Anarquía Coronada

Nueve preguntas a Alia Daval (y nueve intensas respuestas)

Nacida el 21 de marzo de 1965, terminé cursando estudios de arte en el EMAP y el ENSA de Niza tras haber dibujado por mucho tiempo las imágenes que me evocaban los cursos recibidos en la escuela. Era mi forma de asimilar las cosas, pero no era “normal”… De mis diferentes actividades pictóricas, más o menos interesantes, retengo sobre todo mi pasaje por el  Laboratorio de Prehistoria del Lazaret como dibujante científica. A la edad de siete años, quedé impresionada por la banda de sonido de Planeta prohibido, lo cual me condujo a interesarme en los sonidos electrónicos. Desde 2002, formo parte de Servovalve, proyecto oscilante entre abstracciones sonoras e investigación visual…
(Si bien el encuentro de Alia Daval con Spinoza es antiguo, su confrontación con el filósofo a través del dibujo es una primera vez).
1. Háblanos de tu background de dibujante/artista visual.
Dibujo desde que mis funciones psicomotrices me permiten sostener un lápiz. Dibujo con lápices, dibujo con pinceles, dibujo con el puntero de mi tableta gráfica … Mis intervenciones de dibujo “oficiales” son escasas, ¡no vivo de eso!
2. ¿Es difícil ilustrar filosofía?
Me es más difícil escribir mis respuestas a esta entrevista que comentar filosofía con dibujos…
3. ¿Se pueden producir imágenes de un pensamiento?
Es lo que he intentado hacer… de manera más o menos feliz según los movimientos de mi intuición. A veces una sola palabra basta para poner en marcha el proceso que desembocará en la “buena” imagen, en ocasiones varias palabras me sumergen en un abismo de imágenes de las que no sacaré nada “bueno”…
4. ¿Conocías antes a Spinoza?
Sí. Jamás logré leerlo más que en pequeñas dosis, pero cada una de esas lecturas me da la sensación de que Spinoza nos ha transmitido herramientas de una precisión fuera de la norma que pueden permitirnos ver y comprender todas las cosas muy finas que componen la realidad.
5. Dibujar el Spinoza de Ariel Suhamy, ¿te enseñó cosas?
¡Entre otras cosas, nunca había visto la importancia de la imaginación en Spinoza! Durante la elaboración de esta obra, comprendí que mi imaginación podía servir a la Razón… ¡Gracias Ariel!
6. Háblanos de la evolución de tu estilo en el curso de la preparación del libro. Nos parece que pasas de un naturalismo total (dibujos casi de ciencias naturales) a algo mucho más estilizado, “urbano” en cierto modo… ¿Tienen un sentido?
Sí: el sentido de una flecha que hay que seguir hasta el final para llegar a “alguna parte”. Al comienzo el recorrido es tranquilo, las referencias visuales simples y naturalistas están allí para suavizar y ejercitar la mente del lector en las idas y vueltas entre palabras e imágenes antes de iniciar un ascenso hacia “visiones” menos familiares… Tenía ganas de que eso evoque un ascenso de psilocibina y este texto lo volvió posible.
7. ¿Cómo trabajas?
Me impregno del texto, y a veces una imagen llega simplemente a superponerse a mi visión… Entonces la dibujo, puesto que sé intuitivamente qué es lo que mejor corresponde a lo esencial de lo que he leído. Pero también avanzo por tanteos, garabateando una décima parte de lo que pasa por mi cabeza para finalmente desembocar en algo que valga –o no–.
8. ¿Y técnicamente?
Puedo decir que la herramienta de la que más me he servido durante la elaboración de Spinoza par les bêtes es mi computadora… La tableta gráfica me permite preservar ese gesto muy natural que consiste en dibujar con un “lápiz”. Pero los programas de edición gráfica multiplican las posibilidades de este lápiz: un único objeto me permite tener a mano (y “fabricarme”) una multitud de pinceles, lapiceras, lápices, borrar con tranquilidad, hacer zoom en un dibujo para ir todavía más lejos en el detalle…
En ocasiones reciclaba imágenes dibujadas en papel: tras haberlas fotografiado con mi celular, transferidas luego hacia mi compu, las retrabajaba en Photoshop o Gimp y añadía allí otros elementos. Es lo que he hecho para jaloux (cap. 20) o Éve (cap. 22)… He jugado mucho también a mezclar acabados vectoriales muy lisos con mi trazo forzosamente más torpe y por tanto más “sucio”… (Zieu, cap. 1)  Otras imágenes están por su parte completamente concebidas en un programa de edición de grafismos vectoriales (Inkscape): ronkaré (cap. 8) o mutation (chap. 27).
Según la inspiración, me sucedía tener simplemente que materializar una imagen mental, pero a pesar de eso, son largas horas pasadas frente a la pantalla puesto que ¡no sé “soltar” las cosas! Me gusta tomarme el tiempo para hacerlo bien, y aún cuando la urgencia pueda ser galvanizante, no la confundo con la precipitación.
9. ¿Cómo funcionó la colaboración con Ariel? ¿las idas y vueltas? ¿los conflictos?
Dos individuos adultos que no se conocen, que saben lo que son capaces de hacer y que ponen en marcha un proceso que va a permitirles avanzar juntos para alcanzar su meta… Hemos tenido confianza uno en el otro. Aún en los momentos de dudas, Ariel nunca desvalorizó mi trabajo… Siempre se tomó el tiempo para responder simplemente y sin condescendencia a las preguntas idiotas que le planteaba cuando estaba en la oscuridad. Quizás hubiéramos podido hacerlo “mejor”, más metódicamente, pero hemos aprendido de esta experiencia, y creo que ambos sabemos qué pequeños errores evitar si se nos da la ocasión de colaborar nuevamente.

Nueve preguntas a Ariel Suhamy (y nueve extensas respuestas)

Alumno del normal, catedrático y doctor en filosofía, Ariel Suhamy redactó su tesis sobre La Comunicación del bien en Spinoza.
¿Formación? He vagado por las escuelas nacionales, hasta la École Normale Supérieure, pero son lugares que solo tenían de escuela el nombre, al menos en esa época. La única formación que recibí fue musical…
¿Publicaciones? Algunos ensayos spinozistas, en revistas o libros especializados; otros trabajos sobre otros temas –ensayos y traducciones– han quedado sin editores, ya que no eran especializados.
1. ¿Cómo te llegó esta idea de un Spinoza por las bestias?
Sin duda al comienzo, en razón de cierta melancolía que constituye por otra parte el objeto de un capítulo: de un desaliento general ante lo humano, y de una desconfianza, de una impotencia respecto a la palabra, siempre expuesta a la interpretación viciada, incluso de los mejores. Hay un momento en que hay que intentar retomar las cosas por lo más elemental: el animal está ahí para eso, si puedo decirlo así. En fase de afasia, me he dado un método. Tenía ganas de presentar el spinozismo sin enunciar la más mínima tesis, sin decir nada.
Es notorio que la filosofía de Spinoza es de difícil abordaje. Entonces uno se vuelca hacia los comentarios, que uno encuentra incluso más austeros que eliminan todo lo pintoresco, toda puerta de entrada. El sistema (si hay uno) toma el aspecto de un bloque impenetrable, algo más mineral que animal o viviente (ver el dibujo que Alia hizo de la “spinozite”, un mineral incómodo). Uno se asfixiaba. De allí la idea, o más bien la necesidad, para mí, de introducirme ahí por la banda, por el detalle que resiste e intriga.
Y de hecho, lo pintoresco, la ilustración juega en Spinoza un rol importante, quizás tan importante como la demostración.
Spinoza se preocupó por colocar aquí y allá ejemplos sorprendentes, como para despertarnos del sueño dogmático que segrega el ronroneo demostrativo. Con frecuencia, estos ejemplos son muy divertidos: por ejemplo, el de una casa que se vuela en la gallina del vecino, en un escolio que habla de la idea de Dios, es bastante cómico.
La elección de las bestias se impuso por sí misma; hay tantos animales más o menos extraños, que según toda evidencia no tienen nada que ver unos con otros: simples ejemplos, expresiones corrientes, animales reales o fantásticos…
La idea de resumir el spinozismo a partir de las bestias es de inspiración deliberadamente oulipiana: erigir un catálogo completamente arbitrario, y buscar una lógica; mejor, remedar a los comentadores, reconstituir el sistema pero a partir de la sola recensión de los animales, y –manía universitaria obliga– de todos los animales sin excepción (mi obsesión: debí olvidarla al pasar). Es una idea poética, por eso el poeta es la única figura humana que tiene el derecho de entrar en el pequeño zoológico (como el pianista en el Carnaval de los Animales).
2. ¿Qué relación hay con el “bestiario”?
Al comienzo, pensaba vagamente en el bestiario de Apollinaire, en la figura de Orfeo acarreando los animales, con la serie de viñetas discontinuas e ilustradas por Dufy, a fin de romper con la exigencia universitaria y enfermiza de completitud. Luego me informé: un bestiario era en la Edad Media una recopilación imaginada, con adornos de luz maravillosos, que celebra la obra y las enseñanzas de Dios a partir de animales reales o fantásticos, bajo la perspectiva del finalismo (la providencia), que es precisamente la doctrina a la cual se opone Spinoza.
¿No habría concebido sordamente este último une suerte de “contra-bestiario”? Los animales de Spinoza no son portadores de ningún mensaje divino, y en la mayoría de los casos, no están en absoluto al servicio del hombre. Por el contrario ilustran el lugar completamente relativo del hombre en la naturaleza, y también la brutalidad de la concepción spinozista del derecho, identificado a la potencia. Pero al mismo tiempo, en un sentido más antiguo que se remonta a la Antigüedad, el bestiario es el gladiador que enfrenta a las bestias salvajes. Y este término conviene tanto con Spinoza, que –a pesar de su naturalismo– no cesa de luchar contra las tentativas de reducción del hombre a la bestia.
El hombre forma parte de la naturaleza, desde ya; pero no es sin embargo semejante al animal. A tal punto que el pecado de Adán, según Spinoza, fue precisamente el haber imitado a los animales: interpretación que da para pensar.
De allí el segundo aspecto del libro, que viene a atemperar el primero: ¿qué queda del hombre?, en una filosofía que rechaza las especificaciones tradicionales por el alma, el libre arbitrio, el derecho, etc., ¿cuál es la especificidad humana? Los animales también tienen un alma, afectos, derechos… pero no como nosotros. El propio término de bestiario contenía entonces todo el tema, en la pluralidad de sus sentidos. (Hay todavía un tercer sentido, intermediario: el bestiario es el lugar donde se encerraba a esas bestias salvajes. Encontramos este sentido del término en Los leones de Víctor Hugo. Me gusta también este aspecto zoo, donde yo podía amontonar con tiempo, y el lector pasearse sin ser llevado).
En resumen, el término bestiario me gustaba desde el comienzo, y esos tres sentidos que descubrí en el camino me han reconfortado.
3. ¿Tienes una cultura del cómic o del dibujo?

Por mucho tiempo he cultivado el cómic en igual medida que la literatura o más tarde la filosofía, al punto de estar más o menos persuadido, y durante mucho tiempo, de vivir en Patolandia. Pero debo decir que no había ninguna continuidad: pasaba de uno al otro como se pasa de la vigilia al sueño. Las raras tentativas que hice para establecer puntos de confluencia fueron seriamente tomadas en sorna y me había quedado claro… hasta la proposición del maestro Ollendorf.
Reunir y ensamblar nuestros diversos “lados” que la sociedad separa es la actividad de una vida.
4. ¿El dibujo puede ayudar a pensar?
El dibujo, me parece, sirve sobre todo para cristalizar el pensamiento. Y es muy útil para Spinoza, cuyo pensamiento procede por sucesión indefinida de destellos, a tal punto que uno termina por agotarse por ver encadenarse todo a gran velocidad. El dibujo detiene, y produce especial regocijo cuando abre perspectivas inéditas, sin imponer otro pensamiento. Ritma el pensamiento, o le sirve de contrapunto.
5. ¿Hay ejemplos de dibujos de Alia que te hayan hecho modificar tus ideas?
Diría más bien que, cuando el texto que yo proponía era insuficiente, el dibujo lo era también. Alia jamás enunció la menor crítica; y siempre sus dibujos comentaban positivamente las palabras. Pero sus dibujos eran en esos casos críticas inmanentes. Siempre me sentí responsable de los malos dibujos (por malo entiendo insuficientemente sugerentes), y de hecho, debí entonces retomar mi trabajo.
Por otra parte, el dibujo a veces simplemente no estaba en su lugar, o se adelantaba a lo que yo debía decir. Lo más sorprendente fue en el capítulo 26: yo había chapuceado el resumen de la moral y replegado la posición de Spinoza sobre la de los estoicos. El dibujo de Alia me lo mostró de inmediato, y finalmente guardamos el dibujo, pero para ilustrar lo que Spinoza critica.
De una forma más general, la tonalidad del libro fue modificada por el dibujo. Cuando lancé, en el capítulo 8, algunos desafíos a Alia –dibujar una mosca infinita, un elefante pasando por el ojo de una aguja–, ¡yo no sabía lo que hacía! Cuando vi que ella ya los tenía planteados, me desconcertó un poco en mi dogmatismo y me tuve que adaptar.
6. ¿Algunos conflictos, algunos desacuerdos con Alia?
No, puesto que nosotros no trabajamos en el mismo atributo. La relación entre el texto y el dibujo era más o menos semejante a la que Spinoza establece entre el alma y el cuerpo: ninguna relación de causa a efecto, sino dos expresiones de una sola y misma realidad, tomando una el relevo de la otra según las necesidades.
Lo que me ha impresionado, es la facultad de Alia para captar con un dibujo mucho más allá de lo que yo había dicho. Al punto de que pude cortar un montón de pasajes, para evitar la redundancia. Aprecio también su manera de ir siempre en un sentido imprevisto, y de no hacer nunca lo que uno espera, o pide.
7. ¿Es difícil introducir a un filósofo para un público no-filósofo?
Sí, porque los filósofos, y en especial los historiadores de la filosofía, se apoyan por lo general sobre una relación de connivencia con su público: no tienen que justificar su proposición, pueden permitirse comenzar por cualquier cuestión. Eso ya no es posible aquí. Y Spinoza es precisamente un filósofo que se dirige de entrada a un público de filósofos: él mismo lo especifica en repetidas ocasiones. Y sin embargo, es también el filósofo que habla a un público no-filósofo, como lo ha observado Deleuze.

El escollo es tomar la postura del magisterio. El éxito público del spinozismo se debe a menudo a “profetas”, que se dedican a pegar etiquetas o estandartes. Para evitar ese defecto, me obligué a no enunciar la mínima tesis, a no decir: el spinozismo es un “ismo”. Y a dejar la palabra lo más posible al texto, de ser necesario dejando cuestiones en suspenso… Y además, en materia de etiquetas, los dibujos son de todos modos más graciosos.
8. ¿Cómo trabajas?
Partía de los ejemplos de animales, y me esforzaba por concentrar ahí todo el pensamiento que ellos ilustraban. Lo que me ha exigido investigaciones muy precisas, a veces altamente técnicas para volver a captar el desarrollo que sobreviene al animal; luego me preguntaba cómo plegar todo eso sobre el ejemplo, y renunciaba entonces a los tres cuartos de mis notas. Es ahí que interviene la fantasía. Hay que creer posible aquello que, a primera vista, parece totalmente imposible y absurdo. Trabajo de reducción, por tanto, que se acababa con el descubrimiento del dibujo.
Por otra parte, la construcción del libro me ha ocupado mucho. El principio era el de una doble lectura posible: o bien lineal (se sigue grosso modo el orden de la Ética, en diez series de tríadas), o bien arbitraria. Ningún capítulo debe ser indispensable para comprender los otros. Con una filosofía tal como la de Spinoza, no es fácil de hacer. Bueno, me he permitido un poco de misterio…
9. Has hecho tus propias traducciones: cuéntanos un poco tu recorrido de spinozista…
Siempre me ha interesado la letra del texto, más allá de los comentarios que pretenden entregar el sentido de una filosofía haciendo abstracción de su forma. Eso me parecía tan absurdo como querer traducir poesía en otra lengua (es por otra parte una actividad que también practico).
Por eso mis estudios de spinozista eran cuasi estudios literarios, y también por eso siempre he rehecho las traducciones, lo cual permite de entrada liberarse de la influencia de los comentadores. Cuando uno ve que admirables reconstrucciones están fundadas sobre errores de interpretación o contrasentidos, uno se cura rápido de la admiración. El peligro de este procedimiento, sin embargo, si lo hay, es terminar por ya no ver más que formas, y no hacer más que contemplar o recitar el texto con la veneración de un catecúmeno.
La idea del bestiario me obligó a hacer lo que jamás había hecho, y que incluso había rechazado deliberadamente: reconstruir el sistema global por otros medios. Finalmente, hacerlo a través de las bestias hace valer cualquier orden lineal o temático.

La hipótesis libresca – Sobre la situación de Tiqqun // Gonzalo Aguirre

La tonalidad profética, se sabe, calibra un registro del Logos que cala hondo en los ánimos, predisponiéndolos a mejoras de postura y recuperación del orgullo. Como un tratamiento capilar o de belleza, todo lector embebido en la profética tonalidad recupera su confianza. Las apariencias no engañan. Sólo que en el ir y venir cotidiano quedamos desorientados ante su sucesión. Tiqqunofrece un bien escaso: orientación. Posta. De la buena. Profeta del presente compite con todos los “Usted está aquí” oficiales y clandestinos que circulan en el Mercado (qué cosa más bella un mercado, y cuán sublime cuando se torna tan sutil, tan inmaterial). Al límite de ese Mercado, Derviche Tiqqun ofrece la orientación del límite, de quien está por fuera, de quien ha visto el lado exterior de la muralla,  y ha pasado muchas noches durmiendo junto a ella sin la protección del nomos de la Ciudadela.

El combate que desata Tiqqun por la orientación es colosal. Nadie alcanza el grado de orientación que Tiqqun logra. Tiqqun lo deja siempre bien en claro. Más aún, se orienta a partir de la desorientación de los demás. Incluso los más bravos teóricos que resisten al orden establecido pueden tener un pelo de ingenuos, un momento de debilidad, una distracción tal vez; resquicio por el que todo el Mal que se quería diagnosticar y ante el cual ubicarse penetra de nuevo en nuestra Teoría embebiéndola de desorientación narcotizante, arruinando el lúcido cartografiado de la situación. Una vez más las apariencias se nos escapan, se hunden. Allí entra en juego la palabra re-orientadora de Tiqqun. Salvífico, reparador como bien recuerda Rodríguez en el “extrálogo” del libro[1]. Reparado el desvío, descubrimos que ni estábamos tan orientados, ni nos habíamos desviado tanto: bastaba tomar por ese calleja que habíamos pasado por alto, que habíamos asumido como un callejón sin salida: Usted ya estaba aquí. Sólo le resta ahora darse la bienvenida a su auto-ubicación independiente de todo GPS.

Eso sí, para leer Tiqqun, para comprender su palabra, hay que venir muy orientado de antemano. Hay que ser un poco profeta también. O haberlo sido. O estar por serlo. Quizás haya que ser europeo también. O haberlo sido. O estar por serlo. Quizás se pudiera probar la lectura de La hipótesis cibernética en el tren San Martín camino a José C. Paz. Leer en el tren. Tradición noble, doble. Entre profetas de alfajores, protestas y otras yerbas, leer la palabra de Tiqqun. Y luego leerlo en el RER parisino o el S-Bahn berlinés. La trilogía suburbana hiede a cool, pero nada nos quita la chance de superponer la hipótesis locomotiva a la hipótesis cibernética. Ese loco-motor superpuesto a esos motores de búsqueda dislocados, digitales. Y bajo esa condición lanzar la pregunta ¿Dónde estoy? ¿Dónde está Usted? ¿Dónde está el piloto? ¿Quién, cómo se gobierna “esto”? Es la pregunta más antigua y la respuesta más antigua también. Gobierna el timonel, el kubernetes. Κυβερνετεσ. Y chau. Y listo. Basta con saber que no es un pastor griego de cabras, ni un pastor cristiano de ovejas. Es un pastor dueño de un barco que no se mueve más que in situ. En definitiva, basta con saber que no somos nosotros. Usted, que está aquí, o ahí, o también allí, no gobierna. Usted nunca ha gobernado, y mucho menos a sí mismo. Tiqqun anuncia la venida de su gobierno de Usted. Una mala nueva, por cierto, para Usted mismo sempiternamente insoportable.

Tiqqunse encuentra eminentemente incómodo con su palabra, con su posición de enunciación, con la complicada tarea de escribir desde el margen, de traer la palabra que anuncia que no hay más que un Gran Adentro, incluso un Gran Margen, desde fuera. El daño está hecho y es irreparable, susurra en sordina Tiqqun desde una clandestinidad inconcebible.

La hipótesis cibernética es a la vez obvia e indemostrable; una descripción sesuda de la realidad que nos toca, y un relato paranoide de una realidad que salva (que da sentido de vida) a todo modo de subjetivación que pueda ser designado Tiqqun. Así las cosas, el libro resulta de imprescindible lectura. En tren o en bar. Junto a la chimenea. En banco de parque. Y es que La hipótesis cibernética fue editada en formato libro. ¡Libro! Cosas de Hekht, que libra el combate más metafísico de todos: el combate por los campos de batalla. Tan sólo por eso ya corresponde sopesar la hipótesis cibernética. Y para hacerlo hay que sopesar el objeto libro. Las pantallas no sopesan.


[1] Los libros de Hekht son así. Ahora han comenzado a lucir “extrálogos”. En su combate constante por el campo de batalla, Hekht renuncia al “prólogo” y va a por otra cosa. No se trata de cambiar un nombre simplemente, si no de designar otro tipo de intensidad. El “extrálogo” deja respirar al texto, se pone aparte. Quisiéramos que esta “reseña” fuera leída bajo ese ánimo extra-lógico aún a riesgo de caer en la tentación de la “contra-seña”. Una vez más surgen aquí los peligros del mantenerse orientado: esos rodeos interminables para sostener, en este caso, una “extra-seña” sin convertirse en reseña ni contraseña. 

La política de los despolitizados // Amador Fernández-Savater

 (A cinco años del 15M) 

Desde el comienzo de la crisis económica, en España vivimos una situación realmente excepcional, una aceleración histórica y una apertura de lo posible sin precedentes en el pasado inmediato. Desde 2008, este país es un “laboratorio de pruebas” intensísimo, donde se ensayan nuevas formas de sometimiento y también de emancipación. Hablemos ahora de las primeras.
En su célebre libro La doctrina del shock, Naomi Klein elaboró esta inquietante hipótesis: el neoliberalismo no “sufre” las crisis, sino que se aprovecha más bien de ellas para catalizar un “gran salto hacia adelante” en la transformación de las sociedades. Funciona por y a través de sus “disfuncionalidades”. El libro está basado en el estudio exhaustivo de varios ejemplos históricos: el Chile de Pinochet, la Polonia post-soviética, el Nueva Orleans devastado por el huracán Katrina, etc. En todos los casos, una serie de “shocks” noquearon a las poblaciones, quebraron la solidaridad social, contagiaron la parálisis, la resignación y el miedo, fomentando la dependencia del Estado como padre protector y allanando el camino a todo tipo de reformas. Las atmósferas de pánico y depresión social (ya sean provocadas por una catástrofe de original natural o humano) son ocasiones ideales para profundizar y generalizar la lógica de la maximización de la ganancia. Naomi Klein lo llama “capitalismo del desastre”.  
¿Sería posible pensar desde esta óptica el carácter de la gestión de la crisis económica en Europa desde 2008? Creo que sí, al menos en dos sentidos:
En primer lugar, la crisis está siendo efectivamente el momento propicio para una “destrucción creativa” de todo aquello que, en las instituciones, el vínculo social y las subjetividades, hace freno, resiste, sortea o directamente desafía la extensión de la racionalidad neoliberal a toda la vida social: por ejemplo, los restos más o menos consistentes del Estado del bienestar, los mecanismos de solidaridad formales e informales, los valores no competitivos, etc.
En segundo lugar, la crisis se constituye como “técnica de gobernabilidad”: la necesidad de “salir” de ella como sea justifica cualquier medida, silencia el disenso y refuerza el autoritarismo de los poderes, que se saltan incluso las garantías liberales-democráticas básicas sin demasiado escándalo (pensemos por ejemplo en el caso de los “gobiernos técnicos” impuestos durante algún tiempo en Grecia e Italia). Ya en los años 50, Maurice Blanchot habló en un sentido parecido de un “poder de salvación” que promete darnos seguridad y rescatarnos de la catástrofe, pero siempre a cambio de nuestra “muerte política”: todas nuestras capacidades de expresión, pensamiento o acción.
En la situación española reciente, encontramos muchísimo material para confirmar el análisis de Naomi Klein, un par de ejemplos tan sólo (entre otros mil posibles).
Destrucción creativa. El Real Decreto-Ley 16/2012, aprobado por el Partido Popular, supone la exclusión de cientos de miles de personas del derecho a recibir atención sanitaria y el repago de medicamentos y de ciertas prestaciones sanitarias. No se trata simplemente de un cambio cuantitativo, es decir no es que vaya a haber menos radiografías o cirujanos, sino de un cambio cualitativo: la atención sanitaria ya no será más un derecho, sino que dependerá de si se está asegurado. Se quiebra el derecho universal a la salud y se emprende el camino hacia un modelo público-privado que abre nuevos nichos de negocio, fragmenta a la población y agrava la desigualdad social.
Gobernabilidad. El discurso del Partido Popular, desde que se hizo con el gobierno en 2011, repite incansablemente un mantra: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Es decir, todos somos igualmente culpables de la crisis (por un consumo a crédito desmesurado) y ahora toca pagar, expiar las culpas mediante los recortes a las prestaciones sociales. Todos los sacrificios (políticas de austeridad, etc.) son necesarios. El sentimiento de culpa (muy distinto al de responsabilidad) pasiviza y fortalece la figura del padre salvador que debe impartir las penalizaciones y los justos castigos por los excesos cometidos. “Gobernar, a veces, es repartir dolor”, dijo a propósito nuestro ministro de Justicia.
Lo llamamos crisis pero la palabra no alcanza. Es más bien un cambio radical en la totalidad de las reglas de juego.
Política de cualquiera
Pero quizá lo más interesante y específico de la situación española es la respuesta a la “estrategia del shock”: una activación social sin precedentes en la historia reciente del país que arranca con el 15M, un movimiento que se sitúa deliberadamente fuera del espectro político conocido. ¿En qué sentido?
Desde 2008 que “estalla” la crisis hasta mayo de 2011 que “estalla” la calle, la respuesta social a la gestión neoliberal de la crisis -ya desastrosa para la gente de abajo- brilla por su ausencia. ¿Por qué, de qué nos habla ese silencio? Yo lo interpreto así: se intuye masivamente que la política clásica -incluyendo a la izquierda oficial y a la extrema izquierda, incluso a los “movimientos sociales”- no es capaz de hacer frente a la situación, ni mucho menos de revertirla. La percepción extendida es que todo aquello que existe en el campo político es, o bien incapaz de alterar la situación, o bien colabora directamente con ella.
El desafío vendrá del lugar menos pensado, cogiendo a contrapié a todos los “profesionales” de la política. Una convocatoria de manifestación a nivel estatal, lanzada por una estructura creada para la ocasión llamada “Democracia real ya!”, prende con éxito en las redes y el imaginario social. ¿El secreto de su éxito? Su carácter radical, abierto e incluyente: con eslóganes ampliamente compartidos y muy poco ideológicos (“no somos mercancías en manos de políticos y banqueros, democracia real ya”), la iniciativa imanta una porción significativa del malestar social. 
Esa manifestación, que transcurre en un ambiente alegre y nada bronco en 60 ciudades españolas, libera tanta energía que hay quien no puede volver luego a casa sin más y un grupo de 40 personas decide espontáneamente plantarse aquella misma noche en la Puerta del Sol de Madrid. Lo interesante aquí es que la decisión no surge (ni seguramente podría haber surgido nunca) del cálculo político de un grupo preconstituido, sino de una asamblea de desconocidos que improvisa. Después del desalojo sufrido por este grupo durante la segunda noche, miles de personas indignadas por el abuso policial se autoncovocan por redes sociales para retomar la plaza y esa misma tarde-noche arranca la acampada. En medio de una alegría colectiva como no se recordaba en Madrid en años, nace el movimiento 15M.
El 15M es a la vez un movimiento político y antipolítico. Antipolítico en el sentido de que expresa un rechazo general de la política de los políticos, a la que que se considera con mucha razón completamente subordinada a las necesidades de la economía global. Las consignas más conocidas del movimiento son “no nos representan”, “lo llaman democracia y no lo es” y “vuestra crisis no la pagamos” . Pero el movimiento no se agota en la protesta o la indignación, tampoco en la demanda o la reivindicación, sino que construye y practica una redefinición positiva de la política como posibilidad al alcance de cualquiera, como pregunta sobre la vida en común al alcance de cualquiera.
Los rasgos sobresaliente del 15M los podemos encontrar encarnados en la misma materialidad de las plazas. Tres apuntes sobre ello, a partir de mi experiencia en la Puerta del Sol de Madrid:
-en las mil asambleas y grupos de trabajo, se experimentan modos de pensar y decidir en común. Sin líderes ni representantes en los que delegar, se despliega un gran esfuerzo de todos y cada uno por hablar en nombre propio, escuchar al otro, elaborar pensamiento colectivo, poniendo atención a lo que se está construyendo en común, confiando generosamente en la inteligencia y la capacidad de los desconocidos, rechazando los bloques mayoría/minoría, buscando con infinita paciencia verdades incluyentes, privilegiando muchas veces el debate y el proceso sobre la eficacia de los resultados.
-en muy pocos días, crece una pequeña ciudad dentro de la ciudad, con guardería para niños, placas solares, una biblioteca, una enfermería, equipos de limpieza, comida en abundancia, etc. Se despliega un gran esfuerzo colectivo por cuidar y crear un espacio habitable donde quepa todo el mundo. Cuestiones básicas, pero que suelen quedar a las puertas de la política tradicional (el cuidado, la reproducción, los cuerpos, etc.), son aquí objeto de la máxima atención. Lo que para algunas pensadoras como Silvia Federici supone en cierto modo una “feminización de la política”.
-la “auto-simbolización” del movimiento busca constantemente producir un “nosotros” abierto, inclusivo, no-identitario. Todo lo que separa y divide (siglas, banderas, violencia) queda fuera de la plaza. Para autorrepresentarse, se usan etiquetas abiertas y marcas colectivas: “nombres de cualquiera” que no reenvían a ninguna identidad previa -sociológica, ideológica o política-, sino que dependen de una decisión subjetiva, potencialmente accesible a cualquiera. Esa es la potencia de la etiqueta “indignados”, por ejemplo. Se evita cuidadosamente posicionarse en el tablero de ajedrez político (izquierda/derecha), rompiendo así la falsa polarización que organiza desde hace décadas el mapa de lo posible en España (PP/PSOE).
En definitiva, si tuviéramos que resumir el 15M es una sola frase, podríamos decir que consiste en el deseo y la práctica de una política de cualquiera, que se no se deja trocear o instrumentalizar por partidos políticos o ideologías, y busca hacerse cargo en común de los asuntos comunes.
El filósofo Jacques Ranciére ha escrito que “la política no opone un grupo a otro, sino un mundo a otro”. Es decir, la política no son luchas entre grupos por el poder (intrigas palaciegas, estrategias maquiavélicas, etc.), sino la afirmación de otra experiencia del mundo. En el caso del 15M, se trataba de una experiencia hecha con estos materiales: la capacitación de la gente cualquiera, la construcción de espacios abiertos y habitables, la autonomía, en el sentido de autodeterminar tiempos,  coyunturas y problemas más allá de las “agendas” mediáticas y políticas, etc. Esa experiencia es el contenido sustantivo de la “democracia real” que se reivindicaba en las plazas. Es decir, no podemos separar los fines y los medios del 15M: lo que se quiere y se reivindica (“democracia real ya”) se parece ya al mundo que se construye en las plazas (activo, igualitario, acogedor, a la altura de las personas). Los qués y los cómos van unidos.
El clima 15M
En las plazas hicimos esa experiencia de forma “concentrada”, en el mismo espacio-tiempo. Pero pronto la energía desborda las plazas y se desparrama por la superficie social entera, transformándola. Surgen las asambleas de barrio, que descentralizan el impulso del 15M aterrizándolo en los lugares de vida. Surgen las “mareas”, movimientos en defensa de los sectores públicos amenazados por los recortes (marea verde de la educación, marea blanca de la sanidad, marea azul del agua, marea naranja de los funcionarios, etc.). La Plataforma de Afectados por la Hipoteca, un grupo pequeño hasta entonces que trabaja problemas relativos a los desahucios y la vivienda, crece y se multiplica por todas partes. Proliferan cooperativas, bancos de tiempos, huertos urbanos, redes de economía solidaria, mercados sociales, nuevos centros sociales, librerías asociativas, etc. No son movimientos sociales, sino la sociedad en movimiento.
Se trata de un efecto impresionante de extensión de un espíritu de politización a toda la sociedad: funcionarios, bomberos, personal sanitario, jueces profesores, ¡incluso los cuerpos de policía! Cada iniciativa, cada marea, replica y recrea a su modo el espíritu del 15M: la autoorganización desde la base, a distancia o directamente prescindiendo de los partidos y los sindicatos; la voluntad de inclusividad, gracias a la cual se agrupa gente muy distinta (ideológica o políticamente) en torno a objetivos comunes; la toma de la calle, siempre en un clima de alegría y noviolencia, sin pedir permiso a las autoridades (como es de obligación en España), etc.
Un “nuevo clima social”, como lo llamamos para distinguirlo de un movimiento o una organización, libera por todas partes posibilidades de acción, atravesando la sociedad entera como una corriente discontinua en el tiempo y el espacio. A veces más visible, expresándose en enjambres y mareas que toman masivamente la calle. A veces subterránea, encarnada en mil iniciativas formales y informales (familias, redes de amistad, relaciones de vecindario) arraigadas en la vida cotidiana.
Este “clima 15M” contrarresta o atenúa los efectos la “estrategia del shock” analizada por Naomi Klein. En lugar de la guerra de todos contra todos y el “sálvese quien pueda”, se intensifica la dimensión común de la existencia: la solidaridad, el apoyo mutuo, el vínculo social, la empatía. En lugar de la docilidad, la resignación y las narrativas culpabilizadoras, se activan las ganas de hacer, protestar, organizarse.
Podemos observar esto último mejor a partir de tres “logros concretos” del 15M:
En primer lugar, se pone en crisis la legitimidad de la arquitectura política y cultural que ha regido en España desde la transición post-franquista (monarquía, Constitución, Parlamento, sistema de partidos, prensa, banca…). Es decir, se percibe que el sistema político no funciona como protección frente a los peligros contemporáneos, sino que más bien los encubre o está incluso en su fuente. 
En segundo lugar,  se transforma la percepción y la sensibilidad a nivel social. El caso que más resalta es el drama de los desahucios: decenas de miles de personas que no pueden asumir el pago de las hipotecas que contrataron en su día y son expulsadas de sus casas. Antes de 2011, los desahucios ni se ven, ni se sienten, ni se rechazan, pero después del 15M se hacen visibles, se perciben como intolerables y se actúa contra ellos (y no sólo activistas y militantes, sino también jueces, periodistas y también bomberos, cerrajeros o policías que se niegan a participar en ellos).
Por último, el clima 15M neutraliza la emergencia  de fascismos y microfascismos. No sólo el auge electoral de los populismos derechistas tipo Amanecer Dorado o Frente Nacional que crecen por toda Europa (no existe en España una opción electoral de ese tipo), sino también los micro-fascismos callejeros que acompañan siempre a las crisis (delincuencia, estallido social, búsqueda de chivos expiatorios, etc.). La narrativa del 99% contra el  el 1% hace que el enemigo se busque, no en los inmigrantes o en los más pobres (“improductivos”, “vagos”, etc.), sino en las oligarquías políticas y económicas.
¿Cómo pudo conseguirse todo esto? El 15M no tiene ningún poder (físico, cuantitativo, institucional o económico), pero sí fuerza. Una fuerza sensible, capaz de alterar las corrientes subterráneas del deseo social y redefinir la realidad: lo posible y lo imposible, lo digno y lo indigno, lo importante y lo superfluo.
Impasse
Hacia finales de 2013, se empieza a percibir muy claramente un “enfriamiento” del clima 15M. La energía se empantana. Los espacios organizados se hacen inhabitables excepto para los activistas full time. Las acciones pierden eco, las palabras resonancia. Se repiten lenguajes y gestos, convirtiéndose en identidades. Lo imprevisible se vuelve previsible. El movimiento se frena, deviene reivindicativo y nostálgico. 
¿Qué pasa? Se trata de un momento complejo y aún por pensar, aunque lo cortante de las preguntas que nos plantea nos deja sin aliento: ¿qué obstáculos encontramos, dentro y fuera de nosotros mismos, qué no hemos sabido elaborar?
Una pluralidad de factores explican el impasse, pero vamos a señalar ahora solamente dos:
Desde fuera, el “techo de cristal”: las mareas chocan contra un muro (el cierre del sistema de partidos a cualquier cambio), pero ese muro no cede. No hay cambio tangible de la orientación general de las políticas macro: siguen los desahucios, los recortes, las privatizaciones, los ajustes…
Desde dentro, en los movimientos de las plazas hay elementos de una nueva politización, pero carecen prácticamente de lenguajes, mapas o brújulas propias y adecuadas, y están lastrados por el peso de herencias ideológicas del pasado (formas de organización, esquemas mentales de referencia, etc.).
Ganamos pero perdimos
En la crisis de imaginación de los movimientos post-15M, la vía electoral parece plantearse como el único camino posible para salir del impasse y romper el “techo de cristal”. Aprovechando el desplazamiento general del sentido común generado por el clima 15M, se trata de conquistar los votos del descontento y alcanzar el poder político. Podemos primero, las candidaturas municipalistas después, catalizan en esta dirección (con modos y estilos distintos) la insatisfacción y el deseo de cambio. (En Cataluña es el proceso independentista el que ha desviado y encarrilado al malestar, pero el análisis de esa situación excede las posibilidades de este artículo)
El éxito fulgurante de los nuevos dispositivos electorales ha sido muy impactante: mientras que Podemos amenaza con romper definitivamente el bipartidismo instalado en España durante tres décadas, las candidaturas municipalistas han alcanzado ya el poder político en importantes ciudades españolas como Madrid, Barcelona, Santiago, Coruña o Zaragoza. Esto demuestra que la grieta abierta por el 15M es mucho más profunda de lo que se pensaba a primera vista.
¿Cómo leer este proceso, este pasaje? Mi lectura y percepción es ambivalente: ganamos pero perdimos.
Ganamos, porque se ha desordenado un mapa electoral que parecía inmutable, ampliando así lo posible. Sin apenas recursos o estructuras, las nuevas formaciones han competido con éxito con las grandes maquinarias de los partidos clásicos. A pesar de las campañas del miedo desatadas contra ellas, la población no ha tenido miedo de votar opciones ajenas al consenso ideológico reinante en España durante décadas. Ahora hay esperanzas razonables de que los nuevos gobiernos cristalicen reivindicaciones básicas de los movimientos (con respecto a los desahucios, los recortes, la corrupción, la represión, la segregación sanitaria, etc.) y de que alteren algunos de los marcos normativos que reproducen la lógica neoliberal de la competencia en distintos órdenes de la vida.
Perdimos, en el sentido de que se han reinstalado en el imaginario social las lógicas de centralización, delegación y representación que fueron cuestionadas por el impulso 15M.
El acontecimiento 15M extendió en la sociedad, como explicábamos antes, una especie de “segunda piel”: una superficie muy sensible, afirmativa, siempre en movimiento y metamorfosis; un espacio altamente conductor, donde las iniciativas proliferaban y resonaban sin remitir a ningún centro unificador; un nuevo clima social, por donde circulaban corrientes imprevisibles de afecto y energía.
Pues bien, la fuerza centrípeta de lo electoral ha plegado esa “segunda piel” en un “volumen teatral”, organizado en torno a las divisiones dentro/fuera, platea/escena, actores y espectadores.
Dicho muy esquemáticamente: un tipo de política muy retórica, centrada en líderes, intelectuales y expertos, polarizada en torno a espacios y tiempos privilegiados (los partidos, las elecciones) y muy enfocada a la conquista de la opinión pública en el plano mediático, ha sustituido un tipo de política mucho más basado en la acción, al alcance de cualquiera, desarrollada en espacios y tiempos muy heterogéneos (autodeterminados y pegados a la materialidad de la vida) y que se dirige al otro, no como a un votante-espectador, sino como a un cómplice, un igual.
En nombre de la “eficacia”, de la “ventana de oportunidad”, de la “urgencia histórica”, de la “toma del poder”, etc., hemos pasado de ser actores de la política cotidiana (en las plazas o las mareas) a ser de nuevo espectadores del teatro de la representación. Un teatro con nuevas obras y actores, nuevos decorados y guiones, sin duda mucho mejor que el viejo, pero teatro al fin y al cabo.  
Lo que queda fuera del teatro resulta invisibilizado o devaluado: los movimientos se interpretan en el mejor de los casos como simples “portadores de demandas” a escuchar, articular o sintetizar desde alguna instancia superior (partido o Estado), perdiéndose así de vista su capacidad de creación de mundo aquí y ahora. Si se prolongan, los efectos de esta reposición del verticalismo político serán seguramente  desoladores: pasivización y delegación general, desertificación y vaciamiento de la multiplicidad, desvitalización de la política, etc. Pero que el 15M esté ahora eclipsado, no significa que esté desaparecido.
En conclusión, no hay a mi juicio “continuidad” o “traducción” entre el 15M y los nuevas máquinas electorales. El 15M no es un objeto electoral. Se trata más bien de dos racionalidades distintas que resulta vital distinguir para despejar en lo posible el riesgo de saturación de una por la otra (de captura, de opacamiento, de expropiación). 
Política expandida y restringida
Algunos autores nos han enseñado a ver y pensar el neoliberalismo, no sólo como un corpus de doctrina o una política económica impuesta desde arriba, sino más bien como una concepción material del mundo: el yo como empresa, la búsqueda de beneficio como motor de todos los comportamientos, la competencia como principio de relación con el otro, la propiedad y el consumo como medidas de la riqueza, la vida como un conjunto de oportunidades a rentabilizar. Esa definición de la realidad no se derrama ni emana desde un centro maligno, sino que se instala más bien de un modo muy dinámico y multiforme, tanto “por arriba” como “por abajo”.
Radicalizar la hegemonía de esta concepción del mundo ha sido y es el objetivo de la gestión de la crisis y la “doctrina del shock”: la destrucción o privatización de los sistemas públicos de protección social incentivan el endeudamiento y la competencia generalizada, el resultado es un tipo de individuo para el que la existencia se convierte en un proceso continuo de autovalorización. “La economía es el método. La finalidad es cambiar el corazón y el alma”, dijo con absoluta franqueza Margaret Thatcher.
¿Qué tipo de acción puede afectar, revertir, desviar este tipo de procesos que afectan a la configuración misma de lo humano?
No hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre la capacidad que tiene para ello la política clásica, ni siquiera en sus versiones progresistas. Los cambios en las formas de vida, en la posición del deseo, en los valores que polarizan cotidianamente nuestros comportamientos, no pueden ser “decretados” desde los lugares centrales de la representación y el poder. El poder no es la fuerza. Por esa razón, constituir el poder destituyendo la fuerza (el efecto del “volumen teatral”) es desastroso: son siempre “nuevos climas sociales” (nuevos procesos de subjetivación) los que abren y amplían el marco de lo posible, incluso para los gobiernos.
Una política a la altura del desafío neoliberal sería entonces quizá más bien una “política expandida”: no reducida o restringida a determinados espacios (lo público-estatal), a determinados tiempos (la coyuntura electoral) y a determinados actores (partidos, expertos), sino al alcance de cualquiera, pegada a la multiplicidad de las situaciones de vida, creadora de valores capaces de rivalizar con los valores neoliberales de la competencia y el éxito. La misma palabra “política” quizá ya no nos alcance para nombrar algo así, parece traicionarnos siempre…  
En los recientes movimientos de las plazas (primavera árabe, 15M, Syntagma, Occupy, Gezi…) hay semillas y gérmenes de esa “política expandida”. Debemos cuidarlas y velar por su crecimiento. Es la tarea principal. Pero son precisamente semillas y gérmenes, no una respuesta o una solución global. No se puede descalificar completamente entonces la opción estatal. Se trataría más bien de replantearla: sacarla del centro, des-centrarla, reubicándola en el interior de un proceso más amplio.
“Cambio multicapas y multicanales” es la imagen que propone mi amiga hacker Margarita Padilla para pensar e imaginar un cambio social complejo (es decir: no estadocéntrico). Protagonizado por una pluralidad de sujetos, transcurre en una multiplicidad de tiempos y pasa por una diversidad de espacios. Las instituciones son uno más, ni el único ni el más importante.
Otro amigo siempre dice: el poder político no es el poder que cambia la sociedad, pero puede acompañar y respaldar al poder que sí lo hace. Es decir, la fuerzaque cambia la sociedad viene de los movimientos (autónomos con respecto a los tiempos, los lugares y la agenda estatal) que desafían lo establecido, crean nueva realidad,  redistribuyen lo deseable e indeseable, hacen posible (y razonable) lo que parecía imposible. Las nuevas formas de gestión y representación pueden en todo caso hacerse porosasa ese afuera, necesariamente autónomo y conflictivo, sin tratar de hegemonizarlo, cooptarlo o destruirlo. He ahí una hipótesis provisional para los tiempos que vienen.  
(c) Amador Fernández-Savater. Este texto puede copiarse y distribuirse libremente, con o sin finalidades comerciales, con o sin obras derivadas, siempre que se mantenga esta nota.
Referencias:
La doctrina del shock, Naomi Klein
A nuestros amigos, Comité Invisible
Escritos políticos, Maurice Blanchot
El desacuerdo, Jacques Rancière
Economía libidinal, Jean-François Lyotard
La razón neoliberal, Verónica Gago
La  nueva razón del mundo, Christian Laval y Pierre Dardot
Política y situación, Miguel Benasayag y Diego Sztulwark

Derrotas y victorias // Alvaro García Linera


Cuando uno arroja una piedra a un vaso de cristal y éste se quiebra, a veces surge la pregunta ¿por qué se rompe el vaso? ¿Es por culpa de la piedra que lo impactó? ¿O porque el vaso es rompible y luego entonces la piedra lo fragmenta? Es una pregunta que solía plantearla el sociólogo Pierre Bourdieu para explicar que solo la segunda posibilidad era la correcta, porque te permitía ver, en la configuración interna del objeto, las condiciones de su devenir.
En el caso del referéndum del 21 de febrero, no cabe duda que hubo una campaña política orquestada por asesores extranjeros. Las visitas clandestinas de la ONG NDI, dependiente del Departamento de Estado, sus cursos de preparación de activistas cibernéticos, los continuos viajes de los jefes de oposición a Nueva York —no precisamente a disfrutar del invierno—, hablan de una planificación externa que tuvo su influencia. Pero así como la piedra arrojada hacia el vaso, esta acción externa solo pudo tener efecto debido a las condiciones internas del proceso político boliviano, que es preciso analizar.
CLASES. 1. La nueva estructura de las clases sociales
Que en 10 años el 20% de la población boliviana haya pasado de la extrema pobreza a la clase media es un hecho de justicia y un récord de ascenso social, pero también de desclasamiento y reenclasamiento social, que modifica toda la arquitectura de las clases sociales en Bolivia. Si a ello sumamos que en la misma década de oro la diferencia entre los más ricos y los más pobres se redujo de 128 a 39 veces; que la blanquitud social ha dejado de ser un “plus”, un capital de ascenso social y que hoy más bien la indianitud se está consagrando como el nuevo capital étnico que habilita el acceso a la administración pública y al reconocimiento, nos referimos a que la composición boliviana de clases sociales se ha reconfigurado y, con ello, las sensibilidades colectivas, o lo que Antonio Gramsci llama el sentido común, el modo de organizar y recepcionar el mundo, es distinto al que prevalecía a inicios del siglo XXI.
Las clases sociales populares de hoy no son las mismas que aquellas que llevaron adelante la insurrección de 2003. Los regantes controlan sus sistemas de agua; los mineros y fabriles han multiplicado su salario por cinco; los alteños, que pelearon por el gas, ahora tienen, en un 80%, gas a domicilio; las comunidades campesinas e indígenas tienen seis veces más cantidad de tierra que todo el sector empresarial; y los aymaras y quechas, marginados por su identidad indígena en el pasado, son los que ahora conducen la indianización del Estado boliviano. Hay, por tanto, un poder económico y político democratizado en la base popular, que modifica los métodos de lucha sociales para ser atendido por el Estado. Paralelamente, la urbanización se ha incrementado pero, ante todo, los servicios urbanos de educación, salud, comunicación y transporte se han expandido en las áreas rurales ampliando los procesos de individuación de las nuevas generaciones, diversificando las fuentes de información y de construcción de opinión pública regionalizada más allá del sindicato o la asamblea. Si a ello añadimos el hecho de que pasada la etapa del ascenso social insurreccional (2003-2009), inevitablemente viene un reflujo social, un repliegue corporativo que debilita a las organizaciones sociales y a su producción de un horizonte universal, entonces es normal un periodo de despolitización social, que disminuye la centralidad sindical como núcleo privilegiado de construcción de la opinión publica popular, para ampliarla a una pluralidad de fuentes como los medios de comunicación, la gestión estatal, las redes sociales, etc.
La comunidad nacional en lucha contra las privatizaciones, la comunidad nacional despojada de sus recursos y que reclama su reconquista, o la comunidad dolorosa de las víctimas de la matanza de octubre de 2003, que fueron la base del ascenso revolucionario entre 2000 y 2006, han dado lugar a otro tipo de comunidades reivindicativas más dispersas regionalmente, más afincadas en la gestión de proyectos de desarrollo o de expectativas educativas de carácter individual. Se trata de comunidades de tipo virtual o mediáticas que no solo modifican los métodos de lucha sino también los contenidos mismos de lucha, las percepciones sobre lo deseado, lo necesario y lo común.
Estamos, por tanto, no solo ante una nueva estructura de clases, sino también ante nuevos marcos culturales de movilización y de percepción del mundo. Por todo ello, la convocatoria del sindicato o de la comunidad convertida en capital electoral en 2005 o en 2009, que irradió a sectores de la sociedad civil individuada, hoy no son suficientes para producir el mismo efecto electoral. Sin duda, el mundo sindical obrero, campesino-indígena y vecinal pobre continúa siendo el bastión más sólido y leal del proceso de cambio —y esto se ha verificado nuevamente en la última elección con gestos tan extraordinarios como la donación de una mita por parte del proletariado minero de Huanuni para la campaña—, pero ya no tiene el mismo efecto irradiador de antes. Han surgido otras colectividades sociales entre las clases populares y en las diversas clases medias de origen popular, más volátiles, por residencia, por estudio o por comunidad virtual, que se mueven por otros referentes e intereses, muchas veces de carácter individual. Como gobierno revolucionario habíamos ayudado a cambiar al mundo; sin embargo, en la acción electoral, en una parte de nuestras acciones, seguíamos aún actuando como si el mundo no hubiera cambiado. Acudimos a medios de movilización y de información insuficientes para la nueva estructura social de clases y, en algunas ocasiones, empleamos marcos interpretativos del mundo que ya no correspondían al actual momento social.
LIDERAZGO. 2.
Hegemonía no es lo mismo que continuidad de liderazgo
La fortaleza de un proceso revolucionario radica en instaurar una matriz explicativa del mundo en medio de la cual las personas, las clases dominantes y las clases dominadas, organizan su vida cotidiana y su futuro.
Durkheim llamaba a esto las estructuras del conformismo moral y conformismo lógico de la vida en común. Y el bloque social dirigente capaz de conducir activamente estas estructuras se constituye en un bloque social hegemónico. El proceso de cambio creó una matriz explicativa y organizadora del mundo: Estado plurinacional, igualdad de naciones y pueblos indígenas, economía plural con liderazgo estatal, autonomías. Hoy, izquierdas y derechas se mueven en torno a esos parámetros interpretativos que regulan el campo de lo posible y lo deseado socialmente aceptado. Hoy, la gente de a pie construye sus proyectos personales y expectativas en torno a estos componentes potenciados hacia el futuro a través de la Agenda Patriótica 2025, y no tiene al frente ningún otro proyecto de Estado y de economía que le haga sombra. En ese sentido, hablamos de un campo político unipolar. El que el presidente Evo tenga una popularidad y apoyo a la gestión de gobierno que bordea el 80%, según las encuestas hechas en plena campaña por el referéndum, constata este hecho hegemónico.
Sin embargo, cuando a los entrevistados se les consulta si están de acuerdo con una nueva postulación, solo la mitad de los que apoyan la gestión responde positivamente. El apego al proyecto de Estado, economía y sociedad no es similar al apoyo a la repostulación o, si se quiere, hegemonía no es directamente sinónimo de continuidad de liderazgo.
Es posible que haya pesado la desconfianza normal hacia una gestión muy larga; también es posible que algunas personas pensaran que en el referéndum volvían a reelegir a Evo, creyéndolo innecesario después de ya haberlo elegido en 2014. En todo caso, sobre ese espacio de votantes que daban su apoyo a la gestión de Evo, pero no a su repostulación, se centró toda la artillería de la campaña, tanto de la oposición como del partido gobernante. La oposición se montó rápidamente en una matriz de opinión larvaria, pero trabajada desde hace años con el apoyo de agencias internacionales, referida a que los gobiernos de izquierda revolucionarios son “autoritarios”, “abusivos”, quieren “eternizarse”, etc. Y, entonces, la repostulación fue rápidamente ensamblada a la lógica de una manifestación que confirmaba el “abuso”, el “autoritarismo” etc. Algunos izquierdistas de “cafetín” se sumaron a este estribillo y, por consiguiente, la irradiación fue más extensa. En tanto que el partido de gobierno tuvo que hacer una doble labor explicativa. Primero, enfatizar que quienes no querían la repostulación eran los de la vieja derecha privatizadora y, luego, que la repostulación garantizaba la continuidad del proceso de cambio. En esta dualidad explicativa es donde se perdió la fuerza de la simpleza de una consigna electoral, frente a la matriz discursiva imperialmente labrada que repercutía más fuerte justamente por su simpleza.
REDES. 3. Las redes: nuevos escenarios de lucha
Recientemente estuve en San Pedro de Curahuara, un municipio alejado, cercano a la frontera con Chile. Los mallkus y mama t´allas nos recibieron con cariño y bien organizados; habían decidido en su asamblea los temas a tratar y los oradores. Pero también vinieron a recibirme los jóvenes del colegio. Todos los estudiantes de la promoción tenían un smartphone similar al mío, y si bien no habían participado de la asamblea comunal, se habían enterado por teléfono o WhatsApp que estábamos llegando al municipio. Aquello que vi en Curahuara se repite en toda Bolivia. El internet y las redes han abierto un nuevo soporte material de comunicación, tan importante como lo fueron otros soportes materiales de comunicación en el pasado: la imprenta en el siglo XVIII, la radio a principios del siglo XX, la televisión a fines del siglo XX. Se trata de medios de comunicación cada vez más universales, que han llegado para quedarse y que no solo modifican la construcción cultural y educativa de las sociedades, sino la forma de hacer política y de luchar por el sentido común.
La masificación y novedad de este nuevo soporte material de comunicación ha generado una sobreexcitación comunicacional que ha sido bien aprovechada por las fuerzas políticas de derecha, que dispusieron recursos y especialistas cibernéticos al servicio de una guerra sucia como nunca antes había sucedido en nuestra democracia y que ha vertido toda la lacra social en el espacio de la opinión pública.
Está claro que las redes no son culpables de la guerra sucia; es la derecha, que no tuvo escrúpulo alguno para esa guerra sucia unilateral, la que apabulló el medio. Nosotros atinamos a una defensa artesanal en un escenario de gran industria comunicacional. Al final, esto también contribuyó a la derrota. A futuro, está claro que los movimientos sociales y el partido de gobierno deben incorporar en sus repertorios de movilización a las redes sociales como un escenario privilegiado de la disputa por la conducción del sentido común.
OPOSICIÓN. 4. Oposición unida
A lo largo de los últimos 15 años, las batallas electorales han contado con un bloque conservador de derecha fragmentado. Desde las elecciones de 2002 hasta las de 2014, la derecha política ha presentado varias candidaturas que han dispersado el voto de esas derechas. En oposición a ello, la izquierda política ha contado con una única candidatura y, encima, respaldada por un único bloque de izquierda social (sindicatos, comunidades, juntas de vecinos).
El 2016 este panorama se ha modificado. Aun con sus divergencias, toda la derecha pudo articularse en torno a una sola posición, la del No; e incluso tuvo la capacidad de arrastrar a los fragmentos del “izquierdismo deslactosado”, que antes había acompañado a Gonzalo Sánchez de Lozada en su gestión de gobierno.
La antigua fragmentación de la derecha claramente mejoraba la posición electoral del MAS, que se presentaba como la única fuerza con voluntad real de gobierno. Sin embargo, al unificarse aquélla para el referéndum, se anularon temporalmente las fisuras y guerras internas que debilitaban a unas frente a otras y a todas ellas frente al MAS. Así, el “todos contra el MAS” permitió que entraran, en una misma bolsa, desde los fascistas recalcitrantes y los derechistas moderados, hasta los trotskistas avergonzados. Y, en un memorable grotesco político, la noche del 21 de febrero se abrazaron quienes, pocos años atrás, estaban agarrando bates de béisbol para romper las cabezas de campesinas cocaleras, y algunos ex izquierdistas que, alguna vez, pontificaron desde su escritorio los derechos indígenas.
Al final, la derrota del Sí ha removido la estructura general de las organizaciones sociales indígenas, campesinas, vecinales, juveniles, obreras y populares que sostienen el proceso de cambio. Y lo ha hecho para bien y en un momento oportuno. Momento oportuno porque quedan cuatro años por delante para corregir errores, ya que es una derrota táctica en medio de una ofensiva y victoria estratégica del proceso de cambio. Y, para bien, porque las repetidas victorias de los últimos diez años han generado una peligrosa confianza y pesadez para un escenario de lucha de clases siempre cambiante, que requiere lo máximo de las fuerzas, lo máximo de la inteligencia y lo máximo de la audacia del movimiento popular. Y es que las revoluciones avanzan porque aprenden de sus derrotas o, en palabras de Carlos Marx, las revoluciones sociales “se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado para comenzar de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que solo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: ¡Aquí está Rodas, salta aquí!”

El Estado neoliberal terminó gobernando al progresismo // Salvador Schavelzon

por Alejandro Zegada


En esta entrevista Salvador Schavelzon (SS) presenta un análisis de fondo sobre la situación de los gobiernos progresistas de Latinoamérica, donde observa que este posible “fin de ciclo” del progresismo encarna también el fin de una forma de hacer política, lo que obliga a pensar en “otro camino”, comenzando por recuperar la memoria popular y retomar en las calles las luchas por las transformaciones pendientes y contra los retrocesos que amenazan.
(EP). En la región es evidente una crisis o debilitamiento de los gobiernos progresistas. ¿Es este realmente un fin de ciclo? ¿En qué sentido? 
SS). En términos electorales es evidente que el conjunto de gobiernos progresistas está retrocediendo y enfrentándose a algún tipo de fin. 
El triunfo de la oposición en Venezuela y Argentina, la derrota en referéndum habilitante para la reelección de Evo Morales en Bolivia, el congreso que surge de la elección de 2014 en Brasil, que hoy avanza en la destitución de Dilma Rousseff y la renuncia a disputar la reelección de Rafael Correa en Ecuador, muestran que el voto popular ya no los acompaña. 
Aunque la mayoría de partidos de gobierno hoy no están para nada fuera de juego para próximas disputas electorales, lo que se abrió con movilizaciones y un cambio político que hizo posible los triunfos de Chávez, Evo, Lula y otros presidentes se está cerrando. 
El análisis de lo que se cierra, sin embargo, no debería limitarse a una medición de apoyo electoral. Al final, en ese plano es fácil atribuir derrotas a una situación económica desfavorable o a la influencia de los medios de comunicación y campañas, que es hasta donde llega en su análisis buena parte de los gobernismos [tendencia a adoptar posiciones pro-gobierno de turno. El entrevistado define gobernismo como “un tipo de argumentación cínica incapaz de reconocer críticas o matices y asocia cualquier disidencia con la derecha y neoliberalismo”].
Pero la derrota va más allá. Lo que se derrumba es el propio progresismo como espacio político que cada vez se muestra más indistinguible del resto de la clase política y que después de algunas medidas que le permitieron consolidar un importante apoyo, no pudo profundizar transformaciones que le permitan trascender el momento económico positivo. 
Si miramos lo que estos gobiernos representaban en relación a los años 90, a levantamientos populares que los antecedieron y a las voces de subalternos que apostaron por ellos, el clima de fin de época es también innegable. 
Veo entonces al fin de ciclo como producto de un viraje conservador que se sitúa desde hace unos años, cuando aún el poder político y electoral de estos gobiernos era incuestionado.

(EP). ¿En qué consistió este viraje conservador, concretamente?
(SS). Desde hace un tiempo que los gobiernos progresistas hablan desde la autoridad estatal, el nacionalismo y el desarrollismo, poniendo al aumento del consumo como principal medidor del avance, al mismo tiempo en que atiende a grupos de presión conservadores y hace alianzas con lo peor de la política. 
Hubo un viraje que a partir de decisiones bien concretas se traduce en un alejamiento de banderas y movimientos para buscar una gobernabilidad construida con aliados y caminos conservadores. La identidad de izquierda, ciudadana, indígena o popular dio lugar a pactos y concesiones que abrazan agendas religiosas, empresariales y poderes tradicionales en regiones. 
Esto produce una desconexión evidente entre la conducción de los procesos, con liderazgos centralizadores y cerrados a sus bases, respecto a movimientos y sectores sociales que acompañan o dieron lugar a los nuevos gobiernos. De partidos-movimiento, o de partidos que se integran en procesos de movilización, pasamos a líderes que negocian alianzas y buscan electores desde el marketing político. 
La relación con la sociedad es ahora sólo mediática, en clave de discursos de campaña. La política sudamericana se ha reducido a una realidad televisiva de líderes y conductores que “dieron” cosas al pueblo y encabezan grupos políticos de funcionarios estatales que se ven a sí mismos como “soldados”, y un núcleo duro que apoya desde el voto pero se queda en casa con una participación política limitada a las redes sociales. 
Nada que ver con los movimientos que los antecedieron, donde la autonomía, la autogestión, la movilización eran la clave.
(EP). ¿Hasta qué punto influyen EEUU las derechas internacionales y locales en esta crisis del progresismo latinoamericano?
(SS). Esos grupos (de funcionarios estatales, “soldados”) atribuyen la caída de los gobiernos a los grandes medios y al imperialismo. Pero esa narrativa no resiste al análisis de hasta qué punto el progresismo asimila las formas y agendas de los viejos poderes, conscientes de que la movilización impugnaría el rumbo decidido desde arriba, y llegando al punto de la criminalización de movimientos y protestas, con líderes sociales presos o exiliados en Bolivia y Ecuador, o con jóvenes violentamente reprimidos y amenazados con causas jurídicas abiertas en Brasil y otros países.
(EP). ¿Entonces hay una alianza de los gobiernos progresistas con los antiguos poderosos?
SS). Puede describirse como un pacto de gobernabilidad con los viejos poderes por el cual se dejaba gobernar al progresismo a cambio de que no haya cambios en el modelo de acumulación y en las políticas, que en ningún momento dejaron de beneficiar más que nada al poder tradicional. 
Un capitalismo local, que el progresismo imaginaba en disputa entre un empresariado nacional productivo y otro financiero y extranjerizante, es en realidad un solo poder que supo muy bien neutralizar los nuevos gobiernos con muy pocas concesiones. Parte de estos poderes nunca aceptó los nuevos poderes, pero otra parte se sumó e hizo negocios con una nueva clase política que abandonó a quienes desde la movilización abrieron este momento político. 
El encantamiento por las grandes obras de desarrollo fue lo que se vio desde arriba como papel histórico, permitiendo encajar todas las piezas: política desde los medios, empresarios amigos, modelo colonial exportador y recursos para hacer política desde el Estado que iría a garantizar para siempre el apoyo electoral.
(EP). ¿No era muy difícil y peligroso para los gobiernos progresistas el de tratar de hacer los cambios enfrentando frontalmente los viejos poderes?
(SS). Era un camino político difícil, de inestabilidad y asedio… pero en el balance de la época los resultados obtenidos por el camino del co-gobierno con las elites desplazadas están en la base del análisis de la caída.

(EP). ¿Se podría esperar que los gobiernos progresistas retomen las agendas que aparentemente abandonaron si pudiesen retomar su fuerza política en la región?
(SS). Aun si Evo Morales logra el triunfo de un sucesor en las próximas elecciones, si Cristina o Lula mantienen su popularidad, es muy difícil no ver un fin de ciclo cuando el gobierno del PT suspende la expansión universitaria y se propone aumentar la edad de jubilación; o el gobierno del MAS reprime una marcha indígena y se alía a las elites del Oriente que poco antes buscaban bloquear la Asamblea Constituyente; y se escucha a Rafael Correa adherir al discurso de las iglesias, homofóbico y contrario a los derechos de las mujeres. 
En poder reaccionario debe verse con raíces en esos límites del progresismo como proyecto histórico. La discusión central no es si hay que mantener el apoyo en un progresismo en retirada que al menos garantizaba algo para los más pobres. El tema es cómo reconstruir o resistir por otro camino, entendiendo mejor la complejidad del neoliberalismo y los límites de una visión simplificada de buenos y malos, de líderes salvadores.
El fin de ciclo se sitúa en el momento en que los poderes tradicionales y la lógica neoliberal conquistan desde adentro a los nuevos gobiernos que, desconectados de las luchas y neutralizados como fuerza de los de abajo, abandonaron el camino del cambio.
Si el fin de ciclo deja algo positivo deberá buscarse lejos de partidos que ya no se presentan como herramienta para el cambio: en la memoria popular que podrá volver a las calles para combatir un posible retroceso, para exigir más y por la transformación que los progresismos fueron dejando de lado.
(EP). Ahora ante la crisis del progresismo, ¿cómo pensar en profundizar la democracia? ¿Cuáles son las posibles salidas de izquierda a esta crisis o fin de ciclo?
(SS). La radicalización de la democracia no parece ser algo que se vaya a construir desde gobiernos, sino desde una seguridad de que centrarse solamente en la llegada al gobierno y la institucionalización de las luchas no es suficiente. 
Hubo levantamientos y revueltas antes de cada uno de los gobiernos progresistas: las guerras del agua y del gas en Bolivia, el caracazo en Venezuela, seguido del levantamiento de Chávez antes de ser electo, las asambleas y movilizaciones en Argentina post 2001.
Lo que las experiencias de gobierno posteriores mostraron es que ese poder social tiene que permanecer activo si no queremos asistir al regreso de lobbies y familias dueñas del poder regional cuando la ola de movilización desaparece.
Junto a eso es necesario proponerse modificar las formas políticas e institucionales a las que se accede, caso contrario posiblemente los instrumentos de cambio terminen modificados por el poder más que el poder alterado por la llegada de fuerzas de renovación y cambio. 
Una salida a la izquierda hoy, me parece, no puede repetir el modelo que hoy vemos en gobiernos desconectados de los caminos y experiencias de donde nacen.
(EP). ¿Se puede hablar claramente de un retorno de la derecha al poder en Sudamérica? ¿Cómo se puede comprender esta nueva derecha y su retorno?
(SS). La crisis del progresismo tiene que ver con que, en lo esencial o estructural, la derecha nunca se fue. Hubo políticas que no hubiera habido sin el progresismo: de contribuir a la memoria histórica con justicia real en la Argentina, encarcelando represores de la dictadura, ampliación de universidades en Brasil, derechos territoriales y pluralismo jurídico en Bolivia, reversión de latifundios y creación de comunas en Venezuela, entre otros.
Pero cuando el crecimiento se interrumpe, el flujo de dinero de China se reduce y los precios internacionales caen, se ve claramente que no se estaban construyendo las bases de una economía más justa.
El Estado, más bien, gobierna al progresismo. Cuando el progresismo estimula valores ajenos, en el sentido del individualismo y el consumo, es natural que estas nuevas bases electorales, en parte creadas y beneficiadas por las políticas del progresismo, dejen de necesitar a partidos que mantienen una significación de izquierda meramente nostálgica y simbólica. 
La nueva derecha es entonces, por un lado una que nunca se fue, que el progresismo mantuvo como parte de su armado político. Por otro lado la derecha es nueva en el sentido en que cada vez más hay evidencia de una lógica política que es indistinta de quién ocupe la presidencia, y está en un neoliberalismo que moldea subjetividades y avanza destruyendo un tejido social y formas de vida.
(EP). Usted radica en Brasil. ¿Qué análisis puede hacer de la situación política que se vive actualmente allá? Hemos visto manifestaciones callejeras a favor y en contra del impeachment de Dilma. ¿Cómo ve usted esta aparente polarización de la sociedad brasilera? 
(SS). Algunas polarizaciones pueden ser útiles. Es importante, por ejemplo, identificar tendencias fascistas, integristas, contrarias a derechos presentes en el posible gobierno que surja si se concreta el impeachment, y oponerse a estas sin dudar, aunque gran parte de la izquierda no se identifique con las políticas conservadoras del gobierno de Dilma. 
Pero el problema de la polarización entre manifestantes verdeamerelos anti-corrupción y vermelhos gobernistas por la democracia del otro, es que se trata de una polarización mediática totalmente ficticia en términos políticos concretos. 
Los verdes amarillos no pueden hablar con legitimidad de corrupción, de liberalismo, o incluso de Brasil, en la medida en que los que hegemonizan y convocan las movilizaciones representan la violencia colonial, el racismo, el país de una élite que nunca se preocupó por las mayorías que hoy siguen realmente sin participación política e institucional, ni verdadero acceso a derechos universales básicos. 
Al mismo tiempo, hoy las movilizaciones gobernistas no pueden atribuirse el lugar de la democracia, cuando el progresismo brasilero decidió gobernar justamente con y para los representantes de esa élite que ahora puede prescindir de quien fue un eficiente administrador de sus intereses. 
El problema de polarizar en un sentido que preserva al PT como instrumento de los más pobres, como narrativa que permitió en las elecciones de 2014 mantener el gobierno, es la imposibilidad de pensar en un país donde estén contemplados los miles de muertos por la policía en la periferia, con quienes el gobierno del PT  nunca se solidariza ni se compromete a defender.
Con la polarización planteada en términos gobernistas, queda afuera la imaginación política más potente que se vio en Brasil en mucho tiempo: Junio de 2013 era una movilización efervescente que logró frenar un aumento de pasajes que se presentaba como innegociable y revitalizó la política por un camino bien diferente al de los actos actuales contra el golpe, al menos hasta la fecha en que escribo esto, cerca de la votación en la Cámara, donde la movilización es bastante nostálgica y estructurada alrededor de los sindicatos y movimientos sociales aliados al gobierno. 
En la dinámica actual junio está ausente, pero en el aire. Sería bueno que en el caso de un impeachment se pueda abrir un momento de pensamiento colectivo y creación política conectada con esa verdadera ruptura del tiempo político.

Putos y faloperos // Osvaldo Baigorria

El “peronismo” de Néstor Perlongher duró exactamente cuatro meses, de marzo a julio de 1973. Uno de los mayores disparates con los que se intentó construir su leyenda nac & pop estos últimos años fue sostener que para la asunción de Cámpora fue a la plaza con un cartel que decía “los putos con Perón”. Según mi propio recuerdo personal y documentos de época, el 25 de mayo de aquel año Perlongher estuvo al frente de unos cincuenta miembros del Frente de Liberación Homosexual con dos carteles, “Vivir y amar libremente en un país liberado” y otro cuya consigna había sido tomada de la marcha peronista: “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. Con las mismas banderas marcharon a Ezeiza el 20 de junio, detrás de la columna Oeste de la JP, donde fueron recibidos con frialdad.
Este acercamiento, un “entrismo” limitado a manifestaciones populares que funcionaría como dispositivo de visibilización, fue explicado por Perlongher a la revista amarillista Así de julio del 73, cuando llamaba a incorporar al “conjunto de la comunidad homosexual a la lucha por la liberación nacional y social”. Ya la izquierda peronista tomaba distancia en las marchas –dejaba un vacío- para no quedar pegada a esos excéntricos manifestantes, respondiendo a las acusaciones de la ultraderecha sobre “infiltración de homosexuales y drogadictos” con aquel canto fascista/machista de “No somos putos/no somos faloperos/somos soldados de FAR y Montoneros”.
Durante 1974, Perlongher organizó protestas contra la ley de restricción al uso de anticonceptivos que proponía Perón, así como contra los edictos policiales instalados en el primer gobierno peronista del 46, como recordaba en cada volante y artículo. Al mismo tiempo, se interesó por el mito de un peronismo de naturaleza descentrada, loca y maldita como material literario, escribiendo “Evita vive”, ese cuento “injuriante” que provocó la ira de concejales justicialistas que pidieron el secuestro de la revista El Porteño donde se publicó en 1989. Este relato en tres partes, que entre paréntesis llevaba de subtítulo “En cada hotel organizado”, fue escrito en 1975 a partir de la literalidad de una consigna: Eva resucita, es inmortal, desciende del cielo al subsuelo, se revuelca en orgías, reparte marihuana, se inyecta drogas, le chupa la verruga a un comisario y arenga a los inquilinos de hoteles marginales: “Grasitas, grasitas míos, Evita va a volver por todos los barrios para que no les hagan nada a sus descamisados”. Así, el mito popular de Eva era descentrado y arrojado a los márgenes, arrastrado por el Bajo para terminar de nuevo elevado ya no como santa sino como mujer pública y diosa lumpen de las minorías. Una imantación blasfema, aunque no precisamente gorila, que sin embargo descolocaba al relato militante tradicional.
Luego, en un comentario sobre el libro Evita, a militante no camarim de Horacio González, publicado en San Pablo en 1983, Perlongher criticó la utilización de ese mito por sectores de izquierda “con la ilusión de tomar por asalto el ominoso aparato de la burocracia peronista. Los encantos de ese atajo son tan seductores como macabros sus resultados: en el fondo de este corredor hay un cadáver”.  Aludía así a su poema “El cadáver”, publicado en su primer libro, Austria-Hungría, de 1981, donde se preguntaba por ese deseo de empalagarse con la transparencia de un cuerpo yacente y hurtado: “vamos, no juegues con ella, con su muerte/ déjame pasar, anda, no ves que ya está muerta”. Y en “El cadáver de la nación”, publicado en Hule en 1989, volvería de modo expansivo sobre el tema del manoseo del cuerpo en devenir zombi por magia de vudú, manicuría y peluquería mortuoria, en diálogo figurado con Pedro Ara, el anatomista español que embalsamó el cadáver de Eva Duarte de Perón.
De la lectura de sus cartas tampoco emana otro interés por el peronismo. En diciembre del 83 viajó desde San Pablo para festejar el fin de la dictadura, marchando junto a anarquistas, feministas y también “plegándome al alfonsinismo bajo el disimulo de una columna gay”. Eran opciones micropolíticas, no adhesiones ideológicas. Y nunca regresó a vivir al país. Tampoco fue un patriota gay; Perlongher no era nacional, no era popular, era minoritario, contracultural y provocaba: “soy un exiliado sexual” decía sobre su vida en Brasil, donde murió en 1992. De toda su producción quedaron esos textos únicos donde el peronismo, y sobre todo Evita en su dimensión mítica, aparecen como signos y figuras de género literario.
(Funte: https://osvaldobaigorria.wordpress.com. Versión original del texto enviado bajo el título “El peronismo de Perlongher” y publicado como “Retrato maldito con una Evita zombi” en la revista Ñ del 13/05/16). 

La revolución es un sueño eterno // Horacio González

En diciembre del año pasado, Ediciones Biblioteca Nacional rescató en dos importantes volúmenes las obras completas de Roberto Carri. Con textos preliminares de Horacio González, Alcira Argumedo, Gustavo J. Nahmías y Verónica Gago, se incluyen sus libros centrales, como el crucial Isidro Velázquez: formas pre revolucionarias de la violencia, de 1968, y Sindicatos y poder en la Argentina, de 1967. Además, los dos tomos rescatan todos sus artículos –sobre sociología y análisis político–, sus clases en las facultades de Sociales y Filosofía y Letras y sus documentos políticos. La nueva edición de Isidro Velázquez, además, incluye textos de Eduardo Luis Duhalde y de la cineasta Albertina Carri, la hija menor de Roberto y directora de Los Rubios. A continuación Horacio González ofrece una mirada sobre Roberto Carri como intelectual y militante político, se pregunta cómo leerlo hoy y ubica su obra sobre el bandolero chaqueño en la línea de Facundo y Martín Fierro.
¿Cómo rememorar? Existe sobre Roberto Carri un gran documento, a la vez familiar y parte del cine argentino contemporáneo. Pues lo recuerda una de las hijas, Albertina, en su film Los rubios. Si pensamos en la obra escrita de Carri y en el film de su hija, creo que se podría decir también que pone en juego la disparidad de recursos que hay entre los utensilios propios del cine y los de la sociología histórico-política, que eran los propios de Roberto Carri. ¿Cuál tiene o debería tener más peso explicativo, mas soluciones conceptuales para el enigma de la memoria? Es decir, ese momento por el cual alguien puede apenas intuir en ese borroso pasado, cómo presentarlo nuevamente ante nosotros… ¿con los artificios de la imagen-tiempo o con los de la narración sociológica?
El de Carri era un pensamiento original con una gran potencialidad de rebelión, y esa rebelión en este caso intelectual, era propia de una experiencia argumentativa que capturaba en el aire los sonidos de un Fanon o un Sweezy, y la hacía parte del momento de la emergencia y alcances de la Sociología, entonces floreciente y a la vez en crisis.
El libro de Carri que formara parte esencial de su programa de trabajo fue de una enorme contundencia, casi sobrecogedora. Es el Isidro Velázquez: formas prerrevolucionarias de la violencia que aún se mantiene en algunos programas de lectura universitarios. ¿Qué dice este libro? ¿Ha sido ya devorado por el tiempo? Carri era un gran escritor de la sociología universitaria. Sindicatos y Poder en la Argentina, es un libro con una tesis muy arriesgada y polémica en su momento. En este libro anterior a Isidro Velázquez ve con cierta simpatía el aparato político de los gremios más clásicos del peronismo, sobre todo los metalúrgicos, a los que les atribuye toda clase de deficiencias pero les entrega una suerte de condescendencia con respecto al lugar que ocupa en las fuerzas productivas. A pesar de burocráticas también tienen esa potencialidad maldita, revolucionaria, involuntaria pero objetiva. Este libro fue hijo de una visión más conservadora de las tesis del peronismo como productor de momentos insoportables para el régimen a pesar de sí mismos, es decir, los famosos hechos malditos.
En cambio, el Isidro Velázquez, es un gran manifiesto en nombre de algo que, no es hoy fácil decirlo, constituye una refinada apología de la violencia, planteada con armas conceptuales muy elaboradas, a la luz de un impulso fanoniano, dirigido incluso contra el aparato de conocimiento de la Facultad de Ciencias Sociales. En aquel momento en la facultad de Filosofía y Letras, puesto que ahí estaba la carrera de Sociología.
De modo que es un libro altamente revulsivo. Leído hoy uno puede verlo a la luz de otras experiencias de la memoria lectural argentina, pues la primera tentación del lector actual es leer como si se hubiesen escrito ayer y como si los viejos textos revolucionarios hablaran a los hombres del presente. El lector absolutamente académico pone en cambio toda clase de distancias y si uno no quiere ser solamente un lector académico, igual es necesario tener mínimas precauciones de no suponer que la lectura de un texto del año 1968 como es éste, debería superponerse con ansiedades semejantes del presente. La compleja mímesis de la lectura en tiempo y a destiempo debe tener la precaución de suponer que las cosas exigen un lector que sepa colocar en su propia argucia de lectura una distancia problemática y siempre en reelaboración respecto a la capacidad de percibir la sociedad argentina en la cual se produce ese libro.
¿Elegimos que no haya distancia o poner una cándida lejanía propia del historiador de las ideas? Siempre existe la lectura del lector académico que dice: hay que leer de otro modo, no estamos en las mismas condiciones y ella continuamente se tensará con el lector al que lo fascina sólo ese presente en el que está leyendo. Son las peripecias del recuerdo en los dominios de la lectura.
De ahí que me parece sumamente interesante que la hija menor, Albertina, haya tomado a su cargo y trasladado al cine; no a las ciencias sociales, al cine, dado que siempre hay un parentesco inevitable entre el cine y las ciencias sociales pero con una capacidad de reproducción, sin duda mucho mayor, del dilema del tiempo por parte del cine. La memoria del padre es invocada, pero a través de un problema general en relación a cómo recordar.
Y es el cine quien recuerda, convertido él mismo en órgano de la memoria, pues el tema de esa película se proyecta sobre una directora de cine representada por una actriz que quiere saber quién era ese tal Roberto Carri, autor de ciertos libros, militante político de la revolución en la Argentina. Podemos arriesgar que el cine es primordialmente un armónium de la memoria incierta, y para las ciencias sociales ese tema existe pero en su exterior. Esta memoria ha quedado entonces a cargo del cine, no porque haya una película sobre Carri, sino porque es una directora de cine que ha problematizando su propia situación. Y esta directora de cine es la que se hace cargo de preguntarse qué queda de la memoria, sobre todo cuando tiene una relación filial. Entonces, qué recordar y cómo recordar, y sobre todo cómo recordar lo indecible es quizás la cuestión que con más pertinencia nos lleve hacia Roberto Carri, quien durante cierto tiempo fue un director político de la facultad, de la carrera de Sociología. Su director político en la sombra.
Podríamos decir que su mensaje, su palabra, sus textos tuvieron una fuerte acogida en los estudiantes, en sus compañeros de trabajo, en las Cátedras, extrañas Cátedras de aquel momento, porque se llamaban Cátedras Nacionales. En fin, el nombre quizá no diga tanto como el hecho que eran parte de un programa de estudio, pero al mismo tiempo, en su situación frente al Estado que sostenía esa Universidad, eran totalmente insurgentes. Y así como esas cátedras tenían que poner notas y firmar libretas también había algo que las traspasaba en términos de títulos y certificaciones profesionales. De modo que constituían una situación muy paradójica, no semejante a nada de lo que podemos ver actualmente. Más bien en este momento, el movimiento que se destinó a transformar las cosas de una manera más radical en la facultad, intentó ocupar zonas específicas y casi físicas del lugar donde se producen las decisiones. Ocuparlas con el ser de lo político, poniendo la política al mando, como se decía al influjo de la hora.
¿Cómo recordarlo hoy a Carri, qué Ciencias Sociales se pueden hacer cargo de una obra que existe en la historia de la Sociología Argentina por derecho inalienable, incluyendo el derecho a no saber cuál debe ser el régimen de su lectura? Porque es una obra escrita de una manera fronteriza en relación con las Ciencias Sociales, pero que apela a la gran memoria ensayística del país: sin proponérselo, apela al Facundo, al Martín Fierro. En la primera edición de Isidro Velásquez, hay un muerto en la tapa. Isidro Velázquez muerto, bandolero rural del Chaco. Es una pena que Carri no haya tenido como tenemos hoy, un mayor contacto con el mundo del Facundo, del Martín Fierro. El drama que cuenta es exactamente el drama de alguien que entra en un dilema con la ley, es decir, es un drama de justicia contado en los ámbitos periféricos de una sociedad. En ese sentido, toda la escritura de Carri es una lectura persistente sobre el Facundo y su comienzo es casi como el del Martín Fierro. En esta historia de Isidro Velázquez, el bandolero social cuya historia ocurre a comienzos de los años’60 en el Chaco, y la de su compañero Gauna podríamos ver como Carri ubica esa relación entre el bandido delincuencial que sospecha espontáneamente que su delincuencia proviene de un orden social injusto, y Gauna, que tiene el perfil más estrictamente vinculado a un “fuera de la ley” más habitual.
Carri supone de una manera muy desafiante que esta situación anuncia muy acabadamente ciertos tipos de imaginación crítica de los insurgentes del momento. Imagina que gracias a este asesino, Gauna, que no respeta la vida de los demás, se revela una contraposición con la propensión natural de Isidro Velázquez de intuir de alguna manera oscura que su papel era un papel social. Pero veía cerrada su tendencia a pactar con la ciudad, a pactar con las policías ¡gracias a Gauna! Esta pareja, pues, tenía una valencia necesaria en lo político implícito que necesitaba de los dos polos, Velázquez y Gauna. La reflexión que hace Carri sobre la policía del Chaco es muy aguda, hoy no contamos con una reflexión sobre la policía bonaerense, por ejemplo, del mismo calibre que la que hace Carri respecto del policía bien pago, del policía mal pago, del policía con la panza llena, etc., de una policía rural naturalmente violenta en esa época, en el Chaco, y probablemente en cualquier época.
Entonces, este libro tiene un papel crucial en la historia de la Sociología. Es un fuerte llamado de atención sobre el estilo sociológico dominante en aquel momento y la problematización de la idea del bandido, de la delincuencia, del papel de la delincuencia. Un libro extraño e irritante, también cautivante pues es un libro que intenta ser un libro de sociología del colonialismo, de la colonización opresiva. Está Fanon por todos lados, pero no está la prosa de Fanon que es una prosa fenomenológica, sartreana. Está la prosa de Carri que se parece mucho más a Sarmiento a pesar de que aquí le hace hablar a un camionero del Chaco que dice: “y ese Sarmiento quién es… un asesino…”. Obviamente es un libro antisarmientino, al que le falta arreglar las cuentas con su secreta relación con el Facundo.
De modo que este libro es un libro que, leído hoy, exige precauciones de todo tipo, pero ¿cuál es esa precaución inicial?… ¿en qué presente ponemos este libro? Si no, es solamente una pieza museizada. En cuyo caso sería también una pieza relevantísima del pasado y presente social en la Argentina, pues es un libro absolutamente limítrofe. Pero obstruido al hoy. Se entiende: es un libro que tiene una apología del delincuente, así dicho. ¿Cómo sería leído hoy en esta sociedad argentina atravesada por formas muy diversas de encarar este mismo tema? Desafía al lector de aquel momento y desafía al lector contemporáneo. Carri era una persona que tenía un estilo de impulsividad espontánea y con el resorte del irónico arrepentimiento también a flor de piel. El impulsivo y su momento posterior de lamento por la irreflexión convivían en él. Eso contribuía a hacerlo un intelectual de una enorme sutileza. Sutil en su espontánea impulsividad y en su amago de retractamiento posterior. Pero había una crispación en él evidentemente, una gran intranquilidad espiritual, propia del que estaba lleno de ideas. Por lo tanto, estaba poseído por una insatisfacción permanente, una fibra intelectual impulsiva que no parecía convertirlo en la persona más adecuada para participar en los sistemas disciplinarios de los grupos más organizados de la época.
Pero ya Carri había tomado decisiones muy radicales respecto a la interpretación de la justicia, en relación al uso de esa justicia inmediata decidida por un grupo que se hace cargo de esa hipótesis general de justicia extendida a toda la sociedad, pero que de tan fallida, hay que reemplazar por las decisiones sumarias del conocimiento específico de una vanguardia. Sobre todo esto, sin duda, abundaban las discusiones de aquel momento. Estas discusiones hoy no se le escapa a nadie lo agudo y lo dramáticas que fueron y son. El fantasma de Isidro Velázquez y de la sociología tercermundista flotaban allí. De modo que Carri, de alguna manera había encontrado su lugar en un grupo portador de un mensaje en la historia, ese mensaje valía radicalizando en grado sumo su compromiso personal. Es un cruce sentimental que rasga una memoria común compartida, en el sentido de cómo decisiones personales, decisiones de grupo y opciones que se toman con la lucidez que permite un horizonte de época, son el provisorio material ígneo que cobra una vigencia que parece eterna y luego se ofrece a la crítica de épocas posteriores, porque toda época, en suma, es una forma de la temporalidad incierta que diluye la anterior. El libro sobre Isidro Velázquez ya contenía el reflejo de su vida y un potencial anuncio de la tragedia personal y colectiva.
Hay un libro iniciador de las Ciencias Sociales, La ciudad Indiana, de Juan Agustín García. El prólogo lo hace Miguel de Unamuno, hacia 1900. Unamuno dice que ve en las líneas de ese libro surgir los fantasmas cabalgando de Martín Fierro, de Santos Vega. Es un libro sobre la formación de la ciudad argentina desde el siglo XVII. La casa, la iglesia, el campo, el proletariado rural como dice Juan Agustín. Un libro delicadísimo inspirado en un libro francés, en La ciudad antigua de Coulanges. El libro de Carri sobre Isidro Velázquez se puede ver en espejo de lo que dice Unamuno en La ciudad indiana, pues se refleja allí tanto el propio destino trazado de Carri; como el hecho de que la pareja de Velázquez y Gauna hacen un poco de Fierro y de Cruz. Sombras que salen de las páginas de un libro, y por tanto, de una de las transfiguraciones de la historia nacional.
Hay que advertir que los capítulos centrales del libro de Carri contienen una precisa sociología del Chaco como hoy no hay, a la luz de la situación colonial, del sistema de entrelazamiento de los poderes locales subordinados. Y la idea central, una de las ideas centrales del libro, es que hay un proletariado total que es el alienado total pero que justamente por eso mismo está en condiciones al no haber sido asimilado a los sistemas de mercado. Hay una especie de sub-texto marcusiano. Carri está entre Marcuse y Fanon y casi se diría que es un libro sartreano si es que el lenguaje fuera el de Sartre.
Digámoslo mejor, es el lenguaje de las Ciencias Sociales que había inventado Carri. Pero entonces el proletariado urbano y el proletariado sindicalizado estaba más dispuesto hacia la integración. En esa época, el libro de Carri, a la luz también de Hobsbawn –al que no le reconoce la influencia que ha ejercido sobre él–, constituye la respuesta tardía al desarrollismo que se había tornado en la gran hipótesis de la integración de las clases trabajadoras. Y hay que recordar un poco a John William Cooke que era alguien que sancionaba y cuestionaba esa misma idea de integración, pero no a la manera de este proletariado total que era el despojado de todos los despojamientos, en tanto clase radical que no tiene nada que perder más que sus cadenas.
Este proletariado total, tal el nombre que le da Carri, es el que desataba la crítica hacia el mundo de la integración. En Cooke, que había muerto el mismo año en que sale este libro de Carri, hacer política implicaba desatar sujeciones de otra manera, con visos hacia la dialéctica de las armas, pero en Cooke con una reflexión mucho más cuidadosa desprovista de cualquier apología al bandolero rural o a personajes del romanticismo armado. Ya dijimos que Carri no busca el aval de Hobsbawm que hubiera sido fácil, pero en cambio opta por criticarlo al verlo “demasiado académico”. Así que estaba muy solo este libro. Carri e Isidro son dos memorias yacentes, entrelazadas y solitarias en nuestra memoria.
La idea de proletariado total lo lleva a redimir al delincuente total, el incivilizado total, y siendo así que la idea de lo total es fantástica, es la idea de que hay una totalidad que recupera la posibilidad refundacional de la sociedad a partir del despojamiento total. Por eso su interés en analizar a las policías, que eran ese mismo bandolero pero con uniforme policial. La cuestión es que hay un delincuente total también y ese delincuente total era más bien Gauna, más criminal que Velázquez, y en ese sentido, existe la idea, hoy impensable, de que la sociedad colonial estalla por su lugar más despojado de comodidades, de integraciones, de consumo, de ligazón con el mercado y resumimos muy mal lo que Carri escribe de una manera muy vibrante. Es una escritura a chicotazos y toda esa convulsión retórica lo lleva a plantear cierta simpatía hacia este tipo de delincuente; y lanza el problema en el prólogo. Un problema que suena desmesurado: se pregunta “si toda la delincuencia no sería realmente así”. Inusitada abridora de caminos.
A quienes tomaban las decisiones políticas de la época, no creo que les haya gustado este libro. Le gustaba a Ortega Peña y a Eduardo Luis Duhalde, que lo publicaron. Ellos eran un poco así, jacobinos como Carri, aunque con más acentuaciones nacional-populares. Eran personas a las que se le ocurrían cosas teatralmente jacobinas. Si hubieran podido remontarse de alguna manera en el tiempo y en el espacio les hubiera gustado ser Dantón, Marat, Hebert. Los grandes dirigentes de las alas más drásticas de la Revolución Francesa. Pero el centro de esa literatura no pudo prosperar. Porque, sin saberlo y sin poderlo desarrollar acabadamente, en su seno estaban el Facundo, el Martín Fierro, temas a los que referían no como inherentes a su mismo campo subjetivo de intereses, sino como elementos exógenos a reprobar o aceptar. No ver la interioridad conceptual de esos grandes escritos con el cuerpo de la sociología política que practicaban, fue un vacío que hubo que lamentar después, y que ya en ese momento podía lamentarse.
Ese nexo que nunca se terminó de amalgamar aunque desde siempre pertenecía a la mejor tradición del ensayo argentino. La sociología anticolonialista que se hacía en la época sospechaba apenas ese sesgo nunca enteramente desplegado, excepto la apología de Carri del disidente social, del perseguido. En Sindicatos y Poder en la Argentina, que transcurre en una sociedad compleja de clases, Carri concede a cierta fantasmagoría vandorista, pero apenas poco después, el Velázquez abandona esos espectros y aparta casi todo lo anteriormente escrito por él. Así, con Isidro Velázquez, rota ya esa objetividad sindicalismo centralizadora, precaria heredera de un somero marxismo, reformula el programa de la sociología criticando lo que llama “el formalismo de las ciencias sociales”, convirtiéndose en una especie de sartreano, por la vía fanoniana, donde ve una violencia regeneradora y re-instituyente del vitalismo de toda la sociedad.
Él mismo se lanza a reencarnar el tipo más exigente de militante armado. Fue el último Carri, en su postrera fenomenología del acto político. Releerlo hoy es releer un poco la historia de la carrera de sociología, las hipótesis y los enlaces con el movimiento obrero, con las clases trabajadoras, e inmediatamente luego, ir a buscar otra cosa en el Chaco, con paisajes rurales, con policías rurales, con un bandolero con un nombre muy contundente como era Isidro Velázquez, ropaje en el cual de alguna manera se había travestido Roberto Carri.
Las Obras Completas publicadas por la Biblioteca Nacional (cuya memoria editorial corre hoy el mismo peligro que toda memoria) contienen todos los escritos y clases de Carri, y además, un guión cinematográfico sobre Isidro Velázquez de su hija Albertina Carri. Tenemos entonces un magnífico puesto de observación del punto radiante de bifurcación entre las ciencias sociales y la específica temporalidad que, aun siendo los mismos temas, nos provoca el cine.

El amor a Néstor (y su secreto). Primera parte // El Loco Rodríguez

 
1.                  El triunfo macrista no expresa, para nosotros, sólo una derrota electoral. Es el índice de un fracaso político cultivado en el juego real de las fuerzas, en un proceso de mucho más tiempo. Una derrota en los afectos, en los símbolos, en la economía de las vidas.
2.                  A partir de diciembre de 2001, y en simultáneo con la irrupción de nuevas experiencias de organización “desde abajo” (asambleas barriales, fábricas recuperadas, cooperativas solidarias, etc.) de una enorme potencia y jovialidad, se gesta un deseo de normalización, de restauración, cuyo modo de inscribir la crisis en los cuerpos es experimentado como “el infierno a donde no volver”. Esta emergencia de mundos en tensión, cuya ambivalencia constitutiva supo estar impregnada de un sentido común contestatario, pudo convivir y en muchos puntos coincidir con una canalización institucional estatalista. Las narrativas nacional-populares, encontraron allí el cuerpo. Y a su vez esos cuerpos encontraron en esas narrativas estatalistas un modelo de eficacia.
3.                  El consumismo neoliberal no se agota en su dimensión física, sino que incluye la satisfacción de sentirse habitados por simbolizaciones varias. Sea correr detrás del último Iphone, o colocarse un pin de Rodolfo Walsh. Es el frenesí candoroso de la nervadura del cuerpo, que se enciende y se entrega, obturando la reflexión. Ya no pensamos el por qué de las cosas. Sólo consumimos y gozamos, eludiendo la angustia.
4.                  El movimiento del capital, luego del agotamiento político y económico del consenso de Washington, refuncionalizó, para conjurar sus crisis, viejos vestigios de aquello que el neoliberalismo había deshecho: antiguas ideologías de lucha, ahora cristalizadas como mercancías sentimentales-ideológicas, movilizaron los cuerpos al mismo tiempo que obturaron sus capacidades históricas. Y se inhibió, en consecuencia, la posibilidad de advertir los propios límites.
5.                  Nuestras militancias contuvieron la paradoja de luchar contra una sociedad neoliberal-consumista, pero repitiendo en sus mismas matrices la estructura del consumo. La urgencia del militante, es el reverso del inmediatismo del sujeto neoliberal. La reflexión es siempre diletante, siempre hay que salir a la calle. La paciente construcción de una experiencia política propia, el esfuerzo creativo de movilizar una fuerza cualitativamente diferente, siempre fue desdeñada, clausurada, en aras de una urgencia.
6.                  La pulsión anti teórica de la subjetividad neo liberal que opera a la base de nues-tras individualidades militantes afirma «No hay tiempo para pensar, ahora hay que resistir», «No hay tiempo para la crítica, eso atenta contra la unidad». Frases así ya empiezan a escucharse y son la contracara de aquellas que sostenían, años atrás, cosas como: «No hay tiempo para la reflexión, hay que avanzar, hay que construir, gestionar». Ergo, nunca hubo tiempo para pensar. Y así nos fue
7.                  El carrerismo militante en la orga, en el Estado, en el Partido es otra forma de legitimidad meritocratica de época, supone de por sí el mantra neoliberal: “sé tu propia empresa”, revestido de épica.  De allí que los permanentes “reunionismos” puedan ser leídos como una forma de comunitarismo militante que refuerza la cohesión interna, al precio de solapar el proceso real y fragmentado de la acumulación política de “meritos” individuales.
8.                  Radicalizar una crítica significa abrirse paso en el propio cuerpo. Y a veces, simplemente, no hay ganas. Se pacta. “Hasta aquí llegué”, se dice.  Costo-beneficio: Beneficio inmediato, por un costo mayor, en cómodas cuotas para las generaciones próximas.  El kirchnerismo, en cuanto estructura de época, también implicó esta transacción. Inclusive para aquellas izquierdas partidarias opositoras. “Néstor” nos ponía en un brete. Nos obligaba a una versatilidad, a una actualización teórica, a radicalizar una crítica contra los propios dogmas; que quizás, simplemente esgrimiendo una coherencia socialista sostenida sólo en el plano de “los principios”, era posible soslayar.
9.                  Activamos y pensamos en función de una potencia que fue tan imaginaria como real, pero potencia al fin. Pero ahora, curiosamente, como por un pase de magia, estamos sumidos en la impotencia. Dejamos nuestras “orgas”, vamos a marchas como turistas y volvemos a casa a indignarnos y postear en contra del macrismo. Parece como si ya no tuviéramos un consumo que nos salve, una bandera que flamear, una herencia con la cual gozar. Ya no tenemos un Líder del cual ser soldados. Y por eso ahora se nos patentiza la trampa que nos habíamos tendido a nosotros mismos. La trampa de una supuesta afectividad ideológica resistente se muestra como lo que siempre fue: el espectro de una derrota anunciada.
10.              Hay una fibra última de la subjetividad de época en donde la victoria macrista, lejos de asumirse como un fracaso ejemplar transversal a todo el campo popular, es vivida como una confirmación de las propias presunciones y un regocijo triunfal para el blindaje narcisista de nuestra subjetividad. La militancia como consumo de mercancías sentimentales-ideológicas patentiza nos condena a una repetición de goce: volver una y otra vez a tener razón, aunque que nos derroten. El fracaso no nos abre, porque es vivido en exterioridad. No nos ponemos en cuestión. Vivimos como si no estuviésemos implicados en este fracaso. Pese a la evidente derrota, parece que hubiéramos ganado. Y sí, es cierto: la victoria del macrismo es la victoria de nuestro ego militante.
11.              Por allí se escucha decir: “ajá….vieron kirchneristas”. Para las izquierdas que no logramos elaborar la incapacidad de gestar una alternativa de poder en el 2001 “Néstor” fue el espejo insoportable. “Cooptacion”, “Robo de banderas”. Un perfume fétido de novio despechado y resentido recorrían nuestras consignas, gestos y discursos. Me robaron la escena de lucha. Me robaron la mina. Por eso el triunfo macrista tiene algo de revancha inconfesa: vieron kirchneristas.
12.              Pero también, por allí se escucha decir: “ajá… vieron troskos”.  El significante “trosko” tuvo una deriva macarta insidiosa. Chivo expiatorio fácil de aquello inasimilable por el progresismo nacional-popular. El fondo de mierdas y odios que se remueve al pronunciar la palabrita mágica “Trosko” cumple con la sentencia del converso: matar lo que fuimos. El triunfo macrista espejan las viejas certidumbres, fraguadas, en el combate retorico contra los incrédulos. Por eso en algún punto, el macrismo vino bien: ya todos tienen claro que estábamos mejor antes del 10 de diciembre 2015.
13.              Una época signada por la figura humana “Néstor”, como el soporte de una multiplicidad de representaciones inconscientes, pactos y transacciones cruzadas, permitió que por efracción se anudaran nuestras subjetividades políticas como plenas, seguras, robustas, convencidas. Kirchner nos agarró cansados. Kirchner se volvió “Néstor” porque totemizó nuestra fuga: la sinergia libidinal, la descompresión de las energías rebeldes. Y mejor nos quedamos en casa (o en el partido, o en la orga). En el confort de nuestras convicciones previas: progres, marxianas, perucas.
14.              Muy tempranamente, para nuestros padres setentistas Néstor Kirchner empezó a ser “Néstor”, a secas: “el compañero que llego al poder”. En esa transacción se refractó una imagen forzada de un capitalismo que ya no existe: volvió “la política”, el “Estado” y Perón. Por algún extraño pase de magia, este dejo de tener un semblante de viejo facho, y paso a ser El General, un viejo querible. A través de Néstor, perdonamos al Padre muerto, y exigimos su perdón. Y desde allí volvimos. Con el Estado transfigurado en “compañero”, con “la política” (liberal) cómo única y absoluta herramienta de transformación, y con la imagen de Perón proyectada hacia un infinito mítico, instanciado en un guiño cómplice de amor y salvación.
15.              Las genuinas convicciones de Néstor eran restos sintientes: transacciones generacionales sedimentadas que posibilitaban la duplicidad: “el compañero que llego al poder” y el Padre disciplinador. El deseo de normalización vía consumo mezclado con las memorias contestarias dosmiluneras, se coagularon en una misma sentimentalidad ideológica desde la cual se invistió la figura de Néstor. Sentimentalidad social que fluía, apelmazada, en la intimidad de sus genuinas convicciones personales, porque las mismas también representaban una transacción generacional con el terror. La salida del infierno del 2001 conecta con la salida de la dictadura: la posibilidad de arriesgar una transformación radical vivida como un imposible, que alerta un límite mortífero. Eso se solidifico en un principio de realidad que se moldea como único horizonte posible: una argentina en serio, una argentina normal, un país más justo. Un capitalismo nacional e inclusivo.
16.              De allí que la ambigüedad de Néstor, su irreverencia y su disciplinamiento, sean la cifra subjetiva que se extiende en la intimidad colectiva de un drama histórico. Un desgarro que no se suelda, y que su muerte física clausuró. “El problema es que murió Néstor”. Y es verdad…
17.              El amor a Néstor no fue otra cosa que el amor al Capital. Y fue hermoso. Llorar su muerte fue una forma extrema de tramitar la edipizacion de la política. “Néstor con Perón, el Pueblo con Cristina”. Fue la sentencia de clausura. Porque en lugar de asumir al proceso político iniciado en 2003 como lo que era: una instancia en disputa, abierta, conflictiva, negociada, se lo subsumió como un capítulo más de la historia mayor del peronismo. Se repuso la leyenda de un peronismo soñado, una fuga hacia un útero imaginario cálido que nos ahorraba la angustia de asumir nuestro lugar real en ese proceso.
18.              La precaria normalidad kirchnereana nos precarizó, nos normalizó: nos casamos, militamos, pagando el monotributo.  Nos compramos el auto, pagamos netflix, gastamos, gastamos y gastamos. Y lo vamos a defender, hoy más que nunca, con uñas y dientes.
19.              ¿Vamos a volver?

Felicidad asegurada IV, “balance” entre privacidad y seguridad // Carolina Di Palma


Decretos de emergencia y estados de excepción, Ley Antiterrorismo, Ley Argentina Digital, Nuevo Ministerio de Moderninazación, Ente Nacional de Comunicaciones, Ministerio de Comunicaciones, pequeños grandes pasos hacia la Sociedad Global de la Información y la Gobernanza en Internet. Seguimos con las clases de Laura Siri (Fundacion Via Libre, Crative Common) sobre cómo se reorganiza el poder en plena revolución digital.
La seguridad involucra, en primer lugar, la protección de las personas contra daños o muerte por parte de otras personas y, en segundo lugar, la protección de los objetos y propiedades contra hurto, daño o destrucción ilegales. Como se supone que estas protecciones actúan a favor de la sociedad como un todo, suele argumentarse que valen más que el respeto por la privacidad del individuo.

Sin embargo, proteger la privacidad de los individuos, como hemos ya argumentado, genera externalidades positivas para toda la sociedad, no solamente para los sujetos directamente afectados. Así lo explica Daniel Solove en el artículo que ya hemos citado en publicaciones anteriores (Enlaces a un sitio externo.)

“El valor de proteger al individuo es social. La sociedad involucra una gran dosis de fricción y estamos constantemente chocando unos con otros. Parte de lo que hace a una sociedad un buen lugar para vivir es cuánto permite a la gente tener libertad contra la intrusión de otros. Una sociedad sin protección de la privacidad sería sofocante y podría no ser el lugar donde la mayoría querríamos vivir”. 

Otra cuestión que debemos resaltar es que, muchas veces, privacidad y seguridad no solo no son antagónicos, sino que son casi sinónimos. Ya en 1994 el investigador Roger Clarke subrayó que (Enlaces a un sitio externo.)la visibilidad creciente de los hábitos y movimientos de la gente crea oportunidades para realizar delitos” No hay, por lo tanto, seguridad personal sin privacidad.

Del mismo modo, cuando la seguridad personal de jefes de estado, embajadores y otros funcionarios gubernamentales se ve comprometida por una incursión contra su privacidad (por ejemplo, por un acceso ilegítimo en sus comunicaciones), también puede verse afectada la seguridad nacional. Es otro ejemplo de que menos privacidad puede conducir a menos seguridad, en este caso no solo para el individuo afectado. De hecho, defender la privacidad puede ayudar mucho en el mantenimiento de la seguridad.

Por lo tanto, es falaz oponer genéricamente los valores de la privacidad y de la seguridad. Más aún, siempre es crucial identificar con precisión el tipo y la gravedad de la supuesta amenaza a la seguridad en juego e identificar apropiadamente los riesgos para el ejercicio democrático y los derechos humanos que la solución propuesta pudiera implicar. También es preciso no confundir entre tipos de seguridad muy diferentes, como la seguridad nacional, la seguridad personal y la prevención del crimen. Por ejemplo, una intromisión en la privacidad que pudiera ser inevitable y necesaria en caso de una emergencia epidemiológica grave sería mucho más difícil de justificar solo para prevenir el crimen común. Y también sería muy cuestionable si, una vez solucionada esa eventual epidemia infecciosa, los datos personales recolectados con el fin de eliminarla se reutilizaran para usos comerciales o de prevención criminal, entre otros posibles. 

La metáfora del “balance”

Es fundamental desarticular la idea, comúnmente enunciada al debatir estos temas, de que “hay que encontrar un balance entre seguridad y privacidad”. O, como expresó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama (Enlaces a un sitio externo.) en un intento de defender el programa de espionaje masivo PRISM de la NSA: “es importante reconocer que uno no puede tener un 100 por 100 de seguridad y también un 100 por 100 de privacidad, con cero inconveniencias. Vamos a tener que hacer algunas elecciones como sociedad”.

Una aguda refutación de esta manera de pensar se encuentra en el artículo “After Snowden: Rethinking the Impact of Surveillance (Enlaces a un sitio externo.)”, de Zygmunt Bauman, Didier Bigo, David Lyon y otros coautores. Allí establecen que: 

“No se trata de una elección entre mercaderías en un mercado. Las invocaciones retóricas a un balance simplemente oscurecen y amenazan lo que ocurre con lo que puede ser el lugar más importante e intenso, pero desatendido, de la práctica democrática moderna. Se abre luego el camino para reinvindicaciones de facto de que las responsabilidades de la soberanía están en quienes están a cargo de nuestra seguridad y que el espacio de negociación abierto para aquellos presuntamente asegurados debe reducirse”. 

Por supuesto, quienes están a cargo de la seguridad pública también tienen muchas maneras de resaltar algunas supuestas amenazas por sobre otras, y así seguir naturalizando la también supuesta necesidad de un “balance” o negociación entre derechos. Todo esto en un creciente marco de secreto para quienes ejercen el poder, mientras se incrementa la transparencia para los ciudadanos comunes, cuando debería ser exactamente al revés. El lenguaje metafórico del “balance”, por lo tanto, como es común en el lenguaje metafórico en general, tiende a naturalizar una asimetría de poder impropia de lo que se supone que es la democracia, bajo la forma de una asimetría de información. Es una forma de hablar cuya conclusión evidente es que la privacidad es intrínsecamente insegura, que es un obstáculo para la plena seguridad. Y a la hora de definir políticas concretas seguramente la carga de la prueba estará a cargo de quienes abogan por el respeto a la privacidad. Deberán demostrar que, en una situación dada, el respeto por la privacidad no afecta la seguridad.

Finalmente, señalan Bauman, Bigo et al. en el artículo antes citado, están los problemas prácticos que debe enfrentar cualquiera que intente empíricamente “balancear” la seguridad y la privacidad de una manera que no sea ni arbitraria ni subjetiva. Por ejemplo:
  • ¿Qué unidad de medida comparable debería asignarse a cada concepto?
  • ¿Dichos valores se incrementarían o decrecerían a tasas constantes?
  • La utilidad que asignemos a los cambios en cada concepto, ¿permanece constante independientemente del nivel de seguridad y privacidad que haya en el estado inicial y el final?
  • ¿Permanece constante la naturaleza y el valor de dichos bienes durante y después del acto de “balanceo”?
  • ¿Cuántas unidades de seguridad equivalen a cuántas unidades de privacidad? 

Como queda claro, el concepto de “balance” entre privacidad y seguridad carece de ninguna regla o fórmula clara, consistente y no controversial para resolver situaciones prácticas, ni queda claro quién ni cómo debe llevar a cabo legítimamente dicha negociación. 

Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud // Mariano Pacheco

Foto: Esteban Morales
El próximo sábado 21 de mayo, desde las 14 horas, se realizará en el Hospital Neuropsiquiátrico Provincial la primera reunión del “Comité Córdoba” del Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud, cuya sexta edición se realizará este año en la provincia mediterránea, el último fin de semana de noviembre. Luego, una comisión partirá hacia Malvinas Argentinas, para sumarse a la concentración que se realizará en la Plaza San Martín de dicha localidad, en repudio a los intentos de la empresa multinacional Monsanto para instalarse en el lugar. 
Una treintena de personas se reunieron el pasado sábado 7 de mayo en el Colegio de Psicólogos de Córdoba, con el fin de confirmar la realización del 6° Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud, que este año se llevará adelante en Córdoba durante el último fin de semana de noviembre, en un lugar aún por definir. Tras la realización de la primera reunión nacional, que contó con la presencia de delegaciones de las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Mendoza y distintas localidades cordobesas, se fijó el sábado 21 de mayo, a las 14 horas, como día y horario para realizar la primera reunión del “Comité Córdoba” del Encuentro. La cita será en el Hospital Neuropsiquiátrico Provincial.
En diálogo con este cronista, Héctor Fenoglio, de Buenos Aires, destacó la importancia de “empoderarse” como pueblo para poder construir otro modelo de salud al “médico hegemónico”, y aclaró que, con el nuevo contexto mundial, Latinoamericano y, “sobre todo nacional” (gobierno macrista), resulta indispensable “organizarse para librar una resistencia a las políticas neoliberales”, que no pueden –aclaró- “reducirse a su aspecto económico”. “Esta es una avanzada del imperio que busca exterminar cualquier intento popular, aun de las experiencias más tibias, para imponer de manera plena su perspectiva capitalista-imperial”, agregó Fenoglio, uno de los fundadores del ENPCS, director del “Centro de Salud, Arte y Pensamiento La Puerta”, quien por último subrayó la necesidad de no reducir la salud en general, y la salud mental en particular, a una cuestión técnica, “ya que toda salud implica una concepción política”.
Otros espacios que participan del Encuentro son el “Centro de Día Abriendo Caminos” de Rosario, el “Movimiento Desmanicomializador del Hospital Melchor Romero” de La Plata y profesionales delHospital General Las Heras” (Tupungato), de Mendoza.
Los anteriores Encuentros Nacionales se realizaron en Buenos Aires (2011 y 2012), La Plata (2013), Rosario (2014) y Mendoza (2015), en noviembre pasado, donde se intercambiaron relatos sobre las experiencias desarrolladas por cada uno en los distintos lugares del país, se realizaron talleres vivenciales, se presentaron libros y se compartieron “Foros de Debate” sobre asuntos comunes.
El Encuentro, que cuenta con “Comisiones Organizadoras Regionales” que funcionan de manera permanente en Buenos Aires, Rosario, Mendoza y La Plata, suele realizar durante el año Pre-encuentros en las distintas ciudades. En ese marco, 2016 presenta el desafío de poder realizar, también en Córdoba, algunos Foros y actividades previas al Encuentro Nacional de noviembre.     
Contacto en Córdoba: María Furnari (celular: 0351-15-653 5409)

Un mundo sin trabajadores // Lucas Paulinovich

Una, dos, tres, cuatro marchas en cinco meses. Antes las reuniones en parques y plazas, un principio de movilización catártica, desarticulada, sin motivo firme y unificador. También los paros y marchas sectoriales, carnavales, festivales, foros y asambleas abiertas. Estuvieron, desde el primer día del gobierno de Macri, hubo agitación. Continuaciones, instancias de confluencia de agitaciones previas, momentos de “sinceramiento” por parte de aquellos que meses atrás las negaban cómo demonios implantados por los medios manipuladores, y ahora se encontraban sufriendo sus consecuencias, asumiendo ese agite como síntoma de la degradación a la que se ingresa.

Entonces, 24 de marzo, Comodoro Py, 29A y universidad pública. Cuatro imágenes, cuatro multitudes en las calles, viejo escenario de luchas lentamente reconvertido. El 24 de marzo de cara a Obama fue una recuperación emotiva, movilización de afectos, desfosilización, reactivación, un primer intento por salir de la parálisis y la obviedad; Comodoro Py, en parte reencuentro y reacomodamiento, reorganización de discusiones y de construcción; 29A respuesta sindical, Cristina no los había mencionado, ellos aparecen ahí, una demostración del poder sindical, pero también un efecto del anquilosamiento dirigencial y la presión de las bases; la universitaria, fusión de estudiantes y docentes en defensa de lo público y del trabajo, convocatoria nacional, marcha central y actividades desdobladas por todos los ámbitos, en las aulas, en las calles, en las plazas, como si se tratara de una síntesis de las anteriores.

Los afectados se encuentran y actúan. Es en el plano del malestar donde se dan las primeras alianzas. La movilización callejera permite una conjugación política, la aparición de consignas que engloban a las partes convocadas, que sintetizan, pero no definen ejes programáticos. Pero sí hubo elementos constantes. El trabajo está ahí, en todas, como centro articulador. Ñoquis, precarizados, sindicalizados, tercerizados, degradados, privatizados, vaciados, aislados, las marchas se fueron concatenando en un registro que tiene en la disputa del capital y el trabajo su punto de inflexión.

Un mundo sin explotados

Durante la discusión de la ley para frenar despidos, solo el sindicalismo y parte de la oposición resaltó el papel del trabajo. Para el gobierno, hay un único actor económico: el inversor. La utopía neoliberal imagina un mundo sin trabajadores. Pura logística en función de la reproducción infinita. La producción es desplazada por las finanzas: no importa qué se produce, su materialidad, sino el modo de instrumentación para generar valor. Extraer algo, donde se pueda. El trabajo aporta valor. El capital es una máquina que lo necesita: o succiona directamente el potencial de la mano de obra, o lo pone a circular en sus instancias de mayor sofisticación, para que produzca información y genere más valorización. El neoliberalismo es estimulante: optimización y fluidez.

La producción es una etapa subsidiaria de la apuesta financiera, por eso el trabajo es apropiado por el apostador. Todo lo que huele a producción, Cambiemos lo tiene ligado al factor radical. De ahí sus tensiones internas, su marco de alianzas siempre a punto de quebrarse. No es solo un distingo ideológico, si fuera así, el consenso de Cambiemos posiblemente lograría mayor uniformidad. La diferencia es de matriz: el empresariado financiero que encabeza el proyecto modernizador no logra asimilar todavía los restos de arraigo productivo de la argentina. El sueño de las commodities –valor financiero- termina cuando llueve, los campos se inundan y se descubre, otra vez, que la soja es un grano y que sale de la tierra. La eliminación del trabajo es la reducción al mínimo de la dependencia productiva en la generación de riqueza. Que el paso de la economía a las finanzas no sea solo una cuestión de nombre ministerial.

Algo de eso empezó a despuntar durante el conflicto agropecuario del 2008: en la ruta estaban los patrones, chacareros, productores, dueños de estancia, tenedores de acciones. No había mano de obra, no estaban los peones. El trabajo eran ellos. Trabajo es invertir, asumir riesgos. El conflicto del campo-agronegocio logró despojar el trabajo a los sectores que efectivamente llevan a cabo la práctica productiva. El trabajo quedó confinado en la intencionalidad inversora.

La recuperación de la dimensión material-concreta del trabajo jugará un papel clave en el desenvolvimiento del conflicto. La ñoquización, la limpieza de oficinas públicas y privadas, tiene como objetivo una reconfiguración de su estructura. Está en crisis la cultura del trabajo, lo dijo el presidente. Hubo demasiados derechos concentrados en la mano de obra que permitía un grado de autonomía inédito en las negociaciones. Los derechos se adquieren, no se tienen. Ese límite debe correrse a fuerza de achicamiento de salarios e incremento de la tasa de desempleo, plataforma ortodoxa neoliberal sobre la que pivotean las novedades. La erosión de la fuerza del trabajo es una política orgánica del programa económico del gobierno. Las nuevas tecnologías permitirán ir reemplazando los oficios inútiles –cada vez serán más, cada vez serán todos- hasta conformar una estructura laboral de gestión pura, sin intervención humana, con un margen de error y desviación mínimo, solo información fluyendo en un circuito perfeccionado.

La mano de obra se miserabiliza. Escalón último, nivel estancado. La jerarquización toma distintas velocidades: tanto más rápido se logran los ascensos, cuanto más alto se está en la escala. Más acceso a acreditaciones, objetivos cumplidos. Educación y trabajo se unen, el 29A y la marcha universitaria son una. La mano de obra, en la lógica de la inversión, queda encerrada en su propio círculo: limpia lo que vuelve a ensuciarse, nada más que instrumentalidad técnica, un cúmulo de habilidades motrices, que no se transforman en acumulación de información valiosa, nunca se vuelven capacidades. Cumplir la tarea es darle impulso al giro, mayor eficiencia, buen servidor. El modelo McDonalds de explotación y felicidad, es una promesa de transitoriedad. El primer empleo joven, golpe de información sobre el trabajo, adquisición del básico de capital para luego seguir apostando. Para que salga, hay que optimizarse, realizarse, explotarse a sí mismo. O caer a tareas más degradantes, por débil, por inepto, por merecedor de lo bajo. El trabajo chatarra tiene un componente pedagógico, formativo, meritocrático. El mundo, por fin, no tendrá trabajadores.

Un mundo sin tristezas

El problema es la falta de inversión. No se discuten tasas de ganancia de las empresas. Panamá Papers como escenografía: dinámica de la fuga de divisas y extorsión por endeudamiento (toma de crédito y pago de intereses) con los mismos bancos que ganaron casi un 80% más interanual. Buitres haciendo negocios. El reemplazo de la carrera laboral por las tareas por objetivo recompone el mapa del trabajo: se acortan los tiempos, se desintegran los esquemas de trabajo tradicionales e impiden la elaboración de una narrativa estratégica. No se puede dar cuenta de la realidad. Segmentación de las capacitaciones, jerarquías con dinámicas variables, cursos de especialización, siempre pagos. Equipos transitorios, ningún vínculo durable, eficiencia y rapidez. La precarización es la contracara de la tecnificación: mano de obra para actividades de menor exigencia formativa, bajo condiciones de degradación y explotación. Después la carrera: competencia y perfeccionamiento. Búsqueda de un mínimo de empleo miserabilizado en tareas todavía irremplazables por máquinas, hombres-robots.

Entre los movilizados, posiblemente, había votos de Cambiemos. Eso redimensiona la contundencia y los efectos de estas marchas. Pueden raspar la carcasa de adhesiones que el gobierno esgrimió para pedir tiempo y paciencia. Se desgrana el porcentaje recibido en el balotaje, un voto sin convicción, dudoso, más cansado de lo anterior que entusiasmado por lo posible. La evidencia de la economía real apuró los tiempos y desmintió las promesas equilibradoras de la tecnología de gestión. No se puede esperar el segundo semestre. La insensibilidad social del gobierno, visible en sus concepciones ideológicas, sus respuestas, sus iniciativas y su modo de gobernar, mostró la faceta que más daño puede hacerle y que hasta ahora no había tenido lugar: se tradujo en una mala lectura de las reacciones populares, una subestimación del ánimo, al que supuso plenamente doblegado, capaz de tolerarlo todo para “no volver”.

Hay un grado de afección material que los trabajadores no están dispuestos a soportar, por más encono acumulado con el gobierno anterior, por más fragmentada que estén sus dirigencias. La bases se movieron. El gobierno no supo observar que el hartazgo promocionado respecto de los modales kirchneristas no era solo un empaque transitorio que flotaba por la esfera de lo netamente político, sino que conformó una superficie sensible sobre la que impactaron los discursos motivacionales, las apelaciones emotivas, los llamados a la alegría y el resurgimiento. La efectividad de esos mensajes habla no solo de la posible confianza hacia el futuro, si no, más bien, de un momento presente de profunda desazón y desconcierto. Si el llamado es que “sí, se puede”, es que hay algo que no está siendo. Ese suelo de angustia es el que el gobierno desconoció, subestimado la capacidad de reacción de los trabajadores, los docentes y los estudiantes, creyendo en la absoluta cooptación de las dirigencias sindicales y la aceptación monótona del modelo privatista. Se olvidó de las bases, tan amigo de Venegas y Barrionuevo, tan regodeado de las conferencias en la UADE y la Austral.

Habrá que atender los rezongos y el malhumor social como datos de proyección política: hacia dónde irá todo esto, quiénes lo capitalizarán. Bajar de la demanda a la necesidad: la sensibilidad política de la experiencia orgánica, en territorio, antes que su articulación lógico-política. Pensar la hegemonía no como un momento de definición y cierre, sino como el proceso mismo de acciones y reacciones. Los espacios abiertos sin centros de vacío y unificación, múltiples, mutantes, creadores, como asiento de la opción de frente electoral. La política de los cualquieras, por fuera del tiempo electoral, que se relaciona con el otro, un par o dispar, pero no un votante. La producción popular, la presencia de la CTEP en la movilización sindical, la precarización estudiantil, el saber común como territorio y herramienta para la lucha por el sentido. El poder político como consecuencia de esas fuerzas al interior del movimiento.

Un mundo sin mayorías

La marcha del 24 de marzo activó un nuevo comienzo. Se introdujeron variaciones, actores, rítmicas, coreografías y otras interpelaciones. La emoción se fosiliza: se hace única y repetitiva. El temor por remover esa base de efectividad del terror, tuvo un primer enfrentamiento en la masiva salida a las calles. Se agrieta por dentro la emotividad fundamental planteada por el gobierno como lugar para la disputa política. Abre un punto de fuga de la valoración moral hacia una valoración sensible. Las movidas se suman, la agitación también es un continuo.

Se engendran, entonces, otros planos del trabajo. Entran a jugar las economías populares, el potencial organizativo, los modos de invención del trabajo y la construcción de nuevas redes de relación que socaven la lógica de autoexplotación con contenidos creativos-emancipatorios en la actividad productiva. Autogestión y potencia común frente al entusiasmo del proyecto de sí y la coerción por el aumento del rendimiento. Reivindicar la dignificación del trabajo sin tomar en cuentan su función como asegurador del sometimiento, plano en el que se dan los estímulos para la autorrealización, puede llevar a la confirmación de los mecanismos de vigilancia de uno mismo que se producen en ese espacio ensoñado de plena comunicación y transparencia. El modelo financiero-extractivo-exportador, parte del mundo, se extiende en esas prácticas cotidianas.   

Por eso la necesidad que se deduce común: recuperar la vocación de mayoría desde la organización de base, coordinar las acciones inmediatas, cooperar en los esfuerzos y crear espacios de interacción comunitaria. Otros modos de producir, ya no centrados en el trabajo, sino en la fuerza común y solidaria. El trabajo nunca es de uno. Esa necesidad brota de la urgencia compartida, la afección dramática en lo cotidiano. Lo sintieron las organizaciones kirchneristas, parte del peronismo y los autoconvocados, y salieron. Lo sintieron los sindicatos, y salieron. Lo sintió finalmente la universidad pública, y salieron estudiantes, docentes y no docentes. Es una desviación en el algoritmo de reacciones que el gobierno preveía y anticipaba. Ante eso, no parece tener demasiada eficacia el marketing político. Se desestabiliza la agenda, desviación en la zona de circulación de cierto tipo de mensajes, una interrupción en ese campo vigilado de plena transparencia, interactivo, donde la información se pliega y reproduce, se mantiene el equilibrio y la velocidad, se está en verdadero crecimiento.

La necesidad violenta de la desposesión provoca una reacción proporcional. Las manifestaciones son pacíficas, su potencial creador, no. Con eso especula en sus respuestas el gobierno para consolidar la transición al orden. Pero no pude controlar las emociones en la instantaneidad dura en la que se producen. Las políticas económicas impactan sobre las vidas. El gobierno intenta regularlas desde la conjura posterior, estigmatiza, noveliza demonios y catástrofes, incrementa la crisis y la conmoción, menosprecia y aísla lo que lo excede. La pasivización se frustra cuando el paso de la necesidad a la demanda se corporiza en la ocupación de las calles. Esas politicidades sensibles, vitales, sobre las que Cambiemos pretende avanzar en la modernización, se vuelven en contra del flujo que pretendía llevarlas.  

Un mundo sin calles

La presencia en las calles, la gramática de la movilización popular, colmando imágenes, asaltando la discusión desde la experiencia inmediata, siendo corte, aviso de caos y distorsión, es una interferencia inasimilable: hace notar algo por fuera de ese perímetro de discusión democrática, una amenaza que conmociona los mecanismos de neutralización disponibles. Rompe la coyuntura. Hay mucho más que el kirchnerismo desbocado intentando bloquear el camino, sindicatos burocratizados y mafiosos, o un conjunto deforme de organizaciones siempre ineficaces. La narrativa gubernamental se requiebra desde las calles. El gobierno no consigue darle entidad, recurre a la falsificación de lo ridículo. Seamos serios, discutamos lo importante, es el imperativo, el pedido decisivo. La gobernabilidad tecnológica que Cambiemos captó y procura desplegar se tilda con esos cuerpos en las calles. Algo de lo antiguo está activo en lo político, hay capas de sensibilidad en las que no caló aún la modernización. Lo que ahí se pone en juego es más amplio que el enfrentamiento en la teatralidad política. La formación de otros frentes, lo acuerdos, las nuevas organizaciones, el encuentro transitorio o programático, la creación de otros modos de acción y participación, hasta los arreglos electorales, vienen después de los afectados moviéndose.

24 de Marzo, Comodoro Py, 29A y universidad pública. Se abren a otros lenguajes, otras formas de decir y de hacer, son parte de un clima que se forma. La escena política también se conmociona. Se salen de la obviedad: tienen referencias comunes, trayectorias propias, estrategias desplegadas, pero se unifican en las calles como momento de fuerza. Revitaliza los rasgos propios de lo político, atrapado en lo evidente, y potencia el nivel político de las vidas. El fondo vital del trabajo defendido, derecho a hacer. La secuencia de marchas manifiestan otras intensidades en la superficie sobre la que Cambiemos construye su forma de gobierno. No es su trabajo el que está en disputa, no es solo despidos, aumento de precios, reducción del salario, desfinanciamiento, sino su lugar en la recomposición institucional, el sometimiento a esa jerarquía privativa de velocidad variable, autoexplotación, competencia, extracción y multiplicación de valor, sea con aceite de soja o sangre.

“Sin entender los territorios y las subjetividades que se consolidaron durante el kirchnerismo no hay crítica potente al macrismo” // Entrevista a Verónica Gago

por Andrés Pereira Covarrubias
Macri es la cultura (2016), es una reciente publicación que reúne una serie de textos críticos producidos durante los primeros meses del gobierno de Mauricio Macri, en un esfuerzo por comprender y articular un diagnóstico pluridimensional respecto de esta nueva fase político-económica, aportando claves de lectura para las actuales dinámicas culturales en la región. A propósito de este trabajo colectivo, conversamos con su coautora Verónica Gago, doctora y docente en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de San Martin, miembro del grupo de investigación militante Situaciones, también autora de La razón neoliberal (2014) y Controversia: una lengua en el exilio (2012).
 ¿Cuál fue la necesidad de publicar tempranamente este texto y qué busca su intervención?
El primer sentido de esta publicación es de oportunidad y velocidad. Pero más importante es que se trata de textos que más que sorprenderse y escandalizarse con este resultado electoral, lo sumergen en una serie de hilos de análisis temporalmente de más largo aliento y de una densidad que excede a entender los vaivenes del sistema de representación partidario.
Su intervención consiste en plantear preguntas que exploran por qué el triunfo de Macri corona por derecha una serie de mutaciones que hace tiempo venían aconteciendo en el día a día, en la organización laboral de la vida de muchas y muchos en la ciudad, en los modos de violencia que envuelven a gran cantidad de barrios, en las formas de inclusión que están principalmente organizadas por la experiencia de consumo y la explotación financiera que supone y en las maneras en que se intentó una y otra vez apostar a una normalización de lo social, hipostasiando lo que se llamaba la “batalla cultural” a un problema de los medios de comunicación y a sus pedagogías, más o menos progresistas o conservadoras.
¿Qué cultura es Macri?
En varios textos aparece la noción de lo banal como caracterización principal del tipo de cultura que es Macri. Lo banal no es sinónimo de trivial, sino un modo de tratar la complejidad, de capturar y traducir elementos de la realidad en una lógica específica. Una lógica que básicamente respondería a tres nudos: la gestión empresarial de la vida en su conjunto, que opera de modo transclasista; la seguridad policial como clave de un orden que es a la vez estatal y paraestatal; y la fe en el futuro, como un apoyo a la temporalidad que conjura a la crisis, vale decir, la apuesta por el cambio y el entusiasmo como sensibilidad.
Son modos de responder a problemas densos que no pueden moralizarse ni menospreciarse: qué significa vivir en la precariedad y sobrevivir a eso, la sensación de amenaza y vulnerabilidad que se nutre y se traduce simultáneamente en conflictos domésticos y públicos a modo de una intermitente “guerra civil” un poco sorda pero creciente y una necesidad de creer en que las cosas van a ir mejor si asumimos la racionalidad empresarial -que va del rebusque a la Bolsa-, la cual parece desprender una naturaleza optimista a través de sus mismos procedimientos (valor-confianza, valor-aguante).
Macri y su equipo de gobierno condensan esta modalidad como estilo de gobierno, sólo que a cargo de la elite oligárquica del país y cuentan con la legitimidad suficiente para imponer ajustes, aumentar tarifas, promover despidos y, por el momento, conseguir una racionalidad social -por arriba y por abajo- que sostiene la “necesidad” de esas medidas. Por ahora, se escucha bastante en la calle, en el día a día, comentarios y razonamientos que completan y respaldan el carácter “normalizador” que el gobierno dice llevar adelante (en los precios, las tarifas, los subsidios, los empleos, etc.). Es un tipo de idea y de ánimo que se apoya en una metafísica del “sinceramiento” social. Como si una parte de la sociedad estuviese dispuesta y convencida a ponerle el cuerpo a una “verdad” que implica hacer propia la racionalidad del disciplinamiento, de la competitividad y el ajuste a cambio de lo que hasta hace un tiempo se entendía como ciertas formas de bienestar. La pregunta que queda más fuerte es: ¿por qué las y los trabajadores, entendido en el sentido amplio de la población que produce valor, están dispuestos a resignar lo que fueron ciertas “conquistas”? Más preciso: ¿a cambio de qué hay una cesión –en situaciones bien disímiles– del consumo a favor del ajuste?
El título “Macri es la cultura” de algún modo parece nombrar y cristalizar provocativamente al denso y complejo proceso que define “lo cultural”. Un gesto que instala una idea de continuidad subterránea ante el evidente corte dado por el cambio de signo político en el gobierno. En este sentido ¿puede entenderse que Macri llega a encarnar más un develamiento que un giro radical? ¿Qué recaudos y matices habría que tomar ante una lectura así?
Creemos que la sorpresa deja de ser tal si se ponen otras coordenadas, si logramos desentrañar qué hizo que el macrismo se revelara como un cauce posible y lógico para una serie de hábitos, intereses y percepciones que atraviesan distintas clases sociales, generaciones y lugares del país. Esto además tuvo un adelanto obvio incluso a nivel del sistema político: la contienda electoral estaba distribuida entre tres candidatos que eran, con sus matices, todos de derecha. Este es un escenario que expresaba ya un tipo de derrota, sólo que se pensó –como pasó también en Brasil y en otros países de la región– que si las concesiones a la derecha eran manejadas por una fuerza “progresista” no iban a fortalecer a la derecha. La evidencia de ese viejo error quedó demostrada cuasi de manera catastrófica.
La hipótesis que manejamos es que sin entender formas de funcionamiento de los territorios y las subjetividades que se consolidaron durante el kirchnerismo no hay crítica potente al macrismo, que es lo que nos organiza, por supuesto. Y, por tanto, que más que kirchnerismo versus macrismo, lo que hay que pensar son otras invariantes y otros dinamismos sociales que operaron sobre tales invariantes: agronegocios e inclusión vía consumo, finanzas a gran escala y financierización de los derechos sociales, desmantelamiento de infraestructura urbano-popular, retórica neodesarrollista y subsidios a empresas y a sectores populares, etcétera. Son todos elementos sobre los cuales durante mucho tiempo se evitó discutir y problematizar en nombre de una “defensa” al gobierno progresista.
De todos modos, el macrismo es un punto de corte en términos de consolidación y síntesis por arriba de un proceso que no es unilineal. Marcar las líneas de continuidad que señalaba antes no implica sacarse de encima el tipo de singularidad que encarna el triunfo del actual gobierno. Pero, como decís, es más un síntoma que una novedad que surge de improviso. En todo caso, revela que el “significante flotante” del cambio (para usar el lenguaje predilecto de la teoría populista) resultó hegemonizado desde la derecha, con una serie de tecnologías de marketing y comunicación que conectaron, de maneras aún no del todo dilucidadas ni asumidas en su profundidad, con la materialidad compleja y abigarrada de lo popular actual.
Se ha visto la velocidad con que el gobierno de Macri está implantando su proyecto y desmantelando lo construido durante la era kirchnerista, deshaciendo conquistas democratizadoras importantes –solo por nombrar algunos ejemplos, pienso en la paradigmática Ley de Medios, construida por y desde las bases, modificada brutalmente tan solo por decreto; pienso en la disolución, también por decreto, del ejemplar Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, o también en la traumática intervención del proyecto de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, que suscitó incluso solidaridad internacional. Sorprende ver la rapidez con que se ha podido borrar huellas de luchas sociales que suponían poder sedimentarse en la forma del Estado, aquello que se mostraba como ampliación de canales de participación democrática, todo desvanecido de un día para otro. Uno se pregunta entonces ¿qué consistencia tuvieron los efectos reales del discurso progresista que ahora vemos desplomarse? ¿Cómo entender la evanescencia del Estado asumido como lugar final de articulación de luchas colectivas y de posibilidad de construcción de democracia efectivamente radical? Más allá de eso, ¿cómo pensar otros lugares hacia donde dirigir la imaginación política -la imaginación que es política- y organizar el deseo colectivo?
Creo que esta pregunta es clave y que nos queda hacer un balance fino a nivel de teoría del estado, si podríamos llamarlo así. Hay un verbo que es el preferido y el más usado: volver. Hace unos años se decía que volvió el Estado, hoy se dice que volvió el neoliberalismo y algunas fuerzas políticas cantan vamos a volver (emulando eslóganes que tenían que ver con la proscripción del peronismo, lo que no es el caso actual). La velocidad y facilidad con que –al menos en estos primeros meses- se desarmaron instancias estatales que fueron logros y/o conquistas del período anterior muestran al menos dos cosas. Por un lado, la precariedad estructural de esa inscripción a nivel del estado (tanto en sus procedimientos –por ejemplo las contrataciones precarias y tercerizaciones varias hechas por el mismo estado- como a nivel estructural) y, por otro, la inflación simbólica del Estado como ente autónomo, desconociendo su imbricación de fondo respecto el mercado mundial. A su vez, hay que subrayar la veloz reorientación que esas políticas pueden tener desde el parlamento (y no solo por decreto presidencial), como lo mostró recientemente la cuestión emblemática del endeudamiento externo y otras medidas que este gobierno logró impulsar en alianza con la mayoría del sistema político, incluyendo buena parte del Frente para la Victoria. Por eso, esto no es la “retirada” del Estado sino una relación entre el Estado y la población que podríamos nombrar, parafraseando a Foucault, como un “pacto de seguridad”: un estado que extrae su legitimidad de un intervencionismo a través del manejo de la excepción y el riesgo y ya no prometiendo garantías.
Hay un punto más que me parece importante: que esta nueva “voluntad de normalización” -como se nombra en el libro- sea tan extendida revela que en el período anterior se practicó también un modo de la normalización de las fuerzas de la crisis del 2001. Este es un punto clave de continuidad profunda. El kirchnerismo conjugó una voluntad de inclusión inseparable de una voluntad de normalización de la crisis, subestimando y/o encuadrando a las organizaciones sociales, y ese punto no se puede omitir para entender la voluntad reaccionaria de orden que el macrismo expresa hoy. Los modos de construir autoridad política sólo reconocidos desde arriba y en función de la obediencia y el encuadramiento con que se dijo se salió de la crisis de 2001 desde el gobierno, consolidó la idea de que el sistema de la decisión política, como modo de relaciones de conducción, es el nudo intocable de la estabilidad democrática. Por eso se trató a todo impulso autónomo -social, popular, intelectual- como “antipolítica”. Esto tiene efectos perdurables que se conectan con la segunda parte de tu pregunta sobre la organización del deseo colectivo: es lo que hacen hoy todos los dispositivos de comunicación y percepción que están en nuestro cotidiano. Tal vez la pregunta podría reformularse hacia el desorden, hacia la desnormalización pero ahí es más difícil tener una “estrategia” a la que, sin embargo, no renunciamos.
Precisamente ahí apuntaba mi pregunta: ante ese secuestro del deseo colectivo, cómo pensar la relación entre imaginación política y formas de organización otra del deseo, toda vez que es al deseo y a la necesidad de organizarse a lo que no se puede renunciar…
Mi impresión es que hay definir blancos, puntos de ataque, conspiraciones, sin subestimar el consenso construido largamente sobre la normalización. Sorprenderse hoy de que no haya resistencia o que los movimientos sociales no aparezcan como por un pase de magia, me parece el modo más ingenuo y necio de pensar las mutaciones de los últimos largos años. En ese sentido, más que “dirigir” la imaginación política hacia ciertos lugares, tal vez sea posible abrir espacios de investigación militante y de verificación práctica donde se pueda detectar dónde esa normalización de la existencia está siempre en tensión con otras fuerzas, que la arruinan o la disputan, que experimentan formas de lidiar con la violencia de un modo no securitista, que muestran ciertos territorios como paisajes no pacificados ni aceptables, experiencias donde hay una percepción de lo intolerable, y que dan espacio, aire, a afectividades que desbordan o jaquean a la lógica neoliberal como sentido total. Eso sí: lo hacen casi siempre de maneras que no concuerdan con imaginaciones políticas previas. De ahí la imagen de lo runfla que también aparece en algunos textos, como un modo no reglado, no prescriptivo, de la imaginación política y, sobre todo, de las estrategias de fuga.
La razón neoliberal nos pone el desafío de pasar de la analítica a la perspectiva de las luchas, especialmente cuando estas no son evidentes ni fuertes ni sostenidas. No podemos caer en un tipo de politización voluntarista que subestima una y otra vez las dificultades y obstáculos en la formación de las fuerzas populares y que subestima a las micropolíticas como verdadero laboratorio de fuerzas. Una clave es apostar a una nueva imaginación que sea capaz de asumir con realismo las variaciones de lo comunitario, de lo común, sus posibilidades de composición y las chances que tienen de convertirse en afirmaciones concretas en la actual disputa por los modos de vida y contra su creciente explotación.
(Fuente: http://www.eldesconcierto.cl/)


Se creyó empoderada // Diego Valeriano


Ahora Florencia sigue todos los grupos de empoderados en Facebook, se nutre de ahí y organiza su sábado. Aunque a decir verdad el otoño limpio las plazas y eso la entristece. Vive en Don Bosco, es cooperativista de la muni de Almirante Brown y refuerza el fin de mes con ventas de lo que sea  los sábados y domingos. Su mayor éxito fue cuando Violetta toco gratis en Palermo. Hizo 10 lucas pintándoles la cara a las nenas. Toda la familia pintaba, hasta Esteban que es albañil y sus dedos gordos apenas le permiten agarrar el pincelito. Mariposas, globos y nubes dibujaban en la cara de nenas manija. Su mayor fracaso comercial fue en el carnaval del 2012, empezó a vender espuma en el corso del barrio y todo comenzó a salir redondo. Hablaron con el gordo y decidieron apostar fuerte. Pidieron plata a parientes y conocidos para hacer una buena compra de espuma. El flete les dejo cientos de pack de seis pomos en la cocina y la pieza de las nenas. Tendría que haber sido un negocio redondo, pero la masacre de Once cambio todo y el decreto del duelo nacional suspendió el carnaval. La espuma no aguanta un año que se te echa a perder.

Se creyó empoderada porque la trataban bien. El primer sábado de pura cara rota encaro con su tapper para Parque Sarmiento, llevo bizcochuelo para probar y se vendió todo de toque. El segundo finde fue en parque Rivadavia, se preparó bien e hizo unos cuantos mangos. Se entusiasmó, el sol y los arboles le producían alegría y fue sumando a la familia: bizcochuelo, pebetes, café, poster de Cristina y una prima le dio 5 remeras del Che pintadas a mano que vendió todas. También compartía mates y charlas, su voz era escuchada y la gente la miraba con cariño.

Empezó a discutir con Esteban, la UOCRA no ve bien a los empoderados y él no ve bien que su mujer salga tanto. Hasta que una vez discutieron fuerte y por suerte el hijo de ella estaba en la casa para evitar problemas mayores. Las  plazas no pensaba dejarlas, era guita y alguito más. Así que agarro sus tapper y salió para la estación.
Hay veces que las prácticas políticas son crueles con sus actores principales. Más cuando quienes la llevan adelante no la comprenden en su totalidad. Florencia no vio (no quiso) que lo que la iba transformando era el viaje que la cargaba de ideas.

La vuelta de Cristina, el frente ciudadano, el otoño lluvioso y frio dejaron las plazas vacías, sin poder, ni discusión, ni ventas. Ya no se encuentra con las chicas que mientras le compraban, la charlaban del ARSAT, la ley de medios y la unidad latinoamericana. Por ahí ve las fotos de ellas en el Facebook, la mayoría son del frente ciudadano de Caballito, les pone “Me gusta” y hasta a veces “Me encanta”

Micropolíticas neoliberales, subjetividades de la crisis y amistad política // Diego Sztulwark

(o por qué necesitamos criticar al kirchnerismo para combatir al macrismo) *

Me piden que me presente. Me presento por lo que hice y hago. Nombro algunas cosas: coordino grupos de lectura y discusión sobre temas políticos y filosóficos, editamos recientemente con Cristian Sucksdorf la obra completa de León Rozitchner (durante la gestión de Horacio González en la Biblioteca Nacional), fui parte del Colectivo Situaciones, participo de la editorial Tinta Limón Ediciones. Con varios compañeros hemos creado diferentes colectivos los últimos años: el Instituto de Investigación y Experimentación Política; el blog Lobo Suelto!, la columna semanal Clinämen, en FM La Tribu.
Como parte del Colectivo Situaciones después del año 2000 hicimos una serie de trabajos con organizaciones sociales a los que entonces llamamos “investigación militante”. Hay una serie de publicaciones de aquellos años. Tinta Limón se nutre de esa experiencia, aunque también ha editado muchos libros de movimientos sociales sobre la realidad política latinoamericana y muchos de filosofía.
Si recuerdo ahora el Colectivo Situaciones es porque me parece que vale la pena comenzar hablando de experiencias que constituyen lo que podríamos llamar las subjetividades de la crisis. Yo llamaría así a todas aquellas subjetividades que producen crisis, saben vivir en la crisis, tienen una inteligencia para la crisis y desarrollan estrategias en la crisis. Sería una primera manera de presentar la idea de que en América Latina y en Argentina hay mucha experiencia en términos de subjetividades de la crisis. Es lo que hoy puede verse cuando en momentos de restricción económica, o lo que se llama ajuste, aparecen unas redes de economías informales de todo tipo, que logran soportar como pueden la disminución del salario, la disminución del empleo, etcétera. Hay mucha experiencia de un saber hacer de la crisis. En torno al año 2000-2001 esto fue muy evidente: se constituyeron figuras colectivas de largo alcance. Podemos agregar el Club del trueque, las fábricas recuperadas, toda la experiencia del cartoneo… Hay mucha experiencia de saber hacer con la crisis y este es un punto que nosotros como Colectivo siempre nos interesó trabajar.
Me gustaría situar el marco general de lo que podríamos charlar y después volver sobre las subjetividades de la crisis.
Pensé tres puntos para plantear. El primero tendría por título: “Hemos subestimado lo neoliberal”. El segundo sería: “Necesitamos entender críticamente al kirchnerismo para comprender el momento actual”, que no es kirchnerista sino macrista, y el tercero sería: “El problema de a qué podemos llamar hoy amistad política”. En el segundo punto, las subjetividades de la crisis no van a quedar olvidadas.
Respecto al primer punto. En el verano me escribió la antropóloga Rita Segato, que es una pensadora muy relevante; actualmente vive en Brasil e investiga femicidios a nivel latinoamericano. Es además una de las autoras que publicamos en la editorial que mencioné. Ella dice que evidentemente ha pasado en Argentina algo más complicado de lo que podemos entender. Se refiere a cómo llegamos a la coyuntura política actual. Ha habido un vuelco subjetivo estos años que no es fácil de comprender. Si lo comprendiésemos tendríamos más herramientas para entender un poco de qué se trata el actual presente político. Hemos pensado lo neoliberal desde un punto de vista estrictamente macropolítico: normalmente el lenguaje periodístico en estos últimos 10 o 15 años es el lenguaje con el que se piensa la política. Es un límite de nuestra época, pensar la política tan dominantemente a través del lenguaje periodístico de los medios, como si fuera el único género narrativo en el que nos pasa la política. Se ha considerado que lo neoliberal tenía que ver con una coyuntura latinoamericana muy específica, vinculada a lo que se llamó el Consenso de Washington, el ajuste, las privatizaciones, el pago de la deuda externa, un conjunto de medidas macropolíticas que todos conocemos –lo que el menemismo tuvo como programa político y ya había sido instaurado previamente por la dictadura militar.
El problema es que la crisis del 2001 tiene una potencia bastante fuerte de destituir la legitimidad del discurso neoliberal. A partir de 2001 asistimos a una década bastante larga, donde el discurso no puede ser neoliberal, no es neoliberal. O sea, los políticos no hablan de privatización, ni de ajustes, ni de represión: la agenda discursiva 1976-2001 queda silenciada y aparece otra agenda que habla de “consumo interno”, “desarrollo”, “militancias”. La política dice otras cosas que pueden haber generado la ilusión de que el neoliberalismo era políticamente derrotable, superable, es decir que la voluntad de inclusión social que la retórica kirchnerista asumió desde el 2003 con tanta contundencia podía estar dejando atrás, por lo menos en el escenario argentino y a veces podría pensarse que también regional, este fenómeno del capitalismo contemporáneo llamado neoliberalismo.
Visto desde hoy, parece un poco ingenua esa impresión, no sólo porque en el nivel de la política macro lo neoliberal vuelve a instalarse, sino porque todos estos años lo neoliberal subsistió bajo la forma de poderosas micropolíticas. Y este es el punto que me gustaría señalar. El neoliberalismo no es solamente una política que el Estado aplica en ciertas coyunturas, referente a determinada gestión de los recursos, sino que es un conjunto de dispositivos micropolíticos.
Teóricamente no digo ninguna novedad, Foucault trabajó esto muy bien en dos cursos que fueron publicados muy tardíamente, pero que circulan hace unos años ya: El nacimiento de la biopolítica y Seguridad, territorio, población. Hay ya en esos textos una elaboración bastante desarrollada sobre esto. Mauricio Lazzarato, que ya tiene varios títulos en castellano, trabaja en un sentido similar. Lo neoliberal o el capitalismo contemporáneo no como un fenómeno de hegemonía política, no como un fenómeno discursivo, retórico, de partido político que gana elecciones, sino como un fenómeno que no necesita ir a elecciones. Por lo tanto, no hay cómo discutir al neoliberalismo. Va a elecciones, pierde; y hay neoliberalismo igual. Consensuamos entre todos que es una forma horrorosa la imagen empresarial para pensar enteramente una sociedad y sin embargo la forma empresarial de pensar la sociedad vuelve a instalarse. Hay un problema con lo neoliberal que desde el estricto punto de vista macropolítico no se ha llegado a pensar y por lo tanto no se lo ha podido elaborar. Es un problema fundamental.
Para decir algunas cosas básicas de esa política neoliberal, diría que las micropolíticas son dispositivos que subjetivan bajo la forma de la empresa. ¿Qué somos nosotros individual y colectivamente desde ese punto de vista?: empresas. Somos un capital a gestionar, tiene que darnos renta en los distintos aspectos de la existencia, y el neoliberalismo pone en juego para eso un tipo de ganancia subjetiva que es muy evidente para todos nosotros, aunque rara vez creo nos detenemos a reflexionar sobre ello. Esa ganancia se presenta en términos de “libertad”, el neoliberalismo es la primera forma de dominación política que pone en el centro absoluto de la experiencia de la libertad. Somos libres de hacer lo que queremos, nadie nos dice lo que tenemos que hacer. Esa libertad –que puede contrastar con nuestro ideal genérico de libertad, y está bien que contraste, porque el neoliberalismo es ante todo una forma de dominación política– es una manera de dominar en la que servidumbre y libertad se revierten todo el tiempo una a otra al nivel de los dispositivos micropolíticos. Hay una experiencia de libertad en el hecho de que cada quien se las tiene que arreglar, que nadie va a estar diciéndonos exactamente lo que hay que hacer. Cada quien tendrá que vérselas con su capacidad de constituirse a sí mismo como marca, como empresa, según su autovalorización. El mandato es: autovalorizate, como puedas.
Me parece que el éxito de las micropolíticas neoliberales es contundente y ha quedado solapado en la discusión política de la década previa, y al mismo tiempo, cuando Rita Segato preguntaba qué nos pasó como pueblo para pegar este tipo de conversión como la que estamos viendo ahora, planteaba un problema que es imposible de responder sin observar qué ha pasado con estas micropolíticas neoliberales que durante esta década se desarrollaron –muy paradojalmente– junto a una voluntad fuerte de inclusión social. Una voluntad política de inclusión social que se apoyó, que coincidió, que coexistió con unas micropolíticas neoliberales. El poder subjetivador de esas micropolíticas parece haber sido más fuerte que la interpelación en términos de inclusión social, y ahí hay un punto ciego de la última década política que me parece que hay que intentar elaborar.
Me parece que hay que pensar la complejidad del último tiempo de la política argentina y latinoamericana, o de estos gobiernos llamados progresistas o populares, Evo Morales, Lula, Correa, Chávez, Kirchner. La coexistencia, en ellos, de una voluntad de inclusión política que por momentos funcionó como una retórica de los derechos, y que no pocas veces efectivizó derechos muy concretos.
No creo, por tanto, que se haya tratado de procesos exclusivamente discursivos (sabemos que lo discursivo en política raramente es sólo discursivo, porque lo discursivo produce efectos extradiscursivos). Creo que a la voluntad de inclusión social habría que analizarla por lo menos en dos niveles. En el primero plantearíamos el problema de qué es en sí misma una voluntad de inclusión. Y en el segundo, de nuevo, habría que ver hasta qué punto esa voluntad de inclusión se articuló con unas micropolíticas neoliberales. Los límites que le veo a esta voluntad no pasan por el hecho de haber funcionado a partir de una discursividad fuerte. Porque hubo medidas políticas, beneficios y enfrentamientos políticos tangibles y positivos. Me parece que la crítica que podemos formular apunta a la teoría política de esa la voluntad de inclusión, que supo sostenerse doce años, buena parte de los cuales se benefició con altos ingresos y con un contexto regional tan favorable –incluso con una oposición política tan débil. El problema con esa teoría política de la inclusión se plantea cuando no logra ya refrendarse electoralmente.
Cuando digo que hay un problema o que hay que hacer una crítica de esa voluntad no me estoy refiriendo al procedimiento sencillo de la impugnación, de la denigración, de la negación del fenómeno. Estamos tratando de pensar qué analítica nos permite entender su funcionamiento y si es posible entender cómo lograr que ese funcionamiento deje lugar a otros mas consistentes (mas igualitarios, o mas libertarios, si es posible).
En primer lugar, esa voluntad de inclusión social es compleja en sí misma, es ambivalente. Porque combina dos cosas diferentes. Por un lado, remite a los valores más valiosos que podemos compartir, como es la sensibilidad con respecto a los otros que han quedado excluidos del consumo, de derechos básicos, dañados por el proceso de acumulación, o bien durante el proceso dictatorial. Ese aspecto de la inclusión activa lo mejor de nosotros. Pero, al mismo tiempo, la idea misma de inclusión tiene un aspecto colonial. Un aspecto por el cual el otro es bienvenido a una zona previa, que no se va a constituir con la inclusión del otro. Invitamos al otro excluido a ser parte de lo que nosotros somos, o del lugar en el que ya estamos.
Esa distinción entre un territorio firme (los incluidos) y un no territorio (de los excluidos) parece inherente al espacio de la inclusión. Alguien está fuera y lo invitamos a sumarse, sin que esa invitación transforme el espacio al que lo invitamos. Esa idea es un límite mismo del planteo de la inclusión, un límite evidente. Tal vez no sea posible ofrecer pleno empleo en Argentina –es solo un ejemplo- si consideramos cómo evoluciona el mercado laboral, la introducción de tecnologías, la evolución de la productividad, etc. La idea de pleno empleo, que incluye una idea de ciudadanía pensada clásicamente –la inclusión por la vía del salario– puede ser muy limitada.
Aun si el discurso de la inclusión viabiliza cosas tan interesantes como la sensibilidad respecto a todo lo que es dañado, excluido, incluso a los modos mas violentos de explotación, se trata de una idea que conserva los dos aspectos señalados: uno muy justo y activo, otro  muy jerárquico y anulante. El activante viene a movilizar al conjunto, no permite que haya una parte del conjunto que quede negado o cruelmente subordinado sin que se diga nada sobre eso. No se acepta con indiferencia que los otros que quedan en la peor situación. Y por el otro lado es un poco ingenua, me parece, la idea de que esa activación pueda hacerse simplemente por la vía de invitar a los demás a ser parte de un espacio pre-constituido. Esa pre-constitución es un problema. No permite pensar la carencia que esa idea de trabajo, de ciudadanía o de Estado –que la voluntad de inclusión promueve- carece de categorías mentales para pensar cómo evoluciona el trabajo, cómo evolucionan los territorios, cómo evolucionan los consumos.
El problema de la inclusión, así planteado, es que inhibe -en lugar de incentivar- la creación de categorías que den cuenta de la constitución subjetiva de la sociedad compleja en la que vivimos; que incluye economías informales; nuevas formas de soberanías territoriales; una riqueza de producción subjetiva que, es al menos mi impresión, la idea de inclusión no llega a pensar del todo. No sólo respecto de los territorios, sino también respecto del mundo financiero, que es el lugar donde se organiza el mando del neoliberalismo.
Las finanzas constituyen el mando, la racionalidad última de lo neoliberal. También lo financiero es de una complejidad y se liga con los territorios de una manera muy compleja. El neodesarrollismo que hemos tenido estos años no ha desplegado las categorías mentales ni siquiera para poder regular la economía financiera. No me paro en el lugar de impugnarlo, sino en el de tratar de entender qué pasó y hacer un balance abierto; en el lugar de que pensar la política implica poder entender qué es lo que no funcionó de este proceso. También para pensar qué cosas habría que discutir para que sí funcionen en algún momento.
Preguntas sintetizadas: ¿cómo juega la noción de “goce” en lo que estás contando?; ¿por qué te cuidas tanto de criticar al kirchnerismo?; ¿el macrismo es la “etapa superior” del kirchnerismo?; ¿lo mejor del kirchnerismo preparó esto, como la condición de lo que hoy vivimos?
Diego: A la pregunta sobre el goce, es una categoría que yo no conozco, pero sí me parece fundamental el hecho de que las micropolíticas operan en ese nivel, que la compañera llamó del goce. Una hipótesis que se podría pensar es si esas micropolíticas no son doblemente desposesivas. Primero hay una desposesión material, pero también está ligado el neoliberalismo a una desposesión subjetiva. Sería la ilimitación del consumo, consumo como promesa ilimitada que lo ligaría a una desposesión subjetiva donde cada vez somos menos capaces de regular cuál sería la razón por la cual no participaríamos de todo esto. ¿Dónde decimos que no?, ¿dónde dejamos de participar? Nuestra capacidad de gestionar, de administrar, de preguntarnos hasta dónde, cuánto. Por ejemplo, un dispositivo micropolítico fundamental de nuestra época podría ser Facebook. ¿Cuándo dejamos de poner fotos nuestras?, ¿quién nos pide que nos exhibamos tanto?, ¿por qué tenemos que decir todo lo que pensamos?, ¿por qué tenemos que decir todo lo que ocurre?, ¿no hay ningún límite respecto a la exhibición? Hay una desposesión de tipo subjetiva en este caso.
Las micropolíticas neoliberales tienen un juego con la libertad que consiste en el hecho de que nuestro deseo trabaja activa y voluntariamente al interior de estas normas, de estos dispositivos, de estos mecanismos. Poder pensar esa relación en donde la libertad se vuelve servidumbre y donde este movimiento se revierte. Spinoza decía en el siglo XVII, en el prólogo del Tratado teológico político: “¿por qué los hombres luchan por su esclavitud como si se tratase de su libertad?”. El neoliberalismo ofrece mucha posibilidad para hacer libremente de nosotros unos siervos, sólo que el tipo de mando que hay en el neoliberalismo es sobre el medio más que sobre el cuerpo. El medio es el “entre” en el que se generan afectos y opiniones. Muy difícilmente alguien nos diga lo que hay que hacer, somos nosotros los que decimos cómo hay que hacer para estar en Facebook, por qué hay que estar bancarizados, somos nosotros los que estamos una y otra vez ofreciéndonos a una suerte de inversión panóptica. Somos nosotros los que tenemos el deseo de estar ahí y de funcionar así.
Con respecto a los “cuidados” en relación a la otra pregunta diría: cuidado para la crítica y para los devenires. El filósofo Gilles Deleuze decía que no hay gobiernos de izquierda. El concepto de izquierda, en términos micropolíticos, solamente sirve para los devenires, decía. Los devenires precisan cuidados. Acaba de salir un libro del grupo Comité invisible, de Francia (A nuestros amigos), donde ellos tienen este enunciado: “el revolucionario es el que cuida los devenires”. Yo diría cuidado para los devenires y para la crítica, es algo que me parece fundamental, porque no se trata aquí de la polémica. Henri Meschonnic en varios de sus textos hace la diferencia entre crítica y polémica, que son términos que etimológicamente ambos vienen de la guerra. Mientras la polémica es el intento de vencer por medio de la opinión, la crítica es el esfuerzo por develar funcionamientos. Me interesa la crítica y no la polémica. Todo lo que se juega en la guerra para posicionarse frente a los demás, comparto con Meschonnic, con Deleuze y con varios, no me parece productivo. Todo el esfuerzo que podamos hacer para entender funcionamientos, para mostrar funcionamientos y dar lugar a otros, me parece muy importante.
Pienso que en cierta medida el macrismo es la fase superior del kirchnerismo, lo que no niega que tenemos que pensar muy seriamente también sus diferencias. Es decir que pensar la continuidad no anula pensar la diferencia. Ahí entramos en un juego que estamos elaborando, en donde habría que pensar qué hay de continuidad y qué hay de diferencia. Si les interesa doy un paso más sobre esto. Lenin decía que el imperialismo era la fase superior del capitalismo. Quiere decir que el macrismo sería una parte del mismo proceso del cual el kircherismo fue central.
Visto desde hoy, a grandes rasgos tendríamos esta secuencia: 2001 –subjetividades de la crisis; se deslegitima lo neoliberal; todo un proceso signado por la inestabilidad, en el cual se da el asesinato de Kosteki y Santillán–, luego empieza un proceso que estaría designado por el kirchnerismo –una Voluntad de Inclusión, inseparable de ciertos rasgos de acumulación que algunos llaman noextractivista, o neodesarrollista–, y luego por el macrismo –una Voluntad de Orden, de Normalidad. La pregunta podría ser: ¿y no será que el macrismo es fruto maduro de todo este proceso? En ese sentido hablo de fase superior, con respecto al proceso de que emergió luego del 2001. Es algo que ya estaba presente en la racionalidad del proceso de normalización pos crisis aunque no siempre lo habíamos advertido así, y ahora cuando aparece decimos que esto no es una ruptura, es algo así como el producto de la maduración inadvertida de algo que se venía dando. Intentaría ahora explicar un poco este último razonamiento.
Pienso que estas políticas neoliberales sobre las que se fundó la idea de ampliación del consumo no son otra cosa que la difusión en la sociedad de un código de adecuación. Es decir, ahora sí hago una crítica al kirchnerismo no cuidada, sería la siguiente: en el momento en que las subjetividades de la crisis del 2001, en que la vitalidad plebeya que se afirma en el 2001 argentino, 2003 boliviano –hablo a nivel regional–, esa voluntad plebeya que tiene capacidad de impugnación o de destitución del orden neoliberal es incluida en las categorías de la economía política. La inclusión es la inclusión de una vitalidad plebeya al interior del mercado del consumo, de las categorías de la economía política. Esa inclusión es completamente ambivalente, ambigua. Por un lado es disciplinante y llama al orden a las fuerzas que habían mostrado una vitalidad de destitución, pero por otro lado mete conflicto dentro de la economía política, dentro de lo que entendemos por consumo. Esta politización del consumo o esta politización de la economía política, me parece que es el punto más alto o más interesante del período kirchnerista, en el sentido de que a través de las categorías del mercado, fuerzas plebeyas intentan apropiarse parcialmente de la ciudad, del espacio, de la riqueza; con categorías imposibles de llevar al lugar donde esta vitalidad podría ir. Y ahí me parece hemos perdido una oportunidad política. Ahí hemos perdido, kirchneristas y no kirchneristas.
Pregunta: ¿cuál hubiera sido otra?
D: Uds. saben que ya hablar así nos deja débiles. Pero igual lo digo. Creo que la posibilidad hubiera sido la siguiente: entender la inclusión, el aumento del consumo, no como parte de una teoría populista. Sino como parte de una teoría en la cual la fuerza plebeya en el mercado permite discutir más la estructura misma del mercado.
La inclusión, la activación de las fuerzas productivas en el mercado, es la vitalidad plebeya puesta en el centro del mercado. No da lugar al pleno empleo, no da lugar al Estado de los años 50, no da lugar a una inclusión tal como la teoría populista en sus imaginarios tiene que activar. Ni siquiera da lugar a un Estado de bienestar –por lo menos clásico–, porque fíjense que la inclusión pensada como estado de bienestar es a través del salario. En Argentina fue a través del consumo, no fue a través del salario. Y poder pensar que la inclusión es en el consumo y no en el salario, ya nos revela que la figura a incluir no es la del trabajador. Es mucho más compleja esa figura. Me detendría a decir: las subjetividades de la crisis redibujaron los territorios. Las prácticas en los territorios requieren categorías mentales que no son las de las filosofías populistas, ni las de los Estados de bienestar social. Por lo tanto hace falta una invención política a la altura de la composición nueva de los territorios.
Capaz que estaba en juego la capacidad que tenía el movimiento plebeyo de cuestionar la estructura del mercado, participando de él, no impugnando el mercado. Participando del consumo y de la distribución de la riqueza; cuestionar, por ejemplo, quién produce, qué se produce, cómo se produce, que esa presencia de lo plebeyo en el Estado y en la economía, esa vitalidad que en cierto momento hubo, pudiera estar orientada a ir atravesando, redefiniendo, ampliando lo que entendemos por Estado y por mercado. En ese sentido creo que no se puede tomar el kirchnerismo en paquete, porque nos perdemos el conflicto y la politización interna. Intento cuidarme para no quedar inmediatamente puesto como kirchnerista o antikirchnerista, que son una forma de la estupidez general, que no permite entender que desde el punto de vista foucaultiano estratégico de las subjetividades, cómo leemos, qué leemos, dónde vemos la oportunidad de intervención, en relación a cómo y dónde, cómo articulamos lo subjetivo con lo económico político, etc.
Muy desordenado ya en relación al planteo inicial, me meto en el tercer punto.
Las teorías políticas de la última década –me refiero en particular a Ernesto Laclau y Jorge Alemán– despliegan una teoría sofisticada de la subjetividad y la política, aportaron a una reflexión sobre este proceso político que viene después de la crisis del neoliberalismo. Lo que haré ahora es criticarlos a ellos, por lo que podríamos llamar un discursivismo y un politicismo. Discursivismo es pensar que la política ocurre en el nivel del discurso y el politicismo pasa por creer que la política no está hecha con las subjetividades que se dan en la producción.
Sería una crítica doble, al discursivismo, a una cierta idea de que la materia de la política es el discurso, a un tipo de prejuicio en torno a qué se llama discurso. A qué se llama discurso y una reducción de los fenómenos de la política a lo discursivo. En Laclau está muy formalizado: por ejemplo, la escena principal de la política es un significante vacío. No creo estar diciendo contra él nada que él no aceptaría. Dice: la política es discurso. Pienso que hay una discusión ahí, sobre a qué se llama discurso o si se puede sostener que la política es sólo discurso. Es un primer tema a discutir.
El segundo es el politicismo. Llamaría así a tomar las subjetividades dentro de una mecánica política, sin considerar que esas subjetividades al mismo tiempo están en un conjunto de otras mecánicas y que es la misma subjetividad la que aparece en uno y otro nivel. Cómo cambian los territorios, cómo cambian las economías, cómo va cambiando la experiencia de la producción en la sociedad, no son temas ajenos a la política. No es que la política toma una subjetividad que no está construida ahí. No se puede pensar la articulación política sin pensar las estrategias en las que se articula la vida en todas las demás dimensiones.
O para decirlo de otra manera: no se puede hacer política como si las micropolíticas neoliberales no fueran dominantes. No estamos en la discusión entre interlocutores, donde cada uno formula su demanda y alguien las articula. Me parece que es el suelo contemporáneo. Lo que digo es que la teoría política que no hace investigación militante tiene un problema, está más para discutir con Platón que para entender lo que está pasando en la producción subjetiva en los territorios –y en su entrelazamiento con el mundo de las finanzas-, donde los problemas de las personas que hay que elaborar llegan vía los focus group y las encuestas. El teórico-político que se informa leyendo encuestas se aproxima así peligrosamente al político profesional. Acepta docilmente esta mediación desproblematizante. La encuesta misma, su diseño, suele pertenecer a criterios de cuantificación semejante al de la consulta y el estudio de mercado. El apoyo de la racionalidad política sobre esta micropolítica neoliberal es total, porque hay una ceguera respecto a que estas micropolíticas siguen actuando, siguen articulando el pensamiento y se ha olvidado el problema de las militancias. ¿Qué lugar ocupan las militancias territoriales en la producción de pensamiento? No como cristianos que quieren incluir solamente, no para pagar culpas, sino en la producción política. Es algo que cualquier filosofía del antagonismo tiene que saber, si la política es antagonismo y uno se inscribe en un campo, el modo en que ese campo piensa es fundamental, no se puede delegar. Si eso se delega está todo dicho.
Algo más con el consumo. ¿Por qué hay consumo sin salario? ¿De qué lugar sacan la plata para consumir todas aquellas personas que no cobran un salario? La deuda es uno de ellos, perfecto. Entonces qué quiere decir la deuda. La deuda quiere decir que los bancos delegan sobre el territorio un flujo de dinero no regulado. Porque, ¿cómo le presto plata a alguien que no tiene salario? Si voy a un banco, me piden cosas, ¿cómo hacen estas personas para tener un crédito informal para consumir? Los bancos delegan por vía ilegal, no regulada, a entidades crediticias no reguladas –que en Argentina son muchísimas– y le dan plata a la gente con una tasa altísima de interés. Doble complejidad, personas que ingresan al consumo sin estar en el salario. Por lo tanto, los derechos para esas personas no pueden ser a través del salario. La inclusión no es a través del salario, primera ruptura con el sentido común.
La segunda: el capital financiero está por encima de la regulación, no es regulado. Hay un problema específico en el modo en que las finanzas operan como mando del capital sobre la sociedad, que creo que tampoco se ha pensado lo suficiente. Cuando puedo, como entidad crediticia, dar un crédito a una persona pidiéndole como contraprestación que me dé la tarjeta con la que cobra el plan social, estoy explotando el plan social. El capital financiero explota las políticas sociales. Directamente el Estado me da plata porque considera que estoy por debajo de cierto nivel de empleabilidad, de empresarialidad, soy un damnificado, no puedo pensarme como empresa, no estoy a la altura de las micropolíticas neoliberales, no puedo ser el empresario que todos quisiéramos. Entonces el Estado me da una asistencia. Esa asistencia se la queda la entidad crediticia-financiera. Directamente es una agencia que explota la política social.
Cuando digo que hay falta de categorías mentales para pensar esto, o que la falta de investigación militante ni siquiera permite plantear el problema –porque no se les pregunta a las personas cómo están haciendo para vivir– también estoy diciendo que no se organizan experiencias militantes para intentar pensar cómo regular ese mercado financiero, o cómo hacer para que los planes sociales del Estado no sean presa fácil de esa forma de explotación financiera. Estoy pensando cómo se da la lucha política. Y también estoy pensando que el discurso está bien, pero si en la práctica no podemos crear dispositivos que permitan neutralizar formas de explotación, que permitan comprender cómo estamos viviendo en el territorio y a partir de ahí entonces retomar la cuestión discursiva, hegemónica, etc., la concesión es demasiado grande, el dominio de las micropolíticas configurando nuestras percepciones, nuestros mapas, es demasiado grande. Y el nivel de racismo y distancia que hay entre los intelectuales que piensan y la experiencia de la gente en nombre de lo que se habla es un abismo. Es un abismo que hace que los intelectuales hablen en nombre de unas fuerzas, y esas fuerzas ni se enteraron. Entonces hay un problema con la política. A Gramsci, que lo han citado, jamás se le hubiera ocurrido que pudiera haber intelectuales tomando la palabra, sin que esa palabra estuviera elaborando la experiencia de la praxis de esa clase. Hizo falta el post-estructuralismo ahí para desorganizar lo que Gramsci llamaba clase, que hoy podrá no ser clase industrial. La idea de que no hay producción social es un poco fuerte.
Creo que el problema de las categorías mentales para pensar esto viene muy ligado con lo que llamaría investigación militante, es decir poder tocar los problemas para los cuales la teoría no sabe qué decir. El militante que sólo se compromete y el intelectual que sólo problematiza dan lugar a un divorcio tremendo. Lo que estaría tratando de plantear es la experiencia, también muy generalizada, de articulación entre la problematización y el compromiso político.
El otro punto que les quería plantear es el de la “amistad política”. El problema de la amistad viene planteado en el libro del que les hablaba, del Comité Invisible –es un grupo francés de activistas que están participando de lo que está ocurriendo en la Plaza Republique–, A Nuestros Amigos. Spinoza en el siglo XVII, en su libroÉtica decía que la amistad es la experiencia de la producción de utilidad común, el amigo es aquel con el que se tiene utilidad común, no es el amigo de la aventura, de la confesión, de los secretos, el que te banca. No se refiere al amigo íntimo, no se refiere a ese tipo de cómplice. Se refiere a todo tipo de experiencia en la cual con los otros lo que hay es producción común.
Por eso Spinoza lo llama experiencia de la sinceridad, que no es la de la confesión de la intimidad. Es la experiencia en la que yo estoy con otro y en ese estar lo que se juega es una utilidad común. Como la utilidad es común no hay insinceridad posible. Creo que hoy la experiencia de la amistad como búsqueda de utilidad común, no del amigo personal, tiene que ver con la capacidad de detectar afectividad no neoliberal. Tiene todo que ver con la posibilidad de construir estrategias en el marco de una afectividad no neoliberal.
Como saben en el Siglo XVII Spinoza escribe la Ética, entre otras cosas, en discusión con el campo teológico y con Descartes. En los dos casos se trata un poco de la misma discusión. Él trata de pensar desde la noción de la potencia, que no admite la distinción entre cuerpo y pensamiento. Por eso estaba tan enfrentado el racionalismo de Descartes como a los dualismos monoteístas. ¿Qué hace Spinoza con la potencia? La potencia es poder hacer, poder pensar, poder hacer. Poder hacer del cuerpo y del pensamiento, que en Spinoza no se separan, por lo tanto la potencia es poder hacer, poder pensar. También se puede llamar potencia a lo que él nombra como perfeccionamiento del deseo. Quiere decir que cada vez más podemos organizar con nuestra potencia los encuentros con los otros. En ese perfeccionamiento de la potencia vamos hacia la utilidad común, dice Spinoza. Porque individualmente el nivel de potencia que se puede alcanzar es bastante bajo. La ocasión de la potencia siempre es el encuentro con otros. Sin que Spinoza diga que lo colectivo o lo social es interesante en sí mismo. Es interesante en tanto viabiliza potencias. Cuando ese encuentro permite aumentar posibilidades de hacer y pensar. Por eso Spinoza tiene una teoría tan original de la democracia. No es para él sólo una forma de gobierno, sino el esfuerzo de articulación que hace un colectivo.
La utilidad común es el hecho de que un conjunto de personas piensan y actúan con cierta conciencia de que en esa acción se está produciendo una utilidad común, porque lo que se está poniendo en juego es una potencia común. Tengo la experiencia de esto que estamos haciendo juntos, yo no lo podría hacer si no es así, si no es con otros. En la política esto es fundamental. Hay signos de que acá hay otra política cuando hay esta experiencia de que somos parte de una utilidad común, que no es simplemente cuánto saco yo. También es cuánto saco yo, pero no es simplemente eso. Lo que saco yo tiene que ver con lo que se está produciendo. Hay una cierta conciencia de que esta producción común está haciendo articulación afectiva, de ideas, está produciendo sociedad. Hay producción ontológica en Spinoza. Eso lo hace muy difícil a Spinoza. La Sociología, las Ciencias Sociales, las Ciencias Políticas, tienen muchos problemas con Spinoza, porque son todas filosofías que lo que hacen es representar términos. Y en Spinoza no hay representación, hay producción. Se producen afectos, se producen figuras, se producen ideas, hay una producción.
Retomo el tema de la afectividad neoliberal. En Spinoza los afectos son aquello con lo que yo elaboro el modo en que otro me afecta. Y los afectos son transicionales. Todo afecto implica una transición a más o menos potencia. Por eso Spinoza tiene todo un capítulo en la Ética, sobre el tratado de las pasiones, que es la descripción de los conjuntos de los afectos. Esos afectos se distinguen en tanto aumentan la potencia o la disminuyen. Cuando aumentan la potencia, va a hablar de pasiones alegres, cuando la disminuye va a hablar de tristeza, de aquello que nos separa de lo que podemos. Deleuze hizo una sofisticación del asunto planteando que los afectos son inseparables de los devenires. No tenemos mucha chance de experimentar afectos más allá de los habituales, si no es en relación a los devenires, devenir animal, devenir indio, devenir mujer. Siempre hay un paquete afectivo otro en relación al cual nosotros podemos deshacernos del modo en que nos ligamos al modelo mayoritario, a la regla, y damos curso a una anormalidad. Es decir a una cierta indiferencia respecto de la norma instalada y a una suerte de producción. A eso lo llama “devenires minoritarios”.
Entonces, los afectos son lo que experimento cuando un cuerpo me afecta. Nosotros somos una pluralidad de afectos, diría Spinoza. Esos afectos están siempre ligados a un poder de afectar y de ser afectados, o sea la estructura de la potencia. Y diríamos con Deleuze, son el juego por el cual yo voy más allá de mis afectos personales o de mis sentimientos y éstos pueden hacer recorridos subjetivos que no estaban preanunciados en mi autocomplacencia, en mi estabilidad.
La cuestión de la crisis creo que habría que pensarla de la siguiente manera. La crisis es un objeto de la disputa política, en el sentido de que no hay política que no defina qué es la crisis para ella. La crisis del 2001, la definí como una tal en la que aparecen subjetividades de la crisis. No creo que la crisis actual pudiera producir esas subjetividades. Como toda política defina una idea de crisis, no diría que la crisis permite pensar. No haría una identificación rápida que diga vamos presto a la crisis, porque si vamos rápido vamos a poder pensar y vamos a poder. No lo diría así linealmente. Soy consciente de que hay un conjunto de políticas que no me interesan, que dicen hay que llevar lo más posible todo al mal y a la crisis. No estoy queriendo decir eso, porque esa manera de pensar no se pregunta de qué crisis estamos hablando, formulada por quién. Porque es una categoría que corresponde a una racionalidad. La crisis del 2001 no es la crisis en general, es una que tiene una historia, que ha producido unas subjetividades que nos permiten entender qué es lo otro de una afectividad neoliberal, algo que no todas las crisis producen.
Diría que la crisis actual está secuestrada por el pensamiento neoliberal. Es el miedo a no poder adecuarnos, a no poder decir; sólo fomenta nuestro deseo de orden. Sólo desea nuestra adecuación a los dispositivos neoliberales, mientras que en 2001 era muy diferente. ¿Qué es lo que hizo el kirchnerismo? Negativizó la crisis. Dijo que esa crisis es lo peor que habíamos tenido, que había que irse rapidísimo de ella, la crisis era el infierno. Y esa negativización de la crisis hace ya una conexión con el macrismo. Del kirchnerismo al macrismo, la lectura del 2001 es 100% negativa, es lo peor que puede pasar. Y efectivamente hay con qué decirlo, hubo un quantum de padecimiento absoluto en el 2001 y lo vuelve a haber cada vez que hay crisis. El problema es que en esa negativización se pierde algo, que son estas subjetividades de la crisis. Que podríamos pensarlo así: eso que se pierde, es eso mismo que después no hay cómo pensar en los territorios, porque no hay categorías mentales para pensarlas. Hay un conjunto de estrategias de la crisis que todo el tiempo siguen funcionando. Y lo que no puede hacer la teoría política es articularse con esa subjetividad.
Mi impresión es que si hoy hablamos de crisis sin hacer este contexto de discusión, sin pensar con mucha rigurosidad lo que estamos diciendo, es una crisis negra, oscura. Hubo un antecedente en el 2011 con la huelga a los policías, primero en Córdoba, luego en el resto del país. La imagen del narcotráfico, saqueo, brutalidad fascista. Eso es una escena oscura, es un reverso de la situación política del 2003 para acá.
Creo que el kirchnerismo tuvo algo muy interesante, después de por lo menos cuatro décadas, que fue el ejercicio de denuncia de cómo las corporaciones se apropian de la decisión pública. Hay una pedagogía kirchnerista, por momentos berreta, pero en esencia muy interesante, que dice: medios de comunicación, corporaciones, las empresas, etc., quieren apropiarse del poder público de decir. Ese aspecto del kirchnerismo no se continúa en el macrismo, por eso decía que hay continuidad y diferencia.
El macrismo es el triunfo de la privatización de la posibilidad de decidir y simplemente hay una racionalidad de las políticas neoliberales y de las empresas a las que todos nos tenemos que adecuar. No hace falta una inteligencia personal para lograr representar y hacer repercutir el conjunto de los códigos de las micropolíticas. Argentina lo estaba esperando. Él llega y va muy bien. El Frente para la Victoria vota sus leyes, la sociedad más o menos entiende todo, a todo el mundo le parece más o menos sensato. Hay un tono de nos relajamos, menos conflicto.
Esto que el kirchnerismo hizo tan bien, para mí, que fue poner en el centro de la discusión que el neoliberalismo privatiza la decisión política, es un asunto de la política de la derecha de siempre, es un tema de Carl Schmitt –soberano es el que decide, el que puede tomar la decisión–. El kirchnerismo tomó muy bien ese punto. Carl Schmitt por ser de derecha no deja de ser genial, muy interesante y cada día más necesario. El problema que veo es que el kirchnerismo suele tomar todo aquello que no se subordina a su dispositivo de decisión política con la misma lógica con las que toma a las empresas a las que denuncia: como una antipolítica. El kirchnerismo vive denunciando una antipolítica. Pero se toma como antipolítica también a todas las subjetividades que no se amoldan al modelo que presenta. Entonces ahí hay un problema, porque lo que es más interesante se da vuelta e inadvertidamente se convierte en lo menos interesante. Politiza la sociedad, teniendo un corazón completamente despolitizante. Porque defiende la decisión política con respecto a sectores del capital pero no extiende la decisión política sobre el conjunto de las organizaciones populares, no la abre, la incluye, pero justamente el problema de la inclusión. Sí lo incluye pero no la abre, entonces el problema de abrir: el problema del mercado, el problema de la producción, todo eso queda pospuesto una y otra vez.
El macrismo en política dice “nosotros no incluimos, integramos”. No veo nada interesante el disconformismo presutamente republicano (en el fondo profundamente clasista) que reprocha la idea de “inclusión” al kirchnerismo en términos de corrupción. No creo que ese disconformismo supusiera una radicalización de los aspectos más igualitarios y libertarios de la voluntad de inclusion, sino todo lo contrario. De un lado se diría, ¿qué le podemos criticar al kirchnerismo respecto a la inclusión? Su precariedad absoluta. Su aspecto colonial, sobre el que ya hemos hablado. Pero no creo que ese sea el discurso de los disconformes que arman el discurso del Pro. Es un disconformismo muy diferente al de quienes desean enfatizar los componentes discursivos de la inclusión más allá del propio kirchnerismo. Creo que el Pro lo que hace es heredar del kirchnerismo un deseo de orden, que ya estaba en muchos casos presente en el propio deseo de inclusión, es el aspecto negativo y reaccionario que está dentro de la voluntad de inclusión. Cuando quiero incluir a alguien también lo puedo estar llamando al orden. Claro, la inclusión es una forma completamente diferente de llamar al orden. No tiene nada que ver con la fascista, o la neoliberal pura –que habla de innovación, integración, etc. Pero hay un aspecto en la inclusión que creo que con el macrismo no dejó de aflorar. Creo que este aspecto ordenancista de la inclusión ofrece al macrismo un cierto hilo con el proceso del kirchnerismo, al mismo tiempo que el macrismo licencia al kirchnerismo, releva el orden via inclusión por el orden vía el orden mismo.
Y creo que el lenguaje del macrismo no hace sino expresar esta innovación en el ideal de ese deseo de orden. Me parece que el macrismo vino a ordenar de acuerdo a un lenguaje, un conjunto de códigos que vienen servidos del mercado mundial. La innovación es muy pobre. Se están incorporando en Argentina tecnologías políticas, tecnologías comunicativas, que muchas veces incluso ya estaban en el kirchnerismo, y se le está dando toda la verdad, toda la razón. Lo que dice la empresa. ¿Qué necesita un vecino?, un policía en la puerta y una adecuación empresarial. ¿El Pro dice algo más?, quiere discutir algo más que no sea la posibilidad de darnos un policía en la puerta y un discurso sobre la empresarialidad. Claro, es un discurso sobre la creatividad, en el sentido plenamente neoliberal.
Hay dos cosas que están en el neoliberalismo y que a veces se cree que no están. Primero está el Estado, no es cierto que en el neoliberalismo niegue el Estado. Foucault lo explica muy bien: el liberalismo quería liberar zonas para el libre mercado, de modo que el Estado pueda aprender las regulaciones naturales de los intercambios del mercado. El neoliberalismo es muy otra cosa, es la presencia del Estado produciendo mercados, no es un “dejar hacer”. Es una sofisticación de las instituciones que todo el tiempo activamente producen mercado. Entonces, por un lado, no es cierto que ser de izquierda es que haya Estado, ser de derecha es que no haya Estado. Ser neoliberal es que no haya Estado, ser kirchnerista que haya Estado, no es cierto. El neoliberalismo es Estado, es una forma estatal, produce Estado y el kirchnerismo no llegó ni siquiera a desarticular aspectos fundamentales del Estado neoliberal argentino.
Respuesta a una pregunta. Vuelvo entonces a la “utilidad común”: la amistad política y la afectividad no neoliberal. Sobre esta última diría dos cosas, la afectividad neoliberal no necesariamente se adecúa a las expectativas de la política. La situación podría ser: está bien, hay afectividad neoliberal, pero es una materia tan inarticulable que al final es antipolítica. Vuelvo a los límites que considero son de la teoría política del kirchnerismo. No pensar que la premisa es la afectividad neoliberal, no la articulabilidad política. Hay un primer desplazamiento perceptivo para poder ver el conjunto de manifestaciones de afectividad no neoliberal que sí existen todo el tiempo. Territorios, incomodidades, la sensación de que no cuajamos, malestares, enfermedades, habría sí que construir todo un discurso sobre qué es esta afectividad no neoliberal, dónde y cómo se manifiesta, y qué significaría construir ahí amistad. Es un primer punto para mí fundamental. Les nombro un par de autores: Santiago López Petit, filósofo catalán, tiene dos libros importantes: Breve tratado para atacar la realidad, otro que se llama Hijos de la noche, los dos son de Tinta Limón. El otro libro es del Colectivo Juguetes Perdidos, el título es Quién lleva la gorra hoy, es un Colectivo que trabaja mucho en barrios, con jóvenes. Otro libro de Verónica Gago, La razón neoliberal. Hay más, pero les dejo estos tres textos que intentan justamente pensar la afectividad no neoliberal, suponiendo que donde hay afectividad no neoliberal lo que cambia es la imagen de la política.
El hecho de que haya un conjunto de sujetos plebeyos en la economía política como hablamos hace un rato, ya eso, de un lado extiende las categorías del neoliberalismo porque entonces todo entra en el mercado, pero al mismo tiempo provoca en el mercado la presencia de conatus estratégicos–Spinoza–, pragmáticas estratégicas, deseos estratégicos, que en el mercado todo el tiempo hacen otra cosa que empresa, hacen otra cosa que sólo empresa. Figuras mixtas, grises, la percepción de la afectividad no neoliberal no es nada evidente, diría, ese es el problema, la percepción de la afectividad no neoliberal no es evidente y hace falta una investigación política. Santiago López Petit, por ejemplo, trabaja mucho sobre el tema de la salud. La enfermedad y la afectividad no neoliberal. Los chicos de Juguetes Perdidos trabajan cómo los pibes en los barrios arman una suerte de fuga de toda propuesta, de toda consistencia y tratan de ver qué pasa ahí. Verónica Gago, en La razón neoliberal, se pregunta cómo es que la industria textil prácticamente entera de la Argentina está sostenida sobre una economía ilegal, con población migrante, y por qué esta población migrante una y otra vez insiste en venir, insiste en apropiarse de ferias, arman fiestas, toda la feria de La Salada.
Es decir, me parece que hay todo un problema con la percepción. Si uno puede ver política en esto, ya ahí dimos un paso. Si la política sigue siendo la escena politicista, todo esto queda ciego, negado. No tiene nada que ver. ¿Qué tiene que ver la feria de La Salada, lo que pasa con los chicos en un barrio y las enfermedades de una sociedad, con la política?, ¿qué diría Laclau? Pienso que ahí hay un problema con la afectividad, que está ligado al problema de la percepción. ¿Cómo hacemos para pensar que la materia de una política no es la clásicamente representable como política? Si esto tiene que ver con la crisis o no, yo creo que estas subjetividades producen crisis. Son productoras de crisis, simplemente porque sus estrategias no son la adecuación al orden. Se reconoce cuando hay afectividad no neoliberal porque es la única que crea estrategias. Todo lo que es neoliberal se adecúa a códigos, saco un manual y dice cómo hago, vida prepaga. En cambio la afectividad no neoliberal crea estrategias.
* Esta conversación tuvo lugar el sábado 28 de abril de 2016 en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) | Departamento de Pareja y Familia. 

Clinâmen: ¿Qué pasa cuando la calle vuelve a mostrar más vitalidad que las instituciones políticas?

 

Conversamos con Igor Peres, sociólogo de la Universidad Estadual de Río de Janeiro, sobre la sucesión de manifestaciones masivas durante los primeros meses del gobierno de Macri. Intentan poner límites a políticas del gobierno, son más dinámicas que el sistema político, expresan un malestar micropolítico. Y comparamos la situación con la de Brasil.

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Detrás de la destitución de Dilma, un golpe de estado neoliberal // Tatiana Roque

El proceso de destitución de Dilma Rouseff fue votado por el senado brasilero. Detrás de sus motivaciones técnicas, se esconde una operación de reconquista política por el proyecto neoliberal, con las armas de la deuda y la austeridad.


Traducción: Santiago Sburlatti


Maniobras contables interpretadas como préstamos constituyen la principal razón invocada en el proceso de impeachment de la presidenta de Brasil. La publicidad de los asuntos de corrupción que  toca a políticos de todas las tendencias, contrasta con el contenido en realidad puramente económico de la acusación contra Dilma, quien por su parte no está acusada de corrupción.
Criminalizar las violaciones a la austeridad

Las operaciones más importantes han sido llamadas “pedaleos” por los medios de comunicación. El gobierno utiliza los bancos públicos para ejecutar diversos pagos y sucede que el dinero gastado por estos bancos sobrepasa el importe girado por la autoridad monetaria (la diferencia se ajusta tardíamente y con tasas de interés). Se trata de una práctica usual, pero en el 2014 supuso un importe más importante que el habitual. Entonces el tribunal responsable rechazó las cuentas del gobierno, haciendo como si el gobierno hubiera pedido prestado dinero a los bancos públicos –lo cual está prohibido por la Ley de responsabilidad fiscal, cuya función es controlar el endeudamiento público.

El proceso de impeachment en el Congreso repite una acusación semejante a la del tribunal, y añade a eso ciertos decretos del gobierno que piden créditos suplementarios. Lo que consiste en una reorganización del presupuesto, es ahora interpretado como una tentativa de eludir la ley presupuestaria. Varios argumentos jurídicos pueden ser invocados para demostrar la ausencia de “crimen de responsabilidad” en estos dos casos.

Pero es necesario salir de los argumentos puramente técnicos. Hacemos como si se tratase de un problema de buena gestión, mientras que el impeachment es fundamentalmente una tentativa para criminalizar toda política que permita al gobierno gastar más de lo que las leyes de austeridad autorizan.

Radicalización del retorno neoliberal

Por cierto, sería exagerado decir que Brasil había practicado antes una política económica que verdaderamente ponía en peligro los principios neoliberales. La opción de los últimos gobiernos fue sobre todo la de respetar estos principios sin renunciar a las inversiones sociales. Es dentro de estas perspectivas que las políticas keynesianas han sido aplicadas a la economía, sobre todo en lo que concierne al papel de los gastos públicos para estimular el crecimiento del empleo. Esta estrategia de conciliación tuvo evidentemente resultados variables, en gran parte porque no ha estado seguida por un pensamiento y una política consistentes, pudiendo verdaderamente hacer frente al neoliberalismo.

En el contexto de recesión económica y de corrupción, la insatisfacción de la población es legítima. De todos modos, no podemos más que asombrarnos que los argumentos y las cuestiones económicas de fondo que están en el corazón del proceso de impeachment hayan pasado al detrás de escena. En la votación del 17 de abril de la Cámara de Diputados, casi ninguno de los diputados que votaba por el “sí” habló de los verdaderos motivos del proceso. El Senado decidió la destitución de Dilma sobre la base de argumentos que esconden la apuesta principal, detrás de la débil observación de que la presidenta debe ser castigada por el conjunto de lo que se llama una “contabilidad creativa”.

De hecho, todo este teatro no tendría la legitimidad necesaria sin el apoyo de las fuerzas que abrirían la vía de una radicalización del retorno neoliberal en el país. El partido del vice-presidente ya publicó un programa que sigue punto por punto la receta del neoliberalismo: necesidad de una autoridad monetaria independiente, debilitamiento de los derechos laborales, supresión de los artículos constitucionales que obligan al Estado a gastar un cierto monto en la educación y la salud, etc.
Golpe de gracia a las políticas keynesianas

Detrás de las denuncias de corrupción se esconde así la aplicación al Brasil de un programa de austeridad que se impone por todas partes en el mundo. Se trata de dar el golpe de gracia a toda axiomática keynesiana, que debe ser reemplazada de una vez  para siempre por los axiomas neoliberales. Es la naturaleza misma de la guerra axiomática la de llevar a cabo en un plan oculto, detrás de lo que oficialmente es presentado como un asunto de especialistas.

Salta a la vista que en el corazón del proceso de destitución de una presidenta en América Latina, hay una disputa por aquello que puede o no ser definido como un préstamo. De un lado, las “pedaleadas” serían un pago tardío, mientras que una factura de gas pagada tarde no implica un préstamo del cliente a la compañía de gas. Por otra parte, la analogía es martillada constantemente con el caso de una cuenta personal detenida en un banco, donde un retorno negativo de dinero implica una transacción de crédito. Determinar si se trata de un préstamo o no es indecidible en estos términos, y es allá donde interviene una axiomática –en el sentido de primeros principios indemostrables que rigen la decisión sobre lo que es verdad o no.

La noción de axiomática, tomada de Deleuze y Guattari en su descripción del funcionamiento del capitalismo [1], se revela aún más pertinente en la fase neoliberal, porque reenvía a enunciados que no indican en qué se debe creer, pero sí lo que se debe hacer.
La deuda contra la democracia

El carácter conflictivo de la definición de préstamo es ejemplar acerca de la naturaleza axiomática de la disputa en curso en Brasil y de la intervención agresiva de los axiomas de la deuda, analizada por Maurizio Lazzarato [2]. Luchas axiomáticas intervienen en diferentes momentos en el pasaje al capitalismo financiero, añade: como una lucha alrededor de los axiomas del welfare, pero también una lucha al interior de las instituciones, las elites neoliberales batallan por imponer su axioma de la deuda contra las elites keynesianas.

La razón neoliberal implica una fragilización de los principios de la democracia liberal representativa y opera en los dominios mucho mas vastos que los de la economía. Pierre Dardot y Christian Laval [3] muestran que esta nueva razón del mundo interviene en la sustitución de los fundamentos de la ciudadanía por las categorías de gestión, las tecnologías del managementfueron puestas por delante en tanto soluciones para los problemas de la administración pública. Se trata de una lógica normativa que tiende a vaciar el propio espacio del sistema jurídico, así como todas las instituciones de la democracia liberal, para poner en su lugar un constitucionalismo neoliberal.

De donde el sentimiento que nos hace llamar “golpe de Estado” lo que está sucediendo en Brasil. En la puesta en suspenso de los principios democráticos y un debilitamiento del poder del voto, presentimos la aparición de algo gravemente antidemocrático, sin saber cómo nombrar la amenaza. Frente a la puesta en escena radical de una racionalidad neoliberal, le queda a la izquierda inventar nuevas estrategias para salir de un dilema mucho más profundo que un cambio de presidencia.

Notes

[1] Gilles Deleuze et Felix Guattari, Mille Plateaux, Les Éditions de Minuit, Paris, 1980.
[2] Maurizio Lazzarato, Gouverner par la dette, Les Prairies Ordinaires, Paris, 2014.
[3] Pierre Dardot et Christian Laval, La nouvelle raison du monde : Essai sur la société néolibérale, La Découverte, Paris, 2010.

Caída // Franco «Bifo» Berardi

Infierno Financiero, Etcetera, 2015
Caída

El capitalismo está muerto, y vivimos dentro de un cadáver.

Frenéticamente estamos buscando una vía de escape del cadáver, y no la estamos encontrando.

Treinta años de agresión neoliberal están pasando factura, y va a ser duro. El capitalismo financiero depredó a la sociedad sistemáticamente, y después del colapso de 2008 los recursos sociales fueron transferidos al sistema bancario, mientras que los salarios bajaron. No es sorprendente que la demanda esté en caída libre, y la economía esté yendo hacia una depresión. ¿Deberíamos lamentar que se apague la llama económica? Bueno, sí y no.

En el New York Times el 9 de enero, apareció un alarmante artículo de Clifford Krauss: Declina el hambre de China por los commodities, y el sufrimiento se extiende entre los productores.

“La inundación de materias primas está presionando los precios, provocando una dolorosa reestructuración. Las compañías petroleras han despedido un estimado de 250.000 trabajadores en el mundo…»

Michael Levi, un experto en energía en el Concejo de Relaciones Exteriores (CFR en EE.UU.), comparó el giro con una lluvia que primero alivia una sequía pero luego causa una inundación. “Los productores terminaron siendo ellos mismos sus peores enemigos”, dijo. “Nunca nadie se preocupó de que produciría demasiado, pero eso es exactamente lo que ocurrió y los metió en el lío»…

Pero lo que preocupa a los economistas es que el problema de las materias primas refleja un debilitamiento de la economía global, bajando el valor del comercio mundial y tal vez incluso empujando a algunos países al mismo espiral deflacionario que obstaculizó a la economía japonesa por décadas. La agitación global del último verano, originada en China, provocó que los Estados Unidos demorasen la suba de las tasas de interés hasta el final del año pasado.

“Los precios más bajos del petróleo no demostraron ser tan estimulantes como la teoría económica sostenía”, dijo Daniel Yergin, historiador especialista en energía y vice-presidente de la consultora IHS. “La pregunta es qué nos están diciendo los precios débiles de las materias primas: ¿Se trata de sobreinversión en el pasado, o señalan una economía global más débil hacia adelante? Me da la sensación de que la respuesta es ambas cosas. Los precios del petróleo bajaron más del 60 por ciento durante los últimos 18 meses. Incluso los precios del maíz, la avena y el trigo se hundieron”.

Una gigantesca crisis de sobre-producción se avecina, y va a aumentar la volatilidad financiera. Los bancos centrales -dice The Economist (el 20 de febrero de 2016)- se quedaron sin municiones. Según Larry Summers, el estancamiento secular ya llegó.

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Últimos ritos, de Aram Saroyan // Pablo E. Chacón


Entre los libros que parecen haber pasado más o menos desapercibidos publicados el año pasado, figura este notable relato sobre la relación de un hijo y un padre al borde de la muerte, Últimos ritos: se trata de William Saroyan y de su primogénito, Aram, ambos escritores.

El volumen, publicado por el sello blatt&ríos en su colección La Nariz, arranca cuando Lucy, hermana de Aram, lo entera a éste que el padre tiene cáncer (y un mal pronóstico). Aram empieza una suerte de diario al día siguiente de recibir la noticia.

William Saroyan fue un escritor a medias armenio y a medias estadounidense, muy popular en su momento -antes de la segunda guerra mundial-, muy prolífico también, y al parecer mujeriego y arbitrario en el trato con los demás, sin excluir a su familia.

Entre otras cosas, se dio el lujo de rechazar un Premio Pulitzer.

Aram recibe el llamado de su hermana en abril de 1981, y durante ese largo, interminable año, William morirá. Pero desde hace mucho tiempo que ni los hermanos ni su ex esposa tienen trato con él. El libro, además, narra el lento acercamiento de un hijo hacia un padre que a medida que empeora, empieza a ceder en su obstinación.

“Conozco muy bien los venenos negros del alma de mi padre que hoy envolvieron a mi hermana. Hace mucho tiempo que los conozco, desde el principio mismo de mi vida, qué bien que los entiendo, incluso, y así y todo qué difícil que es para mí perdonarlo”, escribe en uno de los primeros apuntes que esboza sobre su padre.

Pero a medida que pasan los meses y las consultas médicas se hacen cada vez más innecesarias, Aram también percibe un vago deseo de intentar un reencuentro con ese viejo cascarrabias que pocas veces ha creído en sus hijos y en su mujer, que muchos años antes lo ha abandonado.

“Quería que yo me muriera, que fuera una desgracia, un fracaso, que fuera una mancha en su buen nombre -el hijo bobo y bueno para nada de un gran hombre. Alguien que mata a gente inocente que maneja por el lado equivocado de la autopista. Alguien que se pica heroína y muere de sobredosis porque no puede mirar el mundo de frente”.

“Alguien que se desbarranca en el auto y se mata como Chesley, el hijo de su tío Aram, el hermano de su madre, que se mató porque no llegó a ser escritor. Quería que yo fuera un fracaso como Chesley, para tener la posibilidad de pararse ahí en mi funeral, el gran, maravilloso, decepcionado padre”, escribe Aram, Saroyan junior.

Pero Aram no se lo permite, no cede al pacto cobarde y hace lo que puede hacer un hijo en esas circunstancias: irse, alejarse, tomar distancia, armar una vida, una familia, una carrera, escritor, y unos hijos, que serán finalmente los que empujados por ese extraño (y familiar) abuelo, provocan el acercamiento de Aram al viejo moribundo.

Es tan cauteloso y sutil el hijo de William Saroyan para recrear ese encuentro de hospital, que este libro queda lejos, al menos para este lector, de otros textos que tratan esa cuestión, como Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrent o Patrimonio, de Philip Roth. Ni hablar de la carta al padre de Franz Kafka, que va por otros rieles.

La traducción de Tomás Fadel y Aldo Giacometti suena precisa, ajustada, lejos de alardes internacionalistas, mantiene la tensión adecuada para una historia atravesada por el resentimiento, la desdicha, la pérdida y el amor, sin poner el énfasis en esos rasgos, imposibles de dejar de lado en esta pieza intrincada, acaso, como un documento freudiano. –

Asamblea de presencias, psicofonías en clave de Sol // Amador Fernández-Savater

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¿Crees en las psicofonías? Nosotros en principio tampoco, pero…
Son voces y sonidos producidos por energía psíquica. No se pueden escuchar normalmente, ni siquiera aguzando mucho el oído, pero sí quedar registrados en distintos tipos de grabadoras de audio.
Estas “voces psicofónicas” están vinculadas a ciertos lugares, donde se han vivido intensidades fuertes, grandes pasiones, emociones. Pero no sólo rebotan como ecos del pasado: se las puede interrogar, se puede dialogar con ellas.
Cinco años después del 15M, nos acercamos a la Puerta del Sol grabadora en mano. Si hay un lugar impregnado de intensidades es este. Y nosotros aún tenemos muchas preguntas sin respuesta.
Así, convocamos a voces del pasado, a voces del presente, a voces sin cuerpo ni tiempo asignable y les preguntamos por la plaza del 15M: ¿qué pasó allí? ¿De qué dimensiones, de qué materiales estaba hecha la plaza? ¿La hemos mirado y pensado bien? ¿Dónde residía su fuerza?
Y a partir de estas preguntas empieza, cómo no, una asamblea. Una asamblea de presencias.
Nota: “Los registros psicofónicos suelen ser explicados racionalmente como resultado de ‘apofenia’ -encontrar significados en hechos insignificantes- o simplemente son considerados fraudes por la ciencia” (Wikipedia).
http://www.radiobibrambla.com/
Asamblea de presencias es una creación de  Amador Fernández-Savater y Raqel Mezqita para Radio Bib Rambla
Las voces son de Amador Fernández-Savater, Raqel Mezqita, Susana Jiménez Carmona y José Ángel Olalla. Los audios que aparecen han sido extraídos de las emisiones de radio del programa Una línea sobre el mar. Gracias a José, Ana, Beatriz y Álvaro que aparecen en ellas, y a Mareo Producciones por compartir los sonidos de estas emisiones. Gracias a Solfónica y a la pianista Kimiko Ishizaka por publicar su interpretación de las Variaciones Golberg de Bach en formato abierto.
Gracias también a Comité Invisible, Lyotard, Silvia Gil y a Cristina Vega cuyas palabras hemos recogido.
Este programa fue grabado el 9 de abril de 2016 en las instalaciones de Medialab Prado y en la Puerta del Sol de Madrid.

“Hámsters” en la sala de máquinas // Entrevista a Christian Ferrer

por Verónica Gago y Diego Sztulwark


Ensayista exquisito, los textos de Christian Ferrer reunidos en el libro Los destructores de máquinas y otros ensayos sobre técnica y nación, (colección Ademanes, Biblioteca Nacional 2015) son de una esplendorosa actualidad al hablar de los ludditas destructores de maquinaria textil del siglo XIX. En un método que ya tiene su marca estilística, Ferrer encuentra escenas que son como joyas de condensación: personajes, problemas, consignas, sublevaciones, vidas insurrectas y también olvidos que labran imágenes poderosísimas de una escena siempre esquiva, como es la de la resistencia que no se adapta a los modos mayoritarios o aceptados de resistir. Cada uno de estos textos-gemas, traten de lo que traten, hablan de maneras más o menos laterales sobre las invariantes argentinas, de esa inflexión una y otra vez revisada llamada nación. Que lo haga Ferrer, cuya propia máquina de pensamiento es de un anarquismo lúdico e implacable, deja ver un brillo siempre oscuro, sin dudas estremecedor pero capaz de reirse a carcajadas de cualquier iluminismo.
En “Los destructores de máquinas” afirmas que los “ludditas” atacaban las máquinas y plantas industriales de su tiempo porque intuían que la novedosa “Revolución Industrial” iba a desbaratar su poder de regulación comunitaria. ¿Es posible trazar un paralelo entre esa desposesión y fenómenos actuales con relación a las tecnologías productivistas? Además, recuperas los nombres de militantes “ludditas”. Y junto a ellos escribís: “Ningún nombre debe perderse”.
La de los ludditas, famosa por la destrucción de máquinas textiles a golpes de maza, es una de esas sublevaciones que pasan incomprendidas. Lo primero a dejar en claro es que los ludditas destruían las máquinas ensambladas en las nuevas fábricas, no las suyas propias. No rechazaban la tecnología por sí misma, sino aquella que ocasionaba un daño al común, en este caso la producción artesanal de tejidos en pequeños pueblos. El abaratamiento de costos, y también el de salarios, los dejó fuera de juego. Eso siguió ocurriendo, y también hoy, cuando ya estamos habituados al desembarco de novedades técnicas en todo lugar. Por ejemplo, se dice que las computadoras “ahorran tiempo”. Pero que yo sepa, a nadie se le permite salir antes de oficinas o fábricas, por más que haya “ahorrado tiempo”. ¿Quién “ahorra” ese tiempo entonces? El dueño de la empresa, que así ve multiplicada la productividad de los trabajadores, casi nunca compensada por subas de salarios. Inevitablemente, el afán por la novedad ofusca los ojos de los desventurados que padecerán las consecuencias, para no hablar de aquellos que hoy sienten dicha ante la velocidad de las interconexiones informáticas y que a su vez son minuciosamente inspeccionados por sistemas de vigilancia. Pero está claro que el ciudadano prefiere que su narcisismo sea recompensado más allá de los peligros eventuales a ser arrostrados. Si mencioné los nombres de muchos ludditas olvidados es porque me importa la dignidad de su rebelión, que jamás podría haber triunfado. Pero prefirieron batallar a resignarse. Y la lucha es vida y cada uno de esos nombres es contraseña y compromiso, sin dejar de ser extrañeza y signo de tabú. Por otra parte sigue en pie lo que intuyeron: que ninguna técnica debe ser aceptada sin primero ponderar qué daños recaerán sobre una comunidad.
A lo largo de los artículos del libro, con sus dos grandes temas, la nación y la técnica, se sobreimprime el problema del maquinismo, al que definís como un modo de vivir. ¿Podrías explicar mejor esto?
El “maquinismo”, desde la Revolución Industrial en adelante, es una consigna enarbolada por todos los bandos a la vez y asimismo principio rector de orden social, pero no deja de ser una declaración de hostilidad a la vida. De otro modo: es la historia de la destrucción de cada cuerpo que nace y muere en esta Tierra. Ninguna máquina es inerte ni neutra, siempre está inserta en una red institucional de poderes, finanzas, y controles. La cuestión es que las ansias vitales terminan escurriéndose en espacios laborales mayormente, y además son compelidas a ciclos de formación permanente y a tributar admiración y consumo a cualquier innovación “superadora”, cuya posesión se vuelve casi obligatoria. Somos como hamsters apremiados por deudas incomprensibles y por una continua expropiación del tiempo personal. Ya las redes sociales han logrado colonizar lo que antes se llamaba “tiempo de ocio”, en tanto el futuro amenazante es solazado con zanahorias o gigantografías publicitarias, sin contar pasatiempos, “amenities”, o la gestión de la imagen de sí en diversos soportes tecnológicos. Es agotador. Desde ya que muchos sucumben en esta cinta sin fin, pero las instituciones disponen de especialistas en tasar el grado de dolor a partir del cual los damnificados pueden ser declarados “necesitados”, sea de fármacos, subsidios, recompensas simbólicas y otros contrapuntos por el estilo. Cada pájaro en su celda y la celda bien decorada, ese es el modo de vida. No es una postal agradable, la vida debería ser un banquete, no un transcurrir acelerado al interior de una máquina impávida. Todos arriesgamos devenir en minicomponentes orgánicos, hasta que al fin somos declarados inservibles.
Para referirte a la Argentina pensás un tiempo cíclico, en que nuestro desdén por asumir a fondo los problemas son relevados por nuevas y afortunadas oportunidades de reenganche al mercado mundial. ¿Qué podría detener este ciclo?
Si me remito a mi propia experiencia, cada etapa política que vi iniciar, haya sido la dictadura, la “recuperación” de la democracia, la economía de un peso igual a un dólar, o bien los gobiernos kirchneristas, todo terminó mal, casi siempre abruptamente, y no veo por qué la actualidad quedaría exenta de morder el polvo en un horizonte no tan lejano. Ezequiel Martínez Estrada decía que los argentinos reparaban un mal viejo con un mal nuevo, y barrunto que tenía razón. Esto no tiene sentido. Nuestros dilemas no son de índole económica –por Dios, este es un país rico, no el desierto de Kalahari–. No, nuestros problemas conciernen a la pésima distribución de la riqueza y a la conducta incivil, son problemas morales. Codicia, encono, desconfianza, ambiciones de poder sin fundamento, y mucho temor, tal parecen ser las constantes de nuestro destino. Sería preciso un inmenso examen de conciencia colectivo tanto como amenguar el frenesí de la productividad como único ideal de construir un país, pero eso está fuera de nuestras posibilidades.
Decís que las políticas progresistas o populistas suponen una transacción con las tendencias ineluctables de la historia y así descalifican la posibilidad de una imaginación diferente. Ninguna tradición política logró desarmar esta dinámica, ni el socialismo, ni el radicalismo ni el peronismo. ¿Por qué persiste el peronismo, si es que pensamos que aún persiste?
Quién sabe, quizás la cohesión social de los argentinos sea bastante más ficticia de lo que se cree, y por eso el Estado funciona aquí a modo de imán, un aparato de contención que por un tiempo mantiene una precaria realidad de orden y contento. En todo caso, el peronismo persiste porque su diseño es el del mandala, al cual se puede ingresar y salir por todos los lados, y de ese modo reorganiza las energías políticas inorgánicas siempre prestas a desbocarse. Por otra parte, el signo del peronismo es la metamorfosis, es cambiante, improvisa, se cristaliza, disgrega y vuelve a reinventarse. Puede hacerlo porque supera en fantasía a cualquier otra imaginación política existente en el país, al menos hasta el momento.      
En tus textos anuncias que esos objetos que hacen cómoda a la vida cotidiana son inseparables de una apología de la muerte. Haces un inventario del correlato entre invento técnico y masacres, esclavización de poblaciones y desmadre ecológico. ¿Cómo es esto?
A nadie le gusta admitir la íntima simbiosis entre invención técnica, guerra y control. Pero siempre ha ocurrido. Un tren transporta pasajeros o bien cañones al frente de batalla, el cable submarino mensajes de salutación u órdenes de batalla, el teleobjetivo apunta al enemigo o fotografía el paisaje, los rasgos de una selfie permiten el acceso a un cajero automático tanto como le advierten a un dron que ya es hora de bombardear. Para conquistar el África se necesitó la quinina tanto como el fusil ametralladora, eran inescindibles. Cabe recordar que la invención de la goma de caucho para las bicicletas produjo el exterminio de tres o cuatro millones de personas en el Congo belga, así como la de miles y miles en la frontera entre Perú y Colombia, y eso mismo está sucediendo en el Congo actual con la explotación de ese mineral “estratégico”, el coltan, sin el cual la telefonía celular no existiría. Vale la pena releer el libro de José Eustaquio Rivera, La vorágine, un clásico de la literatura americana, para enterarse. O bien el de Conrad, El corazón de las tinieblas. Estas cosas no salen en los noticieros. Tampoco entonces.

(Publicado en Revista Ñ / Sábado 21/05/2016)

Macri Gato // Diego Valeriano

Nadie enarbola las vidas runflas como modos de vida, como consigna o simplemente como ejemplo. Son demasiado promiscuas, demasiado poco pensantes. Sin excentricidades, ni moral, se las termina victimizando para quitarle la carga política que vomitan.
No son un cambio para mejor, no son una propuesta virtuosa, casi que no hay palabras bellas. Aunque para ser honestos, “gato”, “transa”, “corte que”, “te recabió”, “pulsera”, “pin pan pum”, “zarpado”, “chipá”, “arrancar”, son de una belleza poética pocas veces reconocidas.
La feroz crisis al bolsillo que desató la restauración careta sacó a los empoderados de las plazas y puso a manteros, artesanos y buscas en general. La guita no alcanza, calles y plazas explotan a pesar del otoño horrendo de colores, aromas y productos.  Hay tanto color y olor en las calles que ya parece fin de año y todos sabemos qué pasa en diciembre.
El militante, el intelectual, el torpe que escribe en un blog, el treintañero que coordina el centro cultural, la chica que rajaron de la Biblioteca Nacional están expectantes y desorientados. Saben y no saben, están inquietos e inmóviles. Postean y postean y hasta ya se olvidaron de Milagro. Sus sueños fueron desmantelados en poco tiempo y no saben en qué creer.
A pesar de lo bello que es, nadie destruye máquinas, solo las satura hasta que exploten. “Macri Gato” es una consigna que comienza a nacer. La guita no alcanza y comprar la garrafa a veces es una opción. “Macri Gato” es la consigna que gritan gedientos cuando el domingo a la mañana no hay plata ni para los chinchulines.
El primer runfla que rompa la vidriera de un COTO y salga corriendo con un Led en la espalda, desata una nueva revuelta. En sus nervios hay mucha información del futuro. En definitiva, es una lucha de ortibas contra los bien piola, no es otra cosa.

Clinâmen: “La democracia dejó de funcionar, la fase que sigue es la autoorganización»

Conversamos con el pensador italiano Franco Berardi (Bifo). El capitalismo murió y vivimos atrapados en su cadáver. Valor de uso y valor de cambio: la producción de utilidad en la sociedad actual. El resurgir del nacionalismo en Europa, el avance de las derechas. Las sublevaciones en Grecia, el 15M. La red de trabajadores cognitivos. El papel de los jóvenes. Sabotaje de la maquinaria técnica y redefinición de lo político.

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

“La extensión de la vida sería un triunfo de la pulsión de muerte” // Entrevista a Gustavo Dessal

Pablo E. Chacón

El escritor y psicoanalista argentino Gustavo Dessal, radicado en España desde 1982, revisa críticamente los experimentos que empiezan a sucederse con objeto a extender la vida biológica del sujeto, o la resurrección, programada a ese fin. Al respecto, se conocen dos artículos cercanos, en la revista Viva, del diario Clarín, y poco después otro, publicado por la BBC. Dessal es autor de varias novelas, “Micronesia”, “Anne” (publicada en inglés, aún no traducida al castellano) y “Demasiado rojo”, entre otras. Publicó también, junto al sociólogo polaco Zygmunt Bauman, “El retorno del péndulo”. Es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

¿Es posible pensar que la crionización (La criónica es una práctica que consiste en conservar mediante frío animales a quienes la medicina actual no puede mantener con vida, hasta que su reanimación sea posible en un futuro) represente una «esperanza» para una cantidad importante de personas?
De tu pregunta voy a destacar dos cuestiones: la “esperanza” y la “cantidad importante”. En “La lotería en Babilonia”, Borges se refiere a «la posibilidad de que todos, pobres y ricos, participaran por igual en el terror y la esperanza”. Es un binomio que Borges empleó en más de una ocasión. Su prodigiosa capacidad para ahondar en los sumideros de la condición humana le permitió comprender que estos dos términos están hermanados. La esperanza presupone un terror manifiesto o subyacente, y es la conexión sobre la que se basan todas las creencias religiosas. Sin el terror que el carácter mortal de nuestra existencia nos infunde, no tendría cabida alguna la necesidad de la esperanza y tampoco las promesas a las que estamos dispuestos a alienarnos. Ahora vayamos a la “cantidad importante”, que difiere de la frase de Borges por el hecho de que durante muchas décadas la crionización será bastante menos igualitaria que la muerte. La única “cantidad importante” de la que podremos hablar será la de la cuenta corriente indispensable para asumir esta posibilidad técnica.
P : La extensión de la vida biológica, ¿no implica un triunfo de la religión, en los términos estrictos que lo formuló en su momento Jacques Lacan?
La extensión de la vida biológica sería un triunfo de la pulsión de muerte, aunque pueda parecer paradójico. Las posibilidades técnicas de lograr una vida media de 150 años avanzan con una asombrosa velocidad, pero no así la evolución de las condiciones políticas, sociales y económicas capaces de afrontar las consecuencias que supondría un impacto semejante. El delirio de prolongar indefinidamente la duración del organismo humano es el comienzo del fin de la especie, dado que la anulación de la muerte equivale al imperio de la destrucción misma de aquello que permite la vida. Por otra parte, y si nos ceñimos estrictamente a esta técnica, es importante considerar que ella no anula la dimensión de la muerte. El sujeto que vamos a descongelar veinte años después de su crionización, no es el mismo. Es otro. El anterior ha muerto, y el nuevo no sabemos qué es. La idea de que el «hardware mental» pueda grabarse en un disco duro para ser recuperado décadas más tarde, es una hermosa o una siniestra historia de ciencia ficción. El sujeto no es digitalizable, razón por la cual lo que se dice sobre la inteligencia artificial no es más que una cháchara sin sentido.
Cualquiera sea la respuesta, ¿cómo pensar al goce en este diagrama de saberes (eventuales)?
Se puede crionizar el organismo, pero no al sujeto. Por la misma razón, tampoco el goce puede conservarse, dado que no es una sustancia extensa, en el sentido cartesiano, sino algo que depende del lenguaje. Por supuesto, la técnica tiene una idea muy restringida de lo que es el lenguaje, de allí que no consiga resolver el problema de la inteligencia artificial. Las máquinas no piensan, no podrán pensar nunca como los seres hablantes, porque estos no piensan con el cerebro. Lacan ironizaba al respecto cuando aseguraba que él pensaba con los pies. Pero en la ironía hay una verdad: el sujeto se enreda la pata en el goce de su pensamiento, y eso es imposible de trasladar a un algoritmo matemático.
La inmortalidad o la aspiración a tal cosa, ¿suena a extremismo de superviviente (a su goce), o a delirio psicótico, o a ninguna de las dos cosas o a otra cosa? ¿A cuál, en ese caso?
La inmortalidad es una pesadilla disfrazada de sueño. En una conferencia dictada en Lovaina, Lacan se mostró convencido de que uno no se angustia ante la posibilidad de la muerte, sino ante la posibilidad de que no llegue nunca. No se trataba para él de una cuestión metafísica, sino bien real. Basta con imaginarse que uno deba vivir la vida eternamente. Si es una vida horrible, es evidente que la perspectiva de su infinitud es un espanto. Y si por el contrario es maravillosa, debe de ser terrible aburrirse hasta el hartazgo y no poder siquiera morirse del aburrimiento. 

Los dos filósofos del rey // Pedro Yagüe


Hace un tiempo con unos amigos nos preguntábamos si había que tomarse en serio las declaraciones de Alejandro Rozitchner. Relajado y provocativo, el coach ontológico de Macri se enfrentó en las últimas semanas a periodistas con ese estilo “rockero” que poco se condice con la sobria imagen que uno espera de un filósofo. ¿Qué se esconde detrás de la pose canchera del marihuanero nietzscheano que hoy le escribe los discursos a Macri? Sus declaraciones generan en el amplio espectro intelectual una mezcla de indignación y desprecio. Una muestra de ello es la nota de Ricardo Forster –publicada hace unos días en Veintitrés– en la que el ex secretario del pensamiento intenta poner a Rozitchner en su lugar. La nota deja, sin embargo, un gustito amargo en los ojos. No porque no haya que poner al filósofo del entusiasmo en su lugar, sino justamente por el lugar en el que Forster lo pone.

Como reacción frente a una provocativa entrevista a Alejandro Rozitchner –en la que afirma, por ejemplo, que Cambiemos retoma y realiza las banderas de la izquierda– Ricardo Forster escribió un artículo en el que básicamente se burla de cada línea pronunciada por el filósofo de Macri. Entendemos que es inevitable hacerlo, pero a la vez insuficiente. El ex secretario del pensamiento, entre ironía e ironía, nos invita a advertir la hipocresía, el cinismo y el borramiento de la memoria histórica presentes en el discurso de Alejandro Rozitchner. Pero si hablamos de hipocresía, cinismo y borramiento de la memoria histórica habría que señalar que el referente de Carta Abierta se diferencia de Rozitchner tan sólo por su estilo barroco y encriptado. Una diferencia de eficacia, digamos, en la que Forster lleva las de perder.
Pasaron ya varios meses de macrismo y todavía nos escuchamos diciendo las mismas frases rimbombantes que hace un año creíamos lúcidas y potentes. Mucho hay que pensar, mucho que entender y, sin embargo, nos encontramos repitiendo lo mismo que hace cinco o seis meses. Como si nada de lo que estuvo pasando en este tiempo hubiera afectado nuestro pensar y nuestro sentir. Queda claro que el llamado pensamiento crítico del que muchos se vanaglorian ha sido tan sólo una impostura intelectual de estos últimos años. La idea de crítica hoy en día circulante está deshecha, despolitizada. Sólo hay retórica violenta autocomplaciente que se limita a las discusiones coyunturales y a todos conforma.
Es por eso que nos resulta difícil identificar las nuevas formas neoliberales de producir sociedad. No creemos que alcance con repetir los lemas foucaultianos del Nacimiento de la biopolítica ni con denunciar el regreso maquillado de los años noventa. Si nos alejáramos por un momento de las categorías con las que, sabemos, nos resulta más cómodo pensar el presente político nos encontraríamos frente a la evidencia de que todavía no sabemos cómo problematizarlo. La crítica que decimos hacer no se encuentra a la altura de la batalla que queremos librar. Para que haya una problematización real, ésta debe tener arraigo en la materialidad de nuestra experiencia cotidiana. En esa materialidad sensible que se constituye en nosotros como pensamiento. La crítica que buscamos –esa capaz de desentrañar los hilos invisibles sobre los que el neoliberalismo macrista se asienta– debe buscar un núcleo práctico y no limitarse a la retórica violenta o a la abstracción petulante.
Es por eso que necesitamos sacar a Alejandro Rozitchner del lugar en el que Forster (y muchos otros referentes del campo intelectual) lo pusieron. Ubicarlo donde realmente está será el primer paso para dejar de discutir con caricaturas y así esbozar una crítica eficaz del pensamiento macrista.
El macrismo, se dijo y se dice, es la última etapa del neoliberalismo argentino. Criticarlo implica un intento por reconocer las estrategias sobre las que su poder se asienta. Es en este sentido que vemos en Alejandro Rozitchner algo más que un simple vocero o referente. Sus habituales talleres sobre entusiasmo, positividad inteligente y felicidad (a los que asisten muchos funcionarios y ministros del actual gobierno) nos colocan frente a un pensamiento con mayor eficacia de la que creemos.
El asesor de Macri propone un interrogante –en apariencia sencillo y trivial– que tomado seriamente no es fácil de rebatir. Nos pregunta: ¿Por qué enojarse y mantener un neurotismo con respecto a la vida neoliberal? La vida puede ser maravillosa, nos dice, si la asumimos plenamente y dejamos de comparar el presente con una situación posible o imaginada. Ignorar la dimensión política de esta pregunta, por trivial que parezca, nos impide ver la fuerza con la que el neoliberalismo –en este caso macrista– se impone.
La crítica de la izquierda aparece desde su punto de vista como algo moral, producto del resentimiento y de la comodidad retórica. La crítica intelectual, afirma Alejandro Rozitchner, sólo es una falsa inteligencia. No se trata de amargarse porque el presente sea problemático, sino de dejarse llevar por la felicidad, esa materia explosiva que nos permite romper con el pasado y asumir el presente pleno en sus posibilidades. Por eso es que la historia, dice nuestro filósofo, se encuentra sobrevalorada. Se busca en ella respuestas que en realidad vienen de otro lado. El primer paso para la afirmación del deseo es justamente la ruptura con el propio pasado. O mejor dicho, la ruptura con aquello que elegimos no retener. No vamos a mejorar a la Argentina observando su historia, nos dice, sino viendo qué queremos y cómo lo vamos a hacer. Una teoría que va, con sus tropiezos, desde la autoayuda hasta el liderazgo político.
Insistimos en tomarnos en serio este discurso. No porque encontremos en él un desafío exegético, sino porque entendemos que produce una coherencia afectiva con esa vida emputecida que el neoliberalismo produce. El macrismo no se impone a partir de grandes retóricas complejas y sofisticadas (de allí la ineficacia de críticas como la de Forster), sino a partir de una apología de la sensibilidad que el propio neoliberalismo genera. El pensamiento de Alejandro Rozitchner brinda palabras claras y eficaces a esa libertad con mandato autovalorizante que hoy organiza el entramado social. Entonces volvemos a la clásica pregunta: ¿qué hacer? De nada servirá burlarse, ni denigrar a pensamientos que, de una u otra manera, funcionan en lo más profundo de nosotros. Hace falta sí –y, claro está, este texto no es su realización– un inteligente reconocimiento de los efectos que el discurso de Alejandro Rozitchner produce. Para ello también hace falta advertir la resonancia que su pensamiento tiene con los años felices que hoy muchos intelectuales añoran. Tarea que, por obvias razones, el ex secretario del pensamiento no está en condiciones de realizar.

La agenda perdida del progresismo y la nueva ola de movilizaciones // Salvador Schavelzon

El nuevo siglo comenzó en el mundo con fuertes movilizaciones de distinto carácter pero que podían entenderse como parte de un movimiento contrario a la globalización neoliberal. No había una instancia internacional de coordinación de estas protestas, pero las mismas pueden ser asociadas a un mismo horizonte de época. América Latina fue parte de este ciclo de forma activa, con movilizaciones contra el ALCA (Alianza de Libre Comercio para las Américas), y levantamientos que expulsaron presidentes con agendas neoliberales en Argentina, Bolivia y Ecuador, se enfrentaron a tratados de libre comercio en México, o rechazaron ajustes.
En Brasil, el Foro Social Mundial, inicialmente surgido como oposición al Foro Económico de Davos, se sumaba a una ebullición de movimientos sociales que fueron centrales en las protestas latinoamericanas, en un momento en que era posible aglutinar sectores tan diversos que podían mostrar simpatía por Chávez o por el Subcomandante Marcos, definirse como autonomistas y horizontales, recibir financiamiento de ONGs o ser un sindicato aliado a un partido. Estudiantes, maestros, campesinos, indígenas, trabajadores sin tierra o desocupados contribuyeron a que se vuelva posible un cambio de signo político que se registró electoralmente en la mayoría de los países de la región.
Buena parte de la energía que venía de estas movilizaciones se transformó en apoyo a nuevos gobiernos progresistas, en algunos lugares protagonizados por los propios movimientos, en otros impulsando medidas exigidas por estos en los años anteriores. Una política que se expresaría alrededor de la dinámica electoral, en los grandes medios de comunicación y cada vez más en las redes sociales, dejaría las calles para nuevos participantes. En un mundo de “Guerra al Terror”, BRICS y la gestación de una nueva crisis económica mundial, pasarían diez años hasta que un ciclo de fuertes movilizaciones se reiniciara.
En el tiempo del auge del progresismo sudamericano, sectores críticos al gobierno y que se movilizaban a partir de nuevos conflictos mantendrían cierta conexión con las nuevas modalidades y perspectivas políticas ya expresadas en el momento anterior de movilizaciones anti-neoliberales y altermundialistas. Desde asambleas o movimientos auto-organizados, y con una crítica transversal a toda la clase política mostrarían creatividad pero, en este momento, poco impacto. Al mismo tiempo se iría generando una agenda política nueva ante la persistencia de la violencia policial en las periferias, la amenaza de poblaciones y medio ambiente ante el avance del extractivismo y las grandes obras, o la timidez para efectivizar derechos sociales y escuchar a las minorías.
El repliegue de la movilización de organizaciones aliadas al progresismo, aún cuando agendas como las de reforma agraria y ampliación de derechos del trabajo sean interrumpidas o ignoradas, harían que grandes movimientos sociales y sindicatos dejaran de ser componentes centrales de la movilización. Las fuerzas que no perdieron capacidad de expresión, sin embargo, no encontrarían espacios para denunciar la continuidad del neoliberalismo en escenarios sumamente desmovilizados y envueltos en narrativas mediáticas que priorizaban otras temáticas. Cualquier propuesta política que tuviera los ojos más allá de la coyuntura política nacional, o de caminos políticos que no fueran los del mercado y el Estado, además, se mantendría silenciada ante dos grandes aparatos de creación de relatos que no cuestionaban esa predilección por historias de líderes carismáticos reformadores o bandidos en el poder.
Durante el tiempo del progresismo también se movilizarían sectores de clase media no organizados en movimientos y que no habían sido protagonistas del ciclo anterior de movilizaciones pero que salían a la calle en distintos países. Levantaban pautas como corrupción, seguridad, autonomía política para regiones abastadas, o críticas a medidas políticas que las afectaban. Como el progresismo, estos sectores enfocaban sus relatos en figuras presidenciales o en partidos de gobierno, y en ese sentido no eran invisibilizados, sino más bien reforzadas por la polarización mediática imperante.
Los estrategas de los gobiernos progresistas atenderían mejor las movilizaciones de clase media, acogiéndolas desde políticas y discurso. Frente a las que interpelaban más directamente su identidad política, oscilarían entre la indiferencia, el enfrentamiento discursivo desde el pragmatismo y la represión. Sólo en Venezuela se vivió un intento de profundización de reformas, mientras que en otros países sería más visible una deriva conservadora, con acercamiento a agendas de iglesias y alianzas empresariales y políticas muy difíciles de justificar. Se aprobarían leyes o acciones “anti-terroristas” contra la protesta mapuche en Chile, contra la Copa del Mundo en Brasil o conflictos por explotación minera en otros países. Se perseguirían líderes sociales o movimientos ecologistas presentados desde el poder como obstáculos para el desarrollo.
Las movilizaciones de Junio de 2013 en Brasil, o de distintos sectores en Bolivia y Ecuador que se asocian más con la conflictividad que anticipó la llegada del progresismo que con las clases medias opositoras que también estaban en la calle, mostrarían nuevas fuerzas y modalidades de protesta que anticiparon el cierre de un ciclo abierto cuando caían los gobiernos iniciados en los años 90, identificados con la defensa de la privatización y aplicación acrítica de los programas de ajuste de los organismos internacionales de crédito.
Las derrotas electorales recientes en varios países sudamericanos, reabren la posibilidad de una nueva fase de movilización, con la posible articulación de fuerzas que se enfrentaron al progresismo con otras que reaccionen al cierre o amenaza de una serie de políticas de inspiración social y estatista impulsadas por el gobierno. Los nuevos gobiernos verán la posibilidad de volver al comienzo de siglo, con movilizaciones que enfrentaron al progresismo y otras que saldrán en su defensa. Al mismo tiempo, pondrán al descubierto la necesidad de retomar una agenda anti-neoliberal enfrentando un andamiaje político puesto en funcionamiento décadas atrás pero que el progresismo no buscó desarmar de forma estructural.
En Brasil, los grupos de clase media que impulsaron protestas a favor del Impeachment ya dan muestras de que no permanecerán movilizados, aunque el nuevo gobierno no atienda los reclamos que reivindicaban. Las características que adoptará la movilización en este nuevo contexto, deberá definirse desde dos lógicas y visiones políticas distintas que pudieron dialogar en las manifestaciones de los años 90 y 2000, pero que durante el progresismo se encontraron en las antípodas.
En tiempos del nuevo gobierno (interino) de Michel Temer, parte de la movilización inscribirá sus esfuerzos en la estrategia de recuperación de las instituciones. La exigencia de nuevas elecciones o de reivindicación de vuelta para el gobierno depuesto con denuncia de ilegalidad, se combinan desde este horizonte con acciones judiciales y articulación política, además de un llamado para la movilización que hasta ahora no mostró capacidad de impacto y masividad para influir en los acontecimientos.
Esta salida política “por arriba”, apunta sus energías y esperanzas en la cabeza del ejecutivo, subordinando la movilización a la resolución del enredo en la instancia institucional y no siempre aceptando discutir el proyecto que se defendería en una vuelta al gobierno. Mediante la constitución de frentes unificados en el rechazo al nuevo gobierno, también se movilizará con este horizonte institucional el arco político partidario que se opuso al Impeachment sin haber abandonado la crítica al gobierno del PT y aliados, desde la reforma de previdencia de 2003 a la política de austeridad de 2015.
Volviendo a la movilizaciones altermundialistas de comienzos de siglo, pero también a la fuerza destituyente e insubordinada mostrada en las calles en las jornadas de Junio de 2013, se abre también, en Brasil y otros lugares, la posibilidad de un rechazo “desde abajo” a las políticas del nuevo gobierno que profundice el curso conservador o avance contra políticas progresistas sí iniciadas en la anterior gestión. Sin un objetivo electoral o partidario, se buscará resistir y poner límites desde una movilización que aspira a fortalecerse sin abandonar las calles. A veces sólo es necesario pensar en un número de día y una letra de mes para poner fecha a una movilización que no surja de la articulación de dirigentes, y que logre producir efectos por su propia fuerza, sin necesidad de mediaciones que busquen traducirla institucionalmente.
La falta de verticalidad y jerarquía de este tipo de movilizaciones, las hace irreductibles a una negociación que la finalice sin resultados. Su horizontalidad y dispersión permite sumar innúmeras posiciones y reclamos en una fuerza que se constituye como contrapoder sin aspirar a ocupar el lugar de gobierno. Su fuerza no sólo está dada por venir de abajo, conectar indignaciones y mantenerse al margen de la institucionalidad del sistema. Su fuerza se relaciona también con su forma de articulación sin cúpulas burocratizadas ni filiación a una estructura clásica. De sentido común especialmente para muchos jóvenes, no identificados con las formas de organización verticales, evitan la fragmentación a la que podría llevar la falta de estructura orgánica con formas de conexión en red. Estas movilizaciones funcionan como performance antes que como discurso y proyecto político alternativo.
Este tipo de protestas aparecen como irracionales, infantiles, o subversivas para fuerzas represivas e interlocutores del Estado, pero también para una izquierda dogmática y centralizada, para la prensa y las ciencias sociales que exigen o esperan propuestas y demandas claras, interlocutores con rostro y biografía, trayectos de movilización delimitados y horario para finalizar claramente establecido. Protestas como las de Junio de 2013, Occupy Wall Street, el 15M español, la primavera árabe y el reciente Nuit Debout en Francia, no se adaptaban a estos parámetros, como crítica “desde afuera y desde abajo” a todo un sistema político, pero también a un modelo de sociedad y civilización. Esa realidad utópica no la paraliza, de ahí deriva su fuerza de rápida difusión e impugnación política.
Desde este lugar, que encuentra jóvenes de las grandes ciudades con voces marginales, de visión descolonizadora o comunitaria, se observa con claridad el agotamiento de alternativas ya neutralizadas por el neoliberalismo, como es el caso de la socialdemocracia europea y, por el mismo camino, el progresismo latinoamericano. También se da cuenta del rápido disciplinamiento de opciones inicialmente rupturistas, cuando estas no cuestionan los límites de la representación política, y se limitan a un escenario de “adentro y arriba”, limitado a la dimensión nacional e institucional, sin proponerse cambiar las reglas de juego de un sistema ajeno. 

Resistencia // Diego Sztulwark

 

A veces parece
que estamos en el centro
de la fiesta
sin embargo
en el centro de la fiesta
no hay nadie
En el centro de la fiesta
está el vacío
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta.
Juarrós
Emergencia! Es el grito atorado de una vida que se desmultiplica en zonas de adaptación y confort y zonas de padecimiento y rabia. ¿Se trata de aprender a gestionar nuestras pasiones? ¿no es justamente este poder de auto-regulación lo que nos ha sido despojado? ¿no este último capítulo, el de la desposesión subjetiva, individual y comunitaria, lo que llamamos, en el fondo, neoliberalismo? ¿hay política posible sin cuestionar esta desapropiación que nos vuelve gobernables, sin apropiarnos de una autonomía pasional colectiva?
En la escisión entre régimen de opinión y desposesión afectiva se juega el registro de lo político contemporáneo. Lo político mas como medio socialización anímica que como revisión de nuestras servidumbres maquínicas. Incluso allí dónde lo político entusiasma. Ni hablar cuando deprime.
Tomados en ese vaivén, en la Argentina -luego de un período de notable entusiasmo- se escucha hablar de “resistencia”. El primer recuerdo histórico que esa palabra evoca es la resistencia obrera, primero anarquista o irigoyenista, y luego mayormente peronista, durante los años sesentas. Aquella resistencia, sin embargo, se desarrollaba al interior de un paradigma represivo, mientras que los poderes actuales, aún cuando no han dejado nunca de acudir a la represión y perfecciones sus medios, operan de manera productiva –modulando positivamente los modos de vida- y movilizante. ¿Qué puede significar, en este contexto, la noción de resistencia?
La transacción neoliberal no se da sin ganancia subjetiva (en términos de consumo, de libertad, acceso a servicios e información). Esta ganancia es el principal obstáculo para una política de transformación fundada en la voluntad de cambio. ¿La resistencia a la normalización de la vida y de la política que experimentamos puede ser vital sin ser política: puede también ser política sin ser vital? ¿Y cómo podría la política, siendo lo que es, ligar con lo desafiante vital?
Lo primero entonces, es aclarar esta noción de lo vital. Que el neoliberalismo reivindica para sí en términos de goce y movilización.  Y que lo resistente no puede concebir sino como persistente no-adecuación. Lo neoliberal es el esfuerzo por difundir códigos de adaptación. Lo resistente por tomar distancia de ese esfuerzo, por resistir el llamado a amar las cadenas. Sin esa resistencia no se crea vitalidad. Sencillamente se la consume.
Han Fallada ha escrito en 1946 un libro sobre la resistencia: Sólo en Berlin[1]. Una pareja de obreros (los Quangel) adherida al modo de vida nazi predominante durante los años 40- 42. Una vida sencilla, sin preguntaba por el destino de quienes caían en desgracia.
Un día como tantos, los Quangel, reciben una carta que les comunica la muerto de su único hijo en el frente de batalla. Una espesa conmoción se apoderó de ambos. Luego, el silencio. Días de silencio. De trabajo, rutina y silencio.  Días que incuban una transformación de alcance inesperado. Otto, el marido, comienza a escribir una postal dirigida a la máquina asesina del Tercer Reich: “Madre: El Führer ha matado a mi hijo…”. Anna, la mujer, comprende que “con esa primera frase él ha declarado una guerra eterna”. Guerra que deberán librar “ellos dos, unos pobres, pequeños insignificantes trabajadores que con una palabra podían ser  borrados para siempre, y al otro lado el Führer, el Partido, con su enorme aparato de poder y su esplendor y tres cuartas partes, incluso cuatro quintas partes del pueblo alemán detrás”.
Un día tuvieron un hijo, el Führer lo ha asesinado y ahora escriben postales. Unas postales que dejarán semanalmente en escaleras de edificios en los que viven médicos y abogados, por las que circulan clientes y pacientes. “Inundaremos Berlin de postales”, dice Otto a Anna: “entorpeceremos el funcionamiento de las máquinas, derribaremos al Führer, pondremos fin a la guerra…”.
El viejo Quangel seguirá siendo el mismo jefe de taller de fábrica, ese hombre “viejo y estúpido”, “poseído por el trabajo y una sucia avaricia”. Nadie sabrá jamás que por su cabeza bullen ideas que no tienen sus jefes ni los trabajadores a quienes vigila. “Todos ellos morirían de miedo si los asaltaran semejantes pensamientos”. El viejo Quangel los tiene, y los engaña a todos.
Y cuanto más postales difunden más mutan sus modos de percibir lo que sucede en su entorno. Ya no aprueban tan dócilmente la persecución de los judíos que, “como la mayoría de los alemanes” los Quangel habían aprobado en “su fuero interno”. Ahora que se habían convertido en “enemigos del Führer” esas cosas adquirían para ellos un aspecto y una relevancia completamente diferentes.

¿Que harían los Quangel cuando ya no debieran ocuparse más de escribir sus postales? ¿ya encontrarían algo por lo que merezca la pena luchar, decía Anna, algo público y notorio, sin tanto peligro? “Peligro siempre hay”, respondía Otto: “de lo contrario no sería lucha”. El peligro acecha, lo huele.  “El peligro no acecha en la escalera, ni al escribir. El peligro está en un lugar diferente que no puedo precisar. De pronto nos despertaremos y sabremos que siempre ha estad ahí, pero no lo hemos visto. Y entonces será demasiado tarde”.
El peligro, escribe fallada, no estaba en los detalles operativos. Sino en el hecho que, como a todo el mundo los Quangel “creían en su esperanza”. No sabían que casi todas las postales iban siendo capturadas por la Geheine Staatspolizei (Gestapo). Cuando los interrogadores policiales le pregunten cómo fue posible que creyese que él sólo, junto a Anna, pudiera derrotar al aparato de Führer, Otto respondió: “usted no lo entenderá nunca”. “Da igual que sólo luche uno o diez mil; cuando alguien se da cuenta de que tiene luchar, lucha, sea sólo o acompañado. Yo tenía que luchar, y siempre volvería a hacerlo. Sólo que de un modo distinto, completamente diferente”.

La historia de los Quangel es tan real como ficcional. Fallada (su verdadero nombre era Rudolf Ditzen;1893-1947) accede a ella a partir de los archivos de la Gestapo. Sus amigos de la recién creada Liga Cultural para la Renovación Democrática de Alemania, fundad en 1945, le habían ofrecido el legajo y proponía que escribiera una novela sobre la historia del matrimonio Hampel (los Quangel). El encargo sólo surtió efecto cuando el escritor se convenció de la singularidad del caso: “no se trataba de una actuación derivada de un compromiso político consciente, sino de la voluntad individual de dos personas corrientes de vida retirada”. Tiempo después Primo Levi escribió que se trataba del libro “más importante jamás escrito sobre la resistencia alemana».

¿A qué podemos atribuir esta importancia? ¿al relato “micropolítico” de Fallada, que nunca sacrifica los tejidos efectivos entre vidas y hechos al juicio ideológico totalizante? ¿a la captación de una alteración molecular, una desviación afectiva respecto de la norma que hace que un matrimonio del todo ligado al orden se convierta en una autentica máquina de guerra? ¿en la enseñanza de la fuerza que adquieren las batallas movidas por un arraigo involuntario a la vida, por sobre la frágil solidez de los enfrentamientos fundados en motivos de conciencia teórica? ¿al modo para nada estetizante de concebir lo resistente, que no apela a la ostentación de lo “alternativo” sino que hace de las variaciones imperceptibles el arma mas poderosa, la que transforma mas radicalmente la existencia sin alterar en apariencia la vida cotidiana? ¿del modo en que convoca un desafío vital como exigencia interna de toda acción verdaderamente resistente, es decir, creadora de nuevos hábitos y perspectivas? Tal vez haya que buscar por otro lado: por la des-estereotipización de lo resistente que pone en juego al descubrir en la ruptura de los afectos que enemista con el orden, vivida sin ayuda alguna de fuerzas colectivas en que lo político pudiera reinventarse, no lo “antipolítico” y el refugio en lo individual, sino el punto en el cual lo político mismo comienza a faltar, empieza a estar en falta y por una vez debe inclinarse ante la vida sacudida y abandonar su altanera pedagogía.
La resistencia puede adquirir tal vez la forma de los “preocursores oscuros”, aquellos elementos de los que se presume que forman parte del orden sin serlo, partículas que tantean cursos aún inexistentes buscando catalizar un potencial ignorado, ideando encuentros que actualizan nuevas feurzas. Una ética de precursor supone actuar sin creer en el orden, en continua atención, aún en la oscuridad. 

Fuente: http://erroristas.org/

Resistencia en acto, locura creativa // Alberto Sladogna

El texto  “Resistencia” de  Diego Sztulwark desplegó temas que alcanzaron mi cuerpo, incluso como corresponde a la física cuántica de la amistad, se produjo una vibración en mi actividad como analista. ¿Qué pasó? Seré breve, “lo bueno si breve dos veces bueno, y aun lo malo, si poco, no tan malo…” (Cfr.: Baltasar Gracián “Oráculo manual y arte de prudencia”).
El término “resistencia” tiene muchas significaciones e impacta en varias actividades desde la política hasta el análisis. Tomo su presencia en el territorio del análisis. “Resistencia” es un término que figura en el Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis: “Se denomina resistencia a todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de éste a su inconsciente. Por extensión, Freud habló de resistencia en psicoanálisis para designar una actitud de oposición a su descubrimiento, por cuanto estos revelaban los deseos inconscientes e infringían al hombre una “vejación psicológica”

Freud desplegó una parte de su teoría tomando apoyo en la teología, en particular su teología familiar a la que denominó “complejo de Edipo”: El padre, la madre y el hijo, equivalente a la trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; trilogía que fundó una forma del Estado dividido en Poder Ejecutivo, Poder Judicial y Poder Legislativo; esas formas ternarias no son ajenas a un texto de Lenin “¿Qué hacer? 1901/1902”: el partido, los sindicatos, la masa. Los complejos familiares del capitalismo fueron interrogados y objetados por Félix Guattari junto con Gilles Deleuze en “El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia”.
Cuando el analista se desprende del prejuicio familiarista, la resistencia cambia de lugar: quién se resiste es el “psico…analista” a recibir los deseos que habitan a tal o cual analizante. Se trata de una resistencia a las formas inéditas que toma el deseo para resistir en forma activa –hacer algo- no solo a los mandatos familiares, también a las propuestas de los políticos y de las máquinas de producir subjetividad del actual capitalismo. Un joven quiere dedicarse a estudiar el didgeridoo (instrumento de aire de los aborígenes de Australia) se lo impide el mandato capitalista de “utilidad” sostenido, entre otros, por su familia, eso provoca inhibiciones, síntomas y angustias; en sus “psico…análisis” recibía interpretaciones “edípicas”, según ellas él  “competía con su padre y por esa razón, se negaba a estudiar y seguir una brillante carrera de medicina” (sic, re sic, recontra sic). Esas interpretaciones razonantes (Cfr. Paul. Sérieux y Joseph Capgras “Las locuras razonantes. El delirio de interpretación”) se estructuran sobre un pequeño axioma: una cosa representa a otra cosa, un motivo representa a otro motivo oculto.

La cuestión del joven encontró otro camino cuando se aceptó, se reconoció y se lo acompaño en eso que estaba en la superficie, su deseo ¿cuál? : tocar el didgeridoo. Un deseo que no le pide permiso a lo util, a las ganancias, a los futuros ingresos garantizados, a la seguridad de tener un empleo rentable. El deseo es un deseo que resiste en acto ¿A qué se debe que a nombre de lo “útil”, del “beneficio”, o del “gasto excesivo” se suprimen bajo el gobierno de Mauricio Macri los dineros necesarios para que sigan tocando orquestas donde los infantes, sean del sector sean, accedan a tocar música? ¿Por qué se aceptan como natural la existencia de “gastos superfluos o inútiles o improductivos? ¿A causa de qué sectores de la sociedad consideran necesario justificar la asignación universal por hijo en términos de un gasto “inclusivo” o peor aún “productivo”? ¿Tiene algo de malo per se realizar gastos superfluos o malditos? (Cfr. Georges Bataille, “La parte maldita”)
Retorno a la “resistencia”, las locuras son formas de resistencias a nivel micro, cuando el ajedrecista  Robert James Fischer, conocido como Bobby Fischer, obtiene el título máximo del ajedrez mundial al vencer al soviético Boris Spassky, después de eso rechazó las ofertas por varios millones de dólares que el capitalismo le ofrecía. Fischer realizó una resistencia en acto, su deseo tenía un objeto: jugar; ese deseo no incluía como objeto: ganar dinero. Como lo señala Diego Sztulwark “Lo resistente por tomar distancia de ese esfuerzo, por resistir el llamado a amar las cadenas. Sin esa resistencia no se crea vitalidad. Sencillamente se la consume.” La resistencia es una locura que conlleva vida, implica arriesgar el cuerpo, sin sacrificarlo a las cadenas, es  ponerlo en cada juego creativo. Llama la atención, así lo recibo en mi práctica, cada acto de creación, tenga el alcance que tenga, siempre es una puesta en acto de una locura, la locura de un acto vital. Siguiendo Erasmo de Rotterdam en su “Elogio de la locura”: la locura tiene una dimensión creativa que queda a la espera de un pueblo que esta por venir –como decía Kandinsky; mientras que al mismo tiempo Rotterdam insistió en un hecho paradójico: los peores crímenes y los actos más violentos suelen estar a cargo de los…normales que no se resisten…a cometerlos. Los planificadores, los constructores, los administradores, los dirigentes y los empleados de los campos de concentración de la Alemania nazi eran en un 98,5%…normales.
Las  micros resistencias son, en cada situación, un acto social,  se resiste junto con otros, no se trata de una “conducta” solitaria o individual, conviene recordar el viejo adagio que Jacques Lacan tomó del anarquismo: “El colectivo no es nada sino el sujeto de lo individual” o también “El colectivo no es nada sino el tema de lo individual”.
Veamos dos actos a nivel micro de locos que resisten, actos cuyo testimonio lo transmitió el literato Thomas Bernhard (1931-1989). Bernhard en su última voluntad, prohibió cualquier puesta en escena de sus obras así como la publicación de su obra inédita en Austria, así muerto siguió haciendo resistencia al nacionalismo austriaco: su muerte fue anunciada después de su funeral.
“Correo”
Un hombre de Augsburgo fue internado en el manicomio  de  Augsburgo  sólo  porque,  durante toda su vida, afirmó en cualquier ocasión que lo último que dijo Goethe fue “mehr nicht!” (¡más no!) y no “mehr Licht!” (¡más luz!), lo que, con el tiempo y a la larga, acabó por atacar los nervios de tal modo a todas las personas que tenían relación con él, que se pusieron de acuerdo para conseguir el internamiento de aquel augsburgués obsesionado de forma tan desgraciada por su tesis. Seis médicos se negaron a internar en el manicomio al desgraciado, pero el séptimo dispuso su ingreso inmediatamente. Este médico, como  he  sabido por  el  “Frankfurter  Allgemeine Zeitung”, ha sido galardonado por ello con la medalla de Goethe de la ciudad de Fráncfort.
“Locura”
En  Lend  dejaron  cesante  a  un  cartero,  que durante años no repartió todas las cartas de las que sospechaba noticias tristes ni, como es natural, todas las esquelas que recibía, sino que las quemaba en su casa. Finalmente, el Correo hizo que lo internaran en el manicomio de Scherrnberg, donde, con uniforme de cartero, va de un lado a otro repartiendo continuamente cartas, que echa en un buzón colocado expresamente para ello por la administración del manicomio en uno de los muros del manicomio, y que están dirigidas a los demás pacientes. Inmediatamente después de internado  en  el  manicomio  de  Scherrnberg,  el cartero  pidió  su uniforme  de  cartero,  según se dice, para no tener que volverse loco.
Tercer testimonio:   “Luchar por más esclavitud”
Recibí el siguiente relato: “José quien votó por un cambio, relata en una sesión de mayo del 2016, en Buenos Aires: “Esta dura la situación del país…disculpe llegue con retraso por el transito” Se le pregunta “¿Qué ocurría en la ruta? Responde “No ocurrió nada, pero con el aumento del peaje y de la nafta deje de usar el coche, tomo dos colectivos, me lleva como una hora treinta”…guarda silencio, añade “Pienso que no será suficiente pues el tiempo y los boletos no logró bajar  gastos…” Silencio. Se le comenta “Están duros los tarifazos”, responde “Si, pero las tarifas estaban muy baratas” ¿Se trata de un caso de masoquismo? ¿Es una nueva forma de hacer un sacrificio al dios del mercado? Al pagar resignado pues eran “muy baratas” ¿José estaría indicando que “combate por su servidumbre como si se tratase de su salvación” (Spinoza, Reich)? Qué cantidad de dudas. Y si el analista ¿hiciese un acto de resistencia? ¿Cómo? En lugar de interpretar toma las cosas tal cual, sigue la sorpresiva constatación de José (“estaban muy baratas”) ¿Qué ocurriría si se le duplica lo que decidió pagar por su sesión?

Por una justicia anacrónica contra la servidumbre feliz // Manuel Ignacio Moyano

 
I. En un texto publicado por la Agencia Paco Urondo, “‘Va a estar bueno’: una aproximación a los futuros del macrismo”, Ezequiel Gatto mostraba cómo el discurso macrista se ha ido organizando por medio de la institución de un saber técnico con una temporalidad histórica muy específica: la alusión inevitable hacia el futuro, un futurismo. Así, “Cambiemos”, “Revolución de la alegría”, “Cordobazo del desarrollo”, “Rebeldía sana”, no son solo consignas discursivas de campaña y de gestión —otra de las novedades de este futurismo es que la campaña política que tiende a ganar el futuro y la gestión no se diferencian en lo más mínimo en términos discursivos— sino también modalidades de subjetivación. El texto de Gatto lo sabe y muestra bien cómo este futurismo sin reservas se aloja en el feliz entrecruce contemporáneo de las tecnologías más refinadas con los afectos y las emociones más comunes. Se trata ya no de una tecnocracia sino de una cibercracia. Retomando las palabras de Gustavo Varela, afirma: “en el horizonte del macrismo, está convertir al gobierno en una aplicación.” Bien podríamos decir, en consecuencia, que este horizonte quiere realizar en el gobierno lo que ya acontece en el nivel socio-cultural más inmediato. Precisamente ésta es la definición de neoliberalismo que encontramos entre muchos otros que piensan micropolíticamente al macrismo: el neoliberalismo no solo es un conjunto de políticas económicas sino también y fundamentalmente una disposición de los cuerpos y los afectos a un nivel socio-cultural extendido. Es decir, un dispositivo de organización social que funciona más acá y más allá del gobierno estatal pero, y esta es la actualidad argentina que se extiende en América Latina, también busca atravesar al Estado y transformarlo radicalmente. En su jerga: modernizarlo —de allí el flamante Ministerio de Modernización y su protagonismo brutal en el nuevo gobierno.

Sin embargo, y esto se ha repetido bastante ya en la senda de las investigaciones de Foucault sobre la biopolítica y la gubernamentalidad, este modelo de subjetivación extiende y/o busca extender un modelo de subjetividad a todo el resto del tejido social. Este modelo no es otro que el del “empresario” o “emprendedor”, figura que busca obtener su felicidad en la producción de una ganancia subjetiva que siempre será vital —de allí su tenacidad y constancia. El neoliberalismo empresarial es, en consecuencia, un capitalismo vitalista.

Ahora bien, esta “ganancia” solo será posible en relación con otros. Y esta es una de las novedades de este nuevo empresario-ciudadano. No se trata de un capitalismo salvaje, de una guerra de todos contra todo, como en la figuración del cerdo burgués de principios de siglo XX. Es un modelo, pese a quien le pese, comunal. Si en los eslogans del nuevo gobierno siempre resaltó la figura del “trabajo en equipo”, ahora lo es la de “todos juntos”. No estamos ante un individualismo salvaje y competitivo del sálvese quien pueda. El empresariado de hoy tiene una altísima conciencia social que está más allá de las figuras tradicionales de la ideología. Como se ha visto, a pesar de su obvio cinismo, la ideología PRO es la misma que la de cualquier alma progresista. No hay falsa conciencia, por lo tanto. Futurismo y comunidad hacen también a la subjetividad neoliberal.
II. Si tomamos en serio a Alejandro Rozitchner, el filósofo-coach del PRO y quien escribe los discursos presidenciales, y observamos sus talleres y discursos podemos afirmar que estamos ante la presencia de un saber muy concreto, de un saber-hacer muy específico que se ha ido produciendo silenciosamente en la cofradía entre las más diversas instituciones (ONG’s, fundaciones, universidades privadas, museos y festivales de circuitos artísticos de “gestión” cultural, gimnasios, maestrías y doctorados académicos, instituciones de intercambio internacional) y determinadas prácticas (literatura de autoayuda, composición fitness del cuerpo, alimentación sana y cuidada, desarrollo psíquico y emocional, el devenir “coaching ontológico” de la filosofía, el diseño cibernético de la vida privada y pública). Y este saber-hacer, llevado a cabo en una red de instituciones y prácticas determinadas es la que hoy se extiende por todas partes, acechando y re-produciendo las instituciones y prácticas tradicionales hasta convertirlas, desde dentro, en neoliberales. Como dijimos antes, es un saber-hacer “futuro” y “comunidad”, en ello radica el entusiasmo que generan y su promesa de felicidad.

Ahora bien, todo este “entusiasmo” que propone el mentor de la inteligencia PRO tiene una ingeniería muy precisa: la de saber-hacer una comunidad plural y tolerante que, sin embargo, solo acepta constituirse como tal a condición de eliminarlas trabas históricas del pasado —que no son sino formas conflictivas en que se inscriben la memoria y sus imágenes— para abrirse al futuro, siempre ubicado por delante del sujeto y obligándolo así a posicionarse hacia él. “Entusiasmo”, “Superación del Melodrama” y “Ganas de vivir”, las consignas del profeta PRO, son también nombres para la utopía contemporánea de la derecha que busca alejarse del pasado —tomado solo como “pesada herencia” o como resultado de un proceso esencialmente “meritocrático” y como tal cerrado. El PRO es utópico y progresista, y esta es la más insidiosa continuidad que mantiene con el kirchnerismo —no solo en su faz gubernamental sino también en sus bases. Por lo tanto, como dijimos, la subjetividad neoliberal contemporánea, tomada del modelo empresarial, es futurista y también comunal. En el enlace de futuro y comunidad está toda su astucia, porque solo allí se realiza la promesa (también futura) de la felicidad y realización personal. Lo que esto conlleva es a asumir el pasado como un bloque pesado y cerrado. Casi todas las prácticas gubernamentales y comunicativas de estos pocos meses de gobierno de Macri giran en torno a esto. Algo que ya gira desde hace rato en los cuerpos ciudadanos.
III. ¿Qué nos queda frente a toda esta propensión futurista y común de los dispositivos neoliberales? Dos cuestiones.

En primer lugar, dejar de “discutir” con el macrismo. Ya de nada sirve intervenir en el reino de la opinión y la afección macrista que vive, al modo de las profecías autocumplidas, de la constante legitimación y aceptación de la sensibilidad y la inteligencia que el mismo neoliberalismo produce. Que el Facebook y el Twitter ya no sean el campo de la batalla cultural. Dejar de convencer. Trasladar el plano de lucha y disputa a un “nosotros anti-macrista”, y de ahí potenciarse.
En segundo lugar, posicionarse desde el lugar más anacrónico posible y trabar cualquier forma de progreso —individual o colectivo—, para asumir, como Diego Tatián reclamaba allá por 2007, una voluntad conservadora. Esto es, una voluntad que sepa distinguir lo que debemos conservar y llevar a la práctica esta voluntad a cualquier precio. Quizás volver a 2001, a la puesta en crisis del consenso neoliberal, sea el inicio de esta restauración. Pero también, junto a la puesta en crisis de los valores neoliberales, recuperar una palabra, una mera y singularísima palabra que no parece encajar tan fácilmente en la aceitada maquinaria neoliberal: justicia. Porque si bien toda justicia, sea cual sea, se proyecta para delante ella no deja de mirar y de surgir con la vista clavada en el pasado. Es su única obligación: mirar al pasado. Y esta no es otra cosa que una posición anti-futurista. Hay que quitarle a la justicia sus alas arremolinadas por el huracán del progreso. Porque la justicia, la interrogación por la justicia, es la potencia de los anacronismos —de los pasados irresueltos e irrealizados. Sin embargo, en esta asunción lexicográfica, ella deberá resolver su eterno dilema con el derecho. Bien es sabido que justicia y derecho no son lo mismo, y sin embargo se co-pertenecen. Pues bien: en este consenso neoliberal, que vive de un imaginario futurista y de comunidades sin grietas, el poder judicial de los diversos Estados latinoamericanos ha sido fundamental para asegurar la victoria del mismo a nivel gubernamental (no hace falta mencionar la coyuntura brasilera para entender este punto). Por lo tanto, frente a ellos habrá que saber reivindicar una y otra vez la justicia, y sobre todo porfuera de ellos. Pero antes habremos de entender que justicia no es una fuerza de los cielos. Tampoco un significante con contenido alguno. Es solo una palabra-imagen que conmina a determinada posición: a mirar el pasado, a escuchar el pasado, a “citar” el pasado para tergiversar el curso arrollador del progreso. Porque la justicia es una memoria involuntaria que suspende las coordenadas presentes, he ahí su potencia. No se trata, entonces, solo de denunciar la “injusticia” del presente y mostrar la otra cara del neoliberalismo —la guerra civil global que despliega. Eso ya está hecho y viene por sí solo en cualquier foco de resistencia. El punto es que el neoliberalismo sabe anestesiar los efectos de esa guerra subterránea y de las manifestaciones de la resistencia. ¿Cómo? Lo dijimos: con su futuralidad común, su moral de pluralidad tolerante y su inoculación de entusiasmo mechado con sentido común en cada ciudadano. Frente a esta anestesia, introducir la punta de lanza de una justicia anacrónica que con todo el peso del pasado lesione el cerrazón del presente. Si al multiforme campo popular y a los miles de contrapoderes que quieren destronar al neoliberalismo les falta una palabra común, esta palabra se llama justicia. Hay que emocionarse y afectarse e imaginarse desde ella y acabar con la servidumbre feliz.

Memorias de la resistencia: “El Cordobazo” // Mariano Pacheco

 

¿Cómo acercarnos a El Cordobazo siendo que hay todo un mundo, un país, una dinámica social que ya no existen más? Una posibilidad es, valga el juego de palabras, la del posibilismo: “ese país en el cual el clasismo emergió ya no existe. Hagamos ahora lo que podemos”. Eso sí: ante cada fecha emblemática, un homenaje… También puede optarse por el cinismo liso y llano, y hacer referencias a cuestiones determinadas, no con conceptos determinados que intenten aproximar alguna interpretación, sino con términos que no tienen nada que ver. El cinismo más exacerbado y ramplón, hablando del tema, ha sido la referencia de “Cordobazo del desarrollo” realizada por el Ingeniero Macri. Claro que se puede ser un nostálgico de buenas intenciones, pero ya sabemos, pedreado de buenas intenciones está el camino hacia el infierno. Y no se dice nada porque queda mal, hay algo de culpa que nos agarra a la hora de cruzarnos con los nostálgicos, pero temo que deberé decirlo: toda referencia hacia el pasado “glorioso” como algo siempre mejor que nuestro presente es una postura reaccionaria. Por más que se ensalce un “pasado revolucionario”. Cada generación debe medirse con su tiempo, y si de revoluciones se trata, habrá que ver, que descubrir, que ensayar qué cornos sería una revolución en nuestra época. Sí, sí, ya sé: está la de “la alegría”, pero temo que hablo de una revolución que se llevaría puesta todas esas sonrisas.
***
El Cordobazo -como el 17 de octubre de 1945, o las movilizaciones de junio-julio de 1975 en repudio a “El Rodrigazo”- es un hecho que se caracteriza por ser mucho más que eso: un hecho histórico. Como acontecimiento político marcó un momento de llegada, y a su vez, un momento de partida. Fue una bisagra. Una “grieta” se diría hoy en día (¡podbre Gilles Deleuze!). La bibliografía historiográfica es abundante, así que no nos meteremos aquí en los confines de la historia. Solo destacar que El Cordobazo  dio inicio a uno de los momentos más intensos de la lucha de clases en nuestro país. Se sabe, pero a veces se toma con liviandad: el clasismo sindical y la lucha armada como una “vía viable” hacia la transformación radical de la sociedad son sus consecuencias más directas, con todo lo que ello implica, con las implicancias represivas que tamañas apuestas tuvieron que enfrentar.
¿Entonces? Y entonces que no es fácil rememorar El Cordobazo en este contexto. Ya ni siquiera ante un afán de amnesia histórica como promovía la derecha más clásica, sino ante una que mezcla de todo con todo. Y ante un “memorialismo” que a veces funciona más como lastre que como un punto a partir del cual agarrarnos para trazar una genealogía crítica. Sí, ya sabemos: “no nos derrotado, no nos han vencido” y toda esa sanata. ¿O no es sanata si se canta como cliché y después se tiene una política conformista con el orden existente?
Necesitamos de la historia, sí, pero también deberíamos activar ciertos olvidos. Dejarle un poco de espacio a la invención en el presente. Si los grandes momentos y las grandes figuras del pasado nos aplastan no nos sirven. Sólo deberían ser tenidas en cuenta para inspirar nuevos soles, nuevas rebeldías.
Tal vez haya más Agustines entre los adolescentes y jóvenes que se toman en serio la lucha por la educación pública en la argentina de hoy; quizá haya más potencias subversivas en las doñas que cortan calles y se movilizan reclamando salario social para sus trabajos realizados en el marco de una economía popular teñida por la precarización (la “herencia neoliberal” para “los empoderados” de ayer), que en tantos supuestos homenajes consientes a Tosco y El Cordobazo.
Tuvimos nuestro 19/20 de diciembre, pero cada más amenaza con ser mera historia.
No estamos en dictadura. Al Ingeniero lo votó no solo la clase dominante –que es minúscula en cantidad- sino amplios sectores de ese pueblo que hoy mira un poco con asombro, un poco con disgusto, un poco con confusión todo lo que está pasando. Tu amigo, amiga, vecino, compañera de trabajo o de estudio. El que putea ahí con junto a los negros y todos esos que putean a la negrada que putea.
Ya está: ahora resta ver si lo que sigue es el juego respetuoso de los consensos o si, por el contrario, estamos dispuestos a quebrar los consensos que nos impone la época. Ahí encontraremos puntos de contacto auténticos con El Cordobazo.

Alexia, revista de pensamiento narrativo


Borges habla en un cuento de un mundo hecho de signos. Donde cada persona y cada cosa, cada vínculo y cada proceso, cada animal y cada flor son signos dentro de un código. Se trata de un mundo que se puede presuponer sin escuchar, comprender sin pensar y contar sin sentir. Basta con acceder a las claves de interpretación, los manuales y los diccionarios. La tragedia en el cuento es que el código se ha perdido y la gente vive en la mayor de las melancolías. Hay código, pero falta. 
Ese mundo fabulado por Borges se parece mucho al nuestro, salvo que la melancolía se sustituye acá por una guerra a muerte por el control y la imposición del código: el lugar central de atribución de sentidos. Los códigos del mercado, la política o el periodismo dibujan día a día mapas saturados donde cada cosa-signo encuentra su lugar y su posición. Mapas que nos dan respuestas y seguridades. Nada que escuchar, pensar o crear: sólo códigos que leer y obedecer. Saco un manual y dice cómo hago. Monólogos por todas partes. 
¿Qué es la alexia? Es un trastorno del lenguaje, por una lesión cerebral. La pérdida parcial o total de la capacidad de leer y escribir, cuando ya fue adquirida previamente. Ceguera a las palabras. Catástrofe de los sentidos. Vértigo y desconcierto por la ausencia de referencias pero también una oportunidad, porque los mapas dados se vuelven inservibles, en cada signo se abre una pregunta y hay que acercarse otra vez a las cosas para aprender a leer y escribir junto a ellas. 
Tras la alexia, tenemos la oportunidad de dejar de ver signos en cualquier parte y aprender a ver y relacionarnos con mundos. Territorios, afectividades, formas de vida. Mundos que no se dejan conocer sin pensar, pensar sin escuchar y escuchar sin sentir. Mundos donde habitan las potencias capaces de modificar el estado de cosas. Mundos donde podemos reaprender a ver y vivir. ¿Sentís su bullicio? Escuchemos. 
Los signos son para descifrar, contabilizar y conquistar. Los mundos son para pensar, narrar y habitar. No se trata de mirar otra cosa, sino de mirar de otro modo. La alexia es el comienzo de ese viaje. ¿Hacia dónde? Los acontecimientos nos guiarán.
***

Dossier sobre el Campo de Cebada 
(para pensar sobre lo común autoorganizado sin centro asambleario, sino a partir de las bandas que lo habitan y sus hábitos).
-El relato de Jabuti sobre la cocina de Tabacalera (la primera vez que lo expone): http://revistaalexia.es/tabacalera-una-bombona-de-butano-contra-la-ley-del-mas-fuerte/
-Un diálogo entre Laval/Dardot y los chicos del Campo de Cebada:
-Y un cuento de Lucio Compau sobre la pluriarquía contra democracia: http://revistaalexia.es/la-tribu-variopinta-de-la-cebada/

Asomadas al colapso de la arquitectura europea // Beatriz García, Marisa Pérez Colina, David Gámez (Fundación de los comunes)

¿Dar marcha atrás o cambiar la Unión Europea? Una pregunta en la que nos va la vida

Sabemos que nuestra vida se decide en gran medida en Bruselas y Frankfurt. Ya no hay forma de obviar nuestra pertenencia a una estructura supranacional llamada Unión Europea ni de esquivar la obligación de tenerla en cuenta para pensar las transformaciones sociales y políticas que deseamos y necesitamos.
Dado el papel de la UE tanto en la imposición del neoliberalismo como en las actuales políticas de austeridad (en connivencia indispensable con las élites estatales) y dada su falta de democracia, a la hora de pensar qué hacer, los movimientos y personas en favor de los derechos humanos y la justicia social suelen debatirse entre «dar marcha atrás» o «intentar cambiarla».
La primera opción, «volver al Estado-nación», suele defenderse en términos de «recuperar la soberanía perdida». Ahora bien, aunque es cierto que los Estados-nación han visto mermada su capacidad de decisión al integrarse en la UE, no cabe olvidar que la verdadera artífice de este proceso es la globalización neoliberal.
Esta nueva etapa capitalista, caracterizada por mecanismos de deslocalización productiva y de financiarización es lo que llamamos «dictadura de los mercados» y ningún país, ni dentro ni fuera de la Unión, parece quedar a salvo de ella. Además, 30 años de UE han modificado la estructura económica de todos sus Estados miembros.
En la reordenación territorial europea, los países del Norte han mantenido la función productiva y exportadora, mientras los del Sur (como España) se han especializado en el sector inmobiliario y la industria turística.
Por lo tanto, sin restar importancia a la urgencia de pensar y practicar, en todas las escalas, modelos de desarrollo más centrados en las personas y menos en la acumulación de beneficio, ¿no sería más justo y democrático exigir un reparto de renta a escala europea en vez de salirnos de la UE completamente mutilados (dada la especialización productiva) y empobrecidos?
Por último, a muchos nos parece positivo que «lo nacional» pierda centralidad en favor de pactos transnacionales capaces de difuminar unas fronteras que, esgrimiendo derechos de suelo o de sangre, acaban excluyendo a las personas más maltratadas por el neoliberalismo.
Pensar que no basta con volver a la soberanía nacional para evitar los males de la UE y recordar que saliendo de la misma seguiríamos en un mundo neoliberal con una estructura económica profundamente desequilibrada (y quizá aún más desprotegidos frente a ataques especulativos y grandes empresas), no significa que no haya que encarar el problema de la pérdida de control democrático de las instancias políticas y económicas que deciden nuestras vidas.
El problema de la democracia mundial, del desajuste entre poder económico y político global, está en la cabeza de todos y todas. Y la necesidad de construir soberanía alimentaria y economías de cercanía es evidente, igual que la de tener espacios de decisión y gestión de los recursos más próximos.
Pero si no enfrentamos estos problemas a una escala mayor, europea y global, corremos, como poco, dos riesgos: el de no poder solucionarlos –si el capitalismo se organiza a escalas transnacionales no parece sensato combatirlo a escalas inferiores– y el de quedar encerrados en fronteras que fortalezcan opciones claramente xenófobas y eurocéntricas.
La segunda opción, «democratizar Europa», suele rechazarse por imposible. Hay quienes piensan que la UE siempre ha sido una huida hacia adelante de las élites continentales frente a la pérdida de los imperios coloniales, las victorias de los movimientos obreros y la crisis de la tasa de beneficio; una forma de esquivar los sistemas representativos estatales y de coordinar capitales y mando.
La UE obedece, sin duda, a los intereses de las élites neoliberales. Grecia, asfixiada de forma innecesaria y contraproducente sólo para mostrar el poder de los acreedores, ha dado buena cuenta de ello.
Pero ¿cómo hacer frente y transformar algo tan vasto, lejano y poderoso? Determinadas posiciones políticas proponen un movimiento de dos tiempos: primero «tomar el Estado», después, cambiar Europa.
En relación a Grecia, España –dicen– es un Estado grande e importante y en consecuencia capaz de imponer algunos cambios; también se habla de futuras alianzas con otros países del Sur.
Otras posiciones arguyen que de no construir desde el principio dichas alianzas con habitantes de otros países –»deudores» y «acreedores»–, cualquier propuesta quedará encallada en un combate de poder por arriba. Al fin y al cabo un Sur fuerte frente a un Norte unido podría llevar más a una fractura que a una transformación.
Además, aunque un Sur desgajado tendría sin duda más posibilidades de arrancar mejor una reconstrucción que un país aislado, también perdería, no olvidemos, todo la riqueza transferida a los países del Norte durante los últimos 50 años.
¿Existe «la» opción buena? En nuestra opinión, tras las jornadas sobre procesos constituyentes para Europa organizadas por la Fundación de los Comunes en abril, no cabe desechar ninguna idea susceptible de impulsar procesos de profundización democrática.
A la vez, lo más importante sigue siendo lo que hagamos desde abajo, pues la pregunta del millón no es la de dentro o fuera, sino la de cómo construir alianzas y movimientos que presionen al máximo por la democratización de la UE en todos los países y que construyan, desde ya, alternativas económicas y políticas en lo cercano, dotándose, al mismo tiempo, de un plan de emergencia por si la salida o la expulsión se produjera finalmente, con o sin nuestro apoyo.
Un mapa capaz de situar los avances y sinergias de estos tres planos en la UE nos colocaría en una posición favorable para construir otro futuro continental. Las movilizaciones del 28 de mayo y las propuestas de coordinación como Plan B o Diem25 son, sin duda, buenos pasos en este camino. Pero lo más importante es que Europa se abra un hueco en nuestras preocupaciones políticas diarias, que nuestras luchas se alineen con estas problemáticas: en este terreno, no tenemos otra opción.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net

«Sólo un auténtico movimiento de masas puede crear las condiciones de la gran transformación política a la que aspiramos» // Entrevista a Frédéric Lordon

por Xavi Espinet (El Critic, de Barcelona)
Traducción del catalán: Montserrat Pacheco

¿Qué llevó al gobierno socialista a decidir presentar semejante proyecto de reforma laboral y qué simboliza la ley El Khomri?
No hay otra explicación que la ciega ideológica más absoluta. Este gobierno, que se pretende de izquierdas, en realidad lleva a cabo una política más de derechas que cualquier otro gobierno de la Va República. Si lo consideramos desde el punto de vista histórico del régimen, podemos percatarnos que se trata de un hecho político de primer nivel. Las consecuencias serán enormes y se harán patentes muy rápidamente, y a más tardar durante las elecciones presidenciales de 2017. Asistimos a la liquidación histórica de la socialdemocracia francesa. En realidad, es un aligeramiento. Pero habrá sido necesario que esta socialdemocracia se haya escurrido hacia la derecha más que cualquier otro gobierno para que su liquidación se realice. Por lo tanto, es el fanatismo neoliberal del Partido Socialista el que habrá conducido este gobierno a presentar esta reforma, que ni siquiera Sarkozy se hubiera atrevido a presentar. Con esto, se pueden hacer una idea del estado de descomposición intelectual de este partido, que ya no tiene con la izquierda otra relación más que la simple inercia nominal. 
Pero además de esta deriva ideológica, la reforma laboral demuestra también que el PS ha perdido totalmente el contacto con el estado real de la sociedad. Hace falta ignorar el sufrimiento y la precariedad general de los trabajadores asalariados para cometer la locura de agravarlo todo aún más.
Después de la paralizante derrota contra la reforma sarkozysta de la jubilación en el 2010, Francia vuelve a bajar a la calle. ¿Cuáles son las relaciones que ‘Nuit Debout’ debería mantener con la movilización sindical contra la reforma laboral ?
Unas relaciones mucho más fuertes que las que tiene actualmente. No habrá transformación política de gran envergadura sin movimiento popular de masas. Un movimiento de masas adopta por necesidad en parte, la forma de la huelga general. Y no puede haber huelga general sin la participación de las organizaciones sindicales. Así de fácil. Pero, aunque no tengamos ninguna certidumbre sobre el origen efectivo de una huelga general (y pueden estar seguros de que haremos todo lo que podamos para que, como mínimo, sea probable), es de una importancia estratégica saber agrupar a todas las fracciones de la izquierda, habitualmente separadas por barreras sociológicas invisibles. Es el caso de la separación entre la izquierda militante del centro de los ciudadanos y la izquierda de las clases obreras sindicales. A pesar de todos los obstáculos, hay una base objetiva para esta convergencia: la condición salarial. Es más, hoy esta convergencia sería aún más fácil, ya que el neoliberalismo maltrata ciegamente y uniformemente, incluso a su propia base social, es decir, a los estudiantes. Futuros directivos del capitalismo, pero destinados a la precariedad por éste y a formas de inserción en el mercado laboral cada vez más degradadas. Estos estudiantes se esfuerzan, esperan que su trayectoria escolar responda a sus ambiciones, y descubren amargamente que estas ambiciones se verán defraudadas. Por lo tanto, tenemos todos los ingredientes para una confluencia de clases sociales que su heterogeneidad mantenía hasta ahora alejadas.
No puedo acabar de contestar a su pregunta sin mencionar la existencia en ‘Nuit Debout’ de de una comisión «huelga general» a la que tenemos que agradecer unas primeras acciones muy concretas. Como por ejemplo haber organizado una delegación de estudiantes que fueron el 12 de abril pasado a la estación de Saint Lazare a reunirse con los empleados del ferrocarril a expresarles nuestro apoyo por su lucha. Acciones como ésta son absolutamente ejemplares, y sólo con multiplicarlas estaremos a la altura de nuestra propia consigna de convergencia de las luchas.
Muchos analistas, más o menos mediáticos, hacen de ‘Nuit Debout’ un fenómeno generacional. ¿Qué nos puede decir de esta juventud que se consideraba despolitizada y que despliega su ser político fuera de los canales institucionales?
Personalmente, me niego a encerrar ‘Nuit Debout’ en la categoría de fenómeno generacional. En realidad, la reducción generacional de un fenómeno social es la característica esencial del discurso mediático. Por otro lado, hay que reconocer las cosas con lucidez : una de las razones de la acogida mediática bastante positiva hasta el momento de la ‘Nuit Debout’ se debe a que los periodistas han actuado, a veces sin ser conscientes de ello, de acuerdo con afinidades sociológicas. Unas afinidades que desaparecen por completo cuando se trata de movimientos sindicales clásicos y los periodistas se entregan, a veces sin ser conscientes de ello también, a un racismo social muy claro.
En cualquier caso, la tematización generacional es la operación típica del comentario despolitizado. Se trata sólo de «cosas de jóvenes» y por lo tanto, de cosas sin importancia, que se evaporarán en cuanto crezcan (cuanto antes mejor, a ser posible) y mientras, se está dispuesto a ser tolerantes, siempre y cuando no vayan demasiado lejos. Es aquí donde nos lleva el análisis de «generacional».
Dicho esto, querría añadir una observación personal, limitada y parcial como todas las impresiones personales. Me da la sensación de asistir a una efervescencia intelectual y política inédita de los estudiantes franceses y, hecho aún más relevante, de los estudiantes de secundaria. Cada vez recibo más mensajes, propuestas, consultas por parte de los estudiantes de secundaria. Y les puedo asegurar que estos mensajes dejan entrever una consciencia crítica y política muy bien desarrollada. Es un fenómeno totalmente novedoso. Los políticos que estén en el gobierno en diez o quince años deberían preocuparse: les esperan problemas muy serios que han empezado a madurar hoy mismo.
“Nuit Debout’ movimiento proteiforme y horizontal parece no querer ni padrinos ni portavoces. Sin embargo, no se puede negar que usted ha jugado un papel de primer orden y que representa una autoridad intelectual para los «indignados» franceses. ¿De qué manera ha participado en la génesis de este movimiento y como querría contribuir en él a partir de ahora ?
En enero, éramos tres o cuatro, convencidos que «tenía que pasar alguna cosa» y que «esta cosa» podía cristalizarse alrededor de la película de François Ruffin «Merci Patron!». La posibilidad de una explosión nos parecía muy real, teniendo en cuenta el nivel de saturación de indignación en la atmósfera social así como la inanidad cada vez mas manifiesta del juego institucional de la Va República con la proximidad de las presidenciales del 2017, de las cuales todos sabíamos y sabemos que no saldrá nada interesante.
Nos rondaba por la cabeza una reproducción original de los movimientos de plaza europeos. Un movimiento que tendría que permitir romper con el cartel de las tiendecillas partidistas de la izquierda, atrapadas en las instituciones de la Va República, incapaces de levantar cabeza para inventar alguna otra cosa y destinadas a perderse por el camino con sus eternas maniobras para terminar a menudo como comparsas en el desfile socialista. Era necesario pues un movimiento de plaza para que la gente pudiese juntarse físicamente, pero dejando en casa las etiquetas partidistas. Era necesario trabajar con otra lógica, para hacer algo diferente. Elegir la plaza fue finalmente bastante fácil : la República. Desde enero, ya teníamos en mente una actividad, en torno a la proyección pública, salvaje, de «Merci Patron!». ¡Pero las inspiraciones de tres o cuatro no bastan ! Para que se materialicen es necesario ser un buen grupo. Después del estreno de «Merci Patron!», unas cuantas docenas de personas acabaron reuniéndose, espontáneamente y trabajaron para que se hiciese realidad nuestra consigna el 31 de marzo (jornada de movilización contra la reforma laboral): «Después de la manifestación; no volvemos a casa». Son las mismas personas que, por ejemplo, inventaron el nombre de ‘Nuit Debout’, un magnifico pensamiento.
La gente que hoy va a la plaza, sin duda, no imagina toda la energía, la dedicación, que esta primera ocupación de la plaza pudo suponer para los que trabajaron concretamente en ella. Y funcionó. Están ahí desde el 31 de marzo. Posteriormente, el movimiento ha sabido crecer de por sí solo, y ahora vive su vida. Los que trabajaron en la eclosión han ido pasando el relevo progresivamente. Otras energías, otras dedicaciones, se han añadido. Algún día habrá que explicar la historia. Por ejemplo, pienso en todo lo que hacen las comisiones «acogida y serenidad» (¡el servicio de orden!), «Logística» o «Cocina». Todo esto puede parece muy prosaico pero sin toda esta gente, ‘Nuit Debout’ no existiría.
Con su discurso del 31 de marzo en la «République» llamaba al «deseo político que crea y que afirma». En plena crisis del Estado-nación y de la política, ¿Cuál sería el sujeto de este deseo y de qué «objetos políticos» debería apoderarse ? ¿Y qué les contestaría a los que califican hoy esta afirmación, renovada cada noche en la «République», de puramente voluntariosa?
El sujeto de este deseo no se puede definir ex ante. El « nosotros » se define con el proceso mismo de sus realizaciones. « Convergencia de las luchas » es una estenografía que dice su deseo, el deseo de ser tan grande como sea posible. Y si se quieren nombrar más explícitamente sus componentes, nombrémoslos : el joven urbano precarizado, las clases obreras sindicalizadas (y más en general el mundo del trabajo), los barrios abandonados de las «banlieues». En cuanto a los objetos de este deseo, cada uno podrá seleccionárselos. Pero lo que este movimiento no debe hacer es abocarse a la vindicación intransigente de sí mismo. Si su energía no se convierte en deseos determinados, en objetos políticos explicados, continuará siendo improductivo. Conservar este sentido del objeto supone recordar siempre su necesidad durante los debates, con la finalidad de lucha contra la dispersión total.
Personalmente, creo en una especie de «telescopio» que sabría dar-se una graduación de objetivos, desde lo más cercano (retirada de la reforma El Khomri) hasta lo más alejado (redacción de la Constitución de una República social), pasando por toda una serie de ideas «intermediarias» que debemos saber imponer en el debate político, como por ejemplo obligar la banca a abandonar sus actividades especulativas, para luchar contra la dispersión completa.
¿Todo esto es un «voluntarismo de la afirmación» ? Cierto. Pero ¿qué política no lo es? A pesar que no puede satisfacerse de ello, la intervención política es esencialmente performativa. Decir «hay que» es contribuir a hacer realidad la cosa que decíamos antes que no existe efectivamente. ¡Y hay que aceptar que se trata de una especie de intervención idéntica a la apuesta ! Pero, aunque perdamos nuestra apuesta, la intervención política siembra alguna cosa que hará camino : una idea, el sentido del problema, una exigencia.
Durante la revolución francesa, Sieyès enunciaba el principio de la democracia representativa: sólo los representantes del pueblo pueden expresar la voluntad popular. Por su configuración misma, ‘Nuit Debout’ pone en tela de juicio este principio, y en cada asamblea general del movimiento se critica duramente la democracia representativa. ¿Cuáles son los nuevos medios de decisión y de legitimización políticos deja entrever ‘Nuit Debout’ ?
Lo que diré ahora puede parecer muy crítico con las inclinaciones espontaneas de ‘Nuit Debout’ ; pero me da lo mismo. Pienso que, en una escala microscópica, no puede haber política sin una cierta forma de institucionalización e, incluso, de representación. De hecho, la configuración misma de la Asamblea general de ‘Nuit Debout’ no es conforme con al modelo de horizontalidad pura que pretende alcanzar. Por ejemplo, no hay ninguna AG sin normas: la toma de la palabra, el tiempo de intervención, respeto de la persona moderadora, reglas de gestos para manifestar opiniones, etc. Estas normas contienen por definición un carácter institucional y « verticalizador » ya que se imponen a todos, son autoría, y todos las reconocen. Ya de entrada, y a partir de esta escala, las tenemos que ver como un hecho institucional «verticalizado». Y esto demuestra bastante bien la inanidad de toda consigna maximalista de horizontalidad pura, la cual, de hecho, es totalmente imposible.
La verdadera pregunta no reside en las absurdas antinomias «instituciones vs. ninguna institución» u «horizontal vs. vertical», si no en la manera de configurar nuestras instituciones y en los medios de contención y control de una verticalidad, que necesariamente producimos con el simple hecho de organizarnos colectivamente, por poco que lo hagamos.
Todo y con esto, aunque ‘Nuit Debout’ se verticalice por su propio movimiento, puede firmemente permanecer en una configuración muy cercana a los ideales de horizontalidad y democracia directa. Pero es indudable que esta configuración sólo es posible gracias a su medida y escala reducidas. Por lo tanto, es necesario saber pensar dos ideas juntas, que aunque lo parezcan, no son contradictorias. Por un lado, la configuración institucional a escala microscópica, o nacional, no podría ser un simple calco del modelo experimental a escala de «République». Por otro lado, ‘Nuit Debout’ ilustra unos principios genéricos que deben de guiar la elaboración de una configuración institucional global.
¿Cuáles serían estos principios ? Subsidiariedad máxima, es decir, máxima delegación de autonomía posible a niveles locales. Desconfianza hacia la capacidad de apropiación que supone cualquier institucionalización. Control activo de los representantes y de los portavoces, incluyendo la revocabilidad permanente Organización de la dialéctica constante entre niveles superiores y niveles inferiores, pero no entregar a los primeros el monopolio de la iniciativa, para no convertirlos en simples cámaras de aprobación/validación. Las ideas deben circular en ambos sentidos y los niveles superiores deben continuar inspirándose de los niveles inferiores.
Saber extender ‘Nuit Debout’ entre las clases populares de las «banlieues», ¿le parece una condición necesaria tanto para el éxito del movimiento como para su legitimada? La mayoría de las clases populares del país se encuentran en la “Francia periférica”, donde el Front National se hace cada vez más presente. ¿Cómo puede dirigirse a unas clases populares sin provocar la reprobación de las otras ?
Ésta es una cuestión tan decisiva que para mí es casi dolorosa. Cuando veo las dificultades que ya se presentan a nosotros tan sólo para concertar fracciones politizadas aunque heterogéneas sociológicamente, como las clases obreras sindicales y las diversas familias de la izquierda urbana, puedo concebir con mayor lucidez las grandes barreras que es necesario saltar para llegar tanto a una parte de la población de las «banlieues» como a lo que ustedes llaman la «Francia periférica». No insistiré ahora en todas las diferencias que oponen ambas poblaciones… Y no debemos hacernos ilusiones: una «emergencia» performativa como ‘Nuit Debout’ que contiene, en sí misma, suficiente poder para volver a trabajar tan profundamente el tejido social hasta el punto de producir en él una modificación masiva como ahora la «deslepenización». Esto sólo lo puede conseguir una militancia local, tozuda, y a menudo invisible, que va a la reconquista de la gente, persona a persona, o casi. Lo que sí puede hacer un movimiento como ‘Nuit Debout’ es reconstruir dentro del panorama político general una propuesta verdaderamente de izquierdas. Si esta propuesta acaba dejando huellas, podrá percibirse como una alternativa para todos aquellos que no tienen otra alternativa salvo el FN. Cabe decir que esto exige tiempo, mucho tiempo….
En «République» afirmó que ‘Nuit Debout’ inauguraba el final de la reducción reivindicativa de las luchas y superaba las ambiciones de la movilización sindical contra la reforma El Khomri. Declaro la muerte del orden político actual y milita por el advenimiento de una República social. ¿Ya es así ? ‘Nuit Debout’, ¿Asamblea constituyente? ¿Cuáles son las disposiciones que se deberían adoptar para que el movimiento se convirtiera en ello ?
La frase «nosotros no reivindicamos nada» debe entenderse bien. Me he percatado post festum que había engendrado toda una serie de malos entendidos, sobre todo con los sindicatos, donde esta fórmula parecía atacar de frente la gramática misma de la acción, la cual es fundamentalmente reivindicativa. Sin embargo, está claro que no se trata de declarar las luchas reivindicativas caducadas, allí donde tengan lugar; hacerlo sería tan grotesco como falto de pertinencia.
Se trata más bien de llamar la atención sobre el hecho que las reivindicaciones, por construcción, acaban expresándose dentro de un marco que permanece incuestionable… cuando este marco establece incluso las condiciones misma de posibilidad (o de imposibilidad) de ciertas reivindicaciones. Reivindicar un aumento del sueldo mínimo, por ejemplo, está condenado al fracaso o a la inanidad, si olvidamos cuestionar a la vez las estructuras de la globalización neoliberal (el poder accionarial, el librecambismo desenfrenado, las deslocalizaciones) que hacen objetivamente imposible el aumento salarial porque estas estructuras han instalado objetivamente los obstáculos que se oponen a ellos. El famoso TINA (There Is No Alternative) permanecerá como un hecho hasta que no pongamos nuestra atención en el conjunto de las estructuras neoliberales que lo convierten en un hecho y fuera de las cuales deja de ser un hecho. Para sustituir al TINA por el TIAA (There is An Alternative), hay que volver a crear las condiciones de posibilidad estructurales, es decir, volver a crear el marco. Y reconstruir el marco es algo totalmente diferente a reivindicar. Hay que abrir un proceso altamente político de reconstrucción institucional, en el sentido más amplio del término «instituciones». Este proceso se convierte en algo aun más trascendental cuando pretende ser un nivel constituyente, es decir «meta-marco». Porque, ¿a quién deben dirigirse las «reivindicaciones» de una Asamblea Constituyente ¡A nadie! Es el mismo pueblo quien se hace con este deseo, quien lo afirma, quien lo plantea.
Ahora bien, habría que precisar la naturaleza de un llamamiento a una Constituyente, según dos interpretaciones distintas. La primera lectura tiene que ver, una vez más, con el registro performativo de la intervención política. Según esta interpretación, apelar a una Constituyente sería una manera de plantear problemas, dos en particular.
  • El primero: consideramos que el sistema institucional actual, el de la Va República, está agotado, que ninguna transformación significativa del marco puede producirse en ella, y que hay que volver a edificar de nuevo, para democratizarlo todo de nuevo, y que vuelva a ser posible nuevamente la expresión de diferencias políticas significativas. En el fondo, la democracia es esto: la posibilidad siempre abierta de hacer las cosas de otra manera.
  • El segundo: una Constituyente no se impone como un juego jurídico formal y desarraigado, sino como el medio de dar la forma jurídica más alta a los principios fundamentales de un modelo de sociedad. Así como las constituciones sucesivas de las repúblicas francesas (y en esto, ¡se parecen todas !) tenían como finalidad real la santificación del derecho de propiedad, base del capitalismo, es evidente que el proyecto de acabar con el imperio del capitalismo sobre la sociedad sólo puedes pasar por la destitución del derecho de propiedad y por la implantación de la propiedad de uso (se entiende aquí la propiedad como medios de producción y no como posesión personal). Sólo un texto de última instancia y del alcance jurídico de una constitución puede operar este cambio, literalmente, revolucionario.
Y aquí viene la segunda lectura del llamamiento a una Constituyente. Una lectura histórica y estratégica que nos recuerda que estamos muy alejados de un proceso constituyente y aun más alejados si este proceso tuviese que desembocar en una república social libre de todo derecho de propiedad (en el sentido indicado anteriormente). Según esta segunda interpretación, positiva, la Constituyente es la consagración de un proceso revolucionario y futuro, el cual tiene como condición, la posibilidad de hecho. Pero a la vez, ¿por qué debemos proyectarnos así en un horizonte casi irreal ? Porque es una manera de incluir problemáticas en la agenda del debate público. Es una manera de afirmar, públicamente y de forma decidida, al espacio público la existencia de un problema con las instituciones de la pérdida de posesión. Es una manera de mostrar que hay un problema con el imperio del capitalismo sobre la sociedad, como la reforma El Khomri tiene la virtud de mostrárnoslo más claramente como nunca.
Se acercan las elecciones presidenciales del 2017. Es cierto que el paisaje político a la izquierda del PS no parece prestarse para la creación de un nuevo partido. Pero ustedes afirman que un Podemos a la francesa sería un grave error. ¿Por qué ?
La vía constituyente también es una respuesta a esta cuestión. Creo que debemos salir de lo que se llama la antonimia OWS (Occupy Wall Street) / 15-M-Podemos. Por un lado OWS, movimiento que ha mostrado desgraciadamente su improductividad política (y no desprecio los efectos de Occupy que han sabido hacerse camino a escondidas para hacer posible, por ejemplo, la posibilidad hoy de un Bernie Sanders). Por otra parte, el 15-M, movimiento que sólo se ha convertido en productivo prolongándose en la forma de Podemos… Es decir, bajo la forma que traiciona totalmente el espíritu de los orígenes. Un partido clásico, con un líder clásico, clásicamente obsesionado por la competición electoral, y muy decidido a jugar el juego de la manera más clásica del mundo: en las instituciones tal y como son, sin la mayor veleidad de transformarlas.
El llamamiento a una Constituyente es una manera de salir de esta contradicción de la improductividad o del retorno al establo electoral. Es necesario que el movimiento produzca «alguna cosa», pero esta «cosa» no puede entregarse al funcionamiento de las instituciones vigentes. Conclusión: esta «alguna cosa» podría consistir, precisamente, en la transformación de las instituciones.
«Hay que bloquearlo todo para desbloquearlo todo», dicen. ¿Qué se debe hacer ?
La vía constituyente. Y si su condición de posibilidad es un proceso revolucionario, la finalidad del movimiento podría ser poner los inicios de este proceso. Una de las mejores consignas de ‘Nuit Debout’ es «convergencia de las luchas». Entonces, practiquémosla. Organicemos la confluencia de la juventud, de los militantes de los centros de las ciudades, de las clases obreras sindicadas. Y examinemos la posibilidad de recorrer camino hacia la huelga general. Sólo un autentico movimiento de masas puede crear las condiciones de la gran transformación política a la cual aspiramos.

Fuente: El Correo de la diáspora – www.elcorreo.eu.org.

Todo lo que cambia con los secundaristas [1] // Peter Pál Pelbart

En carta abierta a los que ocupan escuelas, el filósofo celebra: contra el teatro agotado de la vieja política, ustedes reavivan la potencia del deseo, de la ruptura y el disenso.

Traducción: Igor Peres y Santiago Sburlatti
Quiero saludar a los secundaristas aquí presentes, profesores, funcionarios, padres de alumnos, amigos y simpatizantes de este movimiento glorioso. Agradezco la oportunidad de hablar en una escuela en que estudié por siete años, en una época en que la enseñanza pública todavía gozaba de gran prestigio y credibilidad, establecimiento éste que fue escenario de uno de los más pioneros y combativos momentos en la eclosión del movimiento.
La ocupación de más de doscientas escuelas al final del año pasado por los secundaristas de São Paulo, en protesta contra un plan de reorganización de la red pública estadual por el gobierno de Alckim, pasará  a la historia como uno de los gestos colectivos más osados en la historia reciente de Brasil. Yo diría, sin titubear, que este movimiento destapó la imaginación política en nuestro país. El coraje y la inteligencia con que esta lucha fue conducida, la manera democrática y autogestiva con que se sustentó, las formas de movilización y comunicación que aquí se inventaron, el modo en que supo suscitar el diálogo y la conexión con las diversas fuerzas de la sociedad civil, la manera autónoma que demostró a lo largo de todo el trayecto, merecen nuestro más vivo aplauso y admiración. Sin embargo, más allá de eso, constituyen una verdadera clase de ética y política para todos nosotros. Si nuestros políticos aprendieran el uno por ciento de lo que aquí se enseñó, nuestro país sería otro.
Como se dijo en ese momento, mientras los niños se comportaron como verdaderos políticos, los políticos actuaron como niños. Hay mucho para pensar al respecto de esa inversión, y estamos lejos de haber extraído de ella las lecciones y las consecuencias que se imponen. Una cosa es elogiar la madurez, la responsabilidad, la organización interna, toda la prudencia que no dio lugar a la vileza de los medios de comunicación, que sólo buscaban alguna señal de disturbios, orgía, drogas, para criminalizar el movimiento. Aunque esa cautela ha sido eficaz, desde mi punto de vista no fue lo más importante. Ustedes introdujeron en paralelo al teatro agotado y degradado de la representación institucional una nueva coreografía política, produciendo una atmósfera muy refrescante, un afecto colectivo inusitado, una dinámica de proliferación y contagio, una manera inédita de manifestar la potencia multitudinaria que prolongó lo mejor que tuvo el 2013, sin dejarse capturar por lo que de peor ocurrió allí.
Independientemente del desenlace concreto del movimiento, fue un momento en que la imaginación política se destrabó. La imaginación política no es una esfera soñadora y desconectada de la realidad, al contrario, es precisamente la capacidad de conectarse con las fuerzas reales que están presentes en una situación dada, las fuerzas del entorno, pero también las fuerzas de ustedes. Las ocupaciones desencadenaron un proceso imprevisible cuyo carácter al mismo tiempo disruptivo e instituyente dejó a todos estupefactos. No me cabe a mí hacer un análisis de lo que ocurrió, y sí a quienes protagonizaron el movimiento y lo expandieron, en el cuerpo a cuerpo, en el día a día, en el combate físico, en el antagonismo ético, en la inteligencia colectiva.
Pero puedo decir, desde afuera, que ustedes operaron un corte en la continuidad del tiempo político. Esto significa que la percepción social y la sensibilidad colectiva en la ciudad de São Paulo sufrieron una inflexión. Es la dificultad en toda ruptura: no puede ser leída sólo con las categorías disponibles antes de ella, categorías éstas que  justamente la ruptura está en vías de poner en jaque. La mejor manera de matar un acontecimiento de ese orden es reinsertarlo en el encadenamiento causal, reduciéndolo a los diversos factores que lo explicarían y lo agotan, en lugar de desplegar lo que traen embutido, aunque de modo balbuceante y embrionario, de nuevo, de inaugural, de fundante.
A los ojos de nuestros gestores políticos, la resistencia de los secundaristas no pasa de una reacción pasajera, de un estorbo a ser rápidamente removido, una locura juvenil. Pero de repente, se invirtió la ecuación –locura fue  lo que apareció a los ojos de todos, desde la prepotencia sorda del Secretario de Educación hasta la barbarie fascista de la policía militar, protegida por el Secretario de Seguridad y que se abatió sobre el cuerpo de los niños y jóvenes de manera intolerable, fuera y dentro de las escuelas.
Quería insistir en este aspecto tan importante, a mi modo de ver –un acontecimiento como el del año pasado, con su cortejo de arbitrio, de violencia, abuso, pero también de movilización, iniciativa, afirmación, representó un corte abrupto en la percepción social sobre la enseñanza, la escuela, la policía, el Estado, el poder, el deseo. Esta ruptura, este giro y su efecto significan lo siguiente: lo que hasta entonces era una trivialidad cotidiana, de repente se vuelve intolerable. Por ejemplo, hasta entonces parecía natural que quien decidía sobre los equipamientos escolares eran los gestores, no sus gabinetes; súbitamente esto aparece como una aberración intolerable. Como eso, todo un conjunto de cosas se vuelve intolerable. La mercantilización  de la educación, las relaciones de poder vigentes dentro de la escuela, la disciplina panóptica, los modos desgastados de enseñanza, aprendizaje, evaluación, hasta el objetivo mismo de la escuela. Al mismo tiempo, en contrapartida, lo que hasta entonces parecía inimaginable (los alumnos puedan ocupar y administrar los espacios que les son destinados, no sólo para reivindicar sus derechos, profundizarlos, ampliarlos, sino también para experimentar la fuerza de un movimiento colectivo, autogestivo, sus posibilidades infinitas e inusitadas) se torna no sólo posible, sino sobre todo deseable.
De pronto, ya no se tolera lo que antes se toleraba, y se pasa a desear lo que antes era impensable. Esto significa que la frontera entre lo intolerable y lo deseable se desplaza –y sin que se entienda cómo ni porqué, de pronto parece que todo cambió: ya nadie más acepta lo que antes parecía inevitable (la escuela disciplinadora, la jerarquía arbitraria, la degradación de las condiciones de enseñanza), y todos exigen lo que antes parecía inimaginable (la inversión de las prioridades entre lo público y lo privado, la primacía de la voz de todos los estudiantes, la posibilidad de imaginar una escuela otra, una enseñanza otra, una juventud otra, ¡incluso una sociedad otra!).
Un acontecimiento en el sentido fuerte de la palabra, como el que fue producido en el interior de este movimiento, divide el tiempo en antes y después. Ya no se puede volver atrás –algo de irreversible se desplazó en el cuerpo, en el afecto, en la imaginación, en la comprensión de los estudiantes, pero también en la de sus padres, de los profesores, de sus familias, de la comunidad, de la ciudad. Y lo que aconteció se convierte en una especie de farol, de incandescencia, de marca indeleble, de referencia ineludible- ya no es posible fingir que nada ocurrió, que se puede pasar por encima de esto, que se puede volver a la misma sumisión o apatía o pasividad de antes. Y que fue muy fuerte lo que se vivió, fue muy intenso, fue más que una experiencia, fue una experimentación colectiva, microplítica y macropolítica, que abrió un campo de posibles, y por consiguiente puede ser retomada en cualquier momento, y puede ser prolongada, ampliada, traspuesta, tal como de hecho va contagiando otros Estados de Brasil, de forma variada. 

Godard decía que los niños son prisioneros políticos. Nada más verdadero. No digo que lo son solamente en manos de las familias, de las escuelas, de los psicólogos, de los psiquiatras, de los pedagogos, de los medios, del mercado, de los juegos electrónicos destinados a ellos etc… Es justamente en los momentos en que la prisión revela su arbitrariedad, y su legitimidad es puesta en cuestión, es justamente ahí que aparece su fuerza y fragilidad, su peso y su vulnerabilidad, y queda claro que gran parte de su eficacia reposa en el miedo y en la intimidación. Lo mismo se puede decir de los secundaristas: justamente cuando perciben que están a merced de las varias instancias del Estado encargadas de decidir sobre su destino a partir de un gesto burocrático, que perciben cuánto este poder desmesurado pretende decidir sobre su vida más cotidiana, es entonces que todo se da vuelta, porque es cuando dejan de estar a merced, ya que sienten lo intolerable de la situación, y no pueden hacer otra cosa que partir hacia el enfrentamiento, para la resistencia activa y pasiva, para las calles, rompiendo con gran osadía el bloqueo de los medios, o el bloqueo militar, el bloqueo jurídico, el bloqueo del miedo o de la intimidación.

Tal vez podamos decir todos lo mismo, hoy, en este momento gravísimo que atravesamos de ascensión de un fascismo pavoroso, tal vez seamos todos prisioneros políticos en medio a un estado de excepción donde la más grande conspiración entre canallas de todo tipo esté dando vuelta la mesa democrática dicha representativa. Más que nunca, la lección que ustedes dejaron es de una importancia capital. Pues es preciso ir mucho más allá de las categorías aún manipulables por el discurso político, o mismo mesurables por los planificadores y economistas, y redibujar el campo de las posibilidades de la vida. Atrevámonos a la pregunta: ¿y si esta operación de destape de la imaginación política se extendiese a la sociedad como un todo? Si por momentos tenemos la impresión de que todos desean lo mismo, dinero, confort, seguridad, ascenso social, prestigio, placer, felicidad, hay momentos en que queda claro que eso es un espejismo engañoso, diseminado por la cultura mediática y publicitaria, por un supuesto consenso capitalista que camufla formas de vida en lucha, no solo clases en lucha, con todas las segmentaciones y herencias malditas, esclavistas, racistas, elitistas, etc., sino también conflictos entre modos de existencia que colisionan, formas de vida distintas en pugna flagrante, anhelos plurales.

Es fácil constatar que modelos de vida mayoritarios, por ejemplo el de la clase media tomada como patrón, propagada como un imperativo político, económico y cultural, de consumo desenfrenado, y que se impuso al planeta entero – extermina cotidianamente modos de vida “menores”, minoritarios, no solo más frágiles, precarios, vulnerables, sino también más vacilantes, disidentes, ora tradicionales, como lo de los quilombolas o indígenas, ora, al contrario, aún nacientes, a tientas, o mismo experimentales, como los que ustedes ensayaron.

No es fácil rechazar la predominancia de un cierto modo de vida genérico, con el modo de valorización que está en su base – por ejemplo, esta teología de la prosperidad, que no es exclusividad de las iglesias pentecostales, y que se va infiltrando por todas la partes. ¿Cómo cepillar esa hegemonía a contrapelo, revelando las múltiples formas que resisten, se reinventan o mismo se van forjando a contracorriente y a pesar de la hegemonía de un sistema de mercado, moldeado por mecanismos de control y monitoreo eficaz y sutilmente o nada sutilmente despóticos?       
 
Eso se agrava mucho en el contexto actual, frente a este golpe parlamentar-financiero-mediático-jurídico-religioso, donde se asoma todo el arcaísmo esclavista aliado a la más peligrosa manipulación de la fe, que va de la mano con intereses económicos precisos y una máscara de legalismo y modernidad autoglorificada. Sí, vivimos en un momento especialmente cruel, en lo cual el carácter más flexible, anónimo, oscilante, de algunos mecanismos de poder económico y político no pueden ocultar la brutalidad más retrograda de la cual dependen, y con la cual se conjugan violentamente, imputando la violencia, como siempre, a los que contestan esa alianza espuria, criminalizando aquellos que la rechazan con vehemencia. 

Entonces, toda la cuestión está en cómo ampliar el campo de la política, o pensar la dimensión política de las formas de vida, y de la sensibilidad que les corresponde, o para formularlo de una manera aún más precisa: ¿cómo pensar la propia política a la luz de esa cuestión de las formas de vida que la antecede? Tal vez Foucault siga teniendo razón: hoy en día, al lado de las luchas tradicionales en contra de la dominación (de un pueblo sobre otro, por ejemplo) y contra la explotación (de una clase sobre otra, por ejemplo), está la lucha contra las formas de sujetamiento, es decir, sumisión de la subjetividad, que prevalecen. Pues nuestro tiempo inventó modalidades de servidumbre inauditas. Y lo que los secundaristas nos enseñaron es que las formas de resistencia también se reinventan. La horizontalidad y su ausencia de centro o comando en las ocupaciones y manifestaciones dramatizaron una geografía otra de la conflictividad. Es difícil nombrar un cambio así, y sobretodo transformarlo en pauta concreta. ¿Cómo traducir en propuestas las nuevas maneras de ejercer la potencia, de hacer valer el deseo, de expresar la libido colectiva, de eludir las jerarquías, de hacer circular el discurso sin quedar a merced de la lógica de la representación, de redibujar la escuela, de hacer ruptura, disenso?

En todo caso, todo indica que la ocupación de las escuelas no aspiraba y no aspira exclusivamente a la elevación del nivel de enseñanza, el respeto a los espacios de aprendizaje, las modalidades de consulta y decisión, para no decir gestión, sin hablar de las cosas elementales como la garantía de la comida, pero de algún modo, en esta experimentación surgieron muchas otras cosas. Si las protestas evocaron un rechazo de la representación (nadie nos representa, nadie puede hablar en nuestro nombre, ni siquiera alguien de nosotros que pretendiese ser nuestro representante), tal vez también hayan expresado cierta distancia con relación a las formas de vida que se vienen imponiendo brutalmente en las últimas décadas, en nuestro contexto así como en nuestro planeta como un todo, y que atraviesan la escuela, fatalmente: productivismo desenfrenado aliado a una precarización generalizada, movilización de la existencia con vistas a finalidades cuyo sentido se nos escapa a todos, capitalización de todas las esferas de la existencia – en suma, un nihilismo biopolítico que no puede tener como respuesta sino justamente la vida multitudinaria puesta en escena, en la escuela, en las calles, en las plazas, en la Asembléia Legislativa, en la autarquía estadual que administra las Escuelas Técnicas de São Paulo, etc.     

En medio a reivindicaciones muy concretas, puntuales, precisas, muchos otros deseos se dejan expresar en la dinámica del proprio movimiento. Las reivindicaciones pueden ser satisfechas, pero el deseo obedece a otra lógica – tiende a la expansión, se distribuye, contagia, prolifera, se multiplica y se reinventa a medida que se conecta con otros. Hablamos de un deseo colectivo, donde se tiene inmenso placer en ocupar colectivamente un espacio antes ocupado por la policía, en ir a la calle juntos, en sentir la pulsación multitudinaria, en cruzar la diversidad de voces y cuerpos, sexos y tipos, y aprehender un “común” que tiene que ver  con las redes, con las redes sociales, con la conexión productiva entre los varios circuitos, con la inteligencia colectiva, con una sensorialidad ampliada, con la certeza de que la escuela debería ser el corazón de una sociedad, y no su apéndice agonizante, así como en 2013 algunos sostuvieron que el transporte en São Paulo debería ser un bien común, así como en Turquía los jóvenes consideraran que el verde de la Plaza Taksim en Estambul era común, así como lo debería ser el agua, la tierra, internet, las informaciones, los códigos, los saberes, la ciudad, de modo que todo tipo de privatización e enclosure en su versión actual constituye un atentado a las condiciones de la producción contemporánea, que requiere cada vez más el libre compartir del común. Tornar cada vez más común lo que es común – otrora algunos llamaron eso de comunismo. Un comunismo del deseo. La expresión suena hoy como un atentado al pudor. Pero es la expropiación común por los mecanismos de poder que ataca y destruye capilarmente aquello que es la fuente y la materia misma de lo contemporáneo – la vida (en) común, la inteligencia común.

Tal vez una otra subjetividad política y colectiva se estuviese experimentando, en este movimiento y en otros, como el de Parque Augusta y muchos otros, para lo cual carecemos de categorías y parámetros. Más insurreccional, más anónima, más múltiple, de movimiento más que de partido, de flujo más que de disciplina, de impulso más que de finalidades, con un poder de llamamiento incomun, pero también con una capacidad de organización horizontal, sin que eso garantice nada.

Es difícil medir tales movimientos sin usar la regla de la contabilidad de la marcearía o del partido de futbol. ¿“Cuánto lucramos”, “en qué terminó”, “a cuales fuerzas favoreció”, “finalmente quién venció”?, preguntarán. No se trata de menospreciar la evaluación de las fuerzas en juego, sobretodo en un país como el nuestro, en que una vasta alianza conservadora distribuye las cartas y conduce el juego hace siglos, independientemente de los regímenes que se suceden o de lo que dicen las urnas. Es decir, no se trata de confiar en la providencia, sino, al contrario, afilar la capacidad de discriminar las líneas de fuerzas del presente, fortalecer aquellas direcciones que garanticen la preservación de esta apertura, y distinguir en el medio de una corriente de agua lo que es remolino y lo que es una ola grande y prolongada, cuáles son constituyentes, cuáles apenas repiten lo instituido, cuales comportan riegos de retroceso.  

En todo eso, no se debe subestimar la inteligencia cartográfica y la potencia psicopolítica de los secundaristas. Yo diría, para retomar una formula conocida, que una de las definiciones de ética es estar a la altura de lo que nos ocurre. Creo que el movimiento de los secundaristas estuvo plenamente a la altura de aquello que les ocurrió, del acontecimiento que les tocó experimentar, inventando dispositivos concretos que permitirán sostenerlo, intensificarlo y expandirlo. Solo puedo desear que esta charla sea parte de esta movilización, incluso en las condiciones muy adversas del presente, que no tienden a enfriarse. 
* El texto fue leído en el Colégio Fernão Dias Paes, en 28 de abril de 2016 durante un debate público sobre el tema de la ética, con la participación de Marilena Chaui, alumnos, padres, profesores y funcionarios de la escuela, por la iniciativa de Dalva Garcia, profesora de la escuela e de la PUC-SP: En la madrugada siguiente, alumnos de la escuela resolvieron retomar la ocupación en solidaridad a la ocupación del Centro Paula Souza.


[1]Estudiantes de escuela secundaria en Brasil.

Breve tratado sobre el apriete financiero // Mario Santucho

Foto: Sebastián Andrés Vricella

Aunque no lo admita, Pedro Biscay es un sobreviviente. Con su título de abogado recién estrenado recaló allá por 2003 en el Centro de Políticas Públicas para el Socialismo (Ceppas), donde aprendió el oficio con Alberto Binder. Luego se desempeñó como coordinador del área Fraude Económico y Bancario de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), junto a Carlos Gonella. Y arribó al Directorio del Banco Central de la República Argentina (BCRA) a fines de 2014, convocado por Alejandro Vanoli. Una carrera veloz y obsesiva por descifrar los entreverados circuitos del delito financiero, la verdadera placa madre de la democracia neoliberal.
Cuando el proyecto político al que tardíamente terminó adscribiendo fue derrotado en las urnas, él permaneció en su puesto en cumplimiento del mandato constitucional otorgado por el Senado de la Nación. Y desde allí pispea, atónito, el regreso del tren fantasma del endeudamiento y la fuga de capitales. Biscay es un sobreviviente de una época que no merece morir, al menos no del todo, pero parece estar apagándose sin remedio; mientras contempla con amargura el asomar de una era que no quisiéramos ver despegar, aunque casi nada parece ponerle freno.
Lo que sigue es la transcripción de una larga entrevista realizada en su despacho de Reconquista 266. Fue grabada el viernes 26 de mayo, el mismo día que la Cámara de Casación porteña rechazó su pedido de recusación contra el juez Claudio Bonadío en la causa conocida como “dólar futuro” y caratulada como “Banco Central de la República Argentina y otros s/defraudación por administración fraudulenta”. Porque Biscay es uno de los 16 procesados en ese expediente judicial y ultramediático, que avanza ante el asombro de una casta política que tira la piedra y luego esconde la mano.
Nuestro entrevistado se esfuerza para no parecer abatido por el contexto. Y ensaya una interpretación orgánica de la madeja que vincula el ajuste y la devaluación con las operaciones extorsivas orquestadas desde el poder judicial: un mapa para entender el devenir mafioso de las finanzas, y su arrastre sobre el conjunto de las instituciones de una república éticamente en bancarrota.
Devaluación forzada de la moneda           
La denuncia que da origen a este juicio fue presentada el 30 de octubre de 2015, por Mario Negri y Federico Pinedo, dirigentes políticos en ese entonces de la oposición, cinco días después de las elecciones generales donde Cambiemos ganó la Provincia de Buenos Aires y se proyectó hacia el ballotage. ¿Qué buscaban en ese momento?
La denuncia por la venta de contratos de futuro de dólar encierra una operación política montada en el último mes y medio del gobierno de Cristina Fernández con la finalidad de desplazar a Alejandro Vanoli de la Presidencia del Banco Central de la República Argentina. ¿De qué manera? Mediante una causa penal inventada para cuestionar su desempeño como presidente del Banco. Cuando asumen las nuevas autoridades de Cambiemos, buscan una refundación financiera orientada a despolitizar las finanzas. Lo que puntualmente significa: proscribir en la medida de la posible el financiamiento del Tesoro a través del Banco Central mediante el uso de adelantos transitorios; y reducir fuertemente la base monetaria, que entre enero y marzo del 2016 tuvo un ritmo de crecimiento negativo del tres por ciento, cuando la tendencia desde el 2010 en adelante fue de crecimiento positivo, producto de una determinada configuración política y de definición estratégica del rol del Banco Central en la economía. La denuncia viene a poner fin a un ciclo donde el Banco Central tiene una visión política y un rol a jugar con relación a la generación de empleo, la inclusión social y la expansión de derechos. Por eso la acusación fundamental es que el BCRA estaba politizado, que era una chequera, porque en el fondo de lo que se trata es de romper los atisbos o resabios de soberanía política que pueda tener la moneda argentina. Y de ahí el cambio de semblante en los billetes que vienen ahora. De ahí, también, que se piense exclusivamente en una tasa de interés de referencia dirigida a contraer la economía y generar desempleo como política para bajar la inflación.
¿No había también un objetivo táctico e inmediato en la denuncia, de forzar una devaluación por parte de la gestión anterior antes de entregar el gobierno?
Sí, este es el otro elemento. Nosotros luchamos contra la manifestación recurrente de corridas cambiarias. Fueron nueve las corridas, fue un período de fuerte especulación financiera, una especulación descomunal para desestabilizar el peso y para provocar una devaluación. De modo que, si el mercado lograba imponerle la devaluación al gobierno kirchnerista, sobre sus espaldas caería la responsabilidad por los costos salvajes en términos de aumento de los precios, caída del salario y aumento de la desocupación. De hecho, la narración sobre la pesada herencia que propone el macrismo ha sido tan desprolija que ni siquiera puede sostenerse en términos numéricos: tuvieron que maquillar el déficit para elevarlo al 7,1 por ciento dejando de lado incluso la metodología prevista en el Manual del FMI; tuvieron que negar la política de crecimiento del empleo informada según registro de aumento de CUILes que marca 590 mil puestos creados en el sector privado y 280 mil en el sector público entre 2010 y 2015; pero no pudieron ocultar que el país creció un 2.1% el año pasado, incluso según informes del INDEC de estos meses. Creo que la “pesada herencia” se construyó como relato sustituto ante la confirmación de que no estábamos dispuestos a devaluar la moneda.
Una vez que el macrismo llega al gobierno, cambia el sentido de esta causa. ¿Cómo y por qué?
Digamos que los usos políticos de esta causa mutan cuando cambia la administración del Banco Central, porque la actual conducción es responsable de la devaluación. La decisión de devaluar fue tomada coordinadamente por el Ministro de Economía y el Presidente del BCRA, y se instrumentó con la liberación del mercado de cambios a partir de la Comunicación “A” 5850. Esa normativa se votó en el Directorio, con la oposición de los tres directores que venimos de la anterior administración. Producida la devaluación, los contratos cambiaron de signo; esto es, la compensación de un contrato pagadero en pesos en el mercado de futuros que hasta ese momento daba resultados positivos para el Banco Central, con ganancias que habían alcanzado los 5.500 millones de pesos, se traduce en una compensación negativa que ahora tiene que empezar a realizar el BCRA con relación a los tomadores de esos contratos, entre los que hay empresarios que buscaban cobertura por operaciones a plazo y otros que estaban especulando. Como te decía, este cambio de signo implica que la causa empieza a mutar en sus usos políticos y se transforma rápidamente en una herramienta para cuestionar la línea de política monetaria y financiera que la administración del gobierno de Cristina Fernández llevaba adelante. Lo que quieren es hacernos pagar a nosotros las consecuencias políticas por no haber devaluado: el procesamiento es básicamente un castigo anticipado por intervenir en el mercado de cambios. Por eso el juez, mediante una interpretación que es disparatada y forzada por todos lados, involucra penalmente a la ex presidenta. Llegados a este punto solicité la recusación del juez Claudio Bonadío, por su manifiesta falta de imparcialidad. Es impactante el modo en que obstaculizó el acceso a fotocopias y a presentar y producir prueba de utilidad para dilucidar aspectos de la operatoria. Un disparate jurídico de esta magnitud solo se sostiene sobre la base de denegar el derecho de defensa en juicio.
Hay quienes creen que la causa se transformó en una jugada personal de Bonadío, ya que algunos voceros del actual gobierno han dicho que la acusación carece de fundamento: me refiero a Carrió, al propio denunciante Federico Pinedo, y a ciertas voces periodísticas de los principales medios empresariales.
Bueno, claramente hay una irresponsabilidad por parte de ellos en hacer este tipo de operaciones políticas para romper la estabilidad de mandatos que son definidos por voluntades constitucionalmente establecidas. El mandato de un director del Banco Central requiere aprobación del Senado de la Nación y se confiere por un tiempo determinado. Este procesamiento por la causa de futuro de dólar implica, por ejemplo, un serio cuestionamiento respecto de si el BCRA es un actor legítimo para fijar el tipo de cambio en una economía; si es un actor legítimo o no lo es para determinar una tasa de interés; y si el BCRA en última instancia es un actor legítimo para emitir moneda y para regular el mercado y el sistema financiero en su conjunto. Si preguntas, varios funcionarios de primera línea del Banco te dicen que el fallo crea tanta incerteza que prácticamente impide ejercer políticas de regulación de banca central sobre los mercados. De manera que, más allá que quienes han originado esta denuncia terminen diciendo que no tenían previsto que Cristina forme parte de la causa penal, hay un grado de irresponsabilidad mayúscula en tanto no se piensa los efectos nocivos que judicializar una política económica determinada genera en términos de estabilidad de un sistema monetario. En síntesis, la causa penal y el procesamiento reflejan una decisión política de alto nivel: no controlar ni regular las finanzas. Pero hay una segunda cuestión que me parece clave y es que Cristina Fernández de Kirchner aparece involucrada en esta causa penal de una manera forzada, caprichosa e ilegítima, porque la operación tiene un alcance geopolítico. Esta causa debe leerse en serie con otros ataques que en América Latina están sufriendo los pueblos y sus organizaciones sociales y sobre todo los líderes que han representado un proyecto de independencia política y económica de los poderes imperiales. Esta causa es una persecución. No solamente una determinada discrepancia con una política económica o monetaria, sino una persecución a quien lideró un proceso político de independencia y que representa los intereses de los sectores populares, con todas las limitaciones que pudo haber tenido ese proceso en términos históricos. Y me parece que hay que poder leer también esta denuncia penal, como una operación política que transcurre en paralelo a la persecución y encarcelamiento ilegal de Milagro Sala, que es la diputada en el Parlasur que representa al indigenismo y los sectores trabajadores del Norte argentino, y que ha logrado construir una alternativa de poder contra-oligárquico en Jujuy. Hay una línea de actuación muy precisa que busca desarticular líderes populares en América Latina, porque se está buscando dinamitar un proceso de independencia económica y crear las condiciones para que nuestros países firmen los acuerdos de libre comercio a nivel mundial. Es la vuelta del ALCA y en ese plan los sectores trabajadores ocupan un lugar específico como mano de obra intensiva y no calificada.
Volviendo a la causa: durante las indagatorias el juez parecía orientarse a acusarlos por asociación Ilícita, pero en el procesamiento cambia la figura penal. ¿Por qué? ¿Y de qué, concretamente, se los acusa ahora?
Cuando Bonadío toma la primera indagatoria, sorpresivamente aparece una imputación por asociación ilícita. Se dibuja de forma encubierta, porque aparecen los rasgos típicos de esta figura que en el derecho penal nació para perseguir a las organizaciones obreras. Nos imputaron el haber actuado en forma planificada, organizada y sistemática, con una jefa que daba las órdenes, organizadores que las ejecutaban y miembros que las cumplíamos. Un disparate que consiste en travestir una unidad política constitucional y democráticamente elegida en una banda criminal dedicada a cometer delitos. Lo que estaba tratando de decir Bonadío es que quiere ver presa a Cristina Fernández de Kirchner porque en la jurisprudencia argentina (y más en la de su tribunal), la asociación ilícita siempre ha sido la figura penal utilizada para encarcelar a alguien al momento de dictar su procesamiento. ¿Qué pasó entre la primera indagatoria y el 13 de abril cuando le corresponde declarar a la ex-presidenta? Se impuso en las calles una fuerte movilización popular de apoyo a Cristina que marcó, me parece a mí, un punto de inflexión, un cambio de dirección. Luego, al momento del procesamiento Bonadío se echó atrás y dijo que el hecho de que hubiese descripto los elementos típicos de la asociación ilícita no implicaba que la iba a imputar necesariamente por ese delito.
¿Y en el procesamiento, finalmente, de qué se los acusa?
La acusación es por administración infiel agravada en perjuicio de una administración pública. Un delito contra el patrimonio, que implica quebrantar el mandato de administración de un patrimonio ajeno, mediante la generación de un daño concreto o generando un aprovechamiento o un beneficio a favor de un tercero. El mismo delito por el que tienen presa a Milagro Sala, el mismo delito que encuadró la investigación por la deuda externa en la Argentina y por muchos otros delitos económicos cometidos por bancos y entidades financieras, como el caso Moneta o el Megacanje. El registro de presos por este delito es muy finito, sólo Milagro Sala está presa. No es curioso este dato, revela la condición de clase del sistema de justicia.
Puede decirse entonces que, de hecho, la causa empezó a morir con este cambio entre la indagatoria y el procesamiento.
Bajó de precio un poco la causa y me parece que quedó a las claras lo descabellado que resulta meter por la ventana a la ex Presidenta y también al ex ministro de Economía. La imputación por administración fraudulenta es descabellada porque no hay una violación a los intereses confiados. Haber devaluado la moneda, como lo pretendieron con esta causa, hubiese implicado violar ese mandato de confianza. Yo no tengo ninguna duda respecto de que la administración que llevamos adelante se encargó de custodiar el valor del peso frente a una embestida devaluacioncita que buscaba alterar esos valores, con un impacto directo que se ve hoy en los salarios que cayeron abruptamente. Argentina tenía el nivel de salarios más alto en América Latina cuando terminó el mandato de Cristina: 622 dólares. Y hoy cayó a 418 dólares aproximadamente. Cayó un 33%. Entonces, nosotros cumplimos con un mandato que teníamos de proteger al país de una devaluación y de generar inclusión social. Ese mandato está atado a una determinada atribución constitucional que nuestra Carta Magna pone en manos del Congreso, quien tiene la función de fijar el valor de la moneda local y la extranjera, vía el Banco Central. En este sentido Bonadío opera como representante de los sectores económicos a los cuáles les molesta que el Estado intervenga en la economía fijando, por el mecanismo técnico que sea, el precio de todas las relaciones comerciales. Se nos acusaba de que el tipo de cambio estaba retrasado y eso tornaba a la economía poco competitiva; sin embargo, la devaluación no mejoró los términos de competitividad de la Argentina: durante el primer cuatrimestre de este año las exportaciones fueron levemente menores respecto del primer cuatrimestre de 2015.
Dólar delivery: de Redrado a Bonadío
Sin embargo, queda la idea de que el manejo que hicieron específicamente con el dólar a futuro fue ruinoso, y eso habilitaría la acusación por administración infiel.
No creo para nada que exista un daño aquí que permita justificar un procesamiento por el delito de administración infiel. Fijate el siguiente aspecto que muestra la mutabilidad de las funciones o de los usos políticos de esta causa: cuando el proceso arrancó se nos acusó, e incluso está puesto por escrito en la denuncia, de que estábamos haciendo negocios para el sector privado, es decir que beneficiábamos a grupos económicos. Bastó con comprobar que quienes habían comprado futuros eran funcionarios de la administración del actual gobierno, e incluso funcionarios que fijaron el precio de los contratos  en el re ajuste de precios, para que ese argumento desaparezca del mapa, desaparezca de la escena. Esta es la otra razón por la que cae la idea de una asociación ilícita, porque se demostró por los hechos objetivamente constatados, que no existía un contubernio entre la administración anterior y específicos actores del mercado. Creo que los medios esperaban, cuando se publicó la lista, encontrarse del otro lado a Cristina, a familiares de Vanoli, o mios, no sé. Pero no estábamos nosotros del otro lado, los que estaban eran los funcionarios que conforman el actual gobierno. Ahora hay un fiscal y un juez que tienen que investigar si manejaban información privilegiada, porque en realidad el único contubernio que existió fue entre el mercado y la actual gestión política. Y digo que era un contubernio porque si pensaban devaluar no tendrían que haber tomado posiciones en contratos de futuros. Entonces, rápidamente, ese argumento lo dejaron de lado. Pero ese hecho también pone en duda la acusación por “administración fraudulenta”, porque esta última tiene más peso cuando se utiliza o se comete el delito para beneficiar un tercero.
Insisto con algo: ¿existe un daño producido al Banco Central por la operación que hicieron con el dólar a futuro?
No existe. El balance del Banco Central que acaba de ser aprobado hace pocos días por el directorio refleja resultados positivos. Su patrimonio neto es positivo, nuestra gestión cerró el 2015 con un total de 177.346 millones contra 108.315 millones de 2014. Te leo: las utilidades del BCRA fueron 147 mil millones en 2015, frente a 78 mil millones de 2014. O sea, un 88 por ciento más. Pero hay más, para que tomes una dimensión de lo inconsistente que es la acusación: mientras las erogaciones monetarias ocasionadas por la devaluación en lo referido a las operaciones de futuros fueron de un poco más de 42 mil millones, la revalorización de los activos dolarizados arrojó una ganancia de casi 251 mil millones. ¿Se entiende en qué sentido el balance de un Banco Central es dinámico?
¿Y este balance lo aprobó el actual directorio del BCRA?
Hace apenas unos días. Pero quiero ir más allá: la discusión de fondo es también si un Banco Central puede o no registrar pérdidas contables. Toda política tiene un costo de implementación, genera consecuencias. La política monetaria también. La política de futuros de dólar generó, obviamente, consecuencias que se registran a nivel de balance. De hecho, el balance de un Banco Central, incluso desde la concepción de la Reserva Federal de los Estados Unidos, es en sí mismo un instrumento de política monetaria. Esto es, un Banco Central puede utilizar su balance como herramienta de política. La cuestión es si un balance presenta un patrimonio neto que decrece: ¿implica necesariamente que se está causando un perjuicio al Banco Central? ¿Ese perjuicio es jurídicamente relevante? ¿Es posible evaluar a un Banco Central con los criterios de una empresa comercial? ¿El objetivo de un Banco Central es tener ganancia o rentabilidad? No, un Banco Central regula la política monetaria y la política financiera, y su objetivo es dar estabilidad, ir contra la corriente. El balance de la Reserva Federal de Estados Unidos, cuando se produjo la crisis de 2008, mostró un crecimiento descomunal de los activos y pasivos porque la FED tuvo que salir a rescatar las hipotecas-basura de la crisis subprime. Compró los créditos, emitió letras del tesoro para amortiguar los efectos negativos de la crisis, y eso se vio reflejado en el balance. El presidente de aquel momento de la Reserva Federal, Ben Bernanke, sostuvo que el balance del Banco Central se ponía en juego para administrar la salida de una situación crítica, diciendo incluso que la compra de estos activos basura no generaba (pese al aumento descomunal) un “riesgo de crédito” para la FED. Te pongo otro ejemplo, en el año 1992 se produjo en Inglaterra una corrida descomunal contra la libra esterlina. El Banco de Inglaterra llegó a perder 3.300 billones de libras para parar una crisis devaluatoria contra la moneda mientras que Georges Soros ganó miles de millones de dólares vendiendo posiciones de corto plazo de esta divisa. Sin embargo, esto no implicó una discusión sobre si el Presidente o el board del Banco de Inglaterra era responsable penalmente por haber gastado la cantidad de libras esterlinas que gastó para frenar una devaluación que finalmente no logró frenar. La política de emisión de Lebac, con una tasa del 38 por ciento, también tiene consecuencias, porque implica aumentar el déficit cuasi fiscal del Banco Central en función de una deuda con el mercado financiero y hasta con los consumidores que invierten en este título. La cantidad de Lebac colocadas en el mercado casi iguala la base monetaria, con lo cual la presión de esa deuda cuasi fiscal es poderosísima. ¿Esto implica que el Banco Central está sufriendo un deterioro contable en su patrimonio o en su balance por los pagos comprometidos? Yo creo que no, porque forma parte de la política que hoy el Banco lleva adelante con un fin determinado. La política de Lebac con una tasa tan alta sí tiene consecuencias sobre la economía real porque implica enfriar los niveles de actividad económica e implica, también, aumentar los niveles de tasa de interés de toda la economía, con lo cual, deteriora la actividad productiva.
Un argumento que utiliza el juez es que los dólares a futuro que se canjeaban a 10 u 11 pesos en Buenos Aires podían venderse a 14 en Nueva York. ¿Eso es verdad?
Eso es falso. Pero más importante es lo siguiente: también es falso lo que sostiene Bonadío, y que en su momento plantearon quienes orquestaron esta operación política, de que el precio del mercado de los contratos de futuro se define por una referencia del exterior, el NDF. El Non-Delivery Forward no es un mercado sino un tipo de contrato que se pacta en el exterior entre un banco y un cliente, que no está institucionalizado ni responde a reglas preestablecidas. Es bilateralidad pura, donde las partes acuerdan las cláusulas de forma privada. Además, el NDF es una operatoria que se llama “over the counter”, OTC, es decir que no hay un mercado institucionalizado que regule las relaciones jurídicas comerciales y financieras que tienen allí lugar. Mientras que el mercado donde nosotros operamos, el ROFEX, sí está institucionalizado y regulado, además de operar en pesos a diferencia de los NDF que son contratos pagaderos en dólares. El precio de un mercado se determina en el ámbito en que las operaciones se realizan y no en otro. Las operaciones realizadas en el ROFEX nunca fueron atacadas ni nulificadas porque eran válidas. Por otro lado, la intervención del BCRA siempre es regulatoria, es decir que obedece a esa finalidad.
¿Y por qué hay tanta diferencia entre un precio y otro?
Bueno, el precio de un mercado de futuro en la Argentina se define por el precio del tipo de cambio, el dólar presente, más una tasa de interés. Ese valor es el precio del mercado de futuro de dólar, el que rige ese contrato de dólar a futuro. Históricamente, el precio del mercado del ROFEX, donde interviene el Banco Central, define su precio siguiendo esta fórmula que te comento. Luego, el NDF se acopló siempre al nivel de precios del ROFEX excepto en dos momentos. En 2008, con la crisis financiera internacional, hubo un período muy cortito en que se despegó el NDF del Rofex; en esa ocasión Martín Redrado intentó “traerlo”, es decir intervino vendiendo contratos en el NDF, como la denuncia de Bonadío sugiere que debíamos haber hecho nosotros, pero le fue mal, no lo logró y dejó de hacerlo. Luego, disipada la turbulencia financiera, el precio se acomodó. El segundo momento cuando el NDF se autonomiza del ROFEX es en 2015, durante el mes previo a las elecciones, especialmente en el marco del ballotage. Queda más que claro que se trató de un ataque especulativo con intenciones políticas, y que nuestra tarea consistió en resistir esa corrida, sosteniendo el precio pactado en el ROFEX. Otro punto para mostrar hasta qué punto lo que sostiene el procesamiento es inconsistente, es que la participación del Banco Central en el mercado del Rofex no es del cien por ciento de los contratos sino que es del 36 por ciento. Los contratos que vendió el Banco Central fueron el 36 por ciento de los que se celebraron, es decir no fue el único vendedor en el mercado, como se sostiene en la denuncia.
En la foto del presente, entonces, podemos decir que ese ataque especulativo comandado desde el NDF fue exitoso, pues logró doblegar a la moneda argentina forzando su devaluación.
Se habría disipado sí no devaluaban la moneda. De hecho nosotros teníamos un plan de convergencia de precios de futuro de dólar con los ajustes parciales al tipo de cambio que veníamos realizando. Esa convergencia se producía al mes de junio a un precio que rondaba los 11,39. Otro punto que muestra lo miserable de esta denuncia es cuando sostiene que habían actores que compraban acá en el ROFEX, se daban vuelta y vendían allá en el NDF. Eso también es falso, porque el Banco Central tenía controles a la circulación de capitales y solamente se podía vender o girar plata al exterior si se contaba con autorización previa. Con lo cual, no es cierto que se compraba acá un contrato y se lo vendía en el exterior. No había ningún arbitraje posible entre el mercado de futuros locales y el mercado de futuros de Nueva York. Quienes dicen esto tratan de confundir haciendo pasar un análisis de portafolio por un arbitraje de activos financieros.
Altas mafias de interés
Te propongo que nos pongamos un poco cínicos y asumamos como inevitable esta politización de la justicia: “bueno, dejémonos de llorar por un rato”. El gobierno anterior fue derrotado políticamente y el rumbo económico cambió radicalmente. La pregunta sería entonces: ¿qué tipo de autocrítica se pueden hacer teniendo en cuenta esta dura derrota?
Desde el lugar donde yo he aportado, lo primero que debe explicitarse en un esbozo de autocrítica es el contexto en el que actuamos: la pelea que nosotros dimos contra cierta concepción de las finanzas estuvo articulada fuertemente por la agenda de los fondos buitre, en un contexto donde la Argentina fue forzada a entrar en un escenario de default creado por un Juez de los Estados Unidos, impidiéndole al país pagar sus compromisos internacionales con los acreedores reestructurados, lo cual impactó en el funcionamiento del sistema financiero dificultando la toma de créditos y elevando las tasas de interés. Asumiendo esa complejidad y esa limitación, me parece que llegamos tarde a la discusión sobre el sistema financiero. Creo que el kirchnerismo llegó tarde a discutir el sistema financiero. Esta discusión debería haberse planteado mucho antes, y creo que todavía hay cuestiones claves que están pendientes como discusión política a futuro. El sistema financiero argentino es profundamente dependiente de las finanzas internacionales, rechaza fuertemente las políticas de supervisión financiera, de control de la actividad ilegal de la banca y de las finanzas, y es un sistema financiero que orienta poco el crédito. La gran discusión que tenemos por delante es cómo profundizar la implementación de las reformas que se lograron con la Carta Orgánica, y que fueron un avance muy significativo; a su vez, avanzar con las reformas a las ley de entidades financieras que abre la pregunta respecto a qué sistema financiero queremos y qué condiciones de funcionamiento no queremos volver a reproducir. Primero, necesitamos una política financiera y de créditos que apueste fuertemente al impulso de la banca pública y nacional, para evitar la dependencia financiera de lógicas globales y de organismos internacionales. Segundo, es fundamental diferenciar tasas de interés por sectores productivos, apostando a controlar los niveles de las tasas. Tercero, queremos un sistema financiero que esté fuertemente supervisado, tanto en términos de liquidez, de solvencia, como de participación de la banca en actividades delictivas. Tendríamos que haber introducido antes esta discusión en Argentina y por eso, si bien la reforma de la Carta Orgánica en el 2012 fue muy significativa, no se logró avanzar en la implementación de políticas claves, como las referidas a la orientación del crédito. Claro que la línea de créditos para la Inversión Productiva fue un gran ensayo y hay que seguir defendiéndola, pero fue muy resistida por el mercado. Quienes conducen hoy la administración del Banco Central tienen una visión orientada a profundizar más aún la participación de las finanzas en el producto bruto, pero si nosotros hubiésemos logrado una mayor contundencia, una mayor raigambre de las políticas de orientación del crédito, hoy sería más difícil de cuestionar lo que considero nuestro aporte. No estoy tan seguro que profundizar la incidencia de las finanzas en el producto bruto mejore la calidad de vida de la sociedad. No estoy tan seguro de que estén dadas las condiciones para que la inclusión financiera no sea expulsiva. Los niveles de tasa de interés en las periferias del sistema financiero, en los proveedores no bancarios son salvajes y predatorios. Muy poco se hace desde la supervisión para regularlos.
En ese sentido, ¿qué tipo de actores son los que impiden un cambio en la orientación política de las finanzas?
Bueno, en primer lugar están los sujetos de las finanzas globales, de los que ya hablamos sobradamente. Los bancos tampoco han sido muy amigos de  acompañar una política de orientación del crédito. Orientar el crédito significa fundamentalmente establecer prioridades de financiamiento y diferenciales en la tasa de interés, para que ciertos sectores productivos o ciertas actividades específicas tengan tasas de fomento o tasas amigables al dinamismo de la actividad productiva, a la realidad de cada sector. Hoy, en el contexto de ajuste y recesión, las Pymes necesitan todo el apoyo del Estado con políticas de estímulo y tasas subsidiadas. Creo que otra de las grandes críticas para hacerle al sistema financiero argentino es que ha puesto mucho énfasis en el financiamiento al consumo como correlato del poco énfasis puesto en la producción. La actividad de consumo ha estado fuertemente financiada y ha desarrollado una red, muy compleja y muy opaca a la vez, de financierización de los sectores populares, que son justamente los más vulnerables frente a las finanzas, los que sufren de forma completamente desigual las condiciones o las lógicas de funcionamiento de las finanzas. Porque los sectores populares tienen que pagar una tasa del 150 por ciento o 200 por ciento por un crédito, mientras los sectores de la clase media y alta por el mismo crédito y para comprar el mismo producto operan con una tasa de interés que estaba en el orden, antes de la desregularización de las tasas de interés, del 30/35 por ciento. La expansión de redes de financiamiento ligadas a la industria de los proveedores no financieros, de las entidades para consumo, de las bancas especializadas, de las mutuales que dan créditos, de las cooperativas crediticias, permitió expandir una dinámica de desarrollo de la actividad financiera en la cual los sectores populares quedaron atrapados a los modelos de tasas de interés más usurarios, encima atrapados por los códigos de descuento sobre el salario. Y la banca, en vez de expandirse con los mecanismos tradicionales de una banca pública bien desarrollada y cercana a la gente, quedó acotada.
Vos sos uno de los tres sobrevivientes de la gestión anterior: ¿hay algún tipo de solidaridad por parte de tus compañeros de Directorio en esta causa judicial que parece tan arbitraria, y cuyos argumentos en el futuro podría ser usados también contra ellos?
Yo no me consideraría un sobreviviente. Los tres que estamos aún somos directores con mandato otorgado por el Senado de la Nación, conforme una Carta Orgánica que fija plazos para el cumplimiento de esos mandatos que son distintos al que establece la Constitución Nacional para el cargo de una función presidencial. Por lo tanto, somos directores que venimos de una administración anterior y tenemos nuestra propia visión sobre el funcionamiento de la política monetaria y la política financiera del Banco Central. Así nos hemos presentado en el directorio y así trabajamos, con esa visión crítica sobre las políticas económicas implementadas por esta gestión del Banco Central, porque ya conocemos las consecuencias de estas políticas. El núcleo de este diferendo hoy en día se relaciona con la propensión del nuevo gobierno al endeudamiento financiero y el financiamiento de la fuga de capitales que son, creo yo, los dos grandes vectores que articulan la organicidad de las relaciones financieras en la actualidad.
¿Pero en la institución hay conciencia sobre lo que implica esta causa? ¿Se discutió este tema en el Directorio, por ejemplo?
Bueno, la devaluación la produjeron las actuales autoridades del banco. Además, hay funcionarios que antes del diez de diciembre eran empresarios y habían comprado futuros y actualmente deciden parte de la política económica y financiera del país; ellos están involucrados en otra causa penal por esta misma historia. Lo cierto es que todos han notado que el procesamiento de Bonadío abrió escenarios y consecuencias hacia distintos vectores, entonces se introducen reaseguros adicionales cuando se trata de tomar hoy en día una decisión de política económica que puede implicar incurrir en alguno de los estándares que Bonadío considera que pueden ser factores delictivos, como puede ser fijar una tasa de interés o intervenir en un mercado. Es en ese nivel donde hemos debatido el tema.
Siendo vos un procesado en esta causa, que a su vez ocupás tu lugar en el Directorio, ¿que reflexión te surge sobre las garantías constitucionales que en tu caso personal están siendo puestas en juego, con consecuencias concretas sobre tu persona y sobre tu futuro?
La Cámara de Casación acaba de rechazar mi recusación al juez, con lo cual la causa va a proseguir seguramente. Yo recurriré ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pero la causa avanzará como reflejo de una profunda crisis democrática que hay en Argentina. El hecho de que no se discuta este tema en el Directorio tiene que ver con que quienes denunciaron una maniobra que era absolutamente absurda quedaron ahora manchados por los efectos no previstos de judicializar una política monetaria. Pero, me parece, en el fondo hay una profunda crisis en la democracia que tiene que ver con naturalizar operaciones judiciales como un recurso para intervenir la política económica de un gobierno; que tiene que ver también con usar causas judiciales para perseguir políticamente una determinada idea de país, con fuerte tono independentista y latinoamericano. Este es una causa emblemática porque es un caso contra el Estado de derecho. No hay argumentos jurídicos para justificar siquiera aparentemente un procesamiento, y cualquier argumento que se utilice tiene como objetivo maquillar esta operación política, como por ejemplo sostener que el Banco Central no puede intervenir en la fijación del tipo de cambio, que es lo que está implícito en la afirmación de Bonadío cuando dice “Cristina Fernández de Kirchner estaba obsesionada con el tipo de cambio, con el dólar en Argentina”. Y claro que estaba obsesionada, y está muy bien que lo estuviera, porque la historia argentina muestra cómo el dólar ha sido uno de los factores de desestabilización más potentes de nuestra economía, es el mecanismo de transmisión de los golpes de mercado. Si esta causa realmente investiga un delito o no, a nadie le importa. Y a “la política” menos. Lo que importa es que la causa despliega usos políticos. Y desde ese punto de vista, me parece a mí, algunos jueces hacen suya la dimensión mafiosa de las finanzas. Y de ese modo, la dimensión mafiosa del poder judicial se vuelve más explícita. No alcanza con decir que hay jueces mafiosos, o que hay banqueros mafiosos: es la dinámica de funcionamiento de las finanzas contemporáneas la que impone parámetros mafiosos. Porque es extorsiva: ponés la tasa de interés por las nubes o te provocan una corrida cambiaria. Esta es una lectura política de las inferencias de correlación de variables entre el tipo de cambio y la tasa de interés. Si esta última está en niveles bajos, el primero sube. Entonces, tenés que subirla para que el dólar no vuele y con él no vuele la economía por el aire.
Lo que se está discutiendo es la posibilidad misma de una soberanía política que sea capaz de regular dinámicas corporativas y ponerle límite a los intereses de los especuladores.
Lo que se discute es exactamente eso. La conclusión de esta causa penal, en última instancia, es que nos castigan porque nosotros no devaluamos la moneda. No es casual, porque se trata de la primera vez que en Argentina se pudo parar una corrida cambiaria, que en realidad fueron varias corridas cambiarias. Se nos criminaliza por haber cumplido con una función que es lógica. ¿Qué tiene que hacer un Estado soberano cuando atacan su moneda para forzar una devaluación? Nuestra convicción es que el Estado tiene que parar la devaluación, porque si no: ¿quién la para? No la para nadie y entonces pierden los asalariados y ganan los señores de las finanzas. 
Fuente: revistacrisis.com.ar

Clinämen: “No hay patrones sin laburantes, los que generan riqueza son los trabajadores”

Conversamos con Víctor De Gennaro, dirigente gremial y social, referente y uno de los fundadores de la CTA, sobre la importancia histórica y actual de pensar la centralidad de la clase trabajadora en las transformaciones históricas de nuestro país. Autonomía en el sindicalismo y nacimiento de la CTA. Historia de las luchas populares en Argentina. Salida de la dictadura. 2001, kirchnerismo y contexto actual.

Macri gato de la cultura // Diego Valeriano

Poco o nada duró la batalla cultural. Desmantelaron desde leyes enormes a micro programas con  un espíritu adolescente que variaba entre ONG y cultural popular y no pasó nada. No pasó nada de nada.

No hay un vacío en ningún lado, no le falta nada a nadie. No se extrañan las dudosas verdades que salían de los talleres de murga, ni los vecinos se agolpan en la puerta del centro cultural porque ya no abre sus puertas la biblioteca popular “Haroldo Conti”. Salvo lxs talleristas nadie extraña los inverosímiles talleres que se daban en cada espacio compañero.

La batalla cultural era polenta cuando se tenía los fierros del Estado, ahora ni micro guerrillas. ¿Micropolítica? Tal vez en un gesto marcadamente romántico se buscaba mantener vivo algo que había muerto hacía ya una década. Sin ir más lejos las radios comunitarias…

La cultura genuina, la que enfrenta a la restauración careta, se nutre del consumo, la fiesta, el viaje y está cargada de afectos. Es la que va a enfrentar a piedrazos a esos corazones ortibas y emprendedores. Un estribillo dice mucho más que toda la Biblioteca Nacional lejana y sola. Ver a Zamba roto es una linda metáfora gede de esta década festiva que nos quieren hacer creer que quedo atrás.

Las horas de viaje, los afectos y sus ternuras, lo que hay en sus nervios, lo que se transa y con quien se arranca es en definitiva la cultura anti gato. En esta verdadera batalla cultural se juega muchísimo, Macri gato es la consigna que mejor condensa el optimismo de lo que vendrá, la pasión de lo que es ahora y la suciedad propia de la cultura real.

Kill Box (“Teoría del Dron”) // Grégoire Chamayou *

 Nada de lo que haga el hombre en la superficie de la tierra puede entorpecer el vuelo de un avión, que se desplaza libremente en tercera dimensión.Giulio Douhet[i]

  
Con el concepto de «guerra global contra el terror», la violencia armada perdió sus límites tradicionales: indefinida en el tiempo y también en el espacio.[ii] El mundo es, digamos, un campo de batalla. Pero sería más exacto decir: un terreno de caza. Porque si se globaliza el radio de la violencia armada, es en nombre de los imperativos de la persecución.

Si la guerra se define en última instancia por el combate, la caza se define esencialmente por el seguimiento. Dos geografías distintas corresponden a cada una de estas actividades. El combate estalla cuando colisionan las fuerzas, la persecución se desplaza dónde va la presa. En el espíritu del Estado-cazador, el lugar de la violencia armada ya no se define según los contornos de una zona delimitable, sino por la simple presencia del enemigo-presa, quien transporta, por así decirlo, su pequeño halo móvil de zona de hostilidad personal.

Para huir de sus perseguidores, la presa intenta volverse indetectable o inaccesible. Ahora bien, la inaccesibilidad no queda únicamente determinada en función de los relieves de la geografía física —vegetación frondosa o concavidades profundas—, sino también en función de las asperezas de la geografía política. Como recuerdan los teóricos de la cacería humana: «Las fronteras soberanas están entre los mejores aliados que puede tener un fugitivo».[iii]. Antaño, la Common Law inglesa autorizaba en las zonas rurales a «dirigir la caza de las bestias de presa nocivas, como los zorros y los turones, hasta la propiedad del otro, porque la destrucción de tales criaturas se consideraba de interés público».[iv] Este tipo de derecho es el que hoy pretende arrogarse Estados Unidos para las presas humanas, a escala mundial.[v] Es necesario, resumía Paul Wolfowitz, «negarles cualquier santuario».[vi]

Lo que se pergeña es un poder invasivo fundado, no en la noción de derecho de conquista sino en la del derecho de persecución. Un derecho de intrusión o de usurpación universal, que autorizaría a correr detrás de la presa no importa donde se refugie, a riesgo de pisotear el principio de integridad territorial clásicamente ligado a la soberanía estatal. Porque, con semejante concepción, la soberanía de los otros estados deviene, en rigor, contingente. El aprovechamiento completo de esta concepción sucede cuando otros Estados permiten que la persecución imperial se desarrolle en su seno. En caso contrario, si no pueden —«Estados fallidos»— o no quieren —«Estados parias»—, su territorio puede ser legítimamente violado por el Estado-cazador.
A las formas terrestres de soberanía territorial, erigidas sobre la clausura de los territorios, el dron opone la continuidad dominante del aire. Así, prolonga las grandes promesas históricas del poder aéreo; indiferente frente a las asperezas del suelo, el arma aérea, escribía Douhet, «se desplaza libremente en tercera dimensión»,[vii] Traza en el cielo sus propias líneas.

Al devenir estratosférico, el poder imperial modifica su relación con el espacio. Se trata menos de ocupar un territorio que de controlarlo desde lo alto, asegurándose el dominio del cielo. Eyal Weizman explica en estos términos un capítulo completo de la estrategia israelí contemporánea, que describe como una política de la verticalidad. En este modelo, «tecnología antes que ocupación»,[viii] se trata de «mantener la dominación sobre las zonas despejadas por medios distintos al del control territorial».[ix] A dicha verticalización del poder le corresponde una forma de autoridad fuera-del-suelo, donde todo, cada individuo, cada casa, cada calle, «incluso el acontecimiento más pequeño dentro del terreno puede ser vigilado, sometido a medidas de control policial o destruido desde el cielo».[x]

La cuestión de la soberanía posee, entonces, una dimensión aeropolítica:[xi] ¿quién detenta el poder sobre el aire y sobre las ondas?[xii] Alison Williams, quien insiste en la importancia de pensar hoy en día la geografía política como un fenómeno en tres dimensiones, evoca una «crisis de la soberanía aérea».[xiii] Las repetidas violaciones de los espacios aéreos subalternos por parte de los drones norteamericanos son una de las manifestaciones prominentes de la crisis. La soberanía ya no es plana, servilmente territorial, sino volumétrica y tridimensional, su puesta en causa también.

Las doctrinas militares clásicas, explica Stephen Graham, procedían vía «proyección horizontal del poder en un espacio geopolítico esencialmente “plano” y sin relieve».[xiv] Actualmente, este modo de proyección fue reemplazo o completado por otro. Muy esquemáticamente, se pasa de lo horizontal a lo vertical, del espacio bidimensional de los antiguos mapas del estado mayor a una geopolítica de volúmenes.
En las doctrinas contemporáneas del poder aéreo, el espacio operacional ya no es concebido como un aire homogéneo y continuo. El espacio deviene «un mosaico dinámico, donde los objetivos y las tácticas de los insurgentes pueden variar de un barrio a otro».[xv] Hay que representarse un patchwork con casillas de colores a las cuales atañen reglas de comportamiento específicas.
Pero esas casillas son también y sobre todo cubos. El concepto central de la kill box, traducido imperfectamente como «caja letal» o «cubo de la muerte», que emergió a comienzos de los años 1990: «La kill boxse representa gráficamente por una línea negra continua que delimita un aire específico, con diagonales en negro en su interior».[xvi] Debemos imaginar, en una pantalla 3D, cubos puestos en un terreno cuadriculado. El teatro de operaciones se llena de cajas transparentes.

La kill box tiene un ciclo de vida: se abre, se activa, se congela y se cierra. Se puede seguir cómo evoluciona en pantalla, un poco como la desagregación del disco duro: pequeños clustersque se activan y cambian de color a medida que son procesados.

«Cuando se pone en funcionamiento, el fin inmediato de una kill box es autorizar a las fuerzas aéreas para conducir excursiones contra blancos en la superficie sin ninguna coordinación con el comando».[xvii] Sabiendo que «la naturaleza “mosaico” de la contrainsurrección la torna particularmente apta para una ejecución descentralizada».[xviii] Cada cubo, entonces, se transforma en una «zona autónoma de operación»[xix] para las unidades combatientes que están a su cargo. En suma: en un cubo dado, fuego a voluntad. Una kill box es una zona autónoma de matanza temporal

Con este modelo, la zona de conflicto aparece como un espacio fragmentado en una multitud de cajas de la muerte provisorias, activadas según un modo a la vez flexible y burocrático. Como lo explica con un entusiasmo indisimulable el general Formica en un e-mail: «Las kill box nos permiten hacer aquello que queríamos hacer desde hace años, […] ajustar muy rápidamente la traza del campo de batalla; en el presente, con las tecnologías automatizadas y el uso de las kill box por parte de la Air Force, se puede delimitar el campo de batalla de manera muy flexible, tanto en el tiempo como en el espacio».[xx]

En una nota dirigida en 2005 a Donald Rumsfeld, el presidente de la RAND Corporations le aconsejaba «adoptar un sistema no lineal de kill box»[xxi] para las operaciones de contrainsurgencia. Thomson subrayaba el punto crucial: «El tamaño de las kill box puede ser modulado para que puedan adaptarse a un terreno abierto o a una guerra urbana; pueden ser abiertas o cerradas rápidamente en respuesta a una situación militar dinámica».[xxii]
 Este doble principio de intermitencia y de modulación a escala de la kill box es capital, ya que permite pensar la extensión del modelo hacia fuera de la zona del conflicto declarado. Los micro-cubos temporales letales podrían ser abiertos, según las contingencias del momento, en cualquier lugar del mundo, apenas se hubiese localizado a un individuo seleccionado como blanco legítimo.

Cuando los estrategas de las fuerzas armadas norteamericanas imaginaron a qué se parecerían los drones en veinticinco años, empezaron por hacerle dibujar a las iconografistas del servicio el retrato-robot de una ciudad árabe típica, con su mezquita, sus inmuebles y sus palmeras. En el cielo volaban libélulas. Se trata de los nano-drones, robots-insectos autónomos capaces de merodear en tropel y de «volar en espacios cada vez más estrechos».[xxiii]

Gracias a artefactos de este estilo, la violencia armada podría ejercerse en pequeños espacios, en micro-cubos de la muerte. Antes que destruir un inmueble completo para eliminar a un individuo, miniaturizar el arma, entrar en el hueco y confinar el impacto de la explosión telecomandada a una sola pieza, incluso a un solo cuerpo. Tu habitación o tu oficina se transforman en una zona de guerra.

Sin esperar a estas micro-maquinas del futuro, los partidarios de los drones insisten, ahora mismo, en la precisión tecnológica de su arma. Pero la paradoja es que lo que se supone ganado en precisión les sirve como argumento para extender el campo de tiro al mundo entero. Se observa un doble movimiento, que al tijeretear la noción de espacio-jurídico de la «zona del conflicto» armado tienden a dislocarlas casi completamente. Los dos principios de este desmembramiento paradojal son los siguientes: 1° La zona de conflicto armado, fragmentada en kill boxminiaturizables, tiende idealmente a reducirse al único cuerpo del enemigo presa —el cuerpo como campo de batalla—. Se trata del principio de precisión o de especificación. 2° Pero este micro-espacio móvil es acreditado, en nombre de las necesidades del seguimiento y del carácter «quirúrgico» del ataque, para ser lanzado en todas partes, allí donde se encuentre la presa —el mundo como terreno de caza—. Se trata del principio de globalización o de homogeneización. Porque podemos apuntar a nuestros blancos con precisión, podemos —dicen en rigor los militares y la CIA—, atacarlos donde nos parezca, e incluso fuera de la zona de guerra.

De manera convergente, toda una franja de juristas norteamericanos afirma hoy que la noción de «zona de conflicto armado» ya no debe ser interpretada en un sentido estrechamente geográfico. Los juristas le oponen a la concepción geo-centrada, supuestamente obsoleta, una noción blanco-centrada, ligada a los cuerpos de los enemigos-presas, cuya zona de conflicto armado «va donde ellos van, sin ninguna relación con la geografía».[xxiv] Se trata de la tesis según la cual «las fronteras del campo de batalla no están determinadas por las líneas geopolíticas sino por la localización de los participantes del conflicto armado».[xxv] 

Uno de los principales argumentos, más pragmático que jurídico, es el que toman directamente los juristas de los discursos de la administración norteamericana. Si hay que tirar por la borda la interpretación geo-centrada del derecho de guerra es porque prorrogarla ayudaría en la práctica —repiten ellos dócilmente— a «crear santuarios para las organizaciones terroristas en los Estados conocidos por la ineficacia de sus fuerzas policiales».[xxvi] No obstante, el argumento revela, encubierto en un debate semántico, la apuesta política: se trata de justificar el ejercicio de un poder de policía letal fuera de las fronteras.

Uno de los problemas es que, como apunta Derek Gregory, «la lógica jurídica que comprende el campo de batalla más allá de la zona de combate declarado es en sí misma infinitamente extensible».[xxvii] Al redefinir la noción de zona de conflicto armado como un lugar móvil atado a la persona del enemigo, se llega a reivindicar, disimulado en el derecho de los conflicto armados, el equivalente a un derecho a la ejecución extrajudicial ampliada al mundo entero, también en la zona de paz, contra cualquier sospechoso, fuera de proceso, incluso contra sus propios ciudadanos.[xxviii]

¿Dónde se detiene esto? Es la pregunta que le planteó en 2010 la ONG Human Rights Watch a Barack Obama:
La noción según la cual el mundo entero deviene un campo de batalla, donde se aplican las leyes de la guerra, es contrario al derecho internacional. ¿Cómo define la administración el «campo de batalla global»? ¿Toma la expresión en sentido literal? Esto implicaría que el uso de la fuerza letal es permitido a causa del derecho contra un presunto terrorista, en un departamento en París, una galería comercial en Londres o una parada de Bus en Iowa City.[xxix]
Contra los peligros de semejante interpretación, juristas críticos defienden una concepción más clásica de la noción de zona de conflicto armado, insistiendo sobre la idea fundamental de que la violencia armada y sus leyes tienen contornos marcados en el espacio; que la guerra, en cuanto categoría jurídica, es y debe ser un objeto geográficamente delimitado. ¿Un conflicto armado tiene como rasgo el ocupar un lugar, una zona delimitable? A pesar de su aparente abstracción, esta cuestión ontológica posee hoy consecuencias políticas decisivas. Si se responde afirmativamente, en primer lugar se enuncian una serie de obviedades: hay una geografía legal de la guerra y de la paz, concebida no solamente como estados que se suceden en el tiempo sino también como espacios delimitables. Una zona es una zona: una porción circunscripta de espacio, con sus límites, un adentro y un afuera; y un conflicto armado es un conflicto armado, es decir, se distingue por un nivel reconocible en la intensidad de la violencia. Sin embargo, estas simples definiciones tienen implicancias normativas muy importantes, en primer lugar: si las leyes especiales del derecho de guerra se aplican sólo donde hay una guerra; entonces, fuera de ella, no se tiene el derecho a comportarse como un guerrero.
Como recuerda la jurista Mary Ellen O’Connell, quien califica de ilegales los actuales ataques de los drones en Pakistán, en Somalia o en Yemen: «Los drones lanzan misiles o sueltan bombas —tipos de armas que sólo pueden ser utilizadas de forma lícita en las hostilidades decisivas de un conflicto armado—».[xxx] Ahora bien, «no había un conflicto armado en el territorio de Pakistán porque no existían combates armados intensos entre grupos armados organizados. El derecho internacional no reconoce el derecho a matar con armas de guerra fuera de un conflicto armada efectivo. La llamada “guerra contra el terror” no es un conflicto armado».[xxxi] En rigor, estos ataques constituyen graves violaciones del derecho de guerra.

Los proyectos de cacería humana globalizada entran inmediatamente en contradicción con esta lectura tradicional del derecho. En consecuencia, sus promotores intensifican los esfuerzos para contrarrestar dicha visión de las cosas, haciendo polvo la tesis que sostiene que el derecho de los conflictos armados presupone una ontología geográfica implícita.[xxxii] En las luchas en curso para extender el dominio de la caza, los juristas están en primera línea. Y la ontología aplicada constituye su campo de batalla.[xxxiii] La pregunta ¿qué es un lugar? se torna una cuestión de vida o muerte. Quizás sea el tiempo de recordar que delimitando geográficamente el ejercicio lícito de la violencia, la intención fundamental del derecho era acotarla.  

* Kill Box forma parte de Teoría del dron, de Grégoire Chamayou (Futuro Anterior ediciones, 2016)

Ir a “La tierra, la guerra, la insurrección”, de Peter Pál Perbart


[i] Douhet, G., La Maîtrese de l’air, Económica, París, 2007, pág 57.
[ii] El geógrafo Derek Gregory explica que se debe analizar este fenómeno tanto en el tiempo como en el espacio, no solamente como una forma de «guerra para siempre”, sino también una «guerra por todos lados». Derek Gregory «The everywhere war», The Geographical Journal, vol. 177, n° 3, septiembre de 2011, págs. 238-250, pág. 238.
[iii] Marks, Meer, Nilson, op. cit, pág. 28.
[iv] Véase Blackstone, Commentaries on the Laws of England, Garland, Nueva York, 1978, vol. III, pág. 213.
[v] Sin embargo, para hacerlo completamente se requiere resucitar, en contradicción con el derecho contemporáneo, la categoría arcaica de enemigos comunes de la humanidad. Véase Daniel Heller-Roazen, The Enemy of All: Piracy and the Law of Nations, Zone Books, Nueva York, 2009.
[vi] «Deputy Secretary Wolfowitz Interview with CNN International», transmitida el 5 de noviembre de 2002.
[vii] Douhet, op. cit., pág. 57.
[viii] Véase Eyal Weizman, Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation, Verso, Londres, 2007, pág. 239.
[ix] Ibíd., p. 237.
[x] Weizman, E., «Control in the air» Open Democracy, mayo de 2012, http://www.opendemocracy.net/ecology-politiesverticality/article_810.jsp
[xi] La expresión fue utilizado por un autor olvidado de los años 1940: Burnet Hershey, The Air Future: A Primer of Aeropolitics, Duell, Sloan & Pearce, Nueva York, 1943.
[xii] Weizman recuerda que, durante las negociaciones de Camp David, el Estado de Israel, concesivo en el suelo, exigía conservar «el uso del espacio aéreo y electromagnético y su supervisión» por encima de los territorios palestinos. Conceder el suelo, pero para arrogarse el cielo. Weizman, op. cit.
[xiii] Alison Williams, «A crisis in aerial sovereignty? Considering the implications of recent military violations of national airspace», Area, vol. 42, n° 1, marzo de 2010, págs. 51-59.
[xiv] Graham, S., «Vertical Geopolitics: Bagdad and After», Antipode, vol. 36, n° 1, enero de 2004, págs. 12-23.
[xv] Joint Publication 3-24, Counterinsurgency Operations, 5 de octubre de 2009, VIII-16, s. p.
[xvi] Air Land Sea Application Center, Field Manual 3-09.34 Multi-Service Tactics, Techniques and Procedures (MTTPs) for Kill Box Employment, 13 de junio de 2005, I-5, s. p.
[xvii] Ibíd., I-1.
[xviii]Joint Publication 3-24, Counterinsurgency Operations, 5 de octubre de 2009, II-19.
[xix] En 1996, un informe de prospectiva militar acerca del uso futuro de los drones armados consignaba, de forma clarividente: «A largo plazo, los drones (UAVs) podrán reunir a la vez datos sobre la localización de los blancos y atacarlos desde los aires sin requerir autorización (kill box)». Véase Air Force Scientific Advisory Board (SAP), UAV Techonologies and Combat Opertations, 3-4 SAF/PA 96-1204, 1996, 3-4, s. p.
[xx] Citado por James W. MacGregor, «Bringing the Box into Doctrine: Joint Doctrine and the Kill Box», Unites States Army School of Advanced Military Studies, Unites States Army Command and General Staff College, AY 03-04, pág. 43.
[xxi] «James A. Thomson to Donald H. Rumsfeld, memorandum», 7 de febrero de 2005, citado por Howard D. Belote, «USAF Counterinsurgency Airpower: Air-Ground Intergration for the Long War» Air & Space Power Journal, vol. XX, n° 3, otoño 2006, págs. 55-68, pág. 63.
[xxii] Ibíd.
[xxiii] US Army, Unmanned Aircraf Systems, Roadmap, 2010-2035, pág. 65.
[xxiv] Anderson, K., «Self-Defense and Non-International Armed Conflict in Drone Warfare», Opinio Juris, 22 de octubre de 2010, http://opiniojuris.org/2010/10/22/self-defense-and-non-international-armed-conflict-in-drone-warfare
[xxv] Lewis, M.L., «How Should the OBL Operation be Characterized?», Opinio Juris, 3 de mayo de 2011, http:// opiniojuris.org/2011/05/03/how-should-the-obl-operation-be-characterized
[xxvi] Lewis, M.L., «Drones and the Boundaries of the Battlefield», Texas International Law Journal, vol. 47, n° 2, junio de 2012, págs. 293-314, pág. 312.
[xxvii] Gregory, op. cit., pág. 242.
[xxviii] Puesto que es cosa juzgada, ahora se sabe: tener la nacionalidad norteamericana no inmuniza contra el asesinato selectivo. Pero el ciudadano norteamericano asesinado en Yemen por un ataque de drones en septiembre de 2011, Anouar Al-Awlafi, acaso no era, para los ojos que decidieron su muerte, completamente ciudadano, ni verdaderamente norteamericano. Su hijo de 16 años, nacido en Denver, y asesinado una semana más tarde por un ataque que retornó para terminar el trabajo, sin duda tampoco. Véase Tom Finn, Noah Browning, «An American Teenager in Yemen: Paying for the Sins of His Father?», Time, 27 de octubre de 2011.
[xxix] HRW, Letter to Obama on Targeted Killings and Drones, 7 de diciembre de 2010, http://www.hrw.org/news/2010/12/07/letter-obama-targeted-killings
[xxx] Mary Ellen O’Connell, Unlawful Killing with Combat Drones: A case Study of Pakistan, 2004-2009, Abstract, Notre Dame Law School, Legal Studies Research Paper, n° 09-43, 2009.
[xxxi] Ibíd.
[xxxii] Como sintetiza Kenneth Anderson, la inquietud, reflejada en las críticas, se debe a que «la emergencia de tecnologías de asesinato selectivo realizados por los drones […] arrastra la posibilidad de perturbar y minar el sobreentendido tácito de las leyes de la guerra: una geografía implícita de la guerra». Kenneth Anderson, «Targeted Killing and Drone Warfare: How We Came to Debat Whether There is a “Legal Geography of War”», in Peter Berkowitz (ed.), Future challenges in national security and law, Research Paper, n° 2011-16, Hoover Institution, Stanford, pág. 3. 
[xxxiii] Sobre este concepto, véase Catherine Munn, Barry Smith, Applied Ontology: An Introduction, Ontos Verlag, Fráncfort, 2008.

Ex libris: Achille Mbembe// Verónica Gago y Juan Obarrio *

Ex libris: “perteneciente a la biblioteca de alguien”. (“placa impresa al inicio de un libro”)
Crítica y clínica
Con este libro, el lector de habla castellana accede, por fin, a la biblioteca de una de las voces mayores del campo de las humanidades contemporáneas, a nivel mundial. Esta Crítica de la Razón Negra, que profundiza y a la vez desplaza a la perspectiva kantiana que evoca el título, constituye la primera publicación relevante en traducción al castellano de la creciente y asombrosa biblioteca de Achille Mbembe, uno de los mayores cultores de la teoría postcolonial. Este evento intelectual profundiza perspectivas críticas y vías de lectura y pensamiento iniciadas en su libro de mayor suceso, De la Postcolonie, y continuada recientemente en Sortir de la Grand Nuit. Circularon anterioremente traducciones de sus ensayos sobre necropolítica y sobre el gobierno privado indirecto. El texto actual incorpora y expande esos conceptos clave pero, sobre todo pone en debate, a través de una disección meticulosa, dos palabras-figuras: África y Negro.
Ex libris: a modo de sintética presentación de las problemáticas abordadas por Mbembe, diremos que un cierto hilo de ariadna une el discurso y excurso que va de esos libros al actual: el presente texto profundiza la disección de la matriz del poder colonial, y de la construcción de la subjetividad colonial iniciadas en textos anteriores, trasladándola desde África y el momento inmediato de la post-independencia a un terreno global y al contexto contemporáneo. Las lógicas actuales de la violencia y de la explotación extractiva a escala planetaria, que perpetúan dinámicas de racialización y segregación, son aquí definidas como el momento del “devenir negro del mundo”.
Si, por una parte, el filósofo africano Valentin Mudimbe describió la biblioteca colonial que fue construyendo a lo largo de siglos la idea de África que impera en Occidente, puede decirse que a lo largo de más dos décadas Achille Mbembe ha venido pacientemente desmontando muchos de los basamentos de esos saberes, a la vez que elabora una portentosa biblioteca postcolonial, erigida sobre un suelo de pensamiento crítico y apuntando a un horizonte emancipatorio. Se trata de una colección de libros que desgranan diversas hilaciones de una misma idea: la del fin de Europa como referente central de nuestro tiempo.
Este libro lleva la firma indeleble de Mbembe, un gran estilista de la lengua francesa que, evocando series de imágenes del África poscolonial, desglosa algunos de los temas clásicos que atraviesan sus textos: los aparatos de captura coloniales y neocoloniales encarnados en los campos de lo fiscal, las finanzas y las burocracias que generan territorios segregados y poblaciones flotantes, contextos donde emerge  fuertemente la centralidad de la figura histórica del esclavo. Sobre todo, el texto continúa el estudio del lugar crucial que ocupan la violencia y las diversas figuras de la muerte dentro de estas dinámicas de poder.
Ex libris: de la biblioteca Mbembe nos llega ahora este libro, marcado por el prefijo ex: el del exterior, el exceso y el excedente.  En efecto, se trata de un libro que arriba a Latinoamérica y a España desde el exterior de Occidente. Incluso, más allá de límites geográficos, el libro les es externo en el sentido del “pensamiento del afuera” que planteaba Foucault.  Este texto es una heterotopía, un lugar de exterioridad con respecto a sistemas de pensamiento hasta ahora hegemónicos.
Ex libris: se trata de un texto del exterior que realiza una crítica inmanente de la mundialización, a la vez que enarbola un trabajo de lo negativo, desde el afuera del capitalismo y la modernización: como un pensamiento de lo que los excede.
La trayectoria histórica de construcción y destrucción de lo negro que el texto traza abarca continuidades entre colonialismo, esclavitud, apartheid y globalización neoliberal. Se trata de ver a contraluz y en perspectiva histórica la posición del cuerpo negro con respecto a dinámicas de intercambio, de trabajo y de valor. Este posicionamiento se da en una dialéctica, un vaivén, entre estructuras de segregación y alienación, y la potencialidad de la esperanza, de la creación, en suma, de la libertad.
En este movimiento, el texto desarrolla, entrelazándolos, los registros de la crítica y de la clínica. A partir de un descoyuntamiento originario, se trata de desplazarse hacia una posible reunión o comunión: remontar lo desmontado, hacia un nuevo potencial de la comunidad, desde el análisis a la cura.
Crítica I
Ex libris: Las problemáticas del exceso y el excedente son aquí analizadas desde diversos ángulos: ya en De la Postcolonie, Mbembe había seguido las huellas de un plus valor de sentido que marcaba lo excesivo, hasta lo grotesco, que lo político poscolonial heredaba del régimen colonial. Aquí se prosigue esa perspectiva, pero focalizando el análisis en el modo en que la figura de sujeto negro existe en exceso, internalizada y expulsada  a la vez, respecto de la razón moderna occidental. Así como la colonia, decía Fanon, era a la vez un espacio paradójico de contigüidad y rechazo, el negro es un excedente, un resto constituyente de lo moderno, a la vez que, atado ineludiblemente a la problemática del trabajo, es también el generador del excedente material que va a fundar el capitalismo moderno. El problema del excedente va a ser profundizado en el texto en relación a las nuevas modalidades contemporáneas de producción y extracción de plusvalor en el capitalismo actual.
Ex-libris: Uno de los hilos –a la vez histórico-conceptual-político-narrativo– que anuda las palabras-figuras África y Negro es la cuestión del extractivismo. De modo tal que expoliación y despojo se expresan en una sucesión de humanidades a la vez productivas, a la vez suspendidas (una variante más ambigua de la negación) como origen del capitalismo: hombre-mineral, hombre-metal, hombre-moneda. Una humanidad que no surge ni de un mero efecto óptico –lo negro– ni de un origen estricto –África–, sino de un encuentro: el esclavo de origen africano en América, dice Mbembe, es una figura singular del Negro que logra universalizarse como elemento fundamental de un modo de acumulación a escala mundial.
En ese punto, América forma parte ya de ese encuentro y, por tanto, deviene un pliegue ineludible de las palabras África y Negro, con el acontecimiento revolucionario de Haití como uno de sus momentos más filosos. Su incorporación se conecta también con una tensión política que Mbembe deja traslucir en sus páginas: “resistir las sirenas de la insularidad” (como logra hacerlo la poética y la política de Aime Césaire) al punto tal de pensar en un Todo-Mundo (como propone Edouard Glissant). Ni Otro, ni Tercer. El mundo entero. Lo cual implica también asumir de modo radical la marca que caracteriza nuestra época según insiste Mbembe: el fin de la centralidad histórica e ideologica de Europa.
África y Negro se tornan entonces nombres de una cierta mundialización; o, dicho más directamente: nodos constituyentes del mercado mundial que se triangula de modo transatlántico. En este esquema, la construcción del Negro es un procedimiento que se consolida en el siglo XVII a través de la racialización de ciertos elementos clave: el trabajo, el sistema penal, la prohibición del sexo interracial, los permisos para la portación de armas y la reducción de la movilidad de los esclavos. En el siglo XXI lo negro es racializado a partir de otros dispositivos de gestión de la vida, el trabajo, la sexualidad, la seguridad y la movilidad. La tesis que el texto propone debatir es si la raza, sus invariantes y sus formas nuevas, siguen operando en el momento contemporáneo como principio de orden político, tal como lo hacía bajo el orden colonial.
Por eso, para la actualidad, más que una deconstrucción de lo Negro, Mbembe hipotetiza un devenir negro del  mundo. Es una fórmula para denunciar la expansión de lógicas de desposesión articuladas con una nueva norma de existencia que reduce drásticamente el campo de lo posible. El devenir negro no tendría el ánimo minoritario que resuena en Deleuze –autor que se halla muy presente en este libro-, sino que refiere a una radicalización de prácticas imperiales que tienen en la depredación, la ocupación y la extracción de beneficio su cifra inconfundible.
El de Mbembe es tanto un pensamiento del afuera como también un análisis de lo que ha sido construido como un afuera constituyente de la razón occidental moderna.
Así, el texto describe el modo en que históricamente la razón negra funcionó como conjunto de prácticas y discursos que fabricaron al negro como sujeto de raza y como “exterioridad salvaje”: programas de dominación y fabulación para explotar su valor y descalificarlo moralmente. Pero la razón negra, advierte Mbembe, es un texto que no deja de modificarse según variantes múltiples y contradictorias y que, por tanto, no pertenece al pasado.
El texto analiza otra declinación del prefijo ex: la del capital que se auto-produce ex nihilo, es decir una producción casi teológica de una totalidad que aparentemente surge de la nada. El neoliberalismo (como fase contemporánea de una nueva escalada del capital, donde el dinero pareciera realizar su fantasía de crearse a sí mismo en el corto plazo) sería entonces el momento de la acumulación capitalista a la que (co)rresponde, con urgencia, la crítica de la razón negra. Justamente porque la humanidad –o la idea misma de hombre nuevo- es recodificada, produciéndose una división no ya del trabajo, sino entre aquellos que son sujetos de mercado y de deudas y aquellos que son calificados como “humanidad superflua”. El neoliberalismo correspondería así a la época del “devenir negro del mundo”; y este estudio de la razón negra es así tanto crítica del colonialismo y del capitalismo como clínica del sujeto (pos)colonial.
La definición misma de la práctica colonial como una concordancia entre la lógica de las razas y las lógicas del beneficio, la fuerza y la corrupción amplían el concepto hasta volverlo una matriz del presente, incluso si se considera que Europa ya no es el centro del mundo. En tal sentido, si el poder colonial, como argumenta Mbembe, es una forma de poder constituyente por el modo que ata las poblaciones y el territorio a lógicas de raza, burocracia y negocio, nuestro presente (pos)colonial continuaría la lógica de tal poder, ahora bajo una sintaxis que se inscribe sobre nuevas figuras de lo negro, por ejemplo en el cuerpo de los migrantes o de trabajadores denigrados.
Más allá de las heterogeneidades y diferencias, las ideas modernas de libertad, igualdad, incluso de democracia son, desde esta perspectiva, históricamente inseparables de la realidad de la esclavitud y de las formas en que continúa hoy esa matriz de explotación. Lo negro, pensado de este modo, es un modo de nombrar nuevamente los elementos del mercado mundial, ahora compuestos a mayor velocidad y escala y según la necesidad de nuevas relaciones serviles (más afines a las lógicas del neoliberalismo,  basadas en la industria del silicio, las tecnologías digitales y las finanzas). 
Crítica II

La crítica de la modernidad permanece incompleta sin el examen exhaustivo acerca de cómo el principio de raza se afirmó como un corpus de saberes, discursos, fantasías y formas de explotación y dominio naturalizadas y, al mismo tiempo, permanentemente renovadas como “materia prima” con la que se fabrica, dice Mbembe, el excedente y la diferencia de la (pos) modernidad capitalista.
Se vuelve aquí al momento extractivo, un término clave también del debate global –y especialmente latinoamericano– actual. El mismo “yacimiento de fantasías” y de riquezas que África y el Negro implicaron para la empresa colonial y, más tarde y en sentido opuesto, reivindicativo para la imaginación surrealista, anarquista y etnográfica, tienen en América latina su doble. Podrían calcarse algunos debates sobre el dualismo y la transfiguración como imágenes que contrapuntean el dominio sobre la población negra y su valoración como promesa de un pueblo liberado respecto de las valoraciones que formularon la cuestión indígena. La crítica al dualismo como oscilación entre lo oscuro y el vitalismo, entre lo siniestro y la autenticidad, se debe a que -para Mbembe- los polos comparten, como movimiento especular, demasiados puntos de cercanía. Por eso, se propone problematizar el gesto de inversión, incluso cuando la “razón negra” se positiviza y funciona como llamado a la revuelta, a la insumisión, volviéndose bandera de movimientos de afirmación.
Sin embargo, aquella contra-fabulación que creció al calor de las utopías críticas, de los deseos insumisos de identidad, no dejan de tener una fuerza de archivo y de llamado a una comunidad que busca participar de una mundialización en su época a través del abolicionismo, el internacionalismo políglota, la desnacionalización de la imaginación y las resistencias al capitalismo. Se toca aquí una fibra muy interesante para pensar políticamente, en Latinoamérica y otras regiones del Sur, más allá de la estricta distinción entre lo racial y lo étnico, con sus confinamientos continentales, y sobre todo para aprovechar la maquinación y las experiencias libertarias negras e indígenas sin proponerlas como una cuota de pureza y autenticidad capaz de aislarse de los desafíos actuales que complican las divisiones estrictas entre, justamente, primer y tercer mundo.
Clínica I
El texto de Mbembe evoca un devenir histórico-político que va de los espacios de la colonia o la plantación a un presente de campos de refugiados y asilados, sitios del trabajo precarizado, o asentamientos de las urbes globalizadas donde se hacina una población excedente, expulsada de los sistemas políticos y económicos.
En el trasfondo de estas reflexiones se hallan los cursos de Foucault que, cita Mbembe, definieron la raza “no con un sentido biológico, sino como clivajes histórico-políticos de diferencia  de origen, de lengua, de religión y sobre todo como un tipo de lazo que se establece a través de la violencia de la guerra. A esta perspectiva foucaultiana, que analiza históricamente la lógica del estado desde el nacimiento de la biopolítica en el siglo diecinueve hasta el comienzo del neoliberalismo, Mbembe la articula con la mirada de Fanon sobre la violencia colonial y sus dimensiones psicológicas y sensoriales.
Así, la raza, para Mbembe, aparece hoy como “lenguaje privilegiado de la guerra social”:  se actualiza bajo la ideología de la seguridad y expande los mecanismos de optimización –bajo el clivaje riesgo/protección– como declinación de las figuras ciudadanas. La raza, como máquina productiva de ciertos sujetos, organiza así una “nueva economía política de lo viviente”. Fanon y Cesaire son los guías de Mbembe en su disección de la “parte maldita” (Bataille) de la violencia originaria colonial, con su  obstrucción de la emergencia de una subjetividad postcolonial autónoma, a través del rechazo a la diferencia, y la represión de toda similitud entre colonizador y colonizado,  procesos pulsionales que para Mbembe se replican hoy en la dimensión político-sensorial de la globalización neoliberal.
Una vez más, África y Negro van más allá de sí mismos: estos nombres designan, en otras regiones del mundo, un modo de la injusticia amparada en la producción de sujetos de raza. Las invariantes del racismo reaparecen bajo la sintaxis del pensamiento genómico, de la selección de embriones, de la mutación de las estructuras del odio.
“El capitalismo racial es el equivalente de una vasta necrópolis que descansa en el tráfico de muertos y de osamentas humanas”, dice Mbembe subrayando la política mortífera en que la racialización de los sujetos descansa y se reinventa. Ese fondo constituyente y material del universalismo capitalista tiene en la expropiación y la violencia su moneda de cambio y explicita el modo en que la acumulación siempre necesita de suplementos o subsidios raciales. La cuestión de la necropolítica, de la administración masiva de poblaciones a través de una economía de la muerte a gran escala, que Mbembe desarrolló en ensayos anteriores, encuentra en este texto su verdadera dimensión histórica y geopolítica. Esa reflexión sobre la dimensión necropolítica del gobierno y de la acumulación del capital interpela hoy, por ejemplo, a quienes piensan la violencia estatal y paraestatal en México y a quienes, a su vez, ligan esa conflictividad con una resistencia amplia a la coerción social y al disciplinamiento territorial que implican los proyectos neoextractivos bajo tramas pos-soberanas (de México a Sudamérica).
La cuestión del retorno de la violencia, de la emergencia de estas nuevas violencias, vuelve a exigir, como lo hizo Fanon, un saber “partisano”: “No quise ser objetivo. Por otra parte, esto es falso: no me fue posible ser objetivo”, declaraba. Y continúa Mbembe, tras citarlo: “Se trataba, primero, de acompañar en la lucha a todos aquellos que el colonialismo había herido, descerebrado y transformado en locos – se trataba, allí donde fuera posible aún, de cuidar y curar”. La dimensión crítica es simultáneamente clínica (cuidar y curar) como tarea política, como diferencia ética. Tal como en América latina sucede a partir de las masacres perpetradas por las dictaduras militares, no se trata de una victomología, sino de algo que va más allá: un saber que surge de las luchas, de construir un lenguaje contra esa fuerza necropolítica que, como recuerda Fanon para el caso colonial, está “animada en su origen por una pulsión genocida”. La violencia ética del colonizado, bajo las tres funciones que aquí son apuntadas (destruir lo que destruye, asistir-curar y dar sepultura a los caídos) reúne características que podrían trazar una genealogía popular de los derechos humanos no como discurso universal e inofensivo, sino como forma de contrapoder que las organizaciones sociales forjaron como modo de inaugurar la época de la posdictadura en Latinoamérica.
Clínica II
Este texto, al igual que los recientes trabajos de Mbembe, es a la vez un diálogo privado, nocturno y una carta abierta, en vigilia, a Frantz Fanon y su obra. A esta impronta se agrega ahora la cuestión del exceso y del excedente venida de la obra de George Bataille.
Se conjugan en el texto de Mbembe un Fanon psíquico, de la vida psicológica del poder, y un Bataille corpóreo, del gasto y la deuda, en suma, de una economía libidinal que estructura lo colonial. La memoria de la colonia, en los discursos anti o postcoloniales, es sobre todo un recuerdo de la deuda, la culpa y la pérdida, que intentan elaborar esas zonas oscuras con vistas a una cura psíquica.  “El mundo africano que viene de la colonia será un mundo de la pérdida, ocasionada por el crimen”, escribe Mbembe.
Así, el discurso poscolonial, que intenta curar las herencias traumáticas de la dominación colonial y sus efectos contemporáneos, debe ser, afirma Mbembe, una clínica, un texto terapéutico, que lidie con los “pequeños secretos” de la alienación y del sujeto escindido (entendido en un sentido psicoanalítico y político).
La cuestión de la herida y la cura, de la fantasía y del delirio, se anudan en el trípode del deseo como motor de la máquina colonial: deseo de consumo, de gasto sin condiciones (en íntima conexión con el sacrificio) y de sexualidad (en íntima relación con la muerte). Lo que denuncia Mbembe es que no hay subjetividad exterior a esta “burda trampa de la maquinación imaginaria que fue la mercancía” y que eso implica al propio sujeto colonizado (sujeto-mercancía, doble del esclavo).
De allí la necesidad de la clínica que es también una batalla por el lenguaje: W.E.B. Dubois primero y Fanon luego, se recuerda en estas páginas, sitúan en la desposesión de la facultad de hablar por sí mismo a la causa de quedar como “intruso’, al menos como alguien condenado a aparecer en el campo social como un ‘problema’”. Los nuevos intrusos son señalados como los nuevos “condenados de la tierra”: “aquellos a quienes se les ha negado el derecho a tener derechos; son aquellos que, se estima, no deben moverse de su lugar y están condenados a vivir en encierros de todo tipo –los campamentos, los centros de tránsito, los mil lugares de detención que siembran los espacios jurídicos y judiciales. Son los reprimidos, los deportados, los precarizados, los expulsados, los clandestinos y otros “sin papeles”.
Del prefijo ex, de los amplios procesos históricos de exclusión, adviene el legado de un desafío acerca de cómo volver a construir comunidad, a restañar heridas, a encontrar nuevos sentidos de pertenencia e inclusión.
La propuesta de Mbembe declina hacia una humanidad dedicada a una restitución y reparación infinitas que se materializa en un llamado a una comunidad que debe hacerse cargo de una herida. “Comunidad universal”, propone Mbembe, y allí se respira el kantianismo de su título y, tal vez, del cierre de su libro. Comunidad con dos cualidades-exigencias, dos figuras de la potencialidad: lo abierto y la cura. Lo abierto es aquello que no resulta familiar pero que no es exactamente la diferencia. La diferencia no tiene un valor total y completamente positivo aquí. ¿Qué es la diferencia entonces? “El resultado de la construcción de un deseo” y al mismo tiempo “el resultado de un trabajo de abstracción, clasificación, división y exclusión”. La diferencia aparece como un trabajo del poder incorporado por los propios excluidos. La afirmación de la diferencia, dice Mbembe citando a la crítica negra, es un momento de un proyecto más ambicioso y no su conclusión. Es un programa centrado en superar los límites asfixiantes del  presente –y su luctuosa historia basada en la esclavización y el canibalismo modernos–a través de una movilización de “reservas de vida”.
Ese proyecto, de un mundo por venir, es el de un universalismo reparador que, por momentos, semeja un nuevo humanismo que sorprende, como corolario de un relato minucioso por el cual el capitalismo es siempre negación de una parte de la humanidad. Lo común entonces aparece como palabra-llave y es en principio definido por la negativa: “La raza es la negación de la idea de lo común”. La raza y la comunidad aparecen así como polaridades que se excluyen mutuamente, como el antagonismo que define al momento presente por antonomasia. En ese dilema se condensan, tal vez, las nuevas exigencias de una posible universalidad que se propone delinear Mbembe y que, sin embargo, compiten con lo que él mismo señala como una violenta fabricación de nuevos sujetos de raza.
Este texto, en fin, articula el análisis de dos tipos de excedente: por una parte, el plusvalor económico producido por las nuevas poblaciones “negras” del mundo y aun el trabajo (simbólico, material) de los nuevos sectores expelidos como exceso de la sociedad; y por otra parte, el excedente de sentido producido por la condición colonial, un exceso de significado que genera la alienación del sujeto (pos)colonial y que genera exclusión, ya que solo algunos pueden ser capaces de decodificarlo.
A esta historia colonial, que llega hasta el presente, dentro de la cual el sujeto colonizado tenía prohibido “el uso público de la razón” (Foucault) viene a responder el desafío de esta crítica de la razón negra, como un gesto y un habla emancipadores, en la tradición política de la autonomía y la auto-determinación.
Ex libris: con este volumen el lector tiene entre manos un texto con todas las propiedades del lenguaje poético y el pensamiento crítico de Achille Mbembe; un ejemplo de esos libros que, al decir de Caetano Veloso, “pueden lanzar mundos dentro del mundo”
* Este texto presenta a modo de prólogo la edición en castellano de Crítica de razón negra, de Achille Mbembe (Futuro Anterior ediciones, 2016).

***
Entrevista a Achille Mbembe: 

Entrevista a Marta Malo: “Siempre se cuida en colectivo, pero hay una tendencia privatizadora”

por Patricia Reguero


Investigadora situada, coautora del volumen Ensayos y experiencias entre investigación y militancia (Traficantes de sueños, 2004), Marta Malo ha reflexionado sobre la crianza en el proyecto de formación política Nociones Comunes y en su barrio, Vallecas (Madrid), donde vive con sus dos hijas y hace tribu alrededor de la escuela.

¿De qué se habla cuando se habla de crianza colectiva?

Yo diría que siempre se cuida en colectivo, pero hay una tendencia privatizadora que hace que las otras figuras que cuidan tengan una posición muy vasalla y que la única figura que tiene la autoridad, el reconocimiento y, en contrapartida, toda la carga, es la madre y, a veces, el padre. ¿Por qué no reconocer los vínculos que existen y que están sosteniendo el cuidado? Da miedo porque supone perder parte del control, pero es la única manera de que la crianza deje de ser puramente carga y sea más rica, alegre y gozosa. Nuestra generación ha crecido con una ajenidad y un analfabetismo con respecto a lo que supone criar, cuidar, que en muchos casos genera crianzas muy neuróticas, de puro miedo, inseguridad y falta de referentes y herramientas, y sólo el diálogo y la conexión con otros, mano a mano, nos puede librar de eso.

¿Qué cambia cuando cuidas?

Dar los cuidados en el nivel de intensidad que los primeros años de la crianza u otras fases de la vida requieren te hace requeridora a tu vez de cuidados y eso intensifica y visibiliza las redes de interdependencias en las que vivimos. Saca a la luz que, en realidad, las fases de la vida en las que podemos vivir de manera totalmente individualizada, tal y como está organizada la sociedad, son pocas. Son más abundantes las fases de vulnerabilidad, donde necesitamos insoslayablemente cooperar con otros. Me parece que no habría que separar la crianza de otras fases de la vida que requieren cuidados.

¿Se ha puesto de moda hablar de tribus?

Creo que hay una añoranza de lugares donde éramos más. ¿Qué es esto de vivir dos en una casa? Me parece claustrofóbico. Lo que da otras prácticas de crianza es que descarna más los problemas que tiene la organización social de los cuidados, porque hay más fragilidad, más exposición, no hay una estructura garantizada.

¿Qué pasa fuera de los “modelos” tradicionales?

Cuando no estás en los modelos más normativos hay mucha intemperie, la familia te la inventas con lo que te vas encontrando, todo el rato. Pero ese criar en las afueras habilita la activación de cuidados fuera del lazo de sangre y nos hace descubrir una generosidad de los vínculos, del cuidado que se da porque sí, que da mucha confianza en el futuro y quita muchos miedos.
(Fuente: https://www.diagonalperiodico.net)

Venezuela, tiempo de plagas // Raúl Zibechi

La situación que vive Venezuela desafía el clásico concepto de crisis. Entre otras razones porque se prevé la emergencia de una sociedad bien distinta. Quizá mejor. Quizá peor. En todo caso, está en curso una profunda mutación, probablemente la más trascendente.
“Aquí se ha desarrollado un complejo proceso revolucionario donde una camarilla terriblemente corrupta y apolítica terminó haciéndose del poder. La cueva de gángsteres que le quitó a la clase obrera venezolana diez veces el valor de su trabajo. Si alguien en el mundo ha podido hacer semejante desmán con la población que lo diga”, escribió la semana pasada Roland Denis, filósofo, militante social y viceministro del gobierno de Hugo Chávez en sus primeros años (Aporrea, 19-V-16).
Es tan sencillo acusar de la situación que vive actualmente Venezuela a enemigos externos e internos del proceso bolivariano, que los hay y muchos, como difícil aceptar los desvaríos que se fueron acumulando con los años. No hay gas. Aunque es monopolio del Estado, que produce y exporta hidrocarburos a granel. No hay cemento. Inexplicable, porque las fábricas, todas estatales, trabajan y producen. Sin duda las mafias desvían la producción para beneficio de viejas y nuevas elites con fuerza suficiente como para hacerlo: tramas de poder que Denis califica como “cueva de ladrones”, en las que participan diversos actores, desde las nuevas y las viejas mafias hasta militares, policías y miembros del oficialismo. Tramas que se reproducen en todos los rincones de la sociedad, arriba y abajo, porque se ha convertido en moneda corriente hacer las cosas para beneficio personal sin mirar al resto, sin tener en cuenta que se vive en algo que –antes– se llamaba sociedad.
Militares
El general retirado Cliver Alcalá integró el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, fue nombrado comandante por Hugo Chávez y fue ministro para la Región Estratégica de Desarrollo Integral Central. En declaraciones a Globovisión (18-V-16) dijo que “votaría por el revocatorio” (el referéndum que podría decidir la continuación o el cese de la gestión de Nicolás Maduro) “para evitar un enfrentamiento entre el pueblo”.
Se trata de un militar fiel a Chávez, de gran audiencia dentro de las fuerzas armadas, que ahora se desmarca del gobierno. “El legado de Chávez está vigente, pero Maduro lo ha administrado muy mal”, dijo. Sobre la llamada guerra económica del imperio, con la que el presidente justifica el desabastecimiento, el general retirado dijo que existe, pero “la genera la cantidad de trámites y la discrecionalidad de los funcionarios en la administración pública, (lo cual) origina un diferencial cambiario que promueve esa corrupción”.
Este tipo de declaraciones, formuladas por un general que se reivindica chavista, deben interpretarse como un misil contra el gobierno, y en particular demuestra la existencia de una sensibilidad chavista contraria a Maduro. Como destaca Denis, “un mesianismo profano pareciera nacer de nuevo teniendo la posibilidad de canalizar un chavismo de­sesperado por la descomposición total del gobierno que dice representarlo”.
Cliver Alcalá se muestra temeroso de un posible “estallido”, por la falta de alimentos y la corrupción. Apuesta a que la salida de Maduro unifique al chavismo, con lo que reconoce la división existente en filas de quienes apoyan el proceso bolivariano.
Lo cierto es que hay dos hechos que parecen incontrovertibles. Uno es que los militares están divididos: no todos apoyan al gobierno, aunque los disidentes no necesariamente estén alineados con la oposición. Lo mismo sucede con parte considerable de los chavistas, lo cual se puede constatar en la calle, en las colas y en cualquier conversación familiar. Los chavistas críticos del actual gobierno no quieren alinearse con un discurso que culpa de todo a la derecha, los medios y el imperialismo, un discurso gastado, que hace agua por todos los costados.
El resultado es que surge una tercera opción entre el gobierno y la oposición y que busca, en palabras de Alcalá, “el reencuentro del chavismo”. Esta corriente parece pensar en el mediano plazo más que en la coyuntura, intentando evitar que el legado de Chávez sea dilapidado y sus fuerzas se dispersen en multitud de corrientes. Ese proyecto pasa por poner distancias con el actual gobierno y, según se desprende de las declaraciones del general, por deponer a Maduro.
Estallido
Desde el Caracazo de febrero de 1989, la posibilidad de que se repitan estallidos sociales en Venezuela es un hecho. Esta semana en Barquisimeto se pudieron apreciar, de primera mano, dos hechos marcantes. Frente a una cooperativa que distribuye alimentos con precios regulados se formó una multitud, en su mayoría de adultos mayores, que exigían cuotas para ellos. Había personas que atizaban el saqueo y que los cooperativistas identificaron con miembros de la oposición.
En las enormes colas que se forman frente a las ferias de Cecosesola hay entre cinco y diez mil personas. Muchas veces se impacientan, ya sea por la prolongada espera o porque los “bachaqueros” se cuelan rompiendo el orden. Alguien gritó: “¡Saqueo!”. Un señor fornido se agarró al portón y dijo en voz muy alta: “No habrá saqueo”. La multitud pareció sentirse aliviada. Sin embargo, todos aseguran que hay pequeños saqueos que no suelen aparecer en los medios, sobre todo en pequeños supermercados de barrio.
Es evidente que la oposición quiere e impulsa levantamientos populares. Pero también parece claro que la población no la acompaña, por lo menos en este tipo de métodos. Uno de los mayores legados del chavismo consiste en que afianzó la autoestima de los sectores populares y su politización. La gente sabe de qué se trata y parece consciente de que debe evitar situaciones de violencia para no dar oportunidad a salidas que no la van a favorecer.
Denis colocó, por fortuna, el escenario sirio como salida posible. Por fortuna, porque es evidente que es el peor escenario para los pueblos de esta región del mundo, pero quizá uno de los más apetecibles para los think tanks del Comando Sur estadounidense. La caída del gobierno sería apenas un paso en busca de algo mayor: “Lo cierto, como en Siria, es que la sangre y la desesperación harán imposible cualquier opción de liberación”, señala Denis.
Lo que no dice la propaganda oficialista es que el imperio está acostumbrado (y en ello basa su poder) a negociar con cúpulas corruptas, pero poco puede hacer ante las multitudes decididas a hacer valer sus derechos. Los poderosos, aun los progresistas, “tomarán sus aviones y dólares expropiados a la riqueza pública para abordar los apartamentos y quintas que ya tienen comprados en Europa y Estados Unidos. Pero los centenares de miles de muertos que vendrán a continuación los pondremos nosotros”.
¿Acaso el dictador Marcos Pérez Jiménez no huyó a República Dominicana para terminar en España protegido por el dictador Francisco Franco, cuando una insurrección popular y un levantamiento militar lo alejaron del poder en 1958?
Sí se puede
“Ya descubrí por qué a la gente le gusta hacer colas”, dice un chico de pocos años a su madre. En las horas que pasó de pie esperando para comprar hizo amigos, se relacionó con otros que le ofrecieron arepas y jugos, conversaron, compartieron, se lo pasaron en grande. Todos los días, en todas las colas, se pueden ver gestos conmovedores de generosidad.
Así como existen fuertes tendencias hacia la descomposición (véase edición de la semana pasada de Brecha), hay otras ancladas en la solidaridad que se mueven en sentido inverso, manteniendo la cohesión social. En la Venezuela de hoy se producen muchos alimentos, y en algunos rubros, como hortalizas y frutas, son abundantes. Las ferias de la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara (Cecosesola) son un buen ejemplo. Varios días recorriendo los puestos son suficientes para convencerse de la abundancia de plátanos, papayas, mangos, piñas y otras variedades de frutas tropicales. Tomates no faltan, así como las principales hortalizas. Otra cuestión es el precio. En todo caso, en las tres ferias con 300 cajas hay alimentos en número adecuado.
El problema principal está en los productos con precios regulados. Sobre todo la harina de maíz para elaborar arepas (la comida nacional), y también las pastas, el azúcar, el aceite y, de modo especial, la leche. Escasean a los precios regulados pero se pueden encontrar en el mercado paralelo a precios diez y hasta 50 veces superiores al oficial.
Otra recorrida por pueblos rurales de los estados de Lara y Trujillo permite conocer grupos de campesinos que cultivan y cosechan grandes cantidades de hortalizas y verduras. Desafían no pocos problemas: la falta de semillas, la escasez de insumos, las enormes dificultades para trasladar la producción hasta las ferias, porque los transportes necesitan neumáticos (que no existen o tienen precios abusivos) y porque no hay repuestos para los coches y camiones. En la ciudad hay una enorme cola de coches para comprar baterías. Una fila permanente, de varias cuadras, donde los autos y sus conductores duermen y velan el momento de poder comprar.
Ciertamente, el país aún produce. Aunque las colas consumen una energía social considerable que se le hurta a la producción. Las fábricas nacionalizadas producen cada vez menos, mucho menos que cuando estaban en manos privadas. Es el caso, por ejemplo, de las cementeras mexicanas, como la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) que fue reestatizada en 2008 luego de un largo conflicto sindical. Llegó a producir 4,3 millones de toneladas de acero, pero ya en 2014 bajó a 1,3 millones de toneladas, un 29 por ciento de su capacidad.
Es triste comprobar que cuando Sidor pertenecía al grupo argentino Techint producía 3,5 veces más que en manos del Estado. El propio sindicato reconoció que hay desvíos de fondos, falta de repuestos y materias primas y que no existen auditorías. De algún modo se conjugan la ineficiencia con la corrupción, en todos los niveles, para que el país haya llegado a este extremo.
Plagas y clases
Un sencillo recorrido de este a oeste de la ciudad, y viceversa, permite comprobar que toda la propaganda oficial se disuelve en la cruda realidad. Los ricos viven cada vez mejor. Los pobres siguen como siempre, pero además hacen colas muy largas.
La zona este luce elegante, con amplios espacios verdes y arbolados; por sus avenidas circulan coches nuevos y se pueden observar numerosos edificios de reciente construcción. Pero lo que más llama la atención es que en plena crisis y escasez de cemento se siguen construyendo centros comerciales, edificios, hoteles de lujo. Es el mismo estilo de ciudad que conocemos en todas las zonas de clase media alta del continente.
La zona oeste es bien diferente. Calles polvorientas y casas precarias, absoluta falta de alumbrado público en las noches, autos viejos destartalados y un largo etcétera que también conocemos en las ciudades latinoamericanas. Las colas son interminables, no sólo extensas sino permanentes ante cualquier comercio en busca de cualquier producto. En los barrios privilegiados las colas son casi inexistentes.
Es seguro que la geografía urbana esconde detalles que deben ser desvelados. La clase media tradicional está en caída libre y es uno de los sectores más crispados contra el chavismo. La segunda cuestión es que a la antigua elite debe sumarse la nueva, surgida del proceso bolivariano, la llamada “boliburguesía”.
Ante semejante panorama vale preguntarse: ¿por qué los ricos de Venezuela quieren derribar al chavismo, cuando no les ha ido tan mal en estos años? No es fácil enhebrar una respuesta, sobre todo porque entre los antichavistas hay sectores muy diversos, desde las clases medias empobrecidas hasta las viejas y nuevas mafias. La respuesta sería obvia si se considerara que los grandes países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, desean controlar las mayores reservas de petróleo del mundo.
La respuesta verdadera, la que no se puede pronunciar en alto, la dio un empresario uruguayo radicado hace muchos años en Caracas. “No queremos que nos gobiernen los negros”, dijo en tono mortecino, esbozando una sonrisa, como quien se saca las ganas de expulsar el gargajo atragantado. Cuando las clases se solapan con el color de piel, el racismo debe dar un largo rodeo eludiendo las tranqueras de lo políticamente correcto. Quizás el orgullo y la autoconfianza adquiridos por los sectores populares, que fue creciendo desde el Caracazo de 1989 hasta colorear la sociedad con su estilo bullanguero y desaliñado, rompiendo la monotonía de las salas de espera de los aeropuertos, sea la mejor herencia del chavismo. Esos modales que molestan e irritan a las buenas familias.

Macri, Panama Papers y ¿narcoparamilitarismo? // Tomás Aslaterra


La reciente investigación del periodista Daniel Coronell desnuda las vinculaciones financieras entre el gobierno de Mauricio Macri y empresas de seguridad privada ligadas al ex-presidente colombiano Álvaro Uribe Velez acusado de vínculos con el narcotráfico, el paramilitarismo y de uno de los mayores genocidios de la historia reciente en América Latina.
Podría haber sido una nota de color. Sin embargo sus implicancias son de terror. En su investigación “Lagunas de Panamá”, publicada recientemente en la revista Semana de Colombia, el periodista Daniel Coronell documenta las relaciones entre la empresa Ángel Total Solutions SAS, que integra la lista de los Papeles de Panamá, y la estrategia narcoparamilitar de represión y apropiación de recursos que el dizque “sistema capitalista” exporta a través de su mejor gestor y ejemplo, el ex-presidente colombiano Álvaro Uribe Velez, y que tiene en Mauricio Macri uno de sus más fervientes admiradores.

Ángel Total Solutions SAS pertenece a Laddern Group S.A, sociedad panameña que de acuerdo con archivos de ese país también ha tenido dirección en las Islas Vírgenes Británicas. Fue fundada en mayo de 2012 por una firma de abogados de Medellín con el nombre “Andalucía de Colombia SAS” y su propósito era dedicarse a los negocios de finca raíz. Sin embargo, de acuerdo con el registro mercantil vigente, su gerente y representante legal, Federico Gutiérrez Zuluaga, utilizó la firma para venderle a la ciudad de Buenos Aires, entonces gobernada por Mauricio Macri, asesoramiento en seguridad. En ese entonces, 2013, el legislador porteño Alejandro Bodart denunció que el entonces ministro de Justicia y Seguridad de Buenos Aires, Guillermo Montenegro, viajó a Medellín y se reunió con Gutiérrez Zuluaga en la casa de Uribe para cerrar el contrato con Ángel Total Solutions SAS para un primer curso con la Policía Metropolitana, dos días antes de la represión en el Borda. Si bien Gutiérrez, actual alcalde de Medellín, negó a Coronell dicha reunión, el periodista muestra en su nota fotos de la misma.
Además de Messi, el ex- presidente de Islandia y el actual presidente de Argentina, hay 850 colombianos involucrados en la investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) bautizada como los Papeles de Panamá. Entre ellos, los jefes negociadores del gobierno con las FARC y el ELN, Humberto de la Calle y Frank Pearl. De la Calle es un destacado abogado colombiano que ha sido vicepresidente, ministro, magistrado de la Corte Suprema, constituyente y embajador de Colombia. También figura Alberto Carrasquilla, ex gerente técnico del Banco de la República y economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que además fue ministro de Hacienda entre 2003 y 2007, durante el mandato de Uribe (2002-2010). Y Augusto Acosta, superintendente financiero entre 2006 y 2007.

El caso de Gutierrez Zuluaga y Ángel Total Solutions podría ser simplemente uno de los tantos mencionado en los Papeles de Panamá, si no reflejara de manera tan clara la vinculación entre sistema financiero, lavado de dinero, narcotráfico y empresas de seguridad privada al servicio de gobiernos y empresas multinacionales que conjugan el extractivismo con la criminalización, judicialización y asesinato sistemático de personas y comunidades opositoras a este sistema económico global, cuyo intrincado mapa de redes es tan denso como la trama inversa, la de los pueblos, movimientos sociales y resistencias o alternativas a dicho sistema.

Dice el colectivo de comunicación popular Pueblos en Camino: “Nada de esto se sabe y todo esto se niega. Excepto que en las Laguna de Panamá Coronell descubre la empresita y la inversión en los ‘Papeles de Panamá’. Lo que ya sabemos empieza a documentarse: el negocio de terror contrainsurgente del sistema, las mafias que lo controlan y lucran de él al más alto nivel (lo llaman seguridad y es uno de los negocios más lucrativos y tenebrosos del planeta). Existe, tiene coordinadores y coordinaciones mafiosas poderosas que ejercen los cargos políticos más altos en diversos países y que brindan seguridad al mayor sistema de explotación, despojo y acumulación concentrada de ganancias de la historia. Ya lo habíamos esbozado, lo venimos preguntando, la gente lo viene sufriendo en mecanismos de terror cotidianos que penetran todos los ámbitos, en golpes blandos y guerras contra los pueblos, en neo-fascismos omnipresentes, para el despojo, la muerte, la acumulación y superación de la crisis del capital desde la Patagonia Mapuche hasta el ártico pasando por masacres, feminicidios, asesinatos, control de territorios y recursos, guerras permanentes (como las del Medio Oriente) y políticas compartidas para el despojo corporativo/especulativo. Si le siguiéramos la pista a lo que acá destapa Coronellen todas partes, llegaríamos al centro de éste aparato inteligente y coordinado y coordinaríamos mejor y en todas partes la resistencia. ¿Dónde Estamos?”

Gutiérrez es alcalde de Medellín, Montenegro embajador en Uruguay, Macri presidente y Uribe, elegido el colombiano del siglo por los espectadores del History Channel, es uno de los principales asesores y conferencistas en “seguridad democrática” a nivel latinoamericano, a pesar de sus probadas vinculaciones con el cartel de Pablo Escobar y el paramilitarismo (incluso su hermano  Santiago fue jefe de un grupo paramilitar). También hay numerosos pruebas sobre su responsabilidad en una de las mayores escaladas de represión en Colombia y América Latina en este siglo, que entre otras frías y cuestionables estadísticas implicó 5 milones de desplazados, miles de presos y muertos políticos, cientos de intelectuales y militantes exiliados y jóvenes de barrios de bajos recursos asesinados para ser presentados como supuestos guerrilleros (como demuestran y visibilizan las Madres de Soacha). Eso sin contar otros miles de jóvenes de bajos recursos empleados como paramilitares para realizar horrorosas masacres sobre pueblos originarios cuyo único crimen fue nacer en territorios codiciados por sus recursos naturales por las grandes empresas que nos venden este consumo moderno, sangrante presente globalizado.

El mismo hombre, la misma mafia, al que Mauricio Macri, además de contratos de consultoría en “seguridad”, otorgó las llaves de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en diciembre de 2010. “Es una esperanza para todos los latinoamericanos”, dijo el jefe de gobierno porteño en la ceremonia en que nombró a Uribe “Huésped de Honor”.

En medio de su supuesta cruzada contra el “narcotráfico” y la “inseguridad”, el gobierno de Cambiemos nombró como directora de la Subsecretaría de Gestión de la Información Criminal a Alejandra Monteoliva, ex ministra de Seguridad de Córdoba, egresada de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de la misma ciudad. Magister en Planificación y Administración del Desarrollo Regional del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER) de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia y ex directora de la carrera de Ciencia Política, la Especialización en Gobierno y Gestión Pública y el Centro de Estudios en Gobernabilidad Local de la Pontificia Universidad Javeriana (también Colombia). Durante su estadía en el país de la cumbia y la arepa, Monteoliva trabajó en los equipos de seguridad creados por Uribe para la reurbanización de Medellín, las llamadas Cooperativas Convivir que, luego se comprobó, se usaron para financiar grupos narcoparamilitares. Grupos que en complicidad con el ejército sembraron el terror en todo el norte de la región (Urabá) para imponer proyectos extractivos como la producción de palma africana para biodiesel y la explotación de antiguas plantaciones bananeras, amenazadas por la guerrilla, los sindicatos y los movimientos sociales. La gran mayoría de los ex-jefes paramilitares extraditados a Estados Unidos para ser juzgados, no por criminales o terroristas sino por “narcos”, eran antiguos vecinos y amigos de “Alvarito”, a quien Pablo Escobar puso en su momento (1980) como Director de la empresa de Aeronáutica Civil de Medellín, desde donde se encargó de legalizar la estructura de exportación aérea de la cocaína del cartel de Medellín hacia el principal país consumidor de ese producto: Estados Unidos. Todo bajo la atenta mirada de la DEA, que en 1991 ubicaba a Uribe en el puesto número 82 de la lista de narcotraficantes más buscados del mundo. Hay un largo prontuario de investigaciones sobre el apoyo de la DEA y el gobierno de Estados Unidos al ascenso de Uribe de “narco” a “presidente” y ahora a “asesor latinoamericano en seguridad democrática”. Una densa trama de color. Negro.

Ni “primitivos” ni “carentes de apertura mental” // Colectivo Simbiosis Cultural

“(…) las pautas culturales de los pueblos del altiplano (…)”
Dr. Norberto Oyarbide, Juez, 2008
“(…) es costumbre entre los bolivianos (…)”
Dra. Norma Bouyssou, Defensora Pública, 2016
A más de 10 años del incendio del taller de costura de la calle Luis Viale que costara la vida a Juana Vilca, Harry Rodríguez, Luis Quispe, Rodrigo Quispe Carabajal, Elias Carabajal Quispe y Wilfredo Quispe Mendoza, reiteramos enérgicamente nuestro pedido de justicia y denunciamos el uso de categorías discriminatorias hacia personas de origen boliviano por parte de la defensa, que pretende justificar la reducción a la servidumbre apelando a calificaciones que humillan y violentan a todos los involucrados. Consideramos que los argumentos de la defensa revisten una gravedad inaceptable, toda vez que fueron esgrimidos por una funcionaria pública, una “doctora” que forma futuros abogados en la Universidad de Buenos Aires e incluso afirma tener “conocimiento de causa” por “haber dado cursos de garantías a jueces de Bolivia”. La persona en cuestión apeló a argumentos que no solo laceran a su propio defendido, sino que los hacen manifiestamente extensivos al conjunto de la “cultura” de los bolivianos.
En palabras de la Defensora, los bolivianos “están acostumbrados, son sumisos, viven con hábitos y costumbres”. Según esta lógica, tendríamos que entender que en Argentina hay ciudadanos que no deberían reclamar por sus derechos, ya que están presos de sus “parámetros culturales”. Durante el juicio, las únicas personas que intentaron reclamar por las condiciones de trabajo, animándose a denunciarlas, fueron acusadas por falso testimonio. La defensa llegó al extremo de afirmar que “en el contexto en el que se mueve (uno de los acusados), su mente es bastante primitiva”, enfatizando en la “poca apertura mental” y en su “sociabilidad diferenciada”, con lo cual se pretende juzgar de manera diferente dado que “lo que para nosotros es reducción a la servidumbre, para Sillerico es ayudar a un paisano”. De hecho, no es la primera vez que se utilizan las llamadas “pautas culturales” para justificar contextos de explotación en la industria textil. Los argumentos propuestos por la defensora fueron refutados hace ya más de 8 años en el contexto de otro juicio de características idénticas, donde el Dr. Gabriel Juricich pretendió justificar el accionar de sus defendidos de un modo análogo, dando pie al tristemente célebre fallo del Juez Norberto Oyarbide, en el que se sobreseyó a los directivos de la firma Gilmer S.A., comercializadora de la marca de moda SoHo, bajo el pretexto de que no había explotación sino “pautas culturales”. Detrás de la idea de “ellos son así: son re laburadores” se oculta una estrategia ignominiosa y se corre el eje en el cual se juzgan delitos penales.
Esa anulación como persona, la infantilización, el pensarnos inferiores, forman parte del mismo tipo de pensamiento, el paternalista, del quien se define como el salvador, quien tiene que liberar de esas condiciones o quien tiene que juzgar de manera diferenciada. De cualquiera de las dos formas de expresarlo, se lo hace desde la misma postura, desde el mismo pensamiento.

No vamos a caer en el juego culturalista propuesto por la Dra. Bouyssou. No vamos a cambiar el eje del juicio. No vamos a olvidar quiénes son los verdaderos responsables de esta y todas las tragedias que apelan a atenuantes “culturales”. 64 personas trabajaban en condiciones irregulares para el rédito económico de los dueños de las máquinas, el inmueble y las marcas. Son Fischberg y Geiler. Los actuales imputados tienen la responsabilidad que les corresponde, pero la cadena no comienza allí. Las condiciones de trabajo eran comprendidas perfectamente por los capataces y eran definidas por los dueños, quienes son solidariamente responsables por las condiciones en las que trabajaban sus empleados, tercerizados a 150 metros de la fábrica.

#Niunamenos: Señorita Extraviada

No existe un mejor lugar para matar a una mujer que en Ciudad Juárez, México. En los últimos diez años, cientos de mujeres han desaparecido o han sido encontradas asesinadas en esta ciudad fronteriza. La mayoría de ellas fueron empleadas de maquiladoras o en plantas de ensamblaje de la zona. Solo algunos casos se han solucionado.

La cifra de mujeres asesinadas, de 1993 a la fecha, rebasa ya las trescientas, y el total de desaparecidas se eleva a quinientas. Detrás de estos crímenes se acumulan miles de casos de hostigamiento sexual, doméstico y laboral, no denunciados, de violencia intrafamiliar no atendida, y sobre todo de una misoginia institucional que magnificada por la prensa local sirve como estímulo a los perpetradores de lo que hoy se conoce ya como un feminicidio. Esta situación criminal se relaciona con la violencia del narcotráfico, el desempleo, y la miseria fronteriza en tiempos de globalización forzada, originando el derrumbe de oportunidades y la contratación de mano de obra femenina (pésimamente remunerada), que desplaza a buena parte de la fuerza laboral masculina.
Lourdes Portillo reúne los testimonios de la frustración y del rencor social, el encono misógino, y el desdeñoso retrato moral de las víctimas (para las autoridades, simples provocadoras ­:»ellas se lo buscaron»). A todo esto opone el perfil de las jóvenes, apenas adolescentes, obligadas a trabajar en turnos de madrugada, expuestas al riesgo urbano de calles mal alumbradas, temerosas siempre, canjeando diariamente seguridad física por supervivencia económica. ¿Qué hacían las «muertas de Juárez» en la calle?, pregunta la prensa local. «No iban precisamente a misa», le responde con sarcasmo un gobernador panista. Vista así, entre la difamación y la caricatura, todo autoriza el ajusticiamiento que es, al mismo tiempo, un mensaje social en tiempos de cambio; el desdén hacia la mala pécora como parte de un programa de saneamiento civil, que incluye a homosexuales y travestis. «Todas son putas», explican las autoridades en Señorita extraviada, o mulas tercas que aún no entienden que la gente decente se pasea de día, y la indecente se expone a todo por andar de noche.
Lourdes Portillo es directa, lacónica, profesional en todo momento; no precisa insistir en lo que está a la vista: la corrupción a todos los niveles, la venalidad de los medios, y el machismo fanfarrón que se ampara en el buen juicio de las autoridades, terrenales o divinas. La realizadora muestra que estos crímenes, sistemáticos, parecidos entre sí, con evidencias de tortura casi todos, no son asunto de nota roja, como se argumenta a la ligera, sino llanamente ejecuciones realizadas con alevosía y saña, producto en cada caso del odio a las mujeres, a las que,se tilda de prostitutas «para así descalificarlas, disminuir el horror de su desaparición y nulificar las averiguaciones». Lo más escandaloso es la pasividad de las autoridades, a nivel local y federal, ante estos actos irracionales, y el torrente retórico que disimula mal esa apatía.
Lourdes Portillo nació en Chihuahua y conoce de cerca la situación fronteriza y los saldos de la violencia misógina; estudió y vive en Estados Unidos, donde su labor como documentalista le valió una nominación al Oscar en 1986. (losotrosdocumentales.blogspot.com). Año: 2001.

#Niunamenos: «Violencia contra las mujeres. Nuevas guerras y frente colonial» // Rita Segato

 Audio de la presentación de libro «La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juarez», de Rita Segato, que tuvo lugar en Madrid, el jueves, 2. Junio 2016 y organizó Traficante de Sueños.

A partir del análisis del feminicidio de Ciudad Juárez, Segato propone pensar la violencia contra las mujeres como un sistema de comunicación que muestra la fuerza y la impunidad de aquellos que desde el Estado y lo paraestatal reinan en la frontera.
Si el acto violento es entendido como mensaje y los crímenes se perciben orquestados en claro estilo responsorial, nos encontramos con una escena donde los actos de violencia se comportan como una lengua capaz de funcionar eficazmente para los entendidos, los avisados, los que hablan, aun cuando no participen directamente en la acción enunciativa. Es por eso que, cuando un sistema de comunicación con un alfabeto violento se instala, es muy difícil desinstalarlo, eliminarlo.
La violencia constituida y cristalizada en forma de sistema de comunicación se transforma en un lenguaje estable y pasa a comportarse con el casi-automatismo de cualquier idioma.

Ni una menos – Vivas nos queremos (Texto + Fotos)


Texto: Vero Gago
Fotos: M.A.F.I.A
Ayer vivimos una sorpresa y una constatación: volver a tomar las calles, un año después. 3 de Junio (3J) instalado como cita multitudinaria, en su repetición y diferencia. Esta vez aun más gente movilizada, poniendo en marcha ese trayecto de Congreso a Plaza de Mayo, inundando la avenida. Lxs familiares de las víctimas de la violencia patriarcal encabezaron la manifestación, cargando carteles, cantando y llevando fotos y banderas, haciendo presentes, una y mil veces, cada nombre. Con denuncias concretas: a la policía, a la justicia, a la indiferencia. Poniendo otro lenguaje a lo que la TV sólo narra como crimen, venganza pasional o bajo la luz de detalles morbosos. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito tiñó de color verde la atmósfera, no sólo entre sus militantes, sino en la garganta de muchxs que se quieren colgar ese pañuelo, contraseña y distintivo, para gritar más fuerte. Cientos y cientos de grupos, de jóvenes de escuelas, de comedores barriales, de agrupaciones de teatro, de ex mujeres presas, de trabajadoras, de madres, de estudiantes y de amigas sueltas. “Ni una menos” se desliza a “vivas nos queremos”. A veces con llantos, a veces con risas, casi siempre con dolores añejos y nuevos. Son dos consignas que se enlazan a otras canciones: las que vienen de los escraches a genocidas hasta las marchas contra los femicidios en México, pasando por la complicidad de la iglesia con la dictadura. Sabemos, por el mapa que circuló en redes, que esa movilización –en esos mismos momentos– se replicaba en muchos puntos del país. 
¿Qué queda de esa consigna ancha y envolvente hasta la cita del año que viene? Queda una manera de nombrar la violencia que exige auto-organización y auto- defensa. Queda una experiencia de composición callejera que se aloja en el cuerpo de cada una. Queda un desafío político.


Quilombo contra el golpe


En el instante exacto en que escribimos esta carta abierta, un golpe de estado ocurre en Brasil. Orquestado por poderosos sectores económicos vinculados a las oligarquías brasileñas, ejecutado por miembros de la corporación judicial, de los medios concentrados y de una clase política notoriamente involucrada en continuos escándalos de corrupción, el golpe avanza destituyendo todo lo que signifique vivir en el marco de libertades democráticas y conquistas sociales. Un gobierno ilegítimo impuesto interinamente a través de un proceso inconstitucional y lleno de maniobras jurídicas y parlamentares que ha confiscado cerca de 54 millones de votos otorgados a la Presidenta Dilma Roussef. Este mismo gobierno pone a Brasil en un estado de caos y de convulsión social al suspender los derechos de los trabajadores y eliminar programas sociales en áreas esenciales de educación, salud, ciudad, derechos humanos, cultura, diversidad y medio ambiente, entre otros.

Afirmamos que el golpe es machista porque se ejecuta contra la primera mujer elegida como presidenta en Brasil, es también racista porque se dirige contra la población negra y los pobres, estos hechos se confirman con el nombramiento de un gabinete en donde no hay una sola mujer ni un sólo afrodescendiente. Por último, afirmamos que el golpe es declaradamente homofóbico al hacer pacto con los sectores más reaccionarios de la sociedad brasileña que fomentan el odio contra la comunidad LGBTIQ.

El golpe ta,bién es clasista, pues se produce en contra de una tradición que ha hecho de la lucha de los trabajadores una bandera.

Aunque el golpe de estado en Brasil tuvo una amplia cobertura internacional – destacado en los principales diarios de Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela, Colombia, Bolivia, Francia, Alemania, España, Portugal, Holanda, Inglaterra, Polonia, Russia y los más poderosos grupos de medios en los EEUU, dentro de Brasil, la gran prensa es representada por un monopolio formado por seis familias que controlan el  85% del sistema de concesiones y licencias públicas de medios, que ignora los reclamos del exterior y conspira abiertamente contra la democracia insuflando el odio entre los brasileños.

Hace pocos días en Brasil celebramos otro aniversario de la Abolición de la Esclavitud (13 de mayo de 1888) y tomamos las calles para una jornada de protestas contra el golpe y contra las violaciones al estado de derecho y a la libre expresión. En las manifestaciones que ya están ocurriendo rescatamos para nuestras luchas las figuras históricas de ZUMBI DE PALMARES y GANGA ZUMBA, líderes quilombolas que nos han enseñado la lucha por los derechos de los pueblos afrodesciendentes en Brasil y en toda la America de la diáspora, asi como la fraternidad y el respeto por nuestras raíces y culturas ancestrales.

Como los Quilombos en el pasado, refugio de esclavos que combatían los poderes de la Casa Grande y del señor colonial, nos ponemos en estado permanente de resistencia y de lucha para exigir el restablecimiento del gobierno legítimo y del estado de derecho en Brasil.
QUILOMBO CONTRA EL GOLPE
Miércoles 8 de junio a las 17 hs.
Plaza Cataluña, Cerrito y Arroyo, CABA

CONVOCAN:

– Frente Argentino por la Democracia en Brasil

– Esfera Común

– Zonas de Contato

– Baca Balé Afro e Contemporáneo

– Asamblea de Mexicanos en Argentina

– Agrupación Afro Xango

– Colectivo de Comunicación Popular Abriendo Caminos/La ComunitariaTV

– Frente Migrante (colectivo de rap boliviano)

– Forjando Utopìas (agrupaciòn Comuna 15)

– G.R.A.S.A. – Grupo de Resistencia Artística Síndico Autogestivo

– LAC – Laboratorio Audiovisual Comunitario

– Simbiosis Cultural


– La Periférica Distribuidora

Entrevista con Jacques Rancière: potencias y problemas de una política del 99% // Amador Fernández-Savater

Con una nueva introducción para su edición en Francia (en el marco de la Nuit Debout), volvemos a publicar esta entrevista al filósofo francés Jacques Rancière sobre las potencias y los problemas del nuevo paradigma de política ciudadana y no partidista que emergió a partir del 15-M en España.
A 5 años vista, ¿cómo entender el 15M, el movimiento que en Francia se conoce como “los indignados”? Cada cual toma su decisión al respecto. Hay quien lo ve como un fogonazo en la noche, hermoso pero sin porvenir. Otros lo conciben como una mera antesala que hizo posible la aparición de “la política de verdad”: Podemos, etc. En cambio, algunos lo asumimos más bien como un nuevo comienzo, un nuevo punto de partida. Ni como algo sin porvenir, ni como algo cuya verdad sería otra cosa, sino como una potencia que abre el futuro.
¿En qué sentido? El 15M amplió lo posible: por ejemplo, la posibilidad de pensar-hacer una política al alcance de cualquiera, ya no sólo de los partidos políticos, la izquierda o los movimientos sociales; la posibilidad de pensar-hacer una política radical -en tanto que plantea preguntas de raíz sobre la vida en común- y a la vez masiva, no autorreferente o identitaria; la posibilidad de pensar-hacer una política no separada, sino entrelazada con la vida, a la que transforma y de la que se alimenta, etc.
Estos posibles son como semillas frágiles que necesitan tiempo y cuidado para prender, brotar y dar fruto. ¿Frágiles en qué sentido? Los nuevos puntos de partida son siempre inciertos e impuros, incorrectos e ilegítimos para las miradas ya establecidas. Mirar una novedad como el 15M desde un saber previo es ver sus carencias y no sus potencias.
Así, para la izquierda tradicional, el 15M era un movimiento sin memoria (“adanista”), mal o poco situado ideológicamente, mal o poco situado sociológicamente, sin líderes, programa ni organización, etc. Por su lado, para la izquierda radical el 15M era un movimiento inmaduro, pacifista ingenuo, reformista, demasiado ambiguo y mezclado con la normalidad de este mundo (en el uso las redes sociales y tantas otras cosas). Desde el deber-ser, a la realidad siempre le falta algo, nunca está a la altura. Es una forma de mirar triste y entristecedora.
Si lo que queremos en cambio es cuidar y prolongar la potencia inscrita en las semillas, hay que atreverse a sostener lo incierto e impuro, dejarse impregnar por ello, suspender las respuestas previas y partir de un no-saber (lo que tiene que pasar, cómo se hacen las cosas). Y desde ahí, se trata de crear formas de organización que favorezcan el crecimiento de las posibilidades abiertas, formas de pensamiento que las hagan comprensibles, comunicables, comunes.
Fue en ese sentido que quisimos en su día entrevistar a Jacques Rancière, uno de los pocos filósofos (entre los muy conocidos) que ha prestado atención y ha dado valor al 15M -y a los movimientos de las plazas en general-, sin considerarlo desde sus “limitaciones”, sino más bien desde sus potencias. Y le planteamos una serie de preguntas que se planteaban también en el interior del movimiento: cómo pensar la inclusividad, la figura del enemigo, la tecnología, qué es una victoria o un logro en política… El resultado es un momento de encuentro entre el pensamiento de Rancière y el 15M.  
Ahora que en la Nuit Debout la referencia al 15M es constante, esta entrevista -publicada hasta ahora solamente en español, en 2014- tiene de nuevo una actualidad. No se trata con ella de ningún modo de “decir la verdad” del 15M, de transmitir ningún modelo o receta. En realidad, cada movimiento interpreta a los demás y esa interpretación tiene mucho de traducción y reapropiación. La “conversación entre plazas” está siempre llena de malentendidos y esos malentendidos son creadores. En el 15M nos pasó con la primavera árabe: no sabíamos exactamente lo que había pasado, pero la plaza Tahrir funcionaba como ejemplo y referencia inspiradora. Esta entrevista con Rancière es una aportación más a esa conversación entre movimientos, pero una aportación especial que lee el 15M como una intensidad que abre y da lugar, no como carencia y falta con respecto a lo que debiera-ser.

***
1- Sobre la inclusividad y la “política del cualquiera». El primer 15-M de las plazas llamó “inclusividad” a algo que podría resonar con lo que usted ha nombrado como una “política de cualquiera”. En sus maneras de hacer y decir, trató siempre de que cupiese cualquiera, de interpelar a cualquiera, sin dirigirse a bloques o grupos determinados (sociológicos o ideológicos), sino más bien a personas singulares y a un 99% simbólico. Las banderas y las siglas (y en general todas las señas identitarias que provocaban división) quedaron desde el primer momento fuera de la Puerta del Sol.
Pero hay quien piensa que ese “nosotros abierto” se consiguió al precio de borrar u ocultar las diferencias y los conflictos internos. Por ejemplo, las diferencias de acceso a ese “nosotros” entre ciudadanos con papeles e inmigrantes sin papeles. El cualquiera del que usted habla, ¿es abstracto? En las manifestaciones de la “política de cualquiera” que usted ha investigado, ¿cómo se piensa y se elabora esa relación entre el cualquiera y las identidades-diferencias particulares?
Jacques Rancière. Es importante comprender que hay dos figuras del “cualquiera”. En primer lugar, el sujeto de la política es el sujeto creado por la acción política misma, el sujeto creado por una manifestación y una enunciación colectiva, el sujeto que se crea cuando la acción política dice “nosotros”.
Esto significa que una subjetivación se define, no por una identidad previa, sino por los actos que genera, por la modificación que estos actos ocasionan en el tejido normal de las identidades, los lugares y las ocupaciones [lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo sensible”].
El “nosotros” se distingue así del sujeto político concebido a la manera clásica de la clase y la vanguardia porque no se define por un conjunto de propiedades, ni por una interioridad compartida que se traduciría en acciones exteriores. No preexiste, son más bien sus propias acciones las que lo crean.
En segundo lugar, esa afirmación colectiva se dirige a individuos cualquiera a los que propone incluirse sin preocuparse por conocer su pertenencia social. Quienes se incluyen pueden hacerlo en tanto que “personas”, en tanto que miembros de un grupo de afinidades personales o en tanto que militantes de tal o cual colectivo. Lo esencial es que el “nosotros” pueda estar abierto a cualquiera que lo desee. De hecho, la suspensión de las identidades particulares marca generalmente el comienzo de los movimientos, así como el retorno de los conflictos entre grupos indica muy a menudo su declive.
Por otra parte, está claro que no todo el mundo es igual de entrada en cuanto a la posibilidad de manifestarse y a la disponibilidad para ocupar la calle. El tema es que no se sientan excluidos por la forma de las acciones.
En todo caso, hay que evitar tratar la relación entre 99% y 1% en términos estadísticos. Y sin duda podemos discutir incluso de la pertinencia de la fórmula. No es 99% contra 1%, sino una figura del pueblo contra otra. La figura de un pueblo a construir sobre la base de la presuposición igualitaria contra el pueblo que administran nuestros gobernantes, pero también contra las “mayorías silenciosas” a las que apelan o contra el pueblo identitario que se concentra en manifestaciones como la “mani para todos” convocada por los que se oponen al matrimonio homosexual en Francia.
2- Sobre la figura del enemigo. El 15-M ha estrechado muchísimo la figura del enemigo: es el 1% de la oligarquía financiera, política y mediática. Y eso no sólo “teóricamente” o en los discursos, sino también en las calles. Por ejemplo, en la práctica del “Stop desahucios”, la interpelación firme pero humana hacia el otro (bombero, cerrajero, también policía) ha producido numerosas grietas bajo los uniformes y las funciones asignadas.
¿Cómo pensar hoy la figura del enemigo, más allá de la lógica de la lucha de clases? ¿Quién es hoy el enemigo? ¿Hay que confrontarlo, destruirlo o simplemente sustraerse a él? En resumen, ¿cómo entender esta frase suya: “(la política crea) escenarios de interlocución que reconocen al enemigo como parte integrante de la misma comunidad”? 
Jacques Rancière. La pregunta contiene varios problemas. En primer lugar, la diferencia entre la política y la guerra. La política es una manera de incluir al enemigo. No se trata de generosidad. La forma misma de la acción política instituye una esfera de universalidad, y la constitución de esa esfera sirve de test sobre la capacidad misma de las partes en lucha.
Un ejemplo. Investigué especialmente esas situaciones que pertenecen al nacimiento de la huelga en el siglo XIX, donde los obreros instituían con los patrones una escena de discusión pública que, para los patrones, no existía, porque la negociación de las condiciones de trabajo era para ellos un asunto privado entre personas. Los patrones no tenían ninguna razón para aceptar esa escena de discusión, pero ese rechazo significaba una inversión de los papeles: el colectivo obrero afirmaba su potencia como sujeto intelectual frente a los que no veían en él más que una jauría brutal, mientras que la capacidad de los patrones quedaba reducida simplemente a las armas de la policía.
Es cierto que esta figura de interlocución estaba muy vinculada a una lógica de la política como lucha de clases. Hoy existe una política de la lucha de clases desarrollada por la clase capitalista bajo la bandera de la economía y la necesidad económica, pero en el otro bando no hay apenas nada que corresponda a lo que fue la política obrera de la lucha de clases. Es esta situación la que traduce precisamente a su manera la fórmula del 99% contra el 1% considerada desde el punto de vista estadístico.
Esto significa, concretamente, que no hay en la actualidad una figura fuerte de inclusión del enemigo. Por un lado, hay una figura de separación que otorga mayor importancia a la afirmación de autonomía que a las estrategias del conflicto y, por otro lado, la figura de las acciones violentas simbólicas (de tipo enfrentamiento con la policía y destrucción de cajeros automáticos al final de las manifestaciones) que, inversamente, otorga mayor importancia a la designación del enemigo que a la afirmación colectiva. Pero también existen esas acciones que su pregunta evoca, en el curso de las cuales se fisura el frente de los representantes de la autoridad.
No hay respuesta general: es en la acción misma donde podemos conocer al enemigo y saber cómo comportarnos con él. No se puede “evitar” al enemigo. La cuestión es cómo nos diferenciamos de él: o bien privilegiando una visión estratégica de los golpes que le dirigimos, o bien privilegiando la diferencia de formas de pensamiento, de vida y de acción que le oponemos. Yo considero que es posible adquirir más fuerza por esta segunda vía.
3- Sobre subjetividad y subjetivación. Usted ha puesto mucho énfasis en la importancia de la subjetivación. La política no “expresa” un sujeto latente o preconstituido (como ocurre por ejemplo en la teoría de Toni Negri sobre las “multitudes”), sino que lo crea. Crea un “espacio de sujeto” donde cualquiera puede contarse.
¿Cómo pensar la relación entre nuestra vida cotidiana y ese proceso de subjetivación? La subjetivación es ruptura y creación, pero creamos a partir de nuestra experiencia cotidiana (en el trabajo, en la ciudad, en las redes). El filósofo Cornelius Castoriadis utilizaba el término “elaboración” para pensar la misma cuestión en el movimiento obrero: la subjetivación obrera, decía Castoriadis, “elabora creativamente” la experiencia cotidiana del trabajo en la fábrica.
¿Tiene sentido para usted pensar qué relación hay entre experiencia cotidiana y subjetivación? ¿Sirve de algo estudiar las situaciones de vida para pensar la política?
Jacques Rancière. Resulta claro que la subjetivación política no nace como una emergencia radical si convenimos en que no opone un grupo a otro, sino un mundo a otro. La formación misma de ese mundo tiene un origen doble. Por un lado, es fruto del proceso de separación que la acción misma produce al crear otro uso del tiempo y del espacio, otros lazos entre los individuos, otros posibles en el pensamiento. Pero también es el resultado de una multiplicidad de transformaciones en las prácticas y las formas de vida y de pensamiento.
Hay dos grandes tipos de transformaciones “subjetivadoras” de este tipo. En primer lugar, la creación de lazos, a través de las experiencias concretas de solidaridad en el trabajo, en la lucha, pero también a través de las formas de intercambio que pueden experimentar las personas en la vida cotidiana o a través de los distintos servicios que pueden prestarse entre sí. Y, en segundo lugar, las diferentes maneras en que las personas escapan a las rigideces de su identidad: mediante la apropiación de una cultura diferente, como por ejemplo entre los autodidactas que he estudiado, o actualmente mediante la experiencia de los viajes y de la multiplicidad de culturas.
Una subjetivación política es el encuentro de estos dos componentes: el lazo que se opone a la separación de los individuos y el devenir-otro que rompe con la asignación identitaria. Pensar las transformaciones y las interacciones entre esos dos componentes nos permite salir de las oposiciones rígidas entre lo individual y lo colectivo, entre lo cotidiano y la política. No hay oposición entre esos dos términos, sino siempre un cierto trenzado de lo individual y lo colectivo, del tiempo cotidiano y el tiempo del mundo.
4- Dejar de ser, politizar lo que se es. La política como subjetivación consiste de alguna manera en “dejar de ser lo que hay que ser” e inventarse un cuerpo nuevo, capaz de otras cosas. Por ejemplo, usted ha estudiado cómo la subjetivación obrera inventó nuevos cuerpos capaces de hablar o escribir, dejando de ser así simples “mulas de carga”.
En torno al 15-M y sus prolongaciones, hemos visto a médicos, profesores o periodistas que, más que dejar de ser lo que son, se activaban políticamente desde su posición. Más que abandonar su lugar y función, lo politizaban, defendiendo el derecho universal a la salud o la educación. ¿Podemos entender esas formas de politización como subjetivaciones? 
Jacques Rancière. “Politizar una función” es una expresión ambigua. La defensa del derecho universal a la salud o a la educación no es una reivindicación específica de la profesión médica o docente, sino una reivindicación igualitaria general.
Por supuesto, el ejercicio de la medicina, de la enseñanza, del periodismo o de la magistratura, nos enfrenta a cuestiones muy específicas de opresión y libertad, de igualdad y desigualdad, que suscitan energías militantes. Pero un médico que milita por el derecho al aborto o contra el encierro psiquiátrico o que participa en un consultorio gratuito no lo hace únicamente como médico, sino vinculando su práctica de la medicina a una idea de igualdad de los sexos, de libertad de los individuos o de solidaridad social.
Entre los militantes de los movimientos sociales y revolucionarios, siempre ha habido médicos, abogados o profesores que han participado en la acción política sobre la base de su experiencia profesional. Por tanto, no hay que hacer de esos compromisos una novedad que significaría el relevo del movimiento obrero por nuevas categorías sociales o el relevo del militantismo de lo universal por un militantismo de las especificidades. 
5- Sobre lo común y las comunidades. Usted ha escrito que la idea de socialismo contiene la idea de una gestión asociativa y democrática de los bienes comunes (la educación, la salud, los transportes, el agua, etc.).
¿Qué formas de comunidad son necesarias para ello? ¿Son suficientes esas “comunidades de aparición, azarosas y aleatorias” que según usted surgen en los “momentos políticos”?
Pensar formas cotidianas de gestión democrática y asociativa de lo común, ¿no nos obliga a pensar en un tejido social sólido, con relaciones duraderas, compromisos fuertes e instituciones estables? ¿Es ello compatible con las subjetivaciones móviles, intermitentes y no identitarias de las comunidades de aparición?
En definitiva, ¿puede estabilizarse un “poder de cualquiera” (o del 99%)? ¿Puede hacerlo sin recaer en las formas jerárquicas de división del trabajo y reparto de las funciones? ¿Tiene usted experiencias de ello en mente?
Jacques Rancière. Desde luego no me corresponde a mí encontrar la solución a los problemas en torno a los cuales han tropezado tantos movimientos colectivos de ayer y de hoy.
Hay un primer nivel de la cuestión sobre el que se puede responder lo siguiente: la experiencia ha demostrado que las formas de gestión común de los problemas que afectan a la comunidad no pueden ser aplazadas sin perjuicio a un futuro subordinado a las estrategias de toma y ocupación del poder. No se puede separar la lucha por lo común y la organización de lo común.
Una vez dicho esto, se presentan otros problemas. Por un lado, la cuestión de qué formas de contra-sociedad igualitaria pueden establecerse en el seno mismo de la sociedad desigualitaria. Y, por otro, la cuestión de qué formas de organización ello requiere.
Sabemos que en el pasado han existido -por ejemplo en los movimientos anarquistas o comunistas, y especialmente en el movimiento anarquista español- formas fuertes de contra-sociedad: cooperativas de producción, formas de vida colectivas, instituciones educativas y culturales. Es evidente que todo ello formaba parte de una fuerza colectiva que se traducía también en medios poderosos de lucha y una visión clara del porvenir. Los movimientos democráticos recientes han vuelto a poner en el orden del día el aspecto de las instituciones alternativas, pero parece como si les correspondiera a ellas constituir, de la nada, el terreno de lo común, mientras que en el pasado era el terreno de lo común el que fundaba las instituciones alternativas. Es un problema que no se va a resolver apelando a la espontaneidad o a la organización, ni queriendo sustituir un militantismo de clase por un militantismo de las comunidades.
Los compromisos estables de ayer dependían más de la solidez de los horizontes de esperanza que de las disciplinas de organización. Las “comunidades de aparición” están atravesadas por la oposición entre identidad y subjetivación. Y la constitución de un común vivido va más allá, forzosamente, de la acumulación de fuerzas que requieren los objetivos militantes específicos.
6- Sobre política y tecnología. El “clima” político de esta nueva política ciudadana se comunica, extiende y amplifica a través de Internet y sus redes sociales (las más vulgares y masivas, como Twitter y Facebook).
Desde hace ya diez años, observamos una correspondencia entre la socialización de las herramientas comunicativas más allá del ámbito activista (de Indymedia a los blogs y las redes sociales) y la emergencia de procesos de nueva politización protagonizados por la gente común (desde el “no a la guerra” y la respuesta social tras el atentado del 11 de marzo de 2004 hasta el 15-M). Como si las redes hubieran ayudado a hacer más participable y móvil la cosa política.
¿Cómo pensar el uso político de las tecnologías? Está el punto de vista de la neutralidad: la tecnología es un instrumento neutro que sirve para lo bueno y para lo malo. Y está el punto de vista determinista: la tecnología suscita por sí sola transformaciones sociales (revolucionarias o catastróficas). ¿Le interesa esta cuestión, le parece relevante, podría haber un tercer punto de vista? 
Jacques Ranciére. Tenemos suficientes elementos para señalar los límites de los dos puntos de vista. Un instrumento técnico que sirve de medio de comunicación no puede ser nunca simplemente un medio neutro para cualquier fin.
La cuestión de los “medios” siempre ha estado sobredeterminada por la relación entre los que viven en el universo de los fines y los que están confinados en el universo de los medios: a quienes se llamaba por esa razón hombres “mecánicos”. Dicho de otro modo, cualquier novedad técnica entra en el seno de un determinado reparto de lo sensible donde la misma eficacia técnica está modulada por una distribución de las capacidades y los papeles sociales. De modo que una novedad técnica no se basta a sí misma para definir un nuevo reparto de lo sensible.
La tesis catastrofista reaparece ante cada nuevo medio: cine, radio, televisión, internet, redes sociales. A pesar de lo que pueda tomar prestado a las profundidades filosóficas heideggerianas o al rigor científico y político del marxismo, esa tesis remite siempre al viejo mito de la caverna que presenta a los ignorantes manipulados por aquellos que mueven los hilos.
Ahora bien, a pesar de todos aquellos que asimilan Internet a la vigilancia totalitaria, las redes sociales han servido por ejemplo en China para construir formas de información y circulación de las ideas que se oponen al monopolio del Estado policial. Y en nuestros países, supuestamente abocados al individualismo consumidor, han permitido que las personas separadas entre sí por las nuevas formas de trabajo se comuniquen, se encuentren, reconozcan lo que les une y tomen confianza. De ese modo han proporcionado una figura material al poder de los anónimos.
Pero ese efecto no es inherente al medio técnico. Cada día constatamos que el mismo medio es también una vía de expresión y difusión de todos los fantasmas identitarios, racistas, sexistas y demás.
7- Sobre la subjetividad neoliberal. Si el poder consiste en la producción de subjetividad, ¿cuál es la subjetividad que se produce hoy en día? ¿Existe algo así como una “subjetividad neoliberal”? ¿En qué consiste? ¿Podríamos hablar, en este sentido, de un poder que no está fuera de nosotros, sino que nos atraviesa y conforma evitando sin embargo los efectos despotenciadores de “naturalización”, “victimización” o “culpabilización”?
Jacques Rancière. Hay que resistirse a todas las descripciones del mundo contemporáneo que nos lo presentan como un mundo homogeneizado por la ley del mercado que configura una pequeña burguesía globalizada. Muy al contrario, lo que llamamos neoliberalismo es un proceso de diferenciación extrema.
¿Cuál es la subjetividad “neoliberal” de los obreros y las obreras de Bangladesh que fabrican -por un salario que recientemente ha alcanzado los 65 dólares al mes- los jerséis que se venden en nuestros supermercados? ¿Y la de los obreros migrantes chinos, sometidos a un régimen de pasaportes interno que recuerda a las cartillas obreras del siglo XIX en Europa?
En nuestros propios países europeos, el neoliberalismo no suele producir las formas de conciencia “liberal” supuestamente homogéneas con respecto al culto de la libre empresa y la libre circulación de capitales y mercancías. La violencia de las manifestaciones contra el matrimonio homosexual en Francia, el furor evangélico de los anti-abortion en Estados Unidos o las recientes leyes contra el aborto en España prueban la vanidad de las tesis dominantes sobre la correspondencia entre liberalismo económico y libertad sexual.
Hay, de hecho, formas múltiples de conexión y desconexión entre diferentes tipos de libertad. Por ejemplo, las campañas en favor del consumo instruido y responsable que desarrollan diferentes asociaciones de consumidores y grupos ecologistas que se presentan como opuestos al sistema dominante refuerzan a menudo el modelo dominante de “libertad” propuesto por el sistema: el de la libertad como instancia de elección, guiada por el conocimiento.
Por otro lado, cierta interiorización del modelo neoliberal ha tenido como efecto -positivo, al fin y al cabo- el cuestionamiento de una fe demasiado facilona de las conciencias progresistas de mi generación que consideraban la potencia colectiva como algo ya dado e identificaban muy ligeramente el socialismo y la gestión estatal de los medios de producción. Y ha creado formas de conciencia y de acción militantes para las cuales la potencia colectiva no es algo dado, sino a construir en la acción misma.
8- ¿Qué es una victoria o un logro en política? El 15-M ha producido infinitos efectos en la sensibilidad y la percepción del mundo, desplazando los límites de lo visible y lo invisible, de lo posible y lo imposible, de lo tolerable y lo intolerable (el ejemplo de los desahucios es muy claro: ahora es una cuestión de rechazo social generalizado mientras que antes era completamente invisible y estaba absolutamente normalizado y naturalizado).
Sin embargo, como (aún) no se ha conseguido ningún gran “logro tangible” (en las leyes, en la esfera macroeconómica o del poder político), el discurso en torno al 15-M es muy negativo, despotenciador, triste y pesimista (“no se ha conseguido nada”, etc.). Y este relato tiene efectos depresivos terribles.
¿Cómo podemos ver y valorar (y hacer ver y valorar, comunicar) esas otras “conquistas” o “logros” de la política, como la transformación de la experiencia vital y subjetiva, sensible y perceptiva (sin la cual, de hecho, los demás cambios no son posibles)?
Jacques Rancière. Es una contradicción inherente a las formas actuales de los movimientos democráticos. Incluso cuando arrancan de problemas muy concretos y localizados, como los árboles del parque Gezi en Estambul, se trata de movimientos fundamentalmente diferentes de los movimientos reivindicativos que pueden contar sus victorias en términos de modificaciones inscritas en la ley.
Uno puede estar contento o decepcionado con aquello que los poderes públicos conceden cuando se les pide alguna cosa concreta. Cuando no se les pide nada, cuando se construye la acción sobre la distancia misma con respecto a esas demandas, está claro que, si el viejo mundo no se hunde por sí solo, nos acecha la depresión que nos lleva a decir: nada puede cambiar, o bien, hay que volver a los viejos modelos de las organizaciones revolucionarias o progresistas.
La cuestión que se plantea aquí es saber qué entendemos por un movimiento autónomo. Efectivamente, es muy importante insistir sobre el aspecto de la transformación subjetiva y sobre la necesidad de preservarlo preservando, a su vez, la autonomía de los movimientos con respecto a las organizaciones político-sindicales y al sistema de demandas dirigidas al Estado que funciona como marco de su acción.
Pero esa transformación no puede mantenerse por sí sola como propiedad de un colectivo. Debe verificarse constantemente. Y lo hace a través de las acciones que desarrolla, como esas luchas contra los desahucios, o las formas concretas de lo común que crea, pero también a través de su capacidad para llevar a cabo campañas públicas por la transformación de las leyes y las instituciones.
Es posible actuar como una fuerza autónoma que consigue victorias inscritas en la ley y las instituciones, manteniéndose al mismo tiempo a distancia del juego que pretende obtener lugares en el aparato de Estado. O en todo caso es posible intentarlo, unir la autonomía del movimiento y la acción que define objetivos por alcanzar en la relación de fuerzas, tal y como esta se inscribe también en la ley y las instituciones.
Pero el problema más importante es saber cómo la conquista de momentos de igualdad en el mundo de la desigualdad se articula con la perspectiva de un nuevo mundo de igualdad. Más allá de las banalidades sobre la espontaneidad y la organización, hay un problema que uno puede ya encontrar en los movimientos de emancipación del pasado: la emancipación es una manera de vivir como iguales en el mundo de la desigualdad. Y esa manera de vivir bien puede ser autosuficiente. Es decir que, tal vez, aquellos y aquellas que han vivido esos momentos de igualdad no deseen nada más.
La traducción ha sido posible gracias a la ayuda de Álvaro García-Ormaerchea, Jordi Carmona, Javier Bassas, Pablo Bustinduy y Álvaro.      

La fuerza del nosotrxs retumba en las calles de Argentina // Ita del cielo

3J del #NiUnaMenos al #Vivasnosqueremos

Ímpetu, dolor e indignación cimbraron el microcentro de la capital argentina este viernes 3 de junio (3J) cuando cientos de miles de mujeres de diversas edades y orígenes se manifestaron contra la violencia patriarcal al grito de ¡NiUnaMenos-VivasNosQueremos! que por segundo año hizo estallar de creatividad y digna rabia en la Plaza del Congreso movilizándose hasta la Plaza de Mayo.  Una convocatoria nacional que tuvo eco en casi 200 poblaciones del territorio nacional.

La consigna convocó a muchxs: sindicalistas y desempleadas, trabajadoras precarizadas, migrantes, docentes, estudiantes,  agrupaciones barriales, deportivas, artísticas, ecologistas, maricas, trans, tortas y mutantes, niñxs con su familia, amigas y vecinas. Se hace público lo que pasa en privado: cada 30 horas una mujer es asesinada por la violencia patriarcal. El femicidio aparece como la punta que se asoma del montón de machismos que a diario se hacen carne en los cuerpos feminizados.
Pregunto a Liliana qué la convoca, mujer de a pie, 58 años. Viene por su cuenta desde Morón, provincia de Buenos Aires, junto con Belén, su hija de 24. Habla con dolor y  fuerza a la vez: “yo soy sobreviviente de violencia de género y como tengo una hija quiero que esté al tanto, que participe y acompañe a las demás para que sepan defenderse, no sólo en el golpe, también de la violencia psicológica, obstétrica, laboral […] las mujeres somos acosadas en diversos ámbitos […] aunque siempre hemos estado presentes en la historia”, insiste.
Mientras el contingente de familiares de víctimas de violencia que encabezaron la manifestación ya llegaban a la Plaza de Mayo, todavía la retaguardia no salía del Congreso donde el caminar circulaba lento. Una cámara-dron pasa por encima, documenta el tamaño de la multitud: ¿80, 100, 150 mil?. El mar de emociones y detalles queda lejos de ser capturado: decenas de siglas, banderines, intervenciones callejeras, carteles, performances, rompen la normalidad de las calles centrales.
La alegría amorosa de las batucadas feministas coreando festivas: “Pido justicia por estos cinco siglos […] por eso yo vengo a luchar […] por el aborto legal, mi cuerpo no es mercancía, es mío y de nadie más”. Decenas de fotografías y cientos de nombres convocan a no olvidar que detrás de cada cifra hay cuerpos con historia, dolores y deseos: Laura Iglesias, Bety Cariño, Diana Sayacan, Diana Colman, Berta Caceres, Machi, Florencia, Melina, Ángeles, Daiana y un largo etcétera. ¡Faltan las presas! recuerda la bocina: ¡Libertad a Belén! ¡Liberen a Milagros Salas! ¡Libre Reina Maraz!. ¡Libertad a Claudia Córdoba!
Parece muy claro: sin trabajo, vivienda, educación y salud no puede haber #NiUnaMenos.  En medio de la efervescencia social, contra los ajustes, y despidos masivos, la convocatoria feminista es un espacio de concurrencia popular y al mismo tiempo enuncia su particularidad. Desde la experiencia histórica los cuerpos feminizados devienen lienzo de expresión de la violencia que se agudiza en momentos de desposesión y crisis. Esta amplia convergencia de sectores populares y gremiales desafía por un lado la mera reivindicación identitaria y victimista y a contrapelo del androcentrismo del movimiento independiente que con dificultades dota de contenido antipatriarcal sus luchas popular-comunitarias.
El grueso de las asistentes hace suya la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, las consignas se hermanan, aunque todavía provocan escozor en algunas asistentes. Una señora observa el dibujo de unos ovarios “mi cuerpo, mi decisión”. “¿Y el cuerpo del bebé?”, me increpa. Las compañeras socorristas le explican sobre el derecho a decidir, que en todo caso al cigoto no se le puede llamar bebé, etcétera. No hay posibilidad de diálogo.
El número 33 se hace presente en el cruce con 9 de julio. Igual número se congregan y solidarizan con el reciente caso en Morro da Barão, Río de Janeiro, donde una adolescente fue violada multitudinariamente. La indignación hizo salir a las calles a decenas de miles para pedir un alto a la cultura de la violación, en un momento de protestas callejeras contra el golpe que destituyó a Dilma Rousseff. De ahí las consignas recordaban que lo de Brasil fue un golpe de estado machista.
Llama mi atención el entusiasmo de las mujeres del Movimiento Popular La Dignidad, aquél no cesa durante todo el recorrido. Su nutrida tropa feminista, una convergencia de migrantes, universitarias, familias de la corriente villera independiente corean: “Contra el patriarcado, salimos a luchar, rebeldes y combativas, luchamos por un mundo sin mujeres oprimidas, y que se escuche en toda américa latina con las mujeres unidas no vas a poder”.
Hay un listón rosa mexicano rodeando el numeroso contingente de la Colectiva Lohana Berkins —activista trans fallecida el pasado febrero— agrupa una variopinta pasarela de las autonombradas tortas, mutantes y feminaSis. Sus consignas: “mi cuerpo es mío, mi deseo también”, “ni una menos por precarizar las vidas”, “sin las tortas, maricas y travas no hay ni una menos”.
Circulan playeras, parches, libros, zines, imanes, pins e imágenes feministas. Los puestos itinerantes de asado desbordan la normalidad de los restaurantes en plena Avenida: chori, cerveza, “paty y coca”, sándwiches vegetarianos o pan relleno integral, alimentan a lxs participantes durante las cinco horas que duraría la manifestación.
En las paredes del gobierno de la ciudad se proyectan imágenes, cifras, consejos para enfrentar la violencia de género. En Bolívar queda el testimonio del paso de la furia de la manada feminista que nos habla:  “Estado misógino y genocida”  “¿Quién decide cuando parís, quién decide cuando abortás?” “Si te maltrata no te quiere, corta la brocha” “Macho=facho” “Macri queremos tu cabeza” “Abortá la heterosexualidad”.
Hasta los letreros de neón de la red de transporte subterráneo hacen eco por este día al “Ni una menos”, ¡Que hipocresía, si la violencia es parte del ajuste! Dicen algunas. ¿La apuesta del gobierno municipal para subirse al barco de la indignación legítima o la conquista de un movimiento que permeó en los medios hasta instalar la consigna?
Mientras los contingentes van llegando a la Plaza, se organiza una pequeña fogata al pie de la Catedral, esta vez resguardada con vallas y seguridad. Una joven con el rostro cubierto se apuesta desafiante detrás de la quemazón: “¡Ni un macho más!”. Otras marcan el asfalto, la plantilla dice: “las pibas que violaste están de regreso”, las llamas iluminan la pintura fresca, se mira plateada. Las demás mujeres ululan alrededor del fuego como evocando a las ancestras guerreras. Hay complicidad en este gesto que se diluye en cada despedida, en el cansancio de los cuerpos ya caída la noche.

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