La cámara no se mueve, pero te lleva a recorrer, sin pausa, la historia de un grupo de niñas y adolescentes, en la escena hospitalaria. Contada en primera persona, las palabras se te van a meter en los ojos y en la piel, como espinas, como dardos.
Una niña se convierte en mamá. Sucede de golpe. Sucede sin decisión de por medio. Cómo sucede? A veces es una violación. Otras un primer encuentro amoroso. Van 20 años y ya tenés 4 hijos. Tu mamá te abandonó de muy chica. Te criaste en la calle. Una hermana te rescató un día, y saliste de la droga de pedo. Estás en el puerperio, ya sos mamá, y tenés 16 casi. Otra vez embarazada, la pastilla se te olvidó un día. Te das cuenta que algo se mueve adentro, van 6 meses de embarazo y ya no hay escape. No tenés ni documento de identidad, recién un juzgado te lo está tramitando. En un cumple conoces a un pibe y quedas embarazada.- Vino la bendición. Yo no quería, pero vino, dice una. -Yo no pensaba nada, y en el hospital la obstetra me agarró y me dijo que yo no sé pensar, que llevo una vida adentro…tenía razón, soy hueca. -La culpa es mía, no de mi mamá, a mí me gustó que él me toque, me gustaron las relaciones. Es mi culpa y me tengo que bancar las consecuencias, porque lo hice yo. -Con él no se puede hablar. Del forro nunca hablamos, con el no se puede, él no es de hablar. -Llegué al hospital en ambulancia, casi muerta, con politraumatismos. Él me golpeaba con una piedra en la panza y en la cabeza. -Yo tomé las pastillas para sacarmelo. Yo tal vez lo tenía, pero ya tenemos 4, y el se enojó tanto, me dijo: vos sos loca. Entonces fui a sacarmelo, y llegué al hospital con una hemorragia.
De estas historias, miles. Interminables la voces que relatan las múltiples violencias. De las parejas. De las propias madres. De la iglesia. De la institución hospitalaria muchas veces, también. Todas se sorprenden si no fueron maltratadas y acusadas en la guardia, o por los médicos. Todas lo agradecen como si fuera un privilegio extrañisimo encontrar algo de respeto. Y si fueron maltratadas les parece normal, justificado, lógico.
Las pibas pariendo. Acunando hijes mientras acunan en el vacío de una habitación compartida con otras, en un consultorio, o en un pasillo, sus propias soledades. Sobreviviendo a un aborto clandestino o mal hecho. Desgarradoras soledades y desamparos. Para una el hijo es un hecho desconocido, algo que observa a su lado y todavía no puede tocar. Para otra su salvación. El amor. Para otra el castigo merecido. Para otra la oportunidad de reparar los abandonos padecidos y sin remedio ya. Pero igual llora, mientras se balancea o acuna?: quiero a mi mamá ahora conmigo…
Niñas.
Están solas. Las ves ahí, llegar desde no se dónde, ni ellas saben exactamente, alguna prima o amiga tal vez las acompaña. Están solas. Paren solas. Los médicos se alejan, ellas están ahí llorando entre los primeros berridos de sus críos. Se irán del hospital. A dónde? A casa? A veces no hay casa, nunca la hubo.
Las escuchás mientras la trabajadora social o la médica les habla, les explica. A veces les pregunta cosas sin respuesta. A veces les baja línea. A veces les habla con diminutivos y condescendencia. A veces les habla en otro idioma, hecho de palabras raras y difíciles. Una sola le pregunta a una piba: querés decirme algo? Tenés alguna pregunta o duda?
Es durísimo escucharlas.
Y así es, cada día. Está pasando ahora.
«Tu cuerpo es tu decisión», decimos, las que estamos de este lado del papel, cómodas y a salvo. Tu decisión. A veces la única decisión fue y es sobrevivir. Ni el propio cuerpo les pertenece del todo. Nada es «decisión» de una. Las decisiones se toman en la desesperación de la soledad, en el páramo del miedo a sus parejas, a sus padres, a lo que dirán de ellas, a las violencias que vendrán, que están siempre. Nunca es «su decisión». Tiene que llegar a serlo. Tiene que ser política de Estado crear condiciones para que lo sea.
Decidir sobre vos misma cuando estás absolutamente sola y tu vida no vale nada…
Aborto legal, seguro y gratuito es un tema de salud pública, urgente, una deuda del Estado para con las mujeres, con los cuerpos gestantes. Pero salgo de ver la película y pienso, todavía herida por cada historia, una tras otra, sin tregua, que es mucho el Feminismo, como política de la dignidad para las niñas, adolescentes, y mujeres, para con los cuerpos gestantes, que nos sigue haciendo falta. Porque a fin de cuentas, están solas. Son niñas, y están solas. Y saben que ni su cuerpo es su decisión, ni que tienen derecho a nada.
«Ahí viene tu hijo», le dicen a una piba para que puje. Y el hijo nace. Ella los ve alejarse a los médicos con ese niño, y está sola. Los hijos vienen. Los padres no. Ellas paren.
Educación sexual integral para decidir.
Anticonceptivos para no abortar.
Aborto legal para no morir.
Niña mamá. Dos palabras que nunca deberían juntarse. Palabras que necesitan llegar a ser excluyentes.
Niña mamá es una película. La cámara, bajo la dirección de Andrea Testa, es sobria, sensible y respetuosa. Les dió la palabra.
El aborto, antes de poder ser una decisión personalísima, es una política.
Es urgente.
Es ya.
No puedo hacer un comentario, salvo agregar que sabemos que va a llegar; pero tantas veces paso que lo que debía llegar no llego que el artículo de Lila tiene que volver a ser voz y acción hasta que sepamos, vivamos que este derecho ya está y que transcurra el suficiente tiempo como para que no nos los puedan ya quitar, hasta que sea nosotres. Y esto también necesita sostenibilidad porque estarán al acecho, no se resignarán así nomas.