Anarquía Coronada

El miedo como factor de la política

Thomas Hobbes dice que hay sociedad porque hay miedo, que si las personas no temieran, nadie obedecería a la ley. El miedo es constitutivo de la vida en sociedad, y tiene una función medular en la organización política y del estado. Si partimos de que ese miedo más genérico toma un modo y un rol particular en cada coyuntura concreta, ¿cómo consideramos que se constituye en la Argentina actual? ¿Hasta qué punto en los últimos años el miedo es una dimensión especialmente presente en la política? ¿Qué se hace con ese miedo?
Nuestro país tiene una historia reciente donde el terror fue una componente central de la maquinaria de gobierno. El miedo a morir en manos del estado en años de dictadura se propagó durante la posdictadura bajo la forma de temor a que el estado volviera a ser gestionado como aparato de muerte. El discurso de Alfonsín de no desestabilizar la democracia era un límite para la acción colectiva, todo lo que fuera sospechoso de afectar la institucionalidad era visto como ilegítimo. Este escenario de riesgo perpetuo -hiperinflación mediante- tuvo su envés en el discurso menemista de la estabilidad. En los ´90 el miedo era a la crisis económica. ¿Cómo se configura hoy esa larga historia del miedo? (Sigue en www.tallerdecoyuntura.blogspot.com)

 

¿Fin del ricoterismo?

Que el Indio Solari sea el ídolo de 678, que muchas míticas frases ricoteras sean declinadas al interior del universo K es, sin duda, la batalla cultural más pedorra de la que tengamos memoria. Pero es sobre todo el aterrizaje vegetariano de una poética que, alguna vez, fue caníbal. 

Acerca de la escritura contemporánea

Por Juan Pablo Hudson
En una película de la que nunca supe el nombre, aunque supongo que era inglesa, porque tiene en mi memoria la iluminación de las películas inglesas, que parecen siempre filmadas en la década del setenta, el plano se acercaba, lentamente, a un visor de una cámara de fotos apostada sobre un pie; cuando llegaba hasta el pequeño recuadro de vidrio, éste apuntaba hacia una mancha oscura que tenía justo enfrente, a unos pocos metros; segundos más tarde, a medida que una mano iba ajustando, con cuidada y efectiva parsimonia, el zoom y el foco de la cámara, la imagen se iba tornando cada vez más nítida hasta que pronto se podía reconocer -aunque todavía de manera muy vaga- el contorno de unos cuerpos sentados en lo que parecía ser un banco o una tarima; finalmente, luego de los últimos retoques dados con el zoom y el foco, brotó un plano general con toda nitidez: aquella mancha oscura se transformó en una familia compuesta por dos ancianos vestidos de frac, tres chicos con los pelos rubios que le caían sobre la cara, una pareja de recién casados vestidos con sus trajes de boda, un matrimonio de unos treinta y cinco años con cara de impostada alegría, y un sacerdote con una sotana reluciente. Estaban sentados en un banco de plaza amarillo, enorme y antiguo, junto a un árbol frondoso y una pileta detrás.


La resolución de esta escena, me lleva a pensar en uno de los sentidos posibles que podemos encontrar en la escritura contemporánea; y no hablo de escritores, hablo de la escritura como una práctica que, desde hace años, se convirtió en un ejercicio diario como consecuencia del surgimiento y la masificación de las nuevas tecnologías. No es azarosa, en este sentido, la vinculación inicial que intento hacer con la fotografía. Si algo ha ocurrido con ambos ejercicios –escribir y fotografiar- es que perdieron sus sitiales de privilegio para devenir en una práctica cotidiana realizada cada vez por más personas. Si tuviéramos que rastrear los rasgos de nuestra época a través de imágenes, de ninguna manera haría falta recurrir a fotógrafos profesionales ni mucho menos a los catálogos de museos o galerías. Tan sólo tendríamos que ingresar en alguno de los programas de la web para convertirnos en algo así como arqueólogos espontáneos de un vasto, riquísimo y, claramente, lisérgico reservorio de retratos vivos de una generación; aún incluso cuando –de acuerdo a la hipótesis de Bourdieu- “nada tiene más reglas y convenciones que la práctica fotográfica y las fotografías de aficionados”. Así y todo –quizás justamente por eso- tendríamos ante nosotros un alucinante fresco de la época: formas de vestir, cortes de pelo, arquitectura urbana, interiores de casas y edificios, espacios verdes, vida nocturna, objetos cotidianos, experiencias militantes, familias, movilizaciones políticas, tribus urbanas, razas de perro, lugares de veraneo, comidas, parejas, adolescentes, bebés, viejos, bares, esquinas, por sólo enumerar algunos puntos de una inmensa tipología de imágenes.
Pero volvamos a la escritura. Hablemos de los pequeños y continuos textos en el facebook, del laconismo extremo, obsesivo, del tuiter, lo relatos en los blogs. La publicación de textos ha dejado de ser una propiedad exclusiva de aquellos que sueñan -o forjan- una carrera en el mercado editorial. Entre el vendaval 2.0 me interesan las crónicas de la vida cotidiana en primera persona: esas frases mínimas tan recurrentes como “Tomando mate con amigas en casa: felicidad total”, “Me levanté re loca, mañana rindo sociología”, lo mismo que las crónicas de un fin de semana, de las vacaciones, poesías auto referenciales, pensamientos eruditos, citas de teóricos, hipótesis, relatos compungidos, bizarros, románticos, y toda una serie de escritos dispersos, mayormente acotados, que arman un cadáver exquisito tan caótico como innegable de la época.
Pienso en ese sentido en el diario que escribía mi hermana en un cuaderno de Sarah Kay y que cerraba con un pequeño -pero infalible- candadito que nunca pudieron doblegar mis manos mientras ella estaba en su clase de gimnasia jazz, también en los diarios de Pavese, de Gombrowicz, de Ana Frank, de Kafka, de Pizarnik, de Virgina Woolf, de Cheever, y entiendo al diario íntimo como un dispositivo de enunciación lo suficientemente abierto, sin mayores exigencias formales más que el respeto del calendario (al decir de Blanchot), discontinuo, en el que sus autores narran situaciones, sensaciones y pensamientos surgidos en determinados períodos de la vida. Paula Sibilia (2009) afirma en su libro “La intimidad como espectáculo” que a través de la escritura de diarios íntimos, también de cartas, “el sujeto moderno podía bucear en su oscura vida interior, podía embarcarse en fascinantes viajes auto exploratorios”. Las personas escribían “para afirmar su yo, para auto conocerse y cultivarse, imbuidos (…) por el espíritu romántico de sumergirse en los misterios más insondables de sus almas”.
El diario íntimo, sin embargo, no es el antecedente prehistórico del blog o, incluso, del propio facebook. En principio porque el primero, a diferencia de los otros, no requiere más que de lectores imaginarios, o, para el caso de los que los publican post-mortem, no requiere más que de lectores póstumos; la soledad de la escritura (ese cuarto propio del que hablaba Virginia Woolf) y el ocultamiento pudoroso de lo escrito –ese candadito de mi hermana así lo atestigua- eran su marca constitutiva. Por el contrario, la serie de pequeños textos que pululan en blogs, facebook, tuiter, sólo adquieren sentido a partir de la búsqueda, el encuentro y el intercambio con interlocutores inmediatos. De hecho se escriben directamente pensando en que van a ser leídos y mayormente comentados al instante.
Ahora bien, si hiciéramos el ejercicio de compilar, a la manera de pacientes biógrafos, las diferentes publicaciones que alguien realizó a lo largo de los años en la web tendríamos ante nosotros historias de vida construidas en el marco de una red de contactos. Estoy convencido, en este sentido, que los personajes de los diferentes cuentos que integran “Los Hijos de Seymour” (tal como su autor, Martín Kaissa) serían activos publicadores 2.0. Me imagino, por ejemplo, al protagonista de “Eso que sangra” escribiendo en el facebook: “Bajón total anoche después del recital: calle Sarmiento llena de sangre y después un pibe en la peatonal con las venas cortadas”; o el blog cínico, bardero, drogón, del protagonista de Dolores, quien escribe veinte años después del episodio de la merca: “Con Dolores conocí la pala, ayer palmó de un ataque, juro que nunca lo vi tan duro al hijo de puta, jaja”.
En efecto, si armáramos historias de vida a partir de este tipo de publicaciones se tornaría indispensable -a diferencia del extinto diario íntimo- incluir los comentarios y las respuestas de los contactos. No hay posibilidades de separar la escritura 2.0 de esos mínimos intercambios. Los textos en estos territorios devienen públicos no sólo porque están a la vista de todos sino porque de esa escritura participa, habitualmente, más de una persona.
Alan Pauls en su ensayo sobre el diario íntimo, afirma que quienes lo escriben no lo hacen “para saber quiénes son; lo escriben para saber en qué están transformándose”. ¿Hoy en día para qué narramos y publicamos una tarde con amigos en el Parque España, o los pormenores de unas vacaciones en Villa General Belgrano? ¿Por qué se torna necesario convertir a las vivencias diarias en relato escrito, pero sobre todo: por qué la necesidad de compartirlas con otros al instante? ¿Mero exhibicionismo? ¿Ambición de visibilidad total? ¿Fin de la intimidad ante la desaparición de la frontera entre lo público y lo privado? Un amigo me aporta por mail una idea: más que pensar a la intimidad actual en términos de la Anterior pero ahora expuesta a través de las nuevas tecnologías, habría que ver qué es lo más oculto, lo que se guarda, lo que se protege, o se esconde en la actualidad. Tampoco me parece exacto pensar a estas vías de expresión como nuevos dispositivos confesionales (poder eclesiástico y médico en el XVIII, médico y pedagógico en el XIX y ahora nuevas tecnologías en el XXI). La confesión remite a la expresión de algo oculto, a una intimidad que se revela ante la incitación o la imposición de un dispositivo de poder. La escritura contemporánea –sin desconsiderar el exhibicionismo como marca actual- implicaría menos la confesión de algo íntimo a un público (si ciertos facetas antes resguardadas salen a la luz masivamente es porque perdieron, socialmente, la categoría de íntimas) sino un modo de elaboración posible –en algunas versiones de manera desesperada- de lo que nos ocurre en la vida cotidiana.
Walter Benjamín da cuenta de una diferencia entre el mundo premoderno y el advenimiento del mundo burgués: en el mundo premoderno “se sabía exactamente el significado de la experiencia”. Allí tenemos una clave de ingreso: el hecho de no saber a priori qué ni cómo se construye una experiencia. Escribir quizás posibilite hoy abordar esa pregunta, pero no desde una posición teórico-académica, sino como un problema concreto de nuestras existencias urbanas. La escritura autobiográfica desde siempre no solo testimonia sino que también organiza e incluso concede realidad a la propia existencia (Sibilia, 2009). Esta herramienta prolifera en la actualidad no sólo porque existen mayores canales de expresión sino porque las cosas, lo que nos pasa, no traen incorporadas un sentido intrínseco sino que requieren de una operación subjetiva que permita elaborarlos en cada situación. El sujeto moderno buscó esos sentidos con avidez en la lectura solitaria de las grandes novelas (SIbilia, 2009). Justamente, la pobreza narrativa que se le endilga –desde una moralina académica- a los escritos circulantes hablan menos del renombrado empobrecimiento del vocabulario y las formas, que de personas que no tienen ninguna pretensión estética sino la necesidad de construir y encontrar, a través de la escritura, sentidos posibles a las situaciones diarias: pareja, amigos, trabajo, tiempo libre, futuro, etc. Sin una operación activa, cohesiva, en diálogo con otros, dispuesta a darle consistencia, las escenas cotidianas corren el serio riesgo de ir sucediéndose sin más, o derribándose y obviándose unas a otras, en el marco de nuestras vertiginosas formas de vida. El acto de escribir más que un viaje exploratorio hacia nuestras oscuridades, más que un ejercicio de autoconocimiento o una herramienta única que permite atraer lo más interior de lo interior que es la intimidad, deviene en un ejercicio que intenta -en una especie de edición online- procesar y moldear las múltiples vivencias que nos llegan en crudo, torpemente, velozmente. En la medida en que lo escribo y comparto con otros voy reconociéndome en eso que me está pasando o acaba de ocurrirme. En este punto, ligarse con otros, encontrarse a través de un comentario, una respuesta, o ese nimio pulgar arriba a modo de me gusta en el facebook, no son un efecto residual de la escritura sino su parte constitutiva. Lo importante es sentir que alguien puede estar de alguna manera cerca. Hay una naturaleza relacional en la escritura 2.0 que configura de alguna manera comunidades frágiles, discontinuas, aleatorias, pero no por eso menos disponibles y presentes.
Imagino, para terminar, un posible blog que abre el periodista que protagoniza “Eduardo y el mundo” una vez que reconquistó, muchos años después, a Ana, su ex pareja. Me lo imagino publicando lo siguiente una madrugada de insomnio mientras ella durme a su lado:
 
Yo no escribo para reflejar lo que me está pasando ni mucho menos para metaforizar alguna vivencia. No. Así no funciona la escritura para mí, por lo menos en este último año cuando la escritura se tornó una actividad más o menos sistemática en mi vida. Desde que convivo con Ana la escritura se tornó más fluida y por momentos indispensable. A veces dudo si hubiéramos mantenido esta relación sin la escritura. Recuerdo aquellas noches en las que esperaba que ella se durmiera para levantarme, en silencio, y sentarme frente a la computadora. Recuerdo, porque no fue hace tanto, que necesitaba escribir un tiempo suficiente hasta sentir que el cuerpo comenzaba a alivianarse y la cabeza a esclarecerse. Todos requisitos para conciliar el sueño en esas primeras noches, noches demasiado largas en las que todavía mi cuerpo no se terminaba de acostumbrar a compartir este colchón de dos metros por dos metros. Para mí la escritura no refleja nada ni tampoco es catarsis ni es posible analizarla en términos estéticos. Rechazo la idea de una escritura como resumen o imagen de la experiencia. Escribí y escribo sobre Ana sin ningún intento de reflejarnos. Escribo, necesito dejarlo en claro, para terminar de encontrarla, para empezar a encontrarme junto a ella. La escritura me permite terminar de sentir las experiencias vividas, porque si no las escribo es como que no las vivo, sólo las recuerdo o las observo. La escritura funciona como la plomada en el armado de una línea para la pesca. La necesito para lograr profundidad y estabilidad, para que ese anzuelo, cubierto de carnada, traspase la superficie del agua y caiga hasta prácticamente el fondo. Sin la escritura las vivencias, el acontecer diario, eso que me va pasando, queda suspendido sobre la superficie, pero no se introduce en mi cuerpo. Allí encuentro su sentido último: que torne nítido aquello que es difuso; que torne más real y propia una vivencia que parecía ajena, distante, como si la hubiera vivido otro. Ponerme a escribir inyecta, con sus agujas, las vivencias en la carne humana. Ya no es la experiencia necesariamente la musa o el garante de la escritura, sino que la escritura se inscribe como una garante posible de las experiencias. Una herramienta indispensable, quizás como el agua, la comida, el café de la mañana, para transformar en carne y sangre la fotografías cotidianas, eso que viví y vivo, esas vivencias que siento que no me terminan de dejar marcas en tanto no las registre como lo estoy haciendo ahora mientras me llega desde la habitación la respiración entrecortada de Ana, sus murmullos tenues, misteriosos, como cada vez que duerme profundo.

Transgredir

Por Tomás Abraham
He notado en sectores políticos de la oposición una cierta envidia por la convocatoria que logra el Gobierno en los jóvenes. Ha sido noticia frecuente desde el velorio de Néstor Kirchner la aparición de la juventud en el escenario político. El protagonismo de La Cámpora luego de la muerte del ex presidente da testimonio de la participación juvenil antes desapercibida. Para su desdicha, los dirigentes del espectro político opositor no pueden mostrar demasiadas figuras jóvenes junto a sus conocidos jefes de partido.
El PRO pone en escena a una joven Vidal, y es posible que el jefe de Gobierno porteño sea motivo de admiración en una franja de la juventud que sueña con un puesto empresario, sol en Punta Cana y casarse con una señorita que también haya estudiado dirección de empresas. Juntos colaborarán con fundaciones preocupadas por la pobreza y las enfermedades. No es un sueño despreciable, sino el deseo de una vida sin sobresaltos, protegida por la buena fortuna. Por eso los especialistas en marketing de Macri le sugieren un discurso no confrontativo, pleno de amor y esperanza.
Pero los jóvenes K quieren otra cosa. Quieren portarse mal. Muchos se preguntan cuál es la razón por la que le hacen el aguante a un veterano como Boudou, que se tapa la panza con la guitarra. Lo hacen porque sí, así nomás, porque “está bueno” que un ministro de Economía, candidato a vicepresidente, la pase bomba, ande en una moto de veinte cilindros con rubia sujetada y que haga rabiar a toda esa cohorte de vejetes aburridos que los amonesta por televisión. Nadie tiene ganas de respetar a los abogadillos, profesionales de la nada que hablan de política como hace un siglo, que usan palabras vacías y grises, que se enojan porque se roba, porque se miente, como curas de parroquia. Esos, si no se fueron todos, se debieron haber ido hace rato.
Es mucho más divertido que Aníbal Fernández putee, que el canciller juegue con el Twitter y que el gabinete, ya que no se reúne, baile la cumbia villera en Olivos. Pasarla bien. No me burlo, es más que comprensible que la nueva generación no se vea reflejada en la clase política tradicional y que prefiera hacer pogo contra la corpo al son de una estrella funky.
Me preguntan algunos preocupados políticos de la oposición qué hacer para que los jóvenes se acerquen también a ellos. Nada, que no hagan nada. Además, ¿qué quieren hacer? El Frente Amplio Progresista tiene a Vicky Donda, que también quiere portarse mal. Pero no alcanza. Se necesita algo más bizarro. No hemos visto aún a Morandini en el baile del caño con la coreo de la Stolbitzer. Será cuestión de consultar con los productores de Amado. Pero todo esto es una pérdida de tiempo. El problema está mal planteado. Primero: los jóvenes no existen. Sólo los viejos hablan de ser jóvenes. Un joven que dice ser joven no es joven, es estúpido. Ningún joven de edad, si tiene dos dedos de frente, se siente joven. Por el contrario, si la memoria no me falla, en plena contracultura “hipposa” y antiimperialista, no nos sentíamos jóvenes. Al menos yo no. Ahora sí me siento joven, porque ya no lo soy. En los veintitantos estaba con el alma arrugada. A un joven se le cae el mundo encima, es mentira que tiene una vida despreocupada.
Es cierto que la irreverencia es de ellos. ¿Pero a qué llaman rebeldía? A ir a una especie de comité a seguir la línea que bajan unos profesionales de la tranza que se hacen los pendejos porque se cagan en todo. Claro, en nombre de Cámpora, un mayordomo del trío negro de los setenta, pero qué importa, a nadie le importa la historia, con la fábula musicalizada y filmada alcanza. ¿Pero adorar? ¿Un joven vestido de monaguillo kirchnerista, genuflexo ante Boudou? ¿Ante Cristina?
Hay que aprender de los chinos, no porque sean divertidos, sino porque saben lo que hacen. Son militantes, el partido comunista chino tiene nueve dirigentes en el Politburó, todos ingenieros. Viajan a Harvard a especializarse en ciencias duras y vuelven a cambiar la realidad ciento ochenta grados. ¿Saben lo que es la sociedad de conocimiento? Es lo que Marx llamaba fuerzas productivas. No se trata de educación. Hay que cortarla con el tema de la educación, que se ha convertido en un lavamanos de la plutocracia nacional. Dicen que para salir de la pobreza hace falta una buena educación. Mentira, frase de ricos. Como si dijeran: miren, soy rico porque me eduqué bien. Hipócrita. Miles de “indignados” a mil euros por mes se abanican con sus diplomas en las plazas. Hoy el conocimiento es carne, es un animal vivo, produce, es más que el poroto mágico, es el valor agregado por excelencia.
¿Qué tipo de militancia les ofrecen a los jóvenes los Pimpinela del gabinete, Amado y Aníbal, si no es la de ser empleados de un call center compitiendo con sueldos de la India, o repositores de súper con sueldos chinos? Hoy estudiar no es ser buen alumno. Es ser un militante por la patria. ¿Cómo quieren transformar el país si no conocen sus problemas? ¿Creen que sobra materia gris en la Argentina? Estamos tan escasos de sesos que no nos damos cuenta que ni está en el menú. Vivimos un apartheid educacional y lo festejamos en nombre de la inclusión.
Tecnópolis o telgopornópolis no está mal, pero no se trata de un nuevo showroom. Es mucho más serio y más interesante. El mundo nos mira con hambre y sed. La tierra se calienta. Se llena de gases. Si los chinos siguen creciendo, tendrán cientos de millones de autos y respirarán humo. Las tierras fértiles son muy pocas. El agua se evaporó. La tala no deja nada en pie. Nuestra pampa húmeda fue descrita en el Génesis. Nuestros minerales son el botín del capitán Morgan. Los lagos montañosos y nuestros ríos inmensos esperan a millones de desesperados que serán el nuevo aluvión en pocas décadas. Tenemos demasiadas cosas ricas y mal aprovechadas. ¿Dónde están los llamados jóvenes, que ya no lo serán dentro de poco –recuerden que el tiempo es un asesino serial–, que se hagan cargo de la Argentina para que no desaparezca del mapa convertida en un nuevo desierto o en una nueva factoría del superpoder del futuro? ¿Cantando junto a Boudou?
Es lícito preguntarse si meterse en serio en la militancia del conocimiento productivo nos asegura un buen pasar personal y un servicio útil a la patria. La respuesta es no. Nadie puede asegurar nada. Pregúntele a Dios o a Woody Allen. Si, como dice el director de cine, el sol se apagará en diez mil millones de años, o si es cierto lo que vaticinan los ecólogos milenaristas sobre la inminente explosión del planeta, si no es que nos espera una nueva era del hielo o que, balance mediante, nos resignamos a que la clase obrera no se fue al paraíso y que la clase media sí se fue al infierno; si esto es así, ¿cómo se puede garantizar que la providencia juegue a nuestro favor? A lo mejor todo se va a la mierda y mejor bailar sobre la basura ya que todo es al pedo. Perdonen el vocabulario, pero hoy me siento joven, como los pibes del gabinete nacional. Lo mejor es tirar la chancleta, tomar sol y unos buenos mates con éxtasis. Hay que blanquear el asunto. Comámonos lo que hay, disfrutemos cada minuto sin pensar en el mañana, vivamos intensamente mientras los de arriba invierten sus dineros en cajas de extrema seguridad.

Commonwealth. El proyecto de una revolución del común

de Antonio Negri y Michael Hardt
Prefacio a la edición española

Los acontecimientos poticos en el mundo dehabla hispana, tanto en América del Sur como en la península ibérica se cuentan entre los s inspiradores e innovadores de la última década. A través de revueltas, insurrecciones, del derrocamiento de gobiernos neoliberales, laelección de gobiernos reformistas progresistas, las protestas contra las poticas de esos gobiernos supuestamente progresistas y otras acciones, se ha expresado un esritu indignado y rebelde a través de innumerables experimentos sociales y políticos. Una serie de fechas y lugares sirve de cifra de luchas continuas y prolongadas, desde el 1 de enero de 1994 en Chiapas, el 8 de abril de 2000 en Cochabamba, los 19 y 20 de diciembre de 2001 en Buenos Aires y, más recientemente, el 15 de mayo de 2011 en la madrileña Puerta del Sol. Hemos seguido estas historias, aprendiendo de ellas y utilizándolas como guía durante laescritura deeste libro y después de su publicación.
Uno de los argumentos de este libro, que encuentra una fuerte resonancia con estas luchas, identifica como fuente central del antagonismo la insuficiencia de las constituciones republicanas modernas, en particular de sus regímenes de trabajo, propiedad y representación. En primer lugar, en estas constituciones el trabajo es clave para tener acceso a la renta y a los derechos sicos de ciudadanía, una relación que durante mucho tiempo ha funcionado mal para quienes estaban fuera del mercado de trabajo normal, incluidos los pobres, los desempleados, lasmujeres trabajadoras sin sueldo, los inmigrantes y otros, pero hoy la posición de todas las formas de trabajo es cada vez más precaria e insegura. Desde luego, el trabajo continúa siendo la fuente de la riqueza en la sociedad capitalista, pero cada vez s fuera dela relación con el capital y a menudo fuera de la relación salarial estable. Como resultado de ello, nuestra constitución social continúa requiriendo el trabajo asalariado paratener plenos derechos y acceso a una sociedad en la que ese tipo de trabajo está cada vez menos disponible.
La propiedad privada es un segundo pilar fundamental de lasconstituciones republicanas, y hoy poderosos movimientos sociales impugnan no solo los regímenesnacionales y globales de gobernanza neoliberal, sino tambn, en un plano s general, el imperio de la propiedad. La propiedad no solo mantiene las divisiones y jerarqas sociales, sino que genera tambn algunos de losvínculos s poderosos (y que a menudo son conexiones perversas) que compartimos con los demás en nuestras sociedades. Y sin embargo, la producción social y económica contemporánea tiene un carácter cada vez scomún, que desafía y excede los límites de la propiedad. La capacidad del capital de generar ganancia está disminuyendo, deresultas de lapérdida de su capacidad empresarial y del poder de administrar disciplina y cooperación sociales. Por el contrario, elcapital acumula cada vez s riqueza principalmente por medio de formas de renta, casi siempre organizadas mediante instrumentos financieros, a tras de los cuales captura valor que es producido socialmente y con independencia de su poder. Pero toda instancia de acumulación privada reduce la potencia y la productividad del común. De esta suerte, la propiedad privada se está convirtiendo no solo en un parásito, sino tambn en un obstáculo para la producción y el bienestar sociales.
Por último, un tercer pilar de las constituciones republicanas, y objeto de un creciente antagonismo, se apoya en los sistemas de representación y en sus falsas atribuciones de institución de una gobernanza democrática. Poner fin al poder delos representantes políticos profesionales es uno de los pocos lemas de latradición socialista que podemos afirmar sin reservas en nuestra condición contemporánea. Lospolíticos profesionales, junto con los jefes de lascorporaciones y la elite de los medios de comunicación, no ejercen s que la modalidad s débil de lafunción representativa. El problema no es tanto que los políticos estén corruptos (aunque en muchos casos esto también es cierto), sino que la estructura constitucional republicana aisla los mecanismos de toma de decisión democrática de laspotencias y losdeseos de la multitud. Todo proceso real de democratización en nuestras sociedadestiene que atacar la falta de representación y lasfalsas pretensiones de representación que están en el centro de la constitución.
Sin embargo, reconocer la racionalidad y la necesidad de larevuelta con arreglo a estos tres ejes y a muchos otros que animan hoy muchas luchas no es, a decir verdad, más que el primer paso, el punto de partida. Elcalor de la indignación y la espontaneidad dela revuelta tienen que organizarse para perdurar en el tiempo y construir nuevas formas de vida, formaciones sociales alternativas. Los secretos de este próximo paso son tan raros como excelsos.
En el terreno económico, tenemos que descubrir nuevas tecnologías sociales para producir libremente en común y distribuir equitativamente la riqueza compartida. ¿Cómo puedennuestras energías y deseos productivos engranarse y crecer en una economía que no esté basada en la propiedad privada? ¿Cómo se puede proporcionar a todos el bienestar social y los recursos sociales básicos en una estructura social que no esté regulada y dominada por la propiedad estatal? Tenemos que construir las relaciones de producción e intercambio, así como las estructuras de bienestar social que se compongan de y sean adecuadas al común.
Los desafíos en el terreno político son igualmente espinosos. Algunos de losacontecimientos y revueltas s inspiradorese innovadores de laúltima década han radicalizado el pensamiento y la práctica democráticos organizando un espacio, como una plaza pública ocupadao una zona urbana, con estructuras o asambleas abiertas y participativas, manteniendo estas nuevas formas democráticas durante semanas o meses. De hecho, la organización interna de los propios movimientos se ha visto constantemente sometida a procesos de democratización, que se esfuerzan en crear estructuras de red horizontales y participativas. De esta suerte, lasrevueltas contra el sistema político dominante, sus poticos profesionales y sus estructuras ilegítimas de representación no aspiran a restaurar un supuesto sistema representativo legítimo del pasado, sino a experimentar con nuevas formas de expresión democrática: democracia real ya*. ¿Cómo podemos transformar la indignación y la rebelión en un proceso constituyente duradero? ¿Cómo pueden convertirse en poder constituyente losexperimentos de democracia, no solo democratizando una plaza pública o un barrio, sino inventando una sociedad alternativa que sea verdaderamente democrática?
Éstas son algunas de las preguntas que investigamos y que intentamos responder eneste libro. Y nos sentimos alentados sabiendo que no somos los únicos que nos planteamos estas preguntas. De hecho, esperamos que este libro caiga en las manos de quienes están descontentos con la vida que les ofrece nuestra sociedad capitalista contemporánea, indignadosante sus muchas injusticias, rebeldes contra sus poderes de mando y explotación y ansiosos de una forma de vida democrática alternativa basada en la riqueza común que compartimos. No albergamos la ilusión de ser capaces de proporcionarles todas las respuestas. En cambio, confiamos en que loslectores españoles, planteando estas preguntas y luchando por sus deseos, inventan nuevas soluciones que ni siquiera somos capaces de imaginar.
Agosto de 2011, Michael Hardt y Antonio Negri
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Prefacio: El devenir pncipe de la multitud
«Los pueblos no disfrutan nunca de s libertad que aquella que su audacia consigue arrebatar al miedo»
Stendhal, Vie de Napoon
«El poder a los pacíficos»
Michael Franti, «Bomb the Worl
La guerra, el sufrimiento, la miseria y laexplotación caracterizan cadavez más nuestro mundo en proceso de globalización. Hay tantas razonespara buscar refugio en un mundo «afuera», en algún lugar separado de la disciplina y el control del Imperio a cuyo surgimiento asistimos, o incluso principios transcendentes o transcendentales que puedan guiar nuestras vidas y fundamentar nuestra acción política. Sin embargo, uno de los principales efectos de la globalización es la creación de un mundo común, un mundo que, para bien o para mal, todos compartimos, un mundo que no tiene «afuera». Con los nihilistas, hemos de reconocer que, por más brillante y mordazmente que lo critiquemos, estamos destinadosa vivir en este mundo, no solo sujetos a sus poderes de dominación, sino tambn contaminados por sus corrupciones. ¡Abandonen todos los sueños de pureza potica y de «valores superiores» que nos permitirían permanecer fuera! Sin embargo, ese reconocimiento nihilista no debería ser sque una herramienta, un intervalo de transición hacia la construcción de un proyecto alternativo. En este libro articulamos un proyecto ético, una ética de acción política democrática dentro y contra el Imperio. Investigamos cuáles han sido los movimientos y las prácticas de la multitud y qué pueden devenir al objeto de descubrir las relaciones sociales y las formas institucionales de una democracia global posible. «Devenir pncipe» es el proceso de la multitud que aprende el arte del autogobierno e inventa formas duraderasde organización social democrática.
Una democracia de la multitud es imaginable y posible solo porque todos compartimos y participamos en el común. Por «el común» entendemos, en primer lugar, la riqueza común del mundo material –el aire, el agua, los frutos de la tierra y toda la munificencia de la naturalezaque en los textos políticos clásicos europeos suele ser reivindicada como herencia de la humanidad en su conjunto que ha de ser compartida. Pensamos que el común son tambn y con mayor motivo los resultados de la producción social que son necesarios para la interacción social y la producción ulterior, tales como saberes, lenguajes, códigos, información, afectos, etc. Esta idea del común no coloca a la humanidad como algo separado de la naturaleza, como su explotador o su custodio, sino que se centra en las pcticas de interacción, cuidado y cohabitación en un mundo común que promueven lasformas beneficiosas del común y limitan lasperjudiciales. Enla era de la globalización, las cuestiones del mantenimiento, producción y distribución del común en ambos sentidos, así como en los marcos ecológicos y socioeconómicos, se tornan cada vez s centrales. Sin embargo, con las anteojeras de las ideologías dominantes de hoy en día resulta difícil ver el común, aunque esté a nuestro alrededor. En las últimas décadas, las políticas gubernamentales neoliberales en todo el mundo han tratado de privatizar el común, convirtiendo los productos culturales –por ejemplo, lainformación, las ideas e incluso especies de animales y plantas– en propiedad privada. Sostenemos, uniendo nuestras voces a lasde muchos otros, que se debe resistir a tales privatizaciones. Sin embargo, laopinión corriente asume que la única alternativa a lo privado es lo público, esdecir, aquello que es gestionado y regulado por Estados y otras autoridades gubernamentales, como si el común fuera algo irrelevante o extinto. No deja de ser cierto, desde luego, que mediante un largo proceso de cercamientos la superficie de la tierra se ha visto casi completamente dividida entre propiedad pública y propiedad privada, de tal suerte que los regímenes comunales de latierra, tales como losde las civilizaciones indígenas del continente americano o los de Europa medieval se han visto destruidos. Y, sin embargo, buena parte de nuestro mundo es común, está abierto al acceso de todos y es desarrollado mediante laparticipación activa. Ellenguaje, por ejemplo, aligual que los afectos y losgestos, es en su mayor parte común, y de hecho siel lenguaje fuera hecho privado o público –es decir, si porciones considerables de nuestras palabras, frases o partes del discurso se vieran sujetas a lapropiedad privada o a la autoridad pública–, entonces el lenguaje perdería suspoderes de expresión, creatividad y comunicación. Con este ejemplo no se pretende tranquilizar a los lectores, como si se diera a entender que lascrisis creadas por los controles privados y públicos no son tan malas como parecen, sino s bien ayudar a los lectores a recapacitar su visión, reconociendo el común que existe y lo queéste puede hacer. Éste es el primer paso en un proyecto encaminado a recobrar y expandir el común y sus potencias.
La alternativa aparentemente exclusiva entre lo privado y lo público corresponde a una alternativa política igualmente perniciosa entre capitalismo y socialismo. Se suele asumir que laúnica cura para los males de la sociedad capitalista es la regulación pública y la gestión económica keynesiana y/o socialista; y a su vez se supone que lasenfermedadessocialistas solo puedentratarse con la propiedad privada y el control capitalista. Sin embargo, el capitalismo y elsocialismo, aunque en ocasiones se han visto mezclados y en otras han dado lugar a enconados conflictos, son ambos regímenes de propiedad que excluyen el común. El proyecto político de institución delcomún que desarrollamos en este libro traza una diagonalque se sustrae a estas falsas alternativas –ni privado ni público, ni capitalista ni socialista– y abre un nuevo espacio para la política.
De hecho, paradójicamente las formas contemporáneas de la producción y la acumulación capitalista, a pesar de su ofensiva constante encaminada a la privatización de los recursos y de la riqueza, hacen posible e incluso requieren expansiones del común. Por supuesto, el capital no es una forma pura del común, sino una relación social que depende, para su supervivencia y su desarrollo, de subjetividades productivas que están dentro de la relación, pero son antagonistas de ésta. Mediante losprocesos de globalización, el capital no solo unifica toda latierra bajo su poder de mando, sino que tambn crea, envuelve y explota toda la vida social, ordenando la vida con arreglo a las jerarquías de valor económico. Por ejemplo, en las formas de producción recientemente dominantes que implican información, códigos, saberes, imágenes y afectos, los productores requieren cada vez sun alto grado de libertad, así como un acceso abierto al común, sobre todo en sus formas sociales, tales como lasredes de comunicación, losbancos de información y los circuitos culturales. La innovación en tecnologías de Internet, por ejemplo, depende directamente del acceso a recursos de código e información comunes, así como de lacapacidad de conectar e interactuar con otros en redes libres de restricciones. A su vez, y demodo s general, todas las formas de producción en redes descentralizadas, impliquen éstas o no tecnologías inforticas, exigen libertad y acceso al común. Asimismo, el contenido de lo que es producido incluyendo ideas imágenes y afectos– es fácilmente reproducible y de tal suerte tiende a ser común, resistiéndose tenazmente a todos los esfuerzos legales y económicos para privatizarlo o someterlo al control público. La transición ya ha comenzado: la producción capitalista contemporánea, abordando sus propias necesidades, abre la posibilidad de y crea las bases de un orden social y económico basado en el común.
El núcleo primordial de la producción biopotica, tal y como podemos comprobar remonndonos a un mayor grado de abstracción, no es la producción de objetos para sujetos, tal y como suele entenderse la producción de mercancías, sino la producción misma de la subjetividad. Éste es el terreno del que debepartir nuestro proyecto ético y político. Ahora bien, ¿cómo puede instituirse una producción ética en el terreno móvil de la producción de subjetividad, que constantemente transforma valores y sujetos fijos? Gilles Deleuze afirma en sus consideraciones sobre la idea de dispositivo [dispositif] de Michel Foucault (los mecanismos o aparatos materiales, sociales afectivos y cognitivos de la producción de subjetividad): «Pertenecemos a los dispositivos y actuamos en su seno». Sin embargo, sihemos de actuar en su seno, el horizonte ético tiene que redireccionarse desde la identidad hacia devenir. Lo que está en juego «no es lo que somos, sino s bien lo que somos en el proceso de devenir –es decir, el Otro, nuestro devenir otro». Desde este punto de vista privilegiado, uno de los escenarios decisivos de laacción potica hoy implica la lucha en torno al control o la autonoa de la producción de subjetividad. La multitud se hace a sí misma componiendo en el común las subjetividadessingulares que resultan de este proceso.
A menudo descubrimos que nuestro vocabulario político es insuficiente para aferrar las nuevas condiciones y posibilidades del mundo contemporáneo. En ocasiones inventamos nuevos términos para arrostrar ese desafío, pero la mayoría de las veces intentamos resucitar y reanimar viejos conceptos políticos que han cdo en desuso, porque conllevan historias poderosas y porque trastocan las acepciones convencionales de nuestro mundo presente y lo presentan bajo una luz nueva. Dosde estos conceptos que desempeñan papeles particularmente importantes en este libro son pobreza y amor. El pobre era un concepto político extendido en Europa, al menos desde la Edad Media hasta el siglo XVII, pero aunque nos esforzaremos al ximo para aprender de algunas de aquellas historias, estamos s interesados en aquello en lo que se ha convertido el pobre en nuestros días. Pensar en términos de pobreza tiene, en primer lugar, el efecto saludable de poner en tela de juicio las designaciones de clase tradicionales y obligarnos a investigar con nuevos ojos en qmedida ha cambiado lacomposición de clase y a dirigir la mirada a la amplia gama de actividades productivas de laspersonas dentro y fuera de las relaciones salariales. Ensegundo lugar, desde este punto de vista el pobre se define, no por la carencia, sino por la posibilidad. Con frecuencia, los pobres, migrantes y trabajadores «precarios» (es decir, aquellos que carecen de empleo estable) suelen ser concebidos como excluidos, pero la verdad es que, aunque subordinados, están completamente dentro de los ritmos globales de la producción biopolítica. Las estadísticas económicas pueden comprender la condición de pobreza en rminos negativos, pero no las formas de vida, los lenguajes, los movimientos o lascapacidades de innovación que generan. Nuestra tarea consistirá en descubrir modos de traducir a potencia la productividad y la posibilidad de los pobres.
Walter Benjamin, con su elegancia e inteligencia características, comprende el concepto cambiante de pobreza ya en la década de 1930. Élsitúa el cambio, en clave nihilista, en la experiencia de aquellos que han sido testigos de ladestrucción, y en particular de ladestrucción causada por la Primera guerra mundial, que nos arroja a una condición común. Benjamin ve, surgiendo de las ruinas del pasado, el potencial de una forma nueva y positiva de barbarie. «Pues, ¿qué supone la pobreza de experiencia para el bárbaro? Le obliga a comenzar desde el principio, a empezar de nuevo, a arregrselas con poco,a construir con poco y a avanzar con la vista al frente». La productividad «bárbara» del pobre se propone hacer un mundo común.
El amor proporciona otro camino de investigación de la potencia y la productividad del común. El amor es un medio de escape de la soledad del individualismo, pero no, tal y como nos dice la ideología contemporánea, solo para verse aislado de nuevo en la vida privada de la pareja o de la familia. Para llegar a un concepto político del amor que reconozca a éste como algo centrado en la producción delcomún y en la producción de la vida social, tenemos que romper con la mayor parte de los significados contemporáneos del término y recuperando y reelaborando algunas nociones s antiguas. Sócrates, por ejemplo, dice en el Banquete que, según Diotima, aquella que «le enseñó las cosas del amor», el amor nace de la pobreza y de la invención. A medida que intenta elaborar lo que ella le enseñó, afirma que el amor tiende naturalmente hacia el terreno ideal para obtener la belleza y la riqueza, realizando asíel deseo. Sin embargo, lasfeministas francesas e italianas sostienen que Platón malinterpreta completamente a Diotima. Ella no nosguía hacia la «sublimación» de la pobreza y del deseo en la «plenitud» de la belleza y la riqueza, sino hacia la potencia del devenir definida por lasdiferencias. La idea de amor de Diotima nos da una nueva definición de riqueza que extiende nuestra idea del común y apunta a un proceso de liberación.
Toda vez que lapobreza y el amor podrían aparecer demasiado débiles para derrocar a lospoderes dominantes actuales y desarrollar un proyecto del común, tendremos que hacer hincapié en el elemento de la fuerza que les anima. Ésta es en parte una fuerza intelectual. Immanuel Kant, por ejemplo, concibe la Ilustración como una fuerza que puede desterrar las«visiones fanáticas» que provocan la muerte de la filosofía y, ades, puede imponerse a toda policía del pensamiento. Jacques Derrida, siguiendo a este Kant «ilustrado», recupera para la razón la fuerza de laduda y reconoce la pasión revolucionaria de la razón como algo que surge de los márgenes de la historia6. Tambn creemos que esa fuerza intelectual es necesaria para superar el dogmatismo y el nihilismo, pero insistimos en la necesidad decomplementarla con la fuerza sica y la acción potica. El amor precisa fuerza para vencer a los poderes dominantes y desmantelar sus instituciones corruptas para poder crear un nuevo mundo de riqueza común.
El proyecto ético que desarrollamos en este libro emprende el camino de la construcción potica de la multitud dentro delImperio. La multitud esun conjunto de singularidades que pobreza y amor componen en la reproducción delcomún, pero esto no es suficiente para describir la dinámica y los dispositivos del devenir príncipe de lamultitud. No nossacaremos de la chistera nuevos transcendentales o nuevas definiciones de la voluntad de poder al objeto de imponerlas sobre la multitud. El devenir príncipe de la multitud es un proyecto que descansa íntegramente en la inmanencia de la toma de decisiones dentro de la multitud. Tendremos que descubrir el tránsito de la revuelta a la institución revolucionaria que la multitud puede poner en marcha.
Con el título de este libro, Commonwealth. Elproyecto de una revolución del común, queremos indicar una vuelta a algunos de lostemas de los tratados clásicos del gobierno, explorando la estructura institucional y laconstitución política de la sociedad. Tambn queremos hacer hincapié, una vez que hemos reconocido la relación entre los dos rminos que componen este concepto, la necesidad deinstituir y gestionar un mundo de riqueza común, concentrándonosen y expandiendo nuestras capacidades de producción colectiva y autogobierno. La primera mitad del libro es una exploración filosófica e histórica que se centra sucesivamente en la república, la modernidad y el capital como los tres marcos que obstruyen y corrompen el desarrollo del común. Sin embargo, en cada uno de estos terrenos descubrimos también alternativas que emergen en la multitud de los pobres y en los circuitos de laaltermodernidad. Lasegunda parte del libro esun alisis potico y económico del terreno contemporáneo del común. Exploramos las estructuras globales de gobernanza del Imperio y los aparatos del poder de mando capitalista para evaluar el estado y el potencial actuales de la multitud. Nuestro análisis termina con una reflexión sobre lasposibilidades contemporáneas de la revolución y sobre losprocesos institucionales que ésta requeriría. Al final de cada parte del libro hay una sección que recoge desde una perspectiva diferente y s filosófica una cuestión central suscitada en el cuerpo del texto. (La función de estas secciones es similar a la de los escolios en laÉtica de Spinoza). Las secciones, junto con el Intermezzo, pueden leerse también consecutivamente como una investigación continua.
Jean­Luc Nancy, partiendo de premisas análogas a lasnuestras, se pregunta si «cabesugerir una lectura o una reescritura “spinoziana” de Sery tiempo [de Heidegger]». Esperamos que nuestra obra apunte en esa dirección, dando la vuelta a la fenomenología del nihilismo y estableciendo los procesos de productividad y creatividad de la multitud que pueden revolucionar nuestro mundo e instituir una riqueza común compartida. No solo queremos definir un acontecimiento, sino tambn aferrar la chispa que incendie la pradera.

#OccupyWallStreet

O el intento exagerado de asalto a la Gomorra financiera

por Ángel Luis Lara
“El 17 de septiembre queremos ver 20.000 personas inundando el sur de Manhattan, montando tiendas de campaña, instalando cocinas, levantando pacíficas barricadas y ocupando Wall Street”. De esta guisa el colectivo canadiense de jammers culturales Adbusters lanzaba el pasado mes de julio un llamamiento a ocupar el polo simbólico fundamental del (des)orden capitalista. Ni más ni menos. Un mensaje que atravesó las redes sociales rápidamente y que se replicó por el hiperespacio a la velocidad de la indignación y del radical deseo de cambio que prolifera por el planeta. Desde entonces, dos órdenes desiguales han ido vertebrando el flujo de comunicación y de emociones en torno al desafío: por un lado, Internet; por otro lado, el aterrizaje de la convocatoria en la ciudad de Nueva York con la configuración de una Asamblea General encargada de la logística de la movilización y la materialidad tangible de la misma. Ambos órdenes han convivido en paralelo desde realidades a años luz la una de la otra. Mientras el hiperespacio ha sido un amplificador interminable de la propuesta, con un impacto reseñable en las redes sociales más importantes y con una numerosa población flotante de internautas siguiendo su estela, el desarrollo de la Asamblea Generalha generado una influencia verdaderamente escasa en la gran manzana. Si el reseñable movimiento en Internet ha construido un notable impacto virtual y ha tejido puentes con el 15M y los movimientos de cambio en el Mediterráneo, el aterrizaje material de la iniciativa en la ciudad de Nueva York se ha movido en lógicas y parámetros ciertamente alejados de las rupturas y de los elementos de innovación política que dichos movimientos han puesto sobre la mesa del siglo en curso.

El pasado sábado por fin fue 17 de septiembre. A lo largo del día, cerca de dos mil personas participaron del intento de ocupación de Wall Street y doscientas de ellas acamparon en el corazón del epicentro financiero del mundo.  Con ellas parece que también han acampado los límites de la forma de la convocatoria y de su aterrizaje material en la gran manzana. Tanto cuantitativa como cualitativamente el balance de la jornada parece no responder al revuelo generado en Internet y a las expectativas que la convocatoria había despertado en medio mundo. Lo que sigue son algunas reflexiones y trazos de relato en torno a la experiencia, absolutamente parciales e incompletos, pero quizá útiles para comprender la suerte de la convocatoria y la evidente disimetría entre lo imaginado, lo esperado y lo ocurrido.
The Old Blade Runner
La convocatoria de Adbusters dio lugar a la celebración de un acto público en el corazón del distrito financiero neoyorquino el pasado 2 de agosto. Allí convergieron dos mundos y dos tiempos históricos. Por un lado, grupos tradicionales de izquierda, con una elevada media de edad, portadores de un nivel reseñable de desfase propositivo y de un léxico ciertamente antediluviano (proletarios-de-todos-los-países-uníos-!). Por otro lado, un grupo plural de gentes convocados por la acumulada solvencia creativa de Adbusters, al mismo tiempo que profundamente afectados por los multitudinarios movimientos democráticos desatados en el Mediterráneo, de la plaza de Tahrir de El Cairo a la Puerta del Sol de Madrid. Entre los dos mundos y los dos tiempos, unas escasas doscientas personas.
Desde lo cuantitativo, el primer capítulo de la convocatoria de Adbusters no parecía traducirse en una potencia capaz de afrontar el tamaño del desafío propuesto por el colectivo canadiense. Desde lo cualitativo, los significantes más marcianos y los delirios más disparatados tampoco auguraban nada bueno. Ante paisaje tan desolador hubo quien huyó sin dejar rastro, como algunos activistas de la guerrilla de los Yes Men, seguramente los más sensatos. Otros, sin embargo, permanecimos allí sujetos a una extraña inercia, tal vez explicable a partir del potente universo empático que la ola de revueltas mediterráneas ha inseminado en el presente. En medio del distrito financiero neoyorquino, entre la mirada curiosa de los turistas y la mofa abierta de los agentes de policía que custodiaban tamaña reunión de aparentes lunáticos, iniciamos una asamblea ante la disolución irremediable y progresiva del mundo del pleistoceno. Apenas cien personas y nada nuevo bajo el cielo. Un grupo cuya composición no difería notablemente de los perfiles encontrados en el viaje de Seattle a Génova en una vida anterior: estudiantes, activistas, profesores de universidad y maestros de escuela, hackers, skaters, videocreadores, trabajadores de oficina, homeless, antropólogos irredentos (incluido el afamado y díscolo David Graeber), bloggers, jammers, investigadores y becarios, músicos, guionistas de la Writers Guildof América y un simpático veterano de la guerra del Vietnam. En fin, quizá un cúmulo de capacidades y de destrezas susceptible de devenir sinergia capaz de dinamizar el proceso organizativo y comunicativo hasta la pretendida ocupación de Wall Street un mes y medio más tarde. También un océano de incertidumbre, de límites, de ambivalencia. Todo y nada, pero un todo quizá posible. Fundamentalmente, por el viento que la convocatoria comenzaba a levantar en Internet. También por la constante obsesión por la transparencia y por el devenir democrático del proceso que dejaban ver muchas de las intervenciones en la improvisada asamblea callejera. Definitivamente, por la determinación, implícita en gestos y discursos, de practicar una ruptura con las maneras tradicionales de la política y con el orden instituido, a izquierda y a derecha. Esa fue mi impresión entonces, animado por el espacio inaugurado por esa reunión, dotado de un carácter liso y ampliamente participable, imbuido de la determinación y el deseo contagioso de sus habitantes.
Sin embargo, esa tarde de agosto, sentado en el suelo del distrito financiero de Nueva York y rodeado de una representación disparatada de la fauna y flora del cognitariado de la gran manzana, recordé una sencuencia de Blade Runner en la que Batty le dice a Deckar: “Te necesito, tío. Necesito al viejo blade runner, necesito tu magia”. El problema era que si había algo que intuía no íbamos a necesitar en el viaje que recién comenzaba eran los replicantes. Tampoco los policías, aunque esos seguro iban a estar y no dependían de nosotros. Entonces, ni pensar en ellos. Mejor concentrarnos en los replicantes.
De lo liso a lo estriado
El aparente espacio liso abierto en las calles del distrito financiero el 2 de agosto, apelando abiertamente a la pluralidad y a las diferencias, pronto se fue estriando en su aterrizaje y en su continuidad organizativa, fundamentalmente porque el perfil activista enseguida fue adquiriendo centralidad y protagonismo entre la población de las asambleas. Ya se sabe que al activista le ocurre igual que a la ciencia sedentaria, que sólo es capaz de moverse en un campo de iteración o de recursión infinita de un esquema adquirido. El activista tout court, como el científico sedentario que tan bien describiera Jesús Ibáñez, se muestra generalmente incapaz de escapar a la reproducción de su archivo de lo ya inventado: en su relación con los procesos y los espacios sociales suele mostrarse como un verdadero replicante. A partir de esa premisa, muy pronto las asambleas se convirtieron, entre otras cosas, en espacios de agregación y de choque entre activistas. Un ecosistema propicio para la proliferación y la reproducción de los tics, las lógicas, las discusiones y los discursos propios del activismo más recalcitrante.
A ello seguramente contribuyeron decisiva y activamente los propios Adbustersy la iconografía con la que vistieron su llamamiento a ocupar Wall Street: la imagen central de la convocatoria mostraba una bailarina haciendo equilibrios sobre el Charging Bull, el enorme toro de bronce que preside el distrito financiero neoyorquino. Hasta ahí todo bien. El problema era que detrás de la inocente danzarina se veía una columna de activistas enmascarados cubiertos por una nube de gas lacrimógeno, en una clásica postal que recreaba los imaginarios tradicionales del enfrentamiento con la policía y del activismo más desatado. La cita de Raimundo Viejo que acompañaba el texto de la convocatoria probablemente tampoco ayudaba:  “El movimiento antiglobalización fue el primer paso en el camino”, imponiéndole un origen y generándole unilateralmente una memoria a la iniciativa. De igual manera, el hecho de que el encabezamiento de los mensajes de los Adbusters circunscribiera declaradamente el campo de sus receptores, dirigiendo su llamamiento única y explícitamente a los “rebeldes, radicales y soñadores utópicos”, tampoco resultaba de ayuda. Por no hablar de la foto de un joven encapuchado subido a una marquesina con la que ilustraron uno de los mensajes de su masiva newsletter, insistiendo en un universo inconográfico y simbólico restringido y excluyente. Pura iteración, puros replicantes. Glups. El viejo Batty was back.
Tanto es así que, pese a la constante referencia al 15M madrileño y al deseo declarado de explorar la novedad, elementos que se explicitaban en no pocas intervenciones en las asambleas, el proceso material de organización en torno a la idea de ocupar Wall Street pronto se estrió en exceso, hasta devenir un espacio atrapado en gestos y discusiones que subrayaban su compromiso con lo ya vivido, en detrimento de un interés por los relevantes elementos de innovación creativa y de nueva política que el movimiento 15M ha puesto sobre la mesa. Ese compromiso con lo conocido del activismo clásico tout courtse expresa sintéticamente en dos coordenadas que quizá resulten útiles para construir la imagen de la distancia entre lo activado hasta ahora en Nueva York y las lógicas más potentes que emanan de los mil y un relatos de lo experimentado durante los primeros pasos del movimiento en España.
La primera de esas coordenadas es una obsesión enfermiza por la identidad: las preguntas que orientaban y conducían de manera latente los primeras discusiones en las asambleas en Nueva York eran fundamentalmente qué somos y quiénes somos. De manera recurrente, esos interrogantes connotaban y orientaban los debates, en una tensión en la que algunos activistas apelaban constantemente a la necesidad de que el espacio conversacional y organizativo abierto en torno al proyecto de ocupar Wall Street se definiera (“¡¿Somos o no somos anticapitalistas?!”). Si uno tuviera que colocar esta coordenada en un mapa, seguro sería en el epicentro de las antípodas del 15M, un movimiento que ha inaugurado la posibilidad de una práctica política multitudinaria eminentemente post-identitaria, una especie de no ser en común que, lejos de uniformar y reducir las diferencias, convoca a las singularidades en cuanto tales y permite arrancar el ser de las garras de los significantes y las representaciones, hasta el punto de hacer del anonimato su clave de sentido más importante.
La segunda coordenada de la distancia entre lo activado hasta ahora en Nueva York y la racionalidad emanada del 15M se deriva de la primera. Cuando la creación de un espacio está condicionada por una pretensión constante a su delimitación, ese espacio se acaba definiendo inevitablemente a partir de la configuración de sus márgenes y de sus fronteras: nosotros y lo que está afuera o, en el argot del activismo clásico, el grotesco nosotros y la gente normal (“the regular people” o “the people out there”, tan escuchado en algunas intervenciones). Esa geografía de la composición y de la acción colectivas, anclada en el binomio adentro-afuera, vuelve a colocar a Nueva York en las antípodas de la Puerta del Sol: es posible que el 15M sólo resulte verdaderamente aprehensible desde la potencia incluyente que ha determinado su capacidad, a veces intermitente, para componer un nos-otros tan masivo y tan complejo que el único significante que se ha encontrado para nombrarlo es un estado de ánimo, común e ilimitado, en el que cada cual puede colocar y compartir sus razones particulares: indignados. Incluso durante el repliegue a la izquierda y a las trincheras de lo trillado por parte de las reducidas huestes estivales del movimiento 15M durante la faraónica visita de Benedicto XVI a Madrid, surgió una iniciativa de encuentro y reconocimiento mutuo con los peregrinos católicos que visitaban la ciudad: el hashtag #JMJ15M abrió en Twitter una conversación muy participada y dio lugar a una asamblea común en una plaza.
Las reseñadas coordenadas en el mapa de Nueva York no sólo explican la distancia que separa a la gran manzana de Madrid, sino que sirven para subrayar la potencia y la importancia de la racionalidad y de la lógica que muchas de las prácticas del 15M han puesto sobre la mesa de la política y de la sociedad. Al mismo tiempo, ambas coordenadas explican seguramente parte del escaso eco que la convocatoria para ocupar Wall Street ha encontrado entre los neoyorquinos, así como que muchos de los que nos sumamos a sus asambleas iniciales fuéramos perdiendo fuelle y presencia con el paso de las semanas.
Límites antropológicos: entre culturas, disposiciones psicológicas y estados de ánimo made in USA 
Desde el comienzo de mi vivencia del proceso abierto en torno a la idea de ocupar Wall Street y dar el pistoletazo de salida a una esfera de acción política en la onda del 15M y de los movimientos en el Mediterráneo, ha habido dos elementos que me han llamado la atención sobremanera. El primero ha sido la notable presencia de españoles habitantes de la gran manzana en las asambleas, algunos instalados en la escucha y otros empeñados activamente en contribuir con toda la modestia del mundo a la apertura del proceso a parámetros no identitarios ni trillados, lamentablemente, con una escasa suerte en su propósito. El segundo elemento que me ha llamado la atención ha sido la existencia de un campo magnético permanente, del tipo de la cúpula que impedía la fuga de Logan en la película de Michael Anderson, que condicionaba las conversaciones y los modos de estar en las asambleas: un estado mental colectivo ciertamente inquietante que en numerosas ocasiones se movía entre el miedoy la paranoia. Desde el clásico rechazo del activista tout courta ser filmado y fotografiado, aunque esté participando de una reunión absolutamente pública en una concurrida plaza céntrica de Manhattan y formando parte de una corriente general de acción colectiva que prima la proliferación y la circulación de imágenes de sí a través de Internet, a la policía como vector perenne de sentido en el tejido de estrategias y planes en la actitud de algunos de los participantes en las asambleas (¡En esa plaza no, que los cerdos nos pueden rodear y detener a todos! o ¡Cuidado con lo que decimos porque seguro que estamos infiltrados por la policía!). Ese estado mental entre el miedo y la paranoia, tan generalizado en una parte significativa de la población estadounidense, tuvo durante las asambleas previas al 17 de septiembre manifestaciones ciertamente virulentas que se plasmaron en algún que otro comportamiento que no sólo lindaba con lo patológico, sino que condicionaba y lastraba constantemente el funcionamiento y la evolución de las conversaciones y de las discusiones en las asambleas, logrando determinarlas en no pocas ocasiones y sujetando el proceso a un estado de ánimo en el que, inevitablemente, primaban las pasiones tristes, lo que componía un campo magnético alejado de la alegría y de la ilusión, poco capacitado para la seducción y generador de una natural fuerza centrífuga que expulsaba a la gente más que atraerla.
Junto a este campo interno de gravedad, ha existido además un campo energético externo que puede aportarnos pistas no sólo sobre la distancia entre el impacto social del 15M en España, sino sobre el escaso eco que la convocatoria #OccupyWallStreet ha tenido entre los neoyorquinos. Para entender de qué estoy hablando me pondré insoportablemente aburrido e irremediablemente pesado, proponiendo brevemente un marco abstracto en el que situar nuestro punto de vista.
Ese marco propone una manera posible de pensar el presente que habitamos, entendiéndolo como el espacio-tiempo de la culminación neoliberal de un violentísimo proceso integral de reconfiguración de los poderes tal como los definió Michel Foucault: poder soberano (hoy ya no gobiernan los gobiernos, sino las instancias económicas transnacionales y las agencias de calificación tipo Moody’s: Democracy is dead), poder disciplinario(el viejo orden industrial y su regulación a través de la relación salarial tradicional se disuelven irremediablemente: Welcome Knowledge Capitalism) y poder biopolítico (la precariedad se constituye en forma de vida y condición universal por obra y gracia del secuestro financiero de la moneda: Bye Bye Welfare). Mundialización, sociedad postindustrial y capitalización de los derechos y las prestaciones sociales es una triada con la que resulta posible el abordaje del sentido de la coyuntura histórica presente. La tercera de las coordenadas de esa triada, la constitución biopolítica de un régimen generalizado de precariedad en el que los derechos sociales se capitalizan, al mismo tiempo que se impone su conversión definitiva en deuda colectiva (deuda pública) y en deuda e inversión individuales (créditos y seguros privados), es la que está provocado en países como España un estado general de shock en el que la gente asiste, entre la indignación y la incredulidad, al cambio radical de paradigma que significa el desmantelamiento del Welfare. Desde este punto de vista, es muy probable que el carácter multitudinario del 15M y su conexión con amplios sectores de la población haya encontrado su caldo de cultivo precisamente en los efectos anímicos y en los profundos malestareas generados por el carácter extremadamente virulento de dicho cambio de paradigma.
En Estados Unidos, sin embargo, las cosas son muy diferentes. Y, lo que es más importante, el llamamiento a ocupar Wall Street lanzado por los Adbustersha encontrado un estado de ánimo y una predisposición entre los estadounidenses completamente divergente respecto a la de los españoles. Para los neoyorquinos, como para el resto de sus compatriotas, los efectos de la intensificación de la ofensiva neoliberal no constituyen shock ni cambio radical de condición alguna: hace más de treinta años que el Welfare es historia en el país de las barras y las estrellas, más de tres décadas de intervención y de reconfiguración biopolítica a través de un proceso de capitalización absoluta de los derechos y de las prestaciones sociales ya culminado hace tiempo. Desde este punto de vista, el estado de ánimo generalizado en Estados Unidos tiene más que ver con la abulia y con la apatía que con la indignación: la aguda desafección de Bartleby, el enigmático copista de Wall Street creado por Melville, constituye la piel de gran parte de la población estadounidense. Al parecer, la otra parte ha optado decididamente por inmolarse junto al Tea Party. Dios. Que el Reverendo Billy y la Iglesia del Earthalujah nos pille confesados. Sin embargo, ¿significa eso que no hay nada qué hacer y que ya todo está perdido? Seguramente no. Tal vez quiera decir que un llamamiento a los “rebeldes, radicales y soñadores utópicos” de Estados Unidos para ocupar ni más ni menos que Wall Street, quizá no haya sido la mejor manera de conectar con el estado de ánimo generalizado ni de comenzar a andar el camino. De la abulia a la indignación no sólo hay un océano, también hay un mundo.
Izquierda y lógica patrimonialista: ¿y tú de quién eres? 
Las cifras de participación en la movilización en Wall Street el sábado contrastan con la cantidad de gente que el pasado 12 de mayo se movilizó en el distrito financiero neoyorquino contra la política municipal de recortes sociales del alcalde Bloomberg y contra el secuetro de la política por Wall Street: entonces se manifestaron más de veintemil neoyorquinos y neoyorquinas provenientes de prácticamente todos los rincones de la ciudad, mientras que #OccupyWallStreet apenas ha conseguido juntar a unos cuantos cientos de personas. Pero, todavía más importante, la cualidad de la gente que ha movilizado la convocatoria de Adbusters también es diametralmente diferente a la diversidad y al carácter multitudinario de la manifestación del pasado mes de mayo. Si entonces una marea multiétnica, compuesta por personas de todas las edades, entre familias de renta baja, migrantes, estudiantes de secundaria y de universidad, profesores, sindicalistas, abogados, trabajadores sociales y activistas de organizaciones comunitarias tomó las calles del distrito funanciero, el perfil de los que nos movilizamos en Wall Street el sábado pasado se resume básicamente en la proposición jóvenes-universitarios-blancos. Si a eso le añadimos que una parte significativa de esos jóvenes ha llegado desde otros puntos de Estados Unidos, entederemos que el impacto de la iniciativa lanzada por los Adbusters ha sido prácticamente nulo en la ciudad de Nueva York.
Pero, ¿dónde están las más de veintemil personas que se movilizaron el pasado mes de mayo? ¿Por qué han decidido no participar en #OccupyWallStreet? Es probable que muchos de ellos y de ellas ni siquiera se hayan enterado de la iniciativa. Lo que es seguro es que las organizaciones, los tejidos sociales y los espacios comunitarios que construyeron la movilización del pasado mes de mayo no han querido saber nada de la convocatoria. La desconfianza ha sido la actitud predominante entre las instituciones de la izquierda y del espectro progresista de la ciudad, también entre sus gentes. Es cierto que el colectivo que ha gestionado durante un mes y medio el aterrizaje de la convocatoria de Adbustersen la ciudad no ha tenido la capacidad de articular una estrategia sólida de socialización de la iniciativa entre las redes, las asociaciones y los diferentes movimientos de la ciudad. Tampoco ha sido capaz de expandir la comunicación hacia los barrios. También es cierto, sin embargo, que los contados intentos que se han emprendido han chocado contra un muro de desinterés y de desconfianza.
Hace unas semanas me tocó presenciar una conversación en la que una persona de la Asamblea General de #OccupyWallStreet le exponía a una activista de la red Make The Road el sentido de la iniciativa en el distrito financiero. La respuesta de la receptora del mensaje fue sencilla: “¿Quiénes sois, de dónde salís, cómo os llamáis?”. La compañera de la asamblea, con una actitud muy agradable y con gran capacidad discursiva, le habló una y otra vez del anonimato, de la necesidad de establecer puentes de método y forma con los movimientos en el Mediterráneo, del deseo de abrir un espacio ciudadano en el que no hubiera siglas, ni signos, ni referentes de lo instituido, así como un etcétera hilado y coherente que no hizo más que despertar todavía mayor desconfianza en la oyente. Esa dinámica se replicó en otros encuentros con sectores y colectivos del espectro progresista y comunitario de la ciudad. Hay en la izquierda neoyorquina y en los movimientos ciudadanos locales una cultura política marcadamente patrimonialista, adherida a una especie de foto fija de organizaciones que determina que todo aquello que no salga en esa foto o no posea referencia formal o patrimonio alguno, sea objeto de una desconfianza y de un desinterés extremo. También hay una fragmentación particularmente intensa y un posicionamiento que en muchas ocasiones prima lo ideológico y se enroca en procedimientos y discursos cliché, más allá de su utilidad o su sentido. Como muestra un botón: el pasado sábado, coincidiendo con el desarrollo de la iniciativa #OccupyWallStreet en el distrito finaciero neoyorquino, la coalición ANSWER, referente en Estados Unidos de la lucha contra la guerra desde hace años, celebraba una conferencia en Harlem sobre la necesidad de construir y defender el socialismo (“Socialism: Building the Movement We Need For the Society We Deserve!” -nótese el marcial signo de exclamación-).
Habrá quien diga, con toda la razón del mundo, que mi descripción de la izquierda de Nueva York no difiere notablemente del retrato posible del conjunto de las izquierdas planetarias, incluidas por supuesto las de la Península ibérica. Esa es una de las razones más evidentes del sentido urgente del 15M, así como de la creativa ruptura cultural y política que éste ha puesto sobre la mesa. Sin embargo, que la convocatoria para ocupar Wall Street no haya tenido la capacidad de conectar ni con el estado de ánimo generalizado entre la población flotante que habita la gran manzana, ni con las redes sociales terrestres que componen el universo comunitario y de disenso de la ciudad, coloca la convocatoria de Adbusters en una marcada situación de aislamiento, con una suerte verdaderamente incierta. Parte de ese aislamiento, además, se deriva del desinterés evidente de los convocantes y organizadores de la iniciativa por permear elementos vitales de la vida de la ciudad, como por ejemplo la esfera lingüística: en la profunda y tupida Babel de Nueva York la comunicación de la convocatoria únicamente se ha desarrollado en inglés. En este sentido, más que hablarnos de una apertura, #OccupyWallStreet tal vez nos esté hablando de un cierre. Un verdadero sinónimo de Half Nelson. Bloqueo total. S.O.S. Sólo nos salva un milagro.
El día D a la hora H o Martín Romaña en Wall Street
La experiencia de movilización del sábado pasado condensó notablemente algunos de los elementos problemáticos señalados en páginas anteriores. Nada nuevo bajo el cielo: presencia mayoritaria de activistas sujetos a un universo estético y de enunciación típicamente altermundialista e izquierdista, algunos de ellos llegados desde diferentes partes de Estados Unidos, incluidas varias localizaciones ciertamente remotas. Una especie de resurrección, incluida la de la mítica Roseanne Barr, que arengó a las masas megáfono en mano para emoción de los que allí estábamos congregados.
La Wikipedia, dotada de esa certera capacidad definitoria que suele caracterizar a la inteligencia colectiva, cuenta ya con una entrada sobre Occupy Wall Street: “(…) typically of anti-capitalist and radical leftist persuasions, including the NYC General Assembly and U.S. Day of Rage. (…) Socialist, anti-capitalists (…) Organizers hoped to bring between 20,000-90,000 protesters to Wall Street, but only several hundred people have joined the demonstration so far”. Me gustaría poder decir lo contrario, pero la Wikipedia no miente. Lo que sí es cierto es que no dice que además de la composición que describe, había otras cosas: por ejemplo, un montón de jóvenes universitarios sin adscripción ni experiencia política previa que dieron vida a un interesante cúmulo de pequeñas asambleas simultáneas en la plaza de Zuccotti. Ese momento asambleario levantó aire fresco y pobló la movilización de gentes nuevas. Nos regaló un motivo para la esperanza, pero tal vez su efecto tuvo un carácter demasiado efímero. Lamentablemente,me temo que la asamblea general celebrada a las siete de la tarde volvió a recomponer los universos descritos por la Wikipedia. Mi experiencia en dicho foro se resume en tres intentos fallidos de participación. Veamos:
Intento 1. Charlo a unos metros de la asamblea con algunos amigos españoles con los que he compartido la travesía hasta el 17 de septiembre. Se acerca el amigo italiano que nos visita estos días y que no entiende ni papa de inglés. Viene alterado y asustado. “Todo es muy raro, parece que están rezando”, nos dice. Nos dirigimos a la asamblea. Efectivamente, todos los presentes al unísono parecen estar rezando una plegaria a voz en grito. Pero no, no es eso. Respiramos. Resulta que como no hay megafonía amplifican las intervenciones en la asamblea con el siguiente método: uno habla y el resto repite a grito pelado sus palabras, para que así el eco se distribuya por la plaza y todos puedan oírlas. Tras unos minutos de intento de comprensión de lo que se habla y completamente abrumado por semejante griterío, desisto por completo. Definitivamente, la metodología de amplificación usada no ayuda a la conversación y al debate. Demasiado ruido.
Intento 2. Vuelvo a la carga unos veinte minutos después. Un joven con un pañuelo negro al cuello está interviniendo, mientras la asamblea entera amplifica sus palabras. El chico está indignado, completamemte fuera de sí. Resulta que la policía ha retenido a un amigo suyo en la calle Broadway. El motivo: iba encapuchado. Tras sugerirnos que nos movilicemos inmediatamente y que liberemos a su amigo, el joven inicia una defensa enconada de la pertinencia de vestir capuchas y de taparse el rostro, reivindicando el derecho a ir encapuchados por la calle. Una parte significativa de la asamblea rompe en aplausos y vítores. Me retiro de nuevo completamente abrumado.
Intento 3. Nuevo amago de inmersión en la asamblea. Esta vez un señor mayor está en el uso de la palabra. Su edad y el hecho de que hable usando un megáfono, lo que nos libera del coro ensordecedor, son buenas noticias. Me animo. Me paro a escuchar al tipo. Un momento… Sí, he oído bien: “Estados Unidos es una máquina represora y criminal. Hay cientos de luchadores y presos políticos pudriendose en sus cárceles y nadie hace nada. El primer punto en nuestra agenda debería ser la libertad de todos los presos políticos, pero no aquí, en el mundo entero”. De nuevo, una parte significativa de los congregados rompe en aplausos. Me estremezco. Máximo respeto para gran parte de la población penitenciaria del mundo. Sin embargo, convendremos en que ni la temática ni la forma de su formulación por parte del anciano del megáfono resultan de gran ayuda. Yo pensaba que habíamos ido a Wall Street a hablar y a hacer otras cosas. Estoy cansado. Son las tantas. Tengo un largo camino hasta Brooklyn.
Antes de marcharme a casa, sin embargo, compruebo que los activistas de la guerrilla Yes Men que huyeron el 2 de agosto han vuelto y están entre nosotros. La noticia me alegra y me vuelve a regalar cierto ánimo. Además, comparto mi temor a que la policía pueda intervenir y desalojar a la gente que va a acampar en la plaza. La explicación que me dan los compañeros encargados de la logística y de la negociación con las autoridades me quita el temor, pero me instala en un reseñable estado de conmoción y de zozobra. Me dicen que el desalojo es imposible, ya que la policía no está autorizada a intervenir en esa plaza. “¿Por qué?”, pregunto yo. “Sencillo”, me dicen ellos, “la plaza es propiedad privada y pertenece a una corporación. No es raro, hay varias calles y plazas de la ciudad que hace años que fueron privatizadas. Sin la autorización del propietario, la policía no puede intervenir”. Viaje al futuro. Nunca dejará de sorprenderme la violencia con la que la comodificación de la ciudad viste la gran manzana. Es el porvenir que nos espera por todas partes si no lo remediamos. Por otra parte, la potencia de lo suscitado por la convocatoria de Adbusters aparece como ínfima al lado de la complejidad del escenario que habitamos. Estados Unidos es un futuro anterior, una enorme anticipación de lo que se nos viene encima si no nos fugamos del escenario presente. Lástima que lo que hasta ahora hemos sido capaces de desplegar en #OccupyWallStreet no sea más que un pasado anterior. De nuevo recuerdo a Jesús Ibáñez: para enfrentar y cambiar un sistema es necesario manejar una complejidad y una lógica superiores a la del sistema que se enfrenta y que se pretende cambiar. Me temo que en la plaza Zuccotti estamos jodidos. Al menos de momento.
Epílogo: Twitter Hype Horror Picture
Mietras escribo no dejo de recibir tweets sobre la acampada en el corazón del distrito financiero de Nueva York. Uno de ellos me llama la atención por encima de los demás: “Indignados of Spain reach Paris as Wall Street is occupied! This is a global revolt against neo-liberal oligarchs. http://fb. me/LlNHRsWz”. Hay un evidente desfase entre el mensaje y el estado de cosas real. ¿Wall Street está ocupada? ¿En sus calles se recrea una revuelta global contra la oligarquía neoliberal? Me temo que las cosas son un pelín más complejas.
Ese desfase entre la producción virtual de realidad y la materialidad de los procesos y las situaciones reales va camino de convertirse en un dato permanente y repetido dentro del escenario abierto por el 15M y por los movimientos en el Mediterráneo. Tengo la sensación de que hay una especie de constante sobredeterminación de las pasiones que puede convertirse en un verdadero problema. Una euforia desmedida, por ejemplo, que tal vez esté generalizando una peligrosa atracción por el evento permanente en detrimento del proceso, a la par que instaura en mucha gente un estado de ánimo que puede estar abriendo una peligrosa brecha entre los deseos y las realidades. También veo picos de angustia o de miedo, sobredimensionados y socializados masivamente a través de Internet, que contribuyen a desenfocar el punto de mira y a concentrar la atención en sucesos o lógicas que probablemente no sean las que posean mayor potencia: mientras Twitter se convierte en una autopista hiperpoblada de mensajes pasionales por el enésimo desalojo de los acampados en París, pasa prácticamente desapercibido para la red que profesores, padres, madres y estudiantes se han encerrado en un instituto de secundaria de Carabanchel.
Hace unos mil años Public Enemy cantaba: “Don’t believe the Hype”. En cierta medida, estamos ante el peligro de recrear en el bucle telemático la lógica del Hype: “un producto mediático, que ha tenido una sobrecobertura o una excesiva publicidad, obteniendo de esta manera una popularidad altísima independientemente de su calidad” (Wikipedia). El Hype, como la euforia del continente sin contenido, casi siempre deviene en decepción. Seguramente conviene que nos rebelemos a su lógica y recreemos una lógica completamente diferente para la comunicación.
Brooklyn, 20 de septiembre de 2011.

Entrevista con Joâo Pedro Stédile, dirigente del Movimiento Sin Tierra y de Vía Campesina


Además de deforestar, los deforestadores alteran el equilibrio de la naturaleza. Sus métodos desafían a la imaginación. Ahora utilizan aviones para fumigar herbicidas en vasta regiones de la Amazonia. Un crimen de lo más grave que, como analiza Joâo Pedro Stédile, uno de los principales líderes del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), revela la prepotencia de los grandes propietarios de tierras de la región. Stédile fue entrevistado por Lobo Suelto!
¿Cómo evalúa las recientes informaciones sobre la utilización de herbicidas en la deforestación de áreas de la Amazonia?
JPS: Es una vergüenza. Demuestra la prepotencia de los grandes propietarios de tierra, que se consideran señores absolutos de la naturaleza y actúan sin ninguna responsabilidad social.  Actúan al contrario de lo que determina nuestra Constitución, que condiciona la propiedad de la tierra a su uso en función social y de respeto al medio ambiente.  Se trata de un doble crimen. Primero porque deforestan más allá de lo permitido y por eso fueron multados por el IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente). Segundo, porque usan un veneno de una composición de origen químico, que mata todas las formas de vida vegetal y animal, lo que altera el equilibrio de la naturaleza. Todo para plantar el monocultivo de las pasturas, criar vacas y buscar siempre la ganancia máxima, sin ningún compromiso con los demás.
¿Cuáles medidas deben ser tomadas para ampliar el control e impedir la deforestación del país?
JPS: Primero, espero que no haya ningún cambio en el código forestal, que está siendo discutido en el Congreso. Hay que mantener los condicionantes de que en el  Bioma de la Amazonia debemos preservar el 80 por ciento de cada propiedad con reserva legal, además del respeto de las áreas de preservación permanente a lo largo de los ríos, de las fuentes de agua y en la cima de las montañas. Y de la misma forma, en el Bioma Cerrado [1] se mantengan las reglas actuales, porque  ahora éste es el Bioma más agredido por el modelo del agronegocio, con la expansión de la soja y de la caña de azúcar.
Segundo, es necesario reforzar los organismos federales y estaduales de fiscalización para que controlen, apliquen la ley y las penalidades correspondientes a quienes la violen. Tercero, es preciso crear un mapa agrícola restrictivo, que impida acceder al crédito rural y a otros incentivos para, por ejemplo, vedar el avance de la soja y la ganadería por arriba de determinado paralelo en la Amazonia Legal. Cuarto, el gobierno brasileño debería prohibir la exportación de madera originaria de los bosques nativos. Así eliminaría un mercado externo que no beneficia al pueblo brasileño y sólo atiende a la ganancia de las empresas transnacionales.  Y quinto, que se impida cualquier modalidad de fabricación de carbón vegetal, con el bosque nativo, con los Biomas del Cerrado y de la Amazonia. Y que se aplique la Constitución en lo que ella determina: las propiedades que no cumplen la función social y no respetan el medio ambiente, tienen que ser expropiadas y destinadas a la reforma agraria.
¿Y eso está sucediendo?
JPS: A pesar de ser un dispositivo de la Constitución, hasta hoy el INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria), por ese motivo, expropió apenas una hacienda en el valle de Jequitinhonha (MG). Pero podría ser aplicado a centenares de grandes propietarios infractores. Basta saber que, según el IBAMA, las multas aplicadas a grandes propiedades suman  hoy  más de 6 mil millones de Reales. Ese es también uno de los motivos de lo cambios en el Código Forestal, pues esos latifundista infractores (entre ellos tres diputados  federales) quieren una amnistía. Lo que tendríamos que hacer es, en lugar de una amnistía, expropiarlos y distribuir las tierras para la reforma agraria.
Por último, necesitamos cambiar nuestra política de producción de carne bovina, que hoy se destina en su mayor parte a la exportación, como carne natural, sin ningún proceso de industrialización. Somos exportadores de naturaleza y no de trabajo, de mano de obra. Así, exportaríamos menos, pero con mayor valor agregado y desarrollaríamos una ganadería intensiva, sin depender de la expansión de la Amazonia.
¿Cómo se posiciona el MST frente a ese  tipo de prácticas y cuáles acciones propone?
JPS: El MST, y los otros movimientos de la Vía Campesina, la Federación Nacional de los Trabajadores de la Agricultura Familiar (FETRAF), sectores cutistas de la Confederación Nacional de los Trabajadores de la Agricultura (CONTAG), los movimientos ambientalistas, las pastorales sociales que actúan en el medio rural y los investigadores agrarios de nuestras universidades, tenemos una posición unitaria en torno de esos temas, defendiendo las tesis que expuse anteriormente.
Por eso como movimiento, sólo nos sumamos a ese clamor unitario. Todos tenemos la misma visión sobre los problemas de la necesaria preservación del medio ambiente. Por eso  todos levantamos  la bandera de que es posible seguir aumentando la producción de alimentos de manera sustentable, mejorando las técnicas de producción agrícola. Sin necesidad e talar ningún árbol más.  ¡Defendemos la bandera de la deforestación Cero! En defensa de nuestras forestas y de la riqueza de nuestra fauna. Por otro lado, nos unimos todos, entidades, movimientos, universidades y sectores gubernamentales de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria(ANVISA), Fiocruz, Instituto Nacional del Cáncer, en una campaña nacional contra el uso de agrotóxicos y por la vida. Contra esa práctica del modelo del agronegocio, con su irresponsabilidad y agresión al medio ambiente y a la salud de las personas mediante el uso de los venenos agrícolas. Práctica que ha transformado al Brasil en el mayor consumidor mundial de venenos y que, en última instancia, representa sólo ganancias para nueve empresas transnacionales.
Nota: [1] El Bioma Cerrado está ubicado en la región del Planalto Central, que ocupa el 24 por ciento del territorio brasileño, algo así como dos millones de kilómetros cuadrados.

Revolución 2.0

Manifiesto global de las universidades nómadas *
Vivimos en una situación revolucionaria. La crisis se ha vuelto permanente, la gobernanza imperial ha fracasado, el eje atlántico está en declive. Afirmar esto no significa hacer concesiones a un mecanicismo estúpido ni a un determinismo ingenuo. Son las luchas las que demuestran que resulta imposible volver a vivir como en el pasado, porque las multitudes productivas ya no quieren y los patrones del capitalismo global ya no pueden. Es por ello que el viejo mundo se derrumba. En las calles de Egipto, de Túnez, de España, de Londres, de Jirau y de Rio de Janeiro, de Santiago de Chile, en las plazas y en las redes globales, es la revolución lo que caracteriza la coyuntura actual, abriendo posibilidades extraordinarias en la crisis del capitalismo global, que se inició entre el 2007 y el 2008 con la caída de los créditos subprimey hoy se profundiza con la crisis de la deuda soberana en la Unión Europea. Por tanto, la revolución vuelve al orden del día, pero lo hace de una forma nueva: ya no hay un ’palacio de invierno’ que conquistar, no existen ganglios nerviosos del poder de los cuales tengamos que apropiarnos. Por tal motivo hablamos de una revolución 2.0, que se articula a través de diferentes tipos de redes digitales y territoriales, irrumpiendo en las calles y en las plazas metropolitanas. En un mundo en el que producir se ha convertido en un acto común, la ’revolución 2.0’ es el contexto en el que ese acto de producir reafirma y hace efectiva la generalización de un deseo del común que late en potencia.
La crisis es sistémica y permanente. Las ’burbujas’ recurrentes a través de las cuales la riqueza se acumula y explota indican que la crisis tiene una nueva temporalidad: ya no se trata de ciclos en el interior de la (ir)racionalidad de la economía capitalista, sino de una nueva temporalidad constituida por los ’mundos’ que la ’burbuja’ contiene. La temporalidad de la crisis viene definida una y otra vez por las grietas y las paradojas que atraviesan esos mundos; por el conflicto entre, por una parte, la producción libre y horizontal del común, y, por otra parte, la captura parasitaria de esa producción. El aspecto negativo de esta situación es que estas burbujas constituyen la forma de acumulación que el capitalismo utiliza para dividir y jerarquizar el común. El aspecto positivo es que las luchas, al difundirse, redefinen y modifican la condición de estas burbujas.
Gobernanza y común. La izquierda y la derecha al unísono, para afrontar la crisis desde su interior, piensan que esta crisis es una suerte de ’desviación’ de la norma. Al mismo tiempo utilizan la crisis como una ocasión para echar mano de decisiones políticas que denominan ’de excepción’. En la primera fase de la crisis han desembolsado miles de millones de dólares para socializar los costes, y ahora desmantelan los últimos restos del Estado del bienestar para asegurar que esos costes los paguen las multitudes pobres y trabajadoras. El ’estado de excepción’ de las economías centrales se unifica con las políticas de emergencia de los países emergentes. Todo ello tiene como objetivo que la sociedad se pliegue ante los intereses de unas formas de desarrollo que supuestamente están por encima de la sociedad misma. Pero también la multitud ha decretado en Londres su propio ’estado de excepción’.
Mencionar la excepción no significa caer en el catastrofismo, pues este no es más que una invitación a la inacción política, o bien conduce a reclamar la soberanía estatal como freno a la excepción. Cuando la excepción se hace permanente, se convierte en norma. La gobernanza es actualmente esta particular norma: no se trata de un mero soft power, no es sencillamente un poder de gestión con carácter experto y técnico que se diferenciaría del clásico gobierno fundado sobre la violencia. Digámoslo claramente: si el modelo del gobierno soberano está acabado, es porque las luchas lo han puesto en crisis; y la gobernanza es un sistema de intervención que actúa por abajo, allí donde ya no se puede gobernar desde arriba. El tipo de intervenciones que derivan de la gobernanza alternan continuamente flexibilidad y violencia (es exactamente así como se preparan las olimpiadas en Río y en Londres), en el intento de controlar y gestionar aquello que continuamente la excede: el común. La gobernanza está por lo tanto siempre atrapada en su propia crisis: porque precisamente en este espacio que las luchas determinan, es donde se abre permanentemente la posibilidad de la ruptura y de la subversión.
El trabajo de la diferencia deviene multitud. Un nuevo tipo de composición del trabajo vivo constituye el nervio de la revolución 2.0, una composición de pobres precarizados y de precarios empobrecidos. Se trata de un trabajo altamente fragmentado, en el cual se combinan viejas y nuevas formas de precariedad. En su dimensión productiva se acomodan migrantes, pobres del mundo que se considera ’subdesarrollado’ (en Túnez, Egipto o Brasil) y el proletariado cognitivo e inmaterial de las metrópolis ’centrales’ y ’emergentes’. En las luchas que se dan dentro de las redes y de las plazas, a esta vida de precariedad se le contrapone la potencia del ’hacer multitud’, es decir, la manera en que los fragmentos se metamorfosean en singularidades que cooperan tomando sus diferencias como punto de partida, reinventando esas diferencias continuamente: mujeres, migrantes, hombres, indígenas, negros, mestizos, jóvenes, gays, lesbianas, transexuales.
Las fuerzas productivas contienen las relaciones de producción.Se invierte hoy la relación tradicional entre fuerzas productivas y relaciones de producción: podríamos decir que son las fuerzas productivas las que contienen las relaciones de producción, mientras que el capital variable (esto es, el trabajo vivo cooperativo en red) incorpora el capital fijo: las metrópolis y sus plazas, la cultura y la naturaleza. El común muestra precisamente esta dimensión relacional de las fuerzas productivas, que consiste en producir formas de vida por medio de las propias formas de vida: producir conocimientos y saberes mediante los conocimientos y saberes mismos. Los pobres devienen potencia productiva sin pasar por las relaciones salariales; los trabajadores continúan siendo plenamente productivos aun cuando estén desocupados; los pobres precarizados y los precarios empobrecidos son productivos por sí mismos, en las redes y en las plazas.
De las relaciones salariales a las relaciones entre deuda y crédito. Si en el capitalismo industrial las variables centrales eran el salario y el beneficio, en el capitalismo cognitivo lo son la renta y el rédito. En este régimen de acumulación el trabajo se convierte en trabajo relacional, ’polinizador’, inmerso en redes de autovalorización. La acumulación comienza desde abajo, como captura —financiera— de los flujos: el mecanismo fundamental de captura consiste en pagar solamente los fragmentos de trabajo que adoptan las formas tradicionales de empleo. Así, la pérdida de salario directo e indirecto se ve ’compensada’ recurriendo cada vez más al endeudamiento. Beneficio y salario se transforman, por tanto, en renta y rédito. La transformación del beneficio en renta, a través de la financiarización, pone en evidencia la dimensión parasitaria del capital que, para extraer valor, acaba matando a las abejas polinizadoras del trabajo relacional. Frente a este parasitismo, con el fin de que el trabajo de la multitud pueda reproducir las condiciones de su carácter común, el salario debe extenderse a la totalidad del tiempo de vida y ’devenir renta’, es decir una biorenta que reconozca la dimensión productiva general del trabajo ’polinizador’. El derecho a la bancarrota para los precarios y pobres, esto es, el rechazo a volver a pagar la deuda a la banca, a las empresas financieras y a los estados, es una de las prácticas a través de las cuales la multitud se reapropia de la renta social. El salario debe atravesar un ’devenir renta’.
De la dialéctica público-privado al común. Ha pasado ya el tiempo en el cual el socialismo podía socorrer a un capitalismo en agonía. En estos años de crisis se ha constatado el fracaso de cualquier receta keynesiana o neo-keynesiana que intente reactivar el ciclo económico a través del gobierno público. Los procesos de financiarización del Estado del bienestar no pueden ser confrontados en el terreno de ’lo púbico’, porque ’lo público’ es justamente la articulación mediante la cual funcionan tales procesos. Por otro lado, los sujetos de las revueltas inglesas o de las banlieues francesas reciben de las políticas públicas de bienestar solo las funciones del control, mientras se les priva de los beneficios materiales y de las promesas de progreso que enuncia el capitalismo. Se ha agotado definitivamente la percepción que se tenía de la escuela y de la universidad como ascensores de la movilidad social. Esta percepción, no obstante, sigue siendo hegemónica en los movimientos de precarios y estudiantes en Europa y en las revueltas de Túnez y el Norte de África, que reúnen a las clases medias desclasadas y a un proletariado cuya pobreza es directamente proporcional a su productividad: una suma, en definitiva, de pobres precarizados y precarios empobrecidos. El desafío se plantea entonces, de manera inmediata, en el plano de la reapropiación de la riqueza social y, por tanto, en torno a cómo la riqueza social debe constituir una riqueza común. En definitiva, en el plano de la construcción de ’instituciones del común’, entendidas como la creación de una normatividad colectiva inmanente a la cooperación social. Las instituciones del común no serían ’islas de felicidad’, espacios de utopía dentro o al margen de la acumulación capitalista, sino organizaciones de la autonomía colectiva y para la destrucción de los aparatos de captura capitalista. Dicho en pocas palabras, no queda nada que defender. Por el contrario, tal y como nos señalan tanto el movimiento 15M en España como los nuevos movimientos globales, el reto consiste en lograr que las movilizaciones que ahora defienden lo público se transformen en nuevas organizaciones del común.
Ni brasileñización, ni europeización: ¡Sur, Sol, Sal! Tal y como evocó la poesía del modernismo comunista brasileño, la revolución 2.0 llega del SUR (de Túnez, de Egipto), se consolida en el SOL de las acampadas en España, para volver luego al SUR que está dentro del Norte y se refleja en el fuego de la revuelta en Gran Bretaña. Hoy en Londres, como ayer en París, nos encontramos con las periferias post- y neo-coloniales, lo que la sociología del riesgo llama la ’brasileñización del mundo’: el colonizado continúa siendo el mal ejemplo a los ojos del colonizador. Pero vista desde el Sur, la ’brasileñización de Brasil’ es una doble paradoja: dado que es en el Sur donde se encuentran hoy los yacimientos del crecimiento global, la llamada ’brasileñización’ sería en realidad una ’europeización’. En lo que respecta a estos nuevos ’yacimientos’, no se debe repetir la experiencia histórica de la expropiación y homologación colonial. Hay que ir más allá de la brasileñización y la europeización, porque es en la multitud de los pobres —en las favelas de Río de Janeiro y en las periferias de Londres— donde encontramos la SAL, esto es, la metamorfosis del significado mismo del desarrollo.
Los espacios constituyentes del común. La revolución 2.0 es irrepresentable: así lo afirman los movimientos. La potencia constituyente de la multitud no tiene que convertirse en forma de gobierno, porque es ya de por sí una expresión inmediata de las formas de vida en común. La ocupación de los espacios metropolitanos no es un simple ejercicio extemporáneo de la protesta. Dado que dichos lugares son actualmente espacios centrales de la producción, su ocupación los convierte directamente en laboratorios de creación de formas de vida en común, de reapropiación del poder: por tanto, se produce en ellos una nueva constitución. ¿Cómo puede lograr esta potencia constituyente vaciar y destruir la máquina de captura? He ahí el problema clave. De algo estamos seguros: cualquier ejercicio constituyente es solo factible en el plano transnacional. No hay posibilidad de que las luchas se desarrollen en los estrechos y agotados confines de los estados-nación. Esto es lo que se nos dice desde las acampadas en España hasta Túnez. Y es por esto que, tal y como ahora indica la construcción de una amplia jornada de movilización transnacional para el próximo 15 de octubre, Europa y los espacios globales solo pueden sobrevivir mediante los procesos constituyentes que se encarnan en los actuales movimientos del común y en las experimentaciones políticas de la multitud. Cualquier otro intento de ingeniería jurídica o económica, o de reproducir a escala continental la crisis irreversible de la soberanía, está muerto antes de nacer. Cuando, en estos años pasados, empezamos a hablar de la multitud, de los pobres y del común, del trabajo cognitivo y de la biopolítica, quizás no comprendíamos en toda su profundidad la potencia de lo que estábamos diciendo: las luchas de hoy nos lo explican y lo impulsan. Esta es la forma de entender los conceptos como herramientas políticas. Y siguiendo este camino continuaremos contribuyendo a transformar la situación revolucionaria en revolución, una revolución 2.0. Este es el único camino plausible y posible para salir de la crisis, para ir más allá de la impotencia y de la melancolía de la izquierda, y más allá de la guerra entre pobres que ha creado la derecha.
* (Este manifiesto se ha escrito a raíz de los debates en el marco del 3º Seminário Internacional Capitalismo Cognitivo: REVOLUÇÃO 2.0, que tuvo lugar en Rio de Janeiro los pasados 24,25 y 26 de agosto).

¿El regreso o la re-invención de la política?

Algunas reflexiones pensando en la juventud kirchnerista
por Raúl Cerdeiras

1) La política está sola.-
Hoy experimentamos una inquietud que no nos deja tranquilos. Una idea podría resumirla: la política que queremos, la emancipativa, no aparece, y sentimos que estamos envueltos en un torbellino que nos seduce con fogonazos que reconocemos como que están de “nuestro lado”, pero inmediatamente caemos en la constatación fría y despiadada de que no ha pasado nada que no sea más de lo mismo, a pesar de algunos ropajes de ocasión. Y lo más insoportable es que el torbellino nos interpela desde su interior con el imperativo: ¡elige, esto es lo que hay!
¿Estamos solos? Decididamente no. La que está sola es la política emancipativa. Se ha mudado de los lugares que solía frecuentar en años aún no muy lejanos, y los intentos contemporáneos de radicarla en el corazón de nuevas residencias, produce confusión o a lo sumo entusiasmos pasajeros. En efecto, la política emancipativa ha renunciado a su rol de ser la portadora de un destino inscripto en la Historia, ha puesto distancia con el Estado, no pretende expresar a la economía ni a la lucha de clases  y huye de los partidos. Pero también se resiste a que se la encarcele en la “sociedad” y sus “movimientos” o en la potencia infinita del devenir de la vida. Y hay otros intentos para tenerla de inquilina…
Quiero poner en discusión una hipótesis que vengo sosteniendo hace más de 20 años. La puedo decir de esta manera: una política emancipativa no es expresión de ninguna otra cosa que no sea su propia afirmación. Quizás la causa de nuestra inquietud resida (en gran medida), en no aceptar la enseñanza más crucial que el ciclo emancipativo del siglo pasado nos ofrece para reflexionar. Esta enseñanza dice: ha concluido una época milenaria en que la política fue pensada y practicada en el interior de una visión expresiva. La inquietud que nos invade reside en que enfrentamos un nuevo punto de partida ante el cual los viejos referentes —y los nuevos que se intentan desesperadamente señalar— no responden. No podemos seguir buscando en una realidad preconstituida el nuevo lugar (a veces se dice “el sujeto”) de una política emancipativa, porque una política emancipativa si quiere sacudir los lugares instituidos tiene que ser una excepción en el interior de los lugares. Se podría decirlo así: una política emancipativa no representa a nadie.
Los nuevos referentes no responden porque la política emancipativa ahora exige que se le reconozca su calidad de ser un pensar-hacer propio,  y no la respuesta lisa y llana a las coacciones y necesidades socioeconómicas, culturales, sexuales, ecológicas, etc. Lo cual no significa que la política abandone su conexión con la resistencia de los explotados y dominados de este mundo, sino que proclama que si esas luchas no alumbran una nueva idea política quedarán fagocitadas por la maquinaria de la lógica y los valores de la vida social establecida, es decir, el capitalismo y las políticas de su Estado.
Los pueblos expoliados aspiran a tener aquello que el sistema destina para unos pocos, pero esos pocos están decididos a no ceder en sus conquistas, grandes o pequeñas. Si la lucha política se enmarca en esa disputa entonces aún estamos embarrados en un conflicto intra-sistema. En los momentos de alza de esas luchas la inquietud se acrecienta, por cuanto tenemos que aceptar la profunda legitimidad de ese empeño, al mismo tiempo que percibimos con certeza que todo se encamina a consolidar una manera de existencia social que nada tiene que ver con los efectos de una política emancipativa. Nos queda la amarga tarea de constituirnos en los portavoces más duros de esos pueblos que, por el solo hecho de ponernos en el lugar de representarlos, nos sumamos al coro reaccionario que siempre estigmatizó al pueblo como víctima,  miserables que no pueden nada si no se los encausa, ayuda y dirige. Esto se oscurece más todavía porque vamos a tener que instrumentarlo recorriendo los caminos que ofrece la política tal como hoy funciona aplastantemente: el Estado, los partidos, la representación, el voto, las instituciones, el derecho, etc. y si no queremos transar con él, nos queda el rol del triste espectador que “acompaña críticamente” desde afuera el devenir de esas luchas.
Si  prestamos atención veremos que el marxismo-leninismo tenía una clara comprensión acerca de cuales debían ser los requisitos indispensables para transformar una lucha, esencialmente económica y sindical, en lucha política. El proceso comprendía una secuencia de actos encadenados que se pueden resumir de la siguiente manera: en toda lucha económica de los explotados era necesario adosar una cuota de conocimiento teórico (conciencia de clase revolucionaria) que era introducida por la militancia organizada en un partido. Esta militancia partidaria debía apuntar todos sus esfuerzos al asalto del poder del Estado y, desde allí, abolir la propiedad privada de los medios de producción que era la matriz del capitalismo y la condición esencial para edificar la sociedad comunista. Junto con el colapso de la infraestructura también se desmoronaría el Estado en tanto aparato represor puesto al servicio de la clase dominante.
Lo singular de la situación actual es que al desmoronarse o agotarse ese procedimiento, las luchas quedan girando sobre sí mismas. El valor de este “sí mismas” es de la mayor importancia porque acentúa la disgregación de las luchas al mismo tiempo que refuerzan el crecimientos de las particularidades y sus identidades.
Estamos acostumbrados a ver a la política como un instrumento aferrado a una realidad social sólida por la vía de la expresión-representación, y atribuirle a esos conjuntos sociales una potencia en sí misma liberadora. La política está sola porque si la arrancamos de esa dependencia tenemos la sensación de quedarnos sin nada. Pero esa soledad debe ser un nuevo punto de partida que la libere de los anclajes que la terminan convirtiendo en un furgón de cola, muchas veces involuntario, de la dinámica del capitalismo y su Estado.
Ese recomienzo que abra Otras ideas, prácticas, organizaciones, etc., debe empezar por ir a escuchar lo que la gente (cualquiera) piensa respecto a su situación y sus luchas allí en donde los colectivos humanos se pronuncian y se revelan. Tomemos el ejemplo de las ocupaciones de Villa Soldati. A los efectos de hacer más transparente la idea que quiero elaborar paso por alto todo el chicanerío deplorable por espacios de poder que protagonizaron el Gobierno Nacional y el de la Ciudad y también del complicado mundo de punteros, delincuentes, arribistas, etc. que se anida en estas tramas.
El elemento decisivo de esas jornadas tiene un nombre: la presencia. Sí, la irrupción de la gente de diversos lados, de nacionalidades diferentes, de recursos desiguales en cuanto a sus ingresos, etc. No importan los “motivos” ni quienes los llevaron, ni si fueron usados, o lo que sea. Una vez que miles de personas se plantan en un lugar y dicen “aquí estamos” se abre una situación nueva que modifica el estado normal. Si la presencia es el elemento decisivo la reacción inmediatamente contraataca. No me voy a referir a la represión primera, a los muertos, a la entrada de la Gendarmería después etc., no por que no sean cuestiones importantes sino porque vienen a la rastra de lo que quiero señalar: el dispositivo político de captura ejecutado por una política que debemos abandonar para siempre. Ese dispositivo de derecha  tiene una palabra clave: problema.
Inmediatamente el Estado, los medios, la opinión, los políticos, encasillan a la presencia de la gente como un problema. Porque la novedad no consiste en que faltan viviendas en el país (lo sabe todo el mundo), la novedad es que hay miles y miles de personas presentes en un lugar y, para colmo, en un lugar que no les corresponde estar según la ley. Una mirada nueva de la política no puede confundir el déficit habitacional con la presencia de la gente. Pero el Estado y la política tradicional necesitan tratarlas como si fueran una misma cuestión bajo el manto de un problema. Ahora bien ¿qué es un problema?, sin duda algo que tiene que ser encarado buscando su solución. Acá es donde el Estado diluye el aspecto político potencialmente creativo de la presencia de la gente en el fango de la política pensada como gestión, en este caso, de un plan de construcción de viviendas. Finalmente todo quedará reducido a un episodio que fue provocado por la evidente falta de viviendas de un amplio sector de la población.
Nosotros queremos atacar ese “finalmente” que no tiene otra función que encuadrar al “problema”. Buscamos abrir una brecha que nos permita experimentar la diferencia que hay entre un pensar-hacer político que afirma un derecho (en este caso la ocupación) por fuera del derecho, una singularidad creadora, de una nueva mirada que no encuentra cabida en el coro general de la política considerada como simple gestión de lo que hay y que abre posibilidades insospechadas. Por eso el gobierno nacional y el de la Ciudad llegaron rápidamente a un acuerdo básico que consta de dos puntos: 1) instrumentar para el futuro un plan de viviendas consensuado por ambas administraciones; 2) ninguna vivienda para aquellos que usen la ocupación ilegal como medio de lucha.
2.- ¿Qué se le puede exigir al gobierno de Cristina?.-
Cualquier militante de la izquierda Kirchnerista, y más aún si se trata de gente que viene de la “cultura”, toda vez que declaran su decidido apoyo al gobierno que comenzara Néstor y que ahora continúa Cristina no dejan de pronunciar una fórmula ritual que reza más o menos así: “es cierto que aún faltan muchas cosas por hacer, muchas deudas pendientes y que también se hacen cosas que no compartimos”, pero…y después de este “pero” se precipita el enfervorizado apoyo a la gestión de los Kirchner, como si el preámbulo recitado los vacunaran contra cualquier posible sospecha que su adhesión está guiada por una ceguera incondicional.
Se avizora una época en donde la izquierda Kirchnerista oscilará en el interior de una tensión entre las cuestiones pendientes y la gestión real del día a día del gobierno y los diversos palos a la rueda que la oposición al “proyecto nacional y popular”  le pone  en el camino. Y ya podemos anunciar que el eje de la campaña por la reelección de Cristina en octubre del 2011, será el de “profundizar el modelo”, algo así como llevar hasta sus consecuencias más profundas el proyecto de re-fundar una nación liberada. El que no se sume a esa cruzada será marcado para siempre como un defensor de los peores y más oscuros años de la historia nacional.
¿Liberada de quién, de qué? Pongamos de entrada las cosas en su lugar. El gobierno ocupa el Estado con el convencimiento pleno de que éste es el principal medio para realizar cualquier proyecto político. Nunca estuvo tan claramente formulado el principio de que la política es esencialmente política del Estado y desde el Estado. Entonces veamos cuáles son las bases reales sobre las que el Estado organiza su “política” con la mira puesta en algo así como una “liberación”.
Argentina es un país casi cien por ciento capitalista. Jamás ha escapado de la boca de este gobierno la más mínima idea de buscar salir de esta realidad, a lo sumo se ha reconocido como “muy bueno” que los capitalistas quieran ganar dinero, sólo se les ha reprochado su avidez descontrolada y antisocial de sus ambiciones. Internacionalmente Argentina integra una política de bloques regionales en los que se discute con los centros más reconcentrados del poder mundial una mejor participación en la tajada de la mundialización del neoliberalismo. Asimismo desde el gobierno se proclama constantemente la idea de la inclusión como un baluarte de su política. La inclusión no significa otra cosa que incluir en el dispositivo de la producción capitalista a todos los excluidos por él, y si esto no es posible, tratar de encontrar las formas asistenciales de protegerlos y domesticarlos en su existencia mínima. Por último, la ideología hoy dominante en la inmensa mayoría de los argentinos es perfectamente coordinable con la lógica interna del capitalismo: ganar más dinero para consumir más y ser felices.
Como ya no existen políticas emancipativas efectivas, con presencia reconocible  y capacidad de marcar una distancia esencial con la administración de este mundo que nos destroza día a día, con el control Estatal de la dominación hoy vigente aquí y en todos lados, solo le queda confrontarse con las políticas más ultraconservadoras que llevan adelante los centros imperiales del globo terrestre. Es toda la “diferencia” que pueden esgrimir y el mérito que se atribuyen.
Para mantener esa posición deben tildar de izquierda dogmática, mesiánica, fuera de la realidad, funcional a la derecha, utópica, etc., a todo intento de abrir una nueva experiencia emancipativa. Este macartismo barato y fuera de todo tiempo real es el escudo con el cual preservan su aureola “popular”.
Muchos intelectuales vienen de esa vieja izquierda pero es evidente que no han podido dar en el blanco a la hora de hacer la necesaria e indispensable crítica de las luchas revolucionarias que en su nombre se realizaron en el siglo XX. Si hubiesen llevado adelante esa tarea crítica y práctica hasta tocar las raíces más profundas del colapso del ideario socialista, se desayunarían que siguen estando enterrados en el mismo dispositivo político que en su ignorancia rechazan.
Pero entonces ¿cómo levantar la idea de liberación respecto a este mundo cuando se reniega del marxismo y en su lugar nada nuevo se propone? Escuchando atentamente a los paladines del gobierno nacional y popular esgrimiendo sus espadas conceptuales y prácticas, se puede advertir lo siguiente.
En primer lugar celebrar la vuelta de la política reconociendo que esta se realiza esencialmente al tomar al Estado como instrumento de transformación social. Como vemos, nada distinto al marxismo clásico.
En segundo lugar la conciencia (siembre dicha en voz baja, entre amigos y colegas, susurrada y apenas deslizada en voz alta) de que el mundo está dominado por un monstruo llamado capitalismo que posee el poder real. No hay liberación si no se toca ese lugar, pero consideran esa empresa hoy por hoy imposible y por lo tanto se la desplaza hacia un futuro ni siquiera mínimamente acotado. Y para colmo de males consideran que sería “pianta votos” empezar a decir públicamente y en voz alta que ese es el objetivo final. Como vemos, nada distinto al marxismo, que calificaba a esa política dentro de lo que llamaban reformismo. Un integrante de Carta Abierta sería una especie de “Renegado Kauutsky”, en la medida que los marxistas partidarios de Kautsky sostenían que el objetivo final de derrotar al capitalismo se obtenía por evolución de reformas y acumulación de poder que irían minando las bases del sistema. Y todo ello, por supuesto, dentro de la forma política propia del capitalismo que es la democracia. Dicho sea de paso ¿no será esta fotografía lo que los hace tan antitrotzkistas? Puesto que sus relaciones con el Partido Comunista –eternamente acusados por los trotzskos de reformistas– son más que cordiales.
Vemos construido un paisaje en el que el gobierno se mueve sin mayores obstáculos. Al no haber nada del orden de una nueva política emancipativa en curso, y no pudiéndose hacer nada en contra del verdadero poder opresor, solo queda el hueco para que el Estado reconstituya el tejido social de un capitalismo “humano” en oposición a algunos factores del poder, principalmente mediáticos, que operan a favor del capitalismo sin más, es decir, “salvaje”. ¿Qué le queda por hacer a la gente? Elegir entre dos variantes de una misma política: la inclusión. Porque el excluido, según la lógica desnuda del neoliberalismo, es realmente un incluido más en el sistema porque es un efecto propio, interno, a la dinámica del capital; y el incluido que ocupa un lugar dentro de la producción de ese sistema o recibe una limosna adicional, es también un incluido que trabaja en la reproducción de aquello cuyo efecto necesario será volverlo a excluir para que nadie tenga dudas de que el dispositivo del capitalismo no es otro que abrir este juego perverso.
Este juego perverso no se lo puede encarar en el plano de la economía sino en el de la política. Pero a condición de que se rompa con la concepción dominante y que oficialmente dispara el mismo sistema mundial capitalista por el cual la política se la identifica con la gestión, con el gobierno y administración de lo que existe, bajo un sistema cuya estructura es el sistema llamado democracia y los pilares que la sostienen son: la representación, el Estado y los partidos, y la subjetividad política que hace germinar es la pasividad, la visión victimaria de la gente, el socorro estatal y el mando desde arriba. Pero, sobre todo, esta concepción dominante subordina la política a ser una práctica servil respecto a las necesidades (principalmente las económicas) de la población, con lo cual nuevamente se puede comprobar que nada distinto se dice a lo que afirma el marxismo, cuando proclamó la subordinación en última instancia de la política al mundo de la necesidad económica.
Lo más importante en esta coyuntura política no es ponerse a criticar al gobierno exigiéndole que vaya hasta el fondo con sus medidas y arremeta con firmeza y hasta el fin contra el capitalismo. Esa es la postura de los marxistas-trotzkistas-ortodoxos que así cubren su impotencia para hacerse cargo del colapso de un ciclo que proclamó su (y también la mía) ambición de liberar a la humanidad y crear un hombre nuevo, pero agotó su experiencia y su pensamiento a fines del siglo pasado. Creemos que es mucho más importante, en momentos en donde se palpa una movilización política mucho más aguda que la triste indiferencia de hace unos pocos años atrás, tratar de crear otra alternativa política emancipativa que nos haga reflexionar y experimentar que es posible otro camino que no sea el de elegir el menos malo. Sabemos con inusitada certeza que esa opción, se elija lo que se elija, lleva a un desastre. ¿Para qué insistir? ¿No llamamos dogmática a la vieja izquierda que repite siempre lo mismo? ¿Por qué no lo serán también los ideólogos kirchneristas que coquetean con la idea de que apoyando al menos malo se avanza hacia la liberación?
Quizás algunos quieran encontrar una “tercera posición” en el interior de la opción entre el malo y el menos malo, y alienten la idea de apoyar a Cristina y, al mismo tiempo, trabajar en una nueva alternativa liberadora. Esta idea, cuya raíz más profunda quizás sea el miedo a quedarse “fuera del mundo”, como “colgado” de la realidad, sería tratable si se partiera de la base de que la política de los Kirchner ya es fuertemente liberadora pero con limites severos, y que la tarea militante sería inventar al mismo tiempo los caminos que sirvieran para encarrilar las acciones en los momentos en que el kirchnerismo exhibiera sus debilidades. Pero justamente, esa condición (de que la política de los Kirchner ya es esencialmente liberadora) es lo que no puede sostenerse fácilmente. Si nos atenemos a los discursos expresos que se emiten de manera abrumadora día a día desde el Estado (que para el Kirchnerismo es el lugar privilegiado de la política) el gobierno nacional y popular busca denodadamente incluirse dentro del conjunto que forman la economía de mercado y la democracia representativa, es decir, la definición más ajustada de lo que tradicionalmente se llama Occidente. Defienden la democracia, la libertad de opinión, el consenso, la tolerancia y el derecho a la ganancia (¿justa?) de los capitales, en el convencimiento de ser los valores más preciados de nuestra civilización llamada “occidental”; al mismo tiempo no cejan en desarrollar nuestra economía de mercado buscando las inversiones extranjeras, a las que exhiben como un triunfo, así como su normalización en el cuadro mundial de la economía atendiendo a sus obligaciones con los acreedores. El gobierno llega a sentirse molesto cuando la derecha le crea conflictos con EE.UU, diciendo que estos son totalmente “artificiales”, y cuando se dio la oportunidad exhibió por todos los medios las felicitaciones que recibía la política económica de la presidenta por parte de la secretaria de Estado del país del Norte.
¿Para qué abundar con más argumentos que todos ya los sabemos? Así que pensar que este torrente direccionado a consolidarnos en un mundo del que uno intenta precisamente liberarse, puede contrarrestarse por una acción militante realizada en el interior de los diversos aparatos kirchneristas, es directamente insostenible. Y más aún cuando aquél que no reconoce plenamente la conducción irrestricta de la persona de la presidenta Cristina e intente formular una disidencia, deberá soportar la acusación de hacerle el juego a la derecha y ser un traidor al pueblo. Una vez más se puede apreciar que no hay mucha diferencia respecto a los hábitos del marxismo ortodoxo que proclama que toda política que no sea la que llevan adelante los iluminados vanguardistas del partido proletario, es una traición a la causa de la revolución proletaria…¿No es hora de dejarle de dar de comer a este supuesto rival al que tanto se parecen?
El conflicto de los trabajadores gráficos con Clarín que derivó en el bloqueo de la salida del matutino, es un ejemplo de los límites de una militancia que intente salirse de las pautas oficiales que se proclaman desde el Estado. Los gremialistas en lucha tuvieron que decirles a los funcionarios del gobierno (en especial al ministro de trabajo Tomada) que ellos no podían subordinar sus luchas al termómetro que le marca la lógica de “hacerle el juego a la derecha”. Si impedir la salida del diario era una medida que “engorda” a la derecha porque puede esgrimir el cínico argumento de que se lesiona la libertad de prensa, entonces habrá que buscar otros medios de lucha que sean menos irritantes para esta derecha. Pero no hay que tener un ingenio muy agudo para percatarse que esta condena oficial es una advertencia para todos aquellos que quieran sacar los pies del encuadre kirchnerista y sus aparatos. Toda iniciativa que venga de abajo y no se amolde a las necesidades de la política establecida, será castigada con el argumento letal del mal menor: paren la mano que le están haciendo el juego a la derecha.
Si la juventud kirchnerista quiere estar realmente a la altura de su reintegro a la política, entonces deberá protagonizar lo que es común a toda juventud rebelde respecto a las diversas actividades en las que se ha comprometido con fuerza. La vuelta de la juventud a la política no puede subirse al lomo de los dinosaurios del pasado, repitiendo el mismo discurso y la misma práctica que eran comunes hace medio siglo atrás. Las viejas generaciones de luchadores comprenden muy bien a esta vuelta de los jóvenes porque ha sido la suya. No hay ninguna ruptura realmente profunda que abra otra experiencia de ideas y procedimientos que resulten raras e incompresibles para  los militantes de la década de los sesenta. Pero esa experiencia pasada, compleja y vital en muchos aspectos, ha concluido. La caída del Muro de Berlín y el golpe militar del 24 de marzo de 1976, precedida por la expulsión de la juventud peronista por parte de Perón de la Plaza de Mayo, marcan el fin de un ciclo. ¿Para qué insistir con lo mismo? Porque hay que decirlo con toda energía: este “regreso” de la política no esgrime ninguna idea realmente nueva, en ruptura con el pasado, capaz de abrir una nueva secuencia emancipativa. Ni un solo nuevo pensamiento fuerte, ni una nueva manera de organizarse, ni formas de lucha impensadas en el pasado. Por eso es justo el término regreso  de la política, ha vuelto aquello (envuelto en el suave ropaje de la tolerancia democrática, emblema de la derecha si lo hay) que termino en un desastre.
Las grandes ideas, pensamientos y acciones políticas que curtieron ideas emancipativas, libertarias y de ruptura respecto al mundo en donde nacían, participaron de una invariante que consistía en abrir un lugar diferente a los establecidos por el orden dominante. De tal manera que la subjetividad política nueva en curso se presentaba como una excepciónal dispositivo hegemónico del funcionamiento del poder. Tenían la capacidad de marcar una nueva línea divisoria que permitía avizorar que lo que el orden consolidado mostraba como un conflicto no era otra cosa que simples variantes internas del mismo sistema. Esa nueva demarcación inauguraba otra mirada y exigía prácticas inéditas. La sensación que recorría a esa militancia era que quedaban “por fuera” del sistema, y no era una sensación, era la realidad más cruel. Pero al mismo tiempo ocupaban un nuevo lugar, un lugar antes inexistente, era el lugar mismo que había que construir, de su invención, de su pensamiento y de su experimentación. No había un regreso de la política, se trataba de una reinvención de la política.
Pero nada de eso ocurre en este alegre por fuera pero triste por dentro regreso de la juventud a la política cobijada en el ala del llamado Kirchnerismo. Por supuesto que no se trata de la juventud, sino del museo político que bendicen.
Debo disculparme con el lector que ha hecho el esfuerzo de leer estas líneas por no decirle, finalmente, qué es lo que tiene que hacer. Aspiro únicamente a declarar que mi manera de pensar ve muchas más posibilidades de reinvención de un pensar-hacer político emancipativo si miramos, por ejemplo, las secuencias de luchas que culminan con los acontecimientos del 19/20 de diciembre del 2001. Proceso este que tanto la izquierda ortodoxa como el kirchnerismo, cada cual a su manera, se encargaron y persisten en apagar.
Buenos Aires 30 de marzo de 2011

Suspenden una campaña de Levi’s que habla…

de la “revolución de los jóvenes”


La compañía de indumentaria optó por sacar del aire la nueva publicidad ya que sus imágenes podrían dar a entender que hay cierta sintonía con el clima de revuelta
El nuevo comercial de Levi’s que apelaba a mostrar “la revolución de los más jóvenes” fue suspendido en el mercado de Inglaterra debido al caos social reinante.
La compañía reaccionó reaccionar rápidamente y levantó temporalmente su comercial “Levi´s Legacy” en la televisión, cine y Facebook. En sus imágenes se mostraban situaciones semejantes con la realidad que viven ciertas ciudades y podían generar más tensión si se las analiza en medio de la ola de violencia que se vive en el Gran Bretaña.
Rebecca Van Dyck, como global chief marketing officer de la marca, detalló: “Estamos en contacto con todos los rincones del mundo y queremos ser sensibles con los que está sucediendo en Inglaterra, particularmente en Londres”.
Esta campaña está en manos de la agencia Wieden & Kennedy, los mismos que llevan adelante gran parte de las comunicaciones de marca de Niké. Se estima que Levi´s invirtió unos u$s 57 millones en publicidad en medios durante el 2010

Discutir “El Estudiante”

Como invitación a discutir la película “El Estudiante (premiada por el BAFICI 2011 y actualmente en cartelera en el Lugones), ofrecemos un primer texto e iremos subiendo todos los que manden durante los siguientes 15 días. El próximo será el tuyo.
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Discutir el Estudiante (I)

Una excursión a la facultad de Sociales

Una invitación a discutir «El estudiante» 

Por Lobo Suelto!
La película El estudiante registra la importancia de los años ‘80 para comprender nuestro presente. Tal vez ese sea un primer tono de época y un tono generacional. Su presupuesto y aspiración se dejan captar en la apuesta de su director: al mirar de cerca cualquier institución argentina, dice, se accede a comprender la política en su conjunto. Porque, agrega, en nuestro país toda institución es política. No es ni siquiera un eco ricotero lo que suena en esa frase, sino un tufillo que prepara para el cliché de la antipolítica. La institución elegida no es la Universidad de Buenos Aires, corazón de la militancia de Franja Morada durante décadas, sino la Facultad de Ciencias Sociales, uno de los corazones anárquicos (absurdo, utópico, tan mediocre como deslumbrante) de la ciudad. Aún así, Sociales queda convertida en una escenografía que por mostrarse “real” busca convertirse en momento de verdad de la degradación política.  
Contemos mínimamente la historia. El protagonista, Roque Espinoza, intenta reencauzar sus proyectos de vida y de estudio luego de haber abandonado su pueblo natal y de haber dejado un par de carreras. Llega a una facultad tumultuosa, casi en ruinas, imposible. En la que el caos militante (desde el inicio se nombran una decena de agrupaciones de la facultad) parece transmitirse a los cimientos del edificio.
A Roque le interesa “lo social”, sin poder especificar demasiado sobre el asunto. Se trata de uno de esos personajes que circulan con ojos grandes, más bien callados, impermeables a la pasión del debate intelectual, entusiasta en el encuentro con sus compañeras, que se hacen fuertes en los lugares comunes y que, sin destreza a primera vista, logra una inteligencia de negociación, tan efectiva como poco locuaz.
La historia de Roque tiene el encanto de lo sencillo. De una historia de iniciación un tanto autista, entre despojada y casual. La vida universitaria de Roque se construye a partir de dos de sus amigas. Cada una de ellas vinculada con algún cuadro de organizaciones políticas fuertes de los años ‘80. La primera es una compañera de estudio, de Avellaneda, con quien va a vivir. Ella misma y su padre pertenecen a alguna de las tradiciones de la izquierda. El otro vínculo decisivo es Paula, un cuadro del aparato universitario de la Franja (en la película La Brecha). Cada una de estos lazos amorosos transporta a Roque a mundos políticos enfrentados. La militancia ética que aspira a construir un territorio común entre la universidad y los barrios y la política pragmática que asume la disputa de poder institucional como momento inicial del juego mayor en torno al estado nacional. Una narración sumamente ajustada trata este arribo maravilloso a la vida de “sociales”. Duerme en lo de su compañera de estudios –lo dicho, en Avellaneda, con su padre politizado, etc- al tiempo que se fascina con Paula, una deslumbrante activista de asamblea, que resulta ser, además, bella y excelente docente de teoría política. 
En sus clases se dan las únicas escenas que valen la pena. Paula explica Hobbes, Rousseau y toma cerveza en la mesa de sus alumnos en el bar de la facu. Los pibes escuchan sus argumentos y los vuelcan en acaloradas discusiones sobre la naturaleza humana, el valor de las instituciones políticas y el problema de si transformar la sociedad capitalista es cuestión de voluntad o de pensamiento complejo.
Transformando la escasez de recursos, estas secuencias cinematográficas captan esa mezcla de pobreza y embrujo que circula entre asambleas, pasillos, cervezas y discusiones de aula que constituyen la vida de “sociales”.  Sólo que se nota una suerte de desagrado, casi desprecio en la cámara, plasmada en los ojos excitados y mansos de Roque.
Luego, las cosas le suceden de un modo incomprensible. El personaje de Paula de pronto pierde todo interés al tiempo que se le entrega sexualmente y le abre los caminos de la militancia. No hay ni en el amor ni en la política subjetivación de ningún orden. Paula se muestra como un cuadro chato de la Franja/Brecha. Y de su mano Roque participa de las exiguas reuniones de agrupación. Se vienen las elecciones de rector, y el juego de especulaciones y traiciones lo domina todo.       
     
Las reuniones de la militancia a las que asisten resultan bien curiosas. Cuatro o cinco dirigentes que tratan de participar de las roscas ajenas en base a las propias, salteando zancadillas, tratando de hacer coexistir convicciones, ambiciones y operaciones, coordinados por Acevedo –su profesor, un viejo cuadro del gobierno de Alfonsín que aspira a rector, líder del grupo- que participa de las deliberaciones estudiantiles y hasta las organiza en su casaquinta.
¿Será la distorsión de la propia experiencia de estudio, militancia y docencia que hemos desarrollado durante y a partir de los años ‘90 la que nos hace rechazar de plano estas imágenes? La facultad de Sociales en esa época hoy tan denostada se convierte en una fábrica de activistas políticos y culturales, muchos de los cuales han protagonizado de diversas maneras la última década de la Argentina. ¿Cuenta la película esta historia? Ni los personajes, ni la trama, ni la aparente complicidad con el público que acude y llena de modo incesante la sala Leopoldo Lugones con aplausos permite responder de modo definitivo. ¿Por qué contar la historia de la Franja y del aparato burocrático de la UBA a partir, justamente, de Sociales, cuna de procesos mucho más innovadores, ricos y significativos? ¿Por qué se acude al repertorio perimido del radicalismo universitario como si a principio de este siglo no hubiese sido derrotado en la mayoría de las facultades?
En una de esas reuniones se trata de resolver un dilema. El líder estudiantil más avezado de la agrupación acaba de traicionar al grupo y se convirtió en candidato de un frente opositor. El grupo se siente humillado y Roque, en lo que parece ser su primera reunión, se destaca a los ojos de Acevedo plateando que hay que salir al ruedo, charlando con los compañeros de cursos y de pasillo para difundir que el supuesto líder –docente de Teoría Social Latinoamericana, célebre por tener que lidiar en sus clases con un militante trostkista que lo denuncia a cada frase- no es más que un garca. Esta reacción visceral de Roque parece del todo ingenua a sus experimentados compañeros. Pero Acevedo comprende de inmediato que está ante un elemento útil para sus maniobras.
La política que la película presenta es incluso más mediocre que la realmente practicada en los claustros. En las próximas escenas se verá a Roque operando con suma habilidad. Sea para que la militancia de izquierda denuncie al traidor (y acabe golpeándolo de modo inverosímil en medio de una de sus clases) o para organizar un plenario en las afueras de la ciudad. La agrupación logra sortear las elecciones estudiantiles y Roque se convierte en mano de derecha del aspirante a rector. De nuevo es dúctil tanto para armar una “rosca” con el grupo de la izquierda como para ayudar a un compañero que se afanó cuatro lucas de apuntes.
    
El nuevo Roque pasa a ser un “puntero”. Eso es lo que dice una voz en off que aparece brevemente, cada tanto, con un discurso moralista, muy familiar al discurso habitual de los medios de comunicación. Roque ya “no estudia”. Sólo opera. Trabaja como encuestador en una consultora, a partir de un padrinazgo político. Digamos algo más de esa voz en off: es pedagógica (casi una parodia de la de las películas de Pino Solanas), pero para decir las cosas más obvias en un tono neutro que no es tal. Más bien esa obviedad está cargada de displicencia, de ajenidad, de juicio.
Dos escenas nos muestran el discurrir subjetivo de los personajes. La aparición del padre de Roque en Buenos Aires, en una cena que organizan en la cantina con Paula y a la que se suma Acevedo, en la que el padre de Roque cuenta que militó tres meses en una organización campesina, y que fue peronista tres horas. A lo que sigue un desafío de los jóvenes a los adultos: a que canten la marchita, a ver si se saben la letra. En la otra escena, Paula y Roque compiten, en presencia de Acevedo, en un boliche, sobre quién se cogió a algún famoso.
En todo caso, la historia se va descomponiendo en dinámicas que recuerdan los años dorados de la Franja de los ‘80 y la primaveraque acompañó a las teorías de la “transición democrática”. Pero también un clima claramente post-dosmiliunero, en que los restos de aquella promesa se activan para recorrer otros caminos intelectuales, estéticos y políticos. Esto supone que ese modo militante no es completamente ajeno a la facultad actual (basta escuchar algunos militantes de la UES repetir los argumentos de lo que significa “la gestión”, del mismo modo agresivo y hueco con que Roque los usa). Pero no puede decirse que ese sea el modo mayoritario ni el más convocante.
La mirada del director ya no tiene empatía con el presente. Al punto que la auténtica mediocridad de la vida política, intelectual y militante no llega a ser captada en su real miseria sino como artificiosa transposición de los clichés mediáticos sobre la manipulaciones de personas, la gestión de territorios y un tipo de consignismo casi fingido. La buena actuación, las proezas de cámara y las tomas de la vida real de la facultad sustituyen una empatía con las vidas políticas reales de los que viven horas allí.
Todo esto podría carecer de interés sino fuera porque este anacronismo logra mostrar algo que está fuera de los cánones míticos de la leyenda militante de sociales. El resurgimiento de una militancia hecha desde arriba y para arriba que acompaña la reinstitucionalización del kirchnerismo. El estudiante tiene este mérito irritante de alinear a la militancia de la Franja con la kirchnerista como momentos institucionales, que prácticamente ignoran, desdeñan, en su realismo lo que en Sociales hay y hubo de una promesa de vida intelectual y política apasionada, colectiva. En esa línea ignoran también el espíritu de una experimentación de la palabra que interpela militancias de otro tipo.
La tensión máxima llega cuando Acevedo envía a Roque maniobrar en falso, y lo deja colgado de negociaciones imposibles. Acevedo al final transa con sus enemigos (un tal Viñas) a espaldas de Paula y Roque.
Llega la frustración con la política. El líder puede prescindir de ellos, porque la política se hace por arriba, es cosa de experimentados, de grandes pergaminos, de jugadas abstractas que se nos escapan. Los militantes son un fondo más bien estúpido infantil, del que destacan los operadores que se ligan a algún jefe y a su lado hacen carrera. Luego, en ese curso pueden perder o ganar. Son las reglas del juego.
En una de esas escenas, se ve a Roque cocinando y a Paula que llega y lo saluda. Han vuelto a estudiar, a trabajar. Pero la cosa no acaba allí. Han sido los más fieles, y ahora deciden vengarse dándole a la izquierda (mostrada siempre al borde de una intransigencia boba) una información sobre contratos con laboratorios incluidos en los acuerdos para incluir a medicina y veterinaria.  
El final de la película es una conversación entre Acevedo y Roque. La elección de rector se viene suspendiendo por parte de una serie de tomas estudiantiles y Acevedo precisa nuevamente los servicios de Roque para destrabar la situación. Roque dice no estar enojado porque “no sirve de nada”. Acevedo le cuenta entonces la historia de un tipo de 150 años que acaba de ser encontrado en el Amazonas en perfecto estado de salud. En conferencia de prensa dice que su secreto fue nunca contrariar a nadie. Cuando los periodistas le dicen que eso no es posible, el viejo responde, “tiene usted razón”. Luego de eso Roque escucha la oferta (hacer levantar la toma a cambio de un cargo alto en la UBA) a lo que Roque responde un seco “no” en el que se confunde el enojo del que no se enojaba, su amor por Paula, que sí está enojada, un arranque de principismo, y el peso de la opereta para denunciarlo en curso. El final tiene un patetismo inocultable. ¿Qué es lo que se festeja del estudiante?

Pronunciamiento de las III Jornadas Andino-Mesoamericanas

México Tenochtitlán, 30 de septiembre de 2011.

SOBRE LO COMÚN

Nos alberga el horizonte del Pachakuti, el horizonte del Sumaj  Kausay. Los entramados comunitarios adoptan y adaptan elementos de lo moderno, los pueblos indígenas crean  y recrean. Tenemos el desafío de pensar la recomposición y organización pública del nosotros. Lo plurinacional no puede ser un aditamento del estado liberal.

Están en crisis los modelos universales, desde las experiencias de los pueblos deben salir nuevas alternativas, formas de organizarnos y gestionar lo común. Advertimos la crisis de un modelo que en nombre de universales como la humanidad atentan contra la diversidad y las formas concretas de la vida humana, animal y vegetal.
Nuevas y múltiples voces indígenas nos interpelan ante la crisis de las izquierdas y de los nacionalismos populares. La lógica liberal de lo político no nos basta, porque desorganiza a la sociedad y concentra el poder.
Los procesos de autonomía de los pueblos indígenas resquebrajan el modelo hegemónico del estado nación, lo erosionan. Autoafirmarse en la autonomía nos coloca en la urgencia de pensar en la reconstrucción múltiple de lo público, que no puede reducirse a lo estatal. Reivindicamos la práctica organizativa propia de los pueblos indígenas, las formas de la comunalidad, las experiencias diversas de organizarse en colectivo, como la Minga en Colombia.
La vida está en riesgo y en particular los pueblos indígenas están en riesgo. Los saberes de todos los pueblos son esenciales para la vida. Es necesario superar una manera de pensar y actuar que está destruyendo el planeta. El llamado de los pueblos indígenas es a defender la vida para todas y entre todos.
Las mujeres indígenas y urbanas tenemos que romper la matriz liberal del feminismo hegemónico, no partir de una concepción individualista de la persona sino fortalecer nuestra capacidad de autonomía personal en el marco de la construcción de la autonomía colectiva.
Este sistema que estamos combatiendo está utilizando a las mujeres como objetivo de desestructuración y como objetivo de guerra. Es necesario considerar la fuerza de las mujeres en igualdad a la de los hombres en nuestras luchas.
Los jóvenes son valiosos e imprescindibles para la transformación social, ellos deben aportar sus ideas y creatividad, deben tener oportunidad de formarse y participar, sean hombres y mujeres. ¿Hasta cuándo vamos a ser países de resistencia?
Los estudiantes observan con preocupación la crisis de la academia, y cuestionan el modo paternalista en que trabaja con los pueblos indígenas.  Es necesario preguntarse cómo acompañar y elaborar una reflexión teórica junto con las comunidades indígenas.
Debe de existir un diálogo no solo de la palabra, sino del corazón, no solo de la academia sino también desde los pueblos. No debe quedarse en la teoría. Para comprender la realidad de los pueblos no vale quedarse en los libros, sino que hay que ir allá.
Las voces migrantes nos convocan a experimentar cómo subvertimos las fronteras legales y culturales, nos apropiamos de las lenguas y creamos posibilidades de encuentros, de redes y de transformación, de contagio unos con otros.
Celebramos todas las experiencias de comunicación que dan voz a los movimientos y a los pueblos indígenas. Denunciamos la represión de la que son objeto los medios alternativos y las radios comunitarias.
CONTRA LA GUERRA Y EN DEFENSA DE LA TIERRA
La tierra y el territorio es el tema principal que preocupa a todos los pueblos indígenas. Los conflictos socioambientales son cada vez más extendidos en todos los países. Algunas experiencias muestran que la organización de la gente ha hecho retroceder a las empresas mineras y del agro negocio. Pero la expoliación avanza sobre los recursos naturales del territorio. Es imprescindible articularse en red en toda América, tal como la CONACAMI hace en el Perú.
En nuestros países hay guerra contra los entramados comunitarios. La violencia y el desplazamiento de poblaciones forma parte de la estrategia del sistema capitalista, que adopta la forma de un extractivismo ampliado y depredador sobre nuestros territorios, practicado tanto por los gobiernos progresistas como por los reaccionarios.

Enfrentamos la crucial batalla por recuperar nuestras tierras, lagos y ríos expropiados. Es la tierra y nuestro acceso a ella la base de la reconstrucción de nuestras posibilidades de vida.
Enfrentamos el gran problema del agua, porque peligra la vida en el planeta. Es imprescindible impulsar un sistema de pensamiento y práctica para que nuestros recursos hídricos pervivan y sean regenerados con el trabajo colectivo practicado ancestralmente.
Rechazamos los proyectos extractivos. Condenamos las políticas que se orientan a la alteración mercantil de la vida a través de los productos transgénicos. Exigimos modelos de desarrollo productivos sobre la base del Buen Vivir, en paz y en armonía con la naturaleza.
Nos pronunciamos contra la criminalización de las luchas, la persecución de dirigentes, las amenazas a la población. Exigimos la derogación de las órdenes de captura contra los integrantes de los movimientos sociales.
Denunciamos las estrategias contrainsurgentes, la militarización y la paramilitarización de nuestros territorios que busca contraponer indios contra indios, e indios contra intereses populares, desviando nuestra atención de los verdaderos enemigos que son los intereses de los estados al servicio del capital.
La inseguridad es un gran negocio. Por ello, celebramos la capacidad de autogestión de los pueblos en temas de seguridad. Nadie nos va a proteger si no lo hacemos nosotros mismos.
Denunciamos la acción paramilitar impune en San Juan Copala,  las estrategias contrainsurgentes que padecen las comunidades zapatistas y los pueblos de todo México  y del continente que luchan por su autonomía. Apoyamos la demanda de la Las Abejas interpuesta ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que se denuncia el crimen de lesa humanidad cometido en Acteal, Chiapas, en 1997. Exigimos el cumplimento de los acuerdos de San Andrés, firmados en 1996 entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno mexicano.
Proponemos crear un Tribunal que juzgue todos los casos de impunidad y violación a los derechos humanos en contra de los pueblos indígenas.
Denunciamos la política migratoria del gobierno mexicano contra los pobres del mundo que demuestra estar totalmente subordinada a la de Estados Unidos, con la consiguiente pérdida de soberanía.
Al gobierno boliviano le pedimos que no traicione las luchas de los pueblos que perviven, hemos tenido la oportunidad histórica para cambiar la sociedad, pero no basta con que los indios lleguemos a la Presidencia, necesitamos un proyecto de vida diferente que respete a los pueblos y comunidades.
ACORDAMOS TEJERNOS COMO RED
Nos comprometemos a articularnos y a llevar a  nuestros entornos estas reflexiones para que no queden en papel, sino que tengan consecuencias prácticas, cada quien compartiendo en sus espacios y aportando al colectivo lo que puede ofrecer.
Constituyamos una red de debate y de acción ante la usurpación de los recursos de los pueblos indígenas donde todos estemos comunicados y podamos actuar defendiéndonos unos a otros. Esta red debe estar en muchos idiomas: español, portugués, inglés… pero también en las lenguas originarias. Si no hablamos nuestras lenguas castramos nuestra posibilidad de pensar diferente a la lengua dominante.
Somos nosotros que permitimos que este sistema neoliberal funcione.
Debemos transformar nuestros hábitos en los espacios urbanos, las acciones de la vida cotidiana, revisar nuestras formas de consumo. Contra los transgénicos, por la soberanía alimentaria.
Une a nuestros corazones la lucha antisistémica. Son diversas las formas específicas en que luchamos. La red se tiene que hacer en función de este objetivo mayor aunque el camino cada quien lo ve de diferente manera, algunos a través de elecciones, otros no, pero podemos caminar juntos contra este sistema capitalista neoliberal. No podemos pensar en acciones únicas ni un plan, sino como mujeres y como hombres tenemos que ir trabajando en nuestros territorios y en nuestras trincheras para desalambrar los corazones, para desalambrarnos nosotros y ayudar a desalambrarse a los demás.
En casi todas las mesas se reconocieron las contradicciones internas de los procesos. No hay ningún pueblo que no tenga contradicciones. Hay que hacer una pausa para reflexionar sobre los errores y equivocaciones que hemos cometido. Hemos sido arrogantes, machistas, autoritarios, vanidosos como lo son todos los otros.
Este evento y todas las participaciones vinieron a hablarnos con su corazón y todos vinimos a aprender unos de otros y nos sentimos hermanados con todas las luchas de nuestra América.
Acogidos para este encuentro en un espacio público y con apoyo universitario nos pronunciamos por la defensa a ultranza del derecho a la educación pública y gratuita y de calidad, en todos sus niveles, para todas y todos en todos los países.
Nos manifestamos en contra de las fronteras de los estados, nuestras luchas van más allá de las demarcaciones territoriales del poder que pretende dividirnos.

Pasión Piola

Por Diego Genoud

No pude ir a Córdoba por el laburo pero quería. Sentía que no podía faltar después de haber ido de visitante a casi todos los partidos, incluido el de Bahía Blanca contra Olimpo, donde empezamos a sentir en el pecho que nos íbamos y nos íbamos. En el segundo tiempo, vi por la tele al Pelado, agarrado del alambrado, como intentando sostenerse para no derrumbarse, muerto de frío y de dolor, con su gorrito colla como única protección. Cuando terminó, le mandé un mensaje para saber cómo estaba. La respuesta llegó al rato, lacónica: “Murió River”. Eran las 23.46 del 22 de junio del año que cambió nuestras vidas, las de millones. Todavía faltaba la revancha, pero ya no la esperábamos.
A la mañana día siguiente, ya por Rosario, me escribió: “Estoy convencido de que anoche murió el River que conocimos y nació otro”. Sabemos que el futbol es importante en sociedades como la nuestra. Pero con River asistimos a una metamorfosis que nos toca a una mayoría. Primero que nadie a nosotros, la nación riverplatense, una identidad de contornos deformes y en expansión. Un lugar al que se puede volver siempre sin pedir permiso ni mostrar credenciales. Eso es lo que hace al fútbol el más democrático de los deportes. Pero este descenso también toca a todos los que nos odian que, para bien o mal, no conciben a la A sin nosotros. Gozan nuestra debacle pero sienten nuestra ausencia. Es así.
Irse a la B es una marca que no se olvida. El Pelado dice que murió el River que conocimos y nació otro. ¿Cómo será? Por supuesto, mejor. Indicios. Los hinchas de River nostálgicos del 2001, minoritarios claro, jugueteábamos desde antes con las comparaciones. Aguilar era Menem y Passarella pintaba –de a ratos todavía pinta- para De la Rúa. En las tribunas, la contracara. Durante el tramo final del campeonato, la hinchada no sólo siguió colmando la cancha: buscó meterse en el campo de juego con su aliento. Se palpaba que la mayoría de los que íbamos al Monumental queríamos salirnos del rol de espectador. Los pibes que rompieron el alambrado y se metieron en el césped del estadio Alberdi, en Córdoba no eran una expresión aislada. El que dice lo contrario miente o no sabe lo que River viene siendo.
Digámoslo de una vez: los que van a la cancha son el futbol, los demás son comentaristas. Son los que le dan color, le imprimen tensión y derraman dramatismo en el lugar en el que hay que estar. Los que dedican el día –hubiera dicho domingo hasta hace unos meses- a ser parte del folclore, los que alientan y dejan todo. ¡Existe esa gente! Pedimos disculpas a los que no creen en nada. Hay gente que va a la cancha porque se le cantan las pelotas –cada vez más los ovarios- y es feliz así. Nos gustaría que nos ubiquen en ese pelotón. ¿Por qué lo hacen? Podríamos decir que es por amor. Otro sentimiento no define con precisión esa entrega en función de algo que no reditúa de manera directa en el que siente pasión.
Hay un protagonismo ahí sin dudas que aparece en momentos clave. Contra Belgrano en el Monumental, los que se combatieron con la cana en el playón del club eran pibes. Sus movimientos eran similares a los que se vieron ese 20 de diciembre en Avenida de Mayo. En cambio, a un grupo grande de los Borrachos del Tablón, los vi irse por el puente de Udaondo muy rápido con sus bombos. La relación entre la barra y el resto de los hinchas es para hablar largo. Cambiaron mucho los cabecillas en la última década. Algunos alientan y organizan pero otros se paran durante los noventa minutos como si efectivamente estuvieran en un boliche, de brazos cruzados y trabados. No está muy claro de qué se ocupan, más allá de vigilar. Al lado de esa gente, muchas veces incluso viendo a este River que se iba a pique, fui parte de una fiesta que los ignoraba. Los chalecos de gremios que se cagaron a tiros varias veces juntos en el paravalanchas como si nada. Esa es la barra, es verdad, ¿para qué generar nuevos mitos que, si rascas un poquito, se caen a pedazos? Conducen pequeños grupos, manejan las banderas, ensayan una coreografía inicial y sugieren canciones. El resto va por la suya, lucha su entrada y transpira en la tribuna. Sugieren dijimos porque cada vez más la mayoría se rebela contra los insultos. Ya se vio en el primer partido en el Monumental contra Chacarita que ahora las canciones surgen de otros rincones.
Hay un cambio en la subjetividad de millones de hinchas y en la cancha, se vive. Primero, casi nadie insulta a los jugadores, apenas sucedió cuando nos fuimos a la B y de todos lados se respondió coreando “soy de River”. Segundo, una obviedad: el River de estos años se contrapone claramente al de la década triunfal que coincidió con el menemismo. River cada vez gana menos y cada vez alienta más. River –nosotros sus hinchas, los que respondemos por él- ahora sabe que en la vida hay que luchar, que hasta los grandes pueden caer y que habrá que reconstruirse desde abajo. Depende de nosotros. Nadie vendrá a salvarnos. Eso esperamos además porque nos gusta la épica.
River empezó a cambiar de piel y a discutir la teoría de las hinchadas que nos odian antes de descender. Salió primero en recaudaciones en 2008, cuando quedó último en la tabla y Boca primero. Lo dice clarito una canción yeta pero cierta: “No alcanzan las tribunas, no alcanzan las entradas, le demostramo lo que es River en la mala”. Un hit. Empezamos a corearlo contra Godoy Cruz o All Boys y no ganamos más. 
En la calle se ve que River es un equipo cada vez más popular. ¿Alguna vez fue distinto? Probablemente no, pero hay un acelerado proceso de plebeyización. Barrios, lugares, caminos que andamos donde antes veíamos más camisetas de Boca que de River. Ahora es al revés. En cambio, muchos hinchas de Boca sufren el cerrojo que Macri puso para entrar a la Bombonera. No pueden reconocerlo, hacen bien incluso, pero es así. River es un sentimiento cada vez más potente en los sectores populares y ahora que estamos en la B va a ser todavía más fuerte. ¡Para qué vamos a mentir! 

Discutir el estudiante (III)

 Por Coudet Chacho

El Estudiante no habla de Sociales, ni de sus organizaciones, ni de la UBA. El estudiante habla de la política, o mejor dicho, de una forma de hacer política. Seguramente la empatía que genera, como ustedes bien dicen, los lugares y caras conocidas para los que vamos a la UBA puede ser uno de los motivos por los que “se festeje El Estudiante”. También esnobismo, quizás el famoso boca en boca. Puede ser todo eso, e incluso alguna cosita más. De todos modos, prefiero hacer como si eso no pasara.
La película muestra a la política como algo técnico, como algo completamente desideologizado y vacío. Nadie habla de ideas ni de problemas. Allá se habla de gestión, de cargos, de plata, de poder. Es una política completamente burocratizada, donde lo que se busca es hacer carrera, no importa a qué precio. Sobre esas prácticas ya se dijo mucho, quizás no lo suficiente, pero mucho. Lo que no sé es cuántas veces se relacionó esta forma política con los jóvenes, con la famosa militancia de la juventud. Quizás, sin la intención del director, vaya por ahí la particularidad de El Estudiante.
Hoy a la mañana pude enganchar un ratito a Pablo Hupert en la radio. No llegué escuchar mucho, pero hubo algo que me gustó y me quedó. En un momento Hupert dijo algo así como que el Estado no tiene sólo el monopolio del ejercicio de la violencia legítima (como decía Weber), sino también otro monopolio: el monopolio de hacer polis. Tiene el monopólico poder de construir sociedad, de construir política. El Estado delimita los límites del juego y dice qué es político y qué no, dice qué es militancia y qué no.
Hoy podemos decir que la “juventud” es militante. Un día salió a la calle y hubo algo que renació. No lo digo yo, lo dice 6-7-8. Necesitábamos fuerza, fuerza fresca, y apareció la de los jóvenes. La fuerza de los jóvenes. “La Walsh, el Mate, La Vertiente, En Acto, Prisma, La Juntada, Contrahegemonia” dice en la película esa pedorra voz en off. La juventud de hoy levanta banderas, marcha, canta consignas y hasta está en la legislatura. Renace en ellos el setentismo, esa fuerza que los ’90, Tinelli y el sushi nos habían robado, y que hoy, aparentemente con la muerte de Kirchner, florece de nuevo.
El problema es que el setentismo, como es lógico, ya no es lo que era. La militancia que en los ’90 había quedado fuera del estrechísimo límite del juego político, encontraba entonces sus fuerzas en prácticas políticas de algunas décadas atrás. La recuperación de los setenta implicaba una lucha contra los discursos hegemónicos, contra la fiesta de la desideologización. Una disrupción, un laburo político fino, sutil, que buscaba tocar la fibra que permitiera hacer trastabillar a esa línea invisible que impone el Estado.
Hoy pasa otra cosa. La militancia que lucha contra el fantasma de la dictadura, por los desaparecidos y los DDHH es la que se impone desde todos lados como modelo. Sale en la tele, en los diarios y en los afiches de campaña. Es un setentismo reciclado que respira una historia musicalizada con un volumen aturdidor. Un pasado que no deja escuchar otras historias y, lo que es peor, no deja escuchar lo que está pasando.
De mi experiencia en Sociales tengo a la Franja más como un mito lejano que de repente cayó en la toma del 2010 a ver qué onda, que como algo más concreto de todos los días. En mi vivencia cotidiana la rosca, el aparateo desde arriba, y toda esa política asquerosa está más representada por las agrupaciones kirchneristas que por las de la Franja. De hecho, apenas salí de ver la película me vino a la cabeza un recuerdo del año pasado, de algo que me habían contado después de la toma del ministerio. Al rato de haberse reunido y negociado con las autoridades de la universidad, los estudiantes que habían ido a la reunión nos comentaron con asombro la familiaridad del trato que había entre esas autoridades y los militantes de algunas agrupaciones “anti-toma”. La relación que hice fue simple: juegan a lo mismo. Son esas agrupaciones que, entre frase de Walsh y del Che, saludan con un “compañero” al decano, y después intentan liberar a la patria con un torneo de playstation (estación de poder).
Entonces, ¿qué es lo que se festeja del estudiante? Se festeja, en principio, una película que evidentemente moviliza. Una película que habla de la militancia podrida y estéril que existe en las instituciones y predomina en muchas de las organizaciones políticas. Pero no sólo eso, y acá es donde para mí está lo distinto, El Estudiante habla de la juventud militante que uno tiende a imaginar fresca y genuina. Después de la muerte de Kirchner y el supuesto florecer de los jóvenes, me pregunto, ¿qué se festejará cuando se festeja la militancia de la juventud? ¿De qué se alegran los que festejan la burocratización masiva de los jóvenes?  ¿De qué se alegran los que festejan el regreso vacío de un discurso que supo ser disruptivo? Quizás sean éstas las preguntas que animan la fiesta de El Estudiante. O al menos eso prefiero pensar.

Discutir el estudiante (II)

El Estudiante y la real-politik

 por Juan Pablo Hudson

No encuentro una manera posible de iniciar una lectura de la película El Estudiante que no empiece –paradójicamente- por su final: ese No estentóreo que enuncia Roque, el protagonista principal de esta historia, ante la propuesta de su ex jefe político de reinsertarse, a través de una tarea urgente, en la rosca institucional universitaria; pero si ese No que afirma con tanta contundencia Roque tiene un peso sobresaliente es porque -por lo menos en Rosario y así parece en Buenos Aires- fue acompañado por un inmediato y cerrado aplauso del público que estaba presente en la sala.
Me quedé en la butaca tratando de asimilar esa masiva aprobación de un final que me había resultado tan explícitamente moral como pedagógico. Ya en mi casa, leí en Internet una crítica en un diario nacional en la que se destacaba la creación, por parte del director (Santiago Mitre), de una “ética y estética a las que podría definirse como “realismo idealista””. Tal como suele ocurrir con los autores en ciertas oportunidades, Mitre afirma en una entrevista en el mismo diario algo que la película nunca muestra ni parece interesada en mostrar: “(…) hay mucho prejuicio en torno de la militancia estudiantil, que a muchos les parece que es pura agitación, mientras que hay un nivel de discusión política muy interesante, más que en otros ámbitos; es un plano donde se habla de política en estado puro, el 90 por ciento no está en busca de los cargos, y todavía se puede discutir de política por el placer de hacerlo”.
El testimonio de Mitre nos otorga claves de lectura de ese oxímoron que surge del supuesto “realismo idealista” que encarnaría la película: por un lado, un idealismo romántico del director en la caracterización del nivel de la discusión política universitaria, que, salvo en secuencias muy mínimas, no aparece en la película. Situación, por cierto, que no hubiera sido deseable que se planteara bajo este tinte mítico que, según parece indicar, si no es por cargos, la discusión política es por mero placer. Cualquier malestar que pueda provocar el enfoque de El Estudiante no implica de ninguna manera una defensa ni exaltación del mundo político que transcurre en los recintos universitarios, sea en la facultad de Sociales de la UBA o en una sede de la Universidad Nacional de Rosario, aunque tampoco su esquematismo ni reduccionismo. Por el otro, como relato único que aparece en pantalla, un realismo bien coyuntural que se desprende (más allá de las intenciones del director) de ese No final acompañado de aplausos que cierra la película. Un No  que es menos la negación de la política –o la afirmación de la antipolítica- que la admisión de que no habría, en definitiva, otra alternativa posible (a las de las roscas en –y para- las altas esferas del poder, las aceptaciones pasivas de la verticalidad, las pujas institucionales, los consensos y alianzas amargas pero imprescindibles, etc.) si lo que se intenta es la construcción de una política real, concreta, en mayúsculas, que no es más que aquella que se dispone a asumir la gestión y el control de las instituciones estatales. Este enfoque realista asume y se emparienta con cierto sentido común hegemónico (incluidos el de determinados sectores juveniles) que determina y cierra en muchos casos el panorama y las apuestas políticas en la actualidad. Las otras imágenes posibles de la política se resumen, desde la exigua perspectiva de la película, en las bravuconadas troskistas que pueden tener cierto protagonismo estudiantil pero que no van a lograr mayores adhesiones que las obtenidas en los pasillos universitarios, el fin de la militancia para sumergirse en la vida profesional/familiar (opción que parecería asumir hacia el final una Paula decepcionada y enojada), o en un purismo ingenuo, abstracto, asambleísta, que no roza –ni a va a rozar- el poder real.

La política de Laclau

Por Ernestina Tolli de Arenales

Una lectura de los diarios del fin de semana nos muestra a un Laclau vivito y coleando. Su tesis capital es que al haber fracasado el “pronóstico marxista” de una homogeneización progresiva de la sociedad, hay que pensar una fórmula política más compleja para nuestras sociedades: “la construcción de un modelo de cambio requiere que esta estructura heterogénea sea articulada políticamente de una manera central”. Cuando en el proceso de esta articulación de demandas insatisfechas se produce un enfrentamiento entre dos campos estamos ante la emergencia de un “populismo” (que en nuestro país es “de izquierda”). He aquí lo que conviene tener en cuenta como corazón de esta filosofía “gramsciana” de Laclau a la hora de leer a continuación sus conceptos e iniciativas para la coyuntura actual.  
–¿Qué características debería tener el nuevo mandato de Cristina Kirchner que anticipan el resultado de las primarias y ratifican las encuestas?
–El afianzamiento de las líneas trazadas durante el segundo mandato kirchnerista. El primero fue importante, pero el segundo especialmente tuvo una serie de medidas prácticas, como la Asignación Universal por Hijo y la reforma del régimen jubilatorio, que están cambiando la óptica desde la que se percibe la política argentina. También deben conformarse fuerzas política nuevas al interior del kirchnerismo. Su propuesta política rompió con varios límites que traía su matriz histórica, el peronismo. Hay que avanzar en esa línea (El programa que Laclau le sugiere a Cristina es claro: ms derechos sociales, ruptura superadora del kirchnerismo respecto del peronismo, renovación del viejo sueño de la “izquierda nacional”).
–¿Sigue siendo el kirchnerismo una fuerza política construida desde la transversalidad?
–Evidentemente la transversalidad es un principio que hay que afirmar. Pero no tiene que ser una transversalidad desde arriba. Por construir desde arriba nos ligamos a (el vicepresidente, Julio) Cobos. Se trata de una transversalidad más bien de base. Y, desde ese punto de vista, me parece que el proceso está bien encaminado. Martín Sabbatella es un ejemplo. Viene de la izquierda, sigue siendo de la izquierda, pero al mismo tiempo se inscribe dentro de la matriz histórica de la ruptura kirchnerista en 2003. Hay que multiplicar este tipo de experiencias (Por arriba también Vudu, Scioli y Capitanich… ¿cómo profundizar la “ruptura”?).
–Hay una clara apuesta del kirchnerismo a la juventud. ¿Puede decirse que este grupo poblacional reemplazó a los movimientos sociales protagonistas de la construcción política kirchnerista de 2003?
–Sí. Son fuerzas que antes no habían participado del espacio público y que están empezando a hacerlo desde el kirchnerismo. Tengo muchas esperanzas respecto de lo que La Cámpora puede llegar a representar en la vida política argentina en los próximos años. (Interesante. Las esperanzas de Laclau van mutando. Partimos de los movimientos sociales, y nos alegramos de que sean sustituidos por la “juventud”. Luego reducimos el amplio campo de la “juventud” a la Cámpora. Resultado: las expectativas en la ruptura descansan en la Cámpora… ehjem…Ernesto…)
–¿Por qué el inicio de la participación política de esos sectores se dio desde el kirchnerismo?
Los otros espacios políticos no han representado ninguna voluntad de cambio en el país. ¿Qué cosas nuevas vinieron de (la titular de la Coalición Cívica, Elisa) Carrió, del radicalismo, del resto de las agrupaciones opositoras? Ninguna ha generado un proceso novedoso. Del otro lado está la izquierda tradicional, que tampoco ha representando un proceso de cambio. La real izquierda en el país es el kirchnerismo (Y así se va delimitando la crítica política, con exclusiva referencia al campo de la representación y el sistema de partidos como única verdad, LA REALIDAD).
–¿Y el surgimiento del Frente Amplio Progresista (FAP)?
–(El gobernador de Santa Fe y candidato a la presidencia por el FAP, Hermes) Binner representa una centroderecha decorosa. De él puede llegar a venir una oposición real al kirchnerismo. Será la próxima segunda, aunque débil, fuerza política del país. Si con el paso del tiempo empieza a haber sectores que no estén contentos con el Gobierno, el FAP podrá alimentarse de ellos. (El jefe de Gobierno porteño, Mauricio) Macri también puede ser una oposición real. No descuento una alianza entre ambos para el futuro, cosa que hoy es impensable.
–El reclamo de los pueblos originarios por sus territorios es un ejemplo de demandas no resueltas por el Gobierno.
Las demandas de los pueblos originarios no fueron respondidas puntualmente, pero tampoco son centrales para la estructuración de la política. (Está claro, Ernesto… Lo importante es “la estructuración política, no?”. Muy ilustrativo este razonamiento. Nos permite comprender mucho de lo que podemos esperar de la “ruptura” que se propone…)
–¿Es momento de que el kirchnerismo empiece a pensar en un sucesor?
–En primer lugar hay que ver si Cristina no puede ser reelecta, si no se modifica la Constitución. Sé que a ella no le gusta que se mencione el tema, pero me parece que una democracia real en Latinoamérica se basa en la reelección indefinida. Una vez que se construyó toda posibilidad de proceso de cambio en torno de cierto nombre, si ese nombre desaparece, el sistema se vuelve vulnerable. En Brasil la transición no ha sido fácil. No obstante, el kirchnerismo ha producido cuadros excelentes: Agustín Rossi, Carlos Tomada, Amado Boudou. No van a faltar sucesores (…)

Laclau Reload (Lobo aúlla)

Dos iniciativas para difundir por toda la región sudamericana estas propuestas de Laclau se anuncian estos días. Por un lado un programa de TV, Diálogos, dirigidos por el pensador, que va a emitirse por Canal Encuentro. Ya hay grabadas cesiones con Toni Negri, Gianni Vátimo, Horacio Gonzalez, Stuart Hall, Etienne Balibar, Jacques Ranciere, Chantall Mouffe y Jorge Aleman. Las filmaciones fueron hechas en Paris, Londres y Buenos Aires.      
Por otro lado Tiempo argentino anuncia la salida de la revista Debates y combates, dirigida por el mismo Laclau, prevista para el mes de noviembre. En el número inicial hay artículos de Macró del Pont, Eduardo Rinessi un dialogo de Laclau con Etiénne Balibar.  

Mapa del nuevo sentido común progre

por Oscar Guerra (acodado en la Barrica)
Uno. El nuevo sentido común progresista
Asistimos a una inédita beatitud. No era así ayer nomás, dos años antes. El denominado campo cultural pareciera plegarse al entrenamiento de un nuevo sentido común progresista -nuevo en su gubernamentalismo, su afán de gobernar-; un pensamiento de la cultura que usa como legitimación a la política (“la política”), a la vez que se da la inversa, la cultura legitimando a la política (comillas). En el extremo –o ni tanto-, la política y la cultura como marca distintiva.
El modelo de politicidad de esta nueva progresia es la adhesión. La adhesión puede ser declamativa o preactiva (quieromilitar@hotmail.com).
Ante las encerronas de la época, comparemos con lo desconocido. Mientras mapeemos un poco lo que hay. No hacer un plano de las posiciones actuales. Hacer un plano escracha tu posición en el sentido de que mecaniza un panorama y cuando llega el turno de definir tu posición, lo haces con la misma mirada tosca y distante con que esquematizaste las posiciones de la hora. Es por eso que muchos amigos y compañeros, sobre todo los que tienen cierta experiencia, se ofuscan cuando trazan estas visiones de la perspectiva macro. Uno queda en un lugar choto, pero porque se constituye discursivamente en el régimen expresivo de esa enumeración fría.
Hay empero mapas que pueden hacerse sin necesidad de altura, sin panorama ni suponer quietud del espectro. Una constelación -no visual sino- táctil. El dibujo de una escena de tensiones. Una escena donde la información nos llega transmitida por todo lo que nos toca, que es, obviamente, una harto pequeña parte de la sumatoria de relaciones sociales, pero, empero, es un montonazo de cosas diversas entre si. No hay una o unas formas de relación que detenten propiedad –o sea posición privilegiada- de la afectación informante. Los vasos comunicantes de la afectación son de la más alta complejidad. Y eso ya es no estar atrapado en tu vida.
Como una caricia: erotiza porque se toca mucho más que lo que literalmente se toca, o mejor dicho, es un tocar que siente más que lo que toca.
Un golpe puede enseñar –ojo-, pero un golpe demasiado sacudón, en cambio, te desorienta, y perdés tu mapa.
No por nada los ciegos, salvados de la verificación policial de la vista, van dando golpecitos. Y leen –¡la información mayor!- acariciando, palpando.
Mapa, de lo que se hace sentir. Para eso hablamos: hablamos de las cosas que están pasando. De lo que pasa, vemos más planos si ponemos en común los matices de la afectación. Lo que duele, y lo que entusiasma –lo que duele alerta o deprime, y nada gusta sin entusiasmar.
Dos. El neoconservadurismo.
A la vez, este modelo de politicidad adhesionista, en una paradoja solo aparente, se encuentra componible con una especie de neoconservadurismo artístico. El arte elitista no es solo el que esta hecho para elites, sino el que separa al artista del que no lo es. La religión del arte. Con sus capsulas ilustradas (mas petulantes o mas pedagógicas), se encuentra ahora en una alianza de hecho con este modelo de practica artístico-cultural (el guión, como siempre, es lo impensado) donde la política es un sello legitimador, y el mecanismo de satisfacción de politicidad, la adhesión. Alianza: en el punto de que en ambos hay ausencia de una imagen especifica para la politicidad propia de la práctica artística.
La reposición de la política es consustancial con la reposición del Estado –mirando en principio el discurso de tales reposiciones. Por ese motivo, este nuevo sentido común triunfante en el mundo cultural, repone parámetros de valoración entre las estéticas, arrogándose una mecha que dividiría las aguas. Porque este ensamble, entre arte común progresista y neoconservadurismo (sobre todo en las decisiones de gestión), se nutre de un alzamiento ante el cualquierismo.
Tres. El cualquierismo
El cualquierismo, en principio, es efecto del ocaso de la potencia del Estado de instituir valores diferenciales efectivos, de su potencia de imprimir a cada punto social una representación de si mismo, articulando un código –estatal- de traducibilidad, cofuncionamiento y valor de las cosas. El cualquierismo así entendido, como efecto de la fragmentación de representaciones, no compuestas en un plano de sentido integral, fue el carnaval de la diferencia indiferente de los noventa.
Porque cualquierismo no es libertad e igualdad. En el cualquierismo hay jerarquías, en la medida en que la valorización mercantil, la verdad performativa del Valor, es ella misma el régimen de legitimidad del cualquierismo. Lo que funciona –detenta precio e imagen- es cierto.
Ante el cualquierismo, entonces, algunas instituciones de lo vetusto volvieron a gozar de halo progresista, recuperaron vigencia giros neoconservadores, para que exista el Arte. Son procesos que se inscriben en la ingenua declamación de humanismo del Estado ante el “puro mercado”.
Este neoconservadurismo, ante el mercantilismo, y ante la infinitud imaginal mediática, se aferra a un sistema de circulación del arte, y del pensamiento cultural, que es, en si mismo, un sistema de producción (porque si como decía Barón Biza, ignorar es el modo espectacular contemporáneo de destruir, mecanizar una visibilidad es producir). Un sistema de producción que presupone una cadena de verdades, o mejor, de fuentes privilegiadas, sitios privilegiados, para la verdad. Es conservadurismo porque guarda las distinciones apriorísticas entre el buen arte y lo cualquiera; es neo porque toma para si la tradición de las vanguardias, como corpus -toma en realidad cualquier cosa, que haya demostrado no ser cualquier cosa. El neoconservadurismo venera y alecciona. Su politicidad es medio iluminista y medio aristocrática, y su práctica, trascendentista y jerarquizante: arte de los que saben, cosa seria, cerrajeros del futuro.
Cuatro. Repaso y cinismo
Decimos nuevo sentido común progresista porque es nuevo en su posición gobernante (o supuestamente gobernante: adherente). Su ideología tiene un arco de representaciones y un ideologema central, aunque no tan dicho, que pregona una vocación por el gobierno. Hay que gobernar. Es más: tenés que querer gobernar. Cualquier cosa que no quiera gobernar, es impolítica. Su estado anímico grupal, sin embargo, es la fiesta. Ese festejo es también una forma de mantener el calor en guardia para atacar a sus detractores, tanto los que creen en las transformaciones anunciadas y se oponen, como a los que dudan de la calidad de las evidencias que invitan a adherir (en esta guerra inmodificada de modos de vida, cada mundo tiene sus evidencias).
Adhesión, neoconservadurismo, cualquierismo… El cualquierismo no se formula preguntas sobre sus modos de producción, ni sobre el vínculo que tiene con su exterior. Ante la Verdad del Arte, el cualquierismo abre una brecha de indeterminación, que acaso remita a una emancipación, pero hoy, genuflexo ante el nuevo Espectáculo (¡del que todos somos actores, y mas, productores!), milita la indiferenciacíon de la vida (y es impolítico en ese sentido).
Otra vía fácilmente reconocible para los emplazamientos de la enunciación artística, es el cinismo. El cinismo dispara tiros que entran por los agujeros que el sentido común progresista ya tenia (por eso es mas burlón que agresivo).
Del cualquierismo se mofa de pasada –no sin cierta pena cierta-; y del neoconservadurismo tiende a sustraerse porque, al fin y al cabo, el cínico se ubica en un llano (en una fragilidad…), pero, a la vez, castra su capacidad de creación condiciones de enunciación de afirmaciones: la única verdad es el verdadero desierto; el cinismo es la razón que no hace nada. Pero hay que reconocer una cierta –baja- salud en el cinismo, esa razón que no hace nada: desconfía de las imágenes del hacer. Sobre todo, de lo que hoy se arroga el nombre de política.
Porque el horizonte de prestigio actual de la política, lo organiza una idea del «retorno de la política» que resulta aliada de una espectacularización, en tanto supone una separación entre la política y la vida, como si fuera una instancia separada en la que se puede o no «estar»: “meterse en política” define a la política como reducto Si querés militar, cliqueá acá. Esa política es el reducto de lo político, reduccionismo propio de una concepción apolítica de la política. En el sentido de supone que el cuerpo no forma parte de un plano donde se encuentran las puntas iniciales del hacer propiamente político (o sea el que produce cambios en las reglas de las relaciones sociales), y, entonces, hay que trasladarse e introducirse en la esfera propietaria de la política. Pensamos, claro, en la diferencia entra “la política” como la esfera destinada legalmente, orgánicamente, a la tramitación de los asuntos públicos -pero, por eso mismo, cómplice eterno de la subjetividad de la época-, y “lo político” como la dimensión, propia de la enorme maraña de intercambios de los cuerpos, capaz de modificar ese diagrama de relaciones.
Sentido común progregubernamental, neoconservadurismo, cualquierismo, cinismo; habría quizá, mas o menos entre nosotros, una quinta línea, de espacios (condiciones de enunciación afirmativa) que no se repliegan en sus vasos o en sus revistas o salas encumbradas, ni tampoco se dedica a la critica desmentidora del sentido común progresista-adhesionista; tampoco busca el modo de producir y sostener expresiones artísticas renunciando a toda idea sensible de relevancia histórica –o sea, a toda asunción de ignorancia del alcance de los propios efectos, ignorancia que devuelve la exigencia de encararlos con crédito mayor. Son escenas donde la creación artístico e intelectual implica la creación de entramados vinculares, mallas de sociabilidad que crean su lenguaje; zonas de autonomía organizada que no se remiten a criticar la institución retirándose, sino que forjan un modo de criticar, basado en invitaciones, formular y sostenerlas, un agite invitador, porque las invitaciones también son la violencia de la historia. 

Bolivia del TIPNIS: entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser

por Salvador Schavelzon (especial para Lobo Suelto!)

(Silvia Rivera sobre el conflicto en Bolivia)

 
Es fácil caer en el discurso paranoico de la traición y el engaño. Pero intentemos pensar el conflicto boliviano de la carretera por el T.I.P.N.I.S. (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure) desde la clave esquizofrénica de la complejidad[1]. No es que el gobierno del MAS no se haya alejado de viejos aliados, a quienes reprimió e intenta descalificar. Y tampoco que para imponer la carretera que piden las bases cocaleras no haya violado artículos de la Constitución. Se trata de presentar una lectura que repara en la incomodidad con que el gobierno de Evo lidia con sus propios fantasmas, es ambiguo y vive una crisis de plurinacionalidad, que mantiene algo de posibilidad. 

Para muchos Evo Morales es un farsante que utilizó la Pachamama y el discurso de la etnicidad para beneficiarse políticamente. El indianismo aymara de El Alto, el trotskismo de sindicatos docentes, el Mallku Felipe Quispe, la Media Luna hasta hace poco separatista, los mestizos liberales de las ciudades se regocijan con la coyuntura de la marcha como si estuvieran constatando lo que nos venían advirtiendo: “Evo no había sido indígena”, dicen, “Evo se sacó la careta”. Es el juicio incluso de los que no ven ningún problema con la carretera del desarrollo y que aprovechan para criticar al que para ellos nunca debía haber sido presidente. El direccionamiento de las críticas hacia Evo fue progresivo y en aumento, mientras antes solían frenarse en García Linera. Pero formas no petrificadas de ser indígena, pensado desde lo cholo, desde los intersticios y las combinaciones, continua claro para algunos, como Silvia Rivera, quien sabe de las formas transformacionales de lo indígena en Bolivia, aun cuando critique el “Estado prebendal-colonial” que Evo representa hoy[2]

El gobierno también recurre a las acusaciones de la conspiración y el engaño. Declaró que la embajada de EEUU y abogados vinculados a Sánchez de Lozada estarían detrás de la marcha. Acusó a los indígenas de tierras bajas –sus viejos aliados– de contrabandistas de madera, de financiados por el imperialismo, de conspiradores contra el gobierno popular. Anticipando este debate, García Linera –que llama a la marcha, “marcha de dirigentes”– sacó meses atrás un libro titulado “oenegismo, la enfermedad infantil del derechismo”, denunciando a quienes estarían por detrás de las decisiones indígenas. En sus páginas acusa de ser cómplices de intereses extranjeros y de la elite agroempresarial cruceña a las oenegés de donde salieron varios ministros del MAS, que contribuyeron en la redacción de la Constitución y que ahora apoyan a la causa del TIPNIS[3]. En la misma línea, criticando intereses contrarios a la soberanía nacional, quien firmó como ministro la nacionalización de los hidrocarburos en los primeros meses del gobierno de Evo Morales escribe ahora que la suspensión de la carretera muestra que Bolivia es el único país del mundo en que las oenegés tienen el poder. Soliz Rada atribuye hace tiempo a las oenegés la “invención” de una Bolivia falsamente indígena, y ve entonces la traición no en el proyecto sino en su no continuación[4].

Es que la otra mentira que ahora se estaría desenmascarando, junto con la identidad de Evo, sería la del Estado Plurinacional Comunitario, antes visto como amenaza al Estado de Derecho y riesgo de “etnocracia”, pero ahora como “mera retórica” y propaganda sin efectos en la realidad. Si Evo “no había sido indígena”, tampoco habría habido un Estado Plurinacional y debemos reinterpretar el proceso de los últimos años. El enfrentamiento del TIPNIS reconfigura el campo político y hace desaparecer un pasado reciente donde asistimos la asunción de Evo en Tiwanaku como líder espiritual de los pueblos indígenas del Abya Yala; la cumbre de Tiquipaya donde defendió la Pachamama contra el calentamiento global generado por la industrialización; la Constitución aprobada con reconocimiento a la justicia comunitaria con la misma jerarquía que la estatal; reconocimiento de derechos territoriales ancestrales; oficialización de todas las lenguas indígenas y la autonomía indígena, con su derecho a la autodeterminación. Hoy nos alejamos de eso a la velocidad de la luz, y pasa a no haber existido. Hay disidencias internas con renuncias de ministros y viceministros o expresiones como la de Pablo Solón, ex embajador ante Naciones Unidas y organizador de la cumbre de Tiquipaya que pide a Evo Morales coherencia con el “Vivir Bien”[5].

El lenguaje político también se modifica y por ejemplo el secretario ejecutivo de la CSUTCB (la central campesina) Roberto Coraite, declara que los indígenas del TIPNIS tenían que dejar de  vivir “como salvajes”, en un revival del discurso estatal etnocida con que la dictadura en los 60 impulsaba la colonización de tierras “vírgenes”. Son todas expresiones relacionadas con el sujeto político clave de este proceso. A diferencia de crisis anteriores, esta diluye la fuerza que había resultado de las luchas de los últimos años: la unión de indígenas y campesinos. El enfrentamiento de indígenas de tierras bajas con el gobierno y sus bases campesinas y colonizadoras, visualizado especialmente con una brutal represión del 25 de septiembre que buscó impedir la marcha dispersando a los marchantes, separan lo que un proceso de años de encuentros había acercado y combinado. Así, el conflicto del TIPNIS evidenciaría la ruptura política del Pacto de Unidad. El Pacto era el encuentro de las organizaciones campesinas (sindicatos del campo, CSUTCB y “colonizadores”) e indígenas (de tierras altas y bajas, CIDOB y CONAMAQ, hoy en la marcha). De sus discusiones había surgido la categoría política central de la nueva Constitución aprobada en 2009, las “naciones y pueblos indígena originario campesinos” que se construía mientras las organizaciones y constituyentes que la redactaban se negaban a poner comas que separasen dos identidades que en Bolivia se confunden y que representa a quienes juntos idearon el Estado Plurinacional.

La idea de que Evo Morales no es indio es la contra-tesis del Pacto de Unidad como combinación de horizontes políticos que nació del encuentro de migraciones, luchas y articulación política. Si las mayorías que votaron por el MAS no son más indígenas entonces los campesinos son desarrollistas, modernos y colonizados; y los indígenas son minorías con derechos especiales. Bolivia se vuelve, así, un país sin cosas fuera de lugar. Especialmente, un país sin mayorías indígenas que irrumpen en la política. Los indios vuelven a la selva en sus territorios y la política a los partidos y sindicatos. Así pierde sentido la idea de Plurinacional, concepto que buscaba inventar algo más allá del multiculturalismo y el Estado Colonial, sostenido antes en el campo social que como forma jurídica. Sin las tesis del Pacto de Unidad cobra fuerza la posición que defendía la derecha en el proceso constituyente: lo indígena es marginal y Bolivia se explica desde el un mestizaje entendido como síntesis acabada y definitiva de identidades que da lugar a un ser homogéneo nacional. Lo indígena se transforma en folclore y adorno. El propio Evo Morales respondía hace poco lo que ciertos periodistas del diario de la clase media progresista querían escuchar: “Ese denominativo de primer presidente indígena viene del pueblo y de comentarios de analistas. Yo nunca me consideré como primer presidente indígena, pero sí como primer presidente sindicalista”.

Mi lectura esquizoanalítica antes que paranoica trabaja con la hipótesis de que, en lugar de “mera retórica”, “ilusión”, “simbolismo”, “cálculo político” y “falsedad”, había algo cuando se hablaba de descolonización, la plurinacionalidad, la posibilidad del ayllu hoy incluso en las ciudades, o en conceptos que permitían pensar más allá del capital y del Estado, quizás no a partir de lo que decían sino de los silencios que de alguna forma entraron en la Constitución y mantenían su potencia en el proceso de forma inmaterial y no escrita, a pesar de los recortes, revisiones y aclaraciones que la oposición pudiera introducir también en el texto de la Constitución. Eran las ideas que venían de antes y que nacían del encuentro entre lo minoritario con lo popular, a contramano de las dicotomías modernas, poniendo nerviosos a los abogados del pensamiento estatal y, en definitiva, posibilitando “otros mundos” y “otras voces” que hablaron en el proceso boliviano. En ese sentido no diría que Evo Morales “no había sido indígena”, en el sentido de que nunca lo fue y que engañó a todos, como piensa la razón moderna que sólo admite indios como folclore petrificado sin voz política. Diría solamente, y de paso atendiendo a la regla de la autoadscripción, que Evo Morales “no está siendo indígena”, mientras un vector político aleja rápidamente indígenas y campesinos, sepultando el proceso constituyente y el Pacto de Unidad.

La represión cerca de Yucumo, el 25 de septiembre, es producto y productora del escenario de la separación: la salida del gobierno fue la policial, diferente a otros momentos del proceso en que la solución política vino de mano a la movilización. La distancia abismal creada estos días no puede negarse. Pero en ese caso tampoco se trataría de traición o engaño: siempre el gobierno fue claro en su proyecto industrializador, de unidad nacional contra el separatismo en alianza con los militares, de construir un Estado de Bienestar apoyándose en la burguesía nacional. El proyecto político del MAS no se aleja del pragmatismo que domina los otros países de la región. Lo que en Bolivia es diferente es que hay más de un proyecto en juego. Por eso se aprobó una Constitución que busca superar la forma república, considerada colonial, que propone el “Vivir Bien” como alternativa al desarrollo capitalista, que va más allá del derecho a minorías étnicas y busca encontrar formas políticas acordes a un país mayoritariamente indígena donde de distintas formas lo comunitario no es retórico ni declarativo.

Algo de lo que llevó hasta el proceso constituyente y la elección de Evo también se demostró estos días y por eso la complejidad antes que engaño y automatismo estatal para explicar el conflicto. La represión fue durísima y expresa mucho de la cabeza colonial de los que venían a descolonizar especialmente en lo que se refiere a asumir formas estatales de resolver problemas, pero las reacciones del gobierno que vinieron después pueden significar que todavía hay ambigüedad, culpa, y espacio político para pensar en los marcos del Pacto de Unidad. Declararon que no habían mandado a reprimir y que fue responsabilidad de los policías; suspendieron la obra de la ruta por el Territorio Indígena y Parque Nacional, como meses antes el “gasolinazo”, mostrándose abiertos a escuchar la calle. No es aun una victoria de la marcha, porque el parlamento buscará darle aire a la carretera con un referéndum en los departamentos que para nada puede verse como sustituto de la consulta que no se hizo a los pueblos involucrados. Pero la política indígena se fortalece y se entreabren escenarios que no serían los de la separación. Evo Morales podría ser nuevamente el presidente indígena de un Estado Plurinacional, y no el moderno, el desarrollista campesino de la identidad mestiza nacional[6].

Otro elemento de la explicación por la vía de la esquizofrenia, que es la de pensar al gobierno del MAS como parte de un campo de lucha, es el canciller Choquehuanca. Es el ministro indígena, además de campesino, con vínculo con las organizaciones que formaron el Pacto. Defiende el Vivir Bien. Se dice que fue mandado a negociar con la marcha con la intención de quitarlo de ese lugar de respeto que conserva. Celos internos lo habrían mandado a decir que la carretera se haría. Dicen los que participaron, sin embargo, que no habló como los otros ministros que anteriormente negociaron y se entreabría un verdadero diálogo cuando lo llamaron para que vuelva a La Paz. En una nueva visita, el día 23, fue invitado a marchar como forma de romper el bloqueo. Aparentemente fue una decisión espontanea de mujeres indígenas que lo agarraron de la remera para que acompañe, y fue clasificada por el gobierno como toma de rehén, dando lugar a la represión del día 25.

El juego de encontrar discusiones internas puede ser un laberinto sin salida. El debate es más bien si podemos hablar aún de tensiones creativas en Bolivia, como escribió el vicepresidente hace unos meses, o si se trata de contradicciones profundas, como piensa Raúl Prada, su ex compañero de Comuna. La pregunta que está abierta es si sigue siendo posible pensar desde el Pacto de Unidad, articulación política que institucionalmente no existe más pero que expresa el lugar político desde donde se pensó la Constitución. El 12 de Octubre habrá una manifestación masiva en La Paz de las bases campesinas del MAS. Al mismo tiempo se fortalece un bloque en las ciudades sensible a lo ecológico y solidario con los indígenas pero no necesariamente anti-capitalista. Habrá diálogo cuando la marcha entre a La Paz. Serán nuevos escenarios para medir si se fortalece la separación, si Evo Morales seguirá nunca habiendo sido indígena, y si se entierran las banderas de la plurinacionalidad; o si se mantiene en pie un proyecto construido por indígena originario campesinos a partir de la diferencia y la descolonización.



[1] La información sobre la marcha y el conflicto se consigue en: http://www.marcha.ftierra.org/, http://www.indigena.erbol.com.bo/, http://www.bolpress.com/ además de los diarios, los grupos de facebook, http://www.isiborosecure.com/index.html, http://madalbo.blogspot.com/ y http://www.fobomade.org.bo/
[2] Silvia Rivera participa estos días de una vigilia a favor de la marcha junto a mama Tallas de CONAMAQ. Ver su opinión de estos días: http://www.youtube.com/watch?v=yCqVJNnefcw&feature=share  
[4] Andrés Soliz Rada “Avance decisivo de las ONG en la captura del poder”. Disponible en: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011100303 También los que defienden la marcha tienen argumentos nacionalistas, contra el subimperialismo brasilero y el proyecto vial de IRSA, entendido como plataforma a servicio de la expansión del capital.
[5] Pablo Solón “Debe haber coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos”. Disponible en: http://cmpcc.org/2011/09/29/debe-haber-coherencia-entre-lo-que-decimos-y-lo-que-hacemos/ Dos disidentes son importantes plumas estos días: ver Raúl Prada (ex constituyente y viceministro) “La Orden” http://horizontesnomadas.blogspot.com/2011/10/la-orden.html?spref=fb y Gustavo
Guzman (embajador en EEUU) “Un sombrerito de paja para el Canciller” http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011100402 Junto a ellos dos otros intelectuales firmaron meses atrás un manifiesto por la reconducción del proceso. Otro de los firmantes es Alejandro Almaraz, ex viceministro de tierras y muy activo sumándose a la marcha y no descartando crear una alternativa electoral al MAS. Ver el manifiesto, que sirve también para entender la coyuntura del gasolinazo: http://rebelion.org/noticia.php?id=131653
[6] Raúl Zibechi escribió en La Jornada, mientras se iniciaba la marcha, algo así como que con la marcha de 1990 se abre el proceso y con la del TIPNIS se cierra. Estos días, sin embargo, reconoce a Evo Morales como el único presidente que en los últimos años ha pedido perdón a quienes se oponen a sus proyectos, y que en Bolivia todavía es posible que los de abajo decidan. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=136593&titular=la-obstinada-potencia-de-la-descolonización-

Entrevista a John Holloway

“La cuestión no es tomar el poder, sino romper con la lógica del capital”
Por Gabriela Moncau y Julio Delmanto

– El libro Cambiar el mundo sin tomar el poder tuvo una gran repercusión y una serie de críticas. Una de ellas fue la de que no había propuestas. Su nuevo libro Agrietar el Capitalismo. El hacer contra el trabajo (Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2011), parece desarrollar teorías de cómo caminar en dirección de un cambio del mundo sin tomar el poder. ¿Cómo fue el recorrido entre estos dos libros?
– Tienen razón cuando dicen que hubo muchas críticas a Cambiar el mundo sin tomar el poder. Una de las principales fue el hecho de que el libro termina diciendo que bueno, no sabemos cómo cambiar el mundo sin tomar el poder. Y la respuesta a esas críticas es que es claro que no sabemos. No sabemos cómo hacer la revolución, si supiésemos ya la habríamos hecho. Lo que sabemos es que las tentativas del siglo XX fracasaron y de esos fracasos podemos aprender que es necesario concebir la revolución de otra forma. Pero no tenemos respuestas. Parte del repensar la cuestión de la revolución es justamente partir del hecho de que no sabemos cómo hacerla, por eso necesitamos pensar, discutir. Pero más allá de eso, decir que no sabemos, porque si yo digo que sé cómo hacer la revolución, parto del presupuesto de que yo tengo que explicarte a ti cómo se hace, lo que implica una política del monólogo. Si decimos que no sabemos, entonces se hace necesaria la conversación, eso implica una política del diálogo, horizontal y, yo supongo, más honesta. Recibí muchos tipos de críticas. Algunos decían “qué absurdo, qué locura, está absolutamente equivocado”; otros decían “estoy totalmente de acuerdo, no quiero entrar en la sucia lógica del estado, de la conquista del poder estatal. Pero entonces ¿qué hacemos?” Entonces, el nuevo libro es un poco una tentativa de avanzar con una respuesta en este sentido, una respuesta que es al mismo tiempo una pregunta.
– ¿Señala caminos para la ruptura con el capitalismo?
– Realmente, la cuestión de la ruptura es central, queremos romper con la lógica del capitalismo. Y queremos hacerlo de miles de formas diferentes. Vamos a crear espacios donde no vamos a reproducir la lógica del capital, donde vamos a hacer otra cosa, tener otros tipos de relaciones, desarrollar actividades que tengan sentido para nosotros. Entonces, el problema de la cuestión de la revolución, en lugar de ser cómo tomamos el poder, es: ¿cómo rompemos con la lógica del capital?
Para mí, el ejemplo más obvio es el de los zapatistas. A partir del momento en que se cruza hacia adentro de su territorio hay una señalización que dice “aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. Se trata de la creación de un espacio con otra lógica. Pero si comenzamos a pensar en eso, vemos que no son solamente los zapatistas, son también radios comunitarias, centros sociales, comunidades o municipios autónomos, en fin, una serie de rupturas que no son necesariamente territoriales, pueden también referirse a una actividad, como las protestas estudiantiles contra la introducción de la lógica del mercado en la educación. O puede darse también en la relación entre marido y mujer, o con los hijos, tratar el amor como una tentativa de crear una relación en la que no se acepta la lógica capitalista de la ganancia y la mercancía. La única forma de pensar la revolución es en términos de esos espacios o momentos que se pueden concebir como grietas en el tejido social de la dominación capitalista. La única forma de pensar en la revolución es en términos de creación, multiplicación y expansión de esas grietas, porque ellas se mueven, son dinámicas. Y esta respuesta es también una pregunta, porque hay muchos problemas a resolver.
– Decís que cualquier teoría radical de cambio tiene que partir de una teoría de la crisis. ¿Por qué?
– Me parece que una teoría crítica, una teoría revolucionaria, no es una teoría de la dominación. Buena parte de la teoría de la izquierda nos dice todo el tiempo que somos una sociedad dominada por el capital, por el dinero, por el consumo. Bueno, eso ya lo sabemos, es obvio. El hecho de que vivimos en una sociedad de dominación clasista, en una sociedad injusta, eso es perfectamente obvio. El problema no está en discernir eso, en entender la dominación, sino en entender la fragilidad de la dominación, la posibilidad de romper con la dominación, este es el punto de partida de la reflexión critica anticapitalista. Comenzar entendiendo el capitalismo en términos de su crisis, su fragilidad, y no de su poder.
– ¿Y cómo entiendes el concepto de identidad? ¿Por qué defendés la “anti-identidad”?
– Si comienza con la negatividad, el no, entonces eso implica que está pensando que el mundo en el cual vivimos no es el mundo verdadero. El mundo verdadero es el mundo que todavía no existe, es el mundo que podría existir. Estamos pensando más allá de lo que existe, de lo que somos. Entonces yo soy más de lo que soy. Me parece muy importante pensar la revolución a partir de la ruptura de las identidades. Por ejemplo, pensemos una vez más en la lucha zapatista: nunca dijeron “somos un movimiento indígena”, dijeron “estamos luchando por la humanidad, estamos yendo más allá de esa identidad”. Creo que eso es importante, pues muchas lucha identitarias acaban volviéndose conservadoras.
– Pero ¿es posible romper con esas categorías partiendo de esa misma identidad, como el movimiento negro o el movimiento de las mujeres?
– Es claro que tenemos que comenzar desde donde estamos. Sí, muchas veces la afirmación de la identidad en movimientos como esos es la afirmación que desafía. Una afirmación negativa. Una afirmación que dice “usted no me ve, pero aquí estoy, ¿que va a hacer?” Y eso va claramente en contra de lo que actualmente existe. Pero si me quedo en eso y nada más, el movimiento se transforma fácilmente en algo excluyente y conservador. Los zapatistas podrían haber dicho desde el principio “somos un movimiento indígena, vamos a luchar por nuestros derechos en cuanto indígenas”; mucha gente los interpreta de esa forma, incluso el gobierno. Pero sería un movimiento que nos excluiría, ¿no es cierto? Es claro que queremos que los indígenas conquisten un mejor lugar dentro de nuestra sociedad, pero finalmente no se trata de esto, se trata de romper con las estructuras actuales, de pensar en un movimiento contra el capitalismo, contra la sociedad actual.
– Y, dentro de la teoría de las grietas, ¿cómo funcionaría la idea de unidad? ¿Considerás que sería necesaria una unidad entre las muchas grietas?
– No, unidad no. Creo que sería importante una confluencia entre las grietas. Que las grietas se conecten. Tal vez no sea una buena metáfora para Brasil, pero podemos entender la idea de las grietas imaginando un lago congelado: estamos intentando romper el hielo, arrojando piedras al lago. Se crean agujeros y grietas, rajaduras, ¿no es cierto? Y del otro lado también están arrojando piedras y por otro lado también, que es un poco lo que está pasando hoy. Va formándose una multiplicidad de grietas que a veces se expanden y otras veces se regeneran, de manera que el agujero puede congelarse otra vez. Pero si las grietas se juntan, se hacen mayores, más potentes. A veces se juntan, se separan otras veces. Yo pienso el movimiento de las grietas como un proceso que incluye coincidencias, pero que no deben ser impuestas a partir de una perspectiva particular. Si yo estoy aquí desde este lado del lago arrojando piedras y veo que usted está haciendo lo mismo de su lado, no tiene ningún sentido que le diga que debería estar aquí conmigo. Es necesario reconocer que las personas están intentando romper el hielo del capitalismo de muchas formas diferentes y tengo que respetar que usted esté ahí. Y respetar implica criticar, una confluencia es importantísima, el diálogo.
– ¿Entonces pensás que la idea tradicional de unidad de la izquierda es equivocada?
– Sí, esa idea acaba siendo muy destructiva. Es imposible y tampoco es deseable. Porque queremos crear una sociedad donde podamos hacer lo que nos gusta, lo que queremos, lo que tiene sentido para nosotros, una sociedad heterogénea. El argumento de las grietas es que no tenemos otra opción que no sea comenzar por la particularidad. Estamos aquí, cada cual en su lugar, y tenemos que movernos a partir de ahí. Ustedes podrían decirme “no, lo que necesitamos es la unidad de la izquierda. Tenemos que movernos a partir de un centro y pensar en la totalidad a partir de un programa nacional, global”, lo que sea. Eso, en primer lugar, me parece que no es realista. En segundo lugar, abre las puertas para la burocratización del movimiento y, en tercero, implica una represión a muchos movimientos reales que existen por todos lados. Creo que es exactamente lo contrario: en lugar de pensarnos a partir de la totalidad, tenemos que comenzar a partir de nuestra particularidad y confluir. No juntándonos de forma que se imponga una línea política unitaria.
– Escribiste que el pensamiento y la práctica revolucionaria tienen que ser necesariamente antifetichistas. Queremos que hables un poco de eso. ¿Cómo sería una práctica revolucionaria que tenga eso como central?
– El capitalismo es un sistema que no está controlado por nadie. Ni por los capitalistas, ni por los gobiernos. Es un sistema de relaciones sociales donde quien domina son las cosas. El dinero, el capital, las fuerzas cosificadas. Entonces, la revolución es un proceso que, necesariamente, en primer lugar, pasa por entender lo social como nuestra creación cosificada o fetichizada y, en segundo lugar, es un proceso de desarrollo de formas de determinar eso social. En ese sentido, pienso que la crítica en el sentido marxista es una tentativa de desfetichizar esas relaciones y restaurar la creatividad humana en el centro del universo social, digamos.
– Hacés también una crítica a las explicaciones del fracaso de las revoluciones del siglo XX que siempre se asocian a los conceptos de ideología, hegemonía o falsa consciencia. ¿Podría explicar eso?
– Bueno, el problema con la idea de falsa consciencia o hegemonía es que sugiere la idea de que hay alguien que tiene la conciencia que no es falsa. Y que, por lo tanto, sería responsabilidad de esa persona enseñar a los otros y mostrarles el camino. Eso me parece absurdo y catastrófico desde el punto de vista político. Si pensamos, no en términos de conciencia correcta o justa, sino en términos de fetichización, la idea es que las formas con las cuales existen las relaciones sociales en el capitalismo van generando ciertas apariencias, ciertas ilusiones reales, y todos estamos viviendo dentro de eso. Todos estamos dentro de ese mundo fetichizado, al mismo tiempo que lo estamos criticando, teóricamente o en la práctica. Y la idea de que podría haber personas que existen por encima de esa fetichización simplemente no tiene sentido. Creo que tenemos que comenzar reconociendo lo que ya existe, entonces, no es cuestión de construir el partido, de construir algo que no existe. Yo creo que hay que comenzar diciendo que ser revolucionario y anticapitalista es la cosa más común del mundo, todos somos eso de alguna forma. Es cuestión de ir pensando en cómo podemos promover la confluencia y el reconocimiento mutuo de esas rebeldías.
– Críticos de su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder dicen que es anti-histórico o a-histórico. ¿Cuál es su respuesta a esas críticas?
– Me parece que la crítica se hace de diferentes formas. A veces, sobre todo del lado trotskysta, dice que no, que hay que entender el fracaso de las revoluciones del siglo XX en términos de stalinismo o en términos de dirección política, de las características especiales de cada caso. Eso me parece equivocado, no es realmente la historia, es como una construcción de una forma de no pensar. Un segundo punto sería que hay que entender la revolución no como la realización de la Historia y sí como la ruptura de la Historia; existe una tradición que dice que la Historia está de nuestro lado, que nos va a llevar al comunismo; me parece que no es así, hacia donde nos está llevando la Historia realmente es hacia la aniquilación total, entonces el problema es cómo pararla. Hay una cita de Walter Benjamin donde plantea básicamente la idea de que estamos en el tren de la Historia y el problema no es cómo llegar a la estación sino como tirar del freno para que pare y nos bajemos. Y, en tercer lugar, tal vez yo comparta un poco la crítica, en el sentido de que sí es importante localizar históricamente esta idea de cambiar el mundo sin tomar el poder, entender que el concepto de poder era parte de una constelación histórica en la cual la lucha anticapitalista era la lucha del trabajo contra el capital. Creo que este concepto está en crisis y que está surgiendo otro concepto de la lucha anticapitalista, que ya no está centrado en la toma del poder y no está centrado en la idea de la lucha del trabajo contra el capital, sino en la de que la lucha anticapitalista es necesariamente la lucha contra el trabajo y, por lo tanto, contra el capital, contra el trabajo abstracto alienado. Y contra, por lo tanto, todo ese mundo de fetichización que surge de la centralidad del trabajo alienado. El argumento de Agrietar el CapitalismoEl hacer contra el trabajo, es que ese movimiento de las grietas debe ser entendido como la rebeldía, como la revuelta del hacer –o trabajo concreto- contra el trabajo abstracto. Entonces, realmente, lo que todas esas grietas están diciendo, de diferentes formas, es que el movimiento es contra el trabajo abstracto y alienado, un movimiento por otro tipo de actividad aquí y ahora y no solamente después de la revolución.
– Incluso cuando la lucha del trabajo contra el capital se encierre dentro del capitalismo y por lo tanto no traiga consigo la respuesta o la revolución, ¿cree que esas luchas pueden ser consideradas también grietas?
– Yo creo que todas las luchas son contradictorias. La lucha por mejores condiciones de trabajo puede ser, o es normalmente, al mismo tiempo una lucha por mejores condiciones y una lucha contra las condiciones existentes, una lucha de gente que dice “somos más que trabajadores, somos humanos, queremos respeto por nuestra dignidad”. Entonces la lucha siempre está traspasando los límites.
– Una característica del capitalismo es su capacidad de transformar todo en mercancía, incluso sus críticas. Esto ciertamente es un riesgo para las grietas. ¿Cómo pueden escapar a esa incorporación al sistema?
– Yo encuentro que esa es una lucha constante, si vemos todas las experiencias de grietas, todos los movimientos autónomos, todas las protestas que todo el tiempo están buscando formas de no dejarse reintegrar al sistema. No hay una fórmula mágica. Pienso dos cosas. En primer lugar, para mí la negatividad es muy importante, hay que pensar todo el tiempo “bueno, comenzamos con ese grito contra el mundo existente”, realmente un “no!”, y hay que tener presente eso todo el tiempo. La otra cosa es que hay que moverse todo el tiempo, ir moviéndose y cambiando todo el tiempo. El capital es un proceso que corre atrás de las rebeldías, por eso ellas tienen que ser más rápidas que él, inventando nuevas formas de organizarse, de expresarse.
– ¿Y cómo ves a Cuba? ¿Creés que también es una revolución que fracasó?
– Cuba es una pregunta que siempre trato de evitar, pues es un símbolo tan importante en América Latina y obviamente no es la Unión Soviética, no es China, no es la misma cosa. Yo creo que todas las revoluciones son procesos contradictorios, siempre hay una tensión entre la revolución como movimiento de autoorganización y autodeterminación, por un lado, y un movimiento de gente que quiere cambiar el mundo y la sociedad en beneficio de otros, por otro lado. Si pensamos en la revolución como movimiento de autodeterminación, esto lleva a formas de organización autodeterminantes, como asambleas, consejos, etc. Si pensamos en la revolución como movimiento en beneficio de otros, entonces esto lleva a la forma estatal. Son diferentes formas de política: por un lado, sería una política de diálogo, una política anti-verticalista; por otro lado, una política del monólogo, verticalista. Y el intento de cambiar el mundo en beneficio de otros puede llevar a beneficios reales y concretos para mucha gente, pero termina siendo una forma de organización que excluye a esas personas. Yo creo que en todas las revoluciones hay un conflicto entre esas dos perspectivas, en el caso de la revolución rusa está muy claro que la perspectiva estado-céntrica aplastó el movimiento consejista o soviético muy rápidamente.
– ¿Pensás que es el mismo caso en los que se llaman “procesos de cambio” aquí en América Latina, o sea, en las experiencias en Bolivia, Ecuador y Venezuela?
– Sí, Ecuador también, pero Bolivia y Venezuela son los ejemplos más importantes, claro. Si miramos la revuelta de Bolivia de diciembre, el gasolinazo, vemos las dos cosas: por un lado, la tendencia a aplastar el movimiento real de la revolución y, por otro, la negación del movimiento que todavía existe, diciendo que no, no pueden hacer eso. En Venezuela también, de otra forma, me parece que las dos tendencias todavía existen. Pero en el caso cubano realmente es el estado el que domina. Supongo que la política del monólogo también se expresa en el número de horas de monólogo de los líderes políticos…
– ¿Cómo evalúa el estado de la lucha zapatista en el México de hoy, después de más de quince años del levantamiento de 1994?
– Primero está claro que el levantamiento zapatista cambió el mundo. Cambió el mundo para nosotros que vivimos en México, pero también para la izquierda en todo el mundo. Primero simplemente por el hecho de que se levantaran cuando parecía no haber más lugar para levantarse, pero también por el hecho de replantear toda la cuestión del significado de la revolución. La otra cosa es que me parece que hay un cambio en la subjetividad zapatista después de 2001. En el sentido de que después de los acuerdos de San Andrés, en 1996, la campaña y el movimiento zapatista tenían como objetivo la aceptación y la implementación de estos acuerdos, y después de 2001, de la Marcha del Color de la Tierra, después de que vinieron a la Ciudad de México y se puso en evidencia que el gobierno no iba a implementar los acuerdos, ellos dijeron, después de un silencio: “vamos a ser nosotros los que vamos a hacerlo”. Me parece que hay un cambio muy importante, porque dejan atrás la política de demandas, la política de exigencias al gobierno. Desde 2001 prácticamente dicen no vamos a pedir nada, no vamos a exigir nada, no tiene sentido exigir nada al gobierno, aprendimos eso, nosotros somos los que vamos a realizar los cambios, entonces vamos a asumir la responsabilidad, nosotros vamos a implementar nuestro sistema de educación, de salud, etc. Eso significa un replanteamiento del movimiento zapatista, en la forma en que yo lo entiendo: el centro ya no está en la comandancia sino en las comunidades, porque son ellas las que están implementando estos cambios. Y eso crea la impresión de que realmente no están haciendo gran cosa, porque simplemente lo están haciendo, ya no están exigiendo, ya no están emitiendo comunicados como antes. Pero me parece que, al mismo tiempo, el proceso real de transformación es bastante profundo, con todas las dificultades del mundo. La Otra Campaña procura estimular una confluencia de muchos movimientos en México, me parece que la idea fue excelente y que tuvo un poco de éxito, aunque no tanto como queríamos.
– Mucho se dijo que un rasgo característico del movimiento zapatista es que sería un movimiento que elabora su propia teoría. ¿Cómo analiza la teoría zapatista?
– Yo diría que no hay una teoría zapatista. Creo que a través de sus comunicados y a través de sus prácticas obligaron a las personas a repensar de forma fundamental toda la cuestión de la revolución, toda la cuestión de la teoría, del lenguaje, de cómo expresarse, etc. Eso me parece muy importante. Es claro que hay ciertos temas que ellos enfatizan mucho, que son muy importantes, como el “mandar obedeciendo” o “preguntando caminamos”, etc. Pero, si me piden que diga cuál es la teoría zapatista, yo no podría hacerlo.

El “otoño americano”: ocupando Wall Street



El 15 de octubre mucha gente se lanzará a las calles contra el asalto financiero que está llevando a la bancarrota de la vida social, la obliteración de la democracia, la destrucción de las estructuras sociales y el crecimiento de la violencia.

La resistencia está organizándose en todas partes, pero aún no está claro si será capaz de detener el asalto financiero y contrarrestar sus efectos. Como el enemigo es desterritorializado e indiscernible, como un cáncer que devora la mente y el cuerpo social, las formas de lucha tradicionales resultan ineficaces.
La alternativa parlamentaria hace tiempo que dejó de tener sentido, desde que la izquierda renunció a constituir un agente de cambio. Siguiendo el ejemplo de Obama, Papandreu y Zapatero se rindieron, aceptando los términos ruinosos del Banco central Europeo (BCE) y la izquierda italiana se lanza por el mismo sendero.
La resistencia se actualiza a través de la experimentación.

En América, “Ocupemos Wall Street” ha comenzado un proceso de movilización masiva e indetenible. El “Frente de Liberación del Conocimiento” impulsa un proceso común de organización del trabajo cognitivo precarizado en el área euro-mediterránea.
 Debemos prepararnos para un proceso a largo plazo de autonomización de la cultura social y de producción comunitaria, el cual crecerá a partir de la catastrófica agonía del capitalismo, y crear instituciones destinadas a la auto-organización del intelectual colectivo, en vista de la duración de la dictadura de las finanzas y el alcance de su acción devastadora.
La “Escuela Europea para la Imaginación Social” (SCEPSI) es el núcleo del proceso de proliferación de la autonomía del conocimiento a partir del capitalismo financiero, y el comienzo de un proceso tectónico de auto-organización, por encima y más allá del alcance de la presente catástrofe.
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 KAFCA
knowledge against financial capitalism

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El “otoño americano”: ocupando Wall Street




El domingo por la mañana se empezó a sentir el otoño en Nueva York. En el parque Zuccotti en el sur de la ciudad, debajo de lonas y mantas que cubrían colchones inflables y bolsas de dormir, se asomaban cabezas con gorros y pies con calcetines gruesos. Despertaban los ocupantes de Wall Street. Algunos barrían el parque, organizaban la comida que han recibido como donativos en una sección que parece un pequeño mercado, o comenzaban a desplegar sus pancartas, principalmente denunciando la corrupción del sector financiero y las desigualdades generadas por el sistema económico que beneficia a una minoría. “Somos el 99%, que no lo tolerará más”, dicen los manifestantes.

Se ha criticado al movimiento por su falta de coherencia, de demandas específicas o de propuestas. A 18 días del inicio de la “ocupación”, el movimiento ha ido evolucionando y expresando su mensaje más claramente. Aunque no todos duermen en Wall Street, el movimiento ha crecido de decenas a cientos y hoy algunos medios de comunicación calculaban que hasta 15,000 marcharon en Nueva York. Las protestas se han extendido a otros estados. Frente a quienes los acusaban de ingenuos e inexpertos, los jóvenes han mostrado una gran capacidad de organización, desde su sistema para transmitir mensajes por medio de un eco en el que un grupo repite las frases del orador principal, hasta su agenda diaria, su asamblea general, su vinculación con otros grupos en todo el país, y su página web, que incluye transmisión de video en vivo. Hoy, mientras caminábamos por la tercera avenida, uno de los estudiantes me comentó: “aquí hasta las marchas inician puntualmente”.


Los temas principales de este movimiento que se precia de no tener un líder ni una sola agenda, también se han ido esclareciendo. En el fondo hablan de un malestar con el sistema económico y político y las desigualdades que ha creado, la falta de oportunidades para los jóvenes, los efectos de la crisis en la educación y otros servicios públicos afectados por recortes presupuestales, y la corrupción que permite que los responsables de la crisis financiera sigan sin pagar las consecuencias. Si bien el movimiento no tiene una propuesta o una solución, está abriendo un diálogo “desde abajo” sobre el estado de la democracia en Estados Unidos. Desde esta perspectiva, los “ocupantes de Wall Street” identifican un vínculo directo entre sus acciones y las demandas y formas de protesta pacífica de los movimientos que constituyeron la primavera árabe y el verano europeo.

Al movimiento se han unido cada vez más voces, sobre todo, de sindicatos y organizaciones de trabajadores, grupos religiosos y organizaciones comunitarias con nuevas demandas y agendas. El tema de la migración también está presente. En una propuesta de 13 demandas publicada en la página web, aparece el tema de “fronteras abiertas” para permitir que todos puedan trabajar y vivir en donde quieran. Aún más, según el autor, si se cumplieran todas las demás demandas económicas de su manifiesto, generarían tal cantidad de empleos que sería imposible llenarlos sin una política de fronteras abiertas. Este tipo de argumentos, que algunos consideran idealistas o poco prácticos, son los que han llevado a los críticos a descartar al movimiento. Ojalá la discusión sobre migración en el contexto de este movimiento no se quede ahí. Otras voces dentro de la marcha de hoy hablaban sobre la discriminación en contra de los trabajadores migrantes, el clima anti-inmigrante, el racismo, la explotación de los indocumentados que beneficia a las grandes corporaciones y a las empresas. “Esto no es sólo sobre Wall Street, es sobre cómo el gobierno nos ha fallado y continúa violando los derechos de los trabajadores, deportándolos, separando a las familias, y dejando que la gente muera en la frontera sin crear alternativas…”, decía un joven con un mensaje en inglés y en español sobre un pedazo de cartón: “no hay seres humanos ilegales”.
En los primeros días yo también veía al movimiento con escepticismo y reservas. Tras visitar el parque Zuccotti, platicar con los estudiantes, y marchar con ellos, me emociona y me inspira la convicción y la energía de estos jóvenes universitarios y las posibilidades que se abren a partir de este activismo y las conversaciones que está generando.
Que siga el eco de su proclama: “enséñenme cómo funciona la democracia: ASÍ es como funciona la democracia”. Ocupemos Wall Street. Ocupemos todo. Ocupémonos.

#OccupyWallStreet o la bendita metamorfosis

por Ángel Luis Lara
(especial para Lobo Suelto!)

“Venimos para quedarnos”. El mensaje es exhibido por una simpática señora de unos setenta años. No es una joven e irrendenta activista. Es, simplemente, una señora de setenta años. La acampada del movimiento #OccupyWallStreet en el corazón del distrito financiero neoyorquino supera las tres semanas de existencia y ya no es la misma. Desde que arrancara el pasado diecisiete de septiembre se ha transformado. En sentido inverso a lo que le sucediera al Gregorio Samsa de Kafka, la metamorfosis se ha producido desde el ser extraño a la persona común. Como si las lluvias torrenciales caídas en Nueva York la semana pasada hubieran ayudado a enjuagar la inercia inicial hacia lo identitario, el lastre de lo ideológico, la supremacía de los significantes y la lógica activista tout court#OccupyWallStreet ya no es el mismo movimiento. Sin embargo, su existencia se debe en gran medida a la decidida obstinación de los apenas doscientos activistas que han mantenido el campamento contra viento y marea desde su inicio. La metamorfosis de #OccupyWallStreet posee una naturaleza eminentemente incluyente: todos y todas formamos parte de ella. También la mayoría de los que compartimos pesimismo en las calles del distrito financiero de Nueva York ante el evidente fracaso inicial de la convocatoria el pasado diecisiete de septiembre: lejos de irnos a casa y de abandonar el barco, cada uno y cada una ha aportado su granito de arena como ha sabido, como ha podido y como ha aprendido durante estas semanas. Ese es el milagroso efecto del 15M y de los movimientos en el Mediterráneo: nos hemos imbuido de una extraña y maravillosa energía, una especie de determinación colectiva que no nos abandona. Estamos aprendiendo que, a diferencia de los partidos o las instituciones, los movimientos no tienen miedo a las transformaciones, a los cambios o a los gerundios. Ser movimiento es estar en movimiento. Sabíamos que se trataba de romper la burbuja inicial, de cambiar. Parece que, poco a poco, entre todos y todas lo vamos consiguiendo: hace unos días decenas de miles de personas tomaron el sur de Manhattan al grito de #OccupyWallStreet!. El pasado mes de julio el colectivo de cultural jammers Adbusters lanzaba la convocatoria y vaticinaba que veintemil personas tomarían Wall Street. Nos equivocamos estrepitosamente aquellos que subestimamos sus previsiones. Adbusters tenía razón, a pesar de Adbusters. No ha sido en la fecha prevista, pero ha ocurrido tres semanas después.
Tras el diecisiete de septiembre proponíamos un relato parcial de los inicios del movimiento y de la problemática disonancia observada entre lo esperado y lo realmente acontencido aquel día en Nueva York. Lo que sigue son nuevas notas de viaje. Tal vez ayuden a trazar mapas actuales del movimiento y de sus mutaciones. Entre límites probables y potencias posibles. Entre decidida obstinación y bendita metamorfosis.

Movimiento y efecto mariposa
Es cierto que uno no cambia si no está dispuesto a cambiar. Ocurre a veces, sin embargo, que elementos fortuitos y azarosos modifican hasta tal punto la coyuntura que habitamos que no nos queda más remedio que cambiar. Si además hablamos de un proceso abierto e indeterminado, como es el caso del movimiento #OccupyWallStreet, el dibujo necesariamente caótico que va trazando con su devenir subraya la relevancia de lo azaroso. Ese es el principio que orienta el denominado efecto mariposa: “dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes” (Wikipedia). Mientras los partidos y las instituciones se llevan mal con el azar, los movimientos sociales lo convocan constantemente. En este sentido, #OccupyWalStreet ha vivido una especie de efecto mariposa. La aparición de un input externo ha producido una importante variación que ha modificado su suerte: al igual que sucediera en Madrid y Barcelona con el movimiento 15M, la policía se ha aliado involuntariamente con #OccupyWallStreet y le ha dado vida de manera determinante. Las imágenes de los centenares de arrestos indiscriminados e injustificados, así como la dureza y la violencia exhibida por las fuerzas policiales en su relación con el movimiento, se han replicado masivamente en Internet y en medios de comunicación, afectando a los sectores más progresistas de la sociedad estadounidense y generando la aparición de un reseñable campo de empatía. El contraste entre la violencia policial y el carácter decididamente pacífico de #OccupyWallStreet ha funcionado como un campo magnético que ha atrapado no sólo la atención sobre el movimiento, sino también los afectos. Ni uno solo de los responsables del desastre económico desatado desde Wall Street ha sido detenido y procesado. Casi novecientas personas han sido arrestadas desde que el movimiento ocupara Liberty Plaza el pasado diecisiete de septiembre. El contraste se ha hecho sencillamente insoportable para mucha gente.
En realidad, ese contraste ha desembocado en una cadena sucesiva de inputs que están en la base del crecimiento y de la positiva evolución del movimiento. La secuencia es sencilla: la violencia policial injustificada atrae a los media, que atraen a algunos personajes públicos con influencia en importantes sectores de la opinión pública local y mundial (Michael Moore, Susan Sarandon, Tim Robins), lo que intensifica el interés de los media, lo que desemboca en que, finalmente, la izquierda le conceda importancia al movimiento y quiera asociarse a él. Bingo. Ya no estamos solos. No sólo todo el mundo nos está mirando, sino que muchos no se conforman con mirar y quieren participar activamente: error en el código fuente del activismo tout court y delnos-otros que hasta ahora había definido y conformado el movimiento. El proceso reclama la abolición de la diferencia entre el nos y el otros. No hay un adentro y un afuera. Somos el 99%. Todos cabemos en #OccupyWallStreet. No se trata de una sentencia definitoria, sino de una posibilidad real. Ese es ahora el gran reto.

Argonautas en Liberty Plaza: ¿una vez en el Kula, siempre en el Kula?
Mientras el movimiento era solamente cosa de activistas la ocupación de Liberty Plaza estaba poblada fundamentalmente por Argonautas: Nueva York no está en el Pacífico Sur, pero#OccupyWallStreet descansaba en una lógica muy parecida a la que Bronislaw Malinowski describiera en 1922 en su clásico Los Argonautas del Pacífico Sur, en el que daba cuenta de las formas de intercambio entre los pobladores de la provincia neoguineana de Milne Bay. Según el célebre antropólogo polaco, la institución fundamental de ese intercambio era el Kula, una práctica de interacción social que descansaba en el trueque de objetos sin valor de uso alguno. Esa carencia de utilidad como base de las interacciones parecía haberse transportado por arte de magia hasta Liberty Plaza. Era algo que llamaba poderosamente la atención en los primeros días de acampada. Más allá de las actividades concretas de logística, proliferaban prácticas y lenguajes que, en realidad, nadie estaba muy seguro de que sirvieran realmente para algo. Como en el Kula, lo que los activistas poníamos en juego era una suerte de ritual que, lejos de disolvernos, acentuaba nuestros lenguajes, nuestras estéticas y nuestro sentido particular. Afortunadamente, esa lógica se ha visto limitada por la llegada masiva de personas y de diferencias, lo que parece estar contribuyendo decisivamente al debilitamiento del ritual activista, orientando necesariamente el movimiento hacia la producción de espacios operativos y de herramientas útiles para la participación activa de todos y todas. Es un proceso lento, plagado de problemas y de tensiones, pero ya se han dado los primeros pasos. Han aparecido mesas de información, foros públicos, pequeñas asambleas, tablones de anuncios. Valores de uso concretos. Herramientas. Bye bye Kula, hello people.
Quizá lo más interesante del proceso es que ha sido simplemente una frase la que se ha constituido en el elemento más decisivo de la derrota del orden Kula: “We are the 99%”. Jesús Ibáñez mantenía que el orden social es siempre del orden del decir. La hegemonía de la frase “We are the 99%” en el conjunto de los eslóganes del movimiento ha modificado la suerte de éste por lo menos en dos direcciones: por un lado, ha funcionado como un enunciado evidentemente incluyente que ha hecho que la gente común se sienta interpelada y se acerque al movimiento; por otro lado, nos ha obligado necesariamente a abrirnos y a devenir ese 99% que declaramos ser. Se trata de una frase reversible: We are the 99% ha conectado hacia afuera y ha modificado hacia adentro. Ahora, cuando alguien exhibe un comportamiento sectario, reproduce un lenguaje ideológico o hace una propuesta excluyente, basta con decirle “no, es que somos el 99% de la gente”. Es muy probable que sigamos sin convencerle, mucho menos que consigamos que deponga su actitud, pero lo que sí es incuestionable es que ahora está en fuera de juego. La semántica determinando la materialidad de las prácticas. ¿El mundo al revés? No, puro sentido común. Puro sentido hacia lo común.

El nieto de César Vallejo en Wall Street
No obstante, el fin de la supremacía del orden Kula y de las lógicas con escaso valor de uso no ha arrastrado consigo el cierto desorden que a ratos emerge en Liberty Plaza, dificultando notablemente los procesos incluyentes y de participación en el movimiento. Hay una anécdota que ilustra esta decisiva dificultad por encima de otras. Una de las noches que nos dieron las tantas entre la charla, la lluvia torrencial y la conspiración, o sea, el respirar juntos, unos pocos acabamos entre cervezas en el O’Hara’s, un pub cercano en el que uno tiene siempre la sensación de haber entrado en el set de rodaje de The Wire y que en cualquier momento se va a topar con el bueno de McNulty y el ínclito Moreland ahogando en alcohol sus miserias y sus frustraciones. Allí, sentado en la barra y borracho como una cuba, encontramos a un chico muy joven, solo y desolado, a todas luces parte de los heróicos y pasados por agua acampados en Liberty Plaza. Al preguntarle inquietos por su estado de ánimo y lo evidente de su soledad, el joven nos contó que se había sumado al movimiento porque quería ser poeta. Tras leer en Internet que en el campamento de #OccupyWallStreet existía una asamblea de poetas, lo que es efectivamente cierto, no lo había dudado ni un instante y había cogido su saco de dormir y sus poemas y se había instalado en Liberty Plaza desafiando a las autoridades, a las lluvias ingentes de esos días y a los fríos nocturnos. Después de que evocáramos inevitablemente al gran Vallejo (“Wall Street madrugada de jueves un otoño con aguacero”), el chico continuó su amargado relato: llevaba cinco días con sus cinco noches recorriendo la plaza como alma en pena preguntando sin cesar por la famosa asamblea de poetas, sin haber podido encontrar interlocución alguna capaz de orientarle sobre la dichosa asamblea. Quedamos desolados. Si el movimiento no estaba siendo capaz de ayudar a un joven en su deseo de ser poeta, algo estábamos haciendo rematada y dramáticamente mal.
Ese tipo de desorganización, quizá difícil de evitar en una experiencia de ocupación de un espacio público tan precaria como la del campamento de Liberty Plaza, puede estar dificultando relativamente la integración de la gente en la dinámica del movimiento. Parte del problema seguramente tenga una naturaleza cultural: entre los amigos y las amigas españolas que estamos viviendo juntos #OccupyWallStreet no deja de llamarnos la atención la dificultad que encuentran los estadounidenses para hacer sociedad, para componer en común. Es una sensación muy parecida a la que genera la serie Treme: todos los personajes son sujetos de una suerte de insubordinación molecular y cotidiana, pero al final siempre acaban solos y sin poder afrontar sus problemas en colectivo. Es, muy probablemente, una violenta consecuencia antropológica de la desestructuración social originada por décadas de extremo neoliberalismo, ligada estrechamente a la profunda atomización que caracteriza la vida social en Estados Unidos. Desde este prisma, resulta evidente por qué entre muchos de los participantes en #OccupyWallStreet se observa una tendencia a concebir el sentido de la experiencia en Liberty Plaza como un acto de resistencia: seguramente pueden imaginar fácilmente la posibilidad de defender una plaza tomada, pero quizá tengan dificultades para concebir la creación de un mundo dentro de ella, no digamos la idea de que la plaza se pueda disolver para empapar toda la ciudad. Desde este punto de vista, no es de extrañar que el movimiento se defina explicitamente en su página web como un movimiento de resistencia (“Occupy Wall Street is leaderless resistance movement (…) The resistance continues at Liberty Square”). Houston, tenemos un problema.
Izquierda y opinión pública
A veces, cuando uno escucha a alguno de los activistas que pernoctan en la plaza o conversa con alguno de los jóvenes que componen el comité de cocina o el media center, no puede evitar tener la sensación de estar frente a uno de los personajes de Muchachada Nui: el mítico Cabeza de viejo, cuerpo de joven. Una aparente y relativa predisposición hacia la repetición de lo existente relcionada seguramente con dos de las diferencias sustanciales entre #OccupyWallStreet y el 15M.
La primera de esas diferencias es que mientras que el movimiento en España demuestra unos niveles reseñables de desconfianza y de rechazo hacia lo instituido, el movimiento en Nueva York reconoce la alianza con las instituciones de la izquierda como una clave sustancial de su estrategia. Es cierto que la situación en España y el contexto estadounidense tienen poco en común en este sentido, pero no es menos cierto que en una coyuntura local tan dura como la actual, hecha de Tea Party y de extrema apatía generalizada, el hecho de que #OccupyWallStreet esté consiguiendo movilizar el disenso y obligando a la izquierda a recomponerse, es ya en sí mismo una conquista de un mérito incuestionable.
La segunda de las diferencias entre #OccupyWallStreet y la fenomenología asociada al 15M viene determinada por el contraste entre un movimiento que hace del anonimato su herramienta más potente y otro que convierte la presencia de personajes públicos en una de sus bazas más significativas. Mientras que en la Puerta del Sol de Madrid ni se reclamaba ni se veía necesaria la presencia de personajes famosos, no se puede entender el impulso que ha tomado #OccupyWallStreet sin la presencia de personalidades como Michael Moore, Susan Sarandon, Tim Robins o Naomi Klein. En el fondo, y a pesar del “We are the 99%”, lo que subyace es una cierta incapacidad por parte del movimiento para desactivar la categoría de opinión pública a la hora de pensar a la gente. La centralidad de los personajes famosos como representaciones del movimiento no sólo podría ser susceptible de colocar a la gente en el papel de público, sino que seguramente puede resultar problemático a la hora de desaprender definitivamente la supuesta existencia de un adentro y de un afuera de Liberty Plaza. Si no somos capaces de desprendernos por completo de esa dicotomía, por mucha simpatía que seamos capaces de generar, corremos el riesgo de concebir a las personas como espectadores. Hace unos días un amigo me decía: “nos hemos ganado a la gente”. Yo me acordé de Fernando Gaviria, un ex-guerrillero brasileño que en uno de sus libros cuenta una anecdota muy interesante: en medio de un viaje clandestino a Río de Janeiro, un taxista le reconoció y le dijo: “yo sé quién es usted y le admiro mucho. Ustedes son como los astronautas, hacen cosas que todos sabemos que hay que hacer, pero que ninguno nos atrevemos a hacer”. Gaviria entendió inmediatamente que si la gente los veía como astronautas, ya habían perdido. Seguidamente abandonó la guerrilla.
De lo conquistado
Sin embargo, y pese a que los viajes al espacio puedan constituir un peligro posible para el movimiento neoyorquino, afortunadamente todavía no hemos visto ningún astronauta en Liberty Plaza. Nada de lo que allí sucede implica la necesidad de un atrevimiento desmedido e impracticable. Conversaciones, bailes, asambleas, juegos para niños, picnics improvisados sobre la acera, talleres y reuniones constituyen actividades participables por el común de los mortales. Como decía un amigo hace unos días a voz en grito y subido a una de las jardineras de la plaza: “no tenemos que convencer a la gente, nosotros somos la gente”. “El 99%”, le contestó un señor mayor que aplaudía sus palabras.
Pese al cúmulo de límites con los que seguramente contamos, #OccupyWallStreet ya no es el mismo movimiento que arrancó durante el verano. Mucho menos aquella cita paseada por unos pocos cientos de activistas el pasado diecisiete de septiembre. Ahora el movimiento es de las personas. Más de los gerundios que de los adjetivos. Su máximo logro es el hecho mismo de su existencia: Liberty Plaza representa la reconquita de la sociabilidad, la posibilidad de poner en común, el bloqueo de la soledad. Por eso lo primero que uno percibe al entrar en la plaza es una suerte de alegría contagiosa, una emoción difícil de explicar. Algunos neoyorquinos han comenzado a llamarlo “el milagro de estar juntos”. Eso ya no es la indignación, es mucho más. Eso ya es otra cosa.

Gruner no se manduca el caramelito

por  Ernestina Tolli de Arenales
(Especial para  Lobo Suelto!)


Durante el domingo 9 de octubre, nuevo cumple del asesinato del Che, sale publicada esta entrevista que Tomas Forster hace al profesor Eduardo Grunner, autor del monumental e imprescindible La oscuridad y las luces (2010), premio nacional de ensayo. Como es ya costumbre, hemos decidido participar de algunos tramos esencial de esta conversación, sobre todo porque nos encantan los Intelectuales que hacen Política hablando de la Coyuntura!


–¿Qué escenario dejaron las elecciones primarias?

–Personalmente, estoy muy contento con los resultados porque han contribuido a clarificar la situación. Ahora sabemos que la llamada oposición no sirve para nada (Eso es verdad). La oposición es absolutamente anacrónica y demostró que ni siquiera puede representar los intereses de los sectores más conservadores. Los sectores dominantes del poder económico parecen haber hecho bien las cuentas y comprendieron que es absurdo pensar, más allá de los tironeos y conflictos que van a seguir, que este gobierno pretende perjudicar sus ganancias (Gran Verdad…). Las cosas hay que juzgarlas en esos términos, sabiendo qué límites y posibilidades tenés frente a la coyuntura. Incluso el llamado “campo” terminó admitiendo que tan mal no le fue y que hicieron buenos negocios (Tampoco le fue mal en la batalla política contra una parte del gobierno, no?. En todo caso, una parte de la dirección del campo quedo fuera del acuerdo que el gobierno le planteó a la clase como tal). Uno puede calificarlos de oportunistas, pero esto supondría pensar que alguna vez tuvieron principios (risas).
–¿Considera que el relato moralizante y reducido a una denuncia de la corrupción en abstracto, que en algún momento enunció Carrió, es retomado por Binner cuando suele criticar formas pero no contenidos?
–Sí, me parece que viene a ocupar esa superestructura moralizante que, en algún momento, tuvo el radicalismo, y en los ’90 la Alianza y luego “Lilita” Carrió. Esto es antiguo porque la socialdemocracia en todas partes tiene ese discurso mientras aplica los ajustes a la mejor forma neoliberal.

–¿Por qué motivos decidió apoyar la fórmula del FIT que encabezan Jorge Altamira y Christian Castillo?
–La decisión estuvo motivada, en primer lugar, porque se conformó un frente. Hace mucho tiempo que varios veníamos reclamando e ironizando contra la impotencia de las izquierdas radicales y anticapitalistas en pos de conformar un frente. En buena medida dicho frente se realizó por una necesidad coyuntural que fue la de superar el piso para presentarse a las elecciones (noble ocasión, sin dudas). Pero también la conformación de un frente entre tres partidos y algunas agrupaciones menores que son muchas, no es lo mismo que una mera suma aritmética entre ellas, sino que necesariamente produce novedades incluso más allá de la voluntad de sus componentes. Creo que puede trascender a las elecciones y esa es la apuesta que estamos haciendo los que desde afuera nos plantamos en la asamblea como compañeros críticos o como acuñé yo: apoyo con reserva de crítica (reservas en que moneda, Eduardo).
–¿Qué impresión tuvo de que Altamira festejara su ingreso a las elecciones de octubre brindando con “Chiche” Gelblung, el jefe de Redacción de la revista Gente durante la dictadura militar?
–Una cagada, una metida de pata que hay que poner en su justa medida… (Ya empezamos con la autocomplacencia… hay estos intelectuales Criticos…)
–¿No le llama la atención que los grandes medios, como punta de lanza de la derecha, se hayan mostrado tan despreocupados e, incluso, alimenten a la lista del FIT?
–No exageremos. Por supuesto que los grandes medios van a tratar de llevar para su molino todo lo que sirva contra el gobierno. Pero esto cambió después de las primarias como un reflejo de sus resultados (Esto es cierto. Se ha notado cierta preocupación en los grandes medios por el crecimiento de la izquierda. Luego salieron los afiches del Chipi Castillo en Ed. Planeta y, finalmente, la polémica entre la Presidenta y Altamira sobre el peronismo como “bonapartismo” que estuvo a punto de involucrar a Sarkozi…). Pero si los medios tomaron eso fue porque algo pasó antes. Hubo un enorme trabajo de militancia con una lógica que va por un carril distinto del de los partidos convencionales (Otra gran verdad. La militancia en el PO se parece más a la de una secta religiosa que a un partido convencional). Se conformó un frente y los medios se vieron obligados a tomarlo como un hecho a tener en cuenta. Ahora, en el fondo es una muestra de menosprecio, es “démosle un poco de aire a estos marcianos y descolgados de la izquierda. Pero algo que sí logró la campaña del FIT fue no que se instalara la discusión sobre qué clase de capitalismo queremos, sino sobre si hay alternativas al sistema dominante. Esto se agudiza con la explosión de la crisis internacional, donde los llamados “indignados” dicen, cada vez más, que el problema es el capitalismo (Y bueno, si en nuestro país la única fuerza política que propone el fin del capitalismo es el Fit, deberemos meditar muy seriamente en apoyarlos, no?)
¿Qué elementos lo llevaron a virar en su posición desde el lockout patronal de 2008 hasta la actualidad?
En su momento, mi posición frente a la 125 y el conflicto con el campo fue siempre crítica y no estuve orgánicamente en Carta Abierta (Gran gesto de Independencia del Intelectual Critico!). Pero consideraba que el riesgo del otro lado era enorme y, equivocado o no, me posicioné. Ese riesgo desapareció, no existe más la cuestión del peligro destituyente (Salvo que boquita se vaya a la B o que se active de nuevo la toma de tierras… cuidado que se viene otra vez, como cada año, el mes de diciembre…). Entonces, creo que es un buen momento de que se escuche una voz que esté diciendo algo diferente, que corra al gobierno por izquierda y no por derecha (Gran Frase. Si algo no hacen los “intelectuales” K, los de izquierda, digamos, es correr al gobierno por izquierda!). Me parece que esto es beneficioso para la democracia argentina y para la discusión política.
¿Cómo ve a la juventud que irrumpió en la militancia en los últimos tiempos?

–La juventud siempre tiene demandas propias. Hay un cambio cuantitativo, hay muchos sectores juveniles nuevos militando. Pero en los años del menemismo hubo muchos jóvenes resistiendo. Se olvida y se instala muy fácilmente que todo empezó en 2003. Pero si hubo un punto de inflexión ese fue el año 2001 (Ya lo decía su admirado Benjamin: la disputa de las revoluciones se juega en torno a los almanaques). No soy de los que piensan que cambió todo de la noche a la mañana en diciembre de 2001 (¿No!?), pero sí es el resultado de un montón de cosas que pasaron en los ’90.
–En el relato del kirchnerismo, el año 2001 sería el estallido del neoliberalismo, el reciente pasado trágico del que a partir de todo lo hecho en estos años nos encontramos lejos, mientras que para la izquierda radicalizada sería una situación pre revolucionaria que suele ser reivindicada como un “Argentinazo”.
–Todo es una cuestión de perspectivas. Uno puede decir “esto es lo que hay, es lo mejor que pudo pasar frente a la alternativa de un retorno al menemismo”. Pero también hagámonos cargo de que fue el resultado de una derrota parcial como la de 2001La derrota del “Que se vayan todos”. Retrospectivamente, uno podía decir que esa consigna que tuvo elementos moralistas tenía serios límites. Todo apuntó al síntoma, los políticos, no a la estructura de la enfermedad, los poderes económicos y financieros, las multinacionales. Se recompuso el sistema político y el kirchnerismo fue el que más astutamente pudo construir sobre esa base (Hay, Eduardo, si te escuchase el bueno de Laclau…).

Dentro del arco en el que se apoya al kirchnerismo, hay sectores que vienen de una tradición de izquierdas y que entienden al actual proyecto político como un punto de partida que recuperó horizontes de igualdad y de justicia social. ¿Se puede ser kirchnerista y de izquierda a la vez?
–En un sentido muy estricto, la palabra izquierda define una posición anticapitalista. Cuando se pregunta si hay algo a la izquierda del kirchnerismo, yo respondo que sí, que hay un montón y que mucho de lo que hay a la izquierda se encuentra adentro del propio kirchnerismo (así es). Hay sectores obreros, territoriales, barriales que están en batallas muy fuertes reconociéndose como kirchneristas, y que imponen situaciones desde adentro. Batallas que no estoy muy seguro que sean del agrado del gobierno (buena lección del profesor Grunner sobre el modo en que se aplica de modo creativo la tesis-de-siempre: hay que convencer a las masas combativas de que “nosotros” somos su verdadera conducción. Digo, combativos pero un poco nabos. Ahora: si son nabos para identificar a su conducción: como demostraremos que somos su “verdadera” conducción?).
–¿No cree que el gobierno, con las medidas inclusivas que implementó, habilitó las condiciones sociales, económicas y políticas para que surjan estas demandas?

–Desde 1945 buena parte de lo que se suele llamar la lucha de clases pasa por adentro del peronismo. John William Cooke decía que la expresión de la lucha de clases en la Argentina es la antinomia peronismo-antiperonismo (en un cierto contexto, con varios matices…). No basta con eso, también el conflicto pasa por adentro. No se puede pensar al peronismo como una totalidad homogénea porque la historia argentina y la propia actualidad demuestran que nunca tuvo esa característica (Palito para Scioli? No “crees” en “lo que viene”, Eduardo?). En la situación mundial, se necesita poner en discusión la posibilidad de una transformación estructural. Las medidas puntuales se inscriben siempre dentro de un proyecto de máxima. Ese proyecto de máxima no lo comparto. Puedo defender las medidas puntuales pero sin olvidarme del proyecto que las enmarcaNo puedo desconocer que el entramado o las alianzas de lo que genéricamente se llama kirchnerismo incluyen para ir de atrás para adelante al señor Soria amigo de Priebke, a Barrionuevo en Jujuy, a Insfrán, el responsable político del asesinato de los indígenas qom (y si, dicho así no dan ganas, no?).Cada vez es más evidente que la clase dominante, por oportunismo o por lo que fuere, se alinea detrás del gobierno (SI, EDUARDO, AL FIN ALGUIEN LO DICE EN SERIO!!!!!). Cuando uno dice kirchnerismo: ¿De qué está hablando? ¿De estos personajes o de los honestos luchadores que también se referencian en el kirchnerismo? Es el eterno problema del peronismo. No es una situación en la que se puede pensar estrategias de entrismo en el peronismo como en la década del ’60. Para mí el kirchnerismo no es un punto de partida, sino un punto de llegada.

–¿Qué significa, desde su punto de vista, la profundización del modelo vigente?

Profundizar lo que falta quiere decir más de lo mismo. Sin duda que se va a estar bien si se puede crear más empleo o repartir más Asignaciones Universales. Pero, ¡mirá la pavada reformista que te voy a mencionar! ¿Dónde está la  modificación de la Carta Orgánica del Banco Central? Desde que asumió Marcó del Pont que se viene prometiendo. ¿Dónde está la reforma impositiva progresiva? Las posibilidades del cambio o la profundización es cada vez más estrecha en función del contexto de crisis mundial. Se está empezando a hablar de que se agotan las reservas del Banco Central, de posibilidades de endeudamiento… y si eso produce aunque sea ciertos ajustes que hacen aumentar la conflictividad social, ¿cuál va a ser la actitud del gobierno? Voy a decir una cosa que es dura. Otro de los componentes frecuentes del discurso oficial se sostiene en el gobierno que no reprime la protesta social. Pero 16 muertos llevamos en estos ocho años. Por supuesto que no estoy diciendo que Cristina levantó el teléfono y dio la orden. Pero es una carga enorme, que sucedió durante este gobierno, y que hay que explicar cómo Evo Morales tendrá que aclarar lo que sucedió, hace pocos días en la Amazonía boliviana. Ahora, si yo me atengo a lo que sale en 6,7,8 o en Radio Nacional acá nunca pasó nada (Gorila!).


Cuba: cosas que llegan y que no llegan

por Leonardo Padura


Bajo el sol inclemente del agosto cubano, tres jóvenes graffiteros intervienen una pared que da a una céntrica avenida. Los transeúntes los observan curiosos, extrañados, algunos quizás molestos por lo que consideran un embarre de pintura sin sentido. Los jóvenes intercambian con algunos que les preguntan por el significado de esas letras extrañas, que forman una palabra ilegible que ha resultado ser el apellido, escrito al revés, del fundador del movimiento de graffiteros independientes al que pertenecen estos muchachos.
Lo significativo es que el responsable del taller de reparación automotriz al cual pertenece la pared, dio su autorización para la intervención de los jóvenes, pues él no tiene recursos para pintarla. Lo más curioso es que a lo largo de las seis horas de labor que les lleva «la obra», han pasado varios policías a pie y en autos oficiales, y ninguno de ellos se ha acercado siquiera a preguntarle a los pintores qué hacen, qué dice su pintada.
Mientras los jóvenes graffiteros realizan una faena que en el resto del mundo se hace con nocturnidad y alevosía, en un templo protestante de La Habana un grupo de alrededor de sesenta fieles, seguidores de un ex pastor excluido de su denominación religiosa, se han encerrado, según se dice en la calle, a esperar el proximísimo fin del mundo anunciado por su líder. La policía, sí convocada en este caso, rodea el sitio con el argumento expreso de evitar incidentes. Lo que ocurra dentro de las paredes de la iglesia se ha dejado a la decisión del pastor excomulgado y sus fieles. Aunque los cubanos sean gregarios por naturaleza, no parece factible que se produzca en esa iglesia una inmolación colectiva. Y si ocurre, es que en Cuba las cosas están cambiando demasiado.
Al mismo tiempo corre por la capital cubana una pregunta que va perfilando su respuesta a base de rumores. ¿Y qué ha pasado con el cable de fibra óptica que, tendido desde Venezuela, conectaría a Cuba con las redes de transmisión de datos e imágenes y cuya operatividad fue alegremente anunciada para este verano que se extingue (con tanto sol y calor, como lo habrán comprobado los graffiteros)? Se dice, extraoficial y callejeramente que la conexión no se ha podido realizar por haber existido serios problemas operativos debido a manejos corruptos de funcionarios cubanos encargados de tan importante misión. La prensa plana, radial, televisiva y digital de los sitios del Estado y el gobierno, nada han dicho al respecto. Ni de porqué no hay cable, ni sobre si hay o no corrupción. Y ante el silencio, el rumor es dueño y señor.
De lo que sí hablaron, y mucho, los sitios digitales más oficiales fue de las declaraciones que hiciera en Miami el músico cubano Pablo Milanés, quien, entre otras cosas declaró que había dejado de ser fidelista (devoto de Fidel Castro) y además aceptó un diálogo con un destacado opositor al sistema cubano. Aunque los periódicos y la televisión no hablaron del incidente, ni de los varios conciertos realizados en Estados Unidos por este importantísimo músico, los sitios y revistas digitales lo castigaron duramente por lo que consideran una infidelidad (y nunca mejor utilizado el término), e incluso, hasta se habló de traición a los principios. Sin embargo, según ha trascendido por agencias de prensa no cubanas, Pablo Milanés ha regresado a Cuba y se encuentra, esperamos que tranquilamente, en su casa habanera.
Algo que con orgullo se ha reconocido es que ya pasan de 300 mil las personas que han solicitado licencias de «trabajo por cuenta propia» y han montado sus pequeños negocios a lo largo de la isla. La conclusión sacada por esos «independientes» parece haber sido la misma: aunque se deba trabajar más y pagar impuestos, resulta más rentable ser trabajador por cuenta propia que serlo para el Estado, con los salarios que paga el Estado.
También se ha anunciado el hecho extraordinario de que el Narciso de Caravaggio, y quizá otras dos obras del maestro italiano y otras varias debidas a sus seguidores, viajarán en breve a La Habana para ser exhibidas durante dos meses. Todo parece indicar que sería la primera ocasión en que un Caravaggio llegase a América Latina y, sin duda, una ocasión única para que los cubanos se asomen, como Narciso, a una de las más retumbantes creaciones del genio humano.
Como los graffiti, algunas cosas llegan tarde a Cuba. Otras cosas escogen a Cuba para llegar. Y otras sencillamente no llegan, o se les hace difícil llegar. De algunas se habla oficialmente y otras caen en el pozo sin fondo del llamado secretismo, en muchas formas auxiliado y sostenido por alguna de las cosas que no llegan, como el acceso público a Internet que, quizás, podía haber garantizado el controvertido cable de fibra óptica.

Leonardo Padura Fuentes, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a más de quince idiomas y su más reciente obra, El hombre que amaba a los perros, tiene como personajes centrales a León Trotski y su asesino, Ramón Mercader

Discutir El Estudiante (IV)

Apuntes sobre El estudiante
por Oriana Seccia
Escribo en condiciones no elegidas por mí (¿acaso alguna vez se las elije?), escribo como se escribe un parcial, apurada. Tal vez, ese espacio de experiencia, esa brecha construida como mínima, es precisamente el pacto de recepción que nos propone la película El estudiante, operando en un espacio ínfimo, indiferenciado respecto a la propia experiencia de los muchos jóvenes que la están yendo a ver; construyendo su fenómeno. Intentaré, en este breve comentario, surcar algunos de los puntos que me interpelaron en la narración, sobre los cuales se detuvo mi mirada.
Por un lado, la película se despliega sobre un verosímil muy fuerte, y la historia, a nivel narrativo, está muy bien armada. Fuera del pacto de verosimilitud, resulta absolutamente interesante pensar cómo se va construyendo la trama, ya que ella parecería navegar al nivel del acontecimiento: todos los puntos narrativos fuertes parecen formarse y articularse entre sí en la conjunción de varios flujos y códigos. Por ejemplo, pensemos rápidamente en cómo Roque resuelve su misión de conseguir un lugar para realizar el encuentro de estudiantes: allí lo que destraba la operación, que parecía saturada por las leyes del mercado, vuelve a abrirlo a partir de la apelación a una pertenencia comunitaria en común: somos del mismo pueblo, nos podemos dar una mano.
Otro lugar interesante donde se detiene, sin detenerse,  la película es en cómo muestra al peronismo. Aparece, entre imágenes, sin foco específico sobre él, como una identidad política en sí flotante: como construida en esa flotación, en esa absorción de generaciones que piensan utilizarlo estratégicamente, pero que los excede y acecha, los sobrevive, como un espectro. Aquí, la escena del restaurante, con la comida intergeneracional, es elocuente.
Pero el núcleo tal vez más interesante, es la doble acepción de la política que surca y compone toda la película. La primera, la siniestra, es la que hablaría de la política como rosca. El discurso que parece decir: por fuera y por arriba de los giles del centro de estudiantes, donde realmente circula el poder, donde realmente se definen los términos que después debate la gilada pensando que están haciendo política, es en la rosca. Y allí prolifera el secreto,  la traición, la jerarquía, la política maquiavélica, y donde la mirada de águila, desde arriba, podría ser la única que realmente sabe en qué tablero está jugando. La política de las chirolas: si entrás en el juego, te doy, me dás, y siempre  va a recibir más que el que da (te ofrezco un cargo en la secretaria de apuntes) que el que recibe (esa pequeña correa de transmisión, ese vínculo con los plebeyos). Es tal vez esta línea la que canta La Cámpora triunfante: trosco no entendés nada, y por eso nosotros siempre tenemos la gallina de los huevos de oro…
Pero también hay otra línea, se muestra otra forma de entender la política, algo que llamaremos “una política de la subjetivación”. En este plano, la política correría como aquello que conforma sujetos, por las sensibilidades que cada uno maneja, por los claro-oscuros de la mirada que hacen a cada uno de los personajes, por aquello que marca la forma en que se relacionan entre sí. ¿Cuál es la política de Roque? ¿Cuál es la subjetivación política que compone su cuerpo? Y entonces, hay que ver cómo ese cuerpo se da, cómo ese cuerpo circula por el espacio con los otros. Ya lo dijimos, Roque aparece así como portador de un saber tradicional, sin olvidar que él no es de Capital (sin refinamiento en el hablar, entregando su cuerpo a lúmpenes trabajos sin una excesiva queja medioclasera); saber que en su trasfondo comunitario le abre puertas; por otra parte, también se juega en él un saber moral, una intuición de que algunas cosas están mal (“el hijo de puta ése nos cagó, cerró con otra agrupación”), pero que uno no puede ir a escupirle en la cara al poder: la escena donde Roque compone la escena con el trosco que está pegando carteles, le deja pasar una información, y el otro la escupe al rato, salta como leche hervida, se caga a piñas… Saber éste que irá oscilando en sus líneas demarcatorias durante la película, hasta la irrupción final de la política,  a la cual volveremos. Asimismo, en esta política entendida como forma de composición de sensibilidades subjetivadas encontramos una determinada política del género en Roque; un cuerpo hombre que se entrega tranquilo a la infidelidad que le corresponde (sin mucho problema), pero un cuerpo que también sabe que hay mujeres con las cuales él va a estar “hasta que lo dejen”. Política que se hace cuerpo, política en las subjetividades; la película también muestra esto, y al mostrarlo, también muestra a la política en el plano de los hechos como algo que se compone desde una lógica acontecimental: lo que ocurre, lo que sucede, finalmente tiene que ver con un entramado de flujos de distintos tipos: arreglos económicos (la política de la rosca), pero también conjunción de saberes tradicionales, de género, de comunicaciones, de apertura a otros agentes, por ejemplo, al movimiento estudiantil: éste, desde la óptica de la rosca – que a veces parece dominar la película -, se muestra como un convidado de piedra. Pero también puede irrumpir; aún llegando tarde, también puede decir NO.
Y este NO es la política a la que queríamos volver, este NO que irrumpe al final. Irrumpe al final de la película un NO que no se construye precisamente como un NO tributario de una política de la memoria, como resultado del aprendizaje del héroe – lo que sería una política del bildungsroman– sino como una política intempestiva, que corta el tiempo (y la película): ya no más. ¿Es ésta la política minimalista de nuestra época? Durante toda la película se narró, casi exclusivamente, la política de la rosca. Traspásese esto al plano nacional, y claramente estaremos hablando de la política partidaria, de esa política que llama a la participación en la elección de candidatos que se eligieron tras bambalinas, de candidatos que, para narrarlos con el lenguaje de la película, ya firmaron los convenios con los laboratorios de medicina. En cambio, al final, irrumpe un NO, que rompe con ese universo sensible: se termina la película, pero también se cumple un ya basta… Los (horriblemente llamados) indignados del 15 –M recorren las calles de Madrid gritando “esta mierda no es democracia”.
Por último, ya que ahora estamos hablando de política, de sensibilidades, cabe preguntarse: ¿en qué radica el éxito del estudiante? ¿Acaso es el eco de una juventud kirchnerista triunfante, que cree ver narrada su comprensión de la política, su saberse en el juego, que le canta en la cara al militante-fuerza de choque trosco: “trosco vos no entendés nada”? ¿Es acaso un regodeo medioclasero-narcista que goza con su autorrepresentación: “por fin una película que habla de nosotros?”. Pregunto de nuevo: ¿por qué escribimos sobre El estudiante?

Intervención de Slavoj Zizek en Liberty Plaza, Nueva York



En el crack de 2008 se destruyó más propiedad privada, conseguida con gran esfuerzo, que si todos los presentes se pusieran a destruir día y noche durante semanas. Nos dicen que somos soñadores. Los verdaderos soñadores son aquellos que piensan que las cosas seguirán siendo como son indefinidamente. Nosotros no somos soñadores, sino los que estamos despertando de un sueño que se ha convertido en pesadilla. No estamos destruyendo nada, sino siendo testigos de cómo el sistema se destruye a sí mismo.



Todos hemos visto la clásica escena de los dibujos animados en la que un coche se acerca a un precipicio y sigue rodando ignorando que está sobre el vacío, y sólo cae cuando el conductor mira hacia abajo y se da cuenta de ello. Esto es lo que estamos haciendo aquí. Estamos diciendo a los chicos de Wall Street “¡eh, mirad abajo!”


En abril de 2011 el gobierno chino prohibió que apareciesen en TV, películas o novelas todas aquellas historias que hiciesen referencia a realidades alternativas o viajes en el tiempo. Esta es una buena señal para China, puesto que significa que la gente aún sueña con alternativas, así que hay que prohibir este sueño. Aquí no se piensa prohibir nada de eso, porque el sistema en el poder incluso ha suprimido nuestra capacidad para soñar. Fijaos en las películas que vemos todo el tiempo. Es fácil imaginar el fin del mundo, un asteroide que destruya el planeta y ese tipo de cosas. Pero no se puede imaginar el fin del capitalismo. Así que, qué es lo que hacemos aquí? Dejadme que os cuente un viejo chiste muy bueno de los tiempos del comunismo…

Un tipo de Alemania del Este fue enviado a trabajar en Siberia. Sabía que su correo sería supervisado por los censores, así que propuso a sus amigos establecer un código. Si la carta que enviase estaba escrita con tinta azul, entonces lo que en ella se dijera sería cierto y si estaba escrita con tinta roja sería falso. Transcurrido un mes sus amigos recibieron su primera carta. Estaba escrita por entero en azul y decía: todo es maravilloso aquí. Las tiendas están repletas de buena comida. Los cines pasan buenas películas occidentales. Los apartamentos son grandes y lujosos. La única cosa que no se puede comprar es tinta roja.

Así es como vivimos. Tenemos todas las libertades que queremos, pero nos falta tinta roja, el lenguaje con el que expresar nuestra no-libertad. La manera en que se nos enseña a hablar acerca de la libertad, la guerra, el terrorismo y demás falsifica la libertad. Y esto es lo que estáis haciendo aquí: nos estáis dando tinta roja a todos.

Pero hay un peligro. No os enamoréis de vosotros mismos. Lo estamos pasando bien aquí, pero recordad: los carnavales son baratos, lo que importa es el día siguiente. Cuando volvamos a nuestra vida normal, habrá cambios entonces? No quiero que alguna vez recordéis estos días como, “oh, éramos jóvenes y fue muy bonito”. Tened en cuenta cual es nuestro mensaje fundamental: que tenemos derecho a pensar alternativas. La regla se ha roto. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero hay un largo camino por delante. Nos enfrentamos a cuestiones ciertamente difíciles. Sabemos lo que no queremos, pero, ¿sabemos lo que queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar al capitalismo? ¿Qué nuevo tipo de líderes queremos?

Recordad: el problema no es la corrupción o la codicia. El problema es el sistema que os empuja a rendiros. Estad atentos no sólo a los enemigos, sino a los falsos amigos que ya están actuando para diluir este proceso. De la misma manera en que os dan café sin cafeína, cerveza sin alcohol o helado sin nata, tratarán de convertir esto en una protesta moral inofensiva.

La razón por la que estamos aquí es que estamos hartos del mundo que recicla latas de Coca-Cola, del mundo del capuccino Starbucks, del mundo que destina un 1% de la riqueza a los niños que pasan hambre. Ya no es suficiente para que estemos a gusto, después de que se hayan subcontratado la guerra y la tortura e incluso después de que las agencias matrimoniales subcontraten a diario hasta nuestra vida amorosa.

Podemos ver que durante un largo tiempo permitimos que nuestro compromiso político también fuera subcontratado. Lo queremos recuperar. No somos comunistas. Si el comunismo significa el sistema que colapsó en 1990, recordad que hoy esos comunistas son los capitalistas más eficientes y desarraigados. En China hoy tenemos un capitalismo que es aun más dinámico que vuestro capitalismo americano pero que no necesita democracia. Esto significa que cuando critiquéis el capitalismo, no os permitáis que os chantajeen con la idea de que estáis en contra de la democracia. El matrimonio entre la democracia y el capitalismo se ha acabado.

El cambio es posible. Así que, ¿qué es lo que consideramos posible hoy? Sólo hace falta seguir los medios. Por un lado, en lo que respecta a tecnología y sexualidad, todo parece ser posible. Puedes viajar a la luna. Puedes ser inmortal con la ayuda de la biogenética. Puedes tener relaciones sexuales con animales o lo que sea. Pero mirad el campo de la sociedad y de la economía. En ambos, casi todo se considera imposible. Quieres subir un poco los impuestos para los ricos, te dirán que es imposible, perdemos competitividad. Quieres más dinero para sanidad: te dicen, imposible; esto significa un estado totalitario. Algo falla en un mundo donde se te promete la inmortalidad pero en donde no se puede gastar un poco más para sanidad. Puede que debamos marcar nuestras prioridades directamente aquí. No queremos niveles de vida más altos. Queremos niveles de vida mejores. El único sentido en el que somos comunistas radica en que nos importan los bienes comunes. El bien común de la naturaleza. El bien común de lo que es privatizado por la ley de propiedad intelectual. El bien común de la biogenética. Por esto y sólo por esto debemos luchar.

El comunismo fracasó absolutamente. Pero los problemas de los bienes comunes están aquí. Te están diciendo que aquí no somos americanos. Pero los fundamentalistas conservadores que reivindican ser verdaderamente americanos, necesitan que se les recuerde algo. ¿Qué es el cristianismo? Es el Espíritu Santo. ¿Qué es el espíritu Santo? Es una comunidad igualitaria de creyentes que están conectados por el amor mutuo y que sólo tienen su propia libertad y responsabilidad para hacerlo. En este sentido el Espíritu Santo está aquí ahora. Y allí en Wall Street hay paganos que están adorando ídolos blasfemos. Así que sólo necesitamos paciencia. Lo único que me atemoriza es que un día nos vayamos simplemente a casa y después nos reunamos una vez al año, tomando una cerveza y recordando nostálgicamente el buen rato que pasamos aquí. Prometámonos que este no será el caso.

Sabemos que las personas a menudo desean algo pero no lo quieren realmente. No tengáis miedo a querer realmente lo que deseáis. ¡Muchas gracias!

Estética y Política

(en tiempos de Andrea del Boca)
Por Diego Picotto y Emilio Sadier

Para nosotros nunca había habido alternativa al mundo, sino siempre alternativa en el mundo
A. N.
Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio.»
I. C.
1.
Somos de un tiempo histórico que no vivió la existencia del arte: criados en los ’80, vimos nacer a Spielberg de las manos de E.T. Del arte como tal pudimos en todo caso vislumbrar sus espectros, migas en la bandeja con forma de simulacros (Jean Baudrillard lo bichó antes que nadie). Nuestra experiencia estética, en el mejor de los casos, ha sido y es promiscua. Disfrutamos tanto del cripticismo de vates sesentones como Spinetta o Carlos Alberto Solari como del disaing jaigtech de los rezagos industriales que nos llegan del lejano oriente bajo la forma de célus, notbuks, netbuks, ipads, ibuks y demases gadyets. Reconocemos el asombro y el placer estético mucho más en relación a ventanas en la web que a cuadros colgados –y, al respecto, nuestros oídos han visitado sin duda más charangos que filarmónicas. La ciudad misma (organizada en conjunto por dinámicas de expansión inmobiliaria y de producción social del hábitat) se vuelve un gran muestrario de estilos, modas y ondas, transpirando estética por cada uno de sus poros.
Si pudiéramos hablar de percepción generacional, diríamos que nuestra generación se vincula más, en términos estéticos, con el diseñoque con el arte. Nacidos en el filo de la derrota de las vanguardias, no podemos sin embargo decir que hayamos sido arrojados al peor de los mundos (estéticos) posibles. Día a día es factible constatar que aquello de que el utilitarismo de la razón instrumental estaba reñido con la expresión estética era una falacia, o al menos un notable error de cálculo: pareciera que, nunca como hoy, el valor de cualquier objeto-mercancía depende del aspecto estético. Subsunción, nombran algunos a este fenómeno. Control del territorio de la vida por parte del capital, agrega una banda de latinos peninsulares. Lo económico subsume, así, a la estética a tal grado que nada puede elidir lo estético como aspecto constitutivo del propio valor económico. Es lícito preguntarse, en ese sentido, qué diría frente a una góndola de supermercado aquel mano moribundo que ponderaba la belleza de una cafetera en un episodio memorable de El Eternauta (producto artístico hoy curiosamente recuperado como ícono intervenido en clave retro-política).
2.
El arte estalló hace rato y sus esquirlas se esparcen por todo el entramado social-vital, alcanzando al conjunto de los objetos y sujetos de este mundo. Con todo, se hace bien difícil aprehender la multiforme y en buena medida sutil experiencia estética contemporánea limitándonos a las categorías clásicas del arte como campo específico (autor, obra, público); tarea tan complicada como tratar de entender la experiencia de la cotidianidad pública con ciertas categorías clásicas de la política (pueblo, nación, representación, partidos, ideologías). Persistir en el uso naturalizado y despreocupado de esas nociones es como querer cubrirse de un aguacero abriendo un paraguas agujereado.
De la vieja idea de la separación de campos (la política, la economía, el arte) quedan no mucho más que fantasmagorías. Por caso, la literatura: «Hoy todo lo cultural (y literario) es económico y todo lo económico es cultural (y literario) (…) Estamos ante el fin de una era en que la literatura tuvo una lógica interna y el poder de definirse y regirse ‘por sus propias leyes’ e instituciones -la crítica, la enseñanza, las academias, el periodismo- que debatían públicamente su función, su valor y su sentido. Es el fin de la autorreferencialidad de la literatura«, dice Josefina Ludmer, ensayista argentina que propone la noción de literaturas posautónomas para dar cuenta de prácticas y producciones escriturarias surgidas luego del estallido del arte, obras que aparecen como literaturapero que no se las puede leer con criterios o categorías literarias como autor, obra, estilo, escritura, texto, y sentido.” Literatura que en su ajenidad consigo misma compone imaginación pública, fabrica presentes, abre campos, produce mundos posibles.
Claro que siempre está la opción de hacer como si nada hubiera pasado, simular y seguir el juego: arte de señoras (y señores) gordas (y gordos): “¿viste a última de Woody Allen, gordo? ¡Ah, París, el arte…”. The show must go on: el arte, en tal caso, goza de buena salud, aunque huela a zombie que pulula por conferencias, muestras, instalaciones y conciertos, circuitos culturales y formularios de becas y subsidios estatales y privados. La impostación artie sigue siendo una deriva posible para lo estético, aunque marginal (en comparación con el lugar que ya ocupa actualmente la estética, vía marketing, al servicio de la regulación de modos de vida).
3.
Si en el imaginario sesentista y setentista la estética estaba subordinada a la política (bajo la figura siempre escurridiza del “compromiso”), en las dinámicas sociales del post-ochentismo la política se muestra cada vez más subordinada a la estética. Menemismo se llamó en nuestra cuadra a esta novedad, no sin esquematismo y cortedad de miras. El asesor de imagen pasa a tener mucha más relevancia que el vicepresidente o el ministro de cultura. Única ideología posible: la imagen positiva (o “negativa”) que arrojan las encuestas. Encuentro virtuoso entre los restos de dos campos en descomposición (la política y el arte) y una moderna y arrolladora ciencia (el marketing, la publicidad); encuentro al que en estos últimos años se sumó —entusiasta y militantemente— el periodismo. ¿Con qué lenguaje hablar estas transformaciones? ¿Con el del “compromiso” del artista? Sólo ver los modos de adhesión de los “artistas cristinistas” al modelo hace desconfiar de que ése sea un camino posible: máxime si la memoria sirve para, además de tantas cosas, tener en cuenta que la utilización de aquella noción en su momento de auge allá por los años sesenta estaba inequívocamente asociada al término “revolución” (hoy día exhumado como título de un biopic sobre don José de San Martín perteneciente a la serie de telefilmes “Libertadores”, sobre los héroes de la independencia de América Latina, impulsada por la TVE y otras productoras españolas en el contexto de los bicentenarios). Mas, si no quedase alternativa a presentar el problema en términos de “compromiso”, podríamos conceder que éste hoy es total, absoluto, a condición de precisar: un elemento imprescindible del vínculo entre el arte devenido publicidad y la política como escenario de estrellas gestoras de su propio brillo.
Dicho de otro modo: luego de Nacho Copani, Flopy Peña y Andrea Del Boca se pone áspero recuperar y esgrimir la figura del compromiso político tan en boga medio siglo atrás, ya que el piné de las intervenciones públicas ensayadas por la mayoría de los hoy comprometidos a lo sumo permite hablar de una dinámica de mera adhesión y publicidad de preferencias, donde la celebridad se muestra ella misma fan y admiradora de la escena política. El lenguaje de la estética ha colonizado y reconfigurado la política –incluso mucho más allá del marketing, incluso en nosotros, en nuestras vidas políticas. El arte no se puede comprometer mucho más que con lo que ya está engarzado material y eficazmente: con la elán económica, en aras de la producción de mundos (de consumo) aquí y ahora. Semiocapital llama un amigo de un amigo a este berretín. La estética, así, deja de ser un campo para extenderse sobre las formas de vida (diseño, publicidad): nada puede no tener diseño en la vida actual (uno de los motivos no menores, seguramente, por el que perdieron su guerra los soviéticos, cuestión que nos condenó de ahí en más a padecer y soportar la triste perorata de la batalla cultural).
En ese berenjenal, la figura que mejor parece expresar y sintetizar el compromiso del arte con la política es, curiosamente, la del “creativo publicitario”. En el pasaje de la figura individual del artista (o del autor) al creativo —término que, más allá de su carácter singular, nombra por lo general a colectivos puestos a producir sentido estético— hay mucho más que una simple utilización de los recursos estéticos en favor del poder político, del statu quo, del orden del mundo; hay más bien una concepción novedosa del vínculo entre estética y vida cotidiana. Diseño y publicidad son el resultado probablemente paradojal de los dos postulados principales de las vanguardias estéticas (las “históricas”, de la década del veinte, y las “neo”, de la década del sesenta): “todos pueden ser artistas” y “el arte debe aproximarse lo máximo posible (aun al punto de fusión) a la vida”. El creativo es una de las declinaciones de ese “todos”: el creativo como figura colectiva con voz pública es, en tal sentido y mal que nos pese, el más comprometido en términos de acción estética. La ductilidad en relación a materiales y técnicas compositivas, el manejo de la contingencia, la capacidad de poner en relación deseo, vida y expresividad, la amoralidad como principio productivo, cualidades en otros tiempos entendidas como patrimonio del artista, se verifican hoy cotidianamente, y de manera privilegiada, en las producciones del mundo de la publicidad.
4.
¿Cómo pensar una experiencia estética cuyo horizonte no quede reducido a la reproducción del mundo (de la publicidad y las marcas) ni su politización a marchitas dinámicas de adhesión o compromiso? ¿Cómo tejer una experiencia estética que permita gambetear la viva boba, el repliegue sobre la pequeña tribu, la gestión –siempre al borde el naufragio– de la vida individual? ¿Es posible que prácticas antes contenidas en el campo del arte sean reorientadas a contenerla guerra de modos de vida que caracteriza nuestra existencia urbana contemporánea? ¿Con qué imágenes de politización puede uno toparse en ese territorio?
“La función central y constitutiva de las prácticas artísticas no consiste tanto en contar historias como en crear dispositivos en los que la historia pueda hacerse”, formulaba el esquizoanalítico Félix Guattari en un texto olvidado. Sospechamos cierto valor de la experiencia estético-artística como soporte y motor de estos dispositivos por los que transcurre la historia, dispositivos productores de mundos, de sentido, de subjetividad (de la fábrica de presente a la producción de posibles). La experiencia estética aparece así como un espacio de exploración de las potencias y límites de la vida en común en un momento determinado. Porque ésta puede volverse –e incluso debería, en condiciones en las que la aceleración y mediatización de la existencia tiende a bloquear y automatizar los afectos, el deseo y la facultad de expresión– una apuesta a la reactivación de la sensibilidad, al encuentro con la corporeidad del mundo y a la capacidad de apertura a lo indeterminado como condición de constitución de lo público.
Y este hacerse de la historia no es un nunca un devenir individual y determinado. Gran parte de la potencia de estas dinámicas estéticas, intuimos, reside en el desplazamiento de la figura del autor (soberano del texto y del presente que fabrica) y en la gestación de prácticas de producción híbridas, ambiguas, anónimas (escribir para poder ser anónimo: lo otro exacto del mundo de las luminarias artísticas, televisivas, académicas, tenaces gestores de su propia y, en general, escasa luz). Dinámicas colectivas no reducibles a un yo y una conciencia personal. Dinámicas colaborativas que desdibujan los lugares en juego y los límites de la obra (en las que ya no es evidente la existencia de un público o un auditorio, como un afuera de lo producido o provocado), evidenciando la cooperación como fundamento de un presente en el que los medios de producción pasan por nuestras manos y nuestros cerebros. Dinámicas posautónomas que se desarrollan sin basar su legitimidad en marcos de autoridad indiscutidos que las organice y las valore, cuando buena parte de las categorías que permitían mesurar el valor de una obra y se revelan anacrónicas e inútiles.
Hallamos, finalmente, una valía singular en iniciativas más preocupadas por la puesta en común de imágenes, sensaciones, ideas, afectos que por el la codificación mercantil- institucional de las mismas. Sin sentimentalismo alguno, sin la ingenuidad de un alternativismo cándido, solemos encontrarnos seducidos por dinámicas de producción y circulación desplazadas, aun levemente, de las jurisdicciones del mercado, de las lógicas empresariales, del éxito comercial, dinámicas autogestionarias creadoras de sus propios sentidos. “Proyectos” es el término que Reinaldo Ladagga, rosarino-pensylvanés especialmente atento a las transformaciones el campo de lo artístico/estético, propone para estos dispositivos en los que la historia puede hacerse: no producir una obra sino participar en la formación de ecologías culturales que, a través de dinámicas de colaboración –durante tiempos prolongados— entre numerosos individuos, “artistas” y “no artistas”, enunciar y ensayar respuestas acerca del viejo, político y siempre vigente interrogante: “¿qué es una comunidad?”
5.
Es quizá por este motivo que nos interesa el arteal punto de seguir rondando su esquina aun cuando lo sepamos muerto hace décadas. Nos inquieta tanto la fuerza de la omnipresencia cotidiana de lo estético como su capacidad —no siempre estimada y activada en las dinámicas sociales actuales— para problematizar el mundo y las posibilidades subjetivas que se desprenden del presente. Ambas declinaciones anónimas e impersonales de una contemporaneidad, con todo, fascinante. En la primera, allí donde somos participes medianamente inconsultos del festín del diseño, del arte, de la moda y de la vida estetizada hasta sus últimos resquicios, poco podemos hacer más que intentar no sucumbir asfixiados bajo el peso muerto del consumo; a lo sumo, buscar intervenir, recombinar y sabotear lo más posible la incesante producción en serie de objetos e imágenes de felicidad. En la segunda, aunque plegada sobre la anterior, la experiencia estética hace historia, comunidad y punto de anclaje sobre el que pivotear el presente, es una alternativa en el mundo, en medio del infierno. Por eso la reconocemos, la hacemos que dure, le damos espacio.

¿Qué es una victoria?


Dos antiguos amigos. Compartieron colectivo político en la Universidad. Llevan mucho tiempo sin verse, aunque se siguen la pista discretamente. Se encuentran en la cola de una manifestación del 15-M. Abrazos, qué tal, cuánto tiempo, pero enseguida, muy rápidamente:

Mario- ¿Cómo lo ves?

Ángel- Menos gente, ¿no? Más banderas, más siglas, más “de lo de siempre”.

M- Hum, sí… La gente hoy es muy práctica. Y el 15-M no ha conseguido nada. ¿Por qué volver a venir entonces? Ahora venimos sobre todo los más militantes, para quienes la vida es esto.

(gritos: ¡Que no, que no, que no nos representan!)

Á- ¡¿Que el 15-M no ha cambiado nada?!

M- No sé, dímelo tú. ¿El qué?

Á- Fíjate en esta misma manifestación. No está legalizada. Ahora convocamos y punto. Ni se nos pasa por la cabeza pedir autorización, ni nos acordamos ya de que habría que hacerlo. Es un cambio, ¿no?

M- No me dirás que hemos organizado todo este pifostio sólo para convocar manifestaciones sin pedir autorización. Tanta manifestación además… nos cansaremos. ¿Sabes la factura que pasa movilizar, generar tanta expectativa y tantos esfuerzos, y frustrarlos? Falta el para qué de todo esto.

Continua aquí

Una apelación al gran ejército de los amantes

y

al pequeño ejército del software
   
por Geert Lovink y Franco Berardi
Octubre de 2011. La lucha contra la dictadura financiera está estallando. Los llamados mercados financieros y sus cínicos servidores están destruyendo los fundamentos mismos de la civilidad social. El compromiso postmoderno entre la clase obrera y la burguesía progresista está desgarrado. Las políticas neoliberales están reduciendo la educación y el sistema público de salud y eliminando el derecho al salario y a las jubilaciones. El resultado es el empobrecimiento de grandes sectores de la población, creciente precarización de las condiciones laborales y cotidiana humillación de los trabajadores. El efecto por venir será la violencia, porque la gente, en su rabia impotente, saldrá a la búsqueda de chivos expiatorios. Limpieza étnica, guerra civil, destierro de la democracia. Este sistema es nazismo financiero: Finazismo.
La gente está comenzando a reaccionar en muchos lugares y de muchas maneras. Occupy Wall Street desencadenó una movilización de masa en New York que se extiendendiendo cada día al resto de los Estados Unidos. En Grecia, los trabajadores y los estudiantes ocupan la plaza Syntagma y protestan contra el chantaje de un Banco Central europeo que está desvastando su país. El 15 de octubre en todo el continente la gente protestará  contra la rapiña sistemática.
¿Lograremos con nuestras demostraciones y ocupacion detener la máquina financiera? No, no lo lograremos. La resistencia no va a resistir, y nuestra lucha no va a detener los crímenes legales. Seamos francos, no convenceremos a nuestros enemigos de que acaben con sus ataques predatorios por la sencilla razón de que nuestros enemigos no son seres humanos. Son máquinas. Es cierto que son seres humanos – administradores, accionistas–  los que cobran el dinero que nosotros perdemos y se que cobran los dineros que nosotros perdemos, y se apoderan de los recursos que los trabajadores producen. Y los políticos firman leyes que entregan la vida de millones de personas al Dios Todopoderoso de los Mercados.
Pero ellos no son quienes toman las decisiones reales, son sólo instrumentos de una economía descerebrada. El verdadero proceso  predatorio ha sido automatizado. La transferencia de recursos y riqueza de quienes producen a quienes no hacen más que controlar abstractas  transacciones financieras se ha incorporado en la máquina, al software que gobierna la máquina. Olvidémonos de los gobiernos y de los partidos políticos, fantoches que fingen ser líderes y dicen sólo pavadas de dogmáticos ignorantes. Ellos saben que hace años han perdido el verdadero poder de controlar al capitalismo financiero. Nos detenemos a escucharlos, a votarlos, ponemos la esperanza en ellos y luego los maldecimos. Ellos son sólo rufianes y la política está muerta.
Y ahora, ¿qué debemos hacer? ¿Resignarnos a la violencia financiera?, ¿plegarnos a la arrogancia de los algoritmos?, ¿aceptar la disminución de los salarios y el aumento de la explotación? No. Combatimos contra el Finazismoporque nunca es demasiado tarde. Hasta ahora, el Finazismo vence por dos razones: en primer lugar, porque habíamos perdido el placer de estar juntos. Treinta años de precariedad y de competencia destruyeron la solidaridad social. La virtualización destruyó la empatía entre los cuerpos, el placer de tocarse y de vivir en espacios urbanos. Perdimos el placer del amor sensual, porque demasiado tiempo se dedicamos al trabajo y al intercambio virtual.
El gran ejercito de los amantes debe despertar.
En segundo lugar, el Finazismo vence porque, por unas pocas monedas, nuestra inteligencia fue sometida al poder del algoritmo. Por un sueldo miserable –comparado con los beneficios de los dueños de la finanza– un pequeño ejército de programadores de softwar acepta la tarea de destruir la dignidad humana y la justicia.
Este pequeño ejército también debe despertar.
Hay una sola manera de despertar al amante que está oculto en nuestros cuerpos paralizados, virtualizados y frágiles. Hay una sola forma de despertar al ser humano que se esconde en la miserable vida de los programadores de software: salir a la calle y luchar.
Quemar los bancos es inútil, porque el verdadero poder no está en los edificios físicos, sino en la conexión abstracta entre números, algoritmos e información. Pero ocupar bancos es acertado como punto de partida de un largo proceso de desmantelamiento y re-escritura de la automatización técnico-lingüística que no convierte en esclavos
Ésta es la única política que cuenta.
Algunos dicen que Occupy Wall Street es un movimiento carente de objetivos y programas precisos. Observación tonta. Como siempre, los movimientos tienen diferentes orígenes y motivaciones. Lo que importa ahora es la multiplicación de las conexiones y el compromiso a largo plazo. Y aún más importante es poner en marcha un proceso de éxodo de la agonía del capitalismo.
No pedimos una reforma del sistema financiero del BCE. El regreso a las monedas nacionales que piden alguno populistas de derecha no nos vuelve más fuertes contra la especulación. El regreso a la sobernaía del estado no parece ser una una solución. La demanda de una intervención del estado más fuerte para controlar los mercados no es más que un manotazo de ahogado. La verdadera cuestión es que los seres humanos no tienen más el control. Es necesario desmantelar la máquina misma, y esto se puede hacer de maner muy pacífica. Entrar en los propios sistemas informáticos, publicar los crímenes financieros con iniciativas de tipo Wikileaks, detener las redes asesinas de intercambio financiero en tiempo real.
Los mercados financieros están fundados sobre la velocidad y el deterritorialización. Pero conocemos su arquitectura y su vulnerabilidad. El mundo financiero perdió legitimidad. Ya no existe más el consenso global que dicta que los mercados siempre tienen razón.
Es nuestra posibilidad de patear el tablero. El movimiento tiene que responder a este nivel. Desprogramar y reprogramar el software  financiero no es el sueño de un luddista que quiere sabotear la máquina. La regulación de los mercados no está en condiciones de hacer lo que hay que hacer, sólo la autonomía y la autorganización de los trabajadores del software puede desmantelar los algoritmos predatorios y crear un software de auto-gestión de la sociedad.
El intelecto general y el cuerpo social erótico deben encontrarse en las calles y en las plazas: unidos pueden romper las  cadenas Finazistas.
(Traducción: Diego Picotto)

¿Cómo juzgar al kirchnerismo?

Continuación del diálogo con Yuyo Rudnik
 Por Horacio González

Querido Yuyo:
Hace tiempo recibí tu carta, parte ya de una larga conversación, que si bien no sucede al margen de los incesantes acontecimientos políticos que se producen en el país, tiene una relativa autonomía de las coyunturas. Veo en primer lugar que hay un problema en cuanto al juicio sobre el kirchnerismo, llamándolo sin más “modelo”. Porque a pesar de que la palabra modelo parece señalar un conjunto establecido de contenidos, estilos y lenguajes, en verdad estamos ante una situación muy abierta y novedosa. Hay, sí, algunos esbozos permanentes, por un lado intentos de crear un orden consolidado y por otro, incesantes acontecimientos sin guión previo que pueden ser dispersivos pero mantienen una gran potencialidad democrática. Necesidad y contingencia, las dos dimensiones del ser político. No es fácil decir entonces a que nos referimos con la expresión “modelo”. Obedece más a la lógica de disputa del poder, que a un cuadro fijo de acciones articuladas y prefiguradas con capacidad de amoldar hechos futuros, aunque sí de darles un nuevo marco polémico. Hablaría mejor de algo parecido a lo que el historiador Shumway popularizó con el nombre de “ficciones orientadoras”. El gobierno las tiene y están en discusión: en los últimos tiempos, hay que buscarlas en las propuestas de industrialización y en las alianzas entre la esfera científico técnica y la autonomía productiva.
Personalmente, Yuyo, podría compartir de tu descripción muchos aspectos a los que no dejo de reconocerles la necesidad de agudizar la imaginación pública para definirlos más acabadamente. Pero la razón final de tu crítica se refiere a exigencias que solo un gobierno con fuertes hipótesis anticapitalistas podría sostener. Me adelanto a decir que no comparto las definiciones de muchos que apenas quieren un capitalismo más amable, serio o adecentado. Pero están en discusión las viejas hipótesis de la dimensión anticapitalista que toda expresión libertaria –nacional popular, democrática radicalizada o socialista clásica- siempre supo convocarse para defender. Para los que no queremos albergar la política en neocapitalismos de nombre diverso, ¿qué alcances tendría hoy una política no capitalista? Al señalar en tu carta todas las zonas que considerás discutibles del kirchnerismo, las resumís en que representan al cumplimiento de los “objetivos y de las ideas de la derecha”. No pienso así, y a pesar de que a veces aparecen nombres desalentadores para juzgar el transcurso de esta experiencia, en lo fundamental me parece que también la cuestión del nombre está a la espera de que la vida política en su conjunto se exija más a sí misma en términos de invención y expectativa.
No me parece justo calificar de derecha a una experiencia que entre todas sus complejidades, sigue conteniendo fuerte expectativas de cambio emancipador, pero si hace largo tiempo estamos empeñados en esta correspondencia –hace más de dos años, lo que me parece un testimonio de amistad y camaradería, al margen de las diferencias-, es porque también creemos –pienso aquí en todos los que tenemos similar formación política-, que hacen falta nuevos nombres para calificar las líneas esenciales de lo que está ocurriendo, tanto como es necesario afinar nuestras propias opiniones y posiciones. ¿Por qué nuevos nombres y no las descripciones que tan severamente exponés, como “el avance incontrastable de la sojización, de la extranjerización, la concentración y la centralización de capitales…”? No ignoro ninguno de esos fenómenos, y otros parecidos, a los que en casi todos los casos matizaría con diversos hechos que también me parecen atendibles y no los veo mencionados en tu carta, más allá de reconocimientos episódicos de cuestiones de gran importancia que en muchos casos fueron apoyadas por la bancada parlamentaria de Libres del Sur, sectores de izquierda, el socialismo y otros.
Pero insisto, nuevos nombres, y si querés, nuevas definiciones en relación a las posibilidades, tanto de este tipo de gobiernos como a ese tipo de formulaciones que desean ser “más consecuentes” respecto no solo a la timidez que se le adjudica al kirchnerismo en sus reformas, sino también a lo que parecería su concordancia con las grandes condensaciones del poder mundial o local. Nuevos nombres: el kirchnerismo es lo que podríamos llamar un “analizador intrépido” del inmediato pasado, munido de un gran realismo político, al cual puede adjudicársele algunas de las frases atemperadoras de Raúl Alfonsín hacia 1986, dirigida a sus críticos de izquierda: “no tomamos el palacio de invierno”. Esto es, era un gobierno tímidamente reformista en el inmediato tiempo post-dictatorial, reconstructor de previsibles instituciones representativas, atacado por fuerzas poderosas que él mismo no pensaba afectar sustancialmente en sus intereses.
El kirchnerismo es mucho más atrevido, tiene la fruición de la coyuntura inesperada y se mueve desatando nudos históricos en general con una visión progresista, pasando a un capítulo superior de las cosas –sobretodo en momentos de apremio-, prefiriendo no repetir motivos conservadores, sino al contrario. Confía en la virtualidad de una historia social de procesos colectivos que abren puertas a oportunidades emancipatorias. Es cierto que proviene también de las fraguas internas de un partido tradicional, que en verdad está siempre en estado de congelamiento, como un gigante dormido que no obstante vigila con ojos entreabiertos sus intereses. Algunos querrían despertarlo para que se revitalizara sin rémoras clientelistas. Otros, que se desmigajara para que la sociedad reabsorbiera realmente sus memorias pero no sus gravosos procedimientos. De su seno, aparecen de tanto en tanto fenómenos de diferenciación, tomando elementos progresistas, de centro izquierda, evocando memorias del “peronismo revolucionario”, etc., que entran en tensión con la caparazón del propio PJ, sin abandonarlo. Entonces, se produce la gran discusión: ¿este partido en estado de hibernación permanente, conviene mantenerlo así para que sea un mudo respaldo pragmático; conviene reactivarlo como un “partido de derechos humanos”, o hay que descartarlo del todo pues a pesar de su somnolencia astuta, es el gran límite a las transformaciones? Es evidente que esta época tiene mayores respiraderos y hay cierta audacia en las decisiones que fueron las que le dieron su identidad más versátil al gobierno, pero la cuestión del partido justicialista, pero por añadidura, del sistema de partidos en la Argentina, no está saldada.
El gobierno se mueve dentro de los grandes órdenes económicos mundiales, y aún así, buscando líneas interiores, intervenciones no complacientes y aspectos autonomistas que no son los que abundan en la historia económica, política y diplomática del país. Pongo por ejemplo el discurso en la ONU de la Presidenta. Se trata de una meditada intervención en los asuntos mundiales de carácter progresista y que cuenta con el atrevimiento de proponer una modificación en el mismo consejo de las Naciones Unidas, al que se ve como arbitrario o sectario. ¿Hay ese mismo atrevimiento en otras cuestiones? Veamos. Una de las líneas maestras de la acción gubernamental, como se sabe, es una suerte de opción productivista, sin los nombres anteriores –hay uno nuevo: tecnópolis-, pero a la que le agrega una mayor sensibilidad social que la que tuvo el desarrollismo originario. Del último Perón toma su noción de la integración mundial con leve acento autonomista, quizás un poco menos la cuestión ecológica, y decididamente se inspira en un fuerte llamado a la unidad nacional, no en abstracto –como indicó la Presidenta en el acto de Huracán-, sino postulando sectores dinámicos como protagonistas privilegiados. El “Pacto Social” del Perón del 74 se revive últimamente con fuertes apelaciones al empresariado y a las organizaciones centralizadas de los trabajadores, aunque a éstas, a diferencia de los primeros, les hace mayores invitaciones al abandono de las prácticas corporativas. Por otro lado, de un modo muy contundente, se ha fijado un ideal productivo, emanado de fuertes atenciones que se le brindan al sector científico-técnico, del que se espera que contribuya con el esqueleto intelectual de las nuevas posibilidades industrializadoras del país. Considero todos estos temas aptos para grandes pronunciamientos públicos; discusiones no cerradas.
No veo en estos casos una derechización, como se asevera, Yuyo, en tus intervenciones. Veo más bien un programa clásico de desarrollo nacional con un fuerte impulso institucionalizador –las paritarias en un sentido, la ley de internas obligatorias en otro-, que se corresponden con un pensamiento hasta ahora no declarado y que creo que también proviene de la fuente peronista clásica, la más solicitada por el gobierno: hay una etapa “doctrinaria” y otros “institucionalizadora”. Desde luego, la institucionalización compone una escena dilemática. Nunca puede haberla por completo, ni es posible abstenerse en su totalidad de ella. Del mismo modo, la proclamada “unidad nacional” se torna una pieza habitual de todos los gobiernos mayoritarios, confiados en que en esa proclama conviene refugiar una ostensible hegemonía, basada en una convicción totalista, que siempre tuvo el peronismo, y que sin embargo, envuelve una paradoja. El peronismo histórico postuló la unión nacional y para las clases poseedoras eso no era creíble. Ya el Pacto Social del último Perón llegó a interesar más a los sectores tradicionales del empresariado y a las fuerzas del orden en general. La esencia de tales llamados, hechos desde los movimientos populares, es la de proteger su capacidad de convocatoria, realizando la confrontación de manera implícita, oblícua o tangencial. Las derechas temen también estas formas de conflictividad que sin embargo hablan el lenguaje de la conciliación. Cuando los movimientos populares toman el rumbo de una desaceleración conciliante –le pasó al peronismo clásico, puede  pasarle al kirchnerismo- los verdaderos núcleos de poder mundiales y locales tratan de aprovechar la situación, pero nunca la creen sincera. Al mismo tiempo, las izquierdas, que a priori atacan a los gobiernos reformistas, cuando éstos se hallan en medio de la tormenta y mueven el timón en direcciones ambiguas, encuentran cumplida su hipótesis y dicen “¿vieron? ¡ya lo habíamos dicho!”, cuando en verdad no precisaban ninguna evidencia de lo frágil que es la historia, sino que se actuaba con preconceptos intactos y predeterminados.   
De tal modo, el gobierno continúa teniendo un proyecto reformista e industrialista, que quizás esté menos en  sus textos y discursos (aunque también lo está), que en su facticidad evidente. Los hechos realizativos aparecen desprovistos de fundamentaciones de mayor alcance, no me refiero a una teoría de la historia, sino a un itinerario colectivo trazado con nociones más avanzadas de historicidad (lo que incluye imágenes de una sociedad democrático-libertaria), a los que de todos modos hay una cercanía en los conceptos esgrimidos actualmente. Sin embargo, existe una explicitada vocación de sostener un “desarrollo con inclusión social”, o en otras de sus versiones, “desarrollo con valor agregado, ciencia, técnica y producción”, o aún otra más: “alimentos y valor agregado a la materia prima en origen”. ¿Es el modelo? Si se le agregan elementos de su postulado sobre la autonomía financiera, rechazo al ajustismo, hipótesis de distribucionismo económico social, igualitarismo en la percepción de bienes y servicios, etc., estaríamos dentro de un estilo demócrata social avanzado, si se lo compara con la historia argentina reciente y la propia situación mundial. Estas fórmulas son las clásicas herencias cepalianas o desarrollistas de la antigua “teoría de la dependencia” pero en la era de la globalización. A ésta, por momentos se la elogia, pero la política económica real no se condice con la estrategia habitual de la globalización, sino que posee aspectos estatistas y proteccionistas de diverso cuño y alcance. ¿Qué nada de esto supondría la existencia de un proyecto de transformaciones más audaces? Puede ser, pero tampoco estamos ante un mero “posibilismo”, como se decía antes, porque no puede ignorarse una plexo de intereses (lo llamo así para no decir meramente “derecha”), que si bien en algunos casos se superponen con acciones de gobierno (no puedo negarlo, y eso tiene diversas interpretaciones), en lo fundamental (esto es, lo esencial de la situación, su carozo interno, que es lo que estamos discutiendo), se trata de un camino que las fuerzas mundiales de dominio no comparten y sigue siendo atacado por los reaccionarios vernáculos (permitime aquí que emplee una noción un poco abstracta pero aún certera), que no cesan de lanzar dardos y anatemas por sus medios de comunicación.
No hay entonces posibilismo. Hay zonas de yuxtaposición de intereses así como también zonas de alta fricción. No posibilismo, entonces, sino transformismo experimental. Hay rodeos, tiradas animosas, retrocesos, cálculos ostensibles sobre la base de lo previsible, evocaciones del lenguaje movilizador del pasado para sostener hechos muy heterogéneos, pero que aún sin ser audaces, precisan de la lengua movilizadora. La situación, entonces, es abierta. No concuerdo con los que la ven ya cerrada, lacrada en un contenido de derecha, menemista o amenazadora hacia la movilización social.
Y aquí entramos a un tema capital: la memoria social de la movilización argentina y el modo en que la toma el gobierno. Para ser más explícito: ¿qué debe hacer un estilo o un comportamiento de izquierda ante estos hechos? Voy a responder, Yuyo, en primer lugar, tomando un reciente reportaje que leí de Miguel Bonasso, a propósito de su libro El Mal. Veo la publicidad del libro en la carrocería de los colectivos, con su título que parecería una jugada más de Editorial Planeta en torno a los cíclicos intereses de una gran cantidad de lectores sobre ciertos temas demonológicos, exorcismos y técnicas que nos salven de las satanizaciones diversas que siempre están al acecho sobre las almas disponibles para la gran cosecha que hacen los dioses oscuros del mundo, los poderosos que desde las penumbras dirigen lo hilos de aquellos que incluso dicen oponérsele. Cuando Bonasso dice que los Kirchner se “inventan biografías”, combina una denuncia moral con una denuncia del “modelo”. Ni me convence lo primero –por compartir términos muy familiares al moralismo burgués- ni lo segundo, por lo que antes dijimos. Hay situaciones abiertas antes que variables anudadas de un modo fijo. No obstante, no voy a hablar mal de Bonasso, pues siempre sentí afecto hacia su estilo denuncista, su necesaria estridencia, su escritura de publicista enérgico, su arrebatado instantaneísmo, su capacidad de focalizar temas con virtuosismo de periodista y agitador; en el fondo, un buen novelista, como lo demuestra su libro menos comentado, La memoria donde ardía.
En un reciente reportaje de Clarín que me llamó la atención por su agresividad –a no ser que frases causales, que todos decimos, hayan sido tomadas por el periodista de este diario como conceptos graníticos, definitivamente torneados-, Bonasso señala al kirchnerismo como una falsía, la continuación del menemismo por otros medios (o por los mismos), sostenidos por gentes que piensan en su “billetera”, y en última instancia, regido a la distancia por poderes armamentistas, bushistas, corporaciones como Barrick, y muchas otras consideraciones que imagino que pertenecen a la conglomeración del Mal, aunque esto corre por mi cuenta, no leí todavía el libro. Pero al pasar, dice una frase: los Kirchner inventaron un pasado heroico, en el que no participaron, para encubrir la continuidad del proyecto menemista disfrazándolo con acusaciones de modelo neoliberal, lo cual no significa que no hayan tomado buenas medidas”. Analicemos esta frase, en un reportaje donde habla de “corrupción estructural”, “tráfico de influencias”, “banana republic”. No voy a intentar refutar una a una estas afirmaciones más propias de la estridencia lanatiana, pues en cada caso, sobretodo en el tema de la minería, sería necesario decir que hay que mirar con mayor atención lo que ocurre, reencaminar esa crucial cuestión en dirección a procedimientos diferentes, sobretodo en aspectos empresariales, tecnológicos y jurídicos, para que incluyan decididamente el respeto ambiental, la no depredación de los glaciares, la racionalidad cultural de los implementos tecnológicos, el control exhaustivo hacia las decisiones empresariales con un nuevo tipo de retenciones, etc.
En cada caso, si la discusión fuera con documentos en la mano, Bonasso no deja de aseverar proposiciones dignas de discusión, que no dudo que serán la marca del período que viene. ¿Pero por qué se convierten estos temas acuciantes –minería, valoraciones sobre el pasado, irregularidades en el desempeño de las instituciones públicas-, en un núcleo cerrado de decisiones, como si dijéramos ya planificadas, determinadas por un mito de dominio forjado por embaucadores, herméticamente sellado y envasado al vacío, una suerte de irrespirable menemismo redivivo?   
Es fácil –apelo al digno y cotidiano sentido común- percibir que no es así. Pero tampoco Bonasso puede creer que sea así. Voy de nuevo a la cita que hice de su entrevista en Clarín sobre la “continuidad del proyecto menemista”. Leemos allí la frase “lo cual no significa que no hayan tomado buenas medidas”. Hay un problema lógico aquí, que menciono, Yuyo, por que lo veo también en muchos razonamientos de la oposición de izquierda al gobierno. Muchas veces se dice… “y sin embargo, tomaron ciertas medidas que…” Y allí se enuncia, según quién hable, la asignación universal, las AFJP, Aerolíneas, la ley de medios, Papel Prensa, etc. Planteo un mero problema lógico. Si estuviéramos frente a hechos macizos, sin ninguna porosidad, un bloque de acciones maléficas que solo se distinguen por la corrupción, la impostura y el saqueo, por una la continuidad de las derechas, jamás podría emplearse una frase adversativa en relación a las “buenas medidas”. ¿Cuáles? ¿Por qué no se las menciona? Imagino una respuesta: porque su mera mención implica el reconocimiento de que esta es una situación nueva, que podrá tener aspectos muy criticables, e incluso concedamos: ciertas continuidades con modalidades que cuestionamos en el pasado, pero en esencia todas estos recursos condicionantes, están inscriptos en situaciones nuevas, abiertas a un territorio inesperado de transformaciones, a un reino de posibilidades potenciales que son como una claro en la espesura. El lenguaje traiciona la voluntad política de condenar la totalidad de una situación, así como la condena absoluta no tiene un lenguaje convincente para sostenerse, so pena de coincidir aquí sí totalmente con los deseos declarados e indeclarados del viejo conglomerado de intereses conservadores, hoy expresados por dos grandes periódicos nacionales en campaña de demolición.
Para Bonasso y para muchos grupos de la oposición de izquierda parecería que  existe un doble fondo moral y perceptivo; uno, el que lleva a una condena unánime del gobierno con fuertes tonos moralistas y satanizadores; otro, realista, imposible de omitir, respecto de que podrían ser bien vistas algunas “buenas medidas”. Considero que en esa fisura lógica de un razonamiento que parte de una condena implacable, hay una explicación que se está debiendo. Si sacamos las consecuencias últimas de esa fisura –reconocer que de todas maneras algo se ha hecho- sería imposible la condena absolutista y ciega a los gobiernos de Kirchner y Cristina Kirchner. Ya la sola enunciación de esa excepción –las buenas medidas- aunque tratada de una forma difusa, sin decir cuáles medidas ni que significan en concreto, sin embargo debería introducir una duda en el razonamiento de la demolición, sobretodo cuando la crítica se hace desde los medios de comunicación que expresan la trinchera de un poder mediático que sin duda precisa también su ala izquierda.
Ahora bien, éste es un problema. No seré ni esquemático ni haré gala de escasa comprensión hacia esta cuestión de tamaña espesura. ¿Cómo interpretar un gobierno que aunque sería continuidad de “lo peor del pasado” (encubriéndose en vestiduras transformadoras e igualitaristas), hacealgunas cosas buenas que incluso el centro-izquierda apoyó desde el parlamento? ¿Ese reconocimiento no pesa a la hora de matizar el juicio adverso? No, porque ese juicio se lo ofrece desde órganos de prensa sobre los que no se discute en ningún momento a qué continuidad del oscuro pasado pertenecen. Es por lo menos poco ecuánime esta disparidad de criterios, que afecta el análisis político. Se dirá que la oposición de izquierda o de centro-izquierda no tiene donde expresarse, y sé que este es un tema de principal relevancia. Compleja cuestión que no puede hurtarse de la discusión ni admite una respuestacompendiada. Lo cierto es que este tema es un capítulo de un asunto central: las relaciones del gobierno reformista con las izquierdas, incluyendo también las que creen que están frente a un mero apéndice del neocapitalismo o de la globalización.
Pienso que el gobierno, que posee muchos matices, discusiones potenciales que se desarrollarán de maneras que no pueden ahora ser previsibles y un programa de reformas que aun no se ha esbozado plenamente para un próximo período, -que no será fácil-, no es un gobierno de izquierda, que no puede asumir objetivamente ese papel (como piensa Laclau que debe hacerse), pero que toma medidas inusuales para el período histórico que atravesamos en el país y en el mundo. En cierto sentido es más de “izquierda”, sin tener ese nombre, que partidos y gobiernos que aunque llevan ese nombre, son irremisiblemente más timoratos y pragmáticos. Lo definiría como un gobierno de gran esponjosidad, que no es ni la continuidad del menemismo (¡qué absurdo sería definirlo así!), ni tiene un programa anticapitalista o antiglobalización, pero que un poco a la manera “bonapartista” –no me gusta este concepto porque es casi siempre peyorativo, pero lo uso a modo de desafiante brevedad-, se sitúa como un mediador social que a veces expone una idea homeostática de la sociedad (lo que tiende siempre a la estabilidad del cuerpo social), pero en verdad está casi siempre disponible para desequilibrar –como en el fútbol a veces se dice del factor diferencial de algún delantero- en el sentido del igualitarismo y el impulso novedoso. ¿Es poco? ¿Podría hacer mucho más un gobierno de Binner, que tiene un programa predominantemente liberal-republicano (no lo critico, son ingredientes valorables cuando se articulan con los grandes torrentes de la historia), y que sin duda no se caracterizaría, como no lo hizo el de Tabaré Vázquez, por enjuiciar el entorno mundial y local de maneras originales o inesperadas? Entiendo las alianzas políticas. Pero reflexionen ustedes, Yuyo, como representantes de una tradición popular de la izquierda, si están adosados ahora a una expectativa más prometedora que aquella que abandonaron con argumentos que, tomados uno a uno, eran atendibles, aunque flaqueaban a la hora de buscar respuestas mejores en lo que ofrece la política real tal como se hace en la Argentina.
El gobierno, ciertamente, se mueve entre el deseo de orden y la inevitabilidad de tener que asumir o desencadenar cambios. Su afán tecnológico tiene un valor homeostático, equilibrador, cuando se toma la tecnología como un mero lazo lineal con la producción, y un valor eponjoso, absorbedor de pluralidades, diferenciador y promisorio, cuando toma los temas de la autonomía tecnológica, (su no neutralidad valorativa) y los de una intuición general sobre la inexistencia de una “variable independiente” de carácter tecnológico, que al contrario, debe vincularse con la democratización del conocimiento antes que con la “sociedad del conocimiento”, con una sociedad igualitaria antes que con la tasa de ganancia capitalista. En fin, hay algo en la sociedad argentina que determina siempre, por cierta fatalidad heredada, que los grandes frentes políticos de transformación que deben constituirse, se presenten en pedazos discordantes y separados en los momentos electorales. Los movimientos populares son víctimas de esa situación, pero a su vez suelen tener responsabilidad en producirla debido a que prefieren solidificarse a través de aglutinamientos fuertemente nominados (yrigoyenismo, peronismo). Esos aglutinamientos aseguran emblemas de unidad pero son causantes también de malas formas de unidad.
Pero también el socialismo dejó escurrir su nombre –de uso hoy casi ornamental- en pactos recurrentes con las inconsistentes formaciones moralizantes de las pequeñas burguesías rurales y urbanas. Decís, Yuyo, que “no nos separan conceptos teóricos o visiones filosóficas expresadas como generalizaciones abstractas, nos separa un abismo de hechos concretos que no los reconocemos cristalizados como parte de nosotros”. Creo que está bien buscar la verificación de los hechos concretos para sustentar visiones filosóficas. El campo intelectual está fracturado, sin embargo, de un modo que podría replantearse a fin de que esas mismas cosmovisiones puedan dirimir con más precisión, primero, la relación de los legados conceptuales –por ejemplo, el socialismo-, con los hechos restringidos que se producen en su regazo o entorno; y segundo, el cotejo de los propios hechos auspiciosos, entre los cuales muchos de los que deberán ser mencionados, forman parte de aquellos que es menester reconocer como los que muestran que “de todas maneras, algo se ha hecho”. Esta mera constatación desganada, sin embargo pone en crisis la manera liviana en que se interpreta al gobierno Kirchner como continuidad de derechas, menemismos o fascismos, como irresponsablemente profirió en estos días Tomás Abraham. El arrebato de los destemplados se basa en la ilusa constatación de continuidades y equivalencias con una larga serie de errores e injusticias que arrastra el país. Pero el simple uso del lenguaje, – el adversativo que dice: de todas maneras hubo algo que estuvo bien-, traiciona a estas apresuradas inquisiciones.
Acabo de leer la solicitada a favor de Binner de muchos intelectuales, a los que conozco y con los que espero seguir debatiendo, incluyendo al inmoderado Abraham. Ví allí tu nombre. Y reconocí que de alguna manera, prosigue la vieja tarea que de muy jóvenes iniciáramos, pensar en sociedades forjadas con la arcilla de la justicia profunda y en los intercambios epistolares que ojalá prosigan, a pesar de que no  interrumpan los variados desacuerdos, pues éstos son también la sal y el espíritu con que se amasan las futuras esperanzas.
Horacio González

Profundizar hacia abajo

Comentario a la carta de Horacio González

por José Luis Grosso
Comparto que «es lo que hay», que la cuestión está en «profundizar hacia abajo», que los límites son y serán cada vez más fuertes, pero sobre todo temo a la «institucionalización del kirchnerismo», a su memoria corta, a su «futurismo».


Temo al triunfalismo que viene, a la euforia institucionalizadora en formato partido como neoperonismo del siglo XXI (Perón-Evita::Kirchner-Cristina), tomada por sensibilidades clase-media, cuya memoria de derechos humanos llega hasta la dictadura militar del 76 y cuyo futurismo se iconiza en Tecnópolis, eso puede dar un «nacional-popular» intolerante con lo que deja afuera: otras configuraciones etnoculturales, otras matrices civilizatorias no-desarrollistas, otras territorialidades que no son las del Estado-Nación.

No hay otra opción, pero los límites se irán haciendo cada vez más restrictivos, no la veo a Cristina profundizando más allá de lo que lo ha hecho, querrán cobrar lo avanzado y lo que ellos hicieron como voto de confianza, ya no habla tanto de «injusticia social», ahora se trata del «futuro» y éste apoya con desarrollo social lo que saca de las regalías, es su modo de «redistribuir». El futuro no se negocia y mucho menos se discute.

No veo tanta «esponjosidad» como González, no veo elementos inmediatos al gobierno que le apunten a sacrificar lo ganado políticamente con potenciamiento del antagonismo que pueda asustar a los propios kirchneristas y mucho menos con fortalecer a quienes podrían radicalizar las luchas emancipatorias: movimientos de base y comunidades. Cristina no lo ha hecho: no ha abierto el abrazo público a los que empujan desde abajo, no ha salido al balcón, no ha permitido que la turba tome forma. El partido buscará contener la asamblea popular, Intuyo un «frenáte» que se volverá un obstáculo, y que se resentirá y lo manifestará emotivamente por la «ingratitud» de quienes «están mejor que antes» porque «algo se ha hecho».
Lo nacional-popular como chantaje entre lo general y lo particular, sacrificando lo particular, además de suponer una definición de lo «general» centrada en la localización del propio particular en el orden del mundo vigente (es siempre un deslizamiento imperceptible «generalizar» lo que el sentido común dominante, es decir, impuesto por la formación hegemónica que se dice criticar, ya ha establecido como «sentido de realidad»), además de esta naturalización del propio particular como «general», digo, se corresponde con la estrategia operativa hegemonizante / homogeneizante de la izquierda y de la derecha que trata a las diferencias que involucran relieves culturales e interculturales en calidad de «obstáculos» o «resistencias» que en cualquier caso hay que pasar por encima en función del curso general de la historia y/o del «bien común». Los imperativos de la política resultan así siempre más próximos a la propia concepción del mundo.

Las nuevas emergencias se volverán divisorias de aguas, la gran reunión se quedará rodeada de próximos, no todos ellos deseados, pero muchos próximos deseados se volverán antagónicos. Lo popular-intercultural abrirá brecha emancipatoria. Creo que hacia allá vamos y debemos prepararnos para estar al lado de «los que vienen atrás».

Un fantasma me pidió el documento de politicidad

y yo me lo había dejado en casa *
Por Cáctus
1.
Honestamente, para los que hicimos nuestra experiencia de politización y la experiencia de su fracaso en la década del 90, para los que nos sobrepusimos buscando las llamadas “otras sociabilidades” (?), la reaparición de la Política –y de su correlato, la anti-Política- es justamente una aparición. Es decir, un muerto vivo, un fantasma. Y todo el que ha visto fantasmas y muertos vivos sabe que el suceso es, como mínimo, desconcertante. 
Pero puestos a pensar, el desconcierto no es de hoy día, como se dice. Viene de lejos. Para decirlo rápido, hasta un cierto momento para todos los filósofos, teólogos, políticos, cientistas sociales de diverso signo, estaba más o menos claro que lo político refería a las relaciones de mandato y obediencia entre una autoridad reconocida y la comunidad que la reconoce. Losmandatos recibían el nombre de “ley”. Pero –y sólo para dar una idea de la lejanía del desconcierto- cuando a Carl Schmitt se le ocurre que la política es la gestión de un orden y lo político el grado de intensidad de un conflicto, comienza a embarrarse la cancha. Después Arendt: que la política como violencia o como acción y promesa en el espacio público. Después toda la saga del –digamos para resumir- heideggerianismo político francés: que la política es policía y lo político la producción del desacuerdo, que la política es la mismidad y lo político es la diferencia, que la política no es lo político como lógica del acontecimiento, que los significantes vacíos… En fin, ya no se sabe de qué carajo se habla cuando se dice “política” o “político”. Y entonces el “retorno de la Política” es efectivamente un fantasma. Es un nombre que no tiene cuerpo.
¿Cuál es la fuente de esta oscuridad de los signos? Es evidente: el rechazo de esa forma clásica de la politicidad, pero al mismo tiempo la exigencia imperativa de alguna politicidad. Así, no alcanza con experimentar en la constitución de modos de existencia habitables en el trabajo, en el mercado, en el arte, en la cultura… Hay que explicarse o justificar por qué son políticos. Y si no lo son, cuál es su politicidad. Por un anudamiento no tan extraño entre política y moral, la politicidad parece extender el certificado de moralidad social de una práctica. Certifica que al menos en intención no es para sí, que no es egoísta, que no es una búsqueda autocentrada, onanista, privada, que por el contrario se compromete o se interesa por la vida de los demás. Y como todos queremos el certificado de bondad, buscamos esforzadamente en lo que hacemos su politicidad, llamamos “político” a muchas cosas, “política” a otras tantas, y la cancha se embarra y se embarra. Las experimentaciones se desvían y se pierden, el pensamiento se confunde.
2.
Moralidad y politicidad son aspectos de un estado de lo humano. Es lo que puede leerse en la Ética de Spinoza. Los que hacen una lectura politicista de Spinoza se olvidan de que la ética está demostrada según un orden geométrico. Y de que un orden geométrico es, ante todo, un orden: primero Dios, después la composición de los corpúsculos y las animásculas, después las potencias e impotencias, los afectos y la razón, todo atravesado, por último, por dos vectores o direcciones de lo humano (partes IV y V respectivamente), el antropocentrismo o la beatitud.
El vector antropocéntrico es, como su nombre obviamente lo indica, una fuerza centrípeta que arremolina y succiona percepciones, acciones, afectos, pensamientos, cosas en torno de un centro, sujeto o conciencia. Opera entonces un despoblamiento del  mundo, hace un mundo ralo. A través de cada hombre no queda nada, entre un hombre y otro, nada.  
El a través y el entre son cubiertos, suprimidos y al mismo tiempo sostenidos como lo hace un puente con el vacío, por la ley, esos mandatos que aceptamos autoritaria o democráticamente, asamblearia o representativamente, local o nacionalmente, revolucionaria o conservadoramente. Hacer política es ocuparse de esa enorme empresa constructora de puentes: ¿dónde y cuándo estarán y cómo serán los puentes que cubran, que supriman y sostengan el vacío entre los hombres? El vector antropocéntrico conduce a la moral y al Estado. El Estado es literalmente un estado: es el necesario y variable estado impotente e irracional de lo humano (parte IV, proposición XXXVII, Escolios 1 y 2). Por necesario y variable, importante, de acuerdo. Pero no único, y por sobre todo, no primero.
La otra dirección de lo humano es la beatitud, la deshumanización, la experimentación ética. Alguno dirá: Es que es esa experimentación lo que yo  llamo “política”. Bueno, cada quien hace de su culo un pito. ¿Pero qué se gana usando un nombre tan ambiguo, tan oscuro, tan confuso, para designar algo que ya reclama para hacerse y avanzar un enorme esfuerzo de pensamiento claro y distinto? ¿Qué motivo tenemos para embarrar tanto la cancha? Hasta el más gil de los giles sabe y repite hoy que hay una lucha de poder en torno del significado de las palabras. Lo que no es tan obvio es si hay que participar en ella. Lo que no es tan obvio es si una experimentación en la constitución de espacios habitables tiene por finalidad –o por una de sus finalidades- dar esa lucha en torno del significado de una palabra. Por el contrario, resulta bastante obvio para quien lo ha vivido que el remolino que provoca este tipo de luchas de resignificación en una experiencia tiene un enorme poder de succión. Absorbe casi completamente el trabajo del pensamiento e incluso desvía hacia su centro la disposición de las relaciones entre los cuerpos.      
3.
La experimentación ética supone un poblamiento del mundo. Un mundo anterior y posterior al hombre. Un mundo sólo del a través y del entre. Un mundo lleno, denso. Cuando el mundo se puebla de acciones y reacciones que se arremolinan, de cualidades y potencias que se conectan entre sí, de relaciones independientes de sus términos, de contracciones, expansiones y aceleraciones de un ser continuo, ya no se trata del cine como creación humana. O de la pintura, o de la literatura. Menos aún se trata de una oposición entre estética y política, o de una politicidad de la estética. Cuandoel mundo se puebla se entra en la pendiente de la deshumanización, en el vector de la beatitud. Aeste nivel, como decía Benjamin, la socialdemocracia es exactamente lo mismo que un poema malo de primavera.
* Este es el texto introductorio del libro recientemente publicado por Cactus, Cine II. Los signos del movimiento y el tiempo de Gilles Deleuze.

Paseo al jardín botánico

(contra la experiencia “vivida”)
Por DS

Todo lo que se diga a continuación debe ser tan radical como preliminar. Textos como éste no se escriben con las ideas claras, sino con sentimientos de ahogo. Si la claridad y distinción de las ideas nos precedieran, ¿qué nos llevaría a escribir?
I.
No hay dignidad en el despreciable hábito de pensar, hablar, percibir, creer, saber y escribir a partir de la experiencia vivida.
Basta con comentar una película, conversar con alguien de otra generación, intentar una mínima complicidad con alguno de otra tribu, leer una entrevista en un diario o escuchar un debate político en TV para toparse con esta versión del “yo pienso” subjetivamente amparado en un escaso manojo de rasgos de nacionalidad, nacimiento, barrio y filiaciones familiares. “Nació en el 81”, “llegué a Buenos Aires en el ’99”, “directora paquistaní”, “es el mejor gobierno que me tocó ver”, “las cosas se ven de otro modo en mi barrio”. Y un largo etcétera.
II.
El yo pienso deviene yo “siento”. El cuerpo propio sintiente se recorta pasivamente sobre un espacio sensible previo que opera como ambiente perceptivo: el cuerpo individual, el yo- grupito, el generacional, el yo-vida familiar, profesional o barrial. 
El yo, regado en contexto crece como una planta venenosa: estabilidad vital de la identidad, de la opinión, del punto de vista y el gusto en el consumo.

La inestabilidad acosa. La estabilidad, agónica, salva.
III.
Jardín botánico, proliferante, de los modos de vida.
La experiencia “vivida” territorializa y sedimenta un yo-vida: un yo-marca, un yo-guerra, un yo-gueto, un yo-cumbia, un yo-encapsulado, un yo-suficiente, un yo-retórico, un yo-critico, un yo víctima, un yo-diferencia, un yo-cínico.
Marca, guerra, cumbia, aislamiento, afirmación, lenguaje, critica, vulnerabilidad, diferencia, cinismo dejan de ser impulsos extremos, fuentes de mutación subjetiva, vías de escape, fuentes de problematización y se tornan lugares asignados, pobreza del juicio, fricción inútil, guerra civil de modos de vida.
IV.
La experiencia “vivida” –sentida, reflexionada, contemplada, padecida-nos acosa. Nos enmudece y nos hace hablar. Un nombre propio para aun yo que solo puede repetir su ser-hecho. O hacer de su ser un virtuosismo.
Y sin embargo: que avance! Pensar que la experiencia vivida remite al menos a la experiencia. A un Yo que ni siquiera se pone en juego en los discursos vacios del universal y los valores. Que avance! Un avance negro, auto-referencial. Comprensible, admirable después de todo. 
V.
Al yo vivido le corresponde un entorno abstracto, y un imaginario representativo. Un espacio representativo lleno de imágenes. Una disposición de lugares ocupado por cosas individuadas. Espacio vivido, percibido, constatado.
VI
Huyendo de la estructura objetivistas, el yo-y-su-contexto, el yo subjetivo se ha convertido en la más pobre de las estructuras. Monada inexpresiva. Carcomida por sus propias pasiones (ya sin remedio).
VII.
El valor está en la diferencia. Y la diferencia encerrada, opacada en lo vivido. Se nos va. Perdemos lo vivido en el miedo por lo no vivido.
El valor se resguarda en el miedo. A perder lo logrado: lo pensado, lo sido, lo tenido.
El yo lastimado no es zonzo. Es pobre.
VIII.
La experiencia es siempre lo por-vivir. Pero la definimos como lo ya-vivido. Fieles a lo vivido, hacemos del yo-en-el-mundo el sujeto de una revelación. Pero revelación y praxis no van juntas.
En la praxis la exigencia es lo que viene, no lo advenido.
IX.
Indignidad.
Achanchamiento en una sensibilidad ya conquistada. Trabajosamente adquirida. Pérdida de todo pudor al conservarla.
Falso respeto, político y correcto.
Renuncia a reescribir el mundo. Ambición desmedida por ser solo un personaje “auténtico” del gran guionista.   
X.
La experiencia-vivida se convierte en su contrario. No-experiencia vivida como testimonio redundante de lo que se es.Experiencia no vivida es la narración de lo que nos hace ser lo que somos: “¿Cuándo llegaron tus padres?, ¿quién te crió?, ¿cómo se vive en la villa?, ¿Cómo se es  escritora mujer?”, etc.
XI. 
Un cierto lenguaje sobreentrenado en estos tiempos nos ha encerrado en la estupidez de nuestra propia confirmación verdadera. Allí nos conservan los sabios que se ocupan de nosotros.
¿Qué asco somos capaces de sentir, cuanto odio podemos desarrollar en esta lucha final por conquistar algo de libertad?
19 de octubre de 2011

Extractivismo al desnudo

Por Alberto Acosta


“Toda la historia del petróleo está repleta de criminalidad, corrupción, 

el crudo ejercicio del poder y lo peor del capitalismo de frontera”.

Michael J. Watts (1999)[1]


Resulta difícil entender cómo un gobierno popular, que se precia de revolucionario y que asume la defensa de los intereses populares, puede reprimir violentamente a sectores populares que reclaman sus derechos. Eso acaba de suceder en Bolivia. El gobierno del presidente Evo Morales, haciendo caso omiso a los reiterados pedidos para que abra el diálogo con los pobladores delTerritorio y Parque Nacional Isibore Sécure (TIPNITS), optó por la represión. Desplegando una inusitada violencia policial setrató de disolver una marcha de pueblos indígenas, que defienden sus derechos y la Constitución de su país. Con su acción pacífica, estos grupos se oponen a la construcción de una carretera, financiada por capitales brasileros, que atravesaría el TIPNITS para facilitar la explotación de yacimientos petroleros. Y, de paso, ellos ponen en evidencia las contradicciones de su gobierno.


La indignación y la frustración se expanden cual círculos concéntricos por Bolivia y el mundo. Adolfo Chávez, dirigente indígena boliviano, no podía expresar de mejor manera su malestar: “Los pueblos indígenas de todo el país nos encontramos indignados y profundamente dolidos por el accionar del gobierno. Éste gobierno nos prometió un cambio: respetar los derechos indígenas, respetar a la madre tierra, respetar nuestra cultura, respetar nuestra autodeterminación”.

Seguramente serán muchas las (sin)razones oficiales para explicar dicho acto violento que nos confronta con una realidad poco conocida. La violencia y la represión, más allá de algunas etapas de mayor intensidad en algunos momentos históricos, están latentesen una modalidad de acumulación que agrede sistemática y masivamente a la Naturaleza e incluso a la sociedad. Lo que acaba de suceder en Bolivia, con el agravante de que un gobierno que se proclama representante de los indígenas reprima a indígenas, ha sucedido o sucede aún en casi todos los países ricos en recursos naturales.

Aunque resulte poco creíble a primera vista, la evidencia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmar que la pobreza en muchos países del mundo está relacionada con la existencia de una significativa riqueza en recursos naturales. Sobre todo parecen estar condenados al subdesarrollo y a sufrir diversas formas de autoritarismo aquellos países que disponen de una sustancial dotación de uno o pocos productos primarios. Una situación que resulta aún más compleja para aquellas economías dependientes para su financiamiento fundamentalmente de petróleo y minerales. Estos paísesestarían atrapados en la lógica perversa de la maldición de la abundancia”[3]: ¿Será que son países pobres, porque son ricos en recursos naturales?

Violencia y autoritarismo de la mano del extractivismo

La violencia parece configurar un elemento consustancial del extractivismo, un modelo bio-depredador por excelencia. Hay violencia desatada por el Estado a favor de los intereses de las empresas extractivistas, sobre todo transnacionales. Violencia camuflada como acciones de sacrificio indispensable de unos pocos para asegurar el bienestar de la colectividad, independientemente de la orientación ideológica de los gobiernos. Basta ver la represión enYukumo, Bolivia, por defender el TIPNIS o la desatada por el gobierno de Alan García en el norte de la Amazonía peruana, en junio del 2009 o lase produjo en Dayuma, en la región amazónica ecuatoriana, a fines del 2007.[4]

Inclusive hay una violencia simbólica infiltrada en sociedades que han asumido el extractivismo, como algo prácticamente inevitable: podría decirse que en estas sociedades existe una suerte de ADN extractivista en todos sus niveles, empezando por los niveles más altos de definición política.Eso explica porque los gobernantes progresistas, al asumir el papel de portadores de la voluntad colectiva, tratan de acelerar el salto hacia la ansiada modernidad forzando el extractivismo: una suerte de modernización pasadista…

Estas actividades extractivistas generan, adicionalmente, graves tensiones sociales en las regiones en donde se realiza la explotación de dichos recursos naturales. Los impactos económicos y sociales provocan la división de las comunidades, las peleas entre ellas y dentro de las familias, la violencia intrafamiliar, la violación de derechos comunitarios y humanos, los incrementos de la delincuencia e inseguridad, el tráfico de tierras, etc. Las grandes tensiones sociales en las regiones crecen a través de otras formas perversas de dominación que se producen cuando, por ejemplo,se conforman empresas extractivistas en las participan grupos indígenaspara explotar estos recursos naturales no renovables en zonas conflictivas, como sucede ahora en el Bloque Armadillo en Ecuador, en donde -constitucionalmente- está prohibido extraer petróleo por existir evidencias de la presencia de pueblos en aislamiento voluntario. Este tipo de situaciones aumenta la confusión de los pueblos y genera más rupturas internas.

La violencia incluso aflora afora también, cuando los gobiernos, incluso aquellos considerados como progresistas, como en el caso de Ecuador, criminalizan la protesta popular que emerge en contra de las actividades extractivistas, con el único fin de garantizarlas… para poder reducir la pobreza, como justifica el mensaje oficial.

En suma, como contracara de las violencias múltiples, la lista de represiones atadas al extractivismo es larga. Este podría ser uno de los telones de fondo de la historia de nuestros pueblos, que se inició hace ya más de quinientos años, cuando se inauguró esta modalidad de acumulación extractivista que nos condenó al subdesarrollo.

Tampoco han faltado guerras civiles, hasta guerras abiertas entre países o agresión imperial por parte de algunas potencias empeñadas en asegurarse por la fuerza los recursos naturales, sobre todo hidrocarburíferos en los últimos tiempos. Para ilustrar este último caso bastaría con mencionar la agresión militar norteamericana a Irak y Afganistán, en ambos países buscando el control de las reservas petroleras y gasíferas. Los bombardeos de la OTAN a Libia parece que van también en esa dirección.

Esta violencia casi innata a esta maldición de la abundancia está vinculada, con mucha frecuencia, a regímenes autoritarios. La masiva explotación de los recursos naturales no renovables, depredadora en esencia, es posible atropellando a ciertos segmentos de la población en beneficio de la colectividad y para lograr el desarrollo, al decir de los gobernantes.

Los masivos ingresos obtenidos han permitido el surgimiento de Estados paternalistas y autoritarios, cuya capacidad de incidencia está atada a la capacidad política de gestionar una mayor o menor participación de la renta minera o petrolera, así como a su capacidad de imponer nuevos proyectos extractivistas supuestamente indispensables para encarar la pobreza y desarrollar la economía; proyectos que, de conformidad con la propaganda oficial, hasta servirían para proteger el ambiente…

Este tipo de ejercicio político se explica también por el afán de los gobiernos de mantenerse en el poder, acumulándolo cada vez más, y/o por su intención de acelerar una serie de reformas estructurales que, desde su particular perspectiva, asoman como indispensables para transformar las sociedades. Son Estados que al monopolio de la riqueza natural han añadido el monopolio de la violencia represiva y política.

En estas economías extractivistas se ha configurado una estructura y una dinámica política no solo violenta y autoritaria, sino voraz. Esta voracidad, particularmente en los años de bonanza, se plasma en un aumento muchas veces más que proporcional del gasto público y sobre todo en una discrecional distribución de los recursos fiscales.

Ante la ausencia de un gran acuerdo nacional para manejar estos recursos naturales, sin instituciones democráticas sólidas (que sólo pueden ser construidas con una amplia y sostenida participación ciudadana), aparecen en escena los diversos grupos de poder, desesperados por obtener una tajada de la renta minera o petrolera. Y, como es fácil comprender, esta pugna distributiva, que puede ser más o menos conflictiva, provoca nuevas tensiones políticas.

Todo ello ha contribuido a debilitar la gobernabilidad democrática, en tanto termina por establecer o facilitar la permanencia de gobiernos autoritarios y de empresas voraces, proclives también a prácticas autoritarias. En efecto, en estos países no asoman los mejores ejemplos de democracia. Adicionalmente, el manejo muchas veces dispendioso de los ingresos obtenidos y la ausencia de políticas previsibles termina por debilitar la institucionalidad existente o impide su construcción.

Los altos ingresos del gobierno le permiten prevenir la configuración de grupos y fracciones de poder contestatarias o independientes, que estarían en condiciones de demandar derechos políticos y otros (Derechos Humanos, Derechos de la Naturaleza justicia, cogobierno, equidad, etc.), y de desplazarlos democráticamente del poder. El gobierno puede asignar cuantiosas sumas de dinero para reforzar sus controles internos; incluyendo la represión de los opositores. América Latina tiene una amplia experiencia acumulada en este campo.

Como consecuencia de los elevados ingresos derivados de la explotación de los recursos naturales y las abiertas posibilidades de financiamiento externo, los gobiernos tienden a relajar sus estructuras y prácticas tributarias. En este punto, entonces, asoma nuevamente el efecto voracidad, manifestado por el deseo de participar en el festín de los cuantiosos ingresos por parte de la banca, sobre todo internacional, sea privada o multilateral, corresponsable de los procesos de endeudamiento externo. Últimamente China concede cada vez más créditos a varios países subdesarrollados, particularmente de África y América Latina, con el fin de asegurarse yacimientos minerales y petroleros, o amplias extensiones de tierra para la producción agrícola, además de la construcción de importantes obra de infraestructura.

En definitiva, los significativos impactos ambientales y sociales, propios de estas actividades extractivistas a gran escala, que se distribuyen inequitativamente, aumentan la ingobernabilidad, lo que a su vez exige nuevas respuestas autoritarias.
Esta es una gran paradoja: hay países que son muy ricos en recursos naturales, que incluso pueden tener importantes ingresos financieros, pero que no han logrado establecer las bases para su desarrollo y siguen siendo pobres. Y son pobres porque son ricos en recursos naturales, en tanto han apostado prioritariamente por la extracción de esa riqueza natural para el mercado mundial, marginando otras formas de creación de valor sustentadas más en el esfuerzo humano que en la generosidad de la Naturaleza.

Del extractivismo colonial al extractivismo del siglo XXI


Hace muy pocos años se inauguró una nueva etapa llena de esperanzas de cambio en varios países de América Latina. Las políticas económicas de los gobiernos progresistas, desligadas de los mandatos del FMI y del Banco Mundial, empezaron a revertir paulatinamente la tendencia neoliberal anterior. Sin embargo, este empeño de transformación, como vemos en la práctica y por más que se conocen hasta la saciedad las nocivas consecuencias provocadas por las lógicas primario-exportadoras, no afecta (aún) la esencia extractivista de la modalidad de acumulación imperante desde la colonia. Los países que se alinean en el progresismo y que han sostenido posiciones antiimperialistas, en la práctica, al mantener modelos que los atan a los intereses económicos de los países centrales, no logran su independencia y mantienen los niveles de dependencia política y económica.

Sin embargo establezcamos algunas diferencias. Hay avances con relación al extractivismo anterior, sobre todo por el lado de la defensa del interés nacional y de una consecuente acción estatal para tratar de reducir la pobreza. Entre los puntos destacables, sin negar la existencia de algunas graves situaciones contradictorias, aflora una mayor presencia y un papel más activo del Estado. Han aumentado las regulaciones y normas estatales. Se han fortalecido las empresas estatales extractivistas. Y desde una postura nacionalista, a través de algunos ajustes tributarios, se procura una mayor tajada de la renta petrolera o minera.

Parte significativa de esos recursos, a diferencia de lo que sucedía en años anteriores, en los que el grueso de dicha renta se destinaba al pago de la deuda externa, financia importantes y masivos programas sociales. De esta manera, estos Estados tratan de enfrentar activa y directamente la pobreza.

Siendo importante un mayor control por parte del Estado de estas actividades extractivistas e incluso significativo el esfuerzo para reducir la pobreza, esto no cambia la modalidad de acumulación primario-exportadora. La subordinación a la lógica global de acumulación del capital se mantiene inalterada. El real control de las exportaciones nacionales sigue en manos del capital transnacional, que directa o indirectamente determina la evolución de dichas actividades. Por cierto, en América Latina juega un papel preponderante el peso de Brasil y sus intereses, a través de sus diversas empresas con vocación global.

Perversamente muchas empresas estatales de estas economías extractivistas (con la anuencia de los respectivos gobiernos, por cierto) parecerían programadas para reaccionar exclusivamente ante impulsos foráneos y actúan casa dentro con lógicas parecidas o aún peores a las que emplean las empresas transnacionales. De esta manera queda demostrado que el asunto de la propiedad de los recursos naturales y de las empresas extractivas, siendo importante, no es suficiente.
Igualmente contradictorio es el hecho de que estos gobiernos, supeditados por los intereses intereses geopolíticos transnacionales, de las viejas y nuevas hegemonías como China y Brasil, continúen desarrollando proyectos de integración al mercado mundial impulsados por las fuerzas de dominación del sistema-mundo capitalista; como son aquellos diseñados por la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). El eje Manta-Manaos, entre Ecuador y Brasil, es una muestra de esta aseveración.

Gracias al petróleo o a la minería, es decir a los ingresos que producen las exportaciones de estos recursos, los gobernantesprogresistaslogran consolidarse en el poder y desplegar renovadas acciones estatales para enfrentar la pobreza. No esperan, como en épocas neoliberales a que la pobreza se reduzca algún día por efecto del crecimiento económico, que a su vez provocaría una mayor concentración del ingreso; situación que luego beneficiaría a la colectividad a través de nuevas inversiones que provocarían nuevos empleo e ingresos adicionales. Los gobiernos progresistas, que entendieron que no funciona esa teoría neolibreal, de manera consciente, inspirados en criterios de justicia social, están empeñados en reducir las inequidades en la sociedad.

Lo anteriormente expuesto es lo que sucede con los actuales gobiernos progresistas de la región. Del Estado mínimo del neoliberalismo, se intenta -con justificada razón- reconstruir y ampliar la presencia y acción del Estado para liderar el proceso de desarrollo, y no dejarlo al destino atado a las fuerzas del mercado. Lamentablemente con todo este esfuerzo estatal no se logra (o no si quiere) alterar las bases estructurales de la modalidad de acumulación extractivista.

Así las cosas, la producción y las exportaciones de materias primas mantienen inalterados sus estructuras y rasgos fundamentales. La depredación ambiental y el irrespeto social están a la orden del día.

Lo que resulta notable y por cierto lamentable, es que, si bien se ha conseguido reducir la pobreza en los países con gobiernos progresistas, las diferencias e inequidades en la distribución de la riqueza se mantienen inalteradas. Los segmentos empresariales poderosos, que han sufrido el embate de los “discursos revolucionarios” de partelos gobernantes progresistas, no han dejado de obtener cuantiosas utilidades aprovechándose de este renovado extractivismo y desarrollismo (al menos eso sucede en Ecuador).

En consecuencia, la relativa mejoría en las condiciones de vida delos segmentos tradicionalmente marginados de la población ha sido posible gracias a la mejor distribución de los crecientes ingresos petroleros y mineros, no como resultado de una profunda redistribución de la riqueza. Esta situación es explicable por lo relativamente fácil que resulta obtener ventaja de la generosa Naturaleza, sin adentrarse en complejos procesos políticos de redistribución de dicha riqueza.

Como en épocas pretéritas, el grueso del beneficio de esta orientación económica va a las economías ricas, importadoras de Naturaleza, que sacan un provecho mayor procesándola y comercializándola en forma de productos terminados. Mientras tanto los países exportadores de bienes primarios, que reciben una mínima participación de la renta minera o petrolera, son los que cargan con el peso de los pasivos ambientales y sociales. Pasivos que ocultan, muchas veces, procesos en extremo violentos atados a la lógica extractivista, que implica una masiva y sistemática agresión a la Madre Tierra e incluso a las comunidades.

En síntesis, la lógica subordinada de su producción, motivada por la demanda externa, caracteriza la evolución de estas economías primario-exportadoras. El neoextractivismo, a la postre,mantiene y reproduce elementos clave del extractivismo de raigambre colonial, causa primigenia del subdesarrollo.

Superar esas aberraciones coloniales y neocoloniales es el reto que tienen estos países. Construir el Buen Vivir constituye un paso cualitativo para disolver el tradicional concepto del progreso en su deriva productivista y del desarrollo en tanto dirección única, sobre todo en su visión mecanicista de crecimiento económico, así como sus múltiples sinónimos.Pero no solo los disuelve, el Buen Vivir propone una visión diferente, mucho más rica en contenidos y, por cierto, más compleja. Para lograrlo, salir de la trampa del extractivismo es indispensable.-

[1] Watts,Michael J.; “Petro-violence-Somethoughtsoncomunity, extraction, and politicalecology”, WorkingPapers, Institute of International Studies, University of California, Berkeley, 1999. Aquí se estudia el caso de la violencia petrolera en Nigeria y Ecuador.

[2] Economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Ministro de Energía y Minas. Presidente de la Asamblea Constituyente y asambleísta constituyente.

[3] Acosta, Alberto; La maldición de la abundancia, CEP, Swissaid y Abya-Yala, 2009. Disponible en http://www.extractivismo.com/documentos/AcostaMmaldicionAbundancia09.pdf Sobre este tema se pueden encontrar en el mismo portal http://www.extractivismo.com/ aportes valiosos de Eduardo Gudynas, JürgenSchuldt, HumphreysBebbington y A.J. Bebbington, Mariastella Svampa, entre otras personas.
[4] Hay que recordar que la Asamblea Constituyente, al año siguiente, otorgó la amnistía para las personas víctimas de dicha represión.

A 10 de 2001:



por Juguetes Perdidos


El clinamen es una desviación infinitesimal, “lo más pequeña posible”, que tiene lugar “no se sabe dónde ni cuándo ni cómo”, y que hace que un átomo “se desvié” de su caída en picada en el vacío y, rompiendo de manera casi nula el paralelismo en un punto, provoque un encuentro con el átomo que está al lado y de encuentro en encuentro una carambola y el nacimiento de un mundo, es decir, del agregado de átomos que provocan en cadena la primera desviación y el primer encuentro
(Para un materialismo aleatorio, Louis Althusser)

y así vez que hasta mi sombra brilla en esta ciudad…” (Rock Yugular, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)

Eso no es culpa de la merca Pollo. No hay nada que sea ni absolutamente malo, ni absolutamente bueno. Si vos te comés un kilo de azafrán seguramente también te va a hacer mal. Si te tomás un kilo de merca…jaja, viste que lío” (Del Chiqui al Pollo)


(Nota aclaratoria: Quien se encuentre con este texto se preguntará, ¿Por qué escribir sobre Okupas?, ¿Por qué hacerlo 10 años después? No tenemos una respuesta muy convincente; lo primero que podríamos decir es que estuvimos pensando/escribiendo sobre El puntero. Específicamente de “las representaciones” de los pibes y de La política que presenta y pone en juego El puntero. Como una cosa te lleva a la otra…nos acordamos de las ¿representaciones? de los pibes y de ¿La política? en Okupas…y para completar la cuestión digamos que Okupas nos marcó: un texto generacional, como el rock, como el fútbol…Podemos entonces hablar de algunos nosotros a través de las andanzas de los personajes de Okupas…Así que están avisados: la cosa viene medio arbitraria, pensar Okupas diez años después (2000/01-2011), pensarla en espejo con El puntero, escribir sobre un programa de culto, y –porque no blanquearlo- desparramar un poco de nostalgia…de la buena).



1. El olvido de los mandamientos sociales.

Okupas es una historia sobre la perdida de la inocencia. O mejor dicho, Okupas no es únicamente una historia, es un entramado de historias individuales y de diferentes narraciones sociales. Una de esas historias es la de la pérdida de la inocencia de Ricardo; un pibe de clase media de Caballito –un “mantenido”- al que su prima Clara le ofrece vivir temporalmente en una casona antigua del barrio de Congreso, para evitar que sea tomada. En las primeras escenas de la serie vemos el desalojo violento de los antiguos inquilinos. Desalojo que Ricardo ignora. Este silencio fundará la aventura. Eso que Ricardo no sabe, que desconoce no es solo el desalojo, sino también la realidad del mundo de los inmigrantes-inquilinos, de los chorros, de los vagos…de la calle. Okupas es la historia de la perdida de esa inocencia; es la narración de los ritos de pasaje de Ricardo -a las drogas, al mundo del hampa, a los códigos de la lleca…- Veremos como Ricardo se va curtiendo…en la calle. En su recorrido, mientras vive las experiencias callejeras va tirando de ese nudo, se va acercando al secreto, es el trayecto de su pasaje al bajo mundo…Toda la serie es el devenir de un Ricardo que va desarmando su subjetividad autogestiva, desprendiéndose de sus gestos, de sus imaginarios, de su habitus de clase, para pasar al otro lado.

Este primer capítulo se llama los cinco mandamientos, en referencia a las normas de conducta caretas que Clara le menciona a Ricardo: No quilombo, No drogas, No música fuerte, Chicas con discreción, y –especialmente, le remarca- No meter a nadie en la casa. Okupas es también la historia de los olvidos de estos no quiero, de su profanación. Empezando por el último; la casa va a ser habitada en banda.
Clara le hace prometer a Ricardo que respetará los mandamientos propios del buen vecino clasemediero, aquellos del mantenimiento del orden, de la buena apariencia, de la individualidad. Los personajes de Okupas se cagarán en las promesas sociales existentes, crearán otras… (La profanación llegará hasta el no robarás…). En toda la serie se mostrará una tensión que se traduce en pregunta, ¿Hasta qué punto esos códigos de convivencia, esas promesas sociales dejaban de ser operativas, dejaban de funcionar por el estallido de lo social-común, por su desfondamiento, y hasta donde los gestos bárbaros y rapaces de los pibes de Okupas ignoraban esas promesas y esos no quiero? Aquí se jugaba algo importante: entre el desfondamiento de las instituciones y los lenguajes y códigos de lo común, y la voluntad de ignorar o rechazar lo existente y crear otras promesas, otros códigos de convivencia, otras formas de estar-juntos
Los pibes de Okupas son bandas…expresan la potencia de las máquinas de guerra. Potencia difusa, sin formas claras, pura exterioridad… (“ animan una indisciplina fundamental del guerrero, una puesta en tela de juicio de la jerarquía…” 
2)

Adentro de la casona todo empieza por el miedo. Ricardo teme ocupar solo la vivienda. En su primera noche de okupa solitario siente ruidos y golpes en el piso de arriba de la casa 
3 . A partir de ese temor sale disparado a la calle, trazados de corridas sin rumbo, busca a un policía de esquina que le termina pidiendo documentos (ya no hay policía de esquina), termina chocando con Walter, un paseador de perros, al que le ofrece guita para que lleve los perros a la casa. El miedo teje la conexión con los otros, el miedo funda un nosotros; una primera certeza, no existe el okupa solitario. Okupas es también la historia de la suspensión del miedo, de su des-privatización, o –de lo que es lo mismo- su politización. Aquí hay una verdad de época: así también se ocupó la calle, siempre en rebaño, por si las moscas…

2. Lo aleatorio, el desvió y el encuentro: la noche, la calle, el deambular…


Lo dijimos, Ricardo atemorizado corre sin rumbo por las calles nocturnas. La de Okupas es otra calle y otra noche (diferente a la actual): la nocturnidad de Okupas es lisa, vacía, poco habitada…No es la noche actual; la organizada y poblada por móviles de TV, por policías, por personal de seguridad, por cámaras de vigilancia…La noche de Okupas no está estriada por el espectáculo, ni por la seguridad, es una noche poco colonizada en la que todavía es factible el desvió y el choque con otros. En la velocidad de una corrida nocturna, callejera (esa corrida tan generacional; la corrida por un afano, por la persecución de la yuta, por alguna cagada de la que hay que escapar, por miedo…siempre la acción es correr. Hay un guiño a esa escena inicial de Trainspotting 
4 ) se da el encuentro con Walter. No es menor la mención al clinamen en el epígrafe, las calles y la noche podían provocar encuentros (que no fueran leídos y remitidos a imágenes de pánico moral y criminalización… El miedo al otro quedaba subsumido a la necesidad de la rachada en común, al aguante.). Y de esos encuentros –cuando tomaron carne, cuando fueron duraderos-nacieron mundos, sentidos, realidades para habitar. Se volvieron necesarios. El azar, lo aleatorio como condición de posibilidad del encuentro de los pibes de Okupas. En la escena en que Ricardo se reencuentra con El pollo, un antiguo compañero de la escuela primaria (uno de las pocas reminiscencias al pasado, a conocidos antiguos que se vuelven a ver. Esto lo veremos más adelante), se sorprende de que este ande enfierrado, conmovido le pregunta, ¿De dónde sacaste el arma? El pollo irónico le contesta, “Me la gané en un sorteo”. Una respuesta sintomática, el azar parece ser el trasfondo de las vidas de los pibes.


Interesante: Si la calle (o la esquina) nos puede hacer chocar, si hay azar y contingencia que pueden provocar encuentros, que pueden provocar amistades, si somos arrojados a un mismo plano, es porque las estructuras sociales clásicas (culturales, económicas –posición en las relaciones de producción-) nos habían escupido.

3. Los personajes: vagos, flaneurs, aventureros


A los personajes de Okupas los sentimos cercanos. Es más, jode un poco llamarlos personajes. ¿A qué se debe esta incomodidad? Quizás porque se mezclan demasiado con nuestras biografías, y con nuestras memorias sensibles. Son textos, esquirlas de relatos con los que nos identificamos, demasiado vitales para alejarlos con el nombre de personajes. Un amigo me tira del brazo y me acota, con Los simpsons y con los protagonistas de las letras de los redondos nos pasa lo mismo. Es verdad, esos mundos se sumergen –hasta perderse- en nuestros sistemas de signos y referencias cotidianos. Mas que personajes, un esquizofrénico amigos…
Dejando de lado –cuanto sea posible- lo afectivo, es verdad que Okupas no parecía funcionar estereotipando (como excepción se puede mencionar la visión sobre algunos inmigrantes; el paraguayo Peralta, gracioso y vivo, el chino “garca”). Obviamente no podemos negar que Okupas fue un producto que funcionó dentro de un registro televisivo, pero aun así, su registro se acercaba más a una “representación” literaria, cinematográfica. Se podría decir que Okupas presentaba estereotipos abiertos (si esto no es un oxímoron y fuese posible), más permeables a la cotidianidad del receptor, menos cerraditos y empaquetados. La maquina estereotipadora televisiva no podía terminar de leer y codificar -y cerrar- los flujos sociales que recorrían y pasaban por las calles. Es como sí lo televisivo iría a la saga de lo que pasaba en las calles, en las esquinas, en los barrios, en las noches, en los pibes 5.
Volviendo a los protagonistas; son personajes sin memoria, sin pasado (o con pasados difusos y desconocidos). Pareciera que las biografías pasadas no explicarían nada. Estarían de más. Una hipótesis: Esta ausencia de pasado no sería tanto el síntoma de lo posmoderno (Aquella mención de Zizek; la historia como lo forcluido de la posmodernidad), es decir, un olvido reactivo del pasado, sino mas bien presenciamos un momento de experimentación vital, de puro presente, de afirmación del instante –de aquí y ahora– no como amnesia del presente absoluto, sino como puesta entre paréntesis de herencias (de relatos políticos, pero sobre todo sociales –el trabajo como identidad valorada socialmente y como medio de progreso social, las normas de la buena conducta, la solidaridad social “impuesta”, etc.-), de saberes acerca de la vida en sociedad. Esa puesta en suspenso, esos paréntesis, son los propios del desfondamiento de las formas de lo común conocidas. El lenguaje que nos transmitieron ya no sirve para nombrar lo social, hay que inventar otra cosa. En este momento de vértigo, de experimentación (y de despersonalización…) toda adscripción a un pasado se vuelve innecesaria –y a veces- reactiva…-

Los personajes de Okupas tienen una textura artliana, bien podrían integrar una versión aggiornada de los siete locos. Personajes que pegan saltos de clase, de moral, de estilos de vida…Pero también los personajes de Okupas son depositarios de una sensibilidad diferente. La sensibilidad que expresa Chiqui cuando cocina, cuando cuida al perro Severino –sí, como el anarquista-, cuando cuida a la plantita de marihuana…un humanista profundo que todavía cree en la caridad de los otros. Chiqui se sustenta pidiendo monedas en los semáforos. Walter el rolinga también expresa otra sensibilidad, en este caso en lo musical; explicando su relación emotiva con los Stones 
6… (Que se expresa en ese final tremendamente emotivo con el tema My girl de fondo, No necesito ningún dinero, tengo todas las riquezas que un hombre puede tener…). Acá también anida una realidad de época: las calles, las esquinas, las casas tomadas destilaban creatividad y esa magia –propia del under barrial- en donde podías encontrarte locos, poetas, filósofos, borrachos, chorros, vagos…todos componiendo una sinfonía de época. Polifonía potente y creativa.
(Esto también se puede ver en la escena de la fiesta en la casa. Entre todos los desconocidos que van cayendo a la fiesta, aparece un gordo con una sandia. En esta escena de antología, el gordo de la sandia 7 se pone a hablar de filosofías orientales…, yo hago yoga…loco)


4. Ahora es nuestra la ciudad: ciudad-vivida, ciudad-pibe.

Los pibes de Okupas piensan/hacen otra ciudad. La pueblan, la habitan, la reescriben, transforman los no-lugares en ranchadas. No transitan la ciudad, ladeambulan. Se pierden en ella, la experimentan, la viven, pequeñas batallas cuerpo-a-cuerpo con los dispositivos de control urbano-policiales. Evadiendo las preguntas de interpelación policial, aquellas de nombre y domicilio. Los protagonistas de Okupas tienen apodos, nombre de pila…viven en la calle o en una plaza o en una casa tomada (no tenemos más referencias…). Esos silencios, esos espacios en blanco, son potentes.
También hay luchas por la redefinición de los ilegalismos (y su administración). Una ciudad en la que –todavía- no tienen tanta fuerza las capturas y los marcajes de la máquina mediática-publicitaria. Una ciudad para experimentar, múltiples modos de habitarla surgen a la atmósfera, todo en borrador, todo como un ensayo. La ciudad es poblada en protestas públicas, rancheando en plazas, pidiendo monedas, tirados tomando una cerveza. Pero también es una ciudad que se deja experimentar, es un páramo; como tal tiene su signo ambiguo, por un lado no tiene un mapeo claro de fronteras y límites, es una ciudad que se amplía; de Congreso o Caballito al Docke o Quilmes. No hay operativos cerrojos. Pero por otro lado, es la ciudad de los sheriffs, la ciudad del todos contra todos, de la violencia densa, de la destitución del otro como par o semejante… la ciudad de la policía. Okupas también narra los modos en que se efectuó la ciudad-subjetiva (como ciudad-vivida, como ciudad-pibe).

Las calles y sus puntos nodales: esquinas, plazas, kiosquitos, son fábricas de experimentación e invención de nuevas formas de vida, son verdaderas fábricas políticas. Muchas de las solidaridades que se tejieron en esas noches y en esas calles quedaron flotando en la atmósfera como memorias.

Una hipótesis: Los protagonistas de Okupas expresan a los que preparan la sensibilidad callejera pre-2001, los que pusieron el cuerpo, los que suspendieron el miedo a la calle (La calle es el hábitat de los pibes, no hay miedo-ambiente, hay calle como continuidad de vidas que experimentan…paseadores de perro, motoqueros, vagancia en esquinas o recitales…). La calle como fábrica de nuevas sensibilidades, como invención y creación de un sensible nuevo. La ciudad, la calle como laboratorio de nuevos lenguajes, imágenes, formas de vida…
Los cuerpos de Okupas son los que protagonizaron el 2001, porque son cuerpos potentes, dispuestos a todo, des-sujetados del sí-mismo performateado socialmente (el del buen vecino, el del clasemediero, el del gil trabajador). Con una disposición anímica para la aventura callejera, y para el aguante (elementos tan necesarios para el estallido)

5. Nihilismo y pesimismo creador: El infierno esta encantador

Lo dicho, Okupas es una ficción oscura. La mayoría de las escenas transcurren en la noche. Se expresa el clima sombrío, la incertidumbre, la falta de planes del contexto histórico. Pero vale aclarar: en esos climas también se creaba. En el infierno también había alegría, embriaguez, elaboración colectiva del dolor y de los malestares, espacios de libertad, solidaridades. Un pesimismo creador. Un estado de éxtasis, de ruptura de la realidad cotidiana, de des-individualización, en donde se incubaron nuevos modos de subjetivación. Los protagonistas de Okupas tienen una relación musical con las cosas. Todo parece temblar, todo puede ser experimentado. Una mirada borracha de la vida y del mundo.
¿Qué imágenes parieron esos días embriagados?, ¿Qué imágenes crearon los pibes en sus recorridos?, ¿Existe una memoria sensible de esos días?, ¿memoria de otras formas de vida?….

En las memorias públicas actuales el 2001/2002 se relata cómo los años del infierno y de la crisis. Lecturas etapistas impiden ver matices, continuidades subterráneas, rupturas, discontinuidades, idas y vueltas, nada lineal. Mientras hubo tristeza, violencia, muerte, desocupación, falta de billete, también había alegría, creatividad, amistades, nuevos modos de lo común que se experimentaban, calles y esquinas con vagancia y energía. Hay que estar atentos a los reemplazos, a las traducciones de esos pasados recientes que –muchas veces- son inscriptos en una dialéctica histórica desvitalizada. No hay sucesión de bloques temporales compactos, convivía el miedo, la incertidumbre y la olla vacía, con la ocupación festiva (obligada en muchos casos) de la calle, con las “ganas de participar”, si no necesariamente en el destino social del país, si en el devenir de nuestras vidas. Una certeza de Okupas –y de la época que narra- es se sale en banda.

6. El desfondamiento de lo social/ El regreso del mundo adulto 8 (una relación con El puntero) 


Los pibes de Okupas ensayaban/experimentaban nuevos modos de los común, nuevas formas de estar juntos en un contexto de desfondamiento de lo social, losinteriores vaciados; la Familia, el Trabajo, El estudio (la escuela, la universidad), el imaginario de Progreso social, de lo sacrificial… Ricardo, pero también El pollo, Walter o Chiqui viven el estallido de la familia. Destituida la familia heredada, (la de la estructura…) hay que crear otra. Precisamente en la ranchada en la casa, se experimenta otra familia. Lo mismo pasa con las amistades: no son las heredadas (no son las arrastradas de escuelas, amigos de la infancia…) son las que se ponen a prueba en el paño, en la calle. Esto es interesante: la moral, la ética, se fundan en la acción, en la experiencia, no hay imperativos morales a priori; si hay amistad, hay que demostrarla saltando por el otro cuando la situación lo demande. Un empirismo superpotente.

Obviamente, las estructuras tiran, Ricardo en muchos momentos tiene una relación ambigua con esa subjetividad clasemediera. Ricardo tiene red, hay un estructura (familiar, de clase) que lo persigue y que esta lista para re-subjetivarlo si algo sale mal.
Pero también vive la pérdida de eficacia subjetiva de los discursos de la educación como medio de progreso social (ese discurso tan caro a los sectores medios…Ricardo abandona la carrera de medicina 9). Lo mismo pasa con el Trabajo: la identidad del trabajador ya no atrapa a los pibes, hay desocupación, hay changas, pero aparecen medios de rescatar guita que no son los del gil trabajador (el choreo, pero también pedir monedas, vivir de garrón, conseguir laburos que no impliquen mucho esfuerzo físico). En Okupas no hay solo desfondamiento de las instituciones10 sociales tradicionales, también hay rechazo a lo instituido. No solo se están cayendo a pedazos las imágenes tradicionales de la comunidad organizada; también hay un activo rechazo, una deserción por parte de los pibes. Ese rechazo, esa nausea frente a los existente fundaba la posibilidad de experimentar nuevas formas de vida. Inaugura un tiempo no-capturable por el Trabajo, el Consumo, los medios. Una vida boba de la que los protagonistas parecen escapar a las corridas.

En la oscuridad de Okupas, el mundo adulto esta destituido (o en proceso de destitución). La voz adulta es la voz careta o represiva: la de la yuta, el abogado, el comerciante…La única excepción es el viejo con códigos (con los viejos códigos) que encuentran en el Docke. Los ayuda con su flete para llevar a Pollo –que estaba tajeado- hasta la casa. Desesperados por el estado del Pollo, Ricardo ve al fletero arreglando su camioneta y le saca una navaja para que los ayude, en una gran respuesta, el fletero tira “no me mueven a navaja, nene”. No lo movía el miedo, lo movían otros códigos (ya difíciles de encontrar). Y los ayuda. Como lo hará para que Ricardo se vengue de El negro Pablo que le había querido comer el rosquete, “esas cosas me rompen las bolas, en el Docke no tratamos así a la gente”. Exceptuando esta figura, los adultos no tienen cabida. Los protagonistas son los pibes, los pibes tienen la pelota.

Ensayemos un ida y vuelta anacrónico con El puntero. En el puntero asistimos a la restitución del mundo adulto 
11, los adultos marcan las coordenadas. Los cuerpos de los pibes amenazan, inquietan un terreno gobernado por los viejos: el Gitano, El intendente, El concejal, El comisario, La madre 12 . El submundo de los viejos curtidos, la experiencia regresa como un valor social legitimo, el pasado vuelve a ser necesario. En Okupas, la experiencia es una búsqueda, es algo a conquistar en las calles, en la noche, en un barrio, en un monoblock jevi, en la toma y gestión de una vivienda. La experiencia implica desterritorialización del cuerpo, implica peligros, se experimenta con las drogas, se escapa de balas, se huye de la policía, la experiencia como ese conversar con la muerte. La experiencia en El puntero no es una búsqueda, es un valor que ya-portan los protagonistas.
En el puntero reaparecen las figuras adultas tradicionales que en Okupas eran marginales, denostadas o invisibilizadas: El Padre, El Jefe, El Líder Político…vuelven a ser necesarias. En Okupas los testigos de la época son los pibes. En la incertidumbre, en la precariedad, experimentando con sus vidas, intentando modos de vida colectivos (la gestión de la casa, la ranchada juntos…el salir a aguantarla…). Síntomas de que determinadas subjetividades estaban agotadas, fundidas, oxidadas: la del pibe de clase media que estudia, la del gil trabajador, la del buen hijo…Aquí radica uno de los gestos más potentes de la serie: la búsqueda de otras opciones vitales. El regreso de algunas figuras sociales (Trabajo, Consumo, etc.) arrojó al olvido a muchas de esas experiencias. O quizás no, la idea es ver donde mutaron, donde se actualizan, que discursos las convocan, para qué, con qué se componen. Lo decíamos más arriba, no todo el efecto de la incertidumbre del des-ocupado (en este caso del pibe del “ocio forzado”) se vivió de manera impotente y triste. También se cocieron y se incubaron otras maneras de encarar la vida. La experiencia de transvaloración de Ricardo es el producto del estallido del imaginario de la clase media urbana. (Las mismas condiciones de posibilidad del inminentepiquete y cacerolas)

7. El gasto y la aventura.


En conjunto cualquier juicio general sobre la actividad social se basa en el principio de que todo esfuerzo particular, para ser válido, debe poder reducirse a las necesidades fundamentales de la producción y la conservación” (…) “se otorga el derecho a adquirir, a conservar o a consumir racionalmente, pero excluye en principio el gasto improductivo” 
13

Los movimientos de los pibes de Okupas son puros gastos improductivos, irracionales. Acciones que no cuajan en la mecánica social productiva y racional. Gasto improductivo que tiene un fin en sí mismo, es inmanente (el sentido de ese gasto, su utilidad, no está diferida…), dilapidación de tiempo (perdiendo el tiempo…), de energías, de fuerzas…Aquí rige el principio de la perdida, del gasto incondicional, el que funda una ética del no-regateo. Esas acciones que se realizan sin reservas, libres de cualquier cálculo de medio-fines, acciones no-utilitarias. Como ejemplo, el capítulo en que El pollo, Walter y el Chiqui van a rescatar a Ricardo de la casa del Negro Pablo en los monoblocks del Docke 
14 . Cuando están volviendo a la casa, con el Pollo mal herido, con un facazo en la panza, Ricardo se encuentra con su prima Clara que le recrimina su conducta, Ricardo contesta enojado “Mirá, tengo un amigo con un tajo en la panza por defenderme, hacé lo que quieras…”. También podemos mencionar el capítulo final, Adiós y Buena suerte cuando balean a Chiqui también en una acción de aguante. Estas acciones despojadas de toda racionalidad del cuidado y la individualidad, fundan solidaridades potentes 15…En Okupas hay muchas apuestas a todo o nada. Apuestas que no excluyen la propia vida. El gasto es lo contrario a la acumulación, a la lógica del ahorro (de dinero, de energías, de fuerzas…de vida). Los pibes de Okupas, en cada una de sus movidas ponen toda la carne al asador… (También el inminente 2001 será un contexto de gasto social extraordinario…).

Lo dijimos, los pibes de Okupas gastan porque encarnan la forma de vida de losaventureros. La forma de vida de la aventura crea un paréntesis en la vida cotidiana, circula por otra temporalidad. Una temporalidad distinta a la que organiza y disciplina el tiempo social (el del Trabajo, La rutina, el Consumo, Los medios…). La temporalidad de la aventura es la de la duración (duración como intensidad…). La vida cuando es expuesta a la aventura, al riesgo, al peligro de la muerte, contiene más intensidad que la totalidad de una vida común. La vida de la aventura es la vida acelerada, radicalizada, ansiosa, embriagada….
16 Los pibes de Okupas son aventureros porque aceptan la incertidumbre, la afirman, ese es el suelo de sus movidas. No la niegan, pero como aventureros que son arman planes (planes colectivos…). Planes que no tienen garantías de éxito 17 , ni mucho menos, pero que sirven para crear imágenes, para pensar futuros…

Una última cuestión: Pensar –como en muchas ocasiones se hace- a estas movidas como producto del ocio forzado es un gesto sumamente reactivo. Cómo si se pudiera poblar de otros modos el tiempo cotidiano únicamente cuando ese tiempo nos lo otorgan despojado de cualquier disciplinamiento social (si es posible que una situación así exista). Una lectura inofensiva que piensa otro uso de los cuerpos, del tiempo, del espacio –uso colectivo, festivo, aventurero- simplemente como una especie de licencia…Por más que determinadas dinámicas sociales productoras de sociedad hayan quedado perimidas, eso no implica que cada momento en que se desplegó –y despliega- un tiempo de nosotros no implique una disputa política sumamente vital.

Preguntas finales: ¿Existe algo así como una memoria maldita de estas movidas pibes que se obtura en los discursos públicos/mediáticos actuales?, ¿Estos gastos incondicionales parieron memorias potentes?, ¿Dejaron “saberes generacionales” que son socialmente productivos en la actualidad (para el gobierno de lo social)? En tal caso, ¿Qué podemos hacer en el presente con esas imágenes, con esa memoria viva?

***

Notas al Pie:

1. Okupas se emitió en el año 2000, con repetición en el 2001. Escrita y dirigida por Bruno Stagnaro y producida por ideas del sur. Cuando el cínico de Marce producía también Todo x dos pesos…

2. Estado y máquina de guerra, Gilles Deleuze (Lo citamos porque se lo merece, por nada más).

3. El paraguayo Peralta –su vecino- le dirá, “Lo que pasa amigo es que la casa esa está engualichada…”

4. En el comienzo de Trainspotting, Mark Renton (el actor Evan Mac Gregor) corre –escapa de sus persecutores tras un robo, y también escapa de una forma de vida- mientras se recita un gran monólogo “Escoge la vida. Escoge un trabajo. Escoge una carrera. Escoge una familia. Escoge una puta televisión grande, escoge lavadoras, coches, discman y abrelatas eléctricos. Escoge buena salud, bajo colesterol, y seguro dental. Escoge pagos de hipoteca por cuotas. Escoge tu primer hogar. Escoge a tus amigos. Escoge trajes de poliester y maletas que combinen. Escoge un apartamento de tres habitaciones en alquiler en medio de un montón de putas fábricas. Escoge emborracharte y preguntarte quién coño eres un domingo por la mañana. Escoge sentarte en ese sofá, viendo programas de concursos que entumezcan tu mente y aplasten tu espíritu, mientras te metes una comida basura por la jeta. Escoge pudrirte al final de todo, estando sólo en una casa miserable, nada más que una vergüenza para los mocosos egoístas y malcriados que engendraste para reemplazarte. Escoge tu futuro. Escoge la vida… ¿Pero por qué querría hacer yo algo así? Yo escogí no escoger la vida. Yo escogí algo más. ¿Las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína? «

5. Como ejemplo; las cámaras yendo a registrar la plaza del 2001 o la plaza de la muerte de Kirchner diez años después…acontecimientos que desbordan la pantalla, lo mediático aquí no es el a priori organizador del suceso social, sino la maquina que lo registra pos facto…). Algo de esto puede haber.

6. LLegamos al punto culminante del hecho, te voy a hacer escuchar el primer tema que yo escuché de estos tipos, de los rolling eh! Lo que confirmaron así la confraternidad sentimental auditiva musical que yo tenía… Ricardo, para! estas así a punto de presenciar el hecho que confirma, ratifica, la confraternidad que yo siento por estos tipos.. el punto G de la música digamo, entendés, una cosita así, ehh está bien Chiqui? Para ustedes loco! Esta es la presentación que Walter hace del tema My Girl, cuando va a poner play, la gente del negro Pablo irrumpe en la casa….

7. Ricardo abre la puerta de la casa y se sorprende, un gordo de enormes dimensiones, -un cuerpo barroco-vestido con una remera manchada, lleva una sandía en su hombro, lo mira y lo dice; Hola loco, traje una sandia…

8. A propósito, ¿los buenos volvieron y están rodando cine de terror?

9. Esa implosión de los interiores también se ve en un dialogo entre Ricardo y la piba con la que estaba saliendo, Ricardo le dice que estudiar no tiene sentido, que no sirve para nada…La ficción educativa pierde sentido. Pero la piba le responde que no le diga boludeces a su hijo, estudiar sirve, es un medio para salir de la situación de pobreza en la que ella y su hijo viven, no como Ricardo para quien la estadía en la casa –y en el mundo de la pobreza y la marginalidad- serían solo unas vacaciones.

10. El desfondamiento también incluye la pérdida de códigos en el hampa. Vemos a los chorros onda el Negro Pablo, el “tumbero malo”, que no tiene conflictos morales con la posibilidad de violar a un pibe en su casa. (una extensión del pabellón)

11. Mundo adulto no solo como corte etario, también como símbolo de la resignación. Con la adultez llega la estabilización de un estado de cosas, antes caóticas y experimentables. El mundo adulto como ese gesto reactivo de colgar los botines.

12. Es interesante ver como se repiten dos actores en ambas series: Rodrigo de la Serna –Ricardo en Okupas- encarna a Lombardo, el querible cachivache, el poronga . Ariel Staltari –Walter, el rolinga en Okupas- encarna a Luis, gil trabajador y cornudo…

13. La noción de gasto, G. Bataille.


14. Celebre capítulo 5, “El mascapito”.

15. Ejemplos reales de estas solidaridades se pudieron ver en Cromañon. Pibes que murieron por meterse a sacar a otros pibes…acciones que suspenden toda lógica de la seguridad.
16. La aventura siempre implica dos momentos; uno el del azar, el otro el de la necesidad. Es decir, el aventurero siempre está dispuesto a determinarse por la suerte de la caída de los dados. Acepta y apuesta a la contingencia. Esta siempre dispuesto a posar los sentidos en lo azaroso, y contingente de cualquier hecho o acontecimiento de la vida social. Todo lo que ocurre esta flotando sobre el mar del azar, un simple accidente y todo un orden existente puede repartirse de otra forma. Este es el momento en el que el aventurero se sumerge en la incertidumbre- es un animal de la incertidumbre-, es el momento de “partir de casa”, sin ninguna mochila provisora sobre los hombros, este es el impulso hacia la inseguridad. Es el accionar del pirómano que prende fuego su casa persiguiendo su deseo, sin importarle donde dormirá al llegar la noche. Es la experimentación del nómade, o del ludópata que pone sobre una ruleta el destino de su vida social. Pero también el aventurero tiene una disposición anímica para vivir su aventura. Es decir, no solo se arroja al azar, sino que también está dispuesto a afirmarse sobre ese azar. Este es el momento de la necesariedad, de la conquista.

17. Todo plan está destinado a fallar, dirá Jean-Luc Godard.

Diciembre de 2001 nunca ocurrió

Por Lobo suelto!

En fenómenos históricos como la Revolución Haitiana de 1804 o la Cubana del 1959, nuestro 2001 o el levantamiento de los indígenas bolivianos de octubre de 2003, hay siempre una parte de acontecimiento irreductible a los determinismos sociales, a las series causales. A los historiadores no les gusta esta dimensión, así que restauran retrospectivamente las causas. Pero el propio acontecimiento se encuentra en ruptura o en desnivel con respecto a las causalidades: es una bifurcación, una desviación de las leyes, un estado inestable que abre un nuevo campo de posibilidades. Borges ha hablado de estos estados en los cuales las diferencias mínimas se propagan en lugar de anularse y fenómenos absolutamente independientes entran en resonancia, en conjunción. En este sentido, aunque un acontecimiento sea contrariado, reprimido, recuperado, traicionado, no por ello deja de implicar algo insuperable. Son los renegados los que dicen: ha quedado superado. Pero el propio acontecimiento, aunque sea antiguo, no se deja superar: es apertura de lo posible. Acontece en el interior de los individuos tanto como en el espesor de una sociedad.
Claro que los fenómenos históricos que estamos invocando van acompañados de determinismos o causalidades, aunque sean de otra naturaleza. El amplio ciclo de luchas que por hábito y comodidad situamos en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 pertenecen al orden de los acontecimientos puros, libres de toda causalidad normal o normativa. Su historia es “una sucesión de inestabilidades y de fluctuaciones amplificadas”. Hubo mucha agitación, gesticulación, palabras, bobadas, ilusiones en el 2001, pero esto no es lo que cuenta. Lo que cuenta es que fue un fenómeno de videncia, como si una sociedad viese de repente lo que tenía de intolerable y viese al mismo tiempo la posibilidad de algo distinto. Es un fenómeno colectivo del tipo “Lo posible, que me ahogo…”. Lo posible no preexiste al acontecimiento sino que es creado por él. Es cuestión de vida. El acontecimiento crea una nueva existencia, produce una nueva subjetividad (nuevas relaciones con el cuerpo, con el tiempo, con la sexualidad, con el medio, con la cultura, con el trabajo…).
Cuando se produce una nueva mutación social, no basta con extraer sus consecuencias o sus efectos siguiendo líneas de causalidad económicas o políticas. Es preciso que la nueva sociedad sea capaz de constituir dispositivos colectivos correspondientes a la nueva subjetividad, de tal manera que ella desee la mutación. Ésta es la nueva “reconversión”. La construcción de un estado social durante el primer peronismo, el más reciente arribo de Lula al gobierno de Brasil, o el actual estado pluriétnico en Bolivia son ejemplos muy diferentes de reconversión subjetiva, con todo tipo de ambigüedades y hasta de estructuras reaccionarias, pero también con la dosis de iniciativa o de creación que constituía un nuevo estado social capaz de responder a las exigencias del acontecimiento. Lo propio en Argentina.  Tras el 2001 los poderes no han dejado de soñar, sin embargo, con la idea de que 2001 era un infierno, y que “había que acabar con aquello”. Y, en efecto, se ha acabado con mucho de todo aquello. Pero diciembre de 2001 no fue mera consecuencia de una crisis ni de una reacción a una crisis. Más bien al contrario. La dificultad para traducir la imaginación colectiva en nuevas formas políticas deriva directamente del bloqueo que la sociedad argentina se plantea en relación con las verdades de 2001. La convulsionada sociedad argentina muestra una enorme ambigüedad para operar una reconversión subjetiva a nivel colectivo, como exigía 2001: de no ser por ello, ¿cómo se podría hoy acometer una reconversión económica neodesarrollista en condiciones de izquierda? No ha sabido hasta el momento proponer a la gente algo que vaya más allá de una vida centrada en el consumo blando ni el trabajo más o menos precarizado. La radicalidad de la novedad de ese comienzo de siglo se ha marginalizado o caricaturizado. ¿Qué otra cosa podría ocurrir, puesto que todo dispositivo para una nueva existencia, para una nueva subjetividad colectiva, ha sido neutralizado –tanto por izquierda como por derecha– por la reacción ante el infierno de 2001? El espíritu de lucha y sed de creación que en todos los niveles habían desplegado las asambleas, y los movimientos piqueteros del interior del país y del conurbano ha sido ahogado, moderado o reconducido. En cada ocasión, lo posible parece haber quedado administrado en dosis cada vez más inofensivas. 
Nos encontramos por todas partes a los hijos de 2001, aunque ellos no sepan que lo son, y en cada sitio aparecen a su manera. No es una situación brillante. No son los jóvenes dirigentes. Son extrañamente indiferentes, y sin embargo están bien informados. Han dejado de ser exigentes, o narcisistas, pero saben perfectamente que nada responde actualmente a su subjetividad, a su capacidad de energía. Saben incluso que todas las reformas actuales se dirigen más bien contra ellos. Se han decidido a dirigir sus propios asuntos hasta donde les sea posible. Mantienen una apertura, una posibilidad. Su retrato poetizado lo ha hecho Mirta Rangel en su Fugas del papel; el actor Enrique Fonsi explica: “Es un personaje escindido, caso esquizo y ultra-sensato. Una mezcla de imaginación teórica y realismo urbano. Esta mezcla es la que lo vuelve loco. No ve nada. Sabe que no hay ningún empleo para él”.   
La necesidad de distribuir renta, gestionar el trabajo precarizado, con salarios que compiten violentamente con la suba de precios (sobre todo de la tierra, la vivienda, los alquileres y los alimentos) institucionaliza “situaciones de precariedad gestionada”. Los modelos en disputa se restringen, en el orden continental, al neo-desarrollismo abierto a la retórica de los derechos, o al neoliberalismo duro y puro. Europa y Estados Unidos, gestionando la bancarrota financiera, no tienen nada que proponer, y América del Sur no se decide a salir del estancamiento imaginativo luego de haber impugnado el neoliberalismo a secas, y caído –como estancada- en los límites de un neo-extractivismo con contención social. El campo de las posibilidades sigue situado en el eje sur-sur. Los desafíos para los movimientos sociales pasan por imponer nuevos imaginarios frente al monolingüismo consumista de las emergentes clases medias. Así como la esperanzadora “primavera árabe” debe enfrentar la ofensiva militar de la Otan y la codificación liberal de su horizonte. Y hasta el norte comienza a despertar lentamente, con el movimiento de las ocupaciones protagonizadas por los llamados “indignados”.
No hay más solución que la solución creadora. Estas reconversiones creadoras son las únicas que contribuirían a resolver la crisis actual y tomar el relevo de un Diciembre de 2001 generalizado, de una bifurcación o una fluctuación amplificada.
23-10-2011

A 10 de 2001…

El 19y20 de diciembre como problema de pensamiento actual
Por el colectivo de pensamiento en construcción

Lo que sigue es un conjunto de preguntas reales (reales en tanto sitúan problemas para los cuales no tenemos todavía una respuesta), e hipótesis arriesgadas que tal vez digan más de lo que la prudencia nos haría sostener. Nuestra apuesta es que constituyan un primer movimiento, sólo un primer movimiento, en el proceso de delimitación de un problema de pensamiento que esperamos poder elaborar junto a quienes se sientan convocados por la tarea…
01. Se sabe, aquello que irrumpió se trastoca en mito, que engendra la repetición, y la repetición la costumbre, y la costumbre el rito, y el rito el dogma y el dogma, por fin, la herejía. Hay en toda efeméride un elemento ritual, una idea cíclica del tiempo, que tiende más a la consagración sacra de lo acontecido que a su profanación. Toda efeméride tiende más al dogmatismo que a la apertura. Para bien o para mal, lo recordado tiende a consolar las conciencias. Pero es bien sabido que se da un paso adelante traicionando, es siempre el hereje el que continúa una tradición de pensamiento.
02. Sin embargo, hay algo de esa experiencia que se abre el 19y20 de diciembre del 2001 que todavía nos interroga. Más que una pregunta por la continuidad de la memoria, es una pregunta por la memoria de la discontinuidad. ¿Qué vivimos ahí? ¿Qué mundo cobró existencia el 19y20 de diciembre del 2001? ¿Qué potencias se desplegaron? ¿De qué limites pudimos hacer allí la experiencia? ¿Qué del 19y20 sigue activo en las apuestas colectivas contemporáneas? Siete años después, ¿tenemos respuestas para estas preguntas?
03. El 19y20 habrá sido lo que decidamos que sea. No un punto cero, un amanecer en la historia, sino un nudo.
04. El dogmatismo puede disparar para los dos costados, sea por el lado de enfatizar los límites de aquellas jornadas y sus efectos, sea por el lado de la exaltación militante del asambleísmo. Si la fidelidad es intervención organizada en el tiempo, proponemos hacer del 19y20 un nudo temporal que dio cuerpo a un recorrido militante, a un problema de la militancia; pero no para constatar las esperanzas incumplidas de esos días, ni tampoco para quedarnos aferrados eternamente a esa secuencia.
05. ¿Por donde empezar? Proponemos una posibilidad: Plantear que ese nudo temporal es nuestro obstáculo hermenéutico actual. Ser fiel a lo que allí rompió es construir un puente. Pero todo puente es una entidad artificial, una ficción que muchas veces oficia de imaginario, de encerrona ideológica, más que de apertura. Un puente es, al mismo tiempo, aquello que marca una cercanía, pero también una distancia. Es decir, si hacemos un puente en relación a 19y20 es porque ya cruzamos el río y miramos el camino transitado. ¿Qué se avista, 7 años ha, desde el otro lado? Ante todo problemas.
06. Un primer nudo, una primera cuestión: clarificar problemáticamente, teorizar, la noción de afecto. Se sabe que, desde Maquiavelo hasta acá, hay una separación tajante, en el hacer y pensar político, entre la esfera privada y la pública. La noción de afecto, tal cual la usamos impensadamente, borra esa distancia. Pero todo lo impensado tiene consecuencias.
07. Maquiavelo no separaba ética de política, sino que establecía un corte entre dos éticas distintas: por un lado la ética privada –ligada a la bondad cristiana y las buenas costumbres, que el mismo Maquiavelo, según sus biógrafos, tenía como parámetro de su comportamiento individual-; por otro una ética estrictamente política, autónoma de la sociabilidad establecida. A la palabra afecto la podríamos recuperar por ese lado. Si hay algún afecto que nos reúna colectivamente, ese debe ser un afecto político. Los resultados de la no separación de esas esferas –la privada y la política- los conocemos. Los grupos “afectivos” que se formaron están muchos más cercanos a la reunión de unos adolescentes bienintencionados que a un intento de reconstrucción del pensamiento comunista. No precisamos que el vínculo se imbrique a partir de la buena onda, sino a partir de la disciplina política.
08. El problema estalla cuando el afecto privado, ligado a la heterogénea circulación existencial y sus torniquetes diarios, deja de existir. Se sabe que las relaciones son volátiles. El desfondamiento político de los grupos, es cierto, es anterior a la crisis afectiva. Pero la imbricación de ambos términos oculta ese desfondamiento muy anterior. No hacemos política sólo para no sentirnos solos o para buscar un lugar de contención. La agregación afectiva trastoca al grupo en un ghetto, en una secta identitaria, y por ende, sin política, sin capacidad de alterar la situación. La herencia del 19y20 es también unas formas de congregación grupal cerradas, símil a la ortodoxia partidaria de izquierda, pero sin horizonte ni disciplina.
09. Intentemos enhebrar algunas otras hipótesis. Si el 2008 despliega el presente postestatal del Estado (que asume su nuevo rol: ser un agente más en la dinámica crecientemente compleja del mercado neoliberal) entonces el 2001 es el futuro postpolítico de la autoorganización (es decir, el horizonte actual de las prácticas que toman como punto de partida la creación de formas de vínculo social en medio de la dispersión). ¿Qué entender por “futuro postpolítico”? Que, en condiciones de dispersión (sin ordenamiento social estatalmente instituido que subvertir mediante una ruptura política) la política sólo es eficaz cuando viene después de un proceso instituyente de un modo de existencia colectiva.
10. Otro nudo, otra cuestión: El antiintelectualismo –revival, algo indigesto, de lo peor de los 70’- también fue un emergente de diciembre 01. Es, ante todo, un elemento bárbaro. La estupidez, la pereza intelectual, es una forma de opresión grupal, fogoneada por la urgencia del hacer. La inteligencia, la potencia del cráneo y de los ojos, es una praxis emancipatoria. La estupidez es opresiva y contagiosa. Hay quien dice por ahí que, ante tantos actos para nada, quizás sería interesante pensar las potencias revulsivas de la inacción. Por supuesto que exagera…Pero es una exageración que mueve al pensamiento.
11. La esencia reactiva y/o bárbara del antiintelectualismo contestatario, hacer para nada, hacer para que nada cambie, hacer sin pensamiento conlleva el problema principal de ser un gran adormecedor de nuestros problemas contemporáneos. El adormecimiento del espíritu crítico se trastoca en optimismo. El optimismo es un gesto antiintelectual, el optimismo es un gesto bárbaro. No hay, una mirada digna del género trágico no puede dejar de afirmarlo, posibilidad de alivio. Las decisiones del pensamiento exigen semejante coraje que impiden tenderle la mano a la liviandad reactivo-antiintelectual medioambiente. Una decisión de pensamiento implica un riesgo alocado, que no coincide con ningún optimismo. Precisamos organizar el pesimismo.
12. Sin embargo, el problema del giro antiintelectualista no es su poco saber. Sabe, quizás, demasiado. Sabe, ante todo, los gestos y los modos de existencia durmientes de quién decidió no pensar. Siempre es más tranquilizador, ante la ruptura de vínculos que prescribe el pensamiento de la política, el combate por una u otra orientación política, el decidir por la almohada de la tranquilidad grupal. Para romper con esa configuración subjetiva, no se precisa más formación, sino otro pensamiento. Acá los nudos se tocan, pues la imbricación arriba reseñada entre afecto y política hace que cualquier discusión política, cuando las hay, se entiendan como ataques personales.
13. Por otra parte, en un año de piquetes y cacerolazos también se impone la pregunta por los procedimientos. Si la estrategia del Estado post19y20 hacia las experiencias de autoorganización fue intentar retrotraerlas a modalidades de politización pre19y20, la táctica de un sector del capital (rentistas y empresarios agrícolas) consistió en la construcción de un movimiento de masas mediante la apropiación del repertorio de modos de lucha centrales durante la secuencia política inaugurada el 19y20. Sería posible argumentar que las cacerolas simplemente volvieron a su lugar de origen (Marcha de las Cacerolas contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, 1971). Pero la memoria inmediata de los cacerolazos los sitúa como banda sonora del “que se vayan todos”. ¿Se trata simplemente de procedimientos en sí mismos neutrales apropiables por las fuerzas coyunturalmente activas? ¿O existe además un efecto de resignificación del contexto previo en la apropiación bajo el nuevo contexto?
14. Sumemos otro interrogante: ¿en qué medida nuestro posicionamiento actual frente al 19y20 (fidelidad, renegación, ocultamiento, etc.) incide en los modos de participar en las experiencias de autoorganización contemporáneas? La renegación, que termina viendo mayores continuidades que discontinuidades. El ocultamiento, que intenta hacer desaparecer las consecuencias de los sucesos a partir de una referencia a una consistencia identitaria ahistórica (desde una “gran” identidad de clase, género u origen étnico a una “pequeña” identidad de grupo o estrato). La fidelidad, que desea extraer de forma creativa todas las consecuencias posibles de lo sucedido, intentando forjar con ellas un nuevo presente. Estrategias subjetivas diversas que tal vez permitan leer más de nuestra actualidad de lo que creemos en primera instancia.
15. Si la apuesta subjetiva, en relación al 19y20, es la fidelidad, la interrogación se vuelve más intensa aún: ¿cuáles podrían ser las consecuencias de aquella experiencia en este presente tan heterogéneo? Deductivamente, pensamos que se tiene que tratar de un problema de invención. Las consecuencias de un proceso inventivo se deducen a la par que se inventan. Pero ¿con qué criterios leer el grado de conexión -el grado de consecuencia- de las invenciones políticas en curso con el 19y20 sin hacer del 19y20 un modelo (que nos llevaría a la vía de la repetición alejándonos de la invención que está en el centro del 19y20 mismo)?
16. No hay destino escrito en nuestra época. La dispersión como palabra indicadora de nuestra situación oficia muchas veces más que de diagnóstico, de justificación de nuestros límites. Como toda generación, estamos condenados, no a dispersarnos, sino a errar.
rosario, diciembre del 2008

Volverse persona sin más…

Epístola del ruso Ángel Luis Lara –madrileño que vive en New York y participa del movimiento de ocupaciones que los medios (al menos los argentinos) llaman “los indignados” – a Luis Hernández Navarro, periodista mexicano, ligado desde siempre al zapatismo. Al parecer, Luis le pregunta por un libro sobre el movimiento y el ruso Lara da esta respuesta que es un fresco sobre la experiencia que se está produciendo en las “entrañas del monstruo.

Querido Luis,
(…)
La verdad es que el tema del libro no me provoca ningún interés y me da mucha pereza. Intuyo una fidelidad a las lógicas de la izquierda que me desata cierta alergia: insistir sin parar en ejercicios de genealogía y de arqueología para explicar el 15M como lo ya conocido, ahora multitudinario. Creo que es un error garrafal y que puede hacer daño al movimiento. Desde mi punto de vista, el 15M presenta una serie de innovaciones estructurales que modifican completamente la política, que se desconectan definitivamente del pasado y que redefinen la radicalidad en términos de anonimato, de lógicas post-identitarias y de prácticas post-dialécticas. No digo que los procesos sociales y políticos no tengan memoria, sino que en el caso del movimiento actual tengo la sensación de que se trata de una memoria de carácter paradójico e inédito: una memoria sin origen. Creo que lo interesante del 15M o de Occupy Wall Street es la novedad inmensa que están produciendo en términos de lenguajes, de prácticas, de lógicas y de procesos. Lo menos interesante es sujetar su potencia a parámetros patrimoniales o a ejercicios de continuismo histórico, como parece proponer Iglesias Turrión con su libro. Cuando estás dentro y los vives desde dentro, lo primero que llama la atención de estos movimientos es la ruptura tan maravillosamente decidida con todo lo conocido hasta ahora que encarnan, así como la crisis en la que nos meten a los activistas de toda la vida. De entre esos activistas, hay quienes sienten la crisis como una amenaza y se protegen invocando sus mitos y sus rituales e inventando una continuidad histórica. Otros, sin embargo, vivimos esa crisis con una enorme alegría y nos dejamos llevar para ya nunca más volver a ser los mismos: para desaparecer, fundirnos, ser todos, en definitiva, dejar para siempre de ser activistas y convertirnos decididamente en personas sin más. Unos sienten vértigo y miedo y tratan de ponerle diques al mar. Otros cogemos la tabla de surf que nos regalan los amigos que estamos haciendo en esta nueva experiencia y nos dejamos llevar por las olas, aprendiendo de la corriente todo lo que podemos. Algo de lo primero también hay en las crónicas de algunos periodistas de izquierda sobre el movimiento en Nueva York: obsesión por codificarlo en los parámetros estéticos y discursivos de la izquierda, incapacidad para entender la mutación y la ruptura radical con lo conocido que está en juego. Pienso que la potencia del movimiento tiene poco que ver con Pete Seeger o Bruce Springsteen. Eso es otra historia, una acabada, superada, desconectada. La banda sonora de las asambleas o las comisiones de trabajo en las que participo en Occupy Wall Street es más M.I.A., Nneka, Talib Kweli, Les Nubians, Maluca, Lupe Fiasco, La Bomba Estéreo, Moby, Mos Def, Major Lazer o Josh Fox, Dustin Hamman, Sean Lennon y Rufus Wainwright tocando por sorpresa una versión acústica del «Material Girl» de Madonna en Liberty Plaza. Definitivamente otra música, una que no le canta a la nostalgia. Tengo la impresión de que la única manera de entender el movimiento es estar dentro: ser movimiento. Desde fuera parece que no se agarra ni la mitad de lo que está pasando. Es muy interesante hasta qué punto las viejas posiciones y los viejos sujetos se agrietan y envejecen cuando se rozan con el movimiento. A lo viejo y acartonado le cuesta entender una de las particularidades más maravillosas de esta experiencia: en realidad no pedimos ni reivindicamos nada, en el fondo no protestamos contra nada, simplemente articulamos realidades y procesos concretos en los que se empieza a trabajar de manera creativa en órdenes institucionales de nuevo tipo y en composiciones del común con las que satisfacer colectiva y democraticamente viejos y nuevas necesidades, viejos y nuevos derechos. Fíjate por ejemplo una de la cosas que el movimiento está tratando de hacer en la gran manzana en el campo educativo: en vez de reivindicar una universidad pública y pedirles a las clases dirigentes unas políticas que favorezcan el libre acceso a la educación superior, lo que estamos haciendo es poner los cimientos de una nueva institución muy otra. El pasado sábado estudiantes, investigadores, profesores y catedráticos, entre otra flora y fauna, pusimos la primera piedra de una multiversidad de acceso libre («The Nomadic University of New York: The Common Knowledge»). Un proceso institucional concreto para construir en NYC la educación con quien no tiene derecho a ella y con quienes se ven encerrados en las cárceles del crédito y de la deuda para acceder a ella. No sabemos lo que dará de sí el camino y dónde nos llevará, lo que sí intuimos es que el proceso tiene que ver más con los desaprendizajes que con el aprendizaje. En cualquier caso, lo que tenemos claro es que no le pedimos nada a nadie, sino que lo hacemos por nosotros mismos. Por eso cuando al movimiento se le exigen demandas, el movimiento contesta que la demanda es el propio movimiento: no se demanda nada, se hace sociedad. En el fondo es un cambio extremadamente potente en la manera y el contenido de las narraciones. Lo que estoy aprendiendo en Occupy Wall Street es una manera colectiva, abierta y plural de preguntarnos por nuevas narraciones a construir y usar para la liberación, porque las que hemos usado hasta ahora sentimos que no presentan ya utilidad alguna ni se conectan con el presente que habitamos. En el fondo, siempre ha existido una lucha desigual y asimétrica entre dos tipos de lógicas narrativas. Por un lado, la dialéctica hegemónica siervo-señor, heredada de Hegel, con la que la izquierda y el movimiento obrero han definido históricamente un futuro crepuscular para el señor y un destino luminoso para el siervo: una robinsonada epistemológica en la que el siervo acaba por instalarse en el puesto del señor (=socialismo). Por otro lado, sin embargo, han existido en la periferia de la Historia los relatos orales y proscritos nacidos en el nexo postcolonial esclavitud-diáspora, con pistas en los remotos arquetipos mediterráneos del Éxodo y de los viajes de Odiseo. En este segundo orden narrativo la actividad no produce estabilidad más que de pasada, tampoco se resuelve en Derecho, aunque no deje de fundar nuevos órdenes y experiencias institucionales. El esclavo no aspira a sustituir al señor como amo de la plantación, de igual manera que el precario no resuelve sus problemas con el puesto fijo. La narración del primer tipo se hace izquierda y aspira a devenir Estado. Las otras narraciones son el tejido de una multitud irremediablemente heterogénea e irrepresentable en el Estado. En el fondo, me da la sensación de que posiciones y materiales como el de Pablo Iglesias Turrión tal vez pretenden sujetar el movimiento a la primera lógica narrativa para hacer con él Historia. Tengo la impresión, sin embargo, de que la potencia del movimiento está en otros lugares y en otro tiempo: en Occupy Wall Street estoy aprendiendo que narrar es dejar de buscar el sentido de la Historia para encontrarlo y reconocerlo en las historias. No sabes la alegría y la felicidad que el movimiento me está regalando. Nunca antes había vivido y sentido nada parecido. Como volver a nacer, pero nacer otro.
Va un grandísimo abrazo.
ruso.

Mantra de la revuelta

por Franco Berardi (Bifo)
El 15 de febrero de 2003, cien millones de personas marcharon por las calles del mundo por la paz, exigiendo que la guerra contra Irak no devastara de forma permanente la faz del mundo. Al día siguiente el presidente Bush dijo que no le importaba nada toda esa gente (yo no necesito de “focus groups”) y comenzó la guerra. Sabemos cuál fue el resultado.

Después de esa fecha el movimiento se disolvió, ya que era un movimiento ético; el movimiento de la gente de bien que en el mundo rechaza la violencia de la globalización capitalista y la violencia de la guerra.

El 15 de octubre en buena parte del mundo salió a las calles un movimiento igualmente amplio. Aquellos que dirigen las organizaciones que mantienen depauperadas a las personas sonríen nerviosamente y dicen que están de acuerdo con quienes se enfadan ante la crisis, siempre y cuando lo expresen cortesmente. Están nerviosos porque saben que este movimiento no se disolverá, por la sencilla razón de que el levantamiento no tiene únicamente razones éticas o ideológicas, sino que se basa en la materialidad de un estado de precariedad, de explotación, de empobrecimiento creciente. Y de rabia.
La rabia a veces alimenta la mente, a veces se manifiesta como psicopatía. Es sin embargo inútil predicar a los enojados, porque eso los enoja más. Aunque no sobran razones para escuchar a la razón, en tanto la violencia financiera está produciendo una rabia psicopática.
Un día antes del evento del 16, en una entrevista publicada por un periódico llamado “La Stampa”, declaré que en mi opinión lo mejor era que la manifestación en Roma no tuviera enfrentamientos, para hacer posible que la experiencia terminara en acampada. Las cosas no resultaron así, pero no creo en absoluto que la movilización haya sido un fracaso sólo porque no terminó como yo esperaba.
Un incontable número de personas se ha manifestado en contra del capitalismo financiero que intenta descargar su crisis sobre la sociedad. Hasta hace un mes, las personas veían la miseria y la devastación producida por las políticas del neoliberalismo como un fenómeno natural; inevitable como las lluvias de otoño. En el transcurso de unas pocas semanas el rechazo del liberalismo y del financierismo se ha colocado en el conocimiento de una parte decisiva de la población. Un número creciente de personas, de mil maneras diferentes, manifestó su enojo; a veces incluso desde la autoderrota, ya que muchos pensaron que el suicidio es mejor que la humillación y la miseria. 
He leído que algunos se quejan de que la rabia le estorba al movimiento de la Piazza San Giovanni y a sus carrozas de colores. Pero el movimiento no es un juego en el que se deba seguir un guión. El guión está en constante cambio y el movimiento no es un sacerdote ni un juez. El movimiento es un médico. El médico no juzga la enfermedad, la cura. 
Quien esté sólo dispuesto a salir a las calles cuando las cosas estén ordenadas y no haya peligro de revolverse con los violentos, será mejor que en los próximos diez años permanezca en casa. Sin embargo, no esperen sentirse mejor por quedarse en casa; la violencia llegará allí también. Ni siquiera a manos de la policía o de los fascistas; sino a manos de la pobreza, del desempleo y de la depresión. Y puede incluso que también de la mano de los agentes de la justicia. 
Por lo tanto, es mejor prepararse para lo inesperado. Es mejor saber que la violencia infinita del capitalismo financiero en su etapa agonizante produce psicopatía, así como racismo, fascismo, autolesiones y suicidio. ¿No le gusta el espectáculo? Es una pena, porque no se puede cambiar de canal. 
El Presidente de la República dice que es inadmisible que se rompan las ventanas de los bancos y que se queme un camión en marcha a toda velocidad, como un carrusel asesino. Sin embargo, el presidente cree que es admisible tener como Ministro a un hombre juzgado por sus ligas con la mafia; tan es así que le firma la nómina, aunque a regañadientes. El Presidente de la República considera admisible que un Parlamento comprado con el dinero de un sinvergüenza siga legislando sobre la piel de la sociedad italiana; tan es así que no disuelve las Cámaras corruptas. El Presidente de la República considera que es admisible aprobar leyes que destruyen los contratos colectivos; tan es así que las firma. Por lo tanto, me importa un bledo lo que el Presidente considere inaceptable. 
Camino entre los psicópatas y los violentos por la sencilla razón de que la enfermedad se agudiza si la sufrimos todos. Les pregunto a unos y a otros, sin tanta vuelta: ¿creen que quemar bancos terminará con la dictadura de las finanzas? La dictadura de las finanzas no está en los bancos; sino en el ciberespacio, en los algoritmos y en el software. 
La dictadura de las finanzas está en la mente de todos aquellos que no pueden imaginar una vida libre de las formas del consumismo y la televisión. 
Camino entre las personas a quienes la rabia ha vuelto irrazonables, y les pregunto: ¿creen que el movimiento puede ganar la batalla entrando en la trampa de la violencia? No somos un ejército de profesionales dispuestos a matar, y esa disputa violenta se la tendríamos que ganar a los profesionales de la guerra. 
Pero, como he dicho, sé que estas palabras no tendrán un efecto mayor que aquellas con las que se predica a los pájaros. 
Lo sé, pero sostengo lo que digo. Lo digo y lo repito, porque sé que en los próximos años vamos a ver mucho más que un par de bancos con vidrios rotos o de camiones en llamas. La violencia está destinada a extenderse por todas partes. Y habrá violencia sin pies ni cabeza; de quienes pierden su empleo, de aquellos que no pueden enviar a sus hijos a la escuela, e incluso la violencia de aquellos que no tienen nada que comer. 
¿Por qué deberían escucharme a mí, los que odian a un sistema tan odioso que es sobre todo odioso no acabarlo de una vez? 
Mi deber no es aislar a los violentos; mi deber como intelectual, como activista y pensador proletario es encontrar una salida. Sin embargo, para buscar una salida debo estar donde el sufrimiento es mayor, donde la violencia está al máximo, a tal grado que se manifiesta en sordera, en psicopatía, en auto-destrucción. Debo acompañar a la locura suicida en su recorrido manteniendo el espíritu claro y la visión clara ante el hecho de que aquí no hay otro culpable que no sea la sistemática rapiña. 
Nuestro deber es inventar una forma más eficaz de la violencia, e inventarla rápido; antes de la próxima reunión del G20, cuando en Niza se reúnan los hambreadores. En esta ocasión no los persigamos, no vayamos a Niza por enésima vez para expresar nuestra rabia impotente. Vayamos a miles de lugares en Europa, a las estaciones, a las plazas, a las escuelas, a los grandes almacenes y bancos, y activemos los megáfonos humanos. Una niña o un anciano jubilado gritarán las razones de la humanidad defraudada, y cientos a su alrededor repetirán sus palabras, para que otros las repitamos en un mantra colectivo, en una ola de toma de conciencia y solidaridad que encierre a los hambreadores en su remolino y se lleve su poder sobre nuestras vidas.
Un mantra de millones de personas derribará los muros de Jericó, mucho más eficazmente que un piquete o que un cóctel molotov.

¿Puede hablarse de un derecho al racismo?

Por Taller de coyuntura


La reunión anterior, tratando de pensar las dinámicas políticas actuales, dimos con la idea de ultracentrismo. Esa noción designaría menos una postura ideológica que  una tendencia de las diferentes manifestaciones y formas políticas a converger en un movimiento centrípeto. Menos un espacio que dependa de la voluntad clara y firme de los grupos en el poder, y más la resultante de una dinámica política que responde a una la necesidad y a una posibilidad de articular una precaria estabilidad, un cierto equilibrio entre una amplia diversidad de actores sociales y económicos.
Aquella dinámica centrípeta funciona, entre otras cosas, en virtud de una amplia retórica de los derechos. Lo que nos preguntamos hoy es por una vía más oscura de aspirar a participar de esta estructura. Por una vía abiertamente reaccionaria que nombramos como “derecho al racismo”. ¿De qué se trata?  
En la trama social contemporánea el racismo toma especial fuerza en ciertos momentos de conflictividad. Ejemplos muy visible: los trasladados de los habitantes de una villa hacia a algún otro barrio; en la convivencia de no pocas escuelas públicas de la ciudad. Llamamos ahora racismo a la operación por la cual se traza una divisoria que distingue en las poblaciones -o territorios- entre deseables e indeseables, propios y ajenos. En el lenguaje político actual distingue a los vecinos (a quienes se con plenos derechos para participar de lo público), de los usurpadores (a quienes se califica como delincuentes, ilegales, peligrosos, narcos, villeros, etc). Los primeros serán considerados como víctimas a proteger, y los otros como amenaza. 
Para ver cómo funcionan estos mecanismos del discurso racista proponemos reparar en la toma del Parque Indoamericano en diciembre de 2010. El enfrentamiento que se vivió por aquellos días en Villa Soldati, lejos de ser codificada como una guerra de pobres contra pobres (como suelen titular los medios de comunicación), fue tratada como un enfrentamiento entre vecinos yocupantes. Sobre todo a partir de identificar a quienes participaron de la toma como extranjeros. Macri habló de una “inmigración descontrolada” (responsable de delitos, del narco, de la violencia), en el marco de una proliferación de discursos xenófobos… 

Toni Negri x 2

Entrevista a Toni Negri y Michael Hardt
Por Blanca Beatriz y Lola Matamala

A pocos días de llegar a la Argentina, Toni Negri yMichael Hardt visitaron Madrid para presentar su último libro, Commonwealth. Aprovecharon también para reunirse en el Centro Social Tabacalera con participantes del 15M y conocer a este movimiento.
DIAGONAL: En Commonwealth se refieren al concepto de gestión de lo común. ¿Cómo es posible llevarlo a la práctica?
MICHAEL HARDT: El agua es un buen ejemplo porque es un bien común, pero no se hace común de inmediato. Para hacerlo , hay que hacer algo. No es sólo construir una infraestructura física de distribución sino también un dispositivo político e intelectual para hacer de todos ese bien natural. La Educación es otro ejemplo. Tenemos escuelas y universidades públicas que pertenecen al Estado y otras que son privadas. ¿Qué sería una educación común? Hay que inventarlo, crearlo. Hay proyectos para hacer común la educación, con autogestión, autoeducación. La Universidad Nómada es un ejemplo de un proyecto de autogestion de lo común que es la educación, el saber.
TONI NEGRI: Aunque también hay males comunes como la moneda. Es difícil imaginar un mundo en el que no existan medios de intercambio. Es sin duda algo que es común y puede ser apropiada: tiene dentro de sí los mecanismos mismos de apropiación. Pero son reapropiados o se ven reapropiados de manera fraudulenta por quienes emiten estos medios. De este modo se tornan métodos de endeudamiento para la construcción de la explotación. ¿Cómo reconquistar lo común en este terreno? Habría que reducir los procesos bancarios y financieros a una dimensión de puro control del intercambio, por ejemplo.
D.: Explican que las asambleas constituyentes deben servir para modificar las constituciones actuales por su falta de representatividad. En ese sentido, ¿siguen defendiendo la Constitución europea?
M.H.: La única parte positiva de la Constitución europea es que crea un espacio de lucha porque se definen las propuestas que hay que defender. Sirve para fijar el debate.
T.N.: Es difícil considerar como tal a la Constitución europea ya que es un acuerdo internacional que se verificó entre un cierto número de Estados europeos. Tiene la estructura de un acuerdo, no de una constitución, y en esa medida tiene todos los defectos de las constituciones sin tener ninguna de sus ventajas. Ésta es una constitución fuertemente condicionada por las necesidades de acuerdos financieros para la construcción y cobertura de la banca europea, no tiene en cuenta la necesidades de la ciudadanía europea. Un ejemplo es la cuestión de la emigración, que se desarrolla sobre un acuerdo policial bastante reaccionario. El único elemento positivo es el hecho de haber vuelto a dirigir la atención política hacia una nueva entidad, un nuevo espacio, que es adecuado, desde el punto de vista de los movimientos, a una reorganización plural en el ámbito global. Es probablemente el terreno en el que habrá que localizar en la próxima fase de este medir el desarrollo de las libertades en este mismo siglo. Es imposible pensarlo a nivel español, italiano, francés: será preciso pensarlo en el ámbito de la Unión Europea. Es importante porque vincula un espacio a una propuesta política, la cualifica diferencialmente y la determina, la hace concreta. Es evidente que los niveles nacionales, por lo menos en Europa, se han visto superados. Hay una cultura crítica europea que es un hecho común y que hay que asumir como tal.
D.: Sobre el Movimiento 15M ¿cuál creen que es el detonante para que haya surgido en estemomento?
T.N.: El 15M aparece en una fecha electoral determinada y tras una traición por parte de Zapatero. Él llegó al Gobierno a partir de un movimiento social que partió precisamente de ahí. Esa traición se la hace pagar el 15M. También creo que la historia de la República está detrás. Es el gran momento de la reaparición de la democracia republicana porque en España no ha habido una verdadera transición. De hecho, hay elementos republicanos dentro del 15M que son innegables. Por otro lado, en España la crisis ha sido particularmente fuerte. Es la crisis económica general y el no querer pagar sus deudas. En la construcción de lo común es cómo se les hace pagar. En este movimiento el génesis es fácil de entender pero todavía no se ve hacia dónde se dirige y este es el problema político. En el encuentro en Tabacalera parecía que me hubiera caído en la marmita de Astérix. Me impresionó esta asimetría entre la propuesta política y lo político como sistema político. La gente está aquí pero no quiere ir hacia esa forma de hacer las cosas. Es un éxodo de la cultura política.
D.: Elogian la pérdida del miedo que supone el 15M. ¿A qué miedo se refieren?
T.N.: Hay muchos tipos de miedo y se cualifica de diferentes maneras. Uno de ellos es cuando se pone el cuerpo. El terror estatal se apoya en la concepción del cuerpo. Pasando por él, la cabeza también puede ser condicionada a través de la tortura. Se ataca el cuerpo para hacerte cambiar el cerebro, para decir lo que quieren que declares, por eso el cuerpo es una parte fundamental. La traición filosófica de la vida consiste precisamente en declarar la existencia sólo a través del cerebro cuando se declara que se existe sólo si se piensa y no es cierto. Es la traición cartesiana a la vida, es la traición filosófica a la vida y en cambio, el cuerpo, se vuelve absolutamente fundamental. El dicho spinoziano es central: no sabéis lo que puede un cuerpo.
Otro gran miedo es superar el individualismo. Definirse como el entrelazamiento de singularidades. No somos esos seres pequeños con nuestro pensamiento, con nuestra pequeña alma. Somos algo que habla, que se expresa a través de la palabra y somos ésto. Este conjunto que luego se torna pintoresco con las tiendas en las acampadas: son el retrato de la potencia de la historia.
D.: Una última cuestión. ¿Los intelectuales tienen que ser observadores o participantes?
M.H.: y T.N.: ¡Participantes!
DIAGONAL: ¿Qué es lo novedoso en el 15M en la escena política, en el activismo político, que no hubiera antes?
TONI NEGRI: Hay algo nuevo respecto a las luchas anteriores: ¿De qué manera podemos agregar los discursos? Antes había una dirección inteligente, no necesariamente sectaria pero con aceleración del discurso. Aquí es menos virulenta, hay una relación con el tiempo que caracteriza mucho al movimiento indignado. Hay una temporalidad lenta pero construída que agrega y reúne y que, por ahora, ha sido un elemento de fuerza. Me parece muy característico. Es casi una transformación del modo de hacer política: antes era muy acelerado, muy ansioso. Aquí existe esa reflexión sobre la temporalidad y es un elemento muy institucional, nítido, preciso, nada anárquico. A través de esa lentitud se va depositando la voluntad común.

Libertad, Igualdad, Fraternidad

Apuntes individuales sobre la autoría colectiva*

por Rubén Mira

«No pretendo que lo empujéis o lo sacudáis. Sino tan solo que dejéis de sostenerlo«.
Etienne de la Boetie. 1548
«El futuro del arte se liga no a la creación de obras, sino a la creación de nuevos conceptos de vida. El arte no tiene ninguna importancia, es la vida lo que cuenta«.
Roberto Jacoby. 1968.


Primer término
Es demasiado tarde y aun ni comenzamos. El peso tremendo de lo ocurrido, todo lo ocurrido, tan tremendo y aplastante, hace que lo que ocurre solo pueda encontrar su constancia en el instante y su fuerza en la fragilidad.
El territorio de las artes pertenece al desastre ocurrido. Un pasado inmediato que adquiere una forma espectral de presente gracias a la repetición, pura función de la maquina territorializadora operando en el frio espacio vacío. La maquinaria territorializadora de las artes acecha a lo que ocurre, espera, paciente, para ejercer su función apropiadora, su tenaz tentación. La maquinaria de las artes se sabe ganadora. Y lo es.
Ella, la maquinaria, supo ganarse lo suyo. Durante más de un siglo lucho por nuestra libertad y defendió nuestra igualdad, ampliando su campo de batalla desde su propio desastre al desastre mismo. Ahora, que somos todos libres e iguales, libres para expresar lo que se nos ocurra, iguales para producirnos como iguales a nosotros mismos, ahora que el desastre ordena: sé libre, sé vos mismo; ahora que el desastre nos reclama artistas, hay que ser un necio o un traidor para no aceptar que esa libertad y esa igualdad no puede cobijarnos, porque no es nuestra.
Es tarde, pero los perdedores empiezan a comprender el poder de la derrota. La maquinaria victoriosa del desastre se afirma en la obligatoriedad del Yo. El espacio difuso de la derrota, en cambio, asume la identidad colectiva. La maquinaria depende exclusivamente del yo, el yo autor, el yo dueño, el yo espejo, y el yo le da todo, porque la maquinaria le promete todo lo que el yo quiere. Frente a semejante derivación complementaria, el nosotros solo puede ocurrir como accidente del instante y su fragilidad. Pero la búsqueda de esa ocurrencia esquiva, puede y debe transformarse en una posición política.
Segundo término
Si el territorio de lo artístico sigue siendo funcional al desastre, es por su eficacia policial sobre la ocurrencia, la fragilidad y el instante, por su capacidad de imponer la marca del yo a todo lo que vive y se desplaza, a todo encuentro, a todo flujo de deseo no programado. En el movimiento inverso, el nosotros encuentra en el territorio de las artes residuos útiles, recursos y fundamentos de lo imprevisto, lo vivo y lo sagrado. El territorio de lo artístico se vuelve impreciso, una frontera caliente entre el desastre y lo que ocurre, de allí la importancia del territorio de las artes como región de combate.
Operamos en zonas de derrumbes, nada aquí puede darse por cierto, por definitivo, Toda forma aquí surgida no puede sino ser paradojal. Anónimas, orales, locales, las formas genéricas del nosotros todavía no pueden entreverse sino como opuestos a los géneros del yo. Pero existe en el nosotros una sabiduría colectiva, una memoria instintiva que reacciona contra la modernización, la transgresión, lo novedoso; una reacción que es tan intensa como odio al neoclasicismo liberal, promotor de la aceptación del desastre como escenario excluyente y único dueño de las reglas de juego. Esa sabiduría es la línea de fuga de la creación del nosotros.
Jugamos al complot, practicamos el contrabando, el pillaje individual en baja escala. Rodeados por la obligación de la subsistencia, hacemos de la conjura del nosotros un gesto casi aristocrático. Breves, aleatorios, locales, los auténticos modos de organización del nosotros tampoco se muestran aun en toda su potencia. Pero el nosotros también recela de los márgenes, las exclusiones y los bordes, tanto como escapa de los lugares preestablecidos de la protesta, la denuncia y el enfrentamiento global anti global. Este recelo es el fundamento de la moral del nosotros.
También es temprano aun para percibir qué nuevos modos de subjetividad creará la radicalización del nosotros. Seguro no será la construcción de grupos como marcas grupales, ni la suma de firmas en eventos colectivos, formas terapéuticas del compartir generadas por el desastre. Tal vez la impronta del nosotros se materialice en un modo más contundente que poético de decir que el yo no es sino un nosotros, que el nosotros es todo, y el yo, no es nada. Por ahora, y este por ahora es tal vez un para siempre, el nosotros vive ejerciendo el oficio del doble agente: trae al territorio propio lo necesario para el sustento de lo frágil e instala en territorio del desastre noticias del instante y su ocurrencia.
Tercer término
Los dos territorios no están opuestos, no hay foco ni frente en el nuevo campo de batalla. Los dos territorios están superpuestos. El desastre está en todos lados. Lo que ocurre está ocurriendo en todas partes. No hay relación alguna entre los hechos que ocurren, no hay redes totales de ocurrencias ni organización en función de un gigantesco ocurrir futuro. Pura táctica, solo importa que el ocurrir ocurra, la fragilidad esencial de instante y la conciencia de que el mismo enfrentamiento, con la misma lógica, está siendo planteado y sostenido en múltiples puntos.
En territorios del desastre, todo parece lo mismo. La repetición arrasa con cualquier escala o valor y así, tres palabras ideales como libertad, igualdad, fraternidad, pueden transformarse en el título de un manual de marketing estratégico o un libro de autoayuda.  Pero el nosotros incursiona en territorio del desastre bajo el disfraz de lo mismo creando oportunidades de discriminación, sembrando testers y proponiendo que no es lo mismo aquello que no produce los mismos efectos. Y si no ocurre lo mismo es porque lo que ocurre proviene de una matriz distinta.
El sueño fue cifrado en tres palabras: libertad, igualdad, fraternidad. Dos de ellas han sido primero dadas, luego impuestas. La exclusión del tercer término es el precio que hubo que pagar por ser libres e iguales. Y así, rengos, y cada uno por las suyas, los traidores intentan correr hacia el futuro. El nosotros, en cambio, propone un ensayo, un campo de pruebas, un experimento estratégico: unir otra vez las tres palabras en un solo espiral de forma y sentido, a ver qué pasa, qué ocurre, si se abre una brecha que, en lugar de marchar hacia adelante, nos permita ir hacia arriba.
Libertad, igualdad, fraternidad; tres palabras que fueron un sueño, Libertad, igualdad, fraternidad, tres palabras que se transformaron en una consigna. Libertad, igualdad, fraternidad, tres palabras que pueden ser ejercidas como un mantra. En el territorio de la repetición, en la vergonzante gloria de los ganadores, la belleza es terrible, porque si nace, nace muerta. Mientras tanto, es tarde, demasiado tarde, pero estamos empezando.
* Este texto fue escrito para, o publicado en, el catálogo de la Bienal de Lyon

El capitalismo es el auténtico problema

Por Slavoj Zizek
¿Qué hacer después de las ocupaciones de Wall Street y de tantos otros lugares? Uno de los grandes peligros que acechan a los manifestantes es que se enamoren de sí mismos. En San Francisco, donde se hicieron oír los ecos de la ocupación de Wall Street, esta semana un hombre se dirigió a la multitud para invitarla a participar como si se tratase de un happening al estilo hippie de los años 60 : “Nos preguntan cuál es nuestro programa. No tenemos programa. Estamos aquí para pasarla bien.” Los carnavales son baratos.
La verdadera prueba de su valor es lo que queda al día siguiente, de qué manera cambiará nuestra vida diaria. Los manifestantes deberían enamorarse del trabajo duro y paciente: son el comienzo, no el fin. Su mensaje fundamental es: se ha roto el tabú; no vivimos en el mejor de los mundos posibles; estamos autorizados, incluso obligados, a pensar en alternativas.
En una especie de tríada hegeliana, la izquierda occidental ha dado un giro completo: después de abandonar el “esencialismo de la lucha de clases” por la pluralidad de las luchas antirracistas, feministas y de otro tipo, el capitalismo claramente está resurgiendo como el auténtico problema.
Por eso, la primera lección que debemos aprender es: no le echemos la culpa a la gente. El problema no es la corrupción o la codicia, el problema es el sistema que nos empuja a ser corruptos.
Tenemos por delante un largo camino y pronto tendremos que ocuparnos de las preguntas difíciles. ¿Qué organización social pude reemplazar al capitalismo existente? ¿Qué nuevo tipo de dirigentes necesitamos? ¿Qué órganos, incluidos los de control y represión? Las alternativas del siglo XX no funcionaron.
Aunque es emocionante disfrutar de los placeres de la “organización horizontal” de las multitudes que protestan con solidaridad igualitaria y debates libres de final abierto, también deberíamos tener presente lo que escribió G.K. Chesterton: “El mero hecho de tener una mente abierta no significa nada; el objetivo de abrir la mente, así como el de abrir la boca, es volver a cerrarla sobre algo sólido”.
Esto vale también para la política en épocas de incertidumbre: los debates de final abierto tendrán que aglutinarse no sólo en algunos significantes maestros nuevos sino también en respuestas concretas a la vieja pregunta leninista: “¿Qué se ha de hacer?” Los ataques conservadores directos son fáciles de responder. ¿Las protestas son antiamericanas? Cuando los fundamentalistas conservadores afirman que Estados Unidos es una nación cristiana, uno debería recordar lo que es la cristiandad: el Espíritu Santo, la comunidad libre e igualitaria de creyentes unidos por el amor. Los manifestantes son el Espíritu Santo, mientras que en Wall Street los paganos adoran ídolos falsos.
¿Los manifestantes son violentos? Es cierto que su mismo lenguaje pudiera parecer violento, pero son violentos sólo en el sentido en que Mahatma Gandhi era violento. Son violentos porque quieren cambiar cómo son las cosas. ¿Pero qué es esta violencia comparada con la violencia que se necesita para asegurar el funcionamiento sin sobresaltos del sistema capitalista mundial?

Traducción de Elisa Carnelli

La dificultad para manejar nuestros desacuerdos

 por Raúl Zibechi

Cuando millones de personas en todo el mundo empiezan a ocupar los espacios públicos, calles y plazas, edificios abandonados por el mercado y edificios de instituciones estatales, aparecen nuevos debates que afectan, de modo casi inevitable, a las fuerzas que luchan por un mundo nuevo. En meses recientes se han hecho visibles serias contradicciones que afectan a los movimientos tanto del centro como de la periferia, a los que actúan tanto en países gobernados por fuerzas conservadoras como de izquierda.
Por momentos, el carácter de esas contradicciones parece revivir viejos debates entre socialdemócratas y comunistas, entre estalinistas y trotskistas, o entre los partidarios de la vía armada y la electoral. Algo de eso sucede, pero afloran además divergencias que los movimientos antisistémicos no han resuelto y que amenazan con neutralizar las luchas en curso. No sólo se trata de divisiones más o menos serias y profundas, sino que esas divisiones a menudo revelan la existencia de objetivos opuestos en un contexto en el cual nadie tiene una estrategia para hacer realidad la célebre consigna Otro mundo es posible.
Dos ejemplos, sucedidos en días recientes en lugares distantes entre sí, ponen de manifiesto esta situación. En Grecia, donde una parte considerable de la población está de hecho en la calle todos los días, han sido tomados decenas de edificios del Estado, desde los servicios de salud y educación hasta ministerios y otras dependencias del Poder Ejecutivo. El 20 de octubre, jornada de huelga general, una gran manifestación pretendió acercarse al parlamento con la intención de tomarlo, o sea de ingresar a la fuerza en un recinto sagrado de la democracia electoral. Más allá de la viabilidad de esa intención, y de que pueda considerarse correcta o no, miles de personas deseaban hacerlo.
Se encontraron con una doble barrera formada por policías y militantes del Partido Comunista (KKE), que se movilizó para defender el parlamento y controlar la manifestación. Hubo duros enfrentamientos entre manifestantes comunistas y quienes querían tomar el recinto parlamentario. Los comunistas, protegidos por la policía, acusaron a los radicales de fascistoides. El saldo fue de decenas de heridos, hubo un muerto por los gases lacrimógenos, y una fuerte desmoralización que puede llegar a frenar el proceso de luchas.
En los hechos, los comunistas griegos actuaron como defensores del sistema. No es la primera vez que esto sucede ni será la última. En el fondo, ni los comunistas ni los anarquistas ni los autónomos, ninguno tenemos una estrategia para derrocar el sistema. Sin embargo, existen tácticas eficientes para dividir a las fuerzas antisistémicas. Es posible que la policía haya infiltrado provocadores, como dice el KKE, para radicalizar las protestas. Pero nada debería autorizar a nadie que se proclame de izquierda a actuar como policía contra la movilización social.
En Bolivia, a raíz de la marcha indígena contra la construcción de una carretera que pretende atravesar el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure), el vicepresidente Álvaro García Linera acusó al movimiento de estar haciendo el juego a la USAID y al imperialismo yanqui. Es evidente, y no requiere mayor explicación, que Washington desea que existan protestas contra cualquier gobierno con el que mantenga diferencias. Es muy probable que la embajada de Estados Unidos aliente los movimientos que se oponen a proyectos del gobierno de Evo Morales. Sin embargo, decir que los indígenas son peones de la desestabilización imperial suena abusivo.
En abril de 1917, Lenin realizó un audaz viaje desde Suiza hasta San Petersburgo, atravesando el frente de guerra ruso-alemán, protegido por el estado mayor del ejército teutón, ya que los aliados se negaron a concederle visado. Lenin cruzó Alemania en un tren blindado y llegó a destino con el compromiso de negociar una paz. Pierre Broué escribió: Con esta concesión, el estado mayor alemán cree introducir en Rusia un nuevo elemento de desorganización que terminará por facilitar su victoria militar (El Partido Bolchevique, Ayuso, Madrid, 1973, p. 117).
No faltaron voces que denunciaron a Lenin por ese acuerdo con los militares alemanes. ¿Trabajó Lenin para los alemanes? No. La llegada del revolucionario ruso a su país fue decisiva para impulsar la revolución, pero esa deriva la conocimos después y resultaba imposible anticipar cómo serían las cosas, ya que Lenin era una pequeña minoría en su partido.
El problema de fondo no es a quién benefician o perjudican ciertas acciones puntuales. ¿Acaso luchar contra la política de la Unión Europea no debilita al euro frente al dólar? ¿Los indignados le estarán haciendo el juego al imperialismo, que se frota las manos con las crisis griega, islandesa y española? La pregunta es absurda, tanto en el norte como en el sur. Lo decisivo, lo que realmente tiene importancia, es si estas acciones impulsan o debilitan los movimientos antisistémicos; si buscan, incluso en el error, ir más allá de lo existente.
Desde este punto de vista, la toma del parlamento en Atenas podría haber sido un grave error. Pero un error en el camino de fortalecer la lucha antisistémica. Trabajar junto a la policía contra los manifestantes es preparar la derrota por desmoralización. No son dos errores equiparables. Del mismo modo, las afirmaciones de García Linera, y su trabajo por dividir a los movimientos, está segando la hierba bajo los pies del gobierno de Evo Morales, porque debilita su principal sostén.
En otras épocas, nos enfrentamos con dureza corrientes que teníamos estrategias diferentes y opuestas para cambiar el mundo. Fuimos derrotados. Hoy nadie puede asegurar que tiene en sus manos el trazado de un camino para llegar a buen puerto. Por eso, sería necesaria mucha más humildad para debatir nuestras diferencias. Para no infligirnos más daños que los que ya nos provoca ese uno por ciento que pretende aplastarnos.

Entrevista a Alberto Acota

«A este Correa lo desconozco»
Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador y economista ecuatoriano, fue uno de los redactores del programa de gobierno del partido de Rafael Correa, Alianza País, y ministro de Energía y Minas en 2007. Como presidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta coordinó las tareas del proceso «más participativo de la historia» del país. Desavenencias con el presidente Correa lo llevaron a alejarse y a denunciar desde fuera la deriva extractivista y poco participativa de la ‘Revolución Ciudadana’.
– ¿Qué papel tuvieron los movimientos sociales en la llegada de esta nueva oleada de gobiernos ‘progresistas’ en América Latina?
– Sin esas movilizaciones sociales, particularmente de los pueblos y nacionalidades indígenas, en Ecuador y Bolivia, y sin la respuesta de amplios sectores de la población afectados por las estructuras oligárquicas, y más aún por la propuesta neoliberal, estos gobiernos serían impensables. Son el resultado directo de la acumulación histórica de las luchas populares, ninguno de estos gobiernos puede ser pensado al margen de estos procesos en mayor o menos medida. En el caso concreto del Ecuador, el presidente actual no habría llegado al Gobierno sin ese proceso histórico acumulado. Lamentablemente él no entiende esa realidad y a momentos asume que es un relámpago a cielo despejado, cuando las nubes ya estaban cargadas por las luchas populares.



– ¿Qué avances se han dado con estos gobiernos?
– Tengo muchos planteamientos que no comparto, y a ratos veo que hay un enorme proceso de reversión de las cosas que se hacían, pero no se pueden negar los avances. En el caso de Ecuador, la no firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) fue un paso muy importante, aunque ahora en Ecuador se esté discutiendo un TLC con la Unión Europea. Se avanzó muy seriamente en la recuperación de soberanía y dignidad internacional con una política seria y no se renovó la permanencia de la base norteamericana de Manta, algo que es tremendamente positivo. Pero hay dudas en otros ámbitos donde el Gobierno no logra dar una respuesta categórica, aún a nivel internacional.
En los países de órbita más bolivariana (Venezuela, Bolivia y Ecuador), donde se ha hablado de Socialismo del Siglo XXI, yo creo que hay que ser mucho más cuidadosos y rigurosos en el análisis. En primer lugar no hay Socialismo del Siglo XXI por ningún lado. Yo lo que distingo es el extractivismo del Siglo XXI. Se supera ese Estado neoliberal, que entra en crisis, se vuelve a recuperar el Estado en cuanto factor de desarrollo y se comienza a introducir algunos cambios importantes en estos países, con un marcado régimen de acumulación extractivista, dependientes del petróleo y de los minerales. En Ecuador, petróleo. En Bolivia, gas y minerales. Sin embargo, esos países han conseguido una mayor presencia del Estado en la determinación del uso de los recursos minerales y petroleros. Ya no es la época neoliberal donde ese uso venía determinado por las empresas multinacionales. Ahora hay una mayor participación del Estado en la renta minera y petrolera, hay además una mejor distribución de esa renta. Pero no se está afectando la modalidad de acumulación extractivista primario exportadora, no hay un cambio en la estructura productiva, no hay un cambio en la estructura de comercio internacional, ni de importaciones ni de exportaciones.
En el caso ecuatoriano el asunto es dramático. El petróleo se acaba y la opción del Gobierno es abrir la puerta a la minería metálica a gran escala a cielo abierto. En todos estos países, el ADN extractivista de la sociedad y de sus gobernantes les impide ser coherentes entre la idea, el discurso y la práctica. Incluso en el discurso ya hay enormes aberraciones, como cuando el presidente Correa dice que si le queda un sólo cóndor vivo [«para dar de comer al pueblo»] él apostaría en hacer el cóndor en fricasé, lo que es una barbaridad, porque lo que hay que construir es un país en el que no se llegue a la desaparición de ningún cóndor, de ninguna especie, de ningún régimen ecológico.

– ¿Qué demandas sociales se han visto satisfechas con el Gobierno de Correa?
– En Ecuador, el hecho de democratizar la renta minera y petrolera se transforma también en una mayor inversión social, educación, salud, vivienda, inversión social. En las administraciones anteriores, en los gobiernos neoliberales, se priorizaba el pago de la deuda externa. En este periodo, se prioriza la inversión social. Antes la inversión social no llegaba a un 4% del PIB; en este gobierno llega a un 8%. En relación con las empresas multinacionales, en los años anteriores se pretendía que asumieran una gran cantidad de tareas y se marginó la participación del Estado. Ahora el Estado interviene activamente. Es cierto también que este Gobierno ha tenido los mayores ingresos petroleros de los últimos tiempos. Eso se debe sobre todo a los altos precios internacionales. Es un gobierno con muchos recursos, pero el mérito es haber destinado este dinero a la inversión social. Ahora, el problema grave es que esta inversión no se ha reflejado en una mejora sustantiva de las condiciones sociales de amplios segmentos de la población. Aquí hay un tema preocupante: el mismo Gobierno reconoce que los pobres están «menos peor», según un documento oficial que utiliza ese concepto, pero los ricos mucho mejor. La inequidad ha aumentado. El segmento más rico de la población ha incrementado su participación en la renta en cuatro puntos.

– Después de un tiempo en que los gobiernos en Ecuador no conseguían terminar sus mandatos por las revueltas populares, ¿se ha producido una ‘reinstitucionalización’?
– Este Gobierno ha permitido la recomposición de algunas fuerzas oligárquicas tradicionales y la configuración de nuevos grupos empresariales. No hay un cuestionamiento que dé paso a un cambio de estructuras. Es verdad, los pobres están «menos peor», eso se refleja también en un respaldo popular al presidente Correa. Pero las cuestiones de inequidad no están siendo resueltas. El Gobierno enfrenta duramente al poder financiero en el discurso, trata de ponerle límites, pero no logra ponerle el cascabel al gato. La banca ha obtenido mayores niveles de rentabilidad que con las administraciones anteriores. Y eso a pesar de que no tiene el mismo nivel de influencia. No hay redistribución de la tierra. En una entrevista al presidente que le hace Ignacio Ramonet, de Le Monde Diplomatique, Correa reconoce que el índice de Gini en la tenencia de la tierra supera el 0.9, una barbaridad, y él mismo reconoce que ha tenido un Ministerio de Agricultura que trabaja exclusivamente para los grandes grupos agroexportadores, y ahora acaba de nombrar un nuevo ministro de Agricultura vinculado a esos grupos. Hay un discurso a favor del mundo campesino, de la soberanía alimentaria, de repensar la organización de la sociedad, la economía social y solidaria, pero no se avanza en la práctica. Y luego hay un problema con el agua: tienes una disposición constitucional, el artículo 12, donde dice que el agua es un derecho humano fundamental, mientras que en el artículo 318 se dice que el agua no puede ser privatizada de ninguna manera… pero el Gobierno no quiere dar paso a la desprivatización del agua.

– ¿Por qué hay tanta diferencia entre los derechos constitucionales conseguidos en 2008 y la aplicación y desarrollo de leyes?
– Una explicación es que todavía no entendemos qué significa una Constitución. El propio presidente de la República no asume con seriedad lo que es una Constitución. Rafael Correa alentó con mucho entusiasmo la Constitución del año 2008 y luego fue uno de los promotores para su aprobación en el referéndum. Y luego en la práctica, no son tres años de que entre en vigencia y propone cambios que entran en contradicción con principios fundamentales como la independencia de la justicia, como la consolidación del quinto poder o poder ciudadano, que es algo novedoso y fundamental, que tiene que ver con la participación ciudadana. Después se pone en marcha la ley de Minería sin ninguna discusión democrática, con un enorme déficit de participación. Creo que es la primera gran ruptura de la Constitución. La ley de Soberanía Alimentaria y muchos de los cuerpos legales aprobados están abiertamente en contra de la Constitución o no están cumpliendo con los mandatos constitucionales. No se habla, no se practica, no se da paso a lo que es el Estado plurinacional.

– ¿Hubo voluntad política para que el proyecto del Yasuní saliera adelante?
– Las dudas del presidente Correa se explican, por un lado, porque él no acaba de entender lo que son los derechos de la naturaleza. Por otro lado porque él está atrapado por la necesidad coyuntural de recursos económicos para dar respuesta a las demandas al Estado. El presidente Correa también es víctima del ADN extractivista. Él ha repetido varias veces que no va a permitir que dejemos los recursos naturales en el subsuelo, porque sería como que un pobre esté sentado sobre un saco de oro. Es la misma lógica tradicional.

– Es un discurso parecido al del perro del hortelano del ex presidente peruano Alan García…
– Es el perro del hortelano de Alán García. La figura del pobre sentado encima de un saco de oro es de Alexander von Humboldt, de hace 200 años. Hemos creído que sólo con la elección de un presidente las cosas iban a cambiar o que con la aprobación de una nueva Constitución la sociedad ya iba a ser diferente, y no es cierto. Y ahí viene el problema mayor, no es sólo el presidente el que no cumple la Constitución, no es su Gobierno el que no la acepta, es una sociedad que todavía no ha comprendido que la Constitución es una caja de herramientas para construir democráticamente una sociedad democrática. Ahí están nuestros derechos, obligaciones, instituciones, procedimientos, estructuras para construir un país diferente. Pero es una tarea de la sociedad. Esta Constitución, sin lugar a dudas, es la Constitución que recoge la mayor cantidad de propuestas, de demandas y aspiraciones de los pueblos indígenas, la mayor cantidad de aspiraciones de las luchas emancipatorias de los pueblos en el Ecuador. Eso es indudable. Pero particularmente del movimiento indígena. Y todavía el movimiento indígena no acaba por apropiarse de la Constitución para hacer una oposición al Gobierno desde ella, lo que le da una mayor legitimidad.

– ¿Cuál es la relación de los movimientos sociales con el Gobierno de Correa?
– El gobierno del presidente Correa ha intentado debilitar y dividir al movimiento indígena. Luego, cuando no consigue cooptarlo, intenta crear un grupo propio, quiere tener su propio grupo de maestros organizados, su propio grupo de médicos organizados, su propio grupo de indígenas organizados, quiere tener su propia organización social… La Secretaría de los Pueblos no entendió que debía ser un punto de enlace con los movimientos sociales para procesar sus demandas y generar las condiciones para debatir la construcción de un escenario de expectativas compartidas. El objetivo de la Secretaría no era contribuir para que los movimientos formasen parte del Gobierno.
El problema del presidente Correa es que no acabó de entender la propuesta de la Revolución Ciudadana en toda su magnitud. Él se quedó sólo con la parte liberal de la ciudadanía, del individuo, de que hay que luchar en contra de los gremios, en contra de la visión más estructurada alrededor de intereses gremiales y de intereses de poder. En ese punto confunde un gremio, o sea, una asociación de banqueros, con una organización indígena o campesina. El corporativismo es lo que se quiere combatir, y estoy de acuerdo, pero una organización sindical o indígena no es una estructura corporativista, es una cosa diferente. Uno de los puntos más débiles del presidente Correa es que es un Gobierno que presume de Revolución Ciudadana y lo que es notorio es el déficit de participación ciudadana. El déficit de ciudadanía en la Revolución Ciudadana es inocultable.

– ¿El poder ha cambiado a Correa?
– Yo creo que sí, desconozco al Correa de los últimos dos años. Yo conocía a Correa, éramos amigos desde el año 91. A este Correa le desconozco.

Entrevista a Camila Vallejo

“El sistema educacional chileno evidencia el fracaso del paradigma neoliberal impuesto”

-¿Cómo se inició el actual proceso de movilización estudiantil que se está dando en Chile? ¿podrías hablarnos de cómo se ha ido desarrollando?



Este es un proceso que tiene precedentes en otros años, a través de luchas emprendidas por generaciones anteriores. Ahora, en particular el movimiento del 2011 se forja a partir de las discusiones entre los estudiantes sobre el estado del sistema educacional, gatillado en un primer momento por un problema que hubo con becas y beneficios. A eso se suma el hecho que el gobierno intentaba imponer su agenda sobre reforma educacional. A partir de ese conflicto, las discusiones y análisis empiezan a subir de nivel, pasando de un problema particular a un nivel estructural, donde conforme se discute sobre la crisis de la educación chilena también se van generando propuestas de solución, que finalmente son las demandas que hoy hemos levantado y que la sociedad en su conjunto ha hecho parte de ella. Cuando el movimiento empieza a madurar, inevitablemente se empiezan a tomar medidas de presión y movilización, nos articulamos con organizaciones sociales,aumentan los paros, tomas, marchas y una serie de manifestaciones creativas, alegres que nos permitieron llegar directamente al resto de la sociedad. Es en ese momento cuando este movimiento, inicialmente, estudiantil da un salto cualitativo, transformándose en un movimiento social, donde la ciudadanía en su mayoría se ha hecho parte. Las convocatorias a manifestaciones, junto a su intensidad, fueron paulatinamente aumentando, lo que se relaciona directamente con que se construían demandas más profundas, estructurales.

-¿Cuáles son las luchas estudiantiles anteriores de las cuales el actual proceso se nutre? ¿Qué aprendizajes se han acumulado a partir de ellas, y cómo se manifiestan en el actual proceso?
El pueblo chileno, sus trabajadores, estudiantes, pobladores, tienen una larga tradición de lucha social. En lo que respecta a educación, se pueden mencionar movimientos como el de la Reforma Universitaria iniciada en 1967 y truncada por el golpe de estado de 1973, las movilizaciones contra la Ley Marco para las universidades en 1997 y más recientemente la Revolución Pingüina de 2006, entre otras. En ese sentido, hay un proceso de acumulación en cuanto problematizaciones sobre educación y demandas para resolver la crisis que arrastra el sistema educacional.
Por otro lado, un aprendizaje que hoy se ha hecho patente en este movimiento tiene que ver con la alta desconfianza que tenemos hacia los representantes políticos que durante 20 años no hicieron nada más que profundizar el modelo neoliberal instaurado por la dictadura militar a través de la política de los consensos. El movimiento del 2006, conocido como la Revolución Pingüina, fue víctima de esta política, donde la Concertación y la Derecha pactaron modificaciones al modelo educacional que solo apuntaban a perfeccionarlo, sin tocar los problemas estructurales y desentendiéndose absolutamente de las demandas del movimiento estudiantil de ese año.
Otro aprendizaje que se puede mencionar a partir de experiencias anteriores es la comprensión de la necesidad de generar articulación con organizaciones y actores sociales, trascender lo estudiantil e iniciar un trabajo mancomunado con trabajadores de la educación (profesores, asistentes) para posteriormente ampliar el rango hacia trabajadores en general y ciudadanía en su conjunto.
– ¿Podrías caracterizar la composición del actual movimiento estudiantil? ¿Cómo se está desarrollando la unidad en la lucha entre los diferentes sectores políticos que componen el movimiento actualmente?
El actual movimiento, que trasciende a lo estudiantil, es un movimiento amplio, donde participan distintas visiones políticas. Dentro de los estudiantes las visiones más bien responden a una matriz de pensamiento crítico al modelo neoliberal, que es el que ha originado y sustentado este modelo educacional y efectivamente conviven posiciones diferentes, lo cual no ha sido obstáculo para generar acuerdos que nos permitan asumir esta lucha de forma unitaria. El gobierno ha intentado mostrar que estas diferencias son quiebres dentro del movimiento, pero eso solo refleja una perspectiva anacrónica de la política ya que nosotros, como movimiento, consideramos que precisamente esa diversidad de opiniones es un motor que nos permiten desarrollar debates y que en el fondo, enriquecen nuestras definiciones y decisiones.
– ¿Cuáles son las demandas que actualmente elevan el movimiento estudiantil chileno, y cómo ha sido el proceso de definición de las mismas al interior del movimiento estudiantil?
El sistema educacional chileno ha arrastrado una profunda crisis que hoy evidencia el fracaso del paradigma neoliberal impuesto en nuestra sociedad por la dictadura. Básicamente, este paradigma se refleja en la concepción de todos los derechos humanos básicos (educación, salud, vivienda) como una mercancía, donde privados pueden obtener ganancias/lucro dado que el Estado se ha desligado absolutamente de su responsabilidad como ente regulador y garante.
En materia de educación, esto se traduce, en términos generales en una progresiva privatización y mercantilización de este derecho. En particular, se pueden identificar cuatro problemas relevantes dentro de la educación Superior: aportes bajísimos del Estado hacia las universidades estatales; altísimos niveles de endeudamiento de los estudiantes y sus familias para costear sus estudios; elitización de la composición social de los estudiantes universitarios y carencia de espacios democráticos al interior de las instituciones de educación terciaria.
En términos estructurales, hay 2 demandas: el fin al lucro existente en la educación y la recuperación de la educación pública donde el Estado sea responsable de esta. En términos más concretos, esto se traduce en un aumento de los aportes estatales que reciben las universidades; el fin del endeudamiento de los estudiantes y sus familias por el hecho de estudiar en educación superior; democratizar las instituciones de educación superior donde hoy los estudiantes y funcionarios no tenemos derecho a organizarnos gremialmente ni a participar en los gobiernos universitarios; implementar mecanismos de acceso que efectivamente permitan que estudiantes talentosos ingresen a la educación superior (cuestión que hoy no sucede, el ingreso está principalmente determinado por variables socioeconómicas); avanzar hacia la gratuidad del sistema de educación superior, incorporar la multiculturalidad en la educación en todos sus niveles, desmunicipalizar sin privatizar la educación primaria y secundaria, entre otras.
– Una de las características de este movimiento es, además de su masividad y amplio apoyo social, que ha logrado unir en la lucha a diferentes actores educativos y sociales, ¿cómo analizas este hecho?, ¿crees que es relevante a la hora de seguir articulando la lucha en el futuro? ¿cómo crees que puede fortalecerse ese proceso de unidad desde el movimiento estudiantil?
La articulación de los diferentes actores sociales ha sido fundamental para que este movimiento sea lo que es en la medida que fue una importante base para impulsar el movimiento y sobre todo, insertarlo dentro de la sociedad y transformarlo en movimiento social. En un primer momento, las demandas eran más bien de tipo estudiantil, luego con la articulación de organizaciones sociales estas evolucionaron e incluyeron demandas de múltiples sectores, traspasando lo estudiantil y adquiriendo ribetes eminentemente relacionados al cuestionamiento estructural del modelo. Dicho en otras palabras, el incluir y articular diferentes actores nos permitió tener una mirada mucho más amplia del problema del sistema educacional y también, a la hora de elevar demandas en busca de soluciones, pudimos ver el problema desde la perspectiva de los universitarios, de los secundarios, de los profesores y en la medida que maduraba el movimiento, enfrentándonos a las limitaciones de la democracia que tenemos, desde la mirada del conjunto de la sociedad.
– ¿Crees que el actual ciclo de movilización, aunque finalmente decaiga, puede tener continuidad en otros procesos amplios de lucha social y popular contra el sistema capitalista, que el propio movimiento estudiantil empieza a señalar como verdadero responsable de las problemáticas educativas y sociales de las grandes mayorías? ¿qué papel puede jugar el movimiento estudiantil en este proceso?
En estos meses se han develado una serie de profundas contradicciones dentro del sistema político y económico chileno en la medida que hemos cuestionado profundamente el mito de un Chile exitoso, con excelentes indicadores macroeconómicos pero que en la cotidianeidad de los chilenos no tenía correlato alguno, ese mito que nos hablaba de un crecimiento económico sostenido, de la pobreza en retroceso, de la estabilidad de las instituciones y del país “en vías de desarrollo”, ejemplo de Latinoamérica. Y es que no solamente se ha visto cuestionada la educación, uno de los nudos centrales del modelo neoliberal, sino también la democracia en la medida que ni el ejecutivo ni el parlamento han sido capaces de entregar posibilidades de solución al conflicto atendiendo las demandas de la sociedad.
Entonces, más allá del futuro del actual proceso, en Chile han cambiado muchas cosas, la sociedad ha despertado y está dispuesta a reclamar y luchar por los derechos que el modelo neoliberal desterró y dentro de ese futuro, el movimiento estudiantil estará presente porque el cuestionar el modelo neoliberal pasa también por cuestionar el modelo educacional que deriva de él.
– ¿Qué opinas sobre la propuesta de plebiscito como salida al actual conflicto? ¿qué la diferencia y la hace mejor de otras propuestas también puestas hoy a debate, como la construcción de una vía popular hacia la constituyente social? ¿crees que existe riesgo de que la salida que finalmente se produzca suponga una relegitimación de la burguesía en el poder?
La constitución es autoritaria, antidemocrática y no cuenta con legitimidad alguna, los cambios necesarios son muchos, partiendo por asegurar el derecho a la educación, reforzar el rol del estado, modificar el sistema tributario, el sistema político y por último el económico. Esta es una posibilidad que hay que construir y el mismo proceso generará las condiciones para que el pueblo adquiera las capacidades de hacerse cargo de conquistar a través de él. Todos los derechos que hoy día nos son negados. La asamblea constituyente debe llamarse desde un movimiento social que no va a madurar de un momento a otro, pero que ya está surgiendo de manera embrionaria al alero de la pelea por la educación.
Por otro lado, la propuesta de plebiscito también se enmarca dentro de la necesidad de mayor democracia en nuestra sociedad. Ha surgido desde la ciudadanía y es la respuesta a la incapacidad del gobierno y de las actuales instituciones democráticas de atender y canalizar las demandas que hoy la sociedad en su conjunto levanta. Si los gobiernos y el parlamento han sido incapaces de trabajar en función de las necesidades de la gente durante 21 años, han sido incapaces de elaborar políticas públicas atendiendo los intereses de quienes dicen representar, es legítimo que la sociedad sienta que de alguna forma tiene que tomar las decisiones efectivamente. Y la propuesta de plebiscito es legítima en la medida que viene a llenar este vacío dentro del limitado sistema democrático que tenemos. Esto no es solo una idea, también se ha traducido en práctica, hace unas semanas las organizaciones sociales autogestionamos un plebiscito ciudadano, no vinculante, donde el nivel de participación sobrepasó todas las expectativas, alrededor de un millón y medio de personas votaron en todo el país y reafirmaron el amplio apoyo a nuestras demandas. Este hecho refleja la gran necesidad de la gente de ser escuchada, de participar y tomar decisiones en materias de interés nacional y que sus posiciones se traduzcan en políticas públicas.
– El Estado está poniendo en marcha una estrategia de fuerte represión al movimiento estudiantil y social, observada especialmente en jornadas como la del 4 de agosto, o el asesinato de Manuel Gutierrez en la segunda noche del paro nacional, ¿cómo se analiza esto desde el movimiento estudiantil, y qué respuestas se han articulado al respecto?
En función del alto apoyo ciudadano que tiene este movimiento y sus demandas y la incapacidad que han tenido los representantes políticos de dar una solución al conflicto, durante el último tiempo el gobierno ha desarrollado una estrategia que apunta principalmente a criminalizar el movimiento, a desprestigiarlo asociándolo a la violencia y también reprimir para amedrentar a los manifestantes. Nosotros siempre hemos sostenido un movimiento propositivo, creativo, alegre, masivo y creo que la gente entiende que acá lo que está pasando es parte de la estrategia del gobierno y que hechos aislados de violencia no responden a quienes son parte de este movimiento.
– ¿Cómo se están desarrollando los contactos con el gobierno? ¿A qué crees que se debe su forma de afrontar el conflicto, realizando propuestas de salida al conflicto que desoyen las demandas estudiantiles, combinadas con fuertes niveles de represión?
Lamentablemente, el actual gobierno de derecha no ha tenido la voluntad política para responder a las demandas de la ciudadanía. Se ha mostrado intransigente ante sentidas peticiones y ha puesto su línea ideológica por sobre la mayoría del país. Y esto es grave, puesto que han demostrado estar gobernando sólo para unos pocos, para quienes hoy sacan provecho del actual sistema de educación y no quieren entender que este se encuentra en una crisis imposible de resolver sino es cambiando su estructura desde la base, lo que no se logra sólo con otorgar más becas. Por otro lado, la creciente manifestación social ha hecho que el gobierno muestre una faceta que había querido evitar, que es la de la represión. Entonces la percepción general que queda del gobierno, luego de todas aquellas actitudes, es que no ha estado a la altura de las circunstancias, no sabe ni puede gobernar sin cometer errores periódicamente, y la población ya no quiere más gobiernos así. Todo esto responde a que hoy en día están en juego importantes intereses ideológicos, políticos y económicos y finalmente, el gobierno ha explicitado su posición al servicio del empresariado y no de la ciudadanía.

Sobre el saber de las escenas

Por Guerra y Nicora (en las barricadas)


1- Estamos admitiendo que con frecuencia se nomina con repertorios conocidos lo que en verdad pide otra palabra, otro concepto, otra figura. Pero también admitimos que aún sistemas retóricos cuya forma explícita se presenta abierta a lo que advenga, pueden caer en un facilismo clasificatorio que limita el pensamiento situacional. Acaso entonces no necesitamos un repertorio lingüístico nuevo, actualizado a los tiempos que corren, sino una sensibilidad permanente, consuetudinaria, ante los efectos de cada nominación.


2- ¿Qué valor tienen los relatos de escenas, de escenas donde “pasa algo”? ¿Qué es “analizar una situación”?  A veces se intenta, bajo ese nombre, resolver lo que subyace a lo evidente de la situación. Pero apostamos a un análisis que sea un aprendizaje, que aprehenda la potencia de lo pasado.


Para aprehender esa potencia, el análisis busca entender una complejidad y nominarla. La nominación aparece como una herramienta de trazado cartográfico: cartografía para estar en lo que pasa.

Entonces una posibilidad es contar una escena y que ese contar sea el relato de unas figuras y fuerzas, como podrían ser la subjetividad no escolar, el caos, la fuga, la complicidad, la intervención, la indiferencia, lo común, la autonomía, la institución, etcétera. Que las nociones sean las que narren la escena, pero para que la escena las enriquezca como nociones.
3- ¿Puede ese análisis situacional, ese relato investigador, destilar algo como un saber? El saber, tradicionalmente, convencionalmente, viene ligado a la academia, a la ciencia. El saber, acostumbramos a criticar, es un patrimonio abstracto pre situacional, una posesión jerarquizada (una posición), el saber es la consagración institucional de lo que fue experiencia, el saber veda al pensamiento. Pero, hoy, acá, nosotros, nos preguntamos si no podemos recuperar una figura del saber, no como lo opuesto al pensamiento, sino a la opinión.
Y aquí el problema: contar la propia experiencia, bien puede disponer al que habla a hablar desde un saber, el saber de la experiencia. Pero ahí también hay un riesgo, que es la proyección del saber experiencial en opinión general. La entronización congelada de la vivencia: qué me vas a decir a mí si yo sé, yo tengo experiencia –debería decirse, ahí, “yo tuve” experiencia, tengo memoria.
¿Cómo se depura el saber de una experiencia? O más básicamente, ¿cómo llamamos, siquiera, a eso que se depura, en potencia operatoria ulterior, de una experiencia? ¿Cómo recorrer la experiencia pasada en su fertilidad, en su lucidez para lo imprevisible? ¿Cómo ensayar la modulación de la experiencia como potencia de saber?
4- ¿Es posible una conciliación entre lo que llamamos pensamiento y lo que podemos llamar saber? Los fans del pensamiento, que dimos muerto al saber (muerte le dimos decimos), nos encontramos en el camino que la dádiva al pensar tiene su propia figura de saber. ¿Cómo es el saber del pensamiento?
Es el saber no de una formación, sino de una genealogía el saber de los golpes y los placeres del cuerpo. El saber de lo que pasa con lo que pasó, o de lo que pasa con lo que pasa. (Huelga decir que con la genealogía de lo sentido incluimos los planos corpóreos específicos como el alimenticio, el sexual, el intelectual, etcétera)
Esto se vincula con lo que dice Diego del decir-verdad: que no es, la verdad, patrimonio de los que pueden formular un enunciado con más argumentos formales para merecer el atributo de lo verdadero, sino el decir más ajustado a la catástrofe basamental constitutiva, del punto de enunciación. Es decir, que los cuerpos cargan una verdad, y acaso eso sea la subjetividad. Pero los cuerpos no tiene punto externo a esa verdad para leerla: están atrapados en su destino.
5- Ese saber pensable del cuerpo comporta un riesgo: degenera en «vivencialismo». La verdad del que lo vio, el testimonio patético. El saber vivencialista en principio se distingue de la opinión, que encuentra en la superficie del mar de signos que retiene su mente una referencia disponible para emitir; ni siquiera requiere pasar por la biografía.  
Saber biográfico, opinión mediática: estamos fritos.
El vivencialismo dice no hablés, si no lo viviste, y está diciendo no hablés si no sabés. Se trata de un discurso que busca separar algunos cuerpos de algunas posibilidades enunciativas; asigna esas posibilidades a algunos cuerpos, los que vivieron o los que saben. Se trata de figuras restrictivas del vivir y del saber. ¿Qué es vivir algo? El restriccionismo supone una suerte de vivencialismo directo que es fuente única de la participación del hecho.
El vivencialismo arruina una premisa hermosa con una conclusión regresiva. Porque dice que sólo desde un sentido de las cosas puede hablarse de las cosas, pero establece policíacamente la forma en que puede encarnarse ese sentido. El ideologema de que sólo vivenciando puede accederse a la verdad de las cosas no ve que la afectación tiene vasos comunicantes complejos (incluso hay ciertos modos de comunicación que son posibles sólo si se suspenden, si quedan liberados, los canales de afectación posibles, como una película sobre el holocausto…).
¿Hay que pasar por un tortuoso cautiverio, como Evey en V de vendetta,  para comprometerte con un acontecimiento, para que algo suceda? ¿para “entender” – vivenciar – que la cuestión es política y universal, y  no moral y particular?
6- ¿Podemos concebir una metodología situacional?  Contar escenas. Pensar como la actividad que decide la organización de esa narrativa, y dispone sus elementos para el ahora. ¿Es propagable, el pensamiento situacional?

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