“Mientras el grito se desangra en la frontera”: Así decía el sticker que me pegaron en la frente ayer durante una práctica dadaísta en un centro cultural de Maldonado donde fuimos a sacudirnos la tristeza escuchando poesía triste. Mientras el grito se desangra en la frontera, como si me estuvieran leyendo la mente, o como si finalmente alguien hubiera resumido en una frase e impreso los pensamientos que no paran de ocuparme el pensamiento.
Sin haber terminado de encontrar a los desaparecidos de la ola anterior, los golpes reaparecieron en el continente: Paraguay, Honduras, Venezuela. Sin embargo no sé si por la cercanía nacional o la subjetiva nunca viví un golpe de estado tan de cerca como ahora; un golpe como esos de los que me contaron, como la que cuentan los viejos del 68 con los que justo en estos meses estuvimos hablando ya que venimos pensando que ese pasado no está tan lejos. Y como para darnos la razón exageradamente, la realidad de los últimos días dice más bien que está cerquísima.
Mientras tanto la vida intenta seguir. Al fin de cuentas nos toca de cerca, pero no tan de cerca, dicen. ¿Me pregunto cuánto es cerca? Si viviera en Rocha por ejemplo ¿sí estaría cerca? ¿Si hubiera nacido allá? ¿Si el mercosur fuera una integración política real sería cerca? ¿Otra constitución significa lejos? ¿Del otro lado de la frontera significa “los otros”?
Voy a reuniones, doy clase, hago la actividad. Pero resulta difícil pensar en algo que no sean lxs amigxs en lucha en brasil, las que me escribieron camino a San Bernardo, las que están confundidas, los que tuitean indignación o las que se refugian en el sarcasmo. Pensar en Uruguay se llama el curso que estoy tomando pero hoy se transforma en Pensar en Brasil desde Uruguay. Un Brasil que le suelta la correa a la democracia y la ve alejarse mientras comunicados de generales y de poderes judiciales tomados por intereses económicos y poderes. Un Brasil donde la historia entre estado y territorio nos hacen confrontarnos con muchos brasiles, con muchos tipos de “ciudadanos”; injusticias que el PT no logró resolver del todo. Injusticias que podríamos decir son inherentes a este estado nación.
El clima es de tensión. Hasta el anochecer del sábado no sabíamos cuál era el próximo cuadro de esta historieta. ¿La entrega de Lula o la sublevación de él apoyada por pueblo? ¿La entrega como derrota o como impasse para organizar la rebelión? Es difícil saberlo y salir del estado de ánimo de final de fútbol; sintonizo todas las transmisiones en vivo, paseo en las redes, espero la definición hinchando hacia mis adentros con que brasil se enfrente a Temer, al general del Ejército de Brasil Luiz Gonzaga Schroeder Lessa, a Moro y la banda cívicomilitar que quiere orden y retroceso. Hay que nombrarlos y hacerlos pagar. Y luego borrarlos de la historia.
Me encuentro impotente y cínica portando este deseo de rebelión al que no puedo ponerle el cuerpo. Mientras tanto no paran de llegar imágenes de las manifestaciones, de la barrera humana que primero cuida a Lula que se niega a ceder. La misma barrera humana que luego le impide ceder, le impide entregarse. Mucho más potente que de la justicia oficial y criminal, más audible que la estrategia partidaria, que la táctica de la defensa, incluso que las palabras de su propio líder que ya no importa lo que dice porque importa mucho más todo lo que ha hecho. ¿Cuánto hace que un acontecimiento político no es tan definido por la acción de los cuerpos en multitud? ¿Cuándo empezó esto? ¿Con el impeachment en 2015? ¿Con las manifestaciones de 2013? ¿Dónde termina el cuerpo de Lula y donde empieza el de la gente en la imagen que circuló tanto en estos días con él siendo elevado por todas esas manos? ¿Cuánto hace que el principio de soberanía nacional no es disputado en un cuerpo a cuerpo? Un cuerpo a cuerpo que por otra parte define tantas vidas todos los días en la periferia, en favelas y barrios, como en el que acribillaron a Marielle Franco. Como bien lo sabía Marielle.
La presencia de los cuerpos anónimos en una ciudad que dice poco para la prensa internacional y mucho para la historia de lucha obrera brasilera: São Bernardo do Campo. El ABC paulista, el margen del centro. Santo André, São Bernardo do Campo, São Caetano do Sul: por favor rodeen todos con sus alas truchas a este político sin vocación de mártir, a este pueblo necesitado de un líder que no es más que la incorporación en una forma humana de algunos objetivos, algunos sueños, un par de orientaciones ideológicas, la generosidad de una vida entregada a la causa, el ejercicio imperfecto de un gobierno intentando, intentando, errando, intentando. Cediendo quizás demasiado pronto a aliarse con el poder. Tengo mis enojos con Lula, Dilma y el PT. Enojos que me han hecho alejarme pero que no me ciegan. Un gobierno imperfecto con un líder real, o tan real como lo imagine la gente.
Y ahí están Dilma y Lula, paraditos en ese estrado, creando junto a miles una puesta en escena que es sin embargo de los episodios políticos más impactantes de los últimos tiempos. Hace poco los brasileros decían “luche como un argentino”. Hoy esta multitud contagia fuerza y danas de seguirlos. Lula y Dilma son testimonio vivo de que el largo de las historias de vida se superponen a los ciclos políticos de nuestro continente, que no ha dejado de tener un cóndor sobrevolandole el terreno. Imagino y no puedo imaginar como será haber vivido los 70 y después los 80 y los 90 y los 2000. Haber vivido. Aprendizaje histórico es nuestra principal arma y hay que operar con ella en la oscuridad. El aprendizaje no logra sin embargo prever el regreso de la ofensiva neoliberal, el reempoderamiento de los milicos. Pedimos más seguridad y la vamos a tener: doctrina de máxima seguridad para todxs los ciudadanxs, con x, si porque en la primera fila están las mujeres. Fica experta.
Concluyo precariamente lo que vengo pensando hace mucho: no hemos sido lo suficientemente radicales. Pero no es hora de “te lo dije” o de “hace rato que lo sé”.
Si es hora de invitar a radicalizarnos juntxs, y más allá de las posiciones que cada une decidió o pudo ocupar en este tiempo de contradicciones.
Tenemos mucho más que las promesas no cumplidas. Ahora solo podemos pensar poca cosa. Por ejemplo: que cuando volvamos al poder hay que comportarnos como los comunistas que viven en la imaginación de ellos; esos que llegan para expropiar todo y meter a todos los canallas presos, esos que cuando logren salir de esta van a acabar con el ejército y cobrarsela bien cobrada. Una cita del Comité Invisible dice que los revolucionarios somos unos cornudos y es cierto. Pero golpearnos la cabeza por lo que no hicimos no va a dar certo. Por lo menos no ahora. Es un instante de peligro. Esos en los que dice Benjamin que la historia relampaguea.
“Doy el primer paso al camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la historia.» eso escribió Getúlio Vargas, un 24 de agosto de 1954 justo antes de suicidarse. 8Pm del sábado, Alexandre Santini tuitea “Lula conseguiu vivo o que Getúlio morreu pra fazer. Agora é com cada um de nós.”
¿Donde termina ese “nos”? Sospecho que no en la frontera. Vimos hace poco una película argentina llamada Kollontai, apuntes de resistencia que a través de la historia del PVP de Uruguay relataba las temporalidades del arribo de las dictaduras fascistas en la región. Pienso entonces en cómo la consolidación del fascismo fue confusa, progresiva, despareja; en cómo se dio a través de dispositivos diferentes en cada país pero no obstante avanzando y actuando como bloque. En el comunicado por la tele Maduro dice que recordemos que en la ola anterior, Brasil fue el primero de los golpes. Y que “Cuanto más oscura parece la noche más cerca está la madrugada”. El socialismo consiste en un optimismo indeclinable conviviendo con una mirada hipercrítica sobre el presente.
El pueblo está en la calle cuando es la hora de los hornos. Y especulaciones y rumores aparte, Lula no quiso salir del país pero sí quiso salir del cerco humano de fieles guerreros dispuestos a hacer del “sobre nuestro cadáver” un acto carnal de guerra. Algo me hace pensar en Antonio Conselheiro. O todo. Dice Arendt que no se puede gobernar sobre los muertos (Belo Monte no dice lo mismo). Y el pueblo está ahí, es claro el sujeto cuando la noche política se cierne.
Popular es ahí donde está el saqueo, escribí hace poco en el margen de un cuaderno. Pero me hartan las definiciones conceptuales. La política es fenomenología de los conceptos. Palabras como partido, pueblo, trabajadores, lucha cobran sentido cuando están ahí siendo. La política es fenomenología de los conceptos y eso no le gusta a los politólogos que quieren horas extras y congresos con sanguchitos para seguir pensando sobre las definiciones, las predicciones y los contextos. El significante flota y Lula es el punto nodal transportado en las manos del pueblo. No estamos ante palabras que actúan sino ante actos que dicen. Despertar o muerte sustituye al clásico orden y progreso en los memes. Y últimamente yo sólo pienso en masa.
Esta es la dictadura como nos la contaron. ¿Qué sentirán nuestros padres de estar perdiendo la exclusividad del relato represivo? Ya no somos la generación de la recuperación democrática sino la que quizás va a protagonizar su pérdida. El Cóndor no espera ni un ciclo biológico de vida para volver al acecho. Y nosotros se lo hacemos fácil. Mi generación creció preguntándose si veriamos una dictadura en serio. Esa pregunta parece estar resolviéndose. Y la respuesta nos llena de preguntas. Y de cosas para hacer.
Nos enseñaron a pensarlo mejor, a cuestionarnos sobre la idea de la revolución, a despreciar al populismo; nos dieron miedo de no tener miedo y así preferimos regímenes progresistas pero “en una buena” a cambios de fondo que dieran vuelta la realidad o al menos le hicieran un par de agujeros. “Cuanto más me atacan mas crece mi relación con el pueblo…”. Eso dice Lula en su discurso antes de entregarse. No sé bien que me pasa pero últimamente ando recontra populista. Me desconozco emocionada en mi pensamiento por lo que dice la multitud en movimiento.
¿Cómo se percibe si llegó o no el tiempo para la rebelión? ¿Cómo se siente una dictadura? ¿Cuáles son signos de la llegada de una revolución? La lucha habla por sí misma. Y quizás lo que habla no es un sujeto sino un sujeto-en-acción, un siendo-en-común propulsado por la necesidad. Y quizás no es tan confuso, y no estamos volviéndonos locxs, y no es «lucha contra la corrupción». El nombre para lo que sucede en Brasil puede elegirlo cada unx. Lo que queda claro es que son momentos de no esperar nada de nuestros gobiernos y de tender redes de solidaridad cruza-fronteras entre personas y colectivos, sea para resistir, sea para denunciar, sea para subvertir; las vamos a necesitar. Las estamos necesitando.
Y entonces vienen las imágenes. Pensar Brasil es pensarme un poco. Pensarme en los foros sociales de Porto Alegre, chuponeando con cualquiera y traduciendo conferencias (una hace lo que no sabe cuando se necesita), en la política como erotismo y viceversa, recordarme cursando esa maestría en pleno 2006 y yendo de la UFBA a la favela. Pienso en alto de itapoá y la Rúa de los operarios, en Mutaçoes y los camiones de fruta y verdura (muchas veces podrida) que literalmente vaciaban haciendo pequeñas montañas que se clasificaban y repartían por las casas. En militares del ejército brasilero parados en la puerta de la habitación donde vivía en el Nordeste de Amaralina desde las 4am y sin permitir a nadie salir del barrio sin documentos, en escuchar los tiros sonando desde Boca do Río. Ver Brasil desde Michigan y hasta hacer una tesis sobre eso; el fútbol y el maracanazo; el portugués que se habla en Tacuarembó, Lula en el Palacio Peñarol, los viajes de egresados a Camboriú, Gilberto Gil cantando No woman no cry en Avenida Libertador, gauchos de Río Grande tomando mate, el Imperio de Brasil de Pedro primero y segundo que nos enseñan en el liceo, el turismo de uruguayos en Brasil y últimamente los turistas brasileros en Uruguay. El ir y venir del puesto de todo por un real a la beca de
FAPESB comiendo rico con mis amigxs artistas, sintiendo culpa de clase, yendo en bici a servir tragos en la Casa da Bossa y llegar y soltar el miedo – y un poco la identidad – en la seguridad autoorganizada de la favela. Pienso en los amigos que se volvieron locos. En el violento encuadre policial en la plaza de la república (SP) que viví con un grupo de amigues la última vez que fui a bailar a Sao Paulo hace un par de meses, las vacaciones en floripa, las cachaças en Belo Horizonte, giras y congresos donde aprendí mucho más de la calle que de las giras, los congresos. Las olas en vilas do atlantico, Iemanjá en la Playa Ramírez, ticholos en el centro de Montevideo, Río Branco y Jaguarão, desfile de escolas de samba por la Avenida 18 de julio. En esa foto con Mujica, en las marchas llorando en brasilero, en Curitiba y su violencia, en Marielle, Mari, Nadia, todxs los militantes muertos y torturadas, en la prédica viral del ejemplo violento, en Os Sertoes y en la ginga, en mundo afro, en maes de santo, en el Movimiento de los Sin Tierra, de los sin techo, en las asociaciones de moradores de rúa, en La candelaria.
Vámonos a vivir a las calles. El poder le tiene miedo al pueblo. Al populismo. Al pueblulismo. Popular es donde está el saqueo y en el momento del despojo el pueblo no tiene duda porque está en otra cosa. Está en actuar. Actúa. Actos desmesurados e individuos que incitan colectivos pasan por las redes, la tele y el cuerpo. Pensar en uruguay con remera de los beatles, coca con fernet, medias de Queen Elizabeth y un apellido siriolibanés.
No nos estamos volviendo locxs. Nos están ganando y nos necesitamos.
¿Cómo nos organiza la urgencia? ¿Cómo organizarnos en la diferencia?
Lucía Naser
*Tomado del libro Ballena de Papel. Editorial Civiles iletrados.
Gracias x compartir ka infoabracadabra video atlanta
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