Luche y Goce (Afectos extraviados en John William Cooke) // Ignacio Veliz

                      

                                                           A Ezequiel Fanego, Sofía Aguirre y Franco Castignani.

Por el amor que sentimos aquella noche.

Escenas perdidas

(I)            Años sesenta. El Gordo Cooke estaba en París parando en una pensión con una bañera enorme (sólo para él). Un día, entra en contacto con una persona que le comparte unos manuscritos originales de Sartre, los guarda en el bolsillo y se dirige a un cine cercano a concretar unas de sus pasiones: las películas de Cowboys. Ya en el cine, se topa con una publicidad, de esas que pasan antes de las películas, que lo inquieta a tal punto que hace que se levante y abandone rápidamente la butaca. Se trataba de una publicidad de un shampoo especial (francés, obvio) para hacer baños de espuma. Cooke llega a la tienda, compra un frasco, y regresa rápido a la pensión. Cuando llega, entra al baño y dada la torpeza que lo caracterizaba vierte el frasco entero en la bañera. El agua, como era de esperar, empieza a rebalsar y a inundar todo el baño. El Gordo, desesperado, busca en el bolsillo y toma el primer papel que encuentra para impedir que el agua avance.

Adiós a los manuscritos de Jean Paul

(II) El hijo de Alicia, Pedro, llega por la tarde a la casa de Montevideo en la que vivía junto a su madre y John, durante el exilio. Al entrar en la habitación, encuentra al Bebe dormido en una silla con varios frascos abiertos de anfetaminas, cientos de hojas desparramadas y muchas de ellas prendidas fuego. Se había quedado dormido con un cigarrillo prendido, se despertó por el humo, apagó el módico incendio, siguió escribiendo y se volvió a dormir. En la silla.

(III)           La noche previa a su última operación, Cooke, estaba en su departamento acostado por el dolor que le provocaba el cáncer de pulmón. Al parecer todos, incluso él, sabían que era muy poco probable que sobreviva a aquella intervención. Pero en un momento se levantó, se calzó su bata roja de seda, se sirvió un vaso de whisky, colocó un disco de fox trot y bailó sólo toda la noche. Alicia lo espiaba por detrás de una ventana                                                              

           Escenas perdidas que retornan en anécdotas, contadas de pasillo, hace años, como quien cuenta una trasgresión, son la materia viva desde la cual partimos. Empiezo por aquí porque las anécdotas son lo mejor que tenemos para pensar a un amigo; “materia ensoñada” (León Rozitchner) de la que se compone toda amistad y, en especial, las amistades políticas. Diego Sztulwark, dijo alguna vez, que los amigos políticos no son aquellos con los cuales tenemos afinidades de ideas, consumos o compartimos secretos, sino que son aquellos que nos ayudan a desafiar juntos una época. También podría decirse que una amistad política supone cohabitar (sin saber muy bien porqué) un territorio inconsciente que se extiende más allá de toda época. Y que nos hace familia, aún sin necesidad de conocernos, sólo por el hecho de descubrirse en gestos, escritos o en una buena fiesta bailando. Cooke, puede pensarse así, como un gran amigo político. Una vida abierta, suspendida en el tiempo, en el que el afecto que nos produce leer sus escritos, escuchar sus anécdotas, se prolonga como una respiración distinta ante las encerronas en las que estamos metidos.

¿Por qué estas anécdotas son escenas calladas, contadas en off, no incluidas en ninguna biografía “política”? ¿Qué se juega en ese recorte? Me animo a decir que en la mirada de un autor que excluye tramos de la vida de una figura hay a su vez una mirada tácita de época que requiere de ajustes para confirmarse a sí misma como plena: para que todo cierre, sin protuberancias, ni restos incómodos. Escribir es pensar. Y pensar es ir en busca de esas protuberancias y restos turbios que como los primeros judíos que sobrevivieron a la destrucción del Templo, están desde el principio impidiendo todo cierre, haciéndonos recordar que una época nunca cierra plenamente. Siempre hay un resto que desmorona en silencio el suelo en el que estamos parados, liberando nuevos posibles cuando la cosa se pone heavy. Restos que habría que aprender a escuchar. Por eso, recuperar lo no recuperado de Cooke es homenajear una vida que insiste como resto incómodo, un pliegue confuso, deforme: su anti catolicismo en pleno concilio vaticano II y auge de la teología de la liberación, su clasismo y anti capitalismo dentro del peronismo, el consumo de drogas y su pasión por la noche y el tango, el romance abierto (no monogámico) con Alicia en medio de viajes, exilios y cárceles, son rastros de una anatomía corporal en estado de exceso. Un cuerpo gordo y gozoso que quizá sea la metáfora encarnada de un desborde que siempre nos espera. Casi como un susurro, en secreto, el Gordo vive diciéndonos…. “la van a pasar bien” si nos animamos a hibridizarnos, a no jugar al achique y soltar, aunque sea un poco, el confort de las doctrinas.  

 

 

Fragilidad y potencia

            Las escenas de disfrute en Cooke son huellas que nos permiten abrir un plano desconocido para las técnicas de politización habituales. Un plano en el que el deseo, la sensualidad y el disfrute de las “intimidades breves” (Ezequiel Fanego) no constituyen una materia a excluir en nombre de una lucha liberadora sino que, por el contrario, son sus insumos básicos. ¿Qué le pasa a nuestra generación con el disfrute? ¿Sólo es posible ahondar en una crítica radical conectados desde el dolor? ¿Heredamos, quizá, La Culpa de haber quedado con vida?

 Si asumimos lo que ya muchos compañeres[1] vienen planteando de que la lucha política contra el neoliberalismo a nivel de la disputa electoral expresa una lucha silenciosa en y por los modos de vida, ¿Qué modo de vida estamos produciendo como alternativa al ajuste anímico, la depresión y la gorra macrista?  ¿Tomamos nota de que la derecha asesina de este país nos supo ganar tomando como suyos los enunciados de cambio, alegría y felicidad? ¿Es posible, como dijo Judith Butler, “llevar una buena vida en una mala vida”? La imposibilidad del disfrute en tiempos de ajuste, ¿cuánto hay de “que no cierran las cuentas” y cuánto hay de auto castigo inconsciente?

 

                       El Gordo y Judy bailan y se acarician, suavemente, toda la noche.

 

            Si bien sentimos en el día a día los efectos tóxicos del revanchismo gorila, anti pobre y misógino del macrismo como el estar atravesando un valle de lágrimas, donde La Culpa es nuestra “por haber vivido por encima de nuestras posibilidades”, muchas veces la disyuntiva en el registro simbólico de los activos militantes se presenta de tal modo que pareciera que los sacerdotes fuéramos nosotros. Como si hubiera un hiato entre lo que nos pasa de verdad y lo que nos representamos. Allí, la fórmula ideológica del catolicismo social muy influida por la Teología del Pueblo (hoy hegemónica con aval Vaticano) emerge de las napas arcaicas de los legados militantes, traduciendo el conflicto en términos de una lucha entre un comunitarismo altruista contra el individualismo hedonista del neoliberalismo. Estamos maniatados. En una dicotomía que diseca, que no tiene nada que ver con lo que nos pasa y que en los hechos bloquea la posibilidad de encontrarle la vuelta a cómo derrotarlos.

 

¿Por qué nos cuesta tanto dejarnos llevar y conectar con el disfrute “banal” y “egoísta”?

 

“Tengo el deseo de verla caminar y moverse cerca de mí, mientras su cara conejil se anima y profiere impertinencias y los lugares van quedando contaminados con su coquetería insoportable. Ya ve, que humildes son mis deseos. Venga a verme. La llamo apelando a los lazos indestructibles que unen a los conspiradores y a una relación de la cual lo menos que podrá decirse (en el peor de los casos) es aquella otra frase «questa é una piccola aventura; patética, milagrosa e quasi ď amore”.

                                                                               John.

(Carta a Alicia, desde la cárcel de Las Heras. 1956)

 

Arriesgo. Disfrutar es un modo de fragilizarse. Y la fragilidad, como la precariedad (Butler) o la incompetencia (Cus Cus Castignani) son constitutivas de aquellas experiencias humanas negadas por una concepción dominante de poder, fundada en imágenes de control y omnipotencia. Imágenes que no sólo sostienen el ejercicio personificado del capital a costa de las vidas de los otros (y sobre todo, de las otras), sino que a su vez la negación (inconsciente) de la propia fragilidad suele ser el imaginario que sostienen las estrategias de lucha y supervivencia de las clases subordinadas. Los liderazgos, las organizaciones populares, suelen estar moldeados por este fantasma, en el que se exacerba una idea de poder-macho, heroico, omnisciente, que controla, que todo lo puede en los peores momentos y que todo pasa por Él. Si “la organización vence al tiempo” ¿Será porque “el macho nunca muere”? ¿O porque es incapaz de advertir su propia muerte? ¿De qué tipo de organización hablamos? ¿Qué modelo de conducción es la que todavía no quiere perecer? Si el disfrute es una experiencia humana conectada con la fragilidad, la precariedad y la incompetencia qué decir de la muerte y de aquella que asoma en primera persona. 

 

«Si usted no ha hecho un pacto con el Diablo y como me temo, sigue siendo mortal, cuando usted desaparezca también desaparecerá el movimiento peronista, porque no se ha dado ni la estructura ni la ideología capaces de cumplir las tareas en la nueva era que ya estamos viviendo. Somos peronistas porque está Perón. Cuando Perón no esté, ¿que significará ser peronista?”

               

                                                                                                           (Carta de Cooke a Perón. Correspondencias.1963)

 

 

Agujerear la masculinidad de Perón. Mariconearlo radicalmente, sin medias tintas. O, mejor dicho, mostrarle sus agujeros, puede pensarse no sólo como una irreverencia al Jefe sino como una búsqueda política que asume que dar lugar a la propia fragilidad es la condición de toda potencia.

Ya lo dijimos, El Gordo y Judy bailan y se acarician, suavemente, toda la noche.

 Aprender a fragilizarse no es otra cosa que desandar en el propio sujeto aquellos yugos omnipotentes que quizá fueron, en alguna situación pasada (propia o heredada), lo único a lo que pudimos apelar para sobrevivir. Por eso, no es casual que un cuerpo que disfruta, como el cuerpo de Cooke, sea aquel que pudo elaborar una crítica aguda a las categorías de poder de la derecha, que tenemos encarnadas y que nos juegan mal cuando la cosa se pone heavy

“Lo burocrático es un estilo en el ejercicio de las funciones o de la influencia. Presupone, por lo pronto, operar con los mismos valores que el enemigo (…) Pero no es exclusivamente una determinante ideológica, puesto que hay burócratas con buen nivel de capacidad teórica, pero que la disocian de su práctica, y en todo caso les sirve para justificar con razonamientos de “izquierda” el oportunismo con que actúan.”  (Cooke. Peronismo y Revolución. 1966)

Hibridez y Singularidad

Un cuerpo que se distiende abre otra forma de concebir el poder, quizá más útil para lo que estamos buscando. Ya que al gozar, agudiza un mapa de percepciones sobre aquello que le hace bien y aquello que le hace mal. En otras palabras, un cuerpo que aprende a disfrutar se singulariza, dado que se desplaza del terreno de la Moral y entra en el terreno propio de la Ética. Se desprende del “Bien y el Mal” como valores absolutos, trascendentes y deshistorizados a los cuales hay que obedecer y toma una posición de acuerdo a lo “bueno y lo malo” (Deleuze), es decir, aquello que anula o incrementa la capacidad de obrar. Por ello, se trata de un cuerpo situado, que asume su extensión en lxs otrxs, dando lugar a que retumben todos aquellos otros (y fundamentalmente Otras) de los cuales está hecho. Por eso un cuerpo ético es en un cuerpo que no obedece a imperativos sino que intenta algo más difícil y sutil: pensar. El cuerpo/Cooke, en este sentido, es un cuerpo ético que piensa y arriesga, y al hacerlo, se hibridiza ya que conecta con los claroscuros de la vida en esa situación. 

 

Sigue bailando, se aleja de Judy y se cruza con Mark; se miran la boca, se tientan.

 

“Intelectual sin ser académico, popular sin ser populista” (Fisher) puede ser una fórmula útil para pensar la ilustración plebeya de Cooke. Una apuesta por la teoría crítica en un contexto hostil como lo era (y lo es) la militancia peronista para todo aquello que suene a “intelectual”; una apuesta que a su vez, en un mismo gesto, toma distancia de los distintos purismos dogmáticos de la época: por izquierda, la tendencia a juzgar desde valores preconcebidos la experiencia de la clase trabajadora peronista, o por dentro del movimiento, cierta mirada folk a la que ciertos intelectuales apelaban para presentar al justicialismo como la encarnación de una esencia nacional. Ambas posturas intelectuales, ya sea en su tarea de deslegitimación o de legitimación, son vínculos planteados en exterioridad. En Cooke, en cambio la tarea intelectual no supone pararse por fuera del código para explicarlo sino ingresar al código y astillarlo. Y no salir indemne. Salir con astillas cruzadas en todo el cuerpo y sostenerse desde allí, habitando la tensión y el límite: peronismo/anticapitalismo, autonomía obrera/institución burguesa. ¿No nos dice nada que aquel que sostuvo la necesidad de una política autónoma de la clase trabajadora dentro del peronismo sea el mismo que accedió a la real politik de la mano de una “rosca” que dejó afuera al noble Partido Laborista[2]? La des-identidad en Cooke, lo inclasificable ¿Un modo de recoger el desafío político que arroja el capitalismo? “Capitalismo: ese extraño hibrido de lo ultra moderno y lo arcaico” (Fisher). Mark y el Bebe se rozan y lo saben, jugando en un mismo suelo de batalla ambivalente, impuro llamado Capital, donde nada es per se conservador o revolucionario, donde no hay un sujeto colectivo dado de antemano, portador de una esencia liberadora.  

«Los enamorados del peronismo y del gobierno no advirtieron nunca que todavía había etapas más adelantadas que cumplir. El programa del 45´era un programa…Bien. Pero había que ir renovándolo. El concepto de justicia social en una economía en etapa ascendente no es el mismo que en una economía en receso. Durante un tiempo, el país pudo darle a todos sin quitarle a nadie, pero llegó un momento en que había que quitarle a los que tenían para continuar la obra de desarrollo (…) Un movimiento de masas o profundiza o cae.» (Cooke, entrevista en la revista En Marcha. 1965)

No es casual que un cuerpo híbrido y desbordante sea aquel que cuestione, con la misma radicalidad, los fundamentos absolutos de la izquierda gorila y del peronismo folk. Un cuerpo que atraviesa intensamente los matices, los pliegues y los interrogantes de una coyuntura requiere de-sujetarse de abstracciones deshistorizadas. Por eso, en la huella de Cooke late la promesa de una política sin dioses, en el que los grandes valores absolutos (el Pueblo, la Clase, el Líder, La Orga) no ocupan más lugar del que ya tienen, sin tapar los vacíos que nos dejan los fracasos. “Sólo nos tenemos a nosotros mismos” cae como un relámpago de memoria de luchas, donde la resistencia peronista nos cita en secreto cada vez que la cosa se pone heavy. Por lo tanto, hablar de singularidad no es fácil, no es sólo una palabra cool para escribir en un paper, singularizar es una tarea colectiva y personal, en soledad y con otrxs, un esfuerzo creativo de aceptación de lo precario que es vivir. Aceptar, y alegremente, que la única materia con la que contamos para inventar una alternativa son nuestras propias vidas, con sus cuerpos y sus historias. Cooke, algo de esto sabía.

 

Un dialogo difícil, pero posible: Cooke y Les Pibes Orgas

 

Alejado del derrotismo frígido de la izquierda y el exitismo omnipotente de un peronismo mal digerido, Cooke ensayó hipótesis políticas que quizás sean útiles para conspirar juntos una salida. 

Su regreso al país, luego de Cuba (y del fallido intento de que Perón gire su posición y deje la España de Franco por la Habana de Fidel) estará marcado por la gestación de la ARP[3] y una dedicada tarea de orfebre en la cualificación política de los cuadros de base peronistas. Una apuesta por la singularidad y su potencia expansiva, un trabajo invisible, de catacumbas. ¿Romantizar “lo simple y lo pequeño”? Para nada. Se trata de plantear que lo estratégico no es sólo un problema de programa, de aquellas medidas que se tomaran una vez que se acceda a la dirección del Estado. En Cooke lo estratégico pasa por el perfil subjetivo que una organización promueve, ya que allí se debate la posibilidad de abrir otra forma de vida deseable, en el mismo momento en el que se combate.

“Las atracciones libidinales del capitalismo de consumo deben ser enfrentadas por una especie de contralibido y no simplemente por deslibidinización depresiva” (Fisher).

La rigidez, la guardia en alto permanente, la falta de ternura, la solemnidad, son efectos comprensibles de tanto recibir violencias y terror, todo el tiempo. Pero si no hacemos el esfuerzo por distender, desbloquear y habilitar otros afectos en el momento mismo de la pelea, si ante el agobio y el “purismo garrón” (Lucas Ortiz) que propone el neoliberalismo ofrecemos en nuestros espacios más agobio y purismo garrón (pero revestido de retórica combativa), la suerte estará echada.

 

            Sabemos que las mayorías humanas temen, y en ese temor suelen optar por el padecimiento conocido antes que por la incertidumbre.

 

Sabemos que una acción colectiva que confronte con el poder implica exponer límites horribles que muy pocos quieren ver.

Si sabemos todo eso, y el proyecto que construimos no produce desde el vamos una forma de vivir distinta que respire libertad, que sea atractiva y sexy para todxs (incluso para aquellxs que a priori no nos acompañarían).

Nos quedaremos solxs, fríos y llenos de miedo una vez más.

                                              

                                                                      

[1] El colectivo Juguetes Perdidos, Diego Sztulwark y compas de Lobo Suelto.

[2] El Partido Laborista fue la primera y única experiencia moderna en el que una experiencia de base y sindical logra articular un instrumento político- electoral competitivo. Los principales dirigentes que habían gestado el 17 de octubre de 1945, inspirados en el laborismo inglés, fundan esta herramienta para ponerla al servicio de la candidatura del entonces Coronel Juan Perón, recientemente liberado. No obstante, éste último si bien acepta la candidatura, convoca a un puñado de radicales para ampliar su base y no quedar condicionado por el laborismo. El armado de listas reflejó dicha astucia y los laboristas quedaron afuera de la vice-presidencia y de lugares significativos en las listas.

[3] Acción Revolucionaria Peronista. En dicha agrupación se formarían varios cuadros militantes que posteriormente integrarían las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y el PB (Peronismo de Base).

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