Mutación // Pedro Yagüe

Poco importa qué es el mundo, de lo que se trata es de entender en qué se está convirtiendo. Decir que la sociedad es de tal o cual manera nos condena al descriptivismo o a la moral. Por el contrario, reconocer señales que nos permitan comprender en qué se está transformando, en qué nos estamos transformando nosotros mismos, nos ubica en otra parte. Es necesario decidir qué queremos preservar, qué estamos dispuestos a perder, qué nuevos espacios se podrían abrir para que eso nuevo que aparezca nos despierte algo de ganas.

La mutación siempre implica una nostalgia con respecto al mundo que se está perdiendo. Y la nostalgia, muchas veces, es el disfraz que oculta una pereza. La de entender las nuevas formas en las que comenzará a desarrollarse la vida. Cada transformación social abre horizontes inciertos, inesperados, imposibles de anticipar. La tradición marxista resulta impensable sin la invención de la imprenta, sin la Reforma Protestante y la Revolución Francesa, ¿pero quién hubiera podido advertir en esos grandes quiebres de occidente la posterior aparición de un Marx? Cada mutación profunda abre cientos de caminos, aunque la nostalgia solo nos muestre el que esta detrás. El pasado, cuando no se encuentra tomado por la tristeza y la melancolía, es también una fuente de sentido hacia lo que viene. Allí aparecerán las imágenes, las situaciones, las preguntas, los aromas que intentaremos mantener junto a nosotros.

En Los bárbaros: ensayo sobre la mutación. Alessandro Baricco escribe: algo quedará en pie, sin duda alguna. Pero nadie puede decir, hoy en día, qué será. Temblará la tierra, y sólo después, cuando todo se haya parado de nuevo en la plena permanencia de una nueva civilización, miraremos a nuestro alrededor: y será sorprendente ver qué es lo que, de los paisajes de nuestra memoria, todavía sigue ahí.

En los últimos años asistimos a una mutación tecnológica y social que todavía sigue en marcha. La omnipresencia de la conectividad digital, la expansión del capitalismo de plataformas, incluso la emergencia fenómenos como el de las criptomonedas, han producido transformaciones de todo tipo: psíquicas, laborales, jurídicas, políticas, sociales. ¿Cómo posicionarse frente a esto? ¿Qué estrategias existenciales asumir? Un romanticismo antitecnológico nos condenaría a la ineficacia; una confianza ciega en el progreso también. ¿Somos capaces de reconocer y producir fuerzas o tendencias contrarias, capaces de generar un desvío en la mutación? ¿Qué de todo esto podría, al mismo tiempo, desembocar en otra cosa?

4 Comments

  1. El problema creo que está en que la Revolución Francesa la vemos a toro pasado, mientras que la que nos corresponde hacer, antes de producirse y sin conocer sus claves y sus mecánicas.
    Se hará, pero sospecho que no va a tratarse de una cuestión de voluntad individual.

    • Las mutaciones del pasado tampoco obedecieron a voluntades individuales. Podemos destacar ideólogos y grandes líderes pero nada hubiera ocurrido sin lo colectivo. Tu «sospecha» hoy es más que válida. La conjunción de los proyectos colectivos nos empujará a la próxima mutación.

      • Me refiero a que ni en el pasado ni ahora podemos saber por anticipado qué camino resultará liberador, Susana. Los fracasos tienen poco recorrido en la historia.
        Desde luego, creo que mantenernos en acción resulta imprescindible, pero necesitamos una gran dosis de fe, y también algo de desapego, para superar la tendencia natural a movernos sobre garantías que nadie nos puede dar.

  2. Creo que hay un sentido común que nos lleva a creer que las respuestas a esos interrogantes vendrán de alguna(s) cabeza(s). Y la espera resulta agobiante.
    Me parece más diáfano suponer que esas cabezas las irán hallando en las prácticas con que las sociedades van afrontando su cotidianeidad.
    La lucha es por ir imponiendo estrategias parciales. No es para ansiosos

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