Lux: reencantar el mundo // Enzo Messina

  1. Carne

“Quién pudiera vivir entre los dos. Primero amaré el mundo y luego amaré a Dios.”

Rosalía abre Lux con una afirmación que es también una inversión teológica: el amor no sube, se expande. Se da entre, en el ida y vuelta. El primer tema es la introducción a la premisa, la pregunta que atravesará todo el disco:

“Quién pudiera venir de esta tierra

Y entrar en el cielo y volver a la tierra

Que entre la tierra, la tierra y el cielo

Nunca había el suelo”

La búsqueda del sustento material, no en el sentido del espíritu o la carne, sino de algo entre. La voz no se eleva: se distribuye. Y al hacerlo, se vuelve pensamiento encarnado.

Después de sus dos discos españoles, el primero flamenco, el segundo flamenco fusión, Rosalia sale al mundo con Motomami, se descompone en mil pedazos, en mil ciudades, lo cuenta con detalle en Reliquia, sin embargo, como la justine de Sade, tiene algo inaccesible, indestructible:

“Pero el pelo vuelve a crecer

La pureza también

La pureza está en mí

Y está en Marrakech, no, no

No soy una santa, pero estoy blessed”

En la primera parte de Lux, la carne canta, es búsqueda, confesión, plegaria y exorcismo.

Foucault planteaba en el tomo IV de La historia de la sexualidad que en el cristianismo temprano la carne se convierte en medio de revelar la verdad del deseo, y se vuelve objeto de vigilancia y purificación.

La música, aun electrónica como en motomami, comienza a integrar los ritmos urbanos con una música más espiritual y el regreso fuerte del flamenco en mezcla de lenguas. La orquesta irrumpe como un cuerpo colectivo de respiraciones y tensiones. No hay acompañamiento, hay lucha en búsqueda de comunión.

El cuerpo se vuelve superficie del dolor/saber/placer. La voz ya no pide permiso para doler: se deja atravesar por el sonido hasta confundirse con él. Aquí, el deseo no busca redención sino lucidez.

  1. Goce y mistica

En una segunda capa, el fuego toma el cuerpo, pero no lo anula. Rosalía entra en la zona de lo místico sin abandonar nunca el pulso de la máquina.

Lacan, en el Seminario 20, recordaba que en Santa Teresa el goce no es éxtasis sino agujero: un punto donde el lenguaje se quiebra y el cuerpo habla por sí mismo.

“Mi piel es fina

De porcelana

Y de ella emana

Luz que ilumina

O ruina divina”

La elección de Santa Teresa por parte de Lacan, y la elección de las Santas en la que Rosalia basa cada canción, no es meramente anecdótica, es más que historia, habla de un goce excedente, más allá de las normas y que tiene algo de experiencia límite, un encuentro con lo que no es completamente representable en el lenguaje, en lo simbólico, que escapa a la opinión.

Por “carne” entendemos esta materialidad del cuerpo que goza, que experimenta ese exceso, esa intensidad representa un exceso de lo que en la función fálica que representa la ley. En Lux, el pensamiento no se articula, deviene mujer, circula por el cuerpo.

Las castañuelas se funden con el sintetizador, el rezo con el beat, la orquesta con el glitch. Pensar se vuelve respirar entre sistemas: el barroco y el digital, el flamenco y el código, el alma y el circuito.

Rosalía no predica una trascendencia; ensaya una conexión al mismo tiempo con la tierra y el cielo. La espiritualidad no está arriba, está entre: entre las voces, entre los cuerpos, entre las vibraciones que no necesitan sentido para tener verdad.

  1. Beatitud

De a poco en el disco, la voz de Rosalía, las múltiples voces que lo habitan, se disuelven en coros multilingües; los trece lenguajes no representan únicamente distintas culturas, son una celebración de la diferencia, un canto a los modos de expresión de una misma sustancia.

En “Magnolias”, la última canción, todo se calma: la carne ha comprendido que no hay cima, solo respiración compartida. La voz ya no es confesión, sino aire. Lo que Rosalía no complete en vida lo completamos todos. La música deja de ser acontecimiento y se vuelve atmósfera.

El saber no viene del más allá: surge del contacto entre cuerpos que se reconocen como expresiones singulares de la misma sustancia. La iluminación, entonces, no es revelación: es reconciliación.

  1. “Ego sum nihil, ego sum lux mundi”

“Mar eterno y bravo

La eterna canción

Ni tiene salida

Ni tiene mi perdón”

Rosalía no huye de la trascendencia por rechazo, sino que la consume para devolverla al plano del mundo, cumpliendo, sin nombrarlo, el gesto spinoziano por excelencia: afirmar que todo lo sagrado ya está aquí, en los cuerpos que componen, en las potencias que se encuentran.

Rosalia lo dice explicitamente, “se desaparecer”, devenir imperceptible, y en esa desaparición compone perceptos y afectos que existen en sí mismos aumentando la potencia de sentir, como pide Deleuze en Qué es la filosofía?.

El disco se nutre de las diferencias, de variaciones de intensidad y afecto, y produce experiencias estéticas que abren nuevas líneas de fuga hacia territorios conceptuales inexplorados.

LUX puede leerse como una práctica de inmanencia: la artista atraviesa las formas trascendentes (Dios, pureza, cielo, intervención divina) solo para reinscribirlas en un plano único, en el cuerpo sensible, en el deseo, en el encuentro.

Rosalia logra redistribuir las posibilidades de lo que suena, montada sobre los sedimentos de la historia a los que devuelve a un proceso vivo, nómada y transformador, abriendo otras posibilidades al pensamiento y a la percepción.

Lux no predica, ni consuela: compone una ética del sonido. Una filosofía cantada y encarnada que afirma que la verdad no se piensa, se vibra.

  1. Deus sive Natura sive Lux

“Yo quepo en el mundo

Y el mundo cabe en mí

Yo ocupo el mundo

Y el mundo me ocupa a mí

Yo quepo en un haikú

Y un haikú ocupa un país

Un país cabe en una astilla

Una astilla ocupa la galaxia entera”

Rosalia, como Joyce inventa su propio idioma, y se propone a la posteridad de universitarios para el estudio. Musicólogos de todo el mundo están ya manos a la obra. A los entendidos les corresponde esa tarea.

Aquí, en esta lectura caprichosa, entre la carne foucaultiana y el fuego lacaniano; entre la composición deleuziana y la Beatitud spinozista, postulamos que el disco construye una ética.

Restituir el tiempo de la escucha, el valor del símbolo, y la potencia de la historia para una generación que vive en un mundo instantáneo de imágenes inconexas. Por eso a diferencia del anterior, presentó este disco en silencio, en la oscuridad, tendida entre telas blancas con una audiencia muda. Propone el reencuentro con un infinito que se canta a sí mismo en múltiples lenguas, en mil ritmos fusionados, en millones de modos de amar, que se pliega y se despliega eternamente.

En Lux, disco Aleph, Rosalia no solo brinda el mayor ejercicio de educación musical que se le haya brindado a su generación, también remite el cuerpo a la carne, lo explícito al misterio, lo expuesto al símbolo, la búsqueda de trascendencia a la inmanencia, y en fin, la posverdad a la verdad hecha carne.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.