Diagramas de poder, compuestos de enlaces y subjetividades de estabilización
La intuición de base, el punto de partida, que no es una intuición propia, que es algo que ya se está repitiendo por todas partes, es que el neoliberalismo no es reductible a una doctrina económica, a una ideología, a un paquete de medidas económicas, y ni siquiera a un modelo económico, en el sentido de una distribución de los sectores en los que se valoriza el capital (extractivismo, finanzas, industria, servicios), etc. Tenemos la intuición de que se trata de algo más profundo, y a la vez más asequible, que involucra modos de vida, formas de deseo, ambiciones, motivaciones, vínculos incluso más o menos inmediatos.
Como es una intuición, está hecha como de retazos de la vida social que uno va juntando, y que parecieran confluir. Pero como es una intuición, justamente, a la hora de ver hacia dónde confluyen exactamente los retazos, qué los asocia o los reúne, la cosa se complica. Esto va a tener mucho de retazos sueltos.
Y lo que tengo para reunirlos son unas líneas muy generales, muy abstractas, pero no porque sean conceptos, sino porque justamente se mueven en esa intuición: son como preconceptuales, son como indicaciones, en el sentido de señalizaciones, para que pensemos juntos hacia dónde conviene dirigir esa intuición compartida.
Me gustaría entonces que discutamos si es que este sería un camino más o menos adecuado para ordenar y moverse en esas intuiciones dispersas, más si las direcciones son pertinentes o ventajosas para las búsquedas en las que está cada uno, que precisiones conceptuales, que además no creo estar en condiciones de dar.
Organicé estas líneas en dos hipótesis.
Hipótesis 1:
El neoliberalismo implica un cambio generalizado en el estado y el régimen de funcionamiento de las fuerzas.
Cuando digo “fuerzas”, me refiero a fuerzas institucionales, políticas, sindicales, sociales en general, pero también a las fuerzas microinstitucionales o preinstitucionales, también a los individuos, y también a las fuerzas preindividuales, las que arman, forman, dan consistencia a lo que llamamos personas. Fuerza es todo lo que mueve, lo que arma y desarma, lo que conduce o direcciona, lo que empalma, vincula, etc.
Ese cambio puede describirse como el pasaje de un estado de las fuerzas muy agregado a un estado de las fuerzas fuertemente desagregado.
“Agregado” quiere decir que las fuerzas presentan una fuerte estabilidad que, como sucede con los líquidos cuando los enlaces moleculares son muy estables, produce una “tensión superficial”. Por eso los agregados permiten distinguir un adentro y un afuera. Y como tienen “tensión superficial”, adentro/afuera, chocan en sus bordes, en la superficie, con otras fuerzas agregadas. Fuerza agregada son los sindicatos, por ejemplo. O eran. O quizás algunos siguen siendo y otros no tanto. Fuerza agregada que choca por fuera con organizaciones empresarias o partidos de gobierno. Pero el sindicato es agregado de agregados, el sindicato ya agrega un agregado muy estable: la clase trabajadora. Y la clase trabajadora ya agrega un nivel agregado, como los tipos de familia, o personas. “Hombre”, por ejemplo, ya es un agregado de fuerzas infrapersonales muy estabilizadas, que producen entonces tensión superficial, y que hace que “hombre” choque en su borde, en su superficie, con “mujer”. Por ejemplo, sobre el derecho al voto. Hombre, padre de familia, laburante. O mujer, madre, profesional. Hay secuencias de agregados, agregados de agregados, que siempre chocan por sus bordes.
Como primera referencia histórica, podríamos decir, como dice cualquier sociólogo o historiador, que el peronismo del 45′ expresa un cambio en las correlaciones de fuerzas: crece la fuerza de la clase trabajadora, urbana, industrial, masculina, y el peronismo la integra a un régimen político y económico que permite sostener al mismo tiempo la acumulación de capital. Es lo que los gramscianos llaman “hegemonía”. Pero lo que interesa acá es el estado y el funcionamiento de esas fuerzas: son fuerzas en estado agregado, muy estables internamente, y que chocan en su superficie, básicamente porque tienen superficie o “tensión superficial”.
¿Cuándo comienza entonces a gestarse ese pasaje implicado por el neoliberalismo? No quisiera ponerme demasiado historicista para que no se pierdan del todo los difusos rasgos preconceptuales que estoy tratando de hacer, pero me parece que este punto puede aclarar. Suele ubicárselo en la dictadura, y sus puntos inaugurales serían el plan Martínez de Hoz y el terrorismo de Estado. Pero para nosotros no es ni un paquete económico, ni una doctrina, ni un modelo… Y además en esto quisiéramos ser foucaultianos: las mutaciones en el ejercicio del poder corren detrás de los puntos de resistencia. La dictadura no inicia el neoliberalismo. Va, como toda estrategia de poder, “detrás de los acontecimientos”. Entender el neoliberalismo supone entonces, me parece, hacer una relectura de la década del 70, una relectura “actual” (en el sentido de: desde los problemas del presente, y no desde los problemas de la propia década del 70 o de la postdictadura, del alfonsinismo).
El pasaje de este estado agregado de las fuerzas a un estado desagregado comienza a gestarse en la década del 60/70, y a la vanguardia del pasaje -sin siquiera proponérselo, por supuesto- se encuentran las organizaciones político-militares. ¿Por qué las organizaciones político-militares, las guerrillas urbanas, están a la vanguardia de un proceso de época? Porque llevan al paroxismo la fuga de la vida social. Si de un lado son aparatos fuertemente militarizados, verticalizados, disciplinarios, del otro lado son como enormes aspiradoras, enormes dispositivos de fuga: fuga de la vida doméstica, del trabajo, del estudio, de los modelos de éxito, de las carreras, de los roles hombre-mujer, etc. Detrás de los fines y las estrategias discursivas, la estrategia de poder no discursiva, inconsciente, implícita, o como quiera llamársele, es que se lucha políticamente movilizando toda la propia vida, desestabilizando los agregados, manipulando, actuando y desestabilizando todos los enlaces: clandestinidad, semiclandestinidad, doble vida, fuga de la vida doméstica, parejas que se arman y desarman, familias que funcionan como pantalla, no-obreros que laburan para militar (proletarización), sindicalistas que son en realidad guerrilleros, estudiantes que no estudian para estudiar, etc. O sea: las organizaciones político militares extraen su potencia política, no de los agregados que constituían la etapa anterior, como suele pensarse, sino justamente de la desestabilización de esos agregados. Y esto es un rasgo de época, más allá de la guerrilla: periodistas que quieren ser intelectuales, intelectuales que no quieren ser intelectuales, mujeres que no quieren ser amas de casa, artistas que no quieren ser artistas, estudiantes a los que no les importan los estudios…
La dictadura lee claramente este pasaje. Y por eso ya no retoma la guerra clásica “de superficie” contra los agregados (represión de manifestaciones, prohibición de partidos, de sindicatos, encarcelamiento de dirigentes). Me salteo, para evitar el historicismo, lo que implicó el Rodrigazo, la hiperinflación, las políticas públicas de la década del 90, la tercerización, la precarización, etc. Pero creo que más o menos puede intuirse. Cómo el Rodrigazo, por ejemplo, consiste en trasladar el poder que implica la velocidad de circulación de la moneda a un nivel que ya no es el de la lucha entre agregados (empresarios/sindicatos). O que la precarización y la tercerización es la estrategia de un capital que ya no puede ejercer su poder al nivel de los agregados clase obrera-sindicato. En fin, sólo quería indicar el inicio, porque me parece que aclara.
¿Dónde nos encontramos ahora? Yo diría que, en lugar de esas fuerzas agregadas, lo que tenemos son compuestos de enlaces inestables.Las fuerzas desagregadas dan lugar a compuestos de enlaces inestables, a compuestos moleculares. Los compuestos moleculares están fundamentalmente abiertos (“a la intemperie”), es decir ya no hay adentro/afuera, porque ya no tienen tensión superficial. Ya no hay choques por los bordes. Personas, instituciones, grupos, tienden cada vez más a devenir compuestos de enlaces. ¿Qué enlaces? Enlaces de todo tipo, ustedes dirán en cada caso. Habría que pensarlos y descomponerlos: enlaces de votante, enlaces de consumo, enlaces semióticos, enlaces de pareja, enlaces de crianza, enlaces salariales o parasalariales, enlaces corporales, sanitarios, enlaces de banda o de grupúsculo, enlaces comunitarios, etc. Ya no se trataría entonces de fuerzas agregadas que chocan en su superficie, sino de fuerzas que actúan a nivel molecular, en el sentido de que se enlazan formando compuestos abiertos e inestables.
Habría que ver si esto funciona. Para poner esto a prueba habría que ver si funciona pensar el campo social, el presocial, el individual, el preindividual, como un químico, buscando para las personas, para los grupos, para las instituciones en las que estamos metidos, las fórmulas químicas, los compuestos de enlaces en los que consisten, y si eso despeja algo de su funcionamiento actual.
¿Qué sería hoy una “mujer”? ¿O por qué “mujer” no es lo mismo que hace 70 u 80 años? Porque “mujer” ya no tiene borde, es una semiótica del cuerpo enlazada a un enlace de consumo, enlazada a un tipo de salario, a un enlace de crianza, a un enlace familiar o parafamiliar, etc. Es un compuesto de fuerzas inestables que enlazan signos, cuerpos, dinero, etc. El pasaje de una especie de feminismo de borde, de superficie, de comparación externa con el hombre (sobre derechos, inserción laboral, salario, etc.) a una especie de microfeminismo que piensa los enlaces signos-cuerpo-consumo podría dar cuenta de esto, por ejemplo.
Las estrategias de poder parecieran dar la razón, ir cada vez más en ese sentido, son como estrategias de formulación -en el sentido de fórmula química- de enlaces: se trata de crear un enlace nuevo o intensificar un enlace ya existente para inducir en un compuesto el efecto deseado, para poder extraerle un producto. Las estrategias capitalistas de tercerización, free-lance, trabajo por resultados, domiciliario, cuentapropismo parecen ir en ese sentido. De cierta manera, muy entrecomillada, es una “retirada”: el capital renuncia a organizar la totalidad de la vida. Siendo más precisos, ya no puede dar por supuesta una totalidad organizada de la vida en agregados.
Muchas políticas públicas parecen también ir en ese sentido. La A.U.H. no supone ningún agregado, es la introducción en compuestos muy inestables y heterogéneos, de un enlace parasalarial para inducir un enlace de consumo, un enlace sanitario y un enlace de crianza. ¿Qué pasó en Buenos Aires con los “cartoneros”? Que no son un agregado, son un compuesto de enlaces parasalariales, familiares, comunitarios. El gobierno no los prohíbe, ni arma una empresa estatal. Introduce un enlace de capitalización mínima y un enlace parasalarial para inducir una semiótica que organice y regule la actividad en un sentido “útil”, higiénico, etc. ¿O qué propuso el GCBA para las escuelas hace un tiempo? Un sistema de puntaje para que el desempeño de los pibes esté atado a ciertas asignaciones presupuestarias. No modifican el sistema escolar, ni la pedagogía, ni la currícula, ni nada, crean un enlace donde no había: dinero – notas de los pibes. De lo cual esperan, a su vez, inducir una semiótica de la eficacia que organice la actividad. Ya no son estrategias que se dirigen a la superficie de un agregado, son estrategias de creación o intensificación de enlaces, de las que se espera que induzcan ciertos efectos. Otra educativa de Buenos Aires: están pensando en hacer cumplir la ley nacional y convertir a todas las escuelas en jornada completa o doble. Entonces parece que van a armar experiencias piloto bajo la idea de que los pibes hagan la jornada simple como siempre, y a contraturno la escuela se descentraliza en clubes de barrio, ONG del barrio, etc. O sea, habría que agarrar Vigilar y castigar y tirarlo a la mierda: ya no habría “esas instituciones completas y austeras”, espacios cerrados en que las fuerzas tienden todas hacia un borde.
Hipótesis 2
El pasaje de un estado agregado de las fuerzas a un estado de compuestos moleculares implica el pasaje de una subjetividad de moldeado a una subjetividad de equilibrios o de estabilización.
Primero: ¿a qué llamamos “subjetividad”? En esto sigo la lectura que hace Deleuze de Foucault (cfr. La subjetivación[1] en el stand ubicado a mi derecha – neoliberalismo es que el tipo que da la charla vende los libros) cuando se pregunta por qué, en el Uso de los placeres, Foucault parece abandonar toda su dirección anterior para ir a estudiar filosofía griega. Y dice Deleuze que Foucault va a buscar el origen de la subjetividad. ¿Siempre existió “subjetividad”? ¿En todas las sociedades hubo “subjetividad”? Si pensáramos “subjetividad” como todo lo que diferencia a un sujeto de un objeto (deseo, pensamiento, lenguaje, creencias, etc.), diríamos que sí. Pero no es la dirección de Foucault. En la lectura de Deleuze, podría pensarse que la subjetividad es un invento griego. Y es un invento griego porque los griegos inventan esto: que las fuerzas del hombre se pliegan sobre sí mismas, se ejercen sobre sí mismas. La subjetividad es el pliegue de una fuerza que se ejerce no sobre otras, sino sobre sí misma. Hay subjetividad desde que las fuerzas se toman a sí mismas por objeto, se aplican sobre sí mismas. Suena misterioso, pero podría ser bastante simple: el deseo, por ejemplo, se toma a sí mismo por objeto: se desea desear de tal manera, se desea desear tal o cual cosa, se desea desear un poco más o un poco menos, etc. O el trabajo: se trabaja no sólo sobre un objeto, se trabaja sobre el trabajo mismo, sobre los ritmos del trabajo, las formas de organización, etc.
¿Qué sucede con estas fuerzas que se ejercen sobre sí mismas -subjetividad- en el pasaje implicado por lo que llamamos “neoliberalismo”? Se siguen ejerciendo sobre sí mismas, sino no habría subjetividad, pero de otra manera. Cambia el tipo de operación por la cual las fuerzas actúan sobre sí mismas.
¿Cómo es que los “agregados” mantenían un estado estable de las fuerzas y una tensión superficial? Las fuerzas se ejercían sobre sí mismas en una operación de moldeado: acercar, hacer tender las fuerzas (el deseo, la creencia, las ideas, etc.) hacia un horizonte, hacia un límite, hacia un borde. Si ustedes quieren, hacia una norma. La norma actúa como superficie. Las fuerzas operan sobre sí mismas en una operación de moldeado que las hace tender hacia un borde o una superficie.
¿Qué sucedería hoy en este estado de desagregación molecular, de compuestos de enlaces? Las fuerzas siguen ejerciéndose sobre sí mismas -si no, repito, no habría subjetividad- pero en una operación de equilibrio o de estabilización. Las fuerzas ya no buscan agregarse tendiendo hacia un borde, sino estabilizar un compuesto (construirse un motor, estabilizar un reactor, según anticipaba ya en la década del ’90 el filósofo Roberto Lucrecio Bornoroni Jeremías V Bosta de Vaca[2]): estabilizar una relación entre consumo y trabajo, entre trabajo y pareja, entre pareja niños y escolarización, entre trabajo y cuerpo, cuerpo y semióticas y consumo, etc. Subjetividad significaría hoy este trabajo permanente de fuerzas que buscan estabilizar un compuesto de enlaces siempre abierto e inestable. Subjetividad es: intensificar unos enlaces, bajar la intensidad de otros enlaces, crear o romper enlaces, buscando la estabilización de un compuesto.
Caricaturizando un poco. No se puede no desear, hay que evitar la apatía para poder moverse, pero tampoco se puede desear tanto, para evitar la angustia. Hay que regular el deseo. ¿A qué enlazarlo entonces? ¿Al consumo? Puede ser. Pero tampoco hay que consumir mucho, porque habría que trabajar mucho, y eso puede ser contraproducente para el cuerpo. Entonces hacerle al cuerpo un enlace sanitario (ir al gimnasio, tomar pastillas para dormir, para bajar, o para levantar, lo que sea). ¿Se puede tener hijos? ¿Cuántos? Hay que ver, administrar, según los enlaces laborales y de consumo, y los potenciales enlaces de crianza. ¿Y bajar el consumo? Puede ser, enlazándose a una semiótica política, por ejemplo. Pero un poco, no tanto, o a una que permita seguir trabajando y consumiendo. Toda la medicalización actual, occidental u “oriental”, todas las técnicas del cuerpo, todas las semióticas de la búsqueda de la felicidad parecen inscribirse en este campo. Pero esto está en todos los niveles. La pedagogía actual, por ejemplo, los que tenemos pibes vemos a qué apunta (y a qué apuntamos nosotros mismos): apunta mucho a que los pibes aprendan a administrarse. Pero no es una administración de un “deber”, es una administración de sí mismos, de sus tiempos de atención, de sus descuidos, de sus modos de entender. Todo el asunto de que cada uno vaya a su tiempo, de que cada uno tome el método que le sirve, encuentre sólo sus respuestas, etc. Hay también en ciernes toda una discusión en torno a educar a través de “proyectos”, en lugar de las materias tradicionales, que tiende a eso: ya no es una estrategia formativa, sino de inducción de enlaces. El proyecto es la práctica en la cual los pibes se convierten en ensambladores, enlazadores de conocimientos.
¿Qué ventajas, me parece a mí, que tienen estas hipótesis?Yo digo las ventajas solamente, ustedes me dicen las desventajas.
1) Primero, un alerta sobre el campo de batalla en el que estamos. Quien crea que está exento del poder, o enredado en alguna resistencia porque no pretende adecuarse a la norma, porque no sigue los patrones de normalidad, porque evita los mandatos morales… No sé, me parece que no estaría viendo para dónde va la cosa.
2) Respecto de ese campo, abrir la posibilidad de preguntarse si la idea de “resistir al poder”, la noción misma de “resistencia” como resistencia física, no está demasiado atada a las fuerzas agregadas que chocan por fuera en superficie, y si no tendríamos que empezar a elaborarnos más bien una semiótica de -una palabrita que saco de Deligny[3]– la “refracción”.
3) Descartar cualquier relación privilegiada entre neoliberalismo y subjetividad. Cierta literatura pareciera indicar como que la subjetividad se ha vuelto un problema ahora, como si el deseo o el afecto no hubieran importado demasiado antes, en el capitalismo fordista, por ejemplo, y en cambio ahora pasan a primer plano. Como contrapartida, que ahora las ideologías no importan, no son las ideologías las que movilizan a las personas, sino los afectos. A mí me parece que lo que se ha roto es un sistema de confluencia entre ideologías, afectos, deseos, etc., en el que todo tendía hacia la misma norma, hacia el molde, hacia una misma superficie. Ser obrero, peronista, o incluso revolucionario, también implicaba una tendencia del deseo y de la afectividad. Lo que estamos viendo hoy no es una primacía del afecto sobre la ideología, sino un cambio de régimen, en el que afectividad y representaciones, semiótica, ya no tienden hacia un mismo borde, ya no confluyen, son enlaces “sueltos” que confluyen solamente en la medida en que puedan equilibrarse, son enlaces “sueltos” que tienen que tramitar un equilibrio inestable. Toda la semiótica kirchnerista, si no, carecería de sentido, por ejemplo. Y decir que el discurso kirchnerista es irrelevante, porque las ideologías ya no cuentan, o que es mentira, que es puro “relato”, no me parece ni muy productivo ni muy realista, vimos perfectamente sus efectos. Habría que pensar otras hipótesis. Por ejemplo, que la semiótica kirchnerista, como estrategia de poder, a diferencia de lo que sucedía antes, ya no funciona como norma o molde para formar agregados, sino que es un enlace semiótico que suelda un enlace de votante y un enlace de consumo para estabilizar un cierto compuesto.
4) Permitiría situar mejor el kirchnerismo con todas las confusiones que se han generado en torno suyo, quizás porque ha presentado como viejo lo que tenía de nuevo, y como nuevo lo que tenía de viejo. El kirchnerismo no es la década del ’90, efectivamente, pero tampoco es un anti o un post neoliberalismo. El kirchnerismo abre, me parece, el momento de la hegemonía neoliberal. Es lo mismo que fue el peronismo del ’45 respecto de la industrialización por sustitución de importaciones. Y el 19/20 de 2001 es al neoliberalismo, lo que el 17 de octubre a la industrialización por sustitución de importaciones: es la irrupción de un cambio en la correlación de fuerzas que obliga al capital y a las agencias estatales a integrarlas -de un modo neoliberal, no hay otra- a la acumulación de capital. Sólo que esta vez, cuando hablamos de cambio de correlación de fuerzas, hablamos de esas fuerzas desagregadas ya en compuestos de enlaces.
[Este texto fue presentado en L’ecole Bon Appetit, Córdoba, el jueves 13 de octubre de 2016]
[1] G. Deleuze, La subjetivación, Cactus, 2015.
[2] Cf. Carlos Bergliaffa y Sebastián Puente, Producción Bornoroni. Relato degenerado del encuentro con un loco, Cactus, 2008.
[3] Cf. F. Deligny, Lo Arácnido y otros textos, Cactus, 2015.