Los intelectuales no importan a nadie salvo al poder. Así lo demuestra un informe de la CIA sobre el papel de los filósofos de la izquierda francesa redactado en 1985, y recientemente publicado gracias a la Ley de Libertad de Información de los Estados Unidos. ¿Espías formados en la Guerra Fría descifrando a Lacan o a Foucault? El 28 de febrero de 2017, Gabriel Rockhill publicó un artículo, a partir de un documento de la CIA, en el que se explicita la voluntad de la agencia estadounidense en comprender y desmantelar a la izquierda cultural francesa de la posguerra. La CIA, como es sabido, se ocupó durante esos años de invertir recursos en la guerra cultural a escala mundial. La lectura de este texto, hasta hace poco confidencial, nos invita a pensar una vez más la relación que los intelectuales mantienen con el presente político.
Un documento de investigación
- Sostendrían a los socialistas moderados que están esforzándose por crear una base para una alianza de centro izquierda.
- Se opondrían a cada esfuerzo de los socialistas duros para rehacer la ahora difunta “unidad de la izquierda” con el Partido Comunista Francés en las próximas elecciones legislativas.
Alcance de la nota
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iii
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Juicios clave
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Introducción
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Un rol tradicional
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Un giro histórico: El “silencio” de los intelectuales de izquierda
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Los “Nuevos Filósofos”
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No hay más “Sartres”, no más “Gides”
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Causas de la deserción de los intelectuales de izquierda
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La bancarrota de la ideología
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Antisovietismo
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Perspectivas de la influencia de los intelectuales
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Decadencia de la vida intelectual
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Reincorporación limitada
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Intelectuales franceses e intereses americanos
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APÉNDICES
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A. Aspectos culturales del pensamiento de la Nueva Derecha
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B. Libros importantes de Gluscksmann y Levy
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Los intelectuales y el Caso Dreyfus
El Caso Dreyfus (fines del siglo XIX) cristalizó en la opinión pública francesa una imagen del tipo de sociedad en la que se habían convertido, y puso de relieve el hecho de que varios grupos –la iglesia, los militares, políticos, periodistas permanecieran ligados a principios y valores de la tradición revolucionaria. Los intelectuales, liderados por el novelista y periodista Emile Zola, cumplieron un rol fundamental en la incitación a un debate público sobre las cuestiones implicadas en el caso. Cuando Zola lanzó sus famosos editoriales en defensa de Dreyfus y contra el gobierno y sus aliados, los acusó no sólo de subvertir la justicia y la moral, sino también –cuestión más importante en el parecer de sus lectores- de traición a la tradición revolucionaria. En 1896, Dreyfus, un oficial judío adjunto al Estado Mayor Francés, fue acusado y condenado por entregar secretos militares a los alemanes. Revelaciones de que había sido condenado sobre la base de pruebas fraguadas, y de que el gobierno había confeccionado más pruebas aún para ocultar la manipulación que hacía de la justicia, polarizaron a la sociedad francesa y avivaron un sentimiento nacional de procura de mayor moralidad pública y valores históricos.
“Renacimiento intelectual” en la derecha
El rejuvenecimiento de la actividad intelectual conservadora de la así llamada Nueva Derecha se diferencia claramente del movimiento de los Nuevos Filósofos o Nueva Izquierda. La espectacular efervescencia del pensamiento conservador en años recientes está asociada sobre todo con la obra de Jean-François Revel y otros renegados de la École Normale Superieure, que comenzaron polemizando contra la ética gimnástica de Jean Paul Sartre en defensa de la URSS, y continuaron con alegatos contra la superficialidad de la vida intelectual comunista. Ahora, dice el prominente historiador Emmanuel Le Roy Ladurie, han asumido la tarea aún mayor de reorientar el discurso intelectual, corriendo el foco del tradicional eje “derecha versus izquierda” hacia el eje “totalitarismo versus libertad”. Estimulada por escritores y editores ligados de una manera u otra al barón de la prensa de derecha Robert Hersant, la Nueva Derecha francesa ha recogido la propuesta de revivir el liberalismo europeo clásico y proponerlo como el elixir que Francia necesita para recobrarse de la “mala gestión” socialista. Más aún, el liberalismo –que, según sus adherentes, ha reducido el rol del gobierno y forzado a la gente a ser más autosuficiente- se ha convertido en la receta de los conservadores contra las aflicciones de la sociedad francesa de posguerra. Los jóvenes políticos conservadores que hacen suya la consigna han argumentado, tanto ante la prensa como en reuniones privadas con diplomáticos estadounidenses, que la derecha debería empujar a los franceses a tener mayor confianza en sí mismos. Según ellos, una tarea fundamental del gobierno conservador consistiría en disminuir su propia función, tanto de recaudador de impuestos como de gestor, director o generador de gastos. Además de apoyar esta idea de gobierno, la mayoría de los nuevos liberales están a favor de que los poderes y recursos extremadamente centralizados del gobierno francés sean devueltos a las administraciones subnacionales. Un lento proceso que ha tomado impulso reciente con los socialistas.
Estudios marxistas en ciencias sociales, obsoletos
Entre los historiadores franceses de posguerra, la influyente escuela de pensamiento ligada a Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel ha superado a los historiadores marxistas tradicionales. En los años cincuenta y sesenta, la Escuela de los Anales –como es conocida por su principal periódico- cambió de cuajo los estudios históricos franceses, principalmente al desafiar y luego rechazar las hasta entonces dominantes teorías marxistas del progreso histórico. Pese a que muchos de sus exponentes afirman estar “en la tradición marxista”, lo que quieren decir con eso, simplemente, es que toman el marxismo como punto de partida crítico para tratar de descubrir los auténticos modelos de la historia social. La mayoría de las veces han concluido que las nociones marxistas sobre las estructuras del pasado –relaciones sociales, patrones de eventos e influencia de estos en el largo plazo– son simplistas e inválidas. En el campo de la antropología, la influyente escuela estructuralista ligada a Claude Levi-Strauss, Foucault y otros, cumplió virtualmente la misma misión. A pesar de que tanto el estructuralismo como la metodología de los Anales están atravesando tiempos difíciles, creemos que su demolición crítica de la influencia marxista sobre las ciencias sociales puede perdurar como una sólida contribución a los estudios modernos tanto en Francia como en el resto de Europa Occidental.
Estados Unidos y la URSS ante la opinión pública francesa
Encuestas de opinión recientes muestran que en Francia la imagen positiva de la Unión Soviética ha disminuido de manera sostenida en los últimos tres años, mientras que la de los Estados Unidos ha crecido sustancialmente. Sondeos realizados justo antes de la reciente cumbre Reagan-Gorbachov por la encuestadora más respetada de Francia muestran, por ejemplo, que el 59 por ciento de los franceses tiene una imagen desfavorable de la URSS, contra un escaso 9 por ciento favorable*. En cambio, la imagen de los Estados Unidos fue positiva en un 43 por ciento y negativa en un 27 por ciento, una mejora notable en comparación con una encuesta similar realizada en 1982, que mostraba un 30 por ciento de imagen positiva contra un 51 por ciento de imagen negativa. Interrogados sobre asuntos específicos, los encuestados consideraron fuertemente positiva la ventaja que lleva Washington sobre Moscú en términos de desarrollo económico, derechos de los trabajadores, libertades individuales, antirracismo, reducción de la desigualdad social, aumento de la calidad de vida, acceso a asistencia sanitaria y ayuda al Tercer Mundo. De acuerdo con la Embajada de los Estados Unidos en París, otras encuestas publicadas muestran un aumento similar de la confianza de la opinión pública francesa en los Estados Unidos en desmedro de la URSS.
* Encuesta realizada entre el 9 y el 14 de noviembre de 1985 por Sofres, y publicada en Le Monde el 19 de noviembre de 1985.
La “piedra de toque” del anti-sovietismo
Jorge Semprún, pensador de la Nueva Izquierda y desertor del Partido Comunista Español, refleja el pensamiento de la generación actual en la respuesta que da a una pregunta del periódico intelectual Le Debat.
LD: ¿Qué significa ser [un intelectual] de izquierda en la Francia de hoy?
JS: Hoy, la piedra de toque del pensamiento de izquierda es una actitud crítica frente a la URSS, uno de cuyos corolarios es el rechazo a los partidos que responden a la tradición del Comintern [el PCF]… La cuestión central no es la barbarie de Pinochet, ni la demolición de la fábrica de acero de Lorraine, ni siquiera el redespliegue imperial de Reagan. La cuestión fundamental es tomar una posición frente a la URSS.
Jacques Rouknique, experto en asuntos soviéticos del respetado Institut de Science Politique, sigue de cerca tanto a la Unión Soviética como a la opinión que los franceses se hacen de ella. Poco antes de la reciente visita a París del Secretario General Gorbachov, Rouknique le dijo a un entrevistador: “Aquí, en los últimos diez años, se ha producido un cambio drástico en la percepción de la Unión Soviética. Los intelectuales han abandonado el marxismo y han descubierto el gulag y los horrores del sistema soviético. En términos generales… [el marxismo] ya no inspira a la gente de izquierda, e incluso dentro del Partido Comunista hay fuertes voces críticas”.
- Las encuestas de opinión muestran que las “profesiones intelectuales” han perdido significativamente terreno con respecto a carreras técnicas y de negocios en la estima de los jóvenes.
- El año último, las elecciones estudiantiles para juntas directivas redundaron en un abrumador número de nuevos funcionarios universitarios conservadores o “aideológicos”, según reportes de prensa. El historiador y ex comunista Emmanuel Le Roy Ladurie indicó que estaba sorprendido de la cantidad de estudiantes y jóvenes docentes de la Universidad de París que se habían alejado de la izquierda.
- Una prueba adicional del cambio en la actitud es evidente adentro del aula. Las reformas educativas de la última década, diseñadas para incentivar a los estudiantes a ingresar a carreras técnicas y de negocios, fueron ferozmente resistidas por estudiantes y profesores durante los setenta. Ya en la primavera de 1983, cuando Mitterrand intentó extender estas reformas, hubo protestas estudiantiles en muchas universidades. Ahora, los hermanos y hermanas más pequeños de los alborotadores, llenan los abarrotados cursos de economía y ciencias, incluso en universidades de tradiciones izquierdistas como la Universidad de París, en Nanterre, donde la moda del intelectual marxista dominó la escena hasta al menos la mitad de los años setenta.
- Las carreras intelectuales, que solían estar prácticamente reservadas para quienes concurrían a los colegios de elite, parecen no estarles más aseguradas. El gobierno de Fabius, por ejemplo, acabó anunciando un programa para emplear en los gobiernos locales y en el gobierno nacional y en otras empresas a los graduados de la Escuela Normal Superior que permanecieran desempleados. Los socialistas han forzado a los extranjeros residentes a abandonar sus trabajos como docentes de los niveles bajos, presumiblemente para liberar puestos para los propios franceses.
Algunas respuestas a una encuesta de opinión sobre marxismo y radicalismo en el campus de Nanterre de la Universidad de París
Guy Lachenaud, catedrático de nivel inicial en 1968 y ahora, a los 46 años, vicepresidente de Nanterre: Ya no hay movimiento estudiantil. Los pocos grupos que sobreviven conjugan un mínimo de retórica militante con montones de horas en la fotocopiadora.
El vendedor del puesto de publicaciones marxistas (Rouge, Revolution, Lutte Ouvrière, etc.) del campus: Encargo cinco copias [de cada una] por semana, y me cuesta trabajo vender dos o tres.
Un estudiante: En el 68 papá estaba en las barricadas. Yo voy a hacer la mía en un banco.
Anónimo: ¿Hoy? Esto es la no-revolución permanente.
Otros intelectuales como Alain Besancon y numerosos intelectuales conservadores acuerdan con Riglet en que la languidez intelectual es parte de un ciclo de declinación cultural. Argumentan de modo persuasivo –en artículos y libros, así como en programas televisivos– que no hay ya Flauberts, Prousts o Baudelaires; más aún, observadores agudos, como los historiadores Besancon y Pierre Goubert, dicen que no hay razones para esperar que pronto surja alguno . Mitterrand y el ministro de Cultura Jack Lang, a pesar de doblar el presupuesto del Ministerio de Cultura, no han podido detener la marea de quejas en torno a que la “creatividad está en baja en Francia”, y que a lo largo del espectro cultural, “la ausencia de innovación es llamativa”.
Reacciones en la Nueva Izquierda
Las reacciones ante las controvertidas posiciones sociales y éticas de los intelectuales de la Nueva Izquierda han sido variadas. Los intelectuales marxistas fieles a las ideas y tendencias de la izquierda los han rechazado de plano; otros, que no pertenecen ni a la Nueva Izquierda ni a los viejos círculos de izquierda, les han encontrado algunas virtudes. Regis Debray, por ejemplo, que todavía marca la agenda y la ideología de la izquierda y (a veces) aconseja a Mitterrand en cuestiones de política exterior, escribe diatribas contra los nuevos renegados intelectuales, y los condena por renunciar al discurso escrito y convertirse en superficiales figuras mediáticas. Reclama especialmente que los Nuevos Filósofos de Izquierda hayan sido rediseñados intelectualmente por la televisión y convertidos en cabezas parlantes vacías, incapaces de escritura filosófica precisa*. Raymond Aron, venerado decano del actual pensamiento conservador francés, detestaba a los intelectuales de la Nueva Izquierda y a menudo comparaba su anti-igualitarismo elitista con los peores esfuerzos antidemocráticos del conservadurismo francés. Annie Kriegel se sumó al temor de Aron de que en la Nueva Izquierda acecharan sentimientos racistas y fascistas, tanto por la hostilidad que ésta demuestra contra las influencias culturales foráneas, como en las ideas que profesa en cuestiones de genética, herencia y etnología. Pero Aron está muerto, a Debray ya no se lo considera un pensador serio, y Kriegel nunca se ganó un grupo amplio de seguidores. Frente a estos críticos, la Nueva Izquierda puede señalar en su favor el aprecio de Michel Foucault, el pensador más profundo e influyente de Francia. Foucault ha elogiado a los advenedizos porque, entre otras cosas, les ha recordado a los filósofos las “sangrientas” consecuencias de la teoría social racionalista de la Ilustración del siglo XVIII y del período revolucionario.
* El libro de Debray Profesores, escritores, celebridades: los intelectuales de la Francia moderna es una sola y larga diatriba contra los intelectuales de izquierda renegados y sus eventuales aliados en la derecha.
Apéndice B
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