan. También el mencionado espacio Medialab-Prado depende económicamente del Ayuntamiento de Madrid, pero su “Laboratorio del procomún” se ha convertido en un centro de referencia para la experimentación en torno a formas de compartir mecanismos de reproducción social (reproducción de cuidados, de saberes, de experiencias, de espacios, de relaciones)(6).
Poniendo un ejemplo más concreto, el laboratorio del procomún ha albergado recientemente una serie de conversaciones sobre edición y cultura libre propuestas por uno de los proyectos más interesantes surgidos del 15-M, la biblioteca abierta y colaborativa #Bookcamping. Lo interesante de las lógicas desarrolladas por proyectos como #Bookcamping es que llevan un paso más allá el desafío a la versión oficial de la crisis que se planteaba en esa pancarta fundacional del 15-M, como, por lo demás, hicieron ya enseguida las propias acampadas: no sé trata sólo de denunciar a los que la gente considera verdaderos responsables de la crisis (“políticos y banqueros”), sino también de demostrar que, frente a la inutilidad de las instituciones, los lazos comunitarios entre las personas, las redes de cooperación que se establecen para garantizar la reproducción de la sociedad, son capaces de hacer frente a esa crisis, o cuando menos son ya el germen de una recuperación de lo común expoliado por la lógica del beneficio individual y las privatizaciones. Así, #Bookcamping, en este caso, funciona como un proyecto que hace visible la gran abundancia de saberes escritos que rodean al 15-M, tomando como punto de partida la idea de recopilarlos “para entender como hemos llegado hasta aquí (porque no salimos de la nada)” (según se plantea en su página web). Desde que en su inicio lanzó la pregunta: “¿tú que libro te llevarías a una acampada?”, ha movilizado el interés y la capacidad de compartir de mucha gente que antes no disfrutaba de una plataforma de encuentro similar.
Como las múltiples bibliotecas y archivos físicos que se crearon en las acampadas, como también los múltiples proyectos de colaboración y archivo de audiovisuales que generó el 15-M (y que fueron reseñados secciones especiales de Cahiers du Cinema España y de la revista online Blogs & Docs), la biblioteca digital #Bookcamping es tan importante por su formato “procomún” (abierta a la participación, gestionada por sus usuarios, “de todos y de nadie”) como por los propios contenidos que alberga(7). En este sentido, el concepto de procomún nos ayuda también a entender que en esa profunda y larga guerra por la producción del sentido que se libra en paralelo a las batallas puntuales por los cambios en las instituciones políticas y en las decisiones macro-económicas, el 15-M y la esfera cultural que lo rodea introduce más bien un cambio en el escenario que en los actores. No se trata tanto de que aparezcan nuevos individuos o grupos sociales capaces de ser oídos en la esfera pública, sino de que la propia concepción de lo público se ve trastocada por el auge de formas de compartir que rompen con las lógicas individualistas y mercantilizadoras dominantes, sembrando una semilla que crece despacio, pero que va minando todo intento de apropiarse y de limitar el acceso a recursos que cada vez se perciben más como “del común”.
Desbordamientos: redes y calles
La convergencia de lo que se ha dado en llamar el movimiento internacional de las “tent cities” o de las “plazas” (desde Tahrir en El Cairo, pasando por Sol en Madrid, Syntagma en Atenas, hasta Liberty Square en Nueva York) con lo que David Bollier y otros llaman el “movimiento internacional de los comunes” es tal vez uno de los acontecimientos políticos con mayor potencial transformativo que puedan darse dentro de las coordenadas de la hegemonía neoliberal actual. Bollier ha caracterizado el movimiento de los comunes como “un gran gigante durmiente –un superpoder desconocido-, si tenemos en cuenta las muchas tribus transnacionales de ‘comuneros’ que existen”. Entre estas tribus Bollier menciona el movimiento de economías solidarias, el de “transition towns”, el activismo relacionado con el agua (el caso de Cochabamba en Bolivia resulta paradigmático), la Vía Campesina, el software libre, el movimiento cultura libre/creative commons, Wikipedia, la edición “open access” y los partidos piratas. Habría para él un procomún digital, agrícola, indígena, urbano y social, defendido por distintos grupos pero que operan en lógicas parecidas y que están encontrando nuevos espacios para el diálogo y la colaboración, como fue la International Commons Conference celebrada en noviembre de 2010 en Berlín o, en una escala menor, el congreso Building Digital Commons celebrado en Barcelona en octubre de 2011 y el “Making Worlds” Forum on the Commons organizado por Occupy Wall Street en Nueva York en febrero de 2012.
Pero precisamente, si ha habido hasta ahora un evento con capacidad de vivificar y reunir a todas esas tribus del procomún planetario, ese ha sido tal vez la irrupción de los nuevos movimientos de las plazas durante el año 2011, porque se trata de movimientos que lo que tienen de novedoso es su recuperación de la política como una actividad que ya no puede pertenecer sólo a los profesionales o a los expertos, sino que es de todos y de nadie. El hecho de que en las plazas no sólo se haya protestado o reclamado el derecho a intervenir en la esfera pública, sino que de hecho se hayan creado estructuras y lazos comunitarios capaces de sustentar la reproducción social de la vida cotidiana, muestra ya la conexión inherente de estos movimientos con la lógica del procomún. A nivel táctico, sin embargo, se plantea un problema muy sencillo: las plazas pueden reproducir la vida cotidiana en pequeña escala, pero no son la vida cotidiana. El campamento no es el mundo. A la larga las “tent cities” resultan insostenibles, y de ahí que en muchos casos (en la Puerta del Sol, por ejemplo) hayan sido los propios acampados quienes decidieron desmantelar sus pequeños asentamientos. La imaginación colectiva de millones de personas se ha puesto ya en movimiento alrededor de estos problemas tácticos, y sin duda pronto aparecerán otros modos de articular protesta y comunidad. Hoy por hoy, podemos decir que en estos procesos se juega una democratización del sentido que ya no consiste solamente en una mayor participación de individuos o grupos sociales en las estructuras de expresión y representación política existentes, sino más bien en la transformación de las redes de relación social que articulan lo político, entendido en el sentido amplio de vida con otros.
Por supuesto esta transformación puede pasar a veces casi desapercibida ante las manifestaciones espectaculares y las inevitables inercias de las antiguas formas de producir sentido. Después del 15-M, en España el partido conservador ha ganado unas elecciones por mayoría absoluta, las medidas de austeridad dictadas por las élites neoliberales siguen su curso y desde los grandes grupos mediáticos se siguen promulgando las mismas consignas que han vertebrado la Cultura de la Transición durante las últimas décadas: “confiemos en el consejo de los expertos, dejemos la política en manos de nuestros representantes profesionales”. En el mundo de la cultura los paradigmas banalizadores y espectacularizados se siguen combinando con la autoridad de los “opinadores” que hablan desde su supuesta genialidad o inteligencia individual excepcional. Sin embargo, la profunda democratización del sentido que está socavando el suelo bajo los pies de todo ese andamiaje socio-político y cultural continua avanzando, en paralelo. Del mismo modo que el apoyo de más del 80% de la población española al 15-M (según una encuesta publicada en El País) no se traduce de forma directa en la política de partidos ni en sus elecciones cada cuatro años, la nueva conversación colectiva que discurre a través de las redes sociales y de otras plataformas participativas no aspira a ocupar las tribunas del “star-system” cultural español. No hay tanto una confrontación directa con la CT, sino más bien un desplazamiento hacia otros formatos, que se viene re-actualizando en irrupciones puntuales callejeras (como las protestas del “no a la guerra”, el 11-M, V de Vivienda y 15-M), pero también en la propia Red, y en numerosos proyectos que atraviesan los dos ámbitos (calle y Red), como los aquí citados (Tabacalera, Medialab, #Bookcamping, Observatorio Metropolitano), que son tan sólo una muestra de las extensas redes de investigación, creación, ayuda mutua y acción política que están proliferando en torno a lógicas colaborativas, abiertas, participativas e inclusivas.
En este desplazamiento hacia formatos de producción de sentido que ponen en el centro lo común en lugar de lo individual, lo que está en juego inevitablemente es una redefinición profunda de la política, que nos vuelve a plantear una pregunta bien sencilla: ¿qué significa vivir con otros? ¿se trata de una lucha entre individuos que se disputan recursos limitados o, por el contrario, es precisamente la existencia de otros que no son yo la que hace posible una mejor gestión y reproducción de lo que tenemos en común? ¿Es el otro un competidor o un compañero en la abundancia? La reaparición de estas preguntas que la cultura individualista e instrumentalizadora del neoliberalismo había prácticamente cancelado desde los años ‘80 es, de momento, el signo de apertura y democratización de la producción del sentido que podemos dar por cierto, sean cuáles sean las respuestas que la humanidad elija darse en los próximos y decisivos años.
Notas: 
1. En sintonía con esta lectura, el filósofo francés Jacques Rancière ha llamado la atención sobre el potencial subversivo que tiene la intervención en política de quienes se supone que no están autorizados a hacerlo, no tanto porque vayan entonces a defender sus interese gremiales particulares, sino porque ese cambio de roles sociales pone en cuestión todo el tablero de juego político, toda la distribución del quién es quién y quién puede hacer qué en el escenario social. Ver la entrevista de Amador Fernández-Savater y otros a Rancière, “Universalizar las capacidades de cualquiera”.
 3. Por supuesto, no se pueden obviar esos otros fenómenos de investigación colectiva que proliferan en torno a las llamadas “teorías de la conspiración”. Aunque comparten metodologías descentralizadas, quizás lo que las distingue fundamentalmente de las lógicas de “dispositivos inacabados” que venimos reseñando es que en estas otras comunidades la renuncia al control individual supone en realidad un incremento paranoico de la voluntad de control en tanto que grupo: se trata de descentralizar provisionalmente para poder llegar a una verdad absoluta, es decir, para volver a cerrar la comunidad de los que saben, de la que quedarían excluidos todos los demás. En términos más generales, es preciso diferenciar, por tanto, los procesos de democratización que reintroducen de una u otra forma identidades fuertes y excluyentes de grupo (a veces acompañadas de pretensiones xenófobas e incluso violentas, como en el caso de los grupúsculos de la llamada “Nueva derecha”) y los que realmente mantienen la capacidad de auto-cuestionar las comunidades que generan, manteniéndolas abiertas. En lo que sigue intentaremos captar estos matices de las formas de democratización posible ayudándonos de la noción del “procomún”, que es precisamente aquello que, aunque esté gestionado por un grupo, se mantiene siempre como algo (bienes, recursos, capacidades) que es “de todos y de nadie”.
4. Para otras definiciones o discusiones en torno al procomún ver los textos de Caffentzis, Federici, Negri y Hardt, Bollier y Quilligan.
5. Para una reinterpretación del propio concepto de democracia desde parámetros ajenos al individualismo liberal moderno y más cercanos a lógicas comunitarias, como eran las de la democracia ateniense, ver el texto de Pablo Sánchez León “La ciudadanía que hemos perdido: el zoon politikon en perspectiva histórica”.
6. Para un análisis de las relaciones de la esfera común con el mercado, y más concretamente de los peligros de asimilación del procomún por parte del neoliberalismo, ver el artículo de Silvia Federici “Feminism and the Politics of the Commons”. El texto es en sí mismo también una excelente aproximación al tema general de los commons, con un énfasis en la cuestión de la necesidad de la reproducción material de la vida que contrasta con la deriva más “cognitarista” de autores como Negri y Hardt en su reciente Commonwealth.
7. Otros proyectos importantes emanados del clima de colaboración del 15-M son “Fundación Robo”, que agrupa a músicos reinventando en común la canción protesta, “Asalto”, que hace lo propio con la escritura de ficción politizada y “15-M.cc”, que se plantea como un proyecto multimedia de investigación sobre el 15-M (incluirá documental, libro y página web). Algunos proyectos anteriormente existentes han resultado fuertemente reforzados por el clima 15-M, como es el caso de la “Cooperativas integrales” de Cataluña, que aspira a crear redes en las que se pueda vivir enteramente al margen de la privatización de la riqueza común ejercida por el neoliberalismo, mediante cooperativas que gestionen alimentación, vivienda, salud, educación y el resto de necesidades básicas vitales.

OBRAS CITADAS
Bollier, David. “Surveying Commons Activism on the International Stage”. Bollier.org. 24 Feb 2012. Web 10 Marzo 2012.
Caffentzis, George. “A Tale of Two Conferences: Globalization, the Crisis of Neoliberalism and the Question of the Commons”. The Commoner. Diciembre 1 2100. Web 10 Marzo 2012.
Cahiers du Cinema España. “Cuaderno de Actualidad”. Cahiers du Cinema España July-August 2011.
Cavero, Eva. “Sol visto desde mayo del ’68 (entrevista a Mario Muchnik y Eduardo Arroyo)”. El País. 5 Junio 2011.
De Certeau, Michel. The Practice of Everyday Life. Berkeley: University of California Press, 1997.
Federici, Silvia. “Feminism and the Politics of the Commons”. The Commoner. 24 Enero 2011. Web 10 Marzo 2012.
Fernández-Savater, Amador.  “La cena del miedo”. Acuarela libros. 2011. Web 7 Marzo 2012.
Fernández-Savater, Amador, Garcés, Marina y Sánchez Cedillo, Raúl. “Universalizar las capacidades de cualquiera. Entrevista a Jacques Rancière”. Archipiélago, 73-74.
Hardt, Michael and Negri, Toni. Commonwealth. Cambridge, Mass: Belknap Press of Harvard University Press, 2009.
Jenkins, Henry. Convergence Culture. Where Old and New Media Collide. New York and London: New York University Press, 2006.
Lévy, Pierre. Collective Intelligence. Mankinds’s Emerging World in Cyberspace. Cambridge, MA: Basic Books, 1997.
Martínez, Guillem. “¿La cultura de la transición (CT) se muere?”. El País. 11 de Junio de 2011.
Monzó, Quim. “He aquí la Spanish revolution”. La Vanguardia. 19 de Mayo de 2011.
Observatorio Metropolitano. La carta de los comunes. Madrid: Traficantes de Sueños, 2011.
Padilla, Margarita. “Politizaciones en el ciberespacio”. Espai en Blanc 9-10-11 (2011): 43-71.
Quilligan, James. “People Sharing Resources. Toward a New Multilateralism of the Global Commons”. Kosmos Fall-Winter (2009).
Sánchez-León, Pablo. “La ciudadanía que hemos perdido: el zoon politikon en perspectiva histórica”.
Vila-Matas, Enrique. “Empobrecimiento”. El País. 24 de Mayo 2011.
Walsh, Peter. “That Withered Paradigm: the Web, the Expert, and the Information Hegemony”. Henry Jenkins and David Thorburn (eds) Democracy and New Media. Cambridge, MA: MIT Press, 2004.

«Estamos recuperando la gobernabilidad de la economía»

El economista argentino Aldo Ferrer, maestro y referente de las perspectivas desarrollistas y keynesianas, aceptó un breve diálogo con Lobo Suelto! sobre la coyuntura que se abre con el proyecto de expropiación de acciones de Repsol YPF. 
Por Lobo Suelto!

–¿Cómo ves la intención del Gobierno de expropiar las acciones Repsol?
–Creo que es una decisión correcta. La venta de YPF fue una de las peores medidas tomadas por el Estado neoliberal. En esa etapa se enajenaron herramientas fundamentales de la política pública. Brasil, por ejemplo, preservó el ejercicio de su soberanía, nosotros la entregamos. Entre esas entregas está la de YPF, con las consecuencias inevitables que conocemos. Como algunos lo advertimos en aquel momento, se verificó que las cosas no iban a andar bien. No sólo desde el costado específico de los hidrocarburos, sino también desde el punto de vista científico y tecnológico. Extranjerizar ese sector fue un retroceso muy grave. Este es el epílogo de un largo camino que llegó adonde tenía que llegar.
–Usted suele remarcar la diferencia entre el Estado neoliberal y el Estado nacional. ¿Cómo se inserta esta medida en ese esquema?
–La decisión es importante porque es un paso más en la recuperación del Estado nacional. En el período neoliberal se maniató al Estado para someterlo a los intereses privados, a la especulación financiera, que provocó el endeudamiento, desindustrialización, aumento en el desempleo, pobreza e indigencia. Desde la salida de la crisis reaparece el Estado nacional. Del mismo modo que la recuperación de la capacidad para hacer política monetaria, el manejo del tipo de cambio, la reforma del sistema previsional y la modificación del rol del Banco Central, YPF es un paso muy importante en la reconstrucción del Estado nacional. En el escenario mundial está claro que a los países que les va bien son aquellos que tienen fuertes políticas nacionales. El Estado neoliberal busca desmantelar la política pública para que no se puedan tomar medidas de transformación en un país en desarrollo como el nuestro. Se está recuperando la gobernabilidad de la economía argentina. Pienso también que la reparación del Estado nacional requiere de sólidos equilibrios macroeconómicos, en el plano fiscal y externo.
–¿Qué espera de una nueva YPF “estatal” (palabra que empleamos a sabiendas de que ni aún votado el proyecto actual en el parlamento se trataría de una empresas estatal)?
–Espero que se amplíen las reservas de hidrocarburos y la producción, que haya un esfuerzo para fortalecer el acervo científico de la firma y poder vincularlo al resto de la sociedad. Hay que recordar que el desarrollo es la capacidad de gestión del conocimiento. Esa dimensión científico-tecnológica es fundamental. Desde el punto de vista financiero, hay infinidad de posibilidades de conseguir recursos del exterior, ese aspecto no es el más complejo. Pero también se pueden hacer las inversiones con recursos propios. Si lográramos frenar la fuga de capitales, tendríamos el dinero para aumentar la extracción de hidrocarburos. Hay que tener en cuenta que el ahorro interno es la principal fuente de desarrollo económico del país. Esto no es para volver a la YPF que en muchos aspectos fue negativo, sino para recuperar la YPF del pasado que tuvo muchos aspectos positivos. Hay que tener cuidado con los manejos corporativos en la firma.
–¿Cómo explica que gran parte de la sociedad argentina haya de algún modo acompañado un proceso de privatización inédito en el mundo como fue el de YPF?
–La explicación pasa por la carencia de densidad nacional, la falta de suficiente cohesión social en Argentina. Eso sucede por una serie de cuestiones. Una de ellas es la falta de liderazgos con una impronta nacional. Hubo una sucesión extensa de líderes con una visión de país periférico, vinculados a intereses transnacionales. En segundo lugar, en el siglo pasado tenemos el record mundial de debilidad institucional, y eso se paga. Entonces se implantó el pensamiento alienado, el pensamiento neoliberal en la dictadura. Fue a través del terrorismo de Estado. Y en los ’90, a partir de un gobierno legítimo. Ese gobierno construyó el Estado neoliberal más ambicioso del mundo. No hay otro país que haya avanzado tanto, incluida la venta del petróleo. A la vez, existió una falta de pensamiento crítico. En definitiva, la falta de densidad nacional impidió tener un Estado al servicio del desarrollo. Eso explica que hayamos tomado cursos de acción tan negativos. En los últimos años se ha ido produciendo una cierta recuperación. Han emergido dirigencias con visión nacional, las instituciones mejoraron, existe pensamiento crítico con visión nacional mucho más fuerte y visible, como por ejemplo el Grupo Fénix. En definitiva, ha habido un fortalecimiento de la densidad nacional.

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