En el futuro las personas no se tocan. En el futuro luego de una reseteada mental producida por el encierro olvidamos a todxs lxs que nos rodean. Ya no respiramos. No tenemos ninguna sensibilidad especial. Los chimangos corren por las avenidas. En el cielo no hay aviones. Nuestra ropa está construida con fragmentos de electrodomésticos. Todo eso por suerte fue un sueño. Estoy en la montaña, lxs sureñxs sabemos de aislamientos, de tormentas de nieve, de días enteros sin luz ni gas. Sabemos de los imponderables de la naturaleza, de virus no tenemos ni idea.
Hace unas semanas atrás terminaba un trabajo como juradx en un premio de artes visuales, la tarea era seleccionar entre miles de participantes a algunxs pocxs. Lo asumí como una estrategia política. Existen dos grandes grupos de participantes, los formados en escuelas privadas de arte y las personas que pintan en la soledad de sus casas y talleres. Eso es maravilloso. Un tercer grupo es el de lxs artistas ya consagradxs. Lo que no abundan son mujeres, ni disidencias y de lo que llamamos “del interior”.
Sabemos que el mundo del arte es un complejo sistema con multitud de capas, estructuras, redes formales y lenguajes. Una moneda de cambio de prestigio y capital cultural. Al mundo del arte lo mueve el dinero, ninguna novedad pero el dinero en estos días no significa nada. Ahora bien ¿Cómo será el arte en el nuevo mundo?
En el “interior”, ya suena más lindo, como una fuerza que empuja desde adentro, de hacer juntxs, lxs artistas hemos logrado generar y alimentar un circuito por fuera de la capital, ya sean de producción, autogestión, exhibición o docencia las prácticas artísticas se sostienen en una red; y aquí la piedra de todo: la amistad. Una red de amistades, que propone, abre y sensibiliza las prácticas junto a pares, cada proyecto tiene un rasgo singular, más humano, es el rasgo de quien le da vida.
Esta fisura, esta emergencia en nuestras vidas cotidianas nos ha reafirmado que el trabajo de los artistas es un trabajo totalmente precarizado. Si dale, salgamos a mostrar nuestras obras en los balcones, Ay! cambiemos los mecanismos ¿Será que el arte pueda reconstruirse, rearmarse, reorganizarse con algo “del interior”? En una entrevista con Diego Sztulwark, Tamara Tenembaum plantea que tenemos miedo a la fragilidad, a la precariedad de la vida, entonces abrazamos la normalidad. ¿No es acaso lo que hacemos lxs artistas?
Pienso que la mejor muestra del nuevo mundo se construye con las pinturas de lxs que no fueron seleccionados en el premio, las obras que no ingresan a los circuitos, me las imagino expuestas en una gran baldío vía streaming ¿Podemos buscar en lxs artistas cómo dar forma al futuro?
Y aun así, el arte es un acto revolucionario. El mercado (o los mercados) van a callar y a paralizar cualquier intento de revolución. Ningún proceso revolucionario puede cambiar la realidad si no se producen a su vez transformaciones singulares. Refundemos las prácticas, démosle la vuelta como un guante. Pongamos en jaque la política de las distancias, de las jerarquías y de las instituciones. Inventemos una atmósfera diferente e indomable. Inventemos fundamentos éticos. Recuperemos la fuerza vital y creadora. Seamos amigxs y contagiémonos.
Se que todo lo que vivimos en unos días me parecerá algo bello Existe una leyenda mapuche sobre el origen de un lago, sobre mujeres asesinadas, decía algo como: no se preocupen ahora que somos agua, si deseamos nos convertimos en demonios. Prendamos velas a la obra de la artista Gisella Scotta, que reflexiona en una residencia para artistas en el sur y sentencia: “Me convertiré en un gran demonio”.