Donde hay una necesidad nace un desecho, un acuerdo con el FMI, una obediencia permanente, andar corriendo los camiones en el Ceamse para rescatar algo. Ir a un acto para poder entrar en el listado de altas del plan. Comerte verduguedas, vigilanteadas, explicaciones, encuadramientos. Una consigna falopa que se vuelve amarilla de vieja que se puso así de rápido, una opinión por likes, pura delegación del estado de ánimo. Un cargo donde trabajas de contar muertas, un rincón en una secretaría donde esconderse, un posteo por las dudas. Un contrato, un plan, un subsidio a una radio que ya no dice nada. Un taller de formación donde se discute el capitalismo pero no se puede hablar de que te sacan el 10% de lo que cobras, que si no movilizas no hay bolsón, que el delegado no da más de atrevido con las pibas. Una necesidad, un desecho, lo que podemos. Ese odio a los políticos que crece en los pibes, el desinterés total cuando casi la matan y la salida por el lado de esa derecha anímica porque por izquierda ya no hay nada más que obviedades, consignas, desafectaciones y a veces Massa y a veces Berni y a veces nada. Y los 40 años de democracia que se parecen al largo tiempo de una condena, de una convivencia, de un trámite, de una internación, de un basural a cielo abierto. Ninguna necesidad, nada que recordar, cero memoria, solo el desecho que se volvió la vida, el sueldo, el bondi, la mesa, las pocas ideas que creemos que tenemos, nuestra vida que antes parecía un poquito mejor y ya no es nada.