Anarquía Coronada

Homeopatía del frenado // Sol Prado y Franco Castignani

(Homeopathy of slowness)

Todas las razones

los textos

las discusiones

las críticas

los argumentos.

El bliblibli de los filósofos de moda, el blablablá de lxs tecnócratas izquierdistas al uso, retumban a diario en nuestras pantallas y en nuestros oídos. Nos ofrecen información y teorías que presumen una sofisticación difícil de constatar y sin ninguna relación con lo que nos pasa. Y es justamente lo que nos falta: relaciones, conjunciones, vectores y superficies que puedan traducir(nos) desde lo que nos sucede, desde los instantes que dan forma a nuestro vivir.

A fuerza de marcajes, golpes, distancias, nos vamos dando cuenta que el mundo, nuestras vidas, no se cambian (sólo) con buenos argumentos. Hay que frenar los argumentos. Argumentar, cuando se agota en sí mismo, se parece más al gesto del moribundo que no puede ver más allá de lo que le muestran sus ojos, prefiriendo agonizar a tomar el riesgo de sentir, pensar y vivir algo inesperado. Nosotras sospechamos que la mejor manera de estabilizar el curso del mundo, y de transformarlo en un cadáver incombustible, es ponerse a argumentar sobre él. Este mundo cada vez más reactivo para con cualquier deseo de vida no fue construido con argumentos. Tampoco nos desharemos de él apostando unilateralmente a esta vía. Habitar una modificación que se lleve puesta una vida y le obligue a rectificar sus rumbos, creemos, requiere un esfuerzo más, menos condescendiente con nuestros miedos y nuestras agrias comodidades, más abierto y receptivo a lo que puede venir.

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A partir de estos fragmentos, bastante intuitivos: intentamos escribir. Abrir algunas puertas, pinchar burbujas, quemar naves, salvar la poesía que así y todo permanece e insiste en esta tierra. Mirar más allá de los muros que nos inventamos a diario. Destruirlos. Inventarnos, con lo que tenemos, una disciplina alegre y expansiva de la destrucción.

Probamos comenzar nuestros textos, pensamientos, largas caminatas y paseos, con algunas preguntas.

De a ratos percibimos que preguntar parece ser, en tiempos de exitismo e imperativo de adaptación general, un arte de alojar incomodidades, de abrir brechas en el tiempo, de habitarlo en su lúdica gratuidad y de suspender su inmediatez.

En definitiva, de un aprender a demorarnos.

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Demorarse: dejar de trabajar, retrasarse, rechazar. Ser una retrasada, una disfuncional. Ser es retrasarse, interrumpir cualquier función.

Paso seguido, ir a buscar a lxs amigxs que siempre nos esperan para hacer otras cosas más interesantes. Para saltar las cercas que nuestra época impone, por ejemplo, y construir un estar-juntas más amable y gentil. Un pensamiento de la amistad política no es posible sin algo de odio por esta vida. La gentileza, las derivas y encuentros sutiles[1] también son parte del entramado de querer pensar y vivir-juntas.

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Y bien, en esa pausa aparentemente plástica, que lidia entre la incomodidad y la ansiedad punzante, nos hacemos algunas preguntas que interpelan nuestras prácticas: ¿qué nos moviliza hoy?, ¿por qué nos deseamos un contínuo movimiento -a saltos de proyectos, residencias, becas, ayudas- como si esta fuera la verdadera liberación de nuestro tiempo de vida?, ¿corremos hacia algún tipo de “más allá de la vida” mientras denegamos la pregunta con una maquinaria de notificaciones constantes & suscribing to follow anything apparently new?

¿Siervas al servicio de una nueva notificación?

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Trague saliva mientras una nueva notificación de whatsapp enciende la pantalla de su móvil (o de su ordenador) y sus nervios, como hienas hambrientas, comienzan a chillar y a demandar atención.

 

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Movilizadas y preguntantes ¿por qué? ¿qué hay de nuevo en todo eso?

Nos movilizamos porque hay algo de nuestro deseo puesto en ese movimiento. No nos es posible, a riesgo de ser demasiado ingenuas, pensar ni sentir esta invitación constante a movernos, a cambiar, a diferenciarnos, a expresar nuestras emociones en un muro personalizado, a hacer un uso extractivista del hashtag, sin pensar ni sentir a la vez que se nos estaría jugando algo realmente importante allí: ¿Una decisión? ¿Es esto decidir?

Un futuro, efimero, en definitiva.

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Pareciera que se nos ofrece futuro, aunque sepamos, desde aquel lejano alarido de Johnny Rotten que no ha dejado de retornar, que no lo hay. Sabemos que el futuro en principio ha dejado de ser una dimensión necesaria para actuar. El futuro, como este mundo, es una tierra arrasada por la culpa, la deuda, la esperanza y demás afectos tristes. Hay que abandonarlo, y ahora mismo.

Fuck you Google!

Future is an Error!

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Nos queda observar, perplejas, sin contemplaciones, como Alicia ante su espejo, la envenenada ilusión de la que somos parte. Pero la perplejidad también puede ser un arma para agujerear esta ilusión, para corroerla y correrla definitivamente de nuestra escena.

Cuestión de ritmos, velocidades, deserciones.

Así, quizás, poder atravesar, juntas, no tan solas, el impasse en el que nos movemos para construir otras escenas, otros modos de pensar y de vivir. Solas-Juntas, en esa alegre e indecidible conjunción.

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En un breve ensayo publicado hace algunos años, Santiago López Petit nos alertaba sobre la necesidad de construir situaciones sin futuro. Un modo de dejar-ser las situaciones (políticas, artísticas, amorosas) en su ambigüedad. Situaciones colectivas, anónimas, inapropiables. Tal vez otro modo de soportarlas, sostenerlas y cuidarlas, de soltarlas con delicadeza cuando ya no nos sean útiles y no dejen espacio al querer-vivir. Desde hace más de 30 años, escuchamos los altavoces estridentes del capitalismo global en los cuales se nos repite, con voz segura, clara y convencida –otras veces esa voz es seductora, ligera y algo rebelde, dependiendo del segmento de mercado objetivo y perfil del consumidor- que no hay alternativa ni afuera ni, mucho menos, futuro a dicho modo de producción y subjetivación.

Pues bien, habrá que tomar muy en serio el relato, más no para obedecerlo sino para ironizarlo. Trazarle diagonales, escapar de los diagramas y de los casilleros asignados a los cuerpos, voces y trayectorias. Pedagogías de la huida,  prácticas del encuentro sutil.

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Nosotras queremos ironizar este juego, apropiarnos de sus estrategias e infiltrarnos con máscaras de gas hasta su raíz, hasta desocuparlo. Desocupar el juego.

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Promover distancias y en esas distancias cultivar brechas, intervalos –responsabilidad que requiere lentitud y un paciente ejercicio de lo gentil. Nosotras queremos utilizar nuestra risa como una auténtica máquina desmitificadora, diseminar el error para hacer estallar el sentido común, fulminar el significante como un bomba molotov incendia la pantomima de un parlamento pseudodemocrático. Para devolver los sentidos que se nos aparecen comunes e indiscutibles a su arbitrariedad y a su contingencia radical.

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Hacer estallar, a fuerza de ironías, parodias y fabulosas máscaras el sentido común.

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Parlamento Griego, 19/05/2017

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Perder -el sentido- nos expone al más temido de los desastres. Nos expone al afuera de la norma. Nos expone al contacto directo, epidérmico, con la locura y el desbande. A la etiqueta de la melancolía o de la depresión eterna, o la hiperactividad no productivista. En este punto de no retorno el dispositivo terapéutico-gubernamental acude en nuestra ayuda. A cambio de dejar secar la imaginación en un bello deshidratador de raw-food, se nos ofrece la utopía de una vida acelerada pero con la apariencia de salud, para el rendimiento infinito. Un paraíso de emociones controladas, en pequeñas dosis autoingeribles. Pastillas para cojer, jarabes para llorar, antidepresivos para bailar, analgésicos para no morir. Ingredientes para una vida dedicada al trabajo y a la mera reproducción de lo que hay.

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El nosotros, nosotras, nosotres, reducidas a la competencia ramplona, la autoexplotación y a la domesticación de nuestro querer-vivir.

El peor negocio en milenios.

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Un ejército todo terreno de CEOs, coachs, artistas, managers, gurús, personal trainers, youtubers, pastores, neurocientíficos, altamente entrenados en bloquear los agujeros, cercar las salidas, ordenar los flujos y adecuar los deseos, se encargará de todo el resto. Pero resulta que nuestros deseos, ¡vaya insistencia!, resultan, a pesar de esta guerra relámpago desatada en su contra, de estas dosis de felicidad encapsulada que consumimos a diario, ser una bestia porfiada, indestructible Fuga, metaboliza y  desplaza las identificaciones, deslocaliza, suelta y absuelve. Las revueltas acaecidas en Buenos Aires, San Pablo, Paris, Tahrir, Madrid, Barcelona, son sólo algunos mojones, caminos heterogéneos, situados y abiertos a la invención política y existencial. A la invención, efímera (¿y cuál es el problema?) de lo que deseamos con lo que tenemos ahora, como escribió alguna vez Adrienne Rich.

Fernand Deligny, S/D

 

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Es cierto, siempre podremos profundizar y sofisticar nuestras servidumbres, devenir lobas encerradas, sedentarias y rapaces. Es quizás por esta sorprendente insistencia que la pregunta por una nueva apertura de sentidos, en tiempos de desensibilización normopática[2], resulta de una urgencia política y vital que aún –al menos nosotras- no terminamos de calibrar. Frente al irresistible imperativo de aceptación de lo que hay, que nos invita a un adormecimiento de la sensiblidad general, que inscribe y viraliza en el cuerpo colectivo el repudio de cualquier intento de creación autónoma, se nos hace necesario buscar nuevas armas, imaginar otros bestiarios menos crueles.

Lobas sueltas, que hacen de su soltura, del cuidado y el cultivo de las proximidades y distancias, del acoger y amar a las extrañas, en exposición y sin condiciones, una cartografía intensamente acogedora y habitable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Según Juan Carlos De Brasi,  lo sutil acontece y se presenta más allá de todo adjetivo,  propiedad, artificio o sentido común. Materia esencialmente blanda y porosa. Tarea difícil para un pensamiento habituado a la búsqueda de similitudes y soluciones inmediatas, de tipo algorítimico, frente a las preguntas con las que se encuentra, dado que lo sutil evita las clausuras, ama los paisajes inacabados, extiende los pasajes allí donde todos los caminos parecen cerrarse sobre sí.

[2] Enrique Guinsberg, en La salud mental en el neoliberalismo (México, 2001), define como normópata a “aquel que acepta pasivamente por principio todo lo que su cultura le señala como bueno, justo y correcto no animándose a cuestionar nada y muchas veces ni siquiera a pensar algo diferente, pero eso sí a juzgar críticamente a quienes lo hacen e incluso condenarlos o a aceptar que los condenen (algo muy similar a lo que política y socialmente se conoce como mayoría silenciosa).” 

Un ensayo en el Cervantes // Diego Valeriano

 

Es una confusión demente, es garche del que siempre temo, es irritante, es goloso, es monstruoso. Es un grito, una gota de transpiración en el pezón, un roce medido, un cálculo, una acción que inhabilita el afuera, un cruce de miradas.

Es una pieza de pensión inmunda, un kiosko 24 horas, un pogo en un subsuelo clausurado, un abrazo de travas en la noche de Avellaneda, una corrida desde el bondi a casa, una banda de maricas vengativos, un ensayo en el Cervantes, un plantarse en una esquina, una idea de dos  pibes que probaban que era lo que les gustaba hace muchos años en un pueblito.

Es un grito atolondrado, un gesto en la cara, un estribillo que se repite de manera pavota, una acción política vacía de contenido, es el odio de lo que no quieren más, es agite, es una guitarra rota, es una piba del centro que sabe que no puede su destino, es casi una sobreactuación militante, es ego.

Es arrogancia, desmesura, fuerzas silvestres, inmadurez, escabio, carcajadas, sensualidad, llanto, amor, falopa, algún tipo de resistencia inentendible, besos en el baño de hombres, un desesperado pedido de auxilio hasta perder la forma humana.

Un ensayo en el Cervantes, un reflejo apurado de lo que nunca quiero en un espejo peposo, cínico, irónico y manija que lo deforma todo.

En la Palestina ocupada el mero hecho de mantenerse vivo es ya un acto de resistencia. // Jessica García

A Mohamed lo detuvieron en el checkpoint Hamra[1], aquel que está a metros de su casa y que debe cruzar todos los días para llegar a su trabajo. Allí, los soldados israelíes lo obligaron a permanecer por algunas horas sin ninguna razón. También a uno de los hijos de Salim lo detuvieron en el mismo checkpoint, luego de que confiscaran su tractor[2], otra vez sin ninguna razón.

Tres varones de la comunidad beduina que visitábamos todas las semanas, Al Auj’a, fueron detenidos dos horas, en nuestra presencia. En este caso la razón fue que no tenían su identificación. Además, los soldados estaban “cansados” de repetirles que no debían estar pastoreando los animales en su propia tierra, pues esa zona se había convertido en una “zona cerrada”. Cuando les preguntamos cuántas horas estarían detenidos, el soldado al mando nos dijo que permanecerían allí tanto tiempo como él decidiera. Entonces decidimos quedarnos y acompañar, no podíamos hacer nada más. No los torturaron, pero tampoco los dejaron moverse. Finalmente, después de dos horas bajo el sol en el Valle del Jordán, los dejaron ir.

A la mañana siguiente, en Eind ad Duyuk, una comunidad beduina ubicada en los alrededores de Jericó, nos contaron que esa madrugada Shabri, un chico de 22 años, había sido detenido por un grupo de soldados israelíes mientras pastoreaba los animales. Lo detuvieron y lo torturaron. Lo obligaron a acostarse boca abajo y lo forzaron a comer pasto. Luego, le ataron las manos y los pies y, como si todo aquello no hubiese sido suficiente, lo pusieron debajo del jeep y simularon pasar por encima de su cuerpo. Finalmente, casi una hora y media más tarde y ante el arribo de activistas de Ta’aysh[3], lo dejaron ir; no sin antes advertirle que si lo volvían a ver ya no lo torturarían, lo matarían.

No se encontraron datos sobre detenciones arbitrarias por cortos períodos de tiempo en el marco de confiscaciones, u otros incidentes, o durante el paso por un checkpoint. Sin embargo, este tipo de detenciones son habituales en la Palestina ocupada.

De acuerdo a Amnistía Internacional, desde 2001 no se ha abierto ni una investigación penal sobre las más de 1.000 denuncias sobre torturas presentadas ante Israel (Amnistía Internacional, 2017) [4].

 

[1] Hamra es uno de los dos checkpoints permanentes en el Valle del Jordán. 572 obstáculos al desplazamiento en Cisjordania fueron registrados por UNOCHA a mediados de diciembre de 2016, lo cual incluye tanto los checkpoint permanentes como los temporarios (UNOCHA, 2017). Ver informe completo en: https://www.ochaopt.org/content/fragmented-lives-humanitarian-overview-2016  

[2] De acuerdo a UNOCHA, 94 estructuras palestinas han sido demolidas desde enero a marzo de 2018. Como consecuencia de dichas demoliciones 110 personas han sido desplazadas y otras 354 han sido afectadas de alguna otra manera. Ver estadísticas completas en: “West Bank: demolitions & displacements trends analysis” https://app.powerbi.com/view?r=eyJrIjoiOGFlMmRhYjgtYmMxMC00YTYyLTg3ZmEtZGY1ZDExODk5ZDU5IiwidCI6IjBmOWUzNWRiLTU0NGYtNGY2MC1iZGNjLTVlYTQxNmU2ZGM3MCIsImMiOjh9

Entre 1988 y 2016 Israel emitió 16.085 órdenes de demolición contra estructuras palestinas en zona C. Ver mapa y estadísticas sobre el estado y distribución geográfica de dichas órdenes en: http://data.ochaopt.org/demolitions/index.aspx?id=311650

[3] Ta’ayush es una organización de activistas israelíes que se prenuncian en contra de la ocupación de Palestina. Ta’ayush trabaja principalmente en la región de las Colinas  al sur de Hebrón y en el Valle del Jordán. En este último lugar acompañan a lxs pastores palestinxs en su trabajo diario, en tanto su presencia reduce, aunque no siempre, los niveles de violencia ejercida por lxs colonxs y fuerzas israelíes hacia aquellos. Más información en: https://taayush.org

[4]Amnistía Internacional (2017). Campaña “50 años de ocupación israelí”. Disponible en:  https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/campanas/ocupacion-israeli/

Lula, us, and the problem of corruption // Diego Sztulwark

I wish we were in conditions to create alternative media! We’ll get there eventually, I believe. But you have to understand that we are in Brazil and not in Europe. It’s another universe, another political education, another experience of struggle! But I think that we will get to that situation, because it is the only way to free ourselves from dependence on the official media.

Ignacio Lula da Silva, 1982

The Perestroika of Capital

Corruption is a phenomenon of perversion or devaluation that, in reference to public life, becomes an ethical or political problem of the first order. To look at the recent history of the use of anti-corruption discourse by those who regulate the mechanisms of social control and accumulation we need to go back to the Menemism of the 1990s. At the end of the Cold War, the business, political, and religious elite, along with the communications apparatus, understood the convenience of resolving their internal disputes within a discursive space that did not question the fundamental lines of the triumphant socioeconomic system. Anti-corruption discourse acted to protect the system and replace class struggle in a context in which the threat of coup by the old military party started to lose force. Moral values and the legal code became the ultimate foundation of the political, annihilating the real substance of democratic practice. As if Machiavelli had not taught us anything about the extra-moral reality of politics. Since then, the rotation of political personnel has been settled by means of accusations, with or without proof, of crimes and embezzlement. We see it today in Brazil, in Ecuador, Peru, and in Argentina. It is that simple. The so-called progressive governments, almost all of whom emerged as the effects of the cycle of social struggles between 1996 and 2003, are being wiped off the map by this procedure, which was initially designed to resolve the internal troubles of those who rule.

Robbing for the Crown

Thus there is a clear need for a political thought that is critical of that discourse focused on denouncing corruption. In an initial and aerial review of some things that have already been stated and written about the issue, the following points of departure could be considered:

  1. Corruption of democracy. After the crisis caused by debt in the 1980s, and lasting until the crisis of the end of the 1990s, local elites reached an agreement with the global creditors on a mode of capturing collective surplus value through the state: privatizations, bonus festivals, etc. These function as mechanisms for transferring public resources to the large economic groups and international credit agencies. During that time, corruption was a class resource oriented toward situating the state as an instrument of social exploitation and as internal compensation between factions of the ruling class block. This process of dispossession was carried out in full democracy, by hijacking popular representation. Corruption thus became an indispensable mechanism for the misappropriation of the decision-making process to the benefit of large capital and caused the sterilization of the democratic potential of the rule of law and the parliamentary system.
  2. Corruption of communitarian forms. If we go beyond a focus on political modes, neoliberalism is a way of corrupting communal forms of life. Enzo Traverso refers to neoliberalism directly as an “anthropology.” It is a regime for managing the processes of individuation that blocks and assaults all figures of collective power that are not functional to the entrepreneurial hero. As anthropologist Rita Segato explains (and as the March 8 Women’s Strike movement foregrounds), the violent penetration of this neoliberal subjectification can only be reversed if political bodies – institutions, governments, states – were returned to a popular communitarian jurisdiction.

War against Democracy

The discourse against corruption and in favor of a republic of capital is posed as a war against democracy (even against the republic that, in a classic sense, is an indissoluble effort to liquidate the power of the party of the rich over the public). Its principle apparatuses are, according to a brief text by Hardt and Negri – Declaration –, processes of the mediatization of perception, representation of the political, securitization of life, and indebtedness or the subordination of social cooperation through finance. Private property is the foundation coordinating these four apparatuses that produce individuals devoid of social bonds. Without a critique that goes to the root of this complex machinery, it is impossible to understand how the phenomena of cruelty in neoliberal society are constituted, nor the strategic importance that anti-corruption discourse takes on as a way of delegitimizing any figure of the collective that is formed based on principles that are different from and in opposition to those of neoliberalism.

Destroy Lula!

To destroy Lula is to destroy the pioneering and systematic effort to create a new left based on social movements (https://lobosuelto.com/?p=19295) following the fall of the Soviet Union. Grassroots ecclesial communities, movements of landless campesinos, the powerful metalworkers’ unionism, the intellectuals who had resisted the dictatorship: the PT was formed as a non-Stalinist, mass-based political expression capable of convoking and inspiring social struggles across the continent. And it did so under the powerful leadership of a man born into the poverty of Northeast Brazil, himself a metalworker and union leader. It is true that Lula and the PT distanced themselves greatly from that effort when, once in government, they took pains to transform the novelty of this left into a friendly (and very celebrated) attitude in forums such as that of Davos. On the other hand, during those years the left made numerous criticisms of the PT and much of the left distanced itself from the party. In fact, the PT governments implemented neoliberal policies and repressed, in an absolutely unforgivable way, the movements that came out for free transportation and other demands in 2013. It is essential to fully understand the PT’s limits on these fundamental issues, for which we can turn to Toni Negri’s recent dialogue with important party cadres (https://lobosuelto.com/?p=19305) Despite all of this and due to the historical role that they played both at the national level and the continental level, Lula and the PT continue being an obstacle for the most powerful bourgeoisie on the continent. Destroying Lula, in this precise historical moment, is to liquidate any possible democratic articulation between institutions and popular movements.

The Perfect Crime

The neoliberal regime – that of unbridled capital and its operators – feels capable of carrying out an improbable perfect crime; it has too much confidence in the inactivity of the plebeian floor that acts from below and beyond parties and governments. But perhaps everything could be seen in the opposite way if we start from the movements of the landless, the homeless, the inhabitants of the peripheries, and the women’s movement, that ongoing molecular movement that liberals and conservatives are allied in opposition to, which have created a crisis in the democratic political space in which conflicts have been resolved up to now.  As the psychoanalyst Suely Rolnik wrote recently, it is out of these explosive components that new strategies of resistance will emerge (https://outraspalavras.net/brasil/666381/ ).

#FreeLula

Leopoldo Méndez y la imagen indianizada de Gramsci // Oscar Ariel Cabezas

 

Este señor a quien no le gustaba decir “yo” fue uno de los grandes artistas de nuestro tiempo, sin duda uno de los mejores grabadores contemporáneos, el más riguroso, el que vivió con mayor plenitud. Cuenta en su haber más de 700 grabados que podrían exponerse junto con los de Kathe Kolwitz y Franz Masereel. Y sus muchos dibujos no desmerecerían junto a los de Daumier, Durero, Goya y Rembrandt.

(Elena Poniatowska, La jornada)

 

 

Leopoldo Méndez (1902-1969) es el grabadista mexicano más grande del siglo veinte.  Nació en 1902 en las entrañas de la Ciudad de México. Sus grabados son una de las más fieles expresiones de un arte plebeyo que se comprometió con los proyectos que marcaron las tensiones modernas del periodo postrevolucionario de México. El grabado de Méndez está así inscrito en la singularidad de las luchas por darle continuidad a la revolución que había puesto fin a la dictadura de Porfirio Díaz. Famoso es, por ejemplo, el grabado en que Méndez alegoriza al viejo Porfirio sentado en la silla presidencial conduciendo un Estado a punta de garras y desdén por las clases rurales.

 

“Posada in His Workshop” (Homage to Posada), 1953, Linocut in black on cream wove paper, 355 x 793 mm (image/block); 498 x 870 mm (sheet); http://www.artic.edu/aic/collections/artwork/222760

 

Las ciudades modernizadas constituyeron fundamentalmente el lugar de desplazamiento o extermino de las comunidades de campesinos indígenas. Su pobreza y estado de miseria compone los signos de la historia de la modernidad del capital y de las destrezas de las masas plebeyas para producir imágenes de los abigarramientos precolombinos que fueron y han sido destruidos por la hegemonía del capitalismo colonial y poscolonial mexicano. De manera que los grabados de Méndez se abren a la expresión de las imágenes de una experiencia brutal de desplazamientos, exterminios y crueldades orquestadas por los proyectos civilizatorios de una nación que se ha venido desarrollando en medio de catástrofes sociales, de restos y fantasmas pergeñados a hacer visible la imagen de los indígenas. La propia metrópolis en la que crece y vive Méndez está acosada por los fantasmas de las comunidades indígenas y, sobre todo, por la pobreza de las clases subalternas a las que les han grabado en sus rostros las marcas e imágenes de las múltiples temporalidades de la historia.

La mirada de Méndez se formará ante las imágenes abigarradas y en la materialidad viviente de los residuos de sociedades arrasadas por el proyecto modernizador del siglo diecinueve  y antes por la desastrosa colonización imperial. En las imágenes de Méndez se puede sentir el dolor y la lucha de las formaciones sociales precapitalistas y el plano residual y palaciego al que fueron conminadas las comunidades precolombinas. A pesar de los intentos de blanqueamiento de las hegemonías culturales y “extranjerizantes” no hay ninguna posibilidad de eliminar la imagen del indio de las artes visuales con las que Méndez produce esos más de setecientos grabados que podrían ponerse, como bien dice Elena Poniatowska, junto a los de Daumier, Durero, Goya y Rembrandt[1]. En los grabados de Méndez la imagen de las clases oprimidas y, así, la imagen del indio-campesino apegada a la tierra perdura y orienta de manera temprana su obra. El indio es la verdad histórica, está en el trazo y las huellas de la historia del grabado de Méndez hasta el punto en que compone la subjetividad sensible de su temperamento. Como militante de los proyectos plebeyos y como artista destinado a expresar la lucha por la hegemonía de las imágenes no duda en hacer del grabado la expresión de las luchas sociales de México.  La materia expresiva misma de la técnica del grabado social y de lo social en el grabado le permite escudriñar desde los elementos de su arte en lo más profundo de la expresividad de México. El grabado de Méndez es un elogio a lo plebeyo que hay en cada mexicano insurrecto. No sería exagerado pensar que la frase de Paul Valery “lo más profundo es la piel” en Méndez cobra vida a través de la madera y de la tinta con la que hace temblar lo que llamaré imágenes enluchadas en el trazo. Las imágenes enluchadas refieren a la manera en que Méndez graba la historia de las luchas plebeyas de México sin olvidar que estas se dan en la densidad afectiva de los cuerpos que se duelen, se desgarran, hacen duelos, producen fantasmas y luchan. El grabado es, así, una topología en que se expresa e inscriben el trabajo del duelo y lucha.  Así, la imagen enluchada de Méndez es el modo de resistencia a la imagen visual de circulación sacrificial, de la piedad afectiva y del rostro cristiano que reduce/traduce las luchas plebeyas a la domesticación de la imagen iconográfica.

En Escritos sobre arte mexicano Jean Charlote escribió que José Guadalupe Posada “recreaba plásticamente su emoción, exaltando la anécdota hacia corolarios insospechados. Para lograr esto, tuvo que romper con la tradición algo débil del grabado mexicano, hijo dócil de la imagen piadosa española, y estableció una nueva tradición, con rasgos tan fuertes, tan raciales, que pueden parangonarse con el sentimiento comunal del arte románico”[2]. En un registro bastante parecido al del estridentista francés, Raquel Tibol enfatiza este punto sosteniendo que “[l]a obra de Posada constituye el primer rompimiento con el colonialismo cultural; su obra es el precedente más importante de la revolución artística”[3]. Por eso, Méndez reconocerá en Posada una importante fuente de inspiración como maestro del grabado. Así, lo que lo ata a Posada de manera fuerte es tanto la ruptura con la tradición de la imagen piadosa de la iconografía cristiana como la distancia y resistencia a la hegemonía del colonialismo cultural europeo y a la rapacidad del neocolonialismo de los Estados Unidos. Pero la ruptura no es exactamente un afuera o un éxodo a la iconografía, sino más bien una discontinuidad en el espacio, digamos, iconoclasta de transformar las imágenes de la dominación teológica. No sería totalmente justo decir que las imágenes de los grabadistas mexicanos son imágenes cristianas secularizadas, pero tampoco se podría decir que la iconografía cristiana le es completamente extraña. Las imágenes martirológicas, la imagen “humana demasiado humana” del sacrificio y de la piedad son metamorfoseadas en el espacio inconsciente de un devenir político y de un elogio plebeyo de la imagen que anima la lucha social disputando el ámbito de la hegemonía cultural[4]. Esta disputa se da en el pliegue interno de una memoria plebeya e indianizada por el trazo de sus dibujos y porque la técnica del grabado —su juego de sombras, sus grietas melancólicas y lúdicas en blanco y negro sobre la superficie expuesta a la expresividad del dibujo— parecieran evocar en el seno del grabado eso que la posición de Méndez resume en las frase “Ligo mi obra a las luchas sociales”.

En el artista mexicano el grabado es un arte plebeyo que busca orientar las imágenes en la lucha contra el cielo en tanto este es la expresión abstracta que se resuelve y se despliega en la lógica modernizadora del capital. Las imágenes abstractas son cristianas y capitalistas en virtud de una economía de la visión que se entrelaza a las formas abstractas e iconográficas de la producción fetichista y cultual de las imágenes. Como lo muestran algunos de sus grabados, Méndez se opuso a la posición de los Cristeros que quemaban las escuelas liberales en el periodo postrevolucionario de Plutarco Elías Calles. Pero también se opuso a las formas de articulación del pensamiento liberal encarnadas por este y expresadas en los proyectos modernizadores. En los grabados de Méndez hay una memoria visual anterior a la economía de las imágenes icono-cristocapitalistas y al mismo tiempo un compromiso del arte con las políticas populares del periodo cardenista. Méndez es un artista y un militante moderno y, sin embargo, hace posible contemplar el aura de sus grabados a contrapelo de las teologías secularizadas del progreso. La pregunta que emana de esta sospecha es en qué sentido la técnica del grabado produce imágenes enluchadas anteriores a la economía de los signos capitalista. Esta interrogación no es retórica y menos lo podría ser al tratarse de la especificidad de un arte que está inscripto en la singularidad de la historia del cuerpo múltiple de los mexicanos. La técnica del grabado atañe a la fuerza figural que la historicidad política e imaginal tiene en la cultura y las prácticas de luchas sociales indígenas del pueblo mexicano. Grabar es producir incisiones en la superficie de un objeto. El que graba también estampa impresiones. La impresión es la experiencia visual que habla a través del grabado, tal como ocurre con los hombres que inscribían en cuevas, o en los huesos de grandes animales, figuras rupestres tales como las paradigmáticas cuevas de Altamira o Lascaux. El grabadista hace heridas en el cuerpo de la madera (xilografía) o en el zinc (piedra litográfica) en el que inscribe su dibujo. La madera o el metal son la superficie, el soporte de la inscripción sobre el cuerpo de esos elementos. La incisión es la esencia del grabado. Esta procede sobre la planicie de la madera o el metal hiriendo, cortando, hendiendo, agrietando la superficie para que en el hacerse de la forma, nazcan las impresiones desde las heridas.  La técnica de grabar a partir de incisiones emula las formas en que la historia graba/inscribe en esa otra superficie que es la del cuerpo social las configuraciones, las contradicciones y las tensiones de la memoria que suplementa los modos en que las imágenes evocan pasados, presentes y porvenires enluchados.

Habría entonces que poner en juego lo inevitable que resulta el vínculo entre memoria e impresiones que ante los ojos de Méndez emanan de la experiencia de las clases subalternas y de una memoria residual que antecede, que es previa a las arqueologías plásticas de los devenires del dibujo, del grabado plebeyo con el que insoslayablemente el artista trama y destrama los traumas y avatares de la historia, inclinando la imagen del lado de los “vencidos”. Pero sobre todo, del lado del devenir plebeyo de la imagen enluchada que se pliega y repliega en los entuertos de una recóndita topología que precisa de una imagen anterior a las imágenes. A partir de la técnica del grabado hay que pensar en la experiencia colonial como el topos originario de la “guerra de las imágenes” moderna. En otras palabras, la interrogación de la circulación de las imágenes iconográficas, sus metamorfosis y, sobre todo, la resistencias a estas en las imágenes enluchadas de los artistas plebeyos o con devenires en lo plebeyo no resuelve el misterio, el secreto de lo a-temporal, de la imagen de imposible acceso que quedó sepultada en las ruinas de un mundo que no volverá.  Y, sin embargo, esa imagen que suponemos anterior —“imagen de una supervivencia”— está sin estar como imago residual de un contra-poder o del poder de aparición o reaparición de una potencia visual. Esto es, precisamente, lo que compone y recompone el tejido imaginal de las imágenes enluchadas de los grabados del artista mexicano. Los estampados y las impresiones de Méndez y antes, las de su inspirador y maestro Posada, son impresiones sobredeterminadas por aquello que con tanto acierto Miguel León-Portilla llamó Visión de los vencidos (1959)[5]. En el libro de León-Portilla la fundación de la historia mexicana está arraigada en el fenómeno de la des-aparición de esas culturas que vieron e imaginaron el mundo con los ojos de un mundo y de unas imágenes sin retorno. La visión de los vencidos es la visión de los que fueron derrotados y extinguidos en la fuerza de sus hegemonías culturales y políticas cuya alegoría suele (re)aparecer residualmente en la brutal constatación de la destrucción del templo Tenochtitlan, es decir, en la (des)aparición, fragmentación y metamorfosis de una cultura imperial. La desaparición del mundo de vida de las culturas que habitaban Mesoamérica (mexicas o aztecas, mayas, zapotecos, olmecas, náhuatls, entre otras) no pudo ser completa, así como tampoco pudieron ser completas las imágenes anteriores a las del imperio iconográfico de la mirada[6].

El trabajo de la acumulación de riquezas y destrucción capitalista no es solo la destrucción del modo de producción económica de los llamados “pueblos aborígenes” es también la destrucción de una economía de la mirada anterior a las hegemonías de la circulación iconográfica. Por eso, la pérdida de una cultura, su extinción o su derrota, es también la pérdida de su visión de mundo. El mundo que está ante la mirada es a su vez el mundo social que hace posible o no el acto de ver o no ver. La destrucción y agotamiento de los pueblos que pueblan y poblaron lo que hoy es México naturalizó la violencia con la que la economía de las imágenes, su circulación colonial y militar, marcaron la relación entre los usos de la mirada y el cuerpo sin cuerpo del capital. La modernización de la mirada es la subordinación del acto de ver a lo más intenso del fetichismo cristocapitalista. Pues en la compulsión fetichista el capitalismo halla el suplemento que modela la visión sobre los cuerpos y los objetos que componen los mundos sociales dominados por el capital. Así, se puede decir que Méndez es un gramsciano virtuoso, es decir, un gramsciano que comprende que la colonización de la mirada es lo que el grabado debe des-obrar o des-trabajar. De ahí que su (des)obra responda a la violencia cultural que las hegemonías de la mirada producidas y administrada por el poder de las sociedades modernas ejercen sobre el cuerpo de los desposeídos. Desde la mirada plebeya que trabaja con restos, con fantasmas, con imágenes estriadas que se rebelan contra la des-aparición de la mirada modernizadora que lo incendia todo a su paso, Méndez desobra las obras injustas de la modernización mexicana. Méndez nos permite pensar y contemplar la fuerza figural de un movimiento en imágenes que reacciona contra el desdén, la desaparición, el desplazamiento, la violación de los derechos de las comunidades de campesinos llevada a cabo por el “progreso civilizatorio”. Y es que en la gráfica mendeciana las imágenes reaccionan, se dan cita con una promesa de lucha que contiene y frena los incendios del poder del capital.  Nada más inscrito en los cuerpos de los mexicanos que una lógica de las cenizas y una “invisibilidad de la huella” , cuya genealogía se abraza como hielo intemporal a los incendios del “progreso” inaugurados por la violencia de la colonización y cuya contraparte se halla en la fuerza de lo plebeyo que Méndez grabará sin parar con la pasión del militante comunista y desde la memoria de la imagen anterior a la captura del complejo industrial capitalista de producción de la imagen. Las inflamaciones de largo aliento iniciadas en las entrañas de la colonización no han dejado, hasta nuestros días, de quemar el pasado, el presente y el porvenir de los mexicanos.

En la madera de sus memorias, hecha de sangre y tinta, la historicidad de México ha grabado todas las heridas venidas y venideras de una nación que no termina nunca por (des)hacerse ante la mirada de la historia de los vencidos. México es, quizá, el lugar donde con mayor intensidad las artes visuales muestran la fuerza de una historia de la circulación de la mirada inescindible de la iconografía cristiana. Pero también donde la huella intemporal de la (re)aparición de los indígenas resiste el convencional y apocalíptico concepto de muerte. Aunque, sin duda, la historicidad mexicana se ha deliberado a través de la sangre y la imagen sacrificial que funda una economía de la mirada desde que la primera espada fuera hendida en los blandos cuerpos indígenas. Esos cuerpos que el racismo cristiano inmediatamente coloreó subordinando a sus jerarquías raciales, murieron atónitos ante la imagen de la cruz del cordero sacrificado. Así, las imágenes icnográficas del mundo cristiano incendiaron los mundos sociales de pueblos precolombinos antes de que empíricamente el fuego inflamara comunidades enteras. La imagen del cordero degollado quema los ojos, promueve el shock de un rostro desfigurado por la sangre y espinas y se expande trayendo muerte, dolor y finalmente la extinción, la quema de modos de producir y mirar anteriores a occidente. Es la entrada del terror de la imagen sublimada del sangriento sacrificio cristiano, imagen que aún pesa en la conciencia, la imagen del cordero es la entrada de la muerte y la congoja de los indios por la brutalidad con la que se asienta el poder de la supremacía blanco-cristiana y su continuidad blanqueada o no en la cultura colonial y poscolonial de México. La imagen iconográfica es la entrada de México en la historia de la destrucción de una totalidad social inaccesible y que nunca más retornará. Pero en la historia de México no solo hay destrucción. Sin embargo, las imágenes del cristocapitalismo fueron metamorfoseadas, es decir, la iconografía como hegemonía de lo visual moderno halló y hallará su muro de contención en los residuos del imposible regreso de la totalidad social de mundos indígenas. La contención, el freno plebeyo y la (re)aparición indianizada en las grietas del grabado, hace imposible la imagen pura, resiste el racismo ario de los rostros de la trinidad cristiana. En los grabados de Méndez esto adquiere la forma de imágenes de resistencia, de rebelión, de  revolución y de heroísmo militante[7]. En uno de los notables grabados que hizo para la película Rio escondido (1948) destinados a formar parte del fondo de los créditos se halla uno titulado Antorcha.

 

“Antorchas, de Río Escondido» (1948), Linocut in black on cream wove paper; 305 x 417 mm (imagen); 389 x 505 mm (hoja) http://www.artic.edu/aic/collections/artwork/122483?search_no=19&index=110

 

El grabado fue hecho para expresar la trama plebeya de una película orientada a la valoración de una memoria de resistencia popular como posibilidad de los cambios sociales. En la Antorcha se expresa la posibilidad de un incendio del orden opresivo. La película realizada por Emilio “Indio” Fernández narra la historia de una maestra (María Félix) que se rebela contra la tiranía del cacique que controla los recursos del pueblo y enciende el alma plebeya de los campesinos rurales para que se alcen contra el tirano. La Antorcha, especie de mural en movimiento, funciona como pliegue interno a las disputas hegemónicas de lo visual. En el primer plano, la imagen de un campesino empuña una antorcha en una mano mientras en la otra comprime con fuerza sus dedos haciendo un puño para la lucha. La mirada rápidamente se inclina —es inevitable que lo haga— a  un segundo plano en el que se ve el cuerpo de anónimos y enardecido iluminados por el fuego de las antorchas. Méndez, sin duda, decide expresar su arte de movilización política en la imagen enluchada del fuego de las antorchas de un pueblo erguido. Esta decisión busca mostrar que el grabado o, en este caso, mural en movimiento solo puede revelar su potencia en la guerra plebeya de las imágenes que muestra una supervivencia en el clamor de esos invisibles cuerpos que  invisibilizados por las injusticias del poder no tienen otra opción que no sea aquella de la contra-violencia del alzamiento plebeyo. El devenir de las antorchas no es sólo un deliberado intento de rotular el círculo virtuoso de las imágenes iconográficas del fetichismo del rostro que de la trinidad aria a las hegemonía visual de la propaganda Nazi y continuando han dominado la cultura tardo occidental y criolla, sino también la iluminación de los rostros anónimos a través de esa luz-fuego de la dignidad de la contra-violencia de esta singular imagen enluchada. Ante las antorchas que graba Méndez, las cenizas de la historicidad de los “vencidos”  no son más que un efecto de la destrucción provocada por la guerra colonial-capitalista. Pero estos efectos, buscan encender la posibilidad mediante el poder de las antorchas que frenan. Así, Méndez hace de las cenizas y de las huellas invisibles del pasado indígena la tinta y el combustible para encender antorchas que detengan las injusticias. La imagen enluchada puede aquí interpretarse como una respuesta a las hogueras teológico-católicas que impusieron las imágenes del mundo colonial-capitalista y que se perpetua en ese convulsionado siglo veinte que habita a Méndez.

En el México que graba Méndez el mundo colonial no ha desaparecido, más bien es lo que no deja de (re)aparecer. Este (re)aparecer ocurre en medio de las proximidades de la revolución de Zapata y Villa, de las guerras cristeras y también de los años de lucha antifascista. La estética colonial-teológica que suplementa el poder de la imago del siglo veinte es una presencia insoslayable. Por eso, en su historia de grabadista Méndez no olvida que ante la visión de cronistas, evangelizadores y colonos españoles las culturas indígenas fueron leídas desde la primacía de imago poder de la iconografía. Pero también desde la imagen a priori que los colonos europeos traían como determinación visual de su modo de estar y habitar el mundo. El indígena es el otro para la mirada de los colonos europeos. En el interior de la imagen a priori y en tanto otro, el indígena puede haber tenido la forma del salvaje o de un monstruo. Tal como lo ha demostrado el estudio de Roger Bartra, El mito del salvaje, lo otro des-formado ante la conciencia y la visión aparece como salvaje, bárbaro o monstruoso; un mito de las sociedades europeas. Bartra analiza las condiciones de aparición del hombre salvaje identificando que la genealogía de este se halla en la literatura y el arte del siglo doce. Así, siguiendo la interpretación del pensador mexicano, el otro de Occidente está desplegado en la interioridad de su propia cultura, es decir, en el pliegue inmanente del imaginario óptico que antecede a la idea del descubrimiento de lo otro. La colonización europea no habría descubierto a un otro empírico, digamos corpóreo, porque éste ya estaba en la maquinaria abstracta de su inconsciente visual. Pero, en el contacto cara a cara y, por tanto, en el proceso imaginal de indianización de los rostros aborígenes la mirada imperial europea se despliega como máquina óptica de traducción de lo visual aborigen a lo visual europeo. La máquina de traducción visual, sin embargo, no puede traducir sin que los elementos  residuales provenientes del “mundo de los vencidos” no contaminen los procesos iconográficos en la formación de la modernidad-capitalista de México. De hecho, toda la reflexión weberiana sobre el ethos de la modernidad-capitalista que Bolívar Echeverría hace para desocultar los arcanos de las imágenes de la blanquitud y mostrar que la identidad de las naciones, incluso aquellas que su pigmentación cultural es no-blanca, está fundada en la hegemonía visual de la imagen icónica de lo “blanco”[8]. En este marco de referencia de la ficción racial europeo-colonial el grabado de Méndez es el modo en que resistiendo la operación de traducción abre la imagen no tanto a su expresión no-blanca como polo dialéctico de una visón que vería solo en dos dimensiones la guerra de las imágenes. En el seno de la cultura mexicana y acoplándose en las metamorfosis que se dan dentro del espacio mismo de la visión iconográfica traída por los colonizadores europeos Méndez graba imágenes de resistencia que empujan mundos posibles e inmanentes a los procesos de la modernidad capitalista. Se trata, sin duda, del paso de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones como, precisamente, posición del devenir de la imagen plebeya o enluchada en el pliegue interno del dominio y la disputa por fisurar el orden cristo-burgués de la iconografía moderna.  

El libro escrito por Juan de la Cabada Incidentes melódicos del mundo irracional, inspirado en la cepa misma de las leyendas orales y escritas del pueblo maya, recrea del mundo precristiano con ilustraciones de Méndez. El grabadista compone para este libro una de las imágenes serpiente más expresivas y, a su vez, anfibológica .

 

«La serpiente de cascabel» (1945), wood engraving in black on grayish ivory China paper, 135 x 135 mm (image); 249 x 177 mm (sheet);
http://www.artic.edu/aic/collections/artwork/131144?search_no=7&index=28

 

Es incuestionable la condición anfibia del grabado y el uso de la imagen de la serpiente que regresa a la imaginación del lenguaje de los códices precolombinos. La percepción de que en los grabados de Méndez no habría nada parecido a elementos residuales de una imagen anterior a la imagen iconográfica no solo es cuestionada por la imagen serpiente, sino que, además, el grabado redime a la serpiente de la imaginería cristiana. Es inevitable aquí no pensar en los modos en que Aby Warburg pensó la relación del arte y sus imaginarios no-occidentales. En El ritual de la serpiente piensa en los pueblos indígenas en el que el mundo de la lógica y el de la magia no se hallan escindidos como el contrapelo a la imagen occidental de la serpiente. El reptil que organiza la topología originaria del mal en el relato cristiano es analizado como un símbolo intercultural del miedo, es decir, del repliegue en la comunidad de salvación cristiana. La serpiente exiliada del paraíso respondería, según Warburg, a la pregunta por el origen del mal, la muerte y el sufrimiento del mundo[9]. La Serpiente como causalidad mitológica será olvidada por el ingreso de las comunidades de salvación en el interior de la modernidad tecnológica. Sin embargo, la Serpiente en el grabado de Méndez retorna desde la interioridad de la cultura producida por el mundo occidental, dicho retorno se abre a la diferencia del reptil que simboliza el origen del mal. La serpiente de Méndez está, en sentido warburgiano, hibridizada, indianizada en las marcas agrietadas del cincel que produce en la imagen el correlato visual de los “incidentes melódicos del mundo irracional”. Así, la serpiente de Méndez des-obra de manera profana al reptil originario del mal, restándolo a la circulación de la iconografía cristiana. Lo pagano, lo profano, lo plebeyo son retratados por un reptil que abre su boca para que emerja un hombre que posiblemente danza sobre el aliento de una serpiente. Sin duda es imposible no pensar en Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, como el origen de toda la cultura mesoamericana y cuya figuración simbólica se resta, haciendo temblar las diferencias, al retrato maléfico de la serpiente exiliada del paraíso.

La anterioridad de Quetzalcóatl es el inconsciente óptico de Méndez que lo hace cincelar la madera para junto a la sensual y curvada cola de la serpiente grabar a Doña Caracol esposa del señor ardilla, ambos engañados por un zopilote que en Incidentes melódicos del mundo irracional será ajusticiado por el pueblo. La afectividad del grabado de Méndez produce la imagen sensual y sonora de un retorno que ya no tiene otra existencia que no sea la del pasado prehispánico en el presente de la modernidad capitalista. Así, la imagen serpiente, sensual y sonora, se opone a la colonización de la mirada y, al mismo tiempo, a través de los contornos visuales de la hegemonía occidental de la serpiente, corrobora que el relato y la iconografía cristiana son la mayor empresa teológica conocida en la historia de Occidente. En otras palabras, no hay ninguna posibilidad de entender el régimen de circulación visual, su dominio hegemónico y fetichista, sin el programa de “acumulación de almas” del proyecto imperial español. Pero tampoco se puede negar que en las manos de los grabadistas mexicanos —de Posada al Taller de Gráfica Popular— las imágenes, como nos advierte en clave gramsciana Didi-Huberman, toman posición y se politizan contra el inconsciente óptico de la colonización cristiana. No es nada casual que, en su ensayo, “Caminos de nacionalidad”, José Revueltas sugiera que la imagen del indio centellea en la piedra terrenal desde la cual emana el origen del indio:

 

Todavía el rostro de nuestros indios [nos dice Revueltas] es el mismo semblante geológico de las antiguas deidades.  Todavía es el mismo misterio y la misma  “falda de serpientes”; en ellos se retrata el tiempo, el tiempo eterno y duro, el tesón, la espera, la angustia y el asombro de la espera (…). El rostro de ídolo se remonta al recuerdo de una gran pérdida, reproduce la nostalgia por esa gran perdida, por esa gran muerte. Tal vez piensen que para ellos ya ha pasado todo, pero quizá también piensen que nada ha pasado y que después del sufrimiento vendrá la resurrección[10].

 

En un espacio de memoria afectiva, Revueltas imagina no dialectizar la resurrección del ídolo casi al modo en que Charles Baudelaire imagina que el fetiche mexicano “es el Dios verdadero”[11].  En el grabadista mexicano y en particular en la ilustración que graba para Incidentes melódicos del mundo irracional lo que está en juego es el misterio de la imagen incognoscible por la inconmensurabilidad de mundos sociales. Se trata, posiblemente de imágenes a las que sin renunciar —y Méndez, como artista y militante, no renuncia— no tenemos ni tendremos nunca la llave de acceso. Pero no debemos confundir la llave de acceso ni menos aún lo invisible en la huella de la imágenes con su inexistencia. De hecho, hay en toda imagen visible una que no lo es, es decir, una que no ha tomado lugar aún y que por no tomar “su” lugar insiste más allá de la pérdida o de una imposible y utópica resurrección tardocristiana.

En efecto, la imagen invisible funciona como pre-texto, es decir, como icono anterior a la operación de escritura y de imágenes iconográficas. Digamos entonces que lo que Revueltas sugiere, no es otra cosa que la invisibilidad del rostro en la piedra primigenia que dio y vio nacer a los indios. El rostro de ídolo anterior a la circulación de la hegemonías visuales de occidente no es exactamente lo que vemos, sino más bien, lo que no vemos en lo que vemos. Esto que no vemos, quizá, es la paradoja de esa minucia imaginal que abre los mundos de vida precolombina a una resurrección no-cristo-capitalista o, quizá, a su completa destrucción en el despeje de su revelación. El misterio constitutivo de las resistencias anticoloniales de las que nos habla Revueltas se consuma en lo que la madera agrietada de los grabados de Méndez dirán o, sobre todo, en lo que no harán inmediatamente visible. Los dibujos del grabadista más grande del siglo veinte nunca cedieron a la compulsión fetichista de lo indígena. Por el contrario, en la plasticidad del lenguaje del grabado entendido desde algo así como un Gramsci visual, ese rostro de ídolo fenecido o fantasmal, ese rostro invisible en la huella colonial y, aún más, en la huella postcolonial es expresado por Méndez y el TGP  en términos de guerra de posiciones a través de las imágenes. Las imágenes del grabadista se posicionan, toman partido por los “vencidos” e ingresan al espacio de la batalla por la disputa estética y política de la modernidad. No será exagerado decir que en  la guerra por la posicionalidad de las imágenes la madera hace mimesis con la memoria de los indígenas. En la oposicionalidad de imágenes que luchan contra la topología hegemónicas del moderno capitalismo mexicano, el cincel de Méndez graba, hace heridas a la madera, regresa y vitaliza la lucha de aquellos que fueron antes de que se consumara “la visión de los vencidos”. En un contexto marcado por las guerras mundiales, por el Nacional Socialismo de Hitler y por la Guerra Fría la lucha de la gráfica mendeciana es la lucha de las imágenes enluchadas, imágenes de la pérdida sin pérdida de objeto psicoanalítico porque las imágenes que graba Méndez son oposicionales, es decir, se mueven en el círculo abierto y virtuoso de la posibilidad de hegemonía.  En lo más hondo de sus arcanos, el capitalismo es cristiano y, como tal, es el lugar de invención de las jerarquías faciales que recorren toda la historia de esa poderosa “mitología blanca” a la que llamamos Occidente. En América Latina, toda genealogía del racismo es sin duda el correlato histórico de los fenómenos coloniales y postcoloniales de acumulación capitalista. Y el racismo es visual y, como tal, hay que buscarlo en el triunfo imperial de la iconográfica del cristianismo. En términos visuales, el cristianismo es todavía la historia de los vencedores. Los grabados de Méndez, de esta manera, son oposicionales en sentido gramsciano, es decir, en el sentido de la guerra de posiciones. Pero también son guerra de imagen-movimiento porque fueron concebidos como suplemento, como acoplamiento a las luchas sociales. Se trata de la deconstrucción de una visualidad dominante y hegemónica. Así se podrá entender que el racismo y la lucha de clases, como correlato interno del capitalismo, están profundamente atadas a la imagen afectiva y sacrificial de la iconografía cristiana. Leída en clave cristiana, la resurrección pura de los indígenas no es otra cosa que la consumación del romanticismo secularizado de una poderosa teología residual en las que el cuerpo social, la imagen viviente del indio se sumergen, ya definitivamente, en lo cultual capitalista, es decir, en la mera fabricación fetichista del racismo facial como discriminación positiva. México es el mejor lugar para entender que el devenir de los rostros es inventado y reinventado por los pigmentos con los que la mirada cristiana ha venido jerarquizando y hegemonizando la circulación de lo visual en el interior del sistema de representación pictocutáneo desde la modernidad-colonial. Pero también, lo sabemos, México es el mejor lugar para entender que las formas de la mirada son históricas y que estas están sobreterminadas por elementos culturales e ideológicos; la mirada está sujeta a metamorfosis. La producción de los grabados de Méndez expresa el deseo de discontinuidad, ruptura y escape de la dominación afectiva de la imagen teológica habiéndose hecho un artista de las metamorfosis del grabado. Por eso, más que tratarse de imágenes militantes por su sincera filiación en el PCM o por haber estado inspirado por los hermanos Flores Magón, sus imágenes más bien se hallan desinscritas de esa otra teológica que fue la del realismo socialista. El juicio del gran ensayista mexicano Carlos Monsiváis respecto de la militancia del artista en el realismo socialista es implacable:

 

[L]a militancia de los pintores y grabadores de México tiene muy poco que ver con el realismo socialista en arte y literatura. Como lo ratifica la obra de Méndez, la preocupación estética es un requerimiento ético, una derivación de la política entendida de manera totalizadora. Mientras los realistas socialistas mezclan el conformismo, la lírica fracasada y los personajes que (des) animan causas y convicciones (…)[12].

 

La posición estética del grabador no es solo la sospecha a la convicción ciega en los aparatos doctrinales, sino también la posición a-posicional de una ética del grabado que está más allá del puro comercio de las imágenes o de la pura posición del artista en la estética de la crítica-visual aristocratizante. Es la ética de la posición a-posicional lo que orienta la fidelidad de las artes del grabado de Méndez, deconstruyendo en sus dibujos los banales sermones (onto-teo-lógicos) de la retórica de partido o la del realismo socialista. El trabajo con la invisibilidad de la huella y el trazo firme de la imagen enluchada componen en Méndez una estética de las metamorfosis y un elogio profano de la imagen plebeya. Es esto lo que, a fines de los años treinta, le permite abrir la metamorfosis del arte del grabado a la guerra de posiciones. Por lo que tempranamente va a ilustrar revistas tales como Norte, Ruta de Veracruz e incluso uno edición del libro Los de abajo de Mariano Azuela y un linóleo de Los olvidados de Luis Buñuel. Junto al TGP  a mediados del siglo veinte la obra de Méndez resulta de una enorme productividad en materia de enlaces y entrelaces con el soporte visual de la cultura mexicana. Tibol describe distintos  momentos de la historia del grabadista[13]. Estos momentos son lo que dan cuenta de que Méndez es el Gramsci visual de la historia del siglo veinte mexicano. Así las imágenes de Méndez son las imágenes de Gramsci hasta el punto en que el propio Gramsci es una imagen de Méndez.

 

«Antonio Gramsci» (1942), woodcut on paper, 160 x 190 mm; http://www.artic.edu/aic/collections/artwork/49569?search_no=13&index=102

 

No sería inoportuno señalar aquí que el retrato de Gramsci tiene el aura indianizada de eso que Lezama Lima llamó con tanto acierto “la expresión americana”. Podemos, así, conjeturar y concluir que el retrato grabado del preso de Turin tiene las virtudes de lo eterno profano. En la data necrológica Méndez tacha, borra para que el grabado mismo de Gramsci pueda sólo ser reconocible como icono profano. Este icono es el que se halla en Los cuadernos de la Cárcel que publicó la editorial Era en la década de los ochenta del siglo pasado. ¿Quién no ha visto el icono profano de Méndez? Su Gramsci es elevado a la singularidad de una figura fantasmal y universal que orienta el pensamiento de las imágenes enluchadas. En el interior de esa imagen indianizada se halla también la data de Méndez como legado y herencia de un Gramsci visual sin fecha de senectud. Le debemos a Leopoldo Méndez la imagen del preso de Mussolini como huella europea y no-europea. Y es que Méndez grabó la imagen posteuropea y descentrada de las matrices onto-teo-lógicas del marxismo doctrinario.

    

*Este texto es parte del libro Imágenes de Gramsci (Ediciones La cebra) editado por Alejandra Castillo.

 

[1] Elena Poniatowska, La Jornada, México (24 de mayo, 2002).

[2] Jean Charlot, “José Guadalupe Posada, grabador mexicano”, en Escritos de arte Mexicano. Editado por Peter Morse y John Charlot. http://www.jeancharlot.org/writings/escritos/charlotescritos.html (El subrayado es mío)

[3] Raquel Tibol, “José Guadalupe Posada: Puente entre dos siglos”, Elvira Concheiro y Víctor Hugo Pacheco (comps.) Raquel Tibol. La crítica y la militancia, México, Cemos, 2016, pp. 33-50.

[4] Véase, por ejemplo, los grabados del periodo del Taller Popular de Gráfica (TPG) orientado a producir imágenes plebeyas comprometidas con el programa de Lázaro Cárdenas.

[5] Miguel Portilla-León, Visión de los vencidos, México, Fondo de Cultura Económica, 2013.

[6] Oscar Ariel Cabezas, “Tecnoindigenismo. Efectos de rostro”, Elixabete Ansa-Goicoechea y Oscar Ariel Cabezas (eds.), Efectos de imagen: ¿qué fue y qué es el cine militante?, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2014.

[7] Un caso paradigmático de destrucción e intento de hacer desaparecer en nombre de la modernización a un pueblo entero es el caso de los Yaquis. El lector interesado puede consultar el ensayo de Paco Ignacio Taibo II, Yaquis. Historia de una guerra popular y de un genocidio en México, México, Planeta, 2013.

[8] Bolivar Echeverría, Modernidad y blanquitud, México, Ediciones Era, 2010.

[9] Aby Warburg, El ritual de la serpiente, trad. Joaquín Etorena Homaeche, México, Sexto Piso, 2008, p. 60.

[10] José Revueltas, “Caminos de nacionalidad” (1945), Ensayos sobre México, México, Ediciones Era, México, 1985, p. 29.

[11] Citado en “¡Atención: ruinas mexicanas! Dirección única y el inconsciente colonial”, John  Kraniauskas, Políticas literarias: poder y acumulación en la literatura y el cine latinoamericano, México, FLACSO, 2012, p. 34.

[12] Carlos Monsiváis, Leopoldo Méndez y su tiempo. El privilegio del Dibujo, México, Ediciones RM, 2009. p. 29.

[13] Como director de La Estampa Mexicana, Hannes Mayer vigiló las siguientes ediciones con obras de Méndez: 25 Grabados de Leopoldo Méndez (1943), Incidentes melódicos del mundo irracional (1944), 40 grabados en madera y scratch board que ilustraron cuentos de Juan de la Cabada, Río Escondido (1948), diez grabados en linóleo hechos en 1947 para la película del mismo nombre. Otras películas para las que Méndez aportó estampas, que se utilizaron como soporte visual para los créditos, fueron: Pueblerina, 1948, linóleo; Un día de vida, 1950, linóleo; El rebozo de Soledad, 1952, madera; La rosa blanca, 1953, linóleo; La rebelión de los colgados, 1954, linóleo; Un dorado de Pancho Villa, 1966, litografía. También colaboró en la versión de 1950 de Memorias de un mexicano. Entre un crédito y otro las estampas lucían a toda pantalla. Seguramente la reproducción de ellas nunca tuvo mejor oportunidad Méndez lo sabía y se esmeró sobremanera tanto en la composición como en la variedad, sentido y emotividad de los cortes. Raquel Tibol, “90 años de Leopoldo Méndez”. revista Proceso (25 de Julio, 1972). http://www.proceso.com.mx/159826/90-anos-de-leopoldo-mendez

¿Desarrollo para quién? ¿Trabajo para qué? // Raquel Gutiérrez Aguilar

 

¿Desarrollo para quién? ¿Trabajo para qué?  Tariquía y los territorios comunitarios campesino-indígenas en Bolivia

 

Preguntas que gritan, urgencias que brotan…

regenerando sentido común entre nosotras.

Dos preguntas inmediatas surgen una vez que se conoce lo que ha venido ocurriendo en Bolivia en relación al amenazante avance del extractivismo petrolero sobre lo que en años previos se consagró como “Áreas protegidas”, y que tan bien nos explican Claudia López y Paloma Tórrez en su reciente trabajo publicado en http://zur.org.uy/content/tariqu%C3%ADa-de-pie-una-lucha-campesina-en-bolivia-frente-al-extractivismo-petrolero Las preguntas se amplifican cuando terminamos de mirar el video sobre el reciente “Encuentro de Mujeres en Resistencia” en Bolivia (www.youtube.com), realizado como parte del gigantesco esfuerzo de miles de mujeres durante el #8M-2018, también en Bolivia. Estas miles de acciones siguen cimbrando al patriarcado capitalista y colonial que estamos confrontando y diluyendo en común con nuestras luchas, encuentros y voces pues, como dicen las compañeras del TIPNIS: “somos espinas” que nos vamos clavando en los pies del monstruoso capitalismo colonial, operado de manera misógina y patriarcal. ¡Somos muchas espinas! ¡Podremos detener su marcha!

***

La primera pregunta que salta al leer la información que recibimos en ambos documentos -uno escrito y otro audiovisual- es ¿Desarrollo para quién?

Lo que se aclara es que la ampliación tanto de la “frontera” agrícola como de la petrolera, eléctrica e industrial, junto a grandes procesos de expropiación y despojo que concentran riquezas y ganancias en manos ajenas; también ha detonado pequeños o medianos procesos privados de acumulación de capital en nuestros países e incluso, a veces, en nuestros territorios. Tales procesos privados de acumulación de capital -similares a los protagonizados por los cocaleros desde hace muchos años y desde dónde fundaron una parte de sus críticas al modelo neoliberal clásico-, han alterado fuertemente el mapa de la confrontación en Bolivia y en América Latina. La actividad económica capitalista a gran escala, cuyo avance conquista y coloniza los territorios que aun contienen riquezas concretas, en ocasiones abre opciones económicas, siempre parciales y contingentes, a específicos y fuertemente corporativos segmentos de dirigentes y funcionarios, militares y civiles. Gran parte de tales segmentos, en Bolivia, está compuesto mayoritaria -aunque no únicamente- por varones que responden -o pertenecen- al MAS.

La rica y diversa mirada de las luchas feministas renovadas, transmitida por ambos documentos, destaca el mayor problema que nosotras, en muchas tierras y espacios estamos percibiendo y confrontando: que la agresiva ofensiva de conquista y colonización capitalista en marcha sujeta con pesadas cadenas tanto a los diversos territorios en peligro, como a las tramas comunitarias que ahí reproducen sus vidas. Los sujeta a los flujos transnacionalizados del capitalismo más poderoso hoy desbocado en la reconquista de todo lo que encuentra, a través de los intereses financieros que es el único lenguaje que hablan.

Nosotras ya sabemos que donde hay más violentas cadenas de sujeción capitalista, colonial y patriarcal es cuando y donde la fragilidad para la reproducción de la vida se incrementa de manera exponencial, incluyendo por supuesto, la amenaza a nuestra propia vida en tanto que mujeres. Como en muchos lugares del continente, se vuelve a gritar el grito de lo que ahora se sabe: “¡Desarrollo es destrucción!”. Y lo destruido es aquello que nos ha sostenido hasta ahora y, muchas veces, también somos destruidas nosotras mismas.

Así, volvemos a vislumbrar cómo, lo que de manera miope y cortoplacista se presenta como “compromiso de mejora”, como “lucha contra la pobreza”, o como “ofertas de empleo”, no es más que el añejo ejercicio de hacer creer que la punta del iceberg es el bloque de hielo completo. De confundir la parte por el todo. Confundir, a propósito, lo que es una contradictoria y tensa trenza de intereses privados -de distintas escalas- y presentarlo como si esto fuera el “interés nacional”, las “decisiones soberanas del Estado”, o cualquier otra fanfarronería hiperbólica, es un desacierto que, a estas alturas, raya en lo criminal.

Como otras veces, en y más allá de Bolivia, el más peligroso de los nuevos “espejitos y cuentas de vidrio” que los nuevos conquistadores-colonizadores exhiben, buscando anular la capacidad política de las comunidades bolivianas que habitan zonas protegidas, es la “oferta de empleos”. El seguimiento detallado de la manera cómo dos posiciones confrontadas y asimétricas han ido dando pasos para impulsar sus antagónicos horizontes políticos, presentado tanto por López y Tórrez como por las voces reunidas en el Encuentro de Mujeres en Resistencia, alumbra lo que ocurre con renovadas luces.

Desde ahí brota con fuerza una segunda pregunta: ¿Trabajo para qué?

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La cronología de eventos compartida por López y Tórrez registra los pasos y tiempos de la zaga del horizonte político supuestamente estatal-nacional, que lo que hace es ligarse de manera cada vez más densa y en condiciones de subordinación más agudas al capital hidrocarburífero transnacionalizado. Esta historia vuelve a contarnos, una vez más, la reactualización de la vieja cultura cipaya, del administrador subordinado, colonizado y colonizador. Por otro, desvela la tenaz historia de esfuerzos protagonizados por mujeres y varones arraigados en Tariquía desde hace algunas décadas, quienes han sostenido la vida en condiciones de gran precariedad, atravesando experiencias muy heterogéneas -como la migración temporal a la Argentina- hasta encontrar abrigo y arraigo en esa amplia y fértil “reserva natural”. Las voces de Tariquía se “encuentran” con las de las compañeras de Rositas, con las de las luchadoras del TIPNIS, tan agredidas, tan tenaces y dignas.

La historia que relatan es parecida: dibujan cómo un mosaico denso de familias ha producido una trama de interdependencia, en condiciones de escasez de riqueza abstracta, y de amplia disposición de riqueza concreta. Tienen una vida y una cultura propias, trabajan mucho a sus ritmos para sostener la vida colectiva porque conocen donde habitan y al territorio las amarran, también, vínculos de cariño y respeto. No tienen demasiado dinero, pero de ninguna manera mendigan. A eso le tienen miedo: a que vuelvan a despojarlas y las empujen a la miseria que obliga a mendigar. No van a permitirlo.

En Tariquía, por ejemplo, tal como nos dicen, hay espacio para vivir. Tariquía es una vasta cuenca de altura variada compuesta de un bosque húmedo -secundario mesófilo- donde además, hay mucha agua. Las familias campesinas en Tariquía pueden disponer -y de hecho disponen de- ganado, siembran para el autoconsumo combinando estas actividades con algunos cultivos para el mercado regional -principalmente maní, que en ocasiones se vende en Padcaya. Las mujeres, por lo demás, se han involucrado en proyectos de apicultura y ahora tienen abejas que producen miel de alta calidad.

En fin, en Tariquía hay familias y dentro de esas familias hay mujeres que sostienen la vida colectiva en condiciones suficientemente aceptables para que ellas mismas crean que vale la pena defenderlas. Igual que en el TIPNIS, igual que en Rositas y en la región del Bala.

Valdría la pena añadir, por supuesto, que el trabajo asalariado es escaso. También conviene hacernos cargo de que el trabajo asalariado, en las actuales condiciones, es casi siempre un mal necesario. Conviene considerar todos estos problemas. Sin embargo, ¿será que los más bajos escalones del trabajo asalariado es lo único a lo que podemos aspirar? ¿Es eso lo único que nos merecemos? ¿Horas y horas de trabajo mal pagado en condiciones muy violentas a cambio de todo aquello con lo que ahora contamos? Por supuesto que NO. Y si no estuviéramos viviendo este dramático tiempo de violencia contra nosotras y nuestras familias, tendríamos capacidad para también pensar en cómo resolverlo.

El problema de la escasez de trabajo asalariado es hoy un gran problema sobre todo para los varones jóvenes. Para las mujeres jóvenes también lo es, aunque no es el centro de nuestros asuntos: quizá nuestro problema principal es mantenernos vivas y enteras en medio de la violencia criminal, capitalista y patriarcal, contra nosotras desatada en medio de la brutal ofensiva expropiadora que vivimos.

De todos modos hay que volver a preguntarnos: ¿Es deseable un “desarrollo” que privilegia la conversión obligatoria de los varones jóvenes -y eventualmente de algunas mujeres jóvenes- en capital variable para las actividades extractivas cuyas ganancias se concentrarán en manos de quienes deciden los destinos de este planeta? ¿Es lúcido presentar como conveniente este tipo de “desarrollo” y como valioso este tipo de “trabajo”? ¿No podemos colectivamente abrir otros caminos y otras posibilidades? Sólo hablan desde la cerrazón rígida y engañosa quienes una vez más no quieren ni escuchar la voz de las mujeres ni entender la experiencia histórica que se alumbra y se vuelve audible a través de sus palabras.

La época en que la trenza capitalismo y patriarcado del salario fue más o menos estable articulando asalariamiento masculino y familia obrera se ha extinguido. Quedan vestigios, por supuesto, pues como en todos los procesos metabólicos que sostienen las tramas de interdependencia los cambios no suceden de manera repentina. Sin embargo, como lo documenta una gran cantidad de literatura, esa forma de vida anclada al patriarcado del salario está en vías de extinción. ¿Por qué insistir entonces en que esto es lo conveniente? ¿Qué intereses obscuros se defienden? ¿Qué problemas graves se busca ocultar? ¿Cómo va a ser conveniente que se destruya un lugar cálido, húmedo y generoso donde centenares de familias han organizado de manera estable la reproducción de la vida, a cambio de que algunos de los varones jóvenes de esas familias tengan eventualmente algún trabajo precario y mal pagado en alguna de las socias de YPFB que se asienten en la zona?

Claro… desde el gobierno, el MASismo repetirá mil veces que “es por nuestro bien”… Eso es lo que dice siempre el macho violento y ambicioso que quiere controlarnos al tiempo que, viviendo de nosotras, se empeña en desconocernos. Así nomás. Ya vendrá a llorar como hombre lo que no supo defender como mujer. Y no hablo sólo de Lula.

***

Desde el gobierno, cada vez más impotente y más obediente a los socios que le pagan, también se dirá que en todas estas luchas y resistencias, “son los intereses de pocos” los que se contraponen a los intereses de muchos… en esta aritmética patriarcal y colonial hay un tramposo engaño. Es viejo el truco de los engreídos y colonizados “dirigentes” o “jefes” que no ven más allá de la acumulación del capital: el interés de muchos pretende “ser representado” por los pocos, cuando monopolizan en el gobierno la prerrogativa de fijar las decisiones públicas. Olvidándose casi siempre de quienes han puesto siempre el cuerpo.

Sin embargo, cuando las muchas concretas, dispersas y distintas dicen que no les gusta el monopolio de la decisión política que se ha construido en esta última década -como el 21 de febrero de 2016-, entonces se construye otro argumento para establecer que los intereses de uno, del UNO, de quien pretende ostentarse como síntesis patriarcal del colonialismo-capitalista basado en el extractivismo que existe en Bolivia, son más importantes que los de muchos… ¿Por fin? ¿Son más importantes los intereses de pocos o de muchos? ¿Hay que considerar los intereses de UNO por sobre los de muchos? ¿O vice-versa? ¿O los intereses de muchxs -concretxs y distintxs- tienen que sintetizarse y disolverse en los de pocos que, sin embargo, se pretendan hegemónicos? ¿No son acaso muchos los que están incómodos en Bolivia -y en el continente entero- con lo que está ocurriendo? ¿No es el caro y vacío dispositivo político de la representación política partidaria el que hace que los intereses de muchos se desvanezcan y que los de pocos consigan disfrazarse, aparentando ser los de muchos? ¿No permite también entonces que pocos hablen a nombre y título de muchos?

Si… ya sé, estos son los viejos problemas de las ciencias políticas… Si, pero hay que volver a visitarlos porque lo que están mostrando las luchas renacidas de las mujeres, los múltiples feminismos populares en Bolivia y en otros países, es que no se puede seguir aceptando esa democracia vacía y vaciada o, como señalan María Galindo y Paul Preciado, esta “democracia sin cuerpo”.

Las luchas de las mujeres en América Latina, y también los esfuerzos de las compañeras de Tariquía y de las que asistieron al Encuentro en Bolivia, son parte del flujo de rebelión que hoy avanza incontenible. Desde ahí se está mostrando, también, la falsedad de la síntesis democrático representativa que nos asfixia, al tiempo que nos defendemos y autocuidamos de la persistente amenaza de destrucción de cualquier equilibrio en nuestra vida cotidiana. Confrontamos una vez más, como muchas mujeres lo han hecho a lo largo de la Historia del capitalismo colonial, la separación de nosotras y nuestras familias con nuestros medios de existencia. Ahora sabemos que esta violenta separación, descrita tan claramente por Silvia Federici en su trabajo clásico, está agrediéndonos a todas.

Por tales razones, no es casual que cuando en 2015, las compañeras de Tariquía recién supieron de los “cambios” legales sobre el uso de sus territorios -que supuestamente deciden los que pretenden representar a muchos, pero que a la larga responden a UNO; ellas hayan ido a preguntarles a las compañeras de los territorios guaraníes, cómo les ha ido a ellas y qué ha ocurrido en sus vidas. Lo que aquellas compañeras les mostraron como lo peor, fueron los tremendos problemas de la contaminación del agua y el conjunto de enfermedades que se desatan tras la irrupción de las petroleras. Por eso, entre otras cosas, las mujeres de Tariquía no quieren admitir así, inconsulta y dócilmente lo que diga UNO. Por eso no le creen. Por eso han reactualizado sus ganas de luchar y sus capacidades para ello: saben que son muchas. Ya las han visto, han conversado con ellas y se saben en sintonía con otras luchas. “Somos como las espinas” y somos muchas.

¿Qué vamos a hacer quienes no vivimos en Tariquía o en algún otro de los territorios agredidos? ¿Cómo vamos a ir cultivando nuestros encuentros? Eso es lo que yo me pregunto, intuyendo que en algún momento, también vendrán a despojarnos nuevamente a nosotras y, como ellas…. no estaremos solas.

Machismo y subjetividad mediática //Agustín Jerónimo Valle

 

Aborto y concepciones de la vida; mujeres y cuerpos mediatizados; continuidad teológica de la subjetividad mediática (¿quién sabe sobre la vida?); varones violentados por la belleza femenina.

 

1

¿Qué diferencia hay entre estar destinado y estar predestinado? La diferencia está en que si alguien dice que otro está destinado, puede entenderse que su dicho es performativo: que al decirlo, lo está destinando. Mientras que quien dice que otro está predestinado -a tal o cual cosa-, intenta ubicarse como simple señalador de una realidad objetiva, dando cuenta, nomás, como observador neutral, de un dato fáctico. La predestinación implica que el sino que se porta es inmune a la experiencia; no es la experiencia la que forje el destino: el destino está determinado previamente a que la presencia pueda hacer lo suyo. Pero no está todo dicho, porque donde la experiencia presente de una vida es impotente, está el logaritmo salvador. Inteligencia artificial para gestionar las falencias de vidas predestinadas. Lo que los vivos no podemos organizar con nuestra presencia -los deseos, las necesidades, los conflictos-, será resuelto por el aparato, con su mega cálculo sintético: se sabe, estos aparatos saben. Es así.

No es Urtubey el que habla; por su boca se expresa una racionalidad que regula lo social -una racionalidad con que lo social se regula-. Él encarna de manera muy obvia, y bastante extrema, la regla del gobierno mediático-capitalista. Los cuerpos no saben; los cuerpos son leídos por el aparato; lo que manda es un saber sobre los cuerpos.

Ya cuando Marcos Peña -tanto más sutil y complejo que el gobernador peronista de Salta- dijo que se opone a la despenalización del aborto, exhibió -una vez más- la verdad de su concepción falsa de la vida. A las pibas muertas por la ilegalidad del aborto -asesinadas por dicha penalización- ni las menciona. Aunque son “personas con derechos” de modo evidente, la ridícula y vil “elevación a estatuto ontológico de las posiciones en la escala de la desigualdad social” alcanza en ellas su grado máximo. Esas mujeres son el blanco perfecto de la degradación ontológico-política; porque es precisamente con el sojuzgamiento de las mujeres que comenzó a organizarse la desigualdad social.

La desigualdad es el mayor artificio, la triste mayor obra de la humanidad, y su piedra de toque es el sometimiento de las mujeres. ¿O no es con la potestad sobre el intercambio de mujeres entre clanes que nace la autoridad? El machismo y la jerarquía social comparten un mismo nudo iniciático. Por eso es posible la atroz ridiculez de equiparar mujeres -adolescentes, adultas- muertas, con embriones de seis semanas a los que se les interrumpe el desarrollo.

El postulado de que un embrión es una persona no es evidente en lo más mínimo, ya que no hay presencia alguna -salvo, y esto si acaso, lo que siente la mujer en su interior: cambios en su cuerpo.

Pero el joven jefe de Gabinete, empero, algo percibe. “Yo no estoy a favor de la despenalización, porque me cuesta abstraerme del recuerdo de ir con mi mujer al obstetra, y escuchar el corazón de mis hijos a las seis, siete semanas…”. Lo que le cuesta es no abstraerse (¿qué mayor abstracción que imaginar a un feto como una persona?). Lo que le cuesta es aceptar la centralidad de la experiencia corporal. La pantallita manda; la pantallita manda la verdad. La verificación técnico mediática (la pantallita transmite “en vivo” a ese conjunto celular) muestra, así, su legado teológico. Es la religión actual. El sojuzgmamiento de las mujeres, de las vidas, de la experiencia, se organiza apoyado en esta fé perceptual.

Se trata de una instancia que sabe más sobre la vida que la propia vida. Como Dios, la pantalla. También, claro, la razón gerencial: sabe más sobre la vida de un territorio que la propia vida. De allí la afinidad entre moral teológica y Ceocracia. La misoginia y el odio a los pobres son un efecto de estas máquinas históricas -tan antiguas como renovadas- de desigualdad.

 

2

En tanto la desigualdad tiene en su núcleo histórico, como primera conversión de la vida en objeto de poder, al sojuzgamiento de las mujeres, la emancipación femenina pone en cuestión el centro mismo de la jerarquía y el poder. Muchos varones que ahora son anti-feministas, reaccionarios, es no solo por el temor a perder sus privilegios de género, sino porque temen a la batería de preguntas sobre su propia vida en tanto que también domeñada; es decir, porque la emancipación femenina interpela a todos y todas problematizando la obediencia y la libertad.

En este sentido tiene potencia como movimiento igualitarista. Entiendo por supuesto que en un movimiento tan grande y abarcativo, hay miles de tendencias y entendimientos divergentes; hay para quienes el enemigo no es el machismo (o el patriarcado, término ciertísimo pero snob) sino los hombres. Está claro que si hay algo democrático es la estupidez, campea por doquier sin discriminar. Pero que un movimiento empodere también a personas o versiones más atolondradas -por ejemplo quien aprovecha la primera chance que tiene para ser autoritario o autoritaria, o a quien pretende poner como enemiga a la mitad de la población- no dice nada del movimiento, no dice nada de la causa, no niega en absoluto la potencia democratizante del movimiento (la estupidez es de todos; la potencia democratizante del feminismo, le es específica). Como dice Rita Segato, el machismo no es meramente un problema de hombres y mujeres, de los nenes con los nenes y las nenas con las nenas. El feminismo es una invitación liberadora también para los varones, y, además de con responsabilidad, debemos tomarla con agradecimiento.

Segato señala lúcidamente que las mujeres viven más, llegan más a viejas, porque los cuerpos masculinos sufren masivamente ataques propios de un modelo de masculinidad (competitivo, agresivo, anti-empático). Ella habla por ejemplo del estrés y los ataques de salud; pero hay más. Por ejemplo: los conductores que manejan autos, motos y camiones convocando la muerte, como locos, son, casi todos, si no todos, varones. Ver una mujer al volante conduciendo de un modo mortuorio es algo extremadamente exótico, prácticamente no hay (y es increíble que aún así subsiste el mito misógino de que las mujeres manejan mal…). No hay estadísticas pero es evidente de de los miles y miles de muertos por incidentes de tránsito, la mayoría son varones: reproductores de un modelo de masculinidad que los mata. Por supuesto no comparo a un pelotudo asesino al volante con una piba violada y estrangulada: en ambos casos el problema es un hombre violento. Y no hago victimometría. Advierto una complejidad; es evidente lo que dice Segato: el machismo -el modelo de masculinidad machista- es un problema que mata también a los varones.

Así como, claro, el machismo es reproducido por mujeres; cuando trabajé en el programa ESI en Provincia de Buenos Aires, con las directoras y docentes veíamos una publicidad de Alto Palermo (“Somos todas mujeriegas”) y una de Fernet Branca (“Estamos todos de acuerdo”), para plantear que el “enfermo violador” no es ningún enfermo, sino que expresa el extremo de una racionalidad que es la norma -o era en ese momento, ya que ahora vivimos un desplazamiento de magnitud histórica incomensurable: algo está haciendo fuerza efectiva contra la larguísima historia, una historia más larga que la historia, pasada de generación en generación, iniciada en aquella imagen del cavernícola barbudo arrastrando de los pelos a una mujer recién garroteada.

Las mujeres eran medio de cambio, y ahora el odio machista guarda en su núcleo una concepción donde son, las mujeres, también un medio para otra cosa. En La cosa y la cruz, Rozitchner transcribe a Agustín diciendo que cuando era bebé, no era su mamá quien lo alimentaba, no era de ella la leche que tomaba, sino que era Dios mismo, espíritu abstracto y trascendental, quien la hacía y se la proveía, usando al cuerpo de la madre como medio. Para esta antigua creencia práctica, de que hay placeres y valores plenos, máximos, más allá de los encuentros corporales, los cuerpos se ven reducidos a medios para alcanzarlos. Y como no se los alcanza, se los odia, por insuficientes, por traicionar la promesa de goce superior: cuanta más violencia se le ejerce al cuerpo mediatizado, más se afirma que el placer consiste en la conexión con algo abstracto.

La mediatización de lo sensible es general, la mediatización de la vida es general (gigantesca obra de Occidente, convertir a la vida en un medio para otra cosa…), y el cuerpo femenino es clave, ya que constituye el sustrato sensible originario de todos. Su especialmente violenta mediatización es condición de posibilidad de la aceptación de la mediatización general de la vida.

 

3

Rita Segato señala que la violación es un acto político, es un castigo, a la piba “zarpada”, que hace algo que no debería. Decía RS que es un enormísimo error considerar la violación vinculada a un deseo, a un deseo erótico. Disiento, con esto último. Porque nos aleja del hecho de la excitación sexual, la erección del violador; está en un estado que involucra la excitación sexual y por tanto quizá una cierta versión del erotismo. Quizá entonces allí haya información que nos perdemos si negamos de plano la presencia de deseo. Escuché muchas veces a amigos, congéneres, en el pasado, en la adolescencia, es decir en los años de fogoneo y (si acaso) temple del deseo sexual, escuché muchas veces, y sentí muchas veces, cosas como “ esa mina está tan buena que me hace mal”, “me hace daño de lo linda que es”. Incluso “cómo puede estar tan buena la hija de puta”. Cuerpos de varones que se conciben violentados por la belleza de las mujeres. Varones para los que la expresión de la belleza y el insulto -la agresión- quedan pegados. ¿Cómo es que la belleza hace mal?

Ligo esto con la figura tradicional-moderno-burguesa del Padre. El Padre es un padre ausente, que llega a la casa. “Ya vas a ver cuando venga tu Padre”: el Padre encarna la Ley y es agente de la Realidad; el orden real de las cosas se cumple en su presencia. Para el agente castrador patriarcal, hay algo de lo real sensible de los cuerpos que no es del todo verdadero. Que debe ajustarse, adaptarse al orden de la Realidad, es decir lo social, vertebrado por la Ley, el Deber. Todo cuerpo está en deuda.

Alguien que tiene mediatizado el vínculo con los cuerpos -en tanto de los cuerpos no surge la verdad y la realidad sino que la realidad debe serles aplicada-, al desear un cuerpo, sabe y siente una condena, una instatisfacción eterna. Porque se deposita, o hace pasar por ese cuerpo como vehículo, una intensidad que se asume que está siempre en otro lado, en alguna dimensión abstracta. Por tanto ese cuerpo, excitante y atractivo, termina siendo el que recuerda lo despojado que está el propio cuerpo varonil del encuentro con su deseo en la experiencia; la escisión entre deseo y experiencia. Entonces es linda, pero ante todo medio para encontrarme con un ideal -como son la Ley, Dios, la pornografía-, por lo que nunca va a ser suficiente: duele. Y acaso en ese semen espurio y criminal del violador vaya su último llanto, su última lágrima de pena por la enajenación total de su horizonte deseante. Por eso es tan común que las maten después de violarlas. No es solo para callarlas. Ese asesinato es el acto último de asunción del violador de imposibilidad de encontrarse con su deseo. Por eso desprecia el cuerpo deseado; porque lo turba viendo en él una promesa que no puede cumplir. Y por eso tampoco es raro que el violador asesino acabe suicida.

En ese punto el violador es un perverso extremo pero de un modo del deseo que es, al menos hasta mi generación, común: un modo desear que se siente violentado por la belleza de aquello que desea. ¿Cómo es que “me hace mal de lo linda que es”? ¡Qué buena que estás hija de puta! Hay un nudo que pensar acá, en este deseo odiante. “Te mato, te hago mierda”, semántica asesina y destructora para enunciar el deseo. ¿Quizá se cuele un odio a la vida, y por tanto al cuerpo capaz de hacerla? ¿Quizá se odie al medio de acceso a esa promesa de goce que no es verdad de este mundo? Toda la escuela de que la verdad no es lo tangible, es supra-sensible (la Ley, Dios, el Capital, la Publicidad), toda la milenaria preparación de la subjetividad mediática, donde los cuerpos viven la vida como un medio para otra cosa, da lugar a este violento conflicto con la experiencia de goce presente. Lo que se odia es la enajenación de la potestad del placer como experiencia pura y radicalmente presente. Se odia a la que nos “mueve” porque pone en evidencia el conflicto entre la naturaleza presente del deseo como potencia corporal, y la domeñación mediatizante de ese deseo, acostumbrado a que siempre lo intenso, lo verdadero, lo máximo, está más allá. El deseo por lo próximo viene como castrado, y deposita en el objeto del deseo esa frustración de que la experiencia del encuentro esté condenada a incumplir la promesa del paraíso abstracto.

 

4

Lejos de la sacralización de lo abstracto, lejos de la consagración de lo mediato, el feminismo se muestra esencialmente como una afirmación de la vida. No un paquete de demandas. El valor inmediato de plantarse. Educación sexual, anticonceptivos y aborto legal, por ejemplo, no abonan la programática, el modo programático de la política; enuncian una exigencia presente de una vida en su experiencia.

El oportunista y tenue acercamiento del gobierno al proyecto de despenalización del aborto muestra que el movimiento feminista planta intolerancias democratizantes, que quedan en la mesa como insumos para que se actualice la gobernabilidad. Algo equivalente fue el movimiento-2001, convertido en agenda de demandas por parte del gobierno kirchnerista. Toda democratización se cocina en el movimiento y se le arrebata al orden, que la “acepta” para no quedar demasiado defasado del ánimo multitudinal. Pero lo mejor es que el feminismo no parece reducirse a una traducción legislativa de sus deseos. Ejerce de modo inmediato un empoderamiento existencial de la presencia; el feminismo exige algo no que hay que construir, no a lo que hay que llegar, sino de cumplimiento inmediato. Por supuesto no hablo desde un saber sobre el feminismo, sino desde la inspiración ante el movimiento feminista y lo que enseña. Que el deseo, que todos los ordenes de la vida, se midan según la igualdad y con el cuerpo presente como parámetro regulador.

 

 

 

 

 

“El feminismo como contrapoder y revolución” // Conversación con Alejandra Rodríguez. Paradigma, Radio Eterogenia

Alejandra Rodríguez de Buenos Aires del colectivo #NiUnaMenos, y de #YoNoFuique también es un colectivo de mujeres.

Paradigma: Hola, Alejandra. Como para introducirnos, ¿el colectivo #YoNoFui es sólo de la cárcel de mujeres de Ezeiza?

 

Alejandra Rodríguez: No, el colectivo trabaja con mujeres que están privadas de su libertad en la cárcel de Ezeiza, pero también en José León Suárez, que es una cárcel de la provincia de Buenos Aires y la Unidad Federal n°13 de mujeres que está en Santa Rosa, La Pampa. No solamente trabajamos adentro de la cárcel, sino también con mujeres que pasaron por la experiencia de la cárcel y han recuperado su libertad. Nuestra apuesta política es ese pasaje entre el adentro y el afuera de los muros. Muchas compañeras que pasaron por la cárcel hoy son activistas de la organización: están a cargo de los talleres, integran el colectivo editorial o son parte de la cooperativa de trabajo.

 

Paradigma:Alejandra, se nos ocurrió hablar con vos a partir de algunas publicaciones que hiciste en Lobo Suelto!, en realidad más exactamente la que salió en Página 12 el día previo al #8M. Pero después del #8M sucedieron unos hechos de represión en la cárcel de Ezeiza y en realidad nos queríamos detener un ratito en eso, que nos cuentes, nos contextualices qué ha sucedido en esta semana desde aquella represión. ¿Te parece?

 

Alejandra Rodríguez:El 8 de marzo las mujeres del complejo IV de Ezeizaestaban manifestándose a través de un “ruidazo”como parte del paro internacional de mujeres. Ese mismo día fueron convocadas por las autoridades del Servicio Penitenciario Federal (SPF) a una reunión en la que se les informó que no iban a cobrar el peculio (ingreso recibido por las horas de trabajo), y que no sabían cuándo lo iban a cobrar. La mayoría de las mujeres son muy pobres y muchas de ellas son sostén de familia, algunas no toman contacto con ese dinero porque lo recibendirectamente sus familias que están afuera, sus hijes o personas mayores que dependen de ellas. Desde el encierro y a través del peculio garantizan la subsistencia para su grupo familiar. No es muy difícil imaginar lo complejo que fue para ellas escuchar esta noticia por parte del SPF.

 

Esa misma noche estaban reunidas una diez o quince compañerasen uno de los pabellones conversando sobre esta situación e ingresó la requisa del Servicio Penitenciario y las empezaron a reprimir. Corrieron y se refugiaron en la celda de una de ellas, pero entraron, les tiraron gas pimienta, les pegaron patadas, las arrastraron de los pelos, las lastimaron, y después las llevaron a algunas a celdas de castigo y a otras al pabellón psiquiátrico, ahí las encierran, las drogan y las golpean, es un espacio de tortura. Esto es lo que pasó, nosotras tomamos conocimiento enseguida de esta situación a través de comunicaciones telefónicascon compañeras que están adentroy desde ese momento nos organizamos y comenzamos a activar una estrategia de comunicación para visibilizar lo que estaba sucediendo. Trabajamos muchísimo ese fin de semana, fue un continuado pos#8M.Lo primero que hicimos fue juntarnos un grupo de colectivos amigxs y desde ahí pensar videos y piezas gráficas,fundamentalmente para instalar el tema, pero sobre todo para poner en la agenda las voces de nuestras compañeras. Para que sean sus voces las que cuenten lo sucedido, que se conozcan sus dolores y las crueldades que padecen ahí adentro. Hicimos muchísimo hincapié en eso.

 

Inmediatamente, el lunes 12 de marzo, logramos visitar la Unidad Penitenciaria con María Medrano de #YoNoFui, producto de la presión del activismo. De la visita participaron el Cels, el Ministerio Público Fiscal,el juez de casación Gustavo Hornos, la Procuración Penitenciaria Nacional, la UFEM, que es la unidad fiscal que se especializa en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, lesbianas, trans, travestis y bisexuales, y laProcuvin que es la fiscalía que se encarga de la violencia institucional. Estuvimos más o menos cuatro horas recorriendo la cárcel, pudimos hablar con varias de las compañeras, comprobar y verque estaban lastimadas producto de la golpiza. Reconstruimos los relatos de lo que había sido ese día. Se inició una causa penal que la tramita la Procuración Penitenciaria. El martes 13 de marzo hicimos una conferencia de prensa en la puerta del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación para responsabilizar políticamente al ministro Germán Garavano por no cuidar a nuestras compañeras y por reprimirlas. Ahora estamos siguiendo el proceso de la causa. Se va a presentar un pedido de informe de la Cámara de Diputados para que el Ministerio de Justicia y Derechos Humanosdé un informe detallado de cómo sucedieron los hechos, vamos a seguir insistiendo por la vía legislativa, acompañando y visibilizando esta situación porque creemos que fue una reacción contra el movimiento feminista.

 

Creemos que la represión es una reacción al activismo y a la politización de las mujeres que estando presas decidieron manifestarse este #8M. Nuestras compañeras privadas de libertad son parte del feminismo popular, por lo tanto, esta represión es una reacción contra todo el movimiento feminista.
Nosotras las abrazamos y estamos con ellas. Si tocan a una, tocan a todas.

 

Paradigma: Escuchando un poco lo que venís contando de cómo fue sucediendo y después de leer la nota que hiciste en Página 12, me llama la atención esto que contás sobre que las mujeres a las que reprimen no son justamente las mujeres que tienen más trayectoria en la organización o en el espacio de participación, sino que eran aquellas mujeres que hace muy poco que estaban en el Penal, y que quizás recién ahora podían empezar a participar o a reconocerse con las otras compañeras.¿Esto no hace que sea mucho más fuerte la opresión que quieren ocasionar en relación con un paro de mujeres y una manifestación dentro de un Penal de mujeres, en estas otras mujeres que quizás recién empezaban a participar? Como un modo de detener las fuerzas y potencias que ustedes tienen desde la organización.

 

Alejandra Rodríguez: Las compañeras que llamaron para la reunión son las que recién ingresaban al penal. La represión fue sobre las que tienen más tiempo adentro y las que participaron activamente del “ruidazo”del #8M. Se trató de una reacción de disciplinamiento por parte del SPF, en palabras de Rita Segatoun acto de violencia instrumental y expresiva cuya finalidad fue demostrar el control absoluto sobre la voluntadde nuestras compañeres.El hecho de que llamaran a esa reunión a compañeres que tenía poca experiencia en el penal y por lo tanto desconocieran los mecanismos burocráticos del servicio no fue casual. Me parece necesario leer el accionar represivo de parte delSPFen relación con lo que sucedió en las calles el #8M.Durante el tiempo previo a la marcha, trabajé junto a otrescompañeres en la Comisión de Seguridad y Cuidados, pusimos especial énfasis para evitar la presencia de policías en las calles y para exigirle al Ministerio de Seguridad de la Ciudad y la Nación que no haya cacerías como hubo el año pasado. Hicimos un trabajo articulado y minucioso con la Defensoría del Pueblo. Desarrollamos una estrategia de cuidado para que pudiéramos ejercer nuestro derecho de estary manifestarnos en las calles sin ser reprimidas. Haciendo un balance de lo sucedido en las calles, podemos afirmar que logramos nuestro objetivo. Sin embargo, la mano represiva del Estado apareció en la cárcel con las mujeres que están privadas de su libertad, con el eslabón más débil de la cadena. Esas mujeres están a cargo del Estado, quientiene la responsabilidad de cuidarlas, no la potestad para reprimirlas. Sin embargo, la ofensiva vino por ahí. Y eso nosotras no lo dejamos de leer como parte de una reacción del patriarcado a toda la potencia desplegada en las calles.

 

Paradigma: Quería retomar justamente esto que vos marcás respecto a lo que implica este ensañamiento con los eslabones más débiles. En ese sentido, yéndonos a hablar quizás de lo que fue la modalidad de organización de este paro, fundamentalmente la modalidad asamblearia, queríamos que vos nos cuentes un poco respecto a esto porque hay una consigna que justamente nos parece que retoma esa idea de fragilidad o de debilidad o de lo que puede implicar distintas voces de mujeres en distintas situaciones diciendo qué quieren parar en su vida. ¿Cómo surge esa formulación respecto al trabajo asambleario?

 

Alejandra Rodríguez: Sí, creo que eso fue un hallazgo del movimiento feminista: pensar el paro como un proceso. Si reconstruimos lo que sucedió desde el #8M del año pasado hasta este,vemos como el proceso asambleario continuó y el feminismo también estuvoinvolucrado en muchísimas luchas, no solamente manifestándose en contra de los femicidios, sino que también pudo transversalizar un conjunto de luchas y conflictos, resignificando la violencia en sus múltiples expresiones. Se hizo una asamblea en la carpa de Pepsico con las trabajadoras despedidas, estuvimos en El Bolsón, en Jujuy fortaleciendo alianzas con otras colectivas y organizaciones feministas.Desde #NiYnaMenosasumimos esos conflictos proponiendo la asamblea como herramienta política. El proceso asambleario del #8Mvenía desarrollándose con mucha fuerza durante todo el año. Para nosotras el paro no es una orden que acatar y tampoco una efeméride, sino el tiempo de su elaboración y todo lo que ese tiempo nos permitió abrir, pensar, problematizar. El paro como pregunta de elaboración política, como experimentación situada, porque entendemos quecada una de las realidades de las mujeres sondistintas, no para de la misma manera una trabajadora precarizada, una docente o una mujer que está privada de su libertad. En esas diferencias vamos encontrando las múltiples formas de producir ese tiempo de paro. Luego la calle y la fiesta popular nos reúnen a todas, porque el #8M fue una revuelta común entre todos los feminismos. La asamblea se convierte para nosotras en un tipo de herramienta política en la que se pone en juego una racionalidad distinta a la que reproduce e instaura la política conservadora, machista y patriarcal. Nosotras creemos que la asamblea es un espacio para estar entre nosotras, escucharnos, reconocernos con nuestros dolores,y fundamentalmente un espacio de soberanía, de decisión y es desde esa certeza afectiva y política estamos instituyendo unanueva racionalidad, una manera de hacer política en clave feminista. Y eso fue tal vez lo más importante que ha pasado en este tiempo, en este proceso. ¿Cómo se llega al paro? ¿Cómo llegamos cada una al paro? Porque también la pregunta va más allá del paro como comúnmente lo conocemos. El paro ya no es parar de trabajar, el paro es tratar de suspender algo en esa cadena de explotación patriarcal, capitalista, en la que nos encontramos(más o menos conscientes)y eso tiene que ver con nuestras maneras de vivir básicamente, tiene que ver con nuestras maneras de desear, con cómo nos relacionamos entre nosotras, cómo nos relacionamos con nuestro deseo, por eso la pregunta también es: ¿qué cosas quiero parar y a qué cosas le quiero dar lugar en mi vida? ¿Qué cosas tengo que hacer para estar más en sintonía con mi deseo? Y ahí aparece el deseo, aparece el goce, aparece la afectividad que creo que es el gran aporte que hace el feminismo o la política pensada en clave feminista.

 

Paradigma: Quería preguntarte a partir de estas cosas que nos contás de las mujeres presas y en relación con#NiUnaMenos. Tengo un interrogante en relación con esto, en cuanto al cuerpo de las mujeres, que es un cuerpo que tiene la experiencia de trabajar las 24 horas, los 7 días de la semana, todos los días del mes y todos los años, que ahora aparece como visibilizado en relación con la demanda del trabajo esclavo empresarial, pero que el cuerpo de las mujeres está sometido a eso “desde siempre” por razones religiosas, mitológicas, ideológicas, vaya a saber desde cuándo, desde cuántos miles de años. Y hay una pregunta por si ese modo que está teniendo el feminismo, resaltando esta lucha del #YoNoFui, si es en relación con desobedecer ese mandato de estar 24/7 con el cuerpo dispuesto no para mí misma, para decirlo corto, porque me parece que incluso ese mí misma es un mí misma colectivo (que es lo característico de lo asambleario), y en relación a un lugar donde estamos, un cosmos que habitamos. ¿Hay algo de eso? ¿Tenés algo para decirnos?

 

Alejandra Rodríguez: Comparto la reflexión que hacés. Me parece que lo que logra hacer el feminismo es desplazar esa idea del cuerpo pensado en clave productiva. Si lo pensamos específicamente en las mujeres que están en la cárcel, lo único que logra correr a la mujer considerada anómala, enferma o culpable, es la idea de “mujer productiva”.En este caso primero tenemos que visibilizar la explotación, en las cárceles de la provincia de Buenos Aires se les paga 16 centavos la hora de trabajo a las mujeres. No llegan ni a comprar las cosas básicas para comer.Por otra parte, desplazar esa idea de mujer productiva, anómala o enferma, en tanto mujer que no responde al mandato de esta sociedad patriarcal y heteronormativa y reponer la idea de mujer que tiene derechos, que desea, que goza, que se puede reconocer en otras, y reafirmarse en sus potencias, en sus capacidades de ser, de sentir. También que puede reconocer su posición en el campo social, en el campo cultural.

Este corrimiento se ha visto mucho en las asambleas, son desplazamientos que suponen una politización de dolores históricos que tenemos naturalizados. Por ejemplo, enla Asamblea Feminista de Flores y BajoFlores, se habló mucho del tema del abuso. Varias compañeras compartieron relatos de situaciones de abuso que habían padecido de niñas, adolescentes. Fue muy impresionante ver cómo se pudo construir a partir de ese dolor de algo tan fuerte como el abuso una narración política en la que planteamos la reafirmaciónde decidir nosotras sobre nuestros cuerpos. El cuerpo se presenta como eje fundamental y los afectos, la micropolítica, la circulación del deseo, como claves distintivas en la política feminista.

 

Paradigma: Creo que esa clave afectiva se escucha no sólo en tu relato sino también en las manifestaciones que hemos ido teniendo a lo largo de esta semana con las repercusiones del paro.Otra de las preguntas que nos surgía tiene que ver con el fusilamiento de Marielle Franco, ayer miércoles 14 de marzo en Río de Janeiro. Empezábamos a plantear que eranreacciones o respuestas a la potencia femenina. ¿Podría pensarse así?

 

Alejandra Rodríguez: Sí, yo creo que directamente. Me parece que nosotras podemos hacer una lectura, una narración política de estas reacciones. Empezando por lo que comentaba antes: la represión sobre los cuerpos de las mujeres pobres encerradas en manos del Estado en una cárcel; el fusilamiento de un niño de doce años, pobre, en la periferia de Tucumán; y ahora el asesinato de la activista feminista y concejala brasileraMarielle. Estas tres situaciones nos dicen algo respecto a una nueva forma de la violencia política que directamente despliega su violencia y crueldad sobre los cuerpos, creo que una lectura posible es leerlas como reacciones del patriarcado que enfrenta el crecimiento y la potencia que está logrando el feminismo. Son crímenes políticos con una clara intención de disciplinar, frenar o acallar esta potencia desplegada. Lo que por ahí no se tiene en cuenta es que el feminismo transforma la furia en más potencia y en más organización. Nosotras nos reinventamos desde ese dolor. Esa es la clave afectiva del feminismo. Es lo afectivo puesto en clave política,es desde esa afección, dolor y tristeza que logramosfortalecer nuestra lucha colectiva. Fijate las reacciones que hay en toda la región a partir del asesinato de Marielle, estamos todas no solamente consternadas y furiosas, también movilizadas y activas.

 

Paradigma: Me parece que hay una pregunta que resurge a partir de lo que decís y a partir de lo que venías diciendo, respecto a qué es liberar el cuerpo de ese sufrimiento y de ese sometimiento. Un trabajo permanente que tiene el feminismo: ¿de qué manera habitar ese cuerpo que sólo tiene permitido ser un cuerpo sufriente?(que es lo que propone el capitalismo y probablemente todos los ismos que conozcamos hasta ahora, excepto el feminismo). Ligado a esto, por ejemplo, el jueves mientras estaba sucediendo la marcha, estaba recorriendo los medios, sobre todo los nacionales para ver qué mostraban. Y mencionaban el espectáculo masivo de gente, pero no mostraron la alegría de quienes se estaban manifestando, la expresión afectiva de esos cuerpos. Y me parece que estas cosas que han ido sucediendo como fenómenos represivos son como para no dejar disfrutar de esa alegría que surge en el encuentro de mujeres.

 

Alejandra Rodríguez: Y sí, porque me parece que lo que el capitalismo patriarcal no acepta es que estos cuerpos no sean cuerpos victimizados, que sean cuerpos festivos, que sean cuerpos que se reivindican en la relación con los demás, que sean cuerpos potentes, eso es lo que no se tolera. Nosotras lo que estamos construyendo es una resistencia transversal, festiva, de revuelta. Y en todo caso lo que sentimos por los ataques y por los fusilamientos y por las muertes, es furia, es dolor, pero ese no es un estado en el que nos quedamos. O sea, nosotras logramos ahí una mutación a la alegría, la potencia, la organización, que me parece que es lo que el capitalismo patriarcal no acepta. Y, además, también vamos abriendo los campos sensibles – perceptivos, por ejemplo, un niño de doce años fusilado tiene que ver con el feminismo. Los cuerpos de las mujeres presas son los cuerpos más invisibilizados, esos que no le importan a nadie, sin embargopara el feminismo todos los cuerpos cuentan, todos los cuerpos valen. Este feminismo que se ensancha y se transversaliza con los conflictos, que puede nombrar las múltiples formas de la violencia, es lo que incomoda al poder capitalista y patriarcal. Estamos construyendo resistencia y contrapoder, esto no le resulta sencillo de tramitar a las fuerzas oscuras del orden.

 

Paradigma: Sí, a mí se me ocurría que estas dos herramientas que vos proponés, que sonel encontrarse y organizarse, es decir, el proceso asambleario feministano es cubierto por los medios de comunicación como veníamos hablando, los medios sólo muestran o cubren la marcha como marcha en sí, entonces pienso y me pregunto:¿cómo seguir acompañándonos y generando esos espacios de asamblea para poder destituir el poder y el discurso patriarcal en todos los espacios en los que trabajamos, circulamos, vivimos cotidianamente?

 

Alejandra Rodríguez: Mirá, creo que el desafío que tenemos es trabajar desde la micropolítica. Trabajar tratando de replicar las asambleas, que son procesos de encuentro, de conversación colectiva y horizontal. Que proliferen mil asambleas, en todos los lugares donde estemos. Tenemos que seguir construyendo y fortaleciendo alianzas y complicidades entre nosotras, continuar politizando nuestros dolores, incomodidades, y también nuestros goces y deseos. La expresión multitudinaria en las calles es parte de este proceso.Cuando miramos la foto del #8M, no tenemos que olvidarnos del proceso asambleario que se viene desarrollando y que alimenta esa revuelta callejera. Estamos en la calle porque antes pudimos encontrarnos, conversar, llorar juntas, reírnos, discutir, identificarnos y reconocernos. Me parece que ahí hay algo muy fuerte, la potencia feminista y la política en clave afectiva puede arrasar con cualquier institucionalidad, eso es lo que asusta, porque que la política pensada desde este lugar tiene la capacidad de atravesar y perforar los muros de las instituciones judiciales, de las fuerzas de seguridad y del orden. Pienso al feminismo como una fuerzamolecular, que atraviesa, arrasa y transforma realidades, vidas, situaciones.De ahí el desconcierto de muchos, y la incomodidad de otros. Me parece que esto es lo que demuestran las reacciones de los últimos días.

 

Paradigma: Además, me parece que el proceso asambleario, hablando esto de molaridad y molecularidad, resulta que en todos los espacios está pasando. Me parece que es interesante porque no se trata de una corrección del lenguaje o de modos que tengan que ver con el “bien decir”, sino que hay muchas cosas en las que nos estamos encontrando. Como nuestras prácticas están micrométricamente organizadas por el machismo dominante, entonces más allá de que se organice una asamblea donde haya 50000 o 10000 o 3, esto está sucediendo en todo el campo social. Me parece que es el logro de la infiltración del feminismo en la cultura.

 

Alejandra Rodríguez: Sí, totalmente. Y me parece que también hay una interpelación a las masculinidades y a las formas de vivir que tenemos todes como sociedad. Me parece que eso es así, que esta máxima del feminismo “lo personal es político” nuncaestuvo más vigente, más actual, y real que ahora. Se puede ver, coincido totalmente, en las multiplicidades de experiencias vitales de las oficinas, las escuelas, los centros culturales. En todos lados esto está atravesándonos. Nuestro cuerpo, la vida, la relación entre nosotres. Estoy totalmente de acuerdo, creo que ese es uno de los logros del feminismo y tambiénesta idea de pensar el feminismo como una composición social compleja, como una composición transversal, heterogénea, abierta,que incorpora conflictos. Creo que esa clave de composición es una clave interesante para leer esto que vos traés.

 

Paradigma: Varios de los que estamos acá somos analistas, trabajamos en consultorio, trabajamos con padecimientos subjetivos. Yo pensaba en este último tiempo lo difícil que es en general politizar un malestar. Poder encontrar traducciones de lo que puede ser un malestar llamado subjetivo en el campo social, en el campo político y en ese punto notaba también, respecto a ese espacio de trabajo más individual, el espaldarazo que implicaba la marea feminista en términos de cosas que podés estar años empujando y no se mueven como se están moviendo ahora.

 

Alejandra Rodríguez: Impresionante, si, es que es así, partimos de entender la subjetividad como algo que se construyesocialmente y no como una interioridad en el sentido personal e individual. Tengo compañeras que no son activistas ni militantes y en este último tiempo las he escuchado decir cosas como estas:“Mirá, me cansé, no voy a trabajar más estas horas, voy a trabajar menos, quiero estar más con mi hijo, quiero salir más con mis amigas, quiero ir al cine una vez por mes”. Cosas que son mínimas, pero ahí está pasando la revolución. La revolución es a nivel molecular, es una revolución en las decisiones cotidianas de la vida de cada una de nosotras, en la identificación de esos dolores y el poder colocarlos en una trama colectiva mayor, afectiva, pudiendo desarmar lo singular.Yo creo que una se anima porque se siente alojada por esta marea, la marea existe de verdad, es afecto, es cuerpo, es abrazo, es saber que mirás a la otra y que te reconocés, ¡que estamos para nosotras posta! y que el dolor es compartido, pero también la lucha y el deseo de protagonizar este tiempo.El feminismo es la revolución hoy, tengo esa certeza, puede que me equivoque, pero si hay una revolución posible, es por acá.

 

Paradigma:Además de que nos dejás emocionados con las cosas que estamos reflexionando juntos, me parece muy interesante lo que surge en relación con que, desde las organizaciones y los movimientos sociales, se pensaba en disputar espacios, ocupar lugares, funciones, posiciones que ya estaban predeterminadas. Y la luz de lo que vos dijiste respecto a ser alojadas nosotras, es distinto de ocupar un espacio. Eso nos evita todo tipo de disputas, de maltratos, de odios, de agresiones, en tanto hay una silla que ocupar, cuando en realidad de lo que se trata, es de que yo pueda ser alojada en un espacio común con las personas con las que tengo ganas de compartir mi vida.

 

Alejandra Rodríguez: Exactamente. Sí, porque me parece que también la marea feminista no está pensando el poder hoy en términos de representación, ni está pensando el poder en términos clásicos. Nosotras lo estamos pensando desde la potencia, me parece. Eso no significa que la pregunta por el poder no sea un desafío. Creo que sí lo es, y que seguramente se nos presentará, pero me parece que lo que estamos construyendo en todo caso es un contra poder en clave feminista,se trata de desplegar esa potencia, multiplicarla, que cada vez sea mayor, más colectiva para que efectivamente entremos todes.

 

Paradigma: Ya para despedirnos, Ale, ¿Están próximas a concentrar ahí en Buenos Aires? A partir de la situación del fusilamiento de Marielle.

 

Alejandra Rodríguez: Sí, yo estoy ahora a dos cuadras del Obelisco y aquí estamos varias organizaciones ya movilizándonos. Es necesario. Esto es así, casi que no es racional, decimos “bueno, necesitamos estar juntas, nos pasó esto, necesitamos vernos, abrazarnos, llorar juntas, gritar, pensar juntas”. Lo necesitamos, son razones y percepciones que están en el cuerpo, esa es la clave afectiva.

 

Paradigma: Sí, queda claro que la política afectiva que propone el feminismo es eso. Que nos pase por el cuerpo, por los deseos, por dónde estamos y cómo estamos y queremos.

 

Alejandra Rodríguez: Totalmente.

 

Paradigma: Bueno, Alejandra, muchas gracias. Fue un placer. Así están también nuestros cuerpos vibrantes una semana después. Y ojalá sigamos en comunicación.

 

Alejandra Rodríguez: Yo les agradezco a ustedes muchísimo. Los felicito por el tipo de programa que hacen, porque un programa laboratorio. Esto de charlar y darse ese tiempo, me parece que está buenísimo, los felicito. Muchísimas gracias, por este espacio y por este tiempo.

 

Paradigma: Gracias Alejandra, un abrazo.

 

Alejandra Rodríguez: Un abrazo feminista para todes.

Tres temporadas del golpe // Suely Rolnik

La serie del golpe en tres temporadas por Suely Rolnik, publicado en https://outraspalavras.net/brasil/666381. Traducción al castellano la debemos a la gentil colaboración de Liliana Vives, a quien agradecemos una vez más su gesto para permitir que lectores de la lengua castellana tengan acceso a este texto de Suely Rolnik , psicoanalista de Brasil
La serie del golpe en tres temporadas 

Un paisaje siniestro se instauró en el planeta con la toma de poder mundial por el régimen capitalista en su nuevo doblez financiero y neoliberal-, poder que lleva su proyecto colonial a las últimas consecuencias, su realización globalizada. En este contexto, simultáneamente, también contribuye al aire tóxico del presente paisaje: el ascenso al poder de fuerzas conservadoras por todas partes, cuyo contenido de violencia y barbarie nos recuerda, para quedarnos sólo en el siglo XX, los años 1930 que precedieron a la segunda guerra mundial y los años más recientes de regímenes dictatoriales, que se disolvieron a lo largo de los años 1980 (es el caso, por ejemplo, de los regímenes militares de América del Sur y el gobierno totalitario de la Unión Soviética).

Como si tales fuerzas jamás hubieran desaparecido de hecho, pero sólo hicieron un retroceso estratégico temporal al acecho de condiciones favorables para su vuelta triunfal.
Neoliberales y «neo» (?) Conservadores unidos! ¿Cómo así?
A primera vista, la simultaneidad entre estos dos fenómenos nos parece paradojal: son síntomas de fuerzas reactivas radicalmente distintas, así como son distintas sus tiempos históricos. Además de las diferencias más obvias que consisten en el transnacionalismo de unas y en el nacionalismo de las otras, el alto grado de complejidad, flexibilidad, sofisticación y refinamiento perverso, propio del modo de existencia neoliberal y sus estrategias de poder está a años luz del arcaísmo tacón y de la rigidez de las fuerzas abrumadas de este neoconservadurismo -cuyo prefijo «neo» sólo tiene sentido porque se articula con condiciones históricas distintas de las anteriores. Si la convivencia entre estos dos regímenes de poder turba nuestra comprensión, pasada la perplejidad inicial, va siendo evidente que el capitalismo financieramente precisa de estas subjetividades rudas temporalmente en el poder. Son como sus capangas que se encargan del trabajo sucio imprescindible para la instalación de un Estado neoliberal: destruir todas las conquistas democráticas y republicanas, disolver su imaginario y erradicar de la escena a sus protagonistas -entre los cuales, prioritariamente, las izquierdas en todos sus matices.
Una coincidencia de intereses de neoconservadores y neoliberales en relación a este objetivo específico permite su alianza temporal. La torpe subjetividad de estos (neo) conservadores es arraigadamente clasista y racista, por no decir colonial y esclavista, lo que los lleva a querer cumplir este papel, sin ninguna barrera ética y en una velocidad vertiginosa. Cuando ni siquiera nos damos cuenta de uno de sus golpes, otra ya está en vías de suceder, generalmente decidido por el congreso en la calada de la noche. Además, colabora para su interés en esta tarea el hecho de que ésta sea muy bien remunerada por el poder ejecutivo. Este les ofrece en cambio abultadas sumas de dinero para realizar proyectos absurdos en sus regiones de origen y, con ello, ampliar su apoyo local. Se instaura un campo de negociación entre el Congreso y el Ejecutivo, en el que los diputados, en posición ventajosa, pueden chantajear a voluntad, exigiendo más y más dinero para cumplir su función de capangas. El ejercicio de esta misión les proporciona un goce narcisista perverso, a tal punto inescrupuloso, que llega a ser obsceno. A ese goce se añade la patética exposición de su vanidad por tener de vuelta el poder en sus manos, lo que alimenta su autoimagen de machos matones que ellos exhiben como si trajeran en la solapa arcaicos y ridículos blasones. Mal saben que con su trabajo sucio, se prepara el terreno para el libre flujo del capital transnacional, cuyos líderes, globales y locales, son los verdaderos señores del poder y que los eliminarán de escena tan pronto se vuelven innecesarios. Es en este escenario que se da el nuevo tipo de golpe, creado por la actual versión del capitalismo: una serie que se desarrolla en tres temporadas.
Aunque el guión de la serie que se presentará se basará en su versión brasileña, este es muy similar en sus versiones en la mayoría de los países de América Latina (habiendo sido la primera en Paraguay en 2012). También trae elementos para abordarlo en sus demás versiones en el resto del planeta, como en España, Polonia, Hungría, Austria y Rusia. Con variaciones de matices para adaptarse a los diferentes contextos, la estrategia del nuevo tipo de golpe de Estado tiende a ser la misma.
Ruta de la serie
En la primera temporada (que en Brasil comienza en 2005 con el «Mensalão»), se establece una alianza entre, por un lado, los poderes Legislativo, Judicial y Policial y, por otro, el empresariado nacional – más directa y activamente los grupos que tiene el poder de los medios. La política y el derecho se encuentran plenamente integrados (lo que, por lo demás, no es nuevo en Brasil). Los jueces involucrados en la operación del golpe manipulan deprisa las reglas constitucionales existentes -o incluso las cambian si es necesario-, en favor de los intereses políticos en el poder, los cuales no sólo comparten, pero tiene en su defensa un papel central. Se condenan a prisión acusados sin prueba concreta (como es el caso de Lula), mientras que son considerados inocentes o castigados con penas mucho más leves, acusados sobre la base de pruebas escandalosas. No hay posibilidad alguna de prever las sentencias según las reglas de la justicia democrática, propias de un Estado de derecho; sólo se logra identificar los intereses políticos que las conducen, e incluso sin saber con certeza cuáles serán sus estrategias para justificarlas.
Sostenidos por esta alianza y ocupando la mayoría en el Congreso Nacional, los capangas del capitalismo financiero dan el golpe que expulsa del gobierno a sus líderes más a la izquierda. Se utiliza para demonizarlos no sólo denuncias de corrupción no comprobada (es el caso de Lula), sino también su supuesta responsabilidad por la crisis económica del país, que en realidad es sólo un síntoma local de la crisis mundial (es el caso de Rousseff ). Pero la serie del golpe no se cierra con la condena de varios líderes del PT y del proceso de destrucción del imaginario democrático, culminando en el episodio del impeachment de Dilma (agosto de 2106). Una vez concluido este primer trabajo sucio y ya parcialmente destruido este imaginario, comienza su segunda temporada. Aunque otros elementos tengan el papel de reos a lo largo de la serie del golpe, el personaje demonizado continuará paralelamente a ser protagonizado por los líderes de izquierda, principalmente los del Partido de los Trabajadores, teniendo siempre a Lula como foco privilegiado. Su demonización atravesará todos los episodios hasta el final de la segunda temporada de la serie, cuando se consumará la farsa de la condena de Lula y su consiguiente exclusión del proceso electoral para presidencia de la República.
Segunda temporada
En la segunda temporada de la serie del golpe, el foco será el indispensable desmonte de la Constitución. Para prepararlo micropoliticamente el script se concentrará en hacer mucho más aterrorizante el fantasma de la crisis económica, así como intensificar la descalificación del imaginario progresista, ya parcialmente conquistada en la primera temporada. El desmonte de la constitución se dará por medio de un nuevo conjunto de trabajos sucios a ser realizados por los capangas. El primero será el bloqueo de gastos públicos: la Propuesta de Enmienda a la Constitución, así llamada la «PEC del fin del mundo», promulgada en diciembre de 2016, congela los gastos públicos por veinte años bajo el argumento de la crisis económica. Este bloqueo se centra en los subsidios para el desarrollo y en los fondos destinados a los programas sociales, sobre todo a la educación y la salud. Además de desmontar leyes promulgadas durante los gobiernos petistas que ampliaron el acceso a la educación y a la salud de calidad para la mayoría de la población, el golpe desmontará igualmente la universidad pública, a través de recortes de fondos de educación e investigación. El segundo trabajo sucio consistirá en la indecente reforma laboral, que incluso incidirá en la educación al alcanzar las universidades privadas (inmediatamente después de la promulgación del cambio de tales leyes, varias de estas universidades expulsaron en masa a sus profesores, sustituyendo esos puestos con profesores con salarios miserables y sin derechos laborales).
El tercero consistirá en las indecentes reformas del seguro social y de la previsión y el cuarto, en la privatización de los bienes y empresas estatales más rentables, o que se harán rentables por medio de arreglos espurios, para ampliar la lista de las privatizables. Y cuando esos capataces no consiguen la mayoría del Congreso para votar alguna carta o ley necesaria para tal desmonte, condición para que el poder ejecutivo pueda hacerlo, entrarán rápidamente en escena las agencias que tienen las mayores bases mundiales de indicadores financieros, que lideran la evaluación del mercado global de capitales y, por lo tanto, la clasificación de riesgo para las inversiones (como Standard & Poor’s y Moody’s Corporation). Su operación consiste en rebajar las notas de la economía brasileña o amenazar con hacerlo, lo que ofrece poderosa munición para que los cambios de políticas públicas que aún sufren alguna resistencia en el propio Congreso sean finalmente votados, bajo amenaza de quiebra del país (es lo que se está llevando a cabo en Brasil en relación con la seguridad y que ya se ha producido en Europa, con Portugal, Grecia, Irlanda y España, que recibió un acrónimo elocuente  “PIGS” (puercos, cuerpos, cerdos). Y el Estado de Derecho, habiendo así rápidamente destruidos los elementos de «res pública» o de democracia social que lo caracterizaron en su arquitectura moderna (la cual, en Brasil, así como en varios países del continente sudamericano, comenzaba a instalarse, con los gobiernos progresistas post-dictaduras, justamente los blancos del nuevo golpe). La intención es transformarlo, al final de la serie, en Estado neoliberal, cuya función está estrictamente enfocada en lo que interesa al capitalismo transnacional y sus cómplices de las élites locales: facilitar al máximo la circulación de sus inversiones para crear condiciones ideales para la multiplicación del capital invertido y lo más velozmente posible.
Mientras se desarrollan estas nuevas operaciones, los propios capangas del capitalismo globalizado serán los próximos blancos de las denuncias de corrupción, preparándose el terreno para su eyección tan pronto su tarea esté concluida. En la última temporada de la serie del golpe, el nuevo régimen laanzará a estos conservadores en la basura de la historia, sin el menor constreñimiento. Esta es una primera diferencia en relación con los golpes de Estado que se utilizaron del ejército: aunque éstos también fueron ejecutados por los conservadores (en el caso, militares) y bajo el mando de los poderes hegemónicos del capitalismo en su doblado anterior (en la época, principalmente en ese contexto el régimen necesitaba un Estado totalitario y, para ello, tenía que mantener a los conservadores en el poder tras el golpe y por un largo período).
Paralelamente, aún en esta segunda temporada, mientras se introduce en la narrativa oficial las denuncias de corrupción contra los políticos capangas, lo mismo se hace con el empresariado nacional, incluyendo a los altos ejecutivos. Se ahorra de esta operación a los bancos, parte del empresariado ligada al capital financieramente y que incluso, en el mismo momento, ha perdonado una parte significativa de sus deudas con el gobierno. Se trata principalmente de las grandes empresas que, organizadas en carteles, monopolizan la construcción de obras públicas, no sólo en Brasil, sino también en países aliados de los recién depuestos gobiernos progresistas, sobre todo en los continentes latinoamericano y africano que constituyen mercados prometedores. La permanencia en escena de esta parcela del empresariado sólo interesa a los líderes del capitalismo globalizado mientras necesiten su complicidad no sólo para la destrucción del imaginario de izquierda -y de la defensa de las leyes democráticas que éste sostiene-, sino también para traer datos que, respaldan y refuerzan la idea de que estamos ante un eminente colapso económico. Con este apoyo, se crean condiciones favorables para las privatizaciones y el exterminio de tales leyes, principalmente las que conciernen al trabajo. En lo que concierne al trabajo, en Brasil, esto no se limitará a su precarización, pero llegará al cúmulo de legalizar condiciones habilitantes hasta entonces consideradas por la Constitución como definidoras del trabajo esclavo y pasibles de castigo. Que se diga de paso: la decisión de legalizarlo confirma que tales condiciones persisten hasta hoy y no sólo en las zonas rurales; basta con mencionar el trato dado a los inmigrantes ilegales en la industria de la moda. El objetivo de apresurarse a introducir a empresarios y altos ejecutivos como nuevos personajes villanos de la serie es preparar el terreno para sacarlos del mando, principalmente de las obras públicas, tan pronto como el derecho a las privatizaciones esté instituido.
Con esta doble expulsión -de políticos y empresarios- y ya habiendo instaurado en el país una grave crisis institucional y económica, acentuada por la parálisis de las obras públicas resultante de las prisiones de las figuras claves del empresariado nacional que las comandaban, el terreno estará totalmente listo para la llegada de las inversiones sin trabas del capital transnacional. En esta segunda temporada de la serie, entre los dispositivos del golpe son particularmente importantes las escenas del ring entre distintas mafias de políticos sórdidos, así como entre ellos y las mafias del elegante empresariado. «Premiados» por sus delaciones, se destruyen mutuamente ante la sociedad que, noche tras noche, asiste perpleja al espectáculo grotesco del derrocamiento de ambos en las pantallas de la televisión. A ese espectáculo se tiene acceso igualmente por las redes sociales que se puede consultar en cualquier momento, así como por los periódicos, que parte de las clases medias y altas leen al despertar. Con esta amplia e ininterrumpida divulgación, la atención de toda la sociedad pasa a concentrarse en las espantosas imágenes y mensajes, escritas o habladas, de negociaciones de faltas económicas y políticas, clandestinamente captadas en llamadas telefónicas, correos electrónicos y grabaciones, así como en documentos entregados por los delatores o encontrados por la policía en allanamientos de sus oficinas y residencias. Es un verdadero show de psicopatía que llega a ser divertido pues nos recuerda a las más hilarantes películas B y sus cañones. La triste diferencia es que, en este caso, la narrativa ficcional se basa en datos de la realidad. Si estos, por sí solos, provocarían una total indignación, al ser debidamente editados en la construcción de la narrativa, cuya función es preparar el terreno para el golpe, ellos tienen el poder de generar graves efectos micropolíticos en las subjetividades: la propagación de la inseguridad y el miedo de colapso.
¿Hay realmente algo nuevo en el uso de narraciones ficcionales por el poder?
Es verdad que no constituye novedad el uso por el capitalismo de la manipulación por el discurso, sea verbal o de imágenes, por medio de la construcción de narrativas que demonizan al enemigo de la hora, como estrategia micropolítica de poder para viabilizar y justificar sus proyectos macropolíticos. Esta estrategia fue ampliamente usada por el régimen desde su fundación (basta citar la catequesis, una versión de narrativa ficcional, en el modo palabras de Dios, único y universal), habiendo mejorado con la llegada de los medios de información y comunicación de masas, a finales del siglo XIX, que acompañó a la segunda revolución industrial. En este contexto, además de haber sido un dispositivo central de las estrategias de producción de subjetividad en el siglo XX, fue ampliamente usado por el poder en los regímenes totalitarios, así como en la preparación de los golpes de Estado de los años 1960 y 70. Pero el modo como se actualiza este dispositivo de poder no es idéntico: aquí reside una segunda diferencia entre las dos versiones del régimen, industrial y financiera.
El avance exponencial de las tecnologías de información y comunicación a distancia desde finales de los años 1970, no sólo hizo su uso micro y macropolítico más sutil y poderoso, pero fue lo que, en parte, viabilizó la propia conquista del poder globalizado por el capitalismo, en su nuevo doblez. Las narrativas de propaganda realizadas por el capitalismo industrial (igualmente diseñadas y financiadas por una alianza entre empresarios y políticos) eran toscas, difundidas por la radio y la televisión (cuyo uso aumentó después de la segunda guerra mundial), así como en los cines antes de las películas. Las nuevas tecnologías de comunicación permitieron una mejora significativa de este dispositivo del poder: la sofisticación de los lenguajes y de las técnicas de manipulación y publicidad (lo que incluye un profundo cambio de la televisión), la multiplicación de los medios y el alcance mundial de la divulgación de los mensajes en tiempo real. Si divulgar falsas informaciones tampoco es novedad y forma parte de la composición de las narrativas ficticias impuestas a las subjetividades, en el capitalismo financieramente dicho dispositivo se perfecciona. En el caso de los robots que pasan a actuar en Internet, las llamadas fake-news no sólo venden, sino que simulan su legitimidad con infinitos “me gusta” instantáneamente producidos por tales robots, lo que las hace parecer masivamente aceptadas, intensificando y propagando su ilusoria credibilidad.
Tampoco son los mismos en los dos contextos los focos privilegiados para producir temor e inseguridad y movilizar la furia conservadora. En los años 1950 y 60 del capitalismo industrial, el foco era el fantasma del comunismo propagado por la guerra fría: una amenaza que encontraba respaldo en la reciente divulgación de los horrores totalitarios del estalinismo, la cual traía de vuelta a la memoria de las masas los traumas provocados por el nazismo y, el fascismo, cuyos efectos aún infectaban su subjetividad. Se proyecta ese fantasma en los gobiernos con tendencias democratizantes (fue el caso de Jango, en Brasil), proyección cuyos efectos en las masas preparó el terreno para los golpes de Estado en los años 1960 y 70. Sin embargo, en los años 1990, las experiencias de gobiernos con tendencia a la izquierda tras el fin de las dictaduras, movilizaron amplia identificación en las capas más desfavorecidas de la sociedad -la gran mayoría-, ya no siendo posible asociarlos al comunismo como un fantasma amenazador, y menos aún a su versión totalitaria, añade el fin de la URSS y la caída del muro de Berlín. Es entonces esta identificación que la doblez financiera del capitalismo necesitará destruir. Para lograrlo, se elige la corrupción como foco para la demonización de las izquierdas en la narrativa a ser construida y mediatizada. Si la acusación de corrupción ya ha sido y sigue siendo ampliamente usada por el poder para eliminar a sus enemigos, usarla contra líderes de izquierda tiene un adicional de eficacia: la destrucción de su imagen de honestidad y de una sincera complicidad con la agenda social, de las principales virtudes que les son atribuidas en el imaginario de los que con ellos se identifican, la cual los diferenciaba de los demás políticos, que en el país son tradicionalmente asociados a la corrupción. En el caso específico de Lula, asociarlo a la corrupción pretende destruir igualmente la imagen de que su origen de clase garantizaría su complicidad con las causas sociales. La idea de que son todos «harina del mismo saco» hace que a la inseguridad y al miedo, se añada la decepción, generando una especie de apatía por agotamiento.
Pero el uso por el régimen colonial-capitalístico de estrategias micropolíticas para sostener sus estrategias macropolíticas no se reduce a la propaganda. Este es sólo uno de los dispositivos de su modus operandi micropolítico, el cual es mucho más amplio y complejo y, con desdoblamientos y variaciones, es por él practicado desde su fundación en el siglo XV. Y tiene más: éste es uno de los elementos fundamentales de su modalidad de poder.
Matriz micropolítica del poder colonial-capitalista: el abuso de la vida
La estrategia micropolítica del poder colonial-capitalista consiste en invertir en la producción de una cierta política de subjetivación, matriz del régimen en esta esfera. Tal política tiene como elemento fundamental el abuso de la vida como fuerza de creación y transmutación, fuerza en la que reside su destino ético y la condición para su continuidad. Esto incluye la potencia vital en todas sus manifestaciones y no sólo en los humanos, siendo que en los humanos el abuso no se restringe a su manifestación como fuerza de trabajo, como se pensaba en el marxismo. La intención del abuso es separar la subjetividad de su potencia vital, obstruyendo su acceso a tal potencia y destituyendo así de su poder de elección para conducirla, lo que la hace dócil y sumisa a los modos de existencia necesarios al régimen y a su propia la exploración.
Sin embargo, en el nuevo doblez del régimen, la intervención en esta esfera se refina y se intensifica. El abuso de la fuerza vital va más profundo: su propósito no es más simplemente el de hacerla dócil y sumisa, como lo era en el capitalismo industrial en sus primeras y segunda revoluciones. Por el contrario, la intención ahora es estimular esta potencia y acelerar e intensificar su productividad, pero desviándose de su destino ético, para convertir su naturaleza de fuerza de «creación» de nuevos modos de existencia en respuesta a las demandas de la vida, en fuerza de «Creatividad», a ser invertida en la composición de nuevos escenarios para la acumulación de capital (económico, político, cultural y narcisística). En el lugar de la creación de lo nuevo, lo que se produce (creativamente y cada vez más velozmente) son «novedades», las cuales multiplican las oportunidades para las inversiones de capital y excitan la voluntad de consumo. Aunque esta voluntad se ha movilizado desde el doble del régimen anterior, ahora encuentra a su disposición una continua explosión de nuevos productos, cuyas imágenes -que le llegan como bombas por todos lados, lanzadas por los medios de comunicación e información-, alimentan sin cesar su compulsiva voracidad. Es decir, la potencia vital pasa a ser usada para la reproducción del status quo; sólo se cambia, creativamente, sus piezas de lugar o se hace variaciones sobre las mismas.
Si el nuevo tipo de golpe de Estado no hace uso de la fuerza militar, no es sólo porque gobiernos rígidos, totalitarios y nacionalistas no le convienen. Además de estas razones macropolíticas, hay razones micropolíticas que funcionan según la misma perspectiva: tampoco le conviene la subjetividad rígida identitaria propia de regímenes autoritarios que convenía al capitalismo industrial. El régimen capitalista anterior necesitaba cuerpos dóciles que se mantuvieran sedentarios, cada uno fijo en su lugar, disciplinariamente organizados (como los obreros en la fábrica). A diferencia de eso, el capitalismo financieramente necesita de estas subjetividades flexibles y «creativas» que se amolden, tanto en la producción y en el consumo, a los nuevos escenarios que el mercado no para de introducir. En otras palabras, el nuevo régimen necesita producir subjetividades que tengan la maleabilidad de circular por varios lugares y funciones, acompañando la velocidad de los desplazamientos continuos e infinitesimales de capital e información.
Esta es otra de las razones por las que no interesa al nuevo doblez del capitalismo el uso de la fuerza militar en sus golpes de Estado; es con la fuerza del deseo que los realiza micropoliticamente. Esto se hace por medio de la corrupción del deseo, mientras que sus capataces hacen el servicio bruto en la esfera macropolítica. Es por esta misma razón que es también micropoliticamente que no interesa al nuevo régimen mantener conservadores en el poder tras los golpes de Estado, y mucho menos regímenes dictatoriales y nacionalistas.
El brote conservador
Volvamos a la serie del golpe. Más para el final de la segunda temporada, a la manipulación de las subjetividades arriba descritas se añadirá otro dispositivo micropolítico de poder que incidirá más directa y vehemente en esta esfera y en su uso instrumental en la esfera macropolítica. Para el cumplimiento de tal tarea, serán más que perfectos los groseros capangas del neoliberalismo con su mentalidad infame y su aflicción de masacrar a todos aquellos que no son su espejo. Es cuando irrumpe más violentamente el brote conservador.
Se apela más fanáticamente a la moral gregaria, familiarista e identitaria que, aunque presente desde el principio en el guión de la serie, bordea ahora el delirio. Se toma como objetivo la cultura en su sentido amplio: de las prácticas artísticas, educativas, terapéuticas y religiosas (no cristianas) a los modos de existencia que no encajan en las categorías machistas, heteronormaticas, homofóbicas, transfóbicas, racistas, clasistas y xenofóbicas. Con amplia divulgación por los medios, ciertos tipos de prácticas pasan a ser asociadas al demonio, como lo eran en los siglos de la Inquisición las prácticas de mujeres que fueron peyorativamente llamadas «brujas», calificación que autorizaba su prisión, tortura y muerte. (Esto, por lo demás, continuó sucediendo después de la Inquisición – son más de un millón de mujeres asesinadas como brujas desde entonces -, y continúa reproduciéndose aún hoy. Basta recordar que es a la figura de la bruja que se asoció a Judith Butler para atacarla en que se ha convertido en una de las instituciones culturales más respetadas del país en la que se realizaba el simposio internacional que Butler había ayudado a organizar).
Tal dispositivo de manipulación de las subjetividades preparará el terreno para efectuar cambios en las leyes vigentes en estos campos. En tres ejemplos, todos ocurrieron en el mismo período (de mediados al final del segundo semestre de 2017).
El primero es el arte: ciertas prácticas artísticas -las que traen a la luz cuestiones de género, de sexualidad y de religión-, pasan a ser descalificadas y criminalizadas. En esta operación se mata dos conejos de una sola tirada: se demoniza las prácticas ligadas a estas cuestiones que no se encuadran en sus formas dominantes y, con ello, se demoniza igualmente la dignidad ética del arte en su ejercicio activo de la pulsión creadora , neutralizando así su potencia micropolítica. Tal potencia consiste en hacer sensibles las demandas de la vida al verse sofocada en las formas vigentes de existencia individual y colectiva, cuando éstas perdieron su sentido por los efectos que los encuentros con la alteridad mutante del entorno produjeron en los cuerpos. Materializadas en obras, estas demandas vitales tendrían el poder de contagio de los públicos que a ellas tienen acceso, lo que tendería a movilizar la fuerza colectiva de transfiguración de las formas de la realidad y de la transvaloración de sus valores. Atacar el arte es atacar la posibilidad de irrupción social de tal fuerza, dificultando aún más su acceso por las subjetividades.
El segundo ejemplo son los movimientos que performatizan mutaciones de las subjetividades, especialmente en los ámbitos de la sexualidad y de las relaciones de género (movimientos feministas, LGBTQI, etc.). La operación en este caso consiste en movilizar la vuelta a los valores de la heterosexualidad monogámica de la familia nuclear patriarcal como forma absoluta de lazo social y de erotismo (si es que tiene sentido mantener esta palabra en este caso). El objetivo es interrumpir la propagación del proceso pulsional de crear nuevos modos de existir en estos terrenos. Un proceso que se desencadenaría por la urgencia de la vida de recuperar su potencia en tales terrenos, en cuyas formas dominantes se encuentra debilitada.
El tercer ejemplo se refiere a los negros e indígenas que, en diferentes proporciones en función de los circuitos del tráfico de esclavos africanos, forman la mayoría en las sociedades de las ex colonias. Si el comportamiento dominante en relación a estas capas de la población siempre consistió en su humillación y estigmatización -lo que incluye sus tradiciones culturales y, principalmente, la perspectiva que las conduce, según la cual éstas se actualizan en nuevas formas en función del contexto – , ahora tal comportamiento se exhibe públicamente con orgullo, sin el menor pudor. En Brasil, esto se manifiesta del lado de los negros en la destrucción en serie de terracotas de Candomblé: la asociación con el demonio de esta práctica religiosa de origen afro legitima a los agentes de ese mito, los cuales lo divulgan amplia y abiertamente, exhibiéndose orgullosamente en las redes de comunicación e información.
              (Destrucción de las vasijas o terracotas de Candomblé)
En el lado de los indígenas, el blanco son sus tierras, a las cuales están indisociables y visceralmente vinculadas sus tradiciones culturales (además del hecho obvio de promover su sustento). Si la toma de las tierras que desde siempre les pertenecen nunca ha dejado de existir desde el inicio de la colonización, la operación actual consiste en la abolición de las leyes que habían demarcado tierras a ellos destinadas, sea de las que les pertenecen desde siempre, o de aquellas a donde fueron llevados después de las demarcaciones – leyes cuya promulgación por la Constitución Ciudadana, de 1988, había sido fruto de una ardua lucha de las décadas anteriores. Ahora es con el apoyo de la ley que los empresarios rurales expulsan a los indígenas de sus tierras. En la mayoría de los casos, como siempre, se mata primero a sus líderes, preparando así el momento de la expulsión de la comunidad entera, momento en que, si es necesario, se apela al genocidio.
Si en el tercer ejemplo, el de las tradiciones culturales africanas e indígenas, el objetivo de estas operaciones que componen el golpe es más obviamente macropolítico (la expropiación de los terrenos del Candomblé y de las tierras indígenas, así como el ataque a los movimientos negros e indígenas que se vienen fortaleciendo , basta colocarlo junto con los otros dos ejemplos de operaciones, simultáneamente en curso, para darnos cuenta de que hay también en este dispositivo un objetivo más sutil, micropolítico, indispensable para la preparación del cambio de leyes en los campos de la educación de la salud, del derecho a la tenencia de tierras y de la preservación ambiental.
En el campo de la salud es en este mismo momento que diputados federales desentierran un proyecto de ley que pretende incluir la homosexualidad entre las enfermedades a ser tratadas. En el hilo del lema de la «curación gay» se pretende legalizar terapias (psicológicas o religiosas) cuya función es transformar la orientación sexual de todos aquellos cuyas prácticas escapan de las categorías dominantes de género y sexualidad. En la década de 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) descartó cualquier proyecto que asocie la orientación sexual a la enfermedad, y que en Brasil el Consejo Federal de Psicología prohibió esta asociación en 1999 y el Consejo Federal de Medicina, de 30 años – es por lo menos sorprendente, por no decir estresante, que la cuestión haya vuelto a bailar en Brasil en pleno año de 2017, provocando una acalorada polémica. Pero es menos sorprendente el retorno de este fantasma si lo situamos en el universo de operaciones micropolíticas del guion del golpe: de esta perspectiva, el hecho de que tal proyecto de ley haya sido descartado no impide su impacto como dispositivo micropolítico de poder que incide en la producción de subjetividad .
En el campo de la educación, durante las discusiones en el congreso en torno a la nueva Base Nacional Común Curricular (BNCC) se demuestra en los currículos escolares cualquier abordaje de temas como la política (el famoso lema: «Escuela sin partido»), la identidad de género , la orientación sexual y las culturas africanas e indígenas. Aprobada en diciembre de 2017, en la nueva BNCC se eliminaron trechos que afirmaban la necesidad de una enseñanza sin prejuicios. Más específicamente, fueron excluidos más de diez fragmentos que mencionaban las cuestiones de género y sexualidad y eliminados de la bibliografía textos que abordasen la mitología de los orixás, con el argumento de que su contenido sería demoníaco. Tales cortes del currículo escolar tienen su lastre en las operaciones micropolíticas mencionadas en los dos ejemplos anteriores (LGBTQI y negros e indígenas) y participan en la construcción de la misma narrativa que ahora tiene en estas capas de la sociedad su nuevo personaje villano.
La misma dimensión micropolítica de las operaciones del poder en este campo está presente en los recortes de fondos de educación e investigación en las universidades públicas, arriba mencionados. Si el hecho de que, históricamente, el acceso a las universidades públicas en Brasil siempre fue privilegio de las clases más acomodadas -lo que sólo empezó a cambiar en los gobiernos petistas-, el desmonte de la propia universidad elitista denota que el golpe en la educación no incide sólo en la esfera macropolítica, en la cual su objetivo obvio es eliminar el recién conquistado acceso de la gran mayoría a la educación. Su objetivo micropolítico es debilitar el acceso a la información y a la formación intelectual en la sociedad brasileña como un todo, lo que tiene por efecto debilitar la potencia del pensamiento, esencial para descifrar las asfixias de la vida en sus formas presentes y combatirlas, creando nuevos escenarios. También forma parte de la dimensión micropolítica del golpe en la educación, los efectos de la nueva ley laboral en las universidades privadas. Si es obvio la meta macropolítica del despido masivo de los profesores – aumentar exponencialmente el lucro de las empresas de educación, pagando menos a los profesores y bajando el valor pagado por los alumnos para aumentar su clientela, su meta es también micropolítica. Durante los gobiernos petistas, con la mejora de calidad de vida de las capas sociales más desfavorecidas, éstas pasaron a frecuentar universidades privadas.
El objetivo micropolítico del  despido masivo de los profesores no fue sólo el de bajar aún más la calidad de educación que les ofrecía estas universidades, la cosa es más perversa: tales universidades usaron la disminución del costo del estudio como foco de sus campañas publicitarias, ampliamente difundidas casi concomitantemente a dicha dimisión. De cuño indiscutiblemente populista, la narrativa de tales campañas tiene por efecto llevar esta capa de la sociedad a creer que el acceso a la educación habría sido ampliado. El mismo discurso populista fue utilizado por el gobierno federal para legitimar su Base Nacional Común Curricular, en una gran campaña publicitaria, varias veces al día durante meses, por todos los medios de comunicación.
En el campo del derecho a la tierra, que incluye las leyes ambientales y las que conciernen a los indígenas, en el mismo año de 2017, el presidente Temer promulgó un decreto extinguiendo la Reserva Nacional del Cobre y Asociados (Renca). Se trata de un área ubicada entre Pará y Amapá que cubre 4,2 millones de hectáreas, creada al final de la dictadura militar para evitar que los minerales fueran explotados por empresas extranjeras. En esta reserva, viven algunas comunidades indígenas, además del hecho de que el Renca se ubica en el «Escudo de las Guianas», área que envuelve parte de la Amazonia brasileña, Venezuela y las Guyanas. En este escudo se encuentra la mayor extensión de áreas protegidas del mundo, con menos del 1% de deforestación, además de allí vivir especies que no existen en otros lugares del mundo. Desde el punto de vista macropolítico, tal decreto que pretendía contemplar los intereses de la bancada ruralista y abrir nuevas oportunidades de inversión para el capital internacional, fue un fracaso. Temer fue llevado a retroceder por la presión de su enorme repercusión negativa nacional e internacionalmente (principalmente por parte de los ambientalistas); y que se ha convertido en una de las más antiguas del mundo. A pesar del fracaso de la operación en la esfera macropolítica, queda nítido aquí que la operación micropolítica de la descalificación de las culturas indígenas pretendía, entre otros objetivos, contribuir a su éxito. Más ampliamente, en tal decreto queda nítida la matriz micropolítica del régimen colonial-capitalista: el abuso de la vida – no sólo de la vida humana, ni de la vida de una región, sino del planeta como un todo.
El conservadurismo es imprescindible para el capitalismo financiero globalizado
 
Ahora podemos escurrir más precisamente la operación micropolítica de la nueva modalidad de golpe propio del capitalismo financiero globalizado y la razón por la cual para realizarla le es necesario insuflar el conservadurismo como un dispositivo esencial de poder. En la primera temporada la fragilidad de las subjetividades, derivada de la expropiación de su fuerza de creación por el abuso, es acentuada por la inseguridad que les provoca la demonización de las izquierdas en el gobierno y el fantasma de la crisis. En la segunda temporada la inseguridad se intensifica con la demonización de las clases política y empresarial como un todo y el tono más vehemente apocalíptico en torno a la crisis económica, a la que se añade la crisis institucional que viene a desgarrar el Estado a ojos vistos. Esto hace que las subjetividades tiendan a aferrarse a cualquier promesa de estabilidad y seguridad y pasar, por eso, a proyectar su malestar en las figuras de chivo expiatorio que desempeñan el papel de villano en el itinerario del golpe, de las cuales los muchachos las salvarán. Pero en los episodios finales de la segunda temporada, un paso más se da en la estrategia micropolítica. Hasta entonces el papel de villano era desempeñado por los políticos acusados de corrupción para que las subjetividades pudieran proyectar su malestar en el Estado, así como por el empresariado sobre el que podían proyectar su odio de clase. Ahora, la estigmatización de modos de existencia detonantes permite que se proyecte el malestar en segmentos de la sociedad, que ya no pueden ser simplemente encajados en las categorías de clase.
Es la propia alteridad que pasa entonces a ser demonizada, lo que lleva a reforzar más gravemente el ya existente blindaje de las subjetividades en relación a su experiencia vital. Es que siendo ésta compuesta por los efectos del otro en el cuerpo, tales efectos, ahora demonizados, se vuelven peligrosísimos en el imaginario y deben ser denegados a cualquier costo, para que no se corra el riesgo de absorberlos. Esto tiene el poder de desmovilizar aún más la potencia de transfiguración de la realidad colectiva, de la cual la experiencia de habitar la trama relacional tejida entre distintos modos de existencia sería portadora, si las riendas del destino de la pulsión estuvieran en nuestras manos. Las condiciones están dadas para que el deseo se entregue más plena y gozosamente al abuso colonial-capitalístico de la pulsión vital.
En suma, en los episodios finales de la segunda temporada de la serie del golpe, mientras se intensifica la operación macropolítica de desmonte de la constitución y de la economía nacional, se intensifica igualmente la operación micropolítica de producción de subjetividades entregadas a la cafetería del deseo. Con esta doble operación indisociable, se prepara la sociedad para la tercera y última temporada: la toma del poder político y económico por el capitalismo globalizado. Ella estará finalmente lista para recibirlo de brazos abiertos como el salvador «civilizado» que saneará la economía de su quiebra y reestablecer la dignidad de la vida pública, devolviendo al país su prestigio perdido y la serenidad a sus ciudadanos. Fin de la serie. Golpe concluido.
 
La máscara de la legalidad democrática
Para llegar a este programado gran final de la serie, es necesario eliminar todo tipo de estorbo que interrumpa o disminuya la velocidad de la circulación de capitales, de información y de subjetividades por varios lugares y funciones. Los obstáculos se pueden encontrar en cualquier ruta del capital y son de órdenes variadas y variables – personas, grupos, instituciones, servicios, puestos de trabajo, fronteras, países, leyes, imaginarios, hábitos, modos de existencia, etc. Siendo así, ellos no encajan en figuras fijas organizadas en pares binarios por oposición, lo que hace obsoleta la figura del «enemigo», tal como se configura en la tradición occidental. Pero en su juego mediático perverso, el régimen usa esta figura, vistiendo sus obstáculos con la máscara del villano de la serie, para hacerlos blanco de la voluntad de destrucción por las masas. Esto dura un breve período, el tiempo necesario para sacarlos del frente; y, rápidamente, nuevos obstáculos ocuparán el lugar de villano.
El Estado de derecho y el régimen democrático están entre los principales obstáculos macropolíticos al capitalismo financieramente globalizado. Para eliminarlos se usa la misma operación micropolítica que apela a la figura del enemigo; sin embargo, aunque la operación tiene la misma lógica, en este caso se invierten los papeles. Aquí los obstáculos al régimen (el Estado de derecho y la democracia) es que serán enmascarados con el personaje del chico, mientras que el papel de enemigo corresponderá a sus detractores, verdaderos o ficcionales; un papel que al final de la segunda temporada habrá sido desempeñado por todos los protagonistas del poder nacional, político y económico (no financieramente). Es entonces que el capitalismo transnacional se presenta como el único mocinho del planeta capaz de recuperar la legalidad democrática – personaje con el que el régimen se enmascara en la serie del golpe de Estado, ocultando así el hecho de ser él su verdadero agente y que es precisamente este tipo de Estado que pretende destruir.
La composición de la máscara de legalidad democrática es sutil y astuta. La segunda temporada de la serie del golpe comienza a ser transmitida por los medios inmediatamente después del final de la primera. Los scripts son idénticos, sólo cambian los personajes que desempeñan el papel de villanos acusados de corrupción. Si, en la primera temporada, parte de la sociedad brasileña aún conseguía ver que se trataba de un golpe cuyo objetivo era aniquilar la imagen de los políticos progresistas para sacarlos del poder, con la sustitución de los protagonistas del papel de villano en la segunda temporada, vence en la segunda, la mayoría la idea de que la expulsión de los gobernantes progresistas había sido una acción imparcial y digna, buscando la necesaria moralización de la vida pública. Tal idea logra incluso contaminar a aquellos que tienen menos acceso a los derechos, parte mayoritaria de la población que había sido favorecida por los gobiernos progresistas y los sentía como sus aliados. En este final de la segunda temporada de la serie, cuando todos los políticos se convierten en villanos, el enemigo pasa a ser la propia política como un todo y, por lo tanto, el Estado de derecho. Esta operación tendría, en principio, una triple ventaja. La primera es desacreditar al Estado en su actual estructura, democrática, para que sea más fácilmente reestructurado según la agenda neoliberal. La segunda ventaja es la despolitización de la sociedad para que ésta deje de depositar en su participación en la democracia al mediador de la defensa de sus derechos civiles, ya que ésta pasó a ser vista como intrínsecamente ligada a la corrupción, donde todos son ladrones. Lo más grave es que la despolitización en la esfera del estado de derecho lleva por delante a la pulsión social de una lucha autónoma en relación al Estado, sea macro o micropolítica. La tercera ventaja es hacer las subjetividades aún más frágiles para facilitar su abuso.
En síntesis
El nuevo tipo de golpe, propio del capitalismo neoliberal globalizado, consiste en un complejo conjunto de operaciones micro y macropolíticas, en el que se pretende matar varios conejos de un solo golpe – todos los conejos que atraviesan las vías, concretas o virtuales, visibles o invisibles, por donde circula el capital transnacional en cada momento. Los políticos de izquierda y el imaginario progresista a ellos asociado (por las dificultades que imponen al desmantelamiento de la constitución, a las privatizaciones ya la entrega del país al capital financiero transnacional y sus comparsas locales), los políticos de alma pre-republicana y esclavista (por su arcaísmo nacionalista e identitario, su ignorancia e incompetencia, y su pésimo hábito de precisar un Estado hinchado para mamar en sus tetas), los líderes del empresariado industrial local (por mantener inversiones en la producción, desperdiciando así oportunidades de aplicarlos en la especulación), los líderes del empresariado nacional de la construcción de las obras públicas (por impedir que el capital transnacional se apropie plenamente de los grandes negocios locales en este sector) y, finalmente, el propio Estado en su versión democrática y / o nacionalista – todo eso acompañado micropoliticamente del desvío de la potencia colectiva de acción pensante creadora que se movilizará ante este cuadro intolerable. Sin embargo, dos posibles efectos de la serie no estaban previstos en su guión. Ambos comienzan a manifestarse al final de la segunda temporada, como consecuencia de la quiebra del hechizo que las acusaciones contra Lula habían generado en la primera temporada y sobre todo del grado traumático al que llegó el desamparo en que se ven lanzadas las subjetividades. Son distintas las estrategias del deseo que se movilizan ante el trauma. En los dos extremos del amplio abanico de estas estrategias, aunque éstas pueden oscilar entre varias posiciones, además del hecho de que los procesos de elaboración tienen el poder de desplazar posiciones iniciales. En uno de los extremos, apelamos a estrategias defensivas que nos llevan a aferrarnos de uñas y dientes al status quo: una respuesta patológica por términos sucumbido al trauma, y que tiene por efecto en los despotencializar. En el otro extremo, se amplía el alcance de nuestra mirada, lo que nos permite ser más capaces de acceder a los efectos subjetivos de la violencia en nuestros cuerpos, de ser más precisos en su desciframiento y expresión y más aptos para inventar maneras de combatirla. Se moviliza entonces la fuerza creadora para transformar el status quo de modo que la pulsión vital cumpla su destino ético: esta es una respuesta saludable que al protegernos de sucumbir al trauma, mantiene nuestra potencia y tiende hasta a intensificarla.
La primera respuesta, fruto de una estrategia de deseo reactivo, tiende a generar una identificación de las subjetividades con los conservadores, lo que las lleva a apoyarlos con euforia y fervor. Con la prolongación de la permanencia de los conservadores en los gobiernos en la segunda temporada y su creciente apoyo por las masas, apoyo insuflado por las estrategias del golpe, éstos acaban siendo elegidos a los cargos legislativos, logrando así establecerse efectivamente en el poder. Más grave aún es cuando se elige al cargo de presidente de la república, lo que viene sucediendo en varios países. El ejemplo más significativo es el de la victoria del brutal Trump para la presidencia de Estados Unidos, bufón psicópata y nacionalista al extremo. Es bueno recordar que el nacionalismo fue uno de los elementos del discurso populista de los capangas del capitalismo financiero, usado por él para la construcción de la figura del «enemigo común» que debe ser eliminado de escena, lo que justifica y legitima el golpe (las políticas europeas anti-migratorias y el virulento anti-europeísmo, fenómenos que se vienen manifestando actualmente, entran en esta misma clave). Pero los capitanes conservadores nacionalistas deberían ser descartados tan pronto como el golpe estuviese consumado: su instalación en el poder es el primer efecto colateral de la serie que no estaba previsto en el guión.
El bufón que agita el espanto del «enemigo externo»
La segunda respuesta, fruto de una estrategia de deseo activo, genera el ascenso de una nueva modalidad de resistencia, que se crea colectivamente frente a la nueva modalidad de poder. Este es el segundo efecto colateral de la serie del golpe que tampoco estaba previsto en el guión. Por ser portador de oxígeno para el aire mortífero que respiramos en el presente, finalizamos con algunos comentarios acerca de este segundo fenómeno.
La nueva modalidad de resistencia
Pasados los primeros capítulos de la segunda temporada, en la que se logró instaurar la ilusión de que no se trató de golpe, sus capítulos siguientes – donde se ve la destrucción de las conquistas democráticas, la penalización de la creación cultural y la descalificación de la política como un todo – no tendrán el mismo éxito. Cada vez más gente, en más sectores sociales y regiones del país, pasa a darse cuenta del serio riesgo que el poder globalizado del capitalismo trae no sólo para la continuidad de la vida de la especie humana, sino del planeta como un todo. La señal de alerta hace que tiende a caer el velo de su ilusión, tejido por el abuso. Se instaura en las subjetividades un estado de urgencia que las hace batallar para abrir el acceso a la experiencia subjetiva de nuestra condición de vivientes y retomar en sus manos las riendas de la pulsión. Esto lleva el deseo de desplazarse de su entrega al abuso ya actuar en el sentido de transfigurar el presente, impidiendo que la carnicería prosiga.
El hecho de que, en su nuevo doblez, quede más abierto que el capitalismo incide en la esfera micropolítica da origen a una nueva modalidad de resistencia: surge la conciencia de que la resistencia tiene que incidir igualmente en esta esfera. Esto aparece en los nuevos tipos de movimiento social que vienen desestabilizando aquí y allá el poder mundial del capitalismo financieramente en la determinación de los modos de existencia que le son necesarios. La propagación de este tipo de resistencia, que se intensificó tras el tsunami de los llamados golpes de Estado provocados por el nuevo régimen por todas partes, ha surgido principalmente entre las generaciones más jóvenes y, más contundentemente, en las periferias de los grandes centros urbanos. En estos contextos, destacan especialmente los citados movimientos de las mujeres (en un nuevo doblez del feminismo), de los LGBTQI (en un nuevo doblez de las luchas en el campo de la homosexualidad, transexualidad, etc., en la que éstas se juntan en torno a algunos objetivos y refuerzan sus objetivos estrategias) y, también, de los negros (en un nuevo doblez de sus luchas anti-raciales). A estos movimientos se suman las luchas por vivienda y el combate de los indígenas, cada vez más amplio y articulado – en ambos, una fuerte actuación en la esfera micropolítica se agrega a su tradicional actuación en la macropolítica. En este nuevo campo de batalla, cada uno de estos movimientos gana nuevas fuerzas.
La irrupción de estas nuevas estrategias de combate nos ayuda a ver que el horizonte del modo tradicional de resistencia de las izquierdas tiende a reducirse a la esfera macropolítica y que esta reducción sería una de las causas de su desorientación e impotencia frente al actual estado de cosas. Tal entendimiento tiene el poder no sólo de sacarnos de la parálisis melancólica fatalista a la que nos haría sucumbir el sombrío paisaje que nos rodea, así como de nuestro resentimiento con las izquierdas, pero también de permitirnos una reaproximación de las mismas. Esto puede tener por efecto un perfeccionamiento de los instrumentos de resistencia en ambas esferas, micro y macropolítica.
La serie del capitalismo financiado comienza bien antes de las tres temporadas enfocadas en sus golpes de Estado y seguramente será muy larga su tercera temporada, en cuyo guión parece estar prevista la instalación plena del poder globalizado del régimen colonial-capitalista. Sus efectos serán delineados colectivamente en los embates entre diferentes fuerzas de las más reactivas a las más activas. Fuerzas reactivas que, en diferentes grados y escalas y con diferentes tipos de expresión, promueven el abuso de la vida en su potencia pulsional de creación – sea actuando en el personaje del villano que abusa o en el de la víctima que se deja abusar. Y fuerzas activas que, en diferentes grados y escalas y con diferentes tipos de expresión, promueven su afirmación transfiguradora, disolviendo tales personajes y, con ellos, la escena en que actúan. Nadie es permanentemente activo o reactivo, tales posiciones oscilan y se mezclan a lo largo de la existencia individual y colectiva. Lo que importa del lado de las fuerzas activas es el trabajo incansable que consiste en combatir las fuerzas reactivas en nosotros mismos y en nuestro entorno, cuyo éxito jamás estará garantizado y tampoco será definitivo.
No es posible predecir el resultado (siempre provisional) de este embate en el que estamos involucrados y que proseguirá en la tercera y última temporada de la serie. Pero hay un aliento en el aire que nos viene de la experiencia de liberación de la pulsión de las secuelas de su abuso colonial-capitalista. A pesar de que esta experiencia es relativamente reciente, nos permite imaginar otros escenarios y actuar en su dirección. Esto nos hace creer que es posible despejar el aire ambiente de su polvo tóxico, al menos lo suficiente para que la vida vuelva a fluir. El tratamiento de tal contaminación es micropolítico: un trabajo colectivo de descolonización del inconsciente, cuyo foco son las políticas de producción de subjetividad que orientan el deseo y las consecuentes formaciones del inconsciente en el campo social. Esta es la tarea que nos desafía en el presente. Después es después: nuevas formas de existencia se instalarán, con nuevas tensiones entre diferentes calidades e intensidades de fuerzas activas y reactivas y sus enfrentamientos, los cuales convocarán nuevas estrategias de resistencia, en un combate sin fin por la vida.
San Pablo, 2017/2018
 
PS: El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció hoy que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, «Prácticamente», porque aunque aún falte el recurso de sus abogados a dos instancias de la Justicia, podemos prever que éstas mantendrán las decisiones de condenarlo y legitimar su inmediata prisión. Con eso, ya podemos decir que el golpe de Estado «propiamente dicho» fue exitoso. Pero el maldito seriado del golpe no termina aquí: a pesar de que el Estado propiamente dicho es uno de sus objetos privilegiados, no es el único. ¿Ha sido la eliminación de Lula el último episodio de su segunda temporada? En este caso, a partir de ahora veríamos su tercera temporada: ¿será su guión cercano al que se anunció aquí? ¿Habrá otras temporadas más? Los juegos de adivinación no son bienvenidos en este tipo de contexto. Además de no poder predecir exactamente su script, los efectos no previstos pueden sorprender a sus autores y traer aliento, como ya viene sucediendo. A pesar de que el serio es ininterrumpidamente campeón de audiencia, y el golpe propiamente dicho ha sido victorioso, el tiro puede salir por la culata. Esto se vuelve una vez notorio en la reacción de la mayoría de la sociedad brasileña a la condena de Lula. Si su victoria fue celebrada por las élites internacionales del capitalismo financieramente, así como por sus elites locales, del lado de sus capas expoliadas (la gran mayoría), así como de las capas politizadas de las clases medias, en Brasil y en el exterior, la reacción fue opuesta . Por ser claramente injusta y fruto de un cruel armazón, la condena indignó tales capas y generó un efecto boomerang: se reactivó poderosamente la fuerza de la presencia de Lula en su imaginario – en el cual él venía rescatando su lugar de liderazgo digno, incluso entre los que tienen críticas a su gobierno. Basta recordar que si la serie del golpe, al inicio de su primera temporada, había logrado hacer que el 80% de aprobación de su gobierno, bajaran al 12% de intenciones de voto, en la segunda temporada su número ya era suficiente para que vencer las elecciones a la presidencia de la república en 2018, probablemente ya en la primera vuelta. 
Pero, como sugiere el texto en su frase final, la historia humana (como la del cosmos) nunca llega a su fin. La idea de fin, sea un gran finale o el anuncio del apocalipsis, es heredera de la idea nefasta de paraíso y de su corolario, el infierno. Son estos los dispositivos más antiguos en nuestra civilización para la instrumentalización de la pulsión y la consiguiente manipulación de las subjetividades. Tales figuras encubren la pulsión con un doble velo de equívocos cosidos uno al otro. El primer velo-equívoco es el de que un día la vida se estabilizará definitivamente (sea -y no por casualidad-después de la muerte o sea en esta existencia, con los substitutos del par paraíso-infierno propuestos en la modernidad). Un velo que encubre sus inevitables turbulencias frente a las cuales actuaría su (en nosotros) voluntad de perseveración. El segundo velo-equívoco es que sólo tendrán el privilegio de este supuesto destino de la vida aquellos que entreguen las riendas de la pulsión a Dios (o sus substitutos en la modernidad), los cuales para merecerlo tendrán que someterse a las órdenes de la Iglesia (o, o de sus substitutos en la modernidad). No hay más tiempo que perder con nuestra nefasta sumisión a tales ideas, propias de la reducción del pensamiento a la esfera macropolítica. Se impone a nosotros la exigencia de librarnos de este reduccionismo en la conducción de nuestras estrategias de resistencia, expandiéndolas para englobar la esfera micropolítica. Esta es la condición para activar la imaginación creadora a fin de que oriente el deseo en la dirección de acciones efectivamente transfiguradoras.
* Con agradecimientos a Josy Panão, Paul Preciado, Pedro Taam, María Alves de Lima, Rolf Abderhalden y Ticio Escobar por los ricos aportes traídos en su cuidadosa lectura de este texto ya todos aquellos que se han dedicado a descifrar la nueva modalidad de golpe y de poder del capitalismo contemporáneo.

Te cabieron las pibas // Diego Valeriano

Te cabieron las pibas y su prepotencia arrolladora. Te cabieron porque no podés explicar lo que está pasando, porque en las reuniones quedás careta. Te recabieron a vos que marchás desde hace tantos años, a vos que creés que podés tener diálogo con ellas, a vos que creés que las comprendés pero que ya no sabés qué hacer con tu taller de los sábados porque se aburren, y lo decís.

Nos recabió su feminismo intuitivo forjado en las calles, en los recreos, en las noches de escabio. En los bondis que no llegan, en el miedo en las tripas cada vez que pasan por una obra en construcción, en el asco al padrastro, en la desconfianza a la policía, en las horas en las guardias de salitas inmundas. En el segundeo ese que solo pueden hacer las que entienden todo.

Te cabió porque así son ellas, no tienen referentes, no toman prisioneros, son una fiesta que no entendemos. Porque usan la palabra, la faca, el gas pimienta, la picana y también la purpurina. Porque cuando se cruzan un pañuelo en el tren saben que es un grito de guerra.

Nos recabió a todos porque convocan al Congreso a pura intuición. Porque hacen sus banderas y sus historias de Instagram dicen mucho más que los políticos panelistas. Porque se saben lindas. Porque no respetan ni la trayectoria ni la doctrina, y la orgánica les parece algo tan viejo como nosotros.

Y ellas pasan por las aulas a convocar a otras  pibas con la prepotencia de las que saben que van con la verdad. Se ratean a  la plaza  de la estación y hacen ahí una escuela de doctrina. Dejan plantados a los pibes. Saben que la amistad es un gesto político, y  ante cada agresión no hay una respuesta sino miles.

FOTO: Colectivo Pandilla Feminista / Cosecha Roja

 

 

Sangran verde las pibas // Luciano Debanne

Sangran verde las pibas que se mueren de infección, de miedo, de desidia estatal; sangran verde sobre tu moral de panza llena y corazón contento, sobre tus cruces y tus santos, sobre tus argumentos lapidarios, sobre tu ignorancia misógina y clasista, sobre tu alma que irá al cielo pero no al suelo donde los pies pisan, donde se mueren las chicas por tu desamor.

Sangran verdes las pibas que se mueren pudiendo no morirse, pudiendo ser felices, pudiendo ser parte de las marchas con sus pañuelos al cuello y su pancarta que diga «Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”

Sangran verde y su sangre inunda las calles, y las leyes, y el futuro que, te juro, ya no las verá sangrar.

Foto: Emergentes

El debate por el aborto llegó al Congreso // Florencia Ogas para La tinta

El 10 de Abril del 2018 quedará en la historia del Movimiento de Mujeres. El color verde, emblema de la lucha por el aborto, inundó las calles, las redes y la Cámara de Diputados.

 

En el día de ayer se vivió una jornada histórica en el país: el debate por el aborto llegó a la Cámara de Diputados de la mano de 16 expositores que argumentaron a favor del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) , presentado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito. El plenario estuvo coordinado por el Presidente de la Comisión de Legislación y Diputado del PRO, Daniel Lipovsky.

 

En las calles también se vivió con intensidad. El pañuelo verde inundó las redes y las calles. Hubo radios abiertas y actividades que acompañaron y apoyaron a quienes, adentro del Congreso, defendían el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestros propios cuerpos.

 

La lista de oradores a favor del proyecto estuvo conformada por: Paola Bergallo (abogada, docente universitaria e investigadora del CONICET), Marta Alanis (titular de Católicas por el Derecho a Decidir) , Marcelo Alegre (jurista y especialista en ética aplicada) , Andrés Gil Domínguez (abogadoconstitucionalista), Mariana Romero (coordinadora del Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva de la Argentina), Martín Bohmer (abogado y profesor universitario), Gastón Chillier (director ejecutivo del CELS), Susana Chierotti (abogada, funcionaria de la OEA), Dora Barrancos (socióloga, historiadora y directora del CONICET), Nelly Minyersky (miembro de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito), Leonardo Caruana (secretario de Salud Pública de Rosario), Sandra Vázquez (ginecóloga del Hospital Argerich, directora de la Fundación para la Salud Adolescente), Marta Rosenberg (psicoanalista feminista e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito), Luis Novaresio (periodista), Carla Peterson, Griselda Siciliani y Verónica Llinás (actrices).

 

Dora Barrancos. Socióloga e Historiadora

“Más allá del aborto legal y las circunstancias, es clarísimo reconocer en nuestra sociedad una auténtica diferencia de clases que ha dividido a nuestras mujeres. Efectivamente, para las mujeres de las clases medias y las clases más altas, el aborto se hizo con todas las garantías sanitarias. Para nuestras mujeres de los sectores populares, es evidente que existió una forma larvada, ominosa, de pena de muerte, porque han pagado con sus vidas esas decisiones. Me encuentro entre quienes defienden el aborto legal para afirmar el derecho al disfrute sexual, separándolo absolutamente de la reproducción. Es un derecho humano fundamental que tiene que sernos dados a las mujeres.”

 

Marta Alanis. Titular de Católicas por el Derecho a Decidir

“Estamos a favor del derecho al aborto, de la despenalización y legalización, porque las mujeres católicas también abortamos. Las personas católicas en nuestro país son la mayoría. Y si hacemos cálculos con la cantidad de abortos que hay por año, también esa proporción se refleja en las prácticas que lamentablemente van al circuito clandestino… Se ha logrado la despenalización social del aborto. Hace 10 años atrás no podíamos llevar este tema, era tabú. Y hoy lo hablamos con libertad, en las universidades, en las escuelas, en la calle, y es parte de la agenda de muchos espacios y muchos partidos políticos”.

 

Susana Chiarotti. Abogada y representante de Argentina ante el Comité de Expertas de la OEA sobre violencia de género

“La violación de los derechos sexuales y reproductivos es una forma de violencia de género. Recomiendo despenalizar la interrupción del embarazo, eliminando el aborto inseguro y estableciendo políticas públicas. La penalización absoluta del aborto vulnera la salud, autonomía, privacidad y seguridad de las mujeres. El Congreso argentino debe despenalizar el aborto. Esto le permitirá a las mujeres acceder a la autonomía reproductiva”.

 

Martha Rosenberg. Psicoanalista e Integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito

“Parto de una convicción: que nadie puede sustituir, penalizar o decidir lo que hace una mujer con su embarazo. Un embarazo no deseado es un hecho traumático para una mujer. Lo que hace con eso es su decisión. Es un derecho básico de la ciudadanía. El embrión humano no es un sujeto. Lo que lo humaniza es el deseo materno que quiere que se desarrolle en su hijo. Los niños por nacer sólo son por nacer cuando una mujer decide que quiere su hijo. Ni los varones, ni la Iglesia, ni los poderes dominantes ni el Estado son los que hacen nacer niños. Legitimar el derecho de las mujeres a una maternidad voluntaria es una deuda de la democracia”.

 

Verónica Llinás. Actriz

​”El aborto es un tema inmenso que puede y debe ser abordado desde la mayor cantidad de enfoques posibles. La realidad es que estamos ante un grave caso de salud pública. Según la OMS, uno de cada cuatro abortos es inseguro. A la realidad se la modifica primero reconociéndola y luego obrando en consecuencia. Las razones por las cuales una mujer llega a un embarazo no deseado son múltiples. La primera es la ausencia del Estado en educación. No criminalicemos. Es una injusticia atroz. Es por eso que un grupo muy heterogéneo de actrices nos hemos organizado y en poco tiempo hemos llegado a ser más de 400 para pedir la despenalización del aborto. No es el fin del debate; es el principio. El aborto existe”.

 

 

 

Gastón Chellier. Director ejecutivo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)

“La penalización del aborto no disuade a las mujeres a practicarse abortos, solo hace que los abortos sean clandestinos, se practiquen en forma insegura y aumente la mortalidad de las mujeres, en su mayoría, pobres y jóvenes. También, provoca una criminalización de las mujeres que buscan asistencia médica ante una emergencia obstétrica, que puede ser un aborto inducido o espontáneo, un aborto prematuro o alguna otra complicación del embarazo que las empuja a la clandestinidad o a la muerte por miedo a terminar presas…Ya es un dicho común, pero que no deja de ser cierto, que si los que nos quedáramos embarazados fuéramos los hombres, el aborto claramente ya se hubiera descriminalizado. En ese sentido, el Congreso tiene la posibilidad histórica de reparar esa desigualdad en relación con el derecho de la mujer”.

 

Mariana Romero. Coordinadora del Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva de la Argentina

“Tenemos que saldar esta deuda que la democracia tiene con las mujeres. Quiero compartir datos sobre el aborto en el país. Argentina es un país atípico. El aborto es la primera causa individual de muerte materna. Dos de cada 10 de las mujeres fallecidas durante la gestación mueren por el aborto. Desde el regreso de la democracia, 3.030 mujeres fallecieron por abortos clandestinos. ¿La legalización disminuye las muertes maternas? Cuando el marco es restrictivo, la tasa de muerte materna es más alta a nivel mundial. A medida que el marco normativo incorpora más causales, la mortalidad disminuye. En Uruguay había 9 muertes maternas por aborto por año. A partir de 2013, con la aplicación de la ley, Uruguay tiene una o ninguna muerte materna por abortos clandestinos y ninguna por las que acceden a la interrupción voluntaria que ofrece el Estado. ¿La legalización aumenta el número de abortos? La ciudad de México, por ejemplo, legalizó el aborto en 2007. No se sabe cuántos había antes. Hubo un aumento progresivo inicial para responder a la demanda. A partir de 2013 se estabilizaron y luego los casos empezaron a disminuir”.

 

Andrés Gil Domínguez. Abogado Constitucionalista

“Desde el punto de vista constitucional, es posible que el Congreso incorpore un nuevo causal a las que ya estaban en 1921. No existe ningún tipo de objeción ni impedimento (para la despenalización). Desde lo convencional, tampoco. No surge ningún tipo de prohibición de los tratados ni de los organismos que los interpretan y aplican. Existen 14 sentencias de distintos órganos internacionales que establecen que las mujeres deben tener acceso a abortos legales y que los países donde es ilegal deben tender a la legalización. Les pido a mis colegas que, más allá de las diferencias en el campo de la filosofía moral, no digan que los tratados de Derechos Humanos están en contra de la despenalización. Eso sería construir posverdad. No es real. La despenalización no se condice con la normativa ni las interpretaciones. Ustedes (Diputados) tienen la oportunidad de transformar el dolor de miles de chicas y mujeres en un derecho”.

https:/latinta.com.ar

 

Las Putas también abortamos // Georgina Orellano para Emergentes

Cuando se habla de aborto algunas personas sostienen que “ninguna mujer quiere abortar”. Algo similar sucede en el debate sobre trabajo sexual cuando afirman que “ninguna mujer nace para puta”. En ambos sentidos se intenta afirmar que ninguna mujer quiere abortar ni ser trabajadora sexual. Eufemismos que buscan invisibilizar la toma de decisiones sobre nuestros cuerpos

En mi caso cuando me enteré que estaba frente a un embarazo no deseado lo primero que pensé fue en la posibilidad de interrumpirlo. Estaba segura que no quería volver a ser madre.

Nadie se anima a afirmar “ninguna mujer quiere ser mamá” porque no todas se atreven a cuestionar ese mandato ni a mencionar los traumas que pasamos por llevar adelante un embarazo no deseado. Más cuando la responsabilidad de la maternidad recae un 100% sobre los cuerpos de las mujeres.

Declaro haber abortado no una sino varias veces.

Al realizarlo me enfrenté a una doble criminalización. Primero por ser puta y dedicarme a un trabajo que no está reconocido y que ejercemos en la clandestinidad y segundo por abortar, pues en Argentina sigue siendo ilegal la interrupción voluntaria del embarazo.

Recuerdo que las veces que aborte lo hice primero en manos de una mujer que hacía los abortos con sondas en un barrio popular donde las mujeres no teníamos acceso a la información y no sabíamos que existía el misoprostol. Fue en el 2008. Por hacerlo me cobró 200 pesos y luego de darme algunas indicaciones me mando a mi casa. Ahí atravesé un trauma no por haber abortado sino por haberlo hecho en malas condiciones y poner en riesgo mi vida. Lo mismo sucede con el trabajo sexual ya que no padecemos el trabajo en sí mismo sino las malas condiciones en las que lo tenemos que ejercer.

Otra experiencia que atravesé por ser puta y abortera fue el doble estigma. Salí del clóset en 2 oportunidades: primero cuando conté que era puta y luego cuando dije que había abortado.

La segunda vez que aborte lo hice acompañada de mis compañeras que me apoyaron, me acompañaron y estuvieron presentes en el momento en que parí mi aborto. Yo parí mis abortos clandestinos, parí el derecho a decidir sobre mi propio cuerpo y a tener en esa decisión el control de mi reproducción.

En el trabajo sexual puedo decir que decidí convertir mi sexualidad en mi propio proyecto laboral saliéndome de las normas del capital y teniendo un control sobre mi propio sexo al decidir con quién, cómo y cuándo y a no ofrecerlo desde la gratitud sino a ponerle un precio al mismo.

Frente a la clandestinidad las mujeres, lesbianas, travestis y trans nos organizamos. Así como las putas nos organizamos sindicalmente para exigir reconocimiento a nuestros derechos laborales también lo hacemos para poder abortar en mejores condiciones, acompañadas y accediendo a mayor información.

Mientras los hombres se reúnen para jugar al futbol, para mirar un partido, para hablar de a quién y cómo se cogieron sin que nadie los esté cuestionando ni preguntando qué hace un grupo de hombres solos a la noche en vez de estar cuidando a sus hijos, mientras ellos gozan de ciertos privilegios, nosotras nos reunimos para abortar en la clandestinidad.

 

Acompañé a muchas trabajadoras sexuales que pasaron por lo mismo llegando a construir entre putas una gran red de solidaridad que nos llevó desde juntar dinero para comprar las pastillas hasta hacer un fondo de miso que consiste en que donemos las pastillas que nos sobran así tener para quienes no puedan comprarlas.

Ante la imposibilidad de abortar en una cama de un hospital, prestábamos a las amigas nuestras camas, sobre todo quienes vivimos solas, a veces esperábamos a que la pareja de ellas le toque el turno noche en el trabajo y así el varón ni se enteraba de que ellas habían abortado. Cuando se nos complicaba pagábamos un pernocte en algún hotel transitorio esos mismos hoteles en los que terminamos llevando a cabo nuestro trabajo.

Las Putas que abortamos lo hacemos desde nuestra autonomía a decidir libremente sobre nuestros cuerpos, aunque algunxs sostengan que lo hacemos sobre la vida de otros en el caso del aborto y en el caso del trabajo sexual nos nieguen la posibilidad de decisión.

En ambos sentidos no nos sentimos representadas por las consignas que nos re victimizan o que intentan disculparnos socialmente y generar una empatía desde la lastima o la pena.

Nosotras que decidimos abortar y ejercer el trabajo sexual no vamos a pedir disculpas a nadie por ello.

Queremos que el aborto sea legal seguro y gratuito, que se venda sin receta el misoprostol, queremos que los colegios implementen la E.S.I, que en los centros de salud de todos los barrios se brinden conserjerías pre y post aborto.

Queremos que el trabajo sexual sea reconocido, que podamos acceder a la obra social y a la jubilación, queremos dejar de pagar coimas para poder trabajar tranquilas y queremos que se deroguen todas las leyes y artículos que criminalizan nuestra actividad laboral. Exigimos que se nos deje de criminalizar a las mujeres por el solo hecho de decidir sobre nuestros cuerpos.

No queremos que nadie se meta en nuestras camas ni en nuestras vidas.

Las Putas exigimos descriminalización total del aborto y del trabajo sexual.

Nuestros cuerpos son nuestros territorios, sobre ellos decidimos nosotras.

No hay equiparación posible // Clinämen

Se intenta juzgar a Luis Mattini, ex dirigente del PRT-ERP, por la muerte del militar Argentino Larrabure en 1975, bajo la carátula de «crimen de lesa humanidad». Si los magistrados aceptan los argumentos de la querella, se podría cambiar la jurisprudencia existente respecto de la lucha armada durante la dictadura en nuestro país. Conversamos con Vera Carnovale historiadora y autora del libro “Los combatientes: historia del PRT-ERP”, impulsora de la solicitada “No hay equiparación posible”, con numerosas adhesiones de intelectuales y artistas.

Micropolíticas neoliberales, subjetividades de la crisis y amistad política // Diego Sztulwark

(o por qué necesitamos criticar al kirchnerismo para combatir al macrismo) *

Me piden que me presente. Me presento por lo que hice y hago. Nombro algunas cosas: coordino grupos de lectura y discusión sobre temas políticos y filosóficos, editamos recientemente con Cristian Sucksdorf la obra completa de León Rozitchner (durante la gestión de Horacio González en la Biblioteca Nacional), fui parte del Colectivo Situaciones, participo de la editorial Tinta Limón Ediciones. Con varios compañeros hemos creado diferentes colectivos los últimos años: el Instituto de Investigación y Experimentación Política; el blog Lobo Suelto!, la columna semanal Clinämen, en FM La Tribu.

Como parte del Colectivo Situaciones después del año 2000 hicimos una serie de trabajos con organizaciones sociales a los que entonces llamamos “investigación militante”. Hay una serie de publicaciones de aquellos años. Tinta Limón se nutre de esa experiencia, aunque también ha editado muchos libros de movimientos sociales sobre la realidad política latinoamericana y muchos de filosofía.

Si recuerdo ahora el Colectivo Situaciones es porque me parece que vale la pena comenzar hablando de experiencias que constituyen lo que podríamos llamar las subjetividades de la crisis. Yo llamaría así a todas aquellas subjetividades que producen crisis, saben vivir en la crisis, tienen una inteligencia para la crisis y desarrollan estrategias en la crisis. Sería una primera manera de presentar la idea de que en América Latina y en Argentina hay mucha experiencia en términos de subjetividades de la crisis. Es lo que hoy puede verse cuando en momentos de restricción económica, o lo que se llama ajuste, aparecen unas redes de economías informales de todo tipo, que logran soportar como pueden la disminución del salario, la disminución del empleo, etcétera. Hay mucha experiencia de un saber hacer de la crisis. En torno al año 2000-2001 esto fue muy evidente: se constituyeron figuras colectivas de largo alcance. Podemos agregar el Club del trueque, las fábricas recuperadas, toda la experiencia del cartoneo… Hay mucha experiencia de saber hacer con la crisis y este es un punto que nosotros como Colectivo siempre nos interesó trabajar.

Me gustaría situar el marco general de lo que podríamos charlar y después volver sobre las subjetividades de la crisis.

Pensé tres puntos para plantear. El primero tendría por título: “Hemos subestimado lo neoliberal”. El segundo sería: “Necesitamos entender críticamente al kirchnerismo para comprender el momento actual”, que no es kirchnerista sino macrista, y el tercero sería: “El problema de a qué podemos llamar hoy amistad política”. En el segundo punto, lassubjetividades de la crisis no van a quedar olvidadas.

Respecto al primer punto. En el verano me escribió la antropóloga Rita Segato, que es una pensadora muy relevante; actualmente vive en Brasil e investiga femicidios a nivel latinoamericano. Es además una de las autoras que publicamos en la editorial que mencioné. Ella dice que evidentemente ha pasado en Argentina algo más complicado de lo que podemos entender. Se refiere a cómo llegamos a la coyuntura política actual. Ha habido un vuelco subjetivo estos años que no es fácil de comprender. Si lo comprendiésemos tendríamos más herramientas para entender un poco de qué se trata el actual presente político. Hemos pensado lo neoliberal desde un punto de vista estrictamente macropolítico: normalmente el lenguaje periodístico en estos últimos 10 o 15 años es el lenguaje con el que se piensa la política. Es un límite de nuestra época, pensar la política tan dominantemente a través del lenguaje periodístico de los medios, como si fuera el único género narrativo en el que nos pasa la política. Se ha considerado que lo neoliberal tenía que ver con una coyuntura latinoamericana muy específica, vinculada a lo que se llamó el Consenso de Washington, el ajuste, las privatizaciones, el pago de la deuda externa, un conjunto de medidas macropolíticas que todos conocemos –lo que el menemismo tuvo como programa político y ya había sido instaurado previamente por la dictadura militar.

El problema es que la crisis del 2001 tiene una potencia bastante fuerte de destituir la legitimidad del discurso neoliberal. A partir de 2001 asistimos a una década bastante larga, donde el discurso no puede ser neoliberal, no es neoliberal. O sea, los políticos no hablan de privatización, ni de ajustes, ni de represión: la agenda discursiva 1976-2001 queda silenciada y aparece otra agenda que habla de “consumo interno”, “desarrollo”, “militancias”. La política dice otras cosas que pueden haber generado la ilusión de que el neoliberalismo era políticamente derrotable, superable, es decir que la voluntad de inclusión social que la retórica kirchnerista asumió desde el 2003 con tanta contundencia podía estar dejando atrás, por lo menos en el escenario argentino y a veces podría pensarse que también regional, este fenómeno del capitalismo contemporáneo llamado neoliberalismo.

Visto desde hoy, parece un poco ingenua esa impresión, no sólo porque en el nivel de la política macro lo neoliberal vuelve a instalarse, sino porque todos estos años lo neoliberal subsistió bajo la forma de poderosas micropolíticas. Y este es el punto que me gustaría señalar. El neoliberalismo no es solamente una política que el Estado aplica en ciertas coyunturas, referente a determinada gestión de los recursos, sino que es un conjunto de dispositivos micropolíticos.

Teóricamente no digo ninguna novedad, Foucault trabajó esto muy bien en dos cursos que fueron publicados muy tardíamente, pero que circulan hace unos años ya: El nacimiento de la biopolítica y Seguridad, territorio, población. Hay ya en esos textos una elaboración bastante desarrollada sobre esto. Mauricio Lazzarato, que ya tiene varios títulos en castellano, trabaja en un sentido similar. Lo neoliberal o el capitalismo contemporáneo no como un fenómeno de hegemonía política, no como un fenómeno discursivo, retórico, de partido político que gana elecciones, sino como un fenómeno que no necesita ir a elecciones. Por lo tanto, no hay cómo discutir al neoliberalismo. Va a elecciones, pierde; y hay neoliberalismo igual. Consensuamos entre todos que es una forma horrorosa la imagen empresarial para pensar enteramente una sociedad y sin embargo la forma empresarial de pensar la sociedad vuelve a instalarse. Hay un problema con lo neoliberal que desde el estricto punto de vista macropolítico no se ha llegado a pensar y por lo tanto no se lo ha podido elaborar. Es un problema fundamental.

Para decir algunas cosas básicas de esa política neoliberal, diría que las micropolíticas son dispositivos que subjetivan bajo la forma de la empresa. ¿Qué somos nosotros individual y colectivamente desde ese punto de vista?: empresas. Somos un capital a gestionar, tiene que darnos renta en los distintos aspectos de la existencia, y el neoliberalismo pone en juego para eso un tipo de ganancia subjetiva que es muy evidente para todos nosotros, aunque rara vez creo nos detenemos a reflexionar sobre ello. Esa ganancia se presenta en términos de “libertad”, el neoliberalismo es la primera forma de dominación política que pone en el centro absoluto de la experiencia de la libertad. Somos libres de hacer lo que queremos, nadie nos dice lo que tenemos que hacer. Esa libertad –que puede contrastar con nuestro ideal genérico de libertad, y está bien que contraste, porque el neoliberalismo es ante todo una forma de dominación política– es una manera de dominar en la que servidumbre y libertad se revierten todo el tiempo una a otra al nivel de los dispositivos micropolíticos. Hay una experiencia de libertad en el hecho de que cada quien se las tiene que arreglar, que nadie va a estar diciéndonos exactamente lo que hay que hacer. Cada quien tendrá que vérselas con su capacidad de constituirse a sí mismo como marca, como empresa, según su autovalorización. El mandato es: autovalorizate, como puedas.

Me parece que el éxito de las micropolíticas neoliberales es contundente y ha quedado solapado en la discusión política de la década previa, y al mismo tiempo, cuando Rita Segato preguntaba qué nos pasó como pueblo para pegar este tipo de conversión como la que estamos viendo ahora, planteaba un problema que es imposible de responder sin observar qué ha pasado con estas micropolíticas neoliberales que durante esta década se desarrollaron –muy paradojalmente– junto a una voluntad fuerte de inclusión social. Una voluntad política de inclusión social que se apoyó, que coincidió, que coexistió con unas micropolíticas neoliberales. El poder subjetivador de esas micropolíticas parece haber sido más fuerte que la interpelación en términos de inclusión social, y ahí hay un punto ciego de la última década política que me parece que hay que intentar elaborar.

Me parece que hay que pensar la complejidad del último tiempo de la política argentina y latinoamericana, o de estos gobiernos llamados progresistas o populares, Evo Morales, Lula, Correa, Chávez, Kirchner. La coexistencia, en ellos, de una voluntad de inclusión política que por momentos funcionó como una retórica de los derechos, y que no pocas veces efectivizó derechos muy concretos.

No creo, por tanto, que se haya tratado de procesos exclusivamente discursivos (sabemos que lo discursivo en política raramente es sólo discursivo, porque lo discursivo produce efectos extradiscursivos). Creo que a la voluntad de inclusión social habría que analizarla por lo menos en dos niveles. En el primero plantearíamos el problema de qué es en sí misma una voluntad de inclusión. Y en el segundo, de nuevo, habría que ver hasta qué punto esa voluntad de inclusión se articuló con unas micropolíticas neoliberales. Los límites que le veo a esta voluntad no pasan por el hecho de haber funcionado a partir de una discursividad fuerte. Porque hubo medidas políticas, beneficios y enfrentamientos políticos tangibles y positivos. Me parece que la crítica que podemos formular apunta a la teoría política de esa la voluntad de inclusión, que supo sostenerse doce años, buena parte de los cuales se benefició con altos ingresos y con un contexto regional tan favorable –incluso con una oposición política tan débil. El problema con esa teoría política de la inclusión se plantea cuando no logra ya refrendarse electoralmente.

Cuando digo que hay un problema o que hay que hacer una crítica de esa voluntad no me estoy refiriendo al procedimiento sencillo de la impugnación, de la denigración, de la negación del fenómeno. Estamos tratando de pensar qué analítica nos permite entender su funcionamiento y si es posible entender cómo lograr que ese funcionamiento deje lugar a otros mas consistentes (mas igualitarios, o mas libertarios, si es posible).

En primer lugar, esa voluntad de inclusión social es compleja en sí misma, es ambivalente. Porque combina dos cosas diferentes. Por un lado, remite a los valores más valiosos que podemos compartir, como es la sensibilidad con respecto a los otros que han quedado excluidos del consumo, de derechos básicos, dañados por el proceso de acumulación, o bien durante el proceso dictatorial. Ese aspecto de la inclusión activa lo mejor de nosotros. Pero, al mismo tiempo, la idea misma de inclusión tiene un aspecto colonial. Un aspecto por el cual el otro es bienvenido a una zona previa, que no se va a constituir con la inclusión del otro. Invitamos al otro excluido a ser parte de lo que nosotros somos, o del lugar en el que ya estamos.

Esa distinción entre un territorio firme (los incluidos) y un no territorio (de los excluidos) parece inherente al espacio de la inclusión. Alguien está fuera y lo invitamos a sumarse, sin que esa invitación transforme el espacio al que lo invitamos. Esa idea es un límite mismo del planteo de la inclusión, un límite evidente. Tal vez no sea posible ofrecer pleno empleo en Argentina –es solo un ejemplo- si consideramos cómo evoluciona el mercado laboral, la introducción de tecnologías, la evolución de la productividad, etc. La idea de pleno empleo, que incluye una idea de ciudadanía pensada clásicamente –la inclusión por la vía del salario– puede ser muy limitada.

Aun si el discurso de la inclusión viabiliza cosas tan interesantes como la sensibilidad respecto a todo lo que es dañado, excluido, incluso a los modos mas violentos de explotación, se trata de una idea que conserva los dos aspectos señalados: uno muy justo y activo, otro  muy jerárquico y anulante. El activante viene a movilizar al conjunto, no permite que haya una parte del conjunto que quede negado o cruelmente subordinado sin que se diga nada sobre eso. No se acepta con indiferencia que los otros que quedan en la peor situación. Y por el otro lado es un poco ingenua, me parece, la idea de que esa activación pueda hacerse simplemente por la vía de invitar a los demás a ser parte de un espacio pre-constituido. Esa pre-constitución es un problema. No permite pensar la carencia que esa idea de trabajo, de ciudadanía o de Estado –que la voluntad de inclusión promueve- carece de categorías mentales para pensar cómo evoluciona el trabajo, cómo evolucionan los territorios, cómo evolucionan los consumos.

El problema de la inclusión, así planteado, es que inhibe -en lugar de incentivar- la creación de categorías que den cuenta de la constitución subjetiva de la sociedad compleja en la que vivimos; que incluye economías informales; nuevas formas de soberanías territoriales; una riqueza de producción subjetiva que, es al menos mi impresión, la idea de inclusión no llega a pensar del todo. No sólo respecto de los territorios, sino también respecto del mundo financiero, que es el lugar donde se organiza el mando del neoliberalismo.

Las finanzas constituyen el mando, la racionalidad última de lo neoliberal. También lo financiero es de una complejidad y se liga con los territorios de una manera muy compleja. El neodesarrollismo que hemos tenido estos años no ha desplegado las categorías mentales ni siquiera para poder regular la economía financiera. No me paro en el lugar de impugnarlo, sino en el de tratar de entender qué pasó y hacer un balance abierto; en el lugar de que pensar la política implica poder entender qué es lo que no funcionó de este proceso. También para pensar qué cosas habría que discutir para que sí funcionen en algún momento.

Preguntas sintetizadas: ¿cómo juega la noción de “goce” en lo que estás contando?; ¿por qué te cuidas tanto de criticar al kirchnerismo?; ¿el macrismo es la “etapa superior” del kirchnerismo?; ¿lo mejor del kirchnerismo preparó esto, como la condición de lo que hoy vivimos?

Diego: A la pregunta sobre el goce, es una categoría que yo no conozco, pero sí me parece fundamental el hecho de que las micropolíticas operan en ese nivel, que la compañera llamó del goce. Una hipótesis que se podría pensar es si esas micropolíticas no son doblemente desposesivas. Primero hay una desposesión material, pero también está ligado el neoliberalismo a una desposesión subjetiva. Sería la ilimitación del consumo, consumo como promesa ilimitada que lo ligaría a una desposesión subjetiva donde cada vez somos menos capaces de regular cuál sería la razón por la cual no participaríamos de todo esto. ¿Dónde decimos que no?, ¿dónde dejamos de participar? Nuestra capacidad de gestionar, de administrar, de preguntarnos hasta dónde, cuánto. Por ejemplo, un dispositivo micropolítico fundamental de nuestra época podría ser Facebook. ¿Cuándo dejamos de poner fotos nuestras?, ¿quién nos pide que nos exhibamos tanto?, ¿por qué tenemos que decir todo lo que pensamos?, ¿por qué tenemos que decir todo lo que ocurre?, ¿no hay ningún límite respecto a la exhibición? Hay una desposesión de tipo subjetiva en este caso.

Las micropolíticas neoliberales tienen un juego con la libertad que consiste en el hecho de que nuestro deseo trabaja activa y voluntariamente al interior de estas normas, de estos dispositivos, de estos mecanismos. Poder pensar esa relación en donde la libertad se vuelve servidumbre y donde este movimiento se revierte. Spinoza decía en el siglo XVII, en el prólogo del Tratado teológico político: “¿por qué los hombres luchan por su esclavitud como si se tratase de su libertad?”. El neoliberalismo ofrece mucha posibilidad para hacer libremente de nosotros unos siervos, sólo que el tipo de mando que hay en el neoliberalismo es sobre el medio más que sobre el cuerpo. El medio es el “entre” en el que se generan afectos y opiniones. Muy difícilmente alguien nos diga lo que hay que hacer, somos nosotros los que decimos cómo hay que hacer para estar en Facebook, por qué hay que estar bancarizados, somos nosotros los que estamos una y otra vez ofreciéndonos a una suerte de inversión panóptica. Somos nosotros los que tenemos el deseo de estar ahí y de funcionar así.

Con respecto a los “cuidados” en relación a la otra pregunta diría: cuidado para la crítica y para los devenires. El filósofo Gilles Deleuze decía que no hay gobiernos de izquierda. El concepto de izquierda, en términos micropolíticos, solamente sirve para los devenires, decía. Los devenires precisan cuidados. Acaba de salir un libro del grupo Comité invisible, de Francia (A nuestros amigos), donde ellos tienen este enunciado: “el revolucionario es el que cuida los devenires”. Yo diría cuidado para los devenires y para la crítica, es algo que me parece fundamental, porque no se trata aquí de la polémica. Henri Meschonnic en varios de sus textos hace la diferencia entre crítica y polémica, que son términos que etimológicamente ambos vienen de la guerra. Mientras la polémica es el intento de vencer por medio de la opinión, la crítica es el esfuerzo por develar funcionamientos. Me interesa la crítica y no la polémica. Todo lo que se juega en la guerra para posicionarse frente a los demás, comparto con Meschonnic, con Deleuze y con varios, no me parece productivo. Todo el esfuerzo que podamos hacer para entender funcionamientos, para mostrar funcionamientos y dar lugar a otros, me parece muy importante.

Pienso que en cierta medida el macrismo es la fase superior del kirchnerismo, lo que no niega que tenemos que pensar muy seriamente también sus diferencias. Es decir que pensar la continuidad no anula pensar la diferencia. Ahí entramos en un juego que estamos elaborando, en donde habría que pensar qué hay de continuidad y qué hay de diferencia. Si les interesa doy un paso más sobre esto. Lenin decía que el imperialismo era la fase superior del capitalismo. Quiere decir que el macrismo sería una parte del mismo proceso del cual el kircherismo fue central.

Visto desde hoy, a grandes rasgos tendríamos esta secuencia: 2001 –subjetividades de la crisis; se deslegitima lo neoliberal; todo un proceso signado por la inestabilidad, en el cual se da el asesinato de Kosteki y Santillán–, luego empieza un proceso que estaría designado por el kirchnerismo –una Voluntad de Inclusión, inseparable de ciertos rasgos de acumulación que algunos llaman noextractivista, o neodesarrollista–, y luego por el macrismo –una Voluntad de Orden, de Normalidad. La pregunta podría ser: ¿y no será que el macrismo es fruto maduro de todo este proceso? En ese sentido hablo de fase superior, con respecto al proceso de que emergió luego del 2001. Es algo que ya estaba presente en la racionalidad del proceso de normalización pos crisis aunque no siempre lo habíamos advertido así, y ahora cuando aparece decimos que esto no es una ruptura, es algo así como el producto de la maduración inadvertida de algo que se venía dando. Intentaría ahora explicar un poco este último razonamiento.

Pienso que estas políticas neoliberales sobre las que se fundó la idea de ampliación del consumo no son otra cosa que la difusión en la sociedad de un código de adecuación. Es decir, ahora sí hago una crítica al kirchnerismo no cuidada, sería la siguiente: en el momento en que las subjetividades de la crisis del 2001, en que la vitalidad plebeya que se afirma en el 2001 argentino, 2003 boliviano –hablo a nivel regional–, esa voluntad plebeya que tiene capacidad de impugnación o de destitución del orden neoliberal es incluida en las categorías de la economía política. La inclusión es la inclusión de una vitalidad plebeya al interior del mercado del consumo, de las categorías de la economía política. Esa inclusión es completamente ambivalente, ambigua. Por un lado es disciplinante y llama al orden a las fuerzas que habían mostrado una vitalidad de destitución, pero por otro lado mete conflicto dentro de la economía política, dentro de lo que entendemos por consumo. Esta politización del consumo o esta politización de la economía política, me parece que es el punto más alto o más interesante del período kirchnerista, en el sentido de que a través de las categorías del mercado, fuerzas plebeyas intentan apropiarse parcialmente de la ciudad, del espacio, de la riqueza; con categorías imposibles de llevar al lugar donde esta vitalidad podría ir. Y ahí me parece hemos perdido una oportunidad política. Ahí hemos perdido, kirchneristas y no kirchneristas.

Pregunta: ¿cuál hubiera sido otra?

D: Uds. saben que ya hablar así nos deja débiles. Pero igual lo digo. Creo que la posibilidad hubiera sido la siguiente: entender la inclusión, el aumento del consumo, no como parte de una teoría populista. Sino como parte de una teoría en la cual la fuerza plebeya en el mercado permite discutir más la estructura misma del mercado.

La inclusión, la activación de las fuerzas productivas en el mercado, es la vitalidad plebeya puesta en el centro del mercado. No da lugar al pleno empleo, no da lugar al Estado de los años 50, no da lugar a una inclusión tal como la teoría populista en sus imaginarios tiene que activar. Ni siquiera da lugar a un Estado de bienestar –por lo menos clásico–, porque fíjense que la inclusión pensada como estado de bienestar es a través del salario. En Argentina fue a través del consumo, no fue a través del salario. Y poder pensar que la inclusión es en el consumo y no en el salario, ya nos revela que la figura a incluir no es la del trabajador. Es mucho más compleja esa figura. Me detendría a decir: las subjetividades de la crisis redibujaron los territorios. Las prácticas en los territorios requieren categorías mentales que no son las de las filosofías populistas, ni las de los Estados de bienestar social. Por lo tanto hace falta una invención política a la altura de la composición nueva de los territorios.

Capaz que estaba en juego la capacidad que tenía el movimiento plebeyo de cuestionar la estructura del mercado, participando de él, no impugnando el mercado. Participando del consumo y de la distribución de la riqueza; cuestionar, por ejemplo, quién produce, qué se produce, cómo se produce, que esa presencia de lo plebeyo en el Estado y en la economía, esa vitalidad que en cierto momento hubo, pudiera estar orientada a ir atravesando, redefiniendo, ampliando lo que entendemos por Estado y por mercado. En ese sentido creo que no se puede tomar el kirchnerismo en paquete, porque nos perdemos el conflicto y la politización interna. Intento cuidarme para no quedar inmediatamente puesto como kirchnerista o antikirchnerista, que son una forma de la estupidez general, que no permite entender que desde el punto de vista foucaultiano estratégico de las subjetividades, cómo leemos, qué leemos, dónde vemos la oportunidad de intervención, en relación a cómo y dónde, cómo articulamos lo subjetivo con lo económico político, etc.

Muy desordenado ya en relación al planteo inicial, me meto en el tercer punto.

Las teorías políticas de la última década –me refiero en particular a Ernesto Laclau y Jorge Alemán– despliegan una teoría sofisticada de la subjetividad y la política, aportaron a una reflexión sobre este proceso político que viene después de la crisis del neoliberalismo. Lo que haré ahora es criticarlos a ellos, por lo que podríamos llamar un discursivismo y un politicismo. Discursivismo es pensar que la política ocurre en el nivel del discurso y el politicismo pasa por creer que la política no está hecha con las subjetividades que se dan en la producción.

Sería una crítica doble, al discursivismo, a una cierta idea de que la materia de la política es el discurso, a un tipo de prejuicio en torno a qué se llama discurso. A qué se llama discurso y una reducción de los fenómenos de la política a lo discursivo. En Laclau está muy formalizado: por ejemplo, la escena principal de la política es un significante vacío. No creo estar diciendo contra él nada que él no aceptaría. Dice: la política es discurso. Pienso que hay una discusión ahí, sobre a qué se llama discurso o si se puede sostener que la política es sólo discurso. Es un primer tema a discutir.

El segundo es el politicismo. Llamaría así a tomar las subjetividades dentro de una mecánica política, sin considerar que esas subjetividades al mismo tiempo están en un conjunto de otras mecánicas y que es la misma subjetividad la que aparece en uno y otro nivel. Cómo cambian los territorios, cómo cambian las economías, cómo va cambiando la experiencia de la producción en la sociedad, no son temas ajenos a la política. No es que la política toma una subjetividad que no está construida ahí. No se puede pensar la articulación política sin pensar las estrategias en las que se articula la vida en todas las demás dimensiones.

O para decirlo de otra manera: no se puede hacer política como si las micropolíticas neoliberales no fueran dominantes. No estamos en la discusión entre interlocutores, donde cada uno formula su demanda y alguien las articula. Me parece que es el suelo contemporáneo. Lo que digo es que la teoría política que no hace investigación militante tiene un problema, está más para discutir con Platón que para entender lo que está pasando en la producción subjetiva en los territorios –y en su entrelazamiento con el mundo de las finanzas-, donde los problemas de las personas que hay que elaborar llegan vía los focus group y las encuestas. El teórico-político que se informa leyendo encuestas se aproxima así peligrosamente al político profesional. Acepta docilmente esta mediación desproblematizante. La encuesta misma, su diseño, suele pertenecer a criterios de cuantificación semejante al de la consulta y el estudio de mercado. El apoyo de la racionalidad política sobre esta micropolítica neoliberal es total, porque hay una ceguera respecto a que estas micropolíticas siguen actuando, siguen articulando el pensamiento y se ha olvidado el problema de las militancias. ¿Qué lugar ocupan las militancias territoriales en la producción de pensamiento? No como cristianos que quieren incluir solamente, no para pagar culpas, sino en la producción política. Es algo que cualquier filosofía del antagonismo tiene que saber, si la política es antagonismo y uno se inscribe en un campo, el modo en que ese campo piensa es fundamental, no se puede delegar. Si eso se delega está todo dicho.

Algo más con el consumo. ¿Por qué hay consumo sin salario? ¿De qué lugar sacan la plata para consumir todas aquellas personas que no cobran un salario? La deuda es uno de ellos, perfecto. Entonces qué quiere decir la deuda. La deuda quiere decir que los bancos delegan sobre el territorio un flujo de dinero no regulado. Porque, ¿cómo le presto plata a alguien que no tiene salario? Si voy a un banco, me piden cosas, ¿cómo hacen estas personas para tener un crédito informal para consumir? Los bancos delegan por vía ilegal, no regulada, a entidades crediticias no reguladas –que en Argentina son muchísimas– y le dan plata a la gente con una tasa altísima de interés. Doble complejidad, personas que ingresan al consumo sin estar en el salario. Por lo tanto, los derechos para esas personas no pueden ser a través del salario. La inclusión no es a través del salario, primera ruptura con el sentido común.

La segunda: el capital financiero está por encima de la regulación, no es regulado. Hay un problema específico en el modo en que las finanzas operan como mando del capital sobre la sociedad, que creo que tampoco se ha pensado lo suficiente. Cuando puedo, como entidad crediticia, dar un crédito a una persona pidiéndole como contraprestación que me dé la tarjeta con la que cobra el plan social, estoy explotando el plan social. El capital financiero explota las políticas sociales. Directamente el Estado me da plata porque considera que estoy por debajo de cierto nivel de empleabilidad, de empresarialidad, soy un damnificado, no puedo pensarme como empresa, no estoy a la altura de las micropolíticas neoliberales, no puedo ser el empresario que todos quisiéramos. Entonces el Estado me da una asistencia. Esa asistencia se la queda la entidad crediticia-financiera. Directamente es una agencia que explota la política social.

Cuando digo que hay falta de categorías mentales para pensar esto, o que la falta de investigación militante ni siquiera permite plantear el problema –porque no se les pregunta a las personas cómo están haciendo para vivir– también estoy diciendo que no se organizan experiencias militantes para intentar pensar cómo regular ese mercado financiero, o cómo hacer para que los planes sociales del Estado no sean presa fácil de esa forma de explotación financiera. Estoy pensando cómo se da la lucha política. Y también estoy pensando que el discurso está bien, pero si en la práctica no podemos crear dispositivos que permitan neutralizar formas de explotación, que permitan comprender cómo estamos viviendo en el territorio y a partir de ahí entonces retomar la cuestión discursiva, hegemónica, etc., la concesión es demasiado grande, el dominio de las micropolíticas configurando nuestras percepciones, nuestros mapas, es demasiado grande. Y el nivel de racismo y distancia que hay entre los intelectuales que piensan y la experiencia de la gente en nombre de lo que se habla es un abismo. Es un abismo que hace que los intelectuales hablen en nombre de unas fuerzas, y esas fuerzas ni se enteraron. Entonces hay un problema con la política. A Gramsci, que lo han citado, jamás se le hubiera ocurrido que pudiera haber intelectuales tomando la palabra, sin que esa palabra estuviera elaborando la experiencia de la praxis de esa clase. Hizo falta el post-estructuralismo ahí para desorganizar lo que Gramsci llamaba clase, que hoy podrá no ser clase industrial. La idea de que no hay producción social es un poco fuerte.

Creo que el problema de las categorías mentales para pensar esto viene muy ligado con lo que llamaría investigación militante, es decir poder tocar los problemas para los cuales la teoría no sabe qué decir. El militante que sólo se compromete y el intelectual que sólo problematiza dan lugar a un divorcio tremendo. Lo que estaría tratando de plantear es la experiencia, también muy generalizada, de articulación entre la problematización y el compromiso político.

El otro punto que les quería plantear es el de la “amistad política”. El problema de la amistad viene planteado en el libro del que les hablaba, del Comité Invisible –es un grupo francés de activistas que están participando de lo que está ocurriendo en la Plaza Republique–, A Nuestros Amigos. Spinoza en el siglo XVII, en su libro Ética decía que la amistad es la experiencia de la producción de utilidad común, el amigo es aquel con el que se tiene utilidad común, no es el amigo de la aventura, de la confesión, de los secretos, el que te banca. No se refiere al amigo íntimo, no se refiere a ese tipo de cómplice. Se refiere a todo tipo de experiencia en la cual con los otros lo que hay es producción común.

Por eso Spinoza lo llama experiencia de la sinceridad, que no es la de la confesión de la intimidad. Es la experiencia en la que yo estoy con otro y en ese estar lo que se juega es una utilidad común. Como la utilidad es común no hay insinceridad posible. Creo que hoy la experiencia de la amistad como búsqueda de utilidad común, no del amigo personal, tiene que ver con la capacidad de detectar afectividad no neoliberal. Tiene todo que ver con la posibilidad de construir estrategias en el marco de una afectividad no neoliberal.

Como saben en el Siglo XVII Spinoza escribe la Ética, entre otras cosas, en discusión con el campo teológico y con Descartes. En los dos casos se trata un poco de la misma discusión. Él trata de pensar desde la noción de la potencia, que no admite la distinción entre cuerpo y pensamiento. Por eso estaba tan enfrentado el racionalismo de Descartes como a los dualismos monoteístas. ¿Qué hace Spinoza con la potencia? La potencia es poder hacer, poder pensar, poder hacer. Poder hacer del cuerpo y del pensamiento, que en Spinoza no se separan, por lo tanto la potencia es poder hacer, poder pensar. También se puede llamar potencia a lo que él nombra como perfeccionamiento del deseo. Quiere decir que cada vez más podemos organizar con nuestra potencia los encuentros con los otros. En ese perfeccionamiento de la potencia vamos hacia la utilidad común, dice Spinoza. Porque individualmente el nivel de potencia que se puede alcanzar es bastante bajo. La ocasión de la potencia siempre es el encuentro con otros. Sin que Spinoza diga que lo colectivo o lo social es interesante en sí mismo. Es interesante en tanto viabiliza potencias. Cuando ese encuentro permite aumentar posibilidades de hacer y pensar. Por eso Spinoza tiene una teoría tan original de la democracia. No es para él sólo una forma de gobierno, sino el esfuerzo de articulación que hace un colectivo.

La utilidad común es el hecho de que un conjunto de personas piensan y actúan con cierta conciencia de que en esa acción se está produciendo una utilidad común, porque lo que se está poniendo en juego es una potencia común. Tengo la experiencia de esto que estamos haciendo juntos, yo no lo podría hacer si no es así, si no es con otros. En la política esto es fundamental. Hay signos de que acá hay otra política cuando hay esta experiencia de que somos parte de una utilidad común, que no es simplemente cuánto saco yo. También es cuánto saco yo, pero no es simplemente eso. Lo que saco yo tiene que ver con lo que se está produciendo. Hay una cierta conciencia de que esta producción común está haciendo articulación afectiva, de ideas, está produciendo sociedad. Hay producción ontológica en Spinoza. Eso lo hace muy difícil a Spinoza. La Sociología, las Ciencias Sociales, las Ciencias Políticas, tienen muchos problemas con Spinoza, porque son todas filosofías que lo que hacen es representar términos. Y en Spinoza no hay representación, hay producción. Se producen afectos, se producen figuras, se producen ideas, hay una producción.

Retomo el tema de la afectividad neoliberal. En Spinoza los afectos son aquello con lo que yo elaboro el modo en que otro me afecta. Y los afectos son transicionales. Todo afecto implica una transición a más o menos potencia. Por eso Spinoza tiene todo un capítulo en la Ética, sobre el tratado de las pasiones, que es la descripción de los conjuntos de los afectos. Esos afectos se distinguen en tanto aumentan la potencia o la disminuyen. Cuando aumentan la potencia, va a hablar de pasiones alegres, cuando la disminuye va a hablar de tristeza, de aquello que nos separa de lo que podemos. Deleuze hizo una sofisticación del asunto planteando que los afectos son inseparables de los devenires. No tenemos mucha chance de experimentar afectos más allá de los habituales, si no es en relación a los devenires, devenir animal, devenir indio, devenir mujer. Siempre hay un paquete afectivo otro en relación al cual nosotros podemos deshacernos del modo en que nos ligamos al modelo mayoritario, a la regla, y damos curso a una anormalidad. Es decir a una cierta indiferencia respecto de la norma instalada y a una suerte de producción. A eso lo llama “devenires minoritarios”.

Entonces, los afectos son lo que experimento cuando un cuerpo me afecta. Nosotros somos una pluralidad de afectos, diría Spinoza. Esos afectos están siempre ligados a un poder de afectar y de ser afectados, o sea la estructura de la potencia. Y diríamos con Deleuze, son el juego por el cual yo voy más allá de mis afectos personales o de mis sentimientos y éstos pueden hacer recorridos subjetivos que no estaban preanunciados en mi autocomplacencia, en mi estabilidad.

La cuestión de la crisis creo que habría que pensarla de la siguiente manera. La crisis es un objeto de la disputa política, en el sentido de que no hay política que no defina qué es la crisis para ella. La crisis del 2001, la definí como una tal en la que aparecen subjetividades de la crisis. No creo que la crisis actual pudiera producir esas subjetividades. Como toda política defina una idea de crisis, no diría que la crisis permite pensar. No haría una identificación rápida que diga vamos presto a la crisis, porque si vamos rápido vamos a poder pensar y vamos a poder. No lo diría así linealmente. Soy consciente de que hay un conjunto de políticas que no me interesan, que dicen hay que llevar lo más posible todo al mal y a la crisis. No estoy queriendo decir eso, porque esa manera de pensar no se pregunta de qué crisis estamos hablando, formulada por quién. Porque es una categoría que corresponde a una racionalidad. La crisis del 2001 no es la crisis en general, es una que tiene una historia, que ha producido unas subjetividades que nos permiten entender qué es lo otro de una afectividad neoliberal, algo que no todas las crisis producen.

Diría que la crisis actual está secuestrada por el pensamiento neoliberal. Es el miedo a no poder adecuarnos, a no poder decir; sólo fomenta nuestro deseo de orden. Sólo desea nuestra adecuación a los dispositivos neoliberales, mientras que en 2001 era muy diferente. ¿Qué es lo que hizo el kirchnerismo? Negativizó la crisis. Dijo que esa crisis es lo peor que habíamos tenido, que había que irse rapidísimo de ella, la crisis era el infierno. Y esa negativización de la crisis hace ya una conexión con el macrismo. Del kirchnerismo al macrismo, la lectura del 2001 es 100% negativa, es lo peor que puede pasar. Y efectivamente hay con qué decirlo, hubo un quantum de padecimiento absoluto en el 2001 y lo vuelve a haber cada vez que hay crisis. El problema es que en esa negativización se pierde algo, que son estas subjetividades de la crisis. Que podríamos pensarlo así: eso que se pierde, es eso mismo que después no hay cómo pensar en los territorios, porque no hay categorías mentales para pensarlas. Hay un conjunto de estrategias de la crisis que todo el tiempo siguen funcionando. Y lo que no puede hacer la teoría política es articularse con esa subjetividad.

Mi impresión es que si hoy hablamos de crisis sin hacer este contexto de discusión, sin pensar con mucha rigurosidad lo que estamos diciendo, es una crisis negra, oscura. Hubo un antecedente en el 2011 con la huelga a los policías, primero en Córdoba, luego en el resto del país. La imagen del narcotráfico, saqueo, brutalidad fascista. Eso es una escena oscura, es un reverso de la situación política del 2003 para acá.

Creo que el kirchnerismo tuvo algo muy interesante, después de por lo menos cuatro décadas, que fue el ejercicio de denuncia de cómo las corporaciones se apropian de la decisión pública. Hay una pedagogía kirchnerista, por momentos berreta, pero en esencia muy interesante, que dice: medios de comunicación, corporaciones, las empresas, etc., quieren apropiarse del poder público de decir. Ese aspecto del kirchnerismo no se continúa en el macrismo, por eso decía que hay continuidad y diferencia.

El macrismo es el triunfo de la privatización de la posibilidad de decidir y simplemente hay una racionalidad de las políticas neoliberales y de las empresas a las que todos nos tenemos que adecuar. No hace falta una inteligencia personal para lograr representar y hacer repercutir el conjunto de los códigos de las micropolíticas. Argentina lo estaba esperando. Él llega y va muy bien. El Frente para la Victoria vota sus leyes, la sociedad más o menos entiende todo, a todo el mundo le parece más o menos sensato. Hay un tono de nos relajamos, menos conflicto.

Esto que el kirchnerismo hizo tan bien, para mí, que fue poner en el centro de la discusión que el neoliberalismo privatiza la decisión política, es un asunto de la política de la derecha de siempre, es un tema de Carl Schmitt –soberano es el que decide, el que puede tomar la decisión–. El kirchnerismo tomó muy bien ese punto. Carl Schmitt por ser de derecha no deja de ser genial, muy interesante y cada día más necesario. El problema que veo es que el kirchnerismo suele tomar todo aquello que no se subordina a su dispositivo de decisión política con la misma lógica con las que toma a las empresas a las que denuncia: como una antipolítica. El kirchnerismo vive denunciando una antipolítica. Pero se toma como antipolítica también a todas las subjetividades que no se amoldan al modelo que presenta. Entonces ahí hay un problema, porque lo que es más interesante se da vuelta e inadvertidamente se convierte en lo menos interesante. Politiza la sociedad, teniendo un corazón completamente despolitizante. Porque defiende la decisión política con respecto a sectores del capital pero no extiende la decisión política sobre el conjunto de las organizaciones populares, no la abre, la incluye, pero justamente el problema de la inclusión. Sí lo incluye pero no la abre, entonces el problema de abrir: el problema del mercado, el problema de la producción, todo eso queda pospuesto una y otra vez.

El macrismo en política dice “nosotros no incluimos, integramos”. No veo nada interesante el disconformismo presutamente republicano (en el fondo profundamente clasista) que reprocha la idea de “inclusión” al kirchnerismo en términos de corrupción. No creo que ese disconformismo supusiera una radicalización de los aspectos más igualitarios y libertarios de la voluntad de inclusion, sino todo lo contrario. De un lado se diría, ¿qué le podemos criticar al kirchnerismo respecto a la inclusión? Su precariedad absoluta. Su aspecto colonial, sobre el que ya hemos hablado. Pero no creo que ese sea el discurso de los disconformes que arman el discurso del Pro. Es un disconformismo muy diferente al de quienes desean enfatizar los componentes discursivos de la inclusión más allá del propio kirchnerismo. Creo que el Pro lo que hace es heredar del kirchnerismo un deseo de orden, que ya estaba en muchos casos presente en el propio deseo de inclusión, es el aspecto negativo y reaccionario que está dentro de la voluntad de inclusión. Cuando quiero incluir a alguien también lo puedo estar llamando al orden. Claro, la inclusión es una forma completamente diferente de llamar al orden. No tiene nada que ver con la fascista, o la neoliberal pura –que habla de innovación, integración, etc. Pero hay un aspecto en la inclusión que creo que con el macrismo no dejó de aflorar. Creo que este aspecto ordenancista de la inclusión ofrece al macrismo un cierto hilo con el proceso del kirchnerismo, al mismo tiempo que el macrismo licencia al kirchnerismo, releva el orden via inclusión por el orden vía el orden mismo.

Y creo que el lenguaje del macrismo no hace sino expresar esta innovación en el ideal de ese deseo de orden. Me parece que el macrismo vino a ordenar de acuerdo a un lenguaje, un conjunto de códigos que vienen servidos del mercado mundial. La innovación es muy pobre. Se están incorporando en Argentina tecnologías políticas, tecnologías comunicativas, que muchas veces incluso ya estaban en el kirchnerismo, y se le está dando toda la verdad, toda la razón. Lo que dice la empresa. ¿Qué necesita un vecino?, un policía en la puerta y una adecuación empresarial. ¿El Pro dice algo más?, quiere discutir algo más que no sea la posibilidad de darnos un policía en la puerta y un discurso sobre la empresarialidad. Claro, es un discurso sobre la creatividad, en el sentido plenamente neoliberal.

Hay dos cosas que están en el neoliberalismo y que a veces se cree que no están. Primero está el Estado, no es cierto que en el neoliberalismo niegue el Estado. Foucault lo explica muy bien: el liberalismo quería liberar zonas para el libre mercado, de modo que el Estado pueda aprender las regulaciones naturales de los intercambios del mercado. El neoliberalismo es muy otra cosa, es la presencia del Estado produciendo mercados, no es un “dejar hacer”. Es una sofisticación de las instituciones que todo el tiempo activamente producen mercado. Entonces, por un lado, no es cierto que ser de izquierda es que haya Estado, ser de derecha es que no haya Estado. Ser neoliberal es que no haya Estado, ser kirchnerista que haya Estado, no es cierto. El neoliberalismo es Estado, es una forma estatal, produce Estado y el kirchnerismo no llegó ni siquiera a desarticular aspectos fundamentales del Estado neoliberal argentino.

Respuesta a una pregunta. Vuelvo entonces a la “utilidad común”: la amistad política y la afectividad no neoliberal. Sobre esta última diría dos cosas, la afectividad neoliberal no necesariamente se adecúa a las expectativas de la política. La situación podría ser: está bien, hay afectividad neoliberal, pero es una materia tan inarticulable que al final es antipolítica. Vuelvo a los límites que considero son de la teoría política del kirchnerismo. No pensar que la premisa es la afectividad neoliberal, no la articulabilidad política. Hay un primer desplazamiento perceptivo para poder ver el conjunto de manifestaciones de afectividad no neoliberal que sí existen todo el tiempo. Territorios, incomodidades, la sensación de que no cuajamos, malestares, enfermedades, habría sí que construir todo un discurso sobre qué es esta afectividad no neoliberal, dónde y cómo se manifiesta, y qué significaría construir ahí amistad. Es un primer punto para mí fundamental. Les nombro un par de autores: Santiago López Petit, filósofo catalán, tiene dos libros importantes: Breve tratado para atacar la realidad, otro que se llama Hijos de la noche, los dos son de Tinta Limón. El otro libro es del Colectivo Juguetes Perdidos, el título es Quién lleva la gorra hoy, es un Colectivo que trabaja mucho en barrios, con jóvenes. Otro libro de Verónica Gago, La razón neoliberal. Hay más, pero les dejo estos tres textos que intentan justamente pensar la afectividad no neoliberal, suponiendo que donde hay afectividad no neoliberal lo que cambia es la imagen de la política.

El hecho de que haya un conjunto de sujetos plebeyos en la economía política como hablamos hace un rato, ya eso, de un lado extiende las categorías del neoliberalismo porque entonces todo entra en el mercado, pero al mismo tiempo provoca en el mercado la presencia de conatus estratégicos –Spinoza–, pragmáticas estratégicas, deseos estratégicos, que en el mercado todo el tiempo hacen otra cosa que empresa, hacen otra cosa que sólo empresa. Figuras mixtas, grises, la percepción de la afectividad no neoliberal no es nada evidente, diría, ese es el problema, la percepción de la afectividad no neoliberal no es evidente y hace falta una investigación política. Santiago López Petit, por ejemplo, trabaja mucho sobre el tema de la salud. La enfermedad y la afectividad no neoliberal. Los chicos de Juguetes Perdidos trabajan cómo los pibes en los barrios arman una suerte de fuga de toda propuesta, de toda consistencia y tratan de ver qué pasa ahí. Verónica Gago, en La razón neoliberal, se pregunta cómo es que la industria textil prácticamente entera de la Argentina está sostenida sobre una economía ilegal, con población migrante, y por qué esta población migrante una y otra vez insiste en venir, insiste en apropiarse de ferias, arman fiestas, toda la feria de La Salada.

Es decir, me parece que hay todo un problema con la percepción. Si uno puede ver política en esto, ya ahí dimos un paso. Si la política sigue siendo la escena politicista, todo esto queda ciego, negado. No tiene nada que ver. ¿Qué tiene que ver la feria de La Salada, lo que pasa con los chicos en un barrio y las enfermedades de una sociedad, con la política?, ¿qué diría Laclau? Pienso que ahí hay un problema con la afectividad, que está ligado al problema de la percepción. ¿Cómo hacemos para pensar que la materia de una política no es la clásicamente representable como política? Si esto tiene que ver con la crisis o no, yo creo que estas subjetividades producen crisis. Son productoras de crisis, simplemente porque sus estrategias no son la adecuación al orden. Se reconoce cuando hay afectividad no neoliberal porque es la única que crea estrategias. Todo lo que es neoliberal se adecúa a códigos, saco un manual y dice cómo hago, vida prepaga. En cambio la afectividad no neoliberal crea estrategias.

* Esta conversación tuvo lugar el sábado 28 de abril de 2016 en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) | Departamento de Pareja y Familia. 

 

El Macrismo avanza en la cultura // Lxs hastiadxs de macriteatro

El fenómeno cultural “microteatro” expulsa con la policía a quienes “hacen política”

El pasado 24 de marzo, después de ir a la Plaza de Mayo a manifestarnos en contra de la prisión domiciliaria de los genocidas de la última dictadura militar, fuimos a ver una obra a Microteatro. Llevábamos encima las cosas que traíamos de la plaza: unos globos negros que decían “son treinta mil” y pancartas pidiendo la liberación de lxs presxs políticxs que todavía hoy sin condena están privadxs de su libertad por pertenecer a la oposición.

Cuando estábamos intentando sacar las entradas, el personal del teatro nos comunicó que no podíamos entrar con esos elementos ya que, citamos textualmente, en Microteatro “no se hace política”. En protesta por esto, empezamos a gritar: «30.000 compañerxs desaparecidxs presentes, ahora y siempre» lo que provocó que uno de los responsables llamara a la policía para echarnos. No hizo falta esperar, nos fuimos masticando bronca. Las funciones continuaron esa noche con total normalidad.

Al día siguiente, unx de nosotrxs publicó en Facebook lo que había sucedido, llamando a la reflexión a todo el campo cultural de la Ciudad de Buenos Aires sobre la gravísima situación que habíamos vivido. No solamente por esta pretensión ridícula de hacer del teatro un espacio libre de conflictos sociales, una burbuja donde lo único que circula es entretenimiento, cerveza artesanal y dinero, sino también por la continuidad de aquella consigna que rezaba, en los peores días de nuestra historia: “no te metas o llamamos a la policía”. Un nuevo capítulo de negacionismo en la cultura porteña.

En respuesta a esto, por mensaje privado, el dueño de Microteatro nos dijo que el equipo estaba a favor de las consignas de memoria, verdad y justicia y que lamentaba el hecho. Le pedimos que si había algo que decir al respecto lo hiciera de modo público y dos días después publicó el siguiente comunicado desde la página del emprendimiento cultural:

«Microteatro Buenos Aires desea pedir públicamente disculpas por los inconvenientes provocados la noche del 24 de marzo a un grupo de espectadores que concurrió luego de la marcha en Plaza de Mayo, convocada por organizaciones de derechos humanos, para recordar el inicio de la dictadura genocida de 1976, en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Todos los que hacemos Microteatro compartimos los principios de verdad, justicia y memoria que animaron la convocatoria y lamentamos que, por un error de interpretación de nuestro equipo, dicha emotiva celebración no pudo culminar pacíficamente en nuestro establecimiento».

Queremos en principio dejar subrayado que el único que llama a lo que sucedió “error de interpretación” es el dueño, que no estaba en el lugar cuando intentaron echarnos con la fuerza pública. Para nosotrxs lo que sucedió fue censura. Fuimos impedidxs de estar en un establecimiento cultural, el 24 de marzo de 2018, porque las inscripciones que llevábamos en nuestra ropa y carteles colisionaron de frente con la política del lugar de excluirse de las tensiones existentes en nuestra sociedad, cuestión que sólo es posible a fuerza de dejar a una parte de nosotrxs fuera del establecimiento.

Nos resulta provocadora la idea de que “no se pudo culminar pacíficamente”, como si no hubiera nada que decir sobre el llamado que hicieron a la Policía de la Ciudad para que custodiara la frontera del establecimiento. Tampoco entendemos, a la luz de lo que sucedió, qué es exactamente lo que celebran de modo emotivo ni cómo puede ser que estando todos tan de acuerdo con las políticas de memoria, verdad y justicia no hizo falta más que “un error de interpretación”, para ser expulsadxs.

A raíz de esto: hacemos un llamamiento urgente al campo teatral porteño: actualmente estamos viviendo un proceso acelerado y grave. Se trata del avance llamativo del macrismo / neoliberalismo dentro de nuestro propio campo de praxis. Lo que ocurrió en Microteatro es una emergencia de una situación más general, frente a la cual necesitamos construir una respuesta contundente y colectiva, porque entendemos que lo que pasó tiene una dimensión política insoslayable. Entendámonos: hablamos del macrismo o del neoliberalismo no solamente como una economía política, es decir, como una macropolítica, sino entendido como una micropolítica: como una política de los afectos, imágenes, representaciones, hábitos. El neoliberalismo / macrismo como un dispositivo micropolítico de codificación y organización de la potencia de los cuerpos, como movimiento cultural global. ¿Qué vamos a hacer los artistas escénicos con respecto a esto? ¿Qué les pasa a nuestros cuerpos cuando echan a unxs compañerxs de un establecimiento teatral, amenazándolos con la policía? ¿Qué acciones se organizan alrededor de un hecho así? ¿Qué pensamientos insurreccionales se despiertan, que no sea esa dulce aceptación de la derrota a la que estamos acostumbrados?

¿Qué pasa con el teatro empresarial? ¿Qué pasa con esos dispositivos de cooptación? ¿Qué pasa con el teatro entendido como uno más de los dispositivos de formateo de la subjetividad normalizante? ¿No vamos a decir nada sobre todo lo que pasa, sobre las luchas de las que formamos y no formamos parte? ¿Qué pasó en los últimos 40 años que ahora se consolida como nunca un teatro mercantilizado que ofrece las más obvias representaciones cristalizadas de la cultura y que expulsa compañerxs por razones políticas, un 24 de marzo, en un clima de absoluta normalidad? ¿De qué gesto insurrecto somos capaces contra todo lo que está mal hoy?

Invitamos a todos lxs compañerxs del campo teatral, actores, directoras, vestuaristas, escenógrafos, iluminadoras, gestores y dramaturgas, hacedores de lo escénico, a que compartan este comunicado como si fuera propio, a fin de desparramar este debate hasta donde sea necesario, para que podamos pensar esto juntos.

Libertad a Milagro Sala y todxs lxs presxs políticxs del régimen Macrista.

30000 compañerxs detenidxs desaparecidxs, presentes.

Ahora y siempre.

Lxs hastiadxs de macriteatro

Comuner@s en la orilla: Textos para el pensamiento crítico // Resumen Latinoamericano

Comuner@s en la orilla: Textos para el pensamiento crítico

Nuevo espacio dentro del portal Resumen Latinaomericano

¿Dónde comienza la tierra? ¿Dónde el mar? Dicho de otro –y rescatando el interrogante esbozado alguna vez por Juan José Saer–: ¿cómo precisar los límites? ¿Donde empieza la costa? ¿Dónde termina?

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La comuna es el nombre de un proyecto que pretende la reconquista o la conquista de la humanidad por parte de los hombres y las mujeres que fueron despojados del conjunto de sus relaciones sociales. Un proyecto que no consiste en implementar un modelo concreto y prefabricado de sociedad (más allá de que existan a lo largo de la historia miles de experiencias inspiradoras) sino en asumir el movimiento social orientado a la propiedad común, la cooperación y la solidaridad.

La comuna remite a un conjunto de territorialidades y praxis. Es tanto organización política como relación social basadas en la autonomía, entendida como autogestión, autogobierno (ejercicio directo del poder por parte del pueblo trabajador), contracultura y autodefensa de ese proyecto. La comuna implica entonces la propiedad social (o colectiva) de los medios de producción, el desarrollo de redes societarias poscapitalistas basadas en la cooperación y en la solidaridad, y formas políticas del tipo “mandar obedeciendo” o el “dirigir sirviendo”.

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Behemonth y Leviatán, las bestias que habitaron la tierra y el mar.

Behemonth: duros huesos como hierro forjado. Según el mito bíblico (Job, 40), el vertebrado fue creado por Dios como “tirano de sus compañeros”.

Leviatán: cogote lleno de fuerza ante el cual brota el miedo. “Mirada que derriba y desafía”, siguiendo con los relatos bíblicos (Job, 41).

Behemonth: símbolo de la anarquía y la revolución, gestados en el denominado “viejo mundo” por el sectarismo y el fanatismo religiosos, según la tradición (de la filosofía política).

Leviatán: símbolo del poder del Estado, único correctivo político posible frente a la bestia terrestre.

Tierra y mar, Behemonth y Leviatán, o el eterno retorno de las preguntas por las posibilidades de gestar un nuevo pacto, no sostenido por el miedo y la sumisión.

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La comuna, decimos, se relaciona por un lado con la planificación participativa: rompe con las lógicas reproductivas del capital y promueve el desarrollo de las lógicas reproductivas del trabajo y la naturaleza basadas en la autosustentabilidad; la superación de la división del trabajo, de la escisión entre campo y ciudad, de la explotación y la alienación. ¿Cuál es entonces el principal valor estratégico de la comuna de cara la construcción del socialismo? La comuna es un espacio donde los productos, los intercambios y la participación en la renta social tienen lugar en condiciones que se determinan democráticamente. Por eso pensamos que la comuna es un espacio que hace posible trascender simultáneamente la propiedad privada, el trabajo asalariado y el Estado burgués. Eso, decíamos, por un lado.

Por otro lado, la comuna se relaciona con la independencia popular respecto de los poderes constituidos. Se corresponde con una tecnología social deliberativa alternativa al orden burgués donde priman las formas de la democracia directa, con el desarrollo de los medios de comunicación populares y alternativos y, claro está, con una ética socialista. La comuna también remite al desarrollo de la fuerza del pueblo trabajador por fuera de la institucionalidad burguesa.

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Nunca se sabe, de antemano, lo que puede un libro (o un texto circulando en la web).

“Una buena conversación acontece cuando la tertulia de una efímera comunidad de afectos esculpe una huella poética en lo hablado, produciendo la vaporosa alegría de lo que se comparte”, escribieron alguna vez los “compañeros de ruta” de la revista El río sin orillas.

Si es cierto entonces que cada revolución lleva en sus entrañas indicios contrarevolucionarios que es preciso conjurar, si cada proceso revolucionario acontece con embriones de conspiraciones monstruosas que amenazan devorarse a sus propios hijos, entonces, es preciso no enamorarse tan ligeramente de las imágenes y conceptos que podemos sostener en un momento determinado. O sí, pero sólo a riesgo de saber que el fuego lo devora todo, incluso a sus propio propagadores y extinguidores. ¿Y entonces?

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La comuna, en su definición más clásica, supone la reabsorción en el seno de la sociedad civil popular de las funciones que aparecen separadas y concentradas en el Estado. La comuna es el fantasma del pueblo autónomo y autogobernado.

La comuna también es la vivencia de una comunión trascendental, de una “experiencia religiosa profunda”, que, como bien saben los teólogos más lúcidos, sólo puede tener lugar por fuera del dominio de un demiurgo creador, llámese Dios o Estado. La comuna es el ambiente concreto que hace posible el despliegue de las cualidades humanas. La comuna hace posible el arraigo social profundo de una revolución. La comuna es el locus donde la burguesía no puede fabricar sujetos.

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¿Y entonces? ¿Qué hacer si el fuego se lo devora todo?

No hacer de la tierra o el mar, en principio, una ontología. Saber alisar la tierra así como la tierra supo estriar el mar. Situarnos en la orilla (del río, del mar, de la existencia, lo mismo da) y correr los límites hacia uno y otro lado; asumir que la orilla gesta a los orilleros como guerreros no formateados en la lógica oficial de los soldados, pero sabiendo que el peligro siempre se mantiene latente. Situarnos en la orilla asumiendo los propios límites que se corren como línea trazada sobre la arena.

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Entendemos que la praxis comunal es la única que puede llegar a rebasar sus propias premisas, porque tiene la aptitud de desplegarse y colmar los espacios de participación establecidos, pero sobre todo porque es la única con capacidad de crear nuevos espacios de decisión y nuevos espacios de poder político. La comuna puede ser entonces la mejor medida del avance revolucionario, la que haga la revolución; hacerla permanente, como corresponde al sentido más recóndito del poder popular que, como sabemos, es básicamente un poder constituyente. La comuna, asimismo, se presenta como el mejor remedio contra el reformismo.

De esta manera, el poder comunal/poder popular no sólo debería asociarse a las tareas “defensivas”; a lo que, en una jerga militar, pero sobre todo gramsciana, podemos denominar la guerra de posiciones. También corresponde reconocerle al poder comunal/poder popular su capacidad para el contraataque, su capacidad para avanzar sobre territorio firme y generar su propia dinámica. La orientación general de una política popular sigue siendo la defensa estratégica y la ofensiva táctica.

En síntesis: según la entendemos, la comuna conjuga economía y política, como espacio de auto-liberación económica y política de los productores; como espacio de auto-conducción de masas que transforma las subjetividades, elimina la competencia, desarticula a la burocracia, favorece la solidaridad, orienta la espontaneidad, materializa el futuro promoviendo la superación de la división del trabajo capitalista.

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Comuneros en la orilla, orilleros en la comuna.

¿Pero no enlaza también, el concepto de orilleros, con una tradición no susceptible de ser apropiada por el ejercicio crítico del legado? ¿No fueron orilleros, también, los partidarios de Don Cornelio Saveedra que se insubordinaron mediante un golpe para desplazar a Mariano Moreno y al ala radical del incipiente proceso revolucionario por la primera independencia? ¿No fueron orilleros los compadritos borgeanos que tanto disfrutamos al leer en esos cuentos, pero que hoy enlazan con la matriz machista y patriarcal que brota en acciones homicidas, en una época signada por el protagonismo de las mujeres y el crecimiento de las luchas por la diversidad disidente?

Es probable.

¿Entonces?

Entonces seguramente el nombre que da nacimiento a este nuevo espacio del pensamiento crítico sea susceptible de verse corrido por los margenes –a veces amplios, otras veces estrechos– de la propia historia.

Carlos Aznárez, Mariano Pacheco, Miguel Mazzeo.

Mientras el grito se desangra en la frontera // Lucía Naser

“Mientras el grito se desangra en la frontera”: Así decía el sticker que me pegaron en la frente ayer durante una práctica dadaísta en un centro cultural de Maldonado donde fuimos a sacudirnos la tristeza escuchando poesía triste. Mientras el grito se desangra en la frontera, como si me estuvieran leyendo la mente, o como si finalmente alguien hubiera resumido en una frase e impreso los pensamientos que no paran de ocuparme el pensamiento.

Sin haber terminado de encontrar a los desaparecidos de la ola anterior, los golpes reaparecieron en el continente: Paraguay, Honduras, Venezuela. Sin embargo no sé si por la cercanía nacional o la subjetiva nunca viví un golpe de estado tan de cerca como ahora; un golpe como esos de los que me contaron, como la que cuentan los viejos del 68 con los que justo en estos meses estuvimos hablando ya que venimos pensando que ese pasado no está tan lejos. Y como para darnos la razón exageradamente, la realidad de los últimos días dice más bien que está cerquísima.

Mientras tanto la vida intenta seguir. Al fin de cuentas nos toca de cerca, pero no tan de cerca, dicen. ¿Me pregunto cuánto es cerca? Si viviera en Rocha por ejemplo ¿sí estaría cerca? ¿Si hubiera nacido allá? ¿Si el mercosur fuera una integración política real sería cerca? ¿Otra constitución significa lejos? ¿Del otro lado de la frontera significa “los otros”?

Voy a reuniones, doy clase, hago la actividad. Pero resulta difícil pensar en algo que no sean lxs amigxs en lucha en brasil, las que me escribieron camino a San Bernardo, las que están confundidas, los que tuitean indignación o las que se refugian en el sarcasmo. Pensar en Uruguay se llama el curso que estoy tomando pero hoy se transforma en Pensar en Brasil desde Uruguay. Un Brasil que le suelta la correa a la democracia y la ve alejarse mientras comunicados de generales y de poderes judiciales tomados por intereses económicos y poderes. Un Brasil donde la historia entre estado y territorio nos hacen confrontarnos con muchos brasiles, con muchos tipos de “ciudadanos”; injusticias que el PT no logró resolver del todo. Injusticias que podríamos decir son inherentes a este estado nación.

El clima es de tensión. Hasta el anochecer del sábado no sabíamos cuál era el próximo cuadro de esta historieta. ¿La entrega de Lula o la sublevación de él apoyada por pueblo? ¿La entrega como derrota o como impasse para organizar la rebelión? Es difícil saberlo y salir del estado de ánimo de final de fútbol; sintonizo todas las transmisiones en vivo, paseo en las redes, espero la definición hinchando hacia mis adentros con que brasil se enfrente a Temer, al general del Ejército de Brasil Luiz Gonzaga Schroeder Lessa, a Moro y la banda cívicomilitar que quiere orden y retroceso. Hay que nombrarlos y hacerlos pagar. Y luego borrarlos de la historia.

Me encuentro impotente y cínica portando este deseo de rebelión al que no puedo ponerle el cuerpo. Mientras tanto no paran de llegar imágenes de las manifestaciones, de la barrera humana que primero cuida a Lula que se niega a ceder. La misma barrera humana que luego le impide ceder, le impide entregarse. Mucho más potente que de la justicia oficial y criminal, más audible que la estrategia partidaria, que la táctica de la defensa, incluso que las palabras de su propio líder que ya no importa lo que dice porque importa mucho más todo lo que ha hecho. ¿Cuánto hace que un acontecimiento político no es tan definido por la acción de los cuerpos en multitud? ¿Cuándo empezó esto? ¿Con el impeachment en 2015? ¿Con las manifestaciones de 2013? ¿Dónde termina el cuerpo de Lula y donde empieza el de la gente en la imagen que circuló tanto en estos días con él siendo elevado por todas esas manos? ¿Cuánto hace que el principio de soberanía nacional no es disputado en un cuerpo a cuerpo? Un cuerpo a cuerpo que por otra parte define tantas vidas todos los días en la periferia, en favelas y barrios, como en el que acribillaron a Marielle Franco. Como bien lo sabía Marielle.

La presencia de los cuerpos anónimos en una ciudad que dice poco para la prensa internacional y mucho para la historia de lucha obrera brasilera: São Bernardo do Campo. El ABC paulista, el margen del centro. Santo André, São Bernardo do Campo, São Caetano do Sul: por favor rodeen todos con sus alas truchas a este político sin vocación de mártir, a este pueblo necesitado de un líder que no es más que la incorporación en una forma humana de algunos objetivos, algunos sueños, un par de orientaciones ideológicas, la generosidad de una vida entregada a la causa, el ejercicio imperfecto de un gobierno intentando, intentando, errando, intentando. Cediendo quizás demasiado pronto a aliarse con el poder. Tengo mis enojos con Lula, Dilma y el PT. Enojos que me han hecho alejarme pero que no me ciegan. Un gobierno imperfecto con un líder real, o tan real como lo imagine la gente.

Y ahí están Dilma y Lula, paraditos en ese estrado, creando junto a miles una puesta en escena que es sin embargo de los episodios políticos más impactantes de los últimos tiempos. Hace poco los brasileros decían “luche como un argentino”. Hoy esta multitud contagia fuerza y danas de seguirlos. Lula y Dilma son testimonio vivo de que el largo de las historias de vida se superponen a los ciclos políticos de nuestro continente, que no ha dejado de tener un cóndor sobrevolandole el terreno. Imagino y no puedo imaginar como será haber vivido los 70 y después los 80 y los 90 y los 2000. Haber vivido. Aprendizaje histórico es nuestra principal arma y hay que operar con ella en la oscuridad. El aprendizaje no logra sin embargo prever el regreso de la ofensiva neoliberal, el reempoderamiento de los milicos. Pedimos más seguridad y la vamos a tener: doctrina de máxima seguridad para todxs los ciudadanxs, con x, si porque en la primera fila están las mujeres. Fica experta.

Concluyo precariamente lo que vengo pensando hace mucho: no hemos sido lo suficientemente radicales. Pero no es hora de “te lo dije” o de “hace rato que lo sé”.

Si es hora de invitar a radicalizarnos juntxs, y más allá de las posiciones que cada une decidió o pudo ocupar en este tiempo de contradicciones.

Tenemos mucho más que las promesas no cumplidas. Ahora solo podemos pensar poca cosa. Por ejemplo: que cuando volvamos al poder hay que comportarnos como los comunistas que viven en la imaginación de ellos; esos que llegan para expropiar todo y meter a todos los canallas presos, esos que cuando logren salir de esta van a acabar con el ejército y cobrarsela bien cobrada. Una cita del Comité Invisible dice que los revolucionarios somos unos cornudos y es cierto. Pero golpearnos la cabeza por lo que no hicimos no va a dar certo. Por lo menos no ahora. Es un instante de peligro. Esos en los que dice Benjamin que la historia relampaguea.

“Doy el primer paso al camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la historia.» eso escribió Getúlio Vargas, un 24 de agosto de 1954 justo antes de suicidarse. 8Pm del sábado, Alexandre Santini tuitea “Lula conseguiu vivo o que Getúlio morreu pra fazer. Agora é com cada um de nós.”

¿Donde termina ese “nos”? Sospecho que no en la frontera. Vimos hace poco una película argentina llamada Kollontai, apuntes de resistencia que a través de la historia del PVP de Uruguay relataba las temporalidades del arribo de las dictaduras fascistas en la región. Pienso entonces en cómo la consolidación del fascismo fue confusa, progresiva, despareja; en cómo se dio a través de dispositivos diferentes en cada país pero no obstante avanzando y actuando como bloque. En el comunicado por la tele Maduro dice que recordemos que en la ola anterior, Brasil fue el primero de los golpes. Y que “Cuanto más oscura parece la noche más cerca está la madrugada”. El socialismo consiste en un optimismo indeclinable conviviendo con una mirada hipercrítica sobre el presente.

El pueblo está en la calle cuando es la hora de los hornos. Y especulaciones y rumores aparte, Lula no quiso salir del país pero sí quiso salir del cerco humano de fieles guerreros dispuestos a hacer del “sobre nuestro cadáver” un acto carnal de guerra. Algo me hace pensar en Antonio Conselheiro. O todo. Dice Arendt que no se puede gobernar sobre los muertos (Belo Monte no dice lo mismo). Y el pueblo está ahí, es claro el sujeto cuando la noche política se cierne.

Popular es ahí donde está el saqueo, escribí hace poco en el margen de un cuaderno. Pero me hartan las definiciones conceptuales. La política es fenomenología de los conceptos. Palabras como partido, pueblo, trabajadores, lucha cobran sentido cuando están ahí siendo. La política es fenomenología de los conceptos y eso no le gusta a los politólogos que quieren horas extras y congresos con sanguchitos para seguir pensando sobre las definiciones, las predicciones y los contextos. El significante flota y Lula es el punto nodal transportado en las manos del pueblo. No estamos ante palabras que actúan sino ante actos que dicen. Despertar o muerte sustituye al clásico orden y progreso en los memes. Y últimamente yo sólo pienso en masa.

Esta es la dictadura como nos la contaron. ¿Qué sentirán nuestros padres de estar perdiendo la exclusividad del relato represivo? Ya no somos la generación de la recuperación democrática sino la que quizás va a protagonizar su pérdida. El Cóndor no espera ni un ciclo biológico de vida para volver al acecho. Y nosotros se lo hacemos fácil. Mi generación creció preguntándose si veriamos una dictadura en serio. Esa pregunta parece estar resolviéndose. Y la respuesta nos llena de preguntas. Y de cosas para hacer.

Nos enseñaron a pensarlo mejor, a cuestionarnos sobre la idea de la revolución, a despreciar al populismo; nos dieron miedo de no tener miedo y así preferimos regímenes progresistas pero “en una buena” a cambios de fondo que dieran vuelta la realidad o al menos le hicieran un par de agujeros. “Cuanto más me atacan mas crece mi relación con el pueblo…”. Eso dice Lula en su discurso antes de entregarse. No sé bien que me pasa pero últimamente ando recontra populista. Me desconozco emocionada en mi pensamiento por lo que dice la multitud en movimiento.

¿Cómo se percibe si llegó o no el tiempo para la rebelión? ¿Cómo se siente una dictadura? ¿Cuáles son signos de la llegada de una revolución? La lucha habla por sí misma. Y quizás lo que habla no es un sujeto sino un sujeto-en-acción, un siendo-en-común propulsado por la necesidad. Y quizás no es tan confuso, y no estamos volviéndonos locxs, y no es «lucha contra la corrupción». El nombre para lo que sucede en Brasil puede elegirlo cada unx. Lo que queda claro es que son momentos de no esperar nada de nuestros gobiernos y de tender redes de solidaridad cruza-fronteras entre personas y colectivos, sea para resistir, sea para denunciar, sea para subvertir; las vamos a necesitar. Las estamos necesitando.

Y entonces vienen las imágenes. Pensar Brasil es pensarme un poco. Pensarme en los foros sociales de Porto Alegre, chuponeando con cualquiera y traduciendo conferencias (una hace lo que no sabe cuando se necesita), en la política como erotismo y viceversa, recordarme cursando esa maestría en pleno 2006 y yendo de la UFBA a la favela. Pienso en alto de itapoá y la Rúa de los operarios, en Mutaçoes y los camiones de fruta y verdura (muchas veces podrida) que literalmente vaciaban haciendo pequeñas montañas que se clasificaban y repartían por las casas. En militares del ejército brasilero parados en la puerta de la habitación donde vivía en el Nordeste de Amaralina desde las 4am y sin permitir a nadie salir del barrio sin documentos, en escuchar los tiros sonando desde Boca do Río. Ver Brasil desde Michigan y hasta hacer una tesis sobre eso; el fútbol y el maracanazo; el portugués que se habla en Tacuarembó, Lula en el Palacio Peñarol, los viajes de egresados a Camboriú, Gilberto Gil cantando No woman no cry en Avenida Libertador, gauchos de Río Grande tomando mate, el Imperio de Brasil de Pedro primero y segundo que nos enseñan en el liceo, el turismo de uruguayos en Brasil y últimamente los turistas brasileros en Uruguay. El ir y venir del puesto de todo por un real a la beca de

FAPESB comiendo rico con mis amigxs artistas, sintiendo culpa de clase, yendo en bici a servir tragos en la Casa da Bossa y llegar y soltar el miedo – y un poco la identidad – en la seguridad autoorganizada de la favela. Pienso en los amigos que se volvieron locos. En el violento encuadre policial en la plaza de la república (SP) que viví con un grupo de amigues la última vez que fui a bailar a Sao Paulo hace un par de meses, las vacaciones en floripa, las cachaças en Belo Horizonte, giras y congresos donde aprendí mucho más de la calle que de las giras, los congresos. Las olas en vilas do atlantico, Iemanjá en la Playa Ramírez, ticholos en el centro de Montevideo, Río Branco y Jaguarão, desfile de escolas de samba por la Avenida 18 de julio. En esa foto con Mujica, en las marchas llorando en brasilero, en Curitiba y su violencia, en Marielle, Mari, Nadia, todxs los militantes muertos y torturadas, en la prédica viral del ejemplo violento, en Os Sertoes y en la ginga, en mundo afro, en maes de santo, en el Movimiento de los Sin Tierra, de los sin techo, en las asociaciones de moradores de rúa, en La candelaria.

Vámonos a vivir a las calles. El poder le tiene miedo al pueblo. Al populismo. Al pueblulismo. Popular es donde está el saqueo y en el momento del despojo el pueblo no tiene duda porque está en otra cosa. Está en actuar. Actúa. Actos desmesurados e individuos que incitan colectivos pasan por las redes, la tele y el cuerpo. Pensar en uruguay con remera de los beatles, coca con fernet, medias de Queen Elizabeth y un apellido siriolibanés.

No nos estamos volviendo locxs. Nos están ganando y nos necesitamos.

¿Cómo nos organiza la urgencia? ¿Cómo organizarnos en la diferencia?

Lucía Naser

*Tomado del libro Ballena de Papel. Editorial Civiles iletrados.

Lula, nosotros y el problema de la corrupción // Diego Sztulwark

¡Ojalá estuviéramos en condiciones de crear medios alternativos! Ya llegaremos, creo. Pero hay que entender que estamos en Brasil y no en Europa. ¡Es otro universo, otra formación política, otra experiencia de lucha! Pero creo que llegaremos a esa situación, porque es la única manera de liberarnos de la dependencia de los medios oficiales.

Ignacio Lula da Silva, 1982

La Perestroika del capital

La corrupción es un fenómeno de perversión o devaluación que, referido a la vida pública, se convierte en un problema ético y político de primer orden. La historia reciente de utilización del discurso anticorrupción, por parte de quienes regulan los mecanismos de acumulación y control social, remite al menemismo. A la salida de la guerra fría, las elites empresariales, políticas y religiosas definieron, junto con el aparato de comunicación, la conveniencia de dirimir sus disputas intestinas al interior de un espacio discursivo que no cuestionase las líneas fundamentales del sistema socioeconómico triunfante. El discurso anticorrupción obró como un blindaje y sustituyó al de la lucha de clases, dentro de un contexto en el que la amenaza golpista por parte del viejo partido militar comenzaba a agotarse. El código penal y los valores morales se convirtieron en el fundamento último de lo político, aniquilando toda realidad sustancial para la práctica democrática. Como si Maquiavelo no hubiera enseñado nada sobre la realidad extra-moral de la política. Desde entonces, la rotación del personal político se zanja por medio de acusaciones con o sin pruebas de delitos y desfalcos. Lo vemos hoy en Brasil, Ecuador, en Perú y en Argentina. Así de sencillo. Los gobiernos llamados progresistas, casi todos ellos surgidos como efectos del ciclo de las luchas sociales dadas entre 1996 y 2003, están siendo barridos del mapa por medio de este procedimiento, inicialmente diseñado para resolver las cuitas internas de los que mandan.

Robo para la corona

Se hace evidente, por lo tanto, la necesidad de contar con un pensamiento político crítico de aquel centrado en la denuncia de la corrupción. En un primer repaso mínimo y aéreo de algunas cosas que ya se han dicho y escrito sobre el tema se podrían considerar los siguientes puntos de partida:

1. Corrupción de la democracia: luego de la crisis provocada por la deuda en la década de 1980 y hasta la crisis de fines de la de 1990, las elites locales pactan con los acreedores globales un modo de captación de plusvalía colectiva a través del Estado: privatizaciones, festival de bonos, etc. Estos son mecanismos de transferencia de recursos públicos hacia los grandes grupos económicos y los organismos de crédito internacionales. Durante esos años, la corrupción es un recurso de clase destinado a situar al Estado como un instrumento de explotación social y de compensación interna entre fracciones del propio bloque de las clases dominantes. Este proceso de despojo es realizado en plena democracia, mediante el secuestro de la representación popular. La corrupción se convierte así en un engranaje imprescindible de la malversación del proceso de la toma de decisiones en beneficio de los grandes capitales, y provoca la esterilización del potencial democrático del estado de derecho y del régimen parlamentario.

2. Corrupción de las formas comunitarias. Más allá de un enfoque puesto en los modos políticos, el neoliberalismo es una manera de corromper a las formas de vida comunitarias. El investigador Enzo Traverso se refiere de modo directo al neoliberalismo como una “antropología”. Se trata de un régimen de gestión de los procesos de individuación que bloquea y agrede a toda figura de potencia colectiva que no sea funcional al héroe empresarial. Como lo explica la antropóloga Rita Segato (y la cuestión que no cesa de plantearse en el movimiento del 8M), la violenta penetración de esta subjetivación neoliberal sólo se podrá revertir a condición de que los cuerpos políticos –instituciones, gobiernos, Estados– devuelvan fueros comunitarios a las poblaciones.

Guerra contra la democracia

El discurso contra la corrupción y a favor de una república del capital se plantea como una guerra contra la democracia (incluso contra la república que, en un sentido clásico, es un esfuerzo indisoluble por liquidar el poder del partido de los ricos por sobre la cosa pública), y sus principales dispositivos son, según un breve texto de Hardt y Negri – Declaración–, los procesos de mediatización de la percepción, de representación de lo político, de securitización de la vida, y de endeudamiento o de subordinación de la cooperación social por la vía de las finanzas. El fundamento que coordina estos cuatro dispositivos de producción de un individuo desprovisto de lazos sociales es la propiedad privada. Sin la crítica a fondo de esta compleja maquinaria es imposible comprender cómo se constituyen los fenómenos de crueldad propios de la sociedad neoliberal, ni la importancia estratégica que adopta el discurso anticorrupción como modo de deslegitimar toda figura de lo colectivo que se constituya a partir de principios diferentes y contrarios a los del neoliberalismo.

¡Destruir a Lula!

Destruir a Lula es destruir el esfuerzo pionero y sistemático de crear una nueva izquierda fundada en los movimientos sociales (https://lobosuelto.com/?p=19295), a partir de la caída del socialismo soviético. Comunidades eclesiales de base, movimientos de campesinos sin tierra, el poderoso sindicalismo de los metalúrgicos, los intelectuales que habían resistido a la dictadura: el PT se conforma como expresión política no stalinista y de masas, capaz de convocar e inspirar a las luchas sociales del continente, y lo hace bajo el poderoso liderazgo de un hombre nacido en la pobreza del Nordeste, él mismo obrero metalúrgico y dirigente sindical. Es cierto que Lula y el PT se alejaron bastante de este esfuerzo cuando, una vez en el gobierno, se esmeraron en transformar la novedad de esta izquierda en una actitud amistosa (muy celebrada) en los foros tipo Davos. Por otro lado, el PT sufrió durante estos largos años numerosas críticas y desprendimientos por izquierda. De hecho, los gobiernos del PT implementaron políticas neoliberales y reprimieron, de modo absolutamente imperdonable, los movimientos que se pronunciaron, en 2013, por la gratuidad del transporte y otras demandas. Es imprescindible conocer a fondo los límites del PT sobre estas cuestiones esenciales, para lo cual puede consultarse el diálogo reciente de Toni Negri con cuadros importantes del partido (https://lobosuelto.com/?p=19305). A pesar de todo esto y debido al papel histórico que cumplieron tanto a nivel nacional como continental, Lula y el PT siguieron siendo un obstáculo para la burguesía más potente del continente. Destruir a Lula, en este momento histórico preciso, es liquidar toda articulación democrática posible entre instituciones y movimientos populares.

El crimen perfecto

El régimen neoliberal –el del capital desbocado y el de sus operadores– se siente capaz de un improbable crimen perfecto; está demasiado confiado en la inactividad de un suelo plebeyo que actúa por debajo y más allá de los partidos y gobiernos. Pero quizás todo pueda verse de modo invertido si se parte del movimiento de los sin tierra, los sin techo, los habitantes de las periferias, los movimientos de mujeres, esa revolución molecular en marcha contra la que se alían liberales y conservadores, poniendo en crisis el espacio político democrático en el que hasta aquí se dirimían los conflictos. Como acaba de escribr la psicoanalista Suely Rolnik, nuevas estrategias de resistencias surgirán de la mezcla de estos componentes explosivos (https://outraspalavras.net/brasil/666381/ ).

#LulaLivre

O seriado do golpe em três temporadas // Suely Rolnik

Em sua nova dobra, financeirizada e neoliberal, os golpes do capitalismo incidem na própria vida, sua potência de ação criadora. Mas em face disso, irrompe outra modalidade de resistência

Um ensaio de Suely Rolnik* | Imagem: George GroszEclipse, 1926 (detalhe)

[Título original: A nova modalidade de golpe de Estado: um seriado em três temporadas]

Uma paisagem sinistra instaurou-se no planeta com a tomada de poder mundial pelo regime capitalista em sua nova dobra – financeirizada e neoliberal –, poder que leva seu projeto colonial às últimas consequências, sua realização globalitária. Junto com este fenômeno, um outro, simultâneo, também contribui para o ar tóxico da presente paisagem: a ascensão ao poder de forças conservadoras por toda parte, cujo teor de violência e barbárie nos lembra, para ficarmos apenas no século XX, os anos 1930 que antecederam a segunda guerra mundial e os anos mais recentes de regimes ditatoriais, os quais foram se dissolvendo ao longo dos anos 1980 (é o caso, por exemplo, dos regimes militares da América do Sul e o governo totalitário da União Soviética). Como se tais forças jamais tivessem desparecido de fato, mas apenas feito um recuo estratégico temporário à espreita de condições favoráveis para sua volta triunfal.

Neoliberais e “neo”(?)conservadores unidos! Como assim?

À primeira vista, a simultaneidade entre estes dois fenômenos nos parece paradoxal: são sintomas de forças reativas radicalmente distintos, assim como são distintos seus tempos históricos. Além das diferenças mais óbvias que consistem no transnacionalismo de umas e no nacionalismo das outras, o alto grau de complexidade, flexibilidade, sofisticação e refinamento perverso, próprio do modo de existência neoliberal e suas estratégias de poder está a anos luz do arcaísmo tacanho e da rigidez das forças abrutalhadas deste neoconservadorismo – cujo prefixo “neo” só faz sentido porque articula-se com condições históricas distintas das anteriores. Se o convívio entre estes dois regimes de poder turva nossa compreensão, passada a perplexidade inicial, vai se tornando evidente que o capitalismo financeirizado precisa destas subjetividades rudes temporariamente no poder. São como seus capangas que se incumbirão do trabalho sujo imprescindível para a instalação de um Estado neoliberal: destruir todas as conquistas democráticas e republicanas, dissolver seu imaginário e erradicar da cena seus protagonistas – entre os quais, prioritariamente, as esquerdas em todos os seus matizes.

 

Uma coincidência de interesses de neoconservadores e neoliberais em relação a este objetivo específico permite sua aliança temporária. A torpe subjetividade destes (neo)conservadores é arraigadamente classista e racista, para não dizer colonial e escravocrata, o que os leva a querer cumprir este papel, sem qualquer barreira ética e numa velocidade vertiginosa. Quando nem bem nos damos conta de uma de suas tacadas, uma outra já está em vias de acontecer, geralmente decidida pelo congresso na calada da noite. Além disso, colabora para seu interesse nesta tarefa o fato desta ser muito bem remunerada pelo poder executivo. Este lhes oferece em troca avultosas somas de dinheiro para realizar projetos absurdos em suas regiões de origem e, com isso, ampliar seu apoio local. Instaura-se um campo de negociação entre Congresso e Executivo, no qual os deputados, em posição vantajosa, podem chantagear à vontade, exigindo mais e mais dinheiro para cumprir sua função de capangas. O exercício desta missão lhes proporciona um gozo narcísico perverso, a tal ponto inescrupuloso, que chega a ser obsceno. A esse gozo acrescenta-se a patética exposição de sua vaidade por terem de volta o poder em suas mãos, o que alimenta sua autoimagem de machos valentões que eles exibem como se trouxessem na lapela arcaicos e ridículos brasões. Mal sabem eles que com seu trabalho sujo, prepara-se o terreno para o livre fluxo do capital transnacional, cujos líderes, globais e locais, são os verdadeiros senhores do poder e que os eliminarão de cena tão logo se tornem desnecessários. É neste cenário que se dá o novo tipo de golpe, criado pela atual versão do capitalismo: um seriado que se desenrola em três temporadas.

Embora o roteiro do seriado que será aqui apresentado se baseie em sua versão brasileira, este é muito semelhante em suas versões na maioria dos países da América Latina (tendo sido a primeira no Paraguai em 2012). Ele traz igualmente elementos para abordá-lo em suas demais versões no resto do planeta, como na Espanha, na Polônia, na Hungria, na Áustria e na Rússia. Com variações de nuances para adaptar-se aos diferentes contextos, a estratégia do novo tipo de golpe de Estado tende a ser a mesma.

Roteiro do seriado

Na primeira temporada (que no Brasil tem início em 2005 com o “Mensalão”), se estabelece uma aliança entre, de um lado, os poderes Legislativo, Judiciário e Policial e, de outro, o empresariado nacional – mais direta a ativamente os grupos que detém o poder da mídia. A política e o direito encontram-se plenamente integrados (o que, aliás, não é novo no Brasil). Os juízes envolvidos na operação do golpe manipulam despudoradamente as regras constitucionais existentes – ou até as mudam se necessário –, em favor dos interesses políticos no poder, os quais eles não só compartilham, mas tem em sua defesa um papel central. São condenados à prisão acusados sem prova concreta (como é o caso de Lula), enquanto são considerados inocentes ou punidos com penas bem mais leves, acusados com base em provas escandalosas. Não há possibilidade alguma de prever as sentenças segundo as regras da justiça democrática, próprias de um Estado de direito; apenas consegue-se identificar os interesses políticos que as conduzem, e mesmo assim sem saber ao certo quais serão suas estratégias para justificá-las.

Eduardo Cunha cercado pelos juízes do STF e Janot: aliança contra um governo de esquerda

Sustentados por esta aliança e ocupando a maioria no Congresso Nacional, os capangas do capitalismo financeirizado dão o golpe que expulsa do governo seus líderes mais à esquerda. Usa-se para demonizá-los não só denúncias de corrupção não comprovada (é o caso de Lula), mas também sua suposta responsabilidade pela crise econômica do país, que na verdade é apenas um sintoma local da crise mundial (é o caso de Dilma). Mas o seriado do golpe não se encerra com a condenação de vários líderes do PT e do processo de destruição do imaginário democrático, culminando no episódio do impeachmentde Dilma (agosto de 2106). Uma vez concluído este primeiro trabalho sujo e já parcialmente destruído este imaginário, tem início sua segunda temporada. Embora outros elementos venham a ter o papel de réus ao longo do seriado do golpe, o personagem demonizado continuará paralelamente a ser protagonizado pelos líderes de esquerda – principalmente os do Partido dos Trabalhadores, tendo sempre Lula como foco privilegiado. Sua demonização atravessará todos os episódios até o final da segunda temporada do seriado, quando se consumará a farsa da condenação de Lula e sua consequente exclusão do processo eleitoral para presidência da República.

Segunda Temporada

Na segunda temporada do seriado do golpe, o foco será o indispensável desmonte da Constituição. Para prepará-lo micropoliticamente o script se concentrará em tornar bem mais aterrorizador o fantasma da crise econômica, assim como intensificar a desqualificação do imaginário progressista, já parcialmente conquistada na primeira temporada. O desmonte da constituição se dará por meio de um novo conjunto de trabalhos sujos a serem realizados pelos capangas. O primeiro será o bloqueio de gastos públicos: a Proposta de Emenda à Constituição, assim chamada a “PEC do fim do mundo”, promulgada em dezembro de 2016, congela os gastos públicos por vinte anos sob o argumento da crise econômica. Tal bloqueio incide nos subsídios para o desenvolvimento e nas verbas destinadas aos programas sociais, sobretudo à educação e à saúde. Além de desmontar leis promulgadas durante os governos petistas que ampliaram o acesso à educação e à saúde de qualidade para a maioria da população, o golpe desmontará igualmente a universidade pública, por meio de cortes de verbas de educação e pesquisa. O segundo trabalho sujo consistirá na indecente reforma laboral, que inclusive incidirá na educação ao atingir as universidades privadas (imediatamente após a promulgação da mudança de tais leis, várias destas universidades demitiram em massa seus professores, os substituindo por professores com salários miseráveis e sem direitos trabalhistas). O terceiro consistirá nas indecentes reformas do seguro social e da previdência e o quarto, na privatização dos bens e empresas estatais mais rentáveis, ou que serão tornadas rentáveis por meio de arranjos espúrios, de modo a ampliar a lista das privatizáveis cult. E quando os tais capatazes não conseguirem a maioria do Congresso para votar alguma ementa ou lei necessária a tal desmonte, condição para que o poder executivo possa efetivá-lo, entrarão rapidamente em cena as agências que detém as maiores bases mundiais de indicadores financeiros, as quais lideram a avaliação do mercado global de capitais e, portanto, a classificação de risco para os investimentos (como Standard & Poor’s e Moody’s Corporation). Sua operação consiste em rebaixar as notas da economia brasileira ou ameaçar fazê-lo, o que oferece poderosa munição para que as mudanças de políticas públicas que ainda sofrem alguma resistência no próprio Congresso sejam enfim votadas, sob ameaça de falência do país (é o que está em curso no Brasil em relação à previdência e que já ocorreu na Europa, com Portugal, Grécia, Irlanda e Espanha, que receberam o eloquente acrônimo: “PIGS”). E o Estado de direito irá tendo assim rapidamente destruídos os elementos de “res pública” ou de democracia social que o caracterizaram em sua arquitetura moderna (a qual, no Brasil, assim como em vários países do continente sul americano, começava apenas a instalar-se com os governos progressistas pós-ditaduras, justamente os alvos do novo golpe). O intuito é transformá-lo, no final do seriado, em Estado neoliberal, cuja função é estritamente focada naquilo que interessa ao capitalismo transnacional e seus cúmplices das elites locais: facilitar ao máximo a circulação de seus investimentos de modo a criar condições ideais para a multiplicação do capital investido e o mais velozmente possível.

Enquanto se desenrolam estas novas operações, os próprios capangas do capitalismo globalitário serão os próximos alvos das denúncias de corrupção, preparando-se o terreno para sua ejeção tão logo sua tarefa esteja concluída. Na última temporada do seriado do golpe, o novo regime jogará estes conservadores no lixo da história, sem o menor constrangimento. Esta é uma primeira diferença em relação aos golpes de Estado que se utilizaram do exército: embora estes tenham sido igualmente executados pelos conservadores (no caso, militares) e sob o comando dos poderes hegemônicos do capitalismo em sua dobra anterior (na época, principalmente em mãos dos Estados Unidos), naquele contexto o regime precisava de um Estado totalitário e, para isso, tinha que manter os conservadores no poder após o golpe e por um longo período.

Paralelamente, ainda nesta segunda temporada, enquanto se introduz na narrativa oficial as denúncias de corrupção contra os políticos capangas, o mesmo se faz com o empresariado nacional, incluindo os altos executivos. Poupa-se nesta operação os bancos, parcela do empresariado ligada ao capital financeirizado e que inclusive, neste mesmo momento, tem perdoada parcela significativa de suas dívidas com o governo. Visa-se sobretudo as grandes empreiteiras que, organizadas em cartéis, monopolizam a construção de obras públicas, não só no Brasil, mas também em países aliados dos recém depostos governos progressistas, sobretudo nos continentes latinoamericano e africano que constituem mercados promissores. A permanência em cena desta parcela do empresariado apenas interessa aos líderes do capitalismo globalitário enquanto precisem de sua cumplicidade não só para a destruição do imaginário de esquerda – e da defesa das leis democráticas que este sustenta –, mas também para trazer dados que, selecionados, respaldem e reforcem a ideia de que estamos diante de um eminente colapso econômico. Com este apoio, criam-se condições favoráveis para as privatizações e o extermínio de tais leis, principalmente as que concernem o trabalho. No que concerne o trabalho, no Brasil, isto não se limitará à sua precarização, mas chegará ao cúmulo de legalizar condições aviltantes até então consideradas pela Constituição como definidoras do trabalho escravo e passíveis de punição. Que se diga de passagem: a decisão de legalizá-lo confirma que tais condições persistem até hoje e não só nas zonas rurais; basta mencionar o tratamento dado aos imigrantes ilegais na indústria da moda. O objetivo de apressar-se a introduzir empresários e altos executivos como novos personagens vilões do seriado é preparar o terreno para tirá-los do comando, principalmente das obras públicas, assim que o direito às privatizações estiver instituído.

Com esta dupla ejeção – de políticos e empresários – e já tendo se instaurado no país uma grave crise institucional e econômica, acentuada pela paralisia das obras públicas resultante das prisões das figuras chaves do empresariado nacional que as comandavam, o terreno estará totalmente pronto para a chegada dos investimentos sem entraves do capital transnacional. Nesta segunda temporada do seriado, entre os dispositivos do golpe são particularmente importantes as cenas do ringue entre distintas máfias de políticos sórdidos, assim como entre eles e as máfias do elegante empresariado. “Premiados” por suas delações, eles se destroem mutuamente diante da sociedade que, noite após noite, assiste perplexa ao espetáculo grotesco da derrocada de ambos nas telas da TV. A esse espetáculo se tem acesso igualmente pelas redes sociais que se pode consultar a qualquer hora, assim como pelos jornais, que parte das classes médias e altas leem ao despertar. Com esta ampla e ininterrupta divulgação, a atenção de toda a sociedade passa a concentrar-se nas espantosas imagens e mensagens, escritas ou faladas, de negociações de falcatruas econômicas e políticas, clandestinamente captadas em telefonemas, e-mails e gravações, bem como em documentos entregues pelos delatores ou encontrados pela polícia nas devassas de seus escritórios e residências. É um verdadeiro show de psicopatia que chega a ser divertido pois nos lembra os mais hilários filmes B e seus canastrões. A triste diferença é que, neste caso, a narrativa ficcional baseia-se em dados da realidade. Se estes, por si só, provocariam uma total indignação, ao serem devidamente editados na construção da narrativa, cuja função é preparar o terreno para o golpe, eles tem o poder de gerar graves efeitos micropolíticos nas subjetividades: a propagação da insegurança e do medo de colapso.

Há realmente algo de novo no uso de narrativas ficcionais pelo poder?

É verdade que não constitui novidade o uso pelo capitalismo da manipulação pelo discurso, seja ele verbal ou imagético, por meio da construção de narrativas que demonizam o inimigo da hora, como estratégia micropolítica de poder para viabilizar e justificar seus projetos macropolíticos. Tal estratégia foi amplamente usada pelo regime desde sua fundação (basta citar a catequese, uma versão de narrativa ficcional, no modo palavras-de-Deus, único e universal), tendo se aprimorado com a advento dos meios de informação e comunicação de massa, no final do século XIX, que acompanhou a segunda revolução industrial. Neste contexto, além de ter sido um dispositivo central das estratégias de produção de subjetividade no século XX, foi amplamente usado pelo poder nos regimes totalitários, assim como na preparação dos golpes de Estado dos anos 1960 e 70. Porém o modo como atualiza-se este dispositivo de poder não é idêntico: aqui reside uma segunda diferença entre as duas versões do regime, industrial e financeirizada.

O avanço exponencial das tecnologias de informação e comunicação à distância a partir do final dos anos 1970, não só tornou seu uso micro e macropolítico mais sutil e poderoso, mas foi o que, em parte, viabilizou a própria conquista do poder globalitário pelo capitalismo, em sua nova dobra. As narrativas de propaganda realizadas pelo capitalismo industrial (igualmente arquitetadas e financiadas por uma aliança entre empresários e políticos) eram toscas, acessadas pelo rádio e pela televisão (cujo uso aumentou depois da segunda guerra mundial), assim como nos cinemas antes dos filmes. Já as novas tecnologias de comunicação permitiram um aprimoramento significativo deste dispositivo do poder: a sofisticação das linguagens e das técnicas de manipulação e publicidade (o que inclui uma profunda mudança da televisão), a multiplicação das mídias e o alcance mundial da divulgação das mensagens em tempo real. Se divulgar falsas informações tampouco é novidade e faz parte da composição das narrativas ficcionais impostas às subjetividades, no capitalismo financeirizado tal dispositivo se aprimora. Viabilizadas pelo desenvolvimento tecnológico de robôs que passam a agir na Internet, as chamadas fake-news não só viralizam, mas simulam sua legitimidade com infinitos likes instantaneamente produzidos por tais robôs, o que as faz parecer massivamente aceitas, intensificando e propagando sua ilusória credibilidade.

Tampouco são os mesmos nos dois contextos os focos privilegiados para produzir temor e insegurança e mobilizar a fúria conservadora. Nos anos 1950 e 60 do capitalismo industrial, o foco era o fantasma do comunismo propagado pela guerra fria: uma ameaça que encontrava respaldo na recente divulgação dos horrores totalitários do stalinismo, a qual trazia de volta à memória das massas os traumas provocados pelo nazismo e o fascismo, cujos efeitos ainda infectavam sua subjetividade. Projetava-se esse fantasma nos governos com tendências democratizantes (foi o caso de Jango, no Brasil), projeção cujos efeitos nas massas preparou o terreno para os golpes de Estado nos anos 1960 e 70. Entretanto, nos anos 1990, as experiências de governos com tendência à esquerda após o fim das ditaduras, mobilizaram ampla identificação nas camadas mais desfavorecidas da sociedade – sua grande maioria –, não sendo mais possível associá-los ao comunismo como um fantasma ameaçador, e menos ainda à sua versão totalitária, ao que se acrescenta o fim da URSS e a queda do muro de Berlim. É então esta identificação que a dobra financeirizada do capitalismo necessitará destruir. Para lográ-lo, elege-se a corrupção como foco para a demonização das esquerdas na narrativa a ser construída e midiatizada. Se a acusação de corrupção já foi e continua sendo amplamente usada pelo poder para eliminar seus inimigos, usá-la contra líderes de esquerda tem um adicional de eficácia: a destruição de sua imagem de honestidade e de uma sincera cumplicidade com a agenda social, uma das principais virtudes que lhes são atribuídas no imaginário dos que com eles se identificam, a qual os diferenciava dos demais políticos, que no país são tradicionalmente associados à corrupção. No caso específico de Lula, associá-lo à corrupção visa destruir igualmente a imagem de que sua origem de classe garantiria sua cumplicidade com as causas sociais. A ideia de que são todos “farinha do mesmo saco” faz com que à insegurança e ao medo, acrescente-se a decepção, gerando uma espécie de apatia por exaustão.

Mas o uso pelo regime colonial-capitalístico de estratégias micropolíticas para sustentar suas estratégias macropolíticas não se reduz à propaganda. Este é apenas um dos dispositivos de seu modus operandi micropolítico, o qual é muito mais amplo e complexo e, com desdobramentos e variações, é por ele praticado desde sua fundação no século XV. E tem mais: este é um dos elementos fundamentais de sua modalidade de poder.

Matriz micropolítica do poder colonial-capitalístico: o abuso da vida

A estratégia micropolítica do poder colonial-capitalístico consiste em investir na produção de um certa política de subjetivação, matriz do regime nesta esfera. Tal política tem como elemento fundamental o abuso da vida enquanto força de criação e transmutação, força na qual reside seu destino ético e a condição para sua continuidade. Isto inclui a potência vital em todas suas manifestações e não só nos humanos – sendo que nos humanos o abuso não se restringe à sua manifestação como força de trabalho, como se pensava no marxismo. O intuito do abuso é separar a subjetividade de sua potência vital, obstruindo seu acesso a tal potência e a destituindo assim de seu poder de escolha para conduzí-la, o que a torna dócil e submissa aos modos de existência necessários ao regime e à sua exploração.

No entanto, na nova dobra do regime, a intervenção nesta esfera refina-se e se intensifica. O abuso da força vital vai mais fundo: seu intuito não é mais simplesmente o de torná-la dócil e submissa, como o era no capitalismo industrial em suas primeira e segunda revoluções. Ao contrário, o intuito agora é estimular esta potência e acelerar e intensificar sua produtividade, mas a desviando de seu destino ético, para converter sua natureza de força de “criação” de novos modos de existência em resposta às demandas da vida, em força de “criatividade”, a ser investida na composição de novos cenários para a acumulação de capital (econômico, politico, cultural e narcísico). No lugar da criação do novo, o que se produz (criativamente e cada vez mais velozmente) são “novidades”, as quais multiplicam as oportunidades para os investimentos de capital e excitam a vontade de consumo. Embora tal vontade venha sendo mobilizada desde a dobra anterior do regime, ela encontra agora a seu dispor uma contínua explosão de novos produtos, cujas imagens – que lhe chegam como bombas por todos os lados, lançadas pelos meios de comunicação e informação –, alimentam sem cessar sua compulsiva voracidade. Ou seja, a potência vital passa a ser usada para a reprodução do status quo; apenas muda-se, criativamente, suas peças de lugar ou se faz variações sobre as mesmas.

Comemoração da vitória do impeachment na Câmara: golpe sem militares

Se o novo tipo de golpe de Estado não faz uso da força militar, não é apenas porque governos rígidos, totalitários e nacionalistas não lhe convêm. Além destas razões macropolíticas, há razões micropolíticas que funcionam segundo a mesma perspectiva: tampouco lhe convém a subjetividade rígida identitária própria de regimes autoritários que convinha ao capitalismo industrial. O regime capitalista anterior precisava de corpos dóceis que se mantivessem sedentários, cada um fixo em seu lugar, disciplinarmente organizados (como os operários na fábrica). Diferentemente disso, o capitalismo financeirizado necessita destas subjetividades flexíveis e “criativas” que se amoldem, tanto na produção quanto no consumo, aos novos cenários que o mercado não para de introduzir. Em outras palavras, o novo regime necessita produzir subjetividades que tenham a maleabilidade de circular por vários lugares e funções, acompanhando a velocidade dos deslocamentos contínuos e infinitesimais de capital e informação.

Esta é mais uma das razões pelas quais não interessa à nova dobra do capitalismo o uso da força militar em seus golpes de Estado; é com a força do desejo que os realiza micropoliticamente. Isto se faz por meio da corrupção do desejo, enquanto seus capatazes fazem o serviço bruto na esfera macropolítica. É por esta mesma razão que é também micropoliticamente que não interessa ao novo regime manter conservadores no poder após os golpes de Estado, e muito menos regimes ditatoriais e nacionalistas.

O surto conservador

Voltemos ao seriado do golpe. Mais para o final da segunda temporada, à manipulação das subjetividades acima descritas se acrescentará mais um dispositivo micropolítico de poder que incidirá mais direta e veementemente nesta esfera e em seu uso instrumental na esfera macropolítica. Para o cumprimento de tal tarefa, serão mais do que perfeitos os grosseiros capangas do neoliberalismo com sua mentalidade infame e sua ânsia de massacrar todos aqueles que não são seu espelho. É quando irrompe mais violentamente o surto conservador.

Apela-se mais fanaticamente ainda à moral igrejista, familialista e identitária que, embora presente desde o início no script do seriado, beira agora o delírio. Toma-se como alvo a cultura em seu sentido amplo: das práticas artísticas, educacionais, terapêuticas e religiosas (não cristãs) aos modos de existência que não se encaixam nas categorias machistas, heteronormativas, homofóbicas, transfóbicas, racistas, classistas e xenofóbicas. Com ampla divulgação pela mídia, certos tipos de práticas passam a ser associadas ao demônio, como o eram nos séculos da Inquisição as práticas de mulheres que foram pejorativamente chamadas de “bruxas”, qualificação que autorizava sua prisão, tortura e morte. (Isto, aliás, continuou acontecendo após a Inquisição – são mais de um milhão de mulheres assassinadas como bruxas desde então –, e continua se reproduzindo ainda hoje. Basta lembrar que é à figura da bruxa que se associou Judith Butler para atacá-la em sua recente visita ao Brasil. Chegou-se a queimar publicamente um boneco que a reproduzia em frente ao SESC, uma das instituições culturais mais respeitadas do país na qual se realizava o simpósio internacional que Butler ajudara a organizar). Tal dispositivo de manipulação das subjetividades preparará o terreno para efetuar mudanças nas leis vigentes nestes campos. Fiquemos em três exemplos, todos ocorridos no mesmo período (de meados ao final do segundo semestre de 2017).

É preciso converter Butler em bruxa -para ser legítimo massacrá-la

O primeiro é a arte: certas práticas artísticas – as que trazem à tona questões de gênero, de sexualidade e de religião –, passam a ser desqualificadas e criminalizadas. Nesta operação mata-se dois coelhos de uma cajadada só: demoniza-se as práticas ligadas a estas questões que não se enquadram em suas formas dominantes e, com isso, demoniza-se igualmente a dignidade ética da arte em seu exercício ativo da pulsão criadora, neutralizando assim sua potência micropolítica. Tal potência consiste em tornar sensíveis as demandas da vida ao ver-se sufocada nas formas vigentes de existência individual e coletiva, quando estas perderam seu sentido pelos efeitos que os encontros com a alteridade mutante do entorno produziram nos corpos. Materializadas em obras, estas demandas vitais teriam o poder de contágio dos públicos que a elas têm acesso, o que tenderia a mobilizar a força coletiva de transfiguração das formas da realidade e de transvaloração de seus valores. Atacar a arte é atacar a possiblidade de irrupção social de tal força, dificultando ainda mais seu acesso pelas subjetividades.

O segundo exemplo são os movimentos que performatizam mutações das subjetividades, especialmente nos âmbitos da sexualidade e das relações de gênero (movimentos feministas, LGBTQI, etc). A operação neste caso consiste em mobilizar a volta aos valores da heterossexualidade monogâmica da família nuclear patriarcal como forma absoluta de laço social e de erotismo (se é que faz sentido manter esta palavra neste caso). O objetivo é interromper a propagação do processo pulsional de criação de novos modos de existir nestes terrenos. Um processo que se desencadearia pela urgência da vida de recuperar sua potência em tais terrenos, em cujas formas dominantes encontra-se debilitada.

O terceiro exemplo diz respeito aos negros e indígenas que, em diferentes proporções em função dos circuitos do tráfico de escravos africanos, formam a maioria nas sociedades das ex-colônias. Se o comportamento dominante em relação a estas camadas da população sempre consistiu em sua humilhação e estigmatização – o que inclui suas tradições culturais e, principalmente, a perspectiva que as conduz, segundo a qual estas atualizam-se em novas formas em função do contexto –, agora tal comportamento se exibe publicamente com orgulho, sem o menor pudor. No Brasil, isto se manifesta do lado dos negros na destruição em série de terreiros de Candomblé: a associação ao demônio desta prática religiosa de origem afro legitima os agentes de seu messacre, os quais o divulgam ampla e abertamente, exibindo-se orgulhosamente nas redes de comunicação e informação. Do lado dos indígenas, o alvo são suas terras, às quais estão indissociável e visceralmente vinculadas suas tradições culturais (além do fato óbvio de promoverem seu sustento). Se a tomada das terras que desde sempre lhes pertenceram nunca parou de existir desde o início da colonização, a operação atual consiste na abolição das leis que haviam demarcado terras a eles destinadas, seja das que lhes pertencem desde sempre, ou daquelas para onde foram levados após as demarcações – leis cuja promulgação pela Constituição Cidadã, de 1988, havia sido fruto de uma árdua luta das décadas anteriores. Agora é com o apoio da lei que os empresários rurais expulsam os indígenas de suas terras. Na maioria dos casos, como sempre, mata-se primeiro seus líderes, preparando assim o momento da expulsão da comunidade inteira, momento em que, se necessário, apela-se para o genocídio.

Se no terceiro exemplo, o das tradições culturais africanas e indígenas, o objetivo destas operações que compõem o golpe é mais obviamente macropolítico (a expropriação dos terrenos do Candomblé e das terras indígenas, assim como o ataque aos movimentos negros e indígenas que vêm se fortalecendo), basta colocá-lo lado a lado com os outros dois exemplos de operações, simultaneamente em curso, para nos darmos conta de que há igualmente neste dispositivo um objetivo mais sutil, micropolítico, indispensável para a preparação da mudança de leis nos campos da educação, da saúde, do direito à posse de terras e da preservação ambiental.

No campo da saúde é neste mesmo momento que deputados federais desenterram um projeto de lei que visa incluir a homossexualidade entre as doenças a serem tratadas. Com o hilário lema da “cura gay” se pretende legalizar terapias (psicológicas ou religiosas) cuja função é transformar a orientação sexual de todos aqueles cujas práticas escapem das categorias dominantes de gênero e sexualidade. Lembrando que já na década de 1990, a Organização Mundial da Saúde (OMS) descartou qualquer projeto que associe a orientação sexual a doença, e que no Brasil o Conselho Federal de Psicologia proibiu esta associação em 1999 e o Conselho Federal de Medicina, há mais de 30 anos – é no mínimo surpreendente, para não dizer estarrecedor, que a questão tenha voltado à baila no Brasil em pleno ano de 2017, provocando uma acalorada polêmica. Mas é menos surpreendente o retorno deste fantasma se o situarmos no universo de operações micropolíticas do roteiro do golpe: desta perspectiva, o fato de que tal projeto de lei tenha sido descartado não impede seu impacto como dispositivo micropolítico de poder que incide na produção de subjetividade.

No campo da educação, durante as discussões no congresso em torno da nova Base Nacional Comum Curricular (BNCC) demoniza-se nos currículos escolares qualquer abordagem de temas como a política (o famoso lema: “Escola sem partido”), a identidade de gênero, a orientação sexual e as culturas africanas e indígenas. Aprovada em dezembro de 2017, na nova BNCC foram eliminados trechos que afirmavam a necessidade de um ensino sem preconceitos. Mais especificamente, foram excluídos mais de dez trechos que mencionavam as questões de gênero e sexualidade e eliminados da bibliografia textos que abordassem a mitologia dos orixás, com o argumento de que seu conteúdo seria demoníaco. Tais cortes do currículo escolar têm seu lastro nas operações micropolíticas mencionadas nos dois exemplos anteriores (LGBTQI e negros e indígenas) e participam da construção da mesma narrativa que agora tem nestas camadas da sociedade seu novo personagem vilão.

A mesma dimensão micropolítica das operações do poder neste campo está presente nos cortes de verbas de educação e pesquisa nas universidades públicas, acima mencionados. Se é fato que, historicamente, o acesso às universidades públicas no Brasil sempre foi privilégio das classes mais abastadas – o que só começou a mudar nos governos petistas –, o desmonte da própria universidade elitista denota que o golpe na educação não incide apenas na esfera macropolítica, na qual seu objetivo óbvio é eliminar o recém-conquistado acesso da grande maioria à educação. Seu objetivo micropolítico é enfraquecer o acesso à informação e à formação intelectual na sociedade brasileira como um todo, o que tem por efeito debilitar a potência do pensamento, essencial para decifrar as asfixias da vida em suas formas presentes e combatê-las, criando novos cenários. Faz igualmente parte da dimensão micropolítica do golpe na educação, os efeitos da nova lei trabalhista nas universidades privadas. Se é óbvia a meta macropolítica da demissão em massa dos professores – aumentar exponencialmente o lucro das empresas de educação, pagando menos aos professores e baixando o valor pago pelos alunos de modo a aumentar sua clientela –, sua meta é também micropolítica. Durante os governos petistas, com a melhora de qualidade de vida das camadas sociais mais desfavorecidas, estas passaram a frequentar universidades privadas. O objetivo micropolítico da demissão em massa dos professores não foi apenas o de baixar a ainda mais a qualidade de educação que lhes era oferecida por estas universidades, a coisa é mais perversa: tais universidades usaram a diminuição do custo do estudo como foco de suas campanhas publicitárias, amplamente veiculadas quase concomitantemente à tal demissão. De cunho incontestavelmente populista, a narrativa de tais campanhas tem por efeito levar esta camada da sociedade a acreditar que o acesso à educação teria sido ampliado. O mesmo discurso populista foi utilizado pelo governo federal para legitimar sua Base Nacional Comum Curricular, em farta campanha publicitária veiculada, várias vezes ao dia durante meses, por todos os meios de comunicação.

No campo do direito à terra, que inclui as leis ambientais e as que concernem os indígenas, no mesmo ano de 2017, o presidente Temer promulgou um decreto extinguindo a Reserva Nacional do Cobre e Associados (Renca). Trata-se de uma área localizada entre o Pará e o Amapá que abrange 4,2 milhões de hectares, criada no final da ditadura militar para evitar que os minérios fossem explorados por empresas estrangeiras. Nesta reserva, vivem algumas comunidades indígenas, além do fato de que o Renca se localiza no “Escudo das Guianas”, área que envolve parte da Amazônia brasileira, a Venezuela e as Guianas. Neste escudo se encontra a maior extensão de áreas protegidas do mundo, com menos de 1% de desmatamento, além de aí viverem espécies que não existem em outros lugares do mundo. Do ponto de vista macropolítico, tal decreto que visava contemplar os interesses da bancada ruralista e abrir novas oportunidades de investimento para o capital internacional, foi um fracasso. Temer foi levado a recuar pela pressão de sua enorme repercussão negativa nacional e internacionalmente (principalmente por parte dos ambientalistas); tentou ainda editar um novo Decreto com texto similar, mas este foi questionado pela Justiça e enfim suspenso. Apesar do fracasso da operação na esfera macropolítica, fica nítido aqui que a operação micropolítica da desqualificação das culturas indígenas visava, entre outros objetivos, contribuir para seu sucesso. Mais amplamente, em tal decreto fica nítida a matriz micropolítica do regime colonial-capitalístico: o abuso da vida – não só da vida humana, nem da vida de uma região, mas do planeta como um todo.

O conservadorismo é imprescindível para o capitalismo financeiro globalitário

Agora, podemos esmiuçar mais precisamente a operação micropolítica da nova modalidade de golpe própria do capitalismo financeiro globalitário e a razão pela qual para realizá-la lhe é necessário insuflar o conservadorismo como um dispositivo essencial de poder. Na primeira temporada a fragilidade das subjetividades, decorrente da desapropriação de sua força de criação pelo abuso, é aguçada pela insegurança que lhes provoca a demonização das esquerdas no governo e o fantasma da crise. Na segunda temporada a insegurança se intensifica com a demonização das classes política e empresarial como um todo e o tom mais veementemente apocalíptico em torno da crise econômica, à qual se acrescenta a crise institucional que vem desagregando o Estado a olhos vistos. Isto faz com que as subjetividades tendam a agarrar-se a qualquer promessa de estabilidade e segurança e passem, por isso, a projetar seu mal-estar nas figuras de bode expiatório que desempenham o papel de vilão no roteiro do golpe, das quais os mocinhos irão salvá-las. Porém, nos episódios finais da segunda temporada, um passo a mais é dado na estratégia micropolítica. Até então o papel de vilão era desempenhado pelos políticos acusados de corrupção para que as subjetividades pudessem projetar seu mal-estar no Estado, assim como pelo empresariado sobre o qual podiam projetar seu ódio de classe. Agora, a estigmatização de modos de existência destoantes permite que se projete o mal-estar em segmentos da sociedade, que já não podem ser simplesmente encaixados nas categorias de classe.

Terreiro destruído: transformar as religiões afro em “demoníacas”

É a própria alteridade que passa então a ser demonizada, o que leva a reforçar mais gravemente a já existente blindagem das subjetividades em relação à sua experiência vital. É que sendo esta composta pelos efeitos do outro no corpo, tais efeitos, agora demonizados, tornam-se perigosíssimos no imaginário e devem ser denegados a qualquer custo, para que não se corra o risco de absorvê-los. Isso tem o poder de desmobilizar ainda mais a potência de transfiguração da realidade coletiva, da qual a experiência de habitar a trama relacional tecida entre distintos modos de existência seria portadora, se as rédeas do destino da pulsão estivessem em nossas mãos. As condições estão dadas para que o desejo se entregue mais plena e gozosamente ao abuso colonial-capitalístico da pulsão vital.

Em suma, nos episódios finais da segunda temporada do seriado do golpe, enquanto intensifica-se a operação macropolítica de desmonte da constituição e da economia nacional, intensifica-se igualmente a operação micropolítica de produção de subjetividades entregues à cafetinagem do desejo. Com esta dupla operação indissociável, prepara-se a sociedade para a terceira e última temporada: a tomada do poder político e econômico pelo capitalismo globalitário. Ela estará enfim pronta para recebê-lo de braços abertos como o salvador “civilizado” que saneará a economia de sua falência e reestabelecerá a dignidade da vida pública, devolvendo ao país seu prestígio perdido e a serenidade a seus cidadãos. Fim do seriado. Golpe concluído.

A máscara da legalidade democrática

Para chegar a este programado gran finale do seriado, é preciso eliminar todo e qualquer tipo de estorvo que interrompa ou diminua a velocidade da circulação de capitais, de informação e de subjetividades por vários lugares e funções. Os obstáculos podem ser encontrados em qualquer rota do capital e são de ordens variadas e variáveis – pessoas, grupos, instituições, serviços, postos de trabalho, fronteiras, países, leis, imaginários, hábitos, modos de existência, etc. Sendo assim, eles não se encaixam em figuras fixas organizadas em pares binários por oposição, o que torna obsoleta a figura do “inimigo”, tal como ela se configura na tradição ocidental. Mas em seu jogo midiático perverso, o regime usa esta figura, vestindo seus obstáculos com a máscara do vilão do seriado, para torná-los alvo da vontade de destruição pelas massas. Isso dura um breve período, o tempo necessário para tirá-los da frente; e, rapidamente, novos obstáculos ocuparão o lugar de vilão.

O Estado de direito e o regime democrático estão entre os principais obstáculos macropolíticos ao capitalismo financeirizado globalitário. Para eliminá-los usa-se a mesma operação micropolítica que apela para a figura do inimigo; contudo, embora a operação tenha a mesma lógica, neste caso invertem-se os papéis. Aqui os obstáculos ao regime (o Estado de direito e a democracia) é que serão mascarados com o personagem do mocinho, enquanto o papel de inimigo caberá a seus detratores, verdadeiros ou ficcionais; um papel que no final da segunda temporada terá sido desempenhado por todos os protagonistas do poder nacional, político e econômico (não financeirizado). É então que o capitalismo transnacional apresenta-se como o único mocinho do planeta capaz de recuperar a legalidade democrática – personagem com o qual o regime se mascara no seriado do golpe de Estado, ocultando assim o fato de ser ele seu verdadeiro agente e que é precisamente este tipo de Estado que ele visa destruir.

A composição da máscara de legalidade democrática é sutil e astuta. A segunda temporada do seriado do golpe começa a ser veiculada pela mídia imediatamente após o final da primeira. Os scripts são idênticos, só mudam os personagens que desempenham o papel de vilões acusados de corrupção. Se, na primeira temporada, parte da sociedade brasileira ainda conseguia ver que se tratava de um golpe cujo objetivo era aniquilar a imagem dos políticos progressistas para tirá-los do poder, com a substituição dos protagonistas do papel de vilão na segunda temporada, vence na maioria a ideia de que a expulsão dos governantes progressistas havia sido uma ação imparcial e digna, visando a necessária moralização da vida pública. Tal ideia consegue inclusive contaminar aqueles que têm menos acesso aos direitos, parcela majoritária da população que havia sido favorecida pelos governos progressistas e os sentia como seus aliados. Neste final da segunda temporada do seriado, quando todos os políticos se tornam vilões, o inimigo passa a ser a própria política como um todo e, portanto, o Estado de direito. Esta operação teria, em princípio, uma tripla vantagem. A primeira é desacreditar o Estado em sua atual estrutura, democrática, para que seja mais facilmente reestruturado segundo a agenda neoliberal. A segunda vantagem é a despolitização da sociedade para que esta deixe de depositar em sua participação na democracia o mediador da defesa de seus direitos civis, já que esta passou a ser vista como intrinsecamente ligada à corrupção, onde todos são ladrões. O mais grave é que a despolitização na esfera do estado de direito leva de roldão a pulsão social de uma luta autônoma em relação ao Estado, seja ela macro ou micropolítica. A terceira vantagem é tornar as subjetividades ainda mais frágeis para facilitar seu abuso.

Em síntese

O novo tipo de golpe, próprio do capitalismo neoliberal globalitário, consiste num complexo conjunto de operações micro e macropolíticas, no qual pretende-se matar vários coelhos numa cajadada só – todos os coelhos que atravessam as vias, concretas ou virtuais, visíveis ou invisíveis, por onde circula o capital transnacional a cada momento. São eles: os políticos de esquerda e o imaginário progressista a eles associado (pelas dificuldades que impõem ao desmantelamento da constituição, às privatizações e à entrega do país ao capital financeirizado transnacional e seus comparsas locais), os políticos de alma pré-republicana e escravocrata (por seu arcaísmo nacionalista e identitário, sua ignorância e incompetência, e seu péssimo hábito de precisar de um Estado inchado para mamar em suas tetas), os líderes do empresariado industrial local (por manter investimentos na produção, desperdiçando assim oportunidades de aplicá-los na especulação), os líderes do empresariado nacional da construção das obras públicas (por impedir que o capital transnacional se aproprie plenamente dos grandes negócios locais neste setor) e, por fim, o próprio Estado em sua versão democrática e/ou nacionalista – tudo isso acompanhado micropoliticamente do desvio da potência coletiva de ação pensante criadora que se mobilizaria diante deste quadro intolerável.

Em síntese, a nova modalidade de golpe de Estado é, na verdade, não só um golpe contra a democracia e, portanto, contra a sociedade (em sua esfera macropolítica), mas, mais radicalmente ainda, é um golpe contra a própria vida – não só a vida humana, individual e coletiva, mas a vida do planeta como um todo (esfera micropolítica). E o capitalismo transnacional sai vitorioso e de mãos aparentemente limpas. Esta é, provavelmente, a apoteótica cena prevista para o final do seriado do golpe.

Entretanto, dois possíveis efeitos do seriado não estavam previstos em seu script. Ambos começam a manifestar-se no final da segunda temporada, em consequência da quebra do feitiço que as acusações contra Lula haviam gerado na primeira temporada e, sobretudo, do grau traumático a que chegou o desamparo em que se veem lançadas as subjetividades. São distintas as estratégias do desejo que se mobilizam diante do trauma. Fiquemos apenas nos dois polos extremos do amplo leque de tais estratégias, embora estas possam oscilar entre várias posições, além do fato de que os processos de elaboração têm o poder de deslocar posições iniciais. Num dos extremos, apelamos para estratégias defensivas que nos levam a agarrar-nos de unhas e dentes ao status quo: uma resposta patológica por termos sucumbido ao trauma, e que tem por efeito nos despotencializar. No outro extremo, amplia-se o alcance de nossa mirada, o que nos permite ser mais capazes de acessar os efeitos subjetivos da violência em nossos corpos, de sermos mais precisos em sua decifração e expressão e mais aptos a inventar maneiras de combatê-la. Mobiliza-se então a força criadora para transformar o status quo de modo que a pulsão vital cumpra seu destino ético: esta é uma resposta saudável que ao nos proteger de sucumbir ao trauma, mantém nossa potência e tende até a intensificá-la.

A primeira resposta, fruto de uma estratégia de desejo reativa, tende a gerar uma identificação das subjetividades com os conservadores, o que as leva a apoiá-los com euforia e fervor. Com o prolongamento da permanência dos conservadores nos governos na segunda temporada e seu crescente apoio pelas massas, apoio insuflado pelas estratégias do golpe, estes acabam sendo eleitos aos cargos legislativos, conseguindo assim estabelecer-se efetivamente no poder. Mais grave ainda é quando se elegem ao cargo de presidente da república, o que vem acontecendo em vários países. O exemplo mais significativo é o da vitória do brutamontes Trump para a presidência dos Estados Unidos, bufão psicopata e nacionalista ao extremo. É bom lembrar que o nacionalismo foi um dos elementos do discurso populista dos capangas do capitalismo financeiro, usado por ele para a construção da figura do “inimigo comum” que deve ser eliminado de cena, o que justifica e legitima o golpe (as políticas europeias anti-migratórias e o virulento anti-europeísmo, fenômenos que vem se manifestando atualmente, entram nesta mesma chave). Mas os capangas conservadores nacionalistas deveriam ser descartados assim que o golpe estivesse consumado: sua instalação no poder é o primeiro efeito colateral do seriado que não estava previsto no roteiro.

O bufão que agita o espantalho do “inimigo externo”

Já a segunda resposta, fruto de uma estratégia de desejo ativa, gera a ascensão de uma nova modalidade de resistência, que se cria coletivamente face à nova modalidade de poder. Este é o segundo efeito colateral do seriado do golpe que tampouco estava previsto no roteiro. Por ser portador de oxigênio para o ar mortífero que respiramos no presente, finalizemos com alguns comentários acerca deste segundo fenômeno.

A nova modalidade de resistência

Passados os primeiros capítulos da segunda temporada, na qual se conseguira instaurar a ilusão de que não se tratou de golpe, seus capítulos seguintes – onde se vê a destruição das conquistas democráticas, a penalização da criação cultural e a desqualificação da política como um todo – não terão o mesmo êxito. Cada vez mais gente, em mais setores sociais e regiões do país, passa a se dar conta do sério risco que o poder globalitário do capitalismo traz não só para a continuidade da vida da espécie humana, mas do planeta como um todo. O sinal de alerta faz com que tenda a cair o véu de sua ilusão, tecido pelo abuso. Instaura-se nas subjetividades um estado de urgência que as faz batalhar para abrir o acesso à experiência subjetiva de nossa condição de viventes e retomar em suas mãos as rédeas da pulsão. Isto leva o desejo a deslocar-se de sua entrega ao abuso e a agir no sentido de transfigurar o presente, impedindo que a carnificina prossiga.

O fato de que, em sua nova dobra, fique mais escancarado que o capitalismo incide na esfera micropolítica dá origem a uma nova modalidade de resistência: surge a consciência de que a resistência tem que incidir igualmente nesta esfera. Isto aparece nos novos tipos de movimento social que vêm desestabilizando aqui e acolá o poder mundial do capitalismo financeirizado na determinação dos modos de existência que lhe são necessários. A propagação deste tipo de resistência, que se intensificou após o tsunami dos ditos golpes de Estado provocados pelo novo regime por toda parte, tem surgido principalmente entre as gerações mais jovens e, mais contundentemente, nas periferias dos grandes centros urbanos. Nestes contextos, destacam-se especialmente os citados movimentos das mulheres (numa nova dobra do feminismo), dos LGBTQI (numa nova dobra das lutas no campo da homossexualidade, transexualidade, etc, na qual estas se juntam em torno de alguns objetivos e refinam suas estratégias) e, também, dos negros (numa nova dobra de suas lutas anti-raciais). A estes movimentos somam-se as lutas por moradia e o combate dos indígenas, cada vez mais amplo e articulado – em ambos, uma forte atuação na esfera micropolítica agrega-se à sua tradicional atuação na macropolítica. Neste novo campo de batalha, cada um destes movimentos ganha novas forças.

A irrupção destas novas estratégias de combate nos ajuda a ver que o horizonte do modo tradicional de resistência das esquerdas tende a reduzir-se à esfera macropolítica e que esta redução seria uma das causas de sua desorientação e impotência frente ao atual estado de coisas. Tal entendimento tem o poder não só de nos tirar da paralisia melancólica fatalista à qual nos faria sucumbir a sombria paisagem que nos rodeia, bem como de nosso ressentimento com as esquerdas, mas também de nos permitir uma reaproximação das mesmas. Isto pode ter por efeito um aprimoramento dos instrumentos de resistência em ambas as esferas, micro e macropolítica.

O seriado do capitalismo financeirizado começa bem antes das três temporadas focadas em seus golpes de Estado e, certamente, será bem longa sua terceira temporada, em cujo roteiro parece estar prevista a instalação plena do poder globalitário do regime colonial-capitalista. Seus efeitos serão delineados coletivamente nos embates entre diferentes forças das mais reativas às mais ativas. Forças reativas que, em diferentes graus e escalas e com diferentes tipos de expressão, promovem o abuso da vida em sua potência pulsional de criação – seja atuando no personagem do vilão que abusa ou no da vítima que se deixa abusar. E forças ativas que, em diferentes graus e escalas e com diferentes tipos de expressão, promovem sua afirmação transfiguradora, dissolvendo tais personagens e, com eles, a cena em que atuam. Ninguém é permanentemente ativo ou reativo, tais posições oscilam e se mesclam ao longo da existência individual e coletiva. O que importa do lado das forças ativas é o trabalho incansável que consiste em combater as forças reativas em nós mesmos e em nosso entorno, cujo sucesso jamais estará garantido e tampouco será definitivo.

Impossível prever o desfecho (sempre provisório) deste embate em que estamos envolvidos e que prosseguirá na terceira e última temporada do seriado. Mas há um alento no ar que nos vem da experiência de liberação da pulsão das sequelas de seu abuso colonial-capitalista. Apesar desta experiência ser relativamente recente, ela nos permite imaginar outros cenários e agirmos em sua direção. Isso nos faz acreditar que é possível despoluir o ar ambiente de sua poeira tóxica, pelo menos o suficiente para que a vida volte a fluir. O tratamento de tal poluição é micropolítico: um trabalho coletivo de descolonização do inconsciente, cujo foco são as políticas de produção de subjetividade que orientam o desejo e as consequentes formações do inconsciente no campo social. Esta é a tarefa que nos desafia no presente. Depois é depois: novas formas de existência se instalarão, com novas tensões entre diferentes qualidades e intensidades de forças ativas e reativas e seus confrontos, os quais convocarão novas estratégias de resistência, num combate sem fim pela vida.

São Paulo, 2017/2018

 

Lula discursa na praça da República depois de sua condenação: o seriado não acabou

P.S: Em 24 de janeiro de 2018, poucos dias após a finalização da escrita deste texto, Lula foi praticamente excluído da vida pública, condenado à prisão por doze anos, quando então terá 84 anos. “Praticamente”, porque embora ainda falte o recurso de seus advogados a duas instâncias da Justiça, podemos prever que estas manterão as decisões de condená-lo e legitimarão sua imediata prisão. Com isso, já podemos dizer que o golpe de Estado “propriamente dito” foi bem sucedido. Mas o maldito seriado do golpe não termina aqui: apesar do Estado propriamente dito ser um de seus objetos privilegiados, ele não é o único. Terá sido a eliminação de Lula o último episódio de sua segunda temporada? Neste caso, a partir de agora assistiríamos a sua terceira temporada: será seu roteiro próximo ao que foi aqui anunciado? Haverá outras temporadas mais? Jogos de adivinhação não são bem-vindos neste tipo de contexto. Além de não podermos prever exatamente seu script, efeitos não previstos podem surpreender seus autores e a nós trazer alento, como já vem acontecendo. Apesar do seriado ser ininterruptamente campeão de audiência, e o golpe propriamente dito ter sido vitorioso, o tiro pode sair pela culatra. Isso fica mais uma vez notório na reação da maioria da sociedade brasileira à condenação de Lula. Se sua vitória foi celebrada pelas elites internacionais do capitalismo financeirizado, assim como por suas elites locais, do lado de suas camadas expoliadas (a grande maioria), assim como das camadas politizadas das classes médias, no Brasil e no exterior, a reação foi oposta. Por ser claramente injusta e fruto de uma cruel armação, a condenação indignou tais camadas e gerou um efeito bumerangue: reativou-se poderosamente a força da presença de Lula em seu imaginário – no qual ele já vinha resgatando seu lugar de liderança digna, mesmo entre aqueles que tem críticas a seu governo. Basta lembrar que se o seriado do golpe, no início de sua primeira temporada, havia conseguido fazer com que os 80% de aprovação de seu governo, baixassem para 12% de intenções de voto, na segunda temporada seu número já passara a ser suficiente para que ele vencesse as eleições para a presidência da república em 2018, provavelmente já no primeiro turno.

Mas, como sugere o texto em sua frase final, a história humana (como a do cosmos) nunca chega ao fim. A ideia de fim, seja ele um gran finale ou o anúncio do apocalipse, é herdeira da ideia nefasta de paraíso e de seu corolário, o inferno. São estes os dispositivos mais antigos em nossa civilização para a instrumentalização da pulsão e a consequente manipulação das subjetividades. Tais figuras encobrem a pulsão com um duplo véu de equívocos costurados um ao outro. O primeiro véu-equívoco é o de que um dia a vida se estabilizará definitivamente (seja – e não por acaso – após a morte ou seja nesta existência, com os substitutos do par paraíso-inferno propostos na modernidade). Um véu que encobre suas inevitáveis turbulências face à quais atuaria sua (em nós) vontade de perseveração. O segundo véu-equívoco é de que só terão o privilégio deste suposto destino da vida aqueles que entregarem as rédeas da pulsão a Deus (ou seus substitutos na modernidade), os quais para merecê-lo terão que submeter-se às ordens da Igreja (ou de seus substitutos na modernidade). Não há mais tempo a perder com nossa nefasta submissão a tais ideias, próprias da redução do pensamento à esfera macropolítica. Impõe-se a nós a exigência de nos livrarmos deste reducionismo na condução de nossas estratégias de resistência, expandindo-as de modo a englobarem a esfera micropolítica. Esta é a condição para ativarmos a imaginação criadora a fim de que oriente o desejo na direção de ações efetivamente transfiguradoras.


* Com agradecimentos a Josy Panão, Paul Preciado, Pedro Taam, Maria Alves de Lima, Rolf Abderhalden e Tício Escobar pelos ricos aportes trazidos em sua cuidadosa leitura deste texto e a todos aqueles que tem se dedicado a decifrar a nova modalidade de golpe e de poder do capitalismo contemporâneo.

 

Fuente: outraspalavras

Impresiones de una visita a Brasil // Toni Negri

Traducción: Decio Machado

Como pensador, Toni Negri ha desarrollado nuevas interpretaciones sobre las actuales configuraciones de poder y estructura de las sociedades. A los 83 años, se ha convertido en referencia para análisis de fenómenos bastantes actuales, que van desde el ascenso de un nuevo tipo de derechas, más agresiva y sofisticada, hasta las nuevas movilizaciones de resistencia, tales como el movimiento Occupy, en los Estados Unidos, o los levantamientos de la Primavera Árabe o las mismísimas movilizaciones de junio de 2013 en Brasil. Entre las ideas que defiende está el que las formas tradicionales de organización política, como partidos y sindicatos, perdieron importancia en un escenario complejo marcado por alteraciones estructurales de la producción y la división del trabajo en las metrópolis. Es en las calles que surge la resistencia más activa a las nuevas ofensivas capitalistas de privatización de bienes comunes, cuerpos y afectividades. Entender como se da el fenómeno de saber lidiar con una diversidad de multitudes y sus demandas es fundamental para enfrentar la onda conservadora que golpea en la actualidad al planeta y reorganizar la resistencia en favor de una sociedad más democrática y justa. Es desde ese prima que Negri hace su lectura sobre la crisis institucional que abate a Brasil. Él estuvo en Sao Paulo en octubre de 2016, invitado por la editorial Autonomía Literaria e FFLCH-USP, teniendo la oportunidad de conocer y conversar con integrantes de diferentes corrientes de la izquierda y de movimientos sociales, además de académicos, estudiantes y activistas. En este artículo, comparte sus dudas y conclusiones tras la visita.

En el viaje de trabajo realizado a Brasil encontré políticos e intelectuales brasileños y, ante estos, hice algunos cuestionamientos, recibiendo respuestas distintas, y a veces contradictorias, sobre la crisis institucional en curso y sobre la derrota del PT (inicialmente en el ámbito parlamentario y, por último, en las elecciones municipales). A partir de las respuestas a estas cuestiones, paso a hacer algunas conclusiones provisorias. Mis interlocutores eran personas de la izquierda, de una izquierda brasileña hoy muy fragmentada. Primera pregunta: ¿por qué el PT reprimió las luchas modelo Ocuppy de 2013-2014 al punto de desvirtuar su significado y permitir que la derecha lograse la hegemonía sobre ellas? La respuesta que recibí de los políticos del PT fue unívoca y terriblemente decepcionante. Por parte de todos, este es un punto realmente grave, por parte de todos sin ninguna excepción y sin arrepentimiento alguno (incluso en muchas ocasiones con el embarazo de la mentira), obtuve una sola respuesta: esos movimientos amenazaban desde su inicio nuestra gobernabilidad. No voy a considerar comentarios sin sentido, como cuando alguien dice que las luchas de 2013 habían sido impulsadas por la CIA, y esto no solo en Brasil, sino también durante ese mismo ciclo en Estambul o El Cairo… Es evidente que, a partir de estas aseveraciones, sin duda insensatas, podemos concluir que el PT ya tenía una deteriorada relación con las poblaciones urbanas, que, inmersa en la crisis económica del país y golpeadas por la inflexión neoliberal de las políticas de Dilma, pedían desde 2013 al gobierno y al municipio un cambio de línea.

La segunda pregunta fue: ¿por qué tantos jóvenes negros continúan muriendo? No me dieron respuestas a esta cuestión. Como siempre que visito Brasil, esto se mantiene silenciado. La incomprensión de esta situación, la falta de voluntad de asumirla como problema fundamental, fue determinante en la impotencia del PT. No lo digo encontrarle solución, sino simplemente enfrentar el problema, por ejemplo, de las «favelas» (más allá de la dinámica del capital inmobiliario), y que ahora precipitó un vacío de relaciones que permitió y facilitó la entrada de la derecha religiosa (y no religiosa) al proletariado negro.

La función de las iglesias evangélicas es infravalorada respecto a su capacidad de organizar los nuevos estratos de clase media dentro y fuera de las «favelas» y esto permitió la penetración ideológica de la derecha y de una propaganda de «valores» totalmente subyugada a propuestas reaccionaras y/o de la restauración de la moralidad conservadora, etc. Probablemente aquí está el eje de uno de los puntos centrales de la crisis del PT, su pérdida de contacto (o de alguna forma de capacidad para reconducirse) respecto al proletariado negro del sistema industrial en crisis (si es que no en disolución) en las periferias de las grandes ciudades (en los estados de Sao Paulo y Minas Gerais, particularmente).

Es al interior de esta ex clase proletaria (dividida ahora entre nueva clase media y multitudes de desempleados y precarizados) que se revela la crisis más fuerte para la izquierda, pues es en estos espacios donde esa izquierda fue anteriormente hegemónica. La pérdida de hegemonía en estos estratos del proletariado urbano es sentido por los cuadros del PT como una traición. Se mira con espanto la emergencia y afirmación de nuevos «cuadros» negros en la derecha. En suma, parece que existe una completa ignorancia respecto a los cambios estructurales en el sistema productivo y en la división del trabajo urbano, al cual hay que agregar el abandono, como veremos, de los estratos proletarios más pobres.

Tercera pregunta: ¿por qué el PT no consiguió dar respuestas al ataque de la derecha (desde 2013) haciendo que reaccionasen las organizaciones de masas ligadas al partido? Aquí las respuestas demuestran que también con las organizaciones tradicionales (la CUT, el MST, etc) la relación ya se había convertido en irrelevantes, o tal vez subsistiese apenas basada con finalidad propagandística. Los sindicatos pasaron a ser corporativistas, adquiriendo los mismo problemas que existen en Europa ante la ofensiva «emprendedora» del empresariado financiero; el MST se vio también frustrado por la negativa o la lenta y contradictoria manera en que se emprendieron las expropiaciones de tierra (como consecuencia, se enraizó un sordo resentimiento respecto a un gobierno que a su vez no podía dejar de lado con el fin de no quedar sujeto al contra ataque de las fuerzas del latifundismo agrario). Sindicatos industriales y rurales se convirtieron en mecanismo de control político y, posiblemente, hasta de represión. ¿Cómo pedirles a estos actores una reacción organizada frente al predominio de la derecha? Y más allá de lo anterior, qué decir respecto de los movimientos sociales y el pueblo, si estos también habían sido duramente reprimidos.

La ofensiva de la derecha

Probablemente es aquí donde consigamos entender la conquista de la hegemonía por parte de la nueva derecha en las protestas urbanas, algo que sucedía por primera vez desde 2014, consiguiendo movilizar a centenas de miles de personas en medio de la ausencia de cualquier tipo de respuesta antagónica. El elemento que incendia y permite a la derecha el protagonismo en las calles está ligado a la campaña contra la corrupción que, de forma conjunta, accionan también contra el PT el poder judicial y los grandes medios de comunicación, leyendo a la perfección («la tempestad perfecta») el momento de crisis de relacionamiento entre el partido y la masa. El modelo utilizado para el ataque contra el PT por parte del poder judicial y los grandes mass media es exactamente el mismo que el que ya se había dado en la operación Manos Limpias (el juez Moro, que representa el eje de las iniciativas judiciales, ya había escrito y teorizado al respecto).

Dos breves reflexiones sobre esto: la corrupción de buena parte de las élites del PT surge, inicialmente, de la necesidad de equilibrar la «mayoría» en el parlamento brasileño, donde el PT nunca obtuvo mayoría; y posteriormente se amplifica, debido al usual apetito derivado del hábito de la corrupción política respecto al enriquecimiento personal de muchos cuadros del partido. Con todo, se trata de una corrupción generalizada en el sistema político brasileño: la fuerza y la astucia de la derecha (y del sistema jurídico/mediático) fue lanzar estas denuncias sobre el gobierno del PT. Parece que ahora, más allá del desastre del PT, la magistratura está redirigiendo sus acciones también contra sectores de la derecha, sin aún ejercer la misma eficacia terrorista que se produjo en relación al PT.

Continúan dos preguntas más. La primera: ¿por qué con tres presidencias el PT no se impulsó una reforma constitucional que garantizase la gobernabilidad sin necesidad de corromperse? Y en segundo lugar: ¿por qué en aquel mismo momento no se construyó un sistema de comunicación/media que permitiese al PT por lo menos alguna defensa contra los dinosaurios mediáticos (Globo, Folha, etc) de ese país? En la primera pregunta obtuve respuestas ambiguas y confusas. Para algunos, no era posible reformar la Constitución de un país que no hacía mucho había salido de un largo paréntesis dictatorial. Consecuentemente, la idea de gobernar por medio de ejercer la corrupción, es decir, retornando al hábito de la derecha, no les parecía perturbador para el proyecto del PT. Un sistema constitucional en que el presidente es electo con 60% de los votos -tales son los números de Lula-, en una república federal semi presidencialista en que el Congreso y el Senado no alcanzan -en un sistema electoral casi proporcional- nunca la mayoría (presidencia) necesaria para el funcionamiento legislativo y ejecutivo, es un monstruo constitucional, condenado a la inestabilidad y al negociados continuo.

Respecto a la cuestión mediática, muchos de mis interlocutores fueron menos reticentes. Me pareció entender que hubo, desde el inicio de los gobiernos del PT, un acuerdo tácito de fair play con los conglomerados mediáticos: ningún ataque sobre ellos por parte del gobierno y recíproca lealtad por parte de los media. Ese acuerdo se rompió en el momento en que la derecha conquistó las calles y la capacidad de expresar una oposición de perfil orgánico. No pretendo con esto imputar a la ingenuidad del PT la responsabilidad por la caída del gobierno, del deterioro de su acumulado y sobre todo de la pérdida de su hegemonía. El problema está, evidentemente, en otra parte, concretamente en la incapacidad política de resistir la ofensiva neoliberal, de abrir una respuesta multitudinaria (como aquella protagonizada en 2013 por parte de los movimientos urbanos), pero sin lugar a dudas, esas ingenuidades, que se convirtieron en estructurales, también ayudaron a la caída.

Crisis económica y clase media

Una nueva cuestión: ¿por qué la crisis económica mundial fue percibida con tal violencia en Brasil al punto de convertirse en algo incontrolable, es decir, controlable solamente mediante herramientas neoliberales? Aquí la respuesta fue más precisa. Tenemos documentos del PT que ilustran esta situación. Dicen: ganamos las elecciones presidenciales de 2014 con una campaña de izquierdas (yo incorporo: intentando retomar el contacto con los movimientos reprimidos en 2013), pero Dilma, apenas reelecta, invierte su política, intimidada por la fuerza de la crisis y de la recesión. Adopta las medidas macroeconómicas energéticas, expone sus nervios a las fuerzas financieras globales y de ellas proviene una dura reacción.

Me ahorraré aquí la historia de lo que continuó, pues no es nada que vaya más allá de los acontecimientos, es decir, la formación de un bloque de oposición que ve al partido tradicionalmente aliado al PT (el PMDB) convertir de súbito su línea política en términos neoliberales; una tentativa de Dilma de corregir la línea política… inmediatamente rota posteriormente. Es como decir que la tortilla neoliberal fue tímidamente catada por el PT, pero no le cayó bien, sin embargo, acabó impuesta en nuestra dieta alimenticia fruto de un «golpe de Estado». Una derecha ahora capaz, esta es su novedad, de identificar políticas financieras en el escenario global y privilegiar medidas que simplemente favorezcan a los ricos, como hacían tradicionalmente.

Pero que triste es escuchar a personas que fueron militantes, marxistas, compañeros de movimiento, interpretar todo en términos de equilibrio gubernamental y parlamentario cuando perdieron la oportunidad de relanzar una acción de izquierda y renovar el propio partido, pues reprimieron las luchas de 2013. Cabe señalar además, que en 2008 algunos de ellos consideraban que habían, ante la crisis, construido suficientes barreras de defensa. En realidad se trató de una ilusión. Pero de lo que sí estaban sinceramente convencidos es de que habían creado un ciclo independiente (1) (2) del comando financiero del Norte, un ciclo financiado por el petróleo y defendido por las alianzas políticas de los BRICS.

Otra cuestión: ¿qué es de esta bendita «clase media» que las políticas del PT en el gobierno impulsaron y que -incomprendidas- habrían cometido este parricidio? Para algunos del PT, 2013 fue un delito que el pueblo cometió contra sí mismo y en suma, contra el poder popular. Algo así como si una bestia inmunda se hubiese revelado… y enrabietado. Es extraño como la incomprensión política de las necesidades de «contrapoderes» activos en la sociedad puede revelarse letal para las fuerzas de la vieja izquierda que se volvieron socialdemócratas. Existe una total incomprensión sobre la acción de las minorías de las multitudes activas. Hablando con ex-funcionarios de la Alcaldía de Sao Paulo -ya girado hacia la derecha la institucionalidad local tras las elecciones seccionales- que provocaran accidentalmente los procesos de lucha de 2013 al negarse a reducir el precio de los transportes, mi percepción sobre la incapacidad de comprender los mecanismos elementales de poder por parte de esos burócratas quedó mas que confirmada.

Ellos tienen en la mente una doble ilusión: que la legitimidad de las luchas no puede ir más allá de la fábrica y que las luchas sociales son antidemocráticas. Todo tecnócrata entiende perfectamente que la metrópoli es, a estas alturas, el mecanismo central de acumulación capitalista, y que a partir de ella ocurren los procesos de extracción de plusvalía, pero no quieren entender que la fuerza de trabajo urbana debe ser por ese motivo, de alguna forma reconocida y eventualmente recompensada -que aquel «común» urbano debe ser explorado y de alguna forma «remunerado» (por ejemplo, por medio de la gratuidad en el transporte en una ciudad de 18 millones de habitantes, con una extensión y con un caos que vuelven la movilidad en una ardua tarea)-.

Con todo, no hay una respuesta precisa a como definir esta «fantasmagórica» nueva clase media. Sociológicamente, eso es lo que ya habíamos notado, se trata de una clase trabajadora que evolucionó en nuevas formas de composición cognitiva y urbana, ahora golpeada por la crisis y por las políticas neoliberales: ella defiende conquistas que creía haber adquirido y se rebela contra una situación miserable que considera inaceptable. Políticamente, esa multitud urbana es la clase productiva que quiere ser reconocida como tal. Los movimientos representan una especie de introducción a la política y esbozan una aproximación al poder, una tentativa de ejercicio de contrapoder. En consecuencia, el fracaso de las acciones de los movimientos que deviene de la represión impuesta contra estos, impide cualquier posibilidad de recuperación y mediación en el gobierno de la ciudad: abre camino con la reivindicación y acciones basadas en el poder de la mediación, mientras la decisión ya no se expresa en la voluntad democrática ni quedan sujetos al control democrático. Sus instrumentos fueron desconsiderados y/o destruidos. En Sao Paulo, simplemente andando por la ciudad o en algunas periferias de clases medias, la miseria es desbordante: pobres tumbados por las calles -no se sabe si durmiendo o muriendo-, gente pidiendo por todos lados, violencia nocturna, etc. Espectáculos intolerables.

La nueva derecha

Nueva pregunta: ¿cuál es el peso y cual es el juego de los varios componentes de la derecha brasileña (la fascista antigua, la moderna liberal, la nueva derecha militante, el fundamentalismo evangélico, la derecha católica, etc)? Si el elemento determinante de la sublevación reaccionaria fue la clase media en crisis, por qué lo fue y cómo? Les ahorraré los testimonios de algunas personas, integrantes del PT, con las que me tropecé: perseguidos y sometidos a una especie de linchamiento público, por parte de los transeuntes, de conocidos, de tenderos -uno de ellos me relató como fue llamado «comunista» y «ladrón» en la clase ejecutiva de un avión… amenazas y manifestaciones bajo las ventanas de los «petistas», denunciados como enterradores de la nación, la crisis económica les fue imputada… sin olvidar (e indudablemente no debe ser olvidado) que se espera en encarcelamiento de Lula.

Volviendo a lo nuestro: una novedad, por ejemplo, es el hecho de que una derecha agresiva, bélica, se manifiesta hoy por las calles. Desde los tiempos de la caída de la dictadura que algo así no sucedía. La derrota del poder municipal del PT fue masiva en las elecciones de noviembre del 2016; ninguna ciudad fue reconquistada en lugares en que el PT tenía casi monopolio. Entonces, ¿qué es ahora la nueva derecha? En muchos aspectos, es algo todavía indefinible; al momento, es una fuerza indistinta, ferozmente anti-PT, muchas veces antisindicatos… los elementos ideológicos clásicos del neoliberalismo la atraviesan. Acepta las pesadísimas operaciones que el nuevo gobierno decidió de forma inmediata a la llegada al poder: rigor presupuestario, flexibilización del mercado de trabajo y, sobre todo, la decisión de limitar -constitucionalmente- por veinte años la progresión del gasto público al ritmo de la inflación (idéntica operación hecha por Macri en Argentina). El déficit en el sistema de pensiones justificaría, por otra parte, el hecho de fijar en 65 años de edad el límite del retiro, hasta entonces tasado en los 35 años de contribuciones de servicio. Estado mínimo, privatizaciones, etc, constituyen una perspectiva próxima.

¿Podrá de esta manera mantenerse por mucho tiempo o esta derecha también está destinada a disolverse? Sobre esto las opiniones son distintas, el debate está abierto, pero es evidente que estamos ante un nuevo ciclo. Brasil es un país potencialmente riquísimo, pero su estructura social es tal vez más injusta (casi absurda) que la de otros países con análogo potencial. Una derecha que mantenga intactas las actuales condiciones sociales es impensable: el tiempo de estancia del PT en el poder, en este sentido, marcó una viraje decisivo. Para la derecha, mantenerse en el poder puede significar desorganizar las estructuras democráticas del Estado. Hay algo de patético en mis interlocutores del PT, cuando los reprendí por el comportamiento durante los movimientos de 2013-2014: «pero es que nosotros defendemos el Estado de Derecho». Pero ya no era más defendible, esto es lo que ellos no entendieron, mejor apostar por los contrapoderes de los pobres que ser aplastado por la contra revolución y la desorganización autoritaria del Estado de Derecho que la derecha no puede dejar de hacer. ¿Qué es entonces la derecha? Es una nueva máquina de poder que no podrá hacer otra cosa más que consolidar, en formas autoritarias, el control financiero sobre el desarrollo del país. Más allá de esto, a este tronco se injerta una derecha racista, blanca y oligárquica que, desde siempre, aún cuando no dominó políticamente, impuso en Brasil su voluntad. Teniendo presente este dato, es impensable en Brasil cualquier slogan del tipo indignados que equipare derecha e izquierda. En Brasil, se anticipó Trump.

El futuro del PT

Aquí surge una última pregunta: ¿Que queda del partido (PT)? ¿Por qué no se produce un relevo de cuadros, un rejuvenecimiento del partido? ¿Por qué se reveló un cuerpo blandengue contra el cual la empuje del enemigo fue fácil y su estocada profunda? Mi opinión es que el PT no conseguirá volver a ser una fuerza hegemónica. Por mejor que sea a partir de ahora, se convertirá en uno de los pequeños partidos de izquierda que pululan en el escenario brasileño.

Distinto es el parecer de algunos de los dirigentes del PT, cosa poco relevante dada la inteligencia estratégica que continúan expresando. Según ellos, el partido debe renacer y es interesante la forma en que imaginan dicho renacimiento. Debe volver al pasado, es decir, renacer como movimiento. Un movimiento horizontal que se presente en todas los estratos de la sociedad donde se trabaja y se es explotado. Sin embargo, laa situación cambio completamente desde que el partido nació, y los procesos de explotación se extendieron sobre toda la sociedad: es a partir de ahí, entonces, que se debe accionar. Y mientras tanto, junto a la movilización social, entienden que la verticalidad de una organización es necesaria. Brasil es un continente; una acción reformadora no puede avanzar si no es por medio de un gobierno, una verticalidad mediadora que sepa colocarse a la altura de aquello que exige el país y de la tremenda complejidad de las cuestiones y desafíos que aparecen. Es por ello que estos reivindican nuevamente el hecho de que han conducido una política cualificada, hacia la revolución interna del Brasil, por haber comprendido la necesidad de una unidad continental de América Latina y por haber iniciado una alianza política intercontinental con los BRICS.

Representación horizontal, unidad continental, conexión con los países del hemisferio sur contra el capitalismo financiero: para ellos, todavía es este el cuadro en el cual renacerá el partido. ¿Qué quiere decir todo esto? El hecho de los que dirigentes no quieran discutir los eventos de 2013 y que los atribuyan a la CIA es algo bastante cómico, como ya dije anteriormente. Es necesario, aún así, admitir que en quince años esas personas transformaron Brasil y sacaron a 50 millones de personas de la pobreza. En fin, se hace necesario admitir que el PT sucumbió a su propio éxito. En realidad, lo que es diferente en la experiencia brasileña respecto a otros países, es el hecho de que la dirección del partido PT fue derrotada por la clase media que se había emancipado de una condición subalterna y que había sido construida sobre las cenizas de una clase trabajadora ya envejecida. Más que una derrota política, lo que está sucediendo en Brasil parece ser para la vieja dirección una némesis antropológica, y tal vez hasta lo sea. Es irrebatible también el hecho de que aquellas nuevas generaciones, que pudieron representar un fuerte avance en la revolución brasileña, se volvieran en lugar de eso, presas de la ofensiva de la derecha neoliberal. No se, por tanto, que sucederá con el PT. En todo caso, descarto que pueda volver a ser de nuevo aquello que fue en su momento más feliz, una fuerza capaz de ejercer hegemonía. De todas formas, no es cuestión de botar todo al tacho de la basura como insisten algunos: hay todavía mucha vida alrededor de ese partido y cualquier movimiento que quiera asumir la tarea de reconstruir una hegemonía debe tener esto presente.

Aquí se debe agregar una defensa explícita del Lula «revolucionario» y también una lectura no irrisoria de su papel como estadista. Si de hecho es inaceptable que él tenga considerado las manifestaciones de 2013-2014 como promovidas por la CIA, sin duda la iniciativa de Lula en el terreno latinoamericano e internacional para garantizar los fondos internos y el desarrollo externo del proyecto petista dañó, si no es que en parte rompió, la tela de araña construida por el comando financiero global y tal vez haya incluso insinuado una forma de acercarse a su control: construir unidades continentales homogéneas a partir de las cuales se pueda ejercitar resistencia y redefinir el poder sobre el territorio global. Quien no tenga presente esos presupuestos no comprende como el modelo y proceso de inserción de Brasil y de América Latina en el sistema global (la condición GlobAL(3)) ha avanzado. Lula intentó un camino de ruptura: unidad continental latinoamericana, apertura -con tonalidad no sólo táctica- a los BRICS, con particular interés con los más «sucios»: África del Sur, India, y sobre todo, Irán. Esta intuición de Lula (permitan que exprese mi respeto por su inteligencia revolucionaria) es leninista.

Esa es una razón más para insistir sobre el hecho de que una alternativa al PT, más allá de desarrollarse en el terreno de clase y de abrirse a la comprensión de la cuestión racial en los procesos organizativos, necesita recoger del PT aquella intuición política global (más allá de las payasadas populistas del bolivarianismo y en ruptura con el reflujo nacionalista del progresismo andino).

La reconstrucción de la izquierda

¿Movimientos de reconstrucción? No se si existen, y tampoco se si están en marcha nuevas experiencias organizativas que tengan futuro. Es cierto, en todo caso, que existe la sensación generalizada en Brasil de que hay algo nuevo en el ambiente -contrario e irreductible ante la derecha neoliberal y racista-. Es algo nuevo que va más allá de la expectativa de una crisis interna en el formato neoliberal del gobierno, suponiendo que las acciones judiciales puedan ahora generarles daños a la derecha. De todas formas, no creo mucho que algo nuevo pueda surgir de forma tan rápida. También en Brasil el ciclo neoliberal está distante de su conclusión, pero es evidente que el «golpe de Estado», más allá de golpear al PT, golpeó al sistema y a la Constitución de 1988, violentándola, lo que tal vez haya bloqueado las articulaciones y las capacidades de mediación del poder. Es aquí, por tanto, que me parece posible tener en cuenta los encuentros con los compañeros de los movimientos, atentos a la actual fase de crisis. Fueron ellos, al fin y al cabo, los que me indicaran las lineas de recomposición y de programa para reconstruir una fuerza antagonista.

He aquí los puntos más importante que obtuve para ello:

1.        La denuncia de la violencia de la policía y del Estado. Una violencia que no se dirige solamente contra la población negra, sino contra cualquier iniciativa social. Violencia institucional, una situación en que el estado de excepción se volvió norma. Deviene de una matriz colonial en la cual la normalidad de la violencia esclavista y colonialista es mantenida y desarrollada por las instituciones del Estado. En este punto, la atención unánime se concentra en el desarrollo de estrategias de resistencia que permitan evitar las condiciones de excepcionalidad sufridas. Emerge aquí una características del debate autónomo brasileño en el cual, dentro de las calificaciones de formas de lucha y de programa, la demanda por la construcción de una «política del deseo» se vuelve central. Entiéndase así las acciones políticas en las que prevalecen componente del deseo, formas de adición en las cuales los puntos motores son los aspectos creativos de hacer política. ¿Pacifismo contra la policía? Evidentemente no, pero creaciones alegres de formas de resistencia contra la violencia y la brutalidad ciega del poder son necesarias. Compréndese así porque Félix Guattari es aún tan citado en Brasil.

2.        Las luchas en curso, sobre todo en las escuelas secundarias. Luchas que engloban gran parte de estas instituciones en Sao Paulo y que también se transmitieron al estado de Paraná. Son luchas por el financiamiento público de la escuela y por la autonomía en la enseñanza. Luchas largas, ocupaciones que duran meses, conducidas por chicos y chicas y apoyadas por las familias. Esas luchas por las escuelas se unen, con bastante frecuencia, luchas de estilo argentino, parte de los movimientos feministas, juntos contra la violencia sexual y contra la violencia sobre la reproducción (reivindicaciones: garantía de ingresos, trabajo doméstico remunerado, etc). En toda la América Latina, siguen, tras la derrota de los gobiernos progresistas, sobre todo las luchas en las escuelas y las luchas conducidas por las mujeres. Se trata de nuevos frentes sociales, centrales para la lucha de clases. El conocimiento y la reproducción constituyen, de hecho, en los espacios en el que el capital debe dominar, formas directas de emergencia de un tejido biopolítico sobre el cual se da una confrontación de clase. Es allí que se abren nuevos espacios sociales de lucha anticapitalista.

3.        Y después de la lucha la población negra, principalmente contra la masacre de los inocentes, es decir, la carnicería continua de jóvenes en las periferias de las favelas. Pero la cuestión racial no emerge solamente en relación al genocidio de la juventud negra. La cuestión racial se da en todas las partes de la sociedad brasileña, construyéndose «la excepción» sobre la cual se funda la «constitución material» del país. También la cuestión de la pobreza está completamente ligada a la dimensión racial-esclavista de la sociedad brasileña. No se puede aseverar que en Brasil existe una democracia plena sin que la cuestión racial sea resuelta. Las luchas de los negros y negras constituyen, por lo tanto, la verdadera sublevación de la sociedad brasileña. Discutí con jóvenes compañeros y viejos activistas negros esta que es su conclusión: sin la dirección de una fuerza militante negra, será imposible construir cualquier forma de organización autónoma en Brasil, así como cualquier tipo de vuelta a lógicas políticas de liberación.

4.        Las principales fuerzas que hoy se mueven en el terreno social en Sao Paulo, particularmente el movimiento contra la tarifa de los transportes urbanos y el «movimiento de los sin techo», conducen a una discusión sobre un terreno instantáneamente político. Esos movimientos, protagonistas de las luchas de 2013-2014, el primero por haberla iniciado, el segundo por haberse sumado con las fuerzas de decenas de millares de familias «sin techo», son también los que tienen una consistencia numérica (cuadros de organización) y un respaldo importante de la masa. Son fuerzas que producen programa político en la ciudad y que, de una forma nueva, constituyen contrapoderes sociales en el ámbito urbano. En la discusión con esos compañeros, el tema de lo «común» es central, tornándose evidente de manera inmediata -tal y como es- por las luchas contra las tarifas del transporte y también por la vivienda. El «común» puede ser traducido -dicen esos compañeros- en objetivos inmediatamente viables. Además de eso, el debate destacó la importancia de una «huelga general» como forma de lucha que puede unificar las fuerzas que se agitan en el contexto metropolitano. Falta el hecho de que las grandes movilizaciones de masas (y pacíficas) son todavía consideradas como un arma fundamental.

5.        ¿Qué hacer? La conclusión de muchos de estos compañeros de movimiento está basado en el hecho de que el PT se tornó en una «izquierda blanca», pálida en relación a la cuestión racial y blandengue para confrontar a las políticas neoliberales. El partido perdió la relación con la sociedad y no podrá ya ser una locomotora para el desarrollo político. Hay, entonces, que encontrar fuerzas políticas y construir una nueva organización social y política partiendo de los movimientos. La autonomía de los movimientos es ahora fundamental para comenzar una nueva temporada política.

¿Y cómo? El punto central -como fue visto- será conjugar el (proyecto del) común como tema unificador de luchas. La «renta universal no condicionada biopolítica» es, en este cuadro, la trama sobre la cual pueden desarrollarse el discurso político y la movilización de defensa de la «bolsa familia» y hasta la gratuidad del transporte urbano. Siempre desde ese mismo cuadro, deben ser también destacados otros tres campos de lucha: 1) intervención sobre escuela y conocimiento; 2) sobre el trabajo de reproducción (particularmente el femenino); 3) sobre la cuestión racial y la pobreza. La primera intervención sobre escuela y conocimiento es central en la actual fase de acumulación capitalista en el territorio cognitivo. No es por casualidad que la escuela se convirtió en uno de los puntos centrales de construcción de las nuevas legitimidades neoliberales. Es por ello que las luchas en curso en el terreno de la escuela son estratégicas y en ellas se pueden construir nuevas vanguardias. Pero el discurso puede alargarse y probablemente es desde este punto de vista -el de la crítica y la intervención sobre el conocimiento- que el tema de la nueva clase media podría ser enfrentado -porque es aquí, dentro de esta composición social y productiva, que el conocimiento es, sobre todo, explorado-. La clase de trabajo intelectual y de servicios ya constituye -también en Brasil- la medida social y sobre todo es de ahí de donde se extrae la plusvalía. Respecto a las luchas sobre la reproducción, la iniciativa argentina me parece resonar también en Brasil como perspectiva para el movimiento. En lo que tiene que ver con la cuestión racial y los temas de pobreza, ya nos pronunciamos. Partiendo de Sao Paulo, tal vez  se pudiese impulsar un movimiento que convine esas diversas aunque divergentes líneas de acción. Esto fue lo que aparentemente pude comprender al interrogar a los movimientos autónomos de Sao Paulo.

[fuente: https://www.aldhea.org/]

Notas:

1 Disponible en: http://www.consuladodebolivia.com.ar/2016/05/29/disertacion-del-vicepresidente-bolivia-alvaro-garcia-linera-la-universidad-buenos-aires

2 A propósito, ver entrevista concedida por Marco Aurélio Garcia al períodico Página 12:https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-112803-2008-10-05.html

3 Sobre el tema, ver libro de Toni Negri Glob(AL): biopoder e luta em uma América Latina globalizada, publicado no Brasil em 2005 pela editora Record. (Nota da Edição)

4 Disponible en: http://rosaluxspba.org/a-multidao-de-negri-o-bem-viver-de-acosta-e-um-arabe-no-centro

 

«El movimiento plebeyo, huyendo y no huyendo, crea valor, crea ciudad, crea barrio, crea formas de amar, crea estéticas, crea lenguajes, crea afectos, crea códigos, crea belleza, y el capital lo que hace es explotar eso» // Diego Sztulwark conversa con Paradigma, Radio Eterogenia

Conversación con Diego Sztulwark Paradigma nº 003 – Año II – 2018 – Jueves 22 de marzo Radio Eterogenia

Paradigma: Lobo Suelto publicó un artículo de Diego Sztulwark donde dice que “las derechas desean ser simples por dos razones: porque se ofrecen para canalizar frustraciones sobre la vida colectiva en el mundo neoliberal y porque aspiran a hacerlo por la vía de la comunicación”. Hoy charlaremos con Diego, y veremos cómo nos ayuda a salir de esa simplicidad. Nos parece que quizás tenemos reacciones, respuestas o resistencias un poco no correlativas con lo que es este avance y esta mutación. Diego nos propone pensar sobre esta mutación con respecto a los modelos desde los cuales nosotros tratamos de pensar o asimilar lo que está pasando con el gobierno de la alianza Cambiemos en este momento. Entonces, esos modelos -la dictadura, el menemismo- nos resultan insuficientes para poder entenderlo.

Hola, Diego.

Diego Sztulwark: ¿Qué tal? ¿Cómo están?

Paradigma: Muy contentas por retomar estas columnas en nuestra radio, y hablábamos un poco sobre cómo, gracias a varios artículos y entrevistas -en Clinämen y Lobo Suelto-, nos ayudas a actualizar nuestros mapas, a ver con mayor precisión lo que significa la mutación de estas derechas o proyectos reaccionarios y, en ese sentido, nos interesa tu enfoque del modo comunicativo que propone la derecha visto como una simplicidad o una simplificación. Nos preguntamos entonces si nuestras reacciones, o desde los lugares que estamos resistiendo o proponiendo algo alternativo, no tienen también el defecto de un cierto reduccionismo, de una simplificación, como por ejemplo responder a todo desde el paradigma de la inclusión. No sé si por ahí podemos entrar un poco a la charla.

Diego Sztulwark: Pienso que cambió mucho el panorama político en los últimos años y tal vez nos cueste organizar de nuestro lado (no sé exactamente quiénes seremos “nosotros”, pero digámoslo así para hablar rápido), del lado de aquellos que no habíamos estado cómodos durante el kirchnerismo porque veíamos que muchas de las cosas que ocurrían en ese período estaban muy por debajo de nuestras expectativas, y también muy por debajo de lo que habíamos entrevisto como posibilidad en la insurrección del 2001, ver cómo, en definitiva, lo que gobierna con el macrismo en este momento es lo peor de lo peor. Se trata del grueso bloque de clase dominante de la Argentina, de una alianza bastante compleja entre sus distintas facciones.

Esto se nos mezcla por momentos; no terminamos de hacer la crítica del kirchnerismo y ya tenemos que pensar en una crítica mucho más radical al macrismo, una crítica mucho más frontal y urgente. ¿Cómo acomodar todo esto?

En la época del kirchnerismo era muy importante demostrar que lo que se llamaba “inclusión social” era en realidad una inclusión muy parcial. Se trataba de una inclusión al interior de la economía política tal como la ideaba el neoliberalismo, a pesar de la voluntad del Estado de intervenir, a pesar de la voluntad política de poner condiciones a ciertos grupos de poder, a pesar de los avances en algunas políticas y de la retórica de los derechos sociales y los avances sobre todo en derechos humanos. Es decir, era una política que podíamos discutir muchísimo pero que tendía a reconocer, al menos parcialmente, algunas demandas sociales históricas que muchos sectores populares reivindicaban en ese momento. Nada de eso ocurre con el macrismo.

El problema que afrontamos con el macrismo es el del déjà vu: tendemos a reaccionar frente a él como si fuese un monstruo conocido, es decir, como si fuese la dictadura, como si fuera el menemismo. Y no es lo mismo.

Me parece que este último año fue muy complejo y nos hemos dedicado en buena medida a registrar eso que el historiador Enzo Traverso llama “las nuevas caras de la derecha”, es decir, el fenómeno nuevo de una derecha que por primera vez –pensando en la Argentina-, en prácticamente un siglo, se vuelve capaz de ganar elecciones. Es una derecha taquillera, que tiene sus seguidores y que convence a una parte de la población. Ya no es el golpe de Estado militar ni es el partido militar, es otra cosa.

Por otro lado, la alianza de gobierno ha mostrado una voluntad sanguinaria de disciplinamiento social, como lo muestra lo ocurrido con Santiago Maldonado, del cual hemos hablado muchísimo el año pasado (y creo que hay que seguir hablando muchísimo), pero también el posterior e infame asesinato por la espalda de Rafael Nahuel. Son dos caras o aspectos simultáneos de esta derecha, historiacamente reaccionaria y al mismo tiempo capaz de renovarse en ciertos aspectos. En el momento en que la derecha mata reconocemos algo que viene de muy lejos. Lo novedoso es el modo en que ahora hace política y suscita consenso con esos muertos. Hemos visto a la Ministra de Segurda reivindicar abiertamente una “nueva doctrina” de seguridad que consiste en el hecho de que las fuerzas armadas del orden poseen desde ahora la razón a priori cada vez que aprietan el gatillo. Esa doctrina postula que los cuerpos de seguridad del Estado están formados por funcionarios que se supone que ponen todo su empeño en custodiar una cierta idea del país fundada en la propiedad privada concertada. Esa doctrina, la doctrina Chocobar, que de un modo u otro está activa desde hace demasiado tiempo, fue reforzada y oficializada, seguida de una la serie de asesinatos policiales de chicos y chicas en todos los lugares del país. Matan y después gozan del apoyo oficial.

Entonces, enfrentamos una situación de una complejidad muy grande. Por un lado, está Cambiemos como fenómeno de innovación política, capaz de interpretar corrientes profundas de la sociedad argentina -como explica muy bien José Natanson en su libro ¿Por qué?, que trabaja un poco este rasgo de nueva derecha o derecha democrática, en el sentido de que gana elecciones e intenta pensar las nuevas singularidades-, pero también hay que pensar lo que esta derecha mantiene de su proyecto histórico consistente en disciplinar el movimiento social, el movimiento popular, en función de las exigencias inmediatas de los negocios, una derecha que no ha dudado nunca en masacrar en nombre de la propiedad. Esto da como resultado un mixto bastante extraño y bastante nuevo, hecho de continuidades y de discontinuidades, que tenemos que poder pensar. Contiene aspectos muy tradicionales que están relacionados con lo que inspiró el programa económico y el programa ordenancista de la dictadura y, al mismo tiempo, es capaz de adaptarse al mundo de las subjetividades flexibles que promueve la antropologia neoliberal cuando postula la libertad del individuo, una ética new age, mucha preocupación en el manejo de las redes sociales, en la opinión y en comunicación, es decir, muy aliados a fenómenos de esta época. Creo que tenemos que afinar una caracterización que sea capaz de comprender las dos cosas de manera simultánea.

Paradigma: A partir de tu análisis, lo que enfrenta el macrismo o la alianza Cambiemos ¿tiene que ver con lo que queda vivo de aquello que desde el 2001 se llamó los modos sociales, las corrientes sociales que podríamos denominar plebeyas? ¿Tiene una especial furia por eso? Porque es como si Menem se hubiera ocupado de lo que llamamos, para decirlo rápido, “movimiento obrero” o “gremialismo” que se entendía como la primer afrontera dura para detener el avance del plan de reformas neoliberal. Es como si el macrismo fuera un poco más allá, hacia modos de vida que son alternativos. En línea con este razonamiento ¿qué le pasa al gobierno con respecto al movimiento de mujeres, a #NiUnaMenos u #8M?

Diego Sztulwark: Cuando digo “plebeyismo” me refiero a un movimiento informe, que no refiere a ninguna categoría sociológica previa ni a ningún grupo de clase social específico, sino a esa tendencia callejera e irreverente que sucede a lo largo del siglo XX en la Argentina, y de modo muy particular contundente en octubre 45, en el mayo del 69, o e diciembre del 2001 y ahora con el movimiento de mujeres, y donde también hay que incluir el movimiento de derechos humanos.

El plebeyismo es un movimiento de desborde de la regulación burguesa de la vida, y lo reconocemos por una serie de impulsos o desplazamientos que cuestionan los códigos con que las elites contienen posibilidades de la existencia que van más allá de su propio horizonte. Se trata del aspecto libertario el que muchas veces late como impulso en la vida popular, en ciertos pensamientos, en ciertos textos. No me refiero a movimientos revolucionarios clásicos, ni a fuerzas que puedan suplantar un orden social por otro, sino a resistencias que agrupan elementos de constitución de otra sensibilidad, de otra manera de pensar, de una crítica de la economía, de la crueldad, del militarismo, del clericalismo, del control de los cuerpos. Creo que eso es bien importante.

¿Había algo de eso en 2001? Estoy convencido de que sí. Hay que dejar de pensar un poquito el 2001 de los ahorristas y mirar un poco el 2001 de los piqueteros en los barrios. Estos elementos ya aparecen, por supuesto dentro de otras formas, con otros límites y potencialidades.

¿Es el kirchnerismo un momento plebeyo? Creo que no. Populismo y plebeyismo no son lo mismo. El populismo es una organización desde arriba de lo plebeyo. En todo caso, el peronismo tuvo esa tensión en su interior desde siempre. El libro de Miguel Mazzeo sobre John William Cooke, El hereje, trabaja con mucha claridad esta tensión, la idea de una lucha de clases dentro del peronismo, entre elementos populistas y plebeyos. Lo cierto es que lo plebeyo subsiste pese a las crisis del populismo y es capaz de abrir horizontes propios, como lo vemos estos últimos meses en las calles. Volviendo entonces sobre el kirchnerismo, debiéramos registrar que una cosa es la crítica de muchas de sus políticas, sobre todo la del formato estatalista que se le dio al plebeyismo, la adecuación de lo político a la gestión de la acumulación de capital, y otra cosa es la crítica que le hace la derecha, que refiere justamente al asco y al miedo que les provoca el contacto con lo plebeyo que el kirchnerismo supo tener en determinados momentos. O sea que es probable que la plebe sea un fenómeno en evolución, crecimiento y cualificación de estos elementos que antes enumeramos, y que irrumpe en un momento muy concreto, cuando el sistema político no ofrece en absoluto ninguna otra alternativa que la discursiva al bloque en el poder, en este caso al poder macrista.

Tal vez valga la pena abordar el movimiento de mujeres -contenedor de una cantidad enorme de movimientos y grupos de diferentes identidades o prácticas de lo sexual, lo vital y lo político- como un momento de herencia del legado de lo plebeyo particularmente rico. Esto me parece evidente cuando se percibe la composición del movimiento pero también cuando se repara en el documento que se leyó el 8 de marzo en Plaza de Mayo. Se trata de un programa muy plural y abarcativo que contiene todo un desarrollo, una cartografía muy actual de problemas y de potencias colectivas de este momento. Y de nuevo, el elemento plebeyo aparece como un impulso libertario contra las formas de masculinidad dominantes en el patriarcado; como un desborde del deseo con respecto a cómo el patriarcado define los géneros y la vida amorosa. El elemento plebeyo discute qué es la vida que se da en la economía, en el trabajo, en las casas, en las instituciones. El feminismo popular, vivo en las pibas de los barrios, hereda y recrea esta dinámica libertaria.

Paradigma: Me hace pensar en algunas cosas que trabaja el colectivo Juguetes Perdidos, y algún texto del Diego Valeriano, con respecto a si se puede plantear que esos movimientos plebeyos tienen una cosa como a lo que ellos llaman el raje. A esos movimientos plebeyos se les demanda o se les cuestiona el no tener una organización para oponer o una polarización para enfrentar, sino que es algo que se escapa del orden dominante. Por eso pienso en la cosa del raje, el raje callejero, en ese sentido. ¿Cómo lo ves?

Diego Sztulwark: Si uno se pone a escuchar algunos relatos de pibes y pibas, el “raje” es muy visible, muy constante, y al mismo tiempo inspirador, muy motivador. Al mismo tiempo creo que hay que pensar muy bien el hecho de que este movimiento plebeyo es capaz de operar al interior, de manipular hasta cierto punto desde el interior de las categorías de la dominación. No solamente es raje hacia afuera, también es raje hacia adentro. Durante el kirchnerismo, el movimiento plebeyo se metió adentro de la economía y manoteó todo lo que pudo. Quizás ahora, en plena retracción “gradualista” pase un poco lo mismo. Esta zona que el macrismo llama “emprendedurismo” tiene una cierta zona gris respecto de las economías populares que cuentan con una topología muy ambigua: operan muchas veces dentro del formato neoliberal, empresarial, y por otro lado se trata de “trabajo vivo” –como decía Marx- que hace su experiencia de saber hacer, de plebeyismo social, que está siempre lindando el desborde y actuando de un modo muy pragmático, muy extramoral, “tratando de ver por dónde”.

Esa ambigüedad se roza con otra, aquella que algunos llaman “autonomismo”. Se trata de una ambigüedad respecto del capital. El autonomismo es el mayor crítico, el mayor antagonista, y al mismo tiempo es el que más se le yuxtapone, el que más se le parece puesto que entre ambos hay una zona de contacto, ya que el capitalismo siempre permanece en el intento por comprender cuáles son las formas en las que la sociedad crea valor autónomamente para explotarlo, y el “autonomismo” siempre intenta que esas formas se autonomicen de la regulación del capital. Esto produce un punto de encuentro. Y en ese punto de encuentro, quizás, se juegue eso que estamos llamando lo plebeyo, en torno a las figuras que crean valor y que no son sumisas al mando del capital. Ese es el corazón del asunto. El movimiento plebeyo, huyendo y pervirtiendo el mando que pesa sobre él, crea valor, crea ciudad, crea barrios, crea formas de amar, crea estéticas, crea lenguajes, crea afectos, crea códigos, crea belleza, y el capital lo que hace es intentar explotar eso. Exactamente eso es la lucha de clases: el modo como se montan estructuras de capturas para apropiarse del valor colectivo.

Paradigma: Entonces, cuando desde la lectura del kirchnerismo se imagina que se votó a Macri o al neoliberalismo como a lo contrario o a algo que estuviera en contra de sí mismo, vos decís que eso que propone el kirchnerismo no se lee tan cómodamente.

Diego Sztukwark: Me parece que el kirchnerismo tiene una serie de límites muy claros para comprender lo que ocurrió bajo su gobierno en esa zona de articulación entre economía política y plebeyismo. Es decir, frente a toda esta idea de fomentar el consumo, de incluir al movimiento callejero y plebeyo dentro de la economía política, me parece que no encontramos el modo eficaz de apoyarlo y criticarlo al mismo tiempo: apoyar por lo que tiene de contenido democrático (la inclusión extendida de la población en el consumo) y criticar para evitar las formas de subjetivación más neoliberales y coloniales implícitas en esa inclusión. No se pudo ver hasta qué punto podía haber una cierta continuidad posible entre kirchnerismo y macrismo en la experiencia popular. No es una continuidad total, sino una continuidad parcial e indirecta, nada lineal, es cierto, pero aún así me parece que hay que pensarla.

En la medida en que se decide promover la incorporación del movimiento popular dentro de las economías de mercado, de sus categorías, luego uno no se puede decepcionar ante el hecho de que las estrategias de todas las clases sociales incorporen esa racionalidad neoliberal. Y aún cuando esto sea así, me parece de una insoportable arrogancia ilustrada reprocharle al movimiento popular el no saber leer sus intereses. Es infinitamente más inteligente tratar de entender por qué las racionalidades se orientan a leer ciertas continuidades, ciertas alternativas bajo determinados contextos. No para aceptarlas, no para apoyarlas, pero sí para partir de un piso de sensatez. De otro modo, ¡habría que aceptar como punto de partida la idea miserable de que cierta intelectualidad progresista sabe más sobre la vida de la gente que la gente misma!

Paradigma: Sobre el texto que publicaste sobre la caracterización de la derecha, me interesa pensar lo referido a lo “emprendedor”. Si el kirchnerismo fue una voluntad de inclusión, el macrismo platea la figura del emprendedor . ¿Esa subjetivación del emprendedor pierde la idea de la lucha de clases contra otros, contra un enemigo, y mete una interioridad del emprendedor como una autorrealización? Me parece que hay algo del emprendedurismo en Trump, habla como Kiyosaki, textos que son muy comunes, Padre rico, padre pobre. Es la lógica del emprendedor que es como una pastoral de emprendedurismo, que Macri expresa, pero que es a nivel mundial.

Diego Sztulwark: Sí, quizás haya que partir de lo que fue la derrota del socialismo en 1989. Estamos ante la arrogancia de la unipolaridad neoliberal y la reconfiguración del heroísmo social en términos de emprendedor o empresario. El emprendedor individual que innova como modelo general, es un modelo universal que parece gozar de un prestigio formidable. En este punto vuelvo a lo anterior. Tal vez se trate de poder pensar una zona de ambigüedad donde “empresa” no quiere decir exactamente enajenación, alienación, modelización neoliberal de la vida, sino más bien de aquello que convive con zonas de resistencia.

La reacción popular de los días 18 y 19 de diciembre del año pasado por el proyecto de reforma del sistema jubilatorio, la gente soportando la represión salvaje, los cacerolazos, la crisis política que esto le generó al macrismo durante meses, ¿cómo explicarlo con la hipótesis de que la gente se ha vuelto estúpidamente emprendedora y ya no tiene capacidad crítica ni capacidad de acción colectiva? Quizás haya que pensar que hay emprendedurismo y plebeyismo en simultáneo. Quiero decir que no me pasaría por alto toda una historia de luchas sociales que tienen sus propias líneas de evolución, sus propias líneas de desarrollo, incluso a nivel insurreccional, como ya lo hemos mencionado. Olvidar esta historia, este polo plebeyo, es caer en una mistificación neoliberal de lo popular, puesto que el propio emprendedor, en la medida en que su propia experiencia de la cooperación social entra en contacto con la de la explotacion y la violencia social, con la de la crueldad social, está inscripto en un campo social mucho más complejo que esta mistificación que se hace del mundo liberal de lo emprendedor.

Me pregunto si no es más adecuado pensar a la vez el éxito del capitalismo al ofrecer un código (los llamados “axiomas” por Deleuze y Guattari) de desarrollo para las personas y grupos, y al mismo tiempo los momentos de descodificación, cuando lo plebeyo surge como fuerza social y política. Me parece que esta coexistencia hay que pensarla y remito de vuelta al #8M, donde cientos y cientos de miles de mujeres y chicas de realidades completamente diferentes dicen con todas las letras lo que piensan de este momento del capitalismo argentino, de este momento del poder político argentino. No estamos hablando de un grupo ilustrado, estamos hablando de una composición social bien compleja.

Insisto en que la bibliografía del emprendedurismo es bibliografía no crítica, es bibliografía mistificada. Es eficaz, pero mucho más eficaz sería una bibliografía que pueda combinar la fuerza del emprendedurismo con la fuerza plebeya de la resistencia que la recorre por adentro.

Lula, Guattari y la Revolución Molecular

Fuente: Luis Hessel/El Furgón En el año 1982, el intelectual, psicoanalista y activista francés Felix Guattari (1930-1992) viajó a Brasil y entrevistó a Luiz Inácio Lula da Silva, joven candidato a gobernador del estado de Sao Paulo por el recién conformado Partido Dos Trabalhadores (PT). En medio de la convulsión actual que sacude a Brasil, entre la complicada situación judicial del ex presidente y la posibilidad de una candidatura que lleve nuevamente al PT al poder, recuperamos el diálogo que Guattari mantuvo con un Lula, preocupado entonces por la construcción de un partido de izquierdas alejado de los políticos tradicionales, la burocratización y las decisiones tomadas desde arriba.

La micropolítica tropical

Guattari visitó Brasil en siete oportunidades durante los últimos catorce años de su vida. La primera vez fue en 1979, motivado por las insistentes invitaciones de una antigua colaboradora brasilera: Suely Rolnik. Se conocieron cuando ella se exilió en Europa en los tiempos en que las dictaduras militares desangraban Latinoamérica. Había sido detenida en 1970 mientras estudiaba ciencias sociales y al recobrar su libertad escapó inmediatamente del país. Al llegar a Paris, se diplomó en Filosofía y Sociología en la Universidad de Vincennes. Allí asistió a las clases de filosofía de Gilles Deleuze y a los cursos del antropólogo anarquista Pierre Clastres. También estudió en la carrera de Ciencias humanas clínicas en la Facultad de filosofía de Paris 8, creada después de Mayo de 68′ con una fuerte influencia del psicoanálisis, el esquizoanálisis y de experiencias como La Borde.

Felix Guattari se ligó desde temprana edad al ala más radical del comunismo francés, participó de experiencias alternativas en salud mental como la clínica La Borde, donde desarrolló importantes aportes a la psicoterapia y al análisis institucional, que quedaron plasmados en el libro Psicoanálisis y Transversalidad. En sociedad con el filósofo Gilles Deleuze, a quien conoció durante los días de Mayo de 1968, escribieron obras como El Anti EdipoMil Mesetas y ¿Qué es la filosofía?, entre otras, que se ubicaron entre las más originales del pensamiento contemporáneo. Pero fue para ambos la revuelta del Mayo Francés el hecho que terminó transformando su escritura, su militancia y su vida para siempre. Durante esos días de furia presenció la irrupción de lo que conceptualizó como la “micropolitica”; la capacidad de resistir cotidianamente el poder y sus instituciones, no sólo para cambiar la sociedad sino la vida misma. Era el fin de las creencias en el paradigma bolchevique. El fantasma de la revolución molecular recorría Europa.

¿Qué tenía Brasil para ofrecer al padre del esquizoanálisis? “Cuando llegué aquí la cosa tomó proporciones de una envergadura que no imaginaba. Fui literalmente capturado por todo tipo de grupos. Suely había organizado encuentros con escuelas alternativas, movimientos gays y feministas de varias tendencias, gente interesada en montar radios libres, varios grupos de experiencias alternativas en psiquiatría y grupos del PT preocupados por la cuestión de la autonomía”, recordó.

Guattari encontró en el país sudamericano todo lo que buscaba. En el campo de las ideas, sus trabajos ya eran estudiados gracias a la labor iniciada por el psiquiatra y psicoanalista Gregorio Baremblitt, exiliado argentino, fundador (posteriormente) del Instituto Felix Guattari de la ciudad de Belo Horizonte y a las iniciativas -ediciones, difusión, discusiones dentro de las instituciones universitarias y fuera, creando el movimiento internacional de- que impulsó Suely Rolnik.

Pero lo más importante para él, fue que en el campo de lo político tenía frente a sus narices toda una multiplicidad de nuevos actores, colectivos e identidades transversales que trazaban la cartografía de una nueva izquierda: campesinos sin tierra embanderando la reforma agraria, comunidades eclesiásticas de base, pueblos indígenas, colectivos lésbico-gay, obreros fabriles, artistas, intelectuales y militantes de la anti-psiquiatría.

El encuentro

La entrevista entre Guattari y Lula tuvo lugar el 1° de septiembre de 1982, en una parada de la gira de campaña a gobernador del líder metalúrgico. El encargado de la organización del encuentro fue el historiador Mario Aurelio García -compañero y asesor personal de Lula hasta su repentina muerte en 2017- junto con la psicoanalista Suely Rolnik. Ella fue quien había propuesto a Laymert preparar la entrevista y, tal como ella cuenta, lo hicieron en una bella casa de fin de semana con vista al mar. El reportaje fue también publicado por el PT bajo el nombre “Felix Guattari entrevista Lula”, y posteriormente, formó parte del libro Micropolítica, Cartografías del deseo, de Guattari y Rolnik, del cual extraemos algunos pasajes.

-Guattari: El PT nació del flujo del movimiento de Sao Bernardo, después de que la clase obrera industrial dio pruebas de su capacidad para comprometerse en luchas políticas de envergadura, a las que podrían asociarse el conjunto de los miembros de la clase obrera, así como las clases medias, los intelectuales, etc. Sé que el PT también se preocupa por los intereses de los campesinos; incluso formuló el primer y auténtico programa de reforma agraria de Brasil. Pero ¿acaso el PT no sigue siendo esencialmente un “partido de ciudades”? ¿De qué bases de apoyo dispone en el campo?

-Lula: Yo diría que proporcionalmente el PT es más fuerte en el campo que en las ciudades. Principalmente en el norte y el nordeste del país. La acusación de que sólo éramos un partido de grandes centros urbanos perdió todo su sentido en la medida en que nuestro trabajo en el campo ha conocido un considerable desarrollo. Es un trabajo difícil, que se hace en condiciones financieras terribles, en el que faltan, por ejemplo, medios de locomoción, algo que en un país tan grande como el nuestro es un problema esencial. Creo, sin embargo, que por primera vez en la historia de este país estamos concretando el viejo sueño que la izquierda brasileña nunca logró realizar: la unión de los trabajadores del campo con los de la ciudad.

-El programa económico del PT prevé la reapropiación colectiva de los grandes medios económicos (bancos, complejos industriales) para liberarlos de la dominación de los monopolios nacionales y las multinacionales. ¿Esto no tendrá consecuencias sobre una cierta concepción subyacente de las futuras relaciones entre el Estado, la economía y la sociedad? A tu juicio, ¿qué forma debería tomar esa colectivización? ¿La forma de una nacionalización estatal o la de un proceso más autogestionario?

-Si tuviera que contestar en dos palabras, yo diría que las cosas se orientarían más bien hacia un sistema de estatalización. Pero hay que ser realistas y saber que los procesos de transformación no se realizan porque nosotros lo deseemos, sino en virtud de las fuerzas políticas sobre las cuales se apoyan. Si, en una primera etapa, pudiéramos hacer una nacionalización, ya sería muy importante, pero el objetivo final sigue siendo la estatalización. Pero es preciso que las cosas estén claras: esa estatalización sólo tiene sentido en el marco de un Estado democrático, en el que el pueblo puede gestionar y administrar sus industrias y sus bancos en beneficio de la colectividad, y no en provecho de las burocracias del Estado. Tenemos que ser realistas, las propuestas del PT no pueden ser utópicas; hoy no tenemos siquiera delegados sindicales, ni comisiones de fábrica. Si pudiéramos obtenerlos sería ya un paso decisivo, que podría ser continuado con otras medidas y acercarnos a alguna forma de cogestión, con acceso a la contabilidad de la empresa, con poder de decisión para discutir los proyectos y las inversiones. Luego llegaríamos a una etapa de nacionalización y acumularíamos fuerzas para pasar por fin a la de estatalización. Es como si tuviéramos que subir una escalera de 16 escalones: si no los subimos de uno en uno corremos peligro de caernos y rompernos una pierna. No queremos que la sed nos precipite. ¡Queremos matar nuestra sed! Y por eso hay que tener cuidado.

-¿De modo que no ves, en lo alto de la escalera, un modelo de tipo soviético, o chino, o cubano?

-No, de ninguna manera. ¡Ni siquiera francés, o sueco!

-¿También piensan crear radios libres que no estén bajo la dirección ni del Estado, ni de los partidos, ni de los grupos comerciales?

-¡Ojalá estuviéramos en condiciones de crear medios alternativos! Ya llegaremos, creo. Pero hay que entender que estamos en Brasil y no en Europa. ¡Es otro universo, otra formación política, otra experiencia de lucha! Pero creo que llegaremos a esa situación, porque es la única manera de liberarnos de la dependencia de los medios oficiales.

-Actualmente, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) intenta ejercer un chantaje sobre el cuerpo electoral, con su campaña llamada del “voto útil”, proclamando que el PT no tiene madurez suficiente y que sus dirigentes no tienen competencia real que justifique su pretensión de administrar los asuntos del país. ¿Podría este tipo de argumento tener cierto impacto sobre la opinión pública?

-Creo que puede tener cierto peso en el electorado. En primer lugar, porque la experiencia de participación política de nuestro pueblo es todavía muy restringida. A lo largo de nuestra vida, y desde la proclamación de la República, hemos sido tratados como una masa manipulable. El pueblo siempre ha sido inducido a pensar que no tiene la menor posibilidad de autogobernarse y que es necesario que alguien lo dirija. En segundo lugar, por los prejuicios de clase que existen en nuestro país. Muchos sectores de las clases medias, en particular las capas elevadas de esas clases, y el conjunto de la burguesía nacional, consideran que la capacidad de las personas se mide por la cantidad de diplomas o por las ganancias que acumulan en el banco, o por sus propiedades, o sus títulos bursátiles, etc. Una de las grandes tareas del PT es desmitificar precisamente ese error histórico y demostrar que la administración de un Estado no es una cuestión técnica, sino lisa y llanamente una cuestión política.

-¿Y el peligro de una intervención directa de los militares?

-En un país dirigido por militares siempre existe el riesgo de que la represión militar se acentúe. Y el riesgo subsistirá hasta que el pueblo no se organice y tenga conciencia política. Por eso en el PT decimos que lo más importante es organizar a la clase trabajadora. Luego tendrá que decidir por sí misma su destino.

A medida que la entrevista avanzó Guattari se movió con mayor naturalidad. Era un encuentro entre dos militantes políticos. Fraterno pero sin pruritos. La variedad de temáticas no pareció asustar a Lula; incluso Felix no se privó siquiera de consultar al líder petista sobre su opinión de situación la Argentina.

-¿Cuál fue la posición del PT durante la guerra de Malvinas?

-El PT se pronunció contra la demostración de fuerza de Inglaterra, pero también contra la dictadura de los militares argentinos. En el PT creemos que el general Galtieri trabó esa operación para hacer que el pueblo argentino olvidase sus problemas internos: los 30.000 desaparecidos, la inflación del 150 por ciento, etc. Resultado: nada se resolvió en el plano interno y Argentina salió del asunto completamente desmoralizada. Lo más grave de todo esto son las vidas humanas perdidas que nunca serán recuperadas. De todas maneras, esa guerra dejó perfectamente claro lo siguiente, los países desarrollados siempre se apoyarán mutuamente, en lugar de ser solidarios con los países subdesarrollados. Un buen ejemplo de eso fue Estados Unidos, que, aunque sea el acreedor más importante de Argentina, no dudó en abandonar a ese país para sostener a Inglaterra.

-¿Apoyas la consigna “Las Malvinas son argentinas”?

-Fue algo muy debatido en el seno del PT. Lo discutimos durante todo un día. Mi posición es que las Malvinas pertenecen a Argentina.

-Si no entendí mal, no aprobaste la posición defendida por gran parte de la izquierda argentina sobre esa cuestión.

-No. Incluso me invitaron a participar de una reunión en Perú en la que distintos sectores de la izquierda argentina —incluidos los Montoneros— proclamaron su intención de volver a Buenos Aires para apoyar al general Galtieri. Me negué a aceptar la invitación. En ningún momento el PT apoyará, no ya la guerra de Malvinas sino al general Galtieri. Con la izquierda latinoamericana —sobre todo con la izquierda ligada a los partidos comunistas argentino y brasileño—, ¡uno nunca sabe si estamos a la izquierda o a la derecha!

Otras de las temáticas que más preocupaban a Guattari se vinculaba directamente a la necesidad de construir organizaciones de nuevo tipo, a tono con ese debate Lula se adentró a describir la estructura de funcionamiento de su fuerza: “Pese a todas sus imperfecciones, el PT ha logrado crear un sistema de núcleos de base que garantizan que todas las decisiones pasen por un proceso de discusión a nivel local y de manera que las instancias nacionales siempre puedan disponer de una representación exacta de lo que piensa en realidad el conjunto del partido”.

-¿Con respecto a esto, no tienes la impresión de que, dentro del PT, coexisten igualmente muchos componentes militantes tradicionales, dogmáticos? ¿No están evolucionando, también, hacia su lado los viejos grupos sectarios que entraron en el PT?

-La tendencia, antes que cualquier otra cosa, es a que se “disuelvan” en el seno del PT, sin que haya, sin embargo, “patrullas ideológicas”. Cuanto más numerosos sean los trabajadores dentro del partido, menos motivos habrá para la supervivencia de tales tendencias.

-¿Cómo se ve a los intelectuales en el seno del PT? ¿Hay nuevos tipos de relación entre ellos y el movimiento social? Pienso, por ejemplo, en los que se instituyeron en Polonia en el seno de Solidaridad.

-Un hecho muy importante dentro del PT es la mistificación de la distancia entre el intelectual, el estudiante, el campesino y el trabajador. El PT ha acercado a las personas, ha creado nuevas relaciones de fraternidad y ahí se sienten mucho más iguales. Creo incluso que una de las razones del gran éxito de nuestro partido tiene que ver con el hecho de que en su seno no hay divergencia alguna fundada en la posición social o el origen de clase de sus miembros. En realidad, ese tipo de prejuicio existía menos en el seno de la clase obrera que en los demás sectores de la sociedad. Creo sinceramente que dentro del PT las personas viven libremente.

-Para mí, Solidaridad en Polonia, el PT en Brasil, son experiencias a gran escala que intentan inventar nuevos instrumentos de iniciativa y de lucha colectiva, así como una nueva sensibilidad y una nueva lógica política y micropolítica.

-La gran fuerza, la mejor arma del PT es justamente esto —el no dogmatismo—, porque el dogmatismo es parecido en todo el mundo… Por ejemplo, cuando fui a Italia, participé de una reunión con el grupo Manifesto, y allí también pudimos percibir con mucha claridad que las personas son adoctrinadas por sus manuales. Y sólo después llegan a la práctica. Sin embargo, nosotros creemos que la práctica debe estar estrechamente ligada a la teoría. Si no, no tiene ningún sentido. No nos interesa discutir la teoría, si el pueblo mismo tampoco está dispuesto a discutirla. Antes es preciso despertar su interés. ¡Es evidente!

Somos conscientes de que la lucha del PT y la lucha de la clase obrera no terminarán con el proceso electoral, que, en realidad, para nosotros representa un paso más en la organización de la clase obrera. Ésta es la única razón por la que aceptamos asistir a las elecciones y decidimos presentar nuestros candidatos.

Al despedirse de su amiga Rolnik, Guattari le vaticinó: “Si ustedes continúan al ritmo en que están comprometidos en esta suerte de transformación de Brasil, tal vez ustedes acaben marcando el camino de las revoluciones moleculares”.

Preso con Lula // Diego Valeriano

Hay que ir preso con Lula. Hay que aguantarla de verdad aunque sea una sola vez, la última. Hay que llamar a las amigas en Brasil, dejar de postaer, tomarse un bondi o un avión, juntarse entre varios y salir en auto. Hay que saquear el Coto, cagar a piedrazos los tribunales de Morón, saber que la alegría no sirve para nada.

Hay que armar ranchada, quemar colchones, pasar pastillas, dejar los taper sucios, amotinarse, saber que toda presa es política, en especial las pibas.

Hay que enfrentarse con el ejército, perderse en los pasillos del bajo, romper la noche, llorar como maricas, abrazar a las putas viejas de la colectora como solo las abrazaría Lula. Salir a cortar calles, quemar un patrullero en la madrugada de Ramos, putear en portuñol, romperle la boca de una trompada al que se atreva a decir algo malo de él.

Hay que llorar por que estamos perdiendo feo, saber que tal vez sea nuestra última oportunidad, la única, la que nos queda, la que ya  no podemos evitar.

LULA // Luciano Debanne

Lula saluda, abraza, besa, agradece. Llora.

Y el pueblo, puro pueblo, lo saluda, abraza, besa, agradece. Y llora con él. Ese llanto es algo incomprensible para las oligarquías de todo el mundo, que son finalmente una sola, es llanto de pueblo.

Inexplicable desde la instrumentalidad, desde la racionalidad numérica del imperio financiero y offshore.

Pasa que a veces, a veces, cuando un pueblo festeja, se equivoca; a veces, a veces cuando un pueblo se enfurece, se equivoca… pero cuando un pueblo llora, cuando el pueblo llora por alguien, masivamente, públicamente, sin tapujos ni vergüenzas, cuando un pueblo llora por alguien, compañeros, compañeras cuando un pueblo llora.. bueno ustedes saben, si nos habrán visto llorar.

Lula saluda, abraza, besa y agradece, y llora . Que es lo mismo que decir que el pueblo saluda, abraza, besa y agradece, y llora. Solo los incautos ven ahí una derrota, o a unos derrotados. Solo los mercanchifles del lleve y traiga ven ahí una victoria que asumen propia.

Solo los que cuentan costillas y te miden el corazón, los que destripan la gallina para ver como se hacen los huevos de oro, solo los estadistas de encuesta y opinión, pueden ver ahí a un hombre empequeñecido.

Pero es normal, qué saben los que nada saben, qué nos van a venir a hablar de amor!

El juez Moro ordenó el arresto exprés de Lula // Eric Nepomuceno

Dieciocho horas después de que su pedido de hábeas corpus preventivo fuese negado por el Supremo Tribunal Federal, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito para las elecciones de octubre, fue objeto de una orden de prisión expedida por el juez de primera instancia Sergio Moro. Se trata del mismo juez que lo condenó en un juicio que, en opinión de juristas y abogados no solo de Brasil sino de algunas de las más prestigiosas escuelas de derecho del mundo, estuvo plagado de arbitrariedades y manipulaciones, sin que hubiese una única prueba en su contra.

Moro determinó que Lula da Silva se presente a la Policía Federal en Curitiba, capital de Paraná, antes de las cinco de la tarde de hoy. En un comunicado lleno de formalismos, Sergio Moro prohíbe expresamente el uso de esposas, “atendiendo a la dignidad del cargo que ocupó”.

Tanto el Tribunal Federal Regional de Porto Alegre, la segunda instancia que confirmó y aumentó la condena de Lula, como Sergio Moro, rechazaron siquiera recibir los recursos que habían sido presentados por la defensa del ex presidente. Como argumento, afirmaron que se trataba de una “maniobra claramente destinada” a postergar el cumplimiento de la detención, aunque la presentación de recursos esté prevista con todas las letras en la legislación vigente.

La noticia de la orden de prisión del más popular presidente brasileño de las últimas seis décadas, originada en dos tribunales que actuaron claramente de manera arbitraria, sorprendió al país. Lula y sus abogados creían que ella no ocurriría antes de por lo menos el martes 10.

Al principio de la noche de ayer, uno de los abogados del ex presidente, un renombrado y veterano jurista llamado José Roberto Batochio, dijo que la ansiedad por mandarlo detener antes de que los recursos fuesen examinados “revela una arbitrariedad sin fin”.  Agregó que intentará algún recurso de urgencia, pero que si resulta inútil el expresidente deberá acatar la determinación de Moro y presentarse a la Policía Federal.

Cuando se supo de la decisión, Lula estaba reunido con asesores y amigos en el instituto que lleva su nombre. A los pocos minutos salió en un automóvil sin hablar con nadie y se dirigió al Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo del Campo, en el cinturón industrial de San Pablo, que presidió durante la dictadura y fue la cuna de su carrera política.

Según la noticia era conocida en el país, dirigentes de otros partidos de izquierda convocaban marchas populares para dirigirse a la residencia del ex presidente, también en San Bernardo. Y la dirección del Partido de los Trabajadores, el PT, pidió una concentración en el mismo sindicato.

La CUT (Central Única de Trabajadores) convocó movilizaciones para hoy en todo el país, y estudiaba decretar un paro general en caso de que Lula sea efectivamente detenido, lo que parecía inevitable.

En los últimos días, en conversaciones con amigos e integrantes de su círculo personal más cercano, Lula da Silva admitía que difícilmente no iría preso. Al fin y al cabo, decía, verlo tras las rejas era el objetivo central del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff en 2016. La pasividad con que la Corte Suprema actuó en el pasado miércoles, rechazando por un voto la concesión de un hábeas corpus preventivo, confirmó las previsiones de Lula, quien se mostró bastante afectado.

Ayer, antes de que se conociera la orden de prisión, él dijo a los amigos con quien se reunió que era preciso “movilizar a la gente en las calles”, aunque admitió que eso difícilmente ocurriría antes que lo llevasen preso, algo que previó que ocurriría la semana que viene. “Y será importante mantener a la gente en las calles mientras yo esté preso”, dijo, para mantener a la militancia activa en su defensa.

Alrededor de las ocho de la noche, se supo que Lula debería permanecer en el Sindicato de Metalúrgicos, en lugar de dirigirse a su casa. La propuesta de los sindicalistas era mantenerse en vigilia permanente al lado del expresidente, con la idea de obligar a la Policía Federal a invadir el local a partir de las cinco de la tarde de hoy.

Mientras gruesas columnas de manifestantes se dirigían al Sindicato, Lula examinaba con sus abogados y miembros de su círculo más íntimo y de confianza qué hacer.

Hasta conocer la orden de detención, Lula había decidido presentarse tan pronto fuese notificado. La previsión era que eso ocurriría luego que sus recursos fuesen rechazados por el Tribunal Regional Federal, semana que viene. La intempestiva medida adoptada por sus integrantes, de siquiera recibir los recursos, y de inmediato acatada por Sergio Moro, lo llevó a repensar el asunto. Para el expresidente, Moro actuó de manera totalmente arbitraria e inadmisible, lo que provocaría otro tipo de actitud.

En varios momentos Lula reiteró la necesidad de una “resistencia pacífica”, evitando enfrentamientos.

Luego de la decisión de Moro, aumentaron las preocupaciones de que aumente la inestabilidad social, y crezca el riesgo de convulsión callejera, con enfrentamientos entre defensores y acusadores de Lula da Silva.

Al parecer, ninguna de esas preocupaciones se les ocurrió a los seis miembros de la Corte Suprema que el pasado miércoles le negaron un hábeas corpus preventivo hasta que se agotasen todas las instancias a las cuales podría –y podrá– recurrir.

 

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La destrucción de la empatía (y las lágrimas felices) // Amador Fernández-Savater

¿Es posible leer la coyuntura política, no simplemente como una disputa entre distintos grupos por el poder, sino como un choque entre diferentes percepcionesde la vida social, entre diferentes sensibilidades de la vida en común?

Vamos a ensayarlo tomando apoyo en el sugerente concepto de “pedagogía de la crueldad” propuesto por la antropóloga  Rita Segato. Lo explico muy resumidamente a continuación.

En nuestras sociedades, la vida se vuelve cada vez más precaria: la indefensión y la desprotección son tendencias generales, transversales.

El capitalismo hoy no mira simplemente por su reproducción regulada, sino que busca incesantemente la conquista de nuevos territorios objetivos y subjetivos: nuevas tierras y nuevas capas del ser que explotar. Es un capitalismo de rapiña.

Esta conquista permanente requiere, no sólo de la abolición de las viejas regulaciones y protecciones (fruto muchas veces de las luchas de la gente de abajo), sino de una insensibilización radical.

En la guerra de todos contra todos, la competencia general y el sálvese quien pueda, el otro debe percibirse ante todo como obstáculo o amenaza: como enemigo.

El principio de crueldad es la disminución de la empatía: el otro es desechable y prescindible, ningún hilo me une a él, nuestros destinos no tienen nada en común.

Hay toda una “programación neurobélica de la baja empatía” en nuestras sociedades. Y la violencia aquí es clave como herramienta: lanza el mensaje aleccionador de que el otro (mujer, viejo, migrante, pobre, negro, disidente) sobra, es eliminable.

Lo que sostiene pues las políticas de precarización de la vida es una cierta configuración (o desconfiguración) de la percepción y la sensibilidad. Estas son asuntos políticos de primer orden, pero los análisis de coyuntura no reparan apenas en ellas, enfocados más bien en reseñar las maniobras partidistas y las intrigas palaciegas, las relaciones de fuerza entre organizaciones y facciones, el estado de los sondeos y la “opinión pública”. Es necesario y urgente dotarse de unasensibilidad poética sismográfica para adentrarse y describir este plano de realidad.

Derechización afectiva

Se ha repetido mucho. El 15M ha funcionado como un “cortafuegos” del ascenso del populismo derechista que se extiende a nivel micro y macro por toda Europa: Frente Nacional, Brexit, Alternativa para Alemania, Pegida, Liga Norte, Casa Pound, Amanecer Dorado.

Pero, ¿qué tipo de “cortafuegos” era? Por nuestra parte, hemos insistido en pensar y describir el 15M como un efecto de sensibilidad. Un fenómeno de sensibilización colectiva. A partir de mayo de 2011, se desplegó un poco por todas partes en la sociedad una especie de “segunda piel” en y por la cual se sentía como algo propio y cercano lo que les sucedía a otros desconocidos.

Esto no quiere decir que todo el mundo estuviese presente en cada desahucio en los barrios, en cada acompañamiento de un migrante sin tarjeta sanitaria, en cada encierro en un colegio amenazado de recortes, sino más bien que había un clima social general que abrazaba, conectaba y amplificaba cada acción, cada iniciativa. El 15M creó un común sensible en el que era posible sentir a los otros y con los otros, como semejantes.

Esa piel se ha retirado o adormecido, debilitada en buena medida por una “verticalización” de la atención y el deseo, depositados y delegados durante el “asalto institucional” en la promesa electoral de la nueva política. Cautivados por los estímulos que venían de arriba (tele, dirigentes, partidos), descuidando mientras lo que sucedía a nuestro alrededor, la piel se rajó.

En realidad no hemos salido de ninguna crisis: simplemente se ha perdido elcontacto sensible entre los “hundidos” y los “salvados” (o quienes se creen salvados de momento). La retirada del “cortafuegos” 15M deja vía libre a las fuerzas que están siempre ahí: la profundización y consolidación de la precariedad existencial general, la guerra de todos contra todos y el sálvese quien pueda.

El veneno de la amargura que anida en cada cual por tantas humillaciones recibidas en el cotidiano -sean grandes o pequeñas, reales o imaginarias- se convierte en el aguijón del resentimiento victimista que circula hoy a placer por las redes sociales entre zascas y booms.

La “derechización” de que se habla últimamente, sobre todo a raíz de lo que ha “despertado” el conflicto en Catalunya, no es en primer lugar una cuestión ideológica, identitaria o política, sino una crispación social y afectiva. Un endurecimiento de la percepción y de la sensibilidad.

El fondo del contenido de las banderas españolas que aún se pueden ver en los balcones (ya hasta el Mundial…) es el miedo, la amargura, la soledad, un deseo reactivo de orden, consumo y mano dura contra todo lo que se desvíe o desestabilice la ficción de normalidad, con el anti-catalanismo como elemento aglutinador primario.

Es sin duda Ciudadanos el partido que de manera más desenvuelta agita hoy esa “pasionalidad oscura” (Diego Sztulwark) con el fin de recogerla más tarde electoralmente y hacer de ella la base del proyecto político de convertir la sociedad en una empresa total. Donde sólo haya lugar para los ganadores, donde no tengan lugar los adversarios (destituidos como interlocutores mediante la represión, la censura y la criminalización), ni tampoco las “anomalías” (como los centros sociales en las ciudades o los manteros).

En ese fondo oscuro y crispado aparecen sin embargo voces y movimientos que convocan otra sensibilidad, activan otra percepción y abren otra piel. Sin ningún ánimo exhaustivo o totalizante, voy a centrarme en tres ejemplos (hay más). El 8 de marzo, la voz de Patricia Ramírez, madre del “pescaíto”, las movilizaciones en torno a la muerte de Mame Mbaye.

El mandato de masculinidad

Según Rita Segato, la primera expresión de la pedagogía de la crueldad es la violencia machista. El capitalismo de rapiña instala un campo de batalla en el cuerpo de las mujeres.

En la precariedad general, la posición del hombre está fragilizada: no puede proveer, no puede tener, no puede ser. Pero al mismo tiempo tiene que probar que es un hombre. Los varones estamos sometidos a un “mandato de masculinidad” que nos obliga, para ser, a demostrar fuerza y poder: físico, intelectual, económico, moral, bélico, etc. El mandato de masculinidad se traduce hoy así en un mandato de violencia.

La violación no es erótica o de placer, sino una demostración de poder. El poder del impotente, ansioso por demostrar que es, que sigue siendo un hombre. Es un mensaje que manda un hombre a otros hombres: puedo, soy capaz, soy dueño de las vidas. No es un hecho excepcional, cosa de algunos varones monstruosos o “psicópatas”. Se asienta en una base compuesta de mil violencias cotidianas y transversales: en el espacio público y en el íntimo, en la calle y en casa, en el trabajo y en las relaciones.

La mujer no es simplemente un cuerpo-víctima de la violencia. Lo que se agrede en ella es precisamente su fuerza insumisa al mandato de masculinidad, la capacidad de creación de vínculos, de lazos, de redes, de complicidades, de empatía y de comunidad.

El 8M visibilizó a miles de mujeres en todo el mundo diciendo basta. Sus cánticos y pancartas pueden leerse como un registro detallado de las mil violencias cotidianas que habitan la “normalidad”. No se vuelve a ella igual después de haber vivido una jornada así excepcional, sino más enredadas y más fuertes. El 8M sólo es la cresta de la espuma de una ola de fondo que empuja para cambiar completamente la vida cotidiana, ese “caldo de cultivo” de la violencia más espectacular que vemos en las noticias.

Y puede asumirse también como ocasión por los hombres que desean desobedecer el mandato de masculinidad y salir de ese bucle funesto entre la indigencia existencial extrema y la obligación de demostrar poder. Como una invitación a la metamorfosis.

Las acciones bonitas

La desaparición y la búsqueda de Gabriel Cruz, el “pescaíto”, ha sido un fenómeno altamente mediatizado.

Los medios de comunicación y las redes sociales son hoy -sobre todo de un tiempo a esta parte- los vehículos privilegiados de la pedagogía de la crueldad. Las tendencias a la espectacularización (el morbo), la simplificación de la realidad (el zasca) y la polarización social (la lógica de bandos, buenos y malos) los atraviesan transversalmente. Pero da igual que la realidad se instrumentalice a favor de la derecha o de la izquierda: se contribuye en cualquier caso a la destrucción de la sensibilidad, el pensamiento y la autonomía.

Pese a todo, los medios y las redes facilitaron durante varios días la activación de mucha gente que ayudó en la búsqueda de Gabriel o quiso hacer sentir de algún modo a su familia calor y solidaridad. El apoyo se trastocó en odio al conocerse la identidad del asesino: mujer, extranjera, de color. En este contexto,  la voz de Patricia Ramírez, madre de Gabriel, resonó como salida de otro mundo, cuando en realidad provenía del amor más común que existe: el amor de madre.

Su mensaje principal: no poner el foco en la rabia y el enemigo, sino en la solidaridad y las “acciones bonitas”. Desplazar la atención hacia los gestos de apoyo que habían “sacado lo mejor de las personas” durante aquellos días. Que lo que permanezca, en el sinsentido absoluto de la muerte de Gabriel, sea el recuerdo cálido del abrazo social. “Porque otras personas lo van a necesitar en el futuro”.

¿De dónde sacaba Patricia las fuerzas para no dejarse envenenar por el deseo de venganza? Es la pregunta que le hacían los periodistas una y otra vez, perplejos e impresionados. Y ella respondía siempre lo mismo: “en honor al pescaíto, él no era así y yo tampoco”. Es decir, no es que Patricia haya conservado la “sensatez” y la “cabeza fría”, como si los afectos llevasen directos al odio y la rabia y sólo “la razón” pudiese contenerlos. Es la típica visión masculina. En realidad es justo al revés: la voz de Patricia salía del amor hacia su hijo, del agradecimiento hacia quienes se habían movido por él y del deseo de que su recuerdo no quedase asociado a la rabia vengativa. De los afectos.

Palabra precisa y preciosa, cargada de humanidad y ternura, rica en metáforas muy físicas (relacionadas muchas veces con el agua: el río abierto, la marea de solidaridad, la resaca de dolor…), la voz de Patricia ha conseguido desarmar por momentos la voracidad de los medios de comunicación y las redes sociales, basados en las lógicas de espectacularización, simplificación y polarización social.

Y nos ha dejado caer, indirectamente y como de regalo, algunas indicaciones que cada cual puede convertir en modos de resistencia a la destrucción de la empatía y de cultivo de otra sensibilidad: estar con los que nos quieren (“muy juntitos”), buscar la intimidad y el silencio, agradecer el cariño, transformar los afectos reactivos en afectos activos, evitar la instrumentalización, no dejar que otros hablen en nuestro nombre, no tomar excesivo protagonismo, “mirar siempre dentro del corazón”.

Guerra entre pobres

Sin lugar a dudas, a Mame Mbaye le ha matado un sistema de maltrato cotidiano que,  como explica muy claramente Sarah Babiker, inyecta a diario el miedo, cercena la felicidad y enferma, destruyendo el derecho humano a la despreocupación, el descanso y la serenidad.

Ese sistema de maltrato cotidiano -ley de extranjería, desigualdad económica, redadas policiales, etc.- es justamente la “pedagogía de la crueldad”. Más que perseguir objetivos concretos, como la erradicación de la manta, lo que se busca esproducir insensibilidad: marcar y hacernos ver al otro como otro, distinguir entre los hundidos y los salvados, entre los que están dentro y los que están fuera, cortar la empatía y toda solidaridad posible.

Atizar una guerra entre pobres, cuando en realidad el colectivo mantero sólo es la punta más extrema de las tendencias generales de las que hoy nadie está a salvo: la precarización, desprotección e indefensión de la vida.

Un día después de la muerte de Mame Mbeye, los discursos que se improvisaron en la concentración de la plaza Nelson Mandela de Lavapiés mezclaban la digna rabia (por una muerte intolerable) y las palabras que apelaban una y otra vez a la igualdad, a la humanidad común, a la empatía. Contra el mandato de crueldad: no sentir, no sentir con otros, no con-moverse.

Los oradores hablaron nada menos que en tres lenguas (inglés, francés, español), mostrando así de pasada la potencia que hay en las vidas migrantes: la energía, las capacidades y los saberes que habitan en estos cuerpos acostumbrados a los trayectos más difíciles, al aprendizaje y la realfabetización constantes, a la creación de redes de apoyo y complicidad.

No sólo son pobres o víctimas que merezcan nuestra compasión, sino que en ellos habita una gran riqueza, un gran potencial que nuestra sociedad no sabe ni quiere acoger. Como recordaba Malick Gueye, portavoz del sindicato de manteros, Mame no era sólo un “mantero”, sino una persona implicada en la pelea por derechos sociales y un artista, al que no se permitió ejercer su profesión en España.

Lágrimas felices

Lo confieso:

Se me saltaron las lagrimas el 8M viendo a primera hora de la mañana un “piquete” de chicas sub16 (y chicos, a la zaga) recorriendo el barrio, con energía a chorros e infinita lucidez en sus consignas.

Se me saltaron las lágrimas escuchando a Patricia Ramírez pidiendo a la gente que “se sacase a la bruja de la cabeza” y recordase más bien las «acciones bonitas» que tuvieron lugar durante la búsqueda de Gabriel.

Se me saltaron las lágrimas escuchando a los oradores de la plaza Nelson Mandela de Lavapiés apelar, sólo un día después de la muerte (muerte política) de Mame, a la humanidad compartida, a la igualdad de todas las personas.

El filósofo y escritor George Bataille decía que hay “lágrimas felices”. No son exactamente lágrimas de alegría, sino de emoción por ver acontecer algo “milagroso”: imprevisible, inesperado, impensable, imposible pero cierto.

Es “milagroso” escuchar a quien ha sufrido el daño más grande hablar de pelear por más vida y no por más muerte, por más humanidad y no por menos, por más empatía y no por más guerra de todos contra todos.

Que se nos humedezcan más a menudo los ojos de estas lágrimas, para despertar y reactivar nuestra piel endurecida por el principio de crueldad.

Gracias Marga, Marta, Diego, Ema, Guille, Jabuti, Miriam, Juan, Leo por las conversaciones.

La guerra que nos habita // Redacción La tinta

Durante la guerra de Malvinas el rol de las mujeres fue invisibilizado. A todas, la dictadura les prohibió hablar, al igual que a los soldados excombatientes. A las que no callaron, no les creyeron. Otras, sufrieron estrés postraumático y pudieron hablar mucho años después.

Cuando se cumplieron 30 años de la guerra de Malvinas, el Congreso reconoció como veteranas a varias mujeres que habían participado del enfrentamiento armado entre Argentina e Inglaterra. Hace unos pocos días, se identificaron los restos de soldados caídos enterrados como NN en las islas, y muchas madres pudieron descansar sabiendo dónde están sus hijos. No sólo es mentira que las mujeres no formaron parte de la guerra de Malvinas sino que además, ésta, las sigue habitando.

Veteranas de guerra

La mayoría eran enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles que fueron a las trincheras del combate, hoy veteranas que padecen las mismas consecuencias que los varones que empuñaron las armas.

En el libro “Mujeres Invisibles” su autora, Alicia Panero, cuenta que cuando entrevistó a las mujeres que estuvieron en la guerra de Malvinas como voluntarias para cuidar a los heridos se encontró con muchos testimonios. Ellas contaron que en general no le preguntaban a los soldados qué les había pasado, sólo los escuchaban: “Les contaban del frío, del hambre, de que extrañaban a sus mamás. Y ellas sentían la necesidad de abrigarlos. Las de la Fuerza Aérea, por ejemplo, lo que más recuerdan es que cuando se abrían las puertas de los Hércules y bajaban las camillas, no había un sólo soldado que no pidiera por su madre”.

En una entrevista que le realizaron, relata uno de los hechos que le contaron: “En un traslado de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia el comandante tuvo que llevar a la cabina a cinco mujeres de la Fuerza Aérea, porque no paraban de gritarles cosas machistas y piropos subidos de tono. No querían que estén ahí. También la pasaron mal en el hospital, porque no estaban muy informadas de lo que estaba pasando. Y mientras esperaban a los primeros heridos hacían vida de cuartel. No las tenían bien”. En la guerra, no sólo se mide el poder del hombre contra el hombre, sino que se reafirma la objetivación de la mujer, su sumisión, y su servicio. Las mujeres fueron a realizar tareas de cuidado, extensiones de sus tareas domésticas no reconocidas ni en las casas, ni en la guerra.

Las otras madres

El regreso a casa de los soldados que pelearon en Malvinas fue esperanzador. Las familias se agolparon para recibir a sus hijos enviados a luchar por una “patria” que los llevó y los llevaría durante los años posteriores a la finalización de la guerra, a su muerte. Pero, más atrás, algunas no festejaban. Sus hijos no estaban en las bases ni en los hospitales. Primero, les dijeron que estaban recuperándose y ganando peso antes de volver a sus casas. Pero sus nombres no estaban en los censos oficiales. La búsqueda comenzó para muchas de ellas. Un proceso largo para encontrar a sus hijos caídos en Malvinas.

En la guerra fallecieron 649 soldados reconocidos, pero 122 yacían en el cementerio Darwin en territorio malvinense esperando ser identificados. Sus placas rezan: “Soldados Argentinos sólo conocidos por Dios”.

Ellas tocaron miles de puertas, hicieron millones de trámites. Escribieron los nombres de sus hijos en formularios y papeles, pero recién hace unos pocos días algunas pudieron nombrar las tumbas. A sus hijos se los llevaron con nombre y apellido, y ellas no podrían descansar hasta que esos NN encontrasen de nuevo aquel nombre perdido en el tiempo.

El consuelo que les dieron desde los altos mandos militares no bastó, les dijeron que habían muerto como valientes. “Lo prefiero cobarde, pero conmigo”, dijo una de ellas. Como valientes en una guerra orquestada, a la que incluso muchos ni sabían que estaban destinados hasta que se bajaron de su avión en suelo de Malvinas.

Nombrar a los restos que yacen en tumbas anónimas es una lucha bien conocida para las madres de nuestra Argentina. Las madres que quisieron saber qué pasó con sus hijos. Las madres que no dejaron jamás que el círculo cierre sin ellos. No dejaron jamás que la mala memoria se lleve sus historias.

 

Tanto a las ex veteranas como a las madres de los soldados que estuvieron en combate, la guerra las sigue habitando. Su lucha sigue viva.

el segundo naufragio de los pichis // Hernán Vanoli

Peronismo, ejército y nación. Una tríada incómoda para las promesas de modernidad que trae el segundo ciclo soñado de neoliberalismo. Argentina es hoy un pequeño enclave sojero donde la ubicación del norte geopolítico vuelve a discutirse sin nuevas preguntas y con las mismas respuestas de siempre, mientras las inversiones siguen sin llegar y reclaman un severo disciplinamiento laboral. Es en este contexto que las discusiones sobre Malvinas resultan todavía ásperas, porque ponen en la picota los relatos identitarios de un país y trazan un inquietante perfil para una nación que no termina de narrarse a sí misma de un modo apacible.

 

Juan Terranova publicó hace unos meses Puerto Belgrano, novela sobre un médico militar que forma parte de la tripulación que padece el hundimiento del Crucero y luego es rescatada. Superados los 35 años de su inicio, la guerra de Malvinas parecía haber obtenido alguna especie de cierre simbólico en el imaginario social. El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, inaugurado por la ex presidenta Cristina Kirchner en 2014, pretendía coronar el proceso de cicatrización de la costra simbólica llamada Malvinas. Un gobierno que apelaba a la simbología peronista, un relato progre y federal en el corazón de una exESMA nacanpop, híbrido entre un enorme centro cultural hippie y un gélido homenaje teutón a las víctimas del nazismo, con el gaucho Rivero proyectado en pantallas led y la visita de cientos de miles de estudiantes de escuelas públicas, más el reclamo diplomático de la soberanía. En torno a este hermoso cambalache la casa parecía estar en orden. Nacionalismo light, antimilitarismo, dignidad en el dolor y en la derrota como combustible de un discurso victimizante y al mismo tiempo combativo. Pero los tiempos cambiaron.

 

Las representaciones

Por detrás de estas políticas de Estado teníamos nuestras crónicas conmovedoras -por dar un ejemplo, Nuestro Vietnam de Daniel Riera-, nuestras películas taquilleras -Gastón Pauls se había puesto bajo la piel de un conscripto más parecido a sus pares de Leicester que a los changos jujeños que pelearon la guerra en Iluminados por el Fuego, basada en las investigaciones de Edgardo Esteban-, teníamos una obra de teatro con performance de Lola Arias, y teníamos también nuestros más ricos y complejos modos de abordaje desde la literatura. Fogwill, que se daba cuenta rápido de las cosas, había escrito Los Pichiciegos al son de las  baterías de metralla, amparado por sus míticos gramos de cocaína.

 

Con aquella novela Fogwill inaugura una veta interpretativa y un universo simbólico para escribir sobre la guerra. Según ese cosmos, que luego se convirtió en credo del progresismo, la guerra había sido el manotazo de ahogados de una cúpula castrense ebria y desesperada, corolario de una dictadura que en realidad era un pacto cívico-militar, con una sociedad civil en el fondo cómplice del terrorismo de estado. Ese era el mainstream. En el nicho, lo que había en Los Pichiciegos era un trabajo sobre el filón reventado del habla popular rebelde, anticorporativa y antisocial, acompañada por una lectura sobre la lumpenización freeraiderista de ciertos sectores medios que vendrían a acompañar el disciplinamiento financiero que la dictadura había iniciado y del cual el alfonsinismo sería, a fin de cuentas, una continuidad. En su novela, además de hablar de la ineptitud militar, Fogwill habría hecho una resonancia magnética al ethos de amplias capas de la sociedad que en lugar de pelear la guerra capitalista del todos contra todos preferirían también quedarse en la trinchera, ya fuese estatal, asistencial, militante o contratista, haciéndose los boludos mientras esperaban para hacer sus negocios en democracia. Después de todo, eso fue lo que llevó a cabo la familia Macri.

 

El sedimento de Fogwill produjo sus frutos. De ella surgieron novelas que profundizaron en el clima moral y las contradicciones de la alianza cívico-militar, como Dos Veces Junio (2002) de Martín Kohan, o la original Trasfondo (2012) de Patricia Ratto, que con un gran trabajo de investigación hace que la guerra suceda en un submarino. Carlos Gamerro dio un paso más con Las Islas (1998), una novela ambiciosa y voraz, que se anima a satirizar la guerra, a mostrar las ambivalencias y los trágicos destinos de muchos de los soldados, y la vincula no solo a los ochenta sino también a la década menemista y su turbia primera modernización neoliberal. Los ganadores internos, la patria contratista y financiera, eran los mismos amos que en los noventa habían construido Puerto Madero, los grandes dependientes parasitarios de un capitalismo imposible. En Una puta mierda, publicada en 2007 y republicada luego como Nosotros caminábamos en sueños, Patricio Pron se centró en cifrar la decodificación de los discursos que circulaban en una guerra de la cual nunca había habido suficientes imágenes por parte de receptores infantiles, siguiendo con el tono farsesco de Gamerro, pero añadiéndole una perspectiva de hijos que luego se pondría tan en boga durante el kirchnerismo.

 

Lo cierto es que todas estas representaciones, con estéticas disímiles y planteos originales, poseían algunas coincidencias que tenían que ver con el desprecio hacia el actor militar, el antinacionalismo, cierta certeza socialdemócrata que campeaba de fondo, cierta fe en las instituciones. Claro que hubo anomalías e irreverencias, como por ejemplo en «La soberanía nacional», aquel cuento de Rodrigo Fresán publicado en Historia Argentina (1991), o el intento conciliador de Brilla tu, borracho loco (2012), con los notables poemas de Hugo Emilio Sánchez. Por su parte, la novela La Construcción (2014), de Carlos Godoy, inaugura un abordaje novedoso para concebir las islas ya no como un territorio que se convierte en escenario de una disputa histórica, sino como un enigma natural donde acontece justamente lo que las narraciones históricas impiden pensar: el derrumbe de las categorías que solíamos esgrimir para narrar el conflicto.

 

¿Adiós a los pichis?

En 2017 otra novela abordó la cuestión de la guerra desde una perspectiva algo corrida de los consensos vigentes. 1982, de Sergio Olguín, es un drama explícitamente inspirado en Fedra, la tragedia griega. En uno de los vértices del triángulo amoroso que se narra aparece Augusto Vidal, un militar que participó en el intento de recuperación de las islas y volvió un poco místico, un poco más violento, un poco chiflado. Sus contrapartes son Pedro, su hijo, y Fátima, su pareja, con quien tiene otro hijo. Fátima y Pedro se enamorarán, intentarán huir juntos. Olguín cuenta una historia donde la textura está en lo íntimo, donde el militar sigue ocupando un rol de malvado en línea con su complicidad con la dictadura, y donde la sutileza está puesta en la resonancia de la guerra en las relaciones humanas. Pero lo saliente es que 1982 es una novela que se escribe en contra de la pedagogía, no tanto en contra del actor militar -a quien ya se considera justamente derrotado y con quien, como corresponde, no se tiene piedad- como en contra de las moralidades que circularon en torno a la guerra.

 

El caso de Puerto Belgrano es diferente. Terranova pertenece a otra generación, está más cerca de Pron que del resto de los que escribieron sobre Malvinas, y está también cerca de Godoy. A contrapelo de muchos de sus contemporáneos que escriben una literatura sentimental hecha para esquivar deliberadamente los nodos del conflicto político, Terranova parece haber madurado su pulso de escritor y con una prosa seca que por momentos evoca a Cormac McCarthy pero se permite arrebatos, disgresiones, y un desatado rap ensayístico belicista al final del libro, se despacha con una novela que sin resignar una nutrida investigación histórica mete el dedo en la llaga y viene a desafiar los consensos desde los cuales se venía narrando el combate. La pregunta de fondo parece ser: una vez que el neoliberalismo triunfa en las urnas y con su verdadero nombre, ¿sigue vigente la idea de los pichis?

 

Apenas empezamos a leer Puerto Belgrano entendemos que el Crucero ARA General Belgrano era en realidad una suerte de hermosa y aún efectiva ruina que Perón les había comprado a los Estados Unidos. El hundimiento del Belgrano fue el triste y solitario final del Phoenix, un acorazado que había combatido en la Segunda Guerra Mundial. La cuestión se complejiza cuando Terranova juega con la hipótesis de que Malvinas fue un conflicto que debe ser leído dentro del escenario de la Guerra Fría: una conflagración burocrática y helada, colonial y fuera de tiempo, irreal pero al mismo tiempo bien concreta, en la cual una alianza con la ex Unión Soviética podría haber sido una posibilidad efectiva, incluso luego de la pésima planificación de los militares argentinos. De hecho, toda la historia de Puerto Belgrano está atravesada por la fantasmática presencia de Reina, un enigmático marinero que Eduardo Dumrauf, el médico castrense que narra, se encuentra en diversos momentos de su vida, tanto a bordo del Belgrano como, años más tarde, en una reunión de ex combatientes. Resulta que, al parecer, Reina era una suerte de espía britántico, o quizás un brujo, y un grupo de altos cuadros del ejército militar soviético desembarcan en el Belgrano en su búsqueda.

 

Pero la falta de agallas y de comprensión geopolítica de los militares argentinos no es leída desde la sociedad civil ni desde la dictadura. Por el contrario, Terranova elige contarla desde un militar argentino de rango intermedio que luchó con honor junto a sus soldados, con quienes compartía un gran amor por la patria. Apartado de la victimizada figura del colimba, Dumrauf es un cirujano que realiza curaciones a bordo del Belgrano, que participa activamente de las operaciones de rescate, que es náufrago del hundimiento, y que se queda con la sangre en el ojo por no haber podido pelear la guerra. Le pregunté a Terranova por los motivos de haber construido a ese personaje, un médico argentino y al mismo tiempo filonazi, para narrar Malvinas:

 

“No sé si es filonazi. ¿Lo es? El padre, queda claro si uno lee con atención, atendió a un aviador nazi que les enseñó a volar a muchos pilotos argentinos. Pero no sé. ¿Que escuche Wagner lo hace nazi? ¿Dónde estaría ese nazismo? No digo que no. Solo que creo que las cosas con Dumrauf y con los bordes de la Segunda Guerra son más ambiguos. Yo me siento muy cerca de la gran novela oral que trabajan todos los días los veteranos de Malvinas, sus voces, sus charlas, sus breves textos en Facebook. Todos los que luego escribimos sobre esa experiencia somos los vampiros de las letras que tomamos esa energía”.

 

Nacionalismo y democracia

Una de las secuencias más largas, puntillosamente descritas y bellamente documentadas de la novela de Terranova es el rescate a los náufragos del Belgrano. El autor se nutrió de testimonios de los sobrevivientes pero con ellos hizo algo más que un homenaje o una condolencia: generó una pintura del hundimiento en la cual el lector se identifica con los militares. Esto excede a la revindicación de la destreza técnica y de las agallas de muchos combatientes argentinos que participaron de la guerra. Y también, de la natural identificación con los vencidos: lo que se caldea, y atraviesa a la novela, es una permanente insatisfacción con la democracia. Hasta hoy la narración de Malvinas había sido utilizada para celebrar la democracia. Incluso Fogwill se conformaba con desconfiar de ella, pero en su trabajo sobre los pichis había también cierto homenaje. En este caso, lo que puede leerse es una radical disconformidad que se trabaja a través de la exposición de los mecanismos burocráticos con los cuales la democracia aplasta el heroísmo, a la épica e incluso al sentido de la existencia, triturando además a sus víctimas –principalmente a los ex combatientes– de un modo silencioso y naturalizado.

 

Por otra parte está el nacionalismo. ¿Tiene sentido ser nacionalista hoy, en la era de las megalópolis, o se trata más bien de la evocación retrospectiva de un sentimiento antimoderno que actúa como resistencia en el plano simbólico, pero con efectos conservadores en los procesos reales? Lo cierto es que en Puerto Belgrano es muy difícil no emocionarse ante cada “viva la patria” de los soldados argentinos. De hecho, la novela establece una diferencia bastante notable entre los soldados, su nobleza y su predisposición y la desidia, la cobardía y la torpeza de los altos mandos. Le pregunté a Terranova por ese sentimiento nacional y por su relación con el peronismo. ¿No es el peronismo el padre no declarado de los Pichis, figura que su novela viene en gran medida a cuestionar?

“Creo que el problema viene por otro lado. Una de las principales instituciones que la dictadura cívico-militar dañó y destruyó hasta la ruina fueron las tres armas mismas. Esto no es contradictorio. Los militares siempre tuvieron internas y divisiones. Perón mismo era un militar. Pero con Onganía, bajo la presión de los Estados Unidos, y con la instrucción francesa, el ejército comienza a abandonar la defensa de la soberanía y a funcionar como un operador policial contra el comunismo, aunque en ese momento el comunismo acá no parecía estar en el negocio de la revolución. Pero esa era la agenda de Estados Unidos y lo que proveía era armamentos ligeros, no cañones ni acorazados. Y luego los franceses también impusieron su agenda con las tácticas de lucha contra la subversión que ya han sido historizadas hasta el hartazgo. Eso unido a que Onganía realmente fue un político horrible que nunca habría llegado al poder sin las purgas de la Revolución Libertadora… Si no se entiende eso, no entendés lo que vino después. Ahí, en la Libertadora, hay un cambio que luego nos va a llevar al Proceso de Reorganización Nacional y a un movimiento histórico que recién se viene a reparar con el kirchnerismo. Es un tema largo pero lo simplifico: cuando hoy unos pibes de veinte años en una marcha en Plaza de Mayo cantan ‘el que no salta es militar’ las que se benefician son las potencias imperialistas. Y bueno, los escritores argentinos son todos unos cobardes y unos ignorantes en este sentido. Ese fue un gran daño que hizo la dictadura: cuestionar el orgullo de ser argentinos”. Mientras escribía esta nota alguien me recordó que, tras haber repudiado al actor militar, en su fase postrera y decadente, el kirchnerismo intentó tener un aparato de inteligencia propio a través del general Milani. Los resultados fueron una sinécdoque del tipo de desarrollismo que se propuso.

 

 

Los buenos servicios del peronismo

Pero esto lleva a otra escena notable de la novela. Una noche Dumrauf es abordado en un consultorio y llevado al luctuoso Cuartel General de la Policía ubicado en Avenida Belgrano. Es la policía democrática, los servicios secretos de la democracia, tan servicios y tan secretos como los de la dictadura, aunque sin tortura ni plan sistemático de exterminio. La novela hace hincapié en los grises. Y esa parte, contada por el propio Dumrauf, retrata su propia posición ante la represión ilegal. El tipo había asistido a gente que estaba siendo torturada, y consideraba que la tortura era reprochable pero lógica en un escenario que los superiores habían caracterizado como de guerra. Al parecer, desconocía un plan sistemático y se amparaba en la obediencia debida. Pero, de todos modos, reconoce un límite cuando lo interrogan por los nacimientos en los centros clandestinos de detención. Vuelvo a preguntarle a Terranova: ¿Qué imaginás que hubiera hecho un tipo como Dumrauf si lo llamaban para asistir a un parto en la ESMA?

 

“Insisto: la dictadura fue la que destruyó el honor militar en la Argentina. Y lo hizo con toda precisión. Mientras sigamos asociando lo militar a la crueldad y a la torpeza, vamos a seguir siendo una Nación con fronteras inexploradas y una soberanía débil. Ese es, sobre todo, un desafío para los militares. Y si me permitís, los que salvaron ese honor fueron los veteranos y ex combatientes –soldados, suboficiales, oficiales– que después de la guerra siguieron militando Malvinas, señalando los errores, siendo consecuentes con sus reivindicaciones, pidiendo lo que les correspondía. El futuro siempre es bastante oscuro. Pero algunas cosas tengo claras. Si un día de mi vejez me llaman por teléfono y me dicen que el avión de mi hijo fue derribado mientras atacaba un convoy de barcos chinos en el Pacífico sur voy a sentir dolor, el dolor más fuerte que un padre pueda sentir, pero también voy a sentir orgullo, el orgullo más grande que un padre pueda sentir”.

 

Una hipótesis para pensar el cambio implícito en Puerto Belgrano: con la descomposición del peronismo, los argentinos pasan de ser los pichis a convertirse en los kelpers. Los kelpers del orden económico mundial, los kelpers que sueñan con ser británicos pero no lo son, los kelpers que vuelven a tener que pelear por el reconocimiento de sus derechos laborales ante una corona que jamás se los dará. Terranova estuvo en las Islas y le pregunto cómo los vio. Cómo vio a nuestros hermanos siameses. “Me sorprendió lo cola de paja que son los isleños importantes. Nosotros perdimos la guerra pero son ellos los que viven con miedo”. ¿Con miedo de qué? “El miedo es una sensación interesante. Está en el centro de nuestra constitución como sujetos modernos. El miedo y la paranoia. Los isleños viven paranoicos de que la Argentina recupere las islas y ellos tengan que abandonar su penosa vida de trabajar y engordar para morir. Los que traté me cayeron muy bien. La clase trabajadora es clase trabajadora en todas partes. Como dijo Gramsci, siempre hay gobernantes y gobernados. Pero creo que los isleños, kelpers, británicos y demás personas que hoy viven en Malvinas nunca lo leyeron”.

 

Pese a su belicismo y a su visión modernista del actor militar, Terranova conserva las esperanzas. En uno de los raps de la novela donde tematiza al ser nacional, habla del sino argentino como una cadencia entre el aburrimiento y la destrucción. ¿Qué lugar ocupa el peronismo en ese baile? ¿Y qué lugar te gustaría que ocupase?

 

“El peronismo siempre sale a la pista con un pasodoble. Suena un tango, pasodoble. Le ponés Technotronic, pasodoble. Le ponés Pet Shop Boys, pasodoble. Le das pastillas locas, pasodoble. Toca Black Sabatth, pasodoble. Y hay momentos en que suena un pasodoble y entonces se alinean los planetas y la rompe. Creo que hay una ortodoxia en esa perseverancia que es a la vez ridícula y esperanzadora. El pasodoble al final te termina salvando la noche”.

 

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Malvinas desde Rozitchner, Verbitsky y Fogwill // Clinämen

A 36 años del comienzo de la Guerra de Malvinas, evocamos una conversación con León Rozitchner y repasamos zonas subrayadas de “Los pichiciegos” de Fogwill y “La última batalla de la tercera guerra mundial” de Horacio Verbitsky. El fondo del terror y el plan económico que padecemos y resistimos hasta hoy.

Reseña de Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo (Editorial Caja negra) // Mariano Pacheco

Una lectura del libro que reúne textos de más de una docena de autores, entre los que se destacan Antonio Negri, Franco “Bifo” Berardi y Mark Fisher.

Se sabe: toda lectura es siempre situada.

¿Cómo leer entonces un libro como Aceleracionismo, donde se compilan todos textos producidos desde contextos bien diferentes a los tercermundistas latinoamericanos? Tal vez desde su análisis de la situación internacional, puesto que si bien estamos parados en realidades diferentes producto de la división internacional del trabajo, todos compartimos el hecho de actuar, pensar, sentir, leer, escribir desde el interior del mercado mundial.

A falta de una visión social, política, organizativa y económica radicalmente nueva, los poderes hegemónicos de la derecha seguirán siendo capaces de impulsar contra todas las evidencias su miope imaginario, escriben Alex Williams y Nick Srnicek en su “Manifiesto por una política aceleracionista”, en la que describen la situación en la que nos encontramos luego de treinta años de neoliberalismo planetario (la civilización global se enfrenta a una especie nueva de cataclismo).

¿Qué ha pasado en estas tres décadas con el movimiento obrero, las izquierdas y los movimientos sociales? La respuesta -por momentos angustiante- que brindan los autores nos interpela respecto de los desafíos presentes, si de verdad aspiramos a contribuir a un nuevo ciclo de rebeliones contra el sistema imperante y apostar por construcciones que vayan más allá del capital (la izquierda tiene una necesidad imperiosa de recuperar la perspectiva de gestar una nueva hegemonía mundial), insisten los autores del Manifiesto.

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¿Qué es el aceleracionismo?

Según la definición esbozada por los compiladores de este libro, el aceleracionismo es una herejía política, una insistencia en que la única respuesta política radical al capitalismo no es protestar, agitar, criticar, ni tampoco esperar su colapso en manos de sus propias contradicciones, sino acelerar sus tendencias al desarraigo, alienantes, decodificantes, abstractivas.

Publicado en Argentina a fines de 2017 por la editorial Caja negra, Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo reúne dieciséis textos escritos entre 1994 y 2015 (incluyendo una introducción de los compiladores, Armen Avanessian y Mauro Reis, y un epílogo del primero). El más viejo de estos textos es “Colapso”, de Nick Land (periodista actualmente radicado en Shangai a quienes los autores del Manifiesto consideran un precursor del aceleracionismo, junto con Karl Marx) y el más nuevo: el “Manifiesto xenofeminista” del colectivo Laboria Cuboniks, que los compiladores consideran la manifestación programática más potente de esta nueva afluencia acelerativa.

También hay textos de importantes referentes internacionales como Antonio Negri, Franco “Bifo” Berardi y el recientemente fallecido Mark Fisher.

Avanessian y Reis parten de un diagnóstico compartido por los impulsores de este movimiento a la hora de presentar el libro. A saber: que la desesperanza parece ser el sentimiento dominante en la izquierda contemporánea. De allí que critiquen, tanto de la izquierda liberal como de la más radical pero no menos iletrada tecnológicamente izquierda académica, el hecho de reducir la economía capitalista a un montón de números y la tecnología a puro dominio instrumental del capital, abandonando a su adversario la inteligencia tecnológica y los argumentos económicos. De allí también que reclamen, de manera urgente, criterios pragmáticos capaces de realizar una identificación y selección de aquellos elementos del sistema que puedan ser eficaces en una transición concreta hacia otras formas de vida más allá del capital. Por eso junto con la pregunta por una transición posible hacia otros sistemas, aparece con fuerza el interrogante en torno a los posibles usos de la tecnología, en un movimiento de lectura que implica recuperar tanto las reflexiones que Marx realiza en los Grundrisse sobre las máquinas como una reapropiación/reformulación del componente “maquínico” presente en las teorizaciones de Gilles Deleuze y Félix Guattari, sobre todo en torno a la relación entre la producción maquínica y la producción del ser humano como tal.

¿Cuál es la relación entre los efectos socialmente alienantes de la tecnología y el sistema de valor capitalista? ¿Por qué y cómo son los efectos emancipadores del “nuevo fundamento” de la producción maquínica contrarrestados por el sistema económico del capital? ¿En qué podría convertir el humano social si el capital fijo fuese reapropiado en el interior de un nuevo socius postcapitalista? Estas son algunas de las preguntas que vienen a plantearse en el libro de la mano de algunas propuestas para liberarse de la coerción del trabajo asalariado.

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La cuestión del retorno de un pensamiento más complejo, capaz de arriesgar hipótesis más allá del cortoplacismo de cada lucha particular y más acá de las apuestas que implican definiciones de objetivos de mediano plazo y el trazado de estrategias concretas para obtenerlos, sin por ello renunciar a una mirada que da lugar al azar y las formas creativas de intervenir en política, es seguramente uno de los mayores aportes de este libro, más allá de las coincidencias o no con los postulados aceleracionistas.

La construcción de una nueva infraestructura intelectual capaz de contribuir a la gestación de una nueva ideología y de nuevos modelos económicos y sociales; la disputa por los medios tradicionales de comunicación más allá de la intervención en internet y las redes sociales; junto con la convicción de reconstruir un poder de clase, teniendo en cuenta las identidades proletarias parciales encarnadas a menudo en las formas postfordistas de trabajo precario en el mundo contemporáneo, son los tres objetivos de mediano plazo esbozados por Alex Williams y Nick Srnicek en el “Manifiesto por una política aceleracionista”. Estos objetivos son planteados junto con una convicción: la necesidad de rediscutir los modos de organización y las tácticas de lucha.

¿Qué pasa si las marchas con pancartas o zonas temporalmente autónomas devienen reconfortantes sustitutos del éxito efectivo? se preguntan en el Manifiesto, que las búsquedas pasen más por la apuesta que por la afirmación de seguridades conocidas: el único criterio para una buen táctica es si posibilita o no un éxito significativo dicen, a la vez que instan a estar atentos a los modos en que los adversarios políticos aprender a defenderse y contraatacar los métodos de lucha antaño eficaces. Algo similar sucede con los modos de organización. Para los aceleracionistas hay que poder desprenderse de la idea de democracia-como-proceso, del fetichismo de la apertura y la horizontalidad y poder entender que, a veces, el secretismo, la verticalidad y la exclusión también tienen su lugar. Por supuesto, advierten sobre los riesgos de que las autoridades verticales legítimas devengan centralismo totalitario y tiránico y por eso también llaman a romper con el sectarismo, asumir un pluralismo de fuerzas que pueda experimentar con diferentes tácticas y no quedarse apegados a los modos conocidos.

Es en este sentido que los autores del Manifiesto insisten en la necesidad de discutir la planificación postcapitalista tanto como poder salirse de la nostalgia fordista, esa que hoy se presenta muchas veces como pasado glorioso cuando en realidad no era más que ambiente disciplinado en ambiente laboral fabril donde el hombre (varón) recibía seguridades básicas para su vida, pero a cambio de un aburrimiento existencial profundo y una marcada represión social que iba acompañada de un racismo/sexismo en el plano nacional (con su correlativa jerarquía familiar de subyugación de las mujeres) y una jerarquía internacional sostenida en colonias y zonas de periferias subdesarrolladas.

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Pero no todos los ensayos reunidos en este libro son para ratificar los postulados del Manifiesto que lo inaugura. Hay otros textos que señalan insuficiencias, que plantean contrapuntos. Uno de ellos es el de Franco Berardi para quien la aceleración es una de las formas de subyugación capitalista. Bifo destaca que cuando de lo que se trata es del proceso de recomposición de la subjetividad y de la formación de una solidaridad social la aceleración implica la sumisión del inconsciente a la máquina globalizada. El ex obrerista italiano retoma a Deleuze y Guattari, a Negri, pero también a Spinoza y a Marx, para recordar que no hay afuera posible, que las posibilidades de futuro están contenidas en la composición actual de la sociedad, y que esa fuerza inmanente corre el riesgo de ser interpretada como una necesidad (la inmanencia del comunismo o el despliegue autónomo del general intellect implican una posibilidad, no una necesidad, insiste Berardi).

Antonio Negri, por su parte, destaca el paso al frente que implica en Manifiesto respecto de la tarea comunista en la actualidad y afirma que aún hay espacio para un saber subversivo. Pero advierte que no se saldrá de la situación actual espontáneamente. Sólo un acercamiento sistemático de clase a la construcción de una nueva economía y a una nueva organización política de los trabajadores podrá reconstruir una hegemonía y pondrá las manos del proletariado sobre un futuro posible.

También Negri insiste en dejar atrás la ilusión de un retorno al trabajo fordista y comparte con el aceleracionismo la idea de liberar la potencia del trabajo cognitivo (“¡Ciertamente aún no sabemos lo que un cuerpo tecnosocial moderno puede hacer!”).

En la perspectiva del teórico italiano resulta fundamental retomar la crítica aceleracionista al horizontalismo espontáneo y a la idea de democracia-como-proceso. Cuando se habla de transformación revolucionaria -escribe- no se puede eludir un pasaje institucional fuerte, más fuerte que el que el horizontalismo democrático podrá nunca proponer. Planificar exigirá, antes o después del salto revolucionario, transformar la abstracción del conocimiento de la tendencia en la potencia constituyente de instituciones futuras, postcapitalistas, comunistas. Y remata: esta es la directriz que debe ser adoptada y la labor que debe desarrollarse: planificar la lucha antes que planificar la producción.

Por otra parte, Negri también retoma el planteo aceleracionista de lo que denomina ensamblaje e hibridación respecto de combinar las experiencias desarrolladas y por venir, en función de avanzar no sólo con la crítica de la social-democracia y los socialismos realmente existentes sino también de los límites de los nuevos movimientos sociales en perspectivas de avanzar en la construcción de un programa comunista. Estos umbrales son aquellos que se determinan en la relación entre composición técnica y composición política del proletariado y que se fijan históricamente. Sin estas consolidaciones, un programa -aún transitorio- es imposible. Y es precisamente porque hoy no logramos definir con precisión esta relación, que a veces nos encontramos metodológicamente inermes y políticamente impotentes.

Por último -en esta reseña, aunque no en el libro, puesto que los otros textos no citados aquí abren aún más discusiones- quisiera destacar algo planteado por Mark Fisher en su texto, en donde intenta indagar en el vínculo entre revolución psíquica y revolución social en el horizonte de la cultura popular.

Las dos primeras décadas del siglo han estado marcadas hasta ahora por una insólita sensación de inercia, repetición y retrospección, destaca el pensador británico, para quien -tanto política como estéticamente- pareciera no poder esperarse ya más que lo mismo conocido hasta el momento. Situación que no puede entenderse por fuera de la reacción conservadora de las últimas décadas, donde el familiarismo jugó un papel central en el ascenso de la nueva derecha, en abierta reacción frente a la contracultura gestada en las décadas del ‘60 y del ‘70. Aquella que propugnó formas de organización colectivas (no-estatistas) nuevas y sin precedentes, dando voz a nuevas formas del deseo desconocidas incluso por las izquierdas más clásicas.

Como podrá observar quien lea esta reseña, los temas abiertos por el aceleracionismo son muchos y de vital importancia para poder repensar las prácticas impugnadoras del orden existente, y seguir promoviendo un pensamiento crítico insumiso que pueda ser capaz de denunciar, sí, pero también

de contribuir a las reflexiones y los modos de nombrar aquello que cuestionamos, y aquello por lo que luchamos.

«Tenemos grandes expertos que son grandes analfabetos» // Entrevista a Marina Garcés

Un libro pequeño puede ser muy ambicioso. Es el caso de ‘Nueva ilustración radical’ (Anagrama), que acaba de recibir el premio Ciudad de Barcelona. Su autora, la filósofa barcelonesa Marina Garcés, es una de las voces más vivas del pensamiento español actual, tanto por su colaboraciones de guerrilla en el diario Ara como por su implicación en los movimientos sociales. El jurado destacó su “capacidad de pensar los desafíos políticos del presente renovando las herramientas de la filosofía clásica”. El libro señala que vivimos en la sociedad de la información, pero que no nos libramos de estar tan desamparados como un analfabeto. “Muchas veces, consumimos información en tiempo real acerca de lo que ocurre en el mundo y nos preguntamos “¿y yo qué hago?”. Es una expresión de impotencia y de incapacidad que no es ajena al saber, sino que van juntos. Lo mismo ocurre cuando nos formamos en conocimientos y profesiones tan fragmentadas que no nos sirven para comprender mejor el mundo en que vivimos. Tenemos a grandes expertos que al mismo tiempo son grandes analfabetos. Ciencia e impotencia no son contradictorias. Lo interesante es que hoy nadie es ajeno a este tipo de analfabetismo”, explica.

Burguesía melancólica

El texto destaca por su claridad, pero también por su rigor. Garcés no busca polémica mediática, pero tampoco se arruga si tiene que cuestionar el discurso de pensadores de gran prestigio, como Martha Nussbaum o Nuccio Ordine. Ambos coinciden en que el valor de la cultura clásica reside en su carácter “non-profit” (sin ánimo de lucro) y en su inutilidad, en estos tiempos de búsqueda de máximo beneficio y culto al utilitarismo. “Hay una defensa melancólica de las humanidades que refleja una visión de clase. Es una visión preservacionista, que invita a conservar un patrimonio cultural y que defiendeuna visión idealista de las artes y de las letras. Va ligada a la idea muy burguesa de la separación entre el tiempo de la producción y el trabajo y el tiempo del ocio y cultivo del espíritu”.

'Nueva ilustración radical'
‘Nueva ilustración radical’

En las antípodas de este enfoque, Garcés reivindica el poder de las estas disciplinas como herramientas de cambio social. “Es interesante poner esta cuestión en relación con el ecologismo: hay un ecologismo conservacionista, que es el de los ricos que quieren seguir disfrutando de la naturaleza y lamentan su pérdida. Frente a ello, está lo que algunos llaman “ecologismo de los pobres”, que es el que cuida su hábitat porque le va la vida en ello. Pienso que el compromiso con las humanidades tiene que ser hoy del mismo tipo: no son un patrimonio a conservarsino un ecosistema en el que nos jugamos aspectos fundamentales de nuestras vidas, especialmente los menos ricos y por tanto más sujetos a las transformaciones del actual sistema de reproducción social. Lo que está en disputa hoy no es si hay más o menos asignaturas de letras en los curriculums, sino qué sentidos de la experiencia humana podremos compartir y elaborar en condiciones de igualdad y de reciprocidad”, explica.

España, entre dos extremos

Para algunos pensadores españoles, resulta problemático el término “ilustración”, ya que consideran que en España nunca ha tenido lugar un verdadero proceso de democratización cultural. ¿Está de acuerdo? “La Ilustración a la francesa o a la alemana no pasaron por la Península, lo que no quiere decir que no haya habido combates del pensamiento en el tránsito entre el Antiguo Régimen y la modernidad. Quizá lo que no funciona para nuestro entorno territorial y cultural es la linealidad del proyecto moderno y por tanto la idea de progreso. Desde hace siglos vivimos en paralelo y en conflicto permanente entre lo más extremo del conservadurismo dogmático y autoritario y lo más extremo de la experimentación social más igualitaria y más arriesgada. Esto hace que lo que ocurre por aquí abajo sea muy difícil de leer con “anteojos” europeos, que son los que han forjado las categorías analíticas tanto académicas como políticas de la modernidad. Lo que pasó en el 36 es un claro ejemplo de ello y lo que ocurre actualmente otra vez. Estamos, al mismo tiempo, un paso más allá de la Europa de los estados y muchos pasos más acá de la Europa de los derechos”.

Desde hace siglos vivimos en conflicto permanente entre lo más extremo del conservadurismo dogmático y de la experimentación social

¿Cuál puede ser la estrategia para avanzar? “Tenemos que aprovechar que por una vez hay una generación bien formada y alimentada para elaborar marcos de análisis y de debate propios pero no localistas, para elaborar historias, de presente y de futuro, más allá de las hegemónicas”, señala.

El falso dilema nuevo-antiguo

Desde Mayo del 68, del que ahora se cumple medio siglo, la izquierda ha desarrollado un fuerte rechazo a las instituciones. Tanto el Estado como la universidad o la familia son vistas como marcos puramente represivos. El libro de Garcés propone repensar estas nociones. “La modernización es un proyecto que se desarrolla oponiendo lo nuevo a lo antiguo, como si todo lo antiguo fuera un lastre y todo lo nuevo fuera bueno. Cuando insistimos tanto, hoy, en la innovación estamos cayendo en lo mismo. Respecto al problema institucional y su relación con los mapas actuales de la educación y del conocimiento, lo que tenemos que preguntarnos en qué medida se corresponden, hoy, las prácticas del saber y las instituciones que las producen, transmiten, custodian. Creo que claramente estamos padeciendo una inadecuación, que se traduce en malestares importantes en el sistema educativo y en el mundo de la cultura. Esto no quiere decir que haya que acabar con las escuelas, los museos o las universidades, sino transformarlas en alianza con otros espacios y con otros modos de hacer. Esta inadecuación no es un mero “retraso”, como se nos hace entender a veces. Las instituciones del saber no son un software que simplemente haya que actualizar. Son lugares en los que se experimentan todos los combates sociales y políticos de nuestro tiempo, y que hoy lo que producen son graves formas de opresión autoritaria y de desigualdad”, denuncia.

Cuidados paliativos del sistema

El libro también señala carencias en los actuales discursos de la izquierda. Por ejemplo, esa expresión tan de moda que es la “política de los cuidados”. Garcés pide llevarla más allá del lema reconfortante. “Cuidarnos es la nueva revolución, pero esos cuidados cada vez se parecen más a los cuidados paliativos”, escribe en el libro. ¿Están ejerciendo los movimientos sociales de botiquín de emergencia del sistema? “Hace poco vi una pintada por Twitter (ahora que están tan penalizadas, las pintadas se ven sobre todo en Twitter) que decía “Cuidémonos unos a otros para ser peligrosos juntos”. Creo que dice algo muy importante: en el cuidado de la vida digna podemos experimentar la potencia de un nosotros en combate con las injusticias y las desigualdades que nos causan tanto dolor. Por eso es importante no quedarnos en un lenguaje de los cuidados a la defensiva, sino vincularlos a las diferentes maneras como hoy podemos, al mismo tiempo, luchar y crear. Luchar contra los poderes (económicos, políticos…) que dañan la vida, tanto humana como no-humana, y crear mundo habitable entre nosotras. No sólo somos seres vulnerables, como se insiste tanto hoy. Nuestra vulnerabilidad es inseparable de una gran potencia colectiva de creatividad, de invención y de resolución práctica de nuestros problemas comunes. No hay que olvidarnos: no sólo somos enfermeros de un planeta enfermo, somos cocreadores de un mundo en el que queremos vivir dignamente”, afirma.

Humanos y residuos

En el fondo, lo que propone Garcés es utilizar los saberes clásicos para afrontar los conflictos de un mundo cada vez más hostil. “Se está produciendo una humanidad-residuo: personas sin trabajo, sin recursos, sin agua, sin tierras habitables, sin casa en las ciudades, sin papeles en muchas partes del mundo…Es ya una realidad que desplaza los límites de lo que entendemos por lo humano y su dignidad. Al otro extremo, encontramos la hiperinteligencia de los procesos cognitivos de alto nivel, humanos y no humanos, que configuran un mundo inteligente (smart) para gente (supuestamente) estúpida. Desde este escenario, a todos no incumben las humanidades, especialmente a los más expuestos a estas transformaciones”.

Seguramente se trata de recuperar ese viejo concepto llamado “dignidad humana”, mucho más subversivo de lo que parece.

 

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-02-18/marina-garces-nueva-ilustracion-radical-entrevista_1522795/?utm_source=whatsapp&utm_medium=social&utm_campaign=amp

Una nueva metalurgia // Diego Sztulwark

 

Hacer agujeros no es simplemente hacer vacío, sino encontrar algo que existe en los agujeros.

 

Anti-Edipo, Mil mesetas y Qué es la filosofía, tres de las principales obras escritas en colaboración por Gilles Deleuze y Felix Guattari, son tratados sobre los movimientos de la tierra (territorialización, desterritorialización y reterritorialización) y de los flujos (codificación, descodificación, sobrecodificación). Los autores, en particular en su último trabajo, ligan la filosofía ya no a una relación entre sujeto y objeto sino a una “geofilosofía” o “geopolítica”. El Anti-Edipo relata una historia universal: la comunidad primitiva, que codifica todo flujo como perteneciente a la tierra, ha debido enfrentar el nacimiento del Estado –Imperio– que sobrecodifica la actividad comunitaria remitiéndola a la propiedad pública representada por el déspota. Basados en abundante bibliografía proveniente de la antropología, los autores afirman que el surgimiento del Estado –esa idea eterna que se encarna de modos diferentes– se dio de una sola vez. El Urstaat: sobrecodificación general de todos los flujos. Junto al Estado imperial nace el sobre-trabajo, la moneda -con relación a los impuestos y a la renta- y el monopolio del comercio exterior. Si la actividad comunal presentía y conjuraba al Estado, el Estado presiente y conjura la temida descodificación general de los flujos, el derrame del que surge el capitalismo.

Deleuze explica en sus clases que tanto en China como en Roma se vivieron fenómenos de descodificación general, auténticos contragolpes a la sobrecofidicación imperial. El esclavo liberto chino o el plebeyo romano eran producidos por el Estado de tipo despótico pero no formaban parte de la sobrecodificación. Eran sujetos despojados de su estatus. El plebeyo romano, a diferencia del patricio romano, no tenía derecho a explotar la riqueza pública y solo se le entregaba una parcela privada. Deleuze ubica el   nacimiento de la propiedad privada y su extensión al comercio y a la empresa en este movimiento de descodificación plebeya. Sin embargo, la descodificación de los flujos no es suficiente por sí misma para explicar el nacimiento del capitalismo. Hace falta aún que estos flujos se encuentren y den lugar a una toma de consistencia capaz de crear una nueva sociedad. El capitalismo surge de una conjunción de los flujos descodificados: de la relación diferencial y de determinación recíproca entre flujos en los que la riqueza se pone como capital y la actividad humana como trabajo. El Estado no desaparece en la nueva sociedad, pero ya no ocupa el lugar de la trascendencia imperial. Deviene inmanente, un operador interior al encuentro entre los flujos descodificados que no dejan de relanzarse en nuevas combinaciones  según una lógica que los autores denominan axiomática.

La axiomática capitalista es una lógica en la cual la instancia que formaliza y conecta no es exterior ni superior a los términos formalizados y puestos en conexión. Si la axiomática capitalista parte del mercado mundial, se efectúa en los Estados, que actúan  adjuntando o bien substrayendo axiomas; proponiendo al capital modelos de realización. El Estado regula y territorializa flujos descodificados. La axiomática capitalista es la oscilación misma entre un polo socialdemócrata o populista (adjunción de axiomas, mercadointernismo) y uno neoliberal o totalitario (substracción de axiomas, prioridad del mercado exterior). Los Estados, heterogéneos entre sí, resultan así isomorfos en relación con la axiomática que se desarrolla en el nivel del mercado mundial. Claro que las categorías de Deleuze y Guattari no pueden leerse como si fueran exclusivamente sociológicas, perdiendo de vista su dimensión deseante. La axiomática de los flujos limita el componente esquizofrénico de la descodificación presente en el capital; la añoranza del Estado actualiza el componente paranoico. Se trata de mostrar, sobre todo en El Anti-Edipo, hasta qué punto el psicoanálisis de época formaba parte de la axiomática del capital, en la medida en que ofrecía una reconducción del deseo hacia las figuras parentales sumisas a la reproducción de las categorías del modo de producción capitalista.

Tanto en Antiedipo como en Mil mesetas la discusión con las izquierdas revolucionarias tenía que ver, precisamente, con la necesidad de retomar la unidad de lo deseante y lo histórico como condición de una verdadera ruptura. La cuestión de si es deseable y posible retomar estas consideraciones metodológicas en función de un plebeyismo actual se plantea sin cesar cada vez que en las calles y en las ideas se abandona la obediencia de la regulación burguesa de la existencia. No se trata de un mero voluntarismo sino de la crisis y el surgimiento de nuevas figuras. Además de lo que hoy ocurre en torno al movimiento de mujeres, hay otras pistas que tal vez valga la pena evaluar: la relación entre trabajo y territorio, y la relación entre alianza y filiación. Como sostiene Deleuze en sus clases, publicadas bajo el título Derrames II. Aparatos de Estado y axiomática capitalista, la relación entre trabajo y territorio, en la medida en que “la crisis actual no es en absoluto una crisis; corresponde exactamente a las condiciones actuales de la formación del nuevo capital”, los contingentes colectivos que no participan de las nuevas zonas de recomposición de la economía (lo que fue el movimiento piquetero, lo que son los trabajadores de la economía popular) quedan situados en una zona de crisis continua, en la que solo resta politizarse para promover derechos –movimientos sociales que buscan adjuntar axiomas– o bien (no se trata de caminos excluyentes) liberar las conexiones del trabajo precario, esa zona de crisis en la que los enunciados y las acciones resultan indecidibles.

En cuanto a la relación entre alianza y filiación, esta tiene que ver con la capacidad de promover desacatos subjetivos en la escena del deseo, en particular en el punto en el que la reproducción de humanos se liga y subsume a la reproducción de las relaciones sociales que genéricamente llamamos neoliberales. La breve pero rica tradición iniciada por las Madres de Plaza de Mayo permite retomar el problema de los vínculos en una clave que no es la de la reproducción del capital: madres no sumisas, madres de revolucionarios, hijos y abuelas. Durante el último año aparecieron los primeros testimonios de quienes dan lugar a una nueva figura: los “exhijos” (los “hijos” de cuadros de la represión durante los años del Estado terrorista). Quizás no se trate solo de la desafiliación de unas víctimas en el ámbito familiar con respecto a los malos tratos de unos monstruos que hoy ya nadie defiende, sino de una posibilidad aún más trascendente, de una acción que permite identificar y desactivar las operaciones de suma crueldad (en el sentido que le da Rita Segato y no Artaud a la palabra crueldad) con las que ayer y hoy se habilita la subordinación de la reproducción de la vida a la de la acumulación de capital. En cualquier caso, plebeyismo ya no es la clase obrera con la que estuvieron en contacto las izquierdas durante el largo período que va de la Comuna de París a la caída del socialismo real. Quizás la nueva plebe no sea una categoría sociológica más, ni se adecúe a los valores morales del progresismo, sino una manera discontinua de contactar con las pulsiones descodificantes que recorren el campo social –mujeres, trabadores irregulares, exhijos– de modo indecidible, es decir, no necesariamente dispuestos a derivar su existencia de los diseños dispuestos por los Estados como modelos de continuación para la realización del capital.

Además de las dos grandes imágenes con las que concibe el espacio (los espacios estriados –estatales– y los lisos –los cielos y los mares, pero también los territorios nómades–), Deleuze encuentra que los metalúrgicos constituían redes móviles que permitían ligar la minería con la fabricación de espadas, es decir, entraban y salían del Imperio. Ni acción de alisamiento ni de resonancia o de estrías, su relación con el espacio consistía en hacer agujeros. Hacer agujeros, es decir, buscar yacimientos. Un espacio agujereado hace posible nuevos descubrimientos.

“Vivimos una fase cada vez más explícita de guerra civil” // Entrevista a Vladimir Safatle

Entrevista realizada por Sergio Lirio a Vladimir Safatle, publicada el miercoles 28 de marzo de 2018 en Carta Capital. Discípulo del legendario Bento Prado Junior, Vladimir Safatle es filósofo. Sus trabajos, desde su tesis de doctorado La pasión del Negativo: Lacan y la dialéctica (2006), se ocupan del cruce entre filosofía y psicoanálisis. Entre sus libros se encuentran Cinismo y falencia de la critica (2008), Lo que resta de la dictadura: la excepción brasileña (con Paulo Arantes, 2010), Una izquierda que no teme decir su nombre (LOM, 2012) y El circuito de los afectos: cuerpos politicos, desamparo y el fin del individuo (2015) y Solo un esfuerzo más (2017)

 

 

¿Vive Brasil una escalada fascista?

 

Los últimos acontecimientos demuestran claramente que entramos en una fase cada vez más explicita de guerra civil. No hablo sólo de los tiros al omnibus del ex presidente Lula. El asesinato de Marielle Franco hasta ahora no mereció ningún tipo de respuesta de parte de las autoridades. No hay ninguna información, incluso después de la enorme conmoción causada por su muerte. Sorprende que Geraldo Alckmin, gobernador del estado más grande del país, y otros mandatarios naturalicen el atentado contra la caravana de Lula. Alckmin prácticamente dice que el expresidente se lo merece, ignorando completamente la diferencia entre la violencia simbólica de la política y la violencia real del exterminio.

 

¿Qué o quién podría resolver este impasse?

 

No hay solución a corto plazo. La sociedad brasileña camina hacia los extremos de la radicalización política. Y no veo otra salida. La cuestión es que hasta el momento sólo uno de los extremos se organizó, el campo reaccionario. El extremo progresista continúa preso a una cierta creencia en que existe un pacto de normalidad en la vida política nacional. Ese pacto terminó. La política nacional no está en una situación normal. Es necesario tener esto en cuenta y estar preparado.

 

¿Esta falta de entedimiento de la realidad explicaría el hecho de que las manifestaciones espontáneas después de la muerte de Marielle no se hayan convertido en algo más efectivo y organizado?

 

No existen actores políticos en Brasil que consigan expandir estas demandas y dar a ellas un carácter de explicación genérica de la situación nacional. La sociedad está en plena ebullición y las manifestaciones son todas espontáneas, como fueron las protestas del año pasado contra el gobierno de Michel Temer y la huelga general, que movilizó 35 millones de trabajadores. Pero faltan actores políticos que consigan sostener esa ebullición en el tiempo. Los partidos están degradados. Hay un déficit brutal de organización en el país. Toda esta fuerza, enorme, se pierde por completo.

 

En general, en Brasil, momentos como este desembocan en soluciones autoritarias. ¿Existe ese riesgo?

 

Sí, evidentemente. Es importante para la izquierda prepararse para todas las situaciones posibles. Siempre que hubo un retorno autoritario, la izquierda siempre fue la última en abandonar la esperanza en el Estado Democrático de Derecho. Se quedaba esperando por algo que ya no existía, mientras los reaccionarios organizaban la salida autoritaria. Es evidente que el fantasma flota en el aire. El año pasado, el general Hamilton Mourão habló explicitamente de un proyecto de golpe militar y no fue desmentido por sus superiores. Se crea una situación de tensión cada vez mayor. La elección, sabemos, va a ser una farsa, digna de la República Velha, en la cual se deja afuera a los candidatos que no se quiere que ganen. El pacto de democracia mínima en el país ya no existe más. No es casual que Temer acaba de decir que no hubo golpe en 1964, sino un movimiento consagrado por el pueblo. La declaración, inclusive, es falsa desde el punto de vista histórico. Estudios de opinión de la época mostraban que João Goulart sería el candidato más votado en las eleciones presidenciales. Es una falacia más en la tentativa de transformar en elección popular una decisión de las elites. Esta declaración elogiosa de Temer no es nada extraña.

 

Fuente: https://www.cartacapital.com.br/politica/safatle-201cvivemos-uma-fase-cada-vez-mais-explicita-de-guerra-civil201d

Valores Fundamentales: Elementos para una crítica a las (no tan) nuevas derechas // Colectivo Vitrina Dystópica

 

  1. Valores fundamentales

 

Hay una serie de estas nuevas. Una serie que se llama The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada, 2017), basada en un libro de Margaret Antwood (1985), en la cual se propone – para variar – un futuro dystópico. ¿Qué sucede en este futuro? Algo ha ocurrido con la fertilidad del planeta y no solo las cosechas son escasas, sino que también lo son los hijos, los cachorros humanos. Entonces, una especie de régimen totalitario se instala en, al menos, parte de lo que era Estados Unidos. Una especie de régimen totalitario que, apoyándose en una suerte de fundamentalismo cristiano, reinstala la más explícita dominación masculina: literalmente convierte a las mujeres que aún son fértiles, en esclavas de la casta dominante, para proveer de hijos.

 

El discurso oficial les llama criadas. El discurso oficial dice que eligieron serlo en beneficio de la humanidad. El discurso oficial dice que esas mujeres y las mujeres de la casta dominante, no son esclavas de los hombres (únicos autorizados a los puestos de jerarquía), sino que éstas fueron liberadas ¿Liberadas de qué, perdón? De la liberal (sic) “ideología de género”, por supuesto, pero también de los opresivos cánones de belleza que el neoliberalismo articula(ba) para su propia mantención. Vuelta a los valores tradicionales, entonces, como forma de salvar lo que queda de “comunidad”, lo que queda de “país”, lo que queda de “mundo” e, incluso, de por fin liberar a las mujeres de esas tontas ideas que conllevaría la ideología de género, pues como lo dice uno de los personajes (El Comandante), ahora pueden dedicarse libremente a cumplir con su objetivo biológico: tener hijos.

 

La protagonista de The Handmaid’s Tale siendo aleccionada. Serie realizada por Hulu.

 

“Según el censo de 2013, la comunidad evangélica en Chile representa el 16,62% de la población, es decir, 3,5 millones de personas, de las cuales 2,5 millones estarían habilitadas para votar: un botín nada despreciable que los candidatos cada vez miran con mayor atención”, así abre la nota sobre “el factor evangélico” un periodista de la revista Qué Pasa, por supuesto de COPESA, en plena “carrera” presidencial de 2017.

 

Esta fuerza religiosa ha tenido un crecimiento disperso, pero sostenido desde el guiño de la dictadura y los coqueteos con los demócratas, lo que la ha convertido, por tanto, en una fuerza política. Aunque no es difícil saber que ya era fuerza política desde el principio, su masividad, pero sobre todo la capacidad de fijar puntos y lograr unidad en la diferencia, es decir, la posibilidad de constituir una axiomática en apariencia muy sencilla, consigue llamar la atención de cada vez más “candidatos”. Y no olvidemos que en nuestra economía afectiva la atención llama a la atención, o sea, redobla su fuerza.

 

“Hay un tema transversal en que convergemos con Franco[1] y que tiene que ver con la vuelta a los valores. Uno de los discursos de Franco es que él no le debe nada a nadie, no tiene compromisos con el mundo financiero. En ese sentido estamos de acuerdo… – explica el pastor Molina, acompañado de su esposa [la pastora Zuñiga], en un café vegano budista de Providencia”. Franco, esta vez fue apoyado por un partido que se llama Unidos en la Fe y, a pesar de lo tenebroso del nombre no es este movimiento el “principal” peligro, sino la axiomática que articula.

 

La “marcha por la vida”, fue un momento fundamental consigna Qué Pasa, pues se reunieron católicos y evangélicos, superando sus “históricas disputas”. Esto fue posible, pues como señala, el antes UDI y hoy también independiente, José Antonio Kast: “[coincido] plenamente con la mirada valórica que ellos tienen, en todos los temas provida (…) estoy convencido de que una política de género es muy dañina para la sociedad y en lo [último] que coincido es en la libertad”.

 

Marcha «provida», Santiago de Chile, 2017. Foto autoría desconocida (se agradece información)

 

 

  1. Puritanismo y finanzas

 

¿La libertad? Cualquiera que mantuviera aun al menos cierta inquietud, estaría tentado a preguntarse algo como eso, de qué libertad me habla Kast. Y cabría adelantar así en bruto, velozmente, una hipótesis: la libertad de no mezclarme, la libertad de protegerme. ¿Qué? ¿Entonces, ya no es la libertad de consumir, la de elegir, la de explotarme, la de ser un individuo, todo eso que, sabemos, es la cumbia del neoliberalismo? Sí, claro que lo es, pero renovado ahora sobre un discurso de la comunidad. Los solos constituyeron comunidad y, por cierto, atravesada, enarbolada, ensamblada por el miedo.

 

Prototipo barrio cerrado «cul-de-sac», o sea, con calles sin salidas. Foto Plataforma Urbana.

 

 

Si el principal elemento de consumo era en realidad un estilo de vida y, entonces, todo lo que consumíamos se trataba finalmente de la propagación del modo de vida imperial. Y si, por cierto, esa democratización de las posibilidades se desmentía una y otra vez en la deuda, mostrando toda la articulación valórica neoliberal al modo de los libros de autoayuda, es decir, como un inmenso vacío en el que hay que hacer como si todos tenemos ya la vida que se supone debemos tener, porque solo depende de nosotros (y, entonces, fotos en Instagram).

 

Desmentida, también, en su recíproca, es decir en la estetización de la posición depresiva, compañera estructural del como si neoliberal y, por cierto, de la proliferación de la autoayuda y las terapias. Entonces, aun si, o mejor dicho porque se desmentía constantemente, no basta para asegurar la acumulación. Esta comunidad que no rehuiría del vacío, sino que lo buscó gestionar como sociedad de oportunidades, es decir, plenamente nada. Nada más que la obligación tácita de incorporarte a la forma de producción dominante, o morir. Esta comunidad hubo de agregar, ante la catástrofe que es el presente, a lo menos, un axioma: su defensa como tal.

 

 

Famosa marcha de los camiones quemados en 2015. Quemados, como se supo posteriormente, por sus propios dueños y no por supuestos terroristas mapuche. Foto La Tercera.

 

Es que acá todas las frases en apariencia nacionalistas, como America first o Chile para los chilenos, no pueden separarse de otras como make America great again o vienen tiempos mejores. El desmentido constante del reino de las oportunidades ha sido movilizado en favor de la acumulación y no en su contra. El nacionalismo como muchas veces antes, pero quizá con mayor claridad, es vector de una global dominación de clase. Los tiempos mejores que vienen o que vuelven, implican reconstruir aquel fallido paraíso de las oportunidades y si nunca existió, entonces, culpar a alguien. ¿A quién? A los que ingresaron. ¿Cómo trazar la frontera? ¿A quiénes de los que ingresaron expulsar? Pues a quienes muestren debilidad en su fe.

 

Son sospechosos todos, entonces, quienes mediante su ingreso hayan afectado algo anterior, o sea, algo tradicional. Mujeres, homosexuales, migrantes, insistentes. Y, aun así, bienaventurados los esforzados, pues la comunidad será de ellos y ellos serán de la comunidad. El nacionalismo puede menos que la adopción del dogma. La producción del deseo de purificación y su fascismo, es un problema de clase o de casta, antes que de nación. Mejor dicho, es sobre todo un poder de cacería. La relación con las finanzas, entonces, no sería realmente de oposición como quería el pastor, sino una continuidad compleja, incluso para los financistas. Las finanzas especulan con un mundo infinito, los fascismos puritanos saben que no lo es y que, por tanto, hay que proteger a la comunidad, antes que defender la sociedad. Parecería haber, entonces efectivamente, una oposición, pero a condición de olvidar que las formas de exclusión son modos de incorporación en desventaja. O sea, que, por ejemplo, querer cerrar fronteras no significa que no haya migrantes, sino que entran en peores condiciones y, fundamentalmente, dirigidos a satisfacer demandas de grandes agentes financieros. O sea, en condiciones, que permiten mayor extracción de plusvalía, tanto por ser casi esclavistas o, por la obligación de inculcarse el dogma de la producción de valor (para otro).

 

Si se busca relativizar cuestiones como la catástrofe medioambiental, es porque, sencillamente, es indesmentible. Y si eso es así, entonces, se puede movilizar la sensación de que no caben todos. Y la comunidad se muestra en toda su violencia y desea la muerte. Desea la muerte en general, los chivos expiatorios se irán eligiendo. Ahora bien, ese “no caben todos”, supone la mantención del aumento en el crecimiento sobre la apropiación de la riqueza, aun en circunstancias de su manifiesta imposibilidad. Dadas nuestras circunstancias actuales, como ya ha sido dicho, la generación de riqueza descansa básicamente en desposesión de los demás y que, si “los más ricos” quieren seguir siéndolo cada vez más como a hasta ahora, es a ellos a los que les conviene el “cierre de las comunidades” que quiere decir sobre todo controlar el ingreso para su beneficio. Pero dado que hubieron “democratizado” ese vacío como estilo de vida, esa inseguridad, ese miedo como comunidad, el encierro devino genuinamente un deseo colectivo, al que había que ponerle palabras y enemigos. De paso modificar la estructura normativa y así como por valores humanitarios, pero sobre todo tradicionales, abrir el paso a otra tecnología de poder para dar caza a todo cuerpo que amenace a la comunidad de productores de valor (para otro). La inseguridad fue territorializada, por diversas especies de puritanismos que, movilizando el deseo de protegerse, aseguran la mantención de la apropiación de la riqueza en condiciones de catástrofe. O sea, literalmente, administran la ruina.

 

Foto campos de paltas en Petorca, donde el monocultivo de la dichosamente exportada y transada en la bolsa Palta Hass, reventó la capacidad hídrica de la región. Según consta en la web de Radio Universidad de Chile: «desde la segunda mitad de la década de los 90 en adelante pasó de 2 mil héctareas de paltos a más de 16 mil.  La provincia de Petorca es la más relevante en términos de la producción y exportación de palta hass en el país. La provincia concentra un 30,5 por ciento de toda la oferta exportadora del país y ese cambio en la estructura productiva se originó con la plantación de paltos en suelos sin actitud de cultivo y la devastación de los ríos. En este sentido, el Rio Petorca, fue declarado agotado en 1997 y el Río Ligua entró en la misma condición en 2004”.

 

  • Finanzas y catástrofe

 

La mención al mundo financiero no es algo a despreciar. Su despegue se da coincidentemente en la misma época en que emerge la catástrofe medioambiental como problema mundial y que las tecnologías permiten, precisamente, un mercado financiero global. Sin ninguna necesidad de una mesa coordinadora, ni de una gran conspiración, la financiarización de la economía posibilita hacer rentable incluso la devastación planetaria. En ese sentido, tampoco es despreciable que el periodista haya consignado que los pastores se encontraban en un café vegano budista.

 

Vista en el espacio del Roadster de Tesla, lanzado al espacio gracias a la otra empresa de Elon Musk: SpaceX. Foto Infobae.

 

 

Elon Musk, exitoso empresario preocupado por el desastre ambiental, promotor de energías renovables, es también dueño de la compañía espacial privada estadounidense SpaceX, cuyo objetivo es hacer viajes turísticos al espacio y establecer una civilización humana multi-planetaria, ante, digamos, el mismo diagnóstico. Recientemente, lanzó su primer cohete de prueba con el objetivo de enviar a Marte un auto, por supuesto eléctrico, de otra empresa de su propiedad llamada Tesla. El principal objetivo, sin embargo, además de la publicidad, era probar el sistema de propulsión reciclable, es decir, que debía arrojar a la nave al espacio, pero volver a tierra para poder ser reutilizado, pues de otro modo la empresa simplemente no funciona. El primer viaje turístico a la órbita lunar está pronosticado para finales de 2018. Y su declaración parece muy humanista “Esto representa, señala Musk a la BBC, una oportunidad para que los seres humanos vayan al espacio profundo por primera vez en 45 años». Los turistas son dos. Las identidades de los turistas son desconocidas, pero Musk, según consigna la misma nota, asegura que no son de Hollywood y que “ya han pagado un depósito significativo”. No es difícil imaginar, entonces, cuál será la humanidad multiplanetaria.

 

Desde las crisis financieras de los 2000 y los movimientos de 2011, algo evidente queda expuesto: que el motor de la economía financiera es el riesgo, pero que también este tiene consecuencias nada abstractas. Sin embargo, ante la debilidad de la imaginación política de izquierda y el peso de, precisamente, aquellas fuerzas globales, la protección se instala como necesidad básica. Los afectos que movilizaron críticas al corazón del sistema de valorización contemporáneo terminan siendo encausados por retóricas que, situándose como si estuvieran fuera de las finanzas y políticas corruptas, permiten la elección de millonarios políticos evidentemente corruptos. Cambiando el foco de atención, designando a quienes con su sola presencia parecen perturbar el orden de los valores tradicionales como amenazas, logran disponer para su beneficio del terror a la crisis, siempre anunciada como si aún no llegara del todo. Lo único que no se puede tocar no es la nación, es la acumulación. Su vía: las finanzas.

 

7 Policías defendiendo bancos en el extremadamente pacífico Occupy en Madrid, 2011.
Foto Daniel Yustus.

 

 

  1. Cacerías y desobediencia

 

Supongámosle al capitalismo un axioma y solo uno: tienes que producir valor para otro. O sea, alguien debe apropiarse de tu trabajo como fuerza de trabajo, lo que quiere decir, no como un producto concreto, sino como la energía de tu cuerpo, la creatividad, la fuerza, la concentración, etc. Y es sobre todo gracias a la explosión de la financiarización que es posible apropiarse de eso no tan solo en las antiguas fábricas e industria, sino que de manera continua. Desde el trabajo a la “diversión”. Lo que en parte explica la dificultad para saber cuándo se deja de trabajar en las formas de empleo más propias de la economía contemporánea.

 

 

 

8 Propaganda de la empresa monopolistas de tarjeta bancarias, tratando de que compremos TODO mediado por la posibilidad de especulación.
Imagen del sitio de Redcompra

 

Lo anterior contribuye también a entender la importancia de la financiariación frente al agotamiento de la economía material en los 70’s. Así no solo se dispone de una inmensa masa de trabajadores radicalmente precarizados y explotados en los talleres e industrias de las marcas globales, sino que también se dispone de otra masa conectada a un taylorismo digital, explotada menos en sus capacidades físicas clásicas y más en las de procesamiento de información que exige nuestra interacción con las máquinas contemporáneas. Luego, todos arrojados a comprar, publicitar y trabajar gratis corporal y virtualmente para los gestores de la ruina del mundo. Es decir, que lo que no se puede tocar es la financiarización global que habilita la posibilidad de producir valor en condiciones de catástrofe.

 

9 Hace tiempo sabemos que nuestra ropa la hace mano de obra fundamentalmente esclava. La industria de moda rápida, simplemete la exacerba (Zara, H&M, etc.). Foto Nguyen Huy Kham taller promedio industria global.

 

 

 

«Hay que distinguir dos cosas – señala en febrero de 2018 la diputada joven electa de Renovación Nacional, Camila Flores. De lo que hablamos nosotros es de la protección férrea y potente del derecho a la vida del que está por nacer, no del derecho de los que ya nacieron«

 

¿Qué significa defender una vida así en abstracto? Una vida sin ningún atributo, en medio de nuestro modelo de organización es, disculpen si lo ofende señor conservador, la defensa de un cuerpo-batería del cual es susceptible extraer valor desde antes que diga su primera palabra. Los que ya nacieron deben vérselas por ellos mismo en el reino de las oportunidades que, como dijimos, no es otra cosa que un inmenso interregno repleto de nada más que la obligación de vender tu fuerza de trabajo. Y, bueno, si fracasa, se le podrá extraer valor como desecho.

 

10 Escena de The Matrix. Neo despertando en medio del campo de baterías humanas.

 

El problema comienza si es que se resiste. Y acá resistir no quiere decir nada muy tremendo en primera instancia, tan solo, por ejemplo, no querer seguir soportando lo que cierto feminismo llama brecha salarial o, el elemento estrechamente asociado, del trabajo doméstico no pagado. O si a las y los migrantes, se les ocurre tener los mismos derechos que los otros animales humanos que, casualmente, nacieron dentro de una determinada organización jurídica que, algunos adoran como “su país”. Cualquier cosa que amenace la mantención de la acumulación, o sea, la capacidad de desposesión. Para qué decir si lo que se quiere es defender otra forma de vida. Ahí la intensidad de la guerra civil en curso se muestra prístina.

 

11 Policía militarizada en una de sus constantes operaciones de asedio contra la resistencia de otras formas de vida en el Wallmapu.
Foto El Ciudadano.

 

 

Entonces, ninguna contradicción entre mercados globales y fronteras cerradas. El movimiento de aparente cierre no es otra cosa que un mecanismo de incorporación, a la vez que la articulación de un nuevo paradigma de vigilancia. La producción de la exclusión no busca tanto la expulsión de grupos en su totalidad, como la de aquell.s que se resisten a la mantención de la acumulación exponencial (ninguna sorpresa por Le Pen, entonces). Táctica de demarcación, otorga la legitimación a la cacería de cuerpos que, no queriendo asumir su lugar en la escala de explotación, amenazan con volver a dirigir la atención colectiva al problema tan absurdamente evidente, como aparentemente invisible, de las inadmisibles tasas de ganancias de los especuladores de todos los países que poco importan ya. Tan inadmisibles que los más exitoso de este modelo no pueden sino imaginar la posibilidad de una humanidad interplanetaria para sostener el crecimiento de sus riquezas.

 

12 En enero de 2015 Oxfam publicó un informe titulado «Riqueza: tenerlo todo y querer más». En el informe de 2016, señalan que “En 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas”

 

En The Handmaid’s Tale, el régimen totalitario se instala fundamentalmente para mantener condiciones de acumulación (siguen haciendo negocios internacionales, por ejemplo), en medio de la más evidente devastación. La movilización de los valores fundamentales solo permite justificar la nueva escala de intensidades de explotación. Y ahí, uno de los elementos más interesante de esa serie cobra relevancia: el relato de la transición en apariencia imperceptible entre un mundo tal como el nuestro, en donde nos reímos de Trump y Piñera y Macri, a una vigilada vida puritana, en la cual una serie de espacios rígidamente demarcados, permiten la caza, o sea, atrapar y dar muerte, a todo quien los trasgreda.

 

13 En febrero en Santiago de Chile, con base en la humanitaria defensa de una niña violada y asesinada llamada Sophia, personas marchas pidiendo la reinstalación de la pena de muerte en la justicia ordinaria, es decir, la modificación de la pena máxima y, por ende, de toda la arquitectura jurídica nacional.

 

En estas circunstancias, la sobrecodificación securitaria de los sistemas jurídicos nacionales, que incluye la discusión sobre la pertinencia de la pena de muerte, adquiere un cariz político fundamental. No se trata únicamente de las fronteras, de las corporalidades o de la soberanía sobre las vidas, lo que se juega también en este terreno es la modificación del aparato en su conjunto, habilitando justamente a la “ley” como cacería y a sus detentadores, cada vez más intocables, como las aves de rapiña de los cuerpos resistentes al capital global.

 

¿Cómo pensar, entonces, las resistencias nuevamente? ¿Cómo interrumpir en lo local, con el cuerpo y con la tierra, y a la vez en el dominio de la programación financiera? ¿Cómo articular, en estas circunstancias, una desobediencia colectiva? ¿Qué implica, qué significa una desobediencia hoy? En definitiva: ¿cómo devenir, cómo construirnos, un cuerpo-hacker?

 

 


14 Pintura del compañero Papas Fritas, al cual agradecemos por el uso de su obra. La serie a la cual pertenece se llama: Folklor Insurrecto.

 

[1] Franco Parisi, candidato presidencial “independiente” que, para las anteriores elecciones apoyaba el aborto en 3 causales y el matrimonio igualitario, pero luego de volver con su esposa tras haber sido acusado de acoso sexual en Estados Unidos y de unas sesiones de rezos por Skype (según consigna la misma nota de la misma revista), pudo resolver los temas valóricos y rechazar tan erradas opciones.

Cachorro: breve tratado de filosofía paterna. Entrevista a Agustín J. Valle // La Mar en Coche

“Cachorro” es el nuevo libro del ensayista Agustín Jerónimo Valle. ¿Cómo pueden ser las masculinidades necesarias para los nuevos modos de vida igualitarios? Conversamos con el autor sobre los desafíos paternos de aquellos hombres que se niegan a ser autoridad y verdad. La figura del hijx-amigo.
La observación desprejuiciada como punto de arranque para pensar el vínculo y ensanchar la experiencia vital.

 

Fuente: https://marencoche.wordpress.com/2018/03/28/breve-tratatado-de-filosofia-paterna/

 

¿Puede una marcha hablarse a sí misma? // La Liga Tensa*

Este texto es parte de la investigación Manifestación a Futuro [1] que en sus inicios presentó un primer marco de análisis que se puede revisar en el nº 37 de la Revista Interdanza

Cuando comenzamos a investigar sobre las manifestaciones masivas, buscábamos (quizá ingenuamente) imaginar formas distintas de protesta que generaran más presión, o que por lo menos incomodasen un poco más.

Luego de sentarnos a escuchar –en cafés, oficinas, casas o bares– a tantas personas, desde México hasta Uruguay y Argentina, pasando por voces recopiladas en torno al acontecer brasileño, chileno y español, notamos que, aunque era importante reflexionar sobre las formas de protesta e imaginar juntxs otras maneras posibles, abordar la manifestación desde su utilidad era pensarla tan sólo como un medio. Quizá lo más importante de ese tipo de acontecimientos no sea su finalidad aparente, sino lo que ocurre en su interior: su devenir constante en un ser en común que se articula y desarticula, que crece y decrece, que gana y que pierde pero que todo el tiempo está practicando ese cuerpo otro, ese estar juntxs, ese reconocerse acompañadxs tanto en el dolor como en la alegría.

Cuando vemos los cuerpos de una manifestación, vemos el movimiento conjunto de muchxs, pero cuando hacemos zoom-in, vemos que los sentidos, las causas y las experiencias son muchas y diversas. Esto pasa también en la danza: al bailar juntxs, no necesariamente compartimos el mismo sentido; la semejanza de las formas no equivale a que la experiencia sea la misma. En las manifestaciones y en la danza nos movemos juntxs desde subjetividades diferentes; aceptamos la unidad temporal, pero el disenso vive y se mueve con nosotrxs.

Las movilizaciones masivas son una práctica constante de la coreografía social, de un devenir con otrxs en un cuerpo común. Al salir a la calle se van articulando colectivos, se van encontrando aliados, se van armando redes tanto de amigos como de enemigos y se ponen en juego nuestra subjetividad y nuestras convicciones. Tomamos las calles (o algún otro residuo del espacio común en el entramado urbano), compartimos un mismo espacio-tiempo, gritamos juntxs aunque a veces desfasadxs, y hasta nos sumamos a consignas que quizás no avalaríamos con nuestra voz individual. Nada de esto es sólo un instante pasajero, sino que es un acontecimiento, una práctica que queda resonando en nuestros cuerpos una vez que regresamos a casa y a nuestra cotidianeidad.

Las manifestaciones no necesitan explicación; sistematizar ese movimiento caótico y diverso, reducir sus diferencias o buscar una única perspectiva que las englobe, iría justo en contra de su naturaleza. Dejar demasiado en claro algunas ideas o intentar resumir las voces que hemos escuchado, sería reproducir la voz del enemigo, esa que siempre busca definir qué es música y qué es ruido, cuáles son las melodías aceptadas o las partituras a seguir.

La manifestación masiva no es solamente una suma de individuos o contingentes o colectivos, es una fuerza que suena por sí misma, es un llamado a improvisar en colectivo, es un gesto capaz de abrazar al disenso para moverse.

El texto que a continuación leerán es un ejercicio de transcripción-copy-paste-edición de fragmentos de algunas entrevistas, organizados alrededor de tres de los muchos temas que han aparecido en ellas. Recomendamos leerlo en voz alta.

> ORGANIZACIÓN NO ORGANIZACIÓN

Quizás nuestra tendencia clásica al pensar la marcha, es que toda esa masa que se moviliza tendría que organizarse, pero yo a veces pienso que si esa se organiza, pierde también su potencia, porque se reduce y entonces es una cosa super compleja, pero al mismo tiempo no hay organización… Entonces cómo reactivar la indignación en realidad, porque motivos para salir a las calles hay todos los días. Que pudiera haber una energía colectiva tal, que dijeras, nos plantamos, y ahí en ese momento pueden surgir maneras de organizarse espontáneas, que si de entrada hay miedo al otro y miedo a lo que pueda pasar, nunca van a suceder. Algo que me parece muy interesante es eso: no sólo cómo te organizas para la marcha, sino cómo la marcha te obliga a una organización. Es de entrada y salida. Al final resultó que muchas de las redes que se movilizaron eran las mismas del 132, las mismas del Movimiento por la paz. Entonces no fue tan difícil encontrar núcleos que lograban coordinarse con algunos discursos, algunas acciones. Es un espacio donde te vinculas, es un espacio donde te organizas para hacer, no sé. A mí en las marchas, lo que más me gusta es ese momento cuando llega a haber algún tipo de desborde. Cuando pasa algo que dices: “esto no estaba planeado y está pasando”. A veces cometemos el error, la izquierda y los movimientos sociales, de pensar que los organizadores podemos inyectar el ánimo a la gente de la manifestación, pero no. Es al revés. Creo que el chiste de la movilización es saber leer lo que la gente está diciendo y lo que está viviendo y ponerlo en un cartel, ponerlo en una convocatoria y entonces salir con eso. Yo me sentía muy vital, como no me había sentido en mucho tiempo; ahora han cambiado las cosas pero creo que habría que apostarle un poco a eso, a la alegría. No es que de ahí vaya a salir un movimiento nacional y vamos a hacer… se conoce gente, se hacen pequeños grupos, pero sobre todo… y es la vuelta de tuerca al miedo, de pronto sentir que es nuestra la calle y no de la policía. ¿Cómo sería si la izquierda fuera como la derecha dice que la izquierda es? Pero también hay una urgencia, no sé si de toda la sociedad mexicana pero sí de una parte, de descentrar esos símbolos. De redistribuirlos, de horizontalizarlos. No tenías que ser indígena o chiapaneco, o mexicano para entender, era un relato muy abierto de algún modo. En su momento decidimos eso: una causa que englobaba todas las causas y que también peleaba por causas pero sumaba desamparos. Porque el problema es ese. No es que sumas una furia y otra furia sino un desamparo y otro desamparo y otro más cabrón y otro más cabrón. Si yo te digo me voy a manifestar 1 día, no es nada, obviamente a quien le va a molestar… a lo más a 3 negocios que no pudieron vender… Pero si uno dice voy a hacer 10 días seguidos, y voy a parar esto, y me voy a organizar para esto, para que esta molestia que es la manifestación constante de personas… obviamente va generando otra presión. Pero la presión va enfocada a un pliego petitorio y un objetivo claro, y creo que eso da otra fuerza para la marcha. Si tu me dices anda 10 días a marchar (aunque no se cumpla), vivo la marcha y la camino, súper distinto… no la veo igual, son manifestaciones distintas una de otra. Ni tampoco una manifestación que nace de una urgencia, o sea ahora mismo nos enteramos de algo y mañana salimos. Son manifestaciones de distintas naturalezas, y no se experimentan igual. El chiste (y es una medida de seguridad) es que no puedes perder la vanguardia de la marcha. Si tu pierdes la vanguardia pierdes el control del contacto con la policía.

> ACCIÓN DIRECTA O NO DIRECTA

Pensamos mucho en la violencia como… bueno, escoger. Escoger la vía de la violencia o escoger la vía de la no violencia, pero ya estamos en la violencia. Estamos en violencia. Hay que poner ese tema sobre la mesa de esa manera, desde un lugar implicado. Hubo discusiones interminables entre violencia, no violencia y hasta donde contener la rabia. ¿Cuándo es una forma de autocuidado mutuo, y cuándo es una pacificación para que nunca pase nada? Es difícil saber en qué punto estás condenando la violencia porque crees que la manifestación tendría que ser pacífica y tienes tus ideales al respecto, y en qué punto en realidad esos ideales están sustentados por una emocionalidad, y sólo te estás tirando ese discurso para no decir: “la neta es que sólo me da miedo”. Normalmente no putean al clasemediero o la clasemediera chilanga que marcha con toda la buena intención, que no busca una confrontación, pero ese clasemediero clasemediera, tiene un miedo internalizado porque la muerte se está poniendo en otro lugar. Entonces, de pronto hay un hecho fantástico y brutal de que acaban de desaparecer a 43 estudiantes que iban a una manifestación, hay razón para tener miedo de que la policía te va a venir a matar, sin embargo nunca ha pasado en el DF, o sea digo, están los fantasmas anteriores que siguen aquí, pero hasta cierto punto sabemos que no nos va a pasar a nosotrxs. No sabes que hacer si viene un puerco hacia tí, nadie sabe qué hacer. Yo no te puedo cuidar porque tengo tanto miedo que no puedo cuidar a nadie. Nos contamos la historia de “en la ciudad es distinto, nosotros no estamos en ese nivel de precarización, de vulnerabilidad, de violencia, etc”. Entonces sí marchamos, tenemos toda la buena intención, y hacemos la revolución por twitter, pero el cuerpo y los muertos los siguen poniendo allá. Y entonces ese miedo internalizado es en realidad un deseo de que no cambie nada, de no perder tu privilegio. ¿Cómo lidiar con ese miedo? quizás no logras quitártelo pero cómo lidiar con él, poder relacionarte con él de una manera que te permita reaccionar ante ese riesgo real de una manera más eficiente? El miedo al riesgo no disminuye el riesgo. Hay que entrenar. Y eso, en Chile es algo que te enseñan desde la escuela, cómo no tener miedo, cómo ver los zapatos de la persona, cómo no ver la cara si te da mucho miedo. Les decimos Tortugas Ninjas, son los policías más altos, realmente son muy imponentes. Y cuando ya quieren, van a caballo también. Entonces si uno los mira así en su totalidad, es imposible no querer huir por instinto. Pero si ya te enseñan a mirarles los pies y a ver hacia dónde se están moviendo, uno puede tener un poquitito más de control y que tus ganas de correr no te ganen. Y luego se me ocurre eso de los pequeños saberes, porque todos después de la manifestación pensamos qué podríamos haber hecho, que no deberíamos haber corrido, porque sólo de aparecer el policía salimos todos corriendo. Entonces cuando el miedo es más grande que el cuidado, desarticula, o sea el miedo no permite que la banda genere relaciones de cuidado. Si piensas ir a la marcha con un cierto grado de confrontación, por más inofensivo que sea, creo que es indispensable que vayas encapuchado…. a menos de que seas una persona realizada, como un gran sindicalista, algún intelectual… Pero si eres un nadie, como un estudiante cualquiera, o un trabajador “x”, lo que sea, pues ya aunque no te pongas la capucha, de todas formas no tienes rostro. Hay algo que a mí me parece bonito que es… que es inútil güey, que es inoperante de alguna manera. Justo ese goce de la revuelta. Goce de los cuerpos como de pronto diciendo aquí estamos… todo ese aparato de terror de pronto por un segundo… perdió el control, tuvimos la ciudad por dos horas. Pues es la sensación de que la ciudad es tu juguete. O sea lo puedes romper… Un estado que se siente legítimo no reprime, porque es difícil, es caro reprimir, te deja mal, te deslegitima. Y para mí es importante que la violencia sea toda de ellos. Pero qué hace la tira si todo el mundo se acuesta en el piso? Yo asumo que te pasan por encima y te usan de tapete. En Chile usan un gas lacrimógeno muy fuerte. Realmente en un segundo no puedes respirar, no puedes abrir los ojos, entonces si tomas limón y lo aspiras, lo chupas y lo aspiras, ya. Se te quita el efecto. Vos decís, un estado que tiene tanto miedo que la oficina de Presidencia tiene que estar permanentemente cercada, supone que hay algún tipo de peligro físico inminente… y para mí entonces, cuando vos provocás la violencia dentro de la manifestación, perdés tu capacidad de lectura de qué está pensando el Estado y… Al taparse la cara lxs encapuchadxs dejan visibles a quienes no ocultan su rostro, los dejan vulnerables. Hay que ver las condiciones. Por ejemplo para mí la noche es aliada de la policía. En Madrid la noche cambia totalmente el ambiente de una manifestación. Cualquier marcha que vaya por Reforma es muy difícil que se desborde, porque está contenida en una cápsula ya, y hay entradas por todos lados que son totalmentes controlables para la policía. En el Zócalo. ¿En esa marcha? En esa, la del 20 de noviembre. Yo creo que la organización de la marcha debe de tener siempre en cuenta la entrada de la marcha… no puede obviarse el lugar donde va a ser la concentración… que el Zócalo es un lugar también muy fácil de… jejejeje. Sí, es como una trampa para ratones. Pero también está esta idea sobre qué pasa cuando hay un incendio en un espacio cerrado: dicen que si la gente está calmada y alguien organiza, se quema todo el mundo. O sea que también hay una inteligencia en el pánico. Quizá no queremos el pánico porque igual nos pisamos unos a otros, pero tampoco podemos esperar a que alguien nos vaya a organizar, bueno.. O sea, una rabia que cristalice en una marcha y en el momento de la marcha, en 7 segundos incendias una pinche puerta, es una energía que está sucediendo, muy notoria y nadie te va a decir que eso no se ha estado sintiendo.

Foto de: Subversiones

> FUNCIONES DE LA MARCHA, MARCHA COMO MEDIO MARCHA COMO FIN

Yo creo que cuando hacemos movimientos de concentración nos volvemos más vulnerables, pero la verdad es que hay algo muy atractivo en ver el mogollón de gente. O sea por que todos sabemos que concentrados en un solo sitio somos mucho más frágiles que dispersos por la ciudad en mil iniciativas, pero luego hay también el gusto por ver la masa que somos. Es mucho menos rígido que pensar en que una manifestación va a cambiar algo. Y como ya sabemos que no, no es al Estado al que le estás hablando. Sino le estás hablando a otras compañeras, a otras que se sumen, a otras lesbianas a otras mujeres, a… Yo me acuerdo cómo en esa época pensaba “es la coyuntura”, como el típico discurso trotsko de asamblea de “tenemos que trascender la coyuntura, compañeros”, yo me acuerdo que sólo pensaba: “la coyuntura es chida”, porque la coyuntura significa estar juntos en un lugar. Está chido lo que está pasando porque lo que hace falta es que estemos ahí, viendo que pedo. No hay que trascender nada, ni hacer nada, sólo tenemos que estar ahí organizándonos para la cosa más básica, viendo que pedo, y en ese organizarse durante un ratito, pues se empiezan a construir cosas. La banda está triste.

No me acuerdo quien decía hace rato eso de la ritualización… te encontrás con el amigo que te encontrás en todas las marchas, y bueno. No es menor, es fundamental. Qué pasa si no ves más a ese amigo, y empezás a no ver más a la gente que siempre ves. También es una práctica que tiene un sentido, es un termómetro. Está como ese sacrificio, la renuncia a muchas cosas en pos de la militancia, y creo que todo esto se ha ido diluyendo, recuperando lo lúdico, lo festivo, el placer que antes parecía muy abnegado, la militancia era muy de renuncia, de un camino muy recto. Eso se empieza a agrietar, creo que lo lúdico, lo festivo toma más fuerza.

¿Puede una marcha hablarse a sí misma? Es decir, hablar con la gente que está marchando. Que no es poco, yo a veces decido adoptar la otra mirada: sí necesitamos, para mantener vivo cierto deseo de lucha, poder encontrarnos y mirarnos a los ojos y salir a la calle. ¡Salir a la calle sí, pero tal vez salir a la calle de otro modo! Lo bonito de esas cosas es que te das cuenta de que tú lanzas algo y así de regreso. Como que hay una suerte de anonimato creativo que se va traspasando y movilizando de acción en acción. Le están pidiendo demasiado a una marcha: hay un montón de funciones que quizás son más modestas pero que no son menores. Uno cuando va para una marcha ve cómo se están relacionando los microgrupos y entiende algo de la política que está pasando. Saber si eso que uno cree está convocando o no convocando, toma un estado de ánimo colectivo, se da ánimo y hay transmisiones emocionales. Se construye la identidad del movimiento, capaz que lo que hay que pedirle a una marcha no es que esa marcha sea la solución de todo, sino proponerse que sea la primera de un ciclo en el que pase no sé qué… O decir, bueno nuestro objetivo en esta marcha es que entre la consigna, la parafernalia y las imágenes, se construya la idea de que esto es un movimiento. Llegás a la noche y ta, ya marché. ¿Cómo que la marcha por la marcha, igual que el arte por el arte? ¿cuál es la misión? ¿vamos todos a poner un ladrillo? sabes una cosa que se da, que sentiste que construiste algo más allá de lo simbólico: a ver, todos ponemos un ladrillo y a ver cuántos se juntan.

A mí me gustó mucho la marcha porque se dislocó la presencia de la gente. La gente estaba en varias partes de la ciudad y no quería llegar al Zócalo, quería estar como pudiera estar. Esa era la fuerza, y por ejemplo yo me quedé en la UNAM porque allá estaba una onda de gente que quería estar, diciendo “aquí está pasando algo”; una presencia dispersa en la ciudad, están pasando cosas que queremos ver como ausencia, cuando en realidad es una presencia dislocada. No estamos entendiendo que en realidad no tenemos que marchar hasta el Zócalo, no necesitamos llegar, estamos. Pero fue más fuerte el centro de atracción, el ver la manada, el efecto manada. Somos más. Entonces cómo podemos hacer también más sexy esa dispersión, cómo en la dispersión sentirnos juntos. No pienses que porque sea masivo tiene más mérito que lo que no es necesariamente masivo. Pero sí creo que hay una sensación de vacío después de la marcha, muy fuerte. Que nos enseñen cómo lo disfrutamos, y lo bien que se siente. O sea salir a la calle y gritar con la gente, es una sensación de fuerza, es impresionante. Le preguntábamos por qué era importante seguir haciendo marchas y nos decía que para que la gente no se quede sola. Y es que allí está la alegría también. Una marcha puede ser desoladora, o sea tu puedes ver una imagen de la madre de Ayotzinapa berreando porque de pronto ve cuanta gente está allí por su hijo, porque ella lo vive así… eso es alegría de los cuerpos y pura potencia también. No tiene que ser ese desborde confrontacional, también puede ser sólo un acompañamiento.

*LA LIGA TENSA está conformada actualmente por Lucía Naser, Juan Francisco Maldonado, Esthel Vogrig, Nadia Lartigue.

[1] A partir de entonces la investigación ha adoptado diferentes nombres y formatos tal como la exposición realizada durante 2017 en Casa del Lago (UNAM) cuya documentación puede consultarse en: https://esenorme.tumblr.com/.

Fuente: Revista Interdanza

Foto principal: Midia Ninja

Que no se termine marzo // Diego Valeriano

Que no se termine marzo, que no oscurezca temprano, que ser amanecido no sea tan largo, que escabiar birra no se ponga difícil. Que no se terminen las plazas repletas, la memoria piola, las columnas por Diagonal Norte, las pibas llenas de purpurina y porvenir, los bondis en la 9 de Julio, las viejas puteando por la tele. Creer que se puede. Que no se termine poner un punto de encuentro, pedir que te cuides, estar con las Madres y su vanguardia, reírte con amigas, ir aunque ya no tengas con quien marchar,  la dulzura del humo, encontrarte con amigos que hacía varias claudicaciones que no veías.

Que no se termine marzo como se terminó diciembre, que siempre se termina, que siempre estamos ahí de cerquita de que pueda pasar eso que soñamos. Nunca damos el paso de caretas que somos.  Que no se terminen las ganas de marchar, la prepotencia,  el odio, las interpretaciones idiotas, la verdad plebeya. Que marchar no sea barato o lo mismo o solo una fiesta. Que te quedes manija, que te enojes con los ortibas, que postear no te calme. Que la política se vuelva algo intuitivo, que ya no nos expliquen. Que al volver no estés tranquilo, ni satisfecha, que siempre te falte algo, que no te sientas del todo bien.

Que el gordo de la rotisería no dé más de odio, que Facu y León no vuelvan por la madrugada como si nada, que las calles sigan pobladas, que lleguen de todos lados, que el amor arranque, que saquear sea un rumor que crece, que Ale siga yendo a la asamblea, que Mica llegue porque el bondi esta vez pasó a horario. Que por una vez sigamos nuestros pálpitos.

Que no se termine marzo, que la ofensiva plebeya de diciembre no se frene  nunca, que dé una vuelta al año, que las calles sean definitivamente nuestras, que las fuerzas silvestres derramen todo, que el temor se apodere de ellos a punto tal que ya no tiren ni por la espalda, que nos plantemos en las calles como gedientos que de tan intensos ya no tenemos a donde volver.

Foto: Emergentes

MACRI es la CULTURA // Autores varios, Tinta Limón

En todo estás vos
La victoria del macrismo es inseparable de un deseo de orden, de una determinada idea de tranquilidad, de una imagen de felicidad, de un contundente avance de la vecinocracia, del dominio de unas técnicas de la amabalidad, de la conformación de una férrea voluntad de normalización. Que excede por mucho al macrismo (no se explica sólo ni por sus cuadros ni por sus sponsors) aun si éste supo interpretarlo y darle cauce. Un engorramiento capilar que conecta las demandas de seguridad en los barrios con los globos y las bicisendas de la capital. La república de los CEOS es la más desprejuiciada inserción en el mercado global, turístico y financiero.
En la guerra sorda de los modos de vida y los estados de ánimo -“me rompo el orto para que no me rompan las bolas”- conecta con el “en todo estás vos” (el narcisismo a escala de masas, cada quien gestionando sus clicks). Pastillas conectan con angustia difusa. Mímesis de enojos que sólo generan posteos. Orden que legitima el orden que legitima al orden, y así siguiendo. Consumo y tranquilidad. Un orden de mercado es un juego de domesticaciones y violencias que estallan hacia adentro. Un juego que restaura por la vía de la constante simplificación. Sistemática banalización. Una banalización nada trivial. Que neutraliza e hipermoviliza (aunque moviliza por el lado de lo obvio).
“En todo estás vos”. Tecnocapitalismo comunicacional y protocolarizado que amenaza con la crisis del cuerpo social, al tiempo que le inyecta una crisis presente; y a ese juego le llama legitimidad democrática. Que une lo separado como separado. Y así hace ciudad, hace país. Hace esperanza. Revolución de la alegría y fe en el futuro. La banalización reconduce todo a una escena irreal, pacificada. Mientras la crítica se consuma en su derrota. Miedo poroso y sonrisa cínica: componentes perfectos para un clima en el que lo problemático es delegado en la gestión empresarial o médico-fitness. Existencias enfriadas. Lo banal  se revela como código y razón reguladora. En todo estás vos. Activa y voluntariamente. Vidaspresas de sus miedos y de la necesidad de que nada altere el delicadísimo equilibrio psíquico, anímico. El macrismo es la fuerza de esa debilidad, está hecho de todo aquello que nos negamos a pensar, a asumir, a vivir.  Macri es la cultura.
Macri es la cultura reúne una serie de textos que, ante la perplejidad de los tiempos, se interrogan sobre los modos de vida que posibilitaron, y al mismo tiempo son efecto de, el macrismo. Si bien algunos son previos (fueron escritos para entender el resultado electoral de Cambiemos), la mayor parte fueron escritos durante los primeros tres meses del gobierno de Maurizio Macri. Casi todos, también, ya circularon digitalmente (en Lobo Suelto!, en el blog de Juguetes Perdidos, en Emergente) o fueron publicados por la RevistaCrisis. De ahí que los cuatro sellos editoriales que firman este libro sean, en realidad, perspectivas, lugares de enunciación, que apuestan por ampliar lo pensable. Voces que aúllan.
Mayo 2016
http://www.tintalimon.com.ar/libro/MACRI-ES-LA-CULTURA

Escuela intervenida y emancipada // Diego Valeriano

Egresó el más grande de mis hijos de la primaria. La fiesta no fue ni espantosa. 37º /38º  grados dentro de un tinglado que en breve se cae, un equipo de sonido que ahogaba (por suerte) todas las voces y un power point con fotos de lxs chicxs que, mínimo, atrasaba 20 años, hicieron del ultimo día de clases una jornada olvidable. Lo único que me llevo como intuición y certeza de estos seis años es que la escuela pública, tal como está hoy, es el mejor lugar del mundo donde puede estar un pibe.

Ni de cerca voy a hablar sobre la currícula, los contenidos, las maestras gastadas, los gabinetes, las psicólogas y un montón de cosas que ya no le importan a nadie. Para reivindicar la escuela hay que abandonar el lenguaje y el punto de vista escolar.

Reivindicar que la escuela la hacen los pibes, que se forjan en la escuela mientras la van forjando, mientras engañan a la otra escuela, la de la burocracia y los pedagogos. Reivindicarla como ese lugar único de experimentación, subsistencia, sufrimiento y goce. Saber que mientras la van sobreviviendo, los pibes también la van haciendo. Saber que la inventan, la perfeccionan, la alteran. Saber que como casi ninguno de ellos puede escapar a la escuela, aprovechan las circunstancias y hacen de ese territorio un espacio liberado donde pasan cosas.

Reivindicar que a fuerza de convivir mínimo cuatro horas diarias, instauran relaciones, crean modos de existencia, desarrollan nuevos posibles, se alían de mil maneras, se pelean y se vuelven a aliar. Reivindicar que cada encuentro es una ocasión para imprimir nueva realidad al mundo. Realidad paralela a lo que se espera en la escuela. Realidad fabulada. Reivindicar que desertan sin irse, que no enfrentan el dispositivo escolar, que simulan estar en él y desarrollan otros mundos paralelos.

Saber que no rechazan maestras, porteras, el quiosco con sobreprecios, horarios, abanderados, obligatoriedades, sanciones y boletines. Saben que esa es la cancha donde jugar, y ahí juegan. Saber que se transforman en vaqueanos, que devienen lectores, que aprecian signos, que son contadores de historias nuevas. Saber que irrumpen, que chocan, que se sumergen en una claridad que padecen y que para llegar a ella deben primero sumergirse en lo oscuro.

Reivindicar que ese ruido, que esa interferencia que explota en las maneras adultas de comprender, para ellos es material para entender, para hacer encuentros, para inventar, para enfrentar, para emanciparse.

Saber que muchas veces la escuela es un lugar donde los adultos se hunden en lo caótico y se sienten amenazados. Saber que los pibes como reales hacedores de la escuela perciben cosas insospechadas, deseos, dolores reales y preguntas nunca hechas.

Saber que la escuela se ha movido en torno de la intervención, que enseñar fue un acto de intervención. Reivindicar que ahora esto ya no se puede, que la escuela está intervenida por los chicos, que la transforman al punto de hacerla irreconocible, al punto de hacerla insoportable, atroz, espantosa, al punto de hacerla una fiesta.

Este texto fue publicado en Semilla de crápula, de Fernand Deligny. Editado por Tinta Limón y Editorial Cactus, 2017.

Desierto y resistencia Una comunidad beduina y un proyecto de ecoturismo en la Palestina ocupada. // Jessica García

“No  te preocupes, nosotrxs nos vamos a quedar aquí por siempre”. Esto fue lo que me dijo Jameel mientras me contaba que su comunidad estaba siendo vigilada diariamente desde hace varios días por la policía israelí.

Jameel vive en Sateh Al Bahar[1], una comunidad beduina en el desierto de Cisjordania, al sur de Jericó y de camino a Jerusalén, a pocos kilómetros del asentamiento israelí Mitzpe Jericho[2]. Allí viven 16 familias, alrededor de 80 personas, de las cuales casi la mitad son niñxs. El área donde está asentada la comunidad ha sido declarada zona de fuego por las autoridades israelíes. En consecuencia todas las familias que allí viven han recibido órdenes de demolición o desalojo, incluso el jardín de infantes.

Como en la mayoría de las comunidades del Valle del Jordán, en Sateh al Bahar las familias no tienen acceso a la red eléctrica, razón por la cual se ven obligados a utilizar paneles solares que sólo alcanzan para abastecer de energía a unos pocos artefactos.

A metros de donde está asentada esta comunidad, la empresa israelí de agua Mekorot[3] está construyendo un pozo, otro más en la Palestina ocupada. En la comunidad no saben a quiénes proveerá de agua ese pozo, pero seguramente no será a Sateh Al Bahar[4].

Al igual que otras comunidades beduinas del Valle del Jordán y de Jerusalén Este, Sateh Al Bahar está afectada por uno de los planes de relocalización del gobierno israelí. Sí, el gobierno israelí tiene tres planes para relocalizar a las comunidades beduinas, tres planes para obligarlas a dejar su propia tierra y  hacinarlas en ciudades, acabando con su forma de vida[5].

De acuerdo al último informe de la agencia de Naciones Unidas de Coordinación de Asuntos Humanitarios (UNOCHA por sus siglas en inglés), son 46 las comunidades beduinas que están en riesgo de desplazamiento forzoso debido a los planes de relocalización del gobierno israelí[6].

Sin embargo, ante esta situación las comunidades siguen resistiendo. Es el caso de Sateh al Bahar, donde hace tres años decidieron comenzar a desarrollar un proyecto de ecoturismo[7]. De este modo quieren mostrarle al mundo quienes son lxs beduinxs, su modo de vida y su relación con el desierto, pues los beduinos no viven en el desierto sino que forman parte de él.

A través de este proyecto la comunidad recibe anualmente alrededor de unas mil personas de diferentes países a quienes les cuentan qué es lo que está sucediendo en Sateh al Bahar, pero también en Cisjordania en general, pues los problemas que estas familias enfrentan se repiten alrededor de toda la Palestina ocupada. Por ejemplo, Ein Ad Duyuk, otra comunidad beduina cercana a Jericó, sufrió en el mes de septiembre la demolición de nueve casas bajo el argumento de la falta de permisos de construcción. Las familias que allí vivían no pudieron sacar absolutamente nada antes de que sus casas fueran demolidas.

En 2016 el Comité Especial Encargado de Investigar las Prácticas Israelíes que Afecten a los Derechos Humanos del Pueblo Palestino y Otros Habitantes Árabes de los Territorios Ocupados presentó su informe ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Allí se afirma que “el traslado forzoso en un contexto de ocupación a falta de un consentimiento libre, previo e informado de los interesados está prohibido a título de infracción grave del Convenio de Ginebra[8] y hace temer por la posibilidad de desalojos forzosos y destrucción de la propiedad privada en incumplimiento de las obligaciones que corresponden a Israel conforme al derecho internacional humanitario y el derecho de derechos humanos”[9].

En 2017 el relator especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Michael Lynk, presentó su segundo informe en el cual hace referencia al crecimiento de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados. Allí sostiene que según la organización israelí Paz Ahora “desde comienzos de 2017 ha habido licitaciones para la construcción de 2858 unidades de vivienda, un aumento considerable con respecto a 2016 (42 unidades de vivienda) que supera los datos registrados durante, por lo menos, los últimos diez años”[10].

No obstante el conocimiento de todas las acciones llevadas a cabo por Israel tendientes a forzar el desplazamiento de la población palestina, y después de 50 años de ocupación, este Estado continúa sin ser sancionado por la comunidad internacional. Todo lo contrario, Israel sigue avanzando en dichas acciones, sigue ocupando impunemente un territorio que no le pertenece. Sólo queda en las comunidades palestinas seguir resistiendo, seguir permaneciendo en la tierra que les pertenece y mostrarle al mundo lo que allí sucede.

[1] Visité Sateh al Bahar como acompañante ecuménica del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI o EAPPI por sus siglas en inglés). Más información sobre el programa en: http://americalatina.peapi.org/ o https://eappi.org/en Las opiniones aquí vertidas son solamente responsabilidad absoluta de quien escribe.

[2] “La población de colonos de la Zona C de Cisjordania y Jerusalén Oriental se ha duplicado desde los Acuerdos de Oslo, hasta superar las 594.000 personas (incluidas las 208.000 estimadas en Jerusalén Oriental) a finales de 2015, repartidas entre unos 130 asentamientos y 100 asentamientos de avanzada” (Informe anual del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos e informes de la Oficina del Alto Comisionado y del Secretario General. Asentamientos israelíes en el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén Oriental, y en el Golán sirio ocupado, 2017. Pág. 4). Ver informe completo en: http://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/HRC/34/39&referer=http://www.un.org/es/documents/index.html&Lang=S

[3] En 1982, la infraestructura hídrica de Cisjordania controlada por el ejército israelí se dejó en manos de Mekorot, la empresa nacional de suministro de agua de Israel. Mekorot administraba en 2009 unos 42 pozos en Cisjordania, principalmente en la zona del valle del Jordán. Estos pozos abastecen en su mayor parte a los asentamientos israelíes. Vende algo de agua a las empresas palestinas de suministro de agua, pero la cantidad que puede vender la determinan las autoridades israelíes, no Mekorot (Amnistía Internacional, 2009). informe “Israel y los Territorios Palestinos Ocupados: aguas turbulentas, .negación del derecho de acceso al agua a la población palestina”, disponible en: https://www.amnesty.org/es/documents/mde15/027/2009/es/

En 2014 se dio a conocer la intención de la empresa israelí de instalarse en territorio argentino, a partir de un acuerdo con el gobierno de la provincia de Buenos Aires durante la administración de Daniel Scioli. Sin embargo, dicho ingreso no se pudo concretar debido a las denuncias  y protestas de organizaciones de la sociedad civil que se pronunciaron en contra del mismo (BDS, 2014). Ver más en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182416

[4] “Los israelíes consumen al menos cuatro veces más agua que los palestinos que viven en los Territorios Palestinos Ocupados. El restrictivo suministro de agua a la población palestina por Israel no permite cubrir las necesidades básicas de la población palestina ni supone una distribución justa de los recursos hídricos comunes” (Amnistía Internacional, 2017). Ver informe completo en: https://www.amnesty.org/es/latest/campaigns/2017/06/israel-occupation-50-years-of-dispossession/

[5] Los tres planes de relocalización son: Al Jabal Occidental, Nweima y Fasayil, el primero al sur de Jerusalén, el segundo y el tercero en el centro y norte del Valle del Jordán respectivamente (UNOCHA, 2014). Mapa disponible en: https://www.ochaopt.org/content/plan-progresses-transfer-bedouin-communities-central-west-bank

[6] UNOCHA (2017). 46 Bedouin Communities at Risk of Forcible Transfer in the Central West Bank: A Vulnerability Profile. Disponible en: https://www.ochaopt.org/page/46-bedouin-communities-risk-forcible-transfer-central-west-bank-vulnerability-profile

[7] Sahari Desert Eco Tourism. Ver más en: https://www.facebook.com/SahariDesertEcoTourismPalestine/

[8] IV Convenio de Ginebra relativo a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra.

[9] Asamblea General de Naciones Unidas (2016). Informe del Comité Especial Encargado de Investigar las Prácticas Israelíes que Afecten a los Derechos Humanos del Pueblo Palestino y Otros Habitantes Árabes de los Territorios Ocupados. A/71/352. Página 11. Disponible en: https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N16/266/63/PDF/N1626663.pdf?OpenElement

[10] Asamblea General de Naciones Unidas (2017). Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967. A/72/556. Pág. 5. Ver informe completo en: http://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/72/556&referer=http://www.un.org/es/documents/index.html&Lang=S

La subversión del orden. Cinco preguntas sobre los derechos humanos como política // Diego Sztulwark

El repudio de un hijo es inédito porque ir más allá de un padre es un acto de otro orden; si no hubiese aparecido el 2×1, yo tampoco habría hablado.

Mariana Dopazo

Y yo decía: ¿Por qué no tengo yo un papá muerto? ¡Y listo! (…) Pero logré ir dejando eso de lado. Tomar decisiones y elegir estar de un lado que a mí me hacía mejor, me hacía más libre, un lugar que me daba menos vergüenza.

Florencia Lance

¿Por qué es tan subversivo el movimiento de derechos humanos en la Argentina?

La importancia del movimiento de derechos humanos en la Argentina no deja de sorprender. Una de sus enseñanzas más profundas y perdurables es la capacidad de reescribir las alianzas y las filiaciones que tejen lo social. Las Madres de Plaza de Mayo han operado una radical liberación del rol parental respecto de toda sumisión a las figuras de mando en el campo social (¿cómo no ver en esta insumisión una expresión de la lucha de clases en la Argentina posterior a 1977?). Si el encuentro subversivo entre figuras familiares y roles sociales es la línea de brujería de cada 24M, la gigantesca movilización contra el 2 x 1 de 2017 dio lugar a una última y poderosa insubordinación: habilitó la emergencia de una nueva figura subjetiva, la de “ex hijx”. Cada 24M se suman nuevas voces a la Plaza, y este año es imposible no conmoverse con el coraje de testimonios como el de Mariana Dopazo –ex hija de Etchecolaz– cuando pregunta «¿Cómo hacés para tramitar que tu progenitor fue un represor y un asesino del Estado y un apropiador y un torturador y un vejador? Puertas para adentro es una cosa, pero no, esto es por lo que hizo afuera».

¿Por qué crece la importancia de los 24 de Marzo?

El historiador Bruno Napoli lo atribuye a la especificidad del crimen de la desaparición forzada que no deja de consumarse en el tiempo, de modo que la demanda de “aparición con vida” no cesará hasta que no haya una explicación convincente de lo que pasó con cada cuerpo y se juzguen a fondo las responsabilidades del Estado y de sus cómplices. Pero hay algo más, un plus ligado al carácter de invención política que cada 24 de Marzo recuerda y actualiza: en medio del terrorismo de Estado, las Madres de Plaza de Mayo y quienes las acompañaron crearon una manera de enfrentar el poder ya no apelando a la lógica de las armas ni al choque entre aparatos –terreno en el que la victoria de las FF.AA. sobre las organizaciones revolucionarias había sido inapelable– sino a partir de su capacidad para conmover en el plano de lo sensible.

¿Por qué afirmar que los derechos humanos en la Argentina son una política?

La dictadura efectuó una operación quirúrgica sobre el cuerpo social que abarcó dos mundos simultáneos: el del exterminio, o sea el de la lucha contra el “enemigo subversivo” que dio cohesión subjetiva a los cuadros de la represión; y el de la reconversión neoliberal de las estructuras económicas, o sea la consagración del régimen de la propiedad privada concentrada. Solo la política de derechos humanos fue capaz de erigirse como antagonista del terrorismo de Estado, tanto durante la dictadura como en democracia. Se trata de una política que creció a pesar del Estado y de los partidos políticos, los cuales la apoyaron solo en ocasiones, y no dejó de derramar sobre el entero campo social. Su fuerza fue y es ética y consiste en combinar dos ejes: uno temporal que comprende las luchas del pasado y del presente, junto a otro espacial entendido como un campo de traducción común para las diferentes luchas de la actualidad. Sus logros se miden por su capacidad de inspirar un germen insurreccional popular: el 19D y el 20D de 2001, pero también el 8M. Desde los pañuelos blancos hasta los pañuelos verdes, las mujeres prepararon su paro desde hace 40 años.

¿Por qué esa política sobrevive al kirchnerismo?

Luego del período de claudicación sistemática de la democracia (1983-2001), el kirchnerismo hizo política con los derechos humanos. Si bien muchos sostienen que cooptó a los organismos, es más justo aceptar que fueron estos últimos los que consiguieron lo que se proponían: que algún gobierno les hiciera caso. Lo cierto es que los avances institucionales de aquellos años –avances que hoy defendemos- coincidieron con una impotencia creciente a la hora de afrontar en los territorios una crueldad social –patriarcal, clasista y racista– regida por las formas de la valorización financiera. La ofensiva sensible, en la que los derechos humanos hicieron escuela, sobrevive para defender una memoria y para reinventarse retomando su autonomía, como lo muestran hoy sus prolongaciones en el movimiento de mujeres y minorías sexuales en rebeldía. La política de derechos humanos se planta para enfrentar la crueldad neoliberal de este tiempo y, en esa medida, hereda un legado plebeyo. Así lo recuerda Florencia Lance: “El Negro Molina una vez nos contó que durante los años de la resistencia viajaba en un colectivo. Y de un lado estaba la policía reprimiendo y del otro parte del pueblo resistiendo. —Hay momentos de la vida en que uno tiene que elegir de qué lado se pone. Nos dijo. Y esa imagen para mí es así: uno siempre, siempre, siempre, puede elegir de qué lado se pone».

¿Por qué el macrismo, que suele presentarse como una nueva derecha democrática, pretende impunidad para los viejos cuadros de la dictadura?

Repasemos los hechos del último año: luego de la marcha del 24M de 2017, el gobierno trató de terroristas a los organismos por recordar a las organizaciones revolucionarias de los años setenta; el intento de excarcelar a genocidas a partir de la sanción del 2×1 –operación montada por los tres poderes del Estado y la cúpula de la iglesia católica, y abortada por una gigantesca movilización popular–; el surgimiento de las voces de los hijos de genocidas (¡ex hijos!) dispuestas a narrar sus verdades sobre la conexión entre terrorismo de Estado y horror doméstico; los asesinatos en el Sur mapuche de Santiago Maldonado –causa aún no esclarecida– y de Rafael Nahuel –a balazos por la espalda–; el anuncio de la nueva doctrina de seguridad que avala a priori el accionar de las fuerzas represivas, las que tienen siempre la razón al actuar en defensa de la propiedad privada (los asesinatos policiales posteriores respondieron a esta concepción); la propuesta desde el gobierno de la política de la prisión domiciliaria para los viejos cuadros de la represión, como se dispuso para el caso Etchecolaz, resolución posteriormente revocada. Hay varias hipótesis verosímiles –el gobierno debe pagar ante su electorado; la nueva doctrina de seguridad, dispuesta a enfrentar el conflicto social creciente, requiere un homenaje a los represores de ayer para sus continuadores–, pero creo que la más relevante es la siguiente: la necesidad de quebrar la historicidad –la fuerza y el porvenir– de esta política fundada en la sensibilización del campo social que es la expresión más nítida de la lucha de clases en la Argentina.

FOTO PRINCIPAL: Emergentes

Soy hija de un aviador de los vuelos de la muerte // Florencia Lance

 

“Por algo no podrás dormir tranquilo, le dije”

 

Mi nombre es Florencia Lance. Soy hija de un aviador del Ejército procesado por vuelos de la muerte en Campo de Mayo. Tengo 45 años. Y hace muchos ya que supe que había algo en lo que para nosotros era un espacio de juego, o de encuentros, como lo era Campo de Mayo. Un lugar al que íbamos a andar en helicóptero, a jugar al tenis, a nadar a una pileta, a pasar los fines de semana con mi padre. Mis padres estaban separados. No tengo registros de cotidianidad, lo veía los días de visita, las vacaciones o en momentos de juego. Siempre cuento como algo impresionante que desde el jardín de infantes, en el año 1977 o 1978, mi cumpleaños se festejaba en Campo de Mayo. El rito era que nos pasaba a buscar un colectivo verde, de esos Mercedes Benz grandotes, donde iban subiendo mis compañeros para ir a pasar el día entero a ese lugar. Durante el jardín de infantes y también en la escuela primaria hasta que un día, supongo que para 1983, mi mejor amigo de la escuela, Juan, hijo de Rogelio García Lupo, me dijo que ese año no iba.

—No voy a poder ir a festejar tu cumpleaños —me dijo—, porque donde vos festejás, matan gente.

Para mí fue un baldazo de realidad. También me dijo algo parecido mi gran amiga Alejandra, parte de una familia muy importante a lo largo de mi vida. No me dejan ir a tu cumpleaños, me explicó. De esa manera aquella cita, tan esperada, a la que nadie se olvidaba nunca de llevar el permiso firmado por los padres para subir al helicóptero, se convirtió en una vergüenza y en el símbolo horroroso de una tragedia horrible y muy difícil de explicar. ¿Y ahora qué hacemos?, me dije. No había otra manera de festejar porque las cosas siempre habían sido de esa manera.

 

 

—¿Qué pasa?— pregunté a mi papá. Tuvo una respuesta muy tranquila. Me dijo que en el país habían pasado cosas. Que todo era muy difícil. Que ellos no tenían responsabilidades. Que la responsabilidad la tenía Isabel Perón. Que ellos eran como perros encerrados en una jaula. Que cuando alguien daba la orden de abrir la jaula, sabía para qué se abría. Y que ellos simplemente habían seguido las órdenes que les dieron desde el gobierno.

—Esta es mi verdad— me acuerdo que dijo—. Vos tenés que construir la tuya.

 

 

Estábamos en el auto. Íbamos solos. Él seguía hablando. Debía haber sido el último año de la escuela primaria. Por eso creo que me di cuenta de las cosas medio pronto porque me lo dijo alguien como Juan, a quien yo quería mucho. Esa imagen diciéndome: Ahí matan gente... Me lo dijo y le creí. Supongo que es porque había una liturgia de la muerte. Algo que supongo también pasó con otros.

Nosotros íbamos en un auto con granadas y con armas. Un día llegamos a Campo de Mayo. Había un grupo de mujeres en la puerta. Mi papá paró el auto. Bajó. Con mi hermana nos quedamos en el auto. Y cuando volvió, le preguntamos. Él dijo que era un grupo de madres angustiadas porque se había caído un helicóptero y venían a reclamar por sus hijos. Yo siempre tuve la sospecha de que eran Madres de Plaza de Mayo. No sé si tenían el pañuelo, pero era un grupo de diez o quince mujeres, llorando y gritando. Y la explicación del helicóptero que se cayó y soldados que murieron, bueno, parecía eso: los helicópteros se caen y los submarinos estallan. Yo no sé qué hace que algunas personas logren ver unas cosas y otras no. Que algunas digan qué raro ir con granadas en el auto. O qué raro perderse en el bosque de Campo de Mayo con una amiga durante una hora y cuando volvés que te recaguen a pedos. Que nos digan de todo. Que nos estaban buscando. Pero la sensación siempre fue esa: no sé si sabía exactamente qué sucedía, pero siempre había algo incómodo. Algo que no terminaba de estar bien ubicado.

Más tarde entré al colegio Nicolás Avellaneda, porque mi amiga Alejandra había elegido esa escuela. Como sucedió con muchos de integrantes de estos nuevos colectivos, hay dos tipos de familia entre los hijos o ex hijos de genocidas. Algunos estuvieron muy protegidos por la familia militar y por un sistema de custodias y a otros simplemente no nos dieron mucha bola y nos criamos como pudimos. Sin mucha atención, ni mucho cuidado. Yo estaba en ese segundo grupo. Mi vieja era psicóloga, se iba a bailar y estaba en otra historia. Era muy jovencita cuando se separó. Yo me la pasaba en la calle buscando familias sustitutas de las que tengo recuerdos maravillosos. Padres postizos con los que fui tapando agujeros que no se pueden tapar, pero a los que se les puede poner un puente para seguir caminando. Era muy curiosa. Preguntaba. En casa de Carlos, el padre de mi amiga Alejandra, escuché el disco rojo de Silvio Rodríguez y cuando pasaban las canciones, decía: Entonces la revolución no es algo tan malo, ¿no? Si hay gente que puede cantar cosas tan maravillosas. Si un poeta puede decir cosas tan lindas. No sé porque yo conecté con eso. O mi hermana no conectó.

En el Nicolás Avellaneda aprendí cantidad de cosas no sólo de los profesores, porque era una escuela a la que llegaban la mayoría de los hijos de exilados. Había un rector, Raúl Aragón, muy generoso, con el que fuimos reconstruyendo la historia del país. Yo no hablaba de mi papá. No decía nada. Otros ex hijos también comentan cosas así. A mí me hubiese encantado que no estuviera. Y me preguntaba: ¿Por qué no tengo un papá mecánico? Tenía una compañera que tenía a su papá muerto. Y yo decía: ¿Por qué no tengo yo un papá muerto? ¡Y listo! Por qué no decirlo así. Por qué, y así no tener que dar explicaciones. Era difícil decir de qué trabajaba ante la pregunta en alguna clase. Pero logré ir dejando eso de lado. Tomar decisiones y elegir estar de un lado que a mí me hacía mejor, me hacía más libre, un lugar que me daba menos vergüenza.

 

Florencia. Quincho militar de Campo de Mayo

 

Armé mi grupo de amigos. Cuando entré a la escuela ya había centro de estudiantes y estaban la agrupaciones políticas: el PC, Franja Morada, la JP. Y en la escuela militaban un montón de personas. Era la época de las primeras movilizaciones. Pasaban los pibes del centro de estudiantes por las divisiones. Decían: Hay que ir a la Plaza. Y salíamos. De Palermo, nos tomábamos el subte y llegábamos a Plaza de Mayo. No sé a qué o por qué pero estaba bueno. En quinto año me pidieron que diga el discurso de cierre. Yo, por los estudiantes Y Aragón, por la escuela. Supongo que Aragón sabía mi legajo porque la conducción de las escuelas lo sabía. Así, hablé yo. Después Aragón. Y luego vi a mi papá muy enojado con esa intervención, como diciendo: ¡Este tipo es un zurdo! Yo no entendí por qué lo enojaba tanto un tipo tan buena persona. Pero ahí comenzó a cortarse algo. No recuerdo haber discutido mucho más, pero fue una de las últimas veces que lo vi: yo ya estaba parada en otro lado.

Durante todo ese período, antes y después, hubo momentos en los que existió una especie de pacto de no hablar. Él sabía cómo pensaba yo. Mi casa era una casa dónde se hablaba de política. Mi abuelo, el papá de mi papá, era del GOU (Grupo de Oficiales Unidos). O sea que la política siempre estuvo en la casa familiar. El papá de mi mamá era militante radical. Y es raro porque si bien no recuerdo a mi viejo hablando de política, sino con su trabajo de aviador, nada de la política me resulta extraño. Estaban los que amaban a Evita y los que la odiaban. Estaba una foto del Operativo Independencia en el living de mi abuelo con mi papá vestido de piloto frente a un helicóptero, y un escrito a mano con esa frase que dice: Tucumán cuna de la independencia, sepulcro de la subversión. La palabra subversión, el apellido Santucho, el Che Guevara, no eran cosas que me resultaran extrañas. No estaba viviendo en una burbuja. Y había una persona de la que ahora estoy reconstruyendo su historia: un gran amigo de mi abuelo, del grupo de amigos con el que se juntaba un poco a conspirar y un poco a jugar a las cartas, Julio Gallego Soto.

 

Florencia. Colegio Militar.

 

Gallego Soto desapareció en julio de 1977. Durante años vi a su esposa, una mujer muy, muy buena con nosotras. Viuda aunque nunca estaba claro por qué era viuda. Por qué estaba sola, por qué siempre todos estaban con sus parejas y ella no. En una charla, con papá, una vez le recriminé lo que había pasado con Gallego Soto, él se puso a llorar. Mi papá me dijo que para él había sido casi un padre. Que había sido la persona que lo había cuidado y guiado muchos en momentos importantes. Que cuando se enfermó su hermana de tuberculosis, mis abuelos dejaron a mi papá y a su otra hermana bajo la crianza de Gallego Soto. Que así había sido un hombre muy clave en su vida. Y me dijo: “Yo lo busqué, lo busqué todo lo que pude, hasta que me dijeron: no lo busques más porque el próximo sos vos”.

—Vos no sabés lo que pasó. No terminas de entender. Esto fue muy doloroso.

En 2015 yo hacía un trabajo en Jujuy cuando escuché por la radio la noticia del procesamiento de aviadores del Ejército por los vuelos de la muerte. No dijeron nombres. Pero tuve la certeza de que mi papá iba a estar entre los acusados. Busqué en el Google. Estaba durmiendo en una casa prestada. Mi compañero se estaba duchando. Y sola con el Google, encontré la noticia con el nombre y apellido de papá: ahí confirmé lo que desde los 12 años ya sabía. Lo que de alguna manera él también me había confirmado. Y me acordé de la charla sobre Gallego Soto. De lo que dijo. Llamé al hijo. No lo había visto nunca más. Nos juntamos. La llamada fue tranquilizadora también para él porque se había sentido abandonado por los amigos de su padre, esos personajes cercanos al GOU. Le dije que vaya a preguntarle a mi papá, que mi papá sabía dónde podía haber estado su padre porque lo buscó. Si vos querés encontrar el cuerpo, preguntale, le dije. Y ahí supe algo más sobre los silencios y los pactos. Me contó que citó a mi papá en el juicio. Que mi papá fue, pero no dijo ni una palabra. Se sentó y no dijo nada. Y antes de irse, le dijo: Disculpame que no puedo hablar, pero no voy a hablar. ¡Y habían sido como hermanos en la vida! Chicos que se habían criado con estos padres sustitutos en estas familias de padres amigos. En ese momento, a mí me quedó claro que ellos no van a hablar.

 

El avión de Lance. Álbum Familiar.

 

Me anoté en Ciencias Políticas en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Un día vino a estudiar a casa Diego, uno de mis compañeros. ¿Pero no es que los desaparecidos están en España?, le dije. Y Diego se levantó y agarró sus cosas para irse. Lo agarré del brazo. Le dije que se quede porque todo eso en realidad era mi forma de preguntar, de querer saber, de enterarme. ¿No era cierto esto?, le preguntaba. ¿Y qué pasaba entonces? ¿Pero la guerrilla? ¿La revolución?Preguntar me daba la posibilidad de escuchar otras respuestas. Y las respuestas que escuchaba me resultaban más verdaderas que las pocas que había escuchado en el entorno familiar. Ví películas. Ví El exilio de Gardel. Vi La Noche de los Lápices y salí con una tristeza tremenda. Ese día volví a casa y empecé a pelearme con todo el mundo: tenia la sensación de que todo estaba mal. Mi abuela era muy católica, yo me enojaba con ella.

—¡Vos porque sos católica!

Le decía. Y me peleaba con cada parte de lo que había sido el sostén de la familia. Incluso la familia católica por parte de mi mamá, donde había una actitud tan fría respecto de lo que había sido la dictadura, como de ignorar todo, muy superficial.

Para 1992 o 1993, un grupo de compañeros armaron una agrupación. Me conmovió el trabajo que realizaban y empecé a dar una mano.

—Yo doy una mano si hay que pintar un cartel— le dije a Diego.

—No necesitamos secretarias— me dijo—. Hacen falta militantes.

El MATE fue un lugar de aprendizaje, de contención, de mucho afecto. Hicimos un viaje a Cuba, ese lugar que para los hijos de los genocidas era el monstruo. El lugar donde se comían a los pibes crudos. Lo que no se quería. Lo que se quiso evitar. Y ahí, durante un mes, nos encontramos con un país maravilloso, a pesar del período especial con la vida cotidiana tan difícil. Un país con gente muy inteligente, muy solidaria. Conversamos con viejos militantes, aprendimos, conocí a María Santucho, que hoy es una de mis grandes amigas y una referente de la lucha. Aprendí cómo encarar la vida y la necesidad de que el mundo sea más lindo. De que así, como está, el mundo no está bueno para nadie.

 

Afiche. Agrupación El Mate.

 

Volví del viaje muy distinta. Y cuando volví fui a ver a mi abuela paterna con la que tenía una relación linda. Era una mina muy lúcida que leía mucha filosofía. Me gustaba mucho conversar con ella. Y ella, ese día, desde la cama de enferma, me dijo: ¿A qué fuiste a Cuba? ¿A entrenarte? Ah, bue, pensé yo. Mejor dejemos las cosas así. Y enseguida me dijo que si tenía que elegir entre mi papá y yo, iba a elegir a su hijo. Ya se le había muerto una hija, dijo, y no podía perder otro hijo más. Y así fue como otra de las relaciones familiares se disolvió en el aire. No vi más a mi abuela. No vi más a mi padre. No lo veo desde hace treinta años. Y no tuve más noticias hasta que aparece su nombre en los juicios.

Che, le dije a Diego en ese momento, yo quiero escribir algo, empecemos a pensarlo. Y a muchas compañeras del colectivo les pasó que con los juicios aparecen dos cosas: en un caso, la revelación por primera vez de lo que fueron sus padres, compañeras más chicas se enteran de la monstruosidad en los juicios, que entonces son claves también para entender la aparición de estos colectivos. Y después hay otra cosa, que una voz trae la otra, y la posibilidad de pensarnos colectivamente. Las preguntas que nos hacen ayudan a pensar, y así aparece la posibilidad de una voz pública que ya no sea la voz individual de alguien contando su historia, sino la posibilidad de armar algo con todo esto que vaya más allá.

Cuando me enteré, primero pensé en mis hijos. Yo estaba en Jujuy. Pensé en mis hijos escuchando por televisión el nombre del coronel Lance. Hablé con el padre. Y después fui a ver a una psicóloga con la que había laburado antes. Hablamos de la libertad de elegir y la cosa es que cuando terminamos, le pregunto cuánto es y me dice nada, yo no te puedo cobrar por algo que no es tu problema sino que es un problema de todos. Entendí que de alguna manera eso estaba bueno para pensar cómo todos nos hacemos cargo de esto.

La noticia para mí fue una confirmación. Pero también confirmaba en lo personal que yo no era la loca. Estaba la idea de yo inventaba toda esta historia del represor porque en realidad tenía bronca con mi viejo porque se había ido con otra mujer. No era verdad. Pero verlo en el diario también fue un alivio: no era que yo tenía una suerte de enojo adolescente. Era la verdad histórica. Una verdad que sostengo con mucho dolor. Que no la sostengo desde un capricho. Ni desde un enojo. Por lo contrario, es una decisión fuerte y difícil porque, además, no tenía un papá malo. Ni violento. Fue muy doloroso cortar y decir no quiero verlo mas. Quiero que esté preso. Quiero que él, como el resto de las personas que participaron de la represión, estén presas. Y cumplan su condena. Y listo. Que se mueran en la cárcel y podamos construir un país desde la verdad. Con lo doloroso que pueda ser la verdad. Desde la verdad que nos va a dar libertad. Y nos va a dar posibilidades de tener un país distinto.

Mi vieja se enteró en 2015. No podía creerlo. No podía creer haber estado casada con una persona así. Ellos se separaron en 1975. Me dijo que se había separado porque le daba asco el olor de mi padre. Imagino que él estaría yendo a Tucumán para el Operativo Independencia. Está la foto. Y él me lo dijo. Y ella me habló del olor. De cuando volvía a la cama a acostarse. Yo no sé qué pasó con esa persona a la que de repente ella no podía tocar, con la que no podía ni estar. Y no sé si eso la salva, pero es cierto que se separó. Igual, está el silencio. Mi mamá tenía una muy amiga durante la dictadura a la que le estaba desapareciendo su compañero. Nunca se lo contó a mi madre. Yo me enteré muchos años después al verla en un espacio de militancia. Creo que todavía hoy no se lo dijo. Se lo conté yo. Tampoco podía creerlo. Pero creo que eso nos hablan de cosas que, ojalá, en algún momento podamos pensar. Entre los ex hijos a veces nos preguntamos: ¿Qué sociedades construyeron a estas personas? Algunos serán más monstruosos que otros, otros son más normales de lo que nos gustaría. Pero, ¿cómo pasó? ¿Cómo se convirtieron estos pibes y estos hombres en personas capaces de torturar y de asesinar? ¿Cómo pudieron las familias negarse a ver? ¿Cómo los papás de mis amigos del jardín y de la primaria, dejaban que sus hijos fueran a jugar a Campo de Mayo en 1977? ¿O que se subieran a un colectivo?

 

Florencia saca foto a un afiche de la Cátedra Che Guevara organizada por El Mate.

 

Una vez se lo pregunté a la viuda de García Lupo. Para el 2×1 me pidió que la acompañe a la marcha porque quería llevar un cartel en memoria de Rogelio. Ese día marché sola con ella. Y como ese nombre, en mi vida aparecieron otros. Siempre digo que a mí me salvó la calle. No tener una familia que te contenga, pero que tampoco que oprima demasiado.

Para la época de la facultad, un jueves, Diego me dijo: Vamos a la Plaza.

—¡Noooooo!— dije yo. Pero fuimos. Nos quedamos parados.

—Vamos a marchar— me dijo. Y yo, de nuevo: No. Sentía que usurpaba el lugar de los otros, el discurso de los otros. Un espacio que no nos pertenece. Creo que eso es lo que intentamos todavía pensar: creemos que tenemos que estar de costado, que hay que acompañar la lucha de los organismos pero que no es un lugar nuestro. De todas maneras, aquella vez sí marché y lo hice un montón de años más, muy cerca de las Madres. Cierta vez en la agrupación decidimos que haga mi trabajo de base en la Asociación de Madres, así que después del trabajo me iba todos los días al local. Y así como tengo ese padre postizo que es el padre de mi amiga Alejandra, tuve una madre postiza en Hebe. Hebe me enseñó cómo ser mejor persona, pero también cómo ser mujer, cómo ser mamá o cómo cocinar. No tengo recuerdos en mi casa de la cocina. Pero recuerdo estar enferma y que ella me traiga comida a mi casa. Cuando nació mi primer hijo, terminó la marcha de la resistencia y se vino a pasar la noche conmigo al sanatorio. A mi hijo le puse Juan, un poco por mi amigo y por el personaje de El exilio de Gardel. Era la primera marcha que no iba porque estaba pariendo. Eran los ’90, todo era ríspido y duro, frívolo y superficial, y ahí estábamos nosotros, un grupo de pibes y de pibas que queríamos estar con las Madres, hablar de la dictadura, de Cuba, discutíamos y nos peleábamos con Hebe, pero después también nos hacía unos platos de ravioles caseros que estaban buenísimos.

 

Juan, el hijo de Florencia, en su primera marcha de la Resistencia.

 

En ese recorrido nos fuimos vinculando con compañeros de los ’60 y ’70 que nos acompañaron y nos formaron desde la agrupación. Nos contaron sus ideas del mundo. Estuvo el Negro Molina, un dirigente obrero muy cercano a Cooke, que nos cagaba a pedos, no tenía ninguna consideración pero sí respeto. El Negro Molina una vez nos contó que durante los años de la resistencia viajaba en un colectivo. Y de un lado estaba la policía reprimiendo y del otro parte del pueblo resistiendo.

—Hay momentos de la vida en que uno tiene que elegir de qué lado se pone.

Nos dijo. Y esa imagen para mí es así: uno siempre, siempre, siempre, puede elegir de qué lado se pone. El terrorismo de Estado fue masivo, fue un plan sistemático, todos los que estaban, estuvieron, pero hubo casos que no. Horacio Ballestero, D’Andrea Mohr. Siempre me pregunto qué hizo que una persona pudiera decir que no; no voy a reprimir a mi pueblo; no voy a participar de este genocidio. Mi papá tenía la posibilidad de elegir: tuvo un avión lleno de secuestrados, ¿por qué no te fuiste del país? ¿Qué te podía pasar? No era un zumbo al que no le quedaba otra, que no tenía recursos simbólicos para pensarlo. ¿Por qué no pudiste hacer el click? ¿Qué pasó ahí? ¿Qué es eso de la obediencia y el compromiso con este proyecto de asesinar? Creo que en el vuelo también había dos pibes de secundarios por los que específicamente se lo procesó y denunció.

En el ‘97 abrimos la Cátedra Che Guevara en la facultad, una experiencia que acercó a gente de los ’70 de distintas líneas a contar a los pibes jóvenes qué había pasado. Se hizo en bares, fue muy masiva y la idea era laburar sobre la transmisión. Manolo Gaggero era el titular, una de las personas enviadas por Cooke a Cuba. En esos espacios aparecían las historias: la de la Pirí Lugones, una mina con esa historia familiar con la que pudo hacer algo diferente; y también las de Alicia Eguren y Osvaldo Bayer.

Cuando nació Juan, mi hermana quería que mi papá lo conozca. Insistía. Decía que era su primer nieto. Nos peleamos. Quien entonces era mi compañero tenía a su tío desaparecido. Mi hermana insistió. Fue a la casa. Y cuando volvió me dijo: la casa está igual y están nuestras fotos. ¡Pero no estoy muerta!, dije yo. ¿Cómo que están nuestras fotos?Con mis cuatro hermanos por parte de él, no volví a hablar, el día que quieran, sabrán, pero el problema es cuando alguien acepta vivir sin preguntas. Cuando un hombre vuelve a tu casa, después de asesinar, ¿no te hace ruido nada? ¿No hablás de eso? Con mi compañero hablo de su trabajo, de los problemas. ¿Cómo se vive de otra manera? ¿Qué hay ahí? ¿Son familias sostenidas sin conversación?

Cuando salió publicada la historia de Mariana Dopazo, muchos de amigos me la reenviaron. Me partió la cabeza. Me impactó la manera de reflexionar sobre lo que le pasó. También Erika. Y creo que fueron claves para pensar que podíamos tener una voz pública. Ahora hay dos grupos de ex hijos y de hijos. Y me parece que es una buena noticia que haya dos, tres, miles, y grupos de supermercadistas chinos que repudian a los genocidas, que no les quieran vender una botella de vino. Que no haya nadie que los apoye. Que los terapeutas piensen sobre esto, que los supermercadistas chinos piensen cómo dejar de venderles porque esto es una tragedia que es imposible de resolver hasta no ir a fondo. Y claro que comienza por la memoria, verdad y justicia y por los juicios, sin duda.

La última vez que hablé con mi papá, lo llamé para conversar por unos problemas familiares. Me dijo que lo dejara tranquilo. Que estaba muy mal. Con muchas complicaciones. Y tenía qu tomar pastillas para dormir.

—Estoy pasando muchos problemas— dijo.

Yo le dije:

—Por algo no podrás dormir tranquilo.

Cortamos y eso fue toda la charla.

 

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/hija-aviador-los-vuelos-la-muerte/

Qué afirma hoy la memoria // Agustín Jerónimo Valle

Los militantes revolucionarios mataron gente, pusieron bombas, secuestraron. La valoración, incluso la condena de estos actos, es una discusión compleja -también rica e interesante-. No podría darse sin discutir primero quién y desde dónde puede legítimamente hacerla, esa valoración. Pero previo a esa discusión es preciso recordar una verdad que la sitúa, la circunscribe: los militantes no torturaron, no violaron, no robaron bebés, no estafaron; en suma: ni «negocio» ni crueldad formó parte de la praxis de los combatientes (de hecho muchos hicieron negocio justamente tras dejar de ser combatientes). La crueldad fue de quienes defendían el capitalismo («occidental y cristiano»). Acaso de un lado la muerte estaba al servicio de la vida; y del otro, la muerte estaba al servicio de un modelo de vida que reproduce la muerte. Seguro un deseo -el de una sociedad igualitaria- excluye la crueldad; el otro -el de una sociedad desigual- necesita la crueldad.

El ejercicio de la memoria de los asesinados, exiliados y desaparecidos, es una afirmación presente: la afirmación de un deseo, gigantesco, multitudinal -aunque aún así en cierto sentido minoritario-, el deseo de una concepción del lazo social que excluya la crueldad, en tanto dispositivo productor -y símbolo- de la desigualdad. Por eso las Madres son el aglutinador clave de la política igualitarista en la Argentina moderna: ellas abren el más jocundo espacio de fraternidad.

 

¿Por qué? // Diego Sztulwark

 

 

¿Por qué afirmar que los derechos humanos en la Argentina son unapolítica? La dictadura efectuó una reforma quirúrgica del cuerpo social que abarcó dos mundos simultáneos: uno de exterminio (lucha contra el “enemigo subversivo”) y otro de reconversión neoliberal (consagración de la propiedad privada concentrada). Solo la política de derechos humanos fue/es capaz de plantarse como antagonista en ambos planos del terrorismo de Estado (en dictadura y en democracia). Su fuerza es ética y consiste en combinar dos ejes: uno temporal –luchas del pasado y del presente– y otro espacial –un campo de traducción común para las diferentes luchas del presente–. Sus logros se miden por su capacidad de inspirar un germen insurreccional popular: el 19D y el 20D de 2001, pero también el 8M.

¿Por qué esa política sobrevive al kirchnerismo? Luego del período de claudicación sistemático de la democracia (1983–2001), el kirchnerismo promovió avances institucionales, que hoy defendemos, mientras crecía una impotencia creciente a la hora de afrontar en los territorios una crueldad social regida por las formas de la valorización financiera. La ofensiva sensible, en la que los derechos humanos hicieron escuela, sobrevive para defender una memoria y para reinventarse retomando su autonomía, como lo muestran hoy el movimiento de mujeres y minorías sexuales en rebeldía.

¿Por qué el macrismo, que suele presentarse como una nueva derecha democrática, pretende impunidad para los viejos cuadros de la dictadura? Repasemos los hechos del último año: luego de la marcha del 24M de 2017, el gobierno trató de terroristas a los organismos por recordar a las organizaciones revolucionarias de los años setenta; el intento de excarcelar a genocidas a partir de la sanción del 2×1; el surgimiento de la voz de los hijos de genocidas (¡ex hijos!); los asesinatos en el Sur mapuche de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel; el anuncio de la nueva doctrina de seguridad que avala a priori el accionar de las fuerzas represivas (los asesinatos policiales posteriores responden a esta concepción); la propuesta desde el gobierno de la política de la prisión domiciliaria para los viejos cuadros de la represión. Hipótesis verosímiles hay varias –el gobierno debe pagar ante su electorado; la nueva doctrina de seguridad dispuesta a enfrentar el conflicto social creciente requiere de un homenaje a los represores de ayer– pero creo que la más relevante es la siguiente: la necesidad de quebrar la historicidad –la fuerza y el porvenir– de esta política fundada en la sensibilización del campo social.

 

Diego Sztulwark para Emergentes

Derrames // Lobo Suelto

A las calles, de todas las formas posibles. En manada, los agrupamientos se organizan al galope: pura intuición plebeya. Desbordando todo orden ortiba fundado en el terror, la violencia y la mentira. Comenzando por la doctrina de seguridad oficial, que llama a confiar a priori en las fuerzas de seguridad cuando asesinan -como hicieron con Santiago, Pablo, Rafael , Luciano y con miles de pibes  que rompen la noche- en defensa del país de la propiedad privada concentrada. Cuantos más peritos ponen, más se les nota la intención de ocultar el crimen. Crean Estado en torno al crimen y al ocultamiento. A las calles, a darle la espalda a quienes disparan por la espalda: a frenar una política de la crueldad hecha política de Estado. A las calles como ante el 2×1 y el 8M: tejiendo el pañuelo blanco de las Madres y el pañuelo verde del aborto; sabiendo que las Madres y Abuelas vienen haciendo paro de mujeres todos los jueves desde hace 40 años. Sabiendo que las jaurías de pibas pasan por arriba de todos. Sus finanzas se salpican de nuestra sangre. Derrames: que la política de Derechos Humanos derrame sobre los barrios, las escrituras, los hogares, la economía, las instituciones. El último 18 de diciembre vimos resurgir la fuerza de la calle plebeya, reactivando nuestra capacidad de desobedecer todo el orden asesino que nos proponen. En marzo quedó en claro nuestro programa: la calle plebeya. 24 de marzo es memoria de la calle plebeya. Una calle que derrita las columnas, vuelva cenizas las banderas, desobedezca lo que  ya no dice nada y solo reconozca el amor de las Madres. Son relámpagos en instantes de peligro que bien pueden ser diluvios, derrames, tormentas.

23 marzo de 2018

Memorias impresas en orillas de silencio (24 de marzo de 2018) // Marcelo Percia

1.

Memorias extendidas de un solo día darían más de una vuelta alrededor de la esfera terrestre.

Memorias plenas equivalen a estruendosos silencios.

Silencios que amasan bulliciosas pulpas de la historia.

 

2.

Pero, ¿cómo lo vivido habita las memorias?

 

3.

Memorias pretenden historias, la historia se deja conquistar.

 

4.

La escena del crimen de la última dictadura en la Argentina acontece, cada vez, como vacío en las memorias.

 

5.

Memorias ondulan, agitan, van y vienen.

Recuerdos oscilan como boyas en una inmensidad. Olvidos habitan en temblores infatigables de lo inmenso.

 

6.

Si se pudieran conservar intactas memorias de una época, ninguna sensibilidad soportaría lo que el olvido cancela.

 

7.

Demasías de la memoria sólo se alojan en el silencio.

 

8.

Derrida (1969) en La farmacia de Platón a propósito del relato, al final del Fedro, sobre el origen de la escritura, observa la ambigüedad del término griego phármakon que alude, a la vez, a lo que puede curar y envenenar: la escritura posibilita, al mismo tiempo, la memoria y el olvido.

 

9.

Lo que el silencio no deja de decir: que en las cenizas del aire se respiran polvos de vidas que sufrieron la acción del fuego.

 

10.

Recuerdos actualizan sensateces de la vida: prudencias de la posibilidad.

Así lo advierte Borges (1942) cuando relata la vertiginosa memoria de Irineo Funes, escribe: “Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”.

La percepción acontece como archipiélago de supresiones.

La obra de Borges valora la acción del olvido y parodia rigideces y torpezas de las memorias.

Los lenguajes sacrifican singularidades.

Funes no sólo percibe en cada perro a una criatura única, sino que percibe que, en el tiempo, cada perro deviene infinidad de únicos perros.

En la percepción de Funes se imprimen momentos singulares que las lenguas omiten.

 

11.

Continúa Borges: “Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. (…) Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.

Cuando ráfagas de ese irrevocable deterioro de la vida penetran sensibilidades expuestas: los sentidos desvarían, los músculos se endurecen, las palabras se retiran.

A veces, para no pensar, se prefiere entrar en una especie de ausencia o muerte.

 

12.

En Nota sobre la pizarra mágica, Freud (1924) trata de ilustrar cómo actúa la memoria.

Traza analogías entre sus ideas del inconsciente y un juguete infantil: una pizarra donde se escribe con un buril sobre una superficie que posee la propiedad de borrarse y conservar, a la vez, lo borrado.

Ese artefacto le sirve para ilustrar lo que llama aparato psíquico.

Freud imagina el psiquismo como una sofisticada máquina de sentir, hablar, pensar.

Concluye que la memoria no se reduce al registro, permanente pero limitado, en una hoja de cuaderno, ni a las anotaciones renovables en una pizarra.

Postula una diferencia: la memoria posee capacidades de recepción y de conservación de huellas, incalculables.

Advierte, también, que la memoria tiene cualidades mágicas y maravillosas: conserva huellas que aparecen o desaparecen según acontezca el recuerdo o el olvido.

 

13.

Derrida (en Freud y la escena de la escritura), a propósito del texto de Freud, valora la conjetura del psiquismo como espacio de escritura: lo vivido permanece como huella escrita en sensibilidades que hablan.

La pregunta que resta: ¿la vida supone continuos procesos de reescritura?

¿La fijeza de algunas marcas detiene el movimiento?

 

14.

La vida se escribe cada vez, pero nunca en una hoja en blanco: se escribe sobre otras escrituras, muchas veces indescifrables.

Cargamos imágenes impresas, palabras grabadas, morales que amordazan épocas.

¿Cómo vivir en la libertad de una reescritura?

Libertad no consiste en desprenderse, negar, desmentir esas cargas, marcas, huellas.

Libertad, tal vez, reside en rehusarse a imponer o trasladar esas pesadumbres a otras vidas.

Libertad supone impedirse dañar o marcar como modo de proteger lo viviente.

 

15.

En la saga de las imágenes impresas y las memorias se relatan historias de censuras, persecuciones, muertes.

Artificios para escapar a la censura de un Amo.

Una historia de astucias reside en la de la tinta limón como modo de escritura clandestina.

Escritos en tinta limón sólo legibles acercándolos a la llama.

 

16.

Una hermosa palabra palimpsesto: manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.

 

17.

Se puede escribir copiando o imitando otra escritura, también borrando las huellas de lo ya escrito, inscribiendo el arrojo de un deseo que, de pronto, se queda alelado sin saber qué decir.

 

18.

La imagen de lo ausente supone la vida que no está: considera ciertos indicios evanescentes.

Proust (1922) no encuentra mucha diferencia entre la rememoración de un sueño y el recuerdo de lo vivido.

Llama memoria involuntaria a rememoraciones que irrumpen caprichosas: de pronto, algo estalla y se propaga concitando asociaciones imprevisibles.

Escribe: “Las imágenes elegidas por el recuerdo son tan arbitrarias, tan estrechas, tan inalcanzables, como las que la imaginación ha formado y la realidad destruido”.

Si los recuerdos eligen imágenes, ¿qué voluntad elige los recuerdos?

Una voluntad involuntaria, no personal, irrigada de sensualidades, bellezas, dolores de los tiempos.

 

19.

Quizá la obra de Beckett narra estados de memorias que asisten al impreso borrado, tachado, descolorido de la civilización.

Escribe Beckett (1931) sobre el autor de En busca del tiempo perdido: “La memoria involuntaria, no obstante, es una maga díscola que no admite presiones. Es ella quien escoge la hora y el lugar en que habrá de suceder el milagro. Ignoro cuántas veces se produce este milagro en Proust. Creo que en doce o trece ocasiones. Pero el primero –el famoso episodio de la magdalena mojada en té– justificaría ya de por sí la afirmación de que todo el libro es un monumento a la memoria involuntaria y a la epopeya de su acción”.

Memorias díscolas anidan en algunas sensibilidades y en otras no: ese maravilloso misterio, a veces, se intenta cancelar con teorías de la personalidad.

 

Para Proust la memoria voluntaria, que interviene como dominio de la inteligencia y la razón, retiene semblanzas de un pasado sin vida. Mientras que en la memoria involuntaria (en la que los recuerdos destellan detonados por accidente o azar) sabores, perfumes, brisas, melodías, lágrimas o caricias, desatan intensidades vivas.

 

21.

El modo que tenemos de vivir la vida consiste en soñarla, pero no sabemos qué hacer con las pesadillas de la historia.

 

22.

Aura del dolor: suave soplo de la muerte.

Benjamin (1936) define aura “como la manifestación de una lejanía (por más cercana que pueda estar)”.

Aura: juego de afectaciones precipitadas por cercanías de sensibilidades que se arrojan sobre lejanías que no pueden alcanzar.

 

23.

Lejanías no se oponen a cercanías: en lo lejano reside lo inapresable: por eso, aún abrazando lo cercano, se necesita saber amar lo lejano.

 

24.

El arte repone lejanías haciendo cercanos los recuerdos.

 

25.

Lo vivido acontece irrepetible, la memoria copia lo sucedido, el recuerdo lo reproduce.

 

26.

No conviene reducir memorias a una función de la conciencia ni representarlas como aparato invisible de anotación o registro.

Tampoco pensarlas como depósitos de recuerdos fijos, invariables o desfigurados.

Memorias vibran en voces y caricias, en palabras y dolores, que fatigan y encienden cuerpos.

 

27.

Se confía en que las memorias atesoren lo vivido.

Memorias se ofrecen como artificios para que sensibilidades se sueñen eternas.

 

28.

Una primera forma de memoria reside en las pisadas: vestigios que dejan los pies sobre la superficie de la tierra.

 

29.

Todavía se piensan memorias como depósitos localizados en supuestas interioridades individuales.

Cuesta pensar en memorias impersonales: recuerdos labrados como gramáticas de una época.

Memorias de un amor no viven en la interioridad de los amantes, se actualizan cuando los cuerpos se rozan.

 

30.

La evocación de un momento embriagado de deseo, se compone con montajes escénicos que se ofrecen en la cultura y con muy poco de lo vivido.

Las sensibilidades no llevan inscriptas huellas que las memorias almacenan, sino heridas receptoras de signos dolorosos que sobrevuelan la vida.

¿Por qué algunas soledades andan heridas, otras cicatrizadas, otras inmunizadas ante dolor?

¿Heridas, cicatrices, inmunidades se distribuyen en el planeta de la mano de las riquezas y privilegios?

¿Por qué memorias del dolor interpelan más que las de la felicidad?

 

31.

No se recuerda lo vivido: las memorias están destinadas.

Cada sensibilidad porta antenas selectivas: receptores de clase que se extienden y se entremezclan, a través de la lengua, con otras antenas que vibran también especializadas en cuerpos semejantes.

 

32.

Cada época traza analogías que intentan capturar enigmas de las memorias: la huella de un pie, el dibujo, el grabado, la escritura, la imprenta, la fotografía, el fonógrafo, el cine, el procesador de texto, las conexiones en red, los archivos digitales.

Las memorias, sin embargo, recorren la vida como partículas imperceptibles en el aire.

 

33.

Alguna vez se supuso que los recuerdos acampan en el corazón mientras los olvidos permanecen prisioneros en el pensamiento.

Anamnesis significa recordar. La palabra se emplea para describir el momento en el que el deseo de aliviar solicita a quien padece que relate lo que le pasó y le está pasando.

 

34.

Memorias no residen en focos que identifican neurólogos en un cerebro: esos destellos eléctricos fertilizan umbrales de sensibilidades que hablan.

 

35.

En memorias del mar se sacuden secretos de los primeros días de la vida en la Tierra, historias de peces fabulosos y embarcaciones perdidas, maremotos y poéticas desatadas.

También: memorias de cuerpos anestesiados arrojados desde un avión militar.

 

36.

Tan tristes las historias de la civilización que soledades prefieren desiertos antes que recuerdos.

 

37.

Memorias no guardan hechos terminados ni fijan lo ocurrido ni fotografían lo que sucedió.

Memorias acunan insinuaciones de lo acontecido.

Los recuerdos siempre se presentan vagos. Incluso la nitidez de lo evocado simula una imagen labrada en lo que llega moviéndose y cambiando.

La creencia de que lo decisivo en una vida queda grabado en una profundidad íntima, apacigua el vértigo de lo acontecido.

Cuando alguien cuenta su vida o escribe sus memorias participa de la construcción de una ficción: habitamos vidas editadas.

No se trata de recuerdos personales, sino de recuerdos que se apersonan en una vida: como arrebatados poderes que ocupan sus dominios.

Las vidas que vivimos anclan o se amarran a un suelo o muelle de reminiscencias.

 

38.

Al cabo, lo vivido no reside en lo acontecido, sino el lo recordado.

Escribe Proust: “La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura”.

 

39.

El problema de las memorias no reside en que olvidan.

Memorias lucen como mínimos territorios iluminados en una infinita noche de olvidos.

Cuando la vida frota olvidos, enciende recuerdos.

El problema adviene cuando las memorias reprimen, niegan, repudian.

Represiones ocultan, disfrazan, prohíben recuerdos.

Represiones ponen lo reprimido a reparo, lo censuran, lo disimulan.

El psicoanálisis se interesó por la represión no lograda, la fallida. De allí la expresión el retorno de lo reprimido.

Negaciones cancelan lo ocurrido: cortan la cinta de un film, tapian una puerta, decretan la no existencia de sogas en casa del ahorcado.

Repudios desmienten que lo recordado haya ocurrido, lo relativizan, lo consideran una exageración, fruto de la inoculación de una mentira.

 

40.

Sensibilidades que perpetúan crímenes, ¿qué hacen con la imágenes de las vidas que cegaron?

¿Las deforman hasta no reconocerlas?, ¿las alucinan como fantasmas?, ¿las sepultan en los órganos de cuerpos que enferman?, ¿extirpan la visión atroz enloqueciendo o quitándose la vida?, ¿se insensibilizan?, ¿asumen la responsabilidad y cargan con la culpa y el dolor?

 

41.

Un acto de libertad reside en la decisión de no olvidar: el testimonio imprime una memoria en las memorias.

 

42.

Interminables conversaciones con el tiempo fluyen en las memorias.

El cuerpo de la materia posee memorias traumáticas y poéticas.

Papeles, pieles, telas, maderas, paredes de una casa, alojan memorias. Imperceptibles pliegues del tiempo viven en todas la cosas.

 

43.

Enfermedades de deterioros neuronales progresivos ponen a la vista cómo vive una sensibilidad expuesta a lo acontecido cuando se retiran los órdenes ficticios de los recuerdos.

 

44.

Se han pensado los tatuajes como marcas de un poder, como escritura, como inmovilidad de un símbolo o una imagen, como arte detenido, como ruego de identidad.

Quizás a diferencia de un tatuaje, una cicatriz narra un desgarro zurcido por el tiempo.

 

45.

Aunque no al mismo tiempo, las caricias que suavizan con sus ternuras, pueden herir la piel que han tocado.

 

46.

Memorias: ilusión de las criaturas que hablan de marcar en el infinito un antes y un después.

 

47.

Ternuras que amamantan a excitaciones nerviosas inundadas de vida: suavizan latidos, bocetan recuerdos.

Tibiezas de pezones y bocas, suspiros y arrullos, privaciones y amenazas, abrazos y retorcijones, sueños venideros.

Furias que amamantan con tintas hacen del amor una denuncia.

 

48.

Madres de los pañuelos blancos: nombre político de ternuras paridoras que ensueñan porvenires igualitarios.

 

49.

Sensibilidades plebeyas: envueltas en memorias de papel blasfeman y cantan.

 

50.

Llamamos primeras experiencias de vida a restos movedizos de acontecimientos olvidados: dulces y dolorosos llamados de inmensos contactos que se inician.

 

51.

En las líneas de una sola mano se insinúan las intrincadas historias de una civilización.

 

52.

Se conocen diferentes procedimientos para reciclar papel, pero cuando se amasa la pasta de trozos de imágenes entintadas del horror de una época, no se recupera ni transforma nada: se revuelven dolores, tristezas, injusticias, crueldades, crímenes, hasta que las memorias de lo acontecido retornan como enigmas callados de eso que el olvido no puede olvidar.

 

53.

Lo que se llama pasado o lo vivido no yace o espera escrito de una vez para siempre, la rememoración puede reforzar celdas negadoras o empujar a la emancipación de lo acontecido.

 

54.

El psicoanálisis se pensó como reescritura clínica de huellas mnémicas labradas en la infancia.

Se podría pensar que, lo que antes se suponía impreso, tallado, estampado, acontece muchas veces arremolinado, garabateado, tajeado en el aire. Y, que en cada vida, se paren infancias innumerables veces.

No se trata de rediseñar destinos, sino de abrir porvenires.

Lo porvenir recuerda que cada vez no se sabe cómo advendrá.

 

 

 

 

 

Bibliografía.

Beckett, Samuel (1931). Proust. Editorial Tusquets. Madrid, 2013.

Benjamin, Walter (1936). La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. En Discursos interrumpidos I. Editorial Taurus. Buenos Aires, 1989.

Borges, Jorge Luis (1942) Funes el memorioso. En Ficciones. Alianza Editorial. Buenos Aires, 1980.

Derrida , Jacques (1969). La farmacia de Platón. En La diseminación. Editorial Fundamentos. Madrid, 1975.

Derrida, Jacques (1977). Freud y la escena de la escritura. En La escritura y la diferencia. Anthropos. Barcelona, 1989.

Freud, Sigmund (1924). Nota sobre la pizarra mágica. En Obras Completas. Volumen 19 (1923-1925). Amorrortu editores. Buenos Aires, 1992.

Proust, Marcel (1922). En busca del tiempo perdido. 1 Por el camino de Swann. Alianza Editorial. Madrid, 1977.

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