»la palabra no tiene como fin comunicar contenidos o declarar posiciones sino viajar de cuerpo a cuerpo componiendo afectos para hacer crecer la potencia de actuar, de afectar y de ser afectado»…
(Sebastián Touza en un escrito académico de la UNCuyo)
Sebastían,
Hay pérdidas que son colectivas.
En 2019 entramos a cursar Informática y Sociedad esperando aprender a usar Excel y Word. Nos volteaste con todo: nos regalaste leer a Donna Haraway, a Tiqqun, a Mckenzie Wark, a Yves Citton. Diste vueltas las bases. Nos regalaste la inquietud de leer a Debord. Cambiaste la manera de hacer preguntas, el lugar desde el cual pararnos.
¿Cómo pensar un punto de partida para otra politización posible? ¿Qué significa que estamos viviendo una crisis de la presencia? ¿Qué implican los dispositivos ante un sujeto que se ausenta de sí mismo, de la relación con los demás y de su implicación en el mundo? ¿Qué es el Bloom y por qué es veneno y antídoto? Nos acercaste a Fernández Sávater. Nos trajiste la Hipótesis Cibernética de Tiqqun y nos enseñaste a ver lo encriptado, a leer entrelíneas. Nos acercaste la imaginería cyborg, ese organismo cibernético que encuentra placer en la confusión de fronteras, la política de ficción. Nos acercaste a Mckenzie Wark para decirnos que hackear puede significar abstraer y abstraer puede ser crear nuevas ideas, dejar que exprese la virtualidad, ese exceso de posibilidad en lo actual. También para decirnos que la propiedad congela potencialidades, que frena la posibilidad de creación de ideas. Nos acercaste a Yves Citton para ver el lugar hacia dónde se dirige nuestra atención, a entender el valor de nuestra atención, porque el tiempo es limitado, lo supiste, y se puede aprovechar para construir del lado luminoso de la Fuerza, eso también lo supiste. Nos acercaste a Spinoza, lo trajiste en la experiencia, en una educación en la que forman parte los afectos, en un investigador que arma espacios y lazos con capacidad de potencia, de afectar pasiones alegres.
Entro a Facebook, ese residuo del que tanto hablamos, y encuentro decenas de testimonios en los que te leemos a través de los demás: “Investigador de prestigio internacional. Militante de la lucha docente”. “A la muerte no se le cree. No queremos creerle. Y, sin embargo, nos golpea y nos inunda de dolor” publica Tinta Limón, con quienes tradujiste por tu iniciativa Calibán y la bruja, de Silvia Federici y luego la obra de George Caffentzis. “Siempre atento a sostener y hacer circular, de modo riguroso, los debates, los intercambios, las lecturas políticas”.
En la radio una alumna, Amalia, habla de vos:
“A más de unx le cambiaste la manera de mirar. A más de unx inspiraste con tu conocimiento. A más de unx le diste ganas de estudiar, de profesionalizarse, de cuestionar a la gilada. De ser comprometidx. No eran las más divertidas tus clases, no tenían que serlo. Querías cambiarlo todo, no divertir. Querías incendiar la matrix, que saliéramos de nuestras burbujas, que todxs salieran. Querías que pudiéramos pensar en otro mundo, que preguntáramos, que dudáramos (…) Mandabas mails, muchos mails para incitarnos a la curiosidad, nos invitaste a ese lugar sesgado y cerrado que es la academia, para que nuestras ganas jóvenes de romper todo rompieran todo. Vos eras así, un académico que no tenía la fácil y rígida pedancia de la academia. Querías democratizar la vida entera. Querías huelga del cerebro universal, que deseáramos y que reconociéramos ese deseo: a veces individual, a veces colectivo, a veces ambos. Querías dignidad para todxs, todos y todas…”
El mundo se aquieta ese día, pierde el ritmo. Voy a la casa de Jesu, hablamos largo rato de esto con los ojos llorando. Tu muerte llega hasta un lugar difícil de explicar. El lugar de alguien que te marcó más-allá de lo íntimo pero más-acá de lo institucional.
Hay una pérdida colectiva, Sebastián, y es la tuya.
Nunca me voy a olvidar de la pasión por la curiosidad y el conocimiento en tus horas de consulta. Ni del día que nos escribiste para felicitarnos por esta revista. “Si les puedo ayudar en algo, cuenten conmigo” dijiste. Ya nos habías ayudado, todo surgió de esa cátedra en 2019. Tampoco me voy a olvidar cuando empezaste a seguirnos y nos emocionamos como unas groupies. No hay Isla Cyborg sin Touza. Me contaron que tampoco hubo Silvia Federici en Mendoza sin Touza.
“ Que raro que con lo frágiles que somos, nos descubramos eternos, no? Ahora mismo veo las fotos y los textos que tantas personas comparten, me llegan también fotos nuestras, y me doy cuenta que no es sólo que a veces sintamos que somos eternos sino que además, la vida que vivimos la vivimos en la vida de los demás, y por eso, Sebas, la conversación sigue, infinita.” (Diego Sztulwark)
Con cariño y admiración,
Sofía.