ma a’ // Oscar del Barco

me cuesta ver esto que llaman la vida, líneas círculos fracturas dispersiones cortes mezclas nunca algo que evoluciona o progresa hacia algo sino una o infinitas masas inmóviles pero agujereadas en expansión-contracción de lo mismo que nunca es ni puede ser lo mismo

 

miles de fugas de saltos en el vacío todo inconsistente derrumbándose en el fondo de un resplandor sin nombre pero al que se quiere nombrar casi desesperadamente porque se siente o se presiente el fin entonces cuáles son los cortes de este amasijo sin orden o donde el orden es una camisa de fuerza en la que tratamos de encerrar o volver inocua o inocente nuestra locura, este caos que no se doblega que se resiste a todo intento de reducirlo a un punto o a alguien que va hacia algún lugar terrestre o celeste? por eso he tratado de cavar indefinidamente y sin plan alguno en lo mismo aquí en esto, pocos metros de tierra donde una nada a la que llaman con mi nombre habita ¿por qué la pintura? ¿y por qué preguntar sobre el por qué de la pintura? ¿acaso también “yo” deseo saber o construir un sentido, el sentido de esta vida? ¿quiero un dios, un «sistema», siempre ridículo, donde recoger hasta la última partícula de un tiempo sin fundamento? hace mucho que sabemos que no hay por qué ni para qué, y que la rosa florece porque florece, así no más, en su roseidad, valga el término

 

trato de desbrozar lo amorfo que inevitablemente terminará en otro amorfo o en otra mezcla de la que ya voy alejándome sin poder apartarme ni un paso, siempre en lo mismo que a su vez es lo distinto de lo mismo, líneas de filosofía, innumerables, desde los griegos, siempre mal entendidos, por supuesto, o no entendidos, porque lo que me interesó y me sigue interesando de la filosofía son algunas frases, a veces algunas palabras, que me sirven para alimentar digamos el espíritu estaba por escribir la desmesura pero recordé que espíritu es fuego, y ese fuego que es un alimento debe a su vez ser alimentado, sigo, hasta husserl o derrida o levinas o cualquiera de los miles de tipos que pensaron y piensan misteriosamente el misterio, es claro que tengo mis preferencias, como ser plotino, la locura desenfrenada de descartes, de kant, de schelling… ¡bataille! ¡blanchot! eso no para, siempre se choca y del choque brota una chispa y la chispa se apaga y uno esto uno algo nada vaya a saber qué sigue se mete en el sutra-diamante y llora junto a subuti ante la descomunal demencia del discurso del buda y hay que sentarse horas y horas y años para no pensar para sólo oír la lluvia oír la lluvia dejar que cese la lluvia dejar abandonarse des-serse limpiar la superficie del vacío amar el sobogenzo de dogen, los breves discursos de wi-neng, llegar a desimaru al amigo augusto y un buen día desaparecer

 

pero desde mucho antes estaba la poesía y no sé no puedo no se puede saber por qué un chico de 14 o 15 años se pone a escribir versos uno detrás de otro y no para y no parará más, nunca más hasta el fin de sus días, es extraño lo recuerdo vagamente y me pregunto inútilmente ¿qué habrá escrito? ese fue y siguió siendo por mucho tiempo su más profundo secreto llenar páginas y páginas con breves “poemas” que nunca leyó nadie hasta que un día, ya grande, publicó “variaciones sobre un viejo tema” y después “infierno” hasta llegar a “poco pobre nada” y “diario” ¿40 años entre una cosa y la otra? ¿y en medio? el partido comunista, mi pelea contra lenin, contra su teoricismo y su terrorismo, y por otro lado el igitur de mallarme, la filosofía en el tocador de sade, la guerrilla, viajes, exilio, méxico, el peyote, dolor por los muertos queridos y por los muertos desconocidos, por los torturados y desaparecidos, un dolor conformando mis ojos, mis oídos, la totalidad de mi ser hasta darme una visión trágica, la única aceptable, sangrienta y desgarrada del mundo, eso ya no me abandonará, la shoá, los gulags, todos los genocidios, el proceso, más el infinito dolor cotidiano, omnipotente, que como una plaga infernal constituye la esencia de lo que llamamos hombre, este infierno que somos, que es la vida, este grito universal de dolor que se expresa en el pensamiento, en el arte, en la plegaria…

 

vallejo, juan l. ortiz, macedonio, hölderlin, rimbaud, mallarmé, baudelaire, artaud, pound, william carlos williams, ungaretti, celan, cientos de nombres pasaron por la criatura, la exaltaron y la pulverizaron con su belleza, la palabra, la «obra», ¿por qué los hombres, pienso en sófocles, pienso en el dante, pienso en el canto de los esquimales y en todos los cantos luctuosos y jubilatorios, se han lanzado «al fondo de lo desconocido», al misterio? ¿es la forma íntima de su ser hombres ese himno imperecedero que intenta rescatarlo, consolarlo del dolor de su propia presencia? ah, el hilo rojo, el hilo rojo de las palabras que en el lenguaje y como lenguaje alaban lo ilimitado, desconocido e inaccesible… ¿cómo no pensar en san anselmo y en el maestro eckhart, cómo no pensar en los jasidistas cantando hasta el éxtasis y en los sufíes danzando hasta la ebriedad de la divinidad? darle cabida a todos, a maría sabina comiendo sus hongos como diminutos dioses proféticos o a santo tomás abandonando el esplendor del pensamiento para sumirse en el explendor de la no existencia…

 

amorfo amorfo líneas disparatadas hasta que un día que recuerdo con toda claridad irrumpió de manera abrupta la música moderna más allá o por sobre o en la música de siempre, como un tam-tam de tambores en la amada melodía, o un trino en la calma del cielo, de pronto después de mucho buscarlo irrumpió en una pequeña pieza llena de libros fotos papeles protegida del calor por un viejísimo nogal digo irrumpió el quinteto para instrumentos de viento número 15 de arnold schoenberg y todo cambió, cómo decirlo, brevemente: entré, pude entrar, ay dios mío, qué inmensidad, en lo que en voz muy baja, vacilante porque sé que no puede decirse, porque es algo que excede todo, en el arte contemporáneo, en la música dije, schoenberg, schoenberg, y todos los ángeles posteriores, webern, bartok, celsi, nancarow, stockhausen, lutoslavski, feldman, hasta barraqué, pobrecito, que murió alcohólico, muy joven, el amigo de foucault, el discípulo de messiaen y condiscípulo de boulez, todo ese sonido filtrándose y arrasando la masa amorfa, llevándola al descontrol de lo «sublime», digo sublime para no hablar con énfasis sino a ras de la tierra, como ese personaje de «en presencia del payaso» que en un manicomio pone una y otra vez los acordes del quinteto de schubert y uno tiene que oír esto es esto es la música también ella sosteniéndonos en esa iluminación que nos sostiene que impide que muramos en este mismo instante

 

y entonces la pintura, debo reconocer que desde muy joven, influenciado por la vida de van gogh y junto con un primo al que quise sin límite pintábamos sin saber bien qué hacíamos aunque él dedicó toda su vida a eso mientras yo debí esperar años, décadas, y de esa época él guardó un cuadro mío amarillo casi rojo y ya viejo me lo regaló para mi sorpresa allá en su cabaña en plena sierra antes de morir, entonces bueno no puedo decir todo recomencé con mis líneas y con mis gritos alaridos balbuceos triuteos ilúdeos mugidos berrinches ladridos rugidos de dientes y lengua horas y horas y días y años sin lenguaje una especie de prelenguaje como el ruido de una tormenta o del amor y a veces acompañado por mi familia y dibujando líneas sin ton ni son mezcladas arremolinadas y después le agregué puntos negros y un día colores y después… otro día también como un don sin querer, sin pensar, algo semejante a un nacimiento, empecé a pintar con óleos y con acrílicos, hará unos 14 años y me dio la locura, verdaderamente la locura, más o menos 600 cuadros a los que agregué pedazos de diarios, rostros, pedazos de madera, bichitos muertos, hojas, fotos terribles, desnudos, me hundí en una piecita al fondo de mi casa y me estaqueé en el suelo, y puse música, fuerte, arrebatadora, y no paré más, hasta el día de hoy, y no quiero decir ni pretendo insinuar que hice cosas buenas ni malas, hice lo que hice, esto que se ve aquí, pasé más o menos rápido de lo geométrico a un expresionismo que me tocó en lo más hondo al reino de un color que yo sentía doloroso, donde todo fue llanto y grito de protesta, hasta llegar a los cuadros que sometí al trabajo creador de las llamas, cuadros quemados que después destruía o incorporaba al cuerpo dándole algunas pinceladas o recibiéndolos como llegaban, al azar, como si el fuego fuese el gran maestro “al fin hallado” por mí… no sé qué son ni si son para mi algo si durarán algún tiempo como tampoco lo sé de mi poesía, tal vez todo sea como los gritos que a falta de saber música lancé durante años al borde de la nada y hacia la nada como todo por otra parte sí como todo

 

así sea

 
 
 
 
 

Fuente: Texto incluido en el catálogo ma a-Obra Pictórica (Córdoba, 2008), publicado en ocasión de la exposición homónima en el curso de la cual se exhibieron ciento cincuenta obras inéditas de distintos formatos y técnicas que OdB viene realizando silenciosamente desde hace quince años.

Fuente: Adynata

Publicado en: Del Barco, Oscar, “Alternativas de lo posthumano. Textos reunidos”. Caja Negra. Buenos Aires, 2010.

 
 

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