Por Diego Posadas
«¿Qué lugar dejará la sociedad futura al oficio que se ama, en el que se regocija quien lo ejerce?»
Revista Janus
Sábado 7 de diciembre
Atesoro con cariño una revista Janus del año 1966 dedicada enteramente a la cuestión del Tiempo Libre. Se trata de una publicación de cultura y filosofía de origen francés, que tuvo su edición traducida al español allá por los años 60, impresa y distribuida en México DF, Buenos Aires, Santiago, Bogotá y tantas otras ciudades ávidas de pensamiento parisino. La encontré en una librería de usados de la calle Corrientes, pagué muy poco por ella, hace ya doce años, y la conservo como una referencia ineludible a la hora de buscar bibliografía que acompañe las ensoñaciones en torno a la cuestión de una improbable Sociedad del Ocio. Sociedad Delicia. La sonrisa contagiosa de una antigua máscara de teatro Noh japonés asomó desde la portada de Janus, debajo de otras tapas de revistas amarillentas. Fue hipnosis a primera vista. Al pie de esa figura se podía leer una consigna/promesa en pequeñas letras de molde, tan enigmática como la máscara y el motivo de esa sonrisa: La Revolución del Tiempo Libre. ¿Será que la inmensa mayoría de seres, no solo humanos, que poblamos este planeta nos merecíamos en 1966 una sociedad delicia? Si pensamos en los discos, films, libros que se editaron o escribieron en aquel año (ver página 213), que anticiparon la catarata psicodélica de obras de arte y revueltas de los tres años siguientes, la respuesta es un rotundo ¿Y porqué no? El asesinato del Che, ocurrido en 1967, no se hacía las mismas preguntas.
Primera digresión: Mi amiga hacía películas para chimpancés. De esto hace ya un tiempo largo, vestida de Pantera Rosa, con bananas y otros atrezos, hacía cosas raras delante de una cámara para que luego unos monos apreciaran esas cintas, creadas exclusivamente para ellos, al parecer con bastante suceso en el momento del estreno, ya que algunos monos también eran actores de los cortometrajes. Contado así, sin el menor contexto, tal episodio puede hacernos pensar en una excéntrica productora de películas con ligeros sentimientos zoofilos, o en en una sociedad utópica en donde los animales (empezando por los que entendemos más cercanos) van al cine como nosotros, o incluso en una mezcla de ambas opciones. Pero lo cierto que es mi amiga, norteamericana, bióloga, realizaba estas piezas audiovisuales como parte de un experimento universitario que les permitía estudiar mejor el comportamiento y la psicología de los primates. Ya vuelvo…
Domingo 8 de diciembre
Resulta que ayer tan confiado inicié estas líneas diciendo que atesoro una revista Janus del año 1966 que ahora no puedo encontrar en toda la casa, y eso que en las últimas tres horas la he revuelto por completo. Sin esta fuente tan preciada pierde sentido el intento de este ensayo ocioso, motivado por cavilaciones post operatorias, en mis días de convalecencia tras una peritonitis. Si al menos pudiera recordar el nombre de algún autor o el título de algunos artículos intentaría dar con esos viejos textos en Internet, para no sentirme tan perdido. ¡Qué torpeza imperdonable haber extraviado La Revolución del Tiempo Libre!
La seguiré buscando.
Lunes 9 de diciembre
Ya fue. Quizás con un esfuerzo mental logre traer ante mis ojos algunas páginas borrosas, detalles sueltos, ciertas palabras de la Janus 7 que conservo en mi memoria. Hago el intento y compruebo: “Se trata de la felicidad”. La frase asoma nítida en la primera página que responde a mi ejercicio mental. Una fotografía en blanco y negro, a doble página, completa el cuadro. El contorno de dos niños muy nouvelle vague abrazados en una playa, se revela lentamente y completa la visión. Esta imagen, como escapada de un revistero fantasma se imprime en mi retina y por un instante es como si tuviera en mis manos papel con olor a humedad. Nuestro cerebro es un archivo de imperfectos pdf, me digo. ¿Será entonces que podré escanear toda esta delicia perdida en mi cabeza? Me asusta pensar en un poder semejante. Empiezo a “leer”. “Se trata de la felicidad” me zambulle de lleno en la cuestión del tiempo liberado para vacacionar, esa conquista del siglo XX para las masas, esa porción de Tiempo arrancada de las fauces de las patronales, para el deleite de los trabajadores. La nota (o lo que de ella recuerdo), historiza el asunto y deja bien en claro que el goce de este ocio conquistado termina resultando muchas veces la obediente ejecución de un plan maestro organizado por las mismas fuerzas capitalistas que nos lo arrebatan (al Tiempo). Dos grandes películas, francesas también, “Las vacaciones del señor Hulot”, de Jacques Tati, y “El Rayo Verde”, de Eric Rohmer, abordaron el asunto con humores diferentes en 1953 y 1986. El señor Hulot es un torpe cincuentón en la playa, que desmonta, sombrilla por sombrilla, el andamiaje de una felicidad burguesa perfectamente ordenada, sin darse mucha cuenta. La protagonista de “El rayo verde”, es una joven oficinista de clase media, que tras una ruptura amorosa lleva como puede su duelo y se ve “obligada a vacacionar” cuando llega la hora. En su deambular por playas, casas de amigos y parajes turísticos mediterraneos se ve enfrentada a una soledad insoportable, incompartible, ante un abismo. El recuerdo de estas tramas y la lectura de mis breves fogonazos mentales de una revista perdida activan preguntas acaso vigentes en estos días de reposo recetado. ¿Quienes diseñan nuestra felicidad? ¿En qué horno se cocinan nuestros menúes de esparcimiento? ¿Qué tan libre será este tiempo libre que los monos supimos conseguir?