Nos falta su magia, esa manera de plantarse, de decir no, si, a veces, siempre, perdón. Eso nos falta. Un mes, un instante, un suspiro, algo que se fue para siempre. Eso que nos dio, eso único, fundamental en nuestras pobres vidas. La manera de gederla, la gilada, la pelota, todas esas noches sin dormir, las encerronas, los teléfonos que suenan y el departamento de Caballito como todo llanto. Sus gestos amorosos, su violencia, su cuerpo siempre cargado de imágenes del futuro. Afectos y hábitos propios de él, una percepción y una sensibilidad, unas capacidades y unas intolerancias, una forma de segundeo y la desmesura sin forma. Las lágrimas que nunca paran, el abrazo, los escrachos en todas las pieles de los guachos y un rumor de que algo va a pasar. Guerra, fiesta, revuelta, encuentro, saqueo. Nunca policía, nunca ortiba, nunca en patrullero señalando la vida de los demás. Nunca tuvo un cuaderno botón donde anotar las deudas, pero le saco la ficha a todos. Escapó siempre a la manija insaciable de juzgar que recorre las canchas, la tele, los posteos, la militancia. Nunca cómodo en este mundo careta, frívolo y vigilante. Su magia, su risa, esa manera de insistir, esos ojos duros, ese abrazo fiesta, ese meneo, esa ensoñación de escabio y pasta. Su forma de ser, eso que nos dio y ahora no sabemos cómo usarlo, su prepotencia, su vida, que ya no está, que no tenemos. Con su andar nos enseñó no tanto a imaginarnos seres mejores, sino más piolas. No tanto vivir dos vidas, como vivir intensamente la única vida que hay. No tanto huir hacia un mundo distinto sino a estar en una. Huyo siempre de ese juicio permanente que nos gana a diario, de ese dedo señalador, de esa ficha que siempre se nos activa, de los roles establecidos de antemano que fijan vidas. Siempre supo en la que se metia. Un mes, un instante, esto que es para siempre. Nos falta el Diego, sobran los vigilantes.
PEDRO ROSEMBLAT ES UN HOLOGRAMA // Francisca Lysionek
Publicada originalmente en el blog Victorica Es pertinente que la IA nos