Poema en dos tiempos y un final subversivo
Conversamos con el filósofo Franco Berardi en el Bar de la Tribu. Las derechas actuales, un fascismo sin juventud y
“Mañana será historia” es el nuevo libro de Marco Teruggi. El periodista, escritor y activista narra el cotidiano venezolano lejos
El filósofo y docente analiza la coyuntura de cara a las elecciones que tienen como principales candidatos al fascista Jair
La Jovencita no se ama a sí misma, lo que “ama” es su imagen
“La Jovencita vive secuestrada en su propia belleza”
“Una puede ser bonita, verse rodeada, acosada por proposiciones indecentes y, sin embargo y en el fondo, estar sola”
“Me han herido en lo más preciado: mi imagen” (la Jovencita Silvio Berlusconi, tras ser agredida en la cara con una estatuilla de la catedral de Milán)
“La seducción como guerra. Se habla de estar como un ‘cañón’, con una metáfora que pertenece cada vez menos al registro de la estética y cada vez más al de la balística”.
“A la Jovencita no le gustan las arrugas; las arrugas no son apropiadas; las arrugas son la escritura de la vida; la vida no es apropiada. La Jovencita teme tanto a las arrugas como, por lo demás, a toda expresión auténtica”.
“No hay, sin lugar a dudas, sitio en el que uno se sienta tan cruelmente solo como en los brazos de la Jovencita”
“La Jovencita lleva en su sonrisa toda la desolación de las discotecas”
“Lo que demuestra la Jovencita es que no hay una superficie bella sin una profundidad terrible”
“El origen de la Jovencita es el fracaso del feminismo”
“Ni castidad ni depravación: sencillamente, la Jovencita es ajena tanto a sus deseos como a su cuerpo”
“Cuando la Jovencita suelta sus risitas, también trabaja”
“A la Jovencita le dan mareos cuando el mundo deja de girar en torno a ella”
“La Jovencita no se empareja por un arrebato hacia el otro, sino para huir de su insoportable nada”
“La Jovencita es optimista, radiante, positiva, alegre, entusiasta, en otros términos, sufre”
“La Jovencita es una ilusión óptica. Desde lejos, es un ángel y de cerca, una bestia”
“En todas sus manifestaciones, la Jovencita refleja la rabia impaciente por abolir la materia y el tiempo. Es un cuerpo sin alma que se sueña alma sin cuerpo”
“I did love you once” (Shakespeare, Hamlet)
Esos que hoy desafían la mudez del olvido y dicen, en voz alta, donde viven los que entraron por los recovecos de la dictadura brasilera para torturar, violar, asesinar, secuestrar y esconder cadáveres honran al país.
Ver texto original: http://www.vermelho.org.br/noticia.php?id_noticia=180304&id_secao=1
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Un acontecimiento, incluso –o, justamente- por tratarse de una crispación del tiempo; un acontecimiento, decíamos, no está exento de la regla de oro de todo aquello que se precie de estar con vida: persistir, pasar del flujo a la consistencia. En la medida de expropiación resuelta por el Gobierno no vemos, así, que haya mera decisión política: hay historia condensada, de resistencias, de gritos, de masas y balas, de hombres y nombres que ya son parte de la memoria popular. Nombres como el de Mosconi, que remite al ingeniero militar precursor de la nacionalización del petróleo y primer director de YPF, sí, pero que también remite (nótese cómo la historia está llena de ironías y retruécanos) al pueblo salteño en el que, como en los pueblos de Neuquén, surgían organizaciones de desocupados nutridas principalmente de trabajadores petroleros que habían quedado sin empleo a raíz del cambio de manos, de estatal a privadas, en el control de YPF. Desde esa localidad salteña, desde General Mosconi y desde sus piquetes, nos viene otro nombre, el de Aníbal Verón, muerto en el año 2000 por la represión de la gendarmería a una manifestación piquetera y que posteriormente fue nombre –el de Aníbal Verón- de una coordinadora de trabajadores desocupados del conurbano sur de la provincia de Buenos Aires. De la Verón, como se la conocía a la coordinadora, eran militantes Kosteki y Santillán, también muertos por la represión en 2002, en un caso que implicaba al propio presidente Duhalde y que evidenció el precio que éste estaba dispuesto a hacer pagar al pueblo argentino a cambio de un poco de desahogo económico. Se conoce el final: la respuesta popular, contundente y democrática, a la represión forzó la renuncia de Duhalde y el adelantamiento de las elecciones del 2003. Tímidamente, iba apareciendo Néstor Kirchner. Y junto a él, Cristina Fernández, la Presidenta que acaba de poner su firma al pie de un decreto de intervención de YPF y de la ley de expropiación elevada al Congreso. Su rúbrica sella mucho más que un proyecto que será discutido en los próximos días. Su firma es la propia marca de la época. Pero lo inverso también es cierto: su estilo y sus iniciativas, los de la Presidenta, llevan la marca de una época que se caracteriza por cerrar un ciclo, reparando muchos de los daños sociales que ese ciclo generó, y por alumbrar otro ciclo en el que los desplazados de la historia, sin deberle nada a nadie más que a ellos mismos, se redimen y reencuentran con un país que los había olvidado, como había olvidado su historia y dejado de imaginar su futuro.