Maquiavelo, Spinoza y nosotros // Diego Sztulwark

 
Invitación a taller de lectura bajo la hipótesis de que aún es posible disponerse al contacto no especializado con los grandes libros inconformistas del pasado. Aquellos que reclamaron para la política una relación abierta con el conocimiento, la fundación de una praxis. 
El príncipe de Maquiavelo, libro de la fascinación política moderna. Su ambigüedad es su grandeza. Porque el florentino no descubre el enigma de la dominación, sin convocar para ello a los contrapoderes populares que le subyacen. La acción del poder tiránico, que inhibe mediante el terror la relación entre saber y potencia de la multitud, ha dado lugar a una interpretación del poder como astucia y técnica, del temor y del escepticismo. Pero en Maquiavelo tales referencias no son sino la llave de bóveda que permite trazar nítidos esbozos de los saberes capaces de reagrupar al pueblo. El Príncipe es la publicidad misma de esos saberes.
Quizás se pueda agregar: Spinoza lleva al rango de filosofía sistemática aquellos conocimientos involucrados en la formulación de la democracia como política. Su obra despliega, paso a paso, el proceso de constitución de la potencia común, con sus obstáculos inherentes. Su punto de partida, cada cuerpo singular, supone el redescubrimiento del mundo individual, no como recinto privado, sino más bien como sitio en -y desde- el cual se elabora un saber primero sobre la concordancia con un movimiento extenso siempre más amplio. De allí que Ética sea un tratado de insurgencia contra el terror y la superstición que cierran al individuo sobre sí mismo y bloquean la experiencia política.
Si Spinoza es la democracia como proceso, también es la creación de la crítica de la política convencional. Mediante el procedimiento de la inversión de todas las premisas Ética permite acceder al yo individual, no como termino acabado, sino como premisa de nuevas composiciones; a la multitud no como masa pasiva, sino como ensayo continuo de instancias de utilidad común; al cuerpo y sus afectos no como superficie de aplicación de imperativos, sino campo de todas las batallas; a la ley (la institución) no como exterior impositivo, sino como efecto elaborado y reformable de aquello que surge de (y en) las relaciones entre los cuerpos.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.