Anarquía Coronada

Cómo salir de la derrota

Desde luego, sería muy pretencioso de mi parte dar respuesta a esta preposición. Propongo en cambio poner en la mesa algunos hechos y reflexiones que pudieran contribuir a la salida.

Empecemos por redefinir la derrota. Ya no se trata de la evidente derrota militar sufrida a partir de la instauración del terrorismo de Estado, sino más bien de las consecuencias de ese proceso, el que, al retirarse lo militares, más derrotados por los Ingleses que por nuestro pueblo, se abrió lo que ha dado a llamarse la democracia, y en efecto se instauró un sistema democrático que se mantiene firme desde ya hace décadas pero que, con todo lo bueno que es respecto a las dictaduras, ha gobernado una de las épocas de mayor oscuridad de la historia nacional. La mayor oscuridad es cuando se logran derrotar los sueños
Esa es precisamente la derrota, o dicho al revés, el indiscutido éxito de la dictadura militar. Acabó con los sueños, dejó la oscuridad.

 
Veamos: desaparecidas las organizaciones armadas, se instauró la era de los Derechos Humanos como meta mayor de emancipación social, como destino sagrado, con el agravante de entender como Derechos Humanos, sólo los derechos políticos encuadrados dentro de lo que se denomina democracia representativa. La lucha contra el hambre o la desnutrición, el analfabetismo o la trata de personas, no parece ser un derecho humano. Lo oscuro consiste en transformar el Estado de Derecho, o sea el Estado burgués por excelencia, juzgador y ejecutor de la Justicia con sus códigos burgueses, en el fin último de la emancipación social, con la añadidura de un indeseable culto que roza cierta religiosidad hacia la figura de la Madre y, más grave aún, es el culto a la personalidad que se ha construido tras la figura de Hebe. A todo eso hay que agregar una fuerte necrofilia que está haciendo del país un gigantesco panteón de la muerte.
Está claro, desde luego, que la labor de las Madres de Plaza de Mayo, esa notable lucha contra la desaparición forzada de sus hijos merece, sin dudas, la mayor de las admiraciones y el eterno reconocimiento y hasta se puede admirar y aprender de su originalidad. Pero al mismo tiempo dejar claro que la lucha libertaria por un mundo mejor, en la cual perdieron la vida o fueron desparecidos sus hijos, las precedió y no fue menor coraje y creatividad, ni menos digna de nuestra admiración y reconocimiento. Simplemente hay que tomarles la palabra cuando ellas mismas decían que aprendieron de sus hijos. Y por eso precisamente, porque ellas, a pesar de sus heroísmo, van detrás de sus hijos, es que no se puede dejar en manos de Madres de Plaza de Mayo la elaboración, peor aún, la manipulación de las doctrinas libertarias que la humanidad ha desarrollado durante siglos y que nuestra juventud llevó a la práctica en los setentas.
Ocurrió que debido a que, los hijos, o sea los militantes y combatientes de los setenta en gran número estaban desaparecidos o muertos, otros lamiéndonos las heridas y tratando de recuperarnos de la derrota militar para volver a empezar, cuando durante el regreso a la institucionalidad democrática, la izquierda tradicional, en particular el nefasto estalinismo, cierto populismo de raíz nacional y popular no mucho menos estalinista, más los oportunistas de siempre, abandonaron sus locales donde se habían mandado a guardar durante la dictadura, adoptaron a la Asociación Madres como una especie de Comité Central o Estado Mayor y descubrieron la doctrina de los Derechos Humanos transformándola en programa de acción y hasta de gobierno, olvidando fundamentos tan valorados en el pasado reciente, como la lucha de clases, y sus consecuencias, la organización de las masas en la prosecución de una sociedad comunista, desplazando los sueños de los setentistas y calificándolos de ilusiones de juventud. Si señores, no le escapemos a la palabra, una parte importante de los setentistas nos considerábamos los verdaderos comunistas
Se olvidó así que el Estado de Derecho, la democracia representativa y la doctrina de los derechos humanos, —por preferible que sea respecto a las dictaduras—, son la forma ideal del Estado Burgués, de ninguna manera conquista popular alguna. El nazismo, el fascismo o las diversas dictaduras son recursos extraordinarios de la burguesía cuando es acorralada por la lucha de clases. La democracia que estamos gozando es, por así decirlo, su estado natural y no fue ninguna conquista popular, es la forma que la burguesía adoptó una vez que fue derrotado el proyecto revolucionario. La misma burguesía que llamó a los militares es la que reinstaló el sistema demoliberal que estamos gozando cuando los militares acabaron la tarea sucia de matar a los rebeldes.
Y, para mayor confusión aún, ponerse a la cabeza de la defensa de los derechos humanos ha sido parte significativa del modo que el llamado kirchnerismo consiguió el apoyo para recobrar la gobernabilidad perdida durante las puebladas del 19 y 20 de diciembre del 2001. Ese gobierno logró lo que otros no pudieron: comprar a la mayor parte de los militantes y organismos de Derechos Humanos, sea con dinero contante, sea con puestos en el Estado, sea con planes sociales y en ese negocio ocupa un lugar de privilegio a la Asociación Madres de Plaza de Mayo encabezada por Hebe.
Perdón, no puedo evitar cierto sentimiento de ridículo escribiendo cosas que fueron siempre parte elementalmente conversada en cualquier ambiente social o político.
Pero una cosa es indiscutible: el gobierno hizo y hace lo que todo gobierno debe hacer si quiere gobernar un sistema: en este caso optó por no reprimir, dado que es una resultante del 19 y 20 de diciembre y, sobre todo que consiguió torcer la dirección de las luchas comprando a los luchadores. Ningún burgués puede criticarle eso y yo tampoco lo crítico porque no es mi gobierno, es un gobierno burgués, ni bueno ni malo: burgués no es un insulto, es una categoría que indica la clase social que está gobernando. En cambio quienes, a mi juicio, no tienen perdón de nuestros desaparecidos, son quienes se dejaron comprar.
Esa si es derrota y muy amarga. Compraron un gran número de nuestros militantes y combatientes, para lo cual primero los embaucaron o los sedujeron; lograron manipular, malversar y finalmente distorsionar nuestros sueños plasmados en programas de lucha. Por eso que para empezar a responder a la pregunta implícita en el titulo de esta nota, deberíamos empezar por recuperar los sueños que nos robaron, poner a los llamados Organismos de Derechos Humanos donde deben de estar, como cualquier sindicato o entidad de bien público en su tarea específica para que se dediquen a su valioso trabajo de hacer cumplir el derecho burgués, pero cuidar muy bien de alejarlos para que no molesten en la recuperación de nuestros sueños libertarios, en la reconstrucción de la política emancipatoria y entonces retomar la discusión y la práctica libertaria de todas las épocas revolucionarias recobrando un concepto más político que jurídico, ya de por si poco conocido y hoy absolutamente olvidado: el principal derecho de la juventud es el derecho a la rebeldía. 
Luis Mattini

La Intransigente

Hebe, la de la lengua filosa. Nunca midió nada de lo que dijo. Desafió lo que cada época intentó consignar como “medida” de tolerancia discursiva. Pero esa “desmesura” no fue nunca mera incontinencia, sino palabra excepcional, que abría un hueco: precisamente una excepción en las formas de hablar, de nombrar, de valorar. Esa forma de marcar la cancha (el “no” a las indemnizaciones, el “no” a las identificaciones/exhumaciones de cuerpos de los desaparecidos, el “no” al nombre propio en el pañuelo, por nombrar sólo tres hitos de su discurso) la convirtió en una voz incontestable. Tanto por prestigiosa como por arbitraria. La fuerza pública de esa palabra, su proyección poderosa, y la cerrazón puertas adentro que ese tono también cobijaba fue un desfasaje siempre problemático. Especialmente para quien hizo del ser madre la contrafigura de la compartimentación adentro/afuera, público/privado.
Nadie puede retar a Hebe. Y es canalla quien encuentra en este momento el goce de derribar ídolos, de relativizar resistencias. Sin embargo, es difícil sustraerse a la mezcla de enojo y tristeza de todxs aquellxs que no pudieron discutir en su momento –no ahora– con Hebe. Que prefirieron no hacerlo, o dejar esos debates silenciarse justamente puertas adentro, para preservar la eficacia de una palabra que se consagró a fuerza de una tozudez en la lucha y de una incapacidad de abrigar diferencias sin rotularlas como claudicaciones o pruebas de traición. Ante esta grieta, quienes estuvieron cerca (siendo parte de esa palabra-excepción y aceptando el anonimato militante para fortalecer el símbolo del pañuelo) casi siempre prefirieron distanciarse en silencio. Guardando la angustia de ser testigos privilegiados de un drama difícil de poner en palabras (sin caer en los lugares comunes de una teoría del cerco o de una psicología barata).
Las Madres de Plaza de Mayo inventaron una política radical. En condiciones de política armada (mediados y fines de los 70) encontraron en la maternidad desarmada una condición de enunciación capaz de asumir las injusticias de toda índole. Fue un gesto que marcó el camino de construcción política en la posdictadura y que abrió el debate sobre la violencia del modo más digno y menos eufemístico.
El viraje de apoyo a un gobierno fue llamativo en la historia política de Hebe y en su repertorio exigente de alianzas. Y por insólito aún más indiscutible y deslumbrante. Recuerdo estar en el Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2003, a un año del asesinato de los piqueteros Kosteki y Santillán, escuchando a Hebe junto a miles de personas. Llamó entonces a la resistencia armada y al mismo tiempo a apoyar al gobierno de Kirchner recientemente electo. Recuerdo también el desconcierto y la risa generalizada frente a una hipótesis aparentemente incompatible. Se trataba, una vez más, de una anticipación simultáneamente lúcida y delirante, dúctil en compatibilizar la nobleza y los lenguajes de la política militante de los 70 con las virtudes de la ocupación del poder estatal, como realización a destiempo de aquel proyecto. Parecía que Hebe necesitaba, por fin, pasar el pañuelo, confiar en herederos.
La anticipación, en todo caso, también daba cuenta de un modo de construcción política posrevolucionario. Que la revolución no exista como horizonte (verdadera discontinuidad con los ‘70) requería contemplar un nuevo cálculo en términos de dinero, territorios, gestión, seguridad, pasillos y despachos. Un cálculo que no es sólo de Hebe, sino de una movilización a gran escala de pasados y filiaciones.
Hebe es, como se ha dicho, parte nuestra. Algunos han dicho “lo mejor de nosotros”. Recordar a las madres en resistencia es la parte menos vergonzante de una sociedad que supo pactar con poderes asesinos. Ellas pusieron su espalda como puente entre generaciones, no dudaron –en la crisis de hace una década– en poner también el cuerpo para enfrentar a la policía montada en plena Plaza de Mayo en una imagen de fuerza conmovedora. Hebe, marchando cada jueves, siempre buscó ir más allá de la plaza céntrica y andar hacia los barrios, interpelando a la juventud por venir. Hebe es nuestro pasado y nuestro presente. Y su legado tal vez consista en esa entrega desmedida, tan amorosa como intransigente.
Verónica Gago

El partido dinámico del orden, coyuntural

Que el peronismo se proponga como el partido viable del orden no es difícil de decir. Ni las clases dominantes ni las masas populares (suponiendo que estas palabras se ajusten a lo que pretenden nombrar) han logrado superar al peronismo en este propósito. Sin el peronismo, es decir, sin la debida atención a las masas populares, no existe orden estable. El antaño célebre “partido militar” fue operativo ante el desborde de la resistencia popular (mayoritariamente peronista, claro), y sólo cuando fue quebrado (en 1982) y en una coyuntura global particular pudo concebirse esa invención celebérrima que fue el peronismo menemista.
Que el orden peronista es igualmente insuperable para las llamadas “masas populares” es, también, constatable cuando observamos la capacidad de supervivencia y recreación de la memoria de bienestar y plebeyismo del primer peronismo. No hay otro modo de explicar la duración de esas banderas en épocas de resistencia desde abajo y de integración desde arriba.
Aún hoy el peronismo aspira a presentarse como fuente prolífica de invención de formas políticas. Así lo siente nuestra época. Y sea para ratifica o revocar esta creencia se tensan las diferentes perspectivas del presente. 
De todos modos, la remisión de toda invención de formas políticas al peronismo oculta la singularidad de cada una de estas secuencias, entre las que encontramos la relación con los sindicatos y con la juventud, con el empresariado y los mercados, o con los movimientos sociales y los organismos de derechos humanos. En todos estos casos -y con sentidos incluso antagónicos entre sí- el peronismo toma la forma de una lengua flexible para recibir de afuera toda dinámica que brota del grado cero de la política.
El kirchnerismo pertenece por derecho a esta tradición. Se nutre de estas vertientes, pero haciendo beneficio de inventario e inventando tonos y formatos. Su aporte específico fue el dinamismo y la capacidad de contactar con el desborde. Su grado cero fue el 2001, las asambleas, los piqueteros y las madres de plaza de mayo. Su capacidad de invocar y convocar fue enorme y sorpresiva. La capacidad de crear orden con los elementos que brotaron al calor del conflicto (destituyente) acabó por seducir a jóvenes, ex militantes e intelectuales fascinados por el milagro de asistir a un orden diferente. Reparación y homenaje, dinero y narración proporcionaron a este nuevo momento de estabilidad los rasgos de una nueva hegemonía
Hasta el momento, el llamado kirchnerismo ha sido grande en la agonía, y patético en la victoria.  Bajo el signo de la derrota –que acompañó a Néstor Kirchner desde mayo del 2003 y, luego, a Cristina Fernandez desde mediados del 2009- brilló como nunca en el gesto inesperado, convocante en la apertura y conmovedor en el riesgo.  Tiempos esos en que fuimos kirchnernistas más o menos secretamente y a pesar nuestro. Los otros momentos, los de holgada preponderancia, dieron lugar a las formas  más torpes de la corrupción política.
Uno de los problemas de este modo de gobernar (2003-2011) es que monopoliza la política en el palacio, concentrando las miradas, y desactivando otros momentos de lo político. ¿Cómo se tramita el momento actual? Difícil, una mezcla extraña de ambos. La muerte de Kirchner selló con una mística popular y juvenil deslumbrante lo que a todas luces parece ser una irrefrenable victoria del kirchnerismo en las próximas elecciones presidenciales. Cuando escribo estas notas no hay confirmación de la casi segura postulación de Cristina Fernandez a la reelección.  La falta de desafíos por parte de la llamada “oposición” (objetivo estratégico del kirchnerismo) puede volverse en contra demasiado rápidamente. De hecho, el campo propio muestra signos de desgobierno y los enemigos del gobierno operan desde fuera del campo electoral.
El “caso Shocklender» sobrevuela la escena cargando la atmósfera de un dramatismo excesivo (y, tal vez, sólo momentáneo) y tiñendo otras situaciones (seguramente menores) de una incertidumbre inexplicable.  La “pelea” con Moyano, la –hasta ahora- floja campaña de Filmus, ciertos escandaletes ingobernables como los del INADI, la inclusión de la lista de disputados de Sabatella en Provincia de Buenos Aires a las filas del Frente para la Victoria, la falta de apoyo oficial al diputado Rossi en Santa Fe,  los rumores insistentes de dentro y fuera del kirchnerismo respecto de que Garré y compañía deben suspender sus cuestionamientos a Scioli y su política de “seguridad”, el erosionante crecimiento de la inflación… todo esto carga, decimos, la escena. Y, como si todo esto fuera poco, aparece Clarín (la presentación desafiante de la disposición de los hijos apropiados por la señora de Noble respecto de cotejar sus ADN a fin de constatar si son hijos de desaparecidos) intentando desestabilizar el tipo de legitimidad oficial sustentada sobre el apego a los organismos –y la memoria- de los Derechos Humanos. 

La postulación de Cristina Fernandez a la reelección debería venir acompañada de gestos suficientemente contundentes como para despejar dudas, relanzar su capacidad de galvanizar y neutralizar fantasmas. 

El «Tolo» Toly, 17 de junio de 2011

ZOMBORey

Cada intercambio, cada transacción se asimila como prótesis y pequeña
morte: de allí se exprime un saber que no necesariamente es savoir
faire.
La habilidad lo hace subsistir en el subte-tren como fantasma
o, en el mejor de los casos como atracción de feria: ES niña-malabar /
niño-cantor que aúlla.
La zombificación es un viaje similar al de la luz : la bomba se alimenta del enchufe y el enchufe de la bomba
hasta consumirla.
O no.
La figura de zombie es inenarrable: vuelve de la muerte y come
cerebros. Y en ese volver del más allá se muestra como cáscara o
cocoon porque el alma(¿) ha quedado del otro lado.
La estrategia es hacer malabares y no en sentido figurado o tal vez hacer una película de zombies y gambetear al zombo Rey porque la muerte es ficción y la sangre es simplemente un preparado. 
 Juan Miceli

Diagrama transa: del niño sacer (nuda vida), a pibe peri-feria (zombi mutante)

De niño-niño a sacer-zombis. La filosofía no alcanza.

¿Niño desnudo? Para nada. Arropado por cada intercambio, por cada transacción. Intercambios comerciales que exigen aprendizajes veloces. El niño indefenso, de tan desubjetivado mutó de mutación imprevisible, periférica. Devino pibe feria paraguaya. Para decirlo fino: se convirtió en intercambio comercial permanente, cálculo infinito (incesante). Indeleble. Transa-acción mercantil.

Los vínculos alegales no son vínculos desnudos, no son vínculos feroces. Hay una promiscuidad que invita a (e instituida por) una nueva forma de relación: nuevos cálculos. Transas sui generis, reproposición activa de (digamos) valores. Formas de construir la vida, de organizar el día a día. Todo va y viene y se escurre, permanentemente. Transa que entiende y explica lo que va a seguir. 

Nuevo diagrama del cálculo como pura pragmática. Cruda y áspera; profundamente derrochona y porno. Contaminada hasta perforar. Transa /cálculo urbano que se desenvuelve entre la explotación, la supervivencia, la esperanza”. Vinculo activo y cuidadoso, que construye vitalismo y erige supervivencia. 

Al pensar esto ya no somos posmos, sino post-post moderno: no ha lugar para romanticismo.

Pibe zombi. Pibe contaminado en la zona contaminada. Pibe mutante que se reconfigura, permanentemente: pliegue sobre pliegue. O cálculo sobre cálculo. Velocidad de un rayo que en la sobrevivencia, vive. Escapando de los lenguajes previos, de lo que era válido. Solo vale lo que el cuerpo puede. Y el cuerpo siempre puede algo (y el cuerpo de los pibes puede mucho, tal vez aventajados con el plus de la energía que les otorga sus pocos años). Coger, pegar, obedecer, pararse, consumir. “Envuelto en constelaciones afectivas: es infancia, resistencia, hábito, tristeza, memoria, deseo, despliegue, noción común, potencia organizadora de encuentro, medida para las mezclas de los cuerpos, descubrimiento del propio ser singular en el mundo”

Formas de organizar la vida donde abundan y se cruzan afectos, transas, cuidados ardientes y agresiones que dejan marcas. Nuevas marcas que estimulan el improviso, que fortalecen y reconfiguran.

Ni desnudos, ni futuro. Lanzamos a la pura transa, a la pura suerte. Existe un mercantilismo no-burgués (o no simbólicamente burgués)  un cálculo de feria, un regateo, un deambular. Una micropolítica del cálculo.

Viven la energía, la practican, quizás la inventan: se comprueba en sus efectos, pero no dicen una palabra de ello. Su energía se manifiesta.

El mutante no es un mal formado, todo lo contrario, es la correcta lectura del mundo lo que lo produjo.

El mutante no evolucionó, todo lo contrario, es la correcta lectura del mundo lo que lo produjo.

Mundo abierto al cualquircosismo,  mundo derrochón de ambivalencia, mundo erupcionado de naturaleza explosiva, mundo caótico de  artesanalidades, de velocidades y de imprevistos.

Pibe zombi que escapa a los rótulos, a las explicaciones. Victima y victimario según convenga (asistido al mediodía, politizado por la tarde/gato del plan, amigo de lo ajeno cuando dé). Entre la escuela y la calle, mercadiando. Llenos de tajos y costuras. Como si fuera una mala película de zombies, después de haber caído una bomba y destrozado todo, los restos humanos se comienzan a rearmar con lo que van encontrando tirado por ahí y cociendo artesanalmente cada miembro en el cuerpo. Collage que ya no conoce de funciones heredadas, collage brutal e irónico que no espera, ni paciente ni disciplinado. Cuerpo collage con múltiples costuras. Cuerpos sensores, hechos de células sofisticadas para captar señales de alteración del entorno. Ternuras amorales intensas y simultaneas.
 
Existe una política de los cuidados o gestión cariñosa del otro. Cualquier mamá es mamá de varios al mismo tiempo, los reta y los cuida;  los más grandes cuidan al más chico. Madres por roles y funciones, madres – mujeres- femeninas a maternajes distribuidos, diseminados en el acto de cuidar  y en el gesto amoroso. Madres como la imagen de lo que hay que preservar porque ellas perseveran.  Fuera de toda fidelidad, fuera de toda deuda, fuera de toda culpa.  También existen cuidados de la mujer que es mamá; es muy claro que hay que protegerla de cualquier agresión externa, de cualquier injuria e insulto.
Pero acá también aparece el cálculo, no en lo afectivo: no es que se mide la entrega, el bancar, el querer. Si se banca se banca a fondo. Se cumple con el pacto implícito sin cuestionarlo. Se cuida a pesar de poner en riesgo la propia integridad. Pero también esos pactos se rompen sin dejar ningún vestigio de ofensa, o resquemor. Se banca, y se deja de bancar sin que nada (o todo/ la transa) se interponga. Hay venganza pero sin rencor. Se hace/recibe la venganza y de alguna manera todo continua, no queda el resentimiento rondando los posibles vínculos. O también la defraudación es meramente efímera. Te banque y me robaste: sos un gil, pero me recabió. 

 Barrionuevo Tóxico 
(Lector de Pura suerte: http://tintalimon.com.ar/libro/PURA-SUERTE

En silencio ha tenido que ser…

Lo conocimos alrededor de los veinte años. Eran tiempos complicados para quienes reivindicábamos las luchas de liberación de nuestros pueblos, la persistencia de la Revolución Cubana o el rol histórico de las Madres de Plaza de Mayo. El país caía en el pozo del neoliberalismo, el mundo se volvía unipolar y personas cómo él ayudaron mucho -a esa temprana edad- para asumir posiciones de defensa de lo público, los derechos sociales, la memoria de las luchas antiimperialistas recientes y la necesidad de construir organizaciones populares genuinas.

Militó durante años en el peronismo y el sindicalismo. Era mendocino de nacimiento y había llegado a Buenos Aires a sus 18 años para trabajar. Le tocó ver la caída Perón y con indignación de clase se inició en política arrojando baldosas a la policía de la “Fusiladora”. Más tarde entró en relación con los grupos de formación de John William Cooke y llegó a participar de su ARP. Fue Secretario General del Sindicato de Barraqueros de Avellaneda y con su chofer –un tal Herminio Iglesias- regaban las calles de miguelitos y otros artefactos. Participó de la campaña de Framini para la gobernación de Buenos Aires, de la CGT de los Argentinos y la creación de CTERA. También formó parte de una de las tantas organizaciones armadas sin nombre a la que algunos recuerdan como PROA.
Miles de personas lo conocieron. Tuvo varias compañeras (la última, la de su vida, Estrellita), hijos e hijas, amigos y enemigos a rolete.  No era figura pública, pero aún hoy muchos dirigentes políticos de diversas extracciones lo recuerdan o lo van a recordar al leer estás líneas. Tanto estuvo comprometido con la causa nacional, peronista y revolucionaria, que durante muchos años estuvo imposibilitado de trabajar legalmente y con el tiempo le sería una tarea enorme poder conseguir algún tipo de jubilación.
A muchos de nosotros nos enseñó que nadie es imprescindible en la lucha por la liberación, pero que sí lo es la organización popular y la participación de las masas. Creía en la necesidad de los dirigentes o jefes que encabecen las grandes causas, pero también enseñaba tenazmente que lo importante es el héroe colectivo.
No tenía miedo a las definiciones y siempre nos marcó claramente a los verdaderos enemigos de las causas populares y el rechazo visceral al imperialismo.
Se sentía profundamente marxista, leninista, peronista y tercermundista. Con sus relatos y –también- enojos, supimos conocer y entender gran parte de la historia de la resistencia peronista y nos acercamos a importantes figuras, entonces poco reconocidas para nuestra generación, como Amado Olmos, Hernández Arregui, Ortega Peña, el mayor Alberte, Ben Barka, Amílcar Cabral, Le Duan, Giap o Carlos Fonseca.
Era un hombre de organización e ideas y en tiempos donde la politiquería hace suponer que ganar elecciones es tener la manija o acceder al Poder, siempre nos hacía ver que para una verdadera organización es muy importante la táctica y la estrategia a largo plazo.
Quizás por su formación de riguroso conspirador leninista, cuestionó las agrupaciones o prácticas horizontales que intentábamos en los años noventa. Aceptaba el debate colectivo, pero no le cerraba mucho esas cuestiones.
Cómo buen peronista, confiaba ciegamente en la organización de los trabajadores y reivindicaba el rol histórico de la CGT. También en esto nos peleaba, porque le costaba entender nuestra afinidad con la naciente CTA y hasta el final de su vida sostenía la importancia vital de una sola organización de trabajadores para enfrentar a los sectores dominantes de nuestro país.
En los últimos años se convirtió en un maestro errante e involuntario. Un hombre de partido sin partido. Un personaje de otro tiempo, cargado de saberes y recuerdos invaluables, imposibles de conversión en mercancía editorial.
Nos peleaba y nos carajeaba bastante, por el inmenso cariño recíproco que teníamos y la confianza mutua que se fue generando. Con el paso del tiempo, nos fuimos dando cuenta que fue de esos  personajes necesarios e imprescindibles para la formación y el recorrido de cada uno de nosotros. Y no exageramos si decimos que fue un padre en nuestra vida política concreta, cotidiana y de todos los días. Porque una cosa es reivindicar a los grandes héroes y las grandes gestas, pero otra es poder aprender a caminar día a día en la compleja y diversa sociedad que habitamos, llena de desencuentros y abandonos. 
No siempre acordábamos en nuestros debates, pero siempre aprendíamos algo. Muchos veces le consultamos algunas decisiones trascendentales de la práctica política y siempre tuvo la paciencia y dedicación para escuchar, analizar y aconsejar.
Nunca se subió a ninguna ola pasajera y oportunista. Era incorruptible, habiendo podido acceder fácilmente a muchos negociados y trapisondas. Ese compromiso y actitud también lo convirtió en personaje molesto para aquellos que desentonaron.  Vivía muy sencillo, en un departamento de dos ambientes junto a su compañera, sus libros y sus eternos recortes de diarios para analizar el discurso del enemigo.
A Justo Manuel Molina, todos lo conocimos cómo el Negro Molina, ferviente defensor del Peronismo, la Revolución Cubana, Fidel y todos los procesos populares del continente. Se nos fue, vaya paradoja del destino, el pasado 16 de junio.
El Negro nos recibía en su casa con el mate de rigor y nos ponía a leer. Podía ser un libro de Lenin o una noticia esclarecedora de un diario de provincia. Intelectual obrero, veterano de la inteligencia, inigualable predicador. Sentía una verdadera ira contra lo que llamaba “jetones o mascarones de proa”. Una de sus frases preferidas era “en silencio ha tenido que ser”, que atribuía a José Martí.  
Hoy, que la vida y la lucha nos lleva por diversos caminos, queremos recordarlo y homenajearlo juntos, por lo que significó y porque indudablemente nos va a seguir acompañando. También reivindicarlo y reconocer en él, a los miles de militantes, dirigentes y trabajadores de nuestro pueblo que día a día dieron su vida en la lucha por una Argentina independiente, libre y junto a los pueblos de América Latina.
Quedarán para siempre sus enseñanzas, sus peleas, enojos y advertencias. Ahora, que pasó el tiempo, entendemos más claramente dos frases que repetía incansablemente, cada vez que una charla intima se ponía espesa: “Este pueblo tiene a Evita y Perón en el corazón. El que no lo entienda no va a poder construir nada serio” y  “pendejo, en nuestro país murió mucha gente para andar haciendo pelotudeces”. 
Negro: por esos vericuetos que tiene la vida, nunca pudimos decirte juntos que agradeceremos eternamente haberte conocido y aprendido al lado tuyo. Hoy seguimos peleando y luchando, por nuevos o viejos caminos, para lograr los objetivos y sueños que compartimos, conservando ese gesto tan propio tuyo, de asumir toda la seriedad que dabas a la vida en aquellos destellos de humor tan propios, querido Negro…
Florencia Lance, Diego Sztulwark, Walter “Chapa” Fernández y Mariano Molina

Habrá que presionar a Cristina…

para que pasemos de la revolución simbólica a lo que más se aproxime a una real

Alguna vez el famoso Primer Ministro inglés Sir Winston Churchill dijo la célebre frase «A quien habla mal de mí a mis espaldas mi culo lo contempla», obviamente preferimos el de la Presidenta, que dicho sea de paso no está nada mal, al del obeso político británico. Eso fue un poco lo que CFK insinuó ayer con su anuncio a la candidatura presidencial. Ríos de tinta en elucubraciones y especulaciones se gastaron sobre la supuesta dimisión de la Mandataria en los últimos meses. Para la prensa opositora un poco más y Cristina estaba por internarse en un neuropsiquiátrico. Que dirán ahora Van der Kooy, Blanck, el Doctor Castro y el resto de los empleados de Don Héctor. Con esta confirmación está de más decir que con los impresentables que están del otro lado, Cristina Fernández gana caminando (y lento). Quien puede votar al imitador de varieté Ricardito, a la tarotista y vidente Carrió, o al «Otro», es decir, Eduardo Duhalde, quien la semana pasada hizo un lanzamiento en el Sheraton que a la mayoría de los periodistas dio la sensación de estar asistiendo a un «festejo» entre las bóvedas de la Chacarita. En la necrópolis participaban del lanzamiento del ex presidente de la «revolución productiva» cadáveres tales como Luis Barrionuevo, Aldo Rico, Juan Bautista «Tata» Yofre, Carlos «Rucucu» Ruckauf, «Pocho» Romero Feris, Graciela Camaño, Carlos Stornelli, Momo Venegas, el Tula, etc, etc. Sólo faltaba Narciso Ibañez Menta con su clásico «El hombre que volvió de la muerte». Esta caterva de profilácticos sólo son festejados por los periodistas que trabajan para las empresas que defienden, ellos les dan entidad en los pocos medios que todavía tienen prominencia en el público capitalino. De todos modos hay que decir que el kirchnerismo hasta ahora fue un reformismo «efectivo», con un eficiente dispositivo cultural que no logró, ni intentó, cambiar la matriz de explotación del sistema injusto que gobierna la argentina del ’76 para acá. La brecha entre ricos y pobres fue en aumento y lo único que se pudo hacer hasta ahora es subsidiar todo lo que esté al alcance de la mano para sostener el modelo. Eso si, se le dan millonadas a corporaciones como la General Motors para que haga un autito nuevo y unos pocos mangos para llegar a fin de mes al ciudadano en situación de miseria, que lamentablemente sigue siendo el que conforma la mayoría de la población. Un celular y una netbook no hacen al monje. Se reconoce la política de DD.HH. pero a pesar del discurso contestatario todavía tenemos muchos chicos muriéndo de hambre, vayamos por los derechos de todos. Algo que los pibes de La Cámpora con sus secretarias, suculentos sueldos y amantes han omitido por completo. ¿Hasta cuando van a sostener a la triada Moyano, al multimillonario «defensor» de los obreros Gerardo Martínez, al prófugo de la justicia Anibal Fernández, al motoquero y guitarrero Boudou, al bronceado Echegaray, al amigo de Pedraza, Carlitos Tomada, al espía castrense Juanjo Alvarez y al polifacético Julio De Vido, entre otros?. Así muchachos no vamos muy lejos, así seguimos en la declamación y la mera sanata de barricada.

Un periodista de a pie

Una bifurcación en la escena política

La escena política ha sufrido una bifurcación. En un ramal las distintas fuerzas se alistan para octubre. En el otro, parte de la prensa comercial (Clarín, La Nación y Perfil) fogonea el affaire Schoklender con doble propósito: debilitar la valoración colectiva de los organismos de Derechos Humanos en el imaginario popular; golpear al gobierno como responsable en última instancia del comportamiento de Sergio Schoklender.
En rigor de verdad, un subtexto asordinado colorea los argumentos: ¿Qué se puede esperar de un organismo que entrega la administración de su proyecto a un doble parricida? El viejo latiguillo dictatorial (“las locas de la Plaza de Mayo”) recobra inusitada virulencia, y mediante su sibilina eficacia esperan esmerilar la imagen positiva de los organismos y de la presidenta.
Vamos por lo obvio: una cosa es que una dirigente –como parte de su vida privada– tenga la sensibilidad de dar la mano a quien – en una situación particularmente compleja– la necesite (rechazar tajantemente esa posibilidad pinta de cuerpo entero a quien lo haga), sin embargo, nombrarlo para una tarea central, sin adecuada fiscalización, no parece razonable. Y si nadie dijo lo que casi todos pensaron (¿Por qué Schoklender?), el asunto no deja de resultar preocupante. Ahora bien, deducir de ahí la complicidad colectiva, permite entender la naturaleza del acusador: un infame que se propone infamar.
Nadie debe llamarse a engaño, la influencia de este ejercicio a lo Joseph Goebbels (“miente, miente que algo queda”) funciona en los segmentos más despolitizados, y en todos aquellos que previamente están dispuestos a creer, pese a las persistentes desmentidas de Taty Almeida y Estela Carlotto, que la corrupción más abyecta atraviesa la institución comandada por Hebe de Bonafini. Las redes sociales –con su reconocida eficacia– han sobredemostrado tan siniestro comportamiento editorial; comportamiento que incluye desde el trucado de fotos (Perfil) hasta la invención lisa y llana de declaraciones (Clarín y La Nación).
Esa política editorial alcanzó una cumbre peligrosa, ya que a casi nadie se le escapa que el prestigio de los militantes de Derechos Humanos, en tanto portadores de los nuevos valores compartidos por la sociedad argentina, esmerila la confianza en el “mensaje histórico” de esos medios, al igual que sus intereses comerciales.

Negro sobre blanco: Papel Prensa, botín de guerra arrancado a la viuda de David Graiver, con los instrumentos de la ESMA. No se trata sólo de que la sociedad termine de asimilar cuáles fueron los “métodos empresariales” de Clarín y La Nación, sino de defender el instrumento que les permite hoy conservar su posición en el negocio informativo. Dicho brutalmente: impedir un precedente decisivo, democráticamente decisivo, que una propiedad arrancada a sus legítimos propietarios, le sea devuelta. Y revertir, por esa vía, la política de saqueo de las víctimas de la dictadura burguesa terrorista, y sus consecuencias actuales. Ya no se trata de los delitos imprescriptibles del cabo primero Pérez, sino de los delitos imprescriptibles de Héctor Magnetto y Ernestina de Noble. Es decir, de los que hicieron y deshicieron desde 1975. Esa es la batalla de fondo.

EL FRENTE INTERNO. En 1983, el prestigio de Madres de Plaza de Mayo alcanzó una cumbre. ¿A que se debió?
El ’78 permitió dos escenas simultáneas. En la primera: la compacta mayoría festeja la “victoria nacional”, la derrota de la “conspiración antiargentina montada en el exterior para desprestigiar al gobierno militar”. Eran los “gloriosos días del Mundial de Fútbol”. En la segunda: una triste hilera de familiares de desaparecidos espera que una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), tras una durísima batalla diplomática librada contra la dictadura burguesa terrorista,  reciba su declaración. Mientras esto sucede, los insultan y escupen “argentinos derechos y humanos”. Un dato: no fueron especialmente instigados por nadie. Es que el respaldo al gobierno militar seguía siendo mayoritario, como en el ’76. Todos los partidos del arco parlamentario seguían siendo solidarios con la “lucha antisubversiva”, al igual que Clarín y La Nación. Madres sostenía, en cambio, en heroica soledad, algo que el estado de excepción no admite: los vencidos tienen derechos y los vencedores militares obligaciones que cumplir. Nadie está por encima de la ley.
El planteo resultaba inaudible.
El arribo de Raúl Alfonsín al gobierno no supuso el triunfo de la democracia. Esa “democracia” se redujo a evitar el temido golpe de Estado, a impedir otro desembarco de las FF AA. Por tanto, Madres eran “ultraizquierdistas” que ponían en peligro la “democracia” con sus exigencias “imposibles”. Y el juicio a las Juntas del ’85 (la sentencia del tribunal que debe ser releída hoy, para no repetir trivialidades) restablecía la teoría de los dos demonios con todo el prestigio de la ley. La sociedad argentina no era responsable de nada, la locura mesiánica de ambos terrorismos debía hacerse cargo de todo. Por eso, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, para seguir viviendo sin más crisis militares.
Por cierto, el programa genuinamente democrático, su condición de posibilidad, dependía de la eficacia del discurso de Madres, porque era el único que reconocía que las víctimas del terrorismo estatal tenían derechos inalienables, y que ninguna democracia podía construirse sin “Verdad y Justicia”.
El menemismo intentó sepultar el problema con una larga serie de indultos inconstitucionales e indemnizaciones legales. Fracasó. Fernando de la Rúa tensó el límite, ya que reconoció “la patriótica labor de las FF AA”. Pero 2001 sepultó definitivamente todo. En cierto sentido era la consecuencia directa de la legalización del delito impune, de la política de saqueo sistemático organizado desde el botín de guerra. Entonces, el prestigio de los organismos de Derechos Humanos alcanzó su clímax, fueron los únicos a los que nadie pidió “que se fueran”, mientras todos los demás no podían salir a la calle.
El prestigio de Madres y Abuelas en la sociedad argentina es más que merecido, pero también resultó la contracara de la culpa por complicidad, tanto de la complicidad sistémica, como de la personal.
A partir de la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la relación entre las palabras y las cosas, entre los delitos y las penas, quedó restablecida. Por primera vez en décadas, la posibilidad de recuperar la política como instrumento de transformación, se volvió real. Esa victoria popular aportó un nuevo prestigio a los organismos; habilitó, habilita nuevas tareas.  En ellas el error resulta consustancial a la acción, actuar impone riesgos, supone resolver problemas, y requiere asumir responsabilidades. El error no fue construir casas, sino sumar a Sergio Schocklender. Pero reducir toda la acción de los distintos organismos a este episodio tenebroso contiene la puñalada trapera. Esa es la inequívoca intención de la campaña. Sin embargo, no hacerse cargo de los  múltiples significados de este doloroso error bloquea la posibilidad de seguir elaborando el trauma colectivo. De reubicarlo definitivamente en nuestro pasado doliente. Debemos aprovechar esta compleja situación para distinguir admiración, gratitud y prestigio, de veneración acrítica. En esa dirección marchamos.
Alejandro Horowicz

Alain Badiou y el 15-M: “una modificación brutal de la relación entre lo posible y lo imposible”

En su sesión del 25 de mayo de 2011 de su seminario “¿Qué significa cambiar el mundo?”, el filósofo francés Alain Badiou hace alusiones directas al movimiento 15-M y aporta algunos conceptos y juegos de distinciones altamente precisos, pertinentes y orientadores para pensar lo que (nos) está pasando.
Me gustaría partir de la definición que di la última vez de los que es una verdad política.
La recuerdo: una verdad política es el producto organizado de un acontecimiento popular masivo en el cual la intensificación, la contracción y la localización sustituyen a un objeto identitario, y a los nombres separadores que lo acompañan, por una presentación real de la potencia genérica de lo múltiple.
Voy a puntualizar cada elemento de esta definición recapitulativa.
Una verdad política es (un) producto.
Una corriente importante de la filosofía política sostiene que es una característica de la política la de ser extraña a la noción de verdad, y que desde el momento en que vinculamos la política a una noción cualquiera de verdad empezamos a caer en la presunción totalitaria. De ahí se deduce que no hay sino opiniones. Os daréis cuenta de que aquellos que dicen esto no mantendrían ni por un momento que en ciencia o en arte no hay más que opiniones. Se trata por tanto de una tesis específica sobre la política, cuya argumentación, que se remonta a Hannah Arendt, es que la política, que es la disciplina que tiene por objeto y desafío el estar juntos, debe dotarse de un espacio pacífico en el que puedan desplegarse las opiniones dispares, y que si hay una verdad, esta necesariamente ejerce una opresión elitista sobre el régimen oscuro y confuso de las opiniones. Esta es la tesis que impera desde hace treinta años -desde la instauración del periodo de reacción cuyo comienzo yo ubico en los últimos años setenta-.
Lo que caracteriza el pensamiento político revolucionario es precisamente el hecho de concebir que hay una verdad en política y que la acción política es en sí misma una lucha de lo verdadero contra lo falso. Cuando hablo de verdad política no estoy hablando de un juicio sino de un proceso: una verdad política no es “yo digo que tengo razón y el otro se equivoca”, sino algo que existe en su proceso activo y que se manifiesta, en tanto que verdad, en distintas circunstancias. Las verdades no son juicios anteriores a los procesos políticos que habría que verificar, aplicar, etc. Las verdades son la realidad misma en tanto que proceso de producción de acontecimientos políticos, de secuencias políticas, etc. Verdades, ¿pero sobre qué? Verdades sobre aquello que es efectivamente la presentación colectiva de la humanidad como tal -junto con la tesis de que una buena parte de la opresión política consiste en su disimulación. Cuando se decide afirmar que ‘no hay nada más que opiniones’, es la opinión dominante (es decir, la que tiene los medios de la dominación) la que se va a imponer como consenso o como marco general en el que puede darse el resto de las opiniones.
La verdad política arraiga en acontecimientos populares masivos.
No estoy diciendo que se reduzca a ellos: no es cierto que una verdad política no sea a fin de cuentas más que una especie de momento de revuelta o, como decía Trotsky, el instante en que “las masas suben al escenario de la historia” (cosa que por otra parte no sucede todos los días). Como dice mi amigo Sylvain Lazarus, la política es rara (la política, claro está, en tanto que producción, en tanto que procedimiento de la verdad, porque lo que es el Estado está ahí constantemente).
Intensificación, contracción, localización.
Intensificación, en el sentido de que después de un levantamiento popular masivo hay una intensificación subjetiva general, que Kant ya había designado en el momento de la Revolución Francesa con el nombre de entusiasmo. Esta intensificación es general, por ser una radicalización de los enunciados, de las tomas de partido y de las formas de acción tanto como la creación de un tiempo intenso (se está en la brecha mañana y tarde, la noche ya no existe, la organización temporal queda trastocada, no sentimos ya el cansancio aunque estamos extenuados, etc.), lo cual explica el desgaste rápido característico de este tipo de momento. Un estado así no puede convertirse en crónico; crea la eternidad sin ser él mismo eterno. Sin embargo, esta intensidad va a desplegarse aún por largo tiempo después de la desaparición del acontecimiento que la vio nacer. Cuando la gente regrese a sus casas, dejará tras de sí una energía que va a ser ulteriormente recuperada y organizada.
Contracción. La situación se contrae en una especie de representación de sí misma, de metonimia de la situación de conjunto. Durante un tiempo esta contracción es universalmente reconocida: cualquier persona en el mundo sabe que los congregados en la plaza Tahrir pronuncian algo que concierne a todos. Es un rasgo general que, durante los levantamientos populares masivos, la “mayoría silenciosa” desaparece y toda la luz enfoca a la minoría que, por numerosa que sea, sigue siendo una minoría –una minoría masiva.
Localización. Una modalidad fundamental de existencia de todo esto es la creación de lugares políticos. Un lugar político es un lugar en el que tiene lugar el acontecimiento político masivo al que da existencia en una dirección universal. Un acontecimiento político no puede tener lugar en todas partes; un acontecimiento político tiene lugar en un lugar. Esos lugares pueden variar: los lugares políticos de mayo del 68 fueron edificios (la ocupación de la Sorbona, la del Odeón, la de las fábricas…), que no son la misma cosa que las plazas. Las significaciones, los modos de presencia no son los mismos.
Objeto identitario. El Estado crea las normas que determinan los derechos que confiere. El objeto identitario es aquel al que hay que parecerse lo más posible para merecer una cierta atención por parte del Estado. Si somos demasiado distintos del objeto identitario también recibiremos la atención del Estado, pero en un sentido negativo (sospecha, control, expulsión). En el caso del objeto identitario “francés” (del que nadie sabe exactamente el significado, que por lo demás no existe), el Estado puede hacer revisiones drásticas, y declarar un buen día que ciertas poblaciones que se pensaba que eran “francesas” no cumplen las condiciones de similitud respecto del objeto identitario.
Nombres separadores. Este término designa las diferentes maneras de diferir del objeto identitario ficticio; permiten al Estado separar de la colectividad a un cierto número de grupos, apelando así a medidas represivas particulares. Pueden ir desde “inmigrante”, “islamista”, “musulmán”, “romaní” a “joven del extrarradio” y, en camino de constituirse ante nuestros ojos, “pobre”. Yo mantengo que todo aquello que en la Francia de hoy es calificado de “político” por parte del Estado se limita a remover algunas consideraciones sobre el objeto identitario y los nombres separadores. Un acontecimiento popular masivo, cuando sucede, tiende por su naturaleza a abolir el objeto identitario y los nombres separadores que lo acompañan. Lo que viene a reemplazarlos es una presentación real, es la afirmación de que lo que existe es la gente que está ahí. Finalmente, hay que decir que ellos representan a la humanidad entera, pues aquello que los mueve en su intensa congregación localizada tiene un significado universal. Y eso es algo que todo el mundo percibe. ¿Por qué? Porque se trata de un lugar en el que, como el objeto identitario ficticio es en lo esencial inoperante o ha sido abolido, lo que actúa ya no es la identidad sino los nombres genéricos, es decir, aquello que concierne a la humanidad en general.
***
Me gustaría ahora precisar la relación de la localización con la extensión. En efecto, a todo el mundo le ha impresionado el hecho de que, en los movimientos recientes en el mundo árabe, ha habido por un lado una intensidad extremadamente localizada y, al mismo tiempo, una extensión importante –y que aún está por decidirse- en cuanto a sus límites. ¿Cuáles son los procedimientos de esta extensión? Yo veo ahí tres niveles distintos.
La primera forma de extensión (y la fundamental, desde mi punto de vista) está ligada al sentimiento de que ha habido una modificación brutal de la relación entre lo posible y lo imposible. El acontecimiento popular masivo crea una des-estatización de la cuestión de lo posible. Porque en el orden de la política, es el Estado el que declara lo que entra dentro de lo posible y lo que no (y esto lo hace también mediante mecanismos como el objeto identitario). Esta función le es arrebatada al Estado por el acontecimiento popular masivo; es la gente reunida la que prescribe una nueva posibilidad, comprometiéndose con la idea de que son ellos los que tienen la potestad de definir un posible. Esto es lo que crea las condiciones de una extensión. O, dicho de otra forma, esto es lo que ocurre cuando todo el mundo comprende que ya no se está en el mismo régimen de delimitación de lo posible y de lo imposible.
Por otra parte, está lo que podríamos llamar una deslocalización subjetiva del lugar, que hace que incluso in situ se produzca ya una extensión. Aquello que se dice en el lugar político no pretende valer sólo para un sitio en concreto, sino todo lo contrario. Los españoles lo han expresado muy bien: “Nosotros estamos aquí, pero esto es mundial, así que estamos en todas partes”. La gente se reúne en el lugar para valer en todas partes. Y esta extensión inicial va ser reapropiada desde fuera por gente que dirá: “Como desde cualquier sitio puedo estar ahí, voy tratar de hacer lo mismo”. Ahí hay un va-y-viene. Como la subjetividad de aquellos que han lanzado el asunto es ya una subjetividad de extensión universal, en sentido inverso se produce una identificación con respecto a ellos.
El tercer punto está ligado a la imitación de la forma. La forma de las cosas (es decir, el principio de localización) va a tratar de imitarla todo el mundo. Por ejemplo, hoy en día no puede hacerse nada si no se ocupa una plaza. Este punto es mucho más débil que los dos precedentes. Seamos platónicos: la imitación no es lo más fuerte. Se comienza siempre por la imitación de la forma –Platon dice que la imitación comienza por la superficie– cuando lo que hay que hacer es lo contrario: comenzar por la interioridad, por la subjetividad.
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Me gustaría igualmente ver con vosotros la relación entre presentación y representación. En mi definición de lo que es una verdad política está la expresión: «presentación real del poder genérico de lo múltiple». Las tentativas políticas de las que acabo de hablar son tentativas de sustraerse a la representación. En el referido caso español, ha habido una simultaneidad pasmosa entre la aparición de una presentación real (la reunión de la juventud en una plaza madrileña) y un fenómeno representativo (una victoria electoral aplastante de la derecha española). El movimiento ha tenido que declarar la vacuidad total del fenómeno electoral (“no nos representan”) en nombre de la presentación. Es una lección: la posibilidad de una verdad política por un lado y la perpetuación del régimen representativo por otro se produce en una suerte de teatralidad (por otra parte ya presente en 1848: vid nota 3) de una manera a la vez simultánea y separada. Es una síntesis disyuntiva de dos escenas teatrales.
Disyuntiva, porque a través de un acontecimiento popular masivo lo que se produce es una separación de la representación; lo que se sostiene es que no hay que tener por realmente dado lo que es simplemente visible, que hay que saber ser ciego a la representación. Como dice René Char: “Si el hombre no cerrara de vez en cuando soberanamente los ojos, terminaría por no ver más aquello que merece ser mirado” (Hojas de Hypnos, fragmento 59). Y dice de manera complementaria: “No te quedes en el atolladero de los resultados” (Hojas de Hypnos, fragmento 2). La representación es el régimen del resultado. No quedarse atrapado ahí significa que el proceso, en el terreno de la verdad política, cuenta más que el resultado. Si el movimiento se extendiese en Europa, algo que no hay que dar por sentado, llevaría inevitablemente a una fractura del término “democracia”: dos definiciones antagónicas (o al menos sin concordancia razonable) del término se enfrentarían necesariamente. La fractura de la única idea consensual entre las fuerzas políticas organizadas es una eventualidad que aquéllas en su conjunto pueden legítimamente temer. Pues semejante fractura le haría a todo el mundo plantearse la pregunta: “¿pero de qué democracia estás hablando?”. Ya os imagináis que en esta eventualidad pongo yo todos mis deseos…
Traducción: Álvaro García-Ormaechea

  

 

Lecturas comentadas

Ernesto Laclau:

“Defender la pureza institucional es cerrarse al cambio”
(Miradas al Sur – Domingo 26 de junio de 2011)
La visión de Ernesto Laclau combate las categorías traspoladas desde Europa (¿¡!?). Se trata, en definitiva, de categorías que ayudaron poco y nada en la tarea de analizar los fenómenos sociales latinoamericanos. Su tarea como hombre de dos mundos es doble. No sólo porque piensa desde aquí –porque es de acá–; sino también porque como profesor de allá –se doctoró en Oxford apadrinado por Eric Hobsbawm– su discurso irrumpió hace ya varios años en los claustros de quienes han manifestado una recurrente incapacidad para entendernos. 

«El peronismo histórico, al igual que el kirchnerismo y la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, significó la entrada de nuevos sectores sociales a la esfera pública. Sin embargo, en el peronismo se dio a través de una manera dominante que tomó la forma del sindicalismo. En el kirchnerismo, esa forma sindical sigue pesando, pero en un contexto de pluralidad que incluye otras formas de movilización y democracia de base que son las que permiten profundizar la política populista en la cual está empeñado el gobierno”, dirá Ernesto Laclau durante el transcurso de la entrevista con Miradas al Sur. Para el autor de Hegemonía y estrategia socialista (1985) y La razón populista (2002), la conclusión cae de madura: el kirchnerismo representaría un momento más avanzado en el afianzamiento de los objetivos populares. “¿Finalmente, qué nos dejó Perón…?”, se preguntará el historiador, radicado en Europa desde 1969. “¿Y Néstor Kirchner?”, interrogará el cronista. “Nos dejó a Cristina y a toda una nueva generación militante comprometida con una pluralidad de procesos de cambio”, señalará sin dudar. Café de por medio, el diálogo continuará con la intervención de Jorge Coscia, quien calificará de injusta la comparación. Sostendrá que no tiene en cuenta los momentos históricos, dirá que “ Isabelita y el Brujo son más hijos de la libertadora que del propio Perón” y agregará que “si hoy podemos hablar bien del peronismo es gracias al kirchnerismo”. Ambos, sin embargo, coincidirán –entre otras cuestiones– en plantear que el ex presidente actualizó los conceptos de justicia social, independencia económica y soberanía política, a los que sumó un valor superador: los derechos humanos.

Cámpora y después. Egresado de la Universidad de Buenos Aires y doctorado en Oxford, Laclau articuló una matriz de análisis que procura explicar esa realidad escurridiza que suele englobar la palabra “populismo”. De raíz gramsciana, su aproximación otorga una racionalidad muchas veces negada a procesos como los encarnados por Getulio Vargas en Brasil, Perón en la Argentina o Haya de la Torre en Perú, por mencionar líderes que ya son parte de la historia. Su enfoque, aunque académico, está marcado por militancia que tuvo en la izquierda nacional simbolizada en el libro Revolución y contrarrevolución en la Argentina (1957) de Jorge Abelardo Ramos.

–¿Dónde residió el fracaso de las experiencias de izquierda, como el protagonizado por el camporismo?

El gran fracaso de la izquierda peronista fue haber lanzado un modelo guerrillero, revolucionario, que no permitía consolidar el estado de derecho que se había ganado en el ’73. A mediados de sesenta comienza a registrarse una reorientación nacional y popular de las clases medias en una dirección que iba dando a los significantes ideológicos una centralidad cada vez mayor. El problema estaba en quien monopolizaba esas luchas. Que esas luchas fueran finalmente monopolizadas en parte por movimientos guerrilleros limitó la oportunidad histórica que se abrió en el ’73 (Al fin se dice así de claro!). De allí que no se pudiera avanzar en una dirección de izquierda nacional y popular para consolidar, al mismo tiempo, el estado de derecho y las libertades públicas.

–Una de las proclamas era “ni golpe, ni elección: revolución”– señala Coscia.
 
–Apuntaron al vacío. De lo que se trataba era que hubiera elecciones sin proscripciones y de avanzar con un programa de izquierda que, hasta cierto punto, representaba el camporismo –dice Laclau–. Los enfrentamientos cada vez más militarizados entre la izquierda y la derecha peronista impidió la profundización democrática. Hoy, estamos en un nivel mucho más avanzado de la experiencia histórica. Ya nadie pone en cuestión las formas políticas del Estado democrático.

–¿Qué espacio político llenó el kirchnerismo?

–Surgió en un momento en que se estaba dando una ampliación del espectro político por la presencia de muchos actores sociales que no habían participado anteriormente en la esfera pública. Son los años de las fábricas recuperadas y del desarrollo del movimiento piquetero. Ese fenómeno aumentó horizontalmente, y de manera enorme, la movilización social. Sin embargo, y al mismo tiempo, ese fenómeno no tenía una expresión política clara…

–El momento del “que se vayan todos”…

–Un arma de doble filo. Siempre alguien se quedará, y si ese alguien no es resultado de la voluntad popular está claro que no será el mejor. Las cosas salieron bien porque, por esos avatares del peronismo, resultó electo Néstor Kirchner, quien tuvo la inteligencia de advertir que esa extensión horizontal de la protesta debía ser complementada por una canalización vertical para garantizar que las demandas pudieran ser absorbidas por el sistema político (Clarito! No hay politización autónoma, asimilada a “guerrillera”, no hay automediación, la demanda no deja de ser nunca es, demanda. En todo caso se la satisface en un juego de identifaciación positiva).

–¿En qué medida se avanzó en ese proceso?

–Se ha avanzado en forma decidida. Hoy, la sociedad argentina es mucho más democrática que cualquier otra experiencia que hayamos vivido.

–¿Cuáles son las limitaciones del modelo político que representa el kirchnerismo?
 
–Es temprano para hablar de limitaciones. Lo que se puede es señalar ciertos peligros que son inherentes a todo proceso político. Me parece que la experiencia que se ha dado a partir de 2003 profundiza el modelo democrático (a qué se refiere con que “profundiza el “modelo” democrático, ¿a la democracia del 83? Una pena. No hay corte 2001. 2001 es otra idea de democracia. Laclau lo ve solo como oportunidad de una nueva articulación. Como un vacío. Luego, se entiende bien su expresión anterior: “absorción en el sistema político”) en una serie de dimensiones cruciales.

Primero, las bases. Ni la práctica gradualista, que convertiría la política en mera administración del Estado, ni el evento revolucionario, que suprimiría las diferencias y reconciliaría los opuestos, son opciones que seducen a Laclau. Ambos procesos, desde su punto de vista, harían de la política poco menos que una pieza de museo. Pese al entusiasmo que exhibe por el kirchnerismo, su mirada, alejada del optimismo ingenuo, advierte que “nada garantiza el sentido progresista de los populismos”. En este sentido señala que “la heterogeneidad y la contingencia de las demandas hacen imposible determinar a priori cómo se resolverán las contradicciones internas del proyecto”.
 
En este punto, Coscia apunta lo que a su juicio es la mayor virtud del kirchnerismo. “Lo que Laclau caracteriza como populismo es un Estado que asume las demandas del sector mayoritario (interpretación de un viejo compañero, este Coscia, devenido secretario de cultura. Solo que Laclau se cuida bastante de hablar de “estado” en sus libros. No es el “estado” el sujeto político, ni el articulador. Sino un orden hegemónico-discursivo que da lugar a una gubernamentalidad. Es que no terminan de creer que este gran compañero del campo nacional si trabaja y tiene a sus pares en la Europa que tanto vituperan). El kichnerismo asumió las que debía asumir. No hay sociedad sin conflicto. Lo que existe, en última instancia, son políticas de Estado que manejan el conflicto de diferentes maneras (Pobrecito, Laclau, en manos de sus viejos compañeros!). Menem y De la Rua desarrollaron un proyecto que integra la utopía republicana, liberal y democrática, donde se admite el fin de la historia y, sin más cuestionamientos, la hegemonía de los grandes poderes. Cuando se intenta negar la conflictividad con la utopía de los consensos plenos vienen los estallidos”, señala Coscia.

–¿Cuáles serían las condiciones para profundizar el momento democrático que vive el país?

–Es necesario combinar dos movimientos –dice Laclau–. Por un lado, la extensión de la democracia de base. Por el otro, las reformas a nivel del Estado. Hay cierto discurso libertario, que podríamos calificar de extremista, que insiste en que el problema del Estado es irrelevante, que sólo cuenta las movilizaciones que surgen de las demandas de las bases (gulp, nos hablan?).

–Se trata, en cierta medida, del planteo de Antonio Negri en Imperio (2002) y Multitud (2005)…

–Coincido con Negri en que hay un declive histórico de las clases hegemónicas y en que el rol de los desclasados es cada vez más importante. El problema con Negri y (Michael) Hardt es que no contemplan la importancia del momento de la articulación política (o mas bien, no creen que deba ser si o si vertical-centralizante). La movilización de las bases es necesaria, pero si no está acompañada de un juego de pinzas a nivel del aparato estatal (quien puede no estar de acuerdo en esto. Ahora qué juego de pinzas, quien y como se discute este juego, Ernesto?) esas demandas tienden a dispersarse.

–¿Un ejemplo…?

–Venezuela en 2002. El golpe de Estado lo paró la movilización popular. Pero si Hugo Chávez no hubiera ocupado en ese momento la centralidad que ostentaba en la cúpula del poder, la movilización no hubiera tenido efecto. Esas dos dimensiones tienen que darse en todos los casos (Y a partir de ahí los movimientos más vivos luchan para que el partido único no los aplaste. ¿Por qué no se puede reabrir de un modo más serio este debate?).

Los medios y el cambio. El resultado de los comicios de 2009 y la cercanía de las próximas presidenciales revitalizaron en el kirchnerismo –al margen de las expresiones triunfalistas– el debate sobre la estrategia comunicacional. La misma estrategia que en 2005 y 2007 consolidó fuertes lazos con los votantes, y le permitió al Gobierno construir un espacio de identificación propio, perdió fuerza en las legislativas del 28 de junio. El Fondo Monetario Internacional, la dictadura cívico-militar y los años noventa cedieron centralidad ante un actor concreto: el campo. “El que se compromete en un proceso de cambio deberá producir, quiera o no, ciertas polarizaciones. Los sectores que se beneficiaban de la situación anterior no van a dejar el poder de una manera absolutamente voluntaria. Lo importante es que ese proceso de polarización se efectúe ganando el consenso de otros sectores. En la Argentina, este proceso no se dio en forma autoritaria. El gobierno kirchnerista ha conseguido un grado importante de consenso. Los conflictos son inevitables, pero el momento de consenso que vive el país es mayor que en cualquier otra etapa de la historia argentina”,  (por medidas tomadas, casi siempre, luego de la derrota con el campo y electoral. El kirchnerismo siempre fue más interesante en la agonía que en al victoria) asegura Laclau.

–Durante el conflicto entre el Gobierno y el campo, los medios hegemónicos impulsaron un reagrupamiento de la oposición, que pese a su fugacidad, capturó voluntades.

–Los medios son un terreno fundamental de la lucha política por imponer una hegemonía. Lo que se da allí, como en otras áreas de la política, es una confrontación entre el poder corporativo y el poder popular.

–¿Qué opina sobre el debate que se dio entorno a la nueva ley de medios audiovisuales?

–La nueva ley es un intento por democratizar, fundamentalmente, los procesos de comunicación, evitando la monopolización que había antes. El debate sobre Papel Prensa revela esta intención. Hoy, en la Argentina hay una total libertad de expresión. Nadie puede negarlo.

–La oposición insiste en que falta diálogo y acusa al Gobierno de no buscar consensos…

–Así como existe un discurso libertario, hay un discurso que es, en esencia, institucionalista. Frente a los cambios insiste en la defensa del momento institucional. Lo que ese tipo de discurso ignora es que las instituciones no son entidades neutrales. Las instituciones son la cristalización de una relación de fuerza. Dicho de otro modo: defender puramente el sistema institucional es cerrarse a toda perspectiva de cambio. El cambio no tiene que darse necesariamente contra las instituciones, pero todo proceso de cambio alterará el equilibrio institucional. Por eso, sostengo que es importante combinar la continuidad institucional con el proceso transformativo de las instituciones.

¡Aló, presidentes…! Laclau asegura que al momento de publicarse La razón populista no podía imaginar que el libro sería adoptado como sustento teórico por quienes procuran articular, con mayor o menor suerte, un amplio abanico de demandas más o menos organizadas. “No creo que haya influencia directa de mis libros en las experiencias populistas de la región. En realidad, los hechos comenzaron a ocurrir en una dirección que consolidaba el análisis en el que estaba comprometido. Cuando un proceso de cambio histórico ocurre, hay expresiones intelectuales que tienden a acompañarlo. Eso es lo que ocurrió”, dice Laclau. Coscia va más allá. “Está tomando cuerpo una especie de autoconciencia. Es infrecuente que un movimiento nacional y popular tenga el acompañamiento de los intelectuales (¿?). Se da, en este sentido, lo que algunas veces se denomina, sin definirlo, una revolución cultural que es, ni más ni menos, que la toma de conciencia (ajá). Quien tiene conciencia histórica puede orientarse. Conocer cuales han sido las encrucijadas históricas y las fuerzas en pugna nos evita vivir las crisis como meras coyunturas”, dice Coscia.

Más allá de las relaciones entre la teoría y la práctica política, a nadie escapa que Laclau tiene diálogo con varios e importantes referentes de la región. “Con Cristina me reuní varias veces. Con Néstor en una sola oportunidad, el año pasado en San Juan. ¿A Chávez…? Lo vi una sola vez, en Londres, pero hace mucho. Con Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia) tengo una relación fluida. A Ollanta Humala lo conocí hace poco, en Lima”, explica Laclau.

–¿Qué reflexión le merece Humala?

–Habrá que ver. Apenas entré me contó que estaban tratando de determinar cuáles eran los significantes vacíos del nacionalismo popular peruano– (leer a José Carlos Mariátegui ayudaría?) dice entre risas.

En el final de la entrevista, volverá sobre Gramsci. Lo hará para subrayar que la hegemonía consiste en la unidad entre la coerción sobre las formas que deben ser superadas y el consenso de las fuerzas que tienden a aglutinarse a favor del cambio (Laclau, no falta acá una cierta idea de clase? Ahhh, Cooke, cuanto más interesante eras…).

–¿Qué riesgo existe de que un discurso hegemónico asfixie la posibilidad de otras voces…?

–Ahí es donde se tiene que dar la guerra de posiciones. Todo discurso hegemónico trata de articular a la sociedad en una dirección. Lo importante es que haya un juego democrático para que la confrontación se resuelva de forma no autoritaria– subraya Laclau.

–Si en la Argentina actual, el momento institucional garantiza ese juego, ¿qué falta desde lo político para alcanzar consensos?

–Si se diera un marco consensual en el que hubiera una fuerza de centroderecha y otra de centroizquierda se podría llegar a un sistema institucional estable. Algo que no veo imposible (peor por ahí podemos intentar entre todos armar una fuerza de centro derecha para que la teoría del señor Laclau se desarrolle con menos inconvenientes, no?).

–¿Qué similitudes y diferencias encuentra entre los procesos políticos que se registran, por ejemplo, en Argentina, Venezuela, Bolivia y Brasil?
 
–Son países muy distintos. Las similitudes residen en la pelea por la constituir de un espacio nacional (Seguro? Que pena, lo imaginaba radicalmente regional) y popular autorregulado. La reunión de Mar del Plata en 2005, donde fracasó el intento imperialista de imponer el Alca, marcó un punto de inflexión. A partir de allí, el fortalecimiento del Mercosur y la creación de la Unasur, o la idea de un banco regional, permiten esperanzarnos con alcanzar un espacio continental autofinanciado. Cristina Kirchner le preguntó a (Joseph) Stiglitz si las instituciones financieras internacionales podían reformarse. La respuesta fue que no, que lo que se debe hacer es crear instituciones alternativas. Es en esa convergencia donde procesos tan distintos deben encontrarse.

Fumar es un placer

La felicidad es un trabajo, a la alegría hay que organizarla: okay. Uno se dispone a hacer cosas aunque en sí mismas sean un esfuerzo, porque redundan en vitalidad; en, como dice un amigo, material psíquico para elaborar. La militancia de estar en la cultura… Salimos, entonces, nos pertrechamos, acicalamos, y damos nuestra cara al viento callejero. Esta vez vamos con data. Varios amigos, de distintos ámbitos, nos dijeron: la muestra de Louise Burgoise no tiene desperdicio. Ahí hay algo; ahí pasa algo, entendimos estirando el dato (costumbre de optimismo neuronal aun en conciencias pesimistas). Auto, lluvia, el hermoso barrio de La Boca.
Llegar y pagar entrada, ver el logo de Techint: ponerle ganas. Nos dijeron, confiamos, queremos encontrar potencia artística. Algo. En el hallcito de entrada veo gente conocida me encuentro evitando el saludo; me doy vuelta, quedo, ya sin opción, espectador de una familia completita que vino el domingo al arte, los chicos discuten mientras los padres veneran lo que van a ver, repitiendo datos del folletito pero con un tono bajo, grave y claro, de palabras que median entre la trascendencia de su referente y la pequeñez de quien pronuncia, como se habla en los velorios. Estamos por entrar al mundo de una Gran Persona. Admiren, chicos.
En la primera sala, una araña de metal gigante cubre una especie de cubicuelo enrejado, muñido de objetos que, notoriamente, remiten a su infancia, la infancia de ella, la Artista. Son simbólicos… Tuvo madre, tiene recuerdos. Las explicaciones que profiere una chica a gente agrupada me molestan: explican, mezclan señalamientos obvios con saberes incomprobables a los sentidos, saberes insensibles. A la segunda sala ya huyo. El padre calla a los chicos, shh! Miren. Hay muchos objetos, obras, y gente que mira en voz alta, en realidad baja pero audible, adorándolos con o sin argumentos, adorándolos a la primera mirada; ya es adoradora la pregunta, digamos, adoración pre-experiencial. A los artistas no hay que admirarlos, hay que comerlos, pienso y ya me imagino salir al barrio a buscar algo.
Algunas esculturas de la muestra me gustan, son perturbadores, son virtuosos, son atentados contra códigos de la forma, son expresivos con potencia muda; la mina esta es grosa. Pero la articulación de su puesta en público instala una forma de mirar sometida… Muchos otros objetos son, ¡oh!, evidentes afloraciones expresivas del Inconsciente, alusiones a la sexualidad reprimida: vanguardia, noticia y fiesta, todo de épocas pasadas. Hoy, objetos que son arte de ser persona, ser único; tuviste infancia, tuviste madre, una relación pasional; tenes inconciente, te psicoanalizaste, te sentís especial. Y toda la superestructura de convocatoria y presentación instala unas condiciones donde se festeja antes de mirar; se venera como modo de estar. Se viene a eso; es la racionalidad de las salas: se venera una posición, no un trabajo. Fetichismo, devoción al artista por ser artista –jerarquías, porque nosotros no lo somos, ni siquiera para mirar. Le pusimos ganas, o sea, positividad de cara a los encares. Pero que alivio salir; la vista contenta ante el hermoso adoquinado de La Boca, los pulmones henchidos y juguetones en la conclusión limpia y clara que decimos después de vámonos: fumar es un placer…
Oscar Guerra

Cristina, Boudou y el trasvasamiento generacional

Martín Arrostito

«Si Iván Heyn es la renovación de los cuadros kirchneristas, deberemos pensar una síntesis entre los conceptos de hegemonía y páramo cultural»

B.S.
Días atrás, en uno de los capítulos centrales de este folletín conformado por los sucesivos episodios de anuncio de las candidaturas para las próximas elecciones (novela de suspenso que despuntó con la de Jefe de Gobierno, que continuó con la suya propia –carente de toda intriga, aunque madre de algunas especulaciones más o menos disparatadas– y que concluyó recientemente, ya sin play time, con la de su compañero de fórmula –aquí sí el suspenso produjo su efecto: confirmar, al menos en esta instancia, quién tiene la sartén por el mango—) CFK recaló sobre un tópico común del setentismo militante: el “trasvasamiento generacional”. En realidad, la trocó por una imagen mucho más accesible al joven al que se le trasvasa (joven al que hay que evitarle las palabras sobreesdrújulas, mucho más las de cinco sílabas): la imagen del puente.
La cuestión es que del otro lado del puente nos esperaba Boudou.
Y no fue una sorpresa, no. Es el Ministro de Economía (y no un militante de un ignoto barrio del conurbano bonaerense). Y el ministro de una economía que —inflación mediante— viene rindiendo frutos para el bolsillo dispuesto al consumo medianamente ligero (o así lo hacen saber los votos). Por otro lado, dice la propia Presidenta, fue el que ideó y llevó a cabo el operativo de recaptura de los fondos de las jubilaciones y pensiones, desde hace una década en espurias manos de AFJPs. Y había sido ya su Nero como pre-candidato a Jefe de Gobierno en Ciudad de Buenos Aires. No fue, entonces, una sorpresa esta decisión que poco contentó tanto a pejotistas como a sectores progres del kirchnerismo. Pero no deja de llamar la atención… (tanto que el vulgo, siempre malicioso, se pregunta si entre ellos… bueno, se entiende… si Amado se la emperna…).
Dejemos de lado otras virtudes sustancialmente inciertas que se están poniendo sobre la mesa para justificar la elección, tales como su lealtad (¿no es raro que le mentan lealtad a alguien que es, por definición, un converso?) o su valentía para enfrentar a las corporaciones, y centrémonos, puntualmente, en dos cuestiones: la del mundo que cambia y la de la juventud.
La primera porque no deja de ser un caso curioso: casi todos los periodistas k/progres encontraron en que Boudou hubiera cambiado (¡así lo justificó la presidenta!) la clave de por qué un (¿ex?) neoliberal era futuro co-conductor del gobierno popular. Sin embargo, textual: “[él vino] a decirme que el mundo había cambiado y que nada volvería a ser lo que era«. Es decir, fue Boudou (el de la UPAU, el del CEMA) el que entendió los cambios del mundo, el que vino y nos los batió; y por eso lo queremos y aceptamos. Pero nunca nadie dijo que él hubiese cambiado. En síntesis: un importante cuadro del capital –sin dejar nunca de serlo– nos avisa que el capital se adapta a los cambios.
Segunda cuestión: su juventud. Porque la juventud no es sino el valor fundante e inherente al (sub)movimiento surgido de aquel no tan lejano 27 de octubre de 2010: el cristinismo, etapa superior del kirchnerismo. Durante el curso de aquellos aciagos días y llegando hasta el presente, la juventud (y su grito de guerra: Fuerza Cristina) se convirtió en sólida base desde la que reorganizar una nueva etapa política. Una juventud que se vuelve nombre propio en cada Juan Manuel Abal Medina, en cada Gaby Mariotto, en cada Juan Cabandié, en cada Andrés Larroque, en cada José Ottavis, en cada Eduardo de Pedro y, por qué no, en cada Agustín Rossi o Martín Sabbatella.
La juventud, entonces, como elemento neural de un cristinismo dispuesto a convertirse en bisagra generacional que deje atrás –incluso, que confronte– la mala política de las corporaciones.
Lo curioso de Amado Boudou como principal expresión del trasvasamiento a la nueva generación no es sólo que, en breve, pisará el medio siglo de vida, sino, sobre todo, su figura al extremo antitética respecto de la del militante nac&pop.
No hay secreto: un tipo de zona norte, Martínez, ponele (aun cuando haya pasado su juventud, la cronológica, en MDP). De chalet en Pinamar. Facha (es decir, los que postulan y encarnan el prototipo de belleza y simpatía). De los que jugaron rugby y hoy prefieren el golf (su compañero en el Buenos Aires Golf de Bella Vista: Guillermo Montenegro). De los que usan pilchas caras y aman la guita. Alguien que se da sus gustitos (tipo el Mini Cooper o la Harley-Davidson amarilla, con calcomanías de llamas). Y en menos de diez, puede ir de Puerto Madero a Palermo Hollywood a encontrarse con sus cófrades del peronismo vintage (allí, en sus bares, uno puede encontrarse de Cabandié a Tomada o Coscia. Felletti y Kunkel, dos fijas. Y ni hablar de los chiquis de La Campera). Alto consumo en guerra con el capitalismo: una ecuación compleja que sólo el cristinismo, etapa superior del kirchnerismo hasta hoy está pudiendo descifrar.
El compañero Amado Boudou, entonces, como expresión de la Juventud Maravillosa de nuestra etapa y como horizonte de todo mocetón argentino que desee encontrar en la política mosca y buena vida. En el envés, será, quizá, hora de empezar a preguntarse quién trasvasa qué a quiénes.

Notas de coyuntura

por Diego Sztulwark



1. La mirada en alto, hacia el palacio

El sábado cerraron las litas de candidatos en todo el país. Nada que decir que no se diga en los diarios. El país ha vuelto a mirar hacia arriba. Una docena de personas monopolizan actos y opiniones relevantes. En efecto cascada se escalonan, luego, niveles de significancia a través de la visibilidad mediática y el manejo de la información. Como hace tiempo no ocurría, la ilusión decisionista desplaza las condiciones materiales de posibilidad de la institución de lo social. Ha vuelto la política.  
Sobre “nosotros” sobrevuela una mirada incómoda. Hablo desde la experiencia del Colectivo Situaciones, pero como parte de un movimiento mucho más amplio al que se denomina alternativamente como “libertarios extremos”, “autonomistas”, “dosmilyuneros”, etc. Deberíamos haber aprendido la lección. Del fracaso. Se entiende: nuestra ilusión era –y quizás lo siga siendo- la multiplicación de los espacios de politización autónoma. No deberíamos seguir insistiendo dado que, según se afirma, la realidad ya nos refutó. En partes es verdad: en las condiciones actuales existimos menos. Afirmación inquietante: las condiciones podrían cambiar.
En una entrevista reciente, Ernesto Laclau hace una genealogía muy clara al respecto. En los años setentas las izquierdas nacionales no pudieron radicalizar la democracia porque se cruzó el obstáculo revolucionario, guerrillerista. En la etapa actual, en cambio, dice, los “libertarios extremos”, que subsisten, no constituyen un riesgo serio.
Resulta asombroso que no se haya logrado aún borrar del todo las sombras de un 2001. Que sobreviva su marca en los discursos de los forjadores del nuevo orden.     
2. La escucha kirchnerista
El panorama político actual nos cuenta como “kirchneristas”. Horacio Gonzalez en un libro reciente recuerda que “kirchnerismo” es un nombre provisorio para un frentismo en gestación.
Somos, como se diría en otra época, “objetivamente” kirchneristas en tanto estos ocho años han ocurrido muchas (no todas, ni de cerca) de las cosas con las que estamos identificados. Sobre todo, se ha escuchado a muchos movimientos (sociales, de derechos humanos). De un modo inesperado se nos ha tomado en cuenta. Aunque no seguramente como hubiésemos querido (somos no-kirchneristas subjetivamente). Lugar imposible si los hay. Alguien dijo “somos anti-anti-kirchneristas”. Difícil pero contundente. Mas coloquial sería admitir: “somos kirchneristas a pesar nuestro”. Es decir: no nos constituimos como tales, sino que la realidad insiste en colocarnos ahí. Pero esto no es exacto: registra pasividad donde lo que hay es actividad.
Tal vez habría que describir nuestra situación en estos términos: hemos contribuido con nuestras prácticas a identificar un sujeto (fragmentado, plural, pero sujeto al fin, como admite una década después Laclau) y una subjetividad (plebeya, justiciera, resistente, ávida de producción de sentido y en ruptura fuerte con la tradición peronista anterior) que hoy se retoma con fines que entonces no imaginábamos.       
3. El populismo vuelve más peronista que nunca
Estos días la prensa kirchnerista de estricta observancia se embarca en delimitar los términos para la actual fase de constitución de este frentismo. Su consigna es: pasar de la polaridad negativa “pejotismo-progresismo” (que sostuvo el propio Nestor Kirchner durante su primera tentativa de “transversalidad”) hacia una polaridad positiva peronismo-kirchnerista, o mejor, kirchnerismo como vía de recuperación del peronismo tout court. ¿Quiénes argumentan así? Personajes de muy diferente procedencia y relevancia: Ernesto Laclau, Jorge Coscia, el secretario oficial Zanini, Artemio López. Artillería intelectual en polémica con el citado González y el grupo de Carta Abierta.
Ante el cierre de listas, que para muchos hay que leer en clave de un atrevido desplazamiento de la vieja estructura del PJ y de la CGT, dice Artemio López: Cristina amplía su crecimiento electoral hacia el centro derecha, y pone a trabajar al centro izquierda cristinista que representa un 5% del electorado con un enorme potencial de producción simbólica al servicio del peronismo real emergente.
4. Mutaciones 
Entre las novedades se encuentra la corporización del significante juventud en el candidato a vicepresidente y ministro de economía formado en el CEMA Amado (Aimé, dicen que se pronuncia emé) Boudou. Al ministro se le debe, según la información que trasciende hace al menos un año, una medida fundamental: la nacionalización de los fondos de pensión. La incorporación de esos fondos a las arcas del estado constituyó un enorme acierto en múltiples frentes. Permitió, sobre todo, anticipar la escases de financiamiento internacional para la Argentina ante las magnitudes de la inminente crisis global. Como corolario nada menor creó las condiciones para una política social activa (jubilaciones, crédito y, sobre todo, la Asignación universal por hijo).
De cuna política ultraliberal (Upau, juventud universitaria de la UCDé, de Mar del Plata) emé había llegado al gobierno (Anses) de la mano de otro ucedeista “joven”, Sergio Massa. Desde entonces cobró un protagonismo mediático inédito. Precandidato a jefe de gobierno en Capital Federal apoyado por la CGT de Moyano y por las Madres de Plaza de Mayo de Hebe de Bonafini.
Emé, se nos dice, tiene galardones económicos y políticos suficientes. ¿Suficientes para qué? ¿Para asegurar una lealtad institucional que faltó en Cobos o para proyectarse como rostro emblemático de la etapa por venir del kirchnerismo en el gobierno?
Las palabras de consagración de la presidenta repararon, sobre todo, en la capacidad de emé para reparar en las transformaciones epocales. El mundo ya no será el mismo luego de la crisis, nos avisa. Emé no es dogmático. La presidenta dijo que “no tiene miedo”. No es poca cosa. El capitalismo argentino no se renueva ni se reforma sin enfrentar temibles resistencias de los poderes más conservadores (ya lo mostró la 125). Poderes que han mostrado, además, su aptitud asesina (como lo viene sosteniendo hace décadas el filósofo argentino León Rozitchner).
Nos detenemos un momento en esa doble condición de emé. De un lado, su capacidad de mutación es puramente racional o, para retomar la lengua que usábamos antes, objetiva. Se anoticia de las transformaciones que el capitalismo precisa incluir para avanzar, para seguir siendo. De otro lado, sabe que no hay posibilidad de innovación y reforma sino de la mano de una presidenta cuya gestualidad demanda autentico coraje. Esos “huevos” que aparentemente faltaron (no tanto al vicepresidente Cobos considerado “traidor” antes que cobarde) como al entonces canciller Taiana y, de modo eminente, al temido e imprescindible Gobernador Scioli.
Como Kirchner, emé es valiente en sus razonamientos, audaz en el sentido de la oportunidad y plástico a la hora de asumir cambios de escenario. Pero a diferencia del ex presidente, Emé no parece (tal vez entre quienes lo conozcan primen otras percepciones, como en el Juez Zaffaroni) ser un tipo de convicciones y por eso no le cabe siquiera la figura del converso. Y este es un poco el problema que tenemos con emé. No nos cierra, porque le falta algo para llegar a la categoría de “traidor a su clase”. Le falta algo así como un relato de conversión. No ya una exposición sobre las modificaciones sobre los mercados, sino alguna palabra de espesor subjetivo.
5. ¿Quién se le anima a Grobo?
Conversando con Alejandro Kaufman recibí de él una idea que ya estaba en condiciones de pensar por mí mismo. No es cierto que el kirchnerismo abarque todo el espacio de la izquierda. Sucede más bien que en nuestro país la izquierda (la partidaria, dogmática, militante y de bandera roja sobre todo) tiene un modo derechista de ser de izquierda. ¿Qué quiere decir esto y qué consecuencias trae para nosotros?
Alejandro decía más o menos esto. Entre nosotros no hay una izquierda –que sepa ocupar su lugar izquierdanamente, sí la hay de las otras- ni una derecha, en la medida en que la derecha realmente existente se desentiende (históricamente y en el presente) bastante de la tarea de producir hegemonía política. Las clases dominantes argentinas serían así rentistas, endógenas, propiciatorias de unos negocios concentrados que excluyen a las mayorías de modo estructural. En otra época contaban con el terror militar, hoy con el terror económico y mediático. Pero no hacen política. Se entusiasman con las épocas “no-políticas” (menemismo) o defienden a medias a los nabos que intentan representarlos (la llamada “oposición” a los gobiernos k). Si quisieran pondrían en la cancha a sus verdaderos cuadros. Como Grobo (¿Quién se anima a discutir con él sin hacer papelones?).
6. ¿Desde dónde, entonces?
La izquierda de derechas no duda en aliarse tácticamente a las derechas y en usar estéticas tinellinianas. Hasta ahí Alejandro. Seguimos nosotros. ¿Cómo sería una izquierda de izquierda? Ante todo, no sería una izquierda abstracta. Quiero decir: no nos invitaría a revoluciones imposibles. Como dice Rozitchner, el imperativo de las izquierdas consiste en revisar su régimen de certezas. Si estábamos seguros de nuestros razonamientos en los setentas y las relaciones de fuerza se mostraron desfavorables, ¿no deberíamos cuestionarnos, ante todo, el modo de elaborar nuestras certezas estratégicas actuales?
¿Desde dónde se enuncia entonces, concretamente? No somos pocos los que enfrentamos un desafío en varios planos simultáneos, o el de ser muchas cosas simultáneamente: objetivamente kirchneristas (en el sentido de que el nombre “kirchnerismo” circula como sinónimo de reformas sociales reales o deseadas); subjetivamente no kirchneristas (dedicados a problematizar lo político en un sentido autónomo y no a festejar el modo en que el kirchnerismo organiza estos deseos de reforma); anti-anti-kirchneristas (porque no nos confundimos con quienes se oponen al kirchnerismo por vincularse con este deseo de reformas).
A la vez somos de izquierda porque queremos ir a la raíz con las transformaciones, y no vemos otro camino que apuntar a un trabajo igualmente radical de las subjetividades políticas en juego. Pero no somos de “izquierda” porque vemos en la abstracción que la signa profundamente una marca de la derrota que no le permite superar un paradigma ultra-racionalista e ineficaz de movilizar estas subjetividades.   
El kirchnerismo toma el discurso de la reforma. Mas que desconfiarle (y eso que le desconfiamos) se trata de tomarle la palabra para volverla todo lo eficaz que se pueda en campos como la no represión, la lengua contra el ajuste, la escucha a las luchas y movimientos, el declamado programa reparador. Pero esto no es posible si uno embloca al kirchnerismo como una sola cosa (cuando, precisamente, hay que interpelarlo en su pluralidad inorgánica). Tampoco es posible si no se lo manosea un poco. Todo exceso de temor, desagrado, admiración o celebración mistifican la escena. Y al mismo tiempo se trata de desarrollar espacios/tiempos autónomos. Con capacidad de mundo propio (esto es fundamental), de confrontación (contra el modelo sojero, el gatillo fácil, los proyectos mineros, la inflación, la especulación financiera e inmobiliaria, el racismo y la economías de sobreexplotaciones, etc.) y de negociación simultáneas. No refugios anti-políticos, sino situaciones infrapolíticas (micropolíticas capaces de problematizar, investigar, intervenir buscando efectos macro) resistentes a la integración al código de la macropolítica.  
Este “desde dónde” autónomo, osado, metido en la realidad, concreto, se sigue reinventando. Pero lo hace por “procesos” antes que partiendo de una visibilidad estándar. Tal vez porque la visibilidad que se nos ofrece sea uno de los peligros mas riesgosos para estas infra-políticas.

Producir realidad (Nueva emisión de OndaPrecaria)

Respeto y dinamización en el 15-M
“No somos una idea, somos un hecho, producimos REALIDAD. Somos una nueva forma de vida vertebrada por el pensamiento colectivo y unida a una NUEVA FORMA DE GESTIÓN de lo comunitario, lo público, lo político. Basada en tres únicos pilares: la inclusividad absoluta de cualquier persona, el respeto como forma de convivencia, y la horizontalidad asamblearia como mecanismo de decisión”.
Así dice un texto presentado desde la comisión de pensamiento a la asamblea de la acampada de Sol, en pleno mes de mayo, sintetizando probablemente algunas de las formas de hacer más singulares y potentes del movimiento 15-M. Pequeñas invenciones que merece la pena subrayar, valorar, pensar.
Para ello, ayer viernes conversamos con personas que participaron en las comisiones de Respeto y Dinamización de la Acampada Sol. Juntos comenzamos a explorar un pequeño abecedario sonoro del movimiento 15-M: respeto, consenso, inclusividad…
Si quieres escuchar el programa, visita nuestro espacio en la URCM:
También puedes visitar nuestro blog: http://ondaprecaria.com

15M x 2

“Temblad, temblad, malditos”

 
No es un sueño, es un despertar. Señor Felip Puig usted es feo. Hay personas feas que son extraordinariamente hermosas. No es así en su caso. Su fealdad es  la de la mentira y del engaño. Cuesta mantener la cabeza fría cuando pasan tantas cosas tantos años deseadas. Recapitulemos. Miles de personas toman las plazas y empiezan a organizar otro mundo. La gente sonríe y se junta. El presidente de un parlamento debe ser traído en helicóptero a la jaula principal del Parque Zoológico porque la gente bloquea la entrada. Los desahucios se detienen. Y un grito ensordecedor se deja oír: “Basta ya. Queremos vivir”. Los que toman medidas contra nosotras, los que gestionan esta realidad en crisis no han entendido aún lo que está sucediendo. Sencillamente, el miedo ha cambiado de bando. Ahora son ellos los que a la defensiva no saben qué hacer y agitan patéticos sus verdades ridículas. Pero ya (casi) nadie les cree.
Tomar las plazas nos permitió levantar una posición en lo que antes era una mar de soledades. Con esta posición ganada pudimos organizar una resistencia colectiva ante las olas de intimidación y de ignominia. Poco a poco fue surgiendo un movimiento que si bien se enraizaba en el espacio ocupado, iba más allá ya que tomar la plaza significaba en definitiva estar emplazado y comprometido con una lucha que no tiene vuelta atrás.  Ahora al desbordar las plazas e infiltrarnos en los barrios, en las empresas, al hacernos incontables en incontables manifestaciones nos hemos constituido en fuerza política. Se trata de una fuerza política nueva que ha descolocado a todos porque es un auténtico puñetazo sobre el tablero de juego. No es una opción política más sino una fuerza política cuya sola presencia obliga a replantear las mismas reglas del juego democrático. Por esto nos acusan de populismo fanático, de hacer antipolítica. Se equivocan, no es antipolítica sino crítica de la política, es decir, invención de otras formas de vida y de gobierno. Cuesta llegar a pensar la radicalidad que comportan los principales lemas del movimiento del 15 J: “No somos mercancías”, “No nos representan”, “La calle es nuestra”. Incluso la frase “el pueblo unido jamás será vencido” adquiere en este momento una credibilidad insospechada ¿Cuántos años hace que no se oía la rabia digna? Evidentemente, estos gritos – y sobre todo querer materializarlos – es inadmisible para el poder. De aquí que desde hace semanas su única obsesión sea acabar con esta peste que se extiende como una pesadilla. Porque para ellos nosotros somos la peste, el Mal absoluto que desafía el Bien (la democracia, el sentido común), la verdad insoportable que hay que erradicar del espacio público.
¿Cómo acabar con una fuerza política cuya única existencia deslegitima día a día el Estado de los partidos? ¿Cómo acabar con una fuerza política que lentamente agujerea esta realidad opresiva y obvia que nos ahoga? El procedimiento es conocido puesto que el poder  en el fondo siempre actúa igual. O destruye o integra. En nuestro caso, la destrucción ha pasado por convertir en problema de orden público lo que es un desafío político, en aislar dentro del nosotros el grupo de los malos y así dividir el movimiento. Ésta ha sido la estrategia puesta en marcha especialmente después del bloqueo del Parlament en Barcelona. La integración ha venido posteriormente al constatar el éxito inaudito de las manifestaciones que proclamaban “La calle es nuestra, no pagaremos su crisis”, a pesar de la impresionante campaña mediática de aislamiento. Vestida de un paternalismo cínico y asqueroso, la integración pretende  sencillamente imponer un proceso de identificación que normalice por fin esta fuerza incontrolable  e imprevisible. “Todos los partidos pactan llevar al Congreso propuestas del 15-M” (Libertad digital 22 de junio 2011). La estrategia de la “comprensión”, de la “escucha”, empieza cuando ya no hay más remedio.  “Escoged vuestros portavoces, formulad un programa concreto, confiad en la democracia parlamentaria…”. Se trata de una llamada a salir de la noche, a definirse mediante las mismas reglas que rigen esta realidad. Ahora la destrucción se hace más sofisticada ya que el proceso de despolitización puesto en marcha es, paradójicamente, una coacción para que haya un retorno a la política clásica, para que abandonemos una política nocturna hecha en primera persona. “Si sois buenos retocaremos la ley electoral. Pero volved a la casa del sentido común. Mejor la democracia imperfecta que el caos”.
No sabemos si estas estrategias tendrán éxito, lo que sí sabemos es que ambas se apoyan en una movilización de la opinión pública. Este es nuestro punto débil: la dependencia respecto a la opinión pública. Hemos llegado a imponer una coyuntura política y, en cambio, muchos de nosotros aún creen que la opinión pública existe y no es así. La opinión pública se produce y  se conforma según conveniencia. No existe significa, pues, que  se trata de una  mera construcción realizada mediante los medios de comunicación que, en la actualidad, son auténticos dispositivos de poder. La opinión pública es simplemente el público. El público que sostiene el espectáculo. La batalla por construir la opinión pública no es por tanto la nuestra. Nuestra batalla es por deshacer la opinión pública: eliminar el público. ¿No gritamos durante las manifestaciones “No nos mires, únete”? “Nadie nos representa” en el fondo quiere decir que para nosotros no hay opinión pública. De hecho es lo que en la práctica hemos comprobado. El uso de internet al permitir mostrar otras verdades hace saltar por los aires la construcción política de la unanimidad reaccionaria. La fuerza política que surge con la toma de plazas no tiene nada que ver con la opinión pública, sí con una interioridad común que todas presentimos. Esta interioridad común es el propio querer vivir cuando se gira sobre sí mismo, es decir, cuando comprende su dimensión colectiva. Nadie sabe qué puede la interioridad común cuando se exterioriza como desafío frente a la inexorabilidad de lo que hay. Lo importante es estar conectados con la interioridad común y entonces seguramente nos daremos cuenta que nuestros mayores enemigos son los viejos discursos políticos, el aburrimiento, y el miedo al vacío.
La fuerza política que surge como fuerza del anonimato no puede ser encerrada en el antiguo molde llamado “nuevo movimiento social” ya que   nada tiene que ver con sus prácticas siempre prisioneras de un doble lenguaje:  defensa de una identidad, traducción política de la reivindicación, denuncia de la criminalización en términos victimistas. La fuerza del anonimato constituye también un desvarío para los intelectuales y ellos han sido los primeros en postularse para reconducirla: “anuncio de un nuevo contrato social”, “estímulo para regenerar la democracia”, “bienvenida si rechaza toda violencia”… (Abro un paréntesis: es curioso el despertar súbito de tantos intelectuales dormidos por comer demasiado bien. Uno de los ejemplos más divertidos es el de un gurú de la sociedad-red de pensamiento banal y mediocre, que después de apoyar a los socialistas con sus consejos y viendo llegada su derrota, decide apoyar a la derecha catalanista y culmina su transformación paseándose por la plaza tomada para seguir impartiendo lecciones.¿De qué?) Esta fuerza política que estamos viendo nacer no es comprensible mediante las dualidades usuales: dentro/fuera, militantes/no militantes, construcción/destrucción puesto que su mayor mérito es inventar la gestión de una acción política paradójica en la que, en último término, tendría que poder caber tanto la organización de un referéndum contra los recortes sociales y económicos, como la defensa de los bloqueos y expropiaciones, Dinero Gratis.
Si la fuerza del anonimato atraviesa, en el sentido de profundizar, el impasse de lo político, lo hace cortocircuitando efectivamente la oposición tradicional reforma/revolución. De aquí que hablar de querer radicalizar el movimiento del 15 M sea un planteamiento equivocado sobre todo por anticuado. No se puede radicalizar lo que ya es absolutamente radical. ¿Se puede ir más allá de un NO que involucra anticapitalismo, crítica de la representación, y una pasión por dar veracidad a lo que se hace? En todo caso, lo que sí se puede es contribuir a colmar déficits políticos (la toma de decisiones, la invención de dispositivos organizativos nuevos…). Pero, sobre todo, lo que es fundamental es ayudar a que la fuerza del anonimato expulse de sí el miedo a su propia fuerza. Tenemos que ser capaces de separar este nosotros plural y diverso que se hace presente en cualquier lugar de lo que es la opinión pública. Esto es especialmente importante por lo que hace referencia a la violencia. Una fuerza política si quiere tener efectividad debe saber posicionarse en relación a la cuestión de la violencia. El  movimiento del 15 M con su resistencia pacífica ha sido capaz de desenmascarar la violencia de “lo democrático”. La democracia no es “lo democrático”. “Lo democrático”, que es la democracia verdaderamente existente,  consiste en una especie de pasta pegajosa mediante la que nos envuelven para atarnos mejor a la realidad. En “lo democrático” caben desde las normativas cívicas a las leyes de extranjería, pasando por la policía de cercanía que invita a delatar. “Lo democrático” es una mezcla de Estado-guerra que hace de la política una búsqueda permanente de enemigos a eliminar, y de fascismo postmoderno que reduce la libertad a opciones personales y admite la diferencia sólo si es claudicante. “Lo democrático” es el aire que respiramos. Se puede mejorar, limpiar, regenerar – y los términos no son casuales – aunque nunca nos dejarán probar si podemos vivir respirando fuego. “Lo democrático” es, en sí mismo, pura violencia en su doble cara: represiva e integradora; así como también la coartada de la violencia que se autodenomina legítima. Desde esta constatación es evidente que ante la pregunta de si condenamos o no la violencia, debemos callar.  Callar ya es una manera de hablar. Porque la mayor violencia la ejerce quién decidiendo qué es la violencia pretende obligarnos a que definamos en relación a ella.
Tenemos que asumir la violencia que la fuerza del anonimato, en tanto que fuerza política, necesariamente comporta. Tomar una plaza es abrir un espacio de libertad en la realidad; tomar la palabra es interrumpir el monólogo del poder; poner el cuerpo es resistir absolutamente porque un cuerpo en lucha puede llegar a ser destruido, pero nunca vencido. No tengamos  miedo a estar solos ni a fracasar. Dirán que el movimiento del 15 M se ha degradado, que ya no es lo que era. Luego añadirán que “todo nos separa”, que somos incapaces de ponernos de acuerdo, de llegar a propuestas concretas. Es la vieja música del poder, esa melodía triste e impotente que sirve para hundir cualquier atisbo de crítica nueva. Su extrema eficacia reside en que conecta con nuestros propios miedos, especialmente el miedo a experimentar. Nada está cerrado ni la realidad aunque se presente obvia, está definitivamente clausurada. Cuando nos acusan de haber traspasado una línea roja tienen ciertamente razón. La peste se extiende. Dos ejemplos recientes. El rectorado de la Universidad de Barcelona tuvo que anular la entrega de la medalla de oro (4000 euros) a un antiguo presidente de la Generalitat, porque según dijo, era imposible asegurar el carácter académico del acto. En la junta de accionistas del Banco de Santander, un infiltrado denunció tanto la corrupción como el papel jugado por el banco en la economía del país. Efectivamente, los apestados llegan cada vez lejos con sus provocaciones. Estamos ante un cambio histórico, el temido despertar político mundial que anunciaba el consejero de tantos gobiernos americanos y cofundador de la Trilateral, Z. Brzezinski. El Sr. Felip Puig ha decidido formar una nueva unidad de la policía especializada en la lucha contra la guerrilla urbana. Una vez más se equivoca. Para terminar con la peste tiene que empezar a fumigar las plazas, las universidades, las escuelas… todos los emplazamientos en los que el querer vivir se hace desafío. La peste lleva cada vida al extremo de sí misma, quita las máscaras, sacude la inercia de la normalidad. Hasta ahora nos han regalado el miedo para vendernos seguridad. Esta ha sido la historia de las sociedades capitalistas. ¿Pero qué seguridad pueden ofrecernos cuando nos han robado el futuro? Sin futuro, el miedo desaparece. La realidad, esta realidad injusta y miserable, nos hace cada vez más valientes.
Santiago López Petit

#noalcanon -Sobre la ley pichetto

== ¿Qué es el canon digital? ==
Es un gravamen que afecta a dispositivos de almacenamiento y reproduccion digital o analógica: CDs y DVDs, grabadoras de discos, reproductores de mp3, teléfonos ceulares, tarjetas de memoria, discos rígidos, cámaras, etc., y que en algunos casos podrían aumentar hasta un 75% su precio actual.


No es un impuesto ya que lo recaudado no se reinvierte en la sociedad ni es …recolectado por el Estado, sino que se deriva directamente a asociaciones privadas (AADI, ARGENTORES, CAPIF, DAC, SADAIC, SAGAI y SAVA) que gestionan la recaudación de dinero por reproducción de obras bajo sus propias normativas (¡incluso las libres!).

== ¿A quiénes afecta? ==
La medida perjudica a consumidores y artistas de igual manera, ya que el proyecto presentado por los senadores Pichetto y Giustiniani no incluye pautas administrativas para distribuir lo recaudado entre los artistas y desincentiva el consumo de la tecnología afectada debido a los altos costos.

Al momento de redactarse esta nota, el «No al Canon» lleva mas de 500 personas
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== ¿Por qué no deberia aprobarse? ==

Porque va en contra un derecho básico al hacer una presunción de culpabilidad, cuando en realidad la Constitución nos asegura a todos el derecho a la inocencia.

El proyecto aumenta la brecha digital y cultural, dificultando, aún más el acceso a medios de almacenamiento a personas de bajo recursos.

No pone en consideración a las instituciones educativas, ni al proyecto Conectar

Igualdad. Una ley muy similar fue declarada inconstitucional y derogada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Esta ley que ya se había intrumentado en varios países de Europa no cumplió con los objetivos que justificaron su aprobación.

En la sesión realizada el día 28 de junio no se les permitió hablar a las voces que se oponían al Canon, por lo que sólo se oyeron los testimonios de quienes están a favor del mismo.
De aprobarse el proyecto, el poder ejecutivo puede incluir nuevos medios sin pasar por un proceso legislativo.

== ¿Cuándo se procederá con el tratamiento de la ley? ==

Hoy miércoles 29 de junio a las 14 hs, en el Senado de la Nación.
Último momento: se postergó el tratamiento de este proyecto por «la multiplicidad de voces contrarias a esta iniciativa que se plasmaron recientemente en el ciberespacio«

F+T: Yes we can (un proyecto de clara orientación nacional y popular)


F+T: Yes we can
(un proyecto de clara orientación nacional y popular)

Apuntamos a captar el voto joven con un estilo aggiornado y descontracturado,
pero también recordamos que Buenos Aires era una ciudad con inquietudes
hasta que apareció la versión del ‘no se puede’ de Macri
FBM

“Yes we can”. “Yes we can” (¿F+T= Obama?) Sí, se puede. Sí, se puede. Voz amigable, de película argentina de los ’80 (que te puede recomendar tanto un Renault 12 o un televisor Hitachi como marcarte que los argentinos somos derechos y humanos). Inconfundible voz de porteño amigo. Progre. Producto nítido de “esta ciudad, nuestra Buenos Aires”. Gentes audaces y llenas de ideas. Que hacen posible lo imposible. Gente que proyecta sueños…
Hasta que llegó a “nuestra ciudad” el no se puede. ¿Qué no se puede? Construir más subtes: ordenar el tránsito: ocuparse de lo pobres (ellos que, en el fondo, ocupan “nuestra Buenos Aires”). ¡Qué escalafón, mamita! ¿Será que los audaces viajan en subte? ¿Será que los llenos de idea van en coche? ¿Será que les joden los pobres, tanto como les jode que no se hable de los pobres como un problema importante, entre otros, a resolver: un problema como la Educación, la Inseguridad, la Corrupción? En cualquier caso: no se puede. No se puede. No se puede.
¿Viste que se podía?: qué extraña y torpe aparece escrita esa frase en la pantalla con signos de interrogación en lugar de la esperable forma exclamativa, sutil alteración que vuelve absurdo el ya muuuuy básico contrapunto. La frase está dicha por una voz cada vez más afirmativa, que bordea lo épico. Pero el tono ameno y progre no dice nada novedoso: impugna las excusas y habla de trabajo; en realidad, alega “no paramos de multiplicar” la palabra “trabajo”, como si transparentara que su diferencial en términos políticos fuera la repetición y el machaque de ciertos enunciados: el hacer es decir que hago una y mil veces, hasta que todos queden convencidos y contentos y con ganas de decir ellos mismos “¡cómo hace, éste!”. Notable gramática de la acción política…
Por otra parte, y en términos visuales, ojo: el decir “no más excusas: trabajo” no significa tirar de un carrito o picar una pared o ningún remedo de aquella tan porteña imagen de “hombrear bolsas en el puerto”. No, no: “trabajo” significa, en este caso, vestir corbata y tacos altos: esa es la gente que hay que poner, gente que sepa hacer las cosas en ésta, “nuestra ciudad». Todo un estilo: de político, pero también de auditorio, de vecino, de auditorio, de votante.
Y no somos nuevos, no. Hace ocho años que gobernamos del mejor modo para estas gentes. Somos los que hicimos el recorrido del Fracaso (¿de cuál de los fracasos se hablará, exactamente?) al Futuro. Y a cada uno de los lados de la palabra “Futuro” quedan fundidos los rostros informalmente dibujados –aunque en plan gigantografía publicitaria, sobre el paisaje urbano– de Filmus y Tomada. De arriba, en una especie de batiseñal, alumbra Cristina, como una diosecita que los dota de poder y de votos; una diosecita pobre viuda, con cara sonriente de estampilla. Con cara de ícono popular: cara que podría ser la de Gardel o la del Diego, pero es la de Cristina.
Y, así, como quien dice “sólo la puntita”, piden cuatro añitos y prometen grandes cambios. Un hallazgo, ¿no?: explicitar una temporalidad. ¿Cómo no vamos a poder cambiar la ciudad en 4 años? Promesa de vértigo, de velocidad, de eficacia. Y claro que es posible creer, si la diosecita garantiza, además de votos, plata, mucha plata: plata nacional que traspasará los muros porteños, dispuesta a comprar todo lo que haga falta para ponerle buena onda a “nuestra ciudad” –en la que está claro que con bicisendas no alcanza… Al margen, curioso: los candidatos sugieren lo contrario del imaginario peronista-populista de la perpetuación en el poder: te pido sólo 4 años. Estaría buenísimo que fuera así, ¿no?
A los escépticos, entonces, decile Sí, se puede. Con Filmus + Tomada. Qué ahora están a punto de devenir remera (como le pasó al Che Guevara… Pero ¿quién se pondría una remera de Tomada? Bueh… ¿y de Filmush?).
Pero antes aparecen otra vez, los signos identitarios de “nuestra Buenos Aires”: el Obelisco (esta vez engalanado con los colores patrios) y el subte. El subte es, indudablemente, el símbolo de Buenos Aires: el spot lo privilegia como tema y lo aúna al Obelisco en las camisetas. El subte es, además, y en todos los casos, línea B (rojo): ni el Sur (E), ni el Norte palermitano (D), invoca al centro geográfico –Caballito, Belgrano, la línea del Lacroze, de Agronomía a Devoto– de ésta, “nuestra ciudad”, afianzando la intención de apuntar al medio-medio. El subte es, finalmente y en su última y remeril aparición, estación Carlos Gardel. Porque Buenos Aires –sea con Macri, con F+T o con Solanas— es, ante todo e irremediablemente, una ciudad global, una ciudad productora de signos. Una Ciudad Marca.
F+T, si de marcas hablamos (y lo propuso el mismo tipo que ideo la K como registrada de la primera década del argento siglo XXI). Con todo: ¿cumple el + la función de la cruz? Cruz roja (violeta, en rigor de la verdad), Filmus y Tomada como cruzados, en progre y santa batalla contra el ma(l)crismo. Sus rostros-remera advierten que llegaron “los que sí pueden”. Un “yes we can” fundido sobre una bien blanquita y pulcra imagen, el blanco de fondo sobre el que se inscriben, finalmente, los nombres y el slogan. Blanco bueno, en este caso lo opuesto queda flotando en forma de ausencia pero también de interrogante: ¿la ciudad deseable es blanca?
¿En qué medida hay aquí un diálogo, un contrapunto, con el tipo de diseño PRO? ¿En qué medida no es este spot un elemento más de una serie tan pero tan vieja que puede conducirnos hasta los tempranos años ‘90, más precisamente a la campaña presidencial de 1989? En aquel entonces, la consigna central de la campaña de Eduardo Angeloz era “se puede”. El peronismo, ya con Menem a la cabeza, le contestó con una canción al estilo canchero –de cancha– que decía: “se puede todo el día, se puede todo el año, parece que pidieran permiso para ir al baño”. El prolijo y progresista ¿viste que se podía? de F+T, con su música de fondo tan obvia como anodina (tono menor para “lo malo y el pasado”, tono mayor para “los buenos y el futuro”, nada de clave de candombe, nada de tambores de murga, nada de cancha), no deja de cargar en sus espaldas –y en la serie es imposible no colocar la derrota cercana de 2007, por más lavados de cara y apoyaturas nacionales que se ensayen– las resonancias y los fantasmas de aquel radicalismo ochentista en retirada.

Presentación de Instantáneas, de Franca Sui


Los cuatro textos que siguen son «Volumen eterno», el primero de los textos de Instantáneas y tres textos que se leyeron el martes 28 de junio, en La Casona de Flores, con motivo de su presentación.


Volumen Eterno
Todos tenemos el mismo problema. Lo decimos diferente. Pero al final estamos todos mirando al vacío o por una ventana sin animarnos a tocar nuestra propia puerta para abrir desde adentro. Porque no creemos que haya realmente nadie del otro lado. Escucho gente, todos diciendo lo mismo: estoy solo y no creo en nadie ni en nada y también estoy desesperado por creer y se me acaba el tiempo y el celular me hace loop de llamadas por favor decime en qué creer decímelo o no pasa nada realmente no es que me vaya a matar o nada parecido no va a pasar ABSOLUTAMENTE nada y lo sabes y lo sé pero te pido pordios que me des algo en qué creer. Andamos por las aulas y las fiestas, los bares, como vagabundos adinerados. Mi gente se mueve como sombras de algo que no termina de pasar. Somos zombies melancólicos. No asustamos a nadie pero a mí me da miedo igual. Las caras pálidas, la desesperación latente; hay un mínimo de energías todavía circulando y no encontramos un punto en común para hacerlas coincidir y que pase de una buena vez algo, alguna puta cosa en este mundo. Las energías no encuentran cómo coincidir. Ese es nuestro problema. Son pocas y no se encuentran. Alguien bajó el volumen del mundo y estamos todos tratando de encontrar la perilla. No creemos pero intuimos, sólo intuimos que nuestras voces salen todas por el mismo ampli, pero hay disonancia y los oídos sufren en soledad. Qué ruido espantoso, dice mi mamá. Y yo no tengo nada que decirle porque sinceramente ya me quedé sorda. O más bien ciega. Andamos como cieguitos buscando la maldita perilla para hacer coincidir nuestros dedos en una dirección, la que sube el volumen, la que le da un mismo sentido a la flechita del volumen, la flechita que se hace gorda cuando sube, cuando es más. Más abajo el volumen no es materialmente menos, solamente está todo contenidito, amordazado por los bordes despóticos de la flechita, escuálida ella, dándole forma como le indica el manual del usuario: Gire la perilla hacia la izquierda. El manual lo dice todo y nos muestra los dibujitos como si fuéramos idiotas. Nonono. No es cuestión de dibujitos. ¡Somos ciegos, imbéciles! No se dieron cuenta? Necesitamos afilar el oído, entender el tacto, cruzarnos en un pasillo y guiarnos hasta ahí. Pero no reconocemos formas ni flechas. No queremos tu puto manual. Queremos abrazarnos en un volumen eterno. Y nos han sacado los ojos.

Mi genio amor/Pablo Fernández
El lenguaje de la vulnerabilidad fragiliza. Y te encuentra con tu propia vulnerabilidad. Una tristeza medio extraña. Hay tristeza por identificación. Pero, al mismo tiempo, hay una lejanía de la historia, de quien escribe. Tristeza próxima y lejana al mismo tiempo. Juego ambiguo de la identificación. Que nos hace sentir que también nosotros podríamos haber escrito esas mismas palabras. Tanto el lenguaje utilizado como lo expresado en ese tipo de escritura nos hace sentir capaces de decir exactamente lo mismo. Tal vez es la falta de pretensión de estilo, la simpleza.  Llanura del texto que permite transmitir sentimientos de una manera muy directa. Escritura que me hace pensar. Por ejemplo, al leer la intimidad del otro (de la otra) me hace dar cuenta de que la propia intimidad es menos especial de lo que creía. Escribir sin recaudos, sin calcular la propia inhibición que da escribir, nos muestra capas de la vida de Alejandra a la que no podríamos acceder de manera directa en su presencia. Pero ¿qué es conocer a alguien? Al leer Instantáneas, Ale se da a conocer (eso nos hace creer) de un modo desmesurado. Leer Instantáneas da sensación de ganas de escribir. De tomar alguno de estos cuentos y de continuarlos. Instantáneas revela un secreto compartido que nos concierne a todos. Cuenta algo que era difícil de contar sobre nuestras existencias. Yo podría usar como propio algunos de sus cuentos. Podría sentirlo mío. El texto desarma la presencia. La imagen que uno podía hacerse. Insólita presentación de sí, en la que el egocentrismo del intelectual –omnipresente, insoportable- desaparece. Leer estos cuentos me hace descubrir algo más. La escritura muestra tonos de la personalidad que no surgen a primera vista. Trastoca las primeras impresiones y da acceso a otra realidad de lo humano.
Salen juntos es el texto del libro que más me impresionó. Por identificación vertí emociones en este cuento. Ale pone ahí palabras que yo necesito para pensar experiencias mías, que preciso nombrar y pensar: “Un día, ella decide no levantarse y el piensa que está enferma”; “El por fin pregunta y no hay respuesta”; “Un día él no se levanta y ella no le pregunta si está enfermo”; “un día él no se levanta y ella no le pregunta si está enfermo”; “Un día no se levantan y ya nadie pregunta nada”. En esta secuencia, lo real muta (las relaciones cambian de una manera increíble). El vínculo entre ellos no pasa por las palabras sino por el pensamiento (no los hace más fuertes, sino más felices). Sin que a ellos los piense nadie. De los personajes, sobre todo él me parece cínico y cruel, porque guarda sus sentimientos y los deposita en ella cargando ese amor de una densidad y una dependencia extrema.
En general me pasa que no quiero conocer a la gente. Mis prejuicios son muy sólidos. Pero leyendo Instantáneas tuve la sensación de que sí tenía que conocer a la escritora tras estas líneas.  La escritura de Ale, entonces, no solo la presenta sino que, de un modo completamente paradojal, nos permite presentarnos a nosotros mismo, conocer algo más de nosotros mismos.   
Más que modificar mí idea de la lectura, Instantáneas me hace pensar sobre la capacidad de la escritura misma. Las ganas, la posibilidad de escribir de otro modo, para decir otras cosas.  Me da la ilusión de que puedo romper con la escritura los estigmas que cargan en mí. Cambiar la acidez por otros tonos, experimentar una fragilidad que no muestro. Llegar a dar vida a esa ambigüedad que desmiente lo que solemos parecer. Siempre leí textos escritos para alguien, o para alguna situación en especial. Leyendo a Ale me alegra descubrir que se puede escribir para uno, o para nadie en especial y que de modo para mi muy sorprendente, haya mucho interés de los otros por leer y pensar sobre este mundo de cada quien, al que no se puede entrar de una.
Si a Franca/Damián Milla
Si a Franca alguien le preguntara qué quisiste decir, llorando y a los gritos contestaría: nada, no dice ni quiere decir nada, y más tarde incluiría esta pregunta en una segunda serie. ¡Basta de palabras!
Lo que está escrito no tiene más sentido que el puede tener un balazo, pero desde adentro hacia afuera. Y quiérase o no, como mínimo, mancha, inevitablemente mancha. Mi gente se mueve como sombras que no terminan de pasar. Somos zombies melancólicos.
Lo que vemos estallar a cada paso es el mundo mismo (todos tenemos el mismo problema. Lo decimos diferente) Y son esas diferentes maneras los diferentes balazos que recorren todos los textos. Pero, a la vez, de esos sacrificios (digo sacrificios en sentido literal) quiere algo: Hay un mínimo de energías todavía circulando y no encontramos un punto en común para hacerlas coincidir y que pase de una buena vez algo, alguna puta cosa en este mundo, dice.
Quizás éste sea uno de los puntos: todos estos textos son producto de una demanda; no de un reclamo, sino de una demanda, que se entienda. Salen juntos todas las mañanas, porque quieren, aunque vayan a diferentes lugares en diferentes horarios. Aman salir juntos. ¿Pero, cómo hacer para volver a salir juntos (porque salir nunca es un gesto definitivo) sin un telón de fondo de tanto cansancio; sin mis gitans, una copa de vino y 1.5 de rivotril, la combinación que me hace de útero de emergencia del arrasamiento que venía sufriendo mi cuerpo desde hace días? Si ella lo supiera, no lo diría, lo haría. Paradójicamente, es ese balazo-demanda-interrogante lo que mueve el conjunto. Preguntar y salir es el mismo movimiento. Tal cual decía Artaud: vivir no es otra cosa que arder en preguntas. Pero insisto: lo que Franca quiere es no arder sola. De eso ya conoce demasiado. Tal vez esa sea la razón por la que incluso los paisajes más desolados aparecen recortados sobre un fondo común. Nunca uno siente que sólo dice de ella. Animales, personas, sombras, lo que fuere, el tiro siempre es compartido, o mejor, pretende que lo sea.                    
  
Filosofina/Diego Sztulwark
Franca asusta. Mi amigo Pablo me explicó ayer la razón. Es que su escritura revela nuestro secreto. Ese secreto reza que “todos tenemos el mismo problema”, aunque lo digamos diferente. ¿Cómo sabe Franca que ese problema no es sólo suyo, de ella sola, sino que es detodos? Ese problema de todos, nos dice, es que estamos de frente ante el vacío. Y el vacio da miedo. Y el hecho que Franca sepa que todos (y no ella solita) estamos frente al vacío también da miedo.
Vacio, Ribotril, Soledad, Pantalla, Ceguera, Nada, Alivio,  son las palabras del vocabulario de Franca. No creemos en nada ni en nadie, dice. Pero estamos “desesperados por creer”. Sabemos que no a pasar nada en absoluto. Y lo sabemos porque somos las sombras de esoque no acaba de suceder: “nuestras energías no encuentra como coincidir”. Mariana, otro de sus nombres, “no acaba de acoplar sus deseos con nada”. Franca también siente miedo.
Casi no lo parece, pero Franca lee (y mucho). Hay signos de eso. Lee a los filósofos catalanes Santiago López Petit y Marina Garcés. Siente que le hablan. Pero hay algo que no entiende cuando ambos autores, ambos amigos, le dicen una palabra que no cabe en su lenguaje:politización.
Otro indicio de sus lecturas resuena en su nombre: Franca Sui suena clarito a Causa suí, una noción clave de la filosofía de Spinoza. El propio Spinoza es nombrado de un modo algo extravagante. Lo llama de un modo hermoso, cariñoso, imagino que nunca lo deben haber llamado así: “filosofín”. Franca busca ser causa de sí: “el estado de interrupción no es nada si cuando se llega ahí ya no se tienen los artificios para pensar de otro modo”. Y entonces, para garantizar que eso no le suceda, para hacerse de un modo conveniente, Franca se torna escribiente. Para “engañar” a sus estímulos, y “reconducirlos a crear”.
La tarea no es fácil. La escritura no le fluye. Escribir es, ante todo, constatar los bloqueos, los obstáculos, los “edemas”. Los mismos que obturan la vida y nos llevan al psicólogo (a Franca le resulta curioso que los psicólogos se hagan llamar “analistas”, como los de sistemas). Escribiendo Franca descubre en su pantalla  (no ha puesto la función “justificar”) que las letras adoptan la forma de un cuerpo femenino (“contorneado, hermoso”). Los textos son cuerpos femeninos que el occidente debe justificar.  
“Escribo, luego pienso”. Y escribe y piensa que “Cuando alguien dice nada hay que ir a fondo”. Y eso hacemos esta noche en la casona de flores. Quedarnos un poco en ese “no”, esa interrupción feroz. En ese vacío que “no se habita, se sufre”. “Abismo de amor”. ¿Se entendió lo que dijo Franca hace unos pocos segundos? Escribo, luego pienso. ¿No dijo “luego existo”?. Instantáneas se confirma como un homenaje inclasificable de aquel filosofin  que se rebeló, como Franca, ante la fundación de nuestra modernidad como separación del pensamiento y del cuerpo, ese Descartes al que dirige palabras sopesadas: “un genio, pero puto”.
Franca escribe para pensar, intenta una afirmación sobre la base de una intuición, y nosotros, que compartimos con ella miedos y gustos la acompañamos interesados, porque su problema, como nos lo dijo al inicio, es el mismo que el nuestro.

Pd: Este libro es, además, hermoso. Por sus dibujos. Y por la edición. Que es autoedición. Que es autoedición compartida, con la ayuda de Igna, que es editor múltiple. La edición múltiple es un modo de participar de registros diferentes y simultáneos. Esa transversalidad, esa lateralidad, esa búsqueda de la belleza es también nuestro asunto.

Lecturas comentadas: Liliputienses de Luis Bruschtein

Cables superpuestos hacen cortocircuito. Es liliputiense decir, por ejemplo, que hay que dar espacio a la juventud y cuando se lo dan, decir que se la prostituye. Es liliputiense en ambos sentidos. En ese caso sería más honesto decir que no hay que darle espacio o mentirles: decirles que sí y no hacerlo. Y si se lo dan: ¿los jóvenes tienen que ganar menos que los viejos, ocupando los mismos espacios? (Sí, definitivamente sí. A los pendejos se les paga menos. Y si vienen de la Facu, bien alimentados con más razón. además de que se les pagó la universidad hay que pagarle unos sueldazos porque son profesionales? qué está diciendo jefe!?) Sobredimensionada por la oposición, se quiere mostrar a La Cámpora como una paja en el ojo de la CGT, los transversales y los intendentes del conurbano. Los grandes medios se alegran con ese “vieron que se los dije” que no hay lugar para la juventud, que todo el espacio está ocupado por las viejas generaciones, que el poder es para los grandes. Lilita Carrió y Eduardo Duhalde se sumaron a esa visión liliputiense de la política donde todo lo que hace el otro sirve para un discurso cloaca.

En el afán difamatorio de esos discursos se cuelan algunas hilachas de la envidia. Convocar a los jóvenes es difícil, pero más difícil todavía es convocarlos desde un espacio oficialista. Porque la naturaleza de la juventud es transgresora (afirmación falsa, muy trucha, una mejicaneada de «poesía contraargumental»). Tiene que haber alguna sintonía, un punto de contacto sensible, una encrucijada de confluencia con el imaginario utópico de nuevas proyecciones que caracteriza al universo de la juventud. La historia demuestra que no es fácil, que esa confluencia es más una excepción que la regla.
Pero este gobierno ha podido generar ese fenómeno y su expresión más visible, pero no la única, ha sido La Cámpora. Todas las fuerzas políticas intentan esa convocatoria (¡¡MENTIRA!! Como podes decir que todas las fuerzas quieren convocar a la juventud? ¿Estas diciendo que el conatus de los partidos políticos argentinos es hacer una convocatoria a la juventud a que tome el destino en sus manos? Si vamos a tirar flores para festejar a La Campora y la nueva generación de jovenes K, hagamoslo. Escribamos en verso. Pero no sumemos confusión haciendo filosofía política en medio del recitado. Vieja costumbre de reescribir la historia argentina a la luz de los hechos diarios. ), pero pocas veces obtienen respuesta. Esta vez la tuvo, en un proceso similar al del radicalismo a la salida de la dictadura. Las esperanzas que se abrían en aquel momento con la caída de los militares impulsaron a miles de jóvenes a participar en la fuerza que mejor los convocaba en ese momento. Antes de ellos hubo otras generaciones que se levantaron en los años ’60 contra la serie interminable (no exageres, se pueden contar, sería incluso saludable reconocerl@s, diferenciar y entender en lugar de apelotonar y mistificar) de golpes y dictaduras militares. La “gloriosa Jotapé” encarnó la convocatoria de esos años. (compararlo con los 80 podía internarnos en el terreno del análisis político-historico con alguna esperanza de tocar una fibra sensible del debate actual, pero ya esta referencia final nos da la idea del grado de renuncia que habita el texto, de la pura necesidad de escribir justificaciones)
Han sido momentos esporádicos relacionados con determinados hitos de la historia y los procesos que hicieron esos jóvenes tras su incorporación a la política fueron diferentes (queda dicho!). Hicieron el aporte en el momento que los convocó y después cada experiencia derivó a destinos disímiles (esto es cierto, no es lo mismo terminar asesinado por un sindicalista de la UOM o por los milicos, que no terminar nada y seguir pasilleando al día de hoy como Coti Nosiglia o Federico Storani. Lastima que el poeta no se detenga en la densidad de estas diferencias y se limite a decir que cada uno dio como pudo una mano en «esos momentos determinados por hitos» y chau).
Esta nueva generación no tiene por qué seguir ninguno de los caminos que tomaron las anteriores y tendrá que encontrar el suyo, con su propia marca (¡Justo la marca es lo que ya tienen no lo que tienen que buscar! ¡Pensemos lo que decimos! La K de Kirchner es punto de partida. Camporaes desde el principio una marca: la juventud maravillosa. Y la marca en el recuerdo del tio, el período de hegemonía de otra marca, la M). Sin embargo, en todos los casos constituyó la posibilidad de trascendencia de las fuerzas políticas que los contuvieron. Cuando Perón hablaba del “trasvasamiento generacional”, por aquella Jotapé, era muy consciente de ese devenir necesario para cualquier fuerza política. Le resultó difícil lidiar con esa generación, tuvo choques duros y cuestionamientos, pero en todo momento supo que de esa materia prima (qué fea palabra para hablar de esto! qué falta de tacto, un señor que sabe perfectamente qué hizo luego Perón y las TresA con esa «materia prima». Usted no piensa las cosas que escribe! Yo no lo puedo creer.), expresión de los nuevos impulsos de una sociedad en un momento determinado, debería surgir la renovación del peronismo.
Hay una («Hay una»!! ¿donde?¿quien? es el despliegue impersonal y total de la Historia? este parrafo no tiene desperdicio!) visualización de un Kirchner como rupturista de una inercia de muchos años. Esa imagen encarnó con las expectativas de una generación que había escuchado muchos discursos, la mitad de resignación y la otra mitad abstractos, sin vías de concreción. Así como Alfonsín pudo representar en el imaginario popular la recuperación de la democracia, Néstor Kirchner aparece en ese imaginario como la recuperación de los seres humanos como protagonistas de su historia. Surge con la idea de una democracia donde las personas dejan de ser víctimas pasivas a tener la capacidad de transformar situaciones. La imagen de Kirchner como El Eternauta, el héroe de Oesterheld, que utiliza La Cámpora, sintetiza ese cruce de las expectativas de una generación con un proyecto político.
Se podrá criticar a la generación de los ’70 y a los de la Coordinadora y seguramente también a los de La Cámpora. Pero cuando se producen esos fenómenos hay que abrirles la puerta porque están mostrando algo que va más allá incluso de ellos como expresión política. Como el agua que se filtra por las grietas, están poniendo de manifiesto sentidos y tendencias profundas de una sociedad que busca los declives, los intersticios para seguir avanzando. Son los pequeños derrames (otra palabra mal elegida! desconcentración! lapsus? sabés lo delicada que es la salud) que confluirán en el nuevo gran cauce, como sucedió con las experiencias anteriores (¿qué esperiencia anterior en cual cause? acá ya tenemos un caso en el cual el abuso de las metáforas terminó por marear -ahogar en este caso- al escritor. no obstante, para comprender el texto sigamos con esa ideas que nos da: las experiencias de todas las generaciones confluyen en un mismo gran cause que va para adelante en la historia. veamos…).
Las designaciones en muchos espacios de gestión en los últimos meses, más la conformación de las listas del Frente para la Victoria dan la pauta de un proceso de apertura. El mismo Kirchner lo hizo antes con los movimientos sociales, sobre todo con el movimiento de derechos humanos, incorporando a muchos de sus referentes jóvenes a las listas parlamentarias. Esta vez, el rasgo distintivo está enfocado en la juventud que se incorpora a la militancia.
Cuando se produjo el fenómeno de la Coordinadora, el peronismo maltrecho que había llegado a la democracia asistió con sorpresa al surgimiento de esa nueva juventud, a la que Alfonsín cedió espacios rápidamente.
Con este nuevo fenómeno, que tiene su expresión mayoritariamente peronista pero que lo excede en un ámbito más amplio, las viejas formas de hacer política son las primeras en reaccionar con malicia y de manera solapada (las viejas formas o las viejas personas, hasta el momento no tocamos el tema de las «formas políticas», sólo hablamos de la juventud, de los hitos, de los derrames, las grietas y los grandes causes, etc.). Los acusan de oportunistas ocultando que en realidad esa generación se incorpora al kirchnerismo en el peor momento, justamente cuando se iban los oportunistas, después de la derrota de la 125 y de las elecciones de junio de 2009, cuando los grandes medios festejaban por anticipado la caída del gobierno y la oposición daba por descontado que gobernaría desde el Congreso. Si fue una decisión oportunista, evidentemente elegían mal las circunstancias. Antes no figuraban, pero fueron mayoría en los festejos del Bicentenario, fueron mayoría en el último acto de Kirchner en el Luna Park y fueron mayoría en la Plaza de Mayo en las exequias de Kirchner. Todas esas presencias en el peor momento de la gestión kirchnerista estaban diciendo algo, tenían un significado importante para el saldo histórico de esa etapa.
La otra acusación es la corrupción. “Son jóvenes que cobran como varios jubilados juntos”, dijo Duhalde. Entonces o se les cierran los espacios o se les paga menos por ser jóvenes, porque ninguno gana más de lo que gana cualquier funcionario de la misma categoría. La acusación no es inteligente, solamente maliciosa. A diferencia de las dos anteriores(?), esta generación tiene mucha formación técnica y heterodoxa y también la soberbia y el empuje que tienen todas las nuevas generaciones. Tienen el conocimiento académico y la carga cultural de la época para ensayar nuevos caminos. La mayoría de ellos viene de alguna militancia estudiantil, profesional o territorial independiente en los años ‘90, y fueron atravesados por la crisis del 19 y 20 de diciembre del 2001 (ves, esta sí me parece  una buena razón para cobrar un sueldazo, ser un sobreviviente del 2001. una pensión vitalicia tenemos merecido, pero que no dependa de estar metido ahora de funcionario!).
Este es el momento en que sus destinos se cruzan con una coyuntura política que los convoca (Los sé Tío). Es el momento de sus vidas de aporte más genuino (Aha, Tío). Tienen la responsabilidad de ser jóvenes (Si, tío). Lo que harán después dependerá de la forma en que la sociedad (Obvio, sí, claro, Tio) y ellos mismos sean capaces de elaborar y madurar con esos aportes (como vos Tío). Para los jóvenes de los ’60 y ’70 hubo un después del 20 de junio de 1973. Para la Coordinadora hubo un después del Punto Final y la Obediencia Debida (Claro, el destino Tio).
Pero más allá de todas esas consideraciones, los nombres que comienzan a ser nombrados, las caras que empiezan a ser conocidas, serán las que ocupen de aquí en más y por mucho tiempo, el escenario de la política, al igual que lo hicieron sus antecesoras con sus aciertos y errores. (Ok, ya entendí, cómo un boludo estuve pensando qué hablaba de militancia, de las generaciones y la política, y estaba hablando de biología!!!)

El día de la marmota

por Airel

Viste la de la marmota…? Esta buena. Es una con el tipo ese… Murray, Bill Murray, si, ese que ya de verlo te empezás a reír. No sé bien por qué, pero ¿viste que hay tipos que tienen un…  una reverberación, como si tuvieran algo adentro, que es a la vez sufrido y gracioso, terrible y  patético? Bueno, Bill Murray es uno de esos. Y la película está buena, sobre todo por una cosa: es profunda, terrible te diría y a la vez es graciosa, muy graciosa. Y ahí está la cuestión… es cómica, una comedia, y si la vez medio distraído, quizás no le cazas el fondo al asunto. Quizás le ves lo gracioso y te quedas ahí… y eso esta bueno, porque, como decían algunos, el trasfondo, aquello terrible y a la vez hermoso, te entra sin que te des cuenta, te trabaja, ¿entendés? Porque el humor, ya se sabe, te distiende y a la vez te unifica en eso que te distiende: no hay otra, sos eso que se ríe, que se sacude, que hace que todas tus carcachas se resquebrajen un poco, y entonces la información más densa, más espesa, pasa, entra directo a lugares más hondos, porque la parte de uno que se encarga de poner todo en tela de juicio, esta diluida en la risa. Y es un arte. Hacer reír y, una vez allí, tirar con munición gruesa, y que no se note… es un arte. En Barton Fink, los hermanos Cohen usan algo parecido, pero con un efecto más Kafka: te ponen en una situación absurda, un poco bizarra, bastante graciosa, y allí, mientras te estás meando de risa, te cambian la situación y la vuelven dramática, terrible… entonces te agarran expandido por la risa y te la ensartan, te hacen recagar de miedo… o de angustia. En la marmota no. Allí sólo te reis, y lo otro, lo más espeso, lo que quieren que realmente entre en uno y opere en uno, eso (según la lógica antigua de los contadores de cuentos de El Cairo, allá por el siglo XIV, XV, ellos de los cuales compilaron las 1001 noches) pasa y se instala y desde adentro te mueve.

En la película, Bill Murray hace de uno de esos tipos que en los noticieros dan los reportes meteorológicos: esos que los ponen delante de un mapa donde pasan nubes, lluvias, soles, etc., y que intentan ser ingeniosos en el poco aire que la TV les da. Este tipo, Phil (el nombre es importante, porque se llama igual que la marmota, y allí está el nudo de la cuestión: ¿podrá Phil, el meteorólogo y la marmota, ver su sombra?) es básicamente un aparato: cree que el mundo no comprende su talento, cree que debiera ocupar lugares más importantes que los que ocupa, y desdeña todo aquello que no es él mismo.
A Phil, en su carácter de meteorólogo del canal, lo envían, por tercer año consecutivo, a cubrir una fiesta tradicional de un pequeño pueblito de Pensilvania. Allí, todos los días 2 de febrero, y siguiendo una tradición irlandesa (estos datos son reales, la fiesta de la marmota existe en el pueblo de Punxsutawney), sacan a una marmota, de nombre Phil de una cueva construida en la plaza central, de su larga hibernación. La tradición dice que Phil, la marmota, es el meteorólogo más certero del mundo, y que si al salir de la covacha, Phil ve su propia sombra, volverá a entrar en la cueva y “el invierno será muy largo”.
Phil, el meteorólogo televisivo, se quiere matar. Lo que menos le interesa es ir a un pueblucho a cubrir estúpidas tradiciones. Él debiera estar yendo a las grandes cadenas de TV, a desplegar su talento.
Todo transcurre normal: Phil va en una van hasta el pueblo, con una productora llamada Rita (Andie Mc Dowell, de la cual claro, se enamorará) y un cámara; duermen, a la mañana siguiente madrugan van a la plaza, hacen la nota, y como no pueden volver por una tormenta de nieve, deben pasar otra noche en Punxsutawney. Hasta allí todo bien. Solo que… al despertar el día siguiente, Phil descubre que está otra vez en el día de la marmota, va a la plaza, todos lo saludan exactamente del mismo modo, en el mismo momento… el mismo día. Y tras pasar otra noche: lo mismo. No importa lo que Phil pueda hacer, cada vez que despierta está en el día de la marmota.
Esa es la trama: Un tipo que se despierta siempre en el mismo día.
Me acuerdo que por la época que salió (no creo que haya estado en cine, sino que empezó a circular en video), hace como 15 años, nos llegó el dato de que a la peli la habían hecho los sufís. O que los círculos sufís recomendaban verla. O que la habían hecho usando el eneagrama, un diseño sufí, que funciona como un mapa energético del acontecer, del universo, o algo así (parecido, creo, al árbol de la vida que usan los cabalistas, pero con 9 momentos diferenciados dentro del proceso). La información era así, vaga. Años después, cuando salió Matrix, lo mismo: que los sufís bajaban desde lo alto la orden de verla, que los “Castanedas” la recomendaban en sus grupos.
Me acuerdo que  por esa época, con el Segu nos dio por investigar. Pasamos (rememoro) toda una tarde frotando un palito para hacer fuego (llegamos a producir un humo espeso y gris,  pero ni una brasita). Luego la electricidad; recuerdo una fiesta en que volvimos loco a un ingeniero para que nos explicara la electricidad… no lo logró. En una parte de su relato tuvo que reconocer que no sabía cómo ocurrían las cosas.
Así que cuando apareció la peli, imaginate. La vimos como 5 veces, lo cual, fue como estar nosotros mismos en el día de la marmota.
Entonces la peli se trata de todo lo que hace el tipo, de los diferentes estados emocionales por los que pasa, de los planteos existenciales que se hace, de los distintos lugares que encuentra con respecto  a las cosas, a lo largo de tooodos esos días que son el mismo, idéntico y a la vez ancho e infinito día.
Y de cómo en ese tiempo incontable, Phil, se va transformando, hasta poder finalmente, pasar al día siguiente (“hoy… hoy es… mañana”, dice cuando eso ocurre).
Pero, como te decía, todo gracioso. Phil se va dando cuenta de que el día que está viviendo, ya lo vivió. Sale de la habitación y se encuentra con el mismo gordo, que le dice lo mismo… luego la señora del hotel, el mendigo en la esquina, el vendedor de seguros… y el rostro de Bill Murray no tiene nombre.
A los pocos días (en realidad, siempre el mismo día), está tomando unos tragos con unos obreros, en un barsucho, y entre copas les cuenta que una vez fue a las Islas Vírgenes, y que allí conoció a una mujer hermosa, y que se pasaron toda la tarde haciendo el amor en la playa, y luego comieron a la luz de la luna, para seguir amándose hasta el amanecer. Por qué, se pregunta y les pregunta, porqué no puede ese día repetirse una y otra vez. Y cuando va manejando el auto de sus amigos ocasionales, porque ellos están re-mamados, les pregunta: ¿Qué dirían si al terminar el día, no importa lo que hagan, se despiertan en el mismo día? Pues que entonces, contesta uno de los borrachos, lo que hagas no tiene consecuencias. Phil, nuestro querido Bill Murray comprende, su rostro se ilumina, y pasa al próximo paso dentro del eneagrama. Los días sucesivos hace todas las pelotudeces de las que un hombre es capaz. Todas. No deja ninguna sin hacerse… total, no hay mañana, no hay consecuencias, no hay Karma. Roba unas costas de un banco, compra un mercedes, y sale a la calle disfrazado de cowboy. Otro día pregunta a una mina su nombre, colegio, y nombre de la maestra de matemáticas. La mina era un camión. Al día siguiente se la cruza y le dice “Patty, tu eres Patty”, “del Pensilvania College”, “cuarto año, la señorita London, de matemáticas”… claro, la mina, ante la evidencia, termina por encajar a ese Phil en su recuerdo de las clases de matemáticas y obvio, terminan empomando como locos. Pero hay un problema: en el fragor del amor, Phil llama a la mina con el nombre de su productora, Rita, de la cual, a lo largo de los días, él acaba por enamorarse.
Utiliza el infinito de sus días, entonces, para lograr que Rita se enamore de él. Cada día va aprendiendo de sus fracasos (acordate que él es un salame, y ella una divinura) y adaptándose a lo que a ella le gusta. “Estudiaste filosofía francesa del siglo XIX? Qué pérdida de tiempo” le dice una noche en un bar. Advierte al instante que la re-cagó. La noche siguiente logra llevar la conversación hasta el mismo punto, para poner cara de asombrado y recitar de memoria un poema de Baudelaire. La mina no se la puede creer, y está ahí, a punto de caer. Sin embargo, él es demasiado gil, y noche tras noche, acaba por recibir un nuevo y sonoro cachetazo. Otro paso del eneagrama. Se deprime.
Y todo pasa así, en tono de joda. Por eso nos pareció que podía ser cierto, que podía estar hecha por los sufís. Porque ellos, los sufís tienen al personaje ese: Nasrudín. Nasrudín es un personaje absurdo, al que le pasan todo tipo de situaciones paradojales, es como un tonto sabio con algo de Forest Gump. Y tienen, además, esa idea de los cuentos medicinales, historias que por cómo están organizadas, te van trabajando, movilizando y, en definitiva, curando.
Sigo entonces… el tipo se deprime. Cada día al despertar rompe el despertador. Luego rapta a la marmota y en un acto suicida se mata y la mata. Luego, cada día, se mata de diferentes maneras: se mete en la bañera y arroja en el agua la tostadora de pan enchufada, se pone delante de un camión, se tira desde el campanario de una iglesia.
Pero ese estado también pasa, claro. Otra vez, a la mañana, está en el día de la marmota. Entonces, un día, se sienta en un bar con Rita y le dice: “soy un dios, me morí 1000 veces, sé todo lo que pasa y pasará, amanezco cada vez en el mismo día… ella, la  moza, por ejemplo, se llama tal y le gustan tales y tales cosas, él, es gay, ella otra, cuando se excita, hace chillidos como de ardilla”. Rita, corroborando que lo que dice es cierto, sorprendida, accede a pasar el día con él. El ya no es el tipo canchero y soberbio de antes. Esta hecho pelota y eso lo vuelve un poco más tierno. Al llegar la noche Phil le dice “lo peor de todo es que mañana no te vas a acordar de nada, y vas a volver a tratarme como a un tonto, y tenés razón, soy un tonto”. Casi durmiéndose ella le dice “siempre quise vivir mil vidas… a lo mejor lo que te pasa no es una maldición”. Él no la puede creer, y se emociona y celebra que alguien pueda tener una visión tan optimista de las cosas.
Allí, algo en él cambia (otro paso en el eneagrama) y en los días sucesivos se lo ve pasando las horas del día leyendo, tomando lecciones de piano, y luego (y esto es interesante) empieza a intercambiar con las infinitas cosas que ocurren ese mismo día. El día, que es siempre el mismo, es tan ancho que abarca infinitas historias, encuentros, posibles. Phil va conectando con cada una de ellas, va implicándose con las personas, conociéndolas, ayudándolas.
Una noche, encuentra al viejo mendigo con el que se topa todas las mañanas. Lo acompaña, lo invita a comer, para descubrir que, ese día, ese 2 de febrero, era el último día del viejo. El viejo se muere, y no importa lo que él haga, el viejo se muere (claro, en un momento, el chabón, tenía que enterarse de la muerte).
Y entonces, después de todos esos recorridos, esas comprensiones, intercambios, transformaciones, Phil despierta una mañana y al cubrir para su noticiero el evento de la marmota, ya no está en un costado, correcto e indiferente, como sacándose de encima esa obligación a fuerza de tener oficio: está en el centro, toda la plaza lo escucha mientras habla, porque de algún modo, habla por todos los presentes. Luego sale a vivir el día, a ligarse con todo lo que pasa. Llega la noche y se encuentra con Rita, se enamoran, pasan la noche juntos. Al despertar Rita esta a su lado, lo besa, lo ama. Finalmente ocurrió. Ya no está más en el día de la marmota, ya paso, atravesó todo lo que tenía que recorrer de ese día. Hoy es… hoy es mañana, dice emocionado.
Viste la de la marmota…? Esta buena. Es una con el tipo ese… Murray, Bill Murray…

Ariel

Los intelectuales y la política

(Algo así como: “el compromiso político de los intelectuales”)

por Raúl Cerdeira


Con ese título se organizan innumerables debates. Es un título revelador de una concepción de la política que debemos mandar decididamente a los museos. Que descanse tranquila en los museos la idea de que la política es esencialmente una acción práctica, a lo sumo guiada por una teoría que ella tendría la misión de realizar. En cambio, y para decirlo de entrada, si afirmamos que la política es ella esencialmente un pensamiento, entonces su vínculo con la “clase” intelectual, con el intelectual “crítico”, pierde todo sustento.

La idea que la política es un pensamiento conlleva el de su autonomía (como el arte, la ciencia, etc.) e impide que haya un sector especial (los intelectuales, la “cultura”) distinto al de cualquier habitante de este planeta al que se lo tenga que hacer depositario de un vínculo especial con ella. Sería irrisorio plantear el tema de la relación de los intelectuales con el arte, la ciencia o la filosofía, porque va de suyo que en el horizonte de nuestra civilización esas especificidades caen en el área de lo pensante. Y aunque la política en la experiencia marxista-leninista haya inscripto en su seno la palabra “teoría” esta tenía esencialmente un sentido ligado a conocimiento, que no le impidió jamás ser precisamente ella la que atormentó a más de un “intelectual” con el tema de su compromiso político.

La generalidad que acarrea el término intelectual sirve para que se encargue de ocupar el lugar de pensamiento. De un pensamiento que se emite bajo la forma de un juicio que juzga a la política (a favor o en contra de sus actos y contenidos reales). Esa posición se emparienta con una decisión de orden moral acerca del Bien y del Mal y termina entrelazándose con principios filosóficos. Y esto es determinante para ratificar que el mentado tema del compromiso parte del presupuesto de considerar a la política como una práctica, esencialmente una acción que se vale de recursos técnicos propios (lucha, violencia, organizaciones) para lograr sus objetivos. Las complejas relaciones entre la filosofía y la política, cuya tensión más explícita quizás esté en la obra de Platón, terminó finalmente encadenando a la segunda a la primera. Muchas veces las Tesis sobre Feuerbach de Marx fueron considerados textos tanto filosóficos como políticos deslizándose en una zona gris que se nombra “filosofía política”. Este campo confuso da nacimiento a la visión, dentro de la cual hoy se sigue planteando el tema del compromiso, de que la política no podía pensarse a sí misma, que era una simple práctica cuyo sentido final debía ser prodigado por la filosofía, la Historia o la moral. Será en función de esas ideas que el intelectual juzgará finalmente una política. A la inversa, cuando desde una política se le exige un compromiso al intelectual, en el fondo lo que se le está pidiendo no es que participe con su cuerpo en las tareas “prácticas”, sino que juzgue de tal manera que declare que esa política se ajusta a los grandes ideales que los pensadores están encargados de producir y velar por ellos.

Pero debemos extirpar a la política de su tutela filosófica y dejar que ella se de sus propios principios, sus ideas y que abra los lugares propios para una acción consecuente con ellos, que experimente y juzgue en interioridad los efectos de su práctica, que invente sus formas materiales de organizarse, etc. En ese sentido hay que deshacerse de la filosofía-política que es la vieja pretensión de la filosofía de mantener en su orbita a los fundamentos de la política, de la misma manera que el arte se independiza de la estética y la ciencia de la epistemología, que son otros tantos dispositivos con los que la filosofía intenta mantener su hegemonía por medio de un supuesto saber universal que ella encarnaría.

Tomemos un intelectual “populista” o un intelectual orgánico de un partido marxista-leninista,    en este tema no hay una  diferencia esencial. Es casi seguro que en su corazón y en su mente está convencido de la justeza de un viejo dicho popular, que incluso se usa en algunas propagandas para enaltecer a ciertas tarjetas de crédito, que dice: “lo más importante en la vida no se compra con dinero”. Ahora bien ¿cómo ser un intelectual populista y sostener este mismo principio frente a pueblos hambrientos? O dicho de otra manera ¿cómo sostener este principio (que es una herida mortal que destroza el corazón mismo de la vida regida por el capitalismo) del que se desprende una política de emancipación frente a “su” pueblo que clama por dinero para satisfacer sus necesidades básicas? Es en ese instante que el intelectual escinde violentamente la política del pensamiento y la pone como una simple práctica al servicio de las necesidades. Pero lo hace pagando un precio (valga la paradoja) muy alto: separarse del pueblo, poniendo una distancia ente ellos (pobres víctimas) y nosotros (intelectuales bien alimentados), en definitiva, consagrando una desigualdad que, dicen, quiere combatir. Pero inmediatamente se justifica diciendo que él lucha para que todos se alimenten, estudien, etc. y así el pueblo también tendrá la posibilidad de pensar en “esas cosas”. Pero esa lucha de entrada está perdida porque el intelectual (¿será esta la cuestión central en la que se anida la idea de representación en política?) no trata a la gente como portadora de la capacidad de pensar, querer y rebelarse por las cosas importantes que no se compran con dinero, y eso fatalmente lo lleva a ocupar  el lugar del redentor (es decir un Amo…bueno, por supuesto) del que “ayuda” al desvalido,  y para decirlo con la palabra que habilita toda dominación silenciosa, transforma al pueblo en víctima, al sistema en el verdugo y a ellos enliberadores. Todo esto encierra una profunda desconfianza en el pueblo.

Que la política es un pensamiento es algo difícil de admitir por los intelectuales formados al amparo de la antigua política, porque los deja sin trabajo. Frente a los sucesos de Marruecos, Egipto y ahora en España, en donde los pueblos, la gente, mezclados sin ser portadores de ninguna “entidad” sociológica, se rebelan y la rebelón está entre esas cosas “importantes de la vida que no se compran con dinero”,  estos viejos intelectuales miran con alegría y admiración estaacción, pero dejan siempre en un cono de sombras la capacidad que tendrán estos pueblos para encontrar un rumbo correcto con miras al futuro y expresan su miedo de que el sistema se los trague y todo quede en definitiva en la nada. En el fondo para esta raza de intelectuales sobra entusiasmo y acción pero falta programa y orientación, desconfían. Desconfían que el mismo pueblo invente, en el lugar mismo en que se manifiesta, su propio camino.

La política es un pensamiento autónomo porque, entre otras cosas, no es un programa para la acción. El Estado es el que entiende a la política como un programa de acción y los partidos son los encargados de suministrar esos programas. Pero como esos programas deben realizarse en la práctica tienen que ser posibles, es decir, estar en consonancia con las condiciones reales, objetivas, de una situación. Es el posibilismo más rastrero que hoy experimentamos.

La política es un pensamiento autónomo porque ha renunciado al objetivo central de tomar el Estado y, en consecuencia, ya no dirige su estrategia teniendo como objetivo destruir globalmente al capitalismo y desactivar de raíz de una vez y para siempre el rol represivo del Estado en un acto único y monumental llamado “revolución”. Al renunciar al Estado decidió que su acción emancipadora no debe subordinarse al pensamiento del todo sino más bien declarar que la política sucede en situaciones locales, particulares.

La política es un pensamiento autónomo porque no parte de un programa sino de los acontecimientos que no encajan en el modo ordinario de entender la política, de lo que la gente piensa y declara sobre ellos y de las nuevas posibilidades que abre.

La política es un pensamiento autónomo porque enuncia los principios que la sostienen y no busca “aplicarlos” a una realidad exterior, como en la vieja pareja de teoría y práctica, sino que sus ideas deben abrir un espacio inmanente, interno, en el interior del cual experimenta las consecuencias de su acción que se desarrolla bajo la regla de la fidelidad a las mismas. Acá nunca se sabe con certeza si lo que se hace es consecuente con la idea y tampoco se saben de antemano las consecuencias que se producen.

La política es un pensamiento autónomo porque afirma que los seres humanos, todos sin excepción, piensan. Pero piensan con una libertad y creatividad insospechada toda vez que se resquebrajan las estructuras y estereotipos en los que el Estado y la sociedad nos incluyen y atornillan en todo momento y nos regla un comportamiento adecuado a ese lugar.

Somos contemporáneos de un fenómeno de consecuencias incalculables: entre aquellas cosas “que no se compran con dinero” el capitalismo mundial logró comprar a las políticas que levantan la idea de la emancipación. El sometimiento de la política a la lógica del capital es tal que hasta hay países que marchan aceleradamente hacia el capitalismo bajo banderas que lucen una hoz y un martillo o bajo la consigna del Socialismo del Siglo XXI. Pero los primeros gestos emancipativos de los pueblos que manifiestan que ellos no se incluyen en esa compra que se está dando en el mundo. Asumen la forma de un grito ¡que se vayan todos! ¡No nos representan! ¡Nosotros pensamos, deliberamos y decidimos en forma igualitaria! ¡Queremos Otra cosa que la que nos ofrecen!

Quizás los síntomas que portan las rebeliones que se dieron en América Latina, (zapatismo, 19/20 de diciembre 2001, lucha de los pueblos de Bolivia, las luchas de los Sin Tierra, etc.) así como en los países árabes, Europa, y recientemente España, etc., apunten a iniciar un nuevo ciclo de pensamiento y acción política emancipativa, y lo hacen rechazando toda ingerencia de la vieja política y sus partidos en el interior de las experiencias, organizaciones, ideas y pensamientos que van forjando. Estoy convencido que estas sacudidas son el campo real de la producción de Otras políticas emancipativas, sustraídas del Estado, los partidos y la economía. Y seguro que en el interior de esta novedad el tema de la relación de los intelectuales con la política perderá toda la significación que hoy se le da.

La extraordinaria y triste historia de Richard James Verone

En Tarde de perros, Sonny Wortzik robaba un banco para pagar el cambio de sexo de su amado. En John Q., Denzel Washington tomaba un hospital para que su hijito ficcional recibiera un trasplante de corazón. En el presente, millones de norteamericanos siguen con la soga al cuello y los órganos bien enganchados al sistema: la resistida reforma sanitaria de Barack Obama sólo entrará en vigencia en su totalidad en 2014. Por eso, a veces, situaciones extremas requieren medidas extremas.
Así lo entendió Richard James Verone. Con 59 años, el hombre trabajó durante 17 años para Coca-Cola y, tras ser echado tres años atrás, se hizo repositor en un supermercado. Su cuerpo lleva las marcas del esfuerzo por dentro y por fuera: además de una hernia de disco y síndrome de túnel carpiano, lleva una ineludible protuberancia en el pecho. Sin empleo ni Medicare (hay que tener más de 65 para acceder al programa), R. J. empezó a barajar sus opciones. Primero vendió sus muebles, después vació su cuenta hasta la última moneda y descartó pedir ayuda a su familia para no ser una carga. Fue entonces cuando se le ocurrió una solución digna: Verone entró en un banco elegido al azar en Gastonia, Carolina del Norte, se acercó a la caja y le entregó a la cajera una nota en la que le avisaba que estaba armado y quería dinero. ¿La cifra? Un dólar. Luego, con el botín en su poder, se sentó en un sillón de la sede del RBC Bank y esperó que llegara la policía. Verone fue arrestado sin ofrecer resistencia y en el chequeo descubrieron que no tenía pistola, balas ni cuchillos. En una entrevista, el hombre aclaró el porqué de la suma reclamada: sus motivos no eran monetarios, eran médicos: condenado a prisión por robar un banco, allí podría hacer uso de la asistencia médica para presos. “Soy una persona lógica y ésta fue la idea que se me ocurrió. Si quieren llamarlo manipulación, lo es en función de una necesidad”, explicó.
Acusado de hurto –no de robo armado– Verone espera ahora en el Gaston County Jail su cita con la corte, pautada para el martes 28. Con una fianza de 2000 dólares (que, de seguro, no pagará), es poco factible que el cargo lo mantenga tras las rejas más de 12 meses. Si lo liberan antes de que se cure, avisa, volverá a robar.

Encuentro por el Agua y la Pachamama

Por Raúl Zibechi

“Este encuentro surge por la necesidad de articular las luchas aisladas de diferentes partes del continente que sufrimos las mismas consecuencias”, dijo Carlos Pérez Guartambel, abogado quichua, dirigente de los sistemas de agua y coordinador del Encuentro Continental de los Pueblos del Abya Yala por el Agua y la Pachamama, celebrado entre el 21 y el 23 de junio.


“El mismo discurso de las multinacionales de una minería sustentable y responsable, lo repiten Rafael Correa en Ecuador, Juan Manuel Santos en Colombia, Alan García en Perú. Ni Chávez se salva. Frente a eso vemos la debilidad de luchas aisladas”, agrega Pérez. El encuentro fue convocado por los principales movimientos del país: los sistemas comunitarios del Azuay, la Ecuarunari, la Conaie, la comisión ecuménica de derechos humanos y Acción Ecológica, entre otros[1].
En el encuentro participaron unas dos mil personas de 15 países del continente americano que debatieron en torno a tres ejes: el Buen Vivir o Sumak Kawsay, el extractivismo y la mercantilización de la naturaleza, los medios de comunicación y la cultura. En varias actividades alojadas en el campamento juvenil, combinaron talleres y debates con videos y música.
El agua estuvo en el centro de la convocatoria; las comunidades tienen una relación íntima con ella, “sobre todo las mujeres indígenas que son la clave de esta resistencia”, asegura Pérez. En el sur de Ecuador, las empresas trasnacionales de la minería han comprado políticos, periodistas y gobiernos locales, pero aún no pudieron doblegar a una parte de los campesinos que no viven de la tierra sino “con la tierra”, como dicen los quichuas.
Minería es igual a impunidad
En la inauguración del Encuentro, Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente y actual opositor al gobierno de Correa, dijo que “el socialismo del siglo XXI se parece al extractivismo del siglo XXI”, en relación a las experiencias de gobiernos progresistas en el continente. Aunque reconoce avances en algunos sentidos en relación al neoliberalismo, señaló que aún con una Constitución de avanzada como la de Ecuador no se ha cambiado la matriz económica y de pensamiento.
“La Constitución debe ser entendida como una caja de herramientas”, dice Acosta en el sentido de que la letra legal nada vale si no consigue hacerse carne en los movimientos. “La minería a gran escala en nuestro país será la continuación de la colonización y la conquista de hace más de 500 años”.
Luis Macas, fundador y ex dirigente de la Conaie, insistió en que “vivimos una crisis civilizatoria, en la cual no se puede aislar un tema porque para nosotros lo importante es la integralidad”. Aseguró que estamos viviendo una ruptura “porque hasta ahora se creía que este modelo es irremplazable, pero vemos el resurgir de las propuestas comunitarias como el Sumak Kawsay”. En su opinión los movimientos no pueden limitarse a la protesta sin enarbolar propuestas alternativas al modo de vida occidental.
Una de las mesas más concurridas fue la de minería, en que la que participaron Jennifer Moore del Observatorio Canadiense sobre la Minería, y William Sacher, coautor del libro “Noire Canada”. Explicaron en detalle las razones por las cuales su país se ha convertido en el paraíso de las inversiones mineras.
El 75% de las empresas mineras del mundo son canadienses, lo que convierte al país en la principal potencia minera del planeta. Las razones son varias: Canadá es un paraíso judicial con leyes muy permisivas que favorecen la especulación con títulos mineros, ventajas fiscales y subvenciones estatales; una red diplomática poderosa y extensa que apoya a esas empresas y presiona a los gobiernos locales; una amplia experiencia en criminalizar a los actores críticos en todo el mundo.
Esto se resume, para los autores, en una frase: “impunidad de hecho”, porque no hay ningún tribunal canadiense que condene a las empresas mineras de modo que el país es un verdadero “paraíso judicial”. El potencial económico de Canadá se debe a la minería, es el primer productor mundial de uranio, pero hay diez mil minas abandonadas y más de 600 pueblos indígenas sufrieron despojo. Hay 500 grandes mineras canadienses operando en América Latina.
Las empresas canadienses tienen el 40% de las concesiones mineras en Ecuador y manejan tres de los cinco proyectos estratégicos, siendo los otros dos de China. Pero lo importante es comprender que cuando un país ingresa en la minería está llevando a su tierra un complejo no sólo económico sin también militar-policial y político, ya que se trata de un modo de extraer los recursos naturales que supone despejar a la población civil, instalar modos de control autoritarios y, de hecho, militarizar regiones enteras.
En Colombia, un delegado al Encuentro señaló que un 20% de la superficie del país está concedida a la megaminería. En Ecuador, según miembros de organizaciones campesinas el 60% de la provincia de Bolívar está en manos de esas empresas. En esos espacios, amplios y alejados de las grandes ciudades, rigen leyes internacionales, no las nacionales, y están vigiladas por guardias privados de las empresas. Son pequeños estados dentro del Estado.
Por eso, varios dirigentes indígenas hablaron de colonialismo. En su opinión, los nuevos emprendimientos mineros, petroleros y de monocultivos (soya, palma, caña de azúcar), representan una forma nueva de colonialismo ya que imponen una lógica externa y vertical sobre la naturaleza y las poblaciones para apropiarse de los bienes comunes.
La protesta como delito
Uno de los temas centrales que abordó el Encuentro fue el de la criminalización de la protesta. En Ecuador hay 189 personas sometidas a juicio por manifestarse contra la minería y otros emprendimientos. Para los indígenas, se trata de defender sus territorios de la invasión que realizan las grandes empresas, y de defender recursos como el agua que es vital para la reproducción de las comunidades. Sin agua no pueden sembrar ni alimentarse y criar sus animales.
Muchos de los encauzados han sido acusados de sabotaje y terrorismo por el hecho de cortar rutas, como viene haciendo el movimiento indígena desde hace más de dos décadas en Ecuador. Las acusaciones son tan poco creíbles que en varios juicios se debió modificar el delito a causas más sencillas como “obstaculización de vías públicas”. Es lo que le sucedió al coordinador del Encuentro, Carlos Pérez.
El 4 de mayo de 2010 cientos de vecinos del pueblo Victoria del Portete cortaron la carretera en protesta por la Ley de Aguas. La manifestación fue pacífica, pero la Fiscalía XI de lo Penal decidió enjuiciar a tres dirigentes por sabotaje. Se trata del presidente de la junta parroquial, un dirigente de los sistemas de agua y un campesino. La Fiscalía decidió prisión preventiva pero la Corte Provincial de Azuay dijo que no se trata de sabotaje y los dejó en libertad. Pero el juicio sigue.
El presidente de la Federación Shuar, Pepe Acacho, fue procesado junto a otros dirigentes amazónicos por un paro realizado en 2009 en el que se produjo la muerte de un manifestante shuar por la cual el gobierno culpa a los indígenas. En febrero pasado fue capturado junto a otros líderes shuar y trasladado sin orden judicial a través de un operativo que incluyó helicópteros y un amplio despliegue militar, a pesar de encontrarse en negociaciones con el gobierno por demandas contra las empresas petroleras en la región amazónica.
Estuvieron siete días en prisión acusados de sabotaje y terrorismo, fueron puestos en libertad pero no pueden abandonar el país y tienen la obligación de presentarse semanalmente en dependencias policiales de su provincia, Morona Santiago. “Estamos convencidos de que no importan los juicios y las cárceles sino la libertad de la población y la defensa de nuestros bienes naturales”, dijo Acacho.
El Tribunal Ético del Encuentro revisó trece casos, escuchó a los acusados y al Defensor del Pueblo, Fernando Gutiérrez Vera, quien dijo que “criminalizar es atribuir a la protesta un carácter criminal”. Denunció al gobierno de “utilizar al podrido sistema de justicia para criminalizar a los movimientos” y se preguntó si hay una política sistemática del Estado destinada a enjuiciar la protesta social.
En ese sentido, el Tribunal Ético consideró que existe un patrón que consiste en utilizar “herramientas jurídicas y policíacas para inhabilitar la resistencia, a pesar de que está consagrada en la Constitución”. En efecto, el artículo 98 de la Constitución aprobada en 2008 dice: “Los individuos y colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no estatales que vulneren o puedan vulnerar sus derechos”.
No es el único caso constatado en que las decisiones del Estado vulneran los derechos. Varios de los encauzados aseguraron que no se les aplicó la amnistía otorgada en 2008 por la Asamblea Constituyente. En ese sentido el Tribunal dijo que “el mantenimiento de los antecedentes penales de las personas es una forma de desestimular e intimidar la organización y la acción colectiva, y de desmoralizar a las comunidades”.
Una segunda característica de la criminalización de la protesta, que va en el mismo sentido, consiste en focalizar los juicios contra los dirigentes que ven como se les acumulan causas penales. El castigo a los dirigentes busca disuadir a los activistas y afiliados de base a continuar en la organización social y tiende a aislar a quienes se mantienen firmes en la resistencia al modelo extractivo.
La tercera cuestión se relaciona con el hecho de que las autoridades suelen atribuir las protestas a la intervención de “agentes externos”, que serían los que inducen a las comunidades a movilizarse y protestar. Se trata de una concepción del mundo cargada de prejuicios, ya que supone que las comunidades indígenas, campesinas y urbanas con incapaces de moverse por sí solas sin la intervención de agitadores. En este sentido se reproducen algunos patrones propios de la “doctrina de seguridad nacional” de la década de 1960 que atribuía todos los problemas a los agitadores foráneos.
Finalmente, el Tribunal Ético constató en base a la consulta con especialistas que el Código Penal reformado en 2006 va en contra de la Constitución, sobre todo en lo relativo al derecho a  la resistencia. En resumen: “Con el cuerpo militar instruido para intimidar amparado en la fuerza, se pretende acallar o impedir la protesta, intimidar a los dirigentes sociales y desgarrar el tejido social que permite la protesta y sobre el que se asientan los movimientos sociales”[2].
Ética de la resistencia
Llama la atención que un país que cuenta con la Constitución más avanzada del mundo en materia ambiental, proteja y fomente la actividad minera y petrolera. El artículo 71 establece que la naturaleza “tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”. Y agrega que toda persona o comunidad podrá exigir a las autoridades que se cumplan esos derechos.
Por eso el Defensor del Pueblo dijo que “la próxima batalla es por leyes inspiradas en el espíritu de la Constitución”. Esa batalla es hoy posible porque en los últimos meses los pueblos indígenas y los movimientos sociales vienen fortaleciéndose. Parte de ese proceso es el nuevo Consejo de Gobierno de la Conaie, dirigido por Humberto Cholango, quien asumió el pasado 18 de mayo. La unidad del movimiento y su recambio generacional prometen que será un actor cada más importante.
El crecimiento de la fuerza del movimiento social va en paralelo al deterioro del gobierno de Correa que no pudo superar el 50% de los votos en la consulta del pasado 7 de mayo. Aunque las preguntas formuladas por el Ejecutivo triunfaron por escaso margen, en las provincias donde la Conaie tiene mayor arraigo el gobierno fue derrotado.
La activista de Acción Ecológica, Esperanza Martínez, hizo énfasis en dejar de ver los casos de violaciones vinculados a la minería, el petróleo y los monocultivos como casos aislados para poder visualizarlos como un complejo único, económico, político, judicial y militar. Para enfrentarlo debemos “apegarnos a los principios de la no violencia activa” sobre la que debe apoyarse la ética de la resistencia.
El Encuentro permitió profundizar en la comprensión del modelo extractivo y cuestionarlo desde un análisis más integral que no sólo incluye la cuestión ambiental. En la Declaración final puede leerse que el extractivismo “arrebata los derechos de los pueblos, comunidades y nacionalidades sobre sus territorios y formas ancestrales de vida, violando Derechos Humanos y de la Naturaleza” y que “profundiza el modelo patriarcal capitalista (…) somete a las mujeres y desvaloriza su trabajo cotidiano del cuidado de la vida, ignora su participación en la toma de decisiones sobre proyectos o políticas, genera violencia, femicidios y violaciones”[3].
Blanca Chancoso, veterana dirigente quichua de la Conaie, intervino ante el Tribunal Ético luego de hacer una ofrenda al agua o Yakumama. Habló sobre el Sumak Kawsay, diciendo que esos términos pueden ser corrompidos o folclorizados, y ante eso el movimiento indígena debe profundizar su sentido. “El Sumak Kawsay es nuestra utopía, que pasa por entrar en lo comunitario, en lo que quedó truncado en nuestra historia, en retomar los sueños”.
En estrecha sintonía con la cultura de su pueblo, señaló que el Sumak Kawsay “hay que sentirlo”, que no debe ser congelado en un programa para ser ofrecido al mercado de la política electoral o partidaria. Finalizó llamando a resistir a la minería con una frase que resonó entre todos los participantes: “No le tenemos miedo a este gobierno”.

[1] Se trata de organizaciones indígenas y ecologistas. Sobre los sistemas comunitario de agua del Azuay puede consultarse, Raúl Zibechi, “Ecuador: Se profundiza la guerra por los bienes comunes”, en http://www.cipamericas.org/es/archives/1888
[2] Veredicto del Tribunal Ético ante la Criminalización de los Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos y la Naturaleza, Cuenca, 22 de junio de 2011.
[3] “Declaración del Encuentro Continental de los Pueblos de Abya Yala por el Agua y la Pachamama” en www.conaie.org

Imágenes de lo no escolar

(Palabras leídas por Gustavo Varela a propósito de la presentación de Imágenes de lo no escolar, el viernes 8 de julio en La Tribu)
La mirada de un investigador es paranoica. Leí este libro de Silvia y Diego mientras estudiaba un poco más a Foucault. Se me mezclaban las ideas. Sospecho que del mismo modo en cómo se mezclaron en los diagnósticos de algunos pedagogos reformistas cuando leyeron también a Foucault. Creyeron ver, respecto del diagrama disciplinario, más una puerta de salida que merecía una aplicación inmediata a la práctica docente, más un manual de procedimientos, que el diagnóstico teórico respecto una época, que es lo que hace Foucault en su libro. Me animaría a decir, una extrapolación justificada sólo en la escasa comprensión de su obra. Son los riesgos de navegar en otro idioma lo que merece ser tratado y sólo puede ser tratado en el propio lenguaje. Porque es un problema político y no el juego humanista de oponer abstracciones, tal como se creyó por entonces: de elegir entre una libertad impotente y una disciplina vetusta.  
Por esto quiero situar a este libro como un ensayo de contenido político. Tiene la cara de la pedagogía, la espacialidad de la escuela, la referencia a la práctica docente, lo posible en el aula. Pero es político porque este libro trata de una excedencia de lo real que requiere del concepto. No poner un nombre; no describir. Sino inventar, producir para ver. Es decir, el libro está situado en los límites de una experiencia postrada y en el balbuceo rumiante que descarga todo vacío. Por eso imágenes, que es como decir marcas, indicios, el agotamiento de algo (un formación discursiva, una figuración) y el comienzo de otra cosa. ¿Qué cosa? Vacío, esta esquina, la esquina de atrás, voces en off, ocho balazos en la pierna de un pibe, otro pibe que se conjuga en el rap: lo no escolar, el más allá. O sea, negación activa del círculo áulico. Definición por lo que no es: la calle se mete adentro de la escuela; el más allá también como negación: no dios, no ascenso social, no tradición, no progreso, no sucesión. El más allá se hace finito, esta es su negación, volverlo humano y callejero, contra los soldados de plomo que siguen planificando una pedagogía de la salvación.
Es el borde del umbral. Vuelvo a Foucault: mirar hacia atrás sólo tiene sentido en tanto importa el presente. Entonces la historia es genealogía, reconocer las condiciones de producción de lo que fue es el efecto de un problema actual. Por lo tanto, dos tipos de construcciones hacia el interior de la pedagogía: el pedagogo historiador, aquel que reclama el retorno de la ausencia, que pregunta por la falta, que piensa en términos causales y busca culpables, que se sustrae del presente en nombre de lo que fue, que cree que los alumnos son deudores del pagaré de sus conocimientos académicos. Por otro lado, el pedagogo genealogista, que enlaza, que articula, que expone el problema y es ello lo que define “el ámbito del objeto que hay que recorrer para resolver [el problema]”. No abandona la historia sino que la encarna en el presente, la hace cuerpo, todos los días. Claro, el ideal de la escuela de Sarmiento es una cicatriz en la cara, un tajo visible (los tajos que producen los ideales son los únicos visibles, en la vida privada, en la experiencia política o en la escuela). El pedagogo genealogista lleva sus cicatrices consigo sin orgullo: la antiescolaridad de Alice Cooper, los martillos andantes de Pink Floyd, la pedagogía del oprimido y la revolución. El pedagogo genealogista es cirujano y extirpa lo que fue para habitar el mundo en el problema que es. Ninguna de sus marcas es una bandera de lucha; la historia no le debe nada. Se sitúa en el presente, con toda la incomodidad que produce su cercanía. Las ciencias sociales requieren distancia, a diferencia de las ciencias duras que tienen que acercar su objeto. El pedagogo genealogista sabe que está situado en la dificultad, que lo que dice o enuncia es provisorio, que tiene que desplazarse del lugar que le estaba asignado.
Desplazamiento. Reúno algunos conceptos que leo en el libro: cansancio, miedo potencia, estar en la esquina, estrategia. Palabras que encuentro en mis libros sobre boxeo. El boxeador se cansa, se desplaza, tiene miedo, va a su esquina, reformula su estrategia, busca su potencia. El boxeador no es uno, no es un individuo, es múltiple: porque es a la vez todo lo que es él y todo lo que es el otro. Su plan de acción se compone necesariamente con otro (una digresión: Nicolino Locche era el más cruel de los boxeadores porque subía al ring a un tercer hombre que era su sombra). ¿Cuándo se cansa el boxeador? Cuando cree que está solo, que no hay más que su propia fuerza; hay Uno, y no uno y otro. Cuando debe “sostener con el propio cuerpo un suelo que no se sostiene por sí mismo”, dice este libro. Después agrega: “El miedo fija. Inmoviliza”: El miedo, en el boxeo, es lo contrario del cansancio. Porque el otro está demasiado, es demasiado otro; tanto que él mismo, el que tiene miedo, deja de estar ahí. El miedo no genera impotencia; lo que hace es que el Uno no tenga presencia y sea pura existencia.
No es un problema moral sino de composición (no es trata de resistencia o cobardía). El boxeo no es una muestra de fuerzas individuales ni la exposición pornográfica de la violencia. Es un arte de la reciprocidad (no de golpes sino de espacios, de diagrama de fuerzas). Componer con otro para definir una ética en un mismo ámbito. No una moral, no el código de un humanitarismo de lo correcto. Una ética significa que es la práctica vinculante la que define los límites, que no hay correspondencia con un orden exterior sino “un gesto de desplazamiento permanentemente necesario”, dice López Petit. No sólo, no de a uno: el boxeador que se vuelve loco –que pide carpeta médica- no es por los golpes que recibe en el ring, sino porque entrena todos lo días delante de un espejo; se ve a sí mismo, combate con su sombra, contra su “rol imaginario”, dice Sztuwark.
¿Hay que hacer que los alumnos canten Rap? ¿Hay que filmar películas? ¿Hay que inventar una radio? Este libro no es: un método terapéutico para la práctica docente. No es: un manual de actividades para desplegar en el aula. No se: una solución pedagógica a los problemas de la educación actual. No es: una metodología nueva que conjura el fracaso escolar.
Leo a Foucault: “Es cierto que un determinado número de personas -como, por ejemplo, quienes trabajan en el marco institucional (…)- no deben encontrar en mis libros unos consejos o unas prescripciones que les permitirían saber qué hacer. Pero mi proyecto consiste precisamente en procurar que ya no sepan qué hacer: que los actos, los gestos, los discursos que hasta ahora les parecían obvios les resulten problemáticos, peligrosos, difíciles. […] Es preciso, sobre todo, que la necesidad de la reforma no sirva de chantaje para limitar, reducir y frenar el ejercicio de la crítica. En ningún caso hay que atender a los que dicen: “No critique si no es capaz de hacer una reforma”. Son frases de departamentos ministeriales. La crítica no tiene por qué ser la premisa de un razonamiento que termina diciendo: eso es lo que usted tiene que hacer. Debe ser un instrumento para los que luchan, resisten y ya no soportan lo que existe. Debe ser utilizada en los procesos de conflicto, enfrentamientos, intentos de rechazo. No tiene por qué imponerse a la ley. No es una etapa en una programación. Es un desafío en relación a lo que existe”.
Es la respuesta de Foucault a los historiadores que cuando le reclaman el respeto a las líneas que la academia prescribe para definir el qué hacer de la historia.  El dice: se trata de un problema presente, nada más que eso.
Docentes permeables, dice este libro. Críticos, en términos de Foucault. No reformistas, no evangelizadores. No funcionarios grises ni revolucionarios desencantados con aroma a perfume budista. No se trata de darle una forma viable, ilustrada y burguesa a las fuerza del margen. La excedencia de lo real de la que habla este libro no es la de potenciar un esteticismo estúpido y decadente por parte de los actores escolares.  
El sentido político de lo que está escrito aquí lo encuentro en la necesidad de inventar un oficio, de pensar en una geografía más amplia, de abrir las puertas a un vacío que se impone. No hay dudas que aquellos que lo soportan son los que están cotidianamente en las aulas. Son ellos los destinatarios de este libro; pero no para reforzar una moral de la víctima, no para repetir la indignación y la apatía. Imágenes de lo no escolar no habla en nombre de nadie. Pero, la excedencia no es la desesperación del docente, esto es apenas un síntoma. Las esquirlas que produce ese vacío no son sino las marcas en el cuerpo de los pibes expuestos aquí: María, Dani, Luis, Micaela. Y de otros como ellos que no están en este libro. Y que ahora mismo, de tanto presente que tienen, siguen siendo vacío.

La nausea amarilla (VIII)

Lo que más me jode de la victoria (léase rotura de ojete en términos teóricos) de Macri es que me gusto.
Me alegró la victoria de Macri.
Me molesta tener esta sensación, pero la tengo.
 Y cuanto más leo y escucho a los defensores del modelo; más me gusta la victoria de Macri.
Me da ganas de ir a votarlo. Es más, me voy a ofrecer como fiscal.
Y cuando en mi mesa de cada 10 votos ocho sean para Macri, se lo voy a enrrostrar al fiscal del FPV.

Y todo esto es porque cada vez soy más profundamente anti-kirchneristas: me hincharon las bolas terriblemente.
No soporto a ese mini sector clase media poquitín radicalizada con libros en la casa y facebook en el teléfono, que expresa (escribe en el muro) consignas vacías.

Que critica los globos, pero usan flameadoras (como si eso fuera mas político).

Voy a votar a Macri y voy a ser fiscal.

¿Alguien tiene el teléfono de Ritondo? (JC)

La nausea amarilla (VII)

Las elecciones de Buenos Aires tienen ese… qué sé yo. Qué se yo. Tal es la respuesta que analistas políticos, pensadores impertérritos, comentaristas de la copa América, críticos de cine e, incluso, sujetos dignos del acontecimiento deberían dar ante la pregunta sobre por qué ganó Macri. Temo que, a veces, por intentar decir algo ante aquello que nos conmueve –suerte de tramitación psicoanalítica del trauma-, acabamos embarrando más la cancha y, faltos de botines con tapones largos (amo las metáforas futboleras en tiempos que así lo ameritan), ahí sí nos conmovemos y vamos a parar directo al suelo. ¿Realmente nos conmueve tanto que haya ganado Macri? ¿Creemos que en verdad su derrota hubiera permitido mayores posibilidades de organización y de lucha? Yo creía que sí, hasta que el Gobierno Nacional –cuyas políticas eran la única campaña de un candidato cuya única propuesta era sumar a Buenos Aires al proyecto nacional y popular- ordenó desplegar 2500 gendarmes (tampoco es para tanto –como me dijeron-, según fuentes oficiales, se estima que el número real es de 2497 y ½) en el sur de la ciudad. Y a la mierda. Ni en pedo iba a entregarle mi voto a quien sostuviera una política de militarización, segregación y destierro contra los sectores más precarizados de la población. Sí, destierro. Porque los gendarmes no sólo controlan las fronteras, los movimientos de cruce hacia un lado y el otro (está todo permitido, excepto cruzar, dice al campesino el guardián), también las trazan con su sola presencia y, más allá de ellos, el bosque: hábitat natural de los otros. Imagino la elección del momento para dar la orden de corrimiento fronterizo no debe haber sido ingenua. Me pregunto si, con tal decisión, habrá Filmus ganado algún votito más del bien llamado populismo de derecha porteño. Por mi parte, debo confesarlo, en algún punto me alivió. Si no, seguramente, también me hubiera arrepentido de haberlo votado como lo hizo D.S.
Tal vez, en vez de preguntarnos por qué ganó Macri, hallemos posibles respuestas a la pregunta sobre por qué no ganó Filmus. Si, en verdad, la única propuesta del candidato del Gobierno Nacional era la suma del díscolo miembro céfalo del cuerpo patrio al proyecto orgánico de “lo popular” –seguramente haya tenido alguna que otra más, lo desconozco, nunca abrí el envoltorio, me dejo llevar por la marca, siempre compré Coca Cola y nunca supe su fórmula-, estaría bien preguntarnos cuáles fueron las políticas implementadas por Cristina y compañía para la ciudad capitalina. Los zócalos publicitarios durante los partidos de la Copa tal vez nos ayuden un poco.
– Traslado de la cárcel de Devoto a la ciudad de Mercedes. Medida consonante con el despliegue gendarme y su política de expulsión a los márgenes de los marginales. Felices los vecinos de uno de los barrios más coquetos y con más espacios verdes de la ciudad: finalmente tendrán una plaza más.
– Construcción de un edificio extra y en tiempo récord para la Facultad de Ciencias Económicas –una de las que recibe mayor cantidad de inversiones privadas de la UBA- y del edificio único para Sociales que, luego de casi diez años de lucha de sus estudiantes –la cual no estuvo exenta de procesamientos y represiones por parte de la Policía Federal y Nacional- sigue aún siendo múltiple, y no como metáfora clastreseana de resistencia contra lo Uno.
– Construcción del Polo Científico y Tecnológico en las ex Bodegas Giol. Buenísimo, al fin los investigadores en carrera del CONICET, especialistas en nanotecnología y renuentes a la teología, tendrán un lugar adecuado en el cual realizar sus experimentos. Y el barrio de Palermo un nicho menos de ratas.
Políticas, todas, dignas de ganar la simpatía de los sectores con mayores necesidades y, por ende, evitamente, mayores derechos vulnerados de la ciudad. Me pregunto qué análisis de la EPH deduce que el electorado porteño sigue siendo aquel de los dorados años del Estado Benefactor.
Las elecciones –ya no sólo de Buenos Aires sino de cualquier localidad del cosmos- tienen ese… qué sé yo. Lo único que conmueven es el arrepentimiento o la posibilidad de mantenerse asquerosamente coherente en relación a lo que, durante el tiempo que media entre elección y elección –momento propicio, como le diría Humpty Dumpty a Alicia, para la fiesta democrática de las no-elecciones-, uno cree sostener (en algunas situaciones, excepcionales pero no menores, conmueven ambas emociones). En mi caso –gracias a Cristina por haber dado la orden justo a tiempo-, ocurrió lo segundo.
Imagen familiar: El domingo al mediodía fui a comer a la casa de mis viejos, tal como había acordado haría cuando aun pensaba dar mi voto a Filmus ya que, no habiendo hecho nunca el cambio de domicilio, la escuela asignada para votar quedaba cerca de allí. Apenas llegué, comenzaron a espetarme toda clase de cuestionamientos sobre mi decisión de no ir a votar. Que la mía era una actitud individualista. Que lo de los gendarmes no era tan grave. Que no ir a votar podía traerme problemas para conseguir un trabajo en el Estado (preocupación materna por el futuro de su hijo o apología a la des-responsabilización de la política o frío cálculo de inversión entre decisiones políticas y posibles consecuencias laborales). Que por lo menos votara a Pino o al Frente de Izquierda o en blanco o impugnara (lo importante es participar). Que era un gorila [Nota al pie: me lo decía mi viejo, militante durante sus mozos ´70 del PC, quien durante el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes del ´78 en Cuba se agarrara a las trompadas contra los Monto para impedir que éstos –quienes, exiliados, obviamente no venían del país- fueran los delegados de la comisión argentina.]. Sólo faltaba acusarme de ignominioso ante las vidas entregadas por la vuelta de la democracia y cartón lleno. Al rato llegaron de votar mi hermana y mi hermano. Ella, haciendo alarde de su excelsa capacidad organizativa junto a los cientos de miles que, como ella, votaron a Filmus. Él, haciendo gala de estratega político por haber cortado boleta: Filmus para jefe de gobierno y la lista integrada por el padre de un amigo (no recordaba bien el nombre del partido, creía que la Coalición Cívica) que le había implorado lo votara para poder cobrar el sueldo de legislador. Habiendo cumplido (casi) toda la familia con su deber cívico, nos sentamos a comer en paz.
Nota marginal: intentaré, antes de las próximas elecciones, realizar el cambio de domicilio. Igualmente tengo tiempo, según me dijeron, por no haber votado en estas, tampoco podré hacerlo en el ballotage ni en las presidenciales. Las últimas no me interesan. El ballotage sí. Habiendo experimentado ya la coherencia, quisiera ahora sentir el arrepentimiento. (S.S.)

La nausea amarilla (VI)

Macri: “La pobreza no es cuestión ideológica, sino practica”. Me parece que tenemos que tomar en serio, de una vez por todas, esto y preguntarnos qué significa.
Yo también voté a Filmus. Vote al que lastimosamente dijo que manda a sus hijos a escuelas privadas por concesiones maritales. ¡Qué desparpajo! Estos progres de mierda mientras dicen defender lo público se atienden en clínicas y mandan a sus hijos a escuelas privadas. Ya desertaron prácticamente de lo público hace rato. ¿Qué es exactamente lo que defienden?
El viernes fui a atenderme al Hospital Álvarez por un dolor de oído. No me pude hacer atender: es imposible. Claro, los progres ni se enteran porque ya ni van a esos lados: la defensa del Hospital Público es puramente declamativa. Los que van son los pobres a los que les molesta que vayan los «bolitas» a sacarles el turno (¡esa es la práctica de la pobreza!).
Lo mismo pasó con las Comunas: estos progres de cuarta dicen que hay que descentralizar el poder, pero siguen eligiendo los candidatos a puro dedo y en oficinas lúgubres: ¡así les va! Crean instrumentos en oficinas, pero no cambian de lógicas. Claro, porque esto tiene que ver con meterse en el barro… ¡y bastante bien limpitos y comiditos están! No hay inserción en los territorios de estos tipos, pero los seguimos eligiendo! ¿O hay diferencias entre el macrismo abriendo electoralmente comités y sedes y el kirchnerismo abriendo unidades básicas?
Entonces, todo se termina resolviendo por cuestión de eficacia mediática. Y Filmus, sin desparpajo, dice «no tenemos los medios». Además de que es chamuyo, pierden en esa lógica. En la lógica mediática ganan los más eficaces. Entonces, ¿de qué se quejan? ¿De que no pueden salir de esa lógica? ¿De que no construyen otra que tenga que ver con las prácticas concretas? ¿O creían que con 6,7,8, Página/12 y Miradas al sur, ya ganaban?
¡Qué paradoja importante: las Comunas en manos de tipos que les chupa un huevo la construcción territorial y la descentralizacion del poder! O, mejor dicho, a los que manifiestamente lo dicen. Al resto, a  los mediocres, ¡que se los devore el infierno! (S.R.L)

La nausea amarilla (V)

Ya sé, hay miles de notas, de fotos, de puteadas, que se reproducen y se comparten, pero la verdad es que no me puedo quedar sin escribir mi sentimiento.

No pude votar, en toda mi vida no pude votar. El hecho de ser migrante te coarta ese poder, ni acá, que es donde vivo, ni en el país que nací, porque no estoy allá. Hace poco que me enteré la posibilidad de poder votar, pero, el superplan de documentación que en muchos casos funciona, en mi caso no funcionó (perdí mi documento) y estoy desde agosto del año pasado esperando el nuevo. Eso hizo que no pudiese participar, nunca lo pude hacer.
Filmus nunca me pareció una buena opción para gobernador, más que nada por sus ideas que tenía cuando era Ministro de Educación porteño y quiso hacer las famosas Escuelas Shoping y muchas otras medidas que planteaba. Ademas, porque nunca le tuve la confianza suficiente. Me parecía que darle la oportunidad a alguien «más de izquierda» era la opción, pero como siempre, muchos de ellos (que tienen el mismo discurso) son incapaces y solo sirven para «hacer contrapeso» en la legistatura. Por eso Pino me parecía una opción, ni siquiera porque le creía, sino «para ver si puede hacer todo lo que tiene como bandera».
Pero nada, mi no voto no hubiese alcanzado: un 47% de los porteños le dió sus votos a Macri, y mil cosas subirían a mi cabeza.
Una de las cosas por las que Macri ganó es por la campaña. Está claro que Macri NO ES CAPAZ de pensar en una campaña así. Durán Barba, su publicista, se encargaría de pensarla. Por eso el color amarillo, los colores vivos y hasta el «Sos bienvenido»(aunque lo denunciaron desde Portugal por haber robado ese formato de otro publicista http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_141250_1.html) llegarían a estar en carteles y calles, con una imagen «buena onda»: si se lo vio hasta a Rodríguez Larreta con una sonrisa fingida todo el tiempo (que, dicho sea de paso, da miedo). También este publicista se encargaría de repartirles un cuadernillo con muchas preguntas, que todo periodista les haría y que son difíciles de contestar, con las respuestas que tendrían que memorizar para que no parezca agresivo y sepan qué decir.
ESO eligió ese 47%. Se quedó solamente con eso, sin debate, sin ideas, con la idea de NO POLITICA, con la concepción de que un voto puede ser igual que cualquier mercancía, que se puede vender o comprar. En este caso, ese 47% compro ese producto netamente publicitario.
Pero, ojo, no toda mercancía es igual. En este caso, la mercadería también les decía muchas cosas que los compradores de ese discurso llevan adentro y les cuesta expresarlo: MIGRACION DESCONTROLADA, diría este dirigente/producto comercial; LOS HOSPITALES PUBLICOS NO SON USADOS POR LOS PORTEÑOS, y aquellos compradores saltarían de emoción ante su impotencia de compartir las largas horas de espera en un hospital al lado de una madre con dos hijos malvestidos, con algún bolita, etc., etc.; LOS LINYERAS DEBEN SER DESALOJADOS DE LAS CALLES CON LA UCEP ROMPIENDOLES LO POCO QUE TIENEN. Y sus compradores emocionados y con los puños cerrados dirán «¡Bien hecho! ¡Hay que hecharlos a todos! ¡Qué vayan a trabajar esos vagos!”.
Así se expresó ese 47%, compró ese discurso de buena onda fingida, de NO POLITICA, de marginalización, de segregación.
Ahora, ¿cómo hacemos? ¿A quién va a votar en este balotaje aquel militante de Proyecto Sur? ¿O aquel «trosco» que desde un principio fue anti quien este en el gobierno? ¿Cómo votarán esos sindicatos anti-k? ¿Cómo se sentirán al depositar sus votos?
¡Que sensación de mierda!
Porque ahora, que solo tenemos dos opciones (maldito ballotage), tenemos que encolumnar nuestro voto, ¿se sentirán bien votando a Macri para demostrarle indirectamente su molestia a Cristina, aunque se elige gobernador de capital federal?
Calculo que después del 30 podremos saber…. Ahí nos tocará mirarnos a la cara TOD@S y preguntarnos por quién votaste, a ver si no se baja la mirada para decir…»vote a Macri». Obviamente, estas letras van dirigidas a quienes estn dentro de ese 53% ya que el otros 47 ya se definió.
Ese 53% que me parece alborotada, no tan conformista y hasta algo idealista.
Somos esos 53% y tenemos que pelearle en el ballotage. Pero no solamente en eso, sino a todos los presidentes de las Comunas que son de la misma fuerza.
Ese 47% que nos «representará» por mucho tiempo.
Somos el 53%, ¡demostrémoslo! (JS)

La nausea amarilla (IV)

«Venimos bien» dijo Macri, principalmente, y fue el lema triunfante. Apelación que es «objetivamente kirchnerista», como decía un amigo, Diego, no sobre Macri sino sobre nosotros, subjetivamente hambrientos de otra cosa. Esa reafirmación de un sentido común preservacionista, por un lado, acepta una relativa bonanza monetaria (desempleo menor al 10, pago en cuotas…), donde confluyen ambos mandatarios, pero hay otras materias donde uno acusa descontrol inmigratorio (¡los de afuera nos quieren demasiado, que lindos somos!), y la otra mantiene en imaginario y en algunas políticas a los derechos -cuidados- humanos. En cualquier caso, ambos «bandos», y no me refiero a los cuadros y dirigentes sino a los votantes que urnean el “venimos bien” macristinista, parecen en el fondo asumir que mucho mejor que esto, no vamos a estar. Es un cagazo, un cagazo que contrasta con los climas festivos de azules y amarillos. Macri baila mientras en sus votantes se envalentona la disposición a frenar una ambulancia por la fuerza para bajar al herido que transporta y masacrarlo porque es boliviano: la del Indoamericano es la postal porteña de los últimos cuatro años. Venimos bien.
La elección era la encuesta de las encuestas, como decía otro amigo, el round real de la representación mediática (para La Nación, de hecho, el pifie de las encuestas “kirchneristas” fue una de las principales noticias)… Uso puntos suspensivos porque cansa esta materia. Y se confirmó, con creces, que en Buenos Aires la primera minoría elije al country como frente. Como visibilidad común.
La segunda minoría fuimos el veinticinco por ciento del padrón que no fue a votar, lo que no puede siempre explicarse por historia. Conozco tres o cuatro que no fueron a votar y van a hacer ballotage kirchnerista («oficialista» sería ambivalente), incluyéndome. Macri, 35 del padrón, abstenciones 25 del padrón, Filmus ya poquito.
No fui a votar porque el juego de caras no me mostró en ningún punto ligues con cosas en movimiento en el cuerpote social. El único hubiera sido Luis Zamora, que al menos hizo explícito que su ausencia de orga se debía justamente a una ausencia de movilización popular. No fui a votar porque era un esfuerzo (aunque las mesas mixtas tentaban) y me resistí a aceptar que eso era lo que una implicación política reclamaba.
Lo de Filmus fue demasiado lastimoso como para someterme al cálculo de su conveniencia. Macri ganó diciendo «vamos bien», objetivamene kirhnerista, y por eso mismo no tenia sentido que Filmus descansara en decir “estoy con Cristina”. Cuanto más calladito mejor, Filmus, muñecazo completo, estrictamente un nadie, un cualquiera: con su pinta de oficinista cansado, no supo referirse a ninguna cosa que fuera cosa en la ciudad. Macri en cambio demuestra que llegado el caso no se escandalizaría por linchar a todos los bolivianos ilegales (para el no existe problema de vivienda, sino de casas y terrenos tomados, huelga decir), o sea, que cuando no estemos tan bien, hemos de ser pragmáticos y segregacionistas.
Filmus, una figurita. No lo usó a Boudou, Cristina, que hubiera sacado al menos cinco puntos mas, por guardarse la conquista de simpatías centroderechistas jóvenes para el comicio Mayor. Boudou, el que sabe adaptarse a un mundo que cambia. Ese su merito: no «estar del lado de los intereses populares y de los procedimientos democraticos», por así decir, sino saber adaptarse a lo que piden los tiempos, lo que le piden a la coyuntura cotidiana de los números fiscales. Ahí está Amado preparando su sonrisa para los cambios… Para cuando sea obvio que hay que ajustar, sensible y concienciado gestor de la fase humana del  neoliberalismo.
Fue pensar en Filmus con su amarretismo ante la cantidad de cosas que debería querer decir un aspirante a gobernar la ciudad, en Boudou y su sonrisa de éxito arribista, y preguntar el precio del roast beef, 36 el kilo, 39 el vacío, para no solo confirmar que no votaría a FPV en primera vuelta, sino que lo haría en segunda más incómodo de lo que venía pensando. Y Cabandié… compensan la burocracia posmo de Filmus (oficinista k), el neoconsevadurismo de Boudou, con la reivindicación militante del hijo de desaparecidos recuperado… Que no por haber nacido en cautiverio y recuperado su identidad -como se dice- queda exento de la tan democráticamente distribuida materia de la estupidez… Como si origen fuera esencia, o como si la desgracia sufrida otorgue potestad política (en ese sentido, la autoridad política de Cabandie no dista mucho formalmente, con otra composición histórica e ideológica, de la de Blumberg, y hasta la felonía del terrorismo de Estado resulta una especie muy concreta de privilegio). Cabandié no puede mantener una conversación, no puede memorizar un argumento de campaña (estremecedores sus spots en You Tube); cuando habla demuestra que su costumbre fisiológica –esa papa atravesada en la garganta- comparte matriz con la de Mauricio, el del amarillo, el que baila como animador sin talento de fiestas infantiles o empresariales, el hijo de puta, el increíble, increíblemente feo, desagradable como una gallina vista de cerca. Entre el odio que los progres le profesamos se encuentra un componente similar al que algunas gorilas tenían contra Eva: Macri es muy vulgar. Es mal gusto. ¡Uiii ui uii ui rack iu! Un perejilazo, un payaso nos gobierna. Ya como espectador de la Ciudad de Buenos Aires, como público argentino que soy, a Macri lo encuentro intolerable. María Eugenia Vidal no sale, en absoluto, del arco idiosincrático del country; Rodríguez Larreta, Michetti, podrían no salir del confesionario, Puerto Madero, barrio privado, pero salen. Los que ganan son los chetos: gobiernen, platudos, hablen. Mentime que me gusta: sé que has de tolerar mi verdad cuando, como buen bicho mojado, me ponga feroz. Dos mil once, año falluto y reaccionario. (A.V.)

La nausea amarilla (III)

«Si delegás en otra persona, a la que le pagás mal, la tarea de limpiar tu baño, por favor no me corras por izquierda. Gracias»

S.Ll.

Yo no sufragué: una oportuna minucia burocrática prolongó mi debilitado compromiso con estas democracias pecho frío. No sabía si votar o no a Filmus: Macri hincha un poco los huevos, pero no asusta. Y el fastidio causado por los globitos y los danzarines espasmos del empresario se ve compensado por cierto goce que me provoca advertir cómo el peligro amarillo atemoriza a mis amigos de izquierda, progres. 

Durmieron tranquilos: todxs votaron a Filmus. Lo votaron, pero sin dejar de mirar, con desconfianza y resignación, a Tomada, a Vudú, a Moyano, a Scioli, al PJ, a los intendentes del Conurbano, a los caciques de los clanes provinciales, a los punteros barriales, a los arribistas y vendidos que todo movimiento cobija en su seno (hasta con mierda se construye el movimiento, dicen que dijo Perón).
Mis amigxs son defensores irrestrictos de la escuela pública: sobre este tópico no hay discusión posible. Pero mandan (o van a mandar) a sus retoños a escuelas privadas. Como Filmus. No la necesitan ni la usan, pero la defienden con uñas y dientes. Como Filmus. Confían en que la escuela pública iguala las desigualdades y ofrece oportunidades a todxs por igual. El progresismo porteño es mucho más liberar que marxista, como Filmus. O Liberales-estatistas, como Vudú. Incluso, no titubean en su defensa despótica del Estado: viven mayoritariamente de él –sea como docente, sea como becario, sea para pucherear con proyecto y subvenciones estatales–. Y es más bien oscura su «retribución a la sociedad» (asemejan, en cambio,  planes Trabajar que fuerzan a que la clase media tramite sus angustias al interior de su living, en familia).
A mis amigxs progres les importa la política y festejan su regreso: la viven cada día a través de sus plasmas de infinitas pulgadas. A coro con Sandra Russo o  Tognetti, putean a Clarín. (Los mejores cerebros de mi generación destruidos por Facebook y 6,7,8: famélicos, histéricos, desnudos”, hubiese escrito Ginsberg si el azar y la desgracia lo hubiesen llevado a vivir este particular relámpago de la historia).
Mis amigxs progres prefieren no problematizar el vínculo con su trabajo, con sus amigxs, con su pareja, con sus hijos, con la paraguaya que les limpia la casa y les cría a los hijos, con su propia vida; optan por confiar, en cambio, en que las cosas más o menos se sostienen si uno permanece próximo a la norma. Como Filmus, carecen de imaginación y de vocación al riesgo (¡la guita que se podrían ahorrar en terapia arriesgando sólo un poquito!)
(En un puñado de años será Best Seller la obra intitulada El kirchernismo o la Gran Máquina Desproblematizadora del mundo, Trituradora de Toda Complejidad, Empobrecedora de la imaginación y nosotros, desde nuestra minusculidad, nos cagaremos bien de risa).
En el fondo, mis amigxs progres son conservadores. Pero, mucho peor, viven en una ciudad inexistente: son ciegos a la guerra de modos de vida (d.s. dixit) que se agita frente a sus narices (aunque crucen de vereda –¡por las dudas!— ante una gorrita sospechosa). No es racismo sino ausencia de común. Miedo por desconocimiento (¿otro triunfo kirchnerista?).
En definitiva, al margen de que una oportuna minucia burocrática prolongó mi debilitado compromiso con estas democracias pecho frío y evitó que me estuviese arrepintiendo de haber votado a Filmus, podría ser yo, si me descuido un solo segundo, cualquiera de mi amigxs progres. (M.A.)

La nausea amarilla (II)

Al macrismo y al kirchnersimo les gustan las fiestas. Para unos se trata de un cumpleaños de quince, con baile y cotillón tipo carnaval carioca, para los otros se trata de espectáculos, artistas, las buenas noticias y la “buena onda”.
Al macrismo y al kirchnerismo les interesa gobernar los territorios. Ambos apelan a las mafias locales para hacerlo. Unos dicen que es por la inclusión social y los otros también. Ambos victimizan lo social y lo convierten en un objeto pasivo de intervenciones (organizativas, disciplinarias, financieras).
Al macrismo y al kirchnerismo les interesa el tratamiento securitista del territorio. Unos buscan asemejarse a una moderna policía norteamericana. Los otros saturan el espacio con fuerzas militarizadas. Los primeros lo hacen en nombre del orden. Los segundos en nombre del orden bueno, con sensibilidad social y derechos humanos.
Al macrismo y al kirchnerismo les interesa hacer “propuestas” para “mejorar la calidad de vida de los porteños”. Para ambos, las soluciones son técnicas. Pasan por hacer grandes y pequeñas obras y por mostrarse como planificadores de gabinete capaces de controlar lo que no pueden: los flujos de una ciudad cuyo pulso vital y mercantil procede más allá, y a pesar, de las intervenciones estatales.
Al macrismo y al kirchnerismo les gusta la cultura. Para unos es un medio turístico y una forma del prestigio para la delicada clase media porteña. Para los otros es un medio más natural, se mueven entre artistas e intelectuales, pero igualmente distintivo como marca singular de la ciudad. En los primeros la cultura va del Teatro Colón a las villas como decorado de la curiosidad de los ocasionales visitantes, para los segundos va de las fiestas de masas a la “industria cultural”. Ambos mercantilizan la cultura por igual aunque sus contenidos puedan diferir.
El macrismo y el kirchnerismo padecen la misma tentación: la política como espectáculo. Los primeros no saben hablar y usan clichés inventados por la tecnocracia de asesores. Los segundos son argumentadores al viejo estilo, pero convierten los conceptos  (muchos de ellos forjados en la sensibilidad de la lucha) en slogans de campaña (a menudo compactados en enigmáticas palabras como “modelo” y otras tantas). A ambos la imagen y las encuestas les preocupan por igual. Construyen escenas mediáticas, unos con el gesto despreocupado de la banalidad y otros con el gesto adusto militante y la cara de bondad que confiere abrazar la causa de los justos.   
Al macrismo y al kirchnerismo dicen interpretar a su electorado (al que llaman volátil). Para ello, es decir, para lograr la verdadera representación de las “preocupaciones de los vecinos”, acuden a los procedimientos del márketing y la investigación social encuestológica. Su modelo político es asemejable al modelo empresarial que, por esta vía, busca nichos para sus productos (electorales en este caso). Ambos quedan descolocados cuando ocurre lo imprevisto, como la toma de tierras en el Indoamericano. Unos quieren garantizar el orden de manera más tradicional y los otros ordenan a través de censos y planes sociales.
Macri cultiva un populismo mediático de derechas. Filmus cultiva un populismo mediático de izquierdas. Para unos y otros “gobernar es tomar decisiones” en nombre, y muchas veces a pesar, de aquellos a quienes representan. Será por eso que son tan parecidos. 
Y pese a todo esto, el domingo pasado intentamos imaginar una diferencia para ir a votar. Quizá sea por estética, por tradición o por proximidad con su lenguaje, pero fuimos a votar a Filmus para evitar a Macri. ¿Por qué siendo que las dos formas son tan semejantes, una de ellas nos resulta más familiar, menos hostil? En este enigma se encuentra la razón de la parálisis. Ambos componen la vidriera de la política y escogemos aquél producto que más mueve nuestra sensibilidad. Será por eso que nos hemos convertido, con el correr del tiempo, en mansos espectadores de aquello que sucede en las escenas de palacio. (R.S.)

La nausea amarilla (I) – (güorkin progres)

Lo de ayer fue una catástrofe. Me arrepiento de mi voto a Filmus. ¿Cómo va a decir en su discurso que no maneja los “grandes medios”? ¿Qué le queda a las listas que en serio no manejan “grandes medios”? ¿Radio del Plata, Tiempo Argentino, CN23, Página 12, C5N, Crónica (por no decir canal 7 y Radio Nacional) no son grandes medios? ¿Y qué hacer frente a semejante balance: comprar Clarín, expropiar canal 13, inflar de guita a Miradas al Sur? Todo esto, en nombre de valores y militancias es sencillamente lamentable.
Me arrepentí de no haber votado a Pino, que por lo menos sigue hablando de un proyecto de país. O de no haberme quedado en casa, sin tribulaciones, leyendo, descansando y paseando. Ya sabíamos que las elecciones no son un momento político fuerte. Peor esto es demasiado. ¿Cómo el tipo va a decir «no teníamos los grandes medios a favor»? ¡Por Dios!. Porque eso es lo que dijo anoche, ¿lo escucharon?
Y ojo que lo escandaloso no es el resultado, sino esa falta total de realismo del universo kirchnerista, tanto durante la campaña como en el olvidable discurso de anoche. Los únicos militantes son ellos. Los únicos territorios son los que ellos caminan. Los únicos que no están con la dictadura son ellos. Ahyyyyyy.
Habrá que ver la nueva composición del mapa de la capital para empezar a evaluar la magnitud del desastre. Pero un dato lo pinta todo: luego de las asambleas dosmilyuneras y de los CGP progres, ahora tendremos mayorías macristas en las 15 comunas. Apasionante, ¿no?
¿El kirchnerismo se equivocó al creerse su propia fiesta? Y ahora que la fiesta vino para quedarse, ¿será bailada por sus verdaderos dueños? Dado que ponen la soja, ¿ponen ahora también los globos?
Si una idea estuvo ausente anoche es la de construcción, asociada al cambio. Ganan los “oficialismos”, certifican los analistas. Y las nuevas militancias de aparato felices con la constatación. Y encima, es cierto que Macri expuso más “drama” que Filmus. Tiene una historia que contar que va desde su papá rico a la presidencia de Boca (la fiesta de anoche fue un velorio gallina, una revancha bostera tout court), de la amenaza de juicio político a la metropolitana, del juicio político y la causa penal a la duda sobre si convenía candidatearse a la presencial o a la defensa de su gestión en Ciudad, de su mujer nueva a su nuevo embarazo. Y el drama cotidiano de tener que decir unas pocas palabras de modo fluido (y ni hablar del baile).
Pero, Filmus no tuvo densidad personal ni para sumar capas ante tan plano adversario. Su candidatura brota de una nada épica competencia encuestológica sometida a estricta interpretación presidencial. Se nos dice que en la presidencial aparecerá Cristina con todo, y eso es de esperar. Aunque ahora sabemos que Macri también sabe esperar.
Se nos reprocha mezquinamente que no debíamos tener expectativas. Pero es que justamente lo que enoja es que no las había. Se nos alecciona sobre la tradición (supuestamente reaccionaria) de la capital. Pero es que ¿realmente creen que el voto en Córdoba será muy diferente?. ¿Y el de Scioli en Provincia? ¿Y el de Vudú en Nación? Si alguien pude festejar realmente ese es Artemio. Si hay alguien enviando señales estos días ese es Verbitsky (del sábado previo a las elecciones, con su notable entrevista a Vudú).
Si algo podemos hacer es organizar la resistencia no-kirchnerista al macrismo. Antes y después de la segunda vuelta. Espero que ahora se abra un debate en serio sobre las razones de un (electoralmente potente) populismo de derecha, capaz de representar sueños de muchos porteños (¿y argentinos hacia el 2015?) con una idea completamente canallezca de fiesta, de inclusión, de sueño de reconciliación. (D.S.)

Lo que no entendemos

por Horacio Tintorelli (Carta Abierta)
 
Muchos porteños no entendemos cómo Mauricio Macri pudo alcanzar el 47 por ciento de los votos en primera vuelta. Lo primero que hay que admitir, indispensable: el problema es nuestro, no de los porteños que lo votaron.
Tampoco entendimos en 2007. Hoy, estamos peor. El PRO obtuvo dos puntos más que los que logró hace cuatro años, cuando aun no tenía encima el desgaste de una gestión deficitaria y todavía era, para muchos, una promesa de eficiencia.
Lo que no entendemos, y parecería ser el punto principal, es qué piensan y por qué votan como votan los ciudadanos de la ciudad. La joda es que para hacer política, hay que entender al otro, nunca descalificarlo. Para hacer política, hay que tratar de comprender la complejidad del electorado en el que uno pretende captar adhesiones. En eso, estamos para atrás.
A los que putean porque la Capital es un territorio de garcas y gorilas derechosos, es oportuno recordarles que Cristina tiene entre los porteños un 50% de intención de voto para octubre.
Lo que no entendemos es que hay que pensar todo de nuevo.
Macri ya no es una sorpresa o un globo de ensayo. El PRO ganó 5 de las 6 elecciones capitalinas en los últimos 8 años. En 4 de ellas, alcanzó o superó el 45%. Y gana en todos lados, en todas las comunas. Estará procesado, se tragará el bigote y será un xenófobo que le corta el gas a los internados del Borda, pero gana por paliza. No será subestimándolo que se lo podrá vencer. La pequeñez del enemigo agranda tu derrota, pequeño saltamontes.
Macri no es Cavallo. No es un dirigente liberal de derecha que interpela desde ahí. Es una suerte de pastor mediático cuya religión es el éxito. Ecuménico y resbaladizo. Pero nosotros seguimos confrontándolo como si fuera Cavallo. Para los pibes que debutaron ayer en las urnas, el menemismo es una cosa que terminó cuando ellos empezaban la primaria. Los que atrasamos, somos nosotros.
Ejemplo. No se puede seguir insistiendo con la misma matriz de campaña del balotaje de 2003, cuando Ibarra le ganó a Macri. Pasaron 8 años. El enemigo cambió. El país cambió. El electorado también. No alcanza con las solicitadas llenas de firmas de cantantes y artistas. Ya no causan efecto los spots con las fatigadas caras “del arte y la cultura”. No les pidamos prestada una vez más a los artistas la legitimidad que no nos dio la política.

 

Nunca menos

 
El progresismo ya fue, hace mucho. Desde la misma noche que Cromañón dejó casi 200 pibes muertos. Ya no existe como horizonte en la cabeza de los porteños. No es un continente con ambiciones de mayoría. Hay que cambiar el paradigma de construcción política. Estructurando la estrategia electoral con el viejo mapa de progres versus Macri, no hay modo de crecer. Cuatro puntos más en 4 años no son para festejar. Como dijo alguien ayer con aguda ironía en Twitter, “vamos bien, en 16 años a Macri le rompemos el orto”.
Los equipos grandes no festejan los empates, y menos las derrotas. Pretender disfrazar una goleada en contra haciendo foco en la cantidad de corners conseguidos es menospreciar un poco a la tribuna. Claro: dar buenas noticias es fácil. Cualquier boludo anuncia un aumento de sueldo. El problema es que la autoridad (en política como en la vida) se construye dando buenas noticias pero, sobre todo, comunicando las malas. El que apechuga y te desayuna de que viene de bajón, y te contiene y te acompaña en el trance, ese conduce. El que halaga la corona para no mentar al muerto, está fregado. El exitismo de los derrotados no es una estrategia: es una tara.
En una elección, a uno le puede tocar jugar con mejores o peores candidatos. Con más o menos recursos. Con una campaña organizada o enquilombada. Con climas y contextos políticos más o menos favorables. El análisis coyuntural al respecto de estos temas se irá procesando seguramente en estos días y semanas. Lo que nos parece central subrayar es que en cualquier elección y más allá de las contingencias, lo que no puede suceder en una fuerza política con vocación de mayoría es caer en una ritualización de la acción política que vuelva estéril la militancia. No sirve (ni vale) ir a cazar al zoológico. Vale ver 678, escuchar AM 750 y leer Tiempo Argentino si hace falta tener data, buscar letra o levantar el ánimo. Pero ese ánimo tiene que enfocarse en el intento de penetrar el techo propio. Nunca para cimentar nuestra complacencia. Aunque los medios concentrados estén en contra y protejan las barbaridades de Macri. Aunque haya que remar en el dulce de leche. Ese es nuestro desafío. Como colectivo y como individuos. Hay que leer y bucear en Clarín y La Nación. Hay que tragarse a Bonelli y a Magdalena. Hay que tratar de entender y discutirle al vecino que quiere amurallar el palier. No hay otra. Buscapina y garra. Cachamay y corazón. Al enemigo hay que sentirle el olor, bien de cerca, para adivinar sus próximos pasos. De lejos, no lo entendés y te vacuna. La pasión, el compromiso y el fervor militantes exhibidos por miles de compañeros en estos meses es el piso virtuoso desde el cual podemos arrancar una nueva etapa.

 

Un largo viaje

Como los vendedores ambulantes del transporte público, a veces nos toca tratar de vender productos atractivos. Otras veces, clavos difíciles de digerir. Regla de oro: ningún vendedor bardea al pasaje de un colectivo porque no le compra nada. Agradece, agacha la cabeza, y se baja para esperar el bondi que viene atrás. Los más vivos, cuando van hasta el fondo y tienen a casi todos los pasajeros de espalda, tiran un “¿alguien más quiere comprar?”, para ver si pica algún desprevenido de los de adelante que no se animó de movida. Pero ojo, ese vendedor no cree su propio truco. No piensa que de tanto decirlo, vendió más. Sabe que la verdad no está en las cosas que dijo para seducir, sino en la cantidad de monedas que logró juntar.
Lo que no entendemos es que la ciudad de Buenos Aires es como un enorme bondi. Nadie quiere que le vendan nada. Y cuando lo intentamos, la mayoría de la gente mira por la ventanilla o manda mensajitos con el celular.
Autocrítica, humildad, creatividad, laburo y militancia. En política, siempre hay alguien más a quien sumar. Y, al final del día, lo que cuentan no son las palabras. Son los votos. 

(D)escribir el 15-M

Notas para la presentación de Las voces del 15-M

por Amador Fernández-Savater  

Me gustaría decir algo breve sobre mi contribución a este libro. Como se ha explicado, recoge algunas voces de gente implicada en el movimiento 15-M. En esa línea, sus editores me pidieron una selección de los “apuntes de acampadasol” que he ido lanzando en mi blog del diario Público. ¿De dónde surgen estos apuntes?


Por un lado, unos días después del comienzo de la acampada, en el periódico donde colaboro me piden que escriba algo sobre el movimiento. Les parece que hay una continuidad muy clara entre el movimiento 15-M y esa “otra política” por la que pregunto desde hace dos años en mi espacio de entrevistas “Fuera de lugar”. Me dan libertad para hacer lo que yo quiera: artículo de opinión, reportaje, etc.

Por otro lado, yo mismo siento por entonces la necesidad de escribir y compartir las primeras reflexiones sobre lo que estamos viviendo. Entre las muchas maneras de estar en el mundo, formo parte del grupo de enfermos que sólo puede relacionarse y conectarse con las cosas pensándolas, a veces una verdadera maldición.
El caso es que me pongo a escribir algo y no hay modo. Nada cuaja. ¿Cómo es posible? Los formatos y registros que se me presentan mentalmente como opciones me fuerzan a ir más allá de lo que yo tengo para decir en ese momento. No me permiten balbucear y sobre todo tengo balbuceos para compartir: dudas y cosas que no entiendo, situaciones que me hacen preguntas, detalles conmovedores y repletos de claves por descifrar, etc. ¿Qué puedo escribir, entre la pura descripción de lo que pasa y la formalización conceptual precipitada que obtura las preguntas? ¿Cómo pensar sin intelectualizar o representar?
Finalmente, tras varias cavilaciones y conversaciones (en especial recuerdo un chat en Facebook con mi amigo Franco Ingrassia), decido simplemente llevar a la Red los apuntes que voy tomando en mi cuaderno de notas, sin apenas mucha más elaboración. Como un primer recorte de materia prima: registros para pensar, pensamientos que registrar. Nada muy original como escritura, pero que a mi me permite:
no colocarme en una posición de saber, avanzar por fragmentos. Resistir la tentación de creer que lo que pasa ya está pensado y aplicar entonces simplemente un saber previo. Empezar por la escucha y el asombro, no por el reconocimiento y la confirmación. De ahí que los apuntes empiezan recordando la máxima de Heródoto: “anote todo lo que no entienda”.
vincular lo íntimo con lo colectivo. Muchísimos apuntes empiezan así: “un amigo dice”, “una amiga me cuenta”, “un chat en Facebook”, “intervención de un desconocido en asamblea”… Lo íntimo para mí no es un espacio privado y de retiro, sino el lugar de una conversación incesante. El yo, lo que yo pienso, se produce y emerge en ese flujo de voces en diálogo.
conectar lo que pasa y lo que me pasa. No describir los eventos desde esa voz en off analítica que es el sujeto de la mayor parte del ensayo político, sino hablar en primera persona, poniéndome yo mismo en juego (las preguntas, las dudas, las inercias que el acontecimiento revela en uno mismo, etc.).
Los amigos hemos pensado mucho últimamente en torno a un desacople entre palabra y experiencia que uno de ellos llama “crisis de palabras”. En ese desacople la palabra se hace autorreferencial y automática, se vuelve incapaz de afectar la vida y tocar la realidad, se hace casi imposible creer en ella, pierde verdad e importancia.
Se empieza a salir de la crisis de palabras haciéndose plenamente responsable de lo que dice, no diciendo más de lo que uno quiere y puede decir, esto es, lo que cada cual es capaz de sostener.
¿Y a nivel colectivo? El intelectual como depositario tradicional de la “palabra” (legítima, autorizada, experta) también está en crisis. Las palabras desbordan hoy todos los marcos de las instituciones establecidas (y en descrédito). ¿Y si pensar pasase ahora, no tanto por ofrecer narrativas unificadas y acabadas, como por proponer y trenzar conversaciones, enunciados sin autor, ideas editables y actualizables, preguntas sin respuesta?
El feedback (riquísimo) que he recibido con los “apuntes” (comentarios personales, en el blog, réplicas de los contenidos en la Red, aportación de palabras e imágenes) habla en este sentido. Lo que más se agradece es, según creo, el carácter balbuceante e inacabado, subjetivo y coral de los apuntes.
En este punto yo mismo me pongo dos “peros”:
1- aquí el yo no se disuelve en un proceso colectivo, sigue habiendo un “autor”
2- todo esto se publica en un periódico, lo que da “poder” a mi voz (que ya no es una voz “cualquiera”)

Sobre el punto 1: se sabe que las vanguardias de todo tipo han experimentado desde hace décadas con la disolución del yo en procesos y tramas colectivas, donde ya no se sabe qué es de quién, donde no hay autor asignable ni responsable, donde ningún nombre propio puede privatizar dinámicas colectivas, donde el anonimato es radical (o donde un seudónimo representa ese carácter colectivo, múltiple y descentralizado de la creación-producción: Luther Blissett, por ejemplo).

Conozco, comparto, he practicado y practico esa modalidad de anonimato. Pero hoy también me pregunto si es la única vía posible para escapar de la maldición del “autor individual y propietario”, si es la única articulación interesante y liberadora entre yo y nosotros, lo común y la singularidad. Veo que en las redes sociales y los blogs hay un uso de la primera persona, con la potencia que tiene ese tipo de enunciación muy encarnada, pero como un nombre propio más, como uno cualquiera; y además conectado a un flujo de conversación colectivo, aportando a un gran relato coral (blogosfera, hashtags, etc.). Quizá podamos pensar hoy también lo colectivo como un sistema de resonancias entre puntos singulares y no sólo como un mural dibujado a muchas manos.

Sobre el punto 2: publicar en la tribuna de opinión de un periódico hace que mi voz sea la de “alguien” y no la de cualquiera. Los riesgos de hablar desde esa “tribuna” son claros y conocidos: colocarse como intelectual-que-sabe, personaje-protagonista que se apropia y representa un flujo colectivo, identificación de la palabra con la línea de un medio de comunicación, etc. Los riesgos están ahí, son mi sino. Hay que pensar y decidir qué se hace (y cómo) en cada situación (lo que no significa empezar de cero cada vez). ¿Cómo destituirse de la posición de saber, cómo devolver al flujo colectivo, cómo despegarse de todo alineamiento partidista de la palabra?

Medité si publicar los apuntes en Público o en el blog de Acuarela y finalmente me decidí por Público. ¿Por qué? Para llevar el 15-M a lugares incómodos, donde (supuestamente) no debe estar. Llevar aquí lo que está acá, hacerlo circular. Cruzar las fronteras y pasar algo de contrabando. Moverse en las costuras (entre los medios y la calle, entre el periodismo y el activismo). Jugar en las reglas de un medio de comunicación, pero sorteando en lo posible sus exigencias: la información desencarnada, la opinión exterior, los textos breves y digeribles, etc. En definitiva, como dice un amigo, para extender la peste.

Amador Fernández-Savater

Seguimos en la búsqueda

por Mario Antionio Santucho

Hace ya 15 años que organizamos el primer homenaje masivo a Mario Roberto Santucho y sus compañeros del ERP, en plena euforia de consumo menemista, cuando recordar era un riesgo. Si hasta amenaza de bomba hubo en aquel viejo salón de Unione e Benevolenza, dato un poco bizarro, sin dudas. Por ese entonces el dolor de los que habían sobrevivido se mezclaba con el malestar de una generación de hijos que tomó la palabra para remarla a contracorriente. Hubo que ganarse el derecho a la justicia y la verdad, haciendo uso de la lucha callejera y de unas cuantas buenas preguntas.
 

Pasado mañana se cumplen 35 años de la desaparición de mis viejos. Es un montón de tiempo. La memoria se ha convertido hoy en un ritual aceptado socialmente, lo cual no está nada mal. Lo que más me impacta es cómo le toca vivir esta historia a mi hijo de ocho años. En la escuela hablan con admiración de sus abuelos, también en la tele, algo impensado hace apenas una década atrás.


Pero más allá del inevitable tono nostálgico y del cholulaje acostumbrado, hay muchísimos problemas que nos siguen inquietando y constituyen nuevos motivos para la crítica. Aprovecho para sugerir, al menos, tres que me parecen significativos.
 
Una y otra vez constatamos que ciertos efectos del terrorismo de Estado son irreversibles. Pese a los avances (demasiado tardíos) de la institución judicial y los esfuerzos gubernamentales por reparar las ofensas del pasado, existen rupturas que no tienen remedio y heridas que no suturarán jamás. Por eso hay palabras que ya no alcanzan (restitución es una de ellas) y otras que falta crear (sobre todo en lo que se refiere a la justicia social).

Por otra parte, hay logros que fueron conseguidos por las luchas recientes, respecto de los que se observan retrocesos. Sugiero apenas un ejemplo menor: mientras los movimientos de derechos humanos lograron en determinado momento (de lucidez) desacralizar la experiencia de la pérdida y asumir de manera materialista lo inevitable de la muerte, en los últimos años hemos asistido a verdaderas ceremonias de beatificación, apuntaladas por las tecnologías de la religiosidad post-moderna.
 
Por último, lo más relevante: seguimos en la búsqueda de imágenes políticas que nos permitan recrear el horizonte de emancipación que nuestros viejos nos legaron. La democracia sigue siendo un sistema que no sólo admite, sino que también produce tristeza y dominación. El capitalismo, incluso el serio, redobla los procesos de explotación y captura las energías colectivas. No es cierto que con guita y autoridad podamos cambiar el mundo. Son otras las potencias que tenemos que activar (la dignidad, la cooperación, la rebeldía), ahora de otra manera, atendiendo a las nuevas coordenadas, aunque con la misma irreverencia de siempre…

Hebe y una forma de derrota

por Luis Mattini

Cuando el poder expresado en las FF.AA en 1976 logró aislarnos en política, nos infligió durísimos golpes, dispersó nuestras fuerzas de tal modo que nunca pudimos recuperarnos, hablamos primero de derrota «táctica», de perder batallas pero no la guerra, hasta que finalmente tuvimos que reconocer que habían logrado derrotar nuestro proyecto revolucionario. El país se orientaba hacia rumbos distintos y, agotada la dictadura, se dirigió hacia el Estado de Derecho actual en donde el discurso sobre los derechos humanos, derechos elementales, si lo hay, ocupó el lugar de nuestro proyecto libertario.



Y es obvio que en ese proceso sufrimos mucho. Sufrimos físicamente la brutalidad de la represión, pero también experimentamos el abatimiento por su resultado. La destrucción del proyecto nos provocó bronca, odio, rencor, sentimientos difíciles de soportar pero superables, asimilables y de tanto en tanto podemos recuperarnos de los mismos, porque son provocados desde afuera, desde el enemigo, porque se expresan con el cuerpo pero son exteriores a él. Son las expresiones mas tajantes del ser humano para los demás, hacia afuera. En cambio el dolor es interno, es del cuerpo, viene desde adentro, es del hombre para sí mismo. Cuando aparece el dolor, el cuerpo se lastima adentro y eso no sólo es insoportable sino insuperable y mucho menos asimilable. Esta condición casi siempre amenaza los sueños, entonces aparece la derrota.

A algunos no lograron derrotarnos los sueños y entonces, aún podemos reconocer las derrotas sin sentirnos derrotados, pero el dolor carcome el interior buscando la salida mientras tanto…

Y eso es precisamente lo que siento con mucha fuerza al ver las imágenes de Hebe de hoy. La realidad de Hebe que nos conmueve hoy no es un accidente sino la erupción resultante de un largo proceso de deterioro de esa Asociación Madres de Plaza de Mayo, su universidad y algunos otros organismos de Derechos Humanos. Y el dolor es grande porque no puedo olvidar que cada madre hace lo que puede, hizo lo que pudo frente al asesinato o desaparición de su hijo, incluso hizo mucho más de lo que pudo. Muchas se animaron a pelear contra todo por la desaparición de sus hijos que dejaron la vida luchando por un mundo mejor para todos. Quizás sea necesario aclarar que esto lo escribo con todo respeto porque no me olvido que estamos hablando de mujeres no preparadas para una acción autónoma, sino más bien criadas para caminar un paso detrás de su marido, criar hijos y cuidar el hogar.

El deterioro empezó hace muchos años, cuando Madres de Plaza de Mayo se dividió, entre otras cosas por el absolutismo de Hebe, quien en nombre del derecho abstracto les negaba a otras madres el derecho concreto, incluso el deseo, de buscar los restos de sus hijos. También habrá de convenirse que el amparo, y las responsabilidades asignadas a Schoklender constituyeron una extraña decisión que no hizo más que oscurecer a la Institución que conduce Hebe. Las arbitrarias, prepotentes y a veces ilegales gestiones de ese sujeto, despidos, ruptura de contratos, maltratos, etc eran voz populi y es difícil imaginar que Hebe las ignorase.

¿Por qué Hebe? Está claro que nadie le puede quitar los méritos pasados y justo por eso aparece el dolor. También es cierto que oportunistas de toda laya la han rodeado, halagado y utilizado para usufructo propio en diferentes oportunidades. Cierta parte de la izquierda tradicional para lavar sus culpas, políticos en busca de credibilidad y para tener más votos a su favor, y una gran cantidad de gente que simplemente resolvió su problema laboral. Schoklender es la parte visible y más aguda de un variado y extenso negocio, administrado bajo las crudas reglas capitalistas de patrón-empleado, que dejó muchos heridos por el camino. Esa gente, la que se vio beneficiada directamente con el negocio, es responsable de que Hebe sea una alegoría intocable olvidando que el símbolo son los pañuelos y no las personas.

¿Qué pasó y que pasa con Hebe? ¿Cómo es posible que sea parte de ese deterioro? Recuerdo que cuando China rompió con la URSS y por lo tanto empezó a ser hostil con Cuba, a Fidel le preguntaron qué opinaba de Mao Tse Tung, quien había sido el gran timonel de la Revolución China; y Fidel dijo: «Ud sabe que la astronomía ha demostrado que hubo brillantes estrellas que se apagaron. Pues eso pasó con Mao, es una estrella que se apagó» Me pregunto si no será aplicable esta metáfora al caso de Hebe. Si es así, si es una estrella que se apagó, es posible pensar que podría recuperar la luz si se quitara el pañuelo, y dejara a otras madres «el símbolo» y se dedicara a lo que quiera como cualquier ciudadano que habita este suelo.

Y en tal sentido Hebe goza de los mismos derechos que cualquiera de nosotros, el derecho a tener ideas propias y a cambiar de ideas. Por eso es que si ella ha decidido apoyar el llamado «modelo» actual, este supuesto post-neo-liberalismo que claramente consiste en una base productiva agro-industrial dictada, no por los EE.UU, sino por el Imperio, es decir el capital mundial, del cual la burguesía argentina es parte y el gobierno de los Estados Unidos, su policía. Este modelo que en lo interno incluye una política contenedora de desbordes sociales mediante subsidios a los sectores expulsados del campo y marginados por el sistema productivo, si ella ha decidido apoyar este modelo, está en su derecho. Porque puede ser que ella crea sinceramente, como tantos otros setentistas, que por ahí pasa el progreso actual. No sabemos tampoco qué pensarían sus hijos marxistas leninistas si vivieran, quizás también apoyarían, pero sí sabemos exactamente qué pensaban ellos en su tiempo, que fue también mi tiempo. Pero entonces le pido que deje el pañuelo para las madres que continúan su labor fieles a los ideales de sus hijos

Por otro lado cabe tener en cuenta que Hebe no es la única responsable de todo ese deterioro, de toda esa manipulación de la historia reciente que afecta a varios organismos de Derechos Humanos, pero ocurre que el culto a la figura de Hebe, como todo culto a la personalidad, impide razonar, fomenta el maniqueísmo, e imposibilita cualquier movimiento de rectificación.

Por eso es también necesario, imprescindible, sacar a Hebe del lugar de víctima en el que la pone esta pacata izquierda estalinista o nacional y popular, sociedad ultra machista con discurso pseudo-feminista. Esos que dicen: «Pobre Hebe la cagaron. O los que dicen «La culpa la tiene Cristina que le dio poder a una mujer que no estaba preparada», en ambas lecturas la víctima es la misma: Hebe. Cualquier persona pensante, cualquier militante experimentado sabe que cuando aparece la víctima, se detiene el pensamiento. Sabe que ese fue un recurso muy usado dentro de las disputas internas marcadas por el estalinismo; recurso que supone que el cerebro de la víctima está más autorizado o piensa cosas más inteligentes que los demás. Por lo tanto se sabe que fabricar víctimas es una burda triquiñuela operativa, a veces inconsciente, pero triquiñuela al fin. Hebe no es víctima, nunca lo fue, como no lo fuimos ninguno de los setentistas que nos jugamos en un proyecto revolucionario sabiendo los riesgos que corríamos. Y precisamente por eso Hebe fue quien fue, por eso fue estrella.
Finalmente, si los ideales de los setentas siguen malversados por quienes creen que este modelo productivo imperial, sojero-automotor que incluye como componente una cuota de necesaria corrupción, es la consumación de esos ideales; entonces si será la derrota. Porque si la corrupción señorea aquí, en el corazón del discurso de los derechos humanos, nos habrán robado los sueños y, como se dijo, la derrota de los sueños es el triunfo final del enemigo.

De la opinión pública al saber popular

por Javier, de la Asamblea del Forat de la Vergonya, Barcelona


El debate polarizado entre la violencia y la no-violencia es un falso debate que solo pretende adhesiones a un bando u otro, sin que se produzca una reflexión crítica al respecto. Es un debate estéril que se encuadra en la misma lógica maniquea que filtra todo conflicto político a través de dos categorías jurídicas opuestas: «víctima»/»verdugo»; una parrilla taxonómica en la que la legitimidad cae siempre del lado de la víctima. Cuando la legitimidad se convierte en patrimonio de un mismo grupo social, el hecho de ser víctima (de un atropello, de un engaño, de una violación) pasa de ser un proceso -con un tiempo de duelo más o menos largo, con unas secuelas traumáticas más o menos perdurables-, a ser un estado que se pone a salvo de toda crítica (ej. Asociación de Víctimas del Terrorismo, la clase política en general). Esta lógica binaria que rige la estadística (a favor, en contra, NS/NC) y que genera, al mismo tiempo, las corrientes de opinión pública, es la misma lógica consensual y despolitizadora que se ha establecido como paradigma en todas las democracias occidentales. Toda argumentación posible dentro de este paradigma sobre lo sucedido en el Parc de la Ciutadella el 15-J, está cuestionada desde un principio por una pregunta insidiosa: «Vale sí, pero ¿estás a favor o en contra de la violencia?»


Lo fundamental en toda reflexión consiste en plantear adecuadamente la pregunta. Y la pregunta no debe ir encaminada a responder y definir de forma abstracta una posición respecto a la violencia, sino que debe responder y definir de forma concreta una posición respecto a la viabilidad práctica de seguir la consigna «Aturem el Parlament», en un acto de desobediencia civil, de forma no-violenta pero determinada, tal y como se anunciaba en la concentración. En principio, la acción consistía en realizar un cordón humano alrededor del Parlament para evitar así la entrada de los diputados en el hemiciclo. Esta acción fue desbaratada el día 14 por la tarde mediante un amplio despliegue policial que no solo acordonó el Parlament, sino que cerró a cal y canto el Parc de la Ciutadella. A partir de esta situación se abren dos posiblidades: o se desconvoca la acción (posibilidad defendida «el día después» por Arcadi Oliveras, el mismo que se ha erigido como el intelectual emblema del «Movimiento 15-M» de Barcelona, y que el día 14 a las 21 h. estaba arengando a las masas en la puerta del Parc de la Ciutadella próxima a la Estació de França, mientras se gritaba antes, durante y después de su intervención: «No pasarán»; consigna por la que, no olvidemos nunca, murieron «violentamente» miles de personas en la Guerra Civil española), o, como otra posibilidad, no se desconvoca y se improvisa sobre la marcha una acción. Y esto último fue lo que hicimos; una acción, quizás, meditada previamente por muchas personas, pero totalmente desconocida para muchas otras. La acción, ahora, consistía en bloquear todos los accesos al Parc de la Ciutadella poniendo en medio nuestros cuerpos, de forma pacífica pero determinada. Lo que ocurrió, ocurrió para cada cual de una manera distinta, en función de en qué lugar y momento se encontraba y qué ideas y bagaje político cada cual tiene. Pero si se trata de hacer una valoración lo más objetiva posible, partiendo de la consigna: «Aturem el Parlament» y en medio de un despliegue policial hipertrofiado y escandaloso, la acción no dejó de ser exitosa.


La acción fue un éxito (relativo) por el simple motivo de que conseguimos que el President de la Generalitat ( y unos sesenta parlamentarios más) acudiera al Parlament en helicóptero, lo cual es un índice de la distancia insalvable que media entre los políticos y el pueblo que dicen representar. ¿Por qué no fueron todos los parlamentarios en helicóptero al Parlament, cuando habíamos miles de personas protestando en las puertas de acceso al Parc de la Ciutadella y determinadas a impedir la entrada de todos los diputados? Esta es una pregunta que incumbe a los distintos grupos parlamentarios. La pregunta que nos incumbe a nosotrxs, lxs que nos hacemos llamar «indignadxs» porque así nos han bautizado los medios de comunicación, se podría formular del siguiente modo: ¿por qué algunxs de nosotrxs ponemos en nuestra boca el titular: «grupos de violentos», en contra de compañerxs que entienden de forma diferente la indignación, pero que a la hora de la verdad son lxs que nos van a ayudar, como unx más, a evitar un  porrazo de la policía o a que nos pisen cuando nos hemos caído al suelo, cuando esa diferencia entre compañerxs, esa heterogeneidad, forma parte de nuestro poder? ¿Acaso queremos ceder ese poder conseguido día a día durante más de un mes a aquellos que lo han tenido siempre y que ahora nos temen porque sienten su poder sobre nosotrxs en peligro? Decimos que hemos perdido el miedo, pero los medios de comunicación se encargan de administrarnos nuevas dosis, no vaya a ser que algo cambie y ese cambio invierta su posición privilegiada.
Pero, ¿de qué tenemos miedo? Tenemos miedo de que aflore la violencia que sentimos contra nosotros cada día y que se manifiesta de distintas formas: desde el guardia de seguridad acompañado por un perrazo que nos escruta con su mirada mientras introducimos el tiquet del metro por la ranura de la máquina, hasta las facturas que nos llegan y que hacemos malabarismos para pagar, en el mejor de los casos…de múltiples formas sentimos esa violencia en nuestra vida cotidiana, de la cual los deshaucios de familias enteras que no pueden pagar la hipoteca o los recortes públicos en prestaciones sociales serían solo su manifestación paroxística. La violencia está ahí, la sentimos y a la vez nos resistimos a sentirla. De esta contradicción interna surgen otras en la práctica política; como una atención desmesurada prestada a la opinión pública o un estricto posicionamiento en la “resistencia pacífica” que en muchas ocasiones resulta indefendible.
Respecto a la “resistencia pacífica”, no es más que un oxímoron (figura retórica que consiste en la unión de dos palabras de significado opuesto, p. ej.: “presente ausencia” “tierra acuosa”, etc.), una contradicción terminológica que si se mantiene por mucho tiempo nos puede desquiciar a todxs. Hay muchas formas de resistir, pero la diferencia entre una forma de resistencia y otra, es siempre una diferencia de grado, nunca de naturaleza. La línea imaginaria que separa la resistencia pacífica de la resistencia violenta no es delimitable. Es decir, se puede resistir más o menos y el ejercicio del poder al que se resiste puede ser mayor o menor, pero lo que siempre se pone en juego a través de la resistencia es una correlación de fuerzas, de poder y, por lo tanto, también de violencia. Por otro lado, la “resistencia pacífica” que abogamos, nos obliga a tener casi como única referencia política a Gandhi (aunque todavía no se ha propuesto, por ejemplo; una huelga de hambre masiva), deshechando toda una serie de prácticas políticas de acción y resistencia que han tenido lugar en Barcelona desde finales del siglo XIX, así como otras tradiciones que lxs compañerxs procedentes de otros lugares, como el resto de Europa o América Latina, pueden aportar al movimiento.
Por último, respecto a la excesiva atención hacia la opinión pública, no somos capaces de romper el cerco a la atomización social que la misma espectacularización de los medios de comunicación produce. Llevamos a cabo una acción, como la del 15-J, pero antes de que la acción finalice (se supone que al salir los parlamentarios del Parc de la Ciutadella), arrastrados por un manifiesto narcisismo miramos nuestro reflejo en los medios de comunicación que, evidentemente, nos devuelven una imagen deformada de la que no queremos responsabilizarnos y buscamos entre nuestrxs compañerxs a lxs causantes de esa imagen siniestra. Durante toda la mañana del día 15, no se dejan de escuchar voces que hacen referencia a la opinión pública –siempre es mejor que papá esté de nuestro lado-, pero estas voces olvidan que la opinión pública la forman los mismos medios de comunicación. No es un capricho intelectual que Agustín García Calvo los llame: “medios de formación de masas”, sino que responde a una realidad: la opinión pública es un producto de los mass media, por lo que éstos hacen una labor de formación –en el sentido escolar- de las, despectivamente llamadas, masas. Para salir del siguiente círculo vicioso: decimos que ha empezado una revolución – queremos tener a la opinión pública de nuestro lado – la opinión pública es producto de los mass media – los medios de comunicación son el cuarto poder – el poder quiere aplastar la revolución que hemos empezado; es necesario acudir al saber popular. La opinión pública se genera mediante la estadística; que trata de sumar las partes en un todo computable. El saber popular es una totalidad que no se deja codificar ni reducir a términos cuantificables. Dicho de otro modo: la suma de las partes no es el todo. El saber popular es refractario a toda estadística y es el mismo al que se refiere la expresión coloquial: “hasta un niño de cinco años sabe…” Pues eso: hasta un niño de cinco años sabe que tenemos razón cuando salimos a la calle con nuestras protestas; hasta un niño de cinco años sabe que el 15-J teníamos razones suficientes para ser mucho más violentos de lo que fuimos; hasta un niño de cinco años sabe que no es “un signo de debilidad” las “acciones violentas” que pudo haber; hasta un niño de cinco años sabe que es un signo de poder el no haberlo ejercido violentamente contra tantos y tantos parlamentarios que pasaron ante nosotrxs; hasta un niño de cinco años sabe que en toda revolución se ha hecho algún uso de la violencia contra el enemigo y/o contra uno mismo.

Carta abierta a los hombres y mujeres sensibles de este mundo

Agravios y amenazas del gobierno gringo que a todos están ocurriéndonos… anoche me tocó a mí.
por Raquel Gutiérrez Aguilar
Anoche tomé un avión para ir a Italia. Tenía que llegar a la Toscana a encontrarme con amigos y compañeros para compartir con ellos experiencias de luchas en América Latina. No pude llegar a mi destino porque al gobierno gringo se le ocurrió que yo no tenía derecho a pasar ya no digamos por su territorio, sino tampoco por su “espacio aéreo”… así fuera en una línea aérea supuestamente mexicana -AeroMéxico- que operaba un vuelo de otra línea de otro país distinto -Alitalia-… y sin importar que lo más cerca que iba a estar de “su territorio” fueran 30,000 pies de altitud.
Les cuento lo que ocurrió:
El miércoles 20 de julio de 2011 a las 22:35 horas, en México D.F. abordé el avión de Aeroméxico vuelo 033 con destino a Barcelona, para conectar desde ahí con otro vuelo a Roma en Alitalia. Una amiga me acopañaría desde Roma hasta la Toscana por tierra.
El vuelo se iba desarrollando de manera totalmente normal cuando un poco después de la medianoche el capitán avisó que volvíamos a Monterrey porque se había cerrado el espacio aéreo norteamericano. Explicó que, dado que había que volar por otra ruta, el avión tenía que re-aprovisionarse de combustible.
Fue así que volvimos a Monterrey en medio de cierto nerviosismo pues era muy raro lo que se decía por el altavoz.
Mi sorpresa mayúscula fue que cuando aterrizamos en dicha ciudad, pasada la 1 de la mañana de hoy, 21 de julio, se acercó a mí una de las azafatas y me pidió que mostrara una identificación. Se la mostré sin ningún problema. Yo tenía conmigo mi credencial de elector y también mi credencial de la UNAM. Una vez que vio mi nombre me pidió que recogiera mis cosas y que la acompañara a la puerta del avión.
Cuando llegué a la puerta del avión con todo mi equipaje de mano había unos cuantos policías federales mexicanos y dos o tres funcionarios de Aeroméxico que me pidieron identificarme nuevamente y bajar del avión. Yo les dije que no iba a bajar a menos que me explicaran que estaba sucediendo. Contestaron que «el gobierno de Estados Unidos había negado el paso al avión porque yo iba en él» ¡¡¡¡!!!!
Ante mi cara de absoluta extrañeza, una regiomontana muy amable de Aeroméxico me dijo que ellos también estaban muy extrañados, que por favor les acompañara y que viéramos que se podía hacer. No me quedó más remedio que bajarme del avión; mientras tanto, ya estaban bajando mi equipaje -el que tenía documentado.

Los policías federales, de una manera bastante intimidatoria pidieron que les entregaran una copia de mi pasaporte. Fui con las señoritas de Aeroméxico a sacar las copias del pasaporte a una oficina de la empresa, la policía se las llevó y estas mismas señoritas -a las cuales yo sí les creo que estaban asombradas de lo que estaba pasando e indignadas (porque se habían tenido que quedar a trabajar horas extras), y además eran sumamente amables- lo que me dijeron era que tenían que buscar una ruta para mí que no pasara por los Estados Unidos y que Aeroméxico, de todos modos, se haría cargo de mandarme a Italia.

Estuvimos esperando en el aeropuerto más o menos una hora y media, hasta que por fin lograron despachar al avión de vuelta. Después, ellas mismas me llevaron a un taxi que me llevó a un hotel. Yo estaba bastante asustada y muy muy indignada. También les pedí que me consiguieran un asiento en el primer vuelo a la ciudad de México a lo cual accedieron de inmediato.
Una vez en el hotel Marriot Courtyard me comuniqué con varios de mis amigos y amigas más queridos, con los compañeros de Italia que iban a estar esperándome en Roma, a fin de avisarles que no llegaría en el vuelo programado. También pensé mucho en qué hacer y decidí, en diálogo con todos mis amigos y amigas, lo siguiente:
1.    Lo que yo sentía más profundamente era una especie de susto, de vulnerabilidad profunda que me empujaba, básicamente, a querer ponerme a salvo. Eso hice. Decidí no intentar viajar nuevamente esta noche.
2.    También sentía una indignación infinita: ¿cómo puede pasar esto de que te bajen de un avión en donde se les ocurra?, ¿cómo pueden estas “autoridades estadounidenses” comportarse con tal despotismo? ¿Cómo lo toleramos? ¿Cómo nos protegemos ante estas cosas que ellos pueden hacernos de manera tan impune y tan insolente?
3.    Todo este día 21 ha sido de conversaciones con muchos amigos a quienes agradezco enormemente el apoyo y la indignación que han compartido conmigo. Hemos ido entendiendo varias cosas:
Estas arbitrariedades que aparecen “como porque sí”…  que uno tiene que soportar sin tener manera de hacer nada son el tipo de relaciones sociales que nos están imponiendo y, en este caso particular, son una especie de “aviso” de que ellos consideran que todo lo pueden (y por supuesto que tienen mucho poder para muchas cosas, como bajar a la pasajera del asiento 17J de una línea aérea supuestamente extranjera que va viajando a un país que no es el suyo, y dejarla tirada en medio del norte de México cualquier madrugada de cualquier día). Pero no tienen el poder suficiente para evitar que nosotros nos enlacemos y hablemos, para que mañana yo esté y participe con los compañeros en Italia, así no sea de manera presencial. Eso no pueden impedirlo.
Tampoco tienen la capacidad de evitar que este conjunto de agravios chicos nos ayude a indignarnos, a enlazarnos, a autocuidarnos que es lo que mis amigos y amigas han estado haciendo conmigo desde esta madrugada. Es lo que hemos hecho en este caso, chico, minúsculo casi, donde no hubo tortura, ni amenazas, ni muerte… apenas hubo un susto nocturno a una pasajera y una falta de respeto absoluto a todos los otros viajeros que seguramente se vieron afectados en sus itinerarios y en sus planes. Por eso creo que en este caso nimio, pequeñito, podemos reconocernos todos en los agravios que hemos ido padeciendo y soportando. Casi todos tenemos una historia así, de que algo nos impidieron, de que en algo nos agraviaron. Y por eso sería muy bueno pensar en las maneras de nuestra autoprotección colectiva.
Estamos atravesando tiempos malos que amenazan ser peores. Hacer brotar nuestras mejores y más variadas habilidades para inhibir que ellos consigan sus fines de paralizarnos y asustarnos, es lo que me parece más urgente. No soportemos ya estos agravios en silencio, pensemos no sólo como “denunciarlos”, sino como inhibirlos, como darles la vuelta: cómo cuidarnos entre todos que es el mejor remedio -creo- para esta fragmentación basada en el miedo en el que estamos viviendo.
Lo que se nos ha ocurrido a todos los que hoy día hemos dialogado mientras yo recorría el largo camino de Monterrey al D.F. y de ahí a la casa de mi madre, que era donde yo quería estar para sentirme a salvo, es que vamos a hacer varias cosas:
1.    Vamos a exigir a las dos compañías aéreas Aeroméxico y Alitalia que digan qué pasó con la pasajera del asiento 17J del vuelo AM33 del 20 de julio que tomó su avión a las 10:35 y no llegó a su destino. Que lo digan ellos, que expliquen a qué derecho tiene una que atenerse cuando decide viajar al extranjero.
2.    Vamos también a exigir a las autoridades estadounidenses que expliquen el peligro que podía causarles que la pasajera del asiento 17J del vuelo en cuestión volara a 30,000 pies de altura por encima de Estados Unidos. En esto les pedimos a los amigos y compañeros estadounidenses que nos ayuden. Queremos una explicación. ¿Cómo causa peligro esta mujer? ¿Cómo amenaza la seguridad de Mrs. Smith de Alabama o de Miss Jones de Boston, el que la pasajera del 17J sobrevuele sus casas? Queremos que esas “autoridades” expliquen lo que hacen. Queremos que nos expliquen lo que deciden y por qué lo deciden. Porque sus decisiones son no solo tontas sino muy, demasiado, arbitrarias.
3.    Vamos también a organizar una manera para pedir a los estadounidenses amigos -que son los únicos que son reconocidos como personas con derecho a voz por el estado norteamericano; los demás ni siquiera eso tenemos- a que todos los que estamos en la “lista negra” del gobierno estadounidense por muy variadas y casi siempre absurdas causas, tengamos de todos modos al menos una “visa aérea” para que ese gobierno no pueda impedir el tráfico aéreo y la movilidad de ciudadanos de otros países.  No se pide que nos dejen entrar a su país. Ellos tendrán motivos para no querer que vayamos allá. Pero es aberrante esto de no permitir que pase por el aire un avión donde vaya viajando cualquiera que ellos, por algún motivo, consideren non grato.
4.    Finalmente, también estamos armando un blog pues creemos que el trabajo de cuidarnos entre todos es lo único que nos puede salvar, quizá, de esta prepotencia enloquecida. Y no podemos quedarnos paralizados y perplejos -como yo estuve anoche en la puerta de ese avión de Aeroméxico regresado a Monterrey-, conviene que vayamos hilando los “testimonios de los agravios que hemos padecido los de la lista negra”. Sabemos que son muchos. Sabemos que no queremos soportarlos callados y solos… Sabemos que podemos hacer que se mitiguen y quizá, ojalá, que se acaben.
En fin, pues agradezco a uds. cualquier apoyo o atención que puedan poner a este asunto… No es cuestión de garantizar que Raquel Gutiérrez pueda viajar, sino que cualquiera, cualquier persona, hombre, mujer o niño que vaya sentado en el asiento 17J, sepa que puede llegar a su destino. Que sepa que no tiene que tener miedo, que sepa, pues, que está seguro y que puede caminar el mundo para encontrarse con sus hermanos y hermanas con confianza.
Si esta carta les hace algún sentido, si consideran que hay algo que esté en sus manos hacer para que esto no ocurra, les pido que respondan al correo: hombresymujeres.agraviados@gmail.com y que miren el blog, http://agraviosgringosnongratos.blogspot.com/ para que ahí escriban sus comentarios y todos podamos ir conversando.
De todo corazón agradezco a quienes me sostuvieron cuando me atrapó el despotismo y la arbitrariedad gubernamental estadounidense en mi propio país. Agradezco también a quienes, estoy segura, nos iremos hilvanando en esta red de autoprotección y cuidado que estamos proponiendo que en común construyamos.
María Raquel Gutiérrez Aguilar, 21 de julio de 2011

¿Una nueva suavidad?

Por Suely Rolnik

Ya sabemos que la familia se ha desmoronado. No es algo nuevo. De ella quedó una determinada figura de hombre, una determinada figura de mujer. Figuras de una célula conyugal. Pero ésta también se está «desterritorializando» a pasos agigantados. El capital ha desvalorizado nuestra manera de amar: estamos completamente fuera de la escena. A partir de ahí, son muchos los caminos que se esbozan: del apego obsesivo a las formas que el capital ha vaciado (territorios artificialmente restaurados) a la creación de otros territorios de deseo. Nos topamos con innumerables peligros, a veces fatales.

En uno de los extremos está el miedo a la desterritorialización frente al que sucumbimos: nos encarcelamos en la simbiosis, nos intoxicamos de familiarismo, nos anestesiamos frente a toda sensación de mundo, nos endurecemos. En el otro extremo -cuando conseguimos no resistir a la desterritorialización y, zambullidos en su movimiento, nos convertimos en pura intensidad, ‘en pura emoción de mundo-, nos acecha otro peligro. La fascinación que la desterritorialización ejerce sobre nosotros puede ser fatal: en lugar de vivirla como una dimensión imprescindible de la creación de territorios, la tomamos como una finalidad en sí misma. Y, completamente desprovistos de territorios, nos fragilizamos hasta deshacernos irremediablemente.
Entre esos dos extremos, o esas diferentes maneras de morir, se ensayan desgarradamente otras maneras de vivir. Y todos esos vectores de la experimentación coexisten, muchas veces, en la vida de una misma persona.
En el primer caso, Penélope y Ulises -supervivientes del naufragio de la familia -encarnan en todos nosotros, arrastrándonos hacia esa maldita sim­biosis que nos persigue, hombres y mujeres que sólo varían su estilo. Esa maldita voluntad de espejo. Esa sed insaciable de absoluto, de eterno. Sed que no nos da tregua y que nos aparta de todos los hilos del mundo -humanos o no- con los que podríamos estar tejiendo territorios, tejiéndonos. En la inmovilidad malhumorada de Penélope (que teje, pero siempre los mis­mos hilos) o en el movimiento compulsivo de Ulises (que nada teje) está siempre el mismo tedio, la misma impotencia, la misma angustia.
Las Penélopes tejen, pero siempre lo mismo: el amor por Ulises. Hilos, humanos o no, no son nada para Penélope: los rechaza todos, o ni siquiera los percibe. Su argumento es la eterna actualidad del tejido que teje para (y con) Ulises, obra que le lleva todo el tiempo y todo su espacio. Un tejido que cada noche deshace y que reinventa cada día. No es por gusto de tejer que teje, sino por gusto de reproducir el tejido, la imagen de ese amor. El mundo se vuelve así absoluto: ella y el otro (Ulises) dentro de ella. Penélopes eternamente condenadas a la voluntad de permanecer.
Los Ulises viajan, no tejen. Andan por todas partes sin estar en ninguna parte. Hilos, humanos o no, no tejen, pero son pedazos-imagen de un mundo del que Ulises intenta apoderarse en cada aventura. El mundo se vuelve así absoluto, Ulises y el otro (todas las otras) que él penetra. Pedazos cuyo montaje forma una imagen del mundo. Ulises eternamente condenados a la voluntad de partir.
Penélope se niega a la aventura, porque en la aventura se evidencia para ella la desterritorialización, el objeto de su pánico. Fervorosas adeptas y pro­pagadoras, a su modo, de la fe en lo absoluto, las Penélopes no se reconocen en la discontinuidad de los contornos y no lo reconocen como ineluctable. Y cada vez que sienten lo discontinuo, lo consideran un mero accidente -y, en tanto tal, pasajero- accidente atribuido a la falta de otro dentro de ellas. La desterritorialización es traducida como sensación de estar desagregándose mientras Ulises les falta. Y, melancólicamente, Penélope lo acusa: «Me destruyes con tu voluntad de ausencia».
Pero esa sensación de destrucción (en la ausencia) es indisociable de una esperanza: la de la sensación aliviadora de reconstrucción (en su presencia) -condición de existencia de las Penélopes. La queja de la falta de Ulises alimenta la esperanza de que en cada retorno él le devuelva la certeza de ser mujer. La tan llorada amenaza de pérdida de Ulises es amenaza de una pér­dida de sí misma; amenaza apaciguada en cada retorno de Ulises, que le devuelve ese sí misma. Es como si para existir, ella estuviese condenada a repetir infinitamente esa secuencia ritual que culmina con el acto de su fundación como mujer. «Pero en cada retorno he de apagar lo que tu ausencia me causó … », en cada vuelta tuya, sabré de nuevo … y de nuevo … y de nuevo … que soy mujer. En los gemidos que puntúan la angustiada espera de Ulises -cultivo de la simbiosis- Penélope garantiza su espejo.
Para Ulises la evidencia de la desterritorialización -objeto de su pánico­ está en tejer. Por lo tanto, Ulises se niega a tejer. Fervorosos adeptos y pro­pagadores, pero de otro modo, de la fe en lo absoluto, los Ulises tampoco se reconocen en la discontinuidad de los contornos, ni la reconocen como ineluctable. Y cada vez que sienten lo discontinuo, lo consideran un mero accidente y, en cuanto tal, pasajero. El accidente, aquí, es atribuido al exceso de presencia del otro, que les impide el acceso a todos los otros. La desterritorialización es traducida como sensación de estar siendo devorado por Penélope. Y, fóbicamente, Ulises la acusa: «Me destruyes con tu carencia, con tu deseo de presencia».
En este caso, inverso al de Penélope, la sensación de destrucción (en su presencia) es indisociable de una esperanza: la de una sensación aliviadora de reconstrucción (en su ausencia) -condición de existencia de los Ulises. Él precisa irse para mantener a Penélope bajo la amenaza de perderlo y en esa amenaza mantener vivo su deseo por él, deseo en el cual se refleja. Amenazada, Penélope grita su nombre a los cuatro vientos y desde el fondo de su desesperación le dice: «Yo no existo sin ti…», «sin ti, mi amor, yo no soy nadie … », «me duermo pensando en ti … y amanezco pensando en ti … », «yo sé que voy a amarte toda mi vida … » Al oír eso, Ulises se alivia: en el desconsuelo de ella, se consuela. Estando de nuevo seguro ahora sabe: «En cada ausencia mía, yo existo en la espera llorosa de ella, que constato y vuel­vo a constatar en cada vuelta». Es en ese retiro ritual, hecho de una eterna fuga y de un eterno retorno -configuración de la simbiosis- en el que Ulises garantiza su espejo.
Las agresivas escapadas (los viajes de Ulises) son condición de existencia de ella. Penélope precisa, en su espera, quejarse de la «otra», -todas las mujeres (reales o imaginarias, no hay diferencia). En esa queja, indaga: «Espejo, espejo mío, ¿existe alguien más mujer que yo?» Y el eterno retorno de Ulises, respuesta del espejo, hace de ella La Mujer.
La espera melancólica (el tejer y retejer de Penélope) es condición de exis­tencia de él. En la irritación frente a la carencia de Penélope, Ulises se funda como Hombre. Él precisa quejarse de la desesperación inconsolable de ella, pues en esa queja certifica la permanencia del suelo que pisa, el suelo de su perpetua reterritorialización. En realidad, en sus viajes, Ulises nunca se des­territorializa: está siempre y solamente en la secreta tierra firme hecha del incesante lamento de Penélope.

El pánico de Ulises ante la carencia de Penélope genera el pánico de Penélope ante la fuga de Ulises, que genera el pánico de Ulises. Pero Ulises nace del pánico de Penélope, que nace del pánico de Ulises …
Él aparece como el villano de la historia, ella como la molestia: él quien abandona y ella quien une. Pero, en realidad, los dos precisan tanto del abandono, como de la unión: -pacto simbiótico. Ambos precisan de esta intermitencia: en la silenciosa noche, silenciosamente, el tejido se deshace, instaurando la amenaza de la descomposición de lo junto -y, consecuentemente, de cada uno de ellos, indisociables en esta unión. A la luz de la maña­na, los hilos, visiblemente, se tejen. En esa alternancia, lo que se busca es estar seguro de que la trama de ese drama perdure. Es preciso ver para creer infinitas veces. Repetir sin parar el peligro de desarticularse, para certificar lo eterno y absoluto de esa trama.
Penélope controla el tiempo: teje la trama de la eternidad. Ulises contro­la el espacio: monta la imagen de la totalidad. Dos estilos complementarios del deseo de absoluto: inmovilidad tibia y melosa, movilidad fría y seca. La misma esterilidad. Una sola neurosis: equilibrio homeostático. Miedo a vivir. Voluntad de morir.
Penélope y Ulises somos todos -con diferentes matices en cada momen­to. Más allá de eso, no es siempre el mismo Ulises el que Penélope espera que vuelva; no es siempre la misma Penélope la que Ulises abandona al par­tir -varían, y cada vez más. Mientras tanto, la escena es siempre la misma: hay siempre una mujer que desempeña a Penélope para él, siempre un hom­bre que desempeña a Ulises para ella (o viceversa). Remanentes activos de una familia desaparecida, que reproducimos artificialmente bajo las más variadas formas. Reterritorialización, eterna condena a «hacer escenas» en familia, maneras y maneras de reiterar que un día «esto» se volverá entero.
Pero un día, el Ulises -presente en cada uno de nosotros, hombres y mujeres- sale de la escena: se separa definitivamente de Penélope. No volverá nunca más. Superado el miedo, ya no precisa de espejo en la espera de ella, ni en la de nadie: se entrega de cuerpo y alma a la desterritorialización. Y otra escena se instaura: la de las máquinas célibes[1].
Sin territorio fijo, las máquinas célibes vagan por el mundo. Con cada hilo que se presenta -humano o no- ellas mismas tejen, se tejen. Y en cada nuevo hilo, olvidan, se olvidan. Sin identidad, son pura pasión: nacen de cada estado fugaz de intensidad que consumen. Su vuelo, ya lejos del sofo­cante mundo de los Ulises y Penélopes, alcanza universos insospechados. La vida se expande. Hay una alegría en esa expansión. Grandeza célibe .
Sin embargo, también hay una miseria en ese todo: nunca se articulan los hilos, nunca se organizan territorios. Y así el potencial de expansión contenido en la recién conquistada intimidad con el mundo se desperdicia. Se dispersa.
En esa furia de tejer con tantos hilos, tan rápidamente sustituidos, ya no conseguimos detenernos. El otro, descartable, es el mero paisaje que como mucho mimetizamos. Almas en pena, viajamos a través de esos paisajes que se suceden, al igual que nosotros mismos. Nunca nos posamos en ningún paisaje que nos permita constituir territorio y, reorganizados, proseguimos viaje. Miseria célibe . Hay cierta amargura en todo eso.
Sin tiempo ni espacio para tejer lo que sea, cuerpo y alma van perdiendo la capacidad de urdir. Invalidándose nuestras defensas inmunológicas: nos volvemos tan vulnerables que, al más leve toque, nos disolvemos. Y mori­mos de sida.
Es verdad que no siempre funcionan así las máquinas célibes. A veces la especial pasión nos despierta algún hilo que aún nos lleva a investir un tejer. Pero, entonces, lo que frecuentemente ocurre es que asistimos impotentes a nuestra recaída en la simbiosis -la misma. Una vez más aterrizamos en ese suelo: nos reterritorializamos.
Dos escenas, dos peligros, un solo daño: entre la simbiosis y la desterrito­rialización vivida como finalidad en sí misma, quien sale perdiendo es el amor.
¿Entonces el amor se vuelve imposible? No exactamente.
Exhaustos de tanta repetición, descubrimos que siendo como Penélope exaltando el retorno al confort del hogar, al confinamiento conyugal, o sien­do como Ulises, exaltando la libertad de aventura que únicamente existe en función de su eterno retorno al nido, sólo se enmascara el miedo a la deste­rritorialización por un deseo de absoluto.
Y no solamente eso. Constatamos también que el acto de exaltar esa libertad para circular incorpóreamente, sin Penélope alguna que nos refleje en su espera (máquinas célibes), termina separándonos de nuestra propia vida. Consternados, descubrimos que por haber pretendido libramos del espejo, lo que acabamos perdiendo es la posibilidad de involucramos -como si la única ligazón posible fuese la de especular. Por haber pretendido libramos de la simbiosis, lo que acabamos perdiendo es la posibilidad de construir territorios como si el único montaje posible fuese la simbiosis.
Saturados de tener la sensibilidad limitada a esas frecuencias -el miedo y/o la fascinación de la desterritorialización- sintonizamos (por una cuestión de supervivencia … y de humor) otras frecuencias, hasta hace poco ignoradas. Entramos en el cine y en una ciudad del futuro -no tan distante-, descubrimos que más allá de esos dos vectores se delinea toda una experimentación de construcción de otros territorios de deseo. Ridley Scott nos introduce en ese mundo, en su película Blade Runner, a través de Deckard, primer hombre casi replicante y Rachael, última replicante casi humana[2]. Nos quedamos con la esperanza -tal vez ingenua- de que inventaron otra especie de amor. Nos quedamos soñando con la posibilidad de otras escenas. ¿Otro mito?
Un más allá de los ulises y de las penélopes: un amor no demasiado humano. Montajes desintoxicados del vicio de reducción del deseo de mundo a un objeto-persona o una persona-objeto.
Pero también un más allá de las máquinas célibes, esa otra cara del hom­bre: un amor no demasiado deshumano. Montajes desintoxicados del vicio de proliferación de mundos, objetos de deseo -proliferación tan desenfrenada que no hay ni más mundo, ni deseo.
Nos quedamos imaginando un más allá del hombre ( humano y/o deshumano ), donde los campos de intimidad se instauren. Territorios-refugio. Una cierta inocencia. Un más allá del espejo , donde el otro no sea ya aquel que delinea nuestro contorno (Ulises/Penélope), ni un paisaje fugaz en el que, como las máquinas célibes, no creemos cosa alguna. Un más allá del espejo donde nuestro viaje no sea ya aquel de un Ulises (preso), ni aquel otro de las máquinas célibes (desgarrado). Viaje solitario: una soledad poblada por los encuentros con lo irreductiblemente otro.
¿Pero cómo sería ese viaje? De él sabemos apenas dos o tres cosas. La pri­mera es que él sólo se hace si preservamos lo conquistado por las máquinas célibes -tener autonomía de vuelo, un vuelo donde el encuentro con lo irreductiblemente otro nos desterritorialice; ser pura intensidad de ese encuen­tro. La segunda es que, si eso es necesario, no es suficiente: al mismo tiempo que se da la desterritorialización, es preciso que, a lo largo de los encuen­tros, se construyan territorios. Y nos empeñamos en la creación de esta nueva escena (¿Nuevas escenas?). Somos casi replicantes, ya sabemos también de qué está hecho ese empeño: está hecho de amor.
Por ahora poco o nada sabemos acerca de ese tipo de amor. Las franjas de frecuencia de ese inusitado viaje aún no están bien sintonizadas. Hay ruidos, sonidos inarticulados y muchas veces no soportamos la espera de que una composición se cree: en nuestra prisa por oírla, corre­mos el riesgo de componer esos sonidos con viejos clichés. Es difícil no caer en el sentimentalismo de un final feliz. De nuevo la trampa del Espejo. Al final, ése es sólo el primer encuentro entre un hombre-casi-replicante y una replicante-casi-humana; y, más allá de eso, hace muy poco tiempo que fui­mos contaminados por el secreto de Roy, el jefe replicante
En realidad, lo que no soportamos es la estridencia de esos sonidos inarticulados. Es el «nada más de aquel todo». Lo que no soportamos es que somos un poco Penélopes, un poco Ulises, un poco máquinas célibes, un poco replicantes … y no solamente eso. E incluso, en los momentos en que, desavisados, conseguimos soportarlo, descubrimos con cierto alivio que, de la convivencia desencontrada de esas figuras, se destila ya una nueva suavidad.
[1] Máquinas célibes es un concepto propuesto por Michel Carrouges, en su libro Les Machines célibataires (París, 1954), para designar una suerte de máquina fantástica que encuentra en las obras de Kafka, Jarry, Edgar Allan Poe, Roussel, Duchamp y otros. El concepto es retomado por Deleuze y Guattari en 1972, en L’Anti-Oedipe. Capitalisme et Schizophrénie(1972). Los autores lo utilizan para designar lo que llaman «tercera síntesis del inconsciente», que le sucede a la máquina paranoica y a la máquina milagrosa. En la década de 1970, las máquinas célibes fueron objeto y título de una exposición en el entonces recién creado Centre Georges Pompidou, Musée National d’Art Moderne. 

[2] Blade Runner, película dirigida por Ridley Scott en 1982 a partir del libro Do Androids Dream of Electric Sheep?, de Philip K. Dick, 1968. 

¿Qué es la fiesta hoy? (V)

La carne de la fiesta

(ensayo contra la excepción)
Odio me pregunten y luego no me escuchen. Se siente muy horrible. Me siento muy horrible. Engañado. Burlado. Es como si me dijeran quiero tener un hijo tuyo y, al momento de la eyaculación, me empujen a un lado para que acabe afuera. Palabras embarazosas que nadie quiere dentro. Palabrasemen asquerosas que acaban en la sordidez de la almohada sobre la que nadie quiere apoyar la oreja. Si quieren saber, les pido a cambio su franca atención. Cojan con sus tímpanos vírgenes de sinceridad mi lengua raída por el abandono. Sujétenme y concédanme la gracia de no soltarme hasta el final –no les pido ni un segundo más. Considero es un precio justo. Y si no: por favor no pregunten. Pues se siente muy horrible. Me siento muy horrible. Cuando comienzo a contar y nadie se presta a escuchar.
Febrero de 1984. Algarabía nacional por la pronta democracia a sangre negociada. ¿Derramada? Embarrada. Las botas del gallardo uniforme militar. Los tacos altos de la alcurnia civil. Por la ranura de las urnas vacías de cenizas de muertos insepultos se avizoraba la urgencia de nuevos principios para nuevas rebeldías. Franqueaba mi último verano como estudiante secundario –tiempo después deduciría aquellas también serían mis últimas vacaciones tresmesinas- en el Comercial nº 22 Martínez de Zubiría, sobre la calle Constitución. Barrio de letras rojas y puños ajados por el trabajo a destajo. Barletta, Castelnuovo y los hermanos Tuñón. Anduve gran parte de mis años de escuela atravesado por un flujo migratorio incesante de compañeros que llegaban y se iban sin previo aviso. Matrícula mutante le decían. Por ello, tal vez, me costó tanto entablar amistades duraderas más que con el negro Cacha, Panchito y la peti Muriel. Además de compañeros de secundaria, los cuatro vivíamos a no más de dos cuadras de distancia: el negro en una pensión en Tarija y José Mármol –cuando lo conocí, durante la primaria, vivía en Quintino Bocayuva entre Constitución y Cochabamba, pero en 1978 debió mudarse expulsado por la viril erección de la autopista cacciatorista-, la peti en la esquina de la Comisaría 10º, Panchito en Muñiz y Tarija y yo sobre José Mármol. Compañeros de escuela, amigos, vecinos y miembros fundadores del COIAF: Comando Insurreccionalista Anti-Fiesta.
El COIAF había comenzado a operar dos años antes, tal y como suele comenzar toda materia que se digne relevante durante años infantes. Jugando. Es decir: saltando, gritando, bailando, muequeando, moqueando. Fugando del entendimiento adulto (pero si es sólo un juego. Nono, es mucho más que eso). Dejando de ser para no ser más que mostros. Cambiando rostricidad por mascarillas sin maquillaje. Cartapesta presta a transformar el paisaje de mejillas premoldeadas y barbillas fabricadas en serie. En serio. Pues jugar es cosa seria. Ninguna pavada. Claro que si a los catorce años sigue uno siendo niño o dejó ya y para siempre de serlo puede resultar cuanto menos discutible. Pero ahora, viéndolo a la distancia, no me caben dudas nos amoldábamos perfectamente a los cánones de la infancia. Corría el año ´82. Miliquitos hábiles en el uso de la gomera y el arrojo cuerpo a tierra rezaban Padres Nuestros detrás de las trincheras mientras en el Comercial 22 nos disponíamos a celebrar el 25 de Mayo. Todo el colegio prolijamente alineado con un brazo de distancia y la vista firme en quienes ñoñamente orgullosos escoltaban la bandera. Luego lo de siempre: himno patrio pericón patrio discurso patrio por directora patria emotividad patria por la lucha patria de la madre patria en las islas patrias mutilaciones parias. Varias: piernas, brazos, cabezas, orejas (que no escuchan ni escuchaban antes de mutiladas), ojos, narices, lenguas (abandonadas, como la mía, en una zanja de agua de lluvia estancada). Panchito aguardaba paciente con la mano –que de haber sido descubierta también mutilada hubiera terminado- dentro de la remera. Esperaba que la directora acabara su arenga. La entonación de la palabra que anunciara la mudez del punto final. Y cuando finalmente llegó, hizo sonar su gracia flatular. Flatulencia axilar. Flatulencia flatulante de flatulencias nuevas que flatuleras flatuleaban al compás de la flatulencia primera. Flatulencias que no provocaban risa sino contagio a otras axilas en cuya armonía in crescendo, sin director ni partitura, componían una perfecta orquesta sinfónica de flatulencias. Flatulencias resonantes. Flatulencias rimbombantes. Flatulencias rizomáticas. Flatulencias matemáticas. Flatulencias entre estudiantes de primero a quinto año. Flatulencias entre padres de niños segregados. Flatulencias excretoras de maestras recuperadoras. Flatulencias de vanguardia bajo los brazos de la secretaria. Flatulencias en crianza por el personal de maestranza.
Entre amonestaciones y suspensiones varias, más la orden de expulsión del colegio del gordo Nahuel (compañero de división cuyo cogote enlazaba el nudo gordiano del chivo expiatorio –qué se le iba a hacer, algún mártir debíamos tener-), aquel fue el origen mítico del COIAF –contenía todos los condimentos para serlo: celebración, muerte y comienzo. Desde aquella fundación espontánea, casi magmática, durante su corta existencia de poco menos de dos años el COIAF llevó adelante diversas operaciones de sabotaje a las fiestas: navidades hogareñas, actos de escuela, casamientos por iglesia, el recibimiento de mi hermano mayor el doctor y hasta el cumpleaños de quince de la peti, celosamente planeado por su propia protagonista.
Si bien podíamos ser percibidos como una intento farsesco de ludditas de las festividades, nuestro objetivo no era arruinarle la fiesta a nadie, sino intervenir en ellas como relojeros desquiciados abocados a alterar el ritmo impávido de las agujas del tiempo. Nuestra mira estaba puesta en el calendario, en su subversión. Creíamos que, saboteando las jornadas de excepcional permisividad para la juerga, podríamos –como nos había enseñado la generación de nuestros padres: hacer de los medios la antinomia de los fines- lograr que el cotillón devenga herramienta de trabajo, salpicar de papel picado la normalidad de la faena y que ya nadie deba contar los casilleros de almanaque que restan para arribar al coloreado rosa de fiesta. Pero nos faltaba algo, un acontecimiento que nos catapulte al estrellato, un hecho digno de portada de diarios que nos coloque en el centro del debate público, motivo de comentario de taxistas y de estudiantes de sociología en la sobremesa familiar: necesitábamos nuestro propio Aramburu.
Hallamos la oportuna oportunidad en las fiestas de carnaval del ´84, las primeras desde su prohibición por la dictadura militar. El plan era sencillo, concreto y pasible de ser llevado a cabo. Lo habíamos elaborado con el negro Cacha, Panchito y la peti Muriel en el bar de la esquina de San Juan y José Mármol sobre una servilleta de papel. Nombre de la operación: La carne de la fiesta. Lugar: corso de la Av. Boedo. Fecha: tercer sábado de febrero. Hora: al finalizar el criticón de la última murga de la noche (00:30 aprox.). Disfraz: carniceros (Cacha: kétchup para la sangre de los guardapolvos, Muriel: cuchillas de cartón. Yo: biromes para la oreja) –nota al pie derecho: primer desacierto de la operación: aún con cuchilla y birome, los asistentes al carnaval nos creían más cirujanos que carniceros-. Suministros: albóndigas de carne picada, cruda y rancia (Panchito) –nota al pie izquierdo: en un principio pensamos asignar la tarea a Muriel pero ella se rebeló interpelándonos con una formidable alocución en que argumentó que la cocina no era sólo cuestión de mujeres, que el COIAF no reproduciría los tradicionales roles machistas sostenidos por las dirigencias políticas aún de izquierda y que, según su parecer, las manos de Panchito no mutiladas dos años atrás serían las más apropiadas para la fabricación de los bolos, ante lo cual el quía no pudo más que acceder e ir a la carnicería, comprar kilo y medio de carne picada, dejarla durante una semana entera bajo el sol y luego, con media docena de huevos, preparar las albóndigas-.

Llegó el día indicado. El barrio entero se agolpaba sobre la avenida advenida pasarela de murguistas. Levitas de arpillera ornamentadas con lentejuelas y parches del Rey Momo. Bombos, platillos y redoblantes conspiraban una melodía cuidadosamente prófuga de la solemnidad propia del Teatro Colón. Banderas y estandartes con la insignia de cada murga rociaban de alegría los aires mustios de la ciudad post-genocida. Disfraces de chilindrinas, llaneros solitarios y mujeres maravillas desvelaban la esquizofrenia encubierta durante años de pasamontañas y capuchas paranoicas. Cacha, Muriel, Panchito y yo habíamos acordado arribar al corso desde diferentes esquinas para no despertar sospechas. Cada cual con su traje de carnicero, el cuchillo de cartón en una mano y una bolsita de nylon repleta de albóndigas hediondas en la otra. La última murga de la noche desfilaba por el corredor demarcado por una soga para que los espectadores no se abalancen sobre los artistas. Mientras bajo el escenario bombistas y bailarines hacían temblar el asfalto con sus desequilibrios cadenciosos, los trovadores comenzaban a vocalizar el aclamado criticón: La docta represiva de los años duros ha terminado / los uniformes verde oliva a los cuarteles han regresado / la fiesta ha recomenzado / el criticón a Boedo ha llegado. Como Panchito dos años atrás, aguardamos pacientes la entonación de la palabra final. Y cuando la misma llegó, comenzamos a arrojar las albóndigas de carne cruda y rancia contra los rostros de espectadores y murguistas. El hedor que desprendían era apenas semejante al que se huele por Av. del Trabajo cuando se circundan los paredones del matadero. Tras unos breves momentos de desconcierto, todos comenzaron a correr buscando abrigo de nosotros los saboteadores y del mal olor que las albóndigas desprendían. Carne podrida. Efluvio corrupto. Fermento pestilente. Descomposición visceral. Repulsión animal. Un verdadero asco. Todos corrieron, menos los murguistas, furiosos con los cuatro pendejos que les habían arruinado su cierre a toda pompa. No sé qué fue lo que ocurrió con la peti, el negro y Panchito, los perdí de vista en medio del revuelo y luego ninguno volvió a hablar del tema. Sí sé muy bien lo que me ocurrió a mí. Luego de una violenta reprimenda a puños, patadas y cabezazos, los murguistas –creyéndose los dueños de la fiesta, a los gritos de espuma sí, carne no- me tomaron por los brazos y a la fuerza me ataron con la soga del corredor a las patas del escenario. Mientras uno de ellos, en cuclillas sobre las tablas, me apretaba la nariz y obligaba a abrir la boca, los demás se turnaban para meterme las albóndigas rancias en el buche y forzarme a tragarlas. Como les decía, nunca más volví a hablar del tema hasta el día de hoy, ni tampoco –he aquí la respuesta a su pregunta- a comer carne: cambié el oficio de saboteador por el de ovo-lácteo-vegetariano.

¿Qué es la fiesta hoy? (III)

La fiesta de todos
I.
Por P.V.
La política es también fiesta y alegría. La comunidad se constituye a partir de las pasiones alegres. La fiesta es una forma de estar juntos, de amistad. El carnaval -forma popular de fiesta- es también alegre subversión y alteración del estado de cosas. La fiesta, entonces, puede ser acontecimiento, ruptura. En la sociedad del espectáculo esto se torna ineludible.
Sin embargo, ¿cualquier puesta en escena de globos de colores constituye una fiesta? ¿Existe la impostación o la adulteración de la fiesta? En todo caso, ¿habrá que continuar innovando, creando y alterando formas de fiesta y alegría otras que se desplacen y resistan su copamiento por parte de los apropiadores de fiestas ajenas? ¿Hasta dónde seremos capaces de desplegar la potencia de la fiesta o la fiesta-potencia, el poder-hacer fiesta?
Pero, si las fiestas no son de nadie, o todos constituimos la fiesta; y si algunos se arrogan el derecho de darnos la bienvenida, quizá lo que quieran es expulsarnos de su fiesta. ¿Podrán hacerlo? ¿Dejaremos que lo hagan?
II.
Por S.S
La fiesta está con dios y con el diablo. Es la de ellos, la de nosotros o la de todos. Es paganismo, feriado nacional o discoteca. Es la organizada con meses de antelación para el casamiento de la hija, la del sindicato cuando termina la huelga o la de los tres asaltantes que se toman en tres noches todo lo que ganaron en un día. ¿La fiesta es un dispositivo de poder? ¿Del asado para agradecer el voto? ¿Del clima triunfalista como marketing “contra la crispación”? ¿De la bebida que «aliena» y de perder de vista al enemigo en el ritual que diluye las diferencias? ¿Pensamos la fiesta como revolución en acto, como lo que hacemos cuando estamos bien y como el más allá de las formas burguesas? ¿Es lo que nos saca del tiempo del trabajo y de la ciudad ordenada? ¿Cuerpo sentido expresión y amor discontinuo? Ocurre en tiempos de paz, como fiesta de la victoria. Pero también como parte inseparable de la lucha o como la misma lucha. La fiesta es la dádiva para los eufóricos encolumnados con el conquistador que aplasta minorías. La fiesta decadente de los poderosos, o la que el poder limita, mandando la policía. Y la fiesta como tiempo futuro prometido de bienestar. La fiesta es también lo que nos queda de no modernos, no desencantados, no asimilados, no industrializados. Aunque no deja de ser el Estado cuando aparece como folclore, pasado, tradición encajonada. ¿No es acaso, a veces, la mentira, la inversión que presenta como cierto lo que nunca es, o lo que los otros interponen? Y la fiesta, una fiesta, es también redistribución, relación, comunidad y buen vivir. Es descolonización. Es el momento de los dioses y de los ciclos acabados que se renuevan. La fiesta es seducción y movimiento, se relaciona con la vida. Es el cosmos, la tierra y nuestros otros. También espacio del mercado, de la borrachera del poder que está lejos de la charla con mate en una tarde de sol. Es el banquete antropofágico, donde renovamos fuerzas y energía. Es de cúpulas, de pocos, de masas o de comunidades. La fiesta se acaba, pero puede recomenzar. Y es un lugar de encuentro que nos lleva a otro lugar.

¿Qué es la fiesta hoy? (II)

La Fiesta del Monstruo

por D.P. 


Seamos exagerados a riesgo de pasar por extravagantes” 

              
                                      Gabriel Tarde
¿Por qué festejan tanto estos cerditos? ¿Qué es estrictamente la fiesta hoy (Argentina, veintiunavo siglo)?  ¿Nos hallamos realmente –tal como cerciora el reconocido politólogo marxista Escolnick– ante una disputa en torno a quién organiza la fiesta y a qué signos la identifican (si se regalan globos de colores o estampitas de Scalabrini Ortiz; si se baila Gilda o Zamba Quipildor)?
Con todo, no es un lugar común, natural, de la militancia contemporánea esta declinación festiva: más bien, fueron los gestos adustos, la estética del sacrificio y del héroe y cierta ascendente dominación de las prácticas y valores militares los que colorearon mayoritariamente el compromiso político durante la segunda mitad del siglo que se nos fue. Una militancia que era, en términos generales, mayoritariamente autoritaria, machista, homófoba, racista, además de conservadora y torpe respecto del sexo y el uso de drogas. Una delicia.
Y muchas menos fueron las veces que la política se sostuvo en algo tan pueril como la ideología felicista (¡Vamos, sé feliz! ¡Es cuestión de intentarlo! ¡Tú puedes!) Dicho de otro modo (y me viene a la memoria un gran libro de Miguel Benasayag y alguien –un otro: el quía siempre busca un otro, algún joven talento, para co-escribir—llamado Crítica de la Felicidad donde, justamente, desnuda este discurso felicista: la imposición de ser feliz en un mundo que se empeña en todo lo contrario)… De otro modo, decía, es la primera vez que una fuerza política asume este discurso felicistas que hasta hace no tanto era territorio no-político (incluso, anti-político) del capital (de las empresas, de la publicidad, del consumo, de las mercancías).
Así, propias de la vida boba, ambas dinámicas, la declinación festivista y la ideología felicista, se presentan como modos desproblematizadores de la política y de la vida. La vida boba es vida sin dramaticidad, sin capacidad de problematizarse (en ese punto, las fiestas actuales tienen algo de menemistas: la política como juerga y espectáculo … hasta que el estallido nos devuelve al costado gris de la vida concreta).
Empero, una y otra tienen suelo común: idéntico desvelo por evidenciar júbilo, obstinada convocatoria al optimismo colectivo, a una existencia distinguida por su espontánea felicidad. Todxs somos parte de esta Gran Fiesta. De este circo (sea en su versión Cumpleaños de Quince –con trensito, cotillón y carnaval carioca—; sea en versión Camping de El Bolsón –con la buena conciencia de sus artistas, con sus buenas noticias y su buena onda. Buena onda, buena soja–.). Pero también, suelo de felicidad común: lograron volver a ser políticos profesionales luego del “¡Qué se vayan todos”! Algo que llegó a resultarles difícil de imaginar. Sin futuro. Infierno dosmilyunero que hemos dejado atrás (para entrar en este menos vertiginoso purgatorio). ¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Néstor! Buena onda, buena soja. Mucho que festejar entre pares.
Porque en el fondo, y como no podía ser de otro modo en una sociedad capitalista bien consolidada, la fiesta es celebración del consumo, de la producción y circulación desenfrenada y desigual de mercancías. Se festeja una dinámica que ha logrado conquistar la vida entera, sus deseos más hondos e inconfesables. La totalidad de los tiempos y los espacios. El conjunto de los vínculos y de las motivaciones. Una obviedad con previsible destino de tragedia.
Y ahora que de tragedias hablamos me viene a la cabeza una amiga que, en su confusión estructural e inteligencia envidiable, arengaba ayer –con cierta eficacia a juzgar por los aplausos y vivas— a un auditorio que estaba más bien para el té con masas en Las Violetas: “Macri usa un discurso no-político para hacer política; nosotros usamos un discurso político para no hacer política”.
Groso, aunque aguafiestas. Dos pájaros de un tiro: una clave fundamental para pensar el kirchnerismo y otra para pensar el macrismo; un dato que obliga a dejar de entender al kircherismo como una gran maquinaria política todoterreno (y ver, en cambio, la fragilidad de su declive); y al macrismo como una suerte de excepción menor (encabezada por un torpe empresario de derecha bien asesorado por un hermano ecuatoriano) al proceso de transformación que se está viviendo   
Y si de tragedias hablamos, el fútbol argentino tiene destino de tragedia. Por suerte: si así no fuese, como dice mi amigo oriental, con globos, soja y futbol exitoso tenemos cien años obligados de vida boba.

¿Qué es la fiesta hoy?

¿Por qué festejan tanto estos cerditos?

La fiesta
por D.S.

En su inminente libro sobre la última década de política argentina el historiador Pablo Hupert describe una ingeniosa secuencia en la que cada uno de los gobiernos que hemos tenido desde el año 83 a la fecha aprende (para bien o para mal) del anterior, descuidando en ese empeño, a la larga, los nuevos desafíos. Alfonsín contra los militares y las “corporaciones antidemocráticas”, resulta derrotado por el mercado, es decir, por el poder de la moneda. Menem/la Alianza gobiernan por y para la estabilidad de la moneda y resultan destituidos por “la gente” (2001). Néstor y Cristina Kirchner gobiernan contra ese riesgo continuo de destitución. No es necesario estirar demás este artificio. Alcanza con lo dicho para distinguir elementos del kirchnerismo tal como ha existido hasta ahora, y lo que pueda venir de aquí en más. El kirchnerismo auténtico, el realmente existente, ese que no se reduce a peronismo histórico ni a progresismo estándar, tiene como marca original de enunciación el miedo a la destitución. Es su seña y parte esencial de sus razones de ser. Y consecuentemente gobierna para obtener legitimidad y estabilidad respecto de eso a lo que Laclau llama “las demandas”. El arco que describe esta oscilación anímica va de la fiesta a la angustia y de la angustia a la fiesta según ocurra que la posibilidad del gobierno se encuentre momentáneamente cuestionada o aparentemente sólida. Fiesta de lo que se conquista (o se restaura o recupera) y lamento azorado por todo aquello que pervive bajo perenne amenaza de perderlo todo. Quizás –solo quizás- los últimos episodios (digamos, lo ocurrido durante los últimos 9 meses) ayuden a recomponer este formato. Ya lo aconsejaba Maquiavelo: no resulta sabio enfrentar las nuevas batallas descansando excesivamente sobre los aciertos de las batallas anteriores. Cada nuevo período desafía con obstáculos singulares.



¡Esos tres chanchitos felices! Nos tientan a acercarnos al misterio de la actualidad a partir de una breve historia de nuestros festejos correspondiente a los períodos ya señalados. Digamos que la celebración del mundial 78 y la plaza de Malvinas del 82 constituyen la contra-imagen de la primavera democrática que va de la asunción de Alfonsín a la Semana Santa del 87 (“felices pascuas”, “la casa está en orden”, los “amotinados” “son héroes de Malvinas”). Luego de la hiperinflación y los saqueos viene la fiesta de las privatizaciones, del voto-cuota y la plaza del sí. La fiesta del consumo que se transmuta en fiesta desesperada en las villas y barriadas de casi todo el país. El 2001 y el “que se vayan todos” extienden este enlace entre descalabro de la moneda y crisis de los modos tradicionales de enunciación –los partidos, los intelectuales, la prensa (como se decía en las asambleas una década antes de las clases de semiología de 678: “nos mean, y la prensa dice que llueve”)-: puebladas, fiesta asamblearia y piquetera que se transmuta en bronca y dolor en junio del 2002.

Durante el ciclo actual hubo todo tipo de festejos. Desde las marchas destituyentes contra la “inseguridad” (donde ese experto en fiestas comunitarias llamado Bergman cambió la letra del himno argentino para gritar “seguridad, seguridad, seguridad”) y las cacerolas y marchas del “campo”; a las de la “buena onda” y de la “militancia” (o “restituyentes”), del bicentenario a tecnópolis. Todo esto puede ser contado así, rápido y simple, a golpes oscilantes de angustia y/o alegría. Pero nada de esto permite comprender la fiesta actual, ¿efímera?, del voto a Macri.

Tal vez convenga repasar rápidamente todo aquello que no señalamos cuando hacemos la genealogía de la fiesta. Volvamos a esos últimos “nueve meses” de nuestra actualidad más reciente, a partir de una enumeración de los hechos cotidianos que culminan en la impactante secuencia anti-festejos que va del asesinato a Ferreira y la muerte de Kirchner a la toma del Indoamericano. Acontecimientos arduos que tal vez no hemos tenido tiempo y ocasión de elaborar a fondo. Por triste que resulte, reconstruir algo de lo que allí se jugó supone reponer la sucesión de casos de gatillo fácil (en Bariloche, Buenos Aires y Baradero por citar de entre varios tres de los más recordados), asesinatos a población indígena por parte de las mafias oficialistas en Formosa (denunciados por los Qom), cientos de conflictos violentos por la tierra y los llamados recursos naturales. Desalojos. Luchas gremiales. Estas escenas oscuras transcurren como fondo continuo en cuya superficie se alternan la voluntad de fiesta y de política junto al “aumento del consumo”.  Con el ritmo alterno de Gilda y Fito Paez (ver en Lobo Suelto! la admonitoria crónica de Etson Vera de aquella presentación bicentenaria de Páez). Todo a tal punto que ni legitimidad para deprimirnos tenemos los hinchas de River.

Y es que las fiestas a las que asistimos eluden cada vez más (como en casamientos, cumpleaños y navidades) al poder de enloquecimiento que deberían pertenecerles por concepto y no resultar tan mansitas a las razones autocomplacientes que la economía y las leyes nos prescriben. Pocas veces hemos sentido necesidad de unir al príncipe con la fiesta. Pero cuando los saberes de la virtud y los secretos de la fortuna reposan en los nuevos ensambles entre los dictados de la economía y las retóricas vaciadas de la pseudo-diferencia comenzamos a sentir la necesidad de otro tipo de música, de luces y de bailes. Quizás sea cierto, después de todo, que el príncipe es el pueblo. Y que el pueblo constituye la pregunta última y compartida de la política y la fiesta.

FRENTE DE ARTISTAS DEL BORDA

Grupo de Teatro “La tenes afuera”
“REINSERTON” (El laberinto de los normales)
TODOS LOS SABADOS DE JULIO 22HS EN EL IMPA

¿Qué sucede después del alta?
¿Está preparada la sociedad para recibirnos?,
¿Es el alta un motivo de festejo o de preocupación?


Espectáculo de creación colectiva que aborda en el marco de la creatividad, el arte y el teatro, escenas sobre las realidades que nos acontecen tanto dentro como fuera del hospital.
Somos un grupo de teatro, formado por personas que están o que han estado internados en el Hospital Borda, y otras que no han atravesado una internación.
Nos convoca el teatro y la lucha por los procesos de desmanicomialización.


Reservas: 4218-0803 / 155-143-7866
maru.rubin4@gmail.com (Maru o Pablo).

Tejiendo Caminos de Saberes para Defender la Vida

por Manuel Rozental


Este es un borrador muy rápido y sin mucho cuidado sobre la iniciativa de un Tejido que comienza con un blog. Se inspira en la experiencia del Tejido de Comunicación de la ACIN. El Tejido está listo a aportar, hay, además de nosotras y nosotros, gente en Argentina, Ecuador, Colombia y otros lugares, que hace tiempo viene insistiendo en algo así y dispuesta a meterle. Dejo este borrador cándido a la vista para que lo conversemos o trabajemos hasta cuando quede dicho lo necesario, lo mínimo suficiente para comunicar la idea, recoger los artículos, diseñar el espacio y ponerlo a andar. Hay textos como el reciente de Raúl en La Jornada, la entrevista a Alberto Acosta, el manifiesto desde Bolivia (borrador que aún no sale) y otros, que encuentran su lugar acá. Sería cuestión más bien de pensar desde los textos que presenten las posiciones, de modo que el discurso sea breve, directo y coherente con los textos. Habrá espacio para audios, videos…en fin, ahí va sin trabajar un primer borrador.
En primer lugar, nos ubicamos. Reconocemos y asumimos nuestro lugar común de enunciación. Es desde ese lugar desde donde convocamos. Pero es, ante todo, el lugar al que hemos sido convocadas y convocados. Ni somos los que estamos, ni estamos los que somos. Son otras muchas palabras y acciones las que acá se asoman, muchas las que llegan y las que evocan e invocan. No venimos a analizar ni a explicar, sino a comprender para defender la vida. Las iniciativas, las ideas, las experiencias de los pueblos en movimiento dan sentido a estos encuentros e intercambios. Nuestro lugar es compartir y aportar al Tejido de Vida de los saberes para Defender la Vida. Rechazamos doctrina, jerarquía, plan global, vanguardias y cálculos de analistas, intelectuales y líderes. Nos sumamos a comprender para resistir y transformar como hijas e hijos de la Madre Tierra, enfrentando desafíos desde pueblos, procesos y territorios enfrentados a su vez a un Proyecto de Muerte  del capital transnacional global, de la codicia organizada, de la modernidad y sus razones de despojo.  Somos pueblos, de manera colectiva y diversa, pero compartida y sentida, sin representar a nadie, porque lo que nos convoca es la vida. Nos paramos acá, desde acá para nombrar palabras y caminos. Nos repugna el poder, venga de donde venga. Se tiene que acabar. No lo queremos, no se necesita, no sirve más que para alimentar vanidades, confundir buenas intenciones, alojar criminales y engañar y someter aplastando o endulzando mentiras o mintiendo nuestras verdades. Es el poder el que hace que la gente, los pueblos, no podamos vivir. El que nos mata, nos explota, nos somete. Venga de donde venga. Poder no, pero que los pueblos podamos: sí. Esta es parte de una conversación en marcha para que la gente pueda, desde donde pueda. Estamos acá con-movidas y con-movidos. Nos conmueve lo que hace salir a las plazas, lo que marcha, los levantamientos, los cuerpos delante de los tanques deteniéndolos, las que dicen basta y salen en la fiesta a cantarlo hasta ganar, los que no comen más hasta cuando se pueda vivir con dignidad, todas, todo eso y lo que no cabe, lo que no se nombra, lo que no se ve y que anda por debajo, en la penumbra, silenciado pero allí, cansado de no caber en las razones de explotadores que se adueñan de la vida. Tenemos que encontrarnos, conocernos, probar nuestras costumbres y lenguas y comidas. Bailar y marchar cada cual a su manera. Llenar las plazas, todas las plazas y todas las calles y campos, desbordando alegría y fuerza. Contagiarnos de ganas, músicas y  sentido. Conmovernos para salir a las calles, pero también en esta hora, aprender a salir de las plazas con un mandato colectivo asumido de modo que, la misma fuerza que nos lleva a la revuelta, se convierta en capacidad, saber, claridad, maneras de seguir sin entregarle la lucha a quienes la aprovechan para restablecer el poder y el despojo con nuestra entrega.  Acá estamos, porque no sabemos, pero porque entre muchas y muchos, todas y todas, vamos sabiendo y saboreando la vida que hace falta y que es nuestra.
1. Guerra contra los Pueblos: El Capital transnacional. El proyecto de la codicia global tiene plan, es estratégico y se coordina para implementarlo. Son pocos, con mucho poder, se encuentran entre sí, se ponen de acuerdo y se sirven de lo que les convenga, en cada lugar para seguir acumulando. Ahora, ante la crisis del capitalismo, porque sobra capital y no alcanza la naturaleza ni la riqueza para que sigan acumulando unos pocos a expensas de todas y de la vida, han iniciado una Guerra contra los Pueblos. No la declaran. La encubren. La realizan con pretextos en todas partes (Libia, Colombia, Irak, México….). Epidemias, desastres, destrucción de la naturaleza, estrategias monetarias, son todas la misma guerra contra los pueblos para apropiarse de riquezas, territorios y de la vida toda convertida en mercancía. Sobra capital, sobra trabajo y faltan mercados y recursos. La solución de ellos es nuestra muerte y por eso están matando. El sentido estratégico de esta guerra habría que conocerlo, reconocerlo y enfrentarlo.
2. Comprender Contextos. Es difícil e indispensable y urgente comprender contextos. Estar comprendiendo contextos. No podemos seguir dando palos de ciegos que nos hacen víctimas de engaños y mentiras con nuestras propias palabras. Hay que saber qué quieren y cómo nos engañan. Estos saberes son necesarios, útiles, indispensables para los pueblos y desde las luchas. En esto tenemos una debilidad que debemos reconocer y enfrentar. Un desafío. No rechazamos el saber ni a quienes lo generan. Son, en tanto lo pongan al servicio de las luchas, parte del pueblo, pueblo mismo. Entender lo que nos hacen, lo que sucede. Interpretar lo que pasa en medio de políticas, leyes y acuerdos, terror y guerra y propaganda combinadas para engañarnos y someternos. Ayudarnos a comprender para resistir. Pero con una condición: cada pueblo se sirve de lo que entiende a su manera y desde su lectura y sentido. Quien ayuda a entender ni manda, ni ordena ni tiene autoridad. La información y el análisis son de los pueblos para que hagan su camino, no le dan poder al que analiza para mandar, sino capacidad a los pueblos para decidir y actuar. El saber no es una moneda que se ahorra para venderla en el mercado a cambio de ganancias y poder. El saber que se acumula, se pudre y mata a los pueblos en la ignorancia que engorda a quienes conocen. No ahorramos saber. Lo compartimos para que quede en libertad y se traduzca en luchas. Así como pueblos y territorios son inseparables, el territorio del saber, del imaginario, debe ser nutrido y liberado de quienes lo someten al pensamiento único de quienes mandan y dominan, vengan de donde vengan. Nos convocamos para saber.
3. Cooptación: Nos cooptan. Sancho Panza en su discurso político: “Las cosas son como son y como son: son” y se ganó el aplauso del pueblo y el poder. Terminan quedándose con nuestras luchas, con nuestros líderes, con nuestras palabras, nuestro pensamiento, nuestras vidas y aún, con nuestros muertos y desaparecidos. A la fuerza o a las buenas, es la misma violencia endulzada con promesas, proyectos o palabras o impuesta por medio de la amenaza y el terror. Están convencidos de su derecho a explicar, a tener, a someter y nos convencen de que no hay otro camino. Cada vez que luchamos, aún cuando ganamos, vuelven a ganar ellos y usan las mismas estrategias refinadas, actualizadas. Han acumulado siglos de experiencia en engañar e imponerse a las buenas o a las malas. Hemos caído una y otra vez en las mismas trampas. Se arrogaron el derecho de imponer una manera única de ver el mundo como quieren y de interpretarlo a su manera, para su beneficio. A eso llaman ciencia. La única ciencia. La incuestionable, la sagrada, la civilizada. Es violenta, niega los demás saberes y se articula con la otra violencia, la más abierta y directa. Ante estas, al servicio de su codicia, terminamos cooptados una y otra vez. Empezando de nuevo cada vez desde los escombros y memorias de luchas pasadas para volver a ser engañados desde fuera o desde dentro. Es importante aprender cómo nos cooptan, reconocerlo, estudiarlo, descubrirlo, para no seguir empezando de nuevo cada vez desde el mismo lugar mientras ellos avanzan y sofistican su poder para volvernos a cooptar.
4. Capacidad Estratégica. El Gato en Alicia en el País de la Maravillas. Alicia le pregunta si la puede ayudar y el responde “depende”. Molesta con la respuesta insiste. Solamente quiere saber cuanto le falta para llegar. El gato le responde “depende”. Alicia le reclama que no la quiera ayudar. El gato le explica “si sabes para donde vas, te puedo decir cuanto te falta, pero si no sabes, ya llegaste y puedes sentirte feliz: Depende”. La iniciativa estratégica permanece en poder del capital y de los vencedores en el proyecto de dominación global. Tienen objetivos, diseñan planes, ejecutan estrategias. Los pueblos han demostrado tener capacidad estratégica desde y en las luchas pero perderlas recurrentemente. Fortalecer la capacidad estratégica respetando autonomías es esencial y requiere de compartir y acompañarnos. No se trata de tener un solo plan global que algunos puedan controlar, sino las capacidades estratégicas diversas de los pueblos para enfrentar el proyecto global y construir desde abajo un mundo de mundos diversos.
5. Tejido de Iniciativas e Ideas. Es la esencia de lo que nos convoca. Hace falta convertir en experiencias lo que estamos viviendo y lo que hacemos y pensamos. Proponer, intercambiar ideas, hacer que los errores y las derrotas se conviertan en saberes para continuar. Todo esto a partir de tejer entre pueblos, procesos, movilizaciones de modo que en comunicación, aportemos acompañándonos en el camino. Se trata de hilos, que nos permitan vibrar simultáneamente donde quiera que nos toquen o nos movamos, nudos fortalecidos desde cada proceso y territorio, diversos, dispersos, autónomos y tramas y huecos que le den sabiduría y sentido al tejido en su capacidad de identificar temas o asuntos críticos para  la supervivencia, pervivencia y proyección de las luchas.
Se trata inicialmente de crear un blog en el que estos ejes, proyectados en la perspectiva de iniciativas e ideas para la acción, se conviertan en criterios de participación. Asumir a conciencia la guerra contra los pueblos, la necesidad, vocación y capacidad colectiva de interpretar contextos desde los pueblos, poner en evidencia y abordar los mecanismos de cooptación, apoyar la capacidad estratégica y todo con énfasis en compartir iniciativas. Se trataría de participar asumiendo un compromiso en esta dirección. La idea es poner a andar un blog que enuncie el sentido, el lugar desde donde se plantea y que presente, de entrada, textos y vínculos que pongan en evidencia, más allá de los enunciados, lo concreto.

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