A veces desertar no es solo huir, son varias cosas más: No entender, no saber, dejar de insistir y que las cosas pasen. Desertar se nos presenta imposible hasta que alguien da el paso, entonces algo empieza a latir, a picar, a insistir. De todos los valores revolucionarios la deserción es el que más envidio, el que menos se enuncia, el más potente. La deserción produce una interrupción y cuando las cosas se ponen en suspenso todo puede ocurrir. Dejamos de funcionar de manera correcta, aprendemos cosas nuevas, la máquina se desmonta y pueden aparecer grietas para acciones que ni imaginamos que podíamos hacer. Poner el cuerpo no es bajar al territorio, no es flashear guevarismo, no es preguntarse; es otra cosa. A veces drogarse, otras balbucear, reirse como estúpidos, volverse un despojo en este mundo de cuerpos alegres, atléticos, militantes. Poner el cuerpo como posibilidad de desertar, volverse frágil, rozar lo inhumano, ser guachin.
PEDRO ROSEMBLAT ES UN HOLOGRAMA // Francisca Lysionek
Publicada originalmente en el blog Victorica Es pertinente que la IA nos